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Full text of "Sagrada Biblia Nacar Colunga (1944) (1ª Edición)"

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LIBRARY OF PRiNCfcíGN 


AUG 8 200 : 


THEOLOGICAL SEMINARY 


BS 299 1944 
Bible. 

Sagrada Biblia 









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Sagrada Biblia 

VERSIÓN DIRECTA DE LAS LEN¬ 
GUAS ORIGINALES, HEBREA 
Y GRIEGA, AL CASTELLANO 












BIBLIOTECA 
AUTORES CRISTIANOS 

BAJO LOS AUSPICIOS Y ALTA DIRECCIÓN 
DE LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA 


LA COMISIÓN DE DICHA PONTIFICIA 
UNIVERSIDAD ENCARGADA DE LA 
INMEDIATA RELACIÓN CON LA B. A. C., 

ESTÁ INTEGRADA EN EL AÑO 1944 
POR LOS SEÑORES SIGUIENTES: 

PRESIDENTE? 

Excmo. y Rvdmo. Sr. Dr. Fr. Francisco Barbado 
Viejo, O. P., Obispo de Salamanca y Gran Canciller de 
la Pontificia Universidad. 

VICEPRESIDENTE: limo. Sr. Dr. D. Lorenzo MlGUÉLEZ 
Domínguez, Rector Magnífico. 

VOCALES: Sr. Decano de la Facultad de Sagradas Escritu¬ 
ras , M. R. P. Alberto Colunga, O. P.; Sr. Decano de la 
Facultad de Teología , M. 1 . Sr. Dr. Gregorio Alastruey; 

Sr. Decano de la Facultad de Derecho, M. 1 . Sr. Dr. Loren- i 
zo Pérez Mier; Sr. Decano de la Facidtad de la Historia , 

R. P. Dr. Ricardo García Villoslada, S. I. 

I 

SECRETARIO: M. 1 . Sr. Dr. Lorenzo Turrado, Profesor. 

ASESORES TÉCNICOS AGREGADOS: Rvdo. Sr. D. AnGEL 
Herrera Oria, Presbítero; limo. Sr. D. Luis Ortiz Mu¬ 
ñoz, Catedrático y Director-General de Enseñanza Superior 
y Media. 

LA EDITORIAL CATÓLICA, S. A. - Apartado 466 

MADRID. MCMXLIV 










Sagrada Biblia 

VERSIÓN DIRECTA DE 
LAS LENGUAS ORIGINALES 


POR 


ELOÍNO NÁCAR FUSTER 

CANÓNIGO LECTORAL DE LA S. I. C. 

DE SALAMANCA 


V EL MUY RVDO. P. 

ALBERTO COLUNGA, O. P. 

PROFESOR DE SAGRADA ESCRITURA 
EN EL CONVENTO DE SAN ESTEBAN 
Y EN LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD 
DE SALAMANCA 


PRÓLOGO DEL 

EXCMO. Y R V D M O . S K . D . 

GAETANO CICOGNANI 

NUNCIO DE SU SANTIDAD EN ESPAÑA 


LIBRARY OF PRiNCETON 


A 11A 

H 1 


BiBLioTjító&Ob® Gifij&b b EM I NA 

- 3 I ADKILL A rCMXLU - 


I ANOS 

























NIHIL OBSTAT: 

Fr. E. Cuervo, O. P. 
Bac. S. Theol. 

Fr. V. Berecibar, O. P. 
S. Theol . Lect. 

Salmanticae, 12 Martii 1944. 


IMPRIMATUR: 

Fr. Josephus Cuervo, O. P. 
Prior Provincialis. 

Salmanticae, 12 Martii 1944. 


NIHIL OBSTAT: 

Dr. L. Turrado. 

Censor. 

Salmanticae, 26 Februarii 1944, 


IMPRIMATUR* 

Fr. Franciscus, O. P. 
Kpisc. Salmont. 

Salmanticae, 7 Martii 194-1. 



Aldus. S. A. de artes GrApicas.—Castelló. 112—Madrid. 



ÍNDICE 


Págs. 

e 

Prólogo del Excmo. y Rvdmo. Sr. Nuncio de S. S. en España. xiii 

Encíclica «Divino Afflante Spiritu» de S. S. Pío XII. . . . xxxm 

Prólogo de los traductores . lxi 

Consejos de San Agustín a los lectores de la Sagrada Es¬ 
critura ... .: . . lxv 

Introducción general. lxix 

Introducción especial a los libros históricos.lxxxiii 

Nota acerca de los grabados . xci 

Fe de erratas . xcm 

Introducción al Pentateuco . 1 

Génesis. 7 

Exodo. 59 

Levítico. 104 

Números.133 

Deuteronomio .. 174 

Introducción a Josué .213 

Josué.214 

Introducción a los Jueces .241 

Jueces.242 

Rut. 267 

Introducción a los libros de Samuel .273 

Samuel I.274 

Samuel II.305 

Introducción a los libros de los Reyes .331 

Reyes I. 332 

Reyes II. 361 

Introducción a los libros de las Crónicas o Paralipómenos .391 

Crónicas I.392 

Crónicas II.419 

Introducción a los libros de Esdras y Nehernías . 453 

Esdras.454 

Nehemías.465 

































VIII 


ÍNDICE 


Págs. 

Introducción al libro de Tobías . 481 

Tobías. 482 

Introducción al libro de Judit . 493 

Judit.494 

Introducción al libro de Ester . 511 

Ester.512 

Introducción al libro 1 de los Macabeos . 525 

Macabeos I.526 

Introducción al libro JI de los Macabros . 557 

Macabeos II. ... % .557 

Introducción a los libros jiroféticos . 581 

Introducción al profeta Isaías . 589 

Isaías.591 

Introducción al profeta Jeremías . 037 

Jeremías.038 

Introducción a las lamentaciones de Jeremías . 090 

Lamentaciones.090 

Introducción al libro de Baruc . 095 

Barnc.095 

Introducción al profeta Ezequiel . 702 

Ezcqiiicl.702 

Introducción al profeta Daniel .. 751 

Daniel. 753 

Introducción al libro de Oseas . 775 

Oseas.775 

Introducción al libro de Amos . 782 

Amos.782 

Introducción al libro de Miqueus . 787 

Miqucas.78/ 

Introducción al libro de Xahntn .791 

Xahum.791 

Introducción al libro de Habucnc .793 

llabacuc. 793 

Introducción al libro de Sofuñías . 795 

Sofonías.795 

Introducción al libro de Joel . 797 

Joel. 7y * 

Introducción al libro de Joñas .SOI 

..SOI 









































ÍNDICE ix 


Págs. 

Introducción al libro de Abdías . 803 

Abdías . 804 

Introducción al libro de Ageo . 804 

Ageo . 805 

Introducción al libro de Zacarías . 806 

Zacarías . 806 

Introducción al libro de Maluquios . 814 

Malaquías .8 1 o 

Introducción general a los libros sapienciales . 810 

Introducción al libro de Job . 821 

Job . 822 

Introducción al libro de los Salmos . 853 

Salmos . 860 

Introducción a los Proverbios . . *.'.. 935 

Proverbios . 936 

Introducción al Eclesiastés . 963 

Eclesiastés . 964 

Introducción al Cantar de los Cantares . 979 

Cantar de los Cantares .979 

Introducción al libro de la Sabiduría . 987 

Sabiduría de Salomón . 988 

Introducción al Eclesiástico . 1005 

Eclesiástico . 1006 

Introducción general al Nuevo Testamento . 1053 

Introducción general a los Evangelios . 1063 

Introducción al Evangelio de San Mateo . 1065 

Evangelio de San Mateo . 1066 

Introducción al Evangelio de San Marcos . 1109 

San Marcos . lili 

Introducción al Evangelio de San Lucas . 1137 

San Lucas . 1139 

Introducción al Evangelio de San Juan . 1181 

San Juan. .. 1184 

Introducción a los Hechos de Apóstoles . 1219 

Hechos de Apóstoles . 1221 

Introducción general a las Epístolas de San Pablo . 1255 

Introducción a las Epístolas a los Tesalonicenses . 1258 

I a los Tesalonicenses . 1259 

II a los Tesalonicenses . 1263 














































Indica 


\ 

Pigs. 

Introducción a la I a los Corintios .1265 

I a los Corintios.12G5 

Introducción a la II a los Corintios .1279 

II a los Corintios. 1279 

Introducción a la Epístola a los Gálatas .1288 

A los Gálatas.1290 

Introducción a la Epístola a los Romanos .1295 

A los Romanos.1297 

Introducción a la Epístola a los Filipcnses .1313 

A los Filipenses.1313 

Introducción a las Epístolas de la Cautividad .1317 

Introducción a la Epístola a los Ejesios .1318 

A los Efesios.1319 

Introducción a la Epístola a los Colosenses .1324 

A los Colosenses.1325 

Introducción a la Epístola aFilemón .1329 

A Filemón. . 1329 

Introducción a las Epístolas pastorales .1330 

Introducción a la Epístola I a Timoteo .1330 

I a Timoteo. 1331 

Introducción a la Epístola II a Timoteo .1335 

II a Timoteo.1336 

Introducción a la Epístola a Tito .1339 

A Tito.1339 

Introducción a la Epístola a los Hebreos .1341 

A los Hebreos.1343 

Introducción a la Epístola de Santiago .1357 

Epístola de Santiago.1357 

Introducción a la Epístola de San Pedro .1361 

I de San Pedro.1362 

II de San Pedro.1366 

Introducción a las Epístolas de San Juan .1369 

I de San Juan.1370 

II de San Juan.1374 

III de San Juan.1375 

Introducción a la Epístola d > San Judas .1375 

Epístola de San Judas.1376 

Introducción al Apocalipsis .1379 

Apocalipsis.1383 












































PRÓLOGO 








PRÓLOGO 

Por ei. Excmo. y Rvdmo. Sr. 

Dr. d. gaetano cicognani, 

Arzobispo de Ancira, 

Nuncio de Su Santidad en España. 


L A primera versión completa de la Biblia, hecha de las) 
lenguas originales, hebrea y griega, al castellano por au¬ 
tores católicos, con la que la Editorial Católica inicia, 
bajo los auspicios y la alta dirección de la Pontificia Univer¬ 
sidad de Salamanca, su Biblioteca de Autores Cristianos^ 
no hubiese podido ser publicada en circunstancia más pro¬ 
picia ni presentada con cartas credenciales más augustas y 
autorizadas que la Encíclica Divino Afflcinte Spirilu, de 
Su Santidad Pío XII. 

El mundo católico, y de manera especial los que en la 
Iglesia ejercen el magisterio o se dedican al apostolado, re¬ 
cuerdan con íntimo júbilo y con ánimo agradecido el L ani¬ 
versario de la Providentissimus de León XIII, el cual, 
enfrentándose de lleno con errores y corrientes que pare¬ 
cían triunfar y que daban a los pusilánimes y tímidos 
la sensación de acabar con la Iglesia, proclamó el origen 
divino de las Sagradas Escrituras en toda su integridad, 
sin titubeos ni compromisos. «La solicitud de Nuestro cargo 
apostólico—declara desde las primeras líneas del inmortal 
documento—Nos anima y en cierto modo Nos impulsa, no 
solamente a querer que esté abierta con toda seguridad y 
amplitud, para la utilidad del pueblo cristiano, esta pre¬ 
ciosa fuente de la revelación católica, sino también a no 
tolerar que sea enturbiada en alguna de sus partes, ya 
por aquellos a-quienes mueve una audacia impía y que 




XIV 


PRÓLOGO 


atacan abiertamente a la Sagrada Escritura, ya por los 
que suscitan a cada paso innovaciones engañosas e im¬ 
prudentes.» ' 

El gran Pontífice, que en su largo y fecundo pontificado 
no dejó de tratar con suprema visión ninguna de las cues¬ 
tiones vitales que afectan a la Iglesia misma y al interés 
de los pueblos y de las naciones, que habló magistralmente 
del origen del Poder civil y de la constitución de los Es¬ 
tados, de la verdadera y falsa libertad y de las obliga¬ 
ciones de los ciudadanos, del matrimonio y de la familia, 
de los errores funestos del socialismo y del comunismo, 
proclamando en el magno problema social y económico 
los grandes principios de la Rerun Novarum, el gran 
propulsor de los estudios filosóficos según las doctrinas y 
el método de Santo Tomás de Aquino, no podía menos de 
fomentar y recomendar y dirigir, en conformidad con las 
exigencias de los tiempos, el nobilísimo estudio de las Sa¬ 
gradas Escrituras. 

A la exaltación de la Biblia considerada como fuente 
única de la Revelación y árbitro supremo de la verdad 
divina a través de una interpretación puramente personal, 
a esa exaltación enarbolada en el tiempo de la Reforma 
como bandera y señal contra la Iglesia, se suceden en fuer¬ 
za del mismo principio del libre examen, las desviaciones 
del espíritu humano, que empieza por despojar a las Sa¬ 
gradas Escrituras de su aureola más preciada, de su ca¬ 
rácter de libros divinos, inspirados por el mismo Dios, y 
en pos de sus cavilacionés, altanero e infatuado por los 
progresos obtenidos en las ciencias físicas y en las disci¬ 
plinas históricas, frente a las dificultades que surgen, acaba 
por desvirtuarlo todo y por negarlo todo, arrebatando a 
los Sagrados Libros basta la fe y la autoridad humana, 
que concede fácilmente a otros escritos de la antigüedad, 
y dejándolos reducidos a un conjunto de mitos y leyendas. 
«Miran a los Sagrados Libros—decía León XIII—no como 
el relato fiel de acontecimientos reales, sino como fábulas 
ineptas y falsas historias. A sus ojos no han existido pro¬ 
fecías, sino predicciones forjadas después de haber ocurrido 
los acontecimientos, o bien presentimientos producidos por 
causas naturales; para ellos no existen milagros verdade¬ 
ramente dignos de este nombre, manifestaciones de la om¬ 
nipotencia divina, sino hechos asombrosos que no tras¬ 
pasan en modo alguno los límites de las fuerzas de la Natu- 




PRÓLOGO 


xv 


raleza, o más bien ilusiones y mitos; y que, en una palabra, 
los Evangelios y los escritos de los Apóstoles no han sido 
escritos por los autores a quienes se atribuyen.» 

Y para sostener todo ese cúmulo de negaciones y mons¬ 
truosidades, se somete el texto a constante tortura, en 
nombre de una crítica interna asentada sobre prejuicios 
racionalistas, se mutilan a capricho partes integrantes de 
los Libros Sagrados hasta dejarlos reducidos a un cuerpo 
sin alma, mejor diríamos, a un esqueleto sin carne y sin 
nervios^ del que vanamente podríamos esperar palabras 
de vida. 

Ni faltaron desprecios y sarcasmos scurriles ioci y toda 
una propaganda baja y vulgar, si bien en los ambientes 
intelectuales y de mediana cultura el tono era de mentida 
serenidad y de aparato científico atrayente y seductor, 
tan seductor, que causó a veces el desconcierto entre los 
mismos escritores católicos, produciendo en unos vacila¬ 
ciones; en otros, afán de componenda a base de sacrificar 
y restringir el concepto y el alcance de la inspiración di¬ 
vina y de la revelación, y empujando a algunos a aven¬ 
turar hipótesis híbridas y aún a declararse ineptos y vencidos. 

A pesar, sin embargo, del ropaje vistoso con que se 
presentaba, toda esta inmensa construcción adolecía de 
un defecto fundamental, radicado precisamente en el prin¬ 
cipio erigido contra la Iglesia: el libre examen. Los siste¬ 
mas se sucedían sin cesar, diferentes y aun contrarios los 
unos de los otros, presentándose cada nueva teoría como 
definitiva para resolver el problema de la Biblia, pero ce¬ 
diendo el paso a los pocos años, si no a los pocos meses, 
a una nueva explicación, destinada también a caer muy 
pronto en el descrédito y en el olvido. Frente a este vér¬ 
tigo de doctrinas y de contradicciones levanta su voz 
augusta el Papa León XIII para infundir nueva vida a 
todo aquel cúmulo de ruinas, para poner nuevamente 
sobre los Libros Santos la aureola de su carácter divino, 
invitando a colaborar en esta obra de defensa y de res¬ 
tauración del auténtico sentido cristiano acerca de las 
Sagradas Escrituras, a los cultivadores de las ciencias teo¬ 
lógicas y a los dedicados al ministerio pastoral, y trazando 
a este respecto todo un plan y programa de trabajo y de 
estudio «de tal modo que a esa ciencia nueva, a esa falsa 
ciencia, se oponga la doctrina antigua y verdadera que la 
Iglesia ha recibido de Cristo por medio de los Apóstoles». 






XV I 


PROLOGO 


La Enciclica fué acogida con gran entusiasmo y aplauso, 
aun por todo un sector protestante, fué estudiada y comen¬ 
tada en las Universidades y Academias, divulgada y expli¬ 
cada en libros y revistas. No faltaron, es verdad, como 
no podian faltar, voces de crítica, y se volvió a lanzar al 
rostro de la Iglesia el ya viejo dicterio de «oscurantista»; 
pero, pese a esas voces discordantes, cuando a la distancia 
de cincuenta años contemplamos la ubérrima cosecha pro¬ 
ducida en el campo de los estudios bíblicos por la Encí¬ 
clica Providenlissimusy no podemos menos de unirnos 
a los entusiasmos con que fué saludada su publicación 
y de comprobar con íntimo regocijo que lds esperanzas 
concebidas por el Pontífice y compartidas por el mundo 
catclico son hoy una consoladora realidad. 

Esto mismo es lo que comprueba y pone de relieve el 
Sucesor de León XIII en la Cátedra de la Verdad, Pío XI1, 
en su reciente Encíclica Divino Afflanlc Spirilu ; en la 
cual, después de señalar cuál fuera el fin principal 
de la Providcntissimus , el de exponer la doctrina de 
la verdad contenida en los Sagrados Libros y a vindi¬ 
carlos de las impugnaciones, con el alma henchida de gozo 
hace desfilar ante nosotros las instituciones y normas que 
durante estos cincuenta años, por el impulso y vigilante 
celo de los Sumos Pontífices, fueron creadas para el pro¬ 
greso del estudio de la biblia: la Escuela bíblica de Jeru- 
salén, la Comisión biblica, la creación de grados acadé¬ 
micos y programa de estudios bíblicos, el Instituto bíblico 
de Roma, la revisión de la Vulgata, la difusión en el pueblo 
de los Libros Sagrados. 

De estas instituciones la Escuela Bíblica de Jerusalén 
nació a la vida por obra personal de León XI11, y su pen¬ 
samiento generador parece que estuvo inspirado en el 
ejemplo y en la práctica del gran San Jerónimo. Conocido 
es su axioma de que «desconocer las Sagradas Escrituras 
es desconocer a Cristo», como conocido es también su cri¬ 
terio de que para penetrar más lúcidamente en el sentido 
y valor de los Sagrados 1 ibros, contribuye en gran manera, 
juntamente con el estudio de las lenguas en que fueron 
escritos, la visión directa de los lugares en que se desarro¬ 
llaron los hechos que prepararon y consumaron la Re¬ 
dención. « Sanclam Scripíuram — dice escribiendo a Dom- 
nfone — lucidius iníucbitur , qui Iudacam oculis contcmplaius 
est el anliquarum urbiiun memorias locorumquc vcl eadem 



PRÓLOGO 


XVI í 


vocabula vel mutata cognovcrit. Unde et nobis curae fuit , cum 
eruditissimis Hebracorum hurte laborera subiré , ut circumi - 
remus provirteiam quam urtiversae Christi Ecclesiae sonante. 

Por eso el gran Doctor, que pasó toda su vida dedicado 
a estos estudios, se estableció definitivamente en belén, 
dando de mano a todas las grandezas de Roma, cuyos 
tesoros le parecían pequeños al lado del que encerraba 
la-pequeña ciudad, cuna de Jesús: « llabeat Roma quod 
angustior Urbe Romana possidet Beihlehem!»; y sus discí- 
pulas predilectas, las nobilísimas Paula y Eustoquio, de¬ 
seando que la queridísima amiga Marcela las imitara fijando 
como ellas su residencia en Palestina, describen en una 
carta, escrita bajo el dictado del Maestro, el encanto espi¬ 
ritual de la vida en Tierra Santa, donde cada lugar re¬ 
cuerda un hecho de la Sagrada Escritura, cada nombre 
suscita una visión y despierta un afán de perfección, donde 
se puede orar en el mismo pesebre in quo infantulus vagiit, 
llorar en el mismo sepulcro en que lloraron las santas mu¬ 
jeres, aspirar y sentirse elevados voto et animo hacia el 
cielo en el Monte de los Olivos y donde hasta la gente más 
humilde recuerda el ambiente en que se desenvolvió la 
vida de Cristo. Hasta sus cánticos comunes, dicen, son 
bíblicos y regocijantes: «Quocumque te verteris , arator stivam 
tenens , Alleluia decantat; sudans messor psalmis se avocat, 
et curva aitondens vitem falce vinitor , aliquid Davidicum 
canil.» («A dondequiera que fueres, el arador con la mano 
en la esteva canta el Alleluia, el segador sudoroso se dis¬ 
trae con salmos; el viñador, mientras poda la' vid con el 
corvo cuchillo, entona algún cántico de David.») No sé si 
estos cuadros, de un dulce sabor virgiliano, se ofrecen hoy 
al viajero que visita Palestina: tales y tantas han sido 
las vicisitudes de aquella tierra a lo largo de los siglos, 
tales y tantas sus destrucciones materiales y sus convul¬ 
siones políticas, que no creo empeño fácil, ni imaginarse 
ante la realidad presente el cuadro que nos describen San 
Jerónimo y sus discípulas, ni dar una reconstrucción exacta 
de lo que fué la 1 ierra y la Ciudad Santa: sin embargo, 
aun en el estado actual, el conocimiento de aquellos lugares 
y las investigaciones, racionales y metódicas, de sus ruinas 
venerandas, siguen siendo instrumento eficacísimo para la 
inteligencia de las Sagradas Escrituras y para la contem¬ 
plación del drama humano-divino de la Redención. 

Y al hablar de este tema, prologando una versión de 


ii 





XVIII 


PRÓLOGO 


la Biblia nacida en tierra española, a la sombra augusta 
de la Universidad salmantina, me complazco en recordar 
aquí ciertos lazos, no por tenues menos gratos, que existen 
entre la Escuela bíblica y aquella Universidad. 

La Escuela L iblica de Jerusalén fué fundada en un con¬ 
vento de dominicos, que lleva el mismo nombre del cele¬ 
bérrimo convento de Salamanca, San Esteban, y que fué 
construido por un español, por el Maestro General de la 
Orden, Padre Larroca, con la intención primera de que 
sirviera de noviciado, siendo luego ofrecido por el mismo 
a Su Santidad León XIII, apenas supo que el Augusto 
Pontífice deseaba fundar en Jerusalén una Escuela de 
Estudios Bíblicos. Es verdad que el convento y la escuela 
pasaron a pertenecer a la Provincia Dominicana francesa, 
pero esta circunstancia no rompió, antes reforzó, aquellos 
lazos al ser encargado de la dirección de aquel centro de 
altos estudios el P. José M. Lagrange, el cual había hecho 
su noviciado y sus estudios teológicos en el convento de 
San Esteban, de Salamanca. En época aciaga para las 
congregaciones religiosas en Francia, el P. Lagrange tuvo 
que dejar su patria y vino a Salamanca, donde, además 
de experimentar la generosa hospitalidad española, de la 
que conservó siempre un agradecido recuerdo, pudo cono¬ 
cer directamente y empaparse en la doctrina de los gran¬ 
des teólogos y escrituristas españoles, que sin duda tem¬ 
plaron y forjaron su espíritu para que, frente a las difi¬ 
cultades, se mantuviera, como supo mantenerse, recio en 
la fe y ardiente en el deseo de Dios. Lo que la Escuela 
Bíblica de Jerusalén ha contribuido al desenvolvimiento 
y a la dignificación de los estudios de la Sagrada Escritura, 
lo demuestran palmariamente los sabios volúmenes que ha 
publicado, las excavaciones practicadas y la difusión en las 
esferas intelectuales de los éxitos alcanzados. 

Con el fin, sin embargo, de que estos estudios, que tan¬ 
tas dificultades encierran y tantos peligros ofrecen, no se 
apartaran del recto camino, fué instituida la Comisión Bí¬ 
blica, ese alto Consejo de varones preclaros «que tuvieran 
por encomendado a sí el cargo de procurar y lograr por 
todos los medios que los divinos oráculos hallen entre los 
nuestros en general aquella más exquisita exposición que 
los tiempos reclaman y se conserven incólumes no sólo 
de todo hálito de errores, sino también de toda temeridad 
de opiniones». 





PRÓLOGO 


XIX 


Instituida por el mismo León XIII, la Comisión Bíblica 
fué sucesivamente confirmada por los Sumos Pontífices y 
de manera especial por Pío XII, el cual, en la Encíclica 
que comentamos, le tributa un homenaje de estimación 
y de complacencia. Los que siguen el creciente progreso 
de los estudios bíblicos y se afanan con santa pasión por 
penetrar cada día mejor el genuino sentido de los Libros 
Sagrados, conocen la labor vigilante y delicada de la Co¬ 
misión, su voz orientadora y tranquilizadora. Bastaría re¬ 
cordar a este propósito su actuación tan eficaz en los agi¬ 
tados tiempos del Modernismo, fuego fatuo que se creyó 

I iba a encender fatalmente una lucha difícil y duradera; 
y la carta dirigida en agosto de 1941 a los Arzobispos y 
Obispos de Italia para poner coto a tendencias de sabor 
iluminista. Mientras el Modernismo, en nombre de la 
Ciencia y del pretendido progreso humano, había inten¬ 
tado repetir los errores que León XIII tan enérgicamente 
anatematizara en su Carta, recientemente un alma des¬ 
viada se pronunciaba contra todo estudio científico y eru¬ 
dito de las Sagradas Escrituras, contra el estudio de las 
lenguas orientales y.de las ciencias auxiliares, contra los 
esfuerzos de la crítica textual y la compulsa de códices y 
manuscritos antiguos, abogando por el uso exclusivo de 
la Vulgata, menospreciando la cuidadosa investigación del 
sentido literal y defendiendo una exégesis y una herme¬ 
néutica a base únicamente de sencilla lectura y de piadosa 
meditación. El episodio quedó muy pronto truncado por 
la vigilante intervención de la Comisión Bíblica y a él hace 
clara alusión Pío XII en su reciente Encíclica. 

La creación de esas dos grandes instituciones, la Es¬ 
cuela de Jerusalén y la Comisión Bíblica, respondían a 
fines específicos de la mayor importancia; pero ya la mente 
previsora de León XIII, en su deseo de hacer todavía más 
en orden a la restauración de los estudios bíblicos y a la 
eficacia salvadora de la verdad revelada, había acariciado 
la idea de fundar en el corazón mismo del mundo cristiano, 
en Roma, un ateneo donde se formara toda una pléyade 
de sabios sacerdotes, profunda y cuidadosamente prepa¬ 
rados, que encendidos en un santo ardor llevaran por 
todos los ámbitos del mundo y a todos los campos del 
apostolado sacerdotal, al Seminario, a la cátedra, al púl- 
pito, al libro y a la revista, la luz de una auténtica ciencia 
escriturística y la hicieran servir eficazmente a los grandes 




XX 


PRÓLOGO 


fines que San Pablo señalara a las Ságradas Escrituras 
ad docendum . ad arguendum , ad corripiendum , ad enidien - 
diim in iustitia . 

Esa idea de León XIII halló un munífico realizador en 
el Pontífice Pío X, que instituyó primero los grados aca¬ 
démicos en Sagrada Escritura, trazó después un completo 
plan de estudios bíblicos para los seminarios y erigió, final¬ 
mente, el Instituto Bíblico de Roma, que, confiado a la 
ínclita Compañía de Jesús, puesto bajo la especial pro¬ 
tección del Sagrado Corazón de Jesús, cuya hermosa esta¬ 
tua domina el salón principal del Instituto, y organizado 
sabiamente por un hombre de eminente sabiduría y de 
gran fe, el ilustre P. Leopoldo Fonk, ha sido y es la forja 
donde se forman y de donde salen para el mundo entero 
los maestros de la Sagrada Escritura. 

Juntamente con estas obras de alta formación y de 
dirección, se inician por el impulso vigoroso del mismo 
Papa Pío X y se prosiguen con la decidida protección de 
Pío XI, los pacientes trabajos de la revisión de la Vulgata 
en el Monasterio de San Jerónimo de Roma, al cual va 
gloriosamente unido el nombre del Cardenal Adriano Gas- 
quet y en el cual continúan esta meritoria labor los Padres 
benedictinos con su proverbial e infatigable laboriosidad; 
y para que toda esta empresa cultural y al mismo tiempo 
apostólica no quedara encerrada en las escuelas y en los 
monasterios, surge la Sociedad de San Jerónimo para la 
difusión de los Evangelios, se multiplican los Congresos 
y las Semanas Bíblicas, se publican libros y revistas, y yo 
me complazco en destacar aquí la contribución no pequeña 
que España ha prestado a ese florecimiento de los estu- > 
dios bíblicos, contribución que, si se vio pasajeramente 
truncada por el vendaval de la guerra civil, ha vuelto a 
renacer con mayor pujanza y con renovados bríos, apenas 
pasada la tempestad y serenado el ambiente nacional. 

* * * 

Pero la Encíclica Divino Afflantc Spiritu, antepues¬ 
ta como pórtico insuperable a esta versión de la Sagra¬ 
da T iblia, no es solamente un recuerdo y una evo¬ 
cación de la Providcntissimus y de los frutos por ella 
producidos, ya que tiene una segunda parte, mucho 
más importante, la parte doctrinal, en la cual el Santo 




PRÓLOGO xxi 


Padre, siguiendo la trayectoria de sus antecesores, cons¬ 
ciente del depósito sagrado que le fué confiado el día en 
que el Espíritu Santo le escogió para regir la Iglesia de 
Dios, con la autoridad de su palabra, con la amplia com¬ 
prensión de su inteligencia y a pesar de las hondas preocu¬ 
paciones que agobian su corazón y de las solicitudes pater¬ 
nales que de El reclaman los sufrimientos de los pueblos, 
nos traza y nos señala los caminos y los métodos, que las 
condiciones actuales exigen, para que el estudio y la lec¬ 
tura de las Sagradas Escrituras sean cada día más fecundos 
en frutos de santificación y de conquista de las inteligen¬ 
cias y de los corazones de los hombres. 

Las nuevas e importantes excavaciones realizadas en 
el suelo palestinense, el hallazgo de nuevos y valiosos docu¬ 
mentos escritos, el conocimiento cada día más amplio de 
las lenguas orientales «invita en cierta manera y amonesta 
a los intérpretes de los Sagrados Libros a aprovecharse 
con denuedo de tanta abundancia de luz para examinar 
con más profundidad los Divinos Oráculos, ilustrarlos con 
más claridad y proponerlos con mayor lucidez». 

Y hablando de los progresos modernos en el conoci¬ 
miento de las lenguas orientales, y en particular de aque¬ 
llas en que fueron originariamente escritos los Libros Sa¬ 
grados, ve en ello el Santo Padre una nueva ayuda, a la 
par que un poderoso estímulo, para que los intérpretes 
católicos traten de acercarse lo más posible a la fuente 
original de la verdad revelada, calificando de ligereza y 
de desidia el descuido en aprender aquellas lenguas; y aún 
la crítica textual, con su paciente rebusca y cotejo de códi¬ 
ces y manuscritos, es plenamente justificada, loada y esti¬ 
mulada por Su Santidad, como medio necesario para «que 
se restituya a su ser el sagrado texto lo más perfectamente 
posible», y todo ello «por la reverencia debida a la divina 
palabra» y «por la misma piedad por la que debemos estar 
sumamente agradecidos a aquel Dios providentísimo, que 
desde, el Trono de su Majestad nos envió estos libros a 
manera de cartas paternales, como a propios hijos». 

Por otra parte, como la mayoría de los fieles no pueden 
llegar por sí mismos a esas fuentes de la Revelación en 
su texto latino y menos aún en los textos originales, el 
wSanto Padre, al hablar de la declaración de la autentici¬ 
dad hecha por el Concilio Tridentino a favor de la Vulgata, 
dice expresamente: «Y ni aun siquiera prohíbe el decreto 





XXII 


PRÓLOGO 


del Concilio Tridentino que, para uso y provecho de los 
fieles de Cristo y para más fácil inteligencia de la divina 
palabra, se hagan versiones en lenguas vulgares, y eso aún 
tomándolas de los textos originales, como ya en muchas 
regiones vemos que loablemente se ha hecho, aprobándolo 
la autoridad de la Iglesia.» 

Eso que alaba y aprueba la Iglesia es justamente lo 
que han pretendido hacer los preclaros y beneméritos tra¬ 
ductores de esta primera versión de la Biblia en lengua 
castellana sobre los textos originales, y eso es lo que la 
Editorial Católica entiende brindar a España y a los 
países del mundo hispanoamericano con la publicación del 
Libro de los Libros en este primer volumen de su Biblio¬ 
teca de Autores Cristianos. En su empresa les ha guia¬ 
do el amoroso afán de poner al alcance de los fieles de 
habla castellana el riquísimo tesoro de las Sagradas Escri¬ 
turas, mediante una traducción lo más fiel y exacta posi¬ 
ble del texto original, aprovechándose para ello de todos 
los adelantos realizados en la ciencia escriturística y en 
el conocimiento de las lenguas orientales durante los últi¬ 
mos años, y dejándose guiar en la interpretación de los 
pasajes más oscuros y difíciles por el Magisterio de la 
Iglesia y por la luz y sabiduría de los Santos Padres y de 
los grandes teólogos y escrituristas. 

* * * 

Al lograr los traductores su alto empeño, han realizado 
una triple obra: de cultura, de piedad y de apostolado. 

Esta versión completa de la Sagrada Biblia al caste¬ 
llano constituye ante todo una auténtica obra de cultura, 
que viene a enriquecer el ya espléndido acervo de saber 
escriturístico cosechado por España desde los primeros 
siglos de la Era Cristiana y desarrollado en los siglos pos¬ 
teriores con asombrosa fecundidad. Desde los tiempos en 
que el Papa Dámaso, el santo y culto Pontífice español, 
se complacía en fijar en exámetros trozos del Antiguo y 
del Nuevo Testamento y encargaba a San Jerónimo una 
revisión general de los Libros Sagrados, sosteniéndole y 
protegiéndole en sus dificultades y luchas; y el presbítero 
Desiderio, nacido, según todas las probabilidades en la 
ciudad de Barcelona, rogaba al mismo San Jerónimo que 
emprendiera la versión de los Libros Sagrados, vjel noble 





PRÓLOGO 


XXU1 


español Licinio enviaba amanuenses para que bajo la 
dirección del mismo Santo copiaran la Biblia, y el enci¬ 
clopédico Arzobispo de Sevilla, San Isidoro, considerado 
como el heredero más fiel del pensamiento y de la obra 
del gran Dálmata, salvaba en sus libros el rico tesoro de 
la antigua cultura cristiana, y pasando luego a través de 
un sinnúmero de códices bíblicos esparcidos en catedrales 
y monasterios, en aulas regias y en casas señoriales, hasta 
la gran Biblia Complutense y los excelsos exegetas que 
florecieron en el Siglo de Oro y que aun causan asombro 
por su portentosa erudición y por su fino sentido cxegético, 
España representa el supremo anhelo de conocer, de penetrar 
y de defender los Sagrados Libros. 

Considerando Menéndez y Pelayo este florecimiento 
tantas veces secular de la ciencia bíblica en España, escri¬ 
bía con harta razón en una famosa carta incluida en La 
Ciencia Española: «El nombre sólo de Arias Montano basta 
para llenar un siglo... Pero España posee, además, una 
larga serie de cultivadores ilustres de las ciencias bíblicas, 
serie que empieza con los colaboradores de la Poliglota 
Complutense y con aquel Diego López de Estúñiga que 
tan malos días y tan malas noches hizo pasar a Erasmo, 
y termina, bien entrado el siglo xvu, con Pedro de Va¬ 
lencia y Fray Andrés de León.» «No hay libro de la Escri¬ 
tura—afirma el gran pensador santanderino—sobre el cual 
no poseamos algún comentario de un español, célebre en 
las escuelas católicas»; y en confirmación de su aserto hace 
una larga enumeración de los más preclaros comentaristas. 

Los dos siglos que siguieron fueron de tono menos ele¬ 
vado y los estudios bíblicos en España participaron de la 
general decadencia, si bien no dejaron de brillar algunos 
esfuerzos, tan meritorios como aislados, ni faltaron muy 
aceptables traducciones de la Vulgata, como las dos tan 
conocidas y tantas veces impresas, en las que continuaron 
alimentándose Jas almas deseosas de conocer la palabra 
de Dios; pero cuando el vendaval del Modernismo, que 
apenas salpicó la recia fe española, se desató para manchar 
y debilitar la verdad cristiana, vuelven en España a cobrar 
lozanía y vigor los estudios eclesiásticos, aparecen revistas 
de cultura religiosa, cuyos nombres y cuyos méritos están 
en el pensamiento de todos, y en el mismo terreno de la 
ciencia escriturística sale a luz la revista Estudios Bíblicos , 
se publica la Biblia de Montserrat, se reeditan con profu- 






XXIV 


PRÓLOGO 


sión y con muy útil aparato de notas e introducciones las 
conocidas versiones castellanas, en particular las del Nuevo 
Testamento, se constituye la A. F. E. B. E. para el fomento 
de los estudios bíblicos, se publican muy estimables ma¬ 
nuales, y tras la dolorosa pausa impuesta por la guerra civil 
reflorecen con nuevo brío todas aquellas actividades y 
apuntan otras nuevas de singular importancia, entre las 
que merecen destacarse la fundación del Instituto «Arias 
Montano» del Consejo Superior de Investigaciones Cien¬ 
tíficas, la celebración de Semanas bíblicas organizadas con 
mucho acierto y desarrolladas con gran provecho, nuevas 
traducciones de los Salmos, de los Evangelios y de las 
Epístolas de San Pablo, la reciente publicación de una 
edición crítica del Nuevo Testamento en griego y en latín, 
y finalmente esta versión del texto original de toda la 
Biblia, que no dudo ha de marcar un hito luminoso en la 
historia de la ciencia bíblica española. 

Sería presunción y desconocimiento de las dificultades 
que ofrece siempre una versión de las Sagradas Escrituras 
el que los traductores pensaran haberlas superado plena¬ 
mente y consideraran su obra como acabada y perfecta. 
Ellos saben que no han de faltarles ni observaciones ni 
diversidad de criterios; pero de antemano piden indulgen¬ 
cia por los yerros en que hayan podido incurrir, y la 
esperan confiadamente en razón de lo difícil del empeño 
que asumieron y de la buena voluntad que en lograrlo 
han puesto. 

Hablando precisamente el Santo Padre de las dificul¬ 
tades que en este género de trabajos existen, «nadie se 
admire—dice—que no se hayan todavía resuelto y ven¬ 
cido, sino que aún hoy haya graves problemas que preocu¬ 
pan los ánimos de los exegetas católicos». Y después de 
exhortar a los intérpretes católicos a que, movidos de un 
amor eficaz y decidido de su ciencia y sinceramente devo¬ 
tos a la Santa Madre Iglesia, se esfuercen por hallar una 
explicación sólida a aquellas dificultades, añade: «Y por 
lo que hace a los conatos de esos estrenuos operarios de la 
Viña del Señor, recuerden los demás hijos de la Iglesia que 
no sólo se han de juzgar con equidad y justicia, sino tam¬ 
bién con suma caridad..., y estar alejados de aquel espíritu 
poco prudente con el que se juzga que todo lo nuevo, por 
el mismo hecho de serlo, debe ser impugnado o tenerse por 
sospechoso.» Santas palabras que salen de un corazón solí- 




PRÓLOGO 


xxv 


cito y paternal y de una inteligencia comprensiva, deseosa 
de hacer llegar a los espíritus apasionados por la busca 
de la verdad una palabra de afectuosa concordia y de 
santa emulación. La historia de las versiones de la Sagra¬ 
da Escritura y de los problemas que a ésta atañen, no está 
libre de fuertes divergencias y de acres polémicas, excu¬ 
sables tan sólo porque la pasión por la verdad puede en¬ 
cender a veces en demasía nuestros espíritus, pero siempre 
se deben tener presentes los paternales consejos de Pío XII, 
y en último término acudir al remedio supremo, en el que 
San Jerónimo buscaba la luz y la concordia en sus tra¬ 
bajos y en medio de sus graves polémicas: la oración. 
«Ruégote ahora, carísimo Desiderio, que ya que me hiciste 
emprender tamaña empresa y empezar mi labor desde el 
Génesis, me ayudes con tus oraciones, a fin de que pueda 
trasladar al latín los Santos Libros con el mismo espíritu 
con que fueron escritos.» 


* * * 

Obra de cultura, es además esta versión de la Piblia 
una obra eminente de piedad. En el pasaje de San Pablo 
arriba citado, en el que expone las utilidades que la Sa¬ 
grada Escritura ofrece, a saber: «para enseñar, convencer, 
corregir y educar en la justicia», añade el Apóstol esta 
finalidad suprema: «a fin de que el hombre de Dios sea 
perfecto y esté preparado para toda obra buena», ut per- 
fcdus sit homo Dei , ad omne opus bonuin instructus. 

Demasiado poco representaría esta versión, si fuera 
considerada únicamente como obra de cultura, aunque 
nobilísima; demasiado poco, ya que estas Cartas paternales 
dadas por Dios a la humanidad tienen por fin rehabilitar 
al hombre, redimirle, elevarlo hasta las alturas del cono¬ 
cimiento de los misterios de Dios y a la participación de 
la vida divina, sostenerlo en las luchas del espíritu, santi¬ 
ficarlo en todo momento, encauzarlo por los caminos que 
conducen a las celestes moradas. Y eso mismo es lo que 
los autores de esta versión han pretendido ofrecer a los 
fieles. 

San Juan Crisóstomo, que supo * revestir sus inmensos 
conocimientos bíblicos con una elocuencia portentosa, se 
quejaba amargamente de que los fieles de su vastísima dió¬ 
cesis no conocieran bastante ni leyeran los Sagrados Li- 




XXVI 


PRÓLOGO 


bros, quedando por ello privados de uno de los más pode¬ 
rosos medios de santificación. El hubiese querido que exis¬ 
tiese en cada casa cristiana una Biblia y que sus fieles 
supiesen de memoria al menos algunos salmos o algunos 
trozos escogidos del Santo Evangelio, pero comprueba dolo- 
rosamente—y su lamento pudiéramos repetirlo en nuestros 
días—que sus fieles saben muy bien los nombres y el his¬ 
torial de los caballos y de los jinetes que toman parte en 
las carreras, pero no saben siquiera cuántas son las Epís¬ 
tolas de San Pablo y desconocen casi por completo el 
Libro que encierra la fuente de la vida. 

Unos alegan como excusa de su descuido y negligencia 
que están muy ocupados con los negocios o con los queha¬ 
ceres de la casa, otros que no tienen dinero; pero es un 
absurdo—dice el Santo—pretextar indigencia o exceso de 
trabajo, cuando de la lectura de los Libros Sagrados se 
saca tanta utilidad. Quomodo non absurdum fucrit ... ubi 
tanta dcccrpcnda est utilitas, occupationcs ci inopiam defiere! 

Junto a los que no compran el Libro Santo están los 
que lo tienen, pero sólo como adorno de la casa, no como 
alimento del espíritu. Muy bien describe a los tales el 
santo Arzobispo y elocuentísimo orador: «¿Quién de vos¬ 
otros, pregunto, toma en su casa un libro y examina sus 
sentencias, o escudriña las Escrituras? Nadie, ciertamente: 
sino que encontraremos en la mayoría de las casas dados 
y tabas, pero libros nunca o muy raras veces. Y el mismo 
reproche merecen los que los tienen, pero los conservan 
atados o colocados en los armarios, y ponen todo su inte¬ 
rés en la suavidad de las membranas o en la elegancia de 
los caracteres, menospreciando, en cambio, su lectura. 
Porque no los adquieren para ningún fin útil, sino sola¬ 
mente para hacer presuntuosa ostentación de su opulen¬ 
cia: ¡tan fuerte es el vano fausto de la gloria! A nadie oigo 
que ambicione el comprender los Libros, sino más bien 
jactarse de que posee libros escritos con letras de oro. 
Y yo pregunto: ¿qué provecho puede haber en esto?» Et 
quid, quaeso , hiñe lueri provenit? 

Me haría interminable si quisiera citar todos los pasa¬ 
jes en que San Jerónimo excita a sus discípulos y discí¬ 
pulos a la lectura de da Biblia, pero no quiero dejar de 
consignar algunos, ya que el eco de sus encendidas pala¬ 
bras puede animar también hoy a las almas, sedientas 
de Dios y de la perfección cristiana, a frecuentar esta pro- 




PRÓLOGO 


XXV11 


vechosa lectura. Para el gran Doctor la palabra divina 
contenida en la Sagrada Biblia no sólo es alimento, sino 
también fuerza del espíritu, arma segura contra todo lo 
que abate y deprime, contra todo lo que puede rebajar 
el alma y el cuerpo. Desde el Cenáculo del Aventino, donde 
un grupo de selectísimas matronas cultivaba la vida de 
perfección, se hace el gran propagandista de la lectura y 
meditación de la Biblia e inculca su estudio a las vírgenes 
para que sepan conservarse puras e intactas de las salpi¬ 
caduras del mundo, a los religiosos para que sepan ele¬ 
varse a las cumbres de la perfección, a las viudas para que 
sepan llevar con dignidad su viudez, y a las madres, como 
en su carta a Leta, para que con la Biblia en la mano 
sepan formar desde los primeros años el corazón de sus 
hijos. «Léela con frecuencia y aprende lo más posible de 
ella—escribía a la virgen Eustoquio—; que el sueño te 
sorprenda con el libro en la mano y que al inclinarse tu 
cabeza la reciba la página santa»; y a la virgen Demetría- 
des: «Ama las Santas Escrituras y te amará a ti la Sabiduría; 
ámala y te guardará; hónrala y te abrazará. Estos adere¬ 
zos cuelguen de tu pecho y de tus oídos.» Y en idénticos 
términos se expresa, escribiendo al monje Rústico, al Pres¬ 
bítero Nepociano, al santo Obispo de Ñola y a todos aque¬ 
llos a los que favorecía con sus consejos y exhorta¬ 
ciones. 

San Agustín escribe sobre el particular un pequeño 
pero admirable tratado: De doctrina cristiana , que puede 
considerarse como una introducción al estudio y a la inter¬ 
pretación de las Sagradas Escrituras, y en él se esfuerza 
por convencer a los hombres de que el estudio que versa 
acerca de la Sabiduría divina, ómnibus rebus est antepo- 
nendus , se ha de anteponer a todas las demás cosas e inte¬ 
reses. «Leed las Escrituras—decía en otra ocasión con gran 
vehemencia a sus ermitaños el santo Obispo de Hipona—, 
leedlas para que no seáis ciegos y guías de ciegos. Leed las 
Santas Escrituras, porque en ellas encontraréis todo lo que 
debéis practicar y todo lo que debéis evitar. Leedla, porque 
es más dulce que la miel y más nutritiva que cualquier 
otro alimento.» 

Me he limitado a citar testimonios de estos tres insig¬ 
nes Santos Padres, porque a ellos de manera singular los 
señala León XIII como maestros en el estudio e interpre¬ 
tación de las Sagradas Escrituras, pero análogos testi- 






xxvm 


PRÓLOGO 


monios y recomendaciones podrían espigase a millares de 
la riquísima literatura patrística. 

Mas para que el estudio y la lectura de la Biblia pro¬ 
duzcan aquellos frutos de santificación, que quiere Dios 
y busca la Iglesia, no basta cualquiera disposición del 
espíritu, sino que es necesaria aquella que tan acertada¬ 
mente indicaba el Papa i enedicto XV en su Encícli¬ 
ca Spiritiis Paraclitus ; es decir, que hay que acercar¬ 
se a estas fuentes sagradas de la verdad divina pia 
mente , firma fide , humili animo el volúntate proficiendi , 
con mente piadosa, con fe firme, con ánimo humilde y con 
voluntad de aprovechar. Así lo exige el carácter divino 
de las Escrituras, así lo demandan el respeto y la sumisión 
con que nuestra pequeñez humana ha de acercarse a Dios. 
Y como este depósito sagrado ha sido confiado por Dios 
a la Iglesia, a la que ha hecho intérprete infalible de sus 
oráculos, es también necesario que nuestro estudio y nues¬ 
tra lectura vayan iluminados y dirigidos por la luz que 
brota del magisterio infalible de la Santa Madre Iglesia. 

Altísimo ejemplo de esta sumisión al magisterio de la 
Iglesia nos lian dejado aquellos tres grandes Doctores, 
cuyas palabras recogíamos hace poco. Conocedores pro¬ 
fundos de la Biblia y propagandistas fervorosos de su lec¬ 
tura y meditación, coinciden todos en afirmar la absoluta 
necesidad de atenerse a las enseñanzas y normas de la 
Mater noslru commnnis , Ecclesia , cuya solidez de cimien¬ 
tos y seguridad en las direcciones ponderaba el Crisóstomo 
frente al caos de las herejías que pululaban en Oriente. 

En una gran cuestión acerca de la Trinidad, el gran 
Dálmata escribía al Papa Dámaso: «Por esto he creído 
que debía consultar a la Cátedra de Pedro y a la fe ala¬ 
bada por labios apostólicos, pidiendo recibir el alimento 
de mi alma de allí mismo de donde antes recibiera la ves¬ 
tidura... Yo que a nadie sigo como a primero sino a Cristo, 
me uno en comunión de espíritu con Vuestra Beatitud, 
es decir, con la Cátedra de Pedro»; y en otra de sus cartas 
declara: «Yo entretanto clamo: si alguno está unido a la 
Cátedra de Pedro, ése es de los míos.» Cada vez que se 
presentaban cuestiones acerca del Canon de los Libros 
Sagrados, él, que tanto había estudiado y que tan autori¬ 
zado estaba para exponer una opinión propia, sólo admite 
una regla definitiva: Sed haec non recipit Ecclesia l)ci % 
pero esto no lo admite la Iglesia de Dios. 





PRÓLOGO 


XXIX 


Celebérrimo es también el en cierto modo paradójico 
axioma de San Agustín: Ego vero Evangelio non crecieran, 
nisi me Calholicae Ecclesiae conmoverel auclorilas, yo no 
creería en el Evangelio, si no me moviese a ello la autori¬ 
dad de la Iglesia Católica. 

Es verdad que la Iglesia limitó un tiempo y aun prohibió 
la lectura de la í iblia en lengua vulgar a los fieles; pero 
ésa fué una medida provisional, plenamente justificada 
por la malicia de los tiempos. En una época de apasionadas 
discusiones religiosas, en la que el principio del libre exa¬ 
men y de la interpretación personal y subjetiva de las 
páginas sagradas hacía brotar, aun entre los medios más 
plebeyos e indoctos, intérpretes más o menos visionarios 
y exaltados, la prudente medida de la Iglesia evitó en los 
países católicos la frondosa exuberancia de divergencias 
doctrinales, que hizo del Protestantismo un abigarrado 
conjunto de sectas, a las que apenas queda más que un 
disipado y movedizo fondo común de cristianismo. 

Esta versión de la h iblia que estamos prologando no 
está hecha con un fin de lucha y de combate, ni tampoco 
de vana curiosidad o de estériles discusiones, sino con el 
santo propósito de que los fieles puedan acercar sus labios 
a la fuente purísima de la sabiduría divina y saciar en ella 
su sed de Dios, de paz y de verdad. 

* * * 

Constituye, finalmente, esta versión una obra de apos¬ 
tolado. Al final de su Encíclica, el Papa Pío XII exhorta 
con acento apasionado al clero para que difunda las rique¬ 
zas de los Libros Sagrados y para que sepa hacerlo «con 
tanta elocuencia, con tanta distinción y claridad, que los 
fieles no sólo se muevan y se inflamen a poner en buen 
orden sus vidas, sino que conciban también en sus ánimos 
suma veneración a la Sagrada Escritura». De una manera 
especial el Santo Padre insiste en recomendar a los Pre¬ 
lados «que favorezcan y presten su auxilio a todas aquellas 
/ pías asociaciones que tengan por fin editar y difundir 
entre los fieles ejemplares impresos de las Sagradas Escri¬ 
turas, principalmente de los Evangelios, y procurar con 
todo empeño que en las familias cristianas se tenga, orde¬ 
nada y santamente, cotidiana lectura de ellas; recomien¬ 
den eficazmente la Sagrada Escritura, traducida en la 






XXA 


PRÓLOGO 


actualidad a las lenguas vulgares con aprobación de la 
autoridad de la Iglesia, ya de palabra, ya con el uso prác¬ 
tico, cuando lo permitan las leyes de la Liturgia». 

La atención tan preferente que en la Encíclica Divi¬ 
no A [fiante Spiritu ha dedicado Su Santidad a los 
simples fieles, no sólo en lo tocante a la lectura y medita¬ 
ción de las Sagradas Escrituras, sino también en lo que 
atañe a esa forma de apostolado, que es su propaganda 
y difusión por medio de adecuadas ediciones y traduccio¬ 
nes, y la novedad muy significativa de que la tradicional 
dedicatoria de la Encíclica vaya dirigida no solamente, 
como de costumbre, «a los Patriarcas, Primados, Arzobis¬ 
pos, Obispos y demás Ordinarios en comunión con la Santa 
Sede Apostólica», sino también «a todo el Clero y fieles 
del Orbe Católico» deben servir a todos los católicos de 
motivos de gratitud y de legítima satisfacción, y al mismo 
tiempo de poderoso estímulo para secundar con fervoroso 
entusiasmo los deseos del Santo Padre y prestar a esta 
alta empresa su más decidida colaboración. 

Así lo ha entendido la Editorial Católica al encabe¬ 
zar su Biblioteca de Autores Cristianos con esta ver¬ 
sión de la Biblia, y santamente puede gloriarse de haberse 
colocado con ella en la vanguardia de la colaboración pe¬ 
dida por el Papa, ofreciendo a los millones de fieles que 
en España y en Hispanoamérica hablan y rezan en español 
este medio tan poderoso de conocimiento de la palabra 
divina y de santificación de sus almas. 

Ponderábamos al comienzo de este prólogo la oportu¬ 
nidad con que salía a luz esta versión castellana del texto 
original de las Sagradas Escrituras, en el L aniversario 
de la Providcntissimus y a raíz de la Encíclica Divino 
A [fiante Spiritu; pero no quiero dejar de recordar aquí 
otra razón de oportunidad, la misma que el Santo Padre 
ha querido recoger al final de su Encíclica, a saber, la 
terrible y dolorosa crisis por la que atraviesa en estos 
momentos la humanidad. 

En medio de este caos de opiniones encontradas y de 
intereses antagónicos, en medio de tantas ruinas materia¬ 
les y espirituales, de tantos dolores de los cuerpos y de 
tantas amarguras de las almas, la luz sólo puede venir del 
Unico que tiene palabras de Vida eterna, Cristo Jesús, 
a quien nos dan a conocer las páginas sagradas; la paz 
verdadera sólo puede esperarse del amor de Dios y del 




PRÓLOGO 


XXX 


prójimo, en los que, en frase de San Agustín, está la ple¬ 
nitud de las Escrituras. Bien venida sea esta versión de la 
Biblia, si con ella contribuyen sus autores y editores a 
que este mundo estremecido de dolor conozca más a Cristo 
y aprenda a practicar mejor la ley suprema del amor de 
Dios y del prójimo. 

A España y a todo el mundo hispánico ofrece la Edi¬ 
torial Católica esta nueva traducción de la Biblia; se 
la ofrece con el mismo afecto y con el mismo celo evange- 
lizador con que los primeros misioneros españoles llevaron 
al Continente americano la luz y la caridad de Cristo, se 
la ofrece con el cariño de hermanos que hablan una misma 
lengua y tienen una misma cultura y comulgan en la misma 
fe y en la misma liturgia, se la ofrece segura de que la aco¬ 
gerán con entusiasmo cordial, para que, correspondiendo a 
los deseos e invitaciones del Santo Padre, sea todo este 
gran mundo hispanoamericano uno de los agentes más efi¬ 
caces de la auténtica paz de Cristo en los espíritus y en 
los corazones. 

Y al presentársela parece que florecen en los labios de 
autores y editores aquellas palabras con que hace trece 
siglos el Abad Floro ofrecía al gran Isidoro de Sevilla un 
trabajo semejante: la revisión del texto del Salterio, que 
había llevado a cabo por encargo suyo: «Por tus ruegos 
comencé con mano escrupulosa y con gran sudor de fatiga 
a buscar las primitivas lecturas de los Libros Divinos; 
y ahora, devuelta su belleza al pensamiento hebraico y 
renovada y hermoseada la frase griega, podremos, levan¬ 
tando nuestras voces hasta más allá de las estrellas, cantar 
los himnos sagrados con el mismo acento de los ángeles.» 

Sed tomen hebraica rursus ratione polita 
ac simul Argolica denuo pida manu , 
mellifluas codi apargens trans sidera voces 
concrepat Angélico carmina sacra sono . 

Sean mis últimas palabras a los que se disponen a 
recorrer con ánimo piadoso las páginas de esta versión 
de los Libros Santos, aquellas mismas que un día pro¬ 
nunciara San Gregorio Magno: Disce cor Dei in verbis Dei , 
ut ardeniius ad adema suspires. «Aprende a conocer el 
corazón de Dios en las palabras de Dios, para que con 
más ardor aspires a las cosas eternas.» 








CARTA ENCICLICA 

DE NUESTRO SANTÍSIMO SEÑOR 


PIO 

POR LA DIVINA PROVIDENCIA 

PAPA XII 

A LOS VENERABLES HERMANOS 
PATRIARCAS, PRIMADOS, ARZOBISPOS, OBISPOS 
Y OTROS ORDINARIOS 

EN PAZ Y COMUNIÓN CON LA SEDE APOSTÓLICA 
Y ASIMISMO A TODO EL CLERO 
Y FIELES DE CRISTO DEL ORBE CATÓLICO 

SOBRE EL PROMOVER OPORTUNAMENTE 
LOS ESTUDIOS DE LA SAGRADA BIBLIA 

(30 septiembre 1943) 



III 





A LOS VENERABLES HERMANOS 
PATRIARCAS, PRIMADOS, ARZOBISPOS, OBISPOS 
Y OTROS ORDINARIOS 

EN PAZ Y COMUNIÓN CON LA APOSTÓLICA SEDE 
Y ASIMISMO A TODO EL CLERO Y FIELES DE CRISTO 
DEL ORBE CATÓLICO 


PÍO PP. XII 

VENERABLES HERMANOS, AMADOS HIJOS 

SALUD Y BENDICIÓN APOSTÓLICA 


INTRODUCCION 

Ocasión de la Encíclica «Providentissimus Deus ». 
Modo de celebrar su cincuentenario. 


Por inspiración del divino Espíritu escribieron los Sagrados 
Escritores aquellos libros, que Dios, conforme a su paterna cari¬ 
dad con el género humano, quiso liberalmente dar «para enseñar, 
para convencer, para corregir, para dirigir en la justicia, a fin 
de que el hombre de Dios sea perfecto y esté apercibido para toda 
obra buena» l . No es, pues, de admirar que la Santa Iglesia, tra¬ 
tándose de este tesoro dado del cielo, que ella posee como pre¬ 
ciosísima fuente y divina norma de la doctrina sobre la fe y las 
costumbres, así como lo recibió incontaminado de manos de los 
Apóstoles, así lo haya custodiado con todo esmero, defendido 
de toda falsa y perversa interpretación y empleado solícita- 


1 II Tim. III, 16 s. 





XXxvi 


ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII 


mente en el ministerio de comunicar a las almas la salud sobre¬ 
natural, como lo atestiguan a toda luz casi innumerables docu¬ 
mentos de todas las edades. Por lo que hace a los tiempos mo¬ 
dernos, cuando de un modo especial corrían peligro las divinas 
Letras en cuanto a su origen y recta exposición de ellas, la Iglesia 
tomó a su cuenta el defenderlas y protegerlas todavía con mayor 
diligencia y empeño. De ahí que ya el Sacrosanto Sínodo Triden- 
tino pronunció con decreto solemne que «deben ser tenidos por 
sagrados y canónicos los libros enteros con todas sus partes, tal 
como se han solido leer en la Iglesia católica y se hallan en la 
antigua edición vulgata latina» 2 . Y en nuestro tiempo el Con¬ 
cilio Vaticano, a fin de reprobar las falsas doctrinas acerca de 
la inspiración, declaró que estos mismos libros se han de tener 
por sagrados y canónicos «no ya porque compuestos con la sola 
industria humana hayan sido después aprobados con su autori¬ 
dad, ni solamente porque contengan la revelación sin error, sino 
porque escritos con la inspiración del Espíritu Santo tienen a 
Dios por autor, y como tales fueron entregados a la misma Igle¬ 
sia» 3 . Más adelante, cuando contra esta solemne definición de 
la doctrina católica, en la que a los libros «enteros con todas sus 
partes» se atribuye esta divina autoridad inmune de todo error, 
algunos escritores católicos osaron coartar la verdad de la Sa¬ 
grada Escritura tan sólo a las cosas de fe y costumbres, y en 
cambio lo demás que perteneciera al orden físico o histórico 
reputarlo como «dicho de paso» y en ninguna manera —como ellos 
pretendían —enlazado con la fe, nuestro Antecesor de inmortal 
memoria León XIII en su Carta Encíclica Providentissimus Deus , 
dada el 18 de noviembre del año 1893, reprobó justísimamente 
aquellos errores, y afianzó con preceptos y normas sapientísimas 
los estudios de los Divinos Libros. 

Y toda vez que es conveniente conmemorar el término del 
año cincuentenario desde que fueron publicadas aquellas Letras 
Encíclicas que se tienen como la ley principal de los estudios 
bíblicos, Nos, según la solicitud que desde el principio del Sumo 
Pontificado manifestamos respecto de las disciplinas sagradas 4 , 
juzgamos que había de ser oportunísimo, confirmar e inculcar 
por una parte lo que nuestro Antecesor sabiamente estableció 
y sus sucesores añadieron para afianzar y perfeccionar la obra, 
y decretar por otra lo que al presente parecen exigir las circuns¬ 
tancias, para más y más incitar a todos los hijos de la Iglesia, 
que se dedican a estos estudios, a una empresa tan necesaria y 
tan loable. 


1 Sessio IV, decr. 1; Ench. Bibl. n. 45. 

* Sessio III, Cap. 2; Ench. Bibl . n. 62. 

4 Sermo ad alumnos Scminariorum... in Urbe (die 24 Iunii 1939); Acta 
Ap . Seáis XXXI (1939), p. 245-251. 





XXXVII 


I 

PARTE HISTORICA 

SOLICITUD DE LEON XIII V SUS SUCESORES 
POR LOS ESTUDIOS BIBLICOS 


§ 1.—La obra de León XIII. 

Doctrina de la inerrancia o exclusión de lodo error. 


El primero y sumo empeño de León XIII fue el exponer la 
doctrina de la verdad contenida en los Sagrados Volúmenes y 
vindicarlos de las impugnaciones. Así fué que con graves pala¬ 
bras declaró que no hay absolutamente ningún error, cuando el 
hagiógrafo, hablando de cosas físicas, «se atuvo (en el lenguaje) 
a las apariencias de los sentidos», como dice el Angélico 5 , ex¬ 
presándose «o con cierta manera de traslación, o como se esti¬ 
laba aquellos tiempos en el lenguaje común y aun hoy se usa en 
muchas cosas de la vida cotidiana, aun entre los mismos hombres 
más doctos». Añadiendo que ellos «los escritores sagrados, o por 
mejor decir —son palabras de San Agustín 6 —el Espíritu de Dios 
que por ellos hablaba, no quiso enseñar a los hombres estas cosas 
— a saber, la íntima constitución de las cosas visibles —que de 
nada servían para su salvación» 7 ; lo cual «útilmente ha de apli¬ 
carse a las disciplinas allegadas, principalmente a la historia», 
es a saber, refutando «de modo análogo las falacias de los adver¬ 
sarios» y defendiendo «de sus impugnaciones la fidelidad histórica 
de la Sagrada Escritura» 8 . Y que no se ha de imputar el error 
al Escritor Sagrado, si «en la transcripción de los códices se les 
escapó algo menos exacto a los copistas», o si «queda oscilante 
el sentido genuino de algún pasaje». Por último, que no es lícito 
en modo alguno «o el restringir la inspiración de la Sagrada Es¬ 
critura a algunas partes tan sólo, o el conceder que erró el mismo 

8 Cf. I.», q. 70, art. 1 ad 3. 

« De Gen. ad litt. 2, 9, 20; PL. XXXIV, col. 270 s.; GSEL. XXVIII 
(Sectio III, pars 2), p. 46. 

7 Leonis XIII, Acta XIII, p. 355; Ench. Bibl. n. 106. 

8 Cf. Benedictus XV, Ene. Spiritus Paraclitus, Acta Ap. Seáis XII 
(1920), p. 396; Ench . Bibl. n. 471. 






XXXVlil 


ENCÍCLICA DE S. S. PÍO Xli 


sagrado escritor», siendo así que la divina inspiración «por si 
misma no sólo excluye todo error, sino que lo excluye y rechaza 
con la misma necesidad absoluta con la que es necesario que Dios, 
Verdad Suma, no sea en modo alguno autor de ningún error. 
Esta es la antigua y constante fe de la Iglesia» 9 . 

Ahora bien: esta doctrina, que con tanta gravedad expuso 
nuestro Predecesor León XIII, también Nos la proponemos con 
Nuestra autoridad y la inculcamos a fin de que todos la retengan 
religiosamente. Y decretamos que con no menor solicitud se obe¬ 
dezca también el día de hoy a los consejos y estímulos que él 
sapientísimamente añadió conforme al tiempo. Pues como sur¬ 
gieran nuevas y no leves dificultades y cuestiones, ya por los 
prejuicios del racionalismo que por doquiera perniciosamente 
cundía, ya sobre todo por las excavaciones y descubrimientos 
de monumentos antiquísimos, llevados a cabo por doquiera en 
las regiones orientales, el mismo Predecesor nuestro, impulsado 
por la solicitud del oficio apostólico, a fin que esta tan preclara 
fuente de la revelación católica no sólo estuviera abierta con más 
seguridad y abundancia para utilidad de la grey del Señor, sino 
también para no permitir que en manera alguna fuese conta¬ 
minada, ardientemente deseó «que fuesen cada vez más los que 
sólidamente tomaran a su cargo y mantuviesen constantemente 
el patrocinio de las Divinas Letras; y que aquéllos principalmente, 
a los que la divina gracia llamó al sagrado orden, emplearan cada 
día, como es justísimo, mayor diligencia e industria en leerlas, 
meditarlas y exponerlas» l0 . 


Impulso dado a los estudios bíblicos: 

La Escuela Bíblica de .Jerusalén , la Comisión Bíblica. 

Por lo cual el mismo Pontífice, así como ya hacía tiempo había 
alabado y aprobado la Escuela de Estudios Bíblicos fundada en 
San Esteban de Jerusalén, gracias a la solicitud del Maestro Ge¬ 
neral de la Sagrada Orden de Predicadores, Escuela de la que, 
como él mismo dijo, «el conocimiento de la Biblia recibió no leve 
incremento y los espera mayores» ll ; así el último año de su vida 
añadió todavía una nueva razón, para que estos estudios, tan 
encarecidamente recomendados por las Letras Encíclicas Pro- 
uideniissimus Dcus , cada día se perfeccionasen más y con la mayor 
seguridad se adelantasen. En efecto: con las Letras Apostólicas 
Vigilantiae, dadas el 30 del mes de octubre del año 1902, esta¬ 
bleció un Consejo, o como se dice, Comisión, de graves varones. 


* Leoxis XIII, Acta XIII, p. 357 sq.; Ench . Bibl. n. 109 sq. 

10 (’f. Leonis XIII, Acta XIII, p. 328; Ench. Bibl. n. 07 sq. 

11 Litt. Apost. Hierosolymac in coenobio r d. el. 17 Sept. 1892; Lko- 
xis XIII, Acta XII, pp. 239-241, v. p. 240. 





ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XH 


xxxtx 


«que tuvieran por encomendado a sí el cargo de procurar y lograr 
por todos los medios, que los divinos oráculos hallen entre los 
nuestros en general aquella más exquisita exposición que los 
tiempos reclaman, y se conserven incólumes no sólo de todo hálito 
de errores, sino también de toda temeridad de opiniones» 12 ; el 
cual Consejo también Nos, siguiendo el ejemplo de nuestros ante¬ 
cesores lo confirmamos y aumentamos de hecho, valiéndonos, 
como muchas veces antes, de su ministerio, para encaminar los 
intérpretes de los Sagrados Libros a aquellas sanas leyes de la 
exégesis católica, que enseñaron los Santos Padres y los Doc¬ 
tores de la Iglesia y los mismos Sumos Pontífices 13 . 


§ 


2 


— La obra de los sucesores de León XIII. 


Pío X: creación de grados académicos; pauta de estudios bíblicos; 
el Instituto Bíblico . 

Y aquí no parece ajeno del asunto recordar con gratitud las 
cosas principales y más útiles para el mismo fin que sucesiva¬ 
mente hicieron nuestros Antecesores, y que podríamos llamar 
complemento o fruto de la feliz empresa Leoniana. Y en primer 
lugar Pío X, queriendo «proporcionar un medio fijo de preparar 
un buen número de maestros, que, recomendables por su grave¬ 
dad y pureza de doctrina, interpreten en las escuelas católicas 
los Divinos Libros», ...instituyó «los grados académicos de licen¬ 
ciado y doctor en Sagrada Escritura... que habrían de ser con¬ 
feridos por la Comisión Bíblica» 14 ; luego dió una ley «sobre la 
norma de los estudios de Sagrada Escritura que se ha de guardar 
en los Seminarios de Clérigos», con el designio de que los alum¬ 
nos seminaristas «no sólo penetrasen y conociesen la fuerza, modo 
y doctrina de la Biblia, sino que pudiesen además ejercitarse-en 
el ministerio de la divina palabra con competencia y-probidad, 
y defender... de las impugnaciones los libros escritos bajo la ins¬ 
piración divina» 15 ; finalmente, «para que en la Ciudad de Roma 
se tuviera un centro de estudios más elevados relativos a los 
Sagrados Libros, que promoviese del modo más eficaz posible 

12 Cf. Leonis XIII, Acta XXIT, p. 232 ss.; Ench . Bibl. n. 130-141; 
v. nn. 130, 132. 

13 Pontificiae Commissionis de Re bíblica Litterae ad Excmos. PP. 
DD. Archiepiscopos et Episcopos Italiae d. d. 20 Aug. 1941; Acta Ap. Se¬ 
áis XXXIII (1941), pp. 465-472. 

14 Litt. Apost. Scripturae Sanctae d. d. 23 Febr. 1904; Pii X, Acta I, 
pp. 176-179; Ench. Bibl, nn. 142-150; v. nn. 143-144. 

15 Cf. Litt. Apost. Quoniam in re bíblica d. d. 27 Mart. 1906; Pii X, 
Acta Til, pp. 72-76; Ench. Bibl. nn. 155-173, v. n. 155, 





XL 


ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII 


la doctrina bíblica y los estudios a ella anejos, según el sentido 
de la Iglesia, católica», fundó el Pontificio Instituto Bíblico, que 
encomendó a la ínclita Compañía de Jesús y quiso estuviera «pro¬ 
visto de las más elevadas cátedras y todo recurso de erudición 
bíblica», y prescribió sus leyes y disciplina, declarando que en 
este particular «ponía en ejecución el saludable y provechoso 
propósito» de León XIII 1 *. 


Pío XI: prescripción de grados académicos; 
el Monasterio de San Jerónimo para la revisión de la Vulgata. 


Todo esto, finalmente, lo colmó nuestro próximo Predecesor» 
de feliz recordación, Pío XI, al decretar entre otras cosas, que 
ninguno «fuese profesor de la asignatura de Sagradas Letras en 
los Seminarios, sin haber legítimamente obtenido, después de 
terminado el curso peculiar de la misma disciplina, los grados 
académicos en la Comisión Bíblica o en el Instituto Bíblico». 
Y estos grados quiso que tuvieran los mismos efectos que los 
grados legítimamente otorgados en la Sagrada Teología o en el 
derecho canónico; y asimismo estableció, que a nadie se conce¬ 
diese «beneficio en el que canónicamente se incluyera la carga de 
explicar al pueblo la Sagrada Escritura, si, además de otras con¬ 
diciones, el sujeto no hubiese obtenido o la licencia o la láurea 
en Escritura». Y exhortando a la vez juntamente tanto a los Su¬ 
periores mayores de las Órdenes regulares, como a los Obispos 
del orbe católico, a enviar a las aulas del Instituto Bíblico, para 
obtener allí los grados académicos, los más aptos de sus alumnos, 
confirmó tales exhortaciones con su propio ejemplo, señalando 
de su liberalidad para este mismo fin rentas anuales 17 . 

El mismo Pontífice, después que con el favor y aprobación 
de Pío X, de feliz memoria, el año 1907 «se encomendó a los mon¬ 
jes Benedictinos el cargo de investigar y preparar los estudios en 
que haya de basarse la edición de la Versión Latina de las Es¬ 
crituras, que recibió el nombre de Vulgata» 18 , queriendo afianzar 
con mayor firmeza y seguridad esta misma «trabajosa y ardua 
empresa», que exige largo tiempo y subidos gastos, cuya gran¬ 
dísima utilidad habían evidenciado los egregios volúmenes ya 
dados a la pública luz, levantó desde sus cimientos el monas- 


18 LItt. Apost. Vinca electa d. d. 7 Malí 1909; Acta Ap. Seáis I (1909), 
pp. 447-449; Ench. Bibl. nn. 293-306, v. nn. 296 et 294. 

17 Cf. Motu proprio Bibliorum ecientiam d. d. 27 Aprilis 1924; Acta Ap. 
Seáis XVI (1924), pp. 180-182. 

18 Epistula ad Revmurn. D. Aidanum Gasquet d. d. 3 Dec. 1907; 
Pil X, Acta TV, pp. 117-119; Ench. Bibl . n. 285 s, 




ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII 


XL1 


terio Urbano de San Jerónimo, que exclusivamente se dedicase 
a esta obra, y lo enriqueció abundantísimamente con biblioteca 
y todos los demás recursos de investigación 19 . 


§ 3. —Solicitud de los Sumos Pontífices por el uso 

Y DIFUSIÓN DE LA SAGRADA ESCRITURA. 


Ni parece que aquí debe pasarse en silencio, con cuánto ahinco 
los mismos Predecesores Nuestros, con diferentes ocasiones, reco¬ 
mendaron ora el estudio, ora la predicación, ora, en fin, la pía lec¬ 
tura y meditación de las Sagradas Escrituas. Porque Pío X, res¬ 
pecto de la Sociedad de San Jerónimo, que trata de persuadir 
a los fieles de Cristo la costumbre, en verdad loable, de leer y 
meditar los santos Evangelios y hacerla más accesible según sus 
fuerzas, la aprobó de todo corazón y la exhortó a que animo¬ 
samente insistiera en su propósito, declarando «que esta obra 
es la más útil y que mejor responde al tiempo», toda vez que con¬ 
tribuye no poco «a extirpar la idea de que la Iglesia se resiste a 
la lectura de las Sagradas Escrituras en lengua vulgar, o pone 
para ello impedimento» 20 . Por su parte, Benedicto XV, al cum¬ 
plirse el ciclo del décimoquinto siglo, desde que dejó la vida 
mortal el Doctor Máximo en exponer las Sagradas Letras, des¬ 
pués de haber esmeradísimamente inculcado, ya los preceptos y 
ejemplos del mismo Doctor, ya los principios y normas dadas por 
León XIII y por Sí mismo, y recomendado otras cosas oportuní¬ 
simas en estas materias y que nunca se deben olvidar, exhortó 
«a todos los hijos de la Iglesia, principalmente a los clérigos, a 
juntar la reverencia de la Sagrada Biblia con la piadosa lectura 
y asidua meditación de la misma»; y advirtió que «en estas pᬠ
ginas se ha de buscar el alimento con que se sustente hasta llegar 
a la perfección la vida del espíritu» y que «la principal utilidad de 
la Escritura pertenece al ejercicio santo y fructuoso de la divina 
palabra»; y el mismo de nuevo alabó la obra de la Sociedad lla¬ 
mada del nombre del mismo San Jerónimo, gracias a la cual se 
divulgan en grandísima extensión los Evangelios y los Hechos 
de los Apóstoles, «de suerte que ya no haya'ninguna familia cris¬ 
tiana que carezca de ellos, y todos se acostumbren a su lectura 
y meditación cotidiana» 21 . 


19 Const. Apost. Inter praecipuas d. d. 15 Iun. 1933; Acta Ap. Se¬ 
áis XXVI (1934), pp. 85-87. 

20 Epist. ad Emum. Card. Cassetta Qui piam d. d. 21 Ian. 1907; Pn X, 
Acta IV, pp. 23-25. 

21 Litt. encycl. Spiritus Paraclitus d. d. 15 Sept. 1920; Acta Ap. Se¬ 
áis XII (1920), pp. 385-422; Ench . Bibl. nn. 457-508; v. nn. 457, 495, 491, 497. 



xioi 


ENCÍCLICA DE S. S. FÍO XII 


§ 4*“Frutos de esta acción múltiple. 

Y a la verdad es cosa justa y grata el confesar que no sólo 
con estas instituciones, preceptos y estímulos de nuestros Ante- 
cesores, sino también con las obras y trabajos arrostrados por 
todos aquellos que diligentemente los secundaron, ya en estu¬ 
diar, investigar y escribir, ya en enseñar y predicar, como tam¬ 
bién en traducir y propagar los Sagrados Libros, ha adelantado 
no poco entre los católicos la ciencia y uso de las Sagradas Escri¬ 
turas. Porque son ya muchísimos los cultivadores de la Escritura 
Santa, que salieron ya y cada día salen de las aulas en las que 
se enseñan las más elevadas disciplinas en materia teológica y 
bíblica, y principalmente de Nuestro Pontificio Instituto Bíblico, 
los cuales, animados de ardiente afición a los Sagrados Volú¬ 
menes, imbuyen en este mismo espíritu el clero adolescente, y 
constantemente le comunican la doctrina que ellos bebieron. No 
pocos de ellos lian promovido y promueven todavía con sus es¬ 
critos los estudios bíblicos, o bien editando los sagrados textos 
redactados conforme a las normas del arte crítica, y explicándolos, 
ilustrándolos, traduciéndolos para su pía lección y meditación, 
o bien, por fin, cultivando y adquiriendo las disciplinas profanas 
útiles para la explanación de la Escritura. Así, pues, por estas 
y otras empresas que cada día se propagan y cobran fuerza, como, 
por ejemplo, las asociaciones en pro de la Biblia, los congresos, 
las Semanas de asambleas, las bibliotecas, las sociedades para 
meditar el Evangelio, concebimos la esperanza, nada dudosa, de 
que en adelante crezcan doquiera más y más para bien de las 
almas la reverencia, el uso y el conocimiento de las Sagradas Letras, 
con tal que con firmeza, valentía y confianza retengan todos la 
regla de los estudios bíblicos prescrita por León XIII, explicada 
por sus Sucesores con más claridad y perfección, y por Nos con¬ 
firmada y fomentada — que es en realidad la única segura y con¬ 
firmada por la experiencia — , sin dejarse arredrar en modo alguno 
por aquellas dificultades, que, como en las cosas humanas suele 
acontecer, nunca le faltarán tampoco a esta obra preclara. 


II 

PARTE DOCTRINAL 

LOS ESTUDIOS BIBLICOS UE MUSTIO) TIEMPO 

Estado actual de los estudios bíblicos. 

No hay quien no pueda fácilmente echar de ver que las con¬ 
diciones de los estudios bíblicos y de los que para los mismos son 
útiles han cambiado mucho en estos cincuenta años. Porque, pa- 




encíclica de s. s. PÍO XII 


XU1I 


sando por alto otras cosas, cuando Nuestro Predecesor publicó 
su Letra Encíclica Providentissimus Deas , apenas se había comen¬ 
zado a explorar en Palestina uno u otro lugar de excavaciones 
relacionadas con estos asuntos. Ahora, en cambio, las investiga¬ 
ciones de este género no sólo se han aumentado muchísimo en 
cuanto al número, sino que además, cultivadas con más severo 
método y arte por el mismo ejercicio, nos enseñan muchas más 
cosas y con más certeza. Y en efecto, cuánta luz brote de estas 
investigaciones para entender mejor y con más plenitud los Sa¬ 
grados Libros, lo saben todos los peritos, lo saben cuantos se 
consagran a estos estudios. Crece todavía la importancia de estas 
exploraciones por los documentos escritos hallados de vez en 
cuando, que contribuyen mucho al conocimiento de las lenguas, 
letras, sucesos, costumbres y cultos más antiguos. Ni es de menor 
momento el hallazgo y la búsqueda, tan frecuente en esta edad 
nuestra, de papiros, que han tenido tanto valor para el conoci¬ 
miento de las letras e instituciones públicas y privadas, principal¬ 
mente del tiempo de Nuestro Salvador. Se han hallado además 
y editado con sagacidad vetustos códices de los Sagrados Libros; 
se ha investigado con más extensión y plenitud la exégesis de 
los Padres de la Iglesia; finalmente, se ilustra con innumerables 
ejemplos el modo de hablar, narrar y escribir de los antiguos. 
Todo esto, que, no sin especial consejo de la providencia de Dios, 
ha conseguido esta nuestra época, invita en cierta manera y amo¬ 
nesta a los intérpretes de las Sagradas Letras a aprovecharse 
con denuedo de tanta abundancia de luz para examinar con más 
profundidad los Divinos Oráculos, ilustrarlos con más claridad y 
proponerlos con mayor lucidez. Y si, con sumo consuelo en el 
alma, vemos que los mismos intérpretes estrenuamente han obe¬ 
decido ya y siguen obedeciendo a esta invitación, ciertamente 
no es éste el último ni el menor fruto de las Letras Encíclicas 
Providentissimus Deus , con las que Nuestro Predecesor León XIII, 
como presagiando en su ánimo esta nueva floración de los estu¬ 
dios bíblicos, por una parte invitó al trabajo a los exegetas cató¬ 
licos, y por otra les señaló sabiamente cuál era el modo y método 
de trabajar. Pero también Nos con estas Letras Encíclicas que¬ 
remos conseguir que esta labor no solamente persevere con cons¬ 
tancia, sino que cada día se perfeccione y resulte más fecunda, 
puesta sobre todo Nuestra mira en mostrar a todos lo que resta 
por hacer, y con qué espíritu debe hoy el exegeta católico em¬ 
prender tan grande y excelso cargo, y en dar nuevo acicate y 
nuevo ánimo a los operarios que trabajan constantemente en la 
viña del Señor. 



XLIV 


ENCÍCLICA DE S. S. PlO XII 


§ 1. — Recurso a los textos originales. 

Estudio de las lenguas bíblicas . 

Ya los Padres de la Iglesia, y en primer término San Agustín, 
al intérprete católico que emprendiese la tarea de entender y 
exponer las Sagradas Escrituras le recomendaban encarecida¬ 
mente el estudio de las lenguas antiguas y el volver a los textos 
primitivos 22 . Con todo llevaba consigo la condición de aquellos 
tiempos, que conocieran pocos la lengua hebrea, y éstos imper¬ 
fectamente. Por otra parte, en la Edad Media, cuando la Teo¬ 
logía Escolástica florecía más que nunca, aun el conocimiento 
de la lengua griega desde mucho tiempo antes se había dismi¬ 
nuido de tal manera entre los occidentales, que hasta los mismos 
supremos Doctores de aquellos tiempos, al explicar los Divinos 
Libros, solamente se apoyaban en la versión latina, llamada Vul- 
gata. Por el contrario, en estos nuestros tiempos no solamente 
la lengua griega, que desde el renacimiento de las letras huma¬ 
nas en cierto sentido ha sido resucitada a nueva vida, es ya fami¬ 
liar a casi todos los cultivadores de la antigüedad, sino que aun 
el conocimiento de la lengua hebrea y de otras lenguas orientales 
se ha propagado grandemente entre los hombres doctos. Es tanta, 
además, ahora la abundancia de medios para aprender estas len¬ 
guas, que el intérprete de la Biblia que, descuidándolas, se cierre 
la puerta para los textos originales, no puede en modo alguno 
evitar la nota de ligereza y desidia. Porque al exegeta pertenece 
el andar como a caza, con sumo cuidado y veneración, aun de 
las cosas más mínimas, que, bajo la inspiración del Divino Espí¬ 
ritu, brotaron de la pluma del hagiógrafo, a fin de penetrar su 
mente con más profundidad y plenitud. Procure, por lo tanto, 
con diligencia adquirir cada día mayor pericia en las lenguas 
bíblicas y aun en las demás orientales, y corrobore su interpre¬ 
tación con todos aquellos recursos que provienen de toda clase 
de filología. Lo cual, en verdad, lo procuró conseguir solícitamente 
San Jerónimo, según los conocimientos de su época; y asimismo 
no pocos de los grandes intérpretes de los siglos xvi y xvn, aun¬ 
que entonces el conocimiento de las lenguas fuese mucho menor 
que el de hoy, lo intentaron con infatigable esfuerzo y no me¬ 
diocre fruto. De la misma manera conviene que se explique aquel 
mismo texto original, que escrito por el sagrado autor tiene mayor 
autoridad y mayor peso, que cualquiera versión, por buena que 
sea, ya antigua, ya moderna; lo cual puede sin duda hacerse con 
mayor facilidad y provecho, si, respecto del mismo texto, se junta 
al mismo tiempo con el conocimiento de las lenguas una sólida 
pericia en el manejo de la crítica. 

,a Cf. ex gr. S. Hieron., Praef. in IV Evang. ad Damusum . PL. XXIX, 
col. 526-527; S. August., De doctr. christ. II, 16; PL. XXXIV, col. 42-43. 




XLV 


ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII 


Importancia de la crítica textual. 

Cuánta importancia se haya de atribuir a esta crítica, atina¬ 
damente lo advirtió San Agustín, cuando entre los preceptos 
que deben inculcarse al que estudia los Sagrados Libros puso 
por primero de todos el cuidado de poseer un texto exacto. «En 
enmendar los Códices —así el clarísimo Doctor de la Iglesia — 
debe ante todo estar alerta la vigilancia de aquellos que desean 
conocer las Escrituras Divinas, para que los no enmendados cedan 
su puesto a los enmendados» 23 . Ahora bien, hoy este arte, que 
lleva el nombre de crítica textual y que se emplea con gran loa 
y fruto en la edición de los escritos profanos, con justísimo dere¬ 
cho se ejercita también, por la reverencia debida a la divina pala¬ 
bra, en lo,s Libros Sagrados. Porque por su mismo fin logra que 
| se restituya a su ser el sagrado texto lo más perfectamente posi¬ 
ble, se purifique de las depravaciones introducidas en él por la 
deficiencia de los amanuenses, y se libre, cuanto se pueda, de 
las inversiones de palabras, repeticiones y otras faltas de la misma 
especie, que suelen furtivamente introducirse en los libros trans¬ 
mitidos de uno en otro por muchos siglos. Y apenas es necesario 
advertir que esta crítica, que desde hace algunos decenios no 
pocos han empleado absolutamente a su capricho, y no pocas 
veces de tal manera, que pudiera decirse haberla los mismos usado 
para introducir en el sagrado texto sus opiniones prejuzgadas, 
hoy ha llegado a adquirir tal estabilidad y seguridad de leyes, 
que se ha convertido en un insigne instrumento para editar con 
más pureza y esmero la divina palabra, y fácilmente puede des¬ 
cubrirse cualquier abuso. Ni es preciso recordar aquí —ya que 
es cosa notoria y clara a todos los cultivadores de la Sagrada 
Escritura —en cuánta estima ha tenido la Iglesia ya desde los 
primeros siglos hasta nuestros días estos estudios del arte crítica. 
Así es que hoy, después que la disciplina de este arte ha llegado 
a tanta perfección, es un oficio honorífico, aunque no siempre 
fácil, el procurar por todos los medios que cuanto antes por parte 
de los católicos se preparen oportunamente ediciones tanto de 
los Sagrados Libros, como de las versiones antiguas, hechas con¬ 
forme a estas normas, que junten, es a saber, con una reverencia 
suma del sagrado texto la escrupulosa observancia de todas las 
leyes críticas. Y ténganlo todos por bien sabido, que este largo 
trabajo no solamente es necesario para penetrar bien los escritos 
dados por divina inspiración, sino que además es reclamado por 
la misma piedad, por la que debemos estar sumamente agradecidos 
a aquel Dios providentísimo, que desde el trono de su majestad 
nos envió estos libros a manera de cartas paternales, como a pro¬ 
pios hijos. 

M De doctr. christ. II, 21; PL. XXXIV, col. 46. 





XLVI 


ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII 


Sentido del decreto Tridentino sobre el uso de la Vulgata. 

Versiones en lenguas vulgares . 

Ni piense nadie que este uso de los textos primitivos, con¬ 
forme a la razón de la crítica, sea en modo alguno contrario a 
aquellas prescripciones que sabiamente estableció el Concilio Tri¬ 
dentino acerca de la Vulgata Latina 24 . Documentalmente consta 
que a los Presidentes del Concilio se dió el encargo de rogar al 
Sumo Pontífice a nombre del mismo Santo Sínodo —como, en 
efecto, lo hicieron — , mandase corregir primero la edición latina, 
y luego, en cuanto se pudiese, la griega y la hebrea, con el desig¬ 
nio de divulgarla al fin para utilidad de la Santa Iglesia de Dios 25 . 
Y si bien, a la verdad, a este deseo no pudo entonces por las difi¬ 
cultades de los tiempos y otros impedimentos responderse plena¬ 
mente, confiamos que al presente, aunadas las fuerzas de los doc¬ 
tores católicos, se pueda satisfacer con más perfección y amplitud. 
Mas por lo que hace a la voluntad del Sínodo Tridentino de que 
la Vulgata fuese la versión latina «que todos usasen como autén¬ 
ticas, esto en verdad, como todos lo saben, solamente se refiere 
a la Iglesia latina y al uso público de la misma Escritura, y no 
disminuye sin género de duda en modo alguno la autoridad y 
valor de los textos originales. Porque no se trataba de los textos 
originales en aquella ocasión, sino de las versiones latinas que 
en aquella época corrían de una parte a otra, entre las cuales el 
mismo Concilio con justo motivo decretó que debía ser preferida 
la que «había sido aprobada en la misma Iglesia con el largo uso 
de tantos siglos». Así, pues, esta privilegiada autoridad o, como 
dicen, autenticidad de la Vulgata no fue establecida por el Con¬ 
cilio principalmente por razones críticas, sino más bien por su 
legítimo uso en las Iglesias durante el decurso de tantos siglos; 
con el cual uso ciertamente se demuestra que la misma está en 
absoluto inmune de todo error en materia de fe y costumbres; 
de modo que, conforme al testimonio y confirmación de la misma 
Iglesia, se puede presentar con seguridad y sin peligro de errar 
en las disputas, lecciones y predicaciones; y por tanto este género 
de autenticidad no se llama con nombre primario crítica, sino 
más bien jurídica. Por lo cual esta autoridad de la Vulgata en 
cosas doctrinales de ninguna manera prohibe —antes por el con¬ 
trario, hoy más bien exige —que esta misma doctrina se compruebe 
y confirme por los textos primitivos, y que también sean a cada 
momento invocados como auxiliares estos mismos textos, por los 
cuales dondequiera y cada día más se patentice y exponga el recto 
sentido de las Sagradas Letras. Y ni aun siquiera prohibe el de- 

* 4 Decr. de editione et usu Sacrorinn Librorum; Gonc. Trid. cd. Soe. 
dfiprrp*; I V n Q1 c 

*» Ib., t. X, p. 27*1; cf. t. V, pp. 29, 59, «5; t. X, p. 446 sg. 



ENCICLICA DE S. 3. PÍO XII 


XLVII 


creto ti el Concilio Tridentino que, para uso y provecho de los fie¬ 
les de Cristo y para más fácil inteligencia de la divina palabra, 
se hagan versiones en las lenguas vulgares, y eso aun tomándolas 
de los textos originales, como ya en muchas regiones vemos que 
loablemente se ha hecho, aprobándolo la autoridad de la Iglesia. 


§ 2.—De r a interpretación. 

Importancia e investigación del sentido literal . 

Armado egregiamente con el conocimiento de las lenguas 
antiguas y con los recursos del arte crítica, emprenda el exegeta 
católico aquel oficio, que es el supremo entre todos los que se 
le imponen: a saber, el hallar y exponer el sentido genuino de 
los Sagrados Libros. Para el desempeño de esta obra tengan ante 
los ojos los intérpretes que, como la cosa principal de todas, han 
de procurar el distinguir bien y determinar cuál es el sentido de 
las palabras bíblicas llamado literal. Sea este sentido literal de 
las palabras el que ellos averigüen con toda diligencia, por medio 
del conocimiento de las lenguas, valiéndose del contexto y de 
la comparación con pasajes semejantes; a todo lo cual suele tam¬ 
bién apelarse en favor de la interpretación de los escritos pro¬ 
fanos, para que aparezca en toda su luz la mente del autor. Sólo 
que los exegetas de las Sagradas Letras, acordándose que aquí 
se trata de la palabra divinamente inspirada, cuya custodia e 
interpretación fué por el mismo Dios encomendada a la Iglesia, 
no menos diligentemente tengan cuenta de las exposiciones y 
declaraciones del magisterio de la Iglesia, y asimismo de la expli¬ 
cación dada por los Santos Padres, como también de la «analogía 
de la fe», como sapientísimamente lo advirtió León XIII en las 
Letras Encíclicas Providentissimus Deus 26 . Traten también con 
singular empeño de no exponer únicamente —cosa que con dolor 
vemos se hace en algunos comentarios —las cosas que atañen a 
la historia, arqueología, filología y otras disciplinas por el estilo; 
sino que, sin dejar de aportar oportunamente aquéllas, en cuanto 
puedan contribuir a la exégesis, muestren principalmente cuál 
es la doctrina teológica de cada uno de los libros o textos respecto 
de la fe y costumbres, de suerte que esta exposición de los mismos, 
no solamente ayude a los doctores teólogos para proponer y con¬ 
firmar los dogmas de la fe, sino que sea también útil a los sacer¬ 
dotes para explicar ante el pueblo la doctrina cristiana, y final¬ 
mente sirva a todos los fieles para llevar una vida santa y digna 
de un hombre cristiano. 


26 Leonis XIII, Acta XIII, pp. 345-346; Ench. Bibl. n. 94-96. 





XLVIII 


ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII 


Recto uso del sentido espiritual. 

Una vez que hubieren dado tal interpretación, teológica ante 
todo, como hemos dicho, eficazmente obligarán a callar a los 
que, aseverando que en los comentarios bíblicos apenas hallan 
nada que eleve la mente a Dios, nutra el alma, promueva la vida 
interior, repiten que es preciso acudir a cierta interpretación espi¬ 
ritual, que ellos llaman mística. Cuán poco acertado sea este su 
modo de ver, lo enseña la misma experiencia de muchos, que, 
considerando y meditando una y otra vez la palabra de Dios, 
perfeccionaron sus almas, y se sintieron movidos de vehemente 
amor a Dios; como también lo muestran a las claras la perpetua 
educación de la Iglesia y las amonestaciones de los mayores Doc¬ 
tores. Y no es que se excluya de la Sagrada Escritura todo sen¬ 
tido espiritual. Porque las cosas dichas o hechas en el Viejo Tes¬ 
tamento, de tal manera fueron sapientísimamente ordenadas y 
dispuestas por Dios, que las pasadas significaran anticipadamente 
las que en el nuevo pacto de gracia habían de verificarse. Por 
lo cual el intérprete, así como debe hallar y exponer el sentido 
literal de las palabras, que el hagiógrafo pretendiera y expresara, 
así también el espiritual, mientras conste legítimamente que fué 
dado por Dios. Ya que solamente Dios pudo conocer y revelar¬ 
nos este sentido espiritual. Ahora bien, este sentido en los Santos 
Evangelios nos lo indica y enseña el mismo divino Salvador; lo 
profesan también los Apóstoles, de palabra y por escrito, imi¬ 
tando el ejemplo del Maestro; lo demuestra la doctrina tradi¬ 
cional perpetua de la Iglesia; lo declara por último el uso antiquí¬ 
simo de la liturgia, dondequiera que pueda rectamente aplicarse 
aquel conocido enunciado: La ley de orar es la le^ de creer. Así, 
pues, este sentido espiritual, intentado y ordenado por el mismo 
Dios, descúbranlo y propónganlo los exegetas católicos con aque¬ 
lla diligencia que la dignidad de la palabra divina reclama; mas 
tengan religiosa cautela en no proponer como sentido genuino 
de la Sagrada Escritura otros sentidos traslaticios. Porque aun 
cuando, principalmente en el desempeño del oficio de predicador, 
puede ser útil para ilustrar y recomendar las cosas de la fe cierto 
uso más amplio del Sagrado Texto según la significación tras¬ 
laticia de las palabras, siempre que se haga con moderación y 
sobriedad, nunca, sin embargo, debe olvidarse que este uso de 
las palabras de la Sagrada Escritura le es como externo y aña¬ 
dido, y que sobre todo hoy no carece de peligro, cuando los fieles, 
aquellos especialmente que están instruidos en los conocimientos 
tanto sagrados como profanos, buscan qué es lo que Dios en las 
Sagradas Letras nos da a entender, y no más bien qué es lo que 
el facundo orador o escritor, expone, empleando con cierta des¬ 
treza las palabras de la Biblia. Ni tampoco aquella «palabra de 
Dios viva y eficaz y más penetrante que espadas de dos filos, y 



ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII 


XLIX 


que llega hasta la división del alma y del espíritu, y de las co¬ 
yunturas y medulas, discernidora de los pensamientos y conceptos 
del corazón» 27 , necesita de afeites o de acomodación humana, para 
mover y sacudir los ánimos; porque las mismas Sagradas Páginas, 
redactadas bajo la inspiración divina, tienen por sí mismas abun¬ 
dante sentido genuino; enriquecidas por divina virtud, tienen 
fuerza propia; adornadas con soberana hermosura, brillan por sí 
mismas y resplandecen, con tal que sean por el intérprete tan ín¬ 
tegra y cuidadosamente explicadas, que se saquen a luz todos 
los tesoros de sabiduría y prudencia en ellas ocultos. 


Cómo se debe fomentar el estudio de los Santos Padres 
y de los grandes intérpretes . 

En este desempeño podrá el exegeta católico egregiamente 
ayudarse del industrioso estudio de aquellas obras, con las que 
los Santos Padres, los Doctores de la Iglesia e ilustres intérpretes 
de los pasados tiempos expusieron las Sagradas Letras. Porque 
ellos, aun cuando a veces estaban menos pertrechados de eru¬ 
dición profana y conocimiento de lenguas que los intérpretes de 
nuestra edad, sin embargo, en conformidad con el oficio que Dios 
les dió en la Iglesia, culminan por cierta suave perspicacia de 
las cosas celestes y admirable agudeza de entendimiento, con 
las que íntimamente penetran las profundidades de la divina 
palabra, y ponen en evidencia todo cuanto puede conducir a la 
ilustración de la doctrina de Cristo y santidad de la vida. De doler 
es, en verdad, que tan preciosos tesoros de la antigüedad cristiana 
sean demasiado poco conocidos a no pocos de los escritores de 
nuestros tiempos, y que tampoco los cultivadores de la historia 
de la exégesis hayan todavía llevado a término todo aquello que, 
para investigar con perfección y estimar en su punto cosa de 
tanta importancia, parece necesario. Ojalá surjan muchos, que, 
examinando con diligencia los autores y obras de la interpreta¬ 
ción católica de las Escrituras, y agotando, por decirlo así, las 
casi inmensas riquezas que aquellos acumularon, contribuyan efi¬ 
cazmente a que por un lado aparezca más claro cada día cuán 
hondamente penetraron ellos e ilustraron la divina doctrina de 
los Sagrados Libros, y por otro también los intérpretes actuales 
tomen ejemplo de ello y saquen oportunos argumentos. Pues así, 
por fin, se llegará a lograr la feliz y fecunda unión de la doctrina 
y espiritual suavidad de los antiguos en el decir con la mayor 
erudición y arte de los modernos, para producir, sin duda, nuevos 
frutos en el campo de las divinas Letras, nunca bastantemente 
cultivado, nunca exhausto. 


* 7 Hebr. IV, 12. 




I, 


ENCÍCLICA DE S. S. I ÍO XII 


§ 3* —Puntos a los que especialmente deben atender 

LOS INTÉRPRETES DE NUESTRO TIEMPO* 

* 

Condición actual de la exégesis . 

Es además muy justo esperar que también nuestros tiempos 
puedan contribuir en algo a la interpretación más profunda y 
exacta de las Sagradas Letras. Puesto que no pocas cosas, sobre 
todo entre las concernientes a la historia, o apenas o no suficien¬ 
temente fueron explicadas por los expositores de los pasados siglos, 
toda vez que les faltaban casi todas las noticias necesarias para 
ilustrarlas mejor. Cuán difíciles fuesen y casi inaccesibles algunas 
cuestiones para los mismos Padres, bien se echa de ver, por omi¬ 
tir otras cosas, en aquellos esfuerzos, que muchos de ellos repi¬ 
tieron, para interpretar los primeros capítulos del Génesis; y asi¬ 
mismo por los repetidos tanteos de San Jerónimo para traducir 
los Salmos de tal manera que se descubriese con claridad su sen¬ 
tido literal, o expresado en las palabras mismas. Hay, por fin, 
otros libros o sagrados textos cuyas dificultades ha descubierto 
precisamente la época moderna, desde que por el conocimiento 
más profundo de la antigüedad han nacido nuevos problemas, 
que hacen penetrar con más exactitud en el asunto. Van, pues, 
fuera de la realidad algunos que, no penetrando bien las condi¬ 
ciones de la ciencia bíblica, dicen sin más que al exegeta cató¬ 
lico de nuestros días no le queda nada que añadir a lo que ya pro¬ 
dujo la antigüedad cristiana; cuando, por el contrario, estos nues¬ 
tros tiempos han planteado tantos problemas, que exigen nueva 
investigación y nuevo examen, y estimulan no poco el estudio 
activo del intérprete moderno. 


Se ha de tener en cuenta la índole del escritor sagrado . 

Porque nuestra edad, así como acumula nuevas cuestiones 
y nuevas dificultades, así también, por el favor de Dios, suminis¬ 
tra nuevos recursos y subsidios de exégesis. Entre éstos parece 
digno de peculiar mención que los teólogos católicos, siguiendo 
la doctrina de los Santos Padres y principalmente del Angélico 
y Común Doctor, lian explorado y propuesto la naturaleza y los 
efectos de la inspiración bíblica mejor y más perfectamente que 
como solía hacerse los siglos pretéritos. Porque partiendo del 
principio de que el escritor sagrado al componer el libro es órgano 
o instrumento del Espíritu Santo, con la circunstancia de ser 
vivo y dotado de razón, rectamente observan que él, bajo el influjo 
de la divina moción, de tal numera usa de sus facultades y fuerzas, 
que fácilmente puedan todos colegir del libro nacido de su acción 
da índole propia de cada uno y por decirlo así sus singulares carac- 




ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XJI 


LI 


teres y trazos» 28 . Así, pues, el intérprete con todo esmero, y sin 
descuidar ninguna luz que hayan aportado las investigaciones 
modernas, esfuércese por averiguar cuál fué la propia índole y 
condición de vida del escritor sagrado, en qué edad floreció, qué 
fuentes utilizó, ya escritas, ya orales, y qué formas de decir em¬ 
pleó. Porque a nadie se oculta que la norma principal de inter¬ 
pretación es aquella en virtud de la cual se averigua con preci¬ 
sión y se define qué es lo que el escritor pretendió decir, como 
egregiamente lo advierte San Atanasio: «Aquí, como conviene 
hacerlo en todos los demás pasajes de la divina Escritura, se ha 
de observar, con qué ocasión habló el Apóstol; se ha de atender 
con cuidado y fidelidad cuál es la persona, cuál el asunto que le 
movió a escribir, no sea que uno, ignorándolo, o entendiendo 
algo ajeno a ello, vaya descarriado del verdadero sentido» 29 . 


Importancia del género literario, especialmente en la historia. 

Por otra parte, cuál sea el sentido literal, no es muchas veces 
tan claro en las palabras y escritos de los antiguos orientales 
como en los escritores de nuestra edad. Porque no es con solas las 
leyes de la gramática o filología, ni con solo el contexto del dis¬ 
curso con lo que se determina qué es lo que ellos quisieron sig¬ 
nificar con las palabras; es absolutamente necesario que el intér¬ 
prete se traslade mentalmente a aquellos remotos siglos del Oriente, 
para que, ayudado convenientemente con los recursos de la his¬ 
toria, arquelogía, etnología y de otras disciplinas, discierna y 
vea con distinción qué géneros literarios, como dicen, quisieron 
emplear y de hecho emplearon los escritores de aquella edad ve¬ 
tusta. Porque los antiguos orientales no empleaban siempre las 
mismas formas y las mismas maneras de decir que nosotros hoy, 
sino más bien aquellas que estaban recibidas en el uso corriente 
de los hombres de sus tiempos y países. Cuáles fuesen éstas, no 
lo puede el exegeta como establecer de antemano, sino con la escru¬ 
pulosa indagación de la antigua literatura del Oriente. Ahora 
bien, esta investigación, llevada a cabo en estos últimos dece¬ 
nios con mayor cuidado y diligencia que antes, ha manifestado 
con más claridad qué formas de decir se usaron en aquellos anti¬ 
guos tiempos, ora en la descripción poética de las cosas, ora en 
el establecimiento de las normas y leyes de la vida, ora, por fin, 
en la narración de los hechos y .acontecimientos. Esta misma 
investigación ha probado ya lúcidamente que el pueblo israelítico 
se aventajó singularmente entre las demás antiguas naciones 
orientales en escribir bien la historia, tanto por la antigüedad 

Cf. Benedictus XV, Ene. Spiritus Paraclitus; Acta Ap. Seáis XII 
(1920), p. 390; Ench. Bibl . n. 461. 

29 Contra Arlanos I. 54; PG. XXVI, col. 123. 



ENCÍCLICA DE S. S. PIO XII 


OI 


como por la fiel relación de los hechos, lo cual en verdad se con¬ 
cluye también por el carisma de la divina inspiración y por el 
peculiar fin de la historia bíblica, que pertenece a la religión. No 
por eso se debe admirar nadie que tenga recta inteligencia de la 
inspiración, de que también entre los Sagrados Escritores, como 
entre los otros de la antigüedad, se hallen ciertas artes de expo¬ 
ner y narrar; ciertos idiotismos, sobre todo propios de las lenguas 
semíticas; las que se llaman aproximaciones, y ciertos modos de 
hablar hiperbólicos; más aún, a veces hasta paradojas para impri¬ 
mir las cosas en la mente con más firmeza. Porque ninguna de 
aquellas maneras de hablar, de que entre los antiguos, particu¬ 
larmente entre los orientales, solía servirse el humano lenguaje 
para expresar sus ideas, es ajena de los Libros Sagrados, con esta 
condición, empero, que el género de decir empleado en ninguna 
manera repugne a la santidad y verdad de Dios, según que, con¬ 
forme a su sagacidad, lo advirtió ya el mismo Doctor Angélico 
por estas palabras: «En la Escritura las cosas divinas se nos dan 
al modo que suelen usar los hombres» 30 . Porque así como el Verbo 
substancial de Dios se hizo semejante a los hombres en todas las 
cosas «excepto el pecado» 31 , así también las palabras de Dios, 
expresadas en lenguas humanas, se hicieron semejantes en todo 
al humano lenguaje, excepto el error; lo cual en verdad lo en¬ 
salzó ya con sumas alabanzas San Juan Crisóstomo, como una 
sincatábasis o «condescendencia» de Dios próvido, y afirmó una 
y varias veces que se halla en los Sagrados Libros 32 . 

Por esta razón, el exegeta católico, a fin de satisfacer a las 
necesidades actuales de la ciencia bíblica, al exponer la Sagrada 
Escritura y mostrarla y probarla inmune de todo error, válgase 
también prudentemente de este medio, indagando qué es lo que 
la forma de decir o el género literario empleado por el hagiógrafo 
contribuye para la verdadera y genuina interpretación; y se per¬ 
suada que esta parte de su oficio no puede descuidarse sin gran 
detrimento de la exégesis católica. Puesto que no raras veces 
— para no tocar sino este punto—cuando algunos reprochándolo 
cacarean que los Sagrados Autores se descarriaron de la fide¬ 
lidad histórica, o contaron las cosas con menos exactitud, se ave¬ 
rigua que no se trata de otra cosa sino de aquellas maneras co¬ 
rrientes y originales de decir y narrar propias de los antiguos, 
que a cada momento se empleaban mutuamente en el comercio 
humano, y que en realidad se usaban en virtud de una costumbre 
lícita y común. Exige, pues, una justa equidad del ánimo, que, 
cuando se encuentran estas cosas en el divino oráculo, el cual, 
como destinado a hombres, se expresa con palabras humanas, 

80 Comment ad Hebr. cap. I, lectio 4. 

31 Hebr. IV, 15. 

32 Cf. v. gr. In Gen. 1,4 (PG. Lili, col. 34-35); In Gen. II, 21 (ib. 
col. 121); In Gen. 111,8 (ib., col. 135); llom. 15 in loan., ad I, 18 (PG. LIX, 
col. 97 sq.). 



ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII 


Lili 


no se las arguya de error, no de otra manera que cuando se em¬ 
plean en el uso cotidiano de la vida. Así es que, conocidas y exac¬ 
tamente apreciadas las maneras y artes de hablar y escribir en 
los antiguos, podrán resolverse muchas dificultades, que se obje¬ 
tan contra la verdad y fidelidad histórica de las Divinas Letras; 
ni será menos a propósito este estudio para conocer más plena¬ 
mente y con mayor luz la mente del Sagrado Autor. 


Se han de promover los estudios de las antigüedades bíblicas . 

Así, pues, nuestros cultivadores de estudios bíblicos pongan 
también su atención en esto con la debida diligencia, y no omi¬ 
tan nada de nuevo que hubieren aportado, sea la arqueología, 
sea la historia antigua, o el conocimiento de las antiguas letras, 
y cuanto sea apto para mejor conocer la mente de los escritores 
vetustos y su manera, forma y arte de razonar, narrar y escribir. 
Y en esta cuestión aun los varones católicos del estado seglar 
tengan en cuenta que no sólo contribuyen a la utilidad de la 
doctrina profana, sino que son también beneméritos de la causa 
cristiana, si se entregan, como es razón, con toda constancia y 
empeño a la exploración e investigación de la antigüedad, y ayu¬ 
dan conforme a sus fuerzas a resolver las cuestiones de este género, 
hasta ahora menos claras y transparentes. Porque todo conoci¬ 
miento humano, aun no sagrado, así como tiene su como nativa 
dignidad y excelencia—por ser una cierta participación finita de 
la infinita ciencia de Dios — , así recibe una nueva y más alta dig¬ 
nidad y como consagración, cuando se emplea para ilustrar con 
más clara lumbre las mismas cosas divinas. 


§ 4.—Modo de tratar las cuestiones más difíciles. 

Dificultades felizmente resueltas con los estudios modernos. 

Por la exploración tan adelantada, que arriba dijimos, de las 
antigüedades orientales, por la investigación más esmerada del 
mismo texto primitivo, y asimismo por el más amplio y diligente 
conocimiento, ya de las lenguas bíblicas, ya de todas las que per¬ 
tenecen al Oriente, con el auxilio de Dios felizmente ha aconte¬ 
cido que no pocas de aquellas cuestiones, que en la época de 
Nuestro Predecesor de inmortal recordación León XIII susci¬ 
taron contra la autenticidad, antigüedad, integridad y fidelidad 
histórica de los Libros Sagrados los críticos ajenos a la Iglesia o 
también hostiles a ella, hoy se hayan eliminado y resuelto. Puesto 
que los exegetas católicos, valiéndose justamente de las mismas 
armas de ciencia, de que nuestros adversarios no raras veces abu¬ 
saban, han presentado por una parte aquellas interpretaciones 





LIV 


ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII 


que están en conformidad con la doctrina católica y la genuina 
sentencia heredada de nuestros mayores, y por otra parecen ha¬ 
berse al mismo tiempo capacitado para resolver las dificultades, 
que o las nuevas exploraciones y nuevos inventos trajeren o la 
antigüedad hubiere dejado a nuestra época para su resolución. 
De aquí ha resultado, que la confianza en la autoridad y verdad 
histórica de la Biblia, debilitada en algunos un tanto por tantas 
impugnaciones, hoy entre los católicos se haya restituido a su 
entereza; más aún, no faltan escritores no católicos, que, em¬ 
prendiendo investigaciones con sobriedad y equidad, han llegado 
al punto de abandonar los prejuicios de los modernos y volver, 
a lo menos acá y allá, a las sentencias más antiguas. El cual cambio 
de situación se debe en gran parte a aquel trabajo infatigable 
con que los expositores católicos de las Sagradas Letras, sin de¬ 
jarse arredrar en modo alguno de las dificultades y obstáculos 
de todas clases, con todas sus fuerzas se empeñaron en usar debi¬ 
damente de los medios que la investigación actual de los eruditos 
proporcionaba para resolver las nuevas cuestiones, ora en el campo 
de la arqueología, ora en el de la historia y filología. 


Dificultades todavía no resueltas o insolubles . 

Nadie, con todo eso, se admire que no se hayan todavía re¬ 
suelto y vencido todas las dificultades, sino que aun hoy haya 
graves problemas que preocupan no poco los ánimos de los exe- 
getas católicos. Y en este caso no hay que decaer de ánimo, ni 
se debe olvidar que en las disciplinas humanas no acontece de 
otra manera que en la naturaleza: a saber, que los comienzos 
van creciendo poco a poco y que no pueden recogerse los frutos 
sino después de muchos trabajos. Así ha sucedido, que algunas 
disputas que en los tiempos anteriores se tenían sin solución y 
en suspenso, por fin en nuestra edad con el progreso de los estu¬ 
dios se han resuelto felizmente. Por lo cual tenemos esperanza 
que aun aquellas que ahora parezcan sumamente enmarañadas 
y arduas, lleguen por fin con el constante esfuerzo a quedar pa¬ 
tentes en plena luz. Y si la deseada solución se retarda por largo 
tiempo, y el éxito feliz no nos sonríe a nosotros, sino que acaso se 
relega a que lo alcancen los venideros, nadie por eso se incomode, 
siendo, como es, justo que también a nosotros nos toque lo que 
los Padres, y especialmente San Agustín ** 3 , avisaron en su tiem¬ 
po: a saber, que Dios con todo intento sembró de dificultades 
los vSagrados Libros, que él mismo inspiró, para que no sólo nos 
excitáramos con más intensidad a revolverlos y escudriñarlos, sino 

33 Cf. S. Aug., Epist . 149 ad Paulinum, n. 31 (PL. XXXIII, col. 641); 
Dr dircrais qnaralionibua, q. 53, n. 2 (ib. XL, rol. 30); Enarr. in Ps. 110, 
n. 12 (ib. XXXVII, col. 1907). 



ENCICLICA DE 3. S. TÍO XII 


LV 


también, experimentando saludablemente los límites de nuestro 
ingenio, nos ejercitáramos en la debida humildad. No es, pues, 
nada de admirar si de una u otra cuestión no se ha de tener 
jamás respuesta completamente satisfactoria, siendo así que a 
veces se trata de cosas oscuras y demasiado lejanamente remo¬ 
tas* de nuestros tiempos y de nuestra experiencia, y pudiendo 
también la exégesis, como las demás disciplinas más graves, tener 
sus secretos, que, inaccesibles a nuestros entendimientos, no puedan 
descubrirse con ningún esfuerzo. 


Se han de buscar las soluciones positivas. 

Con todo, en tal condición de cosas, el intérprete católico, mo¬ 
vido por un amor eficaz y esforzado de su ciencia, y sinceramente 
devoto a la Santa Madre Iglesia, por nada debe cejar en su empeño 
de emprender una y otra vez las cuestiones difíciles no desenma¬ 
rañadas todavía, no solamente para refutar lo que opongan los 
adversarios, sino para esforzarse en hallar una explicación sólida, 
que de una parte concuerde fielmente con la doctrina de la Iglesia, 
y nominalmente con lo por ella enseñado acerca de la inmunidad 
de todo error en la Sagrada Escritura, y de otra satisfaga tam¬ 
bién debidamente a las conclusiones ciertas de las disciplinas 
profanas. Y por lo que hace a los conatos de estos estrenuos opera¬ 
rios de la viña del Señor, recuerden todos los demás hijos de la 
Iglesia, que no sólo se han de juzgar con equidad y justicia, sino 
también con suma caridad; los cuales, a la verdad, deben estar 
alejados de aquel espíritu poco prudente, con el que se juzga que 
todo lo nuevo, por lo mismo de serlo, debe ser impugnado, o te¬ 
nerse por sospechoso. Porque tengan en primer término ante los 
ojos, que en las normas y leyes dadas por la Iglesia se trata de 
la doctrina de fe y costumbres; y que entre las muchas cosas que 
en los Sagrados Libros, legales, históricos, sapienciales y profé- 
ticos se proponen son solamente pocas aquellas cuyo sentido haya 
sido declarado por la autoridad de la Iglesia, ni son muchas aque¬ 
llas de las que haya unánime consentimiento de los Padres. Que¬ 
dan, pues, muchas, y ellas muy graves, en cuyo examen y expo¬ 
sición se puede y debe libremente ejercitar la agudeza y el inge¬ 
nio de los intérpretes católicos, a fin de que cada uno, conforme 
a sus fuerzas, contribuya a la utilidad de todos, al adelanto cada 
día mayor de la doctrina sagrada y a la defensa y honor de la 
Iglesia. Esta verdadera libertad de los hijos de Dios, que retenga 
fielmente la doctrina de la Iglesia, y como don de Dios reciba con 
gratitud y emplee todo cuanto aportare la ciencia profana, levan¬ 
tada y sustentada, eso sí, por el empeño de todos, es condición 
y fuente de todo fruto sincero y de todo sólido adelanto en la cien¬ 
cia católica, como preclaramente lo amonesta nuestro Antecesor, 
de feliz recordación, León XIII, cuando dice: «Si no es con el con- 






LVI 


ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII 


sentimiento de los ánimos y colocados en firme los principios, no 
será posible esperar de los esfuerzos aislados de muchos grandes 
frutos en esta ciencia» 8 *. 

§ — Eso de la Sagrada Escritura en la instrucción de 

LOS FIELES. 

Varias maneras de emplear la Sagrada Escritura en el ministerio 

sagrado. 

Quien considerare aquellos enormes trabajos, que la exégesis 
católica se ha echado sobre sí por casi dos mil años, para que la 
palabra de Dios concedida a los hombres por las Sagradas Letras 
se entienda cada día con más profundidad y perfección y sea más 
ardientemente amada, fácilmente se persuadirá que a los fieles 
de Cristo, y sobre todo a los sacerdotes, incumbe la grave obli¬ 
gación de servirse abundante y santamente de este tesoro, acu¬ 
mulado durante tantos siglos por los más excelsos ingenios. Porque 
los Sagrados Libros no se los dió Dios a los hombres para satisfa¬ 
cer su curiosidad o para suministrarles materia de estudio e inves¬ 
tigación, sino, como lo advierte el Apóstol, para que estos divinos 
oráculos nos pudieran «instruir para la salud por la fe que es en 
Cristo Jesús» y «a fin de que el hombre de Dios fuese perfecto 
y estuviese apercibido para toda obra buena». 35 Los sacerdotes, 
pues, a quienes está encomendado el cuidado de la eterna sal¬ 
vación de los fieles, después de haber indagado ellos con diligente 
estudio las Sagradas Páginas, y habérselas hecho suyas con la 
oración y meditación, expongan cuidadosamente estas soberanas 
riquezas de la divina palabra en sermones, homilías y exhorta¬ 
ciones; confirmen asimismo la doctrina cristiana con sentencias 
tomadas de los Sagrados Libros, ilústrenla con preclaros ejem¬ 
plos de la historia sagrada, y nominalmente del Evangelio de 
Cristo nuestro Señor, y todo esto —evitando con cuidado y dili¬ 
gencia aquellas acomodaciones propias del capricho individual y 
sacadas de cosas muy ajenas al caso, lo cual no es uso, sino abuso 
de la divina palabra—expónganlo con tanta elocuencia, con tanta 
distinción y claridad, que los fieles no sólo se muevan y se infla¬ 
men a poner en buen orden su vida, sino que conciban también 
en sus ánimos suma veneración a la Sagrada Escritura. Por lo demás, 
esta veneración procúrenla aumentar más y más cada día los 
sagrados Prelados en los fieles encomedados a ellos, dando auge 
a todas aquellas empresas, con las que varones llenos de espíritu 
apostólico se esfuerzan loablemente en excitar y fomentar entre 

34 Litt. Apost. Vigilantiae; Leonis XIII, Acia XXII, p. 237; Ench. 
Bibl . n. 136. 

36 Cf. II Tim. III, 15, 17. 



encíclica de s. s. PÍO XII 


LVII 


los católicos el conocimiento y amor de los Sagrados Libros. Favo¬ 
rezcan, pues, y presten su auxilio a todas aquellas pías asocia¬ 
ciones que tengan por fin editar y difundir entre los fieles ejem¬ 
plares impresos de las Sagradas Escrituras, principalmente de los 
Evangelios, y procurar con todo empeño que en las familias cris¬ 
tianas se tenga ordenada y santamente cotidiana lectura de ellas; 
recomienden eficazmente la Sagrada Escritura, traducida en la 
actualidad a las lenguas vulgares con aprobación de la autoridad 
de la Iglesia, ya de palabra, ya con el uso práctico, cuando lo per¬ 
miten las leyes de la liturgia, y o tengan ellos o procuren que las 
tengan otros sagrados oradores de gran pericia, disertaciones o 
lecciones de asuntos bíblicos. Y por lo que atañe a las revistas, 
que periódicamente se editan en varias partes del mundo con 
tanta loa y tanto fruto, ya para tratar y exponer cuestiones según 
la norma científica, ya para acomodar los frutos de estas inves¬ 
tigaciones o al ministerio sagrado o a la utilidad de los fieles, 
todos los sagrados ministros les presten su ayuda según sus fuer¬ 
zas, y divúlguenlos oportunamente entre los varios grupos y clases 
de su grey. Y los mismos sacerdotes en general estén persuadidos 
de que todas estas cosas y todas las demás por el estilo que el 
celo apostólico y el sincero amor de la divina palabra inventare, 
a propósito para este designio, han de serles un eficaz auxiliar 
en el cuidado de las almas. 


Formación bíblica en los Seminarios . 

Pero a nadie se le esconde que todo esto no pueden los sacer¬ 
dotes llevarlo a cabo en regla, si primero ellos mismos, mientras 
permanecieron en los Seminarios, no bebieron este activo y perenne 
amor de la Sagrada Escritura. Por lo cual los sagrados Prelados, 
sobre quienes carga el paternal cuidado de sus Seminarios, vigilen 
con diligencia para que también en este punto nada se omita, 
que pueda ayudar a la consecución de este fin. Y los maestros 
de Sagrada Escritura de tal manera lleven a cabo en los Semi¬ 
narios la enseñanza bíblica, que armen a los jóvenes que han de 
formarse para el sacerdocio y para el ministerio de la divina pala¬ 
bra con aquel conocimiento de las divinas Letras y los imbuyan 
en aquel amor hacia ellas, sin los cuales no se pueden obtener 
abundantes frutos de apostolado. Por lo cual la exposición exe- 
gética atienda principalmente a la parte teológica, evitando las 
disputas inútiles y omitiendo aquellas cosas que nutren más la 
curiosidad que la verdadera doctrina y piedad sólida; propongan 
el sentido llamado literal y sobre todo el teológico con tanta soli¬ 
dez, explíquenlo con tal competencia e incúlquenlo con tal ardor, 
que en cierto modo sus alumnos experimenten lo que los discí¬ 
pulos de Jesucristo que iban a Emaús, los cuales, después de oídas 
las palabras del Maestro, exclamaron: «¿No es cierto que nuestro 




LVIII 


ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII 


corazón se abrasaba dentro de nosotros, mientras nos descubría 
las Escrituras¿» 36 . De este modo las divinas Letras sean para 
los futuros sacerdotes de la Iglesia por un lado fuente pura y pe¬ 
renne de la vida espiritual de cada uno, y por otro alimento y 
fuerza del sagrado cargo de predicar que han de tomar a su cuenta. 
Y a la verdad, si esto llegaren a conseguir los profesores de esta 
gravísima asignatura en los Seminarios, persuádanse con alegría 
que han contribuido en sumo grado a la salud de las almas, al 
adelanto de la causa católica, al honor y gloria de Dios, y que 
han llevado a término una obra la más íntimamente unida con 
el ministerio apostólico. 


Oportunidad de la palabra de Dios en este tiempo de guerra: 

consuelo para los atribulados , camino de justicia para todos. 

Estas cosas que hemos dicho, Venerables Hermanos y amados 
hijos, si bien en todas las épocas son necesarias, urgen sin duda 
mucho más en nuestros luctuosos tiempos, mientras los pueblos 
y las naciones casi todas se sumergen en un piélago de calami¬ 
dades, mientras la gigantesca guerra acumula ruinas sobre ruinas 
y muertes sobre muertes, y mientras, excitados mutuamente los 
odios acerbísimos de los pueblos, vemos con sumo dolor que en 
no pocos se extingue no sólo el sentido de la cristiana benignidad 
y caridad, sino aun el de la misma humanidad. Ahora bien: a 
estas mortíferas heridas del comercio humano ¿quién otro puede 
poner remedio, sino aquél, a quien el Príncipe de los Apóstoles, 
lleno de amor y de confianza, invoca con estas frases: «Señor, 
¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna»¿ 3 \ Es, pues, 
necesario reducir a todos y con todas las fuerzas a este misericor¬ 
diosísimo Redentor nuestro; porque Él es el divino consolador 
de todos los afligidos; Él es quien a todos —sea que presidan con 
pública autoridad, sea que estén sujetos con el deber de obedien¬ 
cia y sumisión —enseña la probidad digna de este nombre, la 
justicia integral y la caridad generosa; Él es, finalmente, y sólo 
Él, quien puede ser firme fundamento y sostén de la paz y de 
la tranquilidad. «Porque nadie puede poner otro fundamento, 
fuera del puesto, que es Cristo Jesús» 38 . Y a este Cristo, autor de 
la salud, tanto más plenamente le conocerán los hombres, tanto 
más intensamente le amarán, tanto más fielmente le imitarán, 
cuanto con más afición se sientan movidos al conocimiento y 
meditación de las Sagradas Letras, especialmente del Nuevo Tes¬ 
tamento. Porque, como dijo el Estridonés: «El ignorar las Escri¬ 
turas es ignorar a Cristo» 39 , y «si algo hay que en esta vida inte- 

88 Luc. XXIV, 32. 

37 Ioan. VI, 69. 

38 1 Cor. III, 11. 

39 S. Hieronymus, Jn Iaaiam , prologue; PL. XXIV, col. 1?. 



Encíclica de s. s. pío xii 


LIX 


rese al hombre sabio, y le persuada a permanecer con igualdad 
de ánimo entre los aprietos y torbellinos del mundo, creo que 
más que nada es la meditación y ciencia de las Escrituras» 40 . 
Porque de aquí sacarán los que se ven fatigados y oprimidos con 
adversidades y ruinas verdadero consuelo y divina virtud para 
padecer, para aguantar; aquí, en los Santos Evangelios, se pre¬ 
senta a todos Cristo, sumo y perfecto ejemplar de justicia, cari¬ 
dad y misericordia; y al género humano desgarrado y trepidante 
le están abiertas las fuentes de aquella divina gracia, postergada 
la cual y dejada a un lado, no podrán los pueblos ni los directores 
de los pueblos iniciar, ni establecer ninguna tranquilidad de situa¬ 
ción ni concordia de los ánimos; allí finalmente aprenderán todos 
a Cristo, «que es cabeza de todo principado y potestad» 4X y «que 
fué hecho para nosotros por Dios sabiduría y justicia y santifi¬ 
cación y redención» 4a . 


CONCLUSION 


Exhortación a los cultivadores de los estudios bíblicos. 

Expuestas, pues, y recomendadas aquellas cosas que tocan a 
la adaptación de los estudios de las Sagradas Escrituras a las 
necesidades de hoy, resta ya, Venerables Hermanos y amados 
hijos, que a todos y cada uno de aquellos cultivadores de la Biblia, 
que son devotos hijos de la Iglesia y obedecen fielmente a su 
doctrina y normas, no sólo les felicitemos con ánimo paternal 
por haber sido elegidos y llamados a cargo tan excelso, sino que 
también les demos nuevo aliento, para que continúen en cumplir 
con fuerzas cada día renovadas, con todo empeño, y con todo 
cuidado la obra felizmente comenzada. Excelso cargo, decimos: 
¿qué hay, en efecto, más sublime que escudriñar, explicar, pro¬ 
poner a los fieles, defender contra los infieles la misma palabra 
de Dios, dada a los hombres por inspiración del Espíritu Santo? 
Se apacienta y nutre con este alimento espiritual el mismo espí¬ 
ritu del intérprete «para recuerdo de la fe, para consuelo de la 
esperanza, para exhortación de la caridad» 43 . «Vivir entre estas 
ocupaciones, meditar estas cosas, no conocer, no buscar nada 
más, ¿no os parece que es un goce anticipado en la tierra del reino 
celeste?» 44 . Apaciéntense también con este mismo manjar las 

40 Id., In EpheaioSy prologus; PL . XXVI, col. 439. 

41 Col. II, 10. 

48 I Cor. 1, 30. 

43 Cf. S. Acó. Contra Faustum XIII 18; PL. XLII, col. 294; CSEL. 
XXV, p. 400. 

44 S. Hieron., Ep. 53, 10; PL. XXII, col. 549; CSEL. LIV, p. 463 . 




LX 


ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII 


almas de los fieles, para sacar de él conocimiento y amor de Dios 
y el propio aprovechamiento y felicidad de sus almas. Entréguense, 
pues, de todo corazón a este negocio los expositores de la divina 
palabra. «Oren, para entender» 45 ; trabajen para penetrar cada 
día con más profundidad en los secretos de las Sagradas Páginas; 
enseñen y prediquen, para abrir también a otros los tesoros de 
la palabra de Dios. Lo que en los siglos pretéritos llevaron a cabo 
con gran fruto aquellos preclaros intérpretes de la Sagrada Es¬ 
critura, emúlenlo también según sus fuerzas los intérpretes del 
día, de tal manera, que, como en los pasados tiempos, asi también 
al presente tenga la Iglesia eximios Doctores en exponer las Di¬ 
vinas Letras; y los fieles de Cristo, gracias al trabajo y esfuerzo 
de ellos, perciban toda la luz, fuerza persuasiva y alegría de las 
Sagradas Escrituras. Y en este empleo, arduo en verdad y grave, 
tengan también ellos «por consuelo los Santos Libros» 46 y acuér¬ 
dense de la retribución que les espera: toda vez que aquellos «que 
hubieren sido sabios brillarán como la luz del firmamento; y los 
que enseñan a muchos la justicia, como estrellas por toda la eter¬ 
nidad» 47 . 

Entretanto, mientras a todos los hijos de la Iglesia, y nomi¬ 
nalmente a los profesores de la ciencia biblica, al clero adolescente 
y a los sagrados oradores ardientemente les deseamos que, me¬ 
ditando continuamente los oráculos de Dios, gusten cuán bueno 
y suave es el espíritu del Señor 48 ; a vosotros todos y a cada uno 
en particular, Venerables Hermanos y amados hijos, como prenda 
de los dones celestes y testimonio de Nuestra paterna benevo¬ 
lencia, os impartimos de todo corazón en el Señor la Bendición 
Apostólica. 

Dado en Roma, en San Pedro, el día XXX del mes de sep¬ 
tiembre, en la festividad de San Jerónimo, Doctor Máximo en 
exponer las Sagradas Escrituras, el año MDCCCCXXXXIII, quinto 
de Nuestro Pontificado. 


PIO PP. XII 


45 S. Aug., De doctr . chriat. III, 56; PL. XXXIV, col. 89. 
48 I Mach. XII, 9. 

47 Dan. XII, 3. 

48 Cf. Sap. XII, 1. 



PROLOGO 


D E 


LOS 


TRADUCTORE S 


N O es nada fácil el oficio de traductor , si el que traduce no ha de hacer 
verdadero el proverbio italiano: *Traduttore y traditore*. 

La dificultad es mucho mayor cuando lo que se ha de traducir es la 
Sagrada Escritura , cuyos textos originales fueron escritos en hebreo o en griego 
bíblico f y la traducción ha de hacerse a una lengua de tan distinta índole como 
respecto de aquéllas es la castellana. 

Si la primera cualidad de una versión ha de ser la fidelidad, mucho más 
necesaria será ésta al traducir la Sagrada Escritura y por ser obra divinamente 
inspirada f palabra de Dios y pues de no .dar la versión fielmente el sentido de 
de los originaleSy ofrecería el traductor , como palabra de Dios f lo que realmente 
sería palabra humana. Por eso, al hacer esta versión y nos hemos propuesto 
que sea en primer término enteramente fiel. Aun siendo firmísimo el propósitOy 
son a veces insuperables las dificultades que a su realización se oponen f por 
no haber siempre exacta correspondencia entre las palabras de las lenguas 
originales y las de nuestra lengua. No creemos , sin e?nbargo t que la fidelidad 
obligue al traductor a seguir servilmente la letra del originaly reproduciéndola 
exactamente con palabras castellanas. Esto f más que una traducción , sería una 
tra8cripción f y en la mayor parte de los casos t un verdadero galimatías inin¬ 
teligible y enteramente insoportable. De traducciones así podríamos aducir 
numerosos ejemplos; pero atendiendo a la brevedady nos limitamos a consignar 
el hecho. 

También a las palabras del texto ha de atender el traductor; pero más 
que a ellas ha de atender , y principalmente , al sentido de las construcciones , 
para darlo con escrupulosa fidelidad en la lengua a que traduce. Esto es impo¬ 
sible de conseguir y si no ha de tener el traductor cierta libertad; pero es al mismo 
tiempo causa de que el traductor navegue siempre entre dos escollos a cual más 
peligroso: El excesivo servilismo a la letra y la excesiva libertad en la inter¬ 
pretación. En evitar el uno y el otro hemos puesto gran empeño; mas segura¬ 
mente habremos dado no pocas veces en alguno de los dos. 

Las lenguas originales empleadas en la Biblia tienen } como todas las 
lenguaSy sus modismoSy hebraísmos principalmente , y los tiene también la 
lengua castellana. Los de aquéllas se corresponden a veces exactamente con los 
de ésta y o han pasado a ella por el influjo que sobre nuestra lengua ha ejercido 
la literatura bíblica. Cuando así es, no hay dificultad en la traducción. Pero 
son muchos los casos en que el hebraísmo es intraducible } o solamente con muchos 
rodeos podría traducirse de manera que lo entendiese el lector castellano. En 
estos ca 808 t o hemos dado en la versión el sentido del mismOy o Lo hemos aclarado 
en breve nota exegética. x 

En la trascripción de nombres propios f personales o geográficos y hemos 
seguido el camino que siguió nuestra lengua al apropiárselos , acomodándolos 






L-X.il 


PRÓLOGO DE LOS TRADUCTORES 


a su índole. Así, hemos trascrito siempre por nuestra j el Iod inicial, excepto 
en el.nombre Yave, por parecemos intolerable a oídos castellanos la palabra 
que de hacerlo resultaría. No trascribimos las semivocales, creyéndolas sufi¬ 
cientemente representadas por nuestras vocales. Hemos, sin embargo, excep¬ 
tuado el He, sobre todo en principio de palabra, por tener en nuestra ortografía 
su correspondiente , la h. Hemos prescindido de la diversa pronunciación , dura 
o suave, de ciertas consonantes hebreas, excepto en los casos en que esa pro¬ 
nunciación tiene correspondencia en los sonidos consonantes de nuestra lengua. 
Todas las sibilantes, en que tan rica es la lengua hebrea, las trascribimos por 
nuestra s, fuera del Zain, que corresponde a nuestra Z o a nuestra c suave. 
Hemos prescindido de la duplicación o alargamiento de las consonantes f 
tan frecuente en hebreo, fuera de los casos en que, por darse dos nombres distin¬ 
tos, uno con la duplicación y otro sin ella, el suprimirla podía ser causa de 
confusión. 

Tampoco trascribimos el Ayin más que por su vocal, ya que esta conso¬ 
nante, ni tiene correspondiente gráfico en nuestro alfabeto, ni es para nosotros 
pronunciable. 

La trascripción de los nombres propios griegos no ofrece ya tanta dificultad, 
por la mayor afinidad de ambas lenguas. Al trascribirlos, hemos seguido 
también el proceso que al apropiárselos siguió nuestra lengua, acomodándonos 
a las normas corrientes en la derivación de tantas palabras griegas como han 
entrado a formar parte de nuestro léxico. 

Además de la fidelidad, ha de tener toda buena traducción la claridad, 
pues de nada serviría todo si la traducción fuera ininteligible. Hemos puesto 
nuestro e?npeño todo en procurarla, hasta el punto de sacrificar a veces en aras 
de ella otras deseables cualidades. Hay, sin embargo, casos en que la claridad 
es imposible, si la versión ha de ser fiel, por ser oscuro el texto mismo; y en 
estos casos hemos preferido dar el texto con su propia oscuridad, antes que 
exponernos a falsearlo con nuestra interpretación. En casos tales hemos pro¬ 
curado aclararlo en breve nota exegética. Afortunadamente esos casos no son 
muchos. 

No está todo conseguido si se logra una versión fiel y clara. Es preciso que 
la versión esté verdaderamente en lengua castellana, en frase castellana, con 
períodos castellanos, conforme a la sintaxis de nuestra lengua. Mas al procurar 
esto se corre el peligro de quitar a la obra su color semítico o griego. Es. pues, 
necesario armonizar lo uno con lo otro, dar a la versión color castellano sin que 
pierda su color hebreo o griego, y esto sí que es arduo y difícil. Por conseguirlo 
hemos hecho cuanto nos ha sido posible; mas no se nos oculta que muchas veces 
no lo hemos alcanzado. 

Hemos, pues, pretendido, al hacer esta versión directa de los textos origi¬ 
nales de la Sagrada Escritura, dar al lector una versión castellana lo más 
fiel, clara y limpia que nosotros hemos podido y sabido hacer. Lo difícil del 
empeño en sí, y la buena voluntad que en lograrlo hetnos puesto, muevan al 
lector, no a disimular, mas sí a perdonar los yerros que hayamos cometido. 

Sabido es que, tanto el texto hebreo masorctico, cuanto la versión alejandrina, 
y aun el mismo texto griego del Nuevo Testamento, no han llegado hasta nos¬ 
otros enteramente puros, y que a veces sus lecciones no son las originales de 
los hagiógrafos. Por eso, a la interpretación ha de preceder la critica de los 
textos. Al hacerla, hemos procurado seguir siempre con la mayor escrupulosidad 
las normas de la más sana crítica, rechazando sólo las lecciones evidentemente 
erróneas, por no dar sentido o dar un sentido contradictorio del contexto. Si a 
veces, para la reconstrucción del texto, hemos tenido que recurrir a la conjetura, 
hemos procurado reducirla a lo menos posible. Dar razón de esta crítica textual, 
más que de una versión, es propio del comentario, y por eso tan sólo algunas 



PRÓLOGO DE LOS TRADUCTORES 


L>*I1I 


veces damos razón de ella en breve nota crítica. Cuando en el texto masorético 
hemos creído ver omisiones, las hemos suplido. Cuando en él hemos creído ver 
traslocaciones, el orden del texto y el que a nuestro parecer tuvo antes, van 
suficientemente indicados por la numeración de los versos. 

La versión va precedida de una breve introducción general a todos los libros 
de la Sagrada Escritura. Hemos procurado que, dentro de la brevedad, sea 
lo más completa posible, dando al lector lo más necesario para entrar prepa¬ 
rado en la lectura de los libros. 

Las introducciones especiales son generalmente introducciones a grupos 
de libros; mas hemos creído conveniente hacer preceder también cada libro 
de una introducción especial. En todas ellas hemos procurado ser breves, pero 
completos en cuanto a lo más necesario. 

Por lo que hace al orden de los libros, hemos seguido el tradicional, aunque 
introduciendo en él una ligera modificación. En cada grupo de libros van éstos 
en el orden acostumbrado; mas nos ha parecido conveniente invertir en algo 
el de los grupos, poniendo los profcticos a continuación de los históricos y dejando 
los sapienciales para el fin, ya que los proféticos son principalmente la expli¬ 
cación o inculcación de la Ley , que principalmente contienen los históricos, 
y los sapienciales son como la corona, la flor diríamos 7nás bien, de la Ley 
y de la profecía. Cuanto al Nuevo Testamento, en la sucesión de los grupos de 
las epístolas paulinas hemos seguido el orden cronológico. 









CONSEJOS DE SAN AGUSTIN A LOS LECTORES 
DE LA SAGRADA ESCRITURA 


«Cuantos temen a Dios y por la piedad son mansos, buscan en todos 
estos libros la voluntad de Dios. 

Como ya hemos dicho, lo primero en este empeño y trabajo ha de ser 
conocer estos libros, leyéndolos, aunque no todavía para entenderlos; 
más bien, o para aprenderlos de memoria, o por lo menos para que no le 
sean enteramente desconocidos. 

Después se ha de investigar ya más solícita y cuidadosamente lo que 
en ellos claramente se dice, ya sean reglas de vida, ya reglas de fe; y en esto, 
tanto más podrá hallar cada uno, cuanto mayor capacidad de entender 
tenga, pues en esto que claramente se dice en las Escrituras está cuanto 
pertenece a la fe y a las costumbres de vida; es decir, a la esperanza y a la 
caridad, de que tratamos en el libro anterior. 

Luego, una vez ya adquirida cierta familiaridad con el lenguaje mismo 
de las Divinas Escrituras, proeédase a explicar y discutir lo que de oscuro 
hay en ellas, tomando ejemplos de locuciones claras, para ilustrar por 
ellas las locuciones más oscuras, y por las sentencias ciertas resolver las 
dudas de las dudosas. En esto servirá de mucho la memoria; pero si ésta 
falta, no se la darán a nadie estas reglas.» 

De Doctrina Christiana } I. II, c. 9. 


v 









INTRODUCCIONES 










INTRODUCCION GENERAL A LOS LIBROS 
DE LA SAGRADA ESCRITURA 


I 

LA REVELACION PROFETICA 


1. Las Sagradas Escrituras, inestimable 

don de Dios. 

Las sagradas Escrituras son un inestimable don de Dios, que el hombre 
no podrá nunca suficientemente agradecerle. Elevado al orden sobrenatural, 
a la participación de la misma naturaleza divina, y caído de él por el pecado 
de nuestros primeros padres, plugo a Dios en su infinita misericordia.redi¬ 
mirle, elevándole de nuevo a una altura sobrenatural, mayor todavía 
que aquella de que cayó. Estos sus amorosos designios sobre él, ha ido Dios 
descubriéndoselos al hombre gradualmente, revelándoselos , dándole así 
a conocer los inefables misterios de la vida divina, de su amorosa providen¬ 
cia, especialmente en cuanto a la redención, en los cuales participaría el 
hombre, por su incorporación como miembro al cuerpo místico de la Iglesia, 
cuya cabeza es el Unigénito del Padre, hecho carne, que con su sangre pre¬ 
ciosa había de redimir a la caída humanidad de la servidumbre del pecado. 


“* Principal contenido de las Sagradas; 

Escrituras. La revelación. 

Esta revelación, hecha de una manera gradual y progresiva, es el prin¬ 
cipal contenido de las Sagradas Escrituras, pues aunque en ellas se con¬ 
tengan otras muchas cosas, accesibles a la humana inteligencia, que reveló 
Dios al hombre para que con mayor facilidad y certeza pudiera conocerlas 
sin* mezcla de error, todas ellas se subordinan al fin principal de las Sagra¬ 
das Escrituras: Dar a conocer al hombre los inescrutables amorosos desig¬ 
nios de Dios sobre él. 

3. IYo son las Sagradas Escrituras la 

fuente única de la revelación. 

No son solamente las Divinas Escrituras las que contienen este sagrado 
depósito. Se contiene, además, en la tradición viviente de la Iglesia de 
Cristo, que es la fiel depositaría del divino tesoro y el intérprete autorizado 
de los sagrados libros. 




LX.X 


INTRODUCCIÓN GENERAL 


Sólo la Iglesia puede indicarnos con infalible certeza cuáles son los 
libros que, escritos bajo la Inspiración del Espíritu Santo, contienen el 
sagrado depósito. Cualquier otro criterio será del todo insuficiente y sólo 
podrá servir para confirmar la verdad de la doctrina de la Iglesia, pues 
siendo la inspiración un hecho sobrenatural, sólo una autoridad de orden 
sobrenatural'e infalible podrá suficientemente certificarnos de él. 


4. Las Sagradas Escrituras son obra de 
Dios y del hombre. 

Todos y sólo los libros canónicos, es decir, los que ha incluido la Iglesia 
en su canon de las Sagradas Escrituras, han sido escritos bajo la inspira¬ 
ción del Espíritu Santo, y son, por tanto, obra divina. Tienen a Dios por 
autor principal, aunque sean también al mismo tiempo obra humana, 
cada uno del autor que, inspirado, lo escribió. Este doble carácter de los 
libros santos, totalmente obra de Dios, totalmente obra del hombre, es 
fundamental y capitalísimo para el conocimiento e interpretación de las 
Divinas Escrituras, y, de no tenerlo en cuenta, tropezará el lector de estos 
libros con innumerables e insolubles dificultades. 

El autor humano es órgano, instrumento del Espíritu Santo, pero instru¬ 
mento vivo y racional, que bajo la acción de Dios desarrolla su actividad y 
usa de sus facultades de tal manera que en el libro por él escrito queda como 
grabada su personalidad, que fácilmente podrá de él deducir el lector. Es, 
pues, necesario, al interpretar, penetrar en ello cuanto sea posible, sin pres¬ 
cindir de nada que pueda contribuir a darnos a eonocer al autor en todos 
sus rasgos personales característicos y en el desarrollo de su actividad, su 
índole, su carácter, su formación espiritual, sus condiciones de vida, el 
tiempo en que vivió, las fuentes que utilizó, ya orales, ya escritas; las formas 
de decir o géneros literarios que empleó. En cuanto posible sea, nos hemos 
de hacer otro él. (Véase la Encíclica Divino afjlante Spiritu.) 


5.— La profreía. 


Sacra doctrina llama muy bien Santo Tomás a la Sagrada Escritura, y 
por consiguiente, a la Teología, que de ella toma sus principios, ordenándo¬ 
los sistemáticamente y desarrollándolos, y considerando cuanto trata 
bajo la razón formal de la divinidad, sub ratione Deitati8 f pues es Dios 
mismo, o algo a El ordenado como a principio o como a fin; y siempre visto a 
la luz de la divina revelación y en cuanto por ella cognoscible. Esta luz 
es el lumen propheticutn y pues no ha querido Dios revelarse inmediatamente 
a todos y cada uno de los hombres, sino a algunos solamente que, como 
intermediarios entre Dios y el resto de los humanos, recibiesen de él las 
divinas enseñanzas, y en su nombre y con su divina autoridad las transmi¬ 
tiesen a los demás. 


(i. Los profetas. 


Por esto han sido llamados profetas o intérpretes de Dios, y en su nombre 
y con su divina autoridad transmiten las verdades sobrenaturales que 
sobrenaturalmcnte les dió Dios a conocer. Por haber sido hecha de este 



INTRODUCCIÓN GENERAL 


LXX1 


modo, se llama también la divina revelación doctrina profética, principal¬ 
mente la del Antiguo Testamento, pues la del Nuevo nos ha sido Hecha 
directa e inmediatamente por el mismo Verbo de Dios encarnado, aunque a 
los que no pudimos oírla de sus divinos labios, nos haya sido trasmitida 
por sus apóstoles y discípulos en los libros que divinamente inspirados es¬ 
cribieron algunos de ellos y en las divinas tradiciones que, de ellos recibidas, 
conserva fielmente la Iglesia, fundada sobre ellos como cimiento por Cristo 
Nuestro Señor. 


7.- Objeto de la profecía. 

El objeto de estas divinas comunicaciones se extiende, según Santo 
Tomás, a todas aquellas cosas que pueden ser conocidas por vía sobrenatural: 
Los misterios de la vida divina, de su providencia, especialmente de la 
redención; las leyes de las buenas costumbres, por las que el hombre se 
encamina a Dios; sucesos futuros, etc. Es, pues, el objeto de la profecía 
el mismo que el de la fe, que define San Pablo: Sperandarum substantia 
rerum , la firme certidumbre de las cosas que esperamos, indicando asi que 
la fe nos muestra aquí, tras el velo del misterio, lo que con su visión nos 
hará bienaventurados. Las otras cosas que no sean la verdad divina, en 
tanto pertenecen a la fe, en cuanto tienen relación con Dios y nos declaran 
algo de su naturaleza. Los mismos misterios de la humanidad de Jesucristo 
y de su Iglesia sólo caen dentro del objeto de la fe en cuanto que por ellos 
nos encaminamos a Dios: ln quantum per haec ordinamur ad Deum . 

B. — Los grados de la profecía. 

Dentro del amplísimo objeto de la ciencia que comunica Dios a sus 
profetas, cabe distinguir varios grados en la ilustración de la mente del 
profeta y el conocimiento por él así adquirido. Es el primero aquella ilus¬ 
tración divina, en virtud de la cual conoce el profeta las verdades sobre¬ 
naturales, los misterios divinos que se ofrecen a su mente, en forma clara, 
inteligible y sin los velos de imágenes sensibles, y juzga de ellos. El segundo 
i es la ilustración en que las cosas divinas se presentan a la mente del profeta 
revestidas de imágenes sensibles. El tercero, finalmente, es la ilustración 
por la cual el profeta juzga, con una verdad y certeza que excede las 
fuerzas del humano entendimiento natural de cosas cuyo conocimiento ad¬ 
quiere por medios naturales. Es propio este último grado de profecía 
de aquellos escritores sagrados que tratan de cosas cuyo conocimiento 
es asequible a la razón, verbi gratia , de materias históricas. En esta 
misma categoría pueden incluirse los que tratan de cosas aun sobrenatura¬ 
les, cuyo conocimiento han adquirido por la vía ordinaria del estudio o de 
la fe, por ser enseñanzas de profetas anteriores. 

B. — El conocimiento proíctico de Jos 

liagiógrafos. 


Este último grado de profecía es el más común a los autores sagrados, 
aunque en mqqhos de los libros santos se contengan partes, de mayor o 
menor extensión, en que se exponen revelaciones por ellos Tecibidas en el 








LKKir 


INTRODUCCIÓN GENERAL 


modo correspondiente al primero o al segundo grado de la profecía. Con 
viene, pues, determinar con alguna mayor precisión qué significa ese cono¬ 
cimiento profético y qué es lo que añade al adquirido por vía natural y or¬ 
dinaria. Santo Tomás dice que esa luz profética se les concedía para conocer 
las cosas y juzgar de ellas secundum veritatem divinam , secundum certitudinem 
veritatis divinae; con divina verdad, con la certeza de la divina verdad. La 
Fe, como la Teología, contempla todas las cosas .bajo una razón formal 
divina y sobrenatural. De un modo semejante, los hagiógrafos conocen las 
cosas y juzgan de ellas a la luz de los altos principios divinos, y conocen 
y juzgan con aquella claridad, verdad y certeza que dimana de la que de 
esos principios divinos tienen. Esos principios son como su filosofía de la 
historia, basada, no en la especulación, sino en el conocimiento sobrena¬ 
tural de los atributos divinos: Del poder, de la justicia, de la misericordia, 
de la bondad, de la veracidad de Dios, que todas las cosas las ordena a la 
manifestación de su Verbo y a la salud de los predestinados. Tal es, por ejem¬ 
plo, la filosofía divina en que se inspira Moisés al narrar el origen de las 
cosas, la historia de la humanidad primitiva, la de los patriarcas, la de 
Israel. Tal la de Josué, al describirnos el cumplimiento de las divinas pro¬ 
mesas en la distribución de la tierra prometida, etc. Esa misma es la que, 
camino de Emaús, exponía el Salvador a sus dos discípulos, mostrándoles 
por los profetas, a partir de Moisés, cómo era preciso que Cristo muriese 
y por la muerte entrase en su gloria. La misma era la que exponía el santo 
Protomártir en su discurso ante el Sanedrín, que tantas dificultades en¬ 
cierra para los exegetas demasiado esclavos de la letra. El Espíritu Santo, 
que es quien inspira a los santos, es siempre el mismo, y siempre les mues¬ 
tra las cosas a la luz de Dios y les hace en todas buscar a Dios. 

Este aspecto del conocimiento de las cosas contenidas en la Sagrada Es¬ 
critura es común a los Profetas y Hagiógrafos o Escritores Sagrados por ilu¬ 
minación divina, y a los simples fieles por fe y teología, pues constituye el 
objeto formal quod , o ratio formalis quae attingitur en todo conocimiento sobre¬ 
natural, que versa acerca de Dios y sus m'sterios o acerca de las criaturas en 
orden a Dios. 

Mas en el conocimiento profético y hagiográfico hay otro aspecto, que les 
es propio y singular y constituye como su objeto formal quo, y es la luz divi¬ 
na (lumen propheticum) con el que juzgan con infalible certeza divina de la 
verdad de las cosas que enseñan de palabra o por escrito, aunque se trate de 
aquellas verdades cuyo conocimiento hayan adquirido por modo ordinario de 
la razón o del magisterio de tradición o del estudio de anteriores libros 
sagrados. 

Esta luz sobrenatural, junto con la moción divina para escribir, constitu¬ 
ye la inspiración de los libros sagrados, en virtud de la cual éstos son, al 
mismo tiempo, obra de Dios—autor principal—y de los Hagiógrafos—instru¬ 
mentos racionales—: toda de Dios, y toda de los autores sagrados, 


10. — El procireso de la revelación 
profética. 

Esta revelación profética de las verdades divinas se ajusta a una ley 
que importa mucho conocer. Es la ley del progreso, que expone admira¬ 
blemente Santo Tomás, extendiéndola a todas las verdades, tanto a las 
especulativas cuanto a las prácticas. La doctrina de la fe va desarrollándose 
a la manera como se desarrollan las verdades de una ciencia, procediendo de 
los principios a las conclusiones. La razón de este progreso no está en Dios, 



INTRODUCCIÓN GENERAL 


LXXlll 


que desde el primer momento podía revelarlo todo, sino en el hombre, 
que no era materia dispuesta para recibir de una vez todo cuanto Dios que¬ 
ría comunicarle. -Aun los mismos profetas, órganos del magisterio divino, 
aunque más ilustrados que el pueblo a quien se dirigían, no siempre vieron 
cuanto en sus conceptos y en las palabras con que los expresaban iba im¬ 
plícito. También para ellos había un progreso correspondiente al del pueblo, 
pues siendo el fin de la profecía el bien y la utilidad espiritual del pueblo, 
tanto a cada uno de ellos se les comunicaba en términos claros o en imáge¬ 
nes y símbolos, cuanto en cada tiempo convenía enseñar al pueblo. As 
llevó Dios a plena ejecución su plan, comenzando la revelación desde los 
orígenes mismos de la humanidad. Jesucristo, que es el fin y la consumación 
de la antigua alianza, puso el sello a la divina revelación, por sí o*por sus 
apóstoles y discípulos, y entregó a su Iglesia ese divino tesoro de la reve¬ 
lación, dándole al mismo tiempo su Espíritu, y asegurándola con la promesa 
de su asistencia hasta el fin de los siglos. Con ella y por ella repite la Iglesia 
día tras día al mundo las mismas divinas enseñanzas en forma acomodada 
a las necesidades de cada época, para que nadie se vea privado del don 
de Dios. 


II 

LA INSPIRACION Y LA VERACIDAD DE LAS 
SAGRADAS ESCRITURAS 


11.—La Sajjradn Escritura es vera» con 
verdad divina. 

Es doctrina de la Iglesia que cuanto se contiene en las Sagradas Es¬ 
crituras ha sido inspirado por Dios, y es, por consiguiente, infaliblemente 
verdadero en el sentido en que el autor inspirado intentó decirlo, sin que 
en esto haya que distinguir entre cosas tocantes o no tocantes a la fe y 
a las costumbres. Así dice León XIII que no puede tolerarse la conducta 
de los que en la solución de las dificultades no vacilan en conceder que la 
inspiración se extiende sólo a las cosas de fe y costumbres, y dicen que 
cuando se trata de la verdad de las sentencias de la Escritura, no se ha 
de atender tanto a lo que dice Dios cuanto a la razón por que lo dice. 
Todos los libros que la Iglesia recibe y propone como canónicos y sagrados 
han sido en todas sus partes escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo; 
y está la divina inspiración tan lejos de admitir error alguno, y tanto por 
su misma naturaleza lo excluye, cuanto es imposible que Dios, suma verdad, 
esté sujeto a error. Tal es la antig'ua fe de la Iglesia, definida solemnemente 
por los Concilios de Florencia y Trento, confirmada por fin y más solem¬ 
nemente expuesta por el Concilio Vaticano. (Encíclica Providentissimva 
Deua.) 


12.—La verdad en las cosas de fe 
y costumbres. 

No se limita esta veracidad a las cosas de fe y costumbres, aunque sean 
éstas el objeto propio y per se de la Sagrada Escritura, al cual se ordena 
todo lo demás que en ella se dice; pero en éstas ha de tenerse en cuenta prin- 






LXXIV 


INTRODUCCIÓN GENERAL 


cipalmente lo que en el número 10 se dijo acerca del progreso de la reve¬ 
lación, sin lo cual no sería posible establecer la concordia entre el Antiguo 
y el Nuevo Testamento. 


r í3. -La verdad en las cosas naturales. 

Los libros sagrados hablan con frecuencia de las cosas creadas, y en 
ellas nos muestran la grandeza del poder, de la soberanía, de la providencia 
y de la gloria de Dios; pero como la misión de los autores inspirados no era 
enseñar las ciencias humanas, que tratan de la íntima naturaleza de las 
cosas y de los fenómenos naturales, y acerca de ellas no recibían por lo gene¬ 
ral revelación alguna, nos las describen, o en lenguaje metafórico, o según el 
corrientemente usado en su época, como sucede todavía en muchos puntos 
aun entre los más sabios. El lenguaje vulgar describe las cosas tal cual las 
perciben los sentidos; y así también el escritor sagrado , advierte Santo Tomás, 
expresa las apariencias sensibles , o aquello que Dios mismo, hablando a los 
hombres, expresa de humano modo, para acomodarse a la humana capa¬ 
cidad. (Encíclica Providentissimus Deus.) 


M La verdad en las cosas históricas. 

Es historia una gran parte de los libros sagrados. Contiene e'sta, en pri¬ 
mer término, la narración de hechos que forman parte del tesoro revela¬ 
do, como, por ejemplo, el pecado de nuestros primeros padres, el nacimiento 
de Cristo, su muerte y su resurreción, etc. Otros hay que, si no cada uno de 
por sí, pero sí en su conjunto, constituyen el objeto de algún dogma, por ser 
como la expresión de una ley de la sobrenatural intervención de Dios en 
la economía de la salud. Tales son las profecías y los milagros. Estas cosas 
vienen a ser la realización del artículo de la fe credo in Spiritiun Sanctum , 
qui loentus est per prophetas; pero la mayor parte de la historia sagrada la 
forman sucesos naturales, que muestran la providencia de Dios sobre Israel 
o sobre el mundo todo, ordenada a la realización de sus designios de salud 
por Jesucristo. En la narración de estos hechos, los autores sagrados, como 
inspirados, son del todo infalibles, como lo son en las cosas de fe y costum¬ 
bres, ya que escriben la historia sagrada inspirados por el Espíritu Santo, 
autor principal de la Sagrada Escritura, que ni puede engañarse ni enga¬ 
ñarnos. Esta es la doctrina de la Iglesia, que hemos de retener firmemente 
y siempre al interpretar la Escritura. 

Para resolver las dificultades históricas que se presenten, liemos de exa¬ 
minar con toda atención y rigor científico el texto sagrado y los documentos 
profanos, no dando por cierto como sentido de la Sagrada Escritura lo que 
realmente no lo es, ni dando por dato histórico cierto lo que en verdad no 
dice el monumento o documento. 

En esto es preciso tener muy en cuenta las enseñanzas de la Encíclica 
Divino affiante Spiritu. No es tan fácil muchas veces conocer lo. que en 
sus escritos intentan decir los antiguos orientales como lo es en nuestros 
escritores contemporáneos, ni puede esto conocerse sólo por la gramática 
o sólo por el contexto. Para entender lo que ellos quisieron significar con 
sus palabras, le es necesario al intérprete trasladarse mentalmente a aquellos 
remotos siglos del Oriente y ayudarse de todos los recursos de la Historia, 




INTRODUCCIÓN GENERAL 


LX XV 


de la Arqueología y de otras disciplinas, para ver con la posible claridad y 
distinción qué géneros literarios quisieron emplear y emplearon aquellos 
vetustos escritores, pues no fueron siempre las de las antiguos orientales 
las mismas formas de decir que hoy nosotros usamos, sino otras recibidas 
y corrientemente usadas en sus tiempos y países. Cuáles fueran éstas no 
puede establecerlo el exegeta de antemano, sino que ha de deducirlo de 
la escrupulosa investigación de la antigua literatura del Oriente, que, hecha 
en los últimos decenios con mayor cuidado y diligencia, nos ha dado a cono¬ 
cer con más claridad las formas de decir en aquellos antiguos tiempos usa¬ 
das, ora en la poesía, ora en la legislación y en las normas de la vida, ora, por 
fin, en la narración de hechos y acontecimientos. 


III 

SENTIDOS DE LA ESCRITURA Y REGLAS HERMENEITICAS 

ti 

15.—El sentido literal. 

Es el sentido literal el pensamiento que las palabras de la Escritura 
expresan según la intención de quien las dice. No importa que las palabras 
estén tomadas en su significación propia o en una acepción metafórica; 
el sentido que según la intención del autor expresan es siempre literal, lite¬ 
ral propio o literal metafórico. En la religión se dan también cosas o accio¬ 
nes que se ordenan a expresar ideas y sentimientos del que las ejecuta. 
Tales ideas y sentimientos- son, por consiguiente, sentido literal de las 
mismas. Pero la Sagrada Escritura es toda obra de dos autores: el autor 
humano y el Espíritu Santo, que le ilustra y le mueve a escribir. Como 
advierte Santo Tomás, la mente del autor sagrado es instrumento imper¬ 
fecto del Espíritu Santo inspirante, y, por tanto, aun los verdaderos pro¬ 
fetas no siempre alcanzan todo cuanto en las visiones que vieron o en las 
palabras que oyeron quiso el Espíritu Santo encerrar. Dios no comunica 
siempre a cada uno de los profetas toda la luz que por medio de ellos quiere 
derramar sobre el mundo, y cada uno de ellos viene a representar una fase 
en el progreso del magisterio divino, sin tener a veces por eso pleno cono¬ 
cimiento de cuanto oscura e implícitamente se halla en sus profecías con¬ 
tenido. 

De aquí que en las Sagradas Escrituras puedan distinguirse dos 
sentidos literales: uno, el propiamente literal histórico; el otro, más espi¬ 
ritual, que, por tener en el Evangelio su pleno desarrollo, puede llamarse 
evangélico. El primero depende de las circunstancias históricas del escri¬ 
tor sagrado y de las de los destinatarios inmediatos de su obra. Tal, por 
ejemplo, el sentido histórico de la Ley, es el que ésta tenía para los israelitas 
que la practicaban y para quienes era norma de vida. 

El segundo viene a ser el mismo literal histórico visto a la luz de reve¬ 
laciones posteriores, principalmente de la revelación evangélica. Es, por 
tanto, más amplio, más perfecto, pues el Espíritu Santo, que destinaba las 
Sagradas Escrituras, aun las del Antiguo Testamento, para alimento espi¬ 
ritual de la Iglesia de Cristo, no coartaba el sentido de la letra a la mente 
del escritor sagrado, ni a la necesidad transitoria del pueblo de Israel, al 
cual iban inmediatamente destinados los libros. Y así vemos que en los 





LXXV1 


INTRODUCCIÓN GENERAL 


Salmos y en otros libros que a diario usa la Iglesia, hallan los fieles sublimes 
enseñanzas religiosas y la expresión de los más exquisitos sentimientos 
de piedad, como si para los cristianos directamente hubieran sido escritos, 
pues, como dice Santo Tomás, «el Espíritu Santo fecundó la Sagrada Es¬ 
critura con verdad más abundante que la que los hombres pueden com¬ 
prender» (II, Sent, 12, 1, 2 ad 7). 


18. — Reglas para la investigación del sentido 
literal histórico y del evangélico. 

Las reglas hermenéuticas que en la investigación del sentido histórico 
se deben seguir están condensadas en estas palabras de Eutimio: «Los que 
leen las Sagradas Escrituras deben inquirir la intención del que habla, las 
disposiciones del que oye, atender a los lugares y a los tiempos, observar 
los modismos, y no tomar de igual modo todas las cosas, si quieren alcanzar 
el sentido y no quedarse en la superficie de la letra.» En cuanto al espiritual 
o evangélico, más perfecto que el histórico, pues la tendencia a la espiritua¬ 
lidad y a la perfección es la norma de la acción divina sobre el hombre, son 
dos las reglas que en su investigación han de observarse. Es la primera la 
unidad lógica que liga todas las verdades reveladas, haciendo de ellas un 
perfecto organismo. La segunda es el progreso de la revelación, la tendencia 
al desenvolvimiento lógico de esas verdades, partiendo de los más elemen¬ 
tales principios para llegar a las más elevadas cumbres. Atendiendo a esta 
tendencia ascensional, y apoyados en el sentido histórico de los lugares 
que sobre cada punto de la doctrina revelada forman como una cadena, po¬ 
dremos ver implícitas en textos oscuros de los primeros libros verdades 
que más claramente se contienen en libros posteriores, hasta llegan al Nuevo 
Testamento, conforme al antiguo axioma: Vetus Testamentum in Novo patet , 
Novum in Velere latet. 


17.—El sentido típico. 

La tradición judía y la cristiana reconocen que hay en la Escritura 
además del sentido literal, un sentido en que no son las palabras, sino 
las cosas o personas por ellas expresadas, las que inmediatamente signi¬ 
fican. «El autor principal de la Escritura, dice Santo Tomás, es Dios, en 
cuyo poder está emplear, para significar las ideas, no sólo palabras, sino 
también cosas. Y siendo común a todas las ciencias expresar las ideas con 
palabras, la ciencia de la Sagrada Escritura tiene esto de propio: Que 
en ella también significan algo las cosas mismas, expresadas por las pala¬ 
bras. Esa primera significación, por la que las palabras expresan las cosas, 
pertenece al sentido literal o histórico; aquella otra, en virtud de la cual 
las cosas mismas contenidas en las palabras representan y expresan a su 
vez otras cosas, se llama sentido típico, que supone el literal, y en él se 
apoya.» La razón objetiva de este sentido la expone Santo Tomás como 
sigue: «Dios, autor del orden sobrenatural y ordenador de los hechos 
históricos, va disponiendo suavemente el curso de los sucesos, de suerte 
que todo se dirija a la glorificación de su Verbo y a la realización de su 
obra de salud.» La semilla de la verdad va disponiendo las almas a recibir 
la revelación del gran misterio; las instituciones y observancias de la ley 
fomentan la piedad y el fervor religioso, que recibirán de Cristo su última 
perfección; las personas, los acontecimientos ele |a vida familiar o nació- 



INTRODUCCIÓN GENERAL 


LXWII 


nal, que contribuyen a preparar la obra mesiánica, sirven por el mismo 
caso para anunciar desde lejos al gran Rey de las naciones, y para ir, 
aunque confusamente, dibujando el plan de su obra portentosa. Los pro¬ 
fetas señalan repetidas veces la liberación de la servidumbre egipcia 
como señal y prenda cierta de otra liberación más insigne; la de la cautivi¬ 
dad babilónica o de la salud mesiánica. La bondad divina, mostrada 
por algún hecho especial, era motivo para excitar la confianza de los fieles 
en recibir otros más excelentes favores de Dios y prepararlos para ellos. 
Así se cumple que la vida en la antigua Ley es en todo una preparación de 
Ja vida cristiana, y la Ley misma, la primera etapa, la figura, el vaticinio 
del Evangelio. Debe, sin embargo, advertirse que este sentido, por la mis¬ 
ma imprecisión de los signos que lo expresan, aunque apto para fomentar 
la piedad, no sirve para probar los dogmas de la fe, sino cuando ae su 
existencia en un determinado lugar de la Escritura, nos conste por la 
autoridad de un autor inspirado, la de la Iglesia o la unánime interpreta¬ 
ción de los Padres. En estos casos tendrá el texto Ja autoridad de los intér¬ 
pretes. 


10_La Tradición y la Escritura. 

Además de estas normas hermenéuticas, derivadas de la naturaleza 
divina de las Escrituras, se impone a los católicos la autoridad de la Tra¬ 
dición, representada por el magisterio de la Iglesia y las enseñanzas de 
los Santos Padres. Podría parecer que esto es un elemento extraño a 
la Escritura, y que, como dicen los heterodoxos, impide y coarta el estudio 
científico de la misma. ¿Cómo justificar esta intrusión? No hay tal intru¬ 
sión. La verdad divina, que es el objeto de la Sagrada Escritura, fue de¬ 
positada primero en la mente de los profetas, órganos de Dios, para la 
revelación de sus misterios. Los profetas, antes que nadie, recibieron la 
vida que de esa revelación brota, y laboraron luego por infundirla en el 
corazón del pueblo elegido, antes de que la escribieran en sus perga¬ 
minos. No otra fué también la obra de Cristo y de sus apóstoles y discí¬ 
pulos. De manera que la verdad revelada, alma y vida de la Iglesia, antes 
que en los libros, fué escrita en la inteligencia y en el corazón de la misma. 
Allí reside vivificada por el Espíritu Santo,-libre de las mutaciones de los 
tiempos y de la fluctuación de las humanas opiniones; no expuesta a los 
descuidos de los amanuenses, ni a la ignorancia de los trascriptores y tra¬ 
ductores, ni a la malicia de los herejes, manifiesta a los sencillos, oculta a 
los soberbios y segura de los tiranos. El Espíritu Santo, que la depositó en 
la Iglesia, es el que da a ésta la inteligencia de la misma, y, por la inteli¬ 
gencia, la vida. Por eso el sentir de la Iglesia católica, la doctrina de los 
Padres y Doctores, que son sus portavoces y testigos, la voz del mismo 
pueblo fiel, unido a sus pastores y formando con ellos el cuerpo social de 
la Iglesia, son el criterio supremo, según el cual se han juzgado siempre las 
controversias acerca de los puntos doctrinales, así teóricos como prác¬ 
ticos; y así decretó el Concilio Tridentino que en la exposición de la Sa¬ 
grada Escritura, en las cosas de fe y costumbres, a nadie es lícito apartarse 
del sentir de los Padres y de la Iglesia. 

S. S. Pío XII, en su Encíclica «Divino afilante Spiritu», dice: «Es preciso 
que los intérpretes no se contenten con exponer lo que toca a la historia, 
a la arqueología, a la filología y otras disciplinas semejantes, como por des¬ 
gracia sucede en ciertos comentarios, sino que usando de éstos en cuanto 
pueda contribuir a la exégesis, -se esfuercen principalmente por exponer 




Lxxvm 


INTRODUCCIÓN GENERAL 


la doctrina teológica tocarte a la fe y las costumbres de cada libro o cada 
texto, para que esta exposición suya pueda servir a los teólogos para pro¬ 
poner y confirmar los dogmas, y sirva también a los sacerdotes para ensenar 
al pueblo fiel la doctrina cristiana, y contribuir a que los fieles todos vivan 
una vida santa y digna de un cristiano.! 


IV 

EL CAIVOX DE LOS SAGRADOS LIBROS 


IÍJ. — Criterio de eanoníeidad. 

Llámase canon a toda regla de la fe o de la disciplina eclesiástica. 
De aquí procede la denominación de canónico * que se da a los libros sa¬ 
grados como tales, pues son regla de nuestra fe y de la vida cristiana, 
y, además, porque han sido incluidos en otra regla más alta y universal, 
que es la tradición viva de la Iglesia. De esta regla decía San Agustín 
que no creería en la Escritura si no le dijera la Iglesia que había que creer 
en ella. En ln tradición de la Iglesia se contiene la doctrina, no sólo acerca 
de la naturaleza de los libros santos, sino de cuáles son estos. El medio 
por el cual se nos transmite esto último es principalmente la lectura pública 
de estos libros cu la liturgia eclesiástica. Por eso los más antiguos docu¬ 
mentos oficiales que poseemos sobre el canon de los libros sagrados re¬ 
gulaban la lectura pública cu la Iglesia. En ella, sobre todo, se apoyaron 
los Concilios de Florencia y de Trento para definir y declarar de fe el 
siguiente; 


-0. Canon de los Libros Sagrados. 

«Son los que a continuación se enumeran: Del Antiguo Testamento: 
cinco de Moisés, a saber: El Génesis, El Exodo, El Levftico, Los Núme¬ 
ros y El Dcuteronomio; Josué, Jueces, Rut, cuatro de los Reves, dos de 
los Pnralipómcnos; Esdras, el primero, y el segundo, que se llama Nclic- 
mfas; Tobías, Jmlit, E.sler, Job; el Salterio davídico, que comprende 150 sal¬ 
mos; Proverbios, Eclcsiaslés, Cantar de los Cantares, Sabiduría, Ecle¬ 
siástico, Isaías; Jeremías con Haruc, Kzcqujel, Daniel; doce profetas me¬ 
nores, a saber; Oseas, Jocl, Amós, Abdías, Jonás, Miqucas, Kalium, Ha- 
bacuc, Sofonías, Agco, Zacarías y Malaqufns; y dos de los Maeabcos, pri¬ 
mero y segundo. Del Nuevo Testamento: cuatro Evangelios: de San Mateo, 
de San Marcos, de San Lucas y de San Juan; Jlechos de Apóstoles, 
escritos por el evangelista San Lucas; catorce Epístolas de San Pablo Após¬ 
tol: a los Romanos, dos a los Corintios, a los Cálalas, a los Efcsios, a los 
Filipcnscs, a los Coloscuscs, dos a los Tcsalonieeiises, dos a Timoteo, a 
Tilo, a Eilemón y a los Hebreos; dos de San Pedro Apóstol, tres de San 
Juan Apóstol, una de Santiago Apóstol, una de San Judas Apóstol y el 
Apocalipsis de San Juan Apóstol.* 

A esla lista anadió el Concilio Tridcntino el siguiente canon: «Si alguno 
no recibiere por canónicos y sagrados estos libros, íntegros, con todas sus 
portes, como en la Iglesia católica acostumbraron a leerse y se contienen 
en la antigua edición Vulgalá latina, sea anatema,! 



INTRODUCCIÓN GENERAL 


LXXIX 


Estos libros suelen distinguirse en protocanónicos y deuteroeanónieos, 
según que desde luego y sin vacilaciones fueron reconocidos como canó¬ 
nicos, o fueron objeto durante algún tiempo de dudas y discusiones. Los 
deuteroeanónieos del Antiguo Testamento son: Tobías, Judit, los dos de 
los Macabeos, Eclesiástico, Sabiduría y Barue, con algunos fragmentos de 
Ester y Daniel. Los del Nuevo Testamento son: Epístola a los Hebreos, 
II de San Pedro, II y III de San Juan, la de Santiago, la de San Judas 
y el Apocalipsis de San Juan. 


y ' 

TEXTOS Y VERSIONES 


21. — Lenguas en que fueron escritos los 
originales de la Sagrada Escritura. 

Acerca de un libro, sobre todo si es antiguo, importa mucho conocer 
dos cosas: La lengua en que fué escrito y la fidelidad con que su texto repro¬ 
duce el original del autor. Esto impone a los estudiosos de la Sagrada Es¬ 
critura larga y penosa labor. Los libros santos fueron escritos en la lengua 
hablada por aquellos a quienes inmediatamente se destinaron. Así, la ma¬ 
yoría de los libros del Antiguo Testamento fueron escritos en hebreo. Al¬ 
gunos de ellos tienen trozos en arameo, lengua afín y muy semejante al he¬ 
breo, y que hablaron vulgarmente los judíos desde los tiempos de la cauti¬ 
vidad babilónica. Finalmente, hay también algunos escritos en griego, 
lengua hablada por los judíos después de la dispersión, sobre todo en 
Egipto; y otros que, originalmente escritos en hebreo o en arameo, sólo 
se han conservado en una versión griega. De los libros del Nuevo Testa¬ 
mento sólo el Evangelio según San Mateo fué originalmente escrito en 
arameo, como inmediatamente destinado a los judíos convertidos de Je- 
rusalén; pero sólo en la versión griega se ha conservado, y en griego fueron 
originalmente escritos todos los otros libros. Esta doctrina va resumida 
en el siguiente cuadro sinóptico. 

/ Daniel: Hebreo, con fragmentos árameos, y griegos 
I deuteroeanónieos. 

Esdras: Hebreo, con inserción de documentos 
árameos. 

Ester: Hebreo, con fragmentos griegos deuteroea- 
nónicos. 

I Eclesiástico y Libro 1 de los Macabeos: Hebreo, 
Antiguo Testamento. ' pero conservados en griego. 

j Tobías y Judit: Hebreo o arameo, conservados en 
griego. 

Barue, fragmentos deuteroeanónieos de Daniel y 
Ester: Hebreo, conservados en griego. 

Sabiduría y Libro II de los Macabeos: Griego. 

Todos ios demás: Hebreo y conservados en he- 
i breo. 

¡ Evangelio según San Mateo: Arameo, conservado 
en griego. 

Todos los otros: Griego. 







LXXX 


INTRODUCCIÓN GENERAL 


22.—Versiones antiguas. 

Los judíos de la dispersión primero, y luego los cristianos, que no en¬ 
tendían la lengua original de los libros sagrados, hubieron de procurarse ver¬ 
siones de ellos en su lengua vulgar, para poder leerlos en las sinagogas 
y en las iglesias. A los judíos de Alejandría se debe la primera y más anti¬ 
gua versión de la Biblia hebrea, hecha por varios autores, entre los si¬ 
glos ni y i antes de Cristo. Es la versión llamada de los LXX, que los 
Apóstoles autorizaron con su uso y entregaron a las iglesias por ellos 
fundadas. De esta versión griega, por desconocer el hebreo, hicieron des¬ 
pués versiones los latinos, los eoptos y otros, mientras que ios sirios, cuya 
lengua es afín del hebreo, hicieron directamente de esta lengua la versión 
a la suya. 


23. — Orígenes de la Vulgata latina. 

A San Jerónimo, llamado por la Iglesia Doctor mazimua in ir.terprdandis 
6acri8 scripturis , se debe un triple trabajo sobre ellas. Primeramente eorri- 
gió la versión latina del Salterio, según la edición griega corriente. Después 
corrigió el mismo Salterio y otros libros del Antiguo Testamento, según 
la edición hexaplar de Orígenes. Por último, tradujo directamente del he¬ 
breo todos los libros del canon judío, y del arameo, los libros de Tobías y 
Judit. Algunos de estos trabajos no pasaron al uso público de las iglesias 
y sólo se conservaron en poder de los eruditos. Los demás fueron siendo 
poco a poco adoptados por las iglesias, aunque mezclados con lecciones de 
la primitiva versión latina y reteniendo otras de ésta que San Jerónimo 
con sus correcciones había excluido. De estos elementos vino a formarse el 
texto de la actual Vulgata, que el Concilio de Trento, apoyándose, no en 
un examen crítico de la versión, sino en el uso tradicional de la Iglesia, 
declaró auténtica, mandando que nadie, bajo ningún pretexto, osara recha¬ 
zarla en los actos públicos del magisterio ordinario de la Iglesia, como 
lecciones, predicaciones, etc. El cuadro trazado a continuación como resu¬ 
men indica los elementos de que consta la Vulgata, cuya corrección, des¬ 
pués de la verificada por Sixto V y Clemente VIII, está actualmente enco¬ 
mendada a la Orden Benedictina. 

a) Libros protocanónieos: Traducidos del hebreo 

por San Jerónimo, excepto el 

b) Salterio: Corregido por San Jerónimo según el 

texto hexaplar. 

c) Tobías y Judit: Traducidos por San Jerónimo 

del texto arameo. 

d) Baruc y los Macabcos: De la versión latina pri- 

I mitiva. 

Antiguo Testamento. / e) Fragmentos deuterocanónieos de Daniel: Tra¬ 
ducidos por San Jerónimo del texto griego de 
Tcodoción. 

/) Fragmentos deuterocanónieos de Ester: Tra¬ 
ducidos por San Jerónimo del texto griego 
de los LXX. 

g) Sabiduría y Eclesiástico: De la antigua latina, 
ligeramente corregidos por San Jerónimo se- 
1 gún el texto griego. 





INTRODUCCION GENERAL 


LX XXI 


Nuevo 


Testamento. 


a) Evangelios: Corregidos ciertamente por San Je¬ 

rónimo según el texto griego. 

b) Los demás libros: Corregidos probablemente por 

San Jerónimo según el texto griego. 


24.—Autenticidad do la Vulgutn. 

Respecto de la autenticidad de la Vulgata, más que decir nada por nuestra 
cuenta, preferimos reproducir lo que respecto de ella dice S. S. Pío XII en 
su Encíclica «Divino afilante Spíritu». 

Nadie piense que el uso de los textos primitivos, hecho según las normas 
de la crítica, se opone en modo alguno a lo que sabiamente decretó ei Con¬ 
cilio Tridentino acerca de la Vulgata latina, pues como lo atestigua la His¬ 
toria, los Padres del Concilio, lejos de oponerse al uso de los textos primi¬ 
tivos, expresamente rogaron al Pontífice que «en favor de las ovejas de 
Cristo encomendadas a Su Santidad», procurase también que, además de 
la edición de la Vulgata latina, «tuviese la Santa Iglesia de Dios un ejem¬ 
plar griego y uno hebreo, lo más corréelos posible», deseo al que, si por lo 
difícil de los tiempos y por otros impedimentos no se pudo responder ple¬ 
namente, al presente, como esperamos, unidos los esfuerzos de todos los 
católicos doctos, podrá satisfacerse más perfecta y plenamente. Que el 
Concilio mandara que la Vulgata latina fuese la versión latina «que todos 
tuviesen por auténtica», sólo, como todos ven, afecta a la Iglesia latina y 
al uso público en ella de la Escritura, y sin duda no disminuye en nada la 
autoridad y la fuerza de los textos primitivos. Pues ni se trataba entonces 
de textos primitivos, sino de las versiones latinas entonces divulgadas, entre 
las cuales muy justamente mandó el Concilio preferir aquella que «por el 
prolongado uso de tantos siglos ha sido aprobada en la Iglesia misma». Por 
tanto, esta superior autoridad de la Vulgata o, como suele decirse, auten¬ 
ticidad, no la fundó el Concilio en razones principalmente críticas, sino más 
bien en el legítimo uso de la Iglesia por el decurso de tantos siglos, que 
demuestra que está inmune de todo error en las cosas de fe y costumbres, 
de modo que puede ser aducida, con el testimonio y la confirmación de la 
misma Iglesia, seguramente y sin temor alguno de errar, y por tanto esta 
autenticidad no se dice principalmente crítica, sino más bien jurídica. Por 
lo cual esta autoridad de la Vulgata en las cosas doctrinales lio prohíbe—sino 
más bien hoy casi exige—que esa misma doctrina se compruebe y confirme 
también por los textos primitivos y que a esos mismos textos se acuda, para 
que cada vez más se aclare y explane la significación de las Sagradas Letras. 
Ni se prohíbe tampoco por el decreto del Concilio Tridentino, que para 
el uso y bien de los fieles de Cristo y para más fácil inteligencia de la divina 
palabra, se hagan versiones en las lenguas vulgares, y se hagan también 
éstas de los mismos textos primitivos, como ya, con la aprobación de la auto¬ 
ridad de la Iglesia, sabemos que en muchas regiones se ha hecho. 


25.—Versiones espaüolas. 

I 

Las múltiples versiones españolas, ya totales, ya parciales, de los libros 
sagrados son, unas, del texto latino de la Vulgata; otras, de los textos origi¬ 
nales. Las primeras contienen todos los libros, como hechas por autores ca¬ 
tólicos; las segundas, como hechas por judíos o protestantes, sólo contienen 


vi 





ucxxii 


INTRODUCCIÓN GENERAL 


los libros protocanónicos del Antiguo Testamento, es decir, aquellos cuyo 
texto hebreo ha llegado hasta nosotros, las de judíos, o los protocanónicos 
de uno y otro Testamento, las de protestantes. 

1. ° En su Crónica General , Alfonso X, el Sabio , incluyó la traducción 
de casi toda la Escritura, hecha del latín: Biblia alfonsina. 

2. ° En los siglos xiv y xv, los judíos hicieron hasta seis versiones de la 
Biblia, la principal de las cuales, la única impresa, es la llamada Biblia de 
Alba , editada en Madrid. Imprenta Artística, 1920. 

3. ° En el 1553, los judíos españoles residentes en Italia publicaron la* 
Biblia traducida «palabra por palabra» en dos ediciones, la una dedicada 
a los judíos y la otra dedicada a los católicos. Del lugar de su impresión 
lleva el nombre de Biblia de Genova. 

r 4 0 En Basilea (1567-1569), Casiodoro de Reina, protestante, publicó 
una versión de toda la Biblia que es conocida por Biblia del Oso. Esta misma, 
corregida luego por Cipriano de Valera, fue impresa en Amsterdam (1602). 
Es la que acredita y difunde por España la Sociedad Bíblica inglesa. 

5.° Modificada la legislación eclesiástica, que desde el siglo xvi prohi¬ 
bía la lectura, y por consiguiente, la impresión de los libros santos en len¬ 
gua vulgar, publicó el P. Felipe Scio, escolapio, la traducción española 
hecha del latín. (Valencia, 1791-1793.) 

6.° Don Félix Torres Amat, canónigo entonces de Barcelona, dió a luz 
otra nueva versión de la Vulgata latina, hoy muy difundida, en Madrid 
(1823-1825). Parece que en la preparación de su trabajo el Sr. Torres Amat 
utilizó una traducción del P. José Miguel Petisco, S. J. 

Fuera de estas versiones generales, ya del Antiguo Testamento hebreo, 
ya de la Biblia toda, abundan las traducciones y ediciones de libros par¬ 
ticulares o de grupos de libros de uno u otro Testamento. 

No hay, pues, traducción alguna castellana total, hecha directamente 
de los textos originales. Las totales son versiones de la Vulgata. Las hechas 
sobre los textos originales no comprenden los libros deuterocanónicos, 
que ni judíos ni protestantes admiten. 

Al dar a la pública luz esta nueva versión castellana directa y completa 
de las Sagradas Escrituras, llenamos un vacío de tiempo ha sentido en 
nuestra España, y al encomendarla a la benevolencia de ios lectores, les 
pedimos y rogamos instantemente que la reciban y juzguen con la ecua¬ 
nimidad y suma caridad que a todos los lujos de la Iglesia recomienda Su 
Santidad Pío XII en su reciente Encíclica para con los conatos de los va¬ 
lientes operarios de la viña del Señor en las cosas bíblicas, huyendo de ese 
poco prudente prurito de impugnar o al menos de tener por sospechoso 
todo lo nuevo, pues sólo en un ambiente de mutua confianza y caridad podrán 
dar frutos los aunados esfuerzos, que manteniendo incólumes los principios 
dogmáticos y la doctrina de la Iglesia, aporten cada uno lo que pueda para 
el bien de todos, para provecho cada día creciente de la doctrina sagrada y 
defensa y honor de la Santa Iglesia. La verdadera libertad de los hijos de 
Dios, fomentada y sustentada por todos, es condición y fuente de todo fruto 
Verdadero y de todo progreso de la ciencia católica, como ya egregiamente 
lo expuso Su Santidad León XIII, diciendo: «Sin la común conspiración y 
la seguridad en los principios, no podrán esperarse para estos estudios gran¬ 
des provechos de los esfuerzos aunados de muchos.» 



INTRODUCCION ESPECIAL A LOS LIBROS 
HISTORICOS 


1. — La Historia Sagrada. 

Se llama Historia Sagrada a la historia del pueblo de Israel, escogido 
por Dios para preparar la obra de la salud mesiániea. El concepto de esta 
historia depende del que de la misma salud se tenga. Para los racionalistas, 
esta salud no implica nada sobrenatural, y así, la historia de Israel no se 
distingue sustancialmente de la historia de los otros pueblos. Según ellos, 
Israel, por una selección lenta y natural, fue elevándose de su estado pri¬ 
mitivo de ignorancia y barbarie hasta la perfección moral y religiosa de 
que nos da testimonio la Biblia. 

Mas para quien cree en los destinos sobrenaturales del hombre y en la 
intervención sobrenatural y extraordinaria de Dios en la historia del 
humano linaje, la Historia Sagrada es la historia de esta sobrenatural 
intervención de Dios por medio de sus enviados, los profetas y legisladores 
de Israel. Desde los comienzos de la humanidad depositó Dios en el cora¬ 
zón del hombre una aspiración y una esperanza: La aspiración a participar 
de la vida divina y la esperanza de poder algún día alcanzar el término 
de esa aspiración, no obstante los impedimentos que a ello puedan opo¬ 
nerse. Esta aspiración y esta esperanza van tomando forma cada vez 
más clara en el corazón humano, hasta llegar a Jesucristo, que las lleva a 
feliz término. Este desarrollo no se realiza sin enconada lucha, por opo¬ 
nerse a él las mismas fuerzas humanas. Pues bien, la Historia Sagrada 
es la historia de esa intervención divina, de sus luchas con las fuerzas ad¬ 
versas y de sus progresos hasta llegar a la cumbre de la perfección en 
Jesucristo. San Agustín nos ofrece esta historia como la historia de dos 
ciudades opuestas; la Ciudad de Dios, que vive del amor del sumo Bien y 
lucha por él, y la ciudad del mundo, que vivé del amor de sí misma y com¬ 
bate por hacerle triunfar. 


2.—Las leyes de la Historia sagrada. 

La primera ley que rige el desarrollo de esta historia es la del progreso 
de la revelación profética, de que antes hemos hablado en la «Introducción 
general». San Cirilo de Alejandría compara la obra de Dios a la de uh 
pintor, que al ejecutar un cuadro comienza por el dibujo, y va luego, poco 
a poco, dándole el colorido, hasta dejarlo acabado. La segunda ley es la 
de la adaptación. El progreso de la revelación es ya una adaptación a la 
capacidad del hombre, como bellamente lo declara San Juan Crisóstomo. 



LXXX1V 


INTRODUCCIÓN. LIBROS HISTÓRICOS 


Pero hay, además, otra adaptación a las condiciones intelectuales, morales 
y religiosas del hombre, en virtud de la cual va Dios elevando constante¬ 
mente las ideas, los sentimientos, las instituciones, los ritos y ceremonias, 
para cada vez mejor expresar la verdad revelada y ennoblecer los senti¬ 
mientos que de ella brotan. Más lejos lleva todavía Dios esta adaptación, 
llegando hasta condescender temporalmente con ciertas flaquezas huma¬ 
nas, esperando a que la fuerza de su gracia venga a hacerlas desaparecer. 
De aquí que las verdades de orden moral y religioso, como destinadas por 
su naturaleza a informar y regir la vida humana, comiencen por tomar 
cuerpo en la misma organización social, en las leyes e instituciones civi¬ 
les, en las costumbres domesticas y en los ritos y ceremonias religiosas, 
ya antes conocidos y practicados por Israel, y vaya purificándolos y ele¬ 
vándolos en virtud de un nuevo principio de vida sobrenatural, elevando 
mediante ellas la vida misma del hombre. Esto explica la gran semejanza 
entre la vida de Israel y la de los otros pueblos, especialmente si son de 
su misma raza o han vivido en estrecha relación con él. De ahí las coinciden¬ 
cias de Israel con esos pueblos en cuanto al nacionalismo, la venganza per¬ 
sonal, la poligamia, el divorcio y otras cosas tocantes a la religión y a la 
moral, que va Dios por sus profetas poco a poco restringiendo, hasta que 
del todo quedan corregidas con la promulgación del Evangelio. 

Por esta incorporación de la revelación divina a la vida del pueblo se 
explican también las influencias que han ejercido en el desarrollo de la 
Historia Sagrada los sucesos históricos, como guerras, invasiones extranje¬ 
ras, deportaciones, cambios de dinastía, etc. 

Estas sencillas, pero fundamentales consideraciones, nos dan la solu¬ 
ción de las dificultades y argumentos que oponen los racionalistas, y en que 
apoyan éstos su teoría de la absoluta semejanza entre la Historia Sagrada 
y la historia de los otros pueblos, por las analogías externas que entre una 
otra se ofrecen. 


3.—Clasificación de los libros históricos. 


Del concepto que de la Historia Sagrada hemos expuesto se desprende 
que los documentos primarios de la misma son los escritos de los pro¬ 
fetas, por los que se comuniea la divina revelación, y los textos legislati¬ 
vos en’ los que esa revelación toma cuerpo para obrar sobre la vida del 
pueblo. Pero no es de estos libros de los que ahora tratamos, sino de aque¬ 
llos que formalmente narran la vida del pueblo, sus vicisitudes, sus gue¬ 
rras, deportaciones, caídas y resurgimientos religiosos, en los que, como 
importantes actores de la historia, intervienen los ministros de la revelación. 
Estos libros son, en el Antiguo Testamento, los siguientes: El Génesis y, 
en parte, los otros cuatro libros del Pentateuco; Josué, los Jueces, Rut, 
los dos de Samuel, los dos de los Reyes, los dos de las Crónicas, común¬ 
mente llamados Paralipómenos, Esdras y Xehemías, Judit, Tobías, Ester, 
y finalmente los dos de los Maeabeos. De ellos, la mayor parte contienen 
la historia general de Israel; otros se limitan a episodios personales impor¬ 
tantes en la vida del pueblo; por ejemplo, Judit y Ester; otros son biogra¬ 
fías particulares, pero siempre relacionadas con la vida del pueblo; por 
ejemplo, Rut y Tobías. Los que contienen la vida general del pueblo for¬ 
man dos series, aunque con algunos vacíos. En el Pentateuco, El Génesis, 
que es como la prehistoria de Israel, v el Deuteronoinio, que es un resumen 
de la historia y de la ley, forman dos obras literariamente distintas de los 



INTRODUCCIÓN. LIBROS HISTÓRICOS. 


LXXXV 


otros tres libros, en que se nos cuentan la liberación de la servidumbre 
egipcia, la legislación dada a Israel y las peregrinaciones por el desierto. 
Entre El Génesis y El Exodo hay un vacío de varios siglos, correspondien¬ 
tes. a la estancia de Israel en el país de los Faraones. Josué, que cuenta la 
conquista y la distribución de la tierra de Canaán entre las tribus, empalma 
literaria e históricamente con el Deuteronomio. Los Jueces son literaria¬ 
mente obra distinta, pero su historia enlaza con la que le precede y la que 
le sigue; abarca el espacio de varios siglos que median entre Josué y Samuel. 
Los dos que en hebreo llevan el nombre de este último, y que en los LXX y 
en la Vulgata son los dos primeros de los Reyes, forman literariamente 
una sola obra, que narra los orígenes y la consolidación de la monarquía, 
precedida de la judicatura de Samuel, que es el órgano de Dios para la in¬ 
troducción de este cambio de gobierno en Israel. Con esta obra enlazan 
históricamente los dos libros de los Reyes, que en los LXX y en la Vulgata 
son el III y el IV de los Reyes y forman literariamente una obra indepen¬ 
diente en que se narra la historia de la monarquía davídica en tres períodos: 
primero, el reinado de Salomón (I Reg., 1-11); luego, la historia paralela de 
los dos reinos, hasta la destrucción de Samaría en 721 (I. Reg. 12, II Reg., 17); 
y por fin, la historia de Judá hasta la cautividad en 587 (II Reg., 18-25). 

Los libros siguientes a éstos forman una segunda serie paralela a la 
primera. Los Paralipómenos o Crónicas resumen en forma de genealogías 
toda la historia que media entre Adán y Samuel, y prosiguen luego en la 
forma histórica ordinaria la historia de la monarquía de Jerusalén, en 
sus relaciones con el Santuario, hasta la destrucción de la ciudad santa. 
Literaria e históricamente, entroncan con el libro de Esdras, que narra los 
esfuerzos para la restauración de Jerusalén, después de la vuelta de la cau¬ 
tividad. Nehemías completa la historia de este período; pero ni literaria 
ni históricamente enlaza con las dos obras precedentes. Los dos de los 
Macabeos son dos libros independientes y, en parte, paralelos entre sí. 
Por vía de introducción, comienza el primero contando la historia de Ale¬ 
jandro Magno y de sus sucesores hasta Antíoco IV, que con su tiranía 
originó la sublevación de los judíos, objeto principal de la obra. Cuenta las 
hazañas de los tres hijos de Matatías: Judas, Jonatás y Simón, durante un 
espacio de cuarenta años (175-136). El libro segundo toma el hilo de la 
historia desde Seleuco IV, predecesor de Antíoco IV, y termina en 161, 
con la victoria de Judas sobre Nicanor. Entre Esdras-Nehemías y los 
de los Macabeos queda sin llenar un espacio bastante largo de tiempo. 

En cuanto a las historias episódicas particulares, no cabe duda de que 
la de Rut pertenece a la época de los Jueces; pero acerca de la de Judit, dis¬ 
cuten mucho los críticos si pertenece a la época anterior o a la posterior a 
la cautividad. La de Ester no cabe dudar que es de la época de los persas. 
Tobías cuenta sucesos acaecidos bajo la dominación asiria. 

En el Nuevo Testamento son históricos los cuatro Evangelios y los 
Hechos de Apóstoles. Ninguno de los Evangelios es la perfecta v completa 
biografía de Cristo Nuestro Señor, pues aunque todos ellos tengan por 
objeto la narración de los sucesos de su vida, sus milagros y sus predica¬ 
ciones, hay, como advierte San Juan al fin del suyo, otras muchas cosas 
que hizo Jesús, y que si todas se consignaran por escrito, ni el mundo todo 
podría contener tantos libros. Cada uno de los evangelistas consignó de los 
hechos y de las predicaciones del Salvador, aquellos que más hacían al 
fin doctrinal que cada uno se propuso. Los tres primeros tienen entre sí 
gran semejanza en el material histórico que eligieron y aun en el orden que 
siguieron en su narración. Por eso se llaman sinópticos, pues los tres nos 
dan una común visión de la vida de Jesús, en su mayor parte durante su 





LXXXVl 


INTRODUCCIÓN. LIBROS HISTÓRICOS 


ministerio evangélico en la Galilea. El cuarto, el de San Juan, se distingue 
notablemente de los otros tres, y el material histórico, principalmente ser¬ 
mones del Salvador, lo toma de su ministerio evangélico en la Judea. El 
no ser los cuatro Evangelios biografías propiamente dichas de Jesús, no 
obsta para que contengan y de ellos se deduzca, una historia bastante com¬ 
pleta, lo completa que quiso Dios que la tuviéramos, de la vida y del mi¬ 
nisterio evangélico del Salvador, pues nos describen su origen, su ministe¬ 
rio, sus dichos, su pasión y muerte, su gloriosa resurrección y su ascensión 
a Jos cielos. 

Los Hechos de Apóstoles son la narración de algunos acontecimientos 
de capital importancia acaecidos en la Iglesia primitiva desde la Ascensión 
del Señor hasta la cautividad de San Pablo en Roma, como son: La solemne 
fundación de la Iglesia, la primera persecución contra ella desencadenada 
por los judíos, la vocación de los gentiles, la conversión de Pablo, el Con¬ 
cilio de Jerusalén y algunos de los principales hechos de la actividad apos¬ 
tólica de Pedro y de Pablo. 


-Concepción pragmática de la historia. 

Por lo que hace al método con que han sido escritos los libros históricos, 
es preciso distinguir entre la concepción de la historia y su ejecución 
literaria. La concepción de la historia es en los autores sagrados pragmᬠ
tica, es decir, de tesis doctrinal, y su pragmatismo se funda en Iqs principios 
religiosos enseñados por los profetas y expuestos en muy varias formas en los 
libros de la Escritura. Estos principios son distintos en los distintos autores; 
pero todos se derivan de la especial providencia que Dios había prometido a 
Israel. En la primera parte del Génesis es manifiesto el propósito de narrar 
algunos sucesos en que se manifiestan los divinos atributos, principalmente 
aquellos que tienen más estrecha relación con el orden moral, y el de tejer las 
humanas genealogías, hasta llegar a Abraham, en quien y en cuya descenden¬ 
cia se concretan las divinas promesas. Los restantes libros del Pentateuco y el 
de Josué demuestran cómo cumplió Dios la promesa hecha a Israel de to¬ 
marle por pueblo suyo, sacándole de la servidumbre egipcia, haciéndo con él 
una alianza y dándole la tierra prometida. El pragmatismo de los Jueces 
se halla claramente formulado en la segunda introducción (2, 6-29). 
Cuando Israel, olvidado de su vocación y de su pacto con Dios, se deja 
seducir por el culto idolátrico de los Cananeos, el Señor le manda enemigos 
que le castiguen, y el castigo le reduce a penitencia. Convertido, le envía 
Dios un juez, que le libra de sus enemigos. El pragmatismo de Samuel 
tiende a demostrar cuáles son los deberes de la monarquía teocrática de 
Israel, cuyos Reyes no deben obrar como señores absolutos, a semejanza de 
los de los otros pueblos, sino mostrarse dóciles a la ley divina y a la direc¬ 
ción de los profetas. David es el modelo de los Reyes de Israel. Sobre este 
mismo concepto está calcado el plan de los libros de los Reyes y de las Cró¬ 
nicas. En general, puede decirse que los historiadores sagrados van siempre 
guiados por un fin ddetrinal, inspirado en la ley y en los profetas. No sin 
razón incluyeron los judíos sus escritos en la sección de profetas. De aquí 
procede que para establecer su pragmatismo, su filosofía de la historia, no 
necesitan hacer una completa exposición de los hechos, de los que poder 
deducir científicamente sus conclusiones. Los hechos más bien que 
material para una argumentación inductiva, son como ejemplos en los 
que se realizan los principios conocidos por la revelación; y así la narra¬ 
ción no necesita ser completa, ni en la exposición general de los hechos ni 



INTRODUCCIÓN. LIBROS HISTÓRICOS 


LXXXVII 


en la detallada descripción de los mismos. Ya hemos indicado que hay lar¬ 
gos lapsos de tiempo sobre los que nada nos dicen los historiadores, y 
añadiremos que no pocas veces la narración está lejos de ser suficiente¬ 
mente detallada y completa para darnos cabal conocimiento de los hechos. 


o.—Ejecución literaria de la historia. 

Dos métodos se muestran claramente en el modo que los historiadores 
siguieron en la composición de sus obras: el de redacción personal y el de 
compilación o trascripción de documentos. Judit, Tobías y I de los Maca- 
beos nos ofrecen un ejemplo del primer modo. El segundo aparece clara¬ 
mente en los Reyes, las Crónicas, Esdras-Neliemías y II de los Macabeos. 
Según la opinión de algunos exegetas, esto último sucede también en los 
restantes libros del Antiguo Testamento, desde El Génesis hasta los de 
Samuel. 

Acerca de este segundo método hay que advertir que la trascripción y 
compilación de documentos se hace alguna vez sin ninguna indicación de 
las fuentes, y aunque de ordinario se redactan adaptándolos al cuadro his¬ 
tórico que el autor sagrado se ha propuesto, alguna que otra vez se trascri¬ 
be tal y como se hallan en sus fuentes: pero con esto gana la historia, si no 
en claridad, en autoridad humana, toda vez que se nos dan mejor a conocer 
las fuentes en que la Historia se apoya; y éstas, cuanto son más antiguas que 
el escritor que en ellas bebe y más cercanas a los hechos mismos, tanto 
mayor crédito merecen ante el tribunal de la razón histórica. 


0. — Relaciones entre la Historia Sagrada 
y la proiana. 

Debemos recordar el concepto que de la Historia Sagrada hemos ex¬ 
puesto, según el cual es la historia de la verdad y de la gracia divinas, en¬ 
carnadas en el pueblo de Israel, cuya vida tienden a elevar, a divinizar, 
según la expresión de los místicos. Por esta incorporación a. la vida de 
Israel, la Historia Sagrada viene a ponerse en contacto con la profana y a 
recibir sus influencias. 

Primeramente hay que considerar en la historia de los pueblos gentiles 
sus instituciones políticas, sociales, domésticas, etc., para compararlas 
con las del pueblo hebreo. Asimismo se ha de atender a la vida moral y 
religiosa, a la manera de concebir la divinidad y sus relaciones con el 
hombre, a las ceremonias y ritos del culto, etc. Aun prescindiendo de lo 
que en esto pudiera haber que se remontase a la tradición primitiva, se ha 
de tener en cuenta que son con frecuencia manifestaciones de la razón 
natural, que son un destello del Verbo divino y que algunas son buenas y 
tienden a la perfección de la vida humana, aunque en ellas, como en todo 
quepan no pocos errores. Participando Israel de la cultura antigua, y re¬ 
cibiendo las influencias de otros pueblos, en muchas cosas más adelanta¬ 
dos que él, es natural que tales influencias hayan alcanzado a sus costum¬ 
bres y a la manera de expresarlas. De aquí proceden las grandes seme¬ 
janzas que en muchos puntos existen entre el pueblo de Israel y los otros 
pueblos con quienes vivió en contacto. Pero al lado de estas semejanzas 
hay una sustancial diferencia y una manifiesta superioridad en la verdad 
sobrenatural que anima la vida del pueblo hebreo. Hay en la religión de 
Israel un soplo de vida que tiende a elevar las almas a las altas regiones de 




LXXXVIH 


INTRODUCCIÓN. LIBROS HISTÓRICOS 


lo divino. Y de aquí procede el término que una y otra cultura han tenido. 
Murió la gentílica con los pueblos que la crearon, a no ser en aquellos ele¬ 
mentos que fueron asimilados por la religión bíblica, mientras que ésta 
va cada día progresando y contribuyendo ai progreso espiritual del inundo. 
En el primer aspecto de esta exposición, cuanto contribuya a ilustrar la 
historia de la antigua cultura servirá para ilustrar la historia bíblica. 

En segundo lugar, hemos de considerar los grandes sucesos históricos 
de influencia universal que más resonancia han tenido en la historia del 
pueblo hebreo, tales como emigraciones, invasiones, guerras, nacimientos 
y caídas de imperios, etc. Fueron éstos en gran número, porque la Pales¬ 
tina ha sido el lugar de encuentro de las antiguas civilizaciones y de los 
antiguos imperios. Por eso, cuantos documentos contribuyan a ilustrar la 
historia de Egipto, de Asiria, de Caldea, del imperio de Alejandro Magno y 
de sus sucesores, pueden contribuir a ilustrar la Historia Sagrada, que tan¬ 
tas veces los menciona o los supone conocidos de los lectores. Al contrario, 
son muy raros los casos en que los documentos de la histria profana hacen 
mención del pueblo de Israel o de cosas tocantes a él; y cuando esto ocurre, 
hablan de él sólo como objetivo de alguna de sus campañas; pero la vida 
religiosa de Israel, lo que constituye su privilegiada grandeza, fué total¬ 
mente desconocido de los escribas egipcios, asirios y babilónicos. Sola¬ 
mente los griegos, curiosos investigadores de las cosas extranjeras, se dieron 
cuenta de este hecho, y el juicio que de él formaron concuerda con el que 
más tarde se hicieron del Evangelio. (I. Cor. 1. 22 sig.) 


7»—Principales documentos históricos. 

Entre los principales documentos que contribuyen a ilustrar la Historia 
Sagrada indicaremos los siguientes: 

1. ° El relato caldeo de la Creación, siquiera sea por el manifiesto con¬ 
traste con la narración del Génesis. 

2. ° El del Diluvio, bastante más interesante que el de la Creación, y 
cuyas semejanzas con el relato bíblico, fuera de lo que atañe a la noción 
de Dios, son innegables. 

3. ° La inscripción de Meneftá, único documento egipcio en que se 
menciona a Israel, y que si en su estilo fuera más preciso, podría servir 
para fijar mejor la época del éxodo. 

4. ° Para el estudio de la Ley contribuye el monumental código de 
Hammurabí, juntamente con otros muchos documentos jurídicos y reli¬ 
giosos que nos ofrece la literatura cuneiforme. 

5. ° La correspondencia diplomática de El-Amarna nos da una idea 
muy cumplida del estado político de la Palestina en la época de la inva¬ 
sión de los hebreos, conducidos por Josué. Xo hay hasta hoy modo de ilus¬ 
trar el período de los Jueces ni los comienzos de la monarquía. 

6. ° Sesak nos dejó grabados en los muros de lvarnak los nombres de 
las ciudades de la Palestina por él conquistadas en la expedición de que 
nos da cuenta el libro segundo de las Crónicas (12-3). 

7. ° Mesa, rey de Moab, celebra en su inscripción las victorias alcan¬ 
zadas sobre Israel, de que hace mención el libro segundo de los lleves 
(4. 3 sig.). 

8. ° Muy ricos en noticias son los archivos asirios, en los que hallamos 
minuciosos relatos de las campañas de Salniauasar, Teglalfalasar IV, 
Sargón, Senaquerib, Asaradón y Asurbauipal. 



INTRODUCCIÓN. LIBROS HISTÓRICOS 


LXXXJX 


9. ° Otro tanto sucede con las crónicas de Babilonia, que ilustran la 
historia de los imperios mesopotámicos hasta la conquista de Babilonia 
por Ciro. 

10. A la época de la restauración de Jerusalén pertenecen los papiros 
de Elefantina, que esclarecen notablemente la historia de Esdras y Nehe* 
mías. 

11. Para la época posterior tenemos los historiadores clásicos, prin- 
palmente Flavio Josefo, que para trazar la historia de los últimos días de 
su patria dispuso, sin duda, de más abundante documentación que los 
extraños y presta una gran contribución a la Historia Sagrada. 


8. — La cronología bíblica. 


La historia describe los hechos, condicionados por el espacio y el tiempo; 
por eso se dice que la geografía y la cronología son los dos ojos de la historia. 
Para muchos es casi un axioma que en la Escritura no hay cronología, y la ver¬ 
dad es que las incertidumbres en la cronología bíblica son muchas, aunque no 
las mismas en todos los libros. La cronología precedente a la época de Abraham 
se halla en las dos genealogías de los diez patriarcas anteriores y posteriores 
al diluvio. Adicionados los años que corren entre el nacimiento de cada uno 
de estos patriarcas y el de su primogénito o sucesor, nos dan la duración de 
cada uno de estos períodos. Pero la inseguridad de las cifras y la incertidum¬ 
bre acerca de la naturaleza de estos números y de estas genealogías hace 
aquí verdadera la anterior afirmación de que no hay cronología bíblica. El 
historiador caldeo Beroso nos presenta también para los tiempos antedilu¬ 
vianos una serie de diez Reyes, que reinaron en Caldea; pero la oscuridad de 
la cronología bíblica no se disipa con este también oscuro documento. Los 
datos generales de la historia de Caldea, de Egipto, de Elam, y sobre todo los 
de la Prehistoria, parecen demostrar que estas genealogías bíblicas son muy 
incompletas. 

Ha sido bastante común aceptar la coincidencia de la época de Abraham 
con la de Hammurabi; pero nuevos documentos han obligado a mudar de 
sentencia. Los más recientes descubrimientos cuneiformes colocan el comienzo 
del reinado de Hammurabi por el año 1870 ó el 1790. No hay, pues, hasta 
ahora punto fijo de la cronología profana que pueda en este período servirnos 
de apoyo para la cronología bíblica del mismo. Todos convienen en que la in¬ 
migración de Israel en Egipto se verificó durante la dominación de los reyes 
Hiksos; pero habiendo durado ésta varios siglos, y siendo muy oscura su his¬ 
toria, en esa misma o mayor oscuridad quedamos respecto del tiempo de la 
inmigración. El tiempo del éxodo tampoco puede con seguridad determinarse. 
Las opiniones de los egiptólogos se dividen, optando unos por el reinado de 
Amenofis II, en la postrera mitad del siglo xv a. C., y otros por el de Meneftá, 
dos siglos más tarde, hacia el año 1230 a. C. La sentencia común hace recaer 
en el año 1000 a. C., el reinado de David. La duración del período de los Jueces 
queda sin determinar. Son bien conocidas las palabras de San Jerónimo sobre 
la oscura cronología de los libros de los Reyes. Sin embargo, a la nueva luz 
de los documentos asirios la cronología bíblica adquiere algunos puntos fijos 
en este período. Así la campaña siro-efraimita, que tan importante lugar ocupa 
en los vaticinios de Isaías, ocurrió por los años 734-732 a. C.; la destrucción de 
Samaría por Sargón, el año 722 a. G. Para el último período de la vida de Judá 
no hallamos ya tantos datos en los documentos asirios. La destrucción de 




xc 


INTRODUCCIÓN. LIBROS HISTÓRICOS 


Nínive ocurrió en el G12 a. C.; en 586 la de Jerusalén, y en 539 la conquista 
de Babilonia por Ciro. Con ésta termina oficialmente la cautividad. La crono¬ 
logía de la restauración, aunque más fija, tiene todavía sus dificultades, y 
los doctos disputan sobre el orden que en la historia tienen las legaciones de 
Esdras y Nehemías. En los libros de los Macabeos el cómputo de los años es 
más preciso, pues ambos libros parten de la misma fecha, la de la batalla de 
Gaza, comienzo de la era seléucida, que principia el primero de octubre del 
año 312, antes de Cristo. Pero el libro primero comienza a contar a partir de 
la pascua del dicho año, mientras que el segundo cuenta desde el otoño del 
mismo, originándose así una diferencia de seis meses en el cómputo del uno y 
el del otro. 



NOTA DE LOS GRABADOS 


Los grabados escogidos para ilustrar esta edición de la Sagrada Biblia 
de la Biblioteca «le Autores Cristianos, son obra de famosos maestros 
flamencos del siglo xvi, y han sido fotografiados expresamente de los guar¬ 
dados en ! a Sección de Bellas Artes de la Biblioteca Nacional. 


GRABADOS A PLANA ENTERA 


ANTIGUO TESTAMENTO.— Acompañan a cada uno de sus libros, 
a excepción del libro de la Sabiduría y del Cantar de loa Cantares , grabados 
que pertenecen a la obra Thesaurus sacrarum historiarum Veteris Testamenti f 
clegantissimis imaginibus expressum , que de la editorial de Gerard de Iode 
salió en 1585, y son debidos al buril de J. Sadeler, J. H. Wierix, Harmen 
Müller y A. Collaert, según dibujos de Martin Vos, Martin Hcemskcrck 
y Aclriaen de Wcerdt. 

Para el libro de los Salmos se ha elegido especialmente una lámina de la 
Historia de Saúl y David titulada Patientiae Davidis Rcgis t dibujada por Vos 
y grabada y editada por Sadeler en 158G. 

De los mismos dibujantes y editor, es el precioso grabado que ilustra el 
Cantar de los Cantares y y que está en colección aparte en nuestra sección. 


NUEVO TESTAMENTO. — Durero ilustra casi todo el Nuevo Testa¬ 
mento, en su doble manifestación de grabador en madera y cobre. 

Evangelios de San Mateo y San Marcos. —«El Nacimiento de Cristo» y «Cristo 
se despide de su madre» son las láminas 10 y 17 de la serie en madera Vida de 
la Virgen f que posee la Biblioteca Nacional. 

Evangelios de San Lucas y San Juan .—«El descendimiento» y la «Resu¬ 
rrección» pertenecen a la Pequeña Pasión , serie grabada en cobre. 

También de Durero es la ilustración del Apocalipsis (madera) y el San 
Pablo de las Cartas (cobre). 

Los «Hechos de los Apóstoles» son dibujados por M. de Vos y editados 
por la Viuda de Gerard de Iode. 


CABECERAS DE LIBRO 


Las del Antiguo Testamento están tomadas de la obra Historiarum Veteris 
Testamenti (Lyón, 1543), bella y rara edición grabada por Holbcin en madera. 

Las del Nuevo, de una Biblia Sacra ad Hebraicam veritatem ..., editada 
por los herederos de Jacobo Giunta en Lyón, 1549. 


COLOFONES 


Los colofones, dibujados por Martin de Vos y editados por Ph. Galle, 
están grabados con extraordinaria delicadeza por Wierix, Callacrt, Passe y 
otros maestros del siglo xvi. 


Elena Páez 

Bibliotecaria de la Sección de Estampas 
de la Biblioteca Nacional. 







FE DE ERRATAS 


No señalamos los errores que se han deslizado en la transcripción de algunos nombres personales 
y geográficos, ni las erratas tipográficas, relativamente pocas, que con facilidad salvará el buen sentido 
de los lectores . Consignamos tan sólo las que podrían ocasionar alteración o confusión en el sentido del 
texto. 


Página 

Columna 

Linea 

Dice 

Léase 

21 

1 

34 

acaneos 

can ancos 

21 

1 

50 

el de desierto 

el desierto 

32 

2 

2 

dos 

los 

48 

2 

21 

espinas 

espigas 

77 

2 

33 

lo 

le 

83 

2 

46 

violada 

violeta 

85 

1 

2 

de ella 

en ella 

91 

1 

41 

santuario Yave 

santuario de Yave 

IOI 

1 

II 

cortina 

cortina con veinte columnas 
y sus veinte 

IOI 

2 

21 

los 

las 

144 

1 

19 

fíenos 

llenos 

156 

1 

13 

vuestra familia 

vuestras familias 

157 

2 

35 

revista 

reviste 

206 

1 

38 

los 

les 

206 

2 

31 

grana 

grama 

209 

1 

1 

a 

la 

209 

1 

44 

óe 

de 

214 


8 

realizada 

realizadas 

214 


9 

hacérselas 

hacérsela 

224 

2 

41 

todo 

todos 

229 

I 

32 

Betsabe 

Berseba 

231 

2 

36 

Siclaj 

Siceleg 

231 

2 

37 

Jaseruso 

Josersua 

233 

2 

22 

e 

de 

246 

I 

1 

Jereset 

Jaroset 

246 

I 

13 

Joreset 

Jaroset 

257 

I 

7 

el 

al 

262 

2 

43 

con 

a 

274 

2 

14 

consagré 

consagré a 

288 

2 

51 

y 

ti 

288 

2 

52 

ti 

y 

291 

2 

53 

en 

a 

292 

I 

47 

El 

Un 

302 

I 

10 

Jeerael 

Jezrael 

311 

I 

48 

él 

el 

352 

I 

9 

Mispa 

Masfa 

421 

2 

34 

libro 

lirio 

640 

2 

II 

Baales 

Baales? 

679 

1 

4 

nerusalén 

Jerusalén 

683 

I 

9 

el 

él 

683 

I 

14 

refugiaros 

refugiaos 

683 

I 

26 

vida 

viña 

683 

I 

44 

fronda 

flauta 

687 

2 

23 

Sersá 

Serás 



















Págin; 

688 

689 

697 

713 

761 

765 

780 

788 

792 

798 

1221. 

1224 


FE DE ERRATAS 


Columna 

Línea 

2 

23 

1 

38 

2 

46 

1 

38 

1 

51 

2 

54 

2 

28 

1 

58 

1 

53 

2 

21 

1 

44 

2 

54 


Dice 


Sebaot 
que es 
tor-ado 
predicando 
un cielo 
ungir al 
nombre 
ejecutar 
tomo 
huido la 
sido asi cumplimentado 
hombre 


Léase 


Yave Sebaot 
—era 
tor-nado 
prediciendo 
un sido 
ungir el 
hombre 
ejecutarla 
retorno 
huido de la 

ha dado asi cumplimiento 
nombre 













ANTIGUO TESTAMENTO 





INTRODUCCION ESPECIAL AL PENTATEUCO 



1.—Plan <lel Pentateuco. 


L OS cinco 'primeros libros , 
que los judíos pusieron 
siempre a la cabeza de 
su canon, recibieron conjun¬ 
tamente el nombre de Tora 
o Ley, y cada uno de ellos 
se denominaba con las pa¬ 
labras por que comenzaba, 
fuera del cuarto, Los Nú¬ 
meros, que llamaron Barnid- 
bar, «En el desierto ». Los 
judíos alejandrinos,que leían 
los libros sagrados en la ver¬ 
sión griega alejandrina, die¬ 
ron al conjunto de los cinco 
libros el nombre de Penta¬ 
teuco, y a cada uno de ellos 
un título que expresaba su 
contenido: Génesis, Exodo, 

Levitico, Números y Dcute- 
ronomio. San Jerónimo, en 
su versión Vulgata, conservó 
ambos nombres: asi el pri¬ 
mero: Génesis, hebraice Be- 
resit, etc . 

El Pentateuco tiene por 
fin narrar los orígenes del pueblo de Israel ay su constitución como pueblo 
de Dios.» Esto, que es también ste argumento, da su unidad general a toda 
la obra, que el autor desarrolló del modo siguiente: El Génesis es como la pre¬ 
historia de Israel . Tiene su unidad literaria, constituida por la serie 
de diez genealogías, que comienzan por la del cielo y la tierra y terminan 
con la de Jacob. Las cinco primeras pertenecen a la historia general: las otras 
cinco, que comienzan con Tare, padre de Abraham, se refieren a los patriarcas del 
pueblo elegido. En esta serie de generaciones nos traza el autor sagrado el 
camino por el que, las divinas promesas de un Redentor se transmiten de Adán 


i 















PENTATEUCO 


a Abraham y de éste al pueblo de Israel, que las conservará y preparará su cum_ 
plimicnto. Tal es el pensamiento de San Agustín: propositum quippe scrip 
toris illius fuit, per quem Spiritus Sanctus id agebat per sueeessionem <er- 
tarum gcnerationum ex uno homine propagatarum, pervenire ad Abraham et 
deinde ex ejus semine ad populum Dei, in quo distincto a eoeteris gcntibus 
pracfigurarentur» Los misterios del reino de Dios y de Cristo. (De Civ. 
Dei. XV, 8.) Al mismo tiempo que teje la historia de estas diez generaciones, 
va el autor inspirado intercalando algunas leyes fundamentales de Israel, como 
la de no comer sangre (Gen. 9, sig.), y la de la circuncisión , como señal de la 
alianza con Dios (Gen. 17). Termina el Génesis con el establecimiento de 
Jacob en Egipto, donde, según la promesa de Dios a Abraham y a Jacob, se 
multiplicaría su descendencia, adquiriendo el suficiente desarrollo para consti¬ 
tuir un pueblo capaz de recibir la ley. 

Los tres libros que siguen forman un todo } y contienen la historia de la 
opresión y la liberación de Egipto y la de la peregrinación por el desierto, con 
todas sus peripecias. Ocupa en ellos un lugar preeminente la permanencia en 
el Sinaí. En el curso de esta historia va el autor intercalando la promulgación 
de las leyes que formarán el Código mosaico. En el conjunto de esta obra po¬ 
demos distinguir cuatro grupos de leyes y como si dijéramos cuatro Códigos 
especiales. Es el primero el Código de la Alianza, que tiene por introducción la 
primera teofanía del Sinaí con la promulgación del Decálogo (Exod. 19, 20), 
seguido de una serie de disposiciones legales, religiosas, civiles y penales, pro¬ 
mulgadas por Moisés, como base del pacto allí mismo establecido entre Dios 
y el pueblo (20-23). El segundo Código, que podemos llamar levítico o sa¬ 
cerdotal, comienza con la segunda teofanía (Exod. 24, 1, 9), y la permanencia 
de Moisés en el monte por espacio de cuarenta días, durante los cuales le comu¬ 
nica Dios toda la organización del culto. Viene luego la ejecución de ese plan, 
hasta la erección del ta be r mí etilo, con la cual termina el Exodo (25-40); y por 
fin , las disposiciones del Levítico sobre los sacrificios y la consagración de los sa¬ 
cerdotes, que constituyen la primera parte de este libro (1-16). La segunda (17-27) 
forma el llamado Código de santidad, que contiene diversos preceptos ordena¬ 
dos a conservar la santidad interiór y exterior del pueblo elegido, conforme 
a la santidad de su Dios, repitiéndose muchas veces la fórmula: «Sed santos, 
como yo, el Señor vuestro Dios, soy santo.* 

Los Números, que abarcan un período de treinta y siete años, es el libro que 
presenta menos unidad. Recibe el nombre este libro de los empadronamientos del 
pueblo, con que comienza (1-4), y siguen luego algunas leyes, la peregrinación por 
el desierto con algunos de sus episodios, la mayor parte de ellos desagradables, que 
muestran la dura cerviz de aquel pueblo y justifican plenamente el reproche que 
les dirigió San Esteban: ^Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo » (5-26). 
El Deuteronomio es una obra aparte, una recopilación histórica y legal de 
todo lo sucedido desde la salida de Egipto hasta aquel momento en la llanura 
de Moab, y está hecha por Moisés en tres discursos, en que recuerda al pue¬ 
blo los beneficios recibidos de Dios y los exhorta a la observancia de su ley. 
El primer discurso (1-4) es una recopilación de la historia, y termina con la 
alianza del Sinaí. El segundo comienza con la repetición del Decálogo, sigue 
con apremiantes exhortaciones a la observancia de la ley (5-11), y tennina 
con la explicación de las leyes contenidas en los Códigos de la alianza y de la 
santidad, que se refieren al pueblo, dejando las del Código levítico, que se refie¬ 
ren a los sacerdotes (12-26). El tercer discurso contiene las sancionccs divinas 
de la ley y la renovación del pacto en la llanura de Moab (27-30). Los últi¬ 
mos capítulos vienen a ser corno ?/n apéndice de la obra, y contienen el gran 
cántico de Moisés y la bendición de las doce tribus, terminando con la muerte 
del profeta , a la vista de la tierra prometida (31 34). 



PENTATEUCO 


3 


2.—L;i autenticidad de la revelación 

mosaica. 

Repetidamente hemos dicho que la Historia Sagrada es la historia de la 
divina revelación, comunicada al pueblo por el ministerio de los profetas. 
Esto profesamos cuando decimos: Credo in Spiritum Sanctum qui locutus 
est per prophetas. Moisés es el primero entre los profetas, pues como dice 
Santo Tomás, habló a todo el pueblo en nombre de Dios y como promulgador 
de la ley, mientras que todos los otros inculcaron la observancia de la misma, 
según estas palabras de Malaquias (4, 4): «Acordaos de la ley de Moisés, mi 
siervo» (11.* II.* q. 174, a. 4). Antes, pues, de tratar de la autenticidad literaria 
del Pentateuco, conviene tratar de la autenticidad de la revelación en él con¬ 
tenida , como cosa que está íntimamente ligada con la fe y que ha de servir 
de base para determinar luego la autenticidad literaria del Pentateuco. 

El Pentateuco mismo y el libro de Josué nos ofrecen testimonios de haber Moisés 
recibido revelaciones de Dios; y son tantos estos testimonios, que para reproducirlos 
todos habríamos de citar una buena parte de estos libros. También abundan 
testimonios semejantes eri los otros libros del Antiguo y del Nuevo Testa¬ 
mento. En el primero de los Reyes exhorta David a Salomón a guardar la 
Ley del Señor, andar por sus caminos y guardar sus preceptos, ceremonias y 
testimonios, como están escritos en la Ley de Moisés (2 , 3). En el segundo 
de lo8 Reyes se alaba la piedad y el celo de Ezcquías, por haberse adherido a 
la Ley del ¿Señor, no haberse apartado de sus caminos y haber cumplido los 
mandatos que dió Dios a Moisés (18, 6). Nehemías confiesa a Dios su pecado 
y el de sus padres, por haber olvidado los preceptos, las ceremonias y los jui¬ 
cios que dió a Moisés, su siervo (1, 7). En este mismo libro los representantes 
del pueblo recuerdan los favores de Dios, que descendió y habló con ellos 
desde el cielo y les dió sus juicios rectos, una ley de verdad y ceremonias y 
preceptos buenos, por medio de Moisés, su siervo (9, 1; conf. 10, 28). El Ecle¬ 
siástico termina el elogio de Moisés diciendo: «Y dió Dios por su mano sus 
preceptos, una ley de vida y de inteligencia, para enseñar a Jacob sus esta¬ 
tutos y a Israel sus testimonios y sus juicios » (46, 6). El joven mártir de la 
ley habla así a sus verdugos: «No obedezco las órdenes del Rey, sino las pre¬ 
ceptos de la ley, que nos ha sido dada por Moisés » (II. Mac. 7, 30). 

Esta tradición del Antiguo Testamento la confirman testimonios del 
Nuevo. El Señor pone en boca de Abraliam estas palabras, dirigidas al rico 
Epulón: «Tienen a Moisés y a los Profetas... Si a Moisés y a los Profetas no 
oyen, tampoco oirán a un muerto que resucite » (Luc. 16, 29 sig.). El mismo 
Salvador, camino de Emaús, les va explicando a los discípulos los vaticinios 
que a El se referían, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profe¬ 
tas (Luc. 24, 24). De estas explicaciones parece hacerse eco el Santo Proto- 
mártir, al citar ante el Sanedrín, como dicho por Moisés, el pasaje del Dente - 
ronomio 18, 15. Asimismo San Pedro, ante la asamblea de los fieles, declara que 
ni ellos ni sus padres pudieron guardar la Ley de Moisés (Act. 15, 10). San 
Pablo, en la cárcel de Roma disputaba con los judíos, probándoles por la 
Ley de Moisés y por los Profetas que Jesús era el Mesías (Act. 28, 23). De 
la misma suerte habla el Apóstol en sus Epístolas, como puede verse en 
Rom. 5, 1; II. Cor. 3, 13 sigs.; Heb. 3, 2 sigs., 9, 19. Estos testimonios prueban 
ser histórica y dogmáticamente cierto que Moisés es el legislador inspirado 
de Israel y que su ley se halla contenida en el Pentateuco, único Código co¬ 
nocido por el pueblo elegido. Esto ha de entenderse de la sustancia de la ley 
y de la revelación mosaica, puesto que mucho de la una y de la otra lo habría 







I 


PENTATEUCO 


recibido ya Israel de sus patriarcas } y algo más pudieron añadir luego los 
profetas posteriores, prometidos por Dios en la misma ley } como sucesores de 
Moisés y perfeccionadores de su obra. 


íí. — La autenticidad mosaica del 
Pentateuco. 

Después de esta cuestión de la autenticidad de la revelación mosaica f que 
interesa primordialmente a nuestra fe, síguese otra acerca de la autenticidad 
del testimonio histórico de esa revelación, que debe provenir de Moisés, y 
hallarse contenido en documentos que tendrán tanto más valor histórico 
cuanto más cerca estén de la persona del profeta legislador. 

Fuera de alguna pequeña parte, como el capítulo último del Deuterono¬ 
mio, y algunas otras que se consideraron como glosas o adiciones por algunos 
intérpretes, la total autenticidad mosaica del Pentateuco fue indiscutida en 
la antigüedad. Es principalmente al fin del siglo xviii cuando la critica racio¬ 
nalista comienza a impugnarla y acaba por negarla del todo. Del examen in¬ 
terno del libro se deduce que son muchas las partes que indudablemente fue¬ 
ron escritas por Moisés, precisamente lo principal de los Códigos legislativos, 
a más de otros pasajes de menor importancia. Igualmente hay otros que prue¬ 
ban haber tenido Moisés tanta parte en el resto de la obra, que puede con 
verdad decirse el autor responsable de todo su contenido. Así en Exod. 24, 4, 
después de exponer Moisés las leyes por que quería Dios que Israel se gober¬ 
nase en adelante, se dice que Moisés escribió todo aquello y a la mañana si¬ 
guiente lo leyó al pueblo, que protestó estar dispuesto a observarlo. Se trata 
del Código de la alianza, llamado así porque conforme a él se estableció el 
pacto del Sinaí entre Dios c Israel. Palabras semejantes se leen también en 
el Deuteronomio (31, 9): «Escribió Moisés esta ley y la entregó a los sacerdotes 
levíticos y a todos los ancianos de Israel» t palabras qite parece deben refe¬ 
rirse al resumen de la ley, que es el Deuteronomio, aunque no faltan intér¬ 
pretes que las extienden a todo el Pentateuco. Fuera de estas dos importan¬ 
tes porciones, se dice en el libro haber sido escritas por Moisés la historia 
sobre los Amalccitas (Exod. 17, 4) y las etapas del paso de Israel por el de¬ 
sierto (Núm. 33, 1). 

La trama general del libro y su redacción prueba en muchos casos que 
procede de la época mosaica. El término a que todas sus páginas conver¬ 
gen, es la liberación de la servidumbre de Egipto y la entrada en la tierra 
de Canán. El gran conocimiento que de las cosas de Egipto y su civiliza¬ 
ción muestra el autor prtieba que éste ha vivido en él y en él se ha educado. 
Otras cosas no se explica que puedan haber sido escritas sino por quien ha 
vivido la vida del desierto y al tiempo en que la Palestina no había sido aún 
ocupada por Israel. 

A estos argumentos intrhisecos se añaden otros extrínsecos, deducidos 
de los testimonios de otros libros de la Escritura, que atestiguan que es 
Moisés el autor del Pentateuco. Recuérdense los testimonios antes aduci¬ 
dos para probar la autenticidad de la revelación mosaica. Además, en el 
libro de Josué se mencionan varios preceptos de la ley escritos por Moisés 
(1,7 sigs.; 13, 6). Raruc, haciendo a Dios confesión de sus pecados y de los 
beneficios que de él había recibido Israel, cuenta entre ellos el haber mandado 
a Moisés escribir la ley para los hijos de Israel (2, 27). El divino Salvador, 
echando en cara a los judíos su incredulidad, les anuncia que Moisés será su acu¬ 
sador, diciendolcs: «De mí escribió él, y si de verdad creyerais en sus escritos, 
creeríais también en mí.» (Jn. 5, 45 sigs.) Finalmente el Apóstol, escribiendo 




PENTATEUCO 


a los Romanos, cita la ley escrita por Moisés (10, 5). Todos convienen en que 
los judíos, al tiempo de Cristo Nuestro Señor, tenían por cierto de toda certe¬ 
za que Moisés había escrito el Pentateuco. Esta convicción se refleja en el 
Nuevo Testamento, por ejemplo, en Mat. 8, 4; 19, 7 sigs.; Marc. 7, 10; 12, 26; 
Luc. 20, 28; Jn. 1, 46; Act. 3, 22; 14, 21. 


— l,a hipótesis doeumentaria. 

La crítica independiente, que para nada tiene en cuenta el testimonio 
de la Escritura y de la Tradición, ateniéndose sólo a los argumentos internos, 
de negación en negación ha venido a rechazar totalmente la autenticidad del 
Pentateuco, y lo que para la fe importa más, la autenticidad de la misión profé- 
tica y legislativa de su autor. Son sus argumentos: El carácter de composición 
que dentro de su unidad general tiene el Pentateuco; la diversidad de estilo 
y de lenguaje que se nota en sus distintas partes; la repetición de algunos episo¬ 
dios históricos y de varias prescripciones legales, etc. Según la crítica, estos 
hechos arguyen, o diversidad de autores, o diversidad de tiempos en que fue¬ 
ron dadas las leyes, acomodadas a las varias condiciones de vida del pueblo. 
Así, el Pentateuco, o por mejor decir el Hexateuco, incluyendo también el 
libro de Josué, seria una compilación, en la cual pueden distinguirse cuatro 
principales documentos: El Yavista, que comienza en Gen., 2, 4; y com¬ 
prende toda la historia junto con la legislación del Sinaí, y podría haber sido 
redactado en los comienzos de la monarquía; el Elohista, que empieza en la 
época de Abraham y corre paralelo al precedente, narrando la historia y la'legis¬ 
lación sinaítica, y sería un tanto posterior al Yavista; el Deuteronómico, que com¬ 
prende todo el libro del Deuteronomio y se continúa luego en el de Josué, 
escrito a fines de la monarquía; y finalmente, el Código Sacerdotal, que es el 
que da el plan general al Pentateuco y abarca, por tanto, toda la obra, desde 
el primer capítulo del Génesis hasta el fin del libro de Josué, incluyendo toda 
la legislación levítica y sacerdotal, redactado en la época de la cautividad. 
Posterior a estos cuatro documentos sería la composición del Pentateuco, que 
pudiera haber sido obra de Esdras, a quien atribuye una antigua tradición 
judía la restitución de los libros sagrados, perdidos en la universal ruina de la 
nación. 

Bien se ve cuán mermada queda crp estas opiniones la autenticidad de 
la obra mosaica, si es que algo queda de ella, y cuán poco crédito histórico se 
da a los relatos del Pentateuco. 


5. — Otros datos del problema. 

Además de los testimonios que atrás dejamos indicados, tomados de la 
Escritura, y además de los hechos alegados por la crítica independiente, que 
proceden del examen interno de la Sagrada Escritura, conviene señalar un 
tercer grupo de datos con que hay que contar para la posible resolución 
del problema. Se debe advertir, ante todo, que la ley mosaica no es como la 
ley evangélica, una ley que pudiéramos decir de principios (II. //. a q. 106), des¬ 
tinada a regir a los pueblos todos hasta el fin de los siglos. Es más bien una ley 
de circunstancias, que ha de regir la vida moral, religiosa, litúrgica, social, 
política, etc., del pueblo hebreo con preceptos muy concretos y circunstan¬ 
ciales, amoldados a las condiciones de Israel. 

El pueblo al que fué dada la ley es un pueblo medio nómada, medio seden¬ 
tario, medio patriarcal, medio político, y es muy natural que la ley se adaptase 






ü 


PENTATEUCO 


a estas circunstancias, y que en el transcurso del tiempo, al modificarse la si¬ 
tuación social y religiosa del pueblo, recibiría la ley algunas explicaciones y 
adaptaciones , hechas por los profetas y los sacerdotes, que se introdujeron en el 
texto sagrado. 

A la luz de todos estos datos , podrá el discreto lector formarse idea clara 
del siguiente decreto de la Comisión Pontifica Bíblica de 27 de junio de 1906. 


6. — El decreto de la Comisión Pontifica 

Bíblica. 

Acerca de las teorías anteriormente expuestas y del problema qu.e pretenden re¬ 
solver , ha dado la Comisión P. Bíblica un decreto cuyo compendio es: I. Los argu¬ 
mentos acumulados por la crítica para negar la autenticidad mosaica del Penta¬ 
teuco, comparados con los testimonios de uno y otro Testamentos, con el asentimiento 
del pueblo judio y con la tradición de la Iglesia y las pruebas que del texto 
mismo del libro se deducen, no son de tal peso que autoricen para afirmar que 
tales libros no tienen a Moisés por autor, sino que han sido compuestos de 
fuentes en su máxima parte posteriores a Moisés. II, La autenticidad ?nosaica 
del Pentateuco no exige que Moisés haya escrito todas y cada una de sus par¬ 
tes. Se puede permitir la hipótesis de que Moisés encomendara a diversos 
amanuenses la ejecución de la obra, que él con divina inspiración había pla¬ 
neado, confirmándola , después de la ejecución, con su autoridad. III. Puede 
también concederse, sin perjuicio de la autenticidad del Pentateuco, que Moi¬ 
sés haya hecho uso, en la composición de su obra, de documentos escritos 
o tradiciones orales, sea transcribiéndolos a la letra, sea resumiéndolos o am¬ 
pliándolos según viera convenir a su plan, todo bajo la divina itispiración . 
IV. Salvo la autenticidad y la sustancial integridad del Pentateuco, puede 
admitirse que en tan largo espacio de siglos se hayan introducido en él algunas 
modificaciones, tales como adiciones posteriores a la muerte de Moisés , glo¬ 
sas explicativas del texto, correcciones de palabras anticuadas y lecciones in¬ 
correctas debidas al descuido de los amanuenses, y de las cuales puede juz¬ 
garse conforme a las reglas de la crítica. 




GÉNESIS 

















GENESIS 


La creación del universo 

1 1 Al principio creó Dios los cielos 

1 y la tierra (1) 2 * La tierra estaba 
confusa y vacía, y las tinieblas cu¬ 
brían la haz del abismo, pero el espí¬ 
ritu de Dios estaba incubando (2) 
sobre la superficie de las aguas. 

3 Dijo Dios: «Sea la luz»’; y hubo 
luz. 4 * Y vió Dios ser buena la luz, y 
la separó de las tinieblas; 6 y a la 
luz llamó día, y a las tinieblas noche, 
y hubo tarde y mañana, día primero. 

6 Dijo luego Dios: «Haya firma¬ 
mento en medio de las aguas, que 
separe unas de otras.» 7 E hizo Dios 
el firmamento, separando aguas .de 
aguas, las que estaban debajo del 
firmamento, de las que estaban sobre 
el firmamento. Y así fué. 8 Llamó 
Dios al firmamento cielo, y hubo 
tarde y mañana, segundo día. 

9 Dijo luego: «Júntense en un lugar 


(1) La creación es el dogma fundamental 
de la religión, opuesto a todas las falsas reli¬ 
giones y a todas las falsas filosofías. 

(2) La palabra hebrea significa propia¬ 

mente el aletear del ave sobre los huevos, al 

incubar. Con esta imagen se expresa la acción 

del espíritu de Dios sobre el caos. t 


las aguas de debajo de los cielos, y 
aparezca lo seco.» Así se hizo; 10 y a 
lo seco llamó Dios tierra, y a la reunión 
de las aguas mares. Y vió Dios ser 
bueno. 

11 Dijo luego: «Produzca la tierra 
brotes de hierba verde con semilla, y 
árboles frutales cada uno con su fruto, 
según su especie y con su simiente, 
sobre la tierra.» 12 Y produjo la tierra 
brotes de hierba verde, cada uno con 
sii semilla, y árboles de fruto con su 
semilla cada uno. Vió Dios ser bueno; 
13 y hubo tarde y mañana, día tercero. 

14 Dijo luego Dios: «Haya en el 
firmamento de los cielos lumbreras 
para separar el día de la noche, y 
servir de señales a estaciones, días y 
años; 15 y luzcan en el firmamento 
de los cielos, para alumbrar la tie¬ 
rra.» Y así fué. 16 Hizo' Dios los dos 
grandes luminares, el mayor para pre¬ 
sidir al día, y el menor para presidir 
a la noche, y las estrellas; 17 y los 
puso en el firmamento de los cielos 
para alumbrar la tierra 18 y presidir 
al día y a la noche, y separar la luz 
de las tinieblas. Y vió Dios ser bueno, 
19 y hubo tarde y mañana, día cuarto. 

20 Dijo luego Dios: «Llénense las 

























GÉNESIS, 2 


!<) 


aguas de animales, y vuelen sobre la 
tierra aves debajo del firmamento de 
los cielos.» 21 E hizo Dios los grandes 
monstruos del agua y todos los ani¬ 
males que bullen en ella, según su 
especie, y todas las aves aladas, según 
su especie. Y vió Dios ser bueno, 
22 y los bendijo, diciendo: «Creced y 
multiplicaos y henchid las aguas del 
mar, y multipliqúense sobre la tierra 
las aves.» 23 Y hubo tarde y mañana, 
día quinto. 

24 Dijo luego Dios: «Brote la tierra 
seres animados según su especie, bes¬ 
tias, reptiles y vivientes de toda es¬ 
pecie.» Y así fue. 25 Hizo Dios todos 
los vivientes de la tierra según su 
especie, las bestias, según su especie, 
V todos los reptiles de la tierra, según 
su especie. Y vió Dios sel* bueno. 

26 Díjose entonces Dios: «Hagamos 
al hombre a nuestra imagen y a nues¬ 
tra semejanza, para que domine sobre 
los peces del mar, sobre las aves del 
ciclo, sobre las bestias, y sobre toda 
la tierra y cuantos animales se mue¬ 
ven sobre ella.» 27 E hizo Dios al 
hombre a imagen suya, a imagen de 
Dios lo hizo, y los hizo macho y 
hembra; 28 y los bendijo Dios, dicién- 
doles: «Creced y multiplicaos, y hen¬ 
chid la tierra; sometedla y dominad 
sobre los peces del mar, sobre las aves 
del cielo, y sobre todo cuanto vive 
y se mueve sobre la tierra.» 29 Dijo 
también Dios: «Ahí os doy cuantas 
hierbas de semilla hay .sobre la haz 
de la tierra toda, y cuantos árboles 
producen fruto de simiente, para que 
todos os sirvan de alimento. 30 Tam¬ 
bién a todos los animales de la tierra, 
y a todas las aves del ciclo, y a todos 
los vivientes que sobre la tierra están 
y se mueven, les doy para comida 
cuanto de verde hierba la tierra pro¬ 
duce.» Y así fué. 

31 Y vió Dios ser bueno cuanto había 
hecho, y hubo tarde y mañana, día 
sexto. 

1 Así fueron acabados los cielos 
— V la tierra y todo su cortejo. (i) 2 Y 
rematada toda la obra que había he¬ 
cho, descansó Dios el séptimo día de 
cuanto hiciera; 3 y bendijo al día sépti¬ 
mo y lo santificó, porque en él descan¬ 
só Dios de cuanto había hecho y obrado. 

4 Este es el origen de los cielos y 
la tierra cuando fueron creados (1). 


(i) En este primer relato ha de distinguirse 

entre el fondo y la forma literaria. El fondo 


El Paraíso. 

Al tiempo de hacer Yave Dios la 
tierra y los cielos, 6 no había aún 
arbusto alguno en el campo, ni ger¬ 
minaba la tierra hierbas, por no haber 
todavía llovido Yave Dios sobre la 
tierra, ni haber todavía hombre que 
la labrase, 6 ni rueda que subiese el 
agua con que regarla; 7 formó Yave 
Dios al hombre del polvo de la tierra, 
y le inspiró en el rostro aliento de 
vida, y fué así el hombre ser animado. 
8 Plantó luego Yave Dios un jardín 
en Edén, al oriente, y allí puso al 
hombre a quien formara. 9 Hizo Yave 
Dios brotar en él de la tierra toda 
clase de árboles hermosos a la vista 
y sabrosos al paladar, y en el medio 
del jardín el árbol de la vida y el 
árbol de la ciencia del bien y del mal. 
10 Salía de Edén un río que regaba el 
jardín V de allí se partía en cuatro 
brazos. 11 El primero se llama Pisón, 
y es el que rodea toda la tierra de 
Evila, donde abunda el oro, 12 un 
oro muy fino y a más también be¬ 
del io y ágata; 13 el segundo se llama 
Guijón, y es el que rodea toda la 
tierra de Cus; 14 el tercero se llama 
Gidequcl, y corre al oriente de Asia; 
el cuarto es el Pcrat (1). 15 Tomó, 
pues, Yave Dios al hombre, y le 
llevó al jardín de Edén para que lo 
cultivase y guardase, 16 y le dió este 
mandato: «De todos los árboles del 
paraíso puedes comer, 17 pero del 
árbol de la ciencia del bien y del 
mal no comas, porque el día que de 
él comieres, ciertamente morirás.» 
18 Y se dijo Yave Dios: «No es bueno 
que el hombre esté solo, voy a ha- 


contiene las principales verdades de la religión; 
la creación del universo, en el tiempo, por la 
omnipotencia y la sabiduría de Dios; la forma¬ 
ción de los astros para servicio del hombre, no 
para ser por él adorados; el origen divino de 
toda fecundidad, también por error divinizada 
en las religiones paganas; la formación del 
hombre, a imagen y semejanza de Dios. Esta 
semejanza, según la Escritura y los Padres, 
está en el dominio y señorío vicario del hombre 
sobre toda la creación, y radicalmente se funda 
en la naturaleza racional del hombre. La forma 
literaria es una especie de parábola, en que la 
obra de Dios, a tenor del precepto sabático, 
se presenta cual modelo de la obra del hombre. 
La obra de Dios se divide, no según la natura¬ 
leza de las cosas, sino según éstas aparecen a 
los sentidos y conforme al lenguaje de la época. 
(I. G. n. 13 y 15 ) 

(1) Los dos ríos primeros no se sabe cuales 
son; el tercero es probablemente el Tigris; 
el cuarto, el Eufrates. 

















GÉNESIS. 3 


I I 


cerle una ayuda semejante a él»; 
19 pues había Yave Dios traído ante 
Adán todos cuantos animales del 
campo y cuantas aves del cielo hizo 
de la tierra, para que viese cómo los 
llamaría, y fuese el nombre de todos 
los vivientes el que él les diera; 20 y 
había dado Adán nombre a todas las 
bestias y a todas las aves del cielo 
y a todos los animales del campo; 
pero entre todos ellos no había para 
Adán ayuda semejante a él. 21 Hizo 
pues Yave Dios caer sobre Adán un 
profundo sopor; y dormido, tomó una 
de sus costillas, cerrando en su lugar 
la carne, 22 y de la costilla que de 
Adán tomara formó Yave Dios a la 
mujer, y se la presentó a Adán. 
23 Adán exclamó: 

«Esto sí que es ya hueso de mi 
hueso y carne de mi carne. 

Esto se llamará varona, porque 
del varón ha sido tomada. 

24 Por esto dejará el hombre a su 
padre y a su madre 

Y se adherirá a su mujer 

Y vendrán a ser los dos una sola 
carne.» 


Tentación, caída y primera pro¬ 
mesa de redención. 

I 25 Estaban ambos desnudos, Adán 
y su mujer, sin avergonzarse de ello. 

3 1 Pero la serpiente, el más astuto 
de cuantos animales del campo 
hiciera Yave Dios, dijo a la mujer: 

«¿Conque os ha mandado Dios que 
no comáis de los árboles todos del 
paraíso?» 2 Y respondió la mujer a 
la serpiente: «Del fruto de los árbo- 
• les del paraíso comemos, 3 pero del 
fruto del que está en medio del pa¬ 
raíso nos ha dicho Dios: «no comáis 

de él, ni lo toquéis siquiera, no va¬ 
yáis a morir.» 4 * Y dijo la serpiente 

a la mujer: «No, no moriréis; 6 7 es 
que sabe Dios que el día que de él 
comáis, se os abrirán los ojos, y se¬ 
réis como Dios, conocedores del bien 
y del mal.» 6 Vió, pues, la mujer 
que el árbol era bueno para comerse, 
hermoso a la vista y deseable para 
alcanzar la sabiduría, y cogió de él 
fruto, y comió, y dió de él a su ma¬ 
rido, que también con ella comió. 

7 Abriéronse los ojos de ambos, y 

viendo que estaban desnudos, cosie¬ 

ron unas hojas de higuera y se hi¬ 

cieron unos cinturones. 8 * Oyeron a 


Yave Dios, que andaba por el jardín 
al fresco del día, y se escondieron 
de Yave Dios Adán y su mujer, en 
medio de la arboleda del jardín. 
9 Pero llamó Yave Dios a Adán, di¬ 
ciendo: «Adán, ¿dónde estás?» 10 Y 
éste contestó: «Te he oído en el 
* jardín, y temeroso porque estaba des¬ 
nudo, me escondí.» 11 «¿Y quién, le 
dijo, te ha hecho saber que estabas 
desnudo? Es que has comido del árbol 
de que te prohibí comer?» 12 Y dijo 
Adán: «La mujer que me diste por com¬ 
pañera me dió de él y comí.» 13 Dijo, 
pues, Yave Dios a la mujer: «¿Por qué 
has hecho eso?», y contestó la mujer: 
; «La serpiente me engañó y comí.» 14 
Dijo luego Yave Dios a la serpiente: 

«Por haber hecho esto, 

Maldita serás entre todas las bestias 

Y entre todos los animales del 
campo. 

Te arrastrarás sobre tu pecho 

Y comerás el polvo todo el tiempo 
de tu vida. 

15 Pongo perpetua enemistad entre 
ti y la mujer 

Y entre tu linaje (1) y el suyo; 

Este te aplastará la cabeza, 

Y tú le morderás a él el calcañal » (2). 
i 16 A la mujer le dijo: 

1 «Multiplicaré los trabajos de tus 
preñeces; 

parirás con dolor los hijos, 

y buscarás con ardor a tu marido, 

que te dominará.» 

17 A Adán le dijo: «Por haber es¬ 
cuchado a tu mujer, comiendo del 
árbol de que te prohibí comer, di- 

I ciéndote: no comas de él: 

Por ti será maldita la tierra; 

con trabajo comerás de ella todo 
i el tiempo de tu vida; 

18 te dará espinas y abrojos, 

y comerás de las hierbas del campo. 

i- 

(1) Nuestra palabra «linaje» no corresponde 
exactamente a la palabra hebrea aquí empleada, 
pues aquélla significa no sólo posteridad, que 
es lo que significa la palabra hebrea, sino tam¬ 
bién ascendencia; la hemos preferido, sin em- 

: bargo, por ser de género masculino, y convenir 
mucho en este lugar hacer resaltar la contra¬ 
posición que, de no distinguir entre los dos 
géneros, queda oscurecida. 

(2) La palabra hebrea es la misma para 
la acción del linaje de la mujer contra la ser¬ 
piente y para la de la serpiente contra el linaje 
de la mujer. En ambos casos debería traducirse 
del mismo modo. Sin embargo, como la pala¬ 
bra hebrea significa acechar o herir, prefiriendo 
esta úlrima significación, la matizamos de aplas¬ 
tar o de morder, según las circunstancias de la 
acción en el uno y el otro caso. 











12 


GÉNESIS, 4 


19 Con el sudor de tu rostro come¬ 
rás el pan, hasta que vuelvas a la 
tierra, pues de ella has sido formado; 

ya que polvo eres, y al polvo vol¬ 
verás» (1). 

20 Adán llamó Eva a su mujer, 
por ser la madre de todos los vi¬ 
vientes. 21 Hízoles Yave Dios a Adán 
y a su mujer túnicas de pieles, y los 
vistió. 

22 Díjose Yave Dios: «He ahí a 
Adán hecho como uno de nosotros, 
conocedor del bien y del mal; que no 
vaya ahora a tender su mano al 
árbol de la vida, y comicndo.de él, 
viva para siempre. 23 Y le arrojó 
Yave Dios del jardín de Edcn, a 
labrar la tierra de que había sido 
tomado. 24 Expulsó a Adán, y puso 
delante del jardín de Edén un que¬ 
rubín, que blandía flameante espa¬ 
da (2), para guardar el camino del 
árbol de la vida (3). 


Caín y Abel. 

I 1 2 Conoció Adán a su mujer, que 
" concibió y parió a Caín, diciendo: 
«He alcanzado de Yave un varón.» 
2 Volvió a parir, y tuvo a Abel, su 
hermano. Fué Abel pastor y Caín la¬ 
brador; 3 y al cabo de tiempo hizo 
Caín ofrenda a Yave de los frutos 
de la tierra, 4 * y se la hizo también 
Abel de los primogénitos de su ga¬ 
nado, de lo mejor de ellos; y agra- 


(1) En estas palabras de Dios a la mujer 
y al hombre resalta la diversa misión del uno 
y de la otra en la familia. La del hombre, ser 
jefe de ella y su mantenedor; la de la mujer, 
los afanes de la maternidad. 

(2) En todo este relato, como en el de’ a 
creación, hay que distinguir entre el fondo y 
la forma literaria. Esta es poética; y si absurdo 
sería tomar en sentido propio todas las palabras, 
definir del todo los límites entre la imagen y 
la realidad serla temerario. La C. P. Bíblica, 
en decreto de 30 de junio de 1908, después 
de condenar los sistemas que niegan todo valor 
histórico a estos relatos, señala algunos puntos 
que en éste han de ser tenidos por históricos: 
haber sido formada la mujer del cuerpo del 
primer hombre; la unidad específica del género 
humano; la felicidad original de los primeros 
padres en el estado de justicia, integridad e 
inmortalidad; el precepto dado por Dios al 
hombre para probar su obediencia; el primer 
pecado cometido por el hombre, a instigación 
del diablo en figura de serpiente; la pérdida, 
por parte del hombre, del privilegio de la ius- 
ticia original, y la promesa de un futuro redentor. 

(3) Son imágenes que expresan que no le 

queda al hombre esperanza alguna de reco¬ 

brar la inmortalidad. 


| dóse Yave de Abel y su ofrenda, 

6 pero no de Caín y la suya Se 
enfureció Caín y andaba cabizbajo; 

6 y Yave le dijo: «¿Por qué estás 
enfurecido, y por qué andas cabiz¬ 
bajo? 7 ¿No es verdad que si obraras 
bien andarías erguido, mientras que 
si no obras bien, estará el pecado a 
la puerta? Cesa, que él siente apego 
a ti, y tú le dominarás a él.» 8 Dijo 
Caín a Abel, su hermano: «Vamos al j 
campo.» Y cuando estuvieron en el 
campo, se alzó Caín contra Abel, su 
hermano, y le mató. 9 Preguntó Yave 
a Caín: «¿Dónde está Abel, tu her¬ 
mano?» Contestóle: «No sé. ¿Soy yo 
acaso el guarda de mi hermano?» I 

10 «¿Qué has hecho?—le dijo Yave—. 

La voz de la sangre de tu hermano 
está clamando a mí desde la tierra. 

11 Ahora, pues, maldito serás de la 
tierra, que abrió su boca para reci¬ 
bir de mano tuya la sangre de tu 
hermano. 12 Cuando la labres, te ne¬ 
gará sus frutos, y andarás por ella 
fugitivo y errante» (1). 13 Dijo Caín 
a Yave: «Insoportablemente grande 
es mi castigo. 14 Ahora me arrojas 1 
de la tierra cultivada; oculto a tu 
rostro, habré de andar fugitivo y 
errante por la tierra, y cualquiera 
que me encuentre me matará.» 13 Pero 
Yave le dijo: «No será así. Si alguien 
matare a Caín, sería éste siete veces 1 
vengado.» Puso, pues, Yave a Caín 
una señal, para que nadie que le 
encontrase le matara. 16 Caín, ale- J 
jándose de la presencia del Señor, 
habitó la región de Nod, al oriente 1 
de Edén. 


La descendencia de Gaín. 

17 Conoció Caín a su mujer, que 
concibió y parió a Enoc. Púsose a ! 

| edificar una ciudad, a la que dió el I 
nombre de Enoc, su hijo. 18 A Enoc 1 
le nació Irad, e Irad engendró a | 
Maviael; Maviacl a Matusael y Al a- I 
tusael a Lamcc. 19 Lamec tomó dos 1 
mujeres, una de nombre Ada, otra 
de nombre Sela. 20 Ada parió a Jabel, 
que fué el padre de los que habitan I 
tiendas y pastorean. 21 El nombre 
de su hermano fué Juba!, el padre de 


(1) Está maravillosamente expresado el 
remordimiento del homicida, que, perseguido 
siempre por la imagen de su víctima y el temor 
de la venganza, huye, buscando lugar donde 
ocultarse. 











cuantos tocan la cítara y el órgano. 
22 También Sela tuvo un hijo, Tu- 
balcain, forjador de instrumentos 
cortantes de bronce V de hierro. 
Hija de Tubalcaín fué Noema. 23 Dijo, ¡ 
pues, Lamec a sus mujeres Ada y 
Sela: 

Oíd mi voz, mujeres de Lamec, 

Dad oídos a mis palabras. 

Yo mataré a cualquier hombre 
que me hiera, 

Al joven que me hiciere un car¬ 
denal. 

24 Si Caín sería vengado siete veces, 

Lamec lo será setenta veces siete (1). 


Set y su deseen den cía. 

25 Conoció de nuevo Adán a su 
mujer, que parió un hijo, a quien 
puso por nombre Set, diciendo: «Hame 
dado Yave otro descendiente por 
Abel, a quien mató Caín.» 26 Tam¬ 
bién a Set le nació un hijo, al que 
llamó Enós; entonces comenzó a lla¬ 
marse con el nombre de Yave (2). 

• 1 2 Este es el libro de las genera^ 
'' ciones de Adán. Cuando creó Dios 
al hombre le hizo a imagen de Dios. 
2 Hízolos macho y hembra, y los 
bendijo, y les dió, al crearlos, el 
nombre de Adán. 3 Tenía Adán ciento 
treinta años cuando engendró un 
hijo a su imagen y semejanza, y le 
llamó Set. 4 Fueron los días de 
Adán, después de engendrar a Set, 
ochocientos años, y engendró hijos 
e hijas. 6 Fueron todos los días de 
la vida de Adán novecientos treinta 
años, y murió. 6 Era Set de ciento 
cinco años, cuando engendró a Enós; 
7 vivió, después de engendrar a 
Enós, ochocientos siete años, y en¬ 
gendró hijos e hijas; 8 fueron los días 
todos de su vida novecientos doce 
años, y murió. 9 Era Enós de noventa 
años, cuando engendró a Cainán; 


(1) En esta genealogía se pone de relieve 
la tendencia de los descendientes de Caín al 
cultivo de la civilización materia¿ con todos los 
vicios que ésta suele llevar consigo. La poesía 
de Lamec, el primer polígamo, es la explosión 
feroz de un alma ensoberbecida poi la invención 
de las armas de bronce y hierro. 

(2) La interpretación es dudosa. Algunos 
interpretan que entonces comenzó a invocarse 
el, nombre de Yave, es decir, que comenzó a 
dársele culto público; nos parece preferible 
la interpretación de que entonces la descenden¬ 
cia elegida comenzó a llamarse la descendencia 
de los hijos de Dios. 


10 vivió, después de engendrar a 
Cainán, ochocientos quince años, y 
engendró hijos e hijas. 11 Fueron 
todos los días de la vida, de Enós 
novecientos cinco años, y murió. 
12 Era Cainán de setenta años cuando 
engendró a Malaleel; 13 vivió, después 
de engendrar a Malaleel, ochocientos 
cuarenta años, y engendró hijos e 
hijas. 14 Fueron todos los días de su 
vida novecientos diez años, y murió. 
15 Era Malaleel de sesenta y cinco 
años cuando engendró a Jared. 16 Vi¬ 
vió, después de engendrar a Jared, 
ochocientos treinta años, y engendró 
hijos e hijas. 17 Fueron todos los 
días de su vida novecientos sesenta 
y dos años, y murió. 18 Era Jared de 
ciento sesenta y dos años, cuando 
engendró a Enoc. 19 Vivió, después 
de engendrar a Enoc, ochocientos 
años, y engendró hijos e hijas. 20 Fue¬ 
ron todos los días de su vida nove-, 
cientos sesenta y dos años, y murió. 
21 Era Enoc de sesenta y cinco años 
cuando engendró a Matusalén. 22 An¬ 
duvo Enoc en la presencia de Dios, 
después de engendrar a Matusalén, 
trescientos años, y engendró hijos e 
hijas. 23 Fueron todos los días de la 
vida de Enoc trescientos sesenta y 
cinco años, 24 y anduvo constante¬ 
mente en la presencia de Dios, y des¬ 
apareció (1), pues se lo llevó Dios. 
24 Era Matusalén de ciento ochenta 
y siete años, cuando engendró a 
Lamec. 26 Vivió, después de engen¬ 
drar a Lamec, setecientos ochenta y 
dos años, y engendró hijos e hijas. 
27 Fueron todos los días de Matusalén 
novecientos sesenta y nueve años, y 
murió. 28 Era Lamec de ciento ochen¬ 
ta y dos años, cuando engendró un 
hijo, 29 al que puso por nombre Noé, 
diciendo: «Este nos consolará de 
nuestros quebrantos y del trabajo de 
nuestras manos por la tierra que 
maldijo Yave.» 30 Vivió Lamec, des¬ 
pués de engendrar a Noé, quinien¬ 
tos noventa y cinco años, y engendró 
hijos e hijas. 31 Fueron todos los 
días de Lamec setecientos setenta y 
siete años, y murió. 32 Era Noé de 
quinientos años, y había engendrado 
a Sem, Cam y Jafet (2). 


(1) Esta desaparición de Enoc es para nos¬ 
otros un misterio. Aunque otras veces alude a 
ella la Escritura, no levanta el velo. Las fanta¬ 
sías de los apócrifos no merecen crédito alguno. 

(2) En esta genealogía, al contrario de la 

de los cainitas, se pone de relieve la piedad de 

los setitas para con Dios, y se indica cuidadosa- 













GÉNESIS, 6, 7 


1 1 


F1 diluvio. 

A 1 Cuando comenzaron a multi- 
u plicarse los hombres sobre la 
tierra, y tuvieron hijos, 2 viendo los 
hijos de Dios que las hijas de los 
hombres eran hermosas, tomaron de 
entre ellas por mujeres las que bien 
quisieron. 3 Y dijo Yave: «No per¬ 
manecerá por siempre mi espíritu en 
el hombre, porque no es más que car¬ 
ne. Ciento veinte años serán sus días.» 

4 Había entonces gigantes en la 
tierra, y también después, cuando los 
hijos de Dios se unieron con las hijas 
de los hombres, les engendraron los 
héroes, que muy de antiguo son 
hombres famosos (1). 

5 Viendo Yave cuánto había cre¬ 
cido la maldad del hombre sobre la 
tierra, y cómo todos sus pensamien¬ 
tos y deseos sólo y siempre tendían 
al mal, 6 se arrepintió de haber hecho 
al hombre en la tierra, doliéndose 
grandemente en su corazón, 7 y dijo: 
«Voy a exterminar al hombre que 
hice de sobre la haz de la tierra; al 
hombre, a los animales, a los reptiles 
y hasta a las aves del cielo, pues me 
pesa de haberlos hecho.» 8 Pero Noé 
halló gracia a los ojos de Yave. 

9 Estas son'las generaciones de Noé: 
Noé era varón justo y perfecto entre 
sus contemporáneos, y siempre an¬ 
duvo con Dios. 10 Había engendrado 
tres hijos, Sem, Cam y Jafet. 11 La 
tierra estaba corrompida ante Dios, 
y llena toda de iniquidad. 12 Viendo, 
pues, Dios que todo en la tierra era 
corrupción, pues toda carne había 
corrompido su camino, 13 dijo a Noé: 
«Veo venir el fin de todos, pues la 
tierra está llena toda de sus iniqui¬ 
dades, y voy a exterminarlos a ellos 
con la tierra.» 14 Hazte un arca de 
maderas resinosas, divídela en com¬ 
partimentos, y la calafateas con pez 
por dentro y por fuera. 15 Hazla así: 


mente el tiempo en que fue engendrado el 
patriarca, que entra después en la genealogía 
del Mesías. Cuanto a la longevidad y a la cro¬ 
nología que de estas genealogías se deduce, 
véase Intr. Gral. n.° 8. 

(t) La interpretación del lugar es difícil; 
parece lo más probable que se traía de las unio¬ 
nes conyugales de los descendientes de la raza 
elegida, los hijos de Dios, con las mujeres de 
la raza de Caín, las hijas de los hombres; unio¬ 
nes que aun a aquéllos llevaron la más profunda 
corrupción. De los gigantes se hace después 
mención en la Escritura (Num. 13. 33) y, aun¬ 
que con nombres distintos, también en otros 
ugares. 


trescientos codos de largo, cincuenta 
de ancho y treinta de alto: 16 harás 
en ella un tragaluz, y a un codo 
sobre éste acabarás el arca por arri¬ 
ba; la puerta la haces a un costado; 
harás en ella un primero, un segundo 
y un tercer piso, 17 pues voy a arrojar 
sobre la tierra un diluvio de aguas 
que exterminará cuanto bajo el cielo 
tiene hálito de vida. 18 Pero contigo 
haré yo mi alianza; y entrarás en 
el arca tú y tus hijos, tu mujer y 
las mujeres de tus hijos, contigo. 
19 De todos los animales meterás en 
el arca parejas para que vivan con¬ 
tigo, 20 de las aves, de las bestias y 
de toda especie de animales, macho 
y hembra. 21 Recoge alimentos de 
toda clase, para que os sirvan de 
comida.» 22 Hizo, pues, Noé en todo 
como Dios se lo mandó. Después 
dijo Yave a Noé: 

** 1 «Entra en el arca tú y toda tu 
* casa, pues sólo tú has sido hallado 
justo en esta generación. 2 De todos 
los animales puros toma dos setenas, 
machos y hembras, y de los impuros 
dos parejas, machos y hembras. 

3 También de las aves" puras dos 
setenas, machos y hembras, para que 
se salve su prole sobre la haz de la 
tierra toda, 4 porque dentro de siete 
días voy a hacer llover sobre la tierra 
cuarenta días y cuarenta noches, y 
exterminaré de sobre ella cuanto hice 
y vive. 6 Hizo Noé cuanto Dios le 
| mandara. 6 Era Noé de seiscientos 
anos cuando las aguas del diluvio 
I inundaron la tierra. 7 Y ante el dilu¬ 
vio entró en el arca Noé con sus hijos, 

, su mujer y las mujeres de sus hijos 
‘ y los animales limpios e inmundos; 
de las aves y cuanto vive sobre la 
tierra 9 entraron con Noé en el arca 
parejas, machos y hembras, según se 
lo había ordenado Dios. 10 Tasados 
los siete días, las aguas del diluvio 
cubrieron la tierra. 11 A los seiscien¬ 
tos años de la vida de Noé, el se¬ 
gundo mes, el día diecisiete de él, 
se rompieron todas las fuentes del 
abismo, se abrieron las cataratas del 
cielo, 12 y estuvo lloviendo sobre la 
tierra durante cuarenta días y cua¬ 
renta noches. 13 Aquel mismo día 
entraron en el arca Noé y sus hijos, 
Sem, Cam y Jafet, su mujer y las 
mujeres de sus tres hijos, 14 y los 
animales todos según su especie, 
todas las bestias, según su especie; 
1 todo reptil que se arrastra por la 







GENESIS, 8, 9 


15 


tierra, según su especie; toda ave, 
según su especie; todo pájaro, toda 
especie de volátil. 15 Entraron con 
Noé en el arca, de dos en dos, de 
toda carne que tiene hálito de vida. 
18 De toda carne entraron macho y 
hembra, como se lo había mandado 
Dios, y tras él cerró Ya ve. 17 Dilu¬ 
vió durante cuarenta días sobre la 
tierra. Crecieron las aguas y levan¬ 
taron el arca, que se alzó sobre la 
tierra. 18 Siguieron creciendo, cre¬ 
ciendo las aguas sobre la tierra, y el 
arca flotaba sobre la superficie de 
las aguas. 19 Tanto crecieron las aguas, 
que cubrieron los altos montes de 
debajo del cielo. 20 Quince codos sü- 
bieron las aguas por encima de ellos. 
21 Perecieron cuantos animales se 
mueven en la tierra, aves, ganados, 
bestias y todos los reptiles que se 
arrastran por la tierra, todos los 
hombres, 22 y todo cuanto vive sobre 
la tierra seca. 23 Fueron destruidos 
todos los vivientes sobre la superfi¬ 
cie de la tierra, desde el hombre a 
la bestia, y los reptiles y las aves del 
cielo, quedando sólo Noé y los que 
con él estaban en el arca. 24 Ciento 
cincuenta días estuvieron las aguas 
altas sobre la tierra. 

^ 1 Acordóse Dios de Noé y de 
cuantos con él estaban en el 
arca, y mandó sobre la tierra un 
viento, y menguaron las aguas. 2 Ce¬ 
rráronse las fuentes del abismo y las 
cataratas del cielo. Cesó de llover, 
3 y las aguas iban menguando, men¬ 
guando. Comenzaron a bajar a los 
lados del arca al cabo de ciento cin¬ 
cuenta días, 4 * pues el arca se había 
asentado sobre los montes de Ararat 
el día veintisiete del séptimo mes. 
6 Siguieron menguando las aguas has¬ 
ta el mes décimo, y el día primero d< 
este mes aparecieron las cumbres d« 
los montes. 6 Pasados cuarenta día 
más, abrió Noé la ventana, que había 
hecho en el arca, 7 * y soltó un cuervo, 
que volando iba y venía, mientras 
se secaban las aguas sobre la tierra. 
8 Siete días después, para ver si se 
habían secado ya las aguas, soltó una 
paloma, 9 que como no hallase donde 
posar el pie, se volvió al arca. 10 Es¬ 
peró otros siete días, y soltó otra vez 
la paloma, 11 que volvió a la tarde, 
trayendo en el pico una ramita verde 
de olivo. Conoció por esto Noé que 
las aguas no cubrían ya la tierra, 
12 pero todavía esperó otros siete 


días, y volvió a soltar la paloma, 
que ya no volvió más a él. 13 El 
año seiscientos uno, en el primer mes, 
el día primero de él, estaba secán¬ 
dose la superficie de la tierra, y 
abriendo Noé el techo del arca miró, 
y vió que se secaba la superficie de 
la tierra. 14 El día veintisiete del 
segundo mes estaba ya seca la tie¬ 
rra (1). 15 Habló, pues, Dios a Noé 
y le dijo: 16 «Sal del arca tú y tu 
mujer, tus hijos y las mujeres de tus 
hijos contigo. 17 Saca también todos 
los animales de toda especie, aves, 
bestias y demás vivientes; llenad la 
tierra, creced, y multiplicaos sobre 
ella.» 18 Salió, pues, Noé, con sus 
hijos, su mujer y las mujeres de sus 
lijos, 19 y salieron también todos los 
mímales, reptiles y aves según sus 
especies. 20 Alzó Noé un altar a Yave, 
y tomando de todos los animales 
puros y de todas las aves puras, 
ofreció sobre el altar un holocausto. 

21 Y aspiró Yave el suave olor, y se 
dijo en su corazón: «No volveré ya 
más a maldecir a la tierra por el 
hombre, pues los deseos del corazón 
humano, desde la adolescencia tien¬ 
den al mal; no volveré ya a extermi¬ 
nar cuanto vivo hice sobre la tierra. 

22 Mientras dure la tierra, habrá se¬ 
mentera y cosecha, frío y calor, ve¬ 
rano é invierno, día y noche.» 

Alianza de Dios con ÍVoc. 

9 1 Bendijo Yave a Noé y a sus 
hijos, diciéndoles: «Creced y multi¬ 
plicaos, y llenad la tierra; 2 que os 
teman, y de vosotros se espanten todos 
los animales de la tierra y todas las 
aves del cielo, todo cuanto sobre la 
tierra se mueve y todos los peces del 
mar: todos los pongo en vuestra 
mano. 3 Cuantos animales viven y se 
mueven os servirán de comida; todo 
os lo entrego, así como las hierbas 
y legumbres. 4 Solamente os absten¬ 
dréis de comer carne con su sangre 
5 porque ciertamente yo demandaré 


(i) El relato, en su sentido obvio, parece dar 

un diluvio universal con que castiga Dios la 

universal corrupción de toda carne, y del cual 

se salva sólo el que en su generación era justo 

ante Dios. Si en verdad el autor sagrado intenta 

describir el diluvio del todo universal, con 

universalidad geográfica, zoológica y antropoló¬ 

gica, es muy dudoso y discutido. La mención 

que de él se hace varias veces en el A. y en el 

Ñ. Testamento no parece exigir una estricta y 

absoluta universalidad. 








1G 


GÉNESIS, 10 




vuestra sangre de mano de cualquier 
viviente, como la demandaré de 
mano del hombre, extraño o deudo. 
6 El que derramare la sangre del 
hombre, por mano de hombre será 
derramada la suya; porque el hom¬ 
bre ha sido hecho a imagen de 
Dios (1). 7 Vosotros, pues, creced 

y multiplicaos y henchid la tierra 
y dominadla.» 8 Dijo también Yave 
a Noé y a sus hijos con él: 9 «Ved, 
yo voy a establecer mi alianza con 
vosotros y con vuestra descendencia 
después de vosotros; 10 y con todo 
ser viviente que está con vosotros, 
aves, bestias, y animales, todos los 
salidos con vosotros del arca. 11 Hago 
con vosotros pacto de no volver a 
exterminar a todo viviente por las 
aguas de un diluvio, y de que no 
habrá ya inás un diluvio que des¬ 
truya la tierra.» 12 Y añadió Dios: 
«Ved aquí la señal del pacto que 
establezco entre mí y vosotros, y 
cuantos vivientes están con vosotros, 
por generaciones sempiternas: 13 pon¬ 
dré mi arco (2) en las nubes, para 
señal de mi pacto con la tierra, 14 y 
cuando cubriere yo de nubes la 
tierra, aparecerá el arco, 15 y me 
acordaré de mi pacto con vosotros y 
con todos los vivientes de la tierra, 
y no volverán más las aguas del dilu¬ 
vio a destruirla. 16 Estará el arco 
en las nubes, y yo lo veré, para acor¬ 
darme de mi pacto eterno entre 
Dios y toda alma viviente y toda 
carne que hay sobre la tierra.» 17 «Esta 
es—dijo Dios a Noé—la señal del 
pacto que establezco entre mí y 
toda carne que está sobre la tierra.» 

Los hijos de IVoé. 

18 Fueron los hijos de Noé salidos 
del arca, Scm, Cam y Jafct; Caín era 
padre de Callón. 19 Estos tres eran 
los hijos de Noé, y de ellos se pobló 
toda la tierra. 20 Noé, agricultor, 
comenzó a labrar, y plantó una 


(1) Repite Dios a Noé la bendición dada 
a Adán (Gen. i. 28), y repite igualmente el 
mandato de respetar la vida del hombre, por 
ser éste imagen y semejanza de Dios. 

(2) El arco iris se nos da como señal del 
pacto entre Dios y Noé, y más que servir para 
traer a Dios el recuerdo del pacto, como en 
frase antropomórfica nos dice la Escritura, 
servirá para tranquilizar al hombre, con la 
seguridad de que no habrá un nuevo diluvio, 
seguridad que tendrá precisamente al llover, 
que es cuando el arco se forma. 


viña. 21 Bebió de su vino, y se em¬ 
briagó, y se desnudó en medio de su 
tienda. 22 Vio Cam, el padre de Canán, 
la desnudez de su padre, y fué a 
decírselo a sus hermanos, que esta¬ 
ban fuera; 23 y tomando Sem y Jafet 
el manto, se lo pusieron sobre los 
hombros, y yendo de espaldas, vuelto 
el rostro, cubrieron, sin verla, la 
desnudez de su padre. 24 Despierto 
de su embriaguez, supo lo que 
con él había hecho el más pequeño 
de sus hijos, 25 y dijo: 

«Maldito Canán, 

Siervo de los siervos de sus her¬ 
manos será. 

26 Bendito Yave, Dios de Sem, 

Y sea Canán siervo suyo. 

27 Dilate Dios a Jafet, 

Y habite éste en las tiendas de 
Sem, y sea Canán su siervo (1). 

28 Vivió Noé después del diluvio 
trescientos cincuenta años, 29 siendo 
todos los dias de su vida novecientos 
cincuenta años, y murió. 

I.os pueblos descendientes de ¡Voé. 

10 1 Estas son las generaciones de 

Noé (2): Sem, Cam y Jafet. 
Naciéronles hijos a éstos después del 
diluvio. 2 Hijos de Jafet fueron 
Comer, Magog, Madai, Javán, Tubal, 
Mosoc y Tiras; 3 hijos de Comer: 
Asquenaz, Rifat y Togorma; 4 * hijos 
de Javán: Elisa, y Tarsis, Quitim y 
Rodanim; 6 de éstos se poblaron 
las islas de las gentes en sus tierras, 
según sus lenguas, familias y nacio¬ 
nes. fl Hijos de Cam fueron: Cus, 
Misraim, Put y Canán. 7 Hijos de 
Cus: Saba, Evila, Sabta, Rama y 
Sableca. Hijos de Rama: Soba y 
Dadán. 8 Cus engendró a Ncmrod, 
que fué quien comenzó a dominar 
sobre la tierra, 9 pues era un robusto 


(1) La bendición de Sem es indudable y 
directamente mesiánica; la de Jafet lo es indi¬ 
rectamente. La maldición recae no sobre Cam, 
sino sobre Canán, su hijo; la razón de esto 
podría ser que fuera Canán el autor del desacato 
a que parece referirse el hagiógrafo al decir: 
«Despierto Noé, supo lo que con él habla hecho 
el más pequeño de sus hijos», que ciertamente 
no era Cam, el segundo de los tres. 

(2) La tabla etnográfica del Génesis está 

en forma de árbol genealógico; en ella los nom¬ 
bres, más que personas, representan frecuente¬ 
mente naciones, tribus o ciudades, abarcando 

el mundo conocido de los hebreos, desde el 

mar Caspio hasta España, límite occidental 

de las colonias fenicias. 























18 


GÉNESIS, 11 


cazador ante Yave, y de ahí se dijo: 
«Como Nemrod, robusto cazador ante 
Yave.» 10 Fué el comienzo de su 
reino Babel, Ereq, Acád y Calne, 
en tierra de Senaar. 11 De esta tierra 
salió para Asur, y edificó Nínive, 
Rejobothir, Calaj 12 y Resen, entre 
Nínive y Calaj; ésta era la ciudad 
más grande. 13 Misraim engendró a 
los Ludim, los Anamim, los Leabim, 
los Naftujim, 14 los Petrusim y los 
Caslujim, de los cuales salieron los 
Pilistim y los Caftorim. 15 Canán 
engendró a Sidón, su primogénito, 
y a Jet, 16 el Jebuseo, el Amorreo, 
el Guergueseo, 17 el Jeveo, el Ara- 
queo, el Sineo, 18 el Arvadeo, el 
Semareo y Jamateo, de los que des¬ 
cendieron después las familias del 
Cananeo. 19 Los límites del Cananeo 
eran desde Sidón, viniendo hacia 
Gerara, hasta Gáza, y viniendo hacia 
Sodoma, Gomorra, Adama y Seboim, 
hasta Lesa. 20 Estos son los hijos 
de Cam, según sus familias, lenguas, 
regiones y naciones. 21 También le 
nacieron hijos a Sem, padre de todos 
los Beneeber y hermano mayor de 
Jafet. 2 . 2 Son hijos de Sem: Elam, 
Asur, Arfaesad, Lud, Aram y Cai- 
nán (1). 23 Hijos de Aram: Uz, Jul, 
Gueter y Mas 24 Arfaesad engendró 
a Salaj, y Salaj a Heber. 25 A Heber 
le nacieron dos hijos, el uno se llamó 
Paleg, porque en su tiempo se dividió 
la tierra; su hermano se llamó Joetán; 
26 Joetán engendró a Almodad, 
Salar, Jasarmavet, Jaraj, 27 Ado- 
ram, CJzal, Dicla, 28 Obad, Abimael, 
Jeba, 29 Ofir, Evila y Jobab. Todos 
éstos son hijos de Joetán, 30 y habi¬ 
taron desde Mesa, según se va a 
Sefar, el monte oriental. 31 Estos 
son los hijos de Sem, según sus fami¬ 
lias, lenguas, regiones y naciones. 
32 Estas las familias de los hijos de 
Noé, según sus generaciones y nacio¬ 
nes. De estos se dividieron los pue¬ 
blos en la tierra después del diluvio. 


La confusión de las lenguas. 

1 1 (i) * 1 Era la tierra toda de una sola 
1 * lengua y de unas mismas palabras. 
2 En su marcha desde oriente halla¬ 
ron una llanura en la tierra de Senaar 


(i) Añadimos a la genealogía el nombre 
de Cainán por hallarse en los LXX y haberlo 
incluido San Lucas en la de Cristo (Luc. 3. 36.) 
La genealogía, aunque incompleta, es el docu- 


y se establecieron allí. 8 Dijéronse 
unos a otros: «Vamos a hacer ladri¬ 
llos, y a cocerlos al fuego»; y se sir¬ 
vieron de los ladrillos como de pie¬ 
dra, y el betún les sirvió de cemento; 
4 y dijeron: «Vamos a edificarnos 
una ciudad y una torre, cuya cús¬ 
pide toque a los cielos y nos haga 
famosos, por si tenemos que divi¬ 
dirnos por la haz de la tierra.» 5 Y 
bajó Yave a ver la ciudad y la torre 
que estaban haciendo los hijos de 
los hombres, 6 y se dijo: «He aquí 
un pueblo uno. y tienen todos una 
lengua sola. Se han propuesto esto, 
y nada les impedirá llevarlo al cabo. 
7 Bajemos, pues, y confundamos 
su lengua, de modo que no se entien¬ 
dan unos a otros.» 8 Y los dispersó 
de allí Yave por toda la haz de la 
tierra, y así cesaron de edificar la 
ciudad. 9 Por eso se llamó Babel, 
porque allí confundió Yave la lengua 
de la tierra toda, y de allí los dis¬ 
persó por la haz de toda la tierra (1). 


Genealogía de Abrnirt. 

10 Estas son las generaciones de 
Sem: Era Sem de cicp años, cuando 
engendró a Arfaesad, dos años des¬ 
pués del diluvio; 11 vivió Sem después 
de engendrar a Arfaesad quinientos 
años, y engendró hijos e hijas. 12 Vi¬ 
vió Arfaesad cincuenta años, y en¬ 
gendró a Sale; 13 vivió después de 
engendrar a Sale trescientos años, 
y engendró hijos e hijas. 14 Vivió 
Sale treinta años, y engendró a He¬ 
ber; 16 vivió después de engendrar 
a Heber cuatrocientos tres años, y 
engendró hijos e hijas. 16 Vivió Heber 
treinta y cuatro años, y engendró 
a Paleg; 17 vivió después de engen¬ 
drar a Paleg cuatrocientos treinta 
años, y engendró hijos e hijas. 
18 Vivió Paleg treinta años, y engen¬ 
dró a Reu; 19 vivió después de en¬ 
gendrar a Reu doscientos nueve 
años, y engendró hijos e hijas. 20 Vi¬ 
vió Reu treinta y dos años, y engen¬ 
dró a Sarug; 21 vivió después de 


mentó etnográfico más importante que nos ha 
transmitido la antigüedad, pues por él conoce¬ 
mos el lugar que ocupaba el pueblo de las 
promesas en medio de las naciones. 

(1) El relato nos presenta a los hombres 
ensoberbecidos por su fuerza y su unidad, 
basada en la unidad de lengua. Los castiga 
Dios, confundiendo su lengua y obligándolos 

asi a dispersarse. 






GÉNESIS, 12 


19 


engendrar a Sarug doscientos siete 
años, y engendró hijos e hijas. 22 Vi¬ 
vió Sarug treinta años, y engendró 
a Najor; 23 vivió después de engen¬ 
drar a Najor doscientos años, y 
engendró hijos e hijas. 24 Vivió Najor 
veintinueve, años, y engendró a Ta- 
rej; 25 vivió después de engendrar 
a Tarej ciento diecinueve años, y 
engendró hijos e hijas. 26 Vivió 
Tarej setenta años, y engendró a 
Abram, a Najor y a Aram (1). 

Emigración de Abram a la Pa¬ 
lestina. 

27 Estas son las generaciones de 
Tarej: Tarej engendró a Abram, 
Najor y Arán. Arán engendró a Lot, 
28 y murió antes de Tarej, su padre, 
en la tierra de su nacimiento, en 
Ur Casdim. 29 Y tomaron Abram y 
Najor mujer cada uno; el nombre 
de la de Abram, Sarai, y el de la de 
Najor, Melca, hija de Arán, el padre 
de Melca y de Jesca. 30 Era Sarai 
estéril y no tenía hijos. 31 Tomó, pues, 
Tarej a Abram su hijo, a Lot, el 
hijo de Arán, hijo de su hijo y a 
Sarai su nuera, la mujer de su hijo 
Abram, y los sacó de Ur Casdim, 
para dirigirse a la tierra de Canán, 
y llegados a Jarán, se quedaron allí. 
32 Siendo Tarej de doscientos cinco 
años, murió en Jarán. 

i 9 1 2 * Había dicho Ya ve a Abram: 
1 ~ «Salte de tu tierra, 

De tu parentela 

De la casa de tu padre, 

Para la tierra que yo te indicaré; 

2 Yo te haré un gran pueblo, 

Te bendeciré y engrandeceré tu 
nombre 

Que será bendición 

3 Y bendeciré a los que te bendigan. 

Y maldeciré a los que te maldigan. 

Y te bendecirán todas las familias 

de la tierra» (2). 4 * Emprendió 


Abram el camino, conforme le había 
dicho Yave, llevando consigo a Lot. 
Al salir de Jarán, era Abram de 
setenta y cinco años. 6 Tomó, pues, 
Abram a Sarai, su mujer, y a Lot, 
su sobrino y toda su hacienda y la 
familia y ganados que en Jarán 
habían adquirido. Salieron, para diri¬ 
girse a la tierra de Canán, y llegaron 
a ella. 6 Penetró en ella Abram hasta 
el lugar de Siquein, hasta el encinar 
de Moré. Entonces estaban los cana- 
neos en aquella tierra. 7 Y se le 
apareció Yave a Abram, y le dijo: 
«A tu descendencia daré yo esta 
tierra.» Alzó allí un altar a Yave, 
que se le había aparecido, 8 * y sa¬ 
liendo hacia el monte que está frente 
a Betel, asentó allí sus tiendas, 
teniendo a Betel a occidente y a Hai 
al oriente, y alzó un altar a Yave, 
e invocó el nombre de Yave. 

Bajada de Abram a Egipto. 

9 Alzó Abram sus tiendas para ir al 
Negueb; 10 pero hubo un hambre en 
aquella tierra, y bajó a Egipto para 
peregrinar allí, por haber en aquella 
tierra gran escasez. 11 Cuando estaba 
ya próximo a entrar en Egipto, dijo 
a Sarai su mujer: «Mira que sé que 
eres mujer hermosa, 12 y cuando 
te vean los egipcios, dirán: «es su 
mujer», y me matarán a mí y a ti 
te dejarán la vida: 13 di pues, te lo 
ruego, que eres mi hermana, (1) para 
que así me traten bien por ti. y por 
amor de ti salve yo mi vida.» 14 Cuan¬ 
do, pues, hubo entrado Abram en 
Egipto, vieron los egipcios que su 
mujer era muy hermosa; 15 y vién¬ 
dola los jefes del Faraón, se la ala¬ 
baron mucho, y la mujer fué llamada 
al palacio del Faraón. 18 A Abram 
le trataron muy bien por amor de 
ella, y tuvo ovejas, ganados y asnos, 
siervos y siervas, asnos y camellos. 


(1) Abram es el término de la genealogía 
patriarcal, que comprende además todo el 
Cap. 5 del Gén. En cuanto al modo de la genea¬ 
logía, su sentido mesiánico y su valor crono¬ 
lógico, V. la nota a Gén. 5. 31. 

(2) Las palabras de Dios a Abram contie¬ 

nen un mandato y una promesa, uno y otra 

dados en Ur Casdim (Act. 7. 2). La promesa se 

repite, en términos casi idénticos, tres veces 

al mismo Abram y después a Isac y a Jacob. 

Promete Dios a Abram darle la tierra de Canán, 

a él y a su descendencia; esto, si bien aquí está 

sólo indicado, se halla luego terminantemente 

en las promesas siguientes (13. 14 sgs.): mul¬ 


tiplicar su descendencia, hasta hacerla una gran 
nación; engrandecerle y darle por fuente de 
bendición; bendecir a los que le bendigan 
maldecir a los que le maldigan y ser objeto de 
bendición para todas las naciones de la tierra. 
La razón de todas estas bendiciones es el Mesíasj 
que de Abram descenderá. 

(1) Según Gen. 20,12, Abraham y Sara eran 
hermanos de padre, lo que no era en muchos 
pueblos antiguos impedimento del matrimonio. 
En Israel mismo, a pesar de la Ley (Lev. 18, 
9, 11; Deut. 27, 22), tal vez no se consideraban 
tales matrimonios como ilícitos, a juzgar por las 
palabras de Tamar a su hermano Ammón (II 
Sam. 13, 13). 











M ESO POTAM1A 

EN EL 

GÉNESIS 








GÉNESIS, 13, 14 


21 


17 Pero Yave afligió con grandes 
plagas al Faraón y a su casa, por 
Sarai, la mujer de Abram; 18 y 
llamando el Faraón a Abram, le 
dijo: «¿Por qué me has hecho esto? 
¿Por qué no me hiciste saber que 
era tu mujer? 19 ¿Por qué dijiste: es 
mi hermana, dando lugar a que la 
tomase yo por mujer? Ahora, pues, 
ahí tienes a tu mujer, tómala y vete.» 
20 Y dió el Faraón órdenes acerca 
de él a sus hombres, y éstos le con¬ 
dujeron a él y a 'su mujer con todo 
cuanto era suyo. 

I 1 Subió, pues, de Egipto Abram 

1 f> con su mujer, toda su hacienda, 
y con Lot hacia el Negueb. 2 Era 
Abram muy rico en ganados y en 
plata y oro, 3 y se volvió desde el 
Negueb hacia Betel, 4 hasta el lugar 
donde estuvo antes acampado entre 
Betel y Hai, el lugar del altar que 
allí alzara al principio, e invocó allí 
el nombre ,de Yave. 


Separación de Abram y Lot. 

5 También Lot, que acompañaba 
a Abram, tenía rebaños, ganados y 
tiendas, 6 y no podían habitar juntos 
en aquella tierra, por ser muy gran¬ 
des sus haciendas para poder habi¬ 
tar juntamente. 7 Hubo contiendas 
entre los pastores del ganado de 
Abram y los del ganado de Lot. 
Habitaban entonces aquella tierra 
acuérneos y fereceos. 8 Dijo, pues, 
Abram a Lot: «Que no haya contien¬ 
das entre los dos, ni entre mis pas¬ 
tores y los tuyos, pues somos her¬ 
manos. 9 ¿No tienes ante ti toda la 
región? Sepárate, pues, de mí, te 
lo ruego; si tú a la izquierda, yo a la 
derecha; si tú a la derecha, yo a la 
izquierda.» 10 Alzando Lot sus ojos, 
vió toda la olla (1) del Jordán, 
enteramente regada, antes de que 
destruyera Yave a Sodoma y Gomo- 
rra, que era como un jardín de Yave, 
y a partir de Segor se parecía al 
Egipto. 11 Eligió, pues, Lot la olla 
del Jordán, y se dirigió al oriente 
separándose el uno del otro. 12 Abram 
siguió en la tierra de Canán, y Lot 
habitó en las ciudades de la olla del 


(i) Una depresión rodeada de montes, 

como es la región del Jordán, se llama frecuente¬ 

mente olla; por eso traducimos así, pues tal 

es el aspecto que presenta, vista desde Betel, 

desde donde la contemplan Abram y Lot. 


Jordán, teniendo su morada en So- 
doma. 13 Eran los habitantes de 
Sodoma malos y pecadores ante Yave 
en muy alto grado. 14 Dijo Yave a 
Abram, después que Lot se hubo 
separado de él: «Alza tus ojos, y 
desde el lugar donde estás, mira al 
norte y al mediodía, a oriente y a 
occidente. 16 Pues toda la tierra 
que ves te la daré yo a ti y a tu des¬ 
cendencia para siempre. 16 Haré tu 
descendencia como el polvo de la 
tierra; si hay quien pueda contar 
¡ el polvo de la tierra, ése será quien 
pueda contar tu descendencia. 17 An¬ 
da, y camina por esta tierra a lo 
largo y a lo ancho, que a ti te la daré 
toda.» 18 Alzó, pues, Abram sus 
tiendas, y se fué a habitar en el 
encinar de Mambre, cerca de Hebrón, 
y alzó allí un altar a Yave. 

Liberación cíe Lot. 

II 1 Sucedió en tiempo de Amrafel, 
1 ~ rey de Senaar, que Arioc, rey 
de Elasar, Codorlaomor, rey de Elam, 

| y Tadal, rey de Goim, 2 hicieron 
guerra a Bara, rey de Sodoma; a 
! Bersa, rey de Gomorra; a Senab, rey 
de Adama; a Semebar, rey de Se- 
boim, y al rey de Bala, que es Segor. 

1 3 Estos se concentraron en el valle 
de Sidim, que es el mar de sal. 
4 Por doce años habían estado some¬ 
tidos a Codorlaomor, pero el año 
trece se rebelaron. 5 El catorce vino 
Codorlaomor y los reyes con él coa¬ 
ligados, y derrotaron a los Kefaim 
en Astarot Carnaim, y a los Zurim 
i en Sam, a los Emim en. Save Caria- 
taim 6 y a los jórreos en los montes 
de Seir hasta el Paran, que está 
junto al desierto; 7 y volviéndose, 
vinieron a la fuente de Mispat, que 
es Cades, y talaron todos los campos 
de los amalecitas, y los de los amo* 
írreos que habitaban en Jasason Ta¬ 
tuar. 8 Saliéronles al encuentro el 
rey de Sodoma, el de Gomorra, el de 
Adama, el de Seboim y el de Bala, 
que es Segor, y presentaron batalla 
en el valle de Sidim 9 contra Codor¬ 
laomor, rey de Elam; Tadal, rey de 
Goim; Amrafel, rey de Senaar, y 
Arioc, rey de Elasar; cuatro reyes 
contra cinco. 10 Había en el valle de 
Sidim muchos pozos de betún. Los 
reyes de Sodoma y Gomorra se die¬ 
ron a la fuga, y cayeron allí muchos, 
y los que se salvaron huyeron al 
monte. 11 Saquearon todas las ha- 































PÉNESIS, 15 


23 


deudas de Sodoma y Gomorra y 
todas sus provisiones, y se retiraron. 

12 Llevábanse también con toda su 
hacienda a Lot, el hijo del hermano 
de Abram, que habitaba en Sodoma, 

13 y fue uno de los fugitivos a decír¬ 
selo a Abram, el hebreo, que habi¬ 
taba en el encinar de Mambre, amo¬ 
rreo, hermano de Escol y de Aner, 
que habían hecho alianza con Abram; 

14 y como supo Abram que había 
sido hecho cautivo su hermano, re¬ 
unió los capaces de entre sus domés¬ 
ticos, trescientos dieciocho, y per¬ 
siguió a los aprehensores hasta Dan, 

15 y dividiendo su tropa cayó sobre 
ellos por la noche, él y sus siervos y 
los derrotaron; persiguiéndolos hasta 
Joba, que está a la izquierda de 
Damasco, 16 y recobró todo el botín 
y a Lot, su hermano, con toda su 
hacienda, y mujeres y pueblo. 17 Des¬ 
pués que volvió de derrotar a Codor- 
laomor y a los reyes que con él 
estaban, salióle al encuentro el rey 
de Sodoma en el valle de Save, que 
es el valle del rey; 18 y Melquisedec, 
rey de Salem, sacando pan y vino, 
pues era sacerdote del Dios Altí¬ 
simo, 19 bendijo a Abram, dicien¬ 
do (1): 

«Bendito Abram del Dios Altísimo, 
dueño de cielos y tierra 

20 Y bendito el Dios Altísimo, que 
ha puesto a tus enemigos en tus 
manos.» Y le dió Abram diezmo de 
todo. 21 Dijo el rey de Sodoma a 
Abram; «Dame las personas, la ha¬ 
cienda tómala para ti»; 22 pero Abram 
dijo al ‘rey de Sodoma; «Alzo mi mano 
a Yave, el Dios Altísimo, dueño de 
cielos y tierra, 23 si desde un hilo 
hasta una correa de zapato, tomare 
yo nada de cuanto es tuyo, para que 
no digas: yo enriquecí a Abram; 
24 salvo lo que han comido los mozos 
y la parte de los que me han acom¬ 
pañado, Aner, Escol y Mambre. Estos 
cogerán sus partes.» 

Alianza de Yave con Abram. 

d ST 1 1 Después de estos sucesos 
■ habló Yave a Abram en visión, 
diciéndole; «No temas, Abram, yo 
soy tu escudo, tu recompensa será 


(i) Melquisedec es rey y sacerdote, y como 
tal, tipo del Mesías. Salm. no (Vulg. 109), v, 4. 
Como sacerdote bendice a Abram y recibe 
de él las décimas, en que ve San Pablo señalado 
el sacerdocio levítico. (Hbr. 5. 7 sgs.) 


muy grande.» 2 * * * Contestóle Abram: 
«Señor, Yave: ¿qué me vas a dar? 
Yo me iré sin hijos, y será heredero 
de mi casa ese damasceno Eliezer. 

3 No me has dado descendencia, y 
será mi criado quien me herede.» 

4 Pero en seguida le respondió Yave: 

«No te heredará ése, sino al contrario, 
uno salido de tus entrañas, ése te 
heredará.» 6 Y sacándole fuera le 
dijo: «Mira al cielo, y cuenta, si 
puedes, las estrellas; así de numerosa 
será tu descendencia.» 6 Y creyó 
Abram a Yave, y le fué reputado 
por justicia (1). 7 Díjole después 

Yave: «Yo soy Yave, que te saqué 
de Ur Casdim, para darte esta tierra 
en posesión.» 8 Preguntóle Abram: 
«Señor, Yave, ¿en qué conoceré que 
he de poseerla?» 9 Y le dijo Yave: 
«Elígeme una vaca de tres años, una 
cabra de tres años también, y un 
carnero igualmente de tres años, y 
una tórtola y una paloma.» 10 Tomó 
Abram todo esto, y partió los ani¬ 
males por la mitad; pero no las aves, 
y puso de cada uno una parte frente 
a la otra. 11 Bajaban las aves sobre 
las carnes muertas, y Abram las 
espantaba. 12 Cuando estaba ya el 
sol para ponerse, cayó un sopor 
sobre Abram, y fué presa de gran 
terror, y le envolvió densa tiniebla. 
13 Y dijo a Abram: «Has de saber que 
tu descendencia peregrinará en una 
tierra no suya, y estará en servidum¬ 
bre, y los afligirán por cuatrocientos 
años; 14 pero yo juzgaré al pueblo 
que los esclavizará, y saldrán de allí 
después con mucha hacienda; 16 pero 
tú irás a reunirte en paz con tus 
padres, y serás sepultado en buena 
ancianidad. 16 A la cuarta genera¬ 
ción volverán acá, pues todavía no 
se han consumado las iniquidades 
de los amorreos.» 17 Puesto ya el sol, 
y en densísimas tinieblas, apareció 
una hornilla humeando y un fuego 

! llameante, que pasó entre las mita¬ 
des de las víctimas (2). 18 En 

(1) La fe de Abram en la divina promesa, 
contra toda humana esperanza, fué un acto 
de justicia gratísimo al Señor. San Pablo la 
considera como expresión de la justificación por 
la fe. Santiago, como ejemplo de la sinceridad 
de la fe, que se muestra en las obras, como en 
Abram, dispuesto a sacrificar a su hijo único 
por obedecer a Dios. 

(2) El paso por entre las partes de las víc¬ 

timas es la forma ritual de consagrar un pacto 

entre hombres, poniendo a Dios por testigo. 

(Jer. 34. 18, 19.) Aquí el mismo Dios pasa 

entre las víctimas, simbolizado por el fuego] 








24 


GEN'ESIS, 16, 17 


aquel día hizo Yave pacto con Abram, 
diciéndole: «A tu descendencia he 
dado esta tierra desde el río de Egipto 
hasta el gran río, el Eufrates (1), 
19 al Quineo, al Quineceo, al Cadmo- 
neo, 20 al Jebeo, al Ferezeo, a los 
Refaim, 21 al Amorreo, al Cananeo, 
al Guergueseo y al Jebuseo.» 

IVaelinicnlo do Ismael 

1 /* 1 Sarai, la mujer de Abram, no 
1 tenía hijos. Pero tenía una es¬ 
clava egipcia, de nombre Agar, 2 y 
dijo a Abram: «Mira, Yave me ha 
impedido* concebir; entra, pues, a 
mi esclava, a ver si por ella puedo 
tener hijos» (2). Escuchó Abram 
a Sarai. 3 Tomó, pues, Sarai, la mujer 
de Abram, a Agar, su esclava egip¬ 
cia, al cabo de diez años de habitar 
Abram en la tierra de Canán, y se 
la dió por mujer a su marido, Abram. 

4 Entró éste a Agar, que concibió, 
y viendo que había concebido, mi¬ 
raba con desprecio a su señora. 

5 Dijo, pues, Sarai a Abram: «Mi 
afrenta sobre ti cae; yo puse mi es¬ 
clava en tu seno, y ella, viendo que 
ha concebido, me desprecia. Juzgue 
Yave entre tú y yo.» 6 Y Abram dijo 
a Sarai: «Mira, en tus manos está tu 
esclava, haz con ella como bien te 
parezca.» Corrigióla Sarai, y ella 
huyó de su presencia; 7 la encontró 
el ángel de Yave junto a la fuente 
que hay en el desierto, camino de 
Sur, 8 y le dijo: «Agar, esclava de 
Sarai, ¿de dónde vienes y a dónde 
vas?», y le respondió ella: «Voy hu¬ 
yendo de Sarai, mi señora.» 9 «Vuelve 
a tu señora—le dijo el ángel de Yave— 
y humíllate bajo su mano»; 10 y aña¬ 
dió: «Yo multiplicaré tu descendencia, 

Que por lo numerosa no podrá 
contarse. 

11 Mira, has concebido y parirás 
un hijo, 

Y le llamarás Ismael, 


(1) Los limites naturales de la Palestina 
son: el Líbano y ante-Libano, al norte; al sur, 
el de desierto, al oeste, el Mediterráneo, y al este 
el Jordán. Este último parece ser el rio aquí 
señalado. Si aquí y en otros lugares se dice el 
rio grande, y a veces el Eufrates, esto parece 
ser una glosa interpretativa, fundada en la, 
universalidad del reino mesianico, según pro¬ 
fecías subsiguientes. 

(2) Ajústase aquí Abram al código de 
Hammurabl, que parece regular la vida con¬ 
yugal de Abram e Isac. Según él, la mujer estéril * 
podía dar a su marido una esclava por mujer, 
perdiendo asi éste el derecho a repudiarla. ' 


Porque ha escuchado Yave tu 
aflicción. 12 Será un onagro de hom¬ 
bre; 

Su mano contra todos, y las manos 
de todos contra él. 

Y habitará frente a todos sus her¬ 
manos.» 13 Dió Agar a Yave, que la 
había hablado, el nombre de Atba- 
El-Roi; pues se dijo: «¿No he visto 
también aquí al que me ve?» 14 Por 
eso llamó al pozo el pozo del viviente 
vidente. Es el que está entre Cades 
y Berad. 15 Parió Agar a Abram un 
hijo, y le dió Abram el nombre de 
Ismael. 16 Tenía Abram ochenta y 
seis años cuando Agar le parió a 
Ismael. 

Renovación de la alianza. 1.a cir¬ 
cuncisión. 

1 7 1 Cuando ero Abram de noventa 
1 L y seis años, se le apareció Yave, 
y le dijo: «Yo soy El-Sadai (1); anda 
en mi presencia, y sé perfecto. 2 Yo 
haré contigo mi alianza, y te multi¬ 
plicaré muy grandemente.» 3 Cayó 
Abram rostro a tierra, y siguió dicién¬ 
dole Yave: 4 * «Cuanto a mí, he aquí 
mi pacto contigo: serás padre de una 
muchedumbre de pueblos, 6 y ya 
no te llamarás Abram, sino Abraham, 
porque yo te haré padre de una mu¬ 
chedumbre de pueblos. 6 Te acre¬ 
centaré mucho, mucho y te haré 
pueblos, y saldrán de ti reyes; 7 yo es¬ 
tablezco contigo, y con tu descenden¬ 
cia después de ti por sus generaciones, 
mi pacto eterno de ser tu Dios y el 
de tu descendencia, después de ti, 
8 y de darte a ti, y a tu descendencia, 
después de ti, la tierra de tus pere¬ 
grinaciones, toda la tierra de Canán, 
en eterna posesión. 9 Tú, de tu parte, 
guarda mi pacto, tú y tu descenden¬ 
cia, después de ti, por sus genera¬ 
ciones. 10 Esto es lo que has de ob¬ 
servar tú y tu descendencia después 
de ti: 11 circuncidad todo varón (2). 
Circuncidaréis la carne de vuestro 


(1) El nombre parece significar Dios Omn ■ 
potente, quizá Dios de la fecundidad. Con él 
se manifestó Dios a los patriarcas. (Exod. 3. 6.) 

(2) Aunque la circuncisión era observada 

en otros pueblos, se da aquí como señal de la 

alianza entre Dios y su pueblo. Por eso el que 

la omite queda excluido de él. Los profetas 

hablan de la circuncisión del corazón y de los 

oídos, significando la obediencia y la docilidad 

a la divina ley. Este rito es, según la tradición, 

tipo del bautismo, por el cual somos incorpo¬ 

rados a la Iglesia, el pueblo de Dios. 








GÉNESIS, 18 


25 


prepucio, y ésa será la señal del pacto 
entre mí y vosotros. 12 Dentro de los 
ocho días de nacido, todo varón 
será circuncidado en vuestras gene¬ 
raciones; los siervos, ya los nacidos 
en casa, ya los comprados, serán 
circuncidados, aunque no sean de 
vuestra estirpe. 13 Todos, todos, 
criados en casa o comprados, se cir¬ 
cuncidarán, y llevaréis en vuestra 
carne la señal de mi pacto por siem¬ 
pre; 14 y el incircunciso que no cir¬ 
cuncidare la carne de su prepucio, 
será borrado de su pueblo; rompió 
mi pacto.» 15 Dijo también Yave a 
Abraham: «Sarai, tu mujer, no se 
llamará ya Sarai, sino Sara, 16 pues 
la bendeciré, y te daré de ella un 
hijo, a quien bendeciré, y engendrará 
pueblos, y saldrán de él reyes de 
pueblos.» 17 Cayó Abraham sobre su 
rostro, y se reía, diciéndose en su 
corazón: «¿Conque a un centenario 
le va a nacer un hijo, y Sara, ya nona¬ 
genaria, va a parir ?d 18 Y dijo a 
Yave: «Ojalá que viva a tus ojos 
Ismael.» 19 Pero le respondió Yave: 
«De cierto que Sara, tu mujer, te 
parirá un hijo, a quien llamarás 
Isac, con quien estableceré yo mi 
pacto sempiterno, y con su descen¬ 
dencia después de él. 20 También 
te he escuchado en cuanto a Ismael 
Yo le bendeciré y le acrecentaré, 
y multiplicaré muy grandemente. 
Doce jefes engendrará, y le haré 
un gran pueblo; 21 pero mi pacto lo 
estableceré con Isac, el que te parirá 
Sara el año que viene por este tiempo.» 
22 Y como acabó de hablarle, des¬ 
apareció Yave. 23 Tomó, pues, Abraham 
a Ismael, su hijo, y a todos los sier¬ 
vos, los nacidos en casa y los com¬ 
prados, todos los varones de su casa, 
y circuncidó la carne de su prepucio 
aquel mismo día, como se lo había 
mandado Yave. 24 Era Abraham de 
noventa y nueve años cuando cir¬ 
cuncidó la carne de su prepucio, 
26 e Ismael de trece años cuando fué 
circuncidado. 26 En el mismo día 
fueron circuncidados Abraham e Is¬ 
mael, su hijo, 27 y todos los varones de 
su casa, los nacidos en ella y los extraños 
comprados se circuncidaron con él. 


la hora del calor, 2 y alzando los 
ojos, vió parados cerca de él a tres 
varones. En cuanto los vió, salióles 
al encuentro desde la puerta de la 
tienda, y se postró en tierra, 3 di- 
ciéndoles: «Señor mío; si he hallado 
gracia a tus ojos, te ruego que no 
pases de largo junto a tu siervo; 
4 haré traer un poco de agua para 
lavar vuestros pies, y descansaréis 
debajo del árbol, 5 y traeré un bo¬ 
cado de pan y os confortaréis; des¬ 
pués seguiréis, pues no en vano ha¬ 
béis llegado hasta vuestro siervo.» 
Ellos contestaron: «Haz como has 
dicho». 6 Y se apresuró Abraham a 
llegarse a la tienda, donde estaba 
Sara, y le dijo: «date prisa; amasa 
tres seas (1) de flor de harina, y 
cuece en el rescoldo unos panes». 
7 Corrió al ganado, y cogió un ternero 
muy tierno y muy gordo, y se lo 
dió a un mozo que se apresuró a 
prepararlo; 8 y tomando leche cua¬ 
jada y leche recién ordeñada y el 
ternero ya dispuesto, se lo puso todo 
delante, y él se quedó junto a ellos 
debajo del árbol, mientras comían. 
9 Dijéronle: «¿Dónde está Sara, tu 
mujer?» «En la tienda está», con¬ 
testó él; 10 y dijo uno de ellos: «A 
otro año por este tiempo volveré sin 
falta, si Dios quiere, y ya tendrá 
un hijo Sara, tu mujer.» Sara oía 
desde la puerta de la tienda, que 
estaba a espaldas del que hablaba. 

11 Eran ya Abraham y Sara ancianos, 
muy entrados en años, y hab a ce¬ 
sado ya a Sara la menstruación. 

12 Rióse, pues, Sara dentro, diciendo: 
«¿Cuando estoy ya consumida, voy 
a remocear, siendo ya también viejo 
mi señor?» 13 Y dijo Yave a Abraham: 
«¿Por qué se lia reído Sara, dicién¬ 
dose: de veras voy a parir, siendo 
tan vieja? 14 ¿Hay algo imposible 
para Yhve? A otro año por este 
tiempo volveré, si Dios quiere, y 
Sara tendrá ya un hijo.» 16 Temerosa 
Sara, negó haberse reído, diciendo: 
«No me he reído», pero él le dijo: 
«Sí, te has reído.» 16 Levantáronse 
los tres varones, y se dirigieron hacia 
Sodoma, y Abraham iba con ellos 
para despedirlos. 17 Yave dijo: «¿Voy 


La aparición en el encinar de 
Alambre. 

18 1 Apareciósele Yave .un día en 
el encinar de Mambre. Estaba 
sentado a la puerta de la tienda a 


(i) Es medida de capacidad para sólidos. 
Probablemente equivalía a unos 13 litros. Tanta 
cantidad de harina para obsequiar a tres hués¬ 
pedes, se explica por el hecho de que entre los 
nómadas es común que del banquete participe 
luego toda la casa del anfitrión» 










26 


GÉNESIS, 19 


a encubrir yo a Abraam lo que voy 
a hacer, 18 habiendo él de ser, como 
será, un pueblo grande y fuerte, y 
habiendo de bendecirle todos los pue¬ 
blos de la tierra? 19 Pues bien sé que 
mandará a sus hijos, y a su casa 
después de él, que guarden los ca¬ 
minos de Yave, y hagan justicia y 
juicio, para que cumpla Yave a 
Abraham cuanto le ha dicho.» 20 Y pro¬ 
siguió Yave: «El clamor de Sodoma 
y Gomorra ha crecido mucho, y su 
pecado se ha agravado en extremo; 

21 voy a bajar, a ver si sus obras han 
llegado a ser como el clamor que ha 
venido hasta mí, y si no, lo sabré.» 

22 Y partiéndose de allí dos de 
los varones, se encaminaron a So¬ 
doma; Abraham siguió estando con 
Yave. 


Inlercesión por Sodoma. 


23 Acercósele, pues, y le dijo: «¿Pero 
vas a exterminar juntamente al justo 
con el malvado? 24 Si hubiera cin¬ 
cuenta justos en la ciudad, ¿los ex¬ 
terminarías acaso, y no perdonarías 
al lugar por los cincuenta justos? 
25 Lejos de ti obrar así, matar al 
justo con el malvado, y que sea el 
justo como el malvadof lejos eso de 
ti; el juez de la tierra toda ¿no va a 
hacer justicia?» 26 Y le dijo Yave: 
«Si hallare en Sodoma cincuenta 
justos, perdonaría por ellos a todo 
el lugar.» 27 Prosiguió Abraham, y 
dijo: «Mira, te ruego, ya que he co¬ 
menzado a hablar a mi Señor, aun¬ 
que soy polvo y ceniza: 28 Si de los 
cincuenta justos faltaran cinco, ¿des¬ 
truirías por los cinco a toda la ciu¬ 
dad?» Y le contestó: «No la destrui¬ 
ría, si hallase allí cuarenta y cinco 
justos.» 29 Insistió Abraham todavía 
y dijo: «¿Y si se hallasen allí cua¬ 
renta?» Contestóle: «También por los 
cuarenta lo haría.» 30 Volvió a in¬ 
sistir Abraham: «No te incomodes, 
Señor, si hablo todavía. ¿Y si se ha¬ 
llasen allí treinta justos?» Repuso: 
«Tampoco lo haría, si se hallasen 
treinta.» 31 Volvió a insistir: «Señor, 
ya que comencé: ¿Y si se hallasen 
allí veinte justos?» Y contestó: «No 
la destruiría por los veinte.» 32 To¬ 
davía Abraham: «Perdona, Señor, sólo 
una vez más: ¿Y si se hallasen allí 
diez?» Y le contestó: «Por los diez 
no la destruiría.» 33 Fuésc Yave des¬ 


pués de haber hahlado así a Abraham. 
y éste se volvió a su lugar (1). 


Corrupción de Sodoma. 

1Q 1 Llegaron a Sodoma los dos 
J ángeles ya de tarde, y Lot es¬ 
taba sentado a la puerta de la ciudad. 
Al verlos, se levantó Lot, y les salió 
al encuentro, e inclinó su rostro a 
tierra, 2 * * * * diciendo: «.Mirad, señores; os 
ruego que vengáis a la casa de vues¬ 
tro siervo, para pernoctar en ella, 
y lavaros los pies. Cuando os levan¬ 
téis por la mañana, seguiréis vues¬ 
tro camino.» Y le contestaron: «No, 
pasaremos la noche en la plaza.» 

3 Instólos mucho, y se fueron con él 
a su casa, donde les preparó de comer, 
y coció panes ácimos, y comieron. 

4 Antes que fueran a acostarse, los 
hombres de la ciudad, los habitan¬ 
tes de Sodoma, rodearon la casa, 
mozos y viejos, todos sin excepción. 
6 Llamaron a Lot, y le dijeron: 
«¿Dónde están los hombres que han 
venido a tu casa esta noche? Sáca¬ 
noslos, para que los conozcamos.» 
6 Salió Lot a la puerta, y cerrándola 
tras sí, 7 les dijo: «Por favor, her¬ 
manos míos, no hagáis semejante 
maldad. 8 * Mirad, dos hijas tengo (2) que 
no han conocido varón, os las sacaré, 
para que hagáis con ellas como bien 
os parezca; pero a esos hombres no 
les hagáis nada, pues para eso se 
han acogido a la sombra de mi techo.» 
9 Ellos le respondieron: «Quítate allá. 
Quien ha venido como peregrino, ¿va 
a querer gobernarnos ahora? Te tra¬ 
taremos a ti peor todavía que a 
ellos.» Forcejeaban con Lot violen¬ 
tamente, y estaban ya para romper 
la puerta, cuando, 10 sacando los 
hombres su mano, metieron a Lot 
dentro de la casa, y cerraron la 
puerta. 11 A los que estaban a la 


(x) En este admirable diálogo se pone 
de relieve la familiaridad con que trata Dios a 
Abraham, la influencia que a éste da sobre sí, 
y la estima grande en que tiene Dios a los justos, 
por los cuales, aun escasos en número, está 
dispuesto a librar de la destrucción a muchos 
pecadores. 

(2) Las palabras de Lot ponen ante todo de 

relieve el horror que le causa ver holladas de 

aquel modo las leyes de la hospitalidad. La 

propuesta que él hace al pueblo no debía horro¬ 

rizarle menos. San Agustín ve en esto una 

grande perturbación de ánimo, que no le per¬ 

mite hacerse cargo de lo que dice. Véase tam¬ 

bién Juec. 19, 22-24. 







GÉNESIS, 20 


27 


puerta de la casa los hirieron de ce¬ 
guera, desde el menor hasta el mayor, 
y no pudieron ya dar con la puerta. 
ia Dijeron los dos hombres a Lot: 
«¿Tienes aquí alguno, yerno, hijo o 
hija? Todo cuanto tengas en esta 
c udad, sácalo de aquí, 13 porque 
vamos a destruir este lugar, pues es 
grande su clamor en la presencia de 
Yave, y éste nos ha mandado para 
destruirla.» 14 Salió, pues, Lot para 
hablar a sus yernos, los que habían 
de tomar por mujeres a sus hijas, 
y les dijo: «Levantaos, y salid de 
este lugar, porque va a destruir Yave 
la ciudad»; y les pareció a sus yernos 
que se burlaba. 


Destrucción de Sodoina y 
Gouiorra. 

15 En cuanto salió la aurora, die¬ 
ron prisa los ángeles a Lot, diciéndole: 
«Levántate, coge a tu mujer y a las 
dos hijas que tienes, no sea que pe¬ 
rezcas tú también por las iniquida¬ 
des de la ciudad.» 16 Y como se re¬ 
tardase, cogiéronlos de la mano los 
hombres, a él, a su mujer y a sus dos 
hijas, pues quería Yave salvarle, y 
sacándolos, los pusieron fuera de la 
ciudad. 17 Una vez fuera, le dijeron: 
«Salva la vida. No mires atrás, y 
no te detengas en parte alguna del 
contorno, sálvate en el monte, si no 
quieres perecer.» 18 Díjoles Lot: «No, 
por favor, señores: 19 vuestro siervo 
ha hallado gracia a vuestros ojos, pues 
me habéis hecho el gran beneficio 
de salvarme la vida, pero yo no podré 
salvarme en el monte sin riesgo de 
que me alcance la destrucción y pe¬ 
rezca. 20 Mirad, ahí cerca está esa 
ciudad en que podré refugiarme; es 
bien pequeña, permitid que me salve 
en ella; ¿no es bien pequeña?», así 
viviría.» 21 Y le dijeron: «Mira, te 
concedo también la gracia de no des¬ 
truir esa ciudad de que hablas. 22 Pero 
apresúrate a refugiarte en ella, pues 
no puedo hacer nada, mientras en 
ella no hayas entrado tú.» Por eso 
se dió a aquella ciudad el nombre de 
Segor. 23 Salía el sol sobre la tierra, 
cuando entraba Lot en Segor, 24 e 
hizo Yave llover sobre Sodoma y 
Gomorra azufre y fuego de Yave, 
desde el cielo. 25 Destruyó estas ciu¬ 
dades y todo el contorno, y cuantos 
hombres había en ellas y hasta las 
plantas de la tierra. 26 La mujer de 


i Lot miró atrás, y se convirtió en un 
bloque de sal. 

27 Levantóse Abraham de mañana, 
¡ y fué al lugar donde había estado 
con Yave, 28 y mirando hacia Sodoma 
y Gomorra y toda la olla, vió que 
1 salía de la tierra una humareda, como 
humareda de horno. 29 Cuando des¬ 
truyó Yave las ciudades de la olla, 
se acordó de Abraham, y salvó a Lot 
de la destrucción al destruir las ciu : 
dades donde habitaba Lot. 


La descendencia de Lot. 

30 Subió Lot desde Segor, y habitó 
en el monte con 'sus dos hijas, porque 
temía habitar en Segor, y moró en 
una caverna con sus dos hijas. 31 Y 
dijo la mayor a la menor: «Nuestro 
padre es ya viejo, y no hay aquí 
hombres que entren a nosotras, como 
en todas partes sucede. 32 Vamos a 
I embriagar a nuestro padre, y a acos¬ 
tarnos con él, a ver si tenemos de él 
descendencia » 33 Embriagaron, pues, 
a su padre aquella misma noche, y 
se acostó con él la mayor, sin que 
él la sintiera, ni al acostarse ella ni 
al levantarse. 34 Aj día siguiente dijo 
i la mayor a la menor: «Ayer me acos¬ 
té yo con mi padre: embriaguémosle 
también esta noche, y te acuestas tú 
con él. para ver si tenemos descen¬ 
dencia de nuestro padre.» 35 Embria¬ 
garon, pues, también aquella noche a 
su padre, y se acostó con él la menor, 
sin que ni al acostarse ella, ni al 

1 levantarse, la sintiera. 36 Y concibie¬ 
ron de su padre las dos hijas de Lot. 
37 Parió la mayor un hijo, a quien 
llamó Moab, que es el padre del Moab 
de hoy. 38 También la menor parió 
un hijo, a quien llamó Ben Ammi, 
que es el padre de los Bene Ammón 
de hoy. 

Abraham en Gerara. Abimelee. 

»>A 1 * Partióse de allí Abraham para 
] a tierra del Negueb, y habitó 
entre Cades y Sur, y fué a Gerara. 

2 Abraham decía de Sara, su mujer: 
«Es mi hermana» (1). Abimelee, rey de 
Gerara, mandó tomar a Sara; 3 pero 


(i) Según los relatos que preceden, Sara 

sería muy anciana, siendo por eso extraño que 

el rey de Gerara pusiera en ella los ojos. San 
Aeustín propone a esta dificultad la única so¬ 
lución posible: que los episodios de que consta 
la historia del Patriarca no están ordenados 
cronológicamente. 









28 


GENESIS, 21 


vino Dios a Abimelec en sueños du -1 
rante la noche, y le dijo: «Mira que ¡ 
vas a morir, por la mujer que has 
tomado, pues tiene marido.» 4 Abi¬ 
melec, que no se había acercado a 
ella, respondió: «Señor, ¿matarías 
así aún al inocente? 6 ¿No me ha dicho 
él: es mi hermana? Con pureza de 
corazón y con manos inocentes hice 
yo esto.» 6 Y le dijo Dios en el sueño: 
«Bien sé yo que lo has hecho con pu¬ 
reza de corazón; por eso te he im¬ 
pedido que pecaras contra mí, y no 
he consentido que la tocaras. 7 Ahora, 
pues, devuelve la mujer al marido, 
pues él, que es profeta, rogará por 
ti, y vivirás; pero si 'no la devuelves, 
sabe que ciertamente morirás tú con 
todos los tuyos.» 8 Por la mañana 
llamó Abimelec a sus servidores, y 
les contó todo esto, y ellos fueron 
presa de gran terror. 9 Llamó después 
a Abraham, y le dijo: «¿Qué es lo 
que nos has "hecho? ¿En qué te he 
faltado yo, para que trajeras sobre 
mí y sobre mi reino tan gran pecado? 
Lo que has hecho con nosotros nb 
debe hacerse.» 10 Y dijo Abimelec a 
Abraham: «¿Qué es lo que has visto, 
para que eso hicieras?» 11 Y le res¬ 
pondió Abraham: «Es que me dije: 
De seguro que no hay temor de Dios 
en este lugar, y me van a matar por 
causa de mi mujer. 12 Aunque es 
también en verdad mi hermana, hija 
de mi padre, pero no de mi madre, 
y la tomé por mujer; 13 y desde que 
me hizo Dios errar fuera de la casa 
de mi padre, la dije: Has de hacerme 
la merced de decir en todos los lu¬ 
gares a donde lleguemos, que eres 
mi hermana.» 14 Tonto, pues, Abi¬ 
melec rebaños y ganados, siervos y 
siervas, y se los dió a Abraham, y le 
devolvió a Sara, su mujer, 15 y le 
dijo: «Tienes la tierra a tu disposi¬ 
ción, mora donde bien te parezca.» 
16 Y a Sara le dijo: «Mira, a tu her¬ 
mano le he dado mil monedas de 
plata; sírvante de velo para los ojos 
a ti y a cuantos contigo están, y todo 
así estará arreglado.» 17 Rogó Abraham 
por Abimelec, y curó Dios a Abime- 
Icc, a su mujer, a sus siervos, y en¬ 
gendraron, 18 pues había Ya ve ce¬ 
rrado enteramente todo útero en la 
casa de Abimelec por lo de Sara, la 
mujer de Abraham (1). 


(i) En todos estos episodios, el autor sa¬ 
grado mira a pon«»r de relieve la especial pro¬ 
videncia de Dios sobre el Patriarca. 


IVaviinicnto de lsac\ 

*21 1 Visitó, pues, Ya ve a Sara, 

como le dijera, e hizo con ella 
lo que le prometió; 2 y concibió Sara, 
y dió a Abraham un hijo en su ancia¬ 
nidad, al tiempo que le había dicho 
Dios. 3 Y dió Abraham el nombre de 
Isac a su hijo, el que le nació de 
Sara. 4 Circuncidó Abraham a Isac, 
su hijo, dentro de los ocho días, como 
se lo había mandado Dios. 6 Era 
Abraham de cien años de edad cuando 
le nació Isac, su hijo. 6 Y dijo Sara: 
«Me ha hecho reír Dios, y cuantos 
lo sepan reirán conmigo.» 7 Y aña¬ 
dió: «¿Quién había de decir a Abraham: 
amamantará hijos Sara? Pues yo le 
he dado un hijo en su ancianidad.» 
8 Creció el niño, y le destetaron, y 
dió Abraham un gran banquete el día 
del destete de Isac. 9 Vio Sara ju¬ 
gando al hijo de Agar, la egipcia, 
el que le parió a Abraham; 10 y dijo a 
Abraham: «Echa a esa esclava y a 
su hijo, pues el hijo de una esclava 
no ha de heredar con mi hijo, con 
Isac.» 11 Muy duro se le hacía esto 
a Abraham, por causa de su hijo; 

12 pero le dijo Yave: «No te dé pena 
por el niño y la esclava: haz lo que 
te dice Sara," porque es por Isac por 
quien será llamada tu descendencia. 

13 También al hijo de la esclava le 

haré un pueblo, por ser descendencia 
tuya» (1). 14 Se levantó, pues, 

Abraham de mañana; y cogiendo pan 
y un odre de agua, se lo dió a Agar, 
poniéndoselo a la espalda, v con ello 
al niño, y la despidió. Ella se fué, 
y erraba por el desierto de Berscba. 
15 Se acabó el agua del odre, y ella 
echó al niño bajo unos arbustos, 16 y 
fué a sentarse frente a él a la dis¬ 
tancia de un tiro de arco, diciéndose: 
«No quiero ver morir al niño»; y se 
sentó enfrente del niño, que lloraba 
en voz alta. 17 Oyó Dios al niño, y 
el ángel de Dios llamó a Agar desde 
los cielos, diciendo: «¿Qué tienes, 
Agar? No temas, que ha escuchado 
Yave la voz del niño que ahí está. 
18 Levántate, toma al niño y cógele 
de la mano, pues he de hacerle un 
gran pueblo.» 19 Y abrió Dios los 


(i) La ley de Hammurabí excluye de la 
nerencia al hijo de la esclava. La expulsión 
obedece a la necesidad de conservar la paz 

doméstica, siempre perturbada por la poli¬ 

gamia. En este caso se debe más Ipien al plan 
divino de hacer a Isac el descendiente heredero 
de las promesas mesiánicas. (Rom. g. 6 sigs.) 






GÉNESIS, : Z'¿ 


29 


ojos de Agar, haciéndola ver un pozo, I 
a donde fué y llenó el odre de agua, I 
•dando de beber al niño. 20 Fué Dios 
con el niño, que creció y habitó en 
el desierto, y de mayor fué arquero. 
21 Habitó en el desierto de Farán y 
su madre tomó para él mujer de la 
tierra de Egipto. 


Alianza «le Abraliam con Abimelec. 

22 Sucedió por entonces que Abi- 
melec y Picol, jefe de su ejército, 
dijo a Abraham: «Dios está contigo 
en todo cuanto haces: 23 Júrame, pues, 
ahora por Dios, que no me has de 
engañar, ni a mí, ni a mis descen¬ 
dientes, y que como te favorecí yo 
a ti, así harás tú conmigo y con la 
tierra por donde andas.» 24 Y dijo 
Abraliam: «Yo te lo juro.» 25 Pero 
reconvino Abraham a Abimelec por 
causa de un pozo de aguas, de que 
se habían apoderado los siervos de 
Abimelec, 26 y contestó Abimelec: 
«No sé quién haya hecho eso, tú tam¬ 
poco me has dicho nada de ello, y 
nada he sabido hasta ahora.» 27 Tomó, 
pues, Abraham ovejas y bueyes y se 
los dió a Abimelec, e hicieron entre 
ambos alianza. 28 Apartó Abraam 
siete corderas del rebaño, 29 y le 
preguntó Abimelec: «¿Para qué son 
esas siete corderas que has aparta¬ 
do?» 30 Abraham le contestó: «Para 
que las recibas de mi mano, y me 
sirvan de prueba de que yo lie abierto 
este pozo.» 31 Por eso se llamó aquel 
lugar Berseba, 32 porque allí juraron 
ambos, e hicieron alianza, en Berseba. 
Y se levantó Abimelec y Picol, jefe 
de su ejército, y se volvieron a la 
tierra de los filisteos. 33 Abraham 
plantó en Berseba un tamarindo, e 
invocó allí el nombre de Yave, el 
Dios eterno, 34 y anduvo mucho 
tiempo Abraham por tierra de filisteos. 


El sacrificio de Isac. 

99 1 Después de todo esto, quiso 
probar Dios a Abraham, y lla¬ 
mándole, dijo: «Abraham.» Y éste con¬ 
testó: «Heme aquí.» 2 «Anda, coge a 
tu hijo, a tu unigénito, a quien tanto 
amas, a Isac, y ve a la tierra de 
Moria, y ofrécemelo allí en holo¬ 
causto, sobre uno de los montes que 
yo te indicaré.» 3 * Se levantó, pues, 
Abraham de mañana, aparejó su asno, 


y tomando consigo dos mozos y a 
Isac, su hijo, partió la leña para el 
holocausto, y se puso en camino para 
el lugar que le había dicho Dios. 

4 Al tercer día alzó Abraham sus ojos, 
y vió de lejos el lugar. 5 Dijo a sus 
dos mozos: «Quedaos aquí con el 
asno; yo y el niño iremos hasta allí, 
y después de haber adorado, volve¬ 
remos a vosotros.» 6 Y tomando 
Abraham Ja leña para el holocausto, 
se la cargó a Isac, su hijo; tomó él 
en su mano el fuego y el cuchillo, y 
siguieron ambos juntos. 7 Y dijo 
Isac a Abraham, su padre: «Padre 
mío.» «¿Qué quieres, hijo mío?», le 
contestó. Y él dijo: «Aquí llevamos el 
fuego y la leña, pero la res para el 
holocausto, ¿dónde está?» 8 Y Abraham 
le contestó: «Dios se proveerá de res 
para el holocausto)?; y siguieron jun¬ 
tos los dos. 9 Llegados al lugar que 
le dijo Dios, alzó alíí Abraham el altar, 
y dispuso sobre él la leña, ató a su 
hijo y le puso sobre el altar, encima 
de la leña. 10 Tendió luego su brazo, 
y cogió el cuchillo para degollar a 
su hijo. 11 Pero le gritó desde los 
cielos el ángel de Yave, diciéndole: 
«Abraham, Abraham.» Y éste contes¬ 
tó: «Heme aquí.» 12 «No extiendas tu 
brazo sobre el niño—le dijo—y no le 
hagas nada, porque ahora he visto 
que en verdad temes a Dios, pues 
por mí no perdonaste a tu hijo, a tu 
unigénito.» 13 Alzó Abraham los ojos, 
y vió tras sí un carnero enredado por 
los cuernos en la espesura, y cogió 
el carnero y lo ofreció en holocausto 
en vez de su hijo (1). 14 Llamó 

Abraham al lugar aquel: Yave ve; por 
lo que todavía se dice: «en el monte 
de Yave ve». 15 Llamó el ángel de 
Yave a Abraam por segunda vez 
desde los cielos, 18 y le dijo: «Por 
mí mismo juro, palabra de Yave, 
que por haber hecho cosa tal, de no 
perdonar a tu hijo, a tu unigénito, 
17 te bendeciré largamente, y multi¬ 
plicaré grandemente tu descendencia 
como las estrellas del cielo y como 
las arenas de las orillas del mar, y 
se adueñará tu descendencia de las 
puertas de sus enemigos, 18 y la ben¬ 
decirán todos los pueblos de la tie- 


(i) La prueba de la fe y obediencia de 

Abraham es realmente suprema. Se le manda 

sacrificar a su hijo único, tan pedido, tan de¬ 

seado y al fin conseguido, en quien habían de 

tener realización las promesas mesiánicas. Isac, 

aceptando resignado el sacrificio, es figura de 

la sumisión de Cristo a la voluntad del Padre 





30 


GÉNESIS, 23, 24 


rra, por haberme tú obedecido.»! 
19 Volvióse Abraham a los mozos, y ' 
levantándose, fueron todos juntos, a 
Berseba, y habitó Abraham en Ber- 
seba. 

20 Después de todo esto recibió 
Abraham noticia, diciéndole: «También 
Melca ha dado hijos a Najor, tu her¬ 
mano; 21 Hus es el primogénito, Buz 
su hermano, y Camuel, padre de 
Aram, 22 Cased, Azaud, Peídas, Gued- 
laf y Batuel. 23 Batuel fué el padre 
de Rebeca. Estos son los ocho hijos 
que dió Melca a Najor, hermano de 
Abraham. 24 También su concubina, 
de nombre Raumi, le parió a Tebaj, 
Gajam, Tajas y Maaca. 


Muerte de Sara. 

1 Fueron los días de vida de 

Sara ciento veintisiete años. 
2 Murió en Quiriat Arbe, que es 
Hebrón, en la tierra de Canán. Vino 
Abraham a llorar a Sara y hacer duelo 
por ella, 3 y cuando se levantó de 
junto a su muerta, habló así a los 
hijos de Get: 4 «Soy entre vosotros 
peregrino y huésped: Dadme en pro¬ 
piedad una sepultura, donde pueda 
sepultar a mi muerta, apartándola 
de mi vista.» 6 Los. hijos de Get 
contestaron a Abralíain: 6 «Oyenos, 
Señor, por favor: Tú eres entre nos¬ 
otros un príncipe de Dios; sepulta a la 
muerta en el mejor de nuestros se¬ 
pulcros; ninguno de nosotros te negará 
su sepultro para que en él sepultes 
a tu muerta.» 7 Alzóse Abraham, e 
inclinándose profundamente ante el 
pueblo de aquella tierra, los hijos de 
Get, 8 les dijo: «Si de veros queréis 
que pueda yo apartar a mi muerta de 
mi vista, sepultándola, escuchadme, 
y rogad por mí a Efrón, el hijo de 
Seor, 8 que por su justo precio me 
ceda para sepultura, en propiedad, en 
presencia vuestra, su caverna de 
Macpela, que está al término de su 
campo.» 10 Efrón estaba sentado entre 
los hijos de Get, y respondió Efrón. 
el geteo, a Abraham en presencia de 
los hijos de Get y de cuantos entra¬ 
ban por las puertas de la ciudad: 
11 «No, señor mío, óyeme: yo te doy 
el campo y la caverna que se halla 
a su extremo: te la doy ante los 
hijos de mi pueblo; sepulta a tu 
muerta.» 12 Abraham volvió a pros¬ 
ternarse ante la gente de aquella 
tierra, 13 y habló así a Efrón, oyén¬ 


dolo todos: «Ciertamente, si tú te 
dignas escucharme, yo te daré el 
precio del campo. Recíbelo tú y se¬ 
pultaré en él a mi muerta.» 14 Y res¬ 
pondió Efrón a Abraham diciéndole: 
15 «Señor mío, óyeme: ¿Qué es para 
mí ni para ti una tierra de cuatro¬ 
cientos sidos de plata? Sepulta a tu 
muerta.» 16 Oyó Abraham a Efrón y 
pesóle la plata que éste había dicho, 
ante los hijos de Get, cuatrocientos 
sidos de plata corriente en el mer¬ 
cado. 17 Vino, pues, a ser propiedad 
de Abraham ante los hijos de Get y 
de cuantos entraban por la puerta 
de la ciudad, 18 el campo de Efrón 
en Macpela, frente a Mambre, con la 
caverna que hay en él, y todos los 
árboles del campo y sus contornos. 
19 Después de esto sepultó Abraham 
a Sara, su mujer, en la caverna del 
campo de Macpela, frente a Mambre, 
que es Hebrón, en tierra de Canán. 
29 El campo, con la caverna que hay 
en él, vino a ser sepultura de propie¬ 
dad de Abraham, recibida de los hijos 
de Get. 


Casamiento de Isae. 

I 1 Era Abraham ya viejo, muy 
--*x entrado en años, y Ya ve le 
había bendecido en todo. 2 Dijo, pues, 
Abraham al más antiguo de los sier¬ 
vos de su casa, el que administraba 
cuanto tenía: «Pon, te ruego, tu mano 
bajo mi muslo, 3 y júrame por Yave, 
Dios de los cielos y de la tierra, que 
no tomarás mujer para mi hijo de 
entre las hijas de los cananeos, en 
medio de los cuales habito, 4 sino 
que irás a mi tierra, a mi parentela, 
a buscar mujer para mi hijo Isac.» 
6 Y le dijo el siervo: «Y si la mujer 
no quiere venir conmigo a esta tierra, 
¿habré de llevar allí a tu hijo, a la 
tierra de donde saliste?» 6 Díjole 
Abraham: «Guárdate muy bien de 
llevar allá a mi hijo: 7 Yave, Dios de 
los cielos, que me sacó de la casa de 
mi padre y de la tierra de mi naci¬ 
miento, que me ha hablado, y me 
juró, diciendo: a tu descendencia daré 
yo esta tierra, enviará - a su ángel 
ante ti y traerás de allí mujer para 
mi hijo. 8 Si la mujer no quisiere 
venir contigo, quedarás libre de este 
juramento, pero de ninguna manera 
volverás allá a mi hijo.» 9 Puso, pues, 
el siervo su mano bajo el muslo de 
Abraham, su señor, y le juró. 




GÉNESIS, 24 


31 


10 Cogió el siervo diez de los carne- | 
líos de su señor, y se puso en camino, 
llevando consigo de cuanto bueno 
tenía su señor, y se dirigió a Arán 
Naharaim, a la ciudad de Najor. 

11 Hizo que los camellos doblaran sus 
rodillas fuera de la ciudad, junto a 
un pozo de aguas, ya de tarde, a la 
hora de salir las que van a coger 
agua, 12 y dijo (1): «Yave, Dios de 
mi amo Abraham, haz que me salga 
ahora buen encuentro, y muéstrate 
benigno con mi señor Abraham: 13 Voy 
a ponerme junto al pozo de aguas, 
mientras las mujeres de la ciudad 
vienen a buscar agua: 14 la joven a 
quien yo dijere: inclina tu cántaro, 
te ruego, para que yo beba; y ella me 
respondiere: bebe tú y daré también 
de beber a tus camellos, sea la que 
destinas a tu siervo Isac, y conozca 
yo así que te muestras propicio a mi 
señor.» 16 Y sucedió, que antes de que 
él acabara de hablar, salía con el 
cántaro al hombro Rebeca, hija de 
Batuel, hijo de Melca, la mujer de 
Najor, hermano de Abraham. 16 La 
joven era muy hermosa, y virgen, 
que no había conocido varón. Bajó 
al pozo, llenó su cántaro, y volvió 
a subir. 17 Salióle al encuentro el 
siervo, y le dijo: «Dame, por favor, 
a beber un poco de agua de tu cán¬ 
taro.» 18 «Bebe, señor mío», le con¬ 
testó ella; y bajando el cántaro lo 
cogió con sus manos, y le dió de 
beber. 19 Cuando hubo él bebido, le 
dijo: «También para tus camellos 
voy a sacar agua, hasta que hayan 
bebido lo que quieran.» 20 Y se apre¬ 
suró a vaciar el cántaro en el abre¬ 
vadero, y corrió de nuevo al pozo a 
sacar más, hasta que hubo sacado 
para todos los camellos. 21 El siervo 
la contemplaba en silencio, y se pre¬ 
guntaba si habría prosperado Yave 
su camino, o no, 22 Cuando hubieron 
acabado de beber los camellos, tomó 
el siervo un arillo de oro de medio 
sido de peso y dos brazaletes de diez 
sidos, también de oro, y dándoselos, 
23 le preguntó: «¿De quién eres hija 
tú? Dime, por favor, si no habría 
lugar en casa de tu padre para pasar 
allí la noche.» 24 Ella le contestó: 
«Soy hija de Batuel, el hijo que Melca 
dió a Najor.» 25 Y añadió: «Hay en 
nuestra casa paja y heno en abun- 


(i) No es infrecuente en el A. T. esta 
manera de explorar la voluntad de Dios para 
conocerla. 


dancia y lugar para pernoctar.» 28 Pos¬ 
tróse entonces el hombre y adoró a 
Yave, 27 diciendo: «Bendito sea Yave, 
Dios de mi señor Abraham, que no ha 
dejado de hacer gracia y mostrarse 
fiel a mi señor, y a mí me ha condu¬ 
cido derecho a la casa de los herma¬ 
nos de mi señor.» 28 Corrió la joven 
a contar en casa de su madre lo que 
había pasado. 29 Tenía Rebeca un 
hermano, de nombre Labán, que se 
apresuró a ir al pozo en busca del 
hombre. 30 Había visto el arillo y 
los brazaletes en la mano de su her¬ 
mana, y la había oído decir: «Así 
me ha hablado * el hombre.» Vino, 
pues, a él, que seguía con sus came¬ 
llos junto a la fuente, 31 y le dijo: 
«Ven, bendito de Yave, por qué 
estás ahí fuera? Ya he preparado 
yo la casa y lugar para los camellos.» 
32 Fué, pues, el hombre a casa. Labán 
desaparejó los camellos, dió a éstos 
paja y heno, y agua al hombre y a los 
que le acompañaban, para lavarse los 
pies, 33 y después le sirvió de comer; 
pero el hombre dijo: «No comeré 
mientras no diga lo que tengo que 
decir.» Respondióle: «Di.» 34 Este 
dijo: «Yo soy siervo de Abraham. 

35 Yave ha bendecido largamente a 
mi señor, y le ha engrandecido, dán¬ 
dole rebaños y ganados, plata y oro, 
siervos y siervas, camellos y asnos. 

36 Parióle Sara, la mujer de mi señor, 
un hijo en su ancianidad, y a él le 
ha dado todos sus bienes. 37 Mi señor 
me ha hecho jurar, diciendo: No to¬ 
marás para mi hijo mujer de entre 
las hijas de los cananeos, de la tierra 
en que habito; 38 sino que irás a la 
casa de mi padre, a mi parentela, y 
de allí traerás mujer para mi hijo. 
39 Yo dije a mi señor: Quizá no quiera 
venir conmigo la mujer; 40 y él me 
contestó: Yave, ante quien yo ando, 
mandará contigo su ángel, y hará 
que tu camino tenga buen éxito, y 
tomarás mujer para mi hijo, de mi 
parentela y de la casa de mi padre. 
41 Quedarás desligado del juramento, 
si fueres a mi parentela y no te la 
dieren; libre quedarás entonces. 42 Lle¬ 
gué hoy a la fuente, y dije: Yave, 
Dios de mi señor Abraham, te ruego 
que si en verdad quieres prosperar 
el camino que traigo, 43 hagas que 
mientras yo me quedo junto a la 
fuente, la joven que salga a buscar 
agua y a quien diga yo: Dame de 
beber, te ruego, un poco de agua de 
tu cántaro 44 y me diga ella: Bebe, 







32 


GÉNESIS, 25 


y sacaré también para tus camellos, 
sea la mujer que Yave ha destinado 
para mujer del hijo de mi señor. 
45 No había yo acabado de decir 
esto en mi corazón, cuando salía Re¬ 
beca con su cántaro al hombro, bajó 
a la fuente y sacó agua. Yo le dije: 
dame de beber, te lo ruego. 46 Bajó 
ella en seguida el cántaro de sobre 
su hombro, y dijo: bebe, y daré tam¬ 
bién de beber a tus camellos. 47 Yo 
le pregunté: ¿De quién eres hija? Ella 
me respondió: Soy hija de Batuel, 
el hijo de Najor, que le dió Melca. 
Entonces puse yo el arillo en su nariz 
y los brazaletes en sus manos, 48 y 
me incliné postrándome ante Yave, 
y bendije a Yave,-Dios de mi señor 
Abraham, que me había traído por 
camino derecho, para tomar a la hija 
de su hermano para mujer de su hijo. 
49 Ahora, si queréis hacer gracia y 
fidelidad a mi señor, decídmelo; si no, 
decídmelo también, y me dirigiré a la 
derecha o a la izquierda.» 60 Labán 
y Batuel contestaron, diciendo: «De 
Yave viene esto, nosotros no podemos 
decirte ni bien ni mal. 61 Ahí tienes 
a Rebeca, tómala y vete, y sea la 
mujer del hijo de tu señor, como lo 
lia dicho Yave.» 62 Cuando el siervo 
de Abraham hubo oído estas palabras, 
se postró en tierra ante Yave; 63 y 
sacando objetos de plata, objetos de 
oro y vestidos, se los dió a Rebeca, 
e hizo también presentes a su her¬ 
mano y a su madre. 64 Pusiéronse 
luego a comer y a beber, él y los que 
con él venían, y pasaron la noche. 
A la mañana, cuando se levantaron, 
dijo el siervo: «Dejad que me vaya a 
mi señor.» 55 El hermano y la madre 
de Rebeca dijeron: «Que esté la joven 
con nosotros todavía algunos días, 
unos diez, y después partirá.» 66 El 
les contestó: «No retraséis mi vuelta, 
ya que Yave lia hecho feliz el éxito 
de mi viaje; dejadme partir, para 
que vuelva a mi señor.» 87 Dijéronle, 
pues: «Llamemos a la joven, y pre¬ 
guntémosle lo que ella quiere.» 68 Lla¬ 
maron a Rebeca, y le preguntaron: 
«¿Quieres partir luego con este hom¬ 
bre?» Y ella respondió: «Partiré.» 
59 Dejaron, pues, ir a Rebeca, su 
hermana, y a su nodriza con el siervo 
de Abrabam y sus hombres, 60 y ben¬ 
decían a Rebeca diciendo; 

«Hermana nuestra eres; 

Que crezcas en millares de millares, 

Y se adueñe tu descendencia 

De las puertas de sus enemigos.» 


61 Montaron, pues, Rebeca, sus don¬ 
cellas y su nodriza en dos camellos, 
y se fueron tras el hombre, y éste 
con Rebeca se partió. 

62 Volvía un día Isac del pozo Jai 
Roí, pues habitaba entonces en el 
Negueb, 63 y había salido por la tarde 
al campo para lamentarse, y alzando 
los ojos vió venir camellos. 64 Tam¬ 
bién Rebeca alzó sus ojos, y viendo 
a Isac, se apeó del camello, 65 y pre¬ 
guntó al siervo: «¿Quién es aquel 
hombre que viene por el campo a 
nuestro encuentro?» El siervo le res¬ 
pondió: «Es mi señor.» Ella cogió el 
velo y se cubrió. 66 El siervo contó a 
Isac cuanto había ocurrido, 67 e Isac 
condujo a Rebeca a la tienda de Sara, 
su madre, la tomó por mujer y la 
amó, consolándose de la muerte de 
su madre. 


Muerte de Abraham. 

•) T 1 Volvió Abraham a tomar mu- 

jer, de nombre Quetura, 2 que • 
le parió a Zamrán, Jocsán, Madán, 
Madián, Jesboc y Sué. 3 Jocsán en¬ 
gendró a Saba y Dadán. Hijos de 
Dadán son los Asurim, los Latusim 
y los Laumim. 4 Los hijos de Madián 
fueron Efa, Efer, Janoc, Abida y 
Elda. Estos son todos los hijos de 
Quetura. 6 Abraham dió todos sus 
bienes a Isac. 6 A los hijos de las 
concubinas les hizo donaciones, pero 
viviendo él todavía, los separó de su 
hijo Isac, hacia oriente, a la tierra de 
oriente. 7 Los días de la vida de 
Abraham fueron ciento setenta y cinco 
años. 8 Expiró, y murió Abraham en 
senectud buena, anciano y lleno de 
días, y fué a reunirse con su pueblo. 

9 Isac e Ismael, sus hijos, le sepulta¬ 
ron en la caverna de Macpela, en el 
campo de Efrón, hijo de Seor, el 
geteo, frente a Mambre. 10 Es el 
campo que compró Abraam a los 
hijos de Get. Allí fué sepultado con 
Sara, su mujer. 

11 Después de la muerte de Abraam^ 
Dios bendijo a Isac, su hijo, y habito 
Isac junto al pozo de Jai Roi. 

Deseendeneia de Ismael. 

12 Estas son las generaciones de 
Ismael, hijo de Abraham y de Agar, 
la egipcia, esclava de Sara. 13 He aquí 
los nombres de los hijos de Ismael, 
según sus nombres y sus generaciones. 




GÉNESIS, 26 




El primogénito de Ismael fue Neba- 
yot; después Quedar, Adbel, Maba- 
sam, 14 Masema, Duina, Masa, 16 Adad, 
Tema, Jctur, Nafir y Quedma. 16 Estos 
son los hijos de Ismael, estos sus 
nombres, según sus pagos y campa¬ 
mentos; estos fueron los doce jefes 
de sus tribus. 17 Los años de la vida 
de Ismael fueron ciento treinta y 
siete. Después expiró y murió, yendo 
a reunirse con su pueblo. 18 Sus hijos 
habitaron desde Evila hasta Sur, que 
está frente al Egipto, según se va a 
Sur, frente a todos sus hermanos. 


Jacob y Esaú. 

19 Estas son las generaciones de 
Isac, hijo de Abraham. Abraham en¬ 
gendró a Isac. 20 Era Isac de cua¬ 
renta años cuando tomó por mujer 
a Rebeca, hija de Batucl, arameo/de 
Padan Aram y hermana de Labán, 
arameo. 21 Rogó Isac a Yave por su 
mujer, que era estéril, y fué oído por 
Yave, y concibió Rebeca, su mujer. 
22 Chocábanse en su seno los niños, 
y dijo: «Para esto, ¿a qué concebir?» 
Y fué a consultar a Yave, 23 que le 
dijo: 

«Dos pueblos llevas en tu seno, 

Dos pueblos que al salir de tus 
entrañas se separarán. 

Una nación prevalecerá sobre la 
otra nación, 

Y el mayor servirá al menor.» 

24 Llegó el tiempo del parto, y 
salieron de su seno dos gemelos. 

26 Salió el primero uno rojo, todo él 
como un manto peludo, y se le llamó 
Esaú. 26 Después salió su hermano 
agarrando con la mano el talón de 
Esaú, y se le llamó Jacob. Era Isac 
de sesenta años cuando los engendró. 

27 Crecieron los niños, y fué Esaú 
diestro cazador y hombre agreste, 
mientras que era Jacob hombre apa¬ 
cible y amante de la tienda. 28 Isac, 
porque le gustaba la caza, prefería a 
Esaú, y Rebeca prefería a Jacob. 

29 Hizo un día Jacob un guiso, y 
llegó Esaú del campo, muy fatigado, 

30 y dijo Esaú a Jacob: «Por favor, 
dame a comer ese guiso rojo, que 
estoy desfallecido.» Por esto se le 
dió a Esaú el nombre de Edom. 

31 Contestóle Jacob: «Véndeme ahora 
mismo tu primogenitura.» 32 Respon¬ 
dió Esaú: «Estoy que me muero; 
¿qué me importa la primogenitura?» 
83 «Júramelo ahora mismo», le dijo 


Jacob; y juró Esaú, vendiendo a 
Jacob su primogenitura. 34 Dióle en¬ 
tonces Jacob pan y el guiso de len¬ 
tejas; y una vez que comió y bebió, 
se levantó Esaú y se fué, no dándose¬ 
le nada de la primogenitura. 


Isac cu Gerar. Alianza con Ahi- 
’ mclec. Casamiento de Esaú. 

1 Hubo en aquella tierra un 
¿H) hambre, distinta de la primera 
que hubo en tiempo de Abraham; y 
fué Isac a Gerar, a Abimelec, rey de 
los filisteos, 2 pues se le apareció 
Yave, y le dijo: «No bajes a Egipto. 

3 Sigue habitando en esta tierra, donde 
yo te diga; peregrina por ella, que yo 
estaré contigo, y te bendeciré, pues 
a ti y a tu descendencia daré todas 
estas tierras, cumpliendo el jura¬ 
mento que hice a Abraham, tu padre, 

4 y multiplicaré tu descendencia 
como las estrellas del cielo, y le daré 
todas estas tierras, y la bendecirán 
todos los pueblos de la tierra, 6 por 
haberme obedecido Abraham, y haber 
guardado mi mandato, mis precep¬ 
tos, mis ordenaciones y mis leyes.» 
6 Habitó, pues, Isac en Gerar. 7 Pre¬ 
guntábanle los hombres del lugar por 
su mujer, y él decía: (1) «Es mi her¬ 
mana.» Pues temía decir que era su 
mujer, no fuera que le mataran los 
hombres del lugar por Rebeca, que 
era muy iuj*mosa. 8 Como se prolon¬ 
gase su estancia en Gerar, mirando 
Abimelec, rey de los filisteos, por la 
ventana, vió que estaba Isac jugando 
con Rebeca, su mujer. 9 Llamó Abi¬ 
melec a Isac, y le dijo: «De cierto 
que es tu mujer. ¿Por qué, pues, dices: 
es mi hermana?» Y le contestó Isac: 
«Es que me dije, no váya yo a morir 
por causa suya.» 10 Respondióle Abi¬ 
melec: «¿Cómo nos has hecho eso? 
Hubiera podido alguno tomar a tu 
mujer, y hubieras arrojado sobre nos¬ 
otros un delito.» 11 Dió, pues, Abime¬ 
lec una orden a todo el pueblo, di¬ 
ciendo: «El que toque a este hombre 
o a su mujer, morirá.» 12 Sembró 
Isac en aquella tierra, y cogió aquel 


(i) Por tercera vez vemos repetirse la histo¬ 
ria. Dios vela con cuidado sobre los patriarcas. En 
este caso no nos ofrece el texto la solución que 
en los de Sara. Cabe, sin embargo, pensar que 
Isac dijera de Rebeca que era su hermana, apo¬ 
yándose en la significación amplia que la pala¬ 
bra hermano tiene en las lenguas semíticas. En 
efecto, Rebeca era prima carnal de Isac. 


3 










34 


GÉNESIS, 27 


año ciento por uno, pues le bendijo 
Yave. 13 Engrandecióse y filé cre¬ 
ciendo, creciendo cada vez más, hasta 
hacerse muy poderoso. 14 Tenía mu¬ 
chos rebaños y ganados y mucha 
servidumbre, y los filisteos llegaron 
a envidiarle. 15 Todos los pozos abier¬ 
tos por los siervos de su padre Abraham 
los cegaron los filisteos, llenándolos 
de tierra. 16 Dijo Abimelec a Isac: 
«Vete de aquí, porque has llegado a 
ser mucho más poderoso que nos¬ 
otros.» 17 Fuése Isac, y acampó en 
el valle de Gerar, y habitó allí. 
18 Volvió a abrir los pozos abiertos 
en tiempo de Abraham, su padre, y 
cegados por los filisteos después de 
la muerte de Abraham, dándoles los 
mismos nombres que les había dado 
su padre. 19 Cavaron los siervos de 
Isac en el valle, y alumbraron una 
fuente de aguas vivas; 20 pero los 
pastores de Gerar riñeron con los 
de Isac, diciendo: «Estas aguas son 
nuestras.» Y llamó al pozo Ezec, 
porque había habido riña por él. 
21 Excavaron sus siervos otro pozo, 
por el cual hubo también un alter¬ 
cado, y lo llamó Sitúa. 22 Yéndose 
más lejos, excavó otro pozo, por el 
cual no hubo ya querellas, y le llamó 
Rejobot, diciendo: «Ahora ya nos ha 
dado Yave holgura, y prosperaremos 
en esta tierra.» 23 Subió después a 
Bersabe, 24 y se le apareció Yave 
aquella noche, y le dijo: «Yo soy el 
Dios de Abraham, tu padre; nada 
temas, que yo estoy contigo: Yo te 
bendeciré, y multiplicare tu descen¬ 
dencia, por Abraham, mi siervo.» 
25 Alzó allí un altar, e invocó el nom¬ 
bre de Yave: plantó allí su campa¬ 
mento, y abrieron también allí sus 
siervos un pozo. 28 Vinieron a él, 
desde Gerar, Abimelec, Ajurot, amigo 
suyo, y Picol, jefe de su ejército; 
27 c Isac les dijo: «¿Para qué habéis 
venido a mí vosotros, que me odiáis, 
y me habéis arrojado de entre vos¬ 
otros?» 28 Ellos dijeron: «Porque he¬ 
mos visto claramente que está Yave 
contigo, y nos hemos dicho: Haya 
cu medio de nosotros un juramento 
entre ti y nosotros, y queremos hacer 
alianza contigo: 29 de no hacernos tú 
mal, como no te hemos tocado nos¬ 
otros, haciéndote sólo bien, y deján¬ 
dote partir en paz. Tú eres ahora el 
bendito de Yave.» 30 Isac les preparó 
un banquete, y comieron y bebieron. 
31 A la mañana siguiente se levanta¬ 
ron, y se juraron unos a otros, y los 


despidió Isac, yéndose ellos en paz. 
32 Aquel mismo día vinieron los 
siervos de Isac a informarle acerca 
del pozo que estaban haciendo, y le 
dijeron: «Hemos hallado agua», 33 e 
Isac llamó al pozo Seba, por eso se 
llamó la ciudad Berseba hasta el día 
de hoy. 34 Era Esaú de cuarenta años, 
V tomó por mujeres a Judit, hija de 
Beeri, geteo, y a Basemat, hija de 
Elón, geteo, 35 que fueron para Isac 
y Rebeca una amarga pesadumbre. 


Suplanta Jacob a Esaú en la 
bendición paterna. 

1 Cuando envejeció Isac, se de- 
¿á í bilitaron sus ojos, y no veía. 
Llamó, pues, a Esaú, su hijo mayor 
y le dijo: «Hijo mío.» Este contestó: 
«Heme aquí.» 2 «Mira—le dijo—, yo 
ya soy viejo, y no sé cuál será el día 
de mi muerte. 3 Toma, pues, tus ar¬ 
mas, la aljaba y el arco, y sal al 
campo a cazar algo, 4 y me haces un 
guiso como sabes que a mí me gusta, 
y me lo traes, para que lo coma y 
después te bendiga antes de morir.» 
6 Rebeca estaba oyendo lo que Isac 
decía a Esaú, su hijo. Esaú salió al 
campo a cazar algo para traerlo; 6 y 
Rebeca dijo a Jacob, su hijo: «Mira, 
he oído a tu padre hablar a Esaú, 
tu hermano, y decirle: 7 Tráemc caza 
y prepáramela, para que la coma y 
te bendiga delante de Yave antes de 
mi muerte. 8 Ahora, pues, hijo mío, 
obedéceme, y haz lo que yo te mando. 
9 Anda, vete al rebaño, y tráemc dos 
cabritos gordos y tiernos, para que 
yo haga con ellos a tu padre un guiso 
como a él le gusta, 10 y se lo lleves 
a tu padre, y lo coma y te bendiga 
antes de su muerte.» 11 Contestó 
Jacob a Rebeca, su madre: «Mira 
que Esaú, mi hermano, es hombre 
velludo y yo soy lampiño, 12 y si 
me toca mi padre, apareceré ante él 
como un mentiroso, y traeré sobre 
mí una maldición, en vez de la ben¬ 
dición.» 13 Díjóle su madre: «Sobre 
mí tu maldición, hijo mío, pero obe¬ 
déceme, anda y tráemclo.» 14 Fué, 
pues, él, lo cogió y lo trajo a su 
madre, que hizo el guiso como a su 
padre le gustaba. 15 Cogió Rebeca 
vestidos de Esaú, su hijo mayor, los 
mejores que tenía en casa, y se los 
vistió a Jacob, su hijo menor; 18 y 
con las pieles de los cabritos le cu¬ 
brió las manos y lo desnudo del 





GÉNESIS, 27 


35 


cuello; puso el guiso y pan que había 
hecho en manos de Jacob, su hijo, 

18 y éste lo llevó a su padre, y le dijo: 
«Padre mío.» «Heme aquí, hijo mío», 
contestó Isac. «¿Quién eres, hijo mío?»; 

19 y le contestó Jacob* «Yo soy Esaú, 
tu hijo primogénito. He hecho como 
me dijiste. Levántate, pues, te ruego, 
Vuélvete, y come de mi caza, para 
que me bendigas.» 20 Y dijo Isac a 
su hijo: «¿Cómo tan pronto hallaste, 
hijo mío?»; y le respondió: «Porque 
hizo Yave que se me pusiera delan¬ 
te.» 21 Dijo Isac a Jacob: «Anda, 
acércate para que yo te palpe, hijo 
mío, a ver si eres o no mi lujo Esaú.» 
22 Acercóse Jacob a Isac, su padre, 
que le palpó y dijo: «La voz es la 
voz de Jacob, pero las manos son 
las manos de Esaú»; 23 y no le cono¬ 
ció, porque estaban sus mano* vellu¬ 
das como las de Esaú, su hermano, 
y se dispuso a bendecirle. 24 Todavía 
le preguntó: «¿De verdad eres tú mi 
hijo Esaú?»; y él contestó: «Yo soy.» 
25 Díjole, pues: «Acércame la caza 
para que yo coma de ella, hijo mío, 
y te bendiga.» Acercósela Jacob y 
comió, y le trajo también vino, y 
bebió 26 Díjole después Isac: «Acér¬ 
cate y bésame hijo mío.» 27 Acercóse 
él y le besó; y en cuanto olió !a fra¬ 
gancia de sus vestidos, le bendijo, 
diciendo: 

«Oh, es el olor de mi hijo 

Como el olor de un campo 

Al que ha bendecido Yave. 

28 Dete Dios el rocío del cielo y 
la grosura de la tierra, 

Y abundancia de trigo y mosto. 

29 Sírvante pueblos, 

Y prostérnense ante ti naciones; 

Sé el señor de tus hermanos, 

Y póstrense ante ti los hijos de 
tu madre. 

Maldito quien te maldiga, 

Y bendito quien te bendiga.» 

‘ 30 En cuanto acabó Isac de bende¬ 
cir a Jacob, no bien había salido éste 
de la presencia de Isac, su padre, 
Esaú, su hermano, que venía del 
campo 31 y había hecho su guiso y 
se lo traía a su padre, dijo a su 
padre: «Levántese mi padre y coma 
de la caza de su hijo, para que me 
bendiga.» 32 Díjole Isac, su padre: 
«¿Pues quién eres tú?» Contestóle: 
«Yo soy tu hijo primogénito, Esaú.» 
33 Pasmóse Isac con pasmo muy 
grande, y repuso: «¿Y quién es en¬ 
tonces el que me ha traído la caza 
y he comido de todo ello antes que 


tú vinieras, y le he bendecido, y ben¬ 
dito está?» 34 Al oír Esaú las pala¬ 
bras de su padre, rompió a gritar y 
a llorar amargamente, y le dijo: 
«Bendíceme también a mí, padre 
mío.» Isac le contestó: «Tu hermano 
ha venido con engaño, y se ha llevado 
la bendición.» 36 Díjole Esaú: «¿No 
efc su nombre Jacob? Dos veces me 
ha suplantado: me quitó la primo- 
genitura, y ahora me ha quitado mi 
bendición», y añadió: «¿No tienes ya 
bendición para mí?» 37 Respondió Isac 
y dijo a Esaú: «Mira, le he hecho 
señor tuyo, y todos sus hermanos se 
los he dado por siervos; le he atri¬ 
buido el trigo y el mosto. A ti, pues, 
¿qué voy a hacerte, hijo mío?» 38 Y 
dijo Esaú a su padre: «¿No tienes 
más que una bendición, padre mío? 
Bendíceme también a mí, padre mío»; 
y lloró en voz alta. 39 Respondió Isac 
diciéndole: 

«Mira, fuera de la grosura de la 
tierra será tu morada, 

Y fuera del rocío que baja de los 
cielos. 

40 Vivirás de tu espada, y servirás 
a tu hermano; 

Y cuando te revuelvas romperás su 
yugo de sobre tu cuello.» 

41 Concibió Esaú contra su herma¬ 
no Jacob un odio profundo, por lo de 
la bendición que le había dado su 
padre, y se dijo en su corazón: «Cerca 
están los días del duelo por mi padre; 
después mataré a Jacob, mi her¬ 
mano.» 42 Supo Rebeca lo que había 
dicho Esaú, su hijo mayor; y mandó 
llamar a Jacob, su hijo menor, y le 
dijo: «Mira, que tu hermano Esaú 
quiere matarte. 13 Anda, pues, obe¬ 
déceme, hijo mío, y huye a Jaran, 
a Labán mi hermano. 44 y estáte 
algún tiempo con él, hasta que la 
cólera de tu hermano se aparte de 
ti, 45 se aplaque su ira y se haya 
olvidado de lo que le lias hecho; yo 
mandaré allí a buscarte. ¿Habría de 
verme yo privada de vosotros dos en 
un solo día?» (1). 

40 Rebeca dijo a Isac: «Me pesa 
la vid? a causa de las hijas de Get; 
si Jacob turna mujer de entre las 


(i) En este relato se pone de manifiesto la 
lucha entre las preferencias paternas y maternas 
respecto de los dos hijos; pero al mismo tiempo, 
y sobre todo, la providencia de Dios, que sin 
atender a la primogenítura de ia carne, elige 
a quien elige, para que en él se realicen las pro¬ 
mesas mesiánicas. (Mal. i. 2. sig. y Rom. 9. 6. 
sigs.) 






3ü 


GÉNESIS, 28, 29 


hijas de Get, como éstas de esta deciré donde quiera que vayas, y vol- 

-- veré a traerte a esta tierra, y no te 

abandonaré hasta cumplir lo que te 
digo.» 


tierra, ¿para qué quiero vivir?» 
Huida de Jacob a Mesopotamia. 


28 1 Llamó, pues, Isac a Jacob y 
íe bendijo, y le mandó: «No 
tomes mujer de entre las hijas de 
Canán. 2 Anda, y vete a Padan Arán, 
a casa de Batuel, el padre de tu 
madre, y toma allí mujer de entre 
las hijas de Labán, hermano de tu 
madre; 3 el Dios omnipotente te ben¬ 
decirá, te hará crecer y te multipli¬ 
cará, y te hará muchedumbre de 
pueblos, 4 y te dará la bendición de 
Abraham a ti y a tu descendencia con¬ 
tigo, para, que poseas la tierra de 
tus peregrinaciones, que dió Dios a 
Abraham.» 6 Despidió, pues, Isac a 
Jacob, que se fué a Padan Arán, a 
Labán, hijo de Batuel, arameo, her¬ 
mano de Rebeca, madre de Jacob 
y Esaú. 8 Viendo Esaú que Isac había 
bendecido a Jacob, y que al bende¬ 
cirte, le habla mandado irse a l J adan 
Arán para tomar mujer de allí, di- 
ciéndole: no tomes mujer de entre 
las hijas de Canán; 7 y que obede¬ 
ciendo a su padre y a su madre, se 
había ido Jacob a Padan Arán, 8 co¬ 
noció Esaú que disgustaban a Isac, 
su padre, las hijas de Canán; 9 y se 
fué a Ismael, y sobre las que ya 
tenia, tomó por mujer a MajalaL hija 
de Ismael, hijo de Abraham y her¬ 
mano de Nabaiot. 

10 Salió, pues, Jacob de Berseba, 
para dirigirse a Jarán. 11 Llegó a 
un lugar donde se dispuso a pasar 
la noche, pues el sol se ponía ya, 
y tomando una de las piedras que en 


16 Despertó Jacob de su sueño, y 
se dijo: «Ciertamente está Yave en 
este lugar, y yo no lo sabía»; 17 y ate¬ 
morizado añadió: «¡Qué terrible es 
este lugarl No es sino la casa de Dios 
y la puerta de ?os cielos.» 18 Levan¬ 
tóse Jacob por la mañana, y tomando 
la piedra que había tenido de cabecera, 
la alzó, como memoria, y vertió óleo 
sobre ella. 19 Llamó a este lugar Betel, 
aunque la ciudad se llamaba al prin¬ 
cipio Luza. 20 E hizo Jacob un voto 
diciendo: «Si Yave está conmigo, y 
me protege en mi viaje, y me da 
pan que comer y vestidos que ves¬ 
tirme, 21 y retorno en paz a la casa 
de mi padre, Yave será mi Dios; 
22 esta piedra que he alzado como me¬ 
moria será casa de Dios, y de todo 
cuanto a mí me dieres te daré el 
diezmo.» 

Jacob en casa de Labán. 

20 1 Volvió a emprender Jacob su 

marcha, y llegó a la tierra de los 
hijos de Oriente. 2 Vió en el campo un 
pozo, junto al cual descansaban tres re¬ 
baños, pues era el pozo en que se abre¬ 
vaban los ganados. 3 Reuníanse allí, 
se quitaba una gran piedra que le 
cubría, y se daba de beber al ganado, 
volviendo a poner en su lugar la 
piedra que cubría la boca del pozo. 

4 Jacob preguntó a los pastores: 
«¿De dónde sois, hermanos?» «De 
Jarán somos», le respondieron ellos. 

6 «¿Conocéis a Labán hijo de Najor?» 


j vviwuuuv vinu ^ v*i . “(jVouovcio o uaumi lUju uw ¿íajui i 

el lugar habla, la puso de cabecera uLe conocemos», contestaron. 6 «¿Y 


y se acostó. 

VíhIóu de la escala. 

12 Tuvo un sueño, y veía una escala 
que, apoyándose sobre la Berra, to¬ 
caba con la cabeza en los cielos, y 
que por ella subían y bajaban los 
ángeles de Dios. 13 Sobre ella estaba 
Yave, que le dijo: «Yo soy Yave, el 
Dios de Abrahain, tu padre, y el Dios 
de Isac; la tierra sobre la cual estás 
acostado te la daré a ti y a tu des¬ 
cendencia. 14 Será ésta como el polvo 
de la tierra, y te ensancharás a occi¬ 
dente y a oriente, a norte y medio¬ 
día, y a tí y a tu descendencia os 


está bien?» siguió preguntando Jacob. 
«Si, bien está, mira, ahí viene Raquel, 
su hija, con su rebaño.» 7 El les 
dijo: «Todavía es muy de día, no es 
tiempo de recoger el ganado. ¿Poi¬ 
qué no abreváis los rebaños y os 
volvéis a que pasten?» 8 Ellos le 
respondieron: «No podemos hacerlo 
hasta que se reúnan todos los reba¬ 
ños y se quite la piedra de la boca 
del pozo, y entonces damos de beber 
al rebaño.» 9 Todavía estaba Jacob 
hablando con ellos cuando llegó Ra¬ 
quel con el rebaño de su padre, pues 
ella era la pastora. 10 Y en cuanlo 
vló Jacob a Raquel, bija de Labán, 
hermano de su madre y el rebaño de 


bendecirán todas las naciones de la kLabán, hermano de su inadre 
tierra. 15 Yo estoy contigo, y te ben- 1 acercó, removió la piedra de sobre 









GÉNESIS, 30 


37 


a boca del pozo, y abrevó el rebaño 
de Labán, hermano de su madre. 
11 Besó Jacob a Raquel, y alzó la voz 
llorando. 12 Hizo saber a Raquel que 
era hermano de su padre, e hijo de 
Rebeca, y ella corrió a contárselo a 
su padre. 13 En cuanto oyó Labán 
lo que de Jacob, hijo de su’hermana, 
le decía, corrió a su encuentro, le 
abrazó, le besó, y le llevó a su casa. 
Contó Jacob a Labán lo que ocurría, 
14 y éste le dijo: aSí, eres hueso y 
carne mía.* Y moró Jacob con Labán 
un mes entero. 16 Pasado éste, le dijo 
Labán: «Acaso porque eres mi her¬ 
mano, ¿vas a servirme de balde? 
Dime cuál ha de ser tu salario.» 


Lia y Raquel. 

16 Tenía Labán dos hijas; una, 
la mayor, de nombre Lia; otra, la 
menor, «de nombre Raquel. 17 Lia 
era tierna de ojos, pero Raquel era 
muy esbelta y hermosa. 1S Amaba Ja¬ 
cob a Raquel, y dijo a Labán: «Te 
serviré siete años por Raquel, tu 
hija menor.» 19 Y contestó Labán: 
«Mejor es que te la dé a ti que dár¬ 
sela a un extraño. Quédate conmigo.» 
20 Y sirvió Jacob por Raquel siete 
años, que le parecieron sólo unos 
días, por el amor que le tenía. 21 Ja¬ 
cob dijo a Labán: «Dame a mi mujer, 
pues se ha cumplido el tiempo, y 
entraré a ella.» 22 Reunió Labán a 
todos los hombres del lugar, y dió 
un convite; 23 y por la noche, to¬ 
mando a Lia, su hija, se la llevó a 
Jacob, que entró a ella. 24 Dió 
Labán a Lia, su hija, su sierva Silfa, 
para que fuera sierva de ella. 25 Lle¬ 
gada la mañana, vió Jacob que era 
Lia, y dijo a Labán: «¿Por qué me 
has hecho esto? ¿No te he servido 
por Raquel? ¿Por qué me has en¬ 
gañado?» 26 Labán le respondió: «No 
es en nuestro lugar costumbre dar 
la menor antes que la mayor. 27 Acaba 
esta semana, y te daré también 
después la otra por el servicio que 
me prestes de otros siete años.» 
28 Hízolo así Jacob, y cumplida la 
semana, dióle Labán a Raquel, su 
hija, por mujer, y con ella a Bala, 
su sierva, para sierva de ella. 30 Entró 
también a Raquel Jacob, y la amó 
más que a Lia, y sirvió por ella otros 
siete años. 31 Viendo Yave que Lia 
era odiada, abrió su matriz, mientras 
que Raquel era estéril. 


Los hijos de Jacob. 

32 Concibió Lia y parió un hijo, 
al que llamó Rubén, diciendo: «Yave 
ha mirado mi aflicción, y ahora mi 
marido me amará.» 33 Concibió de 
nuevo y parió un hijo, diciendo: 
«Yave ha visto que yo era odiada, 
y me ha dado este más»; y le llamó 
Simeón. 34 Concibió otra vez, y parió 
un hijo, y dijo: «Ahora mi marido 
se apegará a mí, pues le he parido 
tres hijos»; y por eso le llamó Leví. 
35 Concibió nuevamente, y parió un 
hijo, diciendo: «Ahora sí que he de 
alabar a Yave»; y por eso le llamó 
Judá. Y cesó de tener hijos. 

30 i 1 Raquel, viendo que no daba 
hijos a Jacob, estaba celosa de 
su hermana, y dijo a Jacob: «Dame 
hijos o me muero.» 2 Airóse Jacob 
contra Raquel, y le dijo: «¿Por ven¬ 
tura soy yo Dios, que te ha hecho 
estéril?» 3 Ella le dijo: «Ahí tienes a 
mi sierva Bala; entra a ella, que para 
sobre mis rodillas, y tenga yo prole 
por ella.» 4 Dióle, pues, su sierva 

F or mujer, y Jacob entró a ella. 

Concibió Bala, y parió a Jacob un 
hijo, 6 y dijo Raquel: «Dios me ha 
hecho justicia, me ha oído y me ha 
dado un hijo»; por eso le llamó Dan. 
7 Concibió otra vez Bala, sierva de 
Raquel, y parió un segundo hijo a 
Jacob, 8 diciendo Raquel: «Lucha de 
Dios he luchado con mi hermana, y la 
he vencido», por eso le llamó Neftalí. 

9 Viendo Lia que había dejado de 
tener hijos, tomó a Zelfa, su esclava, 
y se la dió por mujer a Jacob. 10 Zelfa, 
esclava de Lia, parió a Jacob un 
hijo, y Lia dijo: 11 «[Qué buena for¬ 
tuna!»; y le llamó Gad. i2 Parió Zelfa, 
esclava de Lia, un segundo hijo a 
Jacob; 13 y dijo Lia: «Por dicha mía, 
pues los hijos me han hecho fe¬ 
liz»; y le llamó Aser. 14 Salió Rubén 
al tiempo de la siega del trigo, y 
halló en el campo unas mandrágo- 
ras, y se las trajo a Lia, su madre, 
y dijo Raquel a Lia: «Dame, por 
favor, de las mandrágoras de tu 
hijo.» 15 Lia 'le contestó: «¿Te parece 
todavía poco haberme quitado el 
marido, que quieres también qui¬ 
tarme las mandrágoras de ini hijo?» 
Y le dijo Raquel: «Mira; que duerma 
esta noche contigo, a cambio de las 
mandrágoras de tu hijo.» 16 Vino 
Jacob del campo por la tarde, y le 
salió Lia al encuentro, y le dijo: 






GÉNESIS. 31 


38 


«Entra a mí, pues te he comprado 
por unas mandrágoras de. mi hijo.» 
Y durmió con ella Jacob aquella 
noche, y oyó Ya ve a Lia, que con¬ 
cibió, y parió a Jacob el quinto hijo. 

18 Y dijo Lía: «Dios me ha pagado 
mi salario por haber dado mi sierva 
a mi marido»; y le llamó Isacar. 

19 Concibió de nuevo Lia, y parió a 
Jacob un sexto hijo, 20 y dijo: «Dios 
me ha hecho un buen don; ahora mi 
marido morará conmigo, pues le he 
dado seis hijos»; y le llamó Za¬ 
bulón. 

21 Después parió una hija, a la 
que llamó Dina. 

22 Acordóse Dios'de Raquel, la oyó, 
y la hizo fecunda. 23 Concibió, pues, 
y parió un hijo, y dijo: «Dios ha 
quitado mi afrenta»; 24 y le llamó 
José, pues dijo: «Que me añada 
Ya ve otro hijo.» 

Prosperidad de Jacob en casa 
de Labán. 

25 Cuando Raquel parió a José, dijo 
Jacob a Labán: «Déjame irme a mi 
lugar, a mi tierra. 26 Dame mis mu¬ 
jeres y mis hijos, por los que te he 
servido, y me iré, pues bien sabes 
tú qué buen servicio te he hecho.» 
27 Respondióle Labán: «Mira, por 
favor, si he hallado gracia a tus ojos, 
yo sé por agüero que por causa iuya 
me ha bendecido Yave. 28 Fíjame tu 
salario, y yo te lo daré.» 29 Contestóle 
Jacob: «Tú bien sabes cómo te he 
servido, y lo que conmigo ha venido 
a ser tu ganado. 30 Bien poco era lo 
que antes tenías, pero se ha aumen¬ 
tado grandemente, y Yave te ha 
bendecido a mi paso. Ahora, pues, 
habré de hacer también yo por mi 
casa.» 31 Labán le dijo: «Dime qué es 
lo que he de darte.» «No has de darme 
nada—le contestó Jacob—, sino hacer 
lo que voy a decirte, y volveré a 
apacentar tu ganado y a guardarlo. 
32 Yo pasaré hoy por entre todos tus 
rebaños, y separaré toda res manchada 
o negra entre los corderos, y toda res 
manchada entre las cabras. Eso será 
mi salario. 33 Mi probidad responderá 
así por mi mañana, cuando vengas 
a reconocer mi salario; todo cuanto 
no sea manchado entre las cabras, 
y negro entre los corderos, será en 
mí un robo.» 34 Y respondió Labán: 
«Bien, sea como dices». 36 Pero aquel 
mismo día separó Labán todos los 
machos cabríos manchados, todas las 


cabras manchadas, y cuantas tenían 
algo de blanco, y entre los corderos 
todos los negros y manchados, y se 
los entregó a sus hijos, 36 haciéndo¬ 
los llevar a tres días de camino de 
donde estaba Jacob. Jacob siguió 
apacentando el resto del ganado de 
Labán. 37 Cogió Jacob varas verdes 
de estoraque, de almendro y de plᬠ
tano, y haciendo en ellas unbs cortes, 
las descortezaba, dejando lo blanco 
de las varas al descubierto. 38 Puso 
después las varas, así descortezadas, 
en los canales de los abrevaderos a 
donde venía el ganado a beber; 39 y 
las que se apareaban a la vista de las 
varas, parían crías rayadas y man¬ 
chadas. 40 Jacob separó el ganado, 
poniendo delante cuanto de negro y 
manchado había en los rebaños de 
Labán, y puso su grey aparte, sin 
dejar que se mezclara con la de Labán. 
41 Era cuando las reses vigorosas 
entraban en calor, cuando ponía 
Jacob las varas a su vista en los 
abrevaderos, para que se apareasen 
ante las varas, 42 pero ante las débiles 
no las ponía, y así las crías débiles 
eran las de Labán y las fuertes las 
de Jacob. 43 Vino a ser Jacob rico 
en extremo, dueño de numerosos 
rebaños, de siervos y siervas, de 
camellos y asnos. 

Vuelta de Jacob a la tierra de 
Canán. 

31 Oyó Jacob a los hijos de 
Labán decir: «Ha cogido Jacob 
todo lo de nuestro padre, y con lo 
nuestro ha hecho toda esa riqueza.» 
2 Vió que la cara de Labán no era 
para él lo que había sido antes, 3 y 
Yave le dijo: «Vuélvete a la tierra 
de tu padre y a tu parentela, que yo 
estaré contigo.» 4 Mandó a llamar, 
pues, Jacob a Raquel y a Lia, para 
que fueran al campo a donde estaba 
con su ganado, y les dijo: «Veo que 
el semblante de vuestro padre no es 
para mí ya el que antes era, y el 
Dios de mi padre lia estado conmigo. 
6 Bien sabéis vosotros que yo he 
servido a vuestro padre con todas 
mis fuerzas, 7 V que vuestro padre 
se lia burlado de mí, mudando diez 
veces mi salario; pero Dios no le lia 
permitido perjudicarme. 8 Cuando él 
decía: tu salario serán las reses man¬ 
chadas, todas las ovejas parían cor¬ 
deros manchados; y si decía: las 
reses rayadas serán tu salario, todas 







GÉNESIS, 31 


las ovejas parían corderos rayados. 
9 Es, pues, Dios el que ha cogido lo 
de vuestro padre y me lo ha dado a 
mí. 10 Cuando las ovejas entran en 
calor vi yo en sueños que los carne¬ 
ros que cubrían a las ovejas eran 
rayados y manchados, 11 y mi ángel 
me dijo en el sueño: «Jacob»; yo le 
respondí: «Heme aquí.» 12 Y él dijo: 
«Alza tus ojos y mira: todos los car¬ 
neros que cubren a las ovejas son 
rayados y manchados, porque yo he 
visto todo lo que te ha hecho Labán. 
13 Yo soy el Dios de Betel, donde 
ungiste tú un monumento, y me 
hiciste el voto. Levántate, pues, sal 
de esta tierra, y torna a la tierra de 
tu parentela.» 

14 Raquel y Lia respondieron: 
«¿Tenemos acaso nosotras parte o 
herencia en la casa de nuestro padre?» 
15 ¿No nos ha tratado como extra¬ 
ñas, vendiéndonos y comiéndose nues¬ 
tro dinero? 16 Y además, cuanto Dios 
le ha quitado a él, nuestro es y de 
nuestros hijos. Haz, pues, ya lo que 
Dios te ha mandado.» 17 Levantóse 
Jacob, e hizo montar a sus mujeres 
y a sus hijos sobre los camellos; y 
llevando consigo todos sus ganados 
y todo cuanto en Padan Arán había 
adquirido, 18 se encaminó hacia Isac, 
su padre, a tierra de Canán. 19 Labán 
había ido al esquileo de sus ovejas 
y Raquel robó los terafim (1) de 
su padre. 20 Jacob engañó a Labán, 
arameo, y no le dió cuenta de su 
huida. 21 Huyó con todo cuanto tenía, 
y ya en camino atravesó el río y se 
dirigió al monte de Galad. 

22 Al tercer día dijéronle a Labán 
que Jacob había huido; 23 y tomando 
consigo a sus parientes, le persiguió 
durante siete días, hasta darle alcance 
en el monte de Galad. 24 Vino Dios 
en sueño durante la noche a Labán, 
arameo, 25 y le dijo: «Guárdate de 
decir a Jacob nada, ni en bien ni en 
mal.» Cuando alcanzó Labán a Jacob, 
había éste fijado sus tiendas en el 
monte, y Labán fijó la suya y la de 
sus parientes en el monte de Galad. 
26 Dijo, pues, Labán a Jacob: «¿Qué 
es lo que has hecho? ¡Escaparte de 
mí, llevándote mis hijas como si fue¬ 
sen cautivas de guerra! 27 ¿Por qué 


(i) Parecen ser algo semejante a los dioses 
penates de los romanos. (I. Sam. 19. 13, 16; 
Os. 3. 4; Ezeq. 21. 29; Zac. 10. 2.) El modo 
como Raquel los oculta en 1 a albarda, sentándose 
encima, parece darnos el desprecio del autor sa¬ 
grado hacia ellos. 


has huido secretamente, engañán¬ 
dome, en vez de advertirme, y te 
hubiera despedido yo jubilosamente 
con cantos, tímpanos y cítaras? 28 ¡Sin 
dejarme siquiera abrazar a mis hijos 
y a mis liijasl Has obrado insensata¬ 
mente. 29 Mi mano es lo suficiente¬ 
mente fuerte para haceros mal, pero 
el Dios de nuestro padre me ha ha¬ 
blado la pasada noche, diciéndome: 
«Guárdate de decir a Jacob cosa 
alguna, ni en bien ni en mal. 30 Y 
si es que te vas, porque anhelas irte 
a la casa de tu padre, ¿por qué me 
has robada mis dioses?» 

31 Jacob respondió a Labán, di¬ 
ciendo: «Es que temía, pensando que 
quizá me quitarías tus hijas. 32 Cuanto 
a lo de los dioses, aquel a quien se 
los encuentres, que muera. En pre¬ 
sencia de nuestros hermanos busca 
cuanto sea tuyo, y tómalo.» Jacob 
no sabía que era Raquel la que los 
había robado. 

33 Labán penetró en la tienda de 
Jacob, en la de Lia y en la de las dos 
siervas, y no halló nada. Después 
de salir de la tienda de Lia, entró 
en la de Raquel; 34 pero Raquel había 
cogido los terafim y los había escon¬ 
dido en la albarda del camello, sen¬ 
tándose ella encima. Labán rebuscó 
por toda la tienda, pero no halló 
nada. 35 Raquel le dijo: «No se irrite 
mi señor porque no pueda levantarme 
ante él, pues me hallo con lo que co¬ 
múnmente tienen las mujeres.» Así 
fué como, después de buscar y rebus¬ 
car, no pudo hallar los terafim . 
36 Jacob montó en cólera, y repro¬ 
chó a Labán, diciéndole: «¿Qué crimen 
es el mío? ¿Cuál es mi pecado, para 
que así me persigas? 37 Después de 
buscar y rebuscar en todas mis cosas, 
¿qué has hallado tuyo? Preséntalo 
aquí ante mis hermanos y los tuyos, 
y que juzguen ellos entre los dos. 
38 He pasado en tu casa veinte años; 
tus ovejas y tus cabras no abortaron, 
y yo no me he comido los corderos 
de tus rebaños. 39 Lo destrozado 
no te lo llevaba, la pérdida iba a 
cuenta mía. Me reclamabas lo que 
me robaban de día y lo que me roba¬ 
ban de noche. 40 He vivido devorado 
por el calor del día y por el frío de 
la noche, y huía de mis ojos el sueño. 

41 He llevado en tu casa veinte años; 
catorce te he servido por tus dos 
hijas, seis por tus ganados, y me 
has ' mudado diez veces el salario. 

42 Si no hubiera sido por el Dios 








10 


GÉNESIS. 32 


de mi padre, el Dios de Abraham, y 
por el temor de Isac, ahora me hubie¬ 
ras dejado ir de vacío. Dios ha visto 
mi aflicción y el trabajo de mis manos, 
y ha juzgado la pasada noche.» 

43 Respondió Labán, y dijo a Jacob: 
«Las hijas, hijas mías son; los hijos, 
son hijos míos,* el ganado es mío 
también, y cuanto ves, mío es; a 
estas mis hijas y a los hijos que ellas 
han parido, ¿qué les haría yo hoy? 

44 Ven, pues, hagamos alianza yo y 
tú, y que haya testigo entre tú y yo.» 

45 Tomó, pues, Jacob una piedra, y la 
alzó en monumento, 46 y dijo a sus 
hermanos que cogieran piedras y las 
reunieran en un montón, y comieron 
sobre él. 47 Y le llamó Labán Jegar 
Saaduta, mientras que le llamó Jacob 
Galad. 48 Y dijo Labán: «Este montón 
es hoy testigo entre tú y yo.» Por 
eso se le llamó Galad, 49 y también 
Mispa, por haber dicho Labán: «Que 
vele Yave entre los dos cuando nos 
hayamos separado uno de otro. 60 Si 
tú maltratas a mis hijas, o tomas otras 
mujeres además de ellas, no habrá 
hombre que pueda argüirte; pero 
mira que Dios es testigo entre tú 
y yo.» 61 Y añadió Labán: «He aquí 
el monumento, y he aquí el testigo 
que he alzado entre tú y yo. 62 Este 
montón es testigo de que yo no lo 
pasaré yendo contra ti, ni tú lo 
pasarás para hacerme daño. 63 El 
Dios de Abraham, el Dios de Najor, 
juzgue entre nosotros.» Juró, pues, 
Jacob por el temor de Isac su padre, 
54 ofreció un sacrificio en el monte, 
c invitó a sus hermanos a comer. 
Comieron y pasaron la noche en el 
monte, y a la mañana siguiente 66 se 
levantó Labán, besó a sus hijas y a 
sus hijos y los bendijo. Después se 
marchó para volverse a su lugar. 

Temores de Juro!» ni encuentro 
con Ksaii. 

QO 1 Jacob prosiguió su camino, 
y i c salieron al encuentro ánge¬ 
les de Dios. 2 Al verlos, dijo Jacob: 
«Este es el campo de Dios»; y por 
eso llamó a aquel lugar Majanaim. 
3 Envió Jacob ante sí mensajeros a 
Esaú, su hermano, a tierras de Seir, 
en los campos de Edóm, mandándo¬ 
les: 4 «Así habéis de decir a mi señor 
Esaú: He aquí lo que dice Jacob, 
tu siervo: He estado con Labán como 
peregrino hasta hoy; 6 tengo bueyes 
y asnos, ovejas, siervos y siervos, 


y quiero hacerlo saber a mi señor, 
para hallar gracia a sus ojos.» 6 Los 
mensajeros volvieron, diciendo a Ja¬ 
cob: «Hemos ido a ver a tu hermano 
Esaú, y él viene a tu encuentro con 
cuatrocientos hombres.» 7 Jacob se 
atemorizó grandemente, y se angus¬ 
tió: dividió en dos partes a los que 
le acompañaban, a los rebaños, los 
ganados y los camellos, diciéndose: 
8 «Si encuentra Esaú una parte, y la 
destroza, quizá podrá salvarse' la 
otra»; 9 y dijo: «Dios de mi padre 
Abraham, Dios de mi padre Isac, Yave. 
que me dijiste: vuelve a tu tierra, 
al lugar de tu nacimiento, que yo 
te favoreceré. 10 Muy poco soy para 
todas las gracias que a tu siervo has 
hecho, y toda la fidelidad que con 
él has tenido, pues pasé este río 
Jordán, llevando sólo mi cayado, 
y vuelvo ahora con dos escuadras. 
11 Líbrame, te ruego, de la mano de 
mi hermano, de la mano de Esaú, 
pues le temo, no sea que venga a 
matarme a mí, y juntamente a ma¬ 
dres e hijos. 12 Tú me has dicho: 
Yo te favoreceré grandemente, y haré 
tu descendencia como las arenas del 
mar, que por numerosas no pueden 
contarse.» 

13 Pasó allí Jacob aquella noche, 
y de cuanto tenía tomó para hacer 
presentes a Esaú, su hermano: dos¬ 
cientas cabras y veinte machos; 14 dos¬ 
cientas ovejas y veinte carneros; 
15 treinta camellas criando, con sus 
crías; cuarenta vacas y diez toros: 
veinte asnas y diez asnos; 16 y po¬ 
niendo en manos de sus siervos cada 
uno de los rebaños separadamente, 
les dijo: «Id delante de mí, dejando 
|Un espacio entre cada rebaño.» 17 Al 
primero le dió esta orden: «Si te 
'encuentra Esaú, mi hermano, y te 
pregunta: ¿De quién eres, a dónde 
vas y de quién es eso que llevas?, 
18 le responderás: De tu siervo Jacob: 
es un presente que envía a mi señor, 
a Esaú, y él viene también detrás 
de nosotros.» 19 La misma orden dió 
jal segundo y al tercero y a todos 
cuantos llevaban el ganado, dicién- 
doles: «Así habéis de hablar a Esaú, 
cuando le encontréis: 20 Le diréis: 
Mira, tu siervo, Jacob viene detrás 
de nosotros.» Pues se decía: Le apla¬ 
caré con los presentes que van de¬ 
lante y luego le veré; quizá me acoja 
bien. 91 Los presentes pasaron de¬ 
lante de él, y el se auedó allí aquella 
noche en Majanc; 2 * ytlevantándose 




GÉNESIS, 33 


41 


todavía de noche, y tomando a sus 
dos mujeres, a sus dos siervas y a 
sus once hijos, les hizo pasar el 
vado de Jaboc. 23 Pasó también 
después cuanto tenía. 

La lucha con el ¿ngd. 

24 Quedóse Jacob solo, y hasta 
salir la aurora estuvo luchando con 
él un hombre, el cual, 26 viendo 
que no podía con el, le dió un golpe 
en la articulación del muslo, y se 
relajó la articulación del muslo de 
Jacob, luchando con él. 26 El hom¬ 
bre dijo a Jacob: «Déjame ya que 
me vaya, que sale la aurora.» Pero 
Jacob respondió: «No te dejaré ir, 
si no me bendices.» 27 El le preguntó:! 
«¿Cuál es tu nombre?» «Jacob», con-| 
testó éste. 28 Y él le dijo; «No te 
llamarás ya en adelante Jacob, sino 
Israel, pues has luchado con Dios y 
con hombres y los has vencido.» 
29 Rogóle Jacob: «Dame, por favor, 
a conocer tu nombre»; pero el le 
contestó: «¿Para qué preguntas por 
mi nombre?»; y se despidió. 30 Jacob 
llamó a aquel lugar Panuel, pues 
dijo: «He visto a Dios cara a cara, 
y se ha salvado mi vida.» 31 .Salía 
el sol, cuando pasó de Panuel, e iba 
cojeando del muslo. 32 Por eso los 
hijos de Israel no comen, todavía 
hoy, el tendón femoral, que hay en 
la articulación del muslo, por haber 
sido herido en él Jacob. 

Reconciliación con Esnú. 

33 1 Alzó Jacob los ojos, y vía 

venir hacia él a Esaú con cua¬ 
trocientos hombres. Había repartido 
sus hijos entre Lia, Raquel y las 
dos siervas, (i) 2 poniendo en cabeza 
a estas dos con sus hijos; después 
a Lia con los suyos, y en último lugar 
a Raquel con José. 3 El se puso 
delante de todos, y se postró en 
tierra siete veces antes de llegar 
cerca de su hermano. 4 * Esaú corrió 
a su encuentro, le abrazó, cayó sobre 
su cuello y le besó. Ambos lloraban. 

6 Luego, alzando los ojos, vió Esaú 
a las mujeres y a los niños, y pre¬ 
guntó: «¿Quiénes son éstos que traes 
contigo?» Jacob le contestó: «Son 
los hijos que Dios ha dado a tu 
siervo.» 6 * Aproximáronse las sier¬ 
vas con sus hijos, y se postraron. 

7 Aproximóse también Lia con los 
suyos, y se postraron. Luego sel 


acercaron José y Raquel, y se pos¬ 
traron. 8 Esaú le preguntó: «¿Qué 
pretendes con todos esos rebaños 
que he ido encontrando?» «Hallar 
gracia a los ojos de mi señor». 9 Con¬ 
testóle Esaú: «Tengo mucho, hermano 
mío, sea lo tuyo para ti.» 10 * «No, te 
ruego—respondió Jacob—si es que 
he hallado gracia a tus ojos, acepta 
de mi mano el presente, ya que he 
visto tu faz como si viera la de Dios, 
y me has acogido favorablemente. 
11 Acepta, pues, el presente que te 
hago, pues Dios me ha favorecido 
y tengo de todo.» Tanto le instó, que 
aceptó Esaú. 12 Este le dijo: «Pon¬ 
gámonos en marcha; yo iré delante 
de ti.» 13 Jacob le respondió: «Bien 
ve mi señor que hay niños tiernos, 
y que llevo ovejas y vacas que están 
criando, y si un día se les hiciera 
marchar apresuradamente, todo el 
ganado moriría. 14 Pase, pues, mi 
señor delante de su siervo, y yo 
seguiré lentamente al paso de los 
rebaños que llevo delante y al paso 
de los niños, hasta llegar a Seir, a 
mi señor.» 15 * Dijo Esaú: «Dejaré, 
pues, detrás de mí una parte de la 
gente que llevo.» Pero Jacob res¬ 
pondió: «¿Y para qué eso, si he ha¬ 
llado gracia a los ojos de mi señor?» 
16 Volvióse, pues, a Seir Esaú aquel 
mismo día. 17 Jacob partió para Socot, 
y se hizo allí una casa, e hizo aprisccs 
para sus ganados, por eso se llamó 
Socot aquel lugar. 18 Llegó Jacob 
en paz a la ciudad de Siquem, en 
tierra de Canán, de vuelta de Padan 
Arán, y acampó frente a la ciudad. 
19 Compró a los hijos de Jamor, 
padre de Siquem, el trozo de tierra 
donde había asentado sus tiendas 
por cien quesitas (lj 20 y alzó allí 
un altar, y le llamo «El Elohe Is¬ 
rael ». 


(i) Era un determinado peso de plata, 

cuya equivalencia no conocemos. En cuanto a 

los valores monetarios que aparecen citados en 

las Sagradas Escrituras, algunos son de equi¬ 

valencia dudosa. Así, el sido, más bien que una 

moneda real, es una moneda ideal, un deter¬ 

minado peso de plata y oro, pero de conjunto. 

Los nombres de los pesos que hallamos en la 

Escritura son: el siclo, la quesita, la mina , el 

talento , el beqa y el guerah. El valor de la quesita 

nos es enteramente desconocido. La mina y el 

talento son múltiplos del sido; el beqa y el 

guerah son divisores de él. La mina equivalía 

a cien sidos, y el talento, antes de la cautividad, 

a treinta minas, es decir, tres mil sidos. El 

beqa era la mitad del siclo, y el guerah la vigé¬ 

sima parte del siclo. La equivalencia de estos 





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GÉNESIS. 34 


Dina y los siqucmitas. 

34 1 Salió Dina, la hija que había 
parido Lia a Jacob, para ver a las 
hijas de aquella tierra; 2 y viéndola 
Siquem, hijo de Jamor, jeveo, la 
cogió, se acostó con ella y la violó. 
3 De tal modo se prendó de Dina ; 
la hija de Jacob, que la amó y la 
habló tiernamente. 4 Y dijo Siquem 
a Jamor, su padre: «Tómame esa 


pesos en nuestro sistema es muy problemática; 
el sido, según las diversas opiniones, vendría 
a oscilar entre grs. 14,2 y 13,5; esto, antes de 
la cautividad. En el N. T. hallamos mencio* 

• nada la libra romana, de peso variable segur 
las diversas regiones, y dividida en doce onzas 
Al peso se computaba el valor de la plata y ei 
oro, sin que hasta después de la cautividad 
hallemos mención de moneda alguna propiamente 
dicha; las que después de la cautividad hallamos 
mencionadas son; el dórico , moneda persa de 
un peso de grs. 8,42, y el iracma fenicio, de 
un peso de grs. 3,55, cuyo cuadruplo es el 
tetradracma o estatera , que venía a equivaler 
al sido. En el N. T. hallamos mencionados: 
el dracma griego, de peso variable, según las 
diversas épocas y regiones, con sus múltiplos 
el didracma y el tetradracma o estatera; la mina, 
equivalente a cien dracmas, y el talento, equi¬ 
valente a sesenta minas, o sean seis mil dracmas. 
De monedas romanas hallamos el áureo, de 
grs. 7,80 de oro, y el denario, de grs. 3,90 de 
plata; y de monedas de bronce, el <25, que era 
la décima parte del denario; el doble as o di- 
pondio; el cuadrante, la cuarta parte del as, 
y el lepton o minutum , la octava parte del as. 

La cuestión de los pesos y medidas en uso 
entre los hebreos tiene todavía muchos pumos 
oscuros, sobre todo por lo que hace a las me¬ 
didas de capacidad. Los nombres de medidas 
de capacidad que hallamos mencionadas en la 
Escritura son, para sólidos, el efa, el sea y el 
omer ; para líquidos, el bat, el hin, el qab y el 
log. Como es natural, hay cierta corresponden¬ 
cia entre 'as de los sólidos y las de los líquidos. 
La medida mayor cuyo nombre hallamos en la 
Escritura es el jomer o cor , que no hay que 
confundir con el omer. Era el jomer un múl¬ 
tiplo del bat, equivalente a diez bats. La mitad 
del jomer era el letec; por tanto, cinco bats. 
La unidad para sólidos era el bat, de igual 
capacidad que el efa. La sistematización de 
estas medidas es en parte ternaria, en parte 
cuaternaria, en parte decimal. Asi el bat es la 
décima parte del jomer; el hin la sexta parte 
del bat, el qab la tercera parte del hin, y el 
log la cuarta parte del qab. Igualmente, el efa, 
de la misma capacidad que el bat, es la décima 
parte del jomer; el sea la tercera parte del efa, 
y el omer la décima parte del efa. La exacta 
equivalencia de estas medidas en nuestro sis¬ 
tema es bastante incierta. Lo más probable 
parece ser que el bat = efa, equivalía a lits. o 
kls. 21,250, y que por tanto equivalían, el 
hin a lits. 3,^41; el qab a lits. 1,180, y el log 
a lits. 0,295- 

A su vez el sea equivalía a lits. 7.083, y el 
omer a lits. 2,125. 


joven por mujer.» 5 Supo Jacob que 
Dina, su hija, había sido violada, 
pero como sus hijos estaban en el 
campo con el ganado, se calló Jacob 
hasta su vuelta. 

6 Jamor, padre de Siquem, salió 
para hablar a Jacob. 7 Cuando de 
vuelta del campo lo oyeron los hijos 
de Jacob, se llenaron de ira y de 
furor por el ultraje hecho a Israel, 
acostándose con la hija de Jacob, 
cosa que no debía hacerse. 8 Jamor 
les habló, diciendo: «Siquem, mi hijo, 
está prendado de vuestra hija; dád¬ 
sela, os ruego, por mujer; 9 haced 
alianza con nosotros; dadnos vues¬ 
tras hijas, y tomad las nuestras para 
vosotros y habitad con nosotros. 
10 La tierra estará a vuestra dispo¬ 
sición, para que habitéis en ella, la 
recorráis y tengáis propiedades en 
ella.» 11 Siquem, por su parte, dijo 
al padre y a los hermanos de Dina: 
«Halle yo gracia a vuestros ojos, y 
os daré* * lo que me pidáis. 12 Acre¬ 
centad mucho la dote y las dádivas. 
Cuanto me digáis os lo daré, pero 
dadme a la joven por mujer.» 13 Los 
hijos de Jacob respondieron a Siquem 
y a su padre dolosamente, por el 
estupro de Dina, su hermana, y les 
dijeron: 14 «Xo podemos hacer eso 
de dar nuestra hermana a un incir¬ 
cunciso, porque eso sería para nos¬ 
otros una afrenta. 15 Sólo podríamos 
venir en ello con esta condición: 
que seáis como nosotros, y se cir¬ 
cunciden todos vuestros varones. 
16 Entonces os daremos nuestras 
hijas y tomaríamos las vuestras, y 
habitaríamos juntos y seríamos un 
solo pueblo; 17 pero si no consentís 
en circuncidaros, cogeremos nuestra 
hija y nos iremos.» 18 Estas palabras 
agradaron a Jamor y a Siquem, lujo 
ide Jamor. 19 El joven 110 dió largas 
a la cosa, por lo enamorado que 
estaba de la hija de Jacob, y por 
ser el más respetado de la casa de 
su padre. 20 Fueron, pues, Jamor y 
Siquem, su hijo, a las puertas de la 
eiudad, y hablaron a los hombres 
ie su ciudad, diciendo: 21 «Estos 
[íombres son gente de paz en medio 
le nosotros; que se establezcan en 
2sta tierra y la recorran; la tierra es 
\ ambas manos espaciosa para ellos. 
.Tomaremos por mujeres a sus hijas, 

les daremos a ellos las nuestras; 
!2 pero sólo consienten en habitar 
'on nosotros y ser con nosotros un 
meblo solo, si se circuncida entre 






GÉNESIS, 3fi 


■i:í 


nosotros todo varón, como lo están 
ellos. 23 Sus ganados, sus bienes y 
todas sus bestias, ¿no serán así nues¬ 
tros? Sólo falta que accedamos a su 
petición, y habitarán con nosotros.» 
24 Escucharon a Jamor y a Siquem 
cuantos salían por las puertas de la 
ciudad, y todo varón fue circunci¬ 
dado. 25 Al tercer día, cuando estaban 
con los dolores, dos de los hijos de 
Jacob, Simeón y Le vi, hermanos de 
Dina, penetraron sin peligro en la 
ciudad, la espada en la mano, y 
mataron a todos los varones. 26 Pa¬ 
saron a filo de espada a Jamor y a 
Siquem, su hijo; y sacando a Dina 
de la casa de Siquem, salieron. 27 Los 
hijos de Jacob se arrojaron sobre los 
muertos, y saquearon la ciudad, por 
haber sido deshonrada su hermana. 
28 Lleváronse sus ovejas, sus bueyes, 
sus asnos, cuanto había en la ciudad 
y cuanto había en los campos. 29 To¬ 
dos sus bienes, todos sus niños, todas 
sus mujeres, los cautivaron y se los 
llevaron, y robaron cuanto había 
en las casas. 

30 Dijo Jacob a Simeón y a Leví: 
«Habéis perturbado mi vida, hacién¬ 
dome odioso a los habitantes de esta 
tierra, a los cananeos y fereceos. Yo 
tengo poca gente. Ellos se reunirán 
contra mí y me matarán, destruyén¬ 
dome a mí y a mi casa.» 31 Ellos le, 
respondieron: «¿Y había de ser tra-; 
tada nuestra hermana como una pros¬ 
tituta?» 


Jacob en Betel. 

Ofr 1 Dijo Dios a Jacob: «Anda, 
dO sube a Betel, para habitar allí 
y alza allí un altar al Dios que se 
te apareció cuando huías de Esaú, tu 
hermano.» (i) 2 Jacob dijo a su familia, 
y a cuantos estaban con él: «Arrojad 
todos los dioses extraños que haya 
entre vosotros" purificaos y mudaos 
de ropas, 3 * pues vamos a subir a Betel, 
y a alzar allí un altar al Dios que 
me oyó el día de mi angustia, y que 
me acompañó en el viaje que hice.» : 

4 Entregaron, pues, todos los dioses ( 
extraños que pudieron haber a mano,! 
y los pendientes de sus orejas a Jacob,) 
que los enterró bajo la encina que 
hay en Siquem. 5 * Partieron, y se 
extendió el terror de Dios por las 
ciudades del contorno, y no los per¬ 
siguieron. 

6 Llegó Jacob, y cuantos con él 
iban, a Luz, en la tierra de Canán, 


que es Betel. 7 * * Alzó allí un altar y 
llamó a este lugar El Betel, porque 
allí se le apareció Dios, cuando huía 
de su hermano. 

8 Murió Dcbora, la nodriza de Re¬ 
beca, y fué enterrada por debajo de 
Betel, bajo una encina que se llamó 
la encina del llanto. 

9 Aparecióse de nuevo Dios a Jacob, 
de vuelta de Padan Arán, y le ben¬ 
dijo, 10 diciendo: «Tu nombre es 
Jacob, pero no serás llamado ya Jacob: 
tu nombre será Israel»; y le llamó 
Israel. 11 Y le dijo: «Yo soy el Dios 
omnipotente: sé prolífico y multiplí¬ 
cate. De ti saldrá un pueblo, un 
conjunto de pueblos, y de tus lomos 
saldrán reyes. 12 * La tierra que di a 
Abraham y a Isac, yo te la daré a ti, 
y a tu descendencia después de ti.» 
13 Y ascendió Dios del lugar donde 
le había hablado, 14 en el que levantó 
Jacob un monumento de piedras, y 
en él hizo una libación y derramó óleo 
sobre él, 15 dando el nombre de Betel 
al lugar donde Dios le había hablado. 

Muerte de Raquel y de Isac. 

16 Partiéronse de Betel, y cuando 
estaban todavía a un quibrat (1) de 


(i) Era una medida longitudinal, de equi¬ 
valencia desconocida. Las medidas longitudi¬ 
nales en uso entre los hebreos derivan sus nom¬ 
bres de los de ciertas partes del cuerpo, lo 

mismo que las de tantos otros pueblos. Las que 
hallamos mencionadas en la Escritura son: 
el amma = codo; el zeret = palmo; el tefa 

= coto, y el esba = dedo. En el codo se distin¬ 
guían el vulgar y el sagrado o real. Este último 

parece ser el codo de Egipto, oue según los 
monumentos egipcios equivalía a mms. 325; 
mientras que el vulgar parece que era el codo 
de Asiria, y equivalía a mms. 495. El palmo 

era la mitad del codo; el coto la tercera parte 
del palmo, y el dedo la cuarta parte del coto. 
A más de estas medidas, hallamos mencionadas 
en el A. T. el gomed, de equivalencia desco¬ 
nocida, y, sobre todo en Ezeq., la caña, que 
más que una medida real y corriente, era un 
instrumento para medir, algo parecido, claro 
que no en la materia, a las cintas empleadas 
entre nosotros, y tenía seis codos y un palmo, 
es decir ms. 3,237. En el N. T. se mencionan 

el camino de sábado, unos 2.000 codos; el 
estadio, medida griega, equivalente a 600 pier, 

o sean 400 codos, unos 185 metros; la braza 

= Vulg. passus, medida marina, equivalente, 

aproximadamente, a ms. 1,85. 

De medidas de superficie no hallamos en 

la Escritura mencionadas más que el semed 

— Vulg. yugerum, yugada, que no es una me¬ 

dida exacta, sino solamente aproximada: el 

espacio de tierra de labpr que puede arar en 

un día una yunta. 








14 


GÉNESIS. 36 


distancia de Efrata, parió Raquel, 
teniendo un parto muy difícil. 17 En¬ 
tre las dificultades del parto, la dijo 
la partera: «No temas, que también 
éste es hijo.» 18 Y al dar el alma, 
pues estaba ya moribunda, le llamó 
Benoni, pero su padre le llamó Ben¬ 
jamín. 19 Murió Raquel, y fué sepul¬ 
tada en el camino de Efrata, que es 
Belén, 20 y alzó Jacob sobre la tumba 
de Raquel un monumento, que toda¬ 
vía subsiste. 

21 Partióse Jacob y plantó sus 
tiendas más allá de Migdal Eder. 

22 Durante su estancia en esta región 
vino Rubén, y se acostó con Bala, 
la concubina de su padre, y lo supo 
Jacob. Los hijos de Jacob eran doce. 

23 Hijos de Lia: Rubén, el primogé¬ 
nito de Jacob, Simeón, Leví, Judá, 
Isacar y Zabulón. 24 Hijos de Ra¬ 
quel: José y Benjamín. 26 Hijos de 
Bala, la sierva de Raquel: Dan y 
Neftalí. 26 Hijos de Zelfa, la sierva 
de Lia: Gad y Aser. Estos son los 
hijos que le nacieron a Jacob en 
Padan Arán. 

27 Fué Jacob a donde estaba Isac, 
su padre, a Alambre, a la ciudad de 
Arbe, que es Hebrón, donde habi¬ 
taron Abraham e lsac. 28 Fueron los 
días de Isae ciento ochenta años 29 y 
murió y se reunió con su pueblo, 
anciano y lleno de días. Esaú y Jacob, 
sus hijos, le sepultaron. 


Descendencia de Esaú. 

1 Estas son las generaciones de 
OO Esaú, que es Edom. 2 Esaú 
tomó sus mujeres de entre las hijas 
de Canán a Ada, hija de Elón, geteo; 
a Olibaina, hija de Ana, hija de Se- 
beón, jeveo. 3 Además a Basemat, 
hija de Ismael, hermana de Neba- 
yot. 4 Ada le parió a Elifaz; Basemat 
a Rauel, 6 y Olibama a Jeus, Jalón 
y Corea. Estos son los hijos que 
ie nacieron a Esaú en tierra de Canán. 
6 Esaú tomó a sus mujeres, sus hijos 
y sus hijas y todas las gentes de su 
casa, sus ganados y todas sus bestias 
y todos los bienes que había adqui¬ 
rido en la tierra de Canán, y se fué 
a una tierra lejos de Jacob, su her¬ 
mano; 7 pues siendo muchos los bienes 
de uno y otro, no podían habitar jun¬ 
tos, y la tierra en que se movían no 
les bastaba a causa de sus muchos 
ganados. 8 Establecióse Esaú en el 
monte de Seir. Esaú es Edom. 

9 He aquí los nombres de los hijos 


de Esaú, padre de Edom, en el 
monte Seir: 10 Elifaz, hijo de Ada, 
mujer de Esaú; Rajel, hijo de Base¬ 
mat, mujer de Esaú. 11 Los hijos de 
Elifaz fueron: Teman, Ornar, Sefo, 
Gatam y Quenez. 12 Tamna fué con¬ 
cubina de Elifaz, hijo de Esaú, y 
le parió a Amalee. Estos son los hijos 
de Ada, mujer de Esaú. 13 Los hijos 
de Rauel: Najat, Zaraj, Samma y 
Meza. 14 Estos son los hijos de Base¬ 
mat, mujer de Esaú. Los hijos de 
Olibama, hija de Ana, hija de Jebeón, 
mujer de Esaú, fueron: Jebus, Jelón 
y Coré. 

15 He aquí los jefes de tribu de los 
hijos de Esaú: Hijos de Elifaz, pri¬ 
mogénito de Esaú el jefe Teman, el 
jefe Ornar, el jefe Befo, el jefe Quenez, 
16 el jefe Coreaj, el jefe Gatam, el 
jefe Amalee. Estos son los jefes de 
Elifaz en la tierra de Edom; son los 
hijos de Ada. 17 Hijos de Rauel, hijo 
de Esaú: el jefe Najat, el jefe Zaraj, 
el jefe Samma y el jefe Meza. 18 Hijos 
de Olibama, mujer de Esaú: el jefe 
Jeus, el jefe Jelón, y el jefe Coré. 
Estos son los jefes de Olibama, hija 
de Ana y mujer de Esaú. 19 Estos 
son los hijos de Esaú, éstos sus jefes; 
es Edom. 20 Los hijos de Seir, el jorreo 
que habitaba la región: Lotán, Sobal, 
Sebeón, Ana, 21 Disón, Eser y Disán. 
Estos son los jefes de los jórreos, 
hijos de Seir, en la tierra de Edom. 
22 Los hijos de Lotán fueron: Jori 
y Hernán: y Tamna era hermana de 
Lotán. 23 Los hijos de Sobal: Alván, 
Manajat, Ebal, Sefó y Onam. 24 Los 
hijos de Sebeón: Aya y Ana. Este 
Ana es el que halló en el desierto 
los manantiales de agua caliente, 
mientras apacentaba el ganado de 
Sebeón, su padre. 26 Los hijos de 
Ana: Disón y Olibama, hija de Ana. 
26 Los hijos de Disón: Jemdam, Ese- 
bán, Jetram y Carain. 27 Los hijos 
de Eser: Balam, Zaavam y Acam. 
28 Los hijos de Disán: Hus y Aram. 

29 He aquí los jefes de los jórreos: 
el jefe Lotán, el jefe Sobal, el jefe 
Sebeón, 30 el jefe Ana, el jefe Disón, 
el jefe Eser, el jefe Disán. Estos son 
los jefes de los jórreos, cada uno de 
sus jefes en la tierra de Edom. 

31 He aquí los reyes que han reina¬ 
do en tierra de Edom antes que reina¬ 
ra un rey sobre los hijos de Israel: 

32 Bela, hijo de Beor, reinó en Edom 
y el nombre de su capital era Denaba. 

33 Murió Bela y le sucedió Jobab, hijo 
de Zara, de Bosra. 34 Murió Jobab 





GÉNESIS. 37. 


tr> 


y le sucedió Jusam, de la tierra de 
Temani. 36 Murió Jusam y le suce¬ 
dió Adad, hijo de Badad, que derro¬ 
tó a Madián en los campos de Moab; 
el nombre de su ciudad era Avit 
36 Murió Adad y le sucedió Semla, 
de Masreca. 37 Murió Semla y le 
sucedió Saúl de Rejabot, junto al 
río. 38 Murió Saúl y le sucedió Baal- 
janain, hijo de Acbor. 39 Murió Baal- 
jamán, hijo de Acbor y le sucedió 
Hadar; el nombre de su capital era 
Pau V el de su mujer Metabel, hija 
de Matrad, hija de Mezaab. 40 Estos 
son los nombres de los jefes de Esaú, 
según sus tribus y sus territorios. 
El jefe de Tainma, el jefe de Alva, 
el jefe de Jetet, 41 el jefe de Olibama, 
el jefe de Eta, el jefe de Finón, 
42 el jefe de Quenez, el jefe de Temán, 
el jefe de Mabsar, 43 el jefe de Magdiel, 
el jefe de Iram. Estos son los jefes 
de Edom, según sus moradas en la 
tierra que ocupan. Es Esaú padre 
de Edom. 


José. 

ty— 1 Habitó Jacob en la tierra por 
ó L donde peregrinó su padre, en la 
tierra de Canán. 

2 Estas son las generaciones de 
Jacob; 

Cuando tenía José diecisiete años, 
siendo todavía un niño, iba con sus 
hermanos, los hijos de Bala y de 
Zelfa, mujeres de su padre, a apa¬ 
centar el ganado, e hizo llegar José 
a su padre la pésima fama de aqué¬ 
llos. 3 Israel amaba a José más que 
a todos sus otros hijos, por ser el 
hijo de su ancianidad, y le hizo una 
túnica de muchos colores. 4 Viendo 
sus hermanos que su padre le amaba 
más que a todos, llegaron a odiarle, 
y no podían hablarle amistosamente. 
5 Tuvo también José un sueño, que 
contó a sus hermanos, y que acre¬ 
centó más todavía el odio de éMos 
contra él. 8 Díjoles: «Oíd, si queréis, 
este sueño que he tenido. 7 Estába¬ 
mos nosotros en el campo, haciendo 
gavillas, y vi que se levantaba mi 
gavilla, y se tenía en pie, y las vues¬ 
tras la rodeaban, y se inclinaban ante 
la mía, adorándola.» 8 Y sus herma¬ 
nos le dijeron: *¿Es que vas a reinar 
sobre nosotros, y vas a dominarnos?» 
Estos sueños y las palabras de José 
fueron causa de que le odiaran toda¬ 
vía más. 9 Tuvo José otro sueño, que 
contó también a sus hermanos, di¬ 


ciendo: «Mirad, he tenido otro sueño 
más, y he visto que el sol, la luna y 
once estrellas me adoraban.» 10 Contó 
el sueño a su padre y a sus hermanos, 
y aquél le increpó, diciéndole: «¿Qué 
sueño es ése que has soñado? ¿Acaso 
vamos a postrarnps en tierra ante ti, 
yo, tu madre y tus hermanos?» 11 Sus 
hermanos le envidiaban, pero a su 
padre le daba esto que pensar. 

12 Fueron sus hermanos a apacentar 
el ganado de su padre en Siquem; 

13 y dijo Israel a José: «Tus herma¬ 
nos están apacentando en Siquem. 
Ven que te mande a ellos.» El le 
respondió: «Heme aquí.» 14 «Pues vete 
a ver si están bien tus hermanos y 
el ganado, y vuelve a decírmelo.» Y le 
envió desde el valle de Hebrón y se 
dirigió José a Siquem. 15 Encontróle 
un hombre errando por el campo, y 
le preguntó: «¿Qué buscas?», 16 y él fe 
contestó: «A mis hermanos busco. 
Haz el favor de decirme dónde están 
apacentando.» 17 Contestóle el hombre: 
«Se han ido de aquí, pues oí decir: 
Vámonos a Dotain.» Fué José en 
busca de sus hermanos, y los halló 
en Dotain. 18 Viéronle ellos desde 
lejos, antes de que a ellos se aproxi¬ 
mara, y le acechaban para matarle. 
19 Dijéronse unos a otros: «Mirad, 
ahí viene el de los sueños; 20 vamos 
a matarle y le arrojaremos a uno de 
estos pozos, y diremos que le ha 
devorado una fiera; así veremos de 
qué le sirven sus sueños.» 21 Rubén, 
que esto oía, quería librarle de sus 
manos y les dijo: «Matarle, no; 22 no 
vertáis sangre; arrojadle a ese pozo 
que hay en el desierto, y no pongáis 
la mano sobre él.» Quería librarle de 
sus manos, para devolvérselo a su 
padre. 23 Cuando llegó José hasta sus 
hermanos, despojáronle de su túnica, 
la túnica de varios colores que lle¬ 
vaba, 24 y cogiéndole, le arrojaron al 
pozo, un pozo vacío que no tenía 
agua. 


José, vendido por sus hermanos. 

25 Sentáronse a comer, y alzando 
los ojos, vieron venir una caravana 
de ismaelitas, que venía de Galad, 
cuyos camellos iban cargados de esto¬ 
raque, tragacanto* y láudano, que lle¬ 
vaban a Egipto; 26 y dijo Judá a sus 
hermanos: «¿Qué sacaremos de matar 
a nuestro hermano y ocultar su 
sangre? 27 Vamos a venderlo a esos 
ismaelitas, y no pongamos en él núes- 






46 


GÉNESIS, 38 


tra mano, pues es hermano nuestro 

V carne nuestra.» Asintieron sus her¬ 
manos; 28 y cuando pasaban los mer¬ 
caderes madianitas sacaron a José, 
subiéndole del pozo, y por veinte 
monedas de plata se lo vendieron a 
los ismaelitas, que le llevaron a 
Egipto. 29 Volvió Rubén al pozo, pero 
no estaba en él José, y rasgó sus ves¬ 
tiduras; 30 y volviéndose a sus her¬ 
manos, dijoT «El niño no parece, ¿a 
dónde iré yo ahora?» 31 Tomaron la 
túnica de José, y matando un macho 
cabrío, empaparon en la sangre la 
túnica; 32 y cogiendo la túnica de 
varios colores, se la llevaron a su 
padre, diciendo; «Esto hemos encon¬ 
trado, mira a ver si es o no la túnica 
de tu hijo.» 33 Reconocióla él y dijo: 
«La túnica de mi hijo es; una fiera 
le ha devorado, ha despedazado ente¬ 
ramente a José.» 34 Rasgó Jacob sus 
vestiduras, vistióse de saco, e hizo 
duelo por su hijo durante mucho 
tiempo. 35 Venían todos sus hijos y 
sus hijas a consolarle, pero él recha¬ 
zaba todo consuelo, diciendo; «En 
duelo bajaré al sepulcro con mi hijo.» 

Y su padre le lloraba. 36 Los madia¬ 
nitas le vendieron en Egipto a Puti- 
far, ministro del Faraón, jefe de la 
guardia. 


Judá y Turnar. 

o q 1 Sucedió por entonces que bajó 
¿O Judá, apartándose de sus her¬ 
manos, y llegó hasta un adulamita, 
de nombre Jira. 2 Vio allí a una 
cananea, llamada Sue, y la tomó, 
y entró a ella, 3 que concibió, y parió 
un hijo, al que llamó Er. 4 Concibió 
de nuevo y parió un hijo, a quien 
llamó Onán; 5 * Volvió a concebir y 
parió un hijo, a quien llamó Sela; 
cuando le parió ^estaba en Quizib. 

6 Tomó Jucíá para Her, su primogé¬ 
nito, una mujer llamada Tamar. 

7 Her, primogénito de Judá, fué malo 
a los ojos de Yave, y Yave le hizo 
morir. 8 Entonces dijo Judá a Onán: 
«Entra a la mujer de tu hermano, y 
tómala, como cuñado que eres, para 
suscitar prole a tu hermano» (1). 
9 Pero Onán, sabiendo que la prole 
no sería suya, cuando entraba a la 


(i) La ley del levirato, ya vigente entre los 

hebreos antes de la promulgaión de la ley mosai¬ 

ca, como por este lug 3 r se ve. está consignada en 

Deut, 25. 5. sigs. Del nombre de Onán procede 

el de onanismo, vicio detestable y detestado por 

Dios. 


mujer de su hermano, se derramaba 
en tierra, para no dar prole a su 
hermano. 10 Era malo a los ojos de 
Yave lo que hacía Onán, y le mató 
también a él. 11 Dijo entonces Judá 
a Tamar, su nuera: «Quédate como 
viuda en casa de tu padre, hasta que 
sea grande mi hijo Sela.» Pues se 
decía: «No vaya a morir también 
éste como sus hermanos.» Fuese, 
pues, Tamar, y habitaba en casa de 
su padre. 12 Pasó mucho tiempo, y 
murió la hija de Sue, mujer de Judá. 
Pasado el duelo por ella, subió Judá 
con su amigo Jiras, el adulamita, 
al esquileo de su ganado a Tamna. 

13 Hiciéronselo saber a Tamar, di- 
ciéndole: «Mira, tu suegro ha ido a 
Tamna al esquileo de su ganado.» 

14 Despojóse ella de sus vestidos de 
viuda, se cubrió con un velo, y cu¬ 
bierta se sentó a la entrada de Enaim, 
en el camino de Tamna, pues veía 
que Sela era ya mayor y no le había 
sido dada por mujer? 15 Judá, al verla, 
la tomó por una meretriz, pues tenía 
tapada la cara. 16 Dirigióse a don¬ 
de estaba, y le dijo: «Déjame en¬ 
trar a ti», pues no conoció que era 
su nuera. Ella le respondió: «¿Qué 
me vas a dar por entrara ini?», 17 y 
él contestó: «Te mandaré un cabrito 
del rebaño.» Ella .le dijo: «Si me das 
una prenda hasta que lo mandes...» 
18 «¿Qué prenda quieres que te dé?», 
le dijo él. Ella contestó: «Tu sello, 
el cordón de que cuelga, y el báculo 
que llevas en la mano.» El se los 
dió, y entró a ella, que concibió de 
él. 19 Luego se levantó, se fué, y 
quitándose el velo, volvió a vestirse 
sus ropas de viuda. 20 Mandó Judá 
el cabrito por medio de su amigo el 
adulainita, para que retirase la prenda 
de manos de la- mujer, pero éste no 
la halló, 21 y preguntó a las gentes 
del lugar, diciendo: «¿Dónde está la 
meretriz que se sienta en Enaim a 
la vera del camino?» Y ellos le res¬ 
pondieron: «No ha habido ahí nunca 
ninguna meretriz.» 22 Volvió, pues, 
a Judá, y le dijo: «No la he hallado, 
y las gentes del lugar inc han dicho 
que no ha habido allí ninguna mere¬ 
triz.» 23 Y dijo Judá: «Que se quede 
con ello, no vaya a burlarse de nos¬ 
otros; yo ya he mandado el cabrito, 
y tú no la has hallado.» 24 Al cabo 
de unos tres meses, hicieron saber a 
Judá el asunto, diciéndole: «Tamar, 
tu nuera, se ha prostituido, y de sus 
prostituciones está encinta.» Y Judá 








GÉNESIS, 30, 40 


47 


contestó: «Sacadla y quemadla.» 

25 Cuando se la llevaban, mandó ella 
a decir a su suegro: «Del hombre 
cuyas son estas cosas estoy yo en¬ 
cinta. Mira a ver de quién son ese 
anillo, ese cordón y ese báculo.» 

26 Los reconoció Judá, y dijo: «Mejor 
que yo es ella, pues no se la he dado 
a Sela, mi hijo.» Pero no volvió a 
conocerla más. 27 Cuando llegó el 
tiempo del parto, tenía en el seno 
dos gemelos. 28 Al darlos a luz, sacó 
uno de ellos una mano, y la partera 
la cogió, y ató a ella un hilo rojo, 
diciendo: • «Este ha sido el primero 
en salir», 29 pero él retiró la mano 
y salió su hermano. «¡Vaya rotura 
que has hechol», dijo ella, y le llamó 
Pares (1); 30 luego salió su hermano, 
que tenía el hilo atado a la mano, y 
le llamó Zaraj. 

José en Egipto. 

39 \ Entretanto a José, que había 

sido llevado a Egipto y com¬ 
pradlo a los ismaelitas por Putifar, 
ministro del Faraón y jefe de la guar¬ 
dia egipcia, 2 le protegió Yave, que 
hizo prosperar todas sus cosas. Es¬ 
taba en la casa de su señor, el egipcio, 
3 que vió que Yave estaba con él, y 
que todo cuanto hacía, Yave lo pros¬ 
peraba por su mano. 4 Halló, pues, 
José gracia a los ojos de su señor, y 
le servía a él. 5 Hízole mayordomo 
de su casa, y puso en su mano todo 
cuanto tenía. Bendijo Yave por José 
a la casa del egipcio, y derramó 
Yave su bendición sobre todo cuanto 
tenía en casa y en el campo, 6 y él 
lo dejó todo en mano de José, y no 
se cuidaba de nada, a no ser de lo 
que comía. Era José de hermosa pre¬ 
sencia y bello rostro. 

Castidad de José. 

7 Sucedió después de todo esto, que 
la mujer de su señor puso en él sus 
ojos, y le dijo: «Acuéstate conmigo.» 

8 Rehusó él, diciendo a la mujer de 
su señor: «Cuando mi señor no me 
pide cuentas de nada de la casa, y 
ha puesto en mi inano cuanto tiene, 

9 y no hay en esta casa nadie supe¬ 
rior a mí, sin haberse reservado él 
nada fuera de ti, por ser su mujer, 


(i) Fares, fruto de una unión incestuosa, 
es, sin embargo, uno de los anillos de la genea¬ 
logía de Cristo. Mat. i. 3. 


¿voy a hacer yo una cosa tan mala 
y a "pecar contra Dios?» 10 Y como 
hablase ella a José un día y otro día, 
y no la escuchase él, negándose a 
acostarse con ella y a estar con ella: 
11 un día que entró José en la casa, 
para cumplir con su cargo, y no había 
nadie en ella, 12 le cogió por el manto, 
diciendo: «Acuéstate conmigo.» Pero 
él, dejando en su mano el manto, 
huyó y se salió de la casa. 13 Viendo 
ella que había dejado el manto en 
sus manos, y se había ido huyendo, 
14 se puso a gritar, llamando a las 
gentes de su casa, y les dijo con 
grandes voces: «Mirad, nos ha traído 
á ese hebreo para que se burle de 
nosotros; ha entrado a mí para acos¬ 
tarse conmigo, 15 y cuando vió que 
yo alzaba mi voz, para llamar, ha 
dejado su manto junto a mí y ha 
huido fuera de la casa.» 16 Dejó ella 
el manto de José cerca de sí, hasta 
que vino su señor a casa, 17 y le 
habló así: «Ese siervo hebreo que 
nos has traído, ha entrado a mí para 
burlarse de mí, 18 y cuando vió que 
alzaba mi voz y llamaba, dejó junto 
a mí su manto y huyó fuera.» 19 Al 
oír su señor lo que le decía su mujer, 
esto y esto es lo que me ha hecho 
tu siervo, montó en cólera, 20 y co¬ 
giendo a José, le metió en la cárcel 
donde encerraba a los presos del rey, 
y Allí en la cárcel quedó José. 

José en ln cárcel. 

21 Pero estaba Yave con José, y 
extendió sobre él su favor, haciéndole 
grato a los ojos del jefe de la cárcel, 
22 que puso en su mano a todos los 
allí presos; y cuanto allí se hacía, 
era él quien lo hacía. 23 De nada 
se cuidaba por sí el jefe de la cárcel, 
porque estaba Yave con José, y 
cuanto hacía éste, Dios lo prosperaba. 

40 1 Sucedió después, que habien¬ 
do faltado contra su señor, el 
rey de Egipto, el eopero y el repos¬ 
tero del rey, 2 se encolerizó el Faraón 
contra sus dos ministros, el jefe de 
los eoperos y el jefe de los reposteros, 
3 y los encarceló en la casa del jefe 
de la guardia, en la cárcel donde 
estaba preso José. 4 Púsolos el jefe 
de la guardia bajo la custodia de 
¡José, y éste les servía el tiempo que 
estuvieron en la cárcel. 6 El jefe de 
los eoperos y el jefe de los reposteros 
'del rey de Egipto, que estaban presos 





•18 


GÉNESIS, 41 


en la cárcel, tuvieron ambos un sueño 
en la misma noche, cada uno el suyo, 
y cada sueño de diversa significa¬ 
ción. 6 Cuando José vino a ellos por 
la mañana, los vio que estaban tristes, 
7 y preguntó a los dos ministros, que 
con él estaban presos en la casa de 
su señor, diciéndoles: «¿Por qué te¬ 
néis hoy mala cara?» 8 Ellos le con¬ 
testaron: «Hemos tenido un sueño, 
y no hay quien lo interprete.» Díjoles 
José: «¿No es de Dios la interpreta¬ 
ción de los sueños? Contádmelo, si 
queréis.» 8 El jefe de los coperos 
contó a José su sueño, diciendole: 
«En mi sueño tenía ante mí una vid 

10 con tres sarmientos, que estaban 
como echando brotes, subían y flo¬ 
recían y maduraban sus racimo^. 

11 Tenía en mis manos la copa del 
Faraón, y cogiendo los racimos, los 
exprimí en la copa del Faraón, y puse 
ésta en sus manos.» 12 José le dijo: 
«Esta es la interpretación del sueño: 
Los tres sarmientos son tres días. 
13 Dentro de tres días el Faraón exal¬ 
tará tu cabeza y te restablecerá en 
tu cargo, y pondrás la copa del Fa¬ 
raón en sus manos, como antes lo 
hacías, cuando eras copcro. 14 A ver 
si te acuerdas de mí, cuando te vaya 
bien, y me haces la gracia de recor¬ 
darme al Faraón, para que me saque 
de esta casa, 15 pues he sido furtiva¬ 
mente sacado de la tierra de los he¬ 
breos, y aun aquí nada lie hecho para 
que me metieran en prisión.» 16 Vien¬ 
do el jefe de los reposteros cuán favo¬ 
rablemente había interpretado el sue¬ 
ño, dijo a José: «Pues he aquí el mío: 
Llevaba sobre mi cabeza canas¬ 
tillos de pan blanco. 17 Eli e¡ canastillo 
de encima había toda clase de pastas 
de las que hacen para el Faraón los 
reposteros, y las aves se las comían 
del canastilla que llevaba sobre mi 
cabeza.» 18 Contestó José, diciendo: 
«Esta es la interpretación: Los tres 
canastillos son tres días. 19 Dentro 
de tres días te quitará el Faraón la 
cabeza y te colgará de un árbol, y 
comerán las aves tus carnes.» 20 Al 
día tercero, que era el del natalicio 
del Faraón, dió éste un banquete a 
todos sus servidores, y alzó en medio 
de ellos la cabeza del jefe de los 
coperos y la del jefe de los reposteros, 
21 restableciendo al jefe de los cope- 
ros en su cargo de poner la copa en 
manos del Faraón, 22 y colgando al 
jefe de los reposteros, como les había 
interpretado José. 23 Pero el jefe de 


los coperos no se acordó más de José 
sino que se olvidó de él. 

Interpreta José I09 sueños del 
Faraón. 

1 Al cabo de dos años, soñó el 

Faraón que estando a orillas 
del río, 2 vió subir de él siete vacas 
hermosas y muy gordas, que se pu¬ 
sieron a pacer la verdura de la tierra; 
pero he aquí que después subieron 
del río 3 otras siete vacas feas y muy 
flacas, y se pusieron junto a las siete 
que estaban a la orilla del río, 4 y las 
siete vacas feas y flacas se comieron 
a las siete hermosas y gordas; y el 
Faraón se despertó. 5 Volvió a dor¬ 
mirse, y por segunda vez soñó que 
veía siete espigas, que salían de una 
sola caña de trigo muy granadas y 
hermosas, 6 pero detrás de ellas bro¬ 
taron siete espinas flacas y quemadas 
por el viento solano, 7 y las siete 
espigas flacas y quemadas devoraron 
a las siete espigas hermosas y gra¬ 
nadas, y se despertó el Faraón. Este 
fué el sueño. 8 A la mañana, estaba 
perturbado su espíritu y mandó lla¬ 
mar a todos los adivinos y a todos 
los sabios de Egipto; les contó su 
sueño, pero no hubo quien lo inter¬ 
pretara. 9 Entonces habló al Faraón 
el jefe de los coperos diciendo: «Ahora 
me acuerdo de mi falta. 10 Estaba el 
Faraón irritado contra sus siervos, y 
nos había hecho encerrar en la casa 
del jefe de la guardia a mí y al 
jefe de los reposteros. 11 Tuvimos 
ambos un sueño en la misma noche, 
yo y él, cada uno el suyo y de dis¬ 
tinta interpretación. 12 Estaba allí 
con nosotros un joven hebreo, siervo 
del jefe de la guardia, y le contamos 
nuestros sueños, y él nos dió la in¬ 
terpretación; a cada uno le interpretó 
el suyo, 13 y como lo interpretó él, 
así nos sucedió: yo fui restablecido 
en mí cargo, él fué colgado.» 14 Mandó, 
pues, el Faraón llamar a José, y apre¬ 
suradamente le sacaron de la prisión. 
Se cortó el pelo, se mudó de ropas, 
y se fué a ver al Faraón. 15 Este le 
dijo: «He tenido un sueño, y no 
hay quien lo interprete, y lie oído 
decir de ti que cu cuanto oyes un 
sueño lo interpretas.» 16 José res¬ 
pondió al Faraón: «Xo yo, Dios será 
el que dé una respuesta favorable al 
Faraón.» 17 Habló, pues, el Faraón 
a José: «Este es mi sueño: estaba 
yo en la ribera del río, 18 y vi subir 







GÉNESIS, 41 


49 


del río siete vacas gordas y hermo-l 
sas, que se pusieron a pacer en la 
verdura de la orilla, 19 y he aquí 
que detrás de ellas suben otras siete 
vacas inalas, feas y flacas, como no 
las he visto de malas en toda la tierra 
de Egipto, 20 y las vacas malas y feas 
se comieron a las primeras siete vacas 
gordas, 21 que entraron en su vientre 
sin que se conociera que habían en¬ 
trado, pues el aspecto de aquéllas 
era tan malo como al principio. Y me 
desperté. 22 Vi también en sueños 
que salían de una misma caña siete 
espigas granadas y hermosas, 23 y 
que salían después de ellas siete espi¬ 
gas malas, secas y quemadas del 
viento solano, 24 y las siete espigas 
secas devoraron a las siete hermosas. 
Se lo he contado a los adivinos, y 
no ha habido quien me lo explique.» 

25 José dijo al Faraón: «El sueño 
del Faraón es uno solo. Dios ha dado 
a conocer al Faraón lo que va a su-¡ 
ceder. 26 Las siete vacas hermosas 
son siete años, y las siete espigas her¬ 
mosas siete años; el sueño es uno 
solo. 27 Las siete vacas flacas y malas 
que subían detrás de las otras son 
otros siete años, y las siete espigas 
secas y quemadas del viento solano 
son siete años de hambre. 28 Es lo 
que he dicho al Faraón, que Dios 
le ha hecho ver lo que va a hacer. 

29 Vendrán siete años de gran abun¬ 
dancia en toda la tierra de Egipto, 

30 y detrás de ellos vendrán siete años 
de hambre, que harán se olvide toda 
la abundancia en la tierra de Egipto, 
y el hambre consumirá la tierra. 

31 No se conocerá la abundancia en 
la tierra a causa de la escasez, porque 
ésta será muy grande. 32 Cuanto a la 
repetición del sueño al Faraón por 
dos veces, es que el suceso está fir 
memente decretado por Dios, y que 
Dios se apresurará a hacerlo. 33 Aho¬ 
ra, pues, busque el Faraón un hom¬ 
bre inteligente y sabio, y póngale al 
frente de la tierra de Egipto. 34 Nom¬ 
bre el Faraón intendentes, que visi¬ 
ten la tierra y recojan el quinto de 
la cosecha de la tierra de Egipto 
en los años de la abundancia; 36 reúnan 
el producto de los años buenos que 
van a venir, y hagan acopio de trigo 
a disposición del Faraón, 36 para man-| 
lenimiento de las ciudades, y lo con¬ 
serven para que sirvan a la "tierra de 
reserva, para los siete años de ham¬ 
bre que vendrán sobre la tierra de 
Egipto, y no perezca de hambre la 


tierra.» 37 Parecieron muy bien estas 
palabras al Faraón y a toda su corte, 
38 y el Faraón dijo a sus cortesanos: 
«¿Podríamos por ventura encontrar 
un hombre como éste, lleno del espí¬ 
ritu de Dios?» 39 Y dijo a José: «Toda 
vez que Dios te ha dado a conocer 
estas cosas, no hay persona tan inte¬ 
ligente y sabia como tú. 

José, virrey de todo el Egipto. 

40 Tú serás quien gobierne mi 
casa, y todo mi pueblo te obedecerá; 
sólo por el trono seré mayor que tú»; 
41 y añadió: «Mira, te pongo sobre 
toda la tierra de Egipto.» 42 Quitóse 
el Faraón el anillo de su mano, y 
lo puso en la mano de José; hizo 
que le vistieran blancas vestiduras 
de lino, y puso en su cuello un collar 


de oro, 


mandó 


que montado 
sobre el segundo de sus carros, se 
gritara ante él abrek , y así fué puesto 
al frente de toda la tierra de Egipto. 
44 Díjole también el Faraón: «Yo 
soy e) Faraón, y sin ti no alzará 
nadie mano ni pie en toda la tierra 
de Egipto.» 46 Llamó el Faraón a 
José con el nombre de Znfnat Paneaj 
y le dió por mujer a Asenet, hija de 
Putifar, sacerdote de On. Salió José 
por toda la tierra de Egipto. 46 Tenía 
treinta años cuando se presentó ante 
el Faraón, rey de Egipto, y le dejó 
para recorrer toda la tierra de Egipto. 

47 La tierra produjo a montones 
durante los siete años de abundancia, 

48 y José recogió el producto de los 
siete años que de ella hubo en Egipto, 
y lo almacenó en las ciudades, depo¬ 
sitando en cada una de ellas los pro¬ 
ductos de los campos que las rodea- 
baii, 49 llegando a reunir tanto trigo 
como las arenas del mar; en tan 
gran cantidad, que hubo que dejar 
ya de contar, porque no podía con¬ 
tarse. 

Hijos de José. 

60 Antes que llegara el tiempo de 
la escasez, naciéronle a José dos 
hijos, que le parió Asenet. hija de 
Putifar, sacerdote de On. 31 Dió al 
primero el nombre de Manasés, por¬ 
que dijo: «Dios me ha hecho olvidar 
todas mis penas y toda la casa de 
mi padre»; 62 V al segundo le llamó 
Efráim, diciendo: «Dios me ha dado 
fruto en la tierra de mi aflicción.» 


4 









50 


GÉNESIS, 42 


Medidas de fl f d ) * orno durante la 
escasez. 

58 Acabáronse los siete años de 
abundancia que hubo en Egipto, 54 y 
comenzaron los siete años de escasez, 
como lo había anunciado José; y 
hubo hambre en todas las tierras, 
mientras había pan en toda la tierra 
de Egipto; 65 y clamaba el pueblo 
al Faraón por pan, y el Faraón decía 
a todos los egipcios: «Id a José y 
haced lo que él diga.» 56 Cuando el 
hambre se extendió por toda la 
superficie de aquella tierra, abrió 
José los graneros, y lo que en ellos 
había, se lo vendía a los egipcios, 
pues crecía el hambre en la tierra de 
Egipto. 57 De todas las tierras venían 
a Egipto a comprar a José, pues el 
hambre era grande en toda la tierra. 

Bajan n Fffipto los hemiarios de 
en busca de maiilcniinicnlu>. 

42 1 Viendo Jacob que había trigo 
— en Egipto, dijo a sus hijos: 
«¿Qué estáis mirándoos unos a otros? 

2 He oído decir que en Egipto hay 
trigo. Bajad, pues, allá para comprár¬ 
noslo, y vivamos y no muramos.» 

8 Bajaron, pues, diez de los hermanos 
de José a Egipto a comprar pan; 

4 a Benjamín, el hermano de José, 
no le mandó Jacob con sus herma¬ 
nos, por temor de que le sucediera 
alguna desgracia. 5 Llegaron los hijos 
de Israel con otros que venían tam¬ 
bién a comprar trigo, pues había 
hambre en toda la tierra de Canán. 

6 Como era José el jefe de la tierra y 
el que vendía el trigo a cuantos ve¬ 
nían a comprarlo, los hermanos de 
José entraron, y se postraron ante él, 
rostro a tierra. 7 Al verlos, José los 
reconoció, pero disimuló y les habló 
con dureza, diciéndoles: «¿De dónde 
venís?»; y ellos respondieron: «De 
la tierra de Canán, para comprar 
mantenimientos.» 8 Conoció José a 
sus hermanos, pero ellos no le cono¬ 
cieron a él. 

9 Se acordó José de los sueños que 
les había contado, y les dijo: «Vos¬ 
otros sois unos espías que habéis 
venido a reconocer las partes no 
fortificadas de la tierra.» 10 Ellos le 
dijeron: «No, señor mío, tus siervos 
han venido a comprar mantenimien¬ 
tos; 11 todos nosotros somos hijos 
del mismo padre; somos gente buena; 
no son tus siervos unos espías.» 


12 El repuso: «No, sois unos espías 
que habéis venido a ver lo indefenso 
de la tierra.» 13 Ellos dijeron: «Somos 
tus siervos doce hermanos, todos 
del mismo padre en la tierra de Ca¬ 
nán; el más pequeño se quedó con 
nuestro padre, y el otro no vive ya.» 
14 Insistió José: «Es lo que os he 
dicho; sois unos espías. 15 Voy a pro¬ 
baros. Por la vida del Faraón, que 
no saldréis de aquí, mientras no 
venga vuestro hermano menor. 16 Man¬ 
dad a uno de vosotros a buscar a 
vuestro hermano, y los demás que¬ 
daréis aquí presos. Así probaré si lo 
que decís es verdad, y si no, por la 
vida del Faraón, que sois unos es¬ 
pías.» 17 Y los hizo meter todos jun¬ 
tos en prisión por espacio de tres 
días. 38 Al tercero les dijo José: 
«Haced esto y viviréis, pues yo temo 
a Dios. 19 Si en verdad sois gente 
buena, que se quede uno de los her¬ 
manos preso en la cárcel donde estáis, 
y los otros id a llevar el Irigo, para 
remediar el hambre de vuestras casas. 

20 y me traéis a vuestro hermano 
menor, para probar la verdad de 
vuestras palabras, y no moriréis.» 

21 Ellos se dijeron unos a otros: «Cier¬ 
tamente somos nosotros reos de culpa 
contra nuestro hermano, a quien 
vimos con angustia de su alma pe¬ 
dirnos compasión, y no le escucha¬ 
mos. Por eso ha venido sobre nosotros 
esta desventura.» 22 Rubén les dijo: 
«¿No os advertí yo, diciéndoos: no 
pequéis contra el niño, y no me escu- 
chásteis? Ved cómo ahora se nos 
demanda su sangre.» 23 Ellos no 
sabían que José los entendía, pues él 
les había hablado por medio de intér¬ 
prete. 24 Alejóse José llorando, y 
cuando volvió, les habló, y eligió a 
Simeón entre ellos, V le hizo atar 
ante los ojos de los otros. 25 Mandó 
José que llenaran de trigo sus sacos, 
que pusieran en el de cada uno su 
dinero, y les diesen provisiones para 
id camino, y así se hizo. 26 Ellos car¬ 
garon el trigo sobre^ los asnos, y se 
partieron de allí. 27 Abrió uno de 
ellos el saco para dar pienso a su asno 
en el lugar donde pernoctaron, y vió 
que su dinero estaba en la boca del 
íaco, 28 y dijo a sus hermanos: «Me 
lian devuelto mi dinero, aquí está 
m mi saco.» Quedáronse estupefac- 
los, y unos a otros se decían, tem¬ 
blando: «¿Qué será esto que ha hecho 
Dios con nosotros?» 

29 Llegaron a Jacob, su padre, a 




GÉNESIS. 43 


51 


la tierra" de Canán, y le contaron 
cuanto les había sucedido, diciendo: 
30 «El hombre que es el señor de 
aquella tierra, nos habló duramente y 
nos tomó por espías de la tierra. 
3 * Nosotros le dijimos que éramos 
gente buena: no somos espías. 33 Era¬ 
mos doce hermanos, hijos todos del 
mismo padre; uno ha desaparecido, 
el más pequeño está con niiestro 
padre en la tierra de Canán. 33 Y nos 
dijo el. hombre, señor de la tierra: 
«Ved cómo sabré que sois gente buena: 
dejad aquí a uno de vosotros, tomad 
con que atender a la necesidad de 
vuestras casas, y partid, 34 y traedme 
a vuestro hermano pequeño; así sabré 
que no sois unos espías, sino gente 
buena. Entonces os devolveré vues¬ 
tro hermano, y podréis recorrer la 
tierra.» 35 Cuando vaciaron los sacos, 
cada uno encontró el paquete de su 
dinero en la boca de su saco. Y al 
ver los paquetes de dinero, ellos y su 
padre se llenaron de temor. 36 Jacob, 
su padre, les dijo: «¿Me váis a dejar 
sin hijos? José desapareció, Simeón 
desapareció, ¿y os váis a llevar a 
Benjamín? Todo esto ha venido sobre 
mí.» 37 Rubén dijo a su padre; «Haz 
morir a mis dos hijos, si yo no te 
devuelvo a Benjamín. Entrégamelo, 
y yo te le devolveré.» 38 El le con¬ 
testó: «No bajará mi hijo con vosotros. 
Su hermano murió, y no queda más 
que él. Si en el viaje que vais a hacer 
le ocurre una desgracia, haréis des¬ 
cender en dolor mis canas al sepulcro.» 

4 0 1 Pero el hambre era ya muy 

40 grande en la tierra, 2 y cuándo 
acabaron de comer las provisiones 
que habían traído de Egipto, les dijo 
su padre: «Volved a comprarnos algo 
que comer.» 3 Pero Judá le contestó: 
«Aquel hombre nos dijo terminan¬ 
temente: no me veréis, si no traéis 
con vosotros a vuestro hermano me¬ 
nor. 4 Si mandas con nosotros a nues¬ 
tro hermano, bajaremos y te com¬ 
praremos provisiones, 5 pero si no, 
no bajaremos, pues el hombre aquél 
nos dijo: no veréis mi rostro, a no 
ser que venga con vosotros vuestro 
hermano.» 6 Y dijo Israel: «¿Por qué 
me habéis hecho ese mal, de dar a 
conocer a aquel hombre que teníais 
otro hermano?» 7 Y le contestaron: 
«Aquel hombre nos preguntó insis¬ 
tentemente sobre nosotros y sobre 
nuestra familia, y nos dijo: «¿Vive 
todavía vuestro padre? ¿Tenéis algún 


otro hermano? Y nosotros contes¬ 
tamos según las preguntas: ¿Sabía¬ 
mos acaso nosotros que nos iba a 
decir: traed a vuestro hermano?» 
8 Y Judá dijo a Israel, su padre: 
«Deja ir al niño conmigo, para que 
podamos ponernos en camino, y po¬ 
damos vivir y no muramos nosotros, 
tú y nuestros pequeños. 9 Yo te res¬ 
pondo de él, tú le reclamarás de mi 
mano, y si no te lo vuelvo a traer 
y te lo pongo delante, seré reo ante 
ti por siempre. 10 Si no nos hubiéra¬ 
mos retrasado tanto estaríamos ya 
dos veces de vuelta.» 11 Israel, su pa¬ 
dre, les dijo: «Si es así, haced esto: to¬ 
mad de los mejores productos de esta 
tierra en vuestro equipaje, y bajád¬ 
selos al hombre aquél como presente: 
un poco de tragacanto, un poco de 
miel, astrágalo, láudano, alfónsigos 
y almendras. 12 Coged dinero de 
nuevo, y el que hallásteis en la boca 
de vuestros sacos, devolvedlo, pues 
quizá ha sido un .error. 13 Tomad 
a vuestro hermano, e id, y volved a 
ver a aquel hombre. 14 Que el Dios 
omnipotente os haga hallar gracia 
ante ese hombre, para que deje 
volver a vuestro hermano y a Ben¬ 
jamín. Cuanto a mí, si he de verme 
privado de mis hijos, sea,» 15 Toma¬ 
ron ellos el presente y el dinero doble 
y a Benjamín; y bajaron a' Egipto, 
y se presentaron ante José. 16 Ape¬ 
nas vió José con ellos a Benjamín, 
dijo a su mayordomo: «Haz entrar en 
casa a esas gentes, y mata mucho 
y prepáralo, pues esas gentes come¬ 
rán conmigo a mediodía.» 17 El ma¬ 
yordomo hizo lo que le ordenó José, 
e introdujo a aquellas gentes en casa. 
18 Mientras los llevaban a casa de 
José, llenos de temor, se decían: 
«Es por lo del dinero que volvió en 
nuestros sacos por lo que nos traen 
aquí, para asaltarnos, caer sobre nos¬ 
otros, y hacernos esclavos con nues¬ 
tros asnos.» 19 Acercándose al mayor¬ 
domo, le dijeron: 20 «Perdone, mi 
señor. Nosotros vinimos ya una vez 
a comprar víveres. 21 Al llegar al lugar 
donde a Wi vuelta pasamos la noche, 
abrimos los sacos y vimos que el 
dinero de cada uno de nosotros estaba 
justo a la boca de nuestros sacos. 

22 Lo hemos vuelto a traer con nos¬ 
otros, y traemos al mismo tiempo 
otra cantidad, para comprar pro¬ 
visiones. Nosotros no sabemos quién 
puso nuestro dinero en los sacos.» 

23 «Que la paz sea con' vosotros—-les 





52 


GÉNESIS. 4 A 


dijo el mayordomo—; no temáis. 
Ha sido vuestro Dios, el Dios de 
vuestro padre, el que os puso ese 
tesoro en los sacos. Yo recibí vues¬ 
tro dinero.» 24 Hizo traer con ellos 
a Simeón, y después de hacerlos en¬ 
trar en la casa, les dió agua para que 
se lavaran los pies, y dió también 
pienso a los asnos. 25 Ellos prepara¬ 
ron su presente, esperando que vi¬ 
niera José a mediodía, pues habían 
sido advertidos de que comerían allí. 

26 Vino José a casa, y le presentaron 
el regalo que habían traído eon ellos, 
postrándose ante él, rostro a tierra. 

27 El les preguntó si estaban buenos, 
y les dijo: «Vuestro anciano padre, 
de quien me hablásteis, ¿está bien, 
vive todavía?» 28 Ellos le contesta¬ 
ron: «Tu siervo, nuestro padre, está 
bien, vive todavía», y se inclinaron 
profundamente. 29 José alzó los ojos, 
V vió a Benjamín, su hermano, hijo 
de su madre, y dijo: «¿Es éste vues¬ 
tro hermano pequeño, de quien me 
habéis hablado?», y añadió: «Que 
Dios te bendiga, hijo mío.» 30 Apre¬ 
suróse José a buscar dónde llorar, 
pues se conmovieron sus entrañas a 
la vista de su hermano, y se entró 
en su cámara, y allí lloró. 31 Salió 
después de haberse lavado la cara, 
y haciendo esfuerzos por contenerse, 
dijo: «Servid la comida.» 32 Sirvieron 
a José aparte, aparte a sus hermanos, 
y aparte también a los egipcios que 
comían con él, pues los egipcios no 
pueden comer eon los hebreos, por 
ser esto para ellos una cosa abomi¬ 
nable. 33 Pusieron a los hermanos de 
José frente a él: el primogénito, 
según su primogenitura, y el más 
joven según su edad, y se miraban 
atónitos unos a otros. 84 Cuando les 
pusieron delante las porciones, la de 
Benjamín era cinco veces mayor que la 
de todos los otros. Y bebieron y estu¬ 
vieron muy alegres en eompañía suya. 

m m 1 José dió orden a su mavor- 
44 domo de llenar cuanto pudiera 
de víveres los sacos de aquellas gen¬ 
tes, y de poner el dinero década uno 
en la boca de su saeo. 2 «Pon también 
mi copa—le dijo—. la copa de plata, 
en la boca del saco del más joven, 
juntamente eon el dinero.» El ma¬ 
yordomo hizo lo que le había man¬ 
dado José. 3 Despuntaba el alba, 
euando despidieron a los hebreos con 
sus asnos. * Habían salido de la 
eiudad, pero no estaban lejos, cuando 


José dijo a su mayordomo: «Leván¬ 
tate, y sal en persecución de esas 
gentes, y cuando los alcances, diles: 
«¿Por qué habéis devuelto mal por 
bien? 6 Es donde bebe mi señor, y de 
la que se sirve para adivinar. Habéis 
obrado muy mal.» 6 Cuando los 
alcanzó les dijo estas mismas pala¬ 
bras. 7 Ellos Je contestaron: «¿Por 
qué nos habla así mi señor? Lejos 
de tus siervos hacer semejante cosa. 
8 Te hemos vuelto a traer desde la 
tierra de Canán el dinero que halla¬ 
mos a la boca de nuestros sacos; 
¿cómo íbamos a robar de la easa 
de tu señor plata ni oro? 9 Aquel de 
tus siervos en euyo poder sea ha¬ 
llada la copa, muera, y seamos tam¬ 
bién nosotros esclavos de tu señor.» 

10 El les dijo: «Bien está, que sea 
como decís. Aquel a quien se le 
encuentre la copa será mi esclavo, 
y vosotros quedaréis en libertad.» 

1 1 Bajó cada uno a tierra su saco a 
toda prisa, y lo abrió. 12 El mayor¬ 
domo los reconoció, comenzando por 
el del mayor y acabando por el del 
más joven, y se halló la eopa en el 
saeo de Benjamín. 13 Rasgaron ellos 
sus vestiduras, cargaron de nuevo 
los asnos, y volvieron a la ciudad. 
14 Judá llegó con sus hermanos a la 
casa de José, que estaba allí todavía, 
V postráronse rostro a tierra. 15 José 
les dijo: «¿Qué es lo que habéis hecho? 
¿No sabíais que un hombre como 
vo había de adivinarlo?» 18 Judá 
respondió: «¿Qué vamos a decir a 
mi señor? ¿Cómo hablar, cómo justi¬ 
ficarnos? Dios Jia hallado la iniqui¬ 
dad de tus siervos, y somos esclavos 
tuyos, tanto nosotros cuanto aquel 
en cuyo poder se ha hallado la copa.» 
17 «Lejos de mí hacer eso—dijo José—: 
aquel a quien se le ha encontrado la 
copa será mi esclavo, vosotros subi¬ 
réis en paz a vuestro padre.» 18 Acer¬ 
cóse entonces Judá, y le dijo: «Por 
favor, señor mío; que pueda decir 
tu siervo unas palabras en tu oído, 
sin que contra tu siervo se encienda 
tu cólera, pues eres eomo otro Faraón. 
19 Mi señor ha preguntado a tus sier¬ 
vos: ¿Tenéis padre todavía, y tenéis 
algún otro hermano? 20 Y nosotros 
le hemos contestado: Tenemos mi 
padre anciano, y tenemos otro her¬ 
mano, hijo de su ancianidad. Tenía 
éste un hermano, que murió, y ha 
quedado sólo él de su madre, y su 
padre le ama mucho. 21 Tu dijiste 
a tus siervos: Traédmelo, que yo 





GÉNESIS, 45 


53 


pueda verle. 22 Nosotros te dijimos: 
Mira, señor, no puede el niño dejar 
a su padre; si le deja se morirá. 

23 Pero tú dijiste a tus siervos: Si 
no baja con vosotros vuestro her¬ 
mano menor, no veréis más mi rostro. 

24 Cuando subimos a tu servidor, 
mi padre, le dimos cuenta de las 
palabras de mi señor; 26 y cuando 
mi padre nos dijo: volved a bajar 
para comprar algunos víveres, 26 le 
contestamos: No podemos bajar, a 
no ser que vaya con nosotros nues¬ 
tro hermano pequeño, pues no pode¬ 
mos presentarnos a ese hombre si 
nuestro hermano no nos acompaña. 
27 Tu siervo, nuestro padre, nos dijo: 
Bien sabéis que mi mujer me dió 
dos hijos; 28 el uno salió de casa'y 
seguramente fué devorado, pues no 
le he visto más; 29 si me arrancáis 
también a éste, y le ocurre una des¬ 
gracia, haréis bajar mis canas en dolor 
al sepulcro. 30 Ahora, cuando yo 
vuelva a tu siervo, mi padre, si no 
va con nosotros el joven, de cuya 
vida está pendiente la suya, 31 en 
cuanto vea que no está, morirá, y 
tus siervos habrán hecho bajar en 
dolor al sepulcro las canas de tu 
siervo, nuestro padre. 32 Tu siervo 
ha salido responsable del joven al 
tomarlo a mi padre, y ha dicho: 
Si yo no te lo traigo otra vez, seré 
reo contra ti para siempre. 33 Permí¬ 
teme, pues, que te ruegue que quede 
tu siervo por esclavo de mi señor, 
en vez del joven, y que éste vuelva 
con sus hermanos. 34 ¿Cómo voy a 
poder yo subir a mi padre, si no llevo 
al niño conmigo? No, que no vea 
yo la aflicción en que caerá mi 
padre.» 


José Be da a conocer a sus her¬ 
manos. 

1 Entonces José, viendo que 
no podía contenerse más ante 
todos los que allí estaban, gritó: 
«Haced salir a todos.» Y no quedó 
nadie con él, cuando se dió a cono¬ 
cer a sus hermanos. 2 Lloraba José 
tan fuertemente, que le oyeron los 
egipcios, y le oyó toda la casa del 
Faraón. 3 «Yo soy José—les dijo—: 
¿Vive todavía mi padre?» Pero sus 
hermanos no pudieron contestarle, 
pues se llenaron de terror ante él. 
4 El les dijo: «Acercaos a mí.» Acer¬ 
cáronse ellos, y les dijo: «Yo soy José, 


vuestro hermano, a quien vendis¬ 
teis para que fuese traído a Egipto. 
6 Pero no os aflijáis, y no os pese 
haberme vendido para aquí, pues 
para vuestra vida me ha traído Dios 
aquí antes de vosotros. 6 Van dos 
años de hambre en esta tierra, y 
durante otros cinco no habrá arada 
ni cosecha. 7 Dios me ha enviado 
delante de vosotros para dejaros un 
resto sobre la tierra, y haceros vivir 
para una gran salvación. 8 No sois, 
pues, vosotros los que me habéis 
traído aquí; es Dios quien me trajo, 
y me ha hecho padre del Faraón y 
señor de toda su casa, y me ha puesto 
al frente de toda la tierra de Egipto. 
9 Apresuraos, y subid a mi padre, y de¬ 
cidle: «Así dice tu hijo José: Me ha 
hecho Dios señor de todo el Egipto; 
baja, pues, a mí sin tardar, 10 y habi¬ 
tarás en la tierra de Gosen, y esta¬ 
rás cerca de mí, tú, tus hijos y los 
hijos de tus hijos con tus rebaños, 
tus ganados y todo cuanto tienes; 
11 allí te mantendré yo, pues quedan 
todavía otros cinco años de hambre, 
y asi no perecerás tú, tu casa y todo 
cuanto tienes. 12 Con vuestros mismos 
ojos veis, y ve mi hermano Benjamín 
con los suyos, que soy yo mismo el 
que os habla. 13 Contad a mi padre 
cuánta es mi gloria en Egipto y 
todo cuanto habéis visto, y apresu¬ 
raos a bajar aquí a mi padre.» 14 Y 
se echó sobre el cuello de Benjamín, 
su hermano, y lloró; y lloraba tam¬ 
bién Benjamín sobre el suyo. 15 Besó 
también a todos sus hermanos, llo¬ 
rando mientras los abrazaba, y des¬ 
pués sus hermanos estuvieron ha 
blando con él. 16 Corrió por la casa 
del Faraón la voz de que habían 
venido los hermanos de José, y se 
complacieron de ello el Faraón y sus 
cortesanos. 17 Y dijo el Faraón a 
José: «Di a tus hermanos: Haced 
esto: cargad vuestros asnos, id a la 
tierra de Canán, 18 tomad a vuestro 
padre y vuestras familias, y venid a 
mí. Yo os daré lo mejor de la tierra 
de Egipto, y comeréis lo mejor de la 
tierra. 19 Mándalos que lleven de 
Egipto carros para sus hijos y sus 
mujeres, traigan con ellos a tu padre, 
y vengan; 20 que no les pese de tener 
que dejar algunas de sus cosas, pues 
suyo será lo mejor de la tierra de 
Egipto.» 21 Hicieron así los hijos de 
Israel, y les dió José carros, según la 
orden del Faraón, y provisiones para 
I el camino. 22 Dióles también a todos 




54 


GÉNESIS, 46 


vestidos para mudarse, y a Benja¬ 
mín trescientas monedas de plata y 
eineo vestidos. 23 Mandó también a 
su padre asnos cargados con lo mejor 
de Egipto, y diez asnos cargados 
de trigo, de pan y de víveres para 
su padre para el camino. 24 Des¬ 
pués despidió a sus hermanos que 
partían, dieiéndoles: «No vayáis a 
reñir en el camino.» 25 Subieron, pues, 
de Egipto, y llegaron a la tierra de 
Canán, a Jaeob, su padre, 26 y le 
dijeron: «Vive todavía José, y es 
el jefe de toda la tierra de Egipto.» 
Pero él no se eonmovió, pues no los 
ereía. 27 Dijéronle cuanto les había 
mandado José y les había dicho; 
y al ver los carros que le mandaba 
José para trasladarle, se reanimó 
Jacob, 28 y dijo: «Basta, mi hijo 
vive todavía; iré, y le veré antes de 
morir.» 


Jacob y bus hijos en Egipto. 

4 s 1 Partióse Israel eon todo euanto 
40 tenía, y al llegar a Berseba 
ofreció sacrificios al Dios de su padre 
lsac. (i) 2 * Dios habló a Israel en una 
visión nocturna, díciéndole: «Jaeob, 
Jacob», y él contestó: «Heme aquí», 
3 y le dijo: «Yo soy el Dios fuerte, 
el Dios de tu padre: no temas bajar 
a Egipto, pues yo te haré allí un 
gran pueblo. 4 * Yo bajaré eontigo a 
Egipto y te haré volver a subir. 
6 José te cerrará los ojos.» Levantóse 
Jacob y dejó a Berseba, y los hijos 
de Israel pusieron a Jacob, su padre, 
y a sus mujeres e hijos, en los carros 
que había mandado el Faraón para 
transportarlos. 6 Lleváronse también 
sus ganados y los bienes que habían 
adquirido en la tierra de Canán, y 
Jaeob se eneaminó a Egipto eon toda 
su familia. 7 Llevó eon él a Egipto 
a sus hijos y a los hijos de sus hijos, 
a sus hijas y a los hijos de sus hijas; 
toda su familia entró con él en 
Egipto. 8 He aquí los nombres de 
los hijos de Israel que llegaron a 
Egipto: Jacob y sus hijos (1): el 
primogénito de Jaeob, Rubén. 9 Hijos 
de Rubén: Janoe, Falú, Jesrón y 
Canni. 10 Hijos de Simeón: Jamuei, 


(i) Enuméranse sin distinción todos los 

hijos de Jacob; y sin distinción, en cuanto a la 

condición de la madre, entrarán luego a parti¬ 

cipar en la herencia paterna, siguiéndose en 

esto no el derecho caldeo, sino el derecho del 

desierto . 


Jamik, Ohad, Jaquin y Sojar, v Saúl, 
hijo de la Cananea. 11 Hijos de Leví: 
Gersón, Caat y Merari. 12 Hijos de 
Judá: Iber, Onán, Sela, Fares y Zaraj; 
pero Iber y Onán habían muerto 
en la tierra de Canán. Hijos de Fares 
fueron: Jesrom y Jamul. 13 Hijos 
de Isaear: Tola, Fuá, Job y Semrón. 
14 Hijos de Zabulón: Sared, Elóir y 
Jajleel. 15 Estos son los hijos que 
Lia parió a Jacob en Padan Aran, 
eon su hija Dina. Sus hijos e hijas 
eran en total treinta y tres personas. 

16 Hijos de Gad:~Sefión, Jagui, 
Semi, Esebón, Heri, Arodi y Areli. 

17 Hijos de Aser: Gimna, Jesua, 
Jesui y Beria; y Saraj, su hermana. 
Hijos de Beria eran Jeber y Melquiel. 

18 Estos son los hijos de Zelfa, la 
eselava que había dado Labán a 
Lia, su hija, y los parió a Jaeob. 
Dieciséis personas. 

19 Hijos de Raquel, la mujer de 
Jaeob: José y Benjamín. 20 Nacieron 
a José, en Egipto, de Asenet, hija 
de Putifar, sacerdote de On, Mana- 
sés y Efraim. 21 Hijos de Benjamín: 
Bel a, Bajor, Asbel, Gera, Namán, 
Eji, Ros, Mafim, Jufim y Ared. 
22 Estos son los hijos de Raquel, que 
le nacieron a Jacob: en total eatorce 
personas. 

23 Hijos de Dan: Justm. 24 Hijos de 
Neftalí, Jajsiel y Guni, Jeser y Sa¬ 
lem. 25 Estos son los hijos de Bala, 
que dió Labán a Raquel, su hija, y 
le nacieron a Jaeob. En todo, siete 
-personas. 26 El total de las pesonas 
que vinieron con Jaeob a Egipto, 
procedentes de él, sin eontar las 
mujeres de sus hijos, era de setenta 
y seis. 27 Los hijos de José nacidos 
en Egipto eran dos. El total de las 
personas de la familia de Jacob 
que vinieron a Egipto fue de setenta. 

28 Jacob había mandado delante 
de él a Judá, para que se presentase 
a José, y se informase aeerea de 
Gosen; y ¡legado a la tierra de Gosen, 

29 hizo José preparar su carro, y 
subiendo en él se fué a Gosen al 
encuentro de Israel, su padre. En 
euanto le vió, se eelió a su cuello, 
y lloró largo tiempo sobre su cuello. 

30 Israel dijo a José: «Ya puedo 
morir, pues he visto tu rostro y vives 
todavía.» 31 José dijo a sus hermanos 
y a la familia de Jacob: «Voy a 
subir a dar noticia al Faraón: han 
venido mis hermanos y toda la easa 
de mi padre, que estaban en la tierra 
de Canán. 32 Son pastores, y tienen 






GÉNESIS, 47 


55 


rebaños de ovejas y bueyes que con 
todo lo suyo han traído consigo. 

33 Cuando el Faraón os llame y os 
pregunte: ¿cuál es vuestra ocupación?, 

34 le diréis, tus siervos somos gana¬ 
deros desde nuestra infancia hasta 
ahora, nosotros y nuestros* padres; 
para que habitéis en la tierra de Cosen, 
porque los egipcios abominan de todos 
los pastores.» 

47 1 Fué José a anunciar al Faraón: 

«Mi padre y mis hermanos, con 
sus rebaños, sus ganados y cuanto tie¬ 
nen, han venido de la tierra de Canán, 
y están en la tierra de Gosen.» 2 Ha¬ 
biendo llevado consigo a cinco de 
sus hermanos, se los presentó al 
Faraón; 3 y el Faraón les preguntó: 
«¿Cuál es vuestra ocupación?» Ellos 
respondieron: «Nosotros, tus siervos, 
somos ganaderos desde nuestra infan¬ 
cia hasta ahora, y lo mismo fueron 
nuestros padres.» 4 Dijéronle tam¬ 
bién: «Hemos venido para peregri¬ 
nar por esta tierra, pues no tenemos 
pasto para nuestros rebaños, por ser 
grande el hambre en la tierra de 
Canán. Permite, pues, que habiten 
tus siervos en la tierra de Gosen.» 
5 El Faraón dijo a José: «Tu padre 
y tus hermanos han venido; 6 tienes 
a tu disposición toda la tierra de 
Egipto; establece a tu padre y a tus 
hermanos en lo mejor de la tierra; 
que habiten en la tierra de Gosen; 
y si sabes que hay entre ellos hombres 
capaces, hazlos jefes de los ganados 
que tengo.» 7 José hizo venir a su 
padre y le presentó al Faraón. Jacob 
saludó al Faraón, 8 y éste le preguntó: 
«¿Cuántos años tienes?» 9 Y Jacob 
contestó: «Ciento treinta son los 
años de mi peregrinación. Corta y 
mala lia sido mi vida, y no llega al 
tiempo de la peregrinación de mis 
padres.» 10 Jacob saludó de nuevo al 
Faraón, y se retiró de su presencia. 

11 José estableció a su padre y a 
sus hermanos, asignándoles una pro¬ 
piedad en la tierra de Egipto, en 
la mejor parte de la tierra, en el dis¬ 
trito de Rameses, como lo había 
mandado el Faraón, 12 y proveyó 
de pan a su padre y a sus hermanos y 
a toda la casa de su padre, según 
el número de las familias. 

13 Ya no había pan en toda aquella 
tierra, pues el hambre era muy 
grande, y el Egipto y la tierra de 
Canán estaban exhaustos por el 
hambre. 14 José llegó a recoger a 


cambio de trigo todo cuanto dinero 
había en la tierra de Egipto y en la 
tierra de Canán, e hizo entrar el di¬ 
nero en la casa del Faraón. 15 Cuando 
se acabó el dinero en la tierra de 
Egipto y en la tierra de Canán, venían 
todos los egipcios a José, dieiéndole: 
«Danos pan. ¿Vamos a morir en tu 
presencia? Mira que nos falta dinero.» 
16 José les dijo: «Puesto que os falta 
dinero, traedme vuestros ganados, y 
os daré pan a cambio de ellos.» 17 Tra¬ 
jeron sus ganados, y José les dió pan 
a cambio de caballos, rebaños de ove¬ 
jas y bueyes, y de asnos. Aquel año 
los proveyó de trigo a cambio de 
todos sus ganados. 18 Pasado éste, 
vinieron al siguiente, y le dijeron: 
«No se le oculta a nuestro señor que 
se nos ha acabado el dinero, y que le 
hemos dado nuestros ganados; ni a 
nuestro señor se le oculta que no nos 
queda más que nuestro cuerpo y 
nuestras tierras. 19 ¿Vamos a perecer 
ante ti nosotros y nuestras tierras? 
Cómpranos y compra nuestras tie¬ 
rras por pan; seremos nosotros y 
nuestras tierras esclavos del Faraón; 
y danos para sembrar, para que po¬ 
damos vivir, y no muramos y no se 
queden yermas nuestras tierras.» 
20 José adquirió para el Faraón todas 
las tierras de Egipto, pues los egip¬ 
cios, obligados por el hambre, ven¬ 
dieron cada uno su campo, y la tierra 
vino a ser propiedad del Faraón, 21 y 
sometió a la servidumbre del Faraón 
tierras y pueblos, desde el uno al 
otro extremo de la tierra de Egipto. 
22 Sólo dejó de comprar las tierras a 
los sacerdotes, porque éstos recibían 
del Faraón una porción, y no tuvie¬ 
ron que vender sus tierras. 23 Y dijo 
José al pueblo: «Hoy os he comprado 
para el Faraón, a vosotros y a vues¬ 
tras tierras. Ahi tenéis para sem¬ 
brar; sembrad vuestras tierras. 24 AI 
tiempo de la recolección daréis el 
quinto al Faraón, y las otras cuatro 
partes serán para vosotros, para senl- 
brar y para manteneros vosotros, los 
de vuestra casa y vuestras familias.» 
25 Ellos le dijeron: «Nos das la vida. 
Que hallemos gracia a los ojos de 
nuestro señor, y seremos siervos del 
Faraón.» 26 Dió José una ley, que to¬ 
davía hoy subsiste, por la cual perte¬ 
nece al Faraón el quinto del producto 
de las tierras de Egipto. Sólo las tierras 
de los sacerdotes no son del Faraón. 

27 Habitó Israel en la tierra de 
Egipto, en la región de Gosen, y 




á(> 


GÉNESIS, 48, 49 


adquirieron allí posesiones, creciendo 
y multiplicándose grandemente. 28 Vi¬ 
vió Jacob en la tierra de Egipto die¬ 
cisiete años, siendo todos los días de 
su vida ciento cuarenta y siete años. 

29 Cuando los días de Israel se acer¬ 
caban a su fin, llamó a su hijo José 
y le dijo: «Si he hallado gracia a tus 
ojos, pon, te lo ruego, la mano bajo 
mi muslo, y ten conmigo favor y 
fidelidad. No me sepultes en Egipto. 

30 Cuando me duerma con mis padres, 
sácame de Egipto y sepúltame en sus 
sepulturas.» José le respondió: «Haré 
lo que me dices.» 31 «Júramelo», dijo 
Jacob. José se lo juró, e Israel se 
postró sobre la cabecera del lecho. 

Bendice Jacob a los hijos de José. 

48 1 Después de todo esto, vinieJ 

ron a decir a José: «Mira que tu 
padre está enfermo»; y cogió José 
consigo a sus dos hijos, Manasés y 
Efraím, 2 Anunciáronlo a Jacob, di- 
ciéndole: «Mira que tu hijo José viene 
a verte»; y haciendo un esfuerzo, se 
sentó en el lecho. 3 Después dijo ai 
José: «El Dios omnipotente se me 
apareció en Luz, tierra de Canán,' 
y me bendijo diciendo: 4 * «Yo te acre-l 
centaré y te multiplicaré, y te haréj 
un conjunto de pueblos, y daré esta 
tierra a tu descendencia después de 
ti, para que por siempre la posea. 
5 Los dos hijos, que antes de mi ve¬ 
nida a ti a la tierra de Egipto te na¬ 
cieron en ella, serán hijos míos. 
Efraím y Manasés serán hijos míos 
como lo'son Rubén y Simeón; 6 pero 
los que tú has engendrado después 
de ellos serán tuyos, y bajo el nom¬ 
bre de sus hermanos serán llamados 
a la herencia. 7 A mí, cuando volvía 
de Padan Arán se me murió Raquel 
en el camino en la tierra de Canán, 
a distancia de un quibrai de EfrataJ 
V allí la sepulté en el camino del 
Efrata, que es Belén.» 

8 Vió Israel a los hijos de José, y 
preguntó: «¿Quiénes son éstos?* 8 José) 
respondió a su padre; «Son mis hijosJ 
los que me ha dado Dios aquí.» 
«Hazlos que se acerquen, te ruego,! 
para que yo los bendiga.» 10 Los ojos' 
de Israel se habían oscurecido por la 
edad, y no podía ya ver. José hizo 
que se acercaran a él, y él los besó 
y los abrazó, 11 diciendo a José: «Yo 
no creí ver ya más tu rostro, y he 
aquí que Dios me ha dejado verte a 
ti y también til prole.» 12 José los 


sacó de entre las rodillas de su padre 
y postrándose ante él en tierra, 13 los 
cogió, a Efraím a su derecha y a la 
izquierda de Israel, y a Manasés a 
su izquierda, y a la derecha de Israel, 
y los hizo acercarse. 14 Israel extendió 
su mano derecha y la puso sobre la 
cabeza de Efraím, que era el menor, 
y su izquierda sobre la cabeza de 
Manasés. De intento lo hizo, pues 
Manasés era el primogénito. 16 Ben¬ 
dijo a José, diciendo: «Que el Dios 
en cuya presencia anduvieron mis 
padres, Abraham e Isac, el Dios que 
me ha sustentado desde que existo 
hasta hoy, 18 que el ángel que me ha 
librado de todo mal, bendiga a estos 
niños. Que se llamen con mi nombre 
y con el nombre de mi padre Abraham 
e Isac, y se multipliquen grandemente 
en medio de la tierra » 17 José, al 
ver que su padre ponía su mano 
derecha sobre la cabeza de Efraím, 
se disgustó; y tomando la mano de 
su padre de sobre la cabeza de Efraím, 
para ponerla sobre la de Manasés, 
18 le dijo: «No es así, padre mío, pues 
el primogénito es éste; pon la mano 
derecha sobre su cabeza.» 18 Pero su 
padre rehusó, diciendo: «Lo sé, nijo 
mío, lo sé; también él será un pueblo, 
también él será grande; pero su her¬ 
mano menor será más grande que él, 
y su descendencia vendrá a ser más 
muchedumbre de pueblos.» 20 Los 
bendijo, pues, Israel aquel día, di¬ 
ciendo: «Por ti bendecirán a Israel, 
diciendo: hágate Dios como a Efraím 
y Manasés.» Y puso a Efraím antes 
de Manasés. 

21 Israel dijo a José: «Yo voy a 
morir, pero Dios estará con vosotros, 
y os reconducirá a la tierra de nues¬ 
tros padres. 22 Te doy a ti, a más 
de lo de tus hermanos, una parte que 
yo tomé a los amorreos con mi espa¬ 
da y mi arco.» 

Bendice Jacob a *us hijo* y uniere. 

49 1 Jacob llamó a sus hijos, y 

les dijo (1): «Reunios, que os voy 
a anunciar lo que os sucederá a lo 
último de los días. 


(i) Las bendiciones de Jacob, más que a 

las personas de sus hijos, miran a las tribus de 

ellos descendientes. Tienen algún paralelo en 

las bendiciones de Moisés. (Deut. 33.) El texto 

ha sufrido mucho y es de muy dudosa y difícil 

interpretación. Aun teniendo que recurrir a 

veces a la conjetura para su restitución, damos 

lo que más probable nos parece. 









_ GÉNESIS, 49 


2 Reunios y escuchad, hijos de 
Jacob, 

Escuchad a Israel, vuestro padre. 

3 Rubén, tú eres mi primogénito, 

Mi fuerza y el fruto de mi primer 

vigor, 

Cumbre de dignidad y cumbre de 
fuerza. 

4 Herviste como el agua. No ten¬ 
drás la primacía, porque subiste al 
lecho de tu padre. 

Cometiste entonces una profana¬ 
ción: Subió a mi lecho. 

6 Simeón y Leví son hienas. Ins¬ 
trumentos de violencia son sus es¬ 
padas. 

6 No entre mi alma en sus desig¬ 
nios, y no se una a ellos mi apro¬ 
bación, 

Porque en su furor degollaron hom¬ 
bres y caprichosamente desjarretaron 
toros. 

7 Maldita sü cólera, por violenta, 

Maldito por cruel, su furor. 

Yo los dividiré en Jacob y los dis¬ 
persaré en Israel. 

8 Tú eres en verdad Judá; te ala¬ 
barán tus hermanos, 

Y tu mano pesará sobre la cerviz 
de tus enemigos. 

Postraránse ante ti los hijos de 
tu padre. 

9 Cachorro de león, Judá, de la 
presa subes, hijo mío; 

Posando, te agachas como león, 
como leona. 

¿Quien le hostigará para que se 
levante? 

10 No faltará de Judá el cetro, 

Ni de entre sus pies el báculo, 

Hasta que venga aquél cuyo es. 

Y a él darán obediencia los pueblos. 

11 Atará a la vid su pollino, 

A la vid generosa el hijo de la 
, asna; 

Lavará en vino sus vestidos, 

Y en la sangre de las uvas su ropa. 

12 Brillan por el vino sus ojos, 

Y de la leche blanquean sus dien¬ 
tes. 

13 Zabulón habitará la costa del 
mar, 

La costa de las naves, 

Y tendrá su flanco junto a Sidón. 

14 Isacar es un robusto asno, 

Que descansa en sus establos. 

16 Vió que su lugar de reposo era 
bueno, 

Y que era deleitosa la tierra, 

Y prestó sus lomos a la carga, 

Y hubo de servir como tributario. 

16 Dan juzgará a su pueblo, 


Como tribu de Israel. 

17 Es Dan como serpiente en el ca¬ 
mino, 

Como víbora en el sendero ; 

Que mordiendo los talones al ca¬ 
ballo, 

Hace caer hacia atrás al caballero. 

18 Tu salvación espero, |oh Yavel 

19 Cad: Salteadores le asaltan, 

Y él les pica los talones. 

20 Aser: Su pan es suculento, 

Hará las delicias de los reyes. 

21 Neftalí es un terebinto, que echa 
muchas ramas, 

Ramas altas y espléndidas. 

22 José es un novillo hacia la fuente, 
A la fuente se encamina, 

23 Los arqueros le hostigan, 

Los tiradores de saetas le atacan, 

24 Pero la cuerda de su arco se 
rompe, 

Y su poderoso brazo se encoge, 
Por el poderío del fuerte de Jacob, 
Por el nombre del pastor de Is¬ 
rael. 

25 En el Dios de tu padre hallarás 
tu socorro, 

En El-Sadai, que te bendecirá 
Con bendiciones del cielo arriba, 
Bendiciones del abismo abajo, 
Bendiciones del seno y de la ma¬ 
triz; 

26 Las bendiciones de tu padre y 
de tu madre, 

Sobrepasan a las bendiciones de 
mis progenitores. 

Suben por encima de los eternos 
collados. 

Que caigan sobre la cabeza de 
José, 

Sobre la frente del príncipe de sus 
hermanos, 

27 Benjamín es lobo rapaz, 

Que a la mañana devora la presa, 

Y a la tarde reparte los despo¬ 
jos.» 

28 Todas éstas son las tribus de 
Israel, doce, y esto es lo que les 
habló su padre, bendiciéndolos a cada 
uno con una bendición. 29 Después les 
mandó: «Yo voy a reunirme con mi 
pueblo; sepultadme con mis padres 
en la caverna que está en el campo 
de Efrón, el geteo, 30 en la caverna 
del campo de Macpela, frente a Ham¬ 
bre, que es la caverna que compró 
Abraham a Efrón, el geteo, con su 
campo, para tener sepultura de su 
propiedad. 31 Allí están sepultados 
Abraham y Sara, su mujer, Isac y 
Rebeca, su mujer, y allí sepulté yo 
a Lia. 32 El campo y la caverna que 








58 


GÉNESIS, 50 


en él hay fueron comprados a los 
hijos de Get.» 33 Y cuando acabó 
Jacob de dar estas órdenes a sus 
hijos, jxmtó sus pies en el lecho, y 
expiró, yendo a reunirse con su 
pueblo. 


Sepultura de Jacob. 

1 Cayó José sobre el rostro de 
• su padre, y lloró sobre él y le 
besó. 2 Mandó José a los médicos 
que tenía a su servicio embalsamar 
a su padre, y los médicos embalsa¬ 
maron a Israel, 3 empleando en ello 
cuarenta días., ya que éste es el 
tiempo que se emplea para embal¬ 
samar. Los egipcios hicieron duelo 
por él durante sesenta días. 

4 Pasados los días del duelo, habló 
José a las gentes de la casa del 
Faraón, diciéndoles: «Si he hallado 
gracia a vuestros ojos, haced llegar 
esto, os lo ruego, a oídos del Faraón: 
5 Mi padre me hizo jurar, diciendo: 
«Voy a morir; sepúltame en la sepul¬ 
tura que yo he hecho para mí en la 
tierra de Canán. Que me permita, 
pues, subir a sepultar a mi padre, 
y volveré.» 6 Y le contestó el Faraón: 
'«Sube y sepulta a tu padre, según tu 
juramento.» 7 Subió, pues, José a 
sepultar a su padre; y subieron con 
él todos los servidores del Faraón, 
los ancianos de su casa y los ancianos 
de Egipto, 8 toda la casa de José, 
sus hermanos, y la casa de su padre, 
no dejando cii la tierra de Gosen 
más que a los niños, las ovejas y los 
bueyes. 9 José llevaba también con¬ 
sigo carros y caballeros, así que el 
cortejo era muy grande. 10 Llegados 
a la era de Atod, que está al otro 
lado del Jordán, hicieron allí muy 
grande llanto, e hizo José un duelo 
de siete días por su padre. 11 Los 
moradores de la tierra, los cananeos, 
al ver este duelo en la era de Atod, 
se dijeron: «Gran duelo éste de los 
egipcios»; por eso se dió el nombre 
de Abel Misraim a este lugar, que 
está al lado de allá del Jordán. 12 Los 
hijos de Jacob hicieron con su padre lo 
que el había mandado, 13 llevándole n 


la tierra de Canán, y sepultándole en 
la caverna del campo de Maepela, que 
había comprado Abraham con el cam¬ 
po de Efrón, el gcteo, para tener sepul¬ 
tura de su propiedad, frente a Mambre. 

14 Después de haber sepultado a 
su padre, José se volvió a Egipto 
con sus hermanos y cuantos habían 
subido con él para sepultar a su 
padre. 

15 Cuando los hermanos de José 
\ieron que había muerto su padre, 
se dijeron: «¿Si nos guardará rencor 
José, y nos devolverá todo el mal que 
le hemos hecho?» 16 Y dijeron a José: 
«Tu padre, antes de morir, nos mandó 
que te dijéramos: 17 Perdona el cri¬ 
men de tus hermanos y su pecado, 
pues ciertamente te han hecho mucho 
mal; pero, por favor, te ruego, per¬ 
dona ya el crimen de los servidores 
del Dios de tu padre.» José lloró al 
oírlos. 18 Sus hermanos vinieron a 
prosternarse ante él, v le dijeron: 
«Somos tus siervos.» 19 El les dijo: 
«No temáis. ¿Estoy yo acaso en el 
lugar de Dios? 20 Vosotros creíais 
hacerme mal, pero Dios ha hecho de 
él un bien, cumpliendo lo que hoy 
sucede, de poder conservar la vida 
de un pueblo numeroso. 21 No temáis, 
pues; yo seguiré manteniéndoos a 
vosotros y a vuestros niños.» Así los 
consoló, hablándoles al corazón. 22 Ha¬ 
bitó José en Egipto, él y la casa de 
su padre. 23 Vivió ciento diez años, 
y vió a los hijos de Efraím hasta la 
tercera generación; también recibió 
sobre sus rodillas, al nacer, hijos de 
Maquir, hijo de Manasés. 


Muerte de José. 

24 José dijo a sus hermanos: «Voy 
a morir, pero Dios ciertamente os 
visitará y os hará subir de esta tierra, 
a la tierra que juró a Abraham, Isac 
y Jacob.» 28 Hizo jurar José a los 
hijos de Israel, diciéndoles: «Cierta¬ 
mente os visitará Dios, y entonces 
llevad de aquí mis huesos.» 26 Murió 
José cu Egipto r los ciento diez años, 
y fue embalsamado y puesto en un 
ataúd de Egipto. 






ÉXODO 









EXODO 


Dura servidumbre de Israel en 
Egipto. 

| 1 Estos son, pues, los nombres 

I de los hijos de Israel, que vinie¬ 
ron a Egipto con Jacob, cada uno 
con su casa. 2 Rubén, Simeón, Leví 
y Judá; 3 Isacar, Zabulón y Benja¬ 
mín; 4 Dan y Neftalí; Gad y Aser. 
5 Eran todas las almas salidas del 
muslo de Jacob, setenta y dos. José 
estaba en Egipto. 6 Murió José, y 
murieron sus hermanos y toda aquella 
generación. 7 Los hijos de Israel 
habían crecido y se habían multi¬ 
plicado, llegando a ser muchos en 
número y muy poderosos, y llenaban 
aquella tierra. 8 Alzóse en Egipta un 
rey nuevo, que no sabía de José, y 
dijo a su pueblo: 9 «Los hijos de Is¬ 
rael forman un pueblo más numeroso 
y más poderoso que nosotros. 10 Te¬ 
nemos que obrar astutamente con él, 
para impedir que siga creciendo y 
que, si sobreviene una guerra, se 
una contra nosotros a nuestros ene¬ 
migos y logre salir de esta tierra.» 

II Pusieron, pues, sobre ellos capata¬ 
ces, para que los oprimiesen con one* 1 


rosos trabajos en la edificación de 
Pitom y Rameses, ciudades almace¬ 
nes del Faraón. 12 Pero cuanto más 
se les oprimía, tanto más crecían y 
se multiplicaban, y llegaron a detes¬ 
tar mucho a los hijos de Israel. 
13 Sometieron los egipcios a los hijos 
de Israel a cruel servidumbre, 14 ha¬ 
ciéndoles amarga la vida con rudos 
trabajos de mortero, de ladrillos y 
del campo, obligándolos cruelmente 
a hacer cuanto les exigían. 15 Ordenó 
el rey de Egipto a las parteras de 
los hebreos, de las cuales una se 
llamaba Sifra y la otra Fuá, dicién- 
doles: 16 «Cuando asistáis al parto 
a las hebreas, y al lavar la criatura 
veáis que es niño, le matáis; si es 
niña, que viva.» 17 Pero las parteras 
eran temerosas de Dios y no hacían 
lo que les había mandado el rey do 
Egipto, sino que dejaban con vida a 
los niños. 18 El rey de Egipto las 
mandó llamar y les dijo: «¿Por qué 
habéis hecho eso de dejar con vida 
a los niños?» 19 Y le dijeron las par¬ 
teras al Faraón: «Es que no son las 
hebreas como las mujeres egipcias. 
Son más robustas, y antes que llegue 








62 


ÉXODO, 2, 3 


la partera ya han parido.» 20 Y favo¬ 
reció Dios a las parteras, y el pueblo 
seguía creciendo y multiplicándose. 
21 Por haber temido a Dios las par¬ 
teras, prosperó él sus casas. 22 Mandó, 
pues, el Faraón a todo su pueblo 
que fueran arrojados al río cuantos 
niños nacieran a los hebreos, preser¬ 
vando sólo a las niñas. 


Nacimiento de Moisés. 

O 1 Habiendo tomado un hombre 
de la casa de Leví una mujer de 
su'linaje, 2 concibió ésta y parió un 
hijo, y viéndole muy hermoso, le 
tuvo oculto durante tres meses. 3 No 
pudiendo tenerle ya escondido más 
tiempo, cogió una eestilla de papiro, 
la calafateó eon betún y pez, y po¬ 
niendo en ella al niño, la dejó entre 
las plantas de papiro de la ribera del 
río. 4 La hermana del niño estaba 
a poca distancia, para ver lo que 
pasaba. 5 Bajó la hija del Faraón 
a bañarse en el río, y sus doncellas 
se pusieron a pasear por la ribera. 
Vi ó la eestilla entre las plantas de 
papiro, y mandó a una de sus don¬ 
cellas que la trajera. 6 Al abrirla, vió 
al niño que lloraba, y compadecida 
del niño dijo: «Es un hijo de los 
hebreos.» 7 La hermana del niño dijo 
entonces a la hija del Faraón: «¿Quie¬ 
res que vaya a buscarte entre las 
mujeres de los hebreos una nodriza, 
para que críe al niño?» 8 «Ve», le 
dijo la bija del Faraón, y la joven 
fué a llamar a la madre del niño. 
9 La hija del Faraón le dijo: «Toma 
este niño, críamelo, y yo te daré 
tu merced.» La mujer tomó al niño 
y le crió. 10 Cuando fué grandecito, 
se lo llevó a la hija del Faraón y 
fué para ella como uno de sus hijos. 
Dióle el nombre de Moisés; pues se 
dijo: «De las aguas le saqué.» 

11 Cuando ya fué grande Moisés, 
salía a ver a sus hermanos, siendo 
testigo de la opresión en que estaban; 
y un día vió cómo un egipcio mal¬ 
trataba a uno de sus hermanos, a un 
hebreo; 12 miró a uno y otro lado, 
y no viendo a nadie, mató al egipcio 
y le enterró en la arena. 13 Salió 
también al día siguiente, y vió a 
dos hebreos riñendo, y dijo al agre¬ 
sor: «¿Por qué maltratas a tn próji¬ 
mo?, 14 y éste le respondió: «¿Y quién 
te ha puesto a ti como jefe y juez 
entre nosotros? ¿Es que quieres ma¬ 


tarme, como mataste al egipcio?» 
Moisés se atemorizó, y se dijo: «Es 
que la cosa se sabe.» 

Iluida de Moisés a Madián. 

15 El Faraón supo lo que había pa¬ 
sado, y buscaba a Moisés para darle 
muerte; pero éste huyó del Faraón 
y se refugió en la tierra de Madián. 
16 Estando sentado junto a un pozo 
siete hijas que tenía el "sacerdote de 
Madián vinieron a sacar agua y llenar 
los canales, para abrevar el ganado 
de su padre. 17 Llegaron unos pas¬ 
tores y Jas echaron de allí, pero 
Moisés se levantó, salió en defensa 
de las jóvenes, y abrevó su ganado. 
18 De vuelta ellas a la casa de Ragueh 
su padre, les preguntó éste: «¿Cómo 
venís hoy tan pronto?» 19 Ellas res¬ 
pondieron: «Es que un egipcio nos 
ha librado de la mano de los pas¬ 
tores, y aun él mismo se puso a sacal¬ 
agua y abrevó nuestro ganado.» 
20 Dijo él a sus hijas: «¿Y dónde esté? 
¿Por qué habéis dejado allí a esc 
hombre? Id a llamarle, para que 
coma algo.» 21 Moisés accedió a que¬ 
darse en casa de aquel hombre, que 
le dió por mujer a su hija Séfora. 
22 Séfora parió un hijo a quien llamo 
él Gersam; pues dijo: «Extranjero 
soy en tierra extranjera.» 

23 Pasado mucho tiempo, murió el 
rey de Egipto, y los hijos de Israel 
seguían gimiendo bajo dura servi¬ 
dumbre, y clamaron. Sus gritos, arran¬ 
cados por la servidumbre, subieron 
hasta Dios. 24 lMos oyó sus gemidos, 
y se acordó de su alianza eon Abraham, 
Isae y Jacob. 25 Miró Dios a los 
hijos de Israel, y atendió. 

La visión de la zarza que ardía 
t»iii eoiibuiiiirjsc. 

3 1 Apacentaba Moisés el ganado 
de Jetro, su suegro, sacerdote de 
Madián. Llevólo más allá del de¬ 
sierto; y llegado al monte de Dios, 
Horeb, 2 se le apareció el ángel de 
Yave en llama de fuego, de en medio 
de una zarza. Veía Mo.sés que la 
zarza ardía y no se consumía, 3 y se 
dijo: «Voy a ver qué gran visión es 
ésta, y por qué no se consume la 
zarza.» 4 Vió Yave que se acercaba 
para mirar, y 6 Dios le llamó de 
en medio de la zarza: «jMoisésl» El 




ÉXODO, 4 


03 


respondió: «Heme aquí.» Dios le dijo: 
«No te acerques. Quita las sandalias 
de tus pies, que el lugar en que estás 
es tierra santa»; 6 y añadió: «Yo soy 
el Dios de Abraham, el Dios de Isac, 
el Dios de Jacob.» Moisés se cubrió 
el rostro, pues temía mirar a Dios. 

7 Ya ve le dijo: «He oído los gritos 
que le arranca su opresión, y conozco 
sus dolores. 8 He bajado para librarle 
de las manos de los egipcios y subirle 
de esa tierra a una tierra fértil y 
espaciosa, una tierra que mana leche 
y miel, la tierra que habitan cananeos, 
geteos, amorreos, fereccos, jeveos y 
jebuseos. 9 El clamor de los hijos de 
Israel ha llegado ya hasta mí, y he 
visto la opresión que sobre ellos hacen 
pesar los egipcios. 10 Ve, pues; yo te en¬ 
vío al Faraón, para que saques a mi 
pueblo, a los hijos de Israel, de Egipto.» 

11 Moisés dijo a Dios: «¿Y quién 
soy yo para ir al Faraón y sacar de 
Egipto a los hijos de Israel?» 12 Dios 
le dijo: «Yo estaré contigo; y para 
señal de que soy yo quien te envía, 
cuando hayas sacado de Egipto al 
pueblo, sacrificaréis a Dios sobre esté 
mismo monte.» 13 Mo'sés dijo a 
Dios: «Pero, si voy a los hijos de 
Israel y les digo: ef Dios de vuestros 
padres me envía a vosotros, y me 
preguntan cuál es su nombre, ¿qué 
voy a responderles?» 14 Y Dios dijo 
a Moisés: «Yo soy el que soy. Así 
responderás a los hijos de Israel: El 
que es, Yave, me manda a vosotros.» 
15 Y prosiguió: «Esto dirás a los hijos 
de Israel: Yave, Dios de vuestros 
padres, el Dios de Abraham, de Isac 
y de Jacob, me manda a vosotros. 
Este es para siempre mi nombre; 
éste mi nombre, de generación en 
generación. 16 Ve, reúne a los ancia¬ 
nos de Israel, y diles: Yave. Dios de 
vuestros padres, el Dios de Abraham, 
de Isac y de Jacob, se me ha apa¬ 
recido y me ha encomendado que os 
diga: Os he visitado, y he visto lo 
que hacéis en Egipto, 17 y he dicho: 
Yo os sacaré de la opresión de los 
egipcios, y os subiré a la tierra de 
los cananeos, de los geteos, de los 
amorreos, de los fereceos. de los 
jeveós y de los jebuseos,' a una tierra 
que mana leche y miel. 18 Ellos te 
escucharán, y tú, con los ancianos 
de Israel, irás al rey de Egipto, y 
le diréis: Yave, Dios de los hebreos, 
nos llama. Deja, pues, que vayamos 
camino de tres días por el desierto, 
para sacrificar a Yave, nuestro Dios. 


19 Bien sé yo que el rey de Egipto no 
os permitirá ir, sino en mano pode¬ 
rosa. 20 Pero yo tenderé la mía, y 
castigaré a Egipto con toda suerte 
de prodigios, que obraré en medio 
de ellos; y después os dejará salir. 
21 Yo haré que halle el pueblo gracia 
a los ojos de los egipcios; y cuando 
salgáis, no saldréis con las manos 
vacías, 22 sino que cada mujer pedirá 
a su vecina y a la que vive en su casa 
objetos de plata, objetos de oro y 
vestidos, que pondréis vosotros a 
vuestros hijos y a vuestras hijas, y 
os llevaréis los despojos de Egipto.» 

I 1 Moisés respondió: «No me van 
4 a creer, no me van a escuchar; 
me dirán que no se me ha aparecido 
Yave.» 2 Yave le dijo: «¿Qué es lo 
que tienes en la mano?» El respon¬ 
dió: «Un cayado.» 3 «Tíralo a tierra», 
le dijo Yave. El lo tiró, y el cayado 
se convirtió en serpiente, y Moisés 
corrió de ella. 4 Yave dijo a Moisés: 
Extiende la mano, y cógela por la 
cola.» Moisés tendió la mano y la 
cogió, y la serpiente volvió a ser 
cayado en su mano. 5 «Para que crean 
que se te ha aparecido Yave, el 
Dios de sus padres, el Dios de Abraham, 
Isac y de Jacob.» 

6 Díjole además Yave: «Mete tu 
mano en tn seno.» Metióla él, y 
cuando la sacó estaba cubierta de 
lepra, como la nieve. 7 Yave le dijo: 
«Vuelve a meterla.» El volvió a me¬ 
terla, y cuando después la sacó 
estaba la mano como toda su carne. 
8 «Si no te creen a la primera señal, 
te creerán a la segunda; 9 y si ni aun 
a esta segunda creyeran, coges agua 
del río, y la derramas en el suelo, 
y el agua que cojas se volverá en el 
suelo sangre.» 10 Moisés dijo a Yave: 
«Pero, Señor, yo no. soy hombre de 
palabra fácil, y esto no es ya de ayer 
ni de anteayer, y aun ahora, que 
te estoy hablando, se me traba la len¬ 
gua.» 11 Yave le respondió: «Y ¿quién 
ha dado al hombre la boca, y quién 
hace al sordo y _al mudo, al que ve 
y al ciego? ¿No soy por ventura yo, 
Yave? 12 Ve, pues, yo estaré en tu 
boca y te enseñaré lo que has de 
decir.» 13 Moisés Replicó: «jAh, Señor!, 
manda tu mensaje, te lo pido, por 
mano del que debas enviar.» 14 En¬ 
cendióse entonces en cólera Yave 
contra Moisés, y le dijo: «¿No tienes 
a tu hermano Arón, el levita? El es 
de fácil palabra. Al encuentro te 





ÉXODO. S 


sale, y al verte se alegrará su corazón, lo que Yave le había dicho, al enco- 
16 Háblale a él, y pon en su boca ¡mendarle la misión, y todos los pro 
las palabras, y yo estaré en tu boca Idigios que le había mandado hacer, 
y en la suya, y os mostraré lo que 29 Prosiguieron Moisés y Arón su 
habéis de hacer. 16 El hablará por camino; y llegados, reunieron a los 
ti al pueblo y te servirá de boca, y tú ancianos de Israel. 80 Arón refirió todo 
le servirás a él de Dios. 17 El cayado ¡lo que Dios había dicho a Moisés, 
que tienes en la mano, llévalo, y con y éste hizo los prodigios a los ojos 
él harás las señales.» del pueblo. 81 El pueblo creyó, y al 

ver que Yave había visitado a los 
hijos de Israel y había atendido a 
V.. clin <ir Moisós .. Egipto. su atlicción - postrándose, le adoraron. 


18 Fuese Moisés, y de vuelta a casa 
de su suegro, le dijo: «Hazme el 
favor de dejarme partir, a ver a mis 
hermanos de Egipto, si viven toda¬ 
vía.» .Tetro dijo a Moisés: «Vete en 
paz.» 19 En tierra de Madián dijo 
Yave a Moisés: «Ve, retorna a 
Egipto, pues han muerto ya los que 
buscaban tu vida.» 20 Tomó, pues, 
Moisés a su mujer y a su hijo, y 
montándolos sobre un asno, volvió 
a Egipto, llevando en sus manos el 
cayado de Dios. 21 Yave le dijo: «Al 
partir para volver a Egipto, ten cuenta 
de hacer delante del Faraón los pro¬ 
digios que yo he puesto en tu mano. 
Yo endureceré su corazón (1), y 
no dejará salir al pueblo; 22 pero tíi 
le dirás: Así habla Yave: Israel es 
mi hijo, mi primogénito. 23 Yo te 
mando que dejes a mi hijo ir a ser¬ 
virme, y si te niegas a dejarle ir, 
yo mataré a tu hijo, a tu primogé¬ 
nito.» 24 Por el camino, en un lugar 
donde pasaba la noche, salióle Yave 
al encuentro, y quería matarle; 25 pero 
Sófora, cogiendo en seguida un cuchi¬ 
llo de piedra, circuncidó a su hijo, 
y arrojó el prepucio a sus pies, di¬ 
ciendo: «Eres para mí esposo de 
sangre», 26 y le dejó, diciendo lo de 
esposo de sangre por la circuncisión 
de su hijo. 

27 Yave dijo a Arón: «Ve al de¬ 
sierto, al encuentro de Moisés.» Par¬ 
tió Arón, y encontrándose con su her¬ 
mano en el monte de Dios, le besó. 

28 Moisés dió a conocer a Arón todo 


(i) En la lucha tenaz entablada entre 
Moisés y el Faraón, defendiendo éste los inte¬ 
reses políticos de su pueblo contra la orden 
dada a Moisés por un Dios que él desconocía, 
muéstrase el Faraón cada vez más recalci¬ 
trante, más endurecido de corazón; y este 
endurecimiento, previsto por Dios y ordenado 
por El para hacer muestra de su poder y de su 
especial providencia para con Israel, es lo que 
expresa la Escritura con la frase «endureció Dios 
el corazón del Faraón* y otras semejantes. 


Moisés y Arón dolante del Faraón. 

5 1 Presentáronse Moisés y Arón 
al Faraón, y le dijeron: «He aquí 
lo que dice Yave, Dios de Israel: 
deja ir a mi pueblo para que me 
ofrezca sacrificios en el desierto.» 
2 Pero el Faraón respondió: «¿Y 
quién es Yave, para que yo le obe¬ 
dezca, dejando ir a Israel? No co- 
jnozco a Yave, y no dejaré ir a Israel.» 

3 Ellos le dijeron: «El Dios de los 
hebreos nos llama. Deja, pues, que 
vayamos al desierto, tres jornadas 
tdc camino, y ofrezcamos sacrificios 
a Yave, para que no venga sobre 
nosotros peste ni espada.» 4 Pero el 
rey de Egipto les dijo: «¿Por qué 
vosotros, Moisés V Arón, distraéis 
al pueblo de sus trahajos? Idos al 
trabajo que os hayan impuesto.» 6 Y 
se dijo: «Ese pueblo es ya más nume¬ 
roso que el de la región; ¿qué será 
si se le deja holgar, relevándole de 
sus trabajos forzados?» 


I.» servidumbre de Israel se agra¬ 
va cada vez infis. 

6 Aquel mismo día dió el Faraón a 
los capataces de pueblo y a los escri¬ 
bas la orden 7 de no facilitar como 
hasta entonces al pueblo la paja 
para hacer los ladrillos, sino que 
fueran ellos a buscarla y recogerla. 

8 «Pero exigidles la misma cantidad 
de ladrillos que antes, sin quitar 
ni uno, 9 pues huelgan, y por eso 
gritan: «Tenemos que ir a sacrificar 
a nuestro Dios. Cargadlos de tra¬ 
bajo, que estén ocupados, y no den 
oídos a embustes.» 10 Fueron, pues, 
los capataces y los escribas, y dije¬ 
ron al pueblo:' «Oíd lo que dice el 
Faraón: «No os daré en adelante la 
paja; 11 id vosotros mismos a cogerla 
donde podáis, pero no se os dismi- 





ÉXODO, 6 


65 


nuirá nada de la larca impuesta.» 
12 El pueblo se dispersó por toda la 
tierra de Egipto, en busca de cañas 
secas de cereales con que hacer la 
paja. 33 Los capataces los apremia¬ 
ban: «Acabad la tarea impuesta para 
cada día, como cuando se os daba la 
paja.» 14 Fueron castigados los escri¬ 
bas de los hijos de Tsrael, que los 
exactores habían puesto sobre ellos, 
diciéndoles éstos: «¿Por qué ni ante¬ 
ayer, ni ayer, ni hoy, habéis com¬ 
pletado la tarea de ladrillos como 
antes?» 15 Fueron a quejarse al Faraón, 
diciendo: «¿Cómo haces así con tus 
siervos? 16 A tus siervos no se les 
da la paja y se nos dice: haced 
los mismos ladrillos; y azotan a tus 
siervos, siendo el pueblo el que falta.» 
17 El Faraón respondió: «Es que hol¬ 
gáis, holgáis, y por eso decís: «Que¬ 
remos ir a sacrificar a Yave. 18 Id, 
pues, a trabajar; no se os dará la 
paja, y habéis de hacer la misma 
cantidad de ladrillos.» 19 Los escribas 
de los hijos de Israel viéronse angus¬ 
tiados por decírseles que no se les 
disminuiría en nada la cantidad de 
ladrillos, y que habían de hacer cada 
día la misma tarea. 20 Encontráronse 
con Moisés y Arón, que estaban 
esperando a que saliesen de la casa 
del Faraón, 21 y les dijeron: «Que 
vea Yave y juzgue, pues vosotros 
habéis sido causa de que el Faraón 
no nos pueda ver, y halléis puesLo la es¬ 
pada en sus manos para que nos mate.» 

Promesa de liberación. 

22 Entonces Moisés se volvió a 
Yave, diciendo: «Señor, ¿por qué 
has castigado a este pueblo? ¿Para 
qué me lias enviado? 23 Desde que 
fui al Faraón para hablarle en tu 
nombre, maltrata al pueblo, y tú 
no haces nada por librar a tu pueblo.» 

/i 1 Yave dijo a Moisés: «Pronto 
^ verás lo que yo voy a hacer al 
Faraón. En mano fuerte los dejará 
ir, en mano fuerte los echará él mismo 
de su tierra.» 3 Dios habló a Moisés 
y le dijo: «Yo soy 7 Yave. Yo me mostré 
a Abraham, a Isac y a Jacob como 
El-Sadai, pero no les di a conocer 
mi nombre de Yave. 4 No sólo hice 
con ellos mi alianza de darles la 
tierra de Canán, la tierra de sus pere¬ 
grinaciones, donde hahitaron como 
extranjeros, 5 sino que ahora he 
escuchado los gemidos de los hijos 


de Israel, que tienen los egipcios 
en servidumbre, y me he acordado 
de mi alianza. 6 Di, por tanto, a los 
hijos de Israel: «Yo soy Yave, y r o os 
libertaré de los trabajos forzados de 
los egipcios, os libraré de su servi¬ 
dumbre, y os salvaré a brazo ten¬ 
dido y por grandes juicios. 7 Yo os 
haré mi pueblo, y seré vuestro Dios, 
y sabréis que yo soy Yave, vuestro 
Dios, que os librará dé la servidum¬ 
bre egipcia, 8 y r os introducirá en la 
tierra que juré dar a Abiaham, a Isac 
y a Jacob, y os la daré en posesión. 
Yo, Yave.» 9 Así habló Moisés a 
los hijos de Tsrael, pero ellos no le 
escucharon, por lo angustioso de su 
dura servidumbre. 

10 Habló Yave a Moisés, y le dijo: 

11 «Ve a hablar a Faraón, rey de 
Egipto, para que deje salir a los 
hijos de Israel fuera de su tierra.» 

12 Moisés le respondió: «Los hijos de 
Israel no me escuchan; ¿cómo va a 
escucharme el Faraón a mí, que soy 
de labio incircunciso?» 13 Yave habló 
a Moisés y a Arón, y 7 les dió órdenes 
para los hijos de Israel y para el 
Faraón, rey de Egipto, con el fin 
de sacar de Egipto a los hijos de Israel. 

Genealogía de Moisés y Arón. 

14 Estas son las cahezas de sus 
linajes: Hijos de Rubén, primogé¬ 
nito de Israel: Janoc, Falu, Jesrón 
y Carmi; estos son los linajes de Rubén. 

15 Hijos de Simeón: Jamuel, Jasmin 
Oad, Jaguin, Sojar y Saúl, hijo de la 
cananca: estos son los linajes de Simeón. 

16 He aquí los nombres de los hijos 
de Leví, con sus linajes: Gersón, Caat 
y Merari. Los años de vida de Leví 
fueron ciento treinta y siete años. 
17 Hijos de Gersón, Lobni y 7 Semei, 
con sus generaciones. 18 Hijos de 
Caat: Amran, Jishar, Hehrón y Oriel. 
Los años de Caat fueron ciento treinta 
y tres años. 19 Hijos de Merari: Majli 
y Musí. Estos son los linajes de los 
ievitas, según sus familias. 

20 Amram tomó por mujer a Joza- 
hed, que le parió a Arón y Moisés. 
Los años de vida de Amram fueron 
ciento treinta y siete años. 21 Hijos 
de Jishar: Core, Nefcg y Zicri. 22 Hi¬ 
jos de Oziel: Misael, Elisafán y 7 Pctri. 
23 Arón tomó por mujer a Elisabet, 
hija de Aminadab, hermana de Naj- 
són, la cual parió a Nadab, Abiu, 
Eleazar e ltamar. 

24 Hijos de Core: Aser, Elcana y 


5 






G<; 


ÉXODO, 7 


Abiasat. Estas son las familias de 
los coreitas. 

25 Eleazar, hijo de Arón, tomó por 
mujer a una hija de Futiel, que 
parió a Fines. Estos son los jefes de 
los linajes de los levitas, según sus 
familias. 

26 Estos son el Arón y el Moisés 
a quienes dijo Yave: «Sacad de Egipto 
a los hijos de Israel, según sus escua¬ 
dras./» 27 Estos son los que hablaron 
al Faraón, rey de Egipto, para sacar 
de Egipto a los hijos de Israel. Estos 
son Moisés y Arón. 

Moisés y los magos de Egipto. 

28 Cuando habló Yave a Moisés 
en tierra de Egipto, 29 dijo Dios a 
Moisés: «Yo soy Yave: di al Faraón, 
rey de Egipto,* cnanto yo te diga: 
80 Y Moisés dijo a Yave: «Yo soy 
de labios incircuncisos. ¿Cómo va a 
escucharme el Faraón?» 

n 1 Dijo Yave a Moisés: «Mira, te 
4 he puesto como Dios para el Fa¬ 
raón, y Arón, tu hermano, será tu 
profeta. Tú le dirás a él lo que yo 
te diga a ti, y Arón, tu hermano, 
será tu profeta. 2 * * * * * Tú dirás lo que yo 
te diga a ti, y Arón, tu hermano, 
se lo dirá al Faraón, para que deje 
salir de Egipto a los hijos de Israel. 

3 Yo endureceré el corazón del Fa¬ 
raón, y multiplicaré mis señales y 
mis prodigios en la tierra de Egipto. 

4 El Faraón no os escuchará, y yo 
pondré mi mano sobre Egipto, y 
sacaré de la tierra de Egipto a mis 
ejércitos, a mi pueblo, a los hijos de 
Israel, por grandes juicios. Los egip¬ 
cios sabrán que yo soy Yave, cuando 
tienda yo mi mano sobre Egipto, y 
saque de en medio de ellos a los 
hijos de Israel.» * Moisés v Arón 
hicieron lo que Yave les mandaba; 
tal cual se lo mandó, así lo hicieron. 

7 Tenía Moisés ochenta años, y 
Arón ochenta y tres, cuando hablaron 
al Faraón. 8 Yave dijo a Moisés y 
Arón: 9 «Cuando el Faraón os diga: 
Haced un prodigio, le dices a Arón: 
Coge tu cayado, y échalo delante 
del Faraón, y se convertirá en ser¬ 
piente.» 10 Moisés y Arón fueron al 
Faraón e hicieron lo que Yave les 
había mandado. Arón arrojó su ca¬ 
yado delante del Faraón y de sus 
cortesanos, y el cavado se convirtió 
en serpiente. 11 Hizo llamar también 
el Faraón a sus sabios y encantado¬ 


res, los magos de Egipto, 12 y tam¬ 
bién ellos echaron cada uno su báculo, 
que se convirtieron (l) en serpientes. 
Pero el de Arón devoró a todos los 
otros. 13 El corazón del Faraón se 
endureció, y no escuchó a Moisés y 
Arón, como" se lo había dicho Yave. 

Primera plaga 

14 Yave dijo a Moisés: «El corazón 
del Faraón se ha endurecido y rehúsa 
dejar salir al pueblo. 16 Ye a verle 
mañana por la mañana. Saldrá para 
ir a la orilla de las aguas; tú te estás 
esperándole a la orilla de las aguas, 
tomas en tu mano el cayado que se 
convirtió en serpiente, 16 y le dices: 
«Yave, Dios de los hebreos, me manda 
a decirte: Deja ir a mi pueblo para 
que me sirva en el desierto. Hasta 
ahora no me has escuchado. 17 Pues 
he aquí lo que dice Yave: Para que 
sepas que yo soy Yave, voy a gol¬ 
pear con el cayado que tengo en la 
mano las aguas del río, y se con¬ 
vertirán en sangre. 18 Los peces que 
hay en el río morirán, el río se infec¬ 
tará, y los egipcios repugnarán beber 
el agua del río» (2). 

19 Yave dijo a Moisés: «Dile a tu 
hermano Arón: Toma el cayado, y 
tiende tu mano sobre las aguas de 
Egipto, sobre sus ríos, sobre sus 
canales, sobre sus estanques, y sobre 
todas sus reuniones de aguas. Todas 
se convertirán en sangre, y habrá 
sangre en todo Egipto, lo mismo en 
los vasos de madera que en los vasos 
de piedra.» 20 Moisés y Arón hicie¬ 
ron lo que Yave les había mandado, 

V Arón, levantando el cayado, golpeó 
ias aguas del río a la vista del Faraón 

V de todos sus servidores, y toda el 
agua del río se volvió sangre. 21 Los 
peces que había en el río murieron, 
el río se infiecionó, los egipcios no 
podían beber el agua, y hubo en vez 
de ella sangre en toda la tierra de 
Egipto. 22 Pero los magos de Egipto 
hicieron otro tanto con sus eneanta- 


(1) Esto de hacer los sabios y encantadores 
egipcios cosas semejantes a las hechas milagro¬ 
samente por Moisés parece debe tomarse como 
efectos de prestiJigitación, en que los egip¬ 
cios ya de anriguo y aun ahora son famosos. 

(2) Las plagas, si exceptuamos la última, 

la muerte de todos los primogénitos, responden 

a las calamidades que Egipto padece muy de 

ordinario. Lo milagroso de ellas es el modo 

de producirlas Moisés y ^su extraordinaria 

gravedad. 





ÉXODO, 8 


ü7 


mientos, y el corazón del Faraón se 
endureció, y no escuchó a Moisés y 
Arón, como había dicho Yave. 23 El 
Faraón se volvió, y entró en su pala¬ 
cio sin hacer caso. 24 Los egipcios 
cavaron en las orillas del río, para 
buscar agua potable, pues no podían 
beber las del río. 

Segunda plaga. 

25 Pasaron siete días desde que 

Yave había herido el río; 1 y 
Yave dijo a Moisés: «Ve a ver al 
Faraón, y dile: Deja salir a mi pueblo, 
para que me sirva. 2 Si rehúsas dejarle 
ir, voy a castigar con ranas a toda 
tu tierra. 3 En el río bullirán ranas, 
subirán, y penetrarán en tu casa, 
en tu dormitorio y en tu lecho, en 
las casas de todos tus servidores y 
de todo tu pueblo, en los hornos y en 
las artesas; 4 subirán las ranas'sobre 
ti, sobre tus servidores y sobre todo 
tu pueblo.» 

5 Yave dijo a Moisés: «Dile a 
Arón: extiende tu mano con el cayado 
sobre los estanques, y haz subir ranas 
sobre toda la tierra de Egipto.» 

6 Arón extendió su mano sobre las 
aguas de Egipto, y subieron las ranas, 
y cubrieron toda la tierra de Egipto. 

7 Pero los magos hicieron otro tanto 
con sus encantamientos, haciendo 
subir ranas sobre la tierra de Egipto. 

8 El Faraón llamó a Moisés y 
Arón: «Pedid a Yave que aleje de mí 
y de mi pueblo las ranas, y dejaré 
ir al pueblo a sacrificar a Yave.» 

9 Moisés dijo al Faraón: «Dime cuándo 
he de rogar por ti, por tus servidores 
y por todo tu pueblo, para que aleje 
Yave las ranas de ti y de tus casas, 
y no queden más que en el río.» 

10 «Mañana», respondió él. Moisés 
le dijo: «Así será; y para que sepas 
que no hay como Yave, nuestro Dios, 

11 las ranas se alejarán de ti y de tus 
casas, de tus servidores y de tu pue¬ 
blo. y no quedarán más que en el 
río.» Salieron Moisés y Arón de la 
casa del Faraón, y Moisés ro”ó a 
Yave sobre lo que ele las ranas había 
prometido al Faraón. 13 Hizo Yave 
como le pedía Moisés, y murieron 
las ranas en las casas, en los atrios y 
en los campos. 14 Reuniéronlas en 
montones, y se infestó la tierra. 
1R Pero el Faraón, viendo que se le 
daba respiro, endureció su corazón 
y no escuchó a Moisés y Arón, como 
Yave había dicho. 


Tercera plaga. 

18 Yave dijo a Moisés: r «Dile a 
Arón: «Extiende tu cayado, y golpea 
el polvo de la tierra, que se conver¬ 
tirá en mosquitos en toda la tierra 
de Egipto.» 17 Hiciéronlo así: Arón 
extendió su mano con el cayado y 
golpeó el polvo de la tierra, y vinie¬ 
ron mosquitos sobre hombres y ani¬ 
males. l odo el polvo de la tierra se 
convirtió en mosquitos en toda la 
tierra de Egipto. 18 Los magos qui¬ 
sieron hacer otro tanto con sus encan¬ 
tamientos, pero no pudieron. Había 
mosquitos sobre hombres y anima¬ 
les, 19 y los magos dijeron al Faraón: 
«El dedo de Dios está aquí.» Pero 
el Faraón se endureció, y como había 
dicho Yave, no escuchó. 


Cuarta plaga. 

20 Yave dijo a Moisés: «Levántate 
temprano, y preséntate al Faraón, 
al tiempo que sale él para ir a la 
ribera, y dile: «Así habla Y"ave: Deja 
ir a mi pueblo, a que me sirva. 21 Si 
no dejas ir a mi pueblo, voy a mandar 
tábanos contra ti, contra tus servi¬ 
dores y contra tu pueblo, contra tus 
casas, y se llenarán de ellos las casas 
de los egipcios y la tierra que éstos 
habitan; 22 pero distinguiré en ese 
día el país de Cosen donde habita 
mi pueblo, y allí no habrá tábanos, 
para que sepas que yo soy Y r ave en 
medio de la tierra. 23 Haré distin¬ 
ción entre mi pueblo y el tuyo. 
Mañana será esta señal.» 24 Hizolo 
así Y T ave, y vino una muchedumbre 
de tábanos sobre la casa del Faraón 
y las de sus servidores y sobre toda la 
tierra de Egipto, y se corrompió 
la tierra por los tábanos. 25 Llamó 
el Faraón a Moisés y Alón,-y dijo: 
«Id y sacrificad a vuestro Dios en 
esta tierra.» 26 Pero Moisés respon¬ 
dió: «No puede ser así, pues para los 
egipcios es abominación el sacrificio 
que nosotros ofrecemos, y si a su 
vista lo ofreciéramos, nos apedrea¬ 
rían. 27 Tenemos que ir por el desierto 
tres días de camino, para sacrificar 
a Yave, nuestro Dios, como él nos 
diga.» 28 El Faraón contestó: «Yo os 
dejaré que vayáis a sacrificar a Yave, 
vuestro Dios, en el desierto; pero 
no os vayáis más lejos y rogad por 
mí.» 29 Moisés respondió: «En sa¬ 
liendo de tu casa, yo rogaré por t. 






éxodo, y 


t>8 


a Yave, y mañana se alejarán los 
tábanos del Faraón, de sus servi¬ 
dores y de su pueblo; pero que el 
Faraón no nos engañe más, y per¬ 
mita al pueblo ir a sacrificar a Yave.» 
30 Salió Moisés de casa del Faraón, 
y rogó a Yave, 31 y Yave hizo.lo que 
le pedía Moisés, y los tábanos se 
alejaron del Faraón, de sus servido¬ 
res y del pueblo, sin quedar ni uno. 
32 Pero el Faraón endureció su cora¬ 
zón también esta vez, y no dejó 
salir al pueblo. 


Quinta placja. 

9 1 Yave dijo a Moisés: «Ve al 
Faraón, y dile: «Así habla Yave, 
Dios de los hebreos: deja ir a mi 
pueblo a que me sirva. 2 Si rehúsas 
dejarlos ir y todavía le retienes, 
3 caerá la mano de Yave sobre los 
ganados que están en tus campos; 
sobre los caballos, sobre los asnos, 
sobre los camellos, sobre los bueyes 
y sobre las ovejas, una peste muy 
mortífera. 4 Yave hará distinción 
entre los ganados de Israel y los 
ganados de los egipcios, y nada 
perecerá de lo perteneciente a los 
hijos de Israel.» 5 Yave fijó el mo¬ 
mento, diciendo: «Mañana hará esto 
Yave en esta tierra » Hízolo así Yave 
al día siguiente. Pereció todo el ga¬ 
nado de los egipcios, y no murió 
un solo animal de los ganados de 
los hijos de Israel. 7 El Faraón se 
informó, y ni un animal de los ga¬ 
nados de los hijos de Israel había 
muerto. Pero el corazón del Faraón 
se endureció, y no dejó ir al pueblo. 


Sexta plupa. 

8 Yave dijo a Moisés y Arón: 
«Coged un puñado de ceniza de un 
horno, y que la tire Moisés hacia el 
cielo, a la vista del Faraón, 9 para 
que se convierta en un polvo fino 
sobre toda la tierra de Egipto, y pro¬ 
duzca én toda la tierra de Egipto a 
hombres y animales pústulas erup¬ 
tivas y tumores.» 10 Cogieron la 
ecniza de un horno, y se presentaron 
al Faraón. Moisés la tiró hacia el 
ciclo, y se produjeron en hombres y 
animaíes pústulas y tumores. 11 Los 
magos no pudieron continuar en pre¬ 


sencia de Moisés, porque les salieron 
tumores como a todos los egipcios. 
12 Y Yave endureció el corazón del 
Faraón, que no escuchó a Moisés y 
Arón, como Yave se lo había dicho 
a Moisés. 


Séptima plana. 

13 Dijo Yave a Moisés: «Leván¬ 
tate temprano, preséntate al Faraón, 
y dile: «Así habla Yave, Dios de los 
hebreos: Deja ir a mi pueblo a que 
me sacrifique, 14 porque esta vez 
voy a desencadenar todas mis plagas 
contra ti, contra tus servidores y 
contra tu pueblo, para que sepas que 
no hay como yo en toda la tierra. 
15 Si yo hubiera tendido mi mano 
y te hubiera herido con la peste, 
tú y tu pueblo habríais desaparecido 
de la tierra; 16 pero te he dejado con 
vida, para que por ti brille mi poder, 
y mi nombre sea celebrado en toda 
la tierra. 17 Te opones todavía como 
un muro entre mí y mi pueblo para 
no dejarle ir; 18 pues sabe que mañana 
a esta hora yo haré llover una grani¬ 
zada tan fuerte, como no la hubo 
jamás en Egipto, desde el día en que 
se fundó hasta hoy. 19 Retira, pues, 
tus ganados y cuanto tienes en el 
campo; cuantos hombres y animales 
haya en el campo, V si no se retiran 
serán heridos por el granizo y mo¬ 
rirán.» 20 Aquellos de los servidores 
del Faraón que temieron la palabra 
de Ya Ve, mandaron retirar a su 
casa siervos y ganados; 21 pero los 
que no atendieron la palabra de 
Yave, dejaron a sus siervos y a sus 
ganados en el campo. 

22 Yave dijo a Moisés: «Tiende tu 
mano, para que caiga el granizo en 
toda la tierra de Egipto sobre hom¬ 
bres y animales y sobre todas las 
verduras del campo.» 23 Moisés ten¬ 
dió su cayado hacia el cielo, y Yave 
mandó truenos y granizo, y el fuego 
se precipitó sobre la tierra. 24 Yave 
hizo llover granizo sobre la tierra 
de Egipto, y mezclado con el gra¬ 
nizo cayó fuego; y tan fuerte era el 
granizo, que no lo hubo semejante 
en toda la tierra de Egipto, desde 
que comenzó a ser un pueblo. 25 El 
granizo hirió en toda la tierra de 
Egipto cuanto había en los campos, 
hombres y animales. Machacó tam 
bien todas las hierbas del campo, \ 





ÉXODO, 10 


ÜV» 


destrozó todos los árboles del campo. 
26 Sólo en la tierra de Cosen, donde 
habitaban los hijos de Israel, no 
cayó granizo. 27 El Faraón mandó 
llamar a Moisés y Arón, y les dijo: 
«Esta vez he pecado. Yave es justo, 
y yo y mi pueblo, impíos. 28 Rogad 
a Yave para que cesen los truenos de 
Dios y el granizo, y os dejaré ir, y 
no quedaréis más aquí.» 29 Moisés 
dijo: «Cuando haya salido de la ciu¬ 
dad, alzaré mis manos a Yave, y 
cesarán los truenos, y dejará de 
granizar, para que sepas que de Yave 
es la tierra, 30 aunque sé que ni tú 
ni tus servidores teméis, todavía a 
Yave, Dios.» 31 El lino y la cebada 
habían sido destrozados, pues la 
cebada estaba todavía en espiga y 
el lino en flor, 32 pero el trigo y 
la escanda no, por ser tardíos. 33 Moi¬ 
sés dejó al Faraón, y salió de la 
ciudad; alzó sus manos a Yave, y 
cesaron los truenos y el granizo, y 
dejó de llover sobre la tierra. 34 Vien¬ 
do el Faraón que habían cesado la 
lluvia, el granizo y los truenos, acre¬ 
centó su pecado, 35 y endureció su 
corazón hasta el extremo, y no dejó 
salir a los hijos de Israel, como le 
mandaba Yave por boca de Moisés. 


Octava plaga. 

1ñ 1 Yave dijo a Moisés: «Ve al 
Faraón, porque yo he agravado 
su corazón y el de sus servidores, para 
obrar en medio de todos las señales 
que vas a ver, 2 para que cuentes a 
tus hijos y a los hijos de tus hijos 
cuán grandes cosas hice yo entre los 
egipcios, y qué prodigios obré en 
medio de ellos, y sepan que yo soy 
Yave.» 3 Moisés y Arón fueron al 
Faraón, y le dijeron: «Así habla Yave, 
Dios de los hebreos: ¿Hasta cuándo 
no querrás someterte a mí? Deja ir 
a mi pueblo para que me sacrifique. 
4 Si te resistes y no quieres dejarle, 
mañana traeré sobre todo tu terri¬ 
torio la langosta, 5 que cubrirá toda 
la tierra, sin que se vea nada de 
ella: y devorará todo el resto sal¬ 
vado del granizo, royendo todos los 
árboles que crecen en vuestros cam¬ 
pos. 6 Y llenarán tus casas y las 
casas de tus servidores y de todos 
los egipcios. Tanta como no la vieron 
ni tus padres, ni tus abuelos, desde 
que comenzaron a ser sobre la tierra 


hasta hoy.» Moisés se retiró y salió 
de la casa del Faraón. 

7 Dijeron al Faraón sus servidores: 
«¿Hasta cuándo vamos a padecer 
este escándalo? Deja a esa gente que 
vaya a sacrificar a Yave, su Dios. 
¿Todavía no ves que va a perecer 
Egipto?» 8 E hicieron venir a Moisés 
y Arón ante el Faraón, que les dijo: 
«Id y sacrificad a Yave, vuestro 
Dios. ¿Quiénes sois los que habéis 
de ir?» 9 Dijo Moisés: «Hemos de ir 
todos, con nuestros niños y nuestros 
ancianos, con nuestros hijos y nues¬ 
tras hijas, con nuestras ovejas y 
nuestros bueyes, porque es la fiesta 
de Yave.» 10 El Faraón les contestó: 
«Así sea Yave con vosotros, como 
os dejaré yo ir a vosotros y vuestros 
hijos. Tened cuidado, pues se ve 
que obráis con malicia. 11 No, no, 
id los hombres solos, y sacrificad a 
Yave, pues eso fué lo que pedisteis.» 
Y en seguida fueron arrojados de la 
presencia del Faraón. 

12 Fero Yave dijo a Moisés: «Tiende 
tu mano a la tierra de Egipto, para 
que venga sobre ella la langosta: 
que suba a Egipto y devore todo 
lo que dejó el granizo.» 13 Moisés 
tendió su cavado sobre la tierra 
de Egipto, y Yave hizo soplar sobre 
la tierra el viento solano durante 
todo el día y toda la noche. A la 
mañana el viento solano había traído 
la langosta. 14 Subieron por toda la 
tierra de Egipto, y se posaron sobre 
todo el territorio de Egipto en tan 
gran cantidad, como ni la hubo 
ni la habrá nunca. 15 Cubrieron toda 
la superficie de la tierra, y oscu¬ 
recieron la tierra. Devoraron todas 
las hierbas de la tierra, todos los 
frutos de los árboles, todo cuanto 
había dejado el granizo; y no quedó 
nada de verde, ni en los árboles, ni 
de las hierbas de los campos, en 
toda la tierra de Egipto. 16 El Fa¬ 
raón llamó en seguida a Moisés y 
Arón, y dijo: «He pecado contra 
Yave, vuestro Dios, y contra vosotros. 
17 Perdonadme por esta vez, y rogad 
a Yave, vuestro Dios, que aleje de 
mí esta muerte.» 18 Salió Moisés de 
la presencia del Faraón, y rogó a 
Yave, 19 y éste hizo dar vuelta al 
viento, que sopló muy fuertemente del 
ocaso, y arrastrando la langosta, la pre¬ 
cipitó en el Mar Rojo. No auedó ni una 
en todo el territorio de Egipto. 20 Pero 
Yave endureció el corazón del Faraón 
y éste no dejó salir a los hijos de Israel. 







70 


ÉXODO, 11, 12 


Novena plaga. 

21 Dijo Yave a Moisés: «Alza tu 
mano al cielo, y haya tinieblas sobre 
la tierra de Egipto,* tan densas, que 
se palpen. 22 Alzó Moisés al cielo 
su mano, y hubo densísimas tinieblas 
en todo Egipto durante tres días. 
23 Durante ellos no se veían unos a 
otros, y nadie se movía del sitio 
donde estaba; pero los hijos de Tsrael 
tenían luz en la región que habitaban. 

24 El Faraón llamó a Moisés y 
Arón, y dijo: «Id, sacrificad a Yave, 
pero que queden aquí vuestras ove¬ 
jas y vuestros bueyes; aun a los niños 
podéis llevaros con vosotros.» 26 Moi¬ 
sés respondió: «Tienes que poner 
en nuestras manos de qué hacer 
sacrificios y holocaustos a Yave, nues¬ 
tro Dios. 28 Nuestros ganados han 
de venir también con nosotros; no 
ba de quedar ni una uña; porque de 
ellos hemos de tomar lo que ofrezca¬ 
mos a Yave, nuestro Dios, y ni 
nosotros siquiera sabemos, hasta que 
lleguemos allá, las victimas que a 
Yave habremos de ofrecer.» 27 Yave 
endureció el corazón del Faraón, y el 
Faraón no quiso dejarlos ir. 28 Dijo 
a Moisés: «Sal de aquí, y guárdate 
de volver a parecer en mi presencia, 
porque el día que parezcas delante 
de mi, morirás.» 29 «Tú lo has dicho 
—respondió Moisés—no volveré a 
oarecer delante de ti.» 


Anuncio de la décima y última 
plaga. 

| 'I 4 Y añadió: «He aquí lo que 
1 1 dice Yave: En medio do la noche 
pasaré por la tierra de Egipto, 5 y 
morirá todo primogénito de la tierra 
de Egipto, desde el primogénito del 
Faraón, que se sienta sobre sil trono, 
hasta el primogénito de la esclava, 
que está detrás de la muela, y todos 
los primogénitos del ganado. 6 En¬ 
tonces se alzará en toda la tierra de 
Egipto gran griterío, como ni lo 
hubo ni lo habrá. 7 Pero entre los 
hijos de Israel, en hombres y en 
animales, ni siquiera ladrará un perro, 
para que sepáis la diferencia que hace 
Yave entre Egipto e Israel. 8 Todos 
cuantos servidores tuyos están aquí, 
irán entonces a decirme, proster¬ 
nándose ante mí: Sal tú, y tu pueblo 
que te obedece. Después de eso yo 
saldré.» Y muy encolerizado se retiró 
de la presencia del Faraón, 


1 Yave dijo a Moisés: «Sólo una 
plaga más voy a hacer venir so¬ 
bre el Faraón y sobre Egipto, y 
después de ella, no sólo os dejará 
ir, sino que os echará de aquí. 
2 Di, pues, al pueblo que cada hom¬ 
bre pida a su vecino y cada mujer 
a su vecina, objetos de plata y oro.» 
8 Yave hizo que hallase gracia el pue¬ 
blo a los ojos de los egipcios, y aun el 
mismo Moisés era muy estimado y 
respetado por los servidores del Fa¬ 
raón y por el pueblo. 

9 Yave había dicho a Moisés: «El 
Taraón no os escuchará, para que se 
multipliquen mis prodigios en la 
tierra de Egipto.» 10 Moisés y Arón 
habían obrado todos estos prodigios 
ante el Faraón, pero Yave endureció 
el corazón del Faraón, y no quería 
dejar salir de su tierra a los hijos 
de Israel. 

Institución de la pascua. 

1 1 Yave dijo a Moisés y Arón 

1 eu tierra de Egipto: 2 «Este mes 
será para vosotros el comienzo del 
año, el mes primero del año (1). 
8 Hablad a toda la asamblea de Is¬ 
rael, y decidles: El día diez de este 
mes tome cada uno según las casas 
paternas una res menor por cada casa. 
4 Si la casa fuere menor de lo nece¬ 
sario para la res, tome a sil vecino, al 
de la casa cercana, según el número 
de personas, computándolo para la 
res según lo que cada cual puede co¬ 
mer. 6 La res será sin defecto, macho, 
primal, cordero o cabrito # 6 Lo reser¬ 
varéis hasta el día catorce de este 
mes y todo Israel lo inmolará cutre 
dos luces. 7 Tomarán de su sangre, 
y untarán los postes y el dintel 
de la casa donde se coma. 8 Comerán 
la carne esa misma noche, la come¬ 
rán asada al fuego, con panes ácimos 
y lechugas silvestres. 9 No comerán 
nada de él crudo, ni cocido al agua; 
todo asado al fuego, cabeza, patas 
y entrañas. 10 No dejaréis nada para 
el día siguiente; si algo quedare, lo 
quemaréis. 11 Lo habéis de comer así: 
ceñidos los lomos, calzados los pies, 
y el báculo en la mano, y comiendo 
de prisa, pues es el paso de Yave. 
12 Esa noche pasaré yo por la tierra 


(i) El comienzo y el fin del año varían 

mucho, según las diversas regiones y épocas. 
En la Escritura comienza con la primavera, 
el mes de Nisán, o con el otoño, el mes de Tisri. 








ÉXODO. 12 


de Egipto y matare a todos los pri¬ 
mogénitos de la tierra de Egipto, 
desde los hombres hasta los animales, 
y castigaré a todos los dioses de 
Egipto. Yo, Yave. 13 La sangre 
servirá de señal en las casas donde 
estéis, pues yo veré la sangre y pasaré 
de largo, y no habrá para vosotros 
plaga mortal, cuando yo hiera la 
tierra de Egipto. 14 Este día será 
para vosotros memorable, y lo cele¬ 
braréis solemnemente en honor de 
Yave, de generación en generación; 
será una fiesta a perpetuidad. 

t6 Por siete días comeréis panes 
ácimos; desde el primer día no habrá 
ya levadura en vuestras casas, y 
quien del primero al séptimo día 
comiere pan con levadura, será bo¬ 
rrado de Israel. 16 El día primero 
tendréis asamblea santa, y lo mismo 
el día séptimo. No haréis en ellos 
obra alguna, fuera de lo que perte¬ 
nece a la comida, 17 y guardaréis los 
ácimos, porque fué en ese día mismo 
cuando yo saqué vuestros ejércitos 
de la tierra de Egipto. Guardaréis 
ese día de generación en generación, 
como institución perpetua. 18 El pri¬ 
mer mes, desde el día catorce del mes, 
comeréis pan sin levadura hasta el 
día veintiuno. 19 Por siete días no 
habrá levadura en vuestras casas, 
y quien coma pan fermentado, será 
borrado de la congregación de Israel, 
sea extranjero o indígena. 20 No co¬ 
meréis pan fermentado; en todas 
vuestras moradas se comerán panes 
ácimos.» 

21 Convocó Moisés a todos los 
ancianos de Israel, y les dijo: «Tomad 
del rebaño para vuestras familias, 
e inmolad la Pascua, 22 y tomando un 
manojo de hisopo lo mojáis en la 
sangre del cordero, untáis con ella 
el dintel y los dos postes, y que nadie 
salga fuera de la puerta de su casa 
hasta mañana, 23 pues pasará Yave 
por Egipto, para castigarle, y viendo 
la sangre en el dintel y en los dos 
postes, pasará de largo por vues¬ 
tras puertas y no permitirá a nin¬ 
gún exterminador entrar en vues¬ 
tras casas para herir. 24 Guardaréis 
este rito, como rito perpetuo para vos¬ 
otros y para vuestros hijos; 25 y 
cuando hayáis entrado en la tierra 
que Yave os dará, según su promesa, 
guardaréis este rito. 26 Cuando os 
pregunten vuestros hijos: ¿Qué sig¬ 
nifica para vosotros este rito!. 27 les 
responderéis: Es el sacrificio de la 


Pascua de Yave, que pasó de largo 
por las casas de los hijos de Israel 
en Egipto, cuando hirió a Egipto, 
salvando nuestras casas.» El pueblo 
se prosternó y adoró. 28 Los hijos de 
Tsrael fueron e hicieron lo que Yave 
había mandado a Moisés y Arón. 

Muerte de todos los primogénitos 
de Egipto. 

29 En medio de la noche mató 
Yave a todos los primogénitos de la 
tierra de Egipto, desde el primogénito 
del Faraón, que se sienta sobre su 
trono, hasta el primogénito del preso 
en la cárcel, y a todos los primo¬ 
génitos de los animales. 30 El Fa¬ 
raón se levantó de noche, él, todos 
sus servidores y todos los egipcios, 
y resonó en Egipto un gran clamor, 
pues no había casa donde no hubiera 
un muerto. 31 "Aquella noche llamó 
el Faraón a Moisés y Arón, y les 
dijo: «Id, salid de en medio de nos¬ 
otros, vosotros y loa hijos de Israel, 
e id a sacrificar a Yave, como habéis 
dicho. 32 Llevad vuestras ovejas y 
vuestros bueyes, como habéis pedido; 
idos, y dejadme.» 

I.a salida del pueblo. 

33 Los egipcios apremiaban a los 
hebreos, teniendo prisa de que salie¬ 
ran de su tierra, pues decían: «Mo¬ 
riremos todos.» 34 Cogió, pues, el 
pueblo la masa, antes de que fer¬ 
mentara, atando sus ropas a las 
artesas, v se las echó al hombro. 
35 Los hijos de Israel habían hecho 
lo que les dijera Moisés, y habían 
pedido a los egipcios objetos de plata 
y oro y vestidos. 38 Yave hizo que 
hallaran gracia a los ojos de los egip¬ 
cios, que accedieron a su petición, 
y se llevaron aquéllos los despojos 
de Egipto (1). 

37 Partieron los hijos de Tsrael de 
Rameses para Sorot en número de 
unos seiscientos mil infantes, (2) sin 
contar los niños. 38 Subía, además, 


(1) Dios, como dueño supremo de todo y 
juez inapelable, da estos despojos a su pueblo 
para compensarlo de la dura servidumbre a 
que le habían reducido los egipcios durante 
muchos años. 

(2) Estas cifras, asi como las correlativas 
que vienen después, parecen excesivas a muchos 
intérpretes, aun católicos. Sabido es que del 
texto sagrado lo que generalmente peor se ha 
conservado son los números. 









12 


ÉXODO, 13 


ron ellos una gran muchedumbre de 
toda suerte de gentes, y muchas ove¬ 
jas y bueyes y muy gran número 
de animales. 39 Cocieron baio la co¬ 
niza la masa que habían sacado de 
Egipto, e hicieron panes ácimos, pues 
la masa no había podido fermentar, 
por la mucha prisa que para que salie¬ 
ran les daban, ni pudieron preparar 
nada para comer. 

40 La estancia de los hijos de Israel 
en Egipto duró cuatrocientos treinta 
años. 41 En aquel mismo día salieron 
de la tierra de Egipto todos los ejér¬ 
citos de Israel. Aquella noche en que 
salvó Yave a Israel y le sacó de la 
tierra de Egipto, 42 será noche de 
vigilias a Yave, y con vigilias a Yave 
le celebrarán todos los hijos de Israel 
por todas sus generaciones. 

Ley de la pascua. 

43 Dijo Yave a Moisés y Arón: 
«Esta es la ley de la Pascua. Xo la 
comerá ningún extranjero. 44 Al siervo 
comprado a precio de plata, le cir¬ 
cuncidarás y la comerá; 45 pero el 
adventicio y el mercenario no la co¬ 
merán. 46 Se comerá en una sola casa, 
y no sacaréis fuera de ella nada de 
sus carnes, ni quebrantaréis ninguno 
de sus huesos, 47 Toda la asamblea 
de Israel comerá la Pascua. 48 Si 
alguno de los extranjeros que habite 
contigo quisiera hacer la Pascua de 
Yave, deberá circuncidarse todo va¬ 
rón en su casa, V entonces podrá cele¬ 
brarla» como si fuera indígena, pero 
ningún incircunciso podrá celebrarla. 
49 La misma ley será para el indí¬ 
gena V para el extranjero que habita 
con vosotros.»» 

50 Todos los hijos de Israel hicie¬ 
ron lo que Yave había mandado a 
Moisés y Arón. 51 Aquel mismo día 
sacó Yave de la tierra de Egipto a 
los hijos de Israel por escuadras. 

Ley sobre los primogénitos. 

13 1 Habló Yavca Moisés y le dijo: 

2 Conságrame todo primogénito. 
Todos los primogénitos de entre los 
hijos de Israel, tanto de los hombres, 
cuanto de los anímales, míos son.» 

8 Moisés dijo al pueblo: «Acordaos 
siempre del día en que salisteis de 
Egipto, de la casa de la servidumbre, 
pues ha sido la poderosa mano de 
Yave la que os ha sacado. Xo se 
comerá pan fermentado. 4 Salís hoy 


en el mes de Abib. 5 Cuando te intro¬ 
duzca Yave en la tierra de los cana- 
neos, de los geteos, de los amorreos, 
de los jeveos y de los jebuseos, que 
a tus padres juró darte, tierra que 
mana leche y miel, guardarás ese rito 
en este mismo 'mes. 6 Durante siete 
días comerás pan ácimo, y el día 
séptimo será fiesta de Yave. 7 Se 
comerá pan ácimo durante siete días, 
y no se verá pan fermentado ni leva¬ 
dura en todo su territorio. 8 Dirás en¬ 
tonces a tus hijos: Esto es en memo¬ 
ria de lo que por mi hizo Yave al 
salir de Egipto. 9 Esto será para ti 
como una señal en tu mano, como un 
recuerdo a tus ojos, para que tengas 
en tu boca la ley de Yave, porque 
con su poderosa ínano ha sacado 
Yave de Egipto. 10 Observarás esto 
al tiempo fijado, de año en año. 

11 Cuando te haya introducido Yave 
en la tierra de los cananeos, como 
lo juró a tus padres, y te la haya dado, 
12 consagrarás a Yave todo cuanto 
abre la vulva; y de todo primer 
parto de los animales que tengas, el 
macho lo consagrarás a Yave, 13 el 
del asno lo redimirás por cordero, y 
1 si no le redimes le romperás la nuca. 
También redimirás a todo primo¬ 
génito humano de entre tus hijos. 
14 Y cuando tu hijo te pregunte ma¬ 
ñana, ¿qué significa esto?, le dirás: 
con sn poderosa mano nos sacó Yave 
de Egipto, de la casa de la servi¬ 
dumbre. 15 Como el Faraón se obsti¬ 
naba en no dejarnos salir, Yave mató 
a todos los primogénitos de la tierra 
de Egipto, desde los primogénitos 
de los hombres hasta los primogé¬ 
nitos de los animales; por eso yo 
sacrifico a Yave todo primogénito 
de los animales, y redimo todo pri¬ 
mogénito de mis lujos. 16 Esto será 
como una señal en tu mano, como 
un recuerdo a tus ojos, porque fue 
con su poderosa mano cómo nos sacó 
Yave de Egipto. 

Paso de Israel por en medio del 
Mar flojo. 

17 Cuando el Faraón dejó salir al 
pueblo, no le condujo Yave por el 
camino de la tierra de los filisteos, 
aunque más corto, pues se dijo: «Xo se 
arrepienta el pueblo si se ve atacado, 
y se vuelva a Eg'pto.» 18 Hizóle Yave 
i rodear por c! camino del desierto, 
hacia el Mar Mojo. Los hijos de Israel 
' subían en buen orden desde Egipto. 














71 


ÉXODO, 14 


18 Moisés había cogido los huesos de 
José, pues había hecho jurar José 
a los hijos de Israel que cuando Yave 
los visitara, se llevarían consigo su 
huesos, lejos de allí, 

20 Partiendo de Socot, acampa¬ 
ron en Etam, al extremo dol desierto, 
21 Iba Yave delante de ellos, de día 
en columna de nube, para guiarlos en 
su camino, y de noche en columna de 
fuego, para alumbrarlos, y pudiesen 
así marchar de día o de noche. 22 La 
columna de nube no se apartaba del 
pueblo de día, ni de noche la de fuego. 

14 1 Yave dijo a Moisés: 2 «Habla 
a los hijos de Israel; que cam¬ 
bien de rumbo y vayan a acampar 
en Piajirot, entre Migdol y el mar, 
frente a Beelscfón; allí acamparéis, 
cerca del mar. (i) * 3 El Faraón se dirá 
respecto de los hijos de Israel: «Andan 
errantes por la tierra; el desierto les 
cierra el camino.»» 4 Yo endureceré el 
corazón del Faraón y él os perseguirá, 
y haré brillar mi gloria ante el Faraón 
y ante todo su ejército, y sabrán 
los egipcios que yo soy Yave.*» Hi¬ 
cieron así los hijos de Tsrael. 

6 Anunciaron ai rey de Egipto que 
había huido el pueblo, y el corazón 
del Faraón y el de sus servidores se 
trocaron en orden al pueblo, y dijeron: 
«¿Qué es lo que hemos hecho, de¬ 
jando salir a Israel, y privándonos de 
sus servicios?•» 8 El Faraón hizo pre¬ 
parar su carro y llevó consigo a su 
pueblo. 7 Tomó seiscientos carros 
escogidos y todos los aurigas de 
Egipto y jefes para el mando de 
todos. 8 Yave endureció el corazón 
del Faraón, rey de Egipto, y el Fa¬ 
raón persiguió a los hijos de Israel; 
pero éstos habían salido por muy 
alta mano. 

9 Los egipcios llegaron en su per 
sedición al lugar donde acampaban 
aquéllos cerca del mar. Todos los 
caballos de los carros del Faraón, 
sus caballeros y su ejército, los alcan¬ 
zaron en Piajirot, frente a Pectseíón. 

10 El Faraón se acercaba; los hijos 
de Israel, alzando los ojos vieron a 
los egipcios marchar contra ellos, y 
llenos de terror clamaron a Yave, 

11 y dijeron a Moisés: «¿Es que no 
había sepulcros en Egipto, y nos 
has traído al desierto a morir? ¿Qué 
es lo que nos has hecho al sacarnos 
de Egipto? 12 ¿No te decíamos nos¬ 
otros en Egipto: deja que sirvamos 
a los egipeios, que mejor es para 


nosotros servir en Egipto que morir 
en el desierto?» 13 Moisés respondió 
al pueblo: «No temáis, estad tran¬ 
quilos, y veréis la victoria que en 
este día os dará Yave, pues los egip¬ 
cios que hoy veis no volveréis a 
verlos jamás. 14 Yave combatirá por 
vosotros; vosotros estaos tranquilos. * 
15 Yave dijo a Moisés: «¿Por qué 
me gritáis? Di a los hijos de Israel 
que se pongan en marcha. 16 Tú, 
alza tu cayado, y tiende el brazo sobre 
el mar, y divídelo, para que los 
hijos de Israel pasen por en medio, 
en seco. 17 Yo endureceré el corazón 
de los egipcios, para que entren tam¬ 
bién detrás de ellos, y haré brillar 
mi gloria sobre el Faraón y sobre todo 
su ejército; sus carros y sus caba¬ 
lleros harán resplandecer mi gloria, 
18 y los egipcios sabrán que yo soy 
Yave, cuando el Faraón, sus carros 
y sus caballeros, hagan resplandecer 
mi gloria.» 19 El ángel de Yave, que 
marchaba delante de las huestes de 
Israel, se puso detrás de ellas, 25 entre 
las de los egipcios y las de Israel, y la 
nube se hizo tenebrosa y luminosa 
toda la noche, y las dos huestes lio 
se acercaron una a otra durante toda 
la noche. 21 Moisés tendió su mano 
sobre el mar, c hizo soplar Yave 
sobre el mar toda la noche un forti- 
simo viento solano, que le secó, y 
se dividieron las aguas (1). 22 Los 
hijos de Israel entraron en medio 
del mar, a pie enjuto, formando para 
ellos las aguas una muralla a dere¬ 
cha c izquierda. 23 Los egipcios se 
pusieron a perseguirlos, y todos los 
caballos del Faraón, sus carros y 
sus caballeros, entraron en el mar cu 
seguimiento suyo. 24 A la vigilia 
matutina, miró "Yave desde la nube 
de fuego y humo a la hueste egipcia 
y la perturbó. 25 Hizo que las ruedas 
de los carros se enredasen unas con 
otras, de modo que sólo muy peno¬ 
samente avanzaban. Los egipcios di¬ 
jeron entonces: «Huyamos ante Israel, 
que Yave combate por él contra 
los egipcios.» 26 Pero Yave dijo a 
Moisés: «Tiende tu mano sobre el 
mar, y las aguas se reunirán sobre 
los egipcios, sus carros y sus caba¬ 
lleros.» 27 Moisés tendió sil mano 
sobre el mar, y al despuntar el día 


(i) Estas palabras parecen indicar que 

el hecho fué prodigioso al menos en el modo 

de prodjcirse y en el efecto extraordinario, 

como las plagas. 






ÉXODO. 15 


75 


el mar recobró su estado ordinario, 
y los egipcios en fuga dieron en él, 
y arrojó Yave a los egipcios en medio 
del mar. 28 Las aguas, al reunirse, 
cubrieron carros, caballeros y torio 
el ejército del Faraón, que habían 
entrado en el mar en seguimiento de 
Israel, V no escapó uno solo. 29 Pero 
los hijos de Israel pasaron a pie enjuto 
por en medio del mar, formando para 
ellos las aguas una muralla a derecha 
e izquierda. 30 Aquel día libró Yave 
a Israel de los egipcios, cuyos cadᬠ
veres vi ó Israel en las playas del 
mar. 31 Israel vió la mano potente 
que mostró Yave para con Egipto, 
y el pueblo temió a Yave, y creyó 
en Yave y en Moisés, su siervo. 

Canto triunfal do Moisés. 

1 Entonces cantaron Moisés y 
los hijos de Israel a Yave este 
canto, diciendo: 

«Cantemos a Yave, porque se ha 
mostrado sobre modo glorioso. 

El arrojó al mar al caballo y al 
caballero. 

2 Yave es mi fortaleza, a Yave 
cantaré. 

El me ha salvado. 

El es mi Dios, yo le alabaré; es el 
Dios de mis padies, yo le exaltaré. 

3 Yave es un fuerte guerrero. Yave 
es su nombre. 

4 El precipitó en el mar los carros 
del Faraón y su ejército. 

La flor de sus capitanes se la tragó 
el Mar Rojo. 

6 Cubriéronlos los abismos, y ca¬ 
yeron en el fondo como una piedra. 

6 Tu diestra, joh Yave!, destrozó 
al enemigo. 

7 En la plenitud de tu poderío 
derribas a tus adversarios 

Das rienda suelta a tu furor y los 
devora como paja, 

8 Al soplo de tu ira amontonáronse 
las aguas, se pararon las corrientes 
olas, cuajáronse los abismos en el 
fondo del mar. 

9 Díjose enemigo: «Los perse¬ 
guiré, los alcanzaré, me repartiré sus 
despojos, hartaré mi alma. 

Desenvainaré la espada y los redu¬ 
cirá a la servidumbre mi mano.» 

10 Sopló tu soplo y los cubrió el 
mar, se hundieron como plomo en 
lo profundo de las aguas. 

11 ¿Quién como . tú, joh Yave!, 
entre los dioses? ¿Quién como tú 
magnífico en santidad, terrible en 


maravillosas hazañas, obrador de 
prodigios? 

12 Tendiste tu diestra, y se los 
tragó la tierra. 

13 En tu misericordia, tú acaudillas 
al pueblo que redimiste. 

Y por tu poderío lo conduces a tu 
santa morada 

14 Supiéronlo los pueblos y tem¬ 
blaron. 

El terror se apoderó de los filisteos. 

16 Los príncipes de Edom se estre¬ 
mecieron, se apoderó la angustia de 
los fuertes de Moab. 

Todos los habitantes de Canán 
perdieron su valor. 

16 Caerá sobre ellos el espanto y 
la angustia. 

Por la fuerza de tu brazo se que¬ 
darán inmóviles como una piedra. 

Hasta que tu pueblo, joh Yave!, 
pase, hasta que pase el pueblo que 
redimiste. 

17 Tú le conducirás y le estable¬ 
cerás sobre el monte de tu heredad, 

AI lugar de que has hecho tn mo¬ 
rada, [oh Yave! 

AI santuario, joh Señor!, que fun¬ 
daron tus manos. 

18 Yave reinará por siempre jamás. 

19 Entraron en el mar los caballos 
del Faraón, sus carros y sus caba¬ 
lleros, 

Y echó Yave sobre ellos las aguas 
del mar. 

Alas los hijos de Israel pasaron por 
en medio del mar a pie enjuto.» 

20 María, la profetisa, hermana de 
Arón, tomó en sus manos un tímpano, 
y todas las mujeres seguían en pos 
de ella con tímpanos y en coros; y' 
21 María respondía a los hijos de 
Israel: 

«Cantad a Yave, que ha hecho res 
plaudecer su gloria, 

Precipitando en el mar al caballo 
y al caballero.» 

Las aguas de Mam. 

22 Mandó Moisés que los hijos de 
Israel se partieran del Alar Rojo. 
Avanzaron hacia el desierto de Hur y 
marcharon por él tres días, sin hallar 
agua. 23 Llegaron a Alara, pero no 
podían beber el agua de Alara, por 
ser amarga. 24 El pueblo murmuraba 
contra Aloisés, diciendo: «¿Qué va¬ 
mos a beber?» 25 Aloisés clamó a 
Yave, que le indicó una madera 
que él echó en el agua, y ésta se 








7(5 


ÉXODO, 16 


volvió dulce. Allí dió al pueblo leyes 
y estatutos, y 1c puso a prueba. 
26 Les diio: «Si escuchas a Yave, 
tu Dios, si obras lo que es recto a 
sus ojos, si das oido a sus mandatos 
y guardas todas sus leves, no traeré 
sobre ti ninguna de las plagas con 
que he afligido a Egipto, porque 
yo soy Yave, tu sanador.» 

27 Llegaron a Elim, donde había 
doce fuentes y setenta palmeras, y 
acamparon allí cerca de las aguas. 


Las codornices y el maná. 

1 1 Partieron de Elim, y toda la 

v congregación de los hijos de 
Israel llegó al desierto de Zin, que 
está entre Elim y el Sinaí, el día 
quince del segundo mes después de 
su salida de Egipto. 2 Todo Israel 
se puso a murmurar contra Moisés 
y Arón. 3 Los hijos de Israel decían: 
«¿Por qué no hemos muerto de mano 
de Yave en Egipto, cuando nos sen¬ 
tábamos junto a las ollas de carne 
y nos hartábamos de pan? Hemos 
sido traídos a este desierto para 
matar de hambre a toda esta muche¬ 
dumbre. » 

4 Yave dijo a Moisés: «Voy a hace¬ 
ros llover comida de lo alto de los 
ciclos. El pueblo saldrá a recoger 
cada día la porción necesaria, para 
ponerle yo a prueba, viendo si mar¬ 
cha o no según mi ley. 5 El día sexto 
preparen para llevar el doble de .lo 
que recogen cada día.» 

6 Moisés y Arón dijeron a todos 
los hijos de Israel: «Esta tarde sa¬ 
bréis que es Yave quien os ha sacado 
de Egipto, 7 y a la mañana veréis 
la gloria de Yave, pues ha oído vues¬ 
tras murmuraciones, que van contra 
Yave; porque nosotros, ¿qué somos, 
para que murmuréis contra nosotros?» 
8 Moisés dijo: «Esta tarde os dará 
a comer Yave carnes, y mañana pan 
a saciedad, pues ha oído vuestras 
murmuraciones contra él; pues ¿nos¬ 
otros, qué? No van contra nosotros 
vuestras murmuraciones, sino contra 
Yave » 

9 Moisés dijo a Arón: «Di a toda 
la congregación de Israel que se acer¬ 
que a Yave, pues ha oído Yave sus 
murmuraciones.» 10 Mientras hablaba 
Arón a toda la asamblea de los hijos 
de Israel, volviéronse éstos de cara 
al desierto y apareció la gloria de 
Yave en la nube. 11 Yave dijo a 


Moisés: 12 «He oído las murmura¬ 
ciones de los hijos de Israel. Diles: 
Entre dos luces comeréis carne y 
mañana os hartaréis de pan, y sa¬ 
bréis que yo soy Yave, vuestro Dios.» 
13 A la tarde vieron subir codornices 
que cubrieron el campo, y a la ma¬ 
ñana había en todo él una capa de 
rocío. 14 Cuando el rocío se evaporó, 
vieron sobre la superficie del desierto 
una cosa menuda, como granos, pa¬ 
recida a la escarcha. 15 Los hijos de 
Israel, al verla, se preguntaban unos 
a otros: «¿Manhu?», pues no sabían 
lo qué era. 16 Moysés les dijo: «Ese 
es el pan que os da Yave, para ali¬ 
mento. Mirad que Yave ha mandado 
que cada uno de vosotros recoja la 
cantidad que necesita para alimen¬ 
tarse, un gomer por cabeza, según 
el número de personas; cada uno 
recogerá para cuantos tenga en su 
tienda.» 

17 Los hijos de Israel no obede¬ 
cieron, y recogieron unos más, otros 
menos. 18 Pero al medir luego con 
el gomer , hallaron que el que había 
recogido de más no tenía nada de 
más, y el que había recogido de 
menos no tenía nada de menos, sino 
que tenía cada uno lo que para su 
alimento necesitaba. 

19 Moisés dijo: «Que nadie deje 
nada para mañana.» 20 No obede¬ 
cieron a Moisés, y muchos dejaron 
algo para el día siguiente; pero se 
llenó de gusanos y se pudrió. Irritóse 
Moisés contra ellos. 21 Todas las 
mañanas recogían el maná, cada uno 
según su consumo, y cuando el sol 
dejaba sentir sus ardores, el resto se 
liquidaba. 

22 El día sexto recogieron doble 
cantidad de alimento, dos gomer por 
cabeza. Todos los principales del 
pueblo vinieron a decírselo a Moisés, 

23 que les contestó: «Eso es lo que ha 
mandado Yave. Mañana es sábado, 
día de descanso consagrado a Yave. 
Moled lo que hayáis de moler, y 
coced lo que hayáis de cocer, y lo 
que sobre guardadlo para mañana.» 

24 Guardáronlo para el día siguiente, 
y no se pudrió, ni se agusanó. 29 Moi¬ 
sés dijo: «Comed eso hoy, que es 
sábado, y hoy no lo habrá en el campo. 
26 Recogeréis seis días; el séptimo, 
sábado, no lo hallaréis.» 27 Al séptimo 
día salieron algunos del pueblo a re¬ 
coger, pero no lo había. 28 Y Yave 
dijo a Moisés: «¿Hasta cuándo rehusa¬ 
réis guardar mis mandatos y mis 





ÉXODO, 17, 18 


77 


leyes? 29 Mirad que Ya ve os ha dado 
el sábado, y por eso el día sexto os 
da pan para dos días. Que se quede 
cada lino en su puesto, y no salga 
de él el día séptimo.» 30 El pueblo 
descansó el día séptimo. 

31 La casa de Israel dio a este ali¬ 
mento el nombre de maná. Era pare¬ 
cido a la semilla del cilantro, blanco, 
y tenía un sabor como de torta de 
harina de trigo amasada con miel. 

32 Moisés dijo: «Yave ha ordenado 
que se llene un gomer de maná para 
conservarlo, y puedan ver vuestros 
descendientes el pan con que yo os 
he alimentado en el desierto, cuando 
os saqué de la tierra de Egipto.» 

33 Dijo, pues, Moisés a Arón: «Coge 
un vaso, pon en él un gomer de maná 
lleno, y deposítalo ante Yave, que 
se conserve para vuestros descen¬ 
dientes.» 34 Arón lo depositó ante el 
Testimonio, para que se conservase, 
como se lo había mandado Yave a 
Moisés. 

63 Comieron los hijos de Israel el 
maná durante cuarenta años, hasta 
que llegaron a la tierra habitada. Lo 
comieron hasta llegar a los confines 
de la tierra de Canán. 36 El gomer 
es la décima parte del e*a. 


Brota el afjna de la roca 
de llurcb. 

i H 1 Marchóse la congregación de 
* * los hijos de Israel det desierto 
de Sin, según las etapas que Yave 
les ordenaba, y acamparon en Ra- 
fidim, donde no halló el pueblo agua 
que beber. 2 Entonces el pueblo se 
querelló contra Moisés, diciendo: 

«Danos agua que beber.» Moisés íes 
respondió: «¿Por qu¿ os querelláis 
contra mí? ¿Por qué tentáis a Yave?» 

3 Pero el pueblo, sediento, murmuraba 

contra Moisés y decía: «¿Por qué nos 

hiciste salir de Egipto, para matar¬ 

nos de sed a nosotros, a nuestros hijos 

y a nuestros ganados?» 4 Moisés 

clamó a Yave, diciendo: «¿Qué voy 

a hacer con este pueblo? Poco más 
y me apedrean.» 6 Yave dijo a Moi¬ 

sés: «Vete delante del pueblo, y toma 

contigo a ancianos de Israel; lleva 

en tu mano el cayado con que heriste 

el río, V vé, 6 * que yo estaré ante ti 

en la roca aue nav en Iloreb. Hiere la 

roca, y saldrá’de ella agua, para que 
beba el pueblo.» Hízolo así Moisés 

en presencia de los ancianos de Israel, 


7 y dió a este lugar el nombre de 
Masa y Meriba, por la querella de 
los hijos de Israel, y porque habían 
tentado a Yave, diciendo: «¿Está 
Yave en medio de nosotros o no?» 


Victoria contra Amalee. 

R Amalee vino a Rafidim a atacar 
a los hijos de Israel, 9 * y Moisés dijo 
a Josué: «Elígenos hombres, y ataca 
mañana a Amalee. Yo estaré sobre 
el vértice de la colina con el cayado 
de Dios en la mano.» u Josué hizo 
lo que le había mandado Moisés, 
y atacó a Amalee. Arón y Jur su¬ 
bieron al vértice de la colina. 11 * Mien¬ 
tras Moisés tenía alzada la mano, 
llevaba Israel la ventaja, y cuando 
la bajaba, prevalecía Amalee. Moisés 
estaba cansado y sus manos le pe¬ 
saban; tomando,' pues, una piedra, 
la pusieron debajo de él para que se 
sentara, y al mismo tiempo Arón 
V Jur sostenían sus manos, uno de 
ün lado, otro del otro, y así no se 
le cansaron las manos hasta la puesta 
del sol, 13 * y Jo&ué derrotó a Amalee 
al filo de la espada. 

14 Yave dijo a Moisés: «Pon eso 
por escrito para recuerdo, y di a 
Josué que yo borraré a Amalee de 
debajo del cielo.» 15 Moisés alzó nn 
altar, y lo dió el nombre de Yave 
Nesi, 16 diciendo: «Pues que se alzó 
mi mano contia quien me tentó, estará 
Yave en guerra de generación en ge¬ 
neración. » 


Viene Jotro con In mujer y los 
hijos» de Moisés». 

i Q Jctro, sacerdote de Madián, 
1 ° suegro de Moisés, supo lo que 
había hecho Dios en favor de MoLés 
V de Israel, su pueblo, que había 
sacado Yave de Egipto. i 2 3 Tomó 
Jetro, suegro de Moisés, a Sétora, 
mujer de Moisés, a quien éste había 
hecho volverse y a los dos hijos de 
Sétora, de los cuales uno se llamaba 
Ocrsón, porque Moisés había dicho: 
«Soy un extranjero en tierra extran¬ 
jera», 4 y el otro Eliezcr, porque había 
dicho: «El Dios de mi padre me ha 
socorrido y me ha librado de la es¬ 
pada del Faraón.» 5 Jetro, suegro de 
Moisés, con los hijos y la mujer de 
Moisés, vino a éste al desierto, don¬ 
de estaba acampado, al monte de 







78 


ÉXODO, 19 


Dios. (i) * * * * * * 8 Mandó a decir a Moisés: «Yo, 
tu suegro Jetro, voy a ti con tu mujer, 
y con ella sus dos hijos.» 7 Moisés 
salió al encuentro de su suegro, y 
después de haberse prosternado, le 
besó. Después de preguntarse uno a 
otro por la salud, entraron en la 
tienda de Moisés. 8 Moisés contó a 
su suegro todo cnanto había hecho 
Yave al Faraón y a los egipcios en 
favor de Israel, y todas las contrarie¬ 
dades que en el camino habían tenido, 
y cómo Yave le había librado de eilas. 
8 Jetro se felicitó de todo el bien que 
Y r ave había hecho a Israel librándole 
de la mano de los egipcios: 10 «Ben¬ 
dito sea Yave—dijo— que os ha 
librado de la mano de los egipcios 
y de la del Faraón, y que ha librado 
al pueblo de la mano de los egipcios. 
11 Ahora sé bien que Yave es más 
grande que todos los dioses, pues se 
ha mostrado grande cuando los egip¬ 
cios oprimían a Israel.» 12 Jetro, 
suegro de Moisés ofreció a Dios nn 
hulncüuslo y sacrificios. Arón y todos 
los ancianos de Israel comieron con 
él ante Dios. 


Consejo de Jetro a Moisés. 

13 Al día siguiente sentóse Moisés 
para juzgar al puebm, y el pueblo 
estuvo dotante de él desde la mañana 
hasta la tarde. 11 Fl suegro de Moi¬ 
sés, viendo lo que el pueblo hacía, 
dijo: «¿Cómo haces eso con el pue¬ 
blo? ¿Por qué t? sientas tú sólo a 
juzgar, y todo el mundo está delante 
de ti desde la mañana hasta la tarde?» 
* 5 Moisés respondió a sn suegro: 
«Es que el pueblo viene a mí para 
consultar a Dios. 18 Cuando tienen 
alguna querella, vienen a mi, y yo 
pronuncio entre ellos, haciéndoles 
saber los mandatos de Dios v sus le¬ 
ves.» 17 El suegro de Moisés rlijo a 
éste: *IjO que haces no está oien. 
Te consumos neciamente y consumes 
al pueblo que tiene que estar delanlc 
de ti. 18 Ese trabajo es superior a tus 
fuerzas, y no puedes llevarlo tú solo. 
lv Oyeme, yo vov a darte un consejo, 
y que Dios sea Yonligo. Sé tú el re¬ 
presen! ante del pueblo ante Dios, y 
lleva ante él los asuntos. 20 Ensé¬ 
ñales el camino que han de seguir 
y lo que deben haecr. 21 Pero escoge 
de entre todo el pueblo a hombres 
capaces y temerosos de Dios, íntegros, 
enemigos de la avaricia, y consti¬ 


tuyelos sobre el pueblo como jefes 
de millar, de centena, de cincuentena 
y de decena. 22 Oue juzguen ellos 
al pueblo en todo tiempo y te lleven 
a ti los asuntos de mayor importan¬ 
cia, decidiendo ellos mismos en los 
menores. Aligera tn carga, y que te 
ayuden ellos a soportarla. 23 Si esto 
haces, tú podrás sostenerte, y el 
pueblo podrá atender en paz a lo 
suyo.» 24 Siguió Moisés el consejo 
de su suegro, e hizo lo que le había 
dicho. 26 Eligió de cutre todo el 
pueblo a hombres capaces, que puso 
sobre el pueblo como jefes de millar, 
de centena, de cincuentena y de 
deeena. 26 Ellos juzgaban al pueblo 
en todo tiempo, y llevaban a Moisés 
los asuntos graves, resolviendo por 
sí todos los pequeños. 27 Despidió 
Moisés a su suegro, y Jetro se volvió 
a sn tierra. 


Alianza de Dios ron el pueblo 
en el Sinaí. 

1 El día primero del tercer mes 
después de ia salida de Egipto, 
llegaron los hijos de Israel al de¬ 
sierto del Smaí. 2 Partieron de Rafi- 
dim, y llegados al desierto del Sinaí, 
acamparon en el desierto. Israel 
acampó frente a la montaña. 3 Subió 
Moisés a Dios, y Yave le llamó desde 
lo alto de la montaña, diciendo: 
«Habla así a la casa de Jacob, di 
esto a los hijos de Israel*. 4 «Vosotros 
habéis visto lo que yo lie hecho a 
Eeipto, y cómo os he llevado sobre 
alas de águila, y os he traído a mí. 
6 Ahora, si oís mi voz y guardáis mi 
alianza, vosotros seréis mi pueblo 
entre todos los pueblos; porque mía 
es toda la 1 ierra, 6 pero vosotros seréis 
para mí un reino de sacerdotes y 
lina nación santa» (1). Estas son 
las palabras que has de decir a los 
lujos de Israel.» 

7 Moisés vino, y llamó a los an¬ 
cianos de Israel, y les expuso todas 
estas palabras, como Yave so lo 
había mandado. 8 FJ pueblo todo 
entero respondió: «Nosotros haremos 


(i) Este concepto del sacerdocio y de la 

sintidad del pueblo esti estrechamente ligado 

con el de ser Israel el pueblo primogénito de 

Dios. (4. 23 ) Según el derecho primitivo, el 

sacerdocio estaba vmcuUdo a la primogenitura, 

y por tanto Israel, el primogénito de los pueblos, 

es el pueblo sacerdote que, por consiguiente, 

ha de ser santo. 





ÉXODO, 20 


79 


todo cuanto ha dicho Yave.» Moisés 
fué a transmitir a Yavc las palabras 
del pueblo, 9 y Yavc dijo a Moi¬ 
sés M): «Yo vendré a ti en una 
densa nube, para que vea el pueblo 
que yo hablo contigo, y tenga siem¬ 
pre fe en ti.» Una vez que Moisés 
htfbo transmitido a Yavc las palabras 
del pueblo, 10 Yave le dijo: «Ye al 
pueblo, y santifícalos hoy y mañana. 
Que laven sus vestidos, 11 y estén pres¬ 
tos para el día tercero, porque al 
tercer día bajará Yave a la vista de 
todo el pueblo, sobre la montaña del 
Sinaí. 12 Tú marcarás ul pueblo un 
límite en torno, diciendo: Guardaos 
de subir vosotros a la montaña V de 
tocar el límite, porque quien tocare 
la montaña, morirá. 13 No pondrá 
nadie la mano sobre él, sino que será 
lapidado o asaeteado. Hombre o bes¬ 
tia, no ha de quedar con vida. Cuando 
se toque la trompeta, entonces subi¬ 
rán a la montaña. •> 14 Bajá Moisés 
de la montaña a donde estaba el 
pnehlo, y le santificó, y ellos lavaron 
sus vestidos. 15 Después "dijo al pueblo: 
«Aprestaos durante tres días, y nadie 
toque mujer.» 18 Al tercer día hubo 
truenos y relámpagos, y una densa 
nube sobre la montaña, y un muy 
fuerte sonido de trompetas, y el 
pueblo temblaba en el campamento. 
17 Moisés hizo salir de él al pueblo 
para ir al encuentro de P»os, y se 
quedaron al pie de la montaña. 18 Todo 
el Sinaí humeaba, pues había descen¬ 
dido Yave en medio de fuego, y 
subía el humo, como el humo de un 
horno, y toda lá montaña retemhlaba 
inertemente. 19 El sonido de la trom¬ 
peta se hacía cada vez más fuerte. 
Moisés hablaba, y Yavc le respondía 
con una voz. 20 Desceudió Yave sobre 
13 montaña del Sinaí, sobre la cumbre 
de la montaña, v llamó a Moisés a 
la cumbre, y Moisés subió a ella. 
21 Yave dijo *a Moisés: «Baja, y pro¬ 
híbe terminantemente al pueblo que 
traspase el termino marcado, para 
acercarse a Yave y ver. no vayan a 
perecer muchos de ellos. 22 Que aun 
los sacerdotes, que son los que se 
acercan a Yave, se santifiquen, no 
los hiera Yave.» 23 Moisés dijo a 
Ya*ve: «El pueblo no podrá subir a 


(i) En esta teofanía, como en las siguientes, 

preséntase Dios al pueblo en forma de nube, 

figura que Israel no puede reproducir, queriendo 

Dios con esto confirmar el segundo mandamiento 

del Decálogo, como se nos explica en Deuf. 4. 19. 


la mortaña del Sinaí. pues lo has 
prohibido terminantemente, diciendo 
que señalara un límite en torno a la 
montaña y )a santificara.» 24 Yave 
le respondió* «Ve, baja, y subes luego 
con Arón; pero que los sacerdotes y 
el pueblo no traspasen los términos, 
para acercarse a Yave, no los hiera.» 
25 Moisés bajó y se lo dijo al 
pueblo. 


El Decálogo. 

20 l l Y habló Dios todo esto, di- 
Fcien do: 

2 «Yo soy Yavc, tu Dios, que te 
ha sacado "de la tierra do Egipto, 
de la casa de la servidumbre. 3 Tú 
no tendrás otro dios que a mí. 1 * * * No 
te harás imágenes talladas, ni figu¬ 
ración alguna de lo que hay en lo 
alto en los ciclos, ni de lo que hay 
abajo sobre la tierra, ni de lo que 
hay en las aguas debajo de la tierra. 
5 No te postrarás ante ellas, y no las 
servirás, porque yo soy Yave, tu 
Dios, un Dios celoso, que castiga en 
los hijos las iniquidades de los padres, 
hasta la tercera y cuarta generación 
de los que me odian, 8 y hago miseri¬ 
cordia hasta mil generaciones de los 
que me aman y guardan mis man¬ 
damientos. 

7 No tomarás en falso el nombre 
de Yavc, tu Dios, porque no dejará 
Yave sin castigo al que tome en falso 
su nomhre. 

8 Acuérdate del día del sábado para 
santificarlo. 9 Seis días trabajarás y 
harás tus obras, 10 pero el séptimo 
día es día de descanso, consagrado 
a Yavc, tu Dios, y no harás en él 
trabajo alguno, ni tú, ni tu hija, ni 
tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, 
ni el extranjero que esté dentro de 
-tus puertas; 11 pues en seis días hizo 
Yave los cielos y la tierra, el mar y 
cuanto en ellos se contiene, y el sép¬ 
timo descansó; por oso bendijo Yave 
el día Hel sábado y lo santificó. 

12 Honra a tu padre y a tu madre, 
para que vivas largos años en Ja 
tierra que Yavc, tu Dios, te da. 

13 No matarás. 

14 No adulterarás. 

lñ No robarás. 

18 No testificarás contra tu prójimo 
falso testimonio. 

17 No desearás el bien de tu próji¬ 
mo, ni la mujer de tu prójimo, ni su 
siervo, ni su sierva, ni su buey, ni 






80 


ÉXODO, 21 


su asno, ni nada de cuanto le per¬ 
tenece.» (1). 

18 Todo el pueblo oía los truenos 
y el sonido de la trompeta, y veía 
las llamas y la montaña humeante; 
y atemorizados, llenos de pavor, se 
estaban lejos. 

19 Dijeron a Moisés: «Háblanos tú, 
y te escucharemos; pero que no nos 
hable Dios, no muramos.» 20 Res¬ 
pondió Moisés: «No temáis, que para 
probaros ha venido Dios, para que 
tengáis siempre ante vuestros ojos 
su temor y no pequéis.» 21 El pueblo 
se estuvo" a distancia, pero Moisés 
se acercó ala nube donde estaba Dios. 

22 Í2) Yave dijo a Moisés: «Habla 
así a los hijos de Israel: Vosotros 
mismos habéis visto como os he ha¬ 
blado yo desde el cielo. 23 No os 
hagáis "conmigo dioses de plata, ni 
os hagáis dioses de oro. 24 Me alzarás 
un altar de tierra sobre el cual me 
ofrecerás tus holocaustos, tus hostias 
pacíficas, tus ovejas y tus bueyes. 
En todos los lugares donde yo, haga 
memorable mi nombre, vendré a ti 
y te bendeciré. 2ft Si me alzas altai 
de piedras, no lo harás de piedra* 
labradas, porque al levantar tu cincel 
contra la piedra la profanas. 26 No 
subirás por gradas a mi altar, para 
que no se descubra tu desnudez. 

Leyes respecto de la vida y la 
libertad, 

OI 1 He aquí las leves que les darás: 
^ J 2 Si compras un siervo hebreo, 
te servirá por seis años; al séptimo 


(1) Este decálogo, que contiene los funda 
memos de la ley mosaica, no tiene paralele 
alguno en las religiones gentílicas ni en la filo¬ 
sofía antigua. Fuera del que aquí es el quinto, 
todos sus preceptos tienen forma negativa, 
de prohibición. Tampoco se le ha de considerai 
como idéntico al decálogo cristiano. Es a él 
lo que la ley es al Evangelio. Sus preceptos 
pueden dividirse en tres grupos. El primero, 
que contiene los cuatro primeros preceptos, 
se refiere a Dios, excluyendo toda idolatría, 
las imágenes de Dios en el culto, el perjurio, 
pues el juramento llama, invoca a Dios par 
testigo, y el trabajo en el sábado, que es la pro¬ 
fanación del día por él santificado. El quinto 
precepto prescribe la honra a los padres, y es 
el único a que expresamente se une una pro¬ 
mesa, El tercer grupo se refiere al bien del pró¬ 
jimo, condenando el homicidio, el adulterio, 
el robo, la calumnia, y la codicia de los bienes 
del prójimo, incluyendo en éstos a la mujer. 

(2) El conjunto de leyes comprendido 

entre 20. 22-23. 33* se llama comunmente 

Código de la alianza» 


saldrá libre, sin pagar nada. 1 2 3 Si entró 
solo, solo saldrá; si teniendo mujer, 
saldrá con él su mujer. 4 Pero si el 
amo le dió mujer, y ella le dio a él 
hijos o hijas, la mujer y los hijos 
serán del amo, y él saldrá solo 6 Si 
el siervo dijere: Yo quiero a mi amo, 
a mi mujer y a mis hijos, no quiero 
salir libre; 6 entonces el amo le lle¬ 
vará ante los jueces, y acercándose 
a la puerta de la •"asa o a la jamba 
de ella, le perforará la oreja con un 
punzón, y el siervo lo será suyo de 
por vida. 

7 Si vendiere un hombre a su hija, 
por sierva, no saldrá ésta como los 
otros siervos. 8 Si ella desplace a su 
amo, al que estaba destinada, éste 
permitirá que sea redimida; pero no 
podrá venderla a extraños, después 
de haberla despreciado. 9 Si la des¬ 
tinaba a su hijo, la tratará como se 
trata a los hijos; 10 y si para éste 
tomare otra mujer, proveerá a l a 
sierva de alimento, vestido y lecho . 
11 y sí de estas tres cosas no la pro-’ 
voyere, podrá ella salirse sin pagar 
nada, sin rescate. 

12 Él que hiera mortalmente a otro, 
será castigado con la muerte; 13 pero 
si no pretendía él herirle, y sólo por¬ 
que Dios se lo puso ante la mano le 
hirió, yo le señalaré un lugar donde 
podrá refugiarse. 14 Si de propósito 
mata un hombre a su prójimo tra'do- 
ramente, de mi altar mismo le arran¬ 
carás para darle muerte. 15 El que 
hiera a su padre o a su madre, será 
muerto. 16 El que robe un hombre, 
bájalo vendido o téngalo en su poder, 
será muerto. 17 El que maldijere a 
su padre o a su madre, será muerto. 

18 Si riñen dos hombres, y uno 
hiere al otro con piedra o con el 
puño, sin causarle la muerte, pero 
de modo que éste tuviese que hacer 
cama: 19 si el herido se levanta, y 
puede salir fuera apoyado en su 
bastón, el que le hirió será quito 
pagándole lo no trabajado y lo gas¬ 
tado en la cura. 

20 Si 11110 hiere con palo a su siervo 
o a su sierva, de modo que muriere 
a su mano, se le exigirá responsabi¬ 
lidad; 21 pero si sobreviviere un día 
o dos, no, pues hacienda suya Cra. 

22 Si en riña de hon bres golpeare 
uno a una mujer encinta, y el niño na¬ 
ciere sin más daño, será multado en 
la (..ntidael que el marido de^ la mujer 
pida y decidan los jueces; 23 pero si 
resultare algún daño, entonces dará 





ÉXODO, 22 


81 


vida por vida, 24 ojo por ojo, diente 
por diente, mano por mano, pie por 
pie, 26 quemadura por quemadura, 
herida por herida, cardenal por car¬ 
denal. 

26 Si uno diere a su siervo o a su 
sierva un golpe en un ojo, y se lo 
hiciere perder, habrá de ponerle en 
libertad en compensación del ojo. 
27 Y si le hiciere caer al siervo o a 
la sierva un diente, le dará libertad 
en ‘compensación de su diente. 

28 Si un buey acornea a un hombre 
o a una mujer, y se sigue la muerte, 
el buey será lapidado, no se comerá 
su carne, y el dueño será quito. 
29 Pero si ya de mucho antes el buey 
acorneaba, y requerido el dueño, no 
lo tuvo encerrado, el buey será lapi¬ 
dado, si mata a un hombre o a una 
mujer, pero el dueño será también 
reo de muerte. 30 Si en vez de la 
muerte le pidieran al dueño un pre¬ 
cio como rescate de la vida, pagará 
lo que se le imponga. 31 Si el buey 
hiere a un niño o a una niña, se 
aplicará esta misma ley; 32 pero si 
el herido fuese un siervo o una sierva, 
pagará el dueño treinta sidos de 
plata al dueño del esclavo o de la 
esclava, y el buey será lapidado. 

33 Si uno abre una cisterna, o cava 
una, y no la cubre, y cayere en ella 
un buey o un asno, 34 pagará el 
dueño de la cisterna en dinero el 
precio al dueño de la bestia, pero lo 
muerto será para él. 

36 Si el buey de uno acornea a un 
buey de otro, y éste muere, se ven¬ 
derá el buey vivo, partiéndose el 
precio, y se repartirán igualmente el 
buey muerto. 36 Pero si se sabe que 
el buey acorneaba ya de mucho tiem¬ 
po atrás, y su dueño no lo tuvo ence¬ 
rrado, dará éste buey por buey, y 
el buey muerto será para él. 


Leyes relativas a la propiedad. 

íyey 1 Si uno roba un buey o una 
' oveja, y lo mata o la vende, res¬ 
tituirá cinco bueyes por uno y cuatro 
ovejas por oveja*. 2 Si el ladrón fuere 
sorprendido forzando de noche, y 
fuese herido y muriese, no será el que 
le hiere reo de sangre; 3 pero si hu¬ 
biese ya salido el sol, responderá cíe 
la sangre. 4 El ladrón restituirá; y 
si no tiene con qué, será vendido por 
b» que robó; y si lo que robó, buey., 
asno u oveja", se encuentra todavía 


vivo en sus manos, restituirá ei doble. 
6 Si uno daña un campo o una viña, 
dejando pastar su ganado en el campo 
o en la v'ña de otro, restituirá por 
lo mejor del campo o lo mejor de 
la viña. 

6 Si propagándose un fuego por los 
espinos, quema mieses recogidas o 
en pie, o un campo, el que encendió 
el fuego pagará el daño. 7 Si uno 
da a otro en depósito dinero o uten¬ 
silios, y fueren éstos robados de la 
casa del otro, el ladrón, si es hallado, 
restituirá el doble. 8 Si no parece el 
ladrón, el dueño de la casa se pre¬ 
sentará ante Dios, jurando no haber 
puesto su mano sobre lo ajeno. 9 Toda 
acusación de fraude, sea de buey, de 
asno, de oveja, de vestido, de cual¬ 
quier cosa desaparecida, de que se 
diga, «esto esn, decídase por jura¬ 
mento ante Dios. El que fuere con¬ 
denado restituirá el doble. 

10 Si uno entrega en depósito a su 
prójimo, asno, buey, oveja o cual¬ 
quier otra bestia, y lo depositado 
muere, o se estropea, o es cogido 
por los enemigos, sin que nadie lo 
haya visto, 11 se interpondrá entre 
ambas partes el juramento de Yave, 
de no haber puesto el depositario 
mano sobre el bien de su prójimo. 
El dueño aceptará el juramento, y 
el depositario no será obligado a 
restituir; 12 pero si la bestia le fué 
robada, restituirá al dueño. 13 Ri la 
bestia fuere despedazada, preséntese 
lo destrozado, y no tendrá que res¬ 
tituir. 

14 Si uno pide a otro prestada una 
bestia, y ésta se estropea o muere, 
no estando presente el dueño, el 
prestatario será obligado a restituir; 
15 pero si estaba presente el dueño, 
no tendrá que restituir e) prestata¬ 
rio. Si el préstamo fué por precio, 
reciba el dueño lo estipulado. 

16 Si uno seduce a una virgen no 
desposada, y tiene con ella comercio 
carnal, pagará su dote y la tomará 
por mujer. 17 Si el padre rehúsa 
dársela, el seductor pagará la dote 
que se acostumbra dar por las vír¬ 
genes. 

18 No dejarás con vida a los hechi¬ 
ceros. 

19 El reo de bestialidad será muerto. 

20 Los que ofrezcan sacrificios a 
dioses extraños serán exterminados. 

21 No maltratarás al extranjero ni 
i le oprimirás, pues extranjeros fuisteis 
| vosotros en la tierra de Egipto. 


6 








82 


ÉXODO, 23 


22 No dañarás a la viuda ni al 
huérfano. 23 Si eso haces, ellos cla¬ 
marán a mí, y yo oiré sus clamores: 
24 se encenderá mi cólera y os des¬ 
truiré por la espada, y vuestras mu¬ 
jeres serán viudas, y vuestros hijos, 
huérfanos. 

26 Si prestas dinero a uno de mi 
pueblo, a un pobre que habita en 
medio de vosotros, no te portarás 
con él como acreedor, y no le exigirás 
usura. 

26 Si tomas en prenda el manto de 
tu prójimo, se lo devolverás antes 
de la puesta del sol, 27 porque con 
eso se cubre él, con eso viste su carne, 
y ¿con qué va a dormir? Clamará a iní, 
y yo le oiré, porque soy misericordioso. 

28 No desacreditarás a los jueces, 
ni denigrarás a los príncipes de tu 
pueblo. 

29 No dilatarás ofrecerme las pri¬ 
micias de tus cosechas y de tu lagar. 
IVle darás el primogénito de tus hijos. 
30 Así harás con el primogénito de 
tus vacas y tus ovejas; quedará 
siete días con su madre, y al octavo 
me lo darás. 

31 Sed para mí santos. No comeréis 
la carne despedazada en el campo, 
se la echaréis a los perros. 

23 1 No esparzas rumores falsos. 

No te unas con los impíos para 
testificar en falso. 2 No te dejes arras¬ 
trar a ello por otros. 

En las causas no respondas porque 
así respondan otros; 3 ni aun en las 
de los pobres mentirás por compa¬ 
sión de ellos. 

4 Si encuentras el buey o el asno 
de tu enemigo perdidos, llévaselos. 
5 Si encuentras el asno de tu enemigo 
caído bajo la carga, no pases de 
largo, ayúdale a levantarlo. 

6 No tuerzas el derecho del pobre 
en sus causas. Aléjate de toda men¬ 
tira, y no hagas morir al inocente 
y al justo, porque yo no absolveré 
al culpable. 8 No recibas regalos, 
que ciegan a los prudentes y tuercen 
la justicia. 

9 No hagáis daño al extranjero; 
ya sabéis lo que es un extranjero, 
pues extranjeros fuisteis vosotros en 
la tierra de Egipto. 


Diversas leyes ceremoniales. 

10 Sembrarás tu tierra seis años y 
recogerás sus colchas; 11 al séptimo 


la dejarás descansar, que coman los 
pobres de tu pueblo, y lo que quede 
lo coman las bestias del campo. Eso 
harás también con las viñas y los 
olivares. 

12 Seis días trabajarás, y descan¬ 
sarás al séptimo, para que descansen 
también tu buey y tu asno, y se 
recobre el hijo de tu esclava y el 
extranjero. 

13 Guardad cuanto os he mandado. 
No te acuerdes del nombre de dioses 
extraños, ni se oiga de tus labios. 

14 Tres veces cada año (1) cele¬ 
braréis fiesta solemne. 16 Guarda la 
fiesta de los ácimos, comiendo ácimo 
siete días, como os he mandado, en 
el mes de Abib; pues en esc mes 
saliste de Egipto. No te presenta; 
rás ante mí con las manos vacías 

16 También la solemnidad del co¬ 
mienzo de la recolección, de las pri¬ 
micias de tu trabajo, de cuanto 
hayas sembrado en tus campos. 

17 También la solemnidad del fin 
del año y de la recolección, cuando 
habrás recogido del campo todos sus 
frutos. 18 Tres veces en el año com¬ 
parecerá todo varón ante Yavc, tu 
Dios. 

No acompañarás de pan fermentado 
la sangre de tu víctima, ni dejarás 
la carne de ésta para el día siguiente. 

19 Llevarás a la casa de Yavc, 
tu Dios, las primicias de los frutos 
de tu suelo. 

No cocerás el cabrito en la leche 
de su madre. 

20 Yo mandaré a un ángel ante ti, 
para que te defienda en el camino 
y te haga llegar al lugar que te he 
dispuesto. 21 Acátale, y escucha su 
voz, no le resistas, porque no per¬ 
donará vuestras rebeliones y porque 
lleva mi nombre. 22 Pero si le escu¬ 
chas, y haces cuanto él te diga, 
yo seré el enemigo de tus enemigos, 
y afligiré a los que te aflijan, 23 pues 
mi ángel marchará delante de ti y 
te conducirá a la tierra de los amo- 
neos, de los goteos, de los fcrcceos 
de los cananeos, de los jeveos y de 
los jebuseos, que yo exterminaré. 

(i) Estas fiestas tienen un doble carácter; 
son fiestas agrícolas, y en este aspecto, si no 
todas, alguna se halla entre los pueblos gentiles. 
Para Israel, el principal aspecto es el histórico. 
\a pascua, conmemoración de la salida de Egip¬ 
to; la fiesta de los tabernáculos, memoria de la 
estancia en el desrerio; la de Pentecostés, si no 
lo fué desde el principio, quedó después como 
conmemoración de la promulgación de la ley. 







ÉXODO, 24, 25 


83 


24 No adores sus dioses ni los sirvas; 
no imites sus costumbres, y derriba 
y destruye sus cipos. 26 Servirás a 
Yave, tu Dios, y él bendecirá tu 
pan y tu agua, y alejará de en medio 
de vosotros las enfermedades, 26 y 
no habrá en vuestra tierra mujer 
que se quede sin hijos, ni sea estéril, 
y vivirás largos años. 27 Mi terror 
íe precederá, y perturbaré a todos 
los. pueblos a que llegues, y todos 
tus enemigos volverán ante ti las 
espaldas, 28 y mandaré ante ti tába¬ 
nos, que pondrán en fuga a jeveos, 
cananeos y geteos delante de ti. 

29 No los arrojaré en un solo año, 
no quede la tierra desierta, y se 
multipliquen contra ti las fieras. 

30 Poco a poco los haré desaparecer 
ante ti hasta que crezcas y poseas la 
tierra. 31 Te doy por confines desde 
el Mar Rojo hasta el Mar de Pales¬ 
tina y desde el desierto hasta el río. 
Pondré en tus manos a los habitan¬ 
tes de esa tierra, y los arrojarás 
de ante ti. 32 No pactarás con ellos 
ni con sus dioses; 33 no sea que habi¬ 
tando en tu tierra, te hagan pecar 
contra mí y sirvas a sus dioses, que 
sería tu ruina.» 


Moisés, con I09 ancianos, sube 
al Sinaí. 

¿v 4 1 Dijo también a Moisés: «Sube 
a Yave tú, Arón, Nadab y 
Abiú, con setenta de los ancianos 
de Israel, y adoraréis desde lejos. 

2 Sólo Moisés se acercará a Yave, 
pero ellos no se acercarán, ni subi¬ 
rá con ellos el pueblo.» 3 Vino, pues, 
Moisés, y trasmitió al pueblo todas 
las palabras de Yave y sus leyes, 
y el pueblo a una voz respondió: 
«Todo cuanto ha dicho Yave, lo 
cumpliremos.» 4 Escribió Moisés to¬ 
das las palabras de Yave. Levantóse 
de mañana, y alzó al pie de la mon¬ 
taña un altar y doce piedras, por 
las doce tribus de Israel; 6 y mandó a 
algunos jóvenes, hijos de Israel, y 
ofrecieron a Yave holocaustos, inmo¬ 
laron toros, víctimas pacíficas a Yave. 

6 Tomó Moisés la mitad de la san¬ 
gre, poniéndola en vasijas, y la otra 
mitad la derramó sobre el altar. 

7 Tomando después el Libro de la 
Alianza, se lo leyó al pueblo, que 
respondió: «Todo cuanto dice Yave, 
lo cumpliremos, obedeceremos.» 8 To¬ 
mó él la sangre y aspergió al pueblo, 


diciendo: «Esta es la sangre de la 
alianza que hace con vosotros Yave: 
sobre todas estas palabras.» 9 Subió 
Moisés con Arón, Nadab y Abiú y 
setenta ancianos de Israel, 10 y vieron 
al Dios de Israel. Bajo sus pies había 
como un pavimento de baldosas de 
zafiro, brillantes como el mismo cielo. 
11 No tendió su mano contra los que 
de lejos le vieron. Comieron y be¬ 
bieron. 


Sube Moisés solo a la cumbre 
del Sinaí. 

12 Dijo Yave a Moisés: «Sube a mí 
al monte y estáte allí. Te daré 
unas tablas de piedra, escritas en 
ellas las leyes y mandamientos que 
te he dado, para que se las enseñes.» 

13 Cuando iba á subir Moisés a la 
montaña con Josué, su ministro 

14 dijo a los ancianos: «Esperadnos 
aquí hasta que volvamos. Quedan 
con vosotros Arón y Jur; si alguna 
cosa grave hay, llevadla a ellos.» 

15 Subió Moisés a la montaña, y 
la nube la cubrió. 16 La gloria de Yave 
estaba sobre el monte Sinaí y la 
nube la cubrió durante seis días. 
Al séptimo llamó Yave a Moisés de 
en medio de la nube. 17 La gloria de 
Yave parecía a los hijos de Israel 
como un fuego devorador sobre la 
cumbre de la montaña. 18 Moisés 
penetró dentro de la nube, y subió 
a la montaña, quedando allí cuarenta 
’ías y cuarenta noches. 


Mandato de construir el Taber¬ 
náculo. 


op 1 Yave habló a Moisés, di- 
j£o ciendo: 2 «Di a los hijos de 
Israel que me traigan ofrendas; vos¬ 
otros las recibiréis para mí, de cual¬ 
quiera que de buen corazón las ofrez¬ 
ca. 3 He aquí las ofrendas que reci¬ 
biréis de ellos: oro, plata y bronce; 
4 púrpura violada y púrpura escar¬ 
lata, carmesí; lino fino y pelo de 
cabra; 6 pieles de carnero teñidas de 
rojo y teñidas de violeta; madera de 
acacia; 6 aceite para las lámparas, 
aromas para el óleo de unción, y 
para los incensarios; 7 piedras de 
ónice y otras piedras de engaste 
para el efod y el pectoral. 8 Que me 
hagan un santuario, y habitaré en 
medio de ellos. 9 Os ajustaréis a 






84 


ÉXODO, 25 


cuanto voy a mostrarte como modelo 
del santuario y de sus utensilios (1). 

151 arca, el propiciatorio, los 
querubines. 

10 Se hará un arca de madera de 
acacia, dos codos y medio de larga, 
codo y medio de ancha y codo y 
medio de alta. 

11 La cubrirás de *oro puro, por 
dentro y por iuera, y en torno de 


17 Harás un propiciatorio de oro 
puro, de dos codos y medio de largo 
y un codo y medio de ancho. 18 Harás 
dos querubines de oro, de oro macizo, 
a los dos extremos del propiciatorio, 
19 uno al uno, otro al otro lado de él. 
Los dos querubines estarán a los 
dos extremos. 20 Estarán cubriendo 
cada uno con sus dos alas desde arriba 
el propiciatorio, de cara el uno al 
otro, mirando al propiciatorio. 21 P.on- 
drás el propiciatorio sobre el arca' 



ella pondrás una moldura de oro. 
12 Fundirás para ella cuatro anillos 
de oro, que pondrás en los cuatro 
ángulos, dos de un lado y dos de 
otro. 13 Harás unas barras de madera 
de acacia, y las cubrirás de oro, 
14 y las pasarás por los anillos de los 
lados del arca para que pueda lle¬ 
varse. 1S Las barras quedarán siempre 
en los anillos y no se sacarán. 

16 En el arca pondrás el testimonio 
que yo te daré. 


(i) Fue, pues, construido el tabernáculo 
y sus utensilios con los despojos de Egipto, 
(i2. 34.) Minas de cobre para el bronce las 
había en la península del Sinal, muy conocidas 
y explotadas por los egipcios. 


encerrando en ella el testimonio que 
yo te daré. 22 Allí me encontrarás, 
y de sobre el propiciatorio, de en 
medio de los dos querubines, te 
comunicaré yo todo cuanto para los 
hijos de Israel te mandare (1). 


La mesa. 

23 Harás de madera de acacia una 
mesa de dos codos de largo, un 
codo de ancho y codo y medio de 


(1) Estas palabras expresan un hecho 
fundamentalísimo en la religión mosaica, la 
habitación de Dios en medio de su pueblo, 
hecha sensible en el tabernáculo y después en 























ÉXODO, 26 


8 .”) 


alto; 24 la revestirás de oro puro, y 
harás de ella una moldura de oro 
todo en derredor. 25 Harás también 
un reborde de un codo de alto en 
torno, enguirnaldado de oro. 26 Le 
harás también cuatro anillos de oro, 
que pondrás en los cuatro ángulos, 
cada uno a su pie 27 y por debajo 
de la moldura de oro, para meter 
por ellos las barras, para llevar la 
mesa. 28 Las barras para llevar la 



mesa las harás también de madera 
de acacia y las cubrirás de oro. 
29 Harás también sus platos, sus 
navetas, sus copas, sus tazas para 
las libaciones, 30 y tendrás sobre 
esa mesa perpetuamente ante mí los 
panes de la proposición. 


solo cuerpo, y todo de oro puro, ma¬ 
cizo. 87 Harás para él siete lámparas, 
que pondrás sobre el candelabro, 
para que luzcan de frente. 38 Las 
despabiladeras y la cazoleta donde se 
apaguen los pábilos cortados, serán 



El candelabro de oro. 

31 Harás un candelero de oro puro, 
todo lo harás de oro puro, de oro 
macizo, con su base, su tallo, sus 
cálices, sus globos y sus lirios sa¬ 
liendo de él. 32 Seis brazos saldrán 
de sus lados, tres del uno y tres del 
otro. 33 Tres cálices, a modo de flores 
de almendro; tendrá el primer brazo, 
con sus globos y lirios; tres cálices, 
a modo de flores de almendro, con 
sus globos y lirios, el segundo; y 
lo mismo todos los seis brazos que 
salen del tallo. 34 El tallo llevará 
cuatro cálices, a modo de flores de 
almendro, con sus globos y lirios: 
de cada dos brazos saldrá una flor, 
una sobre los dos inferiores, otra 
sobre los dos siguientes, y otra sobre 
los dos superiores. 36 Todo hará un 


el templo, que la gloria de Dios llena, al inau¬ 
gurarse. Esta es la principal gloria de Israel 
ante las naciones, ser el pueblo de Dios y ser 
Dios el Dios de este pueblo. (Deut. 4. 7.) 


de oro puro, 39 Un talento de oro 
puro se empleará para hacer el can¬ 
delabro con todos sus utensilios. 
40 Mira, y hazlo conforme al modelo 
que en la montaña se te ha mostrado. 


La morada o habitáculo. 

1 La morada la harás de diez 

cortinas; de hilo torzal de lino 
fino, teñido de púrpura violeta, púr¬ 
pura escarlata y carmesí, entretejido 
y representando querubines en tejido 
plumario. 2 Cada cortina tendrá 
veintiocho codos de largo y cuatro 
codos de ancho; todas las cortinas 
tendrán las mismas dimensiones. 3 Las 
unirás de cinco en cinco, 4 y pondrás 
lazos de púrpura violeta en el borde 
de la cortina que termina el primer 
conjunto y lo mismo en el extremo 
del segundo. 5 Cincuenta lazos en el 
borde del primero y cincuenta en el 
borde del segundo, correspondién¬ 
dose los lazos los unos a los otros. 














































ÉXODO, 26 


87 


Pondrás cincuenta anillas en uno 
de los conjuntos de cortinas y cin¬ 
cuenta en el otro, contrapuestas 
entre sí. 6 Harás cincuenta garfios 
de oro, y unirás con ellos una cortina 
a la otra, para que hagan una sola 
morada. 7 Harás también once tapi¬ 
ces de pelo de cabra para el taber¬ 
náculo, que cubrirá la morada. 8 Cada 
tapiz tendrá treinta codos de largo 
y cuatro de ancho. 9 Los unirás en 
dos grupos, uno de cinco y el otro 


sobre ésta, de pieles teñidas de color 
violeta. 16 Harás también para la 
morada tablones de madera de aca¬ 
cia, que pondrás de pie, 16 y tendrán 
cada uno diez codos de largo y codo 
y medio de ancho. 17 En cada uno 
habrá dos espigas paralelas entre sí. 
18 De estos tablones, veinte estarán 
en el lado del austro, hacia el medio¬ 
día. 19 Harás cuarenta basas de plata 
para debajo de los veinte tablones, 
dos basas para debajo de cada tablón, 



de seis, de modo que el sexto tapiz 
del segundo se doble sobre el frente 
del tabernáculo.. 10 Harás cincuenta 
anillos de bronce, para el borde de 
uno de los conjuntos, para que pueda 
unirse al otro, y cincuenta para ej 
borde del otro, para que pueda unirse 
al primero. 11 Harás también cin¬ 
cuenta garfios de bronce, para unir 
anillos con anillos, de modo que todo 
haga un solo tabernáculo. 12 Lo 
que sobresale de los tapices del uno 
que hay más, la mitad del tapiz 
sobrante, penderá sobre la parte pos¬ 
terior de la morada; y la otra mitad, 
13 un codo de un lado, un codo del 
otro, que es lo que sobra de lo largo 
del tabernáculo, se extenderá sobre 
los lados de lo morada, a uno y a 
otro, para cubrirlos. 

14 Harás también para el taber¬ 
náculo una cubierta de pieles de 
carnero, teñidas de escarlata, y otra 


para las dos espigas. 20 En el otro 
lado de la morada, que mira al aquilón, 
liarás otros veinte tablones 21 y cua¬ 
renta basas de plata, dos basas para 
debajo de cada tablón. 22 Al lado 
que mira al occidente pondrás seis 
tablones, 23 y otros dos en cada 
uno de los ángulos posteriores de 
la morada, 24 unidos ambos desde 
abajo hasta arriba, de modo que 
cada dos vengan a hacer un tablón 
angular. 26 Son, pues, entre todos 
ocho tablones con sus dieciseis basas 
de plata. 26 Harás también barras 
traveseras de madera de acacia, 
cinco para los tablones de un lado, 
27 cinco para los del otro, y cincp 
para los tablones de la morada del 
lado que cierra el fondo hacia el 
occidente. 28 La barra travesera de 
en medio, que pasará por el medio 
de los tablones, se extenderá a todo 
lo largo de cada pared, desde el uno 

























































88 


ÉXODO, 26 


al otro extremo. 29 Los tablones los 
recubrirás de oro, y harás de oro 
los anillos en que han de entrar 
las barras traveseras, y éstas las 


-r 



































■ 










































recubrirás también de oro. 30 Toda 
la morada la harás conforme al 
modelo que en la montaña te ha 
sido mostrado. 


El velo de separación en 
la morada. 

31 Haz también un velo de lino 
torzal, de púrpura violeta, púrpura 
escarlata y carmesí, entretejido en 
tejido plumario, figurando queru¬ 
bines. 32 Le colgarás de cuatro colum¬ 
nas de madera de acacia recubier¬ 
tas de oro, provistas de corchetes 
de oro, y sus cuatro basas de plata. 
33 Colgarás el velo de los corchetes, 
y allí, detrás del velo, pondrás el ¡ 


arca del testimonio. 34 El velo ser¬ 
virá para separar el lugar santo del 
lugar santísimo. 36 Pondrás sobre 
el arca del testimonio el propicia¬ 
torio, en el lugar santísimo. La mesa 
la pondrás delante del velo; y frente 
a la mesa, el candelabro. Éste, del 
lado meridional de la morada; la 
mesa, del lado del norte. 




La cortina para la entrada del 
habitáculo. 

36 Harás también para la entrada 
del habitáculo un velo de lino torzal, 













































ÉXODO, 27 <xíi 


púrpura violeta, púrpura escarlata y 
carmesí, entretejido en tejido plu¬ 
mario. 37 Para este velo harás cincoi 
columnas de madera de acacia, recu¬ 
biertas de oro y con corchetes dej 
oro, y fundirás para ellas cinco basas 
de bronce. 


para el altar barras de madera de 
acacia, y las recubrirás de bronce. 
7 Pasarán por sus anillos, y estarán 
a ambos lados del altar cuando haya 
de transportarse. 8 Lo harás hueco, 
en tableros, como en la montaña te 
ha sido mostrado. 



El altar de los holocaustos. 

27 1 Harás un altar de madera 
de acacia de cinco codos de 
largo y cinco de ancho, cuadrado, y 
tres codos de alto. 2 A cada uno de 
sus cuatro ángulos pondrás un cuerno; 
saldrán del altar, y los revestirás 
de bronce. 3 Harás para el altar un 
vaso para recoger las cenizas, paleta, 
aspersorio, tenazas e incensario; todos 
estos utensilios serán de bronce. 
4 Harás para él una rejilla de bronce 
en forma de malla, y a los cuatro 
ángulos de la rejilla pondrás cuatro 
anillos de bronce. 5 La colocarás 
debajo de la corona del altar, a la 
mitad de la altura de éste. 6 Harás 


El atrio. 


9 Harás para la morada un atrio. 
Del lado del mediodía tendrá el atrio 
cortinas de lino torzal, en una exten¬ 
sión de cien codos a lo largo del lado, 

10 y veinte columnas con sus basas 
de bronce. Los corchetes de las co¬ 
lumnas y sus anillos serán de plata. 

11 Lo mismo en el lado del norte, 
tendrá cortinas en un largo de cien 
codos, y veinte columnas con sus 
veinte basas de bronce. Los corchetes 
de las columnas y sus anillos seián 
de plata. 12 Del lado del occidente 
tendrá cortinas a lo largo de cincuenta 
codos, y diez columnas con sus diez 
basas. 13 Del lado de oriente, tendrá 















90 


ÉXODO, 28 


también cincuenta codos 14 y en él 
habrá cortinas, a lo largo de quince 
codos desde un extremo 15 y quince 
desde el otro, con tres columnas y 
tres basas en una parte, y tres co¬ 
lumnas y- tres basas en la otra. 
16 Para la entrada del atrio habrá 
un velo de veinte codos, de lino 
torzal en púrpura violeta, púrpura 
escarlata y carmesí, entretejido en 
tejido plumario, que colgará de cuatro 
columnas con sus cuatro basas. 17 To¬ 
das las columnas que cierran el atrio 
tendrán corchetes de plata y basas 
de bronce. 18 Será el atrio de cien 
codos de largo, cincuenta de ancho 
de ambos lados y cinco de alto, de 
lino torzal y basas de bronce. 

19 Todos los utensilios para el ser¬ 
vicio de la morada, todos sus clavos 
y todos los clavos del atrio serán de 
bronce. 20 Manda a los hijos ele Israel 
que traigan aceite de olivas macha¬ 
cadas, para alimentar continuamente 
la lámpara. 21 En el tabernáculo de 
la reunión, del lado de acá del velo 
tendido delante del testimonio, Arón 
y sus hijos las prepararán, para que 
ardan de la noche a la mañana en 
presencia de Yave. Es ley perpetua 
para los hijos de Israel, de generación 
en generación. 


Las vestiduras sacerdotales. 

1 Y tú haz que se acerque Arón, 
tu hermano, con sus hijos, de en 
medio de los hijos de Israel, para que 
sean mis sacerdotes: Arón y Nadab, 
Abiú, Eleazar e Itamar, hijos de 
Arón. 

2 Harás a Arón, tu hermano, ves¬ 
tiduras sagradas, para gloria y orna¬ 
mento. 3 Te servirás para ello de los 
hombres diestros que ha llenado el 
espíritu de sabiduría, y ellos harán 
las vestiduras de Arón, para consa¬ 
grarle, para que ejerza mi sacerdocio. 
4 He aquí lo que han de hacer: un 
pectoral, un efod, una sobretúnicn, 
una túnica a cuadros, una tiara y un 
ceñidor. 6 Se emplearán para ellas 
oro y telas tejidas en jacinto, púr¬ 
pura y carmesí, y lino fino. 


El efod. 

6 El efod lo harán de oro, e hilo 
torzal de lino, púrpura violeta, púr¬ 
pura escarlata y carmesí, artística¬ 


mente entretejidos. 7 Tendrá dos 
hombreras para unirse la una con 
la otra banda, dos por extremo, y 
así se unirán. 8 El cinturón que lle¬ 
vará para ceñírselo será del mismo 
tejido que él, de lino torzal, oro, 
púrpura violeta, púrpura escarlata 
y carmesí. 9 Toma dos piedras de 
ónice, y graba en ellas los nombres 
de los hijos de Israel, 10 seis de ellos 
en una y seis en la otra, por H orden 
de su generación. 11 La.> tallarás 
como se tallan las piedras preciosas, 
y grabarás los nombres de los hijos 
de Israel, como se graban los sellos; 
y las engarzarás en oro, 12 y las pon¬ 
drás en los hombros del efod, una 
en cada uno, para memoria de los 
hijos de Israel; y así llevará Arón 
sus nombres sobre los hombros ante 
Yave, para memoria. 13 Harás tam¬ 
bién engarces de oro 14 y dos cade¬ 
nillas de oro puro, a modo de cordón, 
y las fijarás en los engarces. 


El pectoral. 

15 Harás un pectoral de juicio, del 
misino tejido del efod, de hilo torzal 
de lino, oro, púrpura violeta, púr¬ 
pura escarlata y carmesí. 16 Será 
cuadrado y doble, de un palmo de 
largo y uno de ancho. 17 Le guarne¬ 
cerás de pedrería en cuatro filas. 
En la primera fila pondrás una 
sardónica, un topacio y una esme¬ 
ralda; 18 en la segunda un rubí, un 
zafiro y un diamante; 19 en la ter¬ 
cera un ópalo, un ágata y una ama¬ 
tista; 20 y en la cuarta un crisólito, 
un ónice y un jaspe. 21 Todas estas 
piedras irán engarzadas en oro, cu¬ 
briendo el pectoral, doce en número 
según el número de los hijos de Is¬ 
rael; como se graban los sellos, así 
se grabará en cada una el nombre de 
cada una de las doce tribus. 22 Harás 
para el pectoral cadenillas de oro 

Í rnro, retorcidas a modo de cordón, 
3 y dos anillos de oro, que pondrás 
a dos de los extremos del pectoral; 
24 pasarán los dos cordones de oro 
por los dos anillos fijados en los extre¬ 
mos del pectoral; 26 y fijarás dos extre¬ 
midades de los cordones a los engarces 
del pectoral y las otras dos extremi¬ 
dades las unes a los engarces de la 
parte anterior de las dos piedras de 
los hombros del efod. 26 Harás otros 
dos anillos de oro, que pondrás a los 
dos extremos inferiores del pectoral, 





ÉXODO, 29 


91 


en el borde interior que se aplica el 
efod, 27 y dos anillos de oro, que pon¬ 
drás en la parte superior de las hom¬ 
breras del efod, por delante, cerca 
de la unión, y por encima del cin¬ 
turón del efod. 28 Se unirá el pectoral 
por sus anillos a los anillos del efod 
con una cinta de jacinto, para que 
quede el pectoral por encima del 
cinturón del efod, sin poder separarse 
de él. 29 Así, cuando entre Arón 
en el santuario, llevará sobre su 
corazón los nombres de los hijos 
de Israel en el pectoral de juicio, 
en memoria perpetua ante Ya ve. 
30 Pondrás también en el pectoral 
de juicio los urim y los tummím , 
para que estén sobre el corazón de 
Alón cuando se presente ante Ya ve, 
y lleve así constantemente sobre su 
corazón ante Yave el juicio de los 
hijos de Israel. 


La sobretúnica. 


31 La tela de la sobretiinica del 
efod la harás toda enteriza de jacinto. 

32 Tendrá en medio una abertura 
para la cabeza, y esta abertura 1 
tendrá todo en torno un refuerzo, 
tejido como el que llevan las orlas 
de los vestidos para que no se rompan. 

33 En la parte inferior pondrás gra¬ 
nadas de jacinto, de púrpura y de¡ 
carmesí, alternando con campani-j 
lias de oro, todo en derredor, 34 una 
campanilla de oro y una granada 
sobre la orla de' la vestidura, todo 
en torno. 35 Arón se revestirá de 
ella para su ministerio, para que se 
haga oír el sonido de las campa¬ 
nillas cuando entre y salga del san¬ 
tuario Yave, y no muera. 


La diadema. 


36 Harás una lámina de oro puro, 
y grabarás en ella como se graban 
los sellos: «Santidad a Yave.» 37 La 
sujetarás con una cinta de jacinto 
a la tiara por delante. 38 Estará 
sobre la frente de Arón, y Arón 
llevará las faltas cometidas en todo 
lo santo que consagren los hijos de 
Israel en toda suerte de santas ofren¬ 
das; estará constantemente sobre la 
frente de Arón ante Yave, para que 
hallen gracia ante él. 


La túnica, ia tiara y los calzones. 

39 La túnica la harás de lino, y 
una tiara también de lino y un cin¬ 
turón de varios colores. 

40 Para los hijos de Arón harás 
túnicas, cinturones y tiaras, para 
gloria y ornamento. 41 De estas ves¬ 
tiduras revestirás a Arón, tu hermano, 
y a sus hijos. Los ungirás, les llenarás 
las manos y los santificarás, para que 
me sirvan de sacerdotes. 42 Hazles 
calzones de lino para cubrir su des¬ 
nudez, que lleguen desde la cintura 
hasta los muslos. 43 Los llevarán Arón 
y sus hijos cuando entren en el ta¬ 
bernáculo de la reunión, y cuando 
se acerquen al altar para servir en 
el santuario; así no incurrirán en 
falta y no morirán. Es ley perpetua 
ésta para Arón y para sus descen¬ 
dientes después de él. 


La consagración de los sacerdotes. 

29 4 He aquí lo que has de hacer 

~' para consagrarlos sacerdotes a 
mi servicio. Tomarás de entre el ga¬ 
nado un novillo y dos carneros, todos 
sin mácula; 2 panes ácimos, tortas 
ácimas, amasadas con aceite, y fri¬ 
suelos ácimos untados de aceite, todo 
ello hecho de flor de harina de trigo; 
3 y lo pondrás todo en un cestillo, 
y lo presentarás así, al tiempo de la 
presentación del novillo y de los dos 
carneros. 4 Haz a Arón y a sus hijos 
avanzar a la entrada del tabernáculo 
de la reunión, y lávalos con agua. 
5 Después, tomando las vestiduras, 
viste a Aróft la túnica, la sobretúníca, 
el efod y el pectoral, y cíñele el efod 
con el cinturón. 6 Pon sobre su cabeza 
la tiara, V en la tiara la lámina de 
la santidad. 7 Toma el óleo de uncio¬ 
nes, derrámalo sobre su cabeza, y 
le ungirás. 8 Haz que se acerquen sus 
hijos, y les revistes las túnicas, 9 los 
ciñes con los cinturones y les pones 
las tiaras. A ellos les corresponderá 
el sacerdocio por ley perpetua. Tú 
instituirás a Arón y a sus hijos. 
10 Trae luego el novillo ante el ta¬ 
bernáculo de la reunión, y Arón y 
sus hijos pondrán sus manos sobre 
la cabeza del novillo. 11 Degüella el 
novillo ante Yave, a la entrada del 
tabernáculo de la reunión; 12 toma 
la sangre del novillo, y con tu dedo 
unta de ella los cuernos del altar, 
v la derramas al píe del altar. 13 Coge 





92 


ÉXODO, 29 


todo el sebo que cubre las entrañas, 
la redecilla del hígado y los dos ri¬ 
ñones con el sebo que los envuelve, 
y lo quemas todo en el altar. 14 La 
carne del novillo, la piel y los excre¬ 
mentos, los quemarás fuera del cam¬ 
pamento. Este es el sacrificio por el 
pecado. 

15 Tomarás luego uno de los car¬ 
neros, y Arón y sus hijos pondrán sus 
manos sobre la cabeza de aquél; 

16 degüella el carnero, y riega con su 
sangre el altar todo en derredor. 

17 Descuartiza el carnero, y lavando 
las entrañas y las piernas, las pones 
sobre los otros trozos y la cabeza, 

18 y lo quemarás todo sobre el altar. 
Es el holocausto a Yave, de suave olor, 
el sacrificio a Yave por el fuego. 

19 Toma luego el otro carnero, y 
Arón y sus hijos le pondrán sus 
manos sobre la cabeza. 20 Degüella 
el carnero, y tomando su sangre, unta 
de ella el lóbulo de la oreja derecha 
de Arón y el lóbulo de la oreja dere¬ 
cha de sus hijos, el pulgar de sus 
manos derechas y el pulgar de sus 
pies derechos, y regarás de sangre el 
altar todo en derredor. 21 Coge de 
la sangre que habrá sobre el altar 
y el óleo de unciones, y asperge a 
Arón y sus vestiduras, y a sus hijos 
y sus vestiduras, y así será consagrado 
él y sus vestiduras, sus hijos y sus 
vestiduras. 22 Coge el sebo del car¬ 
nero, la cola, el sebo que cubre las 
entrañas, la redecilla del hígado, los 
dos riñones con el sebo que los en¬ 
vuelve y la pierna derecha, pues este 
carnero es carnero de inauguración. 

23 También del ccstillo de ácimos 
puesto ante Yave, toma un pan, una 
torta y un frisuelo, 24 y pon todo 
esto en las palmas de las manos de 
Arón y de sus hijos, y haz que las 
agiten como ofrenda agitada ante 
Yave. 25 Luego los cogerás de sus 
manos, y los quemarás en el altar 
encima del holocausto, en suave olor 
ante Yave, para ofrecérselo. 26 To¬ 
marás el medio pecho del carnero de 
inauguración, que sería de Arón, y 
lo agitarás como ofrenda agitada 
ante Yave; esa será tu parte. 27 San¬ 
tificarás el otro medio pecho de agi¬ 
tación y el brazuelo de elevación, que 
han sido agitados y elevados del 
carnero de inauguración, lo que cede 
en favor de Arón y de sus hijos, y 
esa será la parte de Arón y de sus 
hijos. 28 Esa será la parte de Arón 
y sus hijos por ley perpetua que guar¬ 


darán los hijos de Israel, pues es 
ofrenda de elevación, y en los sacri¬ 
ficios eucarísticos de" los hijos de 
Israel, la ofrenda de elevación es 
de Yave. 

29 Las vestiduras sagradas que 
usará Arón, serán después de él las 
de sus hijos; con ellas serán ungidos, 
y con ellas se les llenarán las manos. 
30 Siete días las llevará el que de sus 
hijos sea sacerdote en lugar suyo, 
y entre en el tabernáculo de la reunión 
para ministrar en el santuario. 

31 Tomarás la carne del carnero de 
inauguración, y la harás cocer en 
lugar santo. 33 Arón y sus hijos co¬ 
merán a la entrada del tabernáculo 
de la reunión la carne del carnero y 
los ácimos del ccstillo. 33 Comerán 
lo que ha servido para su expiación, 
para llenarles las manos y consa¬ 
grarlos. No comerá de ello ningún 
extraño, porque son cosas santas. 
34 Si algo queda de las carnes de la 
consagración o de los panes para el 
día siguiente, lo quemarás y no se 
comerá, porque es cosa santa. 

35 Cumplirás respecto de Arón y 
de sus hijos todo cuanto te he man¬ 
dado. 36 Durante siete días los con¬ 
sagrarás, y cada día ofrecerás el no¬ 
villo en sacrificio por el pecado sobre 
el altar, para expiación, y le ungirás 
y le santificarás. 37 Durante siete 
días expiarás el altar y lo santifi¬ 
carás, y el altar será santísimo, y 
cuanto a él toque será santo. 


El holocausto perpetuo. 

38 He aquí lo que sobre el altar 
ofrecerás: dos corderos primales cada 
día perpetuamente, 39 uno por la 
mañana, el otro entre dos luces; 
40 con el primero ofrecerás un décimo 
de harina de flor, amasado con un 
cuarto de hin de aceite de oliva ma¬ 
chacada y una libación de un cuarto 
de hin de vino. 

41 El segundo cordero lo ofrecerás 
entre dos luces, con una ofrenda y 
una libación iguales a las de la ma¬ 
ñana, en olor de suavidad; 42 es sacri¬ 
ficio por el fuego a Yave, holocausto 
perpetuo en vuestras generaciones, a 
la entrada del tabernáculo de la 
reunión, ante Yave, allí donde yo 
me haré presente para hablarte. 43 Allí 
me liaré yo presente a los hijos de 
Israel, y será consagrado por mi glo¬ 
ria. 44 Yo consagraré el tabernáculo 




CXODO, 30 


93 


de la reunión y el altar, y consagraré 
a Arón y a sus hijos para que sean 
sacerdotes a mi servicio. 46 Habitaré 
en medio de los hijos de Israel, y 
seré su Dios. 46 Ellos conocerán que 
yo soy su Dios, que los he sacado 
de la tierra de Egipto para habitar 
entre ellos, yo, Yave, su Dios. 



El altar de los perfumes. 

30 1 Harás también un altar para 
quemar en él el incienso. Lo 
harás de madera de acacia, 2 de un 
codo de largo, un codo de ancho, 
cuadrado, y de dos codos de alto. 
Sus cuernos harán un cuerpo con él. 
3 Lo revestirás de oro puro por arriba, 
por los lados todo en torno y los 
cuernos, y harás todo en derredor 
una moldura de oro. 4 Harás para él 
dos anillos de oro para dos de sus 
lados, que pondrás debajo de la 
moldura a ambos lados, para las 
barras con que pueda transportarse. 
5 Las barras serán de madera de 
acacia, y las revestirás de oro. 6 Co¬ 
locarás el altar delante del velo que 


oculta el arca del testimonio y el 
propiciatorio que está sobre el tes¬ 
timonio, al 1 í donde yo me he de 
encontrar contigo. 7 Arón quemará 
en él el incienso; lo quemará todas 
las mañanas, al preparar las lámpa¬ 
ras, 8 y entre dos luces, cuando las 
ponga en el candelabro. Así se que- 
| mará el incienso ante Yave perpe- 
j tuamente entre vuestros descendien¬ 
tes. 9 No ofreceréis sobre el altar 
ningún perfume profano; ni holocaus¬ 
tos, ni ofrendas, ni derramaréis sobre 
él ninguna libación. 10 Arón hará la 
expiación sobre los cuernos del altar, 
una vez por año, con la sangre de la 
víctima expiatoria; y la expiación la 
hará una vez por año, de generación 
en generación. Este altar es santísimo 
de Yave. 


El rescate de la vida. 

11 Yave habló a Moisés diciendo: 

12 «Cuando enumeres a los hijos de Is¬ 
rael para hacer el censo, cada uno 
ofrecerá a Yave un rescate por su 
vida, para que no sean heridos de 
plaga alguna al ser empadronados. 

13 Lo que dará cada uno que ha de 
comprender el censo será medio sido, 
del peso del sido del santuario, que 
es de veinte güeras , medio sido será 
el don a Yave. 14 Todo hombre com¬ 
prendido en el censo, de veinte años 
para arriba, hará ese don a Yave; 
16 ni el rico dará más, ni el pobre 
menos del medio sido, para pagar el 
don a Yave, como rescate de vues¬ 
tras vidas. 16 Tú recibirás de los hijos 
de Israel este rescate, y lo aplicarás 
al servicio del tabernáculo de la 
reunión; será para los hijos de Israel 
memoria ante Yave en expiación de 
sus vidas.» 


La pila de bronce. 

17 Yave habló a Moisés, diciendo: 
«Haz un pilón de bronce con su base 
de bronce, para las abluciones. Lo 
pondrás entre el tabernáculo de la 
reunión y el altar, y pondrás agua 
en él, 19 de la que tomarán Arón y 
sus hijos para lavarse las manos y 
los pies. 20 Con este agua se lavarán, 
para que no mueran, cuando entren 
en el tabernáculo de la reunión, 
cuando se acerquen al altar para el 
ministerio y para quemar un sacrifi 





























94 


ÉXODO, 31 


cío a Yave. 21 Se lavarán píes y 
manos y así no morirán. Esta será 
ley perpetua para ellos, para Arón 
y su descendencia de generación en 
generación.» 


El óleo de unción.y el timiama. 

22 Yave habló a Moisés, diciendo: 

23 «Toma .aromas; quinientos sidos 
de mirra de primera; la mitad, es 
decir, doscientos cincuenta sidos, 
de cinamomo aromático, y doscientos 
cincuenta sidos de caña aromática; 

24 quinientos sidos de casia, según el 
peso del sido del santuario, y un hin 
de aceite de oliva. 25 Con esto harás 
un aceite para la unción sagrada, y un 
perfume compuesto con arreglo al 
arte de la perfumería, que será el 
óleo para la unción sagrada. 26 Con 
él ungirás el tabernáculo de la reunión, 
el arca del testimonio, 27 la mesa, 
con todos sus utensilios, el candelero, 
con sus utensilios, el altar del incien¬ 
so, 28 el altar de los holocaustos, 
con sus utensilios, y el pilón con su 
base. 29 Así los consagrarás, y serán 
santísimos; cuanto los tocare será 
santo. 30 Con él ungirás a Arón y 
a sus hijos, y los consagrarás para mi 
servicio como sacerdotes. 31 Hablarás 
así a los hijos de Jsrael; ese será el 
óleo de la unción sagrada para mí, 
de generación en generación. 32 No 
se derramará sobre cuerpo de hom¬ 
bre alguno, ni haréis parecido a él 
de la misma composición; será cosa 
sagrada, y como cosa sagrada lo mi¬ 
raréis. 33 Cualquiera que haga otro 
semejante, o de él diere a un profano, 
será borrado de en medio de mi 
pueblo.» 

34 Yave dijo a Moisés: «Toma aro¬ 
mas, cstacte, uña aromática, gálbano 
e incienso purísimo. Aromas e in¬ 
cienso entrarán por cantidades igua¬ 
les, 35 y harás con ellos el timiama, 
compuesto según el arte de perfume¬ 
ría, salado, puro, santo. 38 Lo pulve¬ 
rizarás, y lo pondrás delante del 
testimonio cu el tabernáculo de la 
reunión, donde me he de encontrar 
yo contigo. Será para vosotros cosa 
santísima el perfume que hagas, 37 y 
nadie hará para sí otro de la misma 
composición; lo mirarás como cosa 
sagrada, perteneciente a Yave. 38 Cual¬ 
quiera que haga otro semejante para 
aspirar su aroma, será borrado de 
en medio de su pueblo.» 


Los artífices destinados a la obra. 


31 1 Yave habló a Moisés, dieiende . 

2 «Sabrás que yo llamo por su 
nombre a Bezalel, hijo de Uri, hijo 
de Jur, de la tribu de Judá. 3 Le he 
llenado del espíritu de Dios, de sa¬ 
biduría, de entendimiento y de saber, 
para toda clase de obras, para toda 
suerte de manufacturas, 4 para pro¬ 
yectar, para labrar el oro, la plata 
y el bronce, 5 para tallar piedras y 
engastarlas, para tallar la madera y 
ejecutar trabajos de toda suerte. 6 Le 
asocio Odolias, hijo de Ajisamec, de 
la tribu de Dan. He puesto la sabidu¬ 
ría en el corazón de todos los hom¬ 
bres hábiles, para que ejecuten todo 
lo que te he mandado hacer: 7 el ta¬ 
bernáculo de la reunión, el arca del 
testimonio, el propiciatorio de enci¬ 
ma, y todos los muebles del taber¬ 
náculo; 8 la mesa, con sus utensilios, 
el candelabro de oro, con sus uten¬ 
silios, el altar de lus perfumes, 9 el 
altar de los holocaustos, con sus uten¬ 
silios, la pila con su base, 10 las ves¬ 
tiduras sagradas para Arón y sus 
hijos, para ejercer los ministerios 
sacerdotales; 11 el óleo de unción y 
el timiama aromático para el santua¬ 
rio. Cuanto yo te he mandado hacer, 
ellos lo harán.» 


Renovación de la ley ácl sábado. 


12 Yave habló a Moisés diciendo: 

13 «Habla a los hijos de Israel y diles: 
No dejéis de guardar mis sábados, 
porque el sábado es entre mí y vos¬ 
otros una señal para todas vuestras 
generaciones, para que sepáis que 
soy yo, Yave, el que os santifico. 

14 Guardaréis el sábado, porque es 
cosa santa. El que lo profane será 
castigado con la muerte; el que en él 
trabaje será borrado de en medio 
de su pueblo. 15 Se trabajará seis días, 
pero el día séptimo será día de des¬ 
canso completo) dedicado a Yave. El 
que trabaje en sábado, será castigado 
con la muerte. 16 Los hijos de Israel 
guardarán el sábado y lo celebrarán 
por sus generaciones, ellos y sus des¬ 
cendientes como alianza perpetua; 
17 será entre mí y ellos una señal 
perpetua, pues en seis días hizo Yave 
ios cielos y la tierra, y el séptimo din 
cesó en su obra y descansó.» 







ÉXODO, 32 


U5 


El becerro de oro. 

18 Cuando hubo acabado Yave de 
hablar a Moisés en la montaña del 
Sinaí, le dio las dos tablas del testi¬ 
monio, tablas de piedra, escritas por 
el dedo de Dios. 

1 El pueblo, viendo que Moisés 
áJ* tardaba en bajar de la mon¬ 
taña, se reunió en tomo de Arón y 
le dijo: «Anda, haznos un dios que 
vaya delante de nosotros. Porque ese 
Moisés, ese hombre que nos ha sa¬ 
cado de Egipto, no sabemos qué ha 
sido de él.» 2 Arón les dijo: «Coged 
los anillos de oro que tengan en sus 
orejas vuestras mujeres, vuestros hijos 
y vuestras hijas, y traédmelos.» 3 To¬ 
dos se quitaron los anillos de oro que 
llevaban en las orejas y se los traje¬ 
ron a Arón. 4 El los recibió de sus 
manos, hizo un molde y en él un 
becerro fundido, y ellos dijeron: «Is¬ 
rael, ahí tienes a tu Dios, el que te 
ha sacado de la tierra de Egipto.» 
6 Al ver'esto Arón, alzó un altar ante 
la imagen y clamó: «Mañana habrá 
fiesta en honor de Yave.» 6 Al día 
siguiente levantándose de mañana, 
ofrecieron holocaustos y sacrificios 
eucarísticos, y el pueblo se sentó 
luego a comer y beber, y se levan¬ 
taron después para danzar. 

7 Yave dijo entonces a "Moisés: 
«Ve, baja, que tu pueblo, el que tú 
has sacado de la tierra de Egipto, 
ha prevaricado. 8 Bien pronto se han 
desviado del camino que les prescribí. 
Se han hecho un becerro de metal 
y se han prosternado ante él, di¬ 
ciendo: Israel, ahí tienes a tu dios, 
el que te ha sacado de la tierra de 
Egipto.» Yave dijo a Moisés: «Ya 
veo que este pueblo es un pueblo de 
cerviz dura. 10 Déjame, pues, que se 
desfogue contra ellos mi cólera, y los 
consuma. Yo te haré a ti una gran 
nación.» 11 Moisés imploró a Yave, 
su Dios, y le dijo: «¿Por qué joh 
Yavel vas a desfogar tu cólera contra 
tu pueblo, que sacaste de la tierra 
de Egipto con gran poder y brazo 
fuerte? 12 ¿Por qué habrán de poder 
decir los egipcios: para mal suyo los 
sacó de la tierra de Egipto, para ha¬ 
cerlos perecer en las montañas, y 
para exterminarlos de sobre la tierra? 
Apaga tu cólera, y perdona la ini¬ 
quidad de tu pueblo. 13 Acuérdate 
de Abraham, Isac y Jacob, tus siervos, 
a los cuales jurando por tu nombre, 


dijiste: yo multiplicaré vuestra des¬ 
cendencia como las estrellas del cielo, 
y toda la tierra de que os he hablado 
se la daré a vuestros descendientes 
en eterna posesión.» 14 Y se arre¬ 
pintió Yave del mal que había dicho 
haría a su pueblo. 

16 Volvióse Moisés y bajó de la mon¬ 
taña, llevando en sus manos las dos ta¬ 
blas del testimonio, que estaban escri¬ 
tas de ambos lados, poruña y otra cara. 
16 Eran obra de Dios, lo mismo que 
la escritura grabada sobre las tablas. 

17 Josué oyó el ruido que el pueblo 
hacía lanzando gritos, y dijo a Moi¬ 
sés: «En el campamento resuena ruido 
de batalla.» 18 Moisés respondió: 
«No son gritos de victoria, ni gritos 
de derrota, oigo la voz de los que 
cantan.» 19 Cuando estuvo cerca del 
campamento, vió el becerro y las 
danzas; y encendido en cólera, tiró 
las tablas, y las rompió al pie de la 
montaña. 20 Cogió el becerro que 
habían hecho, y lo quemó, desmenu¬ 
zándolo hasta reducirlo a polvo, que 
mezcló con agua, haciéndosela beber 
a los hijos de Israel. 

21 Moisés dijo -a Arón: «¿Qué te 
ha hecho este pueblo, para que tú 
hayas echado sobre él tan gran pe¬ 
cado?» 22 Arón respondió: «Que no 
se encienda la cólera de mi señor. 
Tú mismo sabes cuán inclinado al 
mal es este pueblo. 23 Me dijeron: 
haznos un dios, que marche delante 
de nosotros, porque ese Moisés, ese 
hombre que nos sacó de la tierra de 
Egipto, no sabemos qué ha sido de él. 
24 Yo les dije: Que los que tienen oro se 
despojen de él, y me lo dieron, lo eché 
al fuego, y de él salló ese becerro.» 

26 Moisés, viendo que el pueblo 
estaba desarmado, pues lo había des¬ 
armado Arón para dejarle a merced 
de quien le atacase, 26 se puso a la 
entrada del campamento, y gritó: 
«jA mí los de Yave!», y todos los 
hijos de Leví se reunieron en torno 
de él. 27 El les dijo: «Así habla Yave, 
Dios de Israel: cíñase cada uno su 
espada sobre su muslo, pasad y re¬ 
pasad el campamento de la una a 
la otra puerta, y mate cada uno a 
su hermano, a su amigo, a su deudo.» 

28 Hicieron los hijos de Leví lo que 
les mandaba Moisés, y perecieron 
aquel día unos tres mil del pueblo. 

29 Moisés les dijo: «Hoy os habéis 
consagrado a Yave, haciéndole cada 
uno oblación del hijo y del hermano; 
por ello recibiréis hoy bendición.» 







ÉXODO, 33, 34 


í)<> 


Intercesión de Moisés por el 
pueblo. 


30 Al día siguiente dijo Moisés al 
pueblo: «Habéis cometido un gran 
pecado. Yo ahora voy a subir a Yave, 
a ver si os alcanzo el perdón.» 31 Vol¬ 
vióse Moisés a Yave, y le dijo: 
«¡Oh, este pueblo ha cometido un 
gran pecado! Se han hecho un dios 
de oro. 32 Pero perdónales su pecado, 
o bórrame de tu libro, del que tú 
tienes escrito.» 33 Yave dijo a Moisés: 
«A él, que ha pecado contra mí, es 
al que borraré de mi libro. 34 Ve 
ahora, y conduce al pueblo a donde 
yo te he dicho. Mi ángel marchará 
delante de ti, pero cuando llegue el 
día de mi visitación, yo los castigaré 
por su pecado.» 35 Así castigó Yave 
al pueblo, por haberse hecho el be¬ 
cerro de oro, que les hizo Arón. 


Orden de partida. 

1 Habló Yave a Moisés, y le 

dijo: «Anda, sube ya de aquí, 
tú y el pueblo que has sacado de 
Egipto, y ve hacia la tierra que con 
juramento prometí yo a Abraham, a 
Isac y a Jacob, diciendo: a tu des¬ 
cendencia se la daré. 2 Yo mandaré 
delante de ti un ángel, que arrojará 
al cananeo, al amorreo, al geteo, al 
fereceo, al jeveo, y al jebuseo. 3 Sube 
a la tierra que mana leche y miel, 
pues yo no subiré en medio de ti, 
porque eres un pueblo de dura cer¬ 
viz, no sea que te destruya en el 
camino.» 4 Al oír estas duras pala¬ 
bras, el pueblo se puso a llorar 
y nadie se vistió sus galas. 6 Entonces 
dijo Yave a Moisés: «Di a los hijos 
de Israel: sois un pueblo de dura 
cerviz, si yo subiera con vosotros os 
aniquilaría. Depon, pues, tus galas, 
V ya sabré yo lo que he de hacer.» 
6 Los hijos de Israel se despojaron 
de sus galas, a partir del monte 
Horeb. 

7 Moisés cogió su tienda y la puso 
fuera del campamento, a alguna dis¬ 
tancia; le dio el nombre de tienda de 
reunión, y todo el que buscaba a Yave 
iba a la tienda de reunión, que estaba 
fuera del campamento. 8 Cuando salía 
Moisés para ir a la tienda, se levan¬ 
taba el pueblo todo, estándose todos 
a la puerta de sus tiendas, y seguían 
con sus ojos a Moisés, hasta que él 
entraba en la suya. 9 Una vez que en¬ 


traba en ella Moisés, bajaba la co 
lumna de nube, y se paraba a la 
entrada de la tienda, y Yave hablaba 
con Moisés. 10 Todo el pueblo, al ver 
la columna de nube parada ante la 
entrada de la tienda, se alzaba, y 
se prosternaba a la entrada de sus 
tiendas. 11 Yave hablaba a Moisés 
cara a cara, como habla un hombre 
a su amigo. Luego volvía Moisés al 
campamento, pero su ministro, el 
joven Josué, hijo de Nun, no se 
apartaba de la tienda. 

12 Moisés dijo a Yave: «Tú me 
dices: haz subir a este pueblo, pero 
no me das a conocer a quién man¬ 
darás conmigo, a pesar de que me 
has dicho: te conozco por tu nombre 
y has hallado gracia a mis ojos. 13 Si, 
pues, en verdad he hallado gracia a 
tus ojos, dame a conocer el camino, 
para que yo, conociéndolo, vea que 
he hallado gracia a tus ojos. Consi¬ 
dera que este pueblo es tu pueblo.» 
14 Yave le respondió: «Iré yo mismo 
contigo y te descansaré.» 45 Moisés 
añadió: «Si no vienes tú delante, no 
nos saques de este lugar, 16 pues 
¿en qué vamos a conocer yo y tu 
pueblo que hemos hallado gracia a 
tus ojos, sino en que marches con 
nosotros, y nos gloriemos yo y tu 
pueblo entre todos los pueblos que 
habitan sobre la tierra?» 17 Dijo Yave 
a Moisés: «También a eso que me 
pides accedo, pues has hallado gracia 
a mis ojos, y te conozco por tu nom¬ 
bre. Yo mismo iré delante de ti y 
te guiaré.» 18 Moisés le dijo: «Mués¬ 
trame tu gloria», 19 y Yave respondió: 
«Yo haré pasar ante ti todo mi bien, 
y pronunciaré ante ti mi nombre, 
Yave, pues yo hago gracia al que 
hago gracia, y tengo misericordia de 
quien tengo misericordia; pero mi 
faz no podrás verla, porque no puede 
verla el hombre y vivir.» 20 Y añadió: 
«Ahí en ese lugar te pondrás conmigo 
sobre la roca. 21 Cuando pase mi 
gloria, yo te meteré en el hueco de 
la roca,' 22 y te cubriré con mi mano 
mientras paso, 23 luego retiraré mi 
mano, y me verás las espaldas, pero 
mi faz no la verás.» 


.Moisés sube <lc nuevo a la cima 
del binai. 


QI 1 Yave dijo a Moisés: «Haz 
^ * dos tablas de piedra como las 
primeras y escribe en ellas lo que 







EXODO, 34 


1)7 


tenían las primeras que rompiste, 
2 y está pronto para mañana subir 
temprano y presentarte a mí en la 
cumbre de la montaña. (i) * 3 Que no suba 
nadie contigo, ni aparezca nadie en 
ninguna parte de la montaña, ni 
oveja, ni buey paste junto a la mon¬ 
taña.» 4 Moisés talló dos piedras 
como las dos primeras, y levantándose 
muy temprano, subió a la montaña 
del Sinaí, como se lo había mandado 
Yave, llevando en sus manos las dos 
tablas de piedra. 

6 Yave descendió en la nube, y 
poniéndose allí con él, pronunció el 
nombre de Yave, 6 y pasando delante 
de él exclamó: «¡Yave, Yavel, Dios 
misericordioso y clemente, tardo a 
la ira, rico en misericordia y fiel, 
7 que conserva su gracia para mil 
generaciones, y perdona la iniquidad, 
la rebelión y el pecado, pero no los 
deja impunes, y castiga la iniquidad 
de los padres en los hijos hasta la 
tercera y cuarta generación!» 8 Moi¬ 
sés se echó en seguida en tierra y 
se prosternó, 9 diciendo: «Señor, si 
he hallado gracia a tus ojos, dígnate, 
Señor, marchar en medio de nos¬ 
otros, porque este pueblo es de dura 
cerviz; perdona nuestras iniquidades 
y nuestros pecados, y tómanos por 
heredad tuya.» 10 Yave respondió: 
«Mira, voy a pactar alianza. Yo haré 
ante todo tu pueblo prodigios, cuales 
no se han hecho jamás en ninguna 
tierra, ni en ninguna nación, para 
que el pueblo que te rodea vea la 
obra de Yave, porque he de hacer 
contigo cosas terribles. 11 Atiende 
bien a lo que te mando hoy: Yo arro¬ 
jaré de ante ti al amorreo, al cana- 
neo, al geteo, al fereceo, al jeveo y 
al jebuseo. 12 Guárdate de pactar 
con los habitantes de la tierra contra 
la cual vas, pues sería para vosotros 
la ruina. 13 Derribad sus altares, 
romped sus cipos, y destrozad sus 
aseras (1). 14 No adores otro Dios 
que yo, porque Yave se llama celoso, 
es un Dios celoso. 15 No pactes con los 
habitantes de esa tierra, no sea que 
al prostituirse ellos ante sus dioses, 
ofreciéndoles sacrificios, te inviten, y 
comas de sus sacrificios, 16 y tomes 
a sus hijas para tus hijos, y sus hijas, 
al prostituirse ante sus dioses, arras¬ 


(i) Grupo de troncos de árboles, con el 

arranque de algunas ramas, que simbolizaba 

un bosque, símbolo a su vez de Astarté, diosa 

de la fecundidad. 


tren a tus hijos a prostituirse también 
ellos ante sus dioses. 

17 No te harás dioses de metal 
fundido. 

18 Guardarás la fiesta de los áci¬ 
mos, durante siete días comerás pan 
ácimo, como te lo he mandado en 
el tiempo señalado, en el mes de 
Abib, pues en ese mes saliste de 
Egipto. 19 Todo masculino que abre 
la vulva es mío: De todos los animales, 
de bueyes, de ovejas, será mío. 
20 El primogénito del asno lo redi¬ 
mirás con una oveja, y si no lo redi¬ 
mes a precio, lo matarás. Redimirás 
al primogénito de tus hijos, y no 
te presentarás ante mí con las manos 
vacías. 

21 Seis días trabajarás, el séptimo 
descansarás; no ararás ni recolec¬ 
tarás. 

22 Celebrarás la fiesta de las sema¬ 
nas, de las primicias de la reco¬ 
lección del trigo, y la solemnidad de 
la recolección de la mies al fin del 
año. 

23 Tres veces al año se prosterna¬ 
rán ante el Señor, Yave, Dios de 
Israel, todos los varones; 24 pues yo 
arrojaré de ante ti las gentes y 
dilataré tus fronteras, y nadie insi¬ 
diará tu tierra mientras subas para 
presentarte ante Yave, tu Dios, tres 
veces al año. 

25 No asociarás a pan fermentado 
la sangre de la víctima, y el sacri¬ 
ficio de la fiesta de la Pascua no lo 
guardarás durante la noche hasta 
el siguiente día. 

26 Llevarás a la casa de Yave, tu 
Dios, las primicias de los frutos de 
tu suelo. 

No cocerás un cabrito en la leche 
de su madre.» 

27 Yave dijo a Moisés: «Escribe 
tú estas palabras, según las cuales 
hago alianza contigo y con Israel.» 

28 Estuvo Moisés allí cuarenta 
días y cuarenta noches, sin comer y 
sin beber, y escribió en las tablas 
los diez mandamientos de la ley. 
29 Cuando bajó Moisés de la montaña 
del Sinaí, traía en sus manos las 
dos tablas del testimonio, y no sabía 
que su faz se había hecho radiante, 
desde que había estado hablando con 
Yave. 30 Arón y todos los hijos 
de Israel, al ver cómo resplandecía 
la faz de Moisés, tuvieron miedo 
de acercarse a él. 31 Llamólos Moisés; 
y Arón y los jefes de la asamblea 
volvieron y se acercaron, y él les 


7 







98 


ÉXODO, 35 


habló. 32 Acercáronse luego todos 
los hijos de Israel, y él les comunicó 
todo lo que le había mandado Yave 
en la montaña del Sinaí. 33 Cuando 
Moisés hubo acabado de hablar, se 
puso un velo sobre el rostro. 34 Al 
entrar Moisés ante Yave para ha¬ 
blar con él, se quitaba el velo hasta 
que salía; después salía para decir 
a los hijos de Israel lo que se le había 
mandado. 35 Los hijos de Israel 
veían la radiante faz de Moisés, y 
Moisés volvía después a cubrir su 
rostro con el velo, hasta que entraba 
de nuevo a hablar con Yave. 


Ofrendas para la construcción 
del tabernáculo. 

1 Convocó Moisés la asamblea 

de todo Israel, y les dijo: «He 
aquí lo que Yave ha mandado hacer: 
2 Seis días trabajaréis, pero el sép¬ 
timo será para vosotros santo, día 
de descanso, consagrado a Yave. 
El que en ese día haga un trabajo 
cualquiera, será castigado con la 
muerte. 8 El sábado no encenderéis 
la lumbre en ninguna de vuestras 
inoradas.» 4 Moisés habló a toda la 
asamblea de los hijos de Israel, y 
les dijo: «He aquí lo que ha mandado 
Yave: 5 Tomad de vuestros bienes, 
para hacer ofrenda a Yave. Ofrezcan 
todos voluntariamente una ofrenda 
de oro, plata, bronce, 6 jacinto, púr¬ 
pura, carmesí, lino, pelo de cabra, 
7 pieles de carnero teñidas de rojo 
y jacinto, madera de. acacia, 8 aceite 
para el candelabro, aromas para el 
óleo de unción y para el timiama, 

9 piedras de ónice y piedras de en¬ 
gaste para el efod y el pectoral. 

10 Cuantos de vosotros sean hábiles, 
vengan para ejecutar todo lo que 
Yave lia mandado; 11 el habitáculo 
con su tabernáculo, su cubierta, sus 
anillos, sus tablones, sus travesanos, 
sus columnas y sus basas; 12 el arca 
y sus barras; el propiciatorio y el 
velo de separación, 13 la mesa con 
sus barras y todos sus utensilios, y 
los panes de la proposición; 14 el can¬ 
delabro con sus utensilios, sus lám¬ 
paras y el aceite para el candelabro; 
15 el altar del timiama y sus barras; 
el óleo de unción y el timiama aro¬ 
mático; la cortina de la puerta de 
entrada al habitáculo; 16 el altar de 
los holocaustos, su rejilla de bronce, 
sus barras y todos sus utensilios; 


la pila y su base; 17 las cortinas del 
atrio, sus columnas, sus basas y la 
cortina para la puerta del atrio; 
18 los clavos del habitáculo y del 
atrio y sus cuerdas; 19 las vestiduras 
sagradas para el servicio en el san¬ 
tuario, las vestiduras sagradas para 
el sacerdote Arón, y las vestiduras 
de sus hijos para los ministerios sa¬ 
cerdotales. » 

20 Una vez que la asamblea de 
Israel salió de la presencia de Moisés, 
vinieron todos los de corazón gene¬ 
roso, 21 y todos aquellos a quienes 
impulsaba su ánimo a ofrecer dones 
a Yave para la obra del tabernáculo 
del testimonio y todo cuanto para 
el culto y las vestiduras sagradas era 
necesario. 22 Vinieron hombres y mu¬ 
jeres, y todos los de ánimo dispuesto 
ofrecieron pendientes, arillos, anillos, 
cadenas, brazaletes y toda suerte 
de objetos de oro, presentando cada 
uno la ofrenda de oro que dedicaha 
a Yave. 23 Cuantos tenían jacinto, 
púrpura, carmesí, lino, pelo de cabra 
y pieles de carnero teñidas de rojo 
y de jacinto, las trajeron. 24 Los que 
tenían plata o bronce se lo trajeron 
a Yave. Lo mismo hicieron los que 
tenían madera de acacia para los 
objetos destinados al culto. 26 Todas 
las mujeres que tenían habilidad para 
ello, hilaron con sus manos lino, y 
trajeron su labor, el jacinto, la púr¬ 
pura, el carmesí y el lino. 28 Todas 
las mujeres hien dispuestas y que 
tenían habilidad para ello hilaron 
pelo de cabra. 27 Los principales del 
pueblo trajeron piedras de ónice y 
piedras de engaste para el efod y el 
pectoral; 28 aromas y aceite para el 
candelabro, para el óleo de unción 
y para el timiama. 29 Todos los hijos 
de Israel, hombres V mujeres de co¬ 
razón bien dispuesto para contribuir 
a la obra que Yave había mandado 
hacer a Moisés, trajeron a Yave 
ofrendas voluntarias. 

30 Moisés dijo a los hijos de Israel: 
«Sabed que Yave ha elegido a Bcsa- 
lel, hijo de Uri, hijo de Jur, de la 
tribu de Judá. 31 El le ha llenado 
del espíritu de Dios, de sabiduría, 
de entendimiento y de saber para 
toda suerte de obras, 83 para pro¬ 
yectar, para trabajar el oro, la plata 
y el bronce, 33 para grabar piedras y 
engastarlas, para tallar la madera 
y hacer toda clase de obras de arte. 
34 El ha puesto en su corazón el don 
de enseñanza, así como en el de 




ÉXODO. 36 


99 


Oliab, hijo de Ajisamec, de la tribu 
de Dan. 36 El les ha llenado de inte¬ 
ligencia, para ejecutar toda obra de 
escultura de arte, para tejer en diver¬ 
sos dibujos el jacinto, la púrpura, el 
carmesí y el lino, para ejecutar toda 
suerte de trabajos y para proyectar 
combinaciones. 

q/- 1 Besalel, Oliab y todos los 
Ou hombres hábiles, en cuyo co¬ 
razón había puesto Yave inteligencia, 
y se sentían impulsados en su corazón 
para trabajar en esta obra, hicieron 
lo destinado al servicio del santuario 
como Dios se lo había mandado a 
Moisés. 2 Llamó Moisés a Besalel y 
Oliab y a todos los hombres hábiles 
en quienes había puesto Yave enten¬ 
dimiento y corazón dispuesto- a po¬ 
nerse a la obra para realizarla, 3 y 
ellos tomaron de Moisés los dones 
que los hijos de Israel habían traído 
para ejecutar las obras destinadas 
al servicio del santuario, y cada 
mañana seguía el pueblo trayendo a 
Moisés sus voluntarias ofrendas. 

4 Pero un día los que hacían las obras 
para el santuario dejaron el trabajo 

5 y vinieron a decir a Moisés: «El 
pueblo trae bastante más de lo que 
se necesita para hacer lo que el Señor 
ha mandado»; 6 y Moisés hizo publi¬ 
car en el campamento que ninguno, 
hombre ni mujer, trajera ya más 
dones para el santuario, y se impidió 
al pueblo traer más. 7 Lo reunido 
bastaba y sobraba para todo lo que 
había de hacerse. 


Construcción de todo lo mandado. 

8 Los hombres hábiles, de los que 
trabajaban en la obra, hicieron el 
habitáculo de diez cortinas de hilo 
torzal, de lino jacinto, púrpura y 
carmesí, con querubines, en un artís¬ 
tico tejido. 9 El largo de cada cor¬ 
tina era de veintiocho codos, y el 
ancho de cuatro, todas de las mis¬ 
mas medidas. 10 Uniéronse cinco de 
estas cortinas en un conjunto y cinco 
en otro. 11 Se pusieron los lazos de 
jacinto al borde de la cortina que 
terminaba el primer conjunto, y lo 
mismo se hizo al borde de la última 
cortina del segundo. 12 Cincuenta 
lazos para la primera cortina y otros 
cincuenta para el borde de la última 
del segundo conjunto, correspon¬ 
diéndose los lazos unos con otros. 


13 Se hicieron cincuenta garfios de 
oro con los que se unían unas o. 
otras las cortinas, de modo que c! 
habitáculo hiciera un solo todo. 14 Se 
hicieron los tapices de pelo de cabra, 
para servir de tabernáculo sobre el 
habitáculo; 16 cada uno de treinta 
codos de largo y cuatro de ancho; 
todos de la misma medida. Se unie¬ 
ron estos tapices, cinco en una parte 
y seis en otra. 17 Se pusieron cincuenta 
lazos en el borde de la cortina que 
terminaba una parte y cincuenta 
en el borde de la que terminaba la 
otra, 18 y cincuenta garfios de bronce 
para unir las cortinas, de modo que 
formase un solo todo. 19 Se hizo para 
el tabernáculo una cubierta de pieles 
de carnero teñidas de rojo, y encima 
otra de pieles de carnero teñidas de 
jacinto. 

20 Hiciéronse los tablones para el 
habitáculo; eran de madera de acacia, 
para ponerse de pie; 21 cada uno de 
diez codos de largo y codo y medio 
de ancho. 22 Cada tablón tenía dos 
espigas, cerca una de otra, y así 
se hicieron todos los tablones del 
habitáculo. 23 Se hicieron veinte 
tablones para el habitáculo para el 
costado del mediodía, a la derecha. 
24 Se pusieron las cuarenta basas de 
plata debajo de las veinte planchas, 
dos para cada una, para sus dos es¬ 
pigas. 26 Para el segundo costado, el 
del norte, se hicieron otros veinte 
tablones 26 con sus cuarenta basas 
de plata, dos para debajo de cada 
uno. 27 Se hicieron seis tablones para 
el fondo del habitáculo, al lado de 
occidente, 28 y dos para los ángulos 
del habitáculo en el fondo; 29 eran 
dobles desde la basa hasta arriba, 
junto al primer anillo; así se hicieron 
estas planchas para los dos ángulos. 

30 Había, pues, ocho tablones con 
dieciséis basas, dos bajo cada tablón. 

31 Se hicieron cinco travesados de 
madera de acacia para los tablones 
de un costado del habitáculo, 32 cinco 
para el otro costado y cinco para los 
del fondo, del lado de occidente. 
33 El travesado de en medio se exten¬ 
día a todo lo largo de los tablones del 
uno al otro extremo. 34 Se revistieron 
de oro Jas tablas, y se hicieron de 
oro los anillos por donde pasaban 
las barras traveseras, y se revistieron 
éstas de oro. 36 Se hizo el velo de 
jacinto, púrpura, carmesí c hilo de 
lino torzal, con querubines trazados 
en un artístico tejido. 36 Se hicieron 





100 


ÉXODO, 37, 38 


para él cuatro columnas de madera 
de acacia revestida de oro, con gar¬ 
fios de oro, y se fundieron para ellas 
cuatro basas de plata. 

37 Se hizo para la entrada del taber¬ 
náculo un velo de jaciuto, púr¬ 
pura, earmesí e hilo torzal, en tejido 
de vario dibujo. 38 Se hicieron para 
este velo cinco columnas con sus 
garfios, revistiendo de oro los capi¬ 
teles y los anillos, siendo de bronce 
las cinco basas. 

>y-r 1 Besalel hizo el arca de madera 

•I ^ de acacia, de dos codos y medio 
de largo y uno y medio de ancho 
y uno y medio de alto. 2 La revistió 
de oro puro por dentro y por fuera 
e hizo en ella una moldura todo 
en derredor. 3 Fundió para ella cuatro 
anillos de oro, poniéndolos a sus 
cuatro pies, dos a un lado y dos al 
otro. 4 Hizo las barras de acacia, 
y las revistió de oro, 5 y pasó las 
barras por los anillos de los lados 
para poder llevarla. 6 Hizo el pro¬ 
piciatorio de oro puro, de dos codos 
y medio de largo y codo y medio de 
ancho; 7 y los dos querubines de 
oro, de oro macizo, haciendo un 
cuerpo con los dos extremos del pro¬ 
piciatorio; 8 los dos querubines salían 
del propiciatorio mismo en sus dos 
extremos; 9 tenían las alas desplega¬ 
das hacia lo alto y eubrían con ellas 
el propiciatorio, de cara el uno al 
otro y con el rostro vuelto hacia el 
propiciatorio. 10 Hizo la mesa de 
madera de acacia, de dos codos y 
medio de largo, un codo de ancho y 
codo y medio de alto. 11 La revistió 
de oro puro, e hizo la moldura todo 
en derredor. 12 Hizo el reborde de oro 
de un codo de alto, y en él una mol¬ 
dura de oro todo en derredor. 13 Fun¬ 
dió para la mesa cuatro anillos de 
oro, y los puso a los cuatro pies de 
ella. 14 Los anillos estaban cerca del 
reborde, y servían para recibir las 
barras con que transportarla. 15 Hizo 
las barras de acacia y las revistió 
de oro; servían para llevar la mesa. 
10 Hizo todos los utensilios de la 
mesa, sus platos, sus cazoletas, sus 
copas y sus tazas para las libaciones, 
todo de oro puro. 

17 Hizo de oro puro el candelabro, 
con su pie y su tallo era de oro ba¬ 
tido; sus cálices, sus globos, y sus 
lirios hacían cuerpo con él. 18 De 
su tallo salían seis brazos, tres de 
un lado y tres de otro. 19 Tenia en 


f el primer brazo tres cálices' de flor 
de almendro, figurando un botón 
| que se abre, y otros tres de la misma 
forma en el segundo brazo, y lo 
mismo en todos los seis brazos que 
salían del candelabro. 20 En el tallo 
del candelabro había otros euatro 
cálices de flor de almendro figu¬ 
rando un botón que se abre, 21 el 
primero en el arranque de los dos 
primeros brazos, el segundo en el de 
los dos siguientes, y otro en el arranque 
de los dos últimos. 22 Los brazos v 
sus cálices hacían todos un cuerpo 
1 con el candelabro, y todo él era una 
! sola masa de 'oro macizo. 23 Hizo 
1 siete lámparas con sus despabila¬ 
deras y su plato, de oro puro todo. 
24 Se empleó para hacer el cande¬ 
labro y sus utensilios un talento de 
oro puro. 25 Hizo el altar del timiama, 
de madera de acacia, de un codo de 
largo, un codo de ancho, cuadrado, 
y dos codos de alto; sus cuernos ha¬ 
cían con él un solo cuerpo; 26 le re¬ 
vistió de oro puro por encima, por 
I los lados, todo en derredor, y los 
cuernos, y le adornó con una mol¬ 
dura de oro puro todo en derredor. 

27 Por debajo de la moldura colocó 
| los anillos de oro a los dos ángulos, 

dos en cada lado para recibir las 
barras que servían para transportarlo. 

28 vHizo las barras de madera de aca¬ 
cia y las revistió de oro. 29 Hizo 
también el óleo de unción y el ti¬ 
miama, según las reglas del arte 
de la perfumería. 

»>p 1 Hizo el altar de los holocaus¬ 

to tos, de madera de acacia, de cin¬ 
co codos de largo, cinco de ancho 
cuadrado y tres codos de alto. 
2 A los cuatro ángulos hizo los cuer¬ 
nos formando con él un solo cuerpo, 
y lo revistió de bronce. 3 Hizo todos 
sus utensilios, los vasos para la ce- 
, niza, las palas, las bandejas, los tene¬ 
dores y los braseros. Todos estos 
utensilios eran de bronce. 4 Hizo para 
el altar una rejilla de bronce, a modo 
de malla, y la colocó debajo de la 
cornisa del altar, hacia la mitad de 
él, por debajo. 5 Fundió cuatro 
anillos para las cuatro puntas de 
la rejilla de bronce, para recibir 
las barras. 6 Hizo las barras de madera 
de acacia, y las revistió de bronce, 

7 y pasó las barras por los anillos a 
los dos lados del altar, para trans 
portarlo. Le hizo hueco, en tableros. 

8 Hizo la pila de bronce, con su has». 




EXODO. 39 


101 


de bronce, con los espejos de las 
mujeres que velaban a la entrada 
del tabernáculo de la reunión. 

9 Hizo el atrio. Las cortinas del 
atrio para el lado del mediodía, a la 
derecha, eran de lino torzal y de cien 
codos de largo. 10 Había veinte co¬ 
lumnas con sus veinte basas de bronce. 
Los garfios de las columnas y sns 
anillos eran de plata. 11 Del lado del 
norte había cien codos de cortina 
basas de bronce. Los garfios de las I 
columnas y los anillos eran de plata. 

12 Del lado de occidente había cin- ' 
cuenta codos de cortina y diez colum¬ 
nas con sus diez basas. 13 En el lado 
de delante, al oriente, había cin¬ 
cuenta codos; 14 quince codos de 
cortina de una parte y tres columnas 
con sus basas 16 y quince codos de 
cortina de la otra, con tres columnas 
y tres basas; una parte a un lado de 
la entrada del atrio, la otra al otro. 

16 Todas las cortinas que cerraban 
el atrio eran de hilo de torzal de lino; 

17 las basas de las columnas, de bronce; 
los garfios y los anillos, de plata; ¡ 
y los capiteles estaban revestidos de 
plata. 18 La cortina de la entrada 
del atrio estaba tejida en vario di¬ 
bujo, en hilo torzal, jacinto, púr¬ 
pura y carmesí; era de veinte codos 
de largo y cinco de alto en lo ancho, 
según la medida de las otras cortinas 
del atrio. 19 Sus Cuatro columnas y 
sus cuatro basas, de bronce; los gar¬ 
fios y los anillos, de plata, y los capi¬ 
teles, revestidos de plata. 20 Todos los 
clavos para el habitáculo y el recinto 
del atrio eran de bronce. 

21 He aquí el cómputo de lo em¬ 
pleado para el habitáculo; el habi¬ 
táculo del testimonio, hecho por los 
levitas, de orden de Moisés y bajo 
la dirección de Itamar, hijo del sa¬ 
cerdote Arón. 22 Besalel, hijo de Uri, 
hijo de Jur, de la tribu d Judá, hizo 
cuanto Ya ve había mandado a Moi¬ 
sés, 23 teniendo por ayudante a Oliab, 
hijo de Ajisamec, de la tribu de Dan, 
hábil escultor, dibujante, para tejido 
en vario dibujo en jacinto, púrpura, 
y carmesí, de lino torzal. 24 El total 
del oro empleado en la obra del san¬ 
tuario, producto de las ofrendas, 
veintinueve talentos con setecientos 
treinta sidos, según el peso del sido 
del santuario. 26 La plata de los de la 
asamblea que fueron incluidos en 
el censo se elevó a cien talentos y 
mil setecientos setenta y cinco sidos, 
según el peso del sido del santuario. 


26 Era un beca por cabeza, medio 
sido, según el sido del santuario, 
para cada hombre comprendido en 
el censo, de veinte años para arriba, 
o sea de seiscientos tres mil qui¬ 
nientos cincuenta. 27 Los cien talen¬ 
tos de plata se emplearon para fundir 
las basas del santuario, las del velo; 
cien basas, un talento por basa. 
28 Con los mil setecientos setenta y 
cinco sidos se hicieron los garfios 
para las columnas, y se revistieron 
los capiteles. 29 El bronce ofrendado 
subió a setenta talentos y dos mil 
cuatrocientos sidos. 30 De él se hi¬ 
cieron las basas de la entrada del 
tabernáculo de la reunión, el altar 
de bronce con su rejilla, y todos 
sus utensilios, 31 las basas del re¬ 
cinto del atrio y los de la puerta, 
y todas las otras piezas de bronce 
del habitáculo y del recinto del 
atrio. 

OQ 1 Con el jacinto, la púrpura y 
^ ’ el carmesí se hicieron las vesti¬ 
duras sagradas para el ministerio 
del santuario; las vestiduras sagra¬ 
das de Arón, como lo había manda¬ 
do Yave: 2 el efod, de oro, hilo tor¬ 
zal de lino, jacinto, púrpura y car¬ 
mesí, en obra plumaria. 3 Laminó el 
oro, y cortó las láminas en hilos 
para entretejerlos con el jacinto, 
la púrpura y el carmesí, en obra 
plumaria; 4 las dos hombreras que 
unían una a otra las dos bandas por 
dos extremos; 6 la faja del efod que 
éste lleva unida y es del mismo tejido, 
oro, jacinto, púrpura y carmesí. 

6 Talló dos piedras de ónice, encerra¬ 
das en dos cápsulas de oro, para el 
engaste, y con los nombres de los 
hijos de Israel grabados según el 
arte de los grabadores de sellos, 

7 y los puso a los hombros del efod, 
para memoria de los hijos de Israel, 
como a Moisés se lo mandó Yave. 

8 Se hizo el pectoral, artísticamente 
trabajado, del mismo tejido del efod, 
oro, jacinto, púrpura y carmesí, en 
hilo torzal de lino. 9 Era cuadrado 
y doble, de un palmo de largo y 
uno de ancho, doble. 10 Se le guarne¬ 
ció de cuatro filas de piedras; en 
la primera fila una sardónice, un 
topacio y una esmeralda; 11 en la 
segunda un rubí, un zafiro y un dia¬ 
mante; 12 en la tercera un ópalo, un 
ágata y una amatista; 13 y en la 
cuarta un crisólito, una ónice y un 
jaspe. 14 Las piedras estaban engas- 





102 


ÉXODO, 40 


tadas en cápsulas de oro y corres¬ 
pondían a los nombres de los hijos 
de Israel, las doce según,sus nombres, 
grabados en ellas como se graban los 
sellos, un nombre en cada una. 15 Se 
hicieron para el pectoral cadenillas 
de oro torcidas en forma de cordones; 

16 dos cápsulas de oro y dos anillos 
de oro, y se pusieron los anillos a 
los extremos superiores del pectoral. 

17 Se pasaron los dos cordones de 
oro por los dos anillos de los extremos 
del pectoral a las dos cápsulas colo¬ 
cadas delante de las hombreras del 
efod. 16 Se fijaron estos dos cordones 
a las dos cápsulas puestas en las 
hombreras del efod. 19 Se hicieron 
otros dos anillos de oro, que se pu¬ 
sieron a los extremos inferiores del 
pectoral, en el borde inferior al efod 
por de fuera, 20 cerca de la unión, 
por encima de la cintura del efod, 
21 y fijaron el pectoral, uniéndole 
por sus anillos a los anillos del efod 
con una cinta de jacinto, para que 
se sostuviese el pectoral sobre la 
cintura del efod, sin separarse de él, 
como Yave se lo había mandado a 
Moisés. 

22 Se hizo la sobretúnica del efod, 
toda de una pieza, tejida en jacinto. 
23 Tenía en medio una abertura seme¬ 
jante a la de una cota y con un re¬ 
borde todo en torno para que no 
se rasgase. 24 Se pusieron en la orla 
inferior granadas de jacinto, de púr¬ 
pura y carmesí, en hilo de lino torzal, 
25 y se hicieron las campanillas de oro 
puro, poniéndolas entre las grana¬ 
das, en el borde inferior de la ves¬ 
tidura, todo en derredor, 26 una cam¬ 
panilla y una granada, una campani¬ 
lla y una granda, en el borde de la 
vestidura todo en derredor, para el 
ministerio, como se lo había man¬ 
dado Yave a Moisés. 

27 Se hicieron las túnicas de lino 
tejidas para Arón y sus hijos; 26 las 
tiaras de lino para el ministerio; los 
calzones de hilo torzal de lino; 29 el 
cinturón de torzal de lino, jacinto, 
púrpura y carmesí en tejido plumario, 
como se lo había mandado Yave a 
Moisés. 

30 Hicieron de oro puro la lámina, 
diadema sagrada y grabaron en ella, 
como se graban los sellos, «Santi¬ 
dad a Yave», 31 y se la ató con una 
cinta de jacinto a la tiara, arriba, como 
se lo había inandado Yave a Moisés. 

32 Así se acabó toda la obra del 
habitáculo y del tabernáculo de la 


reunión, y los hijos de Israel hicieron 
todo lo que Yave había mandado a 
Moisés. 


Presentación de toda la obra a 
MoUés. 

33 Presentaron a Moisés el habi¬ 
táculo, el tabernáculo y todos los 
objetos que hacían parte de ellos, 
los garfios, las tablas, los travesados, 
las columnas y las basas, 34 la cubierta 
de pieles de carnero teñidas de rojo, 
la cubierta de pieles teñidas de ja¬ 
cinto, y el velo de separación; 34 el 
arca del testimonio con sus barras 
y el propiciatorio; 36 la mesa con 
todos sus utensilios, y los panes de 
la proposición; 37 el candelabro de 
oro puro con sus lámparas: las lám¬ 
paras que se habían de poner en él; 
todos sus utensilios y el aceite para 
las lámparas; 38 el altar de oro, el 
óleo de unción y el timiama; el velo 
para la entrada del tabernáculo; el 39 
altar de bronce, sus barras y todos 
sus utensilios; la pila con su base, 
40 las cortinas del atrio, sus columnas, 
sus basas; la cortina de la entrada 
del atrio, sus cuerdas y sus clavos 
y todos los utensilios para el servicio 
del habitáculo, para el tabernáculo 
de la reunión; 41 las vestiduras sagra¬ 
das para el servicio del santuario, 
las del sacerdote Arón y las de sus 
hijos para las funciones sacerdotales. 
42 Los hijos de Israel habían hecho to¬ 
das sus obras conforme a lo que Yave 
había mandado a Moisés. 43 Moisés lo 
examinó todo, viendo lo que habían 
hecho, y todo lo habían hecho como 
Yave se lo había mandado, y Moisés 
los bendijo. 

Alza Moisés el tabernáculo. 

40 1 ^ avc l lab ló a Moisés, dieien- 
do: 2 «El día primero del mes 
prepararás el habitáculo y el taber¬ 
náculo de la reunión, 3 y pondrás en 
él el arca del testimonio y la cubri¬ 
rás con el velo; 4 llevarás la mesa y 
dispondrás lo que en ella se ha de 
proponer; llevarás el candelabro, y 
colocarás en él las lámparas; 6 pon¬ 
drás el altar de oro para el timiama 
delante del arca del testimonio, y 
colocarás el velo a la entrada del 
habitáculo del tabernáculo de la 
reunión. ® Pondrás el altar de los 
holocaustos delante de la entrada 




ÉXODO, 40 


103 


d.cl tabernáculo de la reunión. (i) * * * * * 7 Pon¬ 
drás la pila entre el tabernáculo de 
la reunión y el altar, y echarás agua 
en ella; 8 alzarás el atrio en torno, 
v pondrás la cortina a la entrada del 
atrio. 9 Tomarás óleo de unción, un¬ 
girás el habitáculo y cuanto en él se 
contiene; lo consagrarás con todos 
sus utensilios y será santo; 10 ungi¬ 
rás el altar de Los holocaustos y todos 
sus utensilios; consagrarás el altar 
y será santísimo; 11 ungirás la pila 
con su base, y la consagrarás 12 Harás 
avanzar a Arón y a sus hijos cerca 
de la entrada del tabernáculo, y los 
lavarás con el agua; 13 y luego reves¬ 
tirás a Arón de sus vestiduras sagra¬ 
das, y le ungirás, y le consagrarás, 
y será sacerdote a mi servicio; 14 harás 
acercar a sus hijos, y después de re¬ 
vestirlos de sus túnicas, 15 los ungirás 
como ungiste al padre, y serán sacer¬ 
dotes a mi servicio. Esta unción los 
ungirá sacerdotes perpetuamente entre 
sus descendientes.« 

16 Moisés hizo todo lo que le or¬ 
denó Yave; como se lo ordenó, así 
lo hizo. 

17 El día primero del año segundo 
fué alzado el tabernáculo; 18 Moisés 
lo alzó, puso los tablones, las barras, 
los travesanos, y alzó las columnas; 

19 extendió el tabernáculo sobre el 
habitáculo, y puso por encima la 
cubierta del tabernáculo como se lo 
había mandado Yave a Moisés. 

20 Tomó el testimonio y lo puso dentro 
del arca, y puso las barras del arca, 
y encima de ella el propiciatorio. 

21 Llevó el arca al habitáculo, y ha¬ 
biendo colocado el velo de separa¬ 
ción, ocultó el arca del testimonio, 
como Yave se lo había mandado a 
Moisés. 

22 Puso la mesa en el tabernáculo 
de la reunión, al lado norte del habi¬ 
táculo por delante del velo, 23 y dis¬ 
puso en ella los panes, como Yave 
se lo había mandado a Moisés. 24 Puso 
el candelabro en el tabernáculo de 
la reunión, frente por frente de la 
mesa, al lado meridional del habi¬ 
táculo, 26 y colocó en él las lámparas, 
como Yave se lo había mandado a 


Moisés. 26 Puso el altar de oro en e 
tabernáculo de la reunión, delante 
del velo, 27 y quemó sobre él el 
titiama, como Yave se lo había man¬ 
dado a Moisés. 28 Puso la cortina a 
la entrada del habitáculo. 29 Colocó 
el altar de los holocaustos a la en¬ 
trada del habitáculo, y ofreció el ho¬ 
locausto y la oblación, como Yave 
se lo había mandado a Moisés. 30 Puso 
la pila entre el tabernáculo de la 
reunión y el* altar, y echó agua en 
ella para las abluciones; 31 Moisés, 
Arón y sus hijos se lavaron en ella 
manos y pies. 32 Siempre que entra¬ 
ban en el tabernáculo de la reu¬ 
nión y se acercaban al altar, se la¬ 
vaban, como Yave se lo había man¬ 
dado a Moisés. 33 Alzó el atrio en 
torno del habitáculo y del altar, y 
puso la cortina a la entrada del atrio. 
Así acabó Moisés su obra. 


La gloría de Dios llena 
el tabernáculo. 

34 Entonces la nube cubrió el ta¬ 
bernáculo de la reunión, y la gloria 
de Yave llenó el habitáculo. 35 Moi¬ 
sés no podía ya entrar en el taber¬ 
náculo de la reunión, porque estaba 
encima la nube, y la gloria de Yave 
llenaba el habitáculo {1). 

38 Todo el tiempo que los- hijos de 
Israel hicieron sus marchas, se ponían 
en movimiento cuando se alzaba la 
nube sobre el tabernáculo, 37 y si la 
nube no se alzaba, no marchaban, 
hasta el día en que se alzaba. 38 Pues 
la nube de Yave se posaba durante 
el día sobre el habitáculo, y durante 
la noche la nube se hacía ígnea a la 
vista de todos los hijos de Israel, 
todo el tiempo que duraron sus 
marchas. 


(i) La gloria de Dios en forma de nube 

llena el tabernáculo, como llenará luego el 

templo. Es como la toma de posesión de éstos 

por Dios y una forma sensible de su habitación 

en medio del pueblo. Así Israel, a quien se le 

prohibe toda representación sensible de la 

divinidad, tiene algo sensible en que apoyar 

su fe. 












L E V I T I C O 


Leyes acerca de los holocaustos. 

I 1 Llamó Yave a Moisés y le habló 
desde el tabernáculo de la reunión, 
diciendo: 2 «HabIa a los luios de Is¬ 
rael, y diles: Quien de vosotros ofre¬ 
ciere a Yave una ofrenda de reses (1) 
ofrecerá ganado mayor o ganado 
menor. 3 Si su ofrenda es de holo¬ 
causto de ganado mayor, será de un 
macho inmaculado; lo traerá a la 
puerta del tabernáculo del testimo¬ 


(i) El sacrificio es la oblación hecha a 

Dios de un ser vivo, matándole, y en esto se 

diferencia de la minja , que es la oblación de 

frutos de la tierra. Hay cuatro especies de sacri¬ 

ficio: el holocausto, en que toda la víctima se 

consume por el fuego, en honor de Dios; el 

sacrificio expiatorio del pecado, y el sacrificio 

expiatorio del delito, en los cuales una parte 

de la víctima cede en favor del sacerdote, 

y por eso se dice que los sacerdotes comen los 

pecados del pueblo; el sacrificio pacífico o 

eucarístico, en que participa también el oferente, 

en banquete sagrado de comunión. La distin¬ 
ción entre el pecado y el delito parece estar en 
la voluntariedad. El primero se comete sin 
advertencia contra algo santo; el segundo con 
advertencia, y es, además de contraí a santidad, 
contra la justicia. 


nio, para ser grato a Yave; 4 pondrá 
su mano sobre la cabeza de la víc¬ 
tima, y será acepta ésta para expia¬ 
ción suya, 4 * e inmolará la res ante 
Yave. Los sacerdotes, hijos de Arón, 
llevarán la sangre y la derramarán 
en torno del altar que está a la en¬ 
trada del tabernáculo de la reunión. 
6 Desollarán la víctima y la descuar¬ 
tizarán. 7 * * * Los hijos del sacerdote 
Arón pondrán fuego en el altar y 
dispondrán la leña sobre el fuego, 

8 y ordenarán sobre ella los trozos 
con la cabeza y lo pegado al hígado, 

9 las entrañas y las patas, lavadas 
antes en agua, y todo lo quemará 
el sacerdote sobre el altar. Es holo¬ 
causto y suave olor a Yave. 

10 Si la ofrenda es de ganado menor, 
holocausto de oveja o cabra, ofrecerá 
un macho inmaculado, 11 y lo inmo¬ 
lará al lado del altar que mira al 
norte, ante Yave; y los sacerdotes, 
hilos de Arón, derramarán la sangre 
en torno del altar 12 Lo descuartizarán 
en torno del altar. 12 Lo descuartiza¬ 
rán, y con la cabeza y el sebo lo dis¬ 
pondrá el sacerdote sobre la leña 
encendida del altar. 13 Las entrañas 



















106 


LEVÍTICO, 2, 3 


y las patas se lavarán con agua, y 
todo lo quemará el sacerdote sobre 
el altar. Es holocausto y olor suave 
a Yave. 

14 Si la ofrenda a Yave fuere un 
holocausto de aves, ofrecerá tórtolas 
o pichones. 16 El sacerdote llevará la 
víctima al altar, y quitándole la ca¬ 
beza, la quemará en el altar; la sangre 
la dejará correr sobre un lado del 
altar; 16 los intestinos con sus excre¬ 
mentos los tirará junto al altar, al 
lado de oriente, en el lugar donde se 
echa la ceniza. 17 Le romperá las 
alas, sin separarlas del todo, y el 
sacerdote la quemará sobre la leña 
encendida en el altar. Es holocausto 
y suave olor a Yave. 


Leyes acerca de las oblaciones. 

O 1 Quien ofrezca a Yave una obla¬ 
ción de ofrenda incruenta, su obla¬ 
ción será de flor de harina, sobre la 
cual habrá derramado aceite y pon¬ 
drá incienso. Es minja . ° La llevará 
al sacerdote de los hijos de Arón, 
quien, tomando un puñado de la 
harina con aceite y todo el incienso, 
lo quemará sobre el altar, como com¬ 
bustión en memoria, en olor suave 
a Yave. 3 Lo que resta de la oblación, 
será para Arón v sus hijos, santísimo 
de las combustiones a Yave. 

4 Si ofrecieres oblación de cosas 
cocidas al horno, será de pastas de 
flor de harina, sin levadura, amasa¬ 
das con aceite, o untadas con aceite, 
sin levadura. 6 Si la oblación fuere de 
frisuelos fritos en sartén, será de flor 
de harina amasada con aceite, sin 
levadura; 6 la partirás en trozos y 
echarás aceite encima, es minja. 7 Si 
la oblación fuere de cosa cocida en 
la parrilla, será de flor de harina 
amasada con aceite. 8 Llevarás la 
minja , hecha de estas cosas a Yave, 
y la entregarás al sacerdote, quien 
la presentará ante el altar, y al ofre¬ 
cerla, 9 tomará de la minja la me¬ 
moria y la quemará sobre el altar 
en olor de suavidad a Yave. 10 El 
resto será de Arón y sus hijos, santí¬ 
simo de las oblaciones a Yave. 

11 Yoda oblación que ofrezcáis a 
Yave ha de ser sin levadura, pues 
nada fermentado^ ni que contenga 
miel, se ha de quemar en el sacrificio 
de holocausto a Yave. 13 Podréis, sí, 
presentarlo como ofrenda de pri¬ 
micias, pero no se pondrá sobre el 


altar como ofrenda de suave olor. 
13 A toda oblación que presentes le 
pondrás sal; no dejarás que a tu 
ofrenda le falte la sal de la alianza 
de Yave; en todas tus ofrendas ofre¬ 
cerás sal. 

14 Sí hicieres a Yave una oblación 
de primicias, la harás de espigas 
tostadas al fuego y hechas una pasta. 
Así ofrecerás la minja de tus primi¬ 
cias, 15 y derramarás aceite sobre 
ella, y pondrás encima incienso. Es 
minja . 16 De ella quemará el sacer¬ 
dote la memoria, una parte de la 
pasta con aceite y todo el incienso 
combustión de Yave. 


Leyes acerca de los sacrificios 
cucurísticos. 

Q 1 Quien ofreciere un sacrificio pa- 
^ cífico, si lo que ofrece es de ganado 
mayor, macho o hembra, 9 sin de¬ 
fecto lo ofrecerá a Yave. Pondrá la 
mano sobre la cabeza de la víctima 
y la degollará a la entrada del taber¬ 
náculo de la reunión; y los sacerdotes, 
hijos de Arón, derramarán la sangre 
en torno del altar. 3 De este sacrificio 
pacífico ofrecerá a Yave en combus¬ 
tión el sebo que envuelve las entra¬ 
ñas y cuanto hay sobre ellas, 4 los 
dos riñones, con el sebo que los re¬ 
cubre y el que hay entre los riñones 
y los lomos, y el que hay en el hígado 
sobre los riñones, 6 y lo quemarán 
los hijos de Arón en el altar, encima 
del holocausto puesto sobre la leña 
encendida. Es combustión de suave 
olor a Yave. 

6 Si lo que ofrece es ganado menor, 
macho o hembra, en sacrificio pací¬ 
fico a Yave, lo ofrecerá inmaculado. 
7 Si es cordero, lo presentará ante 
Yave, 8 pondrá su mano sobre la 
cabeza de la víctima, y la degollará 
ante el tabernáculo de la reunión. 
Los sacerdotes, hijos de Arón, derra¬ 
marán la sangre en torno del altar. 

9 De este sacrificio pacífico ofrecerán 
a Yave en combustión la cola toda 
entera, que se cortará desde la ra¬ 
badilla, el sebo que envuelve las 
entrañas y cuanto hay sobre ellas, 

10 los dos riñones, el sebo que los 
recubre y el que hay entre ellos y 
los Ionios, y la redecilla del hígado 
sobre los riñones. 11 El sacerdote lo 
quemará sobre el altar. Es manjar 
de combustión a Yave. 

12 Si lo que ofreciere a Yave es 




LEVÍTICO, 4 


107 


una cabra, la presentará a Yave, 
13 pondrá su mano sobre la cabeza de 
la víctima y la degollará a la entrada 
del tabernáculo de la reunión, y los 
hijos de Arón derramarán la sangre 
en torno del altar. 14 De la, víctima 
se tomará, para ofrecer oblación de 
combustión a Yave, el sebo que cu¬ 
bre las entrañas y cuanto hay sobre 
ellas, 14 los dos riñones, con el sebo 
que los recubre y el que hay entre 
ellos y los lomos, y la redecilla del 
hígado sobre los riñones. 16 El sacer¬ 
dote lo quemará sobre el altar, man¬ 
jar de combustión de suave olor a 
Yave. Todo sebo a Yave. 17 Esta es 
una ley perpetua para vuestros des¬ 
cendientes, donde quiera que habitéis. 
Vosotros no comeréis ni sangre ni 
sebo.» 


Leyes acerca de los sacrificios 
expiatorios por el pecado* 

A 1 Yave habló a Moisés, diciendo: 

2 «Habla a los hijos de Israel, y 
diles: Si pecare alguno por ignoran¬ 
cia, haciendo algo contra cualquiera 
de los mandatos prohibitivos de Yave: 

? Si es el sacerdote ungido el que 
peca, haciendo así culpable al pueblo, 
ofrecerá a Yave por su pecado un 
novillo sin defecto en sacrificio expia¬ 
torio. 4 Llevará el novillo a la entrada 
del tabernáculo de la reunión ante 
Yave, y después de poner la mano 
sobre su cabeza, lo degollará ante 
Yave. 5 El sacerdote ungido tomará 
la sangre del novillo, y la llevará al 
tabernáculo de la reunión; 6 y mo¬ 
jando un dedo en la sangre, hará siete 
aspersiones ante Yave hacia el velo 
del santuario: 7 untará de ella los 
cuernos del altar del timiama, y de¬ 
rramará todo el resto de la sangre 
del novillo en torno del altar de los 
holocaustos, que está a la entrada 
del tabernáculo de la reunión. 8 Co¬ 
gerá luego el sebo del novillo sacri¬ 
ficado por el pecado, el sebo que cubre 
las entrañas y cuanto hay sobre 
ellas, 9 los dos riñones con el sebo 
que los cubre y el que hay entre ellos 
y los lomos, y la redecilla del hígado 
sobre los riñones, 10 como se coge en 
el novillo del sacrificio pacífico, y lo 
quemará en el altar de los holocaustos. 
11 La piel del novillo, sus carnes, la 
cabeza, las piernas, las entrañas y 
los excrementos, 12 lo llevará todo 
mera del campamento a un lugar 


puro, donde se tiran las cenizas, y lo 
quemará sobre leña. Se quemará en 
el lugar donde se tiran las cenizas. 

13 Si fuere la asamblea toda del 
pueblo la que por ignorancia pecare 
sin darse cuenta, haciendo algo que 
los mandatos de Yave prohiben, in¬ 
curriendo así en culpa; 14 al darse 
cuenta la asamblea del pecado come¬ 
tido, ofrecerá en sacrificio expiatorio 
un novillo, que se llevará a la en¬ 
trada del tabernáculo de la reunión. 
15 Los ancianos de la asamblea pon¬ 
drán sus manos sobre la cabeza del 
novillo ante Yave; 16 el sacerdote 
ungido llevará la sangre del novillo 
al tabernáculo de la reunión, 17 y 
mojando su dedo en la sangre, asper¬ 
gerá siete veces ante Yave hacia el 
velo; 18 untará de sangre los cuernos 
del altar, que está ante Yave en el 
tabernáculo de la reunión, y la de¬ 
rramará al pie del altar de los holo¬ 
caustos, que está a la entrada del 
tabernáculo de la reunión. 19 Luego 
cogerá todo el sebo del novillo y lo 
quemará en el altar, 20 haciendo con 
este novillo como con el novillo an¬ 
terior. Así los expiará el sacerdote y 
les será perdonado. 21 Llevará el no¬ 
villo fuera del campamento, y lo 
quemará como el anterior. Este es el 
sacrificio por el pecado de la asam¬ 
blea de los hijos de Israel. 

22 Si el que pecó es un príncipe del 
pueblo, haciendo por ignorancia algo 
de lo que. los mandamientos de Yave, 
su Dios, prohiben, incurriendo así en 
culpa; 23 al darse cuenta del pecado 
cometido, llevará como ofrenda un 
macho cabrío sin defecto; 24 pondrá 
su mano sobre la cabeza, y lo dego¬ 
llará en el lugar donde se degüellan 
los holocaustos a Yave; es sacrificio 
por el pecado; 25 el sacerdote mojará 
su dedo en la sangre de la víctima 
y untará de ella los cuernos del altar 
de los holocaustos, y la derramará; 
la derramará al pie del altar. 26 des¬ 
pués quemará todo el sebo en el altar, 
como se quema en los sacrificios pa¬ 
cíficos. Así le expiará el sacerdote 
de su pecado, y le será perdonado. 

27 Si el que por ignorancia pecó 
es uno del pueblo, haciendo algo que 
Yave ha prohibido hacer, e incu¬ 
rriendo así en culpa; 28 al caer en 
la cuenta de su pecado, llevará en 
ofrenda una cabra sin defecto, hem¬ 
bra, por el pecado cometido; 29 pondrá 
su mano sobre la cabeza de la vícti¬ 
ma por el pecado, y la degollará en 




108 


LEVÍTICO, 5 


el lugar donde se ofrecen los holo¬ 
caustos. 30 El sacerdote mojará su 
dedo en la sangre de la víctima, un¬ 
tará de ella los cuernos del altar de 
los holocaustos, y la derramará al 
pie del altar. 31 "Después, tomando 
todo el sebo, como en el sacrificio 
pacífico, lo quemará en el altar en 
suave olor a Ya ve. Así le expiará el 
sacerdote, y le será perdonado. 

32 Si lo que ofrece en sacrificio por 
el pecado es cordero, llevará una 
cordera sin defecto, 33 pondrá su 
mano sobre la cabeza de la víctima 
por el pecado, y la degollará en sa¬ 
crificio de expiación en el lugar don¬ 
de se ofrecen los holocaustos. 34 El 
sacerdote mojará su dedo en la san¬ 
gre de la víctima, y untará de ella 
los cuernos del altar de los holocaus¬ 
tos, y derramará la sangre al pie del 
altar. 36 Después, tomando el sebo, 
como en el sacrificio pacífico, lo que¬ 
mará en el altar sobre las combus¬ 
tiones de Yave. Así le expiará el 
sacerdote por el pecado cometido, y 
le será perdonado. 

Z 1 Si uno pecare oyendo a otro 
imprecar, y siendo testigo de lo 
que arranca la imprecación, porque 
lo vió, o de otro modo lo conoció, 
y sin embargo no lo denunció, con¬ 
trayendo así reato; 2 o si tocare sin 
darse cuenta algo impuro, sea el ca¬ 
dáver impuro de una bestia, sea el 
cadáver impuro de un reptil; hacién¬ 
dose impuro él mismo y contrayendo 
reato; 3 o tocare sin darse cuenta 
cualquier impureza humana, dándose 
cuenta de ello después, contrayendo 
así reato; 4 o vanamente jurare de 
ligero hacer algo, de mal o de bien, 
de lo que uno suele jurar vanamente, 
sin darse cuenta, y cae después en 
ella. 6 El que de uno de estos modos 
incurre en reato, por el reato de uno 
de estos modos contraído confesará 
su pecado, ® y ofrecerá a Yave por 
su pecado una hembra de ganado 
menor, oveja o cabra, y el sacerdote 
le expiará de su pecado. 7 Si no pu¬ 
diese ofrecer una res, ofrecerá a Yave 
dos tórtolas o dos pichones, uno por 
el pecado y otro en holocausto, 8 y 
los llevará al sacerdote, que ofrecerá 
primero el que es por el pecado, qui¬ 
tándole la cabeza sin separarla del 
todo, 9 y haciendo con la sangre la 
aspersión de un lado del altar, de¬ 
jando que el resto fluya al pie del 
altar; es sacrificio por el pecado; 


10 después el otro lo ofrecerá en ho 
locausto, según suele hacerse, y as 
hará el sacerdote la expiación del 
pecado cometido, y le será perdonado. 

11 Si tampoco pudiera ofrecer dos tór¬ 
tolas o dos pichones, llevará en ofren¬ 
da por‘su pecado un décimo de efa 
de flor de harina, como sacrificio por 
su pecado; no pondrá en ella ni aceite 
ni incienso, porque es sacrificio por 
el pecado; 12 lo llevará al sacerdote, 
quien, tomando un puñado para me¬ 
moria, lo quemará en el altar, sobre 
las combustiones de Yave; así es el 
sacrificio por el pecado. 13 Así le ex¬ 
piará el sacerdote por el pecado come¬ 
tido en una de aquellas tres cosas, y 
le será perdonado. El resto será para 
el sacerdote, como en la oblación.» 

Leyes acerca del sacrificio expia¬ 
torio por el delito. 

14 Yave habló a Moisés diciendo: 
16 «Si uno por ignorancia prevarica¬ 
se, pecando contra las cosas santas 
que son de Yave, ofrecerá por el de¬ 
lito un carnero sin defecto, tomado 
del ganado, estimado por lo menos 
en dos sidos, según el peso del sido 
del santuario, 16 y restituirá el daño 
causado, con el recargo de un quinto, 
entregándolo al sacerdote, quien hará 
por él la expiación del reato, y le 
será perdonado. 

17 Si uno pecare por ignorancia, 
haciendo sin darse cuenta algo de lo 
prohibido por Yave, contrayendo rea¬ 
to, y llevando sobre sí la iniquidad, 
18 traerá al sacerdote un carnero sin 
defecto del ganado, según la cuantía 
del pecado. El sacerdote le expiará 
por el pecado cometido por ignoran¬ 
cia, y le será perdonado. 19 Este es 
sacrificio por el delito, pues se hizo 
reo de delito contra Yave.» 

20 Habló Yave a Moisés diciendo: 
21 «El que con desprecio de Yave pe¬ 
care, negando a uno de su pueblo un 
depósito, una prenda puesta en sus 
manos, que injustamente se apropió, 
o con violencia le quitase algo, 22 o se 
apropiase algo perdido que encontró, 
y más si perjurase en cualquiera de 
estas cosas en que los hombres suelen 
perjudicar, 23 pecando, y contrayen¬ 
do reato, restituirá íntegramente a 
su dueño lo robado, defraudado, con- 
fíadole en depósito, o encontrado y 
negado, 24 o aquello sobre que fal¬ 
samente juró, con el recargo de un 
quinto del valor, el día de su sacrifi- 







LEVÍTICO, 6. 7 


100 


ció por el delito; 26 y ofrecerá a Yave 
en sacrificio por el delito un carnero 
sin defecto de la grey, y lo llevara 
al sacerdote según su estimación; 
26 el sacerdote liará por él la expia¬ 
ción ante Yavc, y le será perdonado 
el delito de que se hizo reo.» 

Leyes acerca de los holocaustos, 
oblaciones y sacrificios de diversa 
especie. 

^ 1 Yave habló a Moisés, diciendo: 
^ «Manda a Arón y a sus hijós, y, 
diles: 2 Esta es la ley del holocausto: 
El holocausto arderá sobre el hogar 
del altar de la noche a la mañana, 
V el fuego del altar se tendrá siempre 
encendido. 3 El sacerdote, revestido 
de la túnica de lino, y puestos sobre 
su carne los calzones de lino, quitará 
la ceniza que deje el fuego que con¬ 
sumió el holocausto, y la pondrá al 
lado del altar; 4 luego, quitándose 
esas vestiduras, y poniéndose otras, 
llevará la ceniza fuera del campa¬ 
mento a un lugar puro. 5 El fuego 
arderá siempre en el altar, sin que se 
apague: el sacerdote lo alimentará 
con leña todas las mañanas, pondrá 
sobre ella el holocausto, y quemará 
allí el sebo de los sacrificios pacíficos. 

6 Es fuego perenne que ha de arder 
en el altar sin apagarse.» 

7 Esta es la ley de la minjci : «Los 
hijos de Arón la presentarán a Yave 
ante el altar. 8 El sacerdote tomará 
un puñado de flor de harina con su 
aceite y todo el incienso puesto sobre 
la ofrenda, y lo quemará en el altar, 
en olor de suavidad, como memoria 
a Yave. 9 Lo que resta de la ofrenda 

10 comerán Arón y sus hijos. Lo co¬ 
merán sin levadura, en lugar santo, 
en el atrio del tabernáculo de la 
reunión. 10 No se cocerá con leva¬ 
dura. Es la parte que yo les destino 
de mis ofrendas de combustión: cosa 
santísima, como el sacrificio por el 
pecado, y el sacrificio por el delito. 

11 Lo comerán los varones, hijos de 
Arón. Es ley perpetua para vuestros 
descendientes sobre las ofrendas he¬ 
chas a Yave por el fuego. Quienquiera 
que la toque, se santificará.» 

12 Yave habló a Moisés, diciendo: 

13 «He aquí la ofrenda que han de 
hacer los hijos de Arón el día de su 
unción: un décimo de efa de flor de 
harina, como oblación perpetua, la 
mitad por la mañana, la mitad por 
la tarde, 14 se freirá en la sartén, 


amasada con aceite, y la ofrecerá ca 
líente en suave olor a Yave. 15 Tam¬ 
bién el sacerdote ungido de su linaje 
ofrecerá esto como oblación. Es ley 
perpetua ante Yave; toda se quemará. 
16 Toda oblación de sacerdote se 
quemará toda, no se comerá.» , 

17 Yave habló a Moisés diciendo: 
18 «Di a Arón y a sus hijos: Esta 
es la ley de la hostia por el pecado: 
Se inmolará donde se inmola ante 
Yave el holocausto. Es cosa santí¬ 
sima. 19 El sacerdote que la ofrece 
la comerá en lugar santo, en el atrio del 
tabernáculo de la reunión. 20 Quien 
quiera que tocare la carne, se santi¬ 
ficará. Si la sangre mojare alguna ves¬ 
tidura, será lavada en lugar santo. 
21 La vasija en que se cueza, si es de 
barro se romperá, si es de bronce se 
fregará y lavará en el agua. ?? La 
comerán los varones de los sacer¬ 
dotes, es cosa santísima. 23 Pero no 
se comerá ninguna víctima expiato¬ 
ria cuya sangre se haya de llevar al 
tabernáculo de la reunión para hacer 
la expiación del santuario; ésa no se 
comerá, será quemada.» 

*7 1 Esta es la ley del sacrificio por 

* el delito. Es cosa santísima. 2 La 
víctima del sacrificio por el delito 
será degollada en el lugar donde se 
degüella el holocausto. La sangre se 
derramará en torno del altar. 3 Se 
ofrecerá todo el sebo: la cola, el sebo 
que recubre las entrañas, 4 los dos 
riñones, con el sebo que los cubre y 
el que hay entre los riñones y los 
lomos, y la redecilla del hígado sobre 
los riñones. 5 El sacerdote lo quemará 
en el altar. Es combustión de Yave, 
víctima por el delito. 6 Comerán la 
carne los varones de entre los sacer¬ 
dotes, en lugar santo: es cosa santí¬ 
sima. 7 Como el sacrificio por el pe¬ 
cado, así se hará el sacrificio por el 
delito. La ley para uno y otro es la 
misma. La víctima será del sacerdote 
que la ofrezca. 8 Del sacerdote que 
ofrezca un holocausto será la piel 
de la víctima que ha ofrecido. 9 Toda 
minja , amasada con aceite o seca, 
será de los hijos de Arón. 10 Se dis¬ 
tribuirá entre ellos por partes iguales. 

11 He aquí la ley del sacrificio pací¬ 
fico que se ofrece a Yave: 12 Si se ofre¬ 
ce en acción de gracias, con la víctima 
eucarística ofrecerán panes ácimos 
amasados con aceite," tortas ácimas 
untadas de aceite; frisuelos de flor 
de harina^amasada con aceite. 13 Tam- 






110 


LEVÍTICO, 8 


bien se podrán ofrecer con la víctima 
del sacrificio pacífico ofrecido en ac¬ 
ción de gracias panes fermentados. 

14 De cada una de estas ofrendas se 
presentará por elevación una pieza, 
reservada a Yave, que será del sacer¬ 
dote que haya hecho la aspersión 
de la sangre de la víctima pacífica. 

15 La carne de la víctima del sacri¬ 
ficio pacífico eucarístico se comerá 
el día mismo en que se ofrece, sin 
dejar nada para el día siguiente. 

16 Si la víctima se ofrece en cumpli¬ 
miento de un voto, o como ofrenda 
voluntaria, se comerá el día en que 
se ofrece, 17 y lo que reste se comerá 
el día siguiente; pero si algo queda 
para el tercer día, se quemará. 18 Si 
alguno comiere carne del sacrificio 
pacífico el día tercero, el sacrificio 
no será aceptable, no se le compu¬ 
tará al que lo ofreció, sino que será 
abominación, y el que así comió 
contraerá reato. 19 La carne que haya 
tocado una cosa impura no se come¬ 
rá, se quemará. 20 La carne podrá 
comerla quien quiera que esté puro; 
pero el que, estando impuro, comie¬ 
re la carne de la víctima pacífica 
ofrecida a Yave, será borrado de 
su pueblo, 21 y todo aquel que tocare 
inmundicia de hombre, de animal, 
o cualquiera otra abominación in¬ 
munda, y comiere de esta carne, será 
borrado de su pueblo. 

22 Yave habló a Moisés diciendo: 
«Habla a los hijos de Israel y diles: 
23 No comeréis sebo de buey, de ove¬ 
ja, ni de cabra. 

24 Del sebo de un animal muerto 
o destrozado por una alimaña, po¬ 
dréis serviros para cualquier uso, 
pero de ninguna manera lo comeréis, 
25 pues quienquiera que comiere sebo 
de animales de los que se ofrecen a 
Yave en holocausto, será borrado de 
su pueblo. 

26 No comeréis sangre, ni de ave, 
ni de bestia, en ninguno de los luga¬ 
res en que habitéis. 27 El que co¬ 
miere sangre de cualquier especie, 
será borrado de su pueblo.» 

28 Yave habló a Moisés diciendo: 
29 «Habla a los hijos de Israel y diles: 
El que ofreciere a Yave, Dios, una 
víctima pacífica, 80 traerá él mismo 
a Yave el don de su hostia pacífica, 
tomará con sus manos el sebo de 
la víctima y el pecho, balanceando 
éste ante Yave; 31 el sacerdote que¬ 
mará el sebo en el altar, y el pecho 
será para Arón y sus hijos. 82 Daréis 


tfirbién al sacerdote el brazuelo de¬ 
recho, como ofrenda reservada de 
vuestras hostias pacíficas. 33 El bra¬ 
zuelo será del sacerdote que ofrezca 
la sangre y el sebo, 84 pues yo me he 
reservado de las víctimas pacíficas 
de los hijos de Israel el pecho de ba¬ 
lanceo, y la espalda de separación 
de las hostias pacíficas de los hijos 
de Israel, y se los he dado a Arón 
y a sus hijos, como ley perpetua 
para los hijos de Israel. 

35 Esa es la parte de Arón y de sus 
hijos en las combustiones a Yave, 
desde el día en que fueron promovi¬ 
dos a ejercer ante mí el sacerdocio; 
36 por eso ha mandado Yave a los 
hijos de Israel dársela desde el día 
de su unción, y será ley perpetua 
de generación en"generación. 

37 Tal es la ley del holocausto y 
la de la minja , del sacrificio por el 
pecado y por el delito, del sacrificio 
de consagración y del sacrificio pací¬ 
fico, 38 que dió Yave a Moisés en 
el monte Sinaí, el día en que mandó 
a los hijos de Israel que ofrecieran 
sus oblaciones a Yave en el desierto 
del Sinaí.® 


Consagración de Arón y sus hijos. 

8 1 Habló Yave a Moisés diciendo: 

2 «Toma a Arón, y con él a sus 
hijos, las vestiduras, el óleo de un¬ 
ción, el novillo para el sacrificio por 
el pecado, los dos carneros y el oes¬ 
tillo de panes ácimos, 3 y convoca 
toda la asamblea a la entrada del 
tabernáculo de la reunión.» 

4 Hizo Moisés lo que le mandaba 
Yave y, reunida la asamblea a la 
entrada del tabernáculo de la reunión, 
6 les dijo Moisés: «He aquí lo que 
Yave ha mandado hacer.» 

e Después hizo que se acercaran 
Arón y sus hijos y los lavó con agua. 
7 Vistió a Arón la tónica, se la ciñó, 
le vistió la sobrevesle y el efod, que 
le ciñó con el cinturón del efod, 
atándoselo; 8 le puso el pectoral 
con loswrtm y los tumnnm; 9 cubrió 
su cabeza con la tiara, poniendo en 
la parte anterior de ella la diadema 
de oro, la diadema de la santidad, 
como le había mandado Yave; 10 y 
tomando luego el óleo de la unción, 
ungió el tabernáculo y cuanto en él 
había, y los consagró. 11 Aspergió 
siete veces el altar, y le ungió con 
todos sus utensilios, como también 




LEVÍTICO, 9 


111 


la pila y su base, y los consagró. 
12 Derramó el óleo de la unción 
sobre la cabeza de Arón, y le ungió, 
consagrándole. 13 Hizo luego que se 
acercaran los hijos de Arón, y les 
vistió sus túnicas, los ciñó, y les 
puso sus tiaras, como se lo había 
mandado Yavc. 14 Hizo traer el no¬ 
villo para el sacrificio por el pecado, 
y Arón y sus hijos pusieron sus 
manos sobre el novillo del sacrificio 
por el pecado. 16 Moisés le degolló; 
y tomando su sangre, untó con su 
dedo los cuernos del altar todo en 
torno, y lo purificó, derramando la 
sangre al pie del altar, y lo consagró 
para hacer sobre él el sacrificio ex¬ 
piatorio. 16 Tomó todo el sebo que 
recubre las entrañas, la redecilla del 
hígado y los dos riñones con su sebo, 
y lo quemó todo en el altar. 17 El 
novillo, su piel, sus carnes y sus ex¬ 
crementos se quemaron fuera del 
campamento, como se lo había man¬ 
dado Yave a Moisés. 

J8 Hizo que acercaran el carnero 
del holocausto, y Arón y sus hijos 
le pusieron sus manos sobre la ca¬ 
beza. 19 Moisés lo degolló, y derramó 
su sangre en torno del altar. 20 Lo 
dividió en trozos, y Moisés quemó la 
cabeza y los trozos y el sebo. 21 Se 
lavaron en agua las entrañas y las 
patas, y Moisés quemó todo el car¬ 
nero en el altar; era holocausto de 
suave olor, como se lo había man¬ 
dado Yave a Moisés. 

22 Hizo que acercasen el otro car¬ 
nero, el de la inauguración, y Arón 
y sus hijos le pusieron la mano sobre 
la cabeza. 23 Moisés lo degolló, tomó 
su sangre y untó de ella el lóbulo 
de la oreja derecha de Arón, el pul¬ 
gar de su mano derecha y el de su 
pie derecho. 24 Hizo acercar a los. 
hijos de Arón, y untó de la sangre 
el lóbulo de su oreja derecha, el pul¬ 
gar de su mano derecha y el de su 
pie derecho, derramando luego la 
sangre en torno del altar. 2& Tomó 
después el sebo, la cola, todo el sebo 
que encubre las entrañas, la redecilla 
del hígado, los dos riñones con su 
sebo, y el brazuelo derecho. 26 Tomó 
del cestillo de los ácimos, puesto 
ante Yave, un pan ácimo, una torta 
ácima amasada con aceite, y un fri¬ 
suelo, y los puso sobre el sebo y so¬ 
bre el brazuelo derecho; 27 y después 
de haber puesto todo esto en las 
manos de Arón y sus hijos, lo balan¬ 
cearon como ofrenda a Yave. 28 Moi¬ 


sés lo tomó de sus manos y lo quemó 
en el altar encima del holocausto, 
pues era el sacrificio de inauguración 
de suave olor, combustión a Yave. 
29 Moisés tomó luego el pecho del 
carnero de inauguración y lo balan¬ 
ceó ante Yave; ésta fué la porción 
de Moisés, como se lo había man¬ 
dado Yave. 

30 Tomó Moisés el óleo de unción 
y sangre de la que había en el altar, 
aspergió a Arón y sus vestiduras y 
a los hijos de Arón y sus vestiduras, 
consagrando a Arón y sus vestiduras 
y a los hijos de Arón y sus vesti¬ 
duras. 

31 Moisés dijo a Arón ya sus 
hijos: «Coced la carne a la entrada 
del tabernáculo de la reunión; es 
allí donde habéis de comerla con el 
pan que hay en el cestillo de la inau¬ 
guración, como yo lo he mandado, 
diciendo: Arón y sus hijos lo come¬ 
rán. 32 Lo que reste de la carne y 
del pan, lo quemaréis. 33 Durante 
siete días no saldréis de la entrada 
del tabernáculo de la reunión, hasta 
que se cumplan los días de vuestra 
inauguración, pues vuestra inaugu¬ 
ración durará siete días, 34 como se 
ha hecho hoy para expiaros. Os que¬ 
daréis los siete días, día y noche, 
35 a la entrada del tabernáculo de 
la reunión, y guardaréis lo que ha 
mandado Yave, para no morir, por¬ 
que esto es lo que él me ha man¬ 
dado.» 36 Arón y sus hijos hicieron 
todo lo que Yave les mandó por 
Moisés. 


Primeros sacrificios ofrecidos por 
Arón y sus hijos. 

Q 1 El día octavo Moisés llamó a 
Arón, a sus hijos y a los ancianos 
de Israel, 2 y dijo a Arón: «Toma 
un novillo para el sacrificio por el 
pecado, y un carnero para el holo¬ 
causto, ambos sin defecto, y ofré¬ 
celos ante Yave. 3 Hablarás a los 
hijos de Israel diciendo: Tomad un 
macho cabrío para el sacrificio de 
expiación, un becerro y un cordero 
primales, para el holocausto, ambos 
sin defecto; 4 un buey y un carnero 
para el sacrificio pacífico, para in¬ 
molarlos ante Yave; y una ofrenda 
amasada con aceite; porque hoy se 
os dará a ver Yave.» 

5 Trajeron ante el tabernáculo de 
la reunión cuanto había mandado 




112 


LEVÍTICO. 10 


Moisés, y toda la asamblea se acer¬ 
có, poniéndose ante Yave. 6 Moisés 
dijo: «Esto es lo que ha mandado 
Yave; hacedlo y se os mostrará la 
gloria de Yave.» 7 Dijo, pues, a Arón: 
«Acércate al altar, ofrece tu sacrifi¬ 
cio por el pecado y tu holocausto, 
y haz la expiación para ti y para el 
pueblo; presenta también la ofrenda 
del pueblo, y haz la expiación para 
él, como lo ha mandado Yave.» 

8 Arón se acercó al altar y degolló 
el novillo, víctima del sacrificio del 
pecado ofrecido por él. 9 Los hijos 
de Arón le presentaron la sangre; y 
mojando él su dedo, untó de ella los 
cuernos del altar y la derramó al 
pie del altar. 10 Quemó en el altar 
el sebo, los riñones y la redecilla del 
hígado de la víctima por el pecado, 
como Yave se lo había mandado a 
Moisés; 11 pero la carne y la piel 
las quemó fuera del campamento. 
12 Degolló el holocausto, y sus hijos 
le presentaron la sangre, que él de¬ 
rramó en torno del altar. 13 Le pre¬ 
sentaron el holocausto descuartizado, 
con la cabeza, y él los quemó en el 
altar. 14 Lavó las entrañas y las patas, 
y las quemó encima del holocausto. 
16 Luego presentó la ofrenda del 
pueblo. Tomó el macho cabrío por 
el pecado, ofrecido por el pueblo; y 
degollándolo, ofreció la expiación 
como la víctima primera. 16 Ofreció 
el holocausto y lo sacrificó según su 
rito. 17 Presentó la ofrenda, y to¬ 
mando un puñado, lo quemó encima 
del holocausto de la mañana. 18 De¬ 
golló el toro y el carnero del sacri¬ 
ficio pacífico por el pueblo. Los hijos 
de Arón le presentaron la sangre, 
que él derramó en torno del altar; 
19 y el sebo del toro y del carnero, 
la cola, el sebo que recubre las entra¬ 
ñas, los riñones y la redecilla del hí¬ 
gado, 20 las partes grasas las puso 
sobre los pechos. Arón quemó los 
sebos en el altar, 21 después balanceó 
los pechos ante Yave, y el brazuelo 
derecho en ofrenda balanceada, como 
lo había mandado Moisés. 

22 Arón, alzando su mano hacia el 
pueblo le bendijo, y bajó después 
de haber ofrecido el sacrificio por el 
pecado, el holocausto y el sacrificio 
pacífico. 23 Moisés y Arón entraron 
en el tabernáculo de la reunión; y 
cuando salieron bendijeron al pueblo, 
y la gloria de Yave se apareció a 
todo el pueblo, 24 y fuego mandado 
por Yave consumió en el altar el 


holocausto y los sebos. A su vista 
el pueblo todo lanzó gritos de júbilo 
y se postraron rostro a tierra. 


IVadiih y Abiií, consumidos por 
el fuccjo. 

A A 1 Los hijos de Arón, Nadab y 
*"" Abiú, tomaron cada uno un 
incensario, y poniendo fuego en ellos 
y echando incienso, presentaron ante 
Yave un fuego extraño; cosa que no 
les había sido ordenada. 2 Entonces 
salió de ante Yave un fuego que los 
abrasó, y murieron ante Yave. 3 Dijo 
Moisés a Arón: aEsto es lo que de¬ 
claró Yave al decir: Yo seré santifi¬ 
cado en aquellos que se me acercan 
y glorificado ante el pueblo todo.» 
Arón calló. 

4 Moisés llamó a Misael y Elisa- 
fán, hijos de Oziel, tío de Arón, y 
les dijo: «Venid, y llevad a vuestros 
hermanos lejos del santuario, fuera 
del campamento.» 5 Ellos se acer¬ 
caron, y los llevaron con sus túnicas 
fuera del campamento, como se lo 
había mandado Moisés. 

6 Moisés dijo a Arón, a Eleazar y 
a Itamar: «No desnudéis vuestras 
cabezas, ni rasguéis vuestras vesti¬ 
duras, no sea que muráis. Que vues¬ 
tros hermanos, toda la casa de Israel, 
lloren el incendio que ha encendido 
Yave. 7 Vosotros no salgáis del ta¬ 
bernáculo de la reunión, no sea que 
muráis, porque lleváis sobre vosotros 
el óleo de la unción de Yave.» Ellos 
hicieron lo que Moisés les mandaba. 

8 Yave habló a Arón, diciendo: 
9 «No beberás vino ni bebida alguna 
inebriativa, tú, ni tus hijos, cuando 
entréis en el tabernáculo de la reunión, 
para que no muráis. Es ley perpetua 
entre tus descendientes, 10 para que 
sepáis discernir entre lo santo y lo 
profano, lo puro y lo impuro, 11 y 
enseñar a los hijos de Israel todas 
las leyes, que por medio de Moisés 
les ha dado Yave.» 

12 Moisés dijo a Arón, a Eleazar 
y a itamar, los dos hijos que le que¬ 
daban a Arón: «Tomad la ofrenda 
que resta de los sacrificios hechos a 
Yave, y comedla sin levadura cerca 
del altar, pues es cosa santísima. 
13 La comeréis en lugar santo. Es tu 
derecho y el derecho de tus hijos 
sobre las ofrendas hechas a Yave, 
como me ha sido ordenado. 14 Come- 
1 réis en lugar puro, tú y tus hijos y 







LEVlTICO, 11 


1 13 


tus hijas, el pecho balanceado y el 
brazuelo reservado, porque esos tro¬ 
zos se te dan como derecho tuyo y 
de tus hijos sobre los sacrificios pa¬ 
cíficos de los hijos de Israel. 15 Bra¬ 
zuelo de separación, y pecho de ba¬ 
lanceo, que con el sebo destinado al 
fuego se presentan a Yave para hacer 
la ofrenda; a ti, pues, y a tus hijos 
os pertenecen por ley perpetua, como 
lo ha mandado Yave.» 16 Moisés 
preguntó por el macho cabrío que 
había sido sacrificado por el pecado, 
y se encontró con que había sido 
quemado; y airado contra Eleazar e 
ltamar, los hijos que de Arón que¬ 
daban, les dijo: 17 «¿Por qué no ha¬ 
béis comido la víctima por el pecado 
en el lugar santo? Es cosa santísima, 
y Yave os lo ha dado para que lle¬ 
véis vosotros la iniquidad de la asam¬ 
blea, y os hagáis por ella expiación 
ante Yave; 18 y más no habiendo sido 
llevada la sangre dentro del santua¬ 
rio, debíais haber comido la carne 
en lugar santo, como lo he mandado.» 

19 Arón dijo a Moisés: «Hoy se 
lian ofrecido ante Yave la vícti¬ 
ma por el pecado y el holocausto, 
y me ha pasado esto. ¿Podía comer 
hoy la víctima por el pecado? ¿Ha¬ 
bría sido esto grato a Yave?» 20 Oyólo 
Moisés, y se dió por satisfecho. 


Ley acerca de los animales puros 
e impuros. 

H 1 Yave habló a Moisés y Arón, 
4 1 diciendo: 2 «Hablad a los hijos 
de Israel, y decidles: «He aquí los ani¬ 
males que comeréis de entre las bes¬ 
tias de la tierra. 3 Todo animal de 
casco partido y pezuña hendida y que 
rumie, lo comeréis; 4 pero no come¬ 
réis los que sólo rumian, o sólo tienen 
partida la pezuña. El camello que 
rumia, pero no tiene partida la pe¬ 
zuña, será inmundo para vosotros; 
5 el conejo que rumia y no parte la 
pezuña es inmundo; 6 la liebre que 
rumia y no parte la pezuña es in¬ 
munda; 7 el cerdo que divide la pe¬ 
zuña y no rumia es inmundo para 
vosotros. 8 No comeréis su carne, ni 
tocaréis sus cadáveres; serán inmun¬ 
dos para vosotros. 

9 He aquí los animales que entre 
los acuáticos comeréis: Todo cuanto 
tiene aletas y escamas, tanto en el 
mar como en los ríos, lo comeréis; 
10 pero abominaréis de cuanto no 


tiene aletas y escamas en el mar y 
en los ríos, de entre los animales que 
se mueven en el agua y de entre 
todos los vivientes que en ella hay. 

11 Serán para vosotros abominación, 
no comeréis sus carnes, y tendréis 
como abominación sus cadáveres. 

12 Todo cuanto en las aguas no tiene 
aletas y escamas, lo tendréis por 
abominación. 13 He aquí entre las 
aves las que tendréis por abominación, 
y no las comeréis por ser cosa abomi¬ 
nable: 14 el águila, el quebrantahue¬ 
sos y el halieto; el milano y el buitre 
según sus especies; 15 toda clase de 
cuervos; 16 el avestruz, la lechuza, 
el loro, la gaviota y el gavilán de 
toda clase; 17 el buho, el mergo, el 
ibis; 18 el cisne, el pelícano, el cala¬ 
món; 19 la garza, la cigüeña en todas 
sus especies; la abubilla y el mur¬ 
ciélago. 20 Todo volátil que anda 
sobre cuatro patas lo tendréis por 
abominación; 21 pero entre los in¬ 
sectos alados que marchan sobre cua¬ 
tro patas, comeréis aquellos que tie¬ 
nen más largas las de atrás, para 
saltar sobre la tierra. 22 He aquí de 
entre éstos los que comeréis: toda 
especie de brugo, toda especie de ata¬ 



lo tendréis por inmundo, y comién¬ 
dolos os haréis inmundos. 24 Quien 
tocare uno de sus cadáveres se conta¬ 
minará y será inmundo hasta la tarde; 
25 y si tocare algo de esto muerto, 
lavará sus vestiduras y será inmundo 
hasta la puesta del sol. 26 Todo ani¬ 
mal que tenga pezuña, pero no par¬ 
tida, ni rumie, será para vosotros 
inmundo, y quien tocare su cadáver 
será inmundo. 27 Los que andan sobre 
la planta de los pies serán para vos¬ 
otros inmundos, y quien tocare su 
cadáver será inmundo hasta la tarde, 
28 y quien transportare su cadáver, 
lavará sus vestiduras y será inmundo 
hasta la tarde. 29 También estos ani¬ 
males serán para vosotros inmundos, 
de entre los que andan por la tierra: 
la comadreja, el ratón y el cocodrilo, 
en todas sus especies; 30 el musgaño, 
el camaleón, la salamandra, el lagarto 
y el topo; 31 estos son los para vos¬ 
otros inmundos entre los reptiles; 
quien tocare su cadáver será inmundo 
hasta la tarde. 32 Todo objeto sobre 
el que cayere uno de estos cadáveres, 
será manchado; y los utensilios de 
madera, vestidos, pieles, sacos, todo 
objeto de uso, será puesto en agua 


8 







114 


LEVÍTICO, 12, 13 


y será inmundo hasta la tarde: 33 toda 
vasija de barro donde algo de esto 
caiga quedará manchada, y la rom¬ 
peréis; 34 todo alimento preparado con 
agua quedará manchado, y lo mismo 
toda bebida, cualquiera que sea el 
vaso que la contenga; 35 Todo aque¬ 
llo sobre lo cual caiga algo de estos 
cadáveres quedará manchado y por 
manchado lo tendréis. 38 Las fuentes 
y las cisternas, donde hay cantidad 
de agua, quedarán puras, mas quien 
tocare el cadáver, será impuro. 37 Si 
alguno de estos cuerpos muertos ca¬ 
yere sobre una simiente que ha de 
sembrarse, la simiente quedará pura; 
38 pero si se le hubiera echado agua 
encima, y cae alguno de estos cuerpos 
muertos, la tendréis por manchada. 

39 Si muere uno de los animales 
cuya carne podéis comer, quien to¬ 
care el cadáver lavará sus vestidos 
y quedará impuro hasta la tarde. 
40 Será para vosotros abominación 
todo reptil que repta sobre la tierra; 
no comeréis su carne. 41 No comeréis 
ningún animal que repta sobre la 
tierra, sea de los que se arrastran 
sobre su vientre, 42 sea de los que 
marchan sobre cuatro o sobre muchas 
patas; los tendréis por abominación. 
43 No os hagáis abominables por los 
reptiles que reptan, ni os hagáis im¬ 
puros por ellos; seréis manchados 
por ellos. 44 Porque yo soy Yave, 
vuestro Dios, vosotros os santifica¬ 
réis y seréis santos, porque yo soy 
santo, y no os mancharéis con nin¬ 
guno de los reptiles que reptan sobre 
la tierra. 46 Pues yo soy Yavc, que 
os ha sacado de la tierra de Egipto, 
para ser vuestro Dios. Vosotros seréis 
santos, porque santo soy yo. 

46 Esta es la ley referente a los 
cuadrúpedos, las aves, todos los seres 
vivientes que se mueven en las aguas 
y todos los que reptan sobre la tierra, 
47 para que distingáis entre lo puro 
y lo impuro, entre lo que puede y 
¡o que no puede comerse.» 

Lo purificación de la recién parida. 

'i 1 Yave habló a Moisés dicien- 
1 do: 2 «Habla a los hijos de Is¬ 
rael y diles: Cuando dé a luz una 
mujer y tenga un hijo, será impura 
durante siete días; será impura como 
en el tiempo de su menstruación. 3 El 
octavo día será circuncidado el hijo, 
4 pero ella quedará todavía en casa 
durante los treinta y tres días de la 


sangre de su purificación; no tocará 
nada santo, ni irá al santuario hasta 
que se cumplan los días de su puri¬ 
ficación. 6 Si da a luz hija, será 
impura durante dos semanas, como 
el tiempo de su menstruación, y se 
quedará en casa durante los sesenta 
y seis días de la sangre de su puri¬ 
ficación. 8 Cuando se cumplan los 
días de su purificación, según que 
haya tenido hijo o hija, presentará 
aníe el sacerdote, a la entrada del 
tabernáculo de la reunión, un cor¬ 
dero primal en holocausto y un pichón 
o una tórtola en sacrificio por el 
pecado. 7 El sacerdote los ofrecerá 
ante Yave, y hará por ella la expia¬ 
ción, y será pura del flujo de su 
sangre. Esta es la ley para la mujer 
que da a luz hijo o hija. 8 Si no 
puede ofrecer un cordero, tomará 
dos tórtolas o dos pichones, uno para 
el holocausto y otro para el sacrificio 
por el pecado; el sacerdote hará por 
ella la expiación, y será pura.» 

Ley neerea de la lepra. 

1 Q 1 Yave habló a Moisés y Arón, 
* diciendo: 3 «Cuando tenga uno 
en su carne alguna mancha escamosa, 
o un conjunto de ellas, o una mancha 
blanca brillante, y se presente así 
en la piel de su carne la plaga de la 
lepra, será llevado a Arón, sacerdote, 
o a uno de sus hijos, sacerdotes. 3 El 
sacerdote examinará la plaga de la 
piel de la carne; y si viere que los 
pelos se han vuelto blancos y que la 
parte afectada está más hundida que 
el resto de la piel, es plaga de lepra; 
y el sacerdote que le haya examinado 
le declarará impuro. 4 Si tiene sobre 
la piel de su carne una mancha blanca 
que no aparece más hundida que el 
resto de la piel, y el pelo no se ha 
vuelto blanco, el sacerdote le recluirá 
durante siete días. 6 El día séptimo 
le examinará; y si el mal no parece 
haber cundido ni haberse extendido 
sobre la piel, le recluirá por segunda 
vez otros siete días, 6 y al séptimo 
día le examinará nuevamente; si la 
parte enferma se ha puesto menos 
brillante y la mancha no se ha ex¬ 
tendido sobre la piel, el sacerdote le 
declarará puro; es sarna. El enfermo 
lavará sus vestiduras v- será puro. 
7 Tero si, después de haber sido exa¬ 
minado por el sacerdote y declarado 
puro, la mancha se extcndicre, será 
llevado a él nuevamente para que le 




LEVÍTICO, 13 


115 


vea; 8 y si la mancha brillante ha 
crecido en la piel, le declarará in¬ 
mundo, que es lepra. 9 Si uno tuviere 
la plaga de la lepra, será llevado al 
sacerdote, 10 que le examinará; y si 
viere éste en la piel la escama blanca, 
y se ha vuelto el color de los pelos, 
y en la mancha escamosa se nota la 
carne viva, 11 será juzgada lepra in¬ 
veterada en la piel de su carne, y el 
sacerdote le declarará impuro; no le 
recluirá, pues es impuro. 12 Pero si 
la lepra se ha extendido hasta llegar 
a cubrir toda la piel del enfermo 
desde la cabeza hasta los pies, en 
cuanto a la vista del sacerdote apa¬ 
rece, le examinará; 13 y si, en efecto, 
cubre todo su cuerpo, declarará puro 
al enfermo, pues se ha puesto todo 
blanco, será puro. 14 Si en el así afec¬ 
tado aparece la carne viva, será im¬ 
puro, 15 y el sacerdote, al ver la 
carne viva, le declarará impuro, pues 
la carne viva es impura, es lepra. 
16 Si la carne viva se pone otra vez 
blanca, se presentará el enfermo al 
sacerdote, 17 que le examinará; y si 
la llaga se ha puesto en verdad blanca, 
el sacerdote le declarará puro; es puro. 

18 Cuando uno tenga en su cuerpo, 
sobre su piel, una úlcera cicatrizada, 
19 y apareciere en ella una escamosi- 
dad blanca o rojiza, se presentará 
al sacerdote, 20 quien le examinará. 
Si la mancha está más hundida que 
el resto de la piel y el pelo se ha 
vuelto blanco, le declarará impuro, 
es lepra, que se ha presentado en la 
úlcera cicatrizada. 21 Si el eolor de 
los pelos no se ha vuelto, y la esca- 
mosidad rojiza no está más hundida 
que el resto, le recluirá por siete días; 
22 y si se ha extendido, le declarará 
impuro; es lepra; 23 pero si está como 
estaba, sin extenderse la mancha, es 
la cicatriz de la úlcera, y el sacerdote 
le declarará puro. 

24 Si uno tiene en su cuerpo, en 
la piel, una quemadura producida por 
el fuego, y sobre la señal de la que¬ 
madura aparece una mancha blanca, 
o de un blanco rojizo, 25 el sacerdote 
le examinará. Si el pelo se ha vuelto 
blanco en la mancha, y ésta aparece 
más hundida que el resto de la piel, 
es lepra que ha brotado en la quema¬ 
dura; el sacerdote le declarará im¬ 
puro. 26 Pero si el sacerdote ve que 
el pelo de la mancha no se ha vuelto 
blanco, y que ésta no aparece más 
hundida que el resto de la piel, y 
fuere de un color suboscuro, le re¬ 


cluirá durante siete días, y después, 
27 al séptimo, le examinará. Si la 
mancha se ha extendido sobre la 
piel, el sacerdote le declarará im¬ 
puro; es lepra. 28 Si está como estaba, 
sin extenderse sobre la piel, y es de 
color suboscuro, es la quemadura, 
y le declarará puro, pues es la cica¬ 
triz de la quemadura. 

29 Si un hombre o una mujer tu¬ 
viere una llaga en la cabeza o en la ' 
barba, 30 el sacerdote la examinará. 
Si está más hundida que el resto 
de la piel, y el pelo se ha vuelto 
rojizo y más delgado, el sacerdote 
lo deelarará impuro, es netec, lepra 
de la cabeza o de la barba. 31 Pero 
si la llaga no se ha extendido, ni está 
más hundida que el resto de la piel, 
y el pelo no está rojizo, recluirá al 
afectado por siete días, 32 y al sépti¬ 
mo examinará la llaga. Si ésta no 
se ha extendido y el pelo no ha mu¬ 
dado el eolor, ni está la llaga más 
hundida que la piel, 33 le hará que 
se afeite, fuera de la parte afectada, 
y le recluirá por otros siete días, 
34 y al séptimo examinará la llaga; 
si no se ha extendido ni está más 
hundida que la piel, le declarará puro; 
el hombre lavará sus vestiduras y 
será puro. 35 Pero si, después de de¬ 
clarado puro, la Paga se extendiere 
sobre la piel, 36 le examinará el 
sacerdote; y si en efecto se ha exten¬ 
dido, no hay va que mirar si el pelo 
ha mudado de color; es impuro. 
37 Mas si la llaga no se ha extendido 
y el pelo está negro, la llaga está 
curada, es puro, y puro le declarará 
el sacerdote. 

38 Si cualquier hombre o mujer 
tiene en su piel manchas blancas, 
39 el sacerdote le examinará. Si las 
manchas son de un color suboscuro, 
es bahaq que le ha salido en la piel; 
es puro. 

40 Si a uno se le caen los pelos de 
la cabeza y se queda calvo, es cal¬ 
vicie de atrás; es puro. 41 Si los pelos 
se le caen a los lados de la cara, es 
ealvicie anterior; es puro. 42 Pero si 
en la ealva, posterior o anterior, apa¬ 
reciere llaga de color blanco rojizo, 
es lepra que ha salido en el occipucio 
o en el sincipucio. 43 El sacerdote 
le examinará, y si la llaga escamosa 
es de un blanco rojizo, como el de 
la lepra en la piel de la carne, 44 es 
leproso; es impuro, e impuro le decla¬ 
rará el sacerdote, pues es leproso de 
la eabeza. 






LEVÍTICO, 14 


110 


45 El leproso, manchado de lepra, 
llevará rasgadas sus vestiduras, des¬ 
nuda la cabeza, y cubrirá su rostro, 
e irá clamando: «¡Inmundo, inmundo!» 
46 Todo el tiempo que le dure la lepra 
será inmundo. Es impuro y habitará 
solo; fuera del campamento tendrá 
su morada. 

47 Si apareciere mancha de lepra 
en un vestido, sea de lana, sea de 
lino; 48 o en hilo de trama o de ur¬ 
dimbre; o en una piel, o un objeto 
cualquiera de cuero; 49 si la mancha 
es de color verdoso o rojizo, es plaga 
de lepra. 50 Se le enseñará al sacer¬ 
dote, quien después de examinar la 
mancha, encerrará el objeto por siete 
días. 51 El séptimo examinará de 
nuevo la mancha; si ésta se ha ex¬ 
tendido sobre el vestido, el hilo de 
trama o de urdimbre, la piel o el 
objeto de cuero, es plaga de lepra 
tenaz; la cosa es impura. 52 Se que¬ 
mará el vestido, el hilo de trama o 
de urdimbre, la piel o el objeto de 
cuero en que se halla la mancha, 
pues es lepra tenaz; el objeto será 
quemado al fuego. 53 Pero si ve que 
la mancha del vestido, la urdimbre, 
la trama, o el objeto de cuero no se 
ha extendido, 54 mandará lavar aque¬ 
llo en que apareció la lepra y lo 
encerrará por otros siete días. 55 Si 
después de lavada, ve que la man¬ 
cha no ha mudado de aspecto, aun¬ 
que no haya cundido, es inmundo, 
y se quemará porque está infectado 
en el reverso o en el anverso. 56 Pero 
si el sacerdote ve que después del 
lavado la parte manchada ha mu¬ 
dado el color, la arrancará del ves¬ 
tido o del cuero, de la urdimbre o 
de la trama; 67 y si después de esto 
se viera que en el vestido o en la 
urdimbre o en la trama o en el ob¬ 
jeto de cuero cunde todavía la man¬ 
cha, se quemarán. 58 Pero si después 
del lavado, en la urdimbre o la traína 
o el objeto de cuero la mancha ha 
desaparecido, se lavará otra vez, y 
será puro. 59 Tal es la ley de la 
lepra del vestido, de lana o lino, de 
la urdimbre o de la trama y de todo 
objeto de cuero, para declararlos 
mundos o inmundos. 

Ley ncerca de la purificación del 
leproso. 

H 1 Yave habló a Moisés, dicien¬ 
do: 2 «Esta será la ley del le¬ 
proso para el día de su purificación: 


Será conducido al sacerdote, 3 que 
saldrá a su encuentro fuera del cam¬ 
pamento y le examinará. Si la plaga 
de la lepra ha desaparecido del le¬ 
proso, 4 mandará tomar para el que 
ha de purificar dos .avecillas vivas, 
puras, madera de cedro, un hilo de 
púrpura e hisopo; 5 degollará una de 
las aves encima de una vasija llena de 
agua viva; 6 y tomando el ave viva, 
el cedro, el hilo de púrpura y el 
hisopo, los mojará, lo mismo que el 
ave viva, en la sangre del ave de¬ 
gollada sobre el agua viva; 7 asper¬ 
gerá siete veces al que ha de ser 
purificado de la lepra, y le declarará 
puro, dando suelta en el campo al 
ave viva. 8 Luego, el que ha de ser 
purificado lavará sus vestidos, raerá 
todo su pelo y se bañará en agua, y 
será puro. Podrá ya entrar en el 
campamento, pero quedará por siete 
días fuera* de su tienda. 

9 El día séptimo raerá todo su 
pelo, sus cabellos, su barba, sus cejas, 
todo su pelo, lavará sus vestidos, y 
bañará su cuerpo en agua, y será 
limpio. 10 El día octavo tomará dos 
corderos sin defecto y una oveja 
primal sin defecto y tres décimos de 
cfa de flor de harina, amasada con 
aceite, y un log de aceite. 11 El sacer¬ 
dote que haga la purificación presen¬ 
tará ante Yave al hombre que lia de 
purificarse, con todas esas cosas, a 
la entrada del tabernáculo de la 
reunión. 12 Tomará uno de los dos 
corderos, para ofrecerle en sacrificio 
expiatorio y el log de aceite, y lo 
agitará ante Yave; 13 luego degollará 
el cordero donde se inmola la vícti¬ 
ma expiatoria V el holocausto, en 
lugar santo, porque la víctima del 
sacrificio expiatorio, como la del sa¬ 
crificio por el pecado, es para el sacer¬ 
dote, es cosa santísima. 14 El sacer¬ 
dote, tomando la sangre del sacrifi¬ 
cio expiatorio, untará de ella el ló¬ 
bulo de la oreja derecha del que se 
purifica y el pulgar de la mano de¬ 
recha y del pie derecho. 15 Tomará 
el log de aceite, y echando de él en 
la palma de su mano izquierda, 

16 meterá el índice de su mano dere¬ 
cha en el aceite que tiene en la palma 
de su mano izquierda, y hará con él 
por siete veces aspersión ante Yave. 

17 Después, del aceite que le queda 
en la palma untará el lóbulo de la 
oreja derecha del que se purifica y 
el pulgar de la mano derecha y del 
► ie derecho, encima de la sangre de 





LEVÍTICO. 14 


117 


1 - 

l a víctima; 18 el resto del aceite que 
le queda en la palma lo echará sobre 
a cabeza del que se purifica, cum¬ 
pliendo así la expiación por él ante 
Ya ve. 19 Luego el sacerdote ofrecerá 
el sacrificio por el pecado, haciendo 
la expiación del que se purifica de 
su mancha; 20 y después de inmolar 
el holocausto, lo ofrecerá en el altar 
con la oblación, y así hará por él la 
expiación y será puro. 

21 Si fuere pobre y no pudiere pro¬ 
curarse las víctimas ordinarias, to¬ 
mará sólo un cordero, que se ofre¬ 
cerá en sacrificio expiatorio, en ofren¬ 
da de expiación. Llevará una décima 
de flor de harina amasada con aceite, 
para la ofrenda, y un log de aceite; 
22 también dos tórtolas o dos picho¬ 
nes, según sus facultades, uno como 
víctima expiatoria, el otro para el 
holocausto. 23 Lo presentará el día 
octavo al sacerdote para su purifi¬ 
cación, a la entrada del tabernáculo 
de la reunión, ante Yave. 24 El sacer¬ 
dote tomará el cordero de la expia¬ 
ción y el log de aceite y los agitará 
ante Yave; 25 y después de haber 
inmolado el cordero del sacrificio de 
expiación, tomará de su sangre y la 
pondrá en el lóbulo de la oreja dere¬ 
cha del que se purifica y sobre el 
dedo pulgar de la mano derecha y 
del pie derecho. 26 Echará luego aceite 
en la palma de su mano izquierda, 
27 y con el dedo índice de su mano 
derecha hará siete veces aspersión 
ante Yave; 28 untará del aceite que 
tiene en la mano el lóbulo de la oreja 
derecha del que se purifica y el pulgar 
de la mano derecha y del pie dere¬ 
cho en el lugar donde puso la sangre 
de la víctima expiatoria. 29 Lo que 
le quede en la mano lo echará sobre 
la cabeza del "que se purifica, para 
hacer por él la expiación ante Yave. 
30 Después ofrecerá una de las tór¬ 
tolas o uno de los pichones que haya 
podido procurarse, 31 el uno en sacri¬ 
ficio por el pecado, el otro en holo¬ 
causto, con la ofrenda; y así el sacer¬ 
dote hará la expiación, ante Yave, 
del que se purifica. 32 Esta es la ley 
de la purificación del que tiene plaga 
de lepra y no puede presentar las 
víctimas ordinarias.» 

33 Yave habló a Moisés y Arón, 
diciendo: 34 «Cuando hayáis en¬ 
trado en la tierra de Canán que yo 
voy a daros en posesión, y mandare 
yo la plaga de lepra a alguna casa de 
la tierra que poseeréis, 35 el dueño 


de la casa irá a ponerlo en conoci¬ 
miento del sacerdote, diciéndole: Noto 
que hay en mi casa una mancha. 
3 6 El sacerdote mandará desocupar 
la casa antes de ir a examinar la 
mancha, para que no se contamine 
cuanto hay en ella. Desocupada, irá 
el sacerdote a examinarla. 37 Exa¬ 
minará la mancha, y si en las pare¬ 
des de la casa hallare cavidades ver¬ 
dosas o rojizas como hundidas en la 
pared, 38 saldrá a la puerta de la 
casa, y la hará cerrar por siete días. 
39 Al séptimo día volverá el sacer¬ 
dote; y si ve que la mancha ha cun¬ 
dido en las paredes de la casa, 40 man¬ 
dará quitar las piedras manchadas y 
arrojarlas fuera de la ciudad, en un 
lugar impuro; 41 hará raspar la casa 
toda en lo interior, arrojándose en 
un lugar impuro el polvo que se ras¬ 
pe. 42 Se tomarán otras piedras y se 
pondrán en el lugar de las quitadas, 
y se revocará de nuevo. 43 Si la 
mancha reapareciere nuevamente en 
la casa después de haber quitado las 
piedras y de haberla raspado y revo¬ 
cado de nuevo, 44 volverá el sacer¬ 
dote a examinarla. Si la mancha hu¬ 
biere cundido en la casa, es lepra 
corrosiva de la casa: es impura. 45 Se 
demolerá, y las piedras, la madera y 
todo el mortero se llevarán fuera de 
la ciudad a un lugar impuro. 46 Quien 
entrare en la casa durante el tiempo 
que se ha tenido cerrada, será im¬ 
puro hasta la tarde. 47 Quien hubiere 
dormido en ella lavará sus vestidos, 
y quien en ella hubiere comido lavará 
sus vestidos. 

48 Pero si el sacerdote, al volver 
a la casa, ve que la mancha no ha 
cundido en ella después que la casa 
ha sido revocada de nuevo, decla¬ 
rará pura la casa, pues el mal se ha 
curado. 49 Entonces tomará para ex¬ 
piar la casa dos avecillas, madera de 
cedro, lana escarlata e hisopo: 60 de¬ 
gollará una de las aves sobre una 
vasija de barro con agua viva, 51 y 
tomando luego la madera de cedro, 
el hisopo y la lana escarlata con la 
otra ave, lo mojará todo en la sangre 
del ave degollada sobre el agua viva, 
y aspergerá la casa siete veces. 52 Pu¬ 
rificará la casa con la sangie del 
ave, el agtia viva, el ave viva, la 
madera de cedro, el hisopo y la lana 
escarlata 43 y dará suelta al ave viva 
fuera de la ciudad, en el campo.» 
54 Tal es la ley de toda clase de 
mancha de lepra, o de netzc y 55 y 




LEVÍTICO, 15, 16 


1 18 


de la lepra de los vestidos y de las 
casas, 66 de las manchas brillantes, 
de las escamosas y de las manchas, 
67 para declarar lo mundo y lo in¬ 
mundo. Esta es la ley de la lepra. 

Inmundicia del hombre y de la 
mujer. 

1 ^ 1 Ya ve habló a Moisés y Arón, 
diciendo: 2 «Hablad a los hijos 
de Israel y decidles: Cualquier hombre 
que padezca flujo seminal en su carne, 
será inmundo. 3 Esta es la ley de su 
inmundicia en el flujo, ya sea por 
destilar su carne el flujo, ya por 
retenerlo, es inmundo. 4 Él lecho en 
que se acueste, el asiento en que se 
siente, será inmundo. 5 Quien tocare 
su lecho, lavará sus vestidos, se ba¬ 
ñará en agua, y será impuro hasta la 
tarde. 6 Quien se sentare sobre un 
objeto sobre el que se sentó el que 
padece el flujo, lavará sus vestidos, 
se bañará en agua, y será impuro 
hasta la tarde. 7 Quien tocare la 
carne del enfermo, lavará sus vesti¬ 
dos, se bañará en agua, y será im¬ 
puro hasta la tarde. 8 Si el enfermo 
escupe sobre un hombre puro, éste 
lavará sus vestidos, se bañará en 
agua, y será impuro basta la tarde. 

9 El carro en que viaje el enfermo 
será inmundo. 10 Quien tocare algo 
que haya estado debajo del enfermo 
será impuro hasta la larde, V quien 

10 trasportare, lavará sus vestidos, 
se bañará en agua, y será impuro 
hasta la tarde. 11 Todo aquel a quien 
el enfermo tocare sin haberse antes 
lavado las manos en agua, lavará 
sus vestidos, se bañará en agua, y será 
impuro basta la tarde. 12 Toda vasija 
de barro que tocare se romperá, y 
la de madera se lavará en agua. 
í3 Cuando esté curado de su flujo, 
contará siete días para su purifica¬ 
ción: lavará sus vestidos, bañará su 
cuerpo en agua viva, y será puro. 
14 Al octavo día, tomando dos tór¬ 
tolas o dos pichones, se presentará 
ante Yavc, a la entrada del taber¬ 
náculo de la reunión, y se los dará 
al sacerdote, 16 que los ofrecerá, uno 
en sacrificio expiatorio, el otro en 
holocausto, y hará por él la expia¬ 
ción ante Yo ve, por su flujo. 

16 El hombre que efundiere su 
semen, lavará con agua todo su cuer¬ 
po, 17 y toda ropa o piel en que se 
efunda será lavada con agua, y s^á 
inmunda hasta la tarde. 18 La mujer 


con quien se acostare con emisión del 
semen, se lavará como él, y como 
él será inmunda hasta la tarde. 

19 La mujer que tiene su flujo, flujo 
de sangre en su carne, estará siete 
días en su impureza. Quien la tocare 
será impuro hasta la tarde. 20 Aque¬ 
llo sobre que durmiere o se sentare 
durante su impureza, será impuro, 
21 y quien tocare su lecho, lavará 
sus vestidos, se bañará en agua y 
será impuro hasta la tarde. 22 Si algo 
hubiere sobre el lecho o sobre el asien¬ 
to, quien lo tocare será impuro hasta 
la tarde. 23 Lo que hubiere sobre su 
lecho o sobre su asiento, quien lo 
tocare será impuro hasta la tarde. 
24 Pero si uno se acostare con ella, 
será sobre él su impureza, y será 
inmundo por siete días, y el lecho en 
que durmiere será inmundo. 

25 La mujer que tuviere flujo de 
sangre por más tiempo del acostum¬ 
brado, prolongándose éste más allá 
de los días de su impureza, será im¬ 
pura todo el tiempo que dure el flujo, 
como en el tiempo del menstruo. 
26 El lecho en el cual durante él duer¬ 
ma y todo objeto sobre el que se 
siente, será impuro, como en el 
tiempo del menstruo, 27 y quien los 
toque será impuro y lavará sus ves¬ 
tidos, se bañará en agua, y será 
impuro hasta la tarde. 28 Cuando cu¬ 
rare de su flujo, contará siete días, 
después de los cuales será pura. 29 Al 
octavo día tomará dos tórtolas o dos 
pichones, y los llevará al sacerdote 
a la entrada del tabernáculo de la 
reunión. 30 El sacerdote los ofrecerá, 
uno en sacrificio expiatorio y el otro 
en holocausto, y hará por ella la ex¬ 
piación ante Ya ve de la inmundicia 
de su flujo. 

81 Enseñad a los hijos de Tsrael 
a purificarse de sus inmundicias, no 
sea que por ellas mueran, por man¬ 
char el tabernáculo que está en medio 
de ellos. 

82 Esta es la ley del que padece 
flujo y efunde el semen, naciéndose 
inmundo, 33 y de la mujer en su flujo 
menstrual; de cuantos padecen flujo, 
hombres o mujeres, y del hombre 
que se acuesta con una mujer impura.» 


Ley aceren ele la fiesta anual de 
la expiación. 


1 1 Después de la muerte de los 

dos hijos de Arón, heridos al 
acercarse ante Ya ve, 2 dijo Ya ve a 




LEVÍTICO, 16 


} 19 


Moisés: «Di a tu hermano Arón, que 
no entre nunca en el santuario |ior 
detrás del velo que está delante del 
propiciatorio de sobre el arca, no sea 
que muera, pues yo me muestro en 
la nube sobre el propiciatorio (1). 

3 He aquí el rito según el cual en¬ 
trará Arón en el santuario: Tomará 
un novillo para el sacrificio por el 
pecado y ün carnero para el holocaus¬ 
to. 4 Se revestirá de la túnica santa 
de lino, y se pondrá sobre sus carnes 
el calzón de lino; se ceñirá un cintu¬ 
rón de lino y cubrirá su cabeza con 
la tiara de lino, vistiéndoselos des¬ 
pués de haberse lavado en el agua. 
5 Recibirá de la asamblea de los hijos 
de Israel dos machos cabríos, para el 
sacrificio por el pecado, y un carnero 
para el holocausto; 8 Arón ofrecerá 
su novillo por el pecado, y hará la 
expiación por sí y por su casa. 7 To¬ 
mará después los dos machos cabríos, 
y presentándolos ante Yavc a la 
entrada del tabernáculo de la reunión, 

8 echará sobre ellos las suertes, una 
la de a Ya ve, otra la de a Azazel. 

9 Arón liará acercar el macho cabrío 
sobre que recayó la suerte de a 
Yave, y le ofrecerá en sacrificio por 
el pecado; 10 el macho cabrío sobre 
el que recayó la suerte de a Azazel, 
le presentará vivo ante Yave f para 
hacer la expiación y soltarle después 
a Azazel. 11 Arón ofrecerá el novillo 
del sacrificio por el pecado, haciendo 
la expiación por si y por su casa. 
Después de degollar su novillo por 
el pecado, 12 tomará del altar un in¬ 
censario lleno de brasas encendidas, 
de ante Yave, y dos puñados de ti¬ 
miama pulverizado, y lo llevará todo 
detrás de la cortina; 13 echará el 
timiama en el fuego ante Yave, para 
que la nube de incienso cubra el pro¬ 
piciatorio que está sobre el testimo¬ 
nio, y no muera. 14 Tomando luego 
la sangre del novillo, aspergerá con 
su dedo el frente del propiciatorio, 
haciendo con el dedo siete aspersio¬ 
nes. 15 Degollará el macho cabrío 
expiatorio del pueblo; y llevando su 
sangre detrás del velo, hará como 
con la sangre del novillo, aspergién¬ 
dola sobre el propiciatorio y delante 
de él, 18 y así purificará el santuario 
de las impurezas de los hijos de 
Israel y de todas las trasgresiones 


(i) Es el comienzo del llamado código 
sacerdotal, que tiene como introducción todo 
lo referente a la construcción del tabernáculo. 


con que hayan pecado. Lo mismo 
hará con el tabernáculo de la reunión, 
que está entre ellos, en medio de sus 
impurezas. 17 Que no haya nadie en 
el tabernáculo de la reunión, desde 
que él entre para hacer la expiación 
del santuario hasta que salga, hecha 
la expiación por sí y por su casa y 
por toda la asamblea de Israel. 

18 Después irá al altar que está ante 
Yave y hará la expiación de él, y 
tomando sangre del novillo y sangre 
del macho cabrío, untará de ellas 
los cuernos del altar todo en torno; 

19 hará con su dedo siete veces la 
aspersión de sangre, y le santificará 
y le purificará de las impurezas de 
los hijos de Israel. 

20 Hecha la expiación del santua¬ 
rio, del tabernáculo de la reunión y 
del altar, presentará el macho cabrío 
vivo; 21 y poniendo sus dos manos 
sobre la cabeza del macho cabrío 
vivo, confesará sobre él todas las 
culpas, todas las iniquidades de los 
hijos de Israel y todas sus trasgre¬ 
siones con que han pecado, y los 
echará sobre la cabeza del macho 
cabrío, y lo mandará al desierto por 
medio de un hombre designado para 
ello. 22 El macho cabrío llevará sobre 
sí todas las iniquidades de ellos a 
tierra inhabitada, y el que lo lleve 
lo dejará en el desierto. 23 Después 
Arón entrará en el tabernáculo de 
la reunión y se desnudará de las ves¬ 
tiduras de lino, que se vistió para 
entrar en el santuario; 24 y quitadas, 
se lavará su cuerpo con agua en 
lugar santo, y se pondrá sus vesti¬ 
duras. Saldrá luego, ofrecerá su holo¬ 
causto y el del pueblo, hará la ex¬ 
piación por sí y por el pueblo, 25 y 
quemará en el altar el sebo del sacri¬ 
ficio por el pecado. 26 El que habrá 
ido a soltar el macho cabrío a Azazel, 
lavará sus vestidos y bañará en agua 
su cuerpo, después de lo cual podrá 
entrar en el campamento. 27 Serán 
llevados fuera del campamento el 
novillo y el macho cabrío inmolados 
por el pecado, cuya sangre se intro¬ 
dujo en el santuario para hacer la 
expiación, y se consumirán por el 
fuego sus pieles, sus carnes y sus 
excrementos. 28 El que los queme 
lavará luego sus vestidos, bañará en 
agua su cuerpo y después podrá entrar 
en el campamento. 

29 Esta será para todos ley perpe¬ 
tua; el séptimo mes, el día diez del 
mes, mortificaréis vuestras personas 








LEVlTICO. 1?. 1» 


120 


y no haréis trabajo alguno, ni el 
indígena ni el extranjero que habita 
en medio de vosotros; 30 porque en 
ese día se hará la expiación por vos¬ 
otros, para que os purifiquéis y seáis 
purificados ante Yave de todos vues¬ 
tros pecados. 31 Será para vosotros 
día de descanso, sábado, y mortifi¬ 
caréis vuestras personas. Es ley per¬ 
petua. 

32 La expiación la hará el sacer¬ 
dote que haya sido ungido y haya 
sido iniciado para ejercer las funcio¬ 
nes sacerdotales en lugar de su padre. 
Se revestirá de las vestiduras de lino, 
las vestiduras sagradas, 33 y hará la 
expiación del santuario de la santi¬ 
dad, del tabernáculo de la reunión 
y del altar, la de los sacerdotes y la 
de todo el pueblo de la asamblea. 
34 Será para vosotros ley perpetua, y 
se hará la expiación una vez por 
año para los hijos de Israel por sus 
pecados» (1). 

Hízose lo que Yave había man¬ 
dado a Moisés. 


Lev a ocrea del Injjur del sacrificio. 

1 ^ 1 Yave habló a Moisés, diciendo: 

1 k 2 «Habla a Arón y a sus hijos 
y a todos los hijos de Israel, y diles: 
He aquí lo que ha maiidado Yave: 

3 A todo hombre de la casa de 
Israel que en el campamento o fuera 
del campamento degüelle un buey, 
una oveja o una cabra, 4 * * * * sin haberla 
llevado a la entrada del tabernáculo 
de la reunión, para presentarla en 
ofrenda a Yave ante el santuario, le 
será imputada la sangre; ha derra¬ 
mado sangre, y será borrado de en 
medio de su pueblo. 

b Por eso deben los hijos de Israel, 
en vez de inmolar sus victimas en el 
campo, traerlas al sacerdote ante 
Yave a la entrada del tabernáculo 
de la reunión, y ofrecerlas a Yave 
en sacrificio pacífico; 9 el sacerdote 
derramará la sangre en el altar de 
Yave a la entrada del tabernáculo 
de la reunión, y quemará el sebo en 


(i) La alianza entre Dios y su pueblo 

podfa perturbarse por los pecados voluntarios 

o involuntarios del pueblo y de los sacerdotes. 

Esta es la razón de la fiesta de la expiación, 

restablecer la alianza borrando los pecados. El 

rito con que se celebraba se expone minucio¬ 

samente en este capitulo. San Pablo (Hebr. 9. 15 

sigs.) la considera como tipo del sacrificio re-, 

dentor de Cristo. 


olor de suavidad a Yave. 7 Así no 
ofrecerán sus sacrificios a los sátiros, 
con los cuales se prostituyen. Esta 
será para ellos ley perpetua, de ge¬ 
neración en generación. 

8 Diles, pues: Todo hombre de la 
casa de Israel o de los extranjeros 
que habitan en medio de ellos que 
ofrezca un holocausto o un sacrificio, 
9 y no llevare la víctima a la entrada 
del tabernáculo de reunión, para ser 
sacrificado a Yave, será borrado de 
en medio del pueblo. 


Prohibición de comer simare, ani¬ 
mal moríecino y desbarrado. 

10 Todo hombre de la casa de 
Israel, o de los extranjeros que habi¬ 
tan en medio de ellos, que coma san¬ 
gre de un animal cualquiera, yo me 
volveré contra el que come sangre, 
y le borraré de en medio de su pueblo, 
11 porque la vida de la carne es la 
sangre, y yo os la he mandado poner 
sobre el altar para expiación de vues¬ 
tras almas, y la sangre expía, por 
ser vida. 12 Por eso he mandado a 
los hijos de Israel: Nadie de entre 
vosotros ni de los extranjeros que 
habiten en medio de vosotros, come¬ 
rá sangre. 

13 Todo hombre de entre los hijos 
de Israel, o de los extranjeros que 
habitan en medio de ellos, que cazare 
un animal o un ave puros, verterá 
la sangre y la cubrirá de tierra; 
14 porque la vida de toda carne es 
la sangre. Por eso he mandado yo 
a los hijos de Israel: no comeréis la 
sangre de carne alguna, porque la 
vida de toda carue es la sangre; 
quien la comiere será borrado. 

15 Todo indígena o extranjero que 
comiere carne inortieiua o desgarrada, 
lavará sus vestidos, se bañará en 
agua, y será impuro hasta la tarde; 
después será puro. 16 Gi 110 lava sus 
vestidos y su cuerpo, contraerá reato.» 


I ilíones ilícitas \ pecados contra 
natura. 

| }{ 1 Yave habló a Moisés, dicien- 
10 do: 2 «Habla a los hijos de 
Israel y diles: 3 Yo soy Yave, vues¬ 
tro Dios. No liaréis lo que se hace 
en la tierra de Egipto donde habéis 
morado, ni haréis lo que se lince en 
la tierra de Cauán, a donde yo os 







LE VÍ TICO, 19 


121 


llevo; no seguiréis sus leyes. 4 Prac¬ 
ticaréis mis mandamientos y cum¬ 
pliréis mis leyes; las seguiréis. Yo, 
Yavc, vuestro Dios. 

6 Guardaréis mis leyes y mis man¬ 
damientos; el que los cumpliere vi¬ 
virá por ellos. Yo, Yave. 

6 Ninguno de vosotros se acercará 
a una consanguínea suya para des¬ 
cubrir su desnudez. Yo, Yave. 

7 No descubrirás la desnudez de 
tu padre, ni la de tu madre; es tu 
madre; no descubrirás su desnudez. 

8 No descubrirás la desnudez de 
la mujer de tu padre; es la desnudez 
de tu padre. 

9 No descubrirás la desnudez de 
tu hermana, hija de tu padre o hija 
de tu madre; nacida en la casa o 
nacida tuera de ella, no descubrirás 
su desnudez. 

10 No descubrirás la desnudez de 
la hija de tu hijo o de la hija de tu 
hija, porque es tu propia desnudez. 

11 No descubrirás la desnudez de 
la hija de mujer de tu padre, nacida 
de tu padre; es tu hermana. 

12 No descubrirás la desnudez de 
la hermana de tu padre; es la carne 
de tu padre. 

13 No descubrirás la desnudez de 
la hermana de tu madre; es la carne 
de tu madre. 

14 No descubrirás la desnudez del 
hermano de tu padre, acercándote 
a su mujer; es tu t'a. 

15 No descubrirás la desnudez de 
tu nuera; es la mujer de tu hijo; no 
descubrirás su desnudez. 

16 No descubrirás la desnudez de 
la mujer de tu hermano; es la des¬ 
nudez de tu hermano. 

17 No descubrirás la desnudez de 
una mujer y la de su hija, ni tomarás 
a la hija de su hijo, ni a la hija de 
su hija para descubrir su desnudez; 
son parientes; es un crimen. 

18 No tomarás a la hermana de 
tu mujer para hacer de ella una rival 
suya, descubriendo su desnudez con 
la de tu mujer en vida de ésta. 

19 No te acercarás a una mujer 
durante el tiempo de su impureza, 
para descubrir su desnudez. 

20 No tendrás comercio con la 
mujer de tu prójimo, manchándote 
con ella. 

21 No darás hijo tuyo para ser 
pasado en honor de Moloc; no pro¬ 
fanarás el nombre de* tu Dios. Yo, 
Yave. 

22 No te ayuntarás con hombre 


como con mujer; es una abominación. 

23 No te ayuntarás con bestia, man¬ 
chándote con ella. 

La mujer no se pondrá ante una 
bestia, prostituyéndose ante ella; es 
una perversidad. 

24 No os manchéis con ninguna de 
estas cosas, pues con ellas se han 
manchado los pueblos que yo voy a 
arrojar de delante de vosotros. 25 Han 
manchado la tierra, yo castigaré sus 
maldades, y la tierra vomitará a sus 
habitantes/ 26 Pero vosotros guardad 
mis leyes y mis mandamientos, y 
no cometáis ninguna de esas abomi¬ 
naciones, ni indígena ni extranjero 
de los que habitan en medio de 
vosotros. 27 Porque todas esas abo¬ 
minaciones son las que han come¬ 
tido los hombres de esa tierra que 
la habitaron antes de vosotros, y la 
tierra se ha manchado. 28 Que no 
os vomite la tierra por haberla man¬ 
chado, como vomitó a los pueblos 
que antes de vosotros la habitaron; 
29 porque cualquiera que cometa una 
de esas abominaciones, será borrado 
de en medio de su pueblo 30 Guardad 
mis mandamientos, no practicando 
ninguna de esas prácticas abomina¬ 
bles que se practicaban antes de vos¬ 
otros, y no os manchéis con ellas. 
Yo, Yave, vuestro Dios.» 

Diversas leyes religiosas, cere¬ 
moniales y morales. 

1 Q 1 Yave habló a Moisés, di- 
1 7 ciendo: 2 «Habla a toda la 
asamblea de Israel y diles: 

3 Sed santos, porque santo soy yo, 
Yave, vuestro Dios (1). 


(i) Comienza aquí el llamado código da 
santidad, que termina en el c. 26, con una larga 
y apremiante exhortación. Es una miscelánea 
legal, en la cual se repiten no pocas leyes antes 
dadas, pero que entran en él en un nuevo 
aspecto: el de la santidad. Por ser santo Dios, 

ha de ser santo el pueblo, en medio del cual 
habita el Santo, que es quien a él le santifica. 
Santo viene a ser puro, limpio, sin mancha, sin 
defecto; y es, entre los atributos de Dios en lá 
Escritura, el que más íntimamente ligado esta 
a la religión. «Tres veces santo» proclaman á 
Dios los serafines. (Is. 6.) Pero esta santidad 
se nos presenta como algo terrible y mortal 
para quien a ella se acerca no estando en con¬ 
sonancia con ella. (Is. 6. 5.) Y por eso lo impuro 
ha de santificarse antes, mediante una consa¬ 
gración; así, por ejemplo, se consagran el san¬ 
tuario, el altar, la víctima, lós sacerdotes, el 
pueblo, el tiempo, etc., que se santifican me¬ 
diante una especial consagración a Dios. Hay 





122 


LEVÍTICO, 19 


Tema cada uno a su padre y a 
su madre y guardad mis sábados. 
Yo, Ya ve, vuestro Dios. 

4 No vayáis tras los ídolos, y no 
os hagáis dioses fundidos. Yo, Yave, 
vuestro Dios. 

6 Cuando ofrezcáis a Yave un 
sacrificio pacifico, ofrecedlo de ma¬ 
nera que sea aceptable. 6 La víctima 
será comida el día de su inmolación 
o al día siguiente; lo que quedare 
para el día tercero será quemado por 
el fuego. 7 Si alguno comiere de ello 
al tercer dia, es una abominación; 
el sacrificio no será aceptable. 8 El 
que lo haga contraerá reato, porque 
profana lo consagrado a Yave, y 
será borrado de en medio de su pueblo. 

9 Cuando bagáis la recolección de 
vuestra tierra, no segarás basta el 
límite extremo de tu campo, ni reco¬ 
gerás las espigas caídas, 10 ni harás 
el rebusco de tus viñas y olivares, 
ni recogerás la fruta caída de los 
frutales; lo dejarás para el pobre y el 
extranjero. Yo, Yave, tu Dios. 

11 No hurlaréis, ni os haréis en¬ 
gaño y mentira unos a otros. 

12 No jures por mi nombre min¬ 
tiendo; es profanar el nombre de tu 
Dios. Yo, Yave. 

13 No oprimas a tu prójimo ni le 
despojes No quede en tu mano 
hasta el siguiente día el salario del 
jornalero. 

14 No profieras maldición contra el 
sordo, ni pongas ante el ciego tro¬ 
piezos para hacerle caer; has de temer 
a tu Dios. Yo, Yave. 


cosas por naturaleza impuras, por ejemplo, un 
cadáver, la mujer parida, etc.; los animales 
inmundos, como el cerdo, etc. Estas cosas 
comunican su impureza a quien las toca, a 
modo de contagio, y para verse libre de esta 
inmundicia se exige una purificación. Hay 
una tercera clase de cosas, que pudiéramos 
decir neutras, no son por sí ni puras ni impuras, 
pero son capaces de una especial consagración 
y sinticación, por ejemplo, el hombre, la 
oveja, etc. Pueden, sin embargo, resultar 
impuras en ciertos momentos, en que por 
manera especial se manifiesta la santidad de 
Dios, por ejemplo cuando Dios bajó al monte 
Sinai, el que ha de ofrecer el incienso en el 
tabernáculo, etc. Aun las cosas santificadas 
pueden adolecer a veces de este defecto; por 
ejemplo, el sumo sacerdote ha de expiarse para 
entrar en el santísimo, etc. Es algo parecido 
a lo que es para nosotros la santidad del óleo 
santo, del cáliz, de las imágenes bendecidas, 
de las iglesias consagradas, etc.; aunque este 
concepto de santidad, por decirlo así, dema¬ 
siado material, es más propio del A. T. que 
del N. 


15 No hagas injusticia en tus jui¬ 
cios, ni favoreciendo al pobre, ni 
complaciendo al poderoso; juzga a 
tu prójimo según justicia. 

18 No vayas sembrando entre el 
pueblo la difamación; no depongas 
contra la sangre de tu prójimo. Yo. 
Y r ave. 

17 No odies en tu corazón a tu her¬ 
mano, pero repréndele para no car¬ 
garte tú por él con un pecado. 

18 No te vengues, y no guardes 
rencor contra los hijos de tu pueblo. 
Amarás a tu prójimo como a ti mis¬ 
mo Í1). Yo, Yave. 

19 Guardad mis mandamientos. 

No aparearás bestias de diversa 

especie, ni sembrarás en tu campo 
simiente de dos especies, ni llevarás 
vestido tejido de dos especies do 
hilo. 

20 Si alguno yaciere con mujer 
esclava desposada*a otro, no rescatada 
ni puesta en libertad, castigúeseles, 
no con la muerte, pues ella no era 
libre. 21 Ofrecerá por su pecado el 
hombre ante Yave, a la entrada del 
tabernáculo de la reunión, un car¬ 
nero en sacrificio de expiación; 22 el 
sacerdote hará por él la expiación 
ante Yave, con el carnero de) sacri¬ 
ficio expiatorio por el pecado come¬ 
tido, y le será perdonado. 

23 Cuando hubiéreis entrado en 
la tierra, y plantéis árboles frutales 
de cualquier especie, sus frutos los 
miraréis, como incircuncisos; durante 
tres años serán para vosotros incir¬ 
cuncisos y no los comeréis. 24 Al 
cuarto año, todos sus frutos serán 
consagrados a Yave. 25 Al quinto 
año comeréis ya sus frutos, y el 
árbol aumentará vuestras utilidades. 
Yo, Yave, vuestro Dios. 

26 No comeréis carne con sangre, 
ni practicaréis la adivinación ni la 
magia. 27 No os raparéis en redondo 
la cabeza, ni raeréis los lados de 
vuestra barba. 28 No os haréis inci¬ 
siones en vuestra carne por un muerto, 
ni imprimiréis en ella figura alguna. 
Yo, Yave. 

29 No profanes a tu hija, prostitu¬ 
yéndola, que no se entregue la tierra 
a la prostitución y se llene de crí¬ 
menes. 


(i) El amor al prójimo como a si mismo 
no se limita aquí al amor de los connacionales: 
se extiende al extranjero que habita en medio 
de ellos. Es un precedente del precepto evan¬ 
gélico, pero dista mucho de él, pues en éste 
el amor se extiende aun a los mismos enemigos. 






LEVlTICO, 20 


123 


30 Observad mis sábados y reve¬ 
renciad mi santuario. Yo, Yave. 

31 No acudáis a los que evocan a 
los muertos, ni a los adivinos, ni los 
consultéis, para no mancharos con 
su trato. Yo, Yave, vuestro Dios. 

32 Alzate ante una cabeza blanca v 
honra la persona del anciano. Teme 
a tu Dios. Yo, Yave. 

33 Si viene un extranjero para habi¬ 
tar en vuestra tierra, no le opri¬ 
máis; 34 tratad al extranjero que 
habita en medio de vosotros como 
al indígena de entre vosotros; ámale 
como a ti mismo, porque extranjeros 
fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. 
Yo, Yave, vuestro Dios. 

35 No hagáis injusticia, ni en los 
juicios, ni en las medidas de longi¬ 
tud, ni en los pesos, ni en las medidas 
de capacidad. 33 Tened balanzas jus¬ 
tas, pesos justos, un e/a justo y un 
hin justo. Yo, Yave, vuestro Dios, 
que os he sacado de la tierra de 
Egipto. 

37 Guardad todas mis leyes y man¬ 
damientos y practicadlos. Yo, Yave.» 


Algunas leyes penales. 

O A 1 Yave habló a Moisés, dicien- 
do: (i) 2 «Di a los hijos de Israel: 
Quienquiera que de entre los hijos 
de Israel, o de los extranjeros que 
habitan en Israel, ofrezca a Moloc 
un hijo suyo, será castigado con la 
muerte; el pueblo le lapidará. 3 Yo 
me volveré contra ese hombre y le 
exterminaré de en medio de sil pue¬ 
blo, por haber entregado a Moloc 
a uno de sus hijos, manchando mi 
santuario y profanando mi santo 
nombre. 4 * Si el pueblo cerrase los 
ojos cuanto a este hombre que ofre¬ 
ció a Moloc a uno de sus hijos, y no 
le diera muerte, 6 yo me volveré 
contra él y contra su parentela, y le 
exterminaré de en medio de su pue¬ 
blo y a cuantos como él se prosti¬ 
tuyan ante Moloc (1). 

6 Si alguno acudiere a los que evo¬ 
can a los muertos, y a los que adivir 
nan, prostituyéndose ante ellos, yo 


(i) El sacrificio de niños por el fuego a 

Moloc, dios fenicio, era entre los cananeos 
frecuentísimo, y esta abominación la siguieron 

muchas veces los hebreos. Si en este lugar 
se trata de^verdaderos sacrificios por el fuego, 

o de una mera ceremonia de consagración del 

niño a Moloc pasándolo por el fuego, es dis¬ 

cutido entre los intérpretes. 


ine volveré contra él y le exterminaré 
de en medio de su pueblo. 

7 Santificaos y sed santos, porque 
yo soy Yave, vuestro Dios. a Guar¬ 
dad mis leyes y practicadlas. Yo, 
Yave, que os santifica. 

9 Quien maldigo a su padre o a su 
madre, sea castigado con la muerte; 
caiga su sangre sobre él. 

10 Si adultera un hombre con mujer 
casada, si comete adulterio con lo 
mujer de su prójimo, hombre y 
mujer adúlteros serán castigados con 
la muerte. 

11 Si uno se acuesta con mpjcr de 
su padre, descubriendo así la des¬ 
nudez de su padre, los dos serán 
castigados con la muerte; caiga sobre 
ellos su sangre. 

12 Si uno se acuesta con su nuera, 
ambos serán castigados con la muerte; 
han cometido un crimen vergonzoso; 
caiga su sangre sobre ellos. 

13 Si uno se acuesta con otro como 
se hace con mujer, ambos hacen 
cosa abominable y serán castigados 
con la muerte. Caiga sobre ellos su 
sangre. 

14 Si uno toma por mujeres la 
hija y la madre, es un crimen abo¬ 
minable; serán quemados él y ellas, 
para que no se dé entre vosotros 
crimen semejante. 

15 El que tenga comercio con una 
bestia será castigado con la muerte, 
y la bestia la mataréis. 

18 Si una mujer se acerca a una 
hestia, prostituyéndose ante ella, ma¬ 
tarás a la mujer y a la bestia; ambas 
serán muertas; caiga sobre ellas su 
sangre. 

17 Si uno toma a su hermana, hija 
de su padre o de su madre, viendo 
él la desnudez de ella y ella la des¬ 
nudez de él, es un crimen, y los dos 
serán borrados de su pueblo a la 
vista de los hijos de su pueblo; él 
ha descubierto la desnudez de su 
hermana; lleve sobre sí su iniquidad. 

18 Si uno se acuesta con mujer 
mientras tiene ésta el flujo menstrual, 
y descubre su desnudez, su flujo, 
y ella descubre el flujo de su sangre, 
serán ambos borrados de en medio 
de su pueblo. 

19 No descubras la desnudez de la 
hermana de tu madre, ni la de la 
hermana de tu padre, porque es 
descubrir tu propia carne. Llevarán 
sobre sí su iniquidad. 

20 Si uno se acuesta con su tía. 
descubre la desnudez de su tío. Lleva- 






124 


LEVÍTICO, 21, 22 


rán sobre sí sil iniquidad; no tendrán 
hijos. 

21 Si uno toma mujer de su her¬ 
mano, es una inmundicia. Descubrió 
la desnudez de su hermano. No ten¬ 
drán hijos. 

22 Guardad todas mis leyes y todos 
mis mandamientos y ponedlos por 
obra, para que no os vomite la tierra 
a donde os llevo. 23 No imitéis las 
costumbres de las gentes que yo 
voy a arrojar de delante de vosotros; 
ellos hacían estas maldades, y yo los 
aborrecí. 24 Yo os he dicho; vosotros 
poseeréis esa tierra, yo os la daré 
en posesión, es una tierra que mana 
leche y miel. Yo, Yave, vuestro Dios, 
que os ha separado de las gentes. 

25 Distinguid entre animales puros 
e impuros, entre aves puras e impu¬ 
ras, y no os hagáis abominables por 
los animales, por las aves, ni por 
cuanto repta sobre la tierra, que yo 
os he enseñado a tener por impuro. 

26 Sed santos para mí, porque yo, 
Yave, soy santo, y os he separado 
de las gentes para que seáis míos. 

27 Todo hombre o mujer que evoque 
a los muertos y se dé a la adivina¬ 
ción, será muerto, lapidado; caiga 
sobre ellos su sangre.» 


Leves acerva de la pnrc/a ritual 
de los sacerdotes. 

4 1 Yave dijo a Moisés: «Habla 
— 1 a los sacerdotes hijos de Arón, 
y diles (1); 2 Que ninguno se con¬ 
tamine por un muerto de los de su 
pueblo, a no ser por un próximo 
consanguíneo, por su madre, por su 
padre, por su hijo, por sn hija, por 
sil hermano; 3 por su hermana virgen, 
que viva con él y no se hubiera 
casado, por ésa puede contaminarse; 
4 pero no por sus otros parientes, 
profanándose. 5 No se raerán la ca¬ 
beza ni los lados de la barba, ni se 
harán incisiones en la carne 6 . Serán 
santos para su Dios, y no profanarán 
su nombre, pues son ellos los que 
ofrecen las combustiones de Yave, 
pan de su Dios, y han de ser santos. 

(i) Un cadáver es algo impuro, su contacto 
contamina, y el que por necesidad tiene que 
tocarlo, ha de purificarse. A los sacerdotes se 
les prohíbe tocar cadáver que no sea de un 
próximo consanguíneo, y al sumo sacerdote 
se le prohíbe tocar aun al del padre y la madre. 
La santidad del sacerdote ha de ser mayor que 
la de los demás. 


7 No tomarán mujer prostituida, ni 
desposada, ni mujer repudiada por 
su marido, porque el sacerdote está 
consagrado a su Dios. 3 Por santo 
le tendrás, pues él ofrece el pan de 
tu Dios, y será santo para ti, porque 
santo soy yo, Yave, que los santi¬ 
fico. 9 Si la hija de un sacerdote se 
profana prostituyéndose, profana a 
su padre, y será quemada en el fuego. 

10 El sumo sacerdote de entre sus 
hermanos, sobre cuya cabeza se de¬ 
rramó ei óleo de unción, a quien se 
le llenó la mano para vestirse las 
vestiduras sagradas, no desnudará 
su cabeza, ni rasgará sus vestidos, 

11 ni se acercará a ningún muerto, 
ni se contaminará, ni por su padre, 
ni por su madre. 

12 No se saldrá del santuario, ni 
profanará el santuario de su Dios, 
pues ha sido consagrado con el óleo 
de la unción de su' Dios. Yo, Yave. 
13 Tomará virgen por mujer, 14 no 
viuda, ni repudiada, ni desflorada, 
ni prostituida. Tomará una virgen 
de las de su pueblo, 15 y no deshon¬ 
rará su descendencia en medio de 
su pueblo, porque soy yo, Yave, 
quien le santifico.» 

16 Yave habló a ^Moisés, diciendo: 
17 «Habla a Arón, y dile: Ninguno de 
tu estirpe según sus generaciones, 
que tenga una deformidad corporal, 
se acercará a ofrecer el pan de tu 
Dios. 18 Ningún deforme se acercará; 
ni ciego, ni cojo, ni mutilado, ni 
monstruoso, 19 ni quebrado de pie o 
de mano, 20 ni jorobado, ni enano, ni 
bisojo, ni sarnoso, ni tiñoso, ni her¬ 
nioso. 21 Ninguno de la estirpe de 
Arón que tenga una deformidad cor¬ 
poral, se acercará para ofrecer las 
combustiones de Yave; es defectuoso, 
no se acercará a ofrecer el pan de 
su Dios; 22 podrá comer el pan de su 
Dios, lo santísimo y lo santo, J 3 mas 
no entrar detrás del velo, ni acercarse 
al altar, porque tiene defecto, y no 
debe contaminar mi santuario. Yo,- 
Yave, que los santifico.» 24 Y así 
habló Moisés a Arón y a sus hijos 
y a todos los hijos de Israel. 


I.o*» que |>nc<lcii comer las cosas 
sanias. 

*)*) 1 Habló Yave a Moisés, di- 
~~ ciendo: 2 «Habla a Arón y n 
sus hijos, para que respeten las cosas 
santas que me consagran los hijos de 





LEVintO, 23 


125 


Israel, y no profanen mi sanio nombre. 
Yo, Ya ve. 

3 Diles: Cualquiera de vuestra es¬ 
tirpe en vuestras generaciones que 
tenga sobre sí alguna impureza, guár¬ 
dese de acercarse a las cosas santas 
t^ue los hijos de Israel ofrecen a Yave; 
si lo hiciere, será retirado de mi pre¬ 
sencia. Yo, Yave. 4 El que de la 
estirpe de Arón tuviere lepra o flujo, 
no comerá de las cosas santas, hasta 
no quedar puro. 5 Lo mismo el 
que haya tocado a un inmundo 
manchado por el contacto de un ca¬ 
dáver, o que haya derramado el semen, 
o que haya tocado un reptil que le 
impurificó, o que esté impurificado 
por haber tocado a un impuro, que le 
transmitió su impureza, cualquiera 
que ésta sea. 6 Quien tocare algo de 
eso será impuro hasta la tarde y no 
comerá cosa santa; se bañará en agua, 
7 y después de la puesta del sol será 
puro y podrá comer cosas santas, 
pues son su comida. 8 No comerá de 
animal mortecino ni desgarrado, man¬ 
chándose con ello. Yo, Yave. 9 Que 
guarden todos mis mandamientos, no 
sea que por algo de esto incurran en 
pecado y mueran por haber profa¬ 
nado las cosas santas. Yo, Yave, que 
los santifico. 10 Ningún extraño co¬ 
merá las cosas santas; ni el que habite 
en la casa del sacerdote, ni el merce¬ 
nario, las comerán; pero el esclavo 
comprado a precio por el sacerdote, 
y el nacido en su casa, podrán comer, 
pues son su alimento. 12 La hija de 
un sacerdote casada con un extraño 
no podrá comer de las cosas santas; 
13 pero si enviudare, o fuese repu¬ 
diada, sin tener hijos, y vuelve a la 
casa de su padre, como estaba en 
ella en su juventud, podrá comer 
de lo que come su padre; mas ningún 
extraño comerá. 14 Quien por inad¬ 
vertencia comiere una cosa santa, 
restituirá al sacerdote con un quinto 
de más. 

15 No profanen los sacerdotes las 
cosas santas de los hijos de Israel, 
lo reservado a Yave, 16 y se carguen 
la fealdad del delito cuando coman 
las cosas santas. Yo, Yave, que los 
santifico. » 

Las víctimas para los sacrificios 
han de ser sin defecto. 

17 Yave habló a Moisés, diciendo: 
«Habla a Arón y a sus hijos y a todos 
los hijos de Israel, y diles: Quien¬ 


quiera de la casa de Israel o de los 
extranjeros que presente su ofrenda, 
sea en cumplimiento de su voto, 
sea como ofrenda voluntaria, si lo 
que ofrece a Yave es holocausto, 
19 para que sea aceptable, la víctima 
ha de ser sin defecto, de entre los 
bueyes, las ovejas o las cabras. 20 No 
ofreceréis nada defectuoso, pues no 
sería aceptable. 21 Cuando uno ofrezca 
a Yave ganado mayor o ganado 
menor en sacrificio pacífico, sea para 
cumplir un voto, sea como ofrenda 
voluntaria, la víctima para ser acep¬ 
table ha de ser perfecta, sin defecto. 
22 Un animal ciego, estropeado o 
mutilado, ulcerado, sarnoso o tiñoso, 
no se lo ofreceréis a Yave, ni que¬ 
maréis nada de él en el altar a Yave. 
Podrás inmolar como oferta volun¬ 
taria un buey o una oveja que tenga 
un miembro demasiado largo o de¬ 
masiado corto, pero esa víctima no 
¡ sería aceptable para el cumplimiento 
de un voto. 24 No ofreceréis a Yave 
un animal que tenga los testículos 
aplastados, hundidos, cortados o 
arrancados; no lo ofreceréis a \ r ave; 
eso no lo haréis nunca en vuestra 
tierra. 25 Ni de la mano de un extran¬ 
jero recibiréis tales víctimas, para 
ofrecerlas como alimento de vuestro 
Dios, pues están corrompidas y man¬ 
chadas y no os serían aceptables.» 

26 Yave dijo a Moisés: 27 «Al nacer 
un becerro, un cordero o un cabrito, 
quedarán siete días a la ubre de la 
madre; a partir del día octavo, serán 
( ya en adelante agradables para ser 
ofrecidos a Yave en sacrificio por 
el fuego; 28 sea buey o cordero, no 
inmoléis en el mismo día el animal 
| y su cría. 29 Cuando ofrezcáis a Yave 
un sacrificio de acción de gracias, 
lo ofreceréis de manera que sea acep¬ 
table; 30 la víctima será comida el 
día mismo, sin dejar nada para el 
día siguiente. Yo, Yave. 

31 Guardad mis mandamientos, y 
ponedlos por, obra; yo, Yave. 32 No 
! profanéis mi- santo nombre; sea yo 
santificado en medio de los hijos de 
Israel. Yo, Yave, que os santifico 
33 y os he sacado de la tierra de Egipto, 
para ser vuestro Dios. Yo, Yave.» 


Las solemnidades. El sábado. 

¿jo 1 Yave habló a Moisés, di- 
J-O ciendo: 2 «Habla a los hijos de 
Israel, y diles: Estas son las solem¬ 
nidades, asambleas santas, que con- 






126 


LEVÍTICO, 23 


vocaréis: 3 Seis dias trabajaréis, pero 
el séptimo, que es sábado, es santo, 
día de descanso y de santa asamblea. 
No haréis en él trabajo alguno. Es 
el descanso consagrado a Yave, don- 
uiera que habitéis. 

Estas son las fiestas de Yave, las 
asambleas santas que convocaréis a 
su tiempo: 

La pascua. 

5 El mes primero, el dia catorce 
del mes, entre dos luces, es la pascua 
de Yave. 6 El quince del mes es la 
fiesta de los ácimos de Yave. Du¬ 
rante siete días comeréis pan sin 
levadura. 7 El primer día convoca¬ 
réis asamblea santa y no haréis ningún 
trabajo servil. 8 Ofreceréis a Yave 
por siete días consecutivos sacrificios 
por el fuego. El séptimo día convo¬ 
caréis asamblea santa y no haréis 
en él ningún trabajo servil.» 


Las primicias. 

9 Yave habló a Moisés, diciendo: 
10 «Habla a los hijos de Israel, y 
diles: Cuando hayáis entrado en la 
tierra que yo os daré y hagáis en 
ella la recolección, llevaréis al sacer¬ 
dote un manojo de espigas, primi¬ 
cias de vuestra recolección; 11 y él 
agitará el manojo ante Yave, para 
que os sea propicio, 12 y sacrifica¬ 
réis en holocausto a Yave un cor¬ 
dero primal sin defecto; 13 acompa¬ 
ñaréis la oblación de dos décimas 
de flor de harina, como ofrenda de 
combustión de olor suave a Yave; la 
libación será de vino, un cuarto de 
hin. No comeréis ni pan, ni trigo 
tostado, ni espigas frescas de lo 
nuevo, hasta el día en que llevéis 
la ofrenda de vuestro Dios. Es ley 
perpetua para vuestros descendien¬ 
tes, dondequiera que habitéis. 


Pentecostés. 

15 A partir del día siguiente al 
sábado, del día en que traigáis el 
manojo de espigas para ser agitado, 
contaréis siete semanas completas. 
16 Contados así cincuenta días hasta 
el día siguiente al sábado de la 
séptima semana, ofreceréis a Yave I 
una nueva oblación. 17 Llevaréis de ' 
vuestra casa, para agitarlos, dos panes 


hechos con dos décimas de flor de 
harina y cocidos con levadura. Son 
las primicias de Yave. 18 Con estos 
panes ofreceréis en holocausto a Yave 
siete corderos, acompañando la ofren¬ 
da y la libación, en sacrificio de com¬ 
bustión de suave olor a Yave. 19 In¬ 
molaréis también un macho cabrio 
en sacrificio por el pecado, y dos 
corderos primales en sacrificio pací¬ 
fico. 20 El sacerdote agitará los cor¬ 
deros, con los panes de las primicias, 
en ofrenda de agitación ante Yave: 
y los panes, lo mismo que los dos 
corderos consagrados a Yave, serán 
para el sacerdote. 21 Ese mismo día 
convocaréis asamblea santa, y no 
haréis en él ningún trabajo servil. 
Es ley perpetua para vuestros des¬ 
cendientes, dondequiera que habitéis. 
22 Cuando hagáis la recolección en 
vuestra tierra, no segareis hasta el 
límite extremo del campo, ni recoge¬ 
rás lo que queda para espigar; lo de¬ 
jarás para el pobre y el extranjero. 
Yo, Yave, vuestro Dios.» 


Fin de año. 

23 Yave habló a Moisés, diriendo: 
24 «Habla a los hijos de Israel, y diles: 
Al séptimo mes, el día primero del 
mes tendréis fiesta solemne., anun¬ 
ciada a son de trompeta, asamblea 
sania. 25 No haréis en él ningún 
trabajo servil, y ofreceréis a Yave 
sacrificios de combustión.» 


La expiación. 

26 Yave habló asi a Moisés: 27 «El 
día décimo del séptimo mes es el 
día de la expiación; tendréis asam¬ 
blea santa, os mortificaréis, y ofre¬ 
ceréis a Yave sacrificios de combus¬ 
tión. 28 No liaréis en ese día ningún 
trabajo serví 1 , porque es día de expia¬ 
ción y se ha de hacer la expiación 
por vosotros ante Yave, vuestro Dios. 
29 Todo el que en ese día no se afli¬ 
giere, será borrado de en medio de 
su pueblo; 30 y todo el que en ese 
día haga un trabajo cualquiera, yo 
le extei minaré de en medio de su 
pueblo. 81 No liaréis trabajo alguno. 
Es ley perpetua para vuestros des¬ 
cendientes, dondequiera que habi¬ 
téis. 32 Será para vosotros sábado, 
día de reposo aosolulo, y os afligi¬ 
réis; el noveno día del mes, desde la 




LEVÍTICO, 24 


127 


tarde hasta la tarde siguiente, guar¬ 
daréis vuestro sábado.» 


Fiesta d^ los tabernáculos. 

33 Yave habló a Moisés, diciendo: 
34 «Habla a los hijos de Israel y diies: 
El día quince de este séptimo me.s 
es la fiesta de los tabernáculos, du¬ 
rante siete días, en honor de Yave. 
38 El día primero asamblea santa; no 
liaréis en él ningún trabajo servil. 
36 Durante siete días ofreceréis a 
Yave sacrificios de combustión. El 
día octavo, asamblea santa, y ofre¬ 
ceréis a Yave sacrificios de com¬ 
bustión. Es asamblea santa; no haréis 
en él ningún trabajo servil. 

37 • Estas son las fiestas de Yave 
que convocaréis, para tener en ellas 
la asamblea sania y ofrecer a Yave 
sacrificios de combustión, holocaus¬ 
tos y oblaciones, víctimas y libacio¬ 
nes, cada día lo que corresponda, 
38 además de los sábados de Yave, 
de vuestros dones, de vuestros votos 
y de todas las ofrendas voluntarias 
que presentéis a Yave. 

39 El día quince del séptimo mes, 
cuando hayáis, recogido los frutos de 
la tierra, celebraréis la fiesta de Yave 
durante siete días. El primer día 
será de descanso completo, e igual¬ 
mente el octavo. 40 El primer día 
tomaréis gajos de frutales hermosos, 
ramos de palmera, ramas de árboles 
frondosos, de sauces de ribera, y os 
regocijaréis ante Yave, vuestro Dios, 
durante siete días. 41 Celebraréis esta 
fiesta durante siete días cada año. 
Es ley perpetua para vuestros des¬ 
cendientes, y la celebraréis el sép¬ 
timo mes. 43 Moraréis los siete días 
en cabañas; todo indígena de Israel 
morará en cabañas, 43 para que sepan 
sus descendientes que yo hice habi¬ 
tar en cabañas a los hijos de Israel 
cuando los saqué ae la tierra de 
Egipto. Yo, Yave, vuestro Dios.» 

44 Moisés promulgó las fiestas de- 
Yave a los hijos de Israel. 


Fas lámparas del santuario. 

OJ, 1 Yave habló a Moisés, di- 
~ * ciendo: 2 «Manda a los hijos de 
Israel que te traigan para el cande¬ 
labro aceite puro de olivas macha¬ 
cadas, para alimentar continuamente 
las lámparas. 3 Por defuera del velo 


que está delante del testimonio, en 
el tabernáculo de la reunión, Arón las 
preparará, para que ardan continua¬ 
mente, de la tarde a la mañana, en 
presencia de Yave. Es ley perpetua 
para vuestros descendientes. 4 Dis¬ 
pondrá siempre las lámparas en el 
candelabro de oro puro. 


Fos panes de la propiciación. 

6 Tomarás flor de harina, \ cocerás 
doce panes de dos décimas cada 
uno; 6 y los colocarás, en dos rimeros 
de seis cada uno, sobre la mesa de 
oro, delante de Yave. 7 Pondrás 
incienso puro sobre cada rimero, que 
sea para el pan perfume de combustión 
a Yave. 8 Cada sábado, de continuo, 
lo dispondrás así ante Yave, de parte 
de los hijos de 'Israel, en perpetua 
alianza. 9 Serán para Aróñ y sus 
hijos, que los comerán en lugar santo, 
porque es para ellos cosa santísima, 
entre las ofrendas de combustión 
hechas a Yave. Es ley perpetua. 


Castigo de un blasfemo 

10 El hijo de una mujer israelita, 
Dero de padre egipcio, que habitaba 
entre los hijos de Israel, riñó en el 
campo con el hijo de una mujer 
israelita y de padre israelita; 11 y 
profirió el Nombre y le maldijo. Su 
madre se llamaba Salumit, hija de 
Dabri, de la tribu de Dan. 12 Le encar¬ 
celaron hasta que Moisés pronun¬ 
ciase de parte de Yave lo que había 
de hacerse; 13 y Yave habló a Moisés, 
diciendo: 14 «Haz sacar del campa¬ 
mento al blasfemo; que cuantos le 
han oído ié pongan su mano sobre la 
cabeza, y que toda la asamblea le 
lapide. 15 Y hablarás a los hijos de 
Israel, diciendo: Quienquiera que mal¬ 
dijere a su Dios llevará sobre sí su 
iniquidad; 18 y quien blasfemare el 
nombre de Yave será castigado con 
la muerte; toda la asamblea le lapi¬ 
dará. Extranjero o indígena, quien 
blasfemare el sagrado nombre, morirá. 


Penas contra los homicidas. 

17 Quien hiera a otro mortalmente, 
morirá. 18 Quien hiera mortalmente a 
una bestia, restituiré bestia por bes- 
fi a. 19 Al que maltrata a suí prójimo 







128 


NUMEROS, 25 


se le hará como él ha hecho; 20 frac¬ 
tura por fractura, ojo por ojo, diente 
por diente: se le hará la misma herida 
que él haya hecho a su prójimo. 
21 Quien matare una bestia, págnela; 
pero quien matare a un hombre, 
será muerto. 22 Una sola ley tendréis 
para el extranjero, igual que para el 
indígena, porque yo soy Yave, vues¬ 
tro Dios.» 23 Moisés se lo comunicó 
a los hijos de Israel; y conducido el 
blasfemo fuera del campamento, lo 
lapidaron, haciendo lo que Yave había 
mandado a Moisés. 


í-'l año sabático. 

*) " x (1) Yave habló a Moisés en el 
— monte Sinaí, diciendo: * 2 * «Habla 
a los hijos de Israel y diles: Cuando 
hubiereis entrado en" la tierra que 
Yave os da, descansará la tierra, será 
un descanso en honor de Yave. 

3 Seis años sembrarás tu campo, y 
seis años vendimiarás tu viña y reco¬ 
gerás sus productos; 4 pero el séptimo 
año será un sábado de completo des¬ 
canso para la tierra, sábado en honor 
de Yave. Ni sembrarás en él tu campo, 
ni podarás tu viña, 5 * ni recogerás 
lo que de si dieren; ni el trigo que 
dé tu campo, ni las uvas que dé tu | 
viña las vendimiarás; será para la 
tierra año de descanso. 8 Lo que la 
tierra diere de sí os servirá de comida I 
a ti, a tu siervo y a tu sierva, a tu 
jornalero y al extranjero que habita 
contigo, 7 a tus bestias y a los ani- i 
males de tu tierra; todo su producto 
os servirá de alimento. 


El «ño jubilar. 

8 (2) Contarás siete semanas de 
años, siete veces siete años, viniendo 
a ser el tiempo de las siete semanas 
de cuarenta y nueve años. 9 El día 
décimo del séptimo mes harás que 
resuene el sonido de la trompeta, 
el sonido de la expiación; haréis 
resonar el sonido de la trompeta por 


<i) La razón del año sabático es, si no 
única, principalmente, religiosa. Como en el 
sábado descansan aun los animales, así descan¬ 
sará el año sabático la tierra. 

(2) El año jubilar, que viene a ser la última 

extensión de la ley sabática, es además una ins¬ 

titución de gran valor social, pues impide la 

acumulación de la tierra en pocas manos y 

mantiene la primitiva distribución. 


toda vuestra tierra, 10 y santifica 
réis el año cincuenta, y pregonaréis 
la libertad por toda la tierra para 
todos los habitantes de ella. Será 
para vosotros jubileo, y cada uno 
de vosotros recobrará su posesión, 
que volverá a su familia. 11 El año 
cincuenta será para vosotros jubileo; 
no sembraréis, ni recogeréis lo que 
de sí diere la tierra, ni vendimiaréis 
la viña no podada; 12 porque es el 
jubileo, que será sagrado para vos¬ 
otros. Comeréis el fruto que de sí 
dieren los campos. 13 En este año 
jubilar volverá cada uro a su pose¬ 
sión. 14 Si vendéis a vuestro prójimo 
o le compráis alguna cosa, que nadie 
perjudique a su hermano. 15 Compra¬ 
rás a tu prójimo conforme al número 
de años transcurridos después del 
jubileo; y conforme al número de 
años de cosecha te venderá él a ti. 
18 Cuantos rrás años queden, tanto 
más aumentarás el precio; cuantos 
menos queden, tanto más le tajarás, 
porque es el número de las cosechas 
lo que se vende. 17 Que nadie de 
vosotros perjudique a su hermano; 
teme a tu Dios, porque yo soy Yave, 
vuestro Dios. 18 Cumplid mis leyes 
y poned por obra mis mandamientos, 
guardadlos v viviréis seguros en la 
tierra. 19 La tierra dará sus frutos, 
comeréis a saciedad y habitaréis en 
ella en seguridad. 20 Si preguntáis* 
¿Qué comeremos el año séptimo, 
pues que no sembramos ni cosecha¬ 
mos nuestros frutos? 21 Yo os man¬ 
daré mi bendición el año sexto, y él 
producirá frutos para tres años. 
22 Sembraréis el año octavo, y come¬ 
réis de la cosecha añeja; hasta la 
cosecha del año venidero comeréis 
frutos añejos. 


1.1 recente de bis propiedades \ 
los siervos. 

23 Las tierras no se venderán a per¬ 
petuidad, porque la tierra es mía, 
V vosotros sois en lo mío peregrinos 
y extranjeros. 24 En toda la tierra 
de vuestra posesión daréis derecho a 
redimir la tierra. 28 Si tu hermano 
empobreciere y vendiere algo de su 
propiedad, vendrá el que tenga de¬ 
recho, su pariente más próximo, y 
rescatará lo vendido por su hermano. 
28 Si no tuviere rescatador, que bus¬ 
que él con qué hacer el rescate; 
27 entonces descontará los años desde 

/ 




LEVÍTICO 26, 


120 


fa venía, y pagará al comprador lo 
que reste, volviendo a su propiedad. 
28 Si no llalla de qué pagar el resto, 
lo vendido quedará en poder del 
comprador, hasta el año del jubileo; 
y entonces será libre, y el vende¬ 
dor tornará a entrar en su pro¬ 
piedad. 

29 Si vendiere uno una casa en 
ciudad amurallada, tendrá derecho 
al rescate durante un año, a partir 
de la venta; su derecho al rescate 
durará un año entero. 30 Si la casa 
situada en una ciudad amurallada no 
es rescatada dentro del año completo, 
será por siempre del que la compró 
V de sus descendientes; no quedará 
íihre el año del jubileo. 31 Las casas 
de los pueblos no amurallados serán 
tenidas como feudo de tierra, podrán 
ser rescatadas, y serán liberadas el 
año del jubileo. 32 Por lo que hace 
a las ciudades de los levitas, las casas 
que en ellas tengan los levitas serán 
perpetuamente reseatables. 33 Cuando 
la casa de un levita no fuere resca¬ 
tada, la casa vendida en ciudad de 
las que les han sido dadas, quedará 
liberada en el jubileo, porque las 
casas de los levitas en sus ciudades 
son su posesión en medio de los hijos 
de Israel. 34 Los campos situados en 
derredor de las ciudades de los levi¬ 
tas no podrán venderse, pues son 
su posesión a perpetuidad. 

35 Si empobreciere tu hermano y 
te tendiere su mano, acógele, y viva 
contigo como extranjero y peregrino; 

36 no le darás tu dinero a usura, ni 
de tus bienes a ganancia. Teme a tu 
Dios y viva contigo tu hermano. 

37 No le prestes tu dinero a usura, 
ni tus víveres a ganancia. 38 Yo, 
Yave vuestro Dios, que os saqué 
de la tierra de Egipto, para daros 
la tierra de Canán, para ser vuestro 
Dios. 

39 Si empobreciere tu hermano 
cerca de ti y se te vende, no le trates 
como siervo; 40 sea para ti como 
criado o jornalero; te servirá hasta 
el año del jubileo. 41 Saldrá de tu 
casa él y sus hijos con él, y volverá 
a su familia, entrando de nuevo en 
la propiedad de sus padres. 42 Porque 
son siervos míos que saqué yo de 
la tierra de Egipto, y no han de ser 
vendidos como esclavos. 43 No le 
dominarás duramente, sino que teme¬ 
rás a Yave, tu Dios. 44 Los esclavos 
o esclavas que tengas, tómalos de 
las gentes que están en derredor 


vuestro; de ellos compraréis siervos 
y siervas. 46 También podréis com¬ 
prar de entre los hijos de los extran¬ 
jeros que viven con vosotros y de 
entre los que de su linaje han nacido 
en medio de vosotros, y serán pro¬ 
piedad vuestra. 40 Se los dejaréis en 
herencia a vuestros hijos después de 
vosotros, como posesión hereditaria, 
sirviéndoos de ellos siempre; pero 
de vuestros hermanos, los hijos de 
Israel, ninguno de vosotros será para 
su hermano un amo duro. 47 Si el 
extranjero o peregrino que vive entre 
vosotros se enriqueciere, y un her¬ 
mano tuyo cerca de él empobreciere, 
y se vendiere al extranjero que vive 
contigo o a uno de su linaje, 48 tendrá 
derecho a su rescate después de ha¬ 
berse vendido; cualquiera de sus her¬ 
manos podrá redimirle; 49 su tío, 
o el hijo de su tío o un pariente pró¬ 
ximo podrá redimirle, o si él ganare 
con qué, él mismo se redimirá. 60 Con¬ 
tará al que le compró los años desde 
su venta al año del jubileo, y el 
precio de venta se computaiá según 
el número de años, valorando sus 
jornadas de trabajo como las de un 
jornalero. 61 Si quedan todavía mu¬ 
chos años, pagará su rescate conforme 
al número de esos años, pagará el 
precio en que se vendió; 62 si quedan 
pocos años hasta el del jubileo, hará 
la cuenta, y conforme al número de 
esos años pagará su rescate. 63 Le 
tratará como a un ajustado por año, 
y no consentirás que a tus ojos le 
trate su amo con dureza 64 Si no es 
rescatado por sus parientes, quedará 
libre el año del juhileo. él y sus hijos 
consigo. 66 Porque son míos los hijos 
de Israel, son siervos míos, que saqué 
yo de la tierra de Egipto. Yo, Yave, 
vuestro Dios. 


El culto del verdadero Dios. 

26 1 No hagáis ídolos, ni os alcéis 
esculturas ni cipos sagrados, 
ni pongáis en vuestra tierra piedras 
esculpidas, para prosternaros ante 
ellos, porque soy yo, Yave, vuestro 
Dios. 2 Guardad mis sábados y reve¬ 
renciad mi santuario. Yo, Yave. 


Promesas a los fieles. 

3 Si cumplís mis leyes, si guardáis 
mis mandamientos y los ponéis por 


9 








130 


LEVÍTICO, 26 


obra, 4 yo mandaré las lluvias a su 
tiempo, la tierra dará sus frutos, y 
los árboles de los campos darán sus 
frutos. 6 La trilla se prolongará entre 
vosotros hasta la vendimia, y la ven¬ 
dimia hasta la sementera, y comeréis 
vuestro pan a saciedad, y habitaréis 
en seguridad en vuestra tierra. 6 Daré 
paz a la tierra, nadie turbará vuestro 
sueño, y dormiréis sin que nadie os 
espante. Haré desaparecer de vuestra 
tierra los animales dañinos, y no 
pasará por vuestro país la espada. 
7 Perseguiréis a vuestros enemigos, 
que caerán ante vosotros al filo de 
la espada. 6 Cinco de vosotros per¬ 
seguirán a ciento, ciento de vosotros 
perseguirán a diez mil, y vuestros 
enemigos caerán ante vosotros al 
filo de la espada. 9 Yo volveré a 
vosotros mi rostro, y os liaré crecer 
y multiplicaros, y afirmaré mi alianza 
con vosotros. 19 Comeréis lo añejo, 
añejo, y habréis de sacar fuera lo 
añejo para encerrar lo nuevo. 11 Es¬ 
tableceré mi morada entre vosotros 
y no os abominará mi alma. 12 Mar¬ 
charé en medio de vosotros v seré 
vuestro Dios, y vosotros seréis mi 
pueblo. 13 Yo, Yave, vuestro Dios, 
que os saqué de la tierra de Egipto, 
para que no fueseis esclavos en ella, 
rompí las coyundas de vuestro yugo 
y hago que podáis andar erguida la 
cabeza. 


Amenazas contra los Infieles. 

14 Pero si no me escucháis y no 
ponéis en obra mis mandamientos, 
si desdeñáis mis leyes 16 y menos¬ 
preciáis mis mandamientos y no los 
ponéis todos por obra, v rompéis 
mi alianza, 16 ved lo que también yo 
haré con vosotros: 17 echaré sobre 
vosotros el espanto, la consunción 
y la calentura, que debilitan los 
ojos y destrozan el alma; sembra¬ 
réis en vano vuestra simiente, pues 
serán los enemigos los que la comerán; 
me volveré airado contra vosotros y 
seréis derrotados por vuestros ene¬ 
migos; os dominarán los que os abo¬ 
rrecen, y huiréis sin que os persiga 
nadie. 

18 Si después de esto no me obe¬ 
decéis todavía, echaré sobre vos¬ 
otros plagas siete veces mayores por 
vuestros pecados; 19 quebrantaré la 
fuerza de vuestro orgullo; haré como 
de hierro vuestro ciclo y como de 


bronce vuestra tierra. 20 Serán vanas 
vuestras fatigas, pues no os dará 
la tierra sus productos, ni los árboles 
de ella sus frutos. 21 Y si todavía me 
ós oponéis y no queréis obedecerme, 
os castigaré otras siete veces más 
por vuestros pecados; 22 lanzaré con¬ 
tra vosotros fieras, que devoren a 
vuestros hijos, destrocen vuestro ga¬ 
nado y os reduzcan a escaso número, 
de modo que queden desiertos vues¬ 
tros caminos. 

23 Si con tales castigos no os con¬ 
vertís a mí y seguís marchando con¬ 
tra mí, 24 yo a mi vez marcharé contra 
vosotros y os rechazaré, y os heriré 
también yo siete veces más por 
vuestros pecados; 25 esgrimiré contra 
vosotros la espada vengadora de mi 
alianza; os refugiaréis en vuestras 
ciudades, y yo mandaré en medio 
de vosotros la peste, y os entregaré 
en manos de vuestros enemigos, 
26 quebrantando todo vuestro sostén 
de pan; diez mujeres bastarán para 
cocer el pan en un solo horno y os 
lo darán tasado; comeréis y no os 
hartaréis. 

27 Si todavía no me obedecéis v 
seguís oponiéndoos a mí, 28 yo me 
opondré a vosotros con furor y os 
castigaré siete veces más por vues¬ 
tros pecados: 29 Comeréis las carnes 
de vuestros hijos; comeréis las car¬ 
nes de vuestras hijas; 30 destruiré 
vuestros altares; abatiré vuestras este¬ 
las consagradas al sol; amontonaré 
vuestros cadáveres sobre los cadᬠ
veres de vuestros execrables ídolos, 
y mi alma os abominará. 31 Conver¬ 
tiré vuestras ciudades en desiertos, 
saquearé vuestros santuarios y no 
aspiraré ya más el suave olor de 
vuestros perfumes. 32 Devastaré la 
tierra, y vuestros enemigos, que se¬ 
rán los que la habiten, se quedarán 
pasmados de ello; 33 V a vosotros 
os dispersaré yo entre las gentes y os 
perseguiré con la espada desenvai¬ 
nada en pos de vosotros; vuestra 
tierra será devastada, y vuestras 
ciudades quedarán desiertas. 

34 Entonces disfrutará la tierra de 
sus sábados, durante todo el tiempo 
que durare su soledad y estéis vos¬ 
otros en la tierra de vuestros ene¬ 
migos. Entonces descansará la tierra 
y gozará de sus sábados. 35 Todo el 
tiempo que quedará devastada, ten¬ 
drá el descanso que no tuvo en vues¬ 
tros sábados, cuando erais vosotros 
los que la habitabais. 36 A los que 




LEVÍTICO, 27 


131 


de vosotros sobrevivan yo les infun¬ 
diré espanto tal en sus eorazo es, 
cu la tierra de sus enemigos, que el 
moverse de una hoja los sobresal¬ 
tará y los hará huir como se huye 
de la espada, y caerán sin que nadie 
los persiga; 37 y tropezarán los unos 
con los otros, como si huyeran de¬ 
lante de la espada, aunque nadie los 
persiga; y no podréis resistir ante 
vuestros enemigos; 38 y pereceréis 
entre las gentes, y la tierra de vues¬ 
tros enemigos os devorará. 39 Los 
que sobrevivan serán consumidos por 
sus iniquidades en la tierra enemiga, 
y consumidos por las iniquidades de 
sus padres, que sobre sí llevan. 

40 Confesarán sus iniquidades y las 
de sus padres por las prevaricaciones 
con que contra mí prevaricaron, 41 y 
que por habérseme ellos opuesto a 
mí me opuse yo a ellos, y los eché 
a tierra de enemigos. Humillarán su 
corazón incircunciso y reconocerán 
sus iniquidades; 42 y yo entonces me 
acordaré de mi alianza con Jacob, 
de mi alianza con Isac, de mi alianza 
con Abraliam, y me acordaré de su 
tierra. 43 Ellos tendrán que abando¬ 
nar la tierra, que gozará de sus sᬠ
bados, yerma, lejos de ellos. Serán 
sometidos al castigo de sus iniqui¬ 
dades, por haber menospreciado mis 
mandamientos y haber aborrecido mis 
leyes. 44 Pero aun con todo esto, 
cuando estén en tierra enemiga, yo 
no los rechazaré, ni abominaré de 
ellos hasta consumirlos del todo, ni 
romperé mi alianza con ellos, porque 
yo soy Yave, su Dios. 45 Me acor¬ 
daré de ellos, de la alianza antigua, 
cuando los saqué de la tierra de Egip¬ 
to a los ojos de las gentes, para ser 
su Dios. Yo, Yave.» 

46 Estos son los mandamientos, 
estatutos y leyes que Yave estableció 
entre sí y los hijos de Israel, en el 
monte Sinaí, por medio de Moisés. 


Votos y décimas. 

07 1 Yave habló a Moisés, di- 
4 cien do: 2 «Habla a los hijos de 
Israel y diles: Si uno hace voto a 
Yave, se estimarán para Yave las 
personas, como las estimas tú: 3 Un 
hombre de veinte a sesenta años 
lo estimarás en cincuenta sidos de 
plata, según el peso del sido del san¬ 
tuario. 4 Una mujer la estimarás en 
treinta sidos. 5 De los cinco a los 


veinte años, estimarás un mozo en 
veinte sidos, y una moza en diez. 
6 De un mes a cinco años, estimarás en 
cinco sidos un niño y en tres sidos 
una niña. 7 De sesenta años para 
arriba, estimarás en quince sidos un 
hombre y en diez una mujer. 8 Si 
el que hizo el voto es demasiado 
pobre para pagar el valor de tu esti¬ 
mación, será presentado al sacerdote, 
que fijará el precio según los recursos 
del hombre aquel. 

9 Si el voto es de animales de los 
que se ofrecen a Yave, cuanto así 
se ofrece en don a Yave, será cosa 
santa. 10 No será mudado, no se 
pondrá uno malo en vez de uno 
bueno, ni uno bueno en vez de uno 
malo; si se permutare un animal por 
otro, ambos serán cosa santa. 11 Si 
es de animal impuro, de los que no 
pueden ofrecerse a Yave, se le pre¬ 
sentará al sacerdote, 12 que lo esti¬ 
mará según sea bueno o malo, y se 
estará a la estimación del sacerdote. 
13 Si se le quiere rescatar, se añadirá 
un quinto a su valor. 

14 Si uno santifica su casa, con¬ 
sagrándola a Yave, el sacerdote hará 
la estimación de ella, S2gún que sea 
buena o mala, y se estará a la esti¬ 
mación del sacerdote. 15 Si se la qui¬ 
siere rescatar, se añadirá un quinto 
al precio de tu estimación, y será 
suya. 

16 Si uno santifica parte de la tierra 
de su propiedad, tu estimación será 
conforme a su sembradura, a razón 
de cincuenta sidos por cada gomer 
de cebada de sembradura. 17 Si la 
santifica antes del año del jubileo, 
habrá de atenerse a tu estimación; 

18 pero si es después del jubileo 
cuando santifica su campo, el sacer¬ 
dote la estimará según el número de 
años que quedan hasta el jubileo, 
haciendo la rebaja de tu estimación. 

19 Si el que santificó el campo quiere 
rescatarlo, añadirá un quinto al pre¬ 
cio de tu estimación, y el campo 
quedará suyo. 20 Si no lo rescata, o lo 
vende a uno de otra familia, el campo 
no podrá ser rescatado más; 21 y 
cuando al jubileo quede libre, será 
consagrado a Yave, como campo de 
voto, y pasará a ser propiedad del 
sacerdote. 

22 Si uno consagra a Yave un campo 
comprado por él, que no es parte de 
su heredad, 23 el sacerdote calculará 
el valor según tu estimación y los 
años que falten para el jubileo, y el 







132 


LEVÍTICO, 27 


hombre pagará aquel mismo día lo 
fijado, como cosa consagrada a Yave. 
24 El año del jubileo el campo vol¬ 
verá a quien lo había vendido, y de 
cuya heredad era parte. 25 Toda esti¬ 
mación se hará según el sido del 
santuario, que es de veinte güera*. 

26 Nadie, sin embargo, podrá con¬ 
sagrar el primogénito de su ganado, 
que como primogénito pertenece a 
Yave; buey u oveja, de Yave es. 
27 Si se tratare de animal impuro, 
será redimido conforme a tu estima¬ 
ción, añadiendo sobre ella un quinto, 
y si no lo redimieren será vendido 
conforme a tu estimación. 28 Nada 
de aquello que se consagre a Yave 
con anatema, sea hombre o animal 
o campo de su propiedad, podrá ser 
vendido ni rescatado; cuanto se con¬ 


sagra a Yave con anatema es cosa 
santísima. 28 Nada consagrado con 
anatema podrá ser rescatado, habrá 
de ser muerto. 30 Toda décima de la 
tierra, tanto de las semillas de la 
tierra como de frutos de los árboles, 
es de Yave. es cosa consagrada a Yave. 
31 Si alguno quisiera rescatar parte 
de su décima, habrá de añadir el 
quinto. 32 Las décimas del ganado 
mayor o menor, de todo cuanto 
pasa bajo el cayado, son de Yave. 
33 No se mirará" si es bueno o si es 
malo, ni se trocará; y si se trocare, 
el animal y su trueque serán ambos 
cosa santa, y no podrán ser resca¬ 
tados» 

34 Estos son los mandamientos 
que dió Yave a Moisés para los hijos 
de Israel, en el monte Sinaí. 





NÚMEROS 







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NUMEROS 


Censo de las tribus. 

I 1 2 El día primero del segundo mes, 
del segundo año después de la 
salida de Egipto, habló Yave a 
Moisés en el desierto del Sinaí, en el 
tabernáculo de la reunión, diciendo: 

2 «Haz un censo general de toda la 
asamblea de los hijos de Israel, por 
familias y por linajes, describiendo 
por cabezas (1) los nombres de todos 
los varones 3 de veinte años para 
arriba, de todos los aptos para el ser¬ 
vicio de las armas (2) en Israel. Tú 
y Arón haréis el censo, según sus 
escuadras. 4 Tendréis con vosotros 
para asistiros un hombre por cada 
tribu, jefe de un linaje. 

5 He aquí los nombres de los que os 
han de asistir: 

De Rubén, Elisur, hijo de Sedeur. 

6 De Simeón, Selamiel, hijo de Zuri-. 


(1) Esta organización familiar es la que 
todavía subsiste entre los nómadas del desierto al 
oriente del Jordán, y conforme a ella se hace el 
recuento de la población. 

(2) El servicio militar era en Israel uni¬ 

versal, sin excepción, obligatorio e ilimitado, 

desde los veinte años para arriba. 


sadai. 7 De Judá, Nasón, hijo de 
Aminadab. 8 De Isacar, Natanacl, 
hijo de Suar. 9 De Zabulón, Eliab, 
hijo de Jelón. 10 De los hijos de José: 
De Efraim, Elisama, hijo de Amiud. 
De Manasés, Gamaliel, hijo de Peda- 
sur. 11 De Benjamín, Abidán, hijo 
de Gedcón. 12 De Dan, Ajiczer, hijo 
de Amisadai. 13 De Aser, Feguiel, 
hijo de Ocrán. 14 De Gad, Eliasab, 
hijo de Deuel. 15 De Neftalí, Ajira, 
hijo de Enán. 

16 Estos serán los nombrados de la 
asamblea; son príncipes de sus tribus, 
jefes de los millares de Israel.» 

17 Moisés y Arón tomaron a estos 
varones designados por sus nombres, 
18 y convocaron la asamblea toda 
para el día primero del segundo mes, 
y se hizo el censo por familias y lina¬ 
jes, registrándose por cabezas los 
nombres de los de veinte años para 
arriba. 19 Como se lo había mandado 
Yave a Moisés, así se hizo el censo 
en el desierto del Sinaí. 

20 Hijos de Rubén, primogénito 
de Israel, sus descendientes por fami¬ 
lias y linajes, contando por cabezas 
los nombres de todos los varones de 





















NÚMEROS, 2 


130 


veinte años para arriba, todos los 
hombres aptos para servirse de las 
armas: 21 fueron contados de la tribu 
de Rubén, cuarenta y seis mil qui¬ 
nientos. 

22 Hijos de Simeón: sus descendien¬ 
tes por familias y linajes, contando 
los nombres de todos los hombres 
de veinte años para arriba, aptos 
para servirse de las armas, 23 fueron 
contados de la tribu de Simeón cin¬ 
cuenta y nueve mil trescientos. 

24 Hijos de Gad, sus descendientes 
por familias y linajes, contando los 
nombres de todos de veinte años 
para arriba, aptos para servirse de 
las armas, 25 fueron contados de la 
tribu de Gad cuarenta y cinco mil 
seiscientos cincuenta. 

26 Hijos de Judá sus descendientes 
por familias y linajes, contando los 
nombres de todos los de veinte años 
para arriba, aptos para servirse de 
las armas, 27 fueron contados de la 
tribu de Judá setenta y cuatro mil 
seiscientos. 

28 Hijos de Isacar, sus descen¬ 
dientes por familias y linajes, con¬ 
tando los nombres de todos los varo¬ 
nes de veinte años para arriba, aptos 
para servirse de las armas, 29 fueron 
contados de la tribu de 1 sacar cin¬ 
cuenta y cuatro mil cuatrocientos. 

30 Hijos de Zabulón, sus descen¬ 
dientes por familias y linajes, con¬ 
tando los nombres de todos los varo¬ 
nes de veinte años para arriba, aptos 
para servirse de las armas, 31 fueron 
contados de la tribu de Zabulón 
cincuenta y siete mil cuatrocientos. 

32 Hijos de José: de los hijos de 
Efraím, por sus familias y linajes, 
contando los nombres de todos los 
varones de veinte años para arriba, 
aptos paro servirse de las armas, 

33 fueron contados de la tribu de 
Efraim cuarenta mil quinientos. 

34 Hijos de Manasés, por sus fami¬ 
lias y linajes, contando los nombres 
de todos los varones de veinte años 
para arriba, aptos para servirse de 
las armas, 36 se contaron de la tribu 
de Manasés treinta y dos mil dos¬ 
cientos. 

36 Hijos de Benjamín, por sus fami¬ 
lias y linajes, contando todos los 
varones de veinte años para arriba, 
aptos para servirse de las armas, 

37 se contaron de la tribu de Benjamín 
treinta y cinco mil cuatrocientos. 

88 Hijos de Dan, por familias y lina- | 
jes, contando todos los varones de 


veinte años para arriba, aptos para 
servirse de las armas, 39 se contaron 
de la tribu de Dan sesenta y dos mil 
setecientos. 

40 Hijos de Aser, por sus familias 
y linajes, contando todos los varo¬ 
nes de veinte años para arriba, aptos 
para servirse de las armas, 41 se 
contaron de la tribu de Aser cuarenta 
y un mil quinientos. 

42 Hijos de Neftalí, por sus fami¬ 
lias y linajes, contando todos los 
varones de veinte años para arriba, 
aptos para servirse de las armas, 
43 se contaron de la tribu de Neftalí 
cincuenta y tres mil cuatrocientos. 

44 Estos fueron todos los contados 
de los hijos de Israel, por sus linajes, 
los que contaron Moisés y Arón con 
los doce príncipes de Israel, uno por 
cada tribu; 45 siendo todos los con¬ 
tados de los hijos de Israel, según sus 
linajes, de veinte años para arriba, 
aptos para hacer la guerra en Israel, 
48 seiscientos tres mil quinientos cin¬ 
cuenta (603.550). 

47 Los levitas no fueron contados 
entre éstos según la tribu, 48 porque 
había hablado Yave a Moisés, di¬ 
ciendo: 49 «Sólo dejarás de contar 
la tribu de Leví; no los contarás entre 
los hijos de Israel, 50 sino que pondrás 
a los levitas en el tabernáculo del 
testimonio, sobre todos sus utensi¬ 
lios y sobre todo cuanto le pertenece. 
Ellos llevarán el tabernáculo y todos 
sus utensilios, y servirán en él y 
sentarán sus tiendas en derredor del 
tabernáculo. 61 Y cuando el taber¬ 
náculo hubiere de trasladarse, los levi¬ 
tas lo desarmarán; y cuando hubiere 
de pararse ellos lo armarán, y el extra¬ 
ño que se acercare, morirá. 62 Los hijos 
de Israel sentarán sus tiendas cada 
uno en su cuartel, bajo la propia en¬ 
seña, por orden de escuadras; 83 pero 
los levitas sentarán las suyas alre¬ 
dedor del tabernáculo del testimo¬ 
nio, para que la congregación de los 
hijos de Israel no incurra en ira; 
los levitas tendrán la guarda del taber¬ 
náculo del testimonio. 64 Hicieron los 
hijos de Israel todo cuanto mandó 
Yave a Moisés; así lo hicieron. 


Orden del campamento. 

2 1 Habló Yave a Moisés, diciendo: 
~ 2 «Que acampen los hijos de Is¬ 
rael cada uno junto a su enseña, bajo 
las enseñas de sus linajes, frente ai 






NÚMEROS, 3 


137 


tabernáculo de reunión y en torno 
de él íl). 

3. Delante, al oriente, acampará 
Judá, con su enseña y sus escuadras. 
De los hijos de Judá es jefe Nasón, 
hijo de Aminadab; 4 * su cuerpo de 
ejército, según el censo, es de setenta 
V cuatro mil seiscientos hombres. 
5 A sus lados acampará la tribu de 
Isacar; el jefe de los hijos de Isa¬ 
car es Natanael, hijo de Suar, 6 y 
su cuerpo de ejército es, según el 
censo, de cincuenta y cuatro mil 
cuatrocientos hombres. 7 Después la 
tribu de Zabulón; el jefe de los hijos 
de Zabulón es Eliab, hijo de Jelón, 
8 y su cuerpo de ejército es, según 
el censo, de cincuenta y siete mil 
cuatrocientos hombres. 9 El total para 
el campo de Judá es, según el censo, 
de tirito ochenta y seis mil cuatro¬ 
cientos hombres, por sus escuadras. 
Serán los primeros que se pongan en 
marcha. 

10 Al mediodía la enseña del campo 
de Rubén, con sus escuadras. El jefe 
de los hijos de Rubén es Elisur, hijo 
de Sedeur, 11 y su cuerpo de ejército, 
según el censo, es de cuarenta y seis 
mil quinientos hombres. 12 A sus 
lados acampará la tribu de Simeón; 
el jefe de los hijos de Simeón es 
Salamiel, hijo de Zurisadai, 13 y su 
cuerpo de ejército es, según el censo, 
de cincuenta y nueve mil trescientos 
hombres. 14 La tribu de Gad; el 
jete de los hijos de Gad es Eliasab, 
hijo de Deuel, 15 y su cuerpo de ejér¬ 
cito es, según el censo, de cuarenta 
y cinco mil seiscientos cincuenta hom¬ 
bres. 16 El total del campo de Rubén 
es, según el censo, de ciento cincuenta 
y un mil cuatrocientos cincuenta hom¬ 
bres. Se pondrán en marcha los se¬ 
gundos. 

17 Después avanzará el tabernáculo 
de reunión, yendo el campo de los 
levitas en medio de los otros. Segui¬ 
rán en la marcha el orden de su 
campamento, cada uno según su 
puesto y su enseña. 

18 A occidente, la enseña de Efraím; 
el jefe de los hijos de Efraím es 
Elisama, hijo de Amiud, 19 y su 
cuerpo de ejército es, según el censo, 


(i) La organización del pueblo es militar, 

bajo la conducta de Dios, que es el jefe supremo, 

y tiene su tienda en medio del campamento y 

dirige los movimientos por medio de la nube. 

(9 15. sigs.) Los levitas, que acampaban inme¬ 

diatamente en torno del santuario, son la 

guardia de honor y de servido. 


de cuarenta mil quinientos hombres. 

20 A sus lados acampará la tribu de 
Manasés; el jefe de la tribu de Mana- 
sés es Gamaliel, hijo de Pedasur, 

21 y su cuerpo de ejército es, según 
el censo, de treinta y dos mil dos¬ 
cientos hombres. 22 La tribu de Ren- 
jamín; el jefe de los hijos de Benja¬ 
mín es Abidán, hijo de Gedeón, 23 y 
su cuerpo de ejército es, según el 
censo, de treinta y cinco mil cuatro¬ 
cientos hombres. 24 El total del campo 
de Efraím es, según el censo, de 
ciento ocho mil cien hombres; se 
pondrán en marcha los terceros. 

25 Al norte, la enseña del campo de 
Dan, con sus tropas. El jefe de los 
hijos de Dan es Ajiezer, hijo de Ami- 
sadai, 28 y su cuerpo de ejército es, 
según el censo, de sesenta y dos mil 
setecientos hombres. 27 A sus lados 
acampará la tribu de Aser; el jefe 
de los hijos de Aser es Feguiel, hijo 
de Ocrán, 28 y su cuerpo de ejército 
es, según el censo, de cuarenta y un 
mil quinientos hombres. 29 La tribu 
de Neftalí; el jefe de los hijos de 
Neftalí es Ajira, hijo de Enán, 30 y su 
cuerpo de ejército es, según el censo, 
de cincuenta y tres mil cuatrocientos 
hombres. 31 El total del campo de 
Dan es, según el censo, de ciento 
cincuenta y siete mil seiscientos hom¬ 
bres. Se pondrán en marcha los últi¬ 
mos, según sus enseñas. 32 Estos fue¬ 
ron los hijos de Israel inscritos en el 
censo, según sus linajes. El total de 
todos los hombres inscritos, reparti¬ 
dos en varios campos, según sus cuer¬ 
pos de ejército, fué de seiscientos 
tres mil quinientos cincuenta hom¬ 
bres. 33 Los levitas no fueron com 
prendidos en el censo con los hijos de 
Israel, según la orden que Yave 
había dado a Moisés. 34 Los hijos de 
Israel hicieron todo lo que a Moisés 
había mandado Yave. Así acampaban, 
según sus enseñas, y así se ponían en 
marcha cada uno, según su familia 
y su linaje. 


IYúmcro y oficio de los levitas. 

3 1 * He aquí la descendencia de 

Arón y Moisés, al tiempo en que 
Yave habló a Moisés en la montaña 
del Sinaí. 

2 He aquí los nombres de los hijos 
de Arón: Nadab, el primogénito, Abiú, 
Eleazar e Itamar. 3 Estos son los 
nombres de los hijos de Arón, sacer- 









138 


NÚMEROS, 3 


dotes ungidos y consagrados para 
ejercer el sacerdocio. 4 Nadab y Abiú 
murieron al llevar ante Yave un 
fuego extraño, en el desierto del 
Sinaí, y no dejaron hijos. Eleazar e 
Itamar ejercieron el sacerdocio con 
Arón, su padre. 

6 Yave habló a Moisés, diciendo: 
6 «Llama a la tribu de Leví, que se 
acerque a Arón, el sacerdote, y se 
ponga a su servicio. 7 Ellos se encar¬ 
garán de todo cuanto sea necesario 
para él y para toda la asamblea ante 
el tabernáculo de reunión, haciendo 
asi el servicio del tabernáculo. 8 Ten¬ 
drán a su cargo todos los utensilios 
del tabernáculo de reunión y cuanto 
necesiten los hijos de Israel en el 
servicio del tabernáculo. 9 Darás los 
levitas a Arón y a sus hijos, se los 
darás enteramente de entre los hijos 
de Israel. 10 A Arón y a sus hijos les 
encomendarás las funciones de su 
sacerdocio; el extraño que se acer¬ 
care al santuario será castigado con 
la muerte. 

11 Yave habló a Moisés, diciendo: 
12 «Yo he tomado de en medio de 
Israel a los levitas en lugar de todo 
primogénito, que abre la vulva de su 
madre, entre los hijos de Israel, y 
los levitas serán míos, 13 porque mío 
es todo primogénito; el día en que 
yo maté a todos los primogénitos 
en la tierra de Egipto, me consagré 
a mí todos los primogénitos de Israel, 
tanto de hombres como de animales; 
son míos. Yo, Yave.» 

14 Y habló Yave a Moisés en el 
desierto del Sinaí, diciendo: 15 «Enu¬ 
mera a los hijos de Leví* según sus 
linajes y familias. 16 Haz el censo de 
todos los varones de un mes para 
arriba.» Y Moisés hizo el censo, 
según la orden de Yave, como éste 
se lo había mandado. 17 Estos fueron 
los hijos de Leví, por sus nombres: 
Gersón, Caat y Merari. 18 Nombres 
de los hijos de Gersón por sus fami¬ 
lias: Lebni y Semei. 19 Hijos de Caat: 
Amrain, Jesuar, Hebrón y Oziel. 
Hijos de Merari: por familias: Mojli 
y Musí Estas son las familias de 
Leví, según sus linajes. 21 De Gersón 
proceden la familia de Libní y la 
de Semei; éstos son los linajes de 
Gersón. 22 Los enumerados de ellos, 
en el censo de todos los varones de 
un rnes para arriba, fueron siete mil 
quinientos. 23 Los linajes de Gersón 
sentarán sus tiendas a espaldas del 
tabernáculo, a occidente. 24 El jefe 


del linaje de los gersonitas es Eliasaf, 
hijo de Lael. 25 Cuanto al tabernáculo 
de reunión, los hijos de Gersón tenían 
a su cargo la tienda, y sus cubiertas, 
el velo de la entrada de la tienda, la 
cortina de la entrada del atrio 26 y 
Jas de éste en torno del tabernáculo 
y del altar y las cuerdas para todo 
su servicio. 

27 De Caat proceden los linajes de 
los amramitas y los azielitas; éstos 
son los linajes de Caat. 28 El censo 
de todos los varones de un mes para 
arriba dió ocho mil seiscientos, ads¬ 
critos al servicio del santuario. 29 Los 
linajes de los hijos de Caat acampa¬ 
ban al mediodía del tabernáculo. 
30 El jefe de los linajes de las fami¬ 
lias de Caat era Elisafán, hijo de 
Oziel. 31 Estaban a su cargo el arca, 
la mesa, el candelabro, los altares y 
los utensilios sagrados de su servicio 
y el velo con todo lo que pertenecía 
a su servicio. 32 El jefe supremo de los 
levitas era Eleazar, hijo del sacer¬ 
dote Arón, a quien correspondía la 
superintendencia de todos los ads¬ 
critos al servicio del santuario. 

33 De Merari proceden los linajes 
de los mojlitas y los musitas. Estos 
son los linajes de Merari. 34 Los enu¬ 
merados de ellos, conforme al censo 
de todos los varones de un mes para 
arriba, fueron seis mil doscientos. 

38 El jefe de los linajes de Merari 
era Suriel, hijo de Abijad; acampaban 
al lado norte del tabernáculo. 36 Al 
cargo de los hijos de Merari estaban 
los tablones del habitáculo con sus 
barras, 37 sus columnas y sus basas 
y todo su servicio, y las columnas del 
atrio con sus basas, sus clavos y 
sus cuerdas. 

38 Delante del tabernáculo de re¬ 
unión, a levante, acampaban Moisés, 
Arón y sus hijos, que velaban al 
cuidado del santuario para los hijos 
de Israel; todo extraño que se acer¬ 
caba era castigado con la muerte. 

39 Los levitas que Moisés y Arón 
enumeraron de orden de Yave fueron, 
contando de todos los linajes los 
varones de un mes para arriba, 
ventidós mil. 


Rescate de los primogénitos 
de Israel. 

40 Yave dijo a Moisés: «Haz el 
censo de todos los primogénitos de 
entre los hijos de Israel de un mes 





I 


NÚMEROS. 1 


130 


para arriba, contándolos por sus nom¬ 
bres. 41 Tomarás para mí a los levi¬ 
tas, en lugar de todos los primogé¬ 
nitos de los hijos de Israel, y el ganado 
de los levitas, en lugar de los primo¬ 
génitos del ganado de los hijos de 
Israel. Yo, Ya ve.» 

42 Moisés hizo el censo de todos los 
primogénitos de los hijos de Israel, 
según la orden que Yave le había 
dado. 43 Todos los primogénitos, con¬ 
tados por sus nombres, de un mes 
para arriba, fueron veintidós mil 
doscientos setenta y tres. 

44 Yave habló a Mosiés, diciendo: 
43 «Toma a los levitas en lugar de los 
primogénitos de lo- hijos de Israel y el 
ganado de los levitas en lugar de los 
primogénitos de sus ganados. Los levi¬ 
tas son míos. Yo, Yave.» 

46 Para el rescate de los doscientos 
setenta y tres primogénitos de los 
hijos de Israel, que sobrepasan el 
número de los levitas, 47 toma cinco 
sidos por cabeza, según el sido del 
santuario, que es de veinte güeras. 

48 Ese dinero se lo entregarás a Arón 
y a sus hijos, como rescate de los que 
sobrepasan el número de los levitas.» 

49 Moisés tomó el dinero de los pri¬ 
mogénitos de los hijos de Israel, 

50 mil trescientos sesenta y cinco 
sidos, según el sido del santuario. 
31 Moisés entregó a Arón y a sus 
hijos el dinero del rescate, según la 
orden de Yave, según lo que Yave 
había dicho a Moisés. 


Obligaciones de los levitas. 

4 1 Yave habló a Moisés y Arón, 
diciendo: 2 «Haz el censo de los 
hijos de Caat de entre los hijos de 
Leví, según sus familias y linajes, 
3 desde los treinta años para arriba 
hasta los cincuenta, todos los que han 
de prestar servicio o cumplir alguna 
función en el tabernáculo de reunión. 
4 Estos serán los servicios de los 
hijos de Caat en el tabernáculo de 
reunión: consistirán en lo tocante 
a las cosas santísimas. 6 Cuando 
hubiere de levantarse el campamento, 
vendrán Arón y sus hijos a bajar el 
velo, y cubrirán con él el arca del 
testimonio; 6 pondrán encima una 
cubierta de pieles curtidas y tende¬ 
rán por encima de toda ella un paño 
de jacinto, y colocarán las barras 
del arca. 7 Tenderán sobre la mesa 
de los panes de la proposición una 


tela jacinto y pondrán encima de 
ella los platos, los cálices. las cazo¬ 
letas y los vasos de las libaciones; 
el pan perpetuo irá sobre ella; 8 ten¬ 
derán encima una tela carmesí, con 
que la envolverán, y una cubierta 
de pieles curtidas, y pondrán las 
barras de la mesa. 9 Tomarán una 
tela jacinto, con la que cubrirán 
el candelabro con sus lamparas, sus 
despabiladeras, sus platos para los 
pábilos cortados y todos los utensi¬ 
lios para el aceite que se emplean 
en su servicio 10 y con todos sus uten¬ 
silios; los cubrirán de pieles curtidas 
y lo pondrán sobre unas angarillas. 
11 Tenderán un paño jacinto sobre 
el altar de oro, y después de cubrirlo 
con pieles curtidas, le pondrán las 
barras. 12 Tomarán todos los uten¬ 
silios para el servicio del santuario, 
y metiéndolos en una tela jacinto, 
los cubrirán con pieles curtidas y 
los colocarán sobre unas angarillas. 
13 Quitarán del altar las cenizas, y 
tenderán sobre él un paño de púrpura 
escarlata; 14 pondrán encima de él 
todos los utensilios de su servicio, 
los braseros, los tenedores, las paletas 
y las bandejas, todos los utensilios 
del altar, y lo cubrirán con pieles 
curtidas y le pondrán las barras. 

13 Cuando Arón y sus hijos hayan 
acabado de cubrir el santuario y 
sus utensilios todos y se levante el 
campamento, vendrán los hijos de 
Caat para llevarlos, pero sin tocar 
las cosas santas, no sea que mueran. 
He aquí lo que del tabernáculo de 
la reunión trasportarán los hijos 
de Caat. 16 Eleazar, hijo de Arón, el 
sacerdote, tendrá bajo su vigilancia 
el aceite del candelabro, el timiama, 
la oblación perpetua y el óleo de 
unción, así como todo el tabernáculo 
y cuanto él contiene, el santuario 
con todos sus utensilios.» 

17 Yave habló a Moisés y Arón, 
diciendo: 13 «Tened cuidado de que 
los hijos del linaje de Caat no sean 
extirpados de en medio de los levitas, 

19 y haced de modo que tengan segura 
la vida y no mueran si se acercan 
a las cosas santísimas; sean Arón y 
sus hijos los que entren para encargar 
a cada uno su servicio y su cargo; 

20 pero ellos que no entren para ver 
un solo instante las cosas santas, no 
sea que mueran.» 

21 Yave habló a Moisés, diciendo: 
22 «Haz también el censo de los hijos 
de Gersón según sus familias y lina- 




140 


NÚMEROS, 6 


jes, 23 haciendo el censo de los de 
treinta años para arriba hasta los 
cincuenta, de todos los que han de 
prestar sus servicios y cumplir alguna 
función en el tabernáculo de la re* 
unión. 24 He aquí los servicios de los 
linajes de Gersón, lo que habrán de 
hacer y lo que habrán de llevar. 

26 Llevarán las cortinas del habitáculo 
y tienda de la reunión; su cubierta 
y la cubierta de pieles curtidas con 
que se cubren, 26 las cortinas del 
atrio y la de la puerta de entrada 
del atrio, todo lo que rodea la tienda 
y el altar, sus cuerdas y todos los 
utensilios de su servicio, y harán 
cuanto con ellos se ha de hacer. 

27 A las órdenes de Arón y sus hijos 
estará el servicio de los gersonitas 
en todo cuanto éstos han de hacer y 
llevar; vosotros asignaréis a cada uno 
determinadamente lo que hayan de 
trasportar. 28 Este es el servicio 
de los linajes de Gersón en el taber¬ 
náculo de reunión, y su vigilancia 
estará a cargo de Itamar, hijo del 
sacerdote Arón. 

29 Haz el censo de los hijos de ite¬ 
ran según sus familias y linajes, 
30 contándolos desde los treinta años 
para arriba hasta los cincuenta, todos 
los adscritos al servicio y para cum¬ 
plir sus funciones en el tabernáculo 
de la reunión. 31 He aquí lo que ha¬ 
brán de trasportar, según sus ser¬ 
vicios, en el tabernáculo de la reunión; 
los tablones del habitáculo, sus tra¬ 
veseros, sus columnas y sus basas, 
32 y las columnas, del atrio en derre¬ 
dor, con sus nasas, sus estacas y sus 
cuerdas y todos los utensilios de sus 
basas, y les indicaréis determinada¬ 
mente los utensilios que han de tras¬ 
portar. 33 Este es el oficio del linaje 
de los hijos de Merari, conforme a 
su servicio en el tabernáculo de la 
reunión, bajo la vigilancia de Itamar, 
hijo del sacerdote Arón.» 


Censo de los levitas. 

34 Moisés y Arón y los príncipes 
de la asamblea hicieron el censo de 
los hijos de Caat por linajes y fami¬ 
lias, 35 de cuantos eran de treinta 
años para arriba hasta los cin"lienta; 
30 y los enumerados según sus fami¬ 
lias y sus linajes fueron dos mi! sete¬ 
cientos cincuenta; 37 éstos fueron los 
enumerados del linaje de los caataitas, 
todos los que hacían el servicio en 


el tabernáculo de la reunión, que 
Moisés y Arón enumeraron de orden 
de Yave dada a Moisés. 38 Hízose 
el censo de los hijos de Gersón, por 
familias y linajes, 39 desde los treinta 
años para arriba hasta los cincuenta, 
de cuantos hacían servicio en el 
tabernáculo de reunión, 40 y fueron 
enumerados por familias y linajes 
dos mil seiscientos treinta. 41 Estos 
son los enumerados de los linajes 
de Gersón todos los que hacían ser¬ 
vicio en el tabernáculo de reunión 
que Moisés y Arón enumeraron de 
orden de YaVc. 42 Hízose el censo 
de las familias de los hijos de Merari 
por familias y linajes 43 desde los 
treinta años para arriba hasta los 
cincuenta, de cuantos prestaban ser¬ 
vicio en el tabernáculo de la reunión, 
44 y fueron enumerados por familias 
tres mil doscientos. 46 Estos son los 
enumerados de las familias de Me¬ 
rari, que Moisés y Arón enumeraron 
según la orden de Yave dada a 
Moisés. Todos los que fueron enu¬ 
merados en el censo que Moisés y 
Arón y los príncipes de Israel hicie- 
ron de los levitas, por familias y lina¬ 
jes, 47 desde los treinta años para 
arriba hasta los cincuenta, 48 todos 
los que prestaban servicio de minis¬ 
terio o de trasporte en el taber¬ 
náculo de la reunión, vinieron a ser 
ocho mil quinientos ochenta. 49 Según 
la orden dada por Yave a Moisés, 
fueron designados cada uno para su 
propio ministerio y su propio cargo, 
y los designados fueron aquellos que 
Yave había mandado. 


Leyes varias. 

1 Habló \ r ave a Moisés, diciendo: 
^ 2 «Manda a los hijos de Israel que 
hagan salir del campamento a todo 
leproso, a todo el que padece flujo, 
y a todo inmundo por un cadáver. 
2 Hombres o mujeres todos los haréis 
salir del campamento para que no 
contaminen el campamento en que 
habitan.» Así lo hicieron los hijos 
de Israel, haciéndolos salir del cam¬ 
pamento; 4 como lo ordenó Moisés, 
así lo hicieron los hijos de Israel. 

6 Habló Yave a Moisés, diciendo: 
6 «Di a lo« hijos de Israel: Si uno, 
hombre o mujer, comete uno de esos 
pecados que perjudican al prójimo, 
prevaricando contra Yave y hacién¬ 
dose culpable, 7 confesará sn pecado 




NÚMEROS, 6 


14 1 


y restituirá enteramente el daño, 
añadiendo un quinto; restituirá a 
aquel a quien perjudicó, 8 y si no 
hubiere ya nadie a quien pertenezca 
la restitución, la hará a Yave, y 
será entregada al sacerdote, además 
del carnero expiatorio con que se 
hará la expiación del culpable. 9 Toda 
ofrenda de elevación de cosas con¬ 
sagradas por los hijos de Israel que 
éstos presentan al sacerdote, de éste 
es; 10 cuanto cada uno consagre, de él 
es; lo que se presenta al sacerdote, 
de éste es.» 


Ley sobre los celos. 

11 Habló Yave a Moisés, diciendo: 
12 «Habla a los hijos de Israel y diles: 
Si la mujer de uno fornicare y le 
fuese infiel, 13 durmiendo con otro 
en concúbito de semen, sin que lo 
haya podido ver el marido ni haya 
testigos, por no haber sido hallada 
en el hecho; 14 y se apoderase del 
marido el espíritu de los celos y 
tuviese celos de ella, háyase ella 
manchado en realidad o no se haya 
manchado, 15 la llevará al sacerdote, 
y ofrecerá por ella una oblación de la 
décima parte de una efa de harina 
de cebada, sin derramar aceite sobre 
ella ni poner encima incienso, porque 
es minja de celos, minja de memoria 
para traer el pecado a la memoria. 
16 El sacerdote hará que se acerque 
y se esté ante Yave; 17 tomará del 
agua santa en una vasija de barro, 
y cogiendo un poco de la tierra del 
suelo del tabernáculo, la echará en 
el agua. 18 Luego el sacerdote, ha¬ 
ciendo estar a la mujer ante Yave, 
le descubrirá la cabeza y le pondrá 
en las manos la minja de memoria, 
la minja de los celos, teniendo él 
en la mano el agua amarga de la 
maldición (t), 19 y la conjurará, 
diciendo: Si no ha dormido contigo 
ninguno, y si no te has descarriado, 
contaminándote y siendo infiel a tu 
marido, indemne seas del agua amarga 
de la maldición; 20 pero si te desca¬ 
rriaste, y fornicaste infiel a tu marido, 
contaminándote y durmiendo con 
otro; 21 el sacerdote la conjurará con 


(i) Sin negar/ ni mucho menos, el carácter 
sobrenatural que este rito pudiera tener, todo 
este ceremonial parece que había de influir 
grandemente en la mujer culpable, para moverla 
a declararse tal. 


el juramento de execración, diciendo: 
hágate Yave maldición y execración 
en medio de tu pueblo, púdranse 
tus muslos e hínchese tu vientre, 
22 éntre este agua de maldición en 
tus entrañas, para hacer que tu 
vientre se hinche y se pudran tus 
muslos. La mujer contestará: Amén, 
amén. 23 El sacerdote escribirá estas 
maldiciones en una hoja, y las diluirá 
en el agua amarga, 24 y hará beber 
a la mujer el agua amarga de la mal¬ 
dición. 25 Luego tomará de la mano 
de la mujer la minja de los celos y 
la agitará ante Yave, y la llevará 
al altar; 26 y tomando un puñado 
de memoria, lo quemará en el altar, 
haciendo después beber el agua a la 
mujer. 27 Darále a beber el agua; 
y si se hubiere contaminado, siendo 
infiel a su marido, el agua de mal¬ 
dición entrará en ella Con su amargura, 
se le hinchará el vientre, se le pudrirán 
los muslos, y será maldición en medio 
de su pueblo. 28 Si, por lo contrario, 
no se contaminó y es pura, quedará 
ilesa y será fecunda.» 

29 Esta es la ley de los celos, para 
cuando una mujer haya sido infiel 
a su marido y se haya contaminado, 
30 o que el espíritu de los celos se 
haya apoderado de su marido y 
tenga celos de ella; presentará a su 
mujer ante Yave, y el sacerdote 
hará con ella cuanto en esta ley se 
prescribe. 31 Así el marido quedará 
libre de culpa, y la mujer llevará 
sobre sí su pecado.» 


Ley del nazarcato. 

fk 1 * Habló Yave a Moisés, diciendo: 

2 «Habla a los hijos de Israel, y 
diles: Si uno, hombre o mujer, hiciere 
voto de consagración, consagrándose 
a Yave (1), 3 se abstendrá de vino 
y de toda bebida embriagante; no 
beberá vinagre de vino ni bebida 
embriagante; no comerá uvas, ni fres- 


(i) Esta consagración personal, singularí¬ 
sima, da al consagrado una especial santidad 

que le exige abstenerse de todo contacto de 
cosa impura, aun del cadáver de los mismos 
padres, y la obligación de abstenerse de todo 
fruto de la vid, cualquiera que sea. Al ter¬ 
minar, tiene que despojarse de todo el pelo 
de su cuerpo, que por considerarse santificado, 
había de ser quemado en el altar, pues al volver 
a su estado ordinario había de despojarse de 
cuanto de santo o consagrado podía despo¬ 

jarse su persona. 






142 


NÚMEROS, 7 


cas ni secas; (i) * * 4 durante todo el tiempo 
de su nazareato no comerá fruto 
alguno de la vid; desde la piel hasta 
los granos de la uva. 5 Durante todo 
el tiempo de su voto de nazareo no 
pasará la navaja por su cabeza; hasta 
que se cumpla el tiempo por que se 
consagró a Yave, será santo y dejará 
libremente crecer su cabellera. 6 Du¬ 
rante todo el tiempo de su consagra¬ 
ción a Yave no se acercará a cadáver 
alguno; 7 no se contaminará ni por 
su padre ni por su madre, ni por su 
hermano, ni por su hermana, si mu¬ 
rieren; porque lleva sobre su cabeza 
la consagración a su Dios. 8 Todo el 
tiempo de su nazareato está consa¬ 
grado a Yave. 9 Si ante él muriere 
alguno repentinamente, manchándose 
así su cabeza consagrada, se raerá la 
cabeza en el día de su purificación; 
se la raerá el ‘séptimo día, 10 y al 
octavó presentará al sacerdote dos 
tórtolas o dos pichones a la entrada 
del tabernáculo de la reunión. 11 El 
sacerdote ofrecerá uno en sacrificio 
por el pecado y el otro en holocausto, 
haciendo por él la expiación de su 
pecado por el muerto. 12 Este día el 
nazareo consagrará otra vez su ca¬ 
beza, la consagrará de nuevo a Yave 
por el tiempo de su nazareato, y ofre¬ 
cerá un cordero primal en sacrificio 
de expiación; el tiempo precedente 
quedará anulado, por haberse con¬ 
taminado su nazareato. 

13 Esta es la ley del nazareo; El 
día en que se cumpla el tiempo de su 
nazareato, se presentará a la entrada 
del tabernáculo de la reunión, para 
hacer su ofrenda a Yave: 14 un cor¬ 
dero primal, sin defecto, para el holo¬ 
causto; una oveja, sin defecto, para el 
sacrificio por el pecado; un carnero, 
sin defecto, para el sacrificio pacífico, 
15 y un cestillo de panes ácimos, de 
tortas de flor de harina amasada 
con aceite, para la ofrenda y la liba¬ 
ción. 16 El sacerdote los presentará a 
Yave, y ofrecerá su sacrificio por el 
pecado y su holocausto. 17 Después 
presentará a Yave el carnero de su 
sacrificio pacífico con el cestillo de 
panes ácimos, y hará la oblación y 
la libación. 18 El nazareo raerá a 
la entrada del tabernáculo de la re¬ 
unión su cabeza consagrada, y to¬ 
mando los cabellos de su cabeza 
consagrada, los echará al fuego que 
arde bajo el sacrificio pacífico. 19 Lue¬ 
go el sacerdote tomará la espalda 
ya cocida del carnero, un pan ácimo 


del cestillo y una torta ácima, y se 
los pondrá en las manos al nazareo, 
después que se haya raído la cabeza 
consagrada; 20 y el sacerdote lo agi¬ 
tará ante Yave. Es la cosa santa del 
sacerdote, además del pecho agitado 
y del brazuelo reservado. Después 
ya podrá el nazareo beber vino.» 

21 Esta es la ley del nazareo que 
hace voto, y de su ofrenda a Yave 
por su nazareato, fuera de aquello 
que sus posibilidades le consientan 
añadir. Hará de conformidad con su 
voto, según la ley del nazareato.» 


La bendición litúrgica. 

22 Yave habló a Mosés, diciendo: 

23 «Habla a Arón y a sus hijos, 
diciendo: De este modo habréis de 
bendecir a los hijos de Israel; diréis: 

24 Que Yave te bendiga y te guarde. 

25 Que haga resplandecer Yave su 
faz sobre ti y te otorgue su gracia. 

26 Que Yave vuelva a ti su rostro 
y te dé la paz. 

27 Así invocarán mi nombre sobre 
los hijos de Israel, y yo los ben¬ 
deciré.» (1). 


Las ofrendas de los jefes de tribu. 

7 1 El día en que acabó Moisés de 
alzar el tabernáculo y de ungirlo 
y consagrarlo con todos sus utensi¬ 
lios, el altar con todos sus utensi¬ 
lios, ungiéndolos y consagrándolos, 
2 los príncipes de Israel, jefes de 
sus linajes, presentaron sus ofren¬ 
das; eran los príncipes que habían 
presidido el censo. 3 Llevaron sus 
ofrendas ante Yave: seis carros cu¬ 
biertos y doce bueyes, un carro por 
cada dos, y un buey por cada uno 
de los príncipes, y los presentaron 
ante el tabernáculo. 

4 Yave habló, a Moisés, diciendo: 
5 «Recibe de ellos eso, y que se des¬ 
tine al servicio del tabernáculo de 
la reunión; se los darás a los hijos 
de Leví, a cada uno según las nece¬ 
sidades de su servicio.» 

6 Moisés, tomando los carros y 
los bueyes, se los entregó a los levitas; 


(i) Esta bendición, que atrae sobre el 

bendecido bienes puramente espirituales, está 

en plena oposición con las bendiciones de las 

religiones gentílicas, que se limitan a la ad¬ 

precación de bienes materiales. 





NÚMEROS, 7 


143 


7 dió dos carros y cuatro bueyes a 
los hijos de Gcrsón, como lo pedía 
su servicio; 8 cuatro carros y ocho 
bueyes a los hijos de Merari, con¬ 
forme a su servicio, bajo la vigilan¬ 
cia de ltamar, hijo de Arón, el sacer¬ 
dote; 9 pero no dió ninguno a los 
hijos de Caat, porque el servicio 
suyo de las cosas santas habían de 
hacerlo llevándolas sobre sus hom¬ 
bros. 10 Los príncipes hicieron su 
ofrenda para la dedicación del altar 
cuando fué ungido, presentando su 
ofrenda ante el altar. 11 Yave dijo a 
Moisés: «Que presenten los prínci¬ 
pes su ofrenda uno a uno, para la de¬ 
dicación del altar.» 12 Aquel día, el 
primero, presentó su ofrenda Nasón, 
hijo de Aminadab, de la tribu de 
Judá, 13 ofreciendo un plato de plata 
de ciento treinta sitios de peso y un 
jarro de plata de setenta sidos, según 
el peso del sido del santuario, ambos 
llenos de flor de harina amasada con 
aceite, para las ofrendas; 14 un fras- 
quito de oro de diez sidos, lleno de 
perfumes; 15 un novillo, un carnero 
y un cordero primal, para el holo¬ 
causto; 16 un macho cabrío, para el 
sacrificio expiatorio; 17 y para el 
sacrificio pacífico, dos bueyes, cinco 
carneros, cinco machos cabríos y 
cinco corderos primales. Esta fué la 
ofrenda de Nasón, hijo de Aminadab. 

18 El segundo día hizo su ofrenda 
Natanael, hijo de Suar, príncipe de 
Isacar. 19 Ofreció un plato de plata 
de ciento treinta sidos; un jarro de 
plata de setenta sidos, al peso del 
sido del santuario, llenos ambos de 
flor de harina amasada con aceite, 
para la ofrenda; 20 un frasquito de 
oto de diez sidos, lleno de perfumes; 
21 un novillo, un carnero y un cor¬ 
dero primal, para el holocausto; 22 un 
macho cabrío para el sacrificio expia¬ 
torio; 23 y para el sacrificio pacífico, 
dos bueyes, cinco carneros, cinco 
machos cabríos y cinco corderos pri- 
.males. Esta fué la ofrenda de Nata¬ 
nael, hijo de Suar. 

24 El tercer día el príncipe de los 
hijos de Zabulón, Eliab, hijo de 
Jelón, 29 ofreció: un plato de plata 
de ciento treinta sidos, un jarro 
de plata de setenta sidos, al peso del 
sido del santuario, llenos ambos de 
flor de harina amasada con aceite, 
para la ofrenda; 26 un frasquito de 
oro de diez sidos, lleno de perfumes; 
27 un novillo, un carnero, un cordero 
primal, para el holocausto; 28 un 


macho cabrío, para el sacrificio ex¬ 
piatorio; 29 y para el sacrificio pa¬ 
cífico, dos bueyes, cinco carneros, 
cinco machos cabríos y cinco cor¬ 
deros primales. Esta fué la ofrenda 
de Eliab, hijo de Jelón. 

30 El cuarto día el príncipe de los 
hijos de Rubén, Elisur, hijo de Se- 
deur, 31 ofreció: un plato de plata 
de ciento treinta sidos; un jarro 
de plata de setenta sidos, al peso 
del sido del santuario, ambos llenos 
de flor de harina amasada con aceite, 
para la ofrenda; 32 un frasquito de 
oro de diez sidos, lleno de perfumes; 
33 un novillo, un carnero, un cordero 
primal, para el holocausto; 34 un 
macho cabrío, para el sacrificio ex¬ 
piatorio; 35 y para el sacrificio pací¬ 
fico, dos bueyes, cinco carneros, cinco 
machos cabríos y cinco corderos pri¬ 
males. Esta fué la ofrenda de Elisur, 
hijo de Sedeur. 

36 El quinto día el príncipe de los 
hijos de Simeón, Salamiel, hijo de 
Surisadai, 37 ofreció: un plato de 
plata de ciento treinta sidos; un 

jarro de plata de setenta sidos, al 
peso del sido del santuario, ambos 
llenos de flor de harina amasada 

con aceite, para la ofrenda; 38 un 
frasquito de oro de diez sidos, lleno 
de perfumes; 39 un novillo, un car¬ 
nero y un cordero primal, para el 
holocausto; 40 un macho cabrío, para 
el sacrificio expiatorio; 41 y para el 
sacrificio pacífico, dos bueyes, cinco 
carneros, cinco machos cabríos y 

cinco corderos primales. Esta fué 

la ofrenda de Salamiel, hijo de Suri¬ 
sadai. 

42 El sexto día el príncipe de los 
hijos de Gad, Eliasaf,. hijo de Deuel, 
43 ofreció un plato de plata de ciento 
treinta sidos; un jarro de plata de 
setenta sidos, al peso del sido del 
santuario; ambos llenos de flor de 
harina amasada con aceite, para la 
ofrenda; 44 un frasquito de oro de 
diez sidos, lleno de perfumes; 45 un 
novillo, un carnero, un cordero pri¬ 
mal, para el holocausto; 46 un macho 
cabrío, para el sacrificio expiatorio; 
47 y para el sacrificio pacifico, dos 
bueyes, cinco carneros, cinco machos 
cabríos y cinco corderos primales. 
Esta fué la ofrenda de Eliasaf, hijo 
de Deuel. 

48 El séptimo día el príncipe de 
los hijos de Efraím, Elisama, hijo 
de Amiud, 49 ofreció: un plato de 
plata de ciento treinta sidos; un 





144 


NÚMEROS, 7 


jarro de plata de setenta sidos, la 
peso del sido dd santuario, ambos 
llenos de flor de harina amasada 
con aceite, para la ofrenda; 50 un 
frasquito de oro de diez sidos, lleno 
de perfumes; 51 un novillo, un car¬ 
nero y un cordero primal, para el 
holocausto; 52 un macho cabrio, para 
el sacrificio expiatorio; 53 y para el 
sacrificio pacifico, dos bueyes, cinco 
carneros, cinco machos cabríos y 
cinco corderos primales. Esta fué la 
ofrenda de Elisama, hijo de Amiud. 

54 El octavo día el príncipe de los 
hijos de Manasés, Gamaliel, hijo de 
Pedasur, 55 ofreció: un plato de plata 
de ciento treinta sidos, un jarro de 
plata de setenta sidos al peso del 
sido del santuario, ambos fíenos de 
flor de harina amasada con aceite, 
para la ofrenda; 56 un frasquito de 
oro de diez sicJos, lleno de perfumes; 
67 un novillo, un carnero y un cor¬ 
dero primal, para el holocausto; 68 un 
macho cabrío, para el sacrificio expia¬ 
torio; 59 y para el sacrificio pacífico, 
dos bueyes, cinco carneros, cinco 
machos cabríos y cinco corderos pri¬ 
males. Esta fué la ofrenda de Gama¬ 
liel, hijo de Pedasur. 

60 El noveno día el príncipe de los 
hijos de Benjamín, Abidán, hijo de 
Gedeón, 61 ofreció: un plato de plata 
de ciento treinta sidos; un jarro de 
plata de setenta sidos, al peso del 
sido del santuario; ambos llenos de 
flor de harina amasada con aceite, 
para la ofrenda; 62 un frasquito de 
oro de diez sidos, lleno de perfumes; 
63 un novillo, un carnero y un cor¬ 
dero primal, para el holocausto; 64 un 
macho cabrío, para el sacrificio expia¬ 
torio; 65 y para el sacrificio pacífico, 
dos bueyes, cinco carneros, cinco 
machos cabríos y cinco corderos pri¬ 
males. Esta fué la ofrenda de Abidán, 
hijo de Gedeón. 

66 El décimo día el príncipe de 
los hijos de Dan, Ajieser, hijo de 
Amisadán, 67 ofreció: un plato de 
plata de ciento treinta sidos; un 
jarro de plata de setenta sidos, al 
peso del sido del santuario, ambos 
llenos de flor de harina amasada con 
aceite, para la ofrenda; 68 un fras¬ 
quito de oro de diez sidos, lleno de 
perfumes; 69 un novillo, un carnero 
y un cordero primal, para el holo¬ 
causto; 70 un macho cabrío, para el 
sacrificio expiatorio, 71 y para el 
sacrificio pacífico, dos bueyes, cinco 
carneros, cinco machos cabríos y 


cinco corderos primales. Esta fué la 
ofrenda de Ajieser, hijo de Ami¬ 
sadán. 

72 El undécimo día el príncipe de 
los hijos de Aser, Feguiel, hijo de 
Ocrán, 73 ofreció: un plato de plata 
de ciento treinta sidos; un jarro 
de plata de setenta sidos, ambos 
llenos de flor de harina amasada 
con aceite, para la ofrenda; 74 un 
frasquito de oro de diez sidos, lleno 
de perfumes; 75 un novillo, un car¬ 
nero y un cordero primal, para el 
holocausto; 76 un macho cabrío, para 
el sacrificio expiatorio, 77 y para el 
sacrificio pacífico, dos bueyes, cinco 
carneros, cinco machos cabríos y 
cinco corderos primales. Esta fué la 
ofrenda de Feguiel, hijo de Ocrán. 

78 El duodécimo día el príncipe 
de los hijos de Neftalí, Ajira, hijo 
de Enón, 79 ofreció: un plato de plata 
de ciento treinta sidos; un jarro 
de plata de setenta sidos, al peso 
del sido del santuario; ambos llenos 
de flor de harina amasada con aceite, 
para la ofrenda; 80 un frasquito de 
oro de diez sidos, lleno de perfumes; 
81 un novillo, un carnero y un cor¬ 
dero primal, para el holocausto; 82 un 
macho cabrío, para el sacrificio expia¬ 
torio; 83 y para el sacrificio pacífico, 
dos bueyes, cinco carneros, cinco 
machos cabríos y cinco corderos pri¬ 
males. Esta fué "la ofrenda de Ajira, 
hijo de Enán. 

84 Estos fueron los dones de los 
príncipes de Israel para la dedica¬ 
ción del altar el día en que se ungió; 
doce platos de plata, doce jarros 
de plata, doce frasquitos de oro; 
85 cada plato de ciento treinta sidos 
de peso; cada jarro de setenta sidos; 
total de la plata de estos utensilios, 
dos mil cuatrocientos sidos, al peso 
del sido del santuario; 86 doce fras¬ 
quitos de oro llenos de perfume, de 
diez sidos cada uno, al sido del san¬ 
tuario; total del oro de los frasquitos, 
ciento veinte sidos. 87 Total de los 
animales para el holocausto: doce 
novillos, doce carneros y doce cor¬ 
deros primales, con sus ofrendas, y 
doce machos cabríos para el sacri¬ 
ficio expiatorio. 88 Total de los ani- 
males para el sacrificio pacífico: vein¬ 
ticuatro bueyes, sesenta carneros, se¬ 
senta machos cabríos y sesenta cor¬ 
deros primales. Estos fueron los dones 
ofrecidos para la dedicación del altar 
cuando se ungió. 

89 Cuando Moisés entraba en el 





NÚMEROS, 8, 9 


145 


tabernáculo de la reunión para hablar 
con Vave, oía la voz que le hablaba 
desde encima del propiciatorio puesto 
sobre el arca del testimonio, entre los 
dos querubines; así le hablaba (1). 


El candelabro. 

8 1 Yave habló a Moisés, diciendo: 

2 «Habla a los hijos de Arón, y di- 
les: Cuando pongas las lámparas del 
candelabro, ponías de modo que las 
siete lámparas del candelabro alum¬ 
bren hacia adelante.» 3 Así lo hizo 
Arón, y puso las lámparas en la 
parte anterior del candelabro, como 
Yave se lo había mandado a Moisés. 
4 El candelabro era de oro macizo; 
su pie, sus flores, todo de oro macizo; 
lo había hecho Moisés conforme al 
modelo que le había mostrado Yave. 


Consagración de los levitas. 

5 Habló Yave a Moisés, diciendo: 
6 «Toma a los levitas de en medio de 
los hijos de Israel y purifícalos. 7 He 
aquí lo que harás para purificarlos: 
Haz sobre ellos una aspersión con 
agua expiatoria; que pasen la navaja 
por todo su cuerpo, laven sus ves¬ 
tidos y se purifiquen. 8 Que tomen 
un novillo, con su ofrenda de flor 
de harina amasada con aceite; y 
toma tú otro para el sacrificio por 
el pecado. 9 Haz que se acerquen 
los levitas al tabernáculo, y convoca 
a toda la asamblea de los hijos de 
Israel. 10 Una vez que hayas hecho 
a los levitas acercarse ante Yave, 
los hijos de Israel pondrán sus manos 
sobre ellos, 11 y Arón ofrecerá los 
levitas en ofrenda agitada ante Yave 
de parte de los hijos de Israel, para 
que sirvan a Yave. 12 Los levitas 
pondrán sus manos sobre la cabeza 
de los novillos, y tú los ofrecerás, 
uno en sacrificio por el pecado, el 
otro en holocausto a Yave, para 
hacer la expiación de los levitas. 
13 Harás que los levitas estén en pie 
ante Arón y sus hijos, y los ofrece¬ 
rás en ofrenda agitada a Yave. 14 Así 
los separarás de en medio de los hijos 
de Israel, y los levitas serán míos, 


(i) El arca con el testimonio (las tablas 
de la ley) es el símbolo material de la presencia 
de Dios en medio de Israel, y por eso habla 

Dios desde ella a su profeta. 


16 y vendrán luego a servir en el taber¬ 
náculo de la reunión. Así los purifi¬ 
carás, y los ofrecerás en ofrenda agi¬ 
tada, 16 porque son donados a mí 
enteramente de en medio de los hijos 
de Israel, y yo los he tomado para 
mí en lugar de todos los primogé¬ 
nitos que abren la vulva de su madre, 
de los primogénitos de entre los 
hijos de Israel; 17 pues todo primo¬ 
génito de los hijos de Israel es mío; 
lo mismo los de los hombres que los 
de los animales; el día en que herí 
a todos los primogénitos de la tierra 
de Egipto me los consagré, 18 y he 
tomado a los levitas en lugar de 
todos los primogénitos de los hijos 
de Israel, 19 y se los he dado entera¬ 
mente a Arón y a sus hijos de en 
medio de los hijos de Israel, para que 
hagan el servicio de los hijos de 
Israel en el tabernáculo de la reunión, 
y para que hagan la expiación de 
los hijos de Israel, para que los hijos 
de Israel no sean castigados con plaga, 
acercándose al santuario.» 

20 Moisés, Arón y toda la asamblea 
de los hijos de Israel hicieron con los 
levitas cuanto Yave había mandado 
a Moisés; eso hicieron con ellos los 
hijos de Israel. 21 Los levitas se puri¬ 
ficaron, lavaron sus vestidos, Arón los 
ofreció en ofrenda agitada ante Yave; 
hizo la expiación para purificarlos, 
22 y luego vinieron los levitas a pres¬ 
tar sus servicios en el tabernáculo 
de la reunión a las órdenes de Arón 
y sus hijos. Como Yave se lo había 
mandado a Moisés respecto de los 
levitas, así se hizo con ellos. 

23 Yave habló a Moisés, diciendo: 
24 «Esto es lo que toca a los levitas: 
desde los veinticinco años arriba, los 
levitas estarán al servicio del taber¬ 
náculo de la reunión para cumplir 
en él sus funciones. 25 A los cincuenta, 
saldrán del servicio y no cumplirán 
sus funciones; 26 ayudarán a sus her¬ 
manos en el tabernáculo de la reunión, 
en la guarda de él, pero no prestarán 
más servicio. Así has de hacer con 
los levitas, en cuanto a sus fun¬ 
ciones.» 


La Pascua en el Sinaí. 

Q 1 Yave habló a Moisés en el 
desierto del Sinaí, el primer mes 
del año segundo después de la salida 
de la tierra de Egipto. Dijo: 2 «Que 
celebren los hijos de Israel la pascua 








146 


NÚMEROS, 10 


a su tiempo. 3 El día catorce de este 
mes, entre dos luces, a su tiempo, la 
celebraréis conforme a todas las leyes 
y todos los ritos que a ella se refieren.» 

4 Moisés habló a los hijos de Israel 
para que celebraran la pascua; 8 y 
la celebraron el día catorce del pri¬ 
mer mes, entre dos luces, en el de¬ 
sierto del Sinaí. Conforme a todo 
cuanto había mandado Yave a Moi¬ 
sés, así hicieron los hijos de Israel. 

6 Había dos hombres que estaban 
impuros por un cadáver, y no pu¬ 
dieron celebrar la pascua en ese 
día. Presentándose aquel mismo día 
ante Moisés y Arón, les dijeron: 
7 «Estamos impuros por un cadáver; 
¿por qué habremos de vernos pri¬ 
vados de presentar nuestra ofrenda 
a Yave, a su tiempo, con los demás 
hijos de Israel?» 8 Y Moisés les res¬ 
pondió: «Esperad que sepa yo lo 
que cuanto a vosotros dispone Yave.» 

9 Yave habló a Moisés, diciendo: 
10 «Habla a los hijos de Israel y 
diles: Si alguno de vosotros o de 
vuestros descendientes está impuro 
por un cadáver, o está en viaje lejos, 
celebrará la pascua de Yave. 11 En el 
segundo mes, el día catorce de él, 
entre dos luces la celebrará. La 
comerán con pan ácimo y lechugas 
amargas; 12 no dejarán de ella nada 
para el día siguiente, ni quebranta¬ 
rán ninguno de sus huesos; la cele¬ 
brarán conforme a todos sus ritos. 
13 Si alguno, estando limpio y no 
estando de viaje, dejare de cele¬ 
brarla, ése será borrado de su pueblo; 
por no haber ofrecido a su tiempo 
su ofrenda a Yave, llevará sobre sí 
su culpa. 14 Si el extranjero que 
habita entre vosotros celebra la pas¬ 
cua, guardará todas las leyes y ritos 
que a ella se refieren. La ley será la 
misma para vosotros, la misma para 
el extranjero que para el natural.» 


1.a nube. 

18 El día en que fué alzado el 
tabernáculo, la nube cubrió el taber¬ 
náculo, y desde la tarde hasta la 
mañana hubo sobre el tabernáculo 
como un fuego. 16 Así sucedía cons¬ 
tantemente; de día lo cubría la nube, 
y de noche la nube parecía de fuego. 
17 Cuando la nube se alzaba del taber¬ 
náculo, partían los hijos de Israel; 
y en el lugar en que se paraba la 
nube, allí acampaban los hijos de 


Israel. 18 A la orden de Yave partían 
los hijos de Israel, y a la orden de 
Yave sentaban su campo; cuanto 
tiempo estaba la nube sobre el taber¬ 
náculo, estábanse quietos. 19 Cuando 
la nube se detenía muchos días sobre 
el tabernáculo, guardaban los hijos 
de Israel la orden de Yave y no se 
movían; 20 y cuando la nube estaba 
pocos días sobre el tabernáculo, a la 
orden de Yave posaban, y a la orden 
de Yave partían. 21 Cuando la nube 
se detenía desde la tarde a la mañana, 
y a la mañana se levantaba, partían; 
y si se levantaba a la noche, enton¬ 
ces partían. 22 Fuesen dos días, un 
mes o un año, mientras la nube se 
detenía sobre el tabernáculo, están¬ 
dose sobre él, los hijos de Israel 
i seguían acampados y no se movían; 

cuando ella se alzaba, se movían 
! ellos. 23 A la orden de Yave acam¬ 
paban, y a la orden de Yave partían, 
guardando el mandato de Yave, como 
Yave se lo había dicho a Moisés. 


Las trompeta'* «le plata. 

10 1 Yave habló a Moisés, diciendo: 

2 «Hazte dos trompetas de plata 
batida a martillo, que te sirvan para 
convocar la congregación, y para 
hacer mover el campamento. 3 Cuan¬ 
do se toquen las dos, acudirá a ti 
toda la asamblea a la puerta del ta¬ 
bernáculo de la reunión; 4 cuando se 
toque una sola, se congregarán a ti 
los príncipes jefes de los millares de 
Israel. 6 A un toque .estrepitoso, mo¬ 
verán su campamento los acampados 
al oriente. 6 A un segundo toque de 
la misma clase, moverán su campa¬ 
mento los acampados al mediodía; 
V a un tercero los acampados a occi¬ 
dente: estos toques son para ponerse 
en movimiento. 

7 También para reunir la congre¬ 
gación las tocaréis, pero no con ese 
toque. 8 Los hijos de Arón, los sacer¬ 
dotes, serán los que toquen las trom¬ 
petas, y éstas serán para vosotros de 
uso obligatorio, por siempre en vues¬ 
tras generaciones. 9 Cuando en vuestra 
tierra saliereis a la guerra contra el 
enemigo que os atacare, tocaréis alar¬ 
ma con las trompetas, y servirán de 
recuerdo ante Yave, vuestro Dios, 
para que os salve de vuestros enemi¬ 
gos. 10 También en vuestros días de 
alegría, en vuestras solemnidades y 
en las fiestas del comienzo de mes, 








NÚMEROS, 11 


147 


tocaréis las trompetas; y en vuestros, 
holocaustos y vuestros sacrificios pa¬ 
cíficos, serán para vosotros un re¬ 
cuerdo cerca de vuestro Dios. Yo, 
Ya ve.» 


Partida del Sinaí. 

11 En el año segundo, el segundo 
mes, a veinte del mes, se alzó la nube 
de sobre el tabernáculo del testimo¬ 
nio, 12 y los hijos de Israel marcharon 
por etapas, del desierto del Sinaí, al 
desierto de Farán, donde la nube se 
paró, 13 moviéndose por primera vez 
a la orden de Yave por Moisés. 14 La 
primera en moverse fué la enseña del 
campo de los hijos de Judá, con sus 
escuadras. Jefe de las escuadras de 
aquéllos era Nasón, hijo de Amina- 
dab. 16 Jefe de las escuadras de la 
tribu de los hijos de Isacar, Nata- 
nael, hijo de Suar; 16 y, jefe de las 
escuadras de la tribu de los hijos 
de Zabulón, Eliab, hijo de Jelón. 
17 Desmontado que fué el tabernácu¬ 
lo, pusiéronse luego en marcha los 
hijos de Gersón y los hijos de Merari 
llevando el tabernáculo. 

18 Luego se puso en marcha la en¬ 
seña del campo de Rubén, por sus 
escuadras. 19 El jefe de sus escuadras 
era Elisur, hijo de Sedeur; el jefe de 
las escuadras de la tribu de los 
hijos de Simeón, Selamiel, hijo de 
Zurisadai; 20 y el jefe de las escua¬ 
dras de la tribu de los hijos de Gad, 
Eliasaf, hijo de Deuel. 21 Comenza¬ 
ron luego a marchar los hijos de 
Caat, llevando el santuario; y en 
tanto que ellos llegaban, se disponía 
el tabernáculo. 22 Después se puso 
en marcha la enseña del campo de 
los hijos de Efraím, por sus escuadras; 
jefe de sus escuadras era Elisama, hijo 
de Amiud; 23 jefe de las escuadras 
de la tribu de Manasés, Gamaliel, 
hijo de Pedasur; 24 jefe de las escua¬ 
dras de la tribu de los hijos de Ben¬ 
jamín, Abidán, hijo de Gedeón. 

25 Después se puso en marcha la 
enseña del campo de los hijos de 
Dan, por sus escuadras, a retaguar¬ 
dia de los otros campos; jefe de las 
escuadras de los hijos de Dan era 
Ajiezer, hijo de Amisadai; 26 jefe de 
las escuadras de la tribu de los hijos 
de Aser, Feguiel, hijo de Ocrán; 
27 jefe de las escuadras de la tribu 
de los hijos de Neftalí, Ajira, hijo 
de Enán. 28 Los hijos de Israel se 


pusieron en marcha, con sus escua¬ 
dras, por este orden. 

28 Moisés dijo entonces a Jobab, 
hijo de Ragüel, madianita, su suegro: 
«Nosotros nos vamos para el lugar 
que Yave nos ha dicho: «Yo os lo 
daré»; ven con nosotros y te favo¬ 
receremos; porque Yave ha prome¬ 
tido favorecer a Israel.» 30 El res¬ 
pondió: «No, me iré a mi tierra y a 
mi parentela.» 31 Moisés insistió: «No 
nos dejes, pues tú conoces bien los 
lugares donde habremos de acampar 
y podrás servirnos de guía (1); 32 si 
vienes, nosotros te daremos parte de 
lo que nos dé Yave.» 

33 Así se marcharon del monte de 
Yave, e hicieron tres días de camino; 
y el arca de la alianza de Yave fué 
con ellos tres días de camino, bus¬ 
cando donde acampar. 34 La nube 
de Yave los acompañaba de día 
desde que levantaron el campamento. 
36 Cuando movían el arca, decía 
Moisés: 

«Levántate Yave; dispérsense tus 
enemigos 

Y huyan ante ti los que te abo¬ 
rrecen. » 

36 Y cuando el arca se posaba, 
decía: 

«Pósate, oh Yave, entre las mi¬ 
ríadas de Israel.» 


Descontento del pueblo. 

*4 1 Aconteció que el pueblo a 

1 I oídos de Yave se quejó, y al 
oírlo Yave ardió en ira, y encendió 
contra ellos un fuego que abrasó una 
de las alas del campamento. 2 Clamó 
entonces el pueblo a Moisés, y Moisés 
oró a Yave, y el fuego se apagó; 3 y 
llamaron a aquel lugar Tabera, por¬ 
que allí se había encendido contra 
ellos el fuego de Yave. 

4 El vulgo adventicio (2) que en 
medio de ellos habitaba tenía tantas 
ganas de comer carne, que aun los 

(1) A pesar de lo dicho en 9. 15, de que 
el campamento se movía a la señal de la nube, 
este lugar nos indica que no quería Dios se 
prescindiese del orden natural. 

(2) Este vulgo adventicio que acompaña 
a los hijos de Israel, y de que se hace mención 
en varios lugares, estaría compuesto de asiᬠ
ticos de diversas procedencias, sujetos a ser¬ 
vidumbre, como los hebreos. Aprovechó la 
propicia ocasión que se le presentaba de escapar. 
Su presencia entre los israelitas podría servir 
de explicación a no pocos de los episodios del 

paso por el desierto. 








148 


NÚMEROS, 11 


hijos de Israel se pusieron a llorar 
y decir: «iQuién nos diera carne que 
comerl 5 ¡Cómo nos acordamos de 
tanto pescado como de balde comía¬ 
mos en Egipto, de los cohombros, 
de los melones, de los puerros, de 
las cebollas, de los ajos! 6 Ahora está 
en seco nuestro apetito, y no vemos 
sino el maná.» 

7 El maná era parecido a la semi¬ 
lla del culantro y tenía un color como 
de bedelio. 8 Esparcíase el pueblo 
para recogerlo, y lo molían en mo¬ 
linos o lo majaban en morteros, y 
cociéndolo en una caldera, hacían de 
él tortas, que tenían un sabor como 
de pasta amasada con aceite. 9 Cuan¬ 
do de noche caía el rocío sobre el 
campo, caía también el maná. 

10 Oyó Moisés las lamentaciones 
del pueblo, que por familias se reunía 
a las puertas de sus tiendas, encen¬ 
diendo el ardor de la ira de Ya ve; 
y desagradó a Moisés, 11 que dijo 
a Yave: «¿ror qué tan mal tratas a 
tu siervo? ¿ror qué no ha hallado 
gracia a tus ojos, y has echado sobre 
mí la carga de todo este pueblo? 

12 ¿Lo he concebido yo ni lo he en¬ 
gendrado, para que me digas, llévalo 
en tu regazo, como lleva la nodriza 
al niño a quien da de mamar, a la 
tierra que juraste dar a sus padres? 

13 ¿Dónde tengo yo carne para ali¬ 
mentar a todo este pueblo? ¿Por 
qué ine llora a mí, clamando: danos 
carne que comer? 14 Yo no puedo 
soportar solo a este pueblo. Me pesa 
demasiado. 16 Si así has de hacer 
conmigo, dame la muerte, te lo 
ruego; y si es que he hallado gracia 
a tus ojos, que no me vea ya más 
así afligido.» 18 Entonces dijo Yave 
a Moisés: «Elígeme a setenta varones 
de los hijos de Israel, de los que 
tú sabes que son ancianos del pueblo 
y de sus principales, y tráelos a la 
puerta del tabernáculo; que esperen 
allí contigo. 17 Yo descenderé, y con¬ 
tigo hablaré allí, y tomaré deí espí¬ 
ritu que hay en ti y lo pondré sobre 
ellos, para que te ayuden a llevar 
la carga del pueblo y no la lleves til 
solo. 18 Y di al pueblo: Santificaos 
para mañana, V comeréis carne, ya 
que habéis llorado a Yave diciendo: 
iQuién nos diera carne que comerl 
¡Mejor ciertamente estábamos en 
Egipto! Ya os dará Yave carne que 
comer. 19 No comeréis un día, ni dos, 
ni cinco, ni diez, ni veinte; 20 la co¬ 
meréis todo un mes, hasta que se os 


salga por la boca y os produzca náu¬ 
seas, por haber menospreciado a Yave, 
que está en medio de vosotros, y 
haber llorado diciendo: ¿Por qué he¬ 
mos salido de Egipto?» 21 Moisés le 
dijo: «Seiscientos mil infantes cuenta 
el pueblo en medio del cual estoy, 
y me dices: yo les daré carne, y la 
comerán todo un mes. 22 ¿Bastará 
para ello degollar todas las ovejas y 
todos los bueyes? ¿Se juntarán todos 
los peces del mar para darles abasto?» 
23 Yave replicó a Moisés: «¿Acaso se 
ha acortado el brazo de Yave? Ya 
verás si es o no es como te he dicho.» 

24 Salió Moisés y transmitió al pue¬ 
blo lo que había dicho Yave; y eligió 
los setenta varones de entre los an¬ 
cianos de Israel V los puso en derre¬ 
dor del tabernáculo. 25 Descendió 
Yave en la nube y habló a Moisés; 
tomó del espíritu que residía en él 
y lo puso sobre los setenta ancianos; 
y cuando sobre ellos se posó el espí¬ 
ritu, pusiéronse a profetizar, y no 
cesaban. 26 Habíanse quedado en el 
campamento dos de ellos, uno lla¬ 
mado Eldad y otro llamado Medad; 
y también sobre ellos se posó el espí¬ 
ritu; eran de los nombrados, pero no 
se presentaron ante el tabernáculo, 
y se pusieron a profetizar en el cam¬ 
pamento. 27 Corrió un mozo a avisar 
a Moisés, diciendo: «Eldad v Medad 
están profetizando en el campamen¬ 
to.» 29 Josué, hijo de Nun, ministro 
de Moisés desde su juventud, dijo: 
«Mi señor, Moisés, impídeselo»; 29 y 
Moisés le respondió: «¿Tienes celos 
por mí? |Ojalá que todo el pueblo de 
Yave profetizara y pusiese Yave sobre 
ellos su espíritu!» 30 Volvióse Moisés 
al campamento, y con él los ancianos 
de Israel. 31 Vino nn viento de Yave, 
trayendo desde el mar codornices, 
que dejó sobre el campamento, hasta 
la altura de dos codos sobre la tierra. 
32 El pueblo estuvo todo el día, toda 
la noche y todo el día siguiente, reco¬ 
giendo codornices; el que menos re¬ 
cogió diez montones, y las pusieron 
a secar en los alrededores del cam¬ 
pamento. 33 Aún tenían la carne entre 
sus dientes, antes de que hubiesen 
podido acabar de comerlas; encen¬ 
dióse en el pueblo el furor de \ r ave, 
y Yave hirió al pueblo con una 
plaga; 84 siendo llamado aquel lugar 
Quibrat-Ha-Tava, porque allí auedó 
sepultado el pueblo glotón. De 
Quibrat-Ha-Tava partieron para Ja- 
ser ot y acamparon allí. 




NÚMEROS, 12, 13 


14!) 


Castigo de Marín, la hermana 
de Moisés. 

i O 1 * María y Arón murmuraban de 

1 ^ Moisés por la mujer etíope que 
éste había tomado, pues había to¬ 
mado Moisés por mujer una etíope. 

2 Decían: «¿Acaso sólo con Moisés 
habla Yave? ¿No nos ha hablado 
también a nosotros?» Oyó esto Yave. 

3 Moisés era hombre mansísimo, más 
que cuantos hubiese sobre la haz 
de la tierra. 4 Y dijo a Moisés, a 
Arón y a María: «Id los tres al taber¬ 
náculo de la reunión.» 6 Una vez allí, 
descendió Yave en la columna de 
nube, y poniéndose a la entrada del 
tabernáculo, llamó a Arón y a María. 
Salieron ambos, 6 y él les dijo: «Oíd 
mis palabras: Si uno de vosotros pro¬ 
fetizara, yo me revelaría a él en 
visión y le hablaría en sueños. 7 No 
así a mi siervo Moisés, que es en 
toda mi casa el hombre de confianza. 

8 Cara a cara hablo con él, y a las 
claras, no por figuras; y él contem¬ 
pla el semblante de Yave. ¿Cómo, 
pues, os habéis atrevido a difamar a 
mi siervo Moisés?» 9 Y encendido 
en furor contra ellos, fuése Yave. 
10 Apenas se había retirado del ta¬ 
bernáculo la nube, apareció María 
cubierta de lepra, como de nieve; 
y miró Arón a María y la vió toda 
cubierta de lepra. 11 Dijo entonces 
Arón a Moisés: «¡Oh mi señor, no 
eches sobre nosotros el peso de nues¬ 
tro pecadol Neciamente hemos obra¬ 
do, hemos pecado. 12 Que no quede 
como el abortivo, que sale del vientre 
de su madre ya medio consumido.» 
13 Clamó entonces Moisés a Yave, 
diciendo: «Ruégate, oh Dios, que la 
sanes.» 14 Respondió Yave: «Si su 
padre la hubiera escupido en el rostro, 
¿no quedaría por siete días llena de 
vergüenza? Que sea echada fuera del 
campamento por siete días, y des¬ 
pués volverá.» 16 Fué, pues, María 
echada fuera del campamento, y el 
pueblo no se movió hasta que no 
hubo tornado. 

1 ^ 1 Partióse después de Jaserot 
y acampó en el desierto de 
Farán. 

Los exploradores. 

2 Yave habló a Moisés, diciendo: 
«Manda a algunos hombres a explorar 
la tierra de Canán que voy a daros: 


8 manda a uno por cada tribu, y que 
sean todos de los principales de entre 
ellas.» 4 Mandólos Moisés desde el 
desierto de Farán, según el mandato 
de Yave, todos de los jefes de los 
hijos de Israel. 5 Sus nombres son: 
de la tribu de Rubén, Samua, hijo 
de Zecur; 6 de la tribu de Simeón, 
Safat, hijo de Juri; 7 de la tribu de 
Judá, Caleb, hijo de Jefone; 8 de 
la tribu de Isacar, Jigal, hijo de 
José; 9 de la tribu de Efraím, Osea, 
hijo de Nun; 10 de la tribu de Ben¬ 
jamín, Falti, hijo de Rafu; 11 de la 
tribu de Zabulón, Gadicl, hijo de 
Sodi^ 12 de la tribu de Manasés, Gadi, 
hijo de Susi; 13 de la tribu de Dan, 
Amiel, hijo de Guemalí; 14 de la tribu 
de Aser, Setur, hijo de Miguel; 
15 de la tribu de Neftalí, Najbi, hijo 
de Vapsi; 16 de la tribu de Gad, 
Güel, hijo de Maqui. 17 Estos son los 
nombres de los mandados por Moi¬ 
sés para explorar la tierra. 

A Osea, hijo de Nun, le dió Moisés 
el nombre de Josué. 18 Mandólos, 
pues, Moisés a explorar la tierra de 
Canán, diciéndoles: «Subid de aquí 
al Negucb; después subid a los mon¬ 
tes 19 y observad la tierra cómo es, qué 
gente la habita, si fuerte o floja, si 
poca o mucha; 20 qué tal es la tierra 
habitada, si buena o mala; cuáles 
son sus ciudades, si abiertas o amu¬ 
ralladas; 21 cuál su terreno; si fértil 
o pobre, si con árboles o sin ellos. 
Haceos fuertes y traed algunos frutos 
de esa tierra.» Era esto al tiempo 
de las primeras uvas. 22 Subieron ellos 
y reconocieron la tierra desde el de¬ 
sierto de Sin hasta Rejob, camino 
de Emat. 23 Subieron al Negueb y 
llegaron a Hebrón, donde estaban 
Ajimar, Sesai y Tolmai, hijos de 
Enac. Hebrón fué fundada siete años 
antes que Tanis en Egipto. 24 Llegaron 
hasta el valle de Escol (1), cortaron 
un sarmiento con racimos de uvas, 
que trajeron dos en un palo, y gra¬ 
nadas e higos. 26 Llamaron a aquel 
lugar Najal-Escol, por el sarmiento 
de vid que allí hallaron los hijos de 
Israel. 26 Volvieron de explorar la 
tierra al cabo de cuarenta días; 27 y 
llegados, se presentaron a Moisés y 
Arón y a toda la asamblea de los 
hijos de Israel en el desierto de Farán, 
en Cades; 28 e hicieron relación a 
ellos y a toda la asamblea, mostrando 


(i) Está ai Norte de Hebrón y se dan ail* 

todavía las mejores uvas de mesa de la Palestina * 






150 


NÚMEROS, 14 


los frutos de la tierra, y contaron así: 
«Hemos llegado a la tierra a donde 
nos mandasteis; en verdad mana leche 
y miel; ved sus frutos. 29 Pero la 
gente que la habita es fuerte, y sus 
ciudades son muy grandes y están 
amuralladas; hemos visto también allí 
a los hijos de Enac. 30 Los amaleci- 
tas habitan la región del Negueb; 
los geteos, jebuseos y ainorreos, la 
parte montuosa; los cananeos, las 
costas del mar y a lo largo del Jor¬ 
dán.» 31 Caleb, imponiendo silencio al 
pueblo que murmuraba contra Moi¬ 
sés, clamó: «;Subamos, subamos lue¬ 
go. La conquistaremos, seremos más 
fuertes que ellos!» 32 Pero loS que 
habían subido con él, dijeron: «No 
debemos subir contra aquella gente; 
es más fuerte que nosotros.» 33 Y des¬ 
acreditaban entre los hijos de Israel 
la tierra que habían explorado, di¬ 
ciendo: «Es una tierra que se traga 
a sus habitantes, y todos cuantos de 
ella hemos visto eran de gran talla. 
34 Hasta gigantes hemos visto allí; 
hijos de Enac, raza de gigantes, ante 
los cuales nos pareció a nosotros que 
éramos como langostas; y así les 
parecíamos nosotros a ellos.» 


Sedición. 

^ I 1 Entonces toda la muchedum- 

1 tc bre rompió a gritar, y eí pueblo 
se pasó toda la noche llorando; 2 y 
todos los hijos de Israel murmura¬ 
ban contra Moisés y Arón, y todos 
decían: «|Ah, si hubiéramos muerto 
en la tierra de Egipto, o muriéramos 
siquiera en este desiertol 3 ¿Por qué 
quiere llevarnos Ya ve a esa tierra a 
perecer a la espada, V que sean nues¬ 
tras mujeres y nuestros hijos presa 
de otros? ¿No sería mejor que nos 
volviéramos a Egipto?» 4 Y unos a 
otros se decían: «Elijamos un jefe 
y volvámonos a Egipto.» 

5 Entonces Moisés y Arón cayeron 
sobre sus rostros ante toda la asam¬ 
blea de los hijos de Israel. 6 Josué, 
hijo de Xun, y Caleb, hijo de Jefonc, 
que eran de los que habían explorado 
la tierra, rasgaron sus vestiduras; 7 y 
hablaron a toda la asamblea de los 
hijos de Israel, diciendo: «La tierra 
por la que hemos pasado en recono¬ 
cimiento es sobremanera buena. 8 Si 
agradamos a Yave, él nos hará entrar 
en esa tierra y nos la dará. Es una 
tierra que mana leche y miel. 9 No os 


rebeléis contra Yave, y no tengáis 
miedo de la gente de esa tierra, que 
nos los comeremos como pan. Ellos 
se han quedado sin amparo, y Yave 
está con nosotros.» 10 Toda la asam¬ 
blea de Israel quería lapidarlos, pero 
la gloria de Yave se mostró en el 
tabernáculo de la reunión a todos 
los hijos de Israel, 11 y Yave dijo a 
Moisés: «¿Hasta cuándo me ha de 
ultrajar este pueblo? ¿Hasta cuándo 
no me ha de creer, después de todos 
los prodigios que en medio de ellos 
he hecho.» 12 Voy a herirle de mor¬ 
tandad y a hacer de ti una gran na¬ 
ción más grande y más fuerte que 
ellos.» 13 Pero Moisés respondió a 
Yave: «Y lo sabrán los egipcios, de 
cuyo poder sacaste a este pueblo, 
14 y se lo dirán a los habitantes de 
esa tierra. Todos ellos saben que tú, 
joh Yave!, habitas en medio de este 
pueblo, que te dejas ver la cara, que 
se posa sobre ellos tu nube, que vas 
delante de ellos, de día en columna 
de nube y de noche en columna de 
fuego. 15 Si, pues, destruyes a este 
pueblo, como si fuera un solo hombre, 
los pueblos a los que ha llegado tu 
fama dirán: 16 Por no haber podido 
llevar a ese pueblo a la tierra que le 
había prometido, los ha destruido 
Yave en el desierto. 17 Haz, pues, 
mi Señor, que resplandezca la forta¬ 
leza de Yave como tú mismo dijiste: 
18 Yave, tardo a la ira y grande en 
misericordia, que perdona la iniqui¬ 
dad y la rebeldía, aunque no la 
deja impune, y visita la iniquidad 
de los padres en los hijos hasta la 
tercera y la cuarta generación. 19 Per¬ 
dona, pues, la iniquidad de este pueblo 
según tu gran misericordia, como des¬ 
de Egipto hasta aquí le has perdo¬ 
nado.» 20 Dijole entonces Yave: «Los 
perdono, según me lo pides, 21 mas 
por mi vida y por mi gloria que 
hinche la tierra toda, 22 que todos 
aquellos que han visto mi gloria y 
todos los prodigios que yo he obrado 
en Egipto y en el desierto, y todavía 
me han tentado diez y diez veces, 
desoyéndome, 23 no verán la tierra 
que a sus padres juré dar. No, nin¬ 
guno de los que así me han ultra¬ 
jado la verá. 24 Sólo a mi siervo 
Caleb, que con espíritu del todo dife¬ 
rente me siguió enteramente, le haré 
yo entrar en esa tierra donde ha es¬ 
tado ya, y su descendencia la tendrá 
en posesión, 25 aunque amalccitas y 
cananeos habiten en sus valles. Ma- 





NÚMEROS, 15 


151 


ñaña mismo volveos y partid del de¬ 
sierto, camino del Mar Rojo.» 


Castigo. 

26 Yave habló a Moisés y Arón, 
diciendo: 27 «¿Hasta cuándo voy a 
estar oyendo lo que contra mí mur¬ 
mura esta turba depravada, las quejas 
contra mí de los hijos de Israel? 
28 Dilcs, pues: Por mi vida, palabra 
de Yave, que lo que a mis oídos ha¬ 
béis susurrado, eso haré yo con vos¬ 
otros; 29 en este desierto yacerán 
vuestros cuerpos. De todos vosotros, 
los que en vuestro censo fuisteis con¬ 
tados de veinte años arriba, que 
habéis murmurado contra mí, 30 nin¬ 
guno entrará en la tierra que con 
juramento os prometí por habita¬ 
ción. Sólo Caleb, hijo de Jefone, y 
Josué, hijo de Nun. 31 Pero a vuestros 
hijos, los que dijisteis que serían 
presa ajena, a ésos los introduciré 
yo; y ellos disfrutarán la tierra que 
vosotros habéis desdeñado. 32 Cuanto 
a vosotros, en este desjerto yacerán 
vuestros cuerpos. 33 Vuestros hijos 
errarán por el desierto cuarenta años, 
llevando sobre sí vuestras rebeldías, 
hasta que vuestros cuerpos se con¬ 
suman en el desierto. 34 Tantos como 
fueron los días de la exploración de 
la tierra, cuarenta, tantos serán los 
años que llevaréis sobre vosotros vues¬ 
tras rebeldías; cuarenta años, año por 
día; y experimentaréis así mi aversión 
por vosotros. 35 Yo, Yave, yo lo he 
dicho. Eso haré con esta perversa 
muchedumbre que se ha confabula¬ 
do contra mí. En este desierto se 
consumirán; en él morirán.» 

36 Todos aquellos a quienes mandó 
Moisés a explorar la tierra, y de 
vuelta concitaron a la muchedumbre 
a murmurar contra él, desacreditando 
la tierra, 37 todos cuantos habían 
hablado mal de ella, murieron de 
mala muerte ante Yave. 38 Sólo Caleb, 
hijo de Jefone, y Josué, hijo de 
Nun, quedaron con vida, de todos 
aquellos hombres que fueron a ex¬ 
plorar la tierra. 


Derrota. 

39 Moisés refirió todo esto a los 
hijos de Israel, y el pueblo quedó 
desolado. 40 Subieron por la ma¬ 
ñana a la cumbre de un monte, di¬ 


ciendo: «Vamos a subir a la tierra 
de que nos habló Yave; porque 
hemos pecado.» 41 Díjoles entonces 
Moisés: «¿Por qué queréis contrave¬ 
nir a la orden de Yave? Eso no puede 
saliros bien. 42 No subáis, porque no 
va Yave en medio de vosotros, y 
seréis derrotados por el enemigo. 

43 Los amalecitas y los cananeos están 
del lado de allá, frente a vosotros, 
y caeréis bajo su espada; porque ha¬ 
biendo vuelto vosotros las espaldas 
a Yave, él no estará con vosotros.» 

44 Ellos temerariamente se obstina¬ 
ron en subir a la cumbre del monte, 
pero el arca de la alianza de Yave 
y Moisés no se movieron de en medio 
del campamento. 44 Bajaron los ama¬ 
lecitas y los cananeos del monte y 
los derrotaron, poniéndolos en fuga 
y persiguiéndolos hasta Jorma. 


Algunas leyes relativas a los 
sacrificios. 

'I ft 1 Yave habló a Moisés di- 
J ^ ciendo: 2 «Habla a los hijos de 
Israel y diles: «Cuando hayáis en¬ 
trado en la tierra de vuestra habi¬ 
tación, que yo voy a daros, 3 y ha¬ 
gáis a Yave ofrenda de combustión, 
holocausto o sacrificio para cumplir 
un voto, o de vuestra libre voluntad 
o en una de vuestras solemnidades, 
presentando a Yave suave olor en 
bueyes u ovejas, 4 quien haga la 
ofrenda a Yave le presentará una 
ofrenda de flor de harina, un déci¬ 
mo de efa amasada con un cuarto 
de hin de aceite, que añadirá al ho¬ 
locausto o al sacrificio, 5 y un cuarto 
de hin de vino para la libación, por 
cada cordero. 6 Si es por carnero, 
añadirá por cada uno la ofrenda de 
dos décimas de efa de flor de ha¬ 
rina amasada con un tercio de hin 
de aceite; 7 y presentará un tercio 
de hin de vino para la libación, per¬ 
fume grato a Yave. 9 Si fuere de 
buey el holocausto, ya en cumpli¬ 
miento de voto, ya de sacrificio pací¬ 
fico a Yave, presentará a más de él 
a Yave, como ofrenda, tres décimas 
de efa de flor de harina amasada con 
medio hin de aceite, 10 y medio 
de vino para la libación, combustión 
de olor agradable a Yave. 11 Así 
hará por cada buey, carnero, cor¬ 
dero o cabrito. 12 Cualquiera que sea 
el número de las víctimas que ofrez¬ 
cáis, eso haréis por cada una. 13 Así 





152 


NÜMEROS, 15 


lo harán todos los naturales, al ofre¬ 
cer víctimas de combustión en olor 
grato a Yave. 14 Y si en vuestras 
generaciones, un extranjero que ha¬ 
bite en medio de vosotros o esté entre 
vosotros, ofreciere ofrenda de com¬ 
bustión, de suave olor a Yave, lo 
hará como lo hagáis vosotros. 15 Una 
misma ley regirá ante Yave para 
vosotros, los de la congregación, y 
para el extranjero que con vosotros 
mora. 16 Una misma ley, un mismo 
derecho tendréis vosotros y el pere¬ 
grino» (1). 

17 Habló Yave a Moisés, diciendo: 
18 «Habla a los hijos de Israel y 
diles: «Cuando hubiéreis entrado en 
la tierra a la cual os llevo, 19 cuando 
comáis el pan de esa tierra, ofrece¬ 
réis de él ofrenda a Yave. 20 Como 
primicia de vuestra masa, ofreceréis 
un pan, del mismo modo que ofre¬ 
céis las primicias de vuestra era. 
21 De las primicias de vuestras masas 
ofreceréis ofrenda a Yave en vues¬ 
tras generaciones. 22 Si por inadver¬ 
tencia (2) faltareis, no poniendo 
por obra todos estos mandamientos 
que Yave os ha dado por Moisés, 
23 todo lo que Yave os ha mandado 
por Moisés, desde el día en que para 
vosotros lo dispuso para todas vues¬ 
tras generaciones en adelante, 24 en¬ 
tonces la inadvertencia cometida por 
la congregación será expiada por la 
ofrenda de ella toda, de un novillo 
en holocausto de suave olor a Yave, 
con la oblación y la libación de rito, 
y un macho cabrío por el pecado. 

25 El sacerdote que haga la expiación, 
la hará por toda la congregación 
de los hijos de Israel, y les será per¬ 
donado, porque fué por ignorancia 
y han presentado a Yave su ofrenda 
de combustión y la víctima expia¬ 
toria por su inadvertencia ante Yave. 

26 Y le será perdonado a toda la 
congregación de los hijos de Israel 
y al extranjero que en medio de 
ellos habita, porque del pueblo todo 
fué la inadvertencia. 27 Si el que por 
inadvertencia pecó fuese uno solo, 


(l) Por la circuncisión, el extranjero se 
incorpora a Israel. Esto, como también el ser 
admitido el extranjero a ofrecer sacrificios 
(Ntim. 14. 15), rompe el cerco de religión nacio¬ 
nal y hace a la religión de Israel universal en 
poiencia. 

(a) Esto de que aun el pecado cometido 
por inadvertencia impurifique, pone de relieve 
el altísimo concepto que de la santidad divina 
quería Dios que tuviese el pueblo. 


ofrecerá un cabrito primal por el 
pecado, 28 y el sacerdote hará la 
expiación ante Yave por el que pecó 
por inadvertencia, para expiarle, y 
le será perdonado. 29 Para el indígena 
de los hijos de Israel y para el extran¬ 
jero que habita en medio de vos¬ 
otros tendréis la misma ley, cuanto 
al pecado cometido por inadverten¬ 
cia. 30 Pero cualquiera que sea, 
indígena o extranjero, el que con 
altiva mano obrare, ultrajando a 
Yave, 31 ése será enteramente borrado 
de en medio de su pueblo; por haber 
menospreciado la palabra de Yave 
y haber traspasado su mandato, será 
exterminado y llevará sobre sí su 
iniquidad. 


Castigo de un violador del sábado 

32 Sucedió, cuando estaban los 
hijos de Israel en el desierto, que 
encontraron a un hombre recogiendo 
leña en sábado; 33 y los que le encon¬ 
traron le denunciaron a Moisés y 
Arón y a toda la asamblea; 31 y le 
encarcelaron, porque no había sido 
todavía declarado lo que se había 
de hacer con él. 36 Yave dijo a Moisés: 
«Sin remisión muera ese hombre. 
Que lo lapide el pueblo todo fuera 
del campamento.» 36 Y fué llevado 
fuera del campamento y fué lapi¬ 
dado, como se lo mandó Yave a 
Moisés (1). 

37 Yave habló a Moisés, diciendo: 
38 «Habla a los hijos de Israel, y 
diles que se pongan flecos en los 
bordes de sus mantos, y aten los 
flecos de cada borde con un cordón 
de color de jacinto, 39 para que les 
sirva, cuando lo vean, para acor¬ 
darse de todos los mandamientos de 
Yave; para que los pongan por obra, 
sin irse detrás de los deseos de su 
corazón y de sus ojos, a los que se 
prostituyen; 40 porque así, acor¬ 
dándoos de mis preceptos y ponién¬ 
dolos por obra, seréis santos a vuestro 
Dios. 41 Yo, Yave, vuestro Dios, 
que os ha sacado de la tierra de 
Egipto, para ser vuestro Dios. Yo, 
Yave, vuestro Dios.» 


(1) La violación del sábado, día consa¬ 
grado a Dios, era un sacrilegio; y el sacrilegio, 
no sólo en la religión de Israel, sino en las reli¬ 
giones gentílicas, era generalmente castigado 
con la muerte. 






NÚMEROS, 16 


153 


La sedición do Coré y su castigo. 

1 f\ (1) 1 Coré, hijo de Tsar, hijo de 
Caat, hijo de Leví; Datán y Abi- 
rón, hijos de Eliab; y On, hijo de Felet, 
de los descendientes de Rubén, 2 se 
alzaron y se pusieron enfrente de 
Moisés, arrastrando tras sí a dos¬ 
cientos cincuenta varones de los hijos 
de Israel, todos de los principales 
de la asamblea, de los del consejo, 
hombres distinguidos. 3 * * Se conjura¬ 
ron contra Moisés y Arón y dijeron 
a éstos: «Básteos ser uno de tantos, 
pues santos son todos los de la asam¬ 
blea, y en medio de todos está Yave. 
¿Con qué derecho os levantáis vos¬ 
otros sobre la asamblea de Yave?» 
4 Apenas oyó esto Moisés, se echó 
rostro a tierra. 6 Después habló a 
Coré y a toda su facción, diciendo: 
«Mañana dará Yave a conocer quién 
es el suyo y quién es el santo que 
quiere cerca de sí; y al elegido, él 
a sí lo acercará: 6 Haced esto: Tomad 
vuestros incensarios, Coré y toda su 
facción; 7 poned mañana fuego en 
ellos, y sobre el fuego el incienso 
ante Yave; aquel a quien elija Yave, 
ése será el santo. Esto os bastará, 
hijos de Leví.» 8 Y volviéndose 
después a Coré, añadió: 9 «Oídme, 
hijos de Leví: ¿Os parece todavía 
poco el haberos Yave, Dios de Israel, 
segregado de la congregación de 
Israel, acercándoos a sí, para que le 
sirváis en el tabernáculo de Yave, 
y estéis delante de la comunidad 
como ministros suyos? 10 Porque él 
os ha allegado de ese modo a ti y 
a todos tus hermanos, hijos de Leví, 
¿ambicionáis también ahora el sacer¬ 
docio? 11 Tú y tus partidarios habéis 
conspirado contra Yave. ¿Qué es 
Arón, para que contra él vayan 
vuestras murmuraciones?» 12 Moisés 
mandó llamar a Datán y Abirón, 
hijos de Eliab; pero ellos respondie¬ 
ron: «No queremos ir; 13 ¿todavía 
te parece poco habernos sacado de 
una tierra que mana leche y miel, 
para traernos a morir en un desierto, 
que también quieres hacerte nuestro 
emperador y como emperador tira¬ 
nizarnos? 14 No es a una tierra que 
mana leche y miel a donde nos has 


(i) En esta sedición intervienen dos fac¬ 

ciones, que se unen en la rebelión. La de Core, 

levita, y sus seguidores, levitas, que aspiran 

al sacerdocio, y la facción de Datán y Abirón, 

rubenitas, que aspiran a la supremacía política 


traído; ni un trozo de tierra nos has 
dado en posesión, ni una viña. ¿Crees 
que están ciegos todos estos hombres? 
No, no vamos.» 16 Moisés, muy eno¬ 
jado, dijo a Yave: «No atiendas a su 
oblación. Ni un asno siquiera he 
tomado yo de ellos; a nadie he per¬ 
judicado.» 16 Y luego dijo a Coré: 
«Tú y tus partidarios, presentaos 
mañana ante Yave; tú y ellos y Arón. 
17 Tomad cada uno un incensario 
y poned en él el incienso, y llegaos 
a Yave cada uno con su incensario, 
doscientos cincuenta incensarios, tú 
también y Arón, con su incensario 
cada uno.» 18 Tomaron, pues, cada 
uno su incensario, pusieron en ellos 
el fuego y echaron sobre él el incienso, 
y se presentaron a la entrada del 
tabernáculo del testimonio con Moi¬ 
sés y Arón. 19 Coré había llevado tras 
sí a toda la muchedumbre, a la 
entrada del tabernáculo de la reunión, 
y la gloria de Yave se mostró a toda 
la muchedumbre. 20 Yave dijo a 
Moisés y Arón: 21 «Apartaos de esa 
turba, que voy a destruirla en se¬ 
guida.» 22 Ellos, postrándose rostro 
a tierra, dijeron: «lOh Dios, Dios 
del espíritu de toda carne! ¿No es 
uno el que ha pecado? ¿Por qué 
airarte contra toda la congregación?» 
23 Yave habló entonces a Moisés, di¬ 
ciendo: 24 «Habla a la congregación y 
di: Apartaos de en derredor del taber¬ 
náculo, de donde está Coré.» 25 Le¬ 
vantóse Moisés y se fue a donde 
estaban Datán y Abirón, yendo tras 
él los ancianos, 26 y habló a la con¬ 
gregación, diciendo: «Apartaos luego 
de las tiendas de estos impíos, no 
toquéis nada suyo, para que no pe¬ 
rezcáis por sus pecados.» 27 Apartóse 
la muchedumbre de en derredor de 
las tiendas de Datán y Abirón, y 
salieron éstos a la puerta de sus tien¬ 
das, y se quedaron allí en pie con 
sus mujeres, sus hijos y sus peque¬ 
ños. 28 Dijo entonces Moisés: «Ahora 
vais a saber que es Yave quien me 
ha enviado, para hacer cuanto he 
hecho, y que no lo hice de mi propio 
impulso. 29 Si éstos mueren de muerte 
natural, como mueren los hombres, 
no ha sido Yave el que me ha enviado; 
30 pero si haciendo Yave algo insó¬ 
lito, abre la tierra su boca y se los 
traga con todo cuanto es suyo, y 
bajan vivos al abismo, conoceréis 
que estos hombres han irritado a 
Yave.» 31 Apenas acabó de decir 
estas palabras, rompióse el suelo 










54 


NÚMEROS, 17 


debajo de ellos, 32 abrió la tierra su 
boca y se los tragó, 33 a ellos, sus 
casas y todos los partidarios de 
Coré, con todo lo suyo. Vivos se 
precipitaron en el abismo, y los cu¬ 
brió la tierra, siendo exterminados 
de en medio de la asamblea. 34 Todo 
Israel que allí en torno se hallaba, 
al oír sus gritos, huyó por miedo de 
que los tragase también a ellos la 
tierra. 35 También los doscientos 
cincuenta hombres que ofrecían el 
incienso fueron abrasados por un 
fuego de Ya ve. 36 Después Ya ve habló 
a Moisés, diciendo: 37 «Manda a 
Eleazar, hijo de Arón, sacerdote, 
que saque del incendio los incen¬ 
sarios, apartando el fuego, porque 
están santificados. 38 Los incensa¬ 
rios de esos que contra sus vidas 
pecaron, hazlos laminar y reviste 
con las láminas el altar, pues se 
ofreció con ellos a Ya ve quedando 
santificados, y servirán de recuerdo 
para los hijos de Tsrael.» 39 Tomó 
Eleazar los incensarios de bronce 
con que habían ofrecido los abrasa¬ 
dos, y los mandó laminar para reves¬ 
tir el altar, 40 para memoria de los 
hijos de Israel, de que ningún extraño 
a la estirpe de Arón se acerque a 
ofrecer el timiama ante Yavc, para 
no incurrir en la muerte de Coré 
y de sus secuaces, como lo había 
mandado Yave por Moisés. 


Otro tumulto. 

41 Al día siguiente la muchedumbre 
de los hijos de Israel murmuraba 
contra Moisés y Arón, diciendo: 
«Vosotros habéis exterminado al pue¬ 
blo de Yave.» 42 Y mientras la mu¬ 
chedumbre se reunía contra Moisés 
y Arón, éstos se dirigieron al taber¬ 
náculo de la reunión: y he aquí que 
le cubrió la nube y apareció la gloria 
de Yave. 43 Moisés y Arón se acer¬ 
caron al tabernáculo de la reunión, 
44 y Yave habló a Moisés, diciendo: 
46 Quitaos de en medio de esa turba, 
que voy luego a destruirla.» Ellos se 
postraron rostro a tierra, y Moisés 
dijo a Arón: 46 «Coge el incensario, 
pon en él fuego del altar y el incienso, 
y corre a esa muchedumbre y expíala, 
porque se ha encendido la ira de 
Yave y ha comenzado ya la mortan¬ 
dad.» 47 Tomó Arón el incensario, 
como se lo mandara Moisés, y corrió 
a la muchedumbre: ya había comen¬ 


zado la plaga a hacer estragos en 
el pueblo; pero él tomó el incienso 
e hizo expiación por el pueblo, 48 y 
se quedó entre muertos y vivos hasta 
que cesó la mortandad. 49 Habían 
perecido en aquella mortandad ca¬ 
torce mil setecientos, sin contar los 
que murieron por lo de Coré. 60 Des¬ 
pués, cuando hubo cesado la mortan¬ 
dad, se volvió Arón a la entrada del 
tabernáculo de la reunión, donde 
estaba Moisés. 


La vara de Arón. 


-1 H 1 Habló Yave a Moisés, di- 
1 6 ciéndole: 2 «Habla a los hijos 
de Tsrael y haz que te entreguen una 
vara por cada uno de los príncipes 
de casa patriarcal, una por cada 
una de las doce casas patriarcales, 
y escribe en cada una el nombre de 
una de ellas. El nombre de Arón lo 
escribirás en la vara de Leví, pues 
cada vara ha de llevar el nombre del 
cabeza de cada casa patriarcal. 4 Pon- 
las todas en el tabernáculo, delante 
del testimonio, desde el cual yo hablo. 
6 Florecerá la vara de aquel a quien 
elija yo, a ver si hago cesar de una 
vez las quejas y murmuraciones de 
los hijos de Israel contra vosotros.» 
6 Habló Moisés a los hijos de Israel, 
y todos sus jefes le entregaron las 
varas, una por cada casa patriarcal, 
doce varas; a ellas se unió la vara de 
Arón, 7 y Moisés las puso todas ante 
Yave en el tabernáculo de la reunión. 

8 Al día siguiente vino Moisés al 
tabernáculo; y la vara de Arón, la 
de la casa de Leví, había echado 
brotes, yemas, flores y almendras. 

9 Sacó Moisés las varas a los hijos 
de Tsrael, y tomó cada uno su 
vara. 

10 Yave dijo a Moisés: «Vuelve 
la vara de Arón al testimonio, y 
guárdese en él, para que sirva de 
memoria a los hijos rebeldes, y que 
cesen así sus quejidos contra mí y 
no mueran.» 11 Hízolo así Moisés; 
como Yave se lo había mandado, 
así lo hizo. 

12 Los hijos de Israel hablaron a 
Moisés, diciendo: «Está visto, muer¬ 
tos somos, perdidos, perdidos todos; 
13 cuantos pretenden acercarse al 
tabernáculo de Yave, perecen. ¿En 
verdad, habremos de perecer to¬ 
dos T» 




NÚMEROS. 18 


155 


Deberes y derechos de los levitas. 

1 Sí 1 Dijo Yavc a Arón: «Tú y tus 
1 hijos, y la casa de tu padre 

contigo, llevaréis sobre vosotros la 
iniquidad del santuario; tú y tus 
hijos contigo, la de vuestro sacer¬ 
docio. 2 Acerca a ti tus hermanos, la 
tribu de Leví, la tribu de tu padre; 
admítelos contigo al servicio del san¬ 
tuario como adjuntos, para que te 
sirvan cuando tú y tus hijos estéis 
en el tabernáculo de la reunión. 3 Es¬ 
tarán a tu servicio y al de todo el 
tabernáculo; pero no han de acer¬ 
carse, ni a los utensilios del santua¬ 
rio, ni al altar, para no morir ellos 
y vosotros. 4 Los tendrás como ad¬ 
juntos, y tendrán a su cuidado el 
tabernáculo de la reunión, para hacer 
todo el servicio. Ningún extraño se 
acercará a vosotros. 5 Tendréis el 
cuidado del santuario y del altar, 
para que no se deslogue ya más la 
ira contra los hijos de Israel. 6 Yo 
he tomado de entre los hijos de Israel 
a los levitas, vuestros hermanos, y os 
los he dado a vosotros, don de Yavc, 
para hacer el servicio del tabernáculo 
del testimonio. 7 Pero tú y tus hijos 
ejerceréis vuestro sacerdocio en cuanto 
concierne al altar y del velo adentro; 
sois vosotros los que habéis de hacer 
este servicio. Yo os he dado en puro 
don vuestro sacerdocio, y el extraño 
que pretenda acercarse, morirá.» 

8 Dijo también Yave a Arón: «Te 
encomiendo también la guarda de las 
ofrendas a mí, y os doy todas las 
cosas santas de los hijos de Israel, 
por razón de la unción, a ti y a tus 
hijos por ley perpetua. 9 He aquí 
lo que de las cosas santísimas te co¬ 
rresponderá, de las combustiones. To¬ 
das sus ofrendas, toda oblación, todo 
sacrificio por el pecado y todo sacri¬ 
ficio expiatorio que me ofrezcan, 
todo esto, como cosas santísimas, 
serán para ti y para tus hijos. 10 Las 
comeréis en lugar santísimo, las co¬ 
merán todos los varones, y serán 
cosas santas para vosotros. 11 Tam¬ 
bién será tuyo esto otro: lo que de 
sus dones se reserva, de toda ofrenda 
agitada de los hijos de Israel; os lo 
doy a ti y a tus hijos y a tus hijos 
contigo, por estatuto perpetuo; todo 
el que sea puro de tu casa, lo comerá. 
12 Todo lo mejor del aceite, del 
mosto y del trigo, 13 las primicias de 
su tierra, que han de traer a Yave, 
tuyos son; todos los que de tu casa 


estén limpios, comerán de ellos 

14 Todo cuanto en Israel sea consa 
grado al anatema, le pertenecerá 

15 Todo primogénito de toda carne, 
así de los hombres como de los ani¬ 
males que han de ofrecer a Yave, 
será tuyo. 16 Harás rescatar los pri¬ 
mogénitos de los hombres y los pri¬ 
mogénitos de los animales impuros. 
Harás que sean rescatados cuando 
tengan un mes, y según tu estima¬ 
ción, en cinco sidos de plata, al si¬ 
do del santuario, que es de veinte 
güeras; 17 pero no aceptarás rescate 
por el primogénito de una vaca, de 
una oveja, ni de una cabra; serán 
cosas santas; derramarás su sangre 
en torno del altar, quemarás su sebo 
en sacrificio de combustión de olor 
grato a Yave, 18 y su carne será para 
ti, como lo es el pecho que se agita 
y el brazuelo derecho. 19 Todo cuanto 
de las cosas santas se reserva, lo 
que reservan los hijos de Israel para 
Yave, a ti te lo doy, a ti, a tus hijos 
y a tus hijas contigo, en estatuto 
perpetuo; es pacto de sal perpetuo, 
ante Yave, contigo y con toda tu 
descendencia.» 

20 Dijo también Yave a Arón; «Tú 
no tendrás tu parte de la heredad 
en su tierra, y no habrá parte para 
ti en medio de ellos; soy yo tu parte 
y tu heredad en medio de los hijos 
de Israel. 21 Yo doy como heredad 
a los hijos de Leví todas las décimas, 
por el servicio que prestan, por el 
servicio del tabernáculo de la re¬ 
unión. 22 Los hijos de Israel no lian 
de acercarse ya más al tabernáculo 
de la reunión, no lleven sobre sí su 
pecado y mueran. 23 Serán los levitas 
los que harán el servicio del taber¬ 
náculo de la reunión, y ellos los que 
sobre sí llevarán su iniquidad. Por 
ley perpetua entre vuestros descen¬ 
dientes, no tendrán heredad en medio 
de los hijos de Israel, 24 pues yo. les 
doy por heredad las décimas que los 
hijos de Israel han de entregar a 
Yave; por eso les digo: no tendréis 
heredad en medio de Israel.» 

25 Habló Yave a Moisés, diciendo; 
26 «Habla a los levitas y diles: Cuando 
recibáis de los hijos de Israel las 
décimas de sus bienes, que yo os 
doy por heredad vuestra, presen¬ 
taréis a Yave en ofrenda una décima 
de la décima, 27 y esta ofrenda os 
será contada como si fuese el trigo 
de la era o el mosto del lagar. 28 Así 
ofreceréis también vosotros a Yave 






156 


NÚMEROS, 19, 20 


una ofrenda de todas las décimas que 
recibáis de los hijos de Israel, y esta 
ofrenda reservada a Ya ve se la daréis 
al sacerdote Arón. 29 De todos los 
dones que recibáis, reservaréis la 
ofrenda a Yave, de todo lo mejor, 
la porción santa que de ello habéis 
de consagrarle. 30 Les dirás: Una vez 
reservado lo mejor, la décima será 
para los levitas, como fruto de la 
tierra o fruto del lagar; 31 la come¬ 
réis en cualquier lugar, vosotros y 
vuestra familia, porque es vuestro 
salario por el servicio que prestáis 
en el tabernáculo de la reunión. 
32 Una vez ofrecido lo mejor en ofren¬ 
da, no incurrís ya en culpa ni profa¬ 
náis las cosas santas de los hijos de 
Israel, y no moriréis.» 


El agua lustral. 

1 Q 1 Habló Yave a Moisés y Arón, 

1 diciéndoles: «He aquí la orde¬ 
nación de ley que prescribe Yave: 
Di a los hijos de Israel que te traigan 
una vaca roja perfecta, sin defecto, 
y que no haya todavía llevado el 
yugo sobre sí; 3 se la entregaréis a 
Eleazar, sacerdote, y el la sacará 
fuera del campamento, la hará dego¬ 
llar en su presencia, 4 y tomando 
de su sangre con su dedo, aspergerá 
con ella hacia el frente del taber¬ 
náculo de la reunión siete veces. 
6 Hará quemar la vaca en su pre¬ 
sencia, quemando la piel, la carne 
y la sangre y los excrementos. 6 To¬ 
mará luego el sacerdote madera de 
cedro, hisopo y púrpura, y lo echará 
en medio del fuego en que arde la 
vaca. 7 El sacerdote lavará luego sus 
vestidos y su cuerpo con agua, y 
entrará después en el campamento; 
será inmundo el sacerdote hasta la 
tarde. 8 Lo mismo el que la quemó, 
lavará con agua sus vestiduras y su 
cuerpo, y será inmundo hasta la 
tarde. 9 Un hombre limpio recogerá 
las cenizas; las recogerá y las llevará 
fuera del campamento a un lugar 
limpio, y las guardarán los hijos de 
Israel para el agua expiatoria. Es 
una expiación. 

10 El que recogió las cenizas de 
la vaca, lavará sus vestidos y será 
inmundo hasta la tarde. Será ésta 
para los hijos de Israel, y para el 
extranjero que habita entre ellos, ley 
perpetua. 11 El que tocare un muerto, 
cualquier cadáver humano, se hace 


impuro por siete días, 12 y se puri¬ 
ficará con este agua al tercer día 
y al séptimo será puro; no quedará 
limpio hasta el día séptimo. 12 Quien 
tocare un muerto, el cadáver de un 
muerto, y no se purificare, contamina 
el tabernáculo de Yave, y será bo¬ 
rrado de Israel porque no se purificó 
con el agua lustral; será inmundo, 
quedando sobre él su inmundicia. 

14 Esta es la ley: Cuando muriere 
alguno en una tienda, todo el que 
entre en la tienda y cuanto en ella 
hay, será inmundo por siete días; 

15 toda vasija que no tenga tapadera 
será inmunda; 16 y cualquiera que en 
campo abierto tocare un muerto de 
espada o un muerto cualquiera, o 
huesos humanos, o un sepulcro, será 
inmundo por siete días. 17 Para 
quien esté inmundo, tomarán de la 
ceniza de la vaca quemada en sacri¬ 
ficio expiatorio, y echarán sobre ella 
un vaso de agua viva; 18 uno que esté 
limpio tomará hisopo, y mojándolo 
en el agua aspergerá la tienda y todos 
los muebles y todas las personas que 
en ella hubiere, o al que hubiere 
tocado huesos humanos, o al matado, 
o al muerto, o al sepulcro. 19 El lim¬ 
pio aspergerá al inmundo al tercero 
y al séptimo día; y purificado el 
impuro al séptimo día, lavará sus 
vestidos y a la tarde será puro. 
20 El inmundo que no se purificare 
será borrado de la congregación, por 
haber contaminado el santuario de 
Yave; no habiendo sido rociado con 
el agua lustral, es inmundo. 21 Será 
ley perpetua; y el que haga asper¬ 
sión al otro con el agua lustral, 
lavará sus vestidos, y quien tocare 
el agua lustral será inmundo hasta 
la tarde. 22 Todo lo que tocare el 
inmundo será inmundo, y quien algo 
de ello tocare, será inmundo hasta 
la tarde. 


Las aguas de Alcriba. 

1 Llegaron los hijos de Israel, 
-U toda la congregación, al de¬ 
sierto de Sin, el primer mes, y acampó 
el pueblo en Cades (1). Allí murió 
María y allí fué sepultada. 2 No había 
allí agua para la muchedumbre, y 


(i i Cades se halla en los limites entre el 
desierto y la tierra habitada de la Palestina; 
todavía subsiste y con el mismo nombre. La 
estancia del pueblo allí fué muy larga. 






NÚMEROS, 21 


157 


ésta se amotinó contra Moisés y 
Arón. 3 El pueblo se quejaba contra 
Moisés, y decía: «lOjalá hubiéramos 
perecido cuando perecieron nuestros 
hermanos ante Yave! 4 ¿Por qué has 
traído al pueblo de Yave a este de¬ 
sierto a morir, nosotros y nuestros 
ganados? 5 ¿Por qué nos sacaste de 
la tierra de Egipto, para traernos 
a un lugar tan horrible como éste, 
que ni puede sembrarse, ni tiene 
viñas, ni higueras, ni granados, y 
donde ni agua siquiera hay para 
poder beber?» 6 Moisés y Arón se 
apartaron de la muchedumbre, a la 
entrada del tabernáculo de la reunión, 
y postráronse rostro a tierra. Apa¬ 
reció la gloria de Yave, 7 y Yave 
habló a Moisés, diciendo: 8 «Coge 
el cayado y reúne a la muchedumbre, 
tú y Arón, tu hermano, y en su pre¬ 
sencia hablad a la roca y ésta dará 
sus aguas; de la roca sacarás agua 
para dar de beber a la muchedumbre 
y a sus ganados.» 9 Moisés tomó de 
delante de Yave el cayado, como se 
lo había él mandado; 10 y juntando 
Moisés y Arón a la muchedumbre 
delante de la roca, les dijo: «¡Oíd, 
rebeldes! ¿Podremos nosotros hacer 
brotar agua de esta roca?» 11 Alzó 
Moisés su brazo e hirió con el cayado 
la roca por dos veces, y brotaron de 
ella aguas en abundancia, y bebió 
la muchedumbre y sus ganados. 
13 Yave dijo entonces a Moisés y 
Arón: «Porque no habéis creído en 
mí, santificándome a los ojos de los 
hijos de Israel, no introduciréis vos¬ 
otros a este pueblo en la tierra que 
yo les he dado.» 13 Estas son las aguas 
de Meriba, donde los hijos de Israel 
se querellaron contra Y r ave, que les 
dio una prueba de su santidad. 


Edom se niega a dar paso libre 
a Israel. 

14 Mandó Moisés embajadores desde 
Cades al rey de Edom, para que le 
dijesen: «Israel, tu hermano, te dice: 
Tú sabes todas las peripecias que nos 
han ocurrido: 16 cómo nuestros padres 
bajaron a Egipto, y hemos estado 
en Egipto largo tiempo, y cómo nos 
maltrataron los egipcios a nosotros 
y a nuestros padres; 16 cómo clama¬ 
mos a Yave, y oyó éste nuestra 
voz, y mandó a su ángel que nos 
sacó de Egipto; y que estamos aquí 
en Cades, ciudad situada al extremo 


de tus fronteras. 17 Te rogamos, pues, 
que nos des paso libre por tu terri¬ 
torio. No atravesaremos tus sembra¬ 
dos ni tus viñas, ni beberemos el 
agua de tus pozos; iremos por el 
camino real, sin apartarnos, ni a 
derecha ni a izquierda, hasta que 
salgamos de tu territorio.» 18 Edom 
respondió: «No pasarás, o me opon¬ 
dré con las armas contra ti.» 19 Dijé- 
ronle entonces los hijos de Israel: 
«Iremos por el camino trillado, y si 
de tus aguas bebo, yo y mis ganados, 
te daremos el precio de ellas; es cosa 
de nada; sólo con mis pies tocaré tu 
tierra.» 20 Pero Edom respondió: «No 
pasarás.» Y salió Edom contra él 
con mucha gente fuertemente ar¬ 
mada. 21 No dió Edom paso por su 
territorio, e Israel se alejó de él. 


Muerte de Arón. 

22 Alzando de Cades el campamento, 
llegó Israel con toda la muchedum¬ 
bre al monte Or. 23 Yave habló a 
Moisés y Arón en el monte Or, que 
está en los confines de la tierra de 
Edom, diciendo: 24 «Arón va a reunir¬ 
se con su pueblo, pues no ha de 
entrar en la tierra que yo he dado 
a los hijos de Israel, por haber sido 
rebelde a mi mandato en las aguas 
de Meriba. 25 Toma a Arón, y a su 
hijo Eleazar, y sube con ellos al 
monte Or; y allí 26 que se des¬ 
nude Arón de sus vestiduras, y re¬ 
vista de ellas a Eleazar, su hijo, 
porque allí se reunirá Arón con los 
suyos; allí morirá.» 27 Hizo Moisés 
lo que mandaba Y r ave, y a la vista 
de toda la muchedumbre subieron al 
monte Or. 26 Moisés hizo que se 
desnudara Arón de sus vestiduras y 
revistió de ellas a Eleazar, su hijo; 
y allí murió Arón en la cumbre del 
monte. Moisés y Eleazar bajaron del 
monte; 29 y viendo la muchedumbre 
que Arón había muerto, hicieron due¬ 
lo por él todas las familias de Israel, 
por treinta días. 


Victoria contra el rey de Arad. 

1 El cananeo, el rey de Arad, 
¿Y que habitaba en el Negueb, al 
oír que venía Israel por el camino 
de Atarim, los atacó y cogió prisio¬ 
neros. 2 Hizo entonces Israel voto a 
Y T ave, diciendo: «Si entregas a este 






158 


NÚMEROS, 21 


pueblos en mis manos, yo destruiré 
sus ciudades.» (i) * 3 * Oyó Yave la voz 
de Israel, y le entregó el cananeo, a 
quien dió al anatema, destruyéndo¬ 
los a ellos y a sus ciudades, por lo 
cual fue llamado aquel lugar Jorma. 


La serpiente de bronce. 

4 Partiéronse del monte Or en di¬ 
rección al Mar Rojo (1), rodeando 
la tierra de Edom; y el pueblo, im¬ 
paciente, 5 murmuraba por el camino 
contra Dios y contra Moisés, dicien¬ 
do: «¿Por qué nos habéis sacado de 
Egipto a morir en este desierto? No 
hay pan ni agua, y estamos ya can¬ 
sados de un tan ligero manjar como 
éste.» 6 Mandó entonces Yave contra 
el pueblo serpientes venenosas que 
los mordían, y murió mucha gente 
de Israel. 7 El pueblo fue entonces 
a Moisés, y le dijo: «Hemos pecado, 
murmurando contra Yave y contra 
ti; pide a Yave que aleje de nosotros 
las serpientes.» Moisés intercedió por 
el pueblo, 8 y Yave dijo a Moisés: 
«Hazte una serpiente de hronce y 
ponía sobre un asta; y cuantos mor¬ 
didos la miren, sanarán.» 9 Hizo, 
pues, Moisés una serpiente de bron¬ 
ce, y la puso sobre un asta; y cuando 
alguno era mordido por una serpiente, 
miraba a la serpiente de bronce y se 
curaba. 


Victoria contra los amorreos. 

10 Partiéronse los hijos de Israel 
y acamparon en Obot; 11 y partidos 
de Obot, acamparon junto a las fuen¬ 
tes de Abarim, en el desierto que hay 
enfrente a Moah, al oriente. 12 Par¬ 
tidos de allí, acamparon junto al 
torrente Zared; 13 y partidos de allí, 
acamparon a la otra orilla del Arnón, 
en el desierto, fuera del territorio 
de los amorreos, pues el Arnón es 
confín de Moab, entre Moab y los 
amorreos. 14 Por eso se decía en el 
libro «Guerras de Yave»: 


(i) Desde Cades, marchando hacia Oriente, 

el pueblo hubiera podido ir directamente a la 

tierra prometida por camino bien corto, atra¬ 

vesando el territorio de Edom. La negativa 

de éste a darles paso, les obligó a seguir ro¬ 

deando la frontera occidental de Edom, hasta 

llegar a Asiongaber, en la costa del Mar Rojo, 

para continuar luego por su frontera oriental, 

hasta llegar a los límites de los amorreos. 


«Contra Vaheb en Sufa, 

Contra las estrechuras del Arnón, 

15 Las estrechuras de su curso, 

Que se extiende hacia la región 

de Ar, 

Y se apoya en los confines de 
Moab.» 

16 De allí vinieron a Beer; es el 
pozo a que se refería Yave, cuando 
dijo a Moisés: «Reúne al pueblo y 
yo le daré agua.» 17 Entonces cantó 
Israel este canto: 

«¡Sube, pozo: cantadle! 

18 Los príncipes del pueblo le exca¬ 
varon 

Con sus cayados, con sus báculos.» 

Del desierto fueron a Matana, 19 de 
Matana a Najaliel, de Najaliel a 
Bamot, 20 de Bamot al valle que 
hay en los llanos de Moab, dominado 
por el monte Fasga, que mira al 
desierto. 21 Israel mandó embajadores 
a Seón, rey de los amorreos, que le 
dijeran: 22 «Déjanos pasar por tu 
territorio; no iremos ni por los cam¬ 
pos ni por las viñas, ni beberemos el 
agua de tus pozos; iremos por el ca¬ 
mino real, hasta salir de tus fronte¬ 
ras.» 23 Seón se negó a dejar pasar a 
Israel por su territorio; y reuniendo 
a toda su gente, salió al encuentro 
de Israel en el desierto, y le dió la 
batalla en Jasa. 24 Israel le derrotó 
al filo de la espada, y se apoderó de 
su tierra, desde el Arnón hasta el 
Jaboc, junto a la frontera de los 
hijos de Ammón, pues Jazcr era fron¬ 
tera de los amonitas. 25 Conquistó 
Israel todas estas ciudades, y habitó 
en las ciudades de los amorreos, en 
Hesebón y todas las ciudades que 
de ella dependen, 26 pues Hesebón 
era la residencia de Seón, rey de los 
amorreos, que había hecho antes la 
guerra al rey de Moab y se había 
apoderado de toda su tierra hasta el 
Arnón. 27 Por eso cantaban los tro¬ 
vadores: 

«Id a Hesebón, edificad y construid 
la ciudad de Seón; 

28 Fuego ha salido de Hesebón, 
llama de la ciudad de Seón; 

Que devoró las ciudades de Moab 
y consumió las alturas del Arnón. 

29 |Ay de ti, Moab! Has perecido, 
pueblo de Camos, 

Fueron dados a la fuga sus hijos, 
y sus hijas por cautivas. 

30 Pero al rey de los amorreos, 
Seón, le han arrebatado el noval 
desde Hesebón hasta Dibón. 

Y sus mujeres, humilladas hasta 






NÚMEROS, 22 


159 


tener que encender el fuego en Ha¬ 
daba.» 

31 Así habitó Israel en la tierra de 
los amorreos. 

32 Mandó Moisés a reconocer a 
Jazer, y se apoderaron de las ciuda¬ 
des que de ella dependían, expul¬ 
sando de ellas a los amorreos que 
allí habitaban; 33 y volviéndose, su¬ 
bieron camino de Basán, saliéndoles 
al encuentro Og, rey de Basán, con 
todo su pueblo, para dar la batalla 
en Edrai. 34 Yave dijo a Moisés: 
«Ño le temas, que a tus manos te lo 
entrego a él, a su pueblo, y toda su 
tierra, y harás con él lo que hiciste 
de Seón, rey de los amorreos, que 
habitaba en Hesebón.» 35 Y le derro¬ 
taron a él, a su hijo y a toda su 
gente, hasta no dejar ni uno, y se 
apoderaron de su tierra. 


Balam. » 

¿yty 1 Partieron los hijos de Israel 
— y acamparon en los llanos de 
Moab, al otro lado del Jordán, frente 
a Jericó. 2 Balac, hijo de Sefor, supo 
cuanto había hecho Israel a los amo¬ 
rreos; 3 y Moab temió grandemente, 
al aparecer aquel pueblo tan nume¬ 
roso, y se amedrentó ante los hijos 
de Israel. 4 Moab dijo a los ancianos 
de Madián: «Este pueblo va a devo¬ 
rar nuestros contornos, como devora 
un buey la hierba del campo » Era 
entonces rey de Moab, Balac, hijo 
de Sefor. 6 Mandó, pues, mensajeros 
a Balam, hijo de Beor, a Petur, que 
está junto al río, en tierra de los hijos 
de Ammón, para que le llamasen, 
diciéndule: «Mira, ha salido de Egipto 
un pueblo que cubre la superficie de 
la tierra, y está ya cerca de mí. 
6 Ven, pues, y maldíceme a este 
pueblo, pues es más fuerte que yo, 
a ver si así podemos hacer que le 
derrotemos, pues sé que es bendito 
aquel a quien tú bendices, y maldito 
aquel a quien maldices tú.» 7 Fueron, 
pues, ancianos de Moab, y ancianos 
de Madián, llevando en sus manos 
el precio del conjuro; y llegados a 
Balam, le transmitieron las palabras 
de Balac. 8 El Ies dijo: «Pasad aquí 
esta noche y yo os responderé, según 
lo que me diga Yave.» Quedáronse 
los príncipes de Moab con Balam; 
9 Dios vino en la noche a Balam y 
le dijo: «¿Quiénes son ésos que están 
contigo?» 10 Balam respondió a Dios: 


«Balac, hijo de Sefor, rey de Moab: 
los ha mandado a mí para decirme, 
11 El pueblo salido de Egipto está ya 
aquí y cubre toda la superficie de 
la tierra; ven, pues, luego a malde¬ 
círmelo, a ver si puedo derrotarle 
y rechazarle.» 12 Pero Dios dijo a 
Balam: «No vayas con ellos; no mal¬ 
digas a ese pueblo, porque bendito es.» 

13 Balam, levantándose de mañana, 
dijo a los príncipes de Balac: «Idos 
a vuestra tierra, porque Yave se 
niega a dejarme ir con vosotros.» 

14 Oído esto, los príncipes de Moab 
se levantaron; y tornados a Balac, 
le dijeron: «Balam se ha negado a 
venir con nosotros.» 16 Pero Balac 
mandó de nuevo a otros príncipes, 
más en número y más respetables que 
los primeros, 16 que llegados a Balam, 
le dijeron: «He aquí lo que te dice 
Balac, hijo de Sefor: No te niegues 
a venir a verme, 17 que yo te col¬ 
maré de bienes, y haré todo lo que 
tú me digas.» 18 Balam respondió 
a los siervos de Balac: «Aunque me 
diese Balac su casa llena de plata y 
de oro, no podría yo traspasar las 
órdenes de Yave, mi Dios, ni en poco 
ni en mucho; 19 pero podéis quedaros 
aquí también esta noche, para saber 
lo que vuelve a decirme Yave.» 
20 Durante la noche vino Dios a 
Balam, y le dijo: «Ya que ésos han 
venido otra vez a llamarte, levántate, 
y vete con ellos, pero no hagas más 
que lo que yo te diga.» 21 Levantóse 
Balam de mañana, aparejó su asna 
y se fué con los príncipes de Moab. 
22 Pero Dios estaba indignado de que 
fuese, y el ángel de Yave se puso 
delante de él en el camino, para ce¬ 
rrarle el paso. Iba Balam montado 
en su asna y llevaba consigo a dos 
de sus criados. 23 El asna, al ver al 
ángel de Yave parado en el camino 
con la espada desenvainada en la 
mano, se salió del camino y echó por 
el campo, y Balam se puso a fusti¬ 
garla para retraerla al camino. 24 En¬ 
tonces el ángel se puso en una estre¬ 
chura entre las viñas, entre pared 
de un lado y pared de otro; 25 y al 
verle el asna, echóse contra una de 
las paredes, cogiendo entre ella y la 
pared el pie de Balam. Este se puso 
de nuevo a fustigarla. 26 El ángel 
volvió a ponerse en una angostura, 
de donde ni a derecha ni a izquierda 
podía desviarse; 27 y al verle el asna, 
se echó debajo de Balam, quien enfu¬ 
recido la fustigó más. 28 Abrió enton- 





160 


NÚMEROS, 23 


ces Yave la boca del asna, que dijo 
a Balam: «¿Qué te he hecho yo, para 
que por tres veces me hayas fusti¬ 
gado?» 29 Y Balam respondió: «¿Por 
qué te burlas de mí? Si tuviera a mano 
una espada ahora mismo te mataría.» 

30 Y el asna dijo a Balam: «¿No soy 
yo tu asna? Tú me has montado 
desde que yo soy tuya hasta hoy. 
¿Te he hecho yo nunca cosa seme¬ 
jante?» Y él le respondió: «No.» 

31 Entonces abrió Yave los ojos a 
Balam y éste vió al ángel de Yave, 
que estaba en el camino con la espada 
desenvainada en la mano. Balam se 
postró, echándose sobre el rostro, 

3 2 y el ángel de Yave le dijo: «¿Por 
qué por tres veces has fustigado a tu 
asna? Es que he salido yo para ce¬ 
rrarte el camino, porque es malo ante 
mí el que llevas. 33 El asna me ha 
visto y ha querido apartarse luego 
de delante de mí las tres veces; si 
ella no me hubiera esquivado, te 
hubiera matado a ti, dejándola a 
ella viva.» 34 Entonces Balam dijo 
al ángel de Yave: «He pecado, no 
sabía que tú me cerrabas el camino; 
si te parece mal, ahora mismo me 
volveré.» 35 El ángel de Yave res¬ 
pondió a Balam: «Ve con esos hom¬ 
bres, pero di solamente lo que te 
diga yo.» Siguió, pues, Balam con 
los príncipes de Balac. 36 Este, en 
sabiendo que venía Balam, le Salió al 
encuentro hasta Tr Moab, que está 
en la frontera del Arnón, en lo últi¬ 
mo de la frontera. 37 Balac dijo a 
Balam: «He mandado a llamarte. 
¿Por qué no viniste? ¿No estoy acaso 
yo en situación de tratarte con la 
debida honra?» 38 Balam respondió a 
Balac: «Aquí me tienes ya, pero, 
¿podré yo decir lo que quisieres? 
La palabra que Dios ponga en mi 
boca, esa será la que te diga » 39 Siguió 
Balam con Balac, y llegaron a Cariat 
Jusot. 40 Balac inmoló bueyes y ove¬ 
jas, mandándoselas a Balam y a los 
príncipes que le acompañaban. 

Balam bendice n Israel. 

41 A la mañana siguiente, tomó 
Balac a Balam y le hizo subir a 
Bamot Baal, desde donde se veía 
un ala del pueblo. 

23 1 Balam dijo a Balac: «Alzame ' 

aquí siete altares y tenme pron¬ 
tos siete novillos y siete carneros.» 

2 Balac hizo lo que Balam le había 


dicho, e inmolaron un novillo y un 
carnero en cada uno de los altares. 
3 Después dijo Balam a Balac: «Tú, 
quédate ahí junto a tu holocausto, 
mientras me alejo yo, a ver si me sale 
Yave al encuentro; V lo que me dé 
a conocer, eso te diré.» Y se alejó 
hacia un monte desnudo. 4 Salió 
Dios al encuentro de Balam y éste 
le dijo: «He dispuesto siete altares 
y he ofrecido en cada uno de ellos 
un novillo y un carnero.» 5 Y Yave 
puso en boca de Balam su palabra 
y añadió después: «Tórnate a Balac 
y dile esto.» 6 Vuelto a él, le vió 
parado ante su holocausto, junto con 
los príncipes de Moab; 7 y comen¬ 
zando su parábola, dijo: 

«Del Aram me ha traído Balac, 
rey de Moab, 

De los montes del oriente; 

Ven a maldecirme a Jacob, 

Ven a execrar a Israel. 

8 ¿Cómo voy a maldecir yo al que 
no ha maldecido Dios? 

¿Cómo voy a execrar yo al que 
Yave no ha execrado? 

9 Desde la cima de las rocas le veo, 

Desde lo alto de los montes le 

contemplo. 

He ahí un pueblo que tiene aparte 
su morada 

Y que lio se cuenta entre las gentes. 

10 ¿Quién es capaz de contar el 
polvo de Jacob? 

¿Quién es capaz de enumerar un 
cuarto de Israel? 

Muera yo la muerte del justo, 

Y sea mi fin semejante al suyo.» 

11 Balac dijo a Balam: «¿Qué es 
lo que conmigo has hecho? Te he lla¬ 
mado para maldecir a mis enemigos, 
y no has hecho otra cosa que ben¬ 
decirlos?» 12 El respondió: «¿No he 
de tener yo el cuidado de proferir lo 
que en mis labios pone Yave?» 
13 Balac le dijo: «Ven conmigo a otro 
sitio, desde donde puedas contem¬ 
plarle, y maldícemelo desde allí.» 

14 Llevóle al campo de Zofim, en la 
cumbre del monte Fasga; y después 
de alzar siete altares e inmolar en 
cada uno un novillo y un carnero, 
15 dijo Balam a Balac: aEstatc ahí 
junto a tu holocausto, mientras voy 
yo allí a consultar a Dios.» 16 Salió 
Yave al encuentro de Balam y puso 
en su boca la palabra, y le dijo: 
«Vuelve a Balac y dile esto.» 17 Vol¬ 
vióse él y vió que estaba Balac junto 
a su holocausto, y con él los prín- 
1 cipes de Moab; y Balac le preguntó 




NÚMEROS, 24 


161 


«¿Qué es lo que ha dicho Yave?» 
18 Y tomando Balam su parábola, 
dijo: 

«Levántate, Balac, y oye; 

Dame oídos, hijo de Scfor: 

19 No es Dios un hombre, para que 
mienta, 

Ni hijo de hombre, para arrepen¬ 
tirse. 

¿Lo ha dicho él y no lo hará? 

¿Lo ha prometido y no lo man¬ 
tendrá? 

20 De bendecir he recibido yo orden; 

Bendición ha dado él, yo no puedo 

revocarla. 

21 No se ve iniquidad en Jacob, 

No hay en Israel perversidad; 

Yave, su Dios, está con él, 

Rey aclamado es en medio de él. 

22 ^ El Dios que de Egipto le ha 
sacado 

Es para él la fuerza del unicornio. 

23 No hay en Jacob hechicería, 

Ni hay adivinación en Israel. 

A su tiempo se le dirá a Jacob 

Y a Israel lo que Dios va a cum¬ 
plirle. 

24 He ahí un pueblo que se alza 
como leona, 

Y que se yergue como león, 

No se acostará sin haber devorado 
su presa, 

Sin haber bebido la sangre de sus 
víctimas.» 

25 Y Balac dijo a Balam: «No le 
maldigas, pero al menos no le ben¬ 
digas.» 26 Balam, respondiendo, dijo 
a Balac: «¿No te dije ya que yo no 
puedo hacer sino cuanto me diga 
Yave?» 27 Entonces dijo Balac a 
Balam: «Ven, que te lleve a otro 
sitio, a ver si quiere Dios de una vez 
que desde allí le maldigas.» 28 Y llevó 
a Balam a la cima del Fogor, que 
mira al desierto. 29 Balam dijo a 
Balac: «Alzame los siete altares aquí 
y disponme los siete novillos y los 
siete carneros.» 30 Hízolo así Balac, 
como Balam le decía, y ofreció un 
novillo y un carnero en cada uno de 
los altares. 


Vaticinio de Balam. 

sy A 1 Había visto Balam que Yave 
^ * se complacía en bendecir a Is¬ 
rael, y por eso no fué como las otras 
veces en busca del presagio; sino que 
se volvió de cara al desierto, 2 y al¬ 
zando los ojos vi ó a Israel acampado, 
tribu por tribu. Vino sobre él el espí¬ 


ritu de Yave, 3 y tomando su parᬠ
bola, dijo: 

«Oráculo de Balam, hijo de Beor; 

Oráculo del hombre que tuvo los 
ojos cerrados, 

4 Oráculo de quien oye palabra 
de Dios, 

Del que ve visiones del Omnipo¬ 
tente, 

De quien, al caer, se le abrieron los 
ojos. 

5 iQué bellas son tus tiendas, oh 
Jacobl 

iQué bellos tus tabernáculos, Israelí 

6 Se extienden como un extenso 
valle; 

Como un jardín a lo largo de un río; 

Como áloe plantado por Yave; 

Como cedro que está junto a las 
aguas. 

7 Desbórdanse de sus cubos las 
aguas; 

Sus ramas crecen como en aguas 
abundantes. 

Alzase rugiente su rey, 

Exaltarásc su reino. 

8 El Dios que de Egipto le ha sa¬ 
cado 

Es para él como la fuerza del 
unicornio. 

Devorará a las naciones enemigas; 

Triturará sus huesos: 

Las traspasará con sus saetas. 

9 Se agacha, se posa como un león, 

Como una leona. ¿Quién le.conci¬ 
tará? 

El que te bendiga será bende¬ 
cido; 

El que te maldiga maldito será.» 

10 Encendido en ira Balac contra 
Balam y palmoteando, le dijo: «Te 
lie llamado para maldecir a mis ene¬ 
migos, y tú los has colmado de ben¬ 
diciones, ya por tres veces. Está muy 
bien: 11 ahora huye pronto a tu tierra; 
yo pensaba honrarte grandemente, 
pero Yave te ha privado de conse¬ 
guirlo.» 12 Respondióle Balam: «¿.No 
dije ya a tus mensajeros: 13 Aunque 
me diera Balac su casa llena de plata 
y oro, no podré yo. contravenir a la 
orden de Dios, haciendo por mí mismo 
cosa alguna, ni buena ni mala, contra 
sus órdenes, y solamente lo que Yave 
me diga eso le diré? 14 Ahora, pues, 
que voy a irn.ie a mi pueblo, ven que 
te diga lo que este pueblo ha de hacer 
al tuyo al fin de los tiempos. 15 Y 
volviendo a tomar su parábola, dijo: 

«Oráculo de Balam, hijo de Beor; 

Oráculo del hombre de los ojos 
I cerrados; 








NÚMEROS, 25, 26 


162 


16 Oráculo del que oye palabras de 
Dios, 

Del que conoce los consejos del 
Altísimo, 

Del que ve visiones del Omni¬ 
potente, 

De quien al caer, se le abrieron los 
ojos. 

17 La veo, pero no ahora; 

La contemplo, pero no de cerca. 
Alzase de Jacob una estrella, 
.Surge de Israel un cetro (1), 

Que quebrantará las dos sienes de 
Moab, 

Y socavará a los hijos del tumulto. 

18 Edom será su posesión; 

Seir presa será de sus enemigos; 
Israel acrecentará su poder; 

19 De Jacob saldrá el dominador 
Que devastará de las ciudades las 

reliquias.» 

20 Y mirando a Amatec, prosiguió: 
«La primera de las naciones es 

Amalee, 

Pero su fin será eterna ruina.» 

21 Luego, mirando a los quenitas, 
prosiguió su discurso: 

«Por fuerte que sea tu morada, 
Aunque pongas en las rocas tu 
nido, 

22 El quenita será devastado, 
Hasta que Asur le lleve cautivo.» 

23 Y volviendo a tomar la palabra, 
prosiguió: 

«¿Quien vivirá cuando Dios lo 
ponga por obra? 

24 Vendrán naves de los Quitim, 
Que oprimirán a Asur y oprimirán 

a Heber; 

También éste será dado a la ruina.» 

25 Partióse después Balain y se 
volvió a su tierra, y también Balac 
se fué por su camino. 


Corrupción idolátrica cu Baal 
l'oqor. 

"t 1 Estuvo Israel estacionado en 
vSctim, y el pueblo se prostituyó 
por el trato con las hijas de Moab. 
2 Invitábanle éstas a las fiestas de 
sus dioses, y el pueblo comía y se 
prosternaba ante sus dioses. 3 Israel 
se fué tras Baal Fogor, y la ira de 
Yavc.se encendió contra Israel. 4 Dijo 
Yave a Moisés: «Reúne a todos los 


(i) En la estrella y el cetro está indudable¬ 
mente simbolizado el futuro Mesías, siendo, 
por tanto, este vaticinio de Balam estrictamente 
mesiánico. 


príncipes del pueblo, y cuelga a ésos 
del patíbulo ante Yave, cara al sol, 
para que se aparte su ira de Israel.» 
3 Dijo, pues, Moisés a los jueces de 
Israel: «Matad a cualquiera de los 
vuestros que haya servido a Baal 
Fogor.» 6 En esto llegó uno de los 
hijos de Israel, e introdujo en medio 
de sus hermanos a una madianita, 
a los ojos mismos de Moisés y en 
presencia de toda la comunidad de 
los hijos de Israel, mientras éstos 
lloraban a la entrada del tabernáculo 
de la reunión. 7 Viéndolo Fines, hijo 
de Eleazar, hijo de Arón, sacerdote, 
se alzó de en medio de la asamblea; 
y cogiendo una lanza, 8 se fué tras 
1 el hijo de Israel, hasta la parte pos¬ 
terior de su tienda, y los alanceó a 
I los dos, al hombre y a la mujer, en 
sus vientres, y cesó el azote de entre 
los hijos de Israel. 9 En aquella plaga 
murieron veinticuatro mil. 

10 Habló Yave a Moisés diciéndole: 
11 «Fines, hijo de Eleazar, hijo de 
Arón, sacerdote, ha apartado mi furor 
de los hijos de Israel, por el celo con 
que ha celado mi honor; por eso no 
he consumido yo en el furor de mi 
celo a los hijos de Israel. 12 Por tanto, 
le dirás que yo hago con él una alianza 
de paz, alianza de un sacerdocio 
eterno, 13 para él y para su descen¬ 
dencia, por haber sido celador de su 
Dios y haber hecho la expiación por 
los hijos de Israel.» 14 El israelita 
que fué muerto juntamente con la 
madianita se llamaba Zamri, hijo de 
Salú, y era jefe de una de las fami¬ 
lias de la tribu de Simeón. 15 La ma- 
diauita se llamaba Cozbi, hija de Sur, 
jefe de tribu de una de las casas pa¬ 
triarcales de Madián. 

16 Yave habló a Moisés, diciéndole: 
«Tratad a ios madianitas como ene¬ 
migos y destruidlos; porque como 
enemigos os han tratado ellos, 18 sedu¬ 
ciéndoos con sus malas artes, por me¬ 
dio de Fogor, por medio de Cozbi, 
hija del príncipe de Madián, su her¬ 
mana, que murió cuando la plaga 
por lo de Fogor.» 


¡\uevo censo (1). 

•)/ 1 Después de esta plaga, habló 

— Yave a Moisés y a Eleazar, hijo 
de Arón, sacerdote, dicléndoles: 2 «Ha- 


(i) El resultado de este nuevo censo, que 

comprende la generación siguiente a la que salió 






NÚMEROS, 26 


163 


ced el censo de los hijos de Israel 1 
por sus casas patriarcales y sus lina¬ 
jes, de veinte años arriba, de los hᬠ
biles para el servicio de las armas. 

8 Moisés y Eleazar, sacerdote, habla¬ 
ron a los del pueblo en los llanos de 
Moab, cerca del Jordán, frente a Je- 
ric.ó, diciéndoles: 4 «Haced el censo 
de los de veinte años para arriba, 
como Yave se lo manda a Moisés.» 

Los hijos de Israel salidos de la 
tierra de Egipto eran: 6 Rubén, pri¬ 
mogénito de Israel: Hijos de Rubén: 
De Enoc, la familia de los enoquitas; 
de Falú, la familia de los faluítas; 

6 de Esrón, la familia de los esronitas; 
de Carmí, la familia de los carmitas. 

7 Estas son las familias de los rube- 
nitas, y fueron contados cuarenta y 
tres mil setecientos treinta. 

8 Hijos de Falu, Eliab; 9 hijos de 
Eliab: Namuel, Datán y Abirón; el 
Datán y el Abirón, miembros del con¬ 
sejo, que se rebelaron contra Moisés 
y Arón con la facción de Coré, rebe¬ 
lándose contra Yave, 19 cuando abrió 
la tierra sus fauces y se los tragó con 
Coré, muriendo los de la facción, y 
devorando el fuego a doscientos cin¬ 
cuenta hombres, para servir de es¬ 
carmiento. 11 Pero los hijos de Coré 
no perecieron. 

12 Hijos de Simeón, por sus fami¬ 
lias: de Namuel, la familia de los na- 
muelitas; de Jamín, la familia de los 
jaminitas; de Jaquín, la familia de 
los jaquinitas; 13 de Zare, la familia 
de los zareítas: de Saúl, la familia 
de los saulitas. 14 Estas son las fa¬ 
milias de los simeonitas. Fueron con¬ 
tados veintidós mil doscientos. 

15 Hijos de Gad, por sus familias: 
de Safón, la familia de los safonitas; 
de Jagui, la familia de los jaguitas; 
de Suni, la familia de los sunitas; 
16 de Ozni, la familia de los oznitas; 
de Eri, la familia de los eritas; 17 
de Arod, la familia de los aroditas; 
de Ariel, la familia de los arielitas. 
18 Estas son las familias de los hijos 
de Gad. Fueron contados cuarenta 
mil quinientos. 

19 Hijos de Judá: Er y Onán, que 
murieron en la tierra de Canán. 
20 Hijos de Judá, por sus familias: 
de Sela, la familia de los selitas; 


de Egipto, muestra cómo el pueblo, a pesar de 
tantas muertes como produjeron los varios 
castigos que sufrió, continuaba siendo tan 
numeroso como antes, pues los muertos per¬ 
tenecían a la generación anterior. 


21 de Fares, la familia de los faresitas 
de Zare, la familia de los zareítas. 
Hijos de Fares: de Esrón, la familia 
de los esronitas; de Jamul, la familia 
de los jamulitas. 22 Estas son las fa¬ 
milias de Judá. Fueron contados se¬ 
tenta y seis mil quinientos. 

23 Hijos de Isacar, por sus familias: 
de Tola, la familia de los tolitas; de 
Fuá, la familia de los fuitas; 24 de 
Jasub, la familia de los jasubitas: 
de Semram, la familia de los semrani- 
tas. 25 Estas son las familias de Isa¬ 
car. Se contaron setenta y cuatro 
mil trescientos. 

26 Hijos de Zabulón, por sus fa¬ 
milias: de Sared, la familia de los 
sareditas; de Elón, la familia de los 
elonitas; de Jajlel, la familia de los 
jajlelitas. 27 Estas son las familias 
de Zabulón. Se contaron sesenta mil 
quinientos. 

28 Hijos de José, por sus familias, 
de Manasés y de Efraím: 29 Hijos de 
Manasés: de Maquir, la familia de 
los maquiritas. Maquir engendró a 
Galad; de Galad, la familia de los 
galaditas. Estos son los hijos de 
Galad: de Jeser, la familia de los 
jeseritas; de Jelec, la familia de los 
jelequitas; 31 de Asriel, la familia de 
los asriclitas; de Siquem, la familia 
de los siquenitas; 32 de Semida, la 
familia de los semiditas; de Jefer, 
la familia de los jeferitas. 33 Salfad, 
hijo de Jefer, no tuvo hijos varones, 
sino solamente hijas, y los nombres 
de las hijas de Salfad son: Majla, 
Noa, Jagla, Melca y Tersa. 34 Esas 
son las familias de Manasés. Se con-' 
taron cincuenta y dos mil setecientos. 

35 Hijos de Efraím, por sus familias; 
De Sutalaj, la familia de los sutal- 
jitas; de Bequer, la familia de los 
bequeritas; de Tajan, la familia de 
los tajani f as. 36 Hijos de Sutalaj: 
de Erón, la familia de los eronitas. 
37 Estas son las familias de Efraím. 
Se contaron treinta y dos mil qui¬ 
nientos. Estos son los hijos de José, 
por sus familias. 

38 Hijos de Benjamín, por sus fami¬ 
lias: de Bela, la familia de los belaitas; 
de Asbel, la familia de los asbelitas; 
de Ajiram, la familia de los ajira- 
mitas; 39 de Sufam, la familia de los 
sufamitas; de Jufam, la familia de 
los jufamitas. 40 Hijos de Bela fueron 
Arde y Noamán; de Arde, la familia 
de los arditas; de Noamán, la familia 
de los noamitas. 41 Estos son los 
hijos de Benjamín, por sus familias. 








NÚMEROS, 27 


Se contaron cuarenta y cinco mil ¡ 
seiscientos. 

42 Hijos de Dan, por sus familias; 
de Sujam, la familia de los sujami- 
tas. Estas son las familias de Dan, ¡ 
por sus familias. 43 Se contaron de 
la familia de Sujam sesenta y cuatro 
mil cuatrocientos. 

44 Hijos de Aser, por sus familias: 
De Jemna, la familia de los jemnaítas; 
de Jesuí, la familia de los jesuítas; 
de Brie, la familia de los brieítas. 
45 Hijos de Brie: de Jeber, la fami¬ 
lia de los jeberitas; de Malquiel, la 
familia de los malquielitas. 46 La 
hija de Aser se llamaba Saraj. 47 Estas 
son las familias de los hijos de Aser. 
Se contaron cincuenta y cuatro mil 
cuatrocientos. 

48 Hijos de Neftalí, por sus fami¬ 
lias: De Jajseel, la familia de los 
jajseclitas; de Guni, la familia de los 
gunitas; 49 de Jeser, la familia dé 
los jeseritas; de Selem, la familia 
de los selemitas. 60 Estas son las 
familias de Neftalí, por sus familias. 
Se contaron cuarenta y cinco mil 
cuatrocientos. 

61 Los hijos de Israel incluidos en 
el censo fueron: seiscientos un mil 
setecientos treinta hombres. 

32 Habló Yave a Moisés, dicién- 
dolc: 63 A estos repartirás la tierra 
en heredad, según el número de sus 
nombres. 64 A los más numerosos les 
darás una parte mayor, a los menos 
numerosos una parte más pequeña. 
A cada uno le será atribuida la here¬ 
dad según el número de sus contados 
cu el censo. 66 La distribución de la 
tierra se hará, sin embargo, por suer¬ 
tes. Recibirá cada una la tierra según 
los nombres de las familias patriar¬ 
cales. 66 Por suertes se distribuirá 
la tierra entre el mayor y el menor.» 

67 Este es el censo de los levitas 
por sus familias: De Gersón, la fami¬ 
lia de los gersonitas; de Caat, la 
familia de los caatitas; de Merari, 
la familia de los mcraritas. 58 Estas 
son las familias de Leví: la familia 
de los libnititas, la familia de los 
liebronitas, la familia de los majlitas, 
la familia de los amusitas, la familia 
de los coreítas. Caat engendró a 
Amrom, 69 y la mujer de Ainroni 
se llamaba Joquebcd, hija de Leví, 
que le nació a Leví en Egipto, 60 y 
le parió a Amram, Aron y Moi¬ 
sés, y María, hermana de éstos. De 
Arón nacieron Xadab y Abiú, Elea- 
zar e Itamar. 61 Nadab y Abiú mu¬ 


rieron cuando ofrecían ante Yave el 
fuego profano. 62 Hecho el censo de 
todos los varones de un mes arriba, 
se contaron veinte mil. No se con¬ 
taron entre los otros hijos de Israel, 
porque no había de asignárseles here¬ 
dad alguna en medio de los hijos 
de Israel. 

63 Este es el censo que lucieron 
Moisés y Eleazar, sacerdote, en los 
llanos de Moab, junto al Jordán, 
frente a Jericó. 64 Entre éstos no 
había ninguno de los enumerados en 
el censo que habían hecho en el 
desierto del Sinaí, 65 pues les había 
dicho Yave que morirían en el de¬ 
sierto; no quedó ni uno, excepto 
Caleb, hijo de Jefone, y Josué, hijo 
de Nun. 


Ley de las herencias. 

1 Acercáronse las hijas de Sal- 
^ 6 fad, hijo de Jefer, hijo de 
Galad, hijo de Maquir, hijo de Mana- 
sés, de las familias de Manases, el 
hijo de José, que se llamaban Majla, 
Noa, Jagla, Melca y Tersa; 2 y pre¬ 
sentándose a Moisés ante Eleazar, 
sacerdote, V ante todos los prínci¬ 
pes de la asamblea, a la entrada del 
tabernáculo de la reunión, dijeron: 

3 «Nuestro padre ha muerto en el 
desierto, y no era de la tropa de los 
que se confabularon contra Yave, 
de la tropa de Coré; pero ha muerto 
por su pecado y no ha dejado hijos. 

4 ¿Por qué va a ser el nombre de 
nuestro padre borrado de en medio 
de su familia, por no haber dejado 
hijos? Danos una heredad entre los 
hermanos de nuestro padre.» 

6 Moisés llevó la cosa ante Yave, 
6 y Yave dijo a Moisés: 7 «Las hijas 
de Salfad piden una cosa justa. 
Dales en heredad una propiedad entre 
í los hermanos de su padre, y que pase 
a ellas la heredad de su padre. 
8 Habla a los hijos de Israel, y diles: 
Si uno muere sin dejar hijos, haréis 
pasar su heredad a su hija; 9 y si 
no hay tampoco hija, pasará a sus 
hermanos la heredad. 10 Si no hay 
hermanos, daréis la heredad a los 
hermanos de su padre; 11 y si no hay 
hermanos de su padre, pasaréis la 
heredad al más próximo pariente de 
la familia; de éste será. Esta será 
para los hijos de Israel regla de dere¬ 
cho, como se lo ha ordenado Yave a 
i Moisés.» 





NÚMEROS, 28 


IÜf) 


Elección de Josué. 

12 Dijo Yave a Moisés: «Sube a 
este monte ele Abarim, para ver la 
tierra que voy a dar a los hijos de 
Israel, 13 pues también tú te reunirás 
con tu pueblo, como Arón, tu hermano 
se ha reunido, 14 por haber sido rebel¬ 
des á mi mandato en el desierto de 
Sin, al rebelarse la muchedumbre, 
en vez de santificar ante ellos mi 
nombre, con ocasión de las aguas de 
Meriba, en Cades, en el desierto 
de Sin.» 

15 Moisés habló a Yave, diciendo: 
16 «Que Yave, el Dios de los espíri¬ 
tus de toda carne, constituya sobre la 
asamblea un hombre, 17 que los con¬ 
duzca y acaudille, para que la mu¬ 
chedumbre de Yave no sea como re¬ 
baño de ovejas sin pastor.» 18 Yave 
dijo a Moisés: «Toma a Josué, hijo 
de Nun, hombre sobre quien reside 
el espíritu, y pon tu mano sobre él. 
19 Ponlc ante Elcazar, sacerdote, y 
ante toda la asamblea, y le instala¬ 
rás ante sus ojos. 20 Trasmítele una 
parte de tu autoridad, para que la 
asamblea de los hijos de Israel le j 
obedezca. 21 Que se presente al sacer¬ 
dote Eleazar, que consultará por él 
el juicio de los XJrim ante Yave; y 
según este juicio, Josué saldrá y 
entrará, él y todos los hijos de Israel 
y toda la asamblea» (1). 

22 Hizo Moisés lo que le ordenó 
Yave; y tomando a Josué, le llevó 
ante Eleazar y ante toda la asamblea; 
23 y poniendo sobre él sus manos, le 
instituyó, como se lo había dicho 
Yave a Moisés. 


Fiestas y sacrificios. 

OQ 1 * Yave habló a Moisés, di- 
riendo: 2 «Habla a los hijos de 
Israel y diles: Cuidad de presentarme 
a sus tiempos mi ofrenda, mi ali¬ 
mento, por los sacrificios de combus¬ 
tión de olor suave para mí. 3 Diles: 
He aquí el sacrificio de combustión 
que ofreceréis a Yave. Cada día dos 
corderos primales, sin defecto, como 
holocausto. 4 * Ofrecerás uno de los 


(i) Josué sucede a Moisés, pen> sólo en 

una parte de la autoridad de éste, enteramente 

extraordinaria. Dios sigue siendo el jefe supremo 

de Israel; pero su lugarteniente, Josué, tiene ya 

que recurrir al sacerdote para conocer por los 

urim y tummim la voluntad de Dios. Ya no le 

habla éste cara a cara, como a Moisés 


corderos a la mañana y el otro entre 
dos luces, 6 y por oblación un décimo 
de (fu de flor de harina, amasada con 
un cuarto de hin de aceite de olivas 
machacadas. 6 Es el holocausto per¬ 
petuo que se ofrecía en el monte Sinaí, 
de olor suave, sacrificio de combus¬ 
tión a Yave. 7 La libación será de 
un cuarto de hin por cada cordero, 
y la libación de vino para Yave la 
harás en lugar santo. 8 El segundo 
cordero lo ofrecerás entre dos luces; 
y harás su libación como para el de 
la mañana; es sacrificio de combustión 
de suave olor a Yave. 

9 El día del sábado, dos corderos 
primales sin defecto, y como obla¬ 
ción, dos décimas de flor de harina 
amasada con aceite, y su libación. 
10 Este es el holocausto del sábado, 
para cada sábado, a más del holo¬ 
causto perpetuo y su libación. 

11 Al comienzo de vuestros meses 
ofreceréis como holocausto a Yave 
dos novillos, un carnero y siete cor¬ 
deros primales, sin defecto; 12 y 
como oblación, por cada novillo tres 
décimas de flor de harina amasada 
con aceite; por el carnero, dos déci¬ 
mas de flor de harina amasada con 
aceite; 13 y por cada uno de los cor¬ 
deros, una décima de flor de harina 
amasada con aceite. Es holocausto 
de agradable olor, sacrificio de com¬ 
bustión a Yave. 14 Las libaciones serán 
de un medio hin de vino, para un 
novillo; de un tercio de hin , para un 
carnero, y de un cuarto de hin, para 
un cordero. Este es el holocausto 
del comienzo de mes, para cada uno 
de los meses del año. 

15 Se ofrecerá a Yave un macho 
cabrío en sacrificio por el pecado, 
a más del holocausto perpetuo y su 
oblación. 16 El mes primero, a los 
catorce días del mes, será la pascua 
de Yave. 17 El día quince de ese 
mes será día de fiesta. Se comerá 
durante siete días pan ácimo. 18 El 
primero habrá asamblea santa, y 
no haréis ningún trabajo servil. 
19 Ofreceréis en sacrificio de combus¬ 
tión un holocausto a Yave, de dos 
novillos, un carnero y siete corderos 
primales, sin defecto; 20 y como 
oblación, flor de harina amasada con 
aceite, tres décimas por novillo, dos 
por carnero, 21 y una por cada uno 
de Ips siete corderos. 

22 Ofreceréis también un macho 
cabrío en sacrificio por el pecado, 
para expiaros; 23 y lo ofreceréis a más 








NUMEROS. 29 


del holocausto de la mañana, el holo¬ 
causto perpetuo. 24 Ofreceréis estos 
sacrificios cada día durante siete días; 
es el alimento consumido por el 
fuego, de olor agradable a Ya ve; y 
los ofreceréis sin perjuicio del holo¬ 
causto perpetuo y de su libación. 25 El 
séptimo día tendréis asamblea santa, 
y no haréis en él trabajo servil 
alguno. 

26 El día de las primicias presen¬ 
taréis a Yave una oblación de lo 
nuevo; y en vuestra fiesta de las 
semanas tendréis asamblea santa y 
no haréis trabajo servil alguno. 27 Ofre¬ 
ceréis, como holocausto de olor suave 
a Yave, dos novillos, un carnero y 
siete corderos primales; 28 y como 
oblación, flor de harina amasada con 
aceite; tres décimas por cada no¬ 
villo, dos por el carnero 29 y una por 
cada uno de los siete corderos. 
30 Ofreceréis un macho cabrío para 
expiaros. 31 Esto, sin perjuicio del 
holocausto perpetuo y de la obla¬ 
ción, eligiendo las víctimas sin de¬ 
fecto, y añadiendo las libaciones ordi¬ 
narias. 


Las fiestas de otoño. 


29 1 E1 séptimo mes, el día primero 
** del mes, tendréis asamblea santa 
y no haréis en él trabajo servil al¬ 
guno. Será para vosotros el día del 
sonar de las trompetas. 2 Ofreceréis, 
como holocausto de suave olor a 
Yave, un novillo, un carnero y siete 
corderos primales, sin defecto; 3 y 
como oblación, flor de harina ama¬ 
sada con aceite, tres décimas por 
el novillo, dos por eí carnero 4 y una 
por cada uno de los siete cor¬ 
deros. 

5 Ofreceréis un macho cabrío en 
sacrificio por el pecado, para expía- < 
ros. 6 Lo ofreceréis a más del bolo- j 
causto del mes y de su oblación, y 
del holocausto perpetuo y su obla¬ 
ción, y de sus libaciones, según lo 
prescrito. Son sacrificios de com¬ 
bustión, de olor grato a Yave. 

7 El día diez de ese mismo mes ten¬ 
dréis asamblea santa, y afligiréis 
vuestras almas, y no haréis en él 
trabajo alguno. 8 Ofreceréis, en holo¬ 
causto de olor grato a Yave, un 
novillo, un carnero y siete corderos 
primales, sin defecto; 9 y como obla¬ 
ción, flor de harina amasada con 


aceite, tres décimas por el novillo, 
dos por el carnero 10 y una por cada 
uno de los siete corderos. 11 Ofrece¬ 
réis un macho cabrío en sacrificio 
por el pecado, a más del sacrificio 
expiatorio, del holocausto perpetuo 
y de sus oblaciones y libaciones. 

12 El día quince del séptimo mes 
tendréis asamblea santa y no haréis 
en él trabajo servil alguno; y cele¬ 
braréis la fiesta en honor de Yave 
durante siete días, 13 ofreciendo en 
holocausto, sacrificio de combustión 
de olor grato a Yave, trece novillos, 
dos carneros y catorce corderos pri¬ 
males, sin defecto; 14 y como obla¬ 
ción, flor de harina amasada con 
aceite; tres décimas por cada uno 
de los catorce novillos, dos por cada 
uno de los dos carneros, 15 y una por 
cada uno de los catorce corderos. 
16 Ofreceréis un macho cabrío en 
sacrificio por el pecado, a más del 
holocausto perpetuo y de su oblación 
y sus libaciones. 17 El segundo día 
ofreceréis doce novillos, dos carneros 
y catorce corderos primales, sin de¬ 
fecto; 18 con la oblación y las liba¬ 
ciones por los novillos, los carneros 
y los corderos, según su número, y 
según la regla, 19 y un macho cabrío 
por el pecado, a más del holocausto 
perpetuo, su oblación y sus liba¬ 
ciones. 

20 El día tercero ofreceréis once 
novillos, dos carneros y catorce cor¬ 
deros primales, sin defecto, 21 con 
su oblación y sus libaciones por los 
novillos, los carneros y los corderos, 
según su número y conforme a la 
regla; 22 y un macho cabrío para el 
sacrificio por el pecado, a más del 
holocausto perpetuo, su oblación y 
sus libaciones. 

23 El cuarto día ofreceréis diez no¬ 
villos, dos carneros y catorce cor¬ 
deros primales, sin defecto, 24 con 
sus oblaciones y libaciones por los 
novillos, los carneros y los corderos, 
según su número y conforme a la 
regla. 25 Ofreceréis un macho cabrío 
en sacrificio por el pecado, a más del 
holocausto perpetuo, de su oblación 
y de su libación. 

26 El quinto día ofreceréis nueve 
novillos, dos carneros y catorce cor¬ 
deros primales, sin defecto, 27 con 
sus oblaciones y libaciones por los 
novillos, los carneros y los corderos, 
según su número y conforme a la 
regla. 28 Ofreceréis un macho cabrío 
en sacrificio por el pecado, a más 





NÚMEROS, 30. 31 


167 


del holocausto perpetuo y de su 
oblación y libación. 

29 El sexto día ofreceréis ocho no¬ 
villos, dos carneros y catorce cor¬ 
deros primales, sin defecto, 30 con 
sus oblaciones y libaciones, por. los 
novillos, los carneros y los corderos, 
según su número y conforme a la 
regla. 31 Ofreceréis un macho cabrío 
en sacrificio por el pecado, a más del 
holocausto perpetuo y de su obla¬ 
ción y su libac ón. 

32 El séptimo día ofreceréis siete 
novillos, dos carneros y catorce cor¬ 
deros primales, sin defecto, 33 con 
sus oblaciones y libaciones por los 
novillos los carneros y los corderos, 
según su número y conforme a la 
regla. 34 Ofreceréis el macho cabrío 
en sacrificio por el pecado, a más del 
holocausto perpetuo, de su oblación 
y de su libación. 

35 El día octavo tendréis asamblea 
solemne y no haréis en él trabajo 
servil alguno. 36 Ofreceréis en holo¬ 
causto, sacrificio de combustión de 
olor grato a Yave, un toro, un car¬ 
nero y siete corderos primales, sin 
defecto 37 con sus oblaciones y sus 
libaciones por el toro, el carnero y 
los corderos, según su número y 
conforme a la regla. 33 Ofreceréis 
un macho cabrío en sacrificio por el 
pecado, a más del holocausto per¬ 
petuo y de su oblación y su libación. 
39 Estos son los sacrificios que en 
vuestras fiestas ofreceréis a Yave, 
independientemente de vuestros vo¬ 
tos y de vuestras ofrendas volunta¬ 
rias, holocaustos, oblaciones y sacri¬ 
ficios pacíficos.» 


Ley acerca de los votos. 

1 Moisés habló a los jefes de 
las tribus de Israel, diciendo: 
2 «He aquí lo que manda Yave: 3 Si 
uno hace un voto a Yave, o un jura¬ 
mento por el cual se obliga a sí 
mismo, no faltará a su palabra; 
cuanto salió de su boca, hágalo. 

4 Si una mujer núbil en la casa 
de su padre hace un voto a Yave 
y se obliga a alguna privación; 5 y 
su padre, al conocer el voto o la 
obligación contraída, nada dice, todo 
voto que haya hecho y toda obli¬ 
gación que haya contraído serán vᬠ
lidos; 6 pero si al tener conocimiento 
de ello el padre lo desaprueba, todos 
los votos que haya hecho y todas las 


, obligaciones que haya contraído serán 
nulos, y Yave la perdonará, por ha¬ 
berlo desaprobado su padre. 

7 Si cuando se casa está ligada por 
algún voto o por palabra salida 
de sus labios; 8 si al saberlo su ma¬ 
rido se calla el día en que lo ha sa¬ 
bido, sus votos son válidos, así como 
las obligaciones que haya contraído 
tendrán valor. 9 Pero si al saberlo 
su marido lo desaprueba, anula el 
voto que hizo y la palabra que salió 
de sus labios, con la cual se obligó, 
y Yave la perdonará. 

10 El voto de una viuda o de una 
repudiada, y la obligación que con- 
trayere, son válidos. 

11 Si, ya en la casa de su marido, 
una mujer hace un voto o se obliga 
a algo con juramento, 12 y su marido 

, al saberlo nada dice y no desaprueba, 
todos sus votos serán válidos, así 
como las obligaciones que contraiga; 
13 pero si su marido, al saberlo, lo 
anula, todo cuanto salió de sus labios, 
votos y obligaciones, quedan sin 
valor; los anuló su marido, y Yave 
la perdonará. 14 Todo voto y todo 
juramento por el cual se obligara a 
mortificar su persona, puede el ma¬ 
rido ratificarlo o anularlo. 15 Pero 
si el marido un día y otro guarda 
silencio, ratifica todos los votos que 
ella haya hecho y todas las obliga¬ 
ciones que haya contraído; los rati¬ 
fica por haber callado al tener cono¬ 
cimiento de ello. 16 Si en lo sucesivo 
los anula, llevará sobre sí su ini¬ 
quidad.» 17 Esta es la ley que Yave 
dió a Moisés para entre marido y 
mujer, y para entre padre e hija, 
mientras ésta es núbil en la casa de 
su padre. 


Guerra contra los inadianitas. 

O I 1 Yave habló a Moisés, di- 
* ciendo: 2 «Venga a los hijos de 
Israel de los madianitas, y después 
te reunirás con tu pueblo.» 

3 Moisés habló a los hijos de Is¬ 
rael, diciendo: «Armad de entre vos¬ 
otros hombres para la guerra, que 
marchen contra Madián para ejecu¬ 
tar en ellos la venganza de Yave; 
4 mil hombres por cada una de las 
tribus de Israel.» 

6 Hízose, pues, entre las tribus de 
Israel la leva de mil hombres por 
tribu, doce mil hombres armados 
en guerra. Moisés los mandó al 







NÜMEROS. 31 


1 h<S 


combate, mil hombres por tribu, y 
con ellos mandó a la lucha a Fines, 
el hijo de Eleazar, el sacerdote, que ¡ 
llevaba consigo los ornamentos sa¬ 
grados y las trompetas para tocarlas. 

7 Avanzaron contra Madián, con¬ 
forme a la orden que Ya ve había 
dado a Moisés y mataron a todos 
los varones. 8 A más de los que habían 
caído mataron a los reyes de Madián 
Evi, Requem, Sur, Jur y Reba, 
cinco reyes de Madián; y mataron 
también al filo de la espada a Ralam, 
hijo de Bcor; 9 tomaron todas sus 
mujeres y sus niños, sus ganados y 
toda su posesión; 10 y quemaron 
todas sus ciudades y aldeas y tien¬ 
das; 11 y cogiendo la presa, cuanto 
habían tomado en hombres y ani¬ 
males, 12 llevaron a Moisés y Eleazar, 
sacerdote, y a toda la muchedumbre 
de Israel, los prisioneros, los despo¬ 
jos y el botín, al campamento en 
los líanos de Moab, junto al Jordán, 
frente a Jericó. 13 Moisés, Eleazar 
y todos los príncipes déla asamblea 
salieron a su encuentro fuera del 
campamento; 14 y airado Moisés 
contra los jefes de* las centenas que 
venían del combate, 15 les dijo: «¿Por 
qué habéis dejado la vida a las mu¬ 
jeres? 16 Fueron ellas las que por 
consejo de Balam arrastraron a los 
hijos de Israel a ser infieles a Yave 
en lo de Fogor. 17 Matad de los niños 
a todo varón, y de las mujeres a 
cuantas han conocido lecho de varón; 
18 las que no han conocido lecho de 
varón, reserváoslas; 19 y vosotros 
acampad fuera del campamento du¬ 
rante siete dias; quien hubiere ma¬ 
tado a un hombre o tocado a un 
muerto, purifiqúese al tercero* y al 
séptimo día, vosotros y vuestros pri¬ 
sioneros. 20 Purificad también todos 
los vestidos, todo objeto de cuero o 
hecho de pelq de cabra, y todo uten¬ 
silio de madera.» 

21 Eleazar, el sacerdote, dijo a los 
hombres de guerra que habían ido 
al combate: «He aquí lo que manda 
la ley de Yave dada a Moisés: 
22 el oro, la plata, el bronce, el hierro, 
el estaño y el plomo, 23 todo lo que 
ppede resistir el fuego, pasadlo por 
el fuego, y será puro, después de ser, 
además, purificado por el agua lus- 
tral; lo que no resiste el fuego, lo 
liaréis pasar por el agua; 24 lavaréis 
vuestros vestidos el día séptimo y 
seréis puros, y ya podréis luego 
entrar en el campamento.’» 


Distribución del botín. 

25 Habló Yave a Moisés, diciendo: 
26 «Tú y Eleazar, sacerdote, y todos 
los cabezas de familia de la comu¬ 
nidad, haced el cómputo de todo lo 
cogido, tanto en hombres como en 
animales, 27 y distribuye el botín 
entre los combatientes que han ido 
a la guerra y el resto de la comunidad. 
28 De lo de los combatientes que han 
ido a la guerra tomarás como tri¬ 
buto a Yave (1), uno por cada qui¬ 
nientos, tanto en hombres como en 
bueyes, asnos y ovejas; 29 lo tomarás 
de su mitad, y lo entregarás a Elea¬ 
zar, sacerdote, como tributo a Yave. 

30 De la mitad de los hijos de Israel 
tomarás el uno por cincuenta, tanto 
en hombres como en bueyes, asnos, 
ovejas y animales de toda clase, y se 
lo darás a los levitas que velan al 
servicio del tabernáculo de Yave.» 

31 Moisés y Eleazar, sacerdote, hi¬ 
cieron lo que Yave había mandado 
a Moisés; 32 y resultó que del botín 
cogido por las tropas combatien¬ 
tes quedaban seiscientas setenta y 
cinco mil ovejas, 33 setenta y dos mil 
cabezas de ganado bovino 34 y se¬ 
senta y un mil asnos; 35 y de mujeres 
que no habían compartido lecho de 
varón, treinta y dos mil almas. 
36 La mitad correspondiente a los 
que habían ido a la guerra fué: de 
ovejas, trescientas treinta y siete 
mil quinientas, 37 y el tributo a 
Yave, de seiscientas setenta y cinco; 
38 de bueyes, treinta y seis mil, y el 
tributo a Yave, setenta v dos; 39 de 
asnos, treinta mil quinientos, y el 
tributo a Yave, de sesenta y cinco; 

40 de personas, dieciséis mil, y el 
tributo a Yave, treinta.y dos almas. 

41 Moisés dió a Eleazar, sacerdo¬ 
te, el tributo reservado a Yave, 
como éste lo había mandado a 
Moisés. 

42 La mitad correspondiente a los 
hijos de Israel, que Moisés había 
separado de la de los combatientes, 
43 la mitad que tocaba a la comuni¬ 
dad, fué de treinta y siete mil qui¬ 
nientas ovejas, 44 treinta y seis mil 
bueyes, 45 treinta mil asnos 46 y 
dieciséis mil personas. 47 De esta 
mitad correspondiente a los hijos de 


(i) Participa Yave en la distribución del 
botín, como jefe supremo del pueblo, que es 
quien les da la victoria, y esta parte suya es la 
que da él a los sacerdotes y levitas. 







NUMEROS, 32 16í> 


Israel, tomó Moisés el vino por cin¬ 
cuenta en hombres y animales, y se 
lo dió a los levitas que velan al ser¬ 
vicio del tabernáculo de Yave, como 
éste se lo había mandado a Moisés. 

48 Entonces los jefes de la expedición, 
cabos de los millares y cabos de las 
centenas, se presentaron a Moisés 

49 y le dijeron: «Tus siervos han 
hecho la lista de los hombres de 
guerra que han estado a nuestras 
órdenes, y no falta ni uno. 60 Trae¬ 
mos, pues, como ofrenda a Yave, 
los objetos de oro que cada uno ha 
cogido; brazaletes, cadenas, anillos, 
pendientes y collares, para hacer 
la expiación por nosotros ante Yave.» 
61 Moisés y Eleazar, sacerdote, reci¬ 
bieron de ellos el oro, todos objetos 
artísticamente trabajados. 52 Todo 
el oro que presentaron a Yave, de 
parte de los cabos de los millares y 
de los cabos de las centenas, fué de 
dieciseis mil setecientos cincuenta si¬ 
dos. 63 Los hombres de tropa tuvie¬ 
ron todos sus botín para cada uno. 
54 Mo sés y Eleazar, sacerdote, to¬ 
mando el oro de los cabos de millares 
y de los cabos de centenas, lo llevaron 
al tabernáculo de la reunión, como 
memoria de'los hijos de Israel ante 
Yave. 


División de la Transjordanla* 

oí) 1 Eran muy numerosos los re* 
OJ* baños de los hijos de Rubén 
y los de los hijos de Gad; extraordi¬ 
nariamente numerosos; 2 y viendo 
que la tierra de Jazev y la de Galad 
sería una tierra muy a propósito para 
apacentarlos, vinieron a Moisés y a 
Eleazar y a los príncipes de la asam¬ 
blea, y Tes dijeron: 3 «Atarot, Dibón, 
Jazer, Nemra, Hcscbón, Eleale, Sa- 
bán, Ncbo y Neón; 4 esa tierra que 
Yave ha herido ante la congregación 
de Israel es tierra muy a propósito 
para los ganados, y vuestros siervos 
los tienen. 6 Si, pues—dijeron—, tus 
siervos han hallado gracia a tus ojos, 
dése a tus siervos en heredad esta 
tierra y no nos hagas pasar el Jordán.» 

6 Moisés respondió a los hijos de 
Gad y a los hijos de Rubén: «¿Van 
a ir a la guerra vuestros hermanos, 
y vais a quedaros vosotros aquí? 

7 Por qué queréis desanimar a los 
hijos de Israel, para que no pasen 
a la tierra que les da Yave? 8 Así 


hicieron ya vuestros padres, cuando 
yo los mandé de Cades Barne a ex¬ 
plorar la tierra. 9 Subieron hasta el 
valle de Escol, vieron la tierra, y 
acobardaron a los hijos de Israel, 
para que no se atreviesen a ir a la 
tierra que les da Yave; 10 y la có¬ 
lera de Yave se encendió aquel día, 
y juró, diciendo: 11 «Esos que han 
subido de Egipto, de los veinte años 
para arriba, no verán .la tierra que 
con juramento prometí yo a Abraham, 
Isac y Jacob, porque no han seguido 
fielmente mis caminos, 12 fuera de 
Caleb, hijo de Jefone, el quenecita, 
y Josué, hijo de Nun, que fielmente 
han seguido los caminos de Yave. 

13 Encendióse contra Israel la cólera 
de Yave, y le ha hecho ir y venir 
por el desierto durante cuarenta años, 
hasta extinguirse toda la generación 
que había obrado mal ante Yave. 

14 Y ahora vosotros sucedéis a vues¬ 
tros padres/ prole de pecadores, para 
encender más todavía la cólera de 
Yave contra Israel? 15 Porque si os 
negáis a seguirle, él seguirá dejando 
a Israel en el desierto, y seréis la 
causa de la ruina de todo el 
pueblo.» 

16 Ellos, acercándose a Moisés, le 
dijeron: «Nosotros edificaremos aquí 
apriscos para nuestros ganados y 
-ciudades para nuestros niños; 17 pero 
armados, iremos sin demora delante 
de los hijos de Israel, hasta que los 
hayamos introducido en el lugar que 
ellos han de ocupar; nuestros hijos 
quedarán en ciudades fortificadas a 
causa de los habitantes de esta tierra; 
18 pero nosotros no volveremos a 
nuestras casas hasta que los hijos de 
Israel hayan tomado cada uno pose¬ 
sión de su heredad, 19 pucs.no que¬ 
remos tener heredad para nosotros 
al otro lado del Jordán, ni más allá, 
porque tendríamos ya nuestra here¬ 
dad de este lado del Jordán, al orien¬ 
te.» 20 Moisés les dijo: «Si eso hacéis, 
si armados para combatir ante Yave, 
21 todos vuestros hombres de guerra 
pasan el Jordán ante Yave, hasta 
que hayan arrojado de ante sí a sus 
enemigos, 22 y no os volvéis a vuestras 
casas hasta que la tierra quede some¬ 
tida a Yave, entonces inculpables se¬ 
réis ante Yave y ante Israel, V esta 
tierra será vuestra posesión ante 
Yave. 23 Pero si no hacéis lo que pro¬ 
metéis, pecaréis ante Yave, y estad 
ciertos de que vuestro pecado os al¬ 
canzará. 24 Edificad, pues/ ciudades 









170 


NÚMEROS, 33 


para vuestros hijos y apriscos para 
vuestros ganados, y cumplid la pa¬ 
labra que ha salido de vuestra boca.» 

25 Los hijos de Gad y los hijos de 
Rubén dijeron a Moisés: «Tus sier¬ 
vos harán cuanto mi señor les mande; 

26 nuestros hijos y nuestras mujeres, 
nuestros rebaños y nuestros ganados, 
quedarán en las ciudades de Galad; 

27 y tus siervos, todos nuestros hom¬ 
bres, armados para el combate, ire¬ 
mos a la guerra ante Yave, como mi 
señor lo ha dicho.» 28 Entonces dió 
Moisés órdenes acerca de ellos a 
Eleazar, sacerdote, a Josué, hijo de 
Nun, y a los jefes de familia de las 
tribus de Israel, 29 diciendo: «Si los 
hijos de Gad y los hijos de Rubén 
pasan con vosotros el Jordán con 
todos sus hombres armados, para 
combatir ante Yave, una vez con¬ 
quistada la tierra les daréis por here¬ 
dad la tierra conquistada de Galad; 

30 pero si no pasan con vosotros ar¬ 
mados, se establecerán en medio de 
vosotros en la tierra de Canán.» 

31 Los hijos de Gad y los hijos de 
Rubén respondieron: «Haremos lo que 
Yave ha dicho a sus siervos. 32 Pa¬ 
saremos armados ante Yave a la 
tierra de Canán, y la posesión de 
nuestra heredad quedará del lado acá 
del Jordán.» 

33 Moisés dió a los hijos de Gad, ¡ 
a los de Rubén y a la media tribu de 
Manases, hijo de José, el reino de 
Seón, rey de los amorreos, y el reino 
de Og, rey de Basán; la tierra con sus 
ciudades y el territorio en torno de 
las ciudades. 34 Los hijos de Gad 
edificaron Dibón, Atarot, Aroer, 
85 Atarot-Sofan, Jazer, Jegboa, 36 Bct- 
nimra, y Betoron, ciudades fuertes, 
e hicieron apriscos para sus ganados. 
37 Los hijos de Rubén edificaron Hc- 
sebón, Eleale, Cariataim, 38 Nabo y 
Balmeón, cuyos nombres fueron mu¬ 
dados, y Scbama, y dieron nuevos 
nombres a las ciudades que edifi-l 
caban. 

39 Los hijos de Maquir, hijo de 
Manasés, marcharon contra Galad, y 
conquistándola, arrojaron a los amo¬ 
rreos que allí estaban. 40 Moisés dió 
Galad a Maquir, hijo de Manasés, 
que se estableció allí. 41 Jair, hijo de 
Manasés, marchó también y se apo¬ 
deró de sus burgos, que llamó Javo^ 
Jair. 42 También marchó Nobaj y 
se apoderó de Canat y de las ciudades 
de ella dependientes, llamándola de 
su nombre, Nobaj. 


Las etapas del camino desde Egip¬ 
to al Jordán. 

QQ 1 He aquí las estaciones de los 
hijos de Israel, cuando salie¬ 
ron según sus escuadras de la tierra 
de Egipto, conducidos por Moisés 
y Arón. 2 Moisés describió su salida 
según sus estaciones a voluntad de 
Yave, y son éstas las estaciones de 
su salida: 3 Partieron de Rameses 
el primer mes, el día quince del 
primer mes. Al día siguiente a la 
pascua, los hijos de Israel salieron 
con mano alzada, a la vista de todos 
los egipcios. 4 Los egipcios estaban 
sepultando a sus primogénitos, que 
había herido Yave entre ellos, ha¬ 
ciendo así justicia contra sus dioses. 
6 Partieron, pues, los hijos de Israel 
dé Rameses y acamparon en Sucot. 
6 Partidos de Sucot, acamparon en 
Etam, que está en el extremo del 
desierto. 7 Partidos de Etam, volvie¬ 
ron hacia Piajirot, que está frente a 
Balsefón, y acamparon frente a Mig- 
dol. 8 Partidos de Piajirot, pasaron 
por en medio del mar hacia el de¬ 
sierto, e hicieron tres días de camino 
en el desierto de Etam, y acamparon 
en Mara. 9 Partidos de Mara, llega¬ 
ron a Elim, donde había doce fuentes 
y setenta palmeras, y acamparon allí. 
10 Partidos de Elim, acamparon junto 
al Mar Rojo. 11 Partidos del Mar 
Rojo, acamparon en el desierto de 
Sin. 12 Partidos del desierto de Sin, 
acamparon en Dafca. 13 Partidos de 
Dafca, acamparon en Alus. 14 Par¬ 
tidos de Alus, acamparon en Rafi- 
dim, donde no había agua para que 
bebiera el pueblo. 15 Partidos de Ra- 
fidim, acamparon en el desierto del 
Sinaí. 16 Partidos del desierto del 
Sinaí, acamparon en Quibrotatava. 
17 Partidos de Quibrotatava, acam¬ 
paron en Jascrot. 18 Partidos de Ja- 
scrot, acamparon en Retina. 19 Par¬ 
tidos de Retma, acamparon en Rcmón 
Pares. 20 Partidos de Rcmón Pares, 
acamparon en Lcbua. 21 Partidos de 
Lcbna, acamparon en Resa. 22 Par¬ 
tidos de Rosa, acamparon en Quelata. 
23 Partidos de Quelata, acamparon 
en el monte Sefcr. 24 Partidos del 
monte Sefcr, acamparon en Jarada. 
25 Partidos de Jarada, acamparon en 
Maquclot. 28 Partidos de Maquclot, 
acamparon en Tajat. 27 Partidos de 
Tajat, acamparon en Taraj. 28 Par¬ 
tidos de Taraj, acamparon en Mitca. 
29 Partidos de Mitca, acamparon en 





NÚMEROS, 34 


171 


Jasmona. 80 Partidos de Jasmona, 
acamparon en Moserot. 81 Partidos 
de Moserot, acamparon en Bene Jacán. 

33 Partidos de Bene Jacán, acampa¬ 
ron en Jor Agadgad. 33 Partidos de 
Jor Agadgad, acamparon en Jatbata. 

34 Partidos de Jatbata, acamparon 
en Ebrona. 35 Partidos de Ebrona, 
acamparon en Asiongaber. 36 Partidos 
de Asiongaber, acamparon en el de¬ 
sierto de Sin, que es Cades. 37 Par¬ 
tidos de Cades, acamparon en el 
monte Or, al extremo de la tierra de 
Edom. 38 Arón, sacerdote, subió al 
monte Or por orden de Ya ve, y murió 
allí el año cuadragésimo después de 
la salida de la tierra de Egipto, el 
quinto mes, el primero del mes. 
3 ^ Tenía Arón ciento veintitrés años 
cuando murió en la cima del monte 
Or. 40 Fué entonces cuando el cana- 
neo, rey de Arad, que habitaba el 
Negueb, en la tierra de Canán, tuvo 
conocimiento de la llegada de los 
hijos de Israel. 41 Partidos del monte 
Or, acamparon en Salmona. 42 Par¬ 
tidos de Salmona, acamparon en 
Punón. 43 Partidos de Punón, acam¬ 
paron en Obot. 44 Partidos de Obot, 
acamparon en Jabarín en los confines 
de Moab. 45 Partidos de Jabarín, 
acamparon en Dibon Gad. 46 Partidos 
de Dibon Gad, acamparon en Elmon 
Deblataim. 47 Partidos de Elmon 
Deblataim, acamparon en los montes 
de Abarim, frente a Nebo. 48 Parti¬ 
dos de los montes de Abarim, acam¬ 
paron en los llanos de Moab, junto 
al Jordán, frente a Jericó; 49 acam¬ 
paron a lo largo del Jordán, desde 
Bet Jesinot hasta Abelsetim, en los 
llanos de Moab. 


Distribución de la tierra pro¬ 
metida. 

60 En los llanos de Moab habló 
Yave a Moisés, diciendo: 51 «Di a 
los hijos de Israel: Cuando hubiereis 
pasado el Jordán para la tierra de 
Canán, 62 arrojad de delante de vos¬ 
otros a todos los habitantes de la 
tierra, 63 y destruid todas sus escul¬ 
turas y todas sus imágenes fundidas, 
y devastad todos sus excelsos. 64 To¬ 
mad posesión de la tierra y habitadla, 
pues para que la poseáis os la doy. 
Distribuidla por suerte entre las fa¬ 
milias. A las más numerosas les daréis 
mayor heredad, y una más pequeña 
heredad a las menos numerosa^ La 


, que en suerte le tocare a cada una, 
esa será su heredad, y la recibiréis 
í en posesión según vuestras tribus pa¬ 
triarcales. 66 ¡ái no arrojáis de de¬ 
lante ,de vosotros a los habitantes de 
la tierra, los que de ellos dejéis en 
medio de vosotros serán como espi¬ 
nas en vuestros ojos y aguijón en 
vuestros flancos, y os hostilizarán en 
¡ la tierra que vais a habitar, 66 y yo 
mismo os trataré a vosotros como 
había resuelto tratarlos a ellos.» 


Las fronteras. 

OI 1 Yave habló a Moisés, dicien- 
^ * do: 2 «Habla a los hijos de 
Israel y diles: Cuando hayáis entrado 
en la tierra de Canán, lie aquí el terri- 
i torio que será vuestra parte: la tierra 
de Canán según sus fronteras: 3 Del 
lado meridional, irá por el desierto de 
Sin a lo largo de Edom, y vuestra 
frontera meridional arrancará del ex¬ 
tremo del mar de sal, a oriente; 4 se 
inclinará al sur, por la subida de 
: Aerobim, pasará por Sin, llegando 
1 hasta el mediodía de Cades Barne, 
y continuará por Jatsar Adar, pa¬ 
sando por Asemón, 6 y desde Asemón 
irá hasta el torrente de Egipto, para 
morir en el mar. 6 Por frontera occi¬ 
dental tendréis el Mar grande, que 
por este lado os servirá de confín. 
7 El confín septentrional será éste: 
A partir del Mar grande, le trazaréis 
por el monte Or; 8 del monte Or le 
llevaréis hasta la entrada de Jamat, 
llegando a Jedada, 9 y continuará por 
Zeírón, para terminar en Hatsar Enón: 
éste será vuestro confín septentrional. 
10 La frontera oriental la llevaréis 
desde Jasar Enán a Sefama; 11 bajará 
de Sefama a Rebla, al este de Ain, 
descendiendo de aquí al oriente hasta 
el Mar de Queneret, 12 y llegando 
hasta el Jordán, seguirá a lo largo de 
éste, para morir en el Mar de sal. 
Esta será vuestra tierra y las fron¬ 
teras que la rodearán.» 

13 Moisés dió esta orden a los hijos 
de Israel: «Esta es la tierra que por 
suertes habéis de distribuir y que 
Yave ha ordenado dar a las nueve 
i y media tribus; 14 porque la tribu de 
los hijos de Rubén y la de los hijos 
de Gad han recibido ya su heredad 
I según sus familias, y la media tribu 
; de Manasés ha recibido también la 
suya. 15 Estas tribus y la media 
I tienen ya su heredad al lado de allá 






172 


NÚMEROS, 35 


del Jordán, frente a Jericó, al oriente.» 

18 Habló Yave a Moisés, diciendo: 
17 «He aquí los nombres de los que 
han de hacer la distribución de la 
tierra entre vosotros: Eleazar, sacer¬ 
dote, y Josué, hijo de Nun. 18 Toma¬ 
réis también un príncipe de cada 
tribu para distribuiros la tierra. 19 He 
aquí los hombres de éstos: Por la 
tribu de Judá, Calcb, hijo de Jefone; 
20 por la tribu de los hijos de Simeón, 
Samuel, hijo de Amiud; 21 por la tribu 
de Benjamín, Elidad, hijo de Caselón; 
22 por la tribu de los hijos de Dan, 
el príncipe Boqui, hijo de Jogli; 23 por 
la tribu de los hijos de Manases, el 
príncipe Janiel, hijo de Efod; 24 por 
la tribu de los hijos de Efraím, el 
príncipe Camuel, hijo de Seítán; 
25 por la tribu de los hijos de Za¬ 
bulón, el príncipe Elisafán, hijo de 
Parmac; 26 por la tribu de los hijos 
de Isacar, el príncipe Paltiel, hijo 
de Ozán; 27 por la tribu de los hijos 
de Aser, el príncipe Ajiud, hijo de 
Salomí; 28 por la tribu de los hijos 
de Neftalí, el príncipe Pedael, hijo de 
Amiud. 29 Estos son aquellos a quie¬ 
nes manda Yave distribuir la tierra 
de Canán entre los hijos de Israel. 


Las ciudades lcvíticas, 

O rz 1 Habló Yave a Moisés en los 
llanos de Moab, junto al Jordán, 
frente a Jericó, diciendo: 2 «Manda 
a los hijos de Israel que de la heredad 
de su posesión, cedan a los levitas 
ciudades, en las que puedan habitar. 
Dadles también lugares de pastos en 
los contornos de esas ciudades. 3 Que 
tengan ciudades en que habitar y 
pastos para sus animales, para sus 
ganados y para todas sus bestias. 
4 Los lugares de pastos en torno de 
las ciudades que daréis a los levitas, 
serán: a partir de los muros de la 
ciudad, para afuera, de mil codos en 
torno; 5 y la extensión de fuera de 
la ciudad, dos mil codos a la parte 
de oriente, dos mil codos a la parte 
del mediodía, dos mil codos a la 
parle de occidente y dos mil codos a 
la parte del norte, quedando en medio 
la ciudad. Estos serán los lugares de 
pastos de sus ciudades. 6 De las ciu¬ 
dades mismas que daréis a los levitas, 
seis serán las ciudades de refugio, 
donde pueda refugiarse el homicida; 
y las otras, cuarenta y dos en número; 
7 en total, cuarenta y ocho ciudades 


con sus lugares de pasto. En cuanto 
a las ciudades que de los hijos de 
Israel habéis de dar a los levitas, 
8 tomaréis más de los que tengan más, 
y menos de los que tengan menos. 
Cada uno cederá para los levitas sus 
ciudades en proporción de la heredad 
que haya recibido.» 


Ciudades de refugio. 

9 Yave habló a Moisés, diciendo: 
10 «Habla a los hijos de Israel y diles: 
Cuando hayáis pasado el Jordán, en 
la tierra de Canán, 11 elegiréis ciuda¬ 
des que sean para vosotros ciudades 
de refugio, donde pueda refugiarse el 
homicida que hubiere muerto a algu¬ 
no sin querer. 12 Estas ciudades os 
servirán de asilo contra el vengador 
de la sangre, para que no sea muerto 
el homicida antes de comparecer en 
juicio ante la asamblea. 13 Las ciu¬ 
dades a esto destinadas serán seis, 
que serán para vosotros ciudades de 
refugio. 14 Destinaréis tres del lado 
de allá del Jordán, y tres en la tierra 
de Canán, para ciudades de refugio, 
15 para los hijos de Israel, para el 
extranjero y para el que habita en 
medio de vosotros, para que quien 
haya matado a alguno sin querer, 
pueda refugiarse en ellas. 16 Si le 
hirió con instrumento de hierro y 
se sigue la muerte, es homicida, y el 
matador será muerto; 17 lo mismo si 
le hirió con piedra en la mano, capaz 
de causar la muerte, y ésta se sigue; 
es homicida y será castigado con la 
muerte; 18 lo mismo si le hirió mane¬ 
jando un instrumento de madera, 
capaz de producir la muerte y ésta 
, se sigue; es homicida y será muerto. 
l 19 El vengador de la sangre matará 
por sí mismo al homicida, cuando le 
I encuentre, le matará. 20 Si por odio 
le derribó o le arrojó de propósito 
j encima alguna cosa y se sigue la 
I muerte, 21 o si por odio le golpea con 
las manos y se sigue la muerte, el 
que hirió será castigado con la muer¬ 
te: es homicida. El vengador de la 
sangre le matará cuando le encuentre. 
22 Mas si, al contrario, por azar, sin 
odio, le derriba o le arroja encima 
alguna cosa sin querer, 23 o sin verle 
le tira encima una piedra que puede 
causar la muerte, y la muerte se 
sigue, sin que fuera su enemigo, ni 
buscase su mal, 24 juzgará la asam¬ 
blea enlre el que hirió y entre el 






NÚMEROS, 36 


173 


vengador de la sangre, según las 
leyes. 26 La asamblea librará al ho¬ 
micida del vengador de la sangre, le 
volverá a la ciudad de asilo donde 
se refugió, y allí morará hasta la 
muerte del sumo sacerdote ungido 
con el óleo sagrado. 26 Si el homicida 
sale del territorio de la ciudad de 
asilo en que se refugió, 27 y el venga¬ 
dor de la sangre le encuentra fuera 
del territorio de su ciudad de refu¬ 
gio, y le mata, no será responsable 
de su muerte; 28 porque el homicida 
debe morar en su ciudad de refugio 
hasta la muerte del sumo sacerdote, 
y muerto ya el sumo sacerdote, podrá 
retornar á la tierra donde está su 
posesión. 

29 Estas disposiciones serán normas 
de derecho, y para todas vuestras 
generaciones, en todas vuestras habi¬ 
taciones. 30 En todo caso de homi¬ 
cidio, a deposición de testigos se qui¬ 
tará la vida al homicida; un testigo 
sólo no basta para deponer contra 
uno y condenarle a muerte. 31 No 
aceptaréis rescate por la vida del ho¬ 
micida que deba ser condenado a 
muerte: ha de ser muerto. 32 Tampoco 
aceptaréis rescate para dejar salir al 
refugiado de su ciudad de asilo y habi¬ 
tar en su tierra antes de la muerte 
del sumo pontífice. 33 No dejéis que 
se contamine la tierra en que habitéis; 
porque la sangre contamina la tierra 
y no puede la tierra purificarse de la 
sangre en ella vertidá, sino con la 
sangre de quien la derramó. 34 No 
profanéis la tierra que habitéis, donde 
habitaré yo también, porque yo soy 
Yave, que habita en medio de los 
hijos de Israel.» 


La heredad de las mujeres. 

0/1 1 Presentáronse ante Moisés y 
ante los príncipes jefes de las 
casas de los hijos de Israel, los jefes 
de las casas de los hijos de Galad, 
hijo de Maquir, hijo de Manasés, de 
entre las familias de José, 2 y habla¬ 


ron diciendo: «Yave ha mandado a 
mi señor dar por suertes la tierra de 
heredad a los hijos de Israel; mi 
i señor ha recibido también orden de 
dar la heredad de Salfad, nuestro 
hermano, a sus hijas. 3 Si ellas se 
casan con uno de otra tribu de los 
hijos de Israel, su heredad se sus¬ 
traerá a la heredad de nuestros pa¬ 
dres, yendo a aumentar la heredad 
i de la tribu a que ellos pertenezcan, 

I y disminuirá lo que nos haya tocado 
1 en suerte. 4 Y aun cuando llegase el 
jubileo para los hijos de Israel, la 
heredad quedaría añadida a la de la 
tribu a que pertenezcan y sustraída 
de la de la tribu de nuestros padres.» 

5 Moisés, por mandato de Yave, 
dió esta orden a los hijos de Israel: 
«La tribu de los hijos de José dice 
bien. He aquí lo que respecto de las 
hijas de Salfad 6 manda Yave: Po¬ 
drán casarse con quien quieran, siem¬ 
pre que sea dentro de una de las 
familias de la tribu de sus padres. 
7 La heredad de los hijos de Israel 
no pasará de tribu a tribu, porque los 
hijos de Israel han de quedar ligados 
cada uno a la heredad de la tribu de 
sus padres. 8 Toda hija que posea 
una heredad en alguna de las tribus 
de los hijos de Israel, tomará por 
marido un hombre de una de las 
familias de la tribu de su padre, 
para que los hijos de Israel conser¬ 
ven cada uno la heredad de sus pa¬ 
dres. 9 Ninguna heredad pasará de 
, una tribu a otra tribu, sino que cada 
I una de las tribus de Israel estará 
ligada a su heredad.» 

10 Como se lo ordenó Yave a Moi¬ 
sés, así lo hicieron las hijas de Salfad, 
11 Majla, Tersa, Jegla, Melca y Noa, 
hijas de Salfad, se casaron con hijos 
de sus tíos. 12 Se casaron en las fa- 
• mili as de los hijos de Manasés, hijo 
! de José, y su heredad quedó en la 
tribu de la familia de su padre. 

13 Estas son las órdenes y las leyes 
que dió Yave, por Moisés, a los hijos 
de Israel en los llanos de Moab, junto 
al Jordán, frente a Jerieó. 










DEUTERONOMIO 


DISCURSO PRIMF.RO 


Proemio. 

1 1 Estas son las palabras que diri- 

1 gió Moisés a todo Israel, al otro¡ 
lado del* Jordán, en el desierto, en 
el Araba, que está frente a Suf, en¬ 
tre Faran, Tofel, Labán, Jasero y 
Dirab 2 a diez jornadas de camino 
del Horeb a Cadesbarne, por el ca¬ 
mino de los montes de Seir. 

3 El año cuarenta, el undécimo 
mes, el día primero del mes, había 
hablado Moisés a los hijos de Israel 
de todo aquello que Yave le man¬ 
dara hacer respecto de ellos, 4 después 
de haber sido derrotados Seón, rey 
de los amorreos, que habitaba en 
Hesebón, y Og, rey de Basán, que 
habitaba en Astarot y Edrai. 

5 Al lado de allá del Jordán, en 
tierra de Moab, púsose Moisés a in¬ 
culcarles esta ley, y dijo: 


Mirada retrospectiva. La elección 
de los jueces. 

(Exod. 18, 13-26.) 

6 Yave, nuestro Dios, nos habló 
en Horeb, diciendo: «Ya habéis mo¬ 
rado bastante tiempo en este monte; 
7 Ea, levantad el campamento: id 
a las montañas de los amorreos y 
de todos sus otros habitantes; ál 
Araba, a la Montaña, a la Sefela, 
al Negueb, a las costas del mar, a 
la tierra de los cananeos y al Líbano 
hasta el gran río, el Eufrates. 8 Yo os 
entrego esa tierra; id y tomad pose¬ 
sión de la tierra que a vuestros padres 
juró Yave darles, a ellos y a su des¬ 
cendencia después de ellos.» 

9 Entonces os hablé asi: «Yo no 
puedo por mí solo soportaros. 10 Yave, 
vuestro Dios, os ha multiplicado hasta 
el punto de ser hoy tan numerosos 
como las estrellas del cielo. 11 Que 
Yave, Dios de vuestros padres, os 


























17G 


DEUTERONOMIO, 1 


multiplique mil veces más y os ben¬ 
diga, como él os lo ha prometido. 
12 Pero, ¿cómo soportar yo, por mí 
solo, vuestra carga, vuestro peso y 
vuestras lites? 13 Elegid de vuestras 
tribus hombres sabios, inteligentes, 
probados, para que yo los constituya 
sobre vosotros. 14 Y vosotros me res¬ 
pondisteis: Está hien lo que nos 
mandas hacer. 15 Entonces tomé yo 
a cincuenta de los principales de 
vuestras tribus, hombres sabios y 
probados, y los constituí vuestros 
cabos, jefes de millar, de centena, de 
cincuentena y de decena, y magis¬ 
trados en vuestras tribus. 16 Al mis¬ 
mo tiempo di a vuestros jefes este 
mandato: aOíd a vuestros hermanos, 
juzgad según justicia las diferencias 
que pueda haber o entre ellos o con 
peregrinos. 17 No atenderéis en vues¬ 
tros juicios a la apariencia de las 
personas; oíd a los pequeños, como a 
los grandes, sin temor a nadie, por¬ 
que de Dios es el juicio; y si alguna 
causa halláis demasiado difícil, lle¬ 
vádmela a mí para que yo la co¬ 
nozca. 18 Entonces os mandé cuanto 
en esto habíais de hacer. 


En Cadesbarne. (Núin. 13.) 

19 Partidos de Horeb, atravesamos 
todo el vasto y horrible desierto 
que habéis visto, en dirección a las 
montañas de los amorreos, como nos 
lo había mandado Ya ve, nuestro 
Dios, y llegamos a Cadesbarne. 20 En¬ 
tonces os dije: Habéis llegado ya a 
las montañas de los amorreos, que 
Ya ve vuestro Dios va a daros. 

21 Mira; Yavc, tu Dios, te da en 
posesión esa tierra; sube y apodé¬ 
rate de ella, conforme a la promesa 
que te ha hecho Yavc, Dios de tus 
padres. No temas, no te acobardes. 

22 Pero os presentasteis a mí todos, 
para decirme: Mandemos por de¬ 
lante hombres que nos exploren la 
tierra y nos informen acerca del 
camino por donde debemos subir y 
de las ciudades a donde liemos de 
llegar. 23 Parecióme bien la pro¬ 
puesta, y tomé de entre vosotros 
doce, uno por cada tribu. 24 Partieron, 
y después de atravesar la parte mon¬ 
tuosa, llegaron al valle de Escol y 
le exploraron. 25 Cogieron frutos de 
los de la tierra para traérnoslos; y 
nos dijeron en su relato: Es una buena 

ierra la que nos da Ya ve, nuestro 


Dios. 26 Sin embargo, vosotros os 
negasteis a subir y fuisteis rebeldes 
a las órdenes de Ya ve, vuestro Dios. 
27 Murmurasteis en vuestras tiendas, 
diciendo: Nos odia Ya ve y por eso 
nos ha sacado de Egipto, para entre¬ 
garnos en manos de los amorreos y 
destruirnos. 28 ¿A dónde vamos a 
subir? Nuestros hermanos nos han 
acobardado, al decirnos: Es una gente 
más numerosa y de mayor estatura 
que nosotros; son grandes sus ciu¬ 
dades, y las murallas de éstas se 
alzan hasta el cielo, y hasta gigantes 
hemos visto allí, los hijos de Enac. 
29 Yo os dije: No os acobardéis, no 
les tengáis miedo; 30 Yave, vuestro 
Dios, que marcha delante de vos¬ 
otros, combatirá él mismo por vos¬ 
otros, según cuanto por vosotros a 
vuestros mismos ojos hizo en Egipto 
31 y en el desierto, por donde has 
visto cómo te ha llevado Yave, tu 
Dios, como lleva un hombre a su 
hijo, por todo el camino que habéis 
recorrido, hasta llegar a este lugar. 
82 Con todo, vosotros ni por esto 
confiasteis en Yavc, vuestro Dios, 
33 que delante de vosotros marchaba 
por el camino, buscándoos los luga¬ 
res de acampamento, en fuego du¬ 
rante la noche, para mostraros el 
camino que había.s de seguir, y 
en nube durante el día. 34 Yave oyó 
el rumor de vuestras palabras, y 
montando en cólera juró, diciendo: 
35 Ninguno de los hombres de esta 
perversa generación llegará a la buena 
tierra que yo juré dar a vuestros 
padres, 36 excepto Caleb, hijo de 
Jefone; éste la verá, y yo le daré 
a él y a sus hijos la tierra que él ha 
pisado, porque ha seguido fielmente 
a Yavc. 

37 Yavc se irritó también contra 
mí por vosotros, y dijo: Tampoco 
tú entrarás en ella. 38 Josué, hijo de 
Nun, tu lugarteniente, entrará; for¬ 
talécele, porque él ha de poner a 
Israel en posesión de esa tierra. 
89 Y vuestros niños, de quienes habéis 
dicho que serían presa del enemigo; 

’ vuestros hijos, que no distinguen 
hoy todavía entre el bien y el mal, 
serán los que entren, a ellos se la 
daré y ellos la poseerán. 40 Vosotros 
volveos y partid por el desierto, 
camino del Mar Rojo. 

41 Vosotros respondisteis, dicién- 
dome: Hemos pecado contra Yave; 
queremos subir y combatir como 
Yavc, nuestro Dios, ha mandado 






DEUTERONOMIO, 2 


177 


Y ci riéndoos vuestras armas, os dis¬ 
pusisteis inconsideradamente a subir 
a la montaña. 42 Ya ve me dijo: 
Diles: No subáis y no combatáis, 
porque yo no iré en medio de vosotros; 
no os hagáis derrotar por vuestros 
enemigos. 43 Yo os lo dije; pero vos¬ 
otros no me escuchasteis, os resistis¬ 
teis a las órdenes de Yave; y fuisteis 
tan presuntuosos, que os empe¬ 
ñasteis en subir a la montaña. 44 En¬ 
tonces los amorreos que habitan en 
esas montañas salieron eontra vos¬ 
otros, y os persiguieron como per¬ 
siguen las abejas; os derrotaron en 
Seir hasta Jorma. 45 Vinisteis y llo¬ 
rasteis ante Yave; pero Yave no 
escuchó vuestra voz, no os dió oídos. 
46 Así estuvisteis tanto tiempo en 
Cades, todo el tiempo que allí habéis 
morado. 

A través del desierto 

(Núm. 20, 14-21, 20.) 

2 1 Mudando de dirección, partimos 
por el desierto, camino del Mar 
Rojo, como Yave me lo había orde¬ 
nado; y anduvimos largo tiempo, 
dando vueltas en torno a las mon¬ 
tañas de Seir. 2 Yave me dijo: 3 Harto 
tiempo habéis estado rodeando estas 
montañas; volved a tomar la direc¬ 
ción norte. 4 Da esta orden al pueblo: 
Vais a pasar por la frontera de vues¬ 
tros hermanos, los hijos de Esaú, 
que habitan en Seir. Ellos os temerán; 
pero guardaos bien 5 de tener querellas 
eon ellos, porque yo no os daré 
nada de su tierra, ni siquiera lo que 
puede pisar la planta de un pie. 
Yo he dado a Esaú las montañas 
de Seir en posesión. 6 Compraréis de 
ellos a precio de plata los alimentos 
que comáis y aun el agua que bebáis; 

7 porque Y r ave, tu Dios, te ha ben¬ 
decido en todo el trabajo de tus manos 
y te há provisto en tu viaje por este 
vasto desierto, y ya desde cuarenta 
años ha está contigo Yave, sin que 
nada te haya faltado. 8 Pasamos, pues, 
flanqueando a nuestros hermanos, 
que habitan en Seir, camino del Araba 
a Elat y a Asiongaber, y dando 
vuelta, avanzamos por el camino del 
desierto de Moab! 

9 Entonces me dijo Y T ave: No hos¬ 
tiguéis a los moabitas y no trabéis 
lucha con ellos, pues no he de darte 
nada de su tierra en posesión; he 
dado a los hijos de Lot el Ar en pose¬ 


sión. 10 Antes habitaron allí los # 
emitas, pueblo grande, numeroso, de* 
alta talla, como los enaquitas; 11 tam¬ 
bién ellos, como los enaquitas, pasa¬ 
ban por refaítas, pero los moabitas 
les daban el nombre de Emim. 12 Por 
lo contrario, en Seir habitaron antes 
los joritas; pero los hijos de Esaú los 
desposeyeron, y exterminándolos, se 
establecieron en su tierra, como lo 
hace Israel en la tierra de su pose¬ 
sión, que le da Yave. 

13 Ahora, pues, levantaos y atra¬ 
vesad el Zared. Y atravesamos el 
torrente Zared. 14 El tiempo que 
duraron nuestras marehas desde Ca- 
desbarne al torrente Zared fué de 
treinta v ocho años, hasta que hubo 
desaparecido toda la generación de 
hombres de guerra de en medio del 
campamento, como Yave se lo ha¬ 
bía jurado. 15 La mano de Yave pesó 
sobre ellos en el campamento, hasta 
hacerlos desaparecer a todos. 

16 Cuando la muerte hubo hecho 
desaparecer de en medio del pueblo a 
todos aquellos hombres de guerra, 

17 me habló Yave, diciendo: 18 Hoy 
vas a pasar la frontera de Moab, el 
Ar, y vas a acercarle a los hijos de 
Ammón, pero sin pasar sus confines. 

18 No los ataques y no les hagas la 
guerra, porque yo no he de darte 
en posesión nada de la tierra de los 
hijos de Ammón. Se la he dado en 
posesión a los hijos de Lot. 20 Tam¬ 
bién era tenida esta tierra por tierra 
de refaim; habitaron antes allí los 
refaim, que los amonitas llamaban 
zomzomin, 21 pueblo grande, nume¬ 
roso, de alta talla, como los enaquim. 
Yave los destruyó ante los amonitas, 
que los expulsaron y se establecie¬ 
ron en su tierra. 22 Lo mismo hizo 
Yave por los hijos de Esaú, que habi¬ 
taban en Seir, destruyendo ante ellos 
a los jórreos; los expulsaron y se 
establecieron en su lugar hasta el 
día de hoy. 

23 Los geteos, que habitaban en 
chozas hasta Gora, fueron destrui¬ 
dos por los caftorim, que salidos de 
Caftor, se establecieron en su lugar. 
24 Levantaos, jpasad el torrente del 
Arnón; yo entrego en tus manos a 
Seón, rey de Hesebón, amorreo, eon 
su tierra; comienza la conquista; 
hazle la guerra. 24 Aquel día comenzó 
a extenderse el terror y el miedo a ti, 
entre los pueblos que hay bajo el 
cielo; al oír hablar de ti temblarán 
y se dolerán. 








178 


DEUTERONOMIO, 3 


Victoria sobre Seón y Oy, y con¬ 
quista de sus territorios. 

(Núm. 21, 21-35). 

26 Entonces, desde el desierto de 
Cademot mandé embajadores a Seón, 
rey de Hesebón, que le dijeran en 
términos amistosos: 27 Déjame atra¬ 
vesar tu territorio, seguiré siempre el 
camino, sin apartarme ni a la dere¬ 
cha ni a la izquierda; 28 me venderás 
por dinero los víveres que coma, y 
por dinero me darás el agua que beba; , 
déjame sólo atravesar a pie, 29 como 
lo han hecho ya los hijos de Esaú, 
que habitan en Seir, y los moabi- 
tas, que habitan en el Ar, hasta que, 
a través del Jordán, llegue a la tierra 
que Yave, nuestro Dios, nos da. 

30 Pero Seón, rey de Hesebón, no 
quiso dejarnos pasar por su terri¬ 
torio, porque Yave, tu Dios, hizo 
inflexible su espíritu y endureció 
su corazón, para entregarle en tus 
manos, como hoy lo está. 31 Yave 
me dijo: Comienzo ya por entre¬ 
garte a Seón y su tierra. Emprende 
la conquista, para apoderarte de ella. 
32 Salió Seón a nuestro encuentro 
con toda su gente, para darnos la 
batalla en Jasa. 33 Yave, nuestro 
Dios, nos lo entregó, y le derrotamos 
a él, a su hijo y a todo su pueblo. * 

31 Tomamos todas sus ciudades y 
dimos al anatema todos sus lugares | 
de habitación, con las mujeres y los 
niños, sin dejar con vida uno sólo. 
35 Sólo tomamos para nosotros los 
ganados y los despojos de las ciuda¬ 
des que habíamos conquistado. 36 Des¬ 
de Aroer, que está al borde del valle 
del Arnón, y desde las ciudades 
que están en el valle, hasta Galad, 
no hubo ciudad suficientemente fuerte 
para poder resistirnos; Yave, nues¬ 
tro Dios, nos las entregó todas. 

37 Pero no te acercaste a la tierra de 
los hijos de Ammón, ni a ningún lugar 
de la orilla derecha del torrente 
de Jaboc, ni a las ciudades de la 
montaña, ni a ninguno de los luga- | 
res de que Yave, nuestro Dios, te 
había prohibido apoderarte. 

Q 1 Volviéndonos, subimos por el ¡ 
camino de Basán; y Og, rey de 
Basán, nos salió al encuentro con 
toda su gente, para darnos la ba- i 
talla en Edrai. 2 Yave me dijo: 
No le temas, le he entregado en 
tus manos, a él, a todo su pueblo 
y su territorio; trátalo como tra- 


I taste a Seón, rey de los amorreos, 
i que habitaba en Hesebón. 3 Y Yave, 
nuestro Dios, entregó también en 
nuestras manos a Og, rey de Basán, 
con todo su pueblo, y los derrota¬ 
mos hasta destruirlos, 4 devastando 
todas sus ciudades, sin quedar lugar 
de habitación que nos escapara; sesen¬ 
ta ciudades, toda la región de Argob, 
el reino de Og, en Basán. 6 Todas 
estas ciudades, que estaban amura¬ 
lladas con muy altas murallas, con 
puertas y cerrojos, sin contar las 
ciudades abiertas, que eran en gran 
número, 6 las dimos al anatema, 
como habíamos hecho con Seón, rey 
de Hesebón, dando al anatema ciu¬ 
dades, hombres, mujeres y niños, 
7 pero conservamos para nosotros 
todo el ganado y el botín de las ciu¬ 
dades. 

8 Tomamos, pues, entonces a los 
dos reyes de los amorreos toda la 
tierra del lado de allá del Jordán, 
desde el torrente del Arnón hasta 
el monte Hermón. 9 Los sidonios al 
Hcrmón le llaman Sarión, y los amo¬ 
rreos Sanir. 10 Todas las ciudades 
del llano, todo Galad y todo Basán, 
hasta Sclja y Edrai, capitales del 
reino de Og, en Basán, 11 pues Og, 
rey de Basán, era el solo que de la 
raza de los refaim quedaba; su lecho, 
lecho de hierro, se ve en Rabat de 
los hijos de Ammón, largo de nueve 
codos y de cuatro codos ancho, 
codos humanos. 

Distribución de lo conquistado. 

(Núm. 32.) 

12 Tomamos posesión de la tierra 
que di a los rubenitas y a los gadi- 
tas, a partir de Aroer, en el valle 
del Arnón, así como la mitad de la 
montaña de Galad con sus ciudades. 
13 Di a la mitad de la tribu de Ma- 
nasés el resto de Galad y toda la parte 
de Basán que pertenecía al reino de 
Og: toda la región de Argob, todo 
el Basán, lo que hoy se llama tierra 
de refaim. 14 Jair, hijo de Manasés, 
obtuvo toda la región de Argob 
hasta la frontera de los gesuritas y 
de los macacitas, y dió su nombre a 
los burgos de Basán llamados hasta 
hoy Jovot-Jair. 16 A Maquir le di 
Galad; 18 a los rubenitas y a los gadi- 
tas les di una parte de Galad y hasta 
el torrente Arnón, sirviendo de límite 
el medio del valle, y hasta el torrente 
de 'Jaboc, frontera de los hijos de 








DEUTER0N0M10, 4 


i 79 


Ammón, 17 como también el Araba, 
con el Jordán por límite, desde Que- 
nerct hasta el mar del Araba, el 
mar de sal, al pie de las faldas del 
Pasga, a oriente. 

18 Entonces os di yo esta orden: 
Yavc, vuestro Dios, os ha dado esa 
tierra para que sea posesión vuestra; 
y vosotros todos, hombres robustos, 
marcharéis delante de vuestros her¬ 
manos, los hijos de Israel; 19 sólo 
vuestras mujeres, vuestros nihos y 
vuestros ganados—yo sé que tenéis 
muchos ganados—se quedarán en las 
ciudades que os he dado, 20 hasta 
que Yavc conceda quieta morada a 
vuestros hermanos, como a vosotros, 
y tomen también ellos posesión de 
la tierra que Yave, vuestro Dios, 
les da, al otro lado del Jordán. Vol¬ 
veréis entonces cada uno a la here¬ 
dad que os he dado. 

21 Entonces di también órdenes a 
Josué, diciendo: Con tus ojos has 
visto todo lo que Yave, vuestro Dios, 
ha hecho con esos dos reyes; así hará 
Yave también a todos los reinos 
contra los cuales vas a marchar. 
22 No los temas, que Yave, vuestro 
Dios, es quien combate por vosotros 

Moisés, privado de entrar en la 
tierra prometida. 

(Núm. 27, 12 sgs.) 

23 Entonces pedí yo a Yave mise¬ 
ricordia, diciendo: 24 [Señor, Yavel 
Tú has comenzado a mostrar a tu 
siervo tu grandeza y tu potente 
brazo; pues ¿qué Dios hay, ni en 
los cielos ni en la tierra, que pueda 
hacer las obras que tú haces y tan 
poderosas hazañas? 25 Déjame, te 
pido, atravesar, para que pueda ver 
la excelente tierra del lado de allá 
del Jordán, esas hermosas monta¬ 
ñas del Líbano. 26 Pero Yave, como 
fuera de sí por causa vuestra, no 
me escuchó; antes bien me dijo: 
Basta, no vuelvas a hablarme de 
eso; 27 .sube a la cima del monte 
Pasga y dirige tus ojos hacia el occi¬ 
dente, el septentrión, el mediodía y 
el oriente, y contémplala con tus 
ojos, pues no has de pasar este 
Jordán. 28 Manda a Josué, infúndele 
valor y fortaleza, pues él es quien 
lo pasará a la cabeza de este pueblo 
y le pondrá en posesión de la tierra, 
que tú no puedes más que ver. 

29 Nos quedamos, pues, en el valle, 
frente a Bet Fogor. 


Exhortación a la observancia «le 
la ley. 

4 1 Ahora, pues, Israel, guarda las 
leyes y mandamientos que yo 
te inculco, y ponías por obra, para 
que vivas, y entréis y os posesionéis 
de la tierra que os da Yave, Dios de 
vuestros padres. (i) 2 No añadáis nada 
a lo que yo os prescribo, ni nada qui¬ 
téis, sino guardad los mandamientos 
de Yave que yo os prescribo. 3 Con 
vuestros ojos habéis visto lo que hizo 
Yave por lo de Baal Fogor. A cuantos 
se fueron tras Baal Fogor, los exter¬ 
minó Yave, vuestro Dios, de en 
medio de vosotros. 4 Por lo contrario, 
vosotros, los que fuisteis fieles a 
Yave, vuestro Dios, estáis todavía 
vivos todos. 5 Mirad: Yo os he ense¬ 
ñado leyes y mandamientos, como 
Yave, mi Dios, me los ha enseñado 
a mí, para que los pongáis por obra 
en la tierra en que vais a entrar, 
para poseerla. 6 Guardadlos y poned¬ 
los por obra, pues en ellos está 
vuestra sabiduría (1) y vuestro 
entendimiento a los ojos de los pue¬ 
blos, que al conocer todas esas leyes, 
se dirán: Sabia e inteligente es, en 
verdad, esta gran nación. 7 Porque 
¿cuál es en verdad la gran nación 
que tenga dioses que a ella se acer¬ 
quen, como Yave, nuestro Dios se 
acerca a nosotros, siempre que le 
invocamos? 8 ¿Y cuál la gran nación 
que tenga leyes y mandamientos jus¬ 
tos, como toda esta ley que yo os 
propongo hoy? 9 Cuida, pues, con 
gran cuidado, no olvidarte de cuanto 
con tus ojos has visto, y no dejarlo 
escapar de tu corazón por todos los 
días de tu vida; antes bien, enséña¬ 
selo a tus hijos y a los hijos de tus 
hijos. 10 Acuérdate del día en que 
estuviste ante Yave, tu Dios, en 
Horeb, cuando Yave me dijo: Con¬ 
voca al pueblo a asamblea, para que 
yo le haga oír mis palabras, y sepan 
temerme todos los días de su vida 
sobre la tierra, y se lo enseñen a sus 
hijos. 11 Vosotros os acercasteis, que¬ 
dándoos en las faldas del monte, 
mientras éste ardía en fuego, cuyas 


(i) Israel, pueblo pequeño e insignifi¬ 

cante, comparado con otros muchos desde el 

punto de vista de la cultura material, es, sin 

embargo, en el aspecto cultural religioso, la 

nación más grande de toda la antigüedad; y su 

patrimonio cultural religioso, perfeccionado 

por el cristianismo, ha venido a ser el de todo 

el mundo civilizado. 










180 


DEUTERONOMIO, 4 


llamas se elevaban hasta el corazón 
del cielo; tiniebla, nube y oscuri¬ 
dad. 12 Entonces os habló Yave de 
en medio del fuego y oisteis bien sus 
palabras, pero no visteis figura al¬ 
guna; era sólo una voz. 13 Os pro¬ 
mulgó su alianza y os mandó guar- ! 
darla; los diez mandamientos, que 
escribió sobre las tablas de piedra. 
14 Y a mí me mandó entonces Yave 
que os enseñase leyes y mandatos, 
que habíasis de guardar en la tierra 
a que vais a pasar para poseerla. 

15 Puesto que el día en que os habló 
Yave de en medio del fuego, en 
Horeb, no visteis figura alguna, 
16 guardaos bien de corromperos, 
haciéndoos imagen alguna tallada, 
ni de hombre ni de mujer, 17 ni de 
animal ninguno de cuantos viven 
sobre la tierra, ni de ave que vuela 
en el cielo, 18 ni de animal que repta 
sobre la tierra, ni de cuantos peces 
viven en el agua debajo de la tierra; 
19 ni alzando tus ojos al cielo, al sol, 
a la luna, a las estrellas, a todo el 
ejército de los cielos, te engañes, 
adorándolos y dándoles culto; por¬ 
que es Yave, tu Dios, quien se los 
ha dado a todos los pueblos de bajo 
los cielos. 20 Pero a vosotros os tomó 
Yave y os sacó del horno del hierro 
del Egipto, para que fuerais el pueblo 
de su heredad, como lo sois hoy. 

21 Yave se irritó contra mí por 
causa vuestra, y juró que yo no 
pasaría el Jordán y no entraría en 
la buena tierra que Yave, tu Dios, 
te da en heredad. 22 Voy a morir 
en esta tierra, sin pasar el Jordán; 
vosotros lo pasaréis y poseeréis esa 
buena tierra. 23 Guardaos, pues, de 
olvidaros de la alianza que Yave, 
vuestro Dios, ha hecho con vosotros, 
y guárdate de hacerte imagen escul¬ 
pida de cuanto Yave, tu Dios, te 
ha prohibido, 24 porque Yave, tu 
Dios, es fuego abrasador, es un Dios 
celoso. 


Conminaciones. 

25 Cuando tengáis hijos, e hijos de 
vuestros hijos, y ya de mucho tiempo 
habitéis en esa lierra; si corrompién¬ 
doos os hacéis ídolos de cualquiera 
clase, haciendo el mal a los ojos de 
Yave, vuestro Dios, y provocando su 
indignación — 28 yo invoco hoy como 
testigos a los cielos y a la tierra-—; 
de cierto despareceréis de la tierra 


de que, pasado el Jordán, vais a pose¬ 
sionaros; no se prolongarán en ella 
vuestros días; seréis enteramente des¬ 
truidos. 27 Yave os dispersará entre 
las gentes, y sólo cjuedaréis de vos¬ 
otros un corto número, en medio 
de las naciones a que Yave os arro¬ 
jará. 28 Allí serviréis a sus dioses, 
obra de las manos de los hombres, 
de madera y de piedra, que ni ven, 
ni oyen, ni comen, ni huelen. 29 Allí 
buscaréis a Yave, vuestro Dios; y le 
hallarás si con todo tu corazón y 
con toda tu alma le buscas en medio 
de tus angustias. 30 Cuando todo 
esto haya venido sobre ti, en los 
últimos tiempos, te convertirás a 
Yave, tu Dios, y le oirás; 31 porque 
Yave, tu Dios, es Dios misericordioso. 
No te rechazará ni te destruirá del 
todo, ni se olvidará de la alianza 
que a tus padres juró. 32 Pregunta 
a los días que te han precedido, desde 
aquel en que Dios creó al hombre 
sobre la tierra, y desde el uno al 
otro cabo de los cielos, si se ha visto 
jamás cosa tan grande ni se ha oído 
nada semejante. 33 ¿Qué pueblo ha 
oído la voz de su Dios hablándole 
en medio de fuego, como la has oído 
tú, quedando con vida? 34 Jamás 
probó un dios a venir a tomar para 
sí un pueblo de en medio de pueblos, 
a fuerza de pruebas, de señales y 
prodigios, de lucha, mano fuerte v 
brazo extendido, de tremendas ha¬ 
zañas, como las que hizo por vos¬ 
otros en Egipto Yave, vuestro Dios, 
viéndolas tú con tus misinos ojos. 
35 A ti se te hicieron ver, para que 
Conocieras que Yave es, en verdad, 
Dios, y que no hay otro Dios más 
que él. 36 Desde el cielo te habló, para 
enseñarte, y sobre la tierra te ha 
hecho ver su gran fuego, y de en 
medio del fuego lias oído sus pala¬ 
bras. 37 Porque amó a tus padres, 
eligió después de ellos a su descen¬ 
dencia; y con su asistencia, con su 
gran poder, te sacó de Egipto, 38 arrojó 
de ante ti a pueblos más numerosos 
y más fuertes que tú, para darte 
entrada en su tierra, y dártela en 
heredad, como hoy lo ves. 39 lleco- 
noce, pues, hoy, y revuelve en tu 
corazón que Yave sí que es Dios, 
arriba, allá en los cielos, y abajo, 
aquí sobre la tierra, y que no lmy 
otro sino él. 40 Guarda sus leyes y 
sus mandamientos, que hoy yo te 
prescribo, para que seas feliz, tú y 
tus hijos después de ti, y permanezcas 






. DEUTERONOMIO, 5 


181 


largos años en lo futuro en la tierra 
que te da Yave, tu Dios. 

Ciudades de refugio al lado de 
allá del Jordán 

(19, 1 -10; Número 35, 9-15.) 

41 Entonces Moisés eligió tres ciu¬ 
dades de la región al oriente del 
Jordán, 42 que sirviesen de refugio 
al homicida, que hubiese matado 
involuntariamente a su prójimo, sin 
ser de antes enemigo suyo; para que, 
refugiándose en una de ellas, tuviera 
salva la vida: 43 Bosor en el desierto, 
en la altiplanicie, para los rubenitas; 
Ramot en el Galad, para los gaditas; 
y Golán en el Basán, para los mana- 
seítas. 


SEGUNDO DISCURSO 
Proemio. 

44 Esta es la ley que Moisés puso 
ante los ojos de los hijos de Israel. 
45 Estos son, los estatutos, leyes y 
mandamientos, que Moisés había 
dado a los hijos de Israel, a su salida 
del Egipto, 46 al otro lado del Jordán, 
en el valle que hay frente a Bet 
Fogor, en la tierra de Seón, rey de 
los amorreos, que habitaba en Hese- 
bón y había sido derrotado por Moisés 
y los hijos de Israel, a su salida de 
Egipto. 47 Se apoderaron de su tierra 
y de la de Og, rey de Basán, dos de 
los reyes de los amorreos que habi¬ 
taban al otro lado del Jordán, al 
oriente, 48 desde Aroer a orillas del I 
torrente del Anión, 49 con todo el 
Araba del otro lado del Jordán, al 
oriente, hasta el mar del Araba, 
al pie. del Pasga. 

5 1 Convocado todo Israel, Moisés 
les dijo: 

El Decálogo 
(Exod. 20.) 

Oye, Israel, las leyes y los manda¬ 
mientos que hoy voy a hacer reso¬ 
nar en tus oídos; apréndetelos y pon 
mucho cuidado en guardarlos! 

2 Yave, nuestro Dios, hizo con 
vosotros una alianza en Horeb. 3 No 
hizo Yave esta alianza con nuestros 
padres, la hizo con nosotros, que hov 
vivimos todavía todos. 4 Yave nos 


habló cara a cara, sobre la mon¬ 
taña, en medio de fuego. 6 Yo estaba 
entonces entre Yave y vosotros, para 
traeros sus palabras, pues vosotros 
teníais miedo del fuego y no subisteis 
a la cumbre de la montaña. El dijo: 

6 «Yo soy Yave, tu Dios, que te he 
sacado de la tierra de Egipto, de 
la casa de la servidumbre. 

7 No tendrás más Dios que a mí. 

8 No te harás imagen de escultura, 
ni figura alguna de cuanto hay arri¬ 
ba, en los cielos, ni abajo, sobre la 
tierra, ni de cuanto hay en las aguas, 
más abajo de la tierra. 9 No las ado¬ 
rarás ni las darás culto, porque Yo, 
Yave, tu Dios, soy un Dios celoso, 
que castigo la iniquidad de los padres 
en los hijos, hasta la tercera y la 
cuarta generación, para los que me 

! aborrecen, 10 y hago misericordia 
por mil generaciones, para los que me 
' aman y guardan mis mandamientos. 

11 No tomarás el nombre de Yave, 
tu Dios, en falso, porque Yave no 
dejará impune al que tome en falso 
su nombre. 

12 Guarda el sábado, para santifi¬ 
carlo como te lo ha mandado Yave, 
tu Dios. 13 Seis días trabajarás y 
harás tus obras, 14 pero el séptimo 
es sábado a Yave, tu Dios. No harás 
en él trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, 
ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, 
ni tu buey, ni tu asno, ni ninguna de 
tus bestias, ni el peregrino que está 
dentro de tus puertas; para que tu 
siervo y tu sierva descansen, como 
descansas tú. 15 Acuérdate de que 
siervo fuiste en la tierra de Egipto, 
y de que Yave, tu Dios, te sacó de 
allí con mano fuerte y brazo ten¬ 
dido; y por eso Yave, tu Dios, te 
manda guardar el sábado. 

16 Honra a tu padre y a tu madre, 
como Yave, tu Dios, te lo ha man¬ 
dado, para que vivas largos años y 
seas feliz en la tierra que Yave, tu 
Dios, te da. 

17 No matarás. 

18 No adulterarás. 

19 No robarás. 

20 No darás falso testimonio contra 
tu prójimo. 

21 No desearás a la mujer de tu 
prójimo, ni desearás su casa, ni su 

1 campo, ni su siervo, ni su sierva, ni 
. su buey, ni su asno, ni nada de 
cuanto a tu prójimo pertenece.» 

22 Estas son las palabras que Yave 
dirigió a toda vuestra comunidad 
desde la montaña, en medio de fuego, 









182 


DEUTERONOMIO, 6 


de nube y de tinieblas, con fuerte 
voz, y no añadió más. Las escribió 
sobre dos tablas de piedra, que él 
me di ó. 

23 Cuando oísteis su voz de en 
medio de las tinieblas estando la 
montaña toda en fuego, os acercas¬ 
teis luego a mí todos los jefes de 
tribus y todos los ancianos, 24 y me 
dijisteis: Yave, nuestro Dios, nos ha 
hecho ver su gloria y su grandeza, 
y oír su voz de en medio del fuego; 
hoy hemos visto a Dios hablar al 
hombre, y quedar éste con vida (1). 

25 ¿Por que, pues, ya morir devora¬ 
dos por ese gran fuego, si seguimos 
oyendo la voz de Yave, nuestro Dios? 

26 Porque, de toda carne, ¿quién 
como nosotros ha oído la voz del 
Dios vivo, hablando de en medio del 
fuego, y ha quedado con vida? 

27 Acércate tú y oye lo que te diga 
Yave, nuestro Dios, y transmítenos 
a nosotros cuanto Yave, nuestro Dios, 
te diga, y nosotros lo oiremos y lo 
haremos. 

28 Yave escuchó vuestras palabras, 
cuando me hablabais, y me dijo: 
«He oído las palabras que el pueblo 
te ha dirigido; está bien lo que dicen. 
29 [Oh, si tuvieran siempre esc mismo 
corazón y siempre me temieran y 
guardaran mis mandamientos, para 
ser por siempre felices, ellos y sus 
hijos, 30 Ve y diles: Volveos a vues¬ 
tras tiendas. 31 Pero tú quédate aquí 
conmigo, y yo te diré todas las leyes, 
mandamientos y preceptos que tú 
les has de enseñar, para que las 
pongan por obra en la tierra que yo 
les voy a dar en posesión. 32 Poned, 
pues, mucho cuidado en hacer cuanto 
Yave, vuestro Dios, os manda; no 
declinéis ni a la derecha ni a la iz¬ 
quierda; 33 seguid en todo los cami¬ 
nos que Yave, vuestro Dios, os pres¬ 
cribe, para que viváis y seáis dicho¬ 
sos y duréis largos años en la tierra 
que vais a poseer.» 

El amor de Dios y la observancia 
de la ley. 

1 Esta es la ley — los mandamien- 

tos, los preceptos — que Yave, 
vuestro Dios, me mandó que os cnsc- 


(i) En la Escritura se dice frecuentemente 
de quien tiene un? teofanía, que no puede 
el hombre soportar la visión de Dios sin morir. 
Esto expresa la persuasión de que es tan grande 
la majestad de Dios, que quien llegue a verla 
queda herido de muerte. 


ñase, para que la cumplas en la 
tierra en que vas a entrar y a poseer; 

2 para que temas a Yave, tu Dios, 
tú y tus hijos y los hijos de tus ! 
hijos, y guardando todos los días de 
tu vida todas sus leyes y todos sus 
mandamientos que yo te inculco, 
vivas largos años. (i) * 3 * Escúchalos, Is¬ 
rael, y ten sumo cuidado en ponerlos 
por obra, para que seas dichoso y os 
multipliquéis grandemente, según lo 
que ha dicho Yave, el Dios de tus 
padres, de darte la tierra que mana 
leche y miel. 

4 Oye, Israel: Yave, nuestro Dios, j 
es el solo Yave. 5 Amarás a Yave, tu I 
Dios, con todo tu corazón, con toda 1 
tu alma, con todo tu poder (1), 6 y 
llevarás muy dentro del corazón todos I 
estos mandamientos que yo hoy te I 
doy. 7 Incúlcaselos a tus hijos; y I 
cuando estés en tu casa, cuando vía- 1 
jes, cuando te acuestes, cuando te I 
levantes, habla siempre de ellos. 

8 Atatelos a tus manos, para que te I 
sirvan de señal; púntelos en la frente, j 
entre tus ojos; 9 escríbelos en los I 
postes de tu casa y en tus puertas. I 

10 Cuando Yave, tu Dios, te intro¬ 
duzca en la tierra que a tus padres, | 
Abraham, Isac y Jacob, juró darte, " 
ciudades grandes y hermosas que tú 
no has edificado, 11 casas llenas de 
toda suerte de bienes, que tú no has I 
llenado, cisternas que tú no has ex¬ 
cavado, viñas y olivares que tú no 
has plantado; cuando comas y te 
hartes, 12 guárdate de olvidarte de \ 
Yave, que te sacó de la tierra de I 
Egipto, de la casa de la servidumbre, i 
13 Teme a Yave, tu Dios, sírvele a él I 
y jura por su nombre. 14 No te vayas j 
tras otros dioses, de los dioses de j 
los pueblos que te rodean; 15 porque 1 
Yave, tu Dios, que está en medio de 
ti, es un Dios celoso, y la cólera de I 
Yave, tu Dios, se encendería contra 1 
ti y te exterminaría de sobre la 
tierra. 

16 No tentéis a Yave, vuestro Dios, I 
como le tentasteis en Masa. 17 Guar¬ 
dad con gran cuidado los manda- | 
micntos de Yave, vuestro Dios, y t 
las leyes que él os da. 18 Haz lo que I 
es recto y bueno a los ojos de Yave, I 
para que seas dichoso 19 y entres, I 


(i) Este mandamiento es la síntesis per- t 

fecta de toda la religión del A. T. El Evangelio | 

no ha hecho más que revelarnos nuevos motivos , 

para amar a Dios, sin mudar la forma del prc- 1 

cepto. 









DEUTERONOMIO, 7 


183 


para poseerla, en la buena tierra que I 
Ya ve eon juramento prometió a tus 
padres, cuando ante ti arroje a todos 
tus enemigos, como él lo ha dicho. 

20 Cuando un día te pregunte tu 
hijo, diciendo: ¿Qué son estos manda¬ 
mientos, estas leyes y preceptos que 
Yave, nuestro Dios, os ha prescrito?, 
21 tú responderás a tu hijo: Nosotros 
éramos en Egipto esclavos del Fa¬ 
raón, y Yave nos sacó de allí con su 
potente mano. 22 Yave hizo a nues¬ 
tros ojos grandes milagros y prodi¬ 
gios terribles contra Egipto, contra 
el Faraón y contra toda su easa; 23 y 
nos sacó de allí, para conducirnos a 
la tierra que con juramento había 
prometido a nuestros padres. 24 Yave 
nos ha mandado poner por obra 
todas sus leyes, y temer a Yave, 
nuestro Dios, para que seamos dicho¬ 
sos siempre, y él nos conserve la vida, 
como hasta ahora ha hecho; 25 y es 
para nosotros la justicia guardar sus 
mandamientos y ponerlos por obra 
ante Yave, nuestro Dios, como él 
nos lo ha mandado. 


Conducta que habrán de seguir 
con los canancos y su culto. 

7 1 Cuando Yave, tu Dios, te intro- 
4 duzea en la tierra que vas a po¬ 
seer, y arroje delante de ti a muchos 
pueblos, a geteos, guergueseos, amo- 
rreos, canancos, fereeeos, jeveos y 
jebuseos, siete naciones más nume¬ 
rosas y más poderosas que tú; 2 y 
Yave, tu Dios, te las entregue, y tú 
las derrotes, las darás al anatema, 
no harás pactos eon ellas, ni les darás 
gracia (1). 3 No contraigas matri¬ 
monios con ellas, no des tus hijas a 
sus hijos, ni tomes sus hijas para tus 
hijos, 4 porque ellas desviarían a tus 
hijos de en pos de mí, y los arras¬ 
trarían a servir a otros dioses, y la 
ira de Yave se encendería contra vos¬ 
otros y os destruiría prontamente. 
6 Así, por lo contrario, habéis de hacer 
eon ellos: derribaréis sus altares, rom¬ 
peréis sus cipos, abatiréis sus .aseras, 


(i) La destrucción de estos pueblos, que 
a primera vista puede parecer inhumana, se 
justifica principalmente en dos aspectos, fun¬ 
dados ambos en la crueldad e inmoralidad de 
las religiones de estos pueblos. Por ello los 
castiga Dios y toma por instrumento a Israel 
para destruirlos. El contacto de ellos con Israel 
era, además, peligrosísimo, como lo demuestra 
la Historia. 


y daréis al fuego sus imágenes talla¬ 
das: 6 porque eres un pueblo santo a 
Yave, tu Dios. • 

Yave, tu Dios, te ha elegido para 
ser el pueblo de su porción, entre 
todos los pueblos que hay sobre la 
haz de la tierra. 7 Si Yave se ha liga¬ 
do eon vosotros, y os ha elegido, no 
es por ser vosotros los más en número 
entre todos los pueblos, pues sois el 
más pequeño de todos. 8 Porque 
Yave os amó, y porque ha querido 
cumplir el juramento que hizo a vues¬ 
tros padres, os ha sacado de Egipto 
Yave eon mano poderosa, redimién¬ 
doos de la easa de la servidumbre, 
de la mano del Faraón, rey de Egip¬ 
to. 9 Has de saber, pues, que Yave, 
tu Dios, es el Dios fiel, que guarda 
la alianza y la misericordia hasta mil 
generaciones, a los que le aman y 
guardan sus mandamientos; 10 pero 
retribuye en cara al que le aborrece, 
destruyéndole; no tarda en darle en 
cara su merecido. 11 Guarda, pues, 
tú sus mandamientos, las leyes y 
estatutos que te prescribe hoy, po¬ 
niéndolos por obra. 

12 Si escucháis sus mandatos y los 
guardáis y los ponéis por obra, en 
retorno Yave, tu Dios, te guardará 
su alianza y la misericordia que a 
tus padres juró. 13 Te amará, te ben¬ 
decirá y te multiplicará; bendecirá 
el fruto de tus entrañas y el fruto 
de tu suelo; tu trigo, tu mosto, tu 
aceite, las crías de tus vacas y las 
crías de tus ovejas, en la tierra que 
a tus padres juró darte. 14 Serás ben¬ 
dito sobre todos los pueblos, no habrá 
estériles en ti ni en tus ganados; 
15 Yave alejará de ti las enfermeda¬ 
des, no mandará sobre ti ninguna de 
las plagas malignas de Egipto, que 
tú conoces, y afligirá con ellas a ios 
que te odien. 16 Devorarás a todos 
los pueblos que Yave, tu Dios, va a 
entregarte; tus ojos no los perdona¬ 
rán y no servirás a sus dioses, porque 
eso sería para ti la ruina. 17 Y si se 
te ocurriere decir: ¿Cómo voy a poder 
expulsar a esas naciones, que son más 
numerosas que yo? 18 No las temas, 
acuérdate de lo que Yave, tu Dios, 
hizo eon el Faraón y con todo el 
Egipto, 19 las grandes pruebas que 
vieron tus ojos, los portentos y pro¬ 
digios, la mano fuerte y el brazo ten¬ 
dido, eon que Yave, tu Dios, te sacó; 
así hará también Yave, tu Dios, eon 
todos los pueblos que tú temes. 

I 20 Aun tábanos mandaría Yave, tu 









184 


DEUTERONOMIO, 8, 9 


Dios, contra ellos, hasta hacer pere¬ 
cer a los sobrevivientes o a los que 
se escondiesen. 21 No los temas, por¬ 
que en medio de ti está Ya ve, tu 
Dios, el Dios grande y terrible. 
22 Yave, tu Dios, expulsará a esas na¬ 
ciones poco a poco, no puedes exter¬ 
minarlas en un día, no fuera que las 
fieras salvajes se multiplicaran contra 
ti. 23 Yave, tu Dios, te los entregará 
y los conturbará con gran conturba¬ 
ción, hasta que desaparezcan; entre¬ 
gará en tus manos sus reyes, y harás 
desaparecer sus nombres de debajo 
de los cielos; nadie podrá resistirte 
hasta que los hayas destruido. 25 Con¬ 
sumirás por el fuego las imágenes es¬ 
culpidas de sus dioses; no codicies 
la plata ni el oro que haya sobre 
ellas, apropiándotelo, y cayendo en 
una trampa, porque es abominación 
de Yave, tu Dios, 26 y no has de in¬ 
troducir en tu casa abominación, para 
no hacerte como ello es, anatema. 
Detéstala y abomínalo como abomi¬ 
nación, por ser cosa dada al ana¬ 
tema (1). 

Agradecimiento a Dios por los 
beneficios recibidos. 

8 1 Tened gran cuidado de poner 
por obra los mandamientos que 
os prescribo hoy para que viváis y 
os multipliquéis, y entréis, para po¬ 
seerla, en la tierra que Yave juró dar 
a vuestros padres. 2 Acuérdate de 
todo el camino que Yave, tu D ; os, 
te ha hecho hacer estos cuarenta años 
por el desierto, para castigarte y pro¬ 
barte, para conocer los sentimientos 
de tu corazón, y saber si guardas o 
no sus mandamientos. 3 El te afligió, 
te hizo pasar hambre, y te alimentó 
con el maná, que no conocieron tus 
padres, para que aprendieras que no 
sólo de pan vive el hombre, sino de 
cuanto procede de la boca de Yave. 
4 Tus vestidos no se envejecieron sobre 
ti, ni se hincharon tus pies durante 
esos cuarenta años, para que reco¬ 
nocieras en tu corazón que Yave, tu 
Dios, te instruye, como instruye un 
hombre a su hijo, 6 y guardaras los 
mandamientos de Yave, tu Dios, 


(i) Los premios y castigos con que se 
sanciona la ley son, por lo general, materiales. 
Fn primer lugar, porque el suje o de ellos es 
principalmente el pueblo, y además por la 
imperfección religiosa y moral de éste, incapaz 
de estimar los bienes morales, puramente 
espirituales. (S. Th. I. II* q. gg. a. 6.) 


marchando por sus caminos y te¬ 
miéndole, 

7 Ahora, Yave, tu Dios, va a intro¬ 
ducirte en una buena tierra, tierra 
de torrentes, de fuentes, de aguas 
profundas, que brotan en los valles 
y en los montes; 8 tierra de trigo, de 
cebada, de viñas, de higueras, de 
ganados; tierra de olivos, de aceite y 
de miel; 9 tierra donde comerás tu 
pan en abundancia y no carecerás de 
nada; tierra cuyas piedras son hie- I 
rro, y de cuyas montañas sale el 
bronce. 10 Comerás y te hartarás; 
bendice, pues, a Yave por la buena 
tierra que te ha dado. 11 Guárdate 
bien de olvidarte de Yave, tu Dios, 
dejando de observar sus mandamien¬ 
tos, sus leyes y sus preceptos, que 
hoy te prescribo yo; 12 no sea que 
cuando comas y te hartes, cuando 
edifiques y habites hermosas casas, 

13 y veas multiplicarse tus bueyes y 
tus ovejas y acrecentarse tu plata, 1 
tu oro y todos tus bienes, 14 te cnso- I 
herbezcas en tu corazón y te olvides 
de Yave, tu Dios, que te sacó de la 
tierra de Egipto, de la casa de la 
servidumbre, 15 y te ha conducido a 
través de vasto y horrible desierto, 
de serpientes de fuego y escorpiones, 
tierra árida y sin aguas; que hizo 
brotar para ti agua de la roca peder- 1 
nalina, 16 y te ha dado a comer en 
el desierto el maná, que tus padres 1 
no conocieron, castigándote y pro¬ 
bándote para a la postre hacerte ( 
bien, 17 no dijeras: Mi fuerza, v el 
poder de mi mano me ha dado esta 1 
riqueza. 18 Acuérdate, pues, de Yave, < 
tu Dios, que es quien te da poder 
para adquirirla, cumpliendo como i 
hoy la alianza que a tus padres juró. 

19 Si olvidándote de Yave, te llega- I 
ras a ir tras otros dioses, y les sir- I 
vieras y te prosternaras ante ellos, 
yo doy testimonio hoy contra vos¬ 
otros, de que con toda certeza pere- , 
ccréis; 20 como las naciones que Yave 1 
hace perecer ante vosotros, así vos- I 
otros pereceréis, por no haber escu¬ 
chado la voz de Yave, vuestro Dios. I 

9 1 ¡Escucha, Israelí Estáis hoy 
para pasar el Jordán y marchar ¡ 
a la conquista de naciones más nu¬ 
merosas y más poderosas que tú; 1 
de grandes ciudades, cuyas murallas 
¡ se levantan hasta el ciclo; 2 de un 
pueblo numeroso y de elevada esta- 
1 tura, los hijos de los Eiiaquim que 
ya conoces, y de quienes has oído 








DEUTERONOMIO, 9 


185 


hablar: ¿quién podrá resistir contra 
los hijos ele Enac? 3 Has de saber 
desde hoy que Yave, tu Dios, irá 
él misino delante de ti, como fuego 
devorador, que él los destruirá, los 
humillará ante ti, y tú los arrojarás 
y los destruirás pronto, como te lo 
ha dicho Yave. 4 No digas luego 
en tu corazón, cuando Yave, tu Dios 
los arroje de ante ti: Por mi justicia 
me ha puesto Yave en posesión de 
esta tierra. Por la iniquidad de esos 
pueblos, Yave los arrojará de ante 
de ti. 5 No, no por tu justicia ni 
por la rectitud de tu corazón vas 
a entrar en posesión de esa tierra; 
por la maldad de esas naciones las 
expulsa Yave delante de ti; para 
cumplir la palabra que con juramento 
dió a tus padres, Abraham, Isac, y 
Jacob. 6 Entiende que no por tu 
justicia te da Yave la posesión esa 
buena tierra, que eres pueblo de dura 
cerviz. 


Las infidelidades de Israel* 

7 ¡Acuérdate! No olvides cuánto 
has irritado a Yave, tu Dios, en el 
desierto; desde el día en que salisteis 
de la tierra de Egipto hasta que 
habéis llegado a este lugar, habéis 
sido rebeldes a Yave. 8 Ya en Horeb 
provocasteis la ira de Yave, y Yave 
se irritó contra vosotros hasta que¬ 
rer destruiros. 9 Cuando subí yo a 
la cumbre de la montaña, para reci¬ 
bir las tablas de la alianza que Yave 
hacía con vosotros, y estuve allí 
cuarenta días eon euarenta noches 
sin comer pan ni beber agua, 10 y 
me dió Yave las dos tablas de piedra 
escritas por el dedo de Dios, que 
contenían todas las palabras que él 
os había dicho en la montaña, en 
medio de fuego, el día de la congre¬ 
gación; 11 al cabo de los cuarenta 
días y las cuarenta noehes me dió 
Yave las dos tablas de piedra, las 
tablas de la alianza, 12 y me dijo 
entonees: «Anda, baja presto de aquí, 
porque tu pueblo, el que has sacado 
de Egipto, se lia corrompido; pronto 
se ha apartado del camino que yo 
le mande, y se han hecho una imagen 
fundida.» 13 Y me dijo Yave: «Ya 
veo que este pueblo es un pueblo 
de cerviz dura; 14 déjame que le des¬ 
truya y que borre su nombre de bajo 
los eielos y te haré a ti una nación 
más poderosa y más numerosa que 


ese pueblo.» 15 Yo me volví y bajé de 
la montaña, que estaba toda en fue¬ 
go, trayendo en mis manos las dos 
tablas de la alianza; 16 miré y vi que 
habíais pecado contra Yave, vues¬ 
tro Dios; os habíais hecho un becerro 
fundido, apartándoos bien pronto del 
camino que Yave os había prescrito; 
17 cogí entonces las dos tablas y eon 
mis manos las tiré, rompiéndolas ante 
vuestros ojos. 18 Luego me postré en 
la presencia de Yave, como la pri¬ 
mera vez, durante cuarenta días y 
euarenta noches, sin comer pan y 
sin beber agua, por todos los pecados 
que vosotros habíais cometido, ha¬ 
ciendo lo malo a los ojos de Yave, 
irritándole. 19 Yo estaba espantado 
de ver la cólera y el furor con que 
Yave estaba enojado contra vosotros, 
hasta querer destruiros; pero todavía 
esta vez me escuchó Yave. 20 Estaba 
Yave también fuertemente irritado 
contra Arón, hasta el punto de querer 
hacerle perecer, y yo intercedí en¬ 
tonees también por Arón; 21 y cogí 
vuestro pecado, el que os habíais 
hecho, el becerro, y lo arrojé al fue¬ 
go, y desmenuzándolo bien hasta re¬ 
ducirlo a polvo, eché el polvo en el 
agua del torrente que baja de la 
montaña. 

22 En Tabera, en Masa, y en Quibrot 
Hatava, excitasteis también la có¬ 
lera de Yave; 23 y cuando Yave os 
hizo subir de Cades Barne, diciendo: 
«Subid y tomad posesión de la tierra 
que os doy», fuisteis rebeldes a las 
órdenes de Yave, vuestro Dios, no 
tuvisteis confianza en él y no obe¬ 
decisteis su voz. 24 Habéis sido re¬ 
beldes a Yave, desde el día en que él 
comenzó a poner en vosotros sus ojos. 

25 Yo me postré ante Yave aque¬ 
llos cuarenta días y cuarenta noches 
que estuve postrado, porque Yave 
hablaba de destruiros, 26 y le roguc, 
diciendo: ¡Señor, Yave, no destruyas 
a tu pueblo, a tu heredad, redimida 
por tu grandeza, sacándolo de Egipto 
eon tu mano poderosal 27 Acuérdate 
de tus siervos Abraham, Isac y Jacob; 
no mires a la dureza de este pueblo, 
a su perversidad, a su pecado; 28 que 
no puedan decir los de la tierra de 
que nos has sacado: Por no poder 
Yave hacerlos entrar en la tierra que 
les había prometido, y porque los 
odiaba, los ha sacado fuera, para ha¬ 
cerlos morir en el desierto. 29 Son tu 
heredad, que con tu gran poder y 
y brazo tendido has sacado fuera. 






18G 


DEUTER0N0M10, 10, 11 


* rk 1 Entonces me dijo Yave: «Hazte 
lv/ dos tablas de piedra como las 
primeras, y sube a mí a la montaña; 
haz también un arca de madera; 2 yo 
escribiré sobre esas tablas las pala¬ 
bras que estaban escritas sobre las 
primeras que tú rompiste, y las guar¬ 
darás en el arca.» 3 Hice, pues, un 
arca de madera de acacia; y habiendo 
cortado dos tablas de piedra como 
las primeras, subí con ellas a la mon¬ 
taña. 4 El escribió sobre estas tablas 
lo que estaba escrito en las primeras, 
los diez mandamientos que Yave os 
había dicho en la montaña de en 
medio del fuego, el día de la congre¬ 
gación, y me las dio. 6 Yo me volví, 
y bajando de la montaña, puse las 
tablas en el arca que había hecho, y 
allí han quedado, como- Yave me lo 
mandó. 

6 Los hijos de Israel partieron de 
Berot Bene Jacan para Mosera. Allí 
murió Arón y allí fué enterrado. 
Eleazar, su hijo, fué sacerdote en 
su lugar. 7 De allí partieron para 
Gadgad, y de Gadgad para Jetebata, 
región rica en aguas. 8 En ese tiem¬ 
po separó Yave la tribu de Lcví, 
para llevar el arca de la alianza de 
Yave, para que estuvieran en su pre¬ 
sencia y le sirvieran y bendijeran su 
nombre, como hasta hoy. 9 Por eso 
Leví no tiene parte ni heredad entre 
sus hermanos, porque es Yave su 
heredad, como Yave te lo ha dicho. 

10 Yo me estuve en la montaña 
como anteriormente, cuarenta días y 
cuarenta noches; y Yave me escuchó 
esta vez también, y no quiso ya 
destruiros. 11 Me dijo Yave: Leván¬ 
tate y ve a ponerte a la cabeza del 
pueblo, para que entren y se pose¬ 
sionen de la tierra que a sus padres 
juré darles. 

Exhortación a la observancia. 

Promesas y amenazas. 

12 Ahora, pues, Israel, ¿qué es lo 
que de ti exige Yave, tu Dios, sino 
que temas a Yave, tu Dios, siguiendo 
por todos sus caminos, amando y 
sirviendo a Yave, tu Dios, con todo 
tu corazón, con toda tu alma, J 3 y 
guardando los mandamientos de Yave 
y sus leyes, que hoy te prescribo yo, 
para que seas dichoso? 14 Mira: De 
Yave, tu Dios, son los cielos de los 
cielos, la tierra y todo cuanto en 
ella se contiene. 15 Y sólo con tus 
padres se ligó amándolos, y a su des¬ 


cendencia después de ellos, a vos¬ 
otros, os ha elegido de entre todos 
los pueblos, como hoy. 

16 Circuncidad, pues, vuestros cora¬ 
zones, y no endurezcáis más vuestra' 
cerviz; 17 porque Yave, vuestro Dios, 
es el Dios de los dioses, el Señor de 
los señores, el Dios grande, fuerte y 
terrible, que no hace acepción de 
personas ni recibe regalos, 18 hace 
justicia al huérfano y a la viuda, 

19 ama al peregrino y le alimenta y 
le viste. Amad también vosotros al 
peregrino, porque peregrinos fuisteis 
en la tierra de Egipto. 20 Teme a 
Yave, tu Dios, sírvele, apégate a el 
y jura por su nombre. 21 El es tu 
gloria, él es tu Dios, que por ti ha 
hecho cosas grandes y terribles, que 
con tus mismos ojos has visto. 22 Tus 
padres bajaron a Egipto en número 1 
de setenta personas, y ahora Yave, I 
tu Dios, ha hecho de ti una muche- I 
dumbre, como las estrellas del cielo. 

n 1 Ama, pues, a tu Dios, y cum¬ 
ple lo que de ti demanda, sus « 
leyes, sus preceptos, sus mandamien- ] 
tos por siempre. 2 Reconoced hoy, | 
pues no hablo ahora a vuestros hijos, 3 
que no saben y no vieron, la ense- | 
fianza de Yave, vuestro Dios; su | 
grandeza, su mano fuerte y su brazo 
tendido; 3 los prodigios y portentos 
que en medio de Egipto obró contra 
el Faraón, rey de Egipto, y contra j 
toda su tierra; 4 lo que hizo con el I 
ejército egipcio, con sus caballos y J 
sus carros, arrojando sobre ellos las 1 
aguas del .Alar Rojo, cuando os per¬ 
seguían, y destruyéndolos hasta hoy; 

5 lo que por vosotros ha hecho en el r 
desierto, hasta que habéis llegado 
a este lugar; 6 lo que hizo con Datáu 
y Abirón, hijos de Eliab, hijo de 
Rubén, cuando abriendo la tierra su 
boca se los tragó con sus casas, sus 
tiendas y todos sus secuaces, en 
medio de todo Israel. 7 Porque con 
vuestros ojos habéis visto todos los 
grandes prodigios que ha hecho Yave. 

8 Guardad, pues, todos sus manda¬ 
mientos que hoy os prescribo yo, para 
que seáis fuertes, y entréis y os adue¬ 
ñéis de la tierra a que vais a pasar, 
para tomar posesión de ella, 9 y para 
que se dilaten vuestros días sobre la 
tierra que Yave juró dar a vuestros 
padres, a ellos y a su descendencia, 
la tierra que mana leche y miel. j 
10 Porque la tierra en que vais a 
| entrar para poseerla, no es como la 







DEUTERONOMIO, 12 


187 


tierra de Egipto, de donde habéis 
salido, donde echabas tu simiente, 
y la regabas con tu pie, como se riega 
una huerta. 11 La tierra en que vais 
a entrar para poseerla es una tierra 
de montes y valles, que riega la lluvia 
del cielo; 12 es una tierra de que 
cuida Yave, tu Dios, y sobre la cual 
tiene siempre puestos sus ojos, desde 
el comienzo del año hasta el fin. 

13 Si vosotros obedecéis los man¬ 
datos que yo os prescribo, amando 
a Yave, vuestro Dios, y sirviéndole 
con todo vuestro corazón y con toda 
vuestra alma 14 yo daré a vuestra 
tierra la lluvia a su tiempo, la tem¬ 
prana y la tardía; y tú cosecharás 
tu trigo, tu mosto y tu aceite; 15 yo 
daré también hierba en tus campos 
para tus ganados, y de ellos comerás 
y te saciarás. 16 Pero cuidad mucho 
de que no se deje seducir vuestro 
corazón, y desviándoos, sirváis a 
otros dioses, y os prosternéis ante 
ellos; 17 porque la cólera de Yave 
se encendería contra vosotros y ce¬ 
rraría el cielo, y no habría más lluvia, 
y la tierra no daría más sus frutos, 
y desapareceríais presto de la buena 
tierra que Yave os da. 18 Poned, 
pues, en vuestro corazón y en vues¬ 
tra alma las palabras que yo os digo; 
atadlas por recuerdo a vuestras ma¬ 
nos y ponedlas como frontal entre 
vuestros ojos. 19 Enseñádselas a vues¬ 
tros hijos, habladles de ellas; ya 
cuando estés en tu casa, ya cuando ! 
vayas de viaje, al acostarte y al 
levantarte. 20 Escríbelas en los postes 
de tu casa y en tus puertas, 21 para 
que vuestros días y los días de vues¬ 
tros hijos, sobre la tierra que a 
vuestros padres Yave juró darles, 1 * * * 
sean tan numerosos como los días 
de los cielos sobre la tierra. 22 Por¬ 
que, si cuidadosamente guardáis estos 
mandamientos que yo os prescribo, 
amando a vuestro Dios, marchando 
siempre por sus sendas y apegán-1 
doos a él, 23 Yave arrojará de ante 
vosotros a todos los pueblos, más 
numerosos y más poderosos que vos¬ 
otros; 24 cuanto pise la planta de 
vuestros pies vuestro será, y vues¬ 
tras fronteras se extenderán desde 
el desierto al Líbano, desde el río, 
el Eufrates, hasta el mar occiden¬ 
tal; todo será dominio vuestro. 25 Na¬ 
die podrá resistir ante vosotros; Yave, 
vuestro Dios, esparcirá ante vos¬ 
otros, como os lo ha dicho, el miedo 
y el terror sobre toda tierra donde 


pongáis vuestro pie. 26 Ved; yo os 
pongo hoy delante bendición y mal¬ 
dición; 27 la bendición, si cumplís 
los mandamientos de Yave, vuestro 
Dios, que yo os prescribo hoy; 28 la 
maldición, si no cumplís los manda¬ 
mientos de Yave, vuestro Dios, y 
apartándoos del camino que yo os 
prescribo hoy, os vais tras otros 
dioses, que no habéis conocido. 29 Y 
cuando Yave, tu Dios, te haya hecho 
entrar en la tierra de que vas a tomar 
posesión, pronunciarás la bendición 
sobre el monte Garizim, y la maldi¬ 
ción sobre el monte Ebal, 30 esas 
montañas del otro lado del Jordán, 
detrás del camino de occidente en 
la tierra de los cananeos, que habitan 
en el Araba, frente a Galgal, junto 
al encinar de Moré. 31 Porque vais 
a pasar el Jordán y a posesionaros 
de la tierra que Yave, vuestro Dios, 
os da, y la poseeréis y habitaréis 
en ella. 32 Tened, pues, gran cuidado 
en cumplir todos los mandamientos 
que hoy os propongo. 


LEYES ACERCA DEL CULTO 


El santuario único. 

1 O 1 He aquí, pues, las leyes y 
1 ~ preceptos que cuidaréis de po¬ 
ner por obra en la tierra que Yave, 
Dios de vuestros padres, os da en 
posesión, todo el tiempo que viváis 
sobre la tierra. 

2 Destruiréis enteramente todos los 
lugares donde las gentes que vais a 
desposeer han dado culto a sus dioses, 
sobre los altos montes, sobre los 
collados y bajo todo árbol frondoso; 
3 abatiréis sus altares, romperéis sus 
cipos, destruiréis sus aseras (1), 
quemaréis sus imágenes talladas y 
sus dioses, y haréis desaparecer de la 
memoria sus nombres. 

4 No haréis así cuanto a Yave, 
vuestro Dios, 6 sino que le buscaréis 


(i) En este lugar tenemos una sucinta 
descripción de los santuarios cananeos. Situa¬ 
dos. por lo general, en lugares altos, collados, 
colinas, y estaban al descubierto. Distingue 
Moisés en ellos el altar, los ídolos, el mase- 

ba = cipos, y el asera. Este último era un gru¬ 

po de troncos, con el arranque. de algunas 

ramas, que reunidos venían a simbolizar un 

bosque, símbolo a su vez de Astarté, la diosa 

de la fecundidad. 










188 


DEUTERONOMIO, 12 


en el lugar que él elija entre todas 
las tribus, para poner en él su santo 
nombre y hacer en él su morada, 
allá iréis; 6 allí 1c presentaréis vues¬ 
tros holocaustos y sacrificios, vues¬ 
tras décimas y la ofrenda alzada de 
vuestras manos, vuestros votos y 
vuestras oblaciones voluntarias, y los 
primogénitos de vuestras vacas y I 
ovejas. 7 Allí comeréis delante de 
Yave, vuestro Dios, y os regocija¬ 
réis vosotros y vuestras familias, 
gozando de los bienes que vuestras 
manos adquieran, y con que Yave, 
tu Dios, te bendiga. 8 No haréis 
cada uno como bien le parezca, como 

10 hacemos nosotros aquí ahora, 

9 porque no habéis llegado todavía 
al descanso y a la heredad que Yave, 
tu Dios, te da. 10 Mas pasaréis el 
Jordán, y habitaréis en la tierra que 
Yave, vuestro Dios, os dará en here¬ 
dad; y entonces os dará reposo contra 
todos vuestros enemigos que os ro¬ 
dean, y habitaréis en seguridad. 

11 Entonces, en el lugar que Yave, 
vuestro Dios, elija, para que en él 
more su santo nombre, allá llevaréis 
todo lo que yo os mando, vuestros 
holocaustos, vuestros sacrificios, vues¬ 
tras décimas, las ofrendas' elevadas 
de vuestras manos y las escogidas 
ofrendas de vuestros votos a Yave. 

12 Allí os regocijaréis en la presencia 
de Yave, vuestro Dios, vosotros y 
vuestros hijos, vuestros siervos y 
vuestras siervas, y el levita que esté 
dentro de vuestras puertas, ya que 
éste no ha recibido parte y heredad 
con vosotros. 13 Guárdate de ofrecer 
holocaustos en cualquier lugar a que 
llegues; 14 los ofrecerás en el lugar 
que Yave haya elegido en una de 
tus tribus; allí harás todo lo que yo 
te mando (1). 

16 Pero cuando quieras, podrás 
matar y comer la carne en todas tus 
ciudades, conforme a la bendición 
que Yave, tu Dios, te haya otor¬ 
gado. Podrán comerla lo mismo el 
impuro que el puro, como se hace 
con la gacela y el ciervo. 16 Mas no 
comeréis sangre, la derramaréis sobre 
la tierra, con\o el agua. 

17 No podrás comer en cualquiera 
de tus ciudades las décimas de tu 
trigo, de tu mosto y de tu aceite, 

(i) Es nota característica del Deuterono- 
mio la insistencia en señalar como centro 
religioso el lugar elegido por Dios de entre 
las tribus de Israel. 


ni los primogénitos de tus vacas y 
tus ovejas, ni nada de cuanto ofrez¬ 
cas en cumplimiento de un voto, 
ni tus ofrendas voluntarias, ni las 
oblaciones de elevación. 18 Delante 
de Yave, tu Dios, en el lugar que 
Yave, tu Dios, elija, las comerás, 
tú, tu hijo y tu hija, tu siervo y tu 
sierva, y el levita que more en tus 
ciudades; allí te regocijarás ante Yave, 
tu Dios ; disfrutando de los bienes que 
adquiera tu mano. 19 Guárdate de 
desamparar al levita en todo el tiempo 
que vivas sobre tu tierra. 20 Cuando 
Yave, tu Dios, haya extendido tus 
fronteras, como te lo ha prometido, 
y digas: Quiero comer carne, porque 
sienta deseo de ella tu alma, podrás 
comerla cuantas veces quieras. 21 Si 
el lugar que Yave, tu Dios, elija, 
para poner en él su nombre, está 
lejano, podrás matar tu ganado ma¬ 
yor y menor, que Yave te dé, según 
lo que te he prescrito, v comerlo 
en tu ciudad, a tu deseo, 22 Lo come¬ 
rás como se come la gacela y el 
ciervo; el puro y el impuro podrán 
comerlo uno y otro; 23 pero atente 
siempre a la prohibición de comer 
sangre; es la vida, y no debes comer 
la vida de la carne; 24 no la comerás, 
la derramarás sobre la tierra como 
el agua; 25 no la comerás, para que 
seas dichoso, tú y tus hijos después 
de ti, haciendo lo que es recto a 
los ojos de Yave. 26 Pero las ofren¬ 
das sagradas que se te imponen, y 
las que tú hagas en cumplimiento 
de un voto, ésas tómalas, y ve al 
lugar que Yave elija; 27 y allí ofre¬ 
cerás tus holocaustos, carne y san¬ 
gre, en el altar de Yave, tu Dios; 
en los sgcrificios, la sangre será derra¬ 
mada en el altar de Yave, tu Dios, 
y la carne la comerás tú. 28 Escucha 
y guarda todo esto que yo te mando, 
para que seas dichoso tú, y tus hijos 
después de ti, por siempre, haciendo 
lo que es recto a los ojos de Yave, 
tu Dios. 


Contra los rilos gentílicos. 

29 Cuando Yave, tu Dios, haya 
exterminado a los pueblos que de 
delante de ti va a arrojar, y ya los 
hayas destruido, y habites en la 
tierra, 30 guárdate de imitarlos, ca¬ 
yendo en una trampa, después de 
haber desaparecido de delante de ti, 
y de indagar acerca de sus dioses, 







DEUTERONOMIO, 13, 14 


189 


diciendo: ¿Cómo acostumbraban esas 
gentes servir a sus dioses? Voy a 
hacer también yo como ellos hacían. ■ 

31 No obres asi con Yave, tu Dios; 
porque cuanto hay de aborrecible 
y abominable a Yavc, lo hacían ellos 
para sus dioses; hasta quemar *en el 
iuego a sus hijos, en honor suyo. 

32 Todo lo que yo te mando, guár¬ 
dalo diligentemente, sin añadir ni 
quitar nada. 


Prevenciones contra la apostasía* 

1 Q 1 Si se alzare en medio de ti 
* un profeta o un soñador, que 

te anuncia una señal o un prodigio, 

2 aunque se cumpliere la señal o el 
prodigio de que te habló, diciendo: 
Vamos tras de otros dioses—dioses 
que tú no conoces—y sirvámosles; 

3 no escuches las palabras de ese 
profeta o ese soñador, porque te 
prueba Yave, tu Dios, para saber 
si amáis a Yave, vuestro Dios, con 
todo vuestro corazón y toda vuestra 
alma. 4 Tras de Yave, vuestro Dios, 
habéis de ir; a él habéis de temer, 
guardar sus mandamientos, obede¬ 
cer su voz, servirle y allegaros a él. 
5 Y ese profeta o soñador será conde¬ 
nado a muerte (1), por haber acon¬ 
sejado la rebelión contra Yave, vues¬ 
tro Dios, que os sacó de Egipto y 
os libró de la casa de la servidumbre, 
para apartaros del camino por donde 
Yave, tu Dios, te ha mandado ir. 
Así liarás desaparecer la maldad de 
en medio de ti. 

6 Si tu hermano, hijo de tu madre, 
o tu hijo o tu hija, o la mujer que 
descansa en tu regazo, o tu amigo, 
aunque le quieras como a tu propia 
alma, te incitare en secreto, diciendo: 
Vamos a servir a otros dioses—dioses 
que no conocisteis ni tú ni tus padres, 

7 de entre los dioses de los pueblos 
que os rodean, cercanos o lejanos, 
del uno al otro cabo de la tierra—, 

8 no asientas ni le escuches, ni tenga 
tu ojo piedad de él, ni le tengas 
compasión ni le encubras; 9 denún- 


(i) Cómo la existencia misma del pueblo 

pendía de la observancia de su religión, todo 

delito grave contra ésta era, al mismo tiempo, 

un atentado contra aquélla. Por eso se castigan 

tan rigurosamente los delitos contra la religión. 

En el mismo cap., v. 13, se expone cómo ha 

de ser castigada la ciudad en que tal delito se 

cometa. 


cíale irremisiblemente, y sea tu mano 
la primera que contra él se alce para 
matarle, siguiendo después las de 
todo el pueblo; 10 le lapidaréis hasta 
que muera, por haber buscado apar¬ 
tarte de Yave, tu Dios, que te sacó 
de Egipto, de la casa de la servi¬ 
dumbre. 11 Así todo Israel lo sabrá 
y temerá de hacer más una semejante 
maldad en medio de ti. 

12 Si de una de las ciudades que 
Yave, tu Dios, te ha dado por morada, 
oyeres decir: 13 gentes malvadas, sali¬ 
das de en medio de ti, andan sedu¬ 
ciendo a los habitantes de la ciudad, 
diciendo: Vamos a servir a otros 
dioses; 14 inquirirás, examinarás y 
preguntarás cuidadosamente; si el 
rumor es verdadero y cierto el hecho, 
si se ha cometido en medio de ti tal 
abominación, 15 entonces, dando al 
anatema esa ciudad, con todo cuanto 
hay en ella y sus ganados, no dejes 
de pasarla a filo de espada; 16 y 
reuniendo todo su botín en medio 
de la plaza’ quemarás completamente 
la ciudad con su botín, para Yave, tu 
Dios; sea para siempre un montón 
de ruinas y no vuelva a ser edifi¬ 
cada. 17 Que no se te pegue a las 
manos nada de cuanto fue dado al 
anatema, para que se vuelva Yave 
del furor de su ira, y te haga gracia 
y misericordia, y te multiplique, como 
a tus padres se lo juró, 18 si guardas 
todos sus mandamientos que yo hoy 
te prescribo, haciendo lo que es recto 
a los ojos de Yave, tu Dios. 


Animales puros y animales 
impuros. 

(Lev. 11, 2-23.) 

|1 1 Vosotros sois hijos de Yave, 
vuestro Dios. No os hagáis in¬ 
cisiones, ni os decalvéis entre los 
ojos, por un muerto. 2 * Porque tú 
eres un pueblo consagrado a Yave, 
tu Dios, y te ha elegido Yave para 
que seas su pueblo singular, de entre 
todos los pueblos que hay sobré la 
haz de la tierra. 

3 No comas abominación alguna. 
4 He aquí los animales que comeréis: 
el buey, la oveja y la cabra; 5 el 
ciervo, la gacela y el corzo; la cabra 
montés, el antílope, el búfalo, la 
gamuza; 6 * * todo animal que tenga la 
pezuña dividida y el pie hendido y 









DEUTERONOMIO, 15 


U1U 


rumie; 7 pero no comeréis los que 
solamente rumian, ni los que sola¬ 
mente tienen la pezuña dividida y 
el pie hendido; el camello, la liebre, 
el conejo, que rumian, pero no tienen 
la pezuña dividida, son inmundos 
para vosotros; 8 el puerco, que tiene 
la pezuña hendida, pero no rumia, 
es inmundo para vosotros. No come¬ 
réis sus carnes ni tocaréis sus cadᬠ
veres. 

9 De los animales que viven en el 
agua, comeréis los que tienen ale¬ 
tas y escamas; 10 pero cuantos no 
tienen aletas y escamas, no los come¬ 
réis, son para vosotros inmundos. 
11 Comeréis toda ave pura. 12 He aquí 
las que no comeréis; el águila, el 
quebrantahuesos, el buitre, 13 el mi¬ 
lano y toda suerte de halcones; 
14 toda suerte de cuervos; 15 el aves¬ 
truz, el mochuelo, la lechuza; 16 el 
ibis, el buho y el pelícano; 17 la cer¬ 
ceta, el mergo, la cigüeña; 18 la 
garza de todas clases, la abubilla 
y el murciélago. 19 Tendréis también 
por inmundo todo insecto alado, no 
lo comeréis,. 20 Comeréis los volátiles 
puros. 21 No comeréis morticino de 
ningún animal; podrás dárselo a comer 
al peregrino que reside en tus ciu¬ 
dades o vendérselo al extranjero; 
vosotros sois un pueblo consagrado 
a Yavc, tu Dios. No cocerás el ca¬ 
brito en la leche de su madre. 


Décimas. 

(Exod. 22, 20; Lev. 27, 30-33.) 

22 Diezmarás todo producto de tus 
sementeras, de lo que dé tu campo 
cada año; 23 y comerás delante de 
Yavc, tu Dios, en el lugar que él 
elija, para hacer habitar en él su 
nombre, la décima de tu trigo, de 
tu mosto y de tu aceite, y los pri¬ 
mogénitos de tus vacas y ovejas, 
para que aprendas a temer siempre 
a Yave, tu Dios; 24 pero si el camino 
fuere largo para poder llevarlos allá, 
por estar tú demasiado lejos del 
lugar que elija Yave para hacer habi¬ 
tar en él su nombre, cuando Yave te 
bendecirá, 26 lo venderás; y tomando 
el dinero en tus manos, irás con él 
al lugar que Yavc, tu Dios, elija. 
26 Allí comprarás con el dinero lo 
que desees, bueyes, ovejas, vino u 
otro licor fermentado, lo que quie¬ 


ras; y comerás allí, delante de Yave, 
y te regocijarás, tú y tu casa. 27 No 
dejarás de lado al levita que mora 
en tu ciudad, porque él no tiene 
parte ni heredad contigo. 

28 Al fin de cada tercer año, sepa¬ 
rarás Todas las décimas de los pro¬ 
ductos de aquel año y las depositarás 
en tu ciudad; 29 allá vendrá el levita, 
que no tiene parte ni heredad con¬ 
tigo y el peregrino, el huérfano y la 
viuda que habita en tus ciudades 
y comerán y se saciarán, para que 
Yave, tu Dios, te bendiga en todas 
las obras de tus manos (1). 


El año de la remisión. 

1 £) 1 Al fin de cada séptimo año, 
harás la remisión. 2 * He aquí 
cómo se ha de hacer la remisión: 
Todo acreedor que haya prestado, 
condonará al deudor lo prestado; no 
lo exigirá ya más a su prójimo, una 
vez publicada la remisión de Yave; 
3 podrás exigirlo del extranjero, pero 
no de tu hermano, al que harás la 
remisión, 4 para que no baya entre 
ti pobres; porque Yave te bendecirá 
seguramente en la tiérra que Yave, 
tu Dios, te ha dado en heredad, 
para que la poseas, 5 siempre que 
oigas la voz de Yave, tu Dios, po¬ 
niendo por obra cuidadosamente todos 
sus mandatos, que yo hoy te pres¬ 
cribo. 6 Porque Yavc, tu Dios, te 
bendecirá, como él te lo ha dicho, 
y prestarás a muchos pueblos, y no 
tendrás que tomar prestado de nadie; 
dominarás a muchas naciones y ellas 
no te dominarán a ti. 


Los pobres y los esclavos. 

7 Si hubiere en medio de ti un 
necesitado de entre tus hermanos, 
en tus ciudades, en la tierra que 
Yave, tu Dios, te da, no endurecerás 
tu corazón ni cerrarás tu inano a tu 
hermano pobre, 8 sino que le abri¬ 
rás tu mano y le prestarás con que 
poder satisfacer sus necesidades, según 
lo que necesite. 8 Guárdate de que 


(i) Es de notar, como característica del 

Deuteronomio, el gran cuidado del legislador 

por el pobre, incluyendo entre éstos al levita, 

al huérfano, a la viuda y al peregrino. 








DEUTERONOMIO, 16 


191 


se alce en tu corazón este bajo pen¬ 
samiento: Está ya cercano el año 
de la remisión; y de mirar con malos 
ojos a tu hermano pobre y no darle 
nada, no sea que el clame a Yave 
contra ti y te cargues con un pecado. 
10 Debes darle, sin que al darle se 
entristezca tu corazón; porque por 
ello Yavc, tu Dios, te bendecirá en 
todos tus trabajos y en todas tus 
empresas. 11 Nunca dejará de haber 
pobres en la tierra, por eso te doy 
este mandamiento: abrirás tu mano 
a tu hermano, al necesitado y al 
pobre de tu tierra. 

12 Si uno de tus hermanos, un 
hebreo o una hebrea, se te vende, 
te servirá seis años, pero al séptimo 
le despedirás libre de tu casa; 13 y 
al despedirle libre de tu casa, no le 
mandarás vado, 14 sino que le darás 
algo de tus ovejas, de tu era y de tu 
lagar, haciéndole partícipe de los 
bienes con que Yave, tu Dios, te 
bendice a ti. 16 Acuérdate de que 
esclavo fuiste en la tierra de Egipto, 
y de que Yave, tu Dios, te libertó; 
por eso te doy yo este mandato. 

16 Y si tu esclavo te dice: No quiero 
salir de tu casa, porque te amo a ti 
y a tu casa, y se halla bien contigo, 

17 entonces, tomando un punzón, 
le agujerearás la oreja junto a la 
puerta, y será esclavo tuyo para 
siempre; lo mismo harás con tu 
sierva. 18 Que no te pese darle por 
libre, porque sirviéndote seis años, 
te ha valido el doble del salario de 
un jornalero, y Yave, tu Dios, te 
bendecirá en cuanto hagas. 


Los primogénitos. 

(Exod. 13, 11-16; Núm. 13, 14-19.) 

19 Consagrarás a Yave, tu Dios, 
todos los pi imogénitos, todo primo¬ 
génito macho de tus vacas y ovejas; 
no harás trabajar al primogénito 
de tu vaca, ni esquilarás al primo¬ 
génito de tus ovejas, 20 sino que lo 
comerás cada año, tú y tu familia, 
delante de Yave, tu Dios, en el lugar 
que el elija. 21 Pero si es defectuoso, 
si ciego o cojo o con otro defecto, 
no se lo ofrecerás en sacrificio a 
Yave, tn Dios. 22 Lo comerás en 
tus ciudades, como se come la gacela 
o el ciervo; 23 pero no comerás la 
sangre, la derramarás sobre la tierra 
como el agua. 


LAS TOES SOLEMNIDADES 
ANUALES 

(Exod. 12; 23, 14-16; 34, 18-23; 
Lev. 23; Núm. 28 sig.) 


La pascua. 

-i 4 1 Guarda el mes de Abib, ce- 

lebrando la pascua de Yave, 
tu Dios; porque precisamente en el 
mes de Abib te sacó Yave, tu Dios, 
de Egipto, de noche. 2 Inmolarás la 
pascua a Yave, tu Dios, de las crías 
de las ovejas y de las vacas, en el 
lugar que Yave, tu Dios, haya ele¬ 
gido para poner en él su nombre; 
3 no comerás con ella pan fermentado, 
sino que por siete días comerás pan 
ácimo, el pan de la aflicción, porque 
de prisa saliste de Egipto; para 
que así te acuerdes toda tu vida del 
día en que saliste de Egipto. 4 No 
se verá levadura esos siete días en 
toda la extensión de tu territorio, 
y nada de la víctima que a la tarde 
inmolares quedará para la noche 
hasta la mañana siguiente. 5 No 
sacrificarás la pascua en cualquiera 
de las ciudades que te dará Yave, 
tu Dios; 6 sólo en el lugar que Yave, 
tu Dios, elija, para hacer habitar 
en él su nombre, sacrificarás la pas¬ 
cua, a la tarde, al ponerse el sol, al 
tiempo de tu salida de Egipto. 7 La 
asarás y la comerás en el lugar que 
Yave, tu Dios, elija, y de allí te vol¬ 
verás a la mañana siguiente, para irte 
a tus tiendas. 8 Durante seis días come¬ 
rás pan ácimo, y el día séptimo será 
la solemnidad de Yave, tu Dios, 
y no harás en el trabajo alguno. 


Pentecostés. 

9 Contarás siete semanas; desde 
el día en que comienza a meterse 
la hoz en el trigo, comenzarás a contar 
las siete semanas; 10 y celebrarás la 
fiesta de las semanas en honor de 
Yave, tu Dios, con ofrendas volun¬ 
tarias, que harás conforme Yave, 
tu Dios, te haya bendecido. 11 Te 
regocijarás en la presencia de Yave, 
tu Dios, en el lugar que elija para 
hacer habitar en él su nombre, tú y 
tu hijo, tu hija, tu siervo, tu sierva, 
el levita que mora en tus ciudades, 
así como el peregrino, el huérfano 
y la viuda que habitan en medio 







192 


DEUTERONOMIO, 17 


de ti. 12 Acuérdate de que siervo 
fuiste en Egipto, y cuida de poner 
en obra estos mandamientos. 


La fiesta de los t-abernáculos. 

13 Celebrarás la fiesta do los taber¬ 
náculos durante siete días, una vez 
recogido el producto de tu era y de 
tu lagar; 14 te regocijarás en esta 
fiesta tú, tu hijo, tu bija, tu siervo 
y tu sierva, así eomo el levita, el 
peregrino, el huérfano y la viuda 
que habitan en tu ciudad. 15 Cele¬ 
brarás la fiesta en honor de Yavc, 
tu Dios, en el lugar que haya elegido, 
para que Yave, tu Dios, te bendiga 
en todas tus cosechas y en todo 
trabajo de tus manos, y te darás 
todo a la alegría. 

16 Tres veces al año, todo varón 
de entre vosotros se presentará de¬ 
lante *de Yave, vuestro Dios, en el 
lugar que él haya elegido; en la 
festividad de los ácimos, en la de las 
semanas y en la de los tabernáculos; 
y no se presentará ante Yave con las 
manos vacías. 17 Cada cual hará sus 
ofrendas, conforme a las bendiciones 
que Yave, tu Dios, le haya otorgado. 


La administración de justicia. 

18 Te constituirás jueces y escri¬ 
bas, en todas las ciudades que Yave, 
tu Dios, te dará, según tus tribus, 
que juzguen al pueblo justamente. 
19 No tuerzas el derecho, no hagas 
acepción de personas, no recibas rega¬ 
los, porque los regalos ciegan los 
ojos de los sabios y corrompen las 
palabras de los justos. 20 Sigue estric¬ 
tamente la justicia, para que vivas 
y poseas la tierra que te da Yave, 
tu Dios. 


Depresión de la apostadla. 

21 No plantarás arboleda alguna 
junto al altar que elevarás a Yave, 
tu Dios; 22 ni alzarás cipos, que eso 
lo detesta Yave, tu Dios. 

'J Y 1 * * No sacrificarás a Yave, tu 
Dios, buey ni oveja que tengan 
defecto, porque es abominación ante 
Yave, til Dios. 

2 Si en medio de ti, en alguna de 


las ciudades que Yave, tu Dios, te 
da, hubiere hombre o mujer que hi¬ 
ciere lo que es malo a los ojos de 
Yave, tu Dios, traspasando su alianza, 

3 yéndose tras otros dioses para ser¬ 
virles > r postrarse ante ellos, ante el 
sol o la luna o cualquier astro del 
ejército de los cielos (1), cosa que 
yo no he mandado; 4 cuando la cosa 
llegue a ti, harás una escrupulosa 
investigación: si el rumor es verda¬ 
dero y el hecho cierto, si se cometió 
tal abominación en Israel, 5 llevarás 
a tus puertas al hombre o mujer 
que tal maldad ha cometido y los 
lapidarás, hasta que mueran. 

6 Sólo sobre palabra de dos o tres 
testigos se condenará a muerte al 
que haya de ser condenado; no será 
condenado a muerte sobre la pala¬ 
bra de un solo testigo. 7 Las manos de 
los testigos se alzarán las primeras 
contra él, para hacerle morir, y 
después seguirán las del pueblo. Has 
de extirpar el mal de en medio de ti. 


Diversas cnlcgorias de jueces. 

8 Si una causa te resultare difícil 
de resolver, entre sangre y sangre, 
entre contestación y contestación, 
entre herida V herida, objeto de liti¬ 
gio en tus puertas, te levantarás y 
subirás al lugar que Yave, tu Dios, 
haya elegido, 9 y te irás a los sacer¬ 
dotes hijos de Le vi, al juez entonces 
en funciones, y le consultarás; él 
te dirá la sentencia que haya de 
darse, conforme a derecho. 10 Obra¬ 
rás según la sentencia que te hayan 
dado en el lugar que Yave, ha ele¬ 
gido, y pondrás cuidado en ajus¬ 
tarte a lo que ellos te hayan ense¬ 
ñado. 11 Obrarás conforme a la ley 
que ellos te enseñen y a la senten¬ 
cia que te hayan dado, sin apartarte 
ni a la derecha ni a la izquierda, 
de lo que te hayan dado a conocer. 
12 El que, dejándose llevar de la 
soberbia, no escuchare al sacerdote, 
que está allí para servir a Yave, 
tu Dios, o no escuchare al juez, 
será condenado a muerte. 13 Así extir¬ 
parás el mal de en medio de Israel, 
y tu pueblo, al saberlo, temerá, y no 
se dejará llevar de la soberbia. 


(i) El cubo de los astros no era propio 

de las religiones cananeas. Lo era más bien 

de las caldeas, cuyo influjo se dejó también 

sentir en Palestina. 









193 


DEUTERONOMIO, 18 


El rey. 

14 Cuando hayas entrado en la 
tierra que Yave, tu Dios, te da, y 
te hayas posesionado de ella y esta¬ 
blecido en ella til morada; si te dices: 
Voy a poner sobre mí un rey, como 
lo tienen todas las naciones, que me 
rodean; 15 pondrás sobre ti el rey 
que Yave, tu Dios, elija; uno de tus 
hermanos tomarás para hacerle rey 
sobre ti; no podrás darte por rey un 
extranjero, que no sea tu hermano; 
16 pero que no tenga gran número 
de caballos, ni pretenda volver al 
pueblo a Egipto; porque Yave, tu 
Dios, ha dicho: no volváis nunca 
jamás allá por ese camino. 17 Que no 
tenga mujeres en gran número, para 
que no se desvíe; ni grandes cantida¬ 
des de plata y oro. 18 En cuanto se 
siente en el trono de su realeza, escri¬ 
birá para sí en un libro una copia de 
esta ley, en presencia de los sacer¬ 
dotes levitas. 19 Lo tendrá consigo 
y lo leerá todos los días de su vida, 
para que aprenda a temer a Yave, 
su Dios, y a guardar todas las pala¬ 
bras de esta ley y todos estos man¬ 
datos, y los ponga por obra, 20 para 
que no se alce su corazón sobre el 
de sus hermanos, y no se aparte ni 
a la derecha ni a la izquierda, y así 
prolongue los días de su reinado, él 
y sus hijos, en medio de Israel. 


Los sacerdote*. 

J g 1 * Los sacerdotes levitas, toda 
la tribu de Leví, no tendrán 
parte y heredad con Israel; se man¬ 
tendrán de los sacrificios de combus¬ 
tión a Yave y de la heredad de éste. 
2 No tendrán heredad en medio de 
sus hermanos; Yave es su heredad, 
como él se lo ha dicho. 3 Estos serán 
los derechos de los sacerdotes sobre 
el pueblo, sobre aquellos que ofrez¬ 
can en sacrificio un buey o una oveja: 
se dará al sacerdote el brazuelo, las 
mandíbulas y el cuajar. 4 También 
le darás las primicias de tu trigo, 
de tu mosto y de tu aceite, y las 
primicias del esquileo de tus ovejas; 
6 porque a él ha elegido Yave, tu 
Dios, de entre todas las tribus, para 
estar ante él y ministrar en nombre 
de Yave, él y sus hijos por siempre. 
8 Si un levita sale de alguna de tus 
ciudades de todo Israel, donde pere¬ 
grinó, para venir con todo el deseo 


de su alma al lugar que Yave elija, 
7 ministrará en nombre de Yave, su 
Dios, como todos sus hermanos, los 
levitas, que allí estén delante de 
Yave, 8 y comerá una porción igual 
a la de los otros, excluyendo a los 
sacerdotes de la iniquidad y a los 
magos. 

Los profetas. 

9 Cuando hayas entrado en la tie¬ 
rra que Yave, tu Dios, te da, no 
imites las abominaciones de esas na¬ 
ciones, 10 y no haya en medio de 
ti quien haga pasar por el fuego a 
su hijo o a su hija, ni quien se dé 
a la adivinación ni a la magia, ni 
a hechicerías 11 y encantamientos; 
ni quien consulte a encantadores, ni 
a espíritus, ni a adivinos, ni pregunte 
a los muertos. 12 Es abominación 
ante Yave cualquiera que esto hace, 
y precisamente por tales abomina¬ 
ciones arroja Yave, tu Dios, de de¬ 
lante de ti a esas gentes. 13 Sé puro 
ante Yave, tu Dios. 14 Esas gentes 
que vas a desposeer consultan a he¬ 
chiceros y adivinos, pero a ti nada 
de eso te permite Yave, tu Dios. 
15 Yave, tu Dios, te suscitará de en 
medio de ti, de entre tus hermanos, 
un profeta como yo; a él le oirás, 

1 10 precisamente como a Yave, tu 
Dios, pediste en el Horeb, el día 
de la congregación, diciendo: Que 
no oiga yo la voz de Yave, mi Dios, 
y no vea este gran fuego, para no 
morir. 17 Entonces me dijo Yave: 
Dicen bien, hablando así. 18 Yo les 
suscitaré de en medio de sus her¬ 
manos un profeta, como tú, pondré 
en su boca mis palabras, y él les co¬ 
municará todo cuanto yo le mande. 
19 A quien no escuchare las palabras 
que él dirá en mi nombre, yo le pe¬ 
diré cuenta. 20 Pero el profeta que 
ose decir en nombre mío lo que yo 
no le haya mandado decir, o hable 
en nombre de otros dioses, ha de 
morir. 21 Y si te dices en tu corazón: 
¿cómo voy a conocer yo la palabra 
que no ha dicho Yave? 22 Cuando un 
profeta te hable en nombre de Yave, 
si lo que dijo no se cumple, no se 
realiza, es cosa que no ha dicho 
Yave; en su presunción habló el pro¬ 
feta, no le temas (1). 


(i) Se refiere aquí el legislador, no a un 

profeta particular y determinado, sino a una 

verdadera institución, como es la de la ju- 


13 









194 


DEUTER0N0M10, 19, 20 


Ciudades de refugio. 

1 Q 1 Cuando Yave, tu Dios, haya 
V- exterminado las naciones cuya 
tierra te da, y las hayas desposeído 
y habites en sus ciudades y en sus 
casas, 2 te separarás tres ciudades de 
en medio de la tierra que Yave, tu 
Dios, te da en posesión; 3 allanarás 
los caminos y dividirás en tres re¬ 
giones el territorio que Yave, tu 
Dios, te da en heredad, para que 
todo homicida pueda refugiarse en 
esas ciudades. 4 He aquí el caso en 
que el homicida que allí se refugie 
tendrá salva la vida: Si mató a su 
prójimo sin querer, sin que antes 
fuera enemigo suyo, ni ayer ni ante¬ 
ayer. 5 Así, si uno va a cortar leña 
en el bosque con otro, y mientras 
maneja con fuerza el hacha para 
derribar el árbol, salta del mango el 
hierro y da a su prójimo y le mata, 
ése huirá a una de las ciudades y 
tendrá salva la vida. 6 Si no, el ven¬ 
gador de la sangre perseguiría en su 
furor al homicida, y si el camino 
era demasiado largo, le alcanzaría y 
le heriría de muerte; y sin embargo, 
esc hombre no merecía la muerte, 
pues que ni de ayer ni de anteayer 
tenía odio. 7 Por eso te doy este 
mandato; Separa tres ciudades; 8 y 
si Yave, tu Dios, ensancha tus fron¬ 
teras, como a tus padres se lo ha 
jurado, y te da toda la tierra que 
a tus padres juró darte, 9 siempre 
que guardes y pongas por obra todos 
los mandamientos que yo te pres¬ 
cribo hoy, amando a Yave, tu Dios, 
y siguiendo todos sus caminos, aña¬ 
dirás a esas tres, otras tres ciudades, 
10 para que no sea derramada sangre 
inocente en medio de la tierra que 
Yave, tu Dios, te da por heredad, y 
no caiga sangre sobre ti. 11 Pero si 
uno que odiaba a su prójimo le ace¬ 
chare, se echare sobre él y le hiere 
mortalmentc y huye a una de esas 
ciudades, 12 los ancianos de la ciudad 
le mandarán prender y le entregarán 
en manos del vengador de la sangre, 
para que muera. 13 No tendréis pic- 


dicatura, la del sacerdocio y la de la realeza. 
Comprende a todos los profetas que en el trans¬ 
curso del tiempo mandará Dios a su pueblo; 
pero no se excluye, antes por modo cspecialf- 
simo se incluye, al profeta por antonomasia, 
el Mesías. Uno de los fines de esta institución 
es apartar al pueblo de acudir a hechiceros y 
adivinos, como acostumbraban los cananeos, 
y en general los gentiles. 


dad de él, quitarás de Israel sangre 
inocente y prosperarás. 

14 No moverás los términos de tu 
prójimo de donde los pusieron los 
antepasados en la heredad de tu 
propiedad, en la tierra que Yave, 
tu Dios, va a darte en posesión. 


La prueba testifical. 

15 Un solo testigo no vale contra 
uno en cualquier delito o en cual- I 
quier pecado, cualquiera que sea el I 
pecado. En la palabra de dos o tres I 
testigos se apoyará siempre la cosa. I 

16 Si surgiere contra uno un testigo < 
malo, acusándole de un delito, 17 los I 
dos interesados en la causa se prc- " 
sentarán ante Yave, ante el saccr- ] 
dote 18 y los jueces en funciones en ¿ 
ese tiempo, quienes, si después de I 
una escrupulosa investigación, ave¬ 
riguasen que el testigo, mintiendo, 
había dado falso testimonio contra su I 
hermano, 19 le castigarán haciéndole 

a él lo que él pretendía se hiciese I 
con su hermano; así quitarás el mal I 
de en medio de Israel. 20 Los otros, I 
al saberlo, temerán y no cometerán I 
esa mala acción en medio de ti; 21 no 1 
tendrá tu ojo piedad: vida por vida, I 
ojo por ojo, diente por diente, mano I 
por mano, pie por pie 


La guerra. 

»)A 1 Cuando hagas la guerra a tus I 
enemigos, al ver los caballos y I 
los carros de un pueblo más pode- I 
roso que tú, no los temerás; porque j 
Yave, tu Dios, que te sacó de Egipto, I 
está contigo. 2 Cuando se vaya a I 
dar la batalla, avanzará el sacerdote I 
y hablará al pueblo, 3 y le dirá: I 
jOyc, Israel! Hoy vais a dar la bata- I 
lia a vuestros enemigos; que no des- I 
fallezca vuestro corazón; no temáis, I 
no os asustéis ni os aterréis ante I 
ellos; 4 porque Yave, vuestro Dios, ] 
marcha con vosotros, para combatir 
con vosotros contra vuestros enemi- I 
gos, y él os salvará. 6 Luego hablarán I 
al pueblo los escribas, diciendo: ¿Quién 
ha construido una casa nueva y no 
la ha estrenado? Que se vaya y vuel- 1 
va a su casa, no muera en "la batalló I 
y sea otro el que la estrene. 6 ¿Quién 
ha plantado una viña y no la ha 
vendimiado todavía? Que se vaya y 
vuelva a su casa, no sea que muera 










DEUTERONOMIO, 21 


n>:> 


en la batalla y la vendimie otro. 

7 ¿Quién se ha desposado con una 
mujer y todavía no la ha tomado? 
Que se vaya y vuelva a su casa, no 
sea que muera en la batalla y la tome 
otro. 8 Los escribas seguirán hablando 
al pueblo y le dirán: ¿Quien tiene 
miedo y siente desfallecer su cora¬ 
zón? Que se vaya y vuelva a su casa, 
para que no desfallezca como el suyo 
el corazón de sus hermanos (1). 

9 Cuando los escribas hayan acabado 
de hablar al pueblo, los jefes de las. 
tropas pasarán lista del pueblo por 
cabezas. 

10 Cuando te acercares a una ciu¬ 
dad para atacarla, le brindarás la 
paz. 11 Si la acepta y te abre, la 
gente de ella será hecha tributaria 
y te servirá. 12 Si en vez de hacer 
paces contigo quiere la guerra, la 
sitiarás; 13 y cuando Yave, tu Dios, la 
pusiere en tus manes, pasarás a 
todos los varones al filo de la espada; 
14 pero las mujeres, los niños y los 
ganados y cuanto haya en la ciudad, 
todo su botín, lo tomarás para ti 
y podrás comer los despojos de tus 
enemigos, que Yave, tu Dios, te da. 
19 Así harás con todas las ciudades 
situadas lejos de ti, que no sean de 
las ciudades de estas gentes (2). 
16 Pero en las ciudades de las gentes 
que Yave, tu Dios, te da por here¬ 
dad, no dejarás con vida a nada de 
cuanto respira; 17 darás al anatema 
esos pueblos, a los jéteos, amorreos, 
canancos, fereceos, jcveos y jebu- 
scos, como Yave, tu Dios, te lo lia 
mandado, 18 para que no aprendáis 
a imitar las abominaciones a que 
esas gentes se entregan para con sus 
dioses, y no pequéis contra Yave, 
vuestro Dios. 

19 Si para apoderarte de una ciu¬ 
dad enemiga tienes que hacer un 
largo asedio, no destruyas la arbole¬ 
da, metiendo en ella el hacha; come 
sus frutos y no los tales, que no es 
un hombre el árbol del campo, para 
que pueda reforzar la defensa contra 
ti. 20 Los árboles que veas que no 


(r) Aunque la ley del servicio militar era 
universal, pénense aquí estas excepciones, para 
el momento mismo en que se va a dar la batalla, 
y parecen tender todas a’retirar de en medio 
de las tropas a los que pudieran ser causa de 
desmoralización y cobardía. 

(2) Esta era entonces la ley común de la 

guerra; como el servicio de las armas en todos 

aquellos pueblos era universal, todos los varo¬ 

nes en edad de empuñarlas eran combatientes. 


son de fruto podrás destruirlos y de¬ 
rribarlos, para hacer ingenios con que 
combatir a la ciudad en guerra con¬ 
tigo, hasta que caiga. 

Expiación del homicidio cometido 
por mano desconocida, 

A 1 2 Si en la tierra que Yave, tu 
Dios, te da en posesión, fuere 
encontrado un hombre muerto en el 
campo, sin que se sepa quien lo mató, 
2 tus ancianos y los jueces irán a 
medir las distancias del lugar donde 
esté el cadáver, hasta las ciudades 
del contorno. 3 Los ancianos de la 
ciudad más cercana al lugar del ca¬ 
dáver tomarán una becerra que no 
haya trabajado, que no haya llevado 
sobre sí el yugo, 4 y la llevarán a 
un valle inculto, que nunca haya 
sido arado ni sembrado; y allí, en 
el valle, la degollarán. 5 Entonces 
vendrán los sacerdotes, hijos de Lcví, 
porque a ellos los eligió Yave, tu 
Dios, para que le sirvan, y para ben¬ 
decir el nombre de Yave, y por su 
palabra ha de decidirse toda contes¬ 
tación y toda percusión. 6 Vendrán 
todos los ancianos de la ciudad que 
esté más cerca del muerto, y lavarán 
sus manos sobre la becerra degollada 
en el valle, 7 y responderán diciendo: 
«No han derramado nuestras manos 
esta sangre, ni lo han visto nuestros 
ojos; 8 expía a tu pueblo Israel a 
quien redimiste, oh Yave, y no im¬ 
putes la sangre inocente a tu pueblo 
Israel.» Y la sangre les será per¬ 
donada. 9 Así quitarás de en medio 
de ti la sangre inocente, y harás lo que 
es recto a los ojos de Yave (1). 

Las mujeres apresadas en la 
11 erra. 

10 Cuando hagas la guerra a los 
pueblos enemigos, y Yave, tu Dios, 
te los dé en tus manos y hagas cau¬ 
tivos; 11 si entre ellos vieres a una 
mujer hermosa y la deseas, la toma¬ 
rás por mujer; 12 la entrarás en tu 
casa, y ella se raerá la cabeza y se 


(1) Tan grave delito se considera el homi¬ 
cidio, que, cuando no puede ser descubierto 
el autor, cuantos por estar cerca del lugar en 
que se cometió pudieran creerse complicados, 
manda la ley que se purguen de la responsa¬ 
bilidad, mediante el juramento dado por sus 
representantes. 










196 


DEUTERONOMIO, 22 


cortará las uñas, 13 y quitándose los 
vestidos de su cautividad quedará en 
tu casa; llorará a su padre y a su 
madre por tiempo de un mes (1); 
después entrarás a ella y serás su 
marido y ella será tu mujer. 14 Si 
después te desagradare, le darás la 
libertad y no la venderás por dinero 
ni la maltratarás, pues tú la humi¬ 
llaste. 


Derechos del primogénito. 

15 Cuando un hombre tenga dos 
mujeres, la una amada, la otra abo¬ 
rrecida, si la amada y la aborrecida 
le dieran hijos y el primogénito fuere 
de la aborrecida, 16 el día en que dis¬ 
tribuya sus bienes entre sus hijos 
no podrá dar a los hijos de la amada 
el derecho de la primogenitura con 
preferencia al de la aborrecida, si 
éste es el primogénito; 17 mas habrá 
de reconocer por primogénito al hijo 
de la aborrecida, dándole de sus bie¬ 
nes dos tantos, porque es el primogé¬ 
nito de su robustez, y suyo es el 
derecho de la primogenitura. 


in hijo rebelde. 

18 Cuando uno tenga un hijo indó¬ 
cil y rebelde, que no obedece la voz 
de su padre ni la de su madre, y 
aun castigándole no los obedece, 19 lo 
cogerán su padre y su madre y lo 
llevarán a los ancianos de su ciudad; 
y a la puerta de ella, 20 dirán a los 
ancianos de la ciudad: «Este hijo 
nuestro es indócil y rebelde y no 
obedece nuestra voz; es un desenfre¬ 
nado y un borracho»; 21 y le lapida¬ 
rán todos los hombres de la ciudad. 
Así quitarás el mal de en medio de 
ti, y todo Israel, al saberlo, temerá. 


ahorcado es maldición de Dios, y no 
has de manchar la tierra que Yave, 
tu Dios, te da en heredad (1). 


Las cosas perdidas. 

(Exod. 23, 4-9.) 

1 Si encuentras perdidos el buey 
— — o la oveja de tu hermano, no te 
retires, llévaselos a tu hermano. 2 Si 
tu hermano habita lejos de ti y no 
le conoces, recoge al animal en tu 
casa y tenlo contigo hasta que tu 
hermano venga a buscarlo, y devuél¬ 
veselo. 3 Lo mismo harás con su asno, 
con su manto y con todo cuanto 
perdido encontrares. 4 Si ves el asno 
de tu hermano o su buey caído en el 
camino, no te desentiendas, ayúdale 
a levantarlo. 


Prohibición de ciertos usos. 

6 No llevará la mujer vestidos de 1 
hombre, ni el hombre vestidos de 
mujer, porque el que tal hace es 
abominación a Yave, tu Dios. 

6 Si en tu camino encuentras un 
nido de pájaros, en un árbol o en 
tierra, con pollos o con huevos y 1 
la madre sobre ellos, no cojas la 
madre con los pollos; 7 deja libre a 
la madre, y no cojas más que los I 
pollos, para que seas dichoso y vivas 
largos años. 

8 Cuando construyas una casa nue¬ 
va, pondrás un pretil en derredor de 
tu terrado; no eches sangre sobre tu 
casa, si alguien se cayera de él. 


Mescolanzas prohibidas. 
(Lev. 19, 19.) 


El cadáver del ajusticiado. 

22 Cuando uno que cometió un de¬ 
lito digno de la muerte, sea muerto 
colgado de un madero, 23 su cadáver 
no quedará en él la noche, no dejarás 
de enterrarle el día mismo, porque el ] 


(i) Esta cautiva de guerra pasa de su 
nación a una nación nueva, cosa en cierto modo 
equivalente a la muerte. para su nación, y por 
eso ha de despojarse de cuanto recuerda su 
nación propia. 


9 No siembres en tu viña simientes 
de dos clases, porque todo sería de¬ 
clarado cosa santa, lo sembrado y el 
producto de la viña. 

10 No ares con buey y asno unci¬ 
dos juntos. 

11 No lleves vestido tejido de lana 
y de lino juntamente. 

12 Te luirás borlas en las cuatro 
puntas del vestido con que te cubras. 


(i) Un cadáver, ya por sí, es un foco de 
impureza. Lo es mucho más el dei ajusticiado, 
por razón de su crimen. 











197 


DEUTERONOMIO, 23 


Delitos de los cónyuges y sus 
penas. 

13 Si un hombre, después de haber 
tomado mujer y haber entrado a 
ella, la aborreciere 14 y la imputare 
falsamente delitos y la difamase, di¬ 
ciendo: «He tomado a ésta por mujer, 
y cuando a ella entré no la hallé 
virgen»; 15 el padre y la madre de 
ella tomarán las pruebas de su vir¬ 
ginidad y las presentarán a los an¬ 
cianos de la ciudad en las puertas. 
16 El padre de la joven dirá: «Yo he 
dado por mujer mi hija a este hom¬ 
bre, y él, habiéndola aborrecido, le 
imputa cosas deshonrosas, 17 dicien¬ 
do: no la he hallado virgen. Ahí están 
las pruebas de la virginidad de mi 
hija», y desplegarán la sábana ante 
los ancianos de la ciudad. 18 Estos 
cogerán al hombre y le castigarán; 

19 le impondrán una multa de cien 
sidos de plata, que entregarán al 
padre de la joven, por haber espar¬ 
cido la difamación de una virgen de 
Israel; tendrá que tomarla por mujer, 
y nunca en la vida podrá repudiarla. 

20 Pero si la acusación fuera verdad 
habiéndose hallado no ser virgen la 
joven, 21 la llevará a la entrada de 
la casa de su padre, y las gentes de 
la dudad la lapidarán hasta matarla, 
por haber cometido una infamia en 
Israel, prostituyéndose en la casa 
paterna; así quitarás el mal de en 
medio de ti. 

22 Si un hombre fuere cogido ya¬ 
ciendo con una mujer casada, serán 
muertos los dos, el hombre que yació 
con la mujer, y la mujer. Así quita¬ 
rás el mal de en medio de Israel. 

23 Si una joven virgen se desposa a 
un hombre y encontrándola en tanto 
otro en la ciudad, yace con ella, 
24 los llevaréis a los dos a las puertas 
de la ciudad y los lapidaréis hasta 
matarlos; a la joven, por no haber 
gritado en la ciudad; al hombre, por 
haber deshonrado a la mujer de su 
prójimo. 25 Pero si fué en el campo 
donde el hombre encontró a la joven 
desposada, y haciéndola violencia 
yació con ella, será sólo el hombre 
el que muera. 26 A ella nada le harás; 
no hay en ella reato de muerte, por¬ 
que es como si un hombre se arroja 
s >bre otro y le mata, el caso es 
igual. 27 Cogida en el campo, la 
joven gritó, pero no había nadie que 
la socorriese. 28 Si un hombre en¬ 
cuentra a una joven virgen, no des¬ 


posada, la coge y yace con ella y 
fueren sorprendidos, 29 el hombre 
que yació con ella dará al padre de 
la joven cincuenta sidos de plata, y 
ella será su mujer, por haberla él 
deshonrado, y no podrá repudiarla 
en su vida. 

30 Nadie tomará mujer de su padre, 
ni levantará la cubierta del lecho 
paterno. 


Inclusión y exclusión de la comu¬ 
nidad de Israel. 

ayo 1 No será admitido en la asam- 
blea de Yave aquel cuyos órga¬ 
nos genitales hayan sido aplastados 
o amputados. 

2 El fruto de una unión ilícita no 
será admitido en la samblea de Yave; 
ni aun a la décima generación entrará. 

3 Amonitas y moabitas no serán 
admitidos, ni aun a la décima gene¬ 
ración; no entrarán jamás, 4 porque 
no vinieron a vuestro encuentro con 
el pan y el agua al camino, cuando 
salisteis de Egipto, y porque trajeron 
contra ti a Balam, hijo de Beor, de 
Petur, de Aram Naharaim, para que 
te maldijera; 5 aunque Yave, tu Dios, 
no quiso oír a Balam y mudó su mal¬ 
dición en bendición, porque Yave, 
tu Dios, te ama. 6 No buscarás su 
amistad ni cuidarás de su bienestar, 
jamás en los días de tu vida. 7 No 
detestes al edomita, porque es her¬ 
mano tuyo; no detestes al egipcio, 
porque peregrino fuiste en su tierra: 
8 sus hijos, a la tercera generación, 
podrán ser admitidos en la asamblea 
de Yave. 


Limpieza en los campamentos. 

9 Cuando salgas en guerra contra 
tus enemigos, guárdate de toda cosa 
mala. 10 Si hubiere alguno impuro 
por accidente nocturno, sálgase fuera 
del campamento 11 y no entre hasta 
que, al caer de la tarde, se bañe en 
agua. A la puesta del sol podrá entrar 
en el campamento. 

12 Tendrás fuera del campamento 
un lugar donde agacharte, para hacer 
tus necesidades, 13 llevando a más 
de las armas un palo, con el que 
harás un hoyo para agacharte; y 
después de haberte agachado taparás 
tus excrementos; 14 porque Yave, tu 
Dios, anda en medio de tu campa- 









lux DEUTERONOMIO. 24 


mentó para protegerte y entregar en 
tu poder a tus enemigos, y tu cam¬ 
pamento debe ser santo, para que 
Ya ve no vea en ti nada de indecente 
y no aparte de ti sus ojos. 


Humanidad. 

15 No entregarás a su amo un es¬ 
clavo huido, que se haya refugiado 
en tu casa. 16 Tenlc contigo en medio 
de tu tierra, en el lugar que él elija, 
en una de tus ciudades, donde bien 
le viniere, sin causarle molestias (1). 

17 Que no haya prostituta de entre 
las hijas de Israel, ni prostituto de 
entre los hijos de Israel. 18 No lleves 
a la casa de Yave ni la merced de 
una ramera ni el precio de un perro, 
para cumplir un voto, que lo uno y 
lo otro es abominación para Yave, 
tu Dios. 

19 No exijas de tus hermanos inte¬ 
rés alguno, ni por dinero ni por ví¬ 
veres, ni por nada de lo que con usura 
se presta. 20 Puedes exigírselo al ex¬ 
tranjero, pero no a tu licrinan o, para 
que Yave, tu Dios, te bendiga cu 
todas tus empresas, en la tierra en 
(jue vas a entrar para poseerla. 

21 Cuando hicieres un voto a Yave, 
tu Dios, no retardes el cumplirlo; 
pues Yave, tu Dios, de cierto te pe¬ 
dirá cuenta de ello y cargarías con 
un pecado. 22 Si no haces voto, no 
cometes pecado; 23 pero la palabra 
salida de tus labios, la mantendrás 
y la cumplirás conforme al voto libre¬ 
mente hecho a Yave, tu Dios, que 
tu boca pronunció. 

24 Si entras cu la viña de tu pró¬ 
jimo, podrás comer uvas hasta saciar 
tu apetito, pero no guardarlas en re¬ 
cipiente alguno tuyo. 

25 Si entras en la mies de tu pró¬ 
jimo, podrás coger unas espigas con 
la mano, pero no meter la hoz en la 
mies de tu prójimo. 


El repudio. 

*}A 1 Si un hombre toma una mujer, 
y es su marido, y ésta luego no 
le agrada, porque lia notado en ella 
algo de torpe, le escribirá el libélo 


(i) En contraposición con el derecho de 
otros pueblos, entre cüos el romano, se manda 
respetar la libertad de quien huyendo de su 
amo la recobró. 


de repudio, y poniéndoselo en la 
mano, la mandará a su casa. 2 * * * * Una 
vez que de la casa de él salió, podrá 
ella ser mujer de otro hombre (1). i 

3 Si también el segundo marido la ’ 
aborrece, y le escribe el libelo de re¬ 
pudio, y poniéndoselo en la mano, la 
manda a su casa, o si el segundo ma¬ 
rido que la tomó por mujer muere, j 

4 no podrá el primer marido volver 
a tomarla por mujer, después de ha¬ 
berse ella manchado, porque esto 
es una abominación para Yave, y 1 
no has de llevar el pecado a la tierra 
que Yave, tu Dios, te da en heredad. 

5 Cuando un hombre sea recién 1 
casado, no irá a la guerra ni se le 
ocupará en cosa alguna: quede libre I 
en su casa durante un año, para con¬ 
tentar a la mujer que tomó. 


Equidad, humanidad y mode¬ 
ración. 

6 No tomarás en prenda las dos 
piedras de una muela, ni la piedra ' 
de encima de ella, porque es tomar I 
la vida en prenda. 

7 Si se descubriere que alguno se¬ 
cuestró a sn hermano de entre los I 
hijos de Israel para liaeerle esclavo, I 
o que le vendió, el ladrón será con¬ 
denado a muerte. Quitarás el mal 
de* en medio de ti. 

8 Ten cuidado con la plaga de la 
lepra, guardando escrupulosamente y 
cumpliendo cuanto te digan los saeer- j 
dotes levitas; todo cuanto yo les * 
he prescrito, lo pondréis escrúpulo- I 
sámente por obra. 9 Acuérdate de 1 
lo que con María hizo Yave, tu Dios, 1 
durante el camino, a la salida de 
Egipto. 

10 Si prestas algo a tu prójimo, no 
entrarás en su casa para tomar 
prenda; 11 esperarás fuera de ella 
a que el deudor te saque fuera la 
prenda. 

12 Si éste es pobre, no te acostarás I 
sobre la prenda, 13 se la devolverás I 
al ponerse el sol, para que él se acueste I 
sobre su vestido y te bendiga, y esto 
será para ti justicia ante Yave, tu 
Dios. 


(i) La ley tiende a impedir la separación 

de los cónyuges; por eso prescribe que se entre¬ 

gue a la mujer el repudio por escrño, no sólo 

para que tenga ésta una prueba de su libertad, 

sino para dar lugar a que intervenga el escriba, 

que pueda procurar la reconciliación. 













DEUTERONOMIO, 25, 26 


19 < 


14 No oprimas al mercenario pobre 
c indigente, sea uno de tus hermanos, 
sea uno de los peregrinos que moran 
en tu tierra, en tus ciudades. 15 Dale 
cada día su salario, sin dejar pasar 
sobre esta deuda la puesta del sol, 
porque es pobre y lo necesita. De 
otro modo clamaría a Yavc contra 
ti V tú cargarías cQn un pecado. 

16 No morirán los padres por la 
culpa de los hijos, ni los hijos por 
la culpa de los padres; cada uno sea 
condenado a muerte por pecado 
suyo (1). 

17 No liagás injusticia al peregrino 
ni al huérfano, ni tomes en prenda 
las ropas de la viuda. 18 Acuérdate 
de que esclavo fuiste en Egipto, 
y de que Yavc, tu Dios, te libró; 
por eso te mando hacer así. 

19 Cuando en tu campo siegues tu 
mies, si olvidas alguna gavilla, no 
vuelvas a buscarla; déjala para el 
peregrino, el huérfano y la viuda, 
para que te bendiga Yavc, tu Dios, 
en todo trabajo de tus manos. j 

20 Cuando sacudas tus olivos, no 
hagas tras de ti rebusco en sus ramas; 
déjalos para el peregrino, el huér¬ 
fano y la viuda. 21 Cuando vendimies 
tu viña, no hagas en ella rebusco; 
déjalo para el peregrino, el huérfano 
y la viuda. 22 Acuérdate de que 
esclavo fuiste en Egipto, y por eso 
te mando hacer así. 

1 Si cuando entre algunos hu- 
hiere pleito, y llegado el juicio, 
absolviendo los jueces al justo y 
condenando al reo, 2 fuere el delin¬ 
cuente condenado a la pena de azotes, 1 
el juez le hará echarse en tierra y 
le hará azotar conforme a su delito, 
llevando cuenta de los azotes, 3 pero 
no le hará dar más de cuarenta, no 
sea que pasando mucho de este nú¬ 
mero, quede tu hermano afrentado 
ante ti. 

4 No pongas bozal al buey que 
trilla. 

Ley del levirato.. 

5 Cuando dos hermanos habitan 
uno junto al otro, y uno de los dos 
muere sin dejar hijos, la mujer del 
muerto no se casará fuera con un 


extraño; su cuñado irá a ella y la 
tomará por mujer, 8 y el primogé¬ 
nito que de ella tenga se alzará en 
el nombre del hermano muerto, para 
que su nombre no desaparezca de 
Israel. 7 Si el hermano se negase a 
tomar por mujer a su cuñada, subirá 
ésta a la puerta, a los ancianos, y 
les dirá: «Mi cuñado se niega a sus¬ 
citar en Israel el nombre de su her¬ 
mano; no quiere cumplir su obli¬ 
gación de cuñado, tomándome por 
mujer.» 8 Los ancianos de la ciudad 
le liarán venir y le hablarán. Si 
persiste en la negativa, y dice: «No 
me agrada tomarla por mujer»; 9 su 
cuñada se acercará a él en presencia 
de los ancianos, le quitará del pie 
un zapato y le escupirá en la cara, 
diciendo: «Esto se hace con el hom¬ 
bre que no sostiene la casa de su 
hermano.» 10 Y su casa será llamada 
en Israel la casa del descalzado. 

Honestidad. 

11 Si mientras riñen dos hombres 
uno con otro, la mujer del uno, inter¬ 
viniendo para librar a su marido de 
las manos del que le golpea, cogiere 
a éste por las partes vergonzosas, 
12 le cortarás las manos sin piedad. 

13 No tendrás en tu bolso pesa 
grande y pesa chica. 

14 No tendrás en tu casa dos efas, 
uno grande y otro chico. 15 Tendrás 
pesas cabales y justas, y efas cabales 
y justos, para que se alarguen tus 
días sobre la tierra que Ya ve, tu 
Dios, te da. 16 Porque es abomina¬ 
ción para Yavc, tn Dios, quien eso 
hace, cometiendo una iniquidad. 

17 Acuérdate de lo que te hizo 
Amalee en el camino, a la salida de 
Egipto; 18 cómo sin temor de Dios 
te asaltó en el camino, y cayó sobre 
los rezagados que venían detrás de 
ti, cuando ibas tú cansado y fati¬ 
gado. 19 Cuando Yavc, tu Dios, te 
dé el reposo, librándote de todos tus 
enemigos en derredor, en la tierra 
que él te da en heredad, para que 
la poseas, extinguirás la memoria 
de Amalee de debajo del cielo; no 
lo olvides. 

Primicias y décimas. 


(i) Esta ley, enteramente justa, se opone 
a la entonces muy general, de hacer pagar a 
justos por pecadores, y que aun hoy es ley de 
los que se dejan dominar por la pasión y la 
barbarie. 


(14, 22-29; Núm. 18.) 

O/L 1 Cuando hubieres entrado en 
la tierra que Yavc, tu Dios, te 
dá por heredad, y tomares posesión 












2U0 


DEUTERONOMIO, 27 


de ella y te establecieres, 2 tomarás 
una parte de las primicias de todos 
los productos de tu suelo, que coseches 
en la tierra que Yuve, tu Dios, te da, 
y poniéndola en una cesta, irás al 
lugar que Yave, tu Dios, haya ele¬ 
gido para establecer en él su nombre. 
2 Te presentarás al sacerdote enton¬ 
ces en funciones, y le dirás: «Yo 
reconozco hoy ante Yave, tu Dios 
que he entrado en la tierra que 
Yave juró a nuestros padres darnos.» 
4 El sacerdote recibirá de tu mano la 
cesta y la pondrá delante del altar 
de Yave, tu Dios; 6 y tomando de 
nuevo la palabra, dirás: «Un arameo 
errante fuá mi padre, y bajó al Egipto 
en corto número para peregrinar 
allí, y creció hasta hacerse gran 
muchedumbre, de mucha y robusta 
gente. 6 Afligiéronnos los egipcios y 
nos persiguieron, imponiéndonos rudí¬ 
simas cargas, 7 y clamamos a Yave, 
Dios de nuestros padres, que nos oyó 
y miró nuestra humillación, nuestro 
trabajo y nuestra angustia, 8 y nos 
sacó de Egipto con mano poderosa 
y brazo tendido, en medio de gran 
pavor, prodigios y portentos, 9 y 
nos introdujo en este lugar, dándonos 
una tierra que mana leche y miel. 
10 Por eso ofrezco ahora las primicias 
de la tierra que Yave me ha dado»; 
y las dejarás ante Yave, tu Dios; 
y adorado Yave, tu Dios, 11 te rego¬ 
cijarás con los bienes que Yave, tu 
Dios, te ha dado a ti y a tu casa, 
tú y el levita y el peregrino que mora 
en medio de ti. 12 Cuando hubieres 
acabado de separar la décima de los 
frutos de tus campos, el año ter¬ 
cero, año de doble décima, darás de 
ella al levita, al peregrino, al huér¬ 
fano y a la viuda, para que coman 
y se sacien en tu ciudad, 13 y dirás 
ante Yave, tu Dios: «He tomado 
de mi casa lo santo, y se lo he dado 
al levita, al peregrino, al huérfano 
y a la viuda, conforme a lo que me 
has mandado; no he traspasado tus 
mandatos ni los he olvidado; 14 no 
he comido nada de ello impíamente; 
no he consuinidonada inmundamente, 
no lo he dado a los muertos; he obe¬ 
decido la voz de Yave, mi Dios, y 
en todo he hecho lo que tú ine has 
mandado; 15 mira desde tu santa 
morada, desde los cielos, y bendice 
a tu pueblo, Israel, y la tierra que 
nos lias dado, como juraste a nues¬ 
tros padres, la tierra que mana leche 
y miel.» 


16 Hoy Yave, tu Dios, te manda 
que pongas por obra estos preceptos, 
y mandatos, que los guardes y prac¬ 
tiques con todo tu corazón y toda 
tu alma. 17 Hoy has hecho que Yave 
te diga que él será tu Dios; y has 
prometido seguir sus caminos, guar¬ 
dar sus leyes, sus mandamientos, sus 
preceptos, y obedecer su voz. 18 Yave 
te ha dicho hoy que serás para él 
un pueblo singular, como ya te lo 
había dicho antes, guardando todos 
sus mandamientos; y dándote el Altí¬ 
simo, sobre todas las naciones que 
él ha hecho, la superioridad en gloria, 
en fama y en esplendor, para que 
vengas a ser un pueblo santo para 
Yave, tu Dios, como El te lo ha 
dicho. 


TKKCEH 


Solemne promulgación de la ley. 

cyH 1 Moisés, con todos los anda- 
L nos de Israel, dió al pueblo 
esta orden: «Guardad todo el manda¬ 
miento que yo os prescribo hoy, 

2 Cuando hayáis pasado el Jordán, 
a la tierra que Yave, tu Dios, te 
da, levantarás grandes piedras, que 
revocarás de cal, 3 y escribirás en 
ellas todas las palabras de esta le}*, 
apenas hayas pasado para llegar a 
la tierra (pie Yave, tu Dios, te da, 
tierra que mana leche y miel, como 
Yave, tu Dios, se lo prometió a tus 
padres. 4 Cuando paséis el Jordán 
alzaréis esas piedras, como yo te lo 
mando hoy, sobre el monte Ebal, 
y las revocarás con cal. 6 Alzarás 
allí un altar a Yave, un altar de pie¬ 
dras a las que no haya tocado el 
hierro; alzarás con piedras brutas el 
altar a Yave, tu Dios, y ofrecerás sobre 
él holocaustos a Yave, tu Dios; 7 le 
ofrecerás sacrificios pacíficos, y allí 
comerás y te regocijarás ante Yave, 
tu Dios; 8 escribirás sobre esas pie¬ 
dras todas las palabras de esta ley, 
con caracteres bien claros. 

9 Moisés y los sacerdotes levitas 
hablaron a todo Israel, diciendo: 
Guarda silencio, Israel, y escucha: 
Hoy eres el pueblo de Yave, tu Dios. 
10 Obedece, pues, la voz de Yave, 
tu Dios, y pon por obra sus manda¬ 
mientos y sus leyes, que yo hoy 
te prescribo. 








DEUTERONOMIO. 28 


20 


Maldiciones. 

11 El mismo día dió Moisés al 
pueblo esta orden: 12 Cuando hayáis 
pasado el Jordán, Simeón, Leví, Judá, 
Isacar, José y Benjamín, se estarán 
sobre el monte Garizín, para la ben¬ 
dición del pueblo; 13 los otros, Rubén, 
Gad, Aser, Zabulón, Dan y Neftalí, 
sobre el monte Ebal, para la maldi¬ 
ción. 14 Los levitas alzarán la voz, 
y en voz alta dirán a todos los hom¬ 
bres de Israel: 15 ¡Maldito quien 
haga escultura o imagen fundida, 
abominación a Yave, obra de artí¬ 
fice, y la ponga en lugar oculto! Y 
todo el pueblo responderá: Amén. 

16 Maldito quien deshonre a su 
padre y a su madre; y todo el pueblo 
responderá: Amén. 

17 Maldito quien reduzca los tér¬ 
minos de su prójimo; y todo el pueblo 
responderá: Amén. 

18 Maldito quien lleve al ciego fuera 
de su camino; y todo el pueblo res¬ 
ponderá: Amén. 

19 Maldito quien haga entuerto al 
peregrino, al huérfano y a la viuda; 
y todo el pueblo responderá: Amén. 

20 Maldito quien yace con la mujer 
de su padre, para alzar la cubierta 
del lecho de su padre; y todo el pue¬ 
blo responderá: Amén. 

21 Maldito quien tuviere parte con 
una bestia cualquiera; y todo el 
pueblo responderá: Amén. 

22 Maldito quien yace con su her¬ 
mana, hija de su padre o de su madre; 
y todo el pueblo responderá: Amén. 

23 Maldito quien yace con su suegra; 
y todo el pueblo responderá: Amén. 

24 Maldito quien ocultamente hiera 
a su prójimo; y todo el pueblo res¬ 
ponderá: Amén. 

25 Maldito quien reciba dones para 
herir de muerte una vida, sangre ino¬ 
cente; y todo el pueblo responderá: 
Amén. 

26 Maldito quien no mantenga las 
palabras de esta ley, cumpliéndolas; 
y todo el pueblo responderá: Amén. 

Sanciones de la ley. Bendiciones 
y maldiciones. 

(Lev. 26.) 

OO 1 Si de verdad escuchas la voz 
de Yave, tu Dios, guardando 
diligentemente todos sus manda¬ 
mientos, que hoy te prescribo, Yave, 


tu Dios, te pondrá en alto sobre todos 
los pueblos de la tierra, y vendrán 
sobre ti 2 y te alcanzarán todas estas 
bendiciones, por haber escuchado la 
voz de Yave, tu Dios. 

3 Serás bendito en la ciudad y 
bendito en el campo. 

4 Será bendito el fruto de tu vien¬ 
tre y el de tus bestias, las crías de 
tus vacas y las de tu grey. 

6 Bendita será tu panera y ben¬ 
dita tu artesa. 

6 Bendito serás en tu entrar y 
bendito en tu salir. 

7 Pondrá Yave a tus enemigos, 
los que contra ti se alcen, en derrota 
delante de ti; vendrán contra ti por 
un camino, y por siete caminos huirán 
delante de ti. 

8 Yave mandará la bendición para 
que te acompañe en tus graneros y 
en todo trabajo de tus manos. Te 
bendecirá en la tierra, que Yave, tu 
Dios, te da. 

9 Yave te confirmará por pueblo 
santo suyo, como te lo ha jurado, 
si guardas los mandamientos de Yave, 
tu Dios, y andas por sus caminos; 
10 y verán todos los pueblos de la 
tierra que está sobre ti el nombre de 
Yave, y te temerán. 

11 Yave te colmará de dones y 
bendecirá el fruto de tus entrañas, 
el fruto de tus ganados, el fruto de 
tu suelo, en la tierra que a tus padres 
juró darte. 

12 Yave te abrirá sus tesoros, el 
cielo, para dar a tu tierra la lluvia 
a su tiempo, bendiciendo todo el 
trabajo de tus manos. Prestarás a 
muchas gentes, y de ninguna tomarás 
prestado. 13 Pondráte Yave a la 
cabeza, no a la cola; estarás siempre 
en alto y nunca debajo, si obedeces 
los mandamientos de Yave, tu Dios, 
que yo te prescribo hoy, y los guar¬ 
das y los pones por obra, 14 sin apar¬ 
tarte ni a la derecha ni a la izquierda 
de todos los mandamientos que yo 
te prescribo hoy, no yéndote tras 
otros dioses para servirles. 

15 Pero si no obedeces la voz de 
Yave, tu Dios, guardando todos sus 
mandamientos y todas sus leyes que 
yo te prescribo hoy, he aquí las mal¬ 
diciones que vendrán sobre ti, y te 
alcanzarán: 

16 Maldito serás en la ciudad y 
maldito en el campo. 

17 Maldita tu panera y maldita tu 
artesa. 

18 Maldito será el fruto de tus en- 











DEUTERONOMIO, 28 


2 02 


trafias, el fruto de tu suelo y las crías 
de tus vacas y de tus ovejas. 

19 Maldito en tu entrar y en tu 
salir. 

20 Y Ya ve mandará contra ti la 
maldición, la turbación y la amenaza, 
en todo cuanto emprendas, hasta 
que seas destruido y perezcas bien 
pronto, por la perversidad de tus 
obras, con que te apartarás de mí. 
21 Ya ve hará que se te pegue la 
mortandad, hasta consumirte sobre 
la tierra en que vas a entrar para 
poseerla. 22 Ya ve te herirá de tisis, 
de fiebre, de inflamación, de ardor, 
de sequia, de quemadura y de podre¬ 
dumbre, que te perseguirán hasta 
destruirte. 23 Tu cielo, sobre tu cabeza, 
será de bronce, y el suelo, bajo tus 
pies, de hierro. 24 Yavc mandará 
sobre tu tierra, en vez de lluvia, 
polvo y arena, que bajarán del cielo 
sobre ti, hasta que perezcas. 

25 Yavc liará que seas derrotado 
por tus enemigos; marcharás contra 
ellos por un camino y huirás por 
siete delante de ellos, y serás vejado 
en todos los reinos de la tierra. 
28 Tu cuerpo será pasto de todas las 
aves del cielo y de todas las bestias 
de la tierra, sin que haya nadie 
que las espante. 

27 Yave te herirá con las úlceras 
de Egipto, con almorranas, con sarna, 
con tiña, de que no curarás. 28 Yave 
te herirá de locura, de ceguera y de 
delirio; 29 en pleno día andarás pal¬ 
pando, como palpa el ciego en tinie¬ 
blas. No tendrá éxito ninguno de tus 
proyectos, y te verás siempre opri¬ 
mido y despojado, sin que nadie te 
socorra. 30 Tomarás una mujer y 
otro la gozará; construirás una casa 
y no la habitarás tú; plantarás una 
viña y no la vendimiarás tú. 31 Tu 
buey será degollado a tus ojos y 
no lo comerás tú; tu asno te lo qui¬ 
tarán y no te lo devolverán; tus ovejas 
las tomarán tus enemigos y nadie 
te socorrerá; 32 tus hijos y tus hijas 
serán presa de otro pueblo, tus ojos 
lo verán y los buscarán todo el día, 
pero tu mano no tendrá fuerza para 
traértelos. 

33 El fruto de tu suelo y el producto 
de tu trabajo se lo comerá un pueblo 
que no conoces; serás siempre opri¬ 
mido y aplastado. 

84 Te volverás loco a la vista de lo 
que con tus ojos verás. 

35 Yave te herirá en tus rodillas 
y en tus piernas de úlcera maligna, 


que no curará, y te cubrirá de ellas I 
desde la planta de los pies hasta la 1 
coronilla de la cabeza. 

38 Yave te hará ir a ti y a tu rey, 
al que sobre ti pongas, a pueblo 
que no has conocido ni tú ni tus 
padres, y allí servirás a otros dioses, 
a leños y a piedras, 37 y serás objeto 
de pasmo, de fábula y de burla, 1 
en todos los pueblos a que Yave te I 
llevará. 

38 Echarás en tu campo mucha si- I 
miente y cosecharás poco, porque se I 
lo comerá la langosta. 39 Plantarás I 
viñas y las labrarás, pero no beberás I 
su vino ni vendimiarás nada, porque 1 
se lo comerá el gusano. 40 Tendrás I 
en todo tu término olivos, pero no I 
te ungirás eon su aceite, porque la 
aceituna se caerá. 

41 Engendrarás hijos e hijas, pero 
no serán para ti, porque serán lleva- I 
dos cautivos. 

42 Todos tus árboles y todos los I 
frutos de tu suelo los roerá la lan¬ 
gosta. 

43 El extranjero que habita en 
medio de ti subirá por encima de ti 
cada vez más alto, y tú bajarás 
cada vez más bajo; 44 te prestará él, 
pero tú no le prestarás; el vendrá a 
ser cabeza, y tú cola. 

45 Vendrán sobre ti todas estas i 
maldiciones y te perseguirán y te 
alcanzarán, hasta que del todo pe- ¡ 
rezeas, por no haber obedecido la 
voz de Yavc, tu Dios, guardando las I 
leyes y los mandamientos que él 
te prescribía, 46 y serán prodigio y 
portento en ti y en tu descendencia, I 
para siempre. 

47 Por no haber servido a Yave ¡ 
alegre y de buen corazón, en abun¬ 
dancia de bienes, 48 habrás de servir I 
en hambre, en sed, en desnudez y 
en la indigencia de todo, a los enemi¬ 
gos que Yave mandará contra ti; I 
él pondrá sobre tu cuello un yugo 
de hierro, hasta que te destruya. 

49 Yave hará venir contra ti desde 
lejos, desde el cabo de la tierra, una 
nación que vuela como el águila, 
cuya lengua no conoces, 60 gente de 
feroz aspecto, que no tiene mira-1 
mientos eon el anciano ni perdona 
al niño, 61 que devorará las crías 
de tus ganados y el fruto de tu suelo, 
hasta que seas exterminado; no te 
dejará ni trigo, ni mosto, ni aceite, 
ni las crías de tus vacas y de tus 
ovejas, hasta hacerte perecer. 62 Pon¬ 
drá sitio a todas tus ciudades, hasta 







DEUTERONOMIO, 29 


203 


que caigan en tierra las altas y fuer¬ 
tes murallas en que habrás puesto 
tu confianza, te asediará en todas tus 
ciudades, en toda la tierra que Ya ve, 
tu Dios, te habrá dado. 53 Comerás 
el fruto de tus entrañas, la carne de 
tus hijos y tus hijas, que Yave, tu 
! Dios, te habrá dado: tanta será la an¬ 
gustia y el hambre a que te reducirá 
tu enemigo. 54 El hombre de entre 
vosotros más delicado y más hecho 
I al lujo, mirará con malos ojos a su 
hermano, a la mujer que en su seno 
reposa, y a los hijos que todavía le 
queden," 55 para no tener que dar 
ninguno de ellos de la carne de sus 
• hijos, que él se comerá, por no que¬ 
darle otra cosa que comer en el 
cerco y bn la angustia a que te redu¬ 
cirá tu enemigo en todas tus ciuda¬ 
des. 66 La mujer de en medio de ti 
más delicada, la más hecha al lujo, 
demasiado blanda y delicada para 
probar a poner sobre el suelo la 
planta de su pie, mirará con malos 
ojos al marido que en su seno reposa, 

I a su hijo y a su hija, 67 a las secun¬ 
dinas que salen de entre sus pies y 
al hijo que acabará de dar a luz; 
porque faltos de todo, llegaréis hasta 
comer todo eso en secreto, tanta será 
la angustia y el hambre a que te 
reducirá el enemigo dentro de tus 
ciudades. 

68 Si no cuidas de poner por obra 
todas las palabras de esta ley, escri¬ 
tas en este libro, temiendo este glo¬ 
rioso y terrible nombre, el de Yave, 
tu Dios, 59 hará Yave portentosos 
tus azotes y los azotes de tu descen¬ 
dencia; azotes grandes y continuos, 
enfermedades graves y obstinadas; 
60 arrojará sobre ti todas las plagas 
de Egipto, ante las cuales te aterro¬ 
rizaste, y se pegarán a ti. 61 Vendrán 
sobre ti toda otra clase de enferme¬ 
dades y azotes, no escritos en el 
libro de esta ley. 62 Yave te los echará 
encima, hasta que seas exterminado; 
quedaréis pocos, cuando erais como 
las estrellas del cielo en muchedum¬ 
bre, por no haber escuchado la voz 
de Yave, tu Dios. 63 Así como se 
gozaba Yave en vosotros haciéndoos 
beneficios y multiplicándoos, así se 
gozará sobre vosotros, arruinándoos 
y destruyéndoos. Así seréis exter¬ 
minados de la tieira en que vais a 
entrar para posesionaros de ella, 64 y 
te dispersará Yave por entre todos 
los pueblos, del uno al otro cabo de 
la tierra; y allí servirás a otros dioses, 


que ni tú ni tus padres conocisteis, 
leño y piedra. 65 Tampoco en medio 
de estos pueblos tendrás tranquili¬ 
dad ni hallarás punto donde posar 
tranquilamente la planta de tus pies; 
por lo contrario, te dará Yave un 
corazón pávido, unos ojos decaídos 
V un alma angustiada, 66 y tendrás 
día y noche la vida pendiente como 
de un hilo ante ti; día y noche esta¬ 
rás temeroso y no tendrás seguridad; 
67 a la mañana dirás: ¡Oh, si fuese 
de nochel Y a la noche dirás: iOh,si 
fuese de día!; por el miedo que se 
apoderará de tu corazón y por lo 
que tus ojos verán. 68 Acabará Yave 
por haceros volver en naves a Egipto, 
por el camino de que te había dicho: 
no volverás más por él; allí seréis 
vendidos a vuestros enemigos como 
esclavos, y no habrá quien os compre. 


CUARTO DISCURSO 


Recapitulación. 

90 1 Estas son las palabras de la 

alianza que mandó Yave a 
Moisés hacer con los hijos de Israel 
en la tierra de Moab, además de la 
alianza que con ellos hizo en Horeb. 

2 Convocó Moisés a los hijos de 
Israel y les dijo: «Habéis visto todo 
cuanto a vuestros ojos hizo Yave 
en la tierra de Egipto al Faraón, 
a todos sus servidores y a toda su 
tierra; 3 los grandes portentos que 
tus ojos vieron, los milagros y los 
prodigios grandes. 4 Pero Yave no 
os ha dado todavía hasta hoy un 
corazón que entienda, ojos que vean, 
y oído que escuche. 5 Por cuarenta 
años os ha conducido a través del 
desierto; vuestros vestidos no se han 
envejecido sobre vosotros; tu zapato 
no se ha envejecido en tu pie; 6 no 
habéis comido pan ni habéis bebido 
vino ni licor, para que sepáis que 
soy yo, Yave, vuestro Dios; 7 y al 
llegar a esta región, Seón, rey de 
Hesebón, y Og, rey de Basán, salie¬ 
ron contra ti en guerra, pero los 
derrotamos 8 y nos apoderamos de 
su tierra, dándosela en posesión a 
los rubenitas y gaditas y a media 
tribu de la de Manasés. 9 Por eso 
debéis guardar todas las palabras de 
esta alianza, para asegurar el feliz 
éxito de cuanto emprendáis.» 










204 


DEUTERONOMIO, 30 


Amenazas contra los Infieles. 

10 Hoy estáis todos ante Yave; 
vuestros jefes, vuestros jueces, vues¬ 
tros ancianos, vuestros oficiales, todos 
los varones de Israel; 11 y vuestros 
hijos y vuestras mujeres y todos los 
peregrinos que se hallan dentro de 
tu campamento, desde tu leñador 
hasta tu aguador, 12 para que llagas 
con Yave, tu Dios, tu alianza y tu 
juramento, de hacerte él su pueblo 
y de tenerle tú a él por tu Dios, 
como se lo prometió y juró por ti a 
Abraham, Jsae y Jacob. 13 Pero no 
sólo eon vosotros, hago yo esta 
alianza y este juramento, 14 sino con 
todos los que estáis hoy con nosotros 
ante Yave, nuestro Dios, y los que 
no están hoy aquí con nosotros. 
15 Sabéis eómo hemos morado en la 
tierra de Egipto, y eómo hemos pa¬ 
sado por entre los pueblos por que 
habéis pasado; 16 habéis visto sus 
abominaciones y sus ídolos, leño y 
piedra, plata y oro, que hay entre 
ellos. 18 No haya, pues, entre vos¬ 
otros hombre ni mujer, familia ni 
tribu, que se aparte hoy de Yave, 
nuestro Dios, para ir a servir a los 
dioses de esos pueblos; no haya entre 
vosotros raíz que produzca veneno 
ni ajenjo; 19 nadie al oír las palabras 
de este juramento se bendiga en su 
corazón, diciéndose: paz tendré, aun¬ 
que persista en el propósito de mi 
corazón; de modo que se una la sed 
a la gana de beber. 20 Yave no per¬ 
donará a ése, sino que se encen¬ 
derán contra él la cólera y el celo de 
Yave, se echarán sobre él todas las 
maldiciones escritas en este libro, 21 y 
Yave borrará su nombre de debajo 
de los cielos. 22 Yave le elegirá para 
entregarle a la desventura, de entre 
todas las tribus de Israel, conforme 
a las maldiciones de esta alianza, es¬ 
critas en el libro de esta ley. 23 has 
generaciones venideras, los hijos que 
después de vosotros nacerán, y los 
extranjeros que de lejanas tierras 
vengan, a la vista de las plagas y 
de las calamidades eon que habrá 
castigado Yave a esta tierra—azufre 
y sal, quemada toda la tierra, sin 
sembrarse, ni germinar, sin que nazca 
en ella la hierba, como la catástrofe 
de Sodoina y Comorra, de Adama y 
Scboim, que destruyó Yave en su 
furor—, 24 dirán todos: ¿Cómo es que 
así ha dejado Yave a esta tierra? 
¿Qué ira y qué furor tan grande ha 


sido éste? 25 Y les contestarán: Es 
por haber roto el pacto de Yave, el 
Dios de sus padres, que con ellos hizo 
cuando los sacó de Egipto, 26 se fue¬ 
ron a servir a dioses extraños y los 
sirvieron, dioses que no conocían y 
a los que nadie los había atribuido, 
27 y se encendió el furor de Yave 
contra esta tierra, y echó sobre ella 
todas las maldiciones que están es¬ 
critas en este libro, 28 y los arrancó 
Yave de esta tierra, con cólera, eon 
furor, con gran indignación, y los 
arrojó a otras tierras, como están 
hoy. 29 Las cosas ocultas sólo son 
para Yave, pero las reveladas son 
para nosotros y para nuestros hijos 
por siempre, para que se cumplan 
todas las palabras de esta ley. 


Promesas de redención. 

O A 1 Cuando te sobrevengan todas 
estas cosas, y traigas a la me¬ 
moria la bendición y la maldición 
que hoy te propongo, y en medio de 
las gentes a las que te arrojará Yave, 
tu Dios, 2 te conviertas a Yave, tu 
Dios, y obedezcas su voz, conforme a 
todo lo que yo te mando hoy, tú y 
tus hijos, eon todo tu corazón v toda 
tu alma, 3 también Yave, tu Dios, 
reducirá a tus cautivos, tendrá mise¬ 
ricordia de ti (1), y te reunirá de 
nuevo de en medio de todos los pue¬ 
blos entre los cuales te dispersó. 
4 Aunque se hallasen tus hijos dis¬ 
persos en el último cabo de los cie¬ 
los, de allí los reunirá Yave, tu Dios, 
y de allí irá a tomarlos. 5 Yave, tu 
Dios, volverá a traerte a la tierra 
que poseyeron tus padres, y volverás 
a poseerla, y él te bendecirá y te 
multiplicará más que a ellos. 6 Cir¬ 
cuncidará Yave, tu Dios, tu corazón 
y el corazón de tus descendientes, 
para que ames a Yave, tu Dios, con 
todo tu corazón y con toda tu alma, 
y vivas. 7 Por lo contrario, Yave, tu 
Dios, arrojará todas estas maldicio¬ 
nes sobre tus enemigos, sobre los que 
te odiaron y te persiguieron, 8 y tú 
obedecerás la voz de Yave, tu Dios, 


(i) Por muchos y graves que sean los 
castigos con que por sus pecados aflija Dios al 
pueblo, siempre acaba por prevalecer la mise¬ 
ricordia y por cumplirse las divinas promesas 
en el resto de los salvados. Este concepto, que 
desarrollan después tanto los profetas, está 
íntimamente ligado con el plan de la redención 
por el Mesías. 










DEUTERONOMIO, 31 


205 


cumpliendo todos sus mandamientos 
que iioy te propongo. 9 Te hará abun¬ 
dar Yave en toda obra de tus manos, 
cu el fruto de tu vientre, en el fruto 
de tus ganados, en el fruto de tu 
tierra, y te bendecirá, porque volverá 
a complacerse Yave en hacerte bien, 
eomo se complacía en hacérselo a tus 
padres, 10 si obedeciendo a la voz 
de Yave, tu Dios, guardas todos sus 
preceptos y mandatos, lo que está 
escrito en esta ley, y te conviertes 
a Yave, tu Dios, con todo tu corazón 
y con toda tu alma. 11 En verdad 
esta ley que hoy te impongo no es 
muy difícil para ti ni es cosa que 
esté lejos de ti. 12 No está en los 
cielos para que puedas decir: ¿Quién 
puede subir por nosotros a los ciclos, 
para cogerla y dárnosla a conocer, 
y que así la cumplamos? 13 No está 
al otro lado de los mares, para que 
puedas decir: ¿Quién pasará por nos¬ 
otros al otro lado de los mares, para 
cogerla y dárnosla a conocer y que 
así la eumplamos? 14 La tienes en¬ 
teramente cerca de ti, la tienes en 
tu boea, en tu mente, para poder 
cumplirla. 15 Mira; hoy pongo ante ti 
la vida con el bien, la muerte con el 
mal. 16 Haciendo lo que hoy te man¬ 
do, amar a Yave, tu Dios, seguir sus 
eaminos y guardar sus mandamientos, 
decretos y preceptos, vivirás y te 
multiplicarás, y Yave, tu Dios, te 
bendecirá en la tierra en que vas a 
entrar para poseerla. 17 Pero si se 
aparta tu corazón, y no escuchas, sino 
que te dejas arrastrar a la adoración 
y el servicio de otros dioses, 18 hoy 
te anuncio que irás a tu segura ruina 
y que no durarás largo tiempo sobre 
la tierra a euya eonquista vas pa¬ 
sando el Jordán. 19 Yo invoco hoy 
por testigos a los eielos y a la tierra, 
de que os he propuesto la vida y la 
muerte, la bendición y la maldición. 
Escoge la vida para que vivas, tú y 
tu descendencia, 20 amando a Yave, 
tu Dios, obedeciendo su voz y adhi¬ 
riéndote a él, porque en eso está tu 
vida y tu perduración en habitar la 
tierra que Yave juró a tus padres, 
Abraham, Isac y Jacob, que les daría. 


i no puedo ya entrar ni salir; además 
1 me ha dicho Yave: Tú no pasarás el 
Jordán. 3 Yave, tu Dios, pasará de¬ 
lante de ti y destruirá delante de ti 
a todas esas gentes, y tú las here¬ 
darás. Josué pasará delante de ti, 
como te lo ha dicho Yave, 4 y hará 
Yave con ellos como hizo con Seón 
y Og, reyes de los amorreos, y con 
su tierra, destruyéndolos; y os las 
entregará Yave, y haréis con ellos 
conforme a todo cuanto yo os he 
mandado; 6 esforzaos, pues, tened 
ánimo y no temáis ante ellos, ni les 
tengáis miedo, que Yave, tu Dios, 
va contigo, y no te dejará ni te 
desamparará. 

7 Llamó, pues, Moisés a Josué, y 
| le dijo ante todo Israel: Esfuérzate 
y ten ánimo, porque tú has de entrar 
eon este pueblo en la tierra que a 
1 sus padres juró Yave darles, y tú 
los pondrás en posesión de ella; 6 y 
Yave marchará delante de ti, estará 
contigo y no te dejará ni te aban¬ 
donará; por esto no has de temer ni 
acobardarte. 


Lectura periódica de la ley. 

9 Escrita esta ley, cntregósela Moi¬ 
sés a los sacerdotes hijos de Leví, 
que llevan el arca de la alianza de 
Yave, y a todos los ancianos de Is¬ 
rael, 10 mandándoles: Al fin de eada 
septenio, al llegar el año de la remi¬ 
sión, en la fiesta de los tabernáculos, 
11 cuando vendrá todo Israel a pre¬ 
sentarse ante Yave, tu Dios, en el 
lugar que él elija, leerás esta ley ante 
todo Israel, a sus oídos. 12 Reunirás 
al pueblo, hombres, mujeres y niños, 
y a todos los peregrinos que se hallen 
en tus ciudades, para que la oigan 
y aprendan a temer a Yave, vuestro 
Dios, y estén siempre atentos a 
cumplir todas las palabras de esta 
ley. 13 Especialmente vuestros hijos, 
que nada saben de ella, habrán de 
oírla, para aprender a temer a Yave, 
vuestro Dios, todo el tiempo que 
viváis sobre la tierra a la cual os 
dirigís, pasando el Jordán, para apo¬ 
deraros de ella. 


Ultimas disposiciones. Elección r 

de Josué. La futura apostasía de Israel, 

precedente del canto. 

Q'l 1 Anduvo Moisés esparciendo 

1 por todo Israel estas palabras: 14 Entonces dijo Yave a Moisés: 

3 Yo ya tengo ciento veinte años, I «Mira que ya se aeerca para ti el día 






206 


DEUTERONOMIO, 32 


de tu muerte: llama, pues, a Josué, 
y esperad a la entrada del taber¬ 
náculo de la reunión, que le dé yo 
mis órdenes.» Fueron, pues, Moisés 
y Josué, y esperaron a la entrada del 
tabernáculo de la reunión. 15 Apare¬ 
cióse Yave en el tabernáculo, en la 
columna de nube, poniéndose la co¬ 
lumna de nube a la entrada del 
tabernáculo; 16 y dijo Yave a Moisés: 
«He aquí que vas ya a dormirte con 
tus padres, y este pueblo se levan¬ 
tará y se prostituirá ante dioses aje¬ 
nos, ios de la tierra a donde va, en 
medio de ellos, y ine dejará y rom¬ 
perá mi pacto, el que eon él he hecho; 
17 y se encenderá entonces mi furor 
contra él, y yo los abandonaré y es¬ 
conderé de ellos mi rostro, y los devo¬ 
rarán y vendrán sobre ellos muchos 
males y aflicciones; y entonces se 
dirán: ¿No es por no estar ya mi 
Dios en medio de mí, por lo que sobre 
mí han venido todos estos males y 
aflicciones? 18 Y yo entonces ocul¬ 
taré mi rostro de" ellos, por tanto 
mal como hicieron, yéndose tras otros 
dioses. 19 Escribid, pues, este cántico; 
enseñádselo a los hijos de Israel, 
ponédselo en su boca, para que este 
cántico me sirva de testimonio contra 
los hijos de Israel; 20 porque cuando 
yo los haga entrar en la tierra que 
con juramento prometí a sus padres, 
tierra que mana leche y miel; cuando 
hayan comido y se hayan hartado 
y engrasado, se volverán a otros 
dioses y los servirán, y a mí me des¬ 
preciarán y romperán mi alianza. 
21 Y cuando venga sobre ellos una 
muchedumbre de males y aflicciones, 
este cántico dará testimonio contra 
ellos, porque no se dará al olvido en 
la boca de sus descendientes. Porque 
yo conozco su índole, y veo lo que 
hoy hace, aun antes de haberle intro¬ 
ducido en la tierra que le juré.» 

22 Escribió, pues, íMoisés este cán¬ 
tico aquel día, y se lo enseñó a los 
hijos de Israel. 

23 A Josué, hijo de Nun, le mandó 
y dijo: «Esfuérzate y ten ánimo, que 
tú introducirás a los hijos de Israel 
en la tierra que les he jurado, y yo 
seré contigo.» 

24 Y acabado que hubo Moisés de 
escribir en un libro las palabras de 
esta ley, hasta terminarla, 25 mandó 
a los levitas (pie llevaban el arca de la 
alianza de Yave, diciendo: 26 «Tomad 
este libro de la ley y ponedlo en 
el arca de la alianza de \ r ave, vuestro 


Dios, que esté allí como testimonio 
contra ti; 27 porque yo conozco tu 
rebeldía y tu dura cerviz; aun vivien¬ 
do yo hoy eon vosotros, sois rebel¬ 
des a Y r aVe; jeuánto más después que 
yo muera! 28 Congregad a todos los 
ancianos de vuestras tribus y a vues¬ 
tros prefectos, que quiero proferir, 
oyéndolo ellos, estas palabras, invo¬ 
cando como testigos contra ellos a 
los cielos y a la tierra; 29 pues sé bien 
que después de mi muerte os perver¬ 
tiréis del todo y os apartaréis del ca¬ 
mino que os he mandado, y que en 
tiempos venideros os alcanzará la 
desventura, por haber hecho lo que 
es malo a los ojos de Y T ave, irritándole 
con las obras de vuestras manos.» 

30 Moisés pronunció a oídos de 
la asamblea de Israel las palabras 
de este cántico, hasta el fin. 


Cántico de Moisés. 

Oí) 1 Escuchad, cielos,, y hablaré. 

Oiga la tierra las palabras de 
mi boca, 

2 Caiga a gotas como la lluvia mi 
doctrina. 

Destile como el rodo mi discurso, 

Como la llovizna sobre la yerba, 

Como las gotas de la lluvia sobre 
la grana; 

3 Porque voy a celebrar el nombre 
de Yave. 

¡Magnificad a nuestro Diosl 

4 (Oh Dios defensorl Su obra es 
perfecta; 

Todos sus caminos son justísimos; 

Es fidelísimo y no hay en él ini¬ 
quidad; 

Es justo, es recto. 

5 Indignamente se portaron con él, 
no-hijos suyos, hijastros, 

Generación malvada y perversa, 

6 ¿Así pagas a Y r ave, 

Pueblo loco, necio? 

¿No es él el padre que te crió, 

El que por sí mismo te hizo y te 
formó? 

7 Trae a la memoria los tiempos 
pasados; 

Atiende a los años de todas y cada 
una de las generaciones; 

Pregunta a tu padre, que él te en¬ 
señe; 

A tus ancianos, que te digan ellos. 

8 Cuando distribuyó el /Vilísimo su 
heredad entre las gentes, 

Destinó tierras a los pueblos, 

Al número de los hijos de Israel; 













DEUTERONOMIO, 32 


207 


9 Pero de cierto Jacob es su pue¬ 
blo, la parte propia de Yave; 

La suerte de su heredad es Israel. 

10 Le halló en tierra de desierto, 
En región inculta, hórrida, abra¬ 
sada; 

Y le rodeó, le enseñó, 

Y le guardó como a la niña de sus 
ojos; 

11 Como el águila, que incita a sus 
polluclos a voiar 

Y revolotea sobre ellos, 

Y extiende sus alas, y los coge, 

Y los lleva sobre sus plumas. 

12 Sólo Yave le guiaba; 

No estaba con él ningún dios ajeno. 

13 Le subió a las alturas de la 
tierra, 

Le nutrió de los frutos de los 
campos, 

Le di ó a chupar miel de las rocas 

Y aceite de durísimo sílice. 

14 La nata de la leche de vacas y 
de ovejas, 

Con la gordura de los corderos, de 
los carneros, 

Criados en Basán; y la de los ma¬ 
chos cabríos, 

Con la flor de trigo; 

Y bebió la sangre de las uvas, la 
espumosa bebida. 

Comió Jacob y se hartó, 

15 Y engordó el Jesurún (1), y 
tiró coces, 

Engordaste, te cebaste, te hin¬ 
chaste, 

Y volvió las espaldas a Dios, su 
Hacedor, 

Y despreció al Dios tutelar de su 
salvación, 

16 Provocándole con dioses ajenos 
Irritáronle con abominaciones; 

17 Inmolaron a demonios, a no- 
dioses, 

A dioses que no habían conocido, 
Nuevos, de a poco advenedizos, 

A los que no sirvieron sus padres. 

18 Del Dios tutelar que te crió, te 
olvidaste, 

Diste al olvido a Dios, a tu Hacedor. 

19 Violo Yave y te rechazó, 
Provocado a ira por sus hijos y 

sus hijas. 

' 20 Y dijo: «Esconderé de ellos mi 
rostro, 

Veré cuál será su fin, 

Porque es una generación perversa, 
Hijos sin fidelidad alguna, 

21 Ellos me han provocado con 
no-dioses, 


(i) El predilecto, el niño mimado. 


Me han irritado con vanidades, 

Yo los provocaré a ellos con no- 
pueblo, 

Y los irritaré con gente insensata. 

22 Ya se ha encendido el fuego de 
mi ira, 

Y arderá hasta lo profundo del in¬ 
fierno, 

Y devorará la tierra con sus frutos, 

Y abrasará los fundamentos de los 
montes. 

23 Amontonaré sobre ellos males 
y más males, 

Lanzaré contra ellos todas mis 
saetas, 

24 Los consumirá el hambre, la 
ardiente fiebre, 

La nauseabunda pestilencia. 

Mandaré contra ellos los dientes de 
las fieras, 

Y el veneno de los reptiles que se 
arrastran por el polvo. 

25 A los que fuera estén los matará 
la espada, 

Y dentro, en sus estancias, el es¬ 
panto, 

Lo mismo a mancebos que a don¬ 
cellas, 

Lo mismo al que mama que al 
encanecido. 

26 Ya hubiera yo dicho: Voy a ex¬ 
terminarlos del todo, 

Voy a borrar de entre los hombres 
su memoria, 

27 Si no hubiera sido por la arro¬ 
gancia de los enemigos, 

Porque se envanecerían sus per¬ 
seguidores, 

Y dirían: Ha vencido nuestra mano, 

No es Yave quien ha hecho todo 

esto. 

28 Es gente sin consejo, 

No tienen conocimiento, 

29 Si fueran prudentes, comprende¬ 
rían esto, 

Y atenderían a lo que les espe¬ 
ra. 

30 ¿Cómo puede uno solo perseguir 
a mil, 

Y dos poner en fuga a diez mil, 

31 Si no porque su Dios tutelar los 
haya vendido, 

Y Yave los haya entregado? 

Porque no es como nuestro de¬ 
fensor el defensor suyo, 

Sean jueces nuestros mismos ene¬ 
migos. 

32 De cierto su vid es de la vid de 
Sodoma, 

De los campos de Gomorra sus sar- 
¡ mientos, 

Sus uvas son uvas ponzoñosas, 








DEUTERONOMIO, 33 


2U3 


Sus racimos son racimos amarguí¬ 
simos, 

33 Veneno de dragones es su vino, 
Veneno mortal de áspides. 

34 Todo lo tengo yo guardado, 
Encerrado en mis archivos, 

36 Para el día de la venganza y la 
retribución. 

Para el tiempo en que resbalarán 
sus pies, 

Y se acercará el día de su perdición. 

Y ya lo que les espera se aproxima. 

36 De cierto hará Yave justicia a 
su pueblo, 

Y tendrá misericordia de sus siervos, 
Cuando verá que desaparece ya 

toda fuerza, 

Y que no hay ya ni esclavo, ni 
libre. 

37 Y dirá entonces: «¿Dónde están 
ahora sus dioses, 

Los dioses en quienes ellos con¬ 
fiaban? 

38 Los que comían las grasas de 
sus víctimas, 

Y bebían el vino de sus libaciones? 
Que se levanten ahora y os socorran, 
Que os defiendan ellos. 

39 Ved, pues, que soy yo, yo sólo, 

Y que no hay Dios alguno más 
que yo. 

Yo doy la vida, yo doy la muerte, 
Yo hiero, y yo sano, 

Sin que haya nadie que pueda 
librar a nadie de mi mano. 

40 Ciertamente yo alzo al ciclo mi 
mano, 

Y juro por mi eterna vida: 

41 Cuando yo afile el rayo de mi 
espada, 

Y tome en mis manos el juicio, 

Yo retribuiré con mi venganza a 

mis enemigos, 

Y daré su merecido a los que me 
aborrecen. 

42 Emborracharé de sangre mis 
saetas, 

Y mi espada se hartará de carne, 
De la sangre de los muertos y de 

los cautivos, 

De las cabezas de los jefes del : 
enemigo. 

43 Regocijaos, pueblos, por su pue¬ 
blo, 

Porque ha sido vengada la sangre 
de sus siervos, 

Le ha vengado de sus enemigos, 

Y liará la expiación de la tierra 
de su pueblo. 

- \ ino Moisés c hizo oír al pueblo 
♦odas las palabras de este canto. Con 
e¡ estaba Josué, hijo de Nun. 46 Cuan¬ 


do hubo acabado de dirigir al pueblo 
estas palabras, 46 añadió: «Meted en 
vuestro corazón todas las palabras 
que hoy os he pronunciado y enseñád¬ 
selas a vuestros hijos, para que es¬ 
crupulosamente pongan por obra to¬ 
das las palabras de esta ley. 47 Por¬ 
que no es cosa indiferente para vos¬ 
otros; es vuestra vida, y cumplién¬ 
dolo prolongaréis vuestros días sobre 
la tierra que vais a poseer, pasando 
el Jordán. 


El último día de la vida de Moisés. 

48 Aquel mismo día habló Yave a 
Moisés, diciendo: 49 «Sube a este 
monte de los Abarim—el monte 
Nebo, en tierra de Moab, frente a 
Jericó—y mira desde ahí la tierra de 
Canán, que voy a dar en posesión 
a los hijos de Israel; 60 y muere en 
ese monte a que vas a subir, y reúnete 
con tu pueblo, como murió Arón, 
tu hermano, en el monte Or, y se 
reunió allí a los suyos; 61 porque 
pecasteis contra mí en medio de los 
hijos de Israel, en las aguas de 
Meriba, en Cades, en el desierto de 
Sin, no santificando mi nombre en 
medio de los hijos de Israel. 62 Tú 
verás ante ti la tierra, pero no en¬ 
trarás en esa tierra que doy yo a los 
hijos de Israel.» 


Bendiciones de Moisés. 

OO 1 He aquí las bendiciones (1) 
con que antes de morir bendijo 
Moisés a los hijos de Israel. 2 Dijo: 
«Yave, saliendo del Sin ai, 

Vino a Seir en favor nuestro. 
Resplandeció en la montaña de 
Farán, 

Y llegó a las aguas de Meriba en 
Cades. 

Fuego en su diestra... 

...para ellos. 

3 Ha hecho gracia a su pueblo, 
bendijo a todos sus santos, 

Que reanudando su marcha a pie, 
prosiguieron por en medio del de¬ 
sierto. 

4 Dió .Moisés su, tora a su heredad 
de la casa de Jacob. 

6 Hízose él rey de su Jcsurún en 


(i) Son paralelas a las de Jacob; su texto 
nos ha llegado tan deformado, que es de muy 

difícil interpretación. 






DEUTERONOMIO, 34 


209 


a reconciliación de los jefes del pue¬ 
blo, de todas las tribus de Israel. 

6 Viva Rubén, y no se extinga, aun¬ 
que sean pocos sus varones. 

7 Esto para Judá, dijo: 

Oye, ioh Yavcl, la voz de Judá, y 
tráclc a su pueblo. 

Por el luchó su mano, sea su fuerza 
contra sus enemigos. 

8 A Leví le dijo: 

Tus tummim y urifn al varón favo¬ 
recido a quien probaste en Masa, 

En cuyo favor diste sentencia en 
las aguas de Meriba, 

9 El que dijo a su padre y a su 
mndre: No os conozco; y a sus her¬ 
manos no consideró, y desconoció a 
sus hijos. 

Por haber guardado tus palabras, 
por haber observado tu pacto. 

10 Ellos enseñarán tus juicios a 
Jacob y tu ley a Israel, 

Y pondrán a tus narices el timiama 
y el holocausto en tu altar. 

Bendice, 'oh Yavel, a Leví, y ; 
acepta las obras de sus manos. 

Hiere el dorso de los que contra 
él se alcen y de los que le odien, que 
no se levanten. 

12 A Benjamín le dijo: 

Amado de Ya ve, reposará siempre 
en seguridad. 

Es el Altísimo su protección y 
morará en los desfiladeros de sus 
montes. 

13 A José le dijo: 

Bendita de Yave sea su tierra, 
de lo mejor del cielo, arriba; abajo, 
de las aguas del abismo; 

14 De lo mejor de los frutos que 
madura el sol, de los frutos selectos 
de los meses, 

16 De lo mejor de los viejos montes, 
óe lo mejor de los de lo antiguos 
collados, 

16 De los dones exquisitos de la 
tierra., de su abundancia, gracioso 
don del que se apareció en la zarza. 

Desciendan sobre la cabeza de José, 
sobre la frente del príncipe de sus 
hermanos, 

17 La primogenitura, el poder, la 
majestad; sean sus cuernos, los cuer¬ 
nos del búfalo, 

Con que postre a las gentes, a los , 
términos todos de la tierra. 

Son las miríadas de Efraím, son 
las miríadas de Manasés. 

18 A Zabulón le dijo: 

Gózate, Zabulón, en tus negocios, 
y tú, Isacar, en tus tiendas; 

19 Exterminen a las gentes y por 


ellas susciten su nombre e inmolen 
víctimas de justicia, 

Por la abundancia de los mares 
que ellos chupan, por los escondidos 
tesoros de las costas. 

20 ¿ Gad le dijo: 

Bendito sea el que ensancha a Gad, 
como un león se sienta, y desgarra 
el brazo con parte do la cabeza. 

21 Miró primero por sí, allí en se¬ 
creto dividiste la tribu, y se fué a 
los jefes del pueblo. 

22 A Dan le dijo: 

Dan es un cachorro de león, que 
salta de Basán. 

23 A Neftalí le dijo: 

Colmad de favores a Neftalí, lle¬ 
nadle de las bendiciones de Yave, 
posea el mar y el mediodía. 

24 A Ascr íc dijo: 

Bendito en hijos Aser, sea grato 
a sus hermanos; en el aceite meterá 
sus pies. 

25 De hierro y bronce serán sus ce¬ 
rraduras; dure mientras vivas tu 
prosperidad. 

26 No hay para Jesurún otro Dios, 
el que en auxilio suyo marcha sobre 
los ciclos, y en su majestad sobre las 
nubes. 

27 Su morada son los eternos taber¬ 
náculos, debajo de él lo que desde 
siglos sembró. 

Expulsa delante de ti al enemigo, 
y dice: lExtermina! 

Te adularán los enemigos, pero tú 
les pisarás el cuello. 

28 Habite Israel en seguridad, more 
aparte la fuente de Jacob; 

En la tierra del trigo y del mosto, 
cuyos cielos difunden el rocío. 

29 Venturoso tú, Israel, ¿quién se¬ 
mejante a ti, pueblo salvado por Yave? 

El es tu escudo de defensa, él es 
la espada de tu gloria:» 


Muerte de Moisés. 

1 Subió Moisés desde los llanos 
de Moab al monte Nebo, a la 
cima del Pasga, que está frente a Jeri- 
có; y Yave le mostró la tierra toda, 
desde el torrente de Egipto hasta 
Dan, 2 todo Neftalí, la tierra de Efraím 
con Manases, toda la tierra de Judá, 
hasta el mar occidental; 3 el Negueb 
y todo el campo de Jcricó, la ciudad 
de las palmas, hasta Segor; 4 y le 
dijo Yave: «Ahí tienes la tierra que 
juré dar a Abraham, Isac y Jacob, 
diciendo: A tu descendencia se la 


14 






21U 


DEUTERONOMXO, 34 




daré; te la hago ver con tus ojos, 
pero no entrarás en ella.» Moisés, 
el siervo de Dios, 1 * * * * 6 murió allí en la ! 
tierra de Moab, conforme a la volun¬ 
tad de Yave (1). 6 El le enterró 
en el valle, en la tierra de Moab, ¡ 
frente a Bet Fogor, y nadie hasta . 
hoy conoce el sepulcro 7 Tenía, I 
cuando murió, ciento veinte años, ¡ 
y ni se habían debilitado sus ojos, 
ni se había mustiado su vigor 8 * * Los 
hijos de Israel lloraron ? Moisés en 
los llanos de Moab, durante treinta 
días, cumpliéndose los días de llanto 
por el duelo de Moisés. 

9 Josué, hijo de Nun, estaba lleno 
del espíritu de sabiduría, pues había 


(i) La triste muerte de Moisés, a la 
vista de la tierra de Canán, sin poner en ella 
el pie, y sobre todo su sepultura por el mismo 
Yave, es uno de los misterios históricos que nos 
ha dejado el A. T., parecido a la desaparición 
de Enoc y al rapto de Elias en el carro de fuego. 
San Judas (9. sigs.) nos habla de un altercado 
entre San Miguel y Satanás, por el cuerpo de 
Moisés, que lejos de explicar el misterio, lo 
acrecienta. 


puesto Moisés sus manos sobre él. 
Los hijos de Israel le obedecieron, 
como Yave se lo había mandado a 
Moisés. 

10 Xo ha vuelto a surgir en Israel 
profeta semejante a Moisés, a quien 
cara a cara eonoeiese Yave, 11 ni en 
cuanto a las maravillas y portentos 
que Yave le mandó hacer en la tierra 
de Egipto contra el Faraón y contra 
todos sus servidores y todo su terri¬ 
torio, 12 ni en cuanto a su mano 
poderosa y a tantos terribles pro¬ 
digios como hizo a los ojos de todo 
Israel (1). 


(1) Santo Tomás (II. II. q. 174. a. 4 -) 

concluye que Moisés fue el más eximio de los 

profetas, en cuanto al oficio profético en general, 

aunque en alguna de las cosas que és e com¬ 

prende haya habido algún otro profeta superior 

a él, por ejemplo, David, en cuanto al cono¬ 

cimiento de los misterios mesiánicos. Funda 

su conclusión en cuatro razones: En la superio¬ 

ridad de la visión intelectual de Dios; en la 

familiaridad del trato con Dios; en ser el pri¬ 

mero y universal legislador, y en haber sido 

obrador de numerosos y portentosos prodigios. 










JOSUÉ 













INTRODUCCION AL LIBRO DE JOSUE 


pL libro de Josué recibe su nombre de este capitán, que en el Pentateuco 
E se nos presenta como ayudante de Moisés (Ex. 24, 13) y su lugarteniente 
en las empresas guerreras (Ex. 17, 9). Por eso luego le sucede, con la misión 
de llevar a cabo la conquista de la tierra prometida. (Núm. 20, 12.) 

Canán estaba dividido en infinidad de reinos, independientes unos de 
otros y muy de ordinario enemigos y en guerra. Así nos los presentan las cartas 
de Tell-el-Amarna en los siglos xv-xiv, cuando el Egipto ejercía en Canán 
poderosa influencia (Intr. Ls. hists.); y esta situación no había mudado cuando 
Josué los acometió. La conquista de las primeras ciudades cananeas (Jericó y 
Hai) les hizo comprender la necesidad de unirse para resistir al invasor. Los 
gabaonitas no quisieron entrar en esta coalición defensiva y fueron atacados 
por los demás. Esta fui la ocasión de la primera victoria de Josué en Gabaón, 
en la que la coalición de los reyes de Mediodía quedó deshecha y entregado cada 
príncipe a sus propias fuerzas (10, 8-43). Otra batalla, junto a las aguas del 
Merón, acabó con la coalición de los del Norte, y con esto se allanó el camino 
para la ocupación de la, tierra (11, 1-15). 

Josué la dividió toda en diez partes, excluidas las tribus que habían sido 
heredadas en la Transjordania. Cada tribu hubo de ocupar su porción por 
sus propios esfuerzos. No fueron iguales los hechos por las diversas tribus 
para conseguirlo, ni iguales tampoco las dificultades que todas hallaron (17, 16) 
(18, 3). Por esto, la división de Israel quedó al cabo de algún tiempo tan irre¬ 
gular. 

Dios había prometido a Josué que estaría con él y que autorizaría ante el 
pueblo su persona con grandes prodigios . No puede dudarse que el Señor cum- 






















214 


JOSUE, 1 


pliría su palabra. Tres son los hechos prodigiosos que se consignan en el libro: 
El paso del Jordán, la toma de Jtricó y la victoria de Gabaón. En los tres el 
texto, sea por su deficiente conservación, sea por su oscuridad, no nos ofrece elemen¬ 
tos suficientes para hacernos una idea exacta de los milagros. Aun los interpretes 
católicos, que no rehuyen el milagro, dan de ellos explicaciones muy diversas. 

La conquista de Canán, desde el punto de vista bíblico, está plenamente 
justificada por los juicios de Dios a favor de Israel (Ex. 23, 27; 33, 2; Deut. 0,4). 
Desde el punto de vista humano, la conquista no se diferencia de las realizada, 
per tantos pueblos que, careciendo de patria, buscan un territorio donde hacérselas 
apoyándose en su propia fuerza. 

Ignoramos cuándo el libro haya sido escrito y por quién; lo que sí podemos 
comprobar es que su autor dispuso de documentos anteriores a la conquista 
de Jerusalcn por David (Jos. 15, 63) y de Guezer por el Faraón, suegro de 
Salomón (Jos. 16, 10; I Rey. 9, 17). 


JOSUE 


La orden de partida. 

I 1 Después de la muerte de Moisés, 
siervo de Yavc, habló Yave a 
Josué, hijo de Nun, ministro de 
Moisés, diciendo: 2 «Moisés, mi siervo, 
ha muerto. Alzate ya, pues, y pasa 
ese Jordán, tú y tu pueblo, a la 
tierra que yo doy a los hijos de Israel. 
3 Cuantos lugares pise la planta de 
vuestros pies, os los doy, eomo pro¬ 
metí a Moisés. 4 Desde el desierto, 
desde ese Líbano, hasta el río grande, 
el Eufrates, toda la tierra de los 
goteos, y hasta el mar grande, a 
oceidente, será vuestro territorio. 
6 Nadie podrá resistir ante ti, por 
todos los dias de tu vida; yo seré 
contigo, como fuí con Moisés; no te 
dejaré ni te abandonaré. 6 Esfuér¬ 
zate y ten ánimo, porque tú has de 
introducir a este pueblo a posesio¬ 
narse de la tierra que a sus padres 
juré darle. 7 Esfuérzate, pues, y ten 
gran valor para cumplir cuidadosa¬ 
mente cuanto Moisés, mi siervo, te 
ha prescrito. No te apartes ni a la 
derecha, ni a la izquierda, para que 
triunfes en todas tus empresas. 8 Que 
esc libro de la ley no se aparte nunca 
de tu boca, tenlc presente día y noche, 
para procurar hacer cuanto en él 
está escrito, y así prosperarás en 
todos tus caminos y tendrás buen 
suceso. 9 ¿No te mando yo? Esfuér¬ 
zate, pues, y ten valor; nada te asuste, 


i nada temas, porque Yave, tu Dios, 
irá contigo a dondequiera que tú 
vayas.» 

10 Dió, pues, Josué a los oficiales 
del pueblo esta orden: «Recorred el 
campamento y dad esta orden al 
pueblo: 11 Preparaos y proveeos, 
porque dentro de tres días pasaréis 
esc Jordán, para ir a ocupar la tierra 
que Yave, vuestro Dios, os da en 
posesión.» 

A los rubenitas y gaditas y a la 
media tribu de Manasés, les dijo: 
13 «Acordaos de lo que os mandó 
Moisés, siervo de Yave, diciéndoos: 
Yave, vuestro Dios, os ha concedido 
el reposo, dándoos esta tierra. Vues¬ 
tras mujeres, vuestros niños y vues¬ 
tros ganados, quedarán en la tierra 
que Moisés os dió; y vosotros, ar¬ 
mados, iréis delante de vuestros her¬ 
manos, todos vuestros hombres fuer¬ 
tes y valientes, y los auxiliaréis, 
16 hasta que Yave haya dado a vues¬ 
tros hermanos el reposo, como a vos¬ 
otros, tomando también ellos pose¬ 
sión de la tierra que Yave, vuestro 
Dios, les da. Después volveréis a 
la tierra que os pertenece y que Moi¬ 
sés, siervo de Yave, os dió, al lado 
1 de allá del Jordán, a oriente.» 

16 Ellos respondieron a Josué di¬ 
ciendo: «Cuanto nos mandas lo ha¬ 
remos, y a donde quiera que nos 
envíes, iremos. 17 Como en todo obe- 
! decimos a Moisés, así te obedeceré- 






JOSUÉ, 2, 3 


215 


inos a ti. Que quiera Yave estar con¬ 
tigo, como con Moisés estuvo. 18 Quien 
rebelándose contra tus órdenes te 
desobedezca, morirá. Esfuérzate y ten 
valor.» 


Espías a Jericó. Ftaliab. 

9 1 Josué, hijo de Nun, mandó en 
~ secreto dos espías desde Setim, 
diciéndoles: «Id a explotar la tierra.» 
Puestos en camino, llegaron a Jericó, 
a casa de una cortesana de nombre 
Raliab (1) y pararon allí. 2 Al 
rey de Jericó le dieron noticia, di¬ 
ciendo: «Hombres de entre los hijos 
de Israel han llegado aquí durante la 
noche, para explorar la tierra.» 3 * El 
rey mandó decir a Rahab: «Saca a 
esos hombres que han venido a ti 
y han entrado en tu casa, porque 
han venido para explorar la tierra.» 
4 Cogió ella a los dos hombres y los 
escondió en el terrado, y dijo: «Cierto 
que han venido hombres a mí, pero 
yo no sabía de dónde eran, 5 y cuando 
esta tarde se iban a cerrar las puer¬ 
tas han salido y no sé a dónde han 
ido; daos prisa a perseguirlos y de 
seguro los encontraréis.» 6 Pero ella 
los había subido al terrado y los 
había escondido debajo de tascos 
de lino, que para ello dispuso en el 
terrado. 7 Aquellos hombres fueron 
en su persecución por el camino que 
va a los vados del Jordán, y una vez 
que salieron, se cerraron las puertas. 

8 Antes de que los espías se acos¬ 
tasen, subió Rahab al terrado y les 
dijo: 9 «Yo sé que Yave os ha entre¬ 
gado esta tierra; el terror de vuestro 
nombre se ha apoderado de nos¬ 
otros, 10 pues hemos sabido cómo 
Yave, a vuestra salida de Egipto, 
secó las aguas del Mar Rojo, y cómo 
habéis tratado a los dos reyes de los 
amorreos del lado de allá del Jordán, 
Seón y Og, que disteis al anatema. 
11 Al saberlo, nuestro corazón ha des¬ 
mayado, y todos se han acobardado 
ante vosotros; porque Yave, vuestro 
Dios, es Dios arriba en los cielos y 
abajo sobre la tierra. 12 Ahora, pues, os 
pido que me juréis por Yave que, 


(i) Probablemente la razón de ir los 

espías a la casa de Rahab fue que entonces, por 

lo general, las cortesanas eran las mesoneras. 

La episrola a los Hebreos (11.31.) pondera la 

fe de Rahab en los destinos de Israel, y que por 

eso fué incorporada a este pueblo y mereció fi¬ 

gurar en la genealogía del Salvador. (Mat. 1, 4.) 


como yo he tenido misericordia de 
vosotros, la tendréis vosotros también 
de la casa de mi padre 13 y dejaréis 
la vida a mi padre, a mí madre, a 
mis hermanos y a todos los suyos, 
y que nos libraréis de la muerte.» 
14 Los hombres la dijeron: «Te jura¬ 
mos por nuestra vida que, si no nos 
denuncias, cuando Yave nos entregue 
esta tierra tendremos contigo mise¬ 
ricordia y fidelidad.» 

15 Ella los bajó con una cuerda por 
la ventana, pues su casa estaba ado¬ 
sada a la muralla. Antes les dijo: 

16 «Idos al monte, no sea que los 
que os persiguen den con vosotros; 
estad allí escondidos durante tres 
días, hasta que aquéllos estén de 
vuelta, y luego id vuestro camino.» 

17 Los hombres le dijeron: «Mira 
cómo habrás de hacer, para que 
cumplamos el juramento que te he¬ 
mos hecho: 18 Cuando entremos en 
esta tierra, ata este cordón de hilo 
de púrpura a la ventana por la cual 
nos has descolgado, y reúne contigo 
en tu casa a tu padre, a tu madre, 
a tus hermanos y a toda la casa de 
tu padre. 19 Si alguno sale fuera de 
la puerta de tu casa, su sangre será 
sobre su cabeza y nosotros seremos 
inocentes; pero si alguien pone la 
mano sobre ninguno de los que con¬ 
tigo estén en tu casa, su sangre sea 
sobre nuestra cabeza. 20 Si nos de¬ 
nuncias, seremos libres del juramento 
que nos has pedido.» 21 Ella respondió 
«Sea como decís.» Luego los despidió. 

22 Los espías se fueron al monte y 
se estuvieron escondidos allí tres días. 
Los que los perseguían los estuvieron 
buscando por el camino, sin hallarlos. 
23 Los dos espías, bajando del monte, 
repasaron el Jordán, se fueron a 
Josué, hijo de Nun, y le contaron 
todo lo sucedido, 24 diciendo: «Cierto 
es que Yave ha entregado en nues¬ 
tras manos toda esa tierra, pues los 
habitantes de ella están acobardados 
de nosotros.» 


Paso del Jordán. 

3 1 Josué, levantándose bien de 
mañana, partió de Setim, él y 
todos los hijos de Israel; y llegados 
al Jordán, hicieron allí alto, antes 
de pasar. 2 Al cabo de tres días, los 
oficiales recorrieron el campamento 
3 y dieron al pueblo esta orden: 
«Cuando veáis el arca de la alianza 








216 


JOSUÉ, 4 


de Yave, vuestro Dios, llevada por los 
sacerdotes, hijos de Leví, partiréis 
de este lugar donde estáis acampados 
y os pondréis en marcha tras ella, 
4 pero dejando entre vosotros y ella 
una distancia de unos mil codos, 
sin acercaros a ella, para que podáis 
ver el camino que habéis de seguir, 
pues no habéis pasado nunca por él.» 

5 Y Josué dijo al pueblo: «Santifi¬ 
caos, porque mañana Yave hará pro¬ 
digios en medio de vosotros.» 6 Des¬ 
pués habló Josué a los sacerdotes, 
diciendo: «Llevad el arca de la alianza, 
e id delante del pueblo.» Ellos lleva¬ 
ron el arca de la alianza, adelan¬ 
tándose al pueblo. 

7 Yave dijo a Josué: «Hoy voy a 
comenzar a engrandecerte a los ojos 
de todo Israel, para que sepan que 
yo estoy contigo, como estuve con 
Moisés. 8 Tú da esta orden a los 
sacerdotes que llevan el arca de la 
alianza: Cuando lleguéis al borde de 
las aguas del Jordán, os paráis en el 
Jordán.» 9 Josué dijo a los hijos de 
Israel: «Acercaos, y oíd las palabras 
de Yave, vuestro Dios.» 10 Y dijo 
Josué* «En esto vais a conocer que 
el Dios vivo está en medio de vosotros, 
y que no dejará de arrojar delante 
de vosotros a los camíneos,Jos gcteos, 
los fereceos, los gucrgneseos, los amo- 
rreos y los jebuseos. 11 El arca de la 
alianza del dueño de toda la tierra 
va a entrar delante de vosotros en el 
Jordán. 12 Tomad doce hombres de I 
entre las tribus de Israel, uno por 
cada tribu; 13 y cuando los sacerdotes 
que llevan el arca de la alianza del 
dueño de toda la tierra pongan la 
planta de sus pies en las aguas del 
Jordán, las aguas del Jordán se par -1 
tirán, y las que bajan de arriba se 
pararán en montón.» 

14 Cuando hubo salido el pueblo 
de sus tiendas para pasar el Jordán, 
precedido por los sacerdotes que lle¬ 
vaban el arca de la alianza, 16 en el 
momento en que los que llevaban el 
arca llegaron al Jordán, -y los pies 
de los sacerdotes que llevaban el 
arca se mojaron en la orilla de las 
aguas—pues el Jordán se desborda 
por todas sus orillas durante el tiempo 
de la siega— 16 las aguas que bajaban 
de arriba se pararon, se amontonaron 
a mucha distancia, cerca de la ciudad 
de Adam, que está junto a Sartán; 
y las que bajaban hacia el mar del 
Araba, el mar de sal, quedaron ente¬ 
ramente partidas de las otras, y el 


pueblo pasó frente a Jericó. 17 Los 
sacerdotes que llevaban el arca de 
la alianza de Yave se estuvieron en 
seco a pie firme, mientras todo Israel 
pasaba en seco, hasta que todo el 
pueblo hubo acabado de pasar el 
Jordán. 


Monumento conmemorativo del 
paso del Jordán. 


4 1 Cuando toda la gente hubo aea- 

* bado de pasar el Jordán, Yave 
dijo a Josué: 2 «Tomad de entre el 
pueblo doce hombres, uno por cada 
tribu, 3 y dadles esta orden: De ahí, 
del lecho del Jordán, donde los sacer¬ 
dotes lian estado a pie firme, coged 
doce piedras, traedlas y depositadlas 
en el lugar donde acampéis esta 
noche.» 4 Josué llamó doce hombres, 
que eligió entre los hijos de Israel, 
uno por tribu, 6 y les dijo: «Id al 
medio del Jordán, ante el arca de 
Yave, vuestro Dios, y echaos al 
hombro una piedra cada uno, según 
el número de las tribus de los hijos 
de Israel, para que sea señal en medio 
de vosotros. 6 Cuando un día os 
pregunten vuestros hijos: ¿Qué sig¬ 
nifican para vosotros estas piedras?, 
7 les responderéis: Las aguas del 
Jordán se partieron ante el arca de 
la alianza de Yave; cuando ella pasó 
el Jordán, las aguas del río se divi¬ 
dieron; y esas piedras serán para 
siempre jamás un memorial para 
los hijos de Israel.» 

8 Los hijos de Israel cumplieron la 
orden de Josué. Cogieron del medio 
del Jordán doce piedras, como se lo 
mandó Yave a Josué, según el nú¬ 
mero de las tribus de los hijos de 
Israel, y llevándolas consigo al lugar 
donde pasaron la noche, las deposi¬ 
taron allí. 

9 Josué alzó doce piedras en el lecho 
del Jordán, en el lugar donde habían 
estado a pie firme los sacerdotes que 
llevaban el arca de la alianza, y allí 
han estado hasta hoy. 

10 Los sacerdotes que llevaban el 
arca se estuvieron a pie quieto en 
medio del Jordán, hasta que se hizo 
todo cuanto Yave había mandado 
a Josué decir al pueblo, conforme a 
todo cuanto Moisés había ordenado 
a Josué, y el pueblo se apresuró a 
pasar. 11 Cuando el pueblo hubo 
acabado de pasar, el arca de Yave y 
los sacerdotes se pusieron al frente 











JOSUÉ, 5, 6 


217 


del pueblo. 12 Los hijos de Rubén, 
los de Cad y la media tribu de Mana- 
sés, armados, iban en vanguardia 
delante de los hijos de Israel, como 
se lo había mandado Moisés. 13 Unos 
cuarenta mil hombres de ellos, arma¬ 
dos en guerra, pasaron ante Yave a 
los llanos de Jericó. 14 Aquel día 
engrandeció Yave a Josué, a los ojos 
de todo Israel, y éstos le respetaron, 
como habían respetado a Moisés, 
todos los días de su vida. 

15 Yave habló a Josué, diciendo: 
16 «Manda a los sacerdotes que llevan 
el arca del testimonio, que salgan del 
Jordán»; 17 y Josué dió a los sacer¬ 
dotes esta orden: «Salid del Jordán»; 
18 y en cuanto los sacerdotes que 
llevaban el arca de la alianza de Yave 
salieron del medio del Jordán y asen¬ 
taron la planta de su pie' en la tierra 
seca, las aguas del río volvieron a su 
lugar y se desbordaron, como antes 
estaban, por todas las orillas. 

19 El pueblo salió del Jordán el 
día diez del mes primero, y acampó 
en Gálgala, al límite oriental de Jericó. 

20 Josué alzó en Gálgala las doce 
piedras que habían cogido del Jordán, 

21 y dijo a los hijos de Israel: «Cuando 
un día os pregunten vuestros hijos: 
¿Qué significan esas piedras?; 22 ins¬ 
truid a vuestros hijos, diciendo: Israel 
pasó este Jordán a pie enjuto; 23 por- ¡ 
que Yave, vuestro Dios, secó delante 
de vosotros las aguas del Jordán, 
como lo había hecho Yave, vuestro 
Dios, con las aguas del Mar Rojo, 
que secó delante de nosotros, hasta 
que hubimos pasado, 24 para que 
todos los pueblos de la tierra sepan 
que es poderosa la mano de Yave 
y vosotros conservéis siempre el temor 
de Yave, vuestro Dios. 

• 1 Cuando todos los reyes de los 
amorreos, a occidente del Jordán, 
y todos los reyes <le los cananeos de 
cerca del mar, supieron que Yave 
había secado las aguas del Jordán 
hasta que ellos pasaron, desmayó su 
corazón y perdieron todo su valor 
ante los hijos de Israel. 

Circuncisión. 

2 Entonces dijo Yave a Josué: 
«Hazte con cuchillos de piedra y 
vuelve a circuncidar a los hijos de 
Israel.» 3 Hízose Josué con cuchillos 
de piedra y circuncidó a los hijos 
de Israel en el monte Aralot. 4 He 


aquí por qué los circuncidó Josué: 
Todos los salidos de Egipto, los varo¬ 
nes, todos los hombres de guerra, 
habían muerto en el desierto, du¬ 
rante el camino, después de la salida 
de Egipto. ñ El pueblo que salió 
estaba circuncidado; pero los nacidos 
en el desierto durante el camino 
después de la salida de Egipto, no 
habían sido circuncidados; 6 pues los 
hijos de Israel anduvieron durante 
cuarenta años por el desierto, hasta 
que perecieron todos los hombres de 
guerra salidos de Egipto, por no 
haber escuchado la voz de Yave. 
Yave les había jurado que no les 
dejaría ver la tierra que con jura¬ 
mento había prometido a sus padres 
darles, la tierra que mana leche y miel. 
7 Los hijos de aquéllos les sucedieron 
en su lugar; y éstos son los que cir¬ 
cuncidó Josué, porque estaban sin 
circuncidar, pues no habían sido cir¬ 
cuncidados durante el camino. 8 Cuan¬ 
do todos se circuncidaron, quedáronse 
en el campamento hasta curarse; 9 y 
Yave dijo a Josué: «Hoy he quitado 
de sobre vosotros el oprobio de Egipto. 
Y aquel lugar fué llamado Gálgala, 
hasta hoy (1). 


La pascua. 

10 Los hijos de Israel acamparon 
en Gálgala; y allí, el día catorce del 
mes, celebraron la pascua, a la tarde, 
en los llanos de Jericó. 11 Comieron 
de los frutos de la tierra desde el día 
después de la pascua, panes ácimos 
y trigo tostado ya aquel mismo día; 
12 V al día siguiente de comer de los 
frutos de la tierra no tuvieron ya el 
maná, y comieron ya aquel año de 
los frutos de la tierra de Canán. 


Aparición a Josué. 

13 Estando Josué cerca de Jericó, 
alzó los ojos, y vió que estaba un 
hombre delante de él en pie, con la 
espada desnuda en la mano; y Josué 
se fué hacia él y le dijo: «¿Eres de 
los nuestros o de los enemigos?» Y él 


(i) No deja de ser sorprendente que 
cuando con tanta instancia se dió a Abraham 
(Gen. 17. 14) el mandato de circuncidar a 
toda su casa, pasaron los israelitas tanto tiempo 
sin circuncidar a sus hijos; por eso el autor 
sagrado se siente obligado a darla explicación de 
este hecho. 











218 


JOSUÉ, 6 


le respondió: 14 «No, soy un príncipe 
del ejército de Yave, que vengo 
ahora.» Entonces Josué se prosternó 
rostro a tierra, y adorando, dijo: 
«¿Qué es lo que manda mi señor a 
su siervo?» 15 El príncipe del ejército 
de Yave dijo a Josué; «Descalza tus 
pies, pues el lugar que pisas es santo.» 
Hízolo así Josué. 


Toma de Jerieó. 

/L 1 * * Estaba Jerieó cerrada; y cerrada 
^ permanecía, por miedo a los hijos 
de Israel; y nadie salía ni entraba 
en ella (1).' 

2 Yave dijo a Josué: «Mira, he 
puesto en tus manos a Jerieó, a su 
rey y a todos sus hombres de guerra. 
3 Marchad vosotros, todos los hom¬ 
bres de guerra, en torno a la ciudad, 
dando una vuelta en derredor suyo. 
Así liareis por seis días. 4 * Siete sacer¬ 
dotes llevarán delante del arca siete 
trompetas resonantes. Al séptimo 
día daréis siete vueltas en derredor 
de la ciudad, yendo los sacerdotes 
tocando sus trompetas. 6 * * Cuando ellos 
toquen repetidamente el cuerno po¬ 
tente, y oigáis el sonar de las trom¬ 
petas, todo el pueblo se pondrá a 
gritar fuertemente, y las murallas 
de la ciudad se derrumbarán. En¬ 
tonces subirá el pueblo, cada uno 
enfrente de sí.» 

6 Josué, hijo de Nun, llamó a los 
sacerdotes y les dijo: «Llevad el 
arca de la alianza, y que siete sacer¬ 
dotes vayan con siete trompetas reso¬ 
nantes delante del arca de Yave.» 
7 Dijo también al pueblo: «Marchad 
y dad también una vuelta a la ciudad, 
yendo los armados delante del arca 
de Yave.» 

8 Así que Josué hubo hablado al 
pueblo, los siete sacerdotes con las 
siete trompetas resonantes iban to¬ 
cando las trompetas delante de Yave. 
9 Los hombres de guerra iban delante 
de los sacerdotes que tocaban las 
trompetas, y la retaguardia detrás 
del arca. Durante la marcha se toca¬ 
ban las trompetas. 10 Josué había 


(i) El ¿mplazamiento y la forma de la 

primitiva ciudad cananea son hoy suficiente¬ 

mente conocidos, por las excavaciones que 

allí se han hecho desde el año 1907. El relato 

de la caída de la ciudad presenta notables dife¬ 

rencias en los textos hebreo y griego. En cuanto 

a lo milagroso del derrumbamiento de las 

murallas, véase Intr. Gral. 


dado al pueblo esta orden: No gritéis, 
ni hagáis oír vuestra voz, ni salga de 
vuestra boca una palabra, hasta el 
día en que yo os diga: Gritad. En¬ 
tonces gritaréis.» 11 El area de Yave 
dió una vuelta en derredor de la 
ciudad, una vuelta sola, y se vol¬ 
vieron al campamento, donde pasa¬ 
ron la noche. 

12 Al día siguiente se levantó Josué 
y los sacerdotes llevaron el arca de 
Yave. 13 Los siete sacerdotes que 
llevaban las siete trompetas reso¬ 
nantes delante del arca de Yave se 
pusieron en mareha tocando las 
trompetas. Los hombres de guerra 
iban delante de ellos, y detrás la 
retaguardia seguía al arca de Yave; 
y durante la marcha iban tocando 
las trompetas. 

14 Dieron el segundo día la vuelta 
en derredor de la ciudad y se volvie¬ 
ron al campamento; esto mismo hi¬ 
cieron por seis días. 

15 Al día séptimo se levantaron 
con el alba, y dieron del mismo modo 
siete vueltas en derredor de la ciudad; 
aquel día dieron siete vueltas. 16 A la 
séptima, mientras los sacerdotes to¬ 
caban las trompetas, Josué dijo al 
pueblo: «Gritad, porque Yave os en¬ 
trega la ciudad. 17 La ciudad será 
dada a Yave en anatema, con todo 
cuanto en ella hay. Sólo Rahab, la 
cortesana, vivirá, ella y cuantos eon 
ella estén en su casa, por haber es¬ 
condido a los exploradores que ha¬ 
bíamos mandado. 18 Guardaos bien 
de lo dado al anatema, no sea que 
tomando algo de lo que así habéis 
consagrado, hagáis anatema el cam¬ 
pamento de Israel y traigáis sobre él 
la confusión. 19 Toda la plata, todo 
el oro y todos los objetos de bronce 
y de hierro, serán consagrados a 
Yave y entrarán en su tesoro.» 

20 Los sacerdotes tocaban las trom¬ 
petas; y cuando el pueblo, oído el 
sonido de las trompetas, se puso a 
gritar clamorosamente, las murallas 
de la ciudad se derrumbaron; y caria 
uno subió a la ciudad frente de si. 
21 Apoderándose de la ciudad, dieron 
al anatema todo cuanto en ella había, 
hombres y mujeres, niños y viejos, 
y los bueyes, ovejas y asnos, al filo 
de la espada. 22 Pero Josué dijo a 
los exploradores: «Entrad en la casa 
de Rahab, la cortesana, y sacad a 
esa mujer con todos los suyos, como 
se lo habéis jurado.» 23 Los jóvenes, 
los espías, entraron y sacaron a los 










JOSUÉ, 7 


219 


de la familia y los pusieron en lugar se¬ 
guro, fuera del campamento de Israel. 

24 Los hijos de Israel quemaron la 
ciudad con todo cuanto en ella había, 
salvo la plata y el oro y todos los 
objetos de bronee y de hierro, que pu¬ 
sieron en el tesoro de la casa de Yave. 

25 Josué dejó la vida a Rahab, 
la cortesana, y a la casa de su padre; 
y ella habitó en medio de Israel, hasta 
hoy, por haber ocultado a los envia¬ 
dos por Josué a explorar a Jerieó. 

26 Entonces juró Josué, diciendo: 
«Maldito de Yave quien se ponga a 
reedificar esta eiudad de Jerieó ; Al 
precio de la vida de su primogénito 
ponga los cimientos, al precio de la de 
su hijo menorj>onga las puertas» (1). 

27 Yave fue con Josué, y su fama 
se extendió por toda la tierra. 


Pecado de Acán. 

Y 1 * Los hijos de Israel cometieron 
una prevaricación en lo del ana¬ 
tema. Acán, hijo de Jarmi, hijo de 
Zabdi, hijo de Zaré, de la tribu de 
Judá, se apropió objetos de los dados 
al anatema, y la cólera de Yave se 
encendió contra los hijos de Israel. 


Desastre en Hal. 

2 Josué mandó desde Jerieó hom¬ 
bres liaeia Hai, que está cerca de 
Bet Aven, al oriente de Betel, y les 
dijo: «Id a explorar la tierra.» Lle¬ 
garon y reconocieron Hai. 3 De vuelta 
a Josué, le dijeron: «No se necesita 
que el pueblo todo se ponga en mar¬ 
cha contra esa eiudad. Dos o tres 
mil hombres que suban bastarán para 
tomar Hai, pues sus habitantes son 
poeos en número; no es preciso que 
todo el pueblo se fatigue.» 4 Pusié¬ 
ronse, pues, en marcha unos tres 
mil hombres, que emprendieron la 
fuga ante los hombres de Hai. 5 Las 
gentes de Hai les mataron unos treinta 
y seis hombres y los persiguieron 
desde las puertas hasta Sebarim, ba¬ 


tí) La conminación de Josué viene a 
significar que. si se reedificara Jerieó. habría 
de ser esto considerado, no como reedifica¬ 
ción, sino más bien como fundación, la que, 
por tanto, había de ir acompañada de ks cere¬ 
monias con que acompañaban las cananeos, 
la fundación de una ciudad, es decir, el sacri¬ 
ficio de niños. Que se cumplió la conminación 
siglos después, consta de I. Reg. 16. 34. 


tiéndolos en la bajada. El corazón 
del pueblo desmayó y perdió todo 
valor. 


El castigo de Acán. 

6 Josué rasgó sus vestiduras, y se 
postró rostro en tierra ante el arca 
de Yave, hasta por la tarde, él y 
los ancianos de Israel, y echaron 
polvo sobre sus cabezas. 7 Josué dijo: 
«¡Oh Señor, Yave, ¿por qué has hecho 
pasar el Jordán a este pueblo, para 
entregarnos en manos de los amo- 
rreos, que nos destruyan? ¿Por qué 
no hemos sabido quedarnos al otro 
lado del Jordán? 8 Por favor, Yave, 
¿qué voy a poder decir yo, después 
de haber vuelto Israel las espaldas 
ante los enemigos? 9 Lo sabrán los 
cananeos y todos los habitantes de 
esta tierra, y nos envolverán y harán 
desaparecer de la tierra nuestro 
nombre. ¿Y qué harás tú por la 
gloria de tu nombre?» 

10 Yave dijo a Josué: «Levántate; 
¿por qué te eehas sobre tu rostro? 
11 Israel ha pecado y ha llegado a 
traspasar mi alianza, la que yo le 
he mandado guardar, hasta tomar 
cosas de las dadas al anatema, robar¬ 
las, mentir y guardarlas entre sus 
enseres. 12 Por eso los hijos de Israel 
no han podido resistir ante sus ene¬ 
migos y les dieron las espaldas, por¬ 
que son anatema. Ya no estaré yo 
en adelante en medio de ellos, si no 
quitáis de en medio de vosotros el 
anatema. 13 Levántate, santifica al 
pueblo, y diles: Santificaos para ma¬ 
ñana, porque así diee Yave, Dios de 
Israel: Hay en medio de ti, oh Israel, 
un anatema; y no podrás resistir 
ante el enemigo mientras no hayas 
quitado el anatema de en medio de 
vosotros. 14 Os acercaréis mañana 
por tribus; y la tribu que Yave se¬ 
ñale, se acereará por familias; y la 
familia que señale Yave, se aeereavá 
por easas; y la casa señalada por 
Yave, se aeercará por cabezas. 15 El 
que fuere cogido en el anatema, será 
consumido por el fuego, él y todo 
lo suyo, por haber traspasado la 
alianza de Yave y haber cometido 
en Israel una maldad» (1). 

16 Al siguiente día, de mañana, 


(1) Es quizá uno de los puntos en que 

más se muestra la intervención de los copistas, 

tendiendo a agravar el castigo del sacrilegio 









220 


JOSUÉ, 8 


Josué hizo que se acercara Israel por 
tribus, y fué señalada la tribu de 
Judá. 17 Hizo acercarse a las familias 
de Judá, y fué señalada la familia 
de Zare. Hizo acercarse a la familia 
de Zarc, por casas, y fué señalada la 
casa de Zabdi. 18 HÍzo acercarse a la 
casa de Zabdi, por cabezas, y fué seña¬ 
lado Acán, hijo de Jarmi, hijo de Zabdi, 
hijo de Zare, de la tribu de Judá. 

19 Josué dijo a Acán: «Hijo mío, 
anda, da gloria a Yave, Dios de 
Israel, y ríndele honor. Confiésame 
ló que has hecho, no me lo ocultes.» 
20 Acán respondió a Josué, diciendo: 
«Es cierto, soy yo el que ha pecado 
contra Yave, Dios de Israel. He aquí 
lo que he hecho: 21 Vi entre los des¬ 
pojos un hermoso manto de Senaar, 
doscientos sidos de plata y una barra 
de oro de cincuenta sidos de peso; 
y cod'doso los cogí, y los enterré 
en medio de mi tienda, poniendo de¬ 
bajo el dinero.» 22 Josué mandó en¬ 
tonces comisionados que fueron co¬ 
rriendo a la tienda y vieron los 
objetos enterrados en la tienda de 
Acán, y debajo el dinero. 23 Tomᬠ
ronlos de en medio de la tienda y se 
los llevaron a Josué ya todos los hijos 
de Israel, y los depositaron ante Yave. 

24 Josué, y todo Israel con él, co¬ 
gieron a Acán, hijo de Zare, el di¬ 
nero, el manto y la barra de oro; 
a los hijos y las hijas de Acán, sus 
bueyes, sus asnos, sus Ovejas, su 
tienda y todo cuanto le pertenecía; 
y subieron al valle de Acor: 25 Josué 
dijo: «¿Por qué nos has puesto en 
perturbación? Pertúrbete a ti hoy 
Yave.» Y todo Israel le lapidó. Des¬ 
pués de lapidado, fué quemado en el 
fuego, 26 y echado sobre Acán un gran 
montón de piedras, que todavía hoy 
subsiste. Por eso se llamó a aquel lugar 
valle de Acor, hasta el día de hoy. 


Toma de Ilai. 

Sí 1 Yave dijo a Josué: «No temas 
ni te acobardes. Toma contigo a 
todos los hombres de guerra, leván¬ 
tate, y sube contra Hai. Mira, pongo 
en tus manos al rey de Hai, a su 
pueblo, su ciudad y su territorio. 


con glosas que lo hacen extensivo a ta familia 
y ala hacienda del sacrilego. El texto de los LXX. 
que está más libre de estas intervenciones, 
reduce el castigo a la lapidación del culpable, 
conforme al precepto de la ley. (Deut. 24. 16). 


2 Trata a Hai como trataste a Jericó; 
pero el botín y el ganado, tomadlo 
para vosotros. Pon una emboscada 
detrás de la ciudad.» 3 Josué se dis¬ 
puso a subir con todos los hombres 
de guerra contra Hai. Escogió treinta 
mil, todos ellos hombres valerosos, y 
los hizo partir de noche, dándoles esta 
orden: 4 «Estad sobre aviso; poneos en 
emboscada detrás de la ciudad, sin 
alejaros mucho, y estad todos pron¬ 
tos. 6 Yo, con la gente que llevo 
conmigo, nos acercaremos a la ciu¬ 
dad, y cuando salgan a nuestro en¬ 
cuentro como la primera vez, huire¬ 
mos ante ellos. 6 Ellos saldrán en 
persecución nuestra: y cuando los 
hayamos atraído lejos de la ciudad, 
porque se dirán: Huyen delante de 
nosotros, como la primera vez; 7 en¬ 
tonces, saliendo vosotros de la em¬ 
boscada, os apoderáis de la ciudad. 
Yave, vuestro Dios, la entregará en 
vuestras manos. 8 Cuando la hayáis 
tomado, la incendiaréis. Haced según 
lo que ha dicho Yave. Ved, ésas son 
mis órdenes.» 9 Josué los hizo partir; 
y ellos fueron a ponerse en embos¬ 
cada entre Betel y Hai,-al occidente 
de Hai. Josué pasó la noche en medio 
del pueblo. 

10 Levantóse Josué bien de mañana; 
y después de revistar al pueblo, avan¬ 
zó a la cabeza de él, él y los ancia¬ 
nos de Israel, contra Hai. 11 Todos 
los hombres de guerra que estaban 
con él subieron y se acercaron; llega¬ 
dos trente a Hai, se detuvieron al 
norte de la ciudad, teniendo el valle 
entre ellos y Hai. 12 Tomó Josué unos 
cinco mil hombres, y los puso en 
emboscada a occidente. 13 Luego que 
todo el pueblo hubo tomado posicio¬ 
nes al norte de la ciudad, y la embos¬ 
cada al occidente de ella, avanzó Josué 
durante la noche al medio del valle. 

14 Cuando el rey de Hai vi ó esto, 
las gentes de la ciudad se levantaron 
de prisa, bien de mañana, para com¬ 
batir a los hijos de Israel, sin saber 
que detrás de la ciudad había una 
emboscada contra ella. 16 Josué y 
todo Israel, fingiéndose derrotados 
por ellos, huyeron por el camino del 
desierto; 18 se reunió toda la gente 
que había en la ciudad, para perse¬ 
guirlos con gran griterío, y persiguie¬ 
ron a Josué, que los alejó así de la 
ciudad. 17 No hubo ni uno de Hai 
y de Betel que 110 saliera tras de 
¡ Israel y le persiguiera, dejando abierta 
I la ciudad. 









JOSUÉ, 9 


221 


18 Yave dijo a Josué: «Tiende hacia 
Hai la lanza que llevas en la mano, 
porque voy a poner en tu poder la 
ciudad » Josué tendió hacia la ciudad 
la lanza que tenía en la mano; 19 y 
las gentes de la emboscada se levan¬ 
taron prestamente del lugar donde 
estaban, y corriendo, entraron en la i 
ciudad, se apoderaron de ella, y le ! 
pusieron fuego. 20 Cuando los de Hai 
miraron atrás y vieron el humo que ¡ 
de la ciudad subía al cielo, ya no 
pudieron ponerse en salvo por ningún 
lado; pues el pueblo que huía camino 
del desierto se volvió contra los que 
le perseguían. 21 Josué' y todo Israel, 
viendo que la ciudad había sido to¬ 
mada por los emboscados, y cómo 
subía el humo de la ciudad, se vol¬ 
vieron y derrotaron a los de Hai; 

22 los otros salieron de la ciudad a 
su encuentro; los de Hai se vieron 
envueltos por los de Israel, de un 
lado por unos, del otro por otros; 
y los de Israel los batieron, sin dejar 
ni un superviviente ni un fugitivo: 

23 cogieron vivo al rey de Hai y se 
lo llevaron a Josué. 

24 Cuando Israel hubo acabado de 
exterminar en el campo a todos los 
habitantes de Hai, camino del de¬ 
sierto, por donde los había perse¬ 
guido, y todos hasta el último hubie¬ 
ron sido pasados a filo de espada, 
todo Israel se volvió a la ciudad y 
la pasaron a filo de espada. 

25 El número de muertos aquel día 
fué de doce mil, hombres y mujeres, 
todas las gentes de Hai. 26 Josué 
no retiró la mano que tenía tendida 
con la lanza, hasta que no hubo dado 
el anatema a todos los habitantes 
de Hai. 27 Los de Israel sólo reser¬ 
varon para ellos el ganado y el botín 
de esta ciudad, como Yave se lo 
había mandado a Josué. 28 Josué 
quemó a Hai, convirtiéndola en un 
montón de ruinas, que todavía hoy 
subsiste. 29 Hizo colgar de un árbol 
al rey de Hai y le dejó allí hasta la 
tarde; a la puesta del sol dio orden 
de coger el cadáver y arrojarlo a la 
puerta de la ciudad, echando sobre 
él un gran montón de piedras, que 
todavía subsiste hoy. 


Confirmación de la alianza. 

80 Entonces Josué edificó un altar 
a Yave sobre el monte Ebal, 31 según 
la orden que Moisés, siervo de Dios. 


había dado a los hijos de Israel, 
como está escrito en el libro de la 
ley de Moisés; un altar de piedras 
en bruto, a las cuales no había to¬ 
cado el hierro. Ofrecieron en el ho¬ 
locaustos a Yave y sacrificios euea- 
rísticos. 32 Allí, sobre las piedras, 
escribió Josué una repetición de la 
ley que Moisés había escrito delante 
de los hijos de Israel. 33 Todo Israel, 
sus ancianos, sus oficiales y sus jue¬ 
ces, estaban a los dos lados del arca, 
ante los sacerdotes hijos de Leví, que 
llevaban el arca de la alianza de Yave; 
y los peregrinos e indígenas, lo mismo 
que los hijos de Israel, una mitad del 
lado del monte Garizin, otra mitad 
del lado del monte Ebal, según la 
orden que Moisés, siervo de Dios, 
había dado antes, para comenzar a 
bendecir al pueblo de Israel. 34 Leyó 
después Josué todas las palabras de 
la ley, la bendición y la maldición, 
conforme a todo lo que está escrito 
en el libro de la ley. 36 Ni una pala¬ 
bra de cuanto había prescrito Moi¬ 
sés se omitió en la lectura que hizo 
Josué, en presencia de toda la asam¬ 
blea de los hijos de Israel, de mujeres 
y niños, y de los peregrinos que iban 
en medio de Israel. 


Estratagema de los gahaonitas. 

j Q 1 Cuando supieron estos sucesos 
7 todos los reyes del lado acá del 
Jordán, los de la montaña y los del 
llano y los de las costas del mar 
grande, frente al Líbano, los geteos, 
los amorreos, los eananeos, los fere- 
eeos, los jeveos y los jebuseos, se 
unieron todos para combatir a Josué 
y a Israel, de común acuerdo. 

3 Los habitantes de Gabaón, al 
saber cómo había tratado Josué a 
Jerieó y a Hai, 4 recurrieron a la 
astucia y se pusieron en camino, lle¬ 
vando provisiones para el viaje. To¬ 
maron sacos viejos sobre sus asnos, 
cueros viejos de vino, rotos y remen¬ 
dados; 5 zapatos viejos y recosidos 
para sus pies, y se pusieron vestidos 
viejos; todo el pan que traían para 
el camino estaba duro y hecho migas. 

6 Llegaron a Josué, al campamento 
de Gálgala; y le dijeron a él y a los 
de Israel: «Venimos de muy lejanas 
tierras, para hacer alianza eon vos¬ 
otros; hagámosla, pues.» 7 Y los de 
Israel respondieron a aquellos jeveos: 

I «Quizá vosotros habitáis en medio 









2>2 


JOSUÉ, 10 


nuestro; ¿cómo vamos a poder hacer 
alianza con vosotros?» 8 Ellos res¬ 
pondieron a Josué: «Somos siervos 
tuyos.» Y Josué les dijo: «¿Quiénes 
sois y de dónde venís?» 9 Respon¬ 
dieron ellos: «Tus siervos vienen de 
muy lejanas tierras, por la fama de 
Yave, tu Dios, pues hemos oído ha¬ 
blar de cuanto hizo en Egipto 10 y de 
lo que ha hecho a los reyes de los 
amorreos de la otra parte del Jordán, 
Seón, rey de Hescbón, y Og, rey de 
Basán, que habitaba en Astarot. 14 Por 
eso nuestros ancianos y todos los 
habitantes de nuestra tierra nos han 
dicho: «Tomad con vosotros provi¬ 
siones para el camino, e id a su 
encuentro y decidles: Somos siervos 
vuestros, haced alianza con nosotros. 
12 Aquí tienes nuestro pan; estaba 
caliente cuando lo cogimos en nues¬ 
tras casas para el camino, el día en 
que partimos para venir a vosotros; 
y ahora, como véis, está seco y en 
migajas; 13 estos odres de vino eran 
nuevos cuando los llenamos: y ya 
los veis, rolos; nuestros vestidos v 
nuestros zapatos se han hecho viejos 
por lo largo del camino.» 14 Los de 
Israel tomaron de sus provisiones, y 
sin consultar a Yave, 15 Josué les 
otorgó la paz y concertó con ellos 
que les dejaría la vida, y también 
los príncipes de la asamblea les ju¬ 
raron. 

16 Tres días después de concertada 
la alianza, supieron que eran veci¬ 
nos suyos v que habitaban en medio 
de ellos. 17 Los hijos de Israel par¬ 
tieron y llegaron a sus ciudades al 
tercer día. Eran sus ciudades Gabaón, 
Catira, Beriot, y Cariatiarim. 18 No 
los destruyeron, por el juramento 
que los príncipes de la asamblea les 
habían hecho por el nombre de Yave, 
Dios de Israel; pero toda la asamblea 
niurmuraha contra los príncipes. ly Los 
príncipes todos dijeron a la asamblea: 
«Nosotros les hemos jurado por el 
nombre de Yave, Dios de Israel; 
no podemos, pues, tocarlos; 20 pero 
he aquí cómo los trataremos: les de¬ 
jaremos la vida, por no traer sobre 
nosotros la cólera de Yave, por el 
juramento que los hemos hecho: 21 v 
añadieron los príncipes: «Que vivan, 
pues, pero que sirvan de leñadores 
y aguadores para toda la congrega¬ 
ción»; y se hizo como los príncipes 
dijeron. 

22 Josué hizo llamar a los gabaoni- 
tas, y les habló así: «¿Por qué nos 


habéis engañado, diciendo: estamos 
muy alejados de vosotros, cuando 
habitáis en medio de nosotros? 23 Aho¬ 
ra, pues, malditos sois, y no dejaréis 
nunca de ser esclavos," para cortar 
la leña y sacar el agua para la casa 
de mi Dios.» 

24 Ellos respondieron a Josué, di¬ 
ciendo: «Es que supimos la orden que 
Yave, tu Dios, había dado a Moisés, 
su siervo, de que toda la tierra se os 
entregara, y de que todos sus habi¬ 
tantes fueran exterminados delante 
de vosotros. Al aproximaros, tuvimos 
gran miedo por nuestras vidas, y 
por eso hemos hecho esto. 24 Esta¬ 
mos en tus manos, trátanos como 
te parezca bueno y justo tratarnos.» 
26 Josué hizo de ellos lo que había 
dicho, y los libró de la mano de los 
hijos de Israel, para que no los ma¬ 
tasen. 27 Josué los destinó desde en¬ 
tonces a cortar la leña y a sacar el 
agua para la asamblea" y para el 
altar de Yave, en el lugar que Yave 
eligiese, lo que hacen todavía hoy. 

Coalición de lo* reyes» del .Me¬ 
diodía y batalla de Gahuón 

10 1 Al saber Adonisedec, rey de 
Jcrusalén, que Josué se había 
apoderado de Hai y que la había 
dado al anal ciña—como había hecho 
con Jcricó y su rey, así hizo con 
Hai y su rey—y que los habitantes de 
Gabnón habían hecho paces con los 
de Israel y moraban entre ellos, 
2 temieron mucho, porque Cabaón 
era una gran ciudad, como una de 
las ciudades reales, más grande toda¬ 
vía que Hai, y sus hombres eran va¬ 
lientes. 3 Adonisedec, rey de Jcru¬ 
salén, mandó a decir a Oliam, rey de 
Hcbrón, a Faram, rey de Jerimot, 
a Jafia 9 rey de Lnquis, y a Dabir, 
rey de Eglón: 4 «Subid a mí y pres¬ 
tadme vuestra ayuda, para com¬ 
batir a Gabaón, que ha hecho paces 
con Josué y con los hijos de Israel.» 
6 Cinco reyes de los amorreos, el rey 
de Jerusafen, el rey de Hcbrón, el 
rey de Jerimot, el rey de Luquis 
y el rey de Eglón, se juntaron y 
subieron con todos sus ejércitos, y 
acamparon cerca de Gabaón, ase¬ 
diándola. 6 Los de Gabaón manda¬ 
ron a decir a Josué, al campamento 
de Gálgala: «No rechaces acudir a 
tus siervos; sube prestamente a nos¬ 
otros y socórrenos, porque se han 






JOSUÉ, 10 


223 


coligado contra nosotros todos los 
reyes de los amorraos que habitan 
en la montaña.» Josué subió de Gál- 
gala, él y todos los hombres de guerra 
con el, todos los valientes guerreros. 
8 Yave había dicho a Josué: «No los 
temas, porque te los entregaré en tus 
manos y ninguno de ellos podrá re¬ 
sistir ante ti.» (i) * * * * * * * 9 Josué se echó sobre 
ellos de improviso; había hecho la 
marcha desde Gálgala, andando toda 
la noche. 10 Yave arrojó en medio de 
ellos la turbación ante Israel, e Israel 
les dio una gran derrota cerca de 
Gabaón; y. persiguiéndolos por el ca¬ 
mino que va a Betorón, los batió 
hasta Azeca y Maceda. 11 Cuando 
iban huyendo delante de los hijos 
de Israel en la bajada de Betorón, 
Yave hizo caer sobre ellos grandes 
piedras hasta Azcca, y murieron mu¬ 
chos, siendo más los muertos por las 
piedras de granizo que los muertos 
por la espada de los hijos de Israel. 
12 Aquel día, el día en que Yave 
entregó a los amorreos en las manos 
de los hijos de Israel, habló Josué a 
Yave; y a la vista de Israel, dijo: 

«;Sol, detente sobre Gabaón; 

Y tú, luna, sobre el valle de Ayalón; 

13 Y el sol se detuvo, y se paró la 
luna, 

Hasta que la gente se hubo ven¬ 
gado de sus enemigos.» 

¿No está esto escrito en el libro 
de Jaser? (1). El sol se detuvo 
en medio del cielo, y no se apresuró 
a ponerse, casi un día entero. 14 No 
hubo, ni antes, ni después, día como 
aquel en que obedeció Yave a la voz 
de un hombre, porque Yave combatía 
por los hijos de Israel. 15 Josué, con 
todos los hijos de Israel, se tornó al 
campamento, a Gálgala. 

16 Los cinco reyes huyeron y se 
refugiaron en la caverna "de Maceda. 
17 Se lo comunicaron a Josué, di¬ 
ciendo: «Han sido hallados los cinco 
reyes, escondidos en la caverna de 
Maceda.» 18 Josué dijo: «Rodad gran¬ 
des piedras a la boca de la caverna, 
y poned a unos cuantos hombres que 


(i) Otros traducen *in libro justorum», 

o en singular, el libro del justo. Nos parece 

meior transcribirlo como nombre propio per¬ 

sonal. No vuelve a mencionarse tal .libro en la 

Escritura más que en II. Sam. i. 18, y quizá, 

más que un libro, fué una colección de cantos 

bélicos. Desde luego, las dos citas prueban 

que se trata de una composición poética. Por 

lo breve de la cita, es mucho más difícil todavía 

determinar el sentido de las palabras citadas. 


la guarden, 19 pero vosotros no os 
paréis: perseguid al enemigo y pi¬ 
cadle la retaguardia; no los dejéis 
entrar en sus ciudades, porque Yave, 
vuestro Dios, los ha entregado en 
vuestras manos.» 

20 Cuando Josué y los hijos de Israel 
los hubieron enteramente derrotado 
y batido, hasta exterminarlos, y se 
refugiaron en las ciudades fuertes los 
que pudieron escapar, 21 se vino todo 
el pueblo tranquilamente al campa¬ 
mento, a Josué en Maceda, sin que 
hubiera quien moviese la lengua con¬ 
tra los hijos de Israel. 

22 Josué dijo: «Abrid la boca de la 
caverna, sacad a los ciuco reyes, y 
traédmelos.» 23 Lo hicieron asi, lle¬ 
vando a los cinco reyes, que sacaron 
de la caverna: el rey de Jerusalén, 
el rey de Hebrón, el rey de Jerimot, 
el rey de Laquis y el rey de Eglón. 
24 Una vez delante de Josué, llamó 
éste a todos los hombres de Israel y 
dijo a los jefes de los hombres de 
guerra que le habían acompañado: 
«Acercaos y poned vuestro pie sobre 
sus cuellos.» Ellos se acercaron y pu¬ 
sieron su pie sobre sus cuellos, 25 y 
Josué dijo: «No temáis y no os aco¬ 
bardéis, sed firmes y valientes, pues 
así tratará Yave a todos vuestros 
enemigos, contra los cuales comba¬ 
tís.» 26 Después Josué hizo darles 
muerte y los mandó colgar de cinco 
árboles, y allí estuvieron colgados 
hasta la tarde. 27 Al ponerse del sol 
los hizo bajar de los árboles y echar¬ 
los en la caverna donde se habían 
escondido, y pusieron a la boca de 
la caverna grandes piedras, que to¬ 
davía se ven hoy allí. 

Conquista de los territorios del 
mediodía. 

28 Aquel mismo día se apoderó 
Josué de Maceda y la destruyó con 
todos los vivientes que en ella había 
y su rey, pasándola a filo de espada. 
Dió al anatema la ciudad y a todos 
los vivientes que en ella había, sin 
dejar uno solo, y trató a su rey 
como había tratado al de Jericó. 
29 Pasó Josué con todo Israel de 
Maceda a Lebna y la atacó. 30 Yave 
la entregó también a las manos de 
Israel, con su rey, y la pasó a filo 
de espada a ella y a cuantos en ella 
había, sin dejar escapar uno, y a 
su rey le trató como había tratado 
al de Jericó. 








224 


JOSUÉ, 11 


81 Pasó luego Josué, y con él todo 
Israel, de Lebna a Laquis y la atacó, 
acampando ante ella. 32 Yave entregó 
a Laquis en las manos de Israel, que 
la tomó al segundo día, y la pasó a 
filo de espada con todos los vivientes 
que en ella había, como había hecho 
en Lebna. 33 Entonces Oram, rey 
de Gazer, subió para socorrer a La¬ 
quis; pero Josué le derrotó a él y a 
su pueblo, sin dejar escapar a nadie. 

34 Josué, y con él todo Israel, 
pasó de Laquis a Eglón; pusieron su 
campo junto a la ciudad y la ataca¬ 
ron. 35 Aquel mismo dia la tomaron 
y pasaron a filo de espada a todos los 
vivientes que había en ella, y la die¬ 
ron al anatema, como habían hecho 
con Laquis. 

36 Josué, con todo Israel, subió de 
Eglón a Hebrón y atacaron la ciudad; 
37 tomada, la pasaron a filo de espada 
a ella y a su rey, a todas las ciudades 
de ella dependientes, y a todos los 
vivientes que con ellos se hallaban, 
sin dejar a nadie, como lo había 
hecho Josué en Eglón, y la dió al 
anatema con todos los vivientes que 
en' ella había. 

38 Josué, y todo Israel con él, se 
volvió contra Dabir y la atacó. 
39 Tomada, con su rey y todas las 
ciudades de ella dependientes, las 
pasaron a filo de espada, y dieron al 
anatema a todos los vivientes que 
allí había, sin dejar escapar a nadie. 
Josué trató a Dabir y a su rey como 
habla tratado a Hebrón, y como había 
tratado a Lebna y a su rey. 

40 Josué batió toda la tierra, la 
montaña, el mediodía, los llanos y 
las pendientes, con todos sus reyes, 
sin dejar escapar a nadie y dando 
al anatema a todo viviente, como lo 
había mandudo Yave, Dios de Israel. 
41 Batiólos Josué, desde Cadesbarne 
hasta Gaza, y todo el territorio de 
Gosen hasta Gabaón. 42 Cogió Josué 
a todos sus reyes y toda su tierra en 
una sola expedición, porque Yave, 
Dios de Israel, combatió por Israel. 
43 Después Josué, y todo Israel con 
él, tornó al campamento, a Gálgala. 


Coalición de los reyes del IVorte. 
feu derrota y conquista de sus 
territorios. 

4 A 1 Al tener noticia de estos suce- 
* * sos Jabín, rey de Jasor, mandó 
una embajada a Jobab, rey de Madón, 


- al rey de Seberón, al rey de Acsaf 
2 y a los reyes que estaban al norte 
de la montaña y en el Araba, al sur 
de Queneret, en la llanura, y en las 
alturas de Dor, al occidente, 3 y a 
los cananeos de oriente y de occidente, 
a los amorreos, a los geteos, a los 
fereceos, a los jebuseos de la montaña, 
y a los je veos del pie del Hcrmón, 
en el territorio de Masfa. 

4 Salieron con ellos todos sus ejér¬ 
citos, gente innumerable, como las 
arenas que hay a orillas del mar, 
con una gran muchedumbre de caba- i 
líos y carros. 5 Reuniéronse todos y 
vinieron a acampar concentrados 
junto a las aguas de Merom, para 
combatir a Israel. 6 Yave dijo a 
Josué: «No los temas, porque mañana, 
a esta misma hora, yo te los daré 
traspasados delante de Israel; des- I 
jarretarás sus caballos y quemarás sus 
carros.» 7 Josué y todos sus hombres 
de guerra se echaron sobre ellos de 
improviso, cerca de las aguas de 
¡ Merom, y se precipitaron contra ellos. I 
8 Yave los dió enteramente en manos 
de Israel, que los batió y los persi¬ 
guió hasta Sidón, la grande, hasta 
las aguas de Masrefot y hasta el 
valle de Masfa, a oriente. Los batió, 
sin dejar escapar uno solo. 9 Josué 
los trató como Yabe se lo había 
dicho; desjarretó sus caballos y dió 
al fuego sus carros. 10 Entonces se 
j volvió Josué y tomó y pasó a su rey 
al filo de la espada. Asor era antes 
la capital de todos estos reñios. 

11 Pasaron a filo de espada a todos los 
vivientes que en ella se hallaban, 
dándolos todo al anatema; nada quedó 
de cuanto vivía, y Asor fué dada a las 
llamas. 12 Josué tomó todas las ciu¬ 
dades de estos reyes, y cogió a todos i 
sus reyes y los pasó a filo de espada, 
dándolos al anatema, como se lo 
había mandado Moisés, siervo de 
Yave. 13 Israel no quemó ninguna 
de las ciudades de la montaña, fuera 
de Asor, que incendió Josué. 14 Todo 
I el botín de estas ciudades, sus gana- 
i dos, los cogieron los hijos de Israel 
para ellos; pero pasaron a filo de 
espada a todos los hombres, hasta 
exterminarlos, sin dejar uno. 16 Lo 
que había mandado Yave a Moisés, 

| su siervo, lo ejecutó Josué, sin quitar 
palabra de cuanto Yave había man¬ 
dado a Moisés. 

16 Así se apoderó Josué de todo este 
territorio de la montaña, de todo el I 
mediodía, de todo el distrito de Go- 








JOSUÉ, 12, 13 


225 


sen, de la tierra baja, de la montaña 
de Israel y de sus llanos, 17 desde la 
montaña desnuda que se. alza hacia 
Seir, hasta Baal Oad en el valle del 
Líbano, al pie del monte Hermón. 
Cogió a todos sus reyes y les dió 
muerte. 18 La guerra que hizo Josué 
contra todos estos reves duró largo 
tiempo; 19 no hubo ciudad que hiciese 
paces con los hijos de Israel, fuera 
de los je veos que habitaban en Ga- 
baón; todas las tomaron por la fuerza 
de las armas; 20 porque era designio 
de Yave que estos pueblos endure¬ 
ciesen su corazón, en hacer la guerra 
a Israel, para que Israel los diese 
al anatema, sin tener para ellos mise¬ 
ricordia v los destruyera, como Yave 
se lo había mandado a Moisés. 

21 En este tiempo se puso Josué 
en marcha y exterminó a los enaquim 
de la montaña de Hebrón, de Dabir 
y de Anab, de toda la montaña de 
Judá y de toda la montaña de Israel. 
22 No quedó un enaquim en todo el 
territorio de los hijos de Israel: sólo 
quedaron en Gaza, en Oet y en Azoto. 

23 Se apoderó Josué de todo el 
territorio, conforme a todo lo que 
Yave había dicho a Moisés, y se lo 
dió en heredad a Israel por partes, 
según sus tribus, y la tierra des¬ 
cansó de la guerra. 


Los reyes vencidos. 

"|9 1 -^ e ac l n f 1° s reyes de la tierra 
*** que batió Israel, apoderán¬ 
dose de -sus territorios, al otro lado 
del Jordán, a oriente, desde el torrente 
del Arnón, hasta el monte Hermón, 
y todo el Araba, a oriente: 2 Seón, 
rey de los amorreos, residente en 
Hesebón; su dominio se extendía 
desde Aroer, a orillas del torrente del 
Arnón, y desde el medio de este 
valle, sobre la mitad de Galad, hasta 
el torrente de Jaboc, en la frontera 
de los hijos de Ammón; 3 sobre el 
Araba hasta el mar de Queneret, a 
oriente, y sobre el mar del Araba, 
el mar de sal, a oriente, hacia Bet- 
jerimot, y del lado del mediodía, al 
pie de las pendientes deí Pasga. 4 El 
territorio de Og, rey de Basán, de 
los restos de los refaim, residente en 
Astarot y en Edrai. 6 Su dominio se 
extendía sobre la montaña de Her¬ 
món, sobre Saleja, sobre todo Basán, 
hasta la frontera de Gesur y de Macat 
y hasta la mitad de Galad, territorio 


de Seón, rey de Hesebón. 8 Moisés, 
siervo de Dios, y los hijos de Israel 
los batieron; y Moisés, siervo de Yave, 
dió sus territorios en heredad a los 
rubenitas y gaditas y a media tribu 
de Manasés. 

7 Reyes de la tierra que batió 
Josué v los hijos de Israel, de este 
lado del Jordán, a occidente, desde 
Baal Gad, en el valle del Líbano, 
hasta la montaña desnuda que se alza 
hacia Seir, cuyos territorios dió Josué 
en heredad a las tribus de Israel, 
según sus familias, 8 en la montaña, 
en la tierra baja, en las pendientes, 
en el desierto, en el Negueb; de los 
geteos. de los amorreos, de los cana- 
neos, de los fereceos, de los ieveos 
y de los jebuseos; 9 el rey de Jericó, 
el rey de Hai, cerca de Betel. 10 el 
rey de Jerusalén; el rey de Hebrón; 

11 el rey de Jerimot; el rey de Laquis; 

12 el rey de Eglón; el rev de Gazer; 

13 el rev de Dabir; el rey de Gueder; 

14 el rey de Jorma; el rev de Arad; 

15 él rey de Lebna; el rey de Odulam; 

16 el rev de Moreda; el rev de Betel; 

17 el rey de Tafua; el rey de Ofer; 

18 el rev de Afeq; el rey de Lasaron; 

19 el rey de Madón; el rev de Asor; 

20 el rey de Semerón; el rey de Acsaf; 

21 el rey de Tanac; el rey de Mageddo; 

22 el rey de Cades: el rey de Jacneam, 
en el Carmelo; 23 el rey de Dor, en 
las alturas de Dor; el rev de Goím, en 
Galgal; 24 el rey de Tersa. En todo 
treinta y un reyes. 


Distribución de la tierra. 

1 Q 1 Josué era ya viejo, entrado 
-*■ ^ en años, y Yave le dijo: «Eres 
ya viejo, de edad avanzada, y queda 
todavía mucha tierra por conquis¬ 
tar. 2 Mira lo que queda: todos los 
distritos de los . filisteos y todo el 
territorio de Gesur; 3 desde el Si ja, 
que corre al oriente de Egipto, hasta 
la frontera de Acarón, hacia el 
norte, que se reputa como de los ca¬ 
ñoneos; los cinco príncipes de los 
f lísteos, el de Gaza, el de Azot, el de 
As calón, el de Get y el de Acarón; 
los jcveos al mediodía; 4 toda la 
tierra de los cananeos, y Mara que es 
de los sidonios, hasta Afee, hasta la 
frontera de los amorreos; 5 la tierra 
de los gelitas y todo el Líbano a 
oriente, desde Baal Gad, al pie del 
monte Hermón, hasta la entrada 
de Hamot; 8 todos los habitantes de 


15 








226 


JOSUÉ, 14 


la montaña, desde el Líbano hasta 
las aguas de Mazrefot; todos los si- 
donios. Yo los arrojaré delante de 
los hijos de Israel. Pero distribuye 
por suertes esta tierra en heredad a 
los hijos de Israel, como yo lo he 
mandado. 

7 Ahora, pues, distribuye esta tierra 
entre las nueve tribus y la media 
de Manases.» 8 Con la otra mitad, 
los rubenitas y gaditas recibieron 
ya su heredad, que les dió Moisés 
al otro lado del Jordán, a oriente, 
como se la distribuyó Moisés, 
siervo de Ya ve: 9 desde Aroer, a 
orillas del torrente del Arnón, y desde 
la ciudad que está en medio del valle, 
toda la llanura de Madaba, hasta 
Dibón; 10 todas las ciudades de Seón, 
rey de los am'orreos, que reinaba en 
Hesebón, hasta la frontera de los 
hijos de Ammón; 11 Calad, el terri¬ 
torio de Cesur y de Maeat, toda la 
montaña de Hermón y todo el Basán, 
hasta Saleja; 12 todo el reino de Og, 
en Basán, que reinaba en Astarot, 
y en Edrai, y eran los últimos restos 
de los refaim. Moisés batió a estos 
reyes y los desposeyó; 13 pero los 
hijos de Israel no desposeyeron a 
los gesuritas y a los macatitas, y 
Cesur y Maeat habitan en medio de 
ellos hasta hoy. 14 La tribu de Leví 
fué la sola a que Moisés no dió 
heredad, porque las combustiones de 
Yave, Dios de Israel, son su heredad, 
como él se lo dijo. 


Rubén. 

15 Moisés había dado a los hijos 
de la tribu de Rubén una parte 
según sus familias. 16 Tuvieron por 
territorio, a partir de Aroer, a ori¬ 
llas del torrente del Arnón y de la 
ciudad situada en medio del valle, 
toda la llanura cerca de Madaba. 
17 Hcsebón y todas las ciudades del 
llano, Dibón, Bamot Baal, Bet Baal, 
Maón, 18 Jas, Quedamot, Mefat , 19 Ca- 
riataiin, Sabama, Sarat Asar, en el 
monte del valle, 20 Bet Fogor, las pen¬ 
dientes del Pasga, Bet Jesimot, 21 to¬ 
das las ciudades del llano y todo el rei¬ 
no de Scón, rey de los amorreos, que 
reinaba en Hesebón; Moisés le derrotó 
a él y a los príncipes de Madián, 
Evi, Rcquem, Sur. Jur y Rebe, tri¬ 
butarios de Seón, que habitaban la 
tierra. 22 El adivino Balam, hijo de 
Beor, fué también del número de 


los que los hijos de Israel pasaron a 
filo de espada. 23 Así el territorio de 
los hijos de Rubén llegaba hasta el 
Jordán y sus riberas. Esta fué la 
heredad, las ciudades y sus pueblos, 
de los hijos de Rubén y sus fami¬ 
lias. 

Gad. 

24 Moisés dió a la tribu de Gad, 
a los hijos de Gad, una parte según 
sus familias. 25 Su territorio compren¬ 
día: Jaser, todas las ciudades de 
Calad, la mitad de la tierra de los 
hijos de Ammón hasta Aroer, que 
está enfrente de Raba, 26 desde Hese¬ 
bón hasta Rabot, Masfe y Betonim, 
y desde Majanaim hasta la frontera 
de Debir; 27 yen el valle Bet Aram, 
Bet Nemra, Socot y Saíán, partes 
del reino de Seón, rey de Hesebón, 
el Jordán y sus riberas hasta el cabo 
del mar de Quencret, del otro lado 
del Jordán, a oriente. 

28 Esta fué la heredad, ciudades con 
sus pueblos, de los hijos de Cad, 
según sus familias. 


Media tribu de Manasés. 

29 Moisés dió a media tribu de 
Manasés, a los lujos de Manasés, 
una parte según sus familias. 30 Tu¬ 
vieron por territorio, a partir de 
Majanaim, todo Basán, todo el reino 
de Og, rey de Basán, y todos los 
burgos de Jair en Basán, sesenta 
ciudades; 31 la mitad de Calad, 
Astarot y Edrai, ciudades del reino 
de Og en Basán, fueron dadas a 
Maquir, hijo de Manasés, a la mitad 
de los hijos de Maquir, según sus 
familias. 

32 Estas son las partes que distri¬ 
buyó Moisés, cuando estaba en los 
llanos de Moab, del otro lado del 
Jordán, frente a Jcricó, a oriente. 
33 Pero Moisés no dió parte a la 
tribu de Leví: Yave, Dios de Israel, 
es su parte, como él se lo ha dicho. 


Ilebrón, para Caleb. 

H 1 He aquí lo que los hijos de 
1 * Israel recibieron en heredad en 
la tierra de Canán; lo que les distri¬ 
buyeron Eleazar, sacerdote, Josué, 
hijo de Nuil, y los jefes de familia de 
las tribus de los hijos de Israel. * Fué 








HAr 







228 


JOSUÉ, 15 


la suerte la que asignó su heredad, 
como Yave se lo había mandado 
a Moisés, a las nueve tribus y a la 
media tribu de Manasés. 3 Pues Moi¬ 
sés había ya dado su heredad a dos 
tribus y a media de la de Manasés, 
al otro lado del Jordán. No dió nada 
de la heredad a los levitas en medio 
de ellos. 4 Los hijos de José formaban 
dos tribus, Manasés y Efrafm, y no se 
dió a los levitas parte en el territorio, 
fuera de las ciudades de su habitación 
y los campos de pastos para sus gana¬ 
dos y rebaños. 6 Los hijos de Israel 
cumplieron lo que Yave había manda¬ 
do a Moisés y distribuyeron la tierra. 

6 Algunos de los hijos de Judá 
se acercaron a Josué, en Caígala; y 
Caleb, hijo de Jefone, el quineceo, 
le dijo: «Ya sabes lo que a Moisés, 
siervo de Dios, dijo Yave respecto 
de mí y de ti. 7 Cuarenta años tenía 
yo, cuando Moisés, siervo de Y'ave, 
me mandó de Cades Barne para ex¬ 
plorar la tierra, y yo le hice relación, 
según la sinceridad de mi corazón. 
8 Mientras que mis hermanos, los 
que conmigo habían subido, desco¬ 
razonaron al pueblo, yo seguí ente¬ 
ramente a Yave, mi Dios. 9 Aquel 
día hizo Moisés este juramento; la 
tierra que han pisado tus pies será 
tu heredad y la de tus hijos perpe¬ 
tuamente, porque tú has seguido ente¬ 
ramente a Y'ave. 10 Ahora, pues, Y’ave 
me ha conservado la vida, como lo 
prometió, durante los cuarenta y 
cinco años transcurridos desde que 
Yave dirigió a Moisés esta palabra, 
mientras caminaba Israel por el de¬ 
sierto, y tengo ahora ochenta y cinco 
años; 11 pero ya ves que estoy robusto 
hoy, como lo estaba ai tiempo en que 
Moisés me mandó; mi fuerza es ahora 
la misma de entonces para luchar, 
para salir y para entrar . 12 Dame, pues, 
este monte, de que habló Y'ave aquel 
día, pues allí están los enaquim, y 
tienen ciudades grandes y fuertes; 
quizá quiera Yave estar conmigo y 
logre arrojarlos, según la palabra 
de Yave.» 13 Josué bendijo a Caleb, 
hijo de Jefone, y le dió Hebrón en 
heredad. 14 Por eso Hebrón perte¬ 
nece en heredad a Caleb, hijo de 
Jefone, el quenecco, hasta el día de 
hoy, porque siguió enteramente a 
Y'ave, Dios de Israel. 15 Hebrón se 
llamó antes Cariat Arbe. 

Arbe fué el hombre más grande 
entre los enaquim. 

La tierra descansó de la guerra. 


Judá. 

A r 1 La parte que en suerte tocó 
a la tribu de los hijos de Judá, 
según sus familias, se extendía desde 
la frontera de Edóm, en el desierto 
de Sin, a mediodía, hasta el confín 
meridional. 2 Su frontera meridional 
partía desde la extremidad del mar 
de sal, de la parte de este mar que 
se vuelve hacia el sur, 3 y se prolon¬ 
gaba al mediodía de la subida de 
Acrabiin, pasaba a Sin, y subía al 
mediodía de Cades Barne; pasaba a 
Esron, subía hacia Adar, y se volvía 
a Caca; 4 pasaba luego a Asmón 
y continuaba hasta el torrente de 
Egipto, para morir en el mar. Esta 
os será la frontera meridional. 6 La 
frontera oriental fué ci mar de sal, 
hasta la desembocadura del Jordán. 
La frontera septentrional partía de 
la parte del mar de sal donde des¬ 
emboca en el Jordán, 6 subía hacia 
Bet Agía, pasaba al norte de Bet 
Araba, subía hasta la peña de Boén, 
hijo de Kubéu; 7 seguía subiendo 
a Deberá, a partir del valle, a Ajor, 
y volvía hacia el norte del lado de 
Gúlgala, que está frente al monte 
de Adomnn, al sur del torrente; 
pasaba a En Scmes y llegaba a 
En Kogel; 8 de allí subía por el 
valle de Bcn Hinón, viniendo del 
mediodía hasta tocar el límite de 
Jebus, que es Jerusalén; y subía 
luego por la cima del monte que está 
frente al valle de Hiuóu, a occidente, 
y al extremo del valle de Kcfann, 
al norte. 9 Desde la cima del monte se 
inclinaba hacia los manantiales de 
agua de Ncftoa, seguía hacia las 
ciudades de la moutaiia de Efrón, 
y se volvía en dirección a Bala, que 
es Caratiarim. 10 De Bala se volvía 
la frontera a occidente, hacia el 
monte ÍSeir; pasaba por la vertiente 
septentrional del monte Jarim, que 
es Quesalón; bajaba a Betsamcs y 
pasaba por Tilinta; 11 continuaba al 
norte por la vertiente de Acarón y 
se dirigía hacia Secrona; pasaba por 
el monte de Bala y llegaba a Jcbncl, 
para morir en el mar. 12 La frontera 
occidental era el mar grande; éste 
era el límite. Estas fueron las fron¬ 
teras de los hijos de Judá, según sus 
familias. 

13 Se había dado a Caleb, hijo de 
Jefone, una parte en medio de los 
hijos de Israel, como Yave se lo había 
mandado a Josué; Cariat Arbe, del 






JOSUÉ, 16 


22!» 


padre de Enac, que es Hcbrón. 
44 Caleb arrojó de allí a los tres hijos 
de Enac; Sesai, Ajiinan y Tolmai, 
descendientes de Enac. 15 De allí 
subió contra los habitantes de Dabir, 
que se llamaba antes Cariat Sefer. 
16 Calcb dijo: «Al que bata y tome 
Cariat Sefer, le daré por mujer mi 
hija Acsa.» 17 La tomó Otoniel, 
hijo de Quenaz, hermano de Caleb y 
éste le dió su hija Acsa por mujer. 
18 Cuando iba ella a la casa de Oto- 
niel, incitóla éste a que pidiera a su 
padre un campo; inclinóse ella sobre 
su asno, y Caleb le dijo: «¿Qué 
tienes?» 19 Ella le respondió: «Hazme 
un don; pues que me has heredado en 
tierra de secano, dame también tierra 
de regadío.» El le dió el Gulot supe¬ 
rior y el inferior. 

20 Esta fué la heredad de la tribu 
de los hijos de Judá, según sus fami¬ 
lias. 21 Las ciudades situadas al 
extremo de los hijos de Judá, hacia 
la frontera de Edom, en el Negueb, 
son: Cabscl, Edel, Jagur, 22 Quina, 
Dimona, Adada, 23 Cades, Asor y 
Jetnan; 24 Zif, Telcm, Balot, 25 Asor 
el nuevo y Cariot Esrom, que es 
Asor; 26 Aman, Sama, Molada, 27 Aser- 
gada, Asemon, Bct Felet, 28 Asar- 
sual, Betsabe y Baciotia; 29 Bala, 
Jim, Esem, 30 Eltolad, Quesil, Jorma, 
31 Siceleg, Madmana, Sansana, 32 Le- 
baot, Scljiin, Ain y Reinon; en todo, 
veintinueve ciudades con sus pueblos. 

33 En el Sefela: Estaol, Sarea, 
Asena, 34 Zanoe, Ain Ganim, Tafua, 
Enaim, 36 Jerimot, Adulam, Socó, 
Azcca, 36 Saraim, Aditaim, Gcdcra y 
Gederotaim; catorce ciudades con sus 
pueblos. 

37 Sanan, Adasa, Migdal Gad, 
38 Delean, Masefa, Jaetel, 39 Laquis, 
Bascat, Eglón, 40 Cabón, Lejma, 
Cetlis, 41 Guiderot, Bet Dagóu, Na- 
hama y Maceda; dieciséis ciudades 
con sus pueblos. 42 Lebana, Eter, Asán 
43 Jefta, Esna, Ncsib. 44 Queila, 
Ajzob, Maresa; nueve ciudades con 
sus pueblos. 45 Acarón, con las ciu¬ 
dades de ella dependientes y sus 
pueblos. 

48 A partir de Acarón, del lado de 
occidente, todas las ciudades cer¬ 
canas a Azoto, con sus pueblos; 
47 Azoto, las ciudades dependientes 
de ella y sus pueblos; Gaza, las ciuda¬ 
des de su dependencia y sus pueblos, 
hasta el torrente de Egipto y el mar 
grande, que es la frontera. 

48 En la montaña, Samir, Jeter, 


Socot, 49 Dana, Cariat Sena, que es 
Dabir, 50 Anab, Istemo, Ahirn, 31 Go- 
sem, Deion y Gilo; once ciudades 
con sus pueblos. 62 Arab, Duma, 
Esan, 63 Janim, Bct Tafua, Afcca, 
64 Janta, Cariat Arbc, que es Hebrón 
y Sión; nueve ciudades con sus pue¬ 
blos. 65 Maón, Carmel, Zif, Juta, 
66 Jezrael, Jocdam, Zanoe, 57 Acain, 
Gueba, Zamna; diez ciudades con 
sus pueblos. 68 Jaljul, Besur, Guedor, 
69 Marat, Bet Anot y Eltecón; seis 
ciudades con sus pueblos. 60 Cariat 
Baal, que es Jearim y Areba; dos 
ciudades con sus pueblos. 61 En el 
desierto, Bet Araba, Medin, Secaca, 
62 Nebsan, Hir Armelaj y Engaddi; 
seis ciudades con sus pueblos. 

63 Los hijos de Judá no pudieron 
expulsar a los jebuseos; habitan en 
Jerusalén con los hijos de Judá, 
hasta hoy. 


José (Eíraini y Manases). 

i /I 1 La parte que tocó en suerte 
* a los hijos de José comenzaba 
en el lado de oriente, en el Jordán de 
Jericó, en las aguas de Jericó; es el 
desierto, que por la montaña sube 
de Jericó a Betel; 2 la frontera seguía 
de Betel a Luz y pasaba a lo largo 
del territorio de los Arqueos, a As- 
torot; 3 bajaba a occidente hacia la 
frontera de los jefletitas hasta la de 
Betoron de abajo y basta Gazer, para 
morir en el mar. 4 Esta es la heredad 
que recibieron los hijos de José, 
Manasés y Efraím. 

Efraím. 

6 He aquí la frontera de los hijos 
de Efraím, según sus familias. El 
límite de su heredad era, a oriente, 
Atarot Adar hasta Betoron de arriba; 
6 se dirigía al lado de occidente hacia 
Macnetat, al norte; volvía luego a 
oriente hacia Tanat Selo y pasaba por 
delante de ella, al oriente, hasta Ja- 
noe; 7 de Janoe bajaba a Atorot y Na- 
rata, tocaba en Jericó, y llegaba 
hasta el Jordán; 8 de Tafua iba a 
occidente al torrente de Cana, para 
morir en el mar. Esta era la heredad 
de los hijos de Efraím, según sus 
familias. 9 Los hijos de Efraím tuvie¬ 
ron también ciudades separadas en 
medio de la heredad de los hijos de 
Manases. 10 No expulsaron a los 
eananeos que habitaban en Gazer 








23U 


JOSUÉ, 17, 18 




y los eananeos han habitado hasta 
hoy en medio de Efraím, pero some¬ 
tidos a tributo. 


Manase*. 

n 1 La tribu de Manasés tuvo 
este territorio, pues era el pri¬ 
mogénito de José. Maquir, primogé¬ 
nito de Manasés, y padre de Galad, 
había reeibido Galad y Basán, pues 
era hombre de guerra. 2 También 
fué atribuida una parte a los otros 
hijos de Manasés, según sus familias; 
a los hijos de Abiezer, a los hijos de 
Elee, a los hijos de Esricl, a los hijos 
de Sequein, a los hijos de Jefa y 
a los hijos de Semida; estos eran los 
hijos varones de Manasés, hijo de 
José, según sus familias. 3 Salfad, 
hijo de Jefer, hijo de Galad, hijo 
de Maquir, hijo de Manasés, no tuvo 
hijos, sino hijas, cuyos nombres son: 
Majla, Noa, Jegla, Melca y Tersa; 
4 presentáronse a Elcazar, sacerdote, 
delante de Josué, hijo de Nun, y de¬ 
lante de los príneipes, y dijeron: 
«Yave mandó a Moisés que nos diera 
heredad er. medio de nuestros her¬ 
manos.» Se les dió, pues, según el 
mandato de Yavc, heredad en medio 
de los hijos de su padre. 5 Toearon 
a Manasés diez suertes, además del 
territorio de Galad y de Basán, que 
está al otro lado del Jordán, 6 pues 
las hijas de Manasés tuvieron su 
heredad entre los hijos; la tierra de 
Galad fué para los otros hijos de Ma¬ 
nasés. 7 La frontera de Manasés par¬ 
tía de Ascr hacia Majnefat, (pie está 
frente a Siqucm, c iba después a 
dereeha hacia los habitantes de Ta- 
fua; 8 el territorio de Tafua tocó a 
Manases; pero Tafua, en la frontera 
de Manasés, fué para los hijos de 
Efraím; 9 bajaba la frontera del to¬ 
rrente de Cana, hasta el medio del 
torrente. Las ciudades de este terri¬ 
torio que tocaron a Efraím estaban 
en medio de las ciudades de Manasés. 
la frontera de Manasés pasaba al 
norte del torrente y terminaba en el 
mar; 10 el territorio al mediodía era 
de Efraím y el del norte de Manasés, 
y su término era el mar; haeia el 
norte tocaban con Ascr, haeia orien¬ 
te con Isacar. 11 Manases tuvo en 
los territorios de Isaear y de Aser: 
Bctsán y las ciudades que de ella 
dependen, Jeblam y las ciudades de 
su dependencia: los habitantes de 


Dor y las ciudades de su dependen¬ 
cia; los habitantes de Tenac y las 
ciudades de su dependencia, y los 
habitantes de Mageddo y las eiuda- 1 
des de su dependencia: éste es el 
distrito de las tres colinas. 

12 Los hijos de Manasés no pu¬ 
dieron expulsar a los habitantes de 
estas ciudades; 13 sometieron a los 
eananeos a tributo, pero no los ex¬ 
pulsaron. 

14 Los hijos de José hablaron a 
Josué, diciendo: «¿Cómo nos has dado 
en heredad una sola suerte y una 
|sola parte, a nosotros que somos un 
pueblo numeroso, al que Yave ha 
bendecido hasta ahora?» 15 Josué les 
dijo: «Puesto que eres un pueblo 
numeroso, sube al monte y rotura 
una parte en la tierra de los fereecos 
y los refaim, ya que la montaña de 
Efraím te viene demasiado estrecha.» 

16 Los hijos de José dijeron: «La 
montaña no nos basta, y todos los 
eananeos que habitan en el valle 
disponen de carros de hierro, lo 
mismo que los de Betsán y las ciu¬ 
dades de su dependencia, y los que 
habitan el valle de Jczruel.» 17 Josué 
respondió a la casa de José, a Efraím 
y Manasés: «Eres un pueblo nume- j 
roso, tu fuerza es mucha: no puedes 
tener una sola suerte, 18 pero la 
montaña será tuya; tú roturarás el 
bosque y sus términos te pertene¬ 
cerán; expulsarás a los eananeos por 
carros de hierro que tengan y por 
fuertes que sean.» 


El tabernáculo en Silo. 

| O 1 Se reunió en Silo toda la asam- 
* ^ blea de los hijos de Israel y al¬ 
zaron allí el tabernáculo de la reunión. 
El territorio estaba sometido. 2 Que¬ 
daban siete tribus, de entre los hijos 
de Israel, que todavía no habían 
reeibido su heredad. 3 Josué dijo a 
los hijos de Israel: «¿Hasta cuándo 
vais a ser negligentes en apoderaros 
de la tierra que Yave, Dios de vues¬ 
tros padres, os ha dado? 4 Elegid tres 
hombres por cada tribu, y yo los 
enviaré para que vayan a recorrer 
la tierra y hagan de ella una des¬ 
cripción, con vistas a la distribución 
que hay que hacer, y me la traigan. 
8 La dividiréis en siete partes; Judá 
quedará dentro de sus fronteras, al 
mediodía, y la casa de José dentro 
de las suyas, al norte. 8 Describid, 









JOSUÉ, 19 


pues, la tierra en siete partes, traed¬ 
me la descripción, y yo liaré el sor¬ 
teo de ellas para vosotros, aquí ante 
Yavc, nuestro Dios; 7 pues para los 
levitas 110 ha de haber parte en medio 
de vosotros, por ser el sacerdocio de 
Ya ve su heredad; Gad, Rubén y 
media tribu de Manases lian recibido 
ya su heredad al otro lado del Jor¬ 
dán, a oriente, la que les dió Moisés, 
siervo de Ya ve.» 

8 Levantáronse los hombres y se 
pusieron en camino; y al partirse 
para hacer la descripción de la tierra, 
les dió Josué sus órdenes, diciendo: 
«Id, recorred la tierra, describidla y 
volved a mí, y yo os haré el sorteo 
aquí, ante Yavc, en Silo.» 9 Partie¬ 
ron, pues, recorrieron la tierra, la 
describieron en un libro según sus 
ciudades, dividiéndola en siete partes, 
y volvieron a Josué, al campo de Silo. 
10 Josué les hizo el sorteo en Silo, 
en presencia de Yavc, y distribuyó 
allí la tierra entre los hijos de Israel, 
según sus familias. 


Benjamín, 

11 La parte de la tribu de Benja¬ 
mín fué sacada a suerte según sus 
familias, y el territorio que les tocó 
en suerte tenía sus fronteras entre 
los hijos de Jndá y los hijos de José. 

12 Del lado del norte partía su fron¬ 
tera del Jordán, subía al norte sobre 
la vertiente de Jericó, se elevaba 
por la montaña a occidente, y ter¬ 
minaba en el desierto de Bet Aven; 

13 de allí iba a Luz, al mediodía, 
que es Betel; luego bajaba a Atarot 
Adar, por la montaña que hay al 
mediodía de Bctorón de abajo. 

14 Del lado de occidente, se prolon¬ 
gaba la frontera volviendo hacia el 
mediodía, desde la montaña situada 
frente a Bctorón, al sur, y terminaba 
en Cariat Baal, que es Cariat Jearim, 
ciudad de los hijos de Judá; esto 
por el lado de occidente. 15 Por el 
lado del mediodía, partía del extre¬ 
mo de Cariat Jearim hasta la fuente 
de aguas de Neftoa; 16 bajaba al 
extremo de la montaña que está 
frente al valle de Ben Hinón, y al 
norte del valle de Refaim, y bajaba 
luego por el valle de Hinón hacia el 
límite meridional de los jebuseos, 
hasta la fuente de Rogel; 17 vol¬ 
víase al norte y pasaba luego por 
En Semes, seguía por Guelitot, que 


está frente a la subida de Adomim, 
y bajaba a la peña de Boen, hijo de 
Rubén; 18 pasaba por la vertiente 
septentrional, frente al Araba, ba¬ 
jaba del Araba, 19 y seguía por la 
vertiente septentrional de Bet Agía, 
para morir en el extremo norte del 
mar de sal, hacia la desembocadura 
del Jordán, al mediodía. 20 Esta era 
la frontera meridional. El Jordán 
era el limite de la frontera oriental. 

Esta fué la heredad de los hijos 
de Benjamín con todas sus fronteras, 
según sus familias. 

21 Las ciudades de la tribu de Ben¬ 
jamín, según sus familias, eran: Je- 
rieó, Bet Agía, Emec Casis, 22 Bet 
Araba, Samoraim, Betel, 23 Avim 
Afara, Ofera, 24 Quefar Emona, Ofru 
y Gueba; doce ciudades con sus pue¬ 
blos. 25 Gabaón, Rama Berot, 26 Mesfe, 
Cafara, Amosas, 27 Requem, Jarfel, 
Tarda, 28 Sela, Elef, Jebus, que es 
Jerusaíén, Gabat y Cariat; catorce 
ciudades con sus pueblos. Esta fué 
la heredad de los hijos de Benjamín, 
según sus familias. 


Simeón. 

| q 1 La suerte atribuyó la segun- 
l * da parte a Simeón, a la tribu 
de los hijos de Simeón, según sus fa¬ 
milias; tuvieron su heredad en medio 
de la heredad de los hijos de Judá. 2 Su 
heredad fué: Beersabe, Sabe, Molada, 
3 Aser Sual, Bala, Asem, 4 Eltolad, 
Betul, Jarma, 5 Siclaj, Bet Marca- 
bot, Jaserusa, 6 Bet Lebaot, y Sa- 
rujen; trece ciudades con sus pueblos; 
7 Ain, Remolí, Afar y Asar, cuatro 
ciudades con sus pueblos, 8 así como 
todos los burgos de los alrededores 
de estas ciudades, hasta Baalat Beer, 
que es la Ramat del sur. Esta fué 
la heredad de la tribu de los hijos 
de Simeón, según sus familias. 9 La 
heredad de los hijos de Simeón se 
tomó de la parte de los hijos de 
Judá, por ser la heredad de los hijos 
de Judá demasiado grande para ellos, 
y fué en medio de su territorio donde 
los hijos de Simeón recibieron su 
heredad. 


Zabulón. 

10 La tercera parte tocó en suerte 
a los hijos de Zabulón, según sus fa¬ 
milias; la frontera de su heredad se 





JOSUÉ, 19 


2S2 


extendía hasta Sarid; 11 subía al occi¬ 
dente hacia Merala y tocaba en De- 
baset, y luego al torrente, ante Jac- 
nam. 12 De Sarid se volvía a oriente, 
al sol levante, hasta los confines de 
Queselet Tabor; se prolongaba hacia 
Daberet y subía a Jafia; 13 de allí 
pasaba a oriente, a Guita Jefcr y 
Tacasin, y se dirigía a Remon, que 
confina con Noa; 14 volvía del lado 
norte hacia Anaton, y terminaba en 
el valle de Jeftacl; 15 Catet, Nalal, 
Semcron, Jedala y Betlejem; doce 
ciudades con sus pueblos. 16 Esta 
fue la heredad de los hijos de Zabu¬ 
lón, según sus familias; las ciudades 
y los pueblos. 


(sacar. 


17 La cuarta parte tocó en suerte a 
Isacar, a los hijos de Isacar, según 
sus familias. 18 Su territorio era: 
Jezrael, Hacsulot, Semen, 19 Jafa- 
raim, Sión, Anajerat, 20 Rabot, Qucs- 
yon, Abes, 21 Ramet, En Ganim, 
En Jadda y Bet Fases. 22 La frontera 
tocaba en el Tabor, en Sejesima y 
en Betsames, y se extendia hasta 
el Jordán, dieciséis ciudades con sus 
pueblos. 23 Esta fué la heredad de la 
tribu de los hijos de lsacar, según 
sus familias; las ciudades y los pueblos 


Ascr. 


21 La quinta parte tocó en suerte 
a la tribu de los hijos de Ascr, según 
sus familias. 25 Su territorio fué Jcl- 
eat, Jali, Bcten, Acsaf, 26 Elmelce, 
Amad y Mesa; la frontera tocaba a 
occidente al Carmelo V a Sijor Le- 
banat; 27 después se tornaba a oriente 
hacia Bet Dagón, tocaba a la de 
Zabulón y al valle de Jcftael, al 
norte de Bet Emec, y de Nejiel, y 
se prolongaba hacia Cabul, a la iz¬ 
quierda, 28 y hacia Abrón, Rejob 
Jamón y Cana, hasta Sidón, la grande; 
29 se dirigía luego hacia Rama, hasta 
la ciudad fuerte de Tiro, y hacia Josa, 
para morir en el mar, cerca del dis¬ 
trito de Acziba; 30 además Ama, 
Afee, y Rejob; veintidós ciudades 
con sus pueblos. 31 Esta fué la here¬ 
dad de la tribu de los hijos de Aser, 
según sus familias: sus ciudades y sus 
pueblos. 


Neftalí. 

32 La sexta parte tocó en suerte a 
los hijos de Neftalí, según sus fami¬ 
lias. 33 Su frontera iba desde Jelef, 
a partir del encinar oue hay en 
Senanim; hacia Adami; Negueb y 
Jabnel hasta Lecum, y terminaba 
en el Jordán; 34 volvía hacia occidente, 
a Azonot Tabor, y de allí seguía a 
Jucoca; tocaba a la de Zabulón, al 
mediodía, a la de Aser, a occidente, 
y a la de Judá, cerca del Jordán, a 
oriente. 35 Las ciudades fuertes eran: 
Asedim, Ser, Jamat, Recat, Quene- 
ret, Edema, 36 Arama, Jasor, 37 Que¬ 
des, Edrai, En Jasor, 38 Jeron, Mag- 
dalet, Joren, Bet Anat y Bet Sames; 
diecinueve ciudades y sus pueblos. 
39 Esta fué la heredad de la tribu de 
los hijos de Neftalí, según sus fami¬ 
lias; sus ciudades y sus pueblos. 


Dan. 

40 La séptima parte tocó en suerte 
a la tribu de los hijos de Dan, según 
sus familias. 41 El territorio de su 
heredad comprendía Sarna, Estaol, Ir 
Seinjs, 42 Selebin, Ayalon, Jétela, 
43 Elon, Temna, Acron, 44 Eltcquc, 
Guibeton, Balat, 45 Jud, Bene Barac, 
Gat Renom, 46 Mejareon y Racón, 
con el territorio frente a Joppe. 
47 El territorio de los hijos de Dan 
se extendió más allá de sus límites, 
pues los hijos de Dan subieron a 
combatir contra Lcsem, se apode¬ 
raron de ella y la pasaron a filo de 
espada; posesionáronse de ella, se 
establecieron allí, y la llamaron Dan, 
del nombre de su padre. 48 Esta fué 
la heredad de la tribu de los hijos 
de Dan, según sus familias; sus ciu¬ 
dades y sus pueblos. 

49 Terminada la distribución de la 
tierra, según sus límites, los hijos de 
Israel dieron a Josué, hijo de Nun, 
una heredad en medio de ellos. 50 Por 
mandato de Yave, le dieron la ciudad 
que él pidió, Tamnat Sara, en la 
montaña de Efraím. Josué reedificó 
la ciudad y habitó allí. 61 Estas fue¬ 
ron las heredades que Elcazar, sacer¬ 
dote, Josué, hijo de Nun, y los jefes 
de familias de las tribus de los 
hijos de Israel, distribuyeron por 
suerte en Silo, en presencia de Yave, 
a la entrada del tabernáculo de la 
reunión, terminando la distribución 
de la tierra. 







JOSUÉ, 20, 21 


233 


Las ciudades de refugio. 

oa 1 Ya ve habló a Josué diciendo: 

2 «Habla a los hijos de Israel, y 
di: Designad, como os lo mandó Moi¬ 
sés, las ciudades de asilo, 3 donde pue¬ 
da refugiarse el homicida que haya ma¬ 
tado a alguno sin querer, sin saberlo, 
y le sirvan de refugio eontra el ven¬ 
gador de la sangre (1). 4 El homi¬ 
cida huirá a una de estas ciudades, 
se detendrá a la puerta de la ciudad, 
y expondrá su caso a los ancianos de 
ella; éstos le reeibirán entre ellos en 
la ciudad, y le darán habitación donde 
more con ellos-. 6 Si el vengador de 
la sangre le persigue, no le entre¬ 
garán en sus manos, porque sin querer 
mató a su prójimo, a quien de antes 
no odiaba. 6 El homicida quedará en 
la ciudad, hasta que comparezca ante 
la asamblea para ser juzgado, y hasta 
la muerte del sumo sacerdote que 
entonces lo sea. Luego se volverá y 
entrará en su ciudad y en su casa, 
en la ciudad de donde huyó. 

7 Consagraron, pues, a Cades en 

I Galilea, en la montaña de Neftalí; 
a Siquem, en la montaña de Efraím, 
y a Cariat Arbe, que es Hebrón, 
en la montaña de Judá. 8 Del otro 
lado del Jordán, a oriente de Jericó, 
designaron Bosor, en el desierto, en 
la llanura, ciudad de la tribu de 
Rubén; Ramot, en Galad, de la tribu 
de Gad; y Golán, en Basán, de la 
tribu de Manases. 9 Estas fueron las 
ciudades señaladas a todos los hijos 
de Israel y a los peregrinos que habi¬ 
tan en medio de ellos, para que 
cualquiera que matase a alguno im¬ 
pensadamente pudiera refugiarse en 
ellas, y no muriera a manos del ven¬ 
gador de la sangre antes de compa¬ 
recer ante la asamblea. 


Las ciudades Icvíticas. 

1 Los jefes de familia de los 
levitas se acercaron a Eleazar, 
sacerdote, a Josué, hijo de Nun, y 
a los jefes de familia de las tribus 
de los hijos de Israel, 2 y les habla¬ 


(i) Como la ejecución del castigo, en 
los delitos de sangre, la atribuye la ley al más 
próximo pariente de la víctima, el vengador de 
ía sangre (Ntim. 35.), para impedir en los casos 
de homicidio involuntario que prevaleciera la 
pasión sobre la justicia, se constituyen las 
ciudades de refugio, en las cuales el tribunal 
competente juzgará el caso. 


ron en Silo, en tierra de Canán, di' 
ciendo: «Yave mandó a Moisés que 
nos diese ciudades donde habitar, 
con sus campos para nuestros gana¬ 
dos.» 3 Los hijos de Israel dieron a 
los levitas, de sus heredades, según 
el mandato de Yave, estas ciudades, 
con sus campos. 

4 Salió la suerte para la familia 
de los caatitas; y los hijos del sacer¬ 
dote Arón, de entre los levitas, ob¬ 
tuvieron por suerte trece ciudades de 
la tribu de Judá, de la de Simeón 
y de la de Benjamín; 5 Los otros 
hijos de Caat obtuvieron por suerte 
diez ciudades de las familias de la 
tribu de Efraím, de la tribu de Dan 
y de la media tribu de Manases. 

6 Los hijos de Gersón obtuvieron por 
suerte trece ciudades, de las familias 
de la tribu de Isacar, de la tribu 
( e Aser, de la tribu de Neftalí y de 
la media tribu de Manasés, en Basan. 

7 Los hijos de Merari, según sus fa¬ 
milias, obtuvieron doce ciudades de 
la tribu de Rubén, de la tribu de 
Gad y de la tribu de Zabulón. 8 Los 
hijos de Israel dieron por suerte a 
los hijos de Leví esas ciudades y sus 
contornos, como Yave se lo había 
mandado a Moisés. 

9 Dieron de la tribu de los hijos de 
Judá y de la tribu de los hijos de 
Simeón estas ciudades; 10 pues la 
suerte de los hijos de Arón, de la 
familia de Caat, de los hijos de Leví, 
fué la primera. 11 Diéronles, pues, en 
la montaña de Judá la ciudad de 
Arbe, padre de Enac, que es Hebrón, 
eon sus contornos; 13 pero los campos 
de esta ciudad y las ciudades de ella 
dependientes se las dieron a Caleb, 
hijo de Jefone, en heredad. 13 Dieron 
a los hijos del sacerdote Arón la 
ciudad de refugio para los homicidas, 
Hebrón y su contorno; así eomo 
Lebna y su contorno; 14 Jeter y su 
contorno; Estemo y su eontorno; 
15 Jelón y su contorno; Dabir y su con¬ 
torno; Asin, 16 Juta, Betsames eon sus 
contornos; nueve ciudades de estas 
dos tribus. 

17 De la tribu de Benjamín, Ga- 
baón y su contorno; Gueba y su con¬ 
torno, 18 Anatot y Almón y sus con¬ 
tornos; cuatro ciudades. 

19 En todo, las ciudades de los 
sacerdotes, hijos de Arón, trece ciu¬ 
dades y sus contornos; 20 pero a las 
familias de los hijos de Caat hijos 
de Leví, a los otros hijos de Caat, 
les señaló la suerte ciudades de la 









JOSUÉ, 22 


234 


tribu de Efraím. 11 Se les dió la ciu¬ 
dad de refugio para los homicidas, 
Siquem y su contorno, en la mon¬ 
taña de Efraím, y Gazer, 22 Quisaim 
y Betorón, con sus contornos; cuatro 
ciudades. 23 De la tribu de Dan, El- 
teco, Guibeton, 24 Ayalon y Gat 
Remon, con sus contornos; cuatro 
ciudades. 25 De la media tribu de 
Manasés, Tanac y Jiblenm con sus 
contornos; dos ciudades. 26 En todo, 
diez ciudadés con sus contornos para 
las familias de los otros hijos de 
Caat. 27 Se dió a los hijos de Gersón, 
de entre las familias de los hijos de 
Leví, de la media tribu de Manasés, 
la ciudad de refugio para los liomi- 
cidas, Golán, en Basán, y su con¬ 
torno; como también Belestcra y su 
contorno; dos ciudades. 28 De la 
tribu de Isacar, Quisyon, Daberet, 
29 Jaramut y En Ganim y sus con¬ 
tornos; cuatro ciudades. 30 De la 
tribu de Aser, Masal, Abdón, 31 Jelcat 
y Rcjob, con sus contornos; cuatro 
ciudades. 32 De la tribu de Neftalí, 
la ciudad de refugio para los homi¬ 
cidas, Cades, en Galilea, con su con¬ 
torno, como también Jamot, Dor y 
Cartan, con sus contornos; tres ciu¬ 
dades. 33 En todo, las ciudades de 
los gersonitas, según sus familias, 
trece ciudades y sus contornos. 

34 A las familias de los hijos de 
Mcrari, al resto de los hijos de Levi, 
en la tribu de Zabulón, Jocncam, 
Carta, 36 Damna y Nalol, con sus 
contornos; cuatro ciudades; 38 de la 
tribu de Rubén, Besor, Jasa, 37 Que- 
demot y Mefat, con sus contornos; 
cuatro ciudades; 38 y de la tribu de 
Gad, la ciudad de refugio para los 
homicidas, Ramot en Galad, y su 
contorno; así como Majanaim, 39 Je- 
sebón y Jazer, con su contorno; cua¬ 
tro ciudades. 40 En todo, las ciudades 
señaladas por la suerte a los hijos de 
Merari, según sus familias, al resto 
de las familias de los hijos de Leví, 
doce ciudades. 

41 Todas las ciudades de los hijos 
de Leví, en medio de las posesiones 
de los hijos de Israel: cuarenta y 
ocho ciudades y sus contornos. 42 Cada 
una de estas ciudades tenía en torno 
suyo un campo, y así para todas las 
ciudades. 

43 Yave dió a Tsrael toda la tierra 
que a sus padres había jurado darles, 

se posesionaron de ella y se esta¬ 
rcieron allí. 44 Yave les concedió 
el descanso en torno suyo, como se 


lo había jurado a sus padres; ningu¬ 
no de sus enemigos pudo resistir, y 
Yave los entregó a todos en sus manos. 
45 De todas las palabras buenas que 
Yave había dicho a la casa de Israel, 
ni una quedó sin efecto, todas se 
cumplieron. 


Vuelta de las tribus orientales a 
su territorio. 

OO 1 Entonces llamó Josué a los 
rubenitas, a los gaditas y a la 
media tribu de Manasés, y les dijo: 
2 «Habéis guardado todo lo que os 
mandó Moisés, siervo de Yave; ha¬ 
béis obedecido a mi voz en todo 
cuanto os he mandado. 3 No habéis 
abandonado a vuestros hermanos du¬ 
rante este largo espacio de tiempo, 
hasta hoy, y habéis observado fiel¬ 
mente el mandato de Yave, vuestro 
Dios. 4 Ahora, pues, que Yave, vues¬ 
tro Dios, ha concedido a vuestros 
hermanos el descanso, como se lo 
había prometido, volveos, y tornad 
a vuestras tiendas en la tierra que 
os pertenece, que Moisés, siervo de 
Yave, os dió al otro lado del Jordán. 

6 Pero tened gran cuidado de poner 
por obra los mandamientos y las 
leyes que Moisés, siervo de Dios, os 
ha prescrito, amando a Yave, vues¬ 
tro Dios, marchando por todos sus 
caminos, apegándoos a él y sirvién¬ 
dole con todo vuestro corazón y con 
toda vuestra alma.» 8 Josué los ben¬ 
dijo y los despidió, y ellos se fueron 
a sus tiendas. 

7 Moisés había dado a una mitad 
de la tribu de Manasés un territorio 
en Basán, y Josué dió a la otra mitad 
un territorio en medio de sus her¬ 
manos del lado de acá del Jordán, 
a occidente. Al mandarlos a sus 
tiendas, Josué los bendijo, 8 dicién- 
doles: «Volvéis a vuestras tiendas 
con grandes riquezas, rebaños muy 
numerosos y mucha plata, oro, bronce 
y hierro y Vestidos; partid con vues¬ 
tros hermanos los despojos de vues¬ 
tros enemigos.» 

9 Los hijos de Rubén, los hijos de 
Gad y la media tribu de Manasés, 
dejando en Silo a los hijos de Israel, 
en la tierra de Canán, se volvieron, 
para ir a la tierra de Galad, que era 
la propiedad que habían recibido, 
como Yave se lo mandó a Moisés. 
10 Cuando llegaron a las regiones del 






JOSUÉ, 22 


235 


Jordán que pertenecen a la tierra de 
Canán, Jos hijos de Rubén, los hijos 
de Gad y la media tribu de Manasés 
edificaron allí un altar en la ribera 
del Jordán, un altar muy grande (1). 

11 Los hijos de Israel lo supieron, 
cuando se les dijo: «Mirad que los 
hijos de Rubén, los hijos de Gad y 
la media tribu de Manasés han edi¬ 
ficado un altar delante de la tierra 
de Canán, en los distritos del Jordán, 
del lado de los hijos de Israel.» 

12 Cuando los hijos de Israel lo su¬ 
pieron, se reunió en Silo toda la 
asamblea de los hijos de Israel, para 
subir conlra ellos y hacerles la guerra. 

13 Los hijos de Israel mandaron a 
los hijos de Rubén, a los hijos de 
Gad y a la media tribu de Manasés, 
en tierra de Galad, a Fines, hijo 
del sacerdote Eleazar, 14 y con él 
a diez príncipes, un príncipe de casa 
por cada una de las tribus de Israel, 
todos jefes de casa patriarcal en 
medio de los millares de Israel. 
18 Llegados a los hijos de Rubén, a 
los hijos de Gad y a la media tribu 
de Manasés, en tierra de Galad, les 
hablaron diciendo: 16 «Asi habla toda 
la asamblea de Yave: ¿Qué infide¬ 
lidad es la que habéis cometido 
contra el Dios de Israel, apartán¬ 
doos asi de Yave y edificándoos un 
altar, volviéndoos contra Yave? 17 ¿No 
nos basta la maldad deFogor, de que 
no nos hemos purificado todavía hasta 
hoy, a pesar de la plaga que afligió 
a la asamblea de Yave, 18 para que 
os apartéis hoy vosotros de Yave? 
Si hoy os volvéis vosotros contra 
Yave, mañana se volverá la ira de 
Yave contra toda la asamblea de 
Israel. 19 Si miráis como malo el terri¬ 
torio que es vuestra propiedad, pasad 
a la tierra que es propiedad de Yave, 
donde Yave ha establecido su mora¬ 
da, y estableceos en medio de nos.- 
otros, pero no os volváis contra Yave 
y contra nosotros, edificándoos un 
altar distinto del altar de Yave, 
nuestro Dios. 20 Aean, hijo de Zare, 
cometió una infidelidad cuanto a 


(i) Está en el lugar, bien claro, el fin 
con que los habitantes de la Trasjordania 
alzaron este altar. Es para que sirva de monu¬ 
mento, que recuerde siempre la comunidad 
nacional y religiosa con los que habitan en 
Canán. Al mismo tiempo aparece en el lugar 
que la Trasjordania no forma propiamente 
parte de la tierra prometida y santificada por 
la presencia de Dios, y que el limite de ésta es 
el natural de la Palestina, el Jordán. 


las cosas dadas al anatema, y la 
cólera de Yave vino sobre toda la 
asamblea de Israel, y no fué él sólo 
el que pereció por su crimen.» 

21 Los hijos de Rubén, los hijos de 
Gad y la media tribu de Manasés 
respondieron así a los jefes de los 
millares de Israel: 22 «El Todopo¬ 
deroso Dios, Yave, sabe; el Todo¬ 
poderoso Dios, Yave, sabe, y sabrá 
toda la asamblea de los hijos de 
Israel: Si ha sido por rebelión y por 
infidelidad contra Yave, que no nos 
salve. 23 Si hemos edificado un altar 
para apartarnos de Yave, para ofre¬ 
cer allí holocaustos y oblaciones y 
hacer sacrificios eucarísticos, que Yave 
nos pida cuenta de ello. 24 Más bien 
hemos ob.ado por temor de que 
llegara algún día en que vuestros 
hijos nos dijeran: «¿Qué hay de común 
entre vosotros y Yave, el Dios de 
Israel? 25 Yave ha puesto el Jordán 
como frontera entre vosotros y nos¬ 
otros, hijos de Rubén y de Gad; no 
tenéis parte alguna con Yave.» De 
ese modo vuestros hijos serían causa 
de que nuestros hijos no temieran 
ya a Yave. 26 Y nos dijimos: Pongᬠ
monos a edificar un altar, no para 
ofrecer holocaustos y sacrificios, 27 sino 
para que sea testimonio entre nos¬ 
otros y vosotros, y nuestros deseen 
dientes después de nosotros, de que 
servimos a Yave en su pr seneia, 
con nuestros holocaustos, nuestros 
sacrificios y nuestras víctimas pací¬ 
ficas, para que vuestros hijos no 
digan un día a los nuestros: No tenéis 
parte con Yave. 28 Nos djimos: Si 
algún día llegaran a decirnos eso a 
nosotros o a nuestros descendientes, 
les responderíamos: Mirad la forma 
del altar que nuestros padres edifica¬ 
ron, no con el fin de que sirviera para 
holocaustos y sacrificios, sino para ser 
testimonio entre nosotros y vosotros. 
29 Lejos de nosotros querer rebelarnos 
contra Yave y apartarnos hoy de él, 
alzando un altar para holocaustos, 
oblaciones y sacrificios, distinto del 
altar de Yave, nuestro Dios, que está 
ante su tabernáculo.» 30 El sacerdote 
Fines y los príncipes de la asamblea, 
jefes de los millares de los hijos de 
Israel, que le acompañaban, al oír 
las palabras de los hijos de Rubén, 
de los hijos de Gad y de la media tribu 
de Manasés, se dieron por satisfechos; 
31 y Fines, hijo del sacerdote Eleazar, 
dijo a los hijos de Rubén, a los hijos 
de Gad y a la media tribu de los 








236 


JOSUÉ, 23, 24 


hijos de Manasés*. «Reconocemos ahora 
que está Yave en medio de nosotros, 
puesto que no habéis cometido contra 
Yave esa infidelidad, librando así 
de la mano de Yave a los hijos de 
Israel.» 

32 Fines, hijo del sacerdote Elea- 
zar, y los príncipes dejaron a los 
hijos de Rubén y a los hijos de Gad 
y a la media tribu de Manasés, y se 
volvieron de la tierra de Calad, a 
la tierra de Canán, a los hijos de 
Israel, a los cuales hicieron relación. 

33 La cosa agradó a los hijos de Israel; 
bendijeron a Dios y no hablaron más 
de subir armados contra ellos, para 
devastar la tierra que habitaban los 
hijos de Rubén y los hijos de Oad. 

34 Los hijos de Rubén y los hijos 
de Gad llamaron al altar Ed, porque 
es testimonio para nosotros de que 
Yave es Dios. 


Exhortación de Josué al pueblo. 

0 9 1 Había pasado largo tiempo 
desde que Yave diera a los hijos 
de Israel el descanso, librándolos en 
derredor de todos sus enemigos; y 
Josué era ya viejo, de edad avan¬ 
zada. 2 Convocó entonces Josué a 
todo Israel, a sus ancianos, sus jefes, 
sus jueces y sus oficiales, y les dijo; 
«Yo soy ya viejo, de edad avanzada. 

8 Vosotros habéis visto todo cuanto 
Yave, vuestro Dios, ha hecho con ¡ 
todas las naciones que teníais ante 
vosotros; porque es Yave, vuestro 
Dios, el que por vosotros ha comba¬ 
tido. Ved: Yo os he distribuido por 
suerte en heredad para vuestras tri¬ 
bus esas naciones que han quedado, 
y todas aquellas que yo exterminé, 
desde el Jordán hasta el mar grande, 
a occidente, 6 Yave, vuestro Dios, las 
rechazará y las expulsará ante vos¬ 
otros, y os dará en posesión su terri¬ 
torio, como Yave, vuestro Dios, os 
lo ha dicho. e Esforzaos, pues, en 
guardar y poner por obra todo lo 
que está escrito en el libro de la ley 
de Moisés, sin apartaros ni a la dere¬ 
cha ni a la izquierda. 7 No os mezcléis 
con esas naciones que han quedado 
en medio de vosotros, no invoquéis 
el nombre de sus dioses ni juréis 
por ellos ni les sirváis ni os proster¬ 
néis ante ellos, 8 sino adherios a Yave, 
vuestro Dios, como hasta ahora lo 
habéis hecho. 9 Yave ha arrojado 
de delante de vosotros naciones gran¬ 


des y poderosas, y ninguna ha po¬ 
dido resistiros hasta hoy. 10 Uno solo 
de vosotros perseguía a mil, porque 
Yave, vuestro Dios, combatía por 
vosotros, como os lo había dicho. 

11 Tened gran cuidado de vosotros 
mismos, amando a Yave, vucstroDios; 

12 porque si os apartáis de él y os 
ligáis con los restos de esas naciones, 
que han quedado entre vosotros; si 
contraéis matrimonios con ellas, mez¬ 
clándoos con ellas y mezclándose 
ellas con vosotros, 13 sabed bien que 
Yave, vuestro Dios, no seguirá arro¬ 
jándolas delante de vosotros, sino 
que serán para vosotros un lazo y 
una trampa, aguijón en vuestros 
costados y espinas en vuestros ojos, 
hasta que desaparezcáis de sobre 
esta excelente tierra que os ha dado 
Yave, vuestro Dios. 

14 Yo estoy ya para irme por el 
camino de todos. Reconoced con todo 
vuestro corazón y toda vuestra alma 
que tod s las buenas promesas que 
Yave, vuestro Dios, os ha hecho, 
se han cumplido; ninguna ha que¬ 
dado sin efecto, ninguna ha caído. 

15 Lo mismo, pues, que todas las 
buenas palabras que Yave, vuestro 
Dios, os ha dado se han cumplido, 
lo mismo también cumplirá Yave 
contra vosotros sus palabras de ame¬ 
naza, hasta que os haga desaparecer 
de sobre esta excelente tierra que 
Yave, vuestro Dios, os ha dado; 

16 si traspasáis la alianza de Yave, 
vuestro Dios, la que él os ha prescrito, 
y os vais a servir a otros dioses y os 
prosternáis ante ellos, la cólera de 
Yave se encenderá contra vosotros, 
y desapareceréis bien pronto de sobre 
la tierra buena que él os ha dado.» 


Despedida de Josué. 

1 Josué reunió en Siquem a 
todas las tribus de Israel y 
convocó a los ancianos, a los jefes, 
a los jueces y a los oficiales. Todos se 
presentaron ante Dios, 2 y Josué 
dijo a todo el pueblo: «He aquí lo 
que dice Yave, Dios de Israel: Vues¬ 
tros padres, Tarcj, padre de Abraham 
y de Najor, habitaron al principio 
al otro lado del río, y servían a otros 
dioses. 3 Yo tomé a Abraham del lado 
allá del río, y le conduje a través 
de toda la tierra de Canán, y mul¬ 
tipliqué su posteridad dándole Isac. 
4 A lsac le di Jacob y Esaú, y yo di 








JOSUÉ, 24 


237 


a Esaú en posesión la montaña de 
Seir, y Jacob y sus hijos bajaron a 
Egipto. 6 Después envié a Moisés 
y Arón, y herí a Egipto con mi mano, 
como en medio de él lo hice, y os 
saqué de allí. 6 Saqué de Egipto a 
vuestros padres, y llegasteis al mar. 
Los egipcios persiguieron a vuestros 
padres eon earros y caballos hasta 
el Mar Rojo. 7 Clamaron ellos a Yave, 
y Yave puso tinieblas entre vosotros 
y los egipcios y redujo sobre éstos las 
aguas del mar, que los cubrió. Vues¬ 
tros ojos han visto lo que yo hice 
en Egipto V habéis estado largo tiem¬ 
po en el desierto. 8 Yo os traje a la 
tierra de los amorreos, que habi¬ 
taban del otro lado del Jordán, y 
ellos combatieron contra vosotros. Yo 
os los entregué en vuestras manos y 
os posesionasteis de su tierra, y yo 
los destruí delante de vosotros. 9 Balac, 
hijo de Sefor, rey de Moab, se alzó 
para luchar contra Israel, e hizo' 
llamar a Balam, hijo de Beor, para 
que os maldijera. 10 Pero yo no quise 
dar oídos a Balam, y él os bendijo 
y yo os libré de las manos de Balac. 
11 Pasasteis el Jordán y llegasteis a 
Je icó. Las gentes de Jericó comba¬ 
tieron contra vosotros, los amorreos, 
los fereceos, los rananeos, los geteos, 
los guergueseos, los jeveos y los jebu- 
seos, y vo os los puse en vuestras 
manos. 12 Mandé delante de vosotros 
tábanos, que los echaron de delante 
de vosotros, a los dos reyes de los 
amorreos. No ha sido vuestro arco 
ni vuestra espada. 13 Yo os he dado 
una tierra que no habíais cultivado, 
ciudades que no habéis edificado, y 
en ellas habitáis, y coméis el fruto 
de viñas y olivares que no habéis 
plantado. 

14 Temed a Yave y servidle con 
integridad y en verdad, quitad los 
dioses a quienes sirvieron vuestros 
padres al otro lado del río y en Egipto, 
y servid a Yave. 16 Y si no os parece 
bien servirle, elegid hoy a quién 
queréis servir, sean los dioses a quie¬ 
nes sirvieron vuestros padres al lado 
allá del río y en Egipto, sean los 
dioses de los amorreos, cuya tierra 
habéis ocupado. En cuanto a mí y 
a mi casa toca, nosotros serviremos 
a Yave.» 

16 El pueblo respondió, diciendo: 
«Lejos de nosotros querer apartarnos 
de Yave, para servir a otros dioses, 
17 porque Yave es nuestro Dios, el 
que a nosotros y a nuestros padres 


nos sacó de la tierra de Egipto, de 
la casa de la servidumbre; el que ha 
hecho a nuestros ojos tan grandes 
prodigios; el que nos ha guardado 
durante todo el largo caminó que 
hemos recorrido, y entre todos los 
pueblos por en medio de los cuales 
hemos pasado. 18 Yave ha arrojado 
delante de nosotros a todos los pue¬ 
blos, a los amorreos, que habitaban 
en esta tierra. También nosotros ser¬ 
viremos a Yave, nuestro Dios.» 

19 Josué dijo al pueblo: «Vosotros 
no podéis servir a Yave, que es un 
Dios santo, un Dios celoso; él no 
perdonará vuestras transgresiones y 
vuestros pecados; 20 si os apartáis 
de Yave. y servís a dioses extraños, 
él se volverá, y después de haberos 
hecho el bien, os hará el mal y os 
consumirá.» 

21 El pueblo respondió: «No, no, 
queremos servir a Yave.» 12 Y Josué 
dijo al pueblo: «Testigos sois hoy 
contra vosotros mismos, de que ha¬ 
béis elegido a Yave, para servirle»; 
y ellos respondieron: «Testigos.» 

23 «Quitad, pues, los dioses ajenos que 
hay en*re vosotros, y volved vues¬ 
tros corazones a Yave, Dios de Israel.» 

24 Y el pueblo dijo a Josué: «Servi¬ 
remos a Yave, nuestro Dios, y obe¬ 
deceremos su voz.» 

25 Josué concluyó aquel día una 
alianza con el pueblo y le dió en 
Siquem leyes y mandatos: 26 y escri¬ 
bió estas palabras en el libro de la 
ley de Dios, y tomando una gran 
piedra, la alzó allí, debajo de la 
encina que hay en el lugar consa¬ 
grado a Yave. 27 Dijo a todo el pue¬ 
blo: «Esta piedra servirá de testi¬ 
monio contra vosotros, pues ella ha 
oído todas las palabras que Yave os 
ha dicho, y será testimonio contra 
vosotros, para que no neguéis a 
vuestro Dios.» 28 y Josué mandó al 
pueblo que se fuese cada uno a su 
heredad. 


Muerte de Josué. 

29 Después de esto, Josué, hijo de 
Nun. siervo de Yave, murió a la 
edad de ciento diez años. 30 Filé se¬ 
pultado en la tierra de su posesión, 
en Tamnat Saré, en la montaña de 
Efraím, al norte del monte Gas. 
31 Israel sirvió a Yave durante toda 
la vida de Josué y durante toda la 







238 


JOSUÉ, 24 




vida de los ancianos que le sobre¬ 
vivieron y conocían cuanto había 
hecho Yave en favor de Jsmel 
32 Los huesos de José, que los hijos 
de Israel habían traído de Egipto, 
fueron enterrados en Siquem, en el 
trozo de tierra que Jacob había com¬ 


prado por cien quesita* a los hijos de 
Jemor, padre de Siquem, y fueron 
propiedad de los hijos de José. 

33 Eleazar, hijo de Arón, murió, 
y fué sepultado en Gueba, ciudad de 
riñes, su hijo, a quien le había sido 
dada, en la montaña de Efraím. 









JUECES 

















INTRODUCCION AL LIBRO DE LOS JUECES 
Y AL DE RUT 


T OS jueces son personajes que Dios , en momentos difíciles , suscitó para 
librar a las tribus de Israel de sus opresores. Obtenida la victoria y la liber¬ 
tad , con el prestigio que esto les daba , quedaban reconocidos como gobernantes y 
que ejercían su poder principalmente juzgando al pueblo , de donde les vino el 
nombre de Jueces. 

Las tribus , aunque conscientes de su unidad étnica y religiosa , no formaban 
por esta época una unidad políticamente organizada. Cada tribu vivía por sí , 
luchando con los cañarnos por adueñarse del territorio , o en paz con ellos , re¬ 
signada en la estrechez de los límites que desde el principio había logrado. Esto 
había traído otro mal más grave } que el Legislador había puesto ya empeño 
en evitar: El trato intimo con los camíneos , las alianzas matrimoniales y, con 
esto y la contaminación con los idólatras e inmorales cultos cananeos. 

Este libro es continuación del de Josué , aunque no está enlazado literaria¬ 
mente con él. Tiene dos prólogos. El primero , histórico (1, 1-2. 5) y nos pinta 
la situación política y religiosa del pueblo , reproduciendo a veces a la letra 
textos dé Josué. El segundo (2 y 6-3. 6.) nos presenta las normas de la Pro¬ 
videncia divina con Israel y el plan del libro. Israel prevarica y dándose al culto 
de los dioses cananeos y y Dios le castiga con invasiones; esto le induce a peni- 
tencia y y movido por ello y Dios le enría un libertador. Sigue luego la historia 
de los Juece8 y de los que unos y los mayores, tienen su historia más o menos 
desarrollada , y de los otros. los menores, no se hace más que una breve mención. 

Dos apéndices históricos (17-18 y 19-2) nos refieren sucesos de la misma 
época y pero que están fuera del plan general del libro. 

16 














242 


JUECES, 1 


Quién sea el autor , se desconoce en absoluto; ni aun de la época de su com¬ 
posición sabemos cosa cierta. Pero sí que los documentos empleados eran anti¬ 
guos, anteriores, a lo menos algunos, a la conquista de Jerusalén por David 
(1. 21; 19. 1.011). 

La cronología resulta oscura. Todos coinciden en que no se pueden sumar 
los años de gobierno de los Jueccs y los de las invasiones. Por excesiva, la suma 
no se ajustaría a la realidad histórica. Alguien la reduce, suponiendo la coexis¬ 
tencia de icarios Jueces; pero como no sabemos cuáles sean, quedaríamos sin 
cronología alguna. Más razonable parece suponer que no entran en ésta los años 
de invasión, como de poder ilegítimo, y que esos años van incluidos en los de 
los Jucees, según el uso corriente en la antigüedad. En la cronología oficial 
de España no figura José Bonaparte. El rey legítimo de España era Fer¬ 
nando Vil. 

Otra particularidad de la cronología del libro es la naturaleza de las cifras, 
casi todas de una generación, de cuarenta años, su duplo, ochenta, o los sub¬ 
múltiplos , veinte, diez, etc. Como la Naturaleza no procede con esta regularidad, 
hay que suponer aquí algún artificio. El autor , no disponiendo de datos preci¬ 
sos, ordenó de este modo los que poseía. Eso mismo veremos en el libro siguiente. 
Al libro de los Jueces suele ir unido el de Rut. Es un bello idilio, cuya fina¬ 
lidad parece ser darnos la genealogía de David , en la que aparece como abuela 
de éste una moabita, que por esto figurará después en la genealogía del Salva¬ 
dor. Mateo 1, 5. 


JUECES 


Nuevas conquistas. 

I 1 Después de muerlo Josué, con¬ 

sultaron los lujos de Israel a 
Yave. diciendo: «¿Quién de nosotros 
subirá antes contra el cananeo y le 
combatirá?" 2 Y respondió Yavc: 

«Judá subirá, pues he dado la tierra 
en sus manos.» 3 4 * Y dijo Judá a Si¬ 
meón, su hermano: «Sube connvgo a 
la parte que me ha tocado, a hacer 
la guerra al cananeo, y también iré 
luego yo contigo a la que te ha tocado 
a ti.» Y fué con él Simeón. 

4 Subió, pues, Judá, v puso Yave 
en sus manos al cananeo y al fcreceo, 

derrotaron en Bezec a diez mil 
ombres. 6 Habiendo encontrado en 
Bezee a Adoni Bezec, le atacaron y 
derrotaron a los cananeos y fereceos. 

6 Huyó Adoni Bezec y ellos le persi¬ 

guieron, y cogiéndole, le amputaron 

los pulgares de las manos y de los 

pies. 7 Y dijo Adoni Bezec: «Setenta 

reyes con los pulgares de manos y 

pies amputados, migajeaban debajo 

de mi mesa. Me dovuelve Dios lo 


que yo les hice a ellos»; y le llevaron 
a Jerusalén y allí murió. 8 Atacaron 
los hijos de Judá a Jerusalén: y 
habiéndola tomado, pasaron a los 
habitantes a filo de espada y pegaron 
fuego a la ciudad. 9 * Bajaron luego 
los hijos de Judá, para combatir a 
los canaueos que habitaban en el 
monte, en el Kcgucb y en e! Sefela. 
10 .Marchó contra los cananeos que 
habitaban en Hebrón, antes llamado 
Cariat Arbe, y batió a Sesai, Jimón 
y Tolmai. 11 De allí marchó contra 
los habitantes de Dabir, que se llamó 
antes Cariat Scfer. 12 Caleb dijo: 
«Al que ataque y tome a Cariat Scfer, 
le daré por mujer mi hija Acsa.® 

13 «OIoniel, hijo de Quenez, el herma¬ 
no menor de Caleb, se apoderó de ella, 
y Caleb le dió su hija Acsa por mujer. 

14 Cuando era llevada a la casa de 
Otoniel, él la excitó a que pidiera 
a su padre un campo. Inclinóse ella, 
según iba montada, sobre el asno, 
y Caleb le preguntó: «¿Qué tienes?» 

15 Ella dijo: «Hazme una gracia. 
Ya que raa has dado tierra de se- 





JUECES, 2 


243 


cano, dame también regadíos.» Y le 
dió Caleb el Gulot superior y el Gulot 
inferior. 

18 Los hijos de Jeser, el Quineo, 
suegro de Moisés, subieron de la 
ciudad de Tamarim, con los hijos de 
Judá, al desierto que está al medio¬ 
día de Judá, según se baja a Arad, 
y vinieron a habitar con el pueblo. 

17 Marchó después Judá con Si¬ 
meón y batieron a los cananeos que 
habitaban en Sefat, la destruyeron 
totalmente, y se llamó la ciudad 
Jornia. 19 Apoderóse también Judá 
de Gaza y de su territorio, de Asca- 
lón y Acarón con los suyos. 19 Fué 
Yave con Judá y se apoderó Judá de 
la parte montañosa, pero no pudo 
expulsar a los habitantes del llano, 
que tenían carros de hierro. 20 Atri¬ 
buyóse Hebróu a Caleb, como lo 
había dicho Moisés, y aquél arrojó 
de allí a los tres hijos de Enac. 
23 Los hijos de Benjamín no expul¬ 
saron a los jebuseos que habitaban 
en Jerusalén, y los jebuseos han 
habitado hasta el día de hoy con los 
hijos de Benjamín. 

22 También la casa de José subió 
contra Betel, y Yave estuvo con 
ellos. 23 La casa de José hizo una explo¬ 
ración cerca de Betel, que antes se 
llamó Luz, 24 V los centinelas cogie¬ 
ron a un hombre que salía de la 
ciudad, y le dijeron: «Enséñanos por 
dónde se entra en la ciudad y te 
liaremos gracia.» 25 El les enseñó 
por dónde podrían entrar en la ciudad, 
y ellos la pasaron a filo de espada, 
pero dejaron en libertad a aquel 
hombre y a toda su familia. 26 Este 
hombre se fué a tierra de geteos y 
edificó allí una ciudad, a la que dió 
el nombre de Luz, y así se llama 
todavía hoy. 


Cananeos no expulsados. 

27 Manasés no expulsó a los habi¬ 
tantes de Betsán y de las ciudades 
de ella dependientes, ni a los de Tanac, 
Dor, Jeblam, Mageddo y las ciudades 
dependientes de ellas, y los cananeos 
se arriesgaron a permanecer en esta 
tierra. 28 Cuando Israel fué suficien¬ 
temente fuerte los hicieron tributa¬ 
rios, pero no los arrojaron. 

29 Efraím no expulsó a los cananeos 
que habitaban Gazer, y los cana- 
neos siguieron habitando en medio 
de Efraím. 


80 Zabulón no expulsó a los habi¬ 
tantes de Quetrom ni a los de Nalol, 
y los cananeos siguieron habitando 
en medio de Zabulón, pero fueron 
hechos tributarios. 

31 Aser no expulsó a los habitantes 
de Acó ni a los de Sidón, ni a Jos de 
Ajelab, de Aczib, de Jelba. de Afee 
y de Rojob: 32 y los hijos de Aser 
habitan en la tierra en medio de los 
cananeos, porque no los expulsaron. 

33 Neftalí no expulsó a los habi¬ 
tantes de Bet Sames ni a los de Bet 
Anot, y habitó en medio de los cana- 
neos, habitantes de aquella tierra; 
pero los habitantes de Bet Sames 
y de Bet Anot fueron sometidos a 
tributo. 34 Los amorreos rechazaron 
a los hijos de Dan hacia los montes 
y no los dejaban bajar al llano; 
35 arriesgáronse los amorreos a que¬ 
darse en el Har Jeres, en Ayalón 
y en Selebim pero la mano de la 
casa de José pesó mucho sobre ellos 
y fueron sometidos a tributo. 36 El 
territorio de los amorreos se extendía 
desde la subida de Acrabim y desde 
Sela para arriba. 


Infidelidad del pueblo. 

O 1 Subió el ángel de Yave de Galgal 
~ a Boquim. y dijo: «Yo os he 
hecho subir de Egipto y os he traído 
a la tierra que juré a vuestros padres, 
y he dicho: No romperé mi pacto 
eterno eon vosotros, 2 si vosotros 
no pactáis con los habitantes de esta 
tierra; habéis de destruir sus altares. 
Pero vosotros no me habéis obede¬ 
cido: ¿por qué habéis obrado así? 
3 Pues yo también me he dicho: No 
los arrojaré de ante vosotros, y los 
tendréis por enemigos, y sus dioses 
serón para vosotros un lazo.» 4 Cuando 
el ángel de Yave hubo dicho estas 
palabras a todos los hijos de Israel, 
lloraron todos a voces. 6 Llamaron 
a este lugar Boquim, y ofrecieron 
allí sacrificios a Yave. 


Los jueces. 

6 Cuando Josué despidió al pueblo 
y se fueron los hijos de Israel cada 
uno a su heredad, para posesionarse 
de la tierra, 7 el pueblo sirvió a Yave 
durante tuda la vida de Josué y la 
de los ancianos que le sobrevivieron 
y habían visto toda la grande obra 






244 


JUECES, 3 


que Yave había hecho en favor de 
Israel. 8 Josué, hijo de Nun, siervo 
de Yave, murió a la edad de ciento 
diez años 9 y fué sepultado en el terri¬ 
torio de sn heredad, en Taninat 
Jefer, en los montes de Efraím, al 
norte del monte Gas. 10 Toda aquella 
generación fué a reunirse con sus 
padres, y surgió una nueva genera¬ 
ción, que no conocía a Yave ni la 
obra que éste había hecho en favor 
de Israel. 

11 Los hijos de Israel hicieron el 
mal a los ojos de Yave y sirvieron 
a los baales. 12 Se apartaron de Yave, 
el Dios de sus padres, que los había 
sacado de Egipto, y se fueron tras 
otros dioses, de entre los dioses de 
los pueblos que los rodeaban, y se 
postraron ante ellos, irritando a Yave. 
13 Apartándose de Yave, sirvieron a 
Baal y Astarte. 14 Encendióse en 
cólera Yave contra Israel, y los en¬ 
tregó en manos de salteadores, que 
los asaltaban y los* vendían a los 
enemigos del contorno, y llegaron a 
no poder ya resistir a sus enemigos. 
15 En cualquier salida que hacían 
pesaba sobre ellos para mal la mano 
de Yave, como él se lo había dicho, 
como se lo había jurado, y se vieron 
en muy gran aprieto. 

16 Yave suscitó jueces, que los 
libraron de los salteadores; 17 pero 
desobedeciendo también a los jueces 
se prostituyeron, yéndose detrás de 
dioses extraños; y los adoraron, apar¬ 
tándose bien pronto del camino que 
habían seguido sus padres, obede¬ 
ciendo los preceptos de Yave; no 
hicieron ellos así. 18 Cuando Yave les 
suscitaba un juez, estaba con él 
y los libraba de la opresión de sus 
enemigos durante la vida del juez, 
porque se compadecía Yave de sus 
gemidos, a causa de los que los opri¬ 
mían y los vejaban. 19 En muriendo 
el juez, volvían a corromperse, más 
todavía que sus padres, yéndose tras 
de los dioses extraños para ser¬ 
virlos y adorarlos, sin dejar de come¬ 
ter sus crímenes, y persistían en sus 
caminos H). 

20 Encendióse la cólera de Yave 
contra Israel, y dijo: «Pues que 
este pueblo ha roto el pacto que yo 
había establecido con sus padres y 
no me obedece, 21 tampoco volveré 


(i) Esta constante alternativa de pecado 
y castigo, conversión y misericordia, es el tema 
fundamental de este libro. (V. not. Deut. 28.) 


yo a arrojar de ante ellos a ninguno 
de los pueblos que dejara Josué al 
morir, 22 para por ellos poner a Israel 
a prueba, si procuraría o no seguir 
los caminos de Yave, como los pro¬ 
curaron sus padres.» 23 Y Yave dejó 
en paz, sin apresurarse a expulsarlos, 
a aquellos pueblos que no había 
entregado en manos de Josué. 

3 1 He aquí los pueblos que dejó 
Yave, para probar por ellos a 
Israel, a cuantos no conocieron las 
guerras de Canán; 2 sólo para probar 
a las generaciones de los hijos de 
Israel, acostumbrando a la guerra a 
los que no la habían hecho antes: 
3 Cinco príncipes de los filisteos; 
todos los eananeos; los sidonios, y 
los jeveos que habitaban el monte 
Líbano, desde el monte Baal Hor¬ 
món hasta la entrada de Hamat. 
4 Estos pueblos habían de servir 
para por ellos probar a Israel, y 
saber si obedecería los mandatos que 
Yave había dado a sus padres por 
medio de Moisés. 6 Los hijos de 
Israel habitaban en medio de los 
eananeos, de los geteos, de los amo- 
rreos, de los fereceos, de los jeveos 
y de los jebuseos 6 Tomaron por 
mujeres a las hijas de éstos y dieron 
a los hijos de ellos las hijas propias 
y sirvieron a sus dioses. 

Otoniel, Ao<l, Samgar. 

7 Hicieron el mal los hijos de Israel 
a los ojos de Yave, y olvidándose 
de Yave, su Dios, sirvieron a Baal y 
Astarte. 8 Encendióse la cólera de 
Yave contra Israel y los entregó a 
manos de Cusán Rasataim, rey de 
Edom, y los hijos de Israel sirvieron 
a Cusán Rasataim ocho años. 9 Cla¬ 
maron a Yave los hijos de Israel; y 
suscitó Yave a los lujos de Israel un 
libertador, que los libertó; Otoniel, 
lujo de Quenez, el hermano menor 
de Caleb. 10 Vino sobre él el espíritu 
de Yave, y juzgó a Israel y salió a 
hacer la guerra. Puso Yave en sus 
manos a Cusán Rasataim, rey de 
Edom, y pesó su mano sobre Cusán 
Rasataim; 11 y estuvo en paz la 
tierra durante cuarenta años, y murió 
Otoniel, hijo de Quenez. 

12 Volvieron otra vez a hacer mal 
los hijos de Israel a los ojos de Yave, 
y Yave hizo fuerte a Eglóu, rey de 
Moab, contra los hijos de Israel, 
porque hacían el mal a los ojos de 






JUECES, 4 


245 


Ya ve. 13 Eglón se unió con los hijos 
de Ainmón y con Amalee; y marchó 
contra Israel, le derrotó y conquistó 
la ciudad de Tamarin; 14 y sirvieron 
los hijos de Israel a Eglón, rey de 
Moab, dieciocho años. 15 Clamaron los 
hijos de Israel a Yave, y Ya ve les 
suscitó un libertador: Aod, hijo de 
Gera, benjamínita, zurdo. Los hijos 
de Israel enviaron por medio de él 
un presente a Eglón, rey de Moab. 
16 Habíase hecho Aod un puñal de 
dos filos, de un palmo de largo, que 
se ciñó bajo sus vestidos, sobre el 
muslo derecho. 17 Presentó los dones 
a Eglón, rey de Moab, que era un 
hombre muy gordo; 18 y hecha la 
presentación, despidió a los que ha¬ 
bían traído el presente. 19 Venía él de 
Ha Pesilim, cerca de Gálgala, y le 
dijo: «Tengo que decirte, ¡oh rey!, 
una cosa en secreto.» El dijo: «Salid»; 
y se salieron todos los que estaban 
con él. 20 Estaba tomando el fresco 
en el cenador alto, que era sólo para 
él, y le dijo: «Tengo que comuni¬ 
carte una palabra de parte de Dios, 
joh reyl» Eglón se levantó de su silla; 
21 y entonces Aod, cogiendo con su 
mano izquierda el puñal que sobre 
el muslo derecho llevaba, se lo clavó 
en el vientre, 22 entrándole también 
el puño tras la hoja y cerrándose la 
gordura en derredor de la hoja, pues 
no sacó del vientre el puñal. 23 Salió 
Aod al pórtico, cerrando tras si las 
puertas del cenador y echando el 
cerrojo. 21 Una vez que hubo salido, 
vinieron los servidores; y viendo que 
las puertas del cenador tenían echado 
el cerrojo, se dijeron: «Seguramente 
está haciendo alguna necesidad en 
el cubículo de verano.» 25 Esperaron 
mucho tiempo, hasta darles vergüenza, 
y como las puertas del cenáculo alto 
no se abrían, cogieron la llave y 
abrieron, viendo que su amo yacía 
en tierra, muerto. 26 Mientras esta¬ 
ban ellos perplejos, huyó velozmente 
Aod, pasó de Ha Pesilim y^se puso 
en salvo en Seirat. 27 En cuanto llegó, 
hizo tocar las trompetas en el monte 
de Efraím. Los hijos de Israel baja¬ 
ron con él de la tnontaña, y él se 
puso al frente de ellos 28 y les dijo: 
«Seguidme, que Yave ha entregado 
en vuestras manos a vuestros ene¬ 
migos, los moabitas.» Bajaron tras él 
se apoderaron de los vados del 
ordán, frente a Moab, sin dejar 
pasar a nadie. 29 Derrotaron entonces 
a Moab. De unos diez mil hombres, I 


todos robustos y valientes, no escapó 
uno sólo. 30 Aquel día quedó Moab 
humillado bajo la mano de Israel; 
y la tierra quedó en paz durante 
ochenta años, mientras vivió Aod. 

31 Después de Aod, Samgar, hijo 
de Anat, derrotó a seiscientos filis¬ 
teos con una aijada de bueyes, liber¬ 
tando también él a Israel. 


Débora. 

1 1 Volvieron los hijos de Israel a 
** hacer mal a los ojos de Yave, 

2 y los entregó Yave en mano de 
Jabín, rey de Canán, que reinaba en 
Asor y tenía por jefe de su ejército 
a Sisara, que residía en Jaroset Goím. 

3 Clamaron los hijos de Israel a Yave, 
pues tenían aquéllos novecientos ca¬ 
rros de hierro, y desde hacía veinte 
años oprimían duramente a los hijos 
dé Israel. 4 Juzgaba en aquel tiempo 
a Israel Débora, profetisa, mujer de 
Lapidot. 5 Sentábase para juzgar 
debajo de la palmera de Débora, 
entre Rama y Betel, en el monte 
de Efraím; y los hijos de Israel 
iban a ella a pedir justicia. 6 Mandó 
a llamar Débora a Barac, hijo de 
Abinoem, de Cades, da Neftalí, y le 
dijo: «¿No te ha mandado Yave, Dios 
de Israel: Ve a ocupar el monte 
Tabor y 'lleva contigo diez mil hom¬ 
bres, de los hijos de Neftalí y de los 
de Zabulón? 7 Yo te traeré allí, al 
torrente de Cjson, a Sisara, jefe del 
ejército de Jabín, y a sus carros y 
sus tropas, y los pondré en tus ma¬ 
nos.» 8 Di jola Barac: «Si vienes tú 
conmigo, iré; si no vienes tú, no iré.» 

9 Ella le contestó: «Iré, sí, iré con¬ 
tigo; pero ya no será gloria tuya la 
expedición que vas a emprender, 
porque a mano de una mujer entre¬ 
gará Yave a Sisara.» Levantóse Dé¬ 
bora y se fué con Barac a Cades. 

10 Convocó Barac a Zabulón y Nef¬ 
talí a Cades, y subió con diez mil 
hombres, subiendo también con él 
Débora. 

11 Jeber, quineo, se había separado 
de los otros quineos, hijos de Jobab, 
suegro de Moisés, y había plantado 
sus tiendas en el encinar de Sesím, 
cerca de Cades. 

12 Hicieron saber a Sisara que Barac, 
hijo de Abinoem, subía al monte 
Tabor; 13 y Sisara reunió todos sus 
carros, novecientos carros de hierro, 
y todo el ejército de que disponía, 











246 


JUECES, 5 


y salió de Jereset Goím al torrente 
de Cison. 14 Dijo entonces Débora 
a Barac: «Anda, que hoy es el día 
en que Yavc entrega a Sisara en 
tus manos. ¿No va él delante de ti?» 
15 Bajó Barac del monte Tabor con los 
diez mil hombres que llevaba, y puso 
Yave en fuga a Sisara, a todos sus 
carros y a todo su ejército, a filo 
de espada ante Barac. Sisara se bajó 
de su carro y huyó a pie. 16 Barac 
persiguió con su infantería a los 
carros y al ejército hasta Joresct 
Goím, y todo el ejército de Sisara 
cayó a filo de espada, sin que quedara 
ni un solo hombre. 17 Sisara huyó a 
pie a la tienda de Jael, la mujer de 
Jcber, el quineo, pues había paz 
entre Jabin, rey de Jasor, y la casa 
de Jcber, quineo. 18 Salió Jael al 
encuentro de Sisara, y le dijo: «Entra, 
señor mío, entra en mi casa y no 
temasJ» Entró el en la tienda, y ella 
le tapó con una alfombra. Díjola él: 
«Dame, por favor, un poco de agua, 
que tengo sed.» Y sacando ella el 
odre de la leche, le dió de beber y 
volvió a cubrirle. 20 Díjola él: «Estáte 
a la puerta de la tienda, y si viene 
alguno preguntando si hay aquí algún 
hombre, dile que no.» 21 Cogió Jael, 
mujer de Jcber, un clavo de los de 
fijar la tienda; y tomando en su 
mano un martillo, se acercó a él 
calladamente y le clavó en la sien 
el clavo, que penetró en la tierra; 
y él, profundamente dormido, des¬ 
falleció y murió. 22 Llegó entonces 
Barac, que iba persiguiendo a Sisara. 
Jael salió a su encuentro y le dijo: 
«Ven, que te enseñe al hombre a 
quien vienes buscando.» Entró y 
halló a Sisara en tierra, muerto, cla¬ 
vado el clavo en la sien. 23 Aquel día 
humilló Yave a Jabín, rey de Canán, 
ante los hijos de Israel, 24 y la mano 
de los hijos de Israel pesó cada vez 
más sobre Jabín, rey de Canán, 
hasta que le destruyeron. 


Cántico triunfal do Débora. 

£ 1 Aquel día cantaron Débora y 
^ Barac, hijo de Abinoem, este 
canto: 

2 «Los príncipes de Israel al frente, 
Ofrecióse el pueblo al peligro. 
Bendecid a Yave. 

8 Oíd, reyes, dadme oído, príncipes. 
Yo, yo cantaré a Yave. 

Yo cantaré a Yave, Dios de Israel. 


4 Cuando tú, ioh Yavel, sallas de 
Seir, 

Cuando subías desde los campos 
de Edom, 

Tembló ante ti la tierra, 

Destilaron los cielos, 

Y las nubes se deshicieron en agua. 

5 Derritiéronse los montes a la 
presencia de Yave, 

Este, el Sinaí, a la presencia de 
Yave, Dios de Israel. 

6 En los días de Samgar, hijo de 
Anat, en los días de Jael, 

Estaban desiertos los caminos; 

Los que antes andaban por caminos 
tr.liados, 

Ibansc por senderos desviados; 

7 Desiertos estaban los lugares 
indefensos, 

Desiertos en Israel, 

Hasta que me levanté yo, 

Hasta que me levanté yo, madre en 
Israel. 

8 Elegidos dioses nuevos, estaba a 
las puertas la guerra; 

Y no se veía ni un escudo ni una 
lanza. 

Entre los cuarenta mil de Israel. 

9 Se va mi corazón tras los príncipes 
de Israel. 

Los que del pueblo os ofrecisteis 
al peligro, 

Bendecid a Yave. 

10 Los que montáis blancas asnas, 
Los que os sentáis sobre tapices. 
Los que ya vais por los caminos, 

cantad. 

El que fué lugar de rapiña, 

Es ya lugar de regocijo. 

11 Cantad en él las justicias de Yave, 
Las justicias que ha hecho Yave, 

A los lugares indefensos de Israel. 
Entonces pudo ya el pueblo de 
Yave bajar a sus puertas. 

12 Despierta, despierta, Débora, 
Despierta, despierta, entona un 

canto. 

Levántate, Barac, 

Apresa a los que te aprisionaban, 
hijo de Abinoem. 

13 Entonces vencieron los pequeños 
a los grandes; 

Prevaleció el pueblo de Yave contra 
los fuertes. 

14 Los de Efraím los exterminaron 
en el valle. 

Detrás de ti (Débora) iba Benjamín 
con tu ejército. 

De Maquir bajaron los jefes, de 
Zabulón los capitanes; 

15 Los príncipes de Isacar están 
con Débora. 







JUECES, 6 


247 


Isacar y Barac se precipitaron 
con los infantes eri el valle. 

En Rubén hay división, 

Hay en el corazón grandes pro¬ 
pósitos. 

6 ¿Por qué te quedaste en tus 
apriscos, 

Oyendo las flautas de tus pastores? 
En Rubén hay división, 

Hay en su corazón grandes pro¬ 
pósitos. 

17 Gad descansaba al otro lado del 
Jordán. 

Y Dan; ¿por qué se quedó junto 
a sus naves? 

Aser, a orillas del mar, descansaba 
en sus puertos; 

18 Pero Zabullón es un pueblo que 
ofrece su vida a la muerte. 

Lo mismo es también Neftalí, desde 
lo alto de sus campos. 

19 Vinieron los reyes, combatieron; 
Lucharon entonces los reyes de 

Canán, 

En Tanac, junto a las aguas de 
Mageddo. 

No cogieron plata por botín. 

20 Desde los cielos combatieron las 
estrellas; 

Desde sus órbitas combatieron las 
estrellas, 

Contra Sisara. 

21 El torrente de Cisón los arrastró, 
El viejo torrente de Cisón. 

Pisa firme, alma míal 

22 Entonces resonaron los cascos de 
los caballos, 

En la veloz huida de los guerreros. 
Mal decid a Meroz, dijo el ángel 
de Ya ve, 

23 Maldecid, maldecid a sus habi¬ 
tantes, 

Porque no cooperaron a la vic¬ 
toria de Ya ve, 

A la ayuda de Yave a sus valientes. 

24 Bendita entre las mujeres Jael, 
Mujer de Jaber, el quineo; 

Bendita entre las mujeres de su 

tienda. 

25 La pidió agua, y ella le dió leche; 
En el vaso de honor le sirvió leche; 

26 Cogió el clavo con la izquierda, 
Con la derecha el pesado martillo, 

Y golpeó a Sisara, 

Rompióle la cabeza, 

Le atravesó la sien. 

27 El se retorció, cayó, yació, 

A sus pies se retorció, 

Cayó donde se retorció, 

Allí mismo quedó exánime. 

28 Mira por la ventana la madre 
de Sisara, 


Por entre las celosías y grita: 

¿Por qué tardan en venir sus carros? 

¿Por qué tardan en oírse los pasos 
de sus cuadrigas? 

29 Las más avisadas de sus mujeres 
le contestan, 

Y ella se repite las mismas palabras: 

30 Seguramente están repartién¬ 
dose los despojos, 

Una joven, dos jóvenes para cada 
uno, presa: 

Un vestido de varios colores para 
Sisara, presa; 

Un vestido, dos vestidos de colores 
para mis hombros. 

31 Perezcan así todos tus enemigos, 
¡oh Yavel 

Y sean, los que te aman, como el sol 
cuando nace con toda su fuerza.» 

La tierra estuvo en paz durante 
cuarenta años. 


Gedcón. 

6 1 Los hijos de Israel hicieron mal 
a los ojos de Yave, y Yave los 
entregó en manos de Madián, durante 
siete años. 2 La mano de Madián 
pesó fuertemente sobre Israel. Por 
m¡edo a Madián se hicieron los hijos 
de Israel los antros que hay en los 
montes, las cavernas y las alturas 
fortificadas. 3 Cuando Israel había 
sembrado, subía Madián con Amalee 
y con los Bene Quedem y marchaban 
contra ellos; 4 acampaban en medio 
de Israel y devastaban los campos 
hasta cerca de Gaza, no dejando 
subsistencia alguna en Israel, ni ove¬ 
jas, ni bueyes, ni asnos, 6 pues subían 
con sus ganados y sus tiendas, como 
una nube de langostas. Ellos y sus 
camellos eran innumerables, y venían 
a la tierra para devastarla. 6 Israel 
vino a ser muy débil, a causa de 
Madián, y los hijos de Israel clamaron 
a Yave. 7 Cuando los hijos de Israel 
clamaron a Yave contra Madián, 
8 Yave les envió un profeta, que les 
dijo: «Así habla Yave, Dios de Israel: 
Yo os hice subir de Egipto y os saqué 
de la servidumbre. 9 Yo os libré de 
la mano de los egipcios y de la mano 
de todos vuestros opresores; yo los 
arrojé ante vosotros, y os di su tierra. 
10 Entonces os dije: «Yo soy Yave, 
vuestro Dios; no temáis a los dioses 
de los amorreos, en cuya tierra habi¬ 
táis. Pero vosotros no habéis escu¬ 
chado mi voz.» 11 Vino el ángel de 
Yave y se sentó bajo el terebinto de 









248 


JUECES, 6 


Ofra, que era propiedad de Joas, 
abiaserita, cuando Gedcón, su hijo, 
estaba batiendo el trigo en el lagar 
para esconderlo de Madián. 12 Apa- 
reeiósele el ángel de Yave y le dijo: 
«Yave contigo, valiente héroe.» 13 Ge¬ 
dcón le dijo: «Por favor, mi señor, si 
Yave está con nosotros, ¿por qué 
nos sucede todo esto? Dónde están 
todos los prodigios que nos contaron 
nuestros padres, diciendo: Yave nos 
hizo subir de Egipto? Y ahora Yave 
nos ha abandonado, y nos ha puesto 
en las manos de Madián.» 14 Yave se 
volvió a él y le dijo: «Ve, y con esa 
fuerza que tú tienes, libra a Israel 
de las manos de Madián; ¿no soy 
yo quien te envía?» 15 Gedcón le dijo: 
«De gracia, Señor, ¿con qué voy a 
libertar yo a Israel? Mi familia es 
la más débil de las de Manasés, y 
yo soy el más pequeño de la casa de 
mi padre.» 16 Yave le dijo: «Yo 
estaré contigo y derrotarás a Madián, 
como si fuera un solo hombre.» 
17 Gedcón le dijo: «Si he hallado 
gracia a tus ojos, dame una señal 
de que eres tú quien me habla, 18 y 
no te vayas de aquí hasta que vuelva 
yo ron una ofrenda y te la presente.» 
Yave le dijo: «Aquí me estaré hasta 
que tú vuelvas.» 19 Entróse Gedcón y 
preparó un cabrito, y con un eja 
de harina hizo panes ácimos; y po¬ 
niendo la carne en un ceslillo y el 
caldo en una olla, los llevó debajo 
del terebinto y se los presentó. 20 El 
ángel de Dios le dijo: «Coge la carne 
y los ácimos, ponlos encima de aquella 
piedra y vierte sobre ellos el caldo.» 
Hízolo así Gedcón; y el ángel de Yave, 
21 alzando el báculo que en la mano 
tenía, tocó con la punta la carne y 
los panes. Surgió en seguida fuego 
de la piedra, que consumió la carne y 
los panes, y el ángel de Yave des¬ 
apareció de su vista. 22 Viendo Ge¬ 
dcón que era el ángel de Yave, dijo: 
«¡Ay, Señor, Yavel ¿Entonces he 
visto cara a cara al ángel de Yave?» 
23 Díjole Yave: «La paz sea contigo, 
no temas, no morirás.» 21 Gedcón 
alzó allí un altar, y le llamó Yave 
Salom, que todavía existe en Ofra 
de Abiezer. 25 Aquella misma noche 
le (lijo Yave a Gedcón: «Coge el 
toro de tu padre, el segundo toro, 
de siete años; derriba el altar de Baal 
que tiene tu padre, y corta el ase¬ 
ra que hay cerca, 26 y construye 
con la leña un altar a Yave, tu Dios, 
en lo alto de este fuerte; y tomando 


el toro segundo, lo ofreees en holo¬ 
causto sobre la leña que cortarás. 
27 Tomó, pues, Gedeón diez hombres 
de entre sus criados, e hizo como le 
había mandado Yave; pero como no 
se atreviese a hacerlo de día, por 
temor de la casa de su padre y de 
las gentes de la ciudad, lo hizo de 
noche. 28 Cuando, al levantarse a la 
mañana siguiente, las gentes de la 
ciudad vieron que el altar de Baal 
había sido destruido, cortado el ase¬ 
ra que había cerca, y el toro se¬ 
gundo ofrecido en holocausto sobre 
el altar construido, 29 se preguntaban 
unos a otros: «¿Quién ha hecho esto?» 
Inquirieron, buscaron, y alguien dijo: 
«Gedcón, el hijo de Joás, ha hecho 
esto.» Entonces dijeron a Joás las 
gentes de la ciudad: 30 «Saca a tu 
hijo para que muera, pues ha derri¬ 
bado el altar de Baal y ha cortado 
el asera que estaba cerca.» 31 Joás 
respondió a todos los que estaban 
contra él: «¿Os toca a vosotros defen¬ 
der a Baal? ¿Sois vosotros los que 
le habéis de salvar a él? Quien tome 
partido por Baal, será muerto hoy 
mismo. Si Baal es dios, que se de¬ 
fienda a sí mismo, ya que le han derri¬ 
bado su altar.» 32 Aquel día dieron 
a Gedeón el nombre de Jerobaal, 
diciendo: «Que sea Baal quien se 
vengue de él, pues que ha derribado 
su altar.» 

33 Todo Madián, Amalee y los 
Bencquedem, se juntaron, y pasando 
el Jordán, vinieron a acampar en 
el valle de Jezrael. 34 El espíritu 
de Yave revistió a Gedeón, que tocó 
la trompeta, y los abieserilas le 
siguieron. 36 Envió mensajeros a todo 
Manases, que se reunió tambiéu para 
seguirle. Mandólos también a Ascr, 
a Zabulón y a Neftalí, que subieron 
a su encuentro. 

36 Dijo Gedeón a Dios: «Si en ver¬ 
dad quieres salvar a Israel por mí 
mano, como me has dicho, 37 voy a 
poner un vellón de lana al sereno; 
si sólo el vellón se cubre de rocío, 
quedando todo el suelo seco, conoceré 
que libertarás a Israel por mí mano, 
como me lo has dicho.» Así sucedió. 
38 A la mañana siguiente levantóse 
muy temprano, y exprimiendo el 
vellón, sacó de él el rocío, una cazuela 
llena de agua. 39 Gedeón dijo a Dios: 
«Qué no se encienda tu cólera contra 
mí, sí hablo todavía otra vez; qui¬ 
siera hacer otra prueba con el vellón; 
que sea el vellón el que se quede seco, 






JUECES, 7 


249 


y caiga el rocío sobre todo el suelo.» 
40 Así lo hizo Dios aquella noche: 
sólo el vellón quedó seco, y todo el 
suelo estaba cubierto de rocío. 


Victoria contra los madianitas. 

H 1 A la mañana siguiente, Jerobaal, 
* que es Gedeón, fue a acampar 
con toda la gente que estaba con el, 
por encima de la fuente de Jarod. 
El campamento de Madián estaba 
debajo del de Gedeón, al norte de 
las colinas de More, en el valle. 
2 Y dijo Va ve a Gedeón: «Es dema¬ 
siada la gente que tienes contigo, 
para que yo entregue cu sus manos a 
Madián y se glorie Israel contra mí, 
diciendo: Ha sido mi mano la que 
me ha librado. 3 Haz llegar esto a 
oídos de la gente: el que tema y 
tenga miedo, que se vuelva y se 
retire.» Veintidós mil hombres se 
volvieron, y quedaron sólo diez mil. 
4 Yave dijo a Gedeón: «Todavía es 
demasiada la gente. Hazlos bajar al 
agua y allí te los seleccionaré; y 
aquel de quien yo te diga: Ese irá 
contigo, vaya; y todos aquellos de 
quienes te diga: Esos no irán con¬ 
tigo, que no vayan.» 6 Hizo bajar al 
agua Gedeón a la gente, y dijo Yave 
a Gedeón: «Todos los que en su mano 
laman el agua con la lengua, como la 
lamen los perros, pontos aparte de los 
que para beber doblen su rodilla.» 
6 Trescientos fueron los que al beber 
lamieron el agua en su mano, lleván¬ 
dola a la boca; todos los demás se arro¬ 
dillaron para beber. 7 Y dijo Yave a 
Gedeón: «Con esos trescientos hom¬ 
bres que han lamido el agua, os 
libertaré y entregaré a Madián en 
tus manos. Todos los demás, que 
se vayan cada uno a su casa.» 8 Se 
proveyeron de víveres ' y cogieron 
las trompetas, y a todos los otros 
israelitas los mandó a cada uno a 
su tienda, quedándose con los tres¬ 
cientos hombres. El campamento 
de Madiáu estaba abajo, en el 
valle. 

9 Aquella noche le dijo Yave: 
«Levántate y baja al campamento, 
porque te los entrego en tus manos. 
10 Y si temes atacar, baja con Fara, 
tu escudero, al campamento, 11 y 
escucha lo que dicen, y se fortale¬ 
cerán tus manos y atacarás el cam¬ 
pamento.» Bajó con Fara, su escu¬ 


dero, hasta el extremo del campa¬ 
mento, donde estaban los hombres 
de armas. 12 Madián, Amelec y los 
Bcnc Qucdem se habían extendido 
por el valle, numerosos como lan¬ 
gostas, y sus camellos eran innume¬ 
rables, como las arenas del mar. 

13 Cuando llegó Gedeón, estaba un 
hombre contando a su compañero 
un sueño, diciéndole: «He tenido un 
sueño. Rodaba por el campamento 
de Madián un pan de cebada, que 
llegó hasta una tienda y chocó contra 
ella, la. derribó y la hizo rodar por 
tierra, y la tienda quedó por tierra.» 

14 El compañero le dijo: «Eso no es 
sino la espada de Gedeón, hijo de 
Joós, de Jezrael. Dios ha puesto en 
sus manos a Madián y a todo el 
campamento.» 15 Como Gedeón oyó 
el sueño y la explicación, se pros¬ 
ternó; y volviéndose al campamento 
de Israel, les dijo: «A-riba, que Yave 
ha entregado en nuestras manos el 
campamento de Madián.» 17 Dividió 
en tres escuadras los trescientos hom¬ 
bres, y les entregó a todos trom¬ 
petas, cántaros vacíos, y en los cán¬ 
taros, teas encendidas, 18 dieiéndolcs: 
«Miradme a mí y haced como me veáis 
hacer. En cuanto llegue yo a los 
límites del campamento, hacéis lo que 
yo haga. Cuando toque yo la trom¬ 
peta y la toquen los que van con¬ 
migo, la tocaréis también vosotros 
en derredor de todo el campamento, 
y gritaréis: «jPor Yave y por Ge¬ 
deón! » 

19 Gedeón y el centenar de hombres 
que le acompañaban llegaron a los 
límites del campamento al comienzo 
de la segunda vigilia, en cuanto aca¬ 
baban de relevarse los centinelas, y 
tocaron las trompetas y rompieron 
los cántaros que llevaban en la mano. 
20 Los tres cuerpos tocaron las trom¬ 
petas, rompieron los cántaros; y co¬ 
giendo las teas con la mano izquierda 
y las trompetas con la derecha para 
tocarlas, gritaban: «¡Espada por Yave 
y por Gedeónl» 21 Quedáronse cada 
uno en su puesto en derredor del 
campamento, y todo el campamento 
se puso a correr, a gritar y a huir. 
22 Mientras los trescientos hombres 
tocaban las trompetas, hizo Yave 
que volviesen todos su espada los 
unos contra los otros en todo el 
campamento, y huyó el campamento 
hasta Bet Seta, hacia Sedcrata, hasta 
los límites del Abel Mejula, junto a 
Tabat. 23 Reuniéronse los hombres 











25U 


JUECES, 8 


de Israel, de Neftalí, de Aser y de 
todo Manasés, y persiguieron a los 
de Madián. 24 Gedeón mandó mensa¬ 
jeros por todo el monte de Efraím, 
para decirles: «Bajad al encuentro 
de Madián y tomad, antes que lle¬ 
guen, los vados hasta Betbera y los 
del Jordán.» Reuniéronse todos los 
hombres de Efraím y tomaron los 
vados hasta Betbera y los del Jor¬ 
dán. 25 Se apoderaron de dos prínci¬ 
pes de Madián, Oreb y Zebe, y die¬ 
ron muerte a Oreb en la roca de 
Oreb, y a Zebe en el lugar de Zebe. 
Persiguieron a Madián y llevaron a 
Gedeón las cabezas de Oreb y Zebe, 
del otro lado del Jordán. 

8 1 Dijéronle los hombres de Efraím: 

«¿Cómo has hecho con nosotros 
eso de no llamarnos cuando ibas a 
combatir contra Madián?*», y se quere¬ 
llaron violentamente contra él. 2 El 
les dijo: «¿Qué es lo que he hecho 
yo, para lo vuestro? No ha sido mejor 
el rebusco de Efraím que la vendi¬ 
mia de Abiezer? 3 En vuestras manos 
ha puesto Dios a los príncipes de 
Madián, Oreb y Zebe. ¿Qué he po¬ 
dido yo hacer comparable a lo vues¬ 
tro?» Calmóse su cólera contra él, 
cuando así les habló. 4 Llegó Gedeón 
al Jordán, lo pasó con los trescientos 
hombres que llevaba, cansados de 
la persecución, 6 y dijo a las gentes 
de Socot: «Dad, os ruego, unos panes 
a la gente que me sigue, que están 
cansados y van en persecución de 
Zebe y Sal mana, reyes de Madián.» 
6 Respondiéronle los jefes de Socot: 
«¿Acaso tienes ya en tus manos el 
puño de Zebe y Sal mana, para que 
demos pan a tu tropa 7 »> 7 V Gedeón 
les dijo: «Sí! Cuando Yave haya pues¬ 
to en mis manos a Zebe y Sal mana, 
yo desgarraré vuestras carnes con 
espinas del desierto y cardos.» 
8 Desde allí subió a Fanuel, e hizo 
a las gentes de Fanuel la misma pe¬ 
tición, recibiendo la misma respuesta 
de los hijos de Socot. 9 Y dijo también 
a las gentes de Fanuel: «Cuando vuel¬ 
va vencedor, arrasaré esta fortaleza.» 
10 Zebe y Salmana estaban en Carcor 
con su ejército, unos quince mil 
hombres, los que habían quedado de 
todo el ejército de los Bene Quedein, 
pues habían perecido ciento veinte 
mil hombres de armas. 11 Gedeón 
subió por el camino de los que moran 
en tiendas, al oriente de Xobal y 
de Jegboa, y atacó el campamento, 


que se creía a seguro. 11 Zebe y 
Salmana huyeron. El los persiguió 
y se apoderó de los dos reyes de 
Madián, Zebe y Salmana, y derrotó 
a todo su ejército. 13 Volvióse Gedeón, 
hijo de Joás, de la batalla, por la 
subida de Jares; 14 y habiendo cogido 
a un joven de los de Socot, le inte¬ 
rrogó y éste le dió por escrito los 
nombres de los jefes y ancianos de 
Socot, setenta y siete hombres. 15 En¬ 
tonces vino Gedeón a las gentes de 
Socot y dijo: «Ved aquí a Zebe y 
Salmana, con los que me zaheristeis 
diciendo: ¿Acaso tienes ya en tu poder 
el puño de Zebe y Salmana, para que 
demos de comer a tus tropas fatiga¬ 
das?» 16 Cogió, pues, a los ancianos 
de la ciudad, y con espinas del de¬ 
sierto y cardos castigó a los de Socot. 
17 Arrasó la fortaleza de Fanuel y 
mató a los hombres de la ciudad. 

18 Dijo a Zebe y Salmana: «¿Cómo 
eran los hombres que matasteis en 
el Tabor?» Ellos respondieron: «Eran 
como tú. Cada uno de ellos parecía 
un hijo de rey.» 19 El les dijo: «Eran 
hermanos míos, hijos de mi madre. 
20 Vive Yave, que no os mataría si 
no les hubierais dado muerte.» 21 Y 
dijo a Jeter, su primogénito: «Anda, 
mátalos.» El joven no desenvainó la 
espada, por tener miedo, pues era 
todavía muy niño; y Zebe y Salmana 
dijeron: «Levántate y mátanos tú, 
pues como es el hombre, es la fuerza.» 
Levantóse Gedeón y los mató, y cogió 
las lunetas que llevaban al cuello 
sus camellos. 

22 Las gentes de Israel dijeron a 
Gedeón: «Reina sobre nosotros, tú, 
tu hijo y los hijos de tu hijo, pues 
nos has libertado de las manos de 
Madián.» 23 Respondióles Gedeón: 
«No reinaré yo sobre vosotros, ni 
reinará tampoco mi hijo. Yave será 
vuestro rey», 24 y añadió: «Voy a 
pediros una cosa. Dadme cada uno 
de su botín los arillos de nariz que 
habéis cogido.» Los enemigos, como 
ismaelitas, llevaban arillos de oro en 
la nariz. 25 Ellos respondieron: «Con 
mucho gusto te los daremos»; v ex¬ 
tendiendo un manto, fueron echando 
en él cada uno los arillos del botín. 
26 Y fué el peso de los arillos de oro 
que había pedido Gedeón, de tres 
mil setecientos sidos de oro, sin 
contar las lunetas y los pendientes, 
ni los vestidos de púrpura que lle¬ 
vaban los reyes de Madián, ni los 
eollares que al cuello llevaban sus 









JUECES, 9 


•251 


camellos. 27 Con este oro hizo Gedeón 
un Efod (1) que puso en su ciudad, 
en Eira. Todo Israel iba a prostituirse 
ante este Efod, que fué un lazo para 
Gedeón y para su casa. 28 Madián 
quedó humillado ante los hijos de 
Israel y no volvió a levantar la ca¬ 
beza, quedando la tierra en paz du¬ 
rante cuarenta años, los días de 
Gedeón. 

29 Jerobaal, hijo de Joás, se volvió 
a su casa; 30 y tuvo Gedeón setenta 
hijos, todos nacidos de él, pues fue¬ 
ron muchas sus mujeres. 31 Una con¬ 
cubina (2) que tenía en Siquem le 
parió también un hijo, al que puso 
por nombre Abimelec. 32 Murió Ge¬ 
deón, hijo de Joás, en buena ancia¬ 
nidad, y fué sepultado en la sepul¬ 
tura de Joás, su padre, en Efra de 
Abiezer. 

33 Muerto Gedeón, los hijos de Israel 
se prostituyeron de nuevo ante los 
baales y tomaron por su dios a Baal 
Berit, 34 y no se acordaron más de 
Yave, su Dios, que los había librado 
de los enemigos que los rodeaban. 
36 No se mostraron agradecidos a la 
casa de Jerobaal, Gedeón, según el 
mucho bien que éste había hecho por 
Israel. 

Abimelee. 

9 1 Abimelec, hijo de Jerobaal, se 
fué a Siquem, y habló a los her¬ 
manos de su madre y a toda la fa¬ 
milia de la casa del padre de su 
madre, diciéndoles: (i) 2 «Hablad al oído 
a todos los varones de Siquem: ¿Qué 
es tnejor para vosotros: que os do¬ 
minen setenta hombres, todos hijos 
de Jerobaal, o que os domine uno 
solo? Acordaos de que yo soy hueso 
vuestro y carne vuestra.» 3 Habiendo 
hablado de él los hermanos de su 
madre a todos los habitantes de 
la ciudad, conforme a aquellas pala¬ 
bras, se inclinó su corazón hacia Abi¬ 
melec, pues se dijeron: «Este es her¬ 
mano nuestro»; 4 * * * y le dieron setenta 


(1) Indudablemente el efod, en este caso, 
no es la vestidura sacerdotal que lleva este nom¬ 
bre. Es probabillsimamente un Idolo, en rela¬ 
ción con los ttrafim, destinados a la adivina¬ 
ción. Lo que era, no podemos determinarlo 
exactamente. 

( 2 ) Parece ser el caso, todavía frecuente 
entre los nómadas del desierto de Moab, de 
una mujer que no habita en la casa del marido, 
sino que, por razones particulares, sigue habi¬ 
tando en su propia casa. 


sidos de plata de la casa de Baal 
Berit, con los que asoldó a hombres 
vagos y pervertidos que le siguieron. 

5 Bajó con ellos a la casa de su padre, 
a Efra, y mató ‘a sus hermanos, los 
hijos de Jerobaal, setenta hombres, 
a todos sobre una misma piedra. 
Sólo se salvó Jotán, el hijo menor 
de Jerobaal, que pudo esconderse. 

6 Reuniéronse entonces todos los ha¬ 
bitantes de Siquem y todos los de 
Bet Meló, y viniendo, proclamaron 
rey (1) a Abimelec, junto al tere¬ 
binto de Misab, que está en Siquem. 


Apólogo de Jotan. 

7 Súpolo Jotán, y fué a ponerse 
en la cresta del monte Garizim; y 
alzando su voz, les dijo a gritos desde 
allí: «Oídme, habitantes de Siquem, 
así os oiga Dios a vosotros. 8 Pusié¬ 
ronse en camino los árboles para 
ungir un rey que reinase sobre ellos, 
y dijeron al olivo: Reina sobre nos¬ 
otros. 9 Contestóles el olivo: ¿Voy yo 
a renunciar a mi aceite, que es mi 
gloria ante Dios y ante los hombres, 
para ir a mecerme sobre los árboles? 

10 Dijeron, pues los árboles a la hi¬ 
guera: Ven tú, y reina sobre nosotros. 

11 Y les respondió la higuera: ¿Voy 
a renunciar yo a mis dulces y ricos 
frutos, para ir a mecerme sobre los 
árboles? 12 Dijeron, pues, los árboles 
a la vid: Ven tu, y reina sobre nos¬ 
otros: 13 Y les contestó la vid: ¿Voy 
yo a renunciar a mi mosto, alegría 
de Dios y de los hombres, para ir a 
mecerme sobre los árboles? 14 Y di¬ 
jeron todos los árboles a la zarza es¬ 
pinosa: Ven tú, y. reina sobre nos¬ 
otros. 15 Y dijo la zarza espinosa a 
los árboles: Si en verdad queréis un¬ 
girme por rey vuestro, venid y poneos 
a mi sombra, y si no, que salga fuego 
de la zarza espinosa y devore a los 
cedros del Líbano. 

16 Ahora bien, si al elegir rey a 
Abimelec habéis obrado bien y justa¬ 
mente; si os habéis portado con Je¬ 
robaal y su casa como ella merecía 
— 17 pues mi padre combatió por vos- 


(i) El deseo de Israel de darse un rey, 

que obtiene satisfacción en tiempo de Samuel, 

comienza ya a manifestarse después de la vic¬ 

toria de Gedeón 8. 22, con el ofrecimiento 

que. hacen a éste de que se proclame rey, pero 

más todavía en la proclamación efectiva de 

Abimelec por les siquemitas. 









252 


JUECES, 9 


otros, y exponiendo su vida, os libró 
del poder de Madián—; 18 levantán¬ 
doos hoy contra la casa de mi padre 
y matando a sus hijos, setenta sobre 
una misma piedra, 'y haciendo rey 
de las gentes de Síquem a Abimclec, 
hijo de una esclava suya, porque es 
hermano vuestro; 19 si habéis obrado 
leal y justamente hoy con Jerobaal 
y su casa, que haga Abimclec vuestra 
felicidad y que hagáis vosotros la 
suya. 20 Tero si no, que salga de 
Abimclec un fuego que devore a los 
habitantes de Síquem y de Bet Milo, 
y salga de Siquem y de Bet Milo un 
fuego que devore a Abimclec.» 


Desastroso fin de Abimclec. 

21 Retiróse Jotán y emprendió la 
huida, yéndose a Bora, donde habi¬ 
tó, por" miedo de Abimclec, su her¬ 
mano. 

22 Tres años dominó Abimclec sobre 
Israel. 23 Mandó Dios un mal espí¬ 
ritu entre Abimclec y los habitantes 
de Siquem, e hicieron traición los 
habitantes de Siquem a Abimclec, 
24 para que el asesinato de los setenta 
hijos de Jerobaal y la sangre de ellos 
cayese sobre Abimclec, su hermano, 
que los había matado, y sobre los 
habitantes de Siquem, que le habían 
prestado ayuda, para matar a sus 
hermanos. 

25 Pusieron los habitantes de Si¬ 
quem en lo alto de los montes ase¬ 
chanzas, que despojaban a cuantos 
pasaban cerca de ellos por los cami¬ 
nos, y llegó esto a conocimiento de 
Abimclec. 

28 Vino a Siquem Gaal, hijo de 
Obed, con sus hermanos. Los de 
Siquem pusieron en él su confianza; 
27 y salieron al campo, vendimiaron 
sus viñas, pisaron e hicieron gran 
fiesta; y entrando en la casa de su 
dios, comieron y bebieron, maldi¬ 
ciendo a Abimclec. «¿Quién es Abi- 
melec, y quien es Siquem— 28 dijo 
Gaal, hijo de Obed—para que le sir¬ 
vamos? ¿No sirvieron el hijo de Je¬ 
robaal y Zebul, su gobernador, a los 
hombres de Jemor, padre de Siquem? 
¿Por qué, entonces, vamos a servirles 
a ellos nosotros? 29 iQuién me diera 
este pueblo en mis manos] Yo expul¬ 
saría a Abimclec. Le diría: Refuerza 
tu ejército y sal.» 30 Llegaron a oídos 
de Zebul, gobernador de la ciudad. 


las palabras de Gaal, hijo de Obed; 
y montando en cólera, 31 mandó secre¬ 
tamente mensajeros a Abimclec, para 
decirle: «Mira que ha venido Gaal, 
hijo de Obed, a Siquem con sus her¬ 
manos, y está sublevando la ciudad. 
32 Sal, pues, de noche tú y la gente 
que tienes contigo, y ponte en el 
campo en emboscada. 33 Por la maña¬ 
na, al salir del sol levántate, y cae so¬ 
bre la ciudad; y cuando Gaal y los que 
le siguen salgan contra ti, haz contra 
ellos lo que puedas.» 34 Levantóse 
Abimclec y toda la gente que con él 
tenía, de noche, y se pusieron en 
emboscada cerca de Siquem, dividi¬ 
dos en cuatro cuerpos. 36 Salió Gaal, 
hijo de Obed, a la puerta de la ciu¬ 
dad; y se alzó Abimclec y el cuerpo 
que con él estaba de la emboscada. 
36 Vió Gaal a la gente, y dijo a Zebul: 
«Mira cómo baja gente de las cumbres 
de los montes » Y le dijo Zebul: 
«Son las sombras de los montes, que 
se te hacen hombres.» 37 Volvió a 
mirar Gaal, y dijo: «Es gente que 
baja de Tabor Arez, y otro cuerpo 
que viene por el camino de Elon 
Neooneiiim.» 38 Díjole entonces Zebul: 
«¿Dónde está ahora tu boca, con que 
dijiste: Quién es Abimclec, para que 
le sirvamos? ¿No es ésa la gente para 
ti despreciable? Sal, pues, a darle 
la batalla.» 39 Salió Gaal, y a la vista 
de los habitantes de Siquem combatió 
contra Abimclec, que le puso en fuga. 
40 Gaal huyó de él, y cayeron muchos 
hasta la puerta de la ciudad. 41 Abi- 
melcc se quedó en Haruma, mientras 
que Zebul impidió a Gaal y los suyos 
permanecer en la ciudad. 42 Al dia 
siguiente salió el pueblo al campo, 
y lo supo Abimclec, 43 que cogiendo 
su' gente, la liabia dividido en tres 
cuerpos, los había puesto en el campo 
en emboscada, y cuando vió que el 
pueblo salía de la ciudad, se levantó, 
arremetió contra ellos, 44 y avan¬ 
zando Abimclec con el cuerpo que le 
seguía, se puso a la puerta de la 
ciudad, mientras que los otros dos 
cuerpos se extendían por el campo y 
destrozaban a cuantos en él habla. 
45 Abimclec combatió a la ciudad 
durante todo aquel día y se apoderó 
de ella, dando muerte a cuantos allí 
había, la destruyó y la sembró de sal. 

46 Los que estaban en la fortaleza 
de Siquem se fueron a la torre de la 
casa de El Berit. 47 Supo Abimclec 
que se habían reunido todos los habi¬ 
tantes de la fortaleza de Siquem; 





JUECES, 10, 11 


253 


48 y subió al monte Selmón eon toda 
la gente que llevaba; y tomando en 
su mano un hacha, cortó una rama 
de un árbol y se la puso al hombro, 
mandando a su gente que hiciera 
prestamente lo que le veía hacer a él. 

49 Cortó, pues, también toda la gente 
cada uno su rama; y siguiendo a Abi- 
melec, las pusieron contra la forta¬ 
leza. y prendiéndolas fuego, la in¬ 
cendiaron, muriendo allí todos los 
habitantes de la fortaleza de Siquem, 
unos mil entre hombres y mujeres. 
60 Fué luego Abimelee a Tehcs, que 
sitió y tomó. 61 Pero había en Tebes, 
en medio de la ciudad, una fuerte 
torre, 'en la que se refugiaron todos 
los habitantes de la ciudad, hombres 
y mujeres, y cerrando tras sí, se su¬ 
bieron a lo alto de la torre. 62 Abi- 
melec llegó a la torre, la atacó y se 
aproximó para pegar fuego a la 
puerta; 53 y entonces una mujer le 
lanzó contra la cabeza un pedazo 
de rueda de molino y le rompió el 
cráneo. 64 Llamó él en seguida a su 
escudero y le dijo: «Saca tu espada 
y mátame, para que no pueda de¬ 
cirse que me mató una mujer.» El 
joven le traspasó, y murió Abimelee. 
65 Viendo los hijos de Israel que había 
muerto Abimelee, fuéronse cada uno 
a su casa. 66 Así hizo caer Dios sobre 
la cabeza de Abunelee el mal que 
había hecho a su padre, asesinando 
a sus setenta hermanos; 67 y sobre 
las gentes de Siquem todo el mal que 
habían hecho, cumpliéndose en ellos 
la maldición de Jotáii, hijo de Je- 
robaal. 

Tola. 

i A 1 Después de Abimelee, surgió 
para librara Israel Tola, hijo de 
Fuá, hijo de Dodo, hombre de Isacar. 
Habitó en Samir, en los montes de 
Efraím. 2 Juzgó a Israel durante 
veintitrés anos y murió, siendo se¬ 
pultado en Samir. 


Ja ir. 

3 Después de él surgió Jair, de 
Galad, que juzgó a Israel por veinti¬ 
dós años. 4 Tuvo treinta hijos, que 
montaban treinta asnos y eran due¬ 
ños de treinta ciudades, llamadas 
todavía Javot Jair, en la tierra de 
Galad. 6 Murió Jair y fué sepultado 
en Camón. 


Jefté. 

6 Volvieron los hijos de Israel a 
hacer mal a los ojos de Ya ve, y sir¬ 
vieron a los baalcs y Astartes, a los 
dioses de Sidón, a los de Moab, a 
los de los hijos de Ammón, a los de 
los filisteos, y se apartaron de Yave, 
no sirviéndole más. 7 Encendióse la 
ira de Yave eontra Israel y los en¬ 
tregó en manos de los filisteos y en 
manos de los hijos de Ammón, 8 que 
los oprimieron, y afligieron con gran 
violencia a los hijos de Israel, durante 
dieciocho años. 9 Los hijos (le Ammón 
oprimieron a todos los hijos de Israel 
que habitaban al otro lado del Jor¬ 
dán, en la tierra de los amorreos, 
en Galad, y hasta pasaron el Jordán 
para combatir a Judá, a Benjamín 
y la casa de Efraím, viéndose Israel 
muy apretado. 

10 Clamaron a Yave los hijos de 
Israel, diciendo: «Heiños pecado con¬ 
tra ti, porque hemos dejado a nues¬ 
tro Dios y hemos servido a los baalcs.» 
11 Yave dijo a los hijos de Israel: 
«¿No os liberté yo de los egipcios, de 
los amorreos, de los hijos de Ammón, 
de los filisteos? 12 Y cuando os opri¬ 
mían los de Sidón, Amalee y Madián, 
y clamasteis a mí, ¿no os libré yo 
de sus manos? 13 Pero vosotros me 
habéis dejado a mí para servir a 
dioses extraños. Por eso no os libraré 
ya más. 14 Id e invocad a los dioses 
que os habéis dado; que os libren 
ellos ai tiempo de vuestra angustia.» 
15 Los hijos de Israel dijeron a Yave: 
«Hemos peeado, castíganos como quie¬ 
ras, pero líbranos ahora.» 16 Quitaron 
de en medio de ellos los dioses extraños 
y sirvieron a Yave, pero su alma no 
podía soportar la aflicción de Israel. 

17 Reuniéronse los hijos de Ammón 
y acamparon en Galad; y se reunie¬ 
ron también los hijos de Israel, acam¬ 
pando en Masfa. 18 El pueblo, los 
jefes de Israel, se dijeron unos a 
otros: «¿Quién será el que comen¬ 
zará a combatir a los hijos de Ammón? 
Que sea él quien mande a todos los 
habitantes de Galad.» 

11 1 Era Jefté, el galadita, un fuer- 

11 te guerrero, hijo de una me¬ 
retriz, y tuvo por padre a Galad. 
2 La mujer de Galad dió a éste otros 
hijos, que euando fueron grandes 
arrojaron de casa a Jefté, diciendo: 
«No vas tú a heredar en la casa de 
nuestro padre, pues eres hijo de otra 






254 


JUECES, XI 


mujer.» 3 Jefté huyó de sus herma¬ 
nos y habitó en tierra de Tob. Unié¬ 
ronse con él gentes perdidas, que 
salían con él. 4 Al cabo de días, hi¬ 
cieron guerra los hijos de Ammón 
contra Israel; 6 y fueron entonces los 
ancianos de Galad a la tierra de Tob, 
en busca de Jefté, 6 y le dijeron: 
«Ven, serás nuestro jefe en la guerra 
contra los hijos de Ammón.» 7 Res¬ 
pondió Jefté a los ancianos de Galad, 
diciéndoles: «¿No sois vosotros los 
que me aborrecéis y me arrojasteis 
de la casa de mi padre? ¿A qué venís 
a mí ahora, cuando os veis en aprie¬ 
to?» 8 Los ancianos de Galad res¬ 
pondieron: «Por eso venimos a ti 
ahora, para que vengas a combatir 
con nosotros a los hijos de Ammón 
y seas nuestro jefe, el de todos los 
habitantes de Galad.» 9 Contestóles 
Jefté: «Si me lleváis con vosotros a 
combatir contra los hijos de Ammón, 
en el easo de que Ya ve me los entre¬ 
gue, seré vuestro jefe.» 10 Dijéronle 
los ancianos de Galad: «Sea Yave 
testigo entre nosotros, si no hiciére¬ 
mos lo que dices.» 11 Partió Jefté 
con los ancianos de Galad y le hicie¬ 
ron su jefe y caudillo, y repitió Jefté 
sus palabras en presencia de Yave, 
en Masía. 

12 Mandó Jefté mensajeros al rey 
de los hijos de Ammón, que le dije¬ 
ran: «¿Qué hay entre tú y yo, para 
que hayas venido contra mí a com¬ 
batir la tierra?» 13 El rey de los hijos 
de Ammón respondió a los mensa¬ 
jeros de Jefté: «Cuando subió Israel 
de Egipto, se apoderó de mi tierra, 
desde el Arnón hasta Jaboc y hasta 
el Jordán. Devuélvemela, pues, ahora 
pacíficamente.» 14 Jefté mandó nue¬ 
vos mensajeros al rey de los hijos de 
Ammón, 15 que le dijeran: «He aquí 
lo que dice Jefté: Israel no se apo¬ 
deró de la tierra de Moal>, ni de la 
tierra de los hijos de Ammón. 16 Cuan¬ 
do Israel subió de Egipto, marchó 
por el desierto hasta el Mar Rojo 
y llegó a Cades. 17 Entonces envió 
Israel mensajeros al rey de Edom, 
para que le dijeran: Te ruego que me 
dejes pasar por tu tierra; pero el 
rey de Edom no se lo consintió; 
también se los envió al rey de Moab, 
que i ehusó; e Israel se quedó en Cades. 
18 Después, marchando por el de¬ 
sierto, rodeó la tierra de Edom y 
la tierra de Moab, y llegó al oriente 
de la tierra de Moab y acampó del 
lado de allá del Arnón, sin entrar 


en tierra de Moab, pues el Arnón 
era el límite de Moab. 19 Israel envió 
mensajeros a Seón, rey de los amo- 
rreos, rey de Hcsebón, para decirle: 
Te ruego que nos dejes pasar por tu 
tierra, hasta nuestro lugar. 20 Pero 
Seón no se fió de Israel dejándole 
pasar por su tierra, y reuniendo a 
toda su gente, acampó en Jasa y 
luchó contra Israel. 21 Yave, Dios de 
Israel, puso a Seón con todo su 
pueblo en las manos de Israel, que 
los derrotó y se apoderó de la tierra 
de los amor re os, que habitaban en 
aquella región. 22 Se apoderó de toda 
la tierra de los amorreos, desde el 
Arnón hasta Jaboc y desde el desierto 
hasta el Jordán. 23 Ahora, pues, que 
Yave, Dios de Israel, desposeyó a los 
amorreos ante su pueblo, Israel, ¿pre¬ 
tendes tú apoderarte de su tierra y 
seríamos despojados de cuanto Yave, 
nuestro Dios, nos dió en posesión? 
24 ¿Eso que Cainos, tu Dios, te ha 
dado en posesión, no lo posees tú? 
¿Y no vamos a poseer nosotros lo 
que Yave, nuestro Dios, nos ha dado 
en posesión? 25 ¿Querrás tú ser mejor 
que Balae, hijo de Sefor, rey de 
Moab? ¿Acaso ha disputado éste a 
Israel su tierra? ¿Le ha hecho acaso 
la guerra? 26 Hace trescientos años 
que habita Israel en Hcsebón y en 
Aroer y en las ciudades que de ellas 
dependen, lo mismo que en todas las 
que están a orillas del Arnón. ¿Por 
qué no las habéis tomado durante 
todo ese tiempo? 27 Yo no te he hecho 
mal alguno; pero tú obras mal con¬ 
migo, haciéndome la guerra. Que 
Yave, el Juez, juzgue hoy entre los 
hijos de Israel y los hijos de Ammón.» 
28 El rey de los hijos de Ammón 
desoyó lo que Jefté le mandó a decir. 

29 El espíritu de Yave fué sobre 
Jefté ( 1) y pasando por Galad y 
Manasés, llegó hasta Masía de Galad, 
y de Masfa de Galad marchó contra 
los hijos de Ammón. 30 Jefté hizo 
voto a Yave, diciendo: «Si pones en 
mis manos a los hijos de Ammón, 
31 el que a mi vuelta, cuando venga 
yo en paz de vencerlos, salga de las 
puertas de mi casa a mi encuentro, 
será de Yave y se lo ofreceré en ho¬ 
locausto.» 32 Avanzó Jefté contra los 
hijos de Ammón y se los dió Yave 
en sus manos, batiéndolos desde Aroer 
hasta según se va a Menit, veinte 


(i) Esta frase no significa sino que Dios 
le movió a realizar la hazaña referida. 





JUECES, 12, 13 


255 


ciudades, y hasta Abel Queramim. 
Fué una gran derrota, y los hijos de 
Animen quedaron humillados ante los 
lujos de Israel. 

La hija de Jefté. 

34 Al volver Jefté a Masía, salió 
a recibirle su hija con tímpanos y 
danzas. Era su hija única, no tenía 
más hijos ni hijas. 35 Al verla rasgó 
él sus vestiduras y d ; jo: «|Ah, hija 
mía, me has abatido del todo, y tú 
misma te has abatido al mismo 
tiempo! He abierto mi boca a Yave 
y no puedo volverme atrás.» 36 Ella 
le dijo: «Padre mío, si has abierto 
tu boca a Yave, haz conmigo lo que 
de tu boca salió, pues te ha vengado 
Yave de tus enemigos, los hijos de 
Amrnón.» 37 Y añadió: «Hazme esta 
gracia: Déjame que por dos meses 
vaya eon mis compañeras por los 
montes, llorando mi virginidad.» 

38 «Ve», le contestó él, y ella se fué 
por los montes eon sus compañeras, 
y lloró por dos meses su virginidad. 

39 Pasados los dos meses, volvió a su 
casa, y él cumplió en ella el voto que 
había hecho (1). No había cono- 
cido varón. 40 De ahí viene la cos¬ 
tumbre en Israel, de que al terminar 
el año, se reúnan todos los años las 
hijas de Israel para llorar a la hija 
de Jefté, galadita, por cuatro días. 

Guerra civil entre efraimitas y 
cjaladilas. 

19 1 Los hijos de Efraim se reunie- 
1 ** ron, y pasando a Safón, dijeron 
a Jefté: «¿Por qué fuiste a combatir 
a los hijos de Amrnón, sin habernos 
llamado a combatir contigo» Vamos 
a pegar fuego a tu casa.» 2 Jefté les 
respondió: «Estaba yo y estaba mi 
pueblo en gran contienda con los 
hijos de Amrnón. Entonces os llamé 
yo, pero no me habéis librado vos¬ 
otros de sus manos. 3 Viendo que no 
me librabais vosotros, puse mi vida 
en mis manos, marché contra los 


(i) Son muchos los intérpretes que expli¬ 

can este sacrificio como simbólico, no real. 

Sin embargo, toda la descripción que del voto 

y de su cumplimiento se hace parece convencer 

de que Jepté realmente sacrificó su hija a Yave. 

De aquí no se deduce que el acto fuera legi¬ 

timo; fué contra la ley. Ni parece esto de 

extrañar, dado el ambiente religioso-moral que 

Israel respiraba y de que muchas veces se dejó 

inficionar. 


hijos de Amrnón, y Yave me los 
entregó. ¿Por qué, pues, venís hoy 
a hacerme la guerra?» 4 * Reunió Jefté 
a todas las gentes de Calad y libró 
batalla contra Efraim. 6 Los hombres 
de Calad derrotaron a los de Efraim, 
que decían de ellos: «Vosotros, gala- 
ditas, sois huidos de Efraim; ni sois 
de Efraim, ni de Manasés.» Los gala- 
ditas se apoderaron de los vados del 
Jordán del lado de Efraim; y cuando 
llegaba alguno de los fugitivos de 
Efraim, diciendo: «Dejadme pasar», 
le preguntaban: «¿Eres efraimita?» 
Respondía: «No»; 6 * entonces ellos le 
decían: «A ver, di: schibbolct », y el 
decía sibbolet , pues no podían pro¬ 
nunciar así. Los hombres de Galad 
le cogían y le degollaban junto a los 
vados del Jordán. Murieron entonces 
cuarenta y dos mil hombres de 
Efraim. 

7 Juzgó a Israel Jefté, galadita, 
durante seis años, y murió, siendo 
sepultado en una de las ciudades de 
Galad. 

Ahesán. 

8 Después de él fué juez en Israel 
Abesán, de Belén. 9 Tuvo treinta 
hijos y treinta hijas. Casó a éstas 
con gente de fuera, y trajo de fuera 
mujeres para sus hijos. 10 Juzgó a 
Israel siete años, murió, y fué sepul¬ 
tado en Belén. . 

Elón. 

11 Después de él juzgó a Israel 
Elón, de Zabulón, durante diez años; 
12 murió Elón, de Zabulón, y fué se¬ 
pultado en Ayalón, en tierra de 
Zabulón. 

Abdón. 

13 Después de él juzgó a Israel 
Abdón, hijo de Faratón. 14 Tuvo 
cuarenta hijos y treinta nietos, que 
montaban sobre setenta asnos. Juzgó 
a Israel durante ocho años, 15 murió, 
y fué sepultado en Faratón, en eí 
monte de Efraim, en tierra de Salim. 


Sansón. Su nacimiento. 

13 1 Volvieron los hijos de Israel 
a hacer el mal a los ojos de 
Yave, y Yave los dió en manos de 
los filisteos durante cuarenta años. 








256 


JUECES, 14 


2 Habla un hombre de Sara, de la 
familia de Dan, de nombre Manué. 
Su mujer era estéril y no le había 
dado hijos. (i) * 3 El ángel de Yave se 
apareeió a la mujer y le dijo: «Eres 
estéril y sin hijos, pero vas a con¬ 
cebir y parirás un hijo. 4 * * Mira, pues, 
que no bebas vino ni licor alguno 
inebriante, ni comas nada inmundo, 
6 pues vas a concebir y a parir un 
hijo, a euya cabeza no ha de toear 
la navaja," porque será nazareo de 
Dios el niño, desde el vientre de su 
madre, y será el que primero librará 
a Israel de la mano de los filisteos.» 
6 Fué la mujer y dijo a su marido: 
«Ha venido a mí un hombre de Dios. 
Tenía el aspeeto de un ángel de Dios, 
muy temible. No le pregunté de dónde 
era y él no me dió a conocer su nom 
bre, 7 pero me dijo: Vas a eoneebir 
y a parir un hijo. No bebas, pues, 
vino ni otro licor inebriante, y no 
eomas nada inmundo, porque el niño 
será nazareo de Dios, desde el vientre 
de su madre hasta el día de su 
muerte.» 8 Entonces Manué oró a 
Yave, diciendo: «De graeia, Señor: 
que el hombre de Dios que enviaste 
venga otra vez a nosotros, para que 
nos enseñe lo que hemos de hacer 
eon el niño que ha de nacer.» 9 Oyó 
Dios la oración de Manué y volvió 
el ángel de Dios a la mujer de Manué. 
euando estaba ésta sentada en el 
campo y no estaba eon ella su ma¬ 
rido. 10 Corrió ella en seguida a anun¬ 
ciárselo a su marido, dieiéndole: «El 
hombre que vino a mí el otro día 
aeaba de aparecérseme.» 11 Levan¬ 
tóse Manué, y siguiendo a su mujer 
fué hacia el hombre y le dijo: «¿Eres 
tú el que has hablado a esta mujer?» 
El respondió: «Yo .soy.» 12 Repuso 
Manué: «Cuando tu palabra se cum¬ 
pla, ¿qué hay que guardar y qué 
habremos de hacerle? * 13 El ángel de 
Yave dijo a Manué: «La mujer, que 
se abstenga de cuanto le he dicho: 
14 que no tome nada de cuanto pro¬ 
cede de la vid, no beba vino ni otro 
licor inebratívo, y no coma nada in¬ 
mundo: euanto la mandé, ha de ob¬ 
servarlo.» 15 Manué dijo al ángel de 
Yave: «Te ruego que permitas que 
te retengamos, mientras te traemos 
preparado un eabrito.» 16 El ángel 
de Yave dijo a Manué: «Aunque me 
retengas, no comería tus manjares; 
pero si quieres preparar un holocaus¬ 
to, ofréceselo a Yave.» Manué, que 
no sabía que era el ángel de Yave. 


17 le dijo: «¿Cuál es tu nombre, para 
que te honremos euando tu palabra 
se eumpla?» 18 El ángel de Yave le 
respondió: «¿Para qué me preguntas 
mí nombre, que es admirable?» 19 Ma¬ 
nué tomó el cabrito y la oblaeión, 
para ofrecerlo a Yave en holocausto 
sobre la roea, y sueedió un prodigio 
a la vista de " Manué y su mujer. 
20 Cuando subía la llama de sobre el 
altar hacia el cielo, el ángel de Yave 
se puso sobre la llama del altar. Al 
verlo Manué y su mujer, eayeron 
rostro a tierra 21 y ya no vieron más 
al ángel de Yave. Entendió entonces 
Manué que era el ángel de Yave, 22 y 
dijo a su mujer: «Vamos a morir, 
porque hemos visto a Dios.» 23 La 
mujer le contestó* «Si Yave quisiera 
hacernos morir, no habría recibido 
de nuestras manos el holocausto y 
la oblación, ni nos hubiera hecho ver 
todo esto, ni oír hoy todas estas 
eosas.» 

24 Parió la mujer un hijo y le dió 
el nombre de Sansón M). Creeió el 
niño, y Yave le bendijo, 25 y eomenzó 
a mostrarse en él el espíritu de Yave, 
en Majane Dan, entre Sara y Estaol. 


Boda de Sansón con una filistca. 

1 i 1 Bajó Sansón a Tamna, y vi ó 
allí una mujer de entre las 
hijas de los filisteos; 2 y cuando volvió 
a subir, dijo a su padre y a su madre: 
«He visto en Tamna una mujer de 
entre las hijas de los filisteos; id a 
tomármela por mujer.» 3 Dijéronle 
su padre y su madre: «¿Aeaso no 
hay mujeres entre las hijas de tus 
hermanos y en mi pueblo, para que 
vayas tú a" tomar mujer de los filis¬ 
teos, ineireuneisos?» Repuso Sansón 
y dijo a su padre: «Tómame ésa, 
pues me gusta.» 4 Su padre y su 
madre no sabían que aquello venía 
de Yave, que buseaba una oeasión de 
parte de los filisteos, que eran los 


(i) Sansón es entre los jueces un caso 

enteramente singular. No es el héroe que acau¬ 

dilla al pueblo y le lleva a la victoria. Es él 

solo quien realiza sus hazañas contra los filis¬ 

teos, que oprimían a los israelitas del mediodía. 

Su fuerza extraordinaria estaba ligada a su 

consagración como nazareo, cuyo signo prin¬ 

cipal es el no tocar la navaja a la cabeza del 

consagrado, y la conservación, por tanto, de 

su cabellera. Cuando perdió ésta perdió su 

fuerza. Y la causa de la pérdida fué el amor de 

las mujere*-. 





JUECES, 15 


257 


que entonces oprimían a Israel. 6 Bajó 
Sansón a Tamna, cuando al llegar a 
los olivares de Tamna le salió al en¬ 
cuentro un joven león, rugiendo. 

6 Apoderóse de Sansón el espíritu de 
Ya ve; y sin tener nada a mano, des¬ 
trozó el león como se destroza un 
cabrito. No dijo nada a su padre ni 
a su madre de lo que había hecho. 

7 Bajó y habló a la mujer que le había 
gustado. 8 Tiempo después, bajando 
para desposarse con ella, se desvió 
para ver el cadáver del león, y vió 
que había un enjambre de abejas 
con miel en la osamenta del león. 
9 Cogióla en sus manos y siguió an¬ 
dando y comiendo; y cuando llegó 
a su padre y a su madre, les dió de 
ella, sin decirles que la había cogido 
de .la osamenta del león, y ellos la 
comieron. 10 Bajó, pues, el padre de 
Sansón a casa de la mujer, y Sansón 
dió allí un banquete, según la cos¬ 
tumbre de los mozos. 11 En cuanto 
le vieron, invitaron a treinta mozos 
para acompañarle. 12 Sansón les dijo: 
«Quisiera que me permitierais pro¬ 
poneros un enigma. Si dentro de los 
siete días del convite me lo desci¬ 
fráis acertadamente, yo tendré que 
daros treinta camisas y treinta túni¬ 
cas; 13 pero si no podéis descifrármelo, 
seréis vosotros los que habréis de 
darme a mí treinta camisas y treinta 
túnicas.» Ellos le dijeron: «Propon 
tu enigma, que lo oigamos.» 14 El 

I Ies dijo: «í)el que come salió lo que 
se come, y del fuerte la dulzura.» 
Tres días pasaron, sin que pudieran 
descifrar el enigma. 15 Llegó el día 
séptimo. A la mujer de Sansón le 
habían dicho ellos: «Persuade a tu 
marido a que te dé la solución del 
enigma; si no, te quemaremos a ti 
y la casa de tu padre. ¿Nos habéis 
invitado para robarnos?» 16 Ella llo¬ 
raba y le decía: «Me aborreces, has 
propuesto un enigma a los hijos de 
mi pueblo y no quieres explicármelo 
a mí.» El la respondió: «No se lo he 
explicado ni a mi padre ni a mi 
madre, ¿y voy a explicártelo a ti?» 

' 17 Así le" había estado llorando du¬ 
rante los siete días del convite; pero 
I el séptimo día, tanto le importunó, 
que él le dió la explicación, y ella se 
la comunicó a los hijos de su pueblo. 
18 Los de la ciudad dijeron a Sansón 
el día séptimo, antes de la puesta 
del sol: 

«¿Qué más dulce que la miel? 
¿Qué más fuerte que el león?» 


19 El les contestó: 

«Si no hubierais arado con mi no¬ 
villa, 

No hubierais descifrado mi enigma.» 

20 Apoderóse de él el espíritu de 
Yavc; y bajando a Ascalón, mató allí 
a treinta hombres, los despojó y dió 
las túnicas a los que habían desci¬ 
frado el enigma. Muy enfurecido, se 
subió a casa de sus padres. 21 La 
mujer de Sansón fué entregada auuo 
de los mozos que le habían servido de 
compañeros. 

1 1 Al cabo de días, al tiempo de 

la siega, fué Sansón a visitar 
a su mujer, llevando un cabrito, y 
dijo: «Quiero entrar a mi mujer en 
su cámara.» 2 Pero el padre le negó 
la entrada, diciendo: «Yo creí que la 
habías aborrecido enteramente, y se 
la he entregado a tu compañero. Su 
hermana menor es más hermosa to¬ 
davía que ella. Tómala por mujer 
en lugar suyo.» 3 Sansón le dijo: 
«Ahora, ya sin culpa de mi parte 
contra los filisteos, podré hacerles 
daño.» 

Hazañas de Sansón. 

4 Se fué, y cogiendo trescientas 
zorras y teas, ató a las zorras dos 
a dos, cola con cola, y puso entre 
ambas colas una tea. 5 Encendió luego 
las teas, y soltó a las zorras en las 
mieses de los filisteos, abrasando los 
montones de gavillas, los trigos toda-" 
vía en pie, y hasta los olivares. 6 Los 
filisteos se preguntaban: «¿Quién ha 
hecho esto?» Y se les dijo: «Ha sido 
Sansón, el yerno de Tamnat, porque 
éste le ha quitado su mujer y se la 
ha dado a un compañero suyo.» Los 
filisteos subieron y la quemaron a 
ella y a su padre. 7 Sansón les dijo: 
«¿Eso habéis hecho? Pues yo no pa¬ 
raré hasta vengarme de vosotros.» 

8 Y los tundió ancas y muslos, ha¬ 
ciendo en ellos gran destrozo, y se 
bajó luego a la caverna del roquedo 
de Etam. 9 Subieron entonces los 
filisteos y acamparon en Judá, ex¬ 
tendiéndose por Lcji. 10 Los de Judá 
les preguntaron: «¿Por qué habéis 
subido contra nosotros?» Ellos res¬ 
pondieron: «Hemos venido a atar a 
Sansón, para tratarle como él nos 
ha tratado a nosotros.» 11 Bajaron, 
pues, tres mil hombres de Judá a 
la caverna del roquedo de Etam, y 
dijeron a Sansón: «¿No sabes que los 


17 







JUECES, 16 


filisteos nos dominan? ¿Por qué nos 
has hecho eso?» El les respondió: 
«He hecho con ellos como ellos han 
hecho conmigo.» 12 Ellos repusieron: 
«Hemos bajado para atarte v entre¬ 
arle atado en manos de los filisteos.» 
ansón respondió: «Jurad que no 
vais a matarme.» 13 Ellos le dijeron 
«Xo, solamente a atarte, para entre¬ 
garte a los filisteos, pero no te ma¬ 
taremos.» Y atándole con dos cuer¬ 
das nuevas, le hicieron subir del ro¬ 
quedo. 14 Llegados a Leji, los filis¬ 
teos les salieron al encuentro, lan¬ 
zando gritos de jubilo. Apoderóse en¬ 
tonces de él el espíritu de Yave, y 
las cuerdas que a los brazos tenía 
fueron como hilos de lino quemados 
por el fuego; las ligaduras cayeron 
de sus manos, 15 y viendo cerca una 
quijada de asno fresca, la cogió y 
derrotó con ella a mil hombres. 
16 Dijo Sansón: 

«Con una quijada de asno los he 
puesto rojos del todo; 

Con una quijada de asno he derro¬ 
tado a mil hombres». 17 Y dicho esto, 
tiró la quijada y llamó a aquel lugar 
Ramat Leji. 18 Devorado por la sed, 
clamó a Yave, diciendo: «Eres tú el 
que por la mano de tu siervo has 
hecho esta gran liberación; ¿voy a 
caer ahora, muerto de sed, en la 
mano de los incircuncisos?» 19 Y abrió 
Yave el mortero que hay en Leji, 
y brotó de él agua. Bebió, se recobró 
y vivió, y la llamó por eso la fuente 
de En Hacore, que es la que hay to¬ 
davía en Leji. 20 Sansón juzgó a 
Israel en tiempo de los filisteos, du¬ 
rante veinte años. 

\ f 1 Eué Sansón a Gaza, donde 
IO había una meretriz, a la cual 
entró. 2 Se les dijo a las gentes de 
Gaza: «Ha venido aquí Sansón.» Y le 
cercaron, y estuvieron toda la noche 
en acecho cerca de la puerta de la 
ciudad. Se estuvieron tranquilo^ du¬ 
rante la noche, diciéndose: «Al alba 
le mataremos.» 3 Sansón estuvo acos¬ 
tado hasta medianoche. A media¬ 
noche se levantó, y cogiendo las dos 
hojas de la puerta de la ciudad con 
las jambas y el cerrojo, se las echó 
al hombro y las llevó a la cima del 
monte que mira hacia Hebrón. 

Dalila. 

4 Después amó a una mujer del 
valle de Sorec, de nombre Dalila. 


5 Los príncipes de los filisteos subie¬ 
ron a ella y la dijeron: «Sedúcele, 
para saber en que está su gran 
fuerza y cómo podríamos apoderar¬ 
nos de él, para atarle y castigarle. 
Si lo haces, te daremos cada uno mil 
cien sidos de plata.» Dijo, pues, 

6 Dalila a Sansón: «Dime, te ruego, 
en qué está tu gran fuerza, y con qué 
habrías de ser atado para sujetarte.» 

7 Sansón respondió: «Si me atasen 
con siete cuerdas húmedas, que no 
se hubieran secado todavía, me que¬ 
daría sin fuerzas y sería como otro 
hombre cualquiera.» 8 Subiéronle los 
príncipes de los filisteos las siete cuer¬ 
das húmedas, sin secar todavía, y 
ella le ató con ellas. 9 Como tenía 
en su cuarto gentes en acecho, le 
gritó: «|Sansón, los filisteos sobre ti!» 
El rompió las cuerdas como se rompe 
un cordón de estopa cuando se le 
pega fuego, y quedó desconocido el 
secreto de su fuerza. 

10 Dalila dijo a Sansón: «Te has 
burlado de mí y me has engañado. 
Dime, pues, ahora con qué hay que 
atarte.» 11 El le dijo: «Si me atan 
con cuerdas nuevas que no hayan sido 
empleadas para ningún otro uso, me 
quedaré sin fuerzas y seré como otro 
hombre cualquiera.» 12 Dalila cogió 
cuerdas nuevas y le ató con ellas. 
Después le gritó: «¡Sansón, los filis¬ 
teos sobre ti!», pues tenía en el cuarto 
gentes en acecho. El rompió como un 
hilo las cuerdas que tenía en los bra¬ 
zos. 13 Dalila dijo a Sansón: «Hasta 
ahora te has burlado de mí y no me 
has dicho más que mentiras. Dime 
de una vez con qué hay que atarte.» 
El le dijo: «Si entretejes con un lizo 
las siete trenzas de mi cabeza y las 
fijas con una clavija de tejedor, me 
quedaré sin fuerzas y seré como otro 
hombre cualquiera.» 14 Entretejió Da- 
lila con un lizo las siete trenzas, las 
fijó con la clavija de tejedor y le 
gritó: «¡Sansón, los filisteos sobre ti!» 
Y despertando de su sueño, arrancó 
la clavija y el tretejido. 

15 Ella le dijo: «¿Cómo puedes decir 
que me quieres, cuando tu corazón 
no está conmigo? Por tres veces te 
has burlado de mí y no me has des¬ 
cubierto en qué está tu gran fuerza.» 
16 Y le importunaba incesantemente, 
siempre insistiendo en su demanda, 
hasta llegar a producirle un tedio de 
muerte. 17 Y le abrió de par en par 
su corazón, diciendo: «Nunca ha to¬ 
cado la navaja mi cabeza, pues soy 




JUECES, 17 


25 


nazareo de Dios, desde el vientre de 
mi madre. Si me rapasen, perdería 
mi fuerza, me quedaría débil, y sería 
como todos los otros hombres.» 18 Da- 
lila vió que en verdad le había abierto 
de par en par su corazón; y mandó 
a llamar a los príncipes de los filis¬ 
teos, dicicndoles: «Subid, que esta 
vez ya me ha abierto de par en par 
su corazón.» Subieron, llevando el 
dinero en sus manos. 19 Le durmió 
ella sobre sus rodillas, y llamando 
al hombre, hizo que rapara las siete 
trenzas de la cabellera de Sansón y 
comenzó a mortificarle. Había per¬ 
dido su fuerza, 20 y ella le dijo en¬ 
tonces: «¡Sansón, los filisteos sobre 
til» El se despertó, diciendo: «Saldré 
como tantas otras veces y me sacu¬ 
diré», pues no sabía que Yave se 
había apartado de él. 


Prisión de Sansón. 

21 Cogiéronle los filisteos, le saca¬ 
ron los ojos, y llevándole a Gaza, le 
encadenaron "con doble cadena de 
bronce, y en la cárcel le pusieron a 
hacer dar vueltas a la muela. 22 Entre¬ 
tanto, volvieron a crecerle los pelos 
de la cabeza, después de haber sido 
rapada. 23 Los príncipes de los 
filisteos se congregaron para ofrecer 
un gran sacrificio a Dagón, su dios; 
y para regocijarse, decían: «Nuestro 
dios ha puesto en nuestras manos a 
Sansón, nuestro enemigo.» 24 El pue¬ 
blo, al verle, alababa a su dios, di¬ 
ciendo: «Nuestro dios ha puesto en 
nuestras manos a nuestro enemigo, 
al que asolaba nuestra tierra, y mató 
a tanta gente.» 25 Cuando su corazón 
se alegró, dijeron: «Que traigan a 
Sansón para que nos divierta.» 26 San¬ 
són fué sacado de la cárcel y tuvo que 
bailar ante ellos. Habíanle puesto 
entre las columnas, y Sansón dijo al 
mozo que le hacía de lazarillo: «Dé¬ 
jame tocar las columnas que sostienen 
la casa, para apoyarme.» 

Su última venganza. 

27 Estaba la casa llena de hombres 
y mujeres. Allí estaban los príncipes 
de los filisteos, y había entre todos 
más de tres mil personas, hombres 
y mujeres viendo bailar a Sansón. 
28 Entonces invocó Sansón a Yave, 
diciendo: «¡Señor, Yave, acuérdate de 


mí, devuélveme la fuerza sólo por esta 
vez, para que ahora me vengue de 
los filisteos por mis dos ojos.» 29 San¬ 
són se agarró a las dos columnas cen¬ 
trales, que sostenían la casa; y ha¬ 
ciendo fuerza sobre ellas, sobre la 
una con la mano derecha, sobre la 
otra con la mano izquierda, 30 dijo: 
«¡Muera yo con los filisteos!» Tan 
fuertemente sacudió las columnas, 
que la casa se hundió sobre los prín¬ 
cipes de los filisteos y sobre todo el 
pueblo que allí estaba, siendo los 
muertos que hizo al morir más que 
los que había hecho en vida. 31 Sus 
hermanos y toda la casa de su padre 
bajaron y se lo llevaron, y le sepul¬ 
taron entre Sata y Estaol, en la se¬ 
pultura de Manué, su padre. Juzgó 
a Israel durante veinte años. 


Culto sacrilego. 

17 1 Había un hombre de los mon¬ 
tes de Efraím, Mica de nombre. 
2 Dijo éste a su madre: «Los mil cien 
sidos de plata que habías puesto 
aparte, por los que te lamentabas a 
veces, aun oyéndote yo, yo los tengo, 
yo te los quité.» 3 Díjole su madre: 
«Bendito de Yave seas, hijo mío.» 
Devolvió, pues, los mil cien sidos 
de plata a su madre, que dijo: «Quiero 
consagrar a Yave este dinero y que 
de mi mano pase a mi hijo, para que 
se haga una imagen tallada y chapea¬ 
da. Ahí, pues, te lo entrego.» 

4 Habiendo, pues, devuelto él a 
su madre el dinero, tomó su madre 
doscientos sidos y se los dió a un 
orífice, y este hizo una imagen ta¬ 
llada y chapeada, que quedó en la 
casa de Mica; 5 y así un hombre 
como Mica vino a tener una casa de 
Dios. Hízose también un efod y unos 
terajim , y llenó la mano de uno de 
sus Hijos para que hiciera de sacer¬ 
dote. 6 No había entonces rey en Is¬ 
rael, y hacía cada uno lo que bien 
le parecía. 

7 Un joven de Belén de Judá, de 
nombre Jonatán, levita, que habi¬ 
taba allí, 8 saliendo de la ciudad de 
Belén de Judá, se puso a recorrer la 
tierra para buscar dónde vivir; y pa¬ 
sando por los montes de Efraím, 
llegó en su camino a la casa de Mica. 
9 Preguntóle Mica: «¿De dónde vie¬ 
nes?», y el levita le contestó: «Soy 
de Belén de Judá, y ando a ver si 
encuentro dónde vivir.» 10 Díjole 














JUECES, 18 


2<¡«> 


Mica: «Quédate conmigo y me ser¬ 
virás de padre y de sacerdote. Te 
daré diez sidos de plata al año, vesti¬ 
dos y comida», e instó al levita. 
11 Consintió éste en quedarse con Mica, 
para quien fué el joven como otro 
hijo. 12 Llenó, pues, Mica la mano 
del levita, y el joven hizo con él de 
sacerdote, quedándose en casa de 
Mica. 13 Dijo Mica: «Ahora sí que de 
cierto me favorecerá Yave, pues ten¬ 
go por sacerdote a un levita.» 


Conquista de Lais. 

1 Q 1 No habia por aquel entonces 
f rey en Israel, y la tribu de Dan 
andaba buscando dónde establecerse, 
pues no le había tocado hasta en¬ 
tonces heredad en medio de las otras 
tribus de Israel. 2 Mandaron, pues, 
los hijos de Dan de entre los suyos 
a cinco exploradores, hombres fuer¬ 
tes; los mandaron de Sara y de Es- 
taol, para que recorriesen la tierra 
y la explorasen, diciéndoles: «Id a 
reconocer la tierra.» Llegaron los 
cinco hombres por los montes de 
Efraím, hasta la casa de Mica, y 
pasaron allí la noche. 3 Estando cerca 
de la casa de Mica, conocieron por 
la voz al joven levita; y acercándose 
a él, le preguntaron: «¿Quién te ha 
traído a ti aquí? ¿Qué haces aquí, y 
qué tienes aquí?» 4 El les contestó: 
«Mica ha hecho por mí esto y lo otro, 
y me he ajustado con él y le sirvo 
de sacerdote.» 6 Ellos le dijeron: 
«Entonces, consulta a Dios, para que 
sepamos si prosperará el viaje que 
hemos emprendido.» 6 Y les dijo el 
sacerdote: «Id tranquilos, está ante 
Yave el camino que seguís.» 7 Reem¬ 
prendieron su camino los cinco hom¬ 
bres y llegaron a Lais. Vieron que la 
gente de ella vivía en seguridad, a 
modo de los sidonios, pacífica y tran¬ 
quilamente, sin que nadie dañase a 
nadie, y que eran ricos y estaban 
alejados de los sidonios y no tenían 
relación con nadie. 8 Volviéronse, pues, 
a sus hermanos, a Sara y a Estaol, 
que les preguntaron: «¿Qué traéis?» 
Ellos contestaron: 9 «Subamos luego 
contra ellos. Hemos visto la tierra 
y es muy buena. ¿Os estáis callados? 
No dilatéis la ida, para apoderarnos 
de esa tierra. 10 Daréis con un pueblo 
que vive seguro. La tierra es amplia 
y Dios la ha puesto en vuestras ma¬ 
nos. Es una tierra que produce de 


todo.» 11 Salieron, pues, de Sara y 
de Estaol seiscientos hombres de las 
familias de Dan, armados en guerra; 
12 y subiendo, acamparon en Caratia- 
rim, de Judá, por lo cual se llamó 
hasta hoy este lugar Majane Dan, al 
occidente de Caratiarim. 13 Pasaron 
de allí a los montes de Efraím y lle¬ 
garon hasta la casa de Mica. 14 Los 
cinco hombres que habían ido a ex¬ 
plorar la tierra de Lais dijeron a sus 
hermanos: «¿Sabéis que en esta casa 
hay un efod, terajim y una imagen 
tallada y chapeada? Ved vosotros 
lo que se ha de hacer.» 16 Pasaron 
adelante; y entrando en la casa del 
joven levita, la casa de Mica, le pre¬ 
guntaron por su salud. 16 Los seis¬ 
cientos hombres de los hijos de Dan, 
armados en guerra, se quedaron a la 
entrada de la puerta. 17 Subieron los 
cinco exploradores y entraron para 
apoderarse del efod, de los terajim 
y de la imagen chapeada, mientras 
estaba el sacerdote a la entrada de 
la puerta con los seiscientos hombres 
armados en guerra. 18 Después que, 
entrando en la casa de Mica, se apo¬ 
deraron del efod, de los terajim y de 
la imagen tallada y chapeada, les 
dijo el sacerdote: «¿Qué hacéis?» 
19 Ellos le dijeron: «Cállate, ponte la 
mano a la boca, vente con nosotros, 
y serás nuestro padre y nuestro sacer¬ 
dote. ¿Qué te es mejor, ser sacerdote 
de la casa de un solo hombre o serlo 
de una tribu y de las familias de 
Israel?» 20 Alegrósele al sacerdote el 
corazón; y cogiendo el efod, los tera¬ 
jim y la imagen tallada, se fué con 
aquella gente. 21 Pusiéronse en marcha 
de nuevo, llevando por delante a los 
niños, a los animales y las cosas de 
precio; 22 y estaban ya lejos de la 
casa de Mica, cuando éste y los 
hombres que habitaban las casas ve¬ 
cinas de la de Mica se reunieron para 
salir en persecución de los hijos de 
Dan. 23 Gritaron a los hijos de Dan; 
y éstos, volviendo la cara dijeron a 
Mica: «¿Qué te ocurre, para que nos 
vengas dando voces?» 24 El contestó: 
«Mis dioses, los que vo he hecho, me 
los habéis quitado junto con el sacer¬ 
dote y os marcháis. ¿Qué me queda 
entonces? Y todavía me preguntáis 
qué me ocurre?» 26 Dijéronle los 
hijos de Dan: «No nos hagas oír 
más tu voz, si no quieres que hom¬ 
bres irritados se arrojen sobre vos¬ 
otros y pierdas tu vida y la de los 
de tu casa.» 26 Prosiguieron los hijos 








JUECES. 19 


de Dan su camino; y Mica, viendo 
que eran más fuertes que él, se volvió 
y tornó a su casa. 27 Lleváronse, pues, 
lo que había hecho Mica y al sacer¬ 
dote que tenía; y marcharon contra 
Lais, contra el pueblo tranquilo y 
confiado, y los pasaron a filo de es¬ 
pada y prendieron fuego a la ciudad. 
28 No hubo quien la librara, por lo 
lejos que estaba Sidón y por no tener 
relación con nadie. Estaba en el valle 
que se extiende hacia Bet Rejobot. 
Los hijos de Dan reedificaron la ciu¬ 
dad y habitaron en ella, 29 y la llama¬ 
ron Dan, del nombre de su padre, 
hijo de Israel, pero antes se llamaba 
Lais. 


Culto siicríleyo e ilegítimo en Dan. 

30 Los hijos de Dan se erigieron la 
imagen tallada de Mica; y Jonatán, 
hijo de Gersón, hijo de Moisés, él 
y sus hijos, fueron sacerdotes de la 
tribu de Dan, hasta el tiempo de la 
cautividad del arca 31 Permaneció 
entre ellos la imagen tallada de Mica, 
que él se había hecho, todo el tiempo 
que estuvo en Silo la casa de Dios (1). 


Crimen de lo» de Gtieba de 
Uenjamín* 

| Q 1 2 Sucedió por aquel tiempo, 

■ ' cuando no había rey en Israel, 
que un levita, que peregrinaba en el 
límite septentrional de los montes 
de Efraím, tomó por mujer a una 
concubina de Belén de Judá (2). 
2 Fuélc infiel la concubina y le dejó, 
para irse a la casa de su padre, a 
Belén de Judá, donde se estuvo por 
espacio de cuatro meses. 3 Su marido, 
llevando consigo un mozo y dos asnos, 
se encaminó a donde ella estaba, 

(1) El objeto de este pasaje parece ser 
damos el origen histórico del santuario que, 
contra la ley, erigieron los danitas en la ciudad 
de Lais, en el cual puso después Jeroboam uno 
de los becerros que alzó; la gran prevaricación 
con que Jeroboam hizo prevaricar a Israel. 
(I. Reg. 12. 28.) 

(2) Los episodios que a continuación se 

relatan muestran cuánto había cundido en 

Israel la corrupción; hasta llegar a ser Gueba 

una nueva Sodoma. Este crimen lo castiga 

la ley con la muerte. El haber aprobado toda la 

tribu a la ciudad criminal, agrava todavía el 

pecado (Rom. i. 32), y explica lo cruento de 

la represión, que llega casi al total exterminio 

de Benjamín. 


2(51 

para hablarla al corazón y reducirla. 
Hízole entrar ella en la casa de su 
padre, 4 que al verle, salió muy con¬ 
tento a recibirle. Instóle su suegro, 
el padre de la joven, y se quedó allí 
por tres días, comiendo, bebiendo y 
pasando la noche allí. 5 Al cuarto 
día se levantó de mañana y se dis¬ 
puso a marchar; pero el padre de la 
joven dijo a su yerno: «Toma antes 
un bocado de pan, para refocilarte, y 
luego partirás.» 6 Sentáronse ambos 
y comieron y bebieron; y el padre 
de la joven dijo al marido: «Anda, 
quédate hoy a pasar aquí la noche 
alegremente.» 7 Levantóse el marido 
para marcharse, pero le instó aún 
su suegro, y se quedó a pasar la 
noche allí. 8 Levantóse de mañana 
el día quinto, para emprender la 
marcha; y le dijo el padre de la joven: 
«Anda, toma un refrigerio y diferid 
la marcha hasta el caer del día»; 
y se pusieron a comer juntos. 9 Le¬ 
vantóse el marido para marcharse él, 
la concubina y el mozo; pero el suegro, 
el padre de la joven, le dijo: «Mira, 
comienza ya a caer la tarde; anda, 
pasad la noche aquí, que el día se 
acaba ya; pasa aquí la noche, que 
se te alegre el corazón, y mañana os 
levantáis bien temprano, para vol¬ 
veros a tu casa.» 10 El marido rehusó 
pasar allí la noche, se levantó y partió. 
Llegó frente a Jebús, que es Jeru- 
salén, con el par de asnos y la con¬ 
cubina. 11 Cuando estaban cerca de 
Jebús, el día había ya bajado mucho, 
y dijo el mozo a su amo: «Será mejor 
que nos desviemos hacia la ciudad de 
los jebuseos, para pasar allí la noche.» 
12 El amo le respondió: «No, no torce¬ 
remos hacia una ciudad extraña, en 
la que no hay hijos de Israel; 13 lle¬ 
guemos a Gueba»; y añadió: «Anda, 
vamos a acercarnos a uno de esos 
dos lugares, y pasaremos la noche 
en Gueba o en Rama.» 14 Prosiguie¬ 
ron la marcha, y al ponerse el sol 
llegaron cerca de Gueba, que es de 
Benjamín. 16 Tomaron, pues, hacia 
allá, para pasar la noche en Gueba. 
Entraron y se sentaron en la plaza 
de la ciudad; y no hubo quien los ad¬ 
mitiera en su casa, para pasar en ella 
la noche. 18 Llegó en esto un anciano, 
que venía de trabajar en el campo; era 
un hombre de los montes de Efraím, 
que se hallaba en Gueba; los habitantes 
del lugar eran benjaminitas. 17 Cuando, 
al levantar los ojos, vió al viajero en 
la plaza de la ciudad, le dijo: «¿A 










262 


JUECES, 20 


dónde vas y de dónde vienes?» 18 El 
le contestó: «Vamos de Belén de Judá 
al límite septentrional de los montes 
de Efraím, de donde soy yo. Había 
ido a Belén de Judá y voy a mi casa, 
pero nadie me admite en su casa. 
19 Sin embargo, tenemos paja y fo¬ 
rraje para los asnos, y también pan 
y vino para mí, para tu sierva y para 
el mozo que acompaña a tus siervos; 
no necesitamos nada.» 20 El anciano 
le dijo: «Sea contigo la paz; de cnanto 
te es necesario te proveeré yo; no 
te quedes en la plaza.» 21 Hízolos 
entrar en su casa y dió forraje a los 
asnos. Laváronse los pies los viajeros, 
y después comieron y bebieron. 
22 Mientras estaban refocilándose, los 
hombres de la ciudad, gente perversa, 
aporrearon fuertemente la puerta, 
diciendo al anciano, dueño de la 
casa: «Sácanos al hombre que ha 
entrado en tn casa, para que le 
conozcamos.» 23 El dueño de la casa 
salió a ellos y les dijo: «No, hermanos 
míos, no hagáis tal maldad, os lo 
pido: pues que este hombre ha entrado 
en mi casa, no cometáis semejante 
crimen. 24 Aquí están mi hija, que 
es virgen, y la concubina de él: yo 
os las sacaré fuera, para que abuséis 
de ellas y hagáis con ellas como bien 
os parezca; pero a este hombre no 
le hagáis semejante infamia.» 25 Aque¬ 
llos hombres no quisieron escucharle; 
y entonces el levita cogió a su con¬ 
cubina y la sacó fuera.» La cono¬ 
cieron y estuvieron abusando de ella 
toda la noche, hasta la mañana, 
dejándola al romper la aurora. 26 Al 
venir la mañana, cayó la mujer a la 
entrada de la casa donde estaba su 
señor, y allí quedó hasta que filé 
de día. 27 Su marido se levantó de 
mañana y abrió la puerta de la casa, 
para salir y continuar su camino; 
y vió que la mujer, su concubina, 
estaba tendida a la entrada de la 
casa, con las manos en el umbral. 
28 El le dijo: «Levántate y vámonos»; 
pero nadie respondió. Púsola enton¬ 
ces el marido sobre su asno, y partió 
para su lugar. 29 Llegado a su casa, 
cogió un cuchillo y la concubina, 
y la partió miembro por miembro, 
en doce trozos, que mandó por toda 
la tierra de Israel. 30 A su vista, 
dijeron todos: «Jamás ha sucedido 
cosa parecida, ni se ha visto tal, 
desde que los hijos de Israel subieron 
de Egipto, hasta hoy: miradlo bien, 
deliberad v resolved.» 


OA 1 Salieron, pues, los hijos de 
Israel, desde Dan hasta Ber- 
seba y la región de Calad, y se reunie¬ 
ron como un solo hombre en Masía, 
delante de Yave. 


Guerra de Israel contra Benjamín. 

2 Los jefes de todo el pueblo y 
todas las tribus de Israel estuvieron 
presentes en la asamblea del pueblo 
de Dios; cuatrocientos mil hombres de 
a pie, armados. 3 Supieron los de 
Benjamín que los hijos de Israel 
habían subido a Masía. Los hijos de 
Israel dijeron: «Sepamos cómo se ha 
cometido el crimen.» 4 Tomó enton¬ 
ces la palabra el levita, marido de 
la mujer que había sido muerta, y 
dijo: «Yo había entrado en Cneba 
de Benjamín con mi concubina, para 
pasar allí la noche. 5 Los habitantes 
de Gueba se levantaron contra mí 
y rodearon de noche la casa donde 
estaba, con intención de matarme. 
Hicieron fuerza a mi concubina, que 
murió. 6 La cogí y la corté en trozos, 
que mandé por todo el territorio de 
la heredad de Israel, porque han 
cometido un crimen infame en Israel. 

7 Todos estáis aquí, hijos de Israel: 
deliberad y decidid aquí misinos 

8 Y poniéndose el pueblo todo en 
pie, como un solo hombre, dijeroiu 
«No vuelva nadie a sus tiendas ni 
se vaya nadie a su casa. 9 Lo que hay 
que hacer con Gueba, es ir contra 
ella a la,suerte. 10 Tómense de tedas 
las tribus de Israel diez hombres 
por cada ciento, ciento de cada inil 
y mil de cada diez mil, que vayan en 
busca de víveres para la gente; y 
cuando estén de vuelta, que sea 
tratada Gueba de Benjamín, con¬ 
forme con toda la infamia que ha 
cometido en Israel.» 11 Quedáronse, 
pues, reunidos en torno a la ciudad 
todos los hijos de Israel, unidos como 
un solo hombre. 12 Habían enviado 
las tribus de Israel mensajeros a 
todas las familias de Benjamín, que 
les dijeran: «¿Qué crimen es éste 
que se ha cometido entre vosotros? 
13 Entregad luego a los perversos 
de Gueba para que les demos muerte, 

r extirpemos el mal de en medio de 
srael»; pero los benjaminitas no 
accedieron a la demanda de sus her¬ 
manos, los hijos de Israel; 14 y saliendo 
de sus ciudades, se reunieron en 
Gueba para combatir contra los hijos 








JUECES, 20 


203 


de Israel. 16 Los hijos de Benjamín, 
que salidos de sus ciudades se reunie¬ 
ron entonces en Gucba, fueron vein¬ 
tiséis mil hombres de guerra, sin 
contar los habitantes de Gueba. 10 Ha¬ 
bía, de entre éstos, setecientos hom¬ 
bres escogidos, zurdos, todos capaces 
de lanzar con la honda una piedra 
contra un cabello, sin errar el blanco. 
17 El número de los hijos de Israel 
reunidos, no contando a los de Ben¬ 
jamín, fué de cuatrocientos mil; todos 
hombres de'guerra. 

18 Levantáronse, pues, los hijos de 
Israel y subieron a Betel, y consultan¬ 
do a Dios, preguntaron: «¿Quién subirá 
primero a combatir a los hijos de 
Benjamín?» Respondió Yave: «Judá 
subirá el primero.» 19 Pusiéronse en 
marcha de mañana los hijos de Israel, 
y acamparon contra Gueba. 20 Avan¬ 
zaron los hijos de Israel, para com¬ 
batir a los de Benjamín, y se pusieron 
en orden de batalla contra ellos, de¬ 
lante de Gueba. 21 Salieron los hijos 
de Benjamín de Gueba, y echaron 
por tierra en aquel día a veintidós mil 
hombres de Israel. 22 Los hombres de 
Israel luciéronse fuertes y presen¬ 
taron nuevamente batalla en el mismo 
lugar donde se pusieron el primer 
día; 23 habían subido antes a llorar 
ante Yave, hasta la tarde, y habían 
consultado, diciendo: «¿Marchamos 
todavía a combatir a Benjamín, nues¬ 
tro hermano?»; y Yave había res¬ 
pondido: «Marchad contra él.» 24 Acer¬ 
cáronse, pues, los hijos de Israel a los 
hijos de Benjamín el segundo día; 
25 y salieron a su encuentro de Gueba 
los hijos de Benjamín, y echaron 
por tierra esta vez a dieciocho mil 
hombres de los hijos de Israel, todos 
hombres de guerra. 26 Subió todo 
el pueblo, todos los hijos de Israel, a 
Betel; y allí lloraron ante Yave, ayu¬ 
naron aquel día hasta la tarde, y ofre¬ 
cieron holocaustos y hostias pacíficas 
ante Yave. Luego consultaron a Yave. 

Derrota y casi total extinción de 
los benjaminitas. 

27 Por entonces estaba en Silo el 
arca de la alianza de Dios; 28 y Fines, 
hijo de Eleazar, hijo de Arón, servía 
ante ella. Preguntaron pues: «¿Mar¬ 
charé todavía otra vez para combatir 
a los hijos de Benjamín, mi hermano, 
o debo desistir?» Yave respondió: 
«Marcha, que mañana lo pondré en 
tu mano.» 29 Israel puso en torno a 


Gueba una emboscada; 30 y al tercer 
día subieron los hijos de Israel contra 
los hijos de Benjamín, y se ordenaron 
en batalla ante Gueba, como las 
otras veces. 31 Los hijos de Benjamín 
salieron al encuentro del pueblo, 
dejándose arrastrar lejos de la ciudad. 
Comenzaron a herir y matar gente 
en el campo, como las otras veces, 
en los dos caminos, de los cuales el 
uno sube a Betel y el otro a Gabata, 
unos treinta hombres de Israel. 32 Los 
hijos de Benjamín se decían: «Derro¬ 
tados ante nosotros como antes.» 
Y los hijos de Israel dijeron: «Huya¬ 
mos y atraigámoslos sobre estos cami¬ 
nos, lejos de la ciudad; y abando¬ 
nando todos sus posiciones, se pusie¬ 
ron en orden de batalla en Baal 
Tamar. 33 Los emboscados de Israel, 
al occidente de Gueba, se echaron 
fuera de su puesto; 34 y llegaron 
contra Gaba diez mil hombres esco¬ 
gidos de todo Israel. El combate fué 
duro, pues los hijos de Benjamín 
no se dieron cuenta del gran desastre 
que les amenazaba. 36 Yave batió 
a Benjamín ante Israel, y los hijos 
de Israel mataron aquel día veinti¬ 
cinco mil cien hombres de Benjamín, 
hombres de guerra. 30 Viéronse derro¬ 
tados los hijos de Benjamín, y se 
dieron cuenta de que Israel había 
cedido terreno ante ellos porque con¬ 
fiaba en la emboscada que había 
puesto contra Gueba. 37 Los embos¬ 
cados se echaron rápidamente sobre 
la ciudad, y avanzando contra ella, 
la pasaron a filo de espada. 38 Los 
hijos de Israel habían convenido con 
los de la emboscada en una señal, 
diciendo: «Haced subir de la ciudad 
una gran nube de humo.» 39 Al verla, 
los hijos de Israel simularon la fuga. 
Los de Benjamín habían ya matado 
unos treinta hombres y se decían: 
«Helos ahí batidos ante nosotros, 
como en la primera batalla.» 40 Cuan¬ 
do la nube de humo comenzó a al¬ 
zarse como una columna sobre la 
ciudad, volvieron los ojos atrás y 
vieron que toda la ciudad subía 
en fuego hacia el cielo. 41 Diéronles 
entonces la cara los hijos de Israel; 
y .los de Benjamín, aterrados ante 
el desastre que se les venía encima, 
42 volvieron las espaldas ante los 
hijos de Israel y emprendieron la 
huida, camino del desierto; pero la 
batalla los apretaba y los que venían 
de la ciudad los exterminaron. 43 Cer¬ 
caron a Benjamín, le persiguieron 










JUECES, 21 


sin descanso, le aplastaron, hasta el 
oriente de Gueba. 44 Dieciocho mil 
hombres cayeron de Benjamín, todos 
gente valiente. 45 De entre los que 
huían hacia el desierto, hacia la 
roca de Remón, mataron los de Israel 
por las subidas cinco mil, y siguieron 
persiguiéndolos hasta Guidom y ma¬ 
taron otros dos mil. 46 El número 
total de los de Benjamín que pere¬ 
cieron aquel día fue de veinticinco 
mil hombres de guerra, todos valien¬ 
tes. 47 Seiscientos hombres, de los 
que emprendieron la huida hacia el 
desierto y pudieron llegar a la roca 
de Remón, permanecieron allí du¬ 
rante cuatro meses. 48 Los hijos de 
Israel se volvieron sobre Benjamín 
y pasaron a filo de espada las ciuda¬ 
des, hombres y ganados y todo cuanto 
hallaron, e incendiaron cuantas ciu¬ 
dades encontraron. 

1 Los hombres de Israel habían 
~ I jurado en Masía, diciendo: «Nin¬ 
guno de nosotros dará por mujer su 
hija a uno de Benjamín.» 2 Vino el 
pueblo a Betel y estuvo allí ante 
Dios toda la tarde. Alzando su voz, 
lamentábase grandemente, diciendo: 
3 «¿Por qué, joh Yave, Dios de Is¬ 
raelí, ha sucedido que en Israel 
venga hoy a faltar una tribu?» 4 Al 
día siguiente, levantándose de ma¬ 
ñana, alzaron allí un altar, ofrecieron 
holocaustos y hostias pacíficas, 5 y 
se preguntaron: «¿Quién de entre las 
tribus de Israel no ha subido a la 
asamblea de Yave?» Porque habían 
jurado solemnemente contra quien 
no subiera ante Yave a Masía, di¬ 
ciendo: «Será castigado con la muerte.» 

6 Los hijos de Israel se compadecían 
de Benjamín y se decían: «Hoy ha 
sido amputada de Israel una tribu. 

7 ¿Qué haremos por ellos, para pro¬ 
curar mujeres a los que quedan? 
Porque hemos jurado por Yave no 
darles por mujeres nuestras hijas.» 

8 Dijcronse, pues: «¿Hay alguno entre 
las tribus de Israel que no haya 
subido ante Yave a Masía?» Y nin¬ 
guno de Jabes Calad había venido 
al campo, a la asamblea. 9 Hicieron 
un recuento del pueblo, y no se halló 
ninguno de Jabes Galad. 10 Entonces 
envió contra ellos la asamblea doce 
mil hombres de los más valientes, 
con esta orden: «Id, y pasad a filo 
de espada a los habitantes de Jabes 
Galad, con sus mujeres v niños. 
11 Pero habéis de hacer así: Anatema¬ 


tizad a todo hombre y a toda mujer 
que haya conocido varón.» 12 Halla¬ 
ron entre los habitantes de Jabes 
Galad cuatrocientas jóvenes vírgenes, 
que no habían conocido varón com¬ 
partiendo su lecho, y las llevaron al 
campo de Silo en la tierra de Canán. 

13 Mandó entonces toda la asamblea 
mensajeros que hablaran a los hijos 
de Benjamín, que estaba en la roca 
de Remón, y les ofrecieran la paz. 

14 Volvieron los de Benjamín enton¬ 
ces, y se les dieron por mujeres las 
que habían sobrevivido de las mu¬ 
jeres de Jabes Galad, pero no hubo 
bastantes. 15 El pueblo se compadecía 
de Benjamín, porque había abierto 
Yave una brecha en las tribus de 
Israel; 16 y los ancianos de la asam¬ 
blea se preguntaron: «¿Cómo hare¬ 
mos para procurar mujeres a los de 
Benjamín, puesto que sus mujeres 
han sido muertas? 17 Y decían: 
«Quede en Benjamín la heredad de 
los que han escapado, para que no 
desaparezca una de las tribus de 
Israel; 18 pero nosotros no podemos 
darles por mujeres nuestras hijas, 
porque los hijos de Israel han jurado 
diciendo: Maldito quien dé a los de 
Benjamín su hija por mujer. 19 Y 
dijeron: «Cerca está la fiesta de Yave, 
que de año en año se celebra en Silo» 
—ciudad situada al norte de Betel, 
al oriente del camino que de Betel 
sube a Siquem, y al mediodía de 
Lebona—. 20 Y dieron a los de Ben¬ 
jamín esta orden: p 1 «Id, y poneos 
en emboscada en las viñas. Estad 
atentos; y cuando veáis salir a las 
hijas de Silo, para danzar en coro, 
salís vosotros de las viñas y os lleváis 
cada uno a una de ellas para mujer, 
y os volvéis a la tierra de Benjamín. 
22 Si los padres o los hermanos vienen 
a reclamárnoslas, les diremos: Dejad¬ 
nos en paz, pues con las de Jabes 
Galad tomadas en guerra no ha 
habido una para cada uno, y no 
habéis sido vosotros los que se las 
habéis dado, que, sólo entonces se¬ 
ríais culpables.» 23 Hicieron así los 
hijos de Benjamín, y cogieron de 
entre las que danzaban una cada 
uno, llevándoselas y volviéndose a 
su heredad. Reedificaron las ciudades 
y habitaron en ellas. 

Fuéronse entonces los hijos de 
Israel cada uno a su tribu, a su fami¬ 
lia, volviendo todos a su heredad. 
Ño había entonces rey en Israel, y 
hacía cada uno lo que bien le parecía. 








RUT 








RUT 


I 1 Al tiempo en que gobernaban 
los jueces, hubo hambre en la 
tierra; y salió de Belén un hombre 
con su mujer y dos hijos, para pere¬ 
grinar por los campos de Moab: 
2 Llamábase el hombre Elimelcc, 
la mujer Noemí, y los dos hijos, 
Majalon el uno y Quelyón el otro; 
efrateos, de Belén de Judá. Llegaron 
a los campos de Moab y se estuvieron 
allí. 3 Murió Elimelec, marido de 
Noemí, y se quedó la mujer con los 
dos hijos, 4 que habían tomado mu¬ 
jeres moabitas, una de nombre Oria, 
y la otra Rut. Permanecieron allí 
por unos diez años 5 y murieron 
ambos, Majalón y Quelyón, quedán¬ 
dose la mujer sin hijos y sin marido. 


l*itMlari filial (le Rut. 

6 Levantóse la mujer con sus dos 
nueras para dejar los campos de 
Moab, pues había oído decir en los 
campos de Moab que había mirado 
Yave a su pueblo, dándole pan. 7 Salió 
con las dos nueras del lugar donde 


estaba y emprendió el camino para 
volver a la tierra de Judá. 8 Y dijo 
Noemí á sus dos nueras: «Andad, 
volveos cada una a la casa de vuestra 
madre, y que os haga Yave gracia, 
como la habéis hecho vosotras con 
los muertos y conmigo. 9 Que os dé 
Yave hallar paz cada una en la casa 
de su marido.» Y las besó. Alzando 
la voz pusiéronse a llorar, 10 y le 
decían: «No, nos iremos contigo a 
tu pueblo.» 11 Noemí les dijo: «Vol¬ 
veos, hijas mías; ¿para qué habéis 
de venir conmigo? ¿Tengo por ven¬ 
tura todavía en mi seno hijos, que 
puedan ser maridos vuestros? 12 Vol¬ 
veos, hijas mías, andad. Soy ya 
demasiado vieja para volver a ca¬ 
sarme. Y aunque me quedara todavía 
esperanza, y esta misma noche estu¬ 
viera casada y tuviera hijos, ¿ibais a 
esperar vosotras hasta que fueran 
grandes? 13 Ibais por eso a dejar 
de volveros a casar? No, hijas mías, 
mi pena es más grande que la vues¬ 
tra, porque pesa sobre mí la mano 
de Yave.» 14 Y alzando la voz, se 
pusieron otra vez a llorar. Después 









RUT, 2 


268 


Orfa besó a su suegra, pero Rut 
se abrazó a ella. 15 Noemí le dijo: 
«Mira, tu euñada se ha vuelto a su 
pueblo y a su Dios; vuélvete tú 
como ella.» 16 Rut le respondió: 
«No insistas en que te deje y me vaya 
lejos de ti; donde vayas tú, iré yo; 
donde mores tú, moraré yo; tu pueblo 
será mi pueblo y tu Dios será mi 
Dios; 17 donde mueras tú, allí moriré 
y seré sepultada yo. Que Ya ve me 
eastigue con dureza si algo, fuera de 
la muerte, me separa de ti.» 18 Viendo 
que Rut estaba decidida a seguirla, 
cesó Noemí en sus instancias. 19 Jun¬ 
tas hicieron el camino hasta llegar 
a Belén; y cuando entraron, toda la 
ciudad se conmovió al verlas, y las 
mujeres se decían: «¿Es ésta Noemí?» 
20 Y ella les contestaba: «No me lla¬ 
méis más Noemí; llamadme Mara, 
porque el Omnipotente me ha llenado 
de amargura. 21 Salí con las manos 
llenas, y Ya ve me ha hecho volver 
con las manos vacías. ¿For qué, pues, 
habríais de llamarme más Noemí, 
una vez que Yave da testimonio 
contra mí y me ha afligido el Omni¬ 
potente?» 

22 Así se volvió Noemí con Rut, 
la moabita, su nuera, y vino de los 
campos de Moab, llegando de los 
campos de Moab a Belén cuando 
comenzaba la siega, de las cebadas. 


Casamiento <lo Rut con Boz. 
y jjcnealojjía de David. 

*) 1 Tenía Noemí un pariente, por 
“ parte de su marido Elimelec, 
hombre poderoso, de nombre Boz. 

2 Dijo Rut a Noemí: «Si quieres, iré 
a espigar al campo donde me acojan 
benévolamente»; y Noemí le dijo: 
«Ve, hija mía.» 3 Fué, pues, Rut, y 
se puso a espigar en un campo detrás 
de los segadores. Dióse precisamente 
el caso de que el campo era de Boz, 
el pariente de Noemí; 4 y he aquí 
que vino éste de Belén, para visitar 
a los segadores, a quiepes dijo: «Yave 
sea con vosotros», contestándole ellos: 
«Yave te bendiga.» 6 Y preguntó 
Boz al criado suyo que estaba al 
frente de los segadores: «¿De quién 
es esa joven?»; 6 y él le contestó: 
«Es una joven moabitá, que se ha 
venido con Noemí, de los campos de 
Moab. 7 Me dijo: Déjame espigar 
detrás de los segadores. Desde la 


mañana hasta ahora está aquí, y 
bien poco que ha descansado en la 
cabaña.» 8 Dijo Boz a Rut: «¿Oyes, 
hija mía? No vayas a otros campos a 
espigar ni te apartes de aquí. 9 Unete 
a mis criadas y vete con ellas al 
campo donde se siege. Ya diré a mis 
criados que nadie te toque; y si 
tienes sed, te vas al hato y bebes de 
lo que beban los eriados.» 10 Postróse 
Rut, rostro a tierra, y dijo: «¿De 
dónde a mí, haber hallado gracia a 
tus ojos y serte conocida yo, una 
mujer extraña?» 11 El le contestó: 
«Sé lo que has hecho por tu suegra, 
después de muerto su marido, y 
que has dejado a tus parientes y la 
tierra en que naciste, para venir 
con ella a un pueblo para ti desco¬ 
nocido. 

12 Que Yave te pague lo que has 
hecho y recibas plena recompensa de 
Yave, Dios de Israel, a qukn te has 
confiado* y bajo cuyas alas te has 
refugiado.» 13 Ella le dijo: «Que 
halle yo gracia a tus ojos, mi señor, 
que me has consolado y has hablado 
al corazón de tu sierva, aunque no 
soy yo ni como una de tus siervas.» 
14 A la hora de comer, dijo Boz a 
Rut: «Acércate acá, come, y moja 
tu pan en el vinagre.» Ella se sentó 
al lado de los segadores, y él le dio 
una porción de trigo tostado, de que 
comió ella hasta saciarse, y le sobró; 
y guardando lo que le habia sobrado, 
13 se levantó para seguir espigando; 
Boz mandó a sus criados, dieién- 
doles: «Dejadla espigar también entre 
los haces, sin reñirla, 16 y sacad vos¬ 
otros mismos algunas espigas de las 
gavillas y tiradlas, para que ella las 
recoja, sin decirle nada.» 17 Estuvo 
espigando Rut en el campo hasta por 
la tarde; y después de batir lo que ha¬ 
bía espigado, había como un efa de 
cebada. 18 Cogiólo y se volvió a la 
ciudad, y mostró a su suegra lo que 
había espigado. Sacó también lo que 
había guardado, lo que después de 
comer le sobrara, v se lo dió. 19 Su 
suegra le dijo: «¿Dónde has espigado 
hoy y dónde has trabajado? Bendito 
sea el que se ha interesado por ti.» 
Rut dió a conocer a su suegra donde 
había trabajado, diciendo: «El nom¬ 
bre del hombre en cuyo campo he 
trabajado es Boz»; 20 y dijo Noemí 
a su nuera: «Bendito él de Yave, 
que la gracia que hizo a los vivos 
se la ha hecho también a los muertos»; 
y añadió Noemí: «Es pariente cer- 










RUT, 3, 4 


cano nuestro ese hombre, es de los 
que tienen sobre nosotros el derecho 
del levirato»; 21 Rut añadió: «Tam¬ 
bién me ha dicho: «Sigue con mis 
gentes, hasta que se sieguen todas 
mis cosechas.» 22 Y Noemí dijo a 
Rut, su nuera: «Mejor es, hija mía, 
que vayas con sus criados, no te 
vayan a tratar mal en otro campo.» 
23 Siguió, pues, Rut espigando con 
los criados de Boz, hasta el fin de la 
siega de las cebadas y de los trigos, 
y habitando con su suegra. 

Q 1 Dijo Noemí, la suegra de Rut, 
° a ésta: «Hija mía, voy a procu¬ 
rarte una posición, para que seas 
feliz. 2 Boz, con cuyos criados has 
estado, es pariente nuestro, y esta 
noche va a hacer en su era la limpia 
de la cebada. 3 Lávate, úngete, vís¬ 
tete y baja a la era. Procura que 
no te vea hasta que no haya acabado 
de comer y beber; 4 y cuando vaya 
a acostarse, mira bien dónde se 
acuesta; y entra después, y levantando 
la cubierta de sus pies, te acuestas a 
ellos. El mismo te dirá qué es lo que 
has de hacer.» 6 Ella la respondió: 
«Haré cuanto tú me mandes.» 

6 Bajó, pues, a la era, e hizo todo 
cuanto la había mandado su sue¬ 
gra. 7 Boz comió y bebió y se alegró 
su corazón. Fué a acostarse al ex¬ 
tremo de la hacina, y Rut se acercó 
calladamente, descubrió sus pies y 
se acostó. A medianoche, tuvo el 
hombre un sobresalto; e incorporán¬ 
dose, vió que a sus pies estaba acos¬ 
tada una mujer, 9 y preguntó: «¿Quién 
eres tú?» Ella respondió: «Soy Rut, 
tu sierva; extiende tu manto sobre 
tu sierva, pues tienes sobre ella el 
derecho del levirato.» 10 El dijo; 
«Bendita de Ya ve seas, hija mía; tu 
proceder ha sido a lo último mejor 
todavía que al principio, pues no has 
buscado ningún joven, pobre o rico. 
11 No temas, hija mía, yo haré por 
ti cuanto me digas, pues sabe muy 
bien todo el pueblo que habita dentro 
de las puertas de mi ciudad, que eres 
una mujer virtuosa. 12 Yo tengo 
en verdad el derecho del levirato, 
pero hay otro que es pariente más 
próximo que yo. 13 Pasa ahí la noche, 
y mañana, si él quiere hacer uso 
de su derecho, que lo haga, y si no 
quiere hacerlo, yo lo haré, vive 
Yave. Acuéstate hasta la mañana.» 
14 Quedóse ella acostada a sus pies 
hasta la mañana, levantándose antes 


209 


de que los hombres puedan recono¬ 
cerse unos a otros. El mandó: «Que 
no se sepa que esta mujer ha venido 
a la era.» 15 Y añadió: «Coge el manto 
que te cubre y sostenlo.» Sostúvolo 
ella, y le echó él seis medidas de 
cebada, que le cargó, y ella entró en 
la ciudad. 16 Cuando llegó Rut a casa 
de su suegra, le preguntó ésta: «¿Qué 
has hecho, hija mía?» Ella le contó 
lo que el hombre había hecho por 
ella, 17 y añadió: «Me hadado, además, 
estas seis medidas de cebada, dicién- 
dome: «No vuelvas a casa de tu 
suegra con las manos vacías.» 18 Noemí 
le dijo: «Estate tranquila, hija mía, 
hasta ver cómo acaba la cosa, pues 
ese hombre no descansará hasta ter¬ 
minar hoy mismo este asunto.» 

4 1 Boz subió a la puerta de la 
ciudad y se sentó allí. Vió pasar 
al pariente mencionado y le dijo: 
«Detente y siéntate aquí, fulano.» 
Detúvose el hombre y se sentó. 
2 Llamó Boz a diez de los ancianos de 
la ciudad y dijo: «Sentaos aquí.» 
Una vez sentados, 3 dijo al pariente 
próximo: «Noemí, que ha vuelto de 
la tierra de Moab, vende la porción 
de campo que fué de nuestro her¬ 
mano Elimelec. 4 He querido darte 
cuenta de ello, para decirte: Cóm¬ 
prala si quieres, en presencia de 
los ancianos de la ciudad que están 
aquí sentados. Si quieres usar de 
tu derecho de levirato, usa; y si no 
quieres, manifiéstamelo, para que yo 
lo sepa, pues no liay nadie que antes 
que tú tenga ese derecho; después 
de ti vengo yo.» El respondió: «La 
compraré.» 5 Boz le dij'o: «Al comprar 
a Noemí el campo, tendrás que reci¬ 
bir a Rut, la moabita, por mujer, 
como mujer del difunto, para hacer 
vivir el nombre del difunto en su 
heredad.» 6 El otro respondió: «Así 
no puedo comprarlo, por temor de 
perjudicar a mis herederos. Cóm¬ 
pralo tú, pues yo no puedo hacerlo.» 
7 Había en Israel la costumbre, en 
caso de compra o de cambio, para 
convalidar el contrato, de quitarse 
el uno un zapato y dárselo al otro. 
Esto servía de prueba en Israel. 
8 El pariente próximo había dicho a 
Boz: «Cómpralo tú por tu cuenta.» 
Y se quitó el zapato. 9 Boz dijo a los 
ancianos y a todos los presentes: 
«Testigos sois hoy de que yo compro 
a Noemí cuanto perteneció a Eli¬ 
melec, a Quelyón y a Majalón, 10 y 






270 


RUT, 4 


que tomo al mismo tiempo por mujer 
a Rut, la moabita, mujer de Majalón, 
para que no se borre de entre sus 
hermanos y de la puerta de la ciudad 
el nombre del difunto. Testigos sois 
de ello.» 11 Respondió todo el pueblo 
que estaba en la puerta, y los an¬ 
cianos: «Somos testigos. Haga Yave 
que la mujer que entra en tu casa 
sea como Lia y Raquel, que edifi¬ 
caron la casa de Israel. Que por ella 
seas poderoso en Efrata y tengas 
renombre en Belén. 12 Que sea tu 
casa como la casa de Fares, el que 
Tamar dió a Judá, por la descen¬ 
dencia que de esa joven te dé 
Yave.» 

13 Tomó Boz a Rut y la recibió 
por mujer; y entró a ella y Yave 
la concedió concebir y parir un hijo. 
14 Las mujeres decían a Noemí: 


«Bendito Yave, que no ha consen¬ 
tido que te faltase hoy un redentor. 
Que su nombre sea celebrado en 
Israel. 15 Que sea el consuelo de tu 
alma y el sostén de tu vejez; pues te 
lo ha dado tu nuera, que tanto te 
quiere, y es para ti mejor que siete 
hijos.» 16 Noemí tomó al niño, se 
lo puso al seno y fué su madrina. 
17 Las vecinas le dieron nombre, 
al decir: «A Noemí le ha nacido un 
hijo», y le llamaron Obed. Este fué 
padre de Isaí, padre de David. 18 He 
aquí la posteridad de Fares: Fares 
engendró a Esrom; 19 Esrom engendró 
a Aram; Aram engendró a Aminadab; 
20 Aminadab engendró a Nasón; 
Nasón engendró a Salmón; 21 Salmón 
engendró a Boz; B<>z engendró a 
Obed; 22 Obed engendró a lsaí; e 
lsaí engendró a David. 






SAMUEL 




Dum jnr:: ujir>i i x T)aviJ man fm¡r mm Jaque¡llum >.rnn cjrandia fe 




INTRODUCCION A LOS LIBROS DE SAMUEL 


L OS libros que en la Vulgata, como en la versión griega de los LXX, llevan 
el nombre de 1-11 de los Reyes o de los Reinos, se denominan en hebreo Sa¬ 
muel y forman un solo libro, sin enlace literario con los precedentes. Ha sido 
luego dividido en dos, conforme a la división de las versiones latina y griega. 

Es su argumento uno de los periodos más importantes de la historia hebrea y 
aquel en que salió Israel de su estado de disgregación política para constituir 
una verdadera nación organizada. Se divide en tres partes, según los perso¬ 
najes que en ellas dominan: Samuel (I Sam . I-X1I1), Saúl (X1V-XXX1) 
y David (II Sam. I-XX11). Al fin tenemos también dos capítulos de apén¬ 
dices (XXX11 y XXIV). 

Cuando nació Samuel, ejercía la suprema autoridad en Israel Helí, Sumo 
sacerdote. Por este tiempo comenzaron los filisteos a apretar al pueblo, subiendo 
del llano a la montaña de Judá, Samuel, a título de profeta, sucede a Helí . Su 
autoridad es religiosa y judicial; pero, llegado el caso, hace también la guerra 
contra los invasores. La persistencia de éstos en el ataque induce al pueblo a 
desear un rey que con mano fuerte los defienda . La petición del pueblo de tener 
un rey, «como las demás naciones*, es mirada por Dios y su profeta como una 
protesta contra la organización teocrática que hasta entonces había tenido; pero 
al fin Dios les otorga el rey, que será su vicario y el salvador de Israel. Saúl, 
a pesar de sus proezas contra los ¡ilisteos, es rechazado, por su falta de docilidad 
a las órdenes del profeta, que en nombre de Dios conserva la dirección espiritual 
del reino y del rey . Le sucede David, varón según el corazón de Dios, que es 
considerado como el más grande rey de Israel. En premio a su piedad , le pro- 

18 
































274 


SAMUEL I, 1 


mete Dios la perpetuidad de su dinastía , promesa que implica la promesa me- 
siánica. 

Del autor y de la época de la composición del libro no tenemos noticia cierta . 
Pero sin duda que el autor dispuso de documentos antiguos y muy próximos 
a los sucesos. La historia no está completa , pues no se cuenta de cada perso¬ 
naje más que algunos episodios de su vida. También la cronología es deficiente , 
bastando para darse cuenta de ello considerar que , según ésta , Heli juzgó a 
Israel cuarenta años (I Sam. 4. 18); David reinó cuarenta años (II Sa?n. 5. 4.). 
Y nos faltan los años de Samuel y Saúl. (Cfr. Intr. Is. Arist.) 


SAMUEL I 


Ana. 

| 1 Había en Ramataiin Sofim, en 
los montes (te Efraím, un hombre 
llamado Eleana, hijo de Jeroam, 
hijo de Eliú, hijo de Toú, hijo de Sur, 
efrateo. 2 Tenía dos mujeres, de 
nombre una Ana y otra Penena. 
Penena tenía hijos, pero Ana era 
estéril. 3 Subía de su ciudad este 
hombre de año en año, para adorar a 
Yare Scbaot, y ofrecerle sacrificios 
en Silo. Estaban allí los dos hijos de 
Helí, Ofni y Fines, sacerdotes de 
Yare. 4 El día en que ofrecía Elcana 
su sacrificio, daba a Penena, su mujer 
su porción y la de sus hijos e hijas. 
6 A Ana le daba solamente una por¬ 
ción; pues aunque amaba mucho a 
Ana, Yavc había cerrado su útero. 
6 Irritábala su rival y la exasperaba, 
por haberla Yavc hecha estéril. 7 Así 
hacía cada año cuando subían a la 
casa de Ya ve, y siempre la morti¬ 
ficaba del mismo modo. Ana lloraba 
y no comía. 8 Elcana, su marido, 
le decía: «Ana, ¿por qué lloras y no 
comes? ¿Por qué está triste tu cora¬ 
zón? No soy yo para ti mejor que 
diez hijos?» 


El voto tic Ano. 

8 Un año, después que hubieron 
comido y bebido en Silo, se levantó 
Ana. Helí, el sacerdote, estaba sen¬ 
tado en una silla ante la puerta del 
tabernáculo de Yave. 10 Ella, amar¬ 
gada el alma, oraba a Yave, llorando 
muchas lágrimas, 11 e hizo un voto 
diciendo: «jOh Yave Sebaotl, si te 


dignas reparar en la angustia de tu 
esclava, y te acuerdas de mí y no 
te olvidas de tu esclava, y das a tu 
esclava hijo varón, yo lo consagraré 
Yave por todos los "días de su vida, 
v no tocará la navaja a su cabeza.» 
12 Mientras así oraba reiteradamente 
a Yave, Helí la estaba mirando la 
cara. 13 Ana hablaba para sí, movien¬ 
do los labios, pero sin que se oyera 
su voz, y Heli la tomó por ebria 
14 y le dijo: «¿Hasta cuándo te va a 
durar la embriaguez?; anda a que 
se te pase el vino.» 15 Ana contestó: 
«No, mi señor, soy una mujer que 
tiene el corazón afligido. No he bebi¬ 
do vino ni otro ningún licor inebrian¬ 
te; es que estaba derramando mi 
alma ante Yave. 16 No tomes a tu 
sierva por una mujer cualquiera. 
Lo grande de mi dolor y mi aflieión, 
exponía yo de ese modo.» 17 Díjole 
entonces Heli: «Vete en paz, y que 
el Dios de Israel te otorgue lo que 
tanto le has pedido.» 18 Ella le dijo: 
«Que halle gracia a tus ojos tu sierva.» 
Fuése y comió, y no hizo ya la cara 
de antes. 19 Levantáronse de mañana, 
y después de postrarse ante Yave se 
marcharon, volviendo a su casa, a 
Rama. 


IVaoiiniento de Samuel. 

Eleana conoció a Ana, su mujer, 
y Yave se acordó de ella. 20 Al volver 
del tiempo, había concebido y parido 
Ana un hijo, al que puso por"nombre 
Samuel, porque a Dios se lo había 
pedido; 21 y subió Eleana con toda 
sil casa a sacrificar a Yave el saeri- 








SAMUEL I, 2 


275 


ficio anual' y cumplir sus votos. 22 Ana 
no subió, sino que dijo a su marido: 
«Cuando el niño se haya destetado 
yo le llevaré, para presentárselo a 
Yave y para que se quede ya allí 
para siempre.» 23 Elcana, su marido, 
le dijo: «Haz lo que mejor te parezca. 
Quédate hasta que le destetes; en 
verdad que Yave ha cumplido su 
promesa.» Quedóse la mujer en casa, 
amamantando a su hijo hasta que 
le destetó. 24 Destetado, le subió 
consigo, llevando un toro de tres 
años, un efa de harina y un ánfora 
de vino, y le condujo a la casa de 
Yave en Silo. El niño era todavía 
pequeñito. 25 Inmolaron el toro, y 
llevaron el niño a Helí. 26 Ana le dijo: 
«Oyeme por tu vida, mi señor: Yo 
soy aquella mujer que estuve aquí 
cerca de ti, orando a Yave. 27 Este 
niño le pedía yo, y Yave me ha con¬ 
cedido lo que pedí; 28 también ahora 
quiero yo dárselo a Yave, por todos 
los días de su vida, para que sea siem¬ 
pre donado a Yave.» Y adoraron allí 
a Yave. 


Cántico de Ana. 

2 1 Oró Ana diciendo: 

«Mi alma salta de júbilo en Yave; 
Yave ha levantado mi frente 
Y ha abierto mi boca contra mis 
enemigos, 

Porque esperé de él la salud. 

2 No hay santo como Yave, 

No hay fuerte como nuestro Dios. 
3 Dejaos de hablar altaneramente; 
No salgan de vuestra boca arro¬ 
gancias, 

Que Yave es Dios sapientísimo, 

Y no se ocultan a su vista las mal¬ 
dades. 

4 Rompióse el arco de los pode¬ 
rosos, 

Ciñéronse los débiles la fuerza, 

5 Los hartos pusiéronse a servir 
por la comida, 

Y se holgaron los hambrientos. 
Parió la estéril siete hijos, 

Y se marchitó la que muchos tenía, 
6 Que Yave da la muerte y da la 
vida, 

Hace bajar al sepulcro y subir de él. 
A uno empobrece o enriquece, 

7 Humilla y exalta, 

8 Levanta del polvo al pobre, 

De la basura saca al indigente, 
Para hacer que se siente entre los 
príncipes, 


Y darle parte en un trono de gloria; 
Pues suyos son los fundamentos 

de la tierra, 

Y él sobre ellos puso el orbe. 

0 El atiende a los pasos de los pia¬ 
dosos, 

Y los malvados callarán entre ti¬ 
nieblas, 

No vence el hombre por su fuerza. 
10 Aterrados serán los enemigos de 
Yave; 

Desde los cielos tronará contra ellos. 
Yave juzga los confines de la tierra. 
Robustecerá a su rey, 

Y erguirá la frente de su ungido.» 


Los hí]os de Helí. 

11 Volvióse Elcana a Ramata, a 
su casa, y el niño quedó sirviendo 
en el ministerio de Yave, en presencia 
de Helí, sacerdote. 

12 Los hijos de Helí eran hombres 
perversos, que desconocían a Yave 
y las obligaciones de los sacerdotes 
para con el pueblo. 13 Cuando alguno 
ofrecía sacrificios, venía un criado 
del sacerdote, mientras se estaba 
cociendo la carne, con un tenedor 
en la mano; 14 lo metía en la caldera, 
caldero, olla o puchero, y cuanto 
sacaba con el tenedor era para el 
sacerdote. 15 Así hacían con cuantos 
de Israel venían allí a Silo. Aun 
antes de que se quemara el sebo, 
venía el criado del sacerdote y decía 
al que sacrificaba: «Dame la carne 
para asársela al sacerdote; no reci¬ 
birá -de ti carne cocida, sino cruda.» 
16 Y si el hombre le decía: «Espera 
a que se queme el sebo, como siempre, 
y luego cogerás lo que tú quieras»; 
le respondía el criado: «No, tienes 
que dármela ahora mismo, y si no, 
la cojo yo por fuerza.» 17 Muy grande 
era el pecado de aquellos jóvenes ante 
Yave, pues hacían odioso a los hom¬ 
bres el ofrecer ante Yave. 18 Samuel 
ministraba ante Yave, vestido de 
un efod de lino. 19 Hacíale su madre 
un mantito y se lo traía de año en 
año, cuando subía con su marido a 
ofrecer el sacrificio anual. 20 Helí 
bendijo a Elcana y a su mujer, di¬ 
ciendo: «Que te dé Yave hijos de 
esta mujer por el que le pediste.» 

1 Volviéronse ellos a su casa; 21 y 
Yave visitó a Ana, que concibió 
y parió tres hijos y dos hijas. 

El joven Samuel iba creciendo en 

i la presencia de Yave. 22 Helí era 








276 


SAMUEL I, 3 


ya muy viejo, y supo lo que sus hijos 
hacían a todo Israel, y eómo dormían 
con las mujeres que velaban a la 
puerta del tabernáculo de la con¬ 
gregación ( 1 ); 23 y les dijo: «¿Por 
qué hacéis cosas tales y tan malas 
como las que de vosotros he oído 
a todo este pueblo? 24 No, hijos míos, 
que no es bueno lo que de vosotros 
oigo. Estáis haciendo que el pueblo 
de Va ve se aparte de él. 26 Si un 
hombre ofende a otro hombre, está 
de por medio Dios, que puede apla¬ 
car al ofendido; pero si el hombre 
ofende a Yave, ¿de quién puede 
esperar la intervención?» No hicie¬ 
ron caso de lo que les decía su padre, 
pues quería Yave matarlos. 26 Entre 
tanto el niño Samuel iba creciendo, 
y se hacía grato, tanto a Yave como 
a los hombres. 


Predicción de la ruina de la casa 
de llcli. 

27 Vino a Helí un hombre de Dios 
y le dijo: Así habla Yave: «¿No me 
revelé yo claramente a la casa de tu 
padre, cuando eran esclavos en Egipto, 
en la casa del Faraón? 28 Yo me le 
elegí de entre todas las tribus de 
Israel para sacerdote, para que su¬ 
biese al altar a qutmar el incienso 
y para que llevase ante mí el efod. 
Yo di a la casa de tu padre todas las 
combustiones de los hijos de Israel. 
29 ¿Por qué, pues, acoceáis mis víc¬ 
timas, las que yo mandé se ofreciesen 
en mi casa, y tienes en más a tus 
hijos que a mí, engordándoos de lo 
mejor de tedas las oblaciones de 
Israel, mi pueblo? 30 Por eso, he aquí 
lo que dice Yave, Dios de Israel: 
Yo había dicho y repetido a tu casa 
y a la casa de tu padre que minis¬ 
traríais ante mí por siempre; pero 
ahora dice Yave: Lejos de mí eso, 
porque yo honro a los que me honran 
y desprecio a los que me desprecian. 
31 Tiempo vendrá en que yo amputaré 
tu brazo y el brazo de la casa de tu 
padre, de modo que ya no haya nunca 
ancianos en tu casa 32 y siempre veas 
ante ti un rival. Aun en las prospe¬ 
ridades de Israel, no habrá nunca 
ancianos en tu casa. 33 No haré des¬ 
aparecer de mi altar a todos tus des¬ 


(i) Cuál fuera la función que a la pueita 

del tabernáculo ejercían estas mujeres (Véase 

Exod. 38. 8) no podemos determinarlo. 


cendientes, de modo que se consu¬ 
man tus ojos y desfallezca tu alma; 
pero todos los de tu casa morirán 
en edad viril; 34 te servirá de señal 
lo que sucederá a tus hijos Ofni y 
Fines; ambos morirán en el mismo 
día. 35 Yo me suscitaré un sacerdote 
fiel, que obrará según mi corazón 
y según mi alma; le edificaré una 
casa estable, y él andará siempre en 
presencia de mí ungido; 36 y cuantos 
de tu casa queden vendrán a proster¬ 
narse ante él, pidiéndole una moneda 
de plata y un pedazo de pan; y le 
dirán: Haz el favor de colocarme en 
alguna de tus funciones sacerdotales, 
para que tenga un pedazo de pan que 
comer.» 


Primera vi>íón de Samuel. 

Q 1 El joven Samuel ministraba a 
^ Yave en presencia de Helí. Era 
por entonces rara la palabra de Yave, 
y no era frecuente la visión. 2 Un día, 
estando acostado en su lugar Helí, 
cuyos ojos se habían oscurecido y no 
podían ver, cuando todavía 110 se 
había apagado la lámpara de Dios 
en el santuario, 3 Samuel, que dormía 
en el santuario de Yave, donde estaba 
el arca de Dios, 4 oyó la voz de Yave 
que le llamaba: «iSamuell»; él con¬ 
testó: «Heme aquí»; 6 y corrió a Helí, 
y le dijo: «Aquí estoy; me has lla¬ 
mado 1» Helí contestó: «No te he 
llamado, vuelve a acostarte.» Y fué 
a acostarse. 6 Yave llamó otra vez a 
Samuel; y éste se levantó, y vendo 
a donde estaba Helí, le dijo: «Hime 
aquí, pues me has llamado.» Helí 
repuso: «No te he llamado, hijo mío: 
vuélvete y acuéstate.» 7 Samuel no 
conocía todavía a Yave, pues todavía 
no se le había revelado la palabra 
de Yave. 8 Yave volvió a llamar a 
Samuel, por tercera vez; y éste se 
levantó y fué a Helí, y le dijo: «Heme 
aquí, pues que me has llamado.» 
9 Comprendió entonces Helí que era 
Yave quien llamaba al joven, y le 
dijo: «Anda, acuéstate, y si vuelven 
a llamarte, di: «Habla, Yave, que 
tu siervo escucha.» Samuel se fué y 
se acostó en su lugar. 10 Yin o Yave, 
se paró y llamó como las otras veces: 
«¡Samuel, Samuel!» Samuel contestó: 
«Habla, Yave, que tu siervo escucha»; 
11 y dijo Yave a Samuel: «Yov a 
hacer en Israel una cosa, que a cuan¬ 
tos la oigan les retiñirán ¡ nibos oídos. 






SAMUEL I, 4 


277 


12 Entonces cumpliré cuanto a Helí le 
he dicho, todo lo que de su casa le 
he dicho; comenzaré y acabaré. 13 Yo 
le lie dicho que iba a castigar a su 
casa para siempre, por el crimen que 
sabía cometían sus hijos, de hacer 
odiosos los sacrificios, y que él no 
corrigió. 14 Por eso he jurado a la 
casa de Helí que su crimen no será 
expiado, ni con sacrificios ni con obla¬ 
ciones.» 15 Samuel siguió acostado 
hasta la mañana, y después abrió 
las puertas de la casa de Yave. No 
se atrevía a contar a Helí su visión; 
16 pero éste llamó a Samuel, diciendo: 
«Samuel, hijo mío»; y éste contestó: 
«Heme aquí.» 17 Helí le preguntó: 
«¿Qué es lo que te ha dicho Yave? 
Te ruego que no me ocultes nada. 
Que Yave te castigue si me ocultas 
algo de cuanto te ha dicho .» 18 Samuel 
se lo contó todo, sin ocultarle nada; 
y Helí dijo: «El es Yave, haga lo 
que parezca bien a sus ojos.» 

19 Samuel llegó a ser grande, y Yave 
estaba con él y no dejó que cayera 
por tierra nada de cuanto él decía. 
20 Todo Israel, desde Dan hasta 
Berseba, reconoció que era Samuel 
un verdadero profeta de Yave. 21 Yave 
siguió apareciéndosele en Silo. Helí 
estaba ya muy viejo, y los hijos de 
éste seguían por el mismo camino, 
pésimo ante Yave. 


Derrota de Israel, cautiverio del 
nrea y muerte de Helí y sus hijos. 

A 1 Sucedió por entonces que íos 
' filisteos se reunieron para hacer 
la guerra a Israel. Samuel dirigía su 
palabra a todo Israel: Israel salió al 
encuentro de los filisteos para com¬ 
batir. Acamparon cerca de Eben 
Ezcr, y los filisteos estaban acampa¬ 
dos en Afee. 2 Habiendo presentado 
batalla los filisteos contra Israel, se 
empeñó el combate, e Israel fué derro¬ 
tado por los filisteos, que mataron 
en el combate, en el campo, unos 
cuatro mil hombres. 3 El pueblo se 
recogió en el campamento, y los 
ancianos se preguntaron: «¿Por qué 
nos ha derrotado Yave hoy ante los 
filisteos? Vamos a traer de Silo el 
arca de la alianza de Yave, para 
que esté entre nosotros y nos salve 
de Ja mano de nuestros enemigos.» 
4 Mandaron a Silo, y se trajo de allí 
el arca de la alianza de Yave Se- 


baot ( 1 ), que se sienta sobre los 
querubines, y con ella fueron los 
los dos hijos de Helí, Ofni y Fines. 

5 Cuando el arca de la alianza de 
Yave entró en el campamento, todo 
Israel lanzó tan grandes gritos de 
júbilo, que hacían retemblar la tierra. 

6 Oyeron los filisteos el vocerío, y 
dijeron: «¿Qué vocerío es éste tan 
grande que se oye hoy en el campa¬ 
mento de los hebreos?» Y supieron 
que había sido traída al campamento 
el arca de Yave. 7 Atemorizáronse 
los filisteos, y decían: «Ha venido 
Dios al campamento. ]Desgraciados 
de nosotros 1 Cosa tal no había suce¬ 
dido hasta ahora. 8 ¡Desgraciados de 
nosotros! ¿Quién nos librará de la 
mano de esos dioses poderosos? Son 
ésos los que castigaron a Egipto con 
toda suerte de plagas y con pcstel 

9 Esforzaos y sed hombres, filisteos, 
no tengamos que servirles nosotros a 
ellos, como os sirven ellos a vosotros.» 

10 Combatieron, pues, los filisteos, 
y fué derrotado Israel, huyendo cada 
uno a sus tiendas. Fué una gran 
derrota, en la que cayeron de Israel 
treinta mil peones, 11 y fué cogida 
el arca de Dios, y murieron los dos 
hijos de Helí, Ofni y Fines. 12 Un 
hombre de Benjamín, de los huidos 
del campo de batalla, vino corriendo 
a Silo aquel mismo día, con los ves¬ 
tidos desgarrados y la cabeza cu¬ 
bierta de polvo. 13 Cuando llegó, 
estaba Helí sentado en una silla, 
a la vera del camino, cerca de la 
puerta, esperando, pues su corazón 
temblaba por el arca de Dios. Entró 
el hombre en la ciudad para infor¬ 
marla; y toda ella fué un grito. 14 Al 
oírlo Helí, preguntó: «¿Qué ruido, 
qué tumulto es ése?» Entonces vino el 
hombre para darle la noticia. 15 Helí 
tenía noventa y ocho años, sus ojos 
se habían quedado rígidos, y no veía. 
16 El hombre dijo a Helí: «Vengo del 
campo de batalla, de donde he huido 
hoy.» Helí le preguntó: «¿Y qué ha 
pasado, hijo mío?» 17 El le contestó: 
«Israel ha huido ante los filisteos; 
ha habido muchos muertos del pueblo; 
también tus dos hijos, Ofni y Fines, 
han sido muertos, y el arca de Dios 
ha sido tomada.» 18 Apenas hubo 


(i) El arca es el símbolo de la presencia 
de Dios y de su hibitación en medio del pueblo. 
La derrota sufrida por el ejército de Israel 
mueve a éste a llevar al campamento el arca 
de Yave, jefe supremo de los ejércitos de Israel. 










278 


SAMUEL I, 5, 6 


mentado el arca de Dios, cayó Helí 
de su silla hacia atrás, junto a la 
puerta, y se desnucó y murió, pues 
era ya muy anciano y estaba muy 
pesado. Había juzgado a Israel du¬ 
rante cuarenta años. 19 Su nuera, la 
mujer de Fines, estaba encinta, ya 
para dar a luz. Al saber la noticia 
de la toma del arca de Dios, de la 
muerte de su suegro y de su marido, 
se doblegó y parió, pues le sobrevi¬ 
nieron los dolores del parto. 20 Como 
se veía morir, las mujeres que estaban 
junto a ella le decían: «Animo, que 
lias parido un hijo»; pero ella ni 
respondía ni atendía. 21 Llamó al 
hijo, Icabod, 22 diciendo: «Ha pasado 
de Israel la gloria,» por haber sido 
tomada el arca de Dios y por la 
muerte de su suegro y de su marido. 
Ella dijo: «Ha pasado la gloria de 
Israel, porque ha sido tomada el 
arca de Dios.» 


El aren, cu tierra de los filisteos. 

5 1 Cogieron, pues, los filisteos el 
arca (t) de Dios y la llevaron de 
Eben Ezer a Azoto, (i) 2 y la metieron 
en el templo de Dagón y la pusieron 
junto a Dagón (2). 3 Al día siguien¬ 
te, levantándose de mañana, vieron 
los filisteos a Dagón tendido en tierra 
y con la cara contra ella, delante del 
arca de Yavc. Le cogieron, y le vol¬ 
vieron a poner en su sitio; 4 pero al 
otro día, cuando se levantaron, en¬ 
contraron a Dagón tendido en tierra 
boca abajo, y cortadas la cabeza 
y las manos, que yacían en el um¬ 
bral, sin quedar de Dagón más que 
el tronco. 6 Por esto los sacerdotes 
de Dagón, y cuantos entran en el 
templo de Dagón en Azoto, no pisan 
todavía el umbral del templo de 
Dagón. 6 La mano de Ya ve pesó 
grandemente sobre los de Azoto, y 
los desoló e hirió con tumores a Azoto 
y su territorio. 7 Viendo los de Azoto 
lo que pasaba, dijeron: «Que no 
quede entre nosotros el arca del Dios 
de Israel, porque su mano pesa mucho 
sobre nosotros y sobre Dagón, nucs- 

(i) La presencia del arca no produjo los 
efecios que de ella esperaba Israel. Dios quiere 
castigar al pueblo por sus pecados; sin embargo, 
aun en la cautividad del arca, muestra Dios su 
poderío en medio de los filisteos. 

(2) Idolo cuyo cuerpo era de hombre de 

la cintura para arriba, y de pez de la cultura 

para abajo. 


tro dios»; 8 y convocando a todos 
los príncipes de los filisteos para que 
vinieran, se preguntaron: «¿Qué ha¬ 
remos con el arca del Dios de Israel?» 
Ellos contestaron: «Que lleven el arca 
del Dios de Israel a Get.» 9 La lleva¬ 
ron, y la mano de Yavc se dejó sentir 
sobre la ciudad, y hubo en ella gran 
espanto, pues hirió a las gentes de 
la ciudad, pequeños y grandes, ha¬ 
ciendo que les salieran tumores. 10 En¬ 
tonces mandaron el arca de Dios a 
Acarón. Pero en cuanto entró el arca 
de Dios en Acarón, los acaronitas 
se pusieron a gritar: «Han traído aquí 
el arca del Dios de Israel, para que 
nos mate a todos, a nosotros y a 
nuestro pueblo»; 11 y convocaron a 
todos los príncipes de los filisteos, 
que dijeron: «Devolved el arca del 
Dios de Israel; que vuelva a su sitio, 
para que no nos mate a nosotros y a 
nuestro pueblo»; pues había en toda 
la ciudad un terror mortal, y la mano 
de Dios pesaba sobre ella muy fuer¬ 
temente. 12 Los que no morían eran 
heridos de tumores, y los desespera¬ 
dos gritos de la ciudad subían hasta 
el cielo. 


Devolución del arca a Israel. 

6 1 Siete meses estuvo el arca de 
Yavc en la tierra de los filisteos. 
2 Congregaron éstos a sacerdotes y 
adivinos, y les preguntaron: «¿Qué 
hemos de hacer con el arca de Yavc? 
Decidnos cómo hemos de devolverla 
a su sitio.» 3 Ellos respondieron: «Si 
volvéis el arca del Dios de Israel, 
no la mandéis de vacío, y no dejéis 
de hacerle una ofrenda de desagravio; 
si os curáis, sabréis que era su mano 
la que pesaba sobre vosotros sin al¬ 
zarse.» 4 Preguntaron los filisteos: 
«¿Y qué desagravio hemos de ha¬ 
cerle?» Respondieron: «Cinco tumores 
de oro y cinco ratas de oro, según el 
número de los príncipes de los filis 
tcos, pues una misma es la plaga 
que a vosotros y a vuestros prínci¬ 
pes aflige. 6 Haced, pues, una ima¬ 
gen de vuestros tumores y de las 
ratas que asuelan la tierra, y honrad 
al Dios de Israel; quizá deje así 
de hacer sentir su mano sobre vos¬ 
otros, sobre vuestros dioses y sobre 
vuestra tierra. 6 ¿Para qué endurecer 
vuestro corazón, como endurecieron 
¡el suyo Egipto y el Faraón? ¿No tu- 
I vieron que dejar salir a los hijos de 





SAMUEL I, 7 


27*.) 


Israel, después que los hubo casti¬ 
gado? 7 Haced, pues, un carro nuevo, 
tomad dos vacas que estén criando 
y no hayan sido nunca puestas al 
yugo; uncid las vacas al carro, y 
dejad los terneros lejos de ellas, en 
el establo. 8 Coged luego el arca, la 
ponéis sobre el carro, y junto a ella, 
en un cofre, los objetos que haréis 
como ofrenda de desagravio, y la 
devolvéis; que ella se vaya. 9 Seguidla 
con los ojos: si sube por el camino 
de su tierra hacia Bet Sames, será 
que Yavc nos ha infligido tanto mal; 
si no, sabremos que no ha sido su 
mano la que nos ha herido, y que 
esto ha sucedido por casualidad.» 
10 Hiciéronlo así; y tomando dos 
vacas que estaban criando, las un¬ 
cieron al carro y dejaron los terne¬ 
ros en el establo. 11 Pusieron sobre 
el carro el arca de Yave y el cofre, 
con las ratas de oro y la figura de 
sus tumores. 12 Las vacas tomaron 
el camino de Bet Sames y siguieron 
siempre por él; e iban andando y 
mugiendo, sin declinar ni a la dere¬ 
cha ni a la izquierda. Los príncipes 
de los filisteos fueron tras ella, hasta 
llegar al territorio de Bet Sames. 

13 Las gentes de Bet Sames estaban 
segando el trigo en el valle; y alzando 
los ojos, vieron el arca con gran ale¬ 
gría. 14 El carro llegó al campo de 
Josué, betsamita, y se paró en él. 
Había allí una gran piedra, y partie¬ 
ron las maderas del carro y ofrecie¬ 
ron las vacas a Yave en holocausto. 
15 Los levitas, bajando del carro el 
arca de Yave y el cofre que estaba 
junto a ella, los pusieron sobre la 
gran piedra. Las gentes de Bet Sames 
ofrecieron aquel día holocaustos y 
sacrificios a Yave. 16 Los cinco prín¬ 
cipes de los filisteos, después de ver 
esto, se volvieron a Acarón aquel 
mismo día. 

17 Estos son los tumores de oro 
que los filisteos donaron a Yave, 
como ofrenda de desagravio: uno por 
Azoto, uno por Gaza, uno por As- 
calón, uno por Get y uno por Acarón. 
18 También las ratas de oro eran 
según el número de las ciudades de 
los cinco príncipes, tanto de las for¬ 
tificadas como de las no amuralladas 
Testigo la gran piedra, que todavía 
hoy queda en el campo de Josué, 
betsamita, sobre la cual se depuso 
el arca de Yave. 

19 Los hijos de Jeconías no se ale¬ 
graron con las gentes de Bet Sames 


al ver el arca de Yave, e hirió éste 
de entre ellos a setenta hombres. 
El pueblo hizo gran duelo, por ha¬ 
berlos herido Yave con tan* gran 
plaga; 20 y las gentes de Bet Sames 
se decíanf «¿Quién puede estar de¬ 
lante de Yave, este Dios santo? ¿Y a 
dónde habrá de ir, al alejarse de 
nosotros?» 21 Mandaron mensajeros 
a los habitantes de Cariatiarim, para 
que les dijeran: «Los filisteos han de¬ 
vuelto el arca de Yave: bajad para 
subirla con vosotros.» 

7 1 Las gentes de Cariatiarim (1) 

L vinieron y subieron el arca, depo¬ 
sitándola en la casa de Abinadad, que 
está sobre una colina; y consagraron 
a Eliezer, su hijo, para que custodiase 
el arca de Yave. 

Derrota de los filisteos en Masía. 

2 Mucho tiempo pasó, veinte años, 
desde que el arca fué depositada en 
Cariatiarim, y toda la casa de Israel 
gemía. 3 Dijo, pues, Samuel: «Si de 
todo corazón os convertís a Yave, 
quitad de en medio de vosotros los 
dioses extraños y los astartes; ende¬ 
rezad vuestro corazón a Yave y ser¬ 
vidle sólo a él, y él os librará de las 
manos de los filisteos.» 4 Los hijos 
de Israel quitaron todos los Baalcs 
y Astartes, y sirvieron sólo a Yave. 

6 Samuel les dijo: «Congregad a 
todo Israel en Masía, y yo rogaré 
a Yave por vosotros.» 6 Reuniéronse 
en Masía, y sacando agua, la derra¬ 
maron ante Yave; y ayunaron aquel 
día, y clamaban: «Hemos pecado 
contra Yave.» 7 Samuel juzgaba a 
los hijos de Israel en Masía. Ha¬ 
biendo sabido los filisteos que los 
hijos de Israel se habían congregado 
en Masía, subieron sus príncipes con¬ 
tra Israel. Tuvieron miedo de los filis¬ 
teos los hijos de Israel, 8 y dijeron a 
Samuel: «No ceses de clamar por nos¬ 
otros a Yave, nuestro Dios, para que 
nos libre de la mano de los filisteos.» 
9 Samuel tomó un cordero de leche 
y lo ofreció entero en holocausto a 
Yave, y clamó a Yave por Israel, y 
Yave le escuchó. 10 Mientras Samuel 
ofrecía el holocausto, se acercaron los 


(i) Restituida el arca, es llevada a Caria¬ 
tiarim, no a Silo, que no aparece ya más como 
lugar del santuario, probablemente por haber 
sido destruido por los filisteos. (Jer. 7. 12, 14; 
26. 6. 9.) 








SAMUEL 1, 8, 9 


280 


filisteos para atacar a Israel; pero 
Yave hizo tronar muy fuertemente 
aquel día sobre los filisteos y los puso 
en derrota, siendo batidos por los 
hijos de Israel. 11 Los hombres de 
Israel, saliendo de Masfa, persiguie¬ 
ron en derrota a los filisteos hasta 
más abajo de Bet Horón. 12 Samuel 
cogió una piedra y la puso entre Masfa 
y Jesana; la llamó Eben Ezer, diciendo: 
«Hasta aquí nos. socorrió Yave.» 

13 Así humillados, no volvieron los 
filisteos más contra la tierra de Israel; 
y pesó la mano de Yave sobre ellos 
durante toda la vida de Samuel. 
14 Las ciudades que los filisteos habían 
tomado a Israel volvieron a poder de 
éste, desde Acarón hasta Get. Israel 
arrancó de las manos de los filisteos 
su territorio, y hubo también paz 
entre Israel y los amorreos. 


Petición de rey. 

16 Samuel juzgó a Israel todo el 
tiempo de su vida. 16 Cada año hacía 
un recorrido por Betel, Gálgala y 
Masfa, y allí, en todos estos luga¬ 
res, juzgaba a Israel. 17 Volvíase 
luego a Rama, donde estaba su casa, 
y allí juzgaba a Israel. Alzó allí un 
altar a Yave. 

O 1 Cuando envejeció Samuel, puso 
para juzgar a Israel a sus dos 
hijos; 2 el primogénito, de nombre 
Joel, y el segundo, de nombre Abia, 
y juzgaban en Berseba. 3 Pero los 
hijos de Samuel no siguieron los ca¬ 
minos de éste, sino que se apartaban 
de ellos por avaricia, recibiendo pre¬ 
sentes y juzgando injustamente. 4 * Re¬ 
uniéronse todos los ancianos de Israel, 
y vinieron a Samuel en Rama, 6 y 
le dijeron: «Tú eres ya viejo y tus 
hijos no siguen tus caminos; danos 
un rey, para que nos juzgue, como 
todos íos pueblos.» 6 Desagradó a 
Samuel (1) que le dijeran: «Danos 


(i) Hasta ahora el gobierno de Israel 

ha sido puramente teocrático. Sólo Dios gober¬ 

naba m su pueblo, y de cuando en cuando 

suscitaba legados suyos a quienes encomendaba 

funciones de gobierno. Por eso la petición del 

pueblo supone el deseo de mudar la forma de 

gobierno y, por tanto. Dios manda al pro¬ 

feta que acceda a la petición, porque el 

cambio en sí se había hecho casi necesario, para 

que Israel, polínicamente organizado de un 

modo permanente, pudiera rechazar los per¬ 

sistentes ataques de sus enemigos, principal¬ 

mente los filisteos. (Os. 8 . 3 sigs.; 13- 10 , ix.) 


un rey para que nos juzgue», y oro 
ante Yave; 7 pero Yave dijo a Sa¬ 
muel: «Oye la voz del pueblo en 
cuanto te pide, pues no es a ti a 
quien rechazan, sino a mí, para que 
no reine sobre ellos. 8 Como han 
hecho conmigo, desde que los saqué 
de Egipto hasta ahora, dejándome 
para irse a servir a otros dioses, así 
hacen ahora contigo. 9 Escúchalos, 
pues; pero da testimonio contra ellos 
y dales a conocer cómo los tratará 
el rey que reinará sobre ellos.» 10 Sa¬ 
muel transmitió al pueblo que le 
pedía rey todo lo que le había dicho 
Yave, 11 y les dijo: «Ved cómo os 
tratará el rey que reinará sobre vos¬ 
otros: Cogerá a vuestros hijos y los 
pondrá sobre sus carros y entre sus 
¡ aurigas, y los hará correr delante su 
carro. 12 De ellos hará jefes de mil, 
de ciento y de cincuenta; los hará 
labrar sus campos, recolectar sus mie- 
ses, fabricar sus armas de guerra y 
el atelaje de sus carros. 13 Tomará 
a vuestras hijas para perfumeras, co¬ 
cineras y panaderas. 14 Tomará vues¬ 
tros mejores campos, viñas y oliva¬ 
res, y se los dará a sus servidores. 
15 Diezmará vuestras cosechas y vues¬ 
tros vinos, para sus eunucos y servi¬ 
dores. 18 Cogerá vuestros siervos y 
vuestras siervas, vuestros mejores 
bueyes y asnos, para emplearlos en 
sus obras. 17 Diezmará vuestros re¬ 
baños y vosotros mismos seréis es¬ 
clavos suyos. 18 Entonces clamaréis 
a Yave, pero Yave no os oirá.» 19 El 
pueblo desoyó a Samuel, y dijeron: 
«Xo, no, que haya sobre nosotros un 
rey, 20 y así seremos como todos los 
pueblos: nos juzgará nuestro rey, y 
saldrá al frente de nosotros para com¬ 
batir nuestros combates.» 21 Samuel, 
después de oír las palabras del pue¬ 
blo, se las repitió a Yave; 22 y Yave 
le dijo: «Escúchalos y pon sobre ellos 
un rey.» Entonces dijo Samuel al 
pueblo: «Váyase cada uno a su ciu¬ 
dad.» 

Saúl. 

9 1 Había en Benjamín un hombre, 
llamado Quis, hijo de Abicl, hijo 
de Seror, hijo de Bocorat, hijo de 
Afia, de Gucba de Benjamín. Era 
hombre valiente; 2 y tenía un hijo 
de nombre Saúl, robusto y alto. Xo 
había hijo de Israel más alto que él, 
y a todos les sacaba la cabeza. 3 Ex¬ 
traviáronse las asnas de Quis, padre 









SAMUEL I, 10 


L>81 


de Saúl; y dijo Quis a Saúl: «Lleva 
contigo un mozo y vete en busca de 
las asnas.» (i) * * 4 Recorrió los montes de 
Efraím y atravesó la tierra de Salisa, 
sin hallarlas. Recorrieron también la 
región de Saliin, y tampoco estaban 
allí; volvieron a tierra de Benjamín, 
y tampoco las hallaron. 6 Cuando lle¬ 
garon a la región de Suf, dijo Saúl 
al mozo que le acompañaba: «Vamos 
a volvernos, no sea que mi padre, 
más que por las asnas, esté ya in¬ 
tranquilo por nosotros.» 6 El mozo le 
dijo: «Mira, en esta ciudad hay un 
hombre de Dios muy famoso. Cuanto 
él dice seguramente sucede. 7 Vamos, 
pues, allá, que quizá él nos diga eí 
camino que hemos de seguir.» 7 Saúl 
dijo al mozo: «Vamos allá, pero ¿qué 
vamos a llevarle? Ya no hay provi¬ 
siones en las alforjas, y nosotros no 
tenemos nada que podamos ofrecerle 
como presente.» 8 El mozo le dijo: 
«Mira, he encontrado un cuarto de 
sielo de plata; se lo daré al hombre 
de Dios, y él nos indicará nuestro 
camino.» 9 En otro tiempo, en Israel, 
los que iban a consultar a Dios se 
decían unos a otros: «Venid, vamos 
a consultar al vidente»; pues al que 
llaman hoy profeta le llamaban antes 
vidente. 10 Saúl dijo al mozo: «Has 
tenido buena idea, vamos»; y se diri¬ 
gieron a la ciudad, donde estaba el 
hombre de Dios. 11 Cuando subían el 
repecho que conduce a la ciudad, en¬ 
contraron a unas jóvenes que habían 
salido a coger agua, y les pregunta¬ 
ron: «¿Está aquí el vidente?» 12 Ellas 
les respondieron, dieiendo: «Sí, aquí 
está; mira allí delante; pero ve pronto, 
porque ha venido hoy a la ciudad 
por tener el pueblo un sacrificio en 
la altura. 13 En cuanto entréis en la 
ciudad id a verle, antes que suba a 
la altura para la comida, pues el 
pueblo no comerá antes que llegue 
él, que es quien ha de bendecir el 
saerifieio, y después comerán los in¬ 
vitados. Subid, pues, ahora mismo 
y le hallaréis.» 14 Ellos subieron a la 
ciudad. Cuando entraban en ella en¬ 
contraron a Samuel, que salía para 
subir a la altura. 16 Un día antes de 
la llegada de Saúl, había hecho Yave 
una revelación a Samuel, dieiéndole: 
16 «Mañana, a esta hora, yo te man¬ 
daré a un hombre de Benjamín, y tú 
le ungirás por jefe de mi pueblo, de 
Israel, y él librará a mi pueblo de 
la mano de los filisteos, pues he visto 
la humillación de mi pueblo y han 


llegado hasta mí sus clamores.» 
17 Luego que Samuel vió a Saúl, le 
dijo Yave: «Este es el hombre de 
quien te hablé ayer. Este reinará sobre 
mi pueblo.» 18 Saúl se acercó a Sa¬ 
muel dentro de la puerta, y le dijo: 
«¿Harías el favor de indiearme dónde 
está la casa del vidente?» 19 Samuel 
le contestó: «Soy yo el vidente; sube 
delante de mí a la altura y comeréis 
hoy conmigo. Mañana te despediré 
y te diré cuanto tienes en tu corazón. 

20 Por las asnas que hace tres días 
perdiste, no te inquietes, han sido 
halladas. ¿De quién va a ser euanto 
de precioso hay en Israel? ¿No va a 
ser tuyo y de toda la casa de tu padri ?» 

21 Saúl respondió: «¿Pues no soy yo 
benjaminita? ¿No soy yo de la mí¬ 
nima tribu de Israel, de Benjamín, 
y no es mi familia la menor de las 
familias de Benjamín? ¿Por qué me 
dices eso?» 22 Samuel, tomando a 
Saúl y a su mozo, los introdujo en el 
comedor y les dió el primer lugar, a 
la cabeza de los invitados, que eran 
unos treinta hombres. 23 Samuel dijo 
al cocinero: «Dame la porción que te 
mandé pusieras aparte.» 24 El coci¬ 
nero cogió un brazuelo y el rabo y 
lo puso ante Saúl. «Es la porción que 
se te reservaba», dijo a éste Samuel: 
«Ponlo delante de ti y come, pues 
la hice guardar cuando eonvoqué al 
pueblo, para el momento oportuno.» 
Comió Saúl con Samuel aquel día. 

25 Bajaron de la altura a la ciudad, 
y Samuel estuvo hablando con Saúl 
en la terraza, y luego se acostaron. 

26 Al dia siguiente, a la aurora, llamó 
Samuel a Saúl a la terraza, y le 
dijo: «Levántate y te despediré.» Le¬ 
vantóse Saúl y salieron ambos juntos. 

27 Cuando hubieron bajado al extre¬ 
mo de la eiudad, dijo Samuel a Saúl: 
«Dile al mozo que pase delante de 
nosotros.» Tomó el mozo la delantera, 
y dijo Samuel: «Detente ahora, que 
te dé a eonoeer lo que dice Yave.» 


Unción de Saúl. 

1 A 1 Cogió Samuel una redoma de 
1U óleo, la vertió sobre la cabeza 
de Saúl, y le besó diciendo: «Yave 
te unge (l)por príncipe de su here- 


(i) La unción es una consagración. Ade¬ 

más, en Israel la unción del rey vino a tener una 

significación equivalente a lo que nosotros 

decimos coronación. Es signo del especia] 











282 


SAMUEL I, 10 


dad. Tú reinarás sobre el pueblo de 
Yavc y le salvarás de la mano de los 
enemigos que le rodean. Esto te será 
señal de que Ya ve te ha ungido como 
jefe de su heredad: (i) 2 * * Cuando hoy 
me dejes, encontrarás dos hombres 
cerca del sepulcro de Raquel, en tierra 
de Benjamín, al mediodía, que te 
dirán: Las asnas que has ido a bus¬ 
car han parecido, y tu padre no piensa 
ya en ellas, sino en vosotros, y dice: 
¿Cómo haré yo para saber de mi hijo? 

3 Siguiendo tu camino, llegarás a 
la encina de la lamentación de Dé- 
bora, y te encontrarás con tres hom¬ 
bres subiendo a Dios a Betel, y lle¬ 
vando uno tres cabritos, el otro tres, 
panes, y el otro una bota de vino; 

4 después de preguntarte por tu salud, 
te darán dos de los panes, que tú 
tomarás de su mano; 5 luego llegarás 
a Cucha Elohim, donde hay una guar¬ 
nición de filisteos; y al entrar en la 
ciudad te encontrarás con un grupo 
de profetas, bajando del excelso, 
precedidos de salterios, tímpanos, 
flautas y arpas, y profetizando. 6 El 
espíritu de Yave se apoderará de 
tí, y profetizarás con ellos y te 
transformarás en otro hombre. 7 Cuan¬ 
do todas estas señales se hayan 
cumplido en ti, haz lo que te 
venga a mano, pues Dios estará con¬ 
tigo. 8 Baja antes que yo a Gálgalg, 
a donde iré a reunirme contigo, 
para ofrecer holocaustos y sacri¬ 
ficios eucarísticos. Espera siete días, 
hasta que yo vaya y te diga lo que 
has de hacer.» 

9 En cuanto volvió Saúl las espal¬ 
das para apartarse de Samuel, se 
sintió otro, y todas las señales aque¬ 
llas le sucedieron el mismo día. 

10 Cuando llegaron a Gueba encon¬ 
tráronse con un tropel de profetas, 
y le arrebató el espíritu de Dios y se 
puso a profetizar en medio de ellos. 

11 Cuantos de antes le conocían se 
preguntaban: «¿Qué le ha pasado al 
hijo de Quis? jSaúl entre los profe- 
tasl» 12 Uno de los presentes con¬ 
testó: «¿Y quién es el padre de esos 
otros?» Por eso ha quedado en pro¬ 
verbio: «¿También Saúl entre los pro¬ 
fetas?» 13 Cuando hubo acabado de 
profetizar, subió a Gueba. 14 Un tío 
de Saúl preguntó a éste: «¿A dónde 


carácter que en Israel tenía la realeza. No es el 
rey un poder meramente políuco, como en las 
demás naciones, sino el ministro de Dios, 
que vicariamente rige su pueblo. 


habéis ido?» Saúl respondió: «A bus¬ 
car las asnas, pero no las hemos 
visto por ninguna parte y fuimos 
a casa de Samuel.» 15 El tío le 
dijo: «Cuéntame lo que te ha dicho 
Samuel»; 16 .y Saúl respondió: «Nos 
dió a saber que las asnas habían 
parecido»; pero en cuanto a lo del rei¬ 
no, nada le dijo de lo que le había ha¬ 
blado Samuel. 


Elección de Saúl a la suerte. 

17 Samuel convocó al pueblo ante 
Yave en Masía, 18 y dijo a los hijos 
de Israel: «Así habla Yave, Dios de 
Israel: Yo os saque de Egipto; yo 
os he librado de la mano de los 
egipcios y de la de cuantos reyes os 
oprimieron; 19 y vosotros hoy recha¬ 
záis a vuestro Dios, que os ha libra¬ 
do de vuestros males y de vuestras 
aflicciones, y le decís: ¡No, pon sobre 
nosotros un rcyl Presentaos ahora 
ante Yave, por tribus y por fami¬ 
lias» (1). 20 Samuel hizo que Se acer¬ 
casen todas las tribus de Israel, y 
fue sacada la tribu de Benjamín. 
21 Hizo que se acercara la tribu de 
• Benjamín, por familias, y fué elegida 
la familia de Metri; e hizo acercar a 
la familia de Metri, por varones, y 
fué elegido Saúl, hijo de Quis. Bus¬ 
cáronle,. pero no le hallaron. 22 Pre¬ 
guntaron entonces de nuevo a Yave: 
«¿Ha venido?» Y Yave respondió: 
«Está escondido entre los bagajes.» 
23 Corrieron a sacarle de allí, y cuan¬ 
do estuvo en medio del pueblo so¬ 
bresalía de entre todos, de los hom¬ 
bros arriba. 24 Samuel dijo al pueblo: 
«No hay entre todos otro como él.» 
Y el pueblo se puso a gritar «¡Viva 
el rcyl». 25 Entonces expuso San uel 
al pueblo el derecho real y lo esen- 
bió en un libro, que depositó ante 
Yave; 26 y despidió Samuel al pueblo 
todo, cada uno a su casa. 

También Saúl se fué a su casa, a 
Gueba, acompañado de una tropa 
de hombres robustos, cuyos corazo¬ 
nes había tocado Dios. 27 Sin embar¬ 
go, algunos perversos decían: «¿Este 
va a salvarnos?» Y despreciándole, 
no le hicieron presentes. 


(i) Saúl, que había sido ungido en pri¬ 

vado, es ahora públicamente elegido a la suerte, 

que es un medio de que se manifieste la volun¬ 

tad de Dios. (Prov. 16. 33.) 









SAMUEL I, 11, 12 


283 


Derrota de los amonitas y libe¬ 
ración de Jal)cs (¿alad. 

A i 1 Pasó cosa de un mes, y subió 
* * Najas, amonita, y sitió a Ja- 
bes Calad. Los habitantes de Jabes 
dijeron a Najas: «Pacta con nosotros 
y te serviremos.» 2 Pero Najas, amo¬ 
nita, les respondió: «Pactaré, a con¬ 
dición de sacaros a cada uno de 
vosotros el ojo derecho y hacer de 
esto oprobio para todo Israel.» 3 Di- 
jéronle los ancianos de Jabes: «Danos 
tregua de siete días, para mandar 
mensajeros por todo Israel; si no 
viene nadie a socorrernos, nos ren¬ 
diremos a ti.» 4 Vinieron mensajeros 
a Cucha, de Saúl, y contaron al pue¬ 
blo esto, y el pueblo todo alzó la voz 
y lloró. 5 Venía entonces Saúl del 
campo tras de sus bueyes, y pregun¬ 
tó: «¿Qué tiene el pueblo para llorar 
así?» Contáronle lo que decían los 
de Jabes. 6 En cuanto lo oyó, le 
arrebató el espíritu de Yave y se 
encendió en cólera. 7 Cogió un par 
de bueyes, los cortó en pedazos y r 
mandó éstos por todo el territorio 
de Israel, por medio de mensajeros 
que dijeran: «Asi serán tratados los 
bueyes de cuantos no se pongan en 
marcha tras Saúl y Samuel.» El terror 
de Yave cayó sobre el pueblo, que se 
puso en marcha como un solo hombre. 
8 Saúl los revistó en Bezcc; y los hijos 
de Israel eran trescientos mil; los de 
Judá, treinta mil. 9 Dijo a los men- 
sajeios que habían venido de Jabes: 
«Decid a los hombres de Jabes Calad: 
Mañana, a medio día, seréis socorri¬ 
dos.» Los mensajeros llevaron la no¬ 
ticia a los hombres de Jabes, que se 
llenaron de alegría, 10 y dijeron a los 
amonitas: «Mañana nos rendiremos 
a vosotros, para que con nosotros 
hagáis lo que bien os parezca.» 11 Al 
día siguiente, dividió Saúl el pueblo 
en tres cuerpos; y a la vigilia matu¬ 
tina penetraron en el campamento 
de los amonitas y los estuvieron ba¬ 
tiendo hasta la hora de más calor. 
Los que escaparon se dispersaron de 
tal modo, que no quedaron dos hom¬ 
bres juntos. 

12 El pueblo decía a Samuel: «¿Quié¬ 
nes son los que decían: Saúl va a 
reinar sobre vosotros? Entréganos 
esas gentes para que les demos muer¬ 
te.» 13 Pero Saúl dijo: «Nadie será 
muerto hoy, pues hoy ha salvado 
Yave a Israel.» 14 Y dijo Samuel al 
pueblo: «Venid y vayamos a Gál- 


gala, para renovar allí el reino . » 16 Todo 
el pueblo fué a Gálgala, y restablecie¬ 
ron a Saúl rey ante Yave en Gálgala 
y ofrecieron sacrificios eucarísticos, 
dando Saúl y todo el pueblo mues¬ 
tras de gran regocijo. 


Samuel resigna la judicatura. 

19 1 Dijo Samuel a todo Israel: 
* «Ya veis que os he oído en 
cuanto me habéis dicho, y que he 
puesto sobre vosotros un rey. 2 Ahora, 
pues, tenéis ya rey que marche a vues¬ 
tra cabeza. Yo ya soy viejo y he en¬ 
canecido, y mis hijos ahí los tenéis 
entre vosotros, como unos de tantos. 
He estado al frente de vosotros, desde 
mi juventud hasta hoy. 3 Aquí me 
tenéis. Dad testimonio de mí ante 
Yave y ante su ungido. ¿He quitado 
a nadie un buey? ¿He quitado a nadie 
un asno? ¿He oprimido a nadie? ¿He 
perjudicado a nadie? ¿He aceptado 
de nadie presentes que no me dejaran 
ver lo que él hacía? Os lo restituiré.» 
4 Ellos respondieron: «No nos has 
perjudicado, no nos has oprimido, 
de nadie has aceptado nada.» 5 El 
les dijo: «Testigo Yave contra vos¬ 
otros, y lo es también hoy su ungido, 
de que nada habéis hallado en mis 
manos.» El pueblo respondió: «Tes¬ 
tigo.» 6 Samuel añadió: «Yave, que 
hizo a Moisés y Arón y sacó a vues¬ 
tros padres de Egipto, es testigo. 

7 Ahora, pues, poneos delante de 
Yave, que quiero juzgaros ante Yave 
por los beneficios que os ha hecho 
a vosotros y a vuestros padres. 

8 Cuando Jacob con sus hijos entró 
en Egipto y los humillaron los egip¬ 
cios, y vuestros padres clamaron a 
Yave, Yave les mandó a Moisés y 
Arón, que los sacaron de Egipto, y 
los establecieron en este lugar. 9 Pero 
se olvidaron de Yave, su Dios, y éste 
los entregó en manos *de Sisara, jefe 
del ejército de Jasor, en manos de 
los filisteos, en manos del rey de Moab, 
que les hicieron la guerra. i0 Clama¬ 
ron a Yave, diciendo: «Hemos peca¬ 
do, porque hemos abandonado a Yave 
y hemos servido a los Baales y los 
Astartes. Líbranos ahora y nosotros 
te serviremos. 11 Mandóles Yave a 
Jerobaal, Bedan, Jefté y Samuel, y 
os libró de manos de los enemigos 

1 que teníais en torno vuestro, y habéis 
habitado vuestras casas en seguridad. 
1 12 Y ahora, cuando habéis visto que 








281 


SAMUEL i. 13 


Najas, rey de los hijos de Ammón, se 
ponía en" marcha contra vosotros, 
me habéis dicho: No, que reine un 
rey sobre nosotros; cuando Yave, 
vuestro Dios, era vuestro rey. 13 Ahí 
tenéis, pues, el rey que habéis que¬ 
rido y habéis pedido; Yave le ha 
puesto por rey vuestro. 14 Si teméis 
a Yave, si le servís y obedecéis, si 
no sois rebeldes a los mandatos de 
Yave, viviréis vosotros y vuestro 
rey, que reinará sobre vosotros. 
15 Pero si no obedecéis a Yave, si 
sois rebeldes a sus mandatos, tendréis 
contra vosotros la mano de Yave, 
como contra ellos la tuvieron vues¬ 
tros padres. 16 Quedaos todavía, para 
que veáis el prodigio que va a obrar 
Yave a vuestros ojos. 17 ¿No estamos 
en el tierppo de la siega de los trigos? 
Pues yo voy a invocar a Yave, y 
Yave tronará y lloverá, y veréis así 
cuán grande es a los ojos de Yave el 
mal que habéis hecho pidiendo un rey.» 

18 Invocó Samuel a Yave, y aquel 
mismo día dio Yave truenos y lluvia, 
y todo el pueblo tuvo gran temor 
de Yave y de Samuel; 19 y dijeron 
a éste: «Ruega por tus siervos a Yave, 
tu Dios, para que no muramos, pues 
a todos nuestros peeados hemos aña¬ 
dido el de pedirnos un rey.» 20 Samuel 
les dijo: «No temáis; habéis hecho 
todo ese mal, pero no ceséis de seguir 
a Yave y servirle con todo vuestro 
corazón. 21 No os apartéis de él, 
porque será ir tras vanidades que 
no os darían provecho ni ayuda 
alguna, porque de nada sirven. 22 Ya¬ 
ve, por la gloria de su nombre, no 
abandonará a su pueblo, ya que ha 
querido haceros el pueblo suyo. 23 Le¬ 
jos también de mí pecar contra Yave, 
dejando de rogar por vosotros; yo os 
mostraré el camino bueno y derecho. 

24 Temed sólo a Yave, servidle 
fielmente y con todo vuestro cora¬ 
zón, pues ya habéis visto los prodi¬ 
gios que ha hecho en medio de vos¬ 
otros. 25 Pero si perseveráis en el 
mal, pereceréis vosotros y vuestro 
rey.» 

IVueva invasión de los filisteos. 

t o 1 Era Saúl de . (1) años 

cuando comenzó a reinar, y 
había ya reinado dos años sobre 

(i) Ni el texio ni las versiones antiguas 
nos dan el número, que parece haber desapa¬ 
recido. 


Israel. 2 * Saúl eligió para sí tres mil 
hombres de Israel. Dos mil estaban 
con él en Mijmas y sobre el monte 
de Betel, y mil con Jonatán, en Gueba 
de Benjamín. El resto del pueblo 
lo mandó cada uno a su tienda. 
3 Jonatán batió a la guarnición de 
filisteos que había en Gueba; y al 
saberlo dijeron los filisteos: «Se han 
rebelado los hebreos.» Saúl hizo que 
tocasen la trompeta por toda la 
tierra; 4 * y todo Israel supo la no¬ 
ticia: «Saúl ha batido a la guarni¬ 
ción de los filisteos»; e Israel se hizo 
odioso a los filisteos, y fué convo¬ 
cado el pueblo por Saúl a Mijmas. 
5 Reuniéronse los filisteos para com¬ 
batir contra Israel; mil carros y 
seis mil caballeros, y de pueblo un 
número comparable a las arenas del 
mar. Vinieron a acampar en Mijmas, 
al oriente de Bct Horon. 8 Los hom¬ 
bres de Israel- se vieron en gran 
aprieto, pues estaban casi cercados, 
y se ocultaron en las cavernas, en 
la maleza y en las peñas, en las torres 
y en las cisternas; 7 y los de más 
lejos pasaron el Jordán y se inter¬ 
naron en tierra de Gad y de Calad. 


Pecado de Saúl. 

Saúl estaba todavía en Gálgala, 
y la gente que estaba con él se dis¬ 
persaba. 6 Esperó siete días, según 
el término que había fijado Samuel; 
pero Samuel no venía, y la gente se 
dispersaba cada vez más. 9 Entonces 
dijo Saúl: «Traedme el holocausto 
y las hostias pacíficas»; y ofreció el 
holocausto (1). 10 Apenas ofrecido 
el holocausto, vino Samuel y Saúl 
salió a su encuentro para saludarle. 
11 Samuel le dijo: «¿Qué has hecho?» 
Saúl respondió: «Viendo que la gente 
se dispersaba, que tú no venías en 
el término fijado y que los filisteos 
acampaban en Mijmas, 12 me dije: 
Los filisteos van a venir a atacarme 
a Gálgala y yo no lie implorado a 
Yave. Entonces, obligado por la ne¬ 
cesidad, he ofrecido el holocausto.» 
13 Samuel dijo a Saúl: «Has obrado 
neciamente y has desobedecido el 
mandato de Yave, tu Dios. Estaba 


(i) Esia intromisión de Saúl, así como la 

desobediencia en el cumplimiento de la orden 

de Dios, de dar al anatema todo lo de Amalee, 

son muestras de la indocilidad de Saúl, indoci¬ 

lidad que se da como causa de su reprobación 

y del cambio de dinaslía. 











SAMUEL 1, 14 


285 


Yave para afirmar tu reino sobre 
Israel, para siempre; 14 pero ahora 
ya tu reino no persistirá. Ha bus¬ 
cado Yave un hombre según su 
corazón, para que sea jefe de su 
pueblo, porque tú no has cumplido 
lo que Dios te había mandado.» 
15 Levantóse Samuel, y de Gálgala 
subió a Gueba de Benjamín. Saúl 
revistó su tropa, y quedaban con 
él seiscientos hombres. 16 Saúl, Jona¬ 
tán, su hijo, y la gente que con ellos 
quedaba, se apostaron en Gueba de 
Benjamín, mientras los filisteos acam¬ 
paban en Mijmas. 17 Salieron del 
campamento de los filisteos tres tro¬ 
pas en algara, para saquear la tierra. 
Una tomó el camino de Ofra, hacia 
la tierra de Saúl; 18 otra el de Bet 
Horón, y la tercera el de Gueba, 
que domina el valle de Seboim, hacia 
el desierto. 19 No había en toda la 
tierra de Israel herrero alguno, pues 
los filisteos se habían dicho: «Que 
no puedan los hebreos forjar espadas 
ni lanzas.» 20 Todo Israel tenía que 
bajar a tierra de los filisteos, para 
aguzar cada uno su reja, su segur, 
su azadón o su pico. 21 No se disponía 
más que de la lima, para sacar el 
filo a toda clase de segures, tridentes 
y hoces, y para aguzar las aijadas. 
22 Llegado el día del combate, no 
había en mano del pueblo todo que 
estaba con Saúl y Samuel espada ni 
lanza, más que las de Saúl y las de 
Jonatán, su hijo. 23 Los filisteos 
habían salido para guarnecer el paso 
de Mijmas. 


Hazaña «le .Tonnfiín y derrota de 
los filisteos. 

* \ 1 Un día Jonatán dijo a su 
1** escudero: «Anda, vamos a pasar 
al puesto de los filisteos que está 
allí del otro lado.» Nada había dicho 
a su padre. 2 Saúl estaba apostado al 
extremo de Gueba, bajo el granado 
de Magrón, y tenía con él unos seis¬ 
cientos hombres. 3 Ajías, hijo de 
Ajijot, hermano de Icabod, hijo de 
Fines, hijo de Helí, era sacerdote 
de Yave en Silo, y llevaba el efod. 
Tampoco la gente sabía nada de a 
dónde había ido Jonatán. 4 Entre los 
pasos por donde Jonatán tentaba 
llegar al puesto de los filisteos había 
un diente de roca de un lado y otro 
del otro, el uno de nombre Boses y el 
otro Sene. 6 Uno de ellos se alza 


al norte enfrente de Mijmas, y el 
otro al mediodía, enfrente de Gueba. 
6 Jonatán dijo a su escudero: «Anda, 
vamos a pasar al puesto de los incir¬ 
cuncisos; puede ser que Yave nos 
ayude, pues nada le impide salvar 
con muchos o con pocos.» 7 Su escu¬ 
dero le respondió: «Haz lo que quieras. 
Donde tu vayas, pronto estoy a 
seguirte.» 8 Jonatán le dijo: «Vamos 
a pasar hacia ésos y a dejarnos ver 
de ellos. 9 Si nos dicen: «Esperad a 
que vayamos», nosotros nos queda¬ 
remos donde estemos y no subiremos 
a ellos; 10 pero si nos dicen: «Subid 
acá», subiremos, porque Yave nos los 
ha entregado en nuestras manos. 
Esa será para nosotros la señal.» 
11 Hiciéronse ver ambos del puesto 
de los filisteos, y éstos dijeron: «Mirad, 
los hebreos salen de los agujeros 
donde se habían metido»; 12 y diri¬ 
giéndose a Jonatán y a su escudero, 
dijeron: «Subid a nosotros y os ense¬ 
ñaremos una cosa.» Jonatán dijo al 
escudero: «Sube detrás de mí, que 
Yave los ha puesto en nuestras ma¬ 
nos.» 13 Y sirviéndose de manos y 
pies, subió Jonatán, seguido de su 
escudero. Los filisteos, unos caían 
delante de Jonatán, y otros detrás 
de él, los mataba el escudero. 14 Esta 
primera matanza que hizo Jonatán 
fué de unos veinte hombres; en un 
espacio como de la mitad de una 
yugada. 15 Trascendió el espanto al 
campamento, al llano y a todos los 
puestos de los filisteos, y aun las 
tres columnas de saqueadores fueron 
presa del terror. Temblaba la tierra. 
Fué un espanto de Dios. 16 Los cen¬ 
tinelas de Saúl, que estaban en Gueba 
de Benjamín, vieron cómo la mu¬ 
chedumbre se dispersaba y corría de 
un lado para otro. 17 Saúl dijo a la 
gente que tenía con él: «Pasad re¬ 
vista y ved quién falta de entre 
nosotros.» Pasáronla, y se halló que 
faltaban Jonatán y su escudero. 

18 Dijo entonces Saúl a Ajías: «Trae 
el efod»; pues había llevado el efod 
y lo tenía allí aquel día ante Israel. 

19 Mientras Saúl hablaba con el sacer¬ 
dote, iba extendiéndose y creciendo 
el tumulto en el campamento de los 
filisteos; y Saúl dijo al sacerdote: 
«Retira tu mano.» 20 Saúl y cuantos 
con él estaban se reunieron y avan¬ 
zaron hasta el lugar de la lucha, y 
vieron que los filisteos habían vuelto 
sus armas unos contra otros y la 
confusión era grandísima. 21 Los he 





266 


SAMUEL I, 14 


breos que de antes estaban con los 
filisteos y habían subido con ellos 
al campamento, se pusieron también 
del lado de los de Israel, que estaban 
con Saúl y Jonatán. 22 Los que de 
Israel se ~ habían ocultado en los 
montes de Efraíin, al tener noticia 
de la huida de los filisteos se pusie¬ 
ron igualmente a perseguirlos. 23 Así 
libró Yave aquel día a Israel. El 
combate siguió hasta Bet Horón. 
24 Vinieron a ser los que se reunieron 
con Saúl unos diez mil hombres, y se 
extendió la lucha por todos los mon¬ 
tes de Efraím. 


Temerario juramento de Saúl. 

Saúl cometió aquel día una gran 
imprudencia, pues conjuró al pueblo, 
diciendo: «Maldito el hombre que 
coma nada hasta la tarde, mientras 
no me haya vengado de mis ene¬ 
migos.» Y nadie probó bocado. 25 El 
pueblo estaba extenuado por la fati¬ 
ga; 26 y llegó a un bosque donde había 
mucha miel en el suelo. A pesar de 
ver la miel corriendo por el suelo, 
nadie la tomó para llevársela a la 
boca, por temor del juramento hecho. 
27 Pero Jonatán, que nada sabía 
del juramento que su padre había 
hecho hacer al pueblo, metió la punta 
del bastón que llevaba en la mano 
en un panal de miel, y se la llevó a 
la boca con la mano, y le brillaron 
los ojos. 29 Uno del pueblo le advirtió: 
«Tu padre ha hecho jurar al pueblo, 
diciendo: «Maldito el hombre que 
coma hoy.» 29 Jonatán respondió: 
«Mi padre ha hecho hoy mucho mal 
al pueblo. ¿Xo veis cómo han bri¬ 
llado mis ojos sólo con haber pro¬ 
bado un poco de miel? 30 Si el pueblo 
hubiera comido hoy del botín cogido 
a los enemigos, icuánto mayor habría 
sido la derrota de los filisteos!» 

31 Batieron aquel día a los filisteos 
desde Mijmas hasta Ayalón. El pue¬ 
blo, desfallecido, 32 cuando volvió 
sobre el botín, cogió ovejas, bueyes 
y terneros; y matándolos en el suelo, 
comió la carne con su sangre. 33 Dijé- 
ronlc a Saúl que el pueblo había 
pecado contra Yave, comiendo la 
carne con su sangre; y dijo: «Habéis 
prevaricado. Traedme luego una pie¬ 
dra grande», 34 y añadió: «Id por 
todo el pueblo y decidle que inc traiga 
cada uno su buey o su oveja, y que 
la degüelle aquí. Después comeréis, 


y no pecaréis contra Yave comiendo 
la carne con sangre.» Llevó cada cual 
de la mano durante la noche su buey, 
y le degolló sobre la piedra. 35 Saúl 
alzó un altar a Yave. Fué el primer 
altar que alzó Saúl. 

38 Saúl dijo: «Vamos a salir a per¬ 
seguir a los filisteos durante la noche, 
a destrozarlos hasta que luzca el día, 
sin dejar uno solo con vida.» Y le 
dijeron: «Haz cuanto bien te parezca» 
Y él dijo al sacerdote: «Acércate»; 

37 y consultó a Dios: «¿He de bajar 
en persecución del enemigo? ¿Los en¬ 
tregarás en manos de Israel?» Pero 
Yave no dió aquel día respuesta. 

38 Saúl dijo: «Acercaos aquí todos los 
jefes de tribus del pueblo, y buscad, 
a ver por quién haya sido cometido 
el pecado; 39 pues por vida de Yave, 
el salvador de Israel, que si hubiera 
sido por Jonatán, mi hijo, sin remi¬ 
sión morirá.» Nadie del pueblo osó 
responderle. 40 Dijo, pues, a todo 
Israel: «Poneos todos vosotros de un 
lado, y yo y mi hijo nos pondremos 
del otro.» El pueblo contestó: «Haz 
como bien te parezca.» 41 Saúl dijo: 
«Yave, Dios de Israel, ¿cómo es que 
no respondes hoy a tu siervo? Si en 
mí o en Jonatán, mi hijo, está este 
pecado, Yave, Dios de Israel, da 
xtrim; y si está la iniquidad en el 
pueblo, da ivmhn. Y fueron señala¬ 
dos por la suerte Jonatán y Saúl y 
librado el pueblo. 42 Saúl dijo: «Echad 
ahora la suerte entre mí y Jonatán, 
mi hijo»; y fué señalado Jonatán. 

43 Saúl dijo a Jonatán: «Dime qué 
has hecho.» Y Jonatán respondió: 
«He gustado un poco de miel con 
la punta del bastón que llevaba en 
la mano, ¿y por eso voy a morir?» 

44 Saúl dijo: «Que me castigue Dios 
con todo rigor si no mucres, Jonatán.» 
46 El pueblo dijo entonces a Saúl: 
«¿Va a morir Jonatán, el que ha 
hecho en Israel esta gran liberación? 
]Jamás! Vive Yave, no caerá a tierra 
un solo cabello de su cabeza, pues 
hoy ha obrado con Dios.» Así salvó 
el pueblo a Jonatán y no murió. 
48 Saúl desistió de salir en persecu¬ 
ción de los filisteos, y éstos llegaron 
a su tierra. 47 Mientras Saúl reinó 
sobre Israel, hizo la guerra a todos 
los enemigos de en torno; a Moab, 
a los hijos de Ammán, a Aram Bet 
Bcjob, al rey de Soba y a los filis¬ 
teos, venciendo en todas partes a 
donde se volvía. 48 Llegó a ser muy 
fuerte: derrotó a Amalee V libró a 









SAMUEL I, 15 


287 


Israel de las manos de cuantos antes 
le saqueaban. 

49 Los hijos de Saúl fueron Jonatán, 
Jesui y Mclquisua; sus dos hijas se 
llamaron: Merob la mayor y Michol 
la menor. 60 La mujer de Saúl se 
llamaba Ajinoam, hija de Ajimas. 
El nombre del jefe de su ejército era 
Abner, hijo de Ner, lío de Saúl. 
51 Quis, padre de Saúl, y Ner, padre 
de Abner, eran hijos de Abiel. 

62 La guerra contra los filisteos 
filé encarnizada, durante toda la vida 
de Saúl: y en cuanto veía Saúl un 
hombre robusto y valiente, le ponía 
a su servicio. 


Desobediencia de Saúl al mandato 
de Yave. 

-i ir 1 Samuel dijo a Saúl: «A mí 
* ^ me envió Yave para que te 
ungiera rey de su pueblo, de Israel. 
Escucha, pues, ahora lo que te dice 
Yave: 2 * Así habla Yave Sebaot: 
Tengo presente lo que hizo Amalee 
contra Israel, cuando le cerró el 
camino a su salida de Egipto: Ve, 
pues, ahora, y castiga a Amalee; 
3 y da al anatema cuanto es suyo (1). 
No perdones; mata a hombres, muje¬ 
res y niños, aun los de pedio; bueyes 
y ovejas, camellos y asnos.» 4 Dio, 
pues, Saúl la orden al pueblo y lo 
congregó en Telaim. Contó doscien¬ 
tos mil infantes y diez mil hombres 
de Judá. 5 Avanzó Saúl hasta las 
ciudades de Amalee y puso una em¬ 
boscada en el torrente; 6 y dijo a 
los quincos: «Id, retiraos, salid de 
en medio de Amalee, no sea que. os 
veáis envueltos con él; pues vosotros 
tratasteis con benevolencia a los hijos 
de Israel cuando subían de Egipto.» 
Retiráronse, pues, de Amalee, los 
quíneos. 7 * Saúl batió a Amalee, 
desde Evila hasta Sur, frente a Egipto. 
8 Cogió vivo a Agag, rey de Amalee, 
y dió al anatema a todo el pueblo, 
pasándolo a filo de espada. 9 * Pero 
Saúl y el pueblo dejaron con vida 


(i) Entre Amalee, pueblo nómada, siempre 

dispuesto a echarse sobre un pueblo sedentario 

como ya era Israel, y este último, no podía 

menos de haber perpetua guerra. Ya a la salida 

de Egipto se echó traidoramente Amalee sobre 

la retaguardia de Israel y apresó y mató a los 

rezagados por la fatiga; y después constante¬ 

mente se registran incursiones de los amale- 

citas contra Israel. (Exod. 17 8 sigs. Deut. 26. 

17 sigs. I. Sam. 30.) 


a Agag y las mejores ovejas y los 
mejores bueyes, los más gordos y 
cebados, no dándolos al anatema y 
destruyendo solamente lo malo y 
sin valor. 


Saúl, rechazado por Dios. 

10 Yave dirigió a Samuel su pala¬ 
bra, diciendo: 11 «Estoy arrepentido 
de haber hecho rey a Saúl, pues se 
aparta de mí y no hace lo que le 
digo.» Samuel se entristeció y estuvo 
clamando a Yave toda la noche; 
12 y levantándose de mañana, para 
ir al encuentro de Saúl, supo que 
había ido al Carmelo, donde se había 
alzado un monumento, y de vuelta, 
pasando más allá, había bajado a 
Gálgala. 13 Dirigióse, pues a donde 
estaba Saúl, y le dijo Saúl: «Bendito 
seas de Yave. He cumplido la orden 
de Yave.» 14 Samuel le contestó: 
«¿Qué es entonces ese balar de ovejas 
que llega a mis oídos, y ese mugir 
de bueyes que oigo?» 15 Saúl res¬ 
pondió: «Los han traído de Amalee, 
pues el pueblo ha reservado las me¬ 
jores ovejas y los mejores bueyes, 
para los sacrificios de Yave, tu Dios; 
el resto ha sido dado al anatema.» 
16 Samuel dijo entonces a Saúl: 
«Basta; voy a darte a conocer lo que 
Yave me ha dicho esta noche.» 
Saúl le dijo: «Habla.» 17 Samuel dijo: 
«¿No es verdad que, hallándote tú 
pequeño a tus propios ojos, has 
venido a ser el jefe de las tribus de 
Israel y te ha ungido Yave rey sobre 
Israel? 18 Yave te dió una misión, 
diciéndote: Ve y da al anatema a 
esos pecadores de Amalee, y combᬠ
telos hasta exterminarlos. 19 ¿Por 
qué no has obedecido al mandato 
de Yave, y te has echado sobre el 
botín, haciendo mal a los ojos de 
Yave?» 20 Saúl contestó a Samuel: 
«Yo he obedecido el mandato de 
Yave, y he seguido el camino que 
me ordenó Yave, y he traído a Agag, 
rey de Amalee. 21 El pueblo ha tomado 
del botín esas ovejas y esos bueyes, 
como primicias de lo dado al anatema, 
para sacrificarlos a Yave, su Dios, 
en Gálgala.» 22 Pero Samuel repuso: 
«¿No quiere mejor Yave la obedíen- 
¡ cia a sus mandatos, que no los holo- 
1 caustos y las víctimas? Mejor es la 
obediencia que las víctimas. Y mejor 
I escuchar que ofrecer el sebo de los 
carneros. 03 Tan pecado es la rebelión 









288 


SAMUEL I, 16 


como la superstición, y la resistencia 
como la idolatría. Pues que tú has 
rechazado el mandato de Yave, él 
te rechaza también a ti como rey.» 

24 Dijo entonces Saúl a Samuel: 
«He pecado, traspasando el mandato 
de Yave y tus palabras; temí al 
pueblo y le escuché. Perdona, pues, 
te ruego, mi pecado, 25 y vuélvete 
conmigo para adorar a Yave.» 26 Sa¬ 
muel le contestó: «No me volveré 
contigo, porque tú rechazaste el man¬ 
dato de Yave, y Yave te rechaza a 
ti para que no reines en Israel.» 
27 Volvióse Samuel para irse, pero 
Saúl le cogió por la orla del manto, 
que se rompió; 28 y le dijo Samuel: 
«Hoy ha roto Yave de sobre ti el 
reinó, para entregárselo a otro mejor 
que tú; 29 y el Esplendor de Israel 
no se doblegará, no se arrepentirá, 
pues no es un hombre para que se 
arrepienta.» 30 Saúl dijo: «He pecado; 
pero hónrame ahora, te lo ruego, 
en presencia de los ancianos de mi 
pueblo y en presencia de Israel, y ven 
conmigo a adorar a Yave, tu Dios.» 
31 Volvióse Samuel y siguió a Saúl, 
y éste adoró a Yave. 32 Samuel dijo: 
«Traedme a Agag, rey de Amalee»; 
y Agag se acercó a él con rostro com¬ 
placiente, diciendo: «Seguramente se 
apartó la amarga muerte.» 33 Samuel 
repuso: «Así como a tantas madres 
privó tu espada de hijos, así será 
entre las mujeres tu madre privada 
de su hijo.» Y destrozó a Agag ante 
Yave, en Gálgala. 34 Partióse Samuel 
para Rama, y Saúl subió a su casa de 
Gueba de Saúl. 35 No volvió Samuel 
a ver a Saúl hasta el día de su muerte. 


Unción de David. 

| Como se lamentase Samuel de 

* ^ que se hubiera Yave arrepentido 
de haber hecho a Saúl rey de Israel, 1 
dijo Yave a Samuel: «¿Hasta cuándo 
vas a estar tú llorando sobre Saúl, a 
quien he rechazado yo para que no 
reine más sobre Israel? Llena tu 
cuerno de óleo, y ve; te envío a casa 
de Isaí de Belén, pues he elegido 
entre sus hijos al rey que yo quiero.» 
2 «¿Cómo voy a ir?—contestó Sa¬ 
muel—; lo sabrá Saúl y me matará.» 
Yave le dijo: «Lleva contigo una 
ternera, y dirás: He venido para 
ofrecer a Yave un sacrificio. 3 Invi¬ 
tarás al sacrificio a Isaí, y ya te 
indicaré yo luego lo que has de hacer, 


ungiendo al que yo te señale.» 4 Hizo 
Samuel lo que le mandaba Yave, 
y llegó a Belén. Los ancianos acu¬ 
dieron inquietos a él y le dijeron: 
«¿Tu llegada es para bien?» 5 El 
contestó: «Sí, he venido para ofrecer 
un sacrificio a Yave. Santificaos y 
venid conmigo al sacrificio.» Santi¬ 
ficó a Isaí y a sus hijos y los invitó 
al sacrificio. 6 Cuando se presentaron 
ante él, al ver a Eliab, se dijo Samuel: 
«Seguramente se halla ante Yave su 
ungido.» 7 Pero Yave dijo a Samuel: 
«No tengas en cuenta su figura y 
su gran talla, que yo le he descar¬ 
tado. No ve Dios como el hombre; 
el hombre ve la figura, pero Yave 
mira el corazón.» 8 Isaí llamó a Abi- 
nadab y le hizo pasar ante Samuel. 
Samuel dijo: «Tampoco es éste el 
que ha elegido Yave.» 9 Hizo Isaí 
pasar a Sama, y Samuel dijo: «Tam¬ 
poco éste es el que ha elegido Yave.» 

10 Isaí hizo pasar ante Samuel a sus 
siete hijos, y Samuel le dijo: «A 
ninguno de éstos ha elegido Yave.» 

11 Preguntó entonces Samuel: «¿Son 
éstos todos tus hijos?» Y él le res¬ 
pondió: «Queda el más pequeño, que 
está apacentando las ovejas.» Samuel 
le dijo: «Manda a buscarle, pues no 
nos sentaremos a comer mientras 
no venga él.» 12 Isaí mandó a bus¬ 
carle. Era rubio, de hermosos ojos 
y muy bella presencia. Yave dijo a 
Samuel: «Levántate y úngele, pues 
ése es.» 13 Samuel, tomando el cuerno 
de óleo, le ungió a la vista de sus 
hermanos: y desde aquel momento 
en lo sucesivo, vino sobre David el 
espíritu de Yave. Samuel se levantó 
y se volvió a Rama. 


David, al servicio de Saúl. 

14 El espíritu de Yave se retiró de 
Saúl, y le turbaba un mal espíritu, 
mandado de Yave. 15 Y dijeron a 
Saúl sus servidores: «Te ves turbado 
por un nial espíritu de Dios; 16 per¬ 
mite, señor, que tus siervos te digan 
que se busque a un diestro tañedor 
de arpa, que cuando se apodere de y 
el mal espíritu de Dios, la toque ti 
halles alivio.» 17 Saúl les dijo: «Bus¬ 
cadme, pues, un buen músico, y 
traédmelo.» 18 Tomando uno de los 
servidores la palabra, dijo: «Yo he 
visto a un hijo de Isaí, de Belén, 
que sabe tocar el arpa. Es hombre 
fuerte y valiente, hombre de guerra 







SAMUEL I. 17 


289 


y discreto en el hablar, y está Yave 
con él.» 19 Saúl envió mensajeros a 
casa de Isaí, para decirle: «Mándame 
a David, tu hijo, el que está con las 
ovejas.» 20 Isaí tomó un omer de 
pan, un odre de vino y un cabrito, 
y se lo mandó a Saúl por David, su 
hijo. 21 Llegado a casa de Saúl, 
David se presentó a él. Saúl le cogió 
cariño y le hizo escudero suyo. 22 Saúl 
dijo a Isaí: «Que se quede, te ruego, 
conmigo David, a mi servicio, pues 
ha hallado gracia a mis ojos.» 23 Cuan¬ 
do el mal espíritu de Dios se apode¬ 
raba de Saúl, David cogía el arpa, 
la tocaba, y Saúl se calmaba y se 
ponía mejor, y el espíritu malo se 
alejaba de él. 


El ((¡ríanle Goliat. 

1 ^ 1 Los filisteos, juntando sus 
1 * tropas para hacer la guerra, se 
reunieron en Soco, que pertenece a 
Judá. Acamparon entre Soco y Azeca, 
en Efes Domim. 2 Reuniéronse tam¬ 
bién Saúl y los hombres de Israel, y 
vinieron al valle del Terebinto, y 
pusiéronse allí en orden de batalla 
contra los filisteos. 3 Estaban éstos 
acampados en un monte y los de 
Israel en un monte opuesto, mediando 
entre ellos el valle, que los separaba. 
4 Salió al medio, de las filas de los 
filisteos, un hombre llamado Goliat, 
de Get, que tenía de talla seis codos 
y un palmo. 3 Cubría su cabeza un 
casco de bronce y llevaba una coraza 
escamada, de bronce también, de 

cinco mil sidos de peso.^ 6 A los pies 
llevaba botas de bronce, y a las espal¬ 
das un escudo, también de bronce. 

7 El asta de su lanza era como el 

enjillió de un telar, y la punta de la 
lanza, de hierro, pesaba seiscientos 

sidos. Delante de él iba su escudero. 

8 Goliat se paró, y dirigiéndose a las 

tropas de Israel, ordenadas en bata¬ 
lla, les gritó: «¿Para qué os habéis 
puesto en orden de batalla? ¿No 

soy yo un filisteo y vosotros siervos 
de Saúl? Elegid un hombre que 

baje a pelear conmigo. 9 Si en la 
lucha me vence, que me mate y os 
quedaremos sujetos; pero si soy yo 
el que le venzo y le mato a él, seréis 
vosotros los que nos quedaréis suje¬ 
tos y nos serviréis.» 10 El filisteo 
añadió: «Yo arrojo hoy este reto al 
ejército de Israel. Dadme un hombre 
y lucharemos.» Al oír las palabras 


del filisteo, 11 Saúl y todo Israel se 
asombraron y se llenaron de miedo. 


Mata David al cjlcjante 

12 David era hijo de un efrateo, 
de Belén de Judá, que tenía ocho 
hijos, llamado Isaí, y era al tiempo 
de Saúl uno de los hombres más 
ancianos. 13 Los tres hijos mayores 
de Isaí habían salido para la guerra, 
y se llamaban el mayor Eliab, el 
segundo Abinadab, y Samma el ter¬ 
cero. 14 David era el menor; y cuando 
las tropas marcharon tras de Saúl, 
15 David iba y venía y apacentaba 
las ovejas de su padre en Belén. 16 El 
filisteo salía de .su campo mañana y 
tarde, y estuvo haciendo así por cua¬ 
renta días. 17 Isaí dijo a David, su 
hijo: «Toma ese rfa de trigo tostado 
y esos diez panes, y corre al campa¬ 
mento donde están tus hermanos; 
18 lleva también esos diez requesones, 
para el jefe de su millar. Visitas a tus 
hermanos para ver cómo están, y 
les preguntas si quieren algo.» 19 Saúl, 
ellos y todos los hombres de Israel, 
estaban en el valle del Terebinto, 
en campaña contra los filisteos. 

20 David se levantó de madrugada; 
y dejando las ovejas al cuidado de 
un pastor, se fué, cargado de lo que 
le mandara Isaí. 21 Llegó al campa¬ 
mento cuando el ejército salía a 
ordenarse en batalla, lanzando sus 
gritos de guerra. 22 Israelitas y filis¬ 
teos se ordenaban en batalla, ejér¬ 
cito contra ejército. David dejó los 
objetos que traía, en mano de un 
guardia del bagaje, y corrió hacia las 
filas del ejército. En cuanto llegó, 
preguntó a sus hermanos cómo esta¬ 
ban: 23 pero mientras hablaba con 
ellos, el filisteo de Get, Goliat, de 
nombre el filisteo , salió de las filas 
de los filisteos y se puso a decir 
lo de los otros días, oyéndolo David. 
24 En viendo a aquél, todos los hom¬ 
bres de Israel se retiraron ante él, 
temblando de miedo. 25 Decíanse 
unos a otros: «¿Veis a ese hombre que 
avanza? Viene a desafiar a Israel. 
Al que le mate le colmará el rey de 
riquezas, le dará su hija por mujer 
y eximirá de tributos la casa de su 
padre.» 

26 David preguntó a los que tenía 
cerca: «¿Qué darán al que mate a ese 
filisteo y arranque a Israel la afrenta? 
¿Quién es ese filisteo, ese incircun- 


19 








290 


SAMUEL I, 17 


ciso, para insultar así al ejército 
del Dios vivo?» 27 La gente le repitió 
las mismas palabras, diciendo: «Esto 
es lo que harán al que le mate.» 
28 Eliab, su hermano, que había 
oído hablar a aquellos hombres, se 
encendió en cólera contra David, y 
le dijo: «¿Para qué has bajado y 
a quién has dejado tu pequeño reba¬ 
ño en el desierto? Conozco tu orgullo 
y la malicia de tu corazón. Para ver 
la batalla has bajado tú.» 29 David 
le contestó: «¿Qué he hecho? Sen¬ 
cillamente hablar una palabra.» 30 Y 
apartándose de él se dirigió a otro, 
haciéndole la misma pregunta, y 
recibió la misma respuesta. 

31 Los que habían oído las pala¬ 
bras de David se las repitieron a 
Saúl, que le mandó venir. 32 David 
dijo a Saúl: «Que no desfallezca el 
corazón de mi señor, por el filisteo 
ése. Tu siervo irá a luchar contra él.» 
33 Saúl le dijo: «Tú no puedes ir a 
batirte con ese filisteo; eres todavía 
un niño, y él es hombre de guerra 
desde su juventud.» 34 David dijo 
a Saúl: «Cuando tu siervo apacen¬ 
taba las ovejas de su padre, y venía 
un Icón o un oso, y se llevaba una 
oveja del rebaño, 35 yo le perseguía, 
le golpeaba y le arraneaba de la boca 
la oveja; y si se volvía contra mí, 
le agarraba por la mandíbula, le 
hería y le mataba. 38 Tu siervo ha 
matado leones y osos; y esc filisteo, 
ese incircunciso, será como uno de 
ellos, pues ha insultado al ejército 
del Dios vivo.» 37 Y añadió: «Yave, 
que me libró del león y del oso, me 
librará también de la mano de esc 
filisteo.» Saúl entonces le dijo: «Ve, 
y que Yave sea contigo.» 

38 Saúl hizo que vistieran a David 
sus ropas, púsole sobre la cabeza un 
cáseo de bronce y le cubrió de una 
coraza. 39 Después David se ciñó la 
espada de Saúl sobre sus ropas y 
probó de andar, pues nunca había 
ensayado la armadura; y dijo a Saúl: 
«No puedo andar con estas armas, 
no estoy acostumbrado»; y deshacién¬ 
dose de ellas, 40 cogió su cayado, 
eligió en el torrente cinco ehinarros 
bien lisos y los metió en su zurrón 
de pastor; y con la honda en la mano 
avanzó hacia el filisteo. 41 El filisteo, 
se acercó poco a poco a David, pre¬ 
cedido de su escudero. 42 Miró, vió 
a David, y le despreció por muy 
joven, de blondo y bello rostro. 
43 Díjolc, pues: «¿Crees que soy yo un 


perro, para venir contra mí con un 
cayado?» «No—contestó David—, eres 
todavía peor que un perro.» 44 Mal- 
díjolc el filisteo por sus dioses, y 
añadió: «Ven, que dé tus carnes a 
las aves del cielo y a las bestias del 
campo.» 45 David respondió al filis¬ 
teo: «Tú vienes contra mí con espa¬ 
da y lanza y venablo, pero yo voy 
coníra ti en el nombre de" Yave 
Sebaot, Dios de los ejércitos de Israel, 
a los que has insultado. 48 Hoy te 
entregará Yave en mis manos;" yo 
te heriré, te cortaré la cabeza y daré 
tu cadáver y los del ejército de los 
filisteos, a las aves del cielo y a los 
animales de la tierra; y sabrá así 
toda la tierra que Israel tiene un 
Dios, 47 y sabrán todos éstos que 
no por la espada ni por la lanza salva 
Yave, porque él es el Señor de la 
guerra, y os entregará en nuestras 
manos.» 48 El filisteo se levantó, se 
puso en marcha y avanzó hacia Da¬ 
vid. David echó a correr a lo largo del 
frente del ejército, para ir al encuen¬ 
tro del filisteo; 49 metió la mano en 
su zurrón, sacó de él un ehinarro y 
lo lanzó con la honda. El ehinarro se 
clavó en la frente del filisteo, y éste 
cayó de bruces a tierra. 50 Así David, 
con una honda y una piedra, venció 
al filisteo y le hirió de muerte. 51 Co¬ 
rrió, parándose ante el filisteo; y 
no teniendo espada a la mano, cogió 
la de él, sacándola de la vaina, le 
mató y 1c cortó la cabeza. Viendo los 
filisteos muerto a su campeón, pusié¬ 
ronse en fuga, fi2 y los hombres de 
Israel, levantándose, y lanzando los 
gritos de guerra, persiguieron a los 
filisteos, hasta la entrada de Get, 
y hasta las puertas de Acarón y ca¬ 
yeron filisteos en el camino de Saraim 
hasta Get y Acarón (1). 

63 A la vuelta de la persecución de 
los filisteos, los hombres de Israel 
saquearon su campamento. 54 David 
cogió la cabeza y las armas del filis¬ 
teo, y tiempo después llevó a Jeru- 
salén la cabeza, y las armas las puso 
en el tabernáculo. 55 Cuando Saúl 
había visto a David avanzar contra 


(i) No podemos menos de reconocer que 
en este relato del episodio David Goliat hay 
ciertas divergencias en el texto, que no pueden 
explicarse más que suponiendo que en él se 
han contraído diversos documentos. Quizá 
esta divergencia, no fácilmente explicable, 
movió a los copistas de ciertos códices griegos 
a suprimir los Vs. 17. 55 a 18. 6. (V. Int. Hist. y 
la esp. a Sam.) 









SAMUEL I, 18 


291 


el filisteo, dijo a Abner, el jefe de su 
ejército: «¿De quién es hijo ese joven, 
Abner?» Abner respondió: 66 «Por 
tu vida que no lo sé, oh rey.» Y el 
rey le dijo: «Infórmate, pues, a ver 
de quién es hijo.» 67 De vuelta David 
de la muerte uel filisteo, Abner le 
cogió, y le llevó ante Saúl, teniendo 
todavía en la mano la cabeza del 
filisteo. 68 Saúl le preguntó: «¿De 
quién eres hijo, mozo?» Y David le 
contestó: «Soy hijo de tu siervo Isaí, 
de Belén.» 


Amistad más que fraternal entre 
David y Jonatán. 

| O 1 * Cuando hubo acabado David 

1 ° de hablar con Saúl, el alma de 
Jonatán se apegó a la de David, y 
le amó Jonatán como a sí mismo (1). 
2 Aquel día tomó Saúl a David, y no 
le dejó que se fuera a la casa de su 
padre. 3 Jonatán hizo pacto con 
David, pues le amaba como a su 
alma, 4 y quitándose el manto que 
llevaba, se lo puso a David, así como 
sus arreos militares, su espada, su 
arco y su cinturón. 6 David salía 
a combatir donde le mandaba Saúl, 
y siempre procedía con acierto. Saúl 
le puso al mando de hombres de 
guerra, y toda la gente estaba con¬ 
tenta con él, aun los servidores de 
Saúl. 


Encn&iya cíe Saúl contra David. 

6 Cuando hicieron su entrada, des¬ 
pués de haber muerto David al filis¬ 
teo, salían las mujeres de todas las 
ciudades de Jsrael, cantando y dan¬ 
zando delante del rey Saúl con tím¬ 
panos y triángulos alegremente, 7 y 
alternando, cantaban las mujeres en 
coro: 

«Saúl mató sus mil, 

Y David sus diez mil.» 

8 Saúl se irritó mucho, y esto le 
desagradó, pues decía: «Dan diez mil 
a David, y a mí mil: nada le falta, 
si no es el reino.» 9 Desde entonces 
miraba Saúl a David con malos ojos. 

10 Al otro día se apoderó de Saúl 
el mal espíritu, y desvariaba en su 
casa. David tocaba el arpa, como 


(i) El mutuo afecto de David y Jonatán 

es un verdadero modelo de amistad más que 

fraternal. 


otras veces. Tenía Saúl en la mano 
su lanza, 11 y blandiéndola, la lanzó 
contra David, diciendo: «Voy a cla¬ 
var a David en la pared.» Pero David 
esquivó el golpe por dos veces. 12 Co¬ 
menzó Saúl a temer a David, pues 
veía que estaba Yave con éste, míen 
tras que de él se había apartado. 
13 Alejóle de sí, haciéndole jefe de 
millar, y David entraba y salía, a 
la vista de todo el pueblo; 14 en todas 
sus empresas se mostró acertado. 
16 Vió, pues, Saúl que era muv pre¬ 
cavido, y le temía. 16 Todo Israel y 
todo Judá amaba a David, que a su 
vista entraba y salía. 17 Dijo Saúl 
a David: «Mira, te daré por mujer a 
mí hija mayor, Merob; pero has de 
mostrarte valiente y hacer la guerra 
de Yave»; pues se decía: «No quiero 
poner mis manos sobre él, que le 
maten las de los filisteos.» 

18 David respondió a Saúl: «¿Quién 
soy yo, y qué es mi vida, qué la casa 
de mí padre, para que sea yo yerno 
del rey?» 19 Pero cuando llegó el 
tiempo en que Merob, la hija mayor 
de Saúl, había de ser entregada a 
David, se la dió por mujer a Hadriel, 
de Mejola. 20 Mi col, la otra hija de 
Saúl, amaba a David; lo supo Saúl, 
y esto le agradó, 21 pues se decía:. 
«Se la daré para que le sirva de lazo, 
y le haga caer en las manos de los 
filisteos.» Dijo, pues, Saúl a David: 
«Por segunda vez voy a darte oca¬ 
sión de ser yerno mío.» 22 Al mismo 
tiempo dió orden a sus servidores, 
diciéndoles: «Hablad a David a es¬ 
condidas de mí, y decidle: El rey te 
estima, y todos sus servidores te que¬ 
remos; haz por ser yerno del rey.» 
23 Dijéronle a David esto los servi¬ 
dores, y respondió David: «¿Os pa¬ 
rece cosa fácil eso de ser yerno del 
rey? Yo soy hombre de poco, y de 
poca hacienda.» 24 Fuéronle a contar 
a Saúl sus servidores lo que decía 
David, 26 y él les dijo: «Habladle 
así: No necesita el rey dote, sólo 
quiere cien prepucios de filisteos, para 
vengarse.» Así pensaba Saúl que cae¬ 
ría David en manos de los filisteos. 

26 Cuando los servidores dijeron a 
David las palabras que había dicho 
Saúl, le agradó a aquél la condición 
puesta para ser yerno del rey; 27 y a 
los pocos días salió con los que esta¬ 
ban a su mando, y mató a doscientos 
filisteos, trayéndose sus prepucios, 
y entregó al rey el número completo 
para ser su yerno. 28 Dióle, pues, Saúl 








292 


SAMUEL I, 19 


por mujer su hija Micol. Saúl vió cla¬ 
ramente que Yave estaba con David, 
y que todo Israel le amaba. 28 Te¬ 
míale Saúl más y más cada vez, y 
fué toda su vida enemigo de David. 
30 Los príncipes de los filisteos hacían 
incursiones; pero cada vez que salían, 
David, por su habilidad, alcanzaba 
mejor suceso que todos los otros ser¬ 
vidores de Saúl, y su nombre llegó 
a ser muy celebrado. 

Intervención de Jonatán en favor 
de David. 

1 C) 1 Propuso Saúl a Jonatán y 
a todos sus servidores matar a 
David; y Jonatán, hijo de Saúl, que 
amaba mucho a David, 2 se lo comu¬ 
nicó a éste, diciéndole: «Saúl, mi 
padre, busca matarte. Ponte, pues, 
en guardia; mañana, por favor, no 
te dejes ver y escóndele. 3 Yo saldré 
con mi padre al campo, a donde tú 
estés, hablaré de ti a mi padre, veré 
qué picusa y te lo comunicaré.» 4 * Jo¬ 
natán habló a su padre en favor de 
David, diciéndole: «No peque el rey 
contra su siervo David, pues él no 
ha pecado contra ti. Por lo contrario, 
cuanto hace es para bien tuyo; 6 ha 
expuesto su vida, ha derrotado al 
filisteo, y Yave ha obrado por él 
una gran liberación en todo Israel. 
Tú lo has visto, y te has alegrado. 
¿Por qué, puc&, vas a hacerte reo de 
sangre inocente, haciendo morir a 
David, sin culpa suya?-» 6 Saúl escu¬ 
chó a Jonatán, y juró: «¡Vive Yave! 
No morirá David.» 7 Jonatán llamó a 
David y le transmitió estas palabras; 
le llevó~lucgo a Saúl, y se quedó David 
a su servicio, como estaba antes. 

David Imye dt* Saúl, 

8 Comenzó de nuevo la guerra, y 
David marchó contra los filisteos y 
les dió la batalla, infiriéndoles una 
gran derrota y poniéndolos en fuga. 
9 El espíritu malo de Yave se apo¬ 
deró de Saúl; y esttindo éste sentado 
en su casa con la lanza en la mano, 
mientras tocaba David el arpa, 10 qui¬ 
so Saúl clavar a David en la pared, 
pero esquivó éste el golpe, y la lanza 
quedó clavada en el muro. Huyó 
David; 11 aquella roche Saúl mandó 
gente a la casa de David para pren¬ 
derle, y matarle a la mañana; pero 
Micol, mujer de David, le informó 
de ello, diciéndole: «Si no te escapas 


esta misma noche, mañana mismo 
te matarán*, 12 y le descolgó por la 
ventana. 

David huyó, poniéndose en salvo. 
13 Mico! cogió luego los terafim y los 
metió en el lecho, puso una piel de 
cabra en el lugar de la cabeza, y echó 
sobre ella una cubierta. 14 Cuando 
Saúl mandó gente para prender a 
David, ella les dijo: «Está malo.» 
16 Saúl volvió a mandarlos, para que 
viesen a David, y les dijo: «Traédmelo 
en su lecho, para que lo haga matar.» 
16 Volvieron ellos, pero hallaron en 
el lecho los terafim y la piel de cabra 
en el sitio de la cabeza. 17 Saúl dijo 
a Micol: «¿Por qué me has enga¬ 
ñado así, y has dejado escapar a mi 
enemigo, para que se ponga en salvo?» 
Micol respondió a Saúl: «Me dijo: 
Déjame ir o te mato.» 

18 Así huyó David y se salvó. 
Fuése a casa de Samuel, en Rama, y 
le contó cuanto 1c había hecho Saúl. 
Después se fué con Samuel a habitar 
en Nayot, en Rama. 

Otra vez Saúl entre los profetas. 

18 Dijéronle a Saúl: «Mira, David 
está en Nayot, en Rama.» 20 Saúl 
mandó gente para prenderle, y vien¬ 
do a la tropa de profetas profetizando, 
con Samuel a la cabeza, se apoderó 
de ellos el espíritu de Yave, y pu¬ 
siéronse ellos también a profetizar. 
21 Dieron a conocer esto a Saúl, y 
éste mandó nueva gente, y también 
éstos se pusieron a profetizar. Por 
tercera vez envió otros, pero también 
éstos profetizaron. 22 Entonces fue 
Saúl en persona a Rama, y al llegar 
a la gran cisterna que hay en Soco, 
preguntó: «¿Dónde están Samuel y 
David?» Y le respondieron: «Están 
en Nayot de Rama.» 23 Dirigióse allá, 
a Nayot de Rama. El espíritu de Dios 
se apoderó de él; e iba profetizando, 
hasta que llegó a Nayot de Rama; 
24 y quitándose sus vestiduras, pro¬ 
fetizó él también ante Samuel, y se 
estuvo desnudo por tierra todo aquel 
día y toda la noche. De ahí el pro¬ 
verbio: «¿También Saúl entre los 
profetas?» (1). 


(i) En estas ? turbas de profetas parece 

que debe distinguirse eiUre fondo y formas exte¬ 

riores. El primero era indudablemente religioso, 

deducido de la misma religión mosaica, pues 

eran hombres dedicados de una manera espe¬ 

cial al culto de Yave, por el canto de sus ala¬ 

banzas. Las formas exteriores, el acompaña- 





SAMUEL I, 20 


2í>3 


Alianza entre David y Jonatán. 

OQ 1 David, huyó de Nayot de 
Rama, y fué a ver a Jonatán, 
y le dijo: «¿Qué lie hecho yo? ¿Qué 
crimen he cometido contra tu padre, 
. para que de muerte me persiga?» 
2 Jonatán le dijo: «No, no será así, 
no morirás. ¿Había de celarme a mí 
eso mi padre? No hace mi padre cosa 
alguna, ni grande ni pequeña, sin 
dármela a conocer. ¿Por qué había 
de ocultarme ésta? No hay nada de 
eso.» 3 Y juró nuevamente a David. 
Pero éste dijo: «Sabe muy bien tu 
padre que me quieres, y se habrá 
dicho: Que no lo sepa Jonatán, no 
vaya a darle pena; pero por Dios y 
por tu vida, que no hay más que 
un paso entre mí y la muerte.» 4 Jo¬ 
natán dijo a David: «Di qué quieres 
que haga, que yo liaré cuanto me 
pidas.» 6 David le respondió: «Ma¬ 
ñana es el novilunio, y yo debería 
sentarme junto el rey en el convite. 
6 Ale iré, y me ocultaré en el campo, 
hasta la tarde del tercero día. 6 Si 
tu padre advierte mi ausencia, le 
dices: David me rogó que le per¬ 
mitiera ir de una escapada a Belén, 
su ciudad, porque se celebra el sacri¬ 
ficio anual de toda la familia.» 7 Si 
■ contesta: «Bien está», será que a tu 
siervo no le amenaza mal ninguno, 
pero si se enfurece, sabrás que tiene 
resuelta mi pérdida. Hazme, pues, 
ese favor, ya que hemos hecho entre 
los dos alianza por el nombre de 
Yave. Si algún crimen hay en mí, 
quítame tú mismo la vida. ¿Para qué 
llevarme a tu padre?» 

Jonatán le dijo: «Lejos de ti ese 
pensamiento; pero si llego a saber 
que verdaderamente mi padre tiene 
resuelta tu perdición, te lo daré a 
conocer, te lo juro.» Preguntó David 
a Jonatán: «¿Y quién me va a infor¬ 
mar de la cosa, y de si tu padre decide 
algo contra mí?» Jonatán le contestó: 
«Ven, vamos al campo.» Jonatán dijo 
allí a David: «Por Yave, Dios de 
Israel, te juro que yo sondearé a mi 
padre mañana o pasado mañana. Si 
la cosa va bien para David, y no 
mando quien te informe, que casti- 

miento de músicas estrepitosas, el danzar y 
bailar prolongados, etc., parecen tomadas de 
los falsos profetas de las religjones cananeas. 
No todo en ellos era divino, y no debemos 
dejarnos engañar por la denominación de pro¬ 
feta, ya que la significación de este nombre 
en la Escritura es múltiple. 


guc Yave a Jonatán con todo rigor. 
Si mi padre trata de hacerte mal, te 
informaré también, para que te vayas 
en paz, y que te asista Yave, como 
asistió antes a mi padre. Si todavía 
vivo entonces, usa conmigo de la 
bondad de Yave; y si he muerto, no 
dejes de usarla jamás con mi casa; 
y cuando Yave haya arrancado de la 
tierra a todos los enemigos de David, 
persista la alianza de Jonatán con 
la casa de David, y vengue Yave a 
David de todos sus enemigos.» 

Jonatán adjuró, una vez más a 
David, por el grande amor que le 
tenía, pues le amaba como a su pro¬ 
pia vida. 18 Dijo Jonatán: «Mañana 
es el novilunio; se notará que está 
vacío tu asiento; 19 al tercer día se 
notará más; vienes y te escondes en 
el mismo lugar donde te esconderás 
mañana, junto a la piedra luto. 20 Yo 
lanzaré tres flechas hacia allá, como 
si tirara al blanco, y mandaré al 
mozo que vaya a buscarlas. 21 Si le 
digo: «Mira, las flechas están más 
acá de ti, cógelas; entonces vienes, 
que es señal de que las cosas van 
bien para ti, y no hay nada que 
temer, vive Yave. 22 Pero si le digo: 
Alira, las flechas están más allá de 
ti, entonces vete, porque es que 
Yave quiere que te vayas. 23 Eli 
cuanto a lo que uno a otro nos lie¬ 
mos prometido, Yave es testigo entre 
los dos.» 

24 David se escondió en el campo. 
Llegado el novilunio, el rey asistió 
a la comida del festín. 24 Sentóse en 
su sitio, como de costumbre, en la 
silla cercana a la pared. Jonatán se 
sentó enfrente, y Abner al lado de 
Saúl, pero la silla de David estaba 
vacía. 26 Saúl nada dijo aquel día, 
pensando que algo le habría pasado, 
y que se habría contaminado: «Se¬ 
guramente es eso, que no estará puro», 
se dijo. 27 Al siguiente día, segundo 
del novilunio, la silla de David estaba 
también vacía, y Saúl preguntó a 
Jonatán: «¿Cómo el hijo de Isaí no 
ha venido a comer ni ayer ni hoy?» 
28 Jonatán contestó a Saúl: «David 
me pidió poder ir con premura a 
Belén. Ale dijo: Te ruego que me des 
permiso para ir, pues tenemos ma¬ 
ñana en la ciudad un sacrificio de 
familia, y mi hermano me ha con¬ 
vocado. Si, pues, he hallado gracia 
a tus ojos, permíteme que vaya de 
una escapada, a ver a mis hermanos. 
Esta es la causa de que no haya ve- 






294 


SAMUEL í, 21 


nido a sentarse a la mesa del rey.» 

30 Entonces se encendió en cólera 
Saúl contra Jonatán y le increpó: 
«iHijo perverso y contumazl ¿No sé 
yo bien que tú prefieres al hijo de 
Isai, para vergüenza tuya y ver¬ 
güenza de la desnudez de tu ínadre? 
31 Pues mientras el hijo de Isaí viva 
sobre la tierra, no habrá seguridad 
ni para ti ni para tu reino. Manda, 
pues, a prenderle, y tráemele, porque 
hijo es de la muerte.» 32 Jonatán res¬ 
pondió a Saúl, su padre, diciéndole: 
«¿Por qué ha de morir? ¿Qué ha he¬ 
cho?» 33 Saúl blandió contra él su 
lanza, para -herirle. Comprendió Jo¬ 
natán que su padre estaba entera¬ 
mente resuelto a hacer morir a David. 
34 Levantóse, pues, de la mesa muy 
enojado, y no asistió a la comida del 
segundo día del novilunio, por estar 
muy apenado por David y haberle 
ofendido su padre. • 

35 Al siguiente día por la mañana, 
salió Jonatán al campo, como había 
convenido con David, acompañado 
de un mozo, 86 a quien dijo: «Corre 
a cogerme las flechas que tiro.» Corrió 
el mozo, y Jonatán entretanto dis¬ 
paró otra flecha, de modo que pasase 
más allá de él. 37 Cuando el mozo 
llegaba al lugar donde estaba la fle¬ 
cha que Jonatán había tirado, este 
le gritó: «La flecha está más allá de 
ti>, 38 y siguió diciendo, como si al 
mozo se dirigiera: «Pronto, date prisa, 
no te detengas.» El mozo de Jonatán 
recogió \a flecha, y se vino a donde 
estaba su señor. 39 Nada sabía el 
mozo. Sólo Jonatán y David lo en¬ 
tendían. 40 Jonatán dió sus armas al , 
mozo que le acompañaba, y le dijo: 
«Anda, llévalas a la ciudad.» 41 Ido 
el mozo, se alzó David de junto a 
la piedra, y echóse cara a tierra por 
tres veces. Después ambos se abra¬ 
zaron y lloraron, derramando David 
muchas lágrimas. 42 Jonatán dijo a 
David: «Vele en paz, ya que uno a 
otro nos hemos jurado, en nombre 
de Ya ve, que él estará entre tú y yo 
y entre mi descendencia y la tuya, 
para siempre.» 43 David se levantó 
y se fué; y Jonatán se volvió a la 

dudad. 

David en Aol>. 

^ f 1 Llegó David a Nob, donde 
“ estaba Ajimclec, sacerdote, que 
Ir salió asustado al encuentro, y le 
dijo: « ¿Cómo vienes tú solo, sin que 


nadie te acompañe?» 2 David le res¬ 
pondió: «Me ha dado el rey una orden, 
y me ha dicho: Que nadie sepa nada 
del asunto por que te he enviado, ni 
de la orden que te he dado. A los 
mozos les he dicho que se reúnan en 
tal lugar. 3 NI ira, pues, lo que tienes 
a mano, y dame cinco panes, o lo 
que encuentres.» 4 El sacerdote res¬ 
pondió a David: «No tengo a mano 
pan del ordinario; pero hay pan santo, 
siempre que tus mozos se hayan abs¬ 
tenido de trato con mujeres.» 5 David 
le contestó: «Eso sí, nos hemos abs¬ 
tenido ayer y anteayer, desde que 
salimos. Los vasos de los mozos, 
están puros, y como el camino que 
llevamos es desviado, es seguro que 
hoy están puros sus vasos.» 6 Diólc 
entonces el sacerdote pan del santo, 
por no tener más que panes de los 
de la proposición, de los que habían 
sido retirados de la presencia de 
Yave, para reemplazarlos por otros 
recientes. 

7 Estaba allí aquel día uno de los 
servidores de Saúl retenido en el 
santuario, y de nombre Doeg, cdo- 
mita, jefe de los cursores de Saúl. 
8 Preguntó David a Ajimclec: «¿Tie¬ 
nes a mano una lanza o una espada?, 
pues no he traído mis armas, porque 
urgía la orden del rey.» 9 El sacer¬ 
dote respondió: «Ahí está la espada 
de Goliat, el filisteo, que tú mataste 
en el valle del Terebinto. Allí la 
tienes envuelta en un paño, detrás 
del cfod; si ésa quieres, cógela, pues 
otra no hay.» David le dijo: «Ninguna 
mejor, dámela.» 


David en <íel. 

10 Levantóse, pues, David, y hu¬ 
yendo de Saúl, se encaminó aquel 
mismo día a Aquis, rey de Gct. 
11 Los servidores de Aquis dijeron 
a éste: «Allí está David, rey de la 
tierra; aquel de quien cantaban: 
Mató Saúl sus mil, pero David sus 
diez mil.» 12 David comprendió lo 
que aquellas palabras encerraban, y 
temiendo mucho de Aquis, rey de 
Gct, 13 fingió haber perdido la razón, 
y hacía entre ellos el loco; hacía que 
tocaba el tambor en las puertas y 
dejaba caer la saliva sobre su barba. 
14 Aquis dijo a sus servidores: «¿No 
veis que esc hombre está loco? ¿Para 
qué me lo habéis traído? 15 ¿Me faltan 
a mí locos, y me traéis a ése para que 









SAMUEL I, 22, 23 


vea sus locuras? ¿Voy a tenerlo yo 
en mi casa?» 

*)*) 1 Partióse de allí David, y huyó 
** a la caverna de Odolam. Al 
saberlo sus hermanos y toda la casa 
de su padre bajaron a él, 2 y todos 
los perseguidos, los endeudados y des¬ 
contentos, se le unieron (1), llegan¬ 
do así a mandar a unos cuatrocientos 
hombres. 3 De allí fu ése David a 
Masía, en tierra de Moab, y dijo al 
rey de Moab: «Te ruego que acojas 
entre vosotros a mi padre y a mi 
madre, hasta que yo sepa lo que de 
mí hará Dios.» 4 Y trajo a su padre 
y a su madre al rey de Moab, y allí 
con él habitaron, mientras estuvo 
David en la fortaleza. 5 El profeta 
Gad dijo a David: «No sigas en la 
fortaleza, ve y vuelve a tierra de 
Judá.» Volvióse David, y se refugió 
en el bosque de Jaret. 

Da Saúl muerte de los sacerdotes 
de Nob. 

6 Supo Saúl que David y los suyos 
habían sido vistos, y estando en 
Gucba, bajo el Tamarindo, en la al¬ 
tura, con la lanza en la mano, y 
rodeado de todos sus servidores, 7 les 
dijo Saúl: «Escuchad, benjaminitas: 
¿Va a daros también a vosotros el 
hijo de Isaí campos y viñas, y va 
a haceros a todos jefes de mil y jefes 
de ciento, 8 para que así todos os 
hayáis conjurado contra mí, y no 
haya nadie que ine informe de que 
mi hijo se ha ligado con el hijo de 
Isaí, y nadie de vosotros se duela 
de mí y me advierta que mi hijo 
ha sublevado contra mí a un servi¬ 
dor mío, para que me tienda ase¬ 
chanzas, como está haciendo?» 9 Doeg, 
el edomita, que estaba entre los ser¬ 
vidores de Saúl, respondió: «Yo he 
visto al hijo de Isaí en Nob, con Aji- 
melcc, hijo de Ajitob. 10 Ajimelec 
consultó por él a Yave, y le dió ví¬ 
veres y la espada de Goliat, el filisteo.» 

11 El rey hizo llamar a Ajimelec, 
sacerdote, hijo de Ajitob y a toda la 
casa de su padre, los sacerdotes que 
había en Nob, y todos vinieron al 
rey, 12 que dijo: «¿Oyes, hijo de 
Ajitob?», y éste contestó: «Aquí me 


(i) Hay entre los seguidores de David 
gentes perdidas, como lo eran también los de 
Jefté (Juec. ii. 3), fenómeno muy común 
en la historia de las revueltas políticas. 


tienes, mi señor.» 13 Y añadió Saúl: 
«¿Por qué os habéis ligado contra mí, 
tú y el hijo de Isaí? Tú le has dado 
pan y una espada, y consultaste por 
él a Yave, para que él se sublevara 
contra mí, y me tendiera emboscadas, 
como lo está haciendo.» 14 Ajimelec 
respondió al rey: «¿Quién de entre 
todos tus servidores, como David, 
de una probada fidelidad, yerno del 
rey, admitido a sus consejos y tan 
honrado por toda tu casa? 15 ¿Es 
acaso ese día el primero en que he 
consultado yo a Yave por él? Lejos 
de mí semejante cosa. No me haga el 
rey cargos, que pesarían sobre toda 
la casa de mi padre, pues tu siervo 
no sabe nada de todo eso, ni poco 
ni mucho.» 16 El rey le dijo: «Vas 
a morir, Ajimelec, tú y toda la casa 
de tu padre>>; 17 y mandó a los guar¬ 
dias que tenía cerca: «Volveos y dad 
muerte a los sacerdotes de Yave, 
pues han dado mano a David, y sa¬ 
biendo bien que huía, no me infor¬ 
maron de ello.» 

Los guardias del rey no quisieron 
poner su mano sobre los sacerdotes 
de Yave; 18 y entonces dijo el rey a 
Doeg, edomita: «Vuélvete y mata a 
los sacerdotes.» Y Doeg, edomita, 
se volvió, y él mató aquel día a los 
sacerdotes: ochenta y cinco hombres 
de los que vestían efod de lino. 
19 Saúl pasó también a cuchillo a 
Nob, ciudad sacerdotal; hombres y 
mujeres, niños, hasta los de pecho, 
bueyes, asnos y ovejas; todos fueron 
pasados a cuchillo. 20 Un hijo de 
Ajimelec, hijo de Ajitob, pudo es¬ 
capar. Llamábase Abiatar; fué a re¬ 
fugiarse a David, 21 y le dió la noti¬ 
cia de que Saúl había matado a los 
sacerdotes de Yave. 22 David dijo a 
Abiatar: «Ya pensé yo aquel día que 
Doeg, edomita, que estaba en Nob, 
no dejaría de informar a Saúl. Soy 
yo la causa de la muerte de toda la 
casa de tu padre. 23 Quédate conmi¬ 
go y nada temas, que quien a ti te 
persigue es quien me persigue a mí, 
y aquí estarás bien guardado.» 


Libra David a Queila. 

23 1 Vinieron a decirle a David 
que los filisteos estaban ata¬ 
cando a Queila, y habían saqueado 
las eras; 2 y David consultó a Yave, 
preguntando: «¿Iré a batir a los 
filisteos?» Y Yave respondió; «Ve, 








296 


SAMUEL L 24 


batirás a los filisteos y liberarás á 
Queila.» 3 Pero la gente de David 
le dijo: «Aquí en Judá tenemos que 
guardarnos; ¿qué será sí vamos a 
Queila contra las tropas de los filis¬ 
teos?» 4 Consultó David otra vez 
a Yave, y Yave le respondió: «Alzate 
y baja a Queila, pues te he dado los 
filisteos en tus manos.» 6 Fué, pues, 
David a Queila con su gente, y 
atacó a los filisteos, los puso en fuga 
apoderándose de su ganado, y ha¬ 
ciéndolos experimentar una gran de¬ 
rrota, liberando así a los habitantes 
de Queila. 6 Abiatar, hijo de Ajime- 
lec, que se había acogido a David, 
bajó con él a Queila, llevando con¬ 
sigo el efod. 


Saúl, cu persecución de David. 

7 Cuando Saúl supo que David 
había ido a Queila, se dijo: «Dios me 
lo entrega, pues ha ido a encerrarse 
en una ciudad que tiene puertas y 
cerrojos.» 8 Saúl reunió al pueblo 
para la guerra, para bajar a Queila 
y sitiar en ella a David y a los suyos; 
* pero David supo el mal designio 
que contra él tramaba Saúl, y dijo 
al sacerdote Abiatar: «Trae el efod»; 
10 y luego preguntó: «Yave, Dios de 
Israel; tu siervo sabe que Saúl se 
dispone a venir a Queila, para des¬ 
truir la ciudad por causa mía. 11 ¿Será 
sitiada la ciudad? ¿Bajará contra ella 
Saúl, como a tu siervo le han dicho? 
Yave, Dios de Israel, dígnate des¬ 
cubrírselo a tu siervo.» Y Yave res¬ 
pondió; «Bajará.» 12 Volvió a pre¬ 
guntar David: «Los habitantes de 
Queila, ¿me entregarán a mí y a los 
míos en manos de Saúl?» Y Yave res¬ 
pondió: «Te entregarán.» 13 Entonces 
se levantó David con su gente, unos 
seiscientos hombres; y saliendo de 
Queila, iban y venían a la ventura. 
Informado de que David había salido 
de Queila, suspendió Saúl su marcha. 

14 David andaba por el desierto, 
acogiéndose a los lugares fuertes, 
y se estableció en la montaña del 
desierto de Zif. 15 Saúl no dejaba de 
perseguirle constantemente, pero Dios 
no le puso en sus manos. Mientras 
andaba David por el desierto, temió, 
por saber que Saúl se había puesto 
en campaña para quitarle la vida; 
V estando en el desierto de Zif, en 
Jaresa, 16 fué en su busca Jonatán. 
hijo de Saúl, a Jaresa, y le animo 


diciéndole: «Nada temas, pues la 
mano de Saúl, mi padre, no te alcan¬ 
zará. Tú reinarás sobre Israel, y yo 
seré tu segundo. Saúl, mi padre, "lo 
sabe muy bien.» Renovaron ambos 
su pacto ante Yave, y quedándose 
David en Jaresa, Jonatán se volvió 
a casa. 

Los de Zif habían ido a Gueba 
a decir a Saúl: «David está escon¬ 
dido entre nosotros en los lugares 
fuertes, en Jaresa, en la colina de 
Ajila, que está al mediodía del de¬ 
sierto. Baja, pues, joh reyl, como estás 
deseándolo, que ponerle en tus manos 
es cosa nuestra.» Saúl les dijo: «Ben¬ 
dígaos Yave, por haberos dolido de 
mi suerte. Pero id, os ruego, y obser¬ 
vad mejor todavía por dónde anda, 
inquirid y ved cuáles son sus an¬ 
danzas y quién le ha visto; porque, 
según me han dicho, es muy astuto. 
Examinad y reconoced todos los es¬ 
condrijos donde se oculta, y volved 
luego a mí con informes exactos; y 
entonces iré con vosotros, y si allí 
está, yo le descubriré entre todas las 
familias de Judá.» Fuéronse, pues, 
otra vez a Zif, precediendo a Saúl; 
pero David con los suyos se había 
retirado al desierto de Maón, al me¬ 
diodía, al desierto. 

Saúl salió con su gente en busca 
de David; y habiéndolo sabido éste, 
bajó de la colina, quedándose en el 
desierto de Maón. 26 Informado de. 
ello Saúl, fué en persecución de David 
al desierto de Maón. Marchaba él por 
un lado de la colina, y David y sus 
gentes por el opuesto lado. Mientras 
se apresuraba David, para escapar 
de Saúl, y éste y sus gentes perse¬ 
guían a David y los suyos para apo¬ 
derarse de ellos, 27 vino un mensa¬ 
jero a decir al rey: «Apresúrate, pues 
los filisteos han invadido la tierra»; 
28 y Saúl hubo de desistir de perseguir 
a David, para salir al encuentro de 
los filisteos. Por eso se llama todavía 
hoy aquel lugar Scla Hammajlecot. 


Ihivid, cu la caverna de lCnrjtnli. 
Itcspcta la vida de Saúl, lenién- 
dola cu su mano. 

1 Subió David, y se estableció 
en los lugares fuertes de Kngadi. 

; 2 De vuelta Saúl de perseguir a los 
filisteos, supo que David estaba en 
el desierto de Engadi, 3 y tomando 
Saúl tres mil hombres escogidos de 






SAMUEL I, 25 


297 


entre todo Israel, iba en busca de. 
David y los suyos por el roquedo de 
Jealim: (i) * * 4 y llegado a unos rediles que 
había junto al camino, entró en una 
caverna que allí había, para hacer 
una necesidad. David y sus gentes 
estaban en el fondo de la caverna, 

5 y los hombres de David decían a 
éste: «Ahí tienes el día que Ya ve 
te anunció, dieiéndote que entregaría 
a tu enemigo en tus manos; trátale 
como bien te parezca.» David se 
levantó, y acercándose calladamente, 
cortó la "orla del manto de Saúl. 

6 Luego le latía fuerte el corazón, 
por haber cortado la orla del manto 
de Saúl; 7 y dijo a sus hombres: 

Líbreme Ya ve de hacer cosa tal 
contra mi señor, el ungido de Yave; 
poner mi mano sobre el que es 
ungido de Yave» (1). 

8 Reprimió David con sus palabras 
a los suyos, y no dejó que se echasen 
sobre Saúl. Levantóse luego Saúl para 
proseguir su camino; 9 y entonces 
se levantó también David, y saliendo 
de la caverna, se puso a gritarle: 
«¡Oh rey, mi señor!» Saúl miró atrás, 
y David se echó rostro a tierra, pros¬ 
ternándose; 10 y dijo luego a Saúl: 
«¿Por qué escuchas lo que te dicen 
algunos, de que yo pretendo tu mal? 
11 Hoy ven tus ojos cómo Yave te 
ha puesto en mis manos en la caverna. 
Decíanme que te matara, pero yo 
le he preservado, dieiéndome: «No 
pondré yo mi mano sobre mi señor, 
que es el ungido de Yave. 12 ¡Mira, 
padre mío, miral En mi mano tengo 
la orla de tu manto. Yo la he cor¬ 
tado con mi mano, y cuando no te 
he matado, reconoce y comprende 
que no hay en mí ni maldad ni rebel¬ 
día, y que no he pecado contra ti. 
Tú, por el contrario, andas a la caza 
de mi vida, para quitármela. 13 Que 
juzgue Yave entre tú y yo, y sea 
Yave el que me vengue, que yo no 
pondré mi mano sobre el ungido de 
Yave.. 14 De los malos, la malicia, 
dice el proverbio, pero yo no pondré 
nunca mi mano sobre ti. 15 ¿Y contra 
quien se ha puesto en marcha el 
rey de Israel? ¿A quién persigues? 
V un perro muerto, a una pulga. 
16 Juzgue y pronuncie Yave entre tú 


(i) David dió siempre muestra de su 

espíritu religioso, en el respeto a la unción 

sagrada, que hada que poner la mano sobre el 

rey fuese no sólo un homicidio, sino un ver¬ 

dadero sacrilegio. 


y yo. Que él vea, que el tome mi 
causa, y que su sentencia me libre 
de tus manos.» 

17 Cuando hubo acabado de hablar 
David, dijo Saúl: «¿Eres tú, hijo mío, 
David?» Y alzando la voz se puso 
a llorar, y dijo: 18 «Mejor eres tú 
que yo, pues tú me has hecho bien 
y yo te pago con mal. 19 Tú has 
probado hoy que obras benévola¬ 
mente conmigo/ pues que Yave me 
lia puesto en tus manos y tú no me 
has matado. 20 ¿Quién es el que se 
encuentra con su enemigo y le deja 
seguir en paz su camino? Que Yave 
te pague lo que conmigo has hecho 
hoy. 21 Bien sé ya que tú reinarás, 
y que la realeza de Israel se afirmará 
en tus manos. 22 Júrame, pues, por 
Y r ave, que nó destruirás a mi des¬ 
cendencia después de mí, y que no 
borrarás mi nombre de la casa de mi 
padre.» 23 David se lo juró a Saúl, 
y éste se volvió a su casa, y David 
y sus hombres subieron a un lugar 
fuerte. 

Muerte de Samuel. 

1 En tanto murió Samuel, y 
- J • todo Israel se reuiró para llo¬ 
rarle, y fué sepultado en su ciudad, 
en Rama. David bajó al desierto de 
Farán. 2 Había en Maón un hombre 
muy rico, cuyos bienes estaban en 
el Carmel; tenía tres mil ovejas 
y mil cabras, y estaba en el Carmel 
para el esquileo de sus ovejas. 3 Lla¬ 
mábase el hombre Nabal, y su mujer 
Abigail; era una mujer de mucho 
entendimiento y muy hermosa, mien¬ 
tras que él era un hombre duro y 
malo; era del linaje de Calcb. 4 Supo 
David en el desierto que Nabal 
estaba de esquileo, 5 y le mandó diez 
mozos, a los que dijo*: «Subid al Car¬ 
mel e id en busca de Nabal; y después 
de saludarle de mi parte, 6 le habláis 
de esta manera: «Vivas muchos años; 
la paz sea contigo, con tu casa, v 
con cuanto tienes. 7 He sabido que 
estás de esquileo. Pues bien, tus 
pastores han estado tiempo con nos¬ 
otros; nunca les hemos hecho ningún 
mal, ni les ha faltado nada del gana¬ 
do mientras han estado en el desierto. 
8 Pregúntales a ellos y te lo dirán. 
Que hallen, pues, gracia a tus ojos 
estos mozos, ya que llegamos en un 
día de júbilo. Da, pues, a tus sier¬ 
vos y a tu hijo David lo que halles 
a mano.» 








298 


SAMUEL 1, 25 


9 Cuando llegaron los hombres de 
David, y en nombre de éste repi¬ 
tieron todas sus palabras, se queda¬ 
ron esperando; 10 pero Nabal les res¬ 
pondió: «¿Quién es David, y quién 
el hijo de Isaí? Son hoy muchos los 
siervos que andan huidos de su señor. 

12 ¿Voy a tomar yo mi comida y mi 
bebida y el ganado que he matado 
para mis esquiladores, para dárselo 
a gente que no sé de dónde es?» 

13 Los servidores de David, dando 
media vuelta, tomaron el camino y 
se tornaron; y una vez llegados, 
repitieron a David lo que Nabal 
les había dicho. Entonces David 
dijo: «Cíñase cada uno su espada.» 
Ciñéronsela, y se ciñó también David 
la suya, y salió con unos cuatro¬ 
cientos hombres, dejando doscientos 
custodiando el bagaje. 14 Uno de los 
criados de Nabal fué a decirle a Abi- 
gail: «David ha mandado del de¬ 
sierto unos mensajeros a saludar a 
nuestro amo, que los ha tratado^ 
duramente. 15 Siempre esas gentes* 
se mostraron buenas con nosotros, 
y nunca nos molestaron, ni nada 
nos faltó de nuestros rebaños cuando 
estábamos en el campo. 16 Antes 
nos servían de defensa de noche y 
de día todo el tiempo que estuvimos 
con ellos guardando el ganado. 17 Mira 
tú lo que has de hacer, porque la 
pérdida de nuestro amo y de su casa 
es segura, y es tan malo, que no se 
le puede liablar.» 

18 En seguida Abigail cogió dos¬ 
cientos panes, dos odres de vino, 
cinco carneros ya compuestos, cinco 
medidas de trigo tostado, cien atados 
de uvas pasas y doscientas masas de 
higos secos; y haciéndolo cargar todo 
sobre asnos, 19 dijo a sus criados: 
«Pasad vosotros delante, que yo os 
sigo.» Nada dijo a su marido; 20 y 
cuando montada en su asno bajaba 
por lo cubierto del monte, se encon¬ 
tró con David y su gente, que bajaban 
frente a ella. 21 David se había 
dicho: «Muy en vano he guardado 
yo todo cuanto ese hombre tiene 
en el desierto, y he hecho que nada 
de lo suyo le faltara; me ha pagado 
mal por bien. 22 Que castigue Dios 
a su siervo David, si de aquí al alba 
queda con vida un solo hombre en 
todo lo de Nabal.» 23 En cuanto 
Abigail se dió cuenta de la presencia 
de David, bajóse del asno; y echán¬ 
dose ante David rostro á tierra, 
24 se. prosternó a sus pies, y le dijo: 


«Caiga sobre mí, mi señor, la falta. 
Deja que te hable tu esclava y es¬ 
cucha sus palabras. 25 No haga cuenta 
mi señor de ese malvado de Nabal, 
porque es lo que su nombre signi¬ 
fica, un necio, y está loco. Yo, mi 
señor, no vi a los que mi señor envió. 

26 Y ahora, mi señor, como vive 
Yave y vivas tú, que te ha preser¬ 
vado Yave de derramar sangre y 
tomar por tu mano la venganza, 
ojalá que todos tus enemigos y cuan¬ 
tos te persiguen sean como Nabal. 

27 Allí tienes este presente, que tu 
sierva trae a mi señor; que se reparta 
entfe la gente que sigue a mi señor. 

28 Perdona, te ruego, la falta de tu 
sierva, pues de cierto Yave hará a 
mi señor casa estable, ya que mi 
señor combate los combates de Yave, 
y no vendrá sobre ti el mal en todo 
el tiempo de tu vida. 29 Si alguno se 
levanta para perseguirte y buscar 
tu vida, la vida de ini señor estará 
atada en el ramillete de los vivos 
ante Yave, tu Dios, y la de tus ene¬ 
migos será volteada dentro de lo cavo 
de la honda. 30 Cuando Yave haga a 
mi señor todo el bien que le ha pro¬ 
metido y le haga jefe de Israel, 
31 no sentirá mi señor el remordi¬ 
miento de haber derramado sangre 
inocente y de haberse vengado por 
su mano. Cuando, pues, Yave favo¬ 
rezca a mi señor, acuérdate de tu 
esclava.» 

32 David dijo a Abigail: «jBendito 
Yave, Dios de Israel, que te ha man¬ 
dado hoya nuestro encuentrol 33 ¡Ben¬ 
dita tu sabiduría, y bendita tú que 
me has impedido hoy derramar san¬ 
gre y vengarme por mi mano! 34 De 
otro modo, ¡vive Yave, Dios de Israel, 
que no me dejó hacer el malí, si tú 
no te hubieras apresurado a venir 
a mi encuentro, que de aquí al alba 
no le hubiera quedado a Nabal hom¬ 
bre vivo. 35 David recibió de la mano 
de Abigail lo que ella había traído, y 
le dijo: «Sube en paz a tu casa; te he 
oído y he acogido tu petición.» 

36 Volvióse Abigail a casa de Nabal. 
Hallábase éste sentado a un gran 
banquete, como de rey, y estaba 
enteramente ebrio. Nada le dijo ella, 
ni poco ni mucho, hasta ser de día; 
87 pero a la mañana, cuando ya había 
digerido el vino, le contó su mujer 
lo que había pasado, y el corazón 
se le quedó como muerto, como una 
piedra. 88 Unos diez días después 
Yave hirió a Nabal y minió éste. 






SAMUEL I, 26 


290 


David toma a Abirjail por mujer. 

39 Cuando supo David la muerte 
de Nabal, se dijo: «¡Bendito Yave, 
que ha defendido mi causa contra el 
ultraje que me liizo Nabal, e impi¬ 
dió a su siervo hacer el mal! Yave ha 
hecho que la maldad de Nabal reca¬ 
yera sobre su cabeza.» Después mandó 
mensajeros a Abigail, para propo¬ 
nerla que quería tomarla por mujer. 
40 Llegados a casa de Abigail, en el 
Carmel, los mensajeros la hablaron 
de esta manera: «David nos envía 
a ti para decirte que quiere tomarte 
por mujer.» 41 Ella se levantó, y 
postrándose rostro a tierra, dijo: 
«Que tu sierva sea una esclava para 
lavar los pies a los servidores de mi 
señor.» 42 Levantóse luego Abigail, y 
montando sobre su asno, acompañada 
de cinco de sus mozas, siguió a los 
mensajeros de David, y fue su mujer. 

43 David tomó también por mujer 
a Ajinoam, de Jezrael. Una y otra 
fueron mujeres de David. 44 Saúl 
había dado su hija Micol, mujer de 
David, a Paltí, de Galim, hijo 
de Lais. 


Respeta otra vez David la vida 
de Saúl teniéndola en sus manos. 

O/C 1 Vinieron los de Zif a Saúl a 
Gueba, y le dijeron que David 
estaba en la colina de Jaquila, al 
mediodía del desierto; 2 y levan¬ 
tándose, bajó al desierto, llevando 
consigo tres mil hombres escogidos 
de Israel, al desierto de Zif, en busca 
de David. 3 Acampó sobre la colina 
de Jaquila, frente al desierto, junto 
al camino. David andaba por el 
desierto. Sabiendo David que había 
venido Saúl al desierto en busca 
suya, 4 mandó espías que le infor¬ 
maran de si había llegado a Nacón. 
5 Levantóse y fué al campo donde 
acampaba Saúl, y exploró el lugar 
donde dormía con Abner, hijo de 
Ner, jefe de su ejército. Dormía 
Saúl en su tienda, en derredor de la 
cual acampaba la gente. 8 Dirigién¬ 
dose, pues, a Ajimelec, geteo, y a 
Abisai,- hijo de Sarvia, hermano de 
Joab, les dijo: «¿Quién baja conmigo 
al campo de Saúl?» Abisai contestó: 
«Yo bajaré contigo.» 

7 Llegaron David y Abisai, y en¬ 
contraron a Saúl durmiendo en su 
tienda, con la lanza clavada en tierra, 


junto a la cabecera. Abner y la gente 
dormían en torno de la tienda. 8 Abi¬ 
sai dijo a David: «Dios ha entregado 
hoy en tus manos a tu enemigo. 
Déjame que ahora mismo le atra¬ 
viese con mi lanza, y de un golpe 
le clave en la tierra, no tendré que 
repetir.» 9 Pero David le dijo: «No 
le mates. Quien pusiere su mano 
sobre el ungido de Yave, ¿quedaría 
impune?»; 10 y añadió: «Tan cierto 
como vive Yave, que si no le hiere 
él y le llega su día y muere, o muere 
en la guerra, 11 Yave me libre de 
poner la mano sobre su ungido.» 
Coge la lanza y el jarro que está 
junto a la cabecera, y vámonos.» 
12 Llevóse David la lanza y el jarro 
que estaban junto a la cabecera de 
Saúl, y se fueron. Nadie los vió, 
ni se dió nadie cuenta de nada; 
nadie se despertó, todos dormían, 
pues había hecho caer Yave sobre 
ellos un profundo sopor. 

13 David pasó al otro lado y se 
puso lejos, sobre la cumbre de una 
colina, separándoles largo trecho, 14 y 
gritó a la gente y a Abner, hijo 
de Ner: «¡ Abner] ¿No contestas?» 
Abner respondió: «¿Quién eres tú, 
que así me llamas?» 15 David dijo 
a Abner: «¿No eres tú un valiente? 
¿Quién como tú en Israel? ¿Cómo 
no guardas a tu rey y señor? 16 Al¬ 
guien ha venido a matar al rey, tu 
señor. Eso no está bien. Como vive 
Yave, que mereces la muerte, por 
no guardar a tu señor, el ungido 
de Yave. Busca la lanza y el jarro 
que tenía el rey junto a su cabecera.» 
17 Saúl conoció la voz de David, 
y dijo: »¿Eres tu, hijo mío, David?» 
David contestó: «Yo soy, ¡oh rey 
mi señorl» 18 Y añadió: «¿Por qué 
persigue el rey a su siervo? 19 Si es 
Yave quien te excita contra mí, 
dale a oler el sacrificio; pero si son 
hombres, malditos sean de Yave, 
pues me echan ahora de mi puesto 
en la heredad de Yave, diciendo: 
«Vete a servir a dioses ajenos.» 

20 Que caiga mi sangre sobre la tierra 
delante de Yave; ya que el rey se 
ha puesto a perseguirme como se 
persigue por los montes a una perdiz.» 

21 Saúl dijo: «He pecado. Vuelve, 
David, hijo mío, que yo no te haré 
ya mal, puesto que mi vida ha sido 
hoy preciosa a tus ojos. He obrado 
como un insensato y he faltado 
mucho.» 22 David respondió: «Aquí 
tienes tu lanza, rey. Que venga un 






SAMUEL I, 27, 28 




mozo a buscarla; 23 Yave dará a 
cada uno según su justicia y su fide¬ 
lidad. Hoy te ha puesto en mis ma- 
nos, y yo no he querido alzar mi 
mano contra el ungido de Yave. 
24 Como ha sido hoy preciosa tu 
vida a mis ojos, así lo sea la mía a 
los ojos de Yave, y me libre él de 
toda angustia.» 25 Saúl dijo a David: 
«¡Bendito seas, hijo mío, David! Afor¬ 
tunado serás cr todas tus empresas.» 
David prosiguió su camino y Saúl 
se volvió a su casa. 

David, al servicio de los filisteos. 

27 1 David se dijo: «Un día u otro 
" voy a perecer a manos de Saúl; 
lo mejor será que luego me refugie 
en la tierra de los filisteos, para que 
desista Saúl de buscarme en la de 
Israel, así escaparé de sus manos.» 
2 Levantóse, pues, y pasó con los 
seiscientos hombres que le seguían 
a la tierra de Aquis, bijo de Maoc, 
en Get. 8 Quedóse con sus gentes en 
Gct, cada uno con su familia. David 
con sus dos mujeres, Ajinoam de 
Jczracl y Agibail de Carmel, mujer 
de Nabal. 4 * Sabiendo Saúl que David 
había huido a Gct, no volvió a per¬ 
seguirle. 6 David dijo a Aquis: «Si 
he hallado gracia a tus ojos, que me 
designen en una de las ciudades del 
campo un lugar donde habitar: ¿Para 
qué ha de habitar tu siervo en la 
ciudad real? 8 Entonces le designó 
Aquis Sicelcg, y por eso Sicelcg per¬ 
tenece basta hoy a los reves de Judá. 

7 El tiempo que pasó David entre los 
filisteos fué de un año y cuatro meses. 
8 David y sus gentes subían y hacían 
excursiones contra los de Gesur, con¬ 
tra los de Gucrz y contra los amale- 
citas, pues todos éstos habitaban la 
región, desde Telaim, según se va a 
Sur, basta el Egipto. 9 David aso'aba 
estas tierras, sin dejar vivos hombre 
ni mujer, apoderándose de ovejas, 
bueyes, asnos, camellos y vestidos, 
y se volvía a Aquis. 10 Este le pre¬ 
guntaba: «¿A quién habéis atacado 
hoy?» David contestaba: «Al medio¬ 
día de Jndá, al mediodía de Jcrameel, 
al mediodía de los quíneos.» 11 David 
no dejaba con vida hombre ni mujer 
trayéndolos a Get, por temor de que 
informasen contra ellos, diciendo: 
«Esto es lo que ha hecho David.» 
Así procedió todo el tiempo que estuvo 
en la tierra de los filisteos. 12 Aquis 
se fiaba de David y se decía: «Se 


está haciendo odioso a su pueblo, 
y será para siempre mi servidor.» 

IVueva invasión de los filisteos. 

1 Por aquel tiempo reunieron 
w 9 los filisteos sus tropas en un 
solo ejército, para ir contra Israel. 
Aquis dijo entonces a David: «Sabrás 
que has de venir conmigo a la cam¬ 
paña, tú y tus hombres.» 2 * David 
le contestó: «Ya verás lo que hace 
tu .siervo.» Aquis añadió: «Yo te 
confiaré la guardia de mi persona 
para siempre.» 

Va Saúl a consultar a la pitonisa 
de Endor. 

3 Había muerto Samuel. Todo Israel 
le había llorado, y había sido sepul¬ 
tado en Rama, su ciudad. Saúl había 
hecho desaparecer de aquella tierra 
a todos los evocadores de los muertos, 
y adivinos. 4 Los filisteos, reunién¬ 
dose, vinieron a acampar en Sunam; 
y Saúl, reuniendo a todo Israel, 
acampó en Gclboe. 6 A la vista del 
campamento de los filisteos, Saúl 
tembló, y se le agitó el corazón. 
6 Consultó a Yave, pero Yave no le 
respondía, ni por sueños, ni por los 
urim , ni por profetas; 7 y dijo a sus 
servidores: «Buscadme una pitoni¬ 
sa (1), para que vaya a consul¬ 
tarla.» Sus servidores le dijeron: «En 
Endor hay una pitonisa»; 8 y Saúl, 
disfrazándose, fué allá, acompañado 
de dos hombres. Llegados de noche 
a la casa de la mujer, Saúl le dijo: 
«Prcdimc lo por venir, evocando a 
un muerto, el que que yo te diga.» 
9 Ella contestó: «Bien sabrás lo que 
lia hecho Saúl, que ha borrado de 
esta tierra a todos los evocadores y 
adivinos. ¿Me tiendes un lazo para 
hacerme morir?» 10 Saúl le juró por 
Yave, diciendo: «Como vive Yave, 
que por esto no te lia de venir ningún 
mal.» 11 Díjole la mujer: «¿A quién 
he de evocar?» Y Saúl contostó: 
«Evócame a Samuel.» 

12 A la vista de Samuel, la mujer 
lanzó un grito, y dijo a Saúl: 13 «¿Por 
qué me has engañado? Tú eres Saúl.» 
El rey le dijo: «No temas. ¿Qué es 


(i) Saúl, viendo que por ningún medio 

licito le contestaba Dios, recurre al reprobado 

por la ley, la evocación de los muertos. La evo¬ 

cación de Samuel es diversamente concebida 

por los Padres e intérpretes, sin que podamos 

dar como cierta ninguna de las interpretaciones. 







SAMUEL I, 29, 30 


o que ves?» La mujer dijo a Saúl: 
«Veo un dios que se alza de la tierra.» 
14 «¿Y cuál es su figura?—preguntó 
Saúl—. Ella respondió: «Es un an¬ 
ciano que sube envuelto en su manto.» 
Comprendió Saúl que era Samuel y 
se prosternó rostro a tierra. 15 Samuel 
dijo a Saúl: «¿Por qué has turbado 
mi reposo, evocándome?» Saúl res¬ 
pondió: «Estoy en gran aprieto. Los 
filisteos me hacen la guerra, y Yave 
se ha retirado de mí. No me ha res¬ 
pondido, ni por profetas ni por sue¬ 
ños. Te he evocado, para que me 
digas qué he de hacer.» 16 Samuel dijo: 
«¿Cómo me consultas tú, siendo así 
que Yave se ha retirado de ti y se 
ha hecho enemigo tuyo? 17 Yave 
hace lo que te había predicho por 
mi boca: arranca el reino de tus manos, 
para dárselo a otro, a David. 18 Por¬ 
que no obedeciste a Yave y no tra¬ 
taste a Amalee según el ardor de su 
cólera, por eso hace ahora Yave 
eso contigo. 19 El entregará a Israel, 
juntamente contigo, a manos de los 
filisteos. Mañana tú y tus hijos esta¬ 
réis conmigo, y Yave entregará el 
campamento de Israel a los filis¬ 
teos. » 

20 Cayó luego Saúl por tierra, 
cuan largo era, pues las palabras de 
Samuel le llenaron de espanto, y 
faltáronle las fuerzas, pues no había 
tomado nada ni en el día ni en la 
noche. 21 La mujer se acercó a Saúl, 
y viendo su gran turbación, le dijo: 
«Tu sierva no ha hecho más que 
obedecerte, exponiendo su vida. 22 Es¬ 
cucha, pues, tú también a tu sierva, 
y permite que te ofrezca un trozo 
de pan, para que tengas fuerzas para 
proseguir tu camino.» 23 E1 contestó: 
«No comeré nada.» Sus servidores, 
uniéndose a la mujer, insistieron, 
y él se rindió a sus instancias. Le¬ 
vantóse de tierra y se sentó sobre 
el diván. 24 Tenía en casa la mujer 
un ternero gordo; matóle luego, y 
tomando harina, coció unos ácimos 
25 y lo presentó a Saúl y a sus ser¬ 
vidores, quienes, después de comer, 
se levantaron y partieron aquella 
misma noche. 

David, despedido del ejército de 
los filisteos. 

29 1 Reunieron los filisteos todas 
sus tropas en Afee, e Israel 
acampaba cerca de la fuente de 
Jezrael. 2 Mientras avanzaban los 


301 


príncipes de los filisteos a la cabeza 
de sus centenas y sus millares, David 
y los suyos marchaban a retaguardia 
con Aquis; 3 y los jefes de los filisteos 
preguntaron: «¿Qué hacen aquí los 
hebreos?» Aquis les dijo: «¿No veis 
que es David, siervo de Saúl, rey de 
Israel, que está conmigo hace días 
y años, sin que haya hallado yo 
la menor cosa que reprocharle, desde 
que se pasó a nosotros hasta ahora?» 
4 Pero los jefes de los filisteos se en¬ 
furecieron contra Aquis, y le dijeron: 
«Despide a ese hombre, y que se 
vuelva al lugar que le has designado; 
que no venga a la batalla, no se re¬ 
vuelva contra nosotros durante el 
combate. ¿Cómo podría él volver a 
la gracia de su amo, mejor que ofre¬ 
ciéndole cabezas de nuestros hom¬ 
bres? 6 ¿No es ese David del que 
cantaban danzando: Saúl mató sus 
mil, pero David sus diez mil?» 

6 Aquis llamó a David, y le dijo: 
«Como vive Yave, que tú eres hombre 
leal, y que yo veo con buenos ojos 
toda tu conducta en esta expedición, 
sin haber visto en ti nada malo, desde 
que llegaste a mí hasta hoy; pero a 
los príncipes no les agradas. 7 Vuél¬ 
vete, pues, y torna en paz, para no 
desagradar a los príncipes.» 8 David 
respondió: «¿Pero qué te he hecho 
yo, y qué has hallado tú en tu siervo, 
desde que estoy junto a ti hasta hoy, 
para que no marche yo a combatir 
a los enemigos de mi señor, el rey?» 
9 Aquis respondió a David: «Yo sé 
bien que tú has sido bueno conmigo, 
como un ángel de Dios; pero los jefes 
de los filisteos dicen: Que no suba 
con nosotros a la batalla. 10 Así que, 
levántate de mañana tú y los siervos 
de tu señor, que han venido contigo; 
levántate bien de mañana, y partid 
en cuanto sea de día.» 11 David y 
sus gentes se levantaron bien tem¬ 
prano, y partieron de vuelta a la 
tierra de los filisteos, y los filisteos 
subieron a Jezrael. 


Saqueo c incendio de Siceleq por 
los amalecitas. 

30 1 Cuando al tercer día llegó 
David con sus hombres a Sice- 
leg, los amalecitas habían irrumpido 
en el Negueb y en Sicéleg, y la 
habían tomado e incendiado. 2 Habían 
apresado a las mujeres que allí es¬ 
taban y a pequeños y grandes, pero 






302 


SAMUEL I, 31 


sin matar a nadie, y llevándoselos, 
se habían puesto en camino. 3 Cuando 
llegaron David y sus gentes a la 
ciudad y vieron que había sido que¬ 
mada, y que sus mujeres, hijos e hijas 
habían sido llevados cautivos, 4 al¬ 
zaron la voz v lloraron hasta más no 
poder. 6 Habían sido llevadas las 
dos mujeres do David, Ajinoam, de 
Jeerael, y Abigail, de Carmel, mujer 
de Nabal. 

6 David se vio muy angustiado, 
pues la gente hablaba de lapidarle, 
ya que todos estaban muy amar¬ 
gados, cada uno por sus hijos y sus 
hijas. Pero David se confortó en 
Yavc, su Dios. 7 Dijo, pues, al sacer¬ 
dote Abiatar, hijo de Ajimclec: «Apli¬ 
ca el efod.» Aplicó Abiatar el efod, 
8 y David consultó a Ya ve, diciendo: 
«¿He de perseguir a esa banda? ¿La 
alcanzaré?» Ya ve respondió: «Per¬ 
síguela, porque de cierto la alcanza¬ 
rás y recobrarás.» 9 Púsose David en 
marcha, con los seiscientos hombres 
que le seguían. Cuando llegaron al 
torrente de Besor, doscientos queda¬ 
ron sin pasar más allá, rezagados por 
la fatiga. 10 David continuó la per¬ 
secución con cuatrocientos hombres. 
11 Encontraron en el campo a un egip¬ 
cio, que llevaron a David; 12 diéronle 
pan que comiera y agua que bebiera, 
y un trozo de torta de higos secos y 
un racimo de pasas. Una vez que con 
el alimento se recobró, pues había 
estado tres días y tres noches sin 
comer ni beber, 13 le preguntó David: 
«¿De quién y de dónde eres tú?» 
El respondió: «Soy un esclavo egip¬ 
cio, al servicio de un amalccita, y 
hace tres días inc abandonó ini amo, 
porque enfermé. 14 Habíamos hecho 
una incursión en el Negueb de Qucret, 
en Judá, y en el Negueb de Caleb, y 
hemos incendiado Siccleg.» 16 David 
le preguntó: «¿Quieres guiarme hacia 
donde está la banda?» El le respondió: 
«Júrame por Dios, que no me mata¬ 
rás ni me entregarás a mi amo, y te 
guiaré a donde está la banda.» 16 Guió¬ 
los, y vieron que estaban los amale- 
citas esparcidos por todo el campo, 
comiendo, bebiendo y bailando, pues 
era muy grande el botín que habían 
cogido en la tierra de los filisteos y 
en la de Judá. 17 David los batió 
desde la aurora hasta la tarde, y no 
escapó ninguno de ellos, fuera de 
cuatrocientos mozos, que huyeron 
montados en camellos. 48 David re¬ 
cobró cuanto los amalccitas se lle¬ 


vaban, y rescató a sus dos mujeres. 
19 No faltó nadie, ni chico ni grande, 
ni niño, ni niña, ni nada del botín 
y de cuanto se habían llevado. David 
lo recobró todo; 20 y cogiendo el ga¬ 
nado mayor y menor, se pusieron 
en marcha delante de él, diciendo: 
«Este es el botín de David.» 

' 21 Llegó David a los doscientos 
hombres que, fatigados, no habían 
podido seguirle y se quedaron junto 
al torrente de Besor. Salieron éstos 
al encuentro de David y de los que 
venían con él, y David se acercó a 
ellos y los saludó amistosamente. 
22 Pero lo peor de cuanto de malo 
había en la tropa de David, se puso 
a decir: «Pues que no han venido 
con nosotros, no les daremos parte 
del botín que hemos cogido; que coja 
cada uno su mujer y sus hijos y se 
los lleve.» 23 Pero David dijo: «No, 
hermanos míos, no hagáis eso con 
lo que nos ha dado Ya ve: porque él 
nos ha guardado y ha puesto en nues¬ 
tras manos la banda que vino contra 
nosotros. 24 Eso, ni oírse siquiera. 
La parte debe ser la misma para el 
que combate y para el que custodia 
el bagaje. Todos partirán por igual.» 
25 Y así se hizo aquel día y en lo su¬ 
cesivo, quedando esto como ley y 
norma, que todavía se observa. 

26 De vuelta a Siccleg, David mandó 
parte del botín a los ancianos de Judá, 
sus amigos, diciendo: «Ahí va para 
vosotros un presente, del botín de 
los enemigos de Yave.» 27 Mandó a 
los de Betel, a los de Ramot del 
Negueb, a los de Jetcr, 28 a los de 
Arocr, a los de Sefamot, a los de 
Estamo, 29 a los de Recaí, a los délas 
ciudades de Jcramecl, a los de las 
ciudades de Quenc, 30 a los de Jornia, 
a los de Borasán, a los de Atar, 
31 a los de Hcbrón, y a los de to¬ 
dos los lugares por donde David y 
sus gentes habían estado. 


Derrota y muerte de Saúl. 

1 1 Libraron batalla los filisteos, 

f y los hijos de Israel se pusieron 
en fuga ante los filisteos, y cayeron 
muchos en los montes de Oelboe. 
2 Los filisteos se pusieron a perseguir 
a Saúl y a sus hijos, y mataron a 
Jonatán, a Abinadab y a Melquisua, 
hijos de Saúl. 3 El peso de la batalla 
cargó principalmente sobre Saúl. Ha¬ 
biéndole descubierto los arqueros, y 








SAMUEL I, 31 


303 


viéndose muy apretado por ellos, 
4 dijo a su escudero: «Saca tu espada 
y traspásame, no me hieran esos 
incircuncisos y me afrenten.» El escu¬ 
dero no obedeció por el gran temor 
que tenía; y cogiendo Saúl su propia 
espada, se echó sobre la punta de 
ella. 6 El escudero, viéndole muerto, 
se arrojó igualmente sobre la suya, 
y murió con él. 6 Así murieron aquel 
día juntos Saúl y sus tres hijos y su 
escudero. 7 Los de Israel, que estaban 
del lado acá del llano, y del lado acá 
del Jordán, viendo huir a los hijos 
de Israel y sabiendo que Saúl y sus 
hijos habían muerto, abandonaron 
sus ciudades, para emprender tam¬ 
bién la fuga, y viniendo los filisteos, 
las ocuparon. 

8 Al día siguiente vinieron los fi¬ 
listeos para despojar a los muertos, 
y hallaron a Saúl y a sus tres hijos, 


que yacían sobre los montes de Gel- 
boe. 9 Cortaron la cabeza de Saúl 
y se apoderaron de sus armas, e hi¬ 
cieron publicar esta buena noticia 
por toda la tierra de los filisteos, en 
los templos de sus ídolos y entre el 
pueblo. 10 Las armas de Saúl las 
depositaron en el templo de Astarte, 
y su cabeza la colgaron de las murallas 
de Betsán. 

11 Los habitantes de Jabes Galad, 
habiendo sabido lo que los filisteos 
habían hecho con Saúl, 12 reunieron 
a los más valientes; y después de 
marchar durante toda la noche, lle¬ 
garon hasta Betsán; y cogiendo de 
sus murallas el cadáver de Saúl y 
los de sus hijos, se volvieron con ellos 
a Jabes, donde los quemaron. 13 Co¬ 
gieron sus huesos y los sepultaron 
bajo el taray de Jabes, y ayunaron 
siete días. 











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SAMUEL II 


Comunican a David la noticia de 
la muerte de Saúl. 

| 1 Después de la muerte de Saúl, 

cuando hacia dos días que David, 
victorioso de los amalecitas, estaba 
en Siceleg, 2 llegó el tercer día al 
campamento un hombre, que venía 
del campo de Saúl, desgarrados los 
vestidos y cubierta la cabeza de polvo. 
Cuando estuvo cerca de David, se 
echó en tierra, prosternándose, 3 y 
David le preguntó: «¿De dónde vie¬ 
nes?» El respondió: «Vengo huido del 
campamento de Israel.» 4 * David pre¬ 
guntó: «¿Qué ha sucedido? Cuénta- 
melo.» El respondió: «El pueblo huyó 
de la batalla, y gran número de 
hombres han caído y han perecido. 
Saúl mismo y Jonatán, su hijo, han 
sido muertos.» 6 David dijo al joven 
que le daba estas noticias: «¿Y cómo 
sabes tú que han muerto Saúl y su 
hijo Jonatán?» 6 El joven que le 
daba las noticias respondió: «Yo me 
hallaba por casualidad en el monte 
Gelboe, y vi a Saúl, apoyado sobre 
su lanza, mientras se acercaban a él 


carros y caballeros, que estaban ya 
para alcanzarle; 7 y volviéndose, me 
vió y me llamó. Yo respondí: «Aquí 
me tienes.» 8 Me dijo: «¿Quién eres 
tú?» Yo le respondí; Soy un amale- 
cita.» 9 Y él me dijo: «Acércate a mí 
y mátame, porque me siento presa 
de un espasmo, mientras todavía 
tengo en mí toda la vida.» 10 Yo me 
acerqué a él y le maté, pues sabía 
muy bien que no sobrevida a su 
derrota; y cogiendo la diadema que 
llevaba en la cabeza y el brazalete 
que tenía en su brazo, se los he traído 
aquí a mi señor» (1). 

11 David, cogiendo sus vestiduras, 
las rasgó, y también todos los hom¬ 
bres que con él estaban. 12 Hicieron 
duelo, llorando y ayunando hasta la 
I tarde, por Saúl, por su hijo Jonatán 
i y por el pueblo de Yave y la casa de 
Israel, que habían caído bajo la espada. 


(i) En su relato, el amaJecita se atribuye 

falsamente la muerte de Saúl a petición de éste, 

creyendo que así se congraciaría con David, 

y éste le recompensaría. Por lo contrario, su 

falsa confesión es causa de su catligo. 


20 










































306 


SAMUEL II, 2 


13 David dijo al joven que le había 
traído las noticias: «¿De dónde eres 
tú?» El respondió: «Soy hijo de un 
extranjero, de un amalecita.» 14 Y 
David le dijo: «¿Y cómo te atreviste 
a tender tu mano para dar muerte al 
ungido de Yave?» 15 Y llamando a 
uno de los suyos, le dijo: «Echate so¬ 
bre él y mátale.» El hombre hirió al 
amalecita, que murió. 16 David dijo: 
«Caiga tu sangre sobre tu cabeza! 
Tu misma boca ha atestiguado contra 
ti al decir: Yo he dado la muerte al 
ungido de Yave.» 


Elegía de David por Saúl y Jo- 
natán. 

17 David cantó una elegía por Saúl 
y Jonatán, su hijo, 18 y mandó que 
se la enseñasen a los hijos de Judá. 
Es el canto del arco, y está escrito 
en el libro de Jaser (1): 

19 «Tu gloria, Israel, ha perecido 
en tus montes; 

¿Cómo cayeron los héroes? 

20 No lo propaléis en Get; 

No lo publiquéis por las calles de 
Ascalón, 

Que no se regocijen las hijas de 
los filisteos, 

Y no salten de júbilo las hijas de 
los incircuncisos. 

21 ¡Montes de Gelboe! No caiga 
sobre vosotros ni rocío ni lluvia, 

Ni seáis campos de primicias, 

Porque allí fue abatido el escudo 
de los héroes, 

El escudo de Saúl, como si no fuera 
el ungido con el óleo. 

22 De la sangre de los muertos, de 
la grasa de los valientes, 

El arco de Jonatás no se hartaba 
nunca, 

La espada de Saúl no se blandía 
en vano. 

23 Saúl y Jonatán, amados y queri¬ 
dos, inseparables en vida, 

Tampoco se separaron en la muerte. 

Más ágiles que las águilas, 

Más fuertes que los Icones. 

24 Hijas de Israel, llorad por Saúl, 

Que os vestía de lino fino, 

Y adornaba de oro vuestros ves¬ 
tidos. 


(i) La nobleza de seniimientos de David, 
tamas veces mosteada en su proceder para con 
Saúl, se manifiesta en esie car.io elegiaco, en 
que David se lamenta no sólo de la muerte de 
Jonatán, su entrañable amigo, sino de la de 
Saúl, su encarnizado perseguidor. 


26 ¿Cómo han caído los héroes en 
medio de la batalla? 

¿Cómo fué traspasado Jonatán en 
las alturas? 

26 Angustiado estoy por ti, ¡oh 
Jonatán, hermano mío! 

Me eras carísimo, 

Y tu amor era para mí dulcísimo, 

Más que el amor de las mujeres. 

27 ¿Cómo han caído los héroes? 

¿Cómo han caído los fuertes gue¬ 
rreros?» 


David, rey de Judá. 

*) 1 Después de esto, consultó David 
— a Yave, diciendo: «¿He de subir 
a alguna de las ciudades de Judá?» 

Y Yave respondió: «Sube.» Preguntó 
David: «¿A cuál de ellas subiré.» 

Y Yave respondió: «A Hebrón.» 

2 Subió, pues, allá David, con sus 
dos mujeres, Ajinoam de Jezrael y 
Abigail de Carmel, mujer de Nabal. 

3 Hizo también que subieran los que 
estaban con él, cada uno con su fa¬ 
milia, y habitaron en la ciudad de 
Hebrón. 4 Vinieron los hombres de 
Judá, y ungieron allí a David, rey 
de la casa de Judá. Supo David que 
las gentes de Jabcs Calad habían 
dado sepultura a Saúl; 5 y David envió 
mensajeros a los hombres de Jabes 
Galad, que les dijeran: «Benditos 
seáis de Yave por la misericordia que 
habéis hecho con vuestro señor Saúl, 
dándole sepultura. 6 Que haga Yave 
con vosotros misericordia y verdad. 
Yo también os pagaré con favores 
lo que habéis hecho. 7 Fortaleced 
vuestras manos y tened valor, pues 
que, muerto Saúl, los hombres de 
Judá me han ungido por rey suyo.* 


Oposición tic la osisu dcSaul. 


8 Pero Abner, hijo de Ner, jefe del 
ejército de Saúl, tomó a Jsboset, hijo 
de Saúl; y llevándole a Majanaim, 
9 le alzó por rey de Galad, de Aser, de 
Jezrael, de Efraím, de Benjamín y 
de todo Israel. 

10 Cuarenta años tenía Isbosct, hijo 
de Saúl, cuando comenzó a reinar en 

1 Israel y reinó dos años. 

11 El tiempo que David reinó en 
I Hebrón, sobre la casa de Judá, fué 

de siete años y seis meses. 









SAMUEL II, 3 


307 


Ls» batalla «le Gabaón. 

12 Abner, hijo de Ner, y los segui¬ 
dores de Isboset, salieron de Maja- 
naim para Gabaón. 

13 Joab, hijo de Sarvia, y los se¬ 
guidores de David se pusieron en 
marcha. Encontráronse cerca del es¬ 
tanque de Gabaón y acamparon los 
unos de un lado del estanque y los 
otros del otro. 14 Abner dijo a Joab: 
«Salgan unos cuantos jóvenes y com¬ 
batan a nuestra vista.» Joab res¬ 
pondió: «Que salgan.» 15 Y salieron, 
avanzando en igual número, doce de 
Benjamín, por Isboset, hijo de Saúl, 
y doce de los seguidores de David; 
46 y cogiendo cada uno a su adver¬ 
sario por la cabeza, le hundió la es¬ 
pada en el costado, y cayeron todos 
a una, llamándose por eso aquel lugar 
Elcatusurim, que está en Gabaón. 
17 Hubo aquel día muy recia batalla, 
y Abner y los hombres de Israel fue¬ 
ron vencidos por los seguidores de 
David. 18 Estaban allí los tres hijos 
de Sarvia: Joab, Abisai y Azael. 
Azael era ligero de pies, como un 
corzo de los campos, 19 y persiguió 
a Abner, sin apartarse de él, ni a 
la derecha ni a la izquierda. 20 Abner 
miró detrás de sí, y le dijo: «¿Eres 
tú, Azael?» El respondió: «Yo soy.» 

21 Y Abner le dijo: «Apártate o a la 
derecha o a la izquierda, coge a uno 
de esos mozos, y toma sus despojos.» 
Pero Azael no quiso apartarse de él, 

22 y Abner dijo entonces a Azael: 
«Apártate de mí o te derribo en tie¬ 
rra, ¿y cómo podría yo levantar mis 
ojos delante de Joab, tu hermano?» 

23 Pero Azael rehusó retirarse, y Abner 
le hirió entonces con el regatón de 
la lanza en el abdomen, saliéndole la 
lanza por detrás, y allí cayó y murió. 
Todos, al llegar al lugar donde había 
caído Azael, se detenían. 24 Joab y 
Abisai persiguieron a Abner, llegando 
al ponerte del sol a la colina de Amma, 
que está frente a Guiaj, del lado del 
desierto de Gabaón. 

25 Los hijos de Benjamín- se reunie¬ 
ron detrás de Abner en apretado haz, 
y se apostaron en lo alto de la colina; 
26 y Abner llamando a Joab, le dijo 
a voces: «¿Hasta cuándo no dejará 
de devorar la espada? ¿No sabes que 
al fin viene la desesperación? ¿A 
cuándo esperas, para decir a los tuyos 
que dejen de perseguir a sus her¬ 
manos?» 27 Y Joab respondió: «Por 
Dios vivo, qne si no hubieras hablado 


tú, el pueblo no habría dejado de 
perseguir a sus hermanos hasta ma¬ 
ñana.» 28 Y Joab hizo sonar la trom¬ 
peta, y el pueblo se detuvo, y no per¬ 
siguieron ya a Israel, cesando el com¬ 
bate. 29 Abner y sus gentes, después 
de marchar toda la noche por el Ara¬ 
ba, pasaron el Jordán, cruzaron todo 
el Bitrón, y llegaron a Majanaim. 

30 Joab, cesando en la persecución 
de Abner, reunió a todo el pueblo. 
Faltaban de los seguidores de David 
diecinueve hombres y Azael. 31 Los 
seguidores de David habían herido 
de muerte a trescientos sesenta hom¬ 
bres de los de Benjamín, de los de 
Abner. Llevaron a Azael y le sepul¬ 
taron en el sepulcro de su padre en 
Belén. 32 Joab y sus hombres marcha¬ 
ron toda la noche, y llegaron a He- 
brón al despuntar el día. 

Guerra civil entre la casa de David 
y la de Saúl. 

1 Fué larga la guerra entre la 

casa de David y la casa de Saúl, 
pero David iba fortaleciéndose cada 
vez más, y la casa de Saúl cada vez 
más debilitándose. 

2 En Hebrón naciéronle hijos a 
David: su primogénito fué Amnón, 
hijo de Ajinoam de Jezrael; 3 el se¬ 
gundo Jeleab, de Abigail, del Carmel, 
mujer de Nabal; el tercero Absalón, 
hijo de Maca, hija de Tolmai, rey 
de Gesur; 4 el cuarto Adonías, hijo de 
Agit; el quinto Safatía, hijo de Abi- 
tal; 6 el sexto Jetram, de Egla, mujer 
de David. Estos son los hijos que na¬ 
cieron a David en Hebrón. 

6 Durante la guerra entre la casa 
de Saúl y la casa de David, era Abner 
el que se hacía fuerte por la casa de 
Saúl. 7 Había tenido Saúl una concu- 
cubina, de nombre Resfa, hija de 
Aya; e Isboset dijo a Abner: «Por qué 
has entrado a la concubina de mi pa¬ 
dre?» Abner, muy irritado por lo que 
le decía Isboset, respondió: «¿Soy yo 
acaso hoy una cabeza de perro? Has¬ 
ta hoy he favorecido yo a la casa de 
Saúl, tu padre, y a sus hermanos y 
amigos, y no te he puesto en las manos 
de David; ¿y tú me recriminas hoy 
por causa de esa mujer? 9 Así haga 
Dios a Abner, y así le añada, si no hago 
yo con David, conforme a lo que le 
ha jurado Yave, que quitaría el reino 
a la casa de Saúl, y confirmaría el 
trono de David, sobre Israel y sobre 
Judá, desde Dan hastalBerseba.» 









308 


SAMUEL II, 4 


11 No pudo Isboset responder a 
Abner palabra, porque le temía. 12 En¬ 
vió, pues, Abner mensajeros de su 
parte a David, diciéndole: «¿Ct'iya es 
la tierra?», y para que le dijeran: «Haz 
alianza conmigo y mi mano te ayudará 
a traer a ti a todo Israel.» 

13 David respondió: «Está bien, 
yo haré alianza contigo, pero te pido 
una cosa: Que no vengas a verme, 
sin traer contigo a Micol, la hija de 
Saúl, cuando vengas a verme.» 14 Des¬ 
pués de esto mandó David mensaje¬ 
ros a Isboset, hijo de Saúl, que le di¬ 
jeran: «Devuélveme mi mujer, Mi- 
col, que adquirí a costa de cien pre¬ 
pucios de filisteos.» 15 Mandó Isboset 
a quitársela a su marido Paltiel, hijo 
de Laín, y 16 el marido se fué tras ella 
siguiéndola y llorando hasta Baju- 
rim. Abner le dijo: «Anda y vuélvete», 
y él entonces se volvió. 17 Habló Abner 
a los ancianos de Israel, diciendo: «No 
es de ayer vuestro deseo de que David 
reinase sobre vosotros: 18 cumplidlo, 
pues, ahora, pues que Yave ha hablado 
a David, diciendo: Por mano de mi 
siervo David libraré yo a mi pueblo 
Israel, de la mano de los filisteos y 
de la mano de todos sus enemigos.» 

19 Habló también Abner a los hijos 
de Benjamín, y fué luego a Hebrón, a 
comunicar a David la disposición en 
que estaba Israel y toda la casa de 
Benjamín. 20 Vino, pues, Abner a 
David, a Hebrón, con veinte hombres, 
y David dió un banquete a Abner y a 
a los que con él habían venido. 21 Y 
Abner dijo a David: «Voy a levan¬ 
tarme, y partiré para reunir a todo 
Israel, y traerle a mi señor el rey. Ellos 
harán alianza contigo, y tú reinarás 
como deseas.» David despidió luego 
a Abner, y éste se íué en paz. 

22 Vinieron los seguidores de Da¬ 
vid y Joab, de vuelta de expedi¬ 
ción, trayendo consigo gran botín. 
No estaba ya Abner con David en 
Hebrón; ya le había despedido Da¬ 
vid y ya se había ido él en paz; 23 pero 
al llegar Joab con el ejército que man¬ 
daba, dieron aviso a Joab, diciendo: 
«Abner, hijo de Ner, lia venido a es¬ 
tar con el rey, y éste le ha despedido, 
V él se ha ido eti paz». 24 Vino enton¬ 
ces Joab al rev, y le dijo: «iCómo has 
hecho esto? Ha venido a estar con¬ 
tigo Abner. ¿por que, pues, le has de¬ 
jado irse en paz? 25 No sabes tú que 
Abner, hijo de Ner, ha venido a en¬ 
gañarte y a espiarte en tus entradas y 
salidas y sorprender tus planes?» 


26 Y en saliendo de estar con David, 
mandó Joab algunos tras Abner, 
que le trajeron desde la cisterna de Sira, 
sin que David supiera nada. 27 Cuando 
Abner estuvo de vuelta en Hebrón, 
Joab, llevándole aparte dentro de la 
puerta, como para hablarle en se- 
secrcto, le hirió en el \ientre y le 
mató, en venganza de la sangre de 
Azael, su hermano. 28 Al saberlo Da¬ 
vid, dijo: «Inocente soy yo para siem¬ 
pre, yo y mi reino delante de Yave, 
de la sangre de Abner, hijo de Ner; 
29 caiga su sangre sobre la cabeza de 
Joab, y sobre toda la casa de su pa¬ 
dre. Haya siempre en la casa de Joab 
quien padezca de flujo, leproso, quien 
ande con báculo, quien muera a cu¬ 
chillo, quien carezca de pan.» 

30 Joab y Abisai, su hermano, ma¬ 
taron a Ábner, porque éste había 
muerto a Azael, hermano de los dos, 
en la batalla de Gabaón. 

31 David dijo a Joab y a todo el pue¬ 
blo que con él estaba: «Rasgad vues¬ 
tras vestiduras, ceñios de saco, y 
haced duelo por Abner.» 32 Sepulta¬ 
ron a Abner en Hebrón. El rey iba 
detrás del féretro: y lloró en alta voz 
sobre la tumba de Abner, y todo el 
pueblo lloró con él. 33 El rey cantó 
una elegía por Abner, y dijo: «¿Ha 
muerto acaso Abner la muerte del 
criminal? 

34 No estaban atadas tus manos, 

Ni encadenados tus pies. 

Caíste como cae el inocente, 

A manos de malvados.» 

Todo el pueblo siguió llorando a 
Abner, 86 y se acercaron a David para 
hacerle tomar algún alimento antes 
de que acabase el día; pero David 
juró: «Hágame esto Yave, y esto me 
añada, si cómo nada antes de la pues¬ 
ta del sol.» 36 Todo el pueblo lo supo, 
viendo con agrado lo que hacía el rey; 
37 y comprendió aquel día, que no 
había sido obra del rey la muerte de 
Abner, hijo de Ner. El rey dijo a sus 
servidores: «¿No veis que ha caido hoy 
en Israel un gran capitán y un gran 
hombre? 3 9 Por lo que a mí hace, yo soy 
todavía débil, aunque ungido, y esos 
hombres, los hijos de Sarvia, son más 
poderosos que yo. Que Yave pague al 
que^ha hecho el mal, según su malicia. ■ 

Muerte de Islioset. 

¿1’ 1 Cuando supo Isboset que Abner 
había muerto en Hebrón, se le 
cayeron los brazos, y todo Israel 





SAMUEL II, 5 


:H)9 


quedó consternado. 2 Estaban con 
el liijo de Saúl dos jefes de bandidos 
uno de nombre Baña y otro de nom¬ 
bre Reeab, hijos de Remón, de Berot, 
de los hijos de Benjamín, pues Bcrot 
se cuenta también como parte de 
Benjamín. 3 Estos berotítas habían 
huido a Guitaim, y habían habitado 
allí hasta entonces. 4 Un hijo de 
Jonatán, hijo de Saúl, tenía cinco 
años; y al llegar de Jezrael la noti¬ 
cia de la muerte de Saúl y Jonatón, 
le cogió la nodriza para huir con él, 
y en la precipitación de la fuga 
le dejó caer, y quedó eojo; se 11a- 
maha Mifisboset. 5 Los hijos de 
Remón, de Berot, Reeab y Baña, 
vinieron durante las horas del calor 
6 y entraron en la casa de Tsboset, 
que estaba durmiendo la siesta; la 
portera, limpiando trigo, se había dor¬ 
mido; y Reeab y Baña 7 llegaron sin 
ser vistos hasta la alcoba donde Isbo- 
set dormía, e hiriéndole, le mataron, 
y cortándole la cabeza, huyeron por el 
camino del desierto toda la noche. 

8 Trajeron a David, a Hebrón, 
la cabeza de Isboset, y dijeron al 
rey: «Ahí tienes la cabeza de Isbo¬ 
set, hijo de Saúl, tu enemigo, que te 
perseguía; Ya ve ha vengado hoy a 
mi señor, el rev, de Saúl y de su 
descendencia.» * Pero David, res¬ 
pondiendo a Reeah y Baña, su her¬ 
mano, hijos de Remón de Berot, les 
dijo: «Vive Ya ve, que me salvó de 
toda angustia; 10 que si al que me 
anunció, diciendo: «Ha muerto Saúl, 
creyendo anunciarme cosa grata para 
mí,‘ le cogí, y le maté en Sieeleg, 
cuando parecía que era digno de 
albricias por la noticia, 11 (i) ¿cuanto 
más ahora, que unos malvados han 
quitado la vida a un hombre ino¬ 
cente, en su casa, en su lecho, no 
habré de demandar su sangre de 
vuestras manos, exterminándoos de 
sobre la tierra?» 12 Dió, pues, orden 
David a sus gentes, de matarlos; 
y cortándoles manos y pies, los col¬ 
garon junto a la piscina de Hebrón. 
La cabeza de Isboset, la cogieron y 
la sepultaron en el sepulcro de Abner, 
en Hebrón. 

lteina David sobre todo Israel. 

1 Vinieron a David, a Hebrón, 

todas las tribus de Israel, y ha¬ 
blaron, diciendo: «Hueso tuvo y 
carne tuya somos; 2 ya antes, cuando 
reinaba Saúl sobre nosotros, tú saca- 1 


bas a Israel y entrahas con él. Ade¬ 
más Yave te ha dicho: Apacienta a 
mi puehlo, y sé el jefe de Israel.» 
3 Vinieron, pues, todos los ancianos 
de Israel a David, a Hehrón; y David 
hizo eon ellos alianza en Hehrón 
ante Yave, y ungieron a David rey 
de Israel. 4 Treinta años tenía David 
cuando comenzó a reinar, y reinó 
cuarenta años. 5 Reinó en Hebrón, 
sobre Judá, siete años y seis meses, 
y treinta y tres años en Jerusalén, 
sobre todo Israel y Judá. 

8 El rey se dirigió con su gente a 
Jerusalén, contra los jehuseos que 
la habitahan, que dijeron a David: 
«No entrarás tú aquí: ciegos y cojos 
bastarán para impedírtelo.» Con lo 
que querían decir: «Jamás entrará 
David aquí.» 7 Pero David se apoderó 
de la fortaleza de Sión, que es la 
ciudad de David; 8 pues había dicho: 
«¿Quién, batiendo al jebuseo, llegará 
a aleanzar por el túnel a los ciegos 
y coios. aborrecidos del alma de Da¬ 
vid?» Por eso quedó en proverbio: «No 
volverán a casa los ciegos y los cojos.» 

0 David estableció su residencia 
en la fortaleza, y la llamó la ciudad 
de David (1), y edificó en derre¬ 
dor, desde el terraplén para adentro. 
10 David iba creciendo en poder 
cada vez más, y Yave Scbaot estaha 
eon él. 11 Hirán, rey de Tiro, envió a 
David una embajada y maderas de 
cedro, carpinteros y canteros, que 
edificaron la casa de David. 

12 Conoció David que Yave le había 
confirmado rey de Israel, V que 
realzaba su reino por amor de Israel, 
su pueblo. 13 Tomó David más con¬ 
cubinas y mujeres, de Jerusalén, 
después de venir de Hehrón, y le 
nacieron hijos e hijas. 14 He aquí 
los nombres de los que le nacieron 
en Jerusalén: Samua, Sobab, Natán, 
Salomón, 15 Jebar, Elima, Nefeg, 
16 Jafia, Elisama, Elijoda y Elifelet. 

17 Cuando los filisteos supieron 
que David hahía sido ungido rey de 
Israel, subieron todos en busca suya, 
V David, que lo supo, bajó a su en¬ 
cuentro. 18 Los filisteos hicieron una 
incursión en el valle de Refaim, 
19 y David consultó a Yave, diciendo: 
«¿Subiré contra los filisteos? ¿Los 


(i) Jerusalén viene a ser el centro político 
de Israel, como será también poco después 
el centro religioso, con el traslado del arca. 
David mostró en la elección su buen ojo, pues 
nunca después perdió Jerusalén su preponde¬ 
rancia en Israel. 







310 


SAMUEL II, 6, 7 


entregarás en mis manos?» Y Ya ve 
dijo a David: «Sube, pues de cierto 
los entregaré en tus manos.» 20 Vino, 
pues, David, a Baal Parasim, donde 
los derrotó, y dijo: «Yave ha roto 
a mis enemigos como rompen las 
aguas.» Por eso se dio a aquel lugar 
el nombre de Baal Parasim. 21 Deja¬ 
ron allí sus ídolos, que David y su 
gente se llevaron. 22 Volvieron los 
filisteos a subir, y a invadir el valle 
de Refaim. 23 Consultó David a 
Yave: «¿Subiré contra los filisteos? 
¿Los entregarás en mis manos?» 

Y él le respondió: «No subas a su 
encuentro, rodea por detrás de ellos 

V atácalos por la espalda, desde el 
lado de las balsameras. 24 Cuando 
entre las balsameras oigas ruido de 
pasos, ataca fuertemente, porque es 
Yave que marcha delante de ti, 
para' derrotar al ejército de los filis¬ 
teos.» 25 David hizo lo que Yave 
le mandaba, y batió a los filisteos 
desde Oabaón hasta Quezer. 


Traslado del arca a Jerusalcn. 


1 Volvió a reunir David a los 

u selectos de Israel, treinta mil 
hombres; 1 2 3 y acompañado de todo 
el pueblo congregado tras él, se puso 
en marcha desde Baale Judá, para 
subir el arca de Dios, sobre la cual 
se invoca el nombre de Yave Se- 
baot, sentado sobre los querubines. 

3 Pusieron sobre un carro nuevo el 

arca de Dios, y la sacaron de la casa 
de Abinadab, que está sobre la 

colina. 4 * Oza y Ajio, hijos de Abina¬ 
dab, guiaban el carro nuevo; iba 
Oza al lado del arca, y Ajio iba de¬ 
lante; 6 David y toda la casa de Israel 
iban danzando delante de Yave con 
todas sus fuerzas, con arpas, sal¬ 
terios, adufes, flautas y címbalos. 

6 Cuando llegaron a la era de Nacón, 
tendió 'Oza la mano hacia el arca 

de Dios, y la cogió, porque los bueyes 

daban sacudidas. 7 Encendióse de 
pronto contra Oza la cólera de Yave, 
y cayó allí muerto, junto al arca de 
Dios. 8 9 Entristecióse David de que hu¬ 
biese herido Yave a Oza,y íué llama¬ 
do aquel lugar Pere Oza, hasta hoy 

9 Atemorizóse entonces David de 

Yave, y dijo: «¿Cómo voy a llevar a 

mí el arca de Yave?» 10 * Y desistió 

ya de llevar a sí el arca de Yave, 

a la ciudad de David, y la hizo 


llevar a casa de Obededón, de Get. 
11 Tres meses estuvo el arca de Yave 
en casa de Obededón, y Yave le 
bendijo a él y a toda su casa. 12 * Dijé- 
ronle a David: «Yave ha bendecido 
a la casa de Obededón y a cuanto 
tiene con él, por causa del arca de 
Dios»; y poniéndose David en ca¬ 
mino, subió el arca de Dios, de la 
casa de Obededón a la ciudad de 
David, con un jubiloso cortejo. 
13 Como los que llevaban el arca de 
Yave hubieron andado seis pasos, 
se sacrificaron un buey y un becerro 
cebado. 14 David danzaba con toda 
su fuerza delante de Yave, y vestía 
un efod de lino. 15 Así subieron David 
y toda la casa de Israel, entre gritos 
de júbilo y el sonar de las trompetas. 

16 Cuando el arca de Yave llegó 
a la ciudad de David, Micol, hija de 
Saúl, miró por la ventana; y al ver 
al rey David, saltando y danzando 
delante de Yave, le menospreció en 
su corazón. 17 Una vez que el arca 
de Yave fué introducida y puesta 
en su lugar, en medio del tabernáculo 
que David había alzado para ella, 
David ofreció a Yave holocaustos 
y sacrificios eucarísticos. 18 Acabado 
que hubo de ofrecer los holocaustos 
y los sacrificios eucarísticos, bendijo 
al pueblo en nombre de Yave Sebaot. 
19 Repartió a todo el pueblo, a toda 
la muchedumbre de Israel, hombres 
y mujeres, a cada uno una torta, un 
pedazo de carne y uu racimo de uvas, 
y el pueblo se fué cada uno a su casa. 

20 Cuando se volvió David a la 
suya para bendecirla, Micol, la hija 
de* Saúl, le salió al encuentro, di¬ 
ciendo: «¡Qué gloria hoy para el 
rey de Israel, haberse desnudado a 
los ojos de las siervas de sus siervos, 
como se desnuda un juglarl» 21 David 
respondió a Micol; «Delante de Yave, 
que con preferencia a tu padre y a 
toda su casa me eligió para hacerme 
jefe de su pueblo, de Israel, he 
danzado yo. 22 Y aún más vil que 
esto quiero parecer todavía, y reca¬ 
larme más a tus ojos, y seré así 
honrado a los ojos de las siervas de 
que tú has hablado.» 23 Y ya Micol, 
hija de Saúl, no tuvo más hijos hasta 
el día de su muerte. 

Promesa del trono eterno. 

1 Cuando el rey se hubo estableci- 
h do en su casa y le hubo dado Yave 
el descanso, librándole de todos sus 






SAMUEL II, 8 


311 


enemigos en derredor, 2 dijo a Natán, 
profeta: «Ya ves; yo habito en casas 
de cedro, y el arca de Yave está en 
lina tienda.» 3 Natán respondió al 
rey: «Anda, haz-lo que tienes en tu 
corazón, pues que Yave está con¬ 
tigo.» 4 Pero aquella misma noche 
tuvo Natán palabra de Yave: «Anda 
6 y ve a decir a David, mi siervo: 
Así habla Yave: ¿Vas a edificarme 
tú una casa, para que yo habite en 
ella? Mira, yo no he habitado en 
casa desde el día en que saqué de 
Egipto a los hijos de Israel, hasta 
hoy, sino que he andado en una 
tienda, en un tabernáculo. Y en 
todo el tiempo en que anduve con 
los hijos de Israel, ¿he dicho yo pala¬ 
bra a ninguno de los jefes de Israel, 
a quienes mandé que apacentaran 
mi pueblo de Israel, de hacerme una 
casa de cedro? 8 Di, pues, a David, 
mi siervo: Así habla Yave Sebaot: 
Yo te tomé de la majada, de detrás 
de las ovejas, para que fueses prín¬ 
cipe de mi pueblo, de Israel. 9 He 
estado contigo por dondequiera que 
lias ido; he exterminado delante de 
ti a todos tus enemigos, y te estoy 
haciendo un nombre grande, como 
el de los grandes de la tierra, 10 esta¬ 
bleciendo a mi pueblo Israel y plan¬ 
tándolo en su lugar, para que habite 
en él y no sea ya perturbado, y los 
hijos de la iniquidad no le aflijan 
como antes, 11 desde el día en que 
constituí jueces sobre mi pueblo, 
Israel, y dándote descanso de todos 
tus enemigos. Hácete, pues, saber 
Yave, que él te edificará casa a ti; 
12 y que cuando se cumplieren tus 
días y te duermas con tus padres, 
suscitaré a tu linaje, después de ti, 
el que saldrá de tus entrañas, y afir¬ 
maré su reino. 13 El edificará casa 
a mi nombre, y yo estableceré su 
trono por siempre." 14 Yo le seré a 
él padre, y él me será a mí hijo. 
Si obrare él mal, yo le castigaré 
con varas de hombres y con azotes 
de hijos de hombres; 15 pero no 
apartaré de él mi misericordia, como 
la aparté de Saúl, arrojándole de 
delante de ti. 16 Permanente será 
tu casa para siempre ante mi rostro, 
y tu trono estable por la eterni¬ 
dad» (1). 

17 Conforme a todas estas pala¬ 


(i) Es la promesa de la perpetuidad de la 
dinastía davidica, que tendrá su más perfecta 
realización en el Mesías, hijo de David. 


bras y a toda esta visión, habló 
Natán a David; 18 y entrándose el 
rey David, puesto delante de Yave, 
dijo: «Señor, Yave, ¿quién soy yo, 
y qué es mi casa, para que hasta 
tal punto me hayas traído? 19 Y aun 
esto ha sido poco a tus ojos, Señor, 
Yave, y has hablado acerca de la 
casa de tu siervo para lo por venir, 
aventajándome sobre los otros hom¬ 
bres, ¡Señor, Yavel 20 ¿Qué más 
podrá decirte David? Tú, ¡oh Señor, 
Yavel, conoces a tu siervo. 21 Todas 
estas grandezas las haces según tu 
palabra y según tu corazón, y se las 
has dado a conocer a tu siervo. 
22 iQué grande eres, Señor, Yave! 
No hay nadie que se te asemeje, ni 
hay Dios fuera de ti, como lo hemos 
oído con nuestros oídos. 23 ¿Y hay 
sobre la tierra pueblo, como tu pue¬ 
blo Israel, que haya rescatado Dios 
para hacerle el pueblo suyo, dándole 
su nombre y haciendo por él tan 
terribles y portentosas maravillas 
como en favor de tu pueblo hiciste, 
redimiéndole de Egipto, de las gentes 
y de sus dioses? 24 Has confirmado 
a tu pueblo Israel, por pueblo tuyo, 
para que sea tu pueblo para siempre 
jamás, y seas tú su Dios. 25 Mantén, 
pues, siempre, Señor, Yave, la pala¬ 
bra que has dicho de tu siervo y 
de su casa, y obra según tu palabra, 
26 y sea glorificado por siempre tu 
nombre; y dígase: Yave Sebaot es 
el Dios de Israel. Sea firme ante ti 
la casa de tu siervo David, 27 pues 
que tú mismo, Yave Sebaot, Dios 
de Israel, te has revelado a tu siervo, 
diciendo: Yo te edificaré a ti casa. 
28 Por eso se atreve tu siervo a diri¬ 
girte esta plegaria: ¡Oh Señor, Yavel 
Tú eres Dios, y tus palabras son 
verdaderas, y has prometido a tu 
siervo hacerle esta gracia. 29 Tenlo, 
pues, a bien, y bendice la casa de 
tu siervo, para que subsista siempre 
delante de ti; porque tú, Señor, Yave, 
has hablado, y con tu bendición 
será por siempre bendita la casa de 
tu siervo.» 


Guerras y triunfos de David. 

II 1 Después de esto batió David 
L a los filisteos y los humilló, arre¬ 
batando de las manos de los filisteos 
Get y las ciudades de su dependen¬ 
cia. 2 Batió también a los moabitas, 
y haciéndolos postrarse en tierra, 






312 


SAMUEL II, 9, 10 


ios midió, echando sobre ellos las cuer¬ 
das; y dos de las medidas las condenó 
a muerte, y a la otra le dejó la vida. 
Los moabitas quedaron sometidos a 
David y le pagaron tributo. 

3 Batió a Hadadezer, hijo de Rojob, 
rey de Soba, cuando iba camino 
para restablecer su dominio hasta 
el Eufrates. 4 Tomóle David mil 
setecientos caballeros y veinte mil 
infantes; desjarretó a todos los caba¬ 
llos de los carros de guerra, no de¬ 
jando más que cien tiros de carros. 
5 Habiendo venido en socorro de 
Hadadezer, rey de Soba, los sirios 
de Damasco, batió David a veinte 
mil de ellos; 6 puso guarniciones 
en la Siria de Damasco, y se le some¬ 
tieron los sirios, haciéndose tributarios. 

Yave dió a David la victoria por 
dondequiera que fué. 

7 Tomó David los escudos de oro 
que llevaban los de Hadadezer, y 
los trajo a Jcrusalén. 8 Tomó tam¬ 
bién gran cantidad de bronce en 
Belaj y Bcrotai, ciudades de Hada¬ 
dezer. 

9 Cuando Toú, rey de Amat, supo 
que David había derrotado a todas 
las fuerzas de Hadadezer, 10 mandó 
a Jodorán, su hijo, al rey David, 
para saludarle y felicitarle por haber 
atacado y vencido a Hadadezer, pues 
Toú estaba constantemente en guerra 
con Hadadezer. Jodorán trajo vasos 
de oro, vasos de plata y vasos de 
bronce; 11 y el rey David los consa¬ 
gró también a Ya ve, como había 
hecho con la plata y el oro de las 
gentes que habla sometido, 12 de 
Siria, de Moab, de los hijos de Ammán, 
de los filisteos, de Amalee, y el botín 
que había tomado a Hadadezer, hijo 
de Rojob, rey de Soba. 

13 David adquirió gran fama, y de 
vuelta de la victoria de Siria, com¬ 
batió en el valle de la sal, derrotando 
a dieciocho mil cdomitas. 14 Puso 
guarniciones en Edom, y todo Edoin 
le quedó sometido. Yavc le daba 
la victoria por dondequiera que iba. 

15 Reinó David sobre todo Israel, 
haciendo derecho y justicia a todo 
su pueblo. 10 Joab hijo de Sarvia, 
era el jefe del ejército; Josafat, hijo 
de Ajilud, era cronista; 17 Sadoc, 
hijo de Ajimelcc, hijo de Ajitob, 
y Abiatar, fueron sacerdotes; y Saraia 
secretario. 18 Banaias, hijo de Joiada, 
era el jefe de los cerdeos y los felc- 
teos, y los hijos de David eran los 
áulicos. 


Mifiboset, el litio de Jonatán. 

O 1 David preguntó: «¿Queda toda- 
- vía alguno de la casa de Jonatán, 
a quien pueda favorecer por amor a 
Jonatán?» 2 Había un servidor de 
la casa de Saúl, de nombre Siba; 
hiciéronle, pues, venir a David, y 
el rey le dijo: «¿Eres tú Siba?» El 
respondió: «Tu siervo.» 3 El rey le 
preguntó: «¿No queda ninguno de 
la casa de Saúl, a quien pueda hacer 
yo misericordia de Dios?» Siba res¬ 
pondió al r¿y: «Queda todavía un 
hijo de Jonatán, que está lisiado de 
ambos pies.» 4 «¿Dónde está?», pre¬ 
guntó el rey; y Siba respondió: «Está 
en casa de Maquir, hijo de Amiel, 
en Lodabar.» 

5 El rey David mandó a buscarle 
a la casa de Maquir, hijo de Amiel, 
a Lodabar; 6 y llegado a David 
Mifibosct, hijo de Jonatán, se echó 
sobre su rostro, prosternándose, y 
David le dijo: «Mifiboset.» El le 
respondió: «Aquí tienes a tu siervo.» 
7 David le dijo: «Nada temas, porque 
quiero favorecerte por amor de Jona¬ 
tán, tu padre. Te devolveré todas las 
tierras de Saúl, tu padre, y comerás 
siempre a mi mesa.» 8 El se pros¬ 
ternó y dijo: «¿Qué es tu siervo, para 
que pongas tu vista en un perro 
muerto como yo?» 9 El rey llamó a 
Siba, servidor de Saúl, y le dijo: 
«Todo cuanto pertenece a Saúl, toda 
su casa, se lo doy al hijo de tu amo. 
10 Tú cultivarás para él las tierras, 
tú, tus hijos y tus siervos, y le traerás 
la cosecha, para que la casa de tu. 
amo tenga de qué vivir, y Mifiboset, 
tu amo, comerá siempre a mi mesa.» 
Siba tenía quince hijos y veinte sier¬ 
vos; 11 y dijo al rey: «Todo se hará 
como el rey, mi señor, se lo manda 
a su siervo.» Mifiboset comió a la 
mesa de David, como uno de lus 
hijos del rey. 12 Mifiboset tenía un 
hijo pequeño, que se llamaba Mica, 
V todos los que vivían en la casa 
de Siba eran siervos de Mifiboset; 
13 pero éste moraba en Jertisalén, 
porque comía siempre a la mesa del 
rey; y era cojo de ambos pies. 


¿■■ierra contra los amonitas y los 
sirios, sus alindo^. 

1 n 1 Después de esto murió el rey 
' de los hijos de Ammón, y le 
sucedió Janóu, su hijo. 8 Dnvid dijo: 






SAMUEL II, 11 


313 


«Voy a mostrar benevolencia a Janón, 
hijo de Najas, como sil padre me la 
mostró a mí.» Y envió David emba¬ 
jadores para darle el pésame por la 
muerte de su padre. Cuando los em¬ 
bajadores de David llegaron a la 
tierra de los hijos de Ammón, 3 dije¬ 
ron los príncipes de los hijos de 
Ammón a su Señor: «¿Crees tú que 
para honrar a tu padre ha mandado 
David consoladores? ¿No los ha man¬ 
dado más bien para explorar la 
ciudad, con el fin de destruirla?» 

4 Entonces Janón, cogiendo a los 
embajadores de David, rapóles la 
mitad de la barba, y íes cortó los 
vestidos hasta la mitad de las nalgas, 
y los despachó. 5 En cuanto lo supo 
David, mandó quienes les salieran 
al encuentro, porque aquéllos estaban 
en gran confusión, y les dijeran: 
«Quedaos en Jericó, hasta que os 
vuelva a crecer la barba, y entonces 
volveréis.» 

6 Viendo los hijos de Ammón 
que se habían hecho odiosos a David, 
concertaron tomar a sueldo a veinte 
mil infantes de los sirios de Bet 
Rojob y de Soba, mil de los de Maca, 
y doce mil de los de Tob. 7 Súpolo 
David, y mandó salir contra ellos 
a Joab y a todo el ejército, gente 
aguerrida. 8 Salieron los hijos de 
Ammón, y se ordenaron en batalla 
a la entrada de la puerta; los sirios 
de Soba y de Rojob, así como las 
gentes de Tob y de Maca, estaban 
aparte en el campo. 9 Al ver Joab 
que tenía un frente de batalla delante 
de sí y otro detrás, escogió entre lo 
mejor de su ejército un cuerpo que 
oponer a los sirios, 10 y puso el resto 
del pueblo a las órdenes de Abisai, 
su hermano, para hacer cara a los 
hijos de Ammón, 11 y dijo: «Si ves 
que los sirios me superan, vienes en 
mi ayuda, y si los hijos de Ammón 
te superan a ti, yo iré a socorrerte. 
12 Esfuérzate, y luchemos valiente¬ 
mente por nuestro pueblo V por las 
ciudades de nuestro Dios, y que haga 
Yave lo que mejor le parezca.» 

13 Avanzó Joab con su hueste, 
para atacar a los sirios, pero éstos 
se pusieron en fuga ante él; 14 y los 
hijos de Ammón, viendo que huían 
los sirios, huyeron también ellos ante 
Abisai, entrándose en la ciudad. Joab 
se volvió de contra los hijos de 
Ammón, y retornó a Jerusalén; 
15 pero los sirios, viéndose vencidos 
por Israel, reconcentraron sus fuer¬ 


zas; 16 y Hadadezer hizo venir a los 
sirios que estaban al otro lado del 
río, que vinieron a Jelam, mandados 
por Sobac, jefe del ejército de Hada¬ 
dezer. 17 Súpolo David, y reuniendo 
a todo Israel, pasó el Jordán y vino 
a Jelam. Los sirios presentaron ba¬ 
talla a David, y se trabó el combate, 
18 pero huyeron delante de Israel, 
y David les mató los caballos de 
setecientos carros, mil caballeros y 
cuarenta mil hombres de a pie. Mató 
también al jefe del ejército, Sobac, 
que quedó muerto allí. 19 Todos los 
reyes vasallos de Hadadezer, vién¬ 
dose vencidos por Israel, hicieron la 
paz con Israel y se le sometieron, y 
los sirios no osaron ya socorrer a los 
hijos de Ammón. , 


Adulterio y homicidio de David. 

11 1 Al año siguiente, al tiempo 

L 1 en que los reyes suelen ponerse 
en campaña, mandó David a Joab 
con todos sus servidores y todo Israel, 
a talar la tierra de los hijos de Ammón, 
y pusieron sitio a Raba, pero David 
se quedó en Jerusalén. 

2 Una tarde, levantóse del lecho 
y se puso a pasear en la terraza de 
la casa real; y vió desde allí a una 
mujer, que estaba bañándose y era 
muy bella. 3 Hizo preguntar David 
quién era aquella mujer, y le dijeron: 
«Es Betsabé, hija de Eliam, la mujer 
de Urías, el geteo.» 4 David envió 
gentes en busca suya, vino ella a 
su casa, y él durmió con ella. Puri¬ 
ficada de su inmundicia, volvióse a 
su casa. 5 Quedó encinta, y lo hizo 
saber a David, mandando a decirle: 
«Estoy encinta.» 6 Entonces David 
expidió a Joab esta orden: «Mán¬ 
dame a Urías, el geteo.» Y Joab 
mandó Urías a David. 7 Presentóse 
Urías a David, y el rey le pidió 
nuevas de Joab, del ejército y de las 
operaciones militares; 8 y después 
dijo a Urías: «Baja a tu casa y lávate 
los pies.» Salió Urías de la casa 
del rey, y detrás de él un obsequio 
del rey; 9 pero Urías se acostó a la 
puerta del palacio real con los demás 
servidores de su señor, y no bajó a 
su casa. 

10 Dijéronle a David: «Urías no 
ha bajado a su casa.» Y David le 
dijo: «¿Después de haber estado fuera, 
cómo no has bajado a tu casa?» 
11 Urías respondió a David: «El arca, 








314 


SAMUEL II, 12 


Israel y Judá habitan en tiendas; 
mi señor, Joab, y los servidores de 
mi señor acampan al raso, ¿e iba 
yo a entrar en mi casa, para comer 
y beber y dormir con mi mujer? 
Por tu vida y por la vida de tu alma, 
que no haré yo cosa semejante.» 
12 David dijo a Urías: «Quédate aquí 
todavía hoy, y mañana te despa¬ 
charé.» Quedóse, pues Urías en Jcru- 
salén aquel día; 13 y al siguiente 
David le convidó a comer con él, 
y Urías se embriagó, y salió ya tarde 
a acostarse con los servidores. 

A la mañana siguiente escribió 
David a Joab una carta, y se la 
mandó por manos de Urías" 15 En 
esta carta había escrito: «Poned a 
Urías en el punto donde más dura 
sea la lucha, y cuando arrecie el 
combate, retiraos y dejadle solo, para 
que caiga muerto.» 16 Joab, que ase¬ 
diaba la ciudad, puso a Urías en el 
sitio donde sabía que estaban los 
más valerosos de los defensores. 
17 Los de la ciudad hicieron una salida 
contra Joab, y cayeron muchos del 
pueblo, de los servidores de David, 
y entre ellos cayó muerto Urías, el 
geteo. 18 Joab mandó uno que infor¬ 
mara a David de lo sucedido en el 
combate, 19 y le dió esta orden: 
«Cuando hayas acabado de conlar 
al rey lo sucedido en el combate, 

20 si se enciende su cólera, y dice: 
«¿Por qué os habéis acercado a la 
ciudad, para trabar combate? ¿No 
sabíais que los sitiados habían de 
arrojar sus tiros contra vosotros? 

21 ¿Quién mató a Abimelce, hijo de 
Jcrobaal? ¿No fué una mujer, que 
lanzó sobre él un pedazo de rueda 
de molino, de cuya herida murió en 
Tebes? ¿Por qué, pues, os accrcás- 
teis a la muralla?» Le dirás: «Tu 
siervo Urías ha muerto también.» 

22 Partió el mensajero, y a su lle¬ 
gada contó a David todo lo que 
Joab le había ordenado 23 diciendo 
a David: «Aquellas gentes, en más 
número que nosotros, hicieron una 
salida, pero los rechazamos hasta la 
la puerta. 24 Sus arqueros tiraban 
contra tus servidores desde lo alio 
de la muralla, y muchos de los ser¬ 
vidores del rey fueron muertos: entre 
ellos tu siervo Urías, el geteo, quedó 
muerto también.» 25 David dijo al 
mensajero: «He aquí lo que dirás a 
Joab: No te apures demasiado por 
este asunto, porque la espada devora 
unas veces a uno, otras veces a otro. 


Refuerza el ataque contra la ciudad, 
y destruyela.» Y alentóle así. 

26 La mujer de Urías supo la muerte 
de su marido, y le lloró. 27 Pasado el 
duelo, mandó David a buscarla y 
la introdujo en su casa, y la tomó 
por mujer, y ella le dió un hijo. 


Reproches de Natán a David. 

1 9 1 Lo que había hecho David 

1 — fué desagradable a los ojos de 
Ya ve; y Yave le envió a Natán, para 
decirle: «Juzga este caso: Había en 
una ciudad dos hombres, el uno rico 
y el otro pobre. 2 El rico tenía mu¬ 
chas ovejas y muchas vacas, 3 y el 
pobre no tenía más que una "sola 
ovcjuela, que él había comprado y 
criado, que con él y con sus hijos 
había crecido juntamente, comiendo 
de su pan y bebiendo de su vaso y 
durmiendo en su seno, y era para él 
como una hija. 4 Llegó un viajero 
a casa del rico; y éste, no queriendo 
tocar a sus ovejas ni a sus bueyes, 
para dar de eomer al viajero que a 
su casa llegó, tomó la orejuela del 
pobre, y se la aderezó al huésped.» 
3 Encendido David fuertemente en 
cólera contra aquel hombre, dijo a 
Natán: «¡Vive Yave, que el que tal 
hizo es digno de la muerte, 6 y que 
ha de pagar la oveja con siete tantos 
encima, por haber hecho tal cosa, 
obrando sin piedadl» 7 Natán dijo 
entonces a David: «jTú eres ese 
liombrel He aquí lo que dice Yave, 
Dios de Israel: 8 Yo te ungí rey de 
Israel, y te libré de las manos de 
Saúl; yo te he dado la casa de tu 
señor, y he puesto en tu seno las 
mujeres de tu señor, y te he dado la 
casa de Israel y de Judá; y por si 
esto fuera poco, te añadiría todavía 
otras cosas mucho mayores. 9 ¿Cómo, 
pues, menospreciando la palabra de 
Yave, has hecho lo que es malo a 
sus ojos? Has herido a espada a 
Urías, geteo; tomaste por mujer a su 
mujer, y a él le mataste con la es¬ 
pada de los hijos de Ammón. 10 Por 
eso, no se apartará ya jamás de tu 
casa la espada, por haberme menos¬ 
preciado, tomando por mujer a la 
mujer de Urías, geteo. 11 Así dice 
Yave: Yo haré surgir el mal contra 
ti, de tu misma casa, y tomaré ante 
tus mismos ojos tus mujeres, y se 
las daré a otro, que yacerá con ellas 
a la cara misma de este sol; 12 porque 






SAMUEL II, 13 


315 


tú has obrado ocultamente, pero yo 
haré esto a la presencia de todo 
Israel y a la cara del sol.» 

13 David dijo a Natán: «He pecado 
contra Yave.» Y Natán dijo a David: 
«Yave te ha perdonado tu pecado. 
No morirás; 14 mas por haber hecho 
con esto que menospreciasen a Yave 
sus enemigos, el hijo que te ha na¬ 
cido, morirá.» 15 Y Natán se fue a 
su casa. Hirió Yave al niño que 
había dado a luz la mujer de Urías, 
enfermando gravemente. 16 Entonces 
rogó David a Dios por el niño, y 
ayunó y se recogió, pasando las no¬ 
ches acostado en tierra. 17 Los an¬ 
cianos de su casa fueron a él, para 
hacer que se levantase de la tierra, 
mas él no quiso y ni comía con ellos. 

18 Al sétimo día murió el niño, y 
los servidores no se atrevían a darle 
la noticia de su muerte, pues se de¬ 
cían: «Si cuando aún vivía el niño, 
le hablábamos y no quería oír nues¬ 
tra voz, ¿cuánto más no lo hará cuan¬ 
do le digamos que el niño ha muerto?» 

19 Mas David, al ver que sus servi¬ 
dores cuchicheaban entre sí, com¬ 
prendió que el niño había muerto, 
y preguntó a sus servidores: «¿Ha 
muerto el niño?» Y ellos le respon¬ 
dieron: «Ha muerto.» 

20 Levantóse entonces de tierra 
David; se bañó, se ungió, se mudó 
sus ropas, y entrando en la casa de 
Yave, oró. Cuando hubo vuelto a 
casa, pidió que le trajeran de comer, 
y comió. 21 Dijéronle sus servidores: 
«¿Qué es lo que haces? Cuando el niño 
aún vivía, ayunabas por él y llora¬ 
bas, y ahora" que ha muerto te has 
levantado y has comido.» 22 Y él 
respondió: «Cuando aún vivía el niño, 
ayunaba y lloraba, diciendo: ¡Quién 
sabe si Yave se apiadará de mí y 
hará que el niño vival 23 Ahora que 
ha muerto, ¿para qué he de ayunar? 
¿Podré ya volverle la vida? Yo iré 
a él, pero él no vendrá ya más a mí.» 

24 Consoló David a Betsabé, su 
mujer; y entrando a ella, durmió 
con ella, y ella le dió un hijo, a 
quien llamó Salomón, 25 al que amó 
Yave, que envió a Natán, profeta, 
el cual le dió el nombre de Jedidya, 
por causa de Yave. 

26 Joab que asediaba Haba, de los 
hijos de Ammón, se apoderó de la 
ciudadela, 27 y mandó mensajeros a 
David, para decirle: «He atacado a 
Raba y ya me he apoderado de la 
ciudadela; 28 reúne, pues, al pueblo 


todo, y ven a acampar contra la 
ciudad, para que no sea yo quien 
por mí mismo la tome, y se me atri¬ 
buya a mí la victoria.» 29 David 
reunió al pueblo, y marchando contra 
Haba, la atacó y se apoderó de ella. 
30 Quitó de sobre su cabeza la corona 
de su rey, que pesaba un talento de 
oro y estaba guarnecida de piedras 
preciosas, y fuá puesta en la cabeza 
de David, que tomó de la ciudad muy 
gran botín. 31 A los habitantes los 
sacó de la ciudad, y los puso a las 
sierras, a los trillos herrados, a las 
hachas, a los molinos y a los hornos 
de ladrillos. Eso mismo hizo con todas 
las ciudades de los hijos de Ammón. 
Después se tornó David a Jcrusalén 
con todo el pueblo. 


Incesto ile Amnón. 

| JJ 1 Después de esto, sucedió que 
teniendo Absalón una herma¬ 
na, que era muy bella y se llamaba 
Tamar, se prendó de ella Amnón,hijo 
de David. 2 Amnón andaba por ella 
atormentado, hasta enfermar por 
Tamar, su hermana; pues siendo ella 
virgen, le parecía a Ampón difícil 
obtener nada de ella. 3 Tenía Amnón 
un amigo, de nombre Jonadab, hijo 
de Simea, hermano de David, que 
era muy astuto, 4 y que le dijo: 
«Hijo del rey, ¿cómo y por qué de 
día en día vas enflaqueciendo? ¿No 
me lo descubrirás a mí?» Y Amnón 
le dijo: «Es que estoy enamorado de 
Tamar, la hermana de Absalón, mi 
hermano.» 5 Jonadab le dijo: «Métete 
en cama y hazte el enfermo, y cuando 
tu padre venga a verte, dile: Ruégote 
que venga mi hermana Tamar, para 
darme de comer, y preparando de¬ 
lante de mí algún manjar, lo coma 
yo de su mano.» 

6 Amnón se metió en cama, fin¬ 
giéndose enfermo. Vino el rey a verle, 
y Amnón le dijo: «Te ruego que 
Tamar mi hermana venga a hacerme 
delante de mí un par de hojuelas, 
y las coma yo de su mano.» 7 David 
mandó a decir a Tamar a sus habita¬ 
ciones: «Vete á las habitaciones de 
tu hermano Amnón, a prepararle algo 
de comer.» 8 Fué Tamar a las habi¬ 
taciones de Amnón, que estaba en 
la cama; y tomando la harina, la 
amasó, hizo las hojuelas delante de 
él; 9 y tomando la sartén, las frió 
y se las presentó, pero él no quiso 






316 


SAMUEL II, 13 


comerlas, y dijo: «Que- salgan todos 
de aquí», y todos se salieron. 10 En¬ 
tonces dijo Amnón a Tamar: «Trae 
las hojuelas a la alcoba, para que yo 
las coma allí de tu mano», y tomando 
Tamar las hojuelas que había prepa¬ 
rado, se las llevó a su hermano a la 
alcoba. 11 Cuando se las puso delante 
para que las comiese, él, cogiéndola, 
le dijo: «Ven, hermana mía, acuéstate 
conmigo.» 12 Ella le dijo: «No, her¬ 
mano mío, no me hagas fuerza, mira 
que no se hace eso en Israel. No 
hagas tal infamia, 13 porque ¿adónde 
iría yo con mi deshonra? V tú serías 
uno de los perversos de Israel. Mira, 
habla al rey, que seguramente no 
rehusará darme a ti» (1). 14 Pero él 
no quiso darle oídos; y como era más 
fuerte que ella, la violentó y se echó 
con ella. 

15 Aborrecióla luego Amnón, con 
tan gran aborrecimiento, que el odio 
que le tomó fué todavía mayor que 
el amor con que la había amado; y 
le dijo: «Levántate y vete.» 16 Ella 
le respondió: «Al mal que ine has 
hecho no añadas ahora el mayor to¬ 
davía de echarme.» 17 Pero él no 
quiso oírla, y llamando al mozo que 
le servía, le dijo: «Echame a ésta fuera 
de aquí, y cierra la puerta.» 18 Estaba 
ella vestida con una amplia túnica, 
traje que llevaban las hijas del rey 
vírgenes. El criado la echó fuera, y 
cerró tras ella la puerta. 19 Tamar 
echó ceniza sobre su cabeza, rasgó la 
amplia túnica que vestía, y puestas 
sobre la cabeza las manos, se fué gri¬ 
tando. 20 Su hermano Absalón le 
dijo: «¿De modo que tu hermano 
Amnón ha estado contigo? Pues calla 
por ahora, herma a; es tu hermano; 
no des demasiada mportancia a la 
cosa»; y Tamar se quedó desconsolada 
en la casa de Absalón, su hermano. 
21 Cuando el rey supo todo esto, eno¬ 
jóse grandemente, pero no quiso cas¬ 
tigar a Amnón, porque le amaba 
como a primogénito. 22 Absalón no 
dijo a Amnón nada, ni de bueno ni 
de malo, pero le odió por la violación 
de su hermana Tamar. 

23 Al cabo de dos años tenía Ab- 
salón el esquileo en Háljasor, que está 
cerca de Efraím, y quiso convidar 


(i) Nada nos autoriza a suponer que esta 
esperanza de Tainas se hubiera realizado, per¬ 
mitiendo Dav*i un matrimonio entre hermanos, 
reprobado por ia ley, aunque autorizado por 
el ejemplo de Abraítam. 


Absalón a todos los hijos del rey. 

24 Vino Absalón al rey y le dijo: 
«Tu siervo tiene ahora el esquileo, 
te ruego que venga el rey y sus sier¬ 
vos a ia casa de tu siervo.» 25 El rey 
respondió a Absalón: «No, hijo mío, 
no iremos todos para lio serte gra- I 
vosos.» Y aunque le porfió, no quiso 
ir, y le bendijo. 26 Entonces le dijo 
Absalón: «Al menos, permite que 
venga Amnón, mi hermano.» a¿Y para 
qué ha de ir?», le dijo el rey; 27 mas 
como le importunase Absalón, dejó 
ir con él a Amnón y a todos los hijos 
del rey. 

Absalón había preparado un gran 
banquete, como banquete de rey, 

28 y había dado orden a sus criados, 
diciendo: «Estad atentos, y cuando 
el corazón de Alimón se haya alegrado 
con el vino, y os diga yo: Herid a 
Amnón; matadle, y no temáis, que i 
yo os lo mando. Esforzaos, pues, y 
tened valor.» 29 Los criados de Ab¬ 
salón h.cieron con Amnón lo que Ab¬ 
salón les había mandado; y luego 
todos los hijos del rey se levantaron, 
montaron eu sus muios, y huyeron. 

30 Cuando todavía no estaban de 
vuelta, llegó a oídos de David el 
rumor de que Absalóu había matado 1 
a todos los hijos del rey, sin que 
ninguno quedara; 31 y levantándose 
David, rasgó sus vestiduras y se 
echó en tierra, y todos sus servidores 
rasgaron delante de él sus vestiduras. 

32 Jonadab, hijo de Siinea, hermano 
de David, habló y dijo: «No crea mi 
señor que han muerto todos los jó¬ 
venes hijos del rey; es Amnón solo 
el que lia muerto, porque era cosa 
que estaba eu los labios de Absalóu, 
desde que Amnón forzó a Tamar, su 
hermana. 33 No crea, pues, mi señor 
el rey, ese rumor que dice: «Han 
muerto todos los hijos del rey», por¬ 
que es sólo Amnón el muerto.» 24 Ab¬ 
salón huyó. 

El j oven que hacía de centinela, 
alzando los ojos, vi ó venir gran tropel I 
de gentes por el camino de Jorouaim, 
del lado de ia montaña, y lo anunció. 

33 Entonces dijo Jonadab al rey: 
«Ya vienen los hijos del rey, es lo 
que tu siervo ha dicho» 36 y apenas 
acabó de hablar, llegaron los hijos 
del rey, y alzando la voz, lloraron. 
También el rey y sus servidores llo¬ 
raron con grandes lamentos. 

37 Absalón fuese huido a Talinai, 
hijo de Amiud, rey de (lesur, y David 
lloraba todos los días la ausencia de 









SAMUEL II, 14 


317 


su hijo. 88 Estuvo allí Absalón, des¬ 
pués que huyó a Gesur, tres años; 
89 y el rey David se consumía por ver 
a Absalón, pues de Amnón, el muerto, 
ya se había consolado. 


Vuelta de Absalón. 

1 i 1 Conociendo Joab, hijo de 
1 “ Sarvia, que el corazón del rey 
estaba por Absalón, 2 mandó a Tecua, 
y trajo de allí una mujer ladina, y 
le dijo: «Mira, enlútate, vístete las 
i ropas de duelo, no te unjas con óleo, 
antes preséntate como mujer que de 
tiempo atrás lleva luto por un muer- 
I to; 3 y entrando al rey, háblale de 
esta manera; y puso Joab en boca 
de la mujer lo que había de decir. 

4 Entró, pues, la mujer de Tecua al 
rey; y postrándose en tierra, le hizo 
reverencia y dijo: «¡Oh rey, sálvamel» 
5 El rey le dijo: «¿Qué tienes?», y 

I ella respondió: «Soy una mujer viuda, 
murió mi marido, 6 y tenía tu sierva 
dos hijos. Riñeron los dos en el 
campo, donde no había quien los 
separase, y el uno, hiriendo al otro, 
le mató; 7 y he aquí que toda la 
parentela, alzándose contra tu sierva, 
dice: Entréganos al que mató a su 
hermano, para que le demos muerte, 
por la vida de su hermano, a quien 
mató él; y quieren matar al heredero, 
apagando así el ascua que me ha 
quedado, y no dejando a mi marido 
ni nombre ni sobreviviente sobre la 
tierra.» 8 El rey dijo a la mujer: 
«jVete a tu casa, que ya daré yo 
órdenes sobre eso tuyo.» 9 Entonces 
dijo la mujer de Tecua al rey: «Rey 
mi señor, yo querría que la respon¬ 
sabilidad recayera sobre mí y sobre 

I la casa de mi padre, no sobre el rey 
y sobre su trono.» 10 El rey entonces, 
respondió: «Si alguno sigue inquie¬ 
tándote, tráelo a mí, que no te in¬ 
quietará más.» 11 Ella entonces dijo: 
«Ruégote, oh rey, que interpongas 
el nombre de Yave, tu Dios, y no 
dejes que el vengador de la sangre 
aumente la ruina matando a mi hijo.» 
Y él respondió: «Vive Yave, que no 
caerá en tierra ni un cabello de la 
cabeza de tu hijo » 12 La mujer aña¬ 
dió: «Permite, oh rey, a tu sierva que 

I diga una palabra a mi señor.» El 
rey dijo: «Habla.» 13 Y la mujer en¬ 
tonces dijo: «¿Por qué, pues, piensas 
tú de otro modo contra el pueblo de 
Dios? Pues con el juicio que el rey 


ha pronunciado, se hace como reo, 
por no hacer el rey que vuelva su 
fugitivo. 14 Porque todos morimos y 
somos como agua que se derrama 
en la tierra, que no puede volver a 
recogerse. Deja Dios la vida, y es 
que quiere que el fugitivo no quede 
arrojado de su presencia. 15 Si he 
venido yo a decir esto al rey, mi 
señor, es porque el pueblo me dió 
miedo, y me dije: «Voy a hablar al 
rey, a ver si hace lo que su sierva le 
diga. 16 Seguramente el rey escuchará 
a su sierva y la librará de la mano 
del que quiere raerme a mí, junta¬ 
mente con mi hijo, de la heredad de 
Dios. 17 Tn sierva ha dicho: Que me 
tranquilice la palabra de mi señor 
el rey, ya que es el rey, mi señor, 
como el ángel de Dios, para discer¬ 
nir entre lo bueno y lo malo. Y ahora, 
que Yave tu Dios, sea contigo.» 

18 El rey entonces dijo a la mujer: 
«Mira, no me ocultes nada de lo que 
voy a preguntarte.» Y la mujer res¬ 
pondió: «Hable el rey, mi señor.» 
19 El rey le dijo: «¿No" anda en todo 
esto la mano de Joab?»; y la mujer 
respondió: «Por tu vida, oh rey mi 
señor, que no se aparta lo que el rey 
mi señor dice, ni a la derecha ni a 
la izquierda. 20 Joab, tu siervo, me 
ha mandado, y ha puesto en la boca 
de tu sierva todas estas palabras. 
Joab, tu siervo, ha hecho esto para 
ver de mudar el aspecto de las cosas. 
Pero mi señor es sabio, con la sabi¬ 
duría de un ángel de Dios, para co¬ 
nocer cuanto pasa en la tierra.» 
21 Entonces el rey dijo a Joab: 
«Voy a hacer según tu palabra: Ve, 
pues, y haz que vuelva el joven Ab¬ 
salón.» 22 Joab se echó rostro a tierra 
y se prosternó, y bendiciendo al rey, 
dijo: «Ahora comprendo que tu sier¬ 
vo lia hallado gracia a tus ojos, oh 
rey, mi señor, pues ha hecho el rey 
lo que su siervo le ha dicho.» 23 Le¬ 
vantóse luego Joab y se fué a Gesur, 
y trajo consigo a Absalón a Jeru 
salén. 24 Pero el rey dijo: «Que se 
vaya a su casa y no se me presente», 
y íuése Absalón a su casa sin ver 
al rey. 

25 No había en todo Israel hombre 
tan hermoso como Absalón; desde la 
planta de los pies hasta la cabeza, 
no había en él defecto; 26 y cuando 
se cortaba el pelo, cosa que hacía al 
fin de cada año, porque le molestaba 
y por eso se lo cortaba, pesaba el 
cabello de su cabeza doscientos sidos, 








318 


SAMUEL II, 15 


peso real. 27 Naciéronle a Absalón 
tres hijos y una hija de nombre | 
Tamar, que era hermosísima. 28 Por 
dos años estuvo Absalón en Jerusa¬ 
lén, sin poder ver al rey. 

29 JVJandó Absalón por Joab, para 
que éste fuera por él al rey, pero 
Joab se negó a ir, y aunque por se¬ 
gunda vez le llamó, no quiso ir. 
30 Entonces dijo a sus siervos: «Ya 
sabéis que el campo de Joab está 
junto al mío, y que tiene allí su ce¬ 
bada; id y prendedle fuego.» Y los 
siervos de Absalón pegaron fuego a 
las tierras de Joab. Vinieron enton¬ 
ces los siervos de Joab, rasgadas las 
vestiduras, y le dijeron: «Los siervos 
de Absalón"han pegado fuego a tu 
campo.» 31 Levantóse Joab y vino a 
casa de Absalón, y le dijo: «¿Por 
qué lian pegado fuego tus siervos a 
mis tierras?» 32 Y Absalón le respon¬ 
dió: «Dos veces te he mandado a 
llamar, para que vinieses, y fueses 
por mí al rey a decirle: ¿Para qué he 
venido de Gesur? Mejor me hubiera 
sido estarme allí. Que pueda yo ver 
a mi padre, y si soy culpable, máteme.» 
33 Fué, pues, Joab al rey, y le dijo 
esto, y el rey llamó a Absalón, que 
inclinó a tierra su rostro ante el rey, 
y el rev besó a Absalón. 


itehclión de Absalón* 

Fticjn de David. 

1 1 Después de esto se hizo Ab- 

' salón con carros y caballos, y 
cincuenta hombres iban delante de 
él. 2 Levantábase Absalón bien de 
mañana, y poniéndose junto a la 
puerta, a cualquiera que tenía un 
pleito y venía a juicio ante el rey, 
le llamaba Absalón y le decía: «¿De 
dónde eres?» Y él le contestaba: 

«Tu siervo es de tal o cual de las 
tribus de Israel.» 3 Entonces Absalón 
le decía: «Mira, tu causa es buena y 
justa, pero no tendrás quien por el 
rey te oiga. 4 * iQuién me pusiera a 
mí por juez de la tierra, para que 
viniesen a mí cuantos tienen algún 
pleito o algún negocio, y yo les haría 
justicial» 3 Y cuando alguno quería 

postrarse ante él, él le tendía la ma¬ 

no, le cogía y le besaba; 6 7 y así ro¬ 

baba el corazón de los de Israel. 

7 Al cabo de cuatro años dijo Ab¬ 

salón al rey: «Te ruego que me per¬ 

mitas ir a Hebrón, a cumplir un voto 

que he hecho a Yave; 8 porque cuan¬ 


do tu siervo estaba en Gesur, en 
Siria, prometí: «Si Yave me vuelve 
a Jerusalén, sacrificaré a Yave.» 9 El 
rev le dijo: «Ve en paz»; y él se le¬ 
vantó y se fué a Hebrón. 10 Absalón 
mandó mensajeros por todas las tri¬ 
bus de Israel, diciendo: Guando 
oigáis sonar la trompeta, gritad: «Ab¬ 
salón reina en Hebrón.» 11 Fueron 
con Absalón a Hebrón doscientos 
hombres invitados, con corazón sen¬ 
cillo, que nada sabían. 12 También 
mandó a llamar Absalón a Ajitofel, 
gilomta, del consejo de David, a su 
ciudad de Giló. 

Mientras hacía sus sacrificios, la 
conjuración iba creciendo, y llegó a 
ser grande, pues iban aumentando los 
secuaces de Absalón. 13 Vinieron a 
avisar a David, diciendo: «Todo Is¬ 
rael se va tras Absalón.» 14 Enton¬ 
ces David dijo a todos sus servidores, 
que estaban con él en Jerusalén: 
«Levantaos, y huyamos, porque no 
podríamos escapar delante de Absa¬ 
lón. Daos prisa a salir, no sea que nos 
sorprenda él y eche sobre nosotros 
el mal, y pase la ciudad a filo de 
espada.» 15 Los servidores le dijeron: 
«Tus siervos están dispuestos a hacer 
euanto mande el rey nuestro señor.» 

16 Partióse, pues, el rey a pie, se¬ 
guido de toda su tamilia, dejando 
diez concubinas al cuidado de la 
casa. 17 El rey salió con toda su gente, 
a pie, y se detuvieron en un lugar 
alejado." 18 Todos sus servidores iban 
a sus lados; los ceretcos, los feleteos 
v los geteos, en número de seiscientos, 
que desde Get le habían seguido, mar¬ 
chaban a pie delante del rey. 19 El 
rev dijo a Itai, el geteo: «¿Por qué 
has de venir tú también con nosotros? 
Vuélvete y quédate con el rey. pues 
tú eres un extranjero y estás fuera 
de tu tierra, sm domicilio. 20 Ayer 
llegaste, ¿y voy a hacerte hoy errar 
con nosotros, cuando ni >o mismo 
• sé siquiera a dónde voy? Vuélvete, 
y lleva contigo a tus hermanos, y 
sea contigo la gracia y la verdad.» 
21 Pero Itai respondió al rey, di¬ 
ciendo: «Vive Dios, y vive mi señor 
el rey, que donde mi señor esté, vivo 
o muerto, allí estará tu siervo.» 22 En¬ 
tonces dijo David a Itai: «Ven y 
pasa», y pasó Jtaí, geteo, con toda 
su gente y su familia. 

23 Todos" iban llorando en alta voz, 
y pasaron el torrente de Cedrón el 
rey y todo el pueblo, camino del 
desierto. 24 Iba también Sadoc, y 







SAMUEL II. 16 


31 í) 


con él todos los levitas, que lleva¬ 
ban el arca de la alianza de Dios. 
Detuviéronse con el arca de la alian¬ 
za de Dios, mientras subía Abiatar, 
y hasta que toda la gente se hubo 
salido de la ciudad. 25 Entonces dijo 
el rey a Sadoc: «Vuelve el arca de 
Dios a la ciudad. Si hallo gracia a 
los ojos de Yavc, él me volverá a 
traer, y me hará volver a ver el arca 
y el tabernáculo. 26 Pero si él dice: 
No me complazco en ti, aquí* me 
tiene; haga él conmigo lo que bien 
le parezca.» 27 Y siguió diciendo a 
Sadoc: «Tú, vuélvete en paz a la 
ciudad, con Ajimas, tu hijo, y con 
Jonatán, hiio de Abiatar. Vayan 
vuestros dos hijos con vosotros. 28 Yo 
esperaré en las llanuras del desierto, 
hasta que me llegue de vosotros algún 
aviso. 29 Volviéronse entonces Sadoc 
y Abiatar a Jcrusalén, llevando el 
arca de Dios, y se quedaron allí. 

30 Subía David la pendiente del 
monte de los olivos; y subía llorando, 
cubierta la cabeza y descalzos los 
pies. También cuantos le seguían cu¬ 
briéronse todos la cabeza, y subían 
llorando. 31 Dieron aviso a David de 
que Ajitofel estaba entre los conju- 

I rados, y dijo David: .«Confunde, oh 
Yave, el consejo de Ajitofel.» 32 Cuan¬ 
do llegó David a la cumbre, donde 
se adora a Yave, llegó ante él Cusai, 
el araquita, rasgadas las vestiduras 
y cubierta de polvo la cabeza. 33 y le 
dijo David: «Si vienes conmigo, me 
serbas una carga; 34 si, por lo contra¬ 
rio, te vuelves a la ciudad y dices a 
Absalón: —jOh rey, siervo tuyo soy, 
como he servido a tu padre, así te ser¬ 
viré a til, podrás confundir el consejo 
de Ajitofel en favor mío— , 35 tendrás 
contigo a los sacerdotes Sadoc y Abia¬ 
tar, y podrás comunicarme cuanto 
sepas de la casa del rey. 36 Y como 
tendrán consigo a sus dos hijos, Aü- 
mas, hijo de Sadoc, y Jonatán, hijo 
de Abiatar, por ellos podréis infor¬ 
marme de lo que sepáis.» 37 Cusai, 
amigo de David, se tornó a la eiu- 
¡ dad, cuando Absalón hacía su en¬ 
trada en ella. 

Fidelidad de ?iba, el siervo de 
Miíiboset. 

1 Cuando David hubo traspues- 
to la cumbre, Siba, el siervo de 
Mifiboset, vino a él con dos asnos 
aparejados y cargados de doscientos 
panes, cien colgajos de uvas pasas 


y un pellejo de vino; 2 y dijo el rey 
a Siba: «¿Qué es esto?» Y Siba res¬ 
pondió: «Los asnos son para la fa¬ 
milia del rev, para que monte en 
ellos; los panes v las tortas de higos 
y las pasas, para que coman; y el 
vino, para que beban los que desfa¬ 
llezcan en el desierto.» 3 El rey le 
preguntó: «¿Con quién está el hijo 
de tu amo?»; y Siba respondió: «Se 
ha quedado en Jerusalén, diciendo: 
Hoy me devolverá la casa de Israel 
el reino de mi padre.» 4 Y el rey dijo 
a Siba: «Tuyo será cuanto fué de 
Mifiboset.» Siba respondió: «Que halle 
yo gracia a los ojos del rey. mi 
Señor.» 


!?einci ultraja a David. 

5 Cuando llegó el rey a Bajurim, 
salióle al encuentro un hombre de 
los de la casa de Saúl, de nombre 
Semei, hijo de Gera, que se adelantó 
profiriendo maldiciones 6 y tirando 
piedras a David y a los servidores 
de David, aunque iban los hombres 
de guerra a la derecha y a la izquierda 
del rey. 7 Semei decía, maldiciendo: 
«jVete, vete, hombre sanguinario y 
malvadol 8 Yave hace recaer sobre 
tu cabeza toda la sangre de la casa 
de Saúl, cuyo reino has usurpado, 
y ha entregado tu reino en manos 
de. Absalón, tu hijo. Te ha dado lo 
que tú mereces, porque eres un hom¬ 
bre sanguinario.» 9 Entonces Abisai, 
hijo de Sarvia, dijo al rey: «¿Cómo 
se atreve ese maldito perro muerto 
a maldecir al rey? Déjame, te ruego, 
que vaya a cortarle la cabeza»; 10 pero 
el rey le respondió: «¿Qué vamos a 
hacerle yo y vosotros, hijos de Sar¬ 
via? Déjale que maldiga, que si Yave 
le ha dicho: Maldice a David, ¿quién 
va a decirle: por qué lo haces?» 

11 David dijo a Abisai y a todos 
sus seguidores: «Ya veis que mi hijo, 
salido de mis entrañas, busca mi 
vida; con mucha más razón ese hijo 
de Benjamín. Dejadle maldecir, pues 
se lo ha mandado Yave. 12 Quizá 
Yave mirará mi aflicción y me pagará 
con favores las maldiciones de hoy.» 
13 * Y David y sus gentes prosiguieron 
su camino, mientras iba Semei por 
el lado del monte, detrás de David, 
sin dejar de maldecirle y tirarle 
piedras y tierra. 14 El rey y los que 
con él iban llegaron extenuados, y 
descansaron allí. 












320 


SAMUEL II, 17 


16 Cuando Absalón, llevando con 
él a Ajitofel, entró en Jernsalén con 
todo el pueblo, los hombres de Israel, 
16 Cusai, el arquita, amigo de David, 
vino a su encuentro, diciendo: «¡Viva 
el rey, viva el rey!» 17 Absalón dijo 
a Cusai: «¿Es ése el pago que das 
a tu amigo?» ¿Por qué no te has ido 
con tu amigo?» 18 Cusai dijo a Ab¬ 
salón: «No, vo soy de aquel a quien 
Yave y todo su pueblo, todos los 
hombres de Israel, han elegido, y 
con ése quiero estar. 19 Por lo demás, 
¿a quién voy a servir? ¿No es a un 
hijo suyo? Como serví a tu padre, 
así te serviré a ti.» 

20 Absalón dijo a Ajitofel: «Tened 
consejo, para ver lo que conviene 
hacer»; 21 y Ajitofel dijo a Absalón: 
«Entra a las concubinas que tu padre 
ha dejado al cuidado de la casa, y 
así sabrá todo Israel que has roto 
del todo con tu padre, y se fortale¬ 
cerán las manos de cuantos te siguen. 
22 Levantóse, pues, para Absalón 
una tienda en la terraza, y entró 
a las concubinas de su padre a los 
ojos de todo Israel. 23 Consejo que 
daba Ajitofel, era mirado como si 
fuera palabra de Yavc; tal era la 
confianza que el consejo de Ajito¬ 
fel inspiraba, lo mismo a David que 
a Absalón. 

I\l consejo de Ajitofel, frustrado 
por C.usal. 

1 n 1 Ajitofel dijo a Absalón: «Voy 

4 a elegir doce mil hombres, para 
salir esta noche en persecución de 
David, 1 2 y cargaré sobre él cuando 
esté cansado y flaco de fuerzas; le 
atemorizaré, y cuantos le siguen hui¬ 
rán, y heriré al rey sólo, 3 4 5 y haré 
que vengan a ti todos sus partida¬ 
rios, el pueblo todo, como viene la 

novia a su novio. 

4 Agradó este consejo a Absalón 
y a todos los ancianos de Israel; 

5 pero Absalón dijo: «Llamad a Cusai 
y sepamos su parecer.» 6 7 Vino Cusai 

a Absalón, y Absalón le dijo: «Esto 
ha dicho Ajitofel. ¿Hemos de hacer 
lo que él dice? Si no, habla tú.» 

7 Y Cusai respondió a Absalón: «Por 

esta vez, el consejo de Ajitofel no 

es bueno. 8 Tú sabes bien que tu 

padre y sus gentes son unos valien¬ 

tes, y exasperarlos sería como si 

en el campo a una osa le arrebataran 

su cría. Tu padre es hombre de gue¬ 


rra, y seguramente no pasará la 
noche entre los suyos. 9 De cierto 
que estará escondido en alguna ca¬ 
verna o en otro lugar, y si a los co¬ 
mienzos cayeran algunos de los tuyos, 
los que lo oyeran seguramente dirían: 
Han sido derrotados los secuaces de 
Absalón; 10 y entonces, aun el va¬ 
liente, cuyo corazón sea como el 
corazón de un león, desmayaría, por¬ 
que todo Israel sabe que' tu padre 
es un valiente, y que son valientes 
también los que con él están. 11 * Acon- 
séjote, pues, que reúnas a todo Israel, 
desde Dan hasta Berseba, en mu¬ 
chedumbre como las arenas que están 
en la orilla del mar, y que tú en 
persona vayas a darle la batalla. 
12 Entonces le atacaremos donde¬ 
quiera que esté; y daremos sobre él 
como rocío que cae sobre la tierra, 
y no dejaremos ni uno de cuantos 
con él están. 13 Y si se acogiere a 
ciudad, todos los de Israel llevarán 
allá cuerdas, y la arrastraremos al 
arroyo, hasta no quedar de ella 
piedra sobre piedra.» 

14 Entonces Absalón y todos los 
de Israel dijeron: «El consejo de 
Cusai, arquita, es mejor que el de 
Ajitofel»; porque había dispuesto Yave 
frustrar el acertado consejo de Aji¬ 
tofel, para traer Yave el mal sobre 
Absalón. 15 Dijo luego Cusai a Sadoc 
y Abiatar, sacerdotes: «Esto y esto 
ha aconsejado Ajitofel a Absalón y 
a los ancianos de Israel, y esto y esto 
aconsejé yo: 16 Enviad, pues, inme¬ 
diatamente a dar aviso a David, 
diciendo: «No te quedes esta noche 
en el campo del desierto; pasa en se¬ 
guida, para que no sea destruido el 
rev con todos los que le siguen.» 

17 Jonatán y Ajimas estaban junto 
a la fuente de Bogel, porque no 
podían dejarse ver, viniendo a la 
ciudad; y allá fué una sierva para 
darles aviso, v ellos lo hicieran luego 
llegar al rey David. 18 Viólos, sin 
embargo, un mozo, que dió cuenta 
de ello a Absalón; pero ellos se apre¬ 
suraron y llegaron a la casa de un 
hombre de Bajnrim, que tenía un 
pozo en el patio, y en él se metieron. 
19 Tomó la mujer una manta y 
cubrió con ella la boca del pozo, 
poniendo sobre ella el grano trillado, 
y así nadie pudo percatarse de la 
cosa. 20 Llegaron los seguidores de 
Absalón a la casa de la mujer, y le 
preguntaron: «¿Dónde están Ajimas 
y Jonatán?» Y la mujer respondió: 





SAMUEL II, 18 


32 1 


«Ya han pasado el vado.» Y aunque 
los buscaron, no los hallaron, y se 
volvieron a Jerusalén. 21 Cuando se 
hubieron ido, salieron del pozo, y 
fuéronse luego a dar el aviso a David, 
diciéndole: «Pasad luego el vado, 
porque Ajitofel ha dado este con¬ 
sejo contra vosotros.» 22 Levantóse 
entonces David con todo el pueblo 
que con él estaba, y pasaron el 
Jordán. 23 Ajitofel, viendo que no se 
había seguido su consejo, aparejó su 
asno, levantóse, se fue a su casa 
de la ciudad, y después de tomar 
disposiciones acerca de su casa, se 
ahorcó; y muerto, fue sepultado en 
el sepulcro de su padre. 


Ahsalón, derrotado y muerto. 

24 Llegó David a Majanaim, y 
Absalón pasó el Jordán con toda la 
gente de Israel. 26 Absalón hizo jefe 
de su ejército a Amasa, en vez de 
Joab. Era Amasa hijo de un varón 
de Israel, llamado Jitrai, que había 
entrado a Abigail, hija de Nasa, 
hermana de Sarvia, madre de Joab. 
26 Asentó su campo Israel con Absa¬ 
lón en tierra de Calad; 27 y en cuanto 
llegó David a Majanaim, 28 Sobi, 
hijo de Najas, de Raba, de los hijos 
de Ammón, y Maquir, hijo de Amiel, 
de Lobedan con Barzilai, galadita, 
de Rogelim, trajeron a David y a 
la gente que con él estaba, camas, 
calderas y vasijas de barro, trigo, 
cebada y harina, grano tostado, habas, 
lentejas 29 y miel, terneros y vacas; 
y ofrecieron todo esto a David y a 
los que con él estaban, pues se dije¬ 
ron: «Seguramente están hambrien¬ 
tos, fatigados y sedientos en el 
desierto.» 

18 1 David revistó sus tropas, y 
puso al frente de ellas jefes de 
millares y de centenas; 2 una tercera 
parte a las órdenes de Joab, una 
tercera a las de Abisai, hijo de Sarvia, 
hermano de Joab, y la otra tercera 
a las de Itai, el geteo. El rey dijo 
a su gente: «Yo saldré con vosotros.» 
3 Pero la gente respondió: «No, no 
salgas tú, porque si somos vencidos, 
no importaría mucho, aunque sucum¬ 
biéramos la mitad de nosotros. Pero 
tú, tú eres para nosotros como diez 
mil, y es mejor que puedas salir de 
la ciudad a socorrernos. 4 El rey res¬ 
pondió: «Haré como os parece.» Estú¬ 


vose el rey cerca de la puerta, mien¬ 
tras por grupos de mil y de ciento 
salía la gente, 6 y dió esta orden a 
Joab, a Abisai y a Itai: «Preservad 
por amor mío la vida del joven 
Absalón», y todo el pueblo oyó esta 
orden que dió David a todos los jefes. 

6 Salió, pues, la gente al campo 
contra Israel, y trabóse la batalla 
en los bosques de Majanaim. 7 Allí 
sucumbió el pueblo de Israel ante 
los seguidores de David, y se hizo 
una gran matanza, de veinte mil 
hombres. 8 Dispersóse la gente por 
toda aquella tierra, y fueron más 
los que devoró el bosque que los que 
aquel día hirió la espada. 9 Al encon¬ 
trarse Absalón con las gentes de 
David, iba montado en un mulo; y 
al pasar en el mulo debajo de una 
encina muy grande y copuda, se 
enredó su cabellera en el ramaje de 
la encina, quedando colgado entre 
el cielo y la tierra, mientras el mulo 
en que iba montado escapaba. 10 Vió 
esto uno, y le dijo a Joab: «He visto 
a Absalón pendiente de una encina.» 
11 Joab le dijo: «¿Y por qué no le 
echaste a tierra, y yo te hubiera 
regalado diez sidos de plata y un 
talabarte?» 12 Pero aquel hombre le 
dijo: «Aunque me pesaras mil de 
plata, no pondría yo la mano sobre 
el hijo del rey, pues bien oímos todos 
que a ti, a Abisai y a Etai os dijo el 
rey: Guardadme a Absalón. 13 Ade¬ 
más, haría yo traición a mi vida, 
pues al rey nada se le esconde, y tú 
mismo testificarías contra mí.» 14 Joab 
dijo entonces: «No será así, yo mismo 
le atravesaré delante de ti»; y co¬ 
giendo tres dardos en sus manos, 
se los clavó en el corazón a Absalón, 
que todavía vivía, pendiente de la 
encina. 15 Cercáronle luego diez mo¬ 
zos, escuderos de Joab, que hirieron 
a Absalón, acabándole. 

16 Entonces tocó Joab la trompeta, 
y el pueblo cesó en la persecución 
de Israel, porque Joab din esta orden; 
17 y cogiendo a Absalón, echáronle 
en un gran hoyo en el bosque y le 
cubrieron con un gran montón de 
piedras, e Israel huyó cada uno a su 
casa. 18 Habíase alzado Absalón en 
vida un monumento en el valle del 
rey, diciendo: «Para que se conserve 
la memoria de mi nombre, pues que 
no tengo hijos»; y dió al monumento 
su nombre, y así se llama hoy todavía 
el lugar de Absalón. 

19 Ajimas, hijo de Sadoc, dijo: 


21 







SAMUEL II, 19 


322 


«Déjame correr al rey, para darle 
la noticia de que Yave le ha hecho 
justicia de las manos de sus enemi¬ 
gos.» 20 Joab le dijo: «Ho le llevarás 
tú hoy la noticia; ya se la llevarás 
otra vez, pero no lo hagas hoy, pues 
que ha muerto el hijo del rey.» 21 Y 
Joab dijo a un eusita: «Ve y anuncia 
al rey lo que has visto.» El eusita 
se prosternó ante Joab y corrió. 
22 Ajimas, hijo de Sadoc, dijo a pesar 
de todo a Joab: «Ocurra lo que ocurra, 
déjame que carra tras el eusita.» 
Y Joab le dijo: «¿Por qué te empeñas 
en correr a él, hijo mío? Este men¬ 
saje no te aprovecharía.» 23 «Ocurra 
lo que ocurra, yo voy», repuso Ajimas, 
y Joab le respondió: «Ve.» Ajimas 
corrió por el camino del llano, y se 
adelantó al eusita. 

24 Estaba David sentado entre las 
dos puertas. 25 El centinela que estaba 
en la torre sobre la puerta alzó los 
ojos, y miró, y vió al hombre que 
corría solo hacia la ciudad, y gritó 
para advertir al rey. El rey dijo: 
«Si viene solo, es que trac buenas 
noticias.» En tanto el hombre siguió 
acercándose a la ciudad, 26 y el 
centinela descubrió al otro que corría 
también y gritó del lado de la puerta: 
«Otro que corre solo.» El rey dijo: 
«Es que también trae buenas noti¬ 
cias.» 27 El centinela dijo: «Por el 
modo de correr, el primero me parece 
Ajimas, el hijo de Sadoc.» Y el rey 
dijo: «Es hombre de bien, segura¬ 
mente trae buenas noticias.» 

28 Ajimas, gritando, dijo al rey: 
«¡Victoria!» Prosternóse luego ante 
el rey, rostro a tierra, y dijo: «Don- 
dito Yave, tu Dios, que lia entregado 
a los que alzaban su mano contra 
mi señor, el rey.» 29 El rey preguntó: 
«Y el joven Absalón, ¿está bien?» 
Ajimas respondió: «Yo vi un gran 
alboroto cuando Joab envió al rey 
a su siervo y a mí, tu siervo, pero 
no pude saber lo que pasaba.» 30 Y el 
rey le dijo: «Pasa y ponte allí.» 
Pasó él, y se paró. 31 Llegó luego el 
eusita, y dijo: «ltccibe, oh rey, mi 
señor, la nueva de que Yave ha 
defendido hoy tu causa, contra todos 
los que se alzaron contra ti.» 32 Y el 
rey preguntó al eusita: «Y el joven 
Absalón, ¿está bien?» Y el eusita 
respondió: «Que lo que es de ese 
mozo sea de los enemigos de mi señor, 
el rey, y de todos cuantos para mal 
se alcen contra ti.» 33 Turbóse enton¬ 
ces el rey; y subiendo a la estancia 


que había sobre la puerta, lloraba y 
decía: «jAbsalón, hijo mío! ¡Hijo mío! 
¡Hijo mío, Absalónl ¡Quién me diera 
que fuera yo el muerto en vez de til 
¡Absalón, hijo mío, hijo mío!» 

V) 1 Dijeron a Joab: «El rev llora 
a su hijo y se lamenta.» 2 La 
victoria se trocó aquel día en luto 
para todo el pueblo, porque todos 
supieron que el rey estaba afligido 
por la muerte de su hijo; 3 y la gente 
entró en la ciudad calladamente, como 
entra avergonzado el ejército que 
huye de la batalla. 4 El rey, cubierto 
el rostro, gemía: «¡Absalón, hijo mío! 
¡Hijo mío, Absalónl [Hijo mío!» 
6 Entró Joab en casa del rey, y 1c 
dijo: «Hoy has llenado de confusión 
a todos tus siervos, que han salvado 
tu vida y la vida de tus hijos y tus 
hijas, la de tus mujeres y tus concu¬ 
binas. 6 Amas a los que te aborrecen 
y aborreces a los que te aman, pues 
has demostrado hoy que nada te 
importan tus príncipes y tus siervos 
y que si viviera Absalón, aunque 
todos nosotros hubiéramos muerto, 
estarías contento. 7 Levántate, pues, 
y sal fuera, y habla con el corazón a 
ios que te siguen; pues de lo con¬ 
trario, por Yave juro que si no sales, 
ni uno quedará esta noche contigo; 
y te habrá de pesar de esto, más que 
de cuantos males han venido sobre 
ti, desde tu mocedad hasta ahora." 
8 Levantóse el rey, se sentó a la 
puerta, y todo el pueblo se enteró 
de que el rey estaba sentado a la 
puerta, y todos vinieron ante el rey. 
Los de Israel habían huido cada uno 
a su casa. 

Vuelta de David a Jerusalén. 

9 Todo el pueblo, en todas las tribus 
de Israel, se acusaba diciendo: «El 
rey nos íia librado de la mano de 
'!nuestros enemigos; nos ha salvado 
del poder de los filisteos, y ahora 
ha tenido que huir de la tierra por 
miedo a Absalón; 10 y Absalón, a 
quien habíamos nosotros ungido, ha 
muerto en la batalla. ¿Por qué, pues, 
no tratáis de hacer volver al rey?» 
11 El rey David mandó quien dijera 
la Sadoc y Abiatar, sacerdotes: «Ha¬ 
blad a los ancianos de Judá, y dccid- 
lles: ¿Vais a ser vosotros los últimos 
en volver al rey a su casa? Pues lo 
.que por todo Israel se decía había 
llegado a la casa del rey». 12 «Vosotros 





SAMUEL II, 19 


323 


sois mis hermanos, sois hueso mío 
y carne mía. ¿Por qué, pues, habréis 
de ser los últimos en volver al rey 
a su casa? 13 Decid asmismo a Amasa: 
¿No eres tú también hueso mío y car¬ 
ne mía? Esto me haga Dios, y esto me 
añada, si lio te hago jefe de mi ejér¬ 
cito para siempre, en lugar de Joab.» 

14 David inclinó el corazón de 
todos los de Judá, para que como un 
solo hombre mandasen a decir al 
rey: «Vuelve con todos tus servi¬ 
dores.» 15 Volvióse, pues, el rev; y 
llegado al Jordán, vino Judá a Galgal, 
a recibir a! rey y acompañarle en el 
paso del Jordán. 16 Semei, hijo de 
Gcra, hijo de Benjamín, que era 
de Bajurim, apresuróse a venir con 
los hombres de Judá a recibir al rey 
David, 17 trayendo consigo mil hom¬ 
bres. Asimismo Siba, siervo de la casa 
de Saúl, con sus quince hijos y sus 
veinte siervos, que pasaron el Jordán 
delante del rey. 18 Pasaron a la fami¬ 
lia del rey. Semei, hijo de Gera, se 
echó a los pies del rey en el momento 
en que el rey iba a pasar el Jordán, 
19 y le dijo: «Que mi señor no me 
impute la iniquidad, y olvide las 
ofensas de su siervo el día en que mi 
señor salió de Jcrusalén: jOh reyl, 
no atiendas a ellas,. 20 pues tu siervo 
reconoce que ha pecado, y hoy vengo 
el primero de toda la casa de José 
delante del rey, mi señor.» 

21 Abisai, lujo de Sarvia, tomó la 
palabra, y dijo: «¿Pero no va a 
morir Semei por haber maldecido al 
ungido de Yave?» 22 Mas David res¬ 
pondió: «¿Qué os hace a vosotros 
conmigo, hijos de Sarvia? ¿Por qué 
habéis de oponeros hoy a mí? ¿Hoy 
va a morir nadie en Israel? ¿No soy 
yo hoy rey de Israel?» 23 Y dijo 
a Semei: «No morirás»; y se lo juró 
el rey. 24 También bajó a recibir 
al rey Mifiboset, hijo de Saúl; no se 
había lavado los pies, ni se había 
afeitado, ni .había lavado sus ves¬ 
tidos desde el día en que el rey 
salió de Jerusalén hasta el día en 
que llegó la paz. 26 Vino de Jerusalén 
a recibir al rey, y éste le dijo: «Mifi¬ 
boset, ¿por qué no viniste conmigo?» 
26 Y él respondió: «Mi señor y rey, 
mi siervo me engañó, porque tu 
servidor se había dicho: aparejaré 
el asno y montaré en él, para ir 
con el rey—pues que ta siervo está 
cojo— 27 y él ha calumniado a tu 
siervo ante mi señor, el rey, pero mi 
señor, el rey, que es como un ángel 


de Dios, hará lo que bien le parezca; 
28 pues todos los de la casa de mi 
padre no podían esperar de mi señor, 
el rey, otra cosa que la muerte; 
y sin embargo, tú has puesto a tu 
siervo entre los que comen a tu mesa. 
¿Qué derecho tengo yo a pedir nada 
al rey?» 29 El rey le dijo: «Para 
qué tantas palabras? Ya lo he dicho. 
Tú y Siba os repartiréis las tierras.» 
30 Y Mifiboset dijo al rey: «Que 
las coja todas, ya que mi señor el 
rey ha vuelto a entrar en paz en 
su casa.» 

31 Barzilai, el gal adita, bajó de 
Rogeliin para acompañar al rey .en el 
paso del río. 32 Barzilai era muy 
viejo, tenía ya ochenta años, y había 
proporcionado alimentos al rey du¬ 
rante su estancia en Majanaim, pues 
era hombre muy rico. 33 El rey le 
dijo: «Vente conmigo, y yo te man¬ 
tendré en Jerusalén.» 34 Pero- Barzi¬ 
lai respondió al rey: «¿Cuántos años 
voy a vivir yo, para ir con el rey 
a Jerusalén? 35 Tengo ya ochenta 
años. ¿Puedo ya distinguir entre lo 
bueno y lo malo? ¿Puede tu siervo 
saborear lo que come y lo que bebe? 
¿Puedo ya oír la voz de cantores y 
cantoras? ¿Y por qué tu siervo ha 
de ser una carga para mi señor el 
rey? 36 Tu siervo acompañará hasta 
un poco más allá del Jordán al rey. 
¿Y por qué el rey me ha de conceder 
esta recompensa? 37 Permite, te lo 
ruego, que tu siervo se vuelva, y 
muera yo en mi ciudad, cerca del 
sepulcro de mi padre y de mi madre. 
38 Pero ahí tienes a tu siervo Quiinam, 
que vaya él con el rey mi señor, y 
haz por él lo que quieras.» El rey 
le dijo: «Que venga conmigo Quimam, 
y yo haré por él cuanto tú.quieras, 
y todo cuanto tú me pidas, yo te lo 
concederé.» 

39 Cuando todo el pueblo hubo pa¬ 
sado el Jordán, lo pasó también el 
rey, y el rey abrazó a Barzilai y le 
bendijo, y Barzilai se volvió a su 
casa. 40 Dirigióse luego el rey a Gál- 
gala, acompañado de Quimam, y de 
todo el pueblo de Judá y la mitad de 
Israel, que escoltaban al rey. 41 Pero 
he aquí que todos los hombres de 
Israel se llegaron al rey y le dijeron: 
«¿Por qué nuestros hermanos, los 
hombres de Judá, te han secuestrado, 
y lian pasado por el Jordán al rey 
y su casa? ¿No son pueblo de David 
todas sus gentes? 42 Los hombres de 
Judá respondieron a los de Israel: 






324 


SAMUEL II, 20 


«Es que el rey nos toca a nosotros 
más de cerca; ¿por qué os ha de 
enojar eso? ¿Hemos vivido nosotros 
a costa del rey? ¿Hemos recibido algo 
de él?» 43 Los hombres de Israel 
respondieron a los de Judá: «Nos¬ 
otros tenemos en el rey diez partes, 
y aún nos pertenece David más que 
a vosotros. ¿Por qué nos habéis hecho 
esta ofensa? ¿No hemos sido nosotros 
los primeros en proponer el restable¬ 
cimiento del rey?» Y la contestación 
de los de Judá fué todavía más 
fuerte que la de los de Israel. 


Revuelta de Seba. 

90 1 Había allí un hombre per- 

^ verso, llamado Seba, hijo de Be- 
cri, benjaminita, que se puso a tocar la 
trompeta, diciendo: «No tenemos nos¬ 
otros nada que ver con David, ni 
con el hijo de Isai. ¡Israel, a tus 
tiendas 1 ¡Cada uno a su casal» 2 * * * Y 
se fueron de con David todos los 
hombres de Israel, siguiendo a Seba, 
hijo de Becri. Pero los de Judá se 
adhirieron a su rey, desde el Jordán 
hasta Jerusalén (l). 

3 Cuando llegó David a Jerusalén, 
cogió a las diez concubinas que 
había dejado al cuidado de su casa ; 
y las puso bajo guardia. Proveyó 
a su mantenimiento, pero no volvió 
a entrar a ellas, y encerradas estu¬ 
vieron hasta el día de su muerte, 
viviendo como viudas. 

4 El rey dijo a Amasa: «Convócame 
para dentro de tres días a los hom¬ 
bres de Judá, y hállate tú también 
aquí presente.» 6 Fue, pues, Amasa a 
reunir a Judá, pero se detuvo más 
del tiempo señalado; 6 y David dijo 
a Abisai: «Seba, hijo de Becri, va a 
hacernos ahora más mal que Absa¬ 
lón. Toma, pues, a los siervos de tu 
señor, y ve tras él, no sea que se 
acoja a las ciudades fuertes y se 
escape de nuestra vista.» 7 Mar¬ 
charon con Abisai las gentes de Joab, 
los cerdeos y péleteos, y todos los 
valientes, y saliendo de Jerusalén, 
fueron tras Seba, hijo de Becri. 

8 Cuando llegaron a la gran piedra 


(i) Esta revuelta de Seba, así como las pre¬ 

cedentes disensiones y rivalidades entre Israel 

y Judá, y la tendencia de EfrJm a la supremacía 

política, que aparece ya por primera vez en 

Juec. 8 . i. sig., i?, i sigs., explican perfectamente 

la definitiva separación de los reinos. I. Rey. 12 . 


que hay en Gabaón, les salió al 
encuentro Amasa. 

Iba Joab vestido de una túnica, 
y sobre ella llevaba ceñida a sus lomos 
una espada en su vaina, y según 
avanzó, se cayó de ella la " espada. 

9 Joab dijo a Amasa: «¿Estás bien, 
hermano?»; y con la mano derecha 
tomó a Amasa de la barba, como 
para besarle. 10 Amasa no hizo aten¬ 
ción a la espada que tenía Joab en 
la mano, y éste le hirió con ella en el 
vientre, echándole a tierra las entra¬ 
ñas, sin repetir el golpe. Amasa murió. 
Después Joab y Abisai, su hermano, 
fueron en seguimiento de Seba, hijo 
de Becri. 11 Uno de los servidores de 
Joab se quedó junto a Amasa, y 
decía: «Los de Joab, los de David, 
que sigan tras Joab.» 12 Amasa, 
bañado en sangre, yacía en el ca¬ 
mino. Viendo aquel hombre que todos 
se paraban, apartó a Amasa del ca¬ 
mino, lo llevó al campo y echó sobre 
él una cubierta, porque vió que cuan- < 
tos venían se paraban junto a él. 

13 Una vez apartado del camino, 
iban ya todos tras Joab, en segui- I 
miento de Seba, hijo de Becri. 

14 Pasó por todas las tribus de 
Israel, hasta llegar a Abel Bet Maca, I 
y los hombres escogidos que le seguían 
se reunieron. 15 Encerraron a Seba en 
Abel Bet Maca, y alzaron contra la I 
ciudad un baluarte, que llegaba a la 
explanada de la muralla. 16 Dió en¬ 
tonces voces desde la ciudad una I 
avisada mujer: «¡Oíd, oídl Os pido I 
que digáis a Joab que se llegue aquí, 1 
para que yo le hable. 17 Y una vez ( 
que se acercó, le dijo ella: «¿Eres tú 
Joab?» Y el respondió: «Yo soy.» I 
Ella siguió: «Pues oye las palabras 
de tu sierva.» Y él respondió: «Oigo.» I 
18 Entonces volvió ella a hablar, 1 
diciendo: «En otros tiempos bahía | 
costumbre ele decir: «Quien pregun¬ 
tare, pregunte en Abel», y las quere¬ 
llas se arreglaban. 19 Yo soy una ciudad 
pacífica y fiel a Israel, y tú procuras I 
destruir "una ciudad que es madre de 
Israel. ¿Por qué has de destruir la 
heredad ele Yave?» 20 Joab respondió: 
«Lejos de mí querer destruirla y arrui* I 
liarla. 21 No es eso; es que un hombre 
de la montaña de Efraím, Seba, 
hijo de Becri, ha alzado su mano 
contra el rey David; entregadle a 
él sólo, y yo me alejaré de la ciudad.» 

La mujer dijo a Joab: «Se te echará 
su cabeza por encima de la muralla.» 

22 La mujer se (¡¡rigió a todo el pue- 








SAMUEL II, 21 


325 


blo con mucha sabiduría, y cortando 
la cabeza de Seba, hijo de Becri, 
se la echaron a Joab. Joab hizo sonar 
la trompeta, y lejos ya de la ciudad, 
las gentes se dispersaron, cada uno 
a su casa, y Joab volvió a Jerusalén, 
al rey. 

23 Joab mandaba todo el ejercito 
de Israel; Banaias, hijo de Joiada 
era el jefe de los cereteos y feleteos; 
24 Adoram, el inspector de los tri¬ 
butos; Josafat, hijo de Ajilud, cro¬ 
nista; 25 Si va, escriba; Sadoc y 
Abiatar, sacerdotes, e Ira, el jaireíta 
consejero áulico de David. 

Los (jubaonitas y la casa de Saúl. 

91 1 Hubo en tiempo de David 
** un hambre que duró tres años 
continuos; y David consultó a Yave, 
que le respondió: «Es por la casa 
de Saúl y por la sangre que hay 
sobre ella, por haber hecho perecer 
a los gabaonitas» (1). 2 El rey llamó 
a los gabaonitas y les dijo: «Los 
gabaonitas no eran de los hijos de 
Israel; eran un resto de los amo- 
rreos, con el cual estaban los hijos 
de Israel ligados con juramento; y 
sin embargo, Saúl había procurado 
extinguirlos, por celo de los hijos 
de Israel y de Judá.» 3 * Dijo, pues, 
David a los gabaonitas: «¿Qué que¬ 
réis que os haga para expiaros, y 
que bendigáis a la heredad de Yave?» 

4 Los gabaonitas le dijeron: «Nuestra 
querella con Saúl y su casa no es 
cuestión de plata ni oro, ni preten- . 
demos que muera nadie en Israel.» 
Y él preguntó: «Decid, pues, lo que 
queréis, para que yo lo haga.» 5 Ellos 
respondieron al rey: «Aquel hombre 
nos destruyó y quería exterminarnos, 
haciéndonos desaparecer de toda la 
tierra de Israel; 6 * * que se nos entreguen 
siete de sus hijos, para que nosotros 
los colguemos ante Yave en Gabaón, 
en el monte de Yave.» El rey dijo: 
«Los entregaré.» 


(i) Esta cruenta persecución de Saúl contra 

los gabaonitas era un quebrantamiento oficial 

del juramento oficialmente hecho a los de Ga¬ 

baón por las autoridades del pueblo, aunque 

hubiera sido arrancado con engaño (Jos 9). El 

derramamiento de sangre inocente exigía el 

castigo cruento de! culpable, y la e’ecución 

se dejaba al vengador de la sangre, que en este 

caso eran los gabaonitas; que ahora tal prin¬ 

cipio prevaleciera sobre el precepto de no hacer 

pagar a los hijos la culpa de los padres, quizá 

se debió a la extraordinaria gravedad de la 

culpa de Saúl. 


7 No entregó el rey a Mifibosct 
hijo de Jonatán, hijo de Saúl, por el 
juramento de Yave que habían hecno 
entre sí David y Jonatán, hijo de 
Saúl. 9 Y tomó el rey a los dos hijos 
que Resfa, hija de Aya, había dado a 
Saúl, Armoni y Mifiboset, y a los 
cinco hijos que Merob, hija de Saúl, 
había dado a Adriel, hijo de Barzilai, 
de Mejola, 9 y se los entregó a los 
gabaonitas, que los colgaron, en el 
monte ante Yave. Todos siete mu¬ 
rieron juntos en los primeros días de 
la cosecha, al comienzo de la siega 
de las cebadas. 10 * Resfa, hija de Aia, 
tomando un saco, se lo tend ; ó sobre 
la tierra, y estuvo desde el comienzo 
de la cosecha hasta que sobre ellos 
cayeron del cielo las aguas de la 
lluvia, espantando durante el día a 
las aves del ciclo y durante la noche 
a las bestias del campo. 

11 Dieron noticia a David de lo 
que había hecho Resfa, hija de Aia, 
concubina de Saúl; 12 y fué David 
a recoger los huesos de Saúl y los 
de Jonatán, su hijo, a la ciudad de 
Jabes, en Galad, cuyos habitantes 
los habían cogido de los muros de 
Betsán, donde los habían colgado los 
filisteos después de derrotar a Saúl 
en Gelboc. 13 Llevó de allí los huesos 
de Saúl y los de Jonatán, su hijo, 
y recogió también los de los que 
habían sido colgados; 14 y fueron 
enterrados con los huesos de Saúl 
y de su hijo Jonatán en tierra de 
Benjamín, en Sela, en el sepulcro 
de Quis, padre de Saúl, cumpliéndose 
las órdenes del rey. Después de esto 
se apiadó Yave de la tierra. 


Hazañas de alqunos valientes de 
David. 

15 ‘ Hubo todavía guerra entre los 
filisteos e Israel, y bajó David con 
los suyos para combatir a los filis¬ 
teos. En el combate, David, muy 
cansado, 16 estaba para ser muerto 
por Josbi Benob, uno de los hijos de 
Rafa, que tenía una lanza que pe¬ 
saba trescientos sidos de bronce y 
ceñía una espada nueva. 17 Abisai, 
hijo de Sarvia, vino en socorro de 
David, hirió al filisteo y le mató. 
Entonces las gentes de David le con¬ 
juraron, diciendo: «No salgas ya más 
con nosotros al combate, para que 
no extingas la lámpara de Israel.» 

18 Hubo después de esto en Gob 







326 


SAMUEL II, 22 


una batalla con los filisteos, y enton¬ 
ces Sobacai, jusatita, mató a Saf, 
uno de los hijos de Rafa. 

19 Hubo otra segunda batalla en 
Gob con los filisteos, y Eljanan, hijo 
de Jari, betlemita, mató a Lajmi, 
hermano de Goliat, que tenía una 
lanza cuya asta era como un en julio 
de tejedor. 

20 Hubo también una batalla 
en Get, en que se halló un hombre de 
gran talla, que tenía seis dedos en 
cada mano y en cada pie, veinti¬ 
cuatro en todo, descendiente también 
de Rafa. 21 Insultó a Israel, y Jona- 
tán, hijo de Sima, hermano de David, 
le mató. 22 Estos cuatro hombres 
eran de los hijos de Rafa, de Get, 
y todos perecieron a manos de David 
y de sus servidores. 


Cántico de David en ^elón de 
cjracius. 

1 David dirigió a Yave las pa- 
— — labras de este cántico, cuando 
le hubo librado Yave de la mano 
de todos sus enemigos y de la mano 
de Saúl. 2 Dijo: 

«Yave es mi roca, mi fortaleza, mi 
refugio, 

3 Mi Dios, la roca en que íue amparo, 

Mi escudo, el cuerno de mi salva¬ 
ción, mi inaccesible asilo, 

Mi salvador de la violencia. 

4 Yo invoco, alabándole, a Yave, 

Y quedo a salvo de mis enemigos. 

5 Ya ine rodeaban con estrépito 
las olas de la muerte, 

Ya me aterrorizaban los torrentes 
del Averno, 

6 Ya me aprisionaban las ataduras 
del sepulcro, 

Ya me habían cogido los lazos de 
la muerte, 

7 Y en mi angustia invocaba a 
Yave, 

Imploraba el auxilio de nú Dios. 

El me oyó mi voz desde sus pa¬ 
lacios, 

Mi clamor a él llegó a sus oídos. 

8 Conmovióse, y tembló la tierra, 

Vacilaron los fundamentos de los 

montes, 

Y se estremecieron, porque se airó 
contra ellos. 

9 Subía de sus narices el humo de 
su ira, 

Y de su boca fuego abrasador, 

Carbones encendidos por él. 

10 Y abajo los cielos, v descendió , 1 


Negra oscuridad tenía bajo sus 
pies, 

11 Subió sobre los querubines y 
voló, 

Voló sobre las alas del viento. 

12 Puso en derredor suyo tinieblas 
por velo, 

Se cubrió con calígine acuosa y 
densas nubes. 

13 Ante su resplandor se deshicie¬ 
ron sus nubes, 

En granizo y centellas de fuego. 

14 Tronó Yave desde los cielos, 

El Altísimo hizo resonar su voz, 

15 Lanzó sus saetas y los desbarató, 
Fulminó sus muchos rayos y los 

consternó. 

16 Y aparecieron arroyos de aguas, 

Y quedaron al descubierto los fun¬ 
damentos del orbe, 

Ante la increpadora ira de Yave, 
Al resoplido del huracán de su furor. 

17 Extendió su mano desde lo alto, 
y me cogió, 

Me sacó de la muchedumbre de 
las aguas, 

18 Me arrancó de mi feroz enemigo, 
De los que me aborrecían y eran 

más fuertes que yo. 

19 Querían asaltarme en día fatal 
para mí. 

Pero fué Yave mi fortaleza, 

20 Y me puso en seguro, 
Salvándome, porque se agradó de mí. 

21 Remunerábame Yave conforme a 
mi justicia, 

Según la pureza de mis manos me 
pagaba, 

22 Pues yo había seguido los ca¬ 
minos de Yave, 

Y no me había impíamente apar¬ 
tado de mi Dios. 

23 Tenía ante mis ojos todos sus 
mandatos, 

Y no rehuía sus leyes, 

24 Sino que fui íntegro eon él, 

Y me guardé de la iniquidad. 

25 Y me retribuyó Yave conforme 
a mi justicia, 

Y según la limpieza de mis manos 
ante sus ojos. 

26 Con el piadoso muéstrase piadoso, 
Integro con el íntegro, 

27 Muéstrase limpio con el limpio, 

Y sagaz con el perverso astuto. 

28 Tú salvas al humilde, 

Pero humillas al soberbio. 

29 Tú haces lucir mi lámpara, oh 
Yave, 

Mi Dios ilumina mis tinieblas. 

30 Ciertamente fiado en ti, soy 
capaz de romper ejércitos. 







SAMUEL II. 23 


327 


Fiado en mi Dios, asalto murallas. 

31 Es perfecto el camino de Dios, 

La palabra de Yave es acrisolada. 

Es el escudo de cuantos a él se 

acogen. 

32 ¿Qué Dios hay fuera de Yave? 

¿Qué Dios hay fuera de nuestro 

Dios? 

33 El Dios fuerte, que me ciñó de 
fortaleza, 

Y prosperó mis caminos, 

34 Que me dió pies Como los de los 
ciervos, 

Y me puso sobre las alturas, 

35 Que adiestró mis manos para la 
lucha, 

Y mis brazos para tender el arco 
de bronce. 

36 Me entregaste tu escudo salvador, 

Tu diestra me fortalecía, 

Y tu solicitud me engrandecía, 

37 Me hacías correr a largos pasos, 

Sin que se cansaran mis pies. 

38 Perseguía a mis enemigos, y los 
alcanzaba, 

Y no me volvía sin haberlos des¬ 
baratado. 

39 Los machacaba, sin que pudie¬ 
ran levantarse, 

Caían bajo mis pies. 

40 Me ceñiste de fortaleza para la 
guerra, 

Sometiste a los que se alzaban con¬ 
tra mí, 

41 Obligaste a mis enemigos a darme 
las espaldas, 

Y reducías al silencio a los que me 
odiaban. 

42 Vociferaban, pero no había quien 
les socorriese, 

A Yave, pero él no los oía. 

43 Y los dispersaba como el polvo 
lo dispersa el viento, 

Y como al'lodo de las plazas los 
pulverizaba. 

44 Me libraste de las sediciones del 
pueblo, 

Me pusiste por cabeza de gentes. 

Pueblos que no conocía me servían, 

45 Obedecíanme con diligente oído. 

Los extraños me halagaban, 

46 Los extraños palidecían, 

Y salían de sus refugios. 

50 Por eso te daré gracias, oh Yave, 
entre las gentes, 

Y cantaré salmos en tu honor. 

47 jViva Yave, y bendito sea su 
nombre! 

Ensalzado sea el Dios, mi salvador. 

48 El es el fuerte, que me otorga 
la venganza, 

El que me somete los pueblos, 


49 El que me libra de mis enemigos. 

El que me hace superar a los que se 
alzan contra mí, 

El que me libra del hombre violento, 

51 El que da grandes victorias a su 
rey, 

El que hace misericordia a su un¬ 
gido, David, 

Y a su descendencia por la eter¬ 
nidad.» 


Ultimas palabras de David. 

1 Estas son las últimas palabras 
de David: 

«Oráculo de David, hijo de Isai, 
Oráculo del hombre puesto en lo 
alto, 

Del ungido del Dios de Jacob, 

Del dulce cantor de Israel. 

2 El espíritu de Yave habla por mí, 

Y su palabra está en mis labios. 

3 Ha hablado el Dios de Israel. 

La roca de Israel me ha dicho; 

Un justo dominador de los hombres, 
Dominador en el temor de Dios, 

4 Como la luz de la mañana cuando 
se levanta el sol, 

En una mañana sin nubes. 

A sus rayos, después de la lluvia, 
Yérguese la hierba de la tierra. 

5 ¿No es así mi casa para con D'os? 
Porque él ha hecho conmigo una 

eterna alianza, 

En todo ordenada, y que será cum¬ 
plida. 

El hará germinar toda mi salud y 
todo su buen deseo, 

6 Mientras que los impíos serán 
todos como espinas detestadas, 

Que nadie toca con sus manos. 

7 El que las coge se arma de un 
hierro o de un asta de lanza, 

Y son luego arrojadas al fuego.» 


Los valientes de David. 

8 He aquí los nombres de los héroes 
de David: 

Jesbal, jacamonita, era el prime¬ 
ro de los tres; éste desnudó su es¬ 
pada contra trescientos hombres, y 
los derrotó de un solo ímpetu. 

9 Después de éste, Eleazar, hijo de 
Dodo, ajojita; era uno de los tres más 
valientes que estaban con David en 
Las Damim, cuando los filisteos pre¬ 
sentaron allí batalla, y huyendo los 
de Israel, 10 se quedó él a pie firme, 
blandiendo su espada, hasta que se 









328 


SAMUEL II, 24 


le cansó la mano y se le quedó pega¬ 
da a ella la espada, consiguiendo aquel 
día una gran victoria, pues el pueblo 
se tornó a donde estaba Eleazar, pero 
sólo tuvo que recoger los despojos. 

11 Después de él, Sama, hijo de Age, 
jaradita. Habíanse concentrado los 
filisteos en un solo cuerpo, en un 
lugar donde había un trozo de terre¬ 
no sembrado de lentejas, y el pueblo 
iba huyendo ante los filisteos; 12 Sama 
se puso en medio del campo aquél, 
le defendió y derrotó a los filisteos, 
obrando Yave por él una gran vic¬ 
toria. 

13 Estos tres, los más valientes de 
los treinta, habían antes bajado al 
tiempo de la cosecha a reunirse con 
Dav ; d, en la caverna de Odolam, 
mientras acampaba una tropa de 
filisteos en el valle de Refaim. 14 Es¬ 
taba entonces David en la fortaleza, 
y los filisteos tenían guarnición en 
Belén. 16 Se le antojó a David decir: 
«¡Quién me diera poder beber agua 
de la cisterna que está a la puerta de 
Belén!» 16 Y luego los tres valientes, 
atravesando el campamento de los 
filisteos, cogieron agua de la cisterna 
de Belén y se la llevaron a David; 
pero David no la bebió, e hizo con 
ella una libación a Yave diciendo: 
17 «¡Lejos de mí, oh Yave, hacer 
tal cosa! ¿No sería beber la sangre 
de estos hombres, que con peligro 
de su vida han ido a buscarla?» Y se 
negó a bebería. Esto hicieron los tres 
valientes. 18 Abisai, hermano de Joab, 
hijo de Sarvia, era el jefe de los 
treinta. Blandiendo su lanza contra 
trescientos hombres, los derrotó, y 
adquirió gran renombre entre los 
treinta. 19 Era el más considerado 
entre los treinta y jefe de ellos, pero 
lio igualaba a los tres. 

20 Banaias, hijo de Joyada, hombre 
valiente y hazañoso, de Cabsel. Este 
mató a los dos Ariel, de Moab, y 
bajando a una cisterna en un día 
de nieve, mató en ella a un león. 
21 También mató a un egipcio de 
gran talla, que blandía una lanza; 
acometiéndole con un palo, le arrancó 
de las manos la lanza, y con su pro¬ 
pia lanza le mató. 22 Esto hizo Ba- 
naias, hijo de Joyada, de fama entre 
los treinta 23 y glorioso entre ellos, 
pero que no llegaba tampoco a los 
tres. Hízole David jefe de su guardia. 

24 Azacl, hermano de Joab, era de 
los treinta; también Eljanán, hijo de 
J)odo, de Belén; 28 Sama, de Jarod; 


Elica, de Jarod; 26 Jeles, de Bet Palti; 
Ira, hijo de Iques, de Tecua; 27 Abie- 
ser, de Anatot; Mebonai, jusatíta; 

28 Selmón, ajojita; Marai, de Netofat; 

29 Jeleb, hijo de Baña, de Netofat; 
Itai, hijo de Ribai, de Gueba de 
los hijos de Benjamín; 30 Banaia, de 
Paratón; Edi, de los valles de Gas; 
31 Abi Albón, del Araba; Azmavet, 
de Barjum; 22 Elyajba, de Salabona; 
Jasén, de Guni; Jonatán; 33 Sama, 
arorita; Ajiam,’ hijo de Sarar, faro- 
rita; 34 Elifelet, hijo de Ajasbai, 
macatita; Eliam, hijo de Ajitofel, 
de Gilon; 35 Jesra , de Carmel; Para, 
de Arba; 36 Jigal, hijo de Natán, de 
Soba de Gad; 37 Selec, amonita; Na- 
jarai, de Betot, escudero de Joab, 
hijo de Sarvia; Ira, jetrita; Gareb, 
jetrita; 39 Urías, geteo. En todo, 
treinta y siete. 


Censo del pueblo. Peste. 

94 1 Volvió a encenderse el furor 

* de Yave contra Israel, impul¬ 
sando a David a que hiciera el censo 
de Israel y de Judá. 2 Dijo, pues, 
David a Joab, jefe de su ejército: 
«Recorre todas las tribus de Israel, 
desde Dan hasta Berseba, y haz el 
censo del pueblo, para saber su 
número.» 3 Joab dijo al rey: «Aumente 
Yave, tu Dios, el pueblo, cien veces 
otro tanto como son, y véalo mi 
señor el rey. Mas ¿para qué quiere 
esto mi señor el rey?» 4 Pero prevale¬ 
ció la orden del rey sobre Joab 
y sobre los jefes del ejército; y salió 
Joab con los jefes del ejército de la 
presencia del rey, para hacer el 
censo del pueblo de Israel; 5 y pasado 
el Jordán, comenzaron por Aroer, 
la ciudad que está en medio del valle, 
y por Gad hasta Jazer. 6 Y fueron a 
Galad, y a la tierra de los geteos 
hasta Cades, y luego desde Dan hasta 
Sidón la grande; 7 fueron a la ciudad 
fuerte de Tiro y a todas las ciudades 
de los geteos y cananeos, y por fin 
al Ncgueb de Judá, a Berseba. 

8 Cuando hubieron así recorrido toda 
la tierra, volvieron a Jerusalén, al 
cabo de nueve meses y veinte días; 

9 y Joab remitió al rey el rollo del 
censo del pueblo. Había en Israel 
ochocientos mil hombres de guerra 
que esgrimían la espada, y quinientos 
mil en Judá. 

10 David sintió latir su corazón 
cuando hubo hecho el censo del pueblo, 







SAMUEL II, 24 


329 


y dijo a Yave: «He pecado grave¬ 
mente al hacer esto. Ahora, ;oh Yave!, 
perdona, te ruego, la iniquidad de 
tu siervo, pues he obrado como un 
insensato.» 

11 Al día siguiente, cuando se levan¬ 
tó David, había llegado a Gad, pro¬ 
feta, el vidente de David, palabra 
de Yave, diciendo: 12 «Ve a decir a 
David: Así habla Yave: Te doy a 
elegir entre tres cosas la que he de 
hacer yo, a tu elección.» 13 Vino Gad 
a David y se lo comunicó, diciendo: 
«¿Que quieres: Siete años de hambre 
sobre la tierra, tres años de derro¬ 
tas ante los enemigos que te persi¬ 
guen, o tres días de peste en toda la 
tierra? Keflexiona, pues, y ve lo 
que he de responder al que me 
envía» (1). 

14 David respondió a Gad: «Estoy 
en una cruel angustia. Caigamos en 
las manos de Yave, cuya misericor¬ 
dia es grande; pero que no caiga yo 
en las manos de los hombres.» 15 Y 
Yave mandó sobre Israel la peste, 
desde la mañana de aquel día hasta 
el tiempo fijado. Murieron, desde 
Dan a Bcrseba, setenta mil hombres 
I del pueblo. 16 El ángel de Yave tendía 
ya su mano sobre Jerusalén para 
destruirla, pero se arrepintió Yave 
del mal, y dijo al ángel que hacía 

(i) Que la confección de un censo, ya por 
dos veces hecha antes (Num. i; 26) inculpa¬ 
blemente, sea ahora culpa que recae sobre el 
, pueblo y es castigada con la peste, es para 
nosotros un misterio. Quizá quiso Dios castigar 
así un acto de vanagloria de David. 


perecer al pueblo: «Basta, retira ya 
tu mano.» 

El ángel de Yave estaba cerca de 
la era de Areuna, el jebusco. 17 A la 
vista del ángel, que hería al pueblo, 
dijo Dav’d a Yave: «Yo he pecado, 
pero éstos, las ovejas, ¿qué han hecho? 
Caiga tu mano sobre mí y sobre la 
casa de mi padre.» 18 Aquel día vino 
Gad a David, y le dijo: «Sube, y alza 
a Yave un altar en la era de Areuna, 
el jebuseo.» 19 Subió David conforme 
a la orden de Gad, como se lo había 
mandado a éste Yave. 20 Arcuna, al 
mirar, vió al rey y a sus servidores 
que se dirigían hacia él; y saliendo, 
se prosternó delante del rey, rostro 
a tierra, 21 diciendo: «¿Cómo mi señor, 
el rey, viene a su siervo?» David res¬ 
pondió: «Vengo a comprarte esta era 
y alzar en ella un altar a Yave, para 
que se retire la plaga de sobre su 
pueblo.» 22 Areuna dijo a David: «Tó¬ 
mela mi señor, y ofrezca cuantos sacri¬ 
ficios le plazca. Ahí están los bueyes 
para el holocausto: los trillos y los yu¬ 
gos darán la leña; 23 todo eso, ¡oh reyl, 
se lo regala Areuna al rey. Que Yave, 
tu Dios, te sea favorable.» 24 Pero el 
rey respondió a Areuna: «No, quiero 
comprártelo por precio de plata; no 
voy a ofrecer yo a Yave, mi Dios, 
holocaustos que no me cuesten nada.» 
Y compró David la era y los bueyes 
en cincuenta sidos de plata; 25 alzó 
allí el altar a Yave, y ofreció holo¬ 
caustos y sacrificios pacíficos. Así 
se aplacó Yave con su pueblo, y cesó 
la plaga en Israel. 















INTRODUCCION A LOS LIBROS DE LOS REYES 


pORMAN estos dos libros una sola obra, dividida, como la anterior, según 

la división introducida en las versiones. Abarcan toda la historia de Israel 
bajo la monarquía, durante tinos cuatro siglos, que terminan en 587 con la 
cautividad babilónica . 

Se divide la obra en tres partes: La primera nos cuenta la historia de Sa¬ 
lomón, que reinó cuarenta anos sobre las doce tribus. (I Reg. 2-XI.) La se¬ 
gunda comprende la historia paralela de los dos reinos en que a la muerte de 
Salomón se dividió Israel, sus relaciones casi siempre hostiles, hasta la des¬ 
aparición del reino de Samaria, en 721, en que el pueblo fué llevado a Asiria 
(I Reg. XII-22; Reg. XVII), y sustituido en la tierra por otras naciones 
orientales. La última parte cuenta la historia de Judá, ya sólo desde la caída 
y cautividad de Samaria, hasta su propia ruina , en 587. El autor es descono¬ 
cido. La época de la composición está próxima al cautiverio. El plan de la 
primera parte es semejante al de los libros de Samuel, y asimismo la crono¬ 
logía. En el resto tiene parecido con los Jueces. Sirve de marco a los sinceros 
historiadores un esquema sobre la conducta religiosa de los reyes, tomado de 
las Crónicas de ambos reinos, que expresamente cita el autor. El juicio sobre 
los reyes de Israel o Samaria es constantemente el mismo, desfavorable, y por 
esto las dinastías se suceden unas a otras en medio de guerras civiles y regicidios. 
En Judá se distinguen algunos reyes piadosos, si bien los bruscos cambios en 
la vida religiosa del pueblo nos hacen ver la gran influencia del paganismo 
de las naciones vecinas o invasoras, A siria y Caldca. A pesar de esto, Dios 
mantiene la promesa de la perpetuidad de la dinastía davídica, hasta el fin. 
Los profetas, sobre tqdo Elias y Elíseo en el reino del Norte, ocupan una parte 
importante en la historia del pueblo. 












332 


REYES I, 1 


La cronología de las partes segunda y tercera , basada en los años de cada 
reinadoy es más detallada , aunque de difícil armonización, a cansa de la deficiente 
conservación del texto o de los diferentes cómputos. Los documentos cuneiformes 
nos dan aquí gran luz , tanto en la parte histórica como en la cronológica • 
Cf. Intr. hist . 


REYES I 

(Vul. III Reg.) 


Abisacj 

1 1 Era ya viejo el rey David, 

1 entrado en años, y por más que 
le cubrían con ropas, no podía entrar 
en calor. 2 Dijéronle entonces sus 
servidores: «Que busquen para mi 
señor, el rey, una joven virgen, que 
le cuide y le sirva; durmiendo en su 
seno, el rey mi señor entrará en 
calor.» 3 . Buscaron por toda la tierra 
de Israel una joven hermosa, y halla¬ 
ron a Abisag, sunamita, y la tra¬ 
jeron al rey. 4 Era esta joven muy 
hermosa, y cuidaba al rey y le servía, 
pero el rey no la conoció. 


Pretensiones de Adonías al (roño. 

5 Adonías, hijo de Jaguit, había 
levantado sus pensamientos y decía: 
«Yo reinaré.» Se había hecho con 
carros y caballos, y cincuenta hom¬ 
bres que corrieran delante de el; 
6 y su padre nunca se lo había repro- 
* rhado, diciéndole: «¿Por qué haces 
eso?» Era, además, Adonías de her¬ 
mosa presencia, y había nacido des¬ 
pués de Absalón. 7 Se entendía con 
Joab, hijo de Sarvia, y con Abiatar, 
sacerdote, que se hicieron partida¬ 
rios suyos; 8 pero el sacerdote Sadoc, 
Banaias, hijo de Jovada, Natán, 
profeta, Scmcí, Reí y los valientes de 
David, no le seguían. 

9 Inmoló Adonías ovejas, bueyes y 
becerros eebados, junto a la piedra 
de Zojelet, que está al lado de En 
Rogel, e invitó a todos sus hermanos, 
los hijos del rey, y a todos los hom¬ 
bres de Judá que estaban al servicio 
del rey; 10 piro no invitó a Natán, 
profeta, ni a Banaias, ni a los va¬ 
lientes, ni a Salomón, su hermano. 

11 Entonces dijo Natán a Betsabé, 
madre de Salomón: «¿No sabes que 


Adonías, hijo de Jaguit, pretende 
reinar, sin que nuestro señor David 
lo sepa? 12 Ven, pues, y sigue ahora 
mi consejo, para que salves tu vida 
y la de tu hijo Salomón. 13 Ve y 
entra al rey David, y dile: ¡Oh rey, 
mi señor! ¿No has jurado tú a tu 
sierva, diciendo: Salomón, tu hijo 
reinará después de mí, él se sentará 
sobre mi trono? ¿Cómo, pues, reina 
Adonías?» 14 Y mientras tú hablas 
con el rey, entraré yo detrás y con¬ 
firmaré tus palabras.» 

15 Betsabé fué a la cámara del 
rey. Estaba ya muy viejo, y le servía 
Abisag, la sunamita. 16 Inclinóse y 
prosternóse ante el rey, que le pre¬ 
guntó: «¿Qué quieres?» 17 Ella le 
respondió: «¡Oh señorl Tú has jurado 
a tu sierva por Yave, diciendo: Salo¬ 
món, tu hijo, reinará después de mí, 
él se sentará sobre iu¡ trono; 18 y he 
aquí que Adonías se ha hecho rey, 
sin que tú sepas nada. 19 Ha inmolado 
bueyes, becerros cebados y ovejas, 
en gran número, y ha invitado a 
Abiatar, sacerdote, a Joab, jefe del 
ejército, pero no ha invitado a Salo¬ 
món, tu siervo. 20 En tanto, los 
ojos de todo Israel están puestos 
en ti, ¡oh rey!, mi señor, esperando 
que tú des a eonocer quién es el que 
se ha de sentar sobre el trono del 
rey, mi señor, después de él; 21 pues 
de lo contrario, cuando el rey mi 
señor se duerma con sus padres, 
mi hijo Salomón y yo seremos teni¬ 
dos por culpables.» 

22 Mientras todavía estaba ella 
hablando con el rey, llegó Natán, 
profeta. 23 Aminciáronselo a David, 
diciendo: «Natán, profeta, está ahí.» 
Entró a la presencia del rey, y se 
prosternó ante él, rostro a tierra, 
24 v dijo: «¡Oh rey, mi señorl ¿Has 
dicho tú: Adonías reinará después 
de mí, y se sentará sobre mi trono? 





REYES I, 2 


333 


25 porque hoy ha bajado, y ha inmo¬ 
lado bueyes, becerros cebados y ove¬ 
jas en gran número, y ha invitado 
a todos los hijos del rey y a los jefes 
del ejército, y al sacerdote Abiatar, 
que están comiendo y bebiendo con 
él, y han dicho: ¡Viva Adonías, reyl 

26 Pero ni me ha invitado a mí, tu 
siervo, ni al sacerdote Sadoc, ni a 
Banaias, hijo de Joyada, ni a Salo¬ 
món, tu siervo. 27 ¿Se ha hecho esto 
por voluntad del rey mi señor, sin 
dar a saber a tus siervos quién es el 
que se ha de sentar en el trono del 
rey, mi señor, después de él?» 

26 El rey David respondió: «Que 
venga Betsabé.» Entró ella y se puso 
ante el rev, 29 y el rey hizo este jura¬ 
mento: «Vive Yave, que libró mi 
alma de toda angustia, 30 que así como 
he jurado por Yave, Dios de Israel, 
diciendo: Salomón, tu hijo, reinará 
después de mí, y se sentará en mi 
trono en lugar mío, ahora mismo lo 
haré.» 31 Betsabé se inclinó rostro a 
tierra, prosternándose ante el rey, 
y dijo: «Viva por siempre mi señor, 
el rey David.» 32 Luego dijo el rey: 
«Que vengan Sadoc, sacerdote; Natán, 
profeta, y Banaias, hijo de Joyada.» 
Cuando estuvieron éstos en presencia 
del rey, 33 el rey les dijo: «Tomad con 
vosotros a los servidores de vuestro 
señor, montad a Salomón sobre mi 
muía, y bajadle a Guijón. 34 Allí el 
sacerdote Sadoc y Natán, profeta, 
le ungirán rey de Israel, y tocaréis 
las trompetas, gritando: ¡Viva el rey 
Salomónl 35 Después volveréis a subir 
tras él, y se sentará en mi trono, 
para que reine en mi lugar; pues a él 
le instituyo jefe de Israel y de Judá.» 
36 Banaias, hijo de Joyada, respondió 
al rey: «Amén. Hágalo así Yave, el 
Dios de mi señor, el rey, 37 y como 
estuvo Yave con el rey, mi señor, 
esté igualmente con Salomón, y alce 
su trono sobre el trono de mi señor, 
el rey David.» 

Unción dé Salomón. 

30 Bajó el sacerdote Sadoc, con 
Natán, profeta, Banaias, hijo de Jo¬ 
yada, los cereteos y los peleteos; y 
montando a Salomón sobre la muía 
de David, le llevaron a Guijón: 39 y 
tomando Sadoc, sacerdote, el cuerno 
de óleo del tabernáculo, ungió a Salo¬ 
món, al son de las trompetas, y gritó 
todo el pueblo: «¡Viva Salomón, reyl» 
40 Después subió con él todo el pue¬ 


blo, tocando las flautas y haciendo 
gran fiesta,, y parecía retemblar la 
tierra con sus aclamaciones. 

41 Oyólo Adonías, así como sus 
invitados, cuando terminaba su ban¬ 
quete; y Joab, al oír el sonido de las 
trompetas, dijo: «¿Por qué con tanto 
estrépito se alborota la ciudad?» 
42 Todavía estaba él hablando, cuando 
llegó Jonatán, hijo del sacerdote 
Abiatar. Díjole Adonías: «Acércate, 
que tú eres un valiente, y de seguro 
traerás buenas nuevas. 43 Respon¬ 
dió Jonatán a Adonías: 44 «De cierto 
que nuestro señor el rey David ha 
hecho rey a Salomón. Ha hecho que 
montado en la muía del rey, fueran 
con él Sadoc, sacerdote; Natán, pro¬ 
feta; Banaias, hijo de Joyada; los 
cereteos y peleteos; 45 y Sadoc, 
sacerdote, y Natán, profeta, le han 
ungido rey en Guijón, y de allí han 
subido con grandes muestras de jú¬ 
bilo, y toda la ciudad está en con¬ 
moción; ése es el estrépito que habéis 
oído. 46 Además, Salomón se ha sen¬ 
tado en el trono real, 47 y los servi¬ 
dores del rey han ido a felicitar ál 
rey David, diciendo: «Que haga tu 
Dios el nombre de Salomón más 
grande que el tuyo, y eleve su trono 
sobre tu trono.» 48 El rey mismo se 
prosternó en su lecho, y habló así: 
«Bendito Yave, Dios de Israel, que 
ha hecho sentarse hoy sobre mi trono 
un sucesor, viéndolo mis ojos.» 

49 Todos los convidados de Ado¬ 
nías se llenaron de miedo, y levan¬ 
tándose, fuéronse cada uno por su 
lado. 60 Adonías, temiendo de Salo¬ 
món, se levantó y fué a cogerse de 
los cuernos del altar. 

51 Vinieron a decir a Salomón: 
«Adonías tiene miedo del rey Salo¬ 
món, y ha ido a cogerse de los cuernos 
del altar, diciendo: Que el rey Salomón 
me jure hoy que no hará morir por 
la espada a su siervo.» 52 Salomón 
respondió: «Si él se porta lealmente, 
ni uno de sus cabelllos caerá a tierra; 
pero si algo malo trama, morirá.» 
53 Mandó, pues, Salomón gentes que 
le hicieron bajar del altar, y Adonías 
vino a postrarse ante el rey Salomón, 
que le dijo: «Vete a tu casa.» 

Ultimas instrucciones de David 
a Salomón. 

2 1 Llegaron los días de la muerte 
para David, y dió sus instruccio¬ 
nes a Salomón, su hijo, diciéndole 






334 


REYES I, 2 


2 «Yo me voy por el camino de todos; 
esfuérzate, pues, y sé hombre. (i) * 3 Sé 
fiel a Yave, tu Dios, marchando 
por sus caminos, guardando sus man¬ 
damientos, sus leyes y sus preceptos 
y testimonios, como están escritos 
en la ley de Moisés, para que seas 
afortunado en cuanto hicieres y don¬ 
dequiera que vayas; 4 de manera que 
cumpla Yave su palabra, la que a 
mí me ha dado, diciendo: Si tus 
hijos siguen su camino ante mí en 
verdad y con todo su corazón y toda 
su alma, no te faltará jamás un des¬ 
cendiente sobre el trono de Israel. 

3 Bien sabes también tú mismo lo 
que me ha hecho Joab, hijo de Sarvia; 

10 que hizo con los dos jefes del 
ejército de Israel, Abner, hijo de 
Xer, y Amasa, hijo de Jeter, que 
los mató, derramando en la paz la 
sangre de la guerra, y manchando con 
la sangre de la guerra el cinturón 
que ceñía sus lomos y los zapatos 
que calzaban sus pies. 6 Haz, pues, 
con él, conforme a tu sabiduría, y no 
dejes que sus cabellos blancos bajen 
en paz a la morada de los muertos. 

7 Trata con benevolencia a los hijos 
de Barzilai, el galadita, y sean de 
los invitados a tu mesa, pues hicie¬ 
ron así bien conmigo, cuando yo 
iba huyendo de Absalón, tu hermano. 

8 Ahí está contigo también Seineí, 
hijo de Gcra, benjaminita, que pro¬ 
firió contra mí violentas maldiciones, 
el día <fue iba yo a Majanaim. Cuando 
luego me salió al encuentro al Jordán, 
yo le juré por Yave, diciendo: Xo 
te haré morir a espada. 9 Pero ahora 
no le dejes impune, pues como sabio 
que eres, sabes cómo lias de tratarle, 
y liarás que con sangre bajen sus 
canas al 'sepulcro.» 

10 Durmióse David con sus padres, 
y fué sepultado en la ciudad de David. 

11 El tiempo que reinó David sobre 
Israel, fué de cuarenta años; siete 
años reinó en Hebrón y treinta y tres 
en su Jerusalén. 12 Sentóse Salomón 
en el trono de David, su padre, y 
su reino quedó muy firme. 

13 Adonías, hijo de Hagit, fué en 
busca de Betsabé, madre de Salomón. 
Ella le dijo: «¿Vienes de paz?» Y él 
respondió: «De paz», 14 y añadió: 
«Quisiera decirte una palabra.» «Ha¬ 
bla»—le dijo ella—. 15 Y él dijo: «Tú 
sabes que el reino era mío, y que todo 
Israel había puesto en mí sus ojos 
para hacerme rey; poro el reino ha 
sido traspasado, y dado a mi her¬ 


mano, porque Yave se lo había 
destinado. 16 Una sola cosa te pido 
ahora; no me la niegues.» Ella res¬ 
pondió: «Di.» 17 Y él prosiguió: 

«Te pido que digas a Salomón, porque 
él no te lo negará, que me dé por 
mujer a Abisag, la sunamita.» 18 Bet¬ 
sabé sijo: «Bien, yo hablaré por ti 
al rey.» 19 Betsabé fué a hablar a 
Salomón por Adonías, y el rey se 
levantó para salir a su encuentro, se 
prosternó ante ella, y sentándose 
sobre su trono, hizo poner otro para 
la madre del rey, y la sentó a su 
derecha. 

20 Ella le dijo entonces: «Tengo 
una cosita que pedirte; no me la 
niegues.» Y el rey la dijo: «Pide, 
madre mía, que vo no te negaré nada.» 
21 Ella dijo: «Que des por mujer a 
Adonías, tu hermano Abisag, la su- 
namita.» 22 El rey Salomón preguntó 
a su madre: «¿Por qué pides tú para 
Adonías a Abisag, la sunamita? Pide 
ya el reino para él, pues que es mi 
hermano mayor, y tiene con él a 
Abiatar, sacerdote, y a Joab, hijo 
de Sarvia.» 23 Y juró por Yave, di¬ 
ciendo: «Así me haga Yave y así 
me añada, si no ha sido pronunciada 
contra su vida esta palabra de Ado¬ 
nías (1). 24 Ahora, pues, vive 

Yave, que me ha confirmado y me 
ha establecido sobre el trono de 
David, mi padre, y me ha edificado 
casa, según su promesa, que liov 
mismo morirá Adonías.» 

25 El rey Salomón mandó a Banaias, 
hijo de Joyada, que le hirió, y Ado¬ 
nías murió. 26 Luego dijo el rey al 
sacerdote Abiatar: «Vete a tus tierras 
de Anatot. Tú merecías la muerte, 
pero yo no quiero hacerte morir 
ahora, por haber llevado el arca del 
Señor, Yave, delante de David, mi 
padre, y porque participaste en los 
trabajos de mi padre.» 27 Echó, pues, 
Salomón a Abiatar, para que no 
fuese sacerdote de Yave, cumplién¬ 
dose así la palabra que había pro¬ 
nunciado Yave contra la casa de 
Helí, en Silo. 

28 Llegaron estas noticias a Joab, 
que había seguido el partido dé Ado¬ 
nías y no había seguido el de Salomón, 
V se refugió en el tabernáculo de 
Yave, cogiéndose a los cuernos del 


(i) La petición de Adonías, de que se le 

diera por mujer la que había sido mujer de 

su padre, parece incluir aspiraciones al irono; 

así al menos la inlerpretó Salomón. 







REYES I, 3 


33o 


ni lar. 29 Dijeron a Salomón que Joab 
se había refugiado en el tabernáculo 
de Ya ve, y estaba junto al altar; 
y Salomón mandó a Banaias, hijo 
de Jovada, diciendo: «Ve y hiérele.» 
30 Llegado al tabernáculo de Yave, 
Banaias dijo a Joab: «Así habla el 
rey; sal.» Pero él respondió: «No, 
quiero morir aquí.» Banaias, llevo 
al rey esta respuesta, diciendo: Esto 
lie dicho a Joab, y esto me ha con¬ 
testado.» 31 El rey dijo a Banaias: 
«Haz como él dice: hiérele y sepúl¬ 
tale, y quita de sobre mí y de sobre 
la casa de mi padre la sangre ino¬ 
cente que Joab ha derramado. 32 Haga 
caer Yave esa sangre sobre su cabeza, 
pues mató a dos hombres más rectos 
y mejores que él, dándoles la muerte 
con la espada, sin que nada supiera 
nú padre David: a Abner, hijo de Ner, 
jefe del ejército de Israel, y Amasa, 
hijo de Jcter, jefe del ejército de 
Judá. 33 Su sangre caerá sobre la 
cabeza de Joab y sobre la de sus 
descendientes, por siempre, mientras 
que sobre David y su descendencia, 
sobre su casa y su trono, dará siem¬ 
pre Yave su paz.» 

, 34 Subió entonces Banaias, hijo 
de Joyada, y le hirió, matándole (1), 
y Joab fué sepultado en su sepulcro 
en el desierto. 36 Puso el rey en su 
lugar, por jefe del ejército, a Banaias, 
hijo de Joyada, y al sacerdote Sadoc 
en el lugar de Abiatar. 

36 Hizo el rey llamar a Semeí, y le 
dijo: «Hazte una casa en Jerusalén 
y habita en ella, sin salir ni entrar 
para nada. El día en que salgas y 
pases el torrente de Cedrón, 37 sabe 
que con toda certeza morirás; sea 
tu sangre sobre tu cabeza.» 38 Semeí 
respondió al rey: «La orden es buena. 
Como lo dice mi señor el rey, así hará 
tu siervo.» 

Semeí estuvo mucho tiempo en 
Jerusalén; 39 pero al cabo de tres años, 
dos siervos de Semeí huyeron a 
refugiarse junto a Aquis, hijo de 
Maca, rey de Get. Le dijeron a Semeí: 
«Tus siervos están en Get»; 40 y 
levantándose, montó en su asno y 
se fué a Get, a Aquis, en busca de 
sus siervos, y de vuelta, se los trajo 
con él. 41 Informaron a Salomón de 
que Semeí había ido de Jerusalén 
a Get y estaba ya de vuelta; 42 y 
mandando llamar a Semeí, le dijo: 
«¿No te conjuré yo, por Yave, y no 


(i) Es el cumplimiento de la ley. Exod. 21.14. 


te advertí que el día en que salieras 
acá o allá sería el de tu muerte? 
Y me dijiste tú: La orden es buena 
y la obedeceré. 43 ¿Por qué, pues, no 
has guardado el juramento de Yave, 
y la orden que yo te di?» 44 Y siguió 
diciendo el rey a Semeí: «Bien sabes 
tú, tu corazón lo sabe muy bien, 
todo el mal que hiciste a David, 
mi padre. Yave hace recaer tu maldad 
sobre tu cabeza, 45 mientras que el 
rey Salomón será bendecido, y el 
trono de David afirmado por siempre 
ante Yave.» 

46 Dio el rey orden a Banaias, hijo 
de Joyada, que salió e hirió a Semeí, 
y Semeí murió. El reino se afirmó 
en las manos de Salomón. 


Casamiento de Salomón 

* 1 Emparentó Salomón con el 

3 Faraón, rey de Egipto, tomando 
a una hija del Faraón por mujer. 
Trájola a la ciudad de David, hasta 
acabar de edificar su casa, la casa 
de Yave, y las murallas de Jerusalén 
en derredor. 2 El pueblo sacrificaba 
en los altos (1), porque no había 
sido hasta entonces edificada casa 
a Yave. 3 * Salomón amaba a Yave 
y marchaba según las órdenes de 
David, su padre, pero sacrificaba y 
quemaba perfumes en los altos. 

4 Fué el rey a sacrificar a Gabaón, 
que era uno de los principales altos. 
Mil holocaustos ofrecía Salomón en 
aquel altar. 5 Yave se le apareció 
en Gabaón durante la noche, en 
sueños, y dijo Dios a Salomón: «Píde¬ 
me lo que quieras que te dé.» 6 Salo¬ 
món respondió: «Tú hiciste gran mise¬ 
ricordia a David, mi padre, conforme 
marchaba él en tu presencia en la 
fidelidad, en la justicia y en la recti¬ 
tud de corazón ante ti; le has guar¬ 
dado esta misericordia, dándole un 
hijo que se sentara sobre su trono, 
como lo está hoy. 7 Ahora, pues, ¡oh 
Yavel, mi Dios, que has hecho reinar 
a tu siervo en el lugár de David, 


(1) El Deuteronomio insiste mucho en que 
no se ha de sacrificar más que en el lugar ele¬ 

gido por Dios; el tabernáculo, primero, y des¬ 
pués, el templo de Jerusalén. Sin embargo, 

esta ley no parece haberse cumplido siempre, 

aun en el tiempo de los reyes más piadosos. 

Se nos dice muchas veces que seguía sacrifi¬ 

cándose en los altos. Sólo en tiempo de Josias 

se cumplió rigurosamente. 









336 


REYES I, 4 


mi padre, no siendo yo más que un 
mocito, que no sabe por dónde ha 
de entrar y por dónde ha de salir, 

8 y que está tu siervo en medio del 
pueblo que tú te elegiste, un pueblo 
grande, que por su muchedumbre 
no puede contarse ni numerarse, 

9 da a tu siervo un corazón prudente, 
para juzgar a.tu pueblo y poder dis¬ 
cernir entre lo bueno y lo malo; 
porque ¿quién, si no, podrá gobernar 
a un pueblo tan grande?» 

10 Agradó a Yave que Salomón le 
hiciera esta petición; 11 y Dios le dijo: 
«Por haberme pedido esto, y no 
haber pedido para ti, ni vida larga, 
ni muchas riquezas, ni la muerte 
de tus enemigos, sino haberme pedido 
entendimiento para hacer justicia, 
12 yo te concedo lo que me has pedido, 
V te doy un corazón sabio c inteli¬ 
gente, tal como antes de ti no ha 
habido otro, ni lo haya en adelante 
después de ti. 13 Y aún te añado 

10 que no has pedido; riquezas y glo¬ 
ria, tales que no habrá en tus días 
rey alguno como tú; 14 y si andas 
por mis caminos, guardando mis leyes 
y mis mandamientos, como lo hizo 
David, tu padre, prolongaré tus días.» 
16 Despertóse Salomón de su sueño, 
y de vuelta a Jerusalén, se presentó 
ante el arca de la alianza de Yave, y 
ofreció holocaustos y sacrificios euca- 
rísticos, v dió un banquete a todos 
sus servidores. 

16 Vinieron por entonces al rey, y 
se presentaron ante él, dos mujeres 
de mala vida. 17 Dijo una de ellas. 
«Escucha, mi señor: Yo moraba con 
esta mujer en la misma casa, y allí 
di a luz un niño. 18 A los tres días 
dió también ella a luz un niño. Habi¬ 
tábamos juntas, y ningún extraño 
había entrado en la casa, no había 
allí más que las dos. 19 El hijo de 
esta mujer murió una noche, por 
haberse ella acostado sobre él; 20 y 
ella, levantándose en medio de la 
noche, me quitó de mi lado a mi 
hijo, mientras tu sierva dormía, y 
púsolo a su lado, dejando al mío a 
su hijo muerto. 21 Cuando yo me 
levanté por la mañana, para dar el 
pecho a mi hijo, lialléle muerto; mas 
mirándole atentamente durante la 
mañana, vi que no era mi hijo, el 
que había yo parido.» 

22 La otra mujer dijo: «No, mi hijo 
es el que vive, es el tuyo el que ha 
muerto.» Y la primera replicaba: «No, 
tu hijo es el muerto, y el mío el vivo.» 


Y así disputaban en presencia del rey. 

23 Tomó entonces el rey la palabra: 
«La una dice: Mi hijo es el que vive, 
el tuyo ha muerto; y la otra dice: 
No, es el tuyo el que ha muerto, 
y el mío vive»; 24 y añadió: «Traedme 
una espada.» Trajeron al rey la 
espada, 25 y él dijo: «Partid por el 
medio al niño vivo, y dad la mitad 
de él a la una, y la otra mitad a 
la otra.» 

26 Entonces la mujer, cuyo era el 
niño vivo, dijo al rey, pues se le 
conmovían todas las entrañas por 
su hijo: «iOh, señor rey, dale a ésa 
el niño, pero vivo, que no le inaten.» 
Mientras que la otra decía: «Ni para 
mí, ni para ti, que le partan.» 27 En¬ 
tonces dijo el rey: «Dad a la primera 
el niño vivo, sin matarle; ella es ^su 
madre.» 28 Todo Israel supo la sen¬ 
tencia que el rey había pronunciado, 
y todos temieron al rey, viendo que 
había en él una sabiduría divina 
para hacer justicia. 


Altos funcionarlos de Salomón. 

\ 1 Reinaba Salomón sobre IsracL 
* 2 Los jefes que tenía a su servicio 
eran: Azarías, hijo de Sadoc, su pri¬ 
mer ministro; 3 Elijoret y Ajias, 
hijos de Sisa, eran los secretarios; 
Josafat, hijo de Ajilud, cronista; 
4 Banal as, hijo de Joyada, mandaba 
el ejército; Sadoc y Abiatar eran sacer¬ 
dotes; 5 Azarías, hijo de Natán, super¬ 
intendente; Zabud, hijo de Natán, 
era el consejero íntimo del rey. 
6 Ajisar, mayordomo del palacio; 
Adoniram, hijo de Abdar, el prefecto 
de los tributos. 

7 Tenía Salomón sobre todo Israel 
doce intendentes, que proveían al 
rey y a su casa, cada uno durante 
un mes del año. 8 Sus nombres 
eran: Ben Har, en la montaña de 
Efraím; 9 Ben Decar, en Minees, en 
Salcbin, en Bctsamcs, y el Elón de 
Betanán; 10 Ben Jesct, en Arubot; 
éste tenía también Soco y toda la 
región de Jefer; 11 Ben Abiuadad, 
que tenía todas las alturas de Dor, 
estaba casado con Taíet, hija de 
Salomón; 12 Baña, hijo de Ajilud, 
tenía Tanac y Mageddo y todo Betsán, 
ue está cerca de Sartana, por debajo 
ezrael, desde Betsán hasta Abel- 
mejula y más allá de Jocineán; 
13 Ben Gabcr, en Ramot Galad, tenía 
los burdos de Jair, hijo de Manasés, 




REYES I, 5 


337 


en Galad, sesenta grandes ciudades 
muradas y con cerrojos de bronce; 
14 Ajinodab, hijo de Ido, en Maja- 
naiin: 15 Ajimas, en Neftalí, también 
casado con una hija de Salomón, 
de nombre Bascmat; 16 Baña, hijo 
de Jusi, en Aser Alot; 17 Josafat, 
hijo de Farua, en Isacar; 18 Scmeí, 
hijo de Ela, en Benjamín; 19 Gebar, 
hijo de Urí, en la región de Galad, 
la tierra de Seón, rey de los amorreos 
, y de Og, rey de Basán; para esta 
i región había un solo intendente. 
20 Judá e Israel eran numerosos como 
las arenas que hay en la orilla del 
mar, y comían, bebían y se alegra¬ 
ban. 21 Salomón señoreaba sobre todos 
los reinos desde el río hasta la tierra 
de los filisteos y hasta la frontera 
de Egipto; todos le pagaban tributo, 
y le estuvieron sometidos todo el 
tiempo de su vida. 

22 Consumía Salomón cada día 
treinta coros de harina común; diez 
bueves cebados; 23 veinte bueyes de 
pasto y cien carneros, sin contar 
los ciervos, las cabras, los búfalos 

I y las aves cebadas. 24 Señoreaba 
toda la tierra al lado de acó del río, 
desde Taita, hasta Gaza y sobre 
todos los reyes del lado de acá del 
río, y tuvo paz por todos lados en 
derredor suyo. 26 Judá e Israel habi¬ 
taban seguros, cada uno debajo de 
su parra y de su higuera, desde Dan 
hasta Berseba, durante toda la vida 
de Salomón. 

26 Tenía Salomón en sus caballerizas 
cuarenta mil pesebres, para los caba¬ 
llos de sus carros y doce mil caballos 
de silla. 27 Los intendentes proveían 
al rey Salomón y a cuantos se sen¬ 
taban a su mesa, cada uno un mes, 
sin dejar que nada faltara. 28 Hacían 
llegar también la cebada y la paja 
para los caballos de tiro y de carrera 
allí donde se hallaran, cada uno según 
las órdenes recibidas. 

29 Dió Dios a Salomón sabiduría 
y un gran entendimiento y anchura 
de corazón, como la arena que está 
a orillas del mar. 30 La sabiduría de 
Salomón sobrepasaba la de todos los 
hijos del oriente y la sabiduría toda 
del E 0 ipto. 31 Filé más sabio que 
hombre alguno; más que Etán, el 
ezraíta; más que Ernán, Calcol y 
Dorda, hijos de Alajol, y su fama se 
extendió por todos los pueblos en 
derredor. 32 Profirió tres mil parᬠ
bolas, y sus cantos fueron mil cinco; 
33 disertó acerca de los árboles, desde 


el cedro del Líbano hasta el hisopo 
que nace en el muro, y acerca de los 
animales, de las aves, de los reptiles 
y los peces. 34 De todos los pueblos 
venían para oír la sabiduría de Salo¬ 
món, de parte de todos los reyes de 
la tierra, a los que-había llegado la 
fama de su sabiduría. 


Alianza de Salomón con Iliram, 
rey de Tiro. 

Zy 1 Hiram, rey de Tiro, mandó 
sus embajadores a Salomón, cuan¬ 
do supo que había sido ungido rey 
en lugar de su padre, pues siempre 
había sido amigo de David. 2 Salomón 
dijo a Hiram: 3 «Tú sabes que David, 
mi padre, no pudo hacer casa para 
Yave, su Dios, por las guerras que 
tuvo en torno, hasta que Yave los 
puso bajo la planta de sus pies. 4 Ahora 
Yave, mi Dios, me ha dado la paz 
por todas partes; no tengo enemigos 
ni querellas, 5 y quiero edificar a 
Yave, mi Dios, una casa, como se lo 
manifestó Yave a mi padre, diciendo: 
«Tu hijo, el que pondré yo en tu lugar 
sobre tu trono, edificará casa a mi 
nombre.» 6 Manda, pues, cortar para 
mí cedros en el Líbano; mis siervos 
se unirán a los tuyos, y yo te daré 
lo que tú me pidas para el salario 
de los tuyos, pues bien sabes que lio 
hay entre nosotros quien sepa labrar 
la madera como los sidonios.» 

7 Alegróse mucho Hiram cuando 
oyó las palabras de Salomón, y dijo: 
«Bendito Yave, que ha dado a David 
un hijo sabio, para ese gran pueblo.» 

8 Y mandó a Salomón esta respuesta: 
«He oído lo que me has mandado a 
decir. Haré lo que me pides, en cuanto 
a la madera de cedros y cipreses. 

9 Mis siervos los bajarán del Líbano 
al mar, y yo los haré llegar en balsas 
hasta el lugar que tú me digas. Allí 
se desatarán, y tú los tomarás, y 
cumplirás mi deseo proveyendo de 
víveres a mi casa.» 

10 Hiram facilitó a Salomón cuanta 
madera de cedro y de ciprés quiso 
éste; 11 y Salomón daba a Hiram 
veinte mil coros de trigo para el 
mantenimiento de su casa, y veinte 
coros de aceite de olivas molidas. 
Esto es lo que cada año entregaba 
Salomón a Hiram. 12 Yave dió a 
Salomón la sabiduría, como se lo 
había prometido, y hubo entre Hiram 
y Salomón paz, e hicieron una alianza. 


22 







328 


REYES I, 6 


18 Salomón hizo en todo Israel una 
leva de treinta mil hombres para el 
trabajo, 14 que enviaba al Líbano. 
Diez mil por mes alternativamente, 
estando un mes en el Líbano y dos 
en sus casas. El prefecto de estos 
trabajadores obligados era Adoni- 
ram. 15 Tenía además Salomón setenta 
mil hombres dedicados al transporte, 
y ochenta mil cortadores en el monte, 
46 sin contar los principales jefes 
que había puesto Salomón al frente 
de las obras, en número de tres mil 
trescientos, que mandaban a los 
grupos de trabajadores. 17 Mandó el 
rey traer grandes piedras, escogidas, 
para los cimientos de la casa, y los 
carpinteros 18 y canteros de Salomón 
y los de Hirain cortaban y labraban 
ía madera y la cantería para la casa. 


Edificación del templo. 

1 El año cuatrocientos ochenta, 

después de la salida de los hijos 
de Israel de Egipto, el cuarto año 
del reinado de Salomón sobre Israel, 
el mes de Ziv, que es el segundo mes, 
comenzó a edifiear la casa de Yave. 

2 Tenia la casa que Salomón edificó 
a Yave sesenta codos de largo, veinte 
de ancho v treinta de alto. 

19 Dispuso dentro, en lo más inte¬ 
rior de la casa, el santuario para el 
arca de la alianza de Yave, 16 1> re¬ 
servando este espacio para el san¬ 
tuario, el santísimo. 17 Los cuarenta 
codos de delante eran el largo de la 
casa, es decir, del templo. 20 a El 
santuario tenía veinte codos de largo, 
veinte codos de ancho y veinte de 
alto. 3 El vestíbulo, delante del tem¬ 
plo, de la casa, era veinte codos de 
largo, el ancho de la casa, y diez 
de profundidad, por delante de la 
casa. 4 Hizo en la casa ventanas enre¬ 
jadas. 5 Edificó también en derredor 
de ía casa tres órdenes de habita¬ 
ciones, que rodeaban los muros de 
la casa, el templo y el santuario, en 
tres pisos. 6 El inferior era de cinco 
codos de ancho, el de en medio de 
seis codos de ancho, y el tercero de 
siete codos, pues había hecho retallos 
en el muro, por fuera, para no tener 
que empotrar en los muros. 

7 Cuando se construyó la casa, 
liízose de piedras ya labradas, de 
modo que durante la edificación no 
se oyó allí el golpe del martillo, ni 
el del pico, ni de ningún otro instru¬ 


mento de hierro. 8 La puerta de 
entrada a las habitaciones del piso 
inferior estaba al costado derecho 
de la casa, y por un caracol se subía al 
del medio, y de éste al tercero. 

9 Cuando hubo acabado de edifiear 
la casa, recubrió las paredes por 
dentro con tablas de cedro,' desde el 
suelo hasta el techo. 10 A cada uno 
de los pisos de habitaciones que ro¬ 
deaban la casa les dió cinco codos 
de altura, y los unió a la casa con 
vigas de cedro. 15 Revistió Salomón 
los muros de la casa, al interior, 
con planchas de cedro, desde el 
suelo hasta el techo, revistiendo así 
de madera todo el interior; y el suelo 
lo revistió de planchas de ciprés. 
16 a Revistió también de planchas 
de cedro los veinte codos del fondo 
de la casa, desde el suelo, todo lo 
alto de los muros. 18 El revestimiento 
interior de cedro iba tallado con enta¬ 
lladuras de flores abiertas y en botón, 
y todo era cedro, sin que se viera 
nada de piedra. 

29 Hizo esculpir todo en torno de 
la casa en los muros, por dentro y 
por fuera, querubines, palmas y guir¬ 
naldas de flores. 21 . Recubrió luego 
de oro fino el interior de la casa, e 
hizo se colgara de anillos de oro el 
velo, delante del santuario, que recu¬ 
brió también de oro puro. 20 b Hizo 
para delante del santuario un altar 
de madera de cedro, y lo recubrió 
de oro puro. 22 Toda la casa la recu¬ 
brió de oro puro, de arriba abajo, 
y recubrió también de oro todo el 
altar, que estaba ante el santuario. 
30 También recubrió de oro el piso 
de la casa, lo mismo en el espacio 
interior que en el exterior. 

23 a Hizo en el santuario dos queru¬ 
bines de madera de olivo. 26 La altura 
del uno era de diez codos, 23 b e 
igualmente de diez codos la del otro. 
24 Cinco codos era el largo de una 
de las alas del querubín, y vinco 
el de la otra, haciendo en todo diez 
codos, desde la punta de un ala 
hasta la punta de la otra. 25 El si¬ 
gnado querubín tenía también diez 
codos. La medida y la forma eran 
las mismas para ambos querubines. 
27 Puso los querubines en medio de 
la casa, en el espacio interior. Te¬ 
nían las alas desplegadas, y la punta 
del ala del primero tocaba a uno 
de los muros, y la punta del ala del 
segundo al otro muro, tocándose una 
a otra las otras dos alas en el medio 










REYES I, 7 


330 


de la casa. 28 También cubrió de oro 
los querubines. 31 A la entrada del 
santuario hizo una puerta de dos 
hojas, de madera de olivo, y el dintel 
y las jambas eran de cinco esquinas. 
32 Las dos hojas eran de madera 
de olivo, y talladas con entalladuras 
de querubines, palmas y botones de 
flores; y todo, querubines, palmas y 
botones* de flores, cubierto de lámi¬ 
nas de oro. 33 Hizo igualmente para 
las puertas de entrada del templo 
postes de madera de olivo, cuadra¬ 
dos, y dos hojas de madera de ciprés. 
31 Ambas puertas eran de madera 
de ciprés, de dos hojas giratorias la 
una, y de dos hojas giratorias la 
otra. 35 Hizo esculpir en ellas queru¬ 
bines, palmas y botones de flor, y 
todo lo recubrió de láminas de oro. 

36 Hizo también el atrio interior, de 
tres órdenes de piedras labradas, y 
uno de vigas de cedro. 

11 Entonces dirigió Ya ve la pala¬ 
bra a Salomón, diciendo: 12 «Tú estás 
edificando esta casa. Si sigues mis 
leyes, y pones por obra mis manda¬ 
mientos, y guardas y observas todos 
mis preceptos, yo cumpliré contigo mi 
palabra, la promesa que hice a David, 
tu padre, 13 y habitaré en medio de 
los hijos de Israel, y no abandonaré 
a mi pueblo, Israel.» 14 Así, pues, 
edificó Salomón la casa y la terminó. 

37 El año cuarto, el mes de Ziv, 
quedaron puestos los cimientos de 
la casa de Ya ve; 38 y el año undé¬ 
cimo, el mes de Bul, que es el octavo 
mes, estaba terminada en todas sus 
partes y don todo lo necesario. La 
construyó en el espacio de siete años. 


Construcción del palacio de 
Salomón. 

• 

3 1 También edificó Salomón su 
casa, durando trece años la edi¬ 
ficación, hasta que estuvo completa¬ 
mente terminada. 2 Construyó la casa 
«Bosque del Líbano», de cien codos 
de largo, cincuenta codos de ancho 
y treinta codos de alto, sobre tres 
filas de columnas de cedro y capi¬ 
teles de cedro sobre las columnas. 
3 Estaba cubierta de tablones de 
cedro, arriba, sobre arquitrabes que 
se apoyaban en las cuarenta y cinco 
columnas, quince columnas en cada hi¬ 
lera, 4 pues había tres naves, y en cada 
una de ellas ventanas que se correspon¬ 
dían unas enfrente de otras. 5 Todas las 


puertas y ventanas eran cuadradas, y 
en las tres naves se correspondían unas 
a otras. 6 Hizo además un pórtico 
de columnas de cincuenta codos de 
largo y treinta de ancho, y delante 
de éste, otro pórtico con columnas 
y techo. 7 Hizo asimismo el salón 
del trono, donde juzgaba, el pórtico 
de la justicia, cubriéndolo de cedro 
desde el suelo hasta el techo. 8 Del 
mismo modo fue construida la casa 
donde había de habitar, en otro patio, 
detrás del pórtico. Hizo también otra 
casa habitación, de obra semejante 
a la del pórtico, para la hija del Fa¬ 
raón, que había tomado por mujer. 

9 Para todas estas construcciones 
se emplearon grandes piedras, que 
habían sido cortadas con la sierra, 
a la medida, por el lado de dentro 
y el de fuera, y esto desde los cimien¬ 
tos hasta las cornisas, y asimismo 
en el exterior, hasta el gran atrio. 
10 Los cimientos eran de excelentes 
y muy grandes piedras de diez y de 
ocho codos. 11 De ahí arriba se em¬ 
plearon también excelentes piedras 
cortadas a la medida, y -madera 
de cedro. 12 En el gran atrio había 
todo en torno tres órdenes de piedras 
labradas, y uno de vigas de cedro. 
Lo mismo* que en el atrio interior 
de la casa de Yave, así también en el 
atrio de la casa. 


Utensilios para el templo. 

13 Trajo Salomón de Tiro a Hiram, 
hijo de una viuda de la tribu de 
Neftalí y de padre natural de Tiro, 
que trabajaba el bronce. 14 Estaba 
Hiram lleno de sabiduría, de enten¬ 
dimiento y de conocimiento, para 
hacer toda suerte de obras de bronce; 
y vino al rey Salomón, y fue quien 
hizo para él toda la obra. 15 Fundió 
dos columnas de bronce. Tenía cada 
una dieciocho codos de alto, y un 
hilo de doce codos era el que podía 
rodear a cada una de las columnas. 
16 No eran macizas, sino huecas: 
el grueso de sus paredes era de cuatro 
dedos. Fundió capiteles de bronce 
para encima de las columnas, de 
cinco codos de alto el uno, y cinco 
codos de alto el otro. 17 Hizo para 
los capiteles de encima de las colum¬ 
nas reticulados y trenzados, de tren¬ 
zas a modo de cadenas, uno para 
cada capitel. 18 ab Hizo g añadas 
todo en derredor del reticulado y el 









340 


REYES I, 7 


trenzado de los capiteles en dos filas. 
2 °b Había doscientas granadas en las 
filas que rodeaban un capitel, 18 c y 
las mismas en las que rodeaban el 
otro. 19 b Eran en todo cuatrocientas 
granadas. 19 a Los capiteles eran por 
arriba de forma de flor de loto... 
20 a Erigió las columnas en el pórtico 
del templo. 21 Alzó la primera al lado 
de la derecha, y la llamó Jaquin, 
luego la del lado de la izquierda, y la 
llamó Boaz. 22 Encima de las colum¬ 
nas había una flor de loto. Así ter¬ 
minó la obra de las columnas. 

23 Hizo asimismo un mar de fun¬ 
dición, de diez codos del uno al otro 
lado, redondo, y de cinco codos de 
alto, y ceñíalo en derredor un cordón 
de treinta codos. 24 Por debajo del 
borde llevaba todo en derredor colo- 
quíntidas, diez por cada codo, dis¬ 
puestas en dos órdenes, y fundidas al 
mismo tiempo que el mar. 23 Estaba 
asentado sobre doce bueyes, de los 
cuales, tres miraban al norte, tres al 
poniente, tres al mediodía y tres al 
naciente. Sobre éstos se apoyaba el 
mar, y la parte posterior de sus 
cuerpos quedaba por dentro. 26 Tenía 
un palmo de grueso, y su labio estaba 
en forma de cáliz, como una flor de 
loto. Hacía dos mil bat. 

27 Hizo también diez basas de 
bronce. Cada una tenía cuatro codos 
de largo, cuatro codos de ancho y 
tres de alto. 28 He aquí cómo eran: 
Estaban hechas de tableros, ence¬ 
rrados dentro de sus marcos y unidos. 
29 En los tableros, dentro de los mar¬ 
cos, había leones, bueyes y queru¬ 
bines, y en los marcos, lo mismo por 
encima que por debajo de los leones 
y bueyes, había adornos en relieve. 
90 Cada basa tenía cuatro ruedas de 
bronce con sus ejes de bronce, y en 
las cuatro esquinas había repisas de 
fundición, sobre las cuales iba la 
fuente, y que sobresalían de los fes¬ 
tones. 31 El coronamiento de las basas 
tenía en lo interior un hueco, con 
una prolongación de un codo hacia 
arriba; este hueco era redondo, de la 
misma hechura del remate y de medio 
codo de altura, y también esculpido, 
pero los tableros eran cuadrados, no 
redondos. 32 Las cuatro ruedas esta¬ 
ban debajo de los tableros, y los 
ejes de las ruedas, fijos en la basa. 
Tenía cada rueda codo y medio de 
altura, 33 y estaban hechas como las 
de un carro; sus ejes, llantas, rayos | 
y cubos, todo era fundido; 34 y en 


las cuatro esquinas de cada basa 
había cuatro repisas, que hacían un 
mismo cuerpo con la basa. 35 La 
parte superior de la basa terminaba 
en un cilindro de medio codo de altu¬ 
ra, cuyos apoyos y entables eran una 
sola pieza. 36 Esculpió en los tableros 
y en los marcos querubines, leones y 
palmas, en todos los espacios vacíos 
y molduras en derredor. 37 Así fué 
como hizo las diez basas; la fundición, 
la medida y la forma eran las mismas 
para todas. 

38 Hizo también diez fuentes de 
bronce, cada una de cuarenta bat 
de cabida, y de cuatro codos cada 
una, para asentarlas en las diez 
basas; 39 y puso cinco basas al lado 
derecho de la casa y cinco al lado 
izquierdo, y el mar de bronce lo puso 
al lado derecho, al sudeste. 

40 Hizo también Hiram los ceni¬ 
ceros, las tenazas y las copas. Así 
terminó Hiram toda la obra de bronce, 
que Salomón le encargó para la casa 
de Yave; 41 dos columnas, con sus 
capiteles para encima de las colum¬ 
nas; sus reticulados y trenzados para 
los capiteles; 42 las cuatrocientas gra¬ 
nadas para los reticulados V trenza¬ 
dos; dos filas de granadas para cada 
una en derredor de los capiteles; 
43 las diez basas y las diez fuentes 
para poner sobre estas basas; 44 el 
mar y los doce bueyes que iban 
debajo de él; 45 los ceniceros, las 
tenazas y las copas. Todos estos uten¬ 
silios que el rey Salomón mandó 
hacer a Hiram para la casa de Yave 
eran de bronce bruñido. 46 Hízolos 
fundir el reyen las llanuras del Jordán, 
de suelo arcilloso, entre Sucot y 
Sartán. 47 Salomón no inquirió el 
peso de bronce de estos utensilios, 
por su gran cantidad. 48 Salomón 
hizo, además, todos los otros uten¬ 
silios para la casa de Yave: el altar 
de oro, la mesa de oro, sobre la cual 
se ponían los panes de la proposición; 
49 los candelabros de oro macizo, 
cinco a la derecha y cinco a la iz¬ 
quierda del santuario, con sus flores, 
sus lámparas y sus despabiladeras 
de oro; 60 las fuentes, los cuchillos, 
las copas, las tazas y los braseros 
de oro macizo; los goznes de oro para 
la puerta del interior de la casa, 
a la entrada del santísimo, y para la 
puerta de entrada del templo. 

61 Así se acabó toda la obra que 
hizo el rey Salomón para la casa 
de Yave. Después tomó el dinero, el 







REYES I, 8 


341 


oro y los utensilios que David, su 
padre, había consagrado, y los puso 
en el tesoro de la casa de'Yave. 


Dedicación del templo* 

$ 1 Entonces convocó Salomón a los 
! ancianos de Israel, a todos los 
cabezas de las tribus y a los príncipes 
] de las familias de los hijos de Israel, 

¡ para trasladar el arca de la alianza 
de Yave, de la ciudad de David, que 
es Sión. 2 Reuniéronse con el rey 
Salomón todos los varones de Israel 
en el mes de Etanim, que es el sép- 
I timo mes, en el día solemne de la 
I fiesta; 3 y llegados* todos los ancianos 
de Israel, llevaron los sacerdotes el 
arca. 4 Llevaban el arca de Yave, 
el tabernáculo de la reunión y todos 
los utensilios sagrados del taber¬ 
náculo. Los sacerdotes y los levitas 
los llevaban. 5 El rey Salomón y toda 
la asamblea de Israel, convocada por 

I él, iban delante del arca. Sacrifica¬ 
ron ovejas y bueyes en número in¬ 
contable por su muchedumbre. 6 * Los 
sacerdotes pusieron el arca de la 
alianza de Yave en su sitio, en el san¬ 
tuario de la casa, en el lugar santí¬ 
simo, bajo las alas de los querubines; 
7 pues los querubines tenían las alas 
extendidas sobre el lugar del arca 
y la cubrían por encima, el arca y sus 
barras. 8 Se había dado a las barras 
una longitud suficiente para que sus 
extremidades se viesen desde el lugar 
santo, que está delante del santuario, 
pero sin que pudieran verse desde 
fuera, y así quedaron hastp el día 
de hoy. 9 * No había en el arca nin¬ 
guna otra cosa más que las dos ta¬ 
blas de piedra, que Moisés depositó 
en ella en Horeb, cuando hizo Yave 
alianza con los hijos de Israel, a su 
salida de Egipto. 

10 En cuanto salieron los. sacer¬ 
dotes del santuario, la nube llenó 
la casa de Yave, 11 * sin que pudieran 
permanecer allí los sacerdotes para 
el servicio, por causa de la nube, 
pues la gloria de Yave llenaba la 
casa. 

12 Entonces dijo Salomón: «Yave 
ha dicho que habitaría en la oscuri¬ 
dad. 13 Yo he edificado una casa para 
que sea tu morada, el lugar de tu 
habitación para siempre.» 

14 Volvióse el rey y bendijo a toda 
la asamblea de Israel, mientras toda 
la asamblea de Israel se tenía en pie, 


16 y dijo: «Bendito Yave, Dios de 
Israel, que con su misma boca habló 
a David, mi padre, y ha cumplido 
con su mano lo que había prometido, 
diciendo: 16 «Desde el día en que yo 
saqué de Egipto a mi pueblo, Israel, 
no he elegido ciudad de entre todas 
las tribus de Israel, para que en ella 
se me edificase una casa donde resi¬ 
diera mi nombre, aunque elegí a 
David para que reinase sobre mi 
pueblo, Israel.» 17 David, mi padre, 
tuvo en su corazón edificar una casa 
al nombre de Yave, Dios de Israel; 

18 pero Yave dijo a David, mi padre: 
«Tú tenías en tu corazón el deseo de 
edificar una casa a mi nombre; has 
hecho bien en tener esa voluntad, 

19 pero no edificarás tú la casa; tu 
hijo, salido de tus entrañas, edificará 
casa a mi nombre.» 20 Yave ha cum¬ 
plido la palabra que dió. Yo me he 
levantado en el lugar de David, mi 
padre, y me siento sobre el trono de 
Israel, como se lo había anunciado 
Yave, y he edificado la casa al nombre 
de Yave, Dios de Israel. 21 He dis¬ 
puesto un lugar para el arca de la 
alianza de Yave, de la alianza que 
hizo con nuestros padres al sacarlos 
de la tierra de Egipto.» 

22 Púsose Salomón ante el altar de 
Yave, en presencia de toda la asam¬ 
blea de Israel; y tendiendo sus manos 
al cielo, 23 dijo (1): «Yave, Dios de 
Israel: No hay Dios semejante a ti, 
ni en lo alto en los cielos, ni abajo 
sobre la tierra. Tú guardas la alianza 
y la misericordia con tus siervos, 
los que de todo corazón andan en tu 
presencia. 24 Así has mantenido tu 
palabra a tu siervo David, mi padre, 
y lo que por tu boca dijiste lo has 
cumplido hoy con tu mano. 25 Ahora, 
pues, ¡oh Yave!, Dios de Israel, 
guarda la promesa que a David mi 
padre hiciste, .diciendo: No faltará 
de ti varón delante de mí, que se 
siente en el trono de Israel, siempre 
que tus hijos sigan mis caminos, y 


(i) Es de notar, en la oración de Salomón, 

ei claro concepto de la inmensidad de Dios. 

Ya más que considerar el templo como la 

morada de Dios, se le da por lugar donde Dios 

ha querido que se invoque su nombre; y le 

pide Salomón que ponga en él sus ojos desde 

los cielos y oiga las plegarias que desde él se 

le dirigen. Se nota igualmente el concepto 

universalista de Ja religión de Yave, pidiendo 

que oiga Dios al extranjero que venga a orar 

en aquel lugar, incorporándose así, en cierno 

modo, al pueblo de Israel. 









312 


REYES I, 8 


anden delante de mí como has andado 
tú. 26 Cúmplase ahora, ¡oh Yave!, la 
palabra que a David, tu siervo, mi 
padre, dijiste. 27 Pero, en verdad, ¿mo¬ 
rará Dios sobre la tierra? Los cielos, 
y los cielos de los cielos, no son capa¬ 
ces de contenerte. ¡Cuánto menos 
esta casa que yo he edificado! 28 Mas 
con todo, atiende a la plegaria de 
tu siervo, íoh Yave, Dios míol, y oye 
el clamor y la oración que ante ti hace 
hoy tu siervo. 29 Que estén abiertos 
tus ojos noche y día sobre este lugar, 
del que has dicho: «En él estará ini 
nombre», y oye la oración que tu 
siervo haga en este lugar. 30 Oye, 
pues, la oración de tu siervo y la de 
tu pueblo Israel; cuando oren en este 
lugar, óyela tú también desde el 
lugar de tu morada de los cielos, y 
oyendo, perdona. 

31 «Cuando pecare alguno contra 
su prójimo, y haciéndole jurar, le 
tomen juramento delante de tu altar 
en esta casa, 32 oye tú desde los cielos, 
y obra, juzgando a tus siervos, con¬ 
denando al impío, haciendo recaer 
su maldad sobre su cabeza, y jus¬ 
tificando al justo, para retribuirle 
según su justicia. 33 Cuando tu 
pueblo Israel cayere ante sus ene¬ 
migos, por haber pecado contra ti, 
y vueltos a ti confiesen tu nombre y 
oren, y te rueguen y te supliquen en 
esta casa, 34 óyelos tú en los ciclos, 
V perdona el pecado de tu pueblo, 
Israel, y restitúyclos a la tierra que 
diste a sus padres. 

36 «Cuando se cierre el cielo y no 
llueva, por haber ellos pecado contra 
ti, y te ruegen en este lugar, invo¬ 
cando tu nombre, convertidos del 
pecado por haberlos tú afligido, 36 oye 
tú en los cielos, y perdona el pecado 
de tus siervos y de tu pueblo Israel, 
enseñándoles el recto camino por 
donde han de ir, V dando las lluvias 
a su tierra, la que por heredad diste 
a tu pueblo. 37 Cuando haya en la 
tierra hambre o pestilencia; o tizón, 
añublo, langosta o pulgón invadan 
la tierra; y cuando el enemigo asedie 
a tu pueblo en su tierra, en sus ciu¬ 
dades; cuando haya enfermedades y 
plagas de cualquier ciase; 38 si cada 
uno, si todo tu pueblo, Israel, reco¬ 
nociendo la llaga de su corazón y al¬ 
zando las manos hacia este lugar, te 
hiciere oraciones y súplicas, 39 óyelas 
desde los cielos, desde el lugar de tu 
morada, y perdona. Obra con cada 
uno según sus caminos, y según 


ellos retribuyeles, tú que escudriñas 
el corazón de todos los hijos de los 
hombres, 40 y ellos te te’meráji du¬ 
rante todo el tiempo que habiten 
en la tierra que diste a nuestros 
padres. 

41 «Cuando el extranjero, el que 
no es de tu pueblo Israel, venga de 
tierra lejana, por la fama de tu 
nombre, 42 porque se sabrá que tu 
nombre es grande, fuerte tu mano y 
tendido tu brazo; cuando venga a 
a orar a ti en esta casa, 43 óyele 
desde los cielos, desde el lugar de tu 
morada, y otorga a ese extranjero 
lo que pida, para que todos los pue¬ 
blos de la tierra conozcan tu nombre, 
para temerte como tu pueblo, Israel, 
y sepan que tu nombre es invocado 
en esta casa que yo he edificado. 

44 «Cuando salga el pueblo para 
combatir a sus enemigos por el 
camino que tú les señalares, si diri¬ 
gen a Yave sus plegarias, vueltos 
sus ojos a la ciudad que tú has ele¬ 
gido y a la cusa que yo he edificado 
a tu nombre, 45 oye desde los cielos 
sus oraciones y súplicas, y hazle 
justicia. 46 Si hubieren pecado contra 
ti, pues no hay hombre que no peque, 
y estuvieres tú airado contra ellos, 
y los entregares al enemigo, para 
que los cautive V los lleve a tierra 
enemiga, lejana o cercana; 47 si ellos 
vuelven en sí en la tierra de su 
cautividad, y dicen: Hemos pecado, 
hemos hecho el mal, hemos cometido 
impiedad, 48 y se convierten a ti 
de todo su corazón y de toda su 
alma, en la tierra de los enemigos 
que los cautivaron, y oran a ti, hacia 
su tierra, la que diste a sus padres, 
y hacia la ciudad que elegiste y la 
casa que yo he edificado a tu nombre, 
49 oye en los ciclos, en la habitación 
de tu morada, su oración y su súplica, 
y hazles justicia. 

so «Perdona, pues, a tu pueblo, 
que ha pecado contra ti, todas las 
infracciones con que contra ti se 
rebelaron, y haz que hagan con ellos 
misericordia los que los hubieran lle¬ 
vado cautivos; 61 porque son tu 
pueblo y tu heredad, que tú sacaste 
de Egipto, de en medio del horno 
del hierro. 52 Que estén abiertos tus 
ojos a las oraciones de tu siervo y a 
la plegaria de tu pueblo, Israel, 
para oírlos en todo aquello en que te 
invoquen, 63 pues que tú los sepa¬ 
raste para ti, por heredad tuya, de 
entre todos los pueblos de la tierra, 





REYES I. 9 


343 


como lo dijiste por medio de Moisés, 
tu siervo, cuando sacaste de Egipto 
a nuestros padres, joh Señor, Yavel» 

54 Cuando hubo acabado Salomón 
de hacer esta oración y súplica, 
levantóse de delante del altar de 
Yave, donde estaba arrodillado; y con 
las manos tendidas al cielo, 55 puesto 
en pie, bendijo a toda la asamblea 
de Israel, diciendo: 56 «Bendito Yave, 
que ha dado el reposo a su pueblo, 
conforme a lo que él había dicho; 
ninguna de las promesas hechas por 
medio de Moisés, su siervo, ha fallado; 
57 que Yave, nuestro Dios, sea con 
nosotros, como lo fué con nuestros 
padres; que no nos deje ni nos aban¬ 
done, 58 sino que incline nuestros 
corazones hacia él, para que mar¬ 
chemos por todos sus caminos y 
sigamos sus mandamientos, sus leyes 
y sus mandatos, los que él prescribió 
a nuestros padres. 69 Que éstas mis 
palabras y el objeto de mis súplicas 
estén delante de Yave, día y noche 
presentes a Yave, nuestro Dios, para 
que defienda la causa de su siervo y 
la de su pueblo, Israel, en todo tiempo; 
60 para que todos los pueblos de la 
tierra sepan que Yave es Dios, y no 
hay otro. 61 Que vuestro corazón 
sea todo para Yave, nuestro Dios, 
como lo es hoy, para seguir sus leyes 
y guardar sus mandamientos.» 

62 El rey y todo Israel ofrecieron 
-sacrificios a Yave. 63 Salomón inmoló 
veintidós mil bueyes y cien mil ovejas 
en sacrificios eucarísticos que ofreció 
a Yave. Así hizo el rey, y con él todos 
los hijos de Israel, la dedicación del 
templo. 64 Aquel día consagró el 
rey el atrio que está delante de la 
casa de Yave, pues ofreció allí holo¬ 
caustos y ofrendas y los sebos de 
los sacrificios eucarísticos, porque el 
altar de bronce que hay delante de 
Yave era demasiado pequeño para 
contener los holocaustos, las ofren¬ 
das y los sebos de los sacrificios euca¬ 
rísticos. 65 Celebró entonces la fiesta, 
y todo Israel con él. Una gran muche¬ 
dumbre, venida de todas partes, des¬ 
de Hamat hasta el torrente de Egipto, 
se reunió ante Yave, nuestro Dios, 
durante siete días y otros siete días, 
es decir, catorce días. 66 El día octavo 
despidió al pueblo, y ellos bendijeron 
al rey, yéndose cada uno a su morada, 
alegre y lleno de gozo el corazón, 
por todos los beneficios que Yave 
había hecho a David, su siervo, y a 
su pueblo, Israel. 


Scyunda aparición de Yave 
a Salomón. 

^ 1 Cuando hubo acabado Salomón 

V la casa de Yave, la casa real y 
todo cuanto se había propuesto hacer, 
2 se apareció Yave por segunda vez 
a Salomón, como se le había apare¬ 
cido en Gabaón, 3 y le dijo: «He oído 
tu oración, el ruego que has hecho 
ante mí. He santificado esa casa 
que has edificado, para poner eu 
ella mi nombre para siempre, y en 
ella estarán siempre mis ojos y mi 
corazón. 4 Si andas en mi presencia, 
como anduvo David, tu padre, en 
integridad de corazón y en equidad, 
haciendo cuanto yo te he mandado 
y guardando mis leyes y mandamien¬ 
tos, 5 yo afirmaré el trono de tu reino 
sobre Israel, para siempre, como se 
lo prometí a David, tu padre, di¬ 
ciendo: No faltará de ti varón en el 
trono de Israel. 6 Pero si os apartáis 
de mí vosotros y vuestros hijos, si 
no guardáis mis mandamientos, mis 
leyes, las que yo os he prescrito, y os 
vais tras dioses ajenos, para servirles 
y prosternaros ante ellos, 7 yo exter¬ 
minaré a Israel de la tierra que le 
he dado, y echaré lejos de delante 
de mí esta casa, que he consagrado 
a mi nombre, e Israel será el sarcasmo 
y la burla de todos los pueblos. 
8 Y por alta que estuviera esta casa, 
cuantos pasen cerca de ella se que¬ 
darán pasmados, y silbarán. Se dirá: 
¿Por qué ha tratado así Yave a esta 
tierra y esta casa? 9 Y responderán: 
Porque abandonaron a Yave, su Dios, 
que sacó de la tierra de Egipto a sus 
padres, y se ligaron a otros dioses, 
prosternándose ante ellos y sirvién¬ 
doles. Por eso ha hecho venir Yave 
sobre ellos todos estos males.» 


Ciudades edificadas por Salomón. 

10 Al cabo de veinte años de haber 
edificado Salomón la casa de Yave 
y la casa real, 11 para las cuales 
Hiram, rey de Tiro, había mandado 
a Salomón madera de cedro y de 
ciprés y cuanto oro quiso, dió Salo¬ 
món a Hiram veinte ciudades en 
tierra de Galilea. 12 Salió Hiram de 
Tiro, para ver las ciudades que le 
daba Salomón; y no gustándole, 
13 dijo: «¿Qué ciudades me has dado, 
hermano?» Y las llamó tierras de 
Cabul, nombre que tienen todavía 





344 


REYES I, 10 


hoy. 14 Había mandado Hiram a 
Salomón ciento veinte talentos de oro. 

15 He aquí cómo se reguló el ser¬ 
vicio personal impuesto por el rey 
Salomón a los hombres cuya leva 
hizo para edificar la casa de Ya ve 
y su propia casa, el terraplén y las 
murallas de Jerusalén, y además, 
Hasor, Megiddo y Guezer. 

16 Había subido el Faraón, rey de 
Egipto; y apoderándose de Guezer, 
la había incendiado, matando a los 
cananeos que habitaban la ciudad. 
Después se la dió en dote a su hija, 
la mujer de Salomón; 17 y Salomón 
edificó a Guezer, Betorón de abajo, 
18 Balat y Tamar, en el desierto del 
mediodía; 19 todas las ciudades de 
almacenes, que le pertenecían, y las 
destinadas a los carros y a la caba¬ 
llería, y todo cuanto quiso Salomón 
edificar en Jerusalén, en el Líbano 
y en toda la tierra de su dominio. 

20 Toda la gente que había que¬ 
dado de los amorreos, de los gcteos, 
de los fereceos, de los jeveos y de 
los jebuseos, que no pertenecían al 
pueblo de Israel, 21 y sus descen¬ 
dientes, que habían quedado después 
de ellos en la tierra y que los hijos 
de Israel no habían podido dar al 
anatema, los hizo Salomón escla¬ 
vos de servicio eomo lo han sido has¬ 
ta hoy; 22 no empleó Salomón como 
tales a los hijos de Israel, que eran sus 
hombres de guerra, sus servidores, 
sus jefes, sus oficíales y los coman¬ 
dantes de sus carros y su caballería. 
23 Los jefes que Salomón puso al 
frente de las obras eran quinientos 
cincuenta, encargados de vigilar a 
los trabajadores. 

24 La hija del Faraón subió de la 
ciudad de David a la casa que Salo¬ 
món le había edificado. Entonces fue 
cuando se hizo el terraplén. 

25 Tres veces cada año ofrecía 
Salomón holocaustos y sacrificios pací¬ 
ficos sobre el altar que él edificó a 
Ya ve, y quemaba perfumes sobre el 
que estaba delante de Ya ve. El 
acabó toda la casa. 

26 Construyó también Salomón na¬ 
ves en Asion Gaber, que está junto 
a Elat, en la costa del Mar Rojo, en 
la tierra de Edóm; 27 y mandó Hiram 
para estas construcciones a sus sier¬ 
vos, diestros marineros, eon los sier¬ 
vos de Salomón, 28 y fueron hasta 
Ofir, y trajeron de allí oro, cuatro¬ 
cientos veinte talentos, que llevaron 
al rey Salomón. 


La reina de Saba, en 
Jerusalén. 

10 1 Llegó a la reina de Saba la 
fama que para gloria de Yavc 
tenía Salomón, y vino para probarle 
con enigmas (1). 2 Llegó a Jeru¬ 
salén con muy numeroso séquito y 
eon camellos cargados de aromas, 
de oro, en gran cantidad, y de piedras 
preciosas. Vino a Salomón, y le 
propuso cuanto quiso proponerle; 3 y 
a todas sus preguntas respondió Salo¬ 
món,* sin que hubiera nada que el 
rey no pudiera explicarle. 4 La reina 
de Saba, al ver la sabiduría de Salo¬ 
món, la casa que había edificado, 
5 los manjares de su mesa y las habi¬ 
taciones de sus servidores, sus come¬ 
tidos y los vestidos que vestían, los 
de los coperos, y los holocaustos que 
se ofrecían en la casa de Y^ave, fuera 
de sí, 6 dijo al rev: «Verdad es cuanto 
en mi tierra me dijeron de tus cosas 
y de tu sabiduría. 7 Yo no lo creía 
antes de venir y haberlo visto con 
mis propios ojos. Pero cuanto me 
dijeron, no es ni la mitad. Tienes 
más sabiduría y prosperidad que 
la fama que a mí me había llega¬ 
do. 8 Dichosas tus gentes, dichosos 
tus servidores, que están siempre 
ante ti, y oyen tu sabiduría. 9 Ben¬ 
dito Yavc, tu Dios, que te ha hecho 
la gracia de ponerte sobre el trono 
de Israel. Por el amor que Yavc 
tiene siempre a Israel, te ha hecho 
su rey, para que hagas derecho y 
justicia.» 10 Dió al rey ciento veinte 
talentos de oro, una gran cantidad 
de aromas y de piedras preciosas. 
No se vieron nunca después tantos 
aromas, eomo los que la reina de 
Saba dió al rey Salomón. 

11 Las flotas de Hiram, que traían 
el oro de Ofir, trajeron también de 
Ofir gran cantidad de madera de 
sándalo y de piedras preciosas. 12 Con 
la inadera de sándalo hizo el rey las 
balaustradas de la casa de Yavc 
y de la casa del rey, y arpas y salte¬ 
rios para los cantores. No vino después 
nunca más madera de ésta, y no se 
ha vuelto a ver hasta hoy. 13 El rey 
Salomón dió a la reina de Saba todo 
cuanto ella deseó y le pidió, hacién¬ 
dole, además, presentes dignos de 


(i) Serían probablemente parecidos al que 

propuso Sansón. (Juec., 14, 14). Esta especie de 

sabiduría la estiman mucho los orientales.. 






REYES I, 11 


315 


un rey como Salomón. Después se 
volvió ella a su tierra con sus ser¬ 
vidores. 

14 El peso de oro que cada año 
llegaba a Salomón era de seiscientos 
sesenta y seis talentos de oro, además 
del que como tributo recibía de los 
grandes mercaderes, de los impuestos, 
16 de los traficantes, de los príncipes 
de los beduinos y de los intendentes 
de la tierra. 16 Hizo también el rey 
Salomón doscientos grandes escudos 
de oro macizo, para cada uno de los 
cuales empleó seiscientos sidos de 
oro, 17 y otros trescientos escudos de 
oro macizo, para cada uno de los 
cuales empleó tres minas de oro, 
y los puso en la casa «Bosque del 
Líbano». 18 Hizo también el rey un 
gran trono de marfil que cubrió con 
láminas de oro purísimo. 19 Seis 
gradas tenía el trono, y por arriba 
cabezas de toros, y tenía dos brazos, 
uno a cada lado del asiento, y junto 
a los brazos dos leones, 20 y doce leones 
en las gradas, uno a cada lado de cada 
una de ellas. No se ha hecho nada 
semejante para rey alguno. 21 Todas 
las copas del rey Salomón eran de 
oro, y toda la vajilla de la casa 
«Bosque del Líbano» era de oro 
macizo. No había nada de plata, no 
se hacía caso alguno de ésta en tiem¬ 
pos de Salomón, 22 porque el rey 
tenía en el mar naves de Tarsis 
con las de Hiram, y cada tres años 
llegaban las naves de Tarsis, tra¬ 
yendo oro, plata, marfil, monos y 
pavones. 

23 Fué el rey Salomón más grande 
que todos los reyes de la tierra, 
por las riquezas y la sabiduría. 24 Todo 
el mundo buscaba ver a Salomón, 
para oír la sabiduría que había 
puesto Yave en su corazón; 25 y 
todos le llevaban presentes, objetos 
de plata, de oro, vestidos, aromas, 
caballos y mulos, y todos los años 
era lo mismo. 26 Reunió carros y 
caballos. Tenía mil cuatrocientos ca¬ 
rros y doce mil jinetes, que puso en 
las ciudades donde tenía los carros, 
y en Jerusalén, cerca del rey. 27 El 
rey hizo que en Jerusalén abundara 
la plata como las piedras, y ios cedros 
fueran tan numerosos como los sicó¬ 
moros que crecen en el llano. 28 Los 
caballos los traía de Egipto, de Coa; 
una caravana de comerciantes del rey 
los compraba a un precio determi¬ 
nado; 29 un tiro de carro /venía a 
costar, al salir de Egipto, seiscientos 


sidos de plata, y un caballo ciento 
cincuenta sidos. Traíanlos también 
al mismo tiempo para los reyes de 
los geteos y los de Siria. 


Las mujeres extranjeras. 

11 1 El rey Salomón, además de la 

1 1 hija del Faraón, amó a muchas 
mujeres extranjeras, moabítas, amo¬ 
nitas, edomitas, sidonias y geteas, 

2 de las naciones de que había dicho 
Yave a los hijos de Israel: «No entréis 
a ellas, ni entren ellas a vosotros, 
poraue de seguro arrastrarán vues¬ 
tros corazones tras sus dioses.» A 
éstas, pues, se unió Salomón con 
amor. 3 Tuvo setecientas mujeres de 
sangre real y trescientas concubinas, 
y las mujeres torcieron su corazón. 

4 Cuando envejeció Salomón, sus 
mujeres arrastraron su corazón hacia 
los dioses ajenos; y no era su corazón 
enteramente de Yave, su Dios, como 
lo había sido el de David, su padre; 

5 y se fué Salomón tras de Astarte, 
diosa de los sidonios, y tras de Mal- 
com, abominación de los amonitas; 

6 e hizo Salomón el mal a los ojos 
de Yave, y no siguió enteramente 
a Yave, como David, su padre. 

7 Entonces edificó Salomón, en la 
montaña que está frente a Jerusalén, 
un excelso a Camos, abominación 
de Moab, y a Moloc, abominación 
de los hijos de Ammón; 8 y de modo 
semejante hizo para todas sus mu¬ 
jeres extranjeras, que allí quema¬ 
ban perfumes y sacrificaban a sus 
dioses. 

9 Irritóse Yave contra Salomón, 
porque había apartado su corazón 
de Yave, Dios de Israel, que se le 
había aparecido dos veces, 10 y le 
había mandado cuanto a esto que 
no se fuese tras los dioses ajenos; 
pero él no siguió lo que Yave le 
había mandado. 11 Yave dijo a Salo¬ 
món: «Pues que así has obrado, y 
has roto mi alianza y las leyes que 
yo te había prescrito, yo romperé 
de sobre ti tu reino y se lo daré a 
un siervo tuyo. 12 No lo haré, sin 
embargo, en tus días, por amor de 
David, tu padre; lo arrancaré de las 
manos de tu hijo. 13 Ni le arrancaré 
tampoco todo el reino, sino que 
dejaré a tu hijo una tribu, por amor 
de David, mi siervo, y por amor de 
Jerusalén, que yo he elegido. 







340 


REYES I, 11 


Enemigos de Salomón. 

14 Suscitó Ya ve a Salomón un 
enemigo, Adad, amonita, de la sangre 
real de Edoin. 15 Cuando David batió 
a Edom, Joab, jefe del ejército, subió 
para enterrar a los muertos, y mató 
a todos los varones de Edom, 16 que¬ 
dándose con todo Israel durante seis 
meses en Edom, hasta exterminar a 
todos los varones. 17 Entonces Adad, 
con algunos edomitas, siervos de su 
padre, huyó para refugiarse en Egipto, 
siendo todavía muchacho. 18 Par¬ 
tiendo de Madián, se fueron a Parán, 
y uniéndose allí a algunos de Parán, 
llegaron a Egipto, junto al Faraón, 
rey de Egipto. El Faraón dió a 
Adad una casa, proveyó a su sub¬ 
sistencia y le dió tierras. 19 Fué Adad 
muy grato al Faraón, que le dió por 
mujer Ano, hermana mayor de su 
mujer, hermana de la reina Tafnes. 
20 La hermana de Tafnes le dió su 
hijo Ouenubat, a quien Tafnes educó 
en la casa del Faraón, estando en ella 
Guenubat como un hijo del Faraón. 

21 Cuando supo Adad, en Egipto, 
que David se había dormido con sus 
padres, y que Joab, jefe del ejército, 
había muerto, dijo al Faraón: «Dé¬ 
jame ir a mi tierra»; 22 y el Faraón 
le respondió: «¿Qué te falta cerca 
de mí, para que quieras irte a tu 
tierra?» Y él contestó: «Nada me 
falta, pero déjame ir.» Adad se volvió 
a su casa. Este fué el mal que hizo 
Adad, que odiaba a Israel, y se hizo 
rey de Edom. 23 Suscitó Dios a Salo¬ 
món otro enemigo, Rezón, hijo de 
Elyada, que había huido de su señor 
Adadezcr, rey de Soba. 24 Reunió 
gente y se hizo jefe de banda, cuando 
David derrotó a las tropas arameas. 
Fuese entonces a Damasco y se esta¬ 
bleció allí, y reinó en Damasco, 
25 siendo enemigo de Israel todo el 
tiempo de la vida de Salomón. Al 
misino tiempo que Adad, le hacía 
el mal que podía, porque aborrecía 
a Tsrael y reinaba en Siria. 

26 También Jcroboam, siervo de 
Salomón, se alzó contra el rey. Era 
hijo de Nabat, efrateo, de Sercda, 
siervo de Salomón, y tenía por ma¬ 
dre a una viuda llamada Serna. 
27 He aquí la ocasión de alzarse 
contra el rey. Estaba Salomón cons¬ 
truyendo el terraplén para rellenar 
la depresión que había en la ciudad 
de David, su padre. 28 Jeroboam 
era hombre muy capaz y fuerte; y 


habiéndole visto Salomón a la obra, 
dió al joven el mando de todas las 
gentes de trabajo de la casa de José. 


Ají as predice a Jeroboam que 
reinará sobre Israel. 


29 Por aquel tiempo salió Jeroboam 
de Jerusalén y le halló en el camino 
el profeta Ajías, de Silo. Iba éste 
cubierto con un manto nuevo, y 
estaban los dos solos en el campo. 
30 Ajías cogió el manto nuevo que 
llevaba sobre sí, lo partió en doce 
pedazos, 31 y dijo a Jeroboam: «Coge 
diez pedazos, porque así habla Yave, 
Dios de Israel: Voy a romper el 
reino en manos de Salomón, y a 
darte a ti diez tribus. 32 El tendrá 
una tribu, por amor de David, mi 
siervo, y de Jerusalén, que yo he 
elegido entre todas las tribus de 
Israel. 33 Porque me han abando¬ 
nado, y se han prosternado aiite 
Astartc, diosa de los sidonios, ante 
Gamos, dios de Moab, y ante Mal- 
com, dios de los hijos de Ammán. 
No han marchado por mis caminos, 
haciendo lo que es bueno a mis ojos 
y guardando mis leyes y manda¬ 
mientos, como lo hizo David, padre 
de Salomón. 84 No quitaré de sus 
manos todo el reino, pues mantendré 
su reinado todos los días de su vida, 
por amor de David, mi siervo, a 
quien elegí yo y que guardó mis 
mandamientos y mis leves. 35 Pero 
quitaré el reino de las manos de su 
hijo, y te daré a ti diez tribus, 36 de¬ 
jando a su hijo una tribu, para que 
David, mi siervo, tenga siempre una 
lámpara ante mí en Jerusalén, la 
ciudad que yo lie elegido para poner 
allí mi nombre. 37 A ti te tomaré 
yo, dominarás sobre cuanto tu cora¬ 
zón desea, y serás rey de Israel. 

38 Si me obedeces en cuanto yo te 
mande y sigues mis caminos, mis 
leyes y mandamientos, como lo hizo 
David, mi siervo, yo seré contigo y 
te edificaré casa estable, como se la 
edifiqué a David, y te daré Israel. 

39 Humillaré a la descendencia de 
David, mas no por siempre.» 40 Salo¬ 
món procuró dar muerte a Jeroboam, 
pero Jeroboam huyó, refugiándose en 
Egipto, cerca de Sesac, rey de Egipto, 
hasta la muerte de Salomón. 

41 Lo demás de los hechos de Salo¬ 
món, de lo que hizo y de su sabiduría, 








REYES I, 12 


347 


¿no está escrito en el libro de los 
hechos de Salomón? 

42 Reinó Salomón en Jerusalén 
cuarenta años sobre todo Israel, 
43 y luego se durmió con sus padres, 
y fue sepultado en la ciudad de David, 
su padre. Le sucedió Roboam, su 
hijo. 


División del reino. 

j ^ 1 Roboam fue a Siquem, por 
* haberse reunido en Siquem todo 
Israel para proclamarle rey. 2 Jero- 
boam, hijo de Nabat, que había 
venido de Egipto, donde moraba por 
haber huido lejos de Salomón, reci¬ 
bió estas noticias, 3 y le mandaron a 
llamar. Vinieron Jeroboam y toda la 
asamblea de Israel a Roboam, y le 
hablaron así: 

4 «Tu padre hizo muy pesado nues¬ 
tro yugo; aligera tú, pues, ahora esta 
dura servidumbre, y te serviremos.» 

5 El les respondió: «Id, y volved a mí 
dentro de tres días.» Fuése el pueblo. 

6 El rey Roboam consultó a los an¬ 
cianos que habían estado cerca de 
Salomón, su padre, durante su vida, 
diciéndoles: «¿Qué me aconsejáis que 
haga con este pueblo?» 7 Y ellos le 
dijeron: «Si ahora te rindes a este 
pueblo, y le complaces hablándole 
blandas palabras, te estará siempre 
sujeto.» 8 Pero Roboam no siguió el 
consejo de los ancianos, y consultó 
a los jóvenes que se habían criado 
con él y le rodeaban, 9 diciéndoles: 
«¿Qué me aconsejáis que responda 
a este pueblo que así me habla? 
Aligera el yügo que tu padre nos 
impuso.» 10 Y los jóvenes que se 
habían criado con él, le dijeron 
así: «Habla de este modo al pue¬ 
blo que te ha dicho: Tu padre 
hizo muy pesado su yugo sobre nos¬ 
otros, aligéralo tú. Háblales así: Mi 
dedo meñique es más grueso que los 
lomos de mi padre, 11 Ahora, pues, 
mi padre os cargó con pesado yugo, 
y yo haré vuestro yugo más pesado 
todavía. Mi padre os azotó con azo¬ 
tes, y y° os azotaré con escorpio¬ 
nes. » 

12 Vinieron, pues, Jeroboam y todo 
el pueblo, al día tercero, según lo 
que había dicho el rey: «Volved, 
dentro de tres días»; 13 y el rey res¬ 
pondió al pueblo duramente, dejando 
el consejo que le habían dado los 
ancianos,* 14 y le habló así, según el 


consejo de los jóvenes: «Mi padre 
hizo pesado vuestro yugo, y yo lo 
haré más pesado todavía; mi padre 
os azotó con azotes y yo os azotaré 
con escorpiones.» 15 Desoyó, pues, 
el rev al pueblo, porque así lo dis¬ 
ponía Yave, para cumplir la palabra 
que Yave había dicho por medio de 
Ajías, de Silo, a Jeroboam, hijo de 
Nabat. 

18 Entonces todo Israel, viendo que 
el rey no le escuchaba, dijo al rey; 
«¿Qué tenemos que ver nosotros 
con David? ¿Ni qué heredad es la 
nuestra con el hijo de Isai? ¡A tus 
tiendas, Israel! ¡Provee ahora a tu 
casa, David!» 

Fuése Israel a sus tiendas, 17 y 
Roboam no reinó sobre más hijos 
de Israel que los que habitaban en 
las ciudades de Judá. 18 Mandó enton¬ 
ces Roboam a Adoram, que era 
prefecto de los tributos; pero éste 
íué lapidado por todo Israel, y murió. 
Apresuróse Roboam a montar en su 
carro, para huir a Jerusalén; 19 y 
así se separó Israel de la casa de 
David hasta el día de hoy fl). 

20 Sabiendo que había vuelto Jero¬ 
boam, todo Israel le mandó a llamar 
a la asamblea, y le hicieron rey de 
todo Israel. La tribu de Judá fué la 
sola que siguió a la casa de David. 
21 Llegado Roboam a Jerusalén, con¬ 
vocó a toda la casa de Judá y a la 
tribu de Benjamín, ciento ochenta 
mil hombres de guerra, para hacer 
la guerra a la casa de Israel y redu¬ 
cirla a la obediencia de Roboam, 
hijo de Salomón; 22 pero Semeias, 
varón de Dios, recibió palabras de 
Yave, diciendo: 23 «Habla a Roboam, 
hijo de Salomón, rey de Judá, y a 
toda la casa de Judá y de Benjamín, 
y a todos los del pueblo, diciendo: 
24 «He aquí lo que dice Yave: No 
subáis a hacer la guerra a vuestros 
hermanos, los hijos de Israel. Vuél¬ 
vase cada uno de vosotros a su casa, 
porque de mí ha venido esto»; y ellos, 
obedeciendo la palabra de Dios, 
se volvieron, según la palabra de 
Yave. 


(x) Prescindiendo de los divinos designios, 
la escisión, tan profunda y definí:iva, que no 
tuvo soldadura en la vida de Israel, histórica¬ 
mente se explica por el concurso de varias 
causas. La rivalidad entre Judá y Efrafm, como 
causa remota; los gravámenes a que Salomón 
sometió al pueblo, como causa inmediata. La 
persistencia principalmente se debió a la polí¬ 
tica de los reyes de Israel. 








348 


REYES I, 13 


Reinado de Jeroboam en Israel. 

25 Jeroboam edificó Siquem, en la 
montaña de Efraím, y residió alli; 
salió después y edificó Penuel. 26 Je- 
roboam se dijo en su corazón: «El 
reino podría muy bien volver otra 
vez a la casa de David. 27 Si este 
pueblo sube a Jerusalén para hacer 
sus sacrificios en la casa de Yave, 
el corazón del pueblo se volverá a 
su señor, Roboam, rey de Judá; 
me matarán a mí y se volverán a 
Roboam, rey de Judá.» 28 Después 
de pensarlo, hizo el rey dos becerros 
de oro, y dijo al pueblo: «Bastante 
tiempo habéis subido a Jerusalén; 
ahí tienes a tu dios, el que te sacó 
de la tierra de Egipto.» 29 Hizo poner 
uno de los becerros en Betel y el 
otro en Dan; 30 y esto indujo al 
pecado, pues iba el pueblo hasta 
Dan para adorar. 31 Edificó también 
Jeroboam lugares excelsos, o hizo, 
sacerdotes a gentes del pueblo, que* 
no eran de los hijos de Leví. 32 Ins¬ 
tituyó Jeroboam una solemnidad en 
el mes octavo, el quince del mes, 
conforme a las de Judá, y sacrificó 
sobre el altar. Así puso también en 
Betel sacerdotes en los altos que 
había construido, para que sacrifica¬ 
sen a los becerros que había hecho; 
33 y subió al altar que se había hecho 
en Betel, el día quince del octavo 
mes, que él a su voluntad eligió. 
Instituyó una fiesta para los hijos 
de Israel, y subió al altar para que¬ 
mar perfumes (1). 


Un profeta reprende a Jeroboam. 

1^ 1 * Llegó de Judá a Betel un 
hombre de Dios, por mandato 
de Yave, mientras estaba Jeroboam 
en el altar para quemar perfumes; 
2 y alzando su voz contra el altar, 
según la palabra de Yave, gritó: 
«¡Altar, altar! Así habla Yave: Nacerá 
de la casa de David un hijo, que se 
llamará Josías, que inmolará sobre 
ti a los sacerdotes de los altos que 


(i) Jeroboam erige en estos dos santuarios, 

opuestos al santuario nacional, dos becerros 

de oro, repitiendo la prevaricación del desierto. 

Esta prevaricación persiste durante todo el 

tiempo de la vida de Israel y es considerada 

por el hagiógrafo como el principal pecado 

con que todos los reyes de Israel hicieron pecar 

a su pueblo, sin que ninguno se apartara de la 

conducta de Jeroboam. 


en ti queman perfumes, y sobre ti 
quemarán huesos humanos.» 3 * Y dió 
entonces mismo lina señal, diciendo: 
«Esta es la señal que da Yave: El 
altar se quebrará y se derramará la 
ceniza que hay en él.» 

4 Al oír el rey Jeroboam las pala¬ 
bras del varón de Dios, lo que había 
gritado contra el altar de Betel, 
extendió su brazo desde el altar, 
diciendo: «Detenedle»; pero la mano 
que contra él extendió se quedó 
rígida, y no pudo volverla a sí. 5 * El 
altar se quebró, y las cenizas que 
sobre él había se derramaron, según 
la señal que el hombre de Dios había 
dado, conforme a la palabra de Yave. 
6 Entonces el rey, dirigiéndose al 
hombre de Dios, dijo: «Implora a 
Yave, tu Dios, y ruégale por mí, 
para que pueda volver a mí la mano.» 
El hombre de Dios imploró a Yave, 
y el rey pudo volver a sí la mano, 
que quedó como estaba antes. 7 En¬ 
tonces dijo el rey al hombre de Dios: 
«Vente conmigo a mi casa para tomar 
algo, y te haré un presente.» 8 * Pero 
el hombre de Dios dijo al rey: «No 
iré contigo a tu casa, aunque me 
dieras la mitad de tu casa, y no comeré 
pan ni beberé agua en este lugar, 

9 porque esa orden me ha sido dada 
por la palabra de Yave: No comas 
pan, ni bebas agua, ni tomes para 
tu vuelta el camino por donde vayas.» 

10 Fuese, pues, por otro camino, 
no tomando para volver el camino 
por donde había venido a Betel. 

11 Habitaba en Betel un viejo pro¬ 
feta, cuyos hijos vinieron a contarle 
lo que el hombre de Dios había 
hecho aquel día en Betel y lo que 
había dicho al rey; 12 y su padre les 
dijo: «¿l’or qué camino ha ido?» 
Indicáronle sus hijos el camino por 
donde se volvió el hombre de Dios 
venido de Judá; 13 y él les dijo: 
«Aparejadme el asno.» Ellos se lo 
aparejaron, y él, subiendo en el asno, 
14 se fue tras el hombre de Dios; 
y una vez que le alcanzó, mientras 
estaba sentado bajo una encina, le 
preguntó: «¿Ercs ( tú el hombre de 
Dios que ha venido de Judá?» El le 
respondió: «Yo soy.» 13 Díjolc enton¬ 
ces el otro: «Ven conmigo a casa, 
para tomar algún alimento.» 16 Pero 
él respondió: «No puedo_ ir contigo, 
ni entrar en tu casa, 17 porque la 
palabra de Yave me ha dicho: No 
comas pan, ni bebas agua, ni tomes 
para la vuelta el camino de la ida.» 






REYES I, 14 


349 


18 Pero él le dijo: «Yo también soy 
profeta como tú, y un ángel me ha 
hablado de parte de Yave, dicién- 
dome: «Tráele contigo a tu casa, 
para que coma pan y beba agua.» 
Mentía. 19 Volvióse entonces con él, 
y en su casa comió pan y bebió agua. 

20 Pero mientras estaban sentados a 
la mesa, fué palabra de Yave al 
profeta que le había hecho volver, 

21 que gritó al venido de Judá: «Así 
habla Yave: Por haber sido rebelde 
al mandato de Yave, y no haber 
guardado la orden que Yave, tu 
Dios, te había dado, 22 y porque 
volviéndote has comido pan y bebido 
agua en el lugar de que te había 
dicho: No comas pan allí, ni bebas 
allí agua, no entrará tu cadáver en la 
sepultura de tu padre.» 

23 Cuando el profeta que le había 
hecho volver acabó de comer pan y 
de beber agua, hizo que aparejaran 
para el otro su asno, y el hombre 
de Dios se fué. 24 Encontró en el 
camino un león que le mató, que¬ 
dando su cadáver tendido en el ca¬ 
mino; el asno siguió junto a él, y el 
león junto al cadáver. 25 Los que 
pasaban vieron el cadáver tendido 
en el camino, y junto a él el león, 
y hablaron de ello en la ciudad donde 
moraba el viejo profeta. 26 Cuando 
el profeta que le había hecho volver 
lo supo, dijo: «Es el hombre de Dios, 
que ha sido rebelde a la orden de 

Í Yave, y por eso le ha entregado Yave 
al león, que le ha destrozado y muer¬ 
to, conforme a la palabra que Yave 
le había dicho.» 27 Después, dirigién¬ 
dose a sus hijos, dijo: «Aparejadme 
un asno.» Aparejáronlo ellos, 28 y 
I se fué. Halló el cadáver tendido en 
el camino, y el asno y el león que 
estaban junto al cadáver. El león ni 
había devorado el cadáver ni había 
destrozado al asno. 29 El profeta le¬ 
vantó el cadáver del hombre de Dios, 
y poniéndolo sobre el asno, se lo 
llevó, y vino con él a la ciudad, 
donde le lloró y le sepultó. 30 Puso 
su cadáver en la sepultura, y le llo¬ 
raba, diciendo: «lAy, hermano mío!» 
31 Después que le sepultó, dijo a 
sus hijos: «Cuando yo muera, me se¬ 
pultaréis en la sepultura donde está 
enterrado el hombre de Dios, ponien¬ 
do mis huesos junto a los suyos, para 
que mis huesos se conserven intactos 
junto a los suyos; 32 porque se ha 
de cumplir la palabra que de parte 
de Yave gritó él contra el altar de 


Betel, y contra todos los altares de 
la ciudad de Samaría. » 

33 A pesar de esto, no se apartó 
Jeroboam de su mal camino; creó 
nuevos sacerdotes de entre todo el 
pueblo para los altos. A cualquiera 
que quisiera serlo, le consagraba él 
sacerdote de los altos. 



34 Esto fué causa de pecado para 
la casa de Jeroboam, y por eso fué 
exterminada y borrada de sobre la 
haz de la tierra. 


Ajías predice a Jeroboam su ruina. 

1 A 1 Enfermó por entonces Abiya, 
* * hijo de Jeroboam; 2 Jeroboam 
dijo a su mujer: «Anda, levántate y 
disfrázate de modo que nadie sepa 
que eres la mujer de Jeroboam, y 
vete a Silo. Allí está Ajías, profeta, 
el que me anunció que sería rey de 
este pueblo. 3 Coge contigo diez panes, 
tortas y una vasija de miel, y entra 
en su casa, y él te dirá lo que va a 
ser del niño.» 4 Hízolo así la mujer de 
Jeroboam. Se levantó, fué a Silo, y 
entró en la casa de Ajías. Ajías no 
veía ya, pues por la vejez se le ha¬ 
bían quedado fijos los ojos; 5 pero 
Yave había dicho a Ajías: «La mujer 
de Jeroboam va a venir a consultarte 
acerca de su hijo, que está enfermo; 
cuando llegue querrá hacerse pasar 
por otra.» 

6 Cuando oyó Ajías el ruido de sus 
pasos, en el momento en que tras- 














350 


REYES I, 15 


ponía la puerta, dijo: «Entra, mujer 
de Jeroboam. ¿Por qué te finges 
otra? Estoy encargado de anunciarte 
cosas muy duras. 7 Ve y dile a Jero¬ 
boam: Así habla Ya ve, Dios de Is¬ 
rael: «Yo te alcé de en medio del pue¬ 
blo, y te hice jefe de mi pueblo, 
Israel, 8 rompiendo el reino de la 
casa de David y dándotelo a ti. Pero 
tú no has sido como mi siervo David, 
que guardó mis mandamientos y me 
siguió de todo su corazón, no hacien¬ 
do más que lo recto a mis ojos; 9 an¬ 
tes hiciste el mal, más que cuantos 
han sido antes de ti, haciéndote otros 
dioses y fundiendo imágenes para 
irritarme, echándome tras de tus es¬ 
paldas. 10 Por eso voy a hacer venir 
el mal sobre la casa de Jeroboam, y 
exterminaré a todos cuantos a Jero¬ 
boam pertenecen, al esclavo y al 
libre en Israel, y barreré a la casa 
de Jeroboam, como se barren las 
basuras, hasta que del todo desapa¬ 
rezca. 11 El que de la casa de Jero¬ 
boam muera en la ciudad, será devo¬ 
rado de los perros, y el que muera 
en el campo, será comido por las 
aves del cielo. Porque habla Yave.» 
12 Y tú álzate y vete a tu casa. En 
cuanto tus pies entren en la ciudad, 
morirá el niño; 13 todo Israel le llo¬ 
rará, y será sepultado, pues será el 
unicorde la casa de Jeroboam que 
será sepultado, por ser el único de la 
casa de Jeroboam en que se ha halla¬ 
do algo de bueno a los ojos de Yave, 
Dios de Israel. 14 Yave alzará sobre 
Israel un rey, que exterminará en su 
dia a la casa de Jeroboam. ¿Y qué 
es lo de ahora? 15 Yave sacudirá a 
Israel como en el agua se agita una 
caña, y arrancará a Israel de esta 
buena tierra que dió a sus padres, 
y le dispersará al otro lado del rio, 
por haberse hecho ídolos, irritando a 
Yave. 16 Entregará a Israel por los 
pecados que ha cometido Jeroboam, 
y los que ha hecho cometer a Is¬ 
rael. » 

17 Levantóse la mujer de Jero¬ 
boam, y se fué. Llegó a Tirsa, y 
cuando tocaba con sus pies el umbral 
de la puerta, murió el niño. 18 Se 
le enterró, y todo Israel le lloró, 
según la palabra que Yave había 
dicho por su siervo Ajías, profeta. 

19 Lo demás de los hechos de Je¬ 
roboam, de las guerras que hizo, y 
de cómo reinó, todo ello está escrito 
en las crónicas de los reves de Israel. 
2U Reinó veintidós años," y se durmh 


con sus padres. Le sucedió Nadab, 
su hijo. 

El reino de Judá bajo Roboam. 

21 Roboam, hijo de Salomón, reinó 
sobre Judá. Tenía cuarenta y un 
años cuando comenzó a reinar en 
Jerusalén, la ciudad que Yave se 
había elegido de entre todas las tribus 
de Israel para poner allí su nombre. 
Su madre se llamaba Noama, amonita. 

22 Roboam hizo el mal a los ojos 
de Yave, irritando su celo con los 
pecados que cometía, más que cnanto 
lo habían hecho antes sus padres. 
23 Edificáronse altos, con cipos y 
aseras sobre todas las alturas y 
bajo todo árbol frondoso. 24 Hasta 
consagrados a la prostitución idolᬠ
trica hubo en la tierra. Imitaron todas 
las abominaciones de las gentes que 
Yave había echado delante de los 
hijos de Israel. 

25 El año quinto del reinado de 
Roboam, Scsae, rey de Egipto, subió 
contra Jerusalén. 26 Pilló los tesoros 
de la casa de Yave y los tesoros de 
la casa del rey; todo lo pilló, con 
todos los escudos de oro (pie había 
hecho Salomón. 27 El rev Roboam 
hizo en su lugar escudos de bronce, 
y se los entregó a los jefes de la 
guardia de la entrada de la casa del 
rey. 28 Cuantas veces iba el rey a 
la casa de Yave, los llevaban los de 
la guardia, y luego los volvían al 
cuartel de la guardia. 

29 El resto de los hechos de Roboam, 
cuanto hizo, ¿no está escrito en el 
libro de las crónicas de los reyes de 
Judá? 30 Siempre hubo guerra entre 
Roboam y Jeroboam. 31 Durmióse 
Roboam con sus padres, y fue sepul¬ 
tado en la ciudad de David. Su madre 
se llamó Noama, amonita. Le suce¬ 
dió Abiain, hijo suyo. 

Abinni, rey de Judá. 

I r 1 El año octavo del reinado de 
Jeroboam, hijo de Xabat, co¬ 
menzó a reinar en Judá Abiam. 
3 Reinó tres años en Jerusalén. Su 
madre se llamaba Maca, hija de Abi- 
salón. 8 l)ióse a todos los pecados 
que antes de él había cometido su 
liadle, y su corazón no estuvo ente¬ 
ramente con Yave, como lo había 
estado el de David, su padre. 4 Mas 
por amor de David, Yave, su Dios, 
dió a éste una lámpara en Jerusalén, 





REYES I, 15 


351 


estableciendo a su hijo después de él 
y sosteniendo a Jerusalén; 6 porque 
David había hecho lo recto a los ojos 
de Ya ve, y no se había apartado de 
ninguno de sus mandamientos du¬ 
rante toda su vida, fuera de lo de 
lirias, el geteo. 6 Hubo guerra entre 
ltoboam y Jeroboam mientras vivió 
aquél. 

7 El resto de los hechos de Abiam, 
lo que hizo, ¿no está escrito en el 
libro de las crónicas de los reyes de 
Judá? 

Hubo guerra entre Abiam y Jero- 
boan. 8 Abiam se durmió con sus 
padres, y fué sepultado en la ciudad de 
David. Le sucedió Asa, su hijo (1). 


se habían hecho; 18 y hasta despojó 
a su madre, Maca, de la dignidad de 
reina, porque se había hecho un as - 
era abominable; cogió la abomina¬ 
ción y la quemó en el torrente de 
Cedrón. 14 Pero no desaparecieron 
todos los altos, aunque el corazón 
de Asa estuvo enteramente con Yave 
durante toda su vida. 16 Llevó a la 
casa de Yave cosas consagradas por 
su padre y por él mismo, plata, oro 
y utensilios. 

16 Hubo guerra entre Asa y Basa, 
rey de Israel, durante toda su vida. 
17 Basa, rey de Israel, subió contra 
Judá, y fortificó Rama para impedir 
a Asa, rey de Judá, salir y entrar. 



Reinado de Asa en Judá. 


9 El año veinte del reinado de Je¬ 
roboam, comenzó a reinar Asa en 
Judá. 10 Reinó cuarenta y un años 
en Jerusalén, y su madre se llamaba 
Maca, hija de Abisalam. 

11 Asa hizo lo recto a los ojos de 
Yave, como David, su padre. 12 Arran¬ 
có de la tierra a los consagrados a la 
prostitución idolátrica, e hizo des¬ 
aparecer los ídolos que sus padres 


(i) Tenemos en los vs. i-8 el modelo del 
esquema adoptado por el autor en esta segunda 
parte, para encuadrar los hechos históricos 
de cada uno de los reinados. 


18 Asa tomó toda la plata y todo el 
oro que habían quedado en el tesoro 
de la casa de Yave y en el tesoro 
de la casa del rey, y se lo entregó 
a sus servidores, que envió a Ben 
Adad, hijo de Tabrimón, hijo de 
Jezyón, rey de Siria, que residía en 
Damasco. El rey Asa le dijo: 19 «Que 
haya alianza entre tí y mí, como la 
hubo entre mi padre y tu padre. 
Te mando este presente de plata y 
oro. Rompe tu alianza con Basa, rey de 
Israel, para que éste se aleje de mí~ » 

20 Ben Adad escuchó a Asa, y 
mandó a los jefes de su ejército contra 
las ciudades de Israel; y devastó a 
Iyón, Dad, Abel, Bet Maca, todo el 














352 


REYES I, 16 


Quinerot, y toda la tierra de Neftalí. 

21 Cuando Basa supo ésto, cesó de 
fortificar a Rama y se volvió a Tirsa. 

22 El rey Asa convocó a todo Judá 
sin excepción, y se apoderó de las 
piedras y de la madera que Basa em¬ 
pleaba en las fortificaciones de Rama, 
y el rey Asa se sirvió de ellas para for¬ 
tificar a Gueba de Benjamín y Mispa. 

23 El resto de los hechos de Asa, 
todas sus hazañas, cuanto hizo, las 
ciudades que edificó, ¿no está escrito 
en el libro de las crónicas de los 
reyes de Judá? Al tiempo de su vejez 
estuvo enfermo de los pies. 

24 Durmióse Asa con sus padres, y 
fué sepultado con sus padres en la 
ciudad de David, su padre. Le suce¬ 
dió Josafat, su hijo. 


Reinados de Nadab y Basa en 
Israel. 

25 Nadab, hijo de Jeroboam, reinó 
sobre Israel, comenzó a reinar el se¬ 
gundo año de Asa, rey de Judá, y reinó 
dos años sobre Israel. 26 Hizo lo malo 
a los ojos de Yave, y marchó por el 
camino de su padre, dándose a todas 
las abominaciones que su padre había 
hecho cometer a Israel. 

27 Basa, hijo de Asiya, de la casa 
de Isacar, conspiró contra él, y le 
mató en Guibetón, que pertenecía a 
los filisteos, mientras Nadab y todo 
Israel asediaba a Guibetón. 28 Le 
mató el año tercero de Asa, rey de 
Judá, y reinó en lugar suyo. 29 Cuando 
reinó, destruyó toda la casa de Jero¬ 
boam, sin dejar escapar a nadie, ma¬ 
tando a cuanto respiraba, según la 
palabra que Yave había dicho por 
medio de Ajías, de Silo, su siervo, 
30 por los pecados que Jeroboam había 
cometido y los que había hecho co¬ 
meter a Israel, irritando así a Yave, 
Dios de Israel. 

31 El resto de los hechos de Nadab, 
cuanto hizo, ¿no está escrito en el 
libro de las crónicas de los reyes de 
Israel? 

32 Hubo guerra entre Asa y Basa 
todos los días de su vida. 

33 El año tercero de Asa, rey de 
Judá, reinó sobre todo Israel en Tirsa 
Basa, hijo de Ajiya. Reinó veinti¬ 
cuatro años. 34 Hizo lo malo a los 
ojos de Yave, y marchó por el ca¬ 
mino de Jeroboam, dándose a los 
pecados que Jeroboam había hecho 
cometer a Israel. 


i f. 1 Recibió Jehú, hijo de Janani, 
palabra de Yave contra Basa, 
diciendo: 2 «Yo te he levantado del 
polvo, y te hice jefe de mi pueblo 
Israel; inas por haber tú marchado 
por el camino de Jeroboam, y haber 
hecho pecar a mi pueblo, Israel, irri¬ 
tándome con sus pecados, 3 voy yo 
a barrer a Basa y a su casa, y liaré 
tu casa semejante a la de Jeroboam, 
hijo de Nabat. 4 El que de la casa 
de Basa muera en la ciudad, será 
devorado por los perros; y el que de 
los suyos muera en el campo, será 
comido por las aves del cielo.» 

5 El resto de los hechos de Basa, 
cuanto hizo, sus hazañas, ¿no está 
escrito en el libro de las crónicas de 
los reyes de Israel? 

6 Basa se durmió cou sus padres, 
y fué sepultado en Tirsa. Le sucedió 
Ela, su hijo. 

7 La palabra de Yave había sido 
dirigida por medio del profeta Jehú, 
hijo de Janani, contra Basa y contra 
su casa, no sólo por todo el 'mal que 
él había hecho a los ojos de Yave, 
irritándole con la obra de sus manos 
y haciéndose semejante a la casa de 
Jeroboam, sino también por haber 
destruido a la casa de Jeroboam. 


Reinados de Ela, Zimri y Oinri 
en Israel. 

8 El año veintiséis de Asa, rey de 
Judá, comenzó a reinar sobre Israel 
en Tirsa, Ela, hijo de Basa, y reinó 
dos años. 9 Conspiró contra él Zimri, 
su siervo, jefe (le la mitad de los 
carros. Estaba Ela en Tirsa, comiendo 
y embriagándose en casa de Arsa, su 
mayordomo en Tirsa; 10 y entró 
Zimri y le hirió, matándole, el año 
veintisiete de Asa, rey de Judá, y 
reinó en su lugar. 11 Hecho rey, una 
vez que se sentó sobre el trono, 12 des¬ 
truyó a toda la casa de Basa, sin 
dejar que escapara nadie de cuantos 
le pertenecían, ni pariente ni amigo. 
Destruyó Zimri toda la casa de Basa, 
según la palabra que Yave había 
dicho contra Basa, por medio de Jehú, 
profeta, 13 por todos los pecados que 
Basa y Ela, su hijo, habían cometido 
y habían hecho cometer a Israel, irri- 
tando con sus ídolos a Yave, Dios 
de Israel. 

14 El resto de los hechos de Ela, 
cuanto hizo, ¿no está escrito en el 





REYES I, 17 


353 


libro de lns crónicas de los reyes de 
Israel? 

15 El año veintisiete de Asa, rey 
de Judá, reinó siete días Zimri en 
Tirso. 16 Estaba el pueblo acampado 
contra Guibetón, que pertenecía a 
los filisteos, y supo la noticia: «Zimri 
lia conspirado contra el rey, y aun 
le ha dado muerte»; y aquel mismo 
día todo Israel alzó en el campamento 
por rey a Omri, jefe del ejército. 

17 Omri, y con él todo Israel, subieron 
de Guibetón, y pusieron cerco a Tirso. 

18 Cuando Zimri vió que era tomado 
lo ciudad, se metió en el palacio real, 
y puso fuego a lo casa con él dentro, 
y así murió, 19 por los pecados que él 
había cometido, haciendo lo nudo a 
los ojos de Yovc, V marchando por el 
camino de Jeroboam, y dándose a 
los pecados que Jeroboam había co¬ 
metido, para hacer pecar o Israel. 

20 El resto de los hechos de Zimri, 
la conspiración que tramó, ¿no está 
escrito en el libro de las crónicas de 
los reyes de Israel? 

21 Entonces el pueblo de Israel se 
dividió en dos partidos; una mitad 
del pueblo quería hacer rey a Tibni, 
hijo de Giiinnt, v la otra mitad es¬ 
taba por Omri. 22 Los partidarios de 
Omri vencieron a los partidarios de 
Tibni, hijo de Guinat, y Tibni fué 
muerlo, y reinó Omri. 

23 El año treinta y uno de Asa, 
rey de Judó, comenzó a reinar Omri 
sobre Israel, y reinódoce años. Reinó 
en Tirsa seis años; 24 luego compró 
a Semer la montaña de Samaría, por 
dos talentos de plata, y edificó sobre 
la montaña, dando a la ciudad que 
edificó el nombre de Samaría, del 
monte de Semer, el dueño del mon¬ 
te (1). 25 Omri hizo el mal a los 
ojos de Ya ve, y obró todavía peor 
que los que le habían precedido. 
26 Marchó por todos los caminos de 
Jeroboam, hijo de Nabat, y se dió a 
todos los pecados que Jeroboam había 
hecho cometer a Israel, irritando con 
sus ídolos a Yave, Dios de Israel. 

27 El resto de los hechos de Omri, 


Omri es uno de los principales reyes de 
Israel, hasta el punto de que, en los monumen¬ 
tos asirios, Israel es generalmen'e llamado 
Bet Omri = la casa de Omri. La edificación 
de Samaría es igualmente un suceso importan¬ 
tísimo en la historia de Israel, que con ello 
tiene ya su capital qu? # oponer a la del reino 
de Judá. La elección del lugar, por su centra- 
lidad y su natural fortaleza, es muestra del 
buen ojo politicona i litar de Omri. 


cuanto hizo, sus hazañas, ¿no está 
escrito en el libro de las crónicas de 
los reyes de Israel? 28 Se durmió 
Omri con sus padres, y fué sepultado 
en Samaría. Le sucedió Ajab, su hijo. 


Reinado de Ajab en Israel. 

29 Ajab, hijo de Omri, comenzó a 
reinar en Israel el año treinta y 
ocho de Asa, rey de Judá, 30 y reinó 
sobre Israel en Satnaria veintidós 
años. 

Ajab, hijo de Omri, hizo el mal a 
los ojos de Yave, más que todos 
cuantos le habían precedido; 31 y 
como si fuese todavía poco para él 
darse a los pecados de Jeroboam, 
hijo de Nabat, tomó por mujer a 
Jezabel, hija de Etbal, rev de Sillón, 
y se fué tras Baúl, le sirvió y se pros¬ 
ternó ante él. 32 Alzó a Baúl un altar 
en la casa de Baal que edificó en 
Samaría, 33 hízosc además un ascra, 
haciendo más que cuantos reves le 
precedieron para provocar la ira de 
Yave, Dios de Tsrnel (1). 

34 En su tiempo, Jiel, de Betel, 
reedificó a Jericó; echó los funda¬ 
mentos, al precio de su primogénito, 
Abiram: y puso las pnerlas, al precio 
de Segub, sil hijo menor, según la 
palabra que Yave había dicho por 
medio de Josué, hijo de Nun. 

El profeta Elias. 

17 1 Elias, tesbita, habitante en 

Calad, dijo a Ajab: «Vive Yave, 
Dios de Israel, a quien sirvo, que no 
habrá en estos años ni rocío ni lluvia, 
sino por mi palabra.» 2 Y dirigió Yave 
a Elias su palabra, diciendo: 3 «Pár¬ 
tete de aquí, vete hacia el oriente, 
y escóndete junto al torrente de Quc- 
rit, que está frente al Jordán. 4 Be¬ 
berás el agua del torrente, y yo man¬ 
dare a los cuervos que te den de 
comer allí.» 5 * Hizo según la palabra 
de Yave, y fué a asentarse junto al 
tórrenle de Querit, que está frente 
al Jordán. 8 Los cuervos le llevaban 
por la mañana pan y carne, y pan y 
carne por la tarde, y bebía del agua 


(i) Con Ajab se da en Israel una nueva y 

protunda invasión de la religión cananea, favo¬ 

recida por la reina Jezabel, sidonia. Para com¬ 

batirla manda Dios a Elias, que con razón es 

considerado como el principe de los profetas 

que se oponen a la corrupción idolátrica. 


2? 









1 


REYES í, 18 


del torrente; 7 pero al cabo de cierto < 
tiempo se secó el torrente, pues no 
había caído lluvia alguna sobre la 
tierra. 

8 Entonces le dirigió Yave su pala¬ 
bra, diciendo: 9 «Levántate y vete a 
Sarepta, que pertenece a Sidón, y 
mora allí. Yo he dado orden a una 
mujer viuda para que te mantenga 
allí.» 10 Levantóse y fuese a Sarepta. 
Al llegar a la entrada de la ciudad, 
vi ó a una mujer viuda, que recogía 
leña; la llamó, y le dijo: «Vete a 
buscarme, por favor, un poco de 
agua en un vaso para que beba»; 11 y 
ella fué a buscarla. Llamóla de nuevo 
cuando iba a traérselo, y le dijo: 
«Trácme también, por favor, un bo¬ 
cado de pan»; 12 pero ella le contestó: 
«Vive Yave, tu Dios, que no tengo 
nada de pan cocido, y que no me 
queda más que un puñado de harina 
en la tinaja, y un poco de aceite en 
la vasija; precisamente estaba ahora 
cogiendo unos trozos de leña, para 
ir a preparar esto para mí y para mi 
hijo; lo comeremos, y después nos 
dejaremos morir.» 13 El le dijo: «No 
temas, ve y haz lo que has dicho, 
pero prepárame para mí antes una 
tortita, y trácmcla, y luego ya harás 
para ti y para tu hijo; 14 pues he aquí 

10 que dice Yave: Ño faltará la hari¬ 
na que tienes en la tinaja, ni dismi¬ 
nuirá el aceite en la vasija, hasta el 
día en que Yave haga caer la lluvia 
sobre la haz de la tierra.» 15 Fué ella, 
e hizo lo que le había dicho Elias, y 
durante mucho tiempo tuvieron que 
comer, ella y su familia y Elias, 16 sin 
que faltase la harina de la tinaja, ni 
disminuyese el aceite de la vasija, 
según lo que había dicho Yave por 
Elias. 

17 Después de esto enfermó el hijo 
de la mujer, dueña de la casa; y su 
enfermedad era tan violenta, que 
no podía resollar. 18 La mujer dijo 
entonces a Elias: «¿Qué hay cutre ti 
y mí, hombre de Dios? ¿Has venido 
por ventura a mf casa para traer a 
memoria mis pecados y hacer morir 
a mi hijo?» 19 El le respondió: «Dame 
acá tu hijo.» El le tomó del regazo 
de su madre, le subió a la habitación 
donde el dormía, y le puso en su cama, 
20 e invocó a Yave, diciendo: «¡Oh 
Yave, mi Diosl ¿Vas a afligir a la 
viuda que en su casa me ha recibido 
como huésped, matando a su hijo?» 

11 Tendióse tres veces sobre el niño, 
invocando a Yave, y diciendo: «¡Yave, 


Dios míol Que vuelva, te ruego, el 
alma de este niño a entrar en él.» 

22 Yave oyó la voz de Elias, y volvió 
dentro del niño su alma, y revivió. 

23 Tomó entonces al niño.Elias, bajó 
y entrególo a su madre diciendo: 
«Mira, tu hijo vive.» 24 La mujer dijo 
a Elias: «Ahora conozco que eres 
hombre de Dios, y que es verdad en 
tu boca la palabra de Yave.» 


Elias y los profetas de Baal. 

JO 1 Pasado mucho tiempo, al ter- 
4 cer año, dirigió Yave su palabra 
a Elias, diciendo: «Ve, preséntate a 
Ajab, que voy a hacer que caiga la 
lluvia sobre la haz de la tierra.» 

2 Fué, pues, Elias, para presentarse 
ante Ajab. 

El hambre era grande en Samaría, 

3 y Ajab mandó a llamar a Abdías, su 
mayordomo. Abdías era muy teme¬ 
roso de Yave; 4 y cuando Jczabcl 
exterminaba a los profetas de Yave, 
escondió a cien profetas, de cincuenta 
en cincuenta, por cincuenta días en 
cavernas, proveyéndoles de pan y de 
agua. 6 Ajab dijo a Abdías: «Vete 
por la tierra a todas las fuentes de 
agua y a todos los torrentes, a ver 
si por allí hay alguna hierba para que 
podamos conservar con vida a los ca¬ 
ballos y mulos, y no nos quedemos 
sin ganado.» 6 Dividiéronse, pues, la 
tierra para recorrerla, y Ajab se fué 
solo por un camino, y Abdías se fué 
solo por otro camino. 

7 Cuando iba Abdías por su ca¬ 
mino, encontróse con Elias, y como 
le reconoció, echóse sobre el rostro, 
diciendo: «¿Eres tú, mi señor, Elias?» 

8 El le respondió: «Sí, yo soy; vete a 
decir a tu señor: Ahí está Elias.» 

9 Y Abdías le contestó: «¿Qué pecado 
he cometido yo, para que tú me en¬ 
tregues en manos de Ajab, que segu¬ 
ramente me hará morir? 10 Vive Yave, 
tu Dios, que no hay nación ni reino 
a donde no haya mandado mi amo 
a buscarte; cuando venían dieiéndole 
que no estabas allí, hacía jurar al 

I reino y a la nación que no te habían 
hallado. 11 ¿Y ahora tú me dices: 
Ve a decir a tu amo, ahí está Elias? 
12 Además, en cuanto yo te deje, el 
, espíritu de \ r avc te llevará yo no sé 
dónde, y cuando vaya a informar a 
Ajab, éí no te hallará y me matará. 
Sin embargo, tu siervo teme a Yave 
desde su juventud. 13 ¿No le han dicho 





REYES L, 18 


36Ó 


a mi señor lo que yo hice cuando 
Jezahel mataba a los profetas de 
Yave? Yo oculté a cien profetas de 
Ya ve, de cincuenta en cincuenta, en 
cavernas, y los proveí de pan y de 
agua. 14 Y ahora me mandas: Ve a 
decir a tu amo, ahí está Elias. Me 
matará.» 

15 Pero Elias le dijo: «Vive Yave 
Sebaot, a quien sirvo, que hoy mismo 
me presentaré yo delante de Ajab.» 
16 Abdías, yendo al encuentro de 
Ajab, le informó, y Ajab se volvió 
para ir al encuentro de Elias. 17 Ape¬ 
nas le vi ó Ajab, le dijo: «¿Eres 
tú, ruina de Israel?» 18 Y Elias le 
respondió: «No soy yo la ruina de 
Israel, sino tú y la casa de tu padre, 
apartándoos de los mandamientos de 
Yave y yéndoos tras los Baales. 

19 Anda, convoca a todo Israel al 
monte Carmel, y a los cuatrocientos 
cincuenta profetas de Baal, y a los 
cuatrocientos profetas del asera , 
que comen de la mesa de Jezabel.» 

20 Convocó, pues, Ajab a todos los 
hijos de Israel y a todos los profetas 
al monte Carmel; 21 y acercándose 
Ellas a todo el pueblo, le dijo: «¿Hasta 
cuándo habéis de estar vosotros clau¬ 
dicando de un lado y de otro? Si 
Yave es Dios, seguidle a él; y si lo 
es Baal, id tras él.» El pueblo no 
respondió nada. 

22 Volvió a decir Elias al pueblo: 
«Sólo quedo yo de los profetas de 
Yave, mientras que hay cuatrocien¬ 
tos cincuenta profetas de Baal. 23 Que 
traigan bueyes, para que escojan ellos 
uno, lo corten en pedazos y lo pongan 
sobre la leña, pero sin poner fuego 
debajo; yo prepararé otro sobre la 
leña, sin poner fuego debajo. 24 Des¬ 
pués, invocad vosotros el nombre de 
vuestros dioses, y yo invocaré el 
nombre de Yave. El Dios que res¬ 
pondiere con el fuego, ése sea Dios»; 
y todo el pueblo respondió: «Está 
muy bien.» 

25 Entonces dijo Elias a los profetas 
de Baal: «Escogeos el buey, y haced 
vosotros primero, pues que sois los 
más, e invocad el nombre de vues¬ 
tros dioses, pero sin poner fuego 
debajo.» 26 Tomaron ellos el buey 
que les entregaron, aprestáronlo, y> 
estuvieron invocando el nombre de 
Baal, desde la mañana hasta el me¬ 
diodía, diciendo: «Baal, respóndenos.» 
Pero no había voz, ni quien respon¬ 
diese, mientras estaban ellos saltando 
en torno del altar que habían hecho. 


27 Al mediodía burlábase de ellos 
Elias, diciendo: «Gritad bien fuerte; 
dios es, pero quizá está entretenido 
conversando, o tiene algún negocio, 
o está de viaje. Acaso esté dormido, 
y así le despertaréis.» 28 Ellos daban 
voces y más voces, y se sajaban con 
cuchillos y lancetas, según su cos¬ 
tumbre, hasta chorrear la sangre 
sobre ellos. 29 Pasado el mediodía, 
siguieron enfurecidos hasta la hora 
en que suele hacerse la ofrenda de la 
tarde; pero no hubo voz, ni quien 
escuchase ni respondiese. 

30 Entonces dijo Elias a todo el 
pueblo: «Acercaos.» Y todo el pueblo 
se acercó a él. Preparó el altar de 
Yave, que estaba en ruinas; 31 y 
tomando Elias doce piedras, según 
I el número de las tribus de los hijos 
de Jacob, a quien había dicho Yave: 
«Israel será tu nombre», 32 alzó con 
ellas un altar al nombre de Yave. 
Hizo en derredor una zanja, tan 
grande como la superficie en que 
I se siembran dos atos de simiente; 

33 compuso la leña, cortó el buey en 
| pedazos y púsolo sobre la leña. 

34 Dijo luego: «Llenad de agua cuatro 
cántaros, y echadla sobre el holo- 

! causto y sobre la leña.» Después 
| dijo: «Haced lo mismo otra vez.» 

| Otra vez lo hicieron. Dijo aún: «Ha¬ 
cedlo por tercera vez». Y por tercera 
vez lo hicieron. 35 Corría el agua 
todo en derredor del altar, y había 
llenado el agua también la zanja. 
36 Cuando llegó la hora de ofrecerse 
el holocausto, llegóse el profeta Elias, 
y dijo: «Yave, Dios de Abraham, de 
, Isac y de Israel: Que se sepa hoy que 
tú eres Dios de Israel, y que yo soy 
tu siervo, que todo esto hago por 
mandato tuyo. 37 Respóndeme, Yave, 
respóndeme, para que todo este pue- 
I blo conozca que tú, joh Yave!, eres 
Dios, y que tú conviertes a ti su 
i corazón.» 38 Bajó entonces fuego de 
Yave, que consumió el holocausto 
| y la leña, las piedras y el polvo, y 
aun lamió las aguas que había en la 
zanja. 39 Viendo esto el pueblo, caye¬ 
ron todos sobre sus rostros, y dije¬ 
ron: «¡Yave es Dios, Yave es Dios!» 

I 40 Y díjoles Elias: «Coged a los pro¬ 
fetas de Baal, sin dejar que escape 
ninguno.» Cogiéronlos ellos, y llevó¬ 
los Elias al torrente Cisón, donde 
los degolló. 

41 Entonces dijo Elias a Ajab: 

I «Sube a comer y a beber, porque ya 
•se oye gran ruido de lluvia.» 42 ‘Y 








¿5b 


REYES 1, 19 


subió Ajab a comer y a beber. Elias 
subió a la cumbre del Carmel y se 
postró en tierra, poniendo el rostro 
entre las rodillas; 43 y dijo a su siervo: 
«Sube y mira hacia el mar.» Subió 
61, miró y dijo: «No se ve nada.» 
Elias le dijo: «Vuelve a hacerlo 
siete veces.» 44 Y a la sétima vez 
dijo el siervo: «Veo una nubccilla, 
como la palma de la mano de un 
hombre, que sube del mar.» El 1c 
dijo: «Ve y dile a Ajab: «Unce, y 
baja, no te lo impida luego la lluvia.» 

45 Y en esto se cubrió el cielo de nu¬ 
bes, sopló el viento, y cavó gran lluvia. 

Subió Ajab y vino a Jezracl. 

46 Eué sobre Elias la mano de Yave, 
que ciñó sus lomos, y vino corriendo 
a Jezracl delante de Ajab. 

Va Elias a Horel), huyendo de 
♦lezabel. 

| q 1 Ajab hizo saber a Jczabcl lo 
■ ' que había hecho Elias, y cómo 
había pasado a cuchillo a todos los 
pi olet as; 2 y. Jezabel mandó a Elias 
un mensajero, para decirle: «Así me 
hagan los dioses y asi me añadan, 
si mañana a estas horas no estás 
tú como uno de ellos.» 3 Huyó, pues, 
Elias, para salvar su vida, y llegó a 
Berscba, que está en Judá; y dejando 
allí a su siervo, 4 * siguió él por el 
desierto un dia de camino, y sentóse 
bajo una mata de retama: deseó 
morirse, y dijo: «jBasta, Yavel Lleva 
ya mi alma, que no soy mejor que 
mis padres.» s Y echándose bajo la 
planta de retama, se quedó dormido.» 
Y lie aquí que un ángel le tocó, di- 
ciéndole: «Levántate y come.» 0 Miró 
él, y vio a su cabecera una torta cocida 
y una vasija de agua. Comió y bebió, 
y luego volvió a acostarse; 7 pero el 
ángel de Yave vino por segunda vez, 
y 1c tocó, diciendo: «Levántate y 
come, porque te queda todavía mu¬ 
cho camino.» 

8 Levantóse, pues, comió y bebió, 
y anduvo con la fuerza de aquella 
comida cuarenta días y cuarenta 
noches, hasta el monte de Dios, 
Horeh. 9 Allí metióse en una cueva, 
donde pasó la noche, y le dirigió 
Yave su palabra, diciendo: «¿Qué 
haces aquí, Elias?» 10 El respondió: 
«He sentido vivo celo por Yave Sc- 
baot; porque los hijos de Israel han 
roto tu alianza, han derribado tus 
altares, y han pasado a cuchillo a 
tus profetas, de los que sólo he que¬ 


dado yo, y me están buscando para 
quitarme la vida.» 11 Díjole Yave: 
«Sal afuera y ponte en el monte ante 
Yave.» Y he aquí que pasó Yave, y 
delante de él un viento fuerte y pode¬ 
roso que rompía los montes y que¬ 
braba las peñas; pero no estaba Yave 
en el viento. Y vino tras el viento un 
terremoto; pero no estaba Yave en 
el terremoto. 12 Vino tras el terremoto 
un fuego, pero no estaba \ r ave en 
el fuego. Tras el fuego vino un ligero 

blando susurro. 13 Cuando lo oyó 

lías, cubrióse el rostro con su manto, 
y saliendo, se puso en pie a la entrada 
de la caverna, y oyó una voz que le 
dirigía estas palabras: «¿Qué haces 
aqui, Elias?» 14 Y él respondió: «He 
sentido vivo celo por Yave Sebaot, 
poique los hijos de Israel han roto 
tu alianza, lian derribado tus altares 
y han pasado a cuchillo a tus pro¬ 
fetas, de los que sólo quedo yo, y me 
buscan para quitarme la vida.» 

15 Dijole entonces Yave: «Vete, 
vuélvete por tu camino, por el de¬ 
sierto de Damasco; y cuando llegues, 
unge a Jazael por rey de Siria, 16 y 
a Jclui, hijo de Ninisi, le unges por 
rey de Israel. A Elíseo, hijo de Salat, 
de Abclmeula, le ungirás, para que 
sea profeta en lugar tuyo. 17 Al que 
escapare de la espada de Jczucl, le 
matará Jclui; y al que escapare de 
la espada de Jclui, le matará Elíseo. 
18 Voy a dejar con vida en Israel a 
siete mil, cuyas rodillas no se han 
doblado ante Baal, y cuyos labios no 
le han besado.» 

19 Partió de allí y halló a Elíseo, 
hijo de Safat, que estaba arando 
con doce yuntas, una de las cuales 
era la suya; y pasando Elias junto 
a él, echóle su manto (1); 20 y él, 
dejando los bueyes, se vino corriendo 
tras Elias y le dijo: «Déjame ir a 
abrazar a mi padre y a mi madre, 
y te seguiré.» Elias le respondió: «Ve, 
y vuelve, pues ya ves lo que lie hecho 
contigo.» 21 Alejóse de Elias, y cuando 
volvió cogió un par de bueyes, y los 
ofreció en sacrificio; con el yugo y 
el arado de los bueyes coció la carne, 
c invitó a comer al pueblo; y levan¬ 
tándose, siguió a Elias y se puso a 
su servicio. 


(i) Como la invasión religiosa del culto 

de Baal se prolongaba. Ellas elige y se prepara 

un sucesor, que continuará su lucha contra 

ella, mediante prodigios y milagros que carac¬ 

terizan la misión de estos dos profetas 






REYES I. 20 


357 


Victorias de Ajab sobre lleiiadad, 
i*ey de Siria. 

¿)A 1 Bcn Adad, rey de Siria, re- 
—" unió todo su ejército. Tenía 
consigo treinta y dos reyes vasallos, 
caballos y carros. Subió y puso 
sitio a Samaría, 2 y mandó a la ciudad 
mensajeros, que dijesen a Ajab, rey 
de Israel: 3 «Así habla Ben Adad: 
Tu plata y tu oro son míos, mías 
tus mujeres y los más hermosos de 
tus hijos.» 4 El rey de Israel respondió: 
«Rey, mi señor, yo soy tuyo, y tuyo 
es, como tú dices, todo lo que yo 
tengo.» 6 Volvieron los mensajeros, 
y dijeron: «Así habla Ben Adad: 
Yo te he mandado a decir: Entré¬ 
game tu plata y tu oro, tus mujeres 
y tus hijos. 6 Mañana, pues, a estas 
horas, yo mandaré a ti mis servi¬ 
dores, para que pongan su mano 
sobre cuanto de precioso tienes, y 
me lo traigan.» 

7 El rey de Israel convocó a todos 
los ancianos de Israel, y les dijo: 
«Oíd bien, y entended que este hom¬ 
bre nos quiere mal; porque él me ha 
pedido mis mujeres y mis hijos, mi 
plata y mi oro, y yo no se los he 
rehusado.» 8 Todos los ancianos del 
pueblo dijeron a Acab: «No le oigas y 
niégate a ello.» 9 Y él les dijo a 
los mensajeros de Bcn Adad: «Decid 
a vuestro señor, el rey: Y r o haré 
todo lo que has mandado a decir 
a tu siervo la primera vez, pero 
esto otro no puedo hacerlo.» Los 
mensajeros se fueron, y le llevaron 
la respuesta. 10 Ben Adad mandó 
a decir a Ajab: «Que esto me hagan 
los dioses y esto me añadan, si el 
polvo de Samaría basta para llenar 
el hueco de la mano del pueblo todo 
que me sigue.» 11 Y el rey de Israel, 
respondió: «Decidle que no ha de 
alabarse el que se ciñe, como el que 
se desciñe.» 12 Cuando Ben Adad 
recibió esta respuesta, estaba be¬ 
biendo en su tienda con los reyes 
vasallos, y dijo a sus servidores: 
«Preparaos.» E hicieron sus prepa¬ 
rativos contra la ciudad. 

13 Acercóse a Ajab, rey de Israel, 
un profeta, y le dijo: «Así habla \"ave, 
Dios de Israel: ¿Ves toda esa mu¬ 
chedumbre? Voy a entregarla en 
tus manos, y así sabrás que yo soy 
Yave.» 14 Ajab preguntó: «¿Por mano 
de quién?» Y él respondió: «Así dice 
Yave: Por mano de los- servidores de 
los jefes de provincia.» Ajab pre¬ 


guntó más: «¿Quién comenzará el 
combate?» Y él respondió: «Tú mis¬ 
mo.» 16 Entonces Ajab revistó a 
los servidores de los jefes de pro¬ 
vincia, en todo doscientos treinta 
y dos. Luego revistó a todo el pueblo, 
a todos los hijos de Israel, que fueron 
siete mil. 

18 Hicieron una salida al mediodía, 
mientras Ben Adad estaba bebiendo 
y embriagándose en las tiendas con 
los treinta y dos vasallos, sus auxi¬ 
liares. 17 Salieron los primeros los 
servidores de los jefes de provincia. 
Ben Adad fué informado, y le dije¬ 
ron: «Los de Samaría han hecho una 
salida.» 18 Y él respondió: «Si han 
salido de paz, traédmelos vivos, y si 
han salido en guerra, traédmelos 
vivos.» 

49 Una vez que los servidores de 
los jefes de provincia salieron de la 
ciudad, 20 cada uno de ellos mató 
a su hombre, y los sirios emprendie¬ 
ron la fuga. Israel los persiguió. 
Ben Adad, rey de Siria, se salvó 
en un caballo con algunos de la 
caballería. 21 El rey de Israel salió 
y destrozó a la caballería y a los 
carros, haciendo en los sirios gran 
estrago. 

22 Entonces se acercó al rey de 
Israel el profeta, y le dijo: «Ve y 
fortifícate, y mira lo que debes hacer, 
porque el rey de Siria volverá contra 
ti ; a la vuelta del año.» 23 Los servi¬ 
dores del rey de Siria dijeron a éste: 
«Su dios es un dios de monte, por eso 
nos han vencido; pero si peleamos 
con ellos en el llano los venceremos. 
24 Haz, pues, así: Quita a los reyes 
auxiliares sus mandos, y pon jefes 
en lugar de ellos, 25 y hazte un ejér¬ 
cito semejante al que has perdido, 
con otros tantos caballos y otros tan¬ 
tos carros. Después daremos la batalla 
en el llano, y se verá si no los ven¬ 
cemos.» El rey les dió oídos, e hizo 
así. 26 Pasado el año, Ben Adad 
reunió a los sirios y vino a Afee, a 
dar la batalla a Israel. 27 Reunié¬ 
ronse también los hijos de Israel, y 
aprovisionándose, saliéronles al en¬ 
cuentro. Asentaron su campo frente 
a ellos, como dos rebañitos de cabras, 
mientras que los sirios llenaban la 
tierra. 

28 Un hombre de Dios se acercó 
al rey de Israel, y le dijo: «Así habla 
Yave: Porque los sirios han dicho: 
Yave es un dios de monte, y no de 
llano, entregaré en tus manos toda 







REYES I, 21 


o.)6 


esa muchedumbre, y así sabréis que 
yo soy Yave.» 29 Siete días estuvieron 
acampando los unos frente a los 
otros. El séptimo día se trabó el 
combate; y los hijos de Israel hicie¬ 
ron a los sirios cien mil muertos de 
la infantería, en un día. 30 El resto 
huyó a la ciudad de Afee, y las mura¬ 
llas se les caían encima a los veinti¬ 
siete mil hombres que quedaban. 

También Ben Adad se refugió en 
la ciudad, y andaba de cámara en 
cámara. 31 Sus servidores le dijeron: 
«Nosotros hemos oído que los reyes 
de la casa de Israel son reyes mise¬ 
ricordiosos; vamos a vestirnos sacos 
sobre nuestros lomos, y a ponernos 
sogas al cuello, y a ir así al rey de 
Israel, a ver si te deja la vida.» 
32 Vistiéronse sacos sobre los lomos, 
y pusiéronse sogas al cuello, y se 
fueron al rey de Israel, y le dijeron: 
Tu siervo Ben Adad dice: «Déjame 
la vida.» Ajab respondió: «¿Vive to¬ 
davía? Es mi hermano.» 33 Tuvieron 
esto los hombres por.buen agüero, y se 
apresuraron a tomarle por la palabra, 
diciendo: «Ben Adad es tu hermano.» 
Y él dijo: «Id, y traédmelo.» Vino* 
a él Ben Adad, y Ajab le hizo subir 
a su carro. 34 Ben Adad le dijo: 
«Yo te devolveré las ciudades que 
mi padre tomó al tuyo, y tendrás 
en Damasco calles para ti, como las 
tuvo mi padre cu Samaría.» Y yo, 
repuso Ajab, te dejaré ir libre, hecha 
esta alianza.» Hizo, pues, alianza 
con él, y le dejó ir. 

35 Uno de los profetas dijo a un su 
compañero, por mandato de Yave: 
«Hiéreme, te lo ruego»; pero éste 
se negó a herirle. 36 Entonces le dijo 
el otro: «Por no haber obedecido la 
voz de Yave, en cuanto me dejes, 
te herirá un león»; y cuando se alejó, 
encontróse con un león, que le hirió. 

37 Encontró el otro a otro hombre, 
y le dijo: «Hiéreme, te lo ruego»; 
y éste le dió un golpe, y le hirió. 

38 Fué a ponerse el profeta en el 
camino del rey, y se disfrazó, cu¬ 
briéndose el rostro con un velo. 
3 ‘ Cuando pasaba el rey, le gritó di¬ 
ciendo: «Tu siervo estaba entre las 
tropas, y apartándose uno, me en¬ 
tregó a un hombre, diciendo: Guarda 
a este hombre. Si llega a faltar res¬ 
ponderás de su vida con la tuya, 
o con un talento de plata. 40 Mien¬ 
tras tu siervo andaba de una parte 
para otra, el hombre desapareció.» 
El rey de Israel le dijo: «Tú mismo 


¡ te juzgas, ésa es tu sentencia.» 41 Qui- 
i tóse entonces el profeta el velo de 
sobre los ojos, y vió el rey que era 
un profeta. 42 Éste le dijo entonces: 
«Así dice Yave: Por haber dejado 
ir de tus manos al que yo había 
dado al anatema, tu vida responderá 
de la suya, y tu pueblo de su pueblo.» 
43 Fuése el rey para su casa, triste 
e irritado, y llegó a Samaría. 


1.a viña de IVabot. 

OI 1 Después de esto, Nabot, de 
^ 1 Jczrael, tenía en Jezrael una 
viña, junto al palacio de Ajab, rey de 
Samaría; 2 y Ajab dijo a Nabot: 
«Cédeme tu viña, para hacer un 
huerto para legumbres, pues está 
muy cerca de mi casa. Yo te daré 
otra viña mejor, y si esto no te con¬ 
viene, te daré en dinero su valor.» 
3 Pero Nabot le respondió: «Guár¬ 
deme Yave de cederte la heredad 
de mis padres.» 4 Volvióse Ajab a 
su casa, entristecido c irritado por 
la respuesta que le había dado Nabot 
de .Tczrael: «No te cederé la heredad 
de mis padres.» Acostóse en su lecho, 
vuelto el rostro, y lio quiso comer. 
Jczabcl, su mujer, vino a él y le dijo: 
«¿Por qué estás triste y no quieres 
comer?» 6 El le respondió: «He ha¬ 
blado a Nabot, de Jezrael, y le he 
dicho: «Cédeme tu viña en venta, 
y si no quieres, yo te daré otra viña 
en su lugar. Pero él me ha contes¬ 
tado: No te daré mi viña.» 7 Enton¬ 
ces Jezabel, su mujer, le dijo: «¿Y 
eres tú el rey de Israel? Levántate, 
come, y que se alegre tu corazón. 
Yo te haré con la viña de Nabot 
de Jezrael.» 

8 Escribió ella unas cartas en nom¬ 
bre de Ajab, sellólas con el sello de 
éste, y se las mandó a los ancianos 
y a los magistrados que habitaban 
con Nabot en su ciudad. 9 He aquí 
lo que escribió en las cartas: «Pro¬ 
mulgad un ayuno, y traed a Nabot 
delante del pueblo, 10 y poned ante él 
a dos malvados que depongan contra 
él, diciendo: Tú has maldecido a Dios 
y al rey; y sacadle luego y lapidadle 
hasta que muera.» 

11 Las gentes de la ciudad de Nabot, 
ancianos y magistrados que habita¬ 
ban en la ciudad, hicieron como Jeza¬ 
bel les decía, según las cartas que les 
mandó. 12 Promulgaron un ayuno, 
trajeron a Nabot ante el pueblo, 







REYES I, 22 


359 


13 y dos malvados vinieron a ponerse 
ante él, y depusieron así contra Nabot 
delante del pueblo: «Nabot ha mal¬ 
decido a Dios y al rey.» Luego le 
sacaron fuera de la ciudad y le lapi¬ 
daron, y murió. 14 Mandaron a decir 
a Jezabel: «Nabot ha sido lapidado 
y muerto.» 15 Cuando Jezabel supo 
que Nabot había sido lapidado y 
muerto, dijo a Ajab: «Levántate, 
y ve a posesionarte de la viña de 
Nabot de Jezrael, que se negó a 
cedértela por su precio, porque Nabot 
no vive ya, ha muerto.» 16 Ajab, al 
oír que Nabot había muerto, se 
levantó para bajar a la viña de Nabot 
de Jezrael y tomar posesión de ella. 

17 Entonces fué la palabra de Yave 
a Elias, tesbita, diciendo: 18 «Leván¬ 
tate, y baja ante Ajab, rey de Israel, 
a Samaría. Está en la viña de Nabot, 
a donde ha bajado para posesionarse 
de ella. 19 Dile: Así habla Yave: 
¿No eres tú un asesino y un ladrón? 
Y le dirás: Así habla Yave: En el 
lugar mismo donde han lamido los 
perros la sangre de Nabot, lamerán 
los perros tu propia sangre.» 20 Ajab 
dijo a Elias: «¿Me has hallado, ene¬ 
migo mío?>i Y Elias le respondió: 
«Te he hallado. Porque tú te has 
vendido para hacer el mal a los ojos 
de Yave, 21 yo haré venir el mal 
sobre ti, yo te barreré, yo extermi¬ 
naré a cuantos pertenecen a Ajab, 
esclavo y libre en Israel, 22 y haré 
tu casa semejante a la de Jeroboam, 
hijo de Nabat, y a la casa de Basa, 
hijo de Ajiya, porque tú me has pro¬ 
vocado, y has hecho pecar a Israel. 
23 Así habla Yave de Jezabeel: Los 
perros comerán a Jezabeel cerca del 
muro de Jezrael. 24 El que de la casa 
de Ajab muera en la ciudad, será 
comido por los perros, y el que muera 
en el campo, será comido por las 
aves del cielo.» 

25 Nadie hubo que como Ajab se 
vendiera para hacer el mal a los 
ojos de Yave. Jezabel, su mujer, 
le incitaba a ello. 26 Obró de manera 
enteramente abominable, yéndose tras 
los ídolos, como lo hacían los amo- 
rreos, que arrojó Yave de delante 
de los hijos de Israel. 

27 Cuando hubo oído Ajab las 
palabras de Elias, rasgó sus vesti¬ 
duras, se vistió de saco y ayunó; 
dormía con saco y caminaba humi¬ 
llado; 28 y Yave dirigió a Elias, tes- 
bita, su palabra, diciendo: 29 «¿Has 
visto cómo se humilla Ajab ante mí? 


Porque se ha humillado ante mí, yo 
no haré venir el mal durante su vida: 
durante la vida de su hijo haré yo 
venir el mal sobre su casa.» 


Alianza de Ajab con Josaíal. 

Otf) 1 Tres años pasaron, sin que hu- 
biera guerra entre Siria e Israel. 
2 Al tercer año, Josafat, rey de Judá, 
bajó a ver al rey de Israel. 3 El rey 
de Israel dijo a sus servidores: «¿No 
sabéis que Ramot Galad es nuestra? 
Y nosotros nada hacemos para tomár¬ 
sela al rey de Siria.» 4 Y dijo a Josa¬ 
fat: «¿Quiéres venir conmigo, para 
atacar a Ramot Galad?» Josafat res¬ 
pondió al rey de Israel: «Iremos: yo 
como tú, mi pueblo como tu pueblo, 
y mis caballos como tus caballos. * 
5 Luego dijo Josafat al rey de Israel: 
«Consulta, te ruego, la palabra de 
Yave. 

6 El rey de Israel reunió a los pro¬ 
fetas, en número de unos cuatrocien¬ 
tos, y les preguntó: «¿Iré a atacar a 
Ramot Galad, o he de desistir de 
ello?»? Y ellos le respondieron: «Sube, 
que el Señor la entregará en manos 
del rey.» 7 Pero Josafat preguntó: 
«¿No hay aquí ningún profeta de 
Yave, para que podamos consultarle?» 
8 El rey de Israel respondió a Josafat: 
«Queda todavía aquí un hombre, por 
quien podríamos consultar a Yave, 
pero yo le aborrezco, porque no me 
profetiza bien alguno; nunca me pro¬ 
fetiza más que mal; es Miqueas, hijo 
de Jimia»; y Josafat dijo: «No hable 
así el rey.» 9 Entonces el rey de Israel 
llamó a un eunuco, y le dijo: «Trae 
luego a Miqueas, hijo de Jimia.» 

*° Estaban el rey de Israel y Josafat. 
rey de Judá, sentados, cada uno en 
su trono, vestidos de sus reales ves¬ 
tiduras en'la plaza, cerca de la en¬ 
trada de la puerta de Samaría, y 
todos los profetas estaban delante 
de ellos profetizando. 11 Sedecías, 
hijo de Canana, se había hecho unos 
cuernos de hierro, y decía: «Así habla 
Yave: Con estos cuernos heriré yo 
a los sirios, hasta destruirlos»; 12 y 
todos los profetas profetizaban igual¬ 
mente, diciendo: «Sube a Ramot 
Galad y tendrás buen suceso, pues 
Yave la pondrá en manos del rey.' 

13 El mensajero que había ido 
en busca de Miqueas le habló así: 
«Todos los profetas a una voz profe¬ 
tizan el bien al rey: quesea, pues, tu 










REYES I, 22 


UH) 


palabra como la de todos ellos; anun¬ 
cíale el bien.» (i) * * * * * * * * * * * * 14 Pero Miqueas le 
respondió: «Vive Yave, que yo anun¬ 
ciaré lo que Yave me diga.» 16 Lle¬ 
gado al rey, díjole éste: «Miqueas, 
¿iremos a atacar a Ramot Galad, o 
hemos de desistir de ello?» El res¬ 
pondió: «Sube, tendrás buen éxito, 
y Yave la entregará en manos del 
rey.» 16 El rey le dijo entonces: 
«¿Cuántas veces habré de conjurarte 
que no me digas más que la verdad 
en nombre de Yave?» 17 Miqueas res¬ 
pondió: «Yo he visto a todo Israel 
disperso por los montes, como ovejas 
sin pastor, y Yave me ¿ijo: Son 
gentes que no tienen señor, que 'se 
vuelva cada uno en paz a su casa.» 

18 El rey de Israel dijo a Josafat: 
«¿No te lo había dicho yo? No me 
profetiza nada bueno, no me pro¬ 
fetiza más que mal.» 19 Díjole enton¬ 
ces Miqueas: «Oye, pues, la palabra 
de Yave: He visto a Yave sentado 
sobre su trono, y rodeado de todo 
el ejército de los cielos, que estaba 
a su derecha y a su izquierda; 20 y 
Yave decía: ¿Quien inducirá a Ajab, 
para que suba a Ramot Galad, y 
perezca allí? Unos respondieron de 
un modo, otros de otro; 21 pero vino 
un espíritu a presentarse ante Yave, 
V dijo: «Yo, yo le induciré. ¿Cómo?, 
preguntó Yave. 22 Y él respondió: 
Yo iré, y serc espíritu de mentira 
en la boca de todos sus profetas. 
Yave le dijo: Sí, tú le inducirás y 
saldrás con ello. Ve, pues, y haz 
asi. 23 Ahora, pues, he aquí que Yave 
lia puesto el espíritu de mentira en 
boca de todos tus profetas, y ha 
decretado perderte» (1). 

24 Llegóse entonces Sedecías, hijo 
de Cañan, que golpeó a Miqueas en la 
mejilla, diciendo: «¿Por dónde ha 
salido de mí el espíritu de Yave, para 
hablarte a ti?» 25 Y Miqueas respon¬ 
dió; «Ya lo sabrás, el día en que vayas 
«le cámara en cámara, para escon¬ 


(i) Este episodio pone de relieve, además 

de la necesidad que sentían de consultar a Dios 

antes de emprender cualquier empresa, cómo 

eran los prontas falsos de Yave, siempre pron¬ 

tos a lisonjear a los principes y a los pueblos, 

y cómo el verdadero profeta de Dios, que sólo 

contra tantos, lucha, guiado de la verdad, aun 

a riesgo de tener que sufrir la prisión y la 

muerte. Es curiosa la representación que *e 

nos hace del consejo de Dios, en el que hasta 

el espírhu malo toma parte, como en el prólogo 

del libro de Job, Dios, que todo lo tiene en sus 

manos, se vale hasta de los malos para realizar 

us planes de misericordia y justicia. 


derte.» 28 El rey de Israel dijo: 
«Coge a Miqueas, y llévalo a Ammón, 
prefecto de la ciudad, y a Joás, 
hijo del rey, 27 y diles: Así dice el 
rey de Israel: Poned preso a este 
hombre, y mantenedlo con pan escaso 
y agua tasada, hasta que yo vuelva 
en paz.» 28 Y Miqueas respondió: 
«Si tu vuelves en paz, no ha hablado 
Yave por medio de mí.» Y añadió: 
«Vosotros todos, íoh pueblol, oíd.» 

29 Subieron a Ramot Galad el rey 
de Israel y Josafat, rey de Judá. 
El rey de Israel dijo al de Judá: 
«Voy a disfrazarme para ir al combate, 
pero tú vístete tus vestiduras.» 30 El 
rey de Israel se disfrazó, y fué al 
combate. 31 El rey de Siria había 
dado a los treinta y dos jefes de sus 
carros esta orden: «No ataquéis a 
ninguno, ni chico ni grande, sino 
sólo al rey de Israel.» 32 Cuando los 
jefes de los carros vieron a Josafat 
se dijeron: «Seguro que éste es el rey 
de Israel», y todos se dirigieron a el 
para atacarle. Josafat gritó, 33 y 
viendo los jefes de los carros que 
no era el rey de Israel, le dejaron. 
34 Entonces uno disparó su arco al 
azar, e hirió al rey de Israel por entre 
las junturas de la armadura, y el 
rey dijo a su auriga: «Y r uélvete y 
sácame del campo, porque estoy 
herido,» 

35 El combate fué muy encarnizado 
aquel día. El rey estuvo retenido en 
su carro frente a los sirios, y por la 
tarde murió. La sangre de la herida 
corría por dentro de su carro. 38 A 
la puesta del sol, se gritó por todo 
el campo: «Cada uno a su ciudad, 
cada uno a su tierra.» 

37 Así murió el rey, que fué llevado 
a Samaría, y sepultaron al rey en 
Samaría. 38 Cuando lavaron el carro 
en el estanque de Samaría, los perros 
lamieron la sangre de Ajab, y las ra¬ 
meras se bañaron en ella, según la 
palabra que había dicho Yave. 

39 El resto de los hechos de Ajab, 
lo que hizo, la casa de marfil que 
construyó, las ciudades que edificó, 
¿no está escrito en el libro de las 
crónicas de los reyes de Israel? 40 Ajab 
se durmió con sus padres, y le sucedió 
Ocozías, su hijo. 

Josafut, rey «le Juila. Oeozías, 
rey de Israel. 

41 Josafat, hijo de Asa, comenzó 
a reinar en Judá el año cuarto de 






REYES n, 1 


Jbl 


Ajab, rey de Israel. 42 Tenia treinta 
y cinco anos cuando comenzó a reinar, 
y reinó en Jerusalén veinticinco años. 
Su madre se llamaba Azaba, hija 
de Silji. 43 Marchó por todos los cami¬ 
nos de Asa, su padre, sin apartarse, 
haciendo lo que es recto a los ojos 
de Yave. 44 Pero no desaparecieron 
los altos, y el pueblo siguió ofreciendo 
sacrificios y perfumes en ellos. 46 Jo- 
safat estuvo en paz con el rey de 
Israel. 

46 El resto de los hechos de Josa- 
fat, sus gestas y sus guerras, ¿no 
está escrito en el libro de las crónicas 
de los reyes de Judó? 47 Barrió 
también de la tierra el resto de los 
consagrados a la prostitución ido¬ 
látrica, que quedaban del tiempo de 
Asa su padre. 48 No había entonces 
rey en Edom; un gobernador la 
gobernaba. 49 Josafat construyó na¬ 
ves de Tarsis, para ir a Ofir, en busca 


de oro; pero no fueron, porque las 
naves se destrozaron en Asion Ga- 
ber. 60 Entonces Ocozías, hijo de 
Ajab, dijo a Josafat: «¿Quieres que 
que vayan mis servidores con los 
tuyos en las naves?» Pero Josafat 
se negó. 

61 Josafat se durmió con sus padres, 
y fué sepultado con sus padres en 
la ciudad de David, su padre. Le 
sucedió Joram, su hijo. 

62 Ocozías, hijo de Ajab, comenzó 
a reinar sobre Israel en Samaría, 
el año diecisiete de Josafat, rey de 
Judá, y reinó dos años sobre Israel. 
63 Hizo el mal a los ojos de Yave, 
y marchó por los caminos de su 
padre y los de su madre, y por el 
camino de Jeroboam, hijo de Nabal, 
que hizo pecar a Israel. 64 Sirvió a 
Baal y se prosternó ante él, y .pro¬ 
vocó a Yave, Dios de Israel, como 
lo había hecho su padre. 


REYES II 

(Vul. IV. Reg.) 


1 l 2 3 Después de la muerte de Ajab, 
Moab se rebeló contra Israel. 

2 Ocozías se cayó por una ventana 
del piso superior de su casa en 
Samaría, y se hirió; y envió mensa¬ 
jeros, diciendoles: «Id a consultar a 
Baal Zebub, dios de Acarón, para 
saber si curaré de esta enfermedad»; 

3 pero el ángel de Yave dijo a Elias, 

tesbita: «Levántate y sube al en¬ 
cuentro de los mensajeros del rey 
de Samaría, y diles: ¿No hay Dios 

en Israel, para que vayáis a con¬ 
sultar a Baal Zebub, dios de Aca¬ 
rón? 4 * Por eso, así dice Yave: «No 
bajarás del lecho en que has subido, 
pues morirás.» Y Elias se fué. 

6 Volvieron los mensajeros a Oco¬ 
zías, y él les preguntó: «¿Cómo os ha¬ 

béis vuelto?» 6 * Y ellos respondieron: 

«Ha salido a nuestro encuentro un 
hombre, y nos lia dicho: Id, y vol¬ 

veos al rey que os ha mandado, y 

decidle: Así habla Yave: ¿No hay 
Dios en Israel, para que mandes 
tú a' consultar a Baal Zebub, dios 
de Acarón? Por eso, no bajarás tú 
del lecho a que has subido, pues 

morirás.» 


7 Ocozías les preguntó: «¿Qué 
trazas tenía el hombre que ha subido 
a vuestro encuentro, y os ha dicho 
eso?» 8 * Ellos le respondieron: «Era 
un hombre vestido de pieles, y con 
un cinturón de cuero a la cintura.» 
Ocozías dijo: Es Elias, tesbita.» 

9 Mandó contra el un quincuage¬ 
nario con sus cincuenta hombres. 
Subió el jefe a Elias, que estaba sen¬ 
tado en la cumbre de la montaña, y 
le dijo: «Hombre de Dios, el rey dice: 
«Baja.» 10 Elias respondió al jcfeYle 
los cincuenta: «Si soy hombre de 
Dios, que baje fuego del ciclo, y te 
abrase a ti y a tus cincuenta hombres. 
«Y bajó fuego del ciclo, y le devoró 
con sus cincuenta hombres. 11 Oco¬ 
zías mandó contra él a otro quincua¬ 
genario con sus cincuenta hombres. 
El quincuagenario habló a Elias, y 
le dijo: «Hombre de Dios, he aquí 

10 que dice el rey: «Baja en seguida.» 
12 Elias le respondió: «Si soy hombre 
de Dios, que baje fuego del cielo, 
y te devore a ti y a tus cincuenta 
hombres.» Y bajó del cielo fuego 
de Dios que le devoró a él y a sus 
cincuenta hombres. 







REYES II, 2 




13 Mandó de nuevo Ocozías, por 
tercera vez, a un quincuagenario con 
sus cincuenta hombres. Este tercero 
subió, y a su llegada se prosternó 
ante Elias suplicándole, y le dijo: 
«Hombre de Dios, sea preciosa a 
tus ojos mi vida y la vida de mis 
cincuenta hombres. 14 Fuego del 
cielo ha bajado y ha devorado a los 
dos primeros quincuagenarios y a 
sus cincuenta hombres; pero ahora 
sea a tus ojos preciosa mi vida.» 

15 El ángel de Yave dijo a Elias: 
«Baja con él. Nada temas de él.» 
Elias se levantó, y bajó con él, 
para dirigirse al rey; y dijo a éste: 

16 «Así habla Yave: Por haber man¬ 
dado mensajeros para consultar a 
Baal Zebub, dios de Acarón, como 
si no hubiera en Israel Dios a quien 
poder consultar, no bajarás del lecho 
a que has subido, pues morirás.» 

17 Ocozías murió, según la palabra 
de Yave por medio de Elias, y le 
sucedió Joram, el año segundo de 
Joram, hijo de Josafat, rey de Judá, 
pues aquél no tenía hijos. 

18 El resto de los hechos de Oco¬ 
zías, lo que hizo, ¿no está escrito 
en el libro de las crónicas de los 
reyes de Israel? 


Elias, arrebatado al Hielo. 

.) 1 Aconteció que cuando quiso 
— Yave arrebatar al ciclo a Elias 
en un torbellino, salió Elias de Gál- 
gala con Elíseo, 2 y dijo a Elíseo: 
«Quédate aquí, te ruego, pues Yave 
me manda ir a Betel.» Elíseo res¬ 
pondió: «Vive Yave, y vives tú, 
que no te dejaré.» Y bajaron ambos 
a Betel. 3 Los hijos de los profetas 
que había en Betel salieron al en¬ 
cuentro de Elíseo, y le dijeron: «¿Sabes 
tú que Yave alzará hoy a tu señor 
sobre tu cabeza?» El respondió: «Sí 
lo sé; callad.» 4 Elias le dijo: «Elíseo, 
quédate aquí, te lo ruego, pues Yave 
me manda ir a Jerieó.» El le respondió: 
«Por la vida de Yave, y por tu vida, 
que no te dejaré.» Y llegaron a Jerieó. 
8 Los hijos de los profetas que había 
en Jerieó se acercaron a Elíseo, y 
le dijeron: «¿Sabes tú que hoy va a 
elevar Yave a tu señor sobre tu 
cabeza?» Y él les respondió: «Sí, 
lo sé; callad.» • Elias le dijo: «Qué¬ 
date aquí, te lo ruego, pues Yave 
me manda ir al Jordán.» Y él le res¬ 
pondió: «Por la vida de Yave, y 


por tu vida, que no te dejaré.» Y si- I 
guieron ambos su camino. 

7 Vinieron cincuenta hombres de 
los hijos de los profetas, y se pararon 
enfrente, a distancia, y ellos dos si- 1 
guieron, parándose a la orilla del 
Jordán. 8 Cogió entonces Elias su 
manto, lo dobló, y golpeó con él las 1 
aguas, que se partieron de un lado ] 
y de otro, pasando los dos a pie 1 
enjuto. 9 Cuando hubieron pasado, 
dijo Elias a Elíseo: «Pídeme lo que I 
quieras que haga por ti, antes que 
sea apartado de ti.» Y Elíseo le I 
dijo: «Que tenga yo dos partes en tu i 
espíritu.» 10 Elias le dijo: «Difícil i 
cosa lias pedido. Si cuando yo sea I 
arrebatado de ti, me vieres, así será; ' 
si no, no.» Siguieron andando y ha- I 
blando, 11 y he aquí que un carro 
de fuego con caballos de fuego - 
separó a uno de otro, y Elias subía 
al cielo en el torbellino. 12 Elíseo 
miraba y clamaba: «¡Padre mío, 
padre míol ¡Carro de Israel, y auriga j 
suyo!» Y no le vió más; y cogiendo 
sus vestidos los rasgó en dos trozos, 

13 y cogió el manto de Elias, que éste I 
había dejado caer. Volvióse después, 
y parándose a la orilla del Jordán, 

14 eogió el manto que Elias había 
dejado caer, y golpeó con él las 
aguas, diciendo: «¿Dónde está ahora 
Yave, el Dios de Elias?» Y en cuanto 
golpeó las aguas, se partieron éstas I 
de un lado y de otro, y pasó Elíseo. I 

15 Los hijos de los profetas que 
había en Jerieó, frente por frente, I 
habiéndole visto, dijeron: «El espí- I 
ritu de Elias reposa sobre Elíseo.» 

Y le salieron al encuentro, y se pros¬ 
ternaron ante él, rostro a tierra, 

16 diciendo: «Hay entre tus siervos I 
cincuenta hombres fuertes que,_ si 
quieres, irán en busea de tu señor; 
quizá el espíritu de Yave le ha lle¬ 
vado, y le ha echado eontra algún ! 
monte o algún valle.» El les respon¬ 
dió: «No, no los mandéis.» 17 Pero 
ellos le importunaron, hasta que por 
fin dijo; «Mandadlos.» Mandaron ellos I 
a los cincuenta, que estuvieron du¬ 
rante tres días buscando a Elias, pero 
no le hallaron. 18 Cuando estuvieron I 
de vuelta, Elíseo, que continuaba en 
Jerieó, les dijo: «¿No os decía yo 
que no fuerais?» 

19 Las gentes de la ciudad dijeron 
a Elíseo: «El sitio de la ciudad es 
bueno, como lo ve mi señor, pero las 
aguas son malas, y la tierra estéril.» 

20 El les dijo: «Traedme un plato 










REYES II, 3 


363 


nuevo, y poned sal en él.» Trajé- 
ronselo ellos, 31 y yendo a la fuente 
de las aguas, echó en ellas la sal, 
diciendo: «Así dice Yave: Yo saneo 
estas aguas, y no saldrá de ellas en 
adelante ni muerte ni esterilidad»; 
22 y las aguas quedaron saneadas 
hasta el día de hoy, como lo había 
dicho Elíseo. 

23 De allí subió a Betel; y según iba 
por la pendiente, salieron de la ciudad 
unos muchachos, y se burlaban de él, 
dicicudole: «¡Calvo, calvol ¡Sube, cal¬ 
vo 1» 24 Volvióse él a mirarlos, y los 
maldijo en nombre de Yave, y sa¬ 
liendo del bosque dos osos, destro¬ 
zaron a cuarenta y dos de los mu¬ 
chachos. 

25 De allí subió al monte Carmel 
desde donde se volvió a Samaría. 


Joram, rey de Israel. 

O 1 Joram, hijo de Ajab, comenzó 
^ a reinar sobre Israel en Samaría, 
el año dieciocho de Josafat, rey de 
Judá, y reinó doce años. 2 Hizo el 
mal a los ojos de Yave, no tanto, 
sin embargo, como su padre y su 
madre. Derribó las estatuas de Baal, 
que había hecho su padre, 3 pero se 
dió a los pecados con que Jeroboam, 
hijo de Nabat, había hecho pecar a 
Israel, y no se apartó de ellos. 

4 Mesa, rey de Moab, tenía muchos 
ganados, y pagaba al rey de Israel 
un tributo de cien mil corderos y 
cien mil carneros con su lana. 5 A 
la muerte de Ajab, el rey de Moab 
se rebeló contra el rey de Israel. 
6 Entonces el rey Joram salió de 
Samaría, y reunió a todo Israel, y 
se puso en marcha, 7 mandando a 
decir a Josafat, rey de Judá: «El 
rey de Moab se ha rebelado contra 
mí. ¿Quieres venir conmigo, para 
atacar a Moab?» Josafat respondió: 
«Iré, yo como tú; mi pueblo como 
tu pueblo, y mis caballos como tus 
caballos.» 8 Y preguntó: «¿Por qué 
camino subiremos?» Y Joram dijo: 
«Por el camino del desierto de Edom.» 

9 Partieron el rey de Israel, el rey 
de Judá y el rey de Edom; y después 
de siete días de marcha, faltó el agua 
para el ejército y para las bestias 
de carga que le seguían. 10 Entonces 
el rey de Israel dijo: «¡Ayl Yave ha 
reunido a tres reyes, para entre¬ 
garlos en manos de Moab.» 11 Pero 
Josafat dijo: «¿No hay aquí ningún 


profeta de Yave, por quien podamos 
consultar a Yave?» Uno de los ser¬ 
vidores del rey de Israel dijo: «Sí, 
aquí está Elíseo, hijo de Safat, que 
es el que daba aguamanos a Elias.» 
12 Josafat dijo: «La palabra de Yave 
es con él.» El rey de Israel, Josafat y 
el rey de Edom, bajaron en busca 
suya. 13 Elisco dijo al rey de Israel: 
«¿Qué tengo yo que ver contigo? 
Ve a los profetas de tu padre y de 
tu madre.» El rey de Israel le dijo: 
«No, es que ha reunido Yave tres 
reyes para entregarlos en manos de 
Moab.» 14 Elíseo dijo: «Vive Yave 
Sebaot, a quien sirvo, que si no fuera 
por respeto a Josafat, rey de Judá, 
a ti ni te atendería ni te miraría 
siquiera. 15 Traedme, pues, un tañe¬ 
dor de arpa.» 

Mientras el arpista tocaba el arpa, 
fué sobre Elíseo la mano de Yave, 

16 y dijo: «Así habla Yave: Id, y 
haced en el valle muchas zanjas. 

17 Porque así dice Yave: No veréis 
viento, ni veréis lluvia, y el valle 
se llenará de agua, y beberéis vosotros, 
vuestros ganados y vuestras bestias 
de carga. 18 Pero todo esto es poca 
cosa a los ojos de Yave. Yave entre¬ 
gará a Moab en vuestras manos; 
19 tomaréis todas las plazas fuertes 
y todas las ciudades de importan¬ 
cia, talaréis todos los árboles fruta¬ 
les y cegaréis todos los manantiales 
de agua, destruiréis con piedras toda 
la tierra fértil.» 20 Por la mañana, a 
la hora de la presentación de la 
ofrenda, vino el agua de la parte de 
Edom, y la tierra toda se llenó de 
agua. 

21 Entretanto los moabitas, sa¬ 
biendo que subían los reyes a ata¬ 
carlos, reunieron a cuantos estaban 
en edad de empuñar las armas, y se 
se pusieron en la frontera. 22 Al levan¬ 
tarse por la mañana, al brillar el 
sol sobre las aguas, a los de Moab 
les parecieron las aguas desde lejos 
como si fueran sangre; 23 y se dijeron: 
«Es sangre de espada; los reyes se 
han vuelto uno contra otro, y unos 
a otros se han matado. Hala, pues, 
Moab, a Ja presa.» 24 Mas cuando lle¬ 
garon al campo de Israel, alzᬠ
ronse los israelitas, y destrozaron a 
los de Moab, que se pusieron en 
huida delante de ellos. Siguieron en 
la fuga hiriendo a los de Moab, 25 y 
asolaron sus ciudades, y en todas las 
tierras fértiles echó cada uno su 
piedra, llenándolas de ellas; cegaron 









REYES II, 4 


Ib4 


los manantiales de aguas y talaron 
los árboles frutales. Sólo quedó Quir 
Jareset, que rodearon los honde¬ 
ros, arrojando sobre ella sus tiros. 

26 Viendo el rey de Moab que lle¬ 
vaba lo peor en la batalla, hizo una 
salida con setecientos hombres de 
guerra, para ver de desbaratar al 
rey de Edom. No pudo conseguirlo; 

27 y entonces, tomando a su primogé¬ 
nito, al que había de reinar después 
de él, le ofreció en holocausto sobre 
la muralla. Hubo entonces gran cólera 
en Israel, que retirándose de allí, 
se volvió a su tierra. 


Los prodigios de Elíseo* 

1 1 Una mujer de las de los hijos 
de los profetas, clamó a Elíseo, 

diciendo: «Tu siervo, mi marido, ha 
muerto y bien sabes tú que mi marido 
era temeroso de Yare; ahora un 
acreedor ha venido para cogerme a 
mis dos hijos y hacerlos esclavos.» 

2 Elíseo le dijo: «¿Qué puedo yo 
hacer por ti? Dime: ¿Que tienes en 
tu casa?» Ella le respondió: «Tu 
sierva no tiene en casa absolutamente 
nada más que una vasija de aceite.» 
8 El le dijo: «Vete a pedir fuera a 
todos los vecinos vasijas vacías, y 
no pidas pocas. 4 Cuando vuelvas 
a casa, cierra la puerta tras de ti 
y tras de tus hijos, y eclui en todas 
esas vasijas el aceite, poniéndolas 
aparte, conforme vayan llenándose.» 
5 Entonces ella se alejó, cerró la 
puerta tras de si y de sus hijos; y 
éstos fueron presentándole las vasi¬ 
jas, y ella las llenaba. 6 Cuando estu¬ 
vieron llenas todas las vasijas, dijo 
a su hijo: «Dame otra vasija»; pero 
él la respondió: «Ya no hay más.» 
Estacionóse entonces el aceite, 7 y 
ella fué a dar cuenta al hombre de 
Dios, que le dijo: «Vete a vender el 
aceite y paga la deuda; y de lo que 
te quede, vive tú y tus hijos.» 

8 Pasaba un día Elíseo por Sunam. 
Había allí una mujer distinguida, 
que insistentemente le invitó a comer, 
y siempre que por allí pasaba iba 
a comer a su casa. 9 Ella elijo a su 
marido: «Yo sé que este hombre, 
que viene siempre a comer a nuestra 
casa, es un santo hombre de Dios. 
10 Vamos a prepararle en lo alto una 
habitación con paredes, y a ponerle 
allí una cama, una mesa, una silla 
y un candclero, para que él pucda¡ 


retirarse a ella, euando venga a 
nuestra casa.» 11 Habiendo vuelto 
Elíseo a Sunam, se retiró a la habi¬ 
tación alta, y se acostó. 12 Dijo a su 
siervo Guejazi: «Llama a esa suna- 
mita.» Llamóla Guejazi, y ella se 
presentó a él. 13 Elíseo dijo a Guejazi: 
Dilc: «Tú nos has mostrado toda esta 
solicitud por nosotros y este esmero; 
¿qué quieres que haga por ti? ¿Ne¬ 
cesitas que hable por ti al rey o al 
jefe del ejército?» Y ella respondió: 
«Yo habito en medio de mi pueblo.» 
14 Y él dijo: «¿Qué haremos, pues, 
por ella?» Y Guejazi respondió: «Mira, 
no tiene hijos, y su marido es viejo.» 
16 Entonces dijo Eliseo: «Llámala.» 
La llamó, y ella se paró a la puerta. 
16 El le dijo: «El año que viene, por 
este tiempo, abrazarás a tu hijo.» 
«No, por favor, hombre de Dios, 
no engañes a tu sierva.» 17 La mujer 
quedó encinta, y al año siguiente, 
como se lo anunciara Eliseo, por 
aquel mismo tiempo dió, a luz un 
hijo. 18 Creció el niño, y un día fué 
a donde estaba su padre con los 
segadores, 19 y dijo a su padre: 
«jAy, mi cabeza; ay, mi eabezal» 
El padre dijo a un criado: 20 «Llévalo 
a su madre.» El criado lo cogió y se 
lo llevó a su madre. El niño estuvo 
sobre las rodillas de su madre hasta 
el mediodía, y luego murió. 21 Ella 
subió, le acostó en el lecho del hom¬ 
bre de Dios, cerró la puerta y se fué. 

22 Llamó a su marido y le dijo: 
«Mándame, te ruego, un criado y 
lina asna, que quiero ir en seguida al 
hombre de Dios, y luego volveré.» 

23 El le dijo: «¿Para qué quieres ir 
a verle hoy? No es ni novilunio ni 
sábado.» Ella respondió: «Está bien.» 

24 Hizo enalbardar la borrica, y dijo 
al criado: «Cógela y anda, y no te 
detengas para que monte, más que 
cuando yo te lo diga.» 

25 Partió, pues, y llegó al hombre de 
Dios en el monte Carmel. Cuando el 
hombre de Dios la vió de lejos, dijo a 
su criado Guejazi: «Allí esta la sunami- 
ta. 26 Vete corriendo a recibirla, y pre¬ 
gúntale si está bien ella y su marido 
y su hijo.» Y ella contestó: «Sí, bien.» 
27 Llegó luego al hombre de Dios en 
el monte, y cogiéndose de sus pies, 
llegó Guejazi para desasiría, pero 
el hombre de Dios le dijo: «Déjala, 
que su alma está angustiada, y Ya ve 
me lo ha ocultado y no me lo ha 
revelado.» 28 Ella le dijo: «¿Pedí yo 
a mi señor un lujo? ¿No te dije ya 





REYES II, 5 


365 


que no me engañaras?» 29 Entonces 
dijo él a Guejazi: «Cíñete los lomos, 
toma en tu mano mi bordón, y si 
a alguno encuentras, no le saludes 
siquiera, y si alguno te saluda, no le 
respondas, y pon mí bordón sobre 
la cara del niño.» 30 La madre del 
niño le dijo: «Por .la vida de Yave y 
la tuya, que no te dejaré.» 31 Levan¬ 
tóse entonces él y la siguió. 

Guejazi había" llegado antes que 
ellos, y había puesto el bordón sobre 
el rostro del niño, pero este no tenía 
voz ni sentido: así que se había 
vuelto para decírselo a Elíseo, y se 
lo manifestó, diciendo: «El niño no 
despierta.» 32 Llegado Elíseo a la 
casa, el niño estaba tendido, muerto, 
en la cama. 33 Entró entonces él, 
cerró la puerta tras los dos, y oró a 
Yave. 34 Subió a la cama y se acostó 
sobre el niño, poniendo su boca 
sobre la boca del niño, sus ojos sobre 
los del niño y sus manos sobre las 
manos del niño, y se tendió sobre él. 
La carne del niño se recalentó, 
35 y Elíseo se alejó, yendo y viniendo 
por la habitación, y luego volvió 
a subirse en la cama, y se tendió 
sobre el niño. El niño estornudó 
siete veces y abrió los ojos. 36 Llamó 
entonces Eliseo a Guejazi, y le dijo: 
«Llama a esa sunamita.» Llamóla 
Guejazi, y ella vino a Eliseo. que 
le dijo: «Toma a tu hijo.» 37 Ella se 
echó a sus pies, y se prosternó ante 
él rostro a tierra, cogió a su hijo y salió. 

38 Eliseo volvióla Gálgala. Había 
gran hambre en la región, y estando 
los hijos de los profetas sentados 
ante él, dijo a su criado: «Coge la 
olla grande, y pon a cocer un potaje 
para los hijos"de los profetas.» 39 Salió 
uno de ellos al campo, para coger 
hierbas, y encontró una vid silvestre, 
y cogió de ella coloquintidas, h *sta 
llenar su vestido. Cuando estuvo 
de vuelta, las cortó en pedazos en la 
olla donde estaba el potaje, pues él 
no las conocía. 40 Sirvióse la comida 
a aquellos hombres; pero en cuanto 
hubieron probado el potaje, se pusie¬ 
ron a gritar: «La muerte está en la 
olla, hombre de Dios», y no pudieron 
comerlo. 41 Eliseo dijo: «Coged ha¬ 
rina.» El la echó en la olla, y dijo: 
«Servid a esas gentes, que coman.» 
Y ya no había en la olla nada de malo. 

42 Llegó de Bal Salisa un hombre a 
traer al hombre de Dios el pan de las 
primicias, veinte panes de cebada, 
y espigas nuevas en un saco. Eliseo 


dijo: «Da a esas gentes que coman.» 
43 Su criado le contestó: «¿Cómo voy 
a poder dar a cien personas?» Pero 
Eliseo le repitió: «Da a esas gentes 
que coman. Así dice Yave: Comerán 
y sobrará.» 44 Puso entonces los panes 
ante ellos, comieron y quedaron 
sobras, según la palabra de Yave. 

1 Namán, jefe del ejército del 

rey de Siria, gozaba el favor de 
su señor, y era tenido en mucha 
estima, pues por medio de él había 
salvado Yave a Siria. Pero este 
hombre, robusto y valiente, era le¬ 
proso. 2 Habían salido los sirios, por 
escuadras, v habían cautivado a una 
jovcncita de tierra de Israel, que 
estaba al servicio de la mujer de 
Namán; 3 y elijo un día a su señora: 
«Oh, si mi señor estuviese cerca de 
un profeta que hay en Samaría, 
el profeta le curaiía de su lepra.» 
4 Fué ella a su señor, y le dijo:» Esto 
y esto ha dicho una jovcncita de 
tierra de Israel»; 6 y el rey de Siria 
dijo: «Pues anda, vete a la tierra de 
Israel, y yo mandaré una carta al 
rey de Israel.» Partió él, .llevando 
diez talentos de plata, seis mil sidos 
de oro, diez vestidos nuevos, 6 y una 
carta para el rey de Israel, en que 
se decía: «Cuando recibas esta carta, 
sabrás que te mando a mi servidor, 
Namán, para que le cures de la lepra.» 
7 Leída la carta, el rey de Israel 
rasgó sus vestiduras, y dijo: «¿Soy 
yo acaso Dios, para dar la vida 
o la muerte, que así se dirige a mí, 
para que yo cure a un hombre de su 
lepra? Sabed, pues, y ved, que me 
busca querella.» 8 Cuando supo Eliseo 
que el rey de Israel había rasgado 
sus vestiduras, mandó a decir al 
rey: «¿Por qué has rasgado tus ves¬ 
tiduras? Hazle venir a mí, y sabrá 
que hay en Israel un profeta.» 

9 Vino Namán con sus caballos y 
su carro, y se detuvo a la puerta de 
la casa de Eliseo. 10 Eliseo le mandó 
a decir por un mensajero: -«Ve, y 
lávate siete veces en el Jordán, y tu 
carne sanará y quedarás puro.» 11 Eno¬ 
jóse Namán, y se fué, diciendo: 
«jCómol Yo esperaba que saldría él 
en persona, se presentaría a mí, invo¬ 
caría el nombre de Yave, su Dios, 
me tocaría, y curaría así al leproso. 
12 Los ríos de Damasco, el Abana y 
el Parpar, ¿no son mucho mejores 
que todas las aguas de Israel? ¿No 
podía yo lavarme allí, y quedar 





REYES II, 6 


3H6 


limpio?» Y se iba muy enojado. 
13 Pero sus siervos se acercaron a 
él para hablarle, y le dijeron: «Padre 
mío: Si el profeta te hubiera mandado 
algo muy difícil, ¿no lo hubieras 
hecho? ¿Cuanto más no debes hacer 
lo que ha dicho: Lávate y quedarás 
limpio?» 14 Bajó él entonces y se 
lavó siete veces en el Jordán, según 
la orden del hombre de Dios; y su 
carne quedó como la carne de un 
niño, quedó limpio. 

15 Volvió Namán al hombre de Dios 
con todo su séquito, y cuando llegó 
se presentó a él diciendo: «Ahora 
conozco que no hay en toda la tierra 
Dios, sino en Israel. Dígnate aceptar 
un presente de parte de tu siervo.» 
16 Elíseo respondió: «Vive Yavc. a 
quien sirvo, qne no aceptaré.» Namán 
insistió, pero él senegó. 17 Entonces 
Namán le dijo: «Pues te niegas, per¬ 
mite que den a tu siervo tierra de ésta, 
la carga de dos mulos, pues en ade¬ 
lante no ofrecerá tu siervo sacrificio 
ni holocausto a otros dioses, sino a 
Yave (1). 18 Yave perdonará a tu 
siervo, que cuando mi señor entre 
en el templo de Rimón para adorar, 
y se apoye en mi mano, me prosterne 
yo también en el templo de Rimón. 
Perdone Yave a tu siervo, si me pros¬ 
terno en el templo de Rimón.» 19 Elí¬ 
seo le dijo: «Vete en paz.» 

Cuando Namán hubo dejado a Elí¬ 
seo y estaba ya a cierta distancia, 

20 Gucjazi, el criado del hombre de 
Dios, Elíseo, dijo para sí: «Mi señor 
ha tratado-demasiado bien a Namán, 
ese sirio, no queriendo aceptar de él 
lo que traía: Vive Yave, que voy a 
correr tras él, a ver si me da algo.» 

21 Y Gucjazi echó a correr tras Namán. 
Viéndole Namán correr tras él, bajó 
de su carro para ir a su encuentro, 
y le preguntó: «¿Hay novedad?»; 22 y 
el respondió: «No, todo está bien; 
pero me manda mi señor, para de¬ 
cirte: Acaban de llegar a mi casa 
dos jóvenes de la montaña de Efraím, 
de los-hijos de los profetas; haz el 
favor de darme para ellos un talento 
de plata y dos vestidos nuevos.» 
23 Namán dijo: «Toma dos talentos», 
y los metió en dos sacos, y le dió 
dos vestidos, haciendo que sus cria¬ 


(i) Quizá movido de la idea, tan general¬ 

mente extendida entre los pueblos antiguos, de 

considerar a un Dios como ligado a su tierra, 

quiere Namán llevar tierra de Palestina, para 

sobre ella adorar a Yave, Dios de la Palestina. 


dos se los llevasen a Guejazi. 24 Lle¬ 
gado a la altura, tomólos Guejazi de 
sus manos y los metió en casa, des¬ 
pidiendo a aquellas gentes, que se 
fueron. 25 Luego fué a presentarse a 
su señor, que le dijo: «¿De dónde 
vienes, Guejazi?» El le respondió: 
«Tu siervo no ha ido a ninguna 
parte.» 26 Pero Eliseo le dijo: «¿Es¬ 
taba yo ausente en espíritu cuando 
el hombre se bajó de su carro para 
salirte al encuentro? ¿Es tiempo éste 
de tomar dinero y vestidos, y luego 
olivares, viñas, ovejas y bueyes, sier¬ 
vos y siervas? 27 La lepra de Namán 
se te pegará a ti y a tu descendencia, 
para siempre.» Y Gucjazi salió de la 
presencia de Elíseo, blanco de lepra 
como la nieve. 

6 1 Los hijos de los profetas dije¬ 
ron a Eliseo: «El lugar en que 
moramos contigo nos es demasiado 
estrecho. (i) 2 Vamos a ir al Jordán, y 
tomaremos de allí una viga cada 
uno, para hacernos una habitación.» 
Eliseo les respondió: «Id.» 3 Uno de 
ellos le dijo: «Ven tú también con 
nosotros.» El dijo: «Iré»; 4 y partió 
con ellos. Llegados al Jordán, corta¬ 
ron los árboles; 5 y mientras uno es¬ 
taba cortándolos, el hierro fué a caer 
en las aguas. Se puso a clamar: «¡Ah, 
mi señorl Era prestado.» 6 Y el hom¬ 
bre de Dios le preguntó: «¿Dónde ha 
caído?» El le indicó el lugar; y Eliseo, 
cortando un trozo de madera, lo arro¬ 
jó al mismo lugar y el hierro sobre¬ 
nadó. 7 Entonces le dijo: «Cóge'o»; 
y él tendió la mano y lo cogió. 

8 El rey de Siria estaba en guerra 
con Israel; y en un consejo que tuvo 
con sus servidores, dijo: «En tal lugar 
acamparemos.» 9 El hombre de Dios 
mandó a decir al rey de Israel: 
«Guárdate de ir a tal lugar, porque 
los sirios bajarán allá.» 10 El rey de 
Israel mandó gentes al lugar que el 
hombre de Dios había señalado, para 
que estuvieran al acecho, y esto su¬ 
cedió, no una ni dos veces solamente. 
11 El rey de Siria se inquietó con esto, 
y preguntó a sus servidores: «¿No me 
diréis vosotros, quién de los nuestros 
es del rey de Israel?» 12 Uno de los 
servidores le dijo: «Nadie, oh rey, 
mi señor. Es Eliseo, el profeta que 
hay en Israel, que lleva al rey de 
Israel las palabras que tú pronuncias 
en tu misma alcoba.» 13 El rey le 
dijo: «Id, y ved dónde está, y yo le 
i liaré prender.» Vinieron, pues, a de- 






REYES II, 7 


di >7 


cirlc: «Está en Dotana.» 14 Mandó él 
entonces caballos y carros, una gran 
tropa, que llegaron de noche y cer¬ 
caron la ciudad. 

15 El siervo del hombre de Dios 
se levantó muy de mañana, y vio 
que la ciudad estaba cercada por una 
tropa con caballos y carros, y dijo al 
hombre de Dios: «¡Ah, mi señor!, 
¿qué haremos?» 16 El le respondió: 
«Nada temas, que los que están con 
nosotros son más que los que están 
con ellos.» 17 Eliseo oró, y dijo: «¡Oh 
Yavel Abrele los ojos para que vea.» 
Y Yavc abrió los ojos del siervo, y 
vió éste la montaña llena de caballos 
y carros de fuego, que rodeaban a 
Elíseo. 

18 Los sirios bajaron al valle en 
busca de Eliseo, y éste dirigió enton¬ 
ces a Yave está súplica: «Dígnate 
herir de ceguera a esta gente.» Y Yave 
los hirió de ceguera, conforme a la 
súplica de Eliseo. 19 Eliseo les dijo: 
«No es éste el camino, ni éstá la 
ciudad. Seguidme y yo os llevaré a 
donde está el hombre a quien buscáis»; 
y los condujo a Samaría. 20 Entrados 
en Samaría, dijo Eliseo: «¡Oh Y r avel 
Abre los ojos de esta gente para que 
vea»; y Yave les abrió los ojos, y 
vieron que estaban en medio de Sa¬ 
maría. 

21 El rey de Israel, viéndolos, pre¬ 
guntó a Eliseo: «¿Los hiero, padre 
mío?» 22 Y Eliseo respondió: «No los 
hieras. ¿Hieres tú acaso a los que con 
tu espada y tu arco haces prisioneros? 
Dales pan y agua, para que coman 
y beban, y que se vayan luego a su 
señor.» 23 El rey de Israel hizo que 
les sirvieran una gran comida, y ellos 
comieron y bebieron, y luego los des¬ 
pidió, para que se fueran a su señor. 
Las tropas sirias no volvieron más a 
la tierra de Israel. 

24 Después de esto, Ben Adad, rey 
de Siria, reunió todo su ejército, y 
subiendo, puso cerco a Samaria. 

25 Hubo en Samaria mucha hambre, 
y de tal modo la apretaron, que un 
jomer de mosto valía ochenta sidos 
de plata, y el cuarto de un cab de 
harina fina cinco sidos de plata (1). 

26 Pasando el rey por la muralla, le 
gritó una mujer: «¡Sálvame, oh rey, 


(i) Aunque en el texto y en las versiones 
antiguas hallamos «una cabeza de asno y un 
cuarto de cab de palomina», traducimos con 
algunos autores modernos como hemos hecho, 
por parecemos enteramente inverosímil lo que 
dice el texto. 


mi señorl» 27 Y el rey le respondió: 
«Si Yave no te salva, ¿cómo voy a 
salvarte yo? ¿Con algo de la era, o 
con algo del lagar?» 28 Preguntóle 
luego el rey: «¿Qué le pasa?» Y ella 
respondió: «Esta mujer me dijo: Trae 
a tu hijo, y lo comeremos hoy, y 
mañana comeremos el mío. 29 Coci¬ 
mos, pues, mi lujo y lo comimos, y 
al día siguiente yo le dije: Trac a 
tu hijo, para que lo comamos, pero 
ella lia escondido a su hijo.» 30 Cuan¬ 
do oyó el rey las palabras de esta 
mujer, rasgó sus vestiduras, mien¬ 
tras iba por la muralla, y la gente vió 
que por dentro estaba vestido de saco. 

31 El rey dijo: «Que esto me haga 
Yave y esto me añada, si la cabeza 
de Eliseo, hijo de Safat, quedare 
hoy sobre sus hombros.» 32 Estando, 
pues, Eliseo sentado en casa, rodeado 
de los ancianos que se sentaban con 
él, mandó el rey a uno delante de él, 
y antes que el mensajero llegara, dijo 
Eliseo a los ancianos: «¿No veis cómo 
ese hijo de asesino manda a que me 
quiten la cabeza? Oíd: Cuando llegue 
el mensajero, cerrad la puerta y re¬ 
chazadle con la puerta; ¿no se oye 
ya tras él el ruido de los pasos de 
su amo?» 33 Todavía estaba hablán¬ 
doles, cuando ya el rey llegó a él, y 
le dijo: «De Yave ciertamente nos 
ha venido este mal. ¿Tendré yo toda¬ 
vía que esperar más de Yave?» 

*7 i Entonces dijo Eliseo: «Oíd, la 
4 palabra de Y r ave: Así dice Yave: 
Mañana a estas horas estará en las 
puertas de Samaria el sea de harina 
de flor, a un sido, y dos seas de 
harina de cebada, a un sido.» 2 El 
oficial sobre cuyo brazo se apoyaba 
el rey, respondió al hombre de Dios: 
«Cuando Yave abra ventanas en los 
cielos, sucederá eso. »* Y él le dijo: 
«Con tus ojos lo verás, pero no lo 
comerás.» 

3 Había en la entrada de la puerta 
cuatro leprosos, que se decían unos 
a otros: «¿Por qué nos vamos a es¬ 
tar aquí hasta morirnos? 4 Si nos 
decidimos a entrar en la ciudad, mo¬ 
riremos por el hambre que en ella 
hay, y si nos quedamos aquí, mori¬ 
remos igualmente. Vamos a pasarnos 
al campamento de los sirios, y si nos 
dejan vivir, viviremos, y si nos 
matan, moriremos.» 6 Partieron, pues, 
al anochecer para el campamento de 
los sirios; y cuando llegaron a la en- 
I trada del campamento, no había en 










3t)8 


REYES II, 8 


él nadie. 6 El Señor había hecho oír 
en el campamento de los sirios estré¬ 
pito de carros y estrépito de caballos, 
el estrépito de un gran ejército, y 
se habían dicho unos a otros: «Es el 
rey de Israel, que ha tomado a sueldo 
contra nosotros a los reyes de los 
geteos y a los reyes de los egipcios, 
y viene a atacarnos.» 7 Y se levan¬ 
taron, y al anochecer, se pusieron 
en fuga, abandonando sus tiendas, 
sus caballos y sus asnos, el campa¬ 
mento tal cual estaba, y huyeron 
para salvar la vida. 

8 Los leprosos, llegados al campa¬ 
mento, penetraron en una tienda, co¬ 
mieron y bebieron, y se llevaron de 
allí plata, oro y vestidos, que fueron 
a esconder. Volvieron y penetraron 
en otra tienda, y se llevaron cosas, 
que fueron a esconder. 9 Después se 
dijeron uno a otro: «No está bien lo 
que hacemos. Este día es un dia de 
buena nueva, y si nosotros nos esta¬ 
mos callados y esperamos la luz del 
dia, nos sucederá mal. Venid, pues, 
y vayamos a dar cuenta a la casa del 
rey.» 10 Partieron a la ciudad e hi¬ 
cieron este relato: «Hemos entrado 
en el campamento de los sirios, y 
allí no había nadie, ni se -oye voz 
alguna de hombre; no hay más que 
caballos atados, asnos atados y las 
tiendas intactas.» 

11 Los centinelas de la puerta die¬ 
ron voces, y transmitieron este relato 
al interior de la casa del rcv. 12 El 
rey se levantó de noche, y dijo a sus 
servidores: «Voy a deciros lo que pre¬ 
tenden los sirios: Como saben que 
estamos hambrientos, se han salido 
del campamento para esconderse en 
los campos, diciéndose: Cuando sal¬ 
gan de la ciudad, los cogeremos vivos 
y enlramnos en la ciudad.» 13 Uno 
de los servidores del rey dijo: «Que 
cojan cinco de los caballos que toda¬ 
vía quedan en la ciudad—porque tam¬ 
bién a ellos les sucede lo que a la 
muchedumbre, también son ellos como 
la muchedumbre de Israel, que ha 
perecido—y mandemos a ver.» 14 Co¬ 
gieron, pues, dos carros con sus ca¬ 
ballos; y el rey mandó gente que 
siguiera tras los sirios, diciendo: «Id 
y ved.» 

15 Fueron tras ellos hasta el Jordán; 
V todo el- camino estaba sembrado 
de vestidos V objetos, que en su pre¬ 
cipitación hablan tirado los sirios. 
Volvieron los mensajeros, y dieron 
cuenta al rey. 16 Salió el pueblo, y 


saqueó el campamento de los sirios, 
y se puso el sea de flor de harina a 
un sielo, y a un sido los dos seas de 
harina de cebada, según lo que había 
dicho Yave. 

17 El rey había entregado la cus¬ 
todia de la puerta al oficial sobre 
cuyo brazo se apoyaba el día antes, 
pero éste fué atropellado por el pueblo 
a la puerta, y murió según la palabra 
que habla pronunciado el hombre de 
Dios, cuando el rey bajó a él. 18 El 
hombre de Dios había dicho al rey: 
«Mañana a estas horas estarán a sielo 
los dos seas de harina de cebada, y 
a sido el sea de flor de harina; 19 y el 
oficial había respondido al hombre de 
Dios: «Cuando Yave abra ventanas 
en los ciclos, veremos eso.» Y Eli- 
sco le había dicho: «Con tus ojos lo 
verás, pero no lo comerás.» 20 Fué 
en verdad lo que sucedió, pues el pue¬ 
blo le atropelló a la puerta, y murió. 

8 1 Elíseo dijo a la mujer a cuyo 
hijo había resucitado; «Levántate, 
y vete, tú y tu casa, y mora donde 
puedas, porque Yave llama al ham¬ 
bre, y vendrá sobre la tierra por siete 
años.» 2 Levantóse la mujer, c hizo 
lo que le decía el hombre de Dios, 
y se fué ella y su casa, y habitó 
siete años en tierra de filisteos. 3 Al 
cabo de siete años, volvió la mujer 
de la tierra de los filisteos, y fué a 
implorar al rey por su casa y su 
campo. 4 Estaba el rey hablando con 
Guejazi, servidor del hombre de Dios, 
y le decía: «Anda, y cuéntame todas 
esas grandes cosas que ha hecho Elí¬ 
seo», 6 y mientras estaba contando al 
rey cómo Elisco había vuelto a la 
vida a un muerto, llegó la mujer 
cuyo hijo había resucitado Elíseo, 
para implorar al rey por su casa y 
su campo; y dijo Guejazi; «Olí, mi 
señor, ésa es la mujer, y ése es su 
hijo, que Elisco resueitó.» * Preguntó 
el rey a la mujer, y ella le hizo el 
relato; el rey le di ó un eunuco a 
quien dijo: «Haz que le sea devuelto 
a esta mujer todo lo que le pertenece, 
con todos los frutos de su campo, 
desde el día en que dejó la tierra hasta 
hoy.» 

7 Fué Elisco a Damasco. Estaba 
enfermo Ben Adad, rey de Siiia, y 
le avisaron, diciendo: «Está aquí el 
hombre de Dios.» 8 El rey dijo a 
Jazacl: «Toma contigo un presente 
y vete a ver al hombre de Dios, y 
consulta por mi a Yave si curaré de 




REYES II. 9 


esta enfermedad.» 9 Fué Jazael al hom¬ 
bre de Dios, llevando consigo un pre¬ 
sente, todo lo mejor que había en 
Damasco, la carga de cuarenta came¬ 
llos. Llegado, se presentó a él, y le 
dijo: «Tu hijo Ben Adad, rey de 
Siria, me manda a ti para pregun¬ 
tarte: ¿Curaré de esta enfermedad?» 
10 Elisco le respondió: «Ve y dile: 
No curarás, pues Yave me ha reve¬ 
lado que morirás.» 11 El hombre de 
Dios puso sus ojos sobre Jazael 12 y 
los fijó en él, hasta hacerle enroje¬ 
cer; luego se puso a llorar. El le 
preguntó: «¿Por qué llora mi señor?» 

Y Eliseo le respondió: «Porque sé el 
mal que vas a hacer a los hijos de 
Israel; incendiarás sus ciudades fuér- 
tcs, pasarás a cuchillo a sus mance¬ 
bos, estrellarás a sus niños, y abrirás 
el seno a sus preñadas.» 13 Y Jazael 
dijo: «¿Pues qué es tu siervo, este 
perro, para hacer tan grandes cosas?» 

Y Eliseo respondió: «Yave me ha re¬ 
velado que serás rey de Siria.» 14 Ja¬ 
zael dejó a Eliseo y volvió a su señor, 
que le preguntó: «¿Qué te ha dicho 
Eliseo?» Y él respondió: «Me lia dicho: 
Curarás.» 15 Al dia siguiente, cogió 
Jazael una manta, la empapó en agua 
y la puso sobre el rostro del rey, que 
murió. Jazael le sucedió. 


Jornin y Ocozías, royes do Jmlú. 

16 El año quinto de Joram, hijo de 
Ajab, rey de Israel, comenzó a reinar 
Joram, hijo de Josafat, rey de Judá. 
17 Treinta y dos años tenía cuando 
comenzó a reinar, y reinó ocho años 
en Jcrusalén. 18 Marchó por los ca¬ 
minos de los reyes de Israel, como 
había hecho la casa de Ajab, pues 
tuvo por mujer a una hija de Ajab, 
e hizo el mal a los ojos de Yave. 
19 Pero Yave no quiso destruir a 
Judá, por amor de David, su siervo, 
según la promesa que le había hecho, 
de darle siempre una lámpara entre 
sus hijos. 20 En su tiempo se rebeló 
Edom contra el dominio de Judá, y 
se dió un rey. 21 Joram marchó a 
Jair con todos sus carros. Una noche 
arriesgó combate con los edomitas, 
que le tenían cercado, y le derrota¬ 
ron juntamente con los jefes de los 
carros, y el pueblo huyó a sus tien- 
tiendas. 22 La rebelión de Edom con¬ 
tra el dominio de Judá dura hasta 
hoy. Entonces se rebeló también 
Lobna. 

23 El resto de los hechos de Joram, 


Jti9 


cuanto hizo, ¿no está escrito en el 
libro de las crónicas de los reyes de 
Judá? 

24 Joram se durmió con sus padres, 
y fué sepultado con sus padres en la 
ciudad de David. Le sucedió su hijo 
Ocozías, 

24 El año doce de Joram, hijo de 
Ajab, rey de Israel, comenzó a reinar 
en Judá Ocozías, hijo de Joram, rey 
de Judá. 26 Tenía Ócozías veintidós 
años cuando comenzó a reinar, y 
reinó un año en Jcrusalén. Su madre 
se llamaba Atalía, hija de Omri, rey 
de Israel. 27 Marchó por los cami¬ 
nos de la casa de Ajab, e hizo el mal 
a los ojos de Yave, como la casa de 
Ajab, con la que estaba emparentado. 
28 Acompañó a Joram, hijo de Ajab, 
en la guerra contra Jazael, rey de 
Siria, a Ramot Calad. Los sirios hi¬ 
rieron a Joram, 29 y el rey Joram se 
volvió, para hacerse curar en Jezrael 
de las heridas que los sirios le habían 
hecho en Rama, cuando combatía 
contra Jazael, rey de Siria. Ocozías, 
hijo de Joram, rey de Judá, bajó a 
Jezrael para ver a Joram, hijo de 
Ajab, que estaba allí herido. 

Los reyes de Israel y de Judá, 
asesinados por J eh u. 

9 1 Eliseo, profeta, llamó a uno de 
los hijos de los profetas y le dijo: 
«Cíñete los lomos, toma esta redoma 
de óleo, y vete a Ramot Calad. 
2 Cuando llegues, busca a Jehú, hijo 
de Josafat, hijo de Nimsi. Le haces 
que se levante de entre sus compa¬ 
ñeros, y le llevas aparte, a una cᬠ
mara retirada; 3 y tomando la redoma 
de óleo, lo derramas sobre su cabeza, 
diciéndole: «Así habla Yave: Yo te 
unjo por rey de Israel. Abres luego 
la puerta, y huyes sin detenerte.» 
4 El joven servidor del profeta partió 
para Ramot Calad; 6 y cuando llegó, 
estaban los jefes del ejército reuni¬ 
dos, y dijo: «Jefe, tengo que decirte 
una cosa.» Jehú, le preguntó: «¿A 
quién de nosotros?» El respondió: 
«A ti, oh jefe.» 6 Levantóse Jehú 
y entró, y el joven derramó sobre su 
cabeza la redoma de óleo, diciéndole: 
«Así habla Yave, Dios de Israel: Yo 
te unjo rey de Israel, del pucb'o de 
Yave. 7 Tú herirás a la casa de Ajab, 
tu señor, y vengarás en Jezabel la 
sangre de mis siervos, los profetas, y 
la sangre de todos los siervos de 
Yave. 8 Toda la casa de Ajab pere- 


24 







REYES IR 9 


37U 


cerá; yo exterminaré a todos cuantos 
pertenecen a Ajab, al esclavo y al 
libre en Israel, 8 y haré la casa de 
Ajab semejante a la casa de Jero- 
boam, hijo de Nabat, y a la casa de 
Basa, hijo de Ajiya. 10 Los perros 
comerán a Jezabel en el campo de 
Jezrael, y no habrá nadie que la dé 
sepultura.» 

11 Después el hombre abrió la puer¬ 
ta y huyó. 

Cuando salió Jcliú para reunirse 
eon los servidores de su señor, le 
dijeron éstos: «¿Va todo bien? ¿Por 
qué ha venido a ti ese loco?» Jehú 
respondió: «Seguramente conocéis al 
hombre y sabéis lo que me ha dicho.» 
12 Ellos respondieron: «No es verdad. 
Explícanos lo que ha dicho.» El en¬ 
tonces dijo: «Esto y esto es lo que 
me ha dicho: Así habla Yave: Yo 
te unjo por rey de Israel.» 13 En se¬ 
guida tomaron todos sus ropas y las 
pusieron debajo de él en las gradas, 
y haciendo sonar las trompetas, gri¬ 
taron: «jJehú, reyl» 14 Así conspiró 
Jehú, hijo de Josafat, hijo de Nimsi, 
contra Joram. 

Joram defendía eon todo Israel a 
Ramot Galad contra Jazael, rey de 
Siria; 15 pero el rey Joram había 
tenido que volverse, para curarse en 
Jezrael de las heridas que los sirios 
le habían hecho, cuando combatía 
contra Jazael, rey de Siria. Jehú 
dijo: «Pues que lo queréis, sea, pero 
que no salga de la ciudad nadie que 
pueda llevar la noticia a Jezrael.» 
16 Jehú subió a su carro y partió para 
Jezrael, pues Joram estaba allí he¬ 
rido, y Ocozías, rey de Judá, había 
bajado a verle. 17 El centinela que 
estaba en la torre de Jezrael, vió 
venir a la tropa de Jehú, y dio la 
noticia: «Veo venir una tropa.» Jo¬ 
ram dijo: «blanda que salga a su 
encuentro uno de a caballo, para 
saber si es de paz.» 18 Salió el jinete, 
se presentó a Jehú, y preguntó: «Así 
habla el rey: ¿Es la paz.?» Jehú res¬ 
pondió: «¿Qué te importa a ti la paz? 
Vuélvete detrás de mí.» El centinela 
dio luego el aviso, diciendo: «El men¬ 
sajero lia llegado hasta ellos, pero 
no vuelve.» 18 Entonces se mandó otro 
a caballo, que llegado a ellos y pre¬ 
guntó: «Así habla el rey: ¿Hay paz?» 
Y Jehú contestó: «¿Qué te importa 
a ti la paz? Vuélvete detrás de mí.» 
20 El centinela volvió a decir: «Tam¬ 
bién éste ha llegado a ellos, y no 
vuelve; mas al parecer, por la mar¬ 


cha, el que viene es Jehú, hijo de * 
Nimsi, porque viene con mucho ím¬ 
petu.» 21 Entonces Joram dijo: «En¬ 
gancha», y enganchado que fue su 
carro, salió Joram, rey de Israel, y j 
Oeozías, rey de Judá, cada uno en 
su carro. Salieron al encuentro de 
Jehú, a quien hallaron en la heredad j 
de Nabot, de Jezrael. 22 En cuanto vió 
Joram a Jehú, le preguntó: «¿Hay I 
paz, Jehú?» Y éste respondió: «¿Qué 1 
paz, mientras duren las prostitucio¬ 
nes de Jezabel, tu madre, y sus 
muchas hechicerías?» 23 Entonces 1 
Joram, volviendo grupas, huyó y 
dijo a Ocozías: «(Traición, Ocozíasl» I 
24 Pero Jehú tendió su arco, c hirió 
a Joram entre las espaldas, saliéndole I 
la flecha por el corazón, y Joram 
cayó en su carro. 25 Jehú dijo a su * 
oficial, Bidear: «Cógele, y tírale en I 
el campo de Nabot de Jezrael, pues I 
acuérdate de que cuando yo y tú I 
íbamos juntos a caballo detrás de 
Ajab, su padre, Yave pronunció con- I 
tía él la sentencia diciendo: 26 Yo he 
visto ayer la sangre de Nabot y de 
sus hijos, dice Yave, y yo te daré I 
tu merecido en esa misma heredad. 
Cógele, pues, y tírale a ese campo 
según la palabra de Yave.» 

27 Ocozías, rey de Judá, que vió 
esto, huyó por el camino de la casa 
del jardín, pero Jehú le persiguió, 
diciendo: «Heridle también a él en \ 
el carro.» Y le hirieron en la subida 
de Gur, cerca de Jiblcam; él siguió 1 
hasta Mageddo, pero allí murió. 28 Sus 
servidores le trasladaron en un carro j 
a Jerusalén, y le sepultaron en la j 
sepultura de sus padres, en la ciudad I 
de David. 29 Ocozías había comenzado 
a reinar el año once de Joram, hijo 
de Ajab. 

30 jehú entró en Jezrael. Sabiéndolo 
Jezabel, se pintó los ojos, se pcinb’ 
y se puso en mirar a una ventana. I 
81 Al pasar Jehú por la puerta le I 
gritó: «¿Le salió bien la cosa a Ziniri, I 
asesino de su señor?» 32 El alzó el 
rostro hacia la ventana, y preguntó: 
«¿Quién eres tú para que quieras 
contender conmigo?» Entonces mi- j 
raron por la ventana dos o tres eunu¬ 
cos, 33 y él mandó: «Echadla abajo»; 
y ellos la echaron, y su sangre salpicó 
los muros y los caballos. Jehú la pi¬ 
soteó con sus pies, 84 y después entró, J 
comió, bebió, y dijo: «Id a ver a esa k 
maldita, y enterradla, que al fin es í 
hija de rey.» 35 Fueron para enterrar¬ 
la, pero no hallaron de ella más que 








REYES II. 10 


371 


el cráneo, los pies y las palmas de 
las manos. 36 Volvieron a dar cuenta 
a Jehú, que dijo: «Es la amenaza que 
había hecho Ya ve por su siervo Elias, 
tesbita, diciendo: Los perros comerán 
la carne de Jezabel en el campo de 
Jezrael, 87 y el cadáver de Jezabel 
será como estiércol sobre la superfi¬ 
cie del campo, en el campo de Jezrael, 
de modo que nadie podrá decir: Esta 
es Jezabel.» 


.lehii, rey de Israel. 

|A 1 Había en Samaría setenta 
hijos de Ajab. Jehú escribió 
cartas, que mandó a Samaría, a los 
jefes de Jezrael, a los ancianos, y a 
los ayos de los hijos de Ajab. En ellas 
decía: 2 «En cuanto recibáis esta 
carta, pues que tenéis con vosotros a 
los hijos de vuestro señor, y además 
carros y caballos, una ciudad forti¬ 
ficada y armas, 3 ved cuál de los hijos 
de vuestro señor queréis mejor y os 
conviene poner en el trono de su 
padre, y combatid por la casa de 
vuestro señor.» 4 Ellos se llenaron de 
miedo, y se dijeron: «Dos reyes no 
han podido resistirle, ¿cómo vamos a 
resistirle nosotros?» 5 Y el jefe de 
la ciudad, los ané anos y los ayos de 
los niños, mandaron a decir a Jeliú: 
«Nosotros somos servidores tuyos, y 
haremos cuanto tú nos digas. No ele¬ 
giremos a ninguno por rey. Haz tú 
lo que bien te parezca.» 6 Entonces 
les escribió Jehú una segunda carta, 
en que les decía: «Obedecedme, y 
tomad las cabezas de esos hombres, 
hijos de vuestro señor, y venid a 
mí mañana a estas horas a Jezrael.» 
Los setenta hijos del rey estaban en 
las casas de los grandes de la ciudad, 
que los educaban. 7 Cuando éstos 
recibieron la carta, cogieron a los 
hijos del rey, los degollaron a los 
setenta, pusieron sus cabezas en ca¬ 
nastillas, y se las mandaron a 
Jehú, a Jezrael. 8 Vino uno a infor¬ 
marle, diciendo: «Han traído las ca¬ 
bezas de los lujos del rey»; y él dijo: 
«Ponedlas en dos montones a la en¬ 
trada de la puerta, hasta mañana.» 
9 Por la mañana salió, y presentán¬ 
dose ante el pueblo todo, dijo: «Vos¬ 
otros sois justos. Yo he conspirado 
contra mi señor, y le he dado muerte. 
Pero ¿quién ha matado a todo^ 
éstos? 10 Sabed, pues, que no caerá 
por tierra ni una de las palabras que 


Yave ha pronunciado contra la casa 
de Ajab. Yave cumple lo que declaró 
por medio de su siervo Elias.» 11 Y 
Jehú mató a todos cuantos de la 
casa de Ajab quedaban en Jezrael, a 
todos sus parientes, a sus familias 
y a sus sacerdotes, sin dejar escapar 
a uno solo. 

12 Después se levantó para ir a 
Samaría; y llegado a un albergue 
de pastores que había en el cami¬ 
no, 13 encontró a los hermanos 
de Ocozías, rey de Judá, y les pre¬ 
guntó: «¿quiénes sois vosotros?» Y 
ellos le dijeron: «Somos los hermanos 
de Ocozías, que hemos venido a salu¬ 
dar a los hijos del rey y a los hijos 
de la reina.» 14 Jehú dijo: «Cogedlos 
vivos.» Cogiéronlos vivos, y los de¬ 
gollaron en número de cuarenta y dos, 
en la cisterna del albergue. Jeíiú no 
dejó escapar ni a uno solo. 

15 Partido de allí, encontró a Jona- 
dab, hijo de Recab, que venía a su 
encuentro, le saludó y le dijo: «¿Es 
sincero conmigo tu corazón, como lo 
es el mío contigo?» Y Jonadab le 
respondió: «Sincero.» «Si es así—repli¬ 
có Jehú— dame la mano.» Jonadab 
le dió la mano, y Jehú le hizo subir 
a su carro junto a él, 16 y dijo: «Ven 
conmigo, y verás mi celo por Yave.» 
Llevóle, pues, en su carro; 17 y cuando 
llegó a Samaría, mató a cuantos de 
Ajab quedaban en Samaría, exter¬ 
minándolos del todo, según la pala¬ 
bra que Yave había dicho a Elias. 
18 Después reunió a todo el pueblo, 
y le dijo: «Ajab sirvió poco a Baal; 
Jehú le servirá más. 19 Llamad, pues, 
a mí a todos los profetas de Báal, 
a todos los sacerdotes, sin que quede 
ni uno solo, porque quiero ofrecer 
a Baal un gran sacrificio. El que falte 
no vivirá.» Jehú obraba arteramente, 
para exterminar a los servidores de 
Baal. 20 Dijo, pues: «Promulgad una 
fiesta en honor de Baal.» Promul¬ 
gáronla, 21 enviando mensajeros por 
todo Israel, y llegaron todos los 
servidores de Baal, sin que ni uno 
dejara de venir, y entraron en la 
casa de Baal, que se llenó de bote en 
bote. 22 Jehú dijo al que estaba al 
cuidado del vestuario: «Saca vesti¬ 
duras para todos los siervos de Baal.» 
El las sacó, 23 y entró Jehú con Jo¬ 
nadab en la casa de Baal, y dijo 
a los servidores de Baal: «Mirad, y 
ved si por acaso hay aquí entre vos¬ 
otros algún servidor de Yave; a 
ver si todos son sólo servidores de 





372 


REYES II, 11 


Baal.» 24 Y entraron para ofrecer 
sacrificios y holocaustos. 

Jehú había apostado fuera a ochenta 
hombres, diciéndoles: «Cualquiera que 
dejare escapar a alguno de estos 
que yo pongo en vuestras manos, 
me responderá de su vida con la 
suya.» 25 Cuando hubieron acabado 
de ofrecer los sacrificios y holocaus¬ 
tos, Jehú dijo a los de su guardia 
y a los oficiales: «Entrad y matadlos, 
sin que ni uno quede.» Los de la 
guardia, y los oficiales pasáronlos a 
todos a cuchillo, y echaron por tierra 
los aseras. Penetraron luego en el 
santísimo del templo de Baal, 26 sa¬ 
caron fuera los aseras del templo 
de Baal, y los quemaron. 27 Destro¬ 
zaron los cipos de Baal, y derribando 
el templo, hicieron de él una cloaca, que 
todavía subsiste hoy. 28 Así exterminó 
Jehú a Baal de en medio de Israel. 

29 Con todo, no se apartó Jehú de 
los pecados con que Jeroboam, hijo 
de Nahat, hizo pecar a Israel, y dejó 
en pie los becerros de oro que había 
en Betel y Dan. 

30 Ya ve dijo a Jehú: «Por haber 
hecho lo que es recto a mis ojos, 
haciendo desaparecer a la casa de 
Ajab, conforme a mi voluntad, tns 
hijos se sentarán en el trono de Israel 
hasta la cuarta generación. 

31 Pero Jehú no se cuidó de andar 
con todo su corazón en la ley de 
Ya ve, Dios de Israel, ni se apartó 
de los pecados con que Jeroboam 
había hecho pecar a Israel. 

32 En aquellos días comenzó Ya ve 
a cercenar el territorio de Israel, 
33 desde el Jordán, a oriente, toda la 
tierra de Calad, de Cad, de Rubén 
y de Manasés, desde Aroer, que está 
junto al torrente del Anión, hasta 
Galad y Basán. 

34 El resto de los hechos de Jehú, 
cuanto hizo, sus hazañas, ¿no está 
escrito en el libro de las crónicas 
de los reyes de Israel? 35 Jehú se 
durmió con sus padres, v filé sepul¬ 
tado en Samaría. Le sucedió Jo a caz, 
86 Había reinado Jehú veintiocho 
años sobre Israel en Samaría. 

A talla, reina de Judá. 

\\ 1 Atalfa fl), madre de Oco- 

zías, viendo que había muerto 
su hijo, levantóse y exterminó a toda 


(i) El golpe de Estado de la impía AtaJía, 

sidonia, eslá a punto de extinguir la dinastía 


la descendencia real. 2 Pero Josaba, 
hija del rey Joram y hermana de 
Ocozías, cogió a Joás* hijo de Oco- 
zías, y le sacó furtivamente de entre 
los hijos del rev, cuando los estaban 
asesinando, ocultándole de Ataiía, a 
él y a su nodriza, en la cámara dor¬ 
mitorio, y así pudo aquél escapar a 
la muerte. 3 Seis años estuvo oculto 
con Josaba en la casa de Yave, y 
entre tanto reinó Ataiía en la tierra. 
4 El año séptimo, Joyada mandó a 
llamar a los jefes de las centenas, de 
los ccrctcos y de la guardia, y los in¬ 
trodujo en la casa de Yave. Hizo liga 
con ellos, juramentándolos en la 
casa de Yave, y les mostró el hijo 
del rev, 6 dándoles esta orden: «He 
aquí lo que habéis de hacer: La 
guardia del palacio real la hacéis 
por tercios: Uno en el palacio, otro 
en la puerta de Sur, 6 y otro en la 
puerta trasera del cuartel de la guar¬ 
dia; 7 pero el sábado sois dos tercios 
los que salís del palacio real, para 
hacer la guardia en la casa de Yave. 
8 Ese día rodearéis al rev por todas 
partes, todos con las armas en la 
mano, y mataréis a cualquiera que 
pretenda penetrar en las filas. Esta¬ 
réis junto al rey, donde quiera que 
vaya.» 

• Cumplieron los jefes de las cen¬ 
tenas las órdenes que les había dado 
el sacerdote Joyada. 10 Tomó cada 
uno sus gentes, las que hacían el 
servicio el sábado, y se fueron al 
sacerdote Joyada. Este entregó a los 
jefes de las centurias las lanzas y 
los escudos del rev David, que se 
hallaban en la casa de Yave; 11 y 
cuando los soldados de la guardia, 
todos con las armas en la mano, 
desplegaron desde el lado sur ni 
Indo norte, entre el altar y el templo, 

13 sacó al rey, púsole la diadema y los 
brazaletes, y le ungió. Todos enton¬ 
ces* palmotearon y gritaron: «jViva 
el revi» 

13 Cuando oyó Ataiía el estrépito 
del pueblo, se vino a donde estaba 
la gente reunida en la casa de Yave, 

14 y miró. Y estaba el rey sobre el 
estrado, según costumbre, y cerca 
de él los jefes y las trompetas, y todo 
el pueblo daba muestras de gran 
júbilo, mientras sonaban las trom¬ 
petas. Alalia rasgó sus vestiduras y 


davídica; pero Dios cumple la promesa hecha » 
David, preservando al niño [oís, en el cual es 
bien pronto restaurada la dinastía. 







REYES II, 12 


373 


clamó: «iTraición!» 15 Entonces el 
sacerdote Joyada dió orden a los 
jefes de las centurias, que estaban 
a la cabeza de las tropas: «Sacadla 
de las filas, y matad a quienquiera 
que la siga.» Pues el sacerdote habla 
dicho: «Que no la maten en la casa 
de Yavc.» 16 Hiriéronla sitio, y cuando 
llegó al palacio real, por la puerta 
de los caballos, allí la mataron. 

17 Joyada intervino en la alianza 
que con Ya ve hicieron el rey y el 
pueblo, de ser el pueblo de Yave. 
18 Todo el pueblo pendró en el 
templo de Baal y lo demolió, des¬ 
truyendo del todo su altar y sus esta¬ 
tuas; y al sacerdote de Baal, Matón, 
le dieron muerte delante del altar. 
10 Después, dejando una guardia en 
el templo de Yavc, tomó a los jefes 
de los eercteos y a los guardias y a 
todo el pueblo, y llevaron al rey 
desde el templo de Yavc al palacio 
real, donde entró por la puerta de 
la guardia. Sentóse allí sobre el trono 
real, 20 y todo el pueblo estaba lleno 
de alegría, v la ciudad se quedó 
tranquila. Alalia había sido muerta 
en el palacio real. 21 Tenia Joás siete 
años cuando comenzó a reinar. 

Reinado de Joás. 

i 9 1 Comenzó a reinar Joás el 
séptimo año de Jehú, y reinó 
cuarenta años en Jerusalén. Su madre 
se llamaba Sibia, de Berseba. 2 Hizo 
Joás lo que era recto a los ojos de 
Yave, todo el tiempo que le dirigió 
el sacerdote Joyada; 3 pero no des¬ 
aparecieron los altos, y seguía el 
pueblo sacrificando y quemando per¬ 
fumes en ellos. 4 Joás dijo a los sacer¬ 
dotes: «Todo el dinero que como 
ofrenda sagrada ha entrado en el 
templo de Yave, el dinero del rescate 
de personas según estimación, y el 
que voluntariamente se ofrece a la 
casa de Yavc, 6 tómenlo los sacer¬ 
dotes, y empléenlo en reparar la 
casa de Yave, en todo lo que nece¬ 
site reparación.» 6 Pero sucedió que 
el año veintitrés del reinado de Joás, 
los sacerdotes no habían hecho las 
reparaciones necesarias en la casa. 
7 I.lamó entonces el rey al’saccrdote 
Joyada y a los otros sacerdotes, y les 
dijo: «¿Por qué no habéis reparado lo 
que había que reparar en la casa? En 
adelante no seréis vosotros los que 
dispongáis del dinero del pueblo, 
sino que lo entregaréis, para que se 


haga la reparación de la casa.» 8 Los 
sacerdotes asintieron a no ser ellos 
los que recogieran el dinero del pue¬ 
blo para hacer las reparaciones de 
la casa. 9 Entonces el sacerdote Jo¬ 
yada tomó un cofre, hizo en su tapa 
un agujero, y le puso al lado del altar, 
a la derecha, en el paso para la en¬ 
trada en la casa de Yavc. Los sacer¬ 
dotes de guardia metían allí todo 
el dinero que se traía a la casa de 
Yave; 10 y cuando se veía que en el 
cofre había bastante dinero, subía 
el secretario del rey con el gran sacer¬ 
dote, y contaban el dinero que había 
en la casa de Yave. 11 Iban entre¬ 
gando a los encargados de las obras 
de reparación lo necesario para pagar 
a los carpinteros y demás obreros, 
que trabaiaban en la casa de Yave 
12 a los albañiles y a los canteros, para 
el pago de las maderas y el tallado 
de las piedras necesarias para las 
reparaciones. 13 Pero con todo lo 
que entraba en la casa de Yavc, no 
hubo para hacer ni fuentes de plata, 
ni cuchillos, ni copas, ni trompetas; 
en suma, nada de oro, ni de plata, 
14 sino que hubo que emplearlo lodo 
en pagar a los encargados de las 
obras de reparación de la casa. 15 No 
se tomaban cuentas a ios que recibían 
el dinero para entregarlo a los que 
hacían las obras, porque eran perso¬ 
nas de fidelidad 16 El dinero por el 
delito y el dinero por los pecados 
no entraba en la casa de Yavc, 
porque era de los sacerdotes. 

17 Entonces subió Jazael, rey de 
Siria, y atacó a Get y la tomó. 
Jazael tenia el designio de subir 
contra Jerusalén. 18 Joás, rey de 
Judá, tomó todas tas cosas consa¬ 
gradas, lo que habían consagrado 
Josalat, Joram y Ocozias, sus padres, 
reyes de Judá, y lo que él mismo 
había consagrado, y todo el oro que 
habla en el tesoro de la casa de Yave, 
y en el del real palacio, y enviólo 
todo a Jazael, rey de Siria, que desis¬ 
tió de subir contra Jerusalén. 19 El 
resto de los hechos de Joás, cuanto 
hizo, ¿no está escrito en el libro de 
las crónicas de los reyes de Judá? 

20 Sus servidores conspiraron con¬ 
tra él, y rebelándose, le mataron, 
cuando bajaba a la casa del terra¬ 
plén. 21 Josasar, hijo de Simal, y 
Josabab, hijo de Somer, sus siervos, 
le hirieron, y murió. Fué sepultado 
con sus padres en la ciudad de David, 
y le sucedió Amasias, su hijo. 







374 


REYES II, 13-14 


Joacaz y Joás, reyes de Israel. 

1 *l> 1 El año veintitrés de Joás, 
hijo de Ocozías, rey de Judá, 
comenzó a reinar Joacaz, hijo de 
Jehú, en Samaría, y reinó diecisiete 
años. 

2 Hizo el mal a los ojos de Ya ve, 
y siguió los pecados de Jeroboam, 
hijo de Nabat, con que hizo pecar 
a Israel, y no se apartó de ellos. 
3 Encendióse el furor de Ya ve contra 
Israel, y los entregó en manos de 
Jazael, rey de Siria, y en manos de 
Ben Adad, hijo de Jazael, todo el 
tiempo que estos reyes vivieron. 
4 Joacaz imploró a Ya ve, y Yave le 
oyó, pues vió la opresión en que los 
reyes de Siria tenían a Israel. 5 De¬ 
paró a Israel un libertador, que los 
sacó de las manos de los sirios, y 
habitaron en sus tiendas como antes; 
6 pero no se apartaron de los pecados 
de la casa de Jeroboam, que había 
hecho pecar a Israel, sino que se 
dieron a ellos y aun un asera 
quedaba en medio de Samaría. 7 De 
todo el ejército que tenía Joacaz no 
le dejó Yave más que cincuenta caba¬ 
lleros, diez carros y diez mil infantes, 
porque el rey de Siria los había 
aniquilado, como si los redujera a 
polvo. 

8 El resto de los hechos de Joacaz, 
cuanto hizo, sus hazañas, ¿no está 
escrito en el libro de las crónicas 
de los reyes de Judá? 

9 Joacaz se durmió con sus padres, 
y fue sepultado cu Sainaría. Le suce¬ 
dió Joás, su hijo. 

10 El año treinta y siete de Joás, 
rey de Judá, comenzó a reinar Joás, 
hijo de Joacaz, en Israel, en Samaría, 
y reinó dieciséis años. 11 Hizo el mal 
a los ojos de Yave, y no se apartó 
de ninguno de los pecados de Jero¬ 
boam, hijo de Nabat, que había 
hecho pecar a Israel, sino que se dió 
a éslos como él. 

12 El resto de los hechos de Joás, 
cuanto hizo, sus hazañas, y la guerra 
eonlra Amasias, rey de Judá, ¿no 
está escrito en el libro de las crónicas 
de los reyes de Israel? 

13 Joás se durmió con sus padres, 
y le sucedió Jeroboam. Joás filé 
sepultado en Samaría con los reyes 
de Israel. 

14 Enfermó Elíseo de la enfermedad 
de que murió; y Joás, rey de Israel, 
bajó a verle, lloró sobre él, y dijo: 
«iPadre mío, padre míol jCarro de 


Israel y su auriga!» 15 Elíseo le dijo: 
«Toma tu arco y unas flechas.» El 
tornó el arco y flechas. 16 Luego dijo 
Elíseo al rey de Israel: «Pon tus manos 
en el arco,» Y él las puso, y puso 
Elíseo las suyas sobre las del rey. 
17 Luego añadió: «Abre la ventana 
que da al oriente.» Abrióla, y Elíseo 
le dijo: «Dispara»; y disparó. Eliseo 
exclamó: «Es una flecha de liberación 
de Yave; de liberación contra Siria. 
Tú batirás a los sirios, en Afee, 
hasta exterminarlos.» 18 Elíseo le 
dijo nuevamente: «Coge las flechas.» 
El las tomó, y Elíseo le mandó: 
«Hiere la tierra», y el rev la hirió 
tres veces, y se detuvo. 19 Él hombre 
de Dios se irritó contra él, y le dijo: 
«Debieras haber herido cinco o seis 
veces, y entonces hubieras llegado a 
batir a los sirios hasta la extermi¬ 
nación; ahora sólo tres veces los 
batirás. 

20 Elíseo murió, y fué sepultado. 
Por entonces hacían incursión en la 
tierra, un año y otro, las tropas de 
Moab; 21 y sucedió que, mientras 
estaban unos sepultando a un muerto, 
vieron de pronto venir una de estas 
tropas, y arrojaron al muerto en el 
sepulcro de Elíseo; y en cuanto el 
muerto llegó a tocar los huesos de 
Elíseo, resucitó y se puso en nic. 

22 Jazael, rey de Siria afligió a 
Israel lodo el tiempo de la vida de 
Joacaz, 23 pero Yave tuvo miseri¬ 
cordia de ellos y los miró, por amor 
de su alianza con Abraham, Isac y 
Jacob, y no quiso destruirlos del 
todo, y hasta el presente no los ha 
arrojado de anlc sí. 

24 Murió Jazael, rey de Siria, y le* 
sucedió su hijo Ben Adad. 25 Joás, 
nijo de Joacaz, reconquistó de manos 
de Ben Adad, hijo de Jazael, las 
ciudades conquistadas por Jazael a 
Joacaz, su padre, durante la guerra. 
Joás batió tres veces a los sirios, y 
recobró las ciudades de Israel. 


Amasias, rey de Judá. Jeroboam, 
rey de Israel. 

H 1 El año segundo de Joás, hijo 
de Joacaz, rey de Israel, co¬ 
menzó a reinar Amasias, hijo de Joás, 
rey de Judá. 2 Tenía veinticinco años 
cuando comenzó a reinar, y reinó 
veintinueve años en Jerusalén. Su 
madre se llamaba Joadán, de Jeru¬ 
salén. 8 Hizo lo recto a los ojos de 






REYES II. 15 


375 


Yave, no, sin embargo, como David, 
su padre. Obró enteramente como ha¬ 
bía obrado Joás, su padre. 4 No des¬ 
aparecieron ios altos, y el pueblo 
siguió ofreciendo sacrificios y per¬ 
fumes en ellos. 6 Cuando hubo afir¬ 
mado en sus manos el reino, castigó 
a los servidores que habían matado 
al rey su padre; 6 pero no hizo morir 
a los hijos de los asesinos, según lo 
que está escrito en el libro de la ley 
de Moisés, donde manda Yave: «No 
se hará morir a los padres por los 
hijos, ni se hará morir a los hijos 
por los padres; sino que se hará morir 
a cada uno por su pecado.» 

7 Batió a diez mil edomitas en el 
valle de la sal. Conquistó en la guerra 
Scla, y la llamó Joctel, nombre que 
conserva hoy todavía. 

8 Entonces mandó Amasías men¬ 
sajeros a Joás, hijo de Joacaz, hijo 
de Jeliú, rey de Israel, para decirle: 
«Ven, que nos veamos las caras.» 
9 Joás, rey de Israel, hizo decir a 
Amasias: «El cardo del Líbano mandó 
a decir al cedro del Líbano: Dame tu 
hija por mujer para mi hijo. Las 
fieras del Líbano pasaron y piso¬ 
tearon el cardo. 10 Tú has batido a 
los edomitas, y tu corazón se ha 
envanecido. Goza tu gloria y qué¬ 
date en casa. ¿Para qué meterte en 
una empresa desafortunada, que será 
tu ruina y la de Judá?» 11 Pero Ama¬ 
sias no íc escuchó, y Joás, rey de 
Israel, subió, y se vieron las caras él 
y Amasias, rey de Judá, en Bet- 
sames, que está en Judá. 12 Judá fué 
batido por Israel, y cada uno huyó 
a su tienda. 13 Joás, rey de Israel, 
cogió prisionero en Betsames a Ama¬ 
sias, rey de Judá, hijo de Joás, hijo 
de Ocozías, y vino a Jerusalén e hizo 
una brecha de cuatrocientos codos 
en la muralla de Jerusalén, desde la 
puerta de Efraím hasta la puerta de 
la esquina. 14 Se apoderó de todo el 
oro y plata, y de los vasos que había 
en la casa de Yave y en el tesoro del 
palacio real, y tomando rehenes, re¬ 
tornó con ellos a Samaría. 

15 El resto de los hechos de Joás, 
cuanto hizo, sus hazañas y la guerra 
que hizo a Amasias, rey de Judá, ¿no 
está escrito en el libro de los crónicas 
de los reyes de Israel? 

16 Joás se durmió con sus padres, 
y fué sepultado en Samaria con los 
reyes de Israel. Le sucedió Jeroboam, 
su hijo. 

17 Amasias, hijo de Joás, rey de 


Judá, vivió quince años después de 
la muerte de Joás, hijo de Joacaz, 
rey de Israel. 

18 El resto de los hechos de Amasias, 
¿no está escrito en el libro de las 
crónicas de los reyes de Judá? 

19 Se tramó contra él una conjura¬ 
ción en Jerusalén, y huyó a Luquis, 
pero le persiguieron hasta Luquis, 
y allí le dieron muerte. 20 Le trajeron 
en caballos, y fué sepultado en Jeru¬ 
salén con sus padres, en la ciudad 
de David. 21 Todo el pueblo de Judá 
tomó a Azarias, hijo de Amasias, 
y le puso sobre el trono, a la edad de 
dieciséis años, cu lugar de Amasias, 
su padre. 22 Azarias reedificó a Elat 
y la restituyó al dominio de Judá, 
después de dormirse el rey con sus 
padres. 

23 El año quince de Amasias, hijo 
de Joás, rey de Judá, comenzó a 
reinar en Samaria Jeroboam, hijo 
de Joás, rey de Israel, y reinó cua¬ 
renta y un años. 

24 Hizo el mal a los ojos de Yave. 
No se apartó de ninguno de los pe¬ 
cados de Jeroboam, hijo de Nabat, 
que había hecho pecar a Israel. 
26 Recobró el territorio de Israel, 
desde la entrada de Amat hasta el 
mar del Araba, según la palabra que 
había dicho Yave, Dios de Israel, 
por medio de su siervo Jonás, profeta, 
hijo de Amitai, de Gat Efcr. 26 Por¬ 
que había visto Yave la aflicción de 
Israel, a la que todos, esclavos y 
libres, habían sido reducidos, sin que 

i hubiera quien pudiera socorrer a 
Israel. 27 No había resuelto Yave 
todavía raer el nombre de Israel de 
debajo del cielo, y le libró por medio 
de Jeroboam, hijo de Joás. 

28 El resto de los hechos de Jero¬ 
boam, cuanto hizo, sus hazañas en 
la guerra, y cómo restituyó al domi¬ 
nio de Israel Damasco y Amat, ¿no 
está escrito, en el libro de las crónicas 
de los reyes de Israel? 29 Jeroboam 
se durmió con sus padres, los reyes 
de Israel, y le sucedió Zacarías, 
su hijo. 

Azarias, rey de Judá. 

^ r 1 El año veintisiete de Jeroboam, 
¿ rey de Israel, comenzó a reinar 
Azarias, hijo de Amasias, rey de 
Judá. 2 Tenía dieciséis años cuando 
comenzó a reinar, y reinó cincuenta 
y dos años en Jerusalén. Su madre 
se llamaba Jolía, de Jerusalér. 








REYES II, 15 


J76 


8 Hizo lo que es recto a los oios de 
Ya\e, enteramente como lo había 
heeho Amasias, su padre, 4 pero los 
altos no desaparecieron, y el pueblo 
seguía ofreciendo sacrificios y per¬ 
fumes en ellos. 5 Yave hirió al rey, 
que estuvo leproso hasta el día de 
su muerte, y moraba en una habita¬ 
ción ais'ada. Joatán, su hijo, estaba 
a la cabeza del palacio y juzgaba al 
pueblo. 

6 El resto de los hechos de Azarías, 
cuanto hizo, ¿no está escrito en el 
libro de las crónicas de los reyes 
de Judá? 

7 Azarías se durmió con sus padres, 
y fué sepultado con sus padres en la 
ciudad de David. Le sucedió Joatán, 
su hijo. 


Zacarías, Sel ti ni, Manajem, Po- 
eajyn y Peen], reyes ile Israel. 

8 El año treinta y ocho de Azarías, 
rey de Judá, comenzó a reinar sobre 
Israel en Samaría, Zacarías, hijo de 
Jeroboam, y reinó seis meses. 8 Hizo 
lo que era malo a los ojos de Yave, 
como lo habían hecho sus padres, 
y uo se apartó de los pecados de 
Jeroboam, hijo de Nabat, que había 
hecho pecar a Isiacl. 10 Selum, hijo 
de Jabcs, conspiró contra el, y le 
hirió delante del pueblo, dándole 
muerte. El le sucedió. 

11 El resto de los hechos de Zaca¬ 
rías, escrito está en el libro de las 
crónicas de los reyes de Israel. 

12 Así se cumplió lo que Yave había 
declarado a Jehú, diciendo: «Tus 
hijos se sentarán en el trono de Israel, 
hasta la cuarta generación, o 

13 Selum, hijo de Jabcs, comenzó 
a reinar el año treinta y nueve de 
Ozías (Azarías), rey de Judá, y 
reinó un mes en Samaría. 14 Manajem, 
hijo de Gadi, subió de Tirsa a Suma¬ 
ria, hirió a Selum, hijo de Jabcs, 
matándole, y le sucedió. 

15 El resto de los hechos de Selum, 
y la conspiración que tramó, está 
escrito en el libro de las crónicas de 
los reyes de Israel. 

16 Entonces Manajem castigó a 
Tifsnj y cuanto en ella había, con su 
territorio, desde Tirsa, porque no 
había querido abrirle sus puertas, 
y abrió el vientre de todas las mujeres 
encintas. 

17 El año treinta y nueve de Aza¬ 
rías, rey de Judá, comenzó a reinar 


en Israel Manajem, hijo de Gadi, 
y reinó diez años en Samaría. 

18 Hizo lo malo a los ojos de Yave, 
y no se apartó, mientras vivió, de 
los pecados de Jeroboam, hijo de 
Nabat, que había hecho pecar a 
Israel. 19 Ful, rey de Asiría, vino a 
Israel, y Manajem le dió a Ful mil 
talentos de plata, para que le ayu¬ 
dase a consolidar el reino en sus 
manos. 20 Manajem, para obtener 
esta cantidad, hizo una derrama sobre 
todos los que en Israel eran ricos, 
imponiendo a cada uno cincuenta 
sidos de plata, para dárselos al rey 
de Asiria. El rey de Asiria se volvió, 
y por entonces no se quedó en la 
tierra. 

21 El resto de los hechos de Manajem, 
cuanto hizo, ¿no eslá eserto en el 
libro de las crónicas de los reyes de 
Israel? 22 Manajem se durmió con 
sus padres, y le sucedió Pecajya, 
su hijo. 

23 El año cincuenta de Azarías, 
rev de Judá, comenzó a reinar en 
Israel, en Samaría, Pccajya, hijo de 
Manajem, y reino dos años. 24 Hizo 
lo malo a los ojos de Yave, y no se 
apartó de los pecados de Jeroboam, 
hijo de Nabat, que hizo pecar a 
Israel. 25 Pecaj, hijo de Romelía, 
su oficial, conspiró contra él, y le 
hirió en Samaría, en el palacio del 
rev, en unión de Argob, y Ario, y de 
cincuenta hombres de entre los hijos 
de Galad, que le seguían. Así dió 
muerte a rccajva. y le sucedió. 

26 El resto de los hechos de Pccajya, 
cuanto hizo, escrito está en el libro 
de las crónicas de los reyes de Israel. 

27 El año cincuenta y dos de Aza¬ 
rías, rey de Judá comenzó a reinar 
en Israel, en Samaría, Pecaj, hijo 
de Romelía, y reinó veinte años. 
28 Hizo lo malo a los ojos de Yave, 
y no se apartó de los pecados de 
Jeroboam, hijo de Nabat, que había 
hecho pecar a Israel. 99 En tiempo de 
Pecaj. rey de Israel, Teglat Falasar, 
lev de Asiría, vino y tomó Yvon, 
Abel Bet Maca, Janoaj, Quedes y 
Gasor, Galad y la Galilea, todo el 
territorio de Neftalí, y llevó a sus 
habitantes cautivos a Asiría. 30 Oseas, 
lujo de Ela, conspiró contra Pecaj, 
hijo de Romelía, .y le hirió, dándole 
muerte, y sucediéndolc el año veinte 
de Joatán, hijo de Ozías (Azarías). 
81 El resto de los hechos de Pecaj,. 
cuanto hizo, escrito está en el libro 
de las crónicas de los reyes de Israel. 





REYES II, 16, 17 


MI 


32 El año segundo de Peeaj, hijo 
de Romelía, rey de Israel, comenzó 
a reinar Joatán, hijo de Ozías (Aza- 
rías), rey de Judá. 33 Tenía veinti¬ 
cinco años cuando comenzó a reinar, 
y reinó dieciséis años en Jerusalén. 
Su madre se llamaba Jerusa, hija 
de Sadoc. 34 Hizo lo recto a los ojos 
de Ya ve, enteramente como lo había 
hecho Ozías, (Azarías) su padre; 
35 pero no desaparecieron los altos, 
y el pueblo seguía ofreciendo sacri¬ 
ficios y perfumes en ellos. Joatán 
edificó la puerta superior de la casa 
de Yave. 36 El resto de los hechos 
de Joatán, cuanto hizo, ¿no está 
escrito en el libro de las crónicas de 
los reyes de Judá? 37 En este tiempo 
comenzó a mandar Yave contra Judá 
a Rasin, rey de Siria, y a Pccaj, 
hijo de Romelía. 

38 Joatán se durmió con sus padres, 
y fue sepultado con ellos en la ciudad 
de David, su padre. Le sucedió Ajaz, 
su hijo. 

Ajaz, rey de Judá. 

] 1 El año diecisiete de Peeaj, 

hijo de Romelía, comenzó a 
reinar Ajaz, hijo de Joatán, rey de 
Judá; 2 tenía Ajaz veinte años cuan¬ 
do comenzó a reinar, y reinó dieciséis 
años en Jerusalén. No hizo lo recto 
a los ojos de Yave, su Dios, como lo 
había hecho David, su padre. 3 Mar¬ 
chó por el camino de los reyes de 
Israel, y hasta hizo pasar a su hijo 
por el fuego, según las abominaciones 
de las gentes que Yave había expul¬ 
sado ante los hijos de Israel. 4 Ofre¬ 
cía sacrificios y perfumes en los 
altos, en los.collados, y bajo cualquier 
árbol frondoso. 

6 Entonces Rasín, rey de Siria, y 
Pecaj, hijo de Romelía, rey de Israel, 
subieron contra Jerusalén para ata¬ 
carla, y sitiaron a Ajaz, pero no 
pudieron vencerle. 6 En el mismo 
tiempo Rasín, rey de Siria, sometió 
a Elat al dominio de los sirios, expul¬ 
sando de ella a los judíos, y los sirios 
se establecieron en Elat, y allí habi¬ 
tan hasta el día de hoy. 

7 Ajaz mandó mensajeros a Teglat 
Ealasar, rey de Asiria, para decirle: 
«Tu siervo soy, y tu hijo. Sube y 
líbrame de las manos del rey de Siria 
y de las del rey de Israel, que se 
alzan contra mí.» 8 Ajaz cogió la 
plata y el oro que había en la casa 
de Yave V en el tesoro del palacio 


del rey, y se lo mandó en presente 
al rey de Asiria. 9 El rey de Asiría 
le dió oídos, y subió contra Damasco, 
la tomó, y llevó a sus habitantes 
cautivos a Quir, y dió muerte a 
Rasín. 

10 El rey Ajaz fué a Damasco, para 
ver a TegJafalasar, rey de Asiria, y 
habiendo visto el altar que había en 
Damasco, mandó luego al sacerdote 
Urias el modelo y la forma exacta del 
altar. 11 El sacerdote Urias construyó 
uno, ajustándose al modelo enviado 
de Damasco por el rey Ajaz, aca¬ 
bándole antes de que Ajaz volviese 
de Damasco. 12 Llegado de Damasco, 
vió el rey el altar, y acercándose, 
subió a él; 13 hizo quemar en él su 
ofrenda y su holocausto, y libó en 
él sus libaciones y derramó en él la 
sangre de sus sacrificios eucarísticos. 
14 Quitó de ante la casa el altar de 
bronce que había ante Yave, para 
que no estuviese entre el nuevo altar 
y la casa de Yave, y le puso cerca 
del nuevo altar, hacia el norte. 

16 El rey Ajaz dió al sacerdote 
Urias esta orden: «Quema en el gran 
altar el holocausto de la mañana y 
la ofrenda de la tarde, el holocausto 
del rey y su ofrenda, el holocausto 
de todo el pueblo y sus ofrendas; 
derrama en él sus libaciones y la 
sangre de todos los holocaustos y 
todos los sacrificios. Del altar de 
bronce ya dispondré yo.» 16 El sacer¬ 
dote Urias hizo en todo cohforme a 
lo que el rey Ajaz le había mandado, 
17 y el rey Ajaz rompió los tableros de 
las basas, y quitó las fuentes que 
había sobre ellas. Quitó el mar de 
encima de los toros de bronce, que 
estaban debajo, y le colocó sobre 
un solado de piedra; 18 y para agra¬ 
dar al rey de Asiria, mudó de la 
casa de Yave el pórtico del sábado, 
que se había construido en ella, y 
la entrada exterior del rey. 

19 El resto de los hechos de Ajaz, 
cuanto hizo, ¿no está escrito en el 
libro de las crónicas de los reyes de 
Judá? 

20 Ajaz se durmió con sus padres, 
y fué sepultado con ellos en la ciudad 
de David. Le sucedió Ezequías, su 
hijo. 

Oseas, último rey de Israel. 

17 1 El año doce de Ajaz, rey de 
Judá, comenzó a reinar en Israel, 
en Samaría, Oseas, y reinó seis años. 










378 


REYES II. 17 


1 Hizo lo malo a los ojos de Yave, 
aunque no tanto como los reyes de 
Israel que le precedieron. 3 Subió 
contra él Samanasar, rey de Asiria, 
y Oseas se le- sometió y le pagó tri¬ 
buto; 4 pero el rey de Asiria descu¬ 
brió luego una conspiración que tra¬ 
maba Oseas, que había mandado em¬ 
bajadores a So, rey de Egipto, y 
había dejado de pagar el tributo 
anual al rey de Asiria, y el rey de 
Asiría le hizo encarcelar y encadenar | 
en una prisión. 5 Recorrió el rey de 1 
Asíria todo el territorio, y subió contra | 
Samaría, que tuvo asediada durante 
tres años. 6 El año noveno de Oseas, ¡ 
el rey de Asiria tomó a Samaría, y 
llevó cautivos a sus habitantes a Asi¬ 
ria, haciéndoles habitar en Calae, y 
Jabor, junto al río Gozán, y en las 
ciudades de la Media. 7 Los hijos de 
Israel habían pecado contra Yave, 
su Dios, que los había sacado de la j 
tierra de Egipto, de bajo el dominio i 
del Faraón, rey de Egipto, temiendo 
a dioses ajenos. 8 Siguieron las cos¬ 
tumbres de las gentes que Yave había, 
expulsado ante los hijos de Israel, y 
las que habían introducido los reyesi 
de Israel. 9 Los hijos de Israel hicie¬ 
ron contra Yave ocultamente cosas 
detestables, edificaron altos en todas 
sus ciudades, desde la torre de ata¬ 
laya hasta la ciudad murada. 10 Se 
alzaron cipos y aseras en todo co-1 
liado alto y bajo todo árbol frondoso, 

11 y quemaron perfumes en todos los 1 
altos como las gentes que Yave había i 
expulsado ante ellos, e hicieron mal-j 
dades con las que irritaron a Yave. i 

12 Sirvieron a los ídolos, de quienes I 
había dicho Yave: «No haréis tal.» 

13 Yave advertía a Israel y a Judá 
por todos sus profetas, por todos sus 
videntes, y Ies decía: «Convertios de 
vuestros perversos caminos, y guar¬ 
dad mis leves y mis mandamientos, 
siguiendo fielmente la ley que yo 
prescribí a vuestros padres y os lie ¡ 
inculcado por medio de mis profetas.» 
14 Pero ellos no le escucharon, y en¬ 
durecieron su cerviz, como lo habían 
hecho sus padres, que no creyeron, 
en Yave, su Dios. 15 Rechazaron sus 
leyes y la alianza que había hecho 
con sus padres, y las amonestaciones 
que les había hecho. Se fueron tras 
las vanidades, y cayeron así ellos 
mismos en la vanidad, como los pue¬ 
blos que los rodeaban, y a quienes 
Yave les había prohibido imitar. 
16 Traspasaron todos los mandamien¬ 


tos de Yave, su Dios, y se hicieron 
imágenes fundidas, dos becerros, as - 
eras, y se postraron ante todo el 
ejército de los.cíelos, y sirvieron a 
Baal. 17 Hicieron pasar por el fuego 
a sus hijos y a sus hijas, se dieron 
a la adivinación y a los encantamien¬ 
tos, y se entregaron a cuanto era malo 
a los ojos de Yave, para irritarle. 
18 Por eso Yave se irritó fuertemente 
contra Israel, y le arrojó de su pre¬ 
sencia, y no quedó más que la tribu 
de Judá. 19 Pero tampoco Judá 
guardó los mandamientos de Yave, 
su Dios, y ha imitado las costumbres 
de Israel. 20 Por eso arrojó Yave de 
sí a toda la descendencia de Israel, 
la ha humillado, y la entregó en manos 
de salteadores, hasta arrojarla de su 
presencia. 21 Israel se separó de la 
casa de David y se dió por rey a 
Jeroboam, hijo de Nabat, que los 
apartó de Yave, e hizo cometer a 
Israel un gran pecado. 22 Los hijos 
de Israel se dieron a todos los peca¬ 
dos de Jeroboam, que él comenzó, 
y no se apartaron de ellos 23 hasta que 
Yave arrojó a Israel lejos de su pre¬ 
sencia, como lo había anunciado por 
todos sus siervos los profetas. E Is¬ 
rael ha sido llevado cautivo lejos de 
su tierra, a Asiría, donde ha quedado 
hasta el día de hoy (t). 

24 El rey de Asiria mandó gentes de 
Babilonia, de Cuta, de A va, de Amat 
y de Scfarvaim, y las estableció en 
las ciudades de Sainaría, en lugar de 
los hijos de Israel. Se posesionaron 
de Samaría y habitaron en sus ciu¬ 
dades. 25 Cuando comenzaron a habi¬ 
tar allí, no temían a Yave, y Yave 
mandó contra ellos leones, que los 
devoraron. 26 Dijeron, pues, al rey 
de Asiria: «Las gentes que tú has 
trasladado, para establecerlas en las 
ciudades de Sainaría, no conocen el 
modo de servir al Dios de aquella 
tierra, y éste ha mandado contra 
ellas leones, que los devoran, porque 
no saben el modo de servir al dios de 


(i) Es la definitiva destrucción y desapa¬ 
rición del reino del norte. Las causas de esta 
ruina fueron muchas. La principal de todas, 
la corrupción religiosa. No dejaron de influir 
también poderosamente las constantes revueltas 
políticas, acompañadas muchas veces de regi¬ 
cidios y cambios de dinas las. La persistencia 
de esta desaparición se explica ror Ja pagnniza- 
ción de la inmensa mayoría del pueblo, que se 
diluyó luego entre los pueblos a que fue llevado 
, cautivo. Los pocos que se conservaron fieles se 
incorporaron después a Judá. 






REYES 11, 18 


379 


la tierra.» 27 El rey de Asiria dió esta 
orden: «Mandad que vaya allá uno 
de los sacerdotes que de allí habéis 
traído en cautividad, que vaya a 
establecerse allí y les enseñe el modo 
de servir al dios de aquella tierra.» (1) 

28 Vino, pues, a establecerse en 
Betel un sacerdote de los que habían 
sido llevados cautivos de Samaría, y 
les enseñó cómo habían de servir a 
Yave. 29 Pero las gentes aquéllas se 
hicieron cada una sus dioses en las 
ciudades que habitaban, y los pusie¬ 
ron en los altos edificados por los 
samaritanos. 30 Las gentes de Babi¬ 
lonia se hicieron su Sucot Benot, las 
de Cuta, su Nargal, 31 las de Amat sus 
Nibjab y Tartac, y las de Sefarvaim 
pasaban a sus hijos por el fuego, en 
honor de Adramelec y Anamelec, 
dioses de Sefarvaim. 32 También ser¬ 
vían a Yave, y se dieron sacerdotes 
de los altos de entre todo el pueblo; 
estos sacerdotes ofrecían por ellos 
sacrificios en los templos de los altos. 
33 Así que, temían a Y"ave, y le ser¬ 
vían al mismo tiempo que a sus 
dioses, según la costumbre de las 
gentes' de que provenían. 34 Todavía 
hoy siguen haciendo como hicieron 
al principio. Ni temen a Yave, ni se 
conforman con sus leyes y manda¬ 
mientos, dados por Yave a los hijos 
de Jacob, a quien dió el nombre de 
Israel. 

35 Yave había hecho alianza con 
ellos y les había dado este mandato: 
«No temeréis a otros dioses, ni os 
prosternaréis ante ellos, ni los servi¬ 
réis, ni les ofreceréis sacrificios. 36 Te¬ 
meréis a Yave, que os ha sacado de 
la tierra de Egipto, con gran poder 
y brazo tendido. Sólo ante él os pros¬ 
ternaréis, y sólo a él ofreceréis sacri¬ 
ficios. 37 Guardaréis y pondréis por 
obra las leyes y mandamientos, los 
estatutos y decretos que él ha escrito 
para vosotros, y no serviréis a otros 
dioses. 38 No olvidaréis la alianza que 
yo he hecho con vosotros, y no teme¬ 
réis a otros dioses, 39 sino que teme¬ 
réis a Yave, vuestro Dios, y él os 
librará de las manos de todos vues¬ 
tros enemigos.» 40 Ellos no le han 


(i) Estas casi universales transmigraciones 
eran pirte de la política de los reyes de Asiria. 
Los nuevos colonos se creen obligados a adorar 
al Dios de la tierra, pero al mismo tiempo siguen 
dando culto a sus dioses, originando esa incon¬ 
cebible mezcla cultural religiosa que caracterizó 
a los samaritanos y los hizo tan odiosos a los 
judíos. S. Juan 4. 9 


obedecido, y siguen sus antiguas cos¬ 
tumbres; 41 estas gentes temen a Yave, 
y sirven a sus ídolos, y sus hijos y 
los hijos de sus hijos han seguido 
haciendo siempre hasta hoy, como 
hicieron sus padres. 


Ezequíns, rey de Judá. 

1 O 1 El año tercero de Oseas, hijo 
10 de Ela, rey de Israel, comenzó 
a reinar Ezequías, hijo de Ajaz, rey 
de Judá. 2 Tenía veinticinco años 
cuando comenzó a reinar, y reinó 
veintinueve años en Jerusalén. Su 
madre se llamaba Abi, hija de Za¬ 
carías. 3 Hizo lo que es recto a los 
ojos de Yave, enteramente como lo 
había hecho. Da vid, su padre. 4 * Hizo 
desaparecer los altos, rompió los ci¬ 
pos, derribó los aseras , y destrozó la 
serpiente de bronce que había hecho 
Moisés, porque los hijos de Israel 
hasta entonces habían quemado in¬ 
cienso ante ella, dándole el nombre 
de Nejustan (1). 

6 Puso su confianza en Yave, Dios 
de Israel; y de todos los reyes de 
Judá que le sucedieron o le prece¬ 
dieron, no hubo ninguno semejante 
a él. 6 Se allegó a Yave y no se 
apartó de él, y guardó todos losl 
mandamientos que Yave había pres¬ 
crito a Moisés. 7 Yave fué con Eze¬ 
quías, que salió bien en todas sus 
empresas. Se rebeló contra el rey de 
Asiria, y no le estuvo sujeto. 8 Batió a 
los filisteos, hasta Gaza, y devastó 
su tierra, desde las torres de atalaya 
hasta las ciudades fuertes. 

9 El año cuarto del rey Ezequías, 
que era el año séptimo de Oseas, 
hijo de Ela, rey de Israel, Salmana- 
sar, rey de Asiria, subió contra Sa¬ 
maría y la asedió. 10 La tomó al cabo 
de tres años, el año sexto de Eze¬ 
quías, que era el año noveno de 
Óseas, rey de Israel; entonces fué 
tomada Samaría. 11 El rey de Asiria 
llevó cautivo a Israel a Asiria, y los 
estableció en Cala, en Cabor, junto 
al río Gozan, y en las ciudades de 
Media, 12 porque no habían escu¬ 
chado la voz de Yave, su Dios, y 


(1) La actuación de Ezequías nos muestra 

en compendio la enorme corrupción religiosa 

a que había llegado el reino de Judá. Su obra 

queda enteramente anulada por su hijo y sucesor, 

Manases, que todavía aumentó la corrupción, 

lo cual prueba cuán arraigada estaba en el 

pueblo la idolatría. 













REYES II, 18 


habían roto su alianza, y no habían 
obedecido y puesto por obra todo lo 
que Yave había mandado a Moisés, 
su siervo. 


Invasión de SenaC|uerib. 

13 El año catorce del rey Ezequías, 
Senaquerib, rey de Asiria, subió 
contra todas las ciudades fuertes de 
Judá y se apoderó de ellas. 14 Ezc- 
quías, rey de Judá, mandó decir al 
rey de Asiria, a Raquis: «He pecado. 
Déjame, y haré todo lo que me im¬ 
pongas.» El rey de Asiria impuso a 
Ezequías, rey de Judá, trescientos 
talentos de plata y treinta talentos 
de oro. 15 Ezequías entregó toda la 
plata que había en la casa de Yave 
y en el tesoro del palacio real. 16 Filé 
entonces cuando Ezequías destruyó 
las puertas del templo de Y r avc y íos 
d nteles que el mismo Ezequías, rey de 
Judá, había cubierto láminas de oro, 
para entregárselas al rey de Asiria. 


Sitio (le .Jcrusalén. 

17 El rey de Asiria mandó desde 
Raquis a Ezequías, al generalísimo, 
al mayordomo mayor y al copcro 
mayor, con un fuerte ejército a Jc- 
rusalén. Pusiéronse en marcha, y 
cuando se acercaron a Jcrusalén, hi¬ 
cieron alto en el acueducto del es¬ 
tanque superior, en el camino del 
campo del batanero, 18 y preguntaron 
por el rey. Vino entonces Elyaquín, 
hijo de Hcleías, mayordomo del rey, 
con Sohna, el secretario, y Joaj, hijo 
de Asaf, cronista; 19 y el copcro ma¬ 
yor les habló, diciendo: «Decid a 
Ezequías: Así habla el rey grande, el 
rey de Asiria: 20 ¿Qué confianza es 
esa que manifiestas? ¿Crees tú que 
las meras palabras son prudencia y 
fuerza para la guerra? ¿En quién 
realmente confías, para querer rebe¬ 
larte contra mí? 21 ¿Confías en Egipto, 
en la caña rota, que pincha y lucre 
la mano de quienquiera que en ella 
se apoya? As! les sucede con el Fa¬ 
raón, rey de Egipto, a cuantos con¬ 
fían en él. 22 Y si me decís: Confiamos 
en Yave, nuestro Dios, ¿no ha he¬ 
cho desaparecer Ezequías sus altos 
y sus altares, diciendo a Judá y a 
Jcrusalén: Ante este altar de Jeru- 
salén habéis de ofrecer? 23 Haz, pues, 
un convenio con mi señor, el rey de 


Asiria, y yo te daré dos mil caballos, 
si estás en condiciones para proveer¬ 
los de caballeros. 24 ¿Cómo podrás 
resistir ni a un solo jefe de los meno¬ 
res entre los siervos de mi señor? 
¿Confías en que Egipto te mandará 
carros y caballeros? 25 Y además: 
¿ha sido sin la voluntad de Y r ave 
cómo he subido yo a este lugar, para 
destruirlo? Es Yave quien me ha 
dicho: Sube contra esa tierra, y des¬ 
truyela. » 

26 Elyaquín, hijo de Helcías, Sobna 
y Joaj, dijeron al copcro mayor: 
«Habla a tus siervos en arameo, que 
lo entendemos; no nos hables en judío 
delante de todo el pueblo que está 
en las murallas.» 27 Entonces el co¬ 
pcro mayor respondió: «¿Acaso es a 
tu señor* y a ti a quienes mi señor 
me ha mandado decir estas palabras, 
y no más bien a la gente que hay en 
ia muralla, para comerse sus propios 
excrementos y beberse su propia 
orina?» 28 Entonces se acercó el co¬ 
pcro mayor, y gritó en alta voz, en 
judío: «Escuchad la palabra del rey 
grande, del rey de Asiría: 29 Así habla 
el rev de Asiria: No os dejéis engañar 
de Ézcquías, que no podrá libraros 
de mi mano, 30 Que no os haga con¬ 
fiar tampoco Ezequías en Y T avc, di¬ 
ciendo: Y'avc nos librará, y esta ciudad 
no será entregada en manos del rey 
de Asiria. 31 No deis oídos a Ezequías, 
porque así habla el rey de Asiria: 
Haced paces conmigo, rendios a mí, 
V cada uno de vosotros comerá de 
su viña y de su higuera, y beberá 
el agua de su cisterna, 32 hasta que 
yo venga y os lleve a otra tierra 
como la vuestra, a una tierra de trigo 
y de vino, tierra de pan y de viñas, 
de olivos, de aceite y de miel; y allí 
viviréis y no moriréis. No escuchéis 
a Ezequías; no hace más que enga¬ 
ñaros cuando dice: Yave nos librará. 
33 ¿Han librado los dioses de los pue¬ 
blos a su tierra del poder del rey 
de Asiria? 34 ¿Dónde esláu los dioses 
de Emat y de Arfad? ¿Dónde los 
dioses de Scfarvaim, Ana y A va? 
¿Dónde están los dioses de la tierra 
de Samaría? ¿Han librado a Samaría 
de mi poder? 36 ¿Qué dios de éstos 
ha librado a su tierra de mi poder, 
pará que pueda Yave librar de mí 
mano a Jcrusalén?» 

36 El pueblo estuvo callado, y no 
dijo una sola palabra, porque el rey 
había dado esta orden: «No les res¬ 
pondáis.» 87 Elyaquín, hijo de Hel 








REYES II, 19 


cías, mayordomo del palacio, Sobna, 
secretario, y Joaj, hijo de Asaf, cro¬ 
nista, vinieron a Ezcquías, rasgadas 
las vestiduras, y le refirieron las pa¬ 
labras que el copero mayor había 
dicho. 


Jerusalcn, libertada, y el ejército 
de Senaquerib, destruido. 

1 Q 1 Cuando Ezequías lo oyó, rasgó 
1 sus vestiduras, se cubrió de 
saco, y fué a la casa de Yave. 2 Mandó 
a Elyaquín, mayordomo del palacio 
del rey,' a Sobna, secretario, y a los 
sacerdotes más ancianos, cubiertos 
de saco, al profeta Isaías, hijo de 
Amos, 3 para que le dijeran: «A<d 
habla Ezcquias: Hoy es día de an¬ 
gustia, de castigo y de oprobio, como 
si los hijos estuvieran para salir del 
seno de sus madres, y no hubiera 
fuerza para el alumbramiento. 4 ¿No 
habrá oído Dios las palabras del co¬ 
pero mayor, que el rey de Asiria, su 
señor, lia mandado para insultar al 
Dios vivo, y dejará Yave, tu Dios, 
de castigar las palabras que ha oído? 
Haz, pues, subir a él una plegaria, 
por el resto que aún queda.» 

6 Los servidores del rey Ezequías 
fueron a Isaías, 6 e Isaías les dijo: 
«He aquí lo que diréis a vuestro señor: 
Así habla Yave: No te asusten las 
palabras que has oído, y con las que 
los servidores del rey de Asiria me 
han ultrajado. 7 Yo voy a poner 
sobre él un espíritu tal, que al oír 
una noticia que recibirá, se volverá 
luego a su tierra, y allí, en su tierra, 
yo le haré morir a espada.» 8 El co¬ 
pero mayor se retiró, y se vio con el 
rey de Asiría, que estaba atacando 
a liobna. pues se le dijo que se había 
retirado de Laquis. 8 Diéronle noti¬ 
cia de Taraca, rey de Etiopía, di¬ 
ciendo: «Se ha puesto en marcha para 
atacarte.» 

El rey de Asiria mandó entonces 
de nuevo mensajeros a Ezequías, di¬ 
ciendo: 10 «Hablad así a Ezcquías, 
rey de Judá: Que tu Dios, en quien 
confías, no te engañe, diciendo: Je- 
rnsalcn no será entregada en manos 
del rey de Asiria. 11 Bien sabéis lo 
que los reyes de Asiria han hecho 
con todos los pueblos, y cómo los 
han destruido; ¿y vas a librarte tú? 
12 Los dioses de los pueblos que mis 
padres han destruido, ¿los libraron 
en Oozán, Harán, Retser, y libraron 




a los hijos de Edén, que habitan en 
Telasar? 13 ¿Dónde están el rey de 
Jamat, el rey de Arfad y el rey de 
la ciudad de Sefarvaím, de Hena y 
de Iva?» 

14 Ezequías tomó las cartas de mano 
de los mensajeros y las leyó. Luego 
subió a la casa de Yave, y las des¬ 
plegó ante Yave, 15 a quien hizo esta 
plegaría: «Yave, Dios de Israel, que 
te sientas sobre los querubines: Tú 
que eres el solo Dios de todos los 
reinos de la tierra; tú, que has hecho 
los cielos y la tierra, oh Yave, 16 in¬ 
clina tu oído y escucha. Abre, ¡oh 
Yavel, tus ojos y mira. Oye las pala¬ 
bras que Senaquerib ha mandado a 
decir, para insultar al Dios vivo. 
17 Es verdad, ¡oh Yavel, que los reyes 
de Asiria han destruido pueblos y 
asolado tierras, 18 y que han quema¬ 
do sus dioses; pero ésos no eran dioses, 
eran obra de la mano del hombre, 
leño y piedra; y ellos los aniquilaron. 
19 Líbranos, pues, Yave, Dios nues¬ 
tro, líbranos de la mano de Senaque¬ 
rib, y que todos los reinos de la tie¬ 
rra sepan que sólo tú eres Dios, ¡olí 
Y a vel» 

20 Entonces Isaías, hijo de Amos, 
mandó a decir a Ezequías: «Así 
habla Yave, Dios de Israel: He escu¬ 
chado la plegaria que tú me lias di¬ 
rigido a causa de Senaquerib, rey de 
Asiria. 21 He aquí la palabra que 
Yave ha pronunciado contra él: 

El te desprecia y se burla de ti, 
virgen hija de Sión, 

Detrás de ti él mueve la cabeza, 
hija de Jerusalén. 

22 ¿A quién has insultado y ultra¬ 
jado tú? ¿Contra quién has alzado 
tu voz? 

¿Contra quién alzaste tus ojos? 
¡Contra el Santo de Israelí 

23 Por tus mensajeros has ultrajado 
al Señor y has pensado: 

Con el poder de mis carros subo 
yo a las altas montañas, a las cimas 
del Líbano, 

Derribo los altos cedros, los selec¬ 
tos cipreses, 

Penetro en los más remotos luga 
res, en los más espesos bosques. 

24 Yo alumbro las aguas extranje¬ 
ras, para refrescarme con ellas, 

Y con la planta de mi pie seco 
todos los ríos de Egipto. 

26 ¿No lo has oído tú? Desde mucho 
ha, lo he preparado yo; 

Desde muy antiguo lo he planeado 
yo, y ahora lo realizo; 





REYES II. 20 


362 


Que sirva para reducir a monto¬ 
nes de ruinas las ciudades fortificadas, 

26 Sean sus habitantes reducidos a 
la impotencia, aterrorizados y con¬ 
fusos, 

Como la hierba de los campos, como 
la hierba tierna, 

Como las hierbas de los tejados, 
como el pasto quemado por el viento 
solano. 

27 Yo sé muy bien cuándo te le¬ 
vantas y cuándo te sientas, y cuándo 
vienes y cuándo vas. 

28 Porque te has enfurecido contra 
mí, y han llegado a mis oídos tus 
bravatas, 

Por eso yo pondré mí anillo en tus 
narices, y mi freno en tus labios, 

Y te haré volver por el camino que 
has traído. 

29 Y he aquí lo que te servirá de 
señal: 

Este año se comerá lo que retoñe, 
y el año que viene lo que de sí 
brote. 

Pero al tercer año sembrarás, y 
cosecharás, plantaréis viñas y come¬ 
réis su fruto, 

30 Pues el resto de la casa de Judá 
que se salve y quede, echará raíces 
por debajo, y dará frutos por arriba. 

31 Porque" saldrá de Jerusalén un 
resto, y de la montaña de Sión los 
escapados, 

Y el celo de Yave hará esto. 

32 Por eso, así dice Yave del rey 
de Asiria: 

No entrará él en esta dudad, ni 
meterá en clía una flecha, 

Ni la acordonará con escudos, ni 
alzará contra ella empalizadas. 

33 Se volverá por el camino por 
donde ha venido. No entrará en esta 
ciudad. Palabra de Yave. 

34 Yo protegeré esta ciudad, y la 
salvaré por amor de mí, y por amor 
de David, mi siervo.» 

35 Aquella misma noche salió el 
ángel de Yave, e hirió en el campa¬ 
mento de los asirlos a ciento oehen- 
tay cinco mil hombres, y al levan¬ 
tarse por la mañana, todo eran 
muertos. 

38 Entonces Senaquerib, rey de Asi¬ 
ría, levantó el campo y partió; se 
volvió y se quedó en Nínive. 37 Mien¬ 
tras estaba prosternado en el tempío 
de Nisroe, su dios, Adramelec, su 
hijo, y Sarasar, le hirieron con la 
espada, y huyeron a la tierra de 
Ararat. Su hijo Asaradón reinó en 
su lugar. 


Enfermedad de Exequias. 

9(] 1 Por entonces enfermó de muer- 
te Ezequías, y el profeta Isaías, 
hijo de Amós, vino a él y le dijo: 
«Así dice Yave: Dispón de tu casa, 
porque vas a morir y no vivirás más.» 
2 Ezequías volvió su rostro contra la 
pared, y oró a Yave, diciendo: 

3 «fOh Yaveí Ten en cuenta que he 
andado ante ti fielmente y con cora¬ 
zón íntegro, y que he hecho lo que 
es bueno a tus ojos.» Y Ezequías 
lloraba con gran llanto. 

4 Isaías había salido, pero antes 
que llegase al atrio de en medio, reci¬ 
bió palabra de Yave, que le dijo: 
5 «Vuelve a Ezequías, jefe de mi pue¬ 
blo, y dile: He escuchado tu oración 
y he visto tus lágrimas. Te curaré. 
Dentro de tres días subirás a la casa 
de Yave. 6 Te añadiré otros quince 
años a tus días, y te libraré a ti y 
a esta ciudad de la mano del rey de 
Asiria, y protegeré a esta ciudad por 
amor de mí, y por amor de David, 
mi siervo.» 

7 Isaías dijo: «Tomad una masa de 
higos.» Tomáronla, y se la pusieron 
sobre la úíccra, y Ezequías sanó. 

8 Ezequías había preguntado a 
Isaías: «¿En qué señal conoceré yo 
que Yave me curará, y que al tercer 
día subiré a la casa de Yave?» 9 Isaías 
le respondió: «He aquí la señal por 
la que conocerás que Yave cumplirá 
la palabra que ha pronunciado: La 
sombra avanzará diez grados o retro¬ 
cederá diez grados.» 10 Y Ezequías 
dijo: «Poca cosa es que avance diez 
grados; no así que retroceda diez 
grados.» 11 Entonces Isaías, profeta, 
invocó a Yave, que hizo retroceder 
diez grados la sombra en el reloj 
de Ajaz. 

12 Por este tiempo Merodae Bala- 
dán, hijo de Baladán, rey de Babi¬ 
lonia, mandó una carta y un pre¬ 
sente a Ezequías, pues había tenido 
noticia de su enfermedad. 13 Eze¬ 
quías dió audiencia a los mensajeros, 
y les enseñó todos sus tesoros, la 
plata, el oro, los aromas y el aceite 
refinado, el arsenal, y todo cuanto de 
precioso había en el tesoro. Nada 
hubo que Ezequías no les enseñara, 
en la casa y en todas sus depen¬ 
dencias. 

14 Isaías, profeta, vino luego a 
Ezequías y le dijo: «¿Qué han dicho 
esas gentes que han venido a ti?» 
Ezequías contestó: «Vienen de tierra 




REYES II, 21 




lejana, de Babilonia.» 15 Isaías añadió: 
«¿Que es lo que han visto de tu casa?» 
Ezequías respondió: «Han visto todo 
cuanto hay en la casa, les he ense¬ 
ñado todo mi tesoro, sin dejar nada.» 

18 Entonces Isaías le dijo a Eze¬ 
quías: «Escucha la palabra de Yave: 
17 Tiempo vendrá, en que será lle¬ 
vado a Babilonia todo cuanto hay 
en esta casa, todo cuanto atesoraron 
tus padres hasta hoy, sin quedar 
nada. 18 Y de los hijos que de ti 
saldrán, de los engendrados por ti, 
tomarán para hacer de ellos eunucos 
del palacio del rey de Babilonia.» 

19 Ezequías respondió a Isaías: «Buena 
es la palabra de Yave que has pro¬ 
nunciado.» Pensando: «Con tal que 
durante mi vida haya paz y segu¬ 
ridad... » 

20 El resto de los hechos de Eze¬ 
quías, todas sus hazañas, cómo hizo 
el estanque y el acueducto y trajo 
las aguas a la ciudad, ¿no está escrito 
en el libro de las crónicas de los reyes 
de Judá? 21 Ezequías se durmió 
con sus padres, y le sucedió Manasés, 
su hijo. 


Manases, rey de Judá. 

1 Doce años tenía Manasés 
^ * cuando comenzó a reinar, y 
reinó cincuenta años en Jerusalén. 
Su madre se llamaba Jasiba. 2 Hizo 
el mal a-los ojos de Yave, según todas 
las abominaciones de las gentes que 
Yave había arrojado ante los hijos 
de Israel. 3 Reedificó los altos, que 
Ezequías su padre había destruido, 
alzó altares a Baal, levantó un 
asera , como había hecho Ajaz, rey 
de Israel, y se prosternó ante todo 
el ejército de los cielos, y le sirvió. 
4 Alzó altares en la casa de Yave, 
de la que Yave había dicho: «Pondré 
mijnombre en Jerusalén.» 5 Alzó alta¬ 
res a todo el ejército de los cielos en los 
dos atrios de la casa de Yave. 6 Hizo 
pasar a su hijo por el fuego; se dió 
a la observación de las nubes y de 
las serpientes, para obtener pronós¬ 
ticos, e instituyó evocadores de los 
espíritus y adivinadores del porve¬ 
nir. Hizo enteramente lo que es malo 
a los ojos de Yave, para irritarle. 
7 También alzó en la casa de Yave 
el ascra y en la casa de que Yave 
había dicho a David y a Salomón, 
su hijo: «En esta casa, en Jerusalén, 
que he elegido entre todas las tribus 


de Israel, yo pondré para siempre 
mi nombre. 8 No haré errar más el 
pie de Israel fuera de la tierra que 
yo le he dado, siempre que ellos 
cuiden de poner por obra los manda¬ 
mientos y las leyes que yo he pres-. 
crito a mi siervo Moisés.» 9 Pero 
ellos no obedecieron, y Manasés fue 
causa de que se descarriaran e hicie¬ 
ran el mal, más todavía que las gen¬ 
tes que Yave había destruido ante 
los hijos de Israel. 

10 Entonces Yave habló por medio 
de sus profetas, diciendo: 11 «Por 
haber cometido Manasés todas esas 
abominaciones, por haber obrado peor 
que antes de él obraron los amorreos, 
por haber hecho pecar a Judá con 
sus ídolos, 12 he aquí lo que dice 
Yave, Dios de Israel: Voy a echar 
sobre Jerusalén y sobre Judá males, 
que a quien los oyere le retiñirán 
los oídos. 13 Yo echaré sobre Jerusa¬ 
lén la cuerda de Samaria, y la plo¬ 
mada de la casa de Ajab, y fregaré 
a Jerusalén como se friega un plato, 
volviéndolo de un lado y de otro. 
14 Abandonaré el resto de mi heredad, 
y se lo entregaré a sus enemigos; 
y serán la presa y el botín de todos 
sus enemigos, 15 por haber hecho lo 
malo a mis ojos y haberme irritado, 
desde el día en que sus padres salie¬ 
ron de Egipto hasta hoy.» 

18 Derramó también Manasés mu¬ 
cha sangre inocente, hasta llenar a 
Jerusalén de un cabo al otro, sobre 
los pecados que él cometió y que 
hizo cometer a Judá, haciendo el 
mal a los ojos de Yave. 

17 El resto de los hechos de Mana¬ 
sés, cuanto hizo, los pecados a que 
se entregó, ¿no está escrito en el 
libro de las crónicas de los reyes 
de Judá? 

18 Manasés se durmió con sus 
padres, y fue sepultado en el jardín 
de su casa, en el jardín de Uza. Le 
sucedió Ammón, su hijo. 


Amnión, rey de Judá. 

19 Veintidós años tenía Ammón 
cuando comenzó a reinar, y reinó 
dos años en Jerusalén. Su* madre 
se llamaba Mesalemet, hija de Jarus, 
de Jotba. 

20 Hizo el mal a los ojos de Yave, 
como lo había hecho Manasés, su 
padre, 21 y siguió en todo el camino 
que había seguido su padre. Sirvió 











384 


REYES II, 22 


a los ídolos a que había servido su 
padre y se prosternó ante ellos, 
22 apartándose de Yave, Dios de sus 
padres, y no siguiendo sus caminos. 

23 Los servidores de Ammón cons¬ 
piraron contra él y mataron al rey 
en su casa; 24 pero el pueblo castigó a 
todos los que habían conspirado 
contra el rey Ammón, y puso por rey 
a Josías, su hijo, en lugar suyo. 

25 El resto de los hechos de Ammón, 
lo que hizo, ¿no está escrito en el 
libro de las crónicas de los reyes 
de Judá? 

26 Fue sepultado en su sepulcro 
en el jardín de Uzá, y le sucedió 
Josías, su hijo. 


Josías, rey <le Judá. 

22 1 0°h° años tenía Josías cuando 
comenzó a reinar, y reinó treinta 
y un años en Jerusalén. Su madre 
se llamaba Jedida, hija de Adaya, 
de Boscat. 

2 Hizo lo que es recto a los ojos 
de Yave, y siguió en todo el camino 
de David, su padre, sin apartarse 
ni a la derecha ni a la izquierda. 

3 El año dieciocho del reinado de 
Josías, mandó el rey a la casa de 
Yave a Safán, secretario, hijo de 
Asalía, hijo de Mesulam, dieiéndole: 

4 «Sube a Helcías, sumo sacerdote, 
y que reúna el dinero que haya en 
la casa de Yave y que han recaudado 
del pueblo los guardias de la puerta, 

5 y lo entregue a los encargados de 
hacer las obras en la casa de Yave, 
empleándolo en pagar a los que tra¬ 
bajan en las obras de reparación 
de la casa de Yave, * a los carpin¬ 
teros, a los maestros y albañiles, 
y en pagar la madera y las piedras 
talladas para la reparación de la 
casa. 7 Tero que no se Ies exijan 
cuentas del dinero que se les entregue, 
por ser gente de probidad.» 

Ilalhi/qo del libro de la ley. 

8 Entonces Helcías, el sumo sacer¬ 
dote, dijo a Safán, secretario: «He 
encontrado en el templo de Yave el 
libro de la ley.» Helcías dió el libro 
a Safán, y Safán, escriba, lo leyó; 
• V fué luego a dar cuenta al rey, 
y le dijo: «Tus siervos han reunido 
el dinero que había en el templo, 
v se lo han entregado a los encar¬ 


gados de hacer las obras en la casa 
de Yave.» 10 Y añadió: «El sacerdote 
Releías me ha entregado este libro»; 
y lo leyó delante del rey. 

11 Cuando oyó el rey las palabras 
del libro de la ley, rasgó sus vesti¬ 
duras, 12 y dió esta orden al sacer¬ 
dote Helcías, a Ajicam, hijo de 
Safan, a Acbor, hijo de Miqueas, 
a Safán, secretario, y a Asava, mi¬ 
nistró del rey: 13 «Td a consultar 
por mí a Yave, respecto de las pala¬ 
bras del libro que se ha encontrado, 
porque seguro que es grande la cólera 
de Yave contra mí, contra el pueblo 
y contra Judá, por las palabras del 
libro que se ha encontrado, pues 
grande es la cólera de Yave que se 
ha encendido contra nosotros, por 
no haber obedecido nuestros padres 
las palabras de este libro, y no liaber 
puesto por obra cuanto en él se 
nos manda» (1). 

14 El sacerdote Helcías, Ajicam, 
Acbor, Safán y Asaya fueron a la 
profHisa Jolda, mujer de Salum, 
hijo de Ticra, hijo de Jarjam, guar¬ 
darropa, que moraba en Jerusalén, 
en el otro barrio de la ciudad. Una 
vez que la hablaron, 15 les dijo ella: 
«Así habla Yave, Dios de Israel: 
Decid al que a mí os ha enviado: 
18 Así dice Yave: Yo voy a hacer 
venir sobre este lugar y sus habitan¬ 
tes los males de ciue habla este libro, 
que el rey de Judá ha leído; 17 porque 
me han "dejado y han quemado per¬ 
fumes a otros dioses, irritándome 
con la obra de sus manos, y mi cólera 
se ha encendido contra este lugar, 
y no se apagará; 18 pero diréis al rey 
de Judá, que os envía para consul¬ 
tar a Yave: Así dice Yave, Dios de 
Israel, acerca de las palabras de este 
libro, que tú has oído: 19 Por haberse 
conmovido tu corazón y haberte 
humillado ante Yave, al oír lo que 
yo he anunciado contra este lugar 
y contra sus habitantes, que serán 
objeto de espanto y de execración; 
por haber rasgado tus vestiduras y 
liaber llorado ante mí, yo también 
te he oído a ti, dice Yave, 20 y por 
eso yo te recogeré a tus padres y 


(i) Discuten los autores si lo hallado fué el 
Pentateuco, el Deuteronomio o una parte de 
éste. Sea de ello lo que quiera, la sorpresa y 
gran conmoción que en el rey y en el pueblo 
produce el hallazgo, muestran claramente hasta 
qué punto hablan dado al olvido la ley de Dios 
La reforma de Josías parece enteramente ajus¬ 
tada al Deuteronomio. 







REYES ií, 23 


385 


serás sepultado en paz, y no verán 
tus ojos todos los males que yo haré 
venir sobre este lugar.» Ellos llevaron 
al rey esta respuesta. 

1 El rey Josías hizo reunir 
¿O junto a él a todos los ancianos ¡ 
de Judá y de Jerusalén, 2 y subió 
luego con todos los hombres de Judá 
y todos los habitantes de Jerusalén, 
ios sacerdotes, los profetas, y todo 
el pueblo, desde el más pequeño 
hasta el más grande; y leyó delante 
de ellos todas las palabras del libro 
de la alianza que se había encontrado 
en la casa de Yave. Estaba el rey 
junto a la columna en su estrado; 

2 y puesto en pie, hizo alianza con 
Yave, de seguir a Yave y guardar 
sus mandamientos, sus preceptos y í 
sus leyes, con todo su corazón y toda 
su alma, poniendo por obra las pala¬ 
bras de esta alianza escritas en el 
libro. Todo el pueblo confirmó esta 
alianza. 


Destrucción de la idolatría. 

4 El rey mandó al sumo sacerdote, 
Helcías, a los sacerdotes de segundo 
orden y a los que hacían la guardia 
a la puerta, que sacaran del templo ¡ 
de Yave todos los enseres que habían 
sido hechos para Baal, para el as- 
era y para toda la milicia del cielo, 
y los quemó fuera de Jerusalén, en 
el valle de Cedrón, e hizo llevar las 
cenizas a Betel. 5 Expulsó a los sacer¬ 
dotes de los ídolos, puestos por los 
reyes de Judá para quemar perfumes ; 
en los altos, en las ciudades de Judá 
y en los alrededores de Jerusalén; 
a los que ofrecían perfumes a Baal, 
al sol, a la luna, a Venus y a toda 
la miliea de los cielos. 6 Sacó el 
asera fuera de Jerusalén, al valle 
de Cedrón, y lo quemó allí, reducién¬ 
dolo a ceniza, que hizo arrojar a la 
sepultura común del pueblo. 7 De¬ 
rribó los lugares de prostitución ido¬ 
látrica del templo de Yave, donde las 
mujeres tejían para el asera. 8 Hizo 
venir de las ciudades de Judá a todos 
los sacerdotes, profanó los altos donde 
los sacerdotes quemaban perfumes, 
desde Gueba hasta Berseba; derribó 
los altos de los sátiros, que había 
delante de la puerta del gobernador 
Josué, a mano izquierda de la puerta 
de la ciudad. 9 Los sacerdotes de los 


altos no subieron al altar de Yave en 
Jerusalén, pero comían panes ácimos 
con sus hermanos. 10 El rey profanó 
el Tofct del valle de los hijos de 
Hinón, para que nadie hiciera pasar 
a sus hijos por el fuego en honor de 
Moloc. 11 Hizo desaparecer de la 
entrada de la casa de Yave los caba¬ 
llos que los reyes de Judá habían 
dedicado al sol, cerca de la habi¬ 
tación del camarero Natanmelec en el 
Farvarím. Quemó los carros del sol, 
12 demolió los altares que había en 
la terraza de la cámara alta de Ajaz, 
que habían alzado los reves de Judá, 
y los altares que había hecho Mana- 
sés en los dos atrios de la casa de 
Yave; y después de destrozarlos y 
quitarlos de allí, arrojó el polvo al 
valle de Cedrón. 13 Profanó el rey 
los altos que había al oriente de 
Jerusalén, al mediodía del monte de 
los olivos, que Salomón, rey de Israel, 
había erigido a Astarte, la abomi¬ 
nación de los sidonios, a Camos, la 
abominación de los moabitas, y a 
Melcom, la abominación de los amo¬ 
nitas. 14 Destrozó los cipos, derribó 
los aseras , y llenó los lugares donde 
estaban de huesos humanos. 15 De¬ 
rribó también el altar de Betel, el alto 
que había hecho .Jeroboam, hijo de 
Nabat, que había hecho pecar a 
Israel; destrozó sus piedras y las 
redujo a polvo, y quemó el asera. 

16 Cuando Josías se volvía de allí, 
vió los sepulcros que había en la 
montaña, y mandó sacar de ellos los 
huesos y los quemó sobre el altar, 
profanándolo, conforme a la palabra 
de Yave, pronunciada por el hombre 
de Dios, que había anunciado esto 
cuando estaba Jeroboam ante el altar. 
17 Al volverse, puso sus ojos sobre el 
sepulcro del hombre de Dios que 
había anunciado esto, y preguntó: 
«¿Qué es aquello que veo allí?» Los 
habitantes de la ciudad le respon¬ 
dieron: «Es el sepulcro del hombre de 
Dios, que vino de Judá, y anunció 
estas cosas que tú has hecho con el 
altar de Betel.» 18 Entonces dijo él: 
«Dejadle en paz. Que nadie remueva 
sus huesos.» Así se conservaron in¬ 
tactos sus huesos, juntos con los del 
profeta que procedía de Samaria. 
19 Josías hizo también desaparecer 
todos los templos de los altos de las 
ciudades de Samaria, que habían 
hecho los reyes de Israel para irritar 
a Yave; hizo con ellos enteramente 
como había hecho con Betel. 20 Tn- 


25 






REYES II, 24 


-hSÜ 


molo sobre los altares a todos los 
sacerdotes de los altos que había allí, 
y quemó huesos humanos en el sitio 
donde habían sido elevados. Después 
se volvió a Jorusalén. 


Celebración de la pascua. 

21 Luego mandó Josías a todo el 
pueblo: «Celebrad la pascua en honor 
de Yavc, vuestro Dios, como está 
escrito en el libro de esta alianza.» 

22 Ninguna pascua semejante a esta 
se había celebrado desde el tiempo 
en que los jueces juzgaban a Israel, 
ni durante todo el tiempo de los 
reyes de Israel y de los reyes de «Tuda. 

23 El año dieciocho del reinado de 
Josías se celebró esta pascua en 
honor de Yave, en Jorusalén. 

24 Además, hizo Josías desapare¬ 
cer a los evocadores de los espíritus 
y a los adivinos, los terajim , los ídolos 
y todas las abominaciones que se 
veían en la tierra de Judá y en Jeru- 
salcn, para poner por obra las pala¬ 
bras de la ley, eseritas en el libro 
que el sacerdote Hclcías había en¬ 
contrado en la casa de Yave. 25 Antes 
de Josías no hubo rey que como él 
volviera a Yave con todo su corazón 
y con toda su alma y con todas sus 
fuerzas, conforme a toda la ley de 
Moisés; y después de él no la ha 
habido tampoco semejante. 26 Pero 
con todo, no desistió Yave del ardor 
de su gran cólera, encendida contra 
Judá, por todo lo que había h?cho 
Manasés para irritarle. 27 Yave dijo: 
«Quitaré también de mi presencia 
a Judá, como lo he hecho con Israel, 
y rechazare a esta ciudad de Jeru- 
salén, que yo había elegido, y la casa 
de que yo dije: Allí estará mi nom¬ 
bre. » 

28 El resto de los hechos de Josías, 
cuanto hizo, ¿no está escrito en el 
libro de las crónicas de los reyes de 
Judá? 

29 En su tiempo el Faraón Nccao, 
rey de Egipto, subió contra el rev 
de Asiria, hacia el río Eufrates. El 
rey Josías le salió al paso, y el Faraón 
le mató en el Mageddo, en cuanto le 
vio. 30 Sus servidores le llevaron 
muerto en el carro, trayéndolo de 
Mageddo a Jerusaién, y le sepultaron 
en su sepulcro. El pueblo tomó a 
Joacaz, hijo de Josías, y le ungió 

cy en lugar de su padre. 


Joacaz, Joaquim y Joaquín, 
reyes de Judá. 

31 Veintitrés años tenía Joacaz 
cuando comenzó a reinar, y reinó 
tres meses cu Jerusaién. Su madre 
se llamaba Jamital, hija de Jeremías, 
de Lobna. 32 Hizo el mal a los ojos 
de Yave, enteramente como lo habían 
hecho sus padres. 33 El Faraón Nceao 
le encadenó en Ribla, en tierra de Ha- 
mat, y le destronó, c impuso a las 
gentes de la tierra una contribución 
de cicñ talentos de plata y un talento 
de oro. 

34 El Faraón Nceao puso por rey 
a Elyaquín, hijo de Josías, en lugar 
de Josías, su padre, y le mudó el 
nombre, poniéndole el de Joaquim. 
Cogió a Joacaz y lo llevó a Egipto, 
donde murió. 35 Joaquim entregó 
al Faraón la plata v el oro; mas para 
reunir este dinero, según la imposi¬ 
ción del Faraón, hubo de sacarlo al 
pueblo, determinando lo que cada 
mu» había de dar; y exigió al pueblo la 
plata y el oro que tenía que entregar 
al Faraón Necao. 

36 Veinticinco años tenía Joaquim 
cuando comenzó a reinar, y reinó 
once años en Jerusaién. Su madre 
se llamaba Sebuda, hija de Pcdava, 
de Ruma. 37 Hizo el mal a los ojos 
de Yave, enteramente como lo habían 
hecho sus padres. 

94 1 En su tiempo, Nabucodonosor, 
rey de Babilonia, se puso en 
campaña. Joaquim le habla estado 
sujeto durante tres años, pi i ro luego 
se volvió y se rebeló contra él. 2 En¬ 
tonces mandó Yave contra Joaquim 
tropas caldcas, tropas de los sirios, 
tropas de los moabitas y de los amo¬ 
mitas; las envió contra Judá para 
destruirle, según la palabra que Yave 
habla pronunciado por sus siervos, 
los profetas. 3 No sucedió esto, sino 
por orden de Yave, que quería 
arrojar a Judá de su presencia, a 
causa de ios pecados cometidos por 
Manases, 4 y de la sangre inocente 
derramada por Manasés, que había 
llenado a Jerusaién. No quiso Yave 
perdonar. 

6 El resto de los hechos de Joaquim, 
cnanto hizo, ¿no está escrito en el 
libro de las crónicas de los reyes 
de Judá? 

c Joaquim se durmió con sus pa¬ 
dres, y le sucedió Joaquín, su hijo. 
' 7 El rey de Egipto no salió ya más 




3*7 


REYES II, 25 


de su tierra, porque el rey de Babi¬ 
lonia se había apoderado de enanto 
era del rey de Egipto, desde el torrente 
de Egipto hasta el Eufrates. 

8 Dieciocho años tenía Joaquín 
cuando eomenzó a reinar, y reinó tres 
meses en Jerusalén. Su madre se 
llamaba Ncjusta, hija de Elnatán, 
de Jerusalén. 9 Hizo el nial a los 
ojos de Yave, enteramente como lo 
había hceho su padre. 

10 En esté tiempo subieron contra 
Jerusalén los servidores de Nabueo- 
donosor, rey de Babilonia, y la ciu¬ 
dad fue asediada. 11 Nabueodonosor, 
rey de Babilonia, llegó a la ciudad 
mientras sus servidores la asediaban. 
12 Entonces Joaquín, rey de Judá, 
salió al rey de Babilonia con su madre, 
sus servidores, sus jefes y sus eunu¬ 
cos. El rey de Babilonia le prendió 
el octavo año de su reinado. 13 Sacó 
de allí todos los tesoros del templo 
de Yave y los tesoros del palacio 
real; rompió todos los utensilios que 
Salomón, rey de Israel, había hecho 
para el templo de Yave, conforme 
a lo que Yave había anunciado. 
14 Llevó cautiva a toda Jerusalén, 
a todos los jefes y a todos los hom¬ 
bres de importancia, en número de 
diez mil, con todos los carpinteros 
y herreros, no dejando más que a la 
gente pobre de la tierra. 15 Deportó 
a Joaquín a Babilonia, y llevó cau¬ 
tivos, de Jerusalén a Babilonia, a 
la madre del rey, a las mujeres del 
rey, a sus eunucos, a los grandes 
de la tierra; 16 a todos los hombres de 
armas, en número de siete mil, y a 
los earpienteros y herreros, en nú¬ 
mero de mil. A todos los hombres 
de valer, aptos para la guerra, el 
rey de Babilonia los llevó cautivos 
a Babilonia. 17 El rey de Babilonia 
puso por rey, en lugar de Joaquín, 
a Matanya, su tío, mudándole el 
nombre en el de Sedeeías. 


Sedeeías, último rey de Jiidá. 
Asedio, toma y destrucción de 
Jerusalén. 

18 Veintiún años tenía Sedeeías 
cuando eomenzó a reinar, y reinó 
once años en Jerusalén. Su madre 
se llamaba Jamital, hija de Jeremías, 
de Lobna. 

19 Hizo el mal a los ojos de Yave, 
enteramente como lo había hecho 
Joaquín. 20 Por la cólera de Yave 


contra Jerusalén y contra Judá, que 
Yave quería arrojar de su presencia. 
Sedeeías se rebeló contra el rey de. 
Babilonia. 

OT 1 El año noveno del reinado de 
Sedeeías, el día diez del mes 
décimo, Nabueodonosor, rey de Ba¬ 
bilonia, vino con todo su ejército 
contra Jerusalén, acampó ante ella, 
y levantaron contra ella ingenios 
en derredor. 2 La ciudad estuvo 
cercada hasta el año undécimo del 
reinado de Sedeeías. 3 El día nueve 
del cuarto mes del año undécimo de 
Sedeeías, era grande el hambre en 
la eiudad, y no había ya pan para 
la gente del pueblo. 4 Entonces 
abrieron brecha en la eiudad, y toda 
la gente de guerra huyó de noche 
por el camino de la puerta entre los 
dos muros, ecrea del jardín del rey, 
mientras los caldeos tenían cereada 
la ciudad. Los huidos tomaron el 
camino del Araba; 5 pero el ejército 
de los caldeos persiguió al rey y le 
dió alcance en ios llanos de Jerieó, 
y todo su ejército se dispersó, deján¬ 
dole. 6 Apresaron al rey y le llevaron 
al rey de Babilonia, a Ribla, y le 
sentenciaron. 7 Los hijos de Sedeeías 
fueron degollados en su presencia; 
a Sedeeías le sacaron los ojos, y 
eargado de cadenas de bronce, le 
llevaron a Babilonia. 

8 El día séptimo del quinto mes—era 
el año diecinueve del reinado de Nabu¬ 
eodonosor en Babilonia—Nebuzardán, 
jefe de la guardia, servidor del rey 
de Babilonia, entró .en Jerusalén, 
9 quemó el templo de Yave, el pala¬ 
cio real y tojas las casas de Jeru¬ 
salén de alguna importancia. 10 Todo 
el ejéreito de los caldeos, que estaba 
con el jefe de la guardia, demolió 
las murallas que rodeaban a Jerusalén. 
11 Nebuzardán, jefe de la guardia, 
llevó cautivos a los que habían que¬ 
dado en la eiudad, de los que se rin¬ 
dieron al rey de Babilonia, y al resto 
de la gente, 12 fuera de algunos pobres 
que dejó como viñadores y labra¬ 
dores. 

13 Los caldeos rompieron las colum¬ 
nas de bronce que había en la casa 
de Yave, los vasos, el mar de bronce, 
que había en la casa de Yave, y se 
llevaron eV bronce a Babilonia. 14 Co¬ 
gieron los eeniecros, las tenazas, las 
palas, los cuchillos, las tazas y todos 
los utensilios de bronce, con que se 
hacía el servicio. 15 El jefe de la 







REYES II. 25 


:*ss 


guardia cogió también los braseros 
y las copas y todo cuanto era de 
oro y cuanto era de plata. 16 Las dos 
columnas, el mar, las basas que Salo¬ 
món había hecho para la casa de 
Ya ve; todos los utensilios de bronce 
tenían un peso incalculable. 17 La 
altura de una columna era de dieciocho 
codos, y tenía encima un capitel de 
bronce de tres codos de altura, y en 
derredor del capitel había trenzados 
y granadas, todo de bronce; y lo 
mismo la otra columna. 

lá El jefe de la guardia cogió a 
Sarayas, el sumo sacerdote, a Sofo- 
nías, el segundo sacerdote, y a los 
tres guardias del atrio; 19 y de la 
ciudad a un eunuco, que tenía a sus 
órdenes la gente de guerra, a cinco 
hombres de los consejeros del rey, 
que fueron encontrados en la ciudad, 
al secretario del jefe del ejército 
encargado del alistamiento, y a sesenta 
más del pueblo, que se hallaban en 
la ciudad. 20 Nebuzardán, jefe de la 
guardia, los cogió y los llevó a Ribla, 
al rey de Babilonia. 21 El rey de 
Babilonia les dió muerte en Ribla, 
en tierra de Hamat. 

Así fué llevado cautivo Judá lejos 
de su tierra (1). 22 Nabueodonosor 
puso el resto del pueblo que quedaba 
en la tierra bajo el gobierno dcGo- 


(i) La causa de la ruina y la cautividad es 
la corrupción religiosa. Los reyes ue Babilonia 
siguieron la política de los de Asiría. AI fin 
vino la piometida restauración, en la cual no 
participó sino un corto número de los cautivos, 
quedando otros muchos en medio de los pueblos 
paganos. 


dolías, hijo de Ajicán, hijo de Safán. 
23 Cuando los jefes de las tropas su¬ 
pieron, ellos y sus hombres, que Go- 
dolías había sido puesto por el rey 
! de Babilonia como gobernador del 
territorio, vinieron a Godolías a Masfa, 
Ismael, hijo de Xetanía, Jojanán, 
hijo de Careaj, Seraca, hijo de Tan- 
jumet, de Neftoa, y Jozanía, hijo 
de un maeatco, con sus gentes. 24 Go¬ 
dolías les juró a ellos y a sus hom¬ 
bres, dieiéndolcs: «No temáis nada de 
parte de los caldeos; quedaos en la 
tierra, servid al rey de Babilonia, y 
os irá bien.» 25 Pero el séptimo mes, 
Ismael, hijo de Xetanía, hijo de Eli- 
j sama, de sangre real, vino acompa¬ 
ñado de diez hombres, e hirieron mor¬ 
talmente a Godolías, así como a los 
judíos y caldeos que estaban con el 
en Masía. 26 Entonces todo el pueblo, 
pequeños y grandes, los jefes y sus 
tropas, se levantaron y se fueron a 
I Egipto, por temor que tenían de los 
I caldeos. 

27 El año treinta y siete de la cauti¬ 
vidad de Joaquín, rey de Judá, el 
día veintisiete del duodécimo mes, 
Evil Merodac, rey de Babilonia, el 
año primero de su reinado, alzó la 
cabeza de Joaquín, rey de Judá, y 
le sacó de la prisión. 28 Le habló con 
benevolencia, y puso su trono por 
encima de los tronos de los reyes que 
con él estaban en Babilonia. 29 Le 
hizo quitar sus vestidos de preso, y 
ya siempre comió a su mesa todo el 
tiempo de su vida. 30 El rey proveyó 
. constantemente a su mantenimiento 
todo el tiempo de su vida. 





CRÓNICAS I 






INTRODUCCION A LOS LIBROS DE LAS CRONICAS 
O PARALIPOMENOS 


T OS libros precedentes vienen a ser una historia seguida, desde el princi- 
pió del mundo, hasta la cautividad babilónica. Los Paralipómenos , con 
Esdras y Nehemias , contienen una historia paralela de la precedente, hecha con 
criterio distmto. Los dos de los Paralipómenos formaban én el texto hebreo 
un solo libro, que luego se dividió en dos, tomada de las versiones la división . 
El nombre hebreo equivale a Crónicas, Anales. El de Paralipómenos les viene 
del griego, y vale tanto como cosas preteridas, omitidas, porque los traductores 
creyeron erróneamente que el fin del autor había sido consignar las cosas omi¬ 
tidas de los libros de Samuel y de los Reyes. Siendo tan clara la repetición de 
cosas, tomadas, según todas las apariencias, de aquellos libros, es manifiesto 
el error del nombre y su fundamento. Es, sin embargo, el nombre admitido. 
Los Paralipómenos contienen una historia de Israel, narrada desde el punto 
de vista del templo y del culto legítimo. El género de su composición es de com¬ 
pilación de documentos, retocados con adiciones aclaratorias, supresiones, correc¬ 
ciones, para amoldarlos mejor a su propósito, aunque con alguna divergencia, 
para cuya explicación habrá que recurrir a la doctrina de la reciente Encíclica 
de Pío XII acerca de los géneros literarios. El autor cita cuidadosamente 
sus fuentes. Los títulos de éstas llegan a catorce, aunque tal vez se reduzcan 
todas a una o dos obras generales de la historia de Israel. 

Se dividen en cuatro partes: la primera (I. Par. I-IX), que se extiende 
hasta David, está formada por listas genealógicas tomadas de los libros pre¬ 
cedentes y de otros documentos particulares. Las listas, a veces repetidas y 
discordantes, muestran que tales documentos son más bien empadronamientos 
de las tribus o familias, realizados en distintas épocas, y que reflejan el estado 







































392 


CRÓNICAS I, l 


de las mismas en cada una. La segunda parte (X-XXIX), omitido Saúl , 
abarca la historia de David , como fundador del reino y del nuevo tabernáculo 
de Jerusalén, y preparador de todo lo necesario para la construcción del templo. 
Omite los pecados del rey. La tercera parte (II Par. I-IX) nos cuenta la eje¬ 
cución de la gran obra preparada por David y realizada por Salomón. También 
guarda silencio sobre las caldas de éste. La cuarta parte (X-XXXVI) nos 
refiere la historia de Judá hasta el decreto de Ciro , que permitió la restaura¬ 
ción del templo . Insiste en la historia de aquellos reyes que en diversas épocas 
más intervinieron en la reforma religiosa. 

Para resolver ciertas dificultades históricas que algunos oponen, a causa de 
varios documentos que se citan y de sucesos que se narran , el lector tendrá una 
solución general en la Introducción núm. 15. 

El autor de la obra es desconocido f aunque muchos la atribuyen a Esdras. 
La época de su composición f a juzgar por las genealogías de Zorobabel , que 
nos dan las versiones antiguas , no sería anterior al siglo iv, en la época griega. 


CRONICAS I 


(■cnralopta». 

I 1 Adán, Set, Enos, 2 Cainán, Ma- 
1 laleel, Jared, 3 Janoe, Metusela, 
Lamee, 4 Noé: Sem, Cam y Jafet. 

5 Hijos de Jafet: Gomer, Magog, i 
Madai, Javán, Tubal, Mesec y Tiras. 

6 Hijos de Gomer: Asquenas, Difat 
y Togorma. 7 Hijos de Javán: Elisa, 
Tarsisa, Quitim y Rodaaim. 

8 Hijos de Cam: Misraim, Put y Ca- 
nán. 9 Hijos de Cus: Saba, Javila, 
Sabta, Raema, Sabteea. Hijos de 
Raema: Seba y Dadán. 

10 Cus engendró a Nimrod; éste co¬ 
menzó a ser potente sobre la tierra. 

II Misraim engendró a los Ludim, 
los Anamim, los Leabim, los Naftu- 
jim, 12 los Patrusim y los Caslujim, 
de los que salieron los Pelistim y los 
Caftorim. 13 Canán engendró a Sidón, 
su primogénito, 14 y a Jet, a los 
Jebuseos, los 2 \morreos, los Guergue- 
seos, 16 los Jeveos, los Arqueos, los 
Sim os, 16 los Arvadeos, los Semareos 
y los Jámateos. 

17 Hijos de Sem: Elam, Asur, Ar- 
faesad, Lud y Aram; Us, Jul, Gueter 
y Mesce. 18 Arfaesad engendró a Salaj 
y Salaj engendró a Eber. 19 A Eber 
le nacieron dos hijos, el nombre del 
uno Peleg, porque en su tiempo se 
dividió la tierra, y el nombre de su 
hermano, Joetán. 20 Joetán engendró 
a Almodad, Selef, Jasarinavet, Jeraj, 


21 Adoram, L T zal, Diela, 22 Eval, Abi 
mael, Seba, 23 Ofir, Abila y Jobab. 
Todos éstos son hijos de Joetán. 


Los diez patriarcas desde Sem 
a Abraham. 

24 Sem, Arfaesad, Selaj, 26 Eber, 
Peleg, Reu, 26 Sarug, Najor, Teraj, 
27 Abram que es Abraham. 


Descendientes <le Abraham. 

28 Hijos de Abraham: Isae e Ismael. 

29 Su posteridad: 

Nabot, primogénito de Ismael, 
Quedar, Adbeel, Mibsam, 30 Misma, 
Duina, Masa, Jadad, Toma, Jetur, 
Nafis y Quedma. Estos son los hijos 
de Ismael. 

31 Hijos de Quetura, concubina de 
Abraham: Tuvo a Zimram, a Mccsam, 
a Medán, a Madián, a Jisbac y a 
Suaj. 32 Hijos de Joesam: Seba y 
Dadán. 33 Hijos de Madián: Efa, Efer, 
Janoe, Abida y Elda. Estos son todos 
los hijos de Quetura. 

34 Abraham engendró a Isae. Hijos 
de Isae: Esaú e Israel. 

36 Hijos de Esaú: El i faz, Reuel, 
Jeús, Jelam y Coré. 86 Hijos de Elifaz: 
Tcinán, Ornar, Sefi, Guctam, Quenaz, 
Tnnna y Amalee. 37 Hijos de Reuel: 



CRÓNICAS I. 2 


3‘>:í 


Najat, Zeraj, Samma y Miza. 38 Hijos 
de Seir: Lotán, Sobal, Sibeón, Ana, 
Disón, Eser y Disan. 39 Hijos de Lo¬ 
tán: Jori y Omán. Hermana de 
Lotán, Timna. 40 Hijos de Sobal: 
Abian, Manajat, Ebal, Sefi y Onam. 
Hijos de Sibeón: Aya y Ana. Hijo de 
Ana: 41 Disón. Hijos de Disón: Jam- 
ram, Esbam, Jitram y Queram. 42 Hi¬ 
jos de Eser: Bilán, Zaván y Jacán. 
Hijos de Disán: Uz y Arán. 

43 He aquí los reyes que reinaron 
en la tierra de Edom antes que reina¬ 
se rey alguno sobre los hijos de Israel: 
Bela, hijo de Beor; el nombre de su 
ciudad fue Dinaba. 44 Murió Bela y 
le sucedió Jobab, hijo de Zeraj, de 
Bosra. 45 Murió Jobab, y le sucedió 
Jusam, de la tierra de los Temanitas. 
46 Murió Jusam y le sucedió Adad, hijo 
de Bedad. Este es el que destrozó a 
Madián en los campos de Moab. El 
nombre de su ciudad fué Avit. 47 Mu¬ 
rió Adad y le sucedió Samla, de Mas- 
reca. 48 Murió Samla y le sucedió 
Saúl, de Rejobot del río. 49 Murió 
Saúl y le sucedió Baal-Jonán, hijo 
de Acbor. 50 Murió Baal-Jonán y le 
sucedió Hadad. El nombre de su ciu¬ 
dad fué Pahi, y el nombre de su 
mujer Metabeel, hija de Matred, hija 
de Mezahab. 51 Murió Hadad. 

Los jefes de Edom fueron: el jefe 
Timna, el jefe Alya, el jefe Jetet, 
52 el jefe Olibama, el jefe Ela, el 
jefe Pinon, 53 el jefe Quenaz, el jefe 
Teman, el jefe Mibsar, 54 el jefe 
Magdiel y el jefe Iram. Estos son los 
jefes de Edom. 


Los doce hijos de Jacob y los 
descendientes de Jndá. 

*) 1 He aquí los hijos de Israel: 
“ Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isa¬ 
car, Zabulón, 2 Dan, José, Benjamín, 
Neftalí, Gad y Aser. 

3 Hijos de Judá: Er, Onán y Sela; 
estos tres le nacieron de la hija de 
Sua, la cananea. El primogénito de 
Judá fué malo*a los ojos de Yave, 
que le hizo morir. 4 Tamar, nuera 
de Judá, le dió Fares y Zeraj. En todo, 
los hijos de Judá, cinco. 

5 Hijos de Fares: Hesrón y Jamul. 

6 Hijos de Zeraj: Zimri, Hetán, 
Hernán, Calcol y Dara. En todo, 
cinco. 7 Hijo de Carmi: Acar, que 
conturbó a Israel cuando fué infiel 
acerca de las cosas dadas al anatema. 

8 Hijo de Etán: Azaría. 


9 Hijos que le nacieron a Esrón; 
Jerajmeel, Ram y Quelubai. 10 Ram 
engendró a Aminadab. Aminadab en¬ 
gendró a Nacsón, príncipe de los 
hijos de Judá; 11 Nacsón engendró 
a Salma; Salma engendró a Booz; 
12 Booz engendró a Obed; Obed en¬ 
gendró a Isaí, 13 Isaí engendró a 
Eliab, su primogénito, a Abinadab, 
su segundo; a Simea el tercero; 14 a 
Netaneel, el cuarto; a Radai, el quinto; 
15 a Osen, el sexto, y a David, el 
séptimo. 16 Sus hermanas fueron Sar- 
via y Abigail. 

Hijos de Sarvia: Abisai, Joab y 
Azael; tres. 17 Abigail parió a Amasa 
| El padre de Amasa fué Jeter, ismae¬ 
lita. 

18 Caleb, hijo de Esrón, tuvo hijos 
de Azuba, su mujer, y de Jeriot. 
Los hijos que tuvo de Azuba fueron: 
Jeser, Sobab y Ardón. 19 Murió Azuba 
y Caleb tomó a Efrat, que le parió 
a Jur. 20 Jur engendró a Uri, y t_Jri 
engendró a Betsael. 21 Luego entró 
Esrón a la hija de Maquir, padre de 
1 Galad, cuando tenía sesenta años, y 
ella le parió a Segub. 22 Segub en¬ 
gendró a Jair, que tuvo veintitrés 
ciudades en la tierra de Galad. 23 Los 
Guesureos y los Sirios les tomaron 
los burgos de Jair, con Quenat, y 
las ciudades de su dependencia: se¬ 
senta ciudades. Todos éstos eran 
hijos de Maquir, padre de Galad. 
24 Después de la muerte de Esrón 
vino Caleb a Efrata; Abiya, mujer 
de Esrón, le parió a Asjur, padre de 
i Tecoa. 

25 Los hijos de Jerajmeel, primor 
génito de Esrón, fueron: Ram, el 
primogénito, Buna, Orén y Otsén, 
nacidos de Ajiya. 26 Jerajmeel tuvo 
otra mujer llamada Atara, que fué 
madre de Onam. 27 Los hijos de 
Ram, primogénito de Jerajmeel, fue¬ 
ron: Maas, Jamín y Equer. 28 Los 
hijos de Onam fueron: Samai y Jada. 
Hijos de Samai: Nadab y Abisur. 

29 El nombre de la mujer de Abisur 
era Abijad y le parió a Ajbán y Molid. 

30 Hijos de Nadab: Seled y Apaim. 
Seled murió sin hijos. 31 Hijo de 
Apaim, Iseí. Hijo de Iseí: Sesán. 
Hijo de Sesán, Ajlai. 32 Hijos de Jada, 
hermano de Samai: Jeter y Jonatán. 
Jeter murió sin hijos. 33 Hijos de 
Jonatán: Pelet y Zasa. Estos son los 
hijos de Jerajmeel. 34 Sesán no tuvo 
hijos, pero sí hijas. 35 Sesán tenía un 
esclavo egipcio llamado Jarja, y Sesán 
dió su hija por mujer a Jarja, su 






CRÓNICAS I, 3, 4 


.m 


esclavo, a quien le parió ella a Atai. 
36 Atai engendró a Natán; Natán 
engendró a Zabad; 37 Zabad engendró 
a Efal; Efal engendró a Obcd; 38 Obed 
engendró a Jehú; Jeliú engendró a 
Azarías; 39 Azarías engendró a Jales; 
Jales engendró a Elasa; 40 Elasa en¬ 
gendró a Sismai; Sismai engendró a 
Salum; 41 Salum engendró a Jeeamya; 
Jecamya engendró a Elisama. 

42 Hijos de Caleb, hermano de Je- 
rajmeel: Mesa, su primogénito, que 
fue padre de Zif, y los hijos de Ma- 
resa, padre de Hebrón. 43 Hijos de 
Hebrón: Core, Tapuaj, Rcquen y 
Sama. 44 Sama engendró a Rajam, 
padre de Jorqueam. Requcn engen¬ 
dró a Samai. 45 Hijo de Samai: Aaón; 
y Maón, padre de Betsu. 46 Efa, con¬ 
cubina de Caleb, parió a Jarán, Mosa 
y Gazez. Jarán engendró a Gazez. 
47 Hijos de Jodaim: Beguem, Jotán, 
Guesam, Pelet, Efa y Saaf. 48 Maaca, 
concubina de Caleb, parió a Seber y 
Tircana. 49 También parió a Saaz, 
padre de Madmana, y a Seba, padre 
de Majbena y padre de Guibea. Hija 
de Caleb fué Acsa. 

60 Estos fueron hijos de Caleb: 
Sobal, hijo de Jur, primogénito de 
Efrata, y Sobal, padre de Quiryat- 
Jearim; 61 Salma, padre de Betlejem; 
Jaret, padre de Bet-Gadcr. 

62 Los hijos de Sobal, padre de 
Quiryat-Jearim, fueron: Aroe, Jasi 
el inenajita. 63 Las familias de Quiryat- 
Jearim fueron: los Jeturianos, los 
Púnanos, los Sumacianos y los Mis- 
reenos; de estas familias salieron los 
Soreacianos y los Estatolianos. 64 Hi¬ 
jos de Salma: Betlejem y los Neto- 
paeianos, Astoret, Bet-Joab, Jasi, 
los manajtcos, los sorenos, 65 y las 
familias de escribas que habitan en 
Jabcs; los Tireaeianos, los Simeacia- 
nos y los Sueacianos. Estos son los 
Quencos, descendientes de Jamat, 
padre de la casa de Recab. 


Los descendientes de David. 

3 1 He aquí los hijos de David que 

le nacieron en Hebrón: el primo¬ 
génito, Amnón, de Ajinoám, de Jez- 
rael; el segundo Daniel, de Abigail, 
de Carmel; 2 el tercero Absalón, de 
Maaca, hija de Talmai, rey de Gesur; 
el cuarto Adoniya, hijo de Agit; 3 el 
uuinto Sefatya, de Abita]; el sexto 
Jitream, de Egla, su mujer. 4 Estos 
seis le nacieron en Hebrón. Reinó 


allí siete años y seis meses, y en 
Jerusalén treinta y tres años. 

5 He aquí los que le nacieron en 
Jerusalén: Simea, Sobab, Natán y 
Salomón, cuatro de Betsabé, hija de 
Ammiel; 6 Jibjar, Elisama, Elifelet, 
7 Noga, Nefeg, Jafia, 8 Elisama, 
Elyada y Elifelet: nueve. 9 Todos es¬ 
tos fueron hijos de David, y además 
los hijos de las concubinas.. Tamar 
fué su hermana. 10 Hijos de Salomón: 
Boboam; Abiya, su hijo; Asa, su hijo; 
Josafat, su hijo; 11 Joram, su hijo; 
Oeocias, su hijo; Joás, su hijo; 12 Ama¬ 
sias, su hijo; Azarías, su hijo, Jotán, 
su hijo; 13 Ajaz, su hijo; Ezequías, su 
hijo; Manasés, su hijo: 14 Anión, su 
lujo; Josías, su hijo. 15 H.jos de 
Josías: el primogénito, Jojanán; el 
segundo, Joaquím; el tercero. Sede- 
cías; el cuarto, Salum. 16 Hijos de 
Joaquim: Jeconías, su hijo; Sedecías, 
su hijo; 17 Hijos de Jeconías: Asir, 
cuyo hijo fué Salatiel, 18 Malqniram, 
Redaya, Senasar, Jeconías, Hosama 
y Nedabia. 19 Hijos de Pedaya: Zoro- 
babel y Simei. Hijos c)c Zorobabel: 
Mesulam y Hananía; Selomit, su her¬ 
mana; 20 y Hasaba, Ohel, Bcrcqiiía, 
Jasadía, Jusab, Jesed, cinco. 21 Hijos 
de Jananía: Pelatia y Jisava; los hijos 
de Refaya, los hijos deArnan, los 
hijos de Abdías, los hijos de Seeanía. 
22 Hijos de Seeanía: Semaeya. Hijos 
de Semaeya: Jatus, Jigueai, Bariaj, 
Nearia y Safat, seis. 23 Hijos de Nca- 
ria: Elyoenai, Ezequías y Azricam, 
tres. 24 Hijos de Elyoenai: Jodavía, 
Elyosib, Pelaya, Aeub, Jojanán, De 
laya y Anani, siete. 


Descendientes de Jud&. 

1 Hijos de Judá: Peres, Jesrón, 
* Carmi, Jur y Sobal. 2 Reaya, hijo 
de Sobal, engendró a Jajat; Jajat 
engendró a Ajuntai y Lahad. Estas 
son las familias de los Sareatitas. 
3 He aquí los descendientes del padre 
de Etam: Jezrael, Jlsma y Jidbas. 
El nombre de su hermana era Hasel- 
poni. 4 Penuel fué padre de Guedor, 
y Ezer padre de Jusa. Estos son los 
hijos de Jur, primogénito de Efrata, 
padre de Bcthlejeni. 

6 Asjur, padre de Tecoa, tuvo dos 
mujeres:. Jelea y Naara. * Naara le 
parió a Ajuzam, Jefer, Temeni y 
Ajastari; éstos son los hijos de Naara. 
7 Hijos de Elea: Keret, Jesojar y 
Etnán. 







CRÓNICAS I, 6 


395 


9 Cos engendró a Annut y Aso- 
bebn y las familias de Ajarjel, hijo 
de Arum. 9 Jaebcs fué más ilustre que 
sus hermanos. Su madre le dió el 
nombre de Jacbes, diciendo: «Porque 
le he parido con dolor.» 10 Jaebcs 
invocó al Dios de Israel, diciendo: 
«Si me bendices y ensanchas mis tér¬ 
minos y está conmigo tu mano y me 
preservas de mal de modo que yo 
no padezca...» Y Dios le dió lo que 
le había pedido. 

11 Quelub, hermano de Suja, en¬ 
gendró a Maquir, que fué padre de 
Están. 12 Estén engendró la casa de 
Rafa, Paseaj y Tejina, padre de la 
ciudad de Najas. Fstos son los hom¬ 
bres de Peca. 13 Hijos de Quenaz: 
Otoniel y Scrai. Hijo de Otoniel: 
Jatat. 14 Mconatai engendró a Ofra. 
Sarvia engendró a Joab, padre del 
valle de las herrerías, pues eran 
herreros. 

15 Hijos de Caleb, hijo de Jefone: 
Iru, Ela y Naán; y el hijo de Ela, 
Quenaz. 

16 Hijos de Heleleel: Zif. Zifa, 
Tirya y Asarel. 

17 Hijos de Esdras: Jeter, Mered, 
Efer y Jalóm. La mujer de Mered 
parió a Miriam, Samai V Jisbaj, 
padre de Esternón. 18 Su mujer, Odia, 

ario a Jered, padre de Guedor, a 
eber, padre de Soco, y a Jecutiel, 
padre de Zanoaj. Estos son los hijos 
de Pitia, hija de Haraón, que Mered 
tomó por mujer. 19 Hijos de la mujer 
de Odias, hermana de Najam: el 
padre de Queila, el Garmita, y Es¬ 
ternón, el Macateo. 

20 Hijos de Simón: Ammón, Pina, 
Bcn-Janán y Tiloa. Hijos de Jisei: 
Zojet y Ben-Zojet. 

21 Hijos de Sela, hijo de Judá: Er, 
padre de Leca; Laeda, padre de Ma- 
resa; V las familias de la casa donde 
se trabaja el lino, la casa de Arseba, 
22 y Joaquim y los hombres de Coze- 
ba, V Joas v Sarat, que dominaron 
en Moab y Jasubí Lejem. Estas son 
casas antiguas. 23 Estos eran alfare¬ 
ros y habitaban en plantaciones y 
parques, cerca del-rey, y trabajaban 
para él. 


Descendientes de Simeón. 

24 Hijos de Simeón: Nemuel, Jamín, 
Jarib., Zeraj y Saúl. Hijos de Saúl: 
25 Salum, Mibsam, su hijo; Misma, su 
hijo. 26 Hijos de Misma: Hamuel, su 


hijo; Zacur, su hijo: Simei, su hijo. 
27 Simei tuvo dieciséis hijos y seis 
hijas. Sus hermanos no tuvieron mu¬ 
chos hijos y sus familias no se mul¬ 
tiplicaron tanto como las de los hijos 
de Judá. 28 Habitaban en Berseba, 
en Molada, en Jasar, en Sual, 29 en 
Bila, en Esen, en Tolad, 30 en Batucl, 
en Jorma, en Siccleg, 31 en Bct-Mar- 
jabot, en Jasar, en Susim, en Bet- 
Birei y en Saaraim. Estas fueron sus 
ciudades hasta el reino de David, y 
sus pueblos. 32 Tenían también Etam, 
Ain, Rimmón, Toquen y Asán, cinco 
ciudades, 33 y todos los pueblos en 
derredor de estas ciudades, hasta 
Baal. Estas son sus habitaciones y 
sus genealogías. 

34 Mesebab, Jamlec; Josa, hijo de 
Amasia; 35 Joel, Jehú, hijo de Josibia; 
hijo de Scraya, hijo de Ariel; 36 Elyoe- 
nai, Jacoba, Jesojaia, Asaya, Adiel, 
Jesimiel, Benaya, 37 Ziza, hijo de 
Sifci, hijo de Aon, hijo de Jedaya, 
hijo de Simri, hijo de Semaya. 38 Estos, 
por sus nombres, eran príncipes en 
sus familias, y sus casas paternas 
tomaron gran incremento. 39 Fueron 
del lado de Guedor, hasta el oriente 
del valle, en busca de pastos para sus 
ganados. 40 Hallaron hierba y buenos 
pastos y una región vasta, tranquila 
y apacible; los que antes la habitaron 
descendían de Cam. 41 Estos, descritos 
por sus nombres, vinieron en tiempo 
de Ezequías, rey de Judá, y atacaron 
sus tiendas y las habitaciones que allí 
hallaron, y los destruyeron hasta hoy, 
habitando en su lugar, por haber allí 
pastos para sus ganados. 42 También 
quinientos de ellos, de los hijos de 
Simeón, se fueron al monte de Seir, 
llevando por jefes a Pelatia, Nearias, 
Rofaias y Oziel, hijos de Isi; 43 y 
derrotaron a las reliquias que habían 
quedado de Amalee, y habitaron allí 
hasta hoy. 


Descendientes de Rubén. 

HL 1 Hijofc de Rubén, primogénito de 
Israel. Era el primogénito; mas 
por haber manchado el lecho de su 
padre, el derecho de primogenitura 
fué dado a los hijos de José, hijo de 
Israel, y no fué contado en las genea¬ 
logías como primogénito. 2 Judá fué 
en verdad poderoso entre sus herma¬ 
nos, y el príncipe de ellos, pero el 
derecho de primogenitura fué de José. 

3 Hijos de Rubén, primogénito de 





CRÓNICAS I, 6 


:wg 


Israel: Janoc, Palu, Hesrón y Carmi. 
4 Hijos de Joel: Semeia, su hijo, 
Gog, su hijo; Simai, su hijo; 5 Mical 
su hijo; Reaya, su hijo: Baal, su hijo. 
6 y Bcera, su hijo, que llevó cautivo a 
Asiria Teglat-Falasar, rey de Asiria; 
era príncipe de los rubenitas. 7 Herma¬ 
nos de Berám, según sus familias, ta- 
como fueron registrados en las genea¬ 
logías según sus generaciones: el prime¬ 
ro Jeíel; Zaearírs; 8 Bela, hijo de Azaz, 
hijo de Sema, hijo de Joel. Nela ha¬ 
bitó en Aroer, hasta Nebo y Baal, 
Meon; 9 al oriente habitaba hasta la 
entrada del desierto, desde el río 
Eufrates, pues tenía muchos ganados 
en la tierra de Galad. 10 En. tiempo 
de Saúl hicieron la guerra a los Aga- 
reos, que cayeron en su poder, y ha¬ 
bitaron en sus tiendas en todo el 
lado oriental de Galad. 


Descendientes de Gad. 

11 Enfrente de ellos habitaban los 
hijos de Gad, en la tierra de Basán, 
hasta Salea. 12 Joel, el primero; Safán, 
el segundo: Jaenai y Safat, en Basán. 

13 Sus hermanos, según las casas de 
sus padres: Micael, Mesulam, Seba, 
Joraim, Jaccan, Zia y Eber; siete. 

14 He aquí los hijos de Abigail, hijo 
de Jurí, hijo de Jaroaj, hijo de Galad, 
hijo de IMicael, hijo de Jcsisai, hijo 
de Jajdo, hijo de Buz; 15 Ají hijo de 
Abdicl, hijo de Guni, era el jefe de 
las casas de sus padres. 16 Habitaban 
en Galad, en Basán y en las ciudades 
de su dependencia, y en los ejidos de 
Sarón, hasta sus límites. 17 Fueron 
registrados todos en las genealogías 
en tiempo de Jotam, rey de Judá, 
y en tiempos de Jcroboam, rey de 
Israel. 

18 Los hijos de Rubén y de Gad y 
de la media tribu de Manasés eran 
valerosos, llevaban escudo y espada 
y eran diestros en la gueira, en nú¬ 
mero de cuarenta y cuatro mil sete¬ 
cientos sesenta, aptos para la guerra; 
19 Hicieron la guerra a los Agareos, 
a Jetur, a Nafis, y a Nodab. 20 Fueron 
ayudados contra ellos, y los Adareos 
y cuantos estaban con ellos cayeron 
en sus manos, pues durante la lucha 
clamaron a Dios, que los oyó por 
haber confiado en el. 21 Tomaron sus 
ganados, cincuenta mil camellos, dos¬ 
cientas cincuenta mil ovejas, dos mil 
asnos y cien mil personas, 22 pues 
hubo muchos muertos, porque el com¬ 


bate venía de Dios. Se establecieron 
en su lugar, hasta el tiempo en que 
fueron llevados a la cautividad. 


Descendientes de la media tribu 
de Manasés. 

23 Los hijos de la media tribu de 
Manasés habitaban la región desde 
Basán hasta Baal Hermón, y Sanir, 
y la montaña de Hermón. Eran nu¬ 
merosos. 24 He aquí los jefes de las 
casas de sus padres: Efer, Jisui, Elici, 
Azriel, Jeremías, Jodavía y Jajdiel, 
hombres valerosos, gente de fama, 
jefes de las casas de sus padres. 

24 Pero pecaron contra el Dios de 
sus padres y se prostituyeron tras 
los dioses de las gentes de la tierra, 
que Dios había destruido ante ellos; 

25 y el Dios de Israel incitó contra 
ellos el espíritu de Pul, rey de Asiria, 
V el espíritu de Teglat-Falasar, rey 
de Asiria; y Teglat-Falasar llevó cau¬ 
tivos a rubenitas, gaditas y a la 
media tribu de Manasés, y los con¬ 
dujo a Calaj, Jabor, Jara y al río 
Gozán, donde habitan hasta hoy. 


Descendientes de Leví. 

A 1 Hijos de Leví: Gersón, Caat 
y Merari. 2 Hijos de Caat: Ain- 
ram, Jitscar, Hebrón y Uziel. 3 Hijos 
de Amram: Arón, Moisés y María. 
Hijos de Arón: Nadab, Abíú, Elcazar 
e Itamar. 4 Eleazar engendró a Fines; 
Fines engendró a Abisúa; 5 Abisúa 
engendró a Buquí; Buíjuí engendró 
a Uzi; 6 Uzi engendro a Zerajya; 
Zcrajya engendró a Merajot; 7 Mcra- 
jot engendró a Amaría; Amaría en¬ 
gendró a Ajitub; 8 Ajitub engendró 
a Sadoc; Sadoc engendró a Ajimas; 
9 Ajimas engendró a Azaría; Azaría 
engendró a Jojanán; 10 Jojanán en¬ 
gendró a Azarías, que ejerció el 
sacerdocio en la casa que Salomón 
y edificó en Jerusalén; 11 Azarías en¬ 
gendró a Amarías; 12 Amarías en¬ 
gendró a Ajitub; Ajitub engendró a 
Sadoc; Sadoc engendró a Saluin; 
13 Salum engendró a Hclcías; Hel- 
! cías engendró a Azarías; 14 Azarías 
engendró a Scraia; Scraia engendró 
a Jeosadac; 15 Jeosadac fué a la 
cautividad, cuando Yavc trasladó a 
Judá y a Jerusalén por mano de 
Nabucodonosor. 

1 16 Hijos de Leví: Gersón, Caat y 






CRÓNICAS I, 6 


397 


Merari. 17 He aquí los nombres de 
los hijos de Gersón: Lihni y Simei. 
18 Hijos de Caat: Amram, Jitscar, 
Hebrón y Uziel. 19 Hijos de Merari: 
Majli y Musí. Estas son las familias 
de Leví, según sus padres. 

20 De Gersón: Libni, su hijo; Jajat, 
su hijo; Zimma, su hijo; 21 Joaj, 
su hijo; Ido, su hijo; Zeraj, su hijo; 
Jeatrai, su hijo; 22 Hijos de Caat: 
Aminadab, su hijo; Core, su hijo; 
Asir, su hijo; 23 Elcana, su hijo; 
Ebvasaf, su hijo; Asir, su hijo; 
24 Tajat, su hijo; Oriel, su hijo; 
Ozías, su hijo; Saúl, su hijo. 25 Hijos 
de Elcana: Amasa! y Ajimot; Elcana, 
su hijo; 26 Elcana Sofaim, su hijo; 
Najat, su hijo; 27 Eliab, su hijo 
Jcrojam, su hijo; Elcana, su hijo; 

28 y los hijos de Samuel, el primo¬ 
génito, Joel, y el segundo, Abiya. 

29 Hijos de Merari: Majli; Libni, su 
hijo; Simei, su hijo; Uza, su hijo; 

30 Simca, su hijo; Jaguiya, su hijo; 
Asuya, su hijo. 

31 He aquí los que puso David 
para dirigir el canto en la casa 
de Yave, después que el arca tuvo 
un lugar de reposo. 32 Servían de can¬ 
tores ante el tabernáculo, ante la 
tienda de la reunión, hasta que Salo¬ 
món edificó la casa de Yave en Jeru- 
salén, en la que hicieron su servicio 
según las reglas que les fueron pres¬ 
critas. 33 He aquí los que asistían 
con sus hijos: De entre los hijos de 
Caat, Hernán, cantor, hijo de Joel, 
hijo de Samuel, 34 hijo de Elcana, 
hijo de Jerojam, hijo de Eliel, hijo 
de Toaj, 35 hijo de Suf, hijo de 
Elcana, hijo de Majat, hijo de Ama¬ 
sa!, 36 hijo de Elcana, hijo de Joel, 
hijo de Azaría, hijo de Sofonía, 
37 hijo de Tajat, hijo de Asir, hijo 
de Ebiasaf, hijo de Core, 38 hijo 
de Jitsear, hijo de Caat, hijo de 
Lcví, hijo de Israel. 39 Su hermano 
Asaf estaba a su derecha: Asaf, 
hijo de Baraquías, hijo de Sima, 

40 hijo de Micael, hijo de Basías, 
hijo de Malaquías, 41 hijo de Aramci, 
hijo de Zeraj, hijo de Adaya, 42 hijo 
de Etán, hijo de Zima, hijo de Simei, 
43 hijo de Jojat, hijo de Gersón, 

hijo de Leví. 44 Además, los hijos 
de Merari estaban a su izquierda: 
Etán, hijo de Cusí, hijo de Abdi, 
hijo de Maluc, 45 hijo de Asabías, 

hijo de Amasias, hijo de Helcías, 

46 hijo de Amasaí, hijo de Bani, 
hijo de Semer, 47 hijo de Majalí, hijo 
de Musí, hijo de Merari, hijo /le Leví. 


I 48 Sus hermanos los levitas fueron 
puestos a todo el ministerio del 
tabernáculo de la casa de Dios. 
49 Arón y sus hijos eran los que ofre- 
i cían los sacrificios en el altar de los 
holocaustos y el incienso en el altar 
de los perfumes, cumpliendo estos 
servicios en el lugar santísimo y 
haciendo la expiación por Israel, 
según cuanto había mandado Moisés, 
siervo de. Dios. 

50 He aquí los hijos de Arón: 
Elcazar, su hijo; Fines, su hijo; 
Abisúa, su hijo; 51 Buqui, su hijo; 
Uzi, su hijo; Zerajya, su hijo; 52 Me- 
rajot, su hijo; Amaría, su hijo; Ajitub, 
su hijo; 53 Sadoc, su hijo; Ajima, 
su hijo. 

64 He aquí sus habitaciones según 
sus términos y los límites que les 
fueron señalados: a los hijos de Arón, 
de la familia de los caatitas, que 
fueron los primeros señalados por la 
suerte, 55 se les dió Hebrón, en la 
tierra de Judá, y sus contornos; 
56 pero el territorio de la ciudad y 
sus pueblos fueron atribuidos a Caleb, 
hijo de Jefonc. 57 A los hijos de Arón 
se les dieron: la ciudad de refugio de 
Judá, Hebrón y Lobna con sus con¬ 
tornos; Asán, con sus contornos; 
58 Jeter y Estemo, con sus contor¬ 
nos; Jelón y sus contornos; Davir 
y sus contornos; 59 Asán y sus con¬ 
tornos; Bctsames y sus contornos. 
60 De la tierra de Benjamín, Gucba, 
con sus contornos, y Anatot, con 
sus contornos. Todas sus ciudades 
fueron trece, según sus linajes. 

61 A los otros hijos de Caat dió 
la suerte diez ciudades de familias 
de la tribu de Efraím, de la tribu 
de Dan y de la media tribu de Mana- 
sés. 62 Los hijos de Gersón, según 
sus familias, tuvieron trece ciuda¬ 
des de la tribu de Isacar, de la tribu 
de Aser, de la tribu de Neftalí y 
de la tribu de Manasés en Basán. 
63 Los hijos de Merari, según sus 
familias, tuvieron por suerte doce 
ciudades de la tribu de Rubén, de 
la tribu de Gad y de la tribu de Za¬ 
bulón. 

64 Los hijos de Israel dieron a los 
levitas estas ciudades y sus con¬ 
tornos. 65 Diérónles por suerte de la 
tribu de los hijos de Judá, de la tribu 
de los hijos de Simeón, y de la tribu 
de los hijos de Benjamín, las ciudades 
que designaron con sus nombres. 
66 Para las otras familias de los hijos 
de Caat, las ciudades de su terri- 








CRÓNICAS I, 7 


.'m 


torio fueron de la tribu de Efraím. 
67 Les dieron la ciudad de refugio, 
Siquem, y sus contornos en la mon¬ 
taña de Efraím: Guezer y sus con¬ 
tornos: 68 Jocmcam y sus contornos; 
Betorón y sus contornos; 69 Avalón 

V sus contornos: Gat Rimón y sus 
contornos; 70 v de la Tñcdia tribu de 
Manases, Aner y sus contornos: Bi- 
bam y sus contornos, para las otras 
farnilias de los hijos de Caat. 

71 Se dió a los hijos de Gersón: 
de las familias de la media tribu 
de Manases, Golán en Basán y sus 
contornos; Astarot y sus contornos; 
72 de la tribu de fsacar, Quedes y 
sus contornos; Dobrat y sus con¬ 
tornos; 73 Ramot y sus contornos, 
y Ancm y sus contornos; 74 de la 
tribu de Áscr, Masal y sus contornos; 
Abdón y sus contornos; 75 Jacot y 
sus contornos; y Rejal) y sus con¬ 
tornos; 76 y de la tribu de Neftalí: 
Quedes de Galilea y sus contornos; 
Jammón y sus contornos, y Quirya- 
taim y sus contornos. 

77 Él resto de los levitas, a los 
hijos de Merari, se les dieron: de la 
tribu de Zabulón, Rimono y sus 
contornos y Tabor y sus contornos; 
78 y del otro lado del Jordán, frente 
a Jericó, al oriente del Jordán: de 
la tribu de Rubén, Betser, en el 
desierto, y sus contornos; Jasa y sus 
contornos; 79 Quedeinot y sus con¬ 
tornos; Mefat y sus contornos: 80 ’y 
de la tribu de Gad, Ramot de Calad 

V sus contornos, y Jazer y sus con¬ 
tornos. 


Descendientes de Isncnr, 

7 1 Hijos de Isacar: Tola, Túa, 
L Jasnb v Simrom, cuatro. 2 Hjjos 
de Tola: Uzi, Rcfayo, Jcriel, Jajmai, 
Jibsan y Samuel, jefes de las casas 
de sus padres, de Tola, hombres 
valerosos en sus generaciones. Su 
número al tiempo de David, era de 
veintidós mil seiscientos. 3 Hijo de 
Uzi: Jizraya. Hijos de Jizraya: Mi- 
cael, Abdías, Joel, Jisya, en todo 
cinco jefes. 4 Tenían según sus gene¬ 
raciones, según las casas de sus pa¬ 
dres, treinta y seis mil hombres 
armados para la guerra, pues eran 
muchas sus mujeres e hijos. 6 Sus 
hermanos de todas las familias de 
1 sacar, hombres valerosos, hacían 
un total de ochenta V siete mil, 
registrados en las genealogías. 


Descendientes de Benjamín. 

* Hijos de Benjamín: Bela, Bequer 
v Jediael, tres. 7 Hijos de Bela: 
Ésbón, Uziel, Jerimot e Irir, cinco 
jefes de las casas de sus padres, 
hombres valerosos, registrados en las 
genealogías, en número de veintidós 
mil treinta y cuatro. 8 Hijos de Be¬ 
quer: Zemira, Joós, Eliezcr, Elyoenai, 
Omri, Jcrcmot, Abiva, Anatot y 
Alamet, todos hijos de Bequer, 9 regis¬ 
trados en las genealogías según sus 
generaciones, como jefes de las casas 
de sus padres, hombres valerosos, en 
número de veinte mil doscientos. 
10 Hijo de Jediael: Bilán. Hijos de 
Bilán: Jehús, Benjamín, Ehud, Que- 
nana, Zetán, Tarsis y Ajisajar, 11 todos 
hijos de Jediael, jefes de las casas 
de sus padres, hombres valerosos en 
número de diecisiete mil doscientos, 
en estado de tomar las armas para 
ir a la guerra. 

12 Los Supim y los Jnpim fueron 
hijos de Ira; y los Jusim, hijos de 
Ajer. 

13 Hijos de Neftalí: Jajasicl, Guni, 
Jcrcr y Salum, hijos de Bila. 


Descendientes de Manasés. 

14 Hijos de Manases: Asriel, que 
le dió su concubina siria, que parió 
también a Maquir, padre de Galad. 
16 Maquir tomó una mujer de los 
Jupim y Supim. La hermana se 
llamaba Manca. El nombre de su 
segundo hijo fué Selofjad. Sclofjad 
tuvo hijas. 16 Maaca, mujer de Ma¬ 
quir, parió un hijo y le llamó Peres; 
su hermano se llamó Seres, 17 y 
fueron sus hijos Ulam y Rcqucm. 
Hijo de Ulam: Bcdán. Estos son los 
lujos de Galad, hijo de Maquir, hijo 
de Manases. 18 Su hermana Hamo- 
lcquct parió a Tsjod, a Abiczer y a 
Majla. 19 Los hijos de Scniida fueron: 
Ajiam, Siquem, Liqji y Aniam. 


Descendientes de Efraím. 

20 Hijos de Efraím: Sutclnj, Bercd, 
su hijo: Tajar, su hijo; Eleada, su 
hijo; Tajnt, su hijo; 21 Zabad, su 
hijo; Sntclaj, su hijo; Ezer y Elcad. 
Los hombres de Gat naturales del 
territorio los mataron cuando baja¬ 
ban para recoger sus ganados. 
22 Efraím, sil padre, hizo mucho tiem- 






CRÓNICAS I, 8 




po duelo por ellos, y sus hermanos 
vinieron a consolarle. 23 Después entró 
a su mujer, que concibió y parió un 
hijo, llamándole Bcria, porque su 
casa estaba en la desgracia. 

24 Tuvo por hija a Sera, que edi¬ 
ficó a Betorón, el bajo y el alto, y a 
Uzensera. 25 Reaj, su hijo, y Reset; 
Telaj, su hijo; Taján, su hijo; 26 Lae- 
dán, su hijo; Amihud, su hijo; Eli- 
saina, su hijo; 27 Nun, su hijo; Josué, 
su hijo. 

28 Tenían por posesión y habitación 
Betel y las ciudades de su depen¬ 
dencia; al oriente, Narón; al occi¬ 
dente, Guezer y las ciudades de su 
dependencia; Siqucm y las ciudades 
de su dependencia, hasta Gaza y las 
ciudades de su dependencia. 29 Los 
hijos de Manasés poseían Bet-Sean 
y las ciudades de su dependencia. 
Tanac y las ciudades de su depen¬ 
dencia, Megiddo y las ciudades de su 
dependencia, Dor y las ciudades de 
su dependencia. Én estas ciudades 
habitaron los hijos de José, hijo de 
Israel. 


Descendientes de Ascr. 

30 Hijos de Aser: Jimna, Jisva, 
Jisvi, y Beria, y Scraj su hermana. 
31 Hijos de Beria: Jcber y Malquiel. 
Malquicl fué padre de Birzavit, 32 y 
Jeber engendró a Jaflet, Somcr, Jotán 
y a Súa, su hermana. 33 Hijos de 
Jaflet: Pasae, Bimal y Ascvat. Estos 
son los hijos de Jaflet. 34 Hijos de 
Somcr: Ají, Roega, Juba y Arani. 
35 Hijos de Elem, su hermano: Sofaj, 
Jimna, Seles y Amal, 36 Hijos de 
Sofaj: Suaj, Jarncfer, Sual, Beri, 
Jimra, 37 Beser, Hod, Samma, Silsa, 
Jitrán y Beera. 38 Hijos de Jeter: 
Jefone, Pispa y Ara. 39 Hijos de Ula: 
Araj, Janlel y Risva. 40 Todos estos 
hijos de Aser, jefes de las casas de 
sus padres, hombres selectos y vale¬ 
rosos, jefes de príncipes, registrados 
en número de veintiséis mil hombres 
en estado de tomar las armas para 
la guerra. 


Descendientes de Benjamín. 

8 1 Benjamín engendró a Bela, su 
primogénito; Asbel, el segundo; 
Ajraj, el tercero; 2 Noja, el cuarto, 
y Rafa, el quinto. 3 Hijos de Bela: 
Adar, Güera, Abihud, 4 Abisúa, Na- 


mán, Ajoaj, 6 Güera, Scfufán y 
Juram. 8 He aquí los hijos de Ejud, 
que eran jefes de familias entre los 
habitantes de Gueba, y fueron a 
Manajat: 7 Ñaman, Ajías y Güera. 
Este los condujo y engendró a Uza 
y Ajud. 

8 Sajaraín engendró hijos en la 
tierra de Moab, después de haber 
dejado a Jusim y a Bar a, que eran 
sus mujeres. 9 Tuvo de Jodes, su 
mujer: h Jobab, Sibia, Mesa, Malcam, 
10 Jcus, Seqiiya y Mirma. Estos son 
sus hijos, jefes ¡ele familia. 14 Tuvo 
de Jusim: Abilub y Elpaal. 12 H.jos 
de Elpaal: Heber, Misan y S^med, 
que edificó Ono, Lod y las ciudades 
de su dependencia. 43 Beria y Sema, 
que eran jefes de familia entre los 
habitantes de Ayalón, hicieron huir 
a los habitantes de Get. 

14 Ajio, Snsac, Jcrcmot, 15 Zeba- 
días, Arad, Heder, 16 Micael, Jispa y 
Joja, hijos de Beerías. 17 Zebadías, 
Mcsulam, Jizgui, Jeber, 48 Jismerai, 
Jizlia y Jobab, hijos de Elpaal. 
49 Jaquim, Zicri, Zabdi, 20 Elyoenai, 
Silitai, Eliel, 24 Adaia, Baraya, Sema- 
rat, hijos de Semcí. 22 Jispáu, Eber, 
Eliel, 23 Adón, Zicri, Janán, 24 Jana- 
nía, Hetam, Anatotías, 25 Jifdaías 
y Penicl, hijos de Sasac. 26 Samserai, 
Sejarías, Atalía, Atolia, 27 Jarsias, 
Elias, Zicri, hijos de Jerojam. 

28 Estos eran jefes de familias 
según sus linajes. Habitaban en Jeru- 
salén. 

29 El padre de Gabaón habitaba 
en Gabaón. El nombre de su mujer 
fué Maaea, 30 Abdón su hijo primo¬ 
génito: después Sur, Quis, Baal, Na- 
dab, 31 Guedor, Ajia y Zequer. 
32 Alielot engendró a Simea. Estos 
habitaron también con sus hermanos 
en Jerusalén. 33 Ner engendró a 
Quis; Quis engendró a Saúl; Saúl 
engendró a Jonatán, Malquisua, Abi- 
nadab y Esbal. 34 Hijo de Jonatán 
fué Meribaal, y Meribaal engendró 
a Mica. 35 Hijos de Mica: Pitón, Me- 
lec, Tarea y Ajaz. 36 Ajaz engendró 
a Joada; Joada engendró a Alcmet, 
Azmavet y Zimri; Zimri engendró a 
Mosa, 37 y Musa engendró a Bina; 
Rafa, su hijo; Eleasa, su hijo; Asel, 
su lujo; 38 Asel tuvo seis hijos: Arri- 
cam, Bocru, Ismael, Searías, Oba- 
días y Jonán. Estos fueron hijos de 
Asel. 39 Los hijos de Esce, su hermano; 
Uián, su primogénito; Jehú, el se¬ 
gundo; Elifelet, el tercero. 40 Los 
hijos de Uián eran fuertes y Valero. 









CRÓNICAS I, 9 


Oí) 


sos, diestros arqueros. Tuvieron mu- I 
chos hijos y nietos, ciento cincuenta. 


Habitantes de Jerusalén a la vuelta 
de la eautividad. 

1 Todo Israel está registrado en 
' las genealogías e inscrito en el 
libro de los reyes de Israel. 

Judá fue por sus infidelidades lle¬ 
vado cautivo a Babilonia. 2 Los 
primeros habitantes que entraron en 
sus posesiones, en sus ciudades, eran 
israelitas, sacerdotes, levitas y neti- 
ncos. 3 En Jerusalén habitaron hijos 
de Judá, hijos de Benjamín e hijos 
de Efraím y Manases. De los hijos 
de Peres, hijo de Judá: 4 Utai, hijo 
de Amiud, hijo de Omri; hijo de Imri, 
hijo de Bani. 5 De los silonitas: Asaya, 
el primogénito, y sus hijos. 6 De los 
hijos de Zerej: Jchuel y sus hermanos, 
seiscientos noventa. 7 De los hijos 
de Benjamín: Salu, hijo de H4esulan, 
hijo de Jodavía, hijo de Asenúa; 
8 Jibnca, hijo de Jerojam; Ela, hijo 
de Uzi, hijo de Micri; Mesulam, hijo 
de Scfatya, hijo de Reuel, hijo de 
Jibniya; 9 y sus hermanos, según sus 
generaciones, novecientos cincuenta 
y seis. Todos éstos eran jefes de fami¬ 
lias en las casas de sus padres. 

10 Sacerdotes: Jedaya, Jeoyarib; 
Jaquim, 11 Azaría, hijo de Hclcías, 
hijo de Mesulan, hijo de Sadoe, hijo 
de Merayot, hijo de Ajitub, jefe de 
la casa de Dios; 12 Adaya, hijo de 
Jerojam, hijo de Pasjur, hijo de 
jNlalquiya; Maesai, hijo de Adiel, hijo 
de Jajzerat, hijo de Mesulam, hijo 
de Mesilamit, hijo de Iminer, 13 y 
sus hermanos, jefes de las casas de 
sus padres, mil setecientos sesenta 
hombres vigorosos, ocupados en el 
servicio de la casa de Dios. 

14 De los levitas: Scmeya, hijo de 
Jasub, hijo de Arricam, hijo de Ja- 
sabía, de los hijos de Mcrari: 15 Bac- 
bacar, Jercs, Galal, Matania, hijo 
de Miqucas, hijo de Zicri, hijo de 
Asaf; 16 Abdías, hijo de Scmeya, 
hijo de O alai, hijo de Jedutum: Bere- 
quías, hijo de Asa, hijo de Elcana, 
que habitó en los poblados de Neto- 
pat. 17 Y los porteros: Salum, Acub, 
Taíinón, Ajmán y sus hermanos; 
Salum era el jefe, y hasta ahora 
está a la puerta del rey, a oriente. 
18 Estos son los porteros de entre 
los levitas. 19 Salum, hijo de Core, 
hijo de Ebiasaf, hijo de Coraj, y sus 


hermanos de la casa de su padre. 
Los coreítas tenían a su cargo la 
guardia de la entrada de la tienda; 
sus padres habían hecho la guardia 
de la entrada al campo de Yave, 
20 y Fines, hijo de Eleazar, fué antes 
su jefe. Y Yave estuvo con él. 21 Za¬ 
carías, hijo de Meselemía, era por¬ 
tero de la entrada de la tienda de la 
reunión. 22 Eran, en todo, ciento 
doce elegidos para porteros de la 
entrada, y registrados en las genea¬ 
logías según sus ciudades. David y 
Samuel, el vidente, los habían nom¬ 
brado para sus funciones. 23 Ellos y 
sus hijos guardaban las puertas de 
la casa de Yave y de la casa de la 
tienda. 24 Había porteros a los cuatro 
vientos, a oriente y a occidente, a 
norte y a mediodía. 25 Sus hei manos, 
que habitaban en sus ciudades, tenían 
que venir de tiempo en tiempo por 
siete días; 26 pero estos cuatro jefes 
de los porteros, estos levitas, estaban 
siempre en funciones, y tenían además 
a su cargo la vigilancia de las cáma¬ 
ras y de los tesoros de la casa de Dios; 
27 pasaban la noche en torno a la 
casa de Dios, cuya guarda tenían, 
y habían de abrir cada mañana. 

28 Algunos levitas estaban al cui¬ 
dado de los utensilios de servicio, 
que recibían por cuenta y entregaban 
por cuenta. 29 Otros cuidaban de 
todos los utensilios del santuario, 
sobre la harina de flor, el vino, el 
aceite, el incienso y los aromas. 
30 Los hijos de los sacerdotes hacían 
la mezcla de los perfumes aromáti¬ 
cos. 31 Matitiya, uno de los levitas, 
i primogénito de Salum, coreíta, se 
cuidaba de las tortas fritas en sartén; 
32 y algunos de sus hermanos de 
entre los caatitas tenían a su cargo 
preparar para cada sábado los panes 
de la proposición. 33 Estos son los 
cantores, jefes de familia de los levi¬ 
tas, que moraban en las cámaras, 
exentos de toda otra función, porque 
de día y de noche estaban en la suya. 
34 Eran los jefes de familia de los 
levitas, jefes según sus generaciones. 
Habitaban en Jerusalén. 

35 El padre de Gabaón, Jeiel, habi¬ 
taba en Gabaón, y el nombre de su 
mujer era Maaca. 36 Abdón, su hijo, 
primogénito; después Sur, Quis, Baal, 
Ner, Xadab, 37 Gedor, Ajio, Zacarías 
y Miclot. 38 Miclct engendró a Samán. 
Estos habitaban también en Jerusa¬ 
lén junto a sus hermanos, con sus 
hermanos. 39 Ner engendró a Quis; 






101 


CRÓNICAS I. 10. II 


Quis engendró a Saúl; Saúl engendró 
a Jonatán, Malquisúa, Abínadab y 
Esbaal. 40 Hijo de Jonatán: Meribaal; 
Meribaal engendró a Mica. 41 Hijos 
de Mica: Pitón, Melec y Tajrea. 
42 Ajaz engendró a Jaera, Jaera en¬ 
gendró a Alemet, Azmavct y Zimri; 
Zimri engendró a Mosa; 43 Mosa 
engendró a Binca; Rafaya, su hijo; 
Eleasar, su hijo; Asel, su hijo. 44 Asel 
tuvo seis hijos, cuyos nombres son: 
Azricam, Bocru, Ismael, Searía, Ab¬ 
días y Janán. Estos son los hijos 
de Asel. 


HISTORIA I)E DAVID 


Muerte de Saúl. 

| A 1 Los filisteos dieron la batalla 
*"" a Israel, y los hombres de 
Israel huyeron ante los filisteos, y 
cayeron muchos muertos en el monte 
de Gelboe. 2 Los filisteos persiguieron 
a Saúl y a sus hijos, y mataron a 
Jonatán, Abinadab y Malquisúa, hijos 
de Saúl. 3 El peso de la batalla cargó 
sobre Saúl; y viéndose descubierto 
por los arqueros, se apoderó de él la 
angustia ante sus dardos. 4 Enton¬ 
ces dijo Saúl a su escudero: «Saca 
tu espada y traspásame con ella, 
no vengan esos incircuncisos y me 
escarnezcan; pero su escudero no 
quiso, por temor. Entonces cogió 
Saúl su espada, y se echó sobre ella. 
5 El escudero de Saúl, viéndole muer¬ 
to, se echó también sobre su espada, 
y murió. 6 Así perecieron Saúl y sus 
tres hijos, pereciendo con ellos toda 
su casa. 7 Todos los de Israel que 
estaban en el valle, viendo que habían 
huido los hombres, y que Saúl y sus 
hijos eran muertos, dejaron sus ciu¬ 
dades para ponerse también en fuga, 
y los filisteos se apoderaron de ellas. 

8 Al día siguiente vinieron los filis¬ 
teos para despojar a los muertos, y 
hallaron a Saúl y a sus hijos caídos 
en el monte de Gelboe. 9 Los despoja¬ 
ron y se llevaron su cabeza y sus 
armas, e hicieron pregonar las buenas 
noticias por toda la tierra de los 
filisteos, # a sus ídolos y al pueblo. 
10 Pusieron las armas de Saúl en el 
templo de su dios, y colgaron su 
cabeza en el templo de Dagón. 11 To¬ 
dos los de Jabes Galad, al saber lo 
que los filisteos habían hecho con 


Saúl, 12 se levantaron todos los hom¬ 
bres útiles, y tomaron el cuerpo de 
Saúl y los de sus hijos, y los transpor- 
taion a Jabes, y allí los sepultaron 
bajo la encina de Jabes, y ayunaron 
por siete días. 

13 Murió Saúl porque se había 
hecho culpable de infidelidad hacia 
Yave, cuyas palabras no guardó, y 
por haber preguntado y consultado 
a los evocadores de los muertos. 
14 No obedeció a Yave, y Yave le 
hizo morir, y transfirió el reino a 
David, hijo de Isaí. 


David, rey. 

j | 1 Todo Israel se congregó en 
* J torno a David en Hebrón, di¬ 
ciendo: «Mira: tú eres hueso de nues¬ 
tro hueso y carne de nuestra carne. 

2 Ya antes, aun reinando Saúl, eras 
tú el que sacabas y volvías a Israel. 
Yave, tu Dios, te ha dicho: «Tú apa¬ 
centarás a mi pueblo, Israel, y tú 
serás, el jefe de mi pueblo, Israel.» 

3 Así todos los ancianos de Israel 
vinieron al rey a Hebrón, y David 
hizo eon ellos alianza en Hebrón, 
ante Yave. Ungieron a David por rey 
de Israel, según la palabra de Yave, 
pronunciada por Samuel. 

4 Marchó David con todo Israel 
contra Jerusalén, que es Jebús. Habi¬ 
taban allí los jebuseos; 5 y los de Jebús 
dijeron a David: «No entrarás tú 
aquí.» Pero David se apoderó de la 
fortaleza de Sión, que es la ciudad 
de David. 6 David había dicho: «El 
que primero hiera al jebuseo será 
jefe y príncipe.» Y fué el primero en 
subir Joab, hijo de Sarvia, y fué 
hecho jefe. 7 David se estableció en 
la fortaleza, que por esto se llamó 
la ciudad de David. 8 Edificó la 
ciudad en derredor, desde el terraplén, 
y Joab reconstruyó el resto de la 
ciudad. 9 David vino a ser de día 
en día más grande, y Yave Sebaot 
estaba eon él. 


Los valientes de David. 

10 He aquí los primeros de los va¬ 
lientes que seguían a David y que 
le ayudaron con todo Israel a ase¬ 
gurar su dominación, y hacerle rey 
de Israel según la palabra de Yave. 
11 He aquí por sus nombres los va¬ 
lientes que seguían a David: 


26 








CRÓNICAS I, 12 


WZ 


Jasobán, hijo de Jacmoni, jefe de 
los treinta. Blandió su lanza contra 
trescientos hombres, que derrotó de 
una vez. 

12 Después de él Eleazar, hijo de 
Dodo, ajojita, otro de los tres. 
13 Estaba éste con David en Pas 
Damiin, donde los filisteos se habían 
reunido para la lucha; había allí 
una haza llena de cebada, y huyendo 
ya el pueblo ante los filisteos, 14 se 
puso en medio de la haza y la defen¬ 
dió, derrotando a los filisteos, y 
obrando Yave una gran salvación. 

15 Tres de los treinta bajaron a 
donde estaba David, a la roca de 
la caverna de Odolám, cuando esta¬ 
ban acampados los filisteos en el 
valle de Rcfaím. 16 Estaba David 
en la fortaleza y los filisteos tenían 
una guarn ción en Betlcjem. 17 Se le 
ocurrió a David decir: «:Quién me 
diera poder beber agua de la cisterna 
que está a la puerta de Betlcjem!» 
18 Y entonces los tres, pasando a 
través del campamento de los filis¬ 
teos, cogieron agua de la cisterna 
que hay a la puerta de Betlcjem; y 
llevándola, se la presentaron a David; 
pero David se negó a bebería y la 
derramó ante Yave, diciendo: 19 «Lí¬ 
breme Dios de hacer tal cosa. ¿Voy 
a beber yo la sangre de estos hombres, 
que a riesgo de su vida han ido allá?» 
Porque era ciertamente con riesgo de 
la vida como la habían traído, y no 
quiso bebería. Esto hicieron los tres 
valientes. 

20 Abisai, hermano de Joab, era 
jefe de los treinta. Blandió su lanza 
contra trescientos, que mató, 21 y 
tuvo renombre entre los treinta, y 
era entre ellos muy considerado, pero 
no llegaba a los tres primeros. 

22 Banaia, hijo de Joyada, que era 
hombre de mucho valor y célebre por 
sus hazañas, un día de nieve, bajando 
a una cisterna, mató a un Icón. 
23 Mató también a un egipcio que 
tenía cinco codos de estatura, y cuya 
lanza era como un cnjullo de tejedor. 
Bajó contra él con un palo y le arran¬ 
có de la mano la lanza, con la que le 
mató. 24 Esto hizo Banaia, hijo de 
Joyada, que tuvo gran renombre 
entre los treinta. 25 Fué muy consi¬ 
derado entre los treinta, pero no lle¬ 
gaba a los tres primeros, David le 
puso al frente de su guardia. 

26 Los valientes del ejército: Azael, 
hermano de Joab; Elcana, hijo de 
Dodo, de Betlehem; 27 Samot, de 


Haror, y Elcs, pelonita; 28 Ira, hijo 
de Iques, tecuita; Abiezer de Anatot; 

29 Sibcca, jusatita; llai, ajusita; 

30 Maharai, nctofatita; Jcled, hijo de 
Baana, netofatita; 31 Itai, hijo de 
Ribai, de Gueba, de los hijos de 
Benjamín; Banaías, faratonita; 32 Ju- 
rai, de los valles de Gas; Abiel, arba- 
tita; 33 Azmavct, bajarumita; Eliajba, 
salbonita; 34 Jasem, agunila; Jona- 
tán, hijo de Sague, de Haror; 35 Aliam, 
hijo de Sacar, de Haror, Elifal, hijo 
de Ur; 36 Efer, de Mequera; Ajiva, 
de Palón; 37 Jesro, del Carmel; Narai, 
hijo de Esbaí; 38 Joel, hermano de 
Natán; Mihjar, hijo de Hagri; 39 Seleco, 
amonita; Xajraí, de Berot, escudero 
de Joab, hijo de Sarvia: 40 Ira, de 
Jeter; Gareb, de Jetcr; 41 Drías, geteo; 
Zabad, hijo de Ajlaí; 42 Adina, hijo 
de Sira, rubenita, jefe de los rube- 
nitas, y treinta con él; 43 Jonán, hijo 
de Manca; Josafat, de Mituí; 44 Ózías, 
de Astarot; Sama y Jctiel, hijos de 
Jotam, de Haror; 45 Jediael, hijo de 
Simrí; Joja, su hermano, fisaíta; 
46 Eliel, de Majaviin, Jcribaí y Jo- 
savia, hijos de Elnaam; Jitma, moa- 
bita, 47 Eliel, Obed y Joasiel, de 
Mcsobía. 

Guerreros que se unieron a David 
ya en tiempos de Saúl. 

1 9 1 Estos son los que vinieron a 

1 ** unirse a David, en Siceleg, cuan¬ 
do estaba alejado de Saúl, hijo de 
Quis, y fueron parte de los valientes 
que le prestaron su ayuda durante 
la guerra. 2 Eran arqueros que tira¬ 
ban piedras lo mismo con la mano 
derecha que con la izquierda, y dis¬ 
paraban flechas con el arco. Eran 
de Benjamín, del número de los 
hermanos de Saúl. 3 El jefe era Ajie- 
zar; Joás, hijo de Sema, de Calibea; 
Jeriel y Pelet, hijos de Azmavct; 
Beraca; Jchú, de Anatot; 4 Jismaeya, 
de Gabaón, valiente entre los treinta 
y jefe de los treinta; Jeremías, Jaja- 
ziel, Jojanán, Jozabad, de Gueder; 

6 Eluzai, Jerimot, Bealia, Sentirías, 
Sefatías, de Jarif; * Elcana, Jisjiva, 
Azazel, Joczcr y Jcsobeam, eorejitas; 

7 Joela y Zebadías, hijos de Jerojam, 
de Guedor. 

8 También de entre los gaditas 
fueron hombres valientes a unirse 
a David, en la fortaleza del desierto, 
soldados diestros en la guerra, ar¬ 
mados de escudo y lanza, semejantes a 
leones y ligeros como cabras mon teses 






CRÓNICAS I, 13 


403 


9 Ezer, el jefe; Abdías, el segundo; 
Eliab, el tercero; 10 Mismana, el cuar¬ 
to; Jeremías, el quinto; 11 Ataí, el 
sexto; Elicl, el séptimo; 12 Jojanán, 
el octavo; Elzabad, el noveno; 13 Je¬ 
remías, el décimo; Maebanai, el un¬ 
décimo. 14 Eran hijos de Gad, jefes 
del ejercito. Uno solo, el menor de 
todos, era capaz de atacar a cien 
hombres, y el mayor a mil. 15 Estos 
fueron los que pasaron el Jordán en 
el mes primero, cuando se desborda¬ 
ba por todas sus márgenes, V pusie¬ 
ron en fuga a todos los habitantes 
de los valles, a oriente y a occidente. 

16 Hubo también de entre los hijos 
de Benjamín y de Judá. quienes se 
unieron a David en la fortaleza. 

17 David les salió al encuentro y les 
dijo: «Si venís a mí con buenas inten¬ 
ciones, para ayudarme, mi corazón se 
apegará a vosotros; pero si es para 
engañarme en provecho de mis ene¬ 
migos, estando mis manos limpias 
de iniquidad, véalo el Dios de nues¬ 
tros padres y que él os lo demande.» 

18 Entonces se revistió del espíritu 
Amasaí, uno de los jefes principales, 
y dijo: «A ti y a tu pueblo, hijo de 
Isaí, paz. Paz a ti y a cuantos te 
ayudan, pues te ayuda a ti tu Dios.» 

David los recibió, y los hizo jefes 
de las tropas. 

19 También de los hijos de Manasés 
vinieron a unirse a David, cuando 
vino con los filisteos a la batalla 
contra Saúl, aunque no combatió, 
porque los príncipes de los filisteos, 
habido consejo, le despidieron di¬ 
ciendo: «Se pasaría a Saúl con peligro 
de nuestras cabezas.» 20 Cuando re¬ 
tornó a Siceleg, éstos fueron los que 
de Manasés se le unieron: Adnas, 
Jozabad, Jediael, Micael, Jozabad, 
Elital, y Siltaí, jefes de millares de 
Manasés. 21 Ayudaron a David a or¬ 
ganizar las tropas, pues eran todos 
hombres valerosos y fueron jefes en 
el ejército. 22 De día en día llegaban 
gentes a unirse a David, hasta que 
vino a tener un gran ejéreito, como un 
ejército de Dios. 

Guerreros de las doce tribus que 
vinieron a Ilebrón para haeer rey 
a David. 

23 He aquí el número de hombres 
de guerra que armados vinieron a Da¬ 
vid, a Hebrón, para transferirle el rei¬ 
no de Saúl, según el mandato de Yave: 

24 Hijos de Judá, armados de es¬ 


cudo y lanza, seis mil ochocientos 
hombres de guerra. 25 De los hijos de 
Simeón, hombres valerosos para la 
guerra, siete mil ciento. 26 De los 
hijos de Leví, cuatro mil seiscientos; 
27 y Joyada, príncipe de Arón, y eon 
él tres mil setecientos; y Sadoe, joven 
valeroso, eon veintidós de los princi¬ 
pales de la casa de su padre. 29 De 
los hijos de Benjamín, hcrm¿ nos de 
Saúl, tres mil, pues hasta entonces 
la mayor parte de ellos habían per¬ 
manecido fieles a la casa de Saúl. 
30 De los hijos de Efraím, veinte mil 
ochocientos hombres valientes, gen¬ 
tes de renombre, según las casas de 
sus padres. 31 De la media tribu de 
Manasés, dieciocho mil, que fueron 
nominalmente designados para ir a 
proclamar rey a David. 32 De los 
hijos de Isacar, doscientos jefes, 
hombres inteligentes, sabedores de 
lo que había de haeer Israel, y euyo 
consejo era respetado por todos. 33 De 
Zabulón, cincuenta mil, en estado de 
tomar las armas y provistos de toda 
clase de armas para el combate, pres¬ 
tos a librar batalla eon ánimo re¬ 
suelto. 34 De Neftalí, mil jefes, y 
eon ellos treinta y siete mil soldados, 
que llevaban escudo y lanza. 35 De 
Dan, armados para la guerra, veintio¬ 
cho mil seiscientos. 36 de Aser, hom¬ 
bres de guerra prestos para el com¬ 
bate, cuarenta mil. 37 Y del otro lado 
del Jordán, de los rubenitas, gaditas 
y de la media tribu de Manasés, 
ciento veinte mil armados de todas 
armas. 

38 Todos estos hombres, gente de 
guerra, prestos para el combate, lle¬ 
garon a Hebrón eon leal corazón 
para hacer a David rey de todo Israel, 
y todo el resto de Israel estaba igual¬ 
mente unánime en querer a David por 
rey. 39 Estuvieron allí tres días con 
David, comiendo y bebiendo, pues sus 
hermanos los habían provisto de ví¬ 
veres, 40 y aun los que habitaban 
cerca, hasta Isacar y Zabulón y Nef¬ 
talí, trajeron en asnos, camellos, mu¬ 
los y bueyes, pan, harina, masas de 
higos y pasas, vino, aceite, bueyes y 
ovejas en abundancia, porque Israel 
estaba en alegría. 

El arca, depositada por David 
en la casa de Obededom. 

| Q 1 Tuvo David consejo eon los 
1 jefes de millares y de centenas, 
con todos los príncipes, 2 y dijo a 








101 


CRÓNICAS I, 14, 15 


toda la asamblea de Israel: «Si os 
parece bien, y que la cosa viene de 
Yave, nuestro Dios, vamos a mandar 
a todas partes a nuestros hermanos 
que están por todo Israel, a los sacer¬ 
dotes y a los levitas en las ciudades 
que habitan, para que vengan a 
reunirse con nosotros 3 y traigamos 
el arca de nuestro Dios, pues no nos 
hemos cuidado de esto desde el tiem¬ 
po de Saúl.» 4 Toda la asamblea re¬ 
solvió hacer así, pues la cosa pareció 
conveniente a todo el pueblo. 

5 Reunió, pues, David a todo el 
pueblo, desde el Sijor de Egipto hasta 
el camino de Hamat, para traer de 
Cariatíarim el arca de Dios; 6 y subió 
David con todo Israel a Baala de 
Cariatíarim, que está en Judá, para 
trasladar de allí el arca de Dios, ante 
la cual se invoca el nombre de Yave, 
que se sienta entre los querubines. 

7 Pusieron el arca de Dios sobre un 
carro nuevo, y la llevaron de la casa 
de Abinadab. Conducían el carro Uza 
y Ajió. 8 David y todo Israel danza¬ 
ban ante el arca con todas sus fuer¬ 
zas y cantaban y tocaban arpas, sal¬ 
terios y tímpanos, címbalos y trom¬ 
petas. 

9 Cuando llegaron a la era de Cidón, 
Uza tendió la mano para coger el 
arca, porque los bueyes la ladeabau; 
10 se encendió la cólera de Yave 
contra Uza, y Yave le hirió por haber 
tendido la mano sobre el arca. Uza 
murió allí ante Dios. 11 David se 
apesadumbró porque había herido 
Dios a Uza con tal castigo, y aquel 
lugar se llamó hasta hoy Peres Uza. 
12 David eutró aquel día en temor, y 
dijo: «¿Cómo voy a traer a mí el 
arca de Dios?»; 13 y no llevó el arca, 
de Dios con él a la ciudad de David 
sino que la hizo llevar a la casa de 
Obededom, de Get. 14 Allí quedó por 
tres meses el arca en la casa de Obe¬ 
dedom, y Yave bendijo la casa de 
Obededom y cuanto le pertenecía. 


Victorias de David sobre los 
filisteos. 

1 A 1 Hiram, rey de Tiro, mandó 
embajadores a David y le pro¬ 
porcionó madera de cedro, canteros 
y carpinteros, para que edificaran su 
casa. 2 Conoció David que Yave afir¬ 
maba su dominio sobre Israel, y que 
ensalzaba su reino, por amor de Is¬ 
rael, su pueblo. 3 David lomó enton¬ 


ces mujeres en Jerusalén, y tuvo 
hijos e hijas. 4 Los nombres de los 
que le nacieron en Jerusalén son: 
Samua, Sibab, Natán, Salomón, 5 Jib- 
jar, Elisúa, Elfelet, 6 Noga, Xcfeg, 
Jafia, 7 Elisama, Beeliada y Elifelet. 

8 Cuando los filisteos supieron que 
David había sido ungido rey de todo 
Israel, subieron todos en busca suya, 
y David, que lo supo, les salió al paso. 
9 Llegaron los filisteos y se desparra¬ 
maron por el valle de Refaim. 10 David 
consultó a Dios, preguntando: «¿Su¬ 
biré contra los filisteos, y los entre¬ 
garás en mis manos?» Y Yave le 
dijo: «Sube, y los entregaré en tus 
manos.» 11 Subieron ellos a Baal Pe- 
rasim, donde David los derrotó. Luego 
dijo: «David ha dispersado por mi 
mano a mis enemigos, como rotura 
de aguas que se derraman.» Por eso 
se dió a aquel lugar el nombre de 
Baal Perasiin. 12 Se dejaron allí sus 
dioses, que por orden de David fueron 
quemados en el fuego. . 

13 Los filisteos invadieron de nuevo 
el valle, 14 y David consultó de uuevo 
a Dios, y Dios le dijo: «No subas 
contra ellos. Rodéalos, y échate sobre 
ellos desde delante de las balsameras. 

15 Cuando entre las balsameras oigas 
un estruendo, sal luego y atácalos, 
tpie irá Dios delante de ti, para de¬ 
rrotar el campo de los filisteos.» 

16 Hizo David como Dios le mandara, 
y derrotó a los filisteos, desde Ga- 
’baón hasta Guezer. 17 La fama de 
David se extendía por todas aque¬ 
llas tierras, y puso Yave sobre todas 
las gentes el temor de David. 


Traslado del arca a Jerusalén. 

1 £ 1 David hizo casa para sí en 
la ciudad de David, y preparó 
un lugar para el arca de Dios, alian¬ 
do para ella una tienda. 2 Entonces 
se dijo: «El arca de Dios no debe 
ser transportada sino por los levitas, 
porque son los que eligió Yave para 
trasladarla y para hacer su servicio 
por siempre. 3 Reunió, pues, David 
a todo Israel en Jerusalén, para subir 
el arca de Yave al lugar que le había 
dispuesto. 4 Reunió a los hijos de 
Arón y a los levitas. 5 De los hijos 
de Caat, a Uriel, el jefe y sus her¬ 
manos, ciento veinte; 6 de los hijos 
de Merari, Asaya, jefe y sus herma¬ 
nos, doscientos veinte; 7 de los hijos 
de Gersón, Joel, jefe y sus hermanos, 








CRÓNICAS I, 16 


-105 


ciento treinta; 8 de los hijos de Eli- 
safán, Seineya, jefe y sus hermanos, 
doscientos; 9 de los hijos de Hehrón, 
Eliel, jefe y sus hermanos, oehenta; 

10 de los Lijos de Uziel, Aminadab, 
jefe y sus hermanos, ciento doce. 

11 David llamó a los sacerdotes Sadoe 
y Abiatar, y a los levitas Uriel, Asaya, 
Joel, Semeya, Eliel y Aminadab, 12 y 
les dijo: «Vosotros sois los jefes de 
familias de los levitas; ‘santificaos 
vosotros y vuestros hermanos, para 
subir el arca de Yave, del Dios de 
Israel, al lugar que yo le he prepa¬ 
rado. 13 Por no estar vosotros allí la 
primera vez, Yave, nuestro Dios, nos 

! castigó, porque no fuimos a busearle 
según la ley. 

14 Santificáronse los sacerdotes y 
los levitas para subir el area de Yave, 
Dios de Israel. 15 Los hijos de los 
levitas llevaban el arca de Dios en 
hombros, con sus barras, como lo 
había ordenado Moisés, según el man¬ 
dato de Yave. 16 David mandó a los 
jefes de los levitas que dispusieran 
a sus hermanos los cantores, que hi¬ 
ciesen resonar los instrumentos mú¬ 
sicos, arpas, salterios y címbalos, en 
señal de regocijo; 17 y los levitas de¬ 
signaron a Hernán, hijo de Joel, y de 
sus hermanos, a Asaf, hijo de Nere- 
quia; y de entre los hijos de Merari, 
de sus hermanos, a Etán, hijo de 
Cusaya; 18 después, eon ellos, sus her- 

| manos del segundo orden: Zaearías, 
Joaziel, Scmiramot, Jejiel, Uní, Eliab, 
Banaias, Maaseyas, Matatías, Elifele, 
Miemas, Obededom y Jeiel, porteros. 
19 Los catorce, Hernán, Asaf y Etan, 
llevaban címbalos de bronee para ha¬ 
cerlos resonar; 20 Zaearías, Aziel, Se- 
íniramot, Jejiel, Uni, Eliab, Maaseyas 
y Benaya, llevaban salterios templa¬ 
dos para las voees altas; 21 y Mata¬ 
tías, Elifele, Mieneya, Obededom, 
Jijiel y Azazías, con eítaras acorda¬ 
das a la octava; 22 y Quenayas, jefe 
de los levitas, dirigía el eanto, pues 
tenía mucho conocimiento de él. 23 Be- 
requías y Elcana eran los porteros 
del area; 24 y Sebanías, Josafat, Na- 
tanael, Ainasaí, Zacarías, Benayas y 
Eliezer, sacerdotes, toeaban las trom¬ 
petas delante del area de Dios. Obe¬ 
dedom y Jijías eran también porteros 
del arca. 

25 David, pues, los ancianos de Is¬ 
rael y los jefes de millares, fueron a 
traer el arca de la alianza de Yave 
desde la casa de Obededom, eon gran 
alegría. 26 Los levitas, asistidos de 


Dios, llevaban el area de la alianza 
de Yave, y se sacrificaron siete novi¬ 
llos y siete carneros. 27 David iba ves¬ 
tido de un manto de byso, lo mismo 
que todos los levitas que llevaban el 
arca, los eantores y Quenanía, jefe 
de la músiea entre los eantores. Lle¬ 
vaba David también sobre sí el efod 
de lino. 

28 De esta manera llevó todo Israel 
el area de la alianza de Yave entre 
gritos de júbilo, al son de las bocinas, 
las trompetas, los címbalos, los sal¬ 
terios y las eítaras. 29 Cuando el area 
de la alianza de Yave llegó a la eiu- 
dad de David, Micol, hija de Saúl, 
mirando por una ventana, vio al rey 
David saltando y bailando dclan te 
del area, y le menospreció en su 
corazón. 

'í 1 Traída el area de Dios, pusié- 
1 v ronla en medio de la tienda que 
David había alzado para ella, y ofre¬ 
cieron ante Dios holocaustos y sacri¬ 
ficios eucarístieos. 2 * * Cuando hubo 
aeabado David de ofrecer los holo¬ 
caustos y los sacrifitios eucarístieos, 
bendijo al pueblo en nombre de Yave, 
3 y distribuyó a todo Israel, hom¬ 
bres y mujeres, a eada uno una por¬ 
ción de pan, de earne y de uvas 
pasas. 

4 Puso levitas al servieio del arca 
de Yave, para que invoearan, alaba¬ 
ran y ensalzaran a Yave, Dios de 
Israel. 5 * Fueron Asaf, el jefe; Zaea¬ 
rías, el segundo después de él; Uziel, 
Semiramot, Jejiel, Matatías, Eliab, 
6 Banaya, Obededom y Jeiel, con 
instrumentos músieos, salterios y ar¬ 
pas, y Asaf era el que haeía sonar los 
címbalos. Los sacerdotes Benaya y 
Jojaziel toeaban continuamente las 
trompetas delante del arca de la 
alianza de Dios. 7 Aquel día dió David 
a Asaf y a sus hermanos por primera 
vez, para eantar las alabanzas de 
Yave, este eanto (1): 

8 «Alabad a Yave, invocad su 
nombre, 

Pregonad a los pueblos sus hazañas. 


(i) El canto entregado por David a Asaf 
y sus hermanos es, con ligeras variantes, el 
salmo 106 (Vulg. 105). El verso: «dad gracias 

a Yave, que es bueno, y es eterna su miseri¬ 
cordia», es puesto luego numerosas veces en 

boca de los levitas y del pueblo todo, para ala¬ 

bar y bendecir a Yave. 

Los versos 28-33 son mesiánicos, por refe¬ 

rirse al reinado universal de Yave, que había de 

realizar el Mesías. 











4U6 


CRÓNICAS I, 17 


9 Cantadle, cantad salmos en su 
honor, 

Contad todos sus portentos. 

10 Gloriaos en su santo nombre, alé¬ 
grese el corazón de los que buscan a 
Ya ve. 

11 Buscad a Yave y fortaleceos, 
Buscad siempre su" rostro. 

12 Recordad cuántas maravillas ha 
obrado, 

Sus prodigios, los juicios de su boca, 

13 Descendientes de Abraham, su 
siervo, 

Hijos de Jacob, su elegido. 

14 Es Yave nuestro Dios, 

Por la tierra toda prevalecen sus 
juicios. 

15 Fielmente se ha acordado siem¬ 
pre de su alianza, 

De sus promesas para mil gene¬ 
raciones, 

18 De lo que pactó cón Abraham, 
De lo que juró a Isac, 

17 De lo que firmemente estableció 
eon Jacob, 

Y con Israel como pacto eterno, 

18 Diciendo: A ti te daré la tierra 
de Canán 

Como porción de vuestra heredad. 

19 Eran entonces poco numerosos, 
Poco numerososy extranjeros en ella, 

20 Iban de una gente a otra gente, 

Y de un reino a otro pueblo. 

21 Pero no consintió que nadie los 
oprimiese, 

Y por causa de ellos castigó a 
reyes. 

22 No toquéis a mis ungidos, 

No hagáis mal a mis profetas. 

23 Cantad a Yave, habitantes todos 
de la tierra, 

Pregonad uno y otro día su sal¬ 
vación, 

24 Contad a los pueblos su gloria, 
Sus maravillas a los pueblos todos. 

26 Porque Yave es grande, digno 
de toda alabanza, 

Temible sobre todos los dioses. 

28 Poique los dioses de las gentes 
son ídolos, 

Pero Yave es el Hacedor de los 
cielos. 

27 La gloria y la majestad sean 
ante él, 

La alabanza y el honor en su san¬ 
tuario. 

28 Dad a Yave, joh familias de los 
pueblos!, 

Dad a Yave la gloria y la alabanza, 
20 Dad gloria al nombre de Yave, 
Traed ofrendas, y entrad en sus 
atrios. 


Adorad a Yave en ornamentos 
santos, 

30 Temblad ante él todos los de la 
tierra. 

El afirmó el orbe, y firme está. 

31 Alégrense los ciclos y regocíjese 
la tierra, 

Pregónese entre las gentes: Yave 
reina. 

32 Truene el mar con cuanto lo llena, 

Salte de gozo el campo y cuanto 

hay en él, 

33 Den gritos de júbilo los árboles 
de las selvas, 

Al venir Yave, pues viene para 
juzgar a la tierra. 

34 Dad gracias a Yave, que es 
bueno, 

Y es eterna su misericordia. 

35 Decid: Sálvanos, joh Diosl, salud 
nuestra, 

Reúnenos y líbranos de las gentes, 

Para que" confesemos tu santo 
nombre, 

Y nos gloriemos alabándote. 

38 Bendito Yave, Dios de Israel, 

Por eternidad de eternidades. 

Y diga todo el pueblo: Amén, 

Alabad a Yave.» 

37 David dejó allí, delante del arca 
de la alianza de Yave, a Asaf y a sus 
hermanos, para que constantemente 
ministrasen delante del arca, cada 
cosa a su tiempo, 38 y a Obedcdoin 
y sus hermanos, sesenta y ocho. 
39 Estableció al sacerdote Sadoc y 
a los sacerdotes sus hermanos ante 
el tabernáculo de Yave en la altura 
de Gabaón, 40 para que allí ofreciesen 
continuamente a Yave holocaustos y 
cumpliesen cuanto está escrito en la 
ley de Yave, dada por Yave a Israel. 
41 Con ellos estaban Hernán y Jedu- 
tun y los otros que íiominalmente 
habían sido designados para alabar 
a Yave: «Porque su misericordia es 
eterna.» 42 Estaban Hernán y Jedu- 
tun con ellos, y las trompetas y los 
címbalos para los que las tocaban, 
y los instrumentos para los cantos 
en honor de Dios. Los lujos de Jcdu- 
tun eran los porteros. * 

43 Todo el pueblo se fué luego cada 
uno a su casa, y David se volvió a 
bendecir a la suya. 

Proyecto de David de edificar 
el templo. 

AH 1 Una vez que David se hubo 
* 4 establecido en su casa, dijo a 
Natán, profeta: «Yo estoy habitando 





CRÓNICAS I, 18 


407 


en una casa de cedro, mientras que 
el arca de la alianza de Yave está 
bajo una tienda.» 2 Natán respondió a 
David: «Haz lo que tienes en tu co¬ 
razón, pues Dios está contigo.» 3 Pero 
aquella noche fué dirigida a Natán 
la palabra de Dios: 4 «Ve, y dile a 
David, mi siervo: Así habla Yave: 
No serás tú quien a mí me edifique 
casa para que more en ella. 6 Nunca, 
desde que saqué a Israel hasta hoy, 
he habitado en casa, sino que anduve 
de una parte a otra en una tienda, y 
adondequiera que iba con todo Is¬ 
rael. 6 ¿Dije yo nunca a ninguno de 
I los jueces de Israel, a quienes mandé 
apacentar a mi pueblo: Por qué no 
me hacéis una casa de cedro? 7 Di, 
pues, ahora a mi siervo David: Así 
habla Yave Scbaot: Yo te cogí de 
la majada, de detrás del ganado, 
para que fueras jefe de mi pueblo, 
Israel; 8 he estado contigo por donde¬ 
quiera que tú has andado; he exter¬ 
minado ante ti a todos tus enemigos, 
y he hecho tu nombre semejante al 
de los grandes que hay en la tierra; 
9 he dado un lugar de habitación a 
mi pueblo, Israel, y le estoy plan¬ 
tando para que se fije y no sea ya 
conmovido, ni los hijos de la iniqui¬ 
dad le destruyan, 10 como antes en 
el tiempo en que establecí los jueces 
sobre mi pueblo Israel. He humillado 
a todos tus enemigos, y te anuncio 
que Yave te edificará a ti casa. 
11 Cuando se cumplan tus días y 
vayas a reunirte con tus padres, yo 
alzaré tu descendencia, después de 
ti, a uno de entre tus hijos, y yo 
afirmaré su reino. 12 El será quien me 
. edifique casa, y yo afirmaré para 
siempre su trono. 13 Seré padre para 
él y él será para mí un hijo, y no 
apartaré de él mi gracia, como la 
aparté del que te precedió. 14 Le esta¬ 
bleceré para siempre en mi casa y 
en mi reino, y su trono será firme 
por toda la eternidad» (1). 

15 Natán transmitió a David todas 
estas palabras y toda la visión, 16 y el 
rey David fué a ponerse ante Yave 
y dijo: «¿Quién soy yo, Yave Dios, 
y qué es mi casa, para que tú me 
¡ hayas traído a donde estoy? 17 Y to¬ 
davía esto es poco a tus ojos: Hablas 
de la casa de tu siervo para tiempo 
lejano, y te dignas mirarme como un 


(i) La promesa del trono eterno, hecha a 
David, es estrictamente mesiánica, y de Cristo 
Nuestro Señor la interpreta San Pedro. Act. 2, 30. 


hombre de excelencia, 18 |oh Yave, 
Dios! ¿Qué más podrá decirte David 
de la gloria que concedes a tu siervo? 
Tú conoces a tu siervo, joh Yavel 
19 Y por amor de tu siervo y conforme 
a tu corazón has hecho todas eslas 
grandes cosas, revelando todas estas 
grandezas, ioh Yavel 20 No hay se¬ 
mejante a ti, no hay otro Dios como 
tú, como con nuestros oídos hemos 
oído. 21 ¿Hay sobre la tierra una sola 
nación que sea como tu pueblo, Is¬ 
rael, cuyo Dios fuese a rescatar un 
pueblo, para hacerse nombre con tan¬ 
tos milagros y prodigios, y arrojando 
a naciones delante de tu pueblo, al 
que redimiste de Egipto? 22 Tú has 
hecho de tu pueblo, Israel, tu pueblo 
para siempre y tú, joh Yave!, tú 
eres su Dios. 23 Ahora, pues, |oh Yave!, 
que la palabra que has dicho de tu 
siervo y de su casa sea durable por la 
eternidad, y cúmplela. 24 Que perdure, 
para que tu nombre sea glorificado 
por siempre, y se diga: Yave Sebaot, 
Dios de Israel, es en verdad un Dios 
para Israel. Y que la casa de David, 
tu siervo, sea firme ante ti, 25 pues 
que tú mismo, Dios mío, has revelado 
a tu siervo que le edificarás casa. 
Por eso ha osado tu siervo orarte así. 
26 Ahora, pues, joh Yavel, tú eres 
Dios, y tú has prometido esta gracia 
a tu siervo. 27 Bendice, pues, la casa 
de tu siervo, para que subsista para 
siempre delante de ti. Porque tú, 
loh Yavel, la has bendecido, y ben¬ 
dita será por la eternidad.» 

Victorias de David sobre filisteos, 
moahitas, sirios y cdomitas. 

'i O 1 Después de esto batió David 
*** a los filisteos y los humilló, 
arrebatándoles de las manos Get y 
las ciudades de su dependencia. 2 Ba¬ 
tió a los moabitas, que quedaron 
sujetos a David, pagándole tributo. 

3 Batió también David a Haderezer, 
rey de Soba, cuando iba éste a esta¬ 
blecer su dominio sobre el Eufrates. 

4 Le tomó David mil carros, siete mil 
caballeros y veinte mil infantes; des¬ 
jarretó a todos sus caballos de tiro, 
no conservando más que los de cien 
carros. 5 Vinieron los sirios de Da¬ 
masco en socorro de Haderezer, rey 
de Soba, y David derrotó a veinte 
mil sirios, 6 puso guarniciones en la 
Siria de Damasco, y los sirios queda¬ 
ron sujetos a David, pagándole tri¬ 
buto. 







CRÓNICAS I. 19 


m 


Yave protegía a David por donde¬ 
quiera que iba. 7 Cogió David los 
escudos de oro que llevaban los ser¬ 
vidores de Haderezer, y los llevó a 
Jerusalén. 8 También se apoderó de 
una gran cantidad de bronce en 
Tibcat y en Cun, ciudades de Hade¬ 
rezer. De él hizo Salomón el mar de 
bronce, las columnas y los utensilios 
de bronce. 

9 Supo Tohú, rey de Hamad, que 
David había derrotado a todo el 
ejército de Haderezer, rey de Soba; 
10 y le mandó como embajador a 
Hadoram, su hijo, para saludarle y 
felicitarle por haber atacado a Hade¬ 
rezer, venciéndole, pues Tohú estaba 
en guerra con Haderezer. Mandóle 
también toda suerte de vasos de oro, 
de plata y de bronce, 11 que el rey 
David consagró a Yave, con el oro 
y la plata que había tomado a todas 
las naciones, a Edcm, a Moab, a 
los hijos de Ammón, a los filisteos y a 
Amalee. 

12 Abisai, hijo de Sarvia, batió en 
el valle de la sal a dieciocho mil 
edomitas, 13 puso guarniciones en 
Edom, y todo Edom quedó sometido 
a David. Yave protegía a David 
por todas partes donde iba. 

14 David reinó sobre todo Israel, 
haciendo derecho y justicia a todo 
el pueblo. 15 Joab, hijo de Sarvia, 
era jefe del ejéicito. Josafat, hijo 
de Ajilud era cronista, 16 Sadcc, 
hijo de Ajitub, y Abimelec, hijo de 
Abiatar, eran sacerdotes; Savsa era 
secretario; 17 Banaias, hijo de Joyada, 
era jefe de los ceretcos y péleteos, 
y los hijos de David sus áulicos. 

(¿tierra contra los amonitas y sus 
aliados. 

19 1 Después de esto, murió Najas, 
Rey de los hijos de Ammón, suce- 
diéndole su hijo. 2 David dijo: «Voy a 
mostrar mi benevolencia a Janún, hijo 
de Najas, pues su padre se mostró 
conmigo benévolo»; y le envió una 
embajada para consolarle por la 
muerte de su padre. Cuando los en¬ 
viados de David llegaron a la tierra 
de los hijos de Ammón, y se presen¬ 
taron a Janún para consolarle, 3 los 
jefes de los hijos de Ammón dijeron 
a Janún: «¿Crees tú que para honrar 
a tu padre te manda David conso¬ 
ladores? ¿No será más bien para 
reconocer la ciudad y destruirla y 
explorar la tierra, para lo que han 


venido a ti sus servidores?» 4 En¬ 
tonces Janún, cogiendo a los servi¬ 
dores de David, los rapó y les cortó 
los vestidos por el medio hasta las 
nalgas, y luego los despachó. 5 David, 
que supo lo que a sus hombres había 
sucedido, mandó gentes que les sa¬ 
lieran al encuentro, pues se hallaban 
en gran confusión, y les dijeran: 
«Quedaos en Jericó hasta que os 
crezca la barba, y volved luego.» 

6 Los hijos de Ammón vieron que 
se habían hecho odiosos a David, 
y Janún y los hijos de Ammón man¬ 
daron mil talentos de plata para 
asoldar a los carros y a los caba¬ 
lleros de los sirios de Mesopotamia y 
de los sirios de Maaca y Soba. 7 To¬ 
maron a sueldo treinta y dos mil 
carros y al rey de Maaca y su pueblo, 
que vinieron a acampar delante de 
Madaba. Los hijos de Ammón se 
reunieron en sus ciudades, y salieron 
.para combatir. 8 Al recibir David 
estas nuevas, mandó contra ellos a 
Joab y todo el ejército, hombres 
valerosos. 

9 Salieron los hijos de Ammón y 
se ordenaron en batalla a la entrada 
de la ciudad; los reyes que habían 
venido tomaron posición aparte en 
el campo. 10 Viendo Joab que tenía 
contra quién combatir de frente y 
a la espalda, escogió de lo más selecto 
de Israel un cuerpo que oponer a 
los sirios, 11 y el resto del pueblo lo 
puso a las órdenes de su hermano 
Abisai, para hacer cara a los hijos 
de Ammón, 12 diciéndole: «Si los 
sirios son más fuertes que yo, vas 
tú en socorro mío; y si los hijos de 
Ammón son más fuertes que tú, iré 
yo en socorro tuyo. 13 Esfuérzate y 
esforcémonos por nuestro pueblo y 
por las ciudades de nuestro Dios, 
y haga Yave lo que bien le parezca.» 

14 Avanzó Joab con ios suyos para 
atacar a los sirios, que huyeron ante 
él; 15 y los hijos de Ammón, cuando 
vieron que habían huido los sirios, 
se pusieron también en fuga delante 
de Abisai, hermano de Joab, y se 
encerraron en la ciudad. Joab se 
volvió a Jerusalén. 

16 Viendo los sirios que habían 
sido derrotados por Israel, mandaron 
a buscar a los sirios del otro lado 
del río, que vinieron al mando de 
Sofac, jete del ejéicito de Hade¬ 
rezer. 17 Súpolo David, y reunió a 
todo Israel; y pasando el Jordán, 
marchó contra ellos y se preparó a 






CRÓNICAS I, 20. 21 


109 


atacarlos. Ordenóse David en batalla 
contra los sirios; 18 y los sirios, des¬ 
pués de haberse batido con él, se 
pusieron en huida delante de Israel, 
y David les mató siete mil hombres 
de los carros y cuarenta mil infantes. 
Mató también a Sofac, jefe del ejér¬ 
cito. 19 Los hombres de Haderezer, 
viéndose derrotados por Israel, con¬ 
certaron paces con David y se le 
sometieron. No volvieron más los 
sirios a socorrer a los hijos de Ammón. 

1 Al año siguiente, al tiempo 

en que suelen los reyes salir 
a campaña, Joab, a la cabeza de 
un fuerte ejército, fué a talar la 
tierra de los hijos de Ammón, y 
puso sitio a Raba. David se quedó 
en Jerusalén. Joab se apoderó de 
Raba, y la destruyó. 

2 Quitó David la corona de su rey 
de encima de su cabeza, y hallóla 
del peso de un talento de oro y 
guarnecida de piedras preciosas. Fué 
puesta sobre la cabeza de David, 
que obtuvo de la ciudad un gran 
botín. 3 Sacó de ella a los habitantes 
y los puso a serrar con las sierras y a 
los trillos y a las hoces. Lo mismo 
hizo con todas las ciudades de los 
hijos de Ammón. Volvióse luego Da¬ 
vid con todo el pueblo a Jerusalén. 

Victorias contra los filisteos. 

4 Después de esto hubo en Guczer 
una batalla contra los filisteos. En¬ 
tonces fué cuando Sibecaí, jusatita, 
mató a Sipí, uno de los Refaim. Los 
filisteos quedaron humillados. 5 Tam¬ 
bién hubo otra batalla con los filis¬ 
teos, en la que Eljanán, hijo de Jair, 1 
mató a un hermmo de Goliat, Lajmí, 
de Gct, que llevaba una lanza cuya 
asta era como un enjullo de tejedor. 

6 Hubo otra batalla más en Get, 
en la que se halló un hombre de alta 
talla, que tenía seis dedos en cada 
mano y en cada pie, veinticuatro 
en todo, y que descendía también 
de Rafa. 7 Retó a Israel, y Jonatán, 
hijo de Simea, hermano de David, 
le mató. 8 Estos hombres eran hijos 
de Rafa, de Get, y perecieron a manos 
de David y de sus servidores. 

Censo y peste. 

*)1 1 Alzóse Satán contra Israel e 

— 1 incitó a David a hacer el censo 
de Israel. 2 David dijo a Joab y a los 


i jefes del ejército: «Id a hacer el 
censo de Israel, desde Berseba hasta 
Dan, y traédmelo, para que sepa 
yo su número.» 3 Joab respondió a 
David: «jOjalá hiciera Yave a su 
¡ pueblo cien veces más numeroso! 

Pero, rey y señor mío: ¿no son todos 
| servidores tuyos? ¿Para qué pide 
esto mi señor? ¿Para qué hacer una 
cosa que será imputada como pecado 
a Israel?» 4 El rey persistió en la 
orden que había dado a Joab; y 
Joab partió y recorrió todo Israel, 
y vino luego a Jerusalén. Joab en¬ 
tregó a David el rollo del censo del 
pueblo, 5 y había en todo Israel once 
veces cien mil hombres de guerra, 
y en Judá cuatrocientos setenta mil. 
6 No hizo entre ellos el censo de Lcví 
y Benjamín, porque abominaba Joab 
la orden del rey. 7 Desagradó la 
orden a Dios (1), y castigó a 
Israel. 

8 Entonces dijo David a Dios: 
«He cometido con esto un gran pe¬ 
cado. Perdona, te ruego, la iniquidad 
de tu siervo, pues he obrado como 
un insensato.» 

9 Yave habló así a Gad, el vidente 
de David: 10 «Ve a decir a David: 
Así habla Yave: Tres plagas te pro¬ 
pongo para que elijas una con que 
te heriré.» 11 Gad vino a David y 
le dijo: «Así habla Yave: 12 - Elige: 
o tres años de hambre, o tres años 
durante los cuales serás deshecho por 
tus enemigos y alcanzado por su 
espada, o tres días durante los cuales 
la espada de Yave y la pesté estarán 
sobre la tierra, y el ángel de Yave 
llevará la destrucción a todo el terri¬ 
torio de Israel. Ve, pues, lo que he 
de responder al que me envía.» 
13 David respondió a Gad: «En gran 
aprieto me veo. Pero caiga yo en 
las manos de Yave, cuya misericor¬ 
dia es inmensa, y no caiga en las 
manos de los hombres.» 

14 Mandó Yave la peste sobre 
Israel, y cayeron setenta mil hombres 
de Israel. 15 Dios mandó un ángel 
a Jerusalén para destruirla; y cuando 
ya estaba destruyéndola, miró Yave 
y se arrepintió de aquel mal; 16 y 
dijo al ángel destructor: «Basta. Re¬ 
tira ya tu mano.» El ángel de Yave 
estaba junto a la era de Ojrnán* 


(i) El censo ordenado por David atrae sobre 
Israel la ira del Señor. ¿Por qué? No lo sabemos. 
Quizá quiso Dios castigar la vanagloria de parte 

de David. 








410 


CRÓNICAS I, 22 


jebuseo, 17 y David alzó los ojos 
y vio al ángel entre la tierra y el 
cielo, teniendo en su mano des¬ 
nuda la espada, vuelta contra Jeru- 
salén. 

Entonces David y los ancianos de 
Jerusalén, vestidos de saco, cayeron 
sobre sus rostros; 18 y David dijo a 
Dios; «¿No soy yo el que he mandado 
hacer el censo del pueblo? Yo soy 
quien ha pecado y ha hecho el mal: 
pero estas ovejas, ¿qué han hecho? 
|Yave, Dios mío! Pese tu mano sobre 
mí y sobre la casa de mi padre, y no 
haya plaga en tu pueblo.» 19 El ángel 
de Yave dijo a Gad que hablase a 
David, para que subiese a alzar un 
altar en la era de Omán, jebuseo, 
20 y subió David, cumpliendo la 
orden que Gad había dado en nombre 
de Yave. 21 Omán, que estaba tri¬ 
llando el trigo, se volvió y vi ó al 
ángel, y se escondió con sus cuatro 
hijos. 

22 Cuando llegó David cerca de 
Ornáu, miró Ornán y vió a David, 
y saliendo de la era, se prosternó 
ante David, rostro a tierra. 23 David 
dijo a Omán; «Cédeme el campo de 
tu era, para que yo alce en ella un 
altar a Yave; cédemela por su precio 
en plata, para que se retire la plaga 
de sobre el pueblo.» 24 Ornán res¬ 
pondió a David: «Tómala, y que mi 
señor el rey haga en ella lo que bien 
le parezca: mira, te doy los bueyes 
para el holocausto, los trillos para 
leña, y el trigo para la ofrenda. Todo 
te lo doy.» 25 Pero el rey dijo a Ornán: 
«No, quiero comprártela por su valor 
en plata, pues lio voy a presentar yo 
a Yave lo que es tuyo, ni a ofrecerle 
un holocausto que no me cuesta nada.» 
26 Y dió David a Ornán seiscientos 
sidos de oro por el lugar, 27 y edificó 
allí un altar a Yave, y le ofreció 
holocaustos y sacrificios cucarísticos. 
Invocó a Yave, y Yave le respondió 
por el fuego que del cielo descendió 
sobre el altar del holocausto. 28 En¬ 
tonces habló Yave al ángel, que volvió 
la espada a la vaina. 

29 Viendo David que Yave le había 
oído en la era de Ornán, jebuseo, 
sacrificaba allí, 80 pues el tabernáculo 
de Yave, que Moisés había hecho 
en el desierto, y el altar de los holo¬ 
caustos, estaban entonces en la altura 
de Gabaón; 31 y David no podía ir 
allá a buscar a Yave, pues la espada 
del ángel le había llenado de es¬ 
panto; 


OO 1 * Y dijo David: «Esta será la 
**** casa de Yave Dios, y aquí 
estará el altar de los holocaustos 
para Israel» (1). 


Preparativos de David para la 
construcción del templo. 

2 Mandó David que se reuniesen 
todos los extranjeros que había en 
la tierra de Israel, y encargó a los 
canteros que fuesen preparando pie¬ 
dras talladas para la construcción 
de la casa de Dios. 3 Preparó también 
hierro en abundancia para la clava¬ 
zón de las puertas y para las grapas, 
y bronce en cantidad imponderable, 
V madera de cedro innumerable, 4 pues 
los sidonios y los tirios habían traído 
a David inaderas de cedro en abun¬ 
dancia. 5 David se decía: «Mi hijo 
Salomón es todavía joven e inexperto, 
y la casa que ha de edificarse a 
Yave ha de ser, por la grandeza, 
por la magnificencia, por la belleza, 
reputada en todas las tierras; por eso 
quiero hacer preparativos»; y los 
hizo antes de su muerte, en abun¬ 
dancia. 6 David llamó a Salomón, 
su hijo, y le dió orden de edificar 
una casa a Yave, Dios de Israel. 
7 Le dijo: «Hijo mío. Yo tenía el 
propósito de edificar un templo al 
nombre de Yave, mi Dios; 8 pero 
Yave me dijo: Tú has derramado 
mucha sangre y has hecho grandes 
guerras. No serás tú quien edifique 
una casa a mi nombre, porque lias 
derramado ante mí mucha sangre 
sobre la tierra. 9 He aquí que te 
nacerá un hijo, que será hombre de 
paz, y a quien daré yo paz, librán¬ 
dole de todos sus enemigos en derre¬ 
dor. Su nombre será Salomón, y du¬ 
rante su vida haré yo venir sobre 
Israel la paz y la tranquilidad. 10 Esc 
edificará una casa a mi nombre. 
Será para mí un hijo, y yo seré 
para él un padre, y afirmaré para 
siempre el trono de su reino en 
Israel. 11 Ahora, pues, hijo mío, que 
Yave sea contigo, para que prosperes 
y edifiques la casa de Yave, tu Dios, 
como el de ti lo ha declarado. 12 Quiera 
darte Yave la sabiduría y la intclí- 


(i) David, en su celo por la gloria de Yave, 

una vez que no pudo edificar el templo, hizo 

para él ingentes preparativos, y aun los planos 

y proyecios del mismo y de sus uiensilios, que 

entregó a Salomón. 






CRÓNICAS I, 23, 


gencia, para reinar sobre Israel en 
la observancia de la ley de Yave, 
tu Dios. 13 Prosperarás, si cuidas 
de poner por obra los mandamientos 
y preceptos que mandó Yave a Moi¬ 
sés para Israel. Esfuérzate, pues, 
ten ánimo, y no temas ni desmayes. 
14 Yo eon mis esfuerzos he reunido 
para la casa de Yave cien mil talen¬ 
tos de oro, un millar de millares de 
talentos de plata, y una cantidad 
imponderable de bronce y de hierro, 
en gran abundancia. He aprestado 
asimismo madera y piedra, que tú 
acrecentarás. 15 Tienes a la mano 
un gran número de obreros, de can¬ 
teros, carpinteros y hombres exper¬ 
tos en toda clase de obras. 16 El oro, 
la plata, el bronce y el hierro son 
sin número. Levántate, pues, ponte 
a la obra y que Yave sea contigo.» 

17 Mandó también David a todos 
los principales de Israel que pres¬ 
tasen su ayuda a Salomón, su hijo. 
18 «¿No está eon vosotros Yave, 
vuestro Dios, y no os ha dado él 
paz de todas partes? El ha puesto en 
mis manos a los moradores de la 
tierra, y la tierra está sometida 
ante Yave y ante su pueblo. 19 Poned, 
pues, todo vuestro corazón y vuestro 
ánimo en buscar a Yave, vuestro Dios: 
levantaos y edificad el santuario de 
Yave, Dios, para traer el arca de la 
alianza de Yave y los utensilios con¬ 
sagrados a Dios, a la casa edificada 
al rtembre de Yave.» 


Los levitas: su número y sus 
funciones. 

OO 1 Viejo ya David, y harto de 
días, hizo a Salomón, su hijo, 
rey de Israel. 2 Reunió a todos los 
jefes de Israel, a los sacerdotes y a 
los levitas. 3 Hízose el censo de los 
levitas de treinta anos arriba, y su 
número, contado por cabezas uno a 
uno, fué de treinta y ocho mil. 
4 Y dijo David: «Que de ellos veinti¬ 
cuatro mil se dediquen a los oficios 
de la casa de Yave, seis mil sean jueces 
y magistrados, 5 cuatro mil porteros, 
y cuatro mil dedicados a alabar a 
Yave con los instrumentos que yo 
he hecho para ello.» 

6 David los distribuyó en órdenes 
según los hijos de Leví, Gersón, 
Caat y Merari. 

7 Hijos de Gersón: Ladán y Simeí. 
8 Hijos de Ladán, tres, Jejiel, el 


II1 


primero, Zetain y Jocl. Hijos de 
Simeí, tres: Selomit, Jaziel y Harán. 
Estos son los jefes de las familias 
de Ladán. 9 Hijos de Simeí: Jajat, 
Zina, Jeus y Beria. 10 Estos cuatro 
son los hijos de Simeí. 11 Jajat era el 
primero y Zinsa el segundo. Jeus y 
Bería no tuvieron muchos hijos y 
formaron en el censo una sola casa 
paterna. 12 Hijos de Caat: Amram, 
Jiscar, Hebrón y Usiel, cuatro. 13 Hi¬ 
jos de Amram: Arón y Moisés. Arón 
fué elegido para santificar el santí¬ 
simo, él y sus hijos perpetuamente, 
para ofrecer los perfumes ante Yave, 
para hacer su ministerio y bendecir 
por siempre su nombre. 

14 Los hijos de Moisés, hombre 
de Dios, fueron contados en la tribu 
de Leví. 15 Los hijos de Moisés 
fueron Gersón y Eliezer. 16 Hijo de 
Gersón fué Sebuel, primogénito. 
17 Hijo de Eliezer fué Rejabía, pri¬ 
mogénito. Eliezer no tuvo más hijos, 
pero los hijos de Rejabía fueron 
muchos. 18 Hijo de Jisear fué Selo¬ 
mit, primogénito. 19 Los hijos de 
Hebrón: Jeería, el primero; Amarías, 
el segundo; Jejaziel, el tercero, y 
Jaeamán, el cuarto. 20 Hijos de 
Uziel: Mica, el primero; Jisía, el 
segundo. 21 Hijos de Merari: Majlí 
y Musí. Hijos de Majlí: Eleazar y 
Quis. 22 Murió Eleazar sin hijos, pero 
dejó hijas; y los hijos de Quis, sus 
hermanos, las tomaron por mujeres. 
23 Hijos de Musí: Majlí, Eder y 
Jerimot, tres. 24 Estos son los hijos 
de Leví, según las familias de sus 
padres, cabezas de las casas pater¬ 
nas, según el censo hecho contando 
por cabezas. Estaban dedicados al 
ministerio de la casa de Yave desde 
los veinte años arriba. 25 Pues David 
dijo: «Yave, Dios de Israel, ha dado 
el reposo a su pueblo, Israel, y habi¬ 
tará por siempre en Jerusalén, 26 y 
los levitas no tendrán ya que trans¬ 
portar el tabernáculo y todos los 
utensilios de su servicio.» 27 Y así, 
conforme a las últimas disposicio¬ 
nes de David, se hizo el censo de 
los hijos de Leví desde los veinte 
años para arriba. 

28 Puestos a las órdenes de los 
hijos de Arón, para el servicio de la 
casa de Yave, tenían a su cuidado 
los atrios y las cámaras, la limpieza 
de todas las cosas santas, y las obras 
del servicio de la casa de Yave; 
29 los panes de la proposición, la 
harina de flor para las ofrendas, las 










412 


CRÓNICAS I. 24 25 


tortas de pan ácimo, las hojue¬ 
las fritas en sartén y las cocidas, 
y todas las medidas de capacidad 
y de longitud. 30 Tenían que pre¬ 
sentarse cada mañana y cada tarde 
para alabar y celebrar a Ya ve 31 y 
ofrecer continuamente los holocaus¬ 
tos a Yave los sábados, los novilu¬ 
nios y las fiestas, según el número 
y los ritos prescritos. 32 Daban la 
guardia al tabernáculo de la reunión 
a las órdenes de los hijos de Arón, 
sus hermanos, en el servicio de la 
casa de Yave. 


Los sacerdotes, distribuidos en 
veinticuatro clases. 

24 1 He aquí las clases de los hijos 
de Arón: Hijos de Arón: Nadab, 
Abiú, Eleazar e Itamar. 2 Nadab y 
Abiú murieron antes que su padre 
y no dejaron hijos. Eleazar c Itamar 
cumplieron las funciones saccrdola- 
tales. 3 David distribuyó a los hijos 
de Arón, a Sadoc, de los hijos de 
Eleazar y a Ajimelec, de los hijos 
de Itamar, en turnos para el servicio. 

4 Hubo entre los hijos de Eleazar 
más jefes que entre los hijos de lla¬ 
mar, y se hizo esta división: Los hijos 
de Eleazar tenían dieciséis jefes de 
casas paternas y los hijos de Itamar 
ocho. 5 Hí/.ose la distribución por 
suerte, unos con otros, y fueron 
jefes del santuario y jefes de Yave, 
tanto los hijos de Eleazar como los 
hijos de Itamar. 

6 Semeyas, hijo de Natanael, secre¬ 
tario, de la tribu de Leví, los inscri¬ 
bió delante del rey y de los prineipes, 
delante de vSadoc, sacerdote, y de 
Ajimelec, hijo de Abiatar, y de los 
jefes de familias de sacerdotes y 
levitas, y se iba sacando por suerte 
una easa paterna para Eleazar y una 
casa paterna para llamar. 7 La pri¬ 
mera suerte locó a Jojarib; la se¬ 
gunda a Jidaya; 8 la tercera a Jorim; 
la cuarta a Scorim; 9 la quinta a 
Malaquías; la sexta a Miamin; 10 la 
séptima a Cos; la octava a Aldas; 
11 la novena a Jesúa; la décima a 
Sccanía; 12 la undécima a Elyasib; 
la duodécima a Jacim; 13 la décima- 
tercera a Jupa; la décimacuarta a 
Jcbab; 14 la décimaquinta a Rilga; 
la décimascxta a Imer; 15 la décima- 
séptima a Jcrir; la décimaoetava a 
Aíses; 18 la décimanona a Detaya; 
la vigésima a Jczaquiel; 17 la vigé- 


simaprimera a Jaquim; la vigésima- 
segunda a Gamul; 18 la vigésimatercera 
a Delaya; la vigésimacuarta a Mazía. 

19 Así fueron distribuidos para su 
ministerio, para que entrasen en la 
casa de Yave a las órdenes de Arón, 
conforme a los mandatos que les 
había dado Yave, Dios de Israel. - 


Jefes de las familias de los levitas 

20 He aquí los jefes de las otras 
familias de los levitas: Subael, de 
los hijos de Amram, y Jejdaya, de 
los hijos de Subael. 21 De los hijos de 
Rejabia el jefe era Jisía. 22 Salemot 
era hijo de Isab, y Jojat hijo de 
Salemot. 23 El primogénito de Jajat 
fué Jeriyán; el segundo Amarías, el 
tercero Jajazicl, el cuarto Jacmán. 
24 Hijo de Uziél fué Mica, e hijo de 
Mica Samir. 26 Jisiya era hermano de 
Mica, y Zacarías hijo de Jisiya. 

26 Los hijos de Mcrari son: Majlí 
y Musí. Uzías tuvo un hijo llamado 
Reno. 27 Mcrari tuvo además a 
Llzián, Soam, Zacur y Jibrí. 28 Majlí 
tuvo un hijo llamado Eleazar, que 
no tuvo hijos. 29 Quis tuvo un hijo 
llamado Jeramuel. 30 Los hijos de 
Musí son: Majlí, Eder y Jerimot. 
Estos son los hijos de Leví según 
sus familias. 31 También ellos, como 
los hijos de Arón, fueron sorteados 
ante David, Sadoe, Ajimelec y los 
jefes de las casas paternas de sacer¬ 
dotes y levitas. Todo se hizo por 
suerte para distribuir igualmente los 
oficios, siendo el jefe de familia 
como el menor de sus hermanos. 


Los cantores, distribuidos en 
veinticuatro clases. 

25 1 David y los jefes del ejér¬ 
cito separaron a los que, de 
entre los hijos de Asaf, de Hernán y 
de Jedutun, habían de hacer el 
oficio de cantores acompañándose del 
arpa, del salterio y de los címbalos, 
cumpliendo cada uno el oficio a 
que se le destinaba en proporción de 
su número. 2 De los hijos de Asaf: 
Zacur, José, Xatanía y Asúrela, bajo 
la dirección de Asaf, cantor del rey. 
3 De Jedutun: los hijos de Jedutun, 
Godolías, Jeseías, Josabías, Matatías 
y Sira, bajo la dirección de su padre 
Jedutun, que cantaba con el arpa 
para alabar y celebrar a Yave. 







CRÓNICAS I, 26 


1 De Hernán: sus hijos, Buquías, 
Ma tañías, Oziel, Sabuel, Jerimot, Ja- 
nanías, Jananí, Eliata, Guedeltí, Ro- 
memtiezcr, Jesbacasa, Melotí, Olir 
y Majariot. 5 Todos éstos eran hijos 
de Hernán, vidente del rey (1), para 
cantar las alabanzas de Dios y en¬ 
salzar su poder, pues Dios había dado 
a Hernán catorce hijos y tres hijas. 
6 Estos hijos de Asaf, de Jedetun y 
de Hernán, fueron puestos bajo la 
dirección de sus padres para cantar 
en el templo de Yave tocando los 
címbalos, las arpas y los salterios, 
cumpliendo los ministerios de la casa 
de Yave según el orden prescrito por 
el rey. 7 El número de ellos, con sus 
hermanos hábiles en el arte y que 
enseñaban a los otros a cantar las 
alabanzas a Yave, era de doscientos 
ochenta y ocho. 8 Fueron sorteados 
en cada clase sin acepción de per¬ 
sonas, jóvenes y viejos, hábiles y me¬ 
nos hábiles. 

9 El primero por suerte fué José, 
de la casa de Asaf; el segundo Godo- 
lías, por él y por sus hijos y herma¬ 
nos, en número de doce; 10 el tercero 
Zacur, y sus hijos y hermanos en 
número de doce; 11 el cuarto Jisrí, 
con sus hijos y hermanos en número 
de doce; 12 el quinto Natanías, con 
sus hijos y hermanos en número de 
doce; 13 el sexto Buquías, con sus hijos 
y hermanos en número de doce: 14 el 
séptimo Jisreela, con sus hijos y her¬ 
manos en número de doce; 15 el oc¬ 
tavo Jesaya, con sus hijos y herma¬ 
nos en número de doce; 16 el noveno 
Matanías, con sus hijos y hermanos 
en ^número de doce; 17 el décimo Se- 
meya, con sus hijos y hermanos en 
i número de doce; 18 el undécimo Aza- 
recl, con sus hijos y hermanos en 
i número de doce; 19 el duodécimo 
I Asabías, con sus hijos y hermanos 
en número de doce; 20 el décimo- 
tercero, Sabael, con sus hijos y her¬ 
manos en número de doce; 21 el dé- 
cimocuarto Matatías, con sus hijos 
y hermanos en número de doce; 

22 el decimoquinto Jeriinot, con sus 
hijos y hermanos en número de doce; 

23 el décimosexto Jananías, con sus 
hijos y hermanos en número de doce; 

24 el décimoséptimo Jesbacasa, con 


(i) El título de «vidente del Rey», que se 
da aquí a Hernán, en 21, 9, a Gad y en II Par. 
35 » 15 » a Jedutún, parecen indicar un profeta 
áulico, órgano de las divinas revelaciones cerca 
de David. 


113 


1 sus hijos y hermanos en número de 
doce; 25 el décimooctavo Jananí, con 
sus hijos y hermanos en número de 
doce; 26 el décimonono Mclotí, con 
| sus hijos y hermanos en número de 
doce; 27 el vigésimo Eliata, con sus 
, hijos y hermanos en número de doce; 

28 el vigésimoprimero Otir, con sus 
hijos y hermanos en número de doce; 

29 el vigésimosegundo Guedeltí, con 
sus hijos y hermanos en número de 
doce; 30 el vigésimotercero Majariot, 
con sus hijos y hermanos en número 
de doce; 31 el vigésimocuarto Romem- 
tiezer, con sus hijos y hermanos en 
número de doce. 


Ordenes de los porteros del 
templo. 

O/ 1 También fueron distribuidos 
los guardas de las puertas. 

De los hijos de Core: Meseelemías, 
hijo de Core, de los hijos de Asaf. 

2 Hijos de Meseelemías: Zacarías, el 
primogénito; Jediael, el segundo; Ze- 
badías, el tercero; Jataniel, el cuarto; 

3 Elam, el quinto; Jeojanán, el sexto; 
Elyoenai, el séptimo. 4 Hijos de Obe¬ 
dedom; -Semeyas, el primogénito; Jo- 
zabad, el segundo; Joaj, el tercero; 
Sacar, el cuarto; Nctaneel, el quinto; 
5 Amiel, el sexto; Isacar, el séptimo; 
Peultai, el octavo; pues Dios le había 
bendecido. 6 A Semeyas, su hijo, le 
nacieron hijos, que prevalecieron en 
la casa de su padre y eran hombres 
fuertes. 7 Hijos de Semeyas: Otni y 
Refael, Obed, Elzabad y sus herma¬ 
nos, hombres valerosos, Eliu y Sa- 
maquías. 8 Todos éstos eran hijos de 
Obededom. Ellos, sus hijos y sus her¬ 
manos, fueron hombres vigorosos y 
de mucha fuerza para el servicio; 
sesenta y dos de Obededom. 9 Los 
hijos y los hermanos de Meselemía, 
hombres valientes, eran en número 
de dieciocho. 

10 De los hijos de Merarí: Josa, 
que tuvo por hijos: Simrí, el jefe, 
hecho jefe por su padre, a pesar de 
no ser el primogénito; 11 Jilquiya, el 
segundo; Tebalía, el tercero; Zaca¬ 
rías, el cuarto. Los hijos y los her¬ 
manos de Josa eran, en todo, trece. 

12 A estos órdenes de porteros, a 
los jefes de ellos y a sus hermanos, 
fué encomendada la guardia para el 
servicio de la casa de Yave. 13 Fue¬ 
ron sorteados para cada puerta, pe- 







tu 


CRÓNICAS I, 27 


qucños y grandes, según sus casas 
paternas. 

14 Tocó por suerte a Selcmía el 
lado de oriente. Se echó la suerte para 
Zacarías, su hijo, que era un pru¬ 
dente consejero, y le tocó el lado 
del norte. 16 A Obededom, con sus 
hijos, le tocó el lado del mediodía, 
donde estaba también la casa de las 
asambleas. 16 A Supín y a Josa les 
tocó el lado de occidente, la puerta 
que sale al camino de la subida. 
Estos cuerpos de guardia se corres¬ 
pondían unos a otros. 17 La puerta 
de oriente estaba guardada por seis 
levitas, y la del norte por cuatro, 
que se renovaban todos los días. 
Había también cuatro por día a la 
puerta del mediodía, y otros cuatro 
que servían de dos en dos en el lugar 
de las asambleas. 18 Había también 
cuatro guardas al occidente para la 
subida, dos en cada puesto. 19 De este 
modo fueron distribuidos los porteros, 
que eran todos hijos de Coré y de 
Merarí. 20 Ajías tenía la guarda de 
los tesoros de la casa de Dios y de 
los utensilios sagrados. 21 De entre 
los hijos de Laedain, los hijos de 
Gersón, descendiente de Lacdam, jefe 
de las casas paternas de Laedam, ger- 
sonita, eran: Jcjielí y Zctán. 22 Los 
hijos de Jcjielí, Zctán y Joel, su her¬ 
mano, que guardaban los tesoros de 
la casa de Ya ve. 23 De entre los amra- 
mitas, jiscaritas, hebronitas y uzc- 
litas, 24 Scbuel, hijo de Gersón, hijo 
de Moisés, era intendente del tesoro. 
26 De entre sus hermanos los des¬ 
cendientes de Eliezcr, cuyo hijo lué 
ltejabía, hijo de éste Jesaya, hijo de 
éste Joram, hijo de éste Zicrí, hijo 
de este Sclomit; 26 Selomit y sus her¬ 
manos guardaban los tesoros de las 
cosas santas que habían sido consa¬ 
gradas por el rey David, por los 
jefes de las casas paternas, los jefes 
de millares y de centenas, y los jefes 
del ejército, 27 del botín de guerra 
y de los despojos para la casa de Ya ve. 
28 Todo lo que había sido consagrado 
por Samuel, el vidente, por Saúl, 
hijo de Quis, por Abncr, hijo de Ner, 
por Joab, hijo de Sarvia, todas las 
cosas consagradas, estaban bajo la 
custodia de Selomit y sus hermanos. 

29 De entre los Jisearitas, Quenayas 
y sus hermanos ejercieron funciones 
exteriores, como magistrados v jue¬ 
ces en Israel. 30 De entre los hebro¬ 
nitas, Josabía y sus hermanos, hom¬ 
bres valientes, mil setecientos, go¬ 


bernaban a los israelitas del lado de 
allá del Jordán, en su parte occiden¬ 
tal, tanto en lo concerniente al ser¬ 
vicio de Yave, cuanto en lo concer¬ 
niente al servicio del rey. 31 Por lo 
que hace a los hebronitas, de quienes 
era jefe Jeriya, se hicieron el año 
cuarenta del reinado de David inves¬ 
tigaciones en Jazer de Galad,. según 
sus genealogías y sus casas paternas; 
32 y se halló que los hermanos de 
Jeriya, hombres valientes y robus¬ 
tos, eran dos mil setecientos, jefes 
de casas paternas. El rey David los 
constituyó sobre los rubenitas, los 
gaditas y la media tribu de Manasés, 
para lo tocante a Dios y lo tocante al 
rey. 

Lo 9 |eícs del ejército. 

07 1 El número de los hijos de 

^ ¿ Israel que entraban en servi¬ 
cio de tropa para la guardia del rey, 
que se relevaba todos los meses del 
año según la distribución que de 
ellos se había hecho, era de veinti¬ 
cuatro mil cada vez; cada tropa tenía 
sus jefes de casas paternas, sus jefes 
de millar y de centena, y sus oficia¬ 
les al servicio del rey. 

2 A la cabeza de la primera divi¬ 
sión para el primer mes estaba Ja- 
sobeam, hijo de Zabdicl; mandaba 
una división de veinticuatro mil 
hombres. 3 Era de los hijos de Peres 
y mandaba a todos los jefes de la 
tropa del primer mes. 

4 A la cabeza de la división del 
segundo mes estaba Dodaí, ajotita: 
y tenía bajo él a Mielot, que mandaba 
una parte de esta tropa, que era de 
veinticuatro mil hombres. 

6 El jefe de la tercera división, la 
del tercer mes, era Banaias, hijo de 
Joyada, sacerdote, y tenía a su 
mando veinticuatro mil hombres. 
* Este es el Banaias que era el más 
valiente.de los treinta, y los supera¬ 
ba a todos. Su hijo Amisadab era 
uno de los jefes de su división. 

7 El cuarto jefe, para las tropas 
del cuarto mes, era Azncl, hermano 
de Joab; y Zabdias, su hijo, fue su 
sucesor. El número de sus tropas era 
de veinticuatro mil. 

8 El quinto jefe para el mes quinto 
era Samaot, de Jezer, y su tropa 
era de veinticuatro mil. 

9 El sexto para el sexto mes era 
Jira, hijo de Jques de Tema, y tenía 
en su tropa veinticuatro mil hombres. 






CRÓNICAS I, 28 


4 Ir» 


10 El sétimo para el sétimo mes 
era Joles, de Faloní, de la tribu de 
Efraím; su tropa era de veinticuatro 
mil hombres. 

11 El oetavo para el octavo mes era 
Sibcaí, de Jusat, del linaje de Zarjí, 
que tenía bajo él veinticuatro mil 
hombres. 

12 El noveno para el noveno mes 
era Abiezer, de Anatot, de los hijos 
de Jeminí, que mandaba veinticuatro 
mil hombres. 

13 El décimo para el décimo mes 
era Alara i, de Netofat, descendiente 
de Zarjí, y tenía bajo sí veinticuatro 
mil hombres. 

14 El undécimo para el undéeimo 
mes era Banaias, de Faratón, de la 
tribu de Efraím; su tropa era de 
veinticuatro mil hombres. 

15 El duodécimo para el duodécimo 
mes era Joldaí, ele Netofat, descen¬ 
diente de Otonicl, y su tropa era de 
veinticuatro mil hombres. 

Los jefes de las doce tribus. 

16 Estos eran los jefes en las doce 
tribus: 

En la de Rubén, Eliezer, hijo de 
Zícrí; en la de Simeón, Safatías, hijo 
de Aíaaca; 17 en la de Leví, Josabías, 
hijo de Carmel; de los aronitas, Sadoc; 
18 en la de Judá, Elihu, hermano de 
David; en la de Jsaear, Amzi, hijo 
de Mieael; 19 en la de Zabulón, Jis- 
maías, hijo de Abdías; en la de Nef¬ 
talí, Jerimot, hijo de Azriel; 20 en la 
de Efraím, Oseas, hijo de Azadas; 
en la media, tribu de Arañases, Joel, 
hijo de Pedaya; 21 en la media tribu 
de Manases en Galad, Jidom, hijo 
de Zaearías; en la tribu de Benjamín, 
Jasiel, hijo de Abner; 22 en la tribu 
de Dan, Ezriel, hijo de Jerojam. Estos 
eran los príncipes de las ti i bus de Israel. 

23 David no quiso contar a los que 
estaban por debajo de los veinte años, 
poique Yave le había dicho que mul¬ 
tiplicaría a Israel como las estrellas 
del cielo. 24 Joab, hijo de Sarvía, 
había comenzado a hacer el censo; 
mas no le aeabó, porque esto trajo 
la ira sobre Israel, y por eso el nú¬ 
mero de los que habían sido contados 
no está escrito en las crónicas de David. 

Otros funcionarios de David. 

26 Azmavet, hijo de Adiel, tenía 
a su cargo el tesoro del rey; sobre 
los almacenes del campo, en las 


ciudades, en los pueblos, y en las 
torres, estaba Jonatán, hijo de Ozías. 
26 Ezri, hijo de Jelub, estaba sobre 
los obreros del eampo, que labraban 
las tierras; 27 Siineí, de Rama, sobre 
las viñas; Sabdí, de Sefam, sobre el 
fruto de las viñas en las bodegas; 

28 Baal Anam, de Gueber, sobre los 
olivares e higuerales, en el llano; 
Joás, sobre las provisiones de aceite; 

29 Sitraí, de Sarón, sobre el ganado 
vacuno, que se apacentaba en Sarón; 
Safat, hijo de Adlaí, sobre el ganado 
vacuno que se apacentaba en los 
valles; 30 Obid, ismaelita, sobre los 
camellos; Jejdía, de Aíeronot, sobre 
los asnos; 31 Jazis, agareno, sobre las 
ovejas. Todos estos eran intendentes 
de la hacienda de David. 

32 Jonatán, hijo de David, era 
consejero, hombre de sentido y de 
saber; Jejiel, hijo de Jacmoní, era 
mayordomo de los hijos del rey; 

33 Ajitofel era consejero del rey; 
Jusaí, arguita, era amigo del rey; 

34 además de Ajitofel, eran conse¬ 
jeros Joyada, hijo de Banaias, y 
Abiatar. Joab era el jefe supremo del 
ejército del rey. 

Recomendaciones de David a Sa¬ 
lomón para la cdificacióu del 
templo. 

O O 1 David eonvocó a Jerusalén 
a todos los jefes de Israel; a 
los jefes de las tribus, a los jefes de 
las divisiones al servicio del rey, a 
los jefes de millares y de centenas, 
a los intendentes de la haeienda y de 
los ganados del rey, a los hijos del 
rey, a los cumíeos y oficiales del pa- 
laeio, a todos los hombres de valer; 
2 y levantándose en pie, dijo: «Oídme, 
hermanos míos y pueblo mío: Yo 
tenía el propósito de edificar una casa 
de reposo para el arca de la alianza 
de Yave, para el eseabel de los pies 
de nuestro Dios, y había ya heeho 
aprestos para ello; 3 pero me dijo 
Dios: Tú no edificarás casa a mi 
nombre, porque eres hombre de guerra 
y has derramado mucha sangre. 4 Pero 
Yave, Dios de Israel, me eligió de 
toda la casa de mi padre, para que 
perpetuamente fuese rey de Israel, 
pues eligió a Judá por caudillo, y de 
la casa de Judá, a la familia de mi 
padre, y de entre los hijos de mi 
padre, se agradó de mí, para haecr- 
me rey de todo Israel. 5 De todos mis 
hijos, pues me ha dado Yave muchos 







416 


CRÓNICAS I, 29 


hijos, eligió a mi hijo Salomón para I 
sentarse en el trono de Yave, sobre 
Israel; 6 y me ha dicho: Salomón, tu 
hijo, edificará mi casa y mis atrios, 
porque yo le he elegido por hijo, y 
yo seré padre para él. 7 Yo afirmaré 
su reino para siempre, si él se esfuerza ( 
en poner por obra mis mandamientos 
y mis juicios como hoy. 8 Ahora, 
pues, ante todo Israel, la congrega¬ 
ción de Yave, y ante nuestro Dios, 
que nos oye, guardad y observad 
todos los mandamientos de Yave, 
vuestro Dios, para que poseáis la 
buena tierra y la dejéis en heredad 
a vuestros hijos después de vosotros 
a perpetuidad. 9 Y tú, Salomón, hijo 
mío, conoce al Dios de tu padre, y 
sírvele con corazón perfecto y ánimo 
generoso; porque Yave escudriña los 
corazones de todos y penetra todos 
los designios y todos los pensamien¬ 
tos. Si tú le buscas, le hallarás; mas 
si le dejas, te rechazará para siempre. 

10 Mira que Yave te ha elegido para 
edificar casa que sea su santuario; 
esfuérzate y hazlo.» 

11 Entregó David a su hijo la traza 
del pórtico y sus dependencias y ofi¬ 
cinas, de las salas, de las cámaras y 
de la casa del propiciatorio. 12 Asi¬ 
mismo la traza de cuanto él quería 
hacer para los atrios de la casa de 
Yave, para las cámaras de alrededor, 
para los tesoros de la casa de Yave, 
y para los tesoros de las cosas consa¬ 
gradas. 13 Dióle también la distribu¬ 
ción de los órdenes de los sacerdotes 
y los levitas, para todo el ministerio 
de la casa de Yave, y de los utensi¬ 
lios del ministerio de la casa de 
Yave; 14 el modelo de los utensilios 
de oro, con el peso que cada uno bahía 
de tener, y el de los utensilios de 
plata, con el peso de ella que había 
de tener cada uno de los utensilios 
para el servicio. 15 El peso de los 
candcleros de oro, el de las lámparas 
de oro, con el peso de cada candelero 
y de cada lámpara; el peso de los 
candcleros de plata y de sus lámparas, 
según el uso a que se destinaba cada 
candelero. 16 Le dió el peso de oro 
para las mesas de los panes de la 
proposición, para cada mesa, y la 
plata para las mesas de plata. 17 Le 
dió el modelo de los tenedores, de 
las fuentes, de los cálices de oro puro, 
el de las copas de oro, con el peso 
de cada copa; 18 el del altar de los 
perfumes de oro puro, con su peso 
de oro; el modelo del carro y de los 


querubines, que tienden sus alas y 
cubren el arca de la alianza de Yave. 
19 Todo esto, dijo, me ha sido mos¬ 
trado por la mano de Yave, que me dió 
a entender el diseño de todas las obras.» 

20 Dijo después David a Salomón, 
su hijo: «Esfuérzate y anímate, y 
ponte a la obra; no temas ni desma¬ 
yes, porque Yave Dios, mi Dios, es¬ 
tará contigo y no te dejará ni te des¬ 
amparará hasta que acabes toda la 
obra para el servicio de la casa de 
Yave. 21 Los órdenes de sacerdotes 
y levitas, para todo el ministerio de 
la casa de Yave, y todos los hombres 
de buena voluntad y de habilidad 
para toda suerte de obras, y los prin¬ 
cipes y todo el pueblo, estarán con¬ 
tigo para ejecutar todas tus órdenes.» 


Ofrenda* voluntaria* para el 
templo. 

1 Después dijo David a toda 
** ' la asamblea: «Sólo a Salomón, 
mi hijo, ha elegido Dios; es joven y 
de corta edad, y es grande la obra, 
porque la casa no es para hombres, 
sino para Yave Dios. 2 Yo, con todo 
mi esfuerzo, he preparado para la 
casa de mi Dios, oro para lo de oro, 
plata para lo de plata, bronce para 
lo de bronce, hierro liara lo de hierro, 
madera para lo de madera, y piedras 
de ónice y piedras preciosas, y piedras 
blancas como el alabastro, y piedras 
(le diversos colores, toda suerte de 
piedras preciosas y mármol de Sais. 

3 Además, en mi devoción para la 
casa de Yave, guardo en mi tesoro 
particular oro y plata, además del 
preparado para la casa del santuario, 
que doy para la casa de mi Dios. 

4 Tres mil talentos de oro, de oro 
de Ofir, y siete mil talentos de plata 
fina, para recubrir las paredes de la 
casa. 5 Oro, pues, para las cosas de 
oro, plata para las cosas de plata. 
¿Quién quiere hacer hoy ofrenda a 
Yave T» 

6 Entonces todos los príncipes de 
las familias, los principes de las tribus 
de Israel, los jefes de millares y de 
centenas y los intendentes de la ha¬ 
cienda real, ofrecieron voluntariamen¬ 
te sus ofrendas, 7 dando para el ser¬ 
vicio de la casa de Dios cinco mil 
talentos de oro, diez mil dáricos (1), diez 


(i) El dánco era una moneda persa de oro. 
común entre los judíos después de la cautividad. 






CRÓNICAS I, 29 


117 


mil talentos de plata, dieciocho mil 
talentos de bronce y cinco mil talen¬ 
tos de hierro. 8 Y todo el que se halló 
con piedras preciosas, diólas para el 
tesoro de la casa de Yave, entregán¬ 
doselas a Jejiel, gersonita. 9 Gozóse 
el pueblo de haber contribuido vo¬ 
luntariamente con sns ofrendas, por- 
' que con entero corazón se las hacían 
a Yave, y el rey 10 David tuvo de 
ello gran alegría. 

Oración de David. 


David bendiio a Yave ante toda 
la asamblea, diciendo: 

«Bendito tú, joh Yavel, Dios de Is¬ 
rael, nuestro padre de. siglo en siglo. 
11 Tuva es, joh Yave!, la majestad, 
el poder, la gloria y la victoria: tuyo 
el honor, y tuyo cuanto hav en los 
cielos y en la tierra. Tuyo, ¡oh Yave!, 
es el reino; tú te alzas soberanamente 
sobre todo. 12 Tuyas son las riquezas 
y la gloria, tú eres el dueño de todo. 
En tu mano está la fuerza y el po¬ 
derío. Es tu mano la que todo lo 
afirma y engrandece. 13 Por eso, 
Dios nuestro, nosotros te confesa¬ 
mos, y alabamos tu santo nombre. 

14 Porque, ¿quién soy yo, V quién 
es mi pueblo, para que podamos ha¬ 
certe estas voluntarias ofrendas? Todo 
viene de ti, y lo que voluntariamente 
te ofrecemos, de ti lo hemos recibido. 

15 Somos ante ti extranjeros y adve¬ 
nedizos, como lo fueron nuestros pa¬ 
dres. Son como la sombra nuestros 
días sobre la tierra, y no dan espera. 

16 ¡Oh Yave, Dios nuestrol Toda esta 
abundancia, que para edificar la casa 
a tu santo nombre te hemos ofrecido, 
tuva es, de tu mano la hemos reci¬ 
bido. 17 Yo sé, Dios mío, que tú es¬ 
cudrinas el corazón y que amas la 
rectitud; por eso te he hecho vo todas 
mis ofrendas voluntarias en la recti¬ 
tud de mi corazón, y veo^ahora con 
alegría que todo tu pueblo, que está 
aquí, te ofrece voluntariamente sus 
dones. 18 Yave, Dios r de'*Abrahanvde 
Isac y de Israel, nuestros padres; 
conserva para siempre en el corazón 


de tu pueblo esta voluntad, y enca¬ 
mina a ti su corazón. 19 Da asimismo 
a mi hijo Salomón corazón perfecto, 
para que guarde todos tus manda¬ 
mientos, tus leyes y tus mandatos, 
y que todos los ponga por obra, y te 
edifique la casa para la que yo he 
hecho aprestos.» 

20 Luego dijo David a toda la asam¬ 
blea: «Bendecid ahora a Yave, vues¬ 
tro Dios»; y toda la asamblea bendijo 
a Yave, Dios de sus padres, y pos¬ 
trándose, oraron ante Yave y ante 
el rey. 21 Sacrificaron víctimas a 
Yave, y al día siguiente ofrecieron a 
Yave holocaustos, mil becerros, mil 
carneros, mil corderos, con sus liba¬ 
ciones y muchos sacrificios, por todo 
Israel; 22 y comieron y bebieron ante 
Yave aquel día con gran gozo. Die¬ 
ron por segunda vez la investidura 
del reino a Salomón, hijo de David, 
V le ungieron rey ante Yave, y a 
Sadoc, sacerdote. 23 Sentóse Salomón 
por rey en el trono de Yave, en lugar 
de David, su padre; y fué prosperado, 
obedeciéndole todo Israel. 24 Todos 
los príncipes y grandes, y todos los 
hijos del rey David, prestaron home¬ 
naje al rey Salomón, 25 a quien Yave 
engrandeció en extremo a los ojos 
de todo Israel, dándole un reinado 
glorioso, cual ningún rey lo tuvo 
antes de él en Israel. 

Muerte de David. 

28 Así reinó David, hijo de Isaí, 
sobre todo Israel, 27 siendo cuarenta 
años el tiempo que reinó sobre Israel; 
siete años reinó en Hebrón y treinta 
y tres años reinó en Jerusalén. 

28 Murió en Suena vejez, lleno de 
días, de riquezas y de gloria. Suce¬ 
dióle Salomón, su hijo. 

29 Los hechos del rey David, los 
primeros y los postreros, están es¬ 
critos en el libro de Samuel, vidente, 
y en las crónicas de Natán, profeta, 
y en las de Gad, vidente, 30 con todo 
su reinado, su poder, y los tiempos 
que pasaron sobre él y sobre Israel y 
sobre los otros reinos de aquellas 
tierras. 


m 







ARTAJERJES 




































CRONICAS II 


Salomón pide y obtiene 
la sabiduría. 

I 1 2 Salomón, hijo de David, se afir¬ 
mó en su reino; Yavc, su Dios, 
estaba con él y le engrandeció sobre¬ 
manera. 

2 Salomón convocó a todo Israel, 
a los jefes de millares y de centenas, 
a los jueces, a los príncipes de todo 
Israel, a los jefes de las casas pater¬ 
nas; 3 y fué Salomón con toda la 
asamblea al alto de Gabaón, donde 
estaba el tabernáculo del testimonio 
de Dios, que Moisés, siervo de Yave, 
había hecho en el desierto. 4 * El arca 
de Dios había sido ya trasladada 
por David, de Cariatiarim al lugar 

que él la había preparado, pues había 

alzado para ella una tienda en Jeru- 

salén. 6 Allí estaba también ante el 

tabernáculo de Yave el altar de 

bronce, que había hecho Besalel, hijo 

de Uri, hijo de Jur. 6 Salomón y la 

asamblea adoraron a Yave y Salo¬ 

món ofreció allí en el altar de bronce, 

que estaba ante el tabernáculo del 

testimonio, mil holocaustos a Yave. 


I 7 Durante la noche aparecióse Dios 
]a Salomón, y le dijo: «Pide lo que 
iquieres que te dé»; 8 * * * y Salomón res¬ 
pondió a Dios: « r l ú hiciste con David, 
mi padre, gran miserici rdia, y a mí 
me has hecho reinar en su lugar. 

9 Ahora, pues, ¡oh Yavel, cumple 
tu palabra a David, mi padre, ya que 
me has hecho rey de un pueblo nu¬ 
meroso como el polvo de la tierra. 

10 Dame la sabiduría y el entendi¬ 
miento, para que yo pueda conducir 
a este pueblo; porque ¿quién podrá 
gobernar a éste tu gran pueblo?» 

II Dios dijo a Salomón: «Pues que 
esto es lo que más deseas, y no me 
has pedido riquezas, hacienda o glo¬ 
ria, ni la vida de tus enemigos, ni 
muchedumbre de días, sino que me 
has pedido la sabiduría y el enten¬ 
dimiento para gobernar a mi pueblo, 
cuyo rey te he hecho, 12 la sabiduría 
y el entendimiento te doy; pero te 
daré también, además, riquezas, ha¬ 
cienda y gloria, tales como no las 
tuvieron nunca los reyes que te han 
precedido, ni las tendrán los que te 
sucedan.» 







































CRÓNICAS II, 2 


4 ¿O 


13 Tornóse Salomón a Jerusalén del 
alto de Gabaón, delante el taber¬ 
náculo del testimonio, y reinó sobre 
Israel. 


Carros y caballos de Salomón. 

14 Salomón juntó carros y caballe¬ 
ría; tuvo mil cuatrocientos carros y 
doce mil jinetes, que distribuyó entre 
las ciudades donde tenía los carros, 
y Jerusalén, cerca del rey. 15 Hizo 
la plata y el oro en Jerusalén tan 
común como las piedras, y los cedros 
tan numerosos como los sicómoros, 
que se dan con abundancia en los 
campos. 16 De Egipto traía Salomón 
los caballos. Iban a buscarlos a Egip¬ 
to, a Coa, mercaderes del rey, que 
los compraban allí a un precio de¬ 
terminado. 17 Un tiro de cuatro ca¬ 
ballos costaba seiscientos sidos de 
plata, y un caballo ciento cincuenta, 
y los compraba también para todos 
los reyes de jos gcteos y para los de 
Siria. 


Concierto de Salomón con Iliram. 

2 1 Resolvió, pues, Salomón edi¬ 
ficar una casa al nombre de Yave, 
y un palacio real para sí. 2 Destinó 
setenta mil hombres para trans¬ 
portar las cargas, ochenta mil para 
los trabajos de las canteras en los 
montes, y tres mil seiscientos capa¬ 
taces para ellos. 

3 Mandó también a decir a Hirain, 
rey de Tiro: «Lo que hiciste con 
David, mi padre, mandándole ma¬ 
dera de cedro para edificar el pala¬ 
cio en que habitara, 4 hazlo también 
conmigo, para que pueda yo edifi¬ 
car un templo al nombre de Yave, 
ini Dios, y consagrarlo, para quemar 
incienso y aromas delante de él, 
tener siempre ante él los panes de 
la proposición, y ofrecerle holo¬ 
caustos mañana y tarde, así como 
también los sábados, los novilunios 
y las otras solemnidades de Yave, 
nuestro Dios, por siempre, como él 
se lo ha mandado a Israel; 6 pues el 
templo que quiero edificar ha de ser 
grande, ya que grande es nuestro 
Dios, más que todos los dioses; 
* ¿y quién se creerá capaz de edifi¬ 
car una casa digna de él? Si el cielo, 
y los cielos de los cielos no bastan 
a contenerle, ¿quién soy yo para la 


empresa de edificarle una casa? Gra¬ 
cias que sólo es para quemar el in¬ 
cienso en su presencia. 7 Envíame, 
pues, un hombre hábil, que sepa 
trabajar el oro, la plata, el bronce, el 
hierro, la púrpura, la escarlata y el 
jacinto, que sepa hacer toda suerte 
de cincelados, para que dirija a los 
maestros que tengo yo en Judá y en 
Jerusalén, los cuales previno ya mi 
padre. 8 Envíame también maderas 
de cedro, de ciprés y de sándalo; 
pues yo sé que tus siervos entienden 
de cortar los árbolés del Líbano; y 
los míos trabajarán con los tuyos, 

* para preparar gran cantidad de 
madera, pues la casa que yo deseo 
construir ha de ser grande y magní¬ 
fica. 10 Yo daré a los siervos tuyos, 
que se ocupen en cortar y derribar 
los árboles, veinte mil coros de trigo, 
y otros tantos de cebada, veinte mil 
bats de vino y veinte mil de aceite.» 

11 Hiram rey de Tiro, respondió 
en un escrito que dirigió a Salomón: . 
«Porque amó Yave a su pueblo, te ] 
ha hecho rey de él.» 12 Y decía tam- | 
bién: «Bendito Yave, Dios de Israel, 
que ha hecho los cielos y la tierra, 
y ha dado al rey David un hijo i 
sabio, entendido, cuerdo y prudente, I 
que edifique casa a Yave y casa real. 

13 Yo, pues, te envió un hombre 
hábil y entendido, a Hiram, 14 lujo 
de una mujer de las hijas de Dan, 
pero cuyo padre era de Tiro, que sabe I 
trabajar el oro, la plata, el bronce, I 
el hierro, la piedra, la madera, la I 
púrpura, el jacinto, el lino y la escar- ] 
lata, y grabar toda suerte de figuras; 
y es ingenioso en inventar cuanto se 
necesita para toda clase de obras. I 
El trabajará con tus obreros y con I 
los de David, mi señor, tu padre. 

16 Manda tú, pues, mi señor, a tus 
siervos el trigo v la cebada ; el aceite 1 
y el vino que has ofrecido. 18 Nosotros I 
cortaremos en el Líbano toda la 
madera que necesites, y la pondremos 
en balsas, para llevarla por mar 
hasta Jope, y tú la harás llevar de 
allí a Jerusalén.» 

17 Salomón hizo el censo de todos 
los extranjeros que había en la tierra 
de Israel, después del hecho por 
David, su padre, y fueron hallados 
ciento cincuenta y tres mil seiscien¬ 
tos. 16 Destinó de ellos setenta mil 
para los transportes, y ochenta mil 
para las canteras en los montes, y 
tres mil seiscientos capataces para 
vigilar u los obreros. 




CRÓNICAS II, 3, 4 


121 


Construcción del templo. 


3 1 Comenzó, pues, Salomón a edi¬ 
ficar la casa en Jcrusalén, en 
el monte Moría, que había sido mos¬ 
trado a su padre; en el lugar que 
David había dispuesto en la era de 
Ornan, jebuseo. 2 Comenzó la edifi¬ 
cación a dos dias del mes segundo 
del año cuarto de su reinado. 3 He 
aquí el plano seguido por Salomón 
para la construcción de la casa de 
Yavc: el largo era de sesenta codos 
según la medida antigua, el ancho de 
veinte codos. 4 El vestíbulo, que iba 
delante, tenía un largo correspon¬ 
diente al ancho de la casa, de veinte 
codos, y su anchura era de diez codos; 
lo recubrió interiormente de oro puro. 
5 Revistió la parte mayor de la casa 
de madera de ciprés, y la recubrió 
de láminas de oro puro, haciendo 
grabar en ellas palmas y cadenetas 
que se enlazaban unas con otras. 
6 Hizo el pavimento del templo de 
mármoles preciosos y de gran belleza. 
Las láminas de oro de que recubrió 
los artesonados, las vigas, las pilas¬ 
tras, los muros y las puertas, eran 
de lo más fino. 7 Hizo también cin¬ 
celar querubines sobre los muros. 
8 Hizo también la parte menor, 
el santísimo, cuyo largo, que corres¬ 
pondía a la anchura de la casa, era 
de veinte codos, y su ancho igual¬ 
mente de veinte codos; y lo recubrió 
todo de láminas de oro, que venían 
a pesar seiscientos talentos. 9 Hizo 
también de oro los clavos, cada uno 
de los cuales pesaba cincuenta sidos 
de oro. También los techos estaban 
revestidos de oro. 10 Hizo también 
para la casa del santísimo dos que¬ 
rubines, en figura de jóvenes, cu¬ 
biertos de oro. 11 El largo de las alas 
de los querubines era de veinte 
codos, pues era cada una de cinco 
codos, y la una tocaba al muro de 
la casa y la otra llegaba hasta el ala 
del otro querubín; 12 y de igual modo 
las del otro querubín, de cinco codos 
de largo, tocaba la una al muro y la 
otra a la del otro querubín. 13 Las 
alas de ambos querubines estaban 
desplegadas, y tenían en todo veinte 
codos de largo. Estaban en pie y con 
los rostros vueltos a la parte exterior 
del templo 14 Hizo también el velo, 
de jacinto, de púrpura, de escarlata 
y de linó, en el cual hizo dibujar 
querubines. 15 Hizo además, ante la 
puerta del templo, dos columnas de 


treinta y cinco codos de altura, con 
sus capiteles, cada uno de los cuales 
tenía cinco codos de alto. 16 Hizo 
también en ellos cadenetas, como las 
del santuario, y las puso en los capi¬ 
teles, y con ellas se enlazaron cien 
granadas. 17 Alzó las columnas cu 
el vestíbulo del templo, la una 
a la derecha y la otra a la izquierda. 
A la que estaba a la derecha la llamó 
Jaquín, y a la de la izquierda Boaz. 


El altar de bronce, el mar de 
bronce y otros» utensilios. 

4 1 Hizo además el altar de bronce, 
de veinte codos de largo y veinte 
de ancho y diez de alto. 2 también 
hizo un mar de fundición, que tenía 
diez codos del uno- al otro borde, 
enteramente redondo; su altura era 
de cinco codos, y un cordón de treinta 
codos lo cenia en derredor. 3 Había 
debajo de él figuras de toros, y es¬ 
taba todo en derredor adornado de 
dos filas de figuras de toros, diez 
por cada codo, todo en torno, y todo 
de la misma fundición. 4 El mar 
descansaba sobre doce toros, de los 
cuales tres miraban al norte, tres al 
occidente, tres al mediodía y tres 
al oriente, todos soportando el mar, 
y la parte posterior.de los toros es¬ 
taba oculta debajo del mar. 5 El 
grueso de este vaso era de un palmo 
y su borde era como el de una copa 
o como el de un libro abierto; hacía 
tres mil bats. 6 Hizo igualmente diez 
fuentes y* puso cinco de ellas a la 
derecha y cinco a la izquierda,.para 
lavar allí lo que había de ser ofrecido 
en holocausto. Los sacerdotes se lava¬ 
ban en el mar. 

7 Hizo diez candeleros de oro, 
de la forma que se le había orde¬ 
nado, y los puso en el templo, cinco 
a un lado y cinco al otro. 8 Igual¬ 
mente diez mesas, y las puso en el 
templo, cinco a la derecha y cinco a 
la izquierda, y cien tazas de oro. 
9 Hizo a más el atrio de los sacerdo¬ 
tes y el gran atrio, y las puertas del 
mismo, que cubrió de bronce. 10 Asen¬ 
to el mar al lado derecho del templo, 
al sudeste. 11 Hizo también Hiram 
las calderas, las palas y las tazas, 
y acabó toda la obra que el rey había 
emprendido hacer en el templo de 
Dios, es decir: 12 las dos columnas, 
.los entrelazados, los dos capiteles 
que las coronaban y entrelazados con 












422 


CRÓNICAS II, 5, 6 


las granadas que los cubrían. 13 Hizo 
cuatrocientas granadas y dos retícu¬ 
las, de modo que* había dos filas de 
granadas unidas a cada una de estas 
retículas, que cubrían los capiteles 
de las columnas. 14 Hizo también 
basas, sobre las que asentó las fuen¬ 
tes, 15 y el mar; los doce toros sobre 
los que se asentaban, 16 las calderas, 
las palas, los tenedores; todos los 
enseres se los hizo Hiram al rey Salo¬ 
món para la easa de Yavc, del bronce 
mejor. 17 Hízolos fundir el rey en 
los llanos del Jordán, en tierra arci¬ 
llosa, entre Sucot y Sercdat. 18 La 
muchedumbre de estos utensilios era 
grande, y no pudo saberse su peso 
de bronce. 

19 Hizo, pues, Salomón de oro todos 
los utensilios del templo de Yavc, 
con el altar y las mesas de los panes 
de la proposición. 20 Hizo también 
de un oro purísimo los candelcros 
con sus lámparas, para que ardieran 
delante del oráculo según costumbre; 
21 las flores, las lamparillas y las 
despabiladeras, todo de oro purí¬ 
simo. 22 Igualmente las jofainas, las 
cucharillas y los incensarios, de oro 
puro. Las puertas del templo inte¬ 
rior, del santísimo, estaban cince¬ 
ladas, y como las del templo exte¬ 
rior, eran de oro. Así terminó Salo¬ 
món todo lo que había determinado 
hacer para la casa de Ya ve. 

Traslado del oren al santuario. 

~ 1 Salomón hizo traer al templo 
todo cuanto su padre había con¬ 
sagrado, y puso el oro, la plata y todos 
los vasos en el tesoro de la casa de 
Dios. 2 Después convocó a Jcrusa- 
lén a todos los ancianos de Israel, 
a todos los príncipes de las tribus 
y a los jefes de familias de los hijos 
de Israel, para trasladar el arca de 
la alianza de Ya ve, de la ciudad de 
David, que es Sión. 3 Así se reunió 
todo Israel en torno del rey el día 
de la solemnidad del séptimo mes; 

4 y cuando hubieron venido todos 
los ancianos de Israel, tomaron los 
levitas el arca 6 y la llevaron al tem¬ 
plo, con el tabernáculo de la reunión 
y todos los utensilios del tabernáculo. 
Los sacerdotes y los levitas llevaron 
todos los vasos del santuario que 
había en el tabernáculo. 6 El rey Sa¬ 
lomón y todo el pueblo, cuantos se 
habían reunido, iban delante del, 
arca, e Inmolaron carneros y bueyes I 


sin número, tanta fué la muchedum¬ 
bre de las víctimas. 

7 Los sacerdotes pusieron el arca 
de la alianza de Yave en el lugar para 
ella destinado, es decir, en el oráculo 
del templo, en el santísimo, bajo las 
alas de los querubines; 8 de modo que 
los querubines cubrían con sus alas 
el lugar en que había sido puesta, 
así como las barras; 9 y como las 
barras con que había sido trasladada 
eran un poco largas, salían las cabezas 
de ellas un poco fuera del santuario, 
pero no se veían en cuanto uno se 
alejaba un poeo de él. Allí ha estado 
siempre el arca, hasta hoy. 

10 No había en el arca más que las 
dos tablas que en ella fueron pues¬ 
tas por Moisés, en Horeb, cuando 
Yave dió su ley a los hijos de Israel, 
a su salida de Egipto. 11 Cuando los 
sacerdotes salieron del santuario, pues 
todos los sacerdotes que allí se en¬ 
contraban fueron santificados, por 
no haberse hecho todavía entonces 
entre ellos la distribución de los ser¬ 
vicios, 12 los levitas cantores, los de 
Asaf, de Hernán y Jedetún, con sus 
hijos y hermanos, vestidos de lino 
fino, 13 hacían resonar los címbalos, 
los salterios y las cítaras, puestos al 
oriente del altar, con ciento veinte 
sacerdotes que tocaban las trompe¬ 
tas. Todos gl mismo tiempo cantaban 
a una, cutre el sonar de las trompe¬ 
tas, los címbalos y los otros instrumen¬ 
tos músicos, y alababan y confesaban 
a Yave: «¡Alabad a Yavel Porque es 
bueno, porque su misericordia es 
eterna.» 

La casa de Yave se llenó de una 
nube; 14 y no pudieron ya estar allí 
los sacerdotes, para ministrar, por 
causa de la nube, porque la gloria 
de Yave licuaba la casa de Dios. 

Plegaria do Salomón en la dedi¬ 
cación del templo. 

6 l Entonces dijo Salomón: «Yave 
lia dicho que habitaría en la 
oscuridad, 2 y yo he edificado una 
casa de morada para que él la habite 
para siempre.» 3 Luego el rey, vol¬ 
viéndose a toda la asamblea, la ben¬ 
dijo, estando toda en pie; 4 y prosi¬ 
guió (1): 


(x) La plegaria de Salomón (véase I Rey. 8) 
pone bien de relieve el concepio de la inmen¬ 
sidad de Dios, a quien no puede contener un 
templo, que no es más que un lugar donde se 






CRÓNICAS II, 6 


423 


«Bendito Ya ve, Dios de Israel, 
que ha cumplido lo que por su boca 
prometió a David, mi padre, diciendo: 
• Desde que saqué de Egipto a mi 
pueblo, ninguna ciudad elegí de las 
tribus de Israel para edificar casa 
donde estuviese mi nombre, ni elegí 
varón que fuese príncipe de mi pueblo 
Israel; 6 pero elijo a Jcrusalén, para 
que en ella esté mi nombre, y elijo 
a David, para que esté a la cabeza 
de mi pueblo, Israel. 7 David, mi 
padre, tuvo el propósito de edificar 
casa al nombre de Ya ve, Dios de 
Israel; 8 pero Yave dijo a David, 
mi padre: Bien has hecho en querer 
edificar casa a mi nombre; bueno ha 
sido este propósito, 9 pero no serás 
tú quien edifique la casa, sino tu 
hijo, salido de tus entrañas; ése será 
quien edificará casa a mi nombre. 
10 Yave ha cumplido lo que dijo, 
pues me levanté yo en lugar de David, 
mi padre, y me he sentado en el 
trono de Israel, como Yave había di¬ 
cho, y he edificado ; casa al nombre de 
Yave, Dios de Israel, 11 y he puesto 
en ella el arca, en la cual está el pacto 
de Yave, concertado con los hijos 
de Israel.» 

12 Púsose luego Salomón delante 
del altar de Yave, en presencia de 
toda la asamblea de Israel; y ten¬ 
diendo sus manos— 13 pues había 
hecho un estrado de bronce de cinco 
codos de largo, otro tanto de ancho 
y tres de alto, que había mandado 
poner en medio del templo—y puesto 
en pie, arrodillóse luego, vuelto a 
toda la muchedumbre; y alzando las 
manos al cielo, dijo: 

14 «Yave, Dios de Israel: no hay 
Dios semejante a ti, ni en el ciclo 
ni en la tierra; tú guardas la alian¬ 
za y la misericordia a tus siervos 
que andan débante de ti con todo 
su corazón: 18 otorgaste a David, 
mi padre, todo cuanto le prometiste, 
y has puesto por obra cuanto de 
palabra le dijiste, como lo vemos 
hoy. 16 Cumple, pues, ahora, Yave, 
Dios de Israel, todo cuanto a David, 
mi padre, tu siervo, prometiste, di¬ 
ciendo: No faltará de ti varón de¬ 
lante de mí, que se siente en el trono 
de Israel, siempre que tus hijos guar¬ 
den sus caminos, andando en mi ley, 


invoca su jnombre y se da una especial mani¬ 
festación de su omnipresencia. Al mismo tiem¬ 
po se halla en la oración la nota de la univer¬ 
salidad en potencia de la religión de Israel. 


como has andado tú delante de mí. 
17 Ahora, pues, ioh Ya Ve, Dios de 
Israel!, que se cumpla la palabra 
dada a tu siervo David. 

18 «¿Pero en verdad habitará Dios 
con el hombre en la tierra? Los 
ciclos, y los cielos de los ciclos, no 
pueden contenerte; jcuanto menos 
esta casa que yo he edificado! 19 Pero 
atiende, ¡oh Yave, mi Dios!, a la 
oración de tu siervo y a su súplica; 
oye el clamor y la oración con que 
tu siervo ora delante de ti, 20 y que 
tus ojos estén siempre abiertos sobre 
esta casa día y noche, sobre este 
lugar de que has dicho: allí estará mi 
nombre; 21 y que oigas la oración 
que en este lugar ora tu siervo. 
Oye asimismo el ruego de tu siervo 
y de tu pueblo Israel, cuando oren 
en este lugar; oye tú desde lo alto 
de los cielos, desde el lugar de tu 
morada; oye y perdona. 

22 «Si alguno pecare contra su pró¬ 
jimo, y él le pidiere que . jure con 
juramento, y vinieren a jurar ante 
tu altar en esta casa, 23 óyele desde 
los cielos, y obra y juzga a tu siervo, 
dando su merecido al impío, haciendo 
recaer su impiedad sobre su cabeza, 
y justifica al justo, retribuyéndole 
según su justicia. 

24 «Cuando tu pueblo Israel cayere 
delante de sus enemigos, por haber 
prevaricado contra ti, y convir¬ 
tiéndose, confesaren tu nombre y 
rogaren delante de ti en esta casa, 
25 óyelos desde los cielos, y perdona 
el pecado de tu pueblo Israel, y 
vuélvelos a la tierra que a ellos y a 
sus padres les diste. 

26 »Si se cerraren los cielos y no 
hubiere lluvias, por haber pecado 
contra ti, y oraren a ti en este lugar, 
y confesaren tu nombre, convirtién¬ 
dose de sus pecados al afligirlos tú; 
27 oye en los ciclos, y perdona el pe¬ 
cado de tus siervos y de tu pueblo 
Israel, y enséñales el buen camino, 
para que anden por él, y dales la 
lluvia sobre tu tierra, la que por here¬ 
dad diste a tu pueblo. 

28 »Si hubiere hambre en la tierra, 
o pestilencia o tizón, o añublo, o 
langosta, o pulgón, o el enemigo 
los cercare en su tierra, en sus ciu¬ 
dades, o hubiere otra cualquiera 
plaga o enfermedad; 29 si un hombre, 
o todo Israel, hace oraciones y súpli¬ 
cas, y reconociendo su llaga y su 
dolor, tendiere sus manos hacia esta 
casa; 80 óyele desde los cielos, desde 








424 


CRÓNICAS II, 7 


el lugar de tu morada, y perdona y 
da a cada Hiño conforme a sus cami¬ 
nos, según su corazón; pues sólo tú 
conoces el corazón de los hijos de 
los hpmbres; 31 para que te teman, 
y anden por tus caminos todos los 
días de su vida, en la tierra que 
diste a nuestros padres. 

32 «Cuando el extranjero, que no 
es de tu pueblo Israel, venido de 
lejanas tierras por la fama de tu 
nombre y de tu fuerte mano y tu 
tendido brazo, viniere a orar en esta 
casa; 33 óyelo tú desde los ciclos, 
desde el lugar de tu morada, y haz 
lo que con clamores te pida el ex¬ 
tranjero, para que todos los pueblos 
de la tierra conozcan tu nombre y 
te teman, como tu pueblo Israel, 
V sepan que tu nombre es invocado 
sobre esta casa que yo te he edifi¬ 
cado. 

84 «Si saliere tu pueblo a la guerra 
contra sus enemigos, por el camino 
que les señales, y oraren a ti, hacia 
esta ciudad que tú has elegido, hacia 
la casa que a til nombre lie edificado; 
36 oye tú desde los ciclos su oración, 
su ruego, y ampara su derecho. 

36 «Si pecaren contra ti—pues no 
hay hombre que no peque—, y airado 
contra ellos los entregares a sus ene¬ 
migos, que los lleven cautivos a tierra 
enemiga, lejana o cercana, 37 y ellos 
volviendo en sí en la tierra a donde 
fueren llevados cautivos se convir¬ 
tieren y oraren a ti en la tierra de 
su cautividad, y dijeren: Hemos pe¬ 
cado, hemos obrado inicua c impía¬ 
mente; 38 si se convirtieren a ti de 
todo corazón y con toda su alma en 
la tierra de su cautividad, donde los 
hubieren llevado cautivos, y oraren 
hacia su tierra, la que diste a sus 
padres, hacia la ciudad que tú has 
elegido, y hacia esta casa que yo he 
edificado a tu nombre; 39 ove tú 
desde los ciclos, desde el lugar de 
tu morada, su oración v su ruego, 
y perdona a tu pueblo que pecó 
contra ti. 40 Ten, pues, joh Dios 
míol, abiertos tus ojos y atentos 
tus oídos a la oración hecha en este 
lugar. 

41 «¡Oh Yavc, DiosI Levántate, y 
ven a tu lugar de reposo, tú y el arca 
de tu majestad. Que tus sacerdotes, 
Yave Dios, se revistan de salud, y 
tus santos gocen de tus bienes. 

42 «jYavc, Dios, no rechaces a tu 
ungido; acuérdate de tus misericor¬ 
dias a David, tu siervo. * 


7 1 Cuando Salomón acabó de orar, 

descendió del cielo fuego que con¬ 
sumió los holocaustos y las vícti¬ 
mas, y la gloria de Yave llenó la 
casa. 2 No podían los sacerdotes estar 
en la casa de Yave, porque la gloria 
de Yave llenaba la casa de Yave. 

3 Y al ver los hijos de Israel descender 
el fuego y la gloria de Yave sobre la 
casa, cayeron a tierra sobre sus ros¬ 
tros en el pavimento, y adoraron y 
confesaron a Yave: «Porque es bueno, 
porque es eterna su misericordia.» 

4 Entonces el rey y todo el pueblo I 
sacrificaron víctimas delante de Yave, I 
5 y ofreció el rey Salomón en sacri¬ 
ficio veintidós mil bueyes y ciento 
veinte mil ovejas, y así fue dedicada I 
la casa de Dios por el rey y todo el I 
pueblo. 6 Los sacerdotes^ asistían en 
su ministerio, y los levitas con los 
instrumentos de música de Yave, 
que había hecho el rey David, para 
alabar a Yave, «cuya misericordia 
es eterna» y con los que le alaba- I 
ba también David. Asimismo los 
sacerdotes tocaban trompetas delan¬ 
te de ellos, y todo el pueblo estaba 
en pie. 

7 También santificó Salomón el atrio, 
que está delante de la casa de Yave, 
ofreciendo allí los holocaustos y el sebo 
de las víctimas, por ser el altar de bron¬ 
ce que Salomón había hecho insuficien¬ 
te para tantos holocaustos, la ofrenda 
y el sebo. 8 Hizo Salomón fiesta con 
todo Israel por siete días, reunión- I 
dose una gran muchedumbre, desde I 
la entrada de Hamat hasta el torrente 
de Egipto. 9 Al octavo dia celebraron 
asamblea santa, pues habían hecho I 
la dedicación del altar durante siete 1 
días y celebrado por siete días la 
solemnidad. 10 A veintitrés del sep- I 
timo mes, envió al pueblo a sus I 
estancias, alegres y gozosos en su 
corazón, por los beneficios que Yave I 
había hecho a David, a Salomón y a I 
su pueblo, Israel. 

Respuesta de Yave a la pleflarin 
de Salomón. 

11 Acabó, pues, Salomón la casa 
de Yave y la casa del rey: y todo 
cuanto se había propuesto hacer en 
la casa de Yave y en su casa, lo 
. consiguió. 12 Entonces se le apareció 
Yave durante la noche, y le dijo: 
«He oído tu plegaria, y he elegido 
este lugar como la casa en que se 
me habrán de ofrecer sacrificios, 









\25 


CRÓNICAS II. 8 


13 Cuando yo cierre el cielo y no haya 
lluvia, cuando mande yo a la lan¬ 
gosta devorar la tierra, cuando mande 
la peste entre mi pueblo, 14 si mi 
pueblo, sobre el que se invoca mi 
nombre, se humilla, ruega y me busca 
la cara, si se aparta de sus malos ca¬ 
minos, yo oiré desde los cielos y le 
perdonaré su pecado y curaré a la 
tierra. 15 Mis ojos estarán siempre 
abiertos y atentos mis oídos a la 
plegaria hecha en este lugar. 16 Yo 
elijo y santifico esta casa, para que 
en ella sea invocado mi nombre, y 
para morar en ella por siempre, y la 
tendré siempre ante mis ojos y en 
mi corazón. 17 Y tú, si andas en mi 
presencia como anduvo David, tu 
padre, haciendo todo cuanto yo he 
mandado, y guardas mis leyes y mis 
preceptos, 18 yo afirmaré el trono 
de tu reino, como se lo prometí a 
David, tu padre, diciendo: No fal¬ 
tará jamás un hijo tuyo que reine 
en Israel. 19 Pero, si os volvéis y 
dejáis los mandamientos y preceptos 
que yo os he prescrito, y os vais a 
servir a dioses ajenos, adorándolos, 
20 yo os arrancaré de mi tierra, que 
os lie dado; y esta casa, que a mi 
nombre he santificado, la rechazaré 
de ante mí, y será la burla y el escar¬ 
nio de todas las gentes; 21 y por ilus¬ 
tre que haya sido, será el espanto 
de cuantos cerca de ella pasen, que 
dirán: ¿Por qué ha hecho Ya ve 
así con esta tierra y esta casa? 22 Y 
se responderá: Porque dejaron a Yavc, 
Dios de sus padres, que los había 
sacado de la tierra de Egipto, y se 
adhirieron a dioses ajenos, y los 
adoraron y los sirvieron; por eso ha 
traído él sobre ellos todos estos males.» 


Otras construcciones de Salomón. 

8 1 Al cabo de veinte años, en los 
que edificó Salomón la casa de 
Yavc y su propia casa, 2 reconstruí ó las 
ciudades que le había dado Hiram, y 
estableció en ellas a los lujos de Israel. 

3 Después marchó Salomón contra 
Hamat de Soba y la tomó. 4 Edificó 
a Tadmor, en el desierto, y todas las 
ciudades de municiones en Hamat. 
6 Edificó Bcthorón, el alto y el bajo, 
ciudades fuertes, amuralladas, con 
puertas y barras; 6 Balat y todas las 
ciudades de munición que le perte¬ 
necían, y las ciudades de los carros 
y de la caballería, y todo lo que 
quiso edificar en Jerusalén, en el 


Líbano y en toda la tierra de su 
dominio. 7 Todo el pueblo que había 
quedado de los getcos, amorreos, fe- 
reccos, jeveos y jebuseos, que no 
era parte de Israel; 8 sus descendien¬ 
tes que habían quedado con ellos en 
la tierra y no habían exterminado 
los hijos de Israel, los hizo servir en 
los trabajos, y así se sigue haciendo 
hasta hoy. 9 No empicó Salomón 
como esclavos para sus trabajos a 
ningún hijo de Israel, pues éstos eran 
hombres de guerra, jefes, oficiales, 
comandantes de los carros y de la 
caballería. 

10 Los jefes puestos por Salomón 
a la cabeza del pueblo y encargados 
de la vigilancia eran doscientos cin¬ 
cuenta. 

11 Salomón subió a la hija del Fa¬ 
raón, de la ciudad de David, a la casa 
que para ella había edificado, pues 
dijo: «Mi mujer no ha de habitar 
en la casa de David, rey de Israel, 
porque los lugares en que ha estado 
el arca de Yave son sagrados.» 

12 Entonces ofreció Salomón a Yave 
holocaustos en el altar de Yave, que 
había alzado delante del pórtico, 

13 ofreciendo lo que para cada día 
prescribió Moisés, para los sábados, 
los novilunios y las tres solemnidades 
del año; la de los ácimos, la de las 
semanas y la de los tabernáculos. 

14 Estableció en sus funciones, como 
las había determinado David, su 
padre, a los sacerdotes según su ofi¬ 
cio, a los levitas según su cargo de 
alabar a Yavc, y servir cada día a 
los sacerdotes en el ministerio, e igual¬ 
mente a los porteros asignados a cada 
puerta, según sus clases, como lo 
había ordenado David, hombre de 
Dios. 15 Nada escapó a la ordenación 
del rey en cuanto a los sacerdotes y 
levitas, ni en cuanto a cosa alguna 
tocante a los tesoros. 17 Así fué diri¬ 
gida toda la obra de Salomón, desde 
el día en que se pusieron los cimien¬ 
tos de la casa de Yave, hasta el día 
en que fué terminada. Acabóse, pues, 
la casa de Yave. 

18 Entonces partió Salomón para 
Asion-Gucber, y Elat, a orillas del 
mar, en tierra de Edom; pues Hiram, 
por medio de sus siervos, le había 
enviado navios y marineros diestros, 
conocedores del mar. Fueron éstos 
con los siervos de Salomón a Ofir, 
y trajeron de allí cuatrocientos cin¬ 
cuenta talentos de oro, que entre¬ 
garon a Salomón. 








42Ó 


CRÓNICAS II, 9 


La reina de Saba, en Jerusalén. 

(| 1 Llegó a la reina de Saba la 
* fama de Salomón; y vino a Jeru¬ 
salén para probarle con enigmas, 
acompañada de muy gran séquito de 
camellos, cargados de aromas y oro 
en abundancia y piedras preciosas. 
Vino a Salomón y le dijo cuanto se 
le ocurrió, 2 y Salomón respondió a 
todas sus preguntas, sin que hubiera 
nada que él no pudiera explicarle. 

3 La reina de Saba, viendo la sa¬ 
biduría de Salomón, la casa que 
había construido, 4 los manjares de 
su mesa, el asiento de sus servidores, 
el porte y los vestidos de la servi¬ 
dumbre, y la subida a la casa de 
Ya ve, 5 fuera de sí dijo al rey: 
«Verdad es cuanto de tu estado y tu 
sabiduría había oído en mi tierra. 
6 No lo creía hasta que he venido 
y lo he visto con mis ojos; y hallo 
ahora que no me habían dicho ni la 
mitad de tu grandeza, de tu sabiduría, 
pues sobrepujas la fama que a mí 
nabía llegado. 7 Dichosas tus gentes, 
dichosos tus servidores, que conti¬ 
nuamente están delante de ti y oyen 
tu sabiduría. 8 Bendito Yave, tu 
Dios, que te ha hecho la gracia de 
ponerte sobre su trono, por rey para 
Yave, tu Dios. Por amor de Yave a 
su pueblo, y por querer que por 
siempre subsista, te ha hecho rey de él, 
para que le hagas derecho y justicia.» 

9 Dio al rey ciento veinte talentos 
de oro, gran cantidad de aromas y 
de piedras preciosas, y no hubo 
nunca aromas como los que la reina 
de Saba dió a Salomón. 

10 También los siervos de Hiram 
y los de Salomón, que habían traído 
el oro de Ofir, trajeron madera de 
sóndalo y piedras preciosas. 11 Con 
la madera de sándalo hizo el rey las 
gradas de la casa de Yave y de la 
casa del rey, e hizo también de ella 
arpas v salterios para los cantores. 
Nunca "en Judá se había visto seme¬ 
jante. 

12 El rey Salomón dió a la reina de 
Saba cuanto ella quiso y pidió, más 
que lo que ella había traído al rey. 
Después volvióse ella a su tierra con 
sus siervos. 

Ktque7.usi, titnqniíiecncUi y jjloriu 
de Sulontóit. 

18 El peso del oro.que cada año 
llegaba a Salomón era de seiscientos 


sesenta talentos de oro, 14 fuera del 
que recibía de negociantes y comer¬ 
ciantes, de todos los reyes de Arabia 
y de los gobernadores de la tierra, 
que recaudaban oro y plata para 
Salomón. 

15 Hizo el rey Salomón doscientos 
grandes escudos* de oro batido, para 
cada uno de los cuales empleó seis¬ 
cientos sidos de oro; 16 y otros tres- I 
cientos escudos de oro batido, para 
cada uno de los cuales empleó tres- I 
cientos sidos de oro, y los puso en 
la casa «Bosque del Líbano». 17 Hizo 
un gran trono de marfil, que recu¬ 
brió de oro puro. Tenia el trono seis 
gradas y un dosel de oro. 18 Había I 
brazos a uno y otro lado de la silla, 
y cerca de los brazos dos leones, I 

19 y otros doce Icones sobre las seis 
gradas, de una y otra parte. Para 
ningún rey se hizo cosa semejante. 

20 Todos los vasos del rey Salomón I 
eran de oro, y toda la vajilla de la j 
casa «Bosque del Líbano» era de I 
oro puro. Nada de plata. No se hacía 
de ella estima alguna en tiempo de I 
Salomón, 21 pues tenía el rey naves i 
de Tarsis que navegaban con las de ¡ 
los siervos de Hiram; y llegaban cada 
tres años las naves de Tarsis, tra- I 
yendo oro, plata, marfil, monos y 
pavos reales. 22 Fué el rey Salomón 
más grande que todos los reyes de I 
la tierra, por riquezas y por sabi¬ 
duría. 23 Todos los reyes de la tierra 
buscaban ver a Salomón, para oír la 
sabiduría que había puesto Dios en 
su corazón, 24 y cada uno le traía su 
presente, objetos de plata, de oro, 
vestidos, armas, aromas, caballos y 
mulos. Y así cada año. 

26 Tenia Salomón cuatro mil caba¬ 
llerizas, para sus caballos y sus carros, 
y doce mil jinetes, que puso en las 1 
ciudades de los carros y cerca de sí 
en Jerusalén. 26 Se extendió su do¬ 
minio sobre todos los reyes, desde 
el río hasta la tierra de los filisteos 
y hasta las fronteras de Egipto. 

27 Hizo que la plata fuera tan eonnin 
eomo las piedras, y que los cedros 
fuesen tantos como los sicómoros, que 
se dan en los campos. 28 Traíanle los 
caballos de Egipto y (le todas partes, i 

29 El resto de los hechos de Salo¬ 
món, los primeros y los postreros, 
¿no está escrito en los libros de 
Natán, profeta, en los de Ajías, siio- 
nita, y en las profecías de Ido, vi- 1 
dente, contra Jcroboam, hijo de Na- 
bat? 30 Reinó Salomón en Jerusalén, 





CRÓNICAS II, 10, 11 


427 


sobre todo Israel, cuarenta años. 
81 Se durmió con sus padres, y fué 
sepultado en la ciudad de David, su 
padre. Le sucedió Roboam, su hijo. 


DIVISION DEL HEINO 


Itohonin, rey de Judá. Jeroboam, 
rey de Israel. 

1 Q 1 Fué Roboam a Siquem, donde 
se había reunido todo Israel 
para proclamarle rey. 2 Súpolo Jero- 
boam, que estaba cu Egipto, a donde 
había huido por causa del rey Sa¬ 
lomón, y volvió de Egipto, 3 pues 
fueron a llamarle. Vino, pues, Jero- 
boam y todo Israel, y hablaron a 
Roboam, diciendo: 4 «Tu padre hizo 
grave nuestro yugo. Afloja tú, pues, 
ahora la dura servidumbre y el pe¬ 
sado yugo con que tu padre nos 
oprimió, y te servil emos.» 6 El les 
respondió: «Volved a mí de aquí a 
tres días.» El pueblo se fué. 6 Enton¬ 
ces Roboam pidió consejo a los an¬ 
cianos que habían servido a Salo¬ 
món, su padre, mientras vivió, y 
díjoles: «¿Qué me aconsejáis vosotros 
que responda a este pueblo?» 7 Ellos 
le hablaron diciendo: «Si tú hoy te 
conduces humanamente con este pue¬ 
blo, y le complaces, y le das buenas 
palabras, ellos te servirán perpetua¬ 
mente.» 8 Pero el, dejando el consejo 
que los ancianos le dieron, lo pidió 
a los mancebos que se habían criado 
con él y le asistían, 9 diciendo: «¿Qué 
aconsejáis vosotros que responda a 
este pueblo, que me na hablado di¬ 
ciendo: Alivia el yugo que tu padre 
nos impuso?» 10 Los mancebos que se 
habían criado con él le hablaron así: 
«Diles a los que te han pedido que 
aligeres su yugo: Lo más flaco mío 
es más grueso que los lomos de mi 
padre. 11 Si mi padre os cargó de pe¬ 
sado yugo, yo lo agravaré. Mi padre 
os castigó con azotes, y yo os azotaré 
con escorpiones.» 

12 Vino, pues, Jeroboam con todo 
el pueblo a Roboam el tercer día, 
según lo que mandara el rey, diciendo: 
«Volved a mí de aquí a tres días»; 
13 y el rey les respondió ásperamente, 
pues se apartó el rey Roboam del 
consejo de los ancianos, 14 y siguió 
el consejo de los jóvenes, diciendo: 
«Mi padre agravó vuestro yugo, y 


yo lo agravaré más todavía; mi padre 
os castigó con azotes, y yo os azotaré 
con escorpiones.» 16 No escuchó el 
rey al pueblo, porque era cosa de 
Dios, para que se cumpliera la pala¬ 
bra que había dicho Yave por medio 
de Ajías, silonita, a Jeroboam, hijo 
de Nabat. 

16 Viendo todo Israel que no los 
había escuchado el rey, respondió el 
pueblo al rey, diciendo: «¿Qué tene¬ 
mos que ver nosotros con David ni 
con el hijo de Isaí? \A tus tiendas, 
Israelí Mira tú ahora por tu casa, 
David.» Y todo Israel se fué a sus 
estancias. 17 Reinó Roboam sobre 
los hijos de Israel, que habitaban en 
las ciudades de Judá. 18 Mandó luego, 
el rey Roboam a Adoram, prefecto 
de los tributos, pero los hijos de 
Israel le lapidaron, y murió. Enton¬ 
ces se apresuró Roboam a subir a su 
carro, y huyó a Jerusalén. 19 Así se 
apartó Israel de la casa de David, 
hasta hoy. 

11 1 Vino Roboam a Jerusalén, y 

reunió a la casa de Judá y a 
la de Benjamín, ciento ochenta mil 
hombres de guerra escogidos, para 
combatir contra Israel y reducirle al 
dominio de Roboam; 2 pero dirigió 
Yave su palabra a Semeyas, hombre 
de Dios, diciéndole: 3 «Habla a Ro¬ 
boam, hijo de Salomón, rey de Judá. 
y a todos los de Israel en Judá y 
Benjamín, y diles: 4 Así habla Yave: 
No subáis a luchar con vuestios her¬ 
manos; vuélvase cada uno a su casa, 
porque soy yo quien ha hecho esto.» 
Y ellos, escuchando la palabra de 
Yave, se tornaron y no fueron contra 
Jeroboam. 


Hoboam afirma su reinado. 

6 Habitó Roboam en Jerusalén y 
edificó y fortificó ciudades en Judá. 

6 Fortificó Betlejem, Etán, Tecoa, 

7 Betsur, Socó, Adulam, 8 Get, Ma- 
resá, Ziv, 9 Adoram, Laquis, Azeca, 
10 Sora, Ayalón y Hcbrón, que eran 
de Judá, y otras en Benjamín. V Guar¬ 
neció también las fortalezas, y puso 
en ella jefes, y las avitualló de aceite 
y vino, 12 las proveyó de armas, es¬ 
cudos y lanzas, fortificándolas en 
gran manera, y Judá y Benjamín le 
estuvieron sujetos. 

13 Los sacerdotes y levitas de todo 
Israel,venían a él de todos sus térmi- 








CRÓNICAS II, 12, 13 


l‘2S 


nos, 14 y dejaban sus heredades y 
posesiones, para venirse a Judá (1) y 
a Jerusalén, pues Jeroboam y sus 
hijos los eehaban del ministerio de 
Yave. 15 El se hizo sacerdote para 
los altos, para los demonios, y para 
los becerros que se había fabricado. 
16 Tras de aquéllos vinieron también, 
de todas las tribus de Israel, los que 
tenían puesto su corazón en seguir a 
Yave, Dios de Israel, para poder 
sacrificar en Jerusalén a Yave, el 
Dios de sus padres. 17 Así se fortale¬ 
ció el reino de Judá y afirmaron a 
Roboam en el reino por tres años, 
pues tres años siguieron por el cami¬ 
no de David y Salomón. 

18 Tomó Roboam por mujer a Ma- 
jalat, hija de Jerimot, hijo de David, 
V a Abigail, hija de Eliab, hijo de 
Ísaí, 19 que le parió lujos: Jeus, Sa¬ 
maría y Zaham. 20 Tomó después 
a Maaea, hija de Absalón, que le 
parió a Abías, Ataí, Zisa y Selomit. 
21 Amó Roboam a Maaea, hija de 
Absalón, más que a todas sus mujeres 
y concubinas, pues tuvo dieciocho 
mujeres y sesenta eoneubinas, y en¬ 
gendró veintiocho hijos y sesenta 
hijas. 

22 Puso Roboam a Abías, hijo de 
Maaea, por cabeza y príneipe de sus 
hermanos, pues quería hacerle rey; 
23 y le hizo educar y esparció a sus 
otros hijos por todas las tierras de 
Judá y Benjamín, y por todas las 
eiudades fuertes, dándoles víveres en 
abundancia y pidiendo para ellos 
muchas mujeres. 


Ln idolatría de Roboam, castigada. 

12 1 Cuando Roboam se hubo afir¬ 
mado en el reino y se sintió 
fuerte, se apartó de la ley de Yave, 
y con él todo Israel. (i) 2 El año quinto 
del reinado de Roboam, subió Sesae, 
rey de Egipto, contra Jerusalén, por 
haberse rebelado contra Yave, 3 con 
mil doscientos carros y sesenta mil 
jinetes; y el pueblo que eon él venía 
de Egipto no tenía número, de lubiin, 
suquiyim y eusim. 4 Tomó las ciu¬ 
dades fuertes de Judá y llegó hasta 
Jerusalén. 6 Entonces Semeyas, pro¬ 
feta, se presentó a Roboam y a los 
príncipes de Judá, que estaban reuni¬ 


dos en Jerusalén por causa de Sesae, 
y les dijo: «Así dice Yave: vosotros 
me habéis dejado a mí, y por eso 
también yo os he dejado a vosotros 
en manos" de Sesae.» 

6 Los príncipes de Israel y el rey 
se humillaron, y dijeron: «Justo es 
Yave.» 7 Y viendo Yave que se 
habían humillado, dirigió su palabra 
a Semeyas, diciendo: «Se han humi¬ 
llado; no los destruiré, antes los sal¬ 
varé pronto, y no se derramará mi 
ira sobre Jerusalén por medio de 
Sesae; 8 pero habrán de servirle, para 
que sepan distinguir entre lo que es 
servirme a mí, y servirla los reyes de 
las gentes.» 

9 Subió, pues, Sesae, rey de Egipto, 
a Jerusalén, y pilló los tesoros de la 
casa de Yave y los de la casa del 
rey; todo se lo llevó. Tomó los escu¬ 
dos de oro que había hecho Salomón, 
10 y en vez de ellos hizo el rey Roboam 
escudos de bronce, para los jefes de 
la guarrlia que custodiaban la entra¬ 
da de la easa del rey. 11 Cuando iba 
el rey a la easa de Yave, tomábanlos 
los de la guardia, y los volvían luego 
al euartel de la guardia. 

12 Como se humilló, apartóse de 
él la ira de Yave, por no destruirle 
del todo, y las cosas mejoraron en 
Judá. 13 Fortalecióse, pues, Roboam, 
y reinó en Jerusalén. Cuarenta y un 
años tenía Roboam euando comenzó 
a reinar, y reinó diecisiete años en 
Jerusalén, la ciudad que eligió Yave 
entre todas las tribus de Israel, para 
poner en ella su nombre. El nombre 
de su madre fué Naama, amonita. 
14 Hizo el mal, porque no aprestó su 
eorazón para buscar a Yave. 16 Los 
hechos de Roboam, los primeros y 
los postreros, ¿no están escritos en 
los libros de Semeyas, profeta, y de 
Ido, el vidente, en los registros de 
las genealogías? Hubo perpetuamente 
guerra entre Roboam y Jeroboam. 
16 Durmióse Roboam eon sus padres, 
V fué sepultado en la ciudad de David, 
y le sucedió Aldas, su hijo. 


Reinado de Aldas. Cnerrn contra 
Jcrohonin. 

13 1 A los dieciocho años del rei¬ 
nado de Jeroboam, comenzó a 
reinar en Judá Abías, 2 y reinó tres 
años en Jerusalén. Su madre se lla¬ 
maba Micaya, luja de Uziel, de Oaba. 


(i) La parte todavía sana de Israel se acoge 

en su mayoría al reino de Judá, huyendo del 

culto ilegítimo e idolátrico dd reino de Israel. 









CRÓNICAS II, 14 


429 


Hubo guerra entre Abías vJeroboam (1) 
* Reunió Abías un ejército de hombres 
de guerra escogidos y valientes, de 
cuatrocientos mil hombres, y Jero- 
boam se ordenó en batalla contra él 
con ochocientos mil hombres de gue¬ 
rra escogidos y valerosos. (i) * * 4 Alzóse 
Abías en el monte de Semarom, de 
las montañas de Efraím, y gritó: 
«Oídme, Jeroboam y todo" Israel: 
5 ¿No sabéis vosotros que Yave, Dios 
de Israel, dió a David el reino sobre 
Israel para siempre, a él y a sus hijos 
en pacto de sal? 6 Pero Jeroboam, 
hijo de Nabat, siervo de Salomón, se 
levantó y rebeló contra su señor; 7 y 
allegándose a él hombres vanos y 
perversos, se sobrepusieron a Roboam, 
hijo de Salomón, porque Roboam, 
mozo e inexperto, no se defendió con¬ 
tra ellos. 8 Ahora tratáis vosotros de 
triunfar contra el reino de Yave, que 
está en manos de los hijos de David, 
porque sois muchos. Pero tenéis con 
vosotros a los becerros de oro, que 
Jeroboam os hizo por dioses. 9 ¿No 
habéis arrojado de entre vosotros a 
los sacerdotes de Yave, a los hijos 
de Arón, y a los levitas, y os habéis 
hecho sacerdotes a la manera de las 
gentes de la tierra, para que cual¬ 
quiera pueda consagrarse con un be¬ 
cerro y siete carneros, y ser así sacer¬ 
dote de los que no son dioses? 10 Para 
nosotros, Yave es nuestro Dios; no 
le hemos dejado, y los sacerdotes 
ministros de Yave son los hijos de 
Arón, y los levitas cumplen sus fun¬ 
ciones. 11 Queman a Yave. los holo¬ 
caustos cada mañana y cada tarde 
y los perfumes aromáticos; ponen los 
panes sobre la mesa limpia, y él 
candelero de oro con sus lámparas 
cada tarde, para que ardan; porque 
nosotros guardamos los mandatos de 
Yave, nuestro Dios, mientras que 
vosotros los habéis dejado. 12 Dios 
está, pues, con nosotros a nuestra 
cabeza, y están con nosotros los 
sacerdotes con sus trompetas, para 
hacerlas resonar contra vosotros. Hijos 
de Israel, no hagáis la guerra a Yave, 
el Dios de vuestros padres, porque no 
os irá bien.» 

13 Jeroboam hizo que rodeara una 
emboscada, para acometer a los de 


(i) El estado de guerra entre Israel y Judá 

es casi constante; son pocos los intervalos de 

relación pacifica, y éstos no hacen sino con¬ 

tribuir a que las apostasias de Israel inficionen 

; Judá. 


Judá por la espalda, atacándolos así 
de frente y por la espalda; 14 y cuando 
Judá se percató, tenía a Tsrael de 
frente y a las espaldas. 15 Clama¬ 
ron los de Judá a Yave, y los sacer¬ 
dotes tocaron sus trompetas, dieron 
sus gritos, y así como alzaron sus 
gritos, Dios desbarató a Jeroboam 
y a todo Tsrael delante de Abías, 
y de Judá. 16 Huyeron los hijos de 
Israel ante Judá, y Dios los entregó 
en sus manos; 17 y Abías y sus gentes 
hicieron en ellos gran mortandad, ca¬ 
yendo de Israel quinientos mil hom¬ 
bres escogidos. 18 Así fueron humi¬ 
llados entonces los hijos de Israel, 
mientras que los de Judá se fortale¬ 
cieron, porque se apoyaron en Yave, 
el Dios de sus padres. 19 Persiguió 
Abías a Jeroboam, y le tomó ciuda¬ 
des: Betel, con las ciudades de su 
dependencia, Jesana, con sus depen¬ 
dencias, y Efrón, con sus depen¬ 
dencias. 20 No tuvo ya Jeroboam 
fuerza en tiempo de Abías; le hirió 
Yave, y murió. 

21 Abías fue poderoso, tuvo catorce 
mujeres y engendró veintidós hijos 
y dieciséis hijas. 22 El resto de los 
hechos de Abías, lo que hizo y dijo, 
está escrupulosamente escrito en el 
libro de Ido, profeta. 


14 


1 Durmióse Abías con sus pa¬ 
dres, y fué sepultado en la 
ciudad de David. Le sucedió Asa, 
su hijo, en cuyo tiempo tuvo paz la 
tierra durante diez años. 


Asa, rey ilo Judá. Victoria contra 
Zrruc y lo» etiope». 

2 Asa hizo lo que es bueno y recto 
a los ojos de Yave, su Dios. 3 Hizo 
desaparecer los altares de los cultos 
extranjeros (1), y los altos, demolió los 
cipos y abatió los aaeras. 4 Mandó 
a Judá buscar a Yave, el Dios de sus 
padres, y practicar la ley y sus man¬ 
damientos. 5 Hizo desaparecer de 
todas las ciudades de Judá los altos 
y los simulacros del sol, y su reinado 
fué reinado de paz. 6 Edificó ciuda¬ 
des fuertes en Judá, pues la tierra 
estaba tranquila, y no hubo guerra 

(i) La reforma religiosa de Asa hace des¬ 
aparecer los excelsos que durante tanto tiempo 
persistieron ilegítimamente en Judá, pues aun¬ 
que en ellos se sacrificaba a Yave, eran ente¬ 
ramente contra la Ley, que mandaba sacrificar 
únicamente en e lugar elegido por Dios. 









430 


CRÓNICAS II, 15 


contra él durante aquellos años, pues 
Yave le dió paz. 7 Dijo a Judá: 
«Edifiquemos estas ciudades y rodeé¬ 
moslas de murallas, de fuertes y de 
torres, con puertas y barras, mien¬ 
tras no estamos en guerra, porque 
hemos buscado a Yave, nuestro Dios, 
y por haberle buscado, nos ha dado 
el reposo de todas partes.» Edificᬠ
ronlas, pues, sin que nadie lo impi¬ 
diera. 8 Tenía Asa un ejército de tres¬ 
cientos mil hombres de Judá, arma¬ 
dos de escudo y lanza, y doscientos 
ochenta mil de Benjamín, armados 
de escudo, y arqueros, todos hombres 
valerosos. 

9 Subió contra ellos Zerac, etíope, 
con un ejército de mil millares y 
trescientos carros, y llegó hasta Ma- 
resa. 10 Entonces le salió Asa al 
encuentro, y le presentó batalla en 
el valle de Sefata, junto a Marcsa. 
11 Clamó Asa a Yave, su Dios, di¬ 
ciendo: «Yave, no hay para ti dife¬ 
rencia entre socorrer al que tiene 
muchas fuerzas o al que tiene pocas. 
Ven, pues, en ayuda nuestra, Yave, 
nuestro Dios, porque en ti nos apo¬ 
yamos nosotros, y a combatir en tu 
hombre hemos venido contra toda 
esta muchedumbre. Yave, tú eres 
nuestro Dios, que no sea el hombre 
quien triunfe de ti.» 12 Yave deshizo 
a los etíopes, ante Asa y ante Judá, 
y los etíopes se pusieron en fuga. 
13 Asa V la gente que llevaba los per¬ 
siguieron hasta Oerar y cayeron los 
etíopes sin poder salvar su vida, por¬ 
que fueron destruidos por Yave y 
su ejército. 14 Asa y su gente cogie¬ 
ron gran botín, V batieron todas las 
ciudades que había cerca de Oerar, 
porque el terror de Yave se había 
apoderado de ellos, y saquearon todas 
las ciudades, siendo muchos los des¬ 
pojos. 15 Dieron también contra los 
apriscos y establos de los ganados, 
llevándose gran cantidad de ovejas 
y camellos. Después se volvieron a 
Jerusalén. 

Celo del rey A^a para destruir 
la idolatría. 

1,) 1 Fué c! espíritu de Yave sobre 
Azarías, hijo de Obcd, 2 y se 
presentó Azarías a Asa, y le dijo: 
«Oyeme, Asa, y todo Judá y Ben¬ 
jamín* Yave está con vosotros, cuan¬ 
do vosolros estáis con-él; si vosotros 
le buscáis, le hallaréis; pero si vos¬ 


otros le abandonáis, él os abandona¬ 
rá a vosotros. 3 Durante mucho tiem¬ 
po ha estado Israel sin verdadero 
Dios, y sin sacerdote que enseñase su 
ley; 4 pero cuando en medio de la 
tribulación se volvían a Yave, Dios 
de Israel, y le buscaban, siempre le 
hallaron. 6 No había en aquellos 
tiempos paz, ni para quien entraba, 
ni para quien salía, sino muchas 
aflicciones sobre todos los moradores 
de la tierra; 6 y una gente destruía 
a otra gente, y una ciudad a otra 
ciudad, porque las conturbaba Dios 
con toda suerte de calamidades. 7 Es¬ 
forzaos, pues, vosotros y no desfallez¬ 
can vuestras manos, porque merced 
hay para vuestra obra.» 

8 Cuando oyó Asa las palabras V 
la profecía de Azarías, lujo de Obed, 
profeta, se sintió fortalecido e hizo 
desaparecer las abominaciones de toda 
la tierra de Juná y Benjamín, y de las 
ciudades que había tomado en la 
montaña de Efraím, y restauró el 
altar de Yave que estaba delante del 
pórtico de Yave. 9 Convocó a todo 
Judá y Benjamín, y a los de Efraím. 
Manasés y Simeón, que habitaban 
entre ellos, pues gran número de 
gentes de Israel se unieron a él 
cuando vieron que con él estaba Yave, 
su Dios; 10 y se reunieron en Jerusa¬ 
lén el tercer mes del año quince del 
reinado de Asa. 

11 Aquel día sacrificaron a Yave, 
del botín que había traído, setecien¬ 
tos bueyes y siete mil ovejas, 12 y 
juraron jmscar a Yave, el Dios de 
sus padres, con todo su corazón y 
toda su alma; 13 y que cualquiera 
que no buscase a Yave, Dios de Israel, 
muriese, fuese grande o pequeño, 
hombre o mujer. 14 Este juramento 
hicieron a Yave en medio de voces 
de júbilo y al son de trompetas y 
bocinas. 15 Alegráronse de este jura¬ 
mento todos los de Judá, porque 
de todo corazón lo juraron y de todo 
corazón le buscaban; y así le halla¬ 
ron, y les dió Yave reposo de todas 
partes. 16 Aun a Manca, madre del 
rey Asa, la depuso él de la dignidad 
de reina, porque había hecho un 
ídolo y un asera. Abatió el ídolo, 
lo redujo a polvo, y lo quemó en 
el valle de Cedrón. 17 Vero los altos 
no desaparecieron de Israel, a pesar 
de que el corazón de Asa fué per¬ 
fecto todos los días de su vida. 
18 Metió en la casa de \avc lo que 
había sido consagrado por su padre 








CRÓNICAS II. 16, 17 


431 


y por él mismo, de plata, oro y vasos. 
19 No hubo guerra hasta los treinta 
y cinco anos del reinado de Asa. 


Pecado de Asa. Su muerte. 

I , 1 El ano treinta y seis del rei- 

I () nado de Asa subió contra Judá 
Basa, rey de Israel, y edificó Rama, 
para-impedir la entrada y la salida 
a los de Asa, rey de Judá. 2 Asa sacó 
de los tesoros de la casa de Yave y 
de los de la casa del rey la plata y el 
oro, y se los mandó con una embajada 
al rey de Siria, Bcnadad, que habi¬ 
taba en Damasco. Hizo que le dije¬ 
ran: 3 «Hagamos alianza entre los 
dos, como la hubo entre mi padre 
y tu padre. Te mando esta plata y 
este oro. Rompe tu alianza con Basa, 
rey de Israel, para que se retire de 
mí.» 4 Beuadad escuchó a Asa, y 
mandó a los jefes de su ejército 
contra las ciudades de Israel, y ba¬ 
tieron a Iyan, Dan, Abclmain y las 
ciudades fuertes de Neftalí. 6 Cuando 
lo supo Basa, cesó en la edificación 
de Rama, suspendió su obra. 6 En¬ 
tonces el rey Asa mandó a todo Judá 
a llevarse la piedra y la madera que 
empicaba Basa cu la edificación de 
Rama, y se sirvió de ellas para edi¬ 
ficar a Gueba y Masía. 

7 Entonces Janani, el vidente, fué 
a Asa, rey de Judá y le dijo: «Por 
haberte apoyado sobre el rey de 
Siria, y no sobre Yave, tu Dios, se 
te ha escapado de las manos el ejér¬ 
cito del rey de Siria: 8 ¿No eran un 
gran ejército los etíopes y los libios, 
con carros y una muchedumbre de 
jinetes? Y con todo, Yave los puso 
en tus manos, porque te apoyaste 
en él. 9 Pues tiende Yave sus ojos 
por toda la tierra, para sostener a los 
que tienen para con él corazón perfec¬ 
to. Has obrado en esto insensata¬ 
mente, y desde ahora tendrás guerra.» 

10 Irritóse Asa contra el vidente, y 
le puso en prisión porque se encole¬ 
rizó mucho contra él, y al mismo 
tiempo oprimió también Asa a al¬ 
gunos del pueblo. 11 Los hechos de 
Asa, los primeros y los postreros, 
están escritos en los libros de los 
reves de Judá y de Israel. 

12 El año treinta y nueve de su 
reinado enfermó Asa de los pies, pa¬ 
deciendo mucho de ello, pero tam¬ 
poco en su enfermedad buscó a Yave, 
sino a los médicos. 


13 Durmióse Asa con sus padres, 
muriendo el año cuarenta y uno de 
su reinado, 14 y fué sepultado en el 
sepulcro que él había hecho para sí, 
en la ciudad de David. 16 Se le puso 
en un lecho lleno de aromas y per¬ 
fumes, preparados según el arte de 
la perfumería, y se quemó además 
en honor suyo una cantidad muy con¬ 
siderable de ellos. 


Josafat, rey dé Judá. 

I fj 1 A Asa le sucedió Josafat, su 
L hijo. Se fortificó contra Israel 
2 y puso guarniciones en todas las 
ciudades fuertes de Judá, así como 
en las de Efraím, de que Asa, su 
padre, se había apoderado. 

3 Estuvo Yave con Josafat, por¬ 
que éste anduvo por los caminos 
primeros de David, sil padre, y no 
buscó a los baales, 4 sino que se 
acogió al Dios de sus padres y siguió 
sus mandatos, sin imitar lo que hacía 
Israel. 6 Yave afirmó el reino en las 
manos de Josafat, a quien traía 
presentes todo Judá, y tuvo gran 
abundancia de riquezas y mucha 
gloria. 6 Su corazón se fortaleció en 
los caminos de Yave, e hizo también 
desaparecer de Judá los excelsos y los 
aseras. 

7 El año tercero de su reinado mandó 
a sus príncipes Benjail, Abdías, Za¬ 
carías, Nataniel y Miqueas, por las 
ciudades de Judá, para que enseña¬ 
sen, 8 y con ellos a los levitas Semeyas, 
Netanías, Zebadía, Asael, Scmira- 
mot, Jonatán, Adonías, Tobías, levi¬ 
tas, y con ellos a los sacerdotes Eli- 
sama y Joram, 9 que enseñaron 
por las ciudades de Judá, teniendo 
consigo el libro de la ley de Yave, 
y recorriendo las ciudades de Judá, 
enseñando al pueblo. 10 Cayó el terror 
de Yave sobre todos los reinos de las 
tierras que había en torno de Judá, 
y no osaron hacer la guerra contra 
Josafat. 11 Los filisteos traían a 
Josafat presentes y tributos de plata. 
Traíanle también los árabes ganados, 
siete mil setecientos carneros y siete 
mil setecientos machos cabríos. 12 Cre¬ 
cía, pues, Josafat grandemente y 
edificó en Judá fortalezas y ciudades 
de depósito. 13 Tuvo además muchas 
obras en las ciudades de Judá, y 
hombres de guerra muy valerosos 
en Jerusalén. 14 Este es el número 
I de ellos, según las casas paternas: 








132 


.CRÓNICAS II, lfi. 


En Juda, jefes de millares, cuyo jefe 
supremo era Adna, y con él trescien¬ 
tos mil hombres muy esforzados; 
15 después de él, el jefe Jojanán, y 
con él doscientos ochenta mil; 16 tras 
éste, Amasias, hijo de Zicrí, que se 
había consagrado voluntariamente a 
Yavc, y con él doscientos mil hom¬ 
bres valientes; 17 de Benjamín: Elia- 
da, hombre muy valeroso, y con él 
doscientos mil armados de escudo y 
arco; 18 después de éste Josabat, y 
con él ciento ochenta mil dispuestos 
para la guerra. 19 Estos eran los que 
hadan el servicio del rey, sin contar los 
que el rey había puesto de guarnición 
en todas las ciudades fuertes de 
Judá. 


Expedición de Josaíat, rev de dudó, 
y Ajab, rey de Israel, contra los 
sirios. 

^ q 1 * Tuvo Josafat mucha riqueza 
lO y poder, y emparentó con Ajab; 
2 y al cabo de algunos años bajó a 
ver a Ajab a Samaria (1). Ajab mató 
para él y para su séquito gran número 
de ovejas y bueyes, y le persuadió 
que subiese con él contra Ramot 
Galad. 3 Dijo Ajab, rey de Israel, a 
Josafat, rey de Judá: «¿Quieres mar¬ 
char conmigo a Ramot Galad?» Y 
éste respondió: «Yo como tú, y mi 
pueblo como tu pueblo; iremos con¬ 
tigo.» 4 * Y dijo Josafat al rey de Is¬ 
rael: «Pero consulta, te ruego, la 
palabra de Yavc.» 6 Juntó entonces 
el rey de Israel cuatrocientos profe¬ 
tas, y les preguntó: «¿Iremos contra 
Ramot Galad, o me estaré quieto?» 
Ellos le dijeron: «Sube a Ramot 
Galad, que Dios la entregará en 
manos del rey.» 6 Pero Josafat dijo: 
«¿Queda todavía aquí algún pro¬ 
feta de Ya ve, por quien podamos 
preguntarle?» 7 El rey de Israel res¬ 
pondió a Josafat: «Aún hay aquí un 
hombre, por quien podemos pregun¬ 
tar a Yave; pero yo le aborrezco, 
porque nunca me profetiza cosa bue¬ 
na, sino siempre males. Es Miqueas, 


(i) Josafat, a pesar de su piedad y su celo 

por continuar la reforma religiosa de su padre. 

Asa, inicia las relaciones amistosas entre Israel 

y Judá y se alía con Ajab, siendo por ello 

reprendido por los profetas Miqueas y Jehú. 

Es curiosa la forma literaria en que se nos pre¬ 

senta la inducción a Acab para que vaya a atacar 

a Ramot Galad, donde hallará la muerte. 


hijo de Jimia.» V respondió Josafat: 
«No diga eso el rey.» 8 Llamó enton¬ 
ces el rey de Israel a un eunuco, y le 
dijo: «Haz que venga luego Mi¬ 
queas, hijo de Jimia.» 

9 El rey de Israel y Josafat, rey 
de Judá. estaban sentados cada uno 
en su trono y vestidos de sus vesti¬ 
duras reales, en la plaza que hay a 
la entrada de la puerta de Samaria, 
y estaban delante de ellos todos los 
profetas. 10 Sedecías, hijo de Que- 
nana, se había hecho cuernos de hie¬ 
rro, y decía: «Así dice Yave: Con éstos 
acornearás a los sirios hasta destruir¬ 
los del todo.» 11 Lo misino profeti¬ 
zaban también todos los profetas, 
diciendo: «Sube a Ramot Galad, y 
triunfarás, porque Yave la entregará 
en manos del rey.» 

12 El mensajero que había ido a 
buscar a Miqueas, le habló diciendo: 
«Mira que todos los profetas a una 
profetizan bienes; habla, pues, como 
ellos, y anuncia bienes.» 13 Miqueas 
respondió: «Vive Yave, que yo anun¬ 
ciaré lo que Yave me diga.» Llegó, 
pues, a la presencia del rey, 14 que 
le preguntó: «Miqueas, ¿iremos a 
combatir a Ramot Galad, o lie de 
estarme quieto?» Y él respondió: 
«Subid, que la lograréis y serán en¬ 
tregados en vuestras manos.» 15 En¬ 
tonces le dijo el rey: «¿Hasta cuántas 
veces tendré que conjurarte, por el 
nombre de Yave, que no me digas 
sino la verdad?» 16 Y él le contestó: 
«He visto a todo Israel disperso por 
los montes, como ovejas sin pastor»; 
y dijo Yave: «Es que no tienen señor, 
que se vuelva cada uno en paz a su 
casa.» 

17 Y el rey de Israel dijo a Josafat: 
«¿No te decía yo que no profetiza 
bien, sino mal?» 18 Y dijo entonces él: 
«Oíd, pues, la palabra de Yave: 
Yo he visto a Yave sentado en su 
trono, y a su derecha y a su izquierda 
estaba todo el ejército de los cielos»; 
19 y Yave dijo: «¿Quién inducirá a 
Ajab, rey de Israel, a que suba, para 
caer en Ramot Galad?» Y uno decía 
una cosa, y otro decía otra; 20 pero 
salió un espíritu, que se puso delante 
de Yave y dijo: Yo le induciré. Y 
Yave le preguntó: ¿Cómo? Y él 
dijo: 21 Saldré y me haré espíritu 
de mentira en la boca de todos sus 
profetas. Y Yave le dijo: Tú le indu¬ 
cirás; tú saldrás con la tuya; ve, y 
haz así. 22 Y ahora ha puesto Yave 
el espíritu de mentira en la boca de 





CRÓNICAS II. 19, 20 


todos éstos, tus profetas, pues ha 
decretado Yave el mal contra ti.» 
23 Entonces Sedecías, hijo de Que- 
nana, se llegó a Miqueas y le dió una 
bofetada en la mejilla, diciendo: 
«¿Por que camino se ha ido de mí el 
espíritu de Yavc, # para hablarte a 
tif»> 24 Y Miqueas *le respondió: «Ya 
lo verás un día, cuando andes de cᬠ
mara en cámara para esconderte.» 

25 Entonces el rey de Israel dijo: 
«Coged a Miqueas y-llevadlo a Arnún, 
gobernador de la ciudad, y a Joás, 
hijo del rey, 26 y decid: Esto dice^l 
rey. Meted a éste en la cárcel, 4 y 
mantenedle con pan de aflicción y 
agua de angustia, hasta que yo 
vuelva en paz.» 27 Miqueas le dijo: 
«Si vuelves tú en paz, no ha hablado 
Yave por mí.» Y añadió: «Oíd, pue¬ 
blo todo, y sed testigos.» 

28 Subió, pues, el rey de Israel, y 
con él Josafat, rey de Judá a Ramot 
Galad; 29 y dijo el rey de Israel a 
' Josafat: «Yo me disfrazaré para 
entrar en la batalla; tú vístete tus 
vestiduras.» Disfrazóse el rey de 
Israel y entró asi en la batalla. 30 El 
rey de Siria había mandado a los 
jefes de los carros que con él tenía, 
diciendo: «No ataquéis a ninguno, 
ni chico ni grande, sino sólo al rey 
de Israel.» 31 Y cuando los jefes de 
los carros vieron a Josafat, dijeron: 
«Este es el rey de Israel», y le cer¬ 
caron para combatirle. Entonces cla¬ 
mó Josafat, y Yave le socorrió apar¬ 
tándolos Dios de el. 32 Los jefes de 
los carros se percataron de que no 
era el rey de Israel, y se alejaron de 
él. 33 Entonces disparó un hombre su 
arco al azar, e hirió al rey de Israel 
por entre las junturas de la armadura. 
El rey dijo entonces a su auriga: 
«Da la vuelta y sácame del campo, 
que estoy herido.» 34 El combate fue 
encarnizado aquel día y el rey de 
Israel estuvo en su carro hasta la 
tarde frente a los sirios, muriendo 
a la puesta del sol. 

1 Josafat, rey de Judá, se volvió 
1 J en paz a su casa, a Jerusalén. 

2 Salióle al encuentro Jchú, el vi¬ 
dente, hijo de Jananí, que dijo a 
Josafat: «¿Socorres al impío y ayudas 
a los que aborrecen a Yave? Por eso 
Yave está irritado contra ti. 3 Pero 
hay en ti buenas obras, porque has 
arrancado de la tierra los aseras , 
y has puesto tu corazón en buscar 
a Yave.» 


-13.H 


Reformas en la administración 
de justicia. 

4 Habitaba Josafat en Jerusalén; 
pero salió a recorrer el reino desde 
Berseba hasta la montaña de Efraím, 
para traerlos a todos a Yave, el Dios 
de sus padres. 6 Puso en la tierra 
jueces por todas las ciudades fuer¬ 
tes de Judá, por todos los lugares, 

6 y les dijo: «Mirad lo que hacéis, 
porque no juzgáis en lugar de hom¬ 
bres, sino en lugar de Yave, que está 
cerca de vosotros cuando sentenciáis. 

7 Sea, pues, sobre vosotros el temor 
de Yave, y cuidad de guardarlo; 
porque no hay en Yave, nuestro 
Dios, iniquidad ni acepción de per¬ 
sonas, ni recibir cohecho.» 8 Puso 
también Josafat en Jerusalén levi¬ 
tas, sacerdotes y jefes de las fami¬ 
lias de Israel, para que diesen a los 
habitantes el juicio de Yave, y deci¬ 
diesen las causas. 9 Les dió sus órde¬ 
nes, diciendo: «Haced en todo con 
temor de Yave, fielmente y con cora¬ 
zón perfecto. 10 En toda causa que 
venga a vosotros, de vuestros her¬ 
manos que habitan en las ciudades, 
trátese de causas de sangre, de cues¬ 
tiones de la ley, de los mandamientos, 
ceremonias y preceptos, instruidlos, 
para que no pequen contra Yave y 
caiga su cólera sobre vosotros y sobre 
vuestros hermanos, y así no pecaréis. 
11 Amarías, sacerdote, os presidirá 
en toda causa tocante a Yave; y 
Zebadías, hijo de Ismael, principe 
de la casa de Judá, en las causas to¬ 
cantes al rey; tenéis entre vosotros 
a los levitas, que serán vuestros maes¬ 
tros. Esforzaos, pues, y a la obra, 
y que Yave sea con quien bien lo 
haga.» 


Victoria de Josafat contra moabi- 
tas y amonitas. 

1 Después de esto, los hijos 
de Moab y los hijos de Ammón 
y algunos míneos, vinieron en guerra 
contra Josafat. 1 2 Dieron noticia a 
Josafat, diciendo: «Viene contra ti, 
desde q 1 otro lado del mar, una gran 
muchedumbre de Edom y están ya 
en Jasasón Tamar, que es Engadi.» 
3 En su temor, se dispuso Josafat a 
buscar a Yave y promulgó un ayuno 
para todo Judá. 4 Reuniéronse los 
de Judá para clamar a Yave, y 
vinieron para buscar a Yave de todas 

*8 







434 


CRÓNICAS II, 20 


las ciudades de Judá. 6 Puesto en¬ 
tonces en pie Josafat, en medio de 
la asamblea de Judá en Jerusalcn, 
en la casa de Yave¡ delante del atrio 
nuevo, 6 dijo: «Yave, Dios de nuestros 
padres: ¿No eres tú Dios en los cielos, 
y no eres tú quien domina a todos los 
reinos de las gentes? ¿No eres tú 
quien tiene en su mano la fuerza y 
la potencia, a que nadie puede re¬ 
sistir? 7 ¡Dios nucstrol ¿No arrojaste 
tú delante de tu pueblo Israel a los 
moradores de esta tierra, y la diste 
para siempre a la posteridad de 
Abraham que te amaba? 8 Ellos la 
habitan, y han edificado a tu nombre 
un santuario, diciendo: 9 Si nos sobre¬ 
viene alguna calamidad, la espada, 
el castigo, la peste o el hambre, nos 
presentaremos en esta casa delante 
de ti, pues tu nombre está en esta 
casa, y clamaremos a ti en la tri¬ 
bulación, y tú nos oirás y nos sal¬ 
varás. 10 Ahora, pues, he aquí que 
los hijos de Ammón y los de Moáb, 
y los del monte Seir, a cuyas tierras 
no dejaste que fuese Israel cuando 
venía de Egipto, sino que se apartase 
y no los destruyese, 11 nos pagan 
ahora queriendo echarnos de tu he¬ 
redad, que tú nos diste en posesión. 
12 jOh Dios nuestro! ¿No los juzgarás 
tú? Porque nosotros no tenemos fuerza 
contra tanta muchedumbre coma 
contra nosotros viene, y no sabemos 
qué hacer; nuestros ojos se vuelven 
a ti.» 

13 Todo Judá estaba en pie delante 
de Yave, con sus niños, sus mujeres 
y sus hijos. 14 Estaba allí Jajaziel, 
hijo de Zacarías, hijo de Benaya, 
hijo de Jeiel, hijo de Matanías, le¬ 
vita, de los hijos de Asaf, sobre quien 
vino el espíritu de Yave en medio de 
la asamblea, 16 y dij/>: «Oíd, Judá 
todo, y vosotros los moradores de 
Jcrusalén, y tú, rey Josafat: Así 
dice Yave: No temáis, ni os amedren¬ 
téis ante tan gran muchedumbre, 
porque no es vuestra la guerra, sino 
de Dios. 16 Mañana bajaréis contra 
ellos; ellos van a subir por la cuesta 
de Abis, y los hallaréis al extremo 
del valle, frente al desierto de Jeruel. 
17 No habrá por qué peleéis en esto 
vosotros; paraos, estaos quedos, y 
veréis la salvación de Yave con vos¬ 
otros. jOh Judá y Jcrusalén, no te¬ 
máis, ni desmayéis; salid mañana 
contra ellos, que Yave estará con 
vosotrosl» 

11 Echóse entonces Josafat rostro 


a tierra, y todo Judá y todos los mo¬ 
radores de Jcrusalén se postraron 
ante Yave, adorándole. 19 Los levi¬ 
tas de los hijos de Caat y de los 
hijos de Core se levantaron, para 
alabar a Yave, Dios de Israel, con 
fuerte y alta voz. 

20 Levantáronse por la mañana y 
salieron por el desierto de Tecua; 
y mientras salían, Josafat, en pie, 
dijo: «Oídme, Judá y habitantes de 
Jcrusalén. Confiad en Yave, vuestro 
Dios, y seréis seguros; creed a sus 
profetas y prosperaréis.» 21 Después, 
habido consejo con el pueblo, puso 
cantores de Yave para alabar la 
hermosura de su santuario delante del 
ejército: 

«Alabad a Yave, porque es eterna 
su misericordia.» 

22 Y en cuanto comenzaron los 
cantos y alabanzas, arrojó Yavt\ dis¬ 
cordia sobre Aminón, Moab y los del 
monte Seir, que habían venido contra 
Judá, y se mataron unos a otros. 
23 Echáronse los hijos de Ammón y 
Moab sobre los moradores del monte 
Seir, para destruirlos y exterminar¬ 
los; y cuando hubieron acabado con 
los habitantes del monte Seir, unos 
a otros se destruían. 24 Cuando Judá 
llegó a la altura desde la cual se des¬ 
cubre el desierto, y miraron del lado 
donde estaba la muchedumbre, no 
vieron más que cadáveres por tierra; 
ninguno había escapado. 26 Josafat 
y su gente fueron a apoderarse de 
los despojos, hallando entre los cadᬠ
veres muchas riquezas y objetos 
preciosos; cogiendo tantos, que no 
pudieron llevárselo todo de una vez 
y emplearon tres dias en re coger el 
botín; tan considerable fue. 26 Al 
cuarto día, se reunieron en el valle 
de Bcraca, donde alabaron a Yave. 
Por eso llamaron a este valle Be- 
raea, nombre que lleva todavía hoy. 

27 Los hombres de Judá y de Jeru- 
salén, eon Josafat a la cabeza, par¬ 
tieron gozosos para volverse a Jeru¬ 
salcn, pues Yave los había llenado de 
alegría, librándolos de sus enemigos. 
28 Entraron en Jcrusalén, en la casa 
de Yave, al son de las cítaras, los 
salterios y las trompetas. 29 El terror 
de Yave se apoderó de todos los reinos 
de las otras tierras, cuando supieron 
que Yave había combatido contra 
los enemigos de Israel. 30 El reinado 
de Josafat fué tranquilo y su Dios 
le dió la paz en todas partes. 

81 Josafat reinó sobre Judá. Tenía 







CRÓNICAS II, 21 


435 


treinta y cinco años cuando comenzó 
a reinar, y reinó veinticinco años 
en Jerusalén. Su madre se llamaba 
Azuba, hija de Silji. 32 Anduvo por 
el camino de Asa, su padre, sin apar¬ 
tarse de él, haciendo lo recto a los 
ojos de Yave. 33 Pero los altos no 
desaparecieron y el pueblo no tenía 
su corazón firmemente apegado al 
Dios de sus padres. 

34 El resto de los hechos de Josafat, 
los primeros y los postreros, están 
escritos en la historia de Jehú, hijo 
de Jananí, que fué inserta en el libro 
de los reyes de Israel. 36 Josafat, rey 
de Judá, se alió con el rey de Israel, 
Ocozías, que ftié un impío, 36 y se 
asoció con él para construir naves 
que fueron a Tarsis, haciéndose las 
naves en Asion-Gucber. 37 Entonces 
Eliezer, hijo de Dodava, de Maresa, 
profetizó contra Josafat, diciendo: 
«Por haberte asociado con Ocozías, 
Yave destruirá tu obra.» Las naves se 
destrozaron y no pudieron ir a Tarsis. 

21 1 Josafat se durmió con sus 

padres, y fué sepultado en la ciu¬ 
dad de David. Le sucedió Joram, su 
hijo. 

Joram, rey de Judá. 


2 Joram, hijo de Josafat, tuvo por 
hermanos a Azarías, Jejicl, Zacarías, 
Azarías, Micael y Sefatías, todos 
hijos de Josafat, rey de Israel. 

3 Habíales hecho su padre grandes 
donaciones de plata, oro y objetos 

preciosos, con ciudades fuertes en 

Judá; pero dejó el reino a Joram, 
por ser el primogénito. 2 3 4 Cuando 

Joram se posesionó del reino y se 

afirmó en él, pasó a cuchillo a todos 
sus hermanos y a algunos jefes de 
Israel. 5 Tenía Joram treinta y dos 
años cuando comenzó a reinar, y 
reinó ocho años en Jcrusalen. 6 An¬ 
duvo por los caminos de los reyes de 
Israel; como había hecho la casa de 
Ajab, pues tuvo por mujer a una hija 
de Ajab, e hizo lo malo a los ojos de 
Yave. 7 8 Pero no quiso Yave destruir 
la casa de David, por la alianza que 
había hecho con David y la promesa 
que le hizo de darle siempre una lám¬ 
para a él y a sus hijos. 

8 En su tiempo se rebeló Edom 

contra el dominio de Judá, y se dió 

un rey'. 9 Marchó Joram con sus jefes 

y todos sus carros, y levantándose 

de noche derrotó a los de Edom, que 


le tenían cercado a él y a los jefes de 
sus carros. 10 * * Sin embargo, la rebe¬ 
lión de Edom contra el dominio de 
Judá dura hasta hoy. También se 
rebeló contra su dominio Lobna, 
porque había dejado a Yave, Dios 
de sus padres. 

11 Joram se hizo altos en los mon¬ 
tes de Judá, incitó a los habitantes 
de Jerusalén a la prostitución ido¬ 
látrica (1), e impelió a ella a Judá. 
12 Recibió un escrito del profeta Elias, 
que decía: «He aquí lo que dice Yave, 
Dios de tus padres: «Por no haber 
andado por los caminos de Josafat, 
tu padre, ni por los de Asa, rey de 
Judá, 13 antes bien por los de los 
reyes de Israel; por haber hecho 
fornicar a Judá y a los moradores de 
Jerusalén, como fornica la casa de 
Ajab, y por haber dado muerte a tus 
hermanos, a la casa de tu padre, que 
eran mejores que tú, 14 Yave casti¬ 
gará a tu pueblo con una plaga muy 
grande, y a tus hijos y a tus muje¬ 
res y a tu hacienda, 15 y a ti con una 
violenta enfermedad, con enfermedad 
de tus entrañas, que aumentará de 
día en día, hasta que las entrañas 
se te salgan por la fuerza del mal.» 

16 Despertó entonces Yave contra 
Joram el espíritu de los filisteos y de 
los árabes, que habitan cerca de los 
etíopes; 17 los cuales subieron contra 
Judá, invadieron la tierra y pillaron 
toda la hacienda que hallaron de la 
casa del rey, y se llevaron a sus hijos 
y a sus mujeres, no quedándole otro 
hijo que Joacaz, el menor de todos. 
18 Después de esto, le hirió a él Yave 
en las entrañas de una enfermedad 
incurable, 19 que fué creciendo de 
día en día, hasta que al fin del año 
segundo se le salieron a Joram las 
entrañas, por la violencia del mal. 
Murió en medio de los más acerbos 
dolores, y su pueblo no quemó per¬ 
fumes en su honor, como lo había 
hecho con sus padres. 

20 Treinta y dos años tenía cuando 
comenzó a reinar, y reinó ocho años 


(i) Al piadoso Josafat le sucede un hija 
impío, Joram, que destruye todo cuanto su 
padre había hecho por reformar religiosamente 
a Judá. Lo mismo ocurre luego al suceder a 
E2equías su hijo Manasés, siendo esto muestra 
de que las varias reformas religiosas tuvieron 
más de externas y políticas que de internas y 
religiosas. A Joram le envía el profeta Elias 
una carta reprochándole su impía conducta y 
anunciándole severos castigos contra él y su 
casa. 






CRÓNICAS II, 22, 23 


en Jerusalén. Se fué sin ser Horado 
de nadie, y le sepultaron en la ciudad 
de David, pero no en los sepulcros de 
los reyes. 


Oeozías, rey de Jndn, muere a 
manos de Jehú. 


22 1 Los habitantes de Jerusalén 
proclamaron sucesor de Joram 
a Oeozías, el menor de sus hijos, 
porque la tropa que había venido 
al campo con los árabes había dado 
muerte a todos los mayores que él. 
Así, Oeozías, hijo de Joram, fué rey 
de Judá. (i) 2 * Tenía Oeozías veintidós 
años cuando comenzó a reinar, y 
reinó un año en Jerusalén. Su madre 
se llamaba Atalía, hija de Omrí. 

3 Anduvo por los caminos de la casa 
de Ajab, pues su madre le aconsejaba 
impíamente. 4 * Hizo lo malo a los 
ojos de Yave, como la casa de Ajab, 
que después de la muerte de su padre 
le sirvió de consejero para su perdi¬ 
ción. 6 Llevado de sus consejos, fué 
con Joram, hijo de Ajab, rey' de 
Israel, a la guerra contra Jazaeí, rey 
de Siria, a Ramot Calad, y los sirios 
hirieron a Joram. 6 Volvióse éste a 
Jezreel para curar las heridas que 
los sirios le habían hecho en Rama, 
cuando luchaba contra Jaznel, rey 
de Siria. Bajó Oeozías a ver a Jora ni, 
hijo de Ajab, a Jezreel, donde esta¬ 
ba herido; 7 y por voluntad de Dios, 
para su ruina, bajó Oeozías a ver a 
Joram; pues llegado allí, salió con 
Joram al encuentro de Jehú, hijo de 
Nimsí, a quien Yave había ungido 
para exterminar a la casa de Ajab; 
* y mientras Jehú hacía justicia con 
la casa de Ajab, dió con los jefes de 
Judá y eon los hijos de los herma¬ 
nos de Oeozías, que estaban al ser¬ 
vicio de Oeozías, y los mató; 9 buscó 
a Oeozías, que fué hallado en Sama¬ 
ría, donde se había escondido; y le 
cogieron y llevaron a Jelni, que le 
dió muerte; sepultáronle, porque di¬ 
jeron: «Es hijo de Josafat, que 
buscó a Yave de todo corazón.» 


Atalía, reina de Judá. 


No quedaba de la casa de Oeozías 
persona en edad de reiuar: 10 y Atalía, 
madre de Oeozías, viendo que era 
muerto su hijo, se alzó y exterminó 
a^toda la estirpe real de la casa de 


Judá; 11 pero Joscbet, hija del rey, 
cogió a Joás, hijo de Oeozías, y le 
arrebató de en medio de los hijos" del 
rey cuando los mataban, escondién¬ 
dole a él ya su nodriza en el dormito¬ 
rio. Así Josebet, hija del rey Joram, 
mujer del sacerdote Joyada y her¬ 
mana de Oeozías, le escondió de Ata- 
lía, que no pudo matarle. 12 Seis años 
estuvo escondido con ellos en la casa 
de Dios, y era en tanto Atalía la que 
reinaba en la tierra (1). 


(i) La impía Atalía. de origen fenicio, está 

a punto de extinguir la dinastía davídica, pero 

Dios asegura la sucesión y la transmisión de 

las promesas mesiánicas hechas a David, sal¬ 

vando al niño Joás. 


Proclamación do Joás. Muerte de 
Atalía. 




1 Al sétimo año revistióse Jo- 
yada de valor, y se concertó 
con los jefes de centenas: Azarías, 
hijo de Jerojam, Ismael, hijo de Jo- 
janán, Azarías, hijo de Obed, Masaya, 
hijo de Adaya, y Elisafat, hijo de 
Zicrí. 2 Recorrieron Judá y reunieron 
a los levitas de todas las ciudades 
de Judá, y a los jefes de las familias 
de Israel, que vinieron a Jerusalén; 
3 y toda la asamblea hizo alianza con 
el rey en la casa de Dios. Joyada 
les dijo: «Ahí tenéis al hijo del rey, 
que reinará, como lo ha dicho Yave, 
de los hijos de David. 4 Mirad lo que 
habéis de hacer. El tercio de vosotros, 
que el día del sábado entra de ser¬ 
vicio eon los sacerdotes y levitas, 
hará la guardia en los atrios; 6 otro 
tercio estará en el palacio del rey, 
y el otro en la puerta de Jesod. Todo 
el pueblo se reunirá en el atrio de 
la casa de Yave. 6 Que no entre ni 
salga nadie de la casa de Yave, fuera 
de los sacerdotes y levitas que están 
de servicio; éstos podrán entrar, por¬ 
que están consagrados. 7 Todo el 
pueblo hará la guardia de Yave, y 
los levitas rodearán al rey por todas 
partes; cada uno tendrá las armas en 
su mano, y quienquiera que entrare 
en la casa, morirá. Estaréis con el 
rey cuando éste entre y salga.» 

8 Los levitas y todo Judá hicieron 
todo lo que el sacerdote Joyada había 
mandado; y cada uno tomó a los 
suyos, los que entraban en servicio 
V los que salían de servicio el sábado, 
pues el sacerdote Joyada no exeep- 










CRÓNICAS II, 24 


137 


tuó a ninguna de las divisiones. 9 "El 
saecrdote Joyada entregó a los jefes 
de centenas las lanzas y los escudos, 
grandes y pequeños, que provenían 
del rcv David y se hallaban en la 
casa de Dios. 10 Hizo que rodeasen 
al rey, poniendo a todo el pueblo 
cada uno con las armas en la mano, 
desde el lado dereeho hasta el lado 
izquierdo de la casa, junto al altar 
y por toda la casa; 11 y adelantando 
al hijo del rev, pusieron sobre su 
cabeza la diadema v el testimonio, 
y le proclamaron rey. Joyadn y sus 
hijos le ungieron, y “gritaron: «¡Viva 
el revi» 

13 Átalía oyó el estrépito del pueblo, 
í que corría y aclamaba al rey; vino 
a donde estaba el pueblo en la casa 
de Yavc, 13 y miró. Estaba el rey 
sentado en su estrado, a la entrada, 
y los jefes y las trompetas estaban 
junto al rey; y todo el pueblo de la 
tierra daba muestras de gran ale¬ 
gría, y sonaban las trompetas, y los 
cantores con los instrumentos de mú¬ 
sica entonaban cánticos de alabanza. 
Atalía rasgó sus vestiduras y gritó: 
«¡Conspiración, conspiración!» 14 En¬ 
tonces el sacerdote Jovada, llamando 
a los jefes de centena que estaban al 
frente de las tropas, les dijo: «Sacadla 
de las filas, y a quienquiera que 
la siga le matáis.» Pues el sacerdote 
dijo: «No la matéis en la casa de 
Yave.» 16 Hízosele lugar, y se enca¬ 
minó al palacio real por la entrada 
de la puerta de los caballos, y allí 
la mataron. 16 Jovada hizo alianza 
entre Yave, el pueblo todo y el rev, 
de ser el pueblo de Yave. 17 Después 
de esto entró todo el pueblo en el 
templo de Baal y lo derribaron, echan¬ 
do por tierra sus altares, haciendo pe¬ 
dazos sus imágenes, y mataron de¬ 
lante del altar a Matan, sacerdote 
de Baal (1). 

18 Luego ordenó Jovada los oficios 
en la casa de Yave, por mano de los 
sacerdotes y levitas, según la ordena¬ 
ción hecha por David en la casa de 
Yave, para ofrecer a Yave holocaus¬ 
tos, como está escrito en la ley de 
Moisés, en medio de cantos de jú¬ 
bilo, conforme a la ordenación de 
David. 19 Puso también los porte¬ 
ros a las puertas de la casa de Yave, 
para que por ninguna entrase ningún 


(i) El sacerdote Joyada renueva la alianza 
de Yave con el pueblo, de ser éste el pueblo 
de Yave. 


inmundo. 20 Y tomando luego a los 
jefes de centena, a los jefes del pue¬ 
blo y al pueblo todo de la tierra, 
llevaron al rey de la casa de Yave; 
y llegados al medio de la puerta prin¬ 
cipal de la casa del rev, sentaron al 
rev sobre el trono del reino. 21 Todo 
el pueblo de la tierra estaba lleno de 
júbilo, y la ciudad se estuvo tranquila. 
Atalía había sido muerta a espada. 


Joás, rey de Judá. 

24 1 Siete años tenía Joás cuando 
~ comenzó.a reinar, y reinó cua¬ 
renta años en Jerusalén. Su madre 
se llamaba Sibya, de Berseba. 

2 Hizo Joás lo que es recto a los 
ojos de Yave, todo el tiempo de vida 
del sacerdote Joyada. 3 Joyada tomó 
para Joás dos mujeres, y Joás en¬ 
gendró hijo e hijas. 

4 Después de esto vino a Joás el 
pensamiento de reparar la casa de 
Yave: 5 y reuniendo a los sacerdotes 
y levitas, les dijo: «Salid por todas 
las ciudades de Judá, v recoged cada 
año, de todo Israel, dinero para re¬ 
parar la casa de vuestro Dios, y poned 
en esto gran diligencia.» Pero los 
levitas no se dieron prisa; * y lla¬ 
mando el rey a Joyada, sumo sacer¬ 
dote, le dijo: «¿Por qué no has cui¬ 
dado de que los levitas trajesen de 
Judá y de Jerusalén el tributo im¬ 
puesto por Moisés, siervo de Dios, a 
toda la congregación de Israel, para 
el tabernáculo del testimonio? 7 Pues 
la impía Atalía y sus hijos han sa¬ 
queado la casa de Dios, empleando 
para servir a los baales todo lo con¬ 
sagrado a la casa de Yave.» 

8 Mandó entonces el rey que se 
hiciera un arca, y la pusieran fuera 
a la entrada de la casa de Yave; 
9 y se pregonó por Judá y Jerusalén 
que trajesen a Yave el tributo que 
Moisés, siervo de Dios, había im¬ 
puesto a Israel en el desierto. 10 Todos 
los jefes y el pueblo todo se compla¬ 
cieron en ello, y traían y echaban en 
el arca lo que había de pagarse. 
11 En el momento oportuno, cuando 
los levitas veían que en el arca había 
mucho dinero, que había que entre¬ 
gar a los intendentes del rey, el se¬ 
cretario del rey y el comisario del 
sumo sacerdote venían a vaeiar el 
arca, y luego volvían a ponerla en 
su sitio, haciendo así todos los días 
y recogiendo^dinero en abundancia. 








438 


CRÓNICAS II, 25 


18 El rey y Joyada se lo entregaban 
a los encargados de hacer las obras 
en la casa de Yave, para pagar a los 
canteros y carpinteros, para la repa¬ 
ración de la casa de Yave, así como 
a los herreros y broncistas para repa¬ 
rar la casa de Yave. 

13 Los oficiales trabajaron e hicie¬ 
ron las reparaciones necesarias, res¬ 
tituyendo a su estado la casa de Dios 
y consolidándola. 14 Cuando se ter¬ 
minaron las obras, llevaron al rey y 
a Joyada el resto del dinero, y de 
él se hicieron utensilios para la casa 
de Yave, los utensilios para el ser¬ 
vicio, para los holocaustos, copas y 
otros utensilios de oro y de plata. 
Durante toda la vida de Joyada se 
ofrecieron continuamente holocaus¬ 
tos en la casa de Yave. 

15 Murió Joyada viejo y harto 
de días; tenía al morir ciento treinta 
años. 16 Fué sepultado en la ciudad 
de David, con los reyes, pues había 
hecho mucho bien a Israel, y por Yave 
y su casa. 


Idolatría y castigos. 

17 Después de la muerte de Joyada, 
comenzaron los príncipes a adular al 
rey, y éste los escuchó, 18 y dejando 
la casa de Yave, Dios de sus padres, 
sirvieron a los aseras y a los ídolos; 
y vino la ira de Dios sobre Judá 
y sobre Jcrusalén, porque se habían 
hecho culpables. 19 Yave les mandó 
pr< fetas para reducirlos a él, pero 
no escucharon sus protestaciones. 
20 El espíritu de Dios descendió sobre 
Zacarías (l), hijo del sacerdote Joyada, 
que presentándose ante el pueblo, 
dijo: «Así habla Dios: ¿Por qué que¬ 
brantáis los mandamientos de Yave? 
No os vendrá bien por ello, pues si 
vosotros dejáis a Yave, Yave os de¬ 
jará a vosotros." 21 Conjuráronse con¬ 
tra él, y de orden del rey le lapida¬ 
ron en el atrio de la casa de Yave. 
22 No se acordó el rey Joás del bien 
que le había hecho Joyada, padre 
de Zacarías, y dió muerte a su hijo. 
Zacarías dijo al morir: «Vea Yave, 
y él lo requiera.» 

23 A la vuelta del año, subió contra 


(i) Zacarías, hijo de Joyada, es el profeia 
a quien se refiere Cristo Nuestro Señor en 
Mt. 23, 35. Según San Jerónimo, en el Evan¬ 
gelio de los nazarenos se lela hijo de Joyada, 
en vez de hijo de Baraqulas, como se dice en 
esle lugar. 


él el ejército de Siria, que vino a 
Judá y Jcrusalén. Mataron de entre 
el pueblo a todos los príncipes de él, 
y llevaron todos sus despojos al rey 
de Damasco. 24 El ejército de Siria 
había venido con poca gente; pero 
Yave entregó en sus manos un ejér¬ 
cito muy considerable, porque habían 
abandonado a Yave, Dios de sus pa¬ 
dres. 25 Los sirios hicieron justicia en 
Joás; y una vez que se retiraron, 
dejándole en gran dolor, conspiraron 
contra él sus servidores, para vengar 
la sangre de los hijos de Joyada, 
sacerdote, y le dieron muerte en su 
lecho. Murió, y fué sepultado en la 
ciudad de David, mas no en los se¬ 
pulcros de los reyes. 26 Los que cons¬ 
piraron contra él fueron Zabud, hijo 
de Simat, amonita, „y Jozabad, hijo 
de Simrit, moabita. 

27 Lo que toca a sus hijos, a las 
grandes cargas que hubo de soportar 
y a las reparaciones hechas en la casa 
de Dios, escrito está en las historias 
de los libros de los reyes. Le sucedió 
Amasias, su hijo. 


Amasías, rey de Judá. 

25 1 Veinticinco años tenía Ama- I 

sías cuando comenzó a reinar, 
y reinó veintinueve años en Jcrusalén. 

Su madre se llamaba Joadán, de 
Jcrusalén. 

2 Hizo lo recto a los ojos de Yave, 
pero no con un corazón perfecto del 
todo. 3 Luego que se afirmó en el 
trono, dió muerte a los siervos que 
habían asesinado a su padre, 4 pero 
no mató a sus hijos; conforme a lo 
que está escrito en la ley, en el I 
libro de Moisés, donde manda Yave: 
«No morirán los padres por los hijos, I 
ni los hijos por los padres, sino que 1 
cada uno morirá por su pecado.» 

6 Reunió Amasias a Judá y cons- 1 
tituyó según las casas paternas, jefes I 
de millares y de centenas, por todas I 
las ciudades de Judá y Benjamín. 
Hizo el censo desde los veinte años 
arriba, y fueron hallados trescientos 
mil aptos para la guerra, armados 
de lanza y escudo. 6 Tomo de Israel 
a sueldo cien mil hombres valientes, 1 
por cien talentos de plata. 7 Vino a 
él un hombre de Dios y le dijo: «¡Oh 
reyl Que no vaya contigo el ejercito 
de Israel, pues no está Yave con Is¬ 
rael, con todos esos hijos de Efraím. 

8 Si vas con ellos, aunque tú hagas 









CRÓNICAS XI, 26 


4ay 


en el combate esfuerzos de valor, 
Dios te hará caer ante el enemigo, 
porque tiene Dios poder para levan- 
tar y para derribar.» 9 Amasias dijo 
entonces al hombre de Dios: «¿Qué 
será, pues, de los cien talentos que 
he entregado a las tropas de Israel?» 
Y el hombre de Dios le respondió: 
«Mucho más que eso puede darte 
Yavc.» 10 Entonces Amasias apartó 
la tropa que había venido de Efraím, 
para que se volvieran a sus casas; 
ellos se irritaron fuertemene contra 
Judá, y se volvieron a sus casas enfu¬ 
recidos. 11 Amasias se esforzó, y a la 
cabeza de su pueblo vino al valle de 
la sal, y deshizo a diez mil hombres 
de los hijos de Seir. 12 Los hijos de 
Judá apresaron vivos a diez mil, y 
llevándolos a la cresta de una roca 
los despeñaron, y todos se hicieron 
pedazos. 

13 Los de la tropa que Amasias 
había despedido, para 1 que no fuesen 
con él a la guerra, se derramaron por 
las ciudades de Judá, desde Samaría 
hasta Betorón, y mataron a tres mil 
personas y tomaron muchos despo¬ 
jos. 14 Al regresar Amasias, de la de¬ 
rrota de los edoinitas, trajo también 
consigo los dioses de los hijos de Seir, 
y se los puso por dioses (1), prosternán¬ 
dose ante ellos y quemándoles per¬ 
fumes. 16 Encendióse el furor de Ya ve 
contra Amasias, y le mandó un pro¬ 
feta que le dijo: «¿Por qué has bus¬ 
cado los dioses de esas gentes, que 
no pudieron librar a su pueblo de 
tus manos?» 16 Cuando esto le dijo 
el profeta, respondió él: «¿Y quién 
te ha hecho a ti consejero del rey? 
¿Es que quieres que te maten?» El 
profeta se retiró, diciendo: «Yo sé 
que Dios ha decretado destruirte, 
por haber hecho eso y no haber es¬ 
cuchado mi advertencia.» 

17 Amasias, después de haber te¬ 
nido consejo, mandó a decir a Joás, 
hijo de Joacaz, hijo de Jehú, rey de 
Israel: «Yen, que nos veamos las 
caras.» 18 Entonces Joás, rey de Israel, 
envió a decir a Amasias, rey de Judá: 
«El cardo del Líbano mandó a decir 
al cedro del Líbano: da tu hija por 
mujer a mi hijo. Pero vinieron las 
fieras del Líbano, pisaron y holla¬ 
ron el cardo. 19 Tú te dices: he derro¬ 
tado a Edom; y tu corazón se ha en¬ 
soberbecido. Quédate en tu casa. 


(i) Este hecho de Amasias muestra la arrai¬ 

gada tendencia de los israelitas a la idolatría. 


¿Para qué has de meterte en una em¬ 
presa desgraciada, que será tu ruina 
y la ruina de Judá?» 20 Pero Amasias 
no le escuchó, porque había resuelto 
Dios entregarle en sus manos, por 
haber buscado a los dioses de Edom. 

21 Subió, pues, Joás, rey de Israel, 
y viéronsc las caras él y Amasias, 
rey de Judá, en Bctsames, que está 
en Judá; 22 y cayó Judá delante de 
Israel, y huyeron cada uno a su casa. 
23 Joás, rey de Israel, apresó en Bet- 
sames a Amasias, rey de Judá, hijo 
de Joás, hijo de Joacaz, y le llevó a 
Jerusalén, donde abrió una brecha 
de cuatrocientos codos, desde la puer¬ 
ta de Efraím basta la puerta de la 
esquina. 24 Tomó el oro y la plata y 
todos los vasos sagrados que había 
en la casa de Dios al cuidado de Obe- 
dedom, y los tesoros del palacio real, 
y a los hijos de los príncipes, y se 
volvió a Samaría. 

26 Amasias, hijo de Joás, rey de 
Judá, vivió quince años después de 
la muerte de Joás, hijo de Ocozías, 
rey de Israel. 

26 El resto de los hechos de Ama¬ 
sias, los primeros y los postreros, ¿no 
está escrito en el libro de los reyes 
de Judá y de Israel? 27 Después que 
Amasias se apartó de Yave, trama¬ 
ron una conjuración contra él en 
Jerusalén; y como huyera a Laquis, 
mandaron tras él a Laquis los con¬ 
jurados, y le mataron allí. 28 Trajé- 
ronle en caballos, y le sepultaron con 
sus padres en la ciudad de David. 


Ozías, rey de Judá. 

o/- 1 Todo el pueblo de Judá tomó a 

ZÜ Ozías, de edad de dieciséis años, 
y le puso por rey en lugar de su padre, 
Amasias. 2 Ozías reconstruyó Elat y 
la restituyó al dominio de Judá, de¬ 
piles que el rey se durmió con sus 
padres. 3 Dieciséis años tenía Ozías 
cuando comenzó a reinar, y reinó 
cincuenta y dos años en Jerusalén. 
Su madre se llamaba Jecolía, de 
Jerusalén. 4 Hizo lo recto a los ojos 
de Yave, enteramente como lo había 
hecho Amasías, su padre. 6 Se di ó 
a buscar a Yave durante la vida de 
Zacarías, que le educó en el temor 
de Dios; y mientras él buscó a Yave, 
Dios le protegió. 6 Tuvo guerra con¬ 
tra los filisteos, y derribó las mura¬ 
llas de Get, las de Jabne y las de 
Azoto, y reconstruyó ciudades en el 









I 10 


CRÓNICAS II, 27, 28 


territorio de Azoto y en el de los 
filisteos. 7 Dios le ayudó contra los 
filisteos, contra los árabes, que habi¬ 
taban en Gur Baal, y contra los 
míneos. 

8 Los amonitas traían presentes a 
Ozías, y su fama se extendió hasta 
las fronteras de Egipto, pues llegó 
a ser muy poderoso. 9 Alzó en Jcru- 
salén torres en la puerta de la es¬ 
quina, y las fortificó. 10 Construyó 
torres en el desierto y excavó muchas 
cisternas, porque tenía muchos ga¬ 
nados en los valles y en el llano, y 
labradores y viñadores en la montaña 
y en el Carmel, pues era muy aficio¬ 
nado a la agricultura. 11 Tuvo un 
ejército de soldados, que iban a la 
guerra por bandas, contadas según 
el censo que de ellas hicieron el se¬ 
cretario Jeiel y el comisario Maseya, 
a las órdenes de Jananía, uno de lo 
jefes del rey. 12 El número total de 
los jefes de casas paternas, de gue¬ 
rreros valientes, era de dos mil sete¬ 
cientos, 13 que mandaban un ejército 
de trescientos siete mil cinco solda¬ 
dos, capaces de sostener al rey contra 
el enemigo. 14 Ozías proveyó a todo 
el ejercito de escudos, lanzas, cáseos, 
corazas, arcos y hondas. 15 Construyó 
en Jerusalén máquinas inventadas 
por un ingeniero, destinadas a las 
torres y a los ángulos, para lanzar 
flechas y gruesas piedras. Su fama 
se extendió lejos, porque supo ayu¬ 
darse maravillosamente hasta llegar 
a ser fuerte. 16 Mas cuando se hubo 
fortalecido, se ensoberbeció su cora¬ 
zón hasta corromperse, y se rebeló 
contra Yavc, su Dios, entrando en 
el templo de Ya ve para quemar in¬ 
cienso en el altar de los perfumes. 
17 El sacerdote Azarías entró tras él 
con ochenta sacerdotes de Yavc, hom¬ 
bres valerosos, 18 que se opusieron 
al rey Ozías, y le dijeron: «Tú, Ozías, 
no tienes derecho a ofrecer perfumes 
a Yavc. Eso pertenece a los sacer¬ 
dotes, hijos de Arón, que han sido 
consagrados para ello. Sal del san¬ 
tuario, porque estás prevaricando, y no 
te será esto de honor ante Yave, Dios.» 

19 Enfurecióse Ozías, que tenía un 
incensario en la mano; y en ésta su 
ira contra los sacerdotes, brotó la 
lepra en su frente, en presencia de los 
sacerdotes, en la casa de Yavc, cerca 
del altar de los perfumes. 20 El sumo 
sacerdote, Azarías, y todos los sacer¬ 
dotes, pusieron en él sus ojos, vieron 
a lepra sobre su frente, y le arroja¬ 


ron precipitadamente fuera. El mismo 
apresuróse a salir, porque le había 
herido Yave. 21 El rey Ozías fué le¬ 
proso hasta el día de su muerte, y 
vivió apartado en una casa, excluido 
de la casa de Yave. Jotán, su hijo, 
estaba al frente de la casa del rey, 
y juzgaba al pueblo de la tierra. 

22 El resto de los hechos de Ozías, 
los primeros y los postreros, fué es¬ 
crito por Isaías, hijo de Amos, profeta. 

23 Ozías se durmió con sus padres, 
y fué sepultado en el campo de los 
sepulcros, no con los reyes de Israel, 
por ser leproso. Le sucedió Jotán, 
su hijo. 


Jotán, rey de Judá. 

1 Veinticinco años tenía Jotán 
Z í cuando comenzó a reinar, y 
reinó dieciséis años en Jerusalén. Su 
madre se llamaba Jerusa, hija de 
Sadoc. 2 Hizo lo recto a los ojos de 
Yave, enteramente como había hecho 
Ozías, su padre, pero no entró como 
él en el templo de Yave. Seguía, sin 
embargo, la corrupción del pueblo. 

8 Jotán construyó la puerta su¬ 
perior de la casa de Yave, c hizo 
bastantes edificaciones sobre los mu¬ 
ros de Ofel. 4 Edificó ciudades en la 
montaña de Judá, y fortalezas y 
torres en los bosques. 6 Hizo la 
guerra contra el rey de los hijos de 
Ammón, y los venció. Los hijos de 
Ammón le entregaron aquel año cien 
talentos de plata, diez mil coros de 
trigo y diez mil de cebada, y siguieron 
pagándole el segundo y el tercer año. 
6 Jotán llegó a ser poderoso, porque 
se afirmó en los caminos de Yave, 
su Dios. 

7 El resto de los hechos de Jotán, 
todas sus guerras, todo cuanto hizo, 
está escrito en el libro de los reyes 
de Israel y de Judá. 8 Tenía veinti¬ 
cinco años cuando comenzó a reinar, 
y reinó dieciséis años en Jerusalén. 

9 Se durmió con sus padres, y fué se¬ 
pultado en la ciudad de David. Le 
sucedió Ajaz, su hijo. 

Ajaz, rey de Judá. 

q 1 Veinte años tenía Ajaz cuando 
Zo comenzó a reinar, y reinó die¬ 
ciséis años en Jerusalén. No hizo 

10 recto a los ojos de Yavc, como lo 
hizo David, su padre. 2 Marchó por 
los caminos de los reyes de Israel, 
y aun se hizo imágenes fundidos de 





CRÓNICAS II, 29 


111 


Baal, 1 * * y quemó perfumes en el valle 
de los hijos de Hinón, y pasó a sus 
hijos por el fuego, según las abomi¬ 
naciones de las gentes que Ya ve ha¬ 
bía arrojado ante los hijos de Israel. 
4 Ofrecía sacrificios y perfumes en 
los altos, sobre los collados y bajo 
todo árbol frondoso. 5 Yave, su Dios, 
le entregó en manos del rey de Siria, 
y los sirios le derrotaron haciéndole 
gran número de prisioneros, que se 
llevaron a Damasco. Fué entregado 
también en manos del rey de Israel, 
que le hizo experimentar una gran 
derrota (1). 6 Pecaj, hijo de Romelía, 
mató en un solo día, en Judá, a 
ciento veinte mil hombres, todos va¬ 
lientes, porque habían dejado a Yave, 
Dios de sus padres. 7 Zierí, guerrero 
de Efraím, mató a Maseya, hijo del 
rey, a Azrieam, jefe de la easa del 
rey, y a Eleana, segundo después del 
rey. 8 Los hijos de Israel hicieron 
entre sus hermanos doscientos mil 
prisioneros, mujeres, hijos e hijas, y 
les hicieron mueho botín, que se lle¬ 
varon a Samaría. 

9 Había un profeta de Yave lla¬ 
mado Obed, que fué al encuentro 
del ejército, que volvía a Samaría, 
y les dijo: «Yave, Dios de vuestros 
padres, en su cólera contra Judá, los 
ha entregado en vuestras manos, y 
vosotros los habéis matado con furor, 
que ha subido hasta el cielo. 10 Ahora 
queréis hacer de los hijos de Judá 
vuestros esclavos y vuestras esclavas. 
Pero vosotros, ¿no sois culpables 
contra Yave, vuestro Dios? 11 Oídme, 
pues, y devolved esos cautivos que 
habéis hecho entre vuestros hermanos, 
porque os amenaza la cólera encen¬ 
dida. de Yave.» 12 Algunos de entre 
los jefes de Efraím, Azarías, hijo de 
Jojanán, Bercquías, hijo de Bcse- 
limot, Écequías, hijo de Salum, y 
Amasa, hijo de Adlaí, se opusieron 
a los que venían en el ejército, 13 y 
les dijeron: «No entréis con esos cau¬ 
tivos, porque sería añadir pecados 
sobre pecados, a los que nosotros 
hemos cometido contra Yave. Dema¬ 
siado culpables somos ya, y la cólera 
encendida de Yave está sobre Israel.» 
14 Los soldados abandonaron los cau¬ 
tivos y el botín ante los jefes y ante 
toda la asamblea, 16 y los hombres 
de que se ha hecho mención tomaron 


los cautivos, empleando el botín en 
vestir a los desnudos; les dieron ves¬ 
tidos y calzado, les dieron de comer 
y de beber, los ungieron; y montando 
en asnos a los que estaban fatigados, 
los condujeron a Jericó, la ciudad 
de las palmas, a sus hermanos, y 
luego se volvieron a Samaría. 

16 En aquel tiempo el rey Ajaz 
mandó a pedir socorros al rey de 
Asiria. 17 Los edomitas volvieron 
otra vez y derrotaron a Judá, lle¬ 
vándose cautivos. 18 Los filisteos 
invadieron las ciudades del llano y 
del mediodía de Judá, tomaron a 
Betsamcs, Avalón, Cucderot, Soco y 
las ciudades de su dependencia, Guim- 
zo y las ciudades de su dependencia, 
V se establecieron en ellas. 19 Así 
humillaba Yave a Judá por causa 
de Ajaz, rey de Israel, que había 
arrojado la disolución en Judá y 
pecado contra Yave. 20 Tcglat-Fala- 
sar, rey de. Asiria, vino contra él 
y le estrechó sin darle respiro. 

21 Ajaz despojó la easa de Yave. 
la del rey y las de los príncipes, para 
hacer un presente al rey de Asiria, 
pero no le sirvió de liada. 22 A pesar 
de verse en gran aprieto, el rey Ajaz 
seguía pecando contra Yave; 23 sa¬ 
crificaba a los dioses de Damasco, 
que le habían herido, diciéndose: 
«Puesto que los dioses de los reyes 
de Siria los ayudan, voy a sacrifi¬ 
carles, para que me socorran a mí.» 
Pero fueron la ocasión de su ruina, 
y de la de todo Israel. 24 Ajaz reunió 
los utensilios de la easa de Dios, y 
los hizo pedazos; cerró las puertas 
de la casa de Yave, se hizo altares 
en todos los rincones de Jcrusalén, 
26 y levantó altos en todas las ciu¬ 
dades de Judá, para ofrecer allí 
perfumes a otros dioses, irritando así 
a Yave, Dios de sus padres. 

26 El resto de sus hechos, todos sus 
caminos, los primeros y los postre¬ 
ros, está escrito en el libro de los 
reyes de Judá y de Israel. 

27 Ajaz se durmió con sus padres, 
y fué sepultado en la ciudad de 
Jcrusalén, pues no se le sepultó en 
los sepulcros de los reyes de Israel. 
Le sucedió Ezequías, su hijo. 

Ezcquías, rey de Judá. 

29 1 Veinticinco años tenía Eze¬ 
quías cuando comenzó a reinar, 
y reinó veintinueve años en Jerusa- 
¡én. Su madre se Harreaba Abiva, 


(i) Esta guerra de Siria y Efraím contra 

Judá, es la que está enlazada con la profecía 

d? Isaías sobre el Jimmanuel. Is. 7. n y ss. 








442 


CRÓNICAS II, 29 


hija de Zacarías. * Hizo lo recto a 
los ojos de Yave, enteramente como 
lo había hecho David, su padre (1). 

8 En el primer mes de su reinado, 
el mes primero, abrió las puertas 
de la casa de Yave y las reparó. 
4 Hizo venir a los sacerdotes y levi¬ 
tas, que reunió en el atrio oriental, 
6 y les dijo: «Oídme, levitas: santifi¬ 
caos y santificad la casa de Yave, 
el Dios de vuestros padres, y echad 
la impureza fuera del santuario. 
6 Porque han pecado nuestros padres, 
y han hecho el mal a los ojos de Yave, 
nuestro Dios; le han abandonado, 
han apartado sus ojos del taber¬ 
náculo de Yave, y le han vuelto las 
espaldas. 7 Hasta" cerraron las puer¬ 
tas del pórtico, apagaron las lám¬ 
paras y dejaron de ofrecer a Yave, 
Dios de Israel, perfumes y holocaus¬ 
tos en el santuario. 8 Por eso la cólera 
de Yave pesa sobre Judá y sobre 
Jerusalén, y los ha entregado a la 
confusión, a la desolación y a la burla, 
como lo estáis viendo con vuestros 
ojos. 9 Ya veis que por eso han caído 
nuestros padres por la espada, y 
nuestros hijos v nuestras hijas están 
en cautividad. *° Yo quiero que haga¬ 
mos alianza con Yave, Dios de Israel, 
para que se aparte de nosotros su 
encendida cólera. 11 Ahora, pues, 
hijos míos, basta de negligencias, 
pues habéis sido elegidos por Yave 
para ministrar ante él en su servicio, 
para sér sus servidores y ofrecerle 
perfumes.» 

12 Levatáronse los levitas, Maeat, 
hijo de Amasa 1, Joel, hijo de Aza- 
rlas, de los hijos de Oaat: y de los 
de Merarí, Qnis, hijo de Abdí, Aza- 
rías, hijo de Jelalccl; y de los gerso- 
nitas, Joaj, hijo de Siinfa; Edén, 
hijo de Joaj; 13 V de los hijos de El i t- 
safan, Siinrí y Jehiel; v de los hijos 
de Asaf, Zacarías y Matanías; 14 y 
de los hijos de Hernán, Jejiel y Simeí; 
V de los liijos de Jedutun, Semaeya y 
Uzicl. 16 Reunieron a sus hermanos; 
y después de santificarse ellos, vi¬ 
nieron a purificar la casa de Yave, 
según las órdenes del rey y según 
las palabras de Yave. 18 Entraron 
los sacerdotes en el interior de la 
casa de Yave para purificarla; saca¬ 
ron todas las impurezas que hallaron 


(x) Ezequías fué uno de los más piadosos 
reyes de Judá. Sucedió al impío Azaj. Una 
más de tantas alternativas de piedad e impiedad 
que llevaron a Judá a su ruina. 


en el templo de Yave, y las arroja¬ 
ron al atrio de la casa de Yave, 
donde las recibieron los levitas, para 
llevarlas fuera, al valle del Cedrón. 
17 Comenzaron las purificaciones el 
día primero del primer mes; el octavo 
día del mismo mes entraron en el 
pórtico del templo de Yave, y em¬ 
plearon ocho días en purificar el 
templo; el día dieciséis del mismo 
mes acabaron lo que habían comen¬ 
zado. 18 Fueron luego a la casa del 
rey Ezequías, y le dijeron: «Hemos 
purificado toda la casa de Yave, 
el altar de los holocaustos y todos 
sus utensilios, y la meca de los panes 
de la proposición y todos sus uten¬ 
silios, que el rey Ajaz profanó duran¬ 
te su reinado con sus transgresiones, 
y todos están ya ante el altar de 
Yave.» 

20 El rey Ezequías se levantó bien 
de mañana, y reunió a los jefes de 
la ciudad, y subió a la casa de Yave. 
21 Ofrecieron siete novillos, siete car¬ 
neros, siete corderos y siete machos 
cabrios, en sacrificio expiatorio por 
el reino, por el santuario y por Judá. 
El rey mandó a los sacerdotes hijos 
de Arón que los ofreciesen en el altar 
de Yave. 22 Los sacerdotes inmola¬ 
ron los novillos, recibieron su sangre 
y la derramaron en torno del altar; 
inmolaron los carneros y derramaron 
sn sangre en el alta/; 23 inmolaron 
los corderos y derramaron su sangre 
en el altar. 23 Presentaron luego los 
machos cabríos expiatorios ante el 
rey y ante la asamblea, que pusieron 
sus manos sobre ellos, 24 y los sacer¬ 
dotes los inmolaron y derramaron 
la sangre al pie del altar, en expia¬ 
ción por los pecados de todo Israel, 
pues por todo Israel había ordenado 
el rey el holocausto y el sacrificio 
expiatorio. 

25 Hizo que los levitas se pusieran 
en la casa de Yave con címbalos, 
salterios y arpas, según la ordenación 
de David, de Oad, vidente del rey, 
y de Natán, profeta, porque tal era 
la orden de Yave, transmitida por 
medio de sus profetas. 28 Los levitas 
ocuparon su sitio con los instru¬ 
mentos de David, V los sacerdotes 
el suyo con las trompetas. 27 Eze¬ 
quías mandó ofrecer el holocausto 
sobre el altar; y en cuanto comenzó 
el holocausto, comenzó también el 
canto de Yave al son de las trompetas 
y con el acompañamiento de los 
Instrumentos de David,JreyjJde Tsrael, 








CRÓNICAS II, 30 


443 


18 Prosternóse toda la asamblea, se 
cantó el canto y se tocaron las trom¬ 
petas, todo hasta que el holocausto 
se terminó. 29 Cuando se hubo aca¬ 
bado de ofrecer el holocausto, el 
rey con toda la asamblea doblaron las 
rodillas y se prosternaron. 30 Después 
el rey Ezequías y los jefes dijeron 
a los levitas que alabasen a Dios con 
palabras de David y de Asaf, vidente, 
y ellos lo hicieron con gran júbilo, 
e inclinándose, adoraron. 31 Luego 
dijo Ezequías: «Vosotros habéis lle¬ 
nado seguramente vuestras manos 
para Ya ve. Llegaos, pues, a ofrecer 
víctimas y sacrificios eucarísticos en 
la casa de Yave.» Y así toda aquella 
muchedumbre ofreció hostias, sacri¬ 
ficios eucarísticos y holocaustos con 
gran piedad y liberalidad. 

32 Los holocaustos que ofreció la 
asamblea fueron setenta novillos, cien 
carneros y doscientos corderos. ^Con¬ 
sagraron también a Yave seiscien¬ 
tos bueyes y tres mil ovejas. 34 Como 
los sacerdotes eran pocos, y no bas¬ 
taban para desollar las víctimas des¬ 
tinadas al holocausto, ayudáronlos 
sus hermanos los levitas, hasta aca¬ 
bar y hasta que se hubieron purifi¬ 
cado los sacerdotes, pues los levitas 
se mostraban con corazón dispuesto 
a purificarse más que los sacerdotes. 
35 Ofreciéronse, pues, muchos holo¬ 
caustos, muchos sebos y muchos sa¬ 
crificios eucarísticos, quedando ente¬ 
ramente restablecido el culto de la 
casa de Yave. 36 E¿equías, lo mismo 
que todo el pueblo, dieron muestras 
de gran júbilo por haber Yave dis¬ 
puesto al pueblo al restablecimiento, 
pues la resolución de hacerlo había* 
sido tomada de pronto. 


Solemne celebración de la pascua. 

OA 1 Mandó el rey Ezequías por 
todo Israel y Judá, y escribió 
cartas a Efraím y Manasés, para 
que viniesen a la casa de Yave a 
celebrar la pascua de Yave, Dios de 
Israel. 2 Habíase aconsejado ,el rey 
de los príncipes y de toda la asam¬ 
blea en Jerusalén, para celebrar so¬ 
lemnemente la pascua en el mes 
segundo, 3 pues no habían podido 
celebrarla antes la otra vez,. por no 
haberse santificado muchos sacer¬ 
dotes yno haberse reunido el pueblo 
en Jerusalén. 4 Agradó esto al rey y 
a toda la asamblea, 5 y determinaron 


de hacer publicar por todo Israel, 
desde Berseba hasta Dan, que vinie¬ 
sen a Jerusalén a celebrar la pascua 
de Yave, porque en mucho tiempo 
no la habían celebrado al modo pres¬ 
crito. 6 Fueron, pues, emisarios con 
letras de mano del rey y de los prín¬ 
cipes, por todo Israel y Judá, como 
el rey lo había mandado, en que se 
decía: «¡Hijos de Israelí: Volveos a 
Yave, Dios de Abraham, de fsac y de 
Israel, y él se volverá a las reliquias 
que os han quedado de las manos de 
los reyes de Asiria. 7 No seáis como 
vuestros padres y como vuestros her¬ 
manos, que se rebelaron contra Yave, 
Dios de sus padres, por lo que los 
entregó él a la desolación, como estáis 
viendo. 8 No endurezcáis, pues, ahora 
vuestra cerviz, como vuestros padres. 
Dad vuestras manos a Yave, y venid 
a su santuario, que él ha santificado 
para siempre, y servid a Yave, vues¬ 
tro Dios, y la ira de su furor se apar¬ 
tará de vosotros. 9 Porque si os vol¬ 
véis a Yave, vuestros hermanos y 
vuestros hijos hallarán misericordia 
ante los que los tienen cautivos, y 
volverán a esta tierra; pues Yave, 
vuestro Dios, es clemente y miseri- 
co.d.oso, y no apartará de vosotros 
su rostro, si vosotros os volvéis a él.» 

10 Fueron, pues, los emisarios de 
ciudad en ciudad por tierra de Efraím 
y de Manasés, hasta Zabulón, pero 
las gentes se reían y se burlaban de 
ellos. 11 Con todo, muchos de Aser, 
de Manasés y de Zabulón, se humi¬ 
llaron y vinieron a Jerusalén. 12 Tam¬ 
bién en Judá la mano de Dios se 
dejó sentir sobre ellos, dándoles cora¬ 
zón pronto y dispuesto a cumplir 
el mensaje del rey y de los príncipes, 
conforme a la palabra de Yave. 
13 Juntóse macha gente en Jerusalén 
para celebrar la solemnidad de los 
ácimos, en el segundo mes: una gran 
muchedumbre. 14 Levantáronse y 
quitaron los altares que había en 
Jerusalén, también los altares de per¬ 
fumes, y los echaron al torrente de 
Cedrón. 15 Sacrificaron la pascua el 
día catorce del mes segundo; y los 
sacerdotes y levitas, que llenos de 
confusión, se santificaron por fin, 
ofrecieron holocaustos en la casa de 
Yave. 16 Se dispusieron por sus clases, 
según la ordenación y la ley de Moi¬ 
sés, hombre de Dios. Los sacerdotes 
recibían de mano de los levitas la 
sangre que había de derramarse; 
17 y como muchos del pueblo no se 






444 


CRÓNICAS IX, 31 


habían santificado todavía, los ^levi¬ 
tas inmolaron la pascua por los que 
no habían tenido el cuidado de santi¬ 
ficarse para Y ave. 18 Una gran parte 
del pueolo de Efralm, de Manases, de 
Isacar y de Zabulón, que no se había 
purificado, comió la pascua sin ajus¬ 
tarse a lo prescrito; pero Ezequias 
rogó por ellos, diciendo: “Quiera Y ave, 
que es bueno, perdonar a todos aque¬ 
llos que de todo corazón buscan 
19 al JJios de sus padres, y no les 
impute el no estar suficientemente 
purificados.» 20 Escucho Yave a Eze- 
quias, y perdonó al pueblo. 21 Asi 
celebraron los hijos de Israel que 
se hallaron en Jcrusalén la solemni¬ 
dad de los ácimos durante siete dias, 
con gran gozo cantando todos los 
días las alabanzas de Yave, y tocando 
los levitas y los sacerdotes los instru¬ 
mentos con toda fuerza, a Y T ave. 

22 Ezequias habló con bondad a 
los levitas que conocían mejor el 
culto de Yave, y éstos comieron las 
victimas durante los siete dias que 
duro la solemnidad, inmolando hostias 
pacificas y alabando a Yave, Dios 
de sus padres. 23 'iambién la muche¬ 
dumbre decidió alegremente cele¬ 
brar la fiesta otros siete dias, hacién¬ 
dolo con gran regocijo, 24 pues habla 
regalado Ezequias al pueblo mil 
toros y siete mil ovejas; y también 
ios príncipes, por su parte, dieron al 
pueblo mil bueyes y diez mil ovejas, 
riubo, pues, gran número de sacer¬ 
dotes que se hablan santificado. 
26 Todo el pueblo de Judá estaba 
rebosando de alegría, lo misino sacer¬ 
dotes y levitas, que la muchedumbre 
venida de Israel, que los peregrinos 
que habían venido de la tierra de 
Israel o habitaban en Judá. 26 Fué 
grande la solemnidad celebrada en 
Jcrusalén, tal cual nunca la hubo 
desde los dias de Salomón, hijo de 
David, rey de Israel. 

27 Levantáronse después los sacer¬ 
dotes y levitas, y bendijeron al pue¬ 
blo, y í'ué oída su voz, y llego su 
oración al santuario de los cielos. 

OI 1 Después de todo esto los de 

* Israel que habían venido fueron 
por las ciudades de Judá, y destro¬ 
zaren los cipos, abatieron los osera* 
y derribaron del todo los altos y los 
altares en todo Judá y Benjamín, 
y en Efraím y Manases. Luego todos 
los hijos de Israel se volvieron a 
sus ciudades, cada uno a su posesión. 


2 Ezequias restableció las clases de 
los sacerdotes y de los levitas, según 
sus divisiones, cada uno según sus 
funciones, sacerdotes y levitas, para 
los holocaustos y los sacrificios euca- 
risticos, para el servicio, para los 
cantos y alabanzas, y las puertas de 
la casa de Y r ave. 3 El rey dió una 
parte de sus bienes para ios holo¬ 
caustos, para los holocaustos de la 
mañana y de la tarde, para los holo¬ 
caustos de los sábados, de los novi¬ 
lunios y de las fiestas, como están 
prescritos en la ley de Yave. 4 Mandó 
al pueblo y a los habitantes de Jeru- 
salcn que dieran su porción a ios 
sacerdotes y a los levitas, para que 
éstos observasen fielmente la ley de 
Y'ave. 

6 Cuando la cosa se extendió, los 
hijos de Israel dieron en abundancia 
las primicias del trigo, del mosto, del 
aceite, de la miel y de todos los pro¬ 
ductos del campo, y trajeron también 
en abundancia el diezmo de todo. 
6 Igualmente los lujos de Israel y 
de Judá que habitaban en las ciu¬ 
dades de Judá, dieron el diezmo 
del ganado mayor y inenor y el diezmo 
de las cosas santas que eran consa¬ 
gradas a Yave, su Dios, y de que se 
hicieron muchos montones. 7 Comenzó 
a hacerse el cúmulo el tercer mes 
y se acabó el mes séptimo. 8 Ezequias 
y los jefes vinieron a ver los montones 
y bendijeron a Yave y a su pueblo, 
Israel. * Preguntó Ezequias a los 
sacerdotes y a los levitas acerca de 
los montones, 10 y el sumo sacerdote 
Azarias, de la casa de Sadoc, le res¬ 
pondió: «Desde que se ha comen¬ 
zado a traer ofrendas a la casa de 
Yave, liemos comido, nos hemos sa¬ 
ciado, y hemos dejado mucho de 
sobra, porque Yave ha bendecido a 
su pueblo, y he aquí la gran cantidad 
que todavía queda.» 

11 Ezequias dió orden de preparar 
las cámaras de la casa de Y"ave, y se 
prepararon. 12 Lleváronse a ellas fiel¬ 
mente las ofrendas, el diezmo y las 
cosas consagradas. El levita Cana¬ 
ulas tuvo la intendencia de ellas, 
y su hermano Snnel era su segundo. 
i3 Jejiel, Azarias, Nujut, Azael, Jeri- 
mot, Josabad, Eliel, Jismaqula, Majat 
y Benaya estaban empleados bajo 
la dirección de Cananias y de su 
hermano, Simeí, según las órdenes 
del rey Ezequias y las de Azarias, 
jefe de la casa de Dios. 14 El levita 
Core, hijo de Jinina, portero de la 







CRÓNICAS II, 32 


II» 


puerta de oriente, tenía la intenden¬ 
cia de las donaciones voluntarias 
hechas a Dios, para distribuir lo que 
se presentaba a Yave por elevación 
y las cosas santísimas. 15 En las ciu¬ 
dades sacerdotales, Edcn, Minyamín, 
Jesua, Semaeya, Amarías y Seca- 
mías, estaban a sus órdenes para 
hacer fielmente las distribuciones a 
sus hermanos, grandes o pequeños, 
según lo que les correspondía; 16 a 
los varones registrados de tres años 
arriba, y a todos los que diariamente 
entraban en la casa de Yave, para 
hacer su servicio según sus funciones 
y según sus divisiones, 17 y a los 
sacerdotes registrados según sus casas 
paternas, y a los levitas de veinte 
años arriba según sus funciones y 
según sus divisiones; 18 y a los de toda 
la congregación registrados con todos 
sus niños, sus mujeres, sus hijos y 
sus hijas, porque se consagraban fiel¬ 
mente al servicio del santuario. 19 Y 
para los hijos de Arón, los sacerdotes, 
que habitaban en los campos, .en los 
suburbios de sus eiudades, había en 
cada ciudad hombres nominalmeute 
designados para distribuirles sus por¬ 
ciones a todos los varones de los 
sacerdotes y a todos los levitas regis¬ 
trados. 

20 Esto hizo Ezequías en todo 
Judá; hizo lo bueno y lo recto y lo 
verdadero ante Yave su Dios. Obraba 
con toda la rectitud de su corazón, 
21 y prosperó en cuanto emprendió, 
buscando a su Dios, para el servicio 
de la casa de Dios, por la ley y por 
los mandamientos. 


Invasión de Sonnqucrib, rey de 
As» i l ia. 

QO 1 Después de estas cosas y de 
**** estos actos de fidelidad, vino 
Scnaquerib, rey de Asiria, que invadió 
Judá y puso sitio a las ciudades 
fuertes para apoderarse de ellas. 
2 Ezequías, viendo que había venido 
Senaquerib y que se proponía atacar 
a Jerusalén, 3 tuvo consejo con los 
príncipes y los más valerosos de los 
oficiales, proponiendo si se cegarían 
las fuentes de aguas que había fuera 
de la ciudad, 4 diciendo: «¿Por qué 
habrán dé hallar los reyes de Asiría, 
cuando vengan, provisión de agua?» 
Todos tueron de su parecer; y él 
entonces reunió una gran muchedum¬ 
bre, y cegaron todas las fuentes y el 


arroyo que corría por en medio del 
territorio, para que si venían los 
reve^ de Asiria, no hallasen tanta 
abundancia de agua. 

6 Reparó también con gran cui¬ 
dado todas las murallas que habían 
sido derribadas, alzó en ellas torres y 
una antemuralla; reparó el terraplén 
en la ciudad de David, e hizo armas 
de toda suerte y escudos. 6 Nombró 
jefes para mandar al ejército; y 
reuniendo luego a todo id mundo en 
la plaza de la puerta de la ciudad, 
les habló al corazón, diciendo: 7 «Es¬ 
forzaos y confortaos, no temáis, no 
os dé miedo el rey de Asiria y toda 
esa muchedumbre que trae, porque 
más son los que eon nosotros están, 
que los que están con él. 8 El tiene 
el brazo de earne; pero eon nosotros 
está Yave, nuestro Dios, para ayu¬ 
darnos y combatir nuestros comba¬ 
tes.» El pueblo cobró valor con las 
palabras de Ezequías, rey de Judá. 

9 Después de esto, Senaquerib, rey 
de Asiria, que eombatía a Laquis 
con todo su poder, mandó emisarios 
a Jerusalén para decir a Ezequías, 
rey de Judá y a todos los de Judá 
que estaban en Jerusalén: 10 «Así 
dice Senaquerib, rey de Asiria: ¿En 
quién confiáis vosotros para estaros 
quietos, eereados en Jerusalén? 11 ¿No 
os engaña Ezequías, para entregaros 
a la muerte, al hambre, a la sed, 
diciendo: Yave, nuestro Dios, nos 
librará de la mano del rey de Asiria? 
12 ¿No es Ezequías el que ha hecho 
desaparecer sus altos y sus altares, 
diciendo a Judá y a Jerusalén: Sólo 
ante este altar adoraréis y quemaréis 
perfumes? 13 ¿No sabéis lo que yo 
y mis padres hemos hecho con todos 
los pueblos de la tierra? 14 ¿Pudieron 
acaso los dioses de esas gentes librar 
sus tierras de mis manos? 15 Que no 
os engañe, pues, Ezequías; cuando 
tal cosa quiera persuadiros, no le 
creáis; que si ningún dios de los de 
todas esas naciones y reinos pudo 
librar a sus pueblos de mis manos y 
de las manos de mis padres, ¿cuánto 
menos podrá vuestro Dios libraros de 
mis manos?» 16 Otras eosas más aña¬ 
dieron los emisarios contra Yave y 
contra Ezequías, su siervo. 

17 Escribió, además, cartas en que 
blasfemaba de Yave, Dios de Israel 
y hablaba contra él, diciendo: «Lo 
mismo que los dioses de las gentes 
de las tierras no pudieron librar a 
sus puobjos de mis manos, tampoco 








146 


CRÓNICAS II, 33 


el Dios de Ezequías librará al suyo 
de mis manos.» 18 Y hablaban en 
voz muy alta en judío, al pueblo de 
Jerusalén que se hallaba en las mura¬ 
llas, para asustarles y hacerles entrar 
en temor, para apoderarse de la 
ciudad. 19 Hablaron contra el Dios 
de Jerusalén, lo mismo que contra 
los dioses de las gentes de la tierra, 
obra de manos de hombres. 

20 Pero el rey Ezequías y el pro¬ 
feta Isaías, hijo de Amos, opusieron 
sus oraciones a estas blasfemias y 
clamaron al cielo; 21 y Yave envió un 
ángel, que mató a cuantos fuertes y 
valerosos había en el ejército del 
rey de los asirios y al jefe que los 
mandaba; y Senaquerib se volvió 
con afrenta a su tierra, y allí, entrando 
en el templo de su dios, hijos suyos, 
que de él habían salido, le mataron 
a espada. 

22 Así libró Yave a Ezequías y a 
los moradores de Jerusalén de la 
mano de Senaquerib, rey de los asi¬ 
rios, y de las manos de todos, y les 
dió la paz con todos sus reinos. 
23 Muchos de éstos aún trajeron a 
Jerusalén víctimas para ofrecer allí 
sacrificios a Yave y presentes a 
Ezequías, rey de Judá, cuya faina 
fué luego muy grande entre todas 
las naciones. 

24 Por aquel entonces cayó enfermo 
de muerte Ezequías, y rogó a Yave, 
que le escuchó, dándole una señal 
de su curación. 

25 Pero no correspondió Ezequías 
al bien que le había sido hecho, antes 
se ensoberbeció su corazón, y se 
encendió la ira de Yave contra él y 
contra Jndá y Jerusalén. 28 Pero Eze¬ 
quías, después de haberse engreído 
su corazón, se humilló, y se humi¬ 
llaron con él los moradores de Jeru¬ 
salén, y no vino sobre ellos la ira de 
Yave en los días de Ezequías. 

27 Tuvo Ezequías riquezas y gloria 
sobremanera, y reunió tesoros de 
plata y oro, de piedras preciosas, de 
aromas, de escudos y de cuantas 
alhajas son de desear. 28 Asimismo 
tuvo depósitos para almacenar las 
rentas de trigo, vino y aceite, y esta¬ 
blos para las bestias y apriscos para 
sus g mados. 

29 Hízosc también ciudades para él, 
pues tenía una gran muchedumbre 
de rebaños, de ovejas y de toda suerte 
de ganado mayor, por haberle dado 
Dios mucha hacienda. 30 Este mismo 
Ezequías fué el que cubrió lo t s manan¬ 


tiales de las aguas de Guijón de Arriba, 
y condujo las aguas bajo tierra a 
occidente de la ciudad de David, y 
salió con cuanto emprendió. 31 Dios, 
sin embargo, para probarle y para 
que descubriese lo que tenía en su 
corazón, le dejó en lo de los emba¬ 
jadores de los príncipes de Babilo¬ 
nia, que vinieron a él para infor¬ 
marse del prodigio que había acae¬ 
cido en la tierra. 

32 El resto de los hechos de Eze¬ 
quías, de todas sus buenas obras, 
escrito está en las profecías de Isaías, 
profeta, hijo de Amos, y en el libro 
de los reyes de Judá y de Israel. 

33 Durmióse Ezequías con sus pa¬ 
dres, y fue sepultado en un lugar 
más eminente que los sepulcros de 
los reyes, hijos de David; y todo 
Judá y Jerusalén celebraron sus fune¬ 
rales. Le sucedió Manases, su hijo. 


.Manases, rey de Judá. 

*>*> 1 Doce años tenía Manasés 
cuando comenzó a reinar, y 
reinó cincuenta y cinco años en Jeru¬ 
salén. 2 Hizo el mal a los ojos de 
Yave, conforme a las abominaciones 
de las gentes que Yave había arrojado 
ante los hijos de Israel, 3 y volvién¬ 
dose reedificó los altos que había 
derribado Ezequías, su padre; levantó 
altares a los baalcs, se hizo ciscras 
y adoró a toda la milicia de los cielos 
y les sirvió. 4 Alzó también altares 
en la casa de Yave, de la que había 
dich > Yave: «En Jerusalén estará 
mi nombre perpetuamente»; s pero 
los alzó en honor de toda la milicia 
del cielo, en los dos atrios del templo 
de Yave. 6 Pasó a sus hijos por el 
fuego en el valle de los hijos de 
Hinnón; observaba los sueños y los 
augurios, se dió a la magia, teniendo 
cerca de sí magos y encantadores, 
e hizo mucho mal ante Yave, irri¬ 
tándole. 7 Puso además un ídolo, una 
estatua fundida, en la casa de Dios, 
de la que había dicho Yave, hablando 
a David y a Salomóu, su hijo: «Esta¬ 
bleceré para siempre mi nombre en 
esta casa y en Jerusalén, que he ele¬ 
gido entre todas las tribus de Israel, 
8 y no removeré el pie de Israel de la 
tierra que yo di a vuestros padres, 
siempre que ellos guarden y pongan 
por obra cuanto yo les he mandado, 
toda la ley, mandamientos y pre- 








CRÓNICAS II, 34 


447 


ceptos que les he dado por mano 
de Moisés.» 

9 Descarrió Manasés a Judá y a 
los moradores de Jerusalén, para ha¬ 
cer peor todavía que las gentes que 
Yavc destruyó ante los hijos de Is¬ 
rael. 10 Habló Yave a Manases y 
a su pueblo, pero ellos no le escucha¬ 
ron: por lo que trajo Yave contra 
ellos a los jefes del ejercito del rey 
de los asirios, que apresaron a Mana¬ 
ses, y cargado de grillos y cadenas, 
le llevaron a Babilonia. 11 Cuando 
se vió en la angustia, oró a Yave, 
su Dios, humillándose grandemente 
ante el Dios de sus padres. 12 Gimió 
y le dirigió instantes súplicas, y fue 
atendido, pues oyó su oración y le 
volvió a Jerusalén, a su reino. Enton¬ 
ces conoció Manasés que Yave es 
Dios (1). 

13 Después de esto reedificó la mu¬ 
ralla exterior de la ciudad de David, 
a occidente de Ouijón, en el valle, 
desde la entrada de la puerta del 
pescado, continuándola hasta Ofel, 
y elevándola considerablemente, y 
puso jefes del ejército en todas las 
ciudades fuertes de Judá. 

14 Hizo desaparecer los dioses aje¬ 
nos, y quitó de la casa de Yave el 
ídolo y todos los altares que había 
alzado en el monte de la casa de Yave 
de Jerusalén, y los hizo arrojar todos 
fuera de la ciudad. 15 Restableció el 
altar de Yave, y sobre él ofreció 
victimas y sacrificios pacíficos y euca- 
rísticos, y mandó a Judá que sirvjese 
a Yave. 16 Pero el pueblo seguía 
sacrificando en los altos, aunque a 
Yave, Dios de Israel. 

17 El resto de los hechos de Mana¬ 
sés, su oración a Dios, y las palabras 
de los videntes que le hablaron en 
nombre de Yave, Dios de Israel, es¬ 
crito está en el libro de los reyes de 
Israel. 18 También su oración, y cómo 
fué oído, y todos sus pecados y pre¬ 
varicaciones, los lugares donde edi¬ 
ficó altos y puso nserns e ídolos 
antes de humillarse, todo esto está 
escrito en la historia de los videntes. 
19 Durmióse Manasés con sus padres, 


(i) El cautiverio de Manasés, de que no 
hace mención el libro de los Reyes, le fué 
saludable y en el hizo a Dios una plegaria, 
que, como aresrigua este lugar, fué consignada 
por escrito. Esta fué quizá la ocasión de que se 
escribiera la apócrifa oración de Manasés, que 
en muchas ediciones de la Vulgata se pone a 
continuación de las Escrituras canónicas, aun¬ 
que fuera de éstas. 


y fué sepultado en el jardín de su 
casa. Le sucedió Ammón, su hijo. 


Animó», rey de Judá. 

20 Veintidós años tenía Ammón 
cuando comenzó a reinar, y reinó 
dos años en Jerusalén. 21 Hizo el 
mal a los ojos de Yave, como lo 
había hecho Manasés, su padre, pues 
sirvió y sacrificó Ammón a todos los 
ídolos que había hecho su padre; 
22 pero nunca se humilló delante de 
Yave, como se humilló Manasés, su 
padre; antes cometió crímenes mucho 
más grandes. 

23 Conspiraron contra él sus ser¬ 
vidores; y le mataron en su casa. 
24 El pueblo dió muerte a los que 
habían matado a Ammón, y puso por 
rey en su lugar a Josías, su hijo. 

Josías, rey de Judá. 

34 1 Ocho años tenía Josías cuan¬ 
do comenzó a reinar, y reinó 
treinta y un años en Jerusalén. 2 Hizo 
lo recto a los ojos de Yave, y anduvo 
por los caminos de David, su padre, 
sin apartarse de ellos ni a la derecha 
ni a la izquierda. 3 A los ocho años 
de su reinado, siendo aún mozo, co¬ 
menzó a buscar al Dios de David, su 
padre, y a los doce años comenzó 
a limpiar a Judá y Jerusalén de altos, 
aseras , esculturas e imágenes de 
fundición. 4 Derribaron en su presen¬ 
cia los altares de los baalcs, e hizo 
pedazos los ídolos que estaban en 
ellos, abatió los aseras y desmenuzó 
las esculturas y fundiciones, espar¬ 
ciendo el polvo sobre las sepulturas 
de los que les habían sacrificado. 
5 Quemó los huesos de los sacerdotes 
de los ídolos sobre sus altares, y limpió 
a Judá y a Jerusalén. 6 Igual hizo 
en las ciudades de Manasés, Efraím 
y Simeón, hasta Neftalí; 7 y después 
de haber derribado los altares y los 
aseras y de haber roto y desmenu¬ 
zado las esculturas y destruido todos 
los ídolos por la tierra de Israel, se 
volvió a Jerusalén. 

8 A los dieciocho años de su reina¬ 
do, después de haber limpiado la 
tierra y el templo, mandó a Safán, 
hijo de Asalías, y a Maasías, gober¬ 
nador de la ciudad, y a Joaz, hijo 
de Joajaz, cronista, que reparasen la 
casa de Yave. 9 Vinieron éstos a 






4 48 


CRÓNICAS II, 34 


Helcías, sumo sacerdote; y recibido 
de él el dinero que había sido puesto 
en la casa de Yave y el que los levitas 
y porteros habían recaudado de Ma- 
nasés y Efraím y de todo el resto de 
Israel,"así como de todo Judá y Ben¬ 
jamín y de los habitantes de Jeru¬ 
salén, io lo entregaron a los encar¬ 
gados de las obras de reparación del 
templo, para restaurarlo y reparar 
las ruinas. Estos dieron eí dinero a 
los maestros encargados de las obras 
de la casa de Yave; 11 los cuales lo 
entregaban a los obreros que traba¬ 
jaban para restaurar y reparar la casa; 
a los carpinteros y canteros, para que 
comprasen piedra en las canteras y 
maderas para las techumbres de los 
edificios que habían destruido los 
reyes de Judá. 12 Estos hombres se 
portaron con probidad en sus traba¬ 
jos. Estaban bajo la vigilancia de 
Jajat y Abdías, levitas, de entre los 
hjios de Merari, y de Zacarías y Me- 
sulam, de entre los caatitas, todos 
ellos hábiles músicos, 13 que vigila¬ 
ban las obras y dirigían a los obreros 
ocupados en los diversos trabajos; 
había además otros levitas que ha¬ 
cían de secretarios, comisarios y por¬ 
teros. 

14 Cuando se sacaba el dinero lle¬ 
vado a la casa de Yave, Heleías, sacer¬ 
dote, encontró el libro de la ley de 
Yave, dado por mano de Moisés. 
16 Entonces Helcías, tomando la pa¬ 
labra, dijo a Safán, secretario: «He 
encontrado el libro de la ley en la 
casa de Yave»; y se lo entregó a 
Safán. 16 Safán llevó el libro al rey 
y le dio cuenta del hallazgo, diciendo: 
«Tus siervos han hecho cuanto les 
has mandado, 17 reuniendo el dinero 
que había en la casa de Yave, y en¬ 
tregándoselo a los inspectores y a 
los obreros.» 18 Y Safán, secretario, 
añadió: «El sacerdote Helcías me lia 
dado este libro»; y Safán lo leyó 
ante el rey. 19 Cuando el rey oyó las 
palabras del libro de la ley, rasgó sus 
vestiduras 20 y dió esta orden a Hel¬ 
cías, a Ajieam, hijo de Safán, a 
Abdón, hijo de Miquea, a Safán, se¬ 
cretario, y a Asayn, servidor del rey: 
21 «Id a consultar a Yave por mí y 
por el resto que queda en Israel y en 
Judá, acerca de las palabras de este 
libro que se ha encontrado; porque 
grande es la cólera de Yave, que se 
ha derramado sobre nosotros, por no 
haber guardado nuestros padres la 
palabra de Yave y no haber puesto 


por obra todo lo que en este libro está 
escrito.» 

22 Heleías y los que con él había 
designado el rey fueron a la profetisa 
Jolda, mujer de Salum, hijo de To- 
queat, hijo de Jasra, guarda d^l ves¬ 
tuario, que habitaba en Jerusalén, 
en el otro barrio de la ciudad Des¬ 
pués que ellos le manifestaron lo 
que tenían que decirle, 23 ella les 
respondió: «Así habla Yave, Dios de 
Israel: Decid al que a mí os envía: 
Así habla Yave: 24 Yo voy a traer 
sobre este lugar y sobre sus habitan¬ 
tes todos los males y maldiciones es¬ 
critos en el libro que ha sido leído 
ante el rey de Judá, 25 porque me 
lian abandonado y han ofrecido per¬ 
fumes a otros dioses, irritándome con 
todas las obras de sus manos; mi 
cólera se derramará sobre este lugar, 
y no se extinguirá. 28 Pero decid al 
rey de Judá, que os ha mandado a 
consultar a Yave: Así habla Yave, 
Dios de Israel, acerca de las palabras 
que has oído: 27 Por haberse conmo¬ 
vido tu corazón y haberte humillado 
ante Dios al oír sus palabras contra 
este lugar y contra sus habitantes; 
orque has rasgado tus vestiduras y 
as llorado ante Yave, también yo 
lie oído, dice Yave, 28 y tú te reco¬ 
gerás a tus padres y bajarás en poz 
al sepulcro, y no verán tus ojos todas 
las desventuras que yo lie de hacer 
venir sobre este lugar y sobre sus 
habitantes.» 

Ellos llevaron al rey esta respuesta. 
29 El rey hizo reunir a todos los an¬ 
cianos cíe Judá y de Jerusalén; 30 y 
subió luego a la casa de Yave con 
todos los hombres de Judá y los ha¬ 
bitantes de Jerusalén, los sacerdotes 
y los levitas, y todo el pueblo desde 
el más grande al más chico, y leyó 
delante de todos las palabras del libro 
de la alianza que había sido encon¬ 
trado en la casa de Yave. 31 Estaba 
el rey sobre su estrado, y renovó 
la alianza ante Yave, obligándose a 
seguir a Yave y a guardar sus man¬ 
damientos, sns preceptos y sus leyes, 
con todo el corazón y toda el alma, 
poniendo por obra las palabras de la 
alianza escritas en el libro. 32 Hizo 
entrar en el pacto a todos los que 
se hallaban en Judá y Benjamín, y 
los moradores de Jerusalén hicieron 
según la alianza de Yave, Dios de 
sus padres. 33 Josías hizo desapare¬ 
cer todas las abominaciones de toda 
la tierra de los hijos de Israel, y 






CRÓNICAS II, 35 


449 


obligó a todos cuantos se hallaban 
en Israel a servir a Yave, su Dios. 
Durante toda su vida no se apartó 
de Yave, Dios de sus padres. 


Solemne celebración de la pascua. 

or 1 Josías celebró la pascua en 
dd honor de Yave en Jerusalén, y 
se inmoló la pascua el día catorce 
del primer mes. 2 Estableció a los 
sacerdotes en sus funciones y los ani¬ 
mó al servicio de la casa de Yave. 

3 Dijo a los levitas que enseñaban a 
Israel y estaban consagrados a Yave: 
«Colocada el arca santa en la casa 
que edificó Salomón, hijo de David, 
rey de Israel, ya no tenéis que tras¬ 
ladarla en hombros. Servid ahora a 
Yave, vuestro Dios, y a su pueblo, 
Israel. 4 Aprestaos todos según vues¬ 
tras casas paternas, según vuestras 
divisiones, conforme a la ordenación 
escrita por David, rey de Israel, y 
de Salomón, su hijo; 3 ocupad vues¬ 
tros puestos en el santuario según las 
diversas casas paternas de vuestros 
hermanos, los hijos del pueblo, y 
según la clasificación de las casas 
paternas de los levitas. 6 Inmolad 
la pascua, santificaos, y preparadla 
para vuestros hermanos, conformán¬ 
doos a las palabras de Yave, pronun¬ 
ciadas por Moisés.» 7 Josías dió a 
las gentes del pueblo, a cuantos allí 
se hallaban, corderos y cabritos en 
número de treinta mil, todo para la 
pascua, y tres mil bueyes, todo de 
la hacienda del rey. 8 Sus jefes hicie¬ 
ron voluntariamente un presente al 
pueblo, a los sacerdotes y a los levi¬ 
tas. Helcías, Zacarías y Jejiel, prín¬ 
cipes de la casa de Dios, dieron a 
los sacerdotes para la pascua dos mil 
seiscientos corderos y trescientos bue¬ 
yes. 9 Conaya, Semeya y Natanael, 
sus hermanos, Josabía, Jeiel y Joza- 
bad, jefes de los levitas, dieron a los 
levitas para la pascua cinco mil cor¬ 
deros y quinientos bueyes. 

10 Organizóse el servicio, y los 
sacerdotes y levitas ocuparon sus 
puestos, según sus divisiones, confor¬ 
me a la orden del rey. 11 Inmolaron 
la pascua; los sacerdotes derramaron 
la sangre, que recibían de mano de 
los levitas, y los levitas desollaron 
las víctimas. 12 Pusieron aparte los 
holocaustos, para dárselos a las varias 
casas^paternas de las ¡gentes del 


pueblo, para que se los ofreciesen a 
Yave, como está escrito en el libro 
de Moisés. Lo mismo hicieron con 
los bueyes. 13 Asaron la pascua al 
fuego, como está ordenado, y cocie¬ 
ron las cosas santas en calderas, cal¬ 
deros y sartenes, distribuyéndolas 
diligentemente al pueblo. 14 Luego 
prepararon lo que era para ellos y 
para los sacerdotes; pues los sacer¬ 
dotes, hijos de Arón, estuvieron hasta 
la noche ocupados en ofrecer holo¬ 
caustos y los sebos; por eso los le¬ 
vitas hubieron de preparar para ellos 
y para los sacerdotes, hijos de Arón. 
15 Los cantores, hijos de Asaf, esta¬ 
ban en sus puestos, según las órde¬ 
nes de David, de Asaf, de Hernán y 
de Jedutun, a la vista del rey; y los 
porteros, cada uno en su puerta; no 
tuvieron que abandonar sus oficios, 
porque sus hermanos, los levitas, pre¬ 
pararon lo que era para ellos. 

16 Así se organizó aquel día todo 
el servicio de Yave, para celebrar 
la pascua y para ofrecer holocaustos 
en el altar de Yave, según las órde¬ 
nes del rey Josías. 

17 Los hijos de Israel que se halla¬ 
ban allí celebraron entonces la pas¬ 
cua y la fiesta de los ácim s durante 
siete días. 18 Ninguna pascua seme¬ 
jante a ésta se había celebrado en 
Israel desde los días de Samuel, pro¬ 
feta, y ningún rey de Israel había 
celebrado una pascua semejante a 
ésta que celebraron Josías, los sacer¬ 
dotes y los levitas, todo Judá e Israel 
que allí se hallaban, y los habitantes 
de Jcrusalcn. 19 Filé el año dieciocho 
del reinado de Josías cuando se ce¬ 
lebró esta pascua. 

29 Después de esto, después de 
haber reparado Josías la casa de 
Yave, Necao, rey de Egipto, subió 
para combatir en Carquemis a orillas 
del Eufrates. Josías le salió al paso, 
21 y Necao le mandó emisarios que 
le dijeran: «¿Qué hay entre tú y yo, 
rey de Judá? No es contra ti contra 
quien voy yo ahora; es contra una 
casa con la que estoy en guerra, y 
Dios me ha dicho que me apresure. 
No te opongas, pues, a Dios, que está 
conmigo, no te destruya.» 22 Pero 
Josías no se retiró, y se disfrazó para 
I entrar en el combate, sin escuchar 
las palabras de Necao, que venían 
de la boca de Dios. Avanzó para ata¬ 
carle en el valle de Megiddo. 23 Los 
, arqueros tiraron contra el rey Josías, 
y el rey dijo a sus servidores: «Reti- 


29 









CRÓNICAS II, 36 


4W 


radme, que estoy gravemente herido.» 
24 Los servidores le sacaron de aquel 
carro, y le pusieron en otro y le 
llevaron a Jerusalén, Murió y fué 
sepultado en el sepulcro de sus pa¬ 
dres. Todo Judá y Jerusalén lloraron 
a Josías, 25 particularmente Jeremías, 
cuyas lamentaciones a Josías cantan 
todavía hoy los cantores y cantoras, 
habiendo venido a ser esta costum¬ 
bre como ley en Israel. Están escritas 
entre las lamentaciones. 

26 El resto de 1 js hechos de Josías, 
todas sus buenas obras conforme a 
lo mandado en la lev de Yave, 27 sus 
hechos primeros y postreros, escrito 
está en el libro de los reyes de Israel 
y Judá, 

Jonja/, Joaquín» y Joaquín, re *\es 
de Judá. 

36 1 El pueblo tomó a Joajaz, lujo 
de Josías, y le hicieron rey en 
lugar de su padre, en Jerusalén. 
2 Veintitrés anos tenía Joajaz cuando 
comenzó a reinar, y reinó tres meses 
en Jerusalén. 

3 El rey de Egipto le destituyó en 
Jerusalén, y castigó al pueblo con 
una contribución de cien talentos de 
plata y un talento de oro. (i) * * 4 * El rey 
de Egipto puso por rey sobre Judá 
a Elyaqunn, hermano de Joajaz, mu¬ 
dándole el nombre por el de Joaquim. 
Nccao coeió a su hermano Joajaz y 
se lo llevó a Egipto. 

6 Veinticinco años tenía Joaquim 
cuando comenzó a reinar y reinó 
once años en Jerusalén. Hizo el mal 
a los ojos de Yavc, su Dios. 

6 Nabucodonosor, rey de Babilonia, 
subió contra el y le cargó de cadenas 
de bronce para conducirle a Babi¬ 
lonia. 7 Llevóse Nabucodonosor a Ba¬ 
bilonia los utensilios de la casa de 
Yave, y los puso en su palacio de 
Babilonia. 

8 El resto de los hechos de Joaquim, 
las abominaciones que cometió, y lo 
que en él se halló, escrito está en el 
libro de los reyes de Israel y de 
Judá. Le sucedió Joaquín, su hijo. 

9 Ocho años tenía Joaquín cuando 
comenzó a reinar, y reinó tres meses 
y diez días en Jerusalén. Hizo el 
mal a los ojos de Yave. 10 A la vuelta 
del ano, mandó el rey Nabucodonosor 
que le llevasen a Babilonia, con los 
vasos preciosos de la casa de Yave, 
y puso en su lugar por rey a Sedecías, 


su hermano, sobre Judá y Jerusalén. 

11 Veintiún años tenía Sedecías 
cuando comenzó a reinar, y reinó 
once años en Jerusalén. 12 Hizo el 
mal a los ojos de Yave, su Dios, y 
no se humilló ante Jeremías, profeta, 
que le habló de parte de Yave. 

13 Rebelóse asimismo contra Nabuco¬ 
donosor, al cual había por Dios ju¬ 
rado fidelidad, y endureció su cerviz 
y obstinóse su corazón, y no se 
volvió a Yave, el Dios de Tsrael. 

14 También todos los príncipes de 
los sacerdotes y el pueblo aumenta¬ 
ron sus prevaricaciones, siguiendo 
las abominaciones de las gentes y 
contaminando la casa de Yave, que 
él había santificado en Jerusalén (1). 

16 Yave, Dios de sus padres, les 
mandó sus mensajeros constante¬ 
mente, para amonestarlos, pues que¬ 
ría perdonar a su pueblo y a su casa. 
16 Pero ellos hicieron escarnio de los 
mensajeros de Dios, y menosprecia¬ 
ban sus palabras, burlándose de sus 
profetas, hasta que subió la ira de 
Dios contra su pueblo, y ya no hubo 
remedio. 17 Trajo contra ellos al rey 
de los caldeos, que pasó a cuchillo 
a sus mancebos en la casa de su san¬ 
tuario, sin perdonar a mancebo ni a 
doncella, a viejo ni encanecido. A to¬ 
dos los entregó en sus manos. 

18 Nabucodonosor llevó a Babilonia 
todos los utensilios de la casa de 
Dios, grandes y pequeños, los teso¬ 
ros de la casa de Yave y los del 

E alacio del rey y los de sus jefes. 

* Quemaron la casa de Dios, demo¬ 
lieron las murallas de Jerusalén, die¬ 
ron al fuego todos sus palacios, y des¬ 
truyeron todos los objetos preciosos. 
20 A los que habían escapado a la 
espada, llevólos Nabucodonosor cau¬ 
tivos a Babilonia; y allí le estuvie¬ 
ron sujetos a él y a sus hijos, hasta 
la dominación del reino de Persia, 
21 para que se cumpliese la palabra 
de Yave, pronunciada por boca de 
Jeremías, hasta que la tierra hubo 
reposado sus sábados, descansando 
todo el tiempo que estuvo devastada, 
hasta que se cumplieron los setenta 
años. 

22 El año primero de Ciro, rey de 
Persia, para que se cumpliese la pa- 


(i) Esta síntesis de la historia religiosa de 

Judá pone de relieve las múltiples y universales 

transgresiones y apostasías, causa de la destruc¬ 

ción del reino y de la dolorosa cautividad de 

Babilonia. 







CRÓNICAS II, 36 




labra de Ya ve pronunciada por boca 
de Jeremías, Ya ve suscito el espíritu 
de Ciro, rey de Persia, que hizo publi¬ 
car de viva voz y por escrito, por 
todo su reino, este" decreto: 

23 «Así habla Ciro, rey de Persia: 


Ya ve, el Dios de los cielos, me ha 
dado todos los reinos de la tierra, y 
me ha mandado edificarle una casa 
en Jerusalén, en Judá. ¿Quién de 
entre vosotros es de su pueblo? Que 
suba, y Yave sea con él.» 























INTRODUCCION A LOS LIBROS DE ESDRAS 
Y NEHEMIAS 


C STOS dos libros son una continuación de los Paralipómenos, cuya tcrmi- 
^ nación se repite al principio del de Esdras. También formaron antes un 
solo libro, dividido luego en dos, Esdras y Nehemías, en el texto hebreo, I y II de 
Esdras en las versiones. Su argumento es la restauración material, religiosa 
y moral de la nación, después de la vuelta del cautiverio, en virtud del decreto 
de Ciro (538). Empieza por la restauración del altar y la cimentación del 
templo, añadiendo una lista de los que volvieron con Zorobabel de Babilonia , 
en número de 42.360 pei'sonas (1-2). La oposición de los samaritanos al ver 
rechazada su oferta de colaboración impidió proseguir la obra. Los mismos 
obstáculos opusieron después a la restauración de la ciudad y de sus muros 
en los reinados de Jerjes I (485-65) y Artajerjes I (465-25) (4). Aprove¬ 
chando las revueltas del principio del reinado de Darío I (522-485), a ins¬ 
tancias de los profetas Ageo y Zacarías se acaba el templo, que es dedicado 
en 515. (5-6.) 

iVo puede caber duda sobre la inversión de estas dos secciones del primer libro. 
Lo que resta de él (7-10) cuenta la venida a Jcrusalén del anciano Esdras, 
en compañía de seis mil nuevos repatriados y con autorización de un Arta¬ 
jerjes , ignoramos cuál, para gobernar al pueblo. Llegado a J erusalén el año 
séptimo del rey, halla a la ciudad contaminada por los matrimonios con extran¬ 
jeras, pero los ánimos tan bien dispuestos, que ante las lágrimas del anciano 
Esdras, todos se ofrecen a despedirlas. Sigue luego , con otros documentos, la 
autobiografía de Nehemías, que llega solo, con poderes de gobernador para 
restaurar la ciudad en ruinas, el año veinte de un Artajerjes, que tampoco sabe- 





















ESDRAS, 1, 2 


454 


trios cuál sea. Lleva a cabo su obra con gran energía. Levanta y dedica los 
muros y pone en orden la vida religiosa y moral del pueblo con ayuda de Esdras, 
que figura con el título de escriba (1-16). Nehemías y acabados sus primeros 
poderes, retorna al rey; pero vuelve al poco tiempo y encuentra las cosas ya en 
desorden, teniendo que desplegar gran energía hasta con los sacerdotes y uno 
de los cuales, que estaba casado con una hija del príncipe de los samaritanos y 
huye a Samaría (13). No obstante el orden de la narración actual , parece muy 
probable que la legación de Nehemías precedió a la de Esdras y y que el libro 
de aquél debiera insertarse antes de los capítulos 7-10 de este. 

Estos libros están en forma de compilación de diversos documentos. Igno¬ 
ramos el autor. No es improbable la sentencia de muchos que dicen haber sido 
su autor el mismo que el de los Paralipómenos. 


ESDRAS 

(Vulg. I de Esdras.) 


Da Ciro libertad a los judíos para 
volver a Jerusalén. 

1 El ano primero de Ciro, rey de 

Persia (t), para que se cumpliese 
la palabra de Yavc por boca de 
Jeremías, profeta, excitó Yave el es¬ 
píritu de Ciro, rey de Persia, que 
hizo pregonar de palabra y por es¬ 
crito por todo su reino: 2 «Así dice 
Ciro, rey de Persia: Yavc, Dios de 
los ciclos, me ha dado todos los rei¬ 
nos de la tierra, y me ha inandado 
que le edifique casa en Jerusalén, 
en Judá. 3 ¿Quién hay entre vosotros 
de todo su pueblo? Sea Dios con él y 
suba a Jerusalén, que está en Juda, 
y edifique la casa a Yavc, Dios de 
Israel; él es el Dios, que está en 
Jerusalén. 4 Y en todo lugar donde 
habiten restos del pueblo de Yavc, 
ayúdenles las gentes del lugar con 
plata, oro, utensilios y ganados, con 
dones voluntarios para la casa de 
Yavc, que está en Jerusalén.» 

6 Levantáronse entonces los jefes 
de las familias de Judá y de Ben¬ 
jamín, los sacerdotes y levitas, y 
todos aquéllos cuyo espíritu despertó 
Dios, para subir a edificar la casa de 
Dios, que está en Jerusalén. 6 Todos 
los que habitaban en derredor suyo 
les dieron objetos de plata y oro, 


(i) Ciro es el libertador anunciado en Isaías 
44, 24-45, 35 - Los persas creyeron ver cierta 
analogía religiosa entre ellos y los judíos, y a 
partir de la época persa. Dios es frecuentemente 
llamado Señor de la tierra y de los cielos, sobre 
todo en los documentos que aduce la Escritura. 1 


utensilios, ganados y rosas precio¬ 
sas, a más de los dones voluntarios. 
7 El rev Ciro devolvió los utensilios 
de la casa de Yavc, que Nabucodono- 
sor había llevado de Jerusalén y 
puesto cu la casa de sus dioses. 
* Ciro, rey de Persia, hizo que los 
sacara Mitrídates, tesorero, que se 
los entregó a Sesbasar, príncipe de 
Judá. 9 He aquí la lista de ellos: 

Treinta fuentes de oro; mil fuen¬ 
tes de plata; veintinueve cuchillos; 
10 treinta tazas de oro, cuatrocientas 
diez tazas de plata, y otros mil vasos 
de segundo orden. 11 Los objetos de 
oro y plata eran en número de cinco 
mil cuatrocientos. Sesbasar lo llevó 
todo de Babilonia a Jerusalén, a la 
vuelta de la cautividad. 

Las israelitas que volvieron a 
Judea con Zorobabcl. 

í) 1 Estos son los de la provincia 
— que volvieron del destierro, de 
los que había llevado cautivos a 
Babilonia Nabueodonosor, rey de Ba¬ 
bilonia, y tornaron a Jerusalén y a 
Judá, cada uno a su ciudad. 2 Par¬ 
tieron con Zorobabcl, Josué, Nehe¬ 
mías, Serayn, Reclava, Mardoquco, 
Bilsán, Mispnr, Bigraí, Rejum y 
Baana (1). 

Número de los hijos del pueblo de 
Israel: 


(i) Son pocos los que vuelven. El resto d c 
los cautivos queda como disuelto entre las na- 
I ciones gentiles, cual se disuelve la sal en el agua 






ESDRAS, 2 ' 


455 


8 Hijos de Paros, dos mil ciento 
setenta y dos. 

4 Hijos de Sefatfas, trescientos se¬ 
tenta y dos. 

6 Hijos de Araj, setecientos se¬ 
tenta y cinco. 

6 Hijos de'Paat Moab, de los hijos 
de Josué y de Joab, dos mil ocho¬ 
cientos doce. 

7 Hijos de Elam, mil doscientos 
cincuenta v cuatro. 

8 Hijos de Zatu, novecientos cua¬ 
renta y cinco. 

9 Hijos de Zacai, setecientos sesenta. 

• 10 Hijos de Baní, siscientos cua¬ 
renta V dos. 

11 Hijos de Bebaí, seiscientos vein¬ 
titrés. 

12 Hijos de Asgad, mil doscientos 
veintidós. 

13 Hijos de Adonicam, seiscientos 
sesenta y seis. 

14 Hijos de Bigvaí, dos mil cin¬ 
cuenta y seis. 

16 Hijos de Adín, cuatrocientos 
cincuenta y cuatro. 

16 Hijos de Ater, de Ezequfas, 
noventa y ocho. 

17 Mijos de Besaí, trescientos vein¬ 
titrés. 

18 Hijos de Jora, ciento doce. 

19 Hijos de Jasún, doscientos vein¬ 
titrés. 

20 Hijos de Gibaf, noventa y cinco. 

21 Hijos de Betleem, ciento vein¬ 
titrés. 

22 De las gentes de Neftoa, cin¬ 
cuenta y seis. 

23 De las gentes de Anatot, ciento 
veintiocho. 

24 Hijos de Asmavct, cuarenta y dos. 

25 Hijos de Cariatiarim, Qucíira y 
Bcerot, setecientos cuarenta y tres. 

26 Hijos de Rama y Gucba, seis¬ 
cientos veintiuno. 

27 De las gentes de Mijmas, ciento 
veintidós. 

28 De las gentes de Betel y Maí, 
doscientos veintitrés. 

29 Hijos de Ncbo, cincuenta y dos. 

30 Hijos de Megbis, ciento cin¬ 
cuenta y seis. 

31 Hijos del otro Elam, mil dos¬ 
cientos cincuenta y cuatro. 

32 Hijos de Jarim, trescientos 
veinte. 

33 Hijos de Lod, Jadiel y Ono, 
setecientos veinticinco. 

34 Hijos de Jericó, trescientos cua¬ 
renta v cinco. 

35 Hijos de Senaa, tres mil seis¬ 
cientos treinta. 


38 Sacerdotes: 

Hijos de Jedava, de la casa de Jesúa, 
novecientos setenta y tres. 

37 Hijos de Immer, mil cincuenta 
y dos. 

38 Hijos de Pasjur, mil doscientos 
cuarenta y siete. 

39 Hijos de Jarim, mil diecisiete. 
. 40 Levitas: 

Hijos de Jesúa y de Cadmicl, de 
los hijos de Odavías, setenta y cuatro. 

41 Cantores: 

Hijos de Asaf, ciento veintiocho. 

42 Porteros: 

Hijos de Salum, hijos de Ater, 
hijos de Taimó, hijos de Acub, hijos 
de Jctita, hijos de Sobaí, todos 
ciento treinta y nueve. 

43 Netineos: Hijos de Sija, hijos 
de Jasufa, hijos de Tabaot, 44 hijos 
de Queros, hijos de Sia, hijos de 
Fadón, 45 hijos de Lebana, hijos de 
Jagaba, hijos de Acub, 46 hijos de 
Jagab, hijos de Sanlaí, hijos de Janón, 
47 hijos de Guidcl, hijos de Gajar, 
hijos de Reaya, 48 hijos de Resín, 
hijos de Necoda, .hijos de Oazam, 
49 hijos de Uzra, hijos de Paseaj, 
hijos de Besaí, 60 hijos de Asena, 
hijos de Meuniin, hijos de Ncfasim, 

61 hijos de Bacbuc, hijos de Jacuaj, 
hijos de Jarjur, 62 hijos de Baslut, 
hijos de Mejida, hijos de Jarsa, 63 hi¬ 
jos de Barcos, hijos de Sisera, hijos 
de Tcjmaj, 64 hijos de Nesiaj, hijos 
de Jatifa. 

65 Hijos de los siervos de Salo¬ 
món; hijos de Sotai, hijos de Soferet, 
hijos de Peruda, 66 hijos de Jaala, 
hijos de Darcón, hijos de Gudel, 
67 hijos de Sefatfas, hijos de Jatil, 
hijos de Pogueret Asebaim, hijos 
de Amí. 

68 Todos los netineos e hijos de los 
siervos de Salomór, trescientos no¬ 
venta y dos. 

69 Estos son los que subieron de 
Tel Mela, Tel Harsa, Querub Addan 
e Immer, sin poder dar razón de 
su casa paterna y de su estirpe, para 
probar que eran de Israel: 60 Hijos 
de Delaya, hijos de Tobías, hijos de 
Necoda, seiscientos cincuenta y dos. 

61 Y de los hijos de los sacerdotes, 
hijos de Abaya, hijos de Cos, hijos de 
Barzilai, que tomó por mujer a una 
de las hijas de Barzilai, Galadita, y 
fué llamado con el nombre de ellos; 

62 éstos buscaron sus registros genea¬ 
lógicos, pero no los hallaron y fueron 
excluidos del sacerdocio, ® 3 y el 
gobernador les prohibió comer las 







456 


ESDRAS, 3 


rosas santas, mientras un sacerdote 
no consultase los urim y tum- 
mim. 

84 La congregación toda entera era 
de cuarenta y dos mil trescientas 
sesenta personas, 65 sin contar los 
siervos y siervas, en número de siete 
mil trescientos treinta y siete. Entre 
ellos había trescientos cantores y 
cantoras. 66 Tenían setecientos treinta 
y seis caballos, doscientos cuarenta 
y cinco mulos, 67 cuatrocientos treinta 
y cinco camellos y seis mil setecien¬ 
tos veinte asnos. 

68 Muchos de los jefes de familias 
al llegar a la casa de Ya ve en Jeru¬ 
salén, hicieron ofrendas voluntarias, 
para la casa de Yave, para reedifi¬ 
carla en el lugar en que había estado. 

69 Dieron para el tesoro de la obra 
según sus medios, sesenta y un mil 
dóricos de oro y cinco mil minas de 
plata, y cien túnicas sacerdotales. 

70 Los sacerdotes y levitas y las gen¬ 
tes del pueblo, los cantores, los por¬ 
teros V los netincos, se establecieron 
en sus ciudades. Todo Israel habitó 
en sus ciudades. 


Restauración del altar y «leí culto. 

3 * 1 Llegado el séptimo mes, los 
hijos de Israel que estaban ya en 
sus ciudades se reunieron como un 
solo hombre en Jerusalén. 2 Josué, 
hijo de Josadac, con sus hermanos, 
los sacerdotes, y Zorobabel, hijo de 
Seal tic], con sus hermanos, se levan¬ 
taron para edificar el altar del Dios 
de Israel y ofrecer sobre él holocaus¬ 
tos, como estó escrito en la ley de 
Moisés, hombre de Dios (1). 3 Asen¬ 
taron el altar sobre sus cimientos, 
aunque había que temer de los pue¬ 
blos vecinos, y ofrecieron en él holo¬ 
caustos a Yave, el holocausto de la 
mañana y el de la tarde. 4 Celebra¬ 
ron la fiesta de los tabernáculos, 
como está escrito, ofrecieron día por 
día holocaustos, según el número pres¬ 
crito para cada día. 5 Después si¬ 
guieron ofreciendo el holocausto per¬ 
petuo, los holocaustos de los novi¬ 
lunios y los de todas las solemni¬ 
dades consagradas a Yave, y los de 


(i) Los primeros cuidados de los repatria¬ 
dos son para restaurar el altar y los sacrificios 

1 egales. La restauración nacional no se concibe 

sin la restauración del culto a Yave. 


todos aquellos que hacían ofrendas 
voluntarias a Yave. 6 Comenzaron a 
ofrecer holocaustos a Yave el día 
primero del mes, y los ofrecieron 
hasta el día séptimo. Todavía, sin 
embargo, no se habían puesto los 
cimientos de la casa de Yave. 7 Die¬ 
ron dinero a los canteros y a los car¬ 
pinteros, y comida, bebida y aceite 
a los sidonios y a los tirios, para que 
trajesen por inar hasta Jafp maderas 
de cedro del Líbano, según había 
dispuesto en cuanto a esto Ciro, rey 
de Persia (1). 

8 El año segundo después de la lle¬ 
gada a la casa de Yave, a Jerusalén, el 
segundo tres, Zorobabel, hijo de Seal- 
tiel, Josué, hijo de Joscdcc, eou el resto 
de sus hermanos los sacerdotes y los 
levitas, y todos los otros que habían 
venido de la cautividad, se pusieron 
a la obra y encargaron a los levitas 
de veinte años arriba la vigilancia 
de los trabajos de la casa de Yave. 
9 Josué, con sus hijos y sus hermanos, 
Cadmicl, con sus hijos, hijos de Judá, 
los hijos de Quejad con los hijos y 
los hermanos de los levitas, se dis¬ 
pusieron todos a una a vigilar a 
los que trabajaban en la casa de 
Dios. 

10 Cuando los* obreros pusieron los 
cimientos de la casa de Yave, asis¬ 
tieron los sacerdotes revestidos, con 
trompetas, y los levitas, los hijos de 
Asaf, con címbalos, para alabar a 
Dios, según la ordenación de David, 
rey do Israel, 11 y cantaban alabando 
y confesando a Yave: «Porque es 
bueno, poique os eterna sil miseri¬ 
cordia para Israel.» 

Todo el pueblo lanzaba gritos jubi¬ 
losos, alabando a Yave, porque se 
ponían los cimientos de la casa de 
Yave, 12 Muchos de los sacerdotes 
y levitas y de los jefes do familias, 
ya ancianos, que habían conocido 
ia casa primera, lloraban en voz alta, 
aP ver poner los cimientos do esta 
otra, mientras que los demás gri¬ 
taban jubilosos, 13 no pndiendo dis¬ 
tinguirse en el pueblo entre el clamor 
de los gritos de alegría y el de los 
llantos. 


(i) Restaurado el altar y los sacrificios, se 
dedican los judíos a la reedificación del f emplo, 
que tienen que interrumpir, por la enemiga de 
los samaritanos. La terminan empujados por el 
profeta Arco, pero bien se ve por éste lo lejos 
que el nuevo templo estaba de la magnificencia 
del de Salomón. 








ESDRAS, 4, 5 


457 


Interrupción de las obras. 

4 1 Cuando los enemigos de Judá 
y Benjamín supieron que los 
vueltos de la cautividad estaban 
reedificando el templo de Va ve, Dios 
de Israel, 2 llegáronse a Zorobabel 
y a los jefes de familias, y les dijeron: 
j «Queremos cooperar con vosotros en 
la reconstrucción, poique también 
" nosotros buscamos a vuestro Dios, 
y a él sacrificamos desde los días de 
I Asaradou, rey de Asiria, que aquí 
' nos trajo.» 3 ‘ Dijcronlcs Zorobabel, 
Josué y los demás jefes de familia 
de Israel: «No conviene que juntos 
edifiquemos la casa de nuestro Dios; 
hjinos de ser nosotros solos quienes 
1 la edifiquemos a Yave, Dios de Israel# 
pues así lo ha mandado el rey Ciro, 
rey de Persia.» 

4 Entonces las gentes de aquella 
tierra intimidaron al pueblo de Judá, 
queriendo impedir la construcción; 
V 6 y ganándose con dinero algunos 
1 consejeros de la corte, procuraron 
hacer fracasar su propósito durante 
todo el reinado de Ciro, rey de Persia, 
hasta el reinado de Darío, rey de 
Persia. 6 En el reinado de Asuero, 
al comienzo de él, escribieron una 
| acusación contra los moradores de 
Judá y de Jerusalén; 7 y en tiempos 
de Artajerjes, Birla, Mitridates, Ta- 
bcel y el resto de sus colegas escri¬ 
bieron a Artajcrjes, rey de Persia. 
La carta fué traducida al arameo y 
. transcrita con caracteres árameos. 
8 Rehurn, el gobernador, y Simsaí, 
escribieron a Artajcrjes, rey de Per¬ 
sia, acerca de Jerusalén, esta carta: 
9 Kchum, gobernador; Simsaí, se- 
I cretario, y el resto de sus colegas: 

I los de Din, de Arfarsatac, de Tarpel, 
de Afaras, de Erec, de Babilonia, 
de Susa, de Deha, de Elam 10 y de 
otros pueblos que el grande y glo¬ 
rioso Asnapar trasladó y estableció 
en la ciudad de Samaria y otros luga¬ 
res del lado de acá del río, etc. 

11 He aquí la copia de la carta que 
mandaron: 

«Tus siervos, las gentes del lado 
de acá del río, etc. 

12 «Sepa el rey que los judíos, que 
de ahí salieron y han llegado entre 
nosotros a Jerusalén, están reedifi¬ 
cando la ciudad rebelde y mala, al¬ 
zando sus murallas y restaurando los 
cimientos. 13 Que sepa, pues, el rey 
que si esta ciudad es reedificada y 
reconstruidas sus murallas, no paga¬ 


rán tributo, ni impuesto, ni derecho 
de peaje, y que de ello se ha de resentir 
el real tesoro. 14 Ahora, pues, como 
nosotros comemos la sal del palacio, 
y no creemos conveniente que el rey 
sea menospreciado, mandamos al rey 
esta información; 15 que se investi¬ 
guen los libros de las historias de 
tus padres, y en ellos verás que esta 
ciudad es una ciudad rebelde, funesta 
para los reyes y sus provincias, y - que 
ya de antiguo se movieron en ella 
revueltas, habiendo sido por esto 
destruida. 16 Hacemos saber al rey, 
que si esta ciudad ‘se reedifica y se 
levantan sus murallas, perderás con 
esto mismo tus posesiones del lado 
de acá del río.» 

17 Respuesta que mandó el rey a 
Rchum, gobernador; a Simsaí, secre¬ 
tario, y al resto de sus colegas que 
habitaban en Samaria y otros luga¬ 
res del lado acá del río: 

«Salud, etc. 

18 »La carta que nos habéis enviado 
ha sido exactamente leída en mi pre¬ 
sencia. 19 Di orden de que se hicieran 
investigaciones, y ha sido hallado 
que ya de antiguo esa ciudad se rebeló 
contra los reyes, y que se dió a la 
sed ción y a la revuelta. 20 Hubo 
eji Jerusalén reyes poderosos, due¬ 
ños de toda la tierra del lado de allá 
del río, a los que se pagaba tributo, 
impuesto y derecho de peaje. 21 Por 
consiguiente, mando que cesen los 
trabajos de esas gentes, para que 
esa ciudad no sea reconstruida sin 
una autorización mía. 22 No dejéis 
de poner en esto gran diligencia, 
no sea que el mal aumente con per¬ 
juicio de los reyes.» 

23 En cuanto la copia de esta carta 
del rey Artajerjes fué leída ante 
Rehurn, Simsaí, secretario, y sus cole¬ 
gas, fueron éstos apresuradamente a 
Jerusalén a los judíos, e hicieron cesar 
los trabajos por la violencia y por la 
fuerza. 


Se reanuda la rccoiustrnreión. 

24 Habíanse parado las obras de la 
casa de Yave, en Jerusalén, que¬ 
dando interrumpidas hasta el año 
segundo del reinado de Darío, rey 
de Persia. 

• 1 Ageo, profeta, y Zacarías, hijo 

de Ido, profeta, hablaron en nom¬ 
bre de Dios a los judíos que había 






156 


ESDRAS, 6 


en Judá y en Jerusalén; 2 y enterres 
Zorobabeí, hijo de Sealtiel, y Josué, 
hijo de Josadac, se levantaron y co¬ 
menzaron a edificar la casa de Dios 
en Jerusalén. Con ellos estaban los 
profetas de Dios, que les asistían. 

3 Vinieron entonces a ellos Tatnaí, 
gobernador del lado de acá del río, 
Setar-Boznaí, y sus colegas, y les 
dijeron: «¿Quién os ha dado autori¬ 
zación para edificar esta casa y levan¬ 
tar estos muros?»; y preguntaron: 
«¿Cuáles son los nombres de los que 
construyen este edificio?» 4 Enton¬ 
ces les respondieron, dándoles los 
nombres de los que hacían la recons¬ 
trucción. 5 Pero los ojos de Dios esta¬ 
ban sobre los ancianos de los judíos, 
y se permitió que continuasen las 
obras mientras se consultaba al rey 
Darío, hasta que se recibiese de él 
carta acerca de esto. 

6 He aquí copia de la carta, que 
al rey Darío mandaron Tatnaí, go¬ 
bernador del lado de acá del río, 
Setar-Boznaí y sus colegas del Afar- 
sac, que habitaban del lado acá del 
río. 7 Le enviaron una relación en 
estos términos: 

«Al rey Darío, salud. 

8 «Comunicamos al rey que hemos 
ido a la provincia de Judá, a la casa 
del Dios grande. Está construyéndose 
en piedras talladas, y se colocan las 
maderas en los muros, y el trabajo 
se hace rápidamente y adelanta en 
sus inanos. 8 Hemos preguntado a 
los ancianos, y les hemos hablado 
así: «¿Quién os ha dado autoriza¬ 
ción para edificar esta casa y levantar 
estos muros?» 10 Les liemos pregun¬ 
tado también los nombres para dár¬ 
telos a conocer, y liemos puesto por 
escrito los nombres de los que están 
al frente suyo. 11 He aquí la respuesta 
que nos dieron: «Nosotros somos 
servidores del Dios de los ciclos y la 
tierra, y estamos reconstruyendo la 
casa que fué construida muchos años 
ha. Un gran rey de Israel la edificó 
y la terminó. 12 Pero luego que nues¬ 
tros padres irritaron al Dios de los 
cielos, él los entregó en manos de 
Nabncodonosor, rey de Babilonia, el 
caldeo, que destruyó esta casa y llevó 
cautivo al pueblo a Babilonia. 13 Pero 
el año primero del reinado de Ciro, 
rey de Babilonia, el rey Ciro dió la 
orden de reedificar esta casa de Dios, 
14 y el mismo rey Ciro sacó del templo 
de Babilonia los utensilios de oro y 
plata que Nabucodonosor había sa¬ 


cado del templo de Jerusalén, lleván¬ 
dolos al templo de Babilonia, e hizo 
que fueran entregados al llamado 
Sesbasar, que nombró gobernador, 

15 diciéndole: Toma esos utensilios 
y ve a llevarlos al templo de Jerusalén, 
y que la casa de Dios sea reconstruida 
en el lugar mismo en que estaba. 

16 Este mismo Sesbasar vino y puso 
los cimientos de la casa de Dios en 
Jerusalén; desde entonces está recons¬ 
truyéndose, y no se ha terminado. 

17 Ahora, pues, si al rey le parece 
conveniente, que se hagan investi¬ 
gaciones en la casa del tesoro del 
rey de Babilonia, para ver si hubo 
una orden del rey Ciro, para la recons¬ 
trucción de esta casa de Dios en Jeru¬ 
salén, y que el rey nos transmita 
luego su voluntad en este asunto.» 


Edicto de Darío. 

/í 1 Entonces el rey Darío dió orden 
u de hacer investigaciones en la 
casa de los archivos, donde se depo¬ 
sitaban los tesoros de Babilonia; 2 y 
se halló en Ajmeta, capital de la 
provincia de Media, un rollo en que 
estaba escrito lo que sigue: 

3 «El año primero del rey Ciro, 
ha dado el rey Ciro esta orden, res¬ 
pecto de la casa de Dios en Jerusalén: 
Que la casa sea reconstruida para 
ser un lugar en que se ofrezcan sacri¬ 
ficios, y que tenga sólidos funda¬ 
mentos. Tendrá sesenta codos de alto, 
sesenta de ancho 4 y tres hiladas de 
piedra tallada y una de madera nueva, 
siendo abonado el importe por la 
casa del rey. 6 Ademas, los utensilios 
de oro y de plata que Nabucodo- 
nosor sacó del templo de Jerusalén, 
trayéndolos a Babilonia, serán de¬ 
vueltos y llevados al templo de Jeru¬ 
salén, al lugar donde estaban, y 
depositados en la casa de Dios. 

8 «Por tanto, Tatnaí, gobernador 
del otro lado del río, Setar-Boznaí y 
vuestros colegas de Afarsac, que habi¬ 
táis al lado de allá del lío, alejaos 
de ahí 7 y dejad que prosigan los 
trabajos de esa casa de Dios, y que 
el gobernador de los judíos y los 
ancianos de los judíos la reconstruyan 
en el lugar que ocupaba. 8 Esta es 
la orden que os doy, acerca de lo 
que habéis de hacer respecto de esos 
ancianos de los judíos, para la cons¬ 
trucción de esa casa de Dios. 8 El 
costo, tomado de la hacienda del rey, 






ESDRAS, 7 


J59 


proveniente de los tributos de la 
parte de allá del río, será íntegramente 
pagado a esos hombres, para que 
no haya interrupciones. 10 Lo nece¬ 
sario para los holocaustos al Dios de 
los cielos, novillos, carneros, corderos, 
trigo, sal, vino y aceite, será entregado, 
a petición suya, a los sacerdotes de 
Jerusalén, día por día y sin falta, 
para que ofrezcan sacrificios de grato 
olor al Dios de los cielos, y nieguen 
por la vida del rey y la de sus hijos. 
11 Y ésta es la orden que doy acerca 
de cualquiera que traspasare este 
mandato: Se arrancará de su casa 
una viga, que se alzará para colgarle 
en ella, y su casa será convertida 
en un montón de escombros. 12 Que 
el Dios que hace residir su nombre 
en ese lugar, derribe a todo rey y todo 
pueblo que tienda su mano para 
traspasar mi mandato, destruyendo 
esa casa de Dios en Jerusalén. Yo, 
Darío; yo he dado esta orden. Que 
sea puntualmente cumplida.® 

13 Tatnaí, gobernador de la parte 
de acá del río, Setar-Boznaí y sus 
colegas, se conformaron puntual¬ 
mente a esta orden que les mandó el 
rey Darío; 14 y los ancianos de los 
judíos prosiguieron con buen suceso 
la reconstrucción, según las profecías 
de Ageo, profeta, y de Zacarías, hijo 
de Ido; y terminaron la reconstruc¬ 
ción, según la orden del Dios de Israel, 
y las de Ciro, Darío y Artajerjes, 
reyes dePersia. 16 La casa fué ter¬ 
minada el día tercero del mes de Adar, 
del año sexto del reinado de Darío. 

Dedicación del femplo y celebra¬ 
ción de la pascua, 

16 Los hijos de Israel, los sacerdotes 
y levitas, y los demás que habían 
venido de la cautividad, hicieron con 
gozo la dedicación de esta casa de 
Dios, 17 ofreciendo en la dedicación 
de esta casa de Dios cien novillos, 
doscientos carneros y cuatrocientos 
corderos; y como víctimas expiato¬ 
rias por todo Israel, doce machos 
cabríos, según el número de las tribus 
de Israel. 18 Establecieron a los sacer¬ 
dotes según sus clases y a los levitas 
según sus divisiones, para el servicio 
de Dios en Jerusalén, como está 
escrito en el libro de Moisés. 

19 Los hijos de la cautividad cele¬ 
braron la pascua el día catorce del 
mes primero. 20 Los sacerdotes y 


los levitas se purificaron todos a una, 
y todos estaban puros, e inmolaron 
los levitas la pascua, para todos los 
hijos de la cautividad, para sus her¬ 
manos los sacerdotes y para sí mis¬ 
mos. 21 Los hijos de Israel que habían 
vuelto de la transmigración comieron 
la pascua, con todos aquellos que se 
habían apartado de las inmundicias 
de las gentes de aquella tierra, y se 
habían unido a ellos para buscar a 
Yave, el Dios de Israel. 22 Celebraron 
con alegría la fiesta de los panes 
ácimos durante siete días, pues los 
había regocijado Yave, disponiendo 
al rey de Asiria a apoyarlos en la 
obra de la casa de Yave, Dios de Israel. 


Llegada de Esdras a Jerusalén. 

y 1 Después de esto, en el reinado 
de Artajerjes, rey de Persia, vino 
Esdras, hijo de Ser ay a, hijo de Aza¬ 
das, hijo de Helcías, 2 hijo de Salum, 
hijo de Sadoc, hijo de Ajitub, 3 hijo 
de Amarías, hijo de Azadas, hijo 
de Merayot, 4 hijo de Zarajías, hijo 
de Uzi, hijo de Buqui, 5 hijo de Abisúa, 
hijo de Fines, hijo de Eleazar, hijo 
de Arón, sumo sacerdote. 6 Venia 
de Babilonia, y era un escriba muy 
versado en la ley de Moisés, dada 
por Yave, Dios de Israel; y como 
estaba sobre él la mano de Dios, 
el rey le otorgó todo cuanto le pidió. 
7 Muchos de los hijos de Israel, de 
los sacerdotes y levitas, de los can¬ 
tores, de los porteros y de los neti- 
neos, vinieron también a Jerusalén el 
año séptimo del rev Artajerjes. 8 Llegó 
Esdras a Jerusalén el mes quinto del 
año sétimo del rey, 9 habiendo salido 
de Babilonia el día primero del primer 
mes, y llegó a Jerusalén el día primero 
del quinto mes, estando sobre él la bue¬ 
na mano de su Dios, 10 porque Esdras 
había dispuesto su corazón para poner 
por obra la ley de Yave y enseñar 
en medio de Israel sus mandamien¬ 
tos y preceptos. 

11 He aquí la copia de la carta entre¬ 
gada por el rey Artajerjes a Esdras, 
sacerdote y escriba, maestro en los 
mandamientos y las leyes de Yave 
a Israel. 

12 «Artajerjes, rey de reyes, a 
Esdras, sacerdote y escriba, versado 
en la ley del Dios de los cielos, etc. 

13 »He dado la orden de dejar 

a todos los del pueblo de Israel, 
de sus sacerdotes y sus levitas, que 








460 


ESDRAS, 8 


hay en mí reino, que estén dispuestos 
a partir contigo a Jerusalén. 14 Tú 
eres enviado del rey y de sus siete 
consejeros, para inspeccionar a Judá 
V Jerusalén, respecto de la ley de 
Yave que está entre tus manos, 

15 y para llevar allá el oro y la plata 
que el rey y sus consejeros han 
ofrecido generosamente al Dios de 
Israel, cuya casa está en Jerusalén; 

16 toda la plata y el oro que puedas 
reunir en Babilonia, con las ofren¬ 
das voluntarias hechas por el pueblo 
y los sacerdotes a la casa de Dios en 
Jerusalén. 17 Cuidarás de adquirir 
con ese dinero novillos, carneros, 
corderos y cuanto es necesario para 
las ofrendas v las libaciones que ofre¬ 
cerás sobre el altar de la casa de 
vuestro Dios, en Jerusalén, 18 y con 
el resto de la plata y el oro harás 
lo que mejor te parezca a ti y a tus 
hermanos, conforme a la voluntad 
de vuestro Dios. 19 Deposita ante el 
Dios de Jerusalén los utensilios que 
se te entregan para el servicio de 
la casa de los tesoros del rey lo que 
sea necesario para las otras expen¬ 
sas que has de hacer para la casa 
de tu Dios. 

21 »Yo, el rey Artajerjes, doy orden 
a todos los tesoreros de la parte 
de allá del río, de entregar íntegra¬ 
mente a Esdras, sacerdote y escriba, 
versado en la ley de Dios de los cielos, 
todo lo que él os pidiere, 22 hasta 
cien talentos de plata, cien coros de 
trigo, cien bat* de vino, cien bats 
de aceite y sal a discreción. 23 Que 
todo cuanto está maqdado por el 
Dios de los cielos, se haga puntual¬ 
mente para la casa del Dios de los 
cielos, para que no venga su cólera 
sobre nuestro reino, sobre el rey y 
sobre sus hijos. 24 Os hacemos saber 
que no podrá ser impuesto tributo, 
ni gabela, ni derecho de peaje, a 
ninguno de los sacerdotes, levitas, 
cantores, porteros y netineos, ni a 
ningún servidor de esa casa de 
Dios. 

26 »Y tu, Esdras, según la sabidu¬ 
ría que tú tienes de Dios, establece 
jueces y magistrados, que adminis¬ 
tren justicia a todo el pueblo del 
otro lado del río, a todos los que co¬ 
nocen la ley de Dios, y haz que la 
conozcan aquellos que no la conocen. 

20 "Cualquiera que no gualdo pun¬ 
tualmente la ley de tu Dios y la ley 
del rey, será condenado a muerte, 
a destierro, a multa o a prisión.» 


27 Bendito Yave, Dios de nuestros 
padres, que ha dispuesto el corazón 
del rey a glorificar así la casa de 
Yave en Jerusalén, 28 y que me hizo 
objeto de la benevolencia del rey, 
de sus consejeros* y de todos sus pode¬ 
rosos jefes. Fortalecido por la mano 
de Yave, mi Dios, que estaba sobre 
mí, reuní a los jefes de Israel para 
que partieran conmigo. 


Los compañeros de Esdras. 

$ 1 He aquí los jefes de familias y 
las genealogías de los que subie¬ 
ron conmigo de Babilonia, en el rei¬ 
nado de Artajerjes. 

2 De los hijos de Finccs: Oersón; 
de los hijos de 1 turnar, Daniel; de 
los hijos de David, Jatus; 3 de los 
hijos de Secanías y de los hijos de 
Faros, Zacarías, y con él ciento 
cincuenta varones registrados; 4 de 
los hijos de Pajat IVfoab, Elyocnai, 
hijo de Zazajías, y con él doscientos 
varones; 5 de los hijos de Sccanía, el 
hijo de Jacazicl y con él trescientos 
varones; 6 de los hijos de Adin, 

Ebcd, hijo de Jonatán, y con él 

cincuenta varones; 7 de los hijos de 
Elam, Isaías, hijo de Atalía, y con 
él setenta varones; 8 de los hijos de 
Sefatías, Zebadías, hijo de Micael, 
y con él noventa varones; 8 de los 
hijos de Joab, Abdías, hijo de Jejiel, 
y con él doscientos dieciocho varo- 
res; 10 de los hijos de Sclomit, hijo 
de Josifía, y con él ciento sesenta 

varones; 11 de los hijos de Babaí, 

Zacarías, hijo de Bcbaí, y con él 
veintiocho varones; 12 de los lujos 
de Azgad, Jojanán, hijo de Acatán, 
y con él ciento diez varones; 13 de 
los hijos de Adouicam, los últimos, 
he aquí los nombres: Elifelct, Jcncl 
y Scmacya, y con ellos sesenta varo¬ 
nes; 14 de los hijos de Bigvaí, Ftaí 
y Zabud, y con ellos setenta varones. 

15 Los reuní cerca del río que corre 
hacia Alia va, v acampamos allí tres 
días; y habiendo buscado entre el 
pueblo y los sacerdotes, no hallé 
ninguno de la casa de Leví. 10 En¬ 
tonces llamé a los jefes Eliezer, Ariel, 
Semaeya, Elnatán, Jarib, Natán, Za¬ 
carías y Mcsulam, y a los doctores 
Joyarib y Flnatán, 17 y los mandé 
al jefe Ido, que habitaba en Fasifía, 
poniendo en «u boca lo que habían 
de decir a Ido y a sus hermanos, 





ESDRAS, 9 


461 


los nctineos que había en Casifía, 
para que nos mandasen servidores 
para la casa de nuestro Dios. 18 Como 
estaba con nosotros la buena mano 
de nuestro Dios, nos trajeron a Se- 
rebía, hombre de sentido, de entre 
los hijos de Majlí, hijo de Le vi, hijo 
de Israel, y con él sus hijos y sus 
hermanos, en número de dieciocho; 
19 Jasabía y con él Isaías, de entre 
los hijos de Mcrari, sus hermanos y 
sus hijos, en número de veinte; 20 y 
de entre los netineos, que David y 
los jefes habían puesto al servicio 
de los levitas, doscientos veinte neti¬ 
neos, todos designados por sus nom¬ 
bres. 

21 Allí, cerca del río de Ahava, pu¬ 
bliqué un ayuno de penitencia ante 
nuestro Dios, para implorar de él 
un feliz viaje para nosotros, para 
nuestros hijos y para euanto nos 
pertenecía. 22 Me hubiera avergon¬ 
zado de pedir al rey una escolta y 
caballería para protejernos del ene¬ 
migo durante el camino, pues había¬ 
mos dicho al rey: «La mano de nues¬ 
tro Dios está para bien de ellos sobre 
cuantos le buscan.» 23 Por eso ayu¬ 
namos e invocamos a nuestro Dios, 
y él nos escuchó. 

24 Elegí doce jefes de los sacerdo¬ 
tes, Serebía, Josabía y diez de sus 
hermanos. 26 Pesé delante dé ellos 
la plata, el oro y los utensilios, do¬ 
nados en ofrenda para la casa de 
nuestro Dios por el rey, sus conseje¬ 
ros y sus jefes, y por todos los de 
Israel que habían sido hallados, 28 y 
puse en sus manos seiscientos cin¬ 
cuenta talentos de plata, utensilios 
de plata por cien talentos, cien talen¬ 
tos de oro, 27 veinte copas de oro 
por valor de mil dóricos, y dos vasos 
de un hermoso bronce bruñido, tan 
precioso como el oro. 28 Luego les 
dije: «Vosotros estáis consagrados a 
Yave; estos utensilios son cosas san¬ 
tas, y esta plata y este oro son 
ofrenda voluntaria hecha a Yave, 
el Dios de vuestros padres. 29 Velad 
y guardadlos, hasta que los peséis 
ante los jefes de los sacerdotes y 
levitas, y ante los jefes de las fami¬ 
lias de Israel en Jerusalén, en las 
cámaras de la casa de Yave.» 30 Los 
sacerdotes y levitas recibieron a peso 
la plata, el oro y los utensilios para 
llevarlos a Jerusalén, a la casa de 
nuestro Dios. 

31 Partimos del río de Ahava, para 
dirigirnos a Jerusalén, el día doce 


del mes primero. La mano de Dios 
fué con nosotros, y nos preservó de 
ataques de enemigos y de toda em¬ 
boscada durante el camino. 32 Lle¬ 
gamos a Jerusalén y descansamos 
tres días; 33 al cuarto día pesamos en 
la casa de nuestro Dios la plata, el 
oro y los utensilios, y lo entregamos 
todo a Merimot, hijo de Urías, sacer¬ 
dote, que tenía consigo a Eleazar, 
hijo de Fines, y con ellos los levitas 
Josabad, hijo de Josué, y Noadía, 
hijo de Biní. 34 Después "de recon¬ 
tarlo y repesarlo todo, se puso por 
escrito el peso total. 

35 Los hijos de la cautividad vuel¬ 
tos del destierro ofrecieron en holo¬ 
causto al Dios de Israel doce novillos 
por todo Israel, noventa y seis car¬ 
neros, setenta y siete corderos y doce 
machos cabríos, como víctimas expia¬ 
torias, todo en holocausto a Yave. 
36 Transmitieron las órdenes del rey 
a los sátrapas del rey y a los gober¬ 
nadores del lado acá del río, y éstos 
honraron al pueblo y a la casa de 
Dios. 


Aflicción de Esdrns por los ma¬ 
trimonios con mujeres extranje¬ 
ras, y su plegaria. 

Q 1 Después de todo esto se me 
" acercaron los jefes, diciendo: «El 
pueblo de Israel, los sacerdotes y levi¬ 
tas, no han estado apartados de las 
gentes de esta tierra, e imitan sus 
abominaciones, las de los cananeos, 
geteos, fereceos, jebuseos* amonitas, 
moabitas, egipcios y amorreos; 2 pues 
han tomado de entre ellos mujeres 
para sí y para sus hijos, y han mez¬ 
clado su sangre santa con la de las 
gentes de esta tierra. Los jefes y ma¬ 
gistrados han sido los primeros en 
cometer este pecado.» 

3 Al oír esto, rasgué mis vestiduras, 
mi manto, y me arranqué cabellos 
de mi cabeza y de mi barba, y me 
senté desolado. 4 Juntáronse con¬ 
migo todos los temerosos de las pala¬ 
bras del Dios de Israel, por la preva¬ 
ricación de los hijos de la cautividad. 
Yo estuve desolado hasta el sacrifi¬ 
cio de la tarde; 6 y luego, al tiempo 
de la ofrenda de la tarde, me levanté 
de mi humillación, y con mis vesti¬ 
dos y mi manto rasgados, postróme de 
rodillas, y tendiendo a Yave mis 
manos, ® dije: «jDios míol Estoy con- 










ESDRAS, 10 


402 


fuso y avergonzado, Dios mío, y no 
me atrevo a levantar a ti mi rostro, 
porque nuestras iniquidades se han 
multiplicado por encima de nuestra 
cabeza, y nuestros delitos suben hasta 
el cielo. 7 Desde los días de nuestros 
padres hasta hoy, hemos sido muy 
culpables; y por nuestras iniquidades, 
nosotros, nuestros reyes y nuestros 
sacerdotes, hemos sido entregados a 
las manos de los reyes extranjeros, 
a la espada, a la cautividad, al sa¬ 
queo, a la vergüenza que cubre 
nuestro rostro. 8 Con todo, Yave, 
nuestro Dios, acaba de hacer con 
nosotros misericordia, dejándonos un 
resto de libertad y dándonos refugio 
en su lugar santo, para hacer brillar 
nuestros ojos y darnos un poco de 
vida en nuestra servidumbre; 9 por¬ 
que esclavos somos, pero en medio 
de nuestra esclavitud, Dios no nos 
ha abandonado. Nos ha conciliado 
la benevolencia de los reyes de Per- 
sia, conservándonos la vida, para 
que pudiéramos edificar la casa de 
nuestro Dios, levantando sus ruinas 
y dándonos un refugio seguro en 
Judá y en Jcrusalén. 10 ¿Qué pode¬ 
mos, pues, decir después de todo esto, 
oh Dios nuestro? Pues hemos aban¬ 
donado tus mandamientos, 11 los que 
nos prescribiste por medio de tus 
siervos los profetas, diciendo: «La 
tierra que vais a poseer es una tierra 
manchada por las abominaciones de 
los pueblos de esas regiones, que del 
uno al otro cabo la han llenado de 
sus inmundicias; 12 no deis vuestras 
hijas a sus hijos, ni toméis sus hijas 
para vuestros hijos, ni os cuidéis 
nunca de su prosperidad ni de su 
bienestar, y así vendréis a ser fuertes 
y comeréis lo mejor de los frutos de 
la tierra, y la dejaréis a vuestros 
hijos en heredad para siempre. 13 Des¬ 
pués de todo lo que nos'ha sucedido 
por nuestras maldades y grandes pe¬ 
cados que hemos cometido, porque 
tú, Dios nuestro, no nos has casti¬ 
gado en proporción de nuestras ini¬ 
quidades, 14 ¿vamos a comenzar de 
nuevo a traspasar tus mandamientos 
y a emparentar con esos pueblos abo¬ 
minables? ¿No se ensañaría contra 
nosotros tu cólera hasta destruirnos 
del todo, sin dejar ni resto ni escape? 
15 Yave, Dios de Israel: Tú eres justo, 
pues que hemos quedado hoy un 
resto de escapados. Henos aquí ante 
ti como culpables, sin poder por esto 
permanecer en tu presencia. * 


Expulsión de las mujeres 
extranjeras. 

1A 1 * * Mientras que Esdras, llorando 
1 - postrado ante la casa de Dios, 
hacía esta plegaria y esta confesión, 
habíase reunido junto a él una gran 
muchedumbre de gentes de Israel, 
hombres, mujeres, niños y todos de¬ 
rramaban abundantes lágrimas. 

2 Entonces Secanía, hijo de Jejiel, 
de entre los hijos de Elam, tomando 
la palabra, dijo a Esdras: «Hemos 
pecado contra Dios, tomando muje¬ 
res extranjeras que pertenecen a 
los pueblos de esta tierra, pero Israel 
no queda por esto sin esperanza. 
3 Hagamos pacto con nuestro Dios, 
de echar a todas esas mujeres y a los 
nacidos de ellas, según el parecer de 
mi señor y de cuantos temen ante 
los mandamientos de nuestro Dios, 
y que se cumpla la ley. 4 * Levántate, 
pues, ya que esto cosa tuya es. Ten 
valor, y a la obra» (1). 

6 Levantóse Esdras, e hizo jurar 
a los jefes de los sacerdotes, a los 
de los levitas y a los de todo Israel, 
que harían lo que se acababa de 
decir, y ellos lo juraron. 6 Después 
se retiró Esdras de la casa de Dios, 
y fué a la cámara de Jojanán, hijo 
de Eliasib, pero no comió allí pan 
ni bbbió agua, porque estaba en 
gran desolación por el pecado de los 
hijos de la cautividad. 7 Se publicó 
por Judá y Jerusalén a todos los 
hijos de la cautividad, que se reunie¬ 
sen en Jerusalén, 8 y que si alguno 
no se presentaba dentro de los tres 
días, conforme al acuerdo de los an¬ 
cianos, le fuesen confiscados todos 
sus bienes, V él excluido de la con¬ 
gregación de los hijos de la cauti¬ 
vidad. 

9 Todos los hombres de Judá y 
Benjamín se reunieron en Jcrusalén 
dentro de los tres días. Era el día 
veinte del noveno mes, y todo el 
pueblo estaba en la plaza de la casa 
de Dios temblando, con motivo de 
aquel negocio y a causa de la lluvia. 
10 Levantóse Esdras, sacerdote, y 
dijo: «Habéis prevaricado, tomando 
mujeres extrañas, añadiendo preva¬ 
ricaciones a la inquidad de Israel. 


(i) Esta separación o repudio de las muje¬ 

res extranjeras no es más que el cumplimiento 

de la Ley, que prohibía tales matrimonios. Es 

de notar, sin embargo, la buena disposición 

del pueblo para cumplir la Ley. 







ESDRAS, 10 


11 Confesad ahora vuestro pecado a 
Yave, el Dios de vuestros padres, y 
cumplid su voluntad. Apartaos de 
los pueblos de esta tierra y de las 
mujeres extrañas.» 12 Toda la asam¬ 
blea respondió a una y en alta voz: 
«Hágase así, conforme a tu palabra.» 

13 «Pero como el pueblo es muy 
numeroso, y está el tiempo de lluvias, 
no siendo posible permanecer al des¬ 
cubierto; y como, además, no es cosa 
de un día o dos, por ser muchos los 
que de nosotros han pecado en esto, 
14 que sean nuestros jefes los que en 
lugar de la asamblea toda se queden; 
y a todos los que de nuestras ciu¬ 
dades han tomado mujeres extrañas, 
les hagan venir en tiempos determi¬ 
nados con los ancianos o los jefes de 
cada ciudad, hasta que la encendida 
cólera de nuestro Dios se aparte de 
nosotros en cuanto a este asunto.» 

15 Jonatán, hijo de Azael, y Jajzía, 
hijo de Tiera, apoyados por Mesulam 
y por el levita Sabtaí, fueron los 
únicos que se opusieron a este pare¬ 
cer, 16 al que se adhirieron todos los 
hijos de la cautividad. Se eligió a 
Esdras, sacerdote, y a algunos de 
los jefes de las casas paternas, todos 
designados por sus nombres, y éstos 
se sentaron para resolver el asunto 
el día primero del mes décimo. 17 El 
día primero del mes primero aca¬ 
baron de juzgar a todos los que 
habían tomado mujeres extrañas. 

18 De entre los sacerdotes fueron 
hallados que habían tomado mujeres 
extrañas: De los hijos de Josué, hijo 
de Josedec, y de sus hermanos: Ha- 
seya, Eliezer, Jarib y Guedalía, 19 que 
se* comprometieron, dando su mano, 
a echar a sus mujeres y a ofrecer un 




carnero por su pecado; 20 de los hijos 
de lmmer, Jananí y Zebadías; 21 de 
los hijos de Jariin, Maseya, Elias, 
Semaeía, Jejiel y Ozías; 22 de los 
hijos de Pasur, Elyoenai, Maseya, 
Ismael, Natanael, Josabad y Eleasar. 

23 De entre los levitas,. Josabad, 
Simeí, Quelaya, que es Quelita, Pe- 
tajya, Judá y Eliezer. 24 De entre los 
cantores: Eliasib. De entre los por¬ 
teros, Salum, Telemv Urí. 

25 De entre los hijos de Israel: 
De los hijos de Paros; Ramia, Jiziya, 
Malquiya, Miyamim, Eleazar, Mal- 
quiya y Benaya; 26 de los hijos de 
Elam, Matanías, Zacarías, Jejiel, 
Abdi, Jeremot y Elias; 27 de los hijos 
de Zatui, Elyoenai, Eliasib, Matanía, 
Jeremot, Zabad y Aziza; 28 de los 
hijos de Bebaí: Jojana, Ananías, 
Jabdu y Atlaí; 29 de los hijos de Baní: 
Mesulain, Malue. Adaya, Jasub, Seal 
y Jerimot; 30 de los hijos de Fajat 
Moab, Adía, Quelal, Banaya, Maseya, 
Matanía, Besaleel, Biní y Manasés; 

31 de los hijos de Jariin: Eliezer, 
Jisjiya, Malquiya, Semaeya, Simeón, 

32 Benjamín. Malue y Semaría; 33 de 
los hijos de Jasum: Matnaí, Matata, 
Zabad, Elifelet, Jeremaí, Manasés y 
Simeí; 34 de los hijos de Baní: Hadaí, 
Amram, Yel, 35 Benaya, Bedia, Que- 
luya, 38 Vania, Meremot, Eliasib, 
37 Matanías, Matnaí, Jasaí, 38 Baní, 
Biní, Selemías, Natán, Adaya, 40 Mac- 
nadbaí, Sasaí, Saraí, 41 Azareel, Sc- 
lamías y Semarías; 42 Salum, Ama¬ 
rías y José; 43 hijos de Nebo, Jciel, 
Matatías, Zabad, Zebina. Jadar, Joel 
y Banaya. 

44 Todos éstos habían tomado mu¬ 
jeres extranjeras y muchos tenían 
i ya hijos de ellas. 

















NEHEMIAS 

(Vulg. II de Esdras.) 


Plegaria de íYchemins por los hijos 
de Israel. 

i 1 * Palabras de Nehemías, hijo de 

1 Hcleías (1). 

En el mes de Casleu del año veinte, 
estando yo en Susa, en la capital, 

2 llegaron de Judá Jananí y uno de 
mis hermanos eon algunos otros. 
Yo les pregunté por los judíos que 
habían sido libertados, los restos de 
la cautividad y por Jerusalén. 3 Ellos 
me respondieron: «Los restos de la 
cautividad están en la provincia en 
gran mal y afrenta. Las murallas de 
Jerusalén están en ruinas, y sus puer¬ 
tas quemadiis por el fuego. 4 * Cuando 
oí esto sentéme y lloré, y estuve por 
muchos días desolado. Ayuné y oré 
ante el Dios de los cielos, 6 dieiendo: 
«Ruégote, Ya ve, Dios de los eielos, 
Dios grande y terrible, que guardas 

(i) Nehemías. que manifiesta sentimientos 

de profundo amor a su nación, confiesa los pe¬ 

cados de ésta y pide a Dios acelere la restau¬ 

ración. Ocupa en la corte un alto cargo, el de 

copero del rey, como luego ocupará Mardoqueo 

el de primer ministro. 


tu alianza y haces misericordia con 
los que te aman y guardan tus man¬ 
datos: 6 Que esté atento tu oído y 
abiertos tus ojos para eseuchar la 
oración que tu siervo te dirige ahora 
día y noche, por tus siervos, los hijos 
de Israel, confesando los pecados de 
Israel, nuestros peeados contra ti, 
porque yo y la casa de mi padre 
liemos pecado, 7 te liemos ofendido, 
y no hemos guardado los manda¬ 
mientos, las leyes y los preceptos 
que tú prescribiste a Moisés, tu 
siervo. 8 Acuérdate de estas palabras 
que tú mandaste deeir a Moisés tu 
siervo: Si pecareis, yo os dispersaré 
entre los pueblos, 9 pero si os volvéis 
a mí y guardáis mis mandamientos 
y los ponéis por obra, aunque hubie¬ 
reis sido desterrados a los confines 
de la tierra, de allí os reuniré yo y 
os volveré al lugar que he elegido 
para hacer residir en él mi nombre. 
10 Son tus siervos, son tu pueblo, que 
redimiste tú eon tu gran poder y tu 
fuerte mano. 11 jOh Yave! Que esté 
atento tu oído a la plegaria de 
tu siervo y a la de los siervos 


30 






























NEHEMÍAS, 2, 3 


III, 


tuyos que desean temer tu nom¬ 
bre. Concede ahora próspero suce¬ 
so a tu siervo, y haz que halle 
yo gracia a los ojos de este hombre», 
pues servía yo entonces de copero 
al rey. 


Artajcrjcs da permiso a IVeheinías 
para ir a reedificar a Jcrusulcn. 

cy 1 En el mes de Nisán, del año 
^ veinte del rey Artajerjes, estando 
ya el vino delante de él, tomé el 
vino y se lo ofrecí al rey. Jamás 
había yo aparecido triste en su pre¬ 
sencia, 2 pero aquel día me dijo: 
«¿Por qué estás con tan mala cara? 
Enfermo no estás; no puede ser, 
pues, sino alguna pena de tu corazón.» 
Yo entonces me atemoricé sobrema¬ 
nera, 3 y respondí al rey: «Viva el 
rey eternamente: ¿Cómo no va a 
estar triste mi rostro, cuando la ciu¬ 
dad donde están los sepulcros de mis 
padres está en ruinas, y quemadas 
por el fuego sus puertas?» 4 Y me 
dijo el rey; «¿Qué es lo que quieres?» 
Yo, rogando al ley de los cielos, 
6 respondí al rey: «Si al rey le pare¬ 
ciera bien, y hallara gracia tu siervo 
ante ti, que me mandaras a Judá, 
a la ciudad de los sepulcros de mis 
padres, para reedificarla.» 6 El rey, 
a cuyo lado estaba sentada la reina, 
me dijo: «¿Cuánto durará tu viaje? 
¿Cuándo estarás de vuelta» Plugo al 
rey dejarme partir, y yo le señalé 
tiempo. 7 Después dije al rey: «Si al 
rey le parece bien, que se me den 
cartas para los gobernadores del otro 
lado del río, para que me permitan 
pasar y entrar en Judá; 8 y otra carta 
para Asaf, guardabosques del rey, 
para que me facilite maderas y vi¬ 
guería para las puertas de la ciu- 
dadela vecina a la casa, para las 
murallas de la ciudad, y para la casa 
que yo lie de habitar.» Diómc el rey 
estas" cartas, pues la buena mano de 
Dios estaba sobre mí. 

9 Presénteme a los gobernadores 
del otro lado del río, y les entregué 
las cartas del rey, que había hecho 
que me acompañasen dos jefes del 
ejército y alguna gente de a caballo. 
lü Cuando lo supieron Sanbalat, joro- 
nita, y Tobías, siervo amonita, 
disgustóles en extremo que viniese 
un hombre para procurar el bien de 
los hijos de Israel. 11 Llegué a Jeru- 
salén y estuve allí tres días; pasados 


los cuales, 12 me levanté de noche 
con algunos hombres, sin decir a 
nadie lo que Dios me había puesto 
en el corazón hacer por Jerusalén. 
No llevaba conmigo bestia alguna de 
carga, sólo mi propia cabalgadura. 
13 Salí de noche por la puerta del 
valle, y me dirigí hacia la fuente del 
dragón y la puerta de la escombrera, 
mirando las murallas de Jerusalén 
en ruinas y sus puertas consumidas 
por el fuego. 14 Seguí a la puerta 
de la fuente y a la esquina del rey, 
y no había por allí sitio por donde 
pasar la cabalgadura en que iba. 
16 Subí, todavía de noche, por' el 
torrente, e inspeccioné la muralla. 
Luego volví a entrar por la puerta 
del valle, estando así de vuelta. 

16 Los magistrados no sabían a 
dónde había ido, y qué era lo que 
había hecho. Hasta entonces no había 
dicho nada a los judíos, ni a los 
sacerdotes, ni a los jefes, ni a los 
magistrados, ni a ninguno de los 
que llevaban la dirección de los 
negocios. 17 Entonces ya les dije: 
«Bien veis el lamentable estado en 
que nos hallamos. Jerusalén está 
destruida, y sus puertas consumidas 
por el fuego. Vamos, pues, a reedifi¬ 
car las murallas de Jerusalén, y no 
estemos más en el oprobio. 18 Les 
conté cómo la buena mano de Dios 
había estado sobre mí, y las pala¬ 
bras que el rey me había dirigido; 
y entonces dijeron: «jAndando, a edi¬ 
ficarla!» Y tomaron resueltamente esta 
buena determinación. 

19 Cuando lo supieron Sanbalat, 
joronita; Tobías, siervo amonita, y 
Guczem, árabe, se burlaban de nos¬ 
otros y nos menospreciaron. Nos di¬ 
jeron: «¿Que es lo que hacéis ahí? 
Os rebeláis contra el rey?» 20 Y yo 
les di esta respuesta: «El Dios de 
los cielos nos liará salir con nuestra 
empresa. Nosotros, sus siervos, nos 
levantaremos y haremos la edifica¬ 
ción. Vosotros no tenéis parte ni 
derecho ni recuerdos en Jerusalén.» 


Hepuración de las murallas de 
Jerusalén. 

3 1 Eliasib, sumo sacerdote, se le¬ 
vantó con sus hermanos los sacer¬ 
dotes, y edificaron la puerta de las 
ovejas; la consagraron y pusieron las 
puertas, desde la torre de Mea hasta 
Da torre de Janancel. 2 A continuación 




nehemías, 


de Eliasib edificaron los hombres de 
Jcricó, y a continuación de éstos 
edificó Zaeur, hijo de Imri (1). 

3 Los hijos de Sena edificaron la 
puerta del pescado y la cubrieron, 
pusieron las puertas, los cerrojos y 
los goznes. 4 Al lado de ellos trabajó 
en las reparaciones Mercmot, hijo 
de Urías, hijo de Acus, y al lado de 
éstos reconstruyó Mesulam, hijo de 
Bercquías, hijo de Mesezabeel; y al 
lado de éstos restauró Sadoc, hijo 
de Baana. 5 Inmediatos a ellos res¬ 
tauraron los tecoítas, aunque sus 
nobles no doblaron su cerviz al ser¬ 
vicio de su Señor. 

6 Xa puerta vieja la restauraron 
Joyada, hijo de Pasea, y Mesulam, 
hijo de Besodías; la ensamblaron y 
pusieron a las puertas sus cerrojos 
y sus goznes. 7 Junto a éstos reedi¬ 
ficaron Melatfas, gabaonita, y Jadón, 
meronotita; y los hombres" de Ga- 
baón y Mispa trabajaron a expensas 
del gobernador de este lado del río. 
8 .Junto a ellos trabajó Uziel, hijo 
de Jorayas, de los fundidores, y a 
su lado Ananías, de los perfumistas; 
continuaron Jerusalén hasta la mu¬ 
ralla de la plaza. 9 A continuación de 
éstos trabajó Refalas, hijo de Hur, 
gobernador de la mitad del distrito 
de Jerusalén. 10 A continuación tra¬ 
bajó enfrente de su casa Jedaya, hijo 
de Jaromat, y a su lado Jatüs, hijo 
de Jesabnía. 11 Otra porción de la 
muralla y la torre del horno fué repa¬ 
rada por Malquiya, hijo de Jarim, 
y Jasub, hijo de Pajat Moah. 12 A 
continuación de ellos trabajó eon 
sus hijos Salum, hijo de Jaloes, jefe 
de la otra mitad del distrito de Jeru¬ 
salén. 13 Janum y los habitantes de 
Zanoaj repararon la puerta del valle, 
la edificaron, pusieron las puertas, 
los cerrojos y los goznes. Hicieron 
además mil codos de muralla, hasta 
la puerta de la escombrera. 

14 Malquiva, hijo de Reeab, jefe del 
distrito de Bet Maquerem, reedificó la 
puerta de la escombrera, poniendo sus 
puertas, sus cerrojos y sus goznes. 

15 Salum, hijo de Col José, jefe 
del distrito de Mispa, reconstruyó 
la puerta de la fuente, la levantó, 
la eubrió, puso las puertas eon sus 
cerrojos y sus goznes. Construyó ade¬ 
más el muro de la piscina de Siloé, 


(i) Los muros de la ciudad son restaurados 
por el pueblo todo en prestación, que diriamos 
boy, personal. 


4t>7 


cerca del jardín del rey, hasta la esca¬ 
linata que baja a la ciudad de David. 

16 Después de él, Nehemías, hijo 
de Azbus, jefe de la mitad del dis¬ 
trito de Bet Sur, trabajó en las repa¬ 
raciones hasta enfrente de los se¬ 
pulcros de David, y hasta delante 
de la piscina, que había sido artís¬ 
ticamente construida, v hasta el 
cuartel. 17 Después de él trabajaron 
los levitas, Rehú, hijo de Baní, y 
a su lado trabajaba Josabía, jefe de 
la mitad del distrito de Queila. 
18 Después de él sus hermanos, Da- 
vai, hijo de Enadad, jefe de la otra 
mitad del distrito de Queila; 19 y 
al lado de éste, Ezer, hijo de Josué, 
jefe de Mezta, reparó otra porción 
de la muralla frente al arsenal, hacia 
el ángulo. 20 Después de él, Barue, 
hijo de Zabai, reparó otra porción, 
desde el ángulo hasta la entrada de 
la casa de Eliasib, sumo sacerdote. 
21 Después de él reparó Meremot, 
hijo de Uría, hijo de Haeos, otra sec¬ 
ción, desde la entrada de la casa de 
Eliasib hasta el extremo de ella. 

22 Después de él trabajaron en la 
reparación los sacerdotes de la olla 
del Jordán, 23 y después de ellos 
Benjamín y Asub, enfrente de sus 
casas. Después de estos Azarías, hijo 
de Maasia, hijo de Ananía, reparó 
lo eereano a su casa. 24 Después de 
él Binní, hijo de Henadad, reparó 
otra sección, desde la casa de Aza- 
ría hasta el ángulo. 25 Paal, hijo de 
Uzai, construyó lo de delante del 
ángulo y la torre que hay en el sa¬ 
liente, sobre lo alto del palacio real 
en el patio de la prisión. Después 
de él trabajó Pedaya, hijo de Paros. 

26 Los netineos que habitan el 
Ofel trabajaron hasta enfrente de 
la puerta de las aguas, a oriente, y 
la torre en saliente. 27 Después de 
ellos los teeoitas repararon otra por¬ 
ción, frente a la gran torre en saliente, 
hasta el muro del Ofel. 28 A partir 
de la puerta de los caballos, los 
sacerdotes trabajaron en la repara¬ 
ción, cada uno frente a su casa. 
29 Después de ellos trabajó Sadoe, 
hijo de Immer, delante de su casa; 
Secanía, guarda de la puerta de 
oriente. 30 Después de él reparó Ja- 
nanías, hijo de Selemías, otra sección, 
y después de éste Mesulam, hijo de 
Baraquías, reparó delante de su vi¬ 
vienda. 31 Después reparó Malquía, 
de entre los orífices, hasta la casa 
de los netineos v de los comerciantes 





468 


NEHEMÍAS, 4, 5 


lo de frente a la puerta de Mifcad 
y hasta la cámara alta del ángulo. 
82 Entre la cámara alta del ángulo 
y la puerta de las ovejas trabajaron 
los orífices y los mercaderes. 


Prosiguen los trabajos a pesar 
de los obstáculos. 

I 1 Cuando supo Sanbalat que estᬠ
bamos reconstruyendo la muralla, 
se enojó mucho y se encolerizó. Bur¬ 
lábase de los judíos, 2 diciendo ante 
sus hermanos V ante los soldados de 
Samaria: «¿Para qué trabajan esos 
impotentes judíos? ¿Acaso van a de¬ 
jarles hacer? ¿Van a sacrificar? ¿Van 
a terminar? ¿Van a resucitar las pie¬ 
dras enterradas bajo montones de 
escombros, y consumidas por el fue¬ 
go?» 3 * Y Tobías, el amonita, que 
estaba junto a él, decía: «Ya pueden 
edificar. Una zorra que contra ella 
se lance, derribará su muralla de 
piedra» (1). 

4 «Escucha, oh Dios nuestro, cuán¬ 
to nos menosprecian, y haz que sus 
insultos recaigan sobre sus cabezas, 
y dalos al pillaje en una tierra de 
cautiverio. 6 No perdones su iniqui¬ 
dad, y que no se borre delante de 
ti su pecado, porque injurian a los 
que están edificando.» 

6 Reedificamos, pues, la muralla, 
quedando del todo acabada, hasta 
la mitad de su altura, y el pueblo 
se animó para el trabajo. 7 Pero 
Sanbalat, Tobías, los árabes, los 
amonitas y los de Azoto, se enfure¬ 
cieron sobremanera al saber que la 
reparación de las murallas avanzaba 
y que comenzaban a cerrarse las 
brechas, 8 y todos a una se confabu¬ 
laron para venir a atacar a Jcrusulén 
y hacer el daño posible. 

9 Nosotros rogamos a nuestro Dios, 
V pusimos una guardia que de día y 
de noche vigilara, para defendernos 
de sus ataques. 10 Sin embargo, Judá 
decía: «Ya faltan las fuerzas a los 
acarreadores, y el escombro es toda¬ 
vía mucho; no podremos acabar la 
muralla.» 11 Mientras que los enemi¬ 
gos decían: «Nada sabrán y nada 
verán, hasta que lleguemos en medio 
de ellos y los matemos, y así haremos 


(i) Este episodio origina históricamente la 

profunda enemistad entre judíos > samaritanos, 

aunque ésta procede principalmente del diverso 

origen y del culto híbrido de los samaritanos. 


que cesen las obras.» 12 Los judíos 
que entre ellos habitaban, vinieron 
diez veces para advertirnos, de todos 
los lugares de donde venían a nos¬ 
otros. 13 Por eso puse detrás de las 
murallas al pueblo por familias, todos 
con sus espadas, sus lanzas y sus 
arcos. 14 Fui a ver, y levantándome, 
dije a los jefes y a los magistrados 
y al resto del pueblo: «jNo los temáisl 
Acordaos de Yave, grande y terrible, 
y luchad por vuestros hermanos, por 
vuestros hijos y vuestras hijas, por 
vuestras mujeres y vuestras casas.» 

15 Cuando supieron los enemigos 
que estábamos apercibidos, frustró 
Dios su consejo, y volvimos todos a 
continuar la muralla, cada uno en 
su trabajo. 16 Desde entonces, la 
mitad de los míos trabajaba, y la 
otra mitad estaba sobre las armas 
con las lanzas, los escudos, los arcos 
y las corazas. Los jefes estaban de 
irás de toda la casa de Judá. 17 Los 
que construían la muralla y los que 
cargaban y acarreaban las cargas, 
trabajaban con una mano y tenían 
un arma en la otra; 18 todos mien¬ 
tras trabajaban tenían las espadas 
ceñidas a sus lomos. 

Yo tenía junto a mí al trompeta; 
19 y dije a los jefes, a los magistrados 
y al resto del pueblo: «La obra es 
mucha y extensa, y estamos en la 
muralla apartados, lejos unos de 
otros; 20 cuando oigáis, pues, la 
trompeta, reunios, y nuestro Dios 
combatirá por nosotros.» 21 Segui¬ 
mos, pues, trabajando en la obra, 
teniendo la mitad de nosotros la 
lanza en la mano, desde el levantarse 
de la aurora hasta el salir de las es¬ 
trellas. 22 Al mismo tiempo dije 
también al pueblo: «Que cada uno 
con su criado pase la noche en Je'ru- 
salén, haciendo así de noche centi¬ 
nela, y trabajando de día en la obra.» 
23 Ni yo, ni mis hermanos, ni mis 
mozos, ni la gente de guardia que 
me seguía, nos desnudábamos, si no 
era para bañarnos. 

Quejas del pueblo contra la co¬ 
dicia de los grandes. 

Intervención y desinterés de 
Xehemías, 

^ 1 Alzáronse entre las gentes del 
pueblo y sus mujeres muchas que- 
as contra sus hermanos judíos. 

Unos decían: «Nosotros, nuestros 





NEHEMÍAS, 6 


4b 9 


híj^s y nuestras hijas, somos muchos 
y tendremos que venderlos por trigo, 
para poder comer V vivir.» 3 Otros 
decían: «Tenemos que empeñar nues¬ 
tros campos, nuestras viñas y nues¬ 
tras casas por trigo, a causa del 
hambre.» 4 Otros decían: «Hemos te¬ 
nido que pedir a usura dinero sobre 
nuestros campos y nuestras viñas, 
para pagar los tributos del rev; 
3 nuestra carne es, sin embargo, 
como la carne de nuestros hermanos, 
y nuestros hijos son como sus hijos; 
pero tenemos que sujetar a servidum¬ 
bre a nuestros hijos y a nuestras 
hijas, y algunas de nuestras hijas 

10 están va, sin que tengamos con 
que rescatarlas, por estar nuestras 
tierras y nuestras viñas en poder 
de otros» (1). 

6 Yo me enojé en gran manera, al 
oír estos clamores y estas quejas. 
7 Tensando, resolví reprender a los 
grandes y a los magistrados, y les 
dije: «'Cómo! ¿Prestáis a usura a 
vuestros hermanos?» Y reuní una gran 
asamblea contra ellos, 8 y dije: «Nos¬ 
otros, según nuestras facultades, he¬ 
mos rescatado a nuestros hermanos 
los judíos, vendidos a las gentes; 
¿y ahora venderíais vosotros mismos 
a vuestros hermanos, y éstos serían 
vendidos a nosotros?» Callaron, no 
teniendo nada que responder; 9 y yo 
añadí: «Lo que hacéis no está bien. 
¿No marcharéis en el temor de Dios, 
para no ser el oprobio de las gentes 
enemigas nuestras? 10 También yo, 
mis hermanos y mis servidores, les 
hemos prestado dinero y trigo. Va¬ 
mos a perdonarles lo que nos deben. 

11 Devolvedles luego sus campos, 
sus viñas, sus olivares y sus casas, 
y restituidles el uno por ciento del 
dinero, del trigo, del vino y del aceite, 
que habéis exigido como interés.» 

12 Ellos dijeron: «Se los devolveremos 
y no les exigiremos nada. Haremos 
como tú dices.» Llamé entonces a 
los sacerdotes, y delante de ellos les 
hice jurar que harían así. 13 Yo sacudí 
mi manto diciendo: «Que así sacuda 
Dios fuera de esta casa y de sus 
bienes, al que no cumpla su palabra; 
y que así sea, el que tal haga, sacu¬ 
dido y vacío.» Y toda la asamblea 


(i) Contrasta la avaricia y dureza de cora¬ 
zón de los .grandes con la generosidad y despren¬ 
dimiento de Nehemías, que durante todo el 
tiempo de su residencia en Judea hizo grandes 
expensas en favor del pueblo y para U restau¬ 
ración. 


respondió «Amén», y alabaron a Yave. 
El pueblo hizo conforme a esto. 

14 Desde el día en que el rey me 
puso por gobernador de la tierra de 
Judea, del año veinte al año treinta 
y dos del rey Artajerjes, durante doce 
años, ni yo ni mis hermanos había¬ 
mos vivido de las rentas del gober¬ 
nador. 16 Antes de mí, los goberna¬ 
dores anteriores abrumaban al pue¬ 
blo tpmando de él pan y vino, por 
valor de cuarenta sidos de plata, y 
sus servidores mismos oprimían al 
pueblo. Yo, por temor de Dios, no 
hice así. 16 Antes bien, he trabajado 
en la construcción de estas murallas, 

I no hemos adquirido campo alguno, 
y todos mis servidores a una estaban 
a la obra. 17 Tenía a mi mesa ciento 
cincuenta hombres, judíos y magis¬ 
trados, a más de los que a nosotros 
venían de los pueblos de enderredor. 

18 Cada día se me aderezaba un buey, 
seis ovejas escogidas y aves, y cada 
diez días vino en abundancia. A pesar 
de esto, yo no he reclamado los de¬ 
rechos de gobernador, porque la ser¬ 
vidumbre del pueblo era grave. 

19 Acuérdate de mí para bien, Dios 
mío, y de cuanto yo hice por este pueblo. 

Nuevas dificultades. 

(y 1 Todavía no había acabado yo 
de poner las puertas, cuando San- 
balat, Tobías, Ouesem, el árabe, y 
los otros enemigos nuestros, supie¬ 
ron que había reconstruido la mu¬ 
ralla sin que ya quedara brecha. 
2 Entonces Sanbalat y Gucsem man¬ 
daron a decirme: «Ven, y entrevis¬ 
témonos en los pueblos del valle de 
Ono.» Ellos tenían pensado hacerme 
mal. 3 Yo les mandé emisarios, di¬ 
ciendo: «Estoy ocupado en una gran¬ 
de obra, y no puedo ir, porque ten¬ 
dría que interrumpirla para verme 
con vosotros.» 4 Por cuatro veces me 
pidieron lo mismo, y siempre les di 
la misma respuesta. * 

6 La quinta vez, me mandó San¬ 
balat el mismo mensaje por medio 
de un servidor suyo, que traja en 
la mano una carta abierta. 6 En ella 
estaba escrito: «Corre entre las gen¬ 
tes el rumor de que tú y los judíos 
pensáis rebelaros, y con ese fin cons¬ 
truís las murallas. Tú vas a ser, 
según se dice, su rey, 7 y tienes ya 
profetas que prediquen de ti por 
Jerusalén. diciendo: «Key en Judá». 
Esto seguramente llegará a oídos del 










170 


NEHEMÍAS, 7 


rey. Ven, pues, y hablemos.» 8 En¬ 
tonces yo le mandaré a decir: «No hay 
nada de lo que dices, eres tú que lo 
inventas.» 9 Pues todos querían asus¬ 
tarnos, creyendo que así dejaríamos 
los trabajos; por eso yo me di a la 
obra con más ardor todavía. 10 Fui 
luego en secreto a casa de Semayas, 
hijo de Delayas, hijo de Metabeel, 
que andaba encerrado, y éste me 
dijo: «Vamos juntos a la casa de 
Dios, al medio del templo; y cerra¬ 
remos las puertas del templo, porque 
van a venir a matarte; esta noche 
vendrán a matarte.» 11 Yo le respon¬ 
dí: «¿Huir un hombre como yo? 
¿Un hombre como yo, entrar en el 
templo para salvar la vida? No en¬ 
traré.» 12 Entonces conocí que no 
era Dios quien le enviaba,, sino que 
me aconsejaba esto porque Sambalat 
y Tobías le habían ganado con di¬ 
nero, 13 y creían que así yo me ate¬ 
morizaría y seguiría su consejo, come¬ 
tiendo un pecado, que podrían apro¬ 
vechar para infamarme y cubrirme 
de oprobio. 

14 Acuérdate, Dios mío, de Tobías 
y de Sambalat y de sus obras. Acuér¬ 
date también de Noadía la profetisa, 
y de los otros profetas que procu¬ 
raban atemorizarme. 

15 La muralla quedó terminada el 
día veinticinco del mes de Elul, en 
cincuenta y dos días; 16 y cuando to¬ 
dos nuestros enemigos lo supieron, 
todas las gentes que habitaban en 
torno nuestro entraron en temor, y 
experimentaron una gran humilla¬ 
ción, teniendo que reconocer que la 
obra se había llevado a cabo por la 
voluntad de Dios. 

17 Había también entonces grandes 
de Judá, que frecuentemente dirigían 
cartas a Tobías y las recibían de éste, 

18 pues muchos de Judá se habían 
conjurado con él, por ser yerno de 
Secanía, hijo de Arai, y haber tomado 
su hijo Jojanán por mujer la hija 
de Mesulam, hijo de Baraquías. 

19 Hablaban bien de él en mi pre¬ 
sencia, y le iban a contar lo que yo 
decía, y Tobías escribía sus cartas con 
el fin de atemorizarme. 

Censo de los israelitas que vol¬ 
vieron a la tierra de Judá eou 
Zorohuljcl. 

7 1 Cuando estuvo terminada la 
muralla y hube puesto las puer¬ 
tas, hice la revisión de los porteros, 


los cantores y los levitas. 2 Di mis 
órdenes a Jananí, mí hermano, y a 
Jananías, jefe de la ciudadela de 
Jerusalén, hombre superior a muchos 
por su fidelidad y por su temor de 
Dios, 3 y les dije: «Las puertas de 
Jerusalén no han de abrirse hasta 
que caliente el sol, y se cerrarán, 
echando los cerrojos en presencia 
vuestra, y los habitantes de Jerusa¬ 
lén harán la guardia cada uno en su 
puesto delante de su casa.» 4 La 
ciudad era espaciosa y grande, pero 
estaba poco poblada, y había muchas 
casas sin reedificar. 

6 Mi Dios me puso en el corazón 
reunir a los grandes, a ios magistra¬ 
dos y al pueblo, para hacer el censo. 
Hallé un registro genealógico de los 
primeros que habían vuelto, y vi 
escrito en él lo siguiente: 6 «Éstos 
son los hijos de la provincia que su¬ 
bieron del destierro, los que había 
llevado cautivos Nabucodonosor, rey 
de Babilonia, y volvieron a Jerusa¬ 
lén y a Judá cada uno a su ciudad. 
7 Partieron con Zorobabel, Josué, 
Nehemías, Azarías, Raamías, Naja- 
maní, Mardoqueo, Bilsan, Misperet, 
Bigbai, Nahum y Banana. 

Número de los hombres del pueblo 
de Israel: 

8 Hijos de Paros, dos mil ciento 
setenta y dos. 

9 Hijos de Sefatías, trescientos se¬ 
tenta y dos. 

10 Hijos de Ara, seiscientos cincuen¬ 
ta y dos. 

11 Hijos de Pat Moab, de los hijos 
de Josué y de Joab, dos mil ocho¬ 
cientos dieciocho. 

12 Hijos de Elam, mil doscientos 
cincuenta y cuatro. 

13 Hijos de Zatu, ochocientos cua¬ 
renta y cinco. 

14 Hijos de Zacai, setecientos sesenta. 

16 Hijos de Biuní, seiscientos cua¬ 
renta y ocho. 

16 Hijos de Berai, seiscientos vein¬ 
tiocho. 

17 Hijos de Asgad, dos mil seiscien¬ 
tos veintidós. 

18 Hijos de Adonicam, seiscientos 
sesenta y siete. 

19 Hijos de Bigbal, dos mil sesenta 
y siete. 

20 Hijos de Adín, seiscientos cin¬ 
cuenta y cinco. 

21 Hijos de Ater de Ezcquías, no¬ 
venta y ocho. 

22 Hijos de Yasum, trescientos vein¬ 
tiocho 









NEHEMÍAS, 7 


1/1 


23 Hijos de Besai, trescientos vein¬ 
ticuatro. 

24 Hijos de Jarif, ciento doce. 

26 Hijos de Gabaón, noventa y cinco. 

26 Varones de Betlehem y de Ne- 
tofa, ciento ochenta y ocho. 

27 Varones de Anatot, ciento vein¬ 
tiocho. 

28 Varones de Betazmavet, cua¬ 
renta y dos. 

29 Varones de Cariatiarim, Quejira 
y Beerot, setecientos cuarenta y 
tres. 

30 Varones de Rama y Gabba, seis¬ 
cientos veintiuno. 

31 Varones de Micmas, ciento vein¬ 
tidós. 

32 Varones de Betel y de Jai, 
ciento veintitrés. 

33 Varones de la otra Nebo, cin¬ 
cuenta y dos. 

34 Hijos de la otra Elam, mil dos¬ 
cientos cincuenta y cuatro. 

36 Hijos de Jarim, trescientos 
veinte. 

36 Hijos de Jericó, trescientos cua¬ 
renta y cinco. 

37 Hijos de Lod, de Jadid y Ono, 
setecientos veintiuno. 

38 Hijos de Scnaa, tres mil nove¬ 
cientos treinta. 

39 Sacerdotes: Hijos de Idayas, de 
la casa de Josué, novecientos setenta 
y tres. 

40 Hijos de Immer, mil cincuenta 
y dos. 

41 Hijos de Pasjur, mil doscientos 
cuarenta y siete. 

42 Hijos de Jarim, mil diecisiete. 

43 Levitas: Hijos de Jesúa, de Cad- 
miel, de los hijos de Odebías, setenta 
y cuatro. 

44 Cantores: Hijos de Asaf, ciento 
cuarenta y ocho. 

46 Porteros: Hijos de Salum, hijos 
de Ater, hijos de Taiman, hijos de 
Acub, hijos de Jatita, hijos de Sobai, 
ciento treinta y ocho. 

46 Netineos: hijos de Sija, hijos de 
Jasufa, hijos de Tabaot, 47 hijos de 
Queros, hijos de Sia, hijos de Jadón, 
48 hijos de Lebana, hijos de Jegaba, 
hijos de Salmei, 49 hijos de Janón, 
hijos de Guedel, hijos de Gaján, 
60 hijós de Rchaya, hijos de Rasín, 
hijos de Necoda, 61 hijos de Gasam, 
hijos de Uza, hijos de Fasea, 62 hijos 
de Besai, # hijos de Mehunim, hijos de 
Nefisesim, 63 hijos de Bacbuc, hijos 
de Jacufa, hijos de Jarjur, 64 hijos 
de Baslit, hijos de Mejidas, hijos de 
Jarsa, 66 hijos de Barcos, hijos de 


Sisera, hijos de Temaj, 66 hijos de 
Nesiaj, hijos de Jatifa. 

67 Hijos de los siervos de Salomón: 
hijos de Sotai, hijos de Joferet, hijos 
de Perida, 68 hijos de Jaala, hijos de 
Darcón, hijos de Guidel, 59 hijos de 
Sefatías, hijos de Jatil, hijos de Pe- 
guerct Asebasim, hijos de Ammón. 

60 Todos los netineos e hijos de 
los siervos de Salomón, trescientos 
noventa y dos. 

61 Estos son los que subieron de 
Telmelaj, Teljarsa, Querub Addón e 
Immer, y no pudieron probar la 
casa de sus padres ni su linaje, y si 
eran de Israel: 62 hijos de Delaia, 
hijos de Tobías, hijos de Necoda, 
seiscientos cuarenta y dos. 63 Y de 
los sacerdotes, hijos de Abaías, hijos 
de Cos, hijos de Barzilai, que tomó 
mujer de las hijas de Barzilai, gala- 
dila, y se llamó con el nombre de 
ellas. 64 Estos buscaron su registro 
en las genealogías, y no se halló, y 
fueron privados del sacerdocio, 65 y 
les mandó el Tirsata que no comiesen 
de las cosas santas, hasta que hubie¬ 
se sacerdote con urim y tvmmim (1). 

66 La congregación toda era de 
cuarenta y dos mil trescientos se¬ 
senta, 67 sin contar sus siervos y 
siervas, que eran siete mil trescientos 
treinta y siete, habiendo entre ellos 
doscientos cuarenta y cinco cantores 
y cantoras. 

68 Sus caballos eran setecientos 
treinta y seis; sus mulos doscientos 
cuarenta y cinco; 69 sus camellos 
cuatrocientos treinta y cinco, y sus 
asnos seis mil setecientos veinte: 
70 Algunos de los príncipes de las fa¬ 
milias dieron para las obras. El Tir¬ 
sata dió para el tesoro mil dóricos de 
oro, cincuenta tazones y quinientas 
treinta vestiduras sacerdotales; 71 y 
de los príncipes de las familias dieron 
para el tesoro de la obra veinte mil 
dóricos de oro y dos mil doscientas 
minas de plata; 72 y lo que dió el resto 
del pueblo fueron veinte mil dóricos 
de oro, dos mil minas de plata y se¬ 
senta y siete vestiduras sacerdotales. 
73 Habitaron los sacerdotes, los levi¬ 
tas, los porteros, los cantores, los 
netineos y todo Israel, en sus ciuda¬ 
des. Llegado el séptimo mes, ya es- 


(i) Estos sacerdotes, temporalmente exclui¬ 
dos del ministerio, han de esperar a que un 
sacerdote ungido pueda consultar a Yave por 
medio de los urim y tummim. El juicio defini¬ 
tivo ha de ser de Yave. 







472 


NEHEMÍAS, 8, 9 


taban los hijos de Israel en sus ciu¬ 
dades. 


Estiras lee al pueblo el libro de 
la ley. 

o 1 Llegado el séptimo mes, los 
^ hijos de Israel estaban ya en sus 
ciudades; y entonces el pueblo, como 
un solo hombre, se reunió en la plaza 
que hay delante de la puerta de las 
aguas, y dijeron a Esdras que lle¬ 
vase el libro de la ley de Moisés, 
dada por Yave. 2 Llevólo Esdras 
ante la asamblea, compuesta de hom¬ 
bres y mujeres, de cuantos eran ca¬ 
paces de entenderla. Esto era el dia 
primero del mes séptimo (1). 

3 Esdras estuvo leyendo el libro 
desde la mañana hasta la tarde en 
la plaza que hay delante de la puerta 
de las aguas, y todo el pueblo seguía 
con atención la lectura del libro de 
la ley. 4 Estaba Esdras, escriba, so¬ 
bre un estrado de madera, que se 
alzó con esta ocasión; y estaban 
junto a él, a su derecha, Matatías, 
Sema, Anaía, Urías, Helcias, y Ma- 
seva, y a su izquierda Pedaya, Micael, 
Malquiya, Asum, Jasbadana, Zaca¬ 
rías y Mesulam. 6 Abrió Esdras el 
libro, viéndolo todos, por estar él 
más alto que todo el pueblo, y todo 
el pueblo estaba atento. 8 Bendijo 
entonces Esdras a Yave, Dios grande, 
y todo el pueblo, alzando las manos, 
respondió: «Amén, Amén»; y pos¬ 
trándose adoraron a Yave, rostro a 
tierra. 7 Josué, Bauí, Sercbías, Janún, 
Aeub, ¡Sebtai, Odías, Maasías, Que- 
lita, Azarías, Josabad, Janán y Pe- 
laya, levitas, imponían silencio al 
pueblo, cada uno en su lugar. 8 Leíase 
el libro de la ley de Dios clara y dis¬ 
tintamente, entendiendo el pueblo lo 
que se le leía. 9 Nchemías, goberna¬ 
dor, Esdras, sacerdote y escriba, y 
los levitas que hacían al pueblo la 
explicación, dijeron a todo el pueblo: 
«Hoy es día consagrado a Yave, vues¬ 
tro Dios; no os entristezcáis ni llo¬ 
réis», pues todo el pueblo lloraba, 
oyendo las palabras de la ley. 10 Y 
luego les dijo: «Id, y comed manja¬ 
res grasos, y bebed licores dulces, 
y mandad parte a los que no lian 
preparado, pues boy es día consa¬ 


(i) Esta actuación de Esdras, como doctor 

de la Ley, muestra cuán olvidada y, por tanto, 

inobservada estaba aquélla entre el pueblo. 


grado al Señor; y no os entristezcáis, 
porque la alegría de Yave es nuestra 
fortaleza.»» 11 Los levitas hacían callar 
al pueblo, diciendo: «Callad, que hoy 
es dia santo, y no os entristezcáis.» 

12 Fuese todo el pueblo a comer y a 
beber y a enviar porciones, gozando 
de gran alegría, porque había en¬ 
tendido lo que se le había enseñado. 

13 Ei segundo día, los jefes de fa¬ 
milia de todo el pueblo, sacerdotes 
y levitas, se reunieron con Esdras, 
escriba, para oír la explicación de 
las palabras de la ley; 14 y hallaron 
que en la ley que había dado Yave 
por mano de Moisés estaba escrito 
que los hijos de Israel habitasen en 
cabañas en la solemnidad del mes 
séptimo; 15 y proclamaron esta publi¬ 
cación por todas las ciudades y en 
Jerusalén, diciendo: «Subid a los 
montes, y traed ramas de olivo, 
ramas de pino, ramas de arrayán, 
ramas de palmera y de todo árbol 
frondoso, para hacer las cabañas, 
como está mandado.» 

18 Salió, pues, el pueblo todo, y 
trayéndolas hicieron cabañas, unos 
en sus terrados, otros en sus patios 
y en los atrios de la casa de Dios, 
en la plaza de la puerta de las aguas 
y en la plaza de la puerta de Eiraiin; 
17 y todos los de la congregación 
que" volvieron de la cautividad hi¬ 
cieron cabañas y habitaron en ellas, 
cosa que no hablan hecho los hijos 
de Israel desde los días de Josué, 
hijo de Nuu, hasta entonces. Hubo 
gran alegría. Esdras leyó en el libro 
de la ley de Dios, cada día desde 
el primero luista el último, celebra¬ 
ron la solemnidad siete días, y al 
octavo tuvieron gran asamblea, según 
lo prescrito. 


Ayuno y confesión de los pecudos 
del pueblo. 

Q 1 El día veinticuatro del misino 
f mes se reunieron h>s hijos de 
Israel en ayuno, vestidos de saco y 
cubiertos de polvo. 2 Ya la estirpe de 
Israel se había apartado de todos 
los extranjeros, y puestos en pie, 
confesaron sus pecados y las iniqui¬ 
dades de sus padres. 3 En. pie, cada 
uno en su lugar, se leyó en el libro 
de la ley de Yave, su Dios, cuatro 
veces en el día, y otras cuatro veces 
en el día confesaron y adoraron a 
Yave. 








NEHEMÍAS, 9 


473 


Plegaria «Ir los levitas. 

4 Luego Josué, Baní, Cadmiel, Se- 
hanías, Buní, Serebías, Baní y Que- 
naui, se levantaron sobre la grada de 
los levitas y clamaron en voz alta a 
Va ve, su Dios. 6 Y dijeron los levitas 
Josué, Cadmiel, Baní, Jasabanías, Se¬ 
rebías, Odias, Sebanías y Petajya (1): 

«Levantaos, bendecid a Yave, vues¬ 
tro Dios, por los siglos de los siglos; 
y bendito sea su glorioso nombre 
sobre toda alabanza y bendieión. 
6 Tú, ¡olí Yavel, eres único; tú hiciste 
los eielos y los cielos de los eielos y 
toda su milieia; la tierra y cnanto 
hay en ella; los mares y euanto en 
ellos hay; tú das vida a todas las 
eosas, y los ejércitos de los cielos te 
adoran. 7 Tú eres, ¡oh Yavel. el Dios 
que elegiste a Abraham, y le sacaste 
de t T r Casdim, y le diste el nombre 
de Abraham. 8 Hallaste fiel su eorazón 
ante ti, e hiciste con él alianza de 
darle la tierra del cananco, del geteo, 
del amorreo, del fereceo, del jebuseo 
y del guergueseo, de dársela a su 
descendencia, y cumpliste tu pala¬ 
bra, porque eres justo. 9 Tú miraste 
la aflicción de nuestros padres en 
Egipto, y oíste su clamor en el Mar 
Rojo. 10 Tú obraste prodigios y ma¬ 
ravillas eontra el Faraón, contra sus 
siervos y eontra todo el pueblo de 
su tierra, porque sabías con cuánta 
crueldad los habían tratado, y engran¬ 
deciste tu nombre como lo es hoy. 

11 Tú dividiste el mar ante ellos, y 
pasaron por en medio de él a pie 
enjuto, y a sus perseguidores los arro¬ 
jaste a lo profundo, como cae una 
piedra en el abismo. 12 Tú en columna 
de nube los guiaste de día, y en colum¬ 
na de fuego de noche, para alumbrar 
el camino que habían de seguir. 

12 Tú descendiste sobre el monte 
Sinaí, y hablaste desde el cielo, y les 
diste juicios justos, leyes de verdad 
V mandamientos y estatutos de bon¬ 
dad. 14 Tú les diste a conocer tu santo 
sábado, y por Moisés, tu siervo, 
les prescribiste mandamientos, pre¬ 
ceptos y ley. 15 Tú les diste en su 
hambre pan del cielo, y en su sed 
hiciste que el agua brotara de la 
roca. Tú les pusiste en posesión de 


(i) Esta plegaria, confesión de los muchos 
pecados de Israel, es un resumen de la historia 
del pueblo a través de los siglos y testimonio 
de la justicia de Dios al castigarle, y de su gran 
misericordia al restaurarle. 


la tierra, que alzando tu mano pro¬ 
metiste darles. 18 Pero nuestros pa¬ 
dres fueron soberbios, y endurecieron 
su eerviz y no guardaron tus manda¬ 
mientos. 17 No quisieron oír, no se 
acordaron de las maravillas que tú 
habías heeho por ellos; antes, eon 
dura eerviz y en rebelión, pensaron 
en elegir caudillo para volverse a su 
servidumbre. 

»Pero tú eres Dios de perdones, cle¬ 
mente y piadoso, tardo a la ira y de 
mucha misericordia, y no los aban¬ 
donaste. 18 Y cuando se hicieron 
un beeerro fundido, y dijeron: He 
ahí tu Dios, que te ha sacado de 
Fgipto, y cometieron grandes abo¬ 
minaciones, 19 tú, con todo, por tu 
mueha misericordia, no los abando¬ 
naste en el desierto, y la columna 
de nube no se apartó de ellos de día, 
para guiarlos por el camino, iii la 
columna de fuego de noche, para alum¬ 
brarlos el camino por donde habían 
de ir. 

20 »Tú les diste tu buen espíritu, 
para enseñarlos, y no retiraste de 
su boca el maná, y les diste agua 
en su sed. 21 Los sustentaste por 
cuarenta años en el desierto y nada 
les faltó y no se envejecieron sus 
vestidos ni se hincharon sus pies. 
22 Tú les diste reinos y pueblos y les 
distribuiste sus regiones y poseyeron 
la tierra de Seón, la tierra del rey 
de Hcsebón, y la tierra de Og, rey 
de Basán. 23 Tú multiplicaste sus 
hijos como las estrellas del cielo, 
v los introdujiste en la tierra de que 
dijiste a sus padres que entrarían 
■ a poseerla. 24 Vinieron los hijos, y la 
poseyeron, y humillaste delante de 
ellos a los moradores de la tierra, 
ja los cananeos, entregándolos en sus 
manos, y a sus reyes, y a los pueblos 
de la tierra, para que hicieran con 
ellos lo que quisieran. 25 Y tomaron 
sus ciudades fuertes y su tierra pin¬ 
gue, y heredaron casas llenas de 
toda suerte de bienes, cisternas he¬ 
chas, viñas y olivares y muchos árbo¬ 
les frutales, v comieron y se harta¬ 
ron v engordaron, y se deleitaron 
eon tu gran bondad. 

26 «Pero te irritaron, rebelándose 
eontra ti, y echaron tu ley a sus es¬ 
paldas; y mataron a tus profetas, 
que los reprendían para convertirlos 
a ti, e hicieron grandes abomina¬ 
ciones. 

27 »Los entregaste en manos de sus 
enemigos, que los afligieron, y ela- 












NEHEMlAS, 10 


marón a ti en el tiempo de su aflic¬ 
ción, y tú desde los cielos los oíste, 
y según tus muchas misericordias, 
les diste libertadores que los sal¬ 
vasen de las manos de sus enemigos. 
88 «Pero en cuanto quedaban en paz 
se volvían, para hacer lo malo a tus 
ojos, y los dejaste en manos de sus 
enemigos, que los dominaban, y de 
nuevo convertidos clamaban otra vez 
a ti; y tú desde los ciclos los oías, 
y según tus misericordias los libraste 
muchas veces. 29 Los amonestaste 
para que se volviesen a tu ley; pero 
ellos en su soberbia no escucharon 
tus mandamientos y pecaron contra 
tus juicios—los juicios que si los 
sigue el hombre vivirá—, y tuvieron 
hombros rebeldes, y endurecieron su 
cerviz, y no obedecieron. 30 Los 
soportaste largos años amonestán¬ 
dolos con tu espíritu por medio de 
tus profetas: pero ellos no les dieron 
oídos, y entonces los entregaste en 
manos de pueblos extraños; 31 pero 
en tu gran misericordia no los con¬ 
sumiste del todo ni los abandonaste; 
porque eres un dios clemente y mise¬ 
ricordioso. 

83 «Ahora, pues, Dios nuestro, Dios 
grande, fuerte, terrible, que guardas 
la alianza y la misericordia, no ten¬ 
gas en poco todas las aflicciones 
que nos lian alcanzado a nosotros, 
a nuestros reyes, a nuestros prínci¬ 
pes, a nuestros sacerdotes, a nuestros 
profetas, a nuestros padres y a todo 
tu pueblo, desde los días de los reyes 
de Asiría hasta hoy. 33 Pero tú has 
sido justo en todo lo que sobre nos¬ 
otros ha venido; tú has obrado jus¬ 
tamente, pues nosotros hemos hecho 
el m il, 81 y nuestros reyes, nuestros 
príncipes, nuestros sacerdotes y nues¬ 
tros padres, no pusieron por obra 
tu ley y no atendieron a tus manda¬ 
mientos, a tus testimonios y a tus 
protestas: 86 y en su reino, en medio 
de los muchos bienes que les conce¬ 
diste, en la espaciosa y pingüe tierra 
que les diste, no te sirvieron, no se 
convirtieron de sus malas obras; 38 y 
hoy somos siervos en la tierra que 
diste a nuestros padres, para que 
comiesen sus frutos y sus bienes. 
87 Ella multipliea sus productos para 
los reves que lias puesto sobre nos¬ 
otros, por nuestros pecados, para que 
nos dominasen y se enseñoreasen de 
nuestros cuerpos, de nuestras bestias, 
conforme a su voluntad, y estamos 
en gran angustia. 88 Por todo esto, 


nosotros hacemos hoy una fiel alianza, 
y la escribimos, signada por nuestros 
príncipes, nuestros levitas y nuestros 
sacerdotes.» 


Renovación de la alianza. 

1 A 1 Los que firmaron con sus 
sellos, fueron (1): 

Nehemías, el gobernador, hijo de 
Acadías; Sedccías, 2 Seraías, Azarías, 
Jeremías, 3 Pasjur, Amarías, Malu¬ 
quios, 4 Jatus, Sebanías, Maluc, 
6 Janín, Meremot, Obadías, 8 Daniel, 
Guinetón, Barue, 7 Mesnlam, Abías, 
Mianaím, 8 Maaeías, Bilguí y Semblas. 
Estos, sacerdotes. 

9 Levitas: Josué, hijo de Azanías; 
Binní, de los hijos de Jenadad; Cad- 
miel 10 y sus hermanos; Sebamas, 
Odias, Quclita, Pelayas, Jonán, 11 Mi¬ 
ca, Rejob, Jasabías, 13 Zacu, Sere- 
bías, Sebanías, 13 Odias, Baní y 
Beninu. 

14 Cabezas del pueblo: Faros, Pajat 
Moab, Elam, Zatu, Baní. 15 Buní, 
Asgab, Rabal, 18 Adonías, Bigvai, 
Adín, 17 Ater, Ezcquías, Azur, 18 Odias, 
Jasum, Besai, 19 Josir, Abatot, Nc- 
bai, 20 Magpías, Mesulam, Jezir, 
21 Mesczabccl, Sadoc, Jadúa, 23 Pe- 
latías, Janín, Ananías, 23 Hoseas, 
Asanías, Jasub, 24 Lojes, Pilja, So- 
bec, 25 Rejuim, Jesabna, Maascas, 
28 Ajías, Janán, Anán, 27 Maluc, 
Jarim, Baana. 

28 Y el resto del pueblo, los sacer¬ 
dotes y los levitas, porteros y can¬ 
tores, los netineos y todos los que 
se habían apartado' de los pueblos 
de la región volviendo a la ley de 
Dios, sus mujeres, sus hijos V sus 
hijas y todos cuantos tenían conoci¬ 
miento v discreción, 29 se adhirieron 
a sus hermanos, sus príncipes, y con¬ 
vinieron en la protestación y el jura¬ 
mento de andar en la ley de Dios, que 
dió por mano de Moisés, su siervo, 
y guardar y cumplir los mandamien¬ 
tos de Ya ve, nuestro Señor, y sus 
juicios y preceptos: 30 de no dar 
nuestras*hijas a los pueblos de aquella 
tierra, ni tomar sus hijas para nues¬ 
tros hijos: 31 de no comprar nada 
en día de sábado, en día santificado, 
de las mercaderías y comestibles que 


(i) Se renueva el pacto del Sinai por parte 

del pueblo, y la renovación la suscriben y sellan 

por éste ochenta y seis enrre sacerdotes, levitas 

y grandes 







NEHEMÍAS, 11 


475 


en sábado trajesen a vender los 
pueblos de la tierra; de liberar la 
tierra el año séptimo y remitir toda 
deuda. 32 Impusimos además por ley 
la carga de contribuir cada año con 
un tercio de sido, para la obra de 
la casa de nuestro Dios, 33 para los 
panes de la proposición, para la 
ofrenda perpetua y para el holo¬ 
causto continuo, el de los sábados, 
el de los novilunios y el de las solem¬ 
nidades, para las santificaciones y 
sacrificios expiatorios por Israel, y 
para toda la obra de la casa de nues¬ 
tro Dios. 

34 Echamos también suertes entre 
los sacerdotes, los levitas y el pueblo, 
sobre la ofrenda de la leña, y para 
traerla a la casa de nuestro Dios, 
según las casas de nuestros padres, 
en tiempos determinados cada año, 
para quemarla sobre el altar de Yave, 
nuestro Dios, según está prescrito; 
35 de traer cada año tas primicias 
de nuestra tierra y las primicias de 
los frutos de nuestros árboles a la 
casa de Yave, así como los primo¬ 
génitos de nuestros hijos y de nues¬ 
tras bestias, como está escrito en la 
ley de Yave; 86 y de traer los primo¬ 
génitos de nuestras vacas y de nues¬ 
tras ovejas a la casa de nuestro Dios, 
a los sacerdotes que ministran de la 
casa de nuestro Dios; 37 de traer 
las primicias de nuestras masas y nues¬ 
tras ofrendas, y del fruto de todo 
árbol, del vino, del aceite, a los sacer¬ 
dotes, a las cámaras de la casa de 
nuestro Dios, y el diezmo de nuestra 
tierra a los levitas; y de que reci¬ 
birían los levitas las décimas de 
nuestras labores en todas las ciuda¬ 
des. 38 De que estaría el sacerdote 
hijo de Arón, con los levitas cuando 
los levitas recibieran el diezmo, y 
que los levitas llevarían el diezmo del 
diezmo a la casa de nuestro Dios, a 
las cámaras de la casa del tesoro; 
39 pues a las cámaras han de llevar 
los hijos de Israel y los hijos de Leví 
la ofrenda del grano, del vino y del 
aceite, y allí han de estar los vasos 
del santuario y los sacerdotes que 
ministran, los porteros y los cantores, 
no abandonando la casa de Dios. 

Nueva repartición de l<w habi¬ 
tante* en el territorio. 

M Residían en Jerusalén los prín¬ 
cipes del pueblo, pero el resto 
del pueblo echó suertes para traer 


de cada diez uno a Jerusalén, a la 
ciudad santa, quedando los otros 
nueve en las ciudades. 2 Bendijo el 
pueblo a todos los varones que volun¬ 
tariamente se prestaron a quedarse 
en Jerusalén. 3 Estos son los princi¬ 
pales de la provincia, que habitaron 
en Jerusalén. En las ciudades de 
Judá habitaba cada uno en su pose¬ 
sión. De Israel, de los sacerdotes, 
levitas, netincos y de los hijos de los 
siervos de Salomón, 4 habitaron en 
Jerusalén, hijos de Judá e hijos de 
Benjamín: 

Hijos de Judá: Ataya, hijo de Uzías, 
hijo de Zacarías, hijo de Amarías, hijo 
de Sefatías, hijo de Malaleel, de los hi¬ 
jos de Fares; 5 Maasías, hijo de Baruc, 
hijo de Coljose, hijo de Jayas, hijo de 
Adías, hijo de Joyarib, hijo de Zaca¬ 
rías, hijo de Siloní. 6 Todos los hijos 
de Fares que moraron en Jerusalén 
fueron cuatrocientos setenta y ocho 
hombres fuertes. 7 Hijos de Benjamín: 
Salu, hijo de Mesulam, hijo de Joed, 
hijo de Peláis, hijo de Colayas, hijo 
de Maasías, hijo de Itiel, hijo de 
Jesaya; 8 y además de él, Gabai y 
Salai, novecientos veintiocho. 9 Joel, 
hijo de Zicrí, era su prefecto, y Judas, 
hijo de Senua, el segundo en la ciudad. 

10 Sacerdotes: Jedayas, hijo de Jo¬ 
yarib; Jaquim, 11 Serayas, hijo de 
Helcías, hijo de Mesulam, hijo de 
Sadoc, hijo de Merayot, hijo de Aji- 
tub, príncipe de la casa de Dios, 
12 y sus hermanos, ocupados en el 
servicio de la casa, ochocientos vein¬ 
tidós; Adayas, hijo de Jerojam, hijo 
de Pelayas, hijo de Amsí, hijo de 
Zacarías, hijo de Pasjur, hijo de 
Malaquías, 13 y sus hermanos, prín¬ 
cipes de las familias, doscientos cua¬ 
renta y dos. Amasai, hijo de Azarael, 
hijo de Ajazai, hijo de Mesilemot, 
hijo de Immer, 14 y sus hermanos, 
hombres de gran vigor, ciento vein¬ 
tiocho, de los cuales era jefe Zabdiel, 
hijo de Guedolim. 

15 Levitas: Semayas, hijo de Jasub, 
hijo de Azricam, hijo de Jasabías, 
hijo de Buní; 16 Sabirai y Jozabad, 
de los príncipes entre los levitas, 
sobrestantes de la obra exterior de 
la casa de Dios; 17 Matanías, hijo 
de Mica, hijo de Zabdí, hijo de Asaf, 
el primero, el que comenzaba las 
alabanzas y la acción de gracias al 
tiempo de la oración; Bacbuquías, el 
segundo, de entre sus hermanos; y 
Abda, hijo de Samua, hijo de Galad, 
hijo de Jedetún: 18 Todos los levitas 






476 


NEHEMÍAS, 12 


en la ciudad santa fueron doscientos 
ochenta y cuatro. 19 Porteros; Acub¡ 
Taiman y sus hermanos, guardas de 
las puertas, ciento setenta y dos. 

20 El resto de Israel, de los sacer¬ 
dotes y de los levitas, en todas las 
ciudades de Judá, cada uno en su 
heredad. 

21 Los netineos habitaban en Ofel, 
y sus jefes eran Sija y Guispa. 22 El 
jefe de los levitas en Jerusalt'n era 
Uzí, hijo de Bauí, hijo de Jasabías, 
hijo de Matanías, hijo de Mica, de 
los cantores, hijos de Asaf, en la 
casa de Dios, 23 porque habia acerca 
de ellos una ordenación especial del 
rey, y se les había asignado un sala¬ 
rio fijo por cada día. 

24 Petayas, hijo de Mesezabel, de 
los hijos de Zcra, hijo de Judá, era 
comisario del rey para todos los ne¬ 
gocios del pueblo. 

25 En cuanto a las aldeas y sus 
tierras, algunos de los hijos de Judá 
habitaron en (Jariatiarim y sus subur¬ 
bios, en Dibún y los suyos, y en 
Jacabseel y los suyos. 26 En Josuá, 
Molada, lietfale, 27 Hasar Sual, Ber- 
seba, y en sus aldeas; 28 en Sicclcg y 
Mecana y sus aldeas; 29 en Enrimón, 
Surca; Jarmut, 30 Zanoaj, Adulam y 
sus aldeas; en Laquis y sus tierras 
y en Azeca y sus aldeas. Habitaban 
desde JBerseba hasta el valle de 
Hinnón. 

31 Los hijos de Benjamín, desde 
Gueba, en Miañas, Aya, Betel y sus 
aldeas; 32 en Anutot, Nob, Anania, 
33 Jaser, Pama, Guitaim, 34 Jadid, 
Seboim, Nabalat, 36 Lod y Ono, en 
el valle de* los obreros. 36 Hubo algu¬ 
nos levitas que se unieron a Benja¬ 
mín, aunque pertenecían a los repar¬ 
timientos de Judá. 


Enumeración de los sacerdotes 
y levitas. 

1 1 Estas son los sacerdotes y levi- 

~ tas que subieron con Zorobabel, 

hijo de Sealticl y con Josué; Sendas, 
Jeremías, Esdras, 2 Amarías, Maluc, 
Jatus, 3 4 Secanías, Kejuin, Mereinot, 

4 Ido, Guincton, Abías, 5 Miainín, 

Maasías, Bilga, 6 Seinayas, Joyarib, 
Jedayas, 7 8 Saín, Amor, Hehías, Je- 

dayas. Éstos eran los príncipes de los 

sacerdotes y sus hermanos en los 
días de Josué. 

8 Levitas; Jesuá, Benuí, Cadmlel, 

Serebías, Judá y Matatías, que con 


sus hermanos dirigía el canto de las 
alabanzas; 9 Babueías y Uni con sus 
hermanos, cada cual en su ministerio. 
10 Jesuá engendró a Joaquín, Joa¬ 
quín engendró a Eliasib, Eliasib 
engendró a Joyada, 11 Joyada en¬ 
gendró* a Jonatán, y Jonatán en¬ 
gendró a Jadúa. 

12 En los días de Joaquín, los sacer¬ 
dotes cabezas de familias eran de 
tícrayas, Merayas; de Jeremías, Jana- 
nías; 13 de Esdras, Mesulam; de Ama¬ 
rías, Jojanán; 14 de Mclicu. Jonatán; 
de Sebanías, José; 15 de Jarim, Adua; 
de Meravot, Elcai; 16 de Ido, Zaca¬ 
rías; de Guineton, Mesulam; 17 de 
Abias, Zicrí; de Miiiiamín y Moadias, 
Piltai; 18 de Bilga, bamüa; de be- 
mayas, Jonatán; 19 de Jojarib, Mete- 
nai; de Idayas, Úzí; 20 de balai, (/alai; 
de Amor, Eber; 21 de Heicías, Josa- 
bías; de Jedayas, JS’atanael, 

22 En los días de Eliasib, Joyada, 
Jojanán y Jadua, los levitas jefes 
de familias y los sacerdotes fueron 
inscritos hasta el reinado de Darío, 
persa. 23 Los jefes de familias de los 
hijos de Leví se inscribieron en el 
libro de los anales hasta el tiempo de 
Jonatán, lujo de Eliasib. 24 Eran los 
jefes de los levitas, Jasebía, bcrebía, 
Josué, hijo de Cadmicl y sus her¬ 
manos, que cada uno según su rango 
cantaban las alabanzas y ensalzaban 
el poder de Dios, según la ordenación 
prescrita por David, hombre de Dios, 
y servían por turno. 25 Matanías, 
Beebecías, Obedías, Mesulam, Tai¬ 
man y Acub, eran los guardas de las 
puertas y de los vestíbulos de las 
puertas. 26 Estos lo eran en tiempo 
de Joaquín, hijo de Josué, hijo de 
J osedee, en tiempo de Nclicmías, 
gobernador, y de Esdras, sacerdote 
y escriba. 


Dedicación solemne de las mu¬ 
rallas tic •Icrusnlén. 

27 Para la dedicación del muro de 
Jcrusalén fueron llamados los levi¬ 
tas de todos sus lugares, para venir 
a Jcrusalén a celebrar la dedicación 
y la fiesta, con alabanzas y cánticos, 
címbalos, sallcrios y cítaras; 28 re¬ 
uniéronse pues los hijos de los can¬ 
tores lo misn\o los de la campiña 
alrededor de Jcrusalén que los de la 
hoya de Jeríco, los de las aldeas de 
Ñetofati, 29 de Bet Guilgal y de los 
campos de Gueba y Azmavct, pues 






NEHEMÍAS, 13 


477 


los levitas se habían edificado aldeas 
en los alrededores de Jcrusalén. 30 Pu¬ 
rificáronse los sacerdotes y levitas y 
purificaron al pueblo , las puertas y 
el muro. 

31 Hice luego subir al muro a los 
príncipes de Judá y los dividí en dos 
grandes coros que fueron en pro¬ 
cesión; uno por la mano derecha 
sobre el muro hacia la puerta de la 
escombrera; 32 tras éste iban Osaías 
y la mitad de los príncipes de Judá, 
33 Azarías , Ksdras. Mesulam 34 Judá, 
Benjamín, Se mayas y Jeremías; 35 y 
de los hijos de los sacerdotes, con las 
trompetas, Zacarías, hijo de Jonatán, 
hijo de Semeyas, hijo de Matanías, 
hijo de Mica, hijo de Zacur, hijo de 
Asaf, 36 y sus hermanos, Semaya, 
Azarael, Milalai, Maaí, Natanael, 
Judá, Jonaní, con los instrumentos 
músicos de David, hombre de Dios, 
y Esdras, escriba, delante de ellos; 
37 a la puerta de la fuente subieron 
de frente las escaleras de la ciudad 
de David, por la subida al palacio 
de David y hasta la puerta de las 
aguas, al oriente. 38 El segundo coro 
iba por la izquierda, y yo en pos de 
él con la mitad de los príncipes del 
pueblo, sobre el muro, por encima 
de la torre del horno, hasta la muralla 
de la plaza, 39 y luego por la puerta 
de Efraím, la puerta del pescado y 
la torre de Jananael, hasta la puerta 
de las ovejas, haciendo estación a 
la puerta de la vela. 

40 Pararon ambos coros en la casa 
de Dios, y yo con la mitad de los 
magistrados, 41 y los sacerdotes Elia- 
cim, Maaseyas, Minyamim, Mica, 
Elioenai, Zacarías y Ananías, con 
trompetas; 42 y Maaseyas, Semeyas, 
Eleazar, Usi, Jojnán, Malquías, Elam 
y Ezer. Los cantores cantaban alto, 
dirigidos por Jisrajías. 43 Sacrificᬠ
ronse aquel día muchas víctimas, 
y se hicieron grandes regocijos, por¬ 
que había dado Dios al pueblo un 
gran motivo de alegría. Regocijᬠ
ronse también las mujeres y los mu¬ 
chachos, oyéndose üe lejos el albo¬ 
rozo de Jerusalén. 


Restablecimiento de los diezmos. 

44 Por entonces fueron puestos comi¬ 
sarios de las cámaras de los tesoros, 
de las ofrendas, .de las primicias y 
de los diezmos, para recibir de los 
campos y de las ciudades las porcio¬ 


nes legales para los sacerdotes y 
levitas; porque estaba muy gozoso 
Judá de que los sacerdotes y los 
levitas estuvieran en sus puestos, 
45 observando cuanto concierne al 
servicio de Dios y a las purificacio¬ 
nes, y de que los cantores y porteros 
cumpliesen sus funciones según la 
ordenación de David y de Salomón, 
su hijo; 46 pues desde el tiempo de 
David y de Asaf, ya de antiguo había 
jefes de cantores y se cantaban cantos 
de alabanza y de acción de gracias 
en honor de Dios. 47 Todo Israel, 
en los días de Zorobabel y en los días 
de Nehemías, daba las porciones de 
los cantores y de los porteros, cada 
cosa en su día. Dábanse a los levitas 
las cosas consagradas, y los levitas 
daban a los sacerdotes las cosas con¬ 
sagradas. 


Varios abusos corregidos por 
IVehemías. 

1 Q 1 Leíase un día en el libro de 
1,1 Moisés al pueblo, y salió el 
lugar en que se mandaba que los 
amonitas y los moabitas no entra¬ 
rían jamás en la congregación de 
Dios, 2 por no haber salido a recibir 
a los hijos de Israel con el pan y el 
agua, antes haber incitado contra 
ellos a Balán para que los maldi¬ 
jera, aunque nuestro Dios volvió la 
maldición en bendición. 3 Como oye¬ 
ron esta ley, luego fué apartado de 
Israel todo extranjero. 

4 Antes de esto, Eliasib, siendo 
superintendente de las cámaras de 
la casa de nuestro Dios, y habiendo 
emparentado con Tobías, 6 había 
cedido a éste una gran cámara, en 
la cual se guardaban antes las ofren¬ 
das, los perfumes, los vasos y el 
diezmo del trigo-, del vino y del aceite, 
mandado dar a los. levitas, a los 
cantores y a los porteros, y la ofrenda 
de los sacerdotes. 6 Mas entonces no 
estaba yo en Jerusalén; pues fué 
el año treinta y dos de Arlajerjcs 
cuando me llegué al rey, siendo a los 
dos días enviado por el rey. 7 Al 
llegar a Jerusalén supe el mal que 
había hecho Eliasib, en favor de 
Tobías, haciendo para él cámara en 
los atrios de la casa dé Dios; 8 y me 
dolió en gran manera; y echando 
fuera de la cámara todo cuanto per¬ 
tenecía a Tobías, 9 mandé que’puri- 





47K 


NEHEMlAS, 13 


fícasen la cámara y volviesen a poner 
en ella las cosas de la casa de Dios, 
las ofrendas y los perfumes. 10 Supe 
asimismo que no se habían dado a los 
levitas sus porciones, y que los levi¬ 
tas y cantores habían tenido que 
retirarse cada uno a su heredad. 
11 Yo reprendí a los magistrados y 
dije: «¿Por qué ha estado abandonada 
la casa de Dios?» Y reuniendo a los 
levitas y cantores, les restituí cada 
uno a su puesto. 12 Todo Judá trajo 
el diezmo del vino y del aceite a 
los almacenes, 13 y puse por inten¬ 
dentes en ellos a Selemías, sacerdote, 
y a Sadoc, escriba; y de los levitas 
a Pedayas, y como adjunto, a Janán, 
hijo de Zacur, hijo de Matanfas, 
que tenían reputación de fieles. Ellos 
fueron los encargados de hacer la 
distribución a sus hermanos. 

14 Acuérdate de mí, joh Diosl, por 
todo esto, y no olvides el bien que 
hice a la casa de mi Dios, y en orden 
a la observancia. 

15 Por aquellos días vi en Judá 
que algunos pisaban en sus lagares 
el sábado, y acarreaban haces, car¬ 
gaban asnos con vino, con uvas, con 
higos y toda suerte de cargas, y los 
traían a Jerusalén en día de sábado. 
Yo les hice advertencias acerca del 
día en que vendían sus mercancías. 
16 Había también tirios, que traían 
el pescado y toda clase de mercan¬ 
cías, vendiéndolas a los hijos de 
Judá en Jerusalén, el día del sábado. 

17 Reprendí a los magistrados de 
Judá y les dije: «¿Qué es esto tan 
malo que hacéis, profanando así el 
día del sábado? 18 ¿No es eso lo que 
hicieron vuestros padres, y por eso 
trajo nuestro Dios sobre nosotros y 
sobre esta ciudad tantos males? ¿Y 
vosotros acumuláis ira contra Israel, 
profanando el sábado?» 19 Mandé, 
pues, que al oscurecer antes del sᬠ
bado, cerrasen las puertas de Jeru¬ 
salén, y que no las abriesen hasta 
después del sábado. Puse a las puertas 
algunos de mis servidores, para que 
en día de sábado no dejasen entrar 
carga alguna; 20 y así se quedaron 
una y dos veces fuera de Jerusalén 
los mercaderes, que vendían toda 


suerte de mercancías. 12 Yo les advertí 
diciendo: «¿Por qué pasáis la noche 
delante de la muralla? Si otra vez lo 
hacéis, os mandaré prender.» Y ya 
no vinieron más en día de sábado. 
22 Entonces mandé a los levitas que 
se purificasen y que viniesen a guar¬ 
dar las puertas, para santificar el 
día del sábado. También por eso 
acuérdate de mí, Dios mío, y per¬ 
dóname aegún la muchedumbre de 
tu misericordia. 

23 Vi asimismo por aquellos días 
judíos que habían tomado mujeres 
de Azoto, de Ammán y de Moab, 

24 cuyos hijos por mitad hablaban 
azoteó o la lengua de este o el otro 
pueblo, y no sabían hablar judío. 

25 Yo los reprendí y los maldije, hasta 
golpeé.a algunos y les arranqué los 
pelos (1), y los conjuré cu nombre de 
Dios, diciendo: «No daréis vuestras 
hijas a sus hijos, ni tomaréis sus 
hijas para vuestros hijos o para vos¬ 
otros. 26 ¿No pecó por esto Salomón, 
rey de Israel? Aunque no hubo en la 
muchedumbre de las gentes rey seme¬ 
jante a él, que era amado de su Dios, 
V fué puesto por él rey sobre todo 
Israel, aun a él le hicieron pecar las 
mujeres extranjeras. 27 ¿Vamos, pues, 
a consentir, sabiéndolo, que vosotros 
cometáis ese gran mal, de prevaricar 
contra nuestro Dios, tomando mu¬ 
jeres extranjeras?» 

28 Uno de los hijos de Joyada, hijo 
de Eliasib, sumo sacerdote, era yerno 
de Sanbalat, joronita, y por eso le 
arrojé lejos de mí. 29 Acuérdate de 
ellos, Dios mío, de los que conta¬ 
minan el sacerdocio y el pacto del 
sacerdocio y de los levitas. 30 Por 
eso los limpié de todo lo extranjero, 
y puse a sacerdotes y levitas por 
clases, cada uno a su obra, 31 y para 
la ofrenda de la leña en los tiempos 
señalados, y para las primicias. 

jAcuérdate de mí, Dios mío, para 
bien I 


(i) Grande era el celo de Nehemías contra 
los transgresores de la Ley. sobre todo contra 
los que tomaron mujeres extranjeras, hasta el 
punto de arrancarles pelos de la cabeza y de 
la barba- 








TOBIAS 













INTRODUCCION AL LIBRO DE TOBIAS 


l ~T O BIAS, o Tobit, es un piadoso israelita del norte de la Palestina , que en 

medio de Ij prevaricación general se mantuvo fiel a la ley de Dios, y lle¬ 
vado luego cautivo a A sirio, perseveró en la misma fidelidad al Señor, mani¬ 
festada por el ejercicio de las obras de misericordia. Para que más se destacara 
su piedad, le probó el Señor con diversos trabajos, entre ellos la pobreza y la 
pérdida de la vista. De todas estas pruebas sal ó sic virtud más acrisolada, y 
el Señor le premió, colmándole de bendiciones. Se ve claro el propósito de pre¬ 
sentarnos a Tobías como modelo de piedad israelita. 

No hay uniformidad de criterio, aun entre los exégetas católicos , respecto del 
género literario en que fué compuesto este hermoso librito, que contiene en forma 
narrativa preciosas lecciones de piedad, de paciencia y de obras de misericordia. 
Su doctrina tiene g^an semejanza con la expresada en forma poética en el libro 
de Job , en cuanto a la prueba a que el uno y el otro son sometidos por Dios , De 
la determinación dri género literario empleado por el autor depende principal¬ 
mente la solución de ciertas dificultadee que el libro ofrece. V. la reciente Encí¬ 
clica de S. S. Pió XII. 

Ignoramos quién haya sido el autor de este libro, que se debe suponer es¬ 
crito en la época posterior del judaismo. Se discute también en qué lengua, si 
en hebreo o arameo, pues el original no se conserva. Las versiones difieren 
bastante unas de otras. El texto de la Vulgnt a es d e bido a San Jerónimo. El 
santo Do ctor, qu e en cuanto al canon de las Escrituras daba mucha autoridad 
a la tradición judía, en su Prólogo Galeato no incluye entre los canónicos a Tobías 
lo mismo que cTJiidit. Por eso no los tradujo de su propia iniciativa; mas cedien¬ 
do a los ruegos de sus amigos Cromado y He lindar o, preparó su versión del 



































TOBÍAS. 1 


\S2 


f exto caldeo. Y como esta lengua , que él toma 'por la original del libro , es pare¬ 
cida a la hebrea , se procuró un judío perito en ambas lenguas y y en el espacio 
de un día y lo que el judío le iba traduciendo del caldeo al hebreo , él lo dictaba 
a un escribiente , traducido del hebreo al latín. Entre las muchas versiones que 
del libro tenemos y gricgas y latinas y aun hebrcas y etc. y la de San Jeróyiimo hace 
grupo aparte. Es una abreviación del texto más amplio que nos ofrecen las otras 
versiones t sin excluir la antigua latina. 

Nuestra versión está hecha sobre la versión griega y representada por el có¬ 
dice Vatieano y el mismo que publicó Sixto V en su edición de los LXX. (Cfr. y 
Intr. y Oral.) 

TOBIAS 


J 1 Historia de Tobit hijo de Tobiel, 
hijo de Manicl, liijo de Adacl, 
hijo de Gnbacl, de la familia de Asid, 
de la tribu de Neflalí, 2 * * que fue lle¬ 
vado cautivo en licmpo de Salma- 
nasnr, rev de los asirios, y era nalu- 
ral de Tisbc, que estó a la derecha 
de Cades de Neltalí, en Galilea, por 
encima de Haser. 

Piedad de Toliil en >u patria. 

3 Yo, Tobit (1), caminé por las sendas 
de la verdad y de la justicia todos 
los días de mi vida, haciendo muchas 
limosnas a mis hermanos, los de mi 
nación, que conmigo habían sido lle¬ 
vados a tierra de asirios, a Nínivc. 

4 Siendo yo joven, vivía en mi pa¬ 
tria, en la tierra de Israel. Toda la 
tribu de Neftalí, mi padre, se había 
apartado del templo de Jerusalcn, 
de la ciudad elegida entre todas las 
tribus de Israel para ofrecer sacrifi¬ 
cios, y ser morada del Altísimo santifi¬ 
cada por todas las generaciones (2). 

6 Todas las tribus, que a una habían 
apostatado, sacrificaban a Bnal, al 
becerro, y asimismo la casa de Nef¬ 
talí, mi padre. 8 Yo iba, las mós veces 
solo, a Jcrusalén, durante las fiestas, 
según está mandado a todo Israel 
por precepto eterno, y llevaba las 


(i) El texto griego que traducimos comienza 

la historia poniendo el relato en boca del mismo 

Tobías. 

ía) La división política del reino de David 

llevó consigo la escisión religiosa. Jeroboam ri¬ 

gió contra el Santuario nacional de Jerusatén 

otros dos, los de Betel y Dan, en que colocó 

los becerros como imágenes de Dios. Los 

israelitas que permanecieron fieles a la Ley 

acudían, contra las órdenes del rey, a Jerusalén, | 

para cumplir sus obligaciones y devociones re¬ 

ligiosas. 


primicias y los diezmos de los cose¬ 
chas y las primicias del esquileo, y 
los entregaba a los sneerdoles, hijos 
de Arón, en el nitor. 7 * El diezmo de 
todas los cosos se lo entregaba yo 
a los hijos de Le vi que viven en 
Jcrusalén, el segundo diezmo lo 
vendía y lo gastaba en Jcrusalén 
codo ano; 8 y el tercero lo daba a 
quienes correspondía, según que me 
había recomendado la madre de mi 
padre, Débora, pues yo era huérfa¬ 
no de podre. 

9 Hombre ya, tomé por mujer a 
Ana, del linaje de nuestro padre, y 
de ella tuve a Tobías, 


Kn el cautiverio. 

10 Cuando fuimos llevados eaut - 
vos a Nínivc (í), todos mis hermanos, 
los de mi linaje, comían de los man¬ 
jares de los gentiles; 11 pero yo me abs¬ 
tenía de comerlos, 12 porque con toda 
mi alma me acordaba de D 5 * * os. 13 D ; ó- 
mc el Altísimo favor y gracia ante I 
Salmonasar, que me hizo su provee¬ 
dor, 14 y viajando por la Media, 
presté a Gabacl, hermano de Cabria, 
en Ragcs de Media, diez talentos de 
plata. 

15 Muerto Salamanasar, le sucedió 
Scnaquerib, su hijo. Los caminos se 
hicieron inseguros, y ya no pude 
volver a la Media. 

18 En los días de Salmanasarhacía 1 
vo muchas limosnas a mis hermanos, 

17 dando pan a los hambrientos y vis¬ 
tiendo a los desnudos: y m veía muerto 
a alguno de mi linaje, arrojado junto 


(i) El año 7ai fué tomada Samaría y la 
mayor parte de la población del reino llevada 
a Nínive en cautiverio. 









TOBÍAS, 2, 3 4SJ 


a los muros de Nínive, le daba se¬ 
pultura. 18 Si el rey Senaquerib ma¬ 
taba a alguno, luego que volvió huido 
de Judea, yo en secreto lo enterraba. 
En su luror mató a muchos, cuyos 
cadáveres buscaba luego él, y no los 
hallaba (1). 

19 Pero un ninivita hizo saber al 
rey que era yo el que los enterraba, 
y entonces tuve que ocultarme; y 
sabiendo que me buscaba para darme 
muerte, temeroso, huí. 20 Fueron sa¬ 
queados todos mis bienes, no deján¬ 
dome nada, sino a Ana, mi mujer, 
y a Tobías, mi hijo. 

21 Pasados cincuenta días, le mata- 
roñados de sus hijos, que huyeron a 
los montes de Ararat, y le sucedió 
Asaradón, su hijo, el cual puso a 
Mitcar, el hijo de mi hermano Anael, 
al frente de toda la contabilidad ad¬ 
ministrativa del reino. 

22 Mitcar me alcanzó el perdón y 
| pude volver a Nínive. Era Mitcar, 

¡ mi sobrino, copero, guardasellos, ad¬ 
ministrador y contador, y Asaradón 
le había hecho su primer ministro. 

*) 1 Al volver a mi casa, me fueron 
~ devueltos Ana, mi mujer, y To¬ 
bías, mi hijo. Era por la fiesta de 
Pentecostés, la fiesta santa de las 
siete semanas; y habiéndome sido 
preparado un banquete, me recosté 
para comer. 2 Al ver tantos manja¬ 
res (2), dije a mi hijo: Vete, y trae al 
primer necesitado que encuentres de 
nuestros hermanos, que me recuerde 
al Señor; yo espero por ti. 3 Cuando 
volvió, dijo: Padre, uno de nuestro 
linaje yace en la plaza, estrangulado. 
4 En seguida, sin probar bocado, me 
lancé a la calle, le tomé y le metí 
en una habitación, hasta que se puso 
el sol. 5 Vuelto a casa, me lavé y 
comí con tristeza, 6 porque me vino 
a la memoria la profecía de Amos: 

«Vuestras fiestas se convertirán en 
duelo, y vuestras alegrías en lamen¬ 
taciones.» 

7 Lloré, y en poniéndose el sol, 


(1) En la época de Ezequías, hacia el año 700, 
Senaquerib vio su ejército destruido por la 
peste en Judea y hubo de retirarse, humillado 
por la mano de Dios. 

(2) No se sabe cómo adquiriera Tobías en 
su cautiverio la posición desahogada que el 
relato supone, pero el autor insiste en mos¬ 
tramos el empleo que de sus bienes hacía ente¬ 
ramente conforme al Deuteronomio, en que 
tanto se inculca el amor al prójimo y el socorro 
de los necesitados. 


fui a cavar una hoya en que sepul¬ 
tar el cadáver. 

8 Los vecinos se reían de mí, di¬ 
ciendo: «Aún no ha escarmentado; ya 
tuvo que huir, y ahora vuelve a en¬ 
terrar a los muertos.» 


La prueba. 

9 Aquella misma noche, cuando aca¬ 
bé.de darle sepultura, aun antes de 
purificarme, me dormí en el atrio 
junto al muro, quedando con el ros¬ 
tro descubierto. 10 No sabía yo que 
había pájaros en el muro; y teniendo 
los ojos abiertos, los pájaros dejaron 
caer en mis ojos su estiércol caliente, 
que me produjo en ellos unas man¬ 
chas blancas, que los médicos no 
fueron capaces de curar. Por este 
tiempo, Akikar proveía a mi sustento, 
hasta que partió para Elimaida. 11 En¬ 
tonces Ana, mi mujer, se ocupaba de 
su casa en trabajos femeniles 12 y lle¬ 
vaba su labor a los amos. Estos, al 
pagarle una vez su salario, le regala¬ 
ron un cabrito. 13 Cuando volvió a 
casa, comenzó el cabrito a balar. Y yo 
le dije: «¿De dónde viene ese cabrito? 
¿No será robado? Devuélvelo a los 
amos, que no es lícito comer cosa 
robada.» 14 Ella me contestó: «Es un 
regalo que han añadido a mi salario». 
Pero yo no la creía, y la instaba a 
que lo devolviese a los amos, eno¬ 
jado contra ella. Mas me replicó: 
«¿Dónde están tus limosnas y tus 
buenas obras? Ya lo ves ahora» (1). 

^ 1 Yo me entristecí y lloré, y con 

dolor me puse a orar, diciendo: 

3 «Justo eres, Señor, y justas todas 
tus obras; 

todos tus caminos son misericordia 
y verdad; 

juzgas siempre según verdad y jus¬ 
ticia. 

3 Muéstrate a mí y para en mí tus 
ojos. 

No me castigues por mis pecados, 

ni por mis ignorancias, ni por las 
que mis padres 

cometieron contra ti. 

4 Porque ellos desoyeron tus pre¬ 
ceptos, 

tú nos has entregado en botín 

al cautiverio y a la muerte, 


(1) La mujer de Tobías tiene algún parecido 

con la de Job; ambas contribuyen a intensificar 

la prueba a que Dios somete a sus maridos 












TOBÍAS, 4 




objeto de escarnio para todas las 
naciones, 

entre las que hemos sido disper¬ 
sados. 

6 Muchos son tus juicios y verda¬ 
deros, 

para que vayas a tomar venganza 
por mis pecados y los de mis padres; 
porque ni cumplimos tus preceptos, 
ni caminamos sinceramente delante 
de ti. 

6 Ea, pues, haz conmigo según tu 
beneplácito. 

Quítame el aliento de vida, 
para que muera y me convierta en 
polvo; 

porque más prefiero morir que 
vivir, 

pues he oído ultrajes mentirosos, 
y una gran tristeza se apodera de mí. 
Haz que sea yo libertado de esta 
angustia, 

Pura ir al eterno lugar. 

No apartes tu rostro de mí.» 


La prueba de Sara. 

7 Aquel mismo día aconteció en 
Ecbatana de Media, que Sara, hija 
de Ragücl, fue insultada por las es¬ 
clavas de su padre, 8 porque habien¬ 
do sido dada en matrimonio a siete 
maridos, el maligno demonio Asmo- 
dco les había dado muerte antes que 
con ella hubieran tenido vida con¬ 
yugal; y le decían: «¿No estás loca tú, 
que ahogas a tus maridos? Siete 
has tenido ya, y de ninguno de ellos 
has gozado. 9 ¿Por que nos azotas? 
Ya que ellos murieron, vete tú con 
ellos, y que .no veamos jamás hijo 
o hija tuya» 0). • , 

10 Oyéndolas, se entristeció sobre¬ 
manera, tanto que quería ahorcarse. 
Pero decía; Soy la hija única de mi 
padre; si tal hiciera, el oprobio vendría 
sobre él, V de dolor conduciría su 
ancianidad al sepulcro. 11 Y oraba 
puesta a la ventana, y decía: «Bendito 
eres, Señor Dios mío, y bendito tu 
nombre, sai to y excelso por los siglos. 
Bendígante todas tus obras para 
siempre. 12 Y ahora, Señor, en ti 
pongo mis ojos y mi rostro. 13 T.léva¬ 
me de la tierra, y que no oiga ya más 


(r) Como el anciano Tobías, así la joven 
Sara es sometida a dura prueba. En ella se ve 
cómo el Señor quería acrisolarla para hacerla 
digna de la familia a que según los planes divi¬ 
nos debía unirse, llevándole la alegría y la abun¬ 
dancia. 


tales ultrajes. 14 Tú sabes, Señor, 
que yo estoy limpia de todo pecado 
con hombre^ 15 y que no he man¬ 
chado mi nombre ni el nombre de 
mi padre en esta tierra de mi cauti¬ 
verio. Hija única soy de mi padre, 
el cual no tiene hijo que pueda here¬ 
darle, ni pariente próximo con un 
hijo, para quien yo deba guardarme 
por mujer; ya se me han muerto 
siete maridos: ¿de qué me sirve la 
vida? Y si no te parece bien quitár¬ 
mela, mírame y ten piedad de mí, 
y que no escuche ya más estos ni¬ 
trales.» 

16 Fué escuchada la oración del 
uno y de la otra en la presencia de 
Dios. 17 Rafael fué enviado para re¬ 
mediarlos a los dos, para batir las 
cataratas de Tobit y para casar a 
Sara, la hija de Regücl, con Tobías, 
el hijo de Tobit, V paralizar a Asmo- 
deo, el maligno demonio, por cuanto 
a Tobías tocaba heredarla. Al tiem¬ 
po mismo en que se volvía Tobil y 
entraba en su casa, bajaba Sara, la 
de Ragüel, del piso alto de la suya. 


Consejos del padre al hijo. 

I 1 En aquel día se acordó Tobit 

* de la suma que tenía en poder 
de Gabael, en Ragúes de Media; 2 y 
se dijo: Yo he pedido mi muerte; 
¿por qué, pues, no llamar a Tobías, 
mi hijo, y comunicárselo antes de 
morir? 3 Llamóle, y le dijo: «Si muero, 
hijo mío, me darás sepultura, y te 
guardarás de menospreciar a tu ma-, 
tire: hónrala siempre, todos los días 
de tu vida, obra según su beneplácito 
y no le causes tristeza. 4 Acuérdate, 
hijo, de los muchos trabajos que ella 
pasó por ti cuando le llevaba en su 
seno; cuando muera, dale sepultura 
a mi lado, en el mismo sepulcro. 
6 Acuérdate siempre del Señor, nues¬ 
tro Dios, y guárdate de pecar; ob¬ 
serva sus preceptos. Practica la jus¬ 
ticia todos los días de tu vida, y no 
sigas los caminos de la iniquidad. 

6 Porque, practicando tú la verdad, 
serás feliz en todas tus obras, como 
todos los que practican la justicia. 

7 Según tus facultades, haz limosna, 
y no se te vayan los ojos tras lo que 
des. No apartes el rostro de ningún 
pobre, y Dios no lo apartará de ti. 

* S\ abundares en bienes, haz de ellos 
limosna; y si éstos fueren escasos, 
según esa tu escasez, no temas hacer 






TOBÍ AS, 5 


I.V» 


limosna. • Con esto atesoras un depó¬ 
sito para el día de la necesidad, 

10 pues la limosna libra de la muerte 
V preserva de caer en las tinieblas; 

1 1 y es un buen regalo la limosna en 
la presencia del Altísimo, para todos 

( los que la practican. 

12 «Guárdate, hijo, de toda fornica¬ 
ción, y ante todo, toma esposa del 
linaje de tus padres; no tomes mujer 
extranjera, que no sea del linaje de 
tu padre; que hijos somos de profe¬ 
tas, Noé, Abraham, Tsac y Jacob, 
nuestros antiguos padres. Recuerda, 
hijo, que éstos tomaron mujeres de 
entre sus hermanos, y fueron bende¬ 
cidos en hijos, y heredó su descen¬ 
dencia la tierra. 13 Y ahora, hijo mío, 
ama a tus hermanos, 14 y no te enso¬ 
berbezcas en tu corazón, ni despre¬ 
cies a los hijos c hijas de tu pueblo, 
rehusando tomar de ellas mujer: por¬ 
que en el orgullo está la perdición y 
el desorden, y en la ruindad la penu¬ 
ria y el hambre, pues la madre del 
hambre es la ruindad. No retengas 
una noche el salario de un obrero 
que trabajare para ti: entrégaselo lue¬ 
go. Si sirvieres a Dios, él te recom¬ 
pensará. Atiende, hijo, a todas tus 
obras, y muéstrate prudente en tu 
conversación. 16 Lo que no quieras 
para ti, no lo hagas a nadie. No 
bebas vino hasta embriagarte, no 
vaya contigo la embriaguez. 16 Da 
vestidos al desnudo. Todo cuanto te 
sobrare, dalo en limosnas, y no se 
te vayan los ojos tras lo que dieres. 

17 »Pon tu pan y tu vino en los se¬ 
pulcros de los justos, y no comas ni 
bebas con los pecadores. 18 Sigue el 
consejo de los prudentes, y no des¬ 
precies ningún buen consejo. 19 En 
todo tiempo bendice al Señor Dios, 
y pídele que tus caminos sean rectos 
y todas tus sendas y consejos vayan 
bien encaminados; porque no es del 
hombre el consejo; sólo el Señor es 
quien da todos los bienes, y a quien 
quiere le humilla según su voluntad. 
Acuérdate, pues, hijo mío, de mis 
preceptos, y no se borren de tu 
corazón (1). 

20 «Has de saber también que tengo 
diez talentos en poder de Gabael, 
hijo de Gabria, en Ragúes de-Media. 
21 No temas, hijo; somos pobres, pero 
rico serás si temes a Dios, y te apar¬ 


(i) Estos consejos son muy propios de 

Tobías, varón temeroso de Dios, amante de su 

pueblo y fiel observador de la Ley. 


tas de todo pecado y haces lo que 
le e» grato.» 


Preparativos del viaje a Media. 

~ 1 Respondió Tobías, diciéndole: 
O «Cuanto me has mandado lo cum¬ 
pliré. 2 ¿Pero cómo voy a poder re¬ 
cobrar el dinero de Gabael, si no le 
conozco?» 3 Dióle su padre el recibo, 
y le dijo: «Busca quien te acompañe, 
que yo le daré su recompensa, y 
ponte en camino para cobrar el di¬ 
nero antes que yo muera». 4 Fuese 
en busca de uno, y se encontró con 
Rafael, que era un ángel. 6 No cono¬ 
ciéndole, le -dijo: ¿Podrías acompa- 
pañarme a Ragúes de Media, si es 
que conoces el camino? 6 El ángel le 
contestó: «Yo iré contigo, que co¬ 
nozco bien el camino y hasta lie sido 
huésped de Gabael, nuestro hermano.» 

7 Tobías le contestó: «Espera un poco, 
que voy a decírselo a mi padre.» 

8 El le respondió: «Vete y lio tardes.» 

Se fué y dijo a su padre: «Ya hallé 

quien pueda acompañarme.» El le dijo: 
«Llámale, que quiero saber de qué tri¬ 
bu es, y si es de confianza para acom¬ 
pañarte.» 9 Llamóle, entró y se salu¬ 
daron. 10 Díjole Tobit: «Dimc, her¬ 
mano: ¿de qué tribu y familia eres 
tú?» Y le contestó: «¿Quieres conocer la 
tribu y la familia, o informarte de 
la persona que va a acompañar a tu 
hijo?» Replicóle Tobit: «Quiero, her¬ 
mano, conocer tu linaje y tu persona.» 
11 «Pues yo soy hijo de Azarías, hijo 
de Anauías, grande entre tus her¬ 
manos.» 12 Respondióle él: «Seas bien 
venido, pero no te enojes de que haya 
querido saber tu tribu y tu familia. 
Por suerte eres hermano mío, de 
una buena y noble ascendencia, pues 
yo conocía a Anauías y a Jonatán, 
hijo de Semeí el grande, de cuando 
juntos íbamos a Jerusalén para ado¬ 
rar, llevando las primicias y los diez¬ 
mos de las cosechas, que no se des¬ 
carriaron ellos como nuestros herma¬ 
nos. De buena raíz eres, hermano. 

13 «Pero dime, ¿cuál será el salario 
que habré de darte? ¿Bastaría una 
dracma por día y el sustento para 
,ti y para mi hijo? 14 Y cuando feliz¬ 
mente volváis, le añadiré algo.» 16 Con¬ 
vinieron en ello, y dijo a Tobías: 
«Prepárate para el camino, y que ten¬ 
gáis feliz viaje.» Una vez que el hijo 
preparó lo necesario para el camino, 
díjole su padre: «Parte con éste, y 










TOBÍAS, 6, 7 


160 


Dios, que mora en los cielos, os dé 
feliz viaje y un ángel os acompañe.» 
Y se pusieron en camino, yendo con 
ellos el perro del mozo. 

16 Su madre, Ana, se puso a llorar, 
diciendo a Tobit: ««¿Por qué habrás 
enviado a nuestro hijo? ¿No era el 
nuestro báculo, viviendo con nos¬ 
otros? 17 No tuviéramos nunca ese 
dinero, si había de costamos nuestro 
hijo. 18 Hasta el presente el Señor 
nos dio de qué vivir y vivíamos con- 
ientos.» 19 Pero Tobit le dijo: «No di¬ 
gas eso, mujer. Volverá sano, y tus ojos 
lo verán. 20 Porque un ángel bunio 
le acompaña, tendrá un viaje feliz 
y volverá sano.» 21 Y ella dejó de 
llorar (1). 

Kn viaje hacia Media. 

() 1 Siguieron los caminantes su 
viaje, y llegaron al atardecer a 
las orillas del río Tigris, donde pa¬ 
saron la noche. 2 Bajó el muchacho 
a bañarse, y salió del río un pez que 
(juería devorarle. 3 Pero el ángel le 
«lijo: «Cógelo». Cogiólo el joven y lo 
sacó a tierra. 4 Díjole el ángel: «Des¬ 
cuartiza el pez y separa el corazón, 
el hígado, con la hiel, y ponlos aparte.» 

5 Hizo el muchacho lo que el ángel 
le decía, y asando el pez, comieron. 
Continuaron su camino y ligaron 
cerca de Fcbatana. 6 Dijo el joven 
al ángel: «Hermano Azarías, ¿para qué 
sirven el corazón y el hígado con la 
hiel del pez?» 7 El le respondió: «Sirven 
para que si un demonio o un espíritu 
le atormenla a uno, quemándolos 
ante él ya no vuelva a molestarle. 
H Cuanto a la hiel, sirve para ungir 
a quien tuviese cataratas, pues con 
olla quedará curado.» 

9 Así que llegaron a Ecbatana, 
10 dijo el ángel al joven: «Hoy, herma¬ 
no, habremos de pernoctar en casa 
de Bagücl, tu pariente, que tiene 
una hija llamada Sara. Yo le hablaré 
para que te la den por mujer, 11 pues 
a ti te toca su herencia, pues tú 
eres ya el único de su linaje; la joven 
es bella y discreta. 12 Oye, pues, lo 
que voy a hacer: Yo hablaré a su 
padre, y cuando volvamos de Ra¬ 
gúes celebraremos la boda; pues yo 


(i) Al despedir a los viajeros habíales de¬ 
seado Tobías la compañía de un ángel; ahora 
aparece con más firmeza esa esperanza, aunque 
sin saber aún cómo Dios realizaba Sus deseos. 


sé que Ragücl no la puede dar a 
ningún otro marido, según la ley de 
Moisés, o será reo de muerte, porque 
antes que a ningún otro te perte¬ 
nece a tí la herencia» fl). 

13 Replicó entonces el joven al 
ángel: «Hermano Azarías: He oído 
que la doncella fue dada a siete ma¬ 
ridos, y que todos perecieron en la 
cámara nupcial; 14 y yo soy hijo úni¬ 
co de mi padre, y temo que si me 
acerco a ella voy a morir como los 
anteriores, porque la ama un demonio 
y a ella no le hace ningún daño,.pero 
sí a los que se le acercan. Temo ahora 
que si muero, llevaré al sepulcro a 
mi padre y a mi madre, de dolor por 
mí, pues no tienen otro hijo que les 
dé sepultura.» 15 Contestóle el ángel: 
«¿No te acuerdas de las palabras que 
tu padre te inculcó, sobre tomar 
mujer de tu propio linaje? Escú¬ 
chame, pues, hermano: Esa será tu 
mujer, y del demonio no te preocu¬ 
pes, que esta misma noche te será 
dada por mujer. 18 Cuando entres 
en la cámara nupcial, toma un per¬ 
fumador y pon en él trozos del cora¬ 
zón y del hígado del pez, qne hagan 
humo; 17 que en cuanto lo huela el 
demonio, huirá y no volverá por los 
siglos de los siglos. Pero cuando a 
ella te acerques, levantaos ambos o 
invocad al Dios misericordioso, que 
os salvará y tendrá piedad de vos¬ 
otros. No temáis, que para ti está 
destinada desde la eternidad, y tú 
la salvarás e irá contigo, V estoy 
seguro que tendrás de ella hijos.» 

Así que oyó Tobías estas palabras, 
sintió grande amor por ella y se le 
apegó sit corazón. En esto llegaron 
a Ecbatana. 


El casamiento de Tobías v Sara. 

Y 1 Llegados a casa de Ragücl, les 
salió al encuentro Sara, que los 
saludó y ellos a ella, y los introdujo. 
2 Dijo Ragücl a Edna, su mujer: 
«¡Cómo se parece este joven a Tobit, 
mi primol» 3 Entonces Rngiiel les pre¬ 
guntó: «¿De dónde sois, hermanes?» 
A lo que ellos contestaron: «De los 
hijos de Neftalí, de los cautivos de 
Nfnivc.» 4 «¿Conocéis a Tobit, nuestro 
hermano?» Respondiéronle: «Sí que le 


(i) El ángel lleva la misión de hacer la feli¬ 

cidad de aquellas dos familias y para ello co¬ 

mienza con hacer oficio de casamentero 










TOBÍAS, 8, 9 


conocemos.» «¿Está bien?» 5 «Vive y 
está bien,» contestaron ellos. Y To¬ 
bías añadió: «Es mi padre.» 6 Ragüel, 
saltando, se echó a su cuello y le 
besó, derramando lágrimas. 7 Ben- 
díjolc, diciendo: «Eres hijo de un 
varón bueno, bonísimo.» Pero al saber 
que Tobit había perdido la vista, se 
entristeció hasta derramar lágrimas. 
8 Edna, su mujer, y Sara, su hija, 
lloraron también; los recibieron cor- 
dialmcnte, sacrificaron un carnero y 
les ofrecieron un suntuoso banquete. 

9 Dijo luego Tobías a Rafael: «Her¬ 
mano Azarías, habla de aquel asunto 
de que en el camino tratamos, y que 
se acabe este negocio.» 10 Expuso Aza¬ 
rías el asunto a Ragüel, que dijo a 
Tobías: «Come, bebe y alégrate; en 
efecto, a ti te toca recibir a mi hija; 
pero antes tengo que advertirte una 
cosa: 11 He dado ya mi hija a siete 
maridos, pero en entrando a ella, en 
la misma noche murieron. Tú ahora 
regocíjate.» Mas Tobías contestó: «No 
gustaré bocado hasta que no resol¬ 
váis este negocio y me lo confirméis.» 
12 Dijo Ragüel: «Tómala desde ahora, 
según la ley, pues tú eres su hermano 
y a ti se te debe. Que Dios misericor¬ 
dioso os colme de felicidades.» 13 Llamó 
a Sara, su hija, y cogiéndola de la 
mano, la entregó a Tobías por mujer, 
diciendo: «Anda, según la ley de Moi¬ 
sés, tómala y llévala a tu padre.» Y los 
bendijo. 14 Llamó a Edna, su mujer, 
tomó un rollo, escribió el contrato 
matrimonial, lo selló, 15 y luego co¬ 
menzaron a comer. 

16 Llamó después Ragüel a Edna, 
su mujer, y le dijo: «Prepara, her¬ 
mana, otra alcoba, y llévala a ella.» 
Hizo Edna lo que le mandaba, y 
llevó a su hija a la cámara. Lloraba 
Sara, y enjugando la madre las lᬠ
grimas de su hija, le decía: 17 «Ten 
buen ánimo, hija: el Señor del ciclo 
y de la tierra te dará gracia en vez de 
esta tu tristeza; ten valor, hija mía.» 

Q 1 Cuando hubieron terminado de 
comer, llevaron a la alcoba a 
Tobías. 2 * El, recordando las palabras 
de Rafael, tomó un brasero; y po¬ 
niendo encima de las brasas el cora¬ 
zón y el hígado del pez, hizo humo. 
3 El demonio, en cuanto olió aquel 
humo, huyó al Egipto superior, donde 
el ángel le ató. 4 Una vez que que¬ 
daron los dos solos, se levantó To¬ 
bías del estrado, y dijo: «Levántate, 
hermana, vamos a orar para que el 


Señor tenga misericordia de nosotros.» 

8 Y eomenzó Tobías, diciendo: «Ben¬ 
dito eres, Dios de nuestros padres, y 
bendito por los siglos tu nombre 
santo y glorioso. Bendígante los cie¬ 
los y todas las criaturas. 6 Tú hiciste 
a Adán y le diste por ayuda y auxi¬ 
lio a Eva, su mujer; de ellos nació 
todo el linaje humano. Tú dijiste: 
No es bueno que el hombre esté 
solo; hagámosle una ayuda semejante 
a él. 7 Ahora, pues, Señor, no llevado 
de la pasión sensual, sino del amor 
de tu ley, recibo a esta mi hermana 
por mujer. Ten misericordia de mí 
y de ella, y concédenos a ambos lar¬ 
ga vida.» 8 Ella respondió: «Amen.» 

9 Y pasaron ambos dormidos aquella 
noche.» 

Cuando Ragüel se levantó, se fué 
a cavar una sepultura (1), 10 diciendo: 
«Seguro que ha muerto éste también.» 
11 Vuelto Ragüel a casa, 12 dijo a Edna, 
su mujer: «Manda a una de las siervas 
que vea si está vivo, para enterrarle 
si no, y que nadie se entere.» 13 Abrió 
hi sierva la puerta, y vió que ambos 
dormían. 14 Salió luego, y les comu¬ 
nicó que estaba vivo. 15 Entonces 
bendijo Ragüel a Dios, diciendo: «Ben¬ 
dito seas tú, Dios, con toda bendi¬ 
ción pura y santa, y bendígante tus 
santos y todas tus criaturas, y todos 
tus ángeles y todos los elegidos; ben¬ 
dígante por los siglos. 16 Bendito tú, 
que me has alegrado, no sucediendo 

10 que yo me temía, sino que has 
obrado con nosotros según tu gran 
misericordia. 17 Bendito seas tú, que 
tuviste misericordia de estos dos hijos 
únicos; ten de ellos piedad, y con¬ 
cédeles acabar en bien su vida con 
alegría y misericordia.» 18 Y mandó a 
sus siervos rellenar la sepultura. 
19 Hízoles la fiesta de bodas por espa¬ 
cio de catorce días (2); 20 pues antes ya 
le había instado a que no partieran 
hasta terminar los días de la boda. 
21 Pasados, le daría la mitad de su 
hacienda, y le dejaría irse en paz a 
su padre, y el resto lo recibiría cuan¬ 
do muriesen él y su mujer. 

Q 1 Llamó entonces Tobías a Ra¬ 
fael y le dijo: 2 «Hermano Azarías, 
toma contigo un siervo y dos came- 


(1) Esta conducta precipitada de Ragüel 
pone más de relieve la gracia de Dios en favor 
de Tobías. 

(2) Las solemnidades nupciales solían durar 

siete días, ahora se duplican por lo excepcional 

del caso. 









TOBÍAS. 10, 11 


I.SK 


líos, y vete a Ragúes de Media, a 
casa de Gabael, y cóbrame el dinero 
y tráele a él a la boda; 3 pues Ragüel 
me ha pedido con instancia que no 
me vaya, 4 y mi padre estará con¬ 
tando los días, y si ve que tardo 
mucho, morirá de pena.» 

6 Partió Rafael, y se hospedó en 
casa de Gabael, a quien dió su recibo. 
Trajo Gabael los talegos sellados, y 
se los entregó. 6 Madrugaron, y jun¬ 
tos vinieron a la boda, bendiciendo 
Gabael a Tobías y a su mujer. 


Ansiedades de los padres de 
Tobías. 

I A 1 Entretanto Tobit, su padre, 
1 " contaba los dias que podía durar 
el viaje; y cuando estos se pasaron y 
vió que no volvía su hijo, 2 comenzó 
a decir: «Tal vez están retenidos por 
la cobranza del dinero, o acaso ha 
muerto Gabael y no hay nadie que 
se lo entregue.” 3 Y se entristecía so¬ 
bremanera. 4 Su mujer le decía: «Sin 
duda que ha perecido nuestro hijo, 
porque tarda mucho.» Y comenzaba a 
llorarle, diciendo: 5 «jAy de mi, hijo 
míol ¿Por qué te dejé ir, luz de mis 
ojos? » (1). 6 Tobit le decía: «Calla, no te 
apures, seguro que está bien.» 7 Pero 
ella replicaba: «Calla, no pretendas 
engañarme, seguro que ha muerto.» 
Y todos los días iba al camino por 
donde se fue, pasando el día sin tomar 
bocado, y la noche llorando sin cesar 
a Tobías, su hijo. 


La vuelta a sus padres. 

8 Cumplidos los catorce días de la 
boda, que Ragüel le había rogado que 
pasase con ellos, dijo Tobías a Ra¬ 
güel: «Déjame partir, que mis padres 
habrán perdido ya la esperanza de 
volver a verme.» 

9 Pero su suegro le respondió: «Qué¬ 
date aquí, y yo enviaré un mensajero 
a tu padre para darle noticias de ti.» 
10 Mas Tobías insistió: «Déjame ir a 
mi padre.» 11 Entrególe luego Ragüel 
su mujer, Sara, y la. mitad de la ha¬ 
cienda, siervos, ganados y dinero; 
13 y al despedirlos, los bendijo, di¬ 
ciendo: «Que el Dios del cielo os dé 
feliz viaje, lujos míos, y que vea yo 


(i) Como en la partida, la desconfianza de 
Ana hace resaltar la fe y confianza de Tobías. 


vuestros hijos antes de morir.» 15 Y a 
su hija le dijo: «Honra a tus suegros, 
que ellos son ahora tus padres, y 
tenga yo buenas noticias de ti.» Y la 
besó. Edna dijo a Tobías: «Hijo mío, 
que el Señor del cielo te dé una vuelta 
feliz, y a mi ver a los hijos de Sara, 
mi hija, para que me alegre en pre¬ 
sencia del Señor. Yo te la doy como 
en depósito, mi hija es, no le des 
mala vida.» 

11 1 Al punto se puso Tobías en 

camino, bendiciendo a Dios, que 
le había dado tan feliz viaje, y bendi 
ciendo también a Ragüel y u Edna, 
su mujer. Así caminaron hasta llegar 
cerca de Nínive. 2 Entonces dijo Ra¬ 
fael a Tobías: «Bien te acordarás, her¬ 
mano, de cómo liemos dejado a tu 
padre. 3 Vamos a adelantarnos nos¬ 
otros a tu mujer, para prepararle. 
4 Lleva contigo la hiel del pez.» Par¬ 
tieron ellos, siguiéndolos el perro. 

6 Entretanto Ana, sentada, miraba 
hacia el camino, para ver si descubría 
a su hijo. 6 Cuando creyó verle venir, 
dijo al padre: «Mira, viene nuestro 
hijo, y con él su compañero. 

7 Rafael dijo a Tobías: «Estoy se¬ 
guro de que tu padre recobrará la 
vista. 8 Untale los ojos con la hiel; 
al escocerle se frotará, se despren¬ 
derán las cataratas, y verá.» 

9 Ana, corriendo, se arrojó al cuello 
de su hijo, diciéndole: «jYa te veo, 
hijo míol jAhora ya puedo inorirl» 
Y ambos lloraban. 10 Salió Tobit a la 
puerta y tropezó; pero el lujo corrió 
a él, 11 y cogiéndole, derramó la hiel 
sobre sus ojos, diciendo: «¡Animo, pa¬ 
dre I» 12 En cuanto le escocieron los 
ojos, se frotó, 13 y se desprendieron las 
escamas. Al ver a su hijo se arrojó a 
su cuello, 14 y llorando, dijo: «|Bendito 
tú, oh Dios, y bendito sea tu nombre, 
y benditos también todos tus santos 
ángeles, 16 porque después de azo¬ 
tarme has tenido misericordia de mí, 
y veo a Tobías, mi hijo!» 

Entró su hijo contento, y refirió 
a su padre todas las maravillas que 
le habían sucedido en Media. 

16 Salió Tobit a las puertas de Nl- 
nive, al encuentro de su nuera, con¬ 
tento y bendiciendo a Dios. Y cuan¬ 
tos le veían se maravillaban de verle 
andar sin lazarillo. 17 Tobías alababa 
delante de ellos a Dios, porque habla 
tenido misericordia de él. Así que 
llegó Tobit a Sara, su nuera, la ben¬ 
dijo, diciendo: «Bien venida seas, hija 






TOBÍAS, 12, 13 


mía. Bendito sea Dios, que te ha 
traído entre nosotros, y benditos sean 
tus padres.» Fué todo esto motivo de 
alegría para sus hermanos en Nínive. 
18 Llagaron Akikar y Nasbes, su her¬ 
mano, 19 y durante siete días se cele¬ 
braron con regocijo las bodas de 
Tobías. 


La revelación del ángel. 

I ey 1 2 Llamó Tobit a Tobías y le 
— dijo: «Mira, hijo mío, el salario 
que has de dar a ese hombre que ha 
ido contigo, y lo que conviene aña¬ 
dirle.» 2 «Padre, contestó él, no me pa¬ 
rece mucho darle la mitad de lo que 
he traído; 3 pues me ha vuelto sano, 
curó a mi mujer, cobró el dinero, y 
a ti también te ha curado.» 4 * Respon¬ 
dió el anciano: «Todo se lo merece.» 

6 Y llamando al ángel, le dijo: «Toma 
la mitad de todo lo que habéis traído, 
y vete en paz» (1). 6 Entonces, el ángel 
llamando a los dos aparte, les dijo: 

«Bendecid a Dios y glorificadle, en¬ 
salzadle, pregonad a todos los vivien¬ 
tes lo que ha hecho con vosotros, 
7 pues bueno es bendecir a Dios y 
ensalzar su nombre, pregonando sus 
obras. No os canséis de confesarle. 
Habéis hecho el bien y nada malo 
os pasará. 8 Buena es la oración con 
el ayuno, y la limosna con la justicia. 
Mejor es poco con la justicia (2) que 
mucho con la iniquidad. Mejor es dar 
limosna que acumular tesoros; 9 pues 
la limosna libra de la muerte y lim¬ 
pia de todo pecado. Los que practi¬ 
can la misericordia y la justicia serán 
colmados de felicidad, 10 mientras 
que los pecadores son enemigos de su 
propia dicha. 11 Nada os quiero ocul¬ 
tar. Ya os lo he dicho: Bueno es guar¬ 
dar los secretos del rey, pero es glo¬ 
rioso revelar las obras de Dios. 
12 Cuando orabais tú y tu nuera, 
Sara, yo presentaba ante el Santo 
vuestras oraciones. Cuando enterra¬ 
bas a los muertos, también yo te 
asistía. 13 Cuando sin pereza te levan¬ 
tabas, y dejabas de comer para ir a 
sepultarlos, no se me ocultaba esa 


(1) Es grande la generosidad de Tobías 
El compañero de su hijo se lo merece todo; 
que lleve, pues, siquiera la mitad de lo que 
por él adquirieron. 

(2) Hermosa perspectiva para los justos, 

cuyas oraciones y buenas obras son presentadas 

por los ángeles a Dios, que generosamente los 

remunera. 


buena obra, antes contigo estaba yo. 
14 Por eso me envió Dios a curarte 
a ti, y a Sara, tu nuera. 16 Yo soy 
Rafael, uno de los siete santos ánge¬ 
les, que presentamos las oraciones de 
los justos y tienen entrada ante la 
majestad del Santo.» 

16 Los dos se quedaron turbados, 
y cayeron sobre su rostro, llenos de 
temor (1). 17 El les dijo: «No temáis; la 
paz sea con vosotros. Bendecid a 
Dios siempre; pues no he venido por 
mi voluntad, sino por la de Dios, 
por lo que a él debéis bendecir siem¬ 
pre. 18 Todos los días me hacía ver 
de vosotros; no comía ni bebía, lo 
que vosotros veíais era una aparien¬ 
cia. 19 Ahora alabad a Dios, que yo 
me' subo al que me envió y poned por 
escrito todo lo sucedido.» 

20 Se levantaron, pero no le vol¬ 
vieron a ver. 21 Y confesaron las gran¬ 
dezas y maravillas de Dios y cómo el 
ángel se les había aparecido. 


Cántico de alabanza. 

IO 1 Y Tobit, en un transporte de 
* júbilo, escribió una oración, v 
dijo (2): 

«Bendito sea Dios, que vive por los 
siglos, 

por todos los siglos permanece su 
reino. 

2 Porque El azota y se compadece, 
lleva al sepulcro y saca de él. 
Nadie hay que escape de su mano. 

3 Confesadle, hijos de Israel, ante 
las naciones, 

pites El nos dispersó entre ellas. 

4 Pregonad aquí su majestad, 
ensalzadle ante todos los vivientes, 
que El es nuestro Señor y nuestro 

Dios, 

El nuestro Padre por los siglos de 
los siglos. 

5 Nos azota por nuestras iniqui¬ 
dades, 

y luego se compadece, y nos reunirá 
de las naciones en que nos ha dis¬ 
persado. 


. (1) Según el sentir tradicional, nadie puede 

ver a Dios sin morir y esto se extendía tamb én 
a la vista de los ángeles. Por eso padre e hijo 
se turban y temen, y el Angel los tranquiliza. 

(2) En este cántico resaltan las esperanzas 
de todo buen israelita. El Señor en su justicia 
castiga los pecados de su pueblo, pero en su 
misericordia tendrá piedad de él, le volverá a 
la patria y hará resurgir a Jerusalén. centro del 
reino mesiánico. 









TOBÍAS, 14 


l«n 


6 Si os convertís a El de todo co¬ 
razón y con toda vuestra alma, 

para practicar la verdad en su pre¬ 
sencia, 

entonces se volverá a vosotros, 
y no os ocultará su rostro. 

7 Contemplad ahora lo que ha hecho 
con nosotros, 

dadle gracias a boca llena, 
bendecid al Señor de la justicia, 
y ensalzad al Rey de los siglos. 

8 Yo le confesaré en la tierra de 
mi cautiverio 

y pregonaré su poder y su majes¬ 
tad al pueblo pecador. 

Convertios, pecadores, y practicad 
la justicia delante de El, 

quizá tenga misericordia de nos¬ 
otros. 

9 Yo ensalzo a mi Dios, Rey de los 
cielos, 

mi alma se regocijará en su gran¬ 
deza. 

10 Hablen todos y confiésenle en 
Jerusalén. 

11 Jerusalén, la ciudad del Santo. 
Por las obras de tus hijos te azotará, 
pero de nuevo se compadecerá de 

los hijos de los justos. 

12 Confiesa dignamente al Señor, 
y bendice al Rey de los siglos, 
para que de nuevo sea en ti 
edificado su tabernáculo con ale¬ 
gría, 

para que alegre en ti a los cautivos, 
y muestre en ti su amor hacia los 
desdichados, 

por todas las generaciones y gene¬ 
raciones. 

13 Pueblos numerosos vendrán de 
lejos, 

al nombre del Señor, nuestro Dios, 
trayendo ofrendas en sus manos, 
ofrendas para el Rey del cielo. 

Las generaciones de las generacio¬ 
nes exultarán en ti. 

14 Malditos todos los que te abo¬ 
rrecen, 

y benditos para siempre todos los 
(pie te aman. 

15 Alégrate y salta de gozo por los 
hijos de los justos, 

que serán congregados, y al Señor 
de los justos bendecirán. 

16 Dichosos los que te aman; 
en tu paz se alegrarán. 

Dichosos cuantos se entristecieron 

por tus azotes, 

pues en ti se alegrarán, 
contemplando tu gloria 
v se regocijarán para siempre. 

Bendice, alma mía, al Dios grande 


porque Jerusalén con zafiros y es¬ 
meraldas será reedificada, 

con piedras preciosas sus muros, 
y con oro puro sus torres y sus al¬ 
menas. 

18 Y las plazas de Jerusalén serán 
pavimentadas 

de berilo y rubí y piedra de Ofir, 
y todas sus calles dirán: [Aleluya, 
bendito sea Dios, que te ensalzó, 
por todos los siglosl» 


Conclusión «le la historia. 

J J 1 Terminó Tobit su canto de 
alabanza. 2 Era de cincuenta y 
ocho años cuando perdió la vista, 
que recobró al cabo de ocho años. 
Haciendo limosnas, proseguía en te¬ 
mer al Señor Dios y en darle gracias. 
3 Siendo ya muy viejo, llamó a su 
hijo y a los hijos de éste, y les habló 
así: 

«Hijo, yo estoy ya muy viejo, y 
para partir de esta vida. Toma a tus 
hijos 4 y vete a la Media, pues estoy 
persuadido de que cnanto dijo el 
profeta Jonás sobre Nínive, se cum¬ 
plirá y será destruida. En la Media 
habrá más paz hasta un determinado 
tiempo. Pasado éste, nuestros her¬ 
manos que moran en la tierra feliz 
serán dispersados. Jerusalén quedará 
desolada y la casa de Dios entregada 
a las llamas, durando la desolación 
hasta cierto tiempo; 5 pero otra vez 
Dios se compadecerá de ellos y los 
volverá a su tierra, y edificarán la 
casa, aunque no como la primera, 
hasta que se cumplan los tiempos. 
Después de esto volverán de la cauti¬ 
vidad y edificarán a Jerusalén magní¬ 
ficamente, gloriosamente, como de 
ella han dicho los profetas. 6 Todas 
las naciones se convertirán de veras 
al temor del Señor Dios, y enterra¬ 
rán sus ídolos. 7 Bendecirán todas 
las naciones al Señor, y su pueblo 
le dará gracias, y el Señor ensalzará 
a su pueblo, y se alegrarán todos los 
que aman al Señor Dios en verdad 
y en justicia, practicando la miseri¬ 
cordia hacia sus hermanos. 

8 «Vete, pues, hijo mío, de Nínive, 
porque enteramente se cumplirá lo 
que dijo el profeta Jonás. 9 Pero tú 
guarda la ley y los preceptos, sé mi¬ 
sericordioso y justo, y serás feliz. 
10 Dame digna sepultura y a tu madre 
después conmigo, y no te quedes más 
en Nínive. Hijo mío, mira lo que 




TOBÍAS, 14 


IÍH 


hizo Nadán a Akikar, que le había 
criado; cómo le llevó de la luz a las 
tinieblas, y cuán mal le pagó. Pero Dios 
salvó a Akikar, y aquél recibió su 
merecido bajando a las tinieblas. 
Por haber practicado la limosna, íué 
sacado del lazo de muerte, que le 
había puesto, mientras que Nadán 
cayó en la trampa y pereció. 11 Ved, 
hijos, lo que hace la limosna, y cómo 
la justicia es salud.» 

Diciendo esto, dió su alma en el 
lecho. Tenía ciento cincuenta y ocho 
años, y le dieron honrosa sepultura. 
12 Cuando murió Ana, la sepultó con 
su padre: y partió Tobías con sil I 


mujer y todos sus hijos a Ecbatana, 
a casa de Ragüel, su suegro. 13 Tuvo 
Tobías una buena ancianidad y se¬ 
pultó a sus suegros honrosamente, 
heredando su hacienda y la de To- 
bit, su padre (1). 14 Murió en Ecbatana 
de Media, a la edad de ciento vein¬ 
tisiete años. 15 Antes de morir tuvo 
noticia de la ruina de Nínive, cuyos 
habitantes llevaron cautivos Nabuco- 
donosor y Asuero, y se alegró de la 
suerte de Nínive, antes de morir. 


(i) En Tobías se realiza !a sentencia de ver 
a sus hijos hasta la cuarta generación, muriendo 
lleno de días. 











n 'L1 rn A. Vwii ! '5 ¿’T PLl'RfMA VZB&ADtoh 






INTRODUCCION AL LIBRO DE JUDIT 


D ECI BE el libro su nombre de la heroína que es el personaje principal de la 

obra. El argumento sería un episodio importante de la historia de las naciones 
orientales , y principalmente del pueblo israelita. Un rey de Nínive , capital del 
imperio asirio y por nombre Nabucodonosor , siente ansias de ser reconocido , no 
sólo por soberanoj sino también como dios y y por dios único de todos los pueblos. 
Para lograr su propósito empieza por dirigir un mensaje, que es a ¡a vez ulti¬ 
mátum. Es el mensaje rechazado , y se viene entonces a los medios de fuerza. Lo¬ 
grada la victoria contra un cierto Arfacsad y rey de Media , el primer general de 
los ejércitos asirios y Holofernes y se pone al frente de ciento veinte milinfantes y 
doce mil caballos y mas un ejército numeroso de tropas auxiliares que se levan 
agregando y con el encargo de someter el resto de las naciones a la obediencia 
y culto de Nabucodonosor. Y , en efecto , la expedición y aunque geográficamente 
nada clara y procede con gran éxito hasta venir a enfrentarse con Irsael por 
el norte de la región de Samarla. 

Hacía poco que el pueblo de Dios había vuelto del cautiverio y había res¬ 
taurado la ciudad de Jerusalen con su santuario y repoblado el resto de la 
tierra. La nación samaritana no parece existir. Vive el pueblo tranquilo y bajo 
el gobierno del sumo sacerdote .y de un senado de ancianos (gueraria) y muy 
confiados en la protección del Señor y por la fiel observancia de su alianza. El 
ataque de los asirios se dirige contra la ciudad de Betulia (Bctilina) y que a 
pesar de los detalles que se dan en 4 y 4-8 y no se ha logrado identificar. Más de 
un mes resiste el asedio de tan poderoso ejército; hasta que Judit sale de la 
ciudad y engaña al generalísimo asirio y le da muerte , causando la dispersión 
de todas sus fuerzas. 

Los exégetas encuentran dificultades para encuadrar los episodios narrados 
















194 


JUDIT, 1 


en este libro en la historia general de los pueblos orientales . Algunos los colocan 
en tiempos ne Asurbanípal, otros en los de Artajerjes o en los de Epifanes. 

Tampoco están del todo conformes r aun los católicos, en determinar el genero 
literario de este librito; asunto que debe resolverse en conformidad con la lumi¬ 
nosa doctrina expresada en la citada Encíclica de Pío XII, Divino Afilante 
Spiritu, empezando por resolver el problema critico de la conservación del texto 
primitivo. 

En la conducta de Judit hay cosas que la moral cristiana no justifica. Santo 
Tomás dice de ellas: «Se recomiendan algunos en la Sagrada Escritura, no por 
la perfección de su virtud, sino por cierta índole virtuosa , es decir , por ci rio 
afecto laudable , los que movía a ejercitar cosas ilícitas. Así es alabada Judit, no 
por haber mentido a Holofernes, sino por el afecto que a ello la indujo, es decir, 
el amor a su pueblo, por el cual se expuso al peligro .« (Sum . Theol. II, II, 
< 7 . 110 a. 3 ad 3). 

Del autor del libro nada podemos afirmar, sino que era un judío, conoce¬ 
dor de las Escrituras, lleno de fe en los destinos de su nación, devoto de la ley , 
que escribió en hebreo o arameo , hacia el fin del judaismo, un siglo o dos antes 
de Jesucristo. 

Se desconoce el texto original, y las versiones que nos quedan se dividen 
en dos grupos. Forman el primero los diversos códices de la versión griega, 
la antigua ítala y la versión siríaca, de la griega derivadas. El segundo grupo 
lo forma la versión de San Jerónimo, que tenemos en la Vulgata , de la cual 
dice el autor en su carta-prólogo: «Al hacer este trabajillo he traducido más bien 
sentido de sentido que de la palabra la palabra. He prescindido de las numerosas 
divergencias de los códices, dando en latín sólo aquello que del texto caldeo logré 
sacar en limpio .» Resulta, pues, que la versión del santo Doctor está hecha de 
los textos árameos en la forma que él mismo dice. Para la nuestra hemos to¬ 
mado por base el texto qrieqo, publicado en la edición que Sixto V hizo de las LXX 
(Cfr. Intr. Oral.) 


JUDIT 


Arfaesad, rey de lÜehalana. 

I 1 Era el año duodécimo del rei¬ 
nado de Nabucodouosor, que 
reinó sobre los asirios en la gran ciu¬ 
dad de Nfnivc, en los días de Aríac- 
sad, que reinó sobre los medos en 
Ecbatana, 2 a la que rodeó de un 
muro construido de piedras labradas, 
de tres codos de ancho y seis de largo, 
siendo la altura del muro de setenta 
codos y de cincuenta su anchura. 

3 Levantó también torres en las puer¬ 
tas, hasta la altura de cien codos, 
y el ancho de sus cimientos era de 
sesenta codos. 4 Construyó sus puer¬ 
tas, que se levantaban hasta setenta 
codos, siendo su ancho de cuarenta, 
para dar paso a sus fuerzas poderosas j 
y a la muchedumbre de sus infantes, j 


Mensaje de IXabtieodonosor a las 
naciones y fj ucrra contra Arfaesad. 

6 En aquellos días combatió Na- 
bueodonosor contra Arfaesad en la 
gran planicie, esto es, en los confines 
de Ragáu. 6 Le habían salido al paso 
todos los habitantes de la montaña, 
todos los ribereños del Eufrates, del 
Tigris y del Hidaspes; v en la llanura 
de Arioc, el rey de los Elamitas y 
muchísimos pueblos se juntaron para 
hacer frente a los hijos de Jeleal, 
(caldeos). 7 Después mandó sus fuer¬ 
zas Nabucodouosor, rey de los asirios, 
contra Persia, contra todos los habi¬ 
tantes del Occidente, contra Cilicia, 
Damasco, el Líbano y el Antillbano, 
j contra cuantos inoran en la cosía del 
i mar, 8 contra los del Carmelo, contra 




JUDIT, 2 


195 


Galaad, Galilea la alta, contra la gran i 
llanura de Esdrelón, 9 y los moradores ' 
de Samaría y sus ciudades, contra 
el otro laclo del Jordán hasta Jerusa- 
lén, Betona, Quelos, Cades, contra el 
río de Egipto, Tafnis, Ramcses y toda 
la tierra de Guesen, 10 hasta por en¬ 
cima de Tafnis y de Menfis, y todo 
Egipto hasta los confines de Etiopía. 

11 Despreciaron todos los moradores 
de la tierra el mensaje de Nabucodo- 
nosor, rey de los asirios, y se apresta¬ 
ron para hacerle la guerra, porque no 
le temían, pues era a sus ojos como 
un hombre cualquiera. 12 Se irritó 
grandemente Nabucodonosor contra 
todas estas gentes, y juró por su trono 
y por su señorío que tomaría venganza 
de todos los confines de Cilicia y de 
Damasco y de Siria, y que aniquilaría 
con su espada a todos los moradores 
de Moab, y a los hijos de Ammón y 
a toda la Judea y a todos los que 
moran en Egipto, hasta los confines 
de los dos mares. 

11 Había puesto en movimiento sus 
fuerzas contra el rey Arfacsad, en el 
año diecisiete; le venció en batalla 
campal y aniquiló todo el poder de 
Arfacsad, toda su caballería y todos 
sus carros, 12 y se apoderó de sus ciu¬ 
dades, llegando hasta Ecbatana, ha¬ 
ciéndose dueño de sus torres y devas¬ 
tando sus calles y convirtiendo en 
oprobio toda su beileza. 13 Se apoderó 
de Arfacsad en las montañas de Ra- 
gáu, y le atravesó con sus propias 
armas y acabó con él. 14 Vuelto Na¬ 
bucodonosor a Ninive con todo su 
ejército y con todos los que se le 
habían unido, muchedumbre incon¬ 
table de guerreros, descansó allí y 
banqueteó con su ejército por espacio 
de ciento veinte días. 


Guerra contrallas naciones. 

1 El año dieciocho, el veintidós del 
— primer mes, corrió la voz en el 
palacio de Nabucodonosor, rey de 
los asirios, de que iba a tomar ven¬ 
ganza de toda la tierra, como lo 
había dicho. 2 Llamó a todos sus ofi¬ 
ciales y a todos sus grandes, y confirió 
coñ ellos sus secretos planes, resol¬ 
viendo poner en ejecución toda la 
maldad que había proferido su boca 
contra lá tierra. 3 Fueron de parecer 
que se destruyese a cuantos no se 
sometieran a los decretos del rey. 
4 Terminado el consejo, llamó Nabu¬ 


codonosor, rey de los asirios, a Holo* 
fernes, general de su ejército, que era 
el segundo después de él, y le dijo: 

6 «Esto ordena el rey grande, el 
Señor de toda la tierra: En saliendo 
de mi presencia, tomarás contigo 
hombres que confíen en sus fuerzas; 
de infantes hasta ciento veinte mil, 
y caballos con sus jinetes, doce mil; 
6 e invadirás toda la tierra del Occi¬ 
dente, por haber desobedecido la orden 
de mi boca. 7 Les intimarás que me 
preparen la tierra y el agua, porque 
en mi furor saldré contra ellos y cu¬ 
briré toda la haz de la tierra con los 
pies de mis soldados, y se la entre¬ 
garé al saqueo; H y sus heridos llena¬ 
rán los barrancos y los torrentes, y el 
río se desbordará lleno de sus muertos; 
9 y conduciré sus cautivos hasta los 
extremos confines de la tierra. 10 Em¬ 
pezarás por ocupar todo su territorio, 
y como se te rendirán, me los reser¬ 
vas para el día de su castigo. 11 Mas 
para los rebeldes no haya perdón, 
sean entregados a la muerte, y al 
saqueo toda su tierra. 12 Por mi vida 
y por la fuerza de mi imperio, que 
cuanto dije lo ejecutaré por mi mano. 
No dejes de cumplir ni una palabra de 
tu señor, antes las ejecutarás exacta¬ 
mente, según te lo ordeno y sin di¬ 
lación.» 

13 Partió Holofernes de la presen¬ 
cia de su señor, y tomó consigo a 
todos los magnates, generales y capi¬ 
tanes del ejército asirio; 14 pasó revista 
a las tropas escogidas para la guerra, 
según le había ordenado su señor, 
hasta ciento veinte mil infantes y 
doce mil arqueros a caballo, y los 
ordenó como se ordena la muche¬ 
dumbre guerrera. 15 Tomó, además, 
camellos, asnos y mulos, para la im¬ 
pedimenta, en cantidad muy grande; 
ovejas, bueyes y cabras, para su apro¬ 
visionamiento, y vituallas en cantidad 
para toda la gente, y asimismo mucho 
oro y plata del tesoro del rey. 

16 Luego se puso en marcha con 
todo su ejército; y adelantándose al 
rey Nabucodonosor, cubrió toda la 
haz de la tierra, hacia el Occidente, 
con sus carros, jinetes e infantes esco¬ 
gidos, y una abigarrada muchedum¬ 
bre como la langosta, incontable como 
el polvo de la tierra, que se les agregó. 
17 Partieron de Ninive, caminando du¬ 
rante tres días por la llanura de Bec- 
telet y asentó su campamento, desde 
Bectelet hasta cerca de la montaña, 
a la derecha de la Cilicia superior. 








49b 


JUDIT. 3, 4 


18 Y tomando todo su ejercito, sus 
infantes, sus jinetes y sus carros, 
partió de allí en dirección a la mon¬ 
taña. 19 Rompió por Put y Lud, de¬ 
vastó a los hijos de Rarses y a los de 
Ismael, que habitan los linderos del 
desierto, hacia el mediodía de los 
Quelos. 20 Pasó el Eufrates; y atra¬ 
vesando la Mesopotamia, tomó por 
asalto todas las ciudades fuertes del 
torrente Abrona, hasta el mar. 21 Se 
apoderó de todo el territorio de Cilicia, 
derrotando a cuantos se le opusieron, 
y llegó hasta los confines de Jafct, 
por la parte del mediodía, enfrente 
de la Arabía. 22 Cercó a todos los 
hijos de Madián, dió al fuego sus tien¬ 
das y saqueó sus apriscos. 23 Descen¬ 
dió luego al territorio de Damasco, 
en los días de la recolección del trigo, 
incendió todos los campos, destruyó 
sus rebaños y vacadas, saqueó sus 
ciudades, asoló sus campiñas, c hirió 
toda su juventud al filo de la es¬ 
pada. 24 lemor y temblor se apoderó 
de toda la costa, de los moradores de 
Sidón y de Tiro, y de los habitantes 
de Acco. Los # habitantes de Azoto 
y Ascalón se*llenaron asimismo de 
miedo. 

n 1 Y le enviaron mensajeros con 
,) propuestas de paz, diciendo: «JMira, 
nosotros somos siervos del rev grande 
Ñabncodonosor, nos postramos en tu 
presencia, para que hagas con nos¬ 
otros según tu arbitrio (1). 2 Nuestras 
majadas y lodos nuestros trigales, 
nuestros rebaños y vacadas, y los 
apriscos de nuestros ganados, todo 
está a tu disposición, dispon de todo 
según te plaza. 3 Y nuestras ciudades 
con sus moradores, siervos tuyos son; 
ven y haz con ellos como bien te pu¬ 
reza.» 4 Llegados los hombres a Holo- 
fernes, le hablaron en esta forma. 

6 Descendió él con su ejército a la 
costa y puso guarniciones en las ciu¬ 
dades fuertes, y de ellas enroló en su 
ejército gcnle cscog da. 6 Toda la 
región le recibió con coronas, danzas 
y panderos. 7 Devastó todo su terri¬ 
torio v taló sus bosques sagrados, y 
ordeno destruir todos los dioses de 
aquella tierra, para que sólo a Nabu- 
codonosor adorasen todas las nacio- 


(i) El autor hace resaltar el temor y el ser¬ 
vilismo de los pueblos gentiles, que a todo se 
acomodan en contraposición a Israel, que, con¬ 
fiado en su Dios, resiste hasta lograr la humi¬ 
llación del invasor. 


nes, y le invocaran como a dios todas 
las lenguas y todas las tribus. 8 Lle¬ 
gado al llano de Esdrelón, cerca de 
Dotán, frente a la gran llanura de 
Judá, asentó su campo entre Gaba 
y Escitópolis, donde permaneció un 
mes esperando toda la impedimenta 
de su ejército. 


Llega la guerra a Judá. 

. 1 Así que los hijos de Israel que 
-f moraban en Judá oyeron todo 
cuanto había hecho a los gentiles Ho- 
lofemcs, general en jefe del ejército 
de Nabucodonosor, rey de los asirios, 
y comí había saqueado todos los 
templos y los había destruido, 2 sin¬ 
tieron grandísimo miedo y se turba¬ 
ron por Jcrusalén y por el templo del 
Señor, su Dios (1); 3 pues recientemente 
habían subido de la cautividad, y 
hada poco que se había reunido todo 
el pueblo de Judea, y el mobiliario y 
el altar y la casa habían sido santi¬ 
ficados después de su profanación. 
4 Enviaron, pues, a toda la región de 
Sumaria, y sus aldeas, Betorón, BcL 
maisi, Jcricó, Joba, Aisora y el valle 
de Soluin; 5 y ocuparon todas las cimas 
de los montes altos y amurallaron 
sus aldeas, y se aprovisionaron de vi¬ 
tuallas en previsión de la guerra, pues 
recientemente habían recogido la co¬ 
secha de sus campos. 

* Escribió Joaquim, que por aque¬ 
llos días era sumo sacerdote cu Jcru¬ 
salén, a los moradores de Betulia y 
de Bct-Orrcstaim, enfrente de Esdre¬ 
lón, ante la llanura que está junto a 
Doraim, 7 dieicndolcs que resistiesen 
en las subidas de la montaña, pues 
por ellas era el acceso a Judca, y como 
éste era estrecho, sería fácil aún a 
sólo dos hombres impedir el paso a 
los que llegaban. 8 Ejecutaron los 
hijos de Israel las órdenes de Joaquim, 
el sumo sacerdote, y de! senado de 
todo el pueblo de Israel, que tenía su 
asiento en Jcrnsalcn. 

9 Todos los hijos ele Israel clamaron 
con gran instancia a Dios y se humi¬ 
llaron con gran fervor; 10 ellos, sus 
mujeres y sus hijos, todos los extran¬ 
jeros o jornaleros, V sus esclavos, vis¬ 
tiéronse de saco. 11 Todos los israelitas, 


(i) También Israel teme, pero no tanto por 

sí, cuanto por la Ciudad Santa y el Santuario 

de Dios, que acababan de levantar, y por el 

culto divino que hada poco habían restaurado. 







JUDIT, 5 


las mujeres y los niños, lo§ morado¬ 
res de Jerusalén, se postraron ante 
el santuario, cubrieron de ceniza sus 
cabezas, mostraron sus sacos ante 
el Señor, y revistieron de saco el altar. 
12 Todos a una clamaron al Dios de 
Israel, pidiéndole con ardor que no 
entregase al saqueo sus hijos, ni diese 
sus mujeres en botín, ni las ciudades 
de su heredad a la destrucción, ni el 
santuario a la profanación y el opro¬ 
bio, regocijando a los gentiles (1). 

13 Escuchó el Señor sus clamores 
y miró su aflicción. Ayunaba el pue¬ 
blo todos los días en Judca y en 
Jerusalén, ante el santuario del Señor 
Omnipotente. 14 Joaquim, sumo sacer¬ 
dote, y todos los sacerdotes que asis¬ 
tían en la presencia del Señor y le 
servían, ceñían de saco su cintura 
al ofrecer el holocausto perpetuo y 
los votos y las ofrendas del pueblo, 
16 y echaban ceniza sobre sus tiaras, y 
clamaban al Señor con todas sus 
fuerzas, pidiendo que se dignase visi¬ 
tar a toda la casa de Israel. 

Actitud de Holoícrncs ante la 
resistencia de Israel. 

5 1 Llegó a noticias de Holofernes, 
generalísimo del ejército asirio, 
que los hijos de Israel se preparaban 
para la guerra; que habían cerrado 
las entradas de las montañas, fortifi¬ 
cando todas las cumbres de los mon¬ 
tes altos, y colocando barreras en el 
llano. 1 2 * Montando en cólera, llamó a 
todos los príncipes de Moab, a los 
capitanes de Ammán y a todos los 
sátrapas de la corte, y les habló en 
estos términos (2): «Decidme, hijos de 
Canaán, ¿qué pueblo es ése que mora 
en las montañas? ¿Qué ciudades ha¬ 
bitan? ¿Cuál es el número de sus sol¬ 
dados? ¿En qué está su fuerza y su 
poder? ¿A quién tienen por rey y 
jefe de su ejército? ¿Por qué desdeñan 
venir a mi encuentro, a diferencia de 
todos los moradores del Occidente?» 


Discurso de Aquior. 

3 Le contestó Aquior, jefe de los 
hijos de Ammán: «Escuche mi señor 
una palabra de boca de tu siervo, y 

(1) Ante el peligro que les amenazi, su re¬ 
curso es a Dios, a quien todos oran haciendo 
penitencia. 

(2) La actitud del caudillo enemigo se ajusta 

a la de su representado y su orgullo al del 

soberano que le envía. 


te diré la verdad acerca del pueblo 
que habita estas montañas próximas 
a donde tú estás, que no saldrá men¬ 
tira de la boca de tu siervo. 4 Este 
pueblo es originario de Caldea. 5 Ha¬ 
bitaron primero en la Mesopotamia; 
y por no seguir a los dioses de sus 
padres, que vivían en la Caldea, 6 la 
abandonaron y dejaron su culto para 
adorar al dios del ciclo, el dios 
que se les había dado a conocer. 
Los padres los arrojaron de la presen¬ 
cia de sus dioses, y ellos huyeron a 
Mesopotamia, donde habitaron mu¬ 
chos días. 7 Les dijo su dios que sa¬ 
lieran de sus moradas, y se encami¬ 
naran a la tierra de Canán, donde 
peregrinaron, enriqueciéndose de oro 
y plata y muchos rebaños. 8 Bajaron 
a Egipto, porque el hambre había 
invadido la tierra de Canán, y se 
instalaron allí, donde hallaron alimen¬ 
to, multiplicándose hasta hacerse in¬ 
contable su número. 9 Pero se le¬ 
vantó contra ellos un rey de Egipto, 
que los oprimió con trabajos de 
hacer ladrillos, y los humillaba, con¬ 
virtiéndolos en esclavos. 10 Clamando 
a su dios, hirió éste toda la tierra 
de Egipto con plagas, para las cuales 
no había cura, hasta que los arro¬ 
jaron los egipcios de su presencia. 
11 Secó su dios el Mar Rojo delante 
de ellos, 12 y los encaminó al Sinaí 
y a Cadesbarne; y arrojando a todos 
ios que moraban en el desierto, 13 ha¬ 
bitaron en ía tierra de los amorreos, 
y con su poder aniquilaron a todos 
ios habitantes de Hescbón. Atrave¬ 
saron luego el Jordán y se posesio¬ 
naron de la montaña; 14 hicieron huir 
delante de ellos a los cananeos, a los 
fereceos, a los jebuscos, a los sique- 
mitas y a todos los g.iergueseos, y 
habitaron en esta tierra mucho tiem¬ 
po. 15 Todo les fué bien mientras 
no pecaron contra su dios, porque 
éste, que aborrece la injusticia, estaba 
con ellos. 16 Pero cuando se apartaron 
del camino que les había señalado, 
luego fueron destruidos con muchas 
guerras, y llevados cautivos a tierra 
extraña, y el templo de su dios con¬ 
vertido en ruinas, y sus ciudades ocu¬ 
padas por los enemigos. 17 Ahora, que 
se han convertido a su dios, han su¬ 
bido de la región en donde estuvieron 
dispersos, y se apoderaron de Jeru¬ 
salén donde está su santuario, y se 
establecieron en la montaña, que es¬ 
taba despoblada. 18 Ahora, pues, due¬ 
ño y señor: ¿Hay escándalo en este 


32 











JUDIT, 6 


448 


pueblo? Si hay en él alguna culpa o 
pecado contra su dios, entonces su¬ 
bamos, que los derrotaremos. 19 Pero 
si no hubiese en ellos iniquidad, pase 
de largo mi señor, porque su dios 
los protegerá y será con ellos, y ven¬ 
dremos a ser objeto de oprobio ante 
toda la tierra» (1). 

20 Y así que acabó Aquior de pro¬ 
nunciar estas palabras, todo el pueblo, 
que estaba en torno de la tienda, 
rompió en murmullos de reprobación. 
Los magnates de Holofernes y todos 
los moradores de la corte y de la 
región de Moab, pidieron que Aquior 
fuese descuartizado. 21 Porque nunca 
temcremDs, decían, nada de los hijos 
de Israel. Es un pueblo sin ejército, 
sin fuerza para sostener una lucha 
dura. 22 Subamos, pues, y serán pasto 
de todo tu ejército, señor Holofernes. 


Eruto inmediato del discurro de 
Aquior. 

6 l En cuanto cesó el tumulto de 
las gentes que rodeaban al conse¬ 
jo, dijo Holofernes, general en jefe 
del ejército asirio, a Aquior, y a los 
moabitas, en presencia de todo el 
pueblo extranjero: «¿Quien eres tú, 
Aquior, y vosotros, mercenarios de 
Efraím, para profetizar como lo ha¬ 
béis hecho hoy, diciendo que no lu¬ 
chemos contra la nación israelita por¬ 
que la proteje su Dios? (i) 2 ¿Qué dios 
hay, si no es Nabncodonosor? 3 Este 
ha enviado su ejército y los borrará 
de la haz de la tierra, sin que su dios 
pueda librarlos; ante vosotros, sier¬ 
vos de Xabucodonosor, los aplastare¬ 
mos como a un solo hombre, y no 
podrán resistir el empuje de nuestra 
caballería. 4 * Con ella inundaremos su 
tierra y bañaremos en sangre sus mon¬ 
tañas y llenaremos de cadáveres sus 
valles, y no podrán mantenerse en 
pie delante de nosotros, y todos ente¬ 
ramente perecerán, dice Nabucodo- 
nosor, señor de toda la tierra, y sus 
palabras no quedarán sin cumpli¬ 
miento. 6 Pero tú, Aquior, mercenario 
de Ammón, que tales discursos has 


(i) Este relato de Aquior, además de resu¬ 

mir la historia de Israel, pone de relieve una 

ley que en la historia sagrada hagiógrafos y pro¬ 

fetas enseñan: que Dios es el refugio de Israel 

y que nada tiene éste que temer mientras se 

mantenga fiel a Yave. 


tenido en. este día de tu insensatez, 
no volverás a ver mi rostro hasta 
que yo no haya castigado a esa na¬ 
ción de huidos de -Egipto. 6 Cuando 
yo vuelva, atravesará tu cuerpo el 
hierro de mi ejército, y la muchedum¬ 
bre de mis lanceros tu costado, y 
caerás bañado en tu sangre. 7 Mis 
siervos te llevarán a la montaña, y 
te pondrán en una de las ciudades 
de la subida, 8 y no perecerás hasta 
que con ellos seas aniquilado. 9 Ya 
que tan firme esperanza tienes de 
que no sean conquistados, no se abata 
tu rostro. De cuanto he dicho, ni una 
palabra caerá en el vacío.» 

10 Luego ordenó Holofernes a los 
siervos que estaban a su lado en la 
tienda, que tomasen a Aquior y le 
llevaran a Betulia, entregándole a los 
israelitas. 11 Cogiéronle los siervos de 
Holofernes y le condujeron fuera del 
campamento, que estaba en el llano, 
y le llevaron del llano a la montaña, 
a las fuentes que están situadas por 
debajo de Betulia. 12 En cuanto los 
de la ciudad los vieron, tomaron sus 
armas y salieron a la cima del monte. 
Los honderos se mantuvieron en sus 
puestos y arrojaron piedras sobre los 
asirios. 13 Pero ellos, ocultándose en 
los repliegues de la montaña, ama¬ 
rraron a Aquior y le abandonaron a 
raíz del monte, volviéndose a su amo. 

14 Bajaron de la ciudad los hijos 
de Israel, dieron con él y le desata¬ 
ron, y llevándole a Betulia, le entre¬ 
garon a los jefes de la c'udad. 15 Eran 
éstos en aquellos días Ocias, hijo de 
Mica, de la tribu de Simeón, Abris, 
hijo de Otoniel, y Carmis, hijo de 
Malquiel; 16 los "cuales convocaron 
luego a los ancianos de la ciudad. 
Todos los jóvenes y las mujeres con¬ 
currieron también a la asamblea, y 
puesto Aquior en medio del pueblo, 
le interrogó Ocias acerca lo sucedido. 
17 Dióles cuenta él de los discursos 
habidos en la sesión de Holofernes, 
y de lo que había dicho a los prín¬ 
cipes asirios, y de las insolencias pro¬ 
feridas por Holofernes contra los is¬ 
raelitas. 18 Postrándose en tierra el 
pueblo, clamaron a Dios, diciendo: 

19 «Señor, Dios del ciclo; mira el or¬ 
gullo de esos y apiádate de nuestro 
linaje humillado, y pon hoy los ojos 
en el rostro de tus santificados.» 

20 Consolaron a Aquior y le alabaron 
grandemente. 21 Ocias le sacó de la 
asamblea y le condujo a su casa, 
donde le dió un banquete, al que 





JUDIT, 7 


410 


invitó a todos los ancianos (1). Toda 
aquella noche estuvieron invocando 
el auxilio del Dios de Israel. 


I.os asirios, sobre Befuli». 

^ 1 * Al día siguiente dió orden Holo- 
k ternes a todo su ejército y a las 
tropas auxiliares, de prepararse para 
atacar a Bctulia, ocupando las subi¬ 
das de los montes y haciendo ya la 
guerra contra los hijos de Tsrael. 
2 Entonces se dispusieron todos sus 
hombres de armas y la masa de sus 
guerreros, en número de ciento se¬ 
tenta mil infantes y doce mil jinetes, 
fuera de la impedimenta y de la mu¬ 
chedumbre de los hombres que iban 
con ella, que era muy grande. 3 * Acam¬ 
paron en el valle junto a Bctulia, 
cerca de la fuente, y se desplegaron 
a lo ancho, hasta Dotain, Bclmain, 
V a lo largo desde Bctulia hasta Ciar- 
nón, que está enfrente de Esdrelón. 

4 Cuando los israelitas vieron tanta 
muchedumbre, quedaron consterna¬ 
dos, y unos a otros se dijeron: «Ahora 
sí que van a devorar éstos toda la 
haz de la tierra, y ni los altos mon¬ 
tes, ni los valles, ni los collados, 
podrán soportar su peso.» 6 Y tomando 
cada uno sus armas, encendieron ho¬ 
gueras sobre las torres y perma¬ 
necieron guardándolas toda aquella 
noche. 6 Al día siguiente, hizo des¬ 
filar Holofernes toda su caballería a 
la vista de los israelitas que estaban 
en Betulia; 7 examinó las subidas de 
la ciudad y recorrió las fuentes de 
sus aguas, apoderándose de ellas y 
estableciendo puestos de guardia, para 
volverse luego a su gente. 8 Entonces 
se acercaron a él los príncipes de 
Esaú, los jefes de Moab y los capi¬ 
tanes de la Corte, diriéndole: 

9 «Escuche nuestro señor una pala¬ 
bra, si quieres que no sufra quebranto 
tu ejército. 10 Este pueblo de los 
israelitas no confía en sus lanzas, 
sino en las alturas de los montes en 
que habitan; y en efecto, no es fácil 
dominar la§ cimas de sus montes. 
11 Ahora bien, señor; no luches contra 
ellos como se lucha en batalla cam¬ 
pal, y evitarás que caiga ni un solo 
guerrero. 12 Quédate tú en el cam¬ 


(i) E! relato de Aquior a los sitiados acre¬ 

cienta en éstos la fe y confianza en Dios. ¿Cómo 

desconfiar ellos cuando un extraño mostraba 

tal seguridad? 


pamento, y ten en guardia a todo tu 
ejército; pero haz que tus siervos se 
apoderen de las fuentes de agua que 
brotan a raíz del monte, 13 porque 
de ella se abastecen todos los mora¬ 
dores de Bctulia. La sed los matará, 
y acabarán por entregarte la ciudad, 
mientras que nosotros y nuestro pue¬ 
blo subimos a las cimas de los montes 
próximos y acampamos en ellas, para 
guardarlas e impedir que salga de 
la ciudad hombre alguno. 14 Así el 
hambre los consumirá a ellos, a sus 
mujeres y a sus hijos; y antes que 
los alcance la espada, quedarán ten¬ 
didos en las calles de su propia ciu¬ 
dad, 15 dándoles tú el merecido, por 
su malvada conducta de no haber 
salido a tu encuentro en son de paz.» 


El asedio de Betulia. 

18 Fueron bien recibidas por Holo- 
fernes y todos sus siervos estas pala¬ 
bras, y al punto ordenó ejecutar 
cuanto se había dicho. 17 Los hijos 
de 'Ammón levantaron el campo, y 
con ellos cincuenta mil asirios, que 
acamparon en el valle y ocuparon 
las aguas y los manantiales de agua 
de los israelitas. 18 Subieron los hijos 
de Esaú y los de Ammón, y acam¬ 
paron en la montaña frente a Dotain. 
Pusieron luego una división hacia el 
mediodía, hacia el este, contra Cesebel, 
que cae cerca de Huri, sobre el torrente 
de Macmar, y el resto del ejército 
asirio acampó en el llano, cubriendo 
toda la haz de la tierra. Las tiendas y 
la impedimenta se extendían en in¬ 
mensa muchedumbre, con todas sus 
gentes, que eran en extremo numero¬ 
sas. 19 Los hijos de Israel clamaron 
al Señor, su Dios, pues perdieron el 
ánimo al verse cercados por sus 
enemigos, sin posible escape. 20 El 
campo de los asirios, su infantería, 
sus carros y su caballería, los tuvie¬ 
ron cercados por espacio de treinta 
y cuatro días; de manera que a los 
habitantes de Betulia se les agotaron 
todas las aguas, 21 quedaron vacías 
las cisternas, sin que tuvieran para 
beber a saciedad un día, y el agua 
se les distribuía con medida. 22 Des¬ 
mayaban las mujeres y los niños, los 
jóvenes desfallecían de sed, y caían 
sin fuerza en las calles de la ciudad 
y en los pasos de las puertas. 

23 Se amotinó todo el pueblo contra 
Ocias y contra los jefes de la ciudad, 








JUDIT, 8 


óOO 


jóvenes, mujeres, y niños, y clamaron 
a grandes voces contra todos los an¬ 
cianos, diciendo: 24 «Sea Dios juez 
entre nosotros y vosotros, por haber¬ 
nos sometido a tamaña injusticia, no 
proponiendo tratos de paz a los asi¬ 
rios. 26 Ahora ya no hay para nos¬ 
otros auxilio, y Dios nos ha entre¬ 
gado en sus manos, para que ante 
ellos caigamos de sed y suframos 
completa ruina. 26 Ahora, pues, lla¬ 
madlos, y entregad la ciudad al sa¬ 
queo de las gentes de Holoferncs y 
de todo su ejército. 27 Más ventajoso 
nos será entregarnos a ellos, porque 
siquiera, siendo siervos suyos, vivire¬ 
mos, y no veremos con nuestros ojos 
la muerte de nuestros niños, y con¬ 
sumidas nuestras mujeres y nuestros 
hijos. 28 Os conjuramos por el cielo 
y la tierra, por nuestro Dios y Señor 
de nuestros padres, que nos castiga 
según nuestros pecados y según las 
transgresiones de nuestros padres, 
que desistáis.» 29 Se produjo un gran 
llanto en medio de la asamblea, y 
todos a una clamaron a grandes vo¬ 
ces al Señor, Dios (1). 

30 Díjolcs Ocias: «Tened ánimo, her¬ 
manos, esperemos cinco días, en los 
cuales volverá sobre nosotros su mi¬ 
sericordia el Señor, nuestro Dios, 
que no nos abandonará hasta el fin. 
81 Si pasados estos días no nos vi¬ 
niera ningún auxilio, vo haré lo que 
pedís.» Despidió al pueblo, y se fue 
cada uno a su puesto, a los muros 
y a las torres de la ciudad, y a las 
mujeres y a los niños los mandó a 
sus casas. Grande era el abatimiento 
que dominaba en la ciudad. 


•Judit. 

1 Entonces lo supo Judit, hija de 
Merari, hijo de Ox, hijo de José, 
hijo de Ociel, hijo de Helcías, hijo de 
Elín, hijo de Quelcías, hijo de Eliab, 
hijo de Natanael, hijo de Sahunicl, 
hijo de Saresadai, hijo de Israel. 

2 Su marido, Manasés, era de sil 
misma tribu y familia, y había muerto 
en los días de la siega de la cebada. 

3 Hallándose con los atadores de 
linces en el campo, cogió una insola¬ 
ción y cayó en el lecho, y murió en 
Betulia, su ciudad. Diéronle sepul¬ 


to Este incidente, al mismo tiempo que 
muestra el aprieto de! pueblo, manifiesla la fe 
de Judit y la oportunidad del auxilio divino. 


tura en la de sus padres, en el campo 
que hay entre Dotaim y Bclamán. 

4 Vivía en su casa Judit, guardan¬ 
do su viudez hacía tres años y cua¬ 
tro meses. 6 Habíase hecho un cober¬ 
tizo en el terrado de la casa, y lle¬ 
vaba saco a la cintura debajo de los 
vestidos de su viudez (1). 6 Ayunaba 
todos los días, fuera de los sábados, 
novilunios, las solemnidades y días 
de regocijo de la casa de Israel. 
7 Era bella de formas y de muy agra¬ 
ciada presencia. Su marido, Manasés, 
la había dejado oro y plata, siervos 
y siervas, ganados y campos, que 
ella por sí administraba. 8 Nadie 
podía decir de ella una palabra mala, 
porque era muy temerosa de Dios. 

9 Llegaron a los oídos de Judit 
las desatinadas palabras que el pue¬ 
blo había dirigido al jefe; vió cuán 
abatidos estaban por la escasez del 
agua, y supo asimismo la respuesta 
de Ocías, jurando entregar la ciudad 
a los asirios pasados cinco días. 
10 Envió a su sierva, la que tenía 
puesta sobre todos sus bienes, e hizo 
llamar a los ancianos de la ciudad, 
Ocias, Cabrín y Carmín, 11 y cuando 
llegaron les dijo: 

«Escuchadme, príncipes de la ciu¬ 
dad de Betulia: No es acertado lo 
que hoy habéis dicho al pueblo, como 
tampoco el juramento que habéis 
interpuesto entre Dios y vosotros, 
diciendo que entregaríais la ciudad 
a vuestros enemigos, si en esos días 
no viniere el Señor en vuestro auxi¬ 
lio. 12 ¿Quiénes sois vosotros para 
tentar a Dios, los que estáis consti¬ 
tuidos en lugar de Dios, en medio de 
los hijos de los hombres? 13 ¿Al Dios 
Omnipotente pretendéis poner a prue¬ 
ba? ¿No acabáis de aprender? 14 Si 
no podéis sondear la profundidad del 
corazón humano, ni comprender sus 
pensamientos, ¿cómo vais a escudri¬ 
ñar a Dios, el Creador de todas las 
cosas, a penetrar su mente y com¬ 
prender sus pensamientos? De nin¬ 
gún modo, hermanos, irritéis al Señor, 
Dios nuestro; 15 que si no quisiere 
ayudarnos en los cinco, días, poder 
tiene para protegernos en el día que 
quisiere, o para destruirnos en pre¬ 
sencia de nuestros enemigos. 18 No 
pretendáis hacer fuerza a los conse- 


(i) Judit es el tipo de la piedad israelita, 
semejante a aquella viuda que San Lucas nos 
muestra sirviendo al Señor en el templo en ora¬ 
ción y ayuno desde su temprana viudez. 






JUDIT, 9 


501 


jos del Señor Dios nuestro, que no 
es Dios como un hombre que se 
mueve con amenazas, ni como un 
hijo del hombre que se rinde. 17 Por 
tanto, esperando la salud, clamemos 
a El que nos socorra. Si fuese su bene¬ 
plácito, oirá nuestra voz. 18 Porque 
no hay en nuestra generación, ni se 
conoce en nuestros días tribu, ni fa¬ 
milia, ni región, ni ciudad, que adore 
dioses fabricados, como sucedía en 
los tiempos antiguos, 19 por causa 
de los cuales fueron entregados nues¬ 
tros padres a la espada y al saqueo 
y cayeron con gran estrago delante 
de sus enemigos. 20 Pero nosotros 
no conocemos otro Dios fuera de él, 
por donde esperamos que no nos 
desatenderá, ni a nosotros ni a nin¬ 
guno de nuestro linaje. 21 Conside¬ 
rad que si nosotros fuéramos toma¬ 
dos, también Judea será destruida 
y nuestro santuario saqueado, y en¬ 
tonces Dios nos pediría cuenta de su 
profanación. 22 Y la matanza de 
nuestros hermanos, y el cautiverio de 
la tierra y la desolación de nuestra 
heredad, la haría el Señor recaer so¬ 
bre nuestras cabezas en medio de 
las naciones a quienes sirviéramos, 
siendo escándalo y ludibrio a los ojos 
de nuestros dueños. 23 Ni sería nues¬ 
tra servidumbre para nuestro bien: 
antes en nuestra deshonra la volvería 
el Señor, Dios nuestro. 24 Y ahora, 
hermanos, mostremos a nuestros con¬ 
ciudadanos que de nosotros pende no 
sólo nuestra vista, sino que el san¬ 
tuario, el templo v el aliar sobre 
nosotros se apoyan. 25 Demos gracias 
al Señor, nuestro Dios, que nos prue¬ 
ba, igual que a nuestros padres. 
26 Recordad cuanto hizo con Abraham, 
cómo probó a Isac, y qué cosas suce¬ 
dieron a Jacob en IMesopotamia de 
Siria, cuando apacentaba las ovejas 
de Labán, su tío. 27 Pues así como 
a aquéllos no los pasó por el crisol 
sino para examinar su corazón, así 
también a nosotros nos azota, no 
para castigo, sino para amonestación 
de los que le servimos» (1). 

28 Odas le respondió: «Todo cuanto 
lias dicho es salido de un buen co¬ 
razón, y no hay quien a tus palabras 


(i) Este discurso de Judit a los jefes del 
pueblo muestra la grandeza de su fe y el alto 
concepto que tiene del soberano poder de Dios, 
que sin duda cumplirá sus promesas, pero que 
es libre para elegir el tiempo y el modo de 
cumplirlas. Si tarda es que quiere probarnos, 
pero no dejará de venir en nuestro auxilio. 


pueda oponer nada. 29 No es hoy 
cuando tu sabiduría se descubre; 
desde el principio de tus días cono¬ 
ció el pueblo tu inteligencia y tu 
buen corazón. 30 Pero es mucho lo 
que el pueblo padece por la sed, y 
esto nos obligó a hablar como habla¬ 
mos, y a hacer el juramento que 
no quebrantaremos. 31 Ruega por 
nosotros, tú que eres mujer piadosa, 
y el Señor enviará lluvia que llene 
nuestras cisternas, para que no pe¬ 
rezcamos.» 

32 Díjoles Judit: «Escuchadme: Yo 
me propongo realizar una hazaña 
que se recordará de generación en 
generación entre los hijos de nuestra 
raza. 33 Vosotros estaos esta noche 
a la puerta: yo saldré con mi sierva, 
y en los días que pusisteis por térmi¬ 
no para entregar la ciudad a vuestros 
enemigos, visitará el Señor a Israel 
por mi mano. 34 No tratéis de ave¬ 
riguar mis planes, que no os los ma¬ 
nifestaré mientras no haya dado re¬ 
mate a lo que me propongo ejecutar.» 

35 Y le contestaron Ocias y los 
jefes: «Vete en paz, y que el Señor 
vaya delante de ti, para que nos 
vengues de nuestros enemigos.» 36 Y 
saliendo del cobertizo, se fueron. 


Oración de Judit. 

9 1 Judit, postrándose rostro a tie¬ 
rra, echó ceniza sobre su cabeza 
y descubrió el cilicio que llevaba 
ceñido. Era precisamente la hora 
en que se ofrecía en Jerusalén, en 
la casa de Dios, el incienso de la 
tarde, cuando clamó Judit con gran 
voz al Señor, diciendo (1): 

2 «Señor, Dios de mi padre Simeón, 
en cuya mano pusiste una espada 
para tomar venganza de los extran¬ 
jeros que habían violado a una don¬ 
cella para su deshonra, poniendo al 
descubierto sus muslos para su ver¬ 
güenza, y profanando su seno para 
su oprobio. 3 Contra lo que tú tenías 
mandado que se hiciese obraron 
ellos, y por eso entregaste sus prín¬ 
cipes a la muerte, y su lecho, testigo 
de sus engaños, lo cubriste de sangre; 


(i) La oración se inspira en los mismos 
sentimientos antes expresados a los jefes del 
pueblo. Algo de extraño tiene la súplica pi¬ 
diendo eficacia para los medios que se propone 
emplear. Véase lo dicho en la introducción, 
según la doctrina de Santo Tomás. 







JUDIT, 10 


502 


heriste a los siervos eon sus prínci¬ 
pes, y a éstos sobre su trono. 4 Diste 
sus mujeres en presa y sus hijos al 
cautiverio, y todos sus bienes en 
reparto a tus hijos predilectos, que 
se abrasaban en celo por ti, abomi¬ 
naban la impureza de la sangre de 
aquéllos y te invocaron en su auxi¬ 
lio. Dios," Dios mío, eseueha a esta 
pobre viuda. 5 Tú, en efecto, ejecutas 
las hazañas, las antiguas, las siguien¬ 
tes, las de ahora, las que vendrán 
después; tú planeaste lo que estaba 
por venir, y sucedía como tú lo habías 
decretado,"y se presentaba a ti, dicien¬ 
do: Heme aquí. Pues todos tus ca¬ 
minos están dispuestos y previstos 
tus juicios. 6 Mira que los asirios 
tienen un ejército poderoso, se engríen 
de sus caballos y jinetes, se enorgu¬ 
llecen de la fuerza de sus infantes, 
tienen puesta su confianza en sus 
broqueles, en sus lanzas, en sus áreos 
V en sus hondas y no saben que tú 
eres el Señor que decide Jas batallas, 
cuyo nombre es Va ve. 7 Quebranta 
su fuerza eon tu poder, pulveriza su 
fuerza con tu ira; porque han re¬ 
suelto violar tu santuario, profanar 
el tabernáculo en que se posa tu glo¬ 
rioso nombre, y derribar eon el hierro 
los cuernos de tu altar. 8 Pon los 
ojos en su soberbia, descarga tu có¬ 
lera sobre su cabeza, dame a mí, 
pobre viuda, fuerza para ejecutar lo 
que he premeditado. 9 - Hiere eon la 
seducción de mis labios al siervo eon 
el príncipe, y al príncipe eon el sier- 
vo, y quebranta su orgullo por mano 
de una mujer. 10 Que no está tu poder 
en la muchedumbre, ni en los valien¬ 
tes tu fuerza; antes eres tú el Dios 
de los humildes, el amparo de los 
pequeños, el defensor de los débiles, 
el refugio de los desamparados y el 
salvador de los que no tienen espe¬ 
ranza. 11 Sí, sí, Dios de mis padres, 
y Dios de la heredad de Israel, Señor 
de los cielos y de la tierra, Creador 
de las aguas, Rey de toda la creación; 
escucha mi plegaria 12 y dame una 
palabra seductora, que cause heridas 
v cardenales en aquellos que han 
resucito crueldades contra tu alianza, 
contra tu santa casa, contra el monte 
de Sión, contra la casa que es pose¬ 
sión de tus hijos. 13 Haz que todo tu 
pueblo y cada una de sus tribus reco¬ 
nozca y sepa que tú eres el Dios de 
toda fortaleza y poder, y que no hay 
otro fuera de ti que proteja al linaje 
de Israel.» 


Sale Judit para el campo asirio, 

'A n 1 ^ na vez ^ uc ees ® elamar 

lv" al Dios de Israel y acabó todo 
esto, se levantó de su postración, 
y llamando a la esclava, bajó a la 
casa en que solía morar los sába¬ 
dos y las festividades. 2 Se quitó el 
saco que llevaba ceñido y se des¬ 
pojó de los vestidos de viudez; bañó 
en agua su cuerpo, se ungió con un¬ 
güentos, aderezó los cabellos de su 
cabeza, púsose encima la mitra, se 
vistió el traje de fiesta con que se 
adornaba cuando vivía su marido 
Manasés, calzóse las sandalias, se puso 
los brazaletes, ajorcas, anillos y are¬ 
tes y todas sus joyas, v quedó tan 
ataviada, que seducía los ojos de 
cuantos hombres la miraban. 3 En¬ 
tregó a su sierva una bota de vino 
y un fraseo de aceite, llenó una al¬ 
forja de panes de cebada, de tortas 
de higos y de panes limpios, en¬ 
volviéndolo todo en paquetes, y se 
lo puso a la esclava a las es¬ 
paldas. 

4 Al salir por la puerta de la ciudad 
de Betulia, encontró al prefecto de 
la ciudad, Ocias, y a los ancianos 
Cabrín y Carmín; 6 los cuales, al verla 
y notar su rostro mudado y sus ricos 
vestidos, quedaron sobremanera ma¬ 
ravillados de su belleza, y le dije¬ 
ron: 6 «Dios, el Dios de nuestros 
padres, te dé gracia y lleve al cabo 
tus proyectos para gloria de Israel 
y exaltación de Jerusalén.* Y adora¬ 
ron a Dios. 7 Ella les dijo: «Ordenad 
que se abran las puertas de la ciudad, 
y saldré a realizar lo que eon vos¬ 
otros he hablado.» Y ordenaron a los 
jóvenes que le abriesen las puertas, 
como ella había dicho. 8 Hieiéronlo 
asi, y Judit salió, seguida de su sier¬ 
va. La gente de la ciudad la estuvo 
mirando, hasta que bajando el monte 
atravesó el valle y la perdieron de 
vista. 

9 Siguiendo la dirección del valle, 
caminaron hasta que les salió al 
paso una avanzada de los asirios, 
10 que la cogieron y le preguntaron: 
«¿Quién eres tú y de dónde vienes 
y a dónde vas?» A lo que ella con¬ 
testó: «Soy una hija de los hebreos, 
que voy huyendo de su presencia, 
porque están "a punto de seros dados 
en presa. 11 Voy a presentarme a 
Holofernes, general en jefe de vues¬ 
tro ejército, para comunicarle noti¬ 
cias verdaderas; quiero lndiearjc el 






JUDIT, 11 503 


camino por donde puede subir y do¬ 
minar toda la montaña, sin que pe¬ 
rezca ni uno solo de sus hombres.» 

12 Cuando oyeron tales palabras 
y contemplaron su rostro, que les 
pareció maravilloso por su extraor¬ 
dinaria belleza, le dijeron: 13 «Has sal¬ 
vado tu vida, apresurándote a bajar 
a nuestro señor; ve, pues, a su tien¬ 
da, que de los nuestros te acompa¬ 
ñarán hasta entregarte a él. 14 Cuan¬ 
do estés en su presencia, no temas, 
comunícale esas noticias y serás bien 
tratada.» 15 Escogieron de ellos cien 
hombres, que la acompañaron a ella 
y a su sierva, conduciéndolas a la 
tienda de Holofernes. 16 Corrió por 
las tiendas la voz de su venida, y 
se juntó un gran concurso en el cam¬ 
pamento, que la rodeó mientras es¬ 
tuvo fuera de la tienda de Holofernes, 
esperando ser presentada. 17 Todos 
se maravillaban de su belleza, y por 
ésta, de los hijos de Israel, diciéndose 
unos a otros: «¿Quién se atreverá a 
despreciar a este pueblo que tales 
mujeres tiene? No se debe dejar ni 
una sola de éstas, porque las que 
quedaren serían capaces de seducir 
a toda la tierra.» 18 Salieron los que 
hacían la guardia ecrea de Holofer¬ 
nes y todos sus servidores, y la in¬ 
trodujeron en la tienda. 

19 Hallábase Holofernes descan¬ 
sando en su lecho, ‘bajo un dosel 
tejido de púrpura y oro y cuajado 
de esmeraldas y otras piedras pre¬ 
ciosas. 20 En cuanto se la anunciaron, 
salió a la antecámara, precedido de 
lámparas de plata. 21 Llegada Judit 
a presencia de Holofernes y de sus 
servidores, todos se quedaron mara¬ 
villados de la* belleza de su rostro. 
Postróse ante él, pero los servidores 
la levantaron. 


Judit, ante Holofernes* 

1 1 1 * * * * Díjole Holofernes: «Ten buen 

1 1 ánimo, mujer, y no te intimi¬ 
des, que yo nunca hice daño a nadie 
que estuviera dispuesto a servir a 
Nabucodonosor, rey de toda la tierra. 

2 Si ese tu pueblo que habita en la 
montaña no me hubiera despreciado, 
nunca yo levantara contra ellos mi 
lanza, pero ellos lo han querido. 

3 Ahora dime por qué has huido de 
ellos, viniéndote a nosotros. En ver¬ 
dad te has salvado. Ten ánimo, que 
salva serás esta noche y en lo futuro. 


4 Nadie se atreverá a ofenderte, antes 
todos te harán bien, como se hace 
a los siervos de mi señor, el rey 
Nabucodonosor.» 

6 Judit le respondió: «Oye las pala¬ 
bras de tu esclava, y deja que te 
hable tu sierva, que no diré a mi 
señor esta noche cosa que no sea 
verdad. c Si sigues las indicaciones 
de tu esclava, seguramente que Dios 
acabará por ti el negocio, y no fra¬ 
casará mi señor en sus empresas. 

7 Pues por la vida de Nabucodonosor, 
rey de toda la tierra, y por el poder 
de quien te ha enviado para reducir 
al buen camino a todos los vivientes, 
que no sólo' los hombres serán por ti 
reducidos a su servidumbre, sino que 
aun las mismas fieras del campo y 
los ganados y las aves del cielo, por 
tu fortaleza vivirán bajo el gobierno 
de Nabucodonosor y de toda su casa. 

8 En verdad, a nuestros oídos ha 
llegado la fama de tu sabiduría y 
la de tu gran inteligencia, y por toda 
la tierra se ha corrido la noticia de 
que tú eres el mejor de todo el reino, 
el que más vale por la ciencia y el 
más admirable por el arte de la gue¬ 
rra. 9 Sabemos las palabras que Aquior 
habló en tu consejo, y hemos oído 
sus dichos, pues las gentes de Be- 
tulia se apoderaron de él, y él les 
comunicó todo lo que había hablado 
en tu presencia. 10 Por esto, dueño 
y señor mío, no eches en olvido nin¬ 
guna de sus palabras, guárdalas en 
tu corazón, que son verdaderas. Nunca 
nuestro linaje es castigado, ni la es¬ 
pada prevalece contra ellos, si no 
han pecado contra Dios. 11 Ahora, 
para que mi señor no sea rechazado 
y fracase, ya la muerte se abate sobre 
ellos, y se apodera de ellos el pecado 
con que han irritado a su Dios (1). 
Seguramente que han cometido nn 
gran pecado, 12 ya que se les han 
agotado las provisiones, el agua es¬ 
casea, y han resuelto matar sus ga¬ 
nados y beber su sangre, y comer 
cuanto Dios en sus leyes les ordenó 
que no comieran, 13 y hasta las pri¬ 
micias del trigo, los diezmos del 
vino y del aceite, que como cosas 
santas están reservadas a los sacer¬ 
dotes que en Jerusalén asisten en 


(i) Confirma la sentencia de Aquior, pero 

añade que sin duda Israel tiene irritado a su 

Dios y no podrá contar con El. En el aprieto 

en que se hallan se han atrevido a cometer 

graves sacrilegios contra las cosas santas. 








JUDIT, 12 


>u-i 


la presencia de nuestro Dios, a pesar 
de que a ninguno del pueblo le es 
lícito tocarlo con las manos. 14 Han 
enviado mensajeros a Jerusalén, don¬ 
de también sus moradores han hecho 
lo mismo, para que obtengan el per¬ 
dón del senado; 15 y sucederá que en 
cuanto les llegue la noticia lo harán, 
y entonces, para ruina suya te serán 
entregados. 16 Por lo cual Vo, tu sier¬ 
vo, sabedora de todas.esas cosas, huí 
de ellos, y Dios me envía a ejecutar 
en ti una cosa de que se maravillará 
toda la tierra, cuando la oyeren. 
17 Pues tu sierva es temerosa del 
Dios del cielo, a quien día y noche, 
sirve. Por ahora me quedaré ac¡uí, 
señor mío, y a la noche me iré al 
valle a orar a mi Dios; y cuando ellos 
hayan cometido esos pecados, él me 
lo dirá y yo vendré a comunicártelo. 
Tú entonces saldrás con tu ejército, 
al que nadie podrá resistir. 18 Yo 
misma te guiaré por en medio de 
Judea hasta llegar a Jerusalén, y 
haré que te sientes en medio de ella, 
y los conduzcas como ovejas sin 
pastor. Ni un perro ladrará contra ti. 
Todo esto me ha sido comunicado 
por revelación, y para anunciártelo 
he sido yo enviada.» 

19 Mucho agradaron semejantes 
discursos a Holofcrnes y a todos 
sus servidores; y maravillados de su 
sabiduría, decían: 20 «De un extremo 
a otro de la tierra no hay mujer de 
tan hermoso rostro y de tan discre¬ 
tas palabras.» 21 Contestóle Holofcr- 
ncs:«Bicn ha hecho Dios en enviarte 
a fortalecer mis manos y perder a 
los que desprecian a mi señor. 22 
Cuanto a ti, muy hermosa eres y 
muy discreta en tus palabras. Si haces 
cuanto has dicho, tu Dios será mi 
Dios y tendrás un asiento en la casa 
del rey Nabucodonosor, y tu fama 
se extenderá por toda la tierra.» 


K1 banquete «le Holofcrnes. 

1 *) 1 Mandó Holofcrnes que la alo- 
— jaran en donde guardaba su 
vajilla de plata, y dispuso proveerle 
la mesa de sus propios manjares y 
darle a beber de su vino. 2 * Pero Judit 
dijo: «No comeré de tus manjares, 
pues podrían ser para mí tropiezo; 
comeré de lo que traigo conmigo.» 
3 Holofcrnes le contestó: «Y cuando se 
agoten las provisiones que traes, ¿de 
dónde podremos traer otras semejan¬ 


tes para darte? Porque no hay entre I 
nosotros ninguno de tu nación.» 4 * A lo 
que Judit respondió: «Juro por tu 
vida, mi señor, que no consumirá tu 
sierva las provisiones que consigo 
trae, antes que Dios realice por mi 
mano lo que tiene resuelto.» 

6 La introdujeron los servidores de 1 
Holofcrnes en la tienda, y durmió 
hasta la medianoche; levantándose 
a la vigilia matutina, envió a decir 
a Holofcrnes: «Ruego a mi señor or¬ 
dene que sea permitido a tu sierva ¡ 
salir a hacer oración.» 6 Y ordenó Ho- I 
lofcrncs a los de su guardia que no 
la estorbasen. Así permaneció tres { 
días en el campamento, saliendo cada 
noche al valle de Retulia, para ba¬ 
ñarse en el agua de la fuente. 7 Cuando 
iba, oraba al Señor Dios de Israel I 
que dirigiese sus pasos, para exalta- I 
eión de los hijos de su pueblo. 8 Luego I 
que entraba limpia, permanecía en I 
la tienda hasta que le traían la co- I 
mida, a la caída de la tarde (1). 

9 Al cuarto día dió Holofcrnes un I 
banquete sólo a sus servidores, sin 1 
invitar a ninguno de sus oficiales. J 
10 Y al eunuco Bagoes, que tenía la I 
intendencia de todas sus cosas, le 
dijo: «Ve y persuade a esa mujer he- I 
brea que tienes encomendada, que 
venga acá a comer y beber con nos- I 
otros. 11 Sería vergonzoso que despi- I 
diéramos a tal mujer sin téncr co- I 
mcrcio con ella; porque si no la con- I 
quistáramos, se iría riendo de nos- I 
otros.» Salió Bagoes de la presencia 1 
de Holofcrnes, y vino a Judit, di- 
ciéiidole: «No vacile esta hermosa sier- I 
va en venir a mi señor, para ser hon- I 
rada de él y alegrarse bebiendo vino j 
con nosotros, haciéndose este día I 
como una hija de los asirios, que 
asisten en el palacio de Nabueodo- i 
nosor.» 12 Judit le contestó: «¿Quién 
soy yo para contradecir a mi señor?. 
Todo lo que fuere grato a sus ojos I 
lo haré con presteza, y será esto mo- I 
tivo de alegría para mí, hasta el 
fin de mi vida. 

13 Al punto se vistió y se atavió I 
de todo su aderezo femenil. Su sier¬ 
va fué v le preparó en el suelo, en- ■ 
frente de Holofcrnes, las pieles que 1 
había recibido de Bagoes, para su 1 


(i) Las leyes de sann'dad aplicadas a las 

comidas eran muy graves, como vemos en el 

Nuevo Testamento. Judit no quiere contami¬ 

narse y por eso lleva consigo sus manjares y 

sale al campo a hacer sus purificaciones, sin 

ocultárselo a sus enemigos. 







JUDIT, 13 


50f> 


uso cotidiano, para que sentada en 
ellas comiese. 44 Entró Judit y se 
sentó. El corazón de Holofernes quedó 
prendado de ella, su alma hervía en 
deseos de unirse a ella. Desde el día 
que la vió estaba aguardando una 
ocasión para rendirla. 15 Díjole Holo¬ 
fernes: «Bebe y alégrate con nosotros.» 
16 Y contestó Judit: «Beberé, señor, 
que yo tengo este dia por el más 
grande de toda mi vida.» 17 Tomó lo 
que la sierva le había preparado, y 
comió en presencia de Holofernes, 
el cual se alegró sobremanera con 
ella, y bebió tanto vino, cuanto ja¬ 
más lo había bebido desde el dia que 
nació. 


El golpe decisivo. 

| 1 Cuando ya se hizo tarde, los 

siervos de Holofernes se salie¬ 
ron aprisa, y Bagoes cerró por fuera 
la tienda e hizo a todos retirarse de 
allí, y se fueron a sus lechos, pues 
estaban rendidos, porque el banquete 
había sido largo. 2 Quedó Judit sola 
en la tienda, y Holofernes tendido 
sobre su lecho, todo él bañado en 
vino. Dijo Judit a su sierva que se 
quedase fuera de la alcoba, y aguar¬ 
dara su salida como en los días pa¬ 
sados, añadiéndole que saldría a su 
oración. Lo mismo había dicho a 
Bagoes. 3 Habíanse ido ya todos, sin 
quedar nadie, ni pequeño ni grande, 
en la estancia. Puesta entonces en 
pie junto al lecho de Holofernes, dijo 
en su corazón: «Señor, Dios todopo¬ 
deroso. J\íira, en esta hora, la obra 
de mis manos, para exaltación de 
Jerusalén, pues ésta es la ocasión 
de acoger tu heredad y de ejecutar 
mis proyectos, para ruina de los ene¬ 
migos que están sobre nosotros.» 4 Y 
acercándose a la columna del lecho 
que estaba a la cabeza de Holofernes, 
descolgó de ella su alfanje; y llegán¬ 
dose al lecho, le cogió por los cabellos 
de su cabeza, y dijo: «Fortaléceme, 
Dios de Israel, en esta hora.» Y con 
toda su fuerza le hirió dos veces en 
el cuello, cortándole la cabeza. En¬ 
volvió el cuerpo en las ropas del 
lecho, cjuitó de las columnas el dosel, 
y cogiéndolo, salió en seguida, en¬ 
tregando a la sierva la cabeza de 
Holofernes, 6 que ésta echó en 
la alforja de las provisiones, y 
ambas salieron juntas como de cos¬ 
tumbre. 


Atravesado el campamento, ro¬ 
dearon el valle y subieron al monte 
de Betulia, hasta llegar a las puertas 
de la ciudad. Gritó de lejos Judit 
a los que hacían la guardia sobre las 
puertas. «Abridnos, abridnos las puer¬ 
tas; Dios, nuestro Dios, está con 
nosotros, para mostrar una vez más 
su fuerza en Israel y su poderío con¬ 
tra los enemigos, como hoy acaba de 
hacerlo.» 6 Y en cuanto los hombres 
de la ciudad oyeron su voz, se dieron 
prisa en bajar a la puerta, y avisaron 
a los ancianos de la ciudad. 7 Todos, 
desde el pequeño hasta el grande, con¬ 
currieron, porque era para ellos in¬ 
esperada la llegada de Judit. Abrie¬ 
ron la puerta, las recibieron, y encen¬ 
diendo fuego para alumbrar, las ro¬ 
dearon. 

Judit, levantando la voz, les dijo: 
«Alabad a Dios, alabadle, alabad a 
Dios, que no ha apartado su mise¬ 
ricordia de la casa de Israel, antes por 
mi mano ha herido esta noche a 
nuestros enemigos.» 9 Y sacando de la 
alforja la cabeza, se la mostró, di¬ 
ciendo: «He aquí la cabeza de Holo¬ 
fernes, el general en jefe del ejército 
asirio, y he aquí el dosel bajo el que 
yacía en su embriaguez, aquel a 
quien el Señor hirió por la mano de 
una mujer. 10 Yo juro por el señor, 
que me ha guardado en todos mis 
pasos, que mi rostro le sedujo para 
perdición suya, pero q e no cometió 
contra mí pecado nlgun (1) que pudiera 
mancillarme o avergonzarm .» 11 Todo 
el pueblo quedó estupefacto; y do¬ 
blando las rodillas, adoraron a Dios, 
diciendo a una voz: «Bendito seas, 
Dios nuestro, que has aniquilado 
en este día a los enemigos de tu 
pueblo.» 

12 Ocias le dijo: «Bendita tú, hija, 
del Dios Altísimo, sobre todas las 
mujeres de la tierra, y bendito el 
Señor Dios, que creó los cielos y la 
tierra, y te ha dirigido hasta aplastar 
la cabeza del jefe de nuestros ene¬ 
migos. 13 Tus alabanzas estarán siem¬ 
pre en la boca de cuantos tengan me¬ 
moria del poder de Dios. 14 Haga él 
que esto sea para tu eterna gloria, y 
cólmete de todo bien, pues no has 
perdonado tu vida por librar a tu 
pueblo. En nuestra caída has sido 


(i) Ante todo, pone esto por delante que 

para realizar su hazaña no ha tenido que envi¬ 

lecerse entregándose a la liviandad del caudillo 

enemigo. Dios la preservó de toda mancha. 






:><)(, 


JUDIT, 14, 15 


su socorro, andando rectamente en 
la presencia de nuestro Dios.» Y el 
pueblo contestó: «Amén, Amén.» 


K1 cjolpe de Judit, descubierto 
en el etmipo asirio. 

H 1 Y díjoles Judit: «Oídme, her¬ 
manos: Coged esta cabeza y 
colgadla de las murallas. 2 Y en 
cuanto amanezca y el sol se derrame 
sobre la tierra, tome cada uno sus 
armas, y salid todos los hombres 
de guerra fuera de la ciudad, con el 
jefe al frente, y haréis ademán de 
bajar al valle contra los puestos de 
guardia de los asirios, pero sin bajar. 
3 Ellos, tomando sus armas, se enca¬ 
minaran a su campo para despertar 
a los jefes del ejército asirio, c irán 
a la tienda de Holofernes; y al no 
hallarle, se apoderará de "ellos el 
temor y huirán ante vosotros. 4 Se 
unirán a vosotros en la persecución 
todos los habitantes de toda la mon¬ 
taña de Israel, y los desbarataréis 
por los caminos. 5 Pero antes de hacer 
esto, llamad a Aquior, el ammonita, 
para que vea y reconozca la cabeza 
del que despreció a la casa de Israel 
y nos lo envió como destinado a la 
muerte.» 

6 Hicieron venir a Aquior de casa 
de Ocías. Cuando aquél vio la cabeza 
de Holofernes en las manos de un 
hombre en medio de la asamblea del 
pueblo, cayó sobre su rostro, sin¬ 
tiéndose desfallecido. 7 Levantáronle, 
se arrojó a los pies de Judit, y humi¬ 
llándose en su presencia, dijo: «Ben¬ 
dita seas tú en todas las tiendas de 
Judá y en todas las naciones. Cuantos 
oigan tu nombre quedarán asombra¬ 
dos. 8 Dimc ahora lo que luis hecho 
en estos días.» Y en medio de todo el 
pueblo le contó Judit cuanto había 
hecho desde el día de su salida hasta 
el momento en que les hablaba. 
9 Cuando acabó de hablar, prorrum¬ 
pió el pueblo en grandes aclamaciones 
y resonaron en la ciudad los gritos 
de alegría. 

10 Viendo Aquior lo que el Dios de 
Israel había hecho, creyó en él, y se 
circuncidó la carne de su prepucio, 
y hasta el día de hoy quedó agregado 
"a la casa de Israel. 

11 En cuanto despertó la aurora, 
colgaron del muro la cabeza de Ho- 
lofernes; y todos los hombres de Israel 
lomaron sus armas, y en escuadrones 


salieron a las subidas del monte. 12 As 
que los asirios los vieron, dieron avi¬ 
so a sus oficiales, y éstos a sus jefes 
y a sus generales. 13 Llegando a la 
tienda de Holofernes, dijeron al que 
estaba de guardia: «Di que despierten 
en seguida a nuestro Señor, porque 
estos esclavos se han atrevido a 
bajar contra nosotros en son de guerra 
y pretenden aniquilarnos.» 

14 Entró Bagoes, y llamó agitando 
la cortina de la tienda, pues suponía 
él que estaría durmiendo con Judit. I 

15 Y como nadie le respondía, corrió 
la cortina; y entrando en la alcoba, 
le encontró tendido sobre el estrado, 
muerto y con la cabeza cortada. 

16 Gritó en medio de llantos, lamen¬ 
tos V fuertes voces, y rasgó sus ves¬ 
tiduras. 17 Entró luego en la tienda 
en que estaba alojada Judit, y no 
hallándola, salió corriendo al pueblo 
y gritó: 18 «¡Esas esclavas han come¬ 
tido una traición! Una mujer hebrea 
ha echado la confusión en la casa del I 
rey Nabucodonosor. Holofernes está 
en tierra y sin cabeza.» 19 Cuando los 
jefes del ejercito asirio oyeron tales [ 
palabras, rasgaron sus vestiduras, y * 
quedaron consternados, levantándose 
en medio del campo gran griterío y I 
alboroto. 


I'l ejército invasor, deshnrntado. 

1 » 1 Llegada la noticia a los que 
♦) estaban en las tiendas, quedaron 
fuera de sí de lo sucedido, 3 apode¬ 
rándose de ellos el temor y el espanto, 
tanto, que ya no se vio hombre al 
lado de su compañero, porque todos 
a una se dispersaron, huyendo por 
jos caminos del llano y de la monta¬ 
ña. 3 Los que estaban acampados 
en la montaña en torno de Betulia, 
se dieron a la fuga; y entonces los 
hijos de Israel, todos sus guerreros, 
se lanzaron sobre ellos. 4 Envió 
Ocias mensajeros a Betmastaím, a 
Coba y a toda la montaña de Israel, 
que comunicasen lo sucedido, para 
que todos se lanzasen sobre los ene¬ 
migos hasta acabar con ellos. 5 Cuan¬ 
do esto oyeron los hijos de-Israel, 
todos a una se echaron sobre ellos, 
y los desbarataron hasta Coba; y 
asimismo los que* habían venido de 
Jerusalén y de toda la montaña, 
porque también a ellos había llegado 
la noticia de lo acontecido en el cam¬ 
po enemigo. Los habitantes de Oa 








JUDIT, 16 


¿U7 


laad y de Galilea les infligieran una 
gran derrota, hasta pasar de Damasco 
y sus confines. ® Los restantes mora¬ 
dores de Bctulia cayeron sobre el 
campamento de los asirios y lo sa¬ 
quearon, enriqueciéndose grandemen¬ 
te. 7 Los hijos de Israel, al volver 
de la persecución, se adueñaron de 
lo restante; y las aldeas y las alque¬ 
rías que había en la montaña y en 
el llano se apoderaron de mucho botín, 
porque era este enormjrmnte grande. 

8 Joaquim, sumo sacerdote, y el 
senado de los hijos de Israel, que 
moraba en Jcrusalén, vinieron para 
contemplar los bienes que el Señor 
había hecho a Israel, y para ver a 
.Tudit y darle la enhorabuena. 9 En 
cuanto entraron en su casa, todos 
a una la aclamaron, diciendo: «Tú, 
orgullo de Jcrusalcn; tú, gloria de 
Israel; tú, honra de nuestra nación; 
10 por tu mano has hecho todo esto; 
tú has realizado esta hazaña en fa¬ 
vor de Israel. Que se complazca Dios 
en ella. Bendita seas tú del Señor 
omnipotente, por siempre jamás.» Y 
todo el pueblo respondió: «Amén.» 

11 Por espacio de treinta días estu¬ 
vieron saqueando el campamento. 
A Judit le dieron la tienda de Holo- 
fernes, con toda la argentería, y los 
lechos y los cojines y todos los mue¬ 
bles. Ella enganchó la muía, los cogió 
y los cargó en el carro. 12 Todas las 
mujeres de Israel se reunieron para 
verla y aclamarla, y organizaron dan¬ 
zas en su honor. 43 Cogió tirsos en sus 
manos y se los dio a las mujeres que 
iban con ella, todas coronadas de 
olivo, y a cuantos las acompañaban. 
Delante de todo el pueblo, guiando 
la danza de las mujeres iba Judit, 
y todos los hombres de Israel la 
seguían armados, ceñidas las sienes 
con coronas y cantando himnos. 
14 Y comenzó Judit este canto de 
acción de gracias, y todo Israel a 
una respondía (1). 

1 1 «Entonad a mi Dios con tím- 

1u panos 

Cantad a mi Señor con címbalos, 

entonadle un salmo nuevo, 

ensalzad e invocad su nombre. 

2 Porque el Señor es Dios que aca¬ 
ba con las guerras; 


(i) Hermoso canto de victoria que es una 
glorificación de Dios, autor de tanto bien. 
Las naciones gentiles deben aprender a respetar 
al pueblo de Dios. 


porque en su campamento, en me* 
dio del ejército, 

me libró del poder de mis perse¬ 
guidores. 

3 Vino Asur de las montañas-del 
Norte, 

llegó con las miríadas de su ejército, 
cuya muchedumbre obstruía los 
valles, 

y enva caballería cuhría los collados. 

4 Pensó él que abrasaría mis tér¬ 
minos, 

que daría mi juventud a la es¬ 
pada, 

que estrellaría contra el suelo mis 
niños de pecho,' 

que daría en botín mis jóvenes, 

? ue repartiría mis doncellas. 

El Señor omnipotente los ani¬ 
quiló por mano de lina mujer. 

6 No cayó su caudillo a manos de 
jóvenes, 

ni le hirieron tajos de titanes, 
ni soherbios gigantes pusieron en 
él la mano; 

Judit, hija de Merari, 
con la hermosura de su rostro le 
paralizó. 

7 Se despojó del háhito de su 
viudez, 

para exaltación de los que queda- 
ban en Israel. 

Se ungió el rostro con perfumes, 

8 prendió sus cabellos con la mitra, 
se puso la túnica de lino para se¬ 
ducirle. 

9 Sus sandalias arrebataron los ojos 
del asirio, 

y su belleza cautivó su alma, 
y el alfanje segó su garganta. 

10 Se estremecieron los persas de 
su audacia, 

y los medos se pasmaron de su 
temeridad. 

11 Dieron gritos de júbilo mis hu¬ 
mildes, 

y exultaron mis débiles. 

Mas los asirios se estremecieron de 
espanto, 

alzaron el grito y- se dieron a la fuga. 
12 Hijos de madres jóvenes los atra 
vesaron, 

y como a siervos huidos los hi 
rieron, 

perecieron de las filas de su señor. 
13 Can taré al Señor un cántico nuevo. 
Señor, grande eres tú y glorioso, 
admirahle en poder, insuperable. 
14 A ti te sirve la creación entera, 
porque tú dijiste y todo fué hecho; 
enviaste tu aliento y él lo vivificó, 
y no hay quien resista a tu voz. 










JUDIT, 16 


:>ob 


15 Los montes se agitarán por las 
aguas en sus cimientos, 

Las rocas se derretirán eomo eera 
ante tu rostro. 

A ios que te temen te muestras pro¬ 
picio, 

18 porque es poeo para ti el sacrifi¬ 
cio de suave olor, 

y es nada toda la grasa para tus 
holocaustos. 

Sólo el que teme al Señor es siem¬ 
pre grande. 

17 jAv de las naciones que se le¬ 
vanten eontra mi pueblo/ 

El Señor omnipotente los casti¬ 
gará en el día del juicio, 

dando al fuego y a los gusanos sus 
carnes, 

y gemirán de dolor para siempre.» 

18 Llegados a Jerusaléu, adoraron 
a Dios; y luego que el pueblo se hubo 
purificado, ofrecieron sus holocaustos, 
sus votos y sus ofrendas. 20 Ofreció 
Judit todos los muebles de Holofernes, 
que el pueblo le había regalado, y 
el dosel que había cogido de la tien¬ 
da, y lo dió en ofrenda al Señor. 


21 El pueblo pasó tres meses alegre 
en Jerusalén, ante el santuario, per¬ 
maneciendo Judit con ellos. 

22 Pasados aquellos días, se volvió 
cada uno a su heredad, y Judit 
partió para Betulia y moró en su 
posesión, y fue por toda su vida 
ilustre en toda la tierra. 23 Muchos 
la pretendieron, pero ningún varón 
la conoció en todos los días de su 
vida, desde el día que murió Mana¬ 
ses, su marido, y se reunió con su 
pueblo. 24 Llegó a muy anciana en 
la casa de su marido, alcanzando la 
edad de ciento cinco años. A la es- 
elava le dió la libertad. Murió Judit 
en Betulia, V fué sepultada en la 
gruta de Manases, su marido. 25 La 
lloró la casa de Israel por espacio 
de siete días. Antes de morir, repar¬ 
tió su hacienda con los más próxi¬ 
mos parientes de su marido, Manasés, 
y con los más próximos de su propia 
familia. 26 En los días de Judit, y 
por mucho tiempo después de su 
muerte, no hubo nadie que infundiese 
temor a los hijos de Israel. 






ESTER 

















INTRODUCCION AL LIBRO DE ESTER 


JOL libró de Ester recibe su nombre de la heroína que es su figura principal. 
E* Su argumento es una persecución de que la nación judía fue objeto en el 
imperio persa , durante el reinado de Jerjes I (485-465). Consta de dos partes . 
La primera, protocanónica , en lengua hebrea , forma el núcleo de la historia. 
La narración pone en claro que la causa de la persecución era la nacionalidad 
de Israel , sus leyes, sus instituciones, por las que se distingue de los otros 
pueblos; pero no aparece en ella el nombre de Dios. Parece manifiesto el pro¬ 
pósito del autor de callarlo. A esta parte se añaden ciertos complementos deute- 
rocanónicos, que sólo se han conservado en griego , y en los que se encarece la 
piedad de los protagonistas. Sobre el origen de esta distinción se dan diversas 
* xplicaciones, sin que ninguna se acerque siquiera a la certeza. 

Respecto de la forma literaria de este libro, deben hacerse las mismas obser¬ 
vaciones que de los dos que le preceden, y resolverse el problema en conformidad 
con la doctrina de S. S. Pío XII. 

Para entender el libro, hay que hacerse cargo de la concepción antigua sobre 
las relaciones entre las divinidades y los pueblos que las veneraban. Yave es 
el Dios de Israel; éste es el único pueblo que le conoce y sirve; las demás nacio¬ 
nes le ignoran. La causa de Dios en el mundo está, pues, ligada a la causa 
de Israel. De aquí nace el alto concepto que de sí tiene Israel; ante él y sus 
derechos, las demás naciones no eran nada en la presencia de Dios. Para ha¬ 
cerse cargo de la narración, tenga ti lector presente que en esta vasta región 
del Asia oriental , donde en el curso de los siglos se han sucedido tantos impe¬ 
rios y religiones y se han acumulado tantas razas , han existido desde muy 
antiguo odios profundos , causa de espantosas matanzas , como la que sufrió 



























ESTER, 1 


.*>12 


no hace más de veinticinco años la nación cristiana de los armenios de parte 
de los musulmanes , con el asentimiento y hasta con la cooperación de las auto¬ 
ridades turcas. Este hecho quita toda inverosimilitud a la narración de las 
matanzas que cuenta el libro de Ester. 


ESTER 


PARTE DEUTOROCANONICA 


Mardoquco. Su sueño. 

1 1 El año segundo del reinado del 

1 gran Artajei jes (1), el primero de 
Xisán, tuvo un sueño Mardoquco, 
hijo de Jair, hijo de Scttk (, hijo de 
Qnis, de la Iribú de Benjamín; £ judío 
que moraba en la ciudad de Susa, 
varón ilustre que servía en la corte 
del rev. 3 Era de los cautivos que 
Xabucodonosor, rey de Babilonia, 
había llevado en cautiverio de Jc- 
rusalen con Jcconías, rev de Judá. 

4 He aquí su sueño: 6 Soñó que oía 
voces y tumulto, truenos, terremotos 
•y gran alboroto en la tierra; cuando 
dos grandes dragones, prestos a aco¬ 
meterse uno a otro, dieron fuertes 
rugidos, 6 y a su voz se prepararon 
para la guerra todas las naciones de 
la tierra, a fin de combatir contra 
la nación de los justos. 7 Fué aquel 
día, día de tinieblas, de oscuridad, 
de tribulación y de angustia, de 
oprobio y de turbación grande sobre 
la tierra. 8 Toda la nación justa se 
turbó ante el temor de sus males, y 
se disponía a perecer. 9 Pero clamaron 
a Dios; y a su clamor, una fucntccilla 
se hizo un río caudaloso, de muchas 
aguas, 10 y apareció una lunibrcrita 
que se hizo sol, y fueron ensalzados 
los humildes y devoraron a los glo¬ 
riosos. 11 Mardoquco, levantándose, 
luego de haber visto el sueño sobre 
lo que Dios se proponía ejecutar, lo 
guardó en su corazón, y a toda costa 


(i) Las porciones deuierocanónicas, escritas 
en griego, fueron traducidas por San Jerónimo 
y anacidas al fin del libro a óon.inuación de las 
prot ocanónicas. Como esas adiciones se orde¬ 
nan a declarar distintos puntos de la historia, 
hemos optado por introducirlas en los lugares 
que según su contenido les corresponden. 


quería penetrar su sentido, hasta que 
llegó la noche (1). 

Conjuración contra el rey denun¬ 
ciada por Mardoquco. 

12 Moraba Mardoquco en el palacio 
con Cabala y Tervía, eunucos del 
rey, guardas del palacio; 13 y se en¬ 
teró de sus planes y penetró sus pro¬ 
yectos, averiguando que trataban de 
apoderarse del rey Artajerjes, v los 
denunció al rey. 14 Mandó este "inte¬ 
rrogar a los eunucos, v habiendo 
éstos confesado, fueron condenados a 
muerte. 15 Para conservar la memoria 
de estos sucesos, mandó el rey po¬ 
nerlos por escrito, y el mismo Mar¬ 
doquco escribió un relato sobre ellos. 
18 Por el servicio prestado, ordenó el 
rev dar a Mardoquco un cargo en el 
palacio, y le otorgó otras mercedes. 
17 Pero Amán, hijo de Amasata, aga- 
gita, que gozaba de gran crédito ante 
el monarca, buscaba cómo perder a 
Mardoquco y a su pueblo, por la de¬ 
lación de los eunucos del rey. 


PARTE PROTOCAXOXICA 

Gran festín de Asucro. 

I 1 En tiempo de Asucro, el Asucro 
1 que reinó desde la India hasta 
la Etiopía, sobre ciento veintisiete 
provincias, 2 mientras se sentaba so¬ 
bre su trono real en Susa, la capital, 
8 el año tercero de su reinado, dió 
un festín a todos sus príncipes y ser¬ 
vidores (2). Los comandantes del ejér¬ 
cito de los persas y de los inedos, 
los grandes y los jefes de las provin- 


(1) Eslc sueño resume todo el contenido 
det Vibro. 

(2) La descripción de estos festines nos da 

una idea de la fastuosidad oriental. 







ESTER, 2 


513 


cias, se reunieron en su preseneia; 
4 y él hizo muestra de la espléndida 
riqueza de su reino y de la brillante 
magnificencia de su grandeza, du¬ 
rante muchos días, 5 durante ciento 
ochenta días. Pasados éstos, el rey 
dió a todo el pueblo de Susa, la ea- 
pital, desde el más grande hasta el 
más pequeño, un festín que duró 
siete días, en el atrio de su jardín 
del palacio real. 6 Cortinajes blaneos, 
verdes v azules, pendían de colum¬ 
nas de mármol, sujetos eon cordones 
de lino y de púrpura a anillos de 
plata. Lechos de oro y de plata es 
tuban sobre un pavimento de pórfi¬ 
do, alabastro, mármoles de varios 
eolores y nácar. 7 Servíase el vino en 
vasos de oro de diversas configura¬ 
ciones; y se servía eon real abun¬ 
dancia, gracias a la generosidad del 
rey, pero a nadie se le obligaba a 
beber, 8 pues había mandado el rey 
a todas las gentes de su easa que se 
hiciese conforme a la voluntad de 
cada cual. 9 También la reina Vasti 
dió un festín a las mujeres en el pa¬ 
lacio real del rey Asuero. 

Desobediencia de la reina Vasti 
y su desgracia. 

10 El día séptimo, alegre por el 
vino el corazón del rey, mandó éste 
a Mehuman, Buzta, Harbonn, Bigta, 
Abagta, Zetar y Careas, los siete 
eunucos que servían ante el rey Asue¬ 
ro, 11 que trajeran a su presencia a 
la reina Vasti, con su real eorona, 
para mostrar a los pueblos y a los 
grandes su belleza, pues era de her¬ 
mosa figura; 12 pero la reina se negó 
a venir con los eunucos, y el rey se 
irritó mucho y se encendió en eóiera. 
13 Preguntó entonces el rev a los 
sabios conocedores del derecho, pues 
era éste el modo de tratar los nego¬ 
cios ante los conocedores de las leyes 
y del derecho, 14 de los cuales tenía 
junto a sí a Carsena, Setar, Admita, 
Tarsis, Mcres, Marseua y Memoran, 
siete príncipes de Persia y de Media, 
que asistían al rey y oeupaban el 
primer rango en su reino, 15 qué 
lev habría de apliearse a la reina 
Vasti, por no haber hecho lo que el 
rey la había mandado por medio de 
los eunucos. 

16 Memuean respondió ante el rey 
y los príncipes: «Ño es sólo al rey a 
quien ha ofendido la reina Vasti; es 
también a todos los principes y a 


todos los pueblos de todas las pro* 
vineias del rey Asuero; 17 porque lo 
hecho por la reina llegará a conoci¬ 
miento de todas las mujeres, y será 
eausa de que menosprecien a sus ma¬ 
ridos, pues dirán: El rey Asnero 
mandó que llevasen a su preseneia 
a la rejna Vasti, y ella no fué; 18 y 
desde hoy las princesas de Persia y 
de Media que sepan lo que ha heeho 
la reina, se lo dirán a todos los jefes 
del rey, y de aquí vendrán m ichos 
desprecios y mucha cólera. 19 Si al 
rey le parece bien, haga publicar e 
inscribir entre las leyes de 1 >s persas 
y de los ruedos, con prohibición de 
traspasarlo, un real decreto mandan¬ 
do que la reina Vasti no parezca más 
delante del rey Asuero, y dé el rey 
la dignidad de reina a otra que sea 
mejor que ella. 20 El edicto del rey 
será conocido en todo sn reino, por 
grande que es, y todas las mujeres 
honrarán a sus maridos, desde el 
más grande hasta el más pequeño.» 

21 Aprobó el rey este parecer, e 
hizo lo que aconsejaba Memuean, 
22 mandando eartas a todas las pro¬ 
vincias del reino, a cada una según 
su eseritura y a cada pueblo según 
su lengua, en las que se mandaba 
que todo hombre había de ser el 
amo en su easa, y que se divulgase 
esto entre todos los pueblos. 

Ester, reina. 

k ) 1 Después de esto, euando ya se 
“ calmó la cólera del rey, pensó 
en Vasti y en lo que ésta había hecho 
y en la decisión que respeeto de ella 
se había tomado. 2 Los servidores 
del rey le dijeron: «Búsquense para el 
rey jóvenes vírgenes y bellas, 3 po¬ 
niendo el rey en todas las provineias 
de su reino comisarios que hagan 
reunir a todas las jóvenes vírgenes 
y de bella presencia en Susa, la ca¬ 
pital, en la casa de las mujeres, bajo 
la vigilancia de Hegue, ennueo del 
rey y guarda de las mujeres, que 
les dará lo necesario para ataviarse; 
4 y que la joven que más agrade al 
rey sea la reina, en lugar de Vasti.» 
Aprobó el rey este parecer, y se 
hizo así (1). 


(i) Todavía en nuestros clásicos vemos cómo 
jóvenes hermosas que tuvieron la desgracia de 

caer cautivas en poder de los corsarios moros, 

eran enviadas como obsequio para el harén del 
sultán de Constantinopla. 







514 


ESTER, 3 


4 Había en Susa, Ja capital, un 
judío llamado Mardoqueo, hijo de 
Jair, hijo de Semef, hijo de Quis, 
del linaje de Benjamín, 6 que había 
sido deportado de Jerusalén entre 
los cautivos llevados con Jeconías, 
rey de Judá, por Nabucodonosor, 
rey de Babilonia; 7 y había criado 
a Hadasa, que es Ester, hija de su 
tío, pues no tenía padre ni madre. 
La joven era bella de talle y de her¬ 
mosa presencia, y había sido adop¬ 
tada por Mardoqueo cuando se que¬ 
dó sin padre y sin madre. 8 Cuando 
se publicó la orden del rey y su edic¬ 
to, al ser reunidas en Susa, la capi¬ 
tal, jóvenes en gran número, bajo la 
vigilancia de Hegue, fue también 
tomada Ester y llevada a la casa 
del rey, bajo la vigilancia de Hegue, 
guarda de las mujeres. 9 La joven 
le agradó y halló gracia a sus ojos, 
y él se apresuró a proveerla de todo 
lo necesario para su adorno y su 
subsistencia, y le dio siete doncellas 
escogidas de la casa del rev, y la 
aposentó con éstas en el mejor de¬ 
partamento de la casa de las mujeres. 

10 Ester no dió a conocer ni su 
pueblo ni su nacimiento, pues Mar¬ 
doqueo le había prohibido que ha¬ 
blase de esto. 11 Todos los días iba 
y venía Mardoqueo al vestíbulo de la 
casa de las mujeres, para saber cómo 
estaba Ester y cómo la trataban. 
1? Después de haber estado ya doce 
meses, conforme a la ley de las mu¬ 
jeres, ungiéndose seis meses con óleo 
y mirra y otros seis con los aromas 
y perfumes de uso entre las mujeres, 
cuando le llegaba el turno, era lle¬ 
vada cada joven a la presencia del 
rey. 13 Así iba cada una a la pre¬ 
sencia del rey; y cuando pasaba de 
la casa de las mujeres a la casa del 
rey, se la dejaba llevar cuanto ella 
quería; 14 iba alió por la tarde, y 
a la mañana siguiente pasaba a la 
segunda casa de las mujeres, bajo la 
vigilancia de Saasgaz, eunuco del 
rey y guarda de las concubinas. No 
volvía va más a la presencia del rey, 
a menos que éste la desease y fuese 
nominalmcnte llamada. 

15 Cuando le llegó el turno para ir 
al rey, Ester, hija de Abigail, tío 
de Mardoqueo, que la había adoptado 
por hija, no pidió nada al que había 
sido designado por Hegue, eunuco 
del rey y guarda de las mujeres. 
Ester bailó gracia a los ojos del rey 
v de cuantos la veían. 16 Fué condu¬ 


cida Ester a la presencia del rey 
Asuero, a la casa real, el mes déci¬ 
mo, que es el mes de Tebet, del año 
sétimo de su reinado. 

17 El rey amó a Ester más que a to¬ 
das las otras mujeres, y halló ésta gra¬ 
cia y favor ante él más que ninguna 
otra de las jóvenes. Puso la corona 
real sobre su cabeza, y la hizo reina 
en lugar de Vasti. 18 El rey dió un 
festín a todos sus príncipes y a sus 
servidores, un festín en honor de 
Ester, y dió alivio a las provincias 
e hizo mercedes con real liberalidad. 
19 Cuando por segunda vez reunie¬ 
ron a las jóvenes, estaba Mardoqueo 
sentado a la puerta del rey. 20 Ester 
no había dado a conocer su naci¬ 
miento ni su pueblo, porque se lo 
había prohibido Mardoqueo, y seguía 
cumpliendo las órdenes de 'Mardo¬ 
queo tan fielmente como cuando es¬ 
taba bajo su tutela. 

21 En aquel mismo tiempo, cuando 
Mardoqueo se sentaba a la puerta 
del rey, Bigtán y Teres, dos eunucos 
del rey, dejándose llevar de un mo¬ 
vimiento de ira, quisieron poner su 
mano sobre el rey Asnero. 22 Mardo¬ 
queo tuvo conocimiento de ello e 
informó a la reina Ester, que se lo 
comunicó al rey de parte de Mardo¬ 
queo. 23 Averiguada la cosa y hallada 
cierta, los dos eunucos fueron colga¬ 
dos de una horca, escribiéndose el 
caso en el libro de las crónicas, de¬ 
lante del rey. 


Aman, favorito del rey. 

1 Después de esto, el rey Asnero 

elevó al poder a Amán, hijo de 
Hamedata, agagita, ensalzándole y 
poniendo su silla sobre la de todos 
los principes que estaban con él. 
2 Todos los servidores del rev que 
estaban a la puerta del palacio, do¬ 
blaban ante Amán la rodilla, y se 
prosternaban ante él, pues tal era 
la orden del rey; pero Mardoqueo 
no doblaba sus rodilla* ni se pros¬ 
ternaba (1), 3 y los servidores del rey 
que estaban a la puerta dijeron a 
Mardoqueo: ¿Por qué traspasas tú la 
orden del rey? 4 V como se lo re¬ 
pitiesen todos los días v él no les 
hiciese caso, se lo comunicaron a 


(i) Parece indicar el texto que Mardoqueo 
te negaba a tales cortesías por ver en ellas actos 
de culto, que sólo a Dios son debidos. 









ESTER, 13 


5if> 


Amán, para ver si Mardoqueo per¬ 
sistía en su resolución, pues les había 
dicho qúe era judío. ® Viendo Amán 
que Mardoqueo no doblaba la rodilla 
y no se prosternaba ante él, se llenó 
de furor, 6 pero teniendo en poco 
poner su mano sobre Mardoqueo sola¬ 
mente, pues ya le habían dicho a 
qué pueblo pertenecía Mardoqueo, 
quiso destruir a todo * 1 pueblo de 
Mardoqueo, a todos cuantos judíos se 
hallaban en todo el reino de Asuero. 


El decreto de exterminio contra 
loa» judíos. 

7 El mes primero, que es el mes 
de Nisán, del duodécimo año del 
rey Asuero, se echó el pvr, es decir, 
la suerte, ante Amén, de día en día 
y de mes en mes, hasta que salió el 
mes duodécimo, que es el mes de Adar. 

8 Dijo entonces Amán al rey Asue¬ 
ro: «Hay en todas las provincias de 
tu reino un pueblo, disperso y sepa¬ 
rado de todos los otros pueblos, que 
tiene leyes diferentes de las de todos 
los otros y no guarda las leyes del 
rey (1). No conviene a los intereses del 
rey dejarlos en paz. 9 Si al rey le 
parece bien, escríbase orden de ex¬ 
terminarlos, y yo pesaré diez mil ta¬ 
lentos de plata en manos de los super¬ 
intendentes de la hacienda, para que 
se ingresen en el tesoro real.» 10 En¬ 
tonces el rey se quitó de la mano su 
anillo y se lo entregó a Amán, hijo 
de Amedata, agagita, enemigo de los 
judíos, 11 y le dijo: «La plata que 
ofreces, sea para ti, y para ti tam¬ 
bién esc pueblo, pura que hagas con 
él lo que bien te parezca.» 

12 P'ueron entonces llamados los 
secretarios del rey, el día trece del 
mes primero, y se escribió todo lo 
que ordenaba Amán a los sátrapas 
del rey, a los gobernadores de todas 
las provincias y a los jefes de todos 
los pueblos, a cada provincia según 
su escritura y a cada pueblo según 
su lengua. Se escribió en nombre del 
rey Asuero y se sellaron las cartas 


(i) En las partes protocanónicas no aparece 

el motivo x religioso, sino el nacional. Son las 

leyes peculiares de Israel las que se alegan 
como causa de la persecución. La carta que 
sigue en griego no menciona tampoco expresa¬ 
mente el motivo religioso, pero no hay duda 
de que envuelta en tantas razones la oposición 

de Israel a las demás naciones, está implícita 
su religión. 


con el anillo del rey. 13 Fueron manda¬ 
das las cartas por medio de los co¬ 
rreos a todas las provincias del rey, 
ordenando destruir, hacer perecer y 
matar a todos los judíos, jóvenes y 
viejos, niños y mujeres, en un solo 
día, el día trece del duodécimo mes, 
que es el mes de Adar, y que sus 
bienes fuesen dados al pillaje. 


PARTE DEUTEROCANON1CA 

1 O 1 La copia de la carta es del 
* ^ tenor siguiente: 

«Artajerjes, rey grande, a los sᬠ
trapas y gobernadores subordinados 
de las ciento veintisiete provincias, 
desde la Judea hasta Etiopía, orde¬ 
na lo que sigue: 2 * Aun cuando tenga 
el imperio de muchas naciones y 
haya subyugado toda la tierra, jamás 
he querido engreírme con la con¬ 
fianza del poder, sino gobernar con 
justicia y moderación, asegurando a 
mis vasallos una vida perpetuamente 
tranquila, y procurando la quietud 
y seguridad del reino, hasta los ex¬ 
tremos confines, para que florezca la 
paz, tan deseada de los hombres. 

3 «Consultando con mis consejeros 
cómo podría llevarse esto a cabo, 
uno de ellos, por nombre Amán, dis¬ 
tinguido por su discreción cerca de 
mí, de lealtad bien probada, de fir¬ 
me fidelidad, que en el palacio real 
ocupa la segunda dignidad, 4 me ha 
dado a conocer la existencia de un 
pueblo que vive mezclado con todas 
las tribus de la tierra, odioso por sus 
leyes, opuesto a todas las naciones, 
que continuamente traspasa los man¬ 
datos de los reyes e impide que ten¬ 
gan efecto las medidas de gobierno 
por mí intachablemente ordenadas. 

6 »He averiguado también que esta 
nación vive totalmente aislada, siem¬ 
pre en abierta oposición con todo el 
género humano, y que al tenor de 
sus leyes observa un género de vida 
extraño, hostil a nuestros intereses, 
y comete los más perversos excesos 
para impedir el buen orden del reino. 

6 «En virtud de esto, os ordeno que 
todos los a mí señalados en las cartas 
de Amán, a quien he encomendado 
este negocio, siendo como es mi se¬ 
gundo padre, todos con sus mujeres 
e hijos sean de raíz exterminados por 
la espada de sus enemigos, sin mise¬ 
ricordia ni piedad, el día catorce del 
mes duodécimo de Adar, del presente 








ESTER, 4 


5it> 


año; 7 de suerte que los enemigos de 
ayer y de hoy en un solo día des¬ 
ciendan al •infierno por muerte vio¬ 
lenta, y para el tiempo venidero sea 
nuestro gobierno estable y perfecta¬ 
mente tranquilo.» 


PARTE PROTOCANONICA 

14 Las cartas encerraban una copia 
de este edicto, que debía publicarse 
en cada provincia, invitando a los 
pueblos a estar dispuestos para aquel 
día. 16 Los correos partieron apresu¬ 
radamente, según la orden del rey. 
El edicto se publicó en Susa, la capi¬ 
tal; y mientras el rey y Amán bebían, 
estaba la ciudad de Susa consternada. 


Consternación de los judíos. 

I 1 Cuando supo Mardoqueo lo que 

* pasaba, rasgó sus vestiduras, se 
vistió de saco y se cubrió de ceniza; 
luego se fuó al medio de la ciudad, 
dando fuertes, dolorosos gemidos, 2 y 
llegó hasta la puerta del rev, pues 
no era a nadie lícito entrar vestido 
de saco. 3 * En todas las provincias, 
dondequiera que llegó la orden del 
rey y su edicto, hubo entre los judíos 
gran desolación, y ayunaron, llora¬ 
ron y clamaron, acostándose muchos 
sobre la ceniza V vestidos de saco. 

4 Las doncellas de Ester y sus 
eunucos vinieron a decírselo. La reina 
se quedó muy atemorizada, y mandó 
vestidos a Mardoqueo, para que se 
los pusiese, quitándose el saco; pero 
él se negó a aceptarlos. 5 Entonces 
llamó Ksler a Hatac, uno de los 
eunucos (jue había puesto cerca de 
ella el rey, y le mandó que fuera a 
preguntar a Mardoqueo qué era aque¬ 
llo y de dónde venía. 6 Fue Hatac a 
Mardoqueo, a la plaza de la ciudad, 
delante de la puerta del rey; 7 y 
Mardoqueo le contó lo que pasaba 
y le dió noticia de la suma que 
Amán bahía ofrecido entregar al te¬ 
soro del rey, en pago del exterminio 
de los judíos. 8 Dióle también copia 
del edicto que había sido publicado 
en Susa para exterminarlos, a fin 
de que se la enseñase a Ester y. le 
diese cuenta de todo, y mandó a 
Ester presentarse al rey para pedirle 
gracia y rogarle por su pueblo. 


PARTE DEUTEROCANONICA 

4 rr 1 Le dijo que la mandaba que 
1 entrase al rey y le pidiese gracia 
para el pueblo: 2 «Acuérdate de los días 
de tu abatimiento, cuando eras criada 
por mi mano; porque Amán, el pri¬ 
mero después del rey, ha hablado 
contra nosotros para hacernos morir. 
8 Invoca al Señor, y habla al rey por 
nosotros; líbranos de la muerte.» 

PARTE PROTOCANONICA 

9 Fué Hatac y comunicó a Ester 
lo que le había dicho Mardrquco. 
10 Ester encargó a Hatac que fuera a 
decir a Mardoqueo: 11 «Todos los ser¬ 
vidores del rey y todo el pueblo de 
las provincias del rey saben que hay 
una ley que castiga con pena de 
muerte a cualquiera, hombre o mujer, 
que entre al rey al atrio interior sin 
haber sido llamado; sólo se libra de 
la muerte aquél a quien el rey tiende 
su cetro de oro; y yo no he sido lla¬ 
mada por el rey desde hace treinta 
días.» 

12 Cuando recibió Mardoqueo la 
contestación de Ester, 13 mandó que 
le respondieran: «No vayas a creer tú 
que serás la única en escapar entre 
los judíos todos, por estar en la 
casa del rey; 11 porque si ahora 
callas, y el socorro y la liberación 
viniera a los judíos de otra parte, 
tú y la casa de tu padre pereceríais. 
¿Y quien sabe, si no es precisamente 
para un tiempo como este, para lo 
que tú has llegado a la realeza?» 

15 Ester mandó decir a Mardoqueo: 
16 «Ve, y reúne a los judíos todos de 
Susa, y ayunad por mi, sin comer ni 
beber por tres días, ni de noche, ni 
de día. Yo también ayunaré igual¬ 
mente con mis doncellas, y después 
iré al rey, a pesar de la ley; y si lie 
de morir, moriré» (I). 

17 Mardoqueo se fue, e hizo lo que 
Ester le había mandado. 


PARTE DEUTEROCAXOXTCA 


| *1 8 Y oró al Señor, haciendo me¬ 

moria de todas sus obras, 9 di¬ 
ciendo: 


(i) Este ayuno no es ayuno de tuto, sino 

ayuno que se acompaña a la plegaria para 

alcanzar piedad de Dios, aunque de esto nada 

diga el texto expresamente. La oración que 

sigue en ta parte griega se ajusta bien a este 

concepto. 





ESTER, 14, 15 


¿17 


«Señor, Señor, Rey omnipotente, en 
cuyo poder se hallan todas las eosas, 
a quien nada podrá oponerse si qui¬ 
sieres salvar a Israel: 10 Tú que has 
hecho el cielo y la tierra, y todas las 
maravillas que hay bajo los cielos, 
11 Tú eres dueño de todo, y nada hay, 
Señor, que pueda resistirte. 12 Tú 
lo sabes todo; Tú sabes, Señor, 
que no por orgullo ni altivez, ni 
por vanagloria hice yo esto, de 
no adorar al orgulloso Amán; 13 que 
de buena gana besaría las huellas 
de sus pies por la salud de Israel; 
14 que yo hice esto por no poner la 
gloria del hombre por encima de la 
gloria de Dios; que no adoraré a 
nadie fuera de ti, mi Señor, y que 
obrando así no lo hago por altivez. 

16 Y ahora, Señor mi Dios y mi 
Rey, Dios de Abraham, perdona a tu 
pueblo, cuando ponen en nosotros los 
ojos para nuestra perdición, con el 
ansia de destruir tu antigua here¬ 
dad. 16 No eches en olvido ésta tu 
porción, que para ti rescataste de 
la tierra de Egipto. 17 Escucha mi 
plegaria y muéstrate propicio a tu 
heredad; vuelve nuestro duelo en 
alegría, para que viviendo cantemos, 
Señor, himnos a tu nombre, y no 
cierres, Señor, la boca de los que te 
alaban.» 

18 Y todo Israel clamó eon toda su 
fuerza, porque tenían la muerte a 
la vista. 

1 A 1 2 3 La reina Ester, presa de mor- 
* ** tal angustia, acudió al Señor; 

2 y despojándose de sus vestidos de 
corte, se vistió de angustia y duelo; 
y en vez de los ricos perfumes, se 
cubrió la cabeza de polvo y ceniza, 
humillándose. Todo cuanto solía ella 
adornar por placer, lo cubrió ahora 
eon sus cabellos. 

3 Y oró al Señor, Dios de Israel, 

diciendo: «Señor mío, tú que eres 

nuestro único Rey, socórreme a mí 
desolada, que no tengo ayuda sino 
en ti, 4 porque se acerca el peligro. 

6 Desde que nací he oído en la tribu 
de mi familia que tú, Señor, esco¬ 
giste a Israel entre todas las naciones, 
y a nuestros padres entre todos sus 
progenitores, por heredad perpetua, 
y que Ies cumpliste cuanto Ies habías 
prometido. 8 Ahora nosotros hemos 
pecado delante de ti, y tú nos entre¬ 
gaste en poder de nuestros enemigos, 

7 en eastigo de haber adorado a sus 

dioses. Justo eres, Señor. 8 Mas ellos 


no se contentan eon imponernos dura 
servidumbre, y han puesto sus ma¬ 
nos sobre las manos de sus ídolos, 
9 jurando anular las promesas de 
tu boea borrar tu heredad, cerrar 
la boea, de los que te alaban, ex¬ 
tinguir la gloria de tu casa y de tu 
altar, 10 abrir la boca de los gen¬ 
tiles para celebrar las proezas de sus 
ídolos, y hacer que un rey de carne 
sea por esto ensalzado para siempre. 
11 No entregues, Señor, tu cetro a 
los que nada son, ni se rían de nues¬ 
tra caída, antes bien haz que sus 
eonsejos se vuelvan contra ellos; haz 
para todos escarmiento al autor de 
esta guerra contra nosotros. 12 Acuér¬ 
date de nosotros, Señor; date a cono¬ 
cer en el día de nuestra tribulación, 
y fortaléceme, Rey de los dioses, 
Dominador de todo poder. 13 Pon en 
mis labios palabras apropiadas en 
presencia del león, y muda su cora¬ 
zón en odio al que nos hace la guerra, 
para ruina suya *y de sus parciales. 
14 Líbrame con tu mano, y ayúdame 
a mí, que estoy sola y no tengo sino 
a ti, Señor. 15 Tú lo sabes todo, y 
sabes por tanto cómo aborrezco la 
gloria de los inicuos, y detesto el 
lecho de los incircuncisos y de todos 
los extraños. 16 Tú conoces que sólo 
por necesidad estoy donde estoy; 
que detesto las señales de mi gloria 
que llevo sobre la cabeza en los día 
de mi pública presentación; que las 
abomino como paño de menstrua¬ 
ción, que no las llevo en mis días de 
retiro; 17 que no ha participado tu 
sierva de la mesa de Amán, ni apre¬ 
cio los banquetes del rey, ni bebo el 
vino de las libaciones; 18 que no ha 
tenido tu sierva día alegre desde el 
día de su encumbramiento hasta hoy 
sino en ti, Señor, Dios de Abraham. 
19 jOh Dios sobre todos fuerte, oye la 
voz de los desamparados, y líbrame 
del poder de los perversos, líbrame a 
mí de todo malí» 


Intervención de Ester. 

1 Z 4 * El día tercero, así que acabó 
1 su oración, se despojó de sus 
hábitos de penitencia y se vistió de 
gala. 6 7 Y así, espléndidamente ade¬ 
rezada, e invoeando a su Dios y Sal¬ 
vador, testigo de todas las eosas hu¬ 
manas, tomó a dos de sus siervas, 
8 apoyándose en una de ellas, como 
quien no puede de puro delicada sos- 








Ó1 b 


ESTER, 5, 6 


tenerse, 7 mientras la otra la seguía, 
llevando la cola de su manto. 8 Apa¬ 
recía enteramente hermosa, el rostro 
sonrosado, alegre y como encendido 
de amor, mas el corazón oprimido 
por el miedo. 9 Y atravesando todas 
las puertas, se detuvo delante del rey. 

Hallábase éste sentado en su trono, 
vestido con todo el aparato de su 
majestad, cubierto de oro y piedras 
preciosas, y aparecía en gran manera 
terrible. 10 Levantando el rostro ra¬ 
diante de majestad, en el colmo de 
su ira, dirigió su mirada, y al punto 
la reina se desmayó, y demudado el 
rostro, se dejó caer sobre la sierya 
que la acompañaba. 11 Pero mudó 
Dios el espíritu del rey en manse¬ 
dumbre, y asustado, se levantó de 
su trono y la puso sobre sus rodillas, 
hasta que ella volvió en sí. La con¬ 
solaba con blandas palabras, 12 di¬ 
ciendo: «¿Qué és esto, Ester? Yo soy 
tu hermano, cobra ánimo. 13 No, no 
morirás, que mi mandato es para el 
común de las gentes. 14 Acércate.» 
16 Y tomando el cetro de oro, la tocó 
en el cuello y la besó, diciendo: «Há- 
blame.» 16 Ella le dijo: «Te vi, señor, 
como a un ángel de Dios, y mi cora¬ 
zón quedó turbado ante el temor 
de tu majestad, 17 pues eres, señor, 
admirable, V tu rostro está lleno de 
dignidad » (1). 18 Y mientras hablaba, 
volvió a caer desmayada. 19 Turbóse 
el rey, y toda la servidumbre la 
atendía. 


PARTE PliOTOCANON1CA 

rr 1 Al tercer día, Ester se vistió sus 
vestiduras reales y se presentó en 
el atrio interior de la casa, delante 
del aposento del rey. Estaba éste 
sentado en su real trono, en el pala¬ 
cio real, enfrente de la entrada; 2 y 
cuando vió a la reina Ester en pie, 
en el atrio, halló ésta gracia a sus 
ojos, y tendió sobre ella el rey el 
cetro de oro que tenía en su mano, 
8 y le dijo: «¿Qué tienes, reina Ester, 
V qué es lo que quieres? Aunque 
fuera la mitad de mi reino, te sería 
otorgada.» 4 Ester respondió: «Si al 
rey le complace, que venga hoy el 


(i) Los ángeles de Dios que asisten en su 
presencia, participan en algo de su majestad, 
como Moisés a) bajar del monte venia irra¬ 
diando claridad. Por esto Ester se turba, al ver 
al rey «como un ángel de Dios». 


rey, con Amán, a un festín que yo 
le he preparado.» 6 El rey dijo: «Id a 
llamar a Amán, como lo desea Ester.» 

Fué el rey con Amán al festín que 
había preparado Esler; y mientras 
se bebía el vino, 6 dijo el rey a Ester: 
«¿Qué es lo que pides? Todo te será 
concedido. ¿Qué deseas? Aunque fue¬ 
ra la mitad de mi reino, la tendrías.» 
7 Ester respondió: «He aquí lo que 
pido y lo que deseo: 8 Si he hallado 
yo gracia a los ojos del rey, y si 
place al rey concederme mi petición 
y satisfacer mi deseo, que vuelva el 
rey con Amán (1) al banquete que yo 
les prepararé, y mañana yo daré la 
respuesta al rey según su mandato.» 

9 Amán salió aquel día gozoso, y 
lleno de contento el corazón; pero 
cuando vió a la puerta del rey a 
Mardoqueo, que no se levantó ni se 
movió a su paso, se llenó de ira 
contra Mardoqueo. 10 Supo, sin em¬ 
bargo, contenerse, y se fué a su 
casa. Luego mandó a buscar a sus 
amigos y a Zeres, su mujer; 11 y 
Amán les habló de la grandeza de 
sus riquezas, del número de sus hijos, 
de todo cuanto había hecho el rey 
para engrandecerle, dándole el pri¬ 
mer lugar, por encima de los jefes y 
los servidores del rey. 12 Y añadió: 
«Sólo a mí también ha invitado la 
reina Ester al banquete que ha dado 
al rey, y me ha invitado además 
para mañana en su casa, con el rev. 

1 3 p ( > r0 todo esto no es nada para 
mí, mientras vea a Mardoqueo, el 
judío, sentado a la puerta del rey.» 

14 Zeres, su mujer, V todos sus ami¬ 
gos, le dijeron: «Prepara una horca de 
cincuenta codos de alta, y mañana 
por la mañana pide al rey que sea 
colgado en ella Mardoqueo, y luego 
te irás satisfecho al festín con el rey.> 
Agradó a Amán el consejo, y mandó 
preparar la horca. 


Honores concedidos a Mardoqueo 
y humillación de Aman. 

1 Aquella noche, no pudiendo el 
rey conciliar el sueño, hizo que 
le llevaran el libro de los anales y 
las crónicas; y leyéndolas ante el 
rey, 2 hallóse escrito lo que había 
revelado Mardoqueo, descubriendo 
que Rigtán y Teres, los dos eunucos 


(1) La invitación de Amán al banquete 

parece tener por fin hacer más grande su ruina 







ESTER. 7. 8 51»' 


del rey, guardas del atrio, habían 
querido llevar su mano sobre el rey 
Asuero. 8 El rey preguntó: «¿Qué hono¬ 
res y distinciones se han concedido 
por esto a Mardoqueo?» «Ninguna ha 
recibido», respondieron los servidores. 
4 Entonces dijo el rey: «¿Quién está 
en el atrio?» Amán había venido al 
atrio exterior de la casa, para pedir 
al rey que mandara colgar a Mar¬ 
doqueo de la horca que le había pre¬ 
parado. 5 Los servidores le respon¬ 
dieron: «Ahí está Amán, en el atrio.» 
Y dijo el rey: «Que entre.» 6 Entró 
Amán, y el rey le dijo: «¿Qué ha de 
hacerse con aquel a quien el rey 
quiere honrar?» Amán se dijo a sí 
misino: ¿A quién otro ha de querer 
honrar el rey? 7 Y contestó: «Para 
honrar a quien el rey quiera honrar, 
8 habrán de tomarse las vestiduras 
reales que se viste el rey, y el caballo 
en que el rey cabalga, y la corona 
real que ciñe su cabeza, 9 y dar el 
vestido, el caballo y la corona a 
uno de los más nobles príncipes del 
rey, para que vistan a aquél a quien 
el rey quiere honrar, y llevándole en 
el caballo por la plaza de la ciudad, 
vayan pregonando ante él: Así se 
hace con el hombre a quien el rey 
quiere honrar» 

10 El rey dijo a Amán: «Coge luego 
el vestido y el caballo, como has 
dicho y haz eso con Mardoqueo, el 
judío, que se sienta a la puerta del 
rey. No omitas nacía de cnanto has 
dicho.» 11 Cogió Amán el vestido y 
el caballo, vistió a Mardoqueo, y le 
paseó a caballo por la plaza de la 
ciudad, gritando delante de él: «Así 
se hace con el hombre a quien el rey 
quiere honrar» (1). 

12 Volvióse Mardoqueo a la puerta 
del rey, y Amán se fué corriendo a 
su casa, desolado y cubierta la cabeza. 
13 Contó Amán a Zeres, su mujer, y 
a lodos sus amigos todo lo que le 
había sucedido; y sus sabios y Zeres, 
su mujer, le dijeron: «Si el Mardoqueo 
ese, delante del cual has comenzado 
a caer, es de la raza de los judíos, no 
le vencerás, antes de cierto sucumbi¬ 
rás ante él.» 14 Y cuando todavía 
estaba ella hablando, vinieron los 
eunucos del rey y se llevaron apre¬ 
suradamente a Amán al festín que 
Ester había preparado. 


(i) Este acto de justicia con Mardoqueo 
es el augurio de la calda del orgulloso mi¬ 
nistro 


Amán, acusado por Ester, es 
condenado a muel le. 

H 1 Fueron el rey y Amán al ban- 
4 quete a casa de Ester. 2 El se¬ 
gundo día dijo el rey a Ester otra 
vez, mientras bebía el vino: «¿Cuál 
es tu petición, reina Ester? Te será 
concedida. ¿Qué es lo que deseas? 
Aunque fuera la mitad de mi reino 
la tendrías.» 3 La reina Ester respon¬ 
dió: «Si he hallado gracia a tus ojos, 
¡oh reyl, y si el rey lo cree bueno, 
concédeme la vida mía: he ahí mi 
petición, y salva a mi pueblo: he 
ahí mi deseo. 4 Porque estamos ven¬ 
didos yo y mi pueblo, para ser exter¬ 
minados, degollados, aniquilados. Si 
siquiera fuéramos vendidos por es¬ 
clavos y siervos, me callaría, aunque 
no compensaría el enemigo al rey el 
perjuicio que le haría.» 5 Tomó el 
rey Asuero la palabra, y dijo a la 
reina Ester: «¿Quien es y dónde está el 
que eso se propone hacer?» 6 Y Ester le 
respondió: «El opresor, el enemigo, es 
Amán, ese malvado.» Amán se sobre¬ 
cogió de terror ante el rey y la reina. 
El rey, en su ira, se levantó y se 
salió del banquete, para ir al jardín 
del palacio, y Amán se quedó para 
pedir la gracia de la vida a la reina 
Ester, porque veía bien que su pér¬ 
dida estaba resuelta en el ánimo del rey. 

8 Cuando volvió el rey del jardín 
del palacio a la sala del banquete, 
vió a Amán, que se había precipitado 
hacia el lecho sobre el cual estaba 
Ester, y dijo: «¡Quél ¿Será que pre¬ 
tende también hacer violencia a la 
reina en mi casa, en el palacio?» En 
cuanto salieron estas palabras de la 
boca del rey, cubrieron el rostro de 
Amán; 9 y Harbona, uno de los 
eunucos, dijo en presencia del rey: 
«En casa de Amán hay una horca, 
alta de cincuenta codos, que Amán 
ha preparado para Mardoqueo, el 
que habló para bien del rey.» El rey 
dijo: «Que cuelguen de ella a Amán.» 
10 Y fué colgado Amán de la horca 
que él habia preparado para Mar¬ 
doqueo, y se aplacó la ira del rey (1). 

Edicto en favor de los judíos. 

O 1 Aquel mismo día, el rey Asuero 
** dió a Ester la casa de Amán, el 


(i) La horca que Amán había preparado 

para Mardoqueo, para él mismo sirvió. La jus¬ 

ticia de Dios resalta en este detalle. 






52U 


ESTER, 16 


enemigo de los judíos; y Alardoqueo 
fue presentado al rey, pues le había 
dado a conocer Ester el parentesco 
que a él la unía. 2 Quitóse el rey su 
anillo, que había retirado a Amán, y 
se lo dio a Afardoqueo. Ester, por su 
parte, estableció a Alardoqueo en la 
casa de Amán. 3 Volvió después a 
hablar Ester al rey, y echándose a 
sus pies, llorando, le suplicó impidie¬ 
ra los efectos de la maldad de Amán, 
agagita, y la realización de sus pro¬ 
yectos contra los judíos. 4 El rey 
tendió a Ester el cetro de oro, y ésta 
se levantó, quedándose en pie de¬ 
lante del rey, 5 y le dijo: «Si al rey 
le parece bien, y si he hallado yo 
gracia a sus ojos, que se escriba para 
revocar las cartas inspiradas por 
Amán, hijo de Hamedatán, agagita, 
y escritas por él para exterminar a 
los judíos que hay en todas las pro¬ 
vincias del rey; 8 porque ¿cómo po¬ 
dría vo ver que el infortunio alcanzara 
a mi pueblo? ¿Cómo podría ver el 
exterminio de mi raza?» 

7 El rey Asucro dijo a la reina 
Ester y al judío Alardoqueo: «Yo he 
dado a Ester la casa de Ainán, y él 
ha sido colgado de la horca por 
haber extendido su mano contra los 
judíos. 8 Escribid, pues, en favor de 
los judíos lo que bien os parezca, en 
nombre del rey, y selladlo con el 
anillo del rey, porque edicto escrito 
en nombre del rey y sellado con el 
anillo del rey lio puede ser revocado.» 

8 Fueron entonces llamados los 
secretarios de re\, el día veintitrés 
del mes tercero, que es el mes de 
Siván; y se escribió conforme a lo 
que fue ordenado por Alardoqueo, a 
los judíos, a los sátrapas, a los gober¬ 
nadores y a los jefes de las ciento 
veintisiete provincias, desde la Judea 
a la Etiopía, a cada provincia según 
su escritura y a cada pueblo según 
su lengua, y a los judíos según su 
escritura y su lengua. 10 Se escribió 
en nombre del rey Asuero, y se selló 
con el anillo del rey. Enviáronse las 
cartas por correos montados en ca¬ 
ballos, y en mulos nacidos de asnas. 
11 Se daba a los judíos, en cualquiera 
ciudad en que estuviesen, permiso 
para reunirse y defender su vida, y 
de destruir, matar y exterminar a 
todos aquellos, con sus niños y mu¬ 
jeres, de cada pueblo y de cada pro¬ 
vincia, que tomaran las armas para 
atacarlos, y de dar sus bienes al pi¬ 
llaje; Ta v esto en nn solo día. en 


todas las provincias del rey Asuero 
el día trece del duodécimo mes, que 
es el mes de Adar. 13 Estas cartas 
contenían una copia del edicto que 
había de publicarse en cada provin¬ 
cia, e informaban a todos los pueblos 
de que los judíos estarían aquel día 
prestos a vengarse de sus enemigos. 


PARTE DEUTEROCAXONICA 


Copia del edicto cu favor de los 
judíos. 

1 h 1 La copia de la carta es como 
1 u sigue: 

«Artajerjes, rey grande, a los go¬ 
bernadores de las regiones de las 
ciento veintisiete satrapías desde la 
India hasta la Etiopía, y a cuantos 
entiendan en nuestros negocios, sa¬ 
lud. 2 Aludios, después de haber re¬ 
cibido honores singulares de la extre¬ 
mada bondad de sus bienhechores, 
aspiran a cosas más altas, 3 y no sólo 
tratan de oprimir a nuestros súbdi¬ 
tos, sino que, incapaces de sostener 
el peso de su dignidad, conspiran 
hasta contra el que se la confirió. 
4 Y no sólo destierran de entre los 
hombres la gratitud, sino que, hin¬ 
chados con el fausto de su inespera¬ 
da prosperidad, procuran escapar a la 
justicia vengadora de Dios, perpetuo 
testigo de todas las cosas. 6 Con fre¬ 
cuencia a muchos de los constitui¬ 
dos en la suprema autoridad, la falaz 
adulación de aquellos a quienes en¬ 
comendaron la dirección de los ne¬ 
gocios los hace cómplices de sangre 
inocente y les causa irremediables 
males, 6 engañando con la mentirosa 
astucia de su malignidad la noble 
sencillez de los soberanos. 7 Esto po¬ 
demos comprobarlo, no tanto por las 
historias antiguas, según dejamos in¬ 
dicado, cuanto por el examen de su¬ 
cesos que tenéis a la vista, hechos 
impíamente consumados por la peste 
de los indignos gobernantes. 8 Por 
eso es preciso proveer para lo futuro, 
procurando con la paz un reino tran¬ 
quilo a todos los hombres, 8 reali¬ 
zando los cambios necesarios, y juz¬ 
gando siempre con equidad los nego¬ 
cios que se ofrecieren. 

10 «Vosotros sabéis, cómo Amán, 
hijo de Amadata, maeedonio, en¬ 
teramente extraño a la sangre de 







ESTER, 8, 9 


521 


los persas y sobremanera descono¬ 
cedor de nuestra bondad, por mí aco¬ 
gido hospitalariamente, 11 alcanzó la 
benevolencia que usamos eon todas 
las naeiones, en tanto grado, que 
fuese apellidado nuestro padre y ve¬ 
nerado por todos como poseedor de 
la segunda dignidad del trono real. 
12 E incapaz de llevar el peso de 
tanta grandeza, intentó privarme del 
reino y de la vida, 13 y eon toda 
suerte de maliciosos engaños trató 
de perder a mi salvador y bienhechor 
constante y a la irreprochable com¬ 
pañera del reino, Ester, eon toda su 
nación. 14 Así pensaba él aislarnos 
y pasar a los maeedonios el imperio 
de los persas. 

15 «Pero, hemos averiguado que 
los judíos, entregados a la muerte 
por este consumado criminal, no son 
malhechores, antes se gobiernan por 
leyes santísimas, 16 que son hijos del 
altísimo, sumo y viviente Dios, que 
conserva el reino en el mejor estado 
en favor nuestro, como de nuestros 
predecesores (1); 17 por esto haréis bien 
en no prestar atención a las cartas 
remitidas por Aman, hijo de Ama- 
data, por cuanto el autor de ellas 
ha sido crucificado a las puertas de 
Susa, eon toda su casa, habiéndole 
dado sin tardanza su merecido cas¬ 
tigo el Dios omnipotente. 

19 »La copia de esta carta haréis 
publicarla en todas partes, para que 
sea permitido a los judíos vivir según 
sus leyes, 20 y les prestaréis apoyo 
para que puedan rechazar a los que 
en el día de la tribulación les ata¬ 
quen, el día treee del mes duodécimo, 
de Adar; 21 pues el Dios que todo lo 
domina, ha convertido en día de ale¬ 
gría el que estaba señalado para 
ruina de la nación escogida (2). 

22 »Vosotros, pues, celebraréis con 
todo regocijo, como una de vuestras 
festividades, el día señalado, 23 para 
que ahora y en lo futuro sea día de 
salud para vosotros y para todos los 
leales a los persas, y para los que 
maquinaban contra vosotros sea de 
infausta memoria. 24 Y toda eiudad 
o región en general que esto no cum¬ 
pliere, sea inexorablemente destruida 


(1) He aquí el supremo elogio de Israel, 
puesto en boca del rey. Sus leyes son santísi¬ 
mas y ellos hijos del Altísimo, sumo y viviente 
Dios y conservador del reino. 

( 2 ) Después de anular los edictos primeros, 

se manda prestar ayuda a los judíos para re¬ 

chazar los ataques enemigos. 


por el hierro y el fuego, y heeha 
inaccesible no sólo a los hombres, 
sino también a las fieras y a las aves, 
y por siempre odiosa.» 

PARTE PROTOCANONICA 

8 14 Los correos, montados en ca¬ 

ballos y mulos, partieron en se¬ 
guida con toda prisa, según la orden 
del rey. El edicto fue publicado tam¬ 
bién en Susa, la capital. 15 Mardoqueo 
salió de la casa del rey, vestido eon 
un vestido real azul y blanco, eon 
una gran corona y un manto de lino 
y de púrpura. 16 Hubo para los ju¬ 
díos, luz y alegría, gozo y honra. 
La ciudad de Susa lanzaba gritos de 
regocijo, 17 y en cada provincia y 
cada ciudad, por dondequiera que 
llegaron la orden del rey y su edicto, 
hubo entre los judíos gozo y rego¬ 
cijo, banquetes y fiestas; y muehas 
de las gentes de los pueblos de las 
regiones se hieieron judíos, porque se 
había apoderado de ellos el temor a 
los judíos. 


Venganza de los judíos. 

Q 1 Al duodécimo mes, que es el 
* mes de Adar, el día trece del 
mes, el* día en que había de cum¬ 
plirse el edicto del rey, y en que los 
enemigos de los judíos habían pen¬ 
sado dominarlos, fue lo contrario lo 
que sucedió, y los judíos dominaron 
a sus enemigos (1). 2 Reuniéronse los 
judíos en sus ciudades, en todas las 
provincias del rey Asuero, para poner 
la mano sobre "todos aquellos que 
buscaban su perdición; y nadie pudo 
resistirlos, porque el temor de ellos 
se había apoderado de todos los 
pueblos. 3 Y todos los jefes de las 
provincias, los sátrapas y los fun¬ 
cionarios del rey, apoyaron a los 
judíos, por el temor que les inspiraba 
Mardoqueo; 4 pues era Mardoqueo 
poderoso en la casa del rey, y su fama 
se espareió por todas las provincias, 


(i) Este capítulo es el más duro de todo el 
relato. Parece que los judíos no se limitaron a 
defenderse de sus enemigos, como el edicto 
anterior decía, sino que pasaron a la ofensiva 
y por su mano ejercieron la justicia contra los 
que habían tenido el propósito de darles muerte. 
Cuanto a las cifras, tal vez ocurre con ellas lo 
que con tantas otras de la Escritura, que están 
alteradas. 











ESTER, 9 


^22 


porque se hacía de día en día más 
poderoso. 

6 Los judíos hirieron a espada a 
todos sus enemigos, los mataron y 
los hicieron perecer, y trataron como 
quisieron a los que Ies eran hostiles. 
6 En Susa, la capital, mataron los 
judíos, haciéndolos perecer, a qui¬ 
nientos hombres, 7 y degollaron a 
Parsandata, Dalfon, Asfata, 8 Po¬ 
rata, Adalía, Aridata, 9 Parmasta, 
Arisai, Aridai y Jezata, 10 los diez 
hijos de Amán, hijo de Amedata, el 
enemigo de los judíos, pero estos 
no se dieron al pillaje. 

11 Llegó aquel día a conocimiento 
del rey el número de los muertos en 
Susa, la capital; 12 y el rey dijo a 
Ester: «Los judíos han matado y 
hecho perecer en Susa, la capital, a 
quinientos hombres y a los diez hijos 
de Amán. ¿Qué habrán hecho en el 
resto de las provincias del rey? ¿Qué 
más pides? ¿Qué más quieres? Se te 
concederá, lo tendrás.» 13 Ester res¬ 
pondió: «Si al rey le parece bien, que 
les sea permitido a los judíos de 
S sa obrar también mañana con¬ 
forme al edicto de hoy, y que se 
cuelgue en la horca a los diez hijos 
de Amán.» 14 El rey mandó que así 
se hiciera, y se publicó el edielo en 
Susa. 15 Los judíos de Susa se reunie¬ 
ron de nuevo el día catorce del mes 
de Adar, y mataron en Susa a tres¬ 
cientos hombres, pero tampoco se 
dieron al pillaje. 

18 Los otros judíos que había en 
las provincias del rey se reunieron 
y defendieron su vida; y se procura¬ 
ron reposo, librándose de sus ene¬ 
migos, y mataron a setenta y cinco 
mil, pero no se dieron al pillaje. 

17 Esto sucedió el día trece del mes 
de Adar. Los judíos se aquietaron el 
catorce, haciendo de el un día de 
banquetes y regocijo. 18 Los que 
había en Susa, que se habían reuni¬ 
do el trece y el catorce, se aquietaron 
el quince, haciendo de el un día de 
banquetes y regocijo. 19 Por eso los 
judíos del campo, que habitan ciu¬ 
dades no amuralladas, hacen del día 
catorce del mes de Adar un día de 
banquete y de fiesta, en que se man¬ 
dan presentes los unos a los otros. 


Ln fiesta de los «purim». 

20 Mardoqueo escribió estas cosas 
N envió cartas a los judíos de todas 


las provincias del rey Asuero, cercanas, 
y lejanas, 21 mandándoles celebrar to¬ 
dos los años el día catorce y el quince 
del mes de Adar, 22 como días en que 
habían obtenido el reposo, librándose 
de sus enemigos, y celebrar el mes 
en que su tristeza habíase conver¬ 
tido en alegría y su desolación en 
regocijo; y hacer de estos días, días 
de festín y de alegría, en que se 
mandan presentes los unos a los otros 
y se distribuyen dones a los indi¬ 
gentes. 23 Los judíos se comprome¬ 
tieron a hacer lo que ya habían co¬ 
menzado y les mandaba Mardoqueo; 
24 porque Amán, hijo de Hamcdata, 
agagita, enemigo de todos los judíos, 
había concebido el proyecto de ex¬ 
terminarlos y había echado el pi/r, 
es decir, la suerte, para matarlos y 
exterminarlos; 25 pero habiéndose pre¬ 
sentado Ester al rey, mandó el rey 
por escrito hacer recaer sobre la ca¬ 
beza de Amán el maligno proyecto 
que él había hecho contra los judíos, 
y le colgó de la horca, a él y a sus 
hijos. 26 Por eso se llaman estos días 
purim , del nombre de pur (!). 

Conforme al contenido de esta 
carta, según lo que ellos mismos 
habían visto y les había sucedido, 
27 los judíos tomaron por ellos, por 
su descendencia y por todos aquellos 
que a ellos se unieran, la resolución 
y el compromiso irrevocable de cele¬ 
brar cada año estos dos días, al modo 
y al tiempo prescritos. 28 Estos días 
habían de ser recordados y celebrados 
de generación en generación, en cada 
familia, en cada provincia y en cada 
ciudad; y estos días de purim no 
habían de ser jamás abolidos entre 
los judíos, ni borrado su recuerdo 
entre sus descendientes. 

29 La reina Ester, hija de Abigail, 
y el judío Mardoqueo, escribieron 
con instancia a los judíos, por se¬ 
gunda vez, para confirmar la cartg 
acerca de los purim ; 30 y se manda¬ 
ron cartas a todos los judíos, a las 
ciento veintisiete provincias del rey 
Asnero. Contenían palabras de paz 
y fidelidad, prescribiendo los días de 
purim , al tiempo fijado, 31 como el 
judío Mardoqueo y la reina Ester 
los habían establecido, para ellos v 
para toda su posteridad, con oca- 


(i) Esta fiesta de los Purim o de las suertes, 
llamada también de Mardoqueo, e^ un testi¬ 
monio permanente de I» historicidad de este 
libro. 






ESTER, 1C 


sión de su ayuno y sus clamores. 
32 Así, la orden de Ester confirmó la 
institución de los purim , y esto fue 
escrito en el libro. 


PARTE DEUTEROCANON1CA 

i A 1 Y dijo Mardoqueo: «Del Señor 
1 viene esto. 2 Recuerdo, en efecto, 
el sueño que aeerca de estos sucesos 
tuve, de los cuales ninguno ha que¬ 
dado sin cumplimiento. 3 La fuente- 
cilla que se convirtió en río de mu¬ 
chas aguas, y la lucecita convertida 
en sol (1). 

»E1 río es Ester, a quien el rey tomó 
por esposa, haciéndola reina. 4 Los 
dos dragones éramos yo y Amán; 
6 y las naciones son las que se jun¬ 
taron para acabar con el nombre 
judío. 6 Mi pueblo es este mismo 
Israel, los que clamaron a Dios y 
fueron salvos. Salvó el Señor a su 
pueblo, y nos sacó de todos estos 
males, haciendo señales y prodigios 
grandes, cuales no se vieron entre las 
naciones. 7 Por esto estableció dos 
suerte*, una para el pueblo de Dios, 
y otra para todas las otras naciones. 
8 Y estas dos suertes han llegado a 
su hora y tiempo, es decir, en el día 
del juicio delante de Dios. 9 Y se 


(t) Esce párrafo se corresponde con el sueño 
referido al principio y nos da el sentido del 
libro que Dios sale por la causa de su pueblo, 
defendiéndole contra los impíos. 


52.H 


acordó el Señor de su pueblo, y sa¬ 
lió por la causa de su heredad. 10 Por 
esto serán celebrados por ellos estos 
días en el mes de Adar, los días ca¬ 
torce y quince del mes, con grande 
concurso, alegría y exaltación, de¬ 
lante de Dios, de generación en ge¬ 
neración para siempre, en el pueblo 
de Israel.» 


Subscripción. 

El año cuarto del reinado de Tolo- 
meo y Clcopatra, Dositeo, que se 
decía sacerdote y levita, y Tolomeo, 
su hijo, trajeron la presente epístola 
sobre los Puritn , que dicen ser autén¬ 
tica, y haber sido traducida por Li- 
símaco, el de Tolomeo, vecino de 
Jerusaién. 


PARTE PROTOCANONICA 

1 A 1 El rey Asuero impuso un tri- 
buto a la tierra y a las islas del 
mar. 2 Todos los hechos concernientes 
a su poderío y sus hazañas, y los 
pormenores de la grandeza a que 
elevó a Mardoqueo, ¿no están conte¬ 
nidos en el libro de las crónicas de 
los reyes de los medos y de los persas? 
3 Pues el judío Mardoqueo era el pri¬ 
mero después del rey Asuero, muy 
considerado entre los judíos y amado 
de la muchedumbre de sus hermanos; 
buscó el bien de su pueblo y habló 
para el bien de su raza. 

















INTRODUCCION AL LIBRO I DE LOS MACABEOS 


r) ES DE los dias de Esdras y Nehemías la historia está muda , hasta los 
días de Seleuco IV (187-175). Israel, gobernado por un senado que pre¬ 
sidia el sumo sacerdote , vivió en paz bajo el imperio persa. y criando éste fué 
sustituido por el macedónico, pasó automáticamente al dominio de Alejandro 
Magno. A la muerte de este se organizó el reino de los Seducidas en Siria y 
el de los Tolomeos en Egipto. Palestina, puesta en medio, fué campo de batalla 
en las ritualidades de ambos reinos, y hubo de sufrir las consecuencias. El fervor 
religioso se fué apagando en muchos israelitas, que, contaminados con el paga¬ 
nismo griego, quisieron sustituir las instituciones mosaicas por las helénicas. 
Eos reyes de Siria vieron con agrado estos propósitos y los hicieron suyos, dando 
con esto ocasión a las guerras heroicas de los Macabeos, que casi tuvieron tanto 
de cimies como de nacionales. Estas guerras son el argumento de los libros de 
los Macabeos, que no son una sola obra dividida en dos libros, sino dos obras 
distintas y en gran parte paralelas. 

El libro primero, encabezado con un breve resumen histórico, que va desde 
Alejandro Magno hasta Antíoco IV Epifanes (1, 1-10), nos cuenta el prin¬ 
cipio de la persecución religiosa promovida por Antíoco (11-67), la subleva¬ 
ción de Matatías y de sus hijos (2, 1-70), y el desarrollo de estas luchas bajo 
la dirección sucesiva de Judas, apellidado el Macabeo (3, 1-0, 22), de Jona- 
tán (0, 23-12, 54), y de Simón (13-16). Abarca un período de cuarenta años 
(175-135 a. C.). En ellos, el pueblo, bajo la dirección de esta familia, gracias 
a su heroísmo y a la habilidad con que supo aprovecharse de las contiendas 
civiles del reino selcucida, alcanzó la independencia y creó una nueva dinastía 
lev (tica, la de los Asmoneos, como la Historia denominó a la familia de Ma¬ 
tatías. 



















526 


MACABEOS I, 1 


El libro fué escrito en hebreo , entre los años 104 y 63 a. C ., por un judio 
de Palestina , entusiasta de la nueva dinastía , cuyos orígenes parece que se 
propone contar. Su cronología tiene por punto de partida la era griega , que 
comienza en otoño del 312 , aunque propiamente el punto de partida del autor 
es la Pascua precedente. Perdido el original hebreo , que Orígenes y San Jeró¬ 
nimo conocieron , nos queda una versión griega , de la cual se derivó la antigua 
latina , que es la que se contiene en la Vulgata } un tanto corregida. 


MACABEOS I 


Alejandro Magno. 

1 Alejandro, hijo de Filipo, ma- 

ecdonio, y el primero que reinó 
en Grecia, partiendo del país de Ma- 
eedonia venció a Darío, rey de los 
persas y de los medos, y reinó en 
lugar suyo. 2 Después de esto com¬ 
batió muchas batallas, expugnó mu¬ 
chas fortalezas y dió muerte a algu¬ 
nos reyes de la tierra. 5 Atravesándola 
hasta sus confines, se apoderó de los 
despojos de muchas naciones, y la 
tierra se le rindió. Su corazón se engrió 
y se llenó de orgullo. 4 Juntó pode¬ 
rosos ejércitos, 6 sometió a su impe¬ 
rio regiones y pueblos, y los sobera¬ 
nos le pagaron tributo. 6 Después 
de todo esto cayó en el lecho y en¬ 
tendió que se moría. 7 Llamando a 
sus oficiales, los nobles que con él 
se* habían criado desde la juventud, 
dividió aún en vida su reino entre 
ellos. 8 Había reinada Alejandro doce 
años, cuando le arrebató la muerte. 

9 En su lugar entraron a reinar sus 
generales; 10 los cuales, en cuanto él 
murió, se ciñeron diadema, y sus hijos 
después de ellos durante muchos años, 
multiplicándose los males en la tierra. 


Antíoeo IV. 

11 De ellos brotó aquella raíz de 
pecado Antíoeo Epifanes, hijo del 
rey Antíoeo, que estuvo en liorna como 
rehén y se apoderó del reino el año 137 
de la era de los griegos. 12 Salieron de 
Israel por aquellos días hijos inicuos, 
que persuadieron al pueblo, diciéndolc: 
«Ea, hagamos alianza con las nacio¬ 
nes vecinas, pues desde que nos sepa¬ 
ramos de ellas ñas han sobrevenido 


tantos males;» 13 y a muchos les pare¬ 
cieron bien semejantes discursos. 
14 Algunos del pueblo se ofrecieron 
a ir al rey, el cual les dió facultad 
para seguir las instituciones de los 
gentiles. 15 En virtud de esto, levan¬ 
taron en Jerusalén un gimnasio, con¬ 
forme a los usos paganos, 18 se resta¬ 
blecieron los prepucios, abandonaron 
la alianza santa, haciendo causa 
común con los gentiles, y se vendie¬ 
ron al mal. 

17 Una vez que Antíoeo se conso¬ 
lidó en el reino, concibió el propósito 
de adueñarse de Egipto, a fin de rei¬ 
nar sobre las dos naciones. 18 Entró en 
él con un poderoso ejército, con carros, 
elefantes y jinetes, y con una gran 
flota, 19 e hizo la guerra a Tolomeo. 
rey de Egipto. Atemorizado éste, huyó 
ante él, y muchos cayeron heridos. 
20 Antíoeo se apoderó de las ciuda¬ 
des fuertes de Egipto, y volvió car¬ 
gado de despojos. 21 El año 143, 
después de haber vencido a Egipto, 
Antíoeo vino contra Israel 22 y subió 
a Jerusalén con un poderoso ejército. 
23 Entró altivo en el santuario, arre¬ 
bató el altar de oro, el candelabro de 
las luces con todos sus utensilios, la 
mesa de la proposición, las tazas de 
las libaciones, las copas, los incen¬ 
sarios, la cortina, las coronas, y arran¬ 
có todo el decorado de oro que cubría 
el templo. 24 Se apoderó asimismo 
de la plata, del oro y de los vasos 
preciosos, y se llevó los tesoros ocul¬ 
tos que pudo hallar, y con todo se 
volvió a su tierra. 

26 Hicieron sus gentes gran ma¬ 
tanza, y profirieron palabras inso¬ 
lentes. 26 Un gran duelo se levantó 
en Israel y en todos sus hogares; 
27 y se lamentaron los príncipes y los 





MAC ABEOS I, 1 


527 


ancianos; las doncellas y los jóvenes 
perdieron su vigor, y palideció la be¬ 
lleza de las mujeres. 28 Todos los 
novios entonaron lamentaciones, e 
hicieron duelo los que se sentaban 
en el lecho nupcial. 29 Se conmovió 
la tierra por la consternación de sus 
moradores, y toda la casa de Israel 
quedó cubierta de confusión. 

30 Pasados dos años, envió el rey 
al jefe de los tributos a las ciudades 
de Judá y a Jcrusalén, con numero¬ 
sas tropas; 31 y con falsía les habló 
palabras de paz, en las que ellos cre¬ 
yeron. 32 Pero de repente se arrojó 
sobre la ciudad, causando en ella gran 
estrago y haciendo perecer a muchos 
del pueblo de Israel. 33 Saqueó la 
ciudad y la incendió y destruyó sus 
casas y los muros que la cerca han. 
34 Llevaron cautivas a fas mujeres 
y a los niños, y se apoderaron de los 
ganados. 35 Edificaron en torno a la 
ciudad de David un muro alto y 
fuerte, y torres también fuertes, con¬ 
viniéndola en ciudadela. 36 La guar¬ 
necieron de gentes impías, hombres 
malvados que en ella se hicieron 
fuertes. 37 La aprovisionaron de 
armas y vituallas, y juntando los 
despojos de Jcrusalén, los depositaron 
en ella, viniendo a ser para la ciu¬ 
dad un gran lazo. 

38 Fue una asechanza para el san¬ 
tuario, una grave y continua ame¬ 
naza para Israel. 39 Derramaban san¬ 
gre inocente en torno del santuario 
y lo profanaron. 40 A causa de ellos 
huían los moradores de Jcrusalén, 
que vino a ser habitación de extra¬ 
ños. Se hizo extraña a su propia 
prole, y sus hijos la abandonaron. 
41 Su santuario quedó desolado como 
el desierto; sus fiestas se convirtieron 
en duelo, sus sábados en oprobio, y 
en desprecio su honor. 42 A la medida 
de su gloria creció su deshonra, y su 
magnificencia se volvió en duelo. 


La persecución religiosa. 

43 El rey Antíoco publicó un de¬ 
creto en su reino, de que todos for¬ 
masen un solo pueblo, dejando cada 
uno sus peculiares leyes. 44 Todas las 
naciones se avinieron a la disposi¬ 
ción del rey. 45 Muchos de Israel se 
acomodaron a este culto, sacrificando 
a los ídolos y profanando el sábado. 
46 Por medio de mensajeros, el rey 
envió a Jerusalén y a las ciudades 


de Judá órdenes escritas, de que 
todos siguieran aquellas leyes, aun¬ 
que extrañas al país; 47 que se supri¬ 
miesen en el santuario los holocaustos, 
el sacrifieio y la libación; 48 que se 
profanasen los sábados y las solem¬ 
nidades; 49 que se contaminase el san¬ 
tuario y el pueblo santo: 50 que se 
edificasen altares y santuarios e ído¬ 
los, y se sacrificasen puercos y ani¬ 
males impuros; 61 que dejasen a los 
hijos incircuncisos; que manchasen 
sus almas con todo genero de im¬ 
pureza y abominación, de suerte que 
diesen al olvido la ley, y mudasen 
todas sus instituciones; 52 y que 
quien se negase a obrar conforme a 
este decreto del rey, fuera condena¬ 
do a muerte (1). 

63 Tal fué el decreto publicado en 
todo el reino. En todo Israel instituyó 
inspectores, 54 y a las ciudades de 
Judá les dió orden de que sacrifica¬ 
sen cada una por sí, ciudad por ciu¬ 
dad. 65 Se les unieron muchos del 
pueblo, todos los que abandonaron 
la ley. Fué el mal que cometieron 
en la tierra, 66 obligando a los ver¬ 
daderos israelitas a ocultarse en todo 
género de escondrijos. 

57 El día quince del mes de Casleu 
del año 145, edificaron sobre el altar 
la abominación de la desolación, y 
en las ciudades de Judá de todo al¬ 
rededor edificaron altares; 68 ofre¬ 
cieron incienso a las puertas de las 
casas y en las calles; 59 y los libros 
de la lev que hallaban, los rasgaban 
y echaban al fuego. 60 A quien se 
le hallaba con un libro de la alianza 
en su poder y observaba la ley, en 
virtud del decreto del rey se le con¬ 
denaba a muerte. 

61 Así hacían a Israel, a cuantos 
habitaban en sus ciudades, un ines y 
otro mes. 62 El Veinticinco del mes sa¬ 
crificaron en el ara levantada sobre el 
altar de los holocaustos. 63 Las mu¬ 
jeres que circuncidaban a sus hijos 
eran muertas, según el decreto, 64 y 
los niños colgados por el cuello. Sa¬ 
queaban las casas y daban muerte 
a quienes se habían circuncidado. 
65 Muchos en Israel se mantuvieron 
fuertes en su resolución de no comer 
cosa impura, prefiriendo morir a con- 


(i) Aquí ya tenemos la franca persecución 
religiosa. En los sucesos precedentes tal' vez la 
persecución no fuera sino lucha política contra 
la nación, mas ahora la lucha comienza por el 
decreto que trata de imponer la religión helé¬ 
nica y prohíbe la judia. 









526 


MACABEOS I, 2 


taminarse con los alimentos y pro¬ 
fanar la santa alianza, y por ello 
murieron. 66 Muy grande fue la cólera 
que descargó sobre Israel. 

1 Por entonces se levantó Mata- 
" tías, hijo de Joás, hijo de Simeón, 
sacerdote, de los hijos de Joarib, de 
Jerusalén, que habitaba en Modín. 
2 Tenía cinco hijos: Juan, apellidado 
Caddir, (i) * 3 Simón, llamado Tasi; 4 Ju¬ 
das, apellidado Macabeo; 5 Elenzar, 
apellidado Abarán, y Jonatás, ape¬ 
llidado Apfás. 6 Y viendo las abomi¬ 
naciones cometidas con Judá y en 
Jerusalén, 7 dijo (1): 

«¡Ay de mí! ¿Por qué nací yo, para 
ver la ruina de mi pueblo, y la ruina 
de la ciudad santa, obligados a habi¬ 
tar aquí, cuando está en poder de 
enemigos 8 y su santuario en poder 
de extraños? Su pueblo fue tratado 
como un infame, 9 sus vasos preciosos 
llevados en botín, sus niños muertos 
en las plazas, y sus jóvenes caídos 
a la espada enemiga. 10 ¿Qué nación 
no se ha adueñado de su reino, y no 
se ha apoderado de sus despojos? 

11 Todo su ornato le fue arrebatado, 
y la que era libre fué hecha esclava. 

12 y ved cómo nuestro santuario, que 
era nuestro honor y nuestra gloria, 
está desolado, profanado por las gen¬ 
tes. 13 ¿Para qué vivir?» 

14 Rasgaron Matatías y sus hijos 
sus vestiduras, y se vistieron de saco 
e hicieron gran duelo. 15 En tanto lle¬ 
garon a la ciudad de Modín los dele¬ 
gados del rey, forzando a la a pos¬ 
tasía mediante la ofrenda del incienso. 
18 Muchos israelitas les obedecían, 
mientras Matatías y sus hijos se man¬ 
tuvieron apartados. 17 Los enviados 
del rey dirigiéronse a Matatías, y le 
dijeron: «Tú eres príncipe e ilustre y 
grande en esta ciudad, apoyado por 
muchos hijos y parientes; 18 acércate, 
pues, el primero, y haz conforme al 
decreto del rey, como hacen todas 
las naciones, los hombres de Judá 
y los que quedaron en Jerusalén. 
Y seréis tú y tu casa de los amigos 
del rey, y seréis enriquecidos, tú y 
tus hijos, de plata y oro y muchas 
mercedes.» 

19 A lo que contestó Matatías, di- 


(i) El anciano sacerdote Matatías es la 
encarnación del sentimiento patriótico y reli¬ 
gioso de Israel, sentimiento que supo infundir 
a sus hijos, quienes animados de él luchan 
heroicamente hasta obtener la victoria. 


ciendo en alta voz: «Aunque todas 
las naciones que forman el imperio 
abandonen el culto de sus padres y 
se sometan a vuestros mandatos, 20 yo 
y mis hijos y mis hermanos viviremos 
en la alianza de nuestros padres. 
21 Líbrenos Dios de abandonar la 
ley y sus preceptos. 22 No escuchare¬ 
mos las órdenes de rey para salimos 
de nuestro culto, ni a la derecha ni 
a la izquierda.» 

23 Apenas había terminado de ha¬ 
blar en presencia de todos, cuando 
se acercó un judio para quemar in¬ 
cienso en el altar que había en Modín, 
según el decreto del rey. 24 Al verlo 
Matatías, se indignó hasta estreme¬ 
cerse; v llevado de justa indignación, 
fue corriendo y le degolló sobre el 
altar. 26 En el mismo instante mató 
al enviado del rey, que obligaba a 
sacrificar, y destruyó el altar. 26 Así 
mostró su celo por la ley, como 
había hecho Fines con Zainbri, el 
hijo de Salom (1). 


La sublevación. 

27 Alzó luego el grito Matatías en 
la ciudad, y dijo: «|Todo el que sienta 
celo por la lev y sostenga la alianza, 
sígame]» 28 Y huyeron él y sus hijos 
a los montes, abandonando euanto 
tenían en la ciudad. 29 Entonces 
muchos que suspiraban por la jus¬ 
ticia y el juicio bajaron al desierto, 
30 para habitar allí, así ellos como 
sus hijos, sus mujeres y sus ganados, 
pues la persecución había llegado al 
colmo. 31 Y así que llegó a noticia de 
los enviados del rey y de las fuerzas 
que había en Jerusalén, en la ciudad 
de David, que aquellos hombres, des¬ 
obedeciendo el decreto del rey, ha¬ 
bían bajado para esconderse en el 
desierto, V que muchos los habían 
seguido, 32 | uc go los sorprendieron; 
y acampando enfrente de ellos, se 
dispusieron a atacarlos en día de sᬠ
bado. 33 Y les decían: «Hasta con lo 
hecho hasta aquí. Salid y cumplid 
el decreto del r^v, y viviréis.» 34 Ell«*s 
contestaron: «No saldremos, ni hare¬ 
mos lo mandado por el rey, profa¬ 
nando el sábado.» 


(i) Estos acros de Matadas son como la 

declaración de guerra contra el rey. Como repre¬ 

sentante de la nación oprimida, pero que tiene 

derecho a la libertad y aspira a conquistarla, 

degüella al impío israelita en nombre de la ley 

y da muerte al enviado de Antfoco. 







MACABEOS I, 3 


52V» 


36 En seguida los acometieron; 
33 y ellos no les respondieron, ni les 
lanzaron una piedra, ni taparon sus 
escondrijos, 37 diciendo: «Muramos to¬ 
dos en nuestra inocencia, y el cielo 
y la tierra serán testigos de que 
injustamente nos hacéis morir.» 38 Y 
acometidos en día de sábado, murieron 
ellos, sus mujeres, sus hijos v sus ga¬ 
nados, hasta mil hombres. 39 Cuando 
Matatías y sus amigos lo supieron, 
se dolieron grandemente, 40 pero di¬ 
jeron: «Si todos hacemos como nues¬ 
tros hermanos lian hecho, no comba¬ 
tiendo contra los gentiles por nuestras 
vidas v nuestras leyes, pronto nos 
exterminarán de la tierra.» 41 Y loma¬ 
ron aquel día esta resolución; Todo 
hombre, quienquiera que sea, que, 
en día de sábado viniere a pelear 
contra nosotros, será de nosotros com¬ 
batido, y no nos dejaremos matar 
todos, como nuestros hermanos, en 
sus escondrijos (I). 

42 Entonces se unió a ellos un gru¬ 
po de asideos, israelitas valientes, 
todos adictos a la ley. 43 Cuan¬ 
tos buscaban escapar a la perse¬ 
cución se unían a ellos, acrecentán¬ 
dose así sus fuerzas, 44 hasta formar 
un ejército con el cual hirieron a los 
pecadores en su ira y a los impíos 
en su furor. Los restantes buscaban 
su salud entre los gentiles. 45 Reco¬ 
rrieron Matatías y sus amigos las 
ciudades destruyendo altares, 46 y 
obligando a circuncidar a cuantos 
niños encontraban incircuncisos en 
los confines de Israel. 47 Perseguían 
a los rebeldes a la ley, y su fuerza 
crecía más cada vez. 48 Defendíanla 
ley contra los gentiles y los reyes, y 
no se doblegaban ante los pecado¬ 
res. 49 Acercándose el fin de ios días 
de Matatías, dijo este a sus hijos; 

«Al presente triunfa, la soberbia y 
el castigo, es tiempo de ruina y de 
furiosa cólera. 60 Ahora, hijos míos, 
mostraos celadores de la ley, y dad 
la vida por la alianza de nuestros 
mayores. 51 Acordaos de las haza¬ 
ñas de vuestros padres en sus dias, 
y alcanzaréis gran gloría y nom¬ 
bre eterno. 62 ¿No fue Abraham 
hallado fiel en la tentación, y le 


(i) Estos que se dejaron matar por no que¬ 
brantar el sábado eran del partido de los Hasidin 
o devotos, que hadan especial profesión de 
piedad. Matatías y los suyos, aunque respetan 
la conducta de aquellos mártires, no creen que 
sea la más prudente ni laque ellos deben seguir, 
pues sería dar a los enemigos la victoria. 


fue imputado a justicia? 63 En el 
tiempo de la tribulación José guar¬ 
dó la ley, y vino a ser señor de Egip¬ 
to. 64 Fines, nuestro padre, por su 
gran celo recibió la promesa del sacer¬ 
docio eterno. 66 Josué, por la obser¬ 
vancia de la ley llegó a ser juez de 
Israel. 66 Caleb, por su testimonio 
ante el pueblo recibió la heredad de 
la tierra. 67 David, por su misericor¬ 
dia heredó el trono real, por los siglos 
de los siglos. 68 Ellas, por su gran celo 
de la Ley fué arrebatado al cielo. 
69 Ananías, Azarías y Misael, por su 
fe, fueron librados del fuego. 60 Da¬ 
niel en su inocencia fué libertado del 
foso de los leones. 61 Recorred de este 
modo todas las generaciones, y veréis 
cómo ninguno que confía en Dios es 
confundido. 

62 »No temáis las amenazas de ese 
malvado, porque su gloria se volverá 
en estiércol y en gusanos. 63 Hoy se 
engríe, pero mañana no será hallado, 
porque se habrá vuelto al polvo y 
se habrán disipado sus planes. 64 Vos¬ 
otros, hijos míos, cobrad ánimo, com¬ 
batid varonilmente por la ley, que con 
esto vendréis a ser gloriosos. 

65 »Yo sé que Simeón, vuestro her¬ 
mano, es hombre de consejo; oídle 
siempre, y sea él vuestro padre. 
66 Judas, el Maeabeo, .es fuerte y vi¬ 
goroso desde su mocedad; que sea el 
capitán del ejército y quien dirija 
la guerra contra las naciones. 67 Atraed 
a vosotros a todos los cumplidores de 
la ley, y tomad severa venganza de 
los ultrajes a vuestro pueblo. 68 Dad 
a los gentiles su merecido, y atended 
a la observancia de los preceptos de 
la ley.» 

69 Y bendiciéndolos, fué a reunirse 
con sus padres. 70 Murió el año 146, 
y los hijos le sepultaron en el sepul¬ 
cro de sus padres, en Modín, y todo 
Israel hizo por él gran duelo. 

Judas Mnc*:ih(*o. 

1 Le sucedió Judas, apellidado 
Maeabeo, 2 a quien apoyaron sus 
hermanos y cuantos liabian seguido 
a su padre, y combatían alegremente 
los combates de Israel. 

3 Y dilató la gloria de mi pueblo, 

y como héroe se vistió la coraza, 

y se ciñó sus armas para guerrear, 

y trabó batallas, protegiendo con 
su espada el campamento. 

4 Por sus hazañas se asemejó al 
león, 


34 








53U 


MACABEOS I, 3 


y al cachorro que ruge en busca de 
Ja presa. 

6 Persiguió en sus escondites a los 
impíos, 

y entregó a las llamas a los per¬ 
turbadores de su pueblo. 

6 Los impíos se sobrecogieron de 
miedo ante él, 

los obradores de la iniquidad se 
turbaron. 

En sus manos llegó a buen término 
la salud. 

7 Dió en qué entender a muchos 
reyes, 

y fué el regocijo de Jacob con sus 
hazañas. 

Por los siglos perdurará su memoria 
en bendición. 

8 Recorrió las ciudades de Judá 

exterminó a los impíos de ellas, y, 

y alejó de Israel la ira. 

9 Llegó su nombre hasta los confi¬ 
nes de la tierra, 

y reunió a los dispersos. 


Sus primeras victorias. 

10 Apolonio reunió a las naciones, 
y vino de Samaría un gran ejército, 
para hacer la guerra contra Israel. 

11 Así que lo supo Judas, le salió al 
paso, le derrotó y le dió muerte: 
cayeron muchos y huyeron los demás. 

12 Se apoderó de sus despojos y de la 
espada de Apolonio, de la cual se 
sirvió, en la guerra todos los días de 
su vida. 

13 Cuando llegó a oídos de Serón, 
jefe del ejército de Siria, que Judas 
habla juntado gente y que una muche¬ 
dumbre de fieles a la ley combatía 
a su lado, 14 se dijo: Me haré famoso 
y ganaré gloria en el reino, comba¬ 
tiendo a Judas y a los suyos, que 
desprecian los decretos del rey. 16 Y 
preparada la segunda expedición, sa¬ 
lió y subió con poderoso ejército, al 
cual se unieron los impíos, para apo¬ 
yarle y lomar venganza de los fieles 
de Israel. 16 Llegaron hasta la subida 
de Bclorón, donde les salió al paso 
Judas con una pequeña tropa. 17 Esta, 
viendo el ejército que venia contra 
ellos, dijo a Judas: «¿Cómo podremos 
nosotros, tan pocos, luchar contra 
tan poderosa muchedumbre, y menos 
estando, como estamos hoy, exte¬ 
nuados por el ayuno 7» 

19 Pero Judas les contestó: «Fácil 
cosa es a Dios entregar una muche¬ 
dumbre en manos de pocos, que para 


el Dios del cielo no hay diferencia 
entre salvar con muchos o con pocos; 
19 y no está en la muchedumbre del 
ejército la victoria en la guerra: del 
cielo viene la fuerza. 20 Estos llegan 
contra nosotros llenos de orgullo e 
impiedad, para apoderarse de nos¬ 
otros, de nuestras mujeres e hijos, 
y saquearnos, 21 mientras que nos¬ 
otros luchamos por nuestras vidas y 
por nuestras leyes. 22 Dios los aplas¬ 
tará a nuestros ojos; no tengáis miedo 
de ellos» (1). 

23 Asi que acabó de hablar, los aco¬ 
metió con decisión, derrotando cute¬ 
ramente a Serón y a su ejército. 
24 Los persiguió Judas por la bajada 
de Betoróu hasta el llano, quedando 
en el campo unos ochocientos hom¬ 
bres, y huyendo los demás a tierra 
de los filisteos. 25 Con esto, el espanto 
y el miedo a Judas y a sus hermanos 
se apoderó de las naciones vecinas. 
29 La fama de su nombre llegó hasta 
el rey, y en todas las naciones se 
contaban sus batallas. 


Se preparan más duros combates. 

27 El rey Antloco, en teniendo no¬ 
ticia de estos sucesos, se encendió en 
ira, y dió orden de juntar todas las 
fuerzas del reino, un ejército podero¬ 
sísimo. 29 Abrió sus tesoros, y pagó 
la soldada a su ejército por un año. 
ordenando que estuviesen preparados 
para todo evento. 29 Viendo el rey 
que sus tesoros hablan quedado 
exhaustos, y que los tributos eran 
escasos, por las disensiones y las ca¬ 
lamidades que él habla traído sobre 
la tierra, en su empeño de suprimir 
las leyes que habían estado en uso 
desde los días antiguos, 30 temió no 
tener, como otras veces le había su¬ 
cedido, para los gastos y los donati¬ 
vos, que s'olla repartir con más larga 
mano y mayor prodigalidad que sus 
antecesores. 31 En este grave aprieto 
resolvió ir a Persia, a cobrar los lii- 
butos de las regiones y reunir mucho 
dinero. 

32 Dejó a Lisias, hombre ilustre y 
de linaje real, al frente de los nego¬ 
cios del reino, desde el Eufrates hasta 
los confines de Egipto, 33 y con el 
encargo de velar por su hijo Anlíoco, 


(x) Estas palabras expresan los sentimiento;, 
de los Macabeos e indican la fuente de su fuerza 
incontrastable. 







531 


MACA BEOS I,_4 


hasta su vuelta. 84 Puso a su dispo¬ 
sición la mitad del ejército y los ele¬ 
fantes, encomendándole la ejecución 
de sus planes, y sobre todo lo de 
Judea y Jerusalén. 35 Debía enviar 
contra ellos el ejército, aplastar y 
destruir la fuerza de Israel y las reli¬ 
quias de Jerusalén, hasta borrar de 
la tierra su memoria, 36 e instalar a 
los extranjeros en sus confines, dis¬ 
tribuyéndoles la tierra p° r suerte. 
37 La otra mitad del ejército la llevó 
consigo el rey, que partió de Antio- 
quía, la capital de su reino, el año 147, 
y atravesando el Eufrates, se dirigió 
hacia las regiones altas. 

38 Luego eligió Lisias a Tolomeo, 
hijo de Dorimeno, a Nicanor y a 
Gorgias, varones valerosos de entre 
los amigos del rey; 39 y envió con 
ellos cuarenta mil hombres y siete 
mil caballos para invadir la Judea y 
arrasarla, según el mandato del rey. 
40 Partieron con todo un ejército y 
vinieron a acampar cerca de Emaús, 
en la llanura. 41 Cuando los merca¬ 
deres de la región tuvieron noticia 
de su llegada, tomaron consigo mu¬ 
chísima plata, oro y siervos, y vi¬ 
nieron al campamento para comprar 
los hijos de Israel por esclavos. Tam¬ 
bién se agregaron a ellos fuerzas pro¬ 
cedentes de Siria y de la tierra de 
los filisteos (1). 

42 Viendo Judas y sus hermanos 
que las calamidades se multiplicaban 
y que los ejércitos estaban acampa¬ 
dos en sus confines, y conocedores de 
las órdenes dadas por el rey, de des¬ 
truir y exterminar al pueblo, 43 se 
dijeron unos a otros: «Defendamos a 
nuestro pueblo contra esos planes de 
destrucción, y luchemos por nuestra 
nación y por el santuario», 44 y re¬ 
solvieron disponerse a la guerra, oran¬ 
do y pidiendo a Dios clemencia y 
misericordia. 

45 Jerusalén estaba despoblada 
como un desierto; no había quien 
de sus hijos entrase o saliese. Su 
santuario estaba conculcado, y los 
hijos de los extranjeros moraban en 
la ciudadela. Era ésta albergue de 
los gentiles; el gozo de Jacob había 
desaparecido, y habían enmudecido 
la flauta y la cítara. 

46 Sé reunieron en Masía, enfrente 


(i) El comercio de esclavos era muy lucra¬ 
tivo, y como los prisioneros de guerra eran por 
derecho común esclavos, los mercaderes vienen 
presurosos, esperando hacer un gran negocio. 


de Jerusalén, pues en otro tiempo 
había sido Masía un lugar de oración 
para Israel; 47 y ayunaron aquel día, 
se vistieron de saco, pusieron ceniza 
sobre sus cabezas, rasgaron sus ves¬ 
tiduras, 48 y extendieron el libro de 
la ley, buscando en él (1) lo que los 
gentiles preguntan a las imágenes de 
sus ídolos. 49 Trajeron los vestidos 
sacerdotales, las primicias y los diez¬ 
mos, c hicieron venir a nazareos que 
habían cumplido los días de su con¬ 
sagración; 60 y a voces clamaron al 
cielo, diciendo: «¿Qué vamos a hacer 
con éstos y a dónde vamos a llevar¬ 
los? 61 Porque tu santuario está ho¬ 
llado y profanado, tus sacerdotes en 
luto y humillación, 52 y ahora los 
gentiles se han reunido contra nos¬ 
otros para destruirnos. Tú sabes las 
cuentas que echan sobre nosotros. 
63 ¿Cómo podremos hacerles frente, 
si tú no nos ayudas?» 64 Y tocaron las 
trompetas, y clamaron a grandes 
voces. 

65 Después de esto instituyó Judas 
jefes del pueblo, de millares, cente¬ 
nas, cincuentenas y decenas, 66 y 
dijeron a los que edificaban casas, 
a los que habían tomado mujer, a 
los que habían plantado una viña, 
y a los tímidos, que se volvieran 
cada uno a su casa, conforme la pres¬ 
cripción de la ley, 57 y levantando 
el campo, vinieron a ponerse al sur 
de Emaús. 68 Dijo Judas a los suyos: 
«Preparaos y portaos como valientes, 
prontos a luchar mañana temprano 
contra estas gentes que se han reuni¬ 
do contra nosotros, para destruirnos 
y destruir el santuario. 69 Mejor es 
morir combatiendo, que contemplar 
las calamidades de nuestro pueblo y 
del santuario. 60 En todo caso, hᬠ
gase la voluntad del cielo.» 

I 1 Gorgias, tomando cinco mil in- 
4 fantes y mil jinetes escogidos, le¬ 
vantó el campo por la noche, 2 con 
el propósito de atacar al ejército judío, 
y derrotarlo por sorpresa. Llevaban 
por guías hombres de la ciudadela. 
3 Tuvo de ello noticia Judas, y 
con sus valientes movió también el 
campo para atacar a los del rey, 


(i) Es día de luto y de oración. A falta de 
profeta o de sacerdote que consulte al Señor 

por los urim y tummim » lo hacen por el texto 
de la Ley. Los nazareos terminaban su voto 
con un sacrificio que sólo en el templo podía 
ofrecerse. Pero el templo estaba profanado y 
en poder de los gentiles. 










ó 32 


MACABEOS I, 4 


que estaban junto a Emaús, 4 en 
tanto que el grueso del ejército an¬ 
daba aún disperso, lejos del cam¬ 
pamento. 

6 Llegó Gorgias al campo de Judas 
por la noche; y no hallando a nadie, 
los buscaba por los montes, diciendo: 
«Estos han huido de nosotros.» 6 En 
cuanto fue de día apareció Judas en 
el llano con tres mil, que no tenían 
ni los escudos ni las espadas que 
deseaban. 7 Vieron el campamento 
de los gentiles, fuerte, atrincherado, 
rodeado de la caballería, formado por 
hombres diestros en la guerra. 8 Dijo 
Judas a los que le acompañaban: «No 
temáis esa muchedumbre ni su ím¬ 
petu os acobarde. 9 Recordad cómo 
fueron salvados nuestros padres en 
el Mar Rojo, cuando el Faraón los 
perseguía con su ejército. 10 Levan¬ 
temos al cielo nuestra voz, en la espe¬ 
ranza de que se compadezca de nos¬ 
otros y, acordándose de la alianza 
de nuestros padres, aplaste hoy ante 
nuestros ojos este campamento, 11 y 
conocerán todas las gentes que hay 
quien rescata y salva a Israel.» 

12 Alzando íos enemigos sus ojos, 
vieron que los venían a atacar, 13 y 
salieron del campo para combatirlos. 
Los de Judas tocaron las cornetas, 
14 y se trabó la lucha, siendo derro¬ 
tados los gentiles, que luego se die¬ 
ron a huir por el llano. 15 Fueron 
perseguidos hasta Ouezer, los llanos 
de Idumea, de Azoto y de Jamnia; 
los rezagados cayeron todos al filo 
de la espada, quedando en el campo 
hasta tres mil de ellos. 16 Volviendo 
Judas con su ejército de perseguirlos, 
dijo a los suyos: 17 "No codiciéis los 
despojos, que tenemos ante nosotros 
el peligro, 18 pues Gorgias está con 
su ejército en los montes próximos. 
Por el momento haced frente a los 
enemigos y combatid contra ellos; 
después ya podréis tomar los des¬ 
pojos con seguridad.» 

19 Estaba aún Judas diciendo esto, 
cuando apareció, saliendo del monte, 
una división de Gorgias; 20 la cual, 
al ver cómo los suyos habían vuelto 
las espaldas y ardía en llamas el 
campamento, porque el humo que 
>e veía daba bien a entender lo suce¬ 
dido, 21 se llenó de miedo, y más 
viendo al ejército de Judas en el 
llano, en orden de batalla. 22 Todos 
se dieron a huir hacia la tierra de 
los filisteos. 23 Judas entonces se vol¬ 
vió y recogió el botín del campamento, 


donde tomaron mucho oro y plata, 
y telas de jacinto y de púrpura ma¬ 
rina, y grandes riquezas. 24 A su 
vuelta elevaban al cielo cánticos y 
bendiciones al Señor: «Porque es 
bueno, porque es eterna su miseri¬ 
cordia.» 25 En aquel día obtuvo Israel 
una gran victoria. 


Nuera victoria. 

26 Cuantos extranjeros se salvaron 
llegaron a anunciar a Lisias lo su¬ 
cedido, 27 y éste, al oír las noticias, se 
quedó consternado y abatido, porque 
las cosas no habían sucedido en Israel 
como el rey se lo había ordenado. 28 Al 
año siguiente organizó un ejército de 
sesenta mil hombres y cinco mil ca¬ 
ballos, para acabar totalmente con los 
judíos. 29 Vino por Idumea y acam¬ 
pó en Betorón. Para hacerles fren¬ 
te sólo disponía Judas de diez mil 
hombres. 30 A la vista de tan fuerte 
ejército, oró, diciendo: «Bendito seas, 
Salvador de Israel, que quebrantaste 
el ímpetu del gigante por mano de 
tu siervo David, y entregaste el cam¬ 
pamento de los filisteos en poder de 
Jonatán, hijo de Saúl, y de su escu¬ 
dero. 31 Da este campo a manos de 
tu pueblo de Israel, y queden aver¬ 
gonzados su ejército y su caballe¬ 
ría. 33 Infúndeles miedo, abate la 
presuntuosa confianza en su forta¬ 
leza, y avergüéncense de su derrota. 
33 Derrótalos por la espada de los 
que te aman, y entonen cánticos de 
loor todos los que conocen tu nombre.» 

34 Viniendo a las manos, cayeron 
del ejército de Lisias cinco mil hom¬ 
bres. 35 Al ver Lisias la derrota de su 
ejército y la audacia del de Judas, 
y cómo estaban dispuestos a vivir* o 
morir gloriosamente, partió para An- 
tioquín y reclutó mercenarios para 
acrecentar su ejército, con el propó¬ 
sito de volver contra Judas. 


Restablecimiento del culto. 

38 Judas y sus hermanos se dijeron 
entonces: «Nuestros enemigos están 
derrotados; subamos, pues, y purifi¬ 
quemos el santuario y restablezcamos 
el culto.» 37 Y juntando el ejército, 
subieron al monte de Sióu. 38 Al ver 
el santuario desolado, profanado el 
altar, quemadas las puertas, la hier¬ 
ba crecida en los atrios como en un 




MACABEOS I, 5 


533 


bosque o en un monte, y las habita- 
cioncs destruidas, 39 rasgaron sus 
vestiduras y alzaron gran llanto, se 
pusieron ceniza sobre la cabeza, 40 se 
postraron en tierra, tocaron las trom¬ 
petas de señales, y clamaron al cielo. 

41 Luego ordenó Judas que algunos 
tuvieran en jaque a los de la ciuda- 
dela, mientras purificaban el santua¬ 
rio (1). 42 Eligieron sacerdotes irrepro¬ 
chables, amantes de la ley, 43 los 
cuales purificaron el templo y echa¬ 
ron las piedras del altar idolátrico 
en lugar inmundo. 44 Deliberaron qué 
harían del altar de los holocaustos, 
que había sido profanado, 45 y les 
pareció buen consejo destruirlo, por 
cuanto los gentiles lo habían profa¬ 
nado, 46 y depositar las piedras en 
el monte del templo, en Jugar con¬ 
veniente, hasta que viniese un pro¬ 
feta que diese oráculo sobre ellas. 
47 Tomaron luego piedras sin labrar, 
conforme prescribe la ley; alzaron 
el santuario y el interior del Templo, 
purificaron los atrios, 49 hicieron nue¬ 
vos vasos sagrados, e introdujeron el 
candelabro, el altar de los perfumes 
y la mesa en el templo. 50 Quemaron 
incienso en el altar, encendieron las 
lámparas del candelabro que lucían 
en el templo, 51 colocaron los panes 
sobre la mesa y colgaron las cortinas. 
De esta manera dieron fin a la obra. 

52 En la mañana del día 25 del 
mes noveno, que es el de Casleu, del 
año 148, se levantaron de madrugada 

53 y ofrecieron el sacrificio prescrito 
por la ley en el nuevo altar de los 
holocaustos que habían construido. 

54 Precisamente en la misma hora 
y día en que le habían profana¬ 
do los gentiles, fué renovado con 
cánticos, con cítaras, con arpas y 
con címbalos. 65 Todo el pueblo se 
postró sobre su rostro, adorando y 
elevando sus bendiciones al cielo, 
que les había dado tan feliz suceso. 

56 Durante ocho días celebraron la 
renovación del altar, y con alegría 
ofrecieron los holocaustos y sacrifi¬ 
cios de acción de gracias y alabanza. 

57 Adornaron la fachada del templo 
con coronas de oro y escudos, y res¬ 
tauraron las portadas y las cámaras 
y les pusieron puertas. 


58 Fué muy grande la alegría del 
pueblo por haber borrado el oprobio 
de los gentiles. 59 Finalmente man¬ 
daron Judas y sus hermanos y 
toda la asamblea de Israel, celebrar 
los días de la renovación del altar 
a su tiempo, de año en año, por ocho 
días, desde el veinticinco del mes de 
Casleu, con alegría y regocijo. 60 Por 
aquel mismo tiempo levantaron en 
torno del monte Sión muros altos y 
torres fuertes, para que no pudieran 
los gentiles hollarle como habían 
hecho antes, 61 pusieron en él una 
guarnición que le defendiera. Fortifi¬ 
caron asimismo a Betsur, para pro¬ 
tegerla y que el pueblo tuviese una 
defensa por el lado de Idumea. 


Guerra contra los pueblos vecinos. 

Z 1 Cuando las naciones de alre¬ 
dedor oyeron que el altar había 
sido reedificado y restaurado como 
antes el santuario, se enfurecieron 
sobremanera, 2 y decidieron destruir 
a los de la raza de Jacob que vivían 
en medio de ellos, comenzando a eje¬ 
cutar matanzas y destrucciones en el 
pueblo (1). 3 Comenzó Judas por hacer 
la guerra a los hijos de Esaú, y se 
apoderó de Aeraba tañe, en Judea, 
desde la cual hostigaban constante¬ 
mente a Israel. Les infligió una gran 
derrota, humillándolos y llevándose 
sus despojos. 4 Se acordó de la mal¬ 
dad de los hijos de Bayán, que ten¬ 
dían al pueblo lazos y emboscadas 
en los caminos. 5 Los obligó a ence¬ 
rrarse en sus torres, los cercó, y dán¬ 
dolos al anatema, puso fuego a las 
torres, que ardieron con todos los 
que en ellas había. 6 Pasó luego a 
los hijos de Ammón, y se encontró 
con un ejército fuerte y un pueblo 
numeroso, y a Timoteo por jefe. 
7 Tuvo con ellos muchos encuentros, 
hasta que los derrotó y deshizo total¬ 
mente. 8 Se apoderó de Gazer y 
sus aldeas, y s'e volvió luego a Judea. 

9 Los gentiles de Galad se conju¬ 
raron contra los israelitas que mo¬ 
raban en su territorio, con ei propó¬ 
sito de aniquilarlos, pero ellos huye¬ 
ron a la fortaleza de Diatcma. 10 Es¬ 
cribieron a Judas y a sus hermanos, 


(i) Por lo dicho se comprende la impor¬ 
tancia de este acto de Judas, primer fruto de (i) El eiemplo del rey cundió entre los pue- 
sus victorias, purificar el templo de las impu- blos vecinos a Jerusalén, que se dieron iodos 
rezas gentílicas y restablecer el culto legítimo a perseguir a los judíos. Judas estaba en su legí- 
del Dios verdadero. timo derecho, al defender a sus hermanos. 







534 


MACABEOS I, 5 


dieiéndoles: «Se han juntado contra 
nosotros las naciones de nuestro 
contorno, que se proponen destruir¬ 
nos; 11 están dispuestas a venir y 
apoderarse de la fortaleza en que nos 
hemos refugiado; tienen a Timoteo 
por jefe. 12 Ven, pues, y líbranos de 
sus inanos, porque muchos de los 
nuestros han caído ya, 13 y todos 
nuestros hermanos de la región de 
Tobi lian sido muertos, y robadas 
sus mujeres, sus hijos y sus bienes, 
pereciendo allí unos mil hombres.» 

14 Estaban leyendo estas cartas, 
cuando llegaron, rasgadas las vesti¬ 
duras, otros mensajeros de Galilea, 
16 los cuales comunicaron que se 
habían juntado contra ellos gentes de 
Toleinaida y de Tiro y de Sidón, y 
los gentiles de toda la Galilea, para 
aniquilarlos. 16 Cuando Judas V el 
pueblo oyeron semejantes noticias, 
se reunió una gran asamblea, y deli¬ 
beraron sourc lo que habían de hacer 
por sus hermanos, que se hallaban 
en grave aprieto, combatidos por los 
gentiles. 17 Dijo Judas a Simón, su 
hermano: «Toma gente contigo, y ve 
a librar a nuestros hermanos de Ga¬ 
lilea; yo y mi hermano Jonatán ire¬ 
mos a Galad.» 18 A José, el de Za¬ 
carías, y a Azarías los dejó por jefes 
del pueblo, con el resto del ejército 
para la defensa de Judca, 19 dándo¬ 
les esta orden: «Quedaos al frente del 
pueblo, pero no trabéis lucha con los 
gentiles, hasta nuestra vuelta.» 

20 Tomó Simón tres mil hombres 
para ir a Galilea, y Judas ocho mil 
para ir a Galad. 21 Partió Simón para 
Galilea, y después de muchos en¬ 
cuentros con los gentiles, los derrotó 
y persiguió hasta las puertas de To- 
lcmaida, 22 quedando en el campo 
unos tres mil de los gentiles y apo¬ 
derándose Simón de sus despojos. 
23 Tomó luego a los que moraban en 
Galilea y en Arbata, con sus muje¬ 
res, hijos y cuanto tenían, y los trajo 
con gran júbilo a Judea. 

24 Judas, el Macabeo, y Jonatán, 
su hermano, atravesaron el Jordán 
y caminaron durante tres días por el 
desierto, 26 -encontrándose con los 
nabnteos, que los recibieron amiga¬ 
blemente y les contaron cuanto a 
sus hermanos había sucedido en la 
región de Galad, 26 y cómo muchos 
de ellos se hallaban prisioneros en 
Bosora, en Bosor, en Alema, en 
Casfor, en Maqued y en Carnaim, 
ciudades todas fuertes y grandes; 


27 que también en las demás ciuda 
des de Galad había prisioneros, y 
habían ordenado los enemigos para 
el día siguiente atacar las plazas 
fuertes, tomarlas y acabar con todos 
los judíos en un solo día. 

28 Judas, con su ejército, atrave¬ 
sando el desierto, llegó de improviso 
a Bosora, se apoderó de la ciudad, 
pasó al filo de la espada a todos los 
varones, se adueñó de todos sus 
despojos y la puso fuego. 29 Levan¬ 
tando el campo por la noche, se en¬ 
caminó hacia la fortaleza de Diatc- 
ma. 30 Al amanecer alzó los ojos y 
vió una muchedumbre innumerable 
con escalas y máquinas de guerra, 
dispuesta a atacar y tomar la forta¬ 
leza. 31 Entendió Judas que el ata¬ 
que comenzaba y oyó que de la ciudad 
subía al cielo un griterío y sonido de 
trompetas. 32 Dijo entonces a los de 
su ejército: «Luchad hoy por vues¬ 
tros hermanos.» 33 Y en tres secciones 
se dirigieron por la espalda, tocando 
las trompetas v clamando a Dios en 
oración. 34 Cuando el ejercito de 
Timoteo se dió cuenta de que era el 
Macabeo, emprendieron la fuga. Les 
infligió una gran derrota, quedando 
aquel día en el campo hasta ocho 
rnil hombres. 35 Luego se volvió 
Judas contra Masía, la atacó, adue¬ 
ñándose de ella, matando a todos 
sus hombres, tomando sus despojos 
y entregando la ciudad a las llamas. 
36 Partiendo de allí, tomó a Casfar, 
Maqued y Bosor, con las demás ciu¬ 
dades de Galad. 

37 Después de esto juntó Timoteo 
otro ejército y vino a acampar en¬ 
frente de Kafón, del otro lado del 
torrente. 38 Envió Judas a explo¬ 
rar el campo, y le trajeron estas 
noticias: «Se han juntado con Timo¬ 
teo todos los gentiles de alrededor, y 
forman un ejército muy grande. 

39 Además, han tomado a sueldo a 
los árabes como auxiliares suyos, y 
están acampados del otro lado del 
torrente, prontos a venir contra ti.» 

40 Timoteo había dado estas instruc¬ 
ciones a sus capitanes: «Si al llegar 
Judas al torrente le permitiéramos 
pasar hasta nosotros, no le podría¬ 
mos resistir, porque tiene una fuerza 
incontrastable; 44 mas sí por temor 
acampara al otro lado del torrente, 
iremos contra él y le venceremos. 

42 Cuando Judas se acercó al to¬ 
rrente, detuvo a los intendentes de 
ejército y les dió esta orden: «Xo per 









MACABEOS I, 6 


535 


mitáis que se quede nadie en el 
campo; que vayan todos a luchar.» 
43 Y atravesó el primero contra los 
enemigos y todo el pueblo en pos de 
él. Fueron deshechos los gentiles, 
que tiraron las armas y huyeron al 
santuario de Carnaim. 44 Pero los 
de Judas se apoderaron de la ciudad 
y pusieron fuego al santuario, que 
ardió con todos los que en él había. 
Así fue abatida Carnaim, sin que 
los enemigos pudieran hacer frente 
a Judas. 

45 Juntó Judas a todos los israeli¬ 
tas que moraban en Galad, desde el 
pequeño hasta el grande, a sus mu¬ 
jeres e hijos y su hacienda, una mu¬ 
chedumbre muy grande, para traer¬ 
los a la tierra de Judá. 46 Al llegar 
a Efrón, ciudad grande y muy fuerte 
en la entrada de un desfiladero, no 
podían desviarse ni a la derecha ni 
a la izquierda, sino que habían de 
pasar por en medio de ella. 47 Los 
de la ciudad se encerraron, y mura¬ 
ron a cal y canto las puertas. Les 
envió Judas un mensaje de paz, 
48 diciéndoles: «Permitidnos atrave¬ 
sar por vuestra tierra, camino de la 
nuestra; nadie os molestará, sencilla¬ 
mente pasaremos a pie.» Pero no qui¬ 
sieron abrirle. 

49 Ordenó Judas entonces pregonar 
en todo el campo que hiciesen todos 
alto en el sitio en que estaban. 60 Los 
hombres de guerra tomaron posicio¬ 
nes y atacaron la ciudad todo aquel 
día y la noche siguiente, hasta que 
se rindió. 61 Pasó al filo de la espada 
a todos los varones, arrasó la ciudad 
y se apoderó de sus despojos, atrave¬ 
sándola luego por encima de los ca¬ 
dáveres. 52 Pasado el Jordán, llega¬ 
ron a la gran llanura de Bctsan. 
53 Judas, que mandaba la retaguar¬ 
dia, iba exhortando al pueblo todo 
el camino, hasta llegar a la tierra 
de Judá. 54 Con gran gozo y ale¬ 
gría subieron al monte de Sión, y 
ofrecieron holocaustos, por no haber 
caído ninguno de ellos y haber vuel¬ 
to todos en paz. 

66 En los días en que Judas y Jo- 
natán estaban en Galad, y Simón 
en Galilea, frente a Tolemaida, 56 lle¬ 
garon a oídos de José, el de Za¬ 
carías, y Azarías, jefes del ejército, 
las hazañas y las batallas que lle¬ 
vaban a cabo; 57 y se dijeron: «Haga¬ 
mos también nosotros célebre nues¬ 
tro nombre, peleando contra las na¬ 
ciones de alrededor.» 68 Y dieron 


orden al ejército que con ellos tenían, 
de emprender la marcha hacia Jam- 
nia. 59 Pero les salió al paso Gorgias 
con su gente, 50 que derrotaron a 
José y Azarías, persiguiéndolos hasta 
los confines de Judea. Dos mil hom¬ 
bres cayeron aquel día, del pueblo 
de Israel. Acaeció este gran desca¬ 
labro 61 por no haber obedecido a 
Judas y a sus hermanos, creyéndose 
capaces de grandes hazañas. 62 Pero 
no eran ellos de la raza a que fué 
dado salvar a Israel. 63 Por lo con¬ 
trario, el heroico Judas y sus herma¬ 
nos alcanzaron gran gloria ante Israel 
y ante todos los pueblos, a cuyos 
oídos llegó su fama, 64 y en medio de 
aclamaciones todos los rodeaban. 

65 Partieron luego Judas y sus her¬ 
manos en campaña contra los hijos 
de Esaú, hacia el mediodía, y se apo¬ 
deraron de Hebróu y de sus aldeas, 
destruyeron su fortaleza V quemaron 
las torres de su recinto. 66 En seguida 
se dirigió contra la tierra de los filis¬ 
teos, atravesando por Maresa. 67 Ca¬ 
yeron aquel día en la batalla algunos 
sacerdotes, que inconsideradamente 
salieron a luchar, queriendo dar prue- 
ebas de su valentía. 68 Se dirigió 
luego hacia Azoto, en tierra de filis¬ 
teos, y destruyó sus altares, quemó 
las estatuas de sus dioses, saqueó 
las ciudades, y se volvió a la tierra 
de Judá. 


Muerte de Antíoco Epiíanes. 

r 1 Atravesaba el rey Antíoco las 
** regiones altas de Persia, cuando 
tuvo noticias de Elimaide, ciudad 
célebre por su riqueza de plata y 
oro. 2 Había en ella un templo ex¬ 
traordinariamente rico, en el cual se 
guardaban armaduras de oro, cora¬ 
zas y armas, que había dejado allí 
Alejandro, el de Filipo, rey de Ma- 
cedonia, el primero que reinó entre 
los griegos. 3 Llegado a ella, intentó 
apoderarse de la ciudad, pero no 
pudo; porque, conocidos sus propó¬ 
sitos en la ciudad, 4 le resistieron 
con las armas, viéndose forzado a re¬ 
tirarse huyendo, para volverse con 
gran pena a Babilonia. 

5 En Persia le alcanzó un correo, 
que le di ó a saber cómo los ejércitos 
enviados a tierra de Judea habían 
sido derrotados; que Lisias, había ido 
contra ella, 6 con un ejército fuerte, 
si los hay, y había huido ante los 








53o 


MACABEOS I, 6 


judíos, que se habían hecho muy 
fuertes en armas y soldados, con el 
botín grande que habían cogido a los 
ejércitos por ellos vencidos; 7 que 
habían destruido la abominación le¬ 
vantada por él sobre el altar de Jeru- 
salén, y habían cercado de altos muros 
el santuario, como antes estaba, y la 
ciudad de Betsur. 

8 Cuando recibió estas noticias 
quedó aterrado e intensamente con¬ 
movido, tanto que cayó en el le¬ 
cho enfermo de tristeza, al ver que 
los sucesos no habían correspondido 
a sus deseos. 9 Pasó allí muchos días, 
porque la tristeza se renovaba sin 
cesar, y hasta creyó morir. 10 Ha¬ 
ciendo llamar a sus amigos, les dijo: 
«Huye de mis ojos el sueño, y mi co¬ 
razón desfallece por la preocupación, 
11 pensando en qué tribulación y 
tempestad grande me hallo, yo, tan 
bueno, tan amado por mi suave go¬ 
bierno. 12 Pero ahora me acuerdo 
de los males que hice en Jcrusalén, 
de los utensilios de oro y plata que 
de allí tomé, de los habitantes de 
Judea que sin causa exterminé. 
13 Ahora reconozco que por esto me 
han sobrevenido tantas calamidades, 
y que de mi gran tristeza moriré en 
tierra extraña.» 14 Y llamando a Fe¬ 
lipe, uno de sus amigos, le instituyó 
por regente del reino, 15 entregándole 
la diadema, el manto real y el anillo, 
y encargándole la tutela y educación 
de Antloco, su hijo, hasta ponerlo 
en el trono. 16 Murió Antíoco allí 
en el año 149. 17 Al saber Lisias la 
muerte del rey, entronizó en lugar 
del padre a Antíoco, su hijo, a quien 
de joven había educado, y le apellidó 
Eupátor. 


Expedición fie Antíoco Eupátor y 
paz con los judio*. 

18 Entretanto, los de la ciudadela 
tenían a Israel asediado cu el san¬ 
tuario, molestándoles de continuo (1) y 
apoyando la causa de los gentiles. 

19 Judas resolvió quitarlos de en 
medio, y para ello convocó a todo 
el pueblo, para cercarlos en forma. 

20 Concentradas las tropas, pusieron 
el cerco el año 150, y construyeron 
ballestas y máquinas. 21 Pero algu- 


(i) Al norte del templo los gentiles habían 
levantado una ciudadela, desde la que hosti¬ 
gaban al pueblo que acudía al templo. 


nos de los cercados salieron; y jun¬ 
tándose con ellos otros de los impíos 
de Israel, se dirigieron al rey ’ en 
queja, diciendo: ¿«Cuándo será que 
hagas justicia y defiendas a nuestros 
hermanos? 22 Nosotros con gusto nos 
hemos sometido a tu padre y obede¬ 
cimos sus decretos, viviendo según 
sus disposiciones; 23 y ahora los hijos 
de nuestro pueblo se han vuelto con¬ 
tra nosotros, y tienen cercada la ciu- 
dadcla. 24 A más de esto, a cuantos 
caen en sus manos los matan, y sa¬ 
quean sus bienes. 25 Y no sólo contra 
nosotros han alzado la mano, sino 
contra todos los pueblos limítrofes. 
26 Ahora mismo están acampados 
contra la ciudadela en Jcrusalén, con 
el intento de apoderarse de ella, y 
han fortificado el templo y la ciu¬ 
dad de Bel sur, 27 y si no les to¬ 
mas la delantera, harán cosas ma¬ 
yores y no podrás dominarlos.» 

28 El rey se irritó al oír estas noti¬ 
cias, y convocó a todos sus amigos, 
a los capitanes de su ejército y de 
la caballería. 29 Hasta de otros reinos 
de las islas del mar le vinieron tro¬ 
pas mercenarias. 30 Alcanzó el nú¬ 
mero de sus fuerzas a cien mil hom¬ 
bres de a pie, veinte mil de caba¬ 
llería, y treinta y dos elefantes adies¬ 
trados* para la guerra; 31 todos los 
cuales, llegando por la Idumea, acam¬ 
paron enfrente de Betsur y la com¬ 
batieron por largo tiempo con mᬠ
quinas; pero los cercados hicieron 
una salida, y luchando valientemente, 
les* prendieron fuego. 

32 Judas levantó el cerco que tenía 
puesto a la ciudadela y vino a acam¬ 
par junto a Bezcaria, enfrente del 
campamento del rey. 33 Este se le¬ 
vantó de madrugada, y moviendo el 
campo a toda prisa, se dirigió por el 
camino de Bezcaria. Dispuestas las 
fuerzas para la batalla, dió con las 
cornetas la señal de atacar. 34 Los 
elefantes, a los que hablan emborra¬ 
chado con zumo de uvas y moras, 
para excitarlos a la pelea, 36 fueron 
distribuidos por las falanges, colo¬ 
cando al lado de cada elefante mil 
hombres, protegidos con cotas de 
malla y con yelmos de bronce en la 
cabeza; y a más, quinientos caballos 
escogidos 38 precedían a la bestia 
dondequiera que iba, y la acompaña¬ 
ban, sin apartarse de ella. 37 Sobre 
éstas iban montadas fuertes torres 
de madera, bien protegidas y sujetas 
al elefante, y en cada una dos o 






MACABEOS I, 7 


537 


tres hombres valerosos, que comba¬ 
tían desde las torres, y su indio con¬ 
ductor. 38 El resto de la caballería 
lo colocó a la derecha y a la izquierda, 
en bis dos alas del ejército, para 
hostigar al enemigo y proteger las 
falanges. 

39 En cuanto el* sol comenzó a 
brillar sobre los escudos de oro y 
bronce, brillaron los montes con ellos, 
y resplandecían como llamas de fuego. 
40 Una parte del ejército del rey se 
desplegó en los montes altos, otra 
en el llano, y todos iban con paso 
seguro y buen orden. 41 Los judíos 
quedaron espantados al oír el estruen¬ 
do de tal muchedumbre, el marchar 
de aquella masa y el chocar de sus 
armas. Era a la verdad un ejército 
extremadamente grande y poderoso. 

42 Se acercó Judas con el suyo, se 
trabó la lucha, y cayeron del ejér¬ 
cito del rey seiscientos hombres. 
43 Eleazar, hijo de Savarán, vi ó una 
de las bestias protegidas con coraza 
regia, que superaba a todas las otras; 
y pareciéndole que debía de ser la 
del rey, 44 se propuso salvar a su 
pueblo y hacerse un nombre eterno. 
45 Lleno de valor, corrió por en medio 
de la falange hacia ella, matando a 
derecha y a izquierda, y haciendo 
que todos se apartasen de él. 46 Lle¬ 
gado al elefante, se puso debajo de 
él y le hirió. Cayó el elefante encima 
de él, y allí mismo murió. 

47 Viendo los de Judas la gran 
fuerza del rey y el empuje de su 
ejército, se retiraron hacia Jerusalén. 
48 Los del rey los siguieron, entraron 
en Judea, y acamparon contra el 
monte de Sión. 49 El rey había hecho 
paces con los de Betsur, que salie¬ 
ron de la ciudad por no tener ya vitua¬ 
llas para prolongar más la resistencia, 
pues era aquel año, año de reposo para 
la tierra. Bü Ocupó el rey Betsur, y 
puso en ella guarnición para defender¬ 
la. 51 Durante mucho tiempo estuvo 
acampado contra el santuario, y puso 
allí ballestas, máquinas y lanzafuegos, 
catapultas, escorpiones para lanzar 
dardos, y honderos. 62 Los judíos, 
por su parte, construyeron máqui¬ 
nas contra las máquinas enemigas, 
y lucharon durante muchos días, 
B3 pero escaseaban los víveres en sus 
almacenes, por ser el año séptimo, 
y los que se habían refugiado en 
Judea, huyendo de los gentiles, ha¬ 
bían consumido los restos de las re¬ 
servas: 54 y como el hambre se había 


apoderado de ellos, dejaron en el 
santuario una poca gente, y los de¬ 
más se dispersaron, yendo cada uno 
a su hogar. 

85 Supo en esto Lisias que Filipo, 
a quien el rey Antíoco, antes de morir, 
había encomendado la crianza de su 
hijo Antíoco, hasta instalarle en el 
trono, 66 había vuelto de Persia y 
de Media, y con él las tropas del 
rey, y que pretendía apoderarse del 
gobierno del reino. 67 Dióse prisa 
Lisias entonces a volverse, diciendo 
al rey, a los generales del ejército y 
a la tropa: «De día en día perdemos 
fuerzas, escasean las provisiones, y 
la plaza que combatimos es muy 
fuerte, y debemos ocuparnos en las 
cosas del reino. 58 Tendamos, pues, 
la mano a estos hombres, hagamos 
las paces eon ellos y con todo su 
pueblo; 59 y convengamos en que 
vivan según sus leyes, como antes. 
Precisamente a causa de esas leyes, 
que nosotros hemos pretendido abro¬ 
gar, se han irritado y han hecho todo 
esto.» 60 Fué bien acogida la propuesta 
por el rey y los generales; y enviaron 
mensajeros de paz a los judíos, que 
la aceptaron. 61 El rey y los generales 
les juraron, y en virtud de esto salie¬ 
ron de la fortaleza. 62 Entró el rey 
en el monte de Sión, y viendo lo 
fuerte del sitio, quebrantó el jura 
mentó que había hecho y mandó 
destruir el muro que lo cercaba. 
63 Luego se apresuró a partir, y vol¬ 
viéndose a Antioquía, halló a Filipo 
dueño de la ciudad, y la atacó, lo¬ 
grando apoderarse de ella por la 
fuerza. 


Dáquidc!» y Vleirno. en Judá. 

" T 1 El año 151 partió de Roma 
‘ Demetrio, hijo de Seleuco, con 
unos cuantos hombres, y desembar¬ 
có en una ciudad marítima, logrando 
ser en ella reconocido por rey. 2 Al 
entrar en el palacio real de sus padres, 
el ejército se apoderó de Antíoco y 
de Lisias para entregárselos. 3 Al 
saberlo dijo: No quiero ni ver su 
cara. 4 Las tropas los mataron, y así 
se sentó Demetrio en su trono real. 
5 Luego se llegaron a él todos los 
malvados e impíos de Israel, con Al- 
cimo a la cabeza, que pretendía el 
sumo sacerdocio; 6 y-presentaron al 
rey muchas acusaciones contra el 
pueblo, diciendo: «.Tudas y sus her 








536 


MACABEOS I, 7 


manos han dado muerte a todos tus 
amigos, y a nosotros nos han expul¬ 
sado de nuestra tierra. 7 Te rogamos 
envíes una persona de tu confianza, 
que vaya y vea todos los estragos que 
nos han causado a nosotros y al te¬ 
rritorio del rey, y que los castigue 
a ellos y a cuantos les prestan auxilio.» 

8 Eligió el rey a Báquides, uno de 
sus amigos, que gobernaba la región 
del otro lado del río, hombre grande 
en el reino y fiel ál soberano; 9 y le 
envió en compañía del impío Alcimo, 
a quien instituyó sumo sacerdote, 
mandándole que tomase venganza 
de los hijos de Israel. 10 Partieron 
con un gran ejército; y llegados a la 
tierra de Judá, enviaron mensaje¬ 
ros a Judas y a sus amigos con po- 
labras engañosas de paz, 11 a las que 
ellos no dieron crédito, porque veian 
el gran ejército que traían. 12 Acu¬ 
dieron a Alcimo y a Báquides muchos 
escribas, reclamando justicia; 13 y los 
asideos, que son los primeros entre 
los hijos de Israel, fueron a pedirles 
la paz, 14 porque se decían: «Es un 
sacerdote del linaje de Arón el que 
ha llegado con las tropas; no nos en¬ 
gañará.» 15 En efecto, les habló pala¬ 
bras de paz, y les juró diciendo: «No 
os haremos mal, ni a vosotros ni a 
vuestros amigos.» 16 Con esto le cre¬ 
yeron, pero prendió a sesenta de 
ellos, y en un solo día los hizo morir, 
según lo que está escrito: 

17 «Las carnes de tus santos y su 
sangre derramaron en torno de Je- 
rusa lén, y no había quien los en¬ 
terrase. » 

18 El miedo y el espanto se apoderó 
de todo el pueblo, porque se decían: 
«No hay verdad ni justicia, pues han 
violado los compromisos y juramen¬ 
tos que habían hecho.» 

19 Báquides, partiendo de Jcru- 
salén, vino a acampar en Bezcta y 
mandó prender a muchos de los que 
habían desertado de él, ya algunos- 
del pueblo, y los mató, arrojándolos 
en una gran cisterna. 20 Puso luego 
la tierra en manos de Alcimo, con 
tropas para auxiliarle, y se volvió 
al rey. 21 Alcimo luchaba por ase¬ 
gurarse en el pontificado, 22 juntán¬ 
dose a él todos los perturbadores de 
su pueblo, que se apoderaron de Judá 
y causaron a Israel muchos daños. 
23 Así que vió Judas los grandes males 
que Alcimo y los suyos traían sobre 
Israel, mayores que los causados por 
los gentiles, 24 se pliso c*n campaña, 


y recorriendo toda la tierra de Judea, 
castigó a los apóstatas, que cesaron 
de andar por ella. 

25 Alcimo, viendo que Judas y los 
suyos se hacían poderosos, y cono¬ 
ciendo, por otra parte, que él no era 
capaz de hacerles frente, se volvió 
al rey, acusándolos de muchos crí¬ 
menes. 26 Envió el rey a Nicanor, 
uno de sus capitanes más ilustres y 
enemigo jurado de Israel, encargán¬ 
dole la destrucción del pueblo. 27 Llegó 
Nicanor a Jerusalén con un poderoso 
ejército, y envió a Judas y a sus 
hermanos engañosos mensajes de 
amistad, 28 dieicndoles: «No haya 
lucha entre nosotros; yo iré a ti con 
poca gente, nos veremos y hablare¬ 
mos como amigos.» 29 Vino, en efecto, 
a Judas, y se saludaron amistosa¬ 
mente; pero los enemigos estaban 
dispuestos a prenderle. 30 Mas cono¬ 
ciendo Judas que venían a él con 
engaño, temió, y no quiso volver a 
verle más. 31 Nicanor, cuando vió 
descubiertos sus planes, salió a com¬ 
batir contra Judas cerca de Cafar- 
salama. 32 El resultado de la lucha 
fue que cayesen de las tropas de Ni¬ 
canor unos cinco mil hombres, hu¬ 
yendo los demás a la ciudad de 
David. 

33 Después de estos sucesos subió 
Nicanor al monte de Sión, y salieron 
del templo los sacerdotes y los ancia¬ 
nos del pueblo, para saludarle ami¬ 
gablemente y mostrarle los holocaus¬ 
tos que se ofrecían por el rey. 34 Pero 
él, burlándose de ellos, los escarneció 
y profanó los holocaustos con altivez; 
y airado, juró, diciendo: «Si Judas 
no se me entrega V su ejército no se 
me rinde ahora, cuando vuelva vic¬ 
torioso daré al fuego este templo.» 
Y partió lleno de cólera. 36 Salieron 
los sacerdotes, y de pie frente al 
altar y al templo, clamaron, di¬ 
ciendo: 37 «Tú, Señor, que luis ele¬ 
gido esta casa para que en ella fuese 
invocado tu nombre y fuese casa de 
oración y de plegaria para tu pueblo, 
38 toma venganza de este hombre y 
de su ejército, y caigan al filo de la 
espada. Acuérdate de sus blasfemias, 
y no permitas que salga con sus in¬ 
tentos.» 

39 Partió Nicanor de Jerusalén y 
asentó su campo en Betoróu, donde 
se le agregó un cuerpo de sirios. 

40 En tanto, estaba Judas cu Adasa 
con tres mil hombres, y orando, dijo: 

41 "Señor, cuando los mensajeros del 





MACABEOS I, 8 




rey de Asiria blasfemaron, un ángel 
tuyo vino e hirió a ciento ochenta y 
cinco mil de ellos. 42 Aplasta así hoy 
a este ejército ante nosotros, y que 
al verle castigado por su maldad, 
reconozcan todos que fué por haber 
amenazado tu santuario.» 

43 Los ejércitos vinieron a las ma¬ 
nos el día trece del mes de Adar, que¬ 
dando derrotado el de Nicanor y ca¬ 
yendo él misino* el primero en la 
lucha. 44 Cuando el ejército se dió 
cuenta de que Nicanor había caído, 
arrojó las armas y huyó. 45 Les per¬ 
siguieron una jornada de camino, 
desde Adasa hasta Gazer, tocando 
detrás de ellos las cornetas. 46 De 
todas las aldeas de Judca próximas 
sallan para acosarlos; y luchando con¬ 
tra ellos, los mataron al filo de la 
espada, sin que quedase ni uno solo. 
47 Se apoderaron de sus despojos y 
de su botín, y cortaron a Nicanor 
la cabeza y la mano derecha, que or- 
gullosamcnte había alzado contra 
Jerusalén. 48 El pueblo se alegró ex¬ 
traordinariamente, y celebraron aquel 
día con gran regocijo, 49 y acorda¬ 
ron celebrarlo cada año, el mismo día 
trece de Adar. 60 Por algún tiempo 
gozó de paz la tierra de Judá. 


Embajada a Roma. 

O 1 Llegó a oídos de Judas la fama 
^ de los romanos, de que eran muy 
poderosos, (1) se mostraban benévolos 
con todos los que se adherían a ellos, 
y con quienes a ellos venían harían 
alianza y amistad. 2 Le contaron de 
sus guerras y de las hazañas que 
habían realizado en Galacia, apode¬ 
rándose de ella y sometiéndola a 
tributo; 3 cuanto habían hecho en 
España, apoderándose de las minas 
de oro y plata que allí hay, y adue¬ 
ñándose de toda la tierra con su 
prudencia y paciencia, 4 * no obstante 
estar ese país muy alejado de ellos; 
y cómo a los reyes que desde los con¬ 
fines de la tierra habían ido contra 
ellos, los habían derrotado, infligién¬ 
doles tan gran descalabro, que los 
restantes les pagaban tributo cada 
año. 6 Y que a Filipo y a Perseo, 


(i) Este capítulo comienza con un gran 

elogio de los romanos, que poco antes habían 

terminado felizmente la segunda guerra púnica, 

extendiéndose por Oriente su fama y su domi¬ 

nación. El escritor sagrado expresa lo que 

sobre los romanos había traído a ellos la fama. 


reyes de Macedonla, y a los demás 
que se levantaron contra ellos, los 
habían derrotado en guerra y los 
habían subyugado; 8 y a Antíoco el 
Grande, rey de Asia, que estuvo en 
guerra con ellos, y que tenía ciento 
veinte elefantes y caballería y carros 
y ejército muy numeroso, le habían 
vencido 7 y cogido prisionero, impo¬ 
niéndole un gran tributo a él y a los 
que en el reino le sucedieron, obli¬ 
gándole a dar rehenes 8 y a ceder la 
Jonia, la Mesia y la Lidia, esto es, 
sus mejores provincias, que aquéllos 
cedieron al rey Eumenes. 9 Los grie¬ 
gos quisieron ir contra ellos y ani¬ 
quilarlos; pero en cuanto les fué co¬ 
nocido el propósito, 10 enviaron con¬ 
tra ellos un general que los combatió, 
cayendo de los griegos muchos en 
el campo, siendo llevadas cautivas 
las mujeres y los hijos, saqueados los 
bienes, subyugada la tierra, destruidas 
las fortalezas y reducidos a servidum¬ 
bre hasta hoy. 11 A los demás reinos 
e islas, cuantos se les opusieron, to¬ 
talmente los subyugaron. 12 Pero a 
sus aliados y amigos que en ellos 
confían, les guardan fidelidad, y así 
habían logrado dominar los reinos 
próximos y remotos. Cuantos saben 
de su fama, los temen, 13 y cuantos 
son por ellos ayudados para reinar, 
reinan, y a los que no quieren, los 
destituyen, y así han adquirido gran 
poder. 14 Entre ellos nadie lleva 
diadema, ni viste púrpura, para en¬ 
greírse con ella. 15 En vez de esto, se 
han creado un senado, y cada día 
deliberan trescientos veinte senado¬ 
res, que de continuo miran por el 
bien del pueblo y por su buen gobier¬ 
no. 16 Cada año encomiendan a uno 
solo el mando y el dominio de toda 
su tierra, y todos obedecen a este 
único, sin que haya entre ellos en¬ 
vidias ni celos. 

17 Eligió Judas a Eupolemo, hijo 
de Juan, hijo de Acco, y a Jasón, 
hijo de Eleazar, y los envió a Roma 
para hacer con ellos amistad y alian¬ 
za, 18 librándose así del yugo del 
reino griego, pues veían que los de¬ 
signios de éste eran someterlos a ser¬ 
vidumbre. 19 Llegaron a Roma des¬ 
pués de un largo viaje, entraron en 
el senado, y tomando la palabra, 
dijeron: 20 «Judas Macabeo, sus her¬ 
manos y el pueblo de los judíos, nos 
envían para hacer con vosotros alian¬ 
za de paz, y pedir que nos inscribáis 
en la lista de vuestros aliados v ami* 








540 


MACABEOS I, 9 


gos.» 21 Estas palabras fueron bien 
recibidas. 22 He aquí ahora la copia 
de la epístola que escribieron en ta¬ 
blas de bronce, y que enviaron a 
Jerusalén para que les fuese memo¬ 
rial de alianza y de paz: 

23 «Salud a los romanos y al pueblo 
judío, por tierra y por mar, para 
siempre, y que la espada y el ene¬ 
migo estén siempre lejos de ellos. 

24 Si el pueblo de los romanos fuera 
primero atacado, o lo fuese alguno 
de sus aliados en todo su imperio, 

25 el pueblo de los judíos les prestará 
auxilio, según las circunstancias lo 
dicten, con plena lealtad. 26 Al ene¬ 
migo no le dará ni suministrará trigo, 
armas, plata, ni naves. Esta es la 
voluntad de los romanos, y guarda¬ 
rán este convenio sin compensación 
ninguna. 27 Asimismo, si primero el 
pueblo judío es atacado, los roma¬ 
nos le ayudarán lealmente, según las 
circunstancias lo dicten, 28 y al ene¬ 
migo no le darán ni trigo, ni armas, 
ni plata, ni naves. Tal es la volun¬ 
tad de los romanos. 29 Conforme a 
estas condiciones se conciertan los 
romanos con el pueblo judío. 30 Si 
después de este acuerdo, unos u 
otros quisieren añadir o quitar al¬ 
guna cosa, podrán hacerlo a volun¬ 
tad, y lo añadido o quitado será va¬ 
ledero. 31 Cuanto a los daños que 
les lia causado el rey Demetrio, ya 
liemos escrito a éste, diciendo: ¿Por 
qué impones tan pesado yugo sobre 
nuestros aliados y socios los judíos? 
32 Si vuelven a quejársenos de ti, 
les liaremos justicia, haciéndote la 
guerra por mar y por tierra.» 


I(liquides, otra vez en dude». 

Muerte de Judas. 

O 1 Cuando Demetrio supo que Ni- 
7 eanor y su ejército habían caído 
en la batalla, volvió a enviar por se¬ 
gunda vez a Bá quid es con Alciino a 
tierra de Judá, a la cabeza del ala 
derecha de su ejército. 2 Tomaron el 
camino que llega a Gálgala, y acam¬ 
paron en Masalot de Arbela, «apode¬ 
rándose de ella y matando a mu¬ 
chos. 

3 En el mes primero del año 152 
asentaron su campo enfrente de Je¬ 
rusalén; 4 pero veinte mil hombres 
de infantería v dos mil caballos se 
dirigieron a Bcrca. 6 Entretanto, 


Judas había acampado en Laisa con 
tres mil hombres escogidos, 6 los 
cuales, viendo la muchedumbre del 
ejército, temieron sobremanera, hu¬ 
yendo muchos del campo y no que¬ 
dando de todos más que ocho¬ 
cientos. 

7 Viendo Judas que el campo había 
quedado desierto, y que, sin embargo, 
la batalla era inminente, se sintió 
aplanado, porque no le quedaba tiem¬ 
po para volverlos a juntar, 8 y sin¬ 
tiendo que se le rompía el corazón, 
dijo a los que le quedaban: «En, va¬ 
yamos al encnvgo, a luchar contra él.» 
9 Querían disuadirle, diciendo: «No 
podremos; mejor nos sería conser¬ 
var ahora nuestra .vida, y volver 
luego con nuestros hermanos; enton¬ 
ces podremos combatirlos, que ahora 
somos muy pocos.» 10 Pero Judas con¬ 
testó: «Dios me libre de hacer tal 
cosa, de huir ante ellos. Si nuestra 
hora ha llegado, muramos valerosa¬ 
mente por nuestros hermanos, y no 
empañemos nuestro honor.» 

11 En esto, el campo enemigo se 
movió, V ellos le hicieron frente. La 
caballería se dividió en dos partes; 
los honderos y los arqueros del ejér¬ 
cito, todos hombres valientes, se ade¬ 
lantaron, ocupando la primera fila. 
12 Estaba Báquides en el ala derecha, 
e hizo al sonido de las cornetas avan¬ 
zar la falange, dividida en dos cuer¬ 
pos. 13 Los de Judas dieron también 
la señal, y la tierra tembló al es¬ 
truendo de los ejércitos. La batalla 
fué encarnizada, y duró desde la 
mañana hasta la tarde. 14 Vió Judas 
que Báquides, con el núcleo más 
fuerte de su ejército, estaba en el 
ala derecha; y juntando a los más 
animosos, 15 se echó con ellos sobre el 
enemigo, derrotándolo y persiguién¬ 
dolos hasta Azoto. 16 Los del ala 
izquierda, viendo derrotada y en 
huida la derecha, pudieron perseguir 
a Judas y a los suyos por la espal¬ 
da. 17 La lucha se agravó, cayen¬ 
do muchos de una y otra parte. 
18 Cayó también Judas, y los res¬ 
tantes huyeron. 19 Jonatán y Simón 
tomaron a Judas, su hermano, y le 
dieron sepultura en el sepulcro de 
sus padres, en Modín. 20 Le lloraron, 
y todo Israel hizo por él gran duelo, 
y por muchos días hicieron luto, di¬ 
ciendo: 21 «¡Cómo ha caído el valiente, 
el salvador de Israelí» 

22 Por lo demás, la historia de las 
guerras de Judas, sus hazañas, su 





MACABEOS I, 9 


54 1 


magnanimidad, son demasiado gran¬ 
des para ser escritas (1). 


J«matan, sucesor de Judas. 

23 Muerto Judas, cobraron ánimo 
los apóstatas en todo el territorio de 
Israel, y levantaron cabeza los obra¬ 
dores de la iniquidad. 24 Hubo por 
aquellos días un hambre grandísima, 
y el pueblo se pasó a ellos. 25 Esco¬ 
gió entonces Báquides hombres im¬ 
píos, y los estableció por señores de 
la tierra. 26 Buscaban éstos insisten¬ 
temente el paradero de los amigos 
de Judas, y los llevaban a Báquides, 
que los castigaba y escarnecía. 27 Fue 
ésta una gran tribulación en Israel, 
cual no se vio desde el tiempo en que 
no había entre ellos profetas. 28 Re¬ 
uniéronse entonces los amigos de 
Judas, y dijeron a Jonatán: 29 «Desde 
que murió tu hermano Judas, no 
apareció ninguno semejante a él, ca¬ 
paz de hacer frente a los enemigos, 
a Báquides V a los perseguidores de 
nuestro pueLl >. 30 Pero te elegimos 
en su lugar, para que seas nuestro 
jefe y capitán, para que nos lleves a 
nuestras batallas.» 31 Aceptó Jonatán 
el mando, y ocupó desde entonces el 
puesto de Judas, su hermano. 32 Cuan¬ 
do Báquides tuvo noticia de ello, le 
buscó para darle muerte. 33 Mas sa¬ 
biéndolo Jonatán, su hermano Simón 
y sus parciales, huyeron al desierto 
de Tecua, y acamparon junto a las 
aguas de la cisterna de Asfar. 34 Sú¬ 
polo Báquides, y en un día de sᬠ
bado vino con todo su ejército al 
otro lado del Jordán. 

35 Envió Jonatán a su hermano 
por jefe de una tropa, y rogó a los 
nabal eos, sus amigos, les permitie¬ 
ran dejar a su custodia el bagaje, 
que era mucho. 36 Pero salieron de 
Madaba los hijos de Jambri, y se 
apoderaron de Juan y de cuanto 
llevaba, y se volvieron con ello. 
37 Llegó después a Jonatán y a 
Simón, su hermano, la nueva de que 
los hijos de Jambri celebraban una 
solemne boda con gran pompa, y 
conducían desde Madaba la novia, 
hija de uno de los magnates de 


(i) Estas palabras nos dan una idea de la 
que el autor sagrado tenía del gran héroe de la 
libertad nacional. Jonatán, que le sucede, des¬ 
pués de un desastre, se ve forzado a ir poco a 
poco organizando sus fuerzas, para proseguir 
la lucha. 


Canán. 38 Y acordándose de su her¬ 
mano Juan, salieron, se ocultaron al 
abrigo de un monte, 39 alzaron los 
ojos, y vieron una caravana regoci¬ 
jada y numerosa. Era el novio, que 
con sus amigos y hermanos salían 
al encuentro de la novia con pande¬ 
ros, instrumentos músicos y muchas 
armas. 40 Lanzándose fuera de su 
escondite, los de Jonatán los ataca¬ 
ron, quedando heridos muchos y hu¬ 
yendo los restantes al monte, apo¬ 
derándose los vencedores de todos los 
despojos. 41 Las bodas se convirtie¬ 
ron en llanto, el sonido de la música 
en lamentaciones; 42 y tomada ven¬ 
ganza de la sangre de su hermano, 
se volvieron a la ribera pantanosa del 
Jordán. 

43 Supo el suceso Báquides, y en 
día de sábado vino con mucha fuerza 
hasta las márgenes del Jordán. 44 Dijo 
entonces Jonatán a los suyos: «Ea, 
luchemos por nuestra vida. No es 
hoy como ayer y anteayer. 45 El pe¬ 
ligro nos acosa por delante y por 
detrás; ahí y allí las aguas del Jordán, 
las márgenes pantanosas y el bosque; 
no hay escape. 46 Clamad, pues, al 
cielo, para que os salve de vuestros 
enemigos.» Trabóse la batalla. 47 Alzó 
Jonatán la mano para herir a Bᬠ
quides, pero éste retrocedió, esqui¬ 
vando el golpe. 48 Salvaron Jonatán 
y los suyos el Jordán, pasando a 
nado a la ribera opuesta, pero los 
enemigos no atravesaron el Jordán 
para perseguirlos. 

49 Aquel día cayeron como unos 
mil hombres de los de Báquides. 
Vuelto éste a Jerusalén, 60 edificó 
ciudades fuertes en Judea, la forta¬ 
leza de Jerieó, la de Emaús, la de 
Betorón, la de Betel, la de Tanmata, 
la de Faratón y la de Tefón, con 
muros altos y puertas y cerrojos, 
61 poniendo en ellas guarnición, para 
hacer la guerra a Israel. 62 Fortificó 
asimismo las ciudades de Betsur y 
Guczcr y la eiudadcla, y puso guar¬ 
niciones y las abasteció de víveres. 
63 Tomó luego a los hijos de los prin¬ 
cipales del país como rehenes, y los 
recluyó en la ciudadela de Jerusalén. 

64 ~E1 año 153, el mes segundo, 
ordenó Alcimo derribar el muro del 
atrio interior del santuario, destru- 
, yendo la obra de los profetas. Co¬ 
menzó a ejecutarlo, 65 pero le sobre- 
‘ vino un ataque apoplético y queda; 
¡ ron suspendidas las obras. Se le cerró 
y paralizó la boca, de modo que no 








542 


MACABEOS I, 10 


pudo ya hablar palabra ni disponer 
de su casa. Murió Alcimo en medio 
de grandes tormentos. 66 Luego que 
Báquides vió muerto a AJcimo, se 
volvió al rey, y la tierra de Judá 
gozó de paz por dos años. 

68 Entonces todos los apóstatas 
tomaron de común acuerdo esta re¬ 
solución: «Jonatán y los suyos viven 
muy tranquilos y confiados; pues bien, 
hagamos venir a Báquides, y en una 
noche los prenderemos a todos.» 69 Fué- 
ronse a Báquides con este consejo. 
60 Y en efecto, se dispuso para venir 
con mucha fuerza. En secreto envió 
cartas a todos sus parciales de Judca, 
para que prendieran a Jonaláu y a 
los suyos; lo que no pudieron hacer, 
por haber llegado tal designio a co¬ 
nocimiento de ellos. 61 Lejos de eso, 
cogieron ellos presos a unos cincuenta 
hombres de la tierra, cabecillas de 
aquella conjura y les dieron muerte. 
62 Luego Jonatán y Simón, con los 
suyos, se retiraron a Betbasi en el 
desierto; levantaron sus ruinas y la 
fortificaron. 63 Informado Báquides 
de esto, reunió toda su gente y avisó 
a los de Judca. 64 Vino a acampar 
enfrente de Betbasi, y durante mu¬ 
chos días la atacó con máquinas de 
guerra. 

65 Jonatán dejó en la ciudad a su 
hermano Sjmón, y él salió al campo 
con muchos. 68 Atacó a Odomera y 
a sus hermanos, y a los hijos de Fa- 
siróu cu sus tiendas; y luchando, co¬ 
menzó a crecer en fuerza. 67 Simón 
y los suyos salieron de la ciudad, pu¬ 
sieron fuego a las máquinas 68 y 
atacaron a Báquides, a quien causa¬ 
ron una gran derrota; le pusieron en 
grave aprieto haciendo fracasar su de¬ 
cisión y su expedición. 69 El se enfure¬ 
ció contra los impíos que le habían 
aconsejado ir a Judca, hizo dar 
muerte a muchos de ellos, y resolvió 
volverse a su tierra. 70 Así que Jo- 
natán tuvo noticia de ello, le envió 
embajadores para concertar la paz 
y hacerle entrega de los prisioneros. 
71 Asintió a ello Báquides y aceptó las 
proposiciones, jurando no causarle mal 
alguno todos los días de su vida. 72 Hí- 
zole entrega de los prisioneros, que 
antes había tomado de la tierra de 
Judá, y partió para su tierra, no vol¬ 
viendo inás a los confínes de Judea. 
73 Cesó la guerra en Israel, y Jona- 
tán estableció su residencia en Maj- 
mas, donde comenzó a gobernar al pue¬ 
blo y exterminar a los Impíos de Tsrael. 


Prosperidad de Jonatán con oca¬ 
sión de la guerra civil siria. 

1(] 1 El año 160, Alejandro, hijo 

de Antíoco Epifanes, se alzó 
en armas y se apoderó de Tolemaida, 
siendo bien acogido y reconocido como 
rey. 2 Informado de ello el rey De¬ 
metrio, juntó muchas tropas y salió 
a campaña contra él. 3 Al mismo 
tiempo eiivió Demetrio a Jonatán 
cartas amistosas, 'con promesas de 
engrandecimiento, 4 porque se decía: 
«Apresurémonos a hacer las paces con 
él, antes que las haga con Alejandro 
contra nosotros, 6 acordándose de 
todos los males que le hemos hecho 
a él, a sus hermanos y a su pueblo.» 

6 Le dió autoridad para juntar ejér¬ 
cito, fabricar armas, le prometió que 
le contaría entre sus aliados, y le de¬ 
volvería los rehenes que tenía en la 
ciudadela. 

7 Vino Jonatán a Jerusalén y leyó 
las cartas en presencia del pueblo y 
de los que se hallaban en la ciuda¬ 
dela. 8 Un gran temor se apoderó 
de todos cuantos oyeron que el rey 
le daba autoridad para juntar ejér¬ 
cito. 9 Los de la ciudadela le devol¬ 
vieron los rehenes, que él entregó 
luego a los parientes de éstos; 10 y 
estableciendo su residencia en Jeru¬ 
salén, comenzó luego a restaurarla 
y renovarla. 11 Mandó a los obreros 
construir los muros y rodear el monte 
de Sión de un muro de sillares, para 
mayor fortaleza, como se hizo. 12 Hu¬ 
yeron todos los extranjeros que había 
en la fortaleza edificada por Báqui- 
des, 13 y abandonó cada uno el lugar 
en que vivía, para irse a su propia 
tierra. 14 Sólo en Betsur quedaron 
algunos de los que habían abando¬ 
nado la ley y los preceptos, porque 
les servía de refugio. 

16 Pero al saber el rey Alejandro 
las promesas que Demetrio había 
hecho a Jonatán, y asimismo las 
guerras, las hazañas que éste y sus 
hermanos habían realizado y los tra¬ 
bajos que habían pasado, 18 se dijo: 
¿Podremos encontrar otro hombre 
como éste? Hagámonos su amigo y 
aliado. 17 Y le escribió una carta, 
cuyo tenor era el siguiente: 

48 El rey Alejandro, a nuestro her¬ 
mano Jonatán, salud. 19 Hemos oído 
de ti que eres hombre de valor, y 
muy digno de ser amigo nuestro. 
20 Hoy te constituimos, pues, sumo 
sacerdote de til nación, V te ronce- 






MACABEOS I, 10 


543 


demos el título de amigo del rey 
—y le envió un vestido de púrpura y 
una corona de oro—para que mires 
por nuestros negocios y guardes 
nuestra amistad. 

21 Vistióse Jonatán la túnica santa 
en el mes séptimo del año 160, en 
la fiesta de los tabernáculos; alistó 
tropas y fabricó armas en gran can¬ 
tidad. 

22 Oído esto por Demetrio, se en¬ 
tristeció mucho, y dijo: 23 «¿Qué es lo 
que hemos hecho, que Alejandro se 
nos ha anticipado en hacer amistad 
con los judíos, para ganar su apoyo? 
24 Les escribiré yo con palabras per¬ 
suasivas, ofreciéndoles ventajas y 
mercedes, para que se hagan auxilia¬ 
res míos.» 25 Efectivamente, les envió 
una carta del tenor siguiente: «El rey 
Demetrio, al pueblo de los judíos, 
salud. 26 Con gran alegría hemos 
sabido que os habéis mantenido fie¬ 
les a nuestra alianza y habéis perse¬ 
verado en nuestra amistad, y no os 
habéis unido a nuestros enemigos. 
27 Perseverad, pues, en vuestra fide 
lidad a nosotros, y os recompensare¬ 
mos con grandes mercedes por lo 
que hiciereis en favor nuestro. 28 Os 
condonaremos las deudas y os hare¬ 
mos muchos obsequios. 29 Desde lue¬ 
go declaro a todos los judíos exentos 
de tributos y del impuesto de la sal, 
y del tributo de las coronas. 30 El 
tercio de la cosecha y la mitad de 
la de los árboles frutales, que a mí 
me toca percibir, renuncio de hoy 
en adelante a percibirlo en la tierra 
de Judá y en los tres distritos a ella 
anejos, tomados de Samaría y de 
Galilea, desde hoy para siempre. 
31 Jerusalén será ciudad santa y 
exenta, igual que su territorio, de 
diezmos y tributos. 32 Renuncio tam¬ 
bién a la autoridad sobre la eiuda- 
dela de Jerusalén, y hago de ella 
entrega al sumo sacerdote, que pondrá 
allí los hombres que él escogiere, para 
su guarnición. 33 Todos los judíos que 
hayan sido llevados cautivos de tierra 
de Judá a cualquier parte de mi 
reino, los doy por libres gratuita¬ 
mente, y todos quedarán exentos de 
tributos, aun de los de ganados. 
34 Todas las fiestas, los sábados, las 
neomenias, los días señalados y los 
tres días que preceden y siguen a las 
fiestas, serán días de exención y de 
franquicia para todos los judíos de 
mi reino. 36 Nadie tendrá autoridad 
para intentar contra ellos acción ju¬ 


dicial, ni molestarlos en cualquier 
negocio. 38 De los judíos serán in¬ 
corporados al ejército del rey hasta 
treinta mil hombres, dándoseles el 
sueldo como a todas las demás tropas 
del rey, 37 y de ellos serán puestos 
en las grandes fortalezas del rey, y 
asimismo nombrados para los nego¬ 
cios del reino que exigen confianza. 
De ellos serán sus jefes y vivirán 
según sus leyes, como lo ha dis¬ 
puesto el rey en la tierra de Judá. 
38 Y los tres distritos tomados a las 
regiones de Samaría e incorporados 
a Judea, lo serán de modo que for¬ 
men una sola circunscripción y no 
obedezcan a otra autoridad que a la 
del sumo sacerdote. 39 De Tolemaida 
y su distrito hago obsequio al san¬ 
tuario de Jerusalén, para sufragar los 
gastos del mismo. 40 Doy cada año 
quince mil sidos de plata, pagaderos 
de los derechos del rey en los luga¬ 
res que nos pertenecen. 41 Todo el 
sobrante que los empleados del fisco 
no hayan entregado, como en los 
años anteriores, desde ahora lo des¬ 
tino a las obras del templo. 42 Y los 
cinco mil sidos de plata que cada 
año percibíamos de los tributos del 
templo, también los condonamos, y 
se los damos a los sacerdotes que 
ejercen las funciones sagradas. 43 Cuan¬ 
tos se acojan al templo de Jerusalén y 
a todo su recinto, deudores de los 
impuestos reales o de cualquier otra 
deuda, quedarán libres, y también 
cuanto tengan en mi reino. 44 Los 
gastos para edificar y restaurar el 
templo serán pagados de la hacienda 
real. 45 Los gastos para la edifica¬ 
ción de los muros de Jerusalén y las 
fortificaciones de su recinto corre¬ 
rán también por cuenta del rey, y 
asimismo la edificación de las mura¬ 
llas en Judea.» 

46 Cuando Jonatán y el pueblo 
oyeron estas palabras, no las creye¬ 
ron ni las aceptaron, acordándose de 
los grandes males que había causado 
en Israel y cuánto los había atribu¬ 
lado, 47 y se decidieron en favor de 
Alejandro, que les había hecho pro¬ 
posiciones de paz, y así le prestaron 
auxilio todo el tiempo. 

48 Reunió el rey Alejandro grandes 
fuerzas, y asentó su campo enfrente 
del de Demetrio. 49 Trabaron la bata¬ 
lla los dos reyes, y huyó el ejército de 
Demetrio, perseguido por Alejandro, 
que quedó vencedor. 60 La batalla 
fué encarnizada v duró hasta la 









MACABEOS I, 10 


V4J 


puesta del sol, cayendo en aquel 
día el rey Demetrio. 

61 Después de esto, Alejandro en¬ 
vió mensajeros a Tolomeo, rey de Egip¬ 
to, diciéndole: 62 «Vuelto a mi reino, 
he logrado sentarme en el trono de mis 
padres y recobrar el gobierno, des¬ 
pués de derrotar a Demetrio y apo¬ 
derarme de nuestra tierra. 63 Trabada 
batalla con él, fue vencido él y su 
ejército, y nos hemos sentado en el 
trono de su reino. 54 Hagamos, pues, 
alianza; dame tu hija por mujer, y 
seré tu yerno, y tanto a ti como a 
ella os haré presentes dignos de ti.» 

65 El rey Tolomeo le respondió 
diciendo: «Dichoso el día en que has 
vuelto a la tierra de tus padres y te 
sentaste en el trono real. 68 Con gusto 
haré lo que me dices. Ven a mi en¬ 
cuentro a Tolemaida, para que nos 
veamos y te íiaga yerno mío, según 
deseas.» 

67 Partió de Egipto Tolomeo con 
su hija Cleopatra, y llegaron a To¬ 
lemaida el año 162. 68 El rey Ale¬ 
jandro le salió al encuentro/ Tolo- 
meo le dió su hija Cleopatra, y cele- 
hraron en Tolemaida las bodas con 
gran magnificencia, como de reyes. 

59 El rey Alejandro eserihió a Jona- 
tán que viniese a su encuentro. 

60 Vino con grande pompa a Tole¬ 
maida, se entrevistó con los dos reyes, 
y les hizo obsequios de oro y plata; 
también a sus cortesanos hizo mu¬ 
chos regalos, ganándose con ellos su 
favor. 61 Vinieron apóstatas, manda¬ 
dos de Israel, para acusarle, pero el 
rey no los atendió, 82 antes mandó 
quitar a Jonatán sus vestidos y ves¬ 
tirle de púrpura, como se hizo. Le 
sentó el rey a su lado, 63 y dijo a sus 
grandes: «Salid con él por medio de 
la ciudad, y pregonad que nadie se 
atreva a acusarle sobre ningún ne¬ 
gocio y que nadie por ninguna causa 
le moleste. 84 Y cuando sus acusa 
dores vieron los honores públicos 
que se le hacían y le vieron vestido 
de púrpura, huyeron todos. 85 Le 
honró mucho el rey y le inscribió en 
el número de sus primeros amigos, 
y le nombró general y gobernador 
de provincia. 88 Después de lo cual 
volvió Jonatán a Jerusaléu, en paz 
y contento. 

87 El ano 165 Demetrio, hijo de 
Demetrio, vino de Creta a la tierra 
de sus padres. 88 En cuanto Alejan- : 
dm lo supo, volvió a Antioquía muy 
contrariado. 89 Demetrio confirmó ! 


por gobernador de la Celesíria a Apo- 
íonio, que juntó un poderoso ejército, 
y vino a acampar en Jamnia, desde 
donde envió recado a Jonatán, dicién¬ 
dole: 70 «¿Vas a ser tú el único que te 
levantes contra nosotros, y voy a 
ser yo objeto de risa y burla por 
causa tuya? ¿Por qué presumes ha» 
eerte fuerte en los montes contra 
nosotros? 71 Si tanto confías en tus 
fuerzas, desciende al llano y mida¬ 
mos las armas, que conmigo está la 
fuerza. 72 Pregunta V sabrás quién 
soy yo y quiénes los que me prestan 
auxilio, los cuales dicen que no po¬ 
drás mantenerte a pie firme ante 
nosotros, y que por dos veces fueron 
vencidos tus padres en esta tierra. 
73 No podrás sostener el empuje de 
mi caballería y de mi ejército en cam¬ 
po abierto, donde no hay piedras, ni 
guijarros, ni lugar adonde huir.» 

74 Cuando Jonatán oyó las brava¬ 
tas de Apolonio, se llenó de indigna¬ 
ción; y escogiendo diez mil hombres, 
salió de Jerusaléu, llevando consigo 
a Simón, su hermano. 75 Acampó 
frente a Jope, que le cerró las puer¬ 
tas, porque había en ella una guar¬ 
nición de Apolonio. Pero la atacaron 
78 y atemorizados los ciudadanos, le 
abrieron las puertas, quedando Jo¬ 
natán dueño de Jope. 

77 Así que Apolonio tuvo noticia 
del suceso, sacó al campo tres mil 
caballos y una poderosa fuerza de 
infantería, 78 y siguió el camino de 
Azoto, fingiendo pasar de largo frente 
a Jope, pero se volvió en seguida a 
la llanura, muy confiado en ía nu¬ 
merosa caballería que tenía. Jona¬ 
tán salió contra él hacia Azoto, y 
se trabó la lucha. 78 Apolonio había 
dejado emboscados mil caballos. 
80 Supo Jonatán la asechanza que 
detrás de sí tenía, v aunque unos y 
otros cercaron el campo y estuvieron 
lanzando flechas contra el pueblo desde 
la mañana hasta la noche, 81 el pue¬ 
blo se mantuvo firme, según las ór¬ 
denes de Jonatán, hasta que la ca¬ 
ballería se fatigó. 82 Luego movió ¡Si 
món sus fuerzas y atacó a la falange, 
y como la caballería estaba ya ago¬ 
tada, los derrotaron y pusieron en 
fuga. 83 La caballería se dispersó por 
la llanura, huyendo hacia Azoto, y 
se refugiaron en el templo de Dagón, 
su ídolo, para salvarse. 84 Jonatán 
prendió fuego a Azoto y a las ciuda¬ 
des cercanas, se apoderó de sus des¬ 
pojos, y dió a las llamas el templo 





MACABEOS I, 11 


545 


de Dagón, abrasando a los que en él 
se habían refugiado. 85 El número de 
los que perecieron por la espada y 
por el incendio subió a ocho mil. 

86 De allí levantó el campo Jona¬ 
tán y se vino hacia Ascalón, cuyos 
moradores salieron a recibirle con 
gran honor. 87 Jonatán se volvió a 
Jcrusalén con los suyos, cargados de 
despojos. 88 Cuando estos sucesos lle¬ 
garon a oídos del rey Alejandro, con¬ 
cedió nuevos honores a Jonatán, 87 le 
envió la fíbula de oro, como es cos¬ 
tumbre darles a los parientes de los 
reyes, y le dió Acarón con todos sus 
términos en posesión (1). 

La traición del suegro contra 
el yerno. 

11 1 El rey de Egipto juntó gran¬ 
des fuerzas, como las arenas del 
mar, y muchas naves, con el intento 
de apoderarse por engaño del reino 
de Alejandro y agregarlo a su propio 
reino. (i) 2 Con pretextos de paz se en¬ 
caminó a Siria, abriéndosele las puer¬ 
tas de las ciudades y saliendo todos 
a recibirle, pues era orden de Alejan¬ 
dro que le saliesen al encuentro, como 
a suegro suyo. 3 Así que Tolomeo 
entraba en las ciudades, ponía en 
ellas guarniciones. 4 Al entrar en 
Azoto le enseñaron el templo de 
Dagón incendiado, la ciudad y sus 
cercanías destruidas, arrojados en el 
campo los cadáveres, y al borde de 
los caminos los montones de los que 
habían caído en la batalla. 5 Contᬠ
ronle lo que había hecho Jonatán, 
con el «fin de hacérsele odioso, pero 
el rey callaba. 

6 Vino Jonatán al encuentro del 
rey a Jope con gran aparato, se sa¬ 
ludaron y durmieron allí. 7 Jonatán 
le acompañó luego hasta el río lla¬ 
mado Eleutero, y luego se volvió a 
Jcrusalén. 8 El rey Tolomeo se adue¬ 
ñó de todas las ciudades de la costa 
hasta Seleucia del mar, meditando 
perversos planes contra Alejandro. 
9 Envió embajadores a Demetrio, di- 
cicndole: «Ven, hagamos alianza, y te 
daré mi hija, la que tiene Alejandro, 
y reinarás sobre el reino de tus pa¬ 
dres. 10 Me pesa haberle dado mi 


(i) Si Jonatán no igualó a Judas como gue¬ 

rrero, sin duda que le aventajó como diplomᬠ

tico, sabiendo aprovecharse bien de la guerra 

civil que estalló en Siria. 


hija, pues ha buscado asesinarme.» 

11 Y con calumnias procuraba ha¬ 
cerle odioso, por codicia de su reino. 

12 Al fin le quitó la hija y se la dió a 
Demetrio, rompiendo con Alejandro 
y haciendo manifiestas sus enemis¬ 
tades. 13 Entró Tolomeo en Antio- 
quía, y se ciño a su cabeza dos dia¬ 
demas; la de Asia y la de Egipto. 

14 Hallábase por aquellos días el 
rey Alejandro en Cilicia, por haberse 
rebelado los de aquellos lugares, 
15 cuando oyó que su suegro venía 
contra él en son de guerra. Tolomeo 
sacó su ejército y le fué al encuentro 
con poderosas fuerzas, y le puso en 
huida. 16 Huyó Alejandro a la Ara¬ 
bia en busca de refugio, mientras 
que el rey Tolomeo quedó triunfante. 

17 El árabe Zabdiel cortó la cabeza 
a Alejandro y se la envió a Tolomeo. 

18 Tres días más tarde moría el rey 
Tolomeo, y los suyos, que estaban 
en las fortalezas, perecían a manos 
de los moradores de las mismas. 

19 Y así reinó Demetrio el año 167. 


Siguen las prosperidades de 
Jonulán. 

20 Por aquellos días reunió Jona¬ 
tán a los hombres de Judea, para 
tomar la ciudadela de Jcrusalén, con¬ 
tra la cual construyó muchas mᬠ
quinas de guerra. 21 Pero algunos de 
los impíos, enemigos de su propia 
nación, se fueron al rey y le infor¬ 
maron de cómo Jonatán tenía ase¬ 
diada la fortaleza. 22 Oído lo cual se 
irritó, y viniendo a Tolemaida es¬ 
cribió a Jonatán que levantase el 
cerco de la ciudadela, y viniera a 
su encuentro a toda prisa, para con¬ 
ferir con él en Tolemaida. 23 Reci¬ 
bido el mensaje, Jonatán ordenó con¬ 
tinuar el asedio, y se rodeó de algu¬ 
nos ancianos de Israel y sacerdotes, 
y resolvió aventurarse al peligro. 
24 Tomando consigo plata, oro, un 
vestido y otros muchos presentes, 
fué a ver al rey a Tolemaida, hallan¬ 
do en él buena acogida, 25 no obs¬ 
tante que algunos impíos de su na¬ 
ción le acusaban. 

26 Hizo el rey según lo que habían 
hecho sus antecesores, honrándole en 
presencia de todos sus enemigos. 27 Le 
confirmó en el sacerdocio y en cuan¬ 
tos honores tenía de antes, y le hizo 
inscribir en el número de sus prime¬ 
ros amigos. 28 Jonatán solicitó del 


35 






546 


MACABEOS I, 11 


rey que hiciese libres de tributos la 
Judea y las tres toparquías de Sa¬ 
maría, prometiéndole en cambio tres¬ 
cientos talentos. 29 Asintió el rey, 
y de todas estas cosas escribió a 
Jonatán una carta del tenor si¬ 
guiente: 

30 «El rey Demetrio a Jonatán, su 
hermano, y a la nación de los judíos, 
salud. 31 Ós enviamos, para que de 
ello os informéis, la copia de la carta 
que hemos escrito a Lástenes, nues¬ 
tro pariente, acerca de vosotros: 
32 El rey Demetrio a Lástenes, su 
padre, salud. 33 Hemos resuelto favo¬ 
recer a la nación de los judíos, nues¬ 
tros amigos, que nos han sido fieles. 
34 Les confirmamos, pues, la pose¬ 
sión de los territorios de la Judea 
V de los tres distritos de Efraím, 
Lydda y Ramataim, que fueron des¬ 
prendidos de Samaría e incorporados 
a Judea. Todos los sacrificadorcs de 
Jcrusalén queden exentos del tri¬ 
buto que el rey percibía antes de 
ellos eada año, de los frutos del 
campo y de los de los árboles. 36 Igual¬ 
mente ios restantes tributos que nos 
pagaban, de los diezmos, de las 
salinas y de las coronas, que nos 
pertenecen, desde ahora 36 se los 
condonamos todos, y serán anulados 
desde ahora para siempre. 37 Así, 
pues, haced una copia de este de¬ 
creto y entregádselo a Jonatán, para 
que se deposite en el monte santo y 
en lugar visible.» 

38 Viendo el rey Demetrio que ha¬ 
bía llegado a dominar el reino y 
nadie se le oponía, disolvió su ejér¬ 
cito, enviándolo a sus casas, excepto 
a las fuerzas extranjeras que había 
reclutado de las islas de las gentes. 
Esto le atrajo la enemiga de cuantos 
habían pertenecido al ejército de sus 
padres. 39 Trifón, que había sido antes 
de los parciales de Alejandro, cuando 
vió que las tropas murmuraban con¬ 
tra Demetrio, se dirigió al árabe 
Emalcue, que criaba a Antíoco, hijo 
de Alejandro, niño todavía, 40 apre¬ 
miándole para que se lo entregase, 
a fin de sentarlo en el trono de su 
padre. Le comunicó cuanto había 
hecho Demetrio, y el descontento de 
su ejército contra él, y permaneció 
allí bastantes días. 

41 Entretanto, envió Jonatán al 
rey una súplica para que retirase 
la guarnición de la ciudadcla de Je- 
rusalén y de las otras fortalezas, por¬ 
que hostigaban a Israel. 42 Respon¬ 


dió Demetrio a Jonatán, diciéndole: 
«No sólo esto te haré a ti y a tu pue¬ 
blo, sino que os colmaré de honores, 
cuando llegue la ocasión propicia. 
43 Por el momento nie harías un gran 
favor enviándome algunas tropas 
auxiliares, porque mi ejército está 
disuelto.» 44 Accedió Jonatán, man¬ 
dándole a Antioquía tres mil hom¬ 
bres escogidos, de cuya llegada se 
alegró mucho el rey. 45 Amotináronse 
contra él los de la ciudad, en número 
de ciento veinte mil, pretendiendo 
matarle! 46 Se recluyó él en su pala¬ 
cio, mientras los ciudadanos ocupa¬ 
ban las calles de la ciudad y comen¬ 
zaban el asalto. 

47 Llamó el rey en su auxilio a los 
judíos, que acudieron luego, se dis¬ 
tribuyeron por la ciudad, 48 mata¬ 
ron aquel dia hasta cien mil hombres, 
incendiaron la ciudad y la saquearon. 
Así libraron al rey. 49 Cuando vieron 
los de la ciudad que los judíos eran 
dueños de ella a su arbitrio, perdie¬ 
ron el ánimo, y, suplicantes, clamaron 
al rey, diciendo: 60 «Perdónanos y haz 
que cesen ya los judíos de combatir 
contra nosotros y contra la ciudad.» 
61 Y depusieron las armas, e hicieron 
la paz. Los judíos adquirieron grande 
gloria ante el rey y ante todo su 
reino, y volvieron a Jcrusalén car¬ 
gados de botín. 

¡Nuevas victorias de «Jonatán. 


62 Sentóse Demetrio en su trono y 
la tierra calló ante él. 63 No cumplió 
el rey lo que había prometido, y se 
enajenó a Jonatán, porque además 
de no corresponder a los beneficios 
que le había hecho, le molestaba 
mucho. 64 Después de estos sucesos, 
volvió Trifón con el niño Antíoco, 
a quien proclamó rey, ciñéndolc la 
corona. 66 Luego se juntaron a él 
todas las tropas que Demetrio había 
licenciado, e hicieron a éste la guerra, 
obligándole a huir derrotado. 66 Tri¬ 
fón se apoderó de los elefantes y 
ocupó Antioquía. 

67 Antíoeo el joven escribió a Jo¬ 
natán, diciéndole: «Yo te confirmo en 
el sumo sacerdocio y te constituyo 
sobre las cuatro ciudades, y serás de 
los amigos del rey.» 68 Y le envió va¬ 
jilla de oro, dándole el derecho de 
beber en vaso de oro, de vestir púr¬ 
pura y llevar la fíbula de oro. * 9 A 
Simón, su hermano, le Instituyó ge- 





MACABEOS I, 12 


547 


neral, desde la Escalera de Tiro hasta 
los confines de Egipto. 

60 Partió Jonatán y recorrió las 
ciudades del lado de acá del río, y 
se le incorporaron todas las tropas 
auxiliares de Siria. 61 Vino a Asca- 
lón, y le hicieron los de la ciudad un 
recibimiento muy honroso. 61 De allí 
pasó a Gaza, que le cerró sus puertas, 
pero él la asedió e incendió los arra¬ 
bales, saqueándolos. 62 Entonces los 
de Gaza le pidieron la paz, que les 
fue otorgada, dándole en rehenes los 
hijos de sus jefes, que envió a Jeru- 
salén, y atravesó la tierra hasta lle¬ 
gar a Damasco. 63 En esto tuvo no¬ 
ticia Jonatán de que algunos gene¬ 
rales de Demetrio habían llegado a 
Cades de Galilea con grandes fuerzas, 
con el propósito de apartarle de toda 
intervención en el gobierno. 54 De¬ 
jando a su hermano Simón en Judá, 
les salió al paso. 65 Simón fué contra 
Betsur, la combatió muchos días, 
teniéndola cercada, 66 hasta que pi¬ 
dieron la paz, que les otorgó. Los 
arrojó de allí, apoderándose de la 
ciudad y poniendo guarnición en ella. 

67 Entretanto acampó Jonatán con 
su ejército junto a las aguas de Ge- 
nesaret, y muy de madrugada se 
puso en marcha hacia la llanura de 
Asor, 68 donde encontró al ejército 
extranjero, que había puesto una 
emboscada en los montes. Se trabó 
la batalla, 69 y los emboscados sa¬ 
lieron de la celada, 70 y los de Jo¬ 
natán huyeron, no quedando a su 
lado sino Matatías, hijo de Absa- 
loin, y Judas hijo de Calfi, capitanes 
del ejército. 71 Jonatán entonces rasgó 
sus vestiduras, se echó tierra sobre 
la cabeza, y oró. 72 Volvió luego a la 
lucha contra los enemigos, los derro¬ 
tó y puso en fuga. 73 Viendo esto los 
que de los suyos huían, se volvieron 
de nuevo a el, y todos a una los per¬ 
siguieron hasta Cades, hasta su cam¬ 
po, donde hizo alto. 74 Cayeron de los 
extranjeros en aquel día unos tres 
mil hombres. Jonatán se volvió a 
Jerusalén. 


Embajadas a Roma y Esparta. 

1 1 Viendo Jonatán que las cir- 

1 ** eunstancias le eran favorables, 
escogió algunos hombres y los envió 
a Roma, para concertar y renovar la 
alianza de amistad con los romanos. 
* Y a los espartanos y a otros pue¬ 


blos envió también cartas sobre lo 
mismo.' 3 Partieron para Roma, y 
entrando en el Senado, dijeron: «Jo¬ 
natán, sumo sacerdote, y la nación 
de los judíos, nos envían para reno¬ 
var con vosotros la antigua amistad 
y alianza.» 4 Y les fueron entregadas 
cartas para las autoridades de cada 
lugar, a fin de que pudieran volver 
en paz a la tierra de Judá. 

5 He aquí la copia de las cartas que 
Jonatán escribió a los espartanos: 

6 «Jonatán, sumo sacerdote, y el se¬ 
nado de la nación y los sacerdotes y 
todo el pueblo de los judíos, a los de 
Esparta, sus hermanos, salud: 7 Ya 
antes recibió Onías, sumo sacerdote, 
de Ario, vuestro rey, cartas en que 
decía que sois nuestros hermanos, 
como lo certifica la adjunta copia. 
8 Onías acogió con gran honor al 
mensajero, y recibió letras en que 
claramente se hablaba de alianza 
y amistaS. 9 Nosotros, aunque nada 
necesitamos, pues tenemos nuestra 
confianza en las Escrituras Santas 
que poseemos, 10 hemos resuelto en¬ 
viaros quien renueve con vosotros la 
fraternidad y amistad, a fin de no 
hacernos extraños a vosotros, pues 
han transcurrido ya muchos años 
desde vuestra embajada. 11 En todo 
este tiempo, en las solemnidades y 
en las restantes festividades no hemos 
cesado de hacer memoria continua de 
vosotros, en los sacrificios que ofre¬ 
cemos y en nuestras oraciones, pues 
es justo y razonable acordarse de los 
hermanos. 12 Nos alegramos de vues¬ 
tra prosperidad. 13 Cuanto a nosotros, 
han sido muchas las tribulaciones que 
nos han sobrevenido y muchas las 
guerras que nos han hecho los reyes 
vecinos. 14 No quisimos en ellas mo¬ 
lestaros ni a los demás aliados y ami¬ 
gos, 15 porque contamos con la ayu¬ 
da que nos viene del cielo, y con ella 
nos hemos librado de nuestros ene¬ 
migos, y éstos fueron humillados. 
16 Hemos elegido a Numenio, hijo 
de Antíoco, y a Antípatro, hijo de 
Jasón, a quienes enviamos a los ro¬ 
manos para renovar la antigua amis¬ 
tad y alianza, 17 y les hemos dado 
el encargo de acercarse a vosotros 
y saludaros y entregaros nuestras le¬ 
tras, para renovar la alianza y fra¬ 
ternidad. 18 Esperamos que nos con¬ 
testéis favorablemente. 

19 La carta enviada por vosotros era 
del tenor siguiente: 20 Ario, rey de 
los espartanos, a Onías, sumo sacer- 










548 


MACABEQS I, 12 


dote, salud: 21 Hemos hallado en do¬ 
cumentos escritos que los espartanos 
y los judíos son hermanos, unos y 
otros del linaje de Abraham. 22 Desde 
que esto supimos, juzgamos que hacéis 
bien en darnos cuenta de vuestra 
prosperidad. 23 Nosotros a la vez os 
correspondemos. Vuestros ganados, 
vuestra hacienda, es nuestra, y la 
nuestra, vuestra es. Por eso he dado 
orden de comunicaros esto.» 

24 Tuvo Jonatán noticia de que los 
capitanes de Demetrio habían vuelto 
contra él con fuerzas mayores que 
antes, 25 y salió de Jerusalén a su 
encuentro, a la región de Hamat, 
porque no quiso darles lugar a que 
invadiesen la tierra. 26 Los explora¬ 
dores enviados a espiar el ejercito 
enemigo volvieron con la noticia de 
que tenían orden de caer sobre ellos 
aquella noche. 27 Así que se puso 
el sol, ordenó Jonatán a los suyos 
velar y estar sobre las armas, prontos 
a entrar en batalla durante la noche, 
y puso centinelas alrededor del cam¬ 
po. 28 Cuando los contrarios se die¬ 
ron cuenta de que Jonatán y los 
suyos estaban preparados para la 
lucha, temieron, perdieron el ánimo, 
encendieron fuegos en su campa¬ 
mento, y se retiraron. 29 No lo ad¬ 
virtieron Jonatán y los suyos hasta 
la madrugada, engañados con la vista 
de los fuegos encendidos. 30 Los per¬ 
siguió Jonatán, pero no les dió al¬ 
cance, porque habían atravesado el 
río Eleutero. 31 Entonces se volvió 
Jonatán hacia los árabes, llamados 
zabadeos, a los que derrotó, tomán¬ 
doles despojos. 32 Poniéndose de 
nuevo en marcha, vino a Damasco, 
atravesando todo el territorio. 

33 Simón, entretanto, se había 
puesto en marcha, llegando hasta 
Ascalón y a las próximas fortalezas; 
se volvió luego hacia Jope y la tomó, 
34 porque había oído que querían 
entregar la fortaleza a los parciales 
de Demetrio, y puso allí guarnición, 
para conservarla en su poder. 35 Vuel¬ 
to Jonatán, convocó a los ancianos del 
pueblo y tomó con ellos la resolu¬ 
ción de edificar fortalezas en Judea, 
36 (le levantar los muros de Jerusa- 
Ién, de erigir un muro fuerte entre 
la ciudadela y la ciudad, a fin de se¬ 
parar aquélla de ésta y aislarla, para 
que los de allí no pudiesen comprar 
ni vender en ésta. 37 Reunidos los 
obreros para edificar la ciudad, se 
vino al sucio un trozo de la muralla 


que da el valle del Este, y lo restau¬ 
raron, dándole el nombre de Cafe- 
nata. 38 Simón edificó también Adi¬ 
da, en la Sefela, y la fortificó y puso 
puertas y cerrojos. 


Muerte traidora de Jonatán. 

39 Trataba Trifón de apoderarse 
del reino de Asia y ceñirse la dia¬ 
dema, quitando de en medio al rey 
Antíoco. 40 Pero temiendo que se le 
opusiera Jonatán y le hiciera la gue¬ 
rra, buscaba un medio de apoderarse 
de él y darle muerte. Con este propó¬ 
sito se puso en camino de Betsán. 
41 Salióle al encuentro Jonatán con 
cuarenta mil hombres escogidos para 
la lucha, v llegó a Betsán. 42 Cuando 
Trifón vió que Jonatán venía con 
tanta fuerza, temió poner manos en 
él, 43 le acogió muy honrosamente, 
le presentó a todos sus amigos y le 
hizo muchos obsequios, ordenando 
a su ejército que le obedeciese como 
a él mismo. 44 Dijo luego a Jonatán: 
«¿Por qué molestar a .todo el pueblo, 
no habiendo guerra entre nosotros? 
45 Mándalos a sus casas, dejando 
contigo unos cuantos que te acom¬ 
pañen, y vente conmigo a Tolemaida. 
Te la entregaré con las demás forta¬ 
lezas, y pondré a tus órdenes el resto 
del ejército y los oficiales del rey. 
Hecho esto, yo ule volveré, que sólo 
para eso he venido.» 

48 Dióle fe Jonatán e hizo según 
le decía, licenciando su ejército, que 
se volvió a la tierra de Judá. 47 Sólo 
se reservó tres mil hombres, de los 
que dejó dos mil en Galilea, lleván¬ 
dose consigo sólo mil. 48 En cuanto 
Jonatán entró en Tolemaida, los 
tolemenses cerraron las puertas, le 
prendieron a él y a cuantos le acom¬ 
pañaban y los asesinaron. (1) 49 Luego 
Trifón envió su ejército y su caballe¬ 
ría a la Galilea y a la gran llanura, 
para aniquilar a todos los parciales 
de Jonatán. ñ0 Supieron que había 
sido preso y muerto Jonatán y los 
que le acompañaban, y unos a otros 
se animaron para salir a campaña 
para combatir. 61 Al ver sus perse¬ 
guidores cuán resueltos estaban a 
luchar por su vida, se volvieron. 

52 Se fueron sin ser molestados a 


(i) Judas murió en el campo de batalla. 
Jonatán. víctima de una traición de los sinos? 
Simón, víctima de la villanía de un yerno suyo' 





MACABEOS I, 13 


5 JO 


hi tierra de Jada y lloraron-a Jomi- 
tá’i y a los suyos, temiendo mucho 
por si. Todo Israel hizo gran duelo. 
53 Entonces todas las naciones veci¬ 
nas se propusieron aniquilarlos, di¬ 
ciéndose: «Ya no tienen caudillo que 
los proteja; luchemos, pues, contra 
ellos, y borremos su memoria de 
(Mitre los hombres.» 

Simón sucede a Jonatán. 

1 3 1 Oyó Simón que había reunido 
Triíoh un poderoso ejército, para 
venir contra la tierra de Judá y 
aplastarla; 2 y viendo al pueblo lleno 
de espanto y de temor, subió a Jeru- 
salén y reunió al pueblo. 3 Los alen¬ 
taba diciendo: «Ya sabéis lo que yo, 
mis hermanos y la casa de mi padre, 
hemos hecho por las leyes y el san¬ 
tuario, las guerras y las angustias 
que hemos soportado. 4 Por esta 
causa, que es la de Israel, dieron la 
vida todos mis hermanos, quedando 
yo solo. 5 Xo quiera Dios que en esta 
hora de tribulación rehuya el peli¬ 
gro por amor de la vida, que no valgo 
yo más que mis hermanos, 6 antes 
tomaré la defensa de mi nación y del 
santuario, de nuestras mujeres e hijos, 
ahora que llevados del odio se han 
juntado todas las naciones para aplas¬ 
tarnos.» 7 Se enardeció el pueblo al 
oir estas palabras, 8 y a grandes vo¬ 
ces respondió, diciendo: «Sé nuestro 
caudillo en lugar de Judas y de Jo- 
natáu, tu hermano. 9 Combate nues¬ 
tras batallas; cuanto nos digas lo 
liaremos.» 

10 Juntando todos los hombres de 
guerra, se dió prisa a concluir los 
muros de Jerusalén, que quedó for¬ 
tificada todo en derredor. 11 Envió a 
Jouatás, hijo de Abesaloin, con bas¬ 
tante fuerza a Jope, que echó de allí 
a los que la guarnecían, quedándose 
en ella. 12 Trifón salió de Toleinaida 
con un poderoso ejército, para inva¬ 
dir la Judea, llevando consigo a Jo- 
uatán preso. 13 Simón acampó en 
Adida, frente a la llanura. 

14 Al eonocer Trifón que habían 
nombrado a Simón caudillo en lugar 
de su hermano Jonatán, y que estaba 
pronto a trabar batalla, le envió men¬ 
sajeros, 15 diciendo: «Hemos detenido 
a tu hermano, a causa de la deuda 
que tenía con el tesoro real, por los 
cargos que desempeñaba. 16 Envía, 
pues, cien talentos de plata y a dos 
de sus hijos como rehenes, porque 


al ser libertado lio so rebele contra 
nosotros, y le dejaremos libre.» 17 Aun¬ 
que entendía Simón que le hablaban 
con engaño, envió el dinero y los 
dos niños, por no concitar contra si 
la enemiga del pueblo, que podría 
decir: 18 «No ha enviado el dinero 
y los niños, y por eso pereció Jona- 
tán». 19 Así, pues, envió los niños y los 
cien talentos; pero Trifón, faltando 
a su palabra, no puso en libertad a 
Jonatán. 

20 Trifón emprendió luego la mar¬ 
cha para invadir la tierra y devas¬ 
tarla. Para ello, rodeando, vino a 
Adora, pero Simón con su ejército 
le salía al encuentro dondequiera 
que él iba. 21 Los de la ciudadela en¬ 
viaron mensajeros a Trifón, rogán¬ 
dole que se diera prisa a venir en 
su socorro por el desierto, y les tra¬ 
jese víveres. 22 Preparó Trifón toda 
su caballería para llegar aquella no¬ 
che, pero no pudo, a causa de la 
mucha nieve que había caído. Llegó 
a Calad, 23 y en Bascaina dió muerte 
a Jonatán, que fué sepultado allí. 
24 Después Trifón dió la vuelta y se 
volvió a su tierra. 

25 Mandó Simón por los restos de 
su hermano Jonatán y les dió sepul¬ 
tura en Modín, la ciudad de sus 
padres. 26 Todo Israel hizo por él 
gran duelo y le lloró muchos días. 
27 Edificó Simón sobre los sepulcros 
de sus padres y hermanos un monu¬ 
mento de piedras labradas por una 
y otra cara, alto y visible desde muy 
lejos. 28 Encima levantó siete pirᬠ
mides, unas enfrente de otras, dedi¬ 
cadas a su padre, a su madre y a sus 
cuatro hermanos. 29 Lo rodeó de 
grandes columnas, y puso en ellas 
panoplias para eterna memoria; y 
junto a las panoplias, naves esculpi¬ 
das, que pudieran ser vistas de todos 
los que navegaban por el mar. 30 Ese 
sepulcro que erigió en Modín perdura 
basta el día de hoy. 31 Trifón, que 
procedía dolosamente con el joven 
rey Antíoco, acabó por darle muerte, 
32 se declaró rey en su lugar y se ciñó 
la diadema del Asia, trayendo con 
esto una gran calamidad sobre la 
tierra. 

Simón consolida la libertad 
nacional. 

33 Simón edificó las fortalezas de 
Judea, las rodeó de altas torres y 
muros fuertes, les puso puertas y 





MACASEOS I, 14 


550 


cerrojos y las proveyó de vituallas. 
34 Envió algunos hombres escogidos 
a Demetrio, pidiendo que concediera 
al país la remisión de los tributos, 
por cuanto los actos de Tritón habían 
sido actos de saqueo. 36 Contestó el 
rey Demetrio a estas peticiones, en¬ 
viándole letras del tenor siguiente: 

36 «El rey Demetrio a Simón, sumo 
sacerdote y amigo de los reyes, y a 
los ancianos y a la nación judía, 
salud: 37 Hemos recibido la corona 
de oro y la palma que nos habéis 
enviado, y estamos dispuestos a ha¬ 
cer con vosotros una paz definitiva 
y a escribir a los intendentes reales 
que os condonen las deudas. 38 Todo 
cuanto hemos pactado con vosotros 
sea firme, y las fortalezas que habéis 
edificado sean vuestras. 39 Os per¬ 
donamos también las faltas y las 
ofensas cometidas hasta este día, y 
la corona que debéis, y si algún 
tributo se cobraba en Jerusalén, ya 
no se cobre. 40 Si algunos de vosotros 
estáis dispuestos a alistaros en nues¬ 
tro ejército, podréis hacerlo, y que 
reine entre nosotros la paz.» 

41 El ano 170 quedó Israel libre 
del yugo de los gentiles, 42 y comen¬ 
zar olí a encabezarse así los documen¬ 
tos y contratos: «El año primero de 
Simón, gran pontífice, general y cau¬ 
dillo de los judíos.» 43 En los días 
aquellos acampó Simón contra Oue- 
zer, y la cercó con sus fuerzas, cons¬ 
truyó máquinas de asedio y las apro¬ 
ximó a la ciudad, acometiendo una 
de las torres y apoderándose de ella. 
44 Invadieron la ciudad los que esta¬ 
ban en la máquina, produciéndose 
en aquélla gran conmoción. 46 Los 
de la ciudad subieron a las murallas 
con sus mujeres e hijos, rasgadas las 
Vestiduras, y a grandes voces clama¬ 
ban pidiendo a Simón la paz, 48 y le 
decían: «Xo obres con nosotros según 
merecen nuestras maldades, sino se¬ 
gún tu misericordia.» 47 Simón se dejó 
aplacar y suspendió las hostilidades 
contra ellos, pero expulsó a los de 
la ciudad, purificó las casas en que 
había ídolos, y así hizo su entrada 
en ella en medio de cánticos y bendi¬ 
ciones. 48 Después de limpiarla de 
toda impureza, instaló en ella gente 
observante de la ley, la fortificó, 
y construyó allí para él una morada. 

49 Los de la ciudadela de Jerusa¬ 
lén no podían salir de ella, ni entrar 
en la región para comprar o vender, 
y pasaban mucha escasez, perecien¬ 


do de hambre muchos de ellos. 60 Cla¬ 
maron a Simón en demanda de paz, 
y él se la otorgó, echándolos de allí 
y limpiando la ciudadela de impu¬ 
rezas. 61 El día veintitrés del mes se¬ 
gundo del año 171 entró en ella con 
cánticos, palmas y acompañamiento 
de cítaras, címbalos y arpas, con 
himnos y cánticos, porque había sido 
aplastado un gran enemigo de Israel. 
52 Estableció que cada año se solem¬ 
nizara este día con regocijo. 63 For¬ 
tificó el monte del templo, que está 
próximo a la ciudadela, y habitó 
allí él con los suyos. 64 Viendo Simón 
que Juan, su hijo, era hombre ani¬ 
moso, le hizo jefe de todas las tropas, 
con residencia en Guezer (1). 


Prosperidad de Simón. 

1J, 1 El año 172 reunió el rey De- 
1 ” metrio sus tropas y se puso en ¡ 
marcha hacia la Media, en busca de 
recursos para hacer la guerra a Tri- 
fón. 2 Sabido por Arsaccs, rey de 
Persia y de Media, que Demetrio - 
había invadido su territorio, mandó 1 * * 
a su encuentro a uno de sus genera- 1 
les, con el encargo de cogerle vivo. 

3 Partió éste, y derrotó a Demetrio, 
haciéndole prisionero y llevándole a 
Afsaces, que le encarceló. 

4 Y disfrutó de paz la tierra de I 
Judá toda la vida de Simón, que pro¬ 
curó la prosperidad de su pueblo: I 
a todos fuá grato su gobierno, y gozó j 
de fama todos los días de su vida, i 
6 Y añadió a esta gloria la toma de 
Jope para puerto, teniendo asi en¬ 
trada a las islas del mar. 6 Extendió 
los términos de su nación y mantuvo 1 
el dominio de su tierra. 7 Redimió 
muchos cautivos, se adueñó de Gue- J 
zer, de Bctsur y de la ciudadela. I 
Quitó de ella las impurezas y no hubo 1 
quien le resistiera. 8 Cultivaban en J 
paz la tierra, y la tierra daba sus I 
cosechas, y los árboles del campo sus 1 
frutos. 9 Los ancianos se sentaban en 
las plazas, todos hablaban de las I 
prosperidades de la tierra, y los jó- 1 
venes vestían como traje de honor el 
traje de guerra. 10 Abasteció las 
ciudades y las puso en estado de 


(i) Simón sucede a su hermano, consolida 

la próspera situación de Judá y recoge para su 

familia los frutos de ramas luchas como había 

sostenido, pero al fin acabó traidoramente ase¬ 

sinado por su yerno. 











MACABEOS I, 14 


551 


defensa. Llegó la fama de su nombre 
hasta los extremos confines de la 
tierra. 11 Hizo reinar la paz en toda 
la tierra, y gozó Israel de gran bienes¬ 
tar. 12 Cada uno se sentaba bajo su 
parra y su higuera, y nada había que 
les causara temor. 13 Desapareció de 
la tierra el que les haría la guerra, 
y en sus días fueron vencidos reyes. 
D Dió seguridad a los humildes de 
su pueblo, tuvo celo por la ley, y 
desterró a todos los-impíos y mal¬ 
vados. 15 Restauró la gloria del san¬ 
tuario, y aumentó los vasos sagrados. 

24 Después de estos sucesos envió 
Simón a Numenio a Roma, para re¬ 
novar la alianza con los romanos, 
mandando por él, eomo presente, un 
eseudo de oro de mil minas de peso. 

16 Había llegado a Roma y a Es¬ 
parta la noticia de la muerte de Jo- 
natán, de la que se dolieron mucho. 
17 Pero al saber que Simón, su her¬ 
mano, le había sucedido en el sumo 
saeerdoeio y que mandaba en la 
tierra y en sus ciudades, 18 le escri¬ 
bieron la renovación de la amistad 
y la alianza antes hecha eon Ju¬ 
das y Jonatán, sus hermanos, en 
placas de bronce, 19 que fueron leídas 
en Jerusalén en la asamblea del pue¬ 
blo. He aquí la copia de las letras 
enviadas por los espartanos. 

20 «Los príneipes y la ciudad de 
Esparta, a Simón, sumo sacerdote, 
y a los aneianos y a los sacerdotes 
y a todo el pueblo de los judíos, sus 
hermanos, salud: Los mensajeros que 
habéis mandado a nuestro pueblo 
nos han dado noticias de vuestra 
gloria y honor, y de ello nos alégra¬ 
nos inmensamente. 23 Hemos regis¬ 
trado en las deliberaciones del pueblo 
lo siguiente: Numenio, hijo de An- 
tíoeo, y Antíoco, hijo de Jasón, le¬ 
gados de los judíos, han llegado a 
nosotros para renovar la antigua amis¬ 
tad. 23 El pueblo resolvió recibir hon¬ 
rosamente a los mensajeros y depo¬ 
sitar una eopia de su diseurso entre 
los documentos públicos, para que 
el pueblo espartano guarde la memo¬ 
ria de ello. Y hemos enviado una 
eopia de esto a Simón, sumo sacerdote. 

25 Cuando el pueblo oyó tales cosas, 
se dijeron: «¿Qué gracias podemos dar 
a Simón y a sus hijos? 26 Porque vale¬ 
rosamente han eombatido eontra los 
enemigos de Israel, tanto él como sus 
hermanos y toda su familia, y han 
afianzado nuestra libertad.» Y gra¬ 
baron en placa de bronce, que col¬ 


garon de columnas en el monte de 
Sión, 27 la siguiente escritura: «El día 
dieciséis del mes de Elul del año 172, 
el año tercero del pontificado de 
Simón, príneipe del pueblo de Dios, 

28 en la asamblea general de los 
sacerdotes V del pueblo, de los prin¬ 
cipes y aneianos de la nación, se hizo 
saber esto: En las muchas guerras 
que ha habido en nuestra tierra, 

29 Simón, hijo de Matatías, de los 
hijos de Jarib, así eomo sus herma¬ 
nos, se expusieron al peligro e hi¬ 
rieron frente a los adversarios de su 
naeión, por la conservación del san¬ 
tuario y de la ley, y ganaron grande 
gloria para su pueblo. 30 Jonatán los 
congregó y fué sacerdote, hasta que 
se reunió eon sus padres. 31 Resol¬ 
vieron entonces los enemigos invadir 
la tierra, devastarla y hacerse due¬ 
ños del santuario; 32 pero se levantó 
Simón y salió a la defensa de su 
pueblo, y eon grandes expensas suyas 
armó a los valientes de su nación 
y les pagó la soldada. 33 Fortificó las 
eiudades de Judea y a Betsur en sus 
confines, donde antes dominaban las 
armas de los enemigos. Puso allí 
guarnición judía, 34 fortifieó a Jope, 
junto al mar, y a Guezer en los con¬ 
fines de Azoto, en la que antes 
habitaban los enemigos, e instaló en 
ellas judíos, y los proveyó de cuanto 
era neeesario para su defensa. 35 Vien¬ 
do el pueblo la conducta de Simón 
y la gloria que se proponía dar a su 
naeión, le hicieron su eaudillo y 
sumo sacerdote, en premio de haber 
realizado todas estas proezas y de la 
justicia y fidelidad que ha guardado 
a su pueblo, procurando por todos 
los medios el engrandecimiento de 
éste. 36 En sus días todo prosperó, 
y los gentiles fueron exterminados 
de la tierra, y en la misma Jerusalén 
los que oeupaban la ciudad de David, 
que habían convertido en eiudadela, 
de donde haeían salidas, profanando 
los alrededores del santuario eon gran 
perjuicio de su santidad. 37 Instaló 
allí judíos, la fortificó para seguridad 
de la tierra y de la eiudad, y dió 
mayor altura a las murallas de Jeru¬ 
salén. 38 Por todo esto el rey Deme¬ 
trio le eonfirió el sumo sacerdocio, 

39 y le inscribió en el número de sus 
amigos y le otorgó grandes honores, 

40 pues supo que los judíos eran te¬ 
nidos por los romanos eomo amigos, 
aliados y hermanos, y habían sido 
acogidos eon honor los legados de 






552 


MACABEOS I, 15 


Simón. 41 Los judíos y sacerdotes 
resolvieron instituir a Simón‘por prín¬ 
cipe y sumo sacerdote por siempre, 
mientras no aparezca un profeta digno 
de fe, 42 y por su caudillo, que defien¬ 
da el santuario, instituya inspectores 
de obras, gobernadores de la tierra, 
capitanes de las tropas y alcaides de 
las fortalezas; 43 que cuide de las 
cosas sagradas, que sea de todos obe¬ 
decido, que se inscriban en su nombre 
todos los documentos públicos en la 
tierra, vista la púrpura y lleve la 
fíbula de oro. 44 A nadie será licito, 
ya del pueblo, ya de los sacerdotes, 
traspasar ninguna de estas disposi¬ 
ciones ni contravenir lo que por él 
fuere ordenado, o convocar en la 
tierra asamblea sin su consenti¬ 
miento, ni vestir la púrpura ni llevar 
la fíbula de oro. 45 Él que traspasare 
estas disposiciones o violare alguna 
de ellas, incurrirá en castigo.» 

46 Todo el pueblo aprobó conferir 
a Simón estos poderes y honores, y 
convino en que él obrase conforme a 
ellos. 47 Aceptó Simón, agradecido, 
el sumo sacerdocio, y ser caudillo y 
jefe de los judíos y de los sacerdotes, 
ejerciendo el mando supremo. 

48 Mandaron que esto se escribiese 
en láminas de bronce y se pusiese en 
el atrio del templo en lugar visible, 
y que una copia de lo mismo se de¬ 
positase en el tesoro del templo, a 
disposición de Simón y de sus hijos. 


Reconocimiento de esta situación 
por las naciones extranjeras» 

i r 1 Antíoco, hijo del rey Dcme- 
• trio, envió desde las islas del 
mar cartas a Simón, sumo sacerdote 
y jefe de los judíos, y a toda la na¬ 
ción. 2 Era el contenido de las cartas 
del tenor siguiente: «El rey Antíoco 
a Simón, sumo sacerdote y jefe de la 
nación judia, salud: 3 Como quiera 
que hombres malvados se hayan apo¬ 
derado del reino de nuestros padres, 
es mi voluntad recobrarlo y restable¬ 
cerlo en su forma antigua, para lo 
cual he reunido un ejército numeroso 
y equipado naves de guerra. 4 Me 
propongo desembarcar y perseguir a 
los que han arruinado el reino y aso¬ 
lado sus ciudades. 6 Te ratifico, pues, 
todas las exenciones que te han hecho 
los reyes mis predecesores, y todas las 
mercedes que te han otorgado. ü Te 
permito acuñar moneda propia para 


tu tierra. 7 Que Jerusalén y su san¬ 
tuario sean libres; que cuantas armas 
has fabricado, y cuantas fortalezas 
has levantado y posees, queden en tu 
poder; 8 que todas las deudas al te¬ 
soro real y cuanto en adelante hu¬ 
biere de percibir el rey te sea por 
siempre condonado. 9 Y cuando nos 
hubiéremos apoderado del reino, os 
honraremos, a ti y a tu nación y 
al templo, tan magníficamente, que 
vuestra gloria se extenderá por toda 
la tierra.» 

10 El año 174 Antíoco se puso en 
marcha hacia su reino, y todas las 
tropas se declararon por él, de suerte 
que muy pocas fueron las que le que- i 
daron a Trifón. 11 Perseguido por el 
rey Antíoco, vino huyendo hasta Dora 
del mar. 12 Vió entonces cuántos males 
se le venían encima, pues las tropas 
le habían abandonado. 13 Acampó 
el rev Antíoco contra Dora, con ciento I 
veinte mil hombre y ocho mil caba¬ 
llos. 14 Cercaron la ciudad por mar y por 
tierra, y la estrecharon de suerte que 
nadie podía salir ni entrar en ella. 

15 En esto llegó de Roma Xuincnio | 
y los que con él habían ido, trayendo 
copia de cartas escritas a los reyes I 
y a las naciones, del tenor siguiente: i 
«Lucio, cónsul de los romanos, a 
Tolomeo, salud: 17 Kan venido a nos¬ 
otros embajadores de los judíos, alia- j 
dos y amigos nuestros, enviados por I 
Simón, sumo sacerdote, y por la 
nación de los judíos, para renovar la 
antigua amistad y alianza, 18 y lian i 
sido portadores de un escudo de oro 1 
de mil minas de peso. 19 En virtud de 
esto nos ha parecido bien escribir a I 
reyes y naciones, que no les causen I 
ningún mal ni les hagan la guerra, I 
ni a sus ciudades ni a su tierra, ni 
>resten auxilio a quienes los comba- i 
an. 20 Nos pareció igualmente bien j 
recibir de ellos el escudo. 21 Si, pues, I 
hombres malhechores, huyendo de I 
ellos, se refugiaren entre vosotros, I 
entregadlos a Simón, sumo sacerdote, 1 
para que los castigue según su ley.» 

22 lín la misma forma escribieron al I 
rey Demetrio, a Atalo, a .Iriarates I 
a Arsaees 23 y a todas las naciones: I 
a Lanipsaco, a los espartanos, a De- 1 
los y a Alindo, a ÍSición, a Caria, a I 
Sanios, a Panfilia, a Licia, a ifali 
enmaso, a I-todas, a Fasélida, a I 
Con, a Sido, a Arados, a Cortina, 
a (luido, a Chipre y a Cirene. 21 A' 
copia do esas cartas se la enviaran j 
a Simón, sumo sacerdote. 





MACABEOS I, 16 


553 


25 Cuino hemos dicho, d rey An- 
tíoeo acampó .enfrente de Dora y la 
estrechó, y construyó máquinas de 
guerra, quedando Tritón cercado, sin 
poder entrar ni salir. 26 Simón envió 
en ayuda del rey a dos mil hombres 
escogidos, y plata y oro y mucho 
material de guerra. 27 No quiso él 
recibirlos, antes bien revocó cuanto 
antes había pactado y rompió con 
él. 28 Mandó a Atenobio, lino de sus 
amigos, para tratar con él y decirle: 
«Vosotros retenéis a Jope y a Guezer 
>■ la fortaleza de Jerusaléu, ciudades 
de mi reino; 29 habéis devastado sus 
territorios y causado grandes daños 
a la tierra, y os habéis adueñado de 
muchos lugares de mi reino. 30 En¬ 
tregad luego, pues, las ciudades que 
habéis ocupado, y los tributos de 
que os habéis apoderado fuera de los 
confines de la Judea; 31 de no hacerlo, 
pagaréis por ello quinientos talentos 
ríe plata, y por los perjuicios causados 
y por los tributos de las ciudades per¬ 
cibidos, otros quinientos talentos; y 
si no, iré y os haremos la guerra.» 

32 Llegado Atenobio, el amigo del 
rey, a Jerusalén, vi ó la magnificencia 
de Simón, su vajilla de oro y plata 
y la numerosa servidumbre, y quedó 
maravillado. Oído el mensaje del 
rey, 33 respondió Simón: «No hemos 
tomado tierra ajena, ni de bienes 
ajenos nos hemos apoderado, sino de 
la heredad de nuestros padres, de la 
que sin justicia nuestros enemigos 
se habían adueñado. 34 Aprovechando 
la ocasión, hemos recobrado la here¬ 
dad de nuestros padres. 35 Cuanto a 
Jope y a Guezer, que reclamáis, ha¬ 
cían a nuestro pueblo y nuestra tierra 
grandes daños: por ellas daremos cien 
talentos.» Atenobio no le respondió 
palabra, 36 pero se volvió furioso al 
rey y le comunicó las palabras de 
Simón, su magnificencia y todo cuan¬ 
to había visto. Airóse el rey con gran 
ira. 37 Entretanto, Trifón, embarcado 
en una nave, huyó a Ortosiada. 

38 El rey instituyó a Cendebeo gene¬ 
ral de la corte, poniendo en su mano 
fuerzas de infantería y caballería, 

39 con el encargo de acampar enfrente 
de Judea, y edificar a Cedrón y for¬ 
tificar sus puertas, a fin de hostigar 
al pueblo de Israel. El rey se fué en 
persecución de Trifón. 

40 En cuanto Cendebeo llegó a Jam- 
nia, comenzó a molestar al pueblo, 
invadiendo la Judea, haciendo cauti¬ 
vos y muertos. Edificó a Cedrón, 41 y 


cu ella colocó caballería e infantería, 
para hacer incursiones por Judea, 
como se lo había ordenado el rey. 

(\ 1 Subió Juan de Guezer, y co¬ 
municó a su padre lo que 
Cendebeo estaba haciendo. 2 Llamó 
entonces Simón a sus dos hijos ma¬ 
yores, Judas y Juan, y les dijo: 
«Yo y mis hermanos y la casa <le mi 
padre liemos combatido por Israel 
desde nuestra juventud hasta el pre¬ 
sente, y nuestros esfuerzos han sido 
tan felices, que logramos la libertad 
de Israel. 3 Al presente yo estoy ya 
viejo; pero vosotros, por la miseri¬ 
cordia de Dios, estáis en buena edad: 
tomad mi puesto y el de mi herma¬ 
no, y salid a luchar por nuestra 
nación, y que la ayuda del cielo sea 
con vosotros. 

4 Eligieron de la gente de todo el 
territorio los hombres más aguerridos 
y caballería hasta veinte mil, y par¬ 
tieron contra Cendebeo, pernoctando 
en Modín. 5 Puesta en marcha muy 
de mañana hacia la llanura, vieron 
un poderoso ejército de infantería 
y caballería, que les venía al en¬ 
cuentro. Sólo un torrente había de 
por medio. 6 Se detuvo enfrente 
de ellos Juan con sus hombres; 
y viendo que los suyos temían atra¬ 
vesar el torrente, lo hizo él el pri¬ 
mero; y sus hombres, viéndole, le si¬ 
guieron. 7 Dividió su gente, colocan¬ 
do la caballería en medio de los in¬ 
fantes, porque la caballería de los 
contrarios era muy numerosa. 8 Re¬ 
sonaron las trompetas sagradas, y 
Cendebeo y su ejército quedaron 
deshechos, cayendo muchos de ellos 
y huyendo los restantes a la forta¬ 
leza. 9 Quedó herido Judas, el herma¬ 
no de Juan; pero éste persiguió a 
los enemigos hasta llegar a Cedrón, 
que Cendebeo había fortificado, 10 y 
huyeron hasta las torres de Azoto, que 
Juan dió al fuego, cayendo de los ene¬ 
migos hasta tres mil hombres, y se 
volvió victorioso-a Judá. 

Muerte alevosa de Simón. 

11 Tolomeo, hijo de Abubos, coman¬ 
dante del campo de Jericó, tenía 
mucha plata y oro, 12 y era yerno 
del sumo sacerdote. 13 Se engrió tanto, 
que quiso hacerse dueño de la tierra, 
para lo cual resolvió quitar a traición 
la vida a Simón y a sus hijos. 14 Vi¬ 
sitaba Simón las ciudades del terri- 








MACABEOS I, 16 


551 




torio, a fin de proveer a sus nece¬ 
sidades, y bajó a .Tericó con Mata¬ 
tías y Judas, sus hijos, el año 177 
en el mes undécimo, que es el mes 
de Sabat. 15 Los recibió el hijo de 
Abubos con perfidia en una forta¬ 
leza pequeña, llamada Doc, que él 
había levantado. Les ofreció un gran 
banquete, pero ocultó a siete hombres, 

16 que cuando Simón y sus hijos es¬ 
taban ebrios, a lina señal de Tolomeo 
se levantaron, y tomando las armas, 
dieron sobre Simón, matándole a él, 
a sus hijos y a algunos de su séquito, 

17 cometiendo una gran traición y 
devolviendo mal por bien. 

18 Luego escribió Tolomeo al rey, 
para que enviase tropas en su auxi¬ 
lio, a fin de poner en su mano la 
tierra y las ciudades. 19 Envió otras 
a Guezer para que se apoderasen de 


Juan, y escribió a los oficiales de ésta, 
pidiéndoles que se pasasen a él, que 
les daría plata y oro y regalos. 
20 Mandó otros para que se apodera¬ 
sen de Jerusnlén y del monte del 
templo. 21 Pero alguno se adelantó 
a comunicar a Juan, en Guezer, 
cómo habían sido muertos su padre 
y sus hermanos, y que habían man¬ 
dado quien le matase a él. 22 Quedó 
fuera de sí al oir tales noticias, y 
prendiendo a los que venían a él 
para darle muerte, los mató, pues 
sabía lo que intentaban. 

23 Los demás sucesos de Juan, sus 
guerras, las hazañas que realizó, los 
muros que levantó y sus obras todas, 
24 escritas están en los anales de su 
pontificado, desde el día en que filé 
hecho sumo sacerdote después de su 
padre. 















II DE LOS MACABEOS 










INTRODUCCION AL LIBRO II DE LOS MACABEOS 


TfSTE libro no es propiamente un libro segundo , una continuación del pre¬ 
cedente; es otro libro sobre la misma materia , bastante amplia para poder 
ser argumento de muchos libros. Un cierto Jasón de Cirene y desconocido de 
nosotros , compuso cinco libros sobre Judas Macabeo; nuestro autor los com¬ 
pendió en este solo libro en favor de los lectores que no pudieran leer los cinco 
de Jasón, Abarca unos quince años, 175-161 a. C. El propósito del autor no 
es sólo contar los sucesos históricos, sino, mediante ellos, instruir y edificar a 
sus lectores. Escribe en griego, y se sirve de los recursos de la retórica griega 
para mejor lograr su intento. El prólogo (2, 20-33) y el epílogo (15, 38-40) 
ponen de relieve la gran diferencia que hay entre este libro y todos los otros es¬ 
critos en lengua semítica. La cronología seguida es la del libro primero, con la 
diferencia de que este otro sigue en todo el cómputo oficial, empezando a contar 
desde el otoño de 112 a. C. 

La obra va precedida de dos a modo de apéndices, que son dos cartas (1, 3-10*) 
y 1, 10b-2, 19) dirigidas por los judíos de Jcrusalén a los de Egipto, con el 
fin manifiesto de recomendarles la santidad del santuario yerosolimitano, y 
apartarlos del templo cismático, que habían levantado en Leontópolis, 


MACABEOS II 


Carta de los judíos de «Jcrusalén 
u los judíos de Egipto, 

1 1 «A los hermanos judíos que mo- 

1 ran en Egipto, salud: Los her¬ 
manos judíos de Jcrusalén y de 
Judea, paz y felicidad. 2 Que Dios 


os bendiga, acordándose de su alian¬ 
za con Abraham, Isac y Jacob, sus 
fieles siervos. 3 Que a todos os dé 
corazón dispuesto para venerarle y 
cumplir con todo ánimo y buena vo¬ 
luntad sus preceptos. 4 Que os abra 
el corazón para entender su ley y 
































558 


MACABEOS II, 1 


sus preceptos, os conceda la paz, 
6 oiga vuestras súplicas, se reconcilie 
con vosotros y no os abandone en el 
tiempo de la desgracia. 6 Esta es 
nuestra oración por vosotros. 

7 Reinando Demetrio, el año 169, 
nosotros, los judíos, os escribimos 
cuando nos hallábamos en la gran 
tribulación que nos sobrevino desde 
que Jasón y los suyos se marcharon 
de la tierra santa y del reino. 8 Pues 
incendiaron el pórtico del templo y 
derramaron mucha sangre inocente. 
Pero suplicamos al Señor, y le ofre¬ 
cimos sacrificios y flor de harina, y 
encendimos las lámparas, y presen¬ 
tamos los panes. 9 Ahora vosotros 
celebrad la fiesta de los tabernáculos 
en el mes de Casleu. Dada el año 188.» 


Carta a Aristóbulo y a los judíos 
de Kcjipto. 

10 «Los moradores de Jerusalén y 
de Judea, el senado y Judas, a Aris- 
tóbulo, maestro del rey Tolomeo, del 
linaje de los sacerdotes ungidos, y 
a los otros judíos de Egipto, salud y 
prosperidad: 11 Librados por Dios de 
grandes peligros, le damos muchas 
gracias, estando prontos a luchar de 
nuevo contra el rey. 12 Pero Dios mis¬ 
mo ha aniquilado a los que comba¬ 
tían contra la ciudad santa. 13 Pues 
cuando ese caudillo; con el ejér¬ 
cito que le acompañaba, que pare¬ 
cía irresistible, llegó a Persia, fue¬ 
ron heridos en el templo de Nanea, 
gracias al engaño de los sacerdotes 
de ésta. 14 Antíoeo, acompañado 
de sus amigos, vino al lugar como 
para desposarse con ella y tomar en 
virtud de tal desposorio y a título de 
dote sus tesoros. 15 Los sacerdotes de 
Nanea le habían hecho esta propues¬ 
ta, y él con escasa gente entró en el 
recinto del templo. Cerraron aquéllos 
•las puertas 16 una vez que Antíoeo 
hubo entrado, y abriendo luego una 
abertura disimulada en el techo, a 
pedradas aplastaron al caudillo y a 
sus acompañantes, los descuartizaron, 
les cortaron las cabezas y las tiraron 
fuera. 17 Por esto bendito sea Dios, 

? ue así ha castigado a los impíos. 

8 Estando, pues, para hacer la puri¬ 
ficación del templo en el mes de 
Casleu, hemos creído deber nuestro 
manifestároslo, para que también 
vosotros celebréis la fiesta de los 
Tabernáculos y del fuego que se en¬ 


cendió cuando Nehemfas, después de 
edificar el templo y el altar, ofreció 
sacrificios. 19 Pues al ser nuestros 
padres llevado.s a Persia, los sacer¬ 
dotes piadosos que había entonces, 
ocultamente tomaron del fuego del 
altar, y ló escondieron en un hueco, 
a manera de pozo seco, en el cual lo 
depositaron, tan en seguro que el 
sitio quedó de todos ignorado. 20 Trans¬ 
curridos muchos años, Nehemías, que 
había sido enviado por el rey de 
Persia, mandó a los nietos de los 
sacerdotes que lo habían ocultado, 
a buscar el fuego, y según ellos con¬ 
taron, no hallaron fuego, sino un 
agua espesa, 21 de la cual les mandó 
que sacasen. Cuando las víctimas es¬ 
taban dispuestas en el altar, ordenó 
Nehemías a los sacerdotes que con 
el agua rociasen la leña y lo que 
encima de ella había. 22 Cumplido 
esto y pasado un poco de tiempo, 
salió el sol, que antes estaba nubla¬ 
do, y se encendió un gran fuego, que¬ 
dando todos maravillados. 23 Y mien¬ 
tras oraban los sacerdotes y todos los 
presentes, empezando Jonatán y res¬ 
pondiendo los restantes, 24 hasta 
Nehemías, se consumía el sacrificio. 
La oración era ésta: Señor, Señor Dios, 
creador de todas las cosas, temible, 
justo, misericordioso y rey único 
bondadoso, 25 único liberal, único 
justo, omnipotente y eterno, que 
libras a Israel de todo mal, que ele¬ 
giste a nuestros padres y los santi¬ 
ficaste; 26 acepta este sacrificio por 
todo tu pueblo de Israel, protege tu 
heredad y santifícala. 27 Congrega a 
nuestros dispersos, vuelve la libertad 
a los que viven en servidumbre entre 
las naciones, pon los ojos en estos 
despreciados y abominados, conozcan 
las naciones que tú eres nuestro Dios. 
28 Aflige a los que nos oprimen y con 
insolencia nos ultrajan. 29 Trasplanta 
tu pueblo a tu lugar santo, según dijo 
Moisés. 

30 Los sacerdotes entretanto can¬ 
taban himnos. 31 Cuando el sacrificio 
se hubo consumido, mandó Nehemías 
derramar el agua restante sobre gran¬ 
des piedras; 32 y en cuanto lo hicieron, 
de la luz del altar se encendió una 
llama que las consumió. 

33 Cuando esto se hizo notorio, y 
contaron al rey de Persia que en el 
lugar donde los sacerdotes llevados 
cautivos habían ocultado el fuego, 
apareció agua, con la cual los que 
acompañaban a Nehemías habían 








^ACABEOS II. 2 


559 


encendido ei sacrificio, 34 después de 
hechas averiguaciones, hizo cercar el 
sitio y lo declaró sagrado. 35 Aquel 
día fue día de felicitaciones, en que 
el rey repartió y recibió ricos pre¬ 
sentes. 36 Los de Nehemías llamaron 
a aquel sitio Neftar, que quiere decir 
purificación, pero muchos le llaman 
Xeftai. 

. 1 Se halla en antiguos documen- 
¿ tos, que el profeta Jeremias, al 
mandar a los deportados tomar del 
fuego antes referido, les entregó un 
ejemplar de la ley 2 y les recomendó 
que no diesen al olvido los preceptos 
del Señor, ni se pervirtiesen a la vista 
de los ídolos dé oro y de plata y sus 
adornos. 3 Muchas cosas como éstas 
les dijo, exhortándolos a no apartarse 
jamás del amor de la Ley. 4 También 
en documentos está escrito que el 
profeta, por revelación divina, man¬ 
dó que le siguiesen con el tabernáculo 
y el arca, y salió hasta el monte donde 
había subido Moisés para ver desde 
allí la heredad de Dios. 6 Llegado a 
él, Jeremías halló una gruta a modo 
de estancia, en la cual introdujo el 
tabernáculo, el arca y el altar de 
los perfumes, murando en seguida la 
entrada. 6 Algunos de los que le 
acompañaban vinieron luego, para 
poner señales en el camino, a fin de 
poder hallarlo después. 7 Mas así que 
Jeremías lo supo, ios reprendió, di- 
ciéndoles: Este lugar quedará des¬ 
conocido, hasta que Dios vuelva a 
congregar a su pueblo y tenga de él 
misericordia. 8 Entonces dará a co¬ 
nocer el paradero de estas cosas, apa¬ 
recerá su gloria, y asimismo la nube, 
como se manifestó al tiempo de Moi¬ 
sés, y cuando Salomón pidió que el 
templo fuese gloriosamente santifi¬ 
cado. 9 También alii se cuenta cómo 
el rey sabio ofreció el sacrificio de la 
dedicación y terminación del templo; 
10 y que así como cuando Moisés oró a( 
Señor descendió fuego del cielo que con¬ 
sumió el sacrificio, así también, oran¬ 
do Salomón, descendió fuego y consu¬ 
mió el holocausto. 11 Y dijo Moisés: 
Por no haber sido comido el sacrificio 
por el pecado, fué consumido por ei 
fuego. 12 También Salomón celebró 
la fiesta por ocho días. 

13 Esto mismo se refiere en los es¬ 
critos y memorias de Nehemías; y 
se dice, además, que había reunido 
una biblioteca y puesto en ella los i 
libros de los reyes, los de los profetas y t 


los de David y las cartas de los rey¿s 
sobre las ofrendas. 14 Así también 
Judas reunió todos los libros disper¬ 
sos por la guerra que hubimos de 
sufrir, que ahora se hallan en nuestro 
poder. 15 Si de ellos tuviereis, pues, 
necesidad, mandadnos quienes os los 
lleven. 

16 Estando nosotros para cele¬ 
brar la fiesta de la purificación, os 
escribimos estas letras: Haréis muy 
bien en solemnizar estos días. 17 Dios, 
que ha librado a su pueblo, nos ha 
devuelto a todos la heredad, el reino, 
el sacerdocio y el santuario, 18 como 
lo prometió en la ley. Esperamos, 
pues, de Dios, que pronto tendrá mi¬ 
sericordia de nosotros y nos congre¬ 
gará en el lugar santo, de entre todas 
las naciones que existen bajo el cielo, 
19 pues nos ha librado ya de grandes 
calamidades y ha purificado el san¬ 
tuario» (1). 


Prefacio. 

20 La historia de Judas el Maca- 
beo y de sus hermanos, la purifica¬ 
ción del gran templo y la dedicación 
del altar, 21 las guerras de Antíoco 
Epifanes y de su hijo Eupátor, 22 
las apariciones celestes a los que glo¬ 
riosamente combatían por el judais¬ 
mo, para que, aun siendo pocos, re¬ 
cobrasen toda la tierra y pusieran 
en fuga muchedumbres de bárbaros, 

23 y recuperasen el templo famoso en 
toda la tierra, y librasen la ciudad, 
y restableciesen las leyes que estaban 
a punto de quedar abolidas, siéndoles 
el Señor propicio con toda bondad, 

24 fué narrada por Jasón de Cirene 
en cinco libros, que nosotros nos 
proponemos compendiar en un solo 
volumen. 25 Porque, considerando el 
número excesivo de los libros, y la 
dificultad que hallan, por la muche¬ 
dumbre de las cosas, los que quieren 
aplicarse a conocer las historias, 
26 hemos pensado proporcionar solaz 
del alma a los aficionados a leer, y 
dar a los estudiosos facilidad para 
aprender las cosas de memoria; en 
una palabra, alguna utilidad a todos 
aquellos que tomen este libro en sus 
manos. 27 Mas para nosotros este tra¬ 
bajo que liemos' emprendido no ha 


(i) Adviértase que el autor sagrado recoge 

estas cartas en su libro, pero sin dar juicio de 

la verdad de cuanto contienen. 






500 


MACABEOS II, 3 


sido cosa fácil, sino de mucho tra¬ 
bajo, sudores v desvelos. 28 Como el 
que prepara uu festín, buscando com¬ 
placer a otros, se echa encima upa 
pesada carga, así nosotros, para me¬ 
recer la gratitud de muchos, hemos 
tomado con gusto este trabajo. 29 De¬ 
jando al historiador el oficio de narrar 
detalladamente las cosas, nos hemos 
esforzado por seguir las normas de la 
condensación. 30 Pues así como el 
arquitecto que se propone levantar 
una casa nueva, ha de pensar en el 
conjunto de la construcción; mien¬ 
tras que el decorador y el pintor sólo 
tienen que cuidarse de lo que toca a 
la ornamentación, asi creo yo que 
nos sucede a nosotros. 31 Investigar 
la materia histórica, examinarla en 
todos sus aspectos y detalles; eso 
compete al narrador de la historia; 
32 pero procurar el compendio de la 
narración, sin llegar a agotar el 
asunto toca al compilador, 83 y con 
esto comenzamos nuestra narración, 
después de haberhos extendido tanto 
en el prefacio. Sería una simpleza 
mostrarse difusos antes* de entrar en 
materia, para luego ser breves en 
ésta. 


La preservación del tesoro del 
templo. 

3 1 Hallándose la ciudad en com¬ 
pleta paz, observándose exacta¬ 
mente las leyes, por la piedad del 
sumo sacerdote Onfas (1) y su odio a 
toda maldad, 1 2 sucedía cpie hasta 
los mismos reyes honraban el san¬ 
tuario y lo enriquecían con magní¬ 
ficos dones. 3 Y así, ¡ácleuco, rey de 
Asia, concedió de sus propias rentas 
todos los gastos necesarios para el 
servicio de los sacrificios. 4 Pero un 
cierto Simón, de la tribu de Benja¬ 
mín, constituido inspector del templo, 
se enemistó con el sumo sacerdote, 
con motivo de la fiscalización del 
mercado de la ciudad. 6 No pudiendo 
vencer la resistencia de Onías, se fué 
a Apolonio, hijo de Trascas, que por 
aquel tiempo era general de la Cele- 
siria y Fenicia, 6 y le hizo saber 


(i) Este Pontífice Onías, de quien el autor 
hace tan magnífico elogio, es probablemente el 
jefe ungido a que se refiere Daniel 9, 26, y cuya 
muerte señala el término de las sesenta y dos 
semanas de años y el principio de la última 
semana, que es de grandes calamidades para 
el pueblo. 


cómo el tesoro de Jerusalcn estaba 
lleno de riquezas indecibles, v que 
la cantidad de dinero que allí había 
era incalculable, y no se destinaba 
al sostenimiento de los sacrificios, 
pudiendo el rey apoderarse de ello. 

7 Apolonio se fué luego a ver al 
rey y le di ó cuenta de los tesoros refe¬ 
ridos. Este eligió a Heliodoro, su mi¬ 
nistro de hacienda, a quien envió con 
órdenes de apoderarse de las riquezas. 
8 En seguida se puso en viaje Helio- 
doro, con el pretexto de visitar las 
ciudades de Celesiria y Fenicia, pero 
en realidad, para ejecutar el propó¬ 
sito del rey. 9 Llegado a Jerusalén, 
fué recibido cordialmente por la ciu¬ 
dad y el sumo sacerdote, a quien 
dió luego cuenta de lo que le había 
sido comunicado, y del motivo de su 
venida, preguntando si lo que se 
les había dicho se ajustaba a la 
verdad. 

10 El sumo sacerdote le hizo ver 
que se trataba de depósitos para el 
socorro de viudas y huérfanos, 11 de una 
cantidad que pertenecía a Hircano, 
hijo de Tobías, hombre de muy buena 
posición, contra lo que calumniosa¬ 
mente había denunciado el impío 
Simón; (1) y que, en fin, la síuma de 
todo el dinero era de cuatrocientos 
talentos de plata y doscientos de oro, 
12 siendo del todo imposible cometer 
tal injusticia contra los que habían 
confiado en la santidad del lugar y 
en la majestad del templo, honrado 
en toda la tierra. 13 Pero Heliodoro, 
en virtud de las órdenes del rey, 
contestó que aquellos tesoros habían 
de ser necesariamente entregados al 
tesoro real. 14 Señalado día, se pre¬ 
paró a entrar, dispuesto a apoderarse 
de tales riquezas, lo que produjo no 
pequeña conmoción en toda la ciudad. 

15 Los sacerdotes, vestidos de sus 
túnicas sagradas, se arrojaron ante 
el altar; clamaban al ciclo, invocando 
al que había dado ley sobre los depó¬ 
sitos, de que les fueran guardados in¬ 
tactos a quienes los depositaron. 
lfí Nadie podía mirar el rostro del 
sumo sacerdote sin quedar traspa¬ 
sado, porque su aspecto y su color 
demudado mostraban la angustia de 
su alma. 17 El temor que se reflejaba 
en aquel varón, y el temblor de su 
cuerpo, revelaban a quien le miraba 


(1) El templo era como un banco en que, 

cual en lugar seguro, depositaban algunos par¬ 

ticulares sus capitales. 







MACABEOS II, 4 


561 


la honda pena de su corazón. 18 Los 
ciudadanos salían en tropel de sus 
casas, para acudir a la pública roga¬ 
tiva en favor del lugar santo, que 
estaba a punto de ser profanado. 
19 Las mujeres, ceñidos los pechos de 
saeo, llenaban las calles; y las don¬ 
cellas recogidas, concurrían unas a 
las puertas del templo, otras sobre 
los muros, algunas miraban furtiva¬ 
mente por las ventanas, 20 y todos, 
tendidas las manos al cielo, oraban. 

21 Era para mover a compasión, 
ver la confusa muchedumbre pos¬ 
trada en tierra, y la ansiedad del 
sumo sacerdote, lleno de angustia. 

22 Todos invocaban al Dios omnipo¬ 
tente, pidiendo que los depósitos 
fuesen con plena seguridad conser¬ 
vados intactos a los depositantes. 

23 Heliodoro, por su parte, dispuesto 
a consumar su propósito, estaba ya 
acompañado de su escolta junto al 
gazofilacio, 24 cuando el Señor de 
los espíritus y rey del absoluto poder, 
hizo de él gran muestra a cuantos se 
habían atrevido a entrar en él. Heri¬ 
dos a la vista del poder de Dios, 
quedaron impotentes y' atemorizados. 
25 Se les apareció un jinete terrible. 
Montaba un caballo adornado de ri¬ 
quísimo caparazón, que, acometiendo 
impetuosamente a Heliodoro, le aco¬ 
ceó con las patas traseras. El que le 
montaba iba armado de armadura 
de oro. 26 Aparecieron también dos 
jóvenes fuertes, llenos de majestad, 
magníficamente vestidos, los cuales, 
colocándose uno a cada lado de Helio- 
doro, le azotaban sin cesar t descar¬ 
gando sobre él fuertes golpes. 27 Al 
instante Heliodoro, caído en el suelo 
y envuelto en tenebrosa oscuridad, 
fue recogido y puesto en una litera. 
28 Y el que hacía poco, con mucho 
acompañamiento y con segura escolta, 
entraba en el gazofilacio, era ahora 
llevado, incapaz de auxiliarse a sí 
mismo, habiendo experimentado ma¬ 
nifiestamente el poder de Dios; 29 y 
por la divina virtud, yacía mudo, 
privado de toda esperanza de salud. 
30 Losjudíos, por su parte, bendecían 
al Señor, que había defendido el 
honor de su casa. Y el templo, poco 
antes lleno de terror y de turbación, 
ahora rebosaba de alegría y regocijo, 
gracias a la intervención dél Señor 
omnipotente. 

31 Pronto acudieron algunos de los 
de Heliodoro, suplicando a Onías que 
invocase al Altísimo, para que hi¬ 


ciese gracia de la vida al que se 
hallaba en el último extremo. 32 Y 
temiendo el sumo sacerdote que el 
rey llegase a imaginarse que los judíos 
habían cometido algún crimen con¬ 
tra Heliodoro, ofreció un sacrificio 
por la salud de éste. 33 Mientras el 
sumo sacerdote ofrecía el sacrificio 
de propiciación, los mismos jóvenes 
se aparecieron de nuevo a Heliodoro, 
con las mismas vestiduras de antes; 
y acercándose a él, le dijeron: «Da 
muchas gracias a Onías, el sumo sacer¬ 
dote, pues a él le debes que el Señor 
te haya dejado la vida. 34 Tú, pues, 
castigado • por Dios, confiesa ante 
todos su gran poder.» Dicho esto, 
desaparecieron. 

35 Heliodoro, después de ofrecer 
un sacrificio al Señor y de hacer 
grandes votos a quien le había con¬ 
cedido la vida, se despidió amiga¬ 
blemente de Onías y se volvió con 
sus tropas al rey, 36 dando público 
testimonio de las obras del Dios altí¬ 
simo que con sus ojos había visto. 
37 Interrogado por el rey sobre quién 
sería el más apto para enviarlo a 
Jerusalén, dijo: 38 «Si tienes algún ene¬ 
migo, o alguien que conspire contra 
tu reino, mándalo allá, que bien 
castigado vendrá, si es que salva la 
vida; porque sin duda que hay en 
aquel lugar una fuerza divina. 39 El 
mismo que en los cielos habita tiene 
sus ojos puestos sobre aquel lugar 
para defenderlo, y hiere'de muerte a 
los que a él se llegan con malos pro¬ 
pósitos.» 40 Tal fué el episodio de 
Heliodoro y de la preservación de 
gazofilacio. 


Onlas, calumniado, destituido y 
asesinado. 

A 1 Simón, el delator del tesoro y 
* de la patria, hablaba mal de 
Onías, afirmando ser él quien había 
maltratado a Heliodoro, y el autor 
de todo el mal. 2 Al bienhechor de la 
ciudad, al defensor de sus ciudadanos, 
al celador de las leyes, se atrevía a 
llamarlo traidor al reino. 3 Tan ade¬ 
lante fué esta enemistad, que hasta 
llegaron a cometerse homicidios por 
parte de algunos parciales de Simón; 
4 tanto que Onías, considerando lo 
peligroso de estas rivalidades y la 
furia de Apolonio, general de la Cele- 
siria y Fenicia, en favorecer la maldad 
de Simón, se fué a ver al rey, 5 no 

36 








562 


MACABEOS II, 4 


como acusador de sus conciudadanos, 
sino mirando al interés común y 
particular de toda la nación; 6 pues 
veía que, sin la intervención del rey, 
era imposible lograr la paz en el 
gobierno y que Simón no cesaría en 
su locura. 

7 Muerto Seleuco y apoderado del 
reino Antioco, por sobrenombre Epi- 
íanes, Jasón, hermano de Onías, co¬ 
menzó a ambicionar el sumo sacer¬ 
docio; 8 y en una audiencia prometió 
al rey trescientos sesenta talentos de 
plata, ochenta talentos más de otras 
rentas, 9 y sobre éstos, ciento cincuen¬ 
ta más, si se le autorizaba, para ins¬ 
talar un gimnasio y una mancebía (1) 
y se concedía a los de Jerusalén la 
ciudadanía antioquena. 10 Accedió 
el rey; y Jasón, obtenido el poder, 
luego se dió a introducir las costum¬ 
bres griegas entre sus conciudadanos. 
11 Abolió los privilegios otorgados a 
los judíos por el favor de los reyes 
gracias a las gestiones de Juan, padre 
de Eupolcmo, el que desempeñó la 
embajada para obtener la amistad 
y alianza de los romanos; contra los 
derechos ciudadanos introducía cos¬ 
tumbres impías, 12 y hasta bajo la 
misma acrópolis se atrevió a erigir 
el gimnasio, obligando a educar allí 
a los jóvenes más nobles (2). 

12 Así cundió cu alto grado el hele¬ 
nismo y progresó la introducción de 
costumbres extranjeras, por la des¬ 
almada actitud del impío, más que 
sumo sacerdote, Jasón. 14 Los sacer¬ 
dotes ya no se preocupaban del ser¬ 
vicio del altar, antes mostrando poca 
estima del templo y descuidando los 
sacrificios, se apresuraban a tomar 
parte en los prohibidos ejercicios de 
la palestra, en cuanto eran invitados 
a lanzar el disco. 16 Desdeñando los 
honores patrios, estimaban en mucho 
las distinciones griegas. 16 Por lo cual 
vino sobre ellos la gran calamidad, 
de que aquellos mismos a quienes 
envidiaban y a quienes en todo que¬ 
rían imitar, se volviesen luego contra 
ellos, y fuesen sus enemigos y opre¬ 
sores. 17 No es cosa de poco ni que 
se hace impunemente violar las leyes 


(1) Mancebía en el sentido clásico, de ju¬ 
ventud o mocedad, y aquí, de lugar para la 
educación de la juventud en las cosiumbres 
he’énicas. Algo semejante al gimnasio. 

(2) Casos como el de Jasón los vemos con , 
alguna frecuencia en esla hisioria. Nos dan a 
conocer a qué extremo había descendido la 
moral en muchos primates de Judá. 


divinas, como lo mostrará el tiempo 
venidero. 

18 Al celebrarse en Tiro los juegos 
quinquenales con asistencia del rey, 
19 el malvado Jasón envió de Jerusa¬ 
lén espectadores, ciudadanos de An- 
tioquía, portadores de trescientas 
dracmas para el sacrificio de Hércu¬ 
les. Pero los que las llevaban pidieron 
que no se empleasen en los sacrificios 
porque no convenía, sino que se 
destinasen a otras expensas. 20 Y así 
aquella cantidad que iba enviada, 
según la voluntad del donante, para 
el sacrificio de Hércules, por deseo de 
los portadores fue destinada a la 
construcción de trirremes. 

21 Habiendo sido enviado a Egipto 
Apolonio, de Menesteo, con motivo 
de la entronización del rey Tolomco 
Filoinétor, vino a saber Antioco que 
aquel soberano era enemigo de su 
reino, y se propuso prevenirse contra 
él. Llegado a Jope, subió a Jerusalén, 
22 donde Jasón y la ciudad le hicieron 
un magnífico recibimiento, y entró 
en medio de antorchas y aclamacio¬ 
nes. Condujo luego de allí sus tropas 
a Fenicia. 

23 Pasados tres años, envió Jasón 
a Mcnelao, hermano del antes men¬ 
cionado Simón, para llevar dinero al 
rey y para gestionar ciertos asuntos 
importantes; 24 pero, ganada la gracia 
del rey, Mcnelao le adulaba, dándose 
aires de hombre influyente, con lo 
que obtuvo para sí eí sumo sacer¬ 
docio, ofreciendo trescientos talentos 
más que Jasón. 25 Y así, con las cre¬ 
denciales del rey, se vino aquel hom¬ 
bre que no tenía nada que le hiciera 
digno del sacerdocio, sino instintos 
de tirano cruel y sentimientos de fiera 
salvaje. 26 Jasón, que había suplan¬ 
tado a su hermano, fue a su vez su¬ 
plantado por otro y forzado a huir 
a la tierra de Ammán. 27 Mas como 
Mcnelao, una vez posesionado del 
poder, no cumpliese las promesas he¬ 
chas al rey, 28 a pesar de las redama¬ 
ciones de Sóstrates, alcaide de la 
acrópolis, a quien pertenecía la exac¬ 
ción de. los tributos, ambos fueron 
llamados por el rey. 29 Mcnelao hubo 
de dimitir el sumo sacerdocio en 
favor de su hermano Lisímaco, y 
Sóstrates fue nombrado gobernador 
de Chipre. 

30 Entretanto, los tarsenses y los 
malotas se rebelaron, por haber sido 
dados en regalo a Antioquida, concu¬ 
bina del rey. 31 A toda prisa partió 





563 


MACABEOS II, 5 


éste para aquietarlos, dejando encar¬ 
gado del gobierno a Andrónico, uno 
de sus dignatarios. 32 Menelao, juz¬ 
gando la ocasión propicia, arrebató 
ciertos objetos del templo, que regaló 
a Andrónico; otros logró venderlos 
en Tiro y en las ciudades vecinas. 
33 Criando de esto supo con certeza 
Onías, que se hallaba retirado en su 
lugar de asilo, junto a Dafne, cerca 
de Antioquía, le reprendió. 34 Por 
lo cual Menelao, llamando aparte a 
Andrónico, le pidió que matase a 
Onías; y aquel, yendo a verle, con 
dolo, dándole ,1a" mano y haciendo 
juramento, persuadió a Ónías (aun¬ 
que no dejaba de serle sospechoso), 
a que saliese de su asilo, y al instante 
le mató, sin respeto alguno de la justicia 

35 Fue esto motivo de que, no sólo 
los judíos, sino también muchos de 
las otras naciones, se indignaran y 
llevasen muy mal la inicua muerte 
de tal varón. 36 Vuelto de Cilicia el 
rey, se le presentaron los judíos de 
Antioquía y muchos de los griegos, 
que asimismo aborrecían la maldad, 
para hablarle de la muerte injusta 
de Onías. 37 Cordialmente se entris¬ 
teció Antíoro, y movido de compasión 
derramó lágrimas, recordando la dis¬ 
creción y gran modestia de Onías; 
38 e indignado, al instante despojó a 
Andrónico del manto de púrpura e 
hizo que, desgarrados los vestidos, 
le pasearan por toda la ciudad, hasta 
el sitio mismo en que había impía¬ 
mente asesinado a Onías. Allí fue 
ejecutado aquel criminal, dándole el 
Señor su merecido. 

39 Muchos fueron los robos sacri¬ 
legos cometidos en Jerusalén por Lisf- 
maco. aconsejado de Menelao; tanto, 
que, difundida la fama, se amotinó 
el pueblo contra Lisímaco, pero cuan¬ 
do ya muchos objetos de oro habían 
desaparecido. 40 Excitada la muche¬ 
dumbre e inflamada en cólera, se 
reunieron hasta unos tres mil hom¬ 
bres y comenzaron a obrar desafora¬ 
damente. Era su jefe un cierto Tirano, 
no menos avanzado en años que en 
crueldades. 41 Cuando se dieron cuenta 
de que Lisímaco los atacaba, cogieron 
unos piedras, otros estacas v algun- 
nos hasta la ceniza que tenían a 
mano, y confusamente las arrojaban 
contra los que rodeaban a Lisímaco. 
42 Fueron heridos muchos de ellos, 
algunos derribados y todos ahuyen¬ 
tados; el mismo sacrilego quedó muer¬ 
to junto al gazofilacio. 


43 A propósito de estos hechos se 
entabló un juicio contra Menelao. 
44 Habiendo venido el rey a Tiro, 
tres varones enviados por el senado 
propusieron ante él la causa. 45 Me¬ 
nelao, viéndose ya perdido, prometió 
mucho dinero a Tolomeo, hijo de 
Dorimcnes, si le ganaba al rey. 46 Y en 
efecto, llevándole aparte hacia un 
peristilo, como para tomar el fresco, 
hizo mudar de sentencia al rey, 47 que 
absolvió de todos sus crímenes a 
Menelao, autor de toda la maldad, 
y condenó a muerte a aquellos des¬ 
dichados, que, si ante los escitas 
hubieran tenido que defender su causa, 
habrían sido dados por inocentes. 
48 Sin tardanza fueron al injusto cas¬ 
tigo los que habían tomado la de¬ 
fensa de la ciudad, del pueblo y de 
los vasos sagrados. 49 Pero hasta los 
tirios, horrorizados de la maldad, les 
hicieron magníficos funerales. 50 En¬ 
tretanto, Menelao permanecía en el 
poder, por la avaricia de los gober¬ 
nantes, y progresaba en maldad, con¬ 
vertido en feroz perseguidor de sus 
conciudadanos. 


Las crueldades de Antíoco. 

£ 1 Por este tiempo preparó An- 

tíoco su segunda expedición contra 
Egipto; 2 y por espacio de casi cua¬ 
renta días, por toda la ciudad apa¬ 
recieron en el aire carreras de jinetes 
vestidos con túnicas doradas, arma¬ 
dos de lanzas, a semejanza de cohor¬ 
tes, 3 y escuadrones de caballos en 
orden de batalla, ataques y cargas de 
una y otra parte, movimiento de escu¬ 
dos, "multitud de lanzas, espadas des¬ 
envainadas, lanzamiento de dardos, 
brillar de armaduras de oro y corazas 
de todo género. 4 Por lo cual, todos 
rogaban que tales apariciones fuesen 
buen presagio. 

5 Difundido el rumor de que Antíoco 
había muerto, tomó Jasón no menos 
de mil hombres y atacó de improviso 
a la ciudad. Aunque los moradores 
corrieron a los muros, la ciudad fué 
tomada, y Menelao se refugió en la 
acrópolis. 6 Jasón hizo sin piedad 
gran matanza en -sus conciudadanos, 
no teniendo en cuenta que una feliz 
jornada contra sus conciudadanos es 
el mayor infortunio; pensando, por 
lo contrario, que alcanzaba trofeos 
de los enemigos y no de los conna¬ 
cionales. 7 Mas no por eso logró 






564 


MACABEOS II, 6 


adueñarse del poder, y al fin recibió 
el oprobio como premio de su trai¬ 
ción, teniendo que huir de nuevo a 
Ja tierra de Ammón. 8 El fin de su 
perversa vida fuá éste: que, acosado 
por Arelas, rey de los árabes, huyendo 
de ciudad en ciudad, de todos per¬ 
seguido, detestado como renegado de 
su ley, execrado como verdugo de su 
patria y de sus conciudadanos, fué 
empujado hasta Egipto; 9 y el que a 
tantos había desterrado de la patria, 
vino a morir en tierra extraña, hu¬ 
yendo a Lacedcmonia con la espe¬ 
ranza de lograr un refugio en gracia 
del parentesco; 10 y el que a tantos 
había dejado sin sepultura, murió 
sin ser por nadie llorado, y privado 
de sepultura, más aún deí sepulcro 
familiar. 

11 Llegados a noticia del rey estos 
sucesos, sospechó que la Judea quería 
rebelarse; y así, al volver de Egipto, 
hecho una furia, se apoderó de la 
ciudad por la fuerza de las armas 
12 y ordenó a los soldados herir sin 
piedad a los que les salieran al en¬ 
cuentro, y degollar a los que subiesen 
sobre las casas. 13 Asi fueron muertos 
jóvenes y viejos, desaparecieron hom¬ 
bres y mujeres y niños, y fueron 
degollados doncellas y niños de pecho. 
14 En tres dias enteros que duró, 
perecieron ochenta mil personas; cua¬ 
renta mil cayerón asesinadas y otras 
tantas fueron vendidas por esclavas. 
16 Xo satisfecho con esto, se atrevió 
a entrar en el templo, el más santo 
de toda la tierra, siendo su guia el 
traidor a la religión y a la patria, 
Menelao. 16 Con sus impuras manos 
tomó los vasos sagrados, y arrebató 
los dones que por otros reyes habían 
sido ofrecidos para realzar la gloria 
y la dignidad del lugar, entregándolos 
a manos impuras. 

17 Llena el alma de orgullo, Antíoco 
no veía que, por los pecados de los 
moradores de la ciudad, el Señor se 
había por breve tiempo irritado, y 
que por esto había ocurrido aquel 
desprecio hacia el lugar. 18 Si no 
hubiese sido por estar ellos cargados 
de tantos pecados, igual que Helio- 
doro, el enviado del rey Scleuco 
para apoderarse del tesoro, hubiera 
éste sentido, cu cuanto allí puso el 
pie, reprimida su audacia por los 
azotes. 19 Tero no eligió el Señor la 
nación por el lugar, sino el lugar 
por la nación; 20 por lo cual, aquél 
lia tenido que participar de la des¬ 


dicha del pueblo, así como después 
participó en los beneficios del Señor, 
y abandonado a la cólera del Omni¬ 
potente, de nuevo ha sido restaurado 
con gran gloria, en la reconciliación 
del altísimo Señor. 

21 En suma, que Antíoco, habiendo 
arrebatado del templo mil ochocien¬ 
tos talentos, a toda prisa se retiró 
a Antioquía, pensando en su orgullo 
que podría navegar por la tierra y 
andar por el mar, para vanagloria 
de su espíritu. 22 Todavía dejó pre¬ 
fectos que afligieron a la nación; 
en Jerusalén, a un tal Filipo, frigio 
de nación, más cruel que el mismo 
que lo había puesto; y en Oarizin, a 
Andrónico; a los cuales hay que 
añadir Menelao, que a todos excedió 
en maldad contra sus conciudadanos, 
23 y era el que péores sentimientos 
tenía hacia sus compatriotas. 

24 Más tarde envió todavía Antíoco 
al abominable Apolonio, con un ejér¬ 
cito de veintidós mil hombres, con 
órdenes de degollar a todos los adul¬ 
tos y vender a las mujeres y a las 
jóvenes. 26 Llegó éste a Jerusalén 
simulando paz, y hasta el día santo 
del sábado se estuvo quieto. Entonces, 
mientras los judíos estaban en fiesta, 
dió órdenes a sus soldados de hacer 
ejercicios, 26 y mató a todos cuantos 
salieron a contemplarlos, e invadiendo 
luego la ciudad, (lió muerte a una 
gran muchedumbre. 27 Pero Judas 
Macabeo, con otros nueve, se retiró 
al desierto, y con los suyos vivía a 
la manera de las fieras en los montes, 
alimentándose de hierbas, por no 
contaminarse. 


La persecución religiosa. 

6 1 Xo mucho tiempo después mandó 
el rey a un anciano ateniense 
para que obligara a los judíos a dejar 
la religión de sus padres, prohibién¬ 
doles vivir según las leyes de Dios; 
2 con orden de que profanara el 
templo de Jerusalén y lo dedicara 
a Júpiter Olímpico, y el de Garizín, 
según la condición de los moradores 
del lugar, a Júpiter Hospitalario. 
3 Grave e insoportable era para la 
muchedumbre el progreso de la mal¬ 
dad; 4 porque el templo era teatro 
de libertinajes y orgías de los gentiles, 
que fcc solazaban allí con las mere¬ 
trices, y en los atrios sagrados tenían 
comercio con las mujeres, llenándolo 




MACABEOS II, 6 


505 


todo de inmundicias. ' 5 El altar 
mismo estaba lleno de cosas inde¬ 
centes, execradas por la ley. 6 No 
se observaban los sábados, ni se 
guardaban las fiestas patrias, ni si¬ 
quiera podía uno declararse judío. 

? Al contrario, con inexorable vio¬ 
lencia eran arrastrados a celebrar 
cada mes el natalicio del rey y a 
participar en los sacrificios; y cuando 
se celebraban las fiestas de Dionisio, 
eran forzados los judíos a tomar parle 
en las procesiones, coronados de hiedra. 

8 Por sugestión de los tolemenses, 
se publicó un edicto en las ciudades 
griegas inmediatas, para obrar de 
igual modo con los judíos, obligán¬ 
dolos a participar en los sacrificios 
9 y condenando a muerte a los que 
no" consintiesen en acomodarse a las 
costumbres gentílicas. Era de ver 
qué excesos de desolación tuvieron 
entonces lugar. 10 Dos mujeres fueron 
delatadas por haber circuncidado a 
sus hijos; y con los niños colgados de 
los pechos, las pasearon pública¬ 
mente por la ciudad, y luego las 
precipitaron de las murallas. 11 Otros 
que se habían reunido en próximas 
cavernas, para celebrar ocultos el 
día séptimo, denunciados a Filipo, 
fueron entregados a las llamas. Ni 
pensaron en defenderse, por el sumo 
respeto hacia el día santo. 

12 Por esto ruego a aquéllos (1) a 
cuyas manos venga a parar este 
libro, que no se escandalicen de estos 
desdichados sucesos, ni piensen que 
para ruina y no para corrección de 
nuestro linaje sucedieron tales cosas. 

13 Que no dejar mucho tiempo impu¬ 
nes a los pecadores, sino aplicarles 
luego el castigo, es gran beneficio. 

14 El Señor aguanta con paciencia a 
las otras naciones, para castigarlas 
cuando han llenado la medida de 
sus iniquidades. 15 Mas no obra así 
con nosotros, que sólo cuando haya¬ 
mos llegado al colmo de nuestros 
pecados, ejerza la venganza. 16 Nun¬ 
ca apartará su misericordia de nos-; 
otros; y corrigiendo a su pueblo 
con la adversidad, no le abandona. 
17 Sólo para memoria hemos dicho 
esto. Ahora prosigamos nuestra na¬ 
rración. 


(i) Es de notar esta observación del autor. 
¿Cómo consentía Dios tales profanaciones de 
su santuario y taJes iniquidades contra su pue-, 
blo? Para corregir y purificar a éste y hacerle 
digno de mayor misericordia. 


Muerte de Eleazar. 

18 A Eleazar, uno de los primeros 
doctores, varón de avanzada edad y 
de venerable presencia, abriéndole la 
boca querían forzarle a comer carne 
ríe puerco. 19 Pero él, prefiriendo una 
muerte gloriosa a una afrentosa vida, 
iba de su propia voluntad al suplicio, 
20 y la escupía, como han de hacer los 
que tienen valor para rechazar de 
sí cuanto no es lícito comer por 
amor a la vida (1). 21 Los que presi¬ 
dían el inicuo sacrificio, por la amistad 
que de antiguo tenían con aquel va¬ 
rón, tomándole aparte, le exhortaban 
a traer cosas de las permitidas, pre¬ 
paradas por él, para simular que ha¬ 
bía comido las sacrificadas, según 
mandato del rey. Haciendo así, se 
libraría de la muerte; y por la anti¬ 
gua amistad, hacían eon él este acto 
de humanidad. 23 Pero él, elevándose 
a más altas consideraciones, dignas 
de su edad, de la nobleza de su ve¬ 
jez, de su bien ganada y respetable 
canicie, y de la ejemplar vida que des¬ 
de niño había llevado, digna en todo 
de las leyes santas establecidas por 
Dios, respondió diciendo que cuanto 
antes le enviasen al Ades; 24 que era 
indigno de su ancianidad simular, no 
fuese que pudieran luego decir los jó¬ 
venes que Eleazar, a sus noventa años, 
se había paganizado eon los extran¬ 
jeros. 

25 «Mi simulación», dijo, «por amor 
de esta corta y perecedera vida, los 
induciría a errar, echando sobre mi 
vejez una afrenta y un oprobio; 
26 pues aunque al presente lograra 
librarme de los castigos humanos, a 
las manos del Omnipotente no esca¬ 
paré ni en vida ni en muerte. 27 Por 
lo cual animosamente entregaré la 
vida y me mostraré digno de mi an¬ 
cianidad, 28 dejando a los jóvenes un 
ejemplo noble, para morir valiente y 
generosamente por nuestras vene¬ 
rables y santas leyes.» Diciendo esto, 
tomó el camino del suplicio, 29 con¬ 
ducido por aquellos mismos que poco 
antes se mostraban humanos para 
con él, pero que ahora, enfurecidos 
a causa de las palabras proferidas, 
le azotaban, teniéndole por insensato. 
30 Estando para morir de los azotes, 
exhaló un gemido y dijo: «El Señor 
santísimo ve bien que pudiendo librar- 


(i) Hermoso cuadro, el de la pasión de este 
mártir de la ley antigua. 








566 


MACABEOS II, 7 


me de la muerte, doy mi cuerpo a los 
crueles azotes; pero mi alma los 
sufre gozosa por el temor de Dios.» 
31 Así acabó la vida, dejando con 
su muerte, no sólo a los jóvenes, 
sino a todos los de su nación, un 
ejemplo de nobleza y una memoria 
de virtud. 


Martirio de Jos siete hermanos 
con su madre. 

T 1 Es muy digno de memoria lo 
* oeurrido a siete hermanos, (1) que 
con su madre fueron presos, y a 
quienes el rey quería forzar a comer 
carnes de puerco prohibidas, y por 
negarse a comerlas fueron azotados 
con zurriagos y nervios de toro. 2 Uno 
de ellos, tomando la palabra, habló 
así: «¿A qué preguntas? ¿Qué quieres 
saber de nosotros? Estamos prontos 
a morir, antes que traspasar las pa 
trias leyes.» 3 Irritado el rey, ordenó 
poner al fuego sartenes V calderos. 
Cuando comenzaron a hervir, 4 * * dió 
orden de cortar la lengua al que había 
hablado, y de arrancarle el cuero de 
la cabeza, a modo de los escitas, y 
cortarle manos y pies, a la vista 
de los otros hermanos y de su madre. 

5 Mutilado de todos sus miembros, 
mandó el rey acercarlo al fuego, y 
vivo aún, frcirlo en la sartén. Mien¬ 
tras el vapor de ésta llegaba bastante 
a lo lejos, los otros, con la madre, se 
exhortaban a morir generosamente, 

6 diciendo: «El Señor Dios nuestro nos 
mira y tendrá compasión de nosotros, 
como lo dice Moisés en el cántico 
de protesta contra Israel: Tendrá pie¬ 
dad de sus siervos. 

7 Muerto de esta manera el pri¬ 
mero, tomaron al segundo, para ator¬ 
mentarle. Y arrancado el cuero cabe¬ 
lludo, le preguntaron si estaba dis¬ 
puesto a comer, antes (le ser ator¬ 
mentado en su cuerpo, miembro por 
miembro. 8 El en su propia lengua, 
respondió: «jNob» Por lo cual, en se¬ 
guida se le dió el mismo tormento 
que al primero. 9 Estando para exha¬ 
lar el postrer aliento, dijo: «Tú, cri¬ 
minal, nos privas de la vida presente; 
pero el Rey del universo nos resuci¬ 

(i) Este capitulo, en que tan alta se revela 

la fidelidad a la ley por parte de los jóvenes 

Macabeos y de su madre, es el presagio de 

tamos martirios como en la historia de la Iglesia 

sufrieron los fieles de Cristo. Es de notar la 

viva fe en la resurrección, que tanto los alienta. 


tará, a los que morimos por sus leyes, 
a una vida eterna.» 

10 Después el tercero fué expuesto 
a los insultos; y mandándole sacar 
la lengua, luego al punto la sacó, f 
11 y animosamente extendió las ma¬ 
nos, diciendo: «Del cielo tenemos estos " 
miembros, que por amor de mis leyes i 
yo desdeño, esperando recibirlos otra 
vez de El.» 12 Tanto el rey como los , 
que con él estaban se maravillaron del < 
animoso joven, que en nada tenía 
los tormentos. 

13 Muerto éste, sometieron al cuarto j 
a las mismas torturas; 14 y estando j 
para morir, dijo así: «Más vale morir I 
a manos de los hombres, poniendo 
en Dios la esperanza de ser de nuevo I 
resucitado por El. Pero tú no resuci- 
citarás para la vida.» 15 En seguida 
trajeron al quinto, que mientras le I 
atormentaban, puestos los ojos en el 
rey, 16 le (lija: «Tú, aunque mortal, 
por tener poder sobre los hombres, I 
haces lo que quieres; pero no pienses 
que nuestro linaje haya sido aban¬ 
donado de Dios. 17 Aguarda un poco, j 
y experimentarás su gran poder, y I 
verás cómo te atormentará a ti y a 
tu descendencia.» 

18 Después trajeron al sexto, que 
estando ya para morir dijo: «No te 
forjes ilusiones; por nuestras culpas 
padecemos esto; por haber pecado 
contra nuestro Dios han sucedido 
entre nosotros cosas tan tremendas, j 
19 Pero tú, no creas que habrás de 1 
quedar impune, por haber osado lu- 1 
char contra Dios.» 

20 Admirable sobre toda pondera- 1 
eión y digna de eterna memoria se j 
mostró la madre, que viendo morir j 
en un solo día a sus siete hijos, lo 
soportaba animosa, por la esperanza i 
que tenía en Dios; 21 y en su patria J 
lengua los exhortaba, llena de ge-1 
nerosos sentimientos; y dando fuerza 
varonil a sus palabras de mujer, 22 les 1 
decía: «Yo no sé cómo habéis apare * 
cido en mi seno, no os lie dado yo 
el aliento de vida ni compuse vucs- 1 
tros miembros. 23 El creador del uní- 1 
verso, autor del nacimiento del hom¬ 
bre y hacedor de las cosas todas, ése 
misericordiosamente os devolverá la 
vida, si ahora por amor de sus santas 
leyes la despreciáis.» 

24 Antíoco, a posar de creer que 
se burlaba de él y de sospechar que 
con sus palabras le insultaba, todavía 
al más joven que quedaba, no sólo 
de palabra le exhortaba sino que 









567 


MACABEOS II, 8 


hasta con juramento le prometía, sí 
dejaba las leves patrias, enriquecerle 
y hacerle dichoso, tenerle por amigo 
y darle un honroso empleo. 25 Al as 
como el joven n<* le prestase atenc’ón 
alguna, llamó el rey a la madre y la 
mandó que diese al niño consejos 
saluda bles. 28 (Jumo insistiese él mucho 
en ello, prometióle ella persuadirle: 27 e 
inclinándose hacia el niño, burlándose 
del cruel tirano, en lengua patria le 
dijo así: «Hijo, ten compasión de mí, 
que por nueve meses te llevé en mi 
seno, que por tres años te amamanté, 
que te crié, te eduqué y te alimenté 
hasta ahora. 28 Ruégote, hijo, que 
mires al cielo y a la tierra, y veas 
cuanto hay en ellos, y entiendas que 
de la nada lo hizo todo Dios, y todo 
el humano linaje ha venido de igual 
modo. 29 No temas a este verdugo, 
antes muéstrate digno de tus her¬ 
manos, y recibe la muerte, para que 
en el día de la misericordia me seas 
devuelto con ellos.» 

30 Estando aún explicándole esto, 
dijo el joven: «¿Qué esperas? No obe¬ 
dezco el decreto del rey, sino los 
mandamientos de la ley dada a 
nuestros padres por Moisés. 31 Tú, 
inventor de toda maldad contra los 
hebreos, no escaparás de las manos 
de Dios. 32 Nosotros por nuestros pe¬ 
cados padecemos; 33 y si nuestro 
Señor, que es el Dios vivo, se irrita 
por un inomento para nuestra correc¬ 
ción, de nuevo se reconciliará con sus 
siervos; 34 pero tú, impío, el más 
criminal de todos los hombres, no 
te engrías neciamente, y, orgulloso y 
vanamente confiado te enciendas con¬ 
tra sus siervos; 35 no estás aún libre 
del juicio del Dios omnipotente, que 
todo lo ve. 36 Mis hermanos,, después 
de soportado un breve tormento, han 
entrado en la alianza de la vida eter¬ 
na; pero tú pagarás en el juicio divino 
las justas penas de tu soberbia. 37 Yo, 
como mis hermanos, entrego mi cuer¬ 
po y mi vida por las leyes patrias, 
pidiendo a Dios que pronto se mues¬ 
tre propicio a su pueblo, y que tú, 
a fuerza de torturas y azotes, confie¬ 
ses que sólo El es Dios. 38 Eli mí y 
en mis hermanos se aplacará la cóle¬ 
ra del Omnipotente, que con encen¬ 
dida justicia vino a caer sobre toda 
nuestra raza.» 

39 Furioso, el rey se ensañó contra 
éste más cruelmente que contra los 
otros, llevando muy a mal la burla 
que de él hacían. 40 Así murió limpio. 


de toda contaminación, enteramente 
confiado en el Señor. 41 La últiiná 
en morir filé la madre. 42 Y esto baste, 
a propósito de los sacrificios y de 
los martirios extraordinarios. 


Primeras victorias de Judas Ma¬ 
ca heo. 

« Entretanto, Judas Macabeo y los 
suyos, entrando secretamente en 
las aldeas, invitaban a sus parientes 
y a los que habían permanecido fie¬ 
les al judaismo, y se los incorporaban, 
llegando a juntar hasta seis mil 
hombres; 2 e invocaban al Señor, 
para que mirase por su pueblo, de 
todos conculcado, tuviese piedad del 
templo, profanado por impíos, 3 se 
compadeciese de la ciudad, devas¬ 
tada y casi enteramente arrasada, 
escuchase los torrentes de sangre que 
a El clamaban, 4 se acordase de la 
inicua muerte de niños inocentes, y 
de las blasfemias proferidas contra su 
nombre, y mostrase su ira contra los 
malvados. 

6 Puesto el Macabeo al frente de 
su tropa, se hizo irresistible a los 
gentiles, volviendo el Señor su, cólera 
en misericordia. 6 Llegando de im¬ 
proviso a las ciudades y aldeas, las 
incendiaba; y ocupando las posiciones 
convenientes, triunfaba y ponía en 
huida a no pocos enemigos. 7 Sobre 
todo aprovechaba la noche, como más 
acomodada para tales incursiones, y 
por todas partes se difundía la fama 
de su valor. 

8 Viendo Filipo cuánto había pro¬ 
gresado aquél en poco tiempo, y cómo 
iban creciendo sus éxitos, escribió a 
Tolomeo, general de la Celesiria y 
Fenicia, para que viniese en apoyo 
de los negocios del rey. 9 Este llamó 
al instante a Nicanor, hijo de Patro- 
clo, uno de sus más fieles, y le mandó 
a Judea, poniendo bajo "su mando 
no menos de veinte mil hombres de 
todas las naciones, con el encargo 
de destruir todo el linaje de los judíos. 
También se le agregó Corgias, gene¬ 
ral muy experimentado en las cosas 
de la guerra. 10 Se proponía Nicanor 
proporcionar al rey, de la venta de 
los judíos cautivos, dos mil talentos, 
que debía a los romanos como tri¬ 
buto, 11 y así envió a las ciudades de 
la costa invitaciones, para que vi¬ 
niesen a comprar esclavos judíos, 









MACABEOS II, 8 


568 


prometiendo darles nóvenla esclavos 
por talento. No presentía la venganza 
que el Omnipotente iba a descargar 
sobre él. 

12 En. cuanto llegó a ordos de Judas 
que Nicanor se había puesto en mar¬ 
cha, informó a los suyos de la venida 
de aquel ejército. 13 Unos, acobarda¬ 
dos y sin fe en la venganza divina, 
se dieron a la huida, yéndose a otros 
lugares. 14 Otros vendían cuanto les 
quedaba, rogando al Señor librase a 
los que habían sido vendidos por el 
impío Nicanor, antes de venir a las 
manos, 15 si no por ellos, siquiera 
por la alianza hecha con sus padres, 
y por su venerando y excelso nombre, 
que ellos llevaban. 

16 Juntando el Macabeo su gente, 
en número de seis mil, los exhortó, 
a no acobardarse ante el enemigo, 
ni tener miedo de la muchedumbre 
de los gentiles que injustamente 
venían contra ellos; sino combatir 
valientemente, 17 teniendo ante los 
ojos el ultraje inferido por aquellos 
al lugar santo, la opresión de la ciu¬ 
dad escarnecida y la disolución de 
las instituciones patrias. 18 Ellos, 
decía, vienen confiados en sus armas 
y en su valor; nosotros ponemos la 
confianza eu el Dios omnipotente, 
(pie puede con un solo ademán derri¬ 
bar a los que vienen contra nosotros 
y al mundo entero. 19 Y trajo a la 
memoria las ayudas prestadas a sus 
padres, lo de Senaquerib, eu que 
ciento ochenta y cinco mil hombres 
perecieron, 20 y la batalla dada en 
Babilonia contra los Cálalas, en la 
que, entrando en lucha ocho mil 
judíos y cuatro mil macedón ios, y 
hallándose en grave aprieto, los ocho 
mil derrotaron a un ejército decien¬ 
to veinte mil, gracias al auxilio del 
ciclo, logrando de aquella victoria 
grandes' ventajas. 21 Con estos dis¬ 
cursos los alentó, y estaban prontos 
a morir por las leyes y por la pa¬ 
tria. 

22 Dividiendo su ejército en cuatro 
cuerpos, puso al frente de tres de 
ellos a sus hermanos Simón, Juan y 
.lonatáu, asignando a cada uno mil 
quinientos hombres. 23 A Eleazar le 
mandó leer el libro sagrado; dióles 
por santo V seña: «Auxilio de Dios»; y 
tomando a su mando el primer cuer¬ 
po, cargó sobre Nicanor. 24 Gracias 
a la ayuda del Omnipotente, mataron 
más de nueve mil hombres, destro¬ 
zando la mayor parte del ejército de 


Nicanor y obligando a los restantes 
a huir. 26 Se apoderaron, además, de 
todo el dinero de los que habían ve¬ 
nido con el propósito de comprarlos. 
Después, habiéndolos perseguido largo 
trecho, 26 se volvieron, obligados por 
la hora, pues era víspera del sábado, 
y por eso no continuaron la perse¬ 
cución. 

27 Recogidas las armas de los ene¬ 
migos y los despojos, celebraron el 
sábado, bendiciendo de todo corazón 
al Señor y dándole gracias por haber¬ 
los en aquel día librado, haciéndoles 
experimentar la primicia de su mise¬ 
ricordia. 28 Pasado el sábado, repar¬ 
tieron el botín con los que habían 
sufrido persecución, con las viudas 
y los huérfanos; el resto se lo dis¬ 
tribuyeron entre ellos y sus hijos. 
29 Acabado esto, todos a una hicie¬ 
ron oración, pidiendo al Señor mise¬ 
ricordioso se reconciliase plenamente 
con sus siervos. 

30 En combates con las trocas de 
Timoteo y Báquides mataron más 
de veinte mil de ellos, y valientemente 
se apoderaron de altas fortalezas, y se 
hicieron dueños de muchos despojos, 
compartiéndolos con los perseguidos, 
Tos huérfanos, las viudas y los ancia¬ 
nos. 31 Las armas, recogidas cuida¬ 
dosamente, las depositaron en sitios 
convenientes; y el resto de los des¬ 
pojos lo llevaron a Jerusalén. 32 Al 
filarca de los que venían con Timoteo, 
le quitaron la vida por ser hombre 
impiísimo, que había afligido mucho 
a los judíos. 

33 Mientras celebraban sus victo¬ 
rias en la capital de la patria, los 
que habían incendiado las puertas sa¬ 
gradas, Calístencs y otros más, se 
refugiaron en una casita, a la que 
aquéllos pusieron fuego, recibiendo así 
éstos el merecido de su impiedad. 34 Y 
el muy criminal Nicanor, que había 
traído a miles de mercaderes para la 
venta de los judíos, 36 con la ayuda 
de Dios quedó humillado por los que 
despreció; y despojado de sus ricas 
vestiduras, a través de los campos, 
como esclavo fugitivo, llegó solo a 
Antioquía, hondamente acongojado 
por la pérdida de su ejército. 36 Y el 
que había tomado a su cargo reunir 
de la venta de los judíos en Jerusa- 
lén el tributo para los romanos, se 
hacía pregonero de que los judíos 
I tenían un Dios que luchaba por ellos 
i y los hacía invulnerables, porque se¬ 
guían las leyes dadas por él. 






MACABEOS II, 9 


5G9 


Fin de Antíoco Epifancs. 


Q 1 xVcaeció por aquel tiempo que 
J Antíoco hubo de retirarse en des¬ 
orden de Persia. 2 Había entrado en 
Persépolis, con el propósito de sa¬ 
quear el templo, y apoderarse de la 
ciudad. Pero, alborotada la muche¬ 
dumbre, corrió a las armas, obligán¬ 
dole a huir; y, puesto en fuga por los 
naturales, hubo de emprender una 
retirada vergonzosa. (1) 3 Hallándose 
cerca de Ecbatana, recibió noticia de 
las derrotas sufridas por Nicanor y 
Timoteo; 4 y encendido en cólera, 
meditaba vengar en los judíos la in¬ 
juria de los que le habían puesto en 
fuga. Con esto, dio orden al conductor 
de su coche de avanzar sin interrup¬ 
ción, apresurando la marcha, cuando 
se cernía ya sobre él el juicio divino. 
Pues en su orgullo había dicho; «En 
cuanto llegue allí haré de Jerusalén 
un cementerio de judíos.» 

5 Pero el Señor Dios de Israel, que 
todo lo ve, le hirió con una llaga 
incurable e invisible. Apenas había 
terminado de hablar, se apoderaron 
de él intolerable dolor de entrañas 
y agudos tormentos interiores; y muy 
justamente, puesto que había ator¬ 
mentado con muchas y extrañas tor¬ 
turas las entrañas de otros. 6 Mas no 
por eso desistió de su fiereza; lleno de 
orgullo y respirando fuego contra los 
judíos, dió orden de acelerar la mar¬ 
cha. Mas sucedió que en medio del 
ímpetu con que el coche se movía, 
cayó de él Antíoco, y con tan desgra¬ 
ciada caída, que todos los miembros 
de su cuerpo quedaron magullados. 
7 El que con sobrehumana arrogancia 
se imaginaba dominar sobre las olas 
del mar, y pensaba pesar en una 
balanza la altura de los montes, aho¬ 
ra, caído en tierra, era llevado en una 
litera, poniendo de manifiesto ante 
todos el poder de Dios, 8 hasta el 
punto de manar gusanos el cuerpo 
del impío, y vivo aún, entre atroces 
dolores, caérsele las carnes a pedazos, 
apestando con su hedor al ejército. 
9 V al que poco antes parecía coger 
el ciclo con'.sus manos, nadie ahora 


(x) Tres relatos . hallarnos en estos libros 
de los Macabeos de la muerte del gran tirano 
Antíoco IV. Todos ellos convienen en que 
murió miserablemente en su expedición a las 
provincias del Extremo Oriente, aunque en los 
detalles haya ligeras divergencias. 


le quería llevar, por la intolerable 
fetidez. 

10 Herido así, comenzó a deponer 
su excesivo orgullo 11 y a entrar dentro 
de sí mismo, azotado por Dios con 
punzantes dolores. 12 No pudiendo él 
mismo soportar su hedor, dijo: «Justo 
es someterse a Dios, y que el mortal 
no pretenda en su orgullo igualarse 
a El.» 13 Y oraba el malvado aí Señor, 
de quien no había de alcanzar mise¬ 
ricordia, y decía 14 que la ciudad 
santa, a la que antes a toda prisa 
quería llegar para arrasarla y conver¬ 
tirla en un cementerio, la reedificaría 
y declararía libre; 15 que a los judíos, 
a quienes antes no tenía por dignos 
de sepultura, y cuyos hijos había de 
arrojar en pasto a las fieras, los igua¬ 
laría en todo con los atenienses; 16 que 
el templo santo, por él saqueado, lo 
enriquecería de los más preciosos 
dones y devolvería multiplicados to¬ 
dos los vasos sagrados; que los gas¬ 
tos tocantes a los sacrificios, de sus 
propias rentas los suministraría; 17 fi¬ 
nalmente, que él mismo se haría ju¬ 
dío, y recorrería toda la tierra habi¬ 
tada para pregonar el poder de Dios. 

18 Mas como en ningún modo ce¬ 
saban sus tormentos, porque el justo 
juicio de Dios había descargado sobre 
él, desesperanzado de su salud, es¬ 
cribió a los judíos una carta en forma 
de súplica, del tenor siguiente: 19 «A 
los honrados ciudadanos judíos, mucha 
salud, dicha y bienestar, el rey y 
general Antíoco. 20 Puesta en el 
cielo mi esperanza, me alegraría mucho 
de que gocéis de mucha salud, vo¬ 
sotros y vuestros hijos, y de que 
todos vuestros negocios os salgan a 
deseo. 21 Cuanto a mi, postrado sin 
fuerzas en el lecho, recuerdo las prue¬ 
bas de honor y benevolencia que 
con amor me habéis dado.Volviendo 
de Persia, he caído en una enferme¬ 
dad muy molesta, y he creído con¬ 
veniente pensar en la seguridad co¬ 
mún; 22 no desesperando de mi es¬ 
tado, antes confiando mucho que 
saldré de mi enfermedad; 23 y tenien¬ 
do en cuenta que también mi padre, 
al partir en campaña hacia las altas 
provincias, designó sucesor, 24 a fin 
de que, si algo inesperado le ocurría 
o le llegaban noticias desagradables, 
no se inquietasen sus súbditos, sa¬ 
biendo a quién pertenecía el go¬ 
bierno. 25 Pensando, además, que los 
principes limítrofes y vecinos del 
reino acechan la ocasión en espera de 








570 


MACABEOS II, 10 


los sucesos, lie designarlo por rey a 
mi hijo Antíoco, a quien muchas 
veces ya, recorriendo las satrapías su¬ 
periores, recomendé a muchos de vos¬ 
otros, y a él misino 1c he escrito Ja 
carta que va a continuación. 26 Así, 
pues, yo os pido y ruego que, tenien¬ 
do en cuenta el bien común y privado, 
conservéis vuestra lealtad hacia mí 
y hacia mi hijo, 27 persuadido de que, 
siguiendo con blandura y humani¬ 
dad mis intenciones, se entenderá 
con vosotros.» 28 Así aquel ho¬ 
micida v blasfemo, presa de horri¬ 
bles sufrimientos, acabó su vida en 
tierra extranjera, sobre los montes, 
con una muerte miserable, como la 
que él a tantos había dado. 29 Trans¬ 
portó su cuerpo Fil'po, sn hermano 
de leche, que, temiendo a Antioco, el 
hijo, huyó luego a Egipto, a Tolo- 
meo Filométor. 


r La restauración del culto. 


10 1 El Macabco y los suyos, con 
la ayuda del Señor, lograron ocu¬ 
par el templo y la ciudad. 2 Des¬ 
truyeron las aras alzadas por los ex¬ 
tranjeros en las plazas y los santua¬ 
rios. 3 Después ele dos años de inte¬ 
rrupción, purificado el templo, eri¬ 
gieron otro altar, y eon fuego sacado 
de pedernales, ofrecieron sacrificios; 
encendieron de nuevo las lucos, que¬ 
maron el incienso y presentaron los 
panes de la proposición. 4 Hecho esto, 
rogaban al Señor, postrados en tierra, 
que no volvieran a caer en semejan¬ 
tes males, sino que si volvían a pecar 
alguna vez, El mismo los corrigiese 
con blandura y no los entregase a 
los blasfemos y bárbaros gentiles. 5 El 
mismo día en que el templo había 
sido por los extranjeros profanado, ese 
mismo fué purificado, el día veinti¬ 
cinco del mes de Casleu. 6 Con gran 
regocijo celebraron por ocho días la 
fiesta, al modo de la fiesta de los 
tabernáculos, recordando cómo poco 
tiempo hacía, hubieron de pasar la 
fiesta de los tabernáculos en los mon¬ 
tes y en las cavernas, a modo de 
fieras. 7 l o lo cual, llevando tirsos, 
ramos verdes y palmas, cantaban 
himnos al que los había favorecido 
hasta purificar su templo. 8 \ por 
común acuerdo, dieron decreto a 
toda la nación judía de celebrar cada 
año las mismas fiestas. 


Derrota de Gorgias y de 
Timoteo. 

9 Tal fué el fin de Antíoco, apelli¬ 
dado Epifaues. 10 Ahora contaremos 
los sucesos de Antíoco Eupátor, hijo 
del impío, compendiando las cala¬ 
mitosas guerras. 11 Así que se hizo 
cargo del reino, puso al frente del 
gobierno a un cierto Lisias, general 
en jefe de la Celesiria y la Fenicia. 
12 Toioineo, llamado Macrón, que se 
había distinguido por su amor a la 
justicia en el trato con los judíos, 
reparando las iniquidades que con 
ellos se habían cometido, procuraba 
tratarlos amigablemente. 13 Mas por 
esto fué denunciado por los cortesa¬ 
nos ante Eupátor, y a cada instante 
tenía que oír que le tachaban de trai¬ 
dor; pues habiendo dejado Chipre, 
que Filométor le había confiado, se 
había pasado al bando de Antíoco Epi- 
fanes. Desesperado, viendo que no 
podía desempeñar honrosamente su 
cargo, se envenenó. 

14 Por entonces Gorgias, nombrado 
general de aquellas provincias, man¬ 
tenía tropas mercenarias y con fre¬ 
cuencia hostigaba a los judíos. 15 Al 
mismo tiempo que él, los idumeos, 
dueños de fortalezas * bien situadas, 
molestaban a los judíos, y acogiendo 
a los huidos de Jcrusalcn, procuraban 
fomentar la guerra. 16 Las tropas del 
Macabco, después de haeer oración 
y pedir a Dios que viniese en su ayu¬ 
da, acometieron las fortalezas de los 
idumeos; 17 y atacándolas con vigor, 
se hicieron dueños de las plazas, re¬ 
chazaron a cuantos sobre los muros 
combatían, degollaron a cuantos ca¬ 
yeron en sus manos, y dieron muerte 
a no menos de veinte mil hombres. 

18 Habiéndose refugiado unos nue¬ 
ve mil en dos torres muy fuertes y 
bien abastecidas para resistir un largo 
asedio, 19 el Macabco dejó para man¬ 
tener el cerco a Simón, a José y a 
Zaqueo, con bastante gente, y él se 
dedicó a luchar donde más urgencia 
había. 20 Los de Simón, llevados de 
la avaricia, se dejaron comprar por 
dinero, por algunos de los que en 
las torres estaban, recibiendo setenta 
mil draemas por dejarlos escapar. 
21 Sabido esto por el Macabco, reunió 
a los jefes del pueblo y los acusó de 
haber, vendido a sus hermanos, de¬ 
jando huir a sus enemigos, 22 y como 
a traidores los hizo matar, apoderán¬ 
dose luego de las dos torres. ag Diú 






MACABEOS * II, 11 


5 71 


feliz término a esta empresa, matan¬ 
do a más de veinte mil en las dos 
fortalezas. 

24 Timoteo, el que antes había sido 
veneido por los judíos, juntó nume¬ 
rosa fuerza mercenaria; y reunida la 
caballería de Asia en buen número, 
vino eon el propósito de hacer la 
Judea presa de guerra. 25 Al acercar¬ 
se, las tropas del Maeabeo se volvie¬ 
ron a Dios en la oraeión; y eubierta 
de polvo la cabeza y ceñidos de saco 
los lomos, 26 se postraron al pie del 
altar, rogando a Dios se les mos¬ 
trase propicio y hostil a sus ene¬ 
migos, oponiéndose a los adversarios 
según las promesas de la ley. 27 Ter¬ 
minada la oración, empuñaron las 
armas, salieron de la ciudad, e hicie¬ 
ron alto cuando estuvieron cerca de 
sus enemigos. 

28 Antes que del todo amaneciera, 
vinieron a las manos; los unos tenían 
como prenda de feliz éxito y de vic¬ 
toria, a más de su valor, el recurso 
a su Dios; los otros iban al combate 
llevados de su pasión. 29 En lo más 
duro de la pelea se les aparecieron 
en el eielo a los adversarios cinco va¬ 
rones resplandecientes, montados en 
eaballos con frenos de oro, que po¬ 
niéndose a la cabeza de los judíos 
30 y tomando en medio dos de ellos 
al Maeabeo, le protegían con sus ar¬ 
mas, le guardaban incólume y lanza¬ 
ban flechas y rayos contra el enemigo, 
que, herido de ceguera y espanto, 
caía. 31 Mataron veinte mil quinien¬ 
tos, y de los jinetes seiscientos. 32 El 
mismo Timoteo huyó a >a fortaleza 
llamada Guezer, plaza muy guarne¬ 
cida, donde mandaba Quereas. 

33 Las fuerzas del Maeabeo, llenas 
de ardor, ataearon durante euatro 
días la fortaleza. 34 Los de dentro, 
confiados en la fuerza del sitio, los 
ultrajaban sin cesar y proferían pala¬ 
bras impías y jactanciosas eontra los 
asediantes. 35 Pero al amanecer el 
quinto día, veinte jóvenes de los que 
seguían al Maeabeo, encendidos sus 
ánimos por las blasfemias, se lanza¬ 
ron valerosamente a la muralla y 
la escalaron con ánimo viril, matando 
a euantos se aproximaban. 36 Y otros 
tras ellos la escalaron igualmente en 
medio del desorden de los asediados, 
y poniendo fuego a las torres y a las 
puertas, encendieron hogueras en que 
quemaron vivos a los blasfemos. 
37 Franeas las puertas, penetró el 
resto del ejéreito, se apoderó de la 


ciudad, dando muerte a Timoteo, 
que se había escondido en una cis¬ 
terna, a su hermano Quereas y a 
Apolofanes. 38 Realizada esta hazaña, 
eon himnos y alabanzas bendeeian al 
Señor, que tan .grandes eosas hacía 
por Israel, dándoles tan gran vic¬ 
toria. 


IVucva expedición de Lisias. Paz 
con los judíos* 

1 4 1 Muy poeo tiempo después, 

I Lisias, tutor del rey, pariente 
suyo y regente del reino, muy apesa¬ 
dumbrado por lo sueedido, 2 juntó 
alrededor de ochenta mil hombres y 
toda la caballería, y vino eontra los 
judíos, pensando hacer de la ciudad 
una población griega, 3 someter el 
templo a tributo eomo los santuarios 
gentiles, y hacer el sumo sacerdocio 
vendible y anual, 4 sin tener para nada 
en cuenta el poder de Dios, y muy 
pagado de los millares de sus infantes 
y caballos y de sus ochenta elefantes. 

6 Entrando en Judea, se acercó a 
Betsur, plaza fuerte situada en un 
desfiladero y distante de Jerusalén 
unos ciento cincuenta estadios, y la 
atacó. 6 Asi que los del Maeabeo 
supieron que Lisias estaba atacando 
la fortaleza, a una con la muchedum¬ 
bre rogaban al Señor, entre llantos y 
gemidos, que enviase un buen ángel 
para salvar a Israel. 7 El mismo 
Maeabeo, tomando sus armas ade¬ 
lantaba a los demás para ir en socorro 
de sus hermanos; 8 v mientras eon 
igual valor todos marchaban llenos 
de ardimiento, cerca todavía de Jeru¬ 
salén, se les apareeió en cabeza un 
jinete vestido de blaneo, armado de 
armadura de oro y vibrando.la lanza. 
9 lodos a una bendijeron a Dios 
misericordioso y se enardecieron, sin¬ 
tiéndose prontos, no sólo a atacar 
a los hombres y a los elefantes, sino 
a penetrar por muros de hierro. 

10 Mareliaban en orden de batalla, 
fiados en aquel auxiliar celestial, 
señal de la misericordia del Señor 
haeia ellos, 11 y eomo leones se lan¬ 
zaron sobre los enemigos, dejando 
fuera de combate onee mil infantes y 
mil seiscientos jinetes, 12 y haeiendo 
huir a los demás. La mayor parte 
de los que se salvaron quedaron des¬ 
nudos y heridos, y el mismo Lisias 
se puso en salvo, huyendo vergonzo¬ 
samente. 18 Como no eareeía de dis- 







572 


MACABEOS 11,12 


creció», echando sobre* sí misino la 
culpa de la sufrida derrota, y enten¬ 
diendo que los hebreos eran inven¬ 
cibles, por tener de su parte al Dios 
todopoderoso, les envió mensajeros 
14 proponiéndoles la reconciliación en 
condiciones justas, y prometiendo 
persuadir al rey de la necesidad de 
hacérselos amigos. 15 Aceptó el Ma- 
cabeo las proposiciones de Lisias, 
mirando al interés público; y en 
efecto, todo cuanto el Macabeo pro¬ 
puso por escrito a Lisias, acerca de 
las peticiones de los judíos, filé otor¬ 
gado por el rey. 10 La carta de Li¬ 
sias a los judíos eradel tenor siguiente: 

_ «Lisias, al pueblo judío, salud: 
17 Juan y Abesalom, vuestros men¬ 
sajeros, me han entregado una comu¬ 
nicación suplicando respuesta a los 
puntos en ella contenidos. 18 Cuanto 
era preciso proponer al rey, se lo 
hice saber, y él ha otorgado cuanto 
le pareció aceptable. 19 Por tanto, 
si tenéis vosotros la misma buena 
voluntad hacia el reino, yo en ade¬ 
lante procuraré favorecer vuestra cau¬ 
sa. 20 En cuanto a los detalles, he 
(laclo encargo a vuestros mensajeros 
y a los míos de (pie os los comuni¬ 
quen de palabra. 21 Pasadlo bien. 
Año 1 18, a veinticuatro del mes 
de Xántico.» 

22 La carta del rey decía así: 

«El rey Antíoco, a su hermano 
Lisias, salud: 23 Trasladado a los 
dioses nuestro padre, y queriendo 
(pie los súbditos de nuestro reino 
vivan sin perturbaciones, atentos jl 
sus propios intereses, 24 hemos sabido 
que los judíos se niegan a adoptar 
las costumbres helénicas, como quería 
nuestro padre, y prefieren conservar 
sus propias instituciones, y poi esto 
piden les sea otorgado vivir según 
sus leyes. 25 Queriendo, pues, que 
esa nación viva tranquila, hemos 
resuelto que su templo les sea resti¬ 
tuido v vivan según las costumbres 
de sus mayores. 26 Harás bien, piles, 
en comunicarles esto, y concertar 
con ellos la paz, para que, sabiendo 
nuestra voluntad, vivan contentos, y 
alegremente atiendan a sus propios ne¬ 
gocios.» 

27 La carta del rey a los judíos es 
como sigue: 

«El rey Antíoco, al senado de los 
judíos y a los demás judíos, salud: 
28 Si gozáis de salud me* alegrare 
de ello; nosotros estamos bien. 29 Me- 
nelao nos comunica que deseáis vol 


ver a juntaros con los vuestros, 30 y 
a los que lo hagan hasta el treinta 
del mes de Xántico, les concedemos la 
paz y la seguridad; 31 y concedemos 
que los judíos puedan usar de sus 
comidas y de sus leyes como antes, 
y nadie sea en modo alguno moles¬ 
tado por los errores anteriores. 32 He 
mandado a JUenclao que os confirme 
en estas seguridades. 33 Pasadlo bien. 
El año 148, el día quince del mes 
: de Xántico.» 

34 También los romanos les envia¬ 
ron una carta, que decía así (1): 

«Quinto Memmio y Tito Alaulio, 
legados de los romanos, al pueblo 
de los judíos, salud: 35 Lo que Lisias, 
pariente del rey, os ha otorgado, 
nosotros lo aprobamos. 36 Cuanto a 
lo que él ha creído deber someter 
al rey, enviad luego alguno con ins¬ 
trucciones precisas, a fin de que 
nosotros le apoyemos según vuestra 
conveniencia. Nosotros nos dirigimos 
a Antioquía. 37 Por tanto, daos prisa 
V enviad a algunos que nos informen 
de vuestros deseos. 38 Pasadlo bien. 
El quince del mes de Xántico del 
año 118.» 

Diversas victorias de Judas contra 
los pueblos veciuos. 

10 Concluido este, tratado, partió 
Lisias al rey, y los judíos se 
entregaron a las labores del campo. 
2 Pero de los jefes que quedaron en 
la región, Timoteo y Apolonio el de 
Gcnneo, y Jerónimo y Demofón, y 
a más de éstos Nicanor, gobernador 
de Chipre, no les permitían gozar 
de sosiego y de paz. 3 Por otra parte, 
los de Jope cometieron un enorme 
crimen. Invitaron a los judíos que 
entre ellos moraban, con sus mujeres 
c hijos, a subir en barcas dispuestas 
por ellos, como si no hubiera ene¬ 
mistad alguna 4 y obrasen conforme 
al común acuerdo de la ciudad. Acep¬ 
taron como deseosos de la paz y no 
sospechando nada malo; pero llegados 
a alta mar, fueron echados al fondo no 
menos de doscientas personas. 

6 Cuando Judas llegó a saber la 
crueldad cometida contra los de su 
nación, dió luego orden a su gente; 
e invocando a Dios, justo juez, 6 vino 


(i) Tenemos aquí una mueslra de la diplo¬ 
macia romana y del modo en que Judas y sus 
hermanos supieron aprovechar la alianza con 
Roma en favor de su pueblo. 










MACABEOS II, 12 


573 


ron Ira los asesinos de sus hermanos, 
y de noche puso fuego al puerto, 
quemó las naves y mató a cuantos 
allí se habían refugiado. 7 Habién¬ 
dole cerrado la plaza, se retiró, pero 
ron el propósito de volver de nuevo 
y exterminar de, raíz a toda la pobla¬ 
ción de Jope. 8 Informado de que 
los de Jamnia se proponían hacer 
otro tanto con los judíos allí domici¬ 
liados, 9 cayó de noche sobre ellos e 
incendió el puerto y quemó las naves, 
de modo que la claridad del fuego 
se veía desde Jerusalén, a distancia 
de doscientos cuarenta estadios. 

10 A nueve estadios de allí, euando 
se dirigía contra Timoteo, le salieron 
al encuentro no menos de cinco mil 
árabes y quinientos jinetes. 11 Em¬ 
peñada la lucha, con la ayuda de 
Dios los de Judas salieron vencedo¬ 
res; y los árabes nómadas, vencidos, 
pidieron la paz a Judas, comprome¬ 
tiéndose a darles ganado y ayudarles 
en todo. 12 Judas, convencido de que 
en mucho le podían ser útiles, hizo 
paces con ellos; y dadas las manos, 
concluida ésta, se retiraron a sus 
tiendas. 

13 Atacó también una ciudad fuerte, 
rodeada de foso y murallas altas, 
poblada por gentes de todas las na¬ 
ciones, que se llamaba Caspín. 14 Los 
de dentro, confiados en la fortaleza 
de los muros y en el abastecimiento 
de víveres, insultaban groseramente 
a los de Israel y les lanzaban afrentas 
y dicterios. 15 Los de Judas, invo¬ 
cando al gran Señor del universo, 
que en tiempos de Josué, sin arietes 
ni máquinas de guerra había derri¬ 
bado los muros de Jericó, atacaron 
con fiereza las murallas. 16 Tomada 
por la voluntad de Dios la ciudad, 
hicieron en ella atroz carnicería, hasta 
parecer como lleno de la sangre que 
a él había afluido un vecino estanque, 
de dos estadios de ancho. 

17 Después de una marcha de sete¬ 
cientos cincuenta estadios llegaron a 
Caraca, a los judíos llamados tubien- 
ses. 18 No pudieron, entonces apoderar¬ 
se de Timoteo, porque sin emprender 
nada, se había ido de aquella región, 
dejando en cierto lug^ir una muy 
fuerte guarnición. 19 Pero Dositeo y 
Sosípatro, generales del Macabeo, 
marcharon contra ella, y mataron a 
más de diez mil de los que Timoteo 
había dejado en guarnición. 

20 El Macabeo organizó su ejército 
por cohortes, puso a aquellos dos al 


frente de ellas, y partió en busca de 
Timoteo, que tenía a sus órdenes 
ciento veinte mil infantes y mil qui¬ 
nientos jinetes. 21 Así que este supo 
la llegada de Judas, envió las mu¬ 
jeres y los niños y toda la impedi¬ 
menta a un lugar llamado Camión, 
que era muy fuerte y de difícil acceso, 
a causa de lo montuoso y quebrado 
del terreno. 

22 Al aparecer la primera cohorte de 
Judas, se apoderó de los enemigos el 
pánico. Una aparición del que todo 
lo ve íes infundió tal miedo, que se 
dieron todos a la fuga, cada uno por 
su lado, de suerte que unos a otros 
se molestaban y con las puntas de 
las espadas se herían. 23 Judas persi¬ 
guió con encarnizamiento a aquellos 
criminales, matando hasta treinta mil 
hombres. 24 El mismo Timoteo, caído 
en manos de Dositeo y Sosípatro, 
instaba mucho que le dejasen libre, 
pues que tenía en su poder a muchos 
de los padres y hermanos de judíos, 
que no lo pasarían bien si él moría. 
25 Dada su palabra con muchas segu¬ 
ridades de que los restituiría incólu¬ 
mes, le dieron libertad por amor de 
los hermanos. 

26 Partió Judas contra Camión y 
contra el santuario de Atargates, 
donde dió muerte a veinticinco mil 
hombres. 27 Después de esta derrota y 
matanza, emprendió Judas la marcha 
hacia Efrón, ciudad fuerte, donde 
moraba una muchedumbre de diver¬ 
sas naciones. Jóvenes robustos, orde¬ 
nados ante los muros, luchaban ani¬ 
mosamente, y dentro había mucha 
provisión de máquinas de guerra y 
de proyectiles. 28 Pero los judíos, 
invocando al Omnipotente, que con 
su poder aplasta las fuerzas enemigas, 
se apoderaron de la ciudad y mataron 
a veinticinco mil de los que estaban 
dentro. 29 Partiendo de allí, atacaron 
Escitópolis, que dista de Jerusalén 
seiscientos estadios. 30 Pero ante el 
testimonio • de los judíos que allí 
moraban, de que los escitopolitanos 
habían sido benévolos con ellos, y en 
los días de su infortunio les habían 
guardado muchas deferencias, 31 les 
dieron las gracias, exhortándolos a 
continuar siendo benévolos con los 
de su linaje; y se vinieron a Jerusa¬ 
lén, próxima ya la fiesta de las Sema¬ 
nas o Pentecostés. 

32 Después de la fiesta, marchó 
contra Gorgias, general de los Idu- 
meos. 33 Salió con tres mil hombres 








574 


MACABEOS II, 13 


de a pie y trescientos de a caballo; 
34 y trabada la batalla, fueron pocos 
los judíos que cayeron. 35 Un cierto 
Dositeo, bacenorense, jinete bravo, 
agarró a Gorgias por la clámide, y 
tiraba de él vigorosamente, queriendo 
cogerle vivo; pero vino sobre él un 
jinete tracio que le derribó el hombro, 
y así pudo Gorgias huir a Maresa. 

36 Los soldados de Esdras hallábanse 
fatigados de la larga lucha; pero Judas 
invocó al Señor, para que se mostrase 
sn auxiliar y caudillo en la batalla. 

37 Entonó en lengua patria un canto 
de guerra, y cayendo de improviso 
sobre los de Gorgias, los puso en 
derrota. 38 Retrajo Judas su ejército 
y lo condujo a Odolam. Llegado el 
día séptimo, purificados según la 
costumbre, celebraron allí el sábado. 

39 Al día siguiente, como era nece¬ 
sario, vinieron los de Judas para reco¬ 
ger los cadáveres de los caídos, y 
con sus parientes depositarlos en los 
sepulcros de familia. 40 Entonces, bajo 
las túnicas de los caídos, encontraron 
objetos consagrados a los ídolos de 
Jamnia, de los prohibidos por la 
ley a los judíos; siendo a todos 
manifiesto que por aquello habían 
caído. 41 Tocios bendijeron al Señor, 
justo juez, que descubre las cosas 
ocultas. 42 Volvieron a la oración, 
rogando que el pecado cometido les 
fuese totalmente perdonado; y el 
noble Judas exhortó a la tropa a 
conservarse limpios de pecado, te¬ 
niendo a la vista el suceso de los 
que habían caído, 43 y mandó hacer 
una colecta en las filas, recogiendo 
hasta dos mil dracmas, que envió 
a Jerusalén, para ofrecer sacrificios 
por el pecado; obra digna y noble, 
inspirada en la esperanza de la resu¬ 
rrección; 44 pues si no hubiera espe¬ 
rado que los muertos resucitarían, 
superfino y vano era orar por ellos. 
45 Hías creía que a los muertos piado¬ 
samente les está reservada una mag¬ 
nífica recompensa. 46 Obra santa y 
piadosa es orar por los muertos. Por 
eso hizo que fuesen expiados los 
muertos, para que fuesen absueltos 
de los pecados. 


Vuelve IJsias otra vez contra 
Jinlca, y hace la paz con los 
judíos. 


| O 1 El año 149 supieron los de 
1 Judas que Antíoco Eupátor 
venia contra Jadea con gran muche¬ 


dumbre de tropas, 2 y con él Lisias, sn 
tutor y regente del reino. Mandaba 
cada uno un ejército griego de ciento 
diez mil infantes, cinco mil tres¬ 
cientos jinetes, veintidós elefantes v 
trescientos carros armados de hoces. 
3 A ellos se había juntado Mcnclao, 
que con grande astucia exhortaba a 
Antíoco, no llevado de la solicitud 
por la patria, sino esperando ser 
restituido en el poder. 4 Pero el 
Rey de reyes excitó la cólera de 
Antíoco contra aquel criminal; pues 
com 3 Lisias hiciera ver al rey que 
aquél había sido la causa de todos los 
disturbios, ordenó fuese conducido a 
Berea y muerto allí, al estilo del lugar. 

5 Había allí una torre como de cin¬ 
cuenta codos de alto, rodeada por 
todas partes de cenizas ardientes y 
coronada por una máquina giratoria, 

6 con la cual arrojaban a las cenizas 
al ladrón, sacrilego, o al autor de 
algún otro crimen horrendo. 7 De 
tal muerte había de acabar el impío 
Mcnekio, sin lograr el honor de la 
sepultura. 8 Muy justo era que quien 
tantos pecados cometiera contra el 
altar, cuyo fuego y cenizas son santos, 
en cenizas recibiera la muerte. 

9 Iba el rey animado de sentimientos 
feroces, dispuesto a mostrarse mas 
duro con los judíos que lo había sido 
su padre. 10 Informado de ello Judas, 
mandó a su gente invocar dia y 
noche al Señor, para que como siem¬ 
pre, ahora los ayudase, cuando el 
pueblo, que apenas había comenzado 
a respirar 11 estaba a punto de quedar 
sin ley, sin patria y sin templo, y 
sometido a la tiranía de las naciones 
blasfemas. 12 Cuando todos a una 
hubieron rogado al Señor misericor¬ 
dioso con lágrimas y ayunos y con 
postraciones durante tres días con¬ 
tinuos, Judas los animó y ordenó 
que se preparasen; 13 y después de 
consultar a los ancianos, resolvió em¬ 
prender la marcha antes que el ejér¬ 
cito del rey entrase cu Jadea y se 
hiciesen dueños de la ciudad; po¬ 
niendo la cosa en las manos del Señor, 
14 encomendando al Creador del uni¬ 
verso el resultado de la batalla, y 
exhortando a los suyos a luchar ani¬ 
mosamente hasta morir por las leyes, 
por el templo, por la ciudad, por la 
patria y sus instituciones. 


Ordenó su ejército en batalla junto 
a Modín. 15 Dió a los suyos el santo 
y seña: «De Dios es la victoria»; y con 
lia flor de sus soldados, acometió de 








MACABEOS II, 14 


575 


noche el campamento del rey, ma¬ 
tando hasta dos mil hombres y el 
mayor de los elefantes con la tropa 
que llevaba encima. 16 Luego se reti¬ 
raron victoriosos, dejando el campa¬ 
mento lleno de pánico y de perturba¬ 
ción. 17 Al ser de día, todo estaba 
acabado, gracias a la ayuda del Señor, 
que le había socorrido. 18 El rey, 
vista la audacia de los judíos, inten¬ 
taba adueñarse por astucia de las 
plazas. 19 Llevó su ejército contra 
Bctsur, plaza fuerte de los judíos, 
pero se veía rechazado y derrotado 
y cada vez menos fuerte. 

20 Judas proveía de vituallas a los 
de dentro. 21 Un cierto Rodoco, del 
ejército judío, descubrió al enemigo 
los secretos de la defensa. Filé bus¬ 
cado, cogido y encarcelado. 22 Por 
segunda vez el rey entró en tratos 
con los de Bctsur, y hechas las paces, 
se retiró. 23 Atacó a Judas, mas fue 
vencido. Pero informado de que Filipo, 
quien había quedado por regente 
del reino, se había sublevado en An- 
tioquía, quedó consternado. Luego 
pidió la paz a los judíos, jurándoles 
atender sus justas peticiones; y re¬ 
conciliado con ellos, ofreció sacrifi¬ 
cios, honró el templo y ofreció dones. 
24 Al Macabeo le acogió muy bien, 
y le hizo general y gobernador, desde 
Tolemaida hasta la región de los 
Guerrenios. 25 Pero al llegar a To¬ 
lemaida, sus habitantes llevaron muy 
a mal los conciertos, e indignados, 
querían romper lo estipulado. 26 Su¬ 
bió entonces Lisias a la tribuna, se 
esforzó por defender la causa, logrando 
aplacarlos, y se volvió a Antioquía. 
Tal fue el suceso de la* venida y 
retirada del rey. 


La paz con Nicanor. 


14 1 Al cabo de tres años supieron 
los de Judas que Demetrio, 
hijo de Seleuco, había desembar¬ 
cado en Trípoli con poderoso ejér¬ 
cito y flota, 2 y se había hecho dueño 
de la tierra, dando muerte a Antíoco 
y a Lisias, su tutor. 3 Cierto Alcimo, 
que había sido antes sumo sacerdote 
y que en los tiempos de la confusión 
se había voluntariamente contami¬ 
nado, considerando que no había 
para él otro modo de salvación y de 
acceso al altar santo, 4 se vino al 
rey Demetrio el año 151, trayéndole 


una corona de oro, una palma y unos 
ramos de olivo, que se creían proce¬ 
dentes del templo. Aquel día no pidió 
nada. 6 Pero aprovechando la ocasión 
propicia a su demencia, de haber 
sido llamado a consejo por Demetrio, 
para preguntarle cuáles eran las dis¬ 
posiciones y designios de los judíos, 
respondió: 8 «El partido de los judíos 
que llaman asideos, cuyo jefe es 
Judas Macabeo, fomenta las guerras 
y las sediciones, v no consiente que 
el reino goce de paz; 7 por lo cual yo, 
despojado de la dignidad paterna, 
quiero decir del sumo sacerdocio, he 
venido ahora aquí, 8 mirando con 
toda lealtad por los intereses del rey 
y buscando también los de mis con¬ 
ciudadanos, pues, por la temeridad 
de aquéllos, toda nuestra nación se 
halla en ruinas. 9 Date cuenta, pues, 
ioh rey!, de estas cosas; mira por 
nuestra tierra y nuestra raza opri¬ 
mida, llevado de tu desinteresado 
amor hacia todos. 10 Mientras judas 
esté con vida, no podrá el Estado 
gozar de paz.» 

11 Dicho esto, al punto los restantes 
amigos, que se hallaban indispuestos 
contra Judas, inflamaron más el 
ánimo de Demetrio, 12 logrando que 
éste llamase luego a Nicanor, coman¬ 
dante anteriormente del cuerpo de 
elefantes, y le nombró general de 
Judea, 13 dándole orden de acabar 
con Judas, dispersar a todos los suyos 
e instalar a Alcimo por sutno sacer¬ 
dote del santísimo templo. 14 En 
seguida los gentiles, que por temor 
de Judas habían huido de la Judea, 
se agregaron como rebaño a Nicanor, 
pensando que el infortunio y cala¬ 
midad de los judíos sería su ventura. 

16 Al saber los judíos la venida de 
Nicanor y la invasión de los gentiles, 
se cubrieron de polvo, orando al que 
eligió a su pueblo para siempre y 
protegió en todo tiempo con mani¬ 
fiestos prodigios su heredad. 16 A 
las órdenes de su jefe, se pusieron 
luego en marcha, y se vino a dar la 
batalla junto a la aldea de Dcsau. 
17 Simón, hermano de Judas, había ve¬ 
nido a las manos con Nicanor, pero 
desconcertado un momento por la re¬ 
pentina llegada de enemigos, sufrió un 
revés. 18 A pesar de lo cual. Nica¬ 
nor, que sabía el valor de los judíos y 
cuán animosamente combatían por la 
patria, temía encomendar a las armas 
la resolución. 19 Por eso envió a Posi- 
donio, Teodoto y Matatías a proponer 






MACABEOS II, 14 


570 


conciertos de paz. 20 Después de un 
largo examen de las condiciones, y 
de haberlo comunicado al general y 
a la muchedumbre, de común acuerdo 
convinieron hacer conciertos de paz. 
21 Señalaron el día en que los dos 
jefes se reunirían solos, y pusieron 
dos sillas, una frente a otra. 22 Judas, 
sin embargo, había apostado hom¬ 
bres en lugares convenientes, dis¬ 
puestos a intervenir, si los enemigos 
cometían alguna perfidia. Así tuvie¬ 
ron el amigable coloquio. 

23 En adelante, Nicanor moró en 
Jerusalén, sin cometer injusticia, y 
hasta disolvió las tropas que a manera 
de rebaños se le habían juntado. 

24 A Judas le tenía siempre a su lado, 
pues sentía hacia el cordial afecto. 

25 Le exhortaba a que se casase y 
criara hijos. Y en efecto, se casó, 
y viviendo tranquilamente, disfru¬ 
taba de la vida. 26 Pero Alcimo, al 
ver la buena inteligencia de ambos 
y los pactos concertados, se vino a 
Demetrio, acusando a Nicanor de 
traidora deserción contra el reino, 
puesto que le había dado por sucesor 
a Judas, enemigo del reino. 27 El 
rey se enojó, e inducido por las calum¬ 
nias de aquel malvado, escribió a 
Nicanor, diciéndole cuánto le habían 
desagradado los conciertos hechos, y 
ordenándole que le enviase cuanto 
antes preso al Macabeo a Antioquia. 
28 Cuando recibió estas órdenes, Ni¬ 
canor quedó confuso V sintió gra¬ 
vemente tener (pie anular lo concer¬ 
tado. sin haber recibido daño alguno 
de tal varón. 29 Mas no siendo posible 
oponerse al rey, aguardó una ocasión 
propicia para "ejecutar sus mandatos. 


Ruptura de relaciones. 


30 Observando de su parte el Ma¬ 
cabro que Nicanor se conducía con 
él más fríamente, y que sus relaciones 
no eran tan amigables como de cos¬ 
tumbre, pensó (pie tal conducta era 
mal indicio; y asi, reunió a muchos 
de los suyos y comenzó a guardarse 
de Nicanor. 31 Dándose éste cuenta 
de cuán hábilmente había sido ven¬ 
cido por Judas, llegó al augustísimo 
y santo templo, en el momento mismo 
en (pie los sacerdotes ofrecían los 
acostumbrados sacrificios, y les mandó 
(pie le entregaran a Judas. 32 Ase¬ 
gurando ellos con juramento que 


ignoraban dónde estaba, extendió su 
diestra hacia el templo, 33 y juró así: 
«Si no me entregáis a Judas preso, 
arrasaré este templo de Dios, des¬ 
truiré el altar y elevaré aquí un mag¬ 
nífico templo a Baeo.» 31 Los sacer¬ 
dotes tendieron las manos al cielo, 
e invocando al que siempre se había 
mostrado defensor de nuestro pueblo, 
dijeron: 35 «Tú, Señor de todas las 
cosas, que de nada necesitas, has 
tenido a bien establecer este templo 
de tu morada en medio de nosotros. 
36 Preserva, pues, santísimo Señor, 
por siempre limpia esta casa, que 
hace poco ha sido purificada.» 


El caso de Radas. 


37 Un cierto Hacías, de los ancia¬ 
nos de Jerusalén, fue denunciado a 
Nicanor eximo amante de la ciudad, 
donde gozaba de muy buena fama, 

V por su bondad era apellidado padre 
de los judíos. 38 En efecto, en los 
tiempos anteriores había evitado todo 
contacto con los gentiles y había 
atraído sobre sí la acusación de ju¬ 
daismo, exponiendo por ello su cuerpo 

V su vida. 39 Deseando Nicanor dar 
muestra de sil mala voluntad hacia 
los judíos, mandó más de cincuenta 
soldados a prenderle, 40 pues creía 
inferir, prendiendo a éste, un golpe 
a todos los judíos. 41 Estaba la tropa 
a punto de apoderarse de la torre 
de su casa, forzando la puerta de 
entrada y dada ya la orden de pren¬ 
derle fuego. Racías, estando para 
ser apresado, se echó sobre su espada, 
42 prefiriendo morir noblemente, antes 
que caer en manos de criminales y 
recibir ultrajes indignos de su no¬ 
bleza. 43 Mas como a causa de la pre¬ 
cipitación no hubiera acertado a ma¬ 
tarse, y la tropa invadiera ya la casa, 
resueltamente corrió al muro y vi¬ 
rilmente se arrojó encima de la 
tropa. 41 En viéndole se retiraron, 
y vino a caer en medio del espacio 
libre. 45 Aún respiraba; v enardecido 
su ánimo, se levantó, y mientras a 
torrentes le corría la sangre de las 
graves heridas, atravesó a la carrera 
por entre la muchedumbre, hasta 
erguirse sobre una roca escarpada. 
46 Allí, totalmente exangüe, se arran¬ 
có las entrañas con ambas manos v 
las arrojó contra la tropa, invocando 
al ¡Señor de la vida \ del espíritu, 






MACAMEOS II, 15 


577 


que de nuevo se las devolviera. 
Y de esta manera acabó (1). 

Derrota de Xicanor. 

ir 1 Informado Nicanor de que 
* ^ Judas andaba por los lugares de 
Samaría, pensó atacarle con entera 
seguridad en el día de sábado. 2 Los 
judíos que a la fuerza le seguían le 
dijeron: «No pretendas aniquilarlos 
tan salvaje y bárbaramente; respeta 
el día que desde el principio ha sido 
declarado santo por el que todo lo 
ve.» 3 A lo que aquel malvado 
contestó, si había Soberano en el 
cielo que hubiera ordenado solem¬ 
nizar el día del sábado. 4 * * Y como ellos 
le respondiesen: Sí, hay un Señor, 
Dios vivo, Soberano del cielo, que 
ha ordenado celebrar el día séptimo; 
5 pues yo, contestó él, digo que hay 
un soberano en la tierra, que manda 
tomar las armas y cumplir lo que 
conviene al rey. Con todo, no pudo 
llevar a cabo su malvado propósito. 

6 Mientras Nicanor, en su insen¬ 
sato orgullo, pensaba levantar con 
Judas y los suyos un monumental 
trofeo, 7 éste, puesta siempre su con¬ 
fianza en el socorro del Señor, 8 ex¬ 
hortaba a los suyos a no temer el 
ataque de los paganos; antes bien, 
recordando los auxilios que en tiem¬ 
pos anteriores les habían venido del 
cielo, esperasen también ahora del 
Todopoderoso la victoria. 9 Y los 
alentaba, proponiéndoles testimonios 
de la ley y de los profetas y recor¬ 
dándoles los combates que habían 
sostenido, dándoles con esto mucho 
ánimo. 10 Después de haber levan¬ 
tado sus espíritus, les puso de mani¬ 
fiesto la falta de fe de los gentiles y 
la transgresión de sus juramentos; 
11 animando a todos, no tanto con 
la seguridad de sus escudos y lanzas, 
cuanto con la confianza de sus alen¬ 
tadoras palabras. Sobre todo, los 
alegró con la relación de un sueño 
digno de toda fe. 12 He aquí el sueño 
que había tenido: Onías, que había 
sido sumo sacerdote, hombre bueno 
y bondadoso, de venerable aspecto, 


(1) Al decir de Santo Tomás, el autor sa¬ 

grado pondera este acto, más de soberbia que 

de fortaleza, por el sentimiento del amor a la 

patria y a la Ley, que le movía a evitar caer 

vivo en poder de los gentiles y recibir de ellos 

la muerte. La verdadera fortaleza es la del an¬ 

ciano Eleazar, que por la misma causa sufrió 

la muerte a manos de los gentiles. 


de suaves modales, de distinguido 
lenguaje, que desde su niñez se había 
ejercitado en toda virtud, tendía sus 
manos, orando por toda la comuni¬ 
dad de los judíos. 13 Apareciósele 
también otro varón, que se desta¬ 
caba por la blancura de sus cabellos 
y por su gloriosa dignidad, nimbado 
de admirable y magnífica majestad. 
14 Onías dijo: «Este es el amador de 
sus hermanos, que ora mucho por 
el pueblo y por la ciudad santa: 
Jeremías, profeta de Dios.» 15 Y 
tendía Jeremías su diestra, y entre¬ 
gaba a Judas una espada de oro, di- 
ciéndole: 16 «Toma esta espada santa, 
don de Dios, con la cual triunfarás 
de los enemigos.» 

17 Alentados con estas nobles pala¬ 
bras de Judas, capaces de vigorizar 
y exaltar hasta el heroísmo las almas 
de los jóvenes, resolvieron no atrin¬ 
cherarse en el campo, sino arrojarse 
valientemente sobre el enemigo, y 
luchando con todo valor decidir la 
cosa, puesto que se hallaban en peli¬ 
gro la ciudad, la religión y el templo; 
18 pues la solicitud que por las mujeres, 
los hijos, los hermanos y parientes 
tenían, era menor que la que sentían 
por el templo santo, la más grande 
y primera de todas las cosas. 

19 No era pequeña la ansiedad de 
los que en la ciudad habían quedado, 
inquietos como se hallaban por la 
lucha de fuera. 20 Guando todos espe¬ 
raban el futuro desenlace, y los ene¬ 
migos se acercaban dispuestos en 
orden de batalla, y los elefantes colo¬ 
cados en lugares oportunos, y la 
caballería en las alas, 21 al ver el 
Macabeo la muchedumbre que se 
acercaba, el variado aparato de las 
armas, la fuerza de los elefantes apos¬ 
tados en lugares convenientes; levan¬ 
tando las manos al cielo, invocó al 
Señor, hacedor de prodigios. Sabía 
que no por la fuerza de las armas se 
alcanza la victoria, sino que Dios la 
otorga a los que juzga dignos de ella. 

22 La invocación fué como sigue: 
«Tú, Señor, que enviaste un ángel 
bajo Ezequías, rey de Judá, que 
mató del ejército de Senaquerib a 
ciento ochenta y cinco mil hombres, 

23 envía ahora, Señor de los cielos, 
delante de nosotros un ángel bueno, 
que infunda a éstos temor y temblor. 

24 Con la fuerza de tu brazo sean 
quebrantados los que llegan blas¬ 
femando contra tu pueblo santo.» Y 
con esto terminó. 


37 







578 


MACABEOS II, 15 


26 Los de Nicanor avanzaban al 
son de las cornetas y de los cantos 
guerreros; 26 en tanto que los de 
Judas llegaron a chocar con los ene¬ 
migos en medio de súplicas y ora¬ 
ciones. 27 Y mientras luchaban con 
las manos, oraban en su corazón a 
Dios; y así, magníficamente fortale¬ 
cidos por una aparición de Dios, 
derribaron por tierra no menos de 
treinta y cinco mil hombres. 28 Ter¬ 
minada la lucha y entregados a la 
alegría, hallaron que, revestido de 
sus armas, estaba Nicanor entre los 
muertos. 29 Se produjo un gran clamor 
y alborozo, bendiciendo al Señor en 
la lengua patria. 30 Judas, que en 
cuerpo y alma estaba todo él atento 
a la defensa de sus conciudadanos, 
y había guardado la generosidad de 
la juventud para sus connacionales, 
ordenó cortar á Nicanor la lengua 
y el brazo hasta el hombro y llevarlos 
a Jerusalén. 31 Llegado allí, convocó 
a los conciudadanos y sacerdotes; y 
puesto en pie ante el altar, mandó 
venir a los de la ciudadela, 32 mostró 
a todos la cabeza del impío Nicanor 
y la mano que el blasfemo había 
tendido insolente contra la santa 
casa del Todopoderoso. 33 Mandó picar 
en menudos trozos la lengua, echarlos 


a las aves, y suspender enfrente del 
templo la mano, como recompensa a su 
insensatez. 34 Y todos, levantando los 
ojos al cielo, bendecían al Señor, di¬ 
ciendo: ««Bendito el que ha conservado 
puro este lugar.» 35 La cabeza de 
Nicanor se colgó de la ciudadela, 
visible a todos, como señal manifiesta 
del auxilio divino; 36 y por público 
decreto se mandó no dejar pasar este 
día sin solemnizarlo, 37 y que se 
celebrase el trece del mes duodécimo, 
que en lengua siríaca se llama Adar, 
un día antes del día de Mardoqueo. 


Epílogo. 

38 Tal fué la historia de Nicanor. 

Y como desde aquellos días la ciudad 
ha estado en posesión de los hebreos, 
daré aquí fin a mi narración. 39 Si 
está bien y como conviene a la narra¬ 
ción histórica, eso quisiera yo; pero 
si imperfecta y mediocre, perdóne¬ 
seme. 40 Como el beber vino puro o 
sola agua no es grato, mientras que 
el vino mezclado con agua es agra¬ 
dable y gustoso; así también la dis¬ 
posición del relato siempre uniforme 
no agrada a los oídos del lector. 

Y con esto damos fin a la obra. 














LIBROS PROFÉTICOS 











INTRODUCCION A LOS LIBROS PROFETICOS 


1. Fa en la introducción general hemos hablado del carisma de la pro¬ 
fecía otorgado a los autores sagrados. Necesitamos ampliar lo dicho allí en 
esta introducción a los libros proféticos 

Tres son los nombres que principalmente se dan en la Sagrada Escritura 
a estos hombres de Dios; los de robe y jozeh, que significan videntes, y el más 
común de nabi, que traducimos por proteta. La etimología de este último nombre 
es discutida, pero su sentido ordinario resulta bien claro de las palabras de 
Dios a Moisés cuando se excusaba con su tartamudez: «Mira, yo te hecho un 
Dios para el Faraón, y Arón, tu hermano, será tu profita. Tú le dirás todo 
lo que yo te mandare, y Arón, tu hermano, hablará al Faraón para que deje 
partir de su tierra a los hijos de Israel » (Ex. 7, 1 ss.). Nabi, pues, quiere decir 
el que habla en nombre de otro. Es la significación de la palabra griega profeta. 
Es, pues, profeta el encargado por especial misión divina de hablar al 7 meblo 
en nombre de su Dios. 

2 . Con estos sus enviados se proponía el Señor satisfacer dos necesidades 
del pueblo, de muy desigual importancia. Los antiguos no se atrevían a empren¬ 
der negocio alguno, privado o público, sin antes consultar la voluntad de sus 
dioses. Israel padecía de la misma enfermedad. Pues para impedir que acu¬ 
diesen a los oráculos gentiles o a los adivinos, los proveyó el Señor de profetas, 
a quienes acudiesen (Dcut. 18, 11) y dio al sumo sacerdote los urim y tummim 
(Ex. 28, 30). Recordemos a Saúl, yendo a consultar a Samuel sobre las polli¬ 
nas perdidas (I Sam. 9, 6 , 11); al rey Jeroboam , que, teniendo a su hijo en¬ 
fermo, manda a su mujer a consultar al profeta Ajías sobre el desenlace de 
la enfermedad (I Reg. 14, 1 ss.); y más todavía el caso de Ococías, que en seme¬ 
jante caso envió mensajeros a consultar a Baal Zebub, dios de Accarón, para 
saber si curaría de aquella enfermedad; a los cuales salió Elias, al encuentro, 
por orden de Dios, y les dijo: «¿Es que no hay Dios en Israel, para que vayáis 
a consultar a Baal Zebub, dios de Accarón .?» (Reg. 1, 2, ss.). David tenía su 
profeta, por quien consultaba al Señor sobre los negocios públicos (II :Sam. 7, 
1, ss.); y los otros reyes no emprendían cosa grave sin hacer lo mismo. 
(Cfr. I. Reg. 22, 5 ss.; Jer. 38, 14, ss.) 

Pero no era ésta la misión principal de los profetas. Otra tenían, ligada 
al destino de Israel. El Señor los había escogido para preparar los caminos 
del Mesías y la salud del mundo. Los patriarcas eran instruidos por Dios sobre 
la conducta que debían seguir para responder a la misión divina. Moisés fué 
llamado a organizar la vida religiosa y social del pueblo sobre las bases del 
monoteísmo y de las promesas mesiánicas hechas a los patriarcas. Por esto 
fué el más grande de los profetas de Israel, según Santo Tomás (Sum. Teol., II, 
ti, g. 174 a 4). A Moisés le sucedieron otros profetas , encangados de explicar 



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LIBROS PROFÉTIOOS 


la Ley, inculcar su observancia, combatir las transgresiones, llamar al pueblo 
a penitencia mediante amenazas y promesas. Entre éstas se destaca siempre 
la promesa del Mcsias y de su obra salvadora. Esta es la misión principal de 
profetismo de Israel, por lo que se distingue del de todos los pueblos antiguos 1 

3. Como abundaban en Israel estos ministros auténticos de la palabra' 
divina, así abundaban también sus re7nedos y falsificaciones, los falsos pro¬ 
fetas, que se decían enviados de Dios y daban como palabra de Dios los sueños 
de su imaginación. Su norma era halagar al pueblo y a los príncipes, prome¬ 
tiéndoles fácil prosperidad con que los confinnaban en sus extravíos. (Cfr. II. 
Reg. 22 y Jer. 28.) Eran los principales adversarios de los verdaderos pro¬ 
fetas, como fueron luego los escribas los adversarios de Jesucristo. 

4. La profecía es un carisma divino, no un arte adquirido por el estudio. 
S¿7i embargo, los profetas 7 iecesitan de ordinario una formacióri que los pre¬ 
pare para mejor desempeñar la misión que Dios les confiere. Adquieren esta 
formación en el seno de la familia y en las asociaciones de hombres piadosos, 
llamadas escuelas ele profetas, al parecer fundadas por Samuel (I Sam. 10, 
5, 10 s.; 19, 20), y restauradas por Elíseo (11 Reg. 2, 3, ss.); en la lectura 
de la Ley y de los profetas anteriores, C7i ti trato con hombres doctos, en la me¬ 
ditación, en las luchas de cada día. Todo esto lo venia a completar y confirmar 
con su sello divino la iluminación profética. Recae ésta en la inteligencia, única 
facultad de conocer que es capaz de percibir la verdad divina; pero esta verdad 
suele presentárseles a los profetas envuelta en multitud de imágenes o símbolos, 
que son una nota característica del profetismo de Israel. Como ejemplo bastará 
citar las visiones de la vocación etc los tres grandes profetas, Isaías (6), Je¬ 
remías (1) y Ezequiel (1-3). A estos cuadros simbólicos se añaden las accio¬ 
nes, también simbólicas, que dan al 7ninistcrio de los profetas un carácter ente¬ 
ramente dramático. En este pinito se distinguen sobre todo Jeremías (16, ss.; 
18, 1, ss.) y Eziquiel (3, 22, ss.), (12, 1 ss.); Cfr. Act. (21, 10, 11). 

ó. Los eiiscursos de los ptofiias, tal como nos han llegado, en su mayoría 
tstán escritos en verso, y a reces en estrofas artificiosamente eompia stas y son 
frecuentemente modelos, no solo de elocuencia, sino de la poesía hebrea y uni¬ 
versal. El caso de Jeremías (36) 7ios muestra cómo los profetas dirigían al 
pueblo la palabra en (l templo, en las plazas, en las puertas de las ciudades, 
en su propia casa, dondequiera que podían. Luego, con frecuencia escribían 
esos versos y los < ntregaban al pueblo, que los aprendía feícUniente, fos recitaba 
y cantaba, continuando así el ministerio del profeta. Daniel es de los muy pocos 
profe tas que ha publicado sus vaticinios sólo por escrito. Sin duda de esta divul¬ 
gación de los oráculos /moféticos proviene la falta de orden cronológico que en casi 
todos se siente; y no sólo del desorden cronológico de los diversos oráculos, sino 
hasta del desorden en \m 07 'ácnlo mismo, que viene a ser una de las dificultades 
más graves en el estudio de los profetas. Los expositores se esfuerzan por reducir¬ 
los a su verdadero orden; pero no teniendo a su disposiciÓ7i más medios que el 
texto actual de los oráculos mismos, ni más criterio que el orde7i lógico de las 
ideas, el ritmo de los versos y la artificiosa constitución de las estrofas, fio 
siempre pueden alcanzar a restituirlos a su ordc7i primitivo. 

6. ¿Cómo probaban los profetas la verdad de su misión? Moisés, el 
primero de los profetas de Israel, necesitó señales con que 7nostrar al pueblo 
ser enviado de Dios (Ex. 3, 11-6, 9); pero los que a Moisés siguieron, con la 
misión de 7 nantcner al pueblo en la observancia de la Ley o de reducirle a ella, 
no tenían necesidad de taLs pruebas. Su vida ajustada a la Ley, su celo por 
la causa de Dios, la fortaleza con que bichaban contra los pecados del pueblo 
y reprendían las iniquidades de reyes, prÍ7icipes y sacerdotes, eran para los 
creyentes pmeba bastante de que Dios los enviaba. Si Elias y Elíseo pasaron 
a la historia como glandes taumaturgos, de Isaías sólo se nos cuenta un m>logro, 



LIBROS PROFÉTICOS 


583 


de Jeremías y Ezequirl ninguno , como tampoco se cuenta ninguno del Bautista, 
el postrero de los profetas. Si al leer hoy sus disextrsos no puede menos de sent : rs 
en ellos el espíritu de Dios, mucho más lo sentirían los coetáneos, que los oían 
y eran testigos de su vida. 

7. La actividad de los profetas se desarrolló en íntima conexión con la 
vida religiosa , moral y hasta política del piteólo israelita. Por esto importa 
mucho, para entenderlos , conocer el ambiente histórico en que ejercían su mi¬ 
nisterio. Materia de sus reprensiones son las idolatrías del pueblo, las injus¬ 
ticias de los jueces, la opresión de parte de los poderosos y la conculcación de 
la ley divina por parte de todos. La política demasiado humana de los gober¬ 
nantes, que por su falta de fe en Dios acudían a alianzas peligrosas para la 
vida religiosa del pueblo, ofrece también a algune>s profetas, eomo Isaías y 
Jeremías, materia de duros reproches. 

La figura que Israel hace en la historia antigua no puede ser más humilde , 
no obstante su grandeza en el otden religioso. Ateniéndose a la época en que 
florecieron los profetas escritores, desde el siglo vm hasta el iv antes de 
Jesucristo, Israel vivió en vasallaje o bajo la dominación de los extranjeros, 
primero de la Asiria, luego de Babilonia y después de Persia. Fué Teglatfa- 
lasar III y llamado también Pul y el que y después de ampliar su imperio por 
Oriente y pensó en dominar las regiones de Occidente. Los reyes amenazados 
trataron de unir sus fuerzas para oponerse al invasor. El rey de Judá y Ajaz y 
no asintió a tales planes. Para obtener la cooperación de Judá y el rey de Siria y 
Rasín y y el de Samaría, Facea y declararon la guerra a Ajaz (734), con el 
propósito de sustituirle por un cierto Tabel y que se avendría a los planes de 
los confederados. (Cfr. Is. 7 y 1-11.) Ajaz acudió en demanda de socorro a 
Teglatfalasar, el cual atacó luego el reino de Damasco, que pronto quedó con¬ 
vertido en una provincia más del reino asirio. (732 Cfr. II Reg. 16 y 1-9.) 
Luego se dirige contra Samaria y a cuyo rey y Facea, destronó, poniendo en su 
lugar a Oseas (732) y llevándose muchos cautivos a Nínive (Is. 7, 1-11). 

Judá quedó también sometido al vasallaje de Asiria durante el reinado 
todo de Ajaz. No se pasaron muchos años y y el amor de la libenad movió a 
los reinos occidentales a nueva tentativa. Parece que Samarla era el centro 
de la misma. Salmanasar IV, sucesor de Teglatfalasar III , trató de reprimir 
aquellos conatos de independencia, sujetando a Samaría. Fué Sargón y su su¬ 
cesor y el que en 721, y después de dos años de asedio, tomó a Samaría, llevó 
cautiva la mayor parte de la población y puso fin al reino de Israel (II Reg. 17). 
Era una dura lección para Judá y que se mantuvo quieto y aun por el año 711 y 
en que Azoto se sublevó, siendo cercada y tomada y duramente castigada por el 
mismo Sargón. (Is. 20, 1.) 

Pero en los últimos años del siglo vm, otra vez los pueblos quisieron probar 
fortuna. Senaquerib había sucedido a su padre; el Egipto ofrecía su apoyo 
a los rebeldes y y la Caldca y siempre en abierta lucha contra Nínive, entraba 
también en la coalición. (II Reg. 39.) Parece que Ezequías, hijo y sucesor de 
Ajaz y sentía simpatía por los sublevados y y si no se alzó en armas, alentó a 
los confederados y les prestó su ayuda. Por esto y cuando Senaquerib vino a 
sofocar aquellos conatos de libertad y entró por las ciudades de Judá, muchas 
de las cuales tomó y saqueó (II Reg. 36-37). A los egipcios y que vinieron 
en socorro de los confederados y los derrotó en Altacu (Eltequeh) y en la tribu 
de Dan. Tras de dos legaciones a Ezequías para que entregara a Jerusalén y 
la asedió y pero no pudo tomarla. Una grave peste que se declaró en su ejército 
le obligó a retirarse a Nínive y sin que volviera a parecer por Palestina en los 
veinte años que aún reinó hasta ser asesinado por sus hijos (681). 

Sin embargo, los asirios, dueños de Damasco y de Samaría, continuaban 
ejerciendo su hi gemonia sobre los pueblos de Cautín, No sabemos que los suce- 




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LIBROS PROFÉTÍCOS 


sores de Senaquerib, Asaradón y Asurbanípal, que elevaron el imperio atirió 
al apogeo de su grandeza, tuvieran que intervenir con las armas. Los pueblos 
entendieron que les era mejor soportar el yugo asirio pagando tributo a los 
reyes de Ninive, que exponerse a las guerras y (jeportaciones que aquellos usa¬ 
ban. Sólo el libro de las Crónicas nos cuenta que Manases, hijo y sucesor de 
Ezcquías, había sido llevado cautivo a Babilonia, de donde volvió para ocupsr 
otra vez el trono. Su delito no debía de ser muy grave, cuando fue dado por 
libre y continuó reinando (II Par. 33, 11-13). Probablemente tuvo lugar esto 
alrededor del año 6Ó0, en que Asurbanipal luchaba contra su hermano Sama- 
sumuquin, gobernador de Babilonia, hasta tomar la ciudad y sujetar la Caldca, 
que había hecho causa común con el rebelde. Muerto este rey (625), que llegó 
a apoderarse de Egipto, la Asiría decayó rápidamente; Ninive fue tomada 
por los medos y caldeos en 612, y amupte su ejercito continuó luchando por 
la conservación del imperio, éste, pocos años después, desapareció, dejando en 
pos de sí la memoria de su espíritu guerrero,.de su ferocidad y de su sistema 
de deportaciones, que los caldeos imitaron luego. 

S. Una señal de cuán habituados estaban los pueblos de Palestina 
al yugo asirio pudiera ser la conducta de Josias. Como el Faraón Necao se 
dirigiese con un ejército hacia la Siria, para lograr alguna parte de los des¬ 
pojos del reino ninivita, Josias quiso cortarle el paso. En una desgraciada ba¬ 
talla, que se dió en Megido, quedó gravemente herido y vino a Jerusalcn a 
morir en 608 (II Peg. 23, 29, s.). Derrotado en Carqucmis por el principe 
Nabucodonasor, no logró Necao sus propósitos; pero ele vuelta a su tierra pasó 
por Jerusalén, y hallando el trono de Josias ocupado desde hacia tres meses 
por Joaeaz, su hijo, destituyó a éste y puso en su lugar a Joaquim, llevando 
a su hermano a Egipto (Ib. 44, 31-35). Después de la retirada del Faraón, 
Judá pudo creerse independiente, hasta que en 604 Nabucodonosor se presentó 
en Palestina e impuso su vasallaje a todos los reyes de la región. Pero entonces 
volvió a renovarse la antigua historia. Con la esperanza de la ayuda egipcia, 
los reyes de Siria y Canáu se confederaron, para sacudir el yugo caldeo. En 596 
se presentó Xabucodonosor con su ejército, y la coalición se deshizo. Joaquim 
había ya muerto, Joaquín o Jcconías, su hijo y sucesor, no se atrevió a afrontar 
los peligros de la guerra, y cuando los caldeos se presentaron ante Jerusalén, 
le8 salió al encuentro en son de paz. N abucodonosor le prcmlió, para llevárselo 
a Babilonia con una buena parte de lo más selecto del pueblo, y puso en el 
trono a un tercer hijo de Josias, Matanías, a quien mudó el nombre por el de 
Sedccías, exigiéndole juramento de fidelidad (II Peg. 24, 1-20). 

Pronto Nabucodonosor se dió cuenta de que no podía estar seguro de la 
lealtad de Judá, y Scdecías hubo de ir a Babilonia para sincerarse. Al fin, 
en 589 acabó Sidecías por declararse en abierta rebeldía. Los caldeos llegaron 
y pusieron cerco a Jcrusalén, tomándola al cabo de año y medio de asedio, en 
julio de 587. El templo fue incendiado, los muros y los palacios de Jerusalcn, 
arrasados. A Sedéelas le condenó a perder los ojos, después de haber contem¬ 
plado la matanza de sus hijos y de sus cortesanos. Lo principal y más granado 
de la nación, en todos los órdenes, fué deportado a Caldea, quedando en Judá 
el pueblo humilde bajo el gobierno de Godolías (II Peg. 25; II Par. 36, 17 ss., 
y Jer. 52). 

9. No fué larga la duración del segundo imperio caldeo. A Nabucodo- 
nosor sucedieron como relámpagos tres reyes de su dinastía. El cuarto fué 
Nabonides, hijo de una sacerdotisa de Harrán, cuyo principal empeño fué 
reformar la religión caldca. Con esto se malquistó con los sacerdotes y el pueblo, 
que con gusto dieron acogida al ejército persa, mandado por Gubaru, caldeo. 
En 539 entró éste en Babilonia, defendida por el príncipe Belsarasar, que 
fué muerto. Poco* días después , Ciro hacía su entrada en la ciudad y era 




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LIBROS PROFÉTICOS 


reconocido rey de Babilonia. Su /trímera medida fue ordenar la restitución 
de los dioses a sus antiguos santuarios y de donde la superstición de N abonides 
los Había sacado , y autorizar a todos los pueblos deportados para que volviesen 
a su tierra. 

En estas medidas quedaron incluidos los judíos, a quienes restituyó los 
vasos sagrados y tomados del templo por Nábucodonosor , y dió permiso para 
volver a Judá y levantar el templo. No todos los deportados se resolvieron a 
emprender el viaje de vuelta. Y los que por entonces o más tarde lo hicieron , 
sólo pudieron levantar el 'altar y echar los cimientos del templo , impedidos de 
proseguirlo por los pueblos circunvecinos, sobre todo por los samaritanos f cuya 
cooperación en la obra del santuario los judíos no habían querido aceptar. Sólo 
en los comienzos del reinado de Darío (521) y aprovechando las turbulencias 
originadas por el cambio de monarca y dinastía y pudieron acabar aquéllos la 
obra. Pero la ciudad continuaba en ruinas y hasta que Nehemías pidió y ob- 
tuvo del rey Artajerjes autoridad de gobernador , con el fin de levantaf los muros 
de Jerusalén. Los que volvieron del cautiverio vivieron en su tierra y gozando 
de la amplia libertad que los persas les otorgaban y sobre todo a causa de la afi¬ 
nidad que creían hallar entre su religión y la judia; hasta que y caído el imperio 
persa a los golpes de maza de Alejandro Magno , la Palestina pasó automᬠ
ticamente al dominio de los macedonios. Tal es el cuadro externo en que se 
desarrolló la actividad de los profetas. Veamos ahora el cuadro interior. 

10. Es el argumento de este cuadro la vida religiosa y moral y cuyo princi¬ 
pio fundamental era el monoteísmo y la adoración del único Dios de lsrael y 
Yare , y la observancia de su Ley. En otros términos y era la fidelidad al pacto 
hecho con Dios en el Sinaí y cuyas condiciones se contenían en la Ley. El primer 
precepto de ésta era el reconocimiento del solo Dios de lsrael y excluidos todos 
los otros dioses; luego venía el ctilto de ese Dios y conforme a las prescripciones 
de la Ley y entre las cuales ocupaba lugar importante la exclusión de toda imagen 
que fácilmente inducía a la idolatría; en tercer lugar estaban los otros preceptos 
de carácter moral y social y que reglan las relaciones de los israelitas unos con 
otros. Hasta la vida política había de inspirarse en los mismos principios. 
Debía mirar a mantener la independencia de Israel y pero apoyándose en Y ave 
y en sus promesas de protección contra los enemigos ; y no buscando alianzas 
con las nacione8 y cuyo trato era un peligro para la vida religiosa del pueblo 
escogido. 

En el reino de Samaria y Jeroboam, su f undador , para mantener a Israel 
separado de Jerusalén y de la dinastía davídica y había alzado unos becerros 
de oro en Dan y Betel y imágenes de Dios y pero condenados por la Ley y y que 
fueron perpetuo escándalo para el pueblo. Este es el pecado que el autor del libro 
de los Reyes pone de relieve en el juicio que hace de cada uno de los reyes de 
Israel. En estos santuarios se introdujeron y además del sacerdocio ilegitimo y 
pues no era de la tribu de Lcví y muchas corruptelas idolátricas. Además y desde 
el reinado de Ajab y bajo la influencia de la reina Jezabel y fenicia y los cultos 
fenicios invadieron el reino, no obstante los esfuerzos de lis profetas Elías y 
Elíseo y otros más. La idolatría era siempre fuente de inmoralidad en todos 
los aspectos de la vida , y de ello nos dan testimonio los discursos de los pro¬ 
fetas. Por este camino y Samaría fué de mal en peor y hasta que cayó sobre ella 
el castigo definitivo por medio de Sargón y que destruyó la ciudad, llevó cautil a, 
la mayor parte de su pueblo y trajo de Oriente otros pobladores y que ocuparon 
el lugar de los deportados. De la mezcla de estos elementos con los que de Israel 
habían quedado en la tierra y resultaron los samaritanos de la historia posterior, 
pueblo aborrecido de los judíos. (II Reg. 17 , 24 ss.; I Exod. 4, 1-11; Jn. 4, 
9-11.) 

11. Cuanto a Judá y parece que en los reinados de Ozías y Joatán im- 









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LIBROS PROFÉTICOS 


peró el culto de Yavt; pero era más bien un culto i.eterno, sin el sentimiento 
íntimo de la piedad ni las obras de justicia exigidas por la Ley. De ello tene¬ 
mos la prueba en el primer discurso de Isaías (Is. I, 2 sigs.). Pero en el rei¬ 
nado siguiente f de A faz, se dejaron sentir las influencias asirías, y en pos de 
ellas las cananeas (II Reg. 16, 10-11; II Par. 28). Todas fueron extirpadas 
por Ezequias, que desde el principio de su reinado se esforzó por borrar 
las idolatrías que se habían introducido, especialmente en la época de su padre 
(II Reg. 18, 1-11; II Par. 29-31). Procuró, además, atraer a los restos de 
Israel, que los asirios habían dejado en Samaría (II Par. 30). Borró hasta 
los santuarios de los altos, porque, si bien dedicados a Yave y hasta entonces 
tolerados, eran contrarios a la ley deutcronómica. 

Cuán arraigadas estaban las tendencias idolátricas en el pueblo, nos lo 
demuestra el hecho de que, a la muerte del santo rey Ezequias, toda su obra de 
reforma quedó anulada, y los males se agravaron en el reinado de su hijo Ma¬ 
nases y de su nieto Anión, ambos adoradores fervorosos de los ídolos y prac¬ 
ticantes de todas las abominaciones gentílicas, sin excluir el sacrificio de los 
niños por el fuego (II Reg. 21; II Par. 33). El espíritu yavista renace de 
nuevo con Josias (627), el cual, al conocer el Dcuteronomio, hallado en sus 
días en el templo por Helcías, emprendió una reforma radical, según las pres¬ 
cripciones del mismo código. Pero estas reformas eran sólo oficiales y externas, 
y por eso, en cuanto faltó Josias y se sentaron en el trono sus hijos y nietos, 
que no tenían su espíritu religioso, volvió a aparecer la idolatría en todas sus 
formas. De ello tenemos dos testimonios: los de Jeremías y Ezcquiel. Con la 
idolatría cundió la inmoralidad, tanto en los gobernantes como en los gober¬ 
nados. Para fomentar todo esto estaban los falsos profetas, que pretendían 
hablar en nombre de los dioses o de Yave. Deseando aeabar de una vez con 
todas estas lacras de su pueblo, Dios decidió el destierro de los de Israel a Asiria 
y de los de Judá a Caldea. Bajo la violencia del azote renació la fe en los que 
habían de formar el resto escogido de que tanto hablan los profetas; los de núes 
quedaron anegados en el mar de las naciones gentílicas. 

12. No son Israel y Judá los únicos pueblos a quienes hablan los en¬ 
viados de Dios; se dirigen también a los pueblos vecinos y aun a las naciones 
remotas, para anunciarles los juicios del Señor. No es de suponer que tales 
discursos llegasen a los reyes ni a los pueblos extraños, fuera de casos extraor¬ 
dinarios, como el de Jonás y el de los embajadores llegados a J erusalcn en 
tiempos de Jeremías (27, 2-11). P asi hemos de creer que, al proferirlos, pen¬ 
saban en su propio pueblo, para mostrarle que la justeiia de Dios alcanzaba 
a todas las naeiones. Pues la prosperidad material de esos pueblos g( ntilieos, 
na obstante sus idolatrías y peeados, constituía una tentación para Israel, 
que no entendía por qué Dios se mostraba tan severo con sil pueblo y dejaba 
en paz y hasta prósperas a tuiciones que ni siquiera le conocían. A veces 
miran a consolar al pueblo con el anuncio de los castigos de aquellos reinos 
que los habían maltratado injustamente, y aun el de aquillos que, habiendo 
sido Instrumentos de la cólera de Dios, se habían engreído con su poder y 
extremado en sus rigores, y no se habían reconocido ministros de la justicia 
del Señen. 

13. Los profetas que nos han transmitido por escrito sus vaticinios no 
empiezan hasta el siglo vm a. C., en la época en que los asirios invaden la 
Palestina, constituyendo un grave peligro, no sólo para la libertad de Israel, 
sino también para su vida religiosa y moral. Su orden cronológico es el si¬ 
guiente: 




LIBROS PROFETICOS 


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EPOCA ASIRIA (742-612) 


a) Amos y Oseas. 

b) Isaías y Miqueas. 

c) Nahwn. 

EPOCA BABILONICA (612 539) 

a) Jeremías con Baruc. 

b) Habacuc y Sofonías. 

c) Ezequiel y Daniel. 

EPOCA PERSA (539-333) 

a) Ageo y Zacarías. 

b) M alaquias. 

De época incierta qxiedan Abdías, Joel y Jonás. Por la extensión de sus va- 
icinios los dividieron ya los judíos en profetas mayores , Isaías , Jeremías , 
Ezequiel y Daniel , aunque éste en la Biblia hebrea figura entre los hagiógrafos } 
y los otros doce, que formaban un solo libro , y se llamaban profetas menores. 






















INTRODUCCION AL PROFETA ISAIAS 


1 . IsaidSy el primero de los projetas mayores y nos cuenta en el capitulo 6 
su vocación al ministerio profético y que tuvo lugar el año en que murió el rey 
Ozías. Desempeñó su mis'ón durante los tres siguientes reinados , de Joatán y 
Ajaz y Ezcquias (l y 1). No tenemos , en. el extenso libro de los vaticinios de 
Isaías y ninguno que haga expresa mención de Joatán y aunque bien se pueden 
atribuir a su tiempo los primeros capítulos , 1 a 5. De la época de Ajaz es y 
sin duda y el libro del Emmanuel, 7 a 12 f y de la de Ezequias los capítulos 36 a 39. 
Gomo la cronología de estos reyes es algo incierta y y el libro del profita contiene 
pocos datos cronológicos , no podernos jijar con certeza el tiempo del comienzo 
ni del fin de su ministerio. Sólo podemos asegurar que empezó antes del 734 y 
año de la guerra siro(jraimita contra Ajaz (7 y 1). La tradición judía asegura 
que murió asesinado por el rey Manascs y bien entrado ya el siglo VII y y y por 
consiguiente f cuando el prefíta era ya muy anciano. 

2. Al llamarle el Señor a projitizar y le confiere una gravísima misión: 
Reducir al pueblo de Judá a la obediencia y y previendo que no habrían de 
escucharle , anunciarle que su endurecimiento en la maldad había de atraer¬ 
le el castigo de Dios a hasta que las ciudades queden devastadas y sin ha- 
bitanteSy la tierra saqueada y desierta^ y que la soledad sea grande en 
toda la tierra » (6, 11). A esto se ajustan las conminaciones de los primeros 
capítulos , en que reprende al pueblo por su falsa piedad , su inmoralidad y 
su soberbia . Lo mismo hace después contra Ajaz y por su incredulidad con oca¬ 
sión de la guerra siroefraimita (734) y en los capítulos 7 a 12 y aunque todas 
estas conminaciones vayan seguidas de las más hermosas promesas mesiá- 
nicas (l y 24 sigs.; 2 y 2 sigs8 y 23-9 y 6; ll y 1 sigs.). En los capítulos 36 a 39 
le vemos intervenir en los graves negocios que suscitaba la invasión de Sena - 
querib (701), alentando a Ezequias y vaticinando la salud de Jerusalén y la 





























590 


ISAÍAS 


ruina del invasor, y más tarde la curación de Ezequías. Aunque no conste ex¬ 
presamente,, ni por los escritos del profeta, ni por los libros históricos, no pode¬ 
mos dudar de que Isaías haya tenido gran parte en la reforma religiosa lle¬ 
vada a cabo por Ezcquías. 

3. Con qué espíritu y elocuencia haya cumplido Isaías su misión, nos 
lo dicen stts oráculos, tan densos de pensamiento, de tan elevada y vehemente 
expresión, tan variados por los temas que trata. Basta para convencerse de 
esto leer el py'imer discurso, en que reprende al pueblo por su ingratitud hacia 
Dios (1, 2-27); las amenazas contra Asur (10, 5-19); el oráculo contra Tiro (23); 
las conminaciones contra Efraim (28); la réplica a los embajadores asirios 
(37, 22-35), y sus muchos vaticinios mesiánicos, por los cuales mereció ser 
llamado el profita evangelista . 

4. Igual que los libros de los otros profetas, el de Isaías no tiene unidad 
de plan; en él se destacan ciertos grupos, como los vaticinios del Emmanuel 
(7-12), los oráculos contra las naciones (13-23), el apocalipsis (24-27), los 
capítulos históricoproféticos relativos a la invasión asiría (36-38), y final¬ 
mente, la última parte, dedicada a la restauración. 

Es propio y singular de algunos capítulos de Isaías (13, 1-14, 23; 21, 1-10) 
y especialmente de toda la segunda parte (40-66) que el profeta aparezca como 
viviendo y moviéndose en época muy posterior a la suya, en la que inmediata- I 
mente precede a la vuelta de la cautividad. En esto se distinguen los capítulos 
citados y toda la segunda parte del resto de la obra y del modo orduiario de prc- i 
sentar sus profecías los otros profetas. 

En este hecho singular pretenden apoyarse algunos para negar a Isaías la 
paternidad de esas partes, pero la C. P. Bíblica declara que ni ésta ni otras 
razones de índole principalmente literaria que aducen esos críticos son suficien¬ 
tes para negar su autenticidad. 

He aquí sus respuestas: III. Si los profetas que anuncian cosas futuras se 
han de dirigir siempre a sus coetáneos, a aquellos que las pudieran entender, I 
y por tanto, si la segunda parte de Isaías (XL-LXVI), en que el profeta 
no habla a los judíos, sus contemporáneos, sino a los que lloraban en el des¬ 
tierro, como presente entre ellos, no puede ser de Isaías, desde mucho tiempo 
rnuerto, sino de un autor desconocido, que vivía entre los desterrados. La 
respuesta es negativa. IV. Si el argumento tomado de la lengua y el es¬ 
tilo es de tal peso que fuerce a un perito de la lengua hebrea a admitir 
pluralidad de autores en el libro de Isaías. La respuesta es también negativa. 

V. Si todos los argumentos aducidos, tomados en globo, son suficientes para 
probar que el libro de Isaías no es sólo del profeta, sino de dos o más autores. 

La respuesta es siempre negativa. 

El texto del libro de Isaías es quizá el que parece haber sufrido más tras¬ 
locaciones, parece como si en él hubiera habido un terremoto. Hubiéramos que- I 
rido restituirle al orden que nos parece fué el pritnitivo, mas para no produ- 1 
cir confusiones en el lector le dejamos en el que actualmente tiene en el Uxto. 




ISAIAS, 1 


5y i 


ISAIAS 


\ anidad del culto exterior sin la 
santidad interior. 

| 1 * * * * Visión que Isaías, hijo de Amos, 

tuvo aeeroa de Judá y Jerusalén, 
en tiempos de Ozías, Joatam, Ajaz y 
Ezequías, reyes de Judá (1). 

2 ¡Oíd, cielos; escucha, tierra! ¡Que 
habla Yavel Yo he eriado hijos y los 
he engrandecido, y ellos se han rebe¬ 
lado eontra mí. 

3 Conoce el buey a su dueño, y el 
asno el pesebre de su amo; pero Israel 
no entiende, mi pueblo no tiene cono¬ 
cimiento. 

4 ¡Oh gente peeadora, pueblo car¬ 
gado de iniquidad, raza malvada, 
hijos desnaturalizados! Se han apar¬ 
tado de Yave, han renegado del Santo 
de Israel, le han vuelto las espaldas. 

5 ¿A qué castigaros todavía, si 
todavía os habréis de rebelar? Toda 
la cabeza está' enferma; el corazón, 
todo malo. 6 Desde la planta de los 
pies hasta la cabeza, no hay en él 
nada sano. Heridas, hinchazones, lla¬ 
gas podridas, ni euradas, ni venda¬ 
das, ni suavizadas con aceite. 

7 Vuestra tierra está devastada, 
vuestras eiudades quemadas; a vues^ 
tros ojos los extranjeros devoran 
vuestra tierra, asolada eon asolación 
de enemigos. 

8 Ha quedado Sióti como una ea- 
baña de viña, eomo ehoza de melo¬ 
nar, como ciudad asolada. 

9 Si Yave Sebaot no nos hubiera 
dejado un resto, seríamos ya como 
Sodoma, nos asemejaríamos a Go- 
morra. 

10 Oíd la palabra de Yave, prín¬ 
cipes de Soodoina. Escucha la doctrina 
de nuestro Dios, pueblo de Gomorra. 

11 ¿A mí qué la muchedumbre de 
vuestros sacrificios?, dice Yave. Harto 
estoy de holocaustos de carneros, 


(i) Este primer oráculo del profeta es uno de 

sus más elocuentes discursos, en que reprende la 

falsa devoción de Judá y nos declara a la vez 

cuál es la religión que a Dios agrada, la au** sea 

reflejo de su santidad. 


del sebo de vuestros bueyes eebados, 
no quiero sangre de toros ni de ovejas 
ni de machos cabríos. 12 ¿Quién os 
pide esto a vosotros, cuando venís 
a presentaros ante mí, hollando mis 
atrios? 

13 No me traigáis más vanas ofren¬ 
das. El incienso me es abominable, 
neomenias, sábados, fiestas solemnes; 
las fiestas con crimen me son inso¬ 
portables. 14 Detesto vuestras neo¬ 
menias y vuestras festividades me 
son pesadas, estoy cansado de sopor¬ 
tarlas. 

15 Cuando alzáis vuestras manos, 
yo cierro mis ojos; cuando hacéis 
vuestras muehas plegarias, no es- 
cueho. Vuestras manos están llenas 
de sangre. 16 Lavaos, limpiaos, quitad 
de ante mis ojos la iniquidad de 
vuestras aceiones. Dejad de hacer el 
mal. 17 Aprended a hacer el bien, 
buscad lo justo, restituid al agra¬ 
viado, haced justicia al huérfano, 
amparad a la viuda. 


Invitación a la conversión, 

18 Venid y entendámonos, dice 
Yave: Aunque vuestros pecados fue¬ 
sen como la grana, quedarían como 
la nieve. Aunque fuesen rojos como 
la púrpura, vendrán a ser como lana 
blanca. 

19 Si vosotros queréis, si sois dóei- 
les, comeréis los bienes de la tierra. 
20 Si no queréis y os rebeláis, seréis 
devorados por la espada. Lo dice la 
boea de Yave. 

21 ¿Cómo te has prostituido, eiudad 
fiel, llena de justieia? Antes habitaba 
en ella la justicia, ahora el homicidio. 
22 Tu plata se ha tornado eseoria, 
tu vino puro se ha aguado. 23 Tus 
príneipes son prevaricadores, com¬ 
pañeros de bandidos. Todos aman las 
dádivas y van tras los presentes, no 
hacen justieia al huérfano, ni tiene 
a ellos aceeso la eausa de la viuda. 

24 Por eso diee el Señor, Yave Se¬ 
baot, el Fuerte de Israel: Voy a tomar 













592 


ISAÍAS, 2; 3 


venganza de mis enemigos, voy a 
pedir satisfacción a mis adversarios. 


Castigo de los pecadores; salva» 
eiúo do uií rosto. 

25 Y tenderé mi mano sobre ti, y 
purificare en la hornaza tus escorias, 
y separaré el metal impuro. 20 Y 
restituiré tus jueces como eran antes 
y a tus consejeros-como-al principio. 
Y te llamarán entonces ciudad de 
justicia, ciudad fiel. 27 Y Sión será 
redimida por la rectitud, y los con¬ 
versos de ella, por la justicia. 

28 Los rebeldes, los pecadores, todos 
a una serán quebrantados; los deser¬ 
tores de Yave serán aniquilados. 
29 Entonces se avergonzarán de los 
terebintos que tanto estiman, y de 
los bosques en que se deleitan, 30 y 
serán como terebinto despojado de 
su follaje, y como jardín que carece 
de agua. 31 Y su poderío será como 
estopa y su obra como centella, y 
arderán ambos juntamente, sin que 
nadie pueda apagar el fuego. 


Gloria del Israel mesiánieu. 

2 1 * Lo que vió Isaías, hijo de Amós, 
acerca de Judá y Jcrusalén. 

2 Pero sucederá a lo postrero de 
los tiempos (I), que el monte de la casa 
de Yave será confirmado por cabeza 
de los montes, y será ensalzado sobre 
los collados, y correrán a él todas las 
gentes, 3 y vendrán muchedumbres 
de pueblos, diciendo: Venid, subamos 
al monte de Yave, a la casa dej Dios 
de Jacob, y él nos enseñará sus 
caminos, y nosotros iremos por sus 
sendas, porque de Sión ha de salir 
la ley y de Jerusalén la palabra de 
Yave. 4 * * El juzgará a las gentes y 
dictará sus leyes a numerosos pue¬ 
blos, y de sus espadas harán rejas de 
arado, y de sus lanzas, hoces. No 
alzarán la espada gente contra gente, 
ni se ejercitarán en la guerra. * Venid, 


(i) Justifica la transposición de este hermoso 

oráculo mesiánico la regla general que veremos 

observada en nuestro profeta y en los demás, de 

dar las esperanzas mesiánicas después de las 

amenazas y los castigos. Jerusalén es constituida 

foco de luz. centro de la religión divina, y las 

naciones atraídas hacia ella, corren deseosas de 

disfrutar de tanta dicha en la paz de Yave. que ^ 

será el Rey y Juez de todos. 


;oh casa de Jacobí, y caminemos a 
la luz de Yave. 

6 Pues ciertamente has rechazado 
a tu pueblo, a la casa de Jacob, 
por estar llena de adivinos y hechi¬ 
ceros, como los filisteos, y haber 
pactado con los extranjeros. 7 Su 
tierra está llena de plata y de oro, 
sus tesoros no tienen fin," llena de 
caballos y carros sin número. 8 * Está 
su tierra llena de ídolos, se prosternan 
ante la obra de sus manos, ante lo 
que sus dedos fabricaron. 

* Todo hombre será derribado, 
todo mortal humillado, no los per¬ 
donarás. 10 Meteos en los escondrijos 
de las peñas, escondeos en el polvo, 
ante la presencia aterradora de Yave, 
ante el fulgor de su majestad, cuando 
venga a castigar a la tierra. 11 Enton¬ 
ces serán abatidas las altivas frentes 
de los hombres, será humillada la 
soberbia humana, y sólo Yave será 
exaltado aquel día. 12 Porque llegará 
el día de Yave Scbaot, sobre todos 
los altivos y soberbios, sobre cuantos 
se ensalzan, para humillarlos; 13 sobre, 
los altos y erguidos cedros del Líbano, 
sobre las' robustas encinas de Basán, 
1J sobre los montes soberbios y sobre 
los altos collados, 15 sobre las a.tas 
torres y sobre las fuertes murallas, 
16 sobre las naves de Tarsis y sobre 
todo lo bello a los ojos, 17 y será 
abatida la altivez del hombre, y la 
soberbia humana humillada, 18 y sólo 
Yave se exaltará aquel día, y des¬ 
aparecerán todos los ídolos. 

19 Meteos en los escondrijos de las 
peñas, escondeos en el polvo, ante 
la presencia aterradora de Yave, ante 
el fulgor de su majestad, cuando 
venga a castigar a la tierra. 20 Aquel 
día arrojará el hombre entre topos 
y murciélagos, sus ídolos de plata y 
sus ídolos de oro, que se hizo para 
adorarlos, 21 y se meterá en las 
hendiduras de las peñas y en las 
cavernas de las rocas, ante la pre¬ 
sencia aterradora de Yave y ante el 
fulgor de su majestad, cuando venga 
a castigar a la tierfa. 22 Cesad de apo¬ 
yaros sobre el hombre, cuya vida es 
un soplo. ¿Qué estima podéis tener 
de él? 


Cabtigo de Judá. 

'3 1 Jorque he aquí que el Señor 
Yave Scbaot quitará a Jerusalén 
y a Judá todo apoyo y soslén, el 







ISAÍAS, i, 5 


sostén del pan y el sostén del agua, 
2 el guerrero, el hombre de armas, el 
juez, el profeta, el adivino y el an¬ 
ciano, 3 el jefe de cincuenta, el grande 
y el consejero, el mago y el hechicero. 
4 Y les dará mozos por príncipes, y 
reinará sobre ellos el capricho, 5 y 
las gentes se revolverán los unos 
contra los otros, cada uno contra su 
vecino, y el mozo se alzará contra el 
anciano, y el villano contra el noble. 
6 Y se echarán unos sobre otros, sobfe 
su vecino, diciéndole: Tienes un manto 
en la casa de tu padre; ven y sé 
nuestro jefe, y toma en tus manos 
esta ruina. 7 Y el otro aquel día les 
responderá: No soy médico yo, y en 
mi casa no hay ni pan ni vestido, 
no quiero ser jefe del pueblo. 

8 Sí, Jerusalén está al borde de la 
ruina, y caerá Judá, porque sus pala¬ 
bras y sus obras todas son contra 
Yave, para irritar los ojos de su 
majestad. 9 Sus frentes dan testimo¬ 
nio contra ellos, pues llevan como 
Sodoma sus pecados a la vista, no 
los disimulan. ¡Ay de ellos, que se 
acarrean su propia ruina! 

10 Bienaventurado el justo, porque 
habrá bien, comerá el fruto de sus 
obras . 11 ¡Ay del impío!, porque habrá 
mal, recibirá el pago de las obras de 
sus manos. 

12 Mi pueblo está oprimido por 
caprichosos, y se han apoderado de 
él exactores. Pueblo mío, los que te 
guían te descarrían, han torcido el 
camino por que ibas. 

13 Yave está en pie para acusar, 
se alza para juzgar a los pueblos. 
14 Yave vendrá a juicio contra los 
ancianos y los jefes de su pueblo, 
porque habéis devorado la viña, y 
los despojos del pobre llenan vues¬ 
tras casas. 15 Porque habéis aplas¬ 
tado a mi pueblo, y habéis macha¬ 
cado el rostro de los pobres, dice el 
Señor, Yave Sebaot. 

16 Dice Yave: Ya que tan orgullosas 
son las hijas de Sión, que van con la 
cabeza erguida y mirando con des¬ 
vergüenza, pisando como si bailaran, 
y haciendo sonar las ajorcas de sus 
pies, 17 el Señor afeitará la cabeza 
de las hijas de Sión, y decalvará 
Yave sus frentes. 18 Aquel día quitará 
el Señor todos sus atavíos, 19 ajorcas, 
redecillas y lunetas, collares, pen¬ 
dientes, brazaletes, 20 cofias, cadeni¬ 
llas, cinturones, pomos de olor y 
amuletos, 21 anillos, arillos,. 22 ves- ( 
tidos preciosos, túnicas, mantos, bol- 


503 


sitos, 23 espejos, velos, tiaras y man¬ 
tillas. 24 Y en vez de perfumes, habrá 
hediondez; y en vez de cinturón, un 
cordel; y en vez de trenzas, calvicie; 
y en vez de vestido suntuoso, saco; 
y'-en vez de hermosura, vergüenza. 
25 Y los hombres caerán a la espada 
y sus fuertes en la batalla. 26 Sus 
puertas se entristecerán y gemirán, 
y ella se sentará en tierra, desolada. 


Gloria de! resto salvado. 

^ 1 En aquel dia, siete mujeres 
echarán mano a un hombre, di¬ 
ciendo: Comeremos de nuestro pan, 
nos vestiremos con nuestras ropas, 
pero que podamos llevar tu nombre, 
quita nuestro oprobio. 2 En aquel 
día será el renuevo de Yave gloria y 
ornato (1), y el fruto de la tierra, 
grandeza y honra de los que de Israel 
quedaren. 3 Y los restos de Sión y los 
sobrevivientes de Jerusalén serán 
llamados santos, y todos los hombres 
inscritos entre los naturales de Jeru- 
'salén, 4 cuando lave el . Señor la 
inmundicia de los hijos de Sión, y 
limpie en Jerusalén las manchas de 
sangre, al viento de la justicia, al 
viento de la devastación; 5 cuando 
venga Yave sobre todo el monté de 
Sión, y^ sobre los lugares de sus asam¬ 
bleas, en nube’y humo de día, y en 
resplandor de fuego y llama de noche; 
y habrá protección sobre toda gloria, 

6 y tabernáculo para proteger con¬ 
tra el calor del día, y para refugio 
y abrigo contra el turbión y el agua¬ 
cero. 


La parábola da la viña. 

5 1 Voy a cantar a mi amado el 
canto de la viña de sus ¿mores: 
Tenía mi amado una viña en un 
fértil recuesto. 2 La cavó, la descantó 
y la plantó de vides selectas. Edificó 
en medio de ella una torre, e hizo 
en ella un lagar, esperando que le 
daría uvas, pero le dió agrazones. 
3 Ahora, pues, vecinos de Jerusalén, 
juzgad entre mí y mi viña. 4 ¿Qué 
más podía yo hacer por mi viña que 

(i) Después de vaticinar la devastación es¬ 
pantosa de Judá y Jerusalén, en castigo de sus 
injusticias y de su orgullo, acaba prometiendo 
días gloriosos de restauración para el pequeño 
resto, que recibirá la gracia del Señor después 
de haber escapado de la justicia vengadora. 

38 










594 


ISAIAS, 6 


no le hiciera? ¿Cómo, esperando que 
diese uvas, dió agrazones? 

6 Voy, pues, a deciros ahora lo que 
haré de mi viña: Destruiré su alba- 
rrada, y será ramoneada. Derribaré 
su cerca, y será hollada. 6 Quedará 
desierta, no será podada ni cavada, 
crecerán en ella los cardos y las 
zarzas, y aun mandaré a las nubes 
que no lluevan sobre ella. 7 Pues bien, 
la viña de Yave Scbaot es la casa 
de Israel, y los hombres de Judá son 
su amado plantío. Esperaba de ellos 
juicio, pero sólo hubo sangre ver¬ 
tida; justicia, pero sólo rebeliones. 


Amenazas eonlra los perversos* 

8 ¡Ay de los que añaden casas a 
casas, de los que juntan campos y 
campos, hasta acabar el término, 
siendo los únicos propietarios en me¬ 
dio de la tierral 9 A mis oídos ha 
llegado de parte de Yave Sebaot, 
que las muchas casas serán asoladas; 
las grandes y magníficas quedarán 
sin moradores. 10 Y diez yugadas de. 
viña sólo producirán un bal , y un 
jomcr de simiente sólo dará un (ja. 

11 ¡Ay de los que se levantan con 
el alba, para seguir la embriaguez, 
y se quedan por la noche hasta que 
el vino los enciende, 12 en cuyos 
banquetes hay arpas, cítaras, pan¬ 
deros, flautas y mucho vino, y no 
reparan en las obras de Yave, ni ven 
las obras de sus manos. 13 Por eso 
mi pueblo será llevado cautivo, sin 
que se dé cuenta, y sus grandes serán 
consumidos por el hambre, y su 
vulgo se secará de sed. 14 Por eso el 
sepulcro ensanchará su seno, y abrirá 
su boca sin medida. 15 Y el hombre 
será humillado, y abatidos los varo¬ 
nes, y bajados los ojos altivos. 16 Y 
Yave Sebaot ensalzado en el juicio, 
y el Dios Santo santificado en la 
justicia. 17 Ovejas pacerán allí como 
en su pastizal y extranjeros devora¬ 
rán las destruidas posesiones de los 
ricos. 

18 ¡Ay de los que se arrastran el 
castigo con cuerdas de vanidad, y 
las penas del pecado como con co¬ 
yundas de carrol 19 ¡Ay de los que 
dicen: Que venga pronto, que se dé 
prisa, que veamos la obra de sus 
manos, que venga, pues, y de una 
vez acabe su plan el Santo de Israel, 
y lo veamos nosotrosl 

20 ¡Ay de los que al mal llaman 


bien, que de la luz hacen tinieblas 
y de las tinieblas luz, y dan lo amargo 
por dulce y lo dulce por amargo! 
21 ¡Ay de los que son sabios a sus 
ojos, y son prudentes delante de sí 
mismos! 22 ¡Ay de los que son valientes 
para beber vino, y fuertes para mez¬ 
clar licores; 23 de los que por cohecho 
dan por justo al impío, y quitan al 
justo su justicia! 

24 Por eso, como la lengua del fue¬ 
go devora el rastrojo, y como se con¬ 
sume en la llama la hierba seca, su 
raíz se tornará podredumbre, y su 
flor será arrebatada como el polvo. 
Porque han rechazado la ley de Yave 
Sebaot, y han despreciado la palabra 
del Santo de Israel. 25 Por eso se ha 
eneendido la cólera de Yave contra 
su pueblo, y ha tendido contra él su 
mano, y le ha herido; y tiemblan los 
montes, y yacen los cadáveres en 
medio de los caminos, como estiércol. 
Mas con todo esto no se ha aplacado 
la cólera, su mano queda tendida. 

26 Alzará pendón a gente leja¬ 
na, y llamará silbando a los del cabo 
de la tierra, que vendrán pronto y 
velozmente. 27 No hay entre ellos 
eansado ni vacilante, ni dormido ni 
soinnoliento, 28 no se quitan de sus 
lomos el cinturón, ni se desatan la 
correa de los zapatos. Sus flechas son 
agudas, y tensos sus arcos. Los cas- 
eos de sus caballos son de pedernal, 
y las ruedas de sus carros un torbe¬ 
llino, 29 su bramido es de león; ruge 
como cachorro de león, gruñe y arre¬ 
bata la presa, y se la lleva, sin que 
nadie pueda quitársela. 30 Habrá aquel 
día un bramar contra ellos, como 
bramido del mar, mirará a la tierra 
y no habrá sino tiniebla y angustia, 
se oscurecerá la luz en los cielos. 


Vocación de Isaías al ministerio 
profélico. 

1 El año de la muerte del rey 
Ozías vi al Señor sentado sobre 
un trono alto y sublime, y sus hal¬ 
das henchían el templo (1). 2 Había 


(i) Este capítulo nos cuenta la vocación de 
Isaías, el mismo año en que murió el rey Ozias, 
fecha que no podemos fijar. Yave se revela a su 
profeta como el Dios de la santidad, que, por 
lo mismo, la exige de su pueblo. «Sed santos, que 
yo soy santo, Yave, vuesiro Dios», se repite mu¬ 
chas veces en el Levítico. Precisamente porque 
el pueblo no la tiene ni parece estar dispuesto a 
procurársela, por esio el Señor le amenaza con 






ISAÍAS, 7 


5Ú5 


ante él serafines, que cada uno tenía 
seis alas; con dos se cubrían el rostro, 
con dos se cubrían los pies, 3 y con 
las otras dos volaban, y los unos a los 
otros se gritaban y se respondían: 
¡Santo, Santo, Santo, Yave Sebaotl 
¡Está la tierra toda llena de su gloria! 

4 A estas voces temblaron las puer¬ 
tas en sus quicios, 5 y la casa se llenó 
de humo. Yo me dije: «¡Ay de mí, 
perdido soy!, pues siendo un hombre 
de impuros labios, que habita en 
medio de un pueblo de labios impu¬ 
ros, he visto con mis ojos al Rey, 
Yave Sebaot.» 6 Pero uno de los sera¬ 
fines voló hacia mí, teniendo en sus 
manos un carbón encendido, que 
con las tenazas tomó del altar, 7 y 
tocando con él mi boca, dijo: Mira, 
esto ha tocado tus labios, tu culpa ha 
sido quitada y borrado tu pecado. 

8 Y oí la voz del Señor, que decía: 
«¿A quién enviaré, y quién irá de 
nuestra parte?» Y yo le dije: Heme 
aquí, envíame a mí. 9 Y él me dijo: 
Ve y di a ese pueblo: Oíd y no enten¬ 
dáis, 10 ved y no conozcáis. Endurece 
el corazón de ese pueblo, tapa sus 
oídos, cierra sus ojos. Que no vea 
con sus ojos ni oiga con sus oídos, 
ni entienda su corazón, y no sea 
curado de nuevo. 11 Y yo dije: ¿Hasta 
cuándo, Señor? Y él respondió: Hasta 
que las ciudades queden asoladas y 
sin habitantes, y las casas sin mora¬ 
dores, y la tierra hecha un desierto. 
12 Hasta que Yave arroje lejos a los 
hombres, y sea grande la desolación 
en la tierra. 13 Si quedare un décimo, 
será también para el fuego, como la 
encina o el terebinto cuyo tronco se 
abate. 

Isaías y Ajaz. 

n 1 Sucedió en tiempo de Ajaz (1), 
* hijo de Joatam, hijo de Ozías, 
rey de Judá, que Rasín, rey de Siria, 
y Pecaj, rey de Israel, subieron 
contra Jerusalén para combatirla, 


una completa devastación. Los versículos 9 y io 
deben mirarse como una figura de permisión. El 
Señor, como hastiado de su pueblo, envía a un 
profeta a endurecer al pueblo en el mal, no por¬ 
que sea éste su intento al enviar a Isaías, sino 
porque va a ser el resultado del ministerio de 
éste, a causa de las malas disposiciones del 
pueblo. 

(i) Los capítulos 7 a 12 forman el llamado 
Libro del Emmanuel , en el cual la amable figura 
del Niño aparece enlazada con la invasión asiria, 
que amenaza a Judá y que traerá la devasta¬ 
ción tantas veces anunciada. 


pero no pudieron tomarla. 2 Y tuvo 
noticia la casa de David de que Siria 
y Efraím se habían confederado, y 
tembló su corazón y el corazón del 
pueblo, como tiemblan los árboles 
del monte a impulsos del viento. 

3 Entonces dijo Yave a Isaías: 
Sal luego al encuentro de Ajaz, tú y 
tu hijo Sear-Jasub, al cabo del acue¬ 
ducto de la piscina superior, 4 camino 
del campo del batanero, y dile: Ponte 
en guardia, está tranquilo, no temas 
nada y ten firme corazón ante esos 
dos cabos de tizones humeantes, el 
furor de Rasín, el sirio, y del hijo de 
Romelia. 5 Ya que la Siria ha resuelto 
tu ruina, con Efraím y el hijo de 
Romelia, diciendo: 6 Marchemos con¬ 
tra Judá, apoderémonos de él, ense¬ 
ñoreémonos de él y démosle por rey 
el hijo de Tabcl. 

7 He aquí lo que dice el Señor, 
Yave: Eso no se logrará, ni será así, 
8 porque la cabeza de Siria es Da¬ 
masco, y la cabeza de Damasco, 
Rasín, 9 y la cabeza de Efraím es 
Samaría, y la cabeza de Samaría 
el hijo de Romelia. Y si no tuviereis 
fe, no permaneceréis. 

10 Y dijo además Isaías a Ajaz: 
11 Pide a Yave, tu Dios, una señal, o 
de abajo en lo profundo, o de arriba 
en lo alto. 12 Y contestó Ajaz: No la 
pediré, no quiero tentar a Yave. 
13 Entonces dijo Isaías: Oye, pues, 
casa de David. ¿Os es poco todavía 
molestar a los hombres, que molestáis 
también a mi Dios? 14 El Señor 
mismo os dará por eso la señal: 
He aquí que la Virgen grávida está 
dando a luz un hijo y le llama Emma¬ 
nuel (1). 15 Y se alimentará de leche 
y miel, hasta que sepa desechar lo 
malo y elegir lo bueno. 16 Pues antes 
que el niño sepa desechar lo malo y 
elegir lo bueno, la tierra por la cual 
temes de esos dos reyes será devastada. 
17 Hará venir Yave sobre ti, sobre 
tu pueblo y sobre la casa de tu padre, 


(i) Las dificultades de este vaticinio han 
sido sentidas desde antiguo, por la unión con 
que aparece ligado a la devastación asiria. Para 
darnos cuenta del lenguaje del profeta, habremos 
de suponer que habría tenido de Dios una muy 
alta revelación de Emmanuel, la cual le dejó tan 
impresionado, que no podía apartar el pensa¬ 
miento de ella. Así, al anunciar la inminencia 
de la invasión asiria, toma por señal el mismo 
Niño, que si entonces naciera, antes de llegar a los 
años de la discreción, no tendría para alimen¬ 
tarse más que leche y miel. Estas abundarán 
mucho, porque toda la tierra devastada será 
pastizal para los ganados. 






ISAÍAS, 8 


59(i 


días cuales nunca vinieron desde que 
Efraím se separó de Judá. 18 Y en 
esos días silbará Yave a la mosca 
que está en los cabos del río de Egipto, 
y a la abeja que está en la tierra de 
Asiría, 19 y vendrán y se abatirán 
en masa sobre valles y torrentes, 
y sobre los huecos de las rocas y 
sobre los zarzales y sobre los mato¬ 
rrales todos. 20 En esos días afeitará 
el Señor con navaja alquilada del 
lado de allá del río, y rasurará las 
cabezas, los pelos del cuerpo, y qui¬ 
tará la barba. 

21 En aquel día tendrá uno una 
vaca y dos ovejas, 22 y por la gran 
cantidad de leche que darán, co¬ 
merá mantequilla, pues de mante¬ 
quilla y miel se alimentarán todos 
los que quedaren en la tierra. 23 Y 
el lugar donde había mil viñas por 
valor de mil sidos de plata, 24 se cu¬ 
brirá de cardos y de zarzas. Y se 
entrará allá con arco y saetas, pues 
toda la tierra será espinas y cardos. 
25 Y a los montes que se cavaban y 
escardaban no se irá ya, por temor 
de las espinas y los cardos, quedarán 
para pasto de bueyes y para ser pi¬ 
soteados por el ganado. 

La destrucción de Samaría y de 
Damasco, * 

8 1 Díjoine Yave: Toma una tabla 
grande, y escribe en ella 2 con 
grandes caracteres: A Maher-solal- 
jas-baz. Y tómame dos testigos fieles, 
Urías, el sacerdote, y Zacarías, hijo 
de Jaberequías. 3 Ác^rquéme a la 
profetisa, que concibió y parió un 
hijo, y Yave me dijo: Llámale Maher- 
solal-jas-baz, 4 porque antes que el 
niño sepa decir «padre mío, madre 
mía», las riquezas de Damasco y el 
botín de Samaría serán llevados por 
el rey do Asiria. 

ha invasión de «luda por los 
«sirios. 

6 Y me habló de nuevo Yave, y 
me dijo: 6 Por haber despreciado este 
pueblo las aguas de Siloé, que corren 
mansamente, y haber temblado ante 
Rasín y el hijo de Romelia, 7 va a 
traer contra él el Señor aguas de 
ríos caudalosos e impetuosos; al rey 
de Asiria, con todo su poder, que 
saltará todos sus diques y se desbor¬ 
dará por todas las riberas, 8 y lle¬ 
gando hasta Judá, 1 c inundará y le 


cubrirá, llegándole el agua hasta el 
cuello. Y tendiendo sus brazos, cu¬ 
brirá toda la tierra, ;oh Emmanuell 

9 Aprended, pueblos, que seréis 
quebrantados; oíd, todos vosotros, los 
de lejanas tierras. Armaos, que vais 
a ser quebrantados; apercibios, que 
seréis quebrantados. 10 Trazad planes, 
que serán deshechos; haced proyec¬ 
tos, que no se lograrán. Porque está 
Dios con nosotros. 

11 Así me ha hablado Yave, mien¬ 
tras se apoderaba de mí su mano, 
y me advertía que no siguiese el ca¬ 
mino de este pueblo. Me dijo: 12 No lla¬ 
méis conjuración a lo que este pueblo 
llama conjuración. No tengáis miedo 
ni temor de lo que él teme, 18 a Yave 
Sebaot habéis de santificar, de él 
habéis de temer, de él tened miedo. 
14 El será piedra de escándalo y pie¬ 
dra de tropiezo para las dos casas 
de Israel, lazo y red para los habi¬ 
tantes de Jerusalén. 16 Y muchos de 
ellos tropezarán, caerán, y serán que¬ 
brantados, y se enredarán en el lazo 
y quedarán cogidos. 

16 Guardare el testimonio, sellaré 
esta enseñanza para mis discípulos, 
17 y esperaré a Yave, que oculta su 
rostro a la casa de Jacob. En él es¬ 
peraré. 18 Henos aquí a mí y a mis 
dos hijos, que me dió Yave, como 
señales y presagios en Israel, de parte 
de Yave Sebaot, que mora en el 
monte de Sión. 19 Y todavía os dirán 
sin embargo: Consultad a los evoca¬ 
dores y a los adivinos, que murmu¬ 
ran y susurran: ¿No debe un pueblo 
consultar a sus dioses y a sus muer¬ 
tos, 20 sobre la suerte de los vivos, 
para conocimiento y testimonio? Se¬ 
guramente eso es lo que os dirán. 

Noche sin aurora, 21 tribulación y 
hambre invadirán la tierra, y enfu¬ 
recidos por el hambre maldecirán a 
su rey y a su Dios. 22 Alzarán sus 
ojos «arriba, luego mirarán a la tie¬ 
rra, pero sólo angustia y tinieblas, 
oscuridad v tribulación. Mas se pasará 
la noche, 23 y no habrá ya tinieblas 
para el puebío que andaba en angus¬ 
tia (1). 


(i) Conquistada Damasco (732). Teglatfa- 
lasar devastó e! norte del reino de Samaría, de¬ 
vastación que el profeta nos pinta como una tor¬ 
menta, a la que sucederá la luz, que traerá el ma¬ 
ravilloso vástago de David, a quien nos retrata 
con manifiestos rasgos divinos. Los verslcu- 
I los 5, 26-30 que nes describen la invasión con 
I la imagen de una tormenta podrían ser la 
introducción a este vaticinio. 





ISAÍAS, 9, 10 


597 


Como al principio cubrió de opro¬ 
bio a la tierra de Zabulón y a la 
tierra de Neftalí, a lo último lle¬ 
nará de gloria el camino del mar y 
la otra ribera del Jordán, la Galilea 
de las gentes. 


Después del castigo, Israel será 
liberado por el Rey Mesías. 

Q 1 El pueblo que andaba en ti¬ 
nieblas vió una luz grande; sobre 
los que habitaban en la tierra de 
sombras de muerte resplandeció una 
brillante luz. 2 Multiplicaste la ale¬ 
gría, has hecho grande el júbilo, y 
se gozan ante ti, como se gozan los 
que recogen la mies, como se alegran 
los que se reparten la presa. 3 Rompis¬ 
te el yugo que pesaba sobre ellos, 
el dogal que oprimía su cuello, la 
vara del exactor, como en el día de 
Madián. 4 Y han sido echados al 
fuego, y devorados por las llamas, 
los zapatos jactanciosos del guerrero 
y el manto manchado de sangre. 
5 Porque nos ha nacido un niño, nos 
ha sido dado un hijo, que tiene sobre 
su hombro la soberanía, y que se 
llamará Maravilloso consejero, Dios 
fuerte. Padre sempiterno, Príncipe 
de la paz, 6 para dilatar el imperio 
y para una paz ilimitada, sobre el 
trono de David y sobre su reino, 
para afirmarlo y consolidarlo en el 
derecho y la justicia, desde ahora 
para siempre jamás. El celo de Yave 
Sebaot hará esto. 


El castigo de los perversos. 

7 El Señor ha mandado palabra 
para Jacob, que ha caído en Israel, 

8 y llegará a conocimiento de todo 

el pueblo, de Efraíin y de los habi¬ 
tantes de Samaría. Los que en su 

soberbia y en su dureza de corazón 
se decían: 9 Han caído los ladrillos, 
pero edificaremos con sillares; han 
sido cortados los sicómoros, pero en 
su lugar pondremos cedros. 10 11 12 Yave 
fortalecerá contra ellos a sus ene¬ 
migos, al ejército de sus enemigos. 

11 La Siria al este, y los filisteos al 
oeste, que a boca llena devorarán a 
Israel. Ni con todo esto se aplacará 
su ira, antes erguirá todavía tendida 
su mano. 

12 Pero el pueblo no se ha vuelto 

al que le hería, no ha buscado a Yave 


Sebaot; 13 y Yave cortará de Israel 
la cabeza y la cola, el ramo y la caña 
en un mismo día. 14 Los ancianos, los 
grandes: he ahí la cabeza; el profeta, 
doctor de mentiras: he ahí la cola. 
16 Porque los que guían al pueblo se 
descarrían, y los guiados van per¬ 
didos. 16 Por eso el Señor no se com¬ 
place en sus mancebos, ni tiene pie¬ 
dad de sus huérfanos y sus viudas. 
Porque todos son impíos y malvados, 
y toda boca dice despropósitos. Ni 
con esto se aplaca su ira, antes se¬ 
guirá todavía tendida su mano. 

17 Porque la iniquidad se ha en¬ 
cendido como fuego, que devora car¬ 
dos y zarzas, y consume la maleza 
del bosque, subiendo el humo en 
remolinos. 18 Por el furor de Yave 
Sebaot se abrasará la tierra, y el 
pueblo será presa del fuego. 19 Des¬ 
pedazan a derecha, y se quedan con 
hambre; devoran a izquierda, y no 
se sacian. 20 Cada cual devora a su 
prójimo, y nadie se apiada de su 
hermano. ~ Manases, contra Efraím, 
Efraím contra Manasés, y ambos a 
dos contra Judá. Ni con todo esto se 
aplaca su ira, antes seguirá todavía 
tendida su mano. 

1 () 1 y de los que dan leyes ini¬ 
cuas y prescripciones tiránicas, 
2 para apartar del tribunal a los po¬ 
bres, y conculcar el derecho de los 
desvalidos, para despojar a las viu¬ 
das, y robar a los huérfanos. 3 ¿Qúé 
haréis el día de la visitación, del 
huracán que viene de lejos? ¿A quién 
os acogeréis, para que os proteja? 
¿Qué será de vuestros tesoros? 4 De 
no ir curvados entre los cautivos, 
habrán caído entre los muertos. Ni 
con todo esto se aplaca la .ira de 
Yave, antes seguirá todavía tendida 
su mano. 


El reino de Asiría será destruido. 

5 ¡Ay de ti, Asur, vara de mi có¬ 
lera, bastón de mi furor! 6 Yo le mandé 
contra una gente impía, le envié 
contra el pueblo objeto de mi furor, 
para que saquease e hiciera de él su 
botín, y le pisase como se pisa el 
polvo de las calles, 7 pero él no tuvo 
los mismos designios, no eran éstos 
los pénsamientos de su corazón. Su 
deseo era desarraigar, exterminar pue¬ 
blos en gran número. 8 Porque él 
dice: Reyes son todos mis príncipes. 








598 


ISAÍAS, 11 


9 ¿No ha sido esa la suerte de Calno, 
la de Carquemis, la de Ibamot, no 
ha sido la de Arpad y la de Samaría, 
la misma de Damasco? 10 Así se apode¬ 
ró mi mano de reinos de ídolos, más en 
número que los de Jerusalén y Sa¬ 
maría. 11 ¿No podré hacer con Jeru¬ 
salén y sus ídolos lo que hice con 
Samaría y los suyos? 12 Pero sucederá, 
que cuando el Señor haya realizado 
toda su obra sobre el monte de Sión 
y Jerusalén, castigará el Señor al rey 
de Asiria, por el orgullo de su co¬ 
razón y sus insolentes palabras. 13 El 
diee: Con la fuerza de mi brazo he 
hecho eso, con mi sabiduría y mi 
prudencia, y borré las fronteras de 
los pueblos, y saqueé sus tesoros, y, 
todopoderoso, derribé a los que se 
sentaban en los tronos. 14 Mi mano 
ha cogido la riqueza de los pueblos, 
como se eoge un nido; como quien se 
apodera de huevos abandonados, me 
he apoderado yo de la tierra toda. 
Y nadie sacudió las alas, ni abrió el 
pico, ni dió un chillido. 15 ¿Se enso¬ 
berbece el hacha contra el que la ma¬ 
neja, la sierra contra el que la mue¬ 
ve? Como si la vara dirigiera al que 
la levanta, o el bastón al que lo 
lleva. 16 Mas por eso el Señor, Yave 
Sebaot, herirá de flaqueza ese cuerpo 
tan robusto. Y debajo de su gloria 
encenderá un fuego, eomo fuego de 
incendio. 17 Y la luz de Israel se 
convertirá en fuego, y su Santo en 
llama, para quemar y devorar en 
un solo día sus cardos y sus espinas. 
18 Y la hermosura de su bosque y 
de su vergel quedará del todo des¬ 
truida, 19 y los árboles que de su selva 
queden serán tan pocos, que un niño 
podrá contarlos. 


Israel será liberado. 


20 En aquel día el resto de Israel y los 
sobrevivientes de la casa de Jacob no 
se apoyarán ya sobre el que los hirió, 
sino que se apoyarán con fidelidad en 
Yave, el Santo de Israel. 21 Volverá un 
resto, un resto de Jacob, al Dios fuerte. 
22 Porque aunque fué tu pueblo, 
Israel, tan numeroso como las are¬ 
nas del mar, sólo un resto volverá. 
Decretada está la destrucción, que 
acarreará la justicia, 23 y este decreto 
de destrucción lo ejecutará el Señor, 
Yave Sebaot, en toda la tierra. Por 
eso diee el Señor, Yave Sebaot; 


24 Pueblo mío, que habitas en Sión, 
no temas que Asur te hiera con la 
vara y alce contra ti su bastón, como 
el Egipto. 25 Dentro de poco tiempo, 
dentro de muy poco, mi cólera lle¬ 
gará al fin, y mi furor los destruirá. 
26 Yave Sebaot alzará contra ellos 
el azote, eomo cuando hirió a Madián 
en la roca de Horcb, y el mar con 
su báculo, como lo levantó un día con¬ 
tra Egipto; 27 y en ese día se quitará 
su peso de sobre tus espaldas y su 
yugo de sobre tu cuello. 


Inminencia de la invasión. 

28 Ya avanza del lado de Rimón, 
ha llegado a Ayot; pasa por Magrón, 
y deja en Miqmas su impedimenta. 
29 Han pasado el desfiladero, y du¬ 
rante la noche han acampado en 
Gucba. 30 Rama está temblando, 
Gaba de Saúl está en fuga; lanza 
gritos, hija de Galim, escucha, Lais, 
respóndele, Anatot. 31 Madmcna huye, 
los habitantes de Gabim han esca¬ 
pado. 32 Hoy todavía hace alto en 
Nob, y alza su mano contra el monte 
de la hija de Sión, contra el monte 
de Jerusalén. 

83 He aquí que Yave Sebaot des¬ 
gajará con fuerza las ramas, las ci¬ 
meras serán cortadas, y las altas 
abatidas. 34 La madera del bosque 
será cortada a hiervo, y echados a 
tierra los cedros del Líbano. 


El reino del Alesins, reino de paz 
y universal. 

11 1 Y brotará una vara del tronco 

de Jcsé, y retoñará de sus ralees 
un vástago (1). 2 Sobre el que repo¬ 
sará el espíritu de Yave, espíritu de 
sabiduría y de inteligencia, espíritu 
de consejo y de fortaleza, espíritu 
de entendimiento y de temor de Yave. 
8 Y pronunciará sus decretos en el 


(i) Otra vez, después de describirnos la in¬ 
vasión del asirio y la gloria y poder de éste, se¬ 

mejantes a un soberbio bosque, que, sin em¬ 
bargo, será destruido, lo contrapone al humilde 
renuevo del tronco de Jesé, sobre quien descan¬ 
sará el espíritu de Yave y que traerá la paz, no 
sólo a los restos de Judá, sino a todas las nacio¬ 
nes que le buscarán. Este Espíritu se manifes¬ 
tará en formas varias que la Teología llama 
dones del Espíritu Santo, que se hallan en 
Cristo de un modo eminente, de otro nipdo 
en sus fieles. 





isaías ; 12, 13 


599 


temor de Yave. No juzgará por la 
vista de ojos, ni argüirá por oídas 
de oídos, 4 sino que juzgará en jus¬ 
ticia al pobre, y en equidad a los 
humildes de la tierra. Y herirá al 
tirano con los decretos de su boca, 
y con su aliento matará al impío. 
6 La justicia será el cinturón de sus 
lomos, y la fidelidad el ceñidor de 
su cintura. 6 Habitará el lobo con el 
cordero, y el leopardo se acostará 
con el cabrito, y comerán juntos el 
becerro y el león, y un niño pequeño 
los llevará. 7 La vaca pacerá con 
la osa, y sus crías se echarán juntas, 
y el león, como el buey, comerá paja. 

8 El niño de teta jugará junto a la 
hura del áspid, y el recién destetado 
meterá la mano en la caverna del 
basilisco. 9 No habrá más ya daño 
ni destrucción en todo mi monte 
santo, porque estará llena la tierra 
del conocimiento de Yave, como lle¬ 
nan las aguas el mar. 

10 En aquel día el renuevo de la, 
raíz de Jesé se alzará como estandarte 
para los pueblos. Y le buscarán las 
gentes, y será gloriosa su morada. 
11 En aquel día, de nuevo la mano 
del Señor redimirá al resto de su 
pueblo, a lo que reste de Asur y de 
Egipto, de Patros, de Cus, de Elam, 
de Senaar, de Hamat y de las islas 
del mar. 12 Alzará su estandarte para 
las naciones, y reunirá a los disper¬ 
sos de Israel, y juntará a los disper¬ 
sos de Judá, de los cuatro confines 
de la tierra; y ya Judá no será más 
enemigo de Efraím. 13 Y cesará la 
envidia de Efraím, y serán destrui¬ 
dos los enemigos de Judá. Y no en¬ 
vidiará ya más Efraím a Judá, y 
Judá no será más enemigo de Efraím. 
14 Y se lanzarán contra la costa de 
los filisteos a occidente, y juntos sa¬ 
quearán a los hijos de oriente; Edom 
y Moab les servirán, y los hijos de 
Ammán les estarán sujetos. 16 Y se¬ 
cará Yave la lengua de mar de Egipto 
y levantará con fortaleza su mano 
sobre el río, y herirá sus siete brazos, 
que podrán pasarse a seco. 16 Y abrirá 
camino a los restos de, su pueblo, 
a los que quedarán de Asur, como lo 
abrió para Israel el día de su salida 
de Egipto. 

Cántico de liberación. 

|0 1 Y aquel día dirás: Yo te ala- 
** bo, Yave, porque te irritaste 
contra mí, pero se aplacó tu cólera, 


y me has consolado. 2 Este es el Dios 
de mi salvación, en él confío, y nada 
temo, porque mi fuerza y mi canto 
es Yave, él ha sido para mí la salud. 
3 Sacaréis con alegría el agua de las 
fuentes de la salud, y diréis aquel 
día: 4 Alabad a Yave, cantad a su 
nombre, pregonad sus obras en medio 
de los pueblos, proclamad que su 
nombre es sublime. 5 Cantad á 1 Yave, 
que hace cosas grandes, que lo sepa 
la tierra toda. 6 Cantad, jubilad, mo¬ 
radores de Sión, porque grande es 
en medio de vosotros el Santo 'de 
Israel. 


Oráculo contra Babilonia. 

I o 1 Oráculo sobre Babilonia, que 
* vió Isaías, hijo de Amós (1). 

2 Alzad bandera sobre lo alto de 
un monte desnudo, gritadles, haced¬ 
les señas con las manos, para que 
entren por las puertas de los prínci¬ 
pes. 3 Yo mando a mi ejército con¬ 
sagrado para la guerra, y llamo a 
mis valientes para ejecutar mi ira, 
a los que triunfan para mi gloria. 
4 Murmullo de muchedumbres en los 
montes, ruido de muchas gentes, de 
reinos, de gentes reunidas. Yave Se- 
baot revista al ejército que va a 
combatir. 5 Viene de tierra lejana, 
de los confines de los cielos, Yave, 
con los instrumentos de su furor, 
para asolar la tierra toda. 

6 Lamentaos, que se acerca el día 
de Yave, que vendrá como azote del 
Todopoderoso, 7 y desfallecerán todos 
los brazos, y se helarán todos los 
corazones de los hombres. 8 Se llena¬ 
rán de terror y de angustia, y de 
dolor se retorcerán como parturienta. 
Se mirarán con estupor unos a otros, 
y se encenderán en llama sus rostros. 

9 Lamentaos, porque se acerca el 
día de Yave, y cruel, con cólera y 
furor ardiente, para hacer de la 
tierra un desierto, y exterminar a 
los pecadores. 10 Las estrellas del 
ciclo y sus luceros no darán su luz, 
y el sol se oscurecerá en naciendo, 
y la luna no hará brillar sus luz. 

II Yo castigaré al mundo por su crí- 


(i) Este oráculo contra Babilonia es un mo¬ 
delo de los discursos contra las naciones. La jus¬ 
ticia de Yave a todos alcanza. Las naciones pode¬ 
rosas son instrumento de su cólera; pero como 
al obrar se dejan llevar de su orgullo, habrán de 
caer bajo la justicia divina. Dios lo anuncia para 
consuelo de los oprimidos. 










1,00 ISAIAS, 14 


menes, y a los malvados por sus ini¬ 
quidades. Yo haré cesar la insolen¬ 
cia de los soberbios, v abatiré la al¬ 
tivez de los opresores. 12 Yo haré 
que sean los hombres más escasos 
que el oro fino, más que el oro de 
Ofir. 13 Yo haré estremecer a los 
cielos, y temblará la tierra en su 
lugar, ante la indignación de Yave 
Sebaot, el día del furor de su ira. 

14 Entonces, como cierva asustada, 
como ovejas sin pastor, se irá cada 
uno a su pueblo, huirá cada uno a 
su tierra. 15 Cuantos fueren habidos 
serán degollados, cuantos fueren co¬ 
gidos caerán a la espada. 16 Sus hijos 
serán estrellados a sus ojos, sus casas 
incendiadas, sus mujeres violadas. 
17 Yo despertaré contra ellos a los 
inedos, que no se cuidan de la plata 
ni codician el oro. 18 Y los arcos... 
aplastarán a los mancebos, y no harán 
gracia al fruto del vientre, ni tendrán 
sus ojos piedad de los niños. 10 En¬ 
tonces JJabilonia, la flor de los reinos, 
ornamento de la soberbia de los cal¬ 
deos, será como Sodoma y Gomorra, 
las que destruyó Dios. 20 Xo volverá 
ya jamás a ser habitada ni poblada 
en los siglos venideros. No alzará allí 
el árabe su tienda, ni se apacentarán 
allí ganados. 21 Morarán allí las fie¬ 
ras, y los buhos llenarán sns casas. 
Habitarán allí los avestruces, y harán 
allí los sátiros sus danzas. 22 En sus 
palacios aullarán los chacales, y los 
lobos en sus casas de recreo. Está 
para llegar su tiempo, no se alarga¬ 
rán mucho sus días. 


Promesa de liberación, y canto 
triuufuL 

14 ! Yave se apiadará de Jacob, 
todavía escogerá a Israel, y los 
establecerá en su tierra. A ellos se 
unirán extranjeros, se unirán a la 
casa de Jacob. 2 las tomarán los 
pueblos, y los llevarán a su lugar, 
y la casa de Israel los tendrá por 
siervos y siervas en la tierra de Yave. 
Cautivarán a los que los habían cau¬ 
tivado, y dominarán a los que los 
dominaron. 3 Entonces, el día en que 
Yave te dará el reposo de tus fatigas, 
de tus penas y de la dura servidum¬ 
bre a que estuviste sometido, 4 can¬ 
tarás este canto conlra el rey de Ba¬ 
bilonia, y dirás: 

¿Cómo se acabó el opresor, y pasó 
la vejación? 5 Rompió Yave la vara 


de los impíos, el cetro de los tiranos. 
6 El que castigaba a los pueblos con 
furor, sin cansarse de fustigar, el que 
en su cólera subyugaba a las nacio¬ 
nes bajo un yugo cruel. 7 Toda la 
tierra está eii paz, toda en reposo 
y en cantos de alegría. 8 Hasta los 
cipreses se alegraron de tu ruina, con 
los cedros del Líbano. Desde que tú 
quedaste inmóvil nadie sube ya a 
abatirnos. 9 El sepulcro mismo se 
conmueve en sus profundidades, para 
salir a recibirte, y despierta a las 
sombras de los grandes de la tierra, 
y hace dejar sus tronos a todos los 
reyes del orbe. 

10 Y todos a voces te dicen: ¿Tam¬ 
bién tú, también tú te debilitaste 
como nosotros, y has venido a ser 
uno de tantos? 11 Ha bajado al se¬ 
pulcro tu gloria al son de arpas; los 
gusanos serán tu lecho, y gusanos 
serán tu cobertura. 12 ¿Cómo caíste 
del cielo, lucero brillante, hijo de 
la aurora? Echado por tierra el do¬ 
minador de las naciones. 13 Tú, que 
decías en tu corazón: Subiré a los 
cielos; en lo alio, sobre las estrellas 
de Dios, elevaré mi trono. Me insta¬ 
laré en el monte santo, en las profun¬ 
didades del aquilón. 14 Subiré sobre 
la cumbre de las nubes y seré igual 
al Altísimo. 15 Al sepulcro es a donde 
has bajado, a las profundidades del 
abismo. 

16 Para verte mejor, se detienen y 
te contemplan, diciéndose: ¿Es éste 
el que hacía temblar a la tierra, el 
que trastornaba los reinos, 17 el que 
hacía del mundo un desierto, devas¬ 
taba las ciudades y no liberaba a sus 
cautivos? 18 Todos los reyes de las 
naciones reposan con honor, cada 
uno en su morada; 19 pero tú has sido 
arrojado a tu sepulcro, como un 
vil tronco, como un despojo de muerto 
a la espada, que se tira en un montón 
de piedras, como cadáver que se pi¬ 
sotea con los pies. 20 Tú no tendrás 
con ellos sepultura, porque mataste 
a tu pueblo, Xo se hablará ya jamás 
de la raza del impío. 

21 Aparejaos para la matanza de 
los hijos, por la impiedad del padre. 
No se levanten para conquistar la 
tierra y llenar el mundo de ruinas. 

22 Yo me alzaré contra ellos, dice 
Yave Sebaot, yo aniquilaré a Babi¬ 
lonia, y raeré su nombre y sus restos, 
su raza y su germen, dice Yave. 

23 Yo la liaré hura de erizos y fan¬ 
gosa charca, y la barreré con la es- 





ISAÍAS, 15, 16 


601 


coba de "la destrucción, dice Yave 
Sebaot. 


Oráculo contra Asiria. 

24 Yave Sebaot lo ha jurado, di¬ 
ciendo: Sí, lo que yo he decidido lle¬ 
gará, lo que yo he resuelto se cum¬ 
plirá. 25 Yo romperé al asirio en mi 
tierra, y se les quitará de encima 
su yugo, y arrojarán su carga de sobre 
sus espaldas, 26 he ahí la resolución 
tomada contra toda la Asiría, he ahí 
la mano tendida contra todos los 
pueblos. 27 Yave Sebaot ha tomado 
esta resolución, ¿quién se le opondrá? 
Tendida está sp mano, ¿quién la 
apartará? 


Oráculo contra la Filistea. 

28 El año de la muerte del rey Ajaz 
se dió este oráeulo: 29 No te alegres 
tú, Filistea toda, por haberse roto la 
vara que te hería, porque de la raza 
de la serpiente nacerá un basilisco, 
y su fruto será un dragón volador. 
30 Los hijos de los pobres se apacen¬ 
tarán en mis pastos, y los humildes 
dormirán seguros. Yo haré morir de 
hambre a tu raza, y destruiré lo que 
de ti queda. 31 Gime, ¡oh puerta! grita, 
% ¡oh ciudad!, cae desfa.lecida la Filistea 
toda. Viene del aquilón una huma¬ 
reda, viene el enemigo en apretados 
haces, 32 ¿y qué se responderá a los 
mensajeros de las naciones? Yave 
fundó a Sión, y a ella se acogerán 
los desvalidos de su pueblo. 


Oráculo contra Moab. 

1 ^ 1 * Oráculo sobre Moab. 

Ved, atacado de noche, Ar-Moab 
está en ruinas; atacado durante la 
noche, está en ruinas Quir-Moab. 

2 La gente de Dibón ha subido a los 
altos para llorar, y Moab se lamenta 
por Nebo y por Madaba. Todas las 
cabezas están rasuradas, todas las 
barbas afeitadas. 3 Salen por las calles 
vestidos de saco, por los terrados, 
por las plazas; todos se lamentan, 
todos lloran. 

4 Hesebón y Eleale lanzan gritos, 
cuyos ecos se oyen hasta Jahas. Moab 
siente desfallecer sus riñones, y su 
alma desmaya. 5 Salen gritos del co¬ 
razón de Moab, sus huidos llegan a 


Segor, a Eglat-Silisiya. Suben llo¬ 
rando la cuesta de Luhit, van dando 
gritos de angustia por el camino de 
Horonaim. 

6 Se han secado las aguas de Nim- 
zim, se ha secado el heno, se ha mar¬ 
chitado la hierba, todo verdor ha 
desaparecido. 7 Llévense sus bienes 
y sus provisiones al otro lado del 
torrente de los sauces. 8 El llanto 
rodea las fronteras de Moab, los la¬ 
mentos llegan hasta Eglaim, y hasta 
Becr-Eliza los alaridos. 9 Porque las 
aguas de Dimón están llenas de san¬ 
gre, y todavía mandaré sobre Dimón 
nuevos males. Un león para los es¬ 
capados de Moab, y para los sobre¬ 
vivientes de la tierra. 

1 Enviad la hija del Señor de 

^ la tierra desde las rocas del 
desierto al monte de Sión (1). 
2 Gomo aves que espantadas huyen 
de su nido, así van las hijas de Moab 
por los vados del Arnón. 3 Resuelve, 
decide, haz sombra como de noche 
en pleno mediodía, para ocultar a 
los desterrados; no entregues a los 
fugitivos. 4 Esconde dentro de ti a 
los desterrados de Moab, protégelos 
del devastador, hasta que acabe la 
invasión, cese la destrucción, y deje 
la tierra el invasor. 

5 El trono se afirmará por la cle¬ 
mencia; y sobre ese trono se sentará 
siempre, en la tienda de David, un 
juez celoso de la justicia, y sabio en 
discernir el derecho. 6 Bien sabemos 
lo soberbio que es Moab, el orgulloso, 
su arrogancia, su orgullo, su insolen¬ 
cia, su palabrería. 7 -Por-eso, lamén¬ 
tese Moab ’ por . Moab, , sean todo'la¬ 
mentos; suspiren profundamente con¬ 
movidos por las tortas de uvas pasas 
de Quir-Hareset; 8 las naciones han 
pisoteado la viña de Sibma, cuyas 
ramas se extendían hasta Jazer, cuyos 
sarmientos llegaban hasta muy lejos, 
y pasaban el mar. 9 Por eso uno mis 
llantos a los llantos de Jazer por la 
viña de Sibma, y os riego con mis 
lágrimas, Hesebón y Eleale, sobre 
cuyos frutos y cosechas estallaba el 
grito del lagarero. 10 Ya no hay gozo 


(i) No todos los vaticinios sobre las naciones 

extranjeras son amenazas. Los capítulos 15 y 16 

tratan de una invasión de Moab, sin duda por 

los asirios. El profeta muestra la benevolencia 

de Jerusalén hacia los invadidos descendientes 

de Lot, y manda que envíen la población moabita 

a Sión, donde encontrarán un refugio contra el 

invasor. 










002 


ISAÍAS, 17, 18 


y alegría en tus vergeles, ya no hay 
cantos ni gritos de júbilo en las viñas, 
ya no se pisa el vino en los lagares, 
ya cesaron los gritos del lagarero. 
41 Por eso mis entrañas vibran como 
un arpa por Moab, y mi corazón por 
Quir-Hares. 

12 Verán a Moab subir con fatiga 
a sus altos, y entrar en sus santuarios 
para pedir y no obtener nada. 13 Esta 
es la palabra que sobre Moab pro¬ 
nunció Yave en otro tiempo; 14 y 
ahora dice esto Yave: Dentro de tres 
años, como son los años del jornalero, 
será abatida la soberbia de Moab, 
con toda su gran arrogancia, y que¬ 
dará de ella bien poco, casi nada. 

Orúenlo sobre Damasco. 

17 1 Oráculo sobre Damasco (1). 

Ved a Damasco, borrada del 
número de las ciudades. No es más 
qtie un montón de ruinas. 2 Sus ciu¬ 
dades, desiertas para siempre, sirven 
de majada a los ganados. Allí duer¬ 
men sin que nadie los espante. 3 Ya 
no hay ayuda para Efraím, ya no 
existe el reino de Damasco. Y del 
resto de Aram y de su gloria, será 
lo que de la gloria de los hijos de 
Israel, dice Yave Scbaot. 4 Será en 
aquel tiempo atenuada la gloria de 
Jacob, y enflaquecerá su bien nutri¬ 
do cuerpo. 5 Como cuando el segador 
siega la mies, y coge las espigas con 
su mano; 6 * como cuando se espiga 
en el valle de Refaím; como cuando 
se hace el rebusco después de cose¬ 
chada la aceituna; dos o tres granos 
en la cima de la copa, cuatro o cinco 
en las ramas del árbol, dice Yave, 
Dios ele Israel. 

7 Aquel día se volverá el hombre a 
su Hacedor, sus ojos mirarán al Santo 
de Israel. 8 No mirará a los altares 
de las obras de sus manos, no se vol¬ 
verá a los que hicieron sus dedos, 
a los ascras, ni a las imágenes del 
sol. 9 Aquel día serán tus ciudades 
fortificadas, como las ciudades fuer¬ 
tes de los amorreos y los je veos; 
10 abandonadas al acercarse los hijos 
de Israel, serán tierra devastada. 
Porque te olvidaste del Dios de tu 


(i) Oráculo contra Damasco, subyugada por 
los asirios, de quienes no la pudieron librar sus 
ídolos. Isaías, lleno el espíritu de los tiempos 
mesiánicos, ve el día en que también Damasco 
reconocerá al Señor y se volverá al Santo de 
Israel. 


salud, y no te acordaste del que era 
tu fortaleza. Para eso plantaste los 
jardines de Adonis, y pusiste en ellos 
los pámpanos de un dios extraño. 
11 El día mismo en que los plantabas 
los veías crecer, y al día siguiente 
todas las plantas tenían flores; pero 
la cosecha ha sido nula para el día 
de la angustia, y el dolor es irreme¬ 
diable. 

12 ¡Ahí Ruido de muchedumbres 
innumerables, como el estruendo del 
mar; tumulto de naciones, como el 
estrépito de aguas copiosísimas. 
13 Los amenaza él, y huyen lejos, 
ahuyentados como el tamo de los 
limpiadores, arrebatado del viento, 
como el polvo arrebatado por hura¬ 
canado torbellino. 14 A la hora de la 
tarde será el espanto, y a la mañana 
habrán desaparecido. Esa será la 
suerte de los que nos aplastan, la 
suerte de los que nos saquean. 


Oráculo sobre Etiopía. 

1 Q 1 ¡Ay de la tierra del zumbido de 
1 9 alas, de tras los ríos de Cus! 2 La 
que envía mensajeros por el mar, en 
naves de juncos sobre las aguas. Id vo¬ 
lando, mensajeros, al pueblo de eleva¬ 
da talla y piel brillante, a la nación 
temible y lejana, 3 a la nación fuerte 
y conquistadora, cuya tierra está 
surcada de ríos. Todos vosotros, los 
moradores del mundo, los habitantes 
de la tierra, cuando sobre el monte 
se alce la bandera, mirad. Cuando 
oigáis sonar la trompeta, escuchad. 

4 Porque he aquí lo que me ha dicho 
Yave (1): 

Yo miro tranquilo mi morada, 
como calienta sereno un sol brillante, 
como nube de rocío en el calor de la 
vendimia. 5 Porque antes de la ven¬ 
dimia, cuando hayan caído las flores, 
y los frutos se hayan hecho maduros 
racimos, se podarán los sarmientos 
con la podadera, y aun serán qui¬ 
tadas, arrancadas las cepas. 6 Y se 
dejarán a merced de los buitres de 
los montes y de las bestias del llano. 


(i) Otro oráculo contra los etíopes, que domi¬ 

naban en Egipto y eran la esperanza de muchos 

israelitas contra Asiria. Senaqucrib los venció 

en Altacu, obligándolos a volverse a su tierra, 

donde más tarde los perseguirían los asirios. 

También aquí el profeta entrevé el día feliz en 

que este pueblo vendrá a ofrecer sus dones a 

Yave en su monte de Sión, lo que es anunciar 

los tiempos mesiánicos. 






ISAÍAS, 19 


603 


Allí pasarán los buitres el verano, 
y las bestias del llano el invierno. 

7 En aquel tiempo traerán ofren¬ 
das a Yave Sebaot, del pueblo de 
alta talla y piel brillante, del pueblo 
temible, lejano, de la nación fuerte 
y conquistadora, cuya tierra está 
surcada de ríos, a la morada del 
nombre de Yave Sebaot, al monte 
de Sión. 


Oráculo sobre Ej/ipto. 

JO 1 * Oráculo sobre Egipto (1). 

2 Ved cómo Yave, montado 
sobre ligera nube, llega al Egipto. 
Ante él tiemblan todos los dioses de 
Egipto, y el corazón del Egipto se 
queda helado de espanto. 3 Yo ar¬ 
maré a egipcios contra egipcios, y 
lucharán hermanos contra hermanos, 
amigos contra amigos, ciudad contra 
ciudad, reino contra reino. Y el 
Egipto perderá su espíritu, y se con¬ 
fundirán sus consejos, preguntarán 
a sus ídolos y a sus magos, a sus evo¬ 
cadores y adivinos. 

4 Yo entregaré al Egipto en manos 
de un dominador cruel; un rey duro 
se adueñará de ellos, dice el Señor, 
Yave Sebaot. 6 Las aguas del mar 
se agotarán, y el río se consumirá, 
se secará. 6 Los canales se estancarán, 
los canales del Egipto bajarán y se 
secarán; juncos y cañas se doblarán. 
7 Los prados del Nilo, a las riberas 
del río, cuanto el Nilo hace crecer, 
se secará, caerá, morirá. 8 Gemirán y 
se lamentarán los pescadores, cuantos 
echan en el Nilo sus anzuelos y cuan¬ 
tos tienden sus redes en las aguas 
estarán desesperados. 

9 Los que trabajan el lino estarán 
consternados; peinadoras e hilado¬ 
ras, desconcertadas. 10 Los tejedores, 
afligidos, y todos los obreros en la 
mayor desolación. 

11 Los príncipes de Zoán son del 
todo locos; el consejo de los conse¬ 
jeros de Faraón es consejo necio. 
¿Cómo decís al Faraón: Somos hijos 
de sabios, hijos de los antiguos reyes? 
12 ¿Dónde están, pues, tus sabios? 
Dígante ahora y hágante saber lo 


(i) El tema es la invasión de Egipto por los 
asirios, como en el vaticinio anterior; pero aquí 
el pensamiento mesiánico está más desarrollado. 
Egipto acudirá a rendir culto a Yave, y las dos 
naciones enemigas. Asiria y Egipto, harán las 
paces, siendo Israel la mediadora, y todos tres 
recibirán las bendiciones del Señor. 


que Yave Sebaot ha determinado 
sobre Egipto. 13 Los príncipes de 
Zoán son del todo locos, los prín¬ 
cipes de Nof van errados, los jefes 
de familias engañan a Egipto. 14 Yave 
ha derramado sobre ellos un espí¬ 
ritu de vértigo, y descarrían al Egipto 
en cuanto hace, como desatina el 
borracho en su borrachera. 

15 No le saldrá bien al Egipto cosa 
alguna, haga cabeza o haga cola, 
haga palma o haga junco. 18 Aquel 
día serán los egipcios como mujeres, 
se aterrarán y temblarán ante la 
mano de Yave Sebaot, tendida contra 
ellos. 17 Entonces la tierra de Judá 
será para el Egipto motivo de es¬ 
panto, y quienquiera le oiga nombrar, 
se asombrará de los designios de 
Yave Sebaot acerca de él. 22 Pues 
Yave castigará al Egipto, hiriendo 
y sanando, y se convertirán a Yave, 
que se dejará mover a compasión, 
y lo curará. 21 Yave hará que los 
egipcios le conozcan, y el Egipto 
conocerá aquel día a Yave, y le ofre¬ 
cerán sacrificios y oblaciones, y harán 
votos a Yave, y los cumplirán. 

18 En aquel día habrá en tierra de 
Egipto cinco ciudades que hablarán 
la lengua de Canán, y jurarán por 
Yave Sebaot, y de ellas una se lla¬ 
mará la Ciudad del Sol. 19 Aquel 
día habrá en tierra de Egipto altar 
para Yave, y en sus fronteras estelas 
de Yave. 20 Esto será para Yave 
Sebaot señal y testimonio en la 
tierra de Egipto, y cuando clamen a 
Yave en sus tribulaciones, Yave les 
mandará un salvador, un vengador 
que los librará. 23 Y aquel día habrá 
camino de Egipto a Asiria, y el 
asirio irá a Egipto, y el egipcio a 
Asiria. Y egipcios y asirios servirán 
a Yave. 24 Aquel día Israel será'Terce- 
ro con el Egipto y la Asiria, como 
bendición en medio de la tierra. 
25 Bendición de Yave Sebaot, que 
dice: Bendito mi pueblo de Egipto; 
Asiria, obra de mis manos; e Israel, 
mi heredad. 


Oráculo sobre Kfjipto y Etiopía. 

9Q 1 El año en que el Tartán vino 
a Azoto (1), mandado por 
Sargón, rey de Asiría y combatió a 


(i) En 711, Azoto se levantó contra Asiria, 

confiada en el auxilio del Egipto. El ejército de 

Asiria la sometió, haciéndola sufrir un duro cas- 











ISAÍAS, 21, 22 


í)0 4 


Azoto y la tomó, 2 habló Yave por 
Isalas, "hijo de Amós, diciendo: Ye, 
quítate de los lomos el saco y des¬ 
cálzate los pies. Hízolo así Isaías, 
andando desnudo y descalzo; 3 y dijo 
Yave: Como anduvo Isaías, mi siervo, 
desnudo y descalzo tres años, señal 
y pronóstico sobre Egipto y sobre 
Etiopia, 4 asi llevará el rey de Asiria 
la cautividad de Egipto y la trans¬ 
migración de Etiopia, de mozos y 
viejos, desnudos y descalzos, al aire 
las nalgas, vergüenza de Egipto. 5 Y 
los que contaban con Etiopia y se 
enorgullecían de Egipto quedarán 
consternados y confusos; 6 y los 
moradores de esta tierra dirán: Mirad 
a los que eran nuestra esperanza, a 
los que pensábamos acogernos para 
que nos sirvieran de refugio y pro¬ 
tección contra el rey de Asiria. ¿Cómo 
escaparemos nosotros? 


Oráculo sobre Babilonia. 

21 1 Oráculo sobre el desierto 
del mar. 

Como del mediodía el huracán des¬ 
encadenado, viene también esto del 
desierto, de la tierra espantosa. 2 Me 
ha sido mostrada una terrible visión: 
saqueadores saqueando: asoladorcs 
asolando. Lánzate, Elam. Asediad, 
medos, sin piedad. 3 Mis entrañas 
se han llenado de angustia, y soy 
presa de dolores como de parturienta, 
Aturdido, ya no oigo; espantado, ya 
no veo. 4 Pasmóse mi corazón, el 
Ierror me invadió, la plácida noche 
me llena de espanto*. 

5 Han puesto la mesa, han ten¬ 
dido el mantel, comen, beben. ¡Arriba 
príncipes! ¡A engrasar el cscudol 
6 Porque ved lo que me ha dicho el 
Señor: Ve, pon uno en atalaya que 
comunique lo que vea. 7 Si ve un 
tropel de caballos, de dos en dos, un 
tropel de asnos, un tropel de came¬ 
llos, 6 que mire atentamente, muy 
atentamente, y que grite: Ya los veo. 
Asi estoy yo. Señor, en atalaya, sin 
cesar todo el día, y me quedo en mi 
puesto toda la noche. 

9 Llegan tropeles de gentes, caba¬ 
llos de dos en dos, se alza una voz, 


tigo, con gran confusión de quienes les habían 
promeñdo ayuda. El Señor manda a su profeia 
que vaya desceñido y descalzo por las calles de 
Jerusalén, para dar a entender a los compatriotas 
que en Egipto ponían su confianza cuán frágil 
era el bastón en que querían apoyarse. 


y dice: .Cayó! ¿Babilonia ha caído! 
Todas las imágenes de sus dioses 
yacen por tierra destrozadas. 10 ¡Oh 
pueblo mío! pisado, trillado como la 
mies, yo te comunico de parte de 
Yave Sebaot, Dios de Israel, lo que vi. 


Ornenlo sobre Edom. 

11 Oráculo sobre Edom. 

Danme voces desde Seir: Vigilante, 
¿qué hay de la noche? Vigilante, 
¿qué hay de la noche? 12 El vigilante 
responde: Viene la mañana, viene 
también la noche. Preguntad, si que¬ 
réis, volved a preguntar. 


Oráculo sobre la Arabia. 

13 Oráculo sobre Arabia. 

Pasad la noche en un monte del 
desierto, corazones de Dcdán. 14 A 
los que tengan sed, llevadles agua: 
habitantes de la tierra de Tema, dad 
pan a los fugitivos. 15 Porque van 
huyendo de la espada, ante la espada 
desenvainada, ante los tensos arcos, 
ante los horrores de la guerra. 16 Pues 
lie aqui lo que me lia dicho el Señor: 
Dentro de un año, como 17 año de 
jornalero, se acabará toda la gloria 
de Cedar. Quedarán muy pocos de 
los valientes arqueros de, Cedar. Lo 
dice Yave, Dios de Israel. 


Oráculo sobre Jerusalén. 

22 1 Oráculo sobre el valle de la 
** Visión. 

2 ¿Qué tienes para subirte asi toda 
a los terrados, ciudad turbulenta, 
llena de tumulto, ciudad de alborotos? 
Tus heridos no son heridos a la es¬ 
pada, no han muerto en el combate. 
8 Tus jefes han huido todos a la vez, 
han sido apresados sin la defensa del 
arco. 'Lodos tus guerreros lian sido 
cogidos en masa, huían lejos, muy 
lejos. 

4 Por eso digo: Apartaos de mi, 
dejadme verter amargas lágrimas, no 
me importunéis con vuestros consue¬ 
los, por la ruina de mi pueblo. 
5 Porque es día de alboroto, <lc angus¬ 
tia y de confusión, de parte de Yave 
Sebaot. En el valle de la Visión 
derrumbamiento tic murallas, grite¬ 
río cu la montaña. 

6 Elam ha cogido su aljaba, Aram 










ISAÍAS, 23 


605 


ha montado a caballo, Quir ha sacado 
el escudo. 7 Tus hermosos valles 
están llenos de carros, acampan los 
jinetes a sus puertas. 8 Cayó el velo 
que cubría a Judó, y en tal día miras 
a los arsenales de la casa del bosque, 
9 y examinas las numerosas brechas 
abiertas en la ciudad de David, y 
recoges las aguas del estanque infe¬ 
rior. 10 Cuentas las casas de Jeru- 
salén, y derribáis para fortalecer las 
murallas. 11 Y hacéis foso entre los 
dos muros, con las aguas de la pis¬ 
cina vieja; pero no miráis al que ha 
dispuesto estas cosas, no veis al que 
de mucho ha las preparó. 

12 El Señor, Yave Sebaot, os invita 
en ese día a llorar, a gemir, a rasurar 
la cabeza, a ceñir el saco. 13 Pero 
en vez de eso hay júbilo y alegría, 
matanza * de bueyes y de ovejas, 
comilonas y borracheras. Dicen: Co¬ 
mamos y bebamos, que mañana mori¬ 
remos. 14 Yave Sebaot me lo ha reve¬ 
lado: Este pecado no os será perdo¬ 
nado hasta la muerte, dice Yave 
Sebaot. 

15 Así dice Yave Sebaot: Ve a ese 
cortesano, a Sobna, mayordomo del 
palacio (1). 16 ¿Qué tienes tú aquí 
o a quién tienes tú aquí, para labrarte 
aquí sepulcro? Se está labrando se¬ 
pulcro en la altura, se talla una 
morada en la roca. 17 Pero Yave te 
lanzará con fuerte golpe, te echará 
a rodar con ímpetu, como una bola 
a tierra extensa, donde morirás. 18 Allí 
morirás, allí tendrás tu glorioso se- . 
pulcro, ¡oh vergüenza de la casa de 
tu seííorl 19 Yo te echaré de tu puesto, 
Yave te arrancará de tu lugar. 

20 Aquel día llamaré yo a mi siervo 
Elyaquim, hijo de He,cías, 21 y le 
revestiré de tu túnica, y le ceñiré 
con. tu cinturón, y pondré en sus 
manos el poder. El será un padre 
para los habitantes de Jerusalén y 
para la casa de Judá. 22 Pondré sobre 
su hombro la llave de la -casa de 
David; abrirá y nadie cerrará, ce¬ 
rrará y nadie abrirá. 23 Le hincaré 
como clavo en lugar firme, y será 
honrosa silla de la casa de su padre. 

24 Será el sostén de todfa la gloria de 
la casa de su padre, de hijos y nietos, 
de todos los utensilios, de vasos y 


(i) Este fragmento es una invectiva contra 

el prefecto del palacio, Sobna, que debía de opo¬ 

nerse a la acción del profeta. Este le anuncia su 

caída y la sustitución por otro, Eliacín, que ten¬ 

drá una conducta muy otra de la de Sobna. 


fuentes. 25 Aquel día, dice Yave Se¬ 
baot, el clavo que estuvo hincado en 
lugar firme será arrancado, y caerá 
roto, y el peso que de él pendía se 
perderá, pues así lo dice Yave. 


Oráculo sobre Tiro. 

k ) 1 Oráculo sobre Tiro (1). 

Gemid, naves de Tarsis. Vues¬ 
tro puerto está destruido. A la vuelta 
de la tierra de Quitim les dieron la 
noticia. 2 Los habitantes de la cos¬ 
ta del mar están estupefactos. El 
mercader fenicio que atraviesa los 
mares 3 * cuyos mensajeros van sobre 
la muchedumbre de las aguas, cuya 
cosecha era el trigo de Sijor, cuya 
ganancia la feria de los pueblos. 

4 Avergüénzate, Sidón, pues el mar 
te dice, te dice la fortaleza del mar: 
No has sido madre, no has parido, 
no has criado hijos, no has educado 
hijas. 5 Cuando el Egipto sepa la 
noticia, temblarán, al conocer la 
caída de Tiro. 

6 Pasaos a Tarsis, lamentaos, mora¬ 
dores de la costa. 7 ¿Es ésta vues¬ 
tra ciudad alegre, la de antiguo 
origen, que iba con sus pasos a leja¬ 
nas regiones? 8 ¿Quién decretó tal 
cosa contra Tiro, la coronada, cuyos 
mercaderes eran príncipes, cuyos ne¬ 
gociantes eran grandes de la tierra? 

9 Yave Sebaot lo decretó, para abolir 
la soberbia orgullosa, para humillar 
del todo a los grandes de la tierra. 

10 Pasa a tu tierra, hija de Tarsis, 
que tu puerto no existe ya. 11 Yave 
tendió su mano sobre el mar, e hizo 
temblar a los reinos, y ordenó la 
destrucción de las fortalezas de Canán. 
12 Dijo: No te regocijes, Fenicia, 
virgen deshonrada. Levántate y vete 
a la tierra de Quitim, que ni aun allí 
habrá reposo para ti. 13 Mira la tierra 
de los caldeos, que ha entregado él a 
fieras salvajes; alzaron sus torres, 


(r) La grande y rica ciudad comercial de 
Tiro es objeto de muchos vaticinios proféticos. 
En los conatos de liberación emprendidos por 
los principes de Canán y Siria, Tiro tenía una 
parte principal y, por lo mismo, tuvo que sufrir 
los ataques asirios. Pero lo más interesante del 
oráculo es su conclusión. Lleno de la idea mesiá- 
nica el ánimo del profeta, anuncia para des¬ 
pués de una generación, setenta aiíos, la res¬ 
tauración de Tiro, que volverá a su tráfico, y 
entonces todas las ganancias adquiridas en el 
comercio y profanadas con el culto de los ídolos 
serán consagradas al Señor para alimentar y 
vestir a quienes le sirven. 









606 


ISAÍAS, 24, 25 


edificaron sus palacios, pero él los 
convirtió en ruinas. 

14 Gemid, naves de Tarsis, que 
vuestro puerto ha dejado de existir. 
15 Sucederá aquel día, que Tiro que¬ 
dará en olvido setenta años, los años 
de la vida de un rey; y al cabo de 
setenta años será Tiro como dice el 
canto de la cortesana: 16 Coge la 
cítara, y recorre la ciudad, ramera 
olvidada; toca lo mejor que sepas, 
y canta bien alto, a ver si se acuerdan 
de ti. 

17 Y al cabo de setenta años, visi¬ 
tará Yave a Tiro, y ésta recibirá de 
nuevo su merced, y se prostituirá a 
todos los reinos del mundo, sobre la su¬ 
perficie de la tierra; 18 pero su merced 
y sus ganancias serán consagradas a 
Yave; no serán guardadas ni atesora¬ 
das, sino que serán para los que habitan 
ante Yave, para nutrirlos abundan¬ 
temente y vestirlos espléndidamente. 


Devastación universal. 

*)J, 1 He aquí que Yave devasta la 
tierra, la convierte en un de¬ 
sierto (1). Trastorna la superficie 
de la tierra y dispersa a sus habi¬ 
tantes, 2 lo mismo al pueblo que al 
sacerdote, al siervo y a su amo, a 
la criada y a su señora, al que compra 
y al que vende, al que presta y al 
que toma prestado, al acreedor y al 
deudor. 

3 La tierra será devastada, entre¬ 
gada al pillaje; lo decretó Yave. 
4 La tierra está desolada, marchita, 
el mundo perece, languidece, perece 
el cielo con la tierra. 5 * * La tierra está 
profanada por sus moradores, que 
traspasaron la ley, falsearon el dere¬ 
cho, rompieron la alianza eterna. 

6 Por eso, la maldición consume la 
tierra, y sus moradores llevan sobre 
sí las penas de sus crímenes. Por eso 
los moradores de la tierra son consu¬ 
midos y reducidos a corto número. 

7 Y se pierde el vino, y enferma la 
vid, y suspiran cuantos antes se 
regocijaban. 8 Y ha cesado la alegría 


(i) Este capítulo y los tres siguientes for¬ 

man un verdadero apocalipsis, y como todas las 

obras de este género, ésta es oscura. El profeta 

se desliga cuanto puede del medio ambiente his¬ 

tórico que le rodea, y se traslada con su espíritu i 

a tiempos futuros y cercanos del fin de las cosas, 

para pintarnos la manifestación de la justicia I 

de Dios contra la impiedad y su misericordia > 

para con los justos. 


de los panderos, y se acabó el estre¬ 
pitoso regocijo y el alegre sonar del 
arpa. 9 Ya no beben el vino entre 
cantares, y las bebidas son amajgas 
al que las bebe. 10 Y están las ciuda¬ 
des desiertas, en ruinas, cerradas las 
casas, sin que nadie entre en ellas. 
11 Laméntanse por las calles: Ya no 
hay vino, cesó todo gozo, desterróse 
de la tierra la alegría. 12 La ciudad 
ha quedado en soledad y las puertas, 
abatidas, en ruinas. 13 porque está 
la tierra, están los pueblos, como 
cuando se sacude el olivo, como 
cuando se hace el rebusco después 
de la vendimia. 

14 Alzan sus voces, lanzan gritos de 
alegría desde las orillas del mar, 
cantan la majestad de Yave. 15 Glo¬ 
rifican a Yave en las islas, en las 
islas del mar, el nombre -de Yave, 
Dios de Israel. 16 Oyese cantar desde 
los confines de la tierra: ¡Gloria al 
Justo! Pero yo en mi tristeza digo: 
¡Ay de los impíosl 

17 Terror, hoya, red, sobre ti, ha¬ 
bitante de la tierra; 18 el que esca¬ 
pe al terror, caerá en la hoya; el que 
escape a la hoya, se enredará en la 
red. Abrense las cataratas en lo alto, 
y tiemblan los fundamentos de la 
tierra. 19 La tierra se rompe con 
estrépito, retiembla, salta en pedazos. 
20 Tiembla como un ebrio, vacila como 
una choza, pesan sobre ella sus peca¬ 
dos, y caerá para no volver a levan¬ 
tarse' 21 Entonces, aquel día, visitará 
Yave la milicia de los cielos en la 
altura, y abajo a los reyes de la 
tierra. 22 Y serán encerrados, presos 
en la mazmorra, quedarán encarce¬ 
lados en la prisión, y después de 
muchos días serán visitados. 23 La 
luna se enrojecerá, el sol palidecerá, 
cuando Yave Sebaot será proclamado 
rey. Y sobre el monte de Sión, en 
Jeritsalén, resplandecerá su gloria 
ante sus ancianos. 


Gloria de los elegidos. 

1 Yave, tú eres mi Dios; yo te 
ensalzaré, y alabaré tu nombre, 
porque has cumplido designios mara¬ 
villosos, de mucho ha verdaderos con 
verdad. 2 Porque hiciste de la ciudad 
un montón de piedras; de la ciudad 
fuerte una ruina. Ya la ciudadcla de 
los impíos no es ciudad, y no será 
jamás reedificada. 3 * Por eso te ala¬ 
bará un pueblo fuerte, y te temerá la 






ISAÍAS, 26 


607 


ciudad de las naciones poderosas. 
4 Porque eres tú el refugio del débil, 
el refugio del pobre en la aflicción, 
amparo contra la tempestad, sombra 
contra el calor. Pues el aliento de 
los poderosos es como una borrasca 
de invierno, 5 como calor sobre tierra 
seca; humillarás el orgullo de los 
impíos; 6 como el calor a la sombra 
de una nube, se extinguirá el canto 
triunfal de los poderosos. 

6 Y preparará Yave Sebaot a 
todos los pueblos, sobre este mon¬ 
te, un festín de suculentos man¬ 
jares (1), un festín de vinos genero¬ 
sos, de manjares grasos y tiernos, de 
vinos selectos y clarificados; 7 y 
sobre este monte hará desaparecer el 
velo que vela a todos los pueblos, la 
cortina que cubre a todas las nacio¬ 
nes. 8 Y destruirá a la muerte para 
siempre, y enjugará el Señor, Yave, 
las lágrimas de todos los rostros, 
y alejará el oprobio de su pueblo 
lejos de toda la tierra. Lo dice Yave. 


Cántico de los redimidos. 


9 Y se dirá en aquel día: He aquí 
nuestro Dios, hemos esperado en él 
que nos salvaría. Ahí está Yave, a 
quien esperábamos; gocémonos y ale¬ 
grémonos de su salud. 10 Porque la 
mano de Yave se posará sobre este 
monte, y Moab será pulverizado, 
como se pulveriza la paja en el mula¬ 
dar, 11 allí tenderá sus brazos, como 
los tiende el nadador para nadar; pero 
Yave abatirá su soberbia y los esfuer¬ 
zos de sus manos, 12 sus manos fuer¬ 
tes y soberbias; los destruirá, los derri¬ 
bará, los echará a tierra, en el polvo. 

26 1 En aquel día cantarán este 
cántico en la tierra de Judá: 

Tenemos una ciudad fuerte, por 
muro y antemuro nos da él la salva¬ 
ción. 2 Abrid las puertas, que entre 
el pueblo justo y fiel, 3 esperanza 
inquebrantable, conservarás la paz 
y reinará en ti la confianza. 4 Con¬ 
fiad siempre en Yave, pues Yave es 


(i) Los sacrificios pacíficos eran ocasión de 
alegres festines en el recinto del santuario, a los 
cuales el Deuteronomio exhorta a invitar a los 
pobres y levitas; el Señor anuncia aquí que dará 
en Sión un gran banquete a todos los pueblos, 
a quienes, para mayor solaz, protegerá contra 
los ardores con una nube, como la que en el de¬ 
sierto protegía a Israel. 


la roca eterna. 6 El destruye a los 
que habitan en las alturas, él derriba 
a la ciudad soberbia. 6 El la derriba 
y la humilla hasta la tierra, y es 
hollada por pies, por los pies de los 
pobres y los débiles. 

¡ 7 La senda de los justos es 

recta, derecho es el camino que tú 
‘ abres al justo. 8 Nosotros te espe- 
i ramos en el sendero de tus juicios. 

! ¡Oh Yavel Tu nombre, tu memoria, 

¡ es el deseo de mi alma. 9 Deséate 
mi alma por la noche, y mi espíritu 
te busca dentro de mí, pues cuando 
aparezcan sobre la tierra tus juicios, 
aprenderán los hombres la justicia. 
10 Si al impío se le hace gracia, no 
aprende la justicia, y en la tierra del 
bien él hace el mal. Desaparezca 
de la tierra el impío; que no vea la 
majestad de Yave. 

11 Alzada está tu mano, ¡oh Yavel; 
no lo han visto, pero ya verán, con- 
í fundidos, tu celo por tu pueblo, y 
el fuego devorará a tus enemigos. 

| 12 Depáranos la paz, ¡oh Yavel, 
j pues que cuanto hacemos, eres tú 
quien para nosotros lo haces. 13 Yave, 
Dios nuestro; otros señores, que no 
tú, se enseñorearon de nosotros. Pero 
gracias a ti, sólo tu nombre invoca¬ 
remos. 14 Los muertos no revivirán, 
no resucitarán las sombras, tú los 
castigaste y destruiste, tú borraste 
su nombre. 

15 Multiplica al pueblo, ¡oh Yavel, 
multiplica al pueblo, muéstrate glo¬ 
rioso, extiende los confines de la 
tierra. 16 En la aflicción, ¡oh Yavel, 
te hemos buscado, hemos clamado 
en la angustia, cuando tu castigo nos 
hería. 17 Como la mujer encinta 
cuando llega el parto, se retuerce y 
grita en sus dolores, así estábamos 
nosotros lejos de ti, ¡oh Yavel 18 Con¬ 
cebimos, y en dolores de parto pari¬ 
mos viento; no dimos salud a la 
tierra y no nacieron habitantes. 19 Re¬ 
vivirán tus muertos, resucitarán sus 
cadáveres (1). Alzaos y cantad, los 
que yacéis en el polvo, pues tu rocío 
es rocío de luz, y renacerán las som¬ 
bras del seno de la tierra. 

20 Anda, pueblo mío. Entra en tu 
casa y cierra las puertas tras de ti; 
ocúltate por un poco, mientras pasa 
la cólera. 21 Porque va a salir Yave 


(i) Este pasaje habla de la resurrección del 

pueblo; pero no es fácil decidir si es la resurrec¬ 

ción nacional de que habla Ezequiel (37) o la 

individual de Daniel (2, 2). 









608 


ISAIAS. 27, 28 


de su inorada, para castigar la ini¬ 
quidad de los moradores de la tierra. 
Y la tierra dará a ver la sangre que 
ha bebido, no encubrirá más sus 
muertos. 

OT 1 Aquel día castigará Yave.con 
su espada pesada, grande y 
poderosa, al Leviatán, a la serpiente 
huidiza, al Leviatán, la serpiente 
tortuosa, y matará al dragón que 
está en el mar. 

2 Aquel día se dirá: Cantad a la 
viña hermosa; yo, Yave, la guardo. 
3 Yo la riego a todas horas, para que 
no caiga su follaje; 4 yo la guardo día 
y noche, sin enojo. Que salen cardos 
y zarzas, yo les haré la guerra y los 
quemaré todos, 6 a no ser que se 
pongan bajo mi protección, y hagan 
la paz conmigo, hagan conmigo la 
paz. 

6 Vendrá día en que Jacob echará 
raíces, e Israel echará flores y retoños, 
y llenará la tierra con su fruto. 7 ¿Le 
hirió acaso Yave, como hirió a los 
que le herían? ¿Le mató, como mató 
a los que le mataban? 8 Le castigó 
arrojándole al destierro, echándole 
con su soplo impetuoso, como viento 
solano. 9 Aquí se expió el crimen de 
Jacob, y he aquí el fruto del perdón 
de su pecado. Desmenuzó Yave las 
piedras de sus altares como piedras 
calizas, y los aseras y las estelas 
del sol no volverán a levantarse. 

10 Sí, la ciudad fuerte fue asolada, 
ha quedado desierta, abandonada 
como un desierto. Allí pacen los 
bueyes, allí duermen, allí ramonean. 

11 Cuando las ramas están secas, se 
rompen, vienen las mujeres y les 
prenden fuego. Es un pueblo sin 
conocimiento; por eso el que le hizo 
no tuvo piedad de él, el que le formó 
no se compadeció de él. 12 Entonces 
hará Yave la cosecha de sus frutos, 
desde el curso del río hasta el torrente 
de Egipto, y vosotros seréis recogidos 
uno a uno, hijos de Israel. 13 Entonces 
se tocará la gran trompeta, y vendrán 
los dispersos en la tierra de Asur y 
los fugitivos en Egipto, y se pros¬ 
ternarán ante Yave en el monte 
santo de Jerusalén. 

•Inicio contra Samaría y contra 
•Jerusalén. 

28 1 ¡Ay de la corona soberbia de 
los bebedores de Efraíni, de 1.a 
flor marchita de la hermosura de su 


gloria, que se alza sobre la cima en 
el fértil valle de los que se atracan 
de vinol (1). 2 He aquí que Yave 
manda a un fuerte y poderoso, como 
turbonada de granizo, como huracán 
devastador, como chaparrón impe¬ 
tuoso de aguas torrenciales, que todo 
lo inundan y derriban. 3 Será piso¬ 
teada la corona soberbia de los be¬ 
bedores de Efraím, y la flor mar¬ 
chita de la hermosura de su gloria, 
4 que se alza sobre la cima en el 
fértil valle de los que se atracan de 
vino. Será como breva tempranera, 
que se adelanta a la cosecha, y en 
viéndola, se coge y se come. 

6 En aquel día" Yave Sebaot será 
corona de gloria y diadema de her¬ 
mosura para las reliquias de su pue¬ 
blo. 6 Espíritu de justicia para el 
que anda en justicia, y de fortaleza 
para el que haya de rechazar el asal¬ 
to de las murallas. 7 También ellos 
se tambalean por el vino, y se enton¬ 
tecen con las bebidas. Sacerdotes y 
profetas vacilan, embriagados por 
los licores inebriantes; se ahogan en 
el vino, y se aturden con las bebidas 
fuertes, y yerran en la visión, y tro¬ 
piezan en el juicio. 8 Las mesas están 
todas llenas de vómitos e inmundi¬ 
cias, no hay lugar para más. 

9 ¿A quién se le va a enseñar la 
sabiduría? ¿A quién se van a dar lec¬ 
ciones de la doctrina? ¿A los recién 
destetados? ¿A los que apenas han 
sido arrancados de los pechos? 10 ¿Va¬ 
mos a balbucear constantemente: 
sav lasav , sav lasav, sav lasav, ze.r 
sam , z°r mw? (2). 11 Pues bien, 
sí, balbuceando, como quien tarta¬ 
mudea en una lengua extranjera, 
será como se enseñe a este pue¬ 
blo. 

12 Habíales dicho: Aquí está el 
reposo, dad reposo para el fatigado, 
aquí está el descanso; 13 pero no han 
querido obedecer, y ahora Yave les 
dirá: sav lasav , sav lasav, sav lasav, 
zer sam , z n r sam . Y así, al andar, 


(1) El comienzo de este capitulo va dirigido 
contra Samaría antes de su ruina (721). y sin 
duda no es más que un breve fragmento de un 
oráculo más exienso. 

(2) Estas palabras, que se repiten en el ver¬ 
sículo 13, no tienen sentido alguno; son un reme¬ 
do del balbuceo de los niños en las escuelas. El 
profela dice que hablará asi a los impíos, que 
no quieren escuchar, para que no entiendan la 
palabra del Señor que los podría librar. Se 
reproduce en otra forma el pensamiento 
de 6. 9. 








ISAÍAS, 29 


609 


caerán de espaldas, y serán quebran¬ 
tados y cogidos en el lazo. 

14 Oíd, pues, burlones, la palabra 
de Yave; oídla, maestros del pueblo 
de Jcrnsalén. 15 Vosotros decís: He¬ 
mos hecho pacto con la muerte, nos 
hemos concertado con el sepulcro; 
el azote desencadenado pasará sin lle¬ 
gar a nosotros: nos hemos hecho de la 
mentira abrigo, de la perfidia re¬ 
fugio. 

16 Por eso dice el Señor, Yave: 
Yo lie puesto en Sión por funda¬ 
mento una piedra, piedra probada, 
piedra angular, de precio, sólidamente 
asentada. El que cu ella se apoye, 
no titubeará. 17 Y de la justicia haré 
regla, y del derecho haré nivel. La 
granizada echará abajo el abrigo de 
la mentira, y las aguas torrenciales 
se llevarán "el refugio de perfidia. 
18 Vuestro pacto con la muerte que¬ 
dará roto, y vuestra convención con 
el Seol, anulada. 19 Cuando el azote 
desencadenado pase, os aplastará; 
siempre que pase, os llegará. Y pasa¬ 
rá todas las mañanas, pasará de día 
y de noche, y su espantoso terror 
os servirá de lección. 20 La cama será 
corta para poder estirarse, y la manta 
demasiado eslrecluí para "poder en¬ 
volverse. 21 Porque se alzará Yave, 
como en el monte de Perasim, y ru¬ 
girá de cólera, como en el valle de 
Gabaón, para realizar su obra, obra 
extraordinaria, para hacer sn labor, 
labor inaudita. 22 No os burléis, pues, 
no se aprieten todavía más vuestras 
ataduras, pues decretada está la des¬ 
trucción para la tierra toda; yo se 
lo he oído a Yave Sebaot. 

23 Atended, oid mi voz, escuchad, 
oíd mis palabras. 24 ¿Acaso está siem¬ 
pre el labrador arando, cavando o 
rastrillando? 23 Después de allanar 
la superficie, ¿no siembra la neguilla 
o esparce el comino, o echa el trigo 
en líneas, o la cebada en su sitio y 
la avena en el suyo? 26 Su Dios los 
instruye, y les enseña cómo han de 
hacer. 27 Ni tampoco se trilla la ne¬ 
guilla con el trillo, ni se hace pasar 
sobre el comino la rueda de la ca¬ 
rreta, sino que la neguilla se bate 
con un palo, y el comino se bate con 
la vara. 28 Y el trigo, ¿se muele acaso 
en la era? No; es pisado sin cesar, 
se hace pasar sobre él la rueda del 
carro, pero no se muele. 29 También 
esto lo enseña Yave Sebaot, cuyos 
consejos son admirables, y cuya 
sabiduría es muy grande. 


Cnsticjo de Jerusalén. 

90 1 ¡Ay de Ariel, ay de Ariel, la 
" ciudad en que habitó DavidI 
Añadid a un año otro año, hasta que 
se complete el ciclo de las fiestas. 
2 Luego yo atacaré a Ariel, y habrá 
llantos y" gemidos. 3 Serás para mí 
un verdadero Ariel. Como te asedió 
David, te asediaré yo; te rodearé de 
una circunvalación, y alzaré baluar¬ 
tes contra ti. 4 Y serás derribada, 
vendrá a tierra tu palabra, y tus 
ahogados sonidos saldrán • del polvo, 
y saldrá de la tierra tu voz como la 
de un fantasma, y del polvo tu pala¬ 
bra como un murmullo. 5 Pero la 
muchedumbre de tus enemigos será 
como fino polvo, la turba de tus 
dominadores como paja que vuela. 
Y vendrá esto de repente, en un mo¬ 
mento, porque te socorrerá Yave 
Sebaot, 6 con truenos, estruendo y 
gran ruido, con huracán, tempestad 
y llama de fuego devorador. 7 Será 
como un sueño, como visión noctur¬ 
na, la muchedumbre de las gentes 
que combaten a Ariel, que la atacan 
y embisten sil fortaleza, y la estre¬ 
chan de cerca. 8 Como el hambriento 
sueña que come, y se levanta con el 
estómago vacío, como sueña que 
bebe el sediento, y se levanta luego 
agotado y desfallecido, lo mismo su¬ 
cederá a la muchedumbre de gentes 
que atacan el monte de Sión. 

9 Espantaos, asombraos, ofuscaos, 
cegad. Embriagaos, pero no de vino; 
bamboleaos, pero no de embriaguez, 
10 porque derrama Yave sobre vos¬ 
otros un espíritu de letargo, y cierra 
vuestros ojos, y vela vuestras ca¬ 
bezas. 11 Toda revelación es para 
vosotros como libro sellado; se le da 
a leer a quien sabe leer, diciéndole: 
Lee esto, y responde: No puedo, el 
libro está sellado. 12 O se da el libro 
a quien no sabe leer, diciéndole: Lee 
esto, y responde: No sé leer. 

13 El Señor dice: Pues que este 
pueblo se me acerca sólo de palabra, 
y me honra sólo con los labios, mien¬ 
tras que su corazón está lejos de 
mí, puesto que su temor de mí no 
es más que nn mandamiento humano 
aprendido de memoria, 14 voy a hacer 
nuevamente con este pueblo extraor¬ 
dinarios prodigios, ante los que fallará 
la ciencia de los sabios, y será confun¬ 
dida la prudencia de los prudentes. 

15 ¡Ay de los que se esconden de 
Yave, queriendo encubrir sus pen- 


39 










CÍO 


ISAÍAS, 30 


samlcntos, y para sus obras buscan 
las tinieblas! De los que dicen: ¿Quién 
ros ve? ; Quién nos conoce? 18 ¡Qué 
perversidad! Tener por barro al al¬ 
farero, decir a su hacedor la obra: 
No iré bas hecho tú; y el vaso a 
quien lo hizo: No sabes nada. 

17 SI, de aquí a muy poco, el 
Líbano seré un vergel, v el vergel 
será un bosque. 18 Entonces oirán 
los sordos las palabras del libro, y 
los ciegos verán sin sombras ni ti¬ 
nieblas. VJ Se regocijarán en Yave 
los humillados, y aun los más pobres 
se gozarán en el Sanio de Israel. 

20 Porque se acabó la violencia, tuvo 
fin el escarnio, y fueron aniquilados 
los que se van tras la iniquidad; 

21 los que por una palabra conde¬ 
naban a uno; los que ponían ase¬ 
chanzas contra quien en la puerta 
los vencía; los que por nn nada' ne¬ 
gaban al juslo su derecho. 

22 Per eso el (’ue redimió a Abraham, 
Yave, dice a la casa de Jacob: Ya 
no será confundido Jacob, ya no 
palidecerá su rostro. 2J Porque sus 
¡lijos verán mi obra en medio de ellos, 
y santilicnrán mi nombre. Y prego¬ 
narán sanio al Santo de Jacob, y 
temerán al Dios de Israel. 24 Y los 
de alma descarriada aprenderán la 
sabiduría, y los que murmuraban 
aprenderán la doctrina. 

30 1 ;Av de los liijos rebeldes, dice 
^ ave, que proyectan sin tener¬ 
me en cuenta a n.l. que hacen pactos 
contra mí, añadiendo pecados a pe¬ 
cados! (i) 2 Toman el camino de Egipto 
sin haberme consultado (1), para 
pedir el auxilio del Faraón, para po¬ 
nerse a su sombra. 3 Pero el apoyo 
del Faraón será vuestra vergüenza, 
y el amparo de Fgiplo será vuestra 
eenfusión. 4 * pues cuando estén tus 
principes en Zoán, y lleguen tus em¬ 
bajadores a Mares, 6 todos quedarán 
burlados por el pueblo (pie de nada 
les servirá, ni podrá socorrerlos y 
ayudarlos, mas será su vergüenza y 
su ignominia. 

6 Aparejan las bestias de carga 
para ir al mediodía, a través de una 
región desierta y desolada, de donde 


(i) Desde este versículo hasta el fin del 

capüulo 32. tenemos una serie de discursos er 

que el profeta combate las vanas esperanzas de 

muchos israelitas en la ayuda de Egipto para lu¬ 

char centra los asirios. No faltan las promesa* 

de salud al lado de las amenazas; verbigra¬ 

cia: 29. 5-8; 17-24; 30. 18-29; 32 » 15-20. 


salen el león y In leona, la víbora y 
el dragón volador. Llevan a lomo 
de los asnos sus riquezas, y sobre la 
giba de los camellos sus tesoros, para 
un pueblo que de nada sirve. 7 Por¬ 
que el socorro de Egipto no es más 
que vanidad, nada; y por eso le llamo: 
La soberbia adormilada. 

8 Ye, pues, y escribe esta visión 
en una tableta, consígnala en un 
libro, para que sea en los tiempos 
venideros perpetuo y eterno testi¬ 
monio. 9 Porque este pueblo es un 
pueblo rebelde, son hijos fementidos, 
que no quieren escuchar la ley de 
Yave. 10 Que dicen a los videntes: 
No veis, y a los profclns: No nos 
habláis más que de castigos, decid¬ 
nos cosas halagüeñas, profetizadnos 
mentiras, 11 apartaos (leí camino, qui¬ 
taos del sendero, dejad de poner a 
nuestra vista al Santo de Israel. 

12 Por eso, lie aquí lo que el Santo 
de Israel dice: Ya que rechazáis la 
palabra, y confiáis en falsedades c 
iniquidades, y en ellas os apoyáis, 

13 sen ese vuestro pecado para vos¬ 
otros grieta en pared ruinosa, como 
joroba en alto muro, cuyo derrumba¬ 
miento llega de repente, en un ins¬ 
tante, y se rompe, como sin piedad 
se rompe una vasija de barro, 14 basta 
110 quedar siquiera un tejón para lle¬ 
var brasas al brasero, o para sacar 
agua de la cisterna. 

15 Porque ved lo que dice el Señor, 
Yave, el Santo de Israel: En la con¬ 
versión y la quietud está vuestra 
salvación, y la quietud y la confianza 
serán vuestra fuerza; 16 pero vos¬ 
otros 110 habéis querido obedecer, y 
habéis dicho: No, huiremos en caba¬ 
llos. Lien, bufd. Muiremos c .11 caba¬ 
llos veloces. 17 Muiréis mil amenaza¬ 
dos por cinco, basta quedar como un 
mástil sobre la cumbre de un monte, 
o como bandera sobre su cima. 
48 Por eso os está esperando Yave, 
para haceros gracia; por eso se le¬ 
vanta, para tener misericordia de 
vosotros, (pie es Yave Dios juslo, y 
cuantos se le acogen son bienaventu¬ 
rados. 

19 Sí, pueblo de Sión, habitantes 
de Jcrusalén, ya no llorarás más. 
El te liará gracia cuando le invoques; 
en oyendo tus clamores, te respon¬ 
derá, 20 cuando te baya dado a 
comer el Señor el pan de la angustia 
y a beber el agua tasada. Ya no se 
ocultarán tus maestros, sino que con 
tus ojos los verás, 21 y oirás con tus 





Gil 


ISAÍAS, 31. 32 


oídos la voz que te dirA: Esc es el 
camino, anda por el; si te apartas 
a la derecha o a la izquierda. 22 Ten¬ 
dréis entonces como inmundicia la 
plata que cubre vuestros ídolos, y 
el oro que decora vuestras imágenes. 
Y las tiraréis como cosa inmunda, 
diciendo: Lejos de aquí. 23 Entonces 
te dará él la lluvia para la simiente 
que siembres en la tierra, y el pan 
que la tierra producirá será suculen¬ 
to y nutritivo. 24 Entonces pacerán 
tus ganados en pastos pingües, y los 
bueyes y los asnos que labran la 
tierra comerán forraje salado, apa¬ 
leado y bieldado. 25 ' Entonces en 
todo monte alto y en todo collado 
sublime habrá arroyos y corrientes 
de agua, al tiempo de la gran matanza, 
de la caída de las torres. 26 Será en¬ 
tonces la luz de la luna como la luz 
del sol, y la luz del sol siete veces 
mayor, al tiempo en que curará Yave 
la herida de su pueblo y sanará las 
llagas de sus azotes. 

27 He aquí el nombre de Yave, que 
viene de lejos. Arde su cólera, es un 
incendio violento. Sus labios respiran 
furor, su lengua es como fuego devo¬ 
rados 28 Su aliento es como torrente 
desbordado que sube hasta el cuello, 
para acribar a las naciones en la 
criba de la destrucción, y poner un 
bozal de engaño a las mandíbulas 
de los pueblos. 23 Entonces vosotros 
cantaréis como en noche de fiesta, 
tendréis alegre el corazón como 
quien marcha al son de la Lauta, 
para ir al monte de Yave, a la roca 
de Israel. 30 Y hará oír Yave su voz 
majestuosa, y mostrará su brazo 
amenazador, en el ardor de su ira, 
en medio de fuego devorador, en tem¬ 
pestad, en aguacero y en granizo. 
31 A la voz de Yave temblará Asur,, 
y será herido con el palo. 32 Cada 
golpe del palo vengador que Yave 
descargue sobre él, se dará al son 
de tambores y arpas y entre danzas. 
33 Está desde hace mucho tiempo 
preparado un Tofet, destinado a Ale¬ 
tee. Preparado, hondo y ancho, en 
que no falta paja y leña, que el 
soplo de Yave va a encender como 
torrente de azufre. 

é > 4 1 lAv de los que bajan a Egipto 
ó I en busca de socorro, y confian 
en los caballos, y en la muchedum¬ 
bre de carros y de los caballeros, pero 
no miran al Santo de Israel y no 
buscan a Yavel 2 Poqrue él es diestro 


en traer los males, y no retira su 
palabra. Y se levantará contra la 
casa de los malvados, contra el so¬ 
corro a los que obran la iniquidad. 

3 El egipcio es un hombre, no es un 
dios, y sus caballos son carne, no son 
espíritu. Y en tendiendo Yave su 
mano, caerá el protector y caerá el 
protegido, ambos juntamente pere¬ 
cerán. 4 Porque ved lo que me lia 
dicho Yave: Como león que ruge, o 
como cachorro de león que se arroja 
sobre la presa, contra el cual se reñiré 
toda la turba de paslores, pero no se 
acobarda ante sus gritos ni se turba 
ante su número, asi Yave Scbaot 
se lanzará a la lucha en el monte de 
Sión, en su collado, 5 y huirán los 
enemigos como aves que levantan el 
vuelo. Así protegerá Yave Scbaot 
a Jcrusalcn, protegiendo, librando, 
preservando, salvando. 

6 Volveos, hijos de Israel, a aquél 
de quien tan profundo abismo os 
separa. 7 Entonces cada cual tirará 
sus ídolos de plata y sus ídolos de 
oro, que vosotros mismos os hicisteis, 
con vuestras manos pecadoras. 8 Asur 
caerá a la espada, que no es espada 
de hombre, herido por espada que 
no es de un mortal. Huirá ante la 
espada, y sus jóvenes guerreros serán 
cautivados; 9 y de miedo caerá su 
fortaleza, y sus jefes, espantados, 
abandonarán sus banderas. Así dice 
Yave, que tiene su fuego en Sión y 
su horno en Jerusalcn. 

oq 1 He aquí que reinará un rey 
OZ en justicia, y gobernarán go¬ 
bernadores en juicio. 2 Cada uno 
será como abrigo contra el huracán, 
como refugio contra la tempestad, 
como corriente de agua en tierra seca, 
como la sombra de una gran roca 
para tierra calurosa. 3 No se ofus¬ 
carán los ojos de los que ven, y esta¬ 
rán atentos los oídos de los que oyen. 

4 Los fatuos juzgarán acertadamente, 
y la lengua tartamuda hablará claro 
y expedito. 5 No se llamará ya noble 
ál loco, ni magnánimo al bellaco. 

6 El insensato dice insensateces, y 
su corazón maquina la maldad; co¬ 
meter iniquidades, escarnecer a Yave, 
dejar al hambriento con su hambre, 
y quitar al sediento la bebida. 7 Las 
armas del malvado son perniciosas, 
traza planes malignos, para perder 
'al desvalido con palabras mentiro¬ 
sas, aunque sea justa la caqsa del 
pobre; 8 mientras que el bueno tiene 






612 


ISAÍAS, 33, 34 


nobles designios, y en sus nobles de¬ 
signios persevera. 

9 Mujeres descuidadas, oíd mi voz; 
mujeres confiadas, escuchad mis pa¬ 
labras. 10 Dentro de un año y unos 
días habréis de temblar, ¡oh confia- 
dasl. porque no habrá vendimia ni 
cosecha. 11 Temblad, descuidadas; es¬ 
tremeceos, confiadas; despojaos, des¬ 
nudaos, ceñid de saco vuestros lomos. 
12 Se dan golpes de pecho, llorando 
por los hermosos campos y las férti¬ 
les viñas. 13 En la tierra de mi pueblo 
no hay más que cardos y espinas; 
y aun* en todas las casas de placer 
de la ciudad alegre. 14 Los pakuios 
están desiertos, desierta la ciudad 
ruidosa, torres y fortalezas devasta¬ 
das, para siempre convertidas en 
cuevas, lugar de descanso para los 
asnos salvajes, y de pasto para los 
ganados. 

15 Mientras no sea derramado sobre 
nosotros un espíritu de lo alto, y el 
desierto se torne en vergel, y el vergel 
venga a ser selva, 16 y el derecho mo¬ 
re en el desierto y la justicia en el 
vergel. 17 Y la paz será obra de la 
justicia; y el fruto de la justicia, el 
reposo y la seguridad para siempre. 
18 Mi pueblo habitará en morada de 
paz, en habitación de seguridad, en 
asilo de reposo; 19 y la selva caerá 
a los golpes del granizo, y la ciudad 
será del todo abatida. 20 Venturosos 
vosotros, los que sembráis a la orilla 
de las aguas, y no atáis al buey ni 
al asno. 


Liberación de Jerusalén. 

33 ? |Ay de ti, devastador, que no 
* * has sido devastado! ¡Ay de ti, sa¬ 
queador, que no has sido saquea¬ 
do! (1). Cuando acabes de devastar, 
serás tú devastado; cuando acabes 
de saquear, serás tú saqueado. 

2 Ten, ¡oh Yavel, piedad de nosotros, 
que en ti hemos confiado. Sé tú 
nuestro brazo cada día, nuestro so¬ 
corro al tiempo de la tribulación. 
3 A la voz de trueno, huyen los pue¬ 
blos; cuando te alzas tú, las nacio¬ 
nes se dispersan. 4 Se recoge el botín, 


(i) Este oráculo fué pronunciado hacia 701. 
en la época de la invasión de Senaquerib, cuya 
derrota predice con la salud de Jerusalén. Esta 
salud da pie al profeta para anunciar los tiem¬ 
pos mesiánicos. 


como cuando se recogen las langostas, 
y se precipitan sobre él. como sobre 
ios campos la langosta. 5 Yave es 
grande, se sienta en los ciclos y llena 
a Sión de rectitud y de justicia. 
6 La seguridad de aquellos días será 
tesoro de ventura; serán su riqueza: 
Sabiduría, entendimiento y temor de 
Yave. 

7 Ved: Los de Ariel lanzan gri¬ 
tos, y los mensajeros de paz llo¬ 
ran amargamente. 8 Las calles están 
desiertas, no hay quien pase por los 
caminos; él ha roto la alianza, ha 
aborrecido a las ciudades, no hace 
cuenta de nadie. 9 La tierra está 
en luto, entristecida; el Líbano con¬ 
fuso, desfallecido: Sarón es como un 
desierto, Basán y el Carmelo han 
perdido su follaje. 

10 Voy a levantarme, dice Yave, 
voy a alzarme, voy a subir. 11 Habéis 
concebido heno y pariréis paja, y 
vuestro soplo será fuego que os de¬ 
vorará. 12 Los pueblos serán reduci¬ 
dos a cenizas, como zarzas cortadas 
y consumidas por el fuego. 13 Vosotros, 
Íos que habitáis lejos, oíd lo que ya 
hago, y los que estáis cerca, conoced 
mi poder. 14 Los pecadores en Sión 
se espantarán, y temblarán los im¬ 
píos. ¿Quién de nosotros podrá morar 
en el fuego devorador? ¿Quién habi¬ 
tar en las eternas llamas? 

15 HI hombre justo en sus caminos 
y recto en sus palabras, que no quiere 
ganancias fruto de la violencia, y 
cuya mano rechaza el presente co¬ 
rruptor; el que cierra sus oídos a 
proposiciones sanguinarias, y se tapa 
los ojos para no ver el mal, 16 ése 
habitará en las alturas y tendrá su 
refugio en firmes rocas, tendrá pan 
y no le faltará el agua. 

17 Tus ojos verán al rey en su mag¬ 
nificencia, y verán la tierra que se 
extiende hasta muy lejos. 18 Tu cora¬ 
zón recordará los días de terror: 
¿Dónde está el exactor? ¿Dónde el 
pesador? ¿Qué fué de los que conta¬ 
ban las reses? 19 A esa gente espan¬ 
table, de lengua oscura, que tú no- 
entiendes, que tartamudea pala¬ 
bras imposibles de descifrar, no la 
verás ya más. 20 Mira a Sión, la ciu¬ 
dad de nuestras festividades; vean 
tus ojos a Jerusalén, morada de 
quietud, tienda bien fija, cuyos cla¬ 
vos no serán arrancados, ni rota 
cuerda alguna. 21 Aquí está Yave 
para nosotros en su gloria, es para 
nosotros río y anchos arroyos, por 










ISAÍAS, 35 


613 


donde no irán barcas de remos, ni 
Pasará ningún poderoso navio. 

22 Ya ve es nuestro juez, Ya ve es 
nuestro jefe, Yave es nuestro rey, 
él nos salva. 23 Tus cuerdas se aflo¬ 
jaron, ya no sostienen el mástil, ya 
no tienden las velas. 24 Entonces la 
presa que se repartirá será muy 
grande; hasta los cojos tomarán parte: 
en el saqueo. 25 Nadie dirá: Estoy 
enfermo, pues el pueblo obtendrá el 
perdón de sus iniquidades. 


Juicio contra las gentes. 

34 1 Acercaos, pueblos y oíd; es¬ 
cuchad. naciones; oiga la tierra 
y cuantos la llenan, el mundo y 
cuanto en el se produce. 2 Porque está 
irritado Yave contra todas las na¬ 
ciones, airado contra todo el ejercito 
de ellas. 3 Las destina al matadero, 
las entrega al exterminio y sus muer¬ 
tos quedarán tirados. Exhalarán los 
cadáveres un hedor fétido, y por los 
montes correrá en arroyos su sangre, 

4 La milicia de los ciclos se disuelve,; 
se enrollan los cielos como se enrolla 
un libro; y todo su ejército caerá como 
caen las hojas de la vid, como caen 
las hojas de la higuera. 5 Mi espada 
se embriagará en los cielos, y va a 
caer sobre Edom, sobre el pueblo 
que he destinado al exterminio, para 
castigarle. 6 La espada de Yave cho¬ 
rrea sangre, y está cubierta de grasa; 
de la sangre de los corderos y los 
machos cabríos, de la grasa de los 
riñones de los carneros; porque hace 
Yave un sacrificio en Bosra, y gran 
carnicería en la tierra de Edom. 

7 Caen con ellos los búfalos, y los 
bueyes con los toros. Su tierra está 
borracha de su sangre, y su suelo 
cubierto de grasa. 8 Es para Yave 
un día de venganza, un año de des¬ 
quite para la causa de Sión. 

9 Los torrentes de Edom se conver¬ 
tirán en pez, y su polvo en azufre, 
y será su tierra como pez que arde. 

10 No se apagará ni de día ni de 
noche, nunca se extinguirá, subirá 
su humo perpetuamente. Será aso¬ 
lada para generaciones y generacio¬ 
nes, y nadie pasará más por ella. 

11 Se adueñarán de ella el pelícano y 
el mochuelo, la habitarán la lechuza 
y el cuervo. Echará sobre ella las 
cuerdas de la confusión y el nivel 
del vacío, y habitarán en ella los sá ¬ 


tiros... sus cubiles. 12 Allí ya no habrá 
reino, y desaparecerán " todos sus 
grandes. 13 En sus palacios crecerán 
las zarzas, en sus fortalezas las orti¬ 
gas y los cardos, y serán morada de 
chacales y refugio de avestruces. 
14 Perros y gatos salvajes se reunirán 
allí, y se juntarán allí los sátiros. 
Allí tendrá su morada el fantasma 
nocturno, y hallará su lugar de re¬ 
poso. 15 Allí hará su nido la serpien¬ 
te, y pondrá sus huevos, los incubará 
y los sacará. Allí se reunirán los bui¬ 
tres, y se encontrarán los unos con 
los otros. 

16 Buscad en el libro de Yave, y 
veréis que no falta ni uno, porque lo 
ha mandado la boca de Yave, y su 
soplo los ha reunido. 17 El mismo ha 
echado suertes entre ellos, y con su 
mano echó las cuerdas de la distri¬ 
bución de la tierra; y la poseerán 
por siempre, y la habitarán de ge¬ 
neración en generación. 


Liberación y gloria de Israel. 

1 Alegraránse el desierto y la 
' tierra árida, se regocijará la sole¬ 
dad y florecerá como un narciso. 2 Flo¬ 
recerá y exultará con júbilo y cantos 
de triunfo; le será dada la gloria del 
Líbano, la hermosura del Carmelo y 
del Sarón. Se verá la gloria de Yave 
y la magnificencia de nuestro Dios. 

3 Fortaleced las manos débiles, y 
corroborad las rodillas vacilantes. 
4 Decid a los de apocado corazón: 
Valor, no temáis, he ahí a nuestro 
Dios. Viene la venganza, viene la 
retribución de Dios, viene él mismo, 
y él os salvará. 5 Entonces se abrirán 
los ojos de los ciegos, se abrirán los 
oídos de los bordos. 6 Entonces sal¬ 
tará el cojo como un ciervo, y la 
lengua de los mudos cantará gozosa. 
Brotarán aguas en el desierto, y co¬ 
rrerán arroyos por 1a soledad. 7 La 
tierra seca se convertirá en estanque, 
y el suelo árido en fuentes. Lo que 
fué morada y cubil de chacales, se 
cubrirá de cañas y de juncos, 8 y 
habrá allí camino ancho, que llama¬ 
rán la vía santa; nada impuro pasa¬ 
rá por él. El mismo guiará al cami¬ 
nante, y los simples no se descarria¬ 
rán. 9 No habrá allí leones, ni fiera 
alguna pondrá los pies allí. Por ella 
marcharán los libertados, y volve¬ 
rán los rescatados de Yave. 10 Ven¬ 
drán a Sión, cantando cantos triun- 









ISAÍAS, 36 


614 


fales; alegría eterna coronará sus 
fuentes. Los llenará el gozo y la ale¬ 
gría, y huirán la tristeza y los llantos. 


La invasión asiría. Primera ten- 
tafiva <lc Scnaqucrilj para rendir 
a Jera salen. 

1 El año catorce del reinado de 
dü Ezequías (1), Senaqucrib, rey 
de Asiria, se puso en marcha contra 
todas las ciudades fuertes de Judá, 
y se apoderó de ellas. (i) 2 Envió el rey 
de Asiria a Rabsaces, con imponen¬ 
tes fuerzas, de Laquis a Jcrusalén, 
al rey Ezequías. Tomó aquél posición 
cerca del acueducto de la piscina 
superior, en el camino del campo del 
batanero. 3 Entonces Elyaquim, hijo 
de Helcías, prefecto del palacio, fué 
con Sobna, el secretario y Joás, hijo 
de Asaf, el canciller, a Rabsaces, 
que les dijo; 4 * He aquí la palabra del 
rey grande, del rey de Asiria: ¿De 
dónde te viene esa tu confianza? 

6 ¿Crees que palabras vanas pueden 
servir de consejo y de fuerza para la 
guerra? ¿En que pones, pues, tu con¬ 
fianza para rebelarte contra mí? 6 ¿Es 
que cuentas con el Egipto, y lias 
tomado por apoyo a esa cana rota, 
(pie horada y hiere la mano que sobre 
ella se apoya? Porque eso es el Faraón, 
rey de Egipto, para todos cuando 
con él cuentan. 7 Y si me decís: 
Es en Yavc, nuestro Dios, en quien 
ponemos nuestra confianza: ¿No ha 
sido el mismo Ezequías quien ha 
hecho desaparecer los altos y los 
altares, diciendo a Judá y a Jeru- 
salén: No os postréis ante ese altar? 

8 Haz, pues, convenio con mi señor 
el rey de Asiria. Yo te daré mis 
caballos, si tú eres capaz de aprontar 
otros tantos jinetes que los monten. 

9 ¿Serías tú capaz de rechazar a uno 
solo de los menores servidores de 
mi Señor? Pero cuentas con que el 
Egipto te va a suministrar caballos y 
gentes. 10 Sin embargo, ha oído bien 
Yavc cómo he invadido yo esta 
tierra para devastarla. Yavc me 
ha dicho: Invade la tierra y de¬ 
vástala. 

11 Entonces Elyaquim, Sobna y 


(i) Los capítulos 36 a 39 son de las página 3 

más inteiesames de la historia de Jerusalén» 

torradas de II Reg. 18, 13-20, 21, en que se 

destaca la figura del profeta. En ella sobresale 

el discurso de Isaías contra el orgullo de los asi¬ 

rios. cuya derrota anuncia. 


Joás dijeron a Rabsaces: Habla a 
tus siervos en arameo, pues le enten¬ 
demos, no nos hables en judío, que 
lo oiga la gente que hay en las 
murallas. 12 Rabsaces respondió: ¿Aca¬ 
so a tu señor y a ti me ha mandado 
mi Señor dirigir estas palabras? ¿No 
son más bien para la gente sentada 
en las murallas, que con vosotros 
habrán de comerse sus excrementos y 
beberse sus orines? 13 Avanzó en¬ 
tonces Rabsaces, y gritó fuertemente 
en lengua judía: 

14 He aquí lo que dice el rey grande, 
el rey de Asiria: Que no os engañe 
Ezequías. 15 Mirad que él no podrá 
libraros. Que no os haga confiar en 
Yavc, diciendo: Yavc seguramente nos 
librará, no caerá esta ciudad en 
poder del rey de Asiria. 16 No escu¬ 
chéis a Ezequías; he aquí lo que dice 
el rey de Asiria: Haced paces con¬ 
migo, rendios, y cada cual comerá 
el fruto de su viña y de su higuera, 
y beberá el agua de su cisterna, 
17 hasta que venga yo a llevaros a 
una tierra como la vuestra, tierra de 
trigo y de vino, tierra de cereales y 
de viñas. 18 Que no os embauque 
Ezequías, diciendo: Yavc nos librará. 
¿Acaso los dioses de los pueblos libra¬ 
ron cada uno a su tierra de las 
manos del rey de Asiria? 19 ¿Dónde 
están los dioses de Hamad y de 
Arpad? ¿Dónde los dioses de Sc- 
farvaim? 

¿Dónde los dioses de la tierra de 
Samaría? ¿Libraron a Samaría de 
mis manos? 20 ¿Cuál de Iqs dioses de 
estas tierras pudo librar la suya de 
mis manos, para que vaya a poder 
librar de mis manos a Jcrusalén? 

21 Ellos se callaron, y no dijeron 
nada, porque el rey había dado esta 
orden: No les respondáis. 22 Elyaquim, 
hijo de 1 leídas, prefecto del palacio, 
Sobna. secretario, y Joás, hijo de 
Asaf, canciller, rasgaron sus vesti¬ 
duras, se tornaron a Ezequías, y 
le refirieron las palabras de Rab¬ 
saces. 


Ezequías consulta a Yave por 
Isaías. 

» En oyendo el rey Ezequías 
¿ aquello, rasgó sus vestiduras, se 
vistió de saco, y entró en el templo 
de Yave, * y envió a Elyaquim. pre¬ 
fecto del palacio, a Sobna, secretario, 
y a los más ancianos de los sacerdotes, 







ISAÍAS, 37 


6t5 


vestidos de saco, a Isafas, .hijo de 
Amos, profeta, que le dijeran: 8 He 
aquí lo que dice Ezequías: El día 
de hoy es día de angustia, de castigo 
y de oprobio. El hijo ha llegado a 
término, pero no hay fuerza para 
darlo a luz. 4 A ver si Yave, tu Dios, 
ha oído las palabras de Rabsaees, 
mandado por el rey de Asiria, su 
señor, para insultar al Dios vivo, y le 
castiga Yave, tu Dios, por las pala¬ 
bras que él ha oído. Dirígele una 
súplica por este resto que subsiste 
todavía. 

5 Los servidores del rey Ezequías 
fueron a Isaías, e Isaías les dijo: 
6 Decid a vuestro señor esto: He 
aquí la palabra de Yave: No te 
asuste el discurso que acabas de oír, 
en el que los servidores del rey de 
Asiria me han ultrajado. 7 Yo voy a 
poner en él un espíritu tal, que en 
recibiendo eierta noticia se volverá a 
su tierra, y allí le haré caer al filo 
de la espada. 

Seimqiierih intima de nuevo la 
rendición. 

8 Volvióse Rabsaees, y halló al 
rey de Asiria asediando a Libna, 
pues supo que había dejado Laquis. 
9 Supo entonces el rey de Asiria que 
Taraca, rey de Etiopía, se había 
puesto en marcha contra él, y mandó 
otra vez sus mensajeros a Ezequías 
con esta orden: 10 Decid a Ezequías, 
rey de Judá: Que no te engañe tu 
Dios, en quien has puesto la confianza, 
diciendo: Jerusalén no será entre¬ 
gada en mano del rey de Asiria. 
11 ¿No sabes cómo los reyes de Asiria 
han destruido a todos los pueblos? 
¿Y vas a salvarte tú? 12 ¿Salvaron 
sus dioses a los pueblos que destru¬ 
yeron mis padres, a Gosán y Harrán, 
á Resef y a los hijos de Edén, que 
están en Telasar? 13 ¿Dónde están 
el rey de Hamat, el rey de Arpad, 
y el rey de la ciudad de Sefarvaim, 
de Hena y de Iva? 

Plefjsiria de Ezequías y respuesta 
de Yave. 


14 Ezequías recibió la carta de la 
mano de los mensajeros; y luego de 
leerla, subió al templo de Yave; 
15 y desplegándola ante Yave, le 
dirigió esta plegaria: 1ÍJ ¡Oh Yave! 


Tú eres el solo Dios de todos los reinos 
de la tierra. Tú has hecho los cielos 
y la tierra. 17 Inclina tus oídos, ¡oh 
Yave!, y oye. Abre, ¡oh Yave!, tus 
ojos y mira. Oye todas estas palabras 
que me dirige Senaquerib, nara escar¬ 
necer al Dios vivo. 18 Es verdad, 
¡oh Yave!, que los reyes de Asiria 
han destruido a todos los pueblos y 
sus tierras, 19 que arrojaron al fuego 
a sus dioses, que no eran dioses, sino 
obra de la mano de los hombres, leño 
y piedra, y los destruyeron. 20 Líbra¬ 
nos, pues, Yave, Dios nuestro, de sus 
manos, V que aprendan todos los 
reinos de la tierra que tú eres Yave, 
el único. 

21 Entonces Isaías, hijo de Amós, 
mandó a decir a Ezequías: He aquí 
lo que dice Yave, Dios de Israel: 
Por la plegaria que tú me has dirigido 
por lo de Senaquerib, rey de Asiria, 
22 he aquí la sentencia que Yave pro¬ 
nuncia contra él: Te despreeia, se 
burla de ti, virgen, hija de Sión, 
yergue detrás de ti su cabeza, hija 
de Jerusalén. 23 ¿A quién has ultra¬ 
jado y escarnecido? ¿Contra quién 
has alzado tu voz, y has dirigido 
tus soberbias miradas? ¿Contra el 
Santo de Israel? 24 Por medio de tus 
esclavos has ultrajado al Señor, y 
has dicho: Con mis numerosos carros 
he subido, he subido a las crestas 
de las montañas, a las cumbres del 
Líbano, y he cortado los sublimes 
cedros y los más hermosos eipreses. 
He llegado a las más altas cimas, y 
los más espesos bosques. 25 He alum¬ 
brado y bebido aguas extranjeras. 
He secado eon mis pies los canales 
de Egipto. 

26 Pues oye: Ha mucho tiempo ya 
que yo preparaba esto; lo resolví muy 
de antiguo y ahora lo cumplo. Tú 
habrás de hacer montones de ruinas 
de ciudades fuertes, 27 cuyos habi¬ 
tantes estarán sin fuerza, espantados 
y confusos. Serán como la hierba de 
los campos, verdura tierna; serán 
como el musgo que nace en los teja¬ 
dos, abrasado por el viento solano. 
28 Yo sé cuándo te levantas y cuándo 
te sientas, y conozco todas tus an¬ 
danzas. 29 Tu furor contra mí, tu 
insolencia, han llegado a mis oídos. 
Yo te pondré mi aro en la nariz, y 
mi freno en tus labios, y haré que 
te vuelvas por el camino por donde 
viniste. 30 He aquí la señal para ti: 
Este año se comerá lo que produzcan 
los granos caídos,* y al siguiente lo 





616 


ISAÍAS, 38 


que de sí produzca la tierra sin sem¬ 
brarse, pero al tercer año sembraréis 
y cosecharéis, plantaréis viñas y 
comeréis su fruto. 31 El resto que 
queda de la casa de Judá echará 
raíces por debajo, y llevará frutos 
en lo alto. 32 Porque saldrá de Jeru- 
salcn un resto, y sobrevivientes del 
monte de Sión; el celo de Yavc Sc- 
baot hará esto. 

33 He aquí, pues, lo que dice Yave 
del rev de Asiria: No entrará él en 
esta ciudad, ni arrojará en ella una 
flecha: no marchará contra ella em¬ 
brazando el escudo ni la rodeará de 
trincheras. 34 Por el camino que trajo 
se tornará. No entrará en esta ciudad, 
dice Yavc. 33 Yo defenderé esta ciu¬ 
dad, yo la libraré por amor de mí y 
de mi siervo David. 


La liberación. 

39 Vino el ángel de Yavc, e hirió 
en el campo de los asirios a ciento 
ochenta y cinco mil hombres, y a la 
mañana, al despertar, no se veían 
más que cadáveres. 37 Entonces Se- 
naquerib, rey de Asiria, levantó el 
campo y se tornó, quedando en Ni- 
nive: 38 v mientras oraba en el templo 
de Ncsroc, sus hijos Adramclec y 
Sarcscc le mataron a espada, y huye¬ 
ron a la tierra de Ararat. Le "sucedió 
su hijo Asaradón. 


Enfermedad de Exequias. 

1 Por entonces enfermó Ezc- 
quías de enfermedad mortal; 
V el profeta Isaías, hijo de Amós, 
vino a verle, y le dijo: (i) 2 Dispon de tu 
casa, porque vas a morir, no curarás. 
Ezequías se volvió cara a la pared 
e hizo a Yavc esta plegaria: 3 ;Oh 
Yavc!, acuérdate de que he andado 
fielmente delante de ti de todo cora¬ 
zón, y que he hecho lo que te era 
grato. 4 * Y se puso a sollozar. La 
palabra de Yave fué dirigida a Isaías, 
diciéndole: 6 He oído a Ezequías: 
dile: Asi habla Yavc, el Dios de tu 
padre David: He oído tu oración y 
he visto tus lágrimas. Voy a añadir 
a tu vida quince años más. 6 De la 
mano del rev de Asiria yo te libraré 
a ti v a esta ciudad; yo protegeré a 
esta ciudad. 22 Y preguntó Ezequías: 
¿Qué señal tendré yo de que volveré 
a subir al templo de Yave? 7 He 


aquí la señal de Yave, de que hará 
Yave lo que ha dicho: 8 * * Haré retro¬ 
ceder la sombra en el reloj de Ajaz 
tantos grados cuantos en él ha avan¬ 
zado, diez grados. Y en el cuadrante 
retrocedió la sombra los diez grados 
que había avanzado. 

21 Isaías mandó traer una cataplas¬ 
ma de higos, e hizo que se la pusieran 
en la llaga, V Ezequías sanó. 


Cántico de acción de gracias de 
Exequias. 

9 Escrito de Ezequías, rev de Judá, 
de cuando enfermó y curó de su 
enfermedad (1): 

10 Yo dije: A la mitad de mis días 
voy a bajar a las puertas del sepulcro, 
privado del resto de mis años. 11 Dije: 
Ya no veré más a Yave en la tierra 
de los vivientes; ya no veré hombre 
vivo de entre los moradores del mun¬ 
do. 13 Mi morada es arrancada, lle¬ 
vada lejos de mí, como tienda de 
pastores. Como tejedor corta el hilo 
de mi vida, y le separa de su trama. 
13 Día y noche me consume, grito 
hasta la mañana, pues como león 
mue'c todos mis huesos. 14 Chillo 
como golondrina y gimo como paloma. 
Mis ojos se consumen mirando a lo 
alto. ;Oh Yavc, mira mi angustia y 
confórtame! 15 ¿Qué voy a decir yo? 
Me ha dicho él, y ha hecho; a pesar 
de mi mal, acabaré el curso de mis 
años. 16 Por eso, ;oh Señor!, voy a 
gozar todavía de la vida, por eso 
respiro aún, me has curado y me 
dejas vivir. 17 Mi mal se ha tornado 
en bien, y has preservado mi alma 
del hoyo de la corrupción, y has 
echado"tras de ti todos mis pecados. 

18 Porque no puede alabarte el se¬ 
pulcro, no puede celebrarte la muerte, 
ni pueden los que descienden a la 
fosa esperar en ti, en tu fidelidad. 

19 Los vivos, los vivos son los que 
pueden alabarte, como yo te alabo 
hoy, y de padres a hijos pregonar 


(i) Este cántico de Ezequías no se halla 

en II Rcg., de donde eslá lomada la secnón. 

Es notable porque nos da a conocer los instes 

salimientos de los israelitas anle la muerle, a 

causa de la oscuridad en que vivían sobre los 

futuros destinos del hombre. No sólo no cono Jan 

los resplandores de la futura resurrección de 

Jesucristo, sino que desconocían aún las pro¬ 

mesas del libro de la Sabiduría. Una viva fe 

en Dios que da a cada uno según sus obras, 

los consolaba; pero esta fe era oscura. 








ISAÍAS, 39, 40 


61 ? 


lu fidelidad. 2u Que nos salve Yave, 
y cantaremos al arpa todos los días 
de nuestra vida, ante el templo de 
Yave. 


Embajada de Merodaebaladán y 
predicción del cautiverio. 

1 Por entonces Merodacbala- 

dán, hijo de Baladán, rey de 
Babilonia, mandó a Ezequías un 
mensaje y un presente, pues había 
tenido noticia de su enfermedad y de 
su curación. 2 Ezequías se alegró de 
ello, y enseñó a los embajadores su 
tesoro, la plata, el oro, los perfumes y 
ungüentos preciosos, su arsenal, y 
todo cuanto había en sus almacenes. 
No hubo nada, ni en el palacio, ni 
en sus dependencias, que no les ense¬ 
ñase Ezequías. 3 El profeta Isaías 
fué a ver a Ezequías, y le preguntó: 
¿Qué han dicho esas gentes, y de 
dónde vienen? 4 Ezequías respondió: 
Han venido de lejos a verme, de Ba¬ 
bilonia. ¿Y qué es lo que de tu pala¬ 
cio han visto?, preguntó. Y Ezequías 
respondió: Han visto cuanto en mi 
palacio hay; no ha quedado nada de 
cuanto hay en mis almacenes que 
no les haya enseñado. 

5 Entonces dijo Isaías a Ezequías: 
Oye la palabra de Yave Sebaot: 
6 Tiempo vendrá en que todo cuanto 
hay en este palacio, y cuanto re¬ 
unieron tus padres hasta el día de 
hoy, será llevado a Babilonia; nada 
quedará, dice Yave. 7 Y tus hijos, 
tus propios hijos, los engendrados 
por ti serán llevados y tomados por 
eunucos para el palacio del rey de 
Babilonia. 8 Y Ezequías dijo a Isaías: 
Buena es la palabra de Yave que 
me anuncias. Así, pensaba él, habrá 
por lo menos paz y seguridad durante 
mi vida. 


Gloria de lave en la liberación de 
su pueblo. 

4Q 1 Consolad, consolad a mi pue¬ 
blo (1), dice vuestro Dios; 
animad a Jerusalén, y gritadle 2 que 
se acabó su servidumbre, y han sido 
expiados sus pecados, y que ha reci¬ 


bido de la mano ds Yave el doble 
por todos sus crírrenes. 

3 Una voz grita: Abrid camino a 
Yave en el desierto, allanad en la 
soledad el camino de vuestro Dios. 
4 Que se rellenen todos los valles, y 
. se rebajen todos los montes y colla¬ 
dos; que se allanen las cuestas y se 
nivelen los declives. 5 Porque se va 
a mostrar la gloria de Yave, y la 
verá toda carne a una. 

Ha hablado la boca de Yave. 6 Una 
voz dice: Grita. Y le responden: 
¿Qué he de gritar? Toda carne es 
como hierba, y toda su gloria como 
flor del campo. 7 Sécase la hierba, 
marchítase la flor, cuando sobre ellas 
pasa el soplo de Yave. 8 Sécase la 
hierba, marchítase la flor, pero la 
palabra de nuestro Dios permanece 
por siempre. 

9 Subid a un alto monte, y anun¬ 
ciad a Sión la buena nueva. Alzad 
con fuerza la voz, y llevad la buena 
nueva a Jerusalén. Alzadla, no temáis 
nada, decid a las ciudades de Judá: 
He aquí a nuestro Dios. 10 He aquí 
al Señor, Yave, que viene con for¬ 
taleza. Su brazo dominará. Ved que 
viene con él su salario, y va delante 
de él su fruto. 11 El apacentará a su 
rebaño como pastor, él le reunirá 
con su brazo. El llevará en su seno 
a los corderos, y cuidará a las ovejas 
paridas. 

12 ¿Quién midió las aguas con el 
hueco de su mano, y a palmos los 
cielos, y al tercio de cfa el polvo de 
la tierra, y pesó en la romana las 
montañas, o en la balanza los colla¬ 
dos? 13 ¿Quién ha sondeado el espí¬ 
ritu de Yave, y le aconsejó? 14 ¿Con 
quién deliberó él para recibir ins¬ 
trucciones, y que le enseñase el ca¬ 
mino de la justicia? ¿Quién le enseñó 
la sabiduría y le dió a conocer el 
camino del entendimiento? 15 Son 
las naciones como gota de agua en el 
caldero, como un grano de polvo en 
la balanza. Las islas pesan lo que el 
polvillo que se lleva el viento 16 El 
Líbano no basta para leña, ni sus 
animales para el holocausto. 17 Todos 
los pueblos son delante de él como 
nada, son ante él nada y vanidad. 


Vanidad de los ídolos. 


(i) Por el comienzo de esta parte segunda de 
ibro de Isaías, el Eclesiástico dice de este pro¬ 
feta que contempló el fin de los tiempos y con¬ 
soló a los que lloraban a Sión. (Eccl. 48.27.) 


18 ¿Qué, pues, compararéis con 
Dios, qué imagen haréis que se le 
asemeje? 19 El ídolo es fundido o 








ISAÍA S. 41 


esculpido, el orfebre le reviste de 
oro y le adorna con cadenillas de 
plata (1). 

20 Para hacer a la imagen una pea* 
na, toman madera incorruptible, y 
buscan un buen obrero que fije el 
ídolo, para que no se caiga. 

21 ¿No lo sabéis? ¿No os lo habéis 
aprendido? ¿No os lo han dicho 
desde el principio, desde que se 
fundó la tierra? 23 Está él sentado 
sobre el orbe de la tierra, cuyos habi¬ 
tantes son ante él como langostas. 
El tiende los cielos como ligera tela, 
los despliega como una tienda de 
morada. 23 El torna en nada a los pode¬ 
rosos, y en vanidad a los jueces de 
la tierra. 24 Apenas plantados, apenas 
sembrados, apenas ha echado su 
tronco raíces en la tierra, sopla sobre 
ellos, y se secan, y como pajuela los 
arrastra el huracán. 

25 ¿A quién, pues, que me iguale 
me asemejaréis?, dice el Santo. 26 Al¬ 
zad a los cielos vuestros ojos, y mirad. 
¿Quién los creó? El que hace marchar 
su bien contado ejército, y a cada 
uno llama por su nombre, y ninguno 
falta, tal es su inmenso poder y su 
gran fuerza. 27 ¿Cómo dices tú, Jacob, 
cómo murmuras tú, Israel: Yave no 
ve lo que sucede, Yave no se da 
cuenta de la justicia de mi causa? 
28 ¿No sabes tú, no has aprendido, 
que Yave es Dios eterno, que creó 
los confines de la tierra, que ni se 
fatiga ni se cansa, y que su sabiduría 
no hay quien la alcance? 20 El da 
el vigor al hombre fatigado, y multi¬ 
plica las fuerzas del débil; 30 se cansan 
los jóvenes, se fatigan, y los guerreros 
llegan a flaquear; 31 pero los que ocn- 
fian en Yave renuevan sus fuerzas, 
y echan alas como de águila, y vuelan 
velozmente sin cansarse, y corren sin 
fatigarse. 


Yuve ttust'ifn un lilierfmlor, 

. f 1 Oídme, islas en silencio, reno- 
4 1 vad, ¡oh pueblosl, vuestras fuer¬ 
zas; acercaos y hablad, entremos en 
juicio juntamente. 2 ¿Quién le ha 
suscitado del lado de levante, y en 
su justicia le llamó para seguirle? 
¿Quién puso en sus manos los pueblos 
y le entregó los reyes? Su espada los 


ti) Los vs. 6-7 del capítulo 41, que están 
allí fuera de contexto, encajan aquí perfectamen- 
,e. y deberían traspasarse a este lugar. 


reduce a polvo, y su arco los dispersa 
como brizna de paja. 3 Los persigue, 
y va tranquilamente por caminos 
que no había pisado nunca. 4 * ¿Quién 
hace esto, quién lo cumple? El que 
desde el principio llamó a las gene¬ 
raciones. Yo, Yave, que era al prin¬ 
cipio, y soy el mismo siempre, y será 
en los últimos tiempos. 6 Las islas 
le ven, y tiemblan, y se espantan los 
confines de la tierra. Se reúnen y 
juntos vienen al juicio (1). 

6 Uno a otro se ayudan, uno a 
otro se dicen: \ Animo! 7 El escultor 
anima al orfebre, y el que. bate el 
oro al forjador, diciendo: Bien está 
esa soldadura. Y la afirma con clavos 
para que no se caiga. 

Promesa de liberación. 

8 Pero tú, Israel, eres mi siervo; 
yo te elegí, Jacob, progenie de 
Abraham, mi siervo. B Yo te traeré 
de los confines de la tierra, y te 
llamaré de las regiones lejanas, di- 
ciéndote: Tú eres mi siervo, yo te 
elegí y 110 te rechazaré. 10 No temas 
nada," que yo estoy contigo; no des¬ 
mayes, que yo soy tu Dios. Yo te 
fortaleceré, yo vendré en tu ayuda, 
y con la mano de mi justicia té sos¬ 
tendré. 11 Confundidos serán y cubier¬ 
tos de ignominia todos los que te per¬ 
siguen. Serán reducidos a la nada, 
aniquilados, los que contienden con¬ 
tigo. 12 Buscarás, y no hallarás a los 
que te aborrecen, serán reducidos a 
la nada los que te combaten. 13 Por¬ 
que yo, Yave, tu Dios, fortaleceré 
tu diestra; y yo te digo: Nada temas, 
yo voy en tu ayuda. 14 Nada temas 
gusanillo de Jacob, coquito de Israel; 
15 Yo te haré como agudo rastrillo, 
nuevo y armado de dientes. Irás, 
trillarás y pulverizarás los montes, 
y desliarás en menuda paja los colla¬ 
dos. 10 Los bieldarás, y el viento los 
aventará, y el huracán los disper¬ 
sará. Y te regocijarás en Yave, y te 
glorificarás en el Santo de Israel. 

17 Los pobres, los menesterosos, 
buscan el agua y no la hallan; su 
lengua está seca por la sed; pero yo, 
Yave, los oiré; el Dios de Israel, yo, 
110 los abandonaré. 18 Yo, Yave, 


(1) Los vs. ai-29, parece que deben pre¬ 

ceder a 8-20, por ser la continuación del após- 

trofe a las naciones cuyos dioses no lian podido 

¡prever la venida del libertador suscitado por 

Dios. 








ISAÍAS, 42 


tí 19 


haré brotar manantiales en las altu¬ 
ras peladas, y fuentes en los valles. 
Tornaré el desierto en estanque, y la 
tierra seca en corrientes de aguas. 

19 Yo plantaré en el desierto cedros y 
acacias, mirtos y olivos en la soledad, 
cipreses, olmos y alerces juntamente. 

20 Para que todos vean y comprendan, 
y todos consideren y entiendan que 
es la mano de Yave la que hace eso, 
y el Santo de Israel el que lo crea. 

21 Venid y alegad vuestro derecho, 
presentad las pruebas, dice el Dios 
de Jacob: 22 Que se acerquen y nos 
anuncien lo que está por venir. ¿Qué 
predicciones hicisteis en lo pasado? 
Decidlo, para que las tengamos en 
cuenta y reconozcamos que se cum¬ 
plieron.' 23 Y si no, anunciad lo por¬ 
venir, decid lo que más tarde ha de 
suceder, para que sepamos así que 
sois dioses. Veamos: bien o mal, 
haced algo para que podamos me¬ 
dirnos. 24 ¡Bahl No sois nada, y 
vuestra obra es nada, abominable 
quien os elige. 

25 Yo lo he suscitado del septentrión, 
y ya llega, llamado por su nombre 
del lado de levante. Pisa a los prín¬ 
cipes como se pisa el polvo, y como 
el alfarero pisa el barro con sus pies. 
26 ¿Quién antes le anunció y nos le 
dió a conocer de antemano, para que 
digamos: Justamente? Nadie le anum 
ció. nadie habló de él, nadie os oyó 
una palabra. 27 Yo el primero le anun¬ 
cié a Sión, y di a Jerusalén la buena 
nueva. 28 Miro, y no se halla entre 
ellos un profeta; les pregunto: ¿De 
dónde viene?, y no saben responder. 
29 ¡Bah! Todos son nada, y su obra es 
nada, y sus ídolos viento y vanidad. 

42 (1) 1 He aquí a mi siervo, a 

quien sostengo yo, mi elegido, 
en quien se complace mi alma. He 
puesto mi espíritu sobre él, y él 
dará la ley a las naciones; (i) 2 no gri¬ 
tará, no hablará recio, no alzará su 
voz en las plazas; 3 no romperá la 
caña cascada, ni apagará la mecha 
humeante. 4 * Expondrá fielmente la 
ley, sin cansarse ni desmayar, hasta 
que establezca la ley en la tierra; 


(i) Los versos 1-9 del capítulo 42 son el 

comienzo del poema del siervo de Yave, y de¬ 

berían unirse a los otros fragmentos del mismo 

que en el estado actual del texto aparecen des¬ 

perdigados en varios lugares. Quizá es ésta la 

mejor prueba de que el descuido de los copistas 

alteró el orden primitivo, pues la unidad del 

poema es evidente. 


las islas están esperando su doctrina. 

5 Así dice Dios, Yave, que creó 
los cielos y los tendió, y formó la 
tierra y sus frutos, que da a los que 
la habitan el aliento, el soplo de 
vida a los que por ella andan. 6 Yo, 
Yave, te he llamado en la justicia, 
y te he tomado de la mano. Yo te 
he formado, y te he puesto por alianza 
para mi pueblo, y para luz de las 
gentes, 7 para abrir los ojos de los 
ciegos, para sacar de la cárcel a los 
presos, del fondo del calabozo a los 
que moran en tinieblas. 8 Soy yo, 
Yave es mi nombre, que no doy mi 
gloria a ningún otro, ni a los ídolos 
el honor que me es debido. 9 Han lle¬ 
gado las cosas predichas, y anuncio 
otras nuevas, antes de que sucedan 
las doy a conocer. 


Canto triunfal en honor de Yave. 

10 Cantad a Yave un cántico 
nuevo. Lleguen sus loores a los ex¬ 
tremos de la tierra. Estremézcase el 
mar y cuanto en él se contiene, las 
islas con sus habitantes. 11 Alce su 
voz el desierto, y las ciudades y las 
aldeas que habita Cedar. Lancen gritos 
de júbilo los habitantes de Sela, y 
entonen sus cánticos en lo alto de 
los montes. 12 Que den gloria a Yave, 
que canten sus alabanzas en las islas. 
13 Avanza Yave como un gigante, 
como guerrero se excita en su ardor. 
Lanza su grito, un potente grito de 
guerra, y muestra su fuerza contra 
sus enemigos. 

Israel será vengado y liberado. 

14 Mucho tiempo callé, estuve en 
silencio, me contuve; como mujer 
en parto, gemía, suspiraba y jadeaba. 
15 Pero ahora devastaré los montes 
y los collados, y secaré todo verdor. 
Haré islas las corrientes de aguas, y 
secaré los lagos. 16 Llevaré a los ciegos 
por un camino ignorado, los condu¬ 
ciré por senderos desconocidos. Ante 
ellos tornaré en luz las tinieblas, y 
en llano los escarpados. Todo esto lo 
haré ya, lo cumpliré, sin que nada 
falte. 17 Retrocederán cubiertos de 
ignominia los que confían en los 
ídolos, los que dicen a sus imágenes 
fundidas: Vosotros sois nuestrog dioses. 

18 Oíd, sordos; mirad, ciegos, y ved. 
19 ¿Quién es el ciego, sino mi siervo? 









620 


ISAÍAS, 43 


¿Quién el sordo, sino el mensajero 
que yo envié? ¿Quién el ciego, sino 
mi amigo, el sordo, sino él, el siervo 
de Yave? 20 Muchas cosas has visto, 
sin poner en ellas atención; abiertos 
tenías los oídos, pero no oíste. 21 Ha¬ 
bíase complacido Yave en su jus¬ 
ticia, en hacer grande y magnífica 
la Ley; 22 y he ahí a este pueblo 
saqueado y hollado, en cavernas, 
en cárceles; dados al pillaje, sin que 
nadie los libre; despojados, sin que 
nadie diga: Restituid. 23 ¿Quién de 
vosotros dará oído a estas cosas? 
¿Quién atento las escuchará para lo 
por venir? 24 ¿Quién entregó .Jacob 
a los saqueadores, Israel a los despoja¬ 
dores? ¿No fué Yave, contra quien he¬ 
mos pecado, cuyos caminos no quisi¬ 
mos seguir, cuya Ley no obedecimos? 
25 ¿Quién derramó sobre él el fuego 
de su ira, con los furores de la guerra? 
Rodeados de llamas, no comprendie¬ 
ron, quemados, no hicieron caso. 

43 1 Ahora, pues, así dice Yave, 
" que te creó, Jacob, que te 
formó, Israel. Nada temas, yo te he 
rescatado, yo te llamé por tu nom¬ 
bre, y tú me perteneces. 2 Si atra¬ 
viesas entre aguas, yo seré contigo, 
y no te sumergirán las olas. Si pasas 
por el fuego, no te quemarás, las 
llamas no te consumirán. 3 Porque 
yo soy Yave, tu Dios, el Santo de 
Israel, tu salvador. Yo doy al Egipto 
por rescate tuyo, doy por ti a Etiopía 
y Scba. 4 Porque eres a mis ojos 
de muy gran estima, de gran precio, 
y te amo, y entrego por ti reinos y 
pueblos a cambio de tu vida. 5 Nada 
temas, que yo estoy contigo; yo traeré 
tu descendencia del oriente, y los 
reuniré del occidente. 6 Diré al sep¬ 
tentrión: Devuélvelos, y al mediodía: 
No los retengas. Retraed a mis hijos 
de las regiones lejanas, y a mis hijas 
de los confines de la tierra, 7 a todos 
cuantos llevan mi nombre, que yo 
los creé y forme para mi gloria. 
8 Dejad que vuelva el pueblo ciego, 
que ya tiene ojos; el pueblo sordo, 
que ya tiene oídos. 

9 Los pueblos se reúnen todos, y 
se congregan las naciones. ¿Quién de 
entre ellos anuncia tales cosas, quién 
aduce antiguas predicciones? Que pre¬ 
senten sus pruebas, para justificarse, 
y oyéndolas, se diga: Verdad. 10 Vos¬ 
otros sois mis pruebas, dice Yave, 
mi siervo a quien yo elegí, para que 
aprendáis y me creáis y comprendáis 


que soy yo solo. Antes de mí no 
había dios alguno, y ninguno habrá 
después de mí. 11 Soy yo, yo que soy 
Yave, y fuera de mí no hay salva¬ 
ción. 12 Soy yo el que anuncio, el 
que salvo, el que hablo, y no hay 
otro entre vosotros, dice Yave. Vos¬ 
otros sois mis testigos. 13 Yo soy Dios 
desde la eternidad, y lo soy por siem¬ 
pre jamás. Nadie puede librar a na¬ 
die de mis manos; lo que hago yo, 
¿quién lo estorbará? 

Salida de Hahilonia. 

14 Así habla Yave, vuestro reden¬ 
tor, el Santo de Israel: Por vosotros 
mandé yo contra Babilonia, y rompí 
los cerrojos de vuestra cárcel, v los 
caldeos fueron atados con cuerdas. 
¿Qué fué de sus gritos de alegría? 
15 Yo soy Yave, vuestro Santo, el 
creador de Israel, vuestro rey. 16 Así 
habla Yave, el que abre caminos en 
el mar, v senderos en la muchedum¬ 
bre de las aguas. 17 El que hace avan¬ 
zar a carros y caballos, y a los ejér¬ 
citos de fuertes guerreros, o los echa 
por tierra juntamente, sin que vuel¬ 
van a levantarse, extinguidos como 
mecha que se apaga. 

18 No os acordéis más de lo de 
otras veces, no hagáis atención a lo 
pasado; 19 que voy a hacer una obra 
nueva, que ya está comenzando: ¿no 
la veis? Voy a abrir un camino en 
el desierto, y a llevar ríos a la sole¬ 
dad; 20 V me alabarán las bestias del 
campo, los chacales y los avestruces. 
Voy a poner agua en el desierto, y 
torrentes en las tierras áridas, 21 para 
abrevar a mi pueblo, a mi elegido, 
al pueblo que hice para mí, que 
cantará mis loores. 

La liberación es pura misericordia 
de Yave. 

22 Pero tú, ¡oh Jacob!, no me invo¬ 
caste; no te fatigaste en buscarme, 
Israel; 23 no me ofreciste ovejas en 
holocausto, no me honraste con tus 
sacrificios; yo no te abrumé con ofren¬ 
das ni te importuné por el incienso. 
24 No compraste aromas de precio 
para mí, ni me saciaste con la gro¬ 
sura de tus sacrificios, sino que me 
atormentaste con tus pecados, y me 
apenaste con tus iniquidades. Soy 
yo, quien por amor de mí borro tus 




ISAÍAS, 44 


621 


pecados, y no me acuerdo más de 
tus rebeldías. 26 Hazme recordar, 
entremos en juicio, habla tú para 
justificarte. 27 Pecó tu primer padre, 
y tus guías se rebelaron contra mí, 
y tus príncipes profanaron mi san¬ 
tuario. 28 Por eso di Jacob al ana¬ 
tema, y a Israel al oprobio. 

Efusión del espíritu de Vare y 
conversión de las gentes, 

44 1 °y e ’ P ues > I 0 * 1 Jacob!, mi 
siervo, Israel, a quien elegí yo. 
Así habla Yave, que te ha hecho, 
formándote en el seno materno, y 
te ha socorrido. 2 Nada temas, siervo 
mío, Jacob, el Jesurún, a quien yo 
elegí, porque yo derramaré aguas en 
el desierto, arroyos en lo seco, 3 y 
derramaré mi espíritu sobre ti, y mi 
bendición sobre tus descendientes, 

4 que crecerán como la hierba, como 
prados junto a los ríos. 5 Este dirá: 
Yo soy de Yave; aquel tomará el 
nombre de Jacob; y el otro escribirá 
en su mano: De Yave, y querrá ser 
conocido con el nombre de Israel. 


Vanidad de los Idolos. 

6 Así habla Yave, el rey de Israel, 
su redentor, Yave Sebaot: Yo soy 

el primero y el último, y no hay 
otro Dios fuera de mí. 6 7 ¿Quién como 
yo? Que venga, y hable, que anuncie 
y se compare conmigo. ¿Quién desde 
el principio anunció lo por venir? 

Que nos prediga lo que ha de su¬ 
ceder. 8 9 No os atemoricéis, no temáis 
nada. ¿No lo anuncié yo antes ya y 
lo predije? Vosotros sois testigos. No 
hay Dios alguno fuera de mí, ni otra 
roca que yo; no la conozco. 

9 Todos los hacedores de ídolos son 

nada, y sus vanas hechuras no sirven 

de nada. Y son testigos ellos mismos, 

no ven nada, no saben nada, para 

vergüenza suya. 10 Si un dios se hace, 

si se funde, bien claro es que de nada 
sirve. 11 Mirad, todos sus devotos 

serán confundidos: los que los hacen 

son hombres. Que se junten, que ven¬ 

gan todos; todos temblarán, cubier¬ 

tos de vergüenza. 12 Uno forja en 

la fragua su obra y aguza el cincel, 

y hace la imagen a golpe de martillo, 

poniendo toda su fuerza. Tiene ham¬ 

bre, y está agotado; no bebe, está 

desfallecido. 13 * Otro que trabaja en 


madera, toma sus medidas eon la 
cuerda, y hace sus señales con al¬ 
magre. Maneja el cepillo y marca 
con el compás. Hace así una seme¬ 
janza de hombre, de un hombre 
bello, para que habite en una casa. 

14 d) Pláutanse cedros que hace 
crecer la lluvia; o) se deja que se 
hagan grandes en el bosque; b) se 
escogen luego el roble y la encina, 
a) y se cortan los cedros. 15 Sirven 
luego de lena para el fuego, para 
calentarse, también para cocer el pan. 

Y además se hacen con ellos dioses, 
ante los cuales se prosternan, ídolos 
que adoran. 16 Ha quemado el fuego 
la mitad de la leña, para asar la 
carne y saciarse comiendo el asado. 
Caliéntase luego, diciendo: Me ca¬ 
liento, siento la lumbre, 17 y con el 
resto se hace un dios, un ídolo que 
adora, postrándose ante él, y a quien 
suplica, diciendo: Tú eres mi dios, 
sálvame. 18 Pero ellos no saben, no 
distinguen; porque están cerrados 
sus ojos y no ven, está cerrado su 
corazón y no entienden. 19 No refle¬ 
xionan, son demasiado simples e ig¬ 
norantes, para decir: He quemado la 
mitad de la madera, sobre sus brasas 
he cocido el pan, he asado la carne 
y me la lie comido; lo que con el 
resto haga será un ídolo execrable, 
y me prosternare ante un tronco de 
madera. 20 * Se alimenta de ceniza, y 
su corazón engañado le extravía. 

Y no salva su alma diciéndose: ¿No es 
pura mentira lo que tengo en la mano? 


Sólo Yave es grande. 

21 Ten en la memoria estas cosas, 
Jacob; mira Israel, que tú eres mi 
siervo, yo te he formado. Tú estás 
para servirme, Israel, y yo no te 
abandonaré. 22 Yo he disipado como 
nube tus pecados, como niebla tus 
iniquidades. Vuelve a mí, que yo te 
he rescatado. 23 Cantad, cielos, la 
obra de Yave; resonad, profundida¬ 
des de la tierra; saltad de júbilo» 
montañas; cantad todos, árboles de 
la selva; que Yave ha rescatado a 
Jacob y ha mostrado su gloria a Israel. 

24 Así dice Yave, tu redentor, el 
que en el seno te formó. Yo soy 
Yave, el que lo ha hecho todo: yo, 
yo solo desplegué los cielos y af.rmé 
la tierra. ¿Quién me ayudó? 23 Yo 
deshago las señales mentirosas de 
, los adivinos, y a éstos los enloquezco. 




G22 


ISAIAS, 46 


Yo obligo a los sabios a retroceder, 
y torno en locura sú sabiduría; 26 pero 
mantengo las palabras dadas a mis 
siervos, y cumplo los designios reve¬ 
lados a mis mensajeros. Yo digo a 
Jcrusaíén: Serás habitada; y a las 
ciudades de Judá: Seréis reedificadas, 
yo levantare sus ruinas. 27 Yo digo 
al abismo: Sécate, y deseco sus aguas. 
28 Yo digo a Giro: Tú eres mi pastor, 
y él hará lo que yo quiera. Yo digo 
a Jcrusalén que será reedificada, y 
que su templo será reconstruido. 

Ciro, el libertador de Israel. 

4O 1 * Así dice Yave a su ungido, 
Ciro (1), a quien tomó de la 
mano, para derribar ante él las na¬ 
ciones, para desceñir la cintura de 
los reyes, para abrir ante él las puer¬ 
tas, y dejarle libres las entradas. 
2 Yo iré delante de ti, y te allanaré 
los caminos montuosos/Yo romperé 
las puertas de bronce, y arrancaré 
los cerrojos de hierro; 3 yo te entre¬ 
garé los tesoros escondidos, y las ri¬ 
quezas enterradas, para que sepas 
que yo soy Yave, el Dios de Israel, 
que te llamó por tu nombre. 4 Por 
amor de ini siervo Jacob, por amor 
de Israel, mi elegido, te he llamado 
por tu nombre, y te lie ceñido, aun¬ 
que tú no me conoces, 5 * soy yo, 
Yave, no es ningún otro. Fuera de 
mí no hay Dios. 0 Yo te ciño, aunque 
tú no me conoces, para (pie sepa el 
levante y el poniente que no hay 
ninguno fuera de mí. 7 Yo soy Yave, 
no hay ningún otro. Yo he hecho la 
luz y las tinieblas, yo doy la paz, 
yo traigo el mal, soy yo. Yave, quien 
hace todo esto. 8 * Destilad, ciclos, arri¬ 
ba el rocío; lloved, nubes, la justicia; 
ábrase la tierra, y produzca el fruto 
de la salvación, y* germine la justicia. 
Soy yo, Yave, quien crea esto. 

Inutilidad de toda oposición. 

9 jAy del que contiende con su Ha¬ 
cedor! Es el tiesto de los tiestos de 


(i) Desde el capitulo 41 el profeta habla de 

Ciro, aunque sin mencionarle por su nombre. 

Esta unción es su destino para ejecutar los pla¬ 

nes divinos sobre los pueblos y sobre Israel. 

Ciro es el ministro de la justicia divina contra 

Babilonia y de la misericordia a favor de Israel. 

Una y otra cosa son una prueba de que Yave es 

verdadero Dios, y los dioses que no pueden 

hacer tales cosas, no son nada. 


la tierra. ¿Dice acaso el barro al 
alfarero: ¿Qué es lo que haces? ¿Dí- 
celc la obra: ¿Eres un torpe? 10 ¡Ay 
del que al padre dice: Por qué en¬ 
gendraste, o dice a la mujer: Por 
qué pariste! 11 Así dice Yave, el Santo 
de Israel, que te formó. ¿Os atre¬ 
veríais vosotros a pedirme cuenta de 
mis propósitos, a darme lecciones 
acerca la obra de mis manos? 12 Yo 
hice la tierra y creé sobre ella al 
hombre; mis manos desplegaron los 
ciclos, y yo mando a todo su ejér¬ 
cito. 13 Y yo le suscité para justicia, 
y allano todos sus caminos. El reedi¬ 
ficará mi ciudad, y libertará a mis 
desterrados, no por dinero ni por 
dones, dice Yave Sebaot. 


La conversión de las flentes. 

14 Así habla Yave: Los trabajado¬ 
res de Egipto, los mercaderes de Etio¬ 
pía, los sabeos de elevada estatura, 
pasarán a ti, y serán tuyos, y te se¬ 
guirán y te servirán esposados, en¬ 
corvados, suplicantes: Sólo tú tienes 
un Dios, no hay ningún otro, no hay 
ningún otro Dios. 15 En verdad que 
tienes contigo un Dios escondido, el 
Dios de Israel, salvador. 16 Todos los 
hacedores de ídolos están cubiertos 
de confusión y de ignominia, vense 
todos juntos llenos de vergüenza. 
17 Israel es salvado de Yave con 
salvación eterna, ni vergüenza ni con¬ 
fusión por los siglos .para él. 

19 Sí, así habla Yave, el que creó 
los ciclos, el Dios que formó la tierra, 
la hizo y la afirmó. No la creó en 
vano,, la formó para que fuese habi¬ 
tada. Soy yo, Yave, y ningún otro. 
10 No lie hablado yo en secreto, en 
un oscuro rincón de la tierra. No he 
dicho yo a la progenie de Jacob: 
Buscadme en vano. Soy yo, Yave, 
cuya palabra es verdadera y cuya 
predicción es segura. 

20 Reunios, venid, acercaos junta¬ 
mente, los sobrevivientes de las na¬ 
ciones. No tienen entendimiento los 
que llevan un ídolo de madera y 
ruegan a un dios incapaz de salvar. 
21 Hablad, exponed, consultaos unos 
a otros: ¿Quién predijo estas cosas 
desde mucho ha, mucho tiempo antes 
las anunció? ¿No soy yo, Yave, el 
único, y nadie más que yo? 22 No hay 
Dios justo y salvador fuera de mí; 
volveos a mí y seréis salvas, naciones 
todas de la tierra. 23 Porque yo soy 





ISAÍAS, 4t>, 47 


(>•¿3 


Dios, y no hay otro; por mí lo juro, 
sale la verdad de mi boca y es irre¬ 
vocable mi palabra. Doblaráse ante 
mí toda rodilla, y por mí jurará toda 
lengua. 24 De mí dirán: Cierlamente 
sólo en Yave hay justicia y fuerza. 
A él vendrán cubiertos de ignominia 
todos cuantos se agitan contra él. 
25 En Yave será justificada y glori¬ 
ficada toda la progenie de Israel. 

Caída de Iok ¡dalos. 

(1) 1 Postrado Bel, caído Nebo, 

sus simulacros son puestos sobre 
bestias de carga, cargados y llevados 
con trabajo. 2 Todos son humillados, 
todos abatidos juntamente, no pu¬ 
dieron preservar esta carga, antes 
ellos mismos fueron llevados cautivos. 

3 Oídme, casa de Jacob, y vos¬ 
otros todos, restos de la casa de 
Israel, llevados desde el seno, y carga 
mía desde el nacimiento. 4 Yo"mismo 
hasta la vejez, hasta las canas os 
soportaré; como ya hice, yo me en¬ 
cargo de sosteneros y preservaros. 
5 ¿A quién queréis compararme? ¿Con 
quién medirme? ¿A quién me haréis 
semejante, igual? 6 Aquéllos sacan el 
oro de la bolsa, pesan la plata en la 
balanza, pagan al orfebre, y mandan 
que les haga un dios; luego se postran 
y le adoran, 7 le cargan sobre sus 
hombros, le llevan, le sostienen, le 
ponen en su lugar, y allí se esta; no 
se mueve de su sitio; claman a él, 
pero no responde ni libra de la tri¬ 
bulación. 

8 Acordaos de esto y tenedlo en cuen¬ 
ta; 9 acordaos de los tiempos pasados, 
desde el principio. Si, yo soy Dios, 
yo, y no hay ningún otro; yo soy 
Dios, y no tengo igual. 10 Yo anuncio 
desde el principio lo por venir, y de 
antemano lo que no se ha hecho. 
Yo digo: Mis designios se realizan, y 
cumplo toda mi voluntad. 11 Yo lla¬ 
mo del levante al ave de presa, de 
lejana tierra al hombre de mi con¬ 
sejo. Como lo he dicho, así lo haré; 
lo lie dispuesto, y lo cumpliré. 

12 Oídme, hombres de duro cora¬ 
zón, que estáis lejos de la justicia. 
13 Yo haré que se os acerque mi justi¬ 
cia, ya no está lejos, y no tardará mi 
salvación. Yo pondré en Sión la salud 
y mi gloria en Israel. 


(i) El contexto de este capitulo seria mucho 

más perfecto haciendo inversiones qje dejaran 

el texto en este orden: 3-7; 1-2; 8-13. 


Cuido de llabilmiia. 

\n 1 Desciende y siéntate en el 
* ‘ polvo, virgen hija de Babilonia. 
No más trono. Siéntate en la tierra, 
hija de los caldeos. Ya no te llama¬ 
rán jamás la delicada, la voluptuosa. 

2 Coge la muela y ve a moler la ha¬ 
rina; quítate el velo, descalza tus 
pies, descubre tus piernas, y pasa 
los ríos. 3 Descubierta será tu des¬ 
nudez, se verán tus vergüenzas. 4 Yo 
tomaré venganza implacable, dice 
nuestro redentor, Yave Scbaot es 
su nombre, el Santo de Israel. 5 Sién¬ 
tale en silencio, súmete en tinicbla, 
hija de los caldeos; ya nunca más 
te llamarán la reina de las reinas. 

6 Estaba yo airado contra mi pue¬ 
blo, y dejé profanar mi heredad, y la 
entregué en tus manos. Tú no tuviste 
piedad, e hiciste pesar tu yugo aun 
sobre los ancianos. 7 Tú decías: Yo 
seré siempre, por siempre la reina, 
y no reflexionaste, no pensaste en 
iu fin. 8 Escucha, pues, esto, volup¬ 
tuosa, que te sientes tan segura, que 
dices en tu corazón: Yo, y nadie 
más que yo; no enviudaré ni me veré 
sin hijos." 9 Ambas cosas te vendrán 
de repente, en un mismo día: la falta 
de hijos y la viudez te abrumarán 
a un tiempo, a pesar de tus nume¬ 
rosos agüeros y de tus muchos en¬ 
cantamientos. 10 Tú catabas fiada en 
tu maldad y te decías: No ve nadie. 
Tu sabiduría y tu ciencia te enga¬ 
ñaron, y te decías en tu corazón; Yo, 
y no más que yo. 11 Pero va a caer 
sobre ti un mal que no podrás conju¬ 
rar, y te abrumara una ruina que 
110 podrás remediar; caerá de repente 
sobre ti, sin que preveas sus golpes. 
12 Acude ahora a tus encantamientos, 
a las muchas hechicerías con que te 
fatigas desde la niñez. Quizá puedan 
servirte, quizá puedan hacerte terri¬ 
ble. 13 ¿Estás cansada de tanto con¬ 
sultar? Que vengan ahora, que te 
salven, los que hacen la carta del 
ciclo y observan las estrellas, y hacen 
la cuenta de los meses, de lo que ha 
de venir sobre ti. 14 Helos ahi como 
briznas de paja, que serán consumi¬ 
das por el fuego. No podrán escapar 
de los abrazos de las llamas; brasas, 
mas no para calentarse a ellas, ni 
hoguera para sentarse ante ella. lj Eso 
serán entonces para ti aquellos por 
quienes desde la niñez te afanaste, 
tus magos. Cada cual echará por su 
camino, y no habrá quien te salve. 






624 


ISAIAS, 48, 49 


Israel sale de Babilonia por pura 
gracia. 

io 1 Oíd esto, casa de Jacob, los 
que lleváis el nombre de Israel, 
los salidos de las entrañas de Judá. 
Vosotros, ios que juráis por el nom¬ 
bre de Yavc y alaliáis al Dios de Is¬ 
rael, pero sin verdad y sin justicia; 
2 aunque lleváis el nombre déla ciu¬ 
dad santa, y os apoyáis sobre el Dios 
de Israel, cuyo nombre es Yave 
Scbaot. 3 Lo que ha pasado, ya ha 
tiempo lo predije, de mi boca salió. 
Yo lo hice oír, y de improviso obró, 
y todo se ha cumplido. 4 Porque 
bien se que eres duro, y es tu cerviz 
una barra de hierro, y que tienes 
una frcnlc de bronce. 6 Yo te pre¬ 
dije esto hace tiempo, antes de que 
sucediera te lo di a saber. Para que 
no dijeras: Lo ha hecho mi ídolo, 
mi estatua, mi bronce lo mandó. 

6 Ya lo has oído, míralo todo: ¿por 
qué no predecís también vosotros? 
Yo te he dado a conocer ahora cosas 
nuevas, cosas ocultas, que tú no 
sabias. 7 Se crean ahora, no en tiem¬ 
pos pasados; antes de hoy nada 
hablas oído de ellas, para que no di¬ 
jeras: Ya lo sabía yo. 8 No, nada 
habías oído, nada conocías, nada en 
mucho tiempo llegó a tus oídos. 
Porque sé que eres infiel, y tu nom¬ 
bre es: rebelde, desde que naciste. 

8 Yo por la honra de mi nombre 
contengo mi ira, por amor de mi 
gloria te doy largas, y no llego a 
exterminarle. 10 Mira, le pasé por el 
fuego del crisol, y no había plata; 
te lie pasado por la hornaza de la 
aflicción. 11 lis por mí, por amor de 
mi lo hago, porque no quiero que mi 
nombre sea escarnecido, y mi gloria 
a nadie se la doy. 

12 Oyeme, Jacob, y tú Israel, que 
yo te llamo, soy vo, yo, el primero, 
y yo soy el último. u Mi mano hizo 
la tierra, mi diestra desplegó los cic¬ 
los, y los llamé y luego parecieron. 

14 Reunios todos y oíd, ¿quien de 
caire ellos anunció eslas cosas? Aquel 
a quien Yavc ama, cumplirá su vo¬ 
luntad contra Babilonia, y conlra 
la raza de los caldeos. 16 Vo, yo le 
he hablado, yo le lie llamado, yo le 
guío y prospero sus caminos. 16 Acer¬ 
caos a mí y oíd esto: Desde el prin¬ 
cipio no os lie hablado en las som¬ 
bras; cuando la cosa se hacia, allí 
estaba yo. Y ahora yo, Yavc, soy 
quien le envía con su espíritu. 


17 Así habla Yave, tu redentor, el 
Santo de Israel: Yo soy Yave, tu 
Dios, que para tu bién te enseña y 
te pone en el camino que has de 
seguir. 18 ¡Ah!, si atendieras a mis 
leyes, tu paz sería como un río, y 
tu justicia como las olas del mar. 
19 Tu descendencia sería como los 
granos de arena; los frutos de tus 
entrañas, como el polvo. Y nada 
horraría, nada raería tu nombre de 
delante de mí. 20 Salid de Babilo¬ 
nia, huid de entre los caldeos con 
cantos de alegría; anunciad, pregonad 
la buena nueva, que llegue hasta los 
confines de la tierra. Decid: Rescata 
Yavc a su siervo Jacob. 21 No ten¬ 
drán sed en el desierto por el cual 
los guía; hará que broten para ellos 
aguas de la roca, abrirá la peña y 
brotarán las aguas. 23 Pero no 
hay paz para ios malvados, dice 
Yavc. 

JO 1 ;Oídmc, islasl ¡Atended, puc- 
~ * blos lejanos! Yave me llamó des¬ 
de antes de mi nacimiento, desde el 
seno de mi madre me llamó por mi 
nombre (1). 2 Kl hizo mi boca como 
cortante espada, él me guarda a 
la sombra de su mano, hizo de mí 
aguda saeta, y me guardó en su 
aljaba. 4 Yo me dije: Por demás he 
trabajado, en vano y para nada con¬ 
sumí mis fuerzas, pero mi causa está 
en manos de Yave, ini recompensa 
en las manos de mi Dios. 5 u Y ahora" 
dice Yavc, el que desde mi nacimiento 
me formó para siervo suyo, para 
traer a él a Jacob, para congregarle 
Israel, 3 él me lia dicho: Tn eres mi 
siervo, en ti seré glorificado. 6 t> Yavc 
me ha dado osle honor, y él, mi Dios, 
será mi fuerza. 6 Díjomc: Poco es 
para mí ser lú mi siervo, para resta¬ 
blecer las tribus de Jacob, y recon¬ 
ducir a los salvados de Israel. Yo 
te hago luz de las gentes, para llevar 
mi salvación hasta los confines de 
la tierra. 7 Así dice Yavc, el redentor, 
el Santo de Israel, al menospreciado 
y abominado de las gen les, al escla¬ 
vizado por los tiranos. Veráutc los 
reyes, y se levantarán de sus sitiales 
los príncipes, y se prosternarán, por 
obra de Yavc, que es fiel, del Santo 
de Israel, que te lia elegido. 


(i) El trozo 1-7 es otro fragmento del poema 
del siervo de Yave, que está aquí fuera de su 
lugar. 







ISAIAS, 50 


625 


La liberación. 

8 Así habla Yave: Al tiempo de 
la gracia te escuché, el día de la 
salvación vine en tu ayuda. Yo te 
formé y te puse, por alianza de mi 
pueblo, para restablecer la tierra y 
repartirle las heredades devastadas. 
9 Para decir a los presos: Salid; y a 
los que moran en tinieblas: Venid a 
la luz.' En todos los caminos serán 
apacentados, habrá pastos en todas 
las laderas. 10 No padecerán hambre 
ni sed, calor ni viento solano que los 
aflija. Porque los guiará el que de 
ellos se ha compadecido, y los lle¬ 
vará a aguas manantiales. 11 Yo tor¬ 
naré todos los montes en caminos, y 
estarán preparadas las vías. 12 Vie¬ 
nen de lejos: Estos, del norte y del 
poniente; aquéllos, de la tierra de 
Sinim. 


Restauración do Sión. 

13 Cantad, cielos; tierra, salta de 
gozo; montes, que resuenen vuestros 
cánticos, porque ha consolado Yave 
a su pueblo, ha tenido compasión de 
sus males. 14 Sión decía: Yave me ha 
abandonado, el Señor se ha olvidado 
de mí. ¿Puede la mujer olvidarse 
del fruto de su vientre, no compade¬ 
cerse del hijo de sus entrañas? 15 Y 
aunque ella se olvidara, yo no te 
olvidaría. 16 Mira, te tengo grabada 
en mis manos, tus muros están siem¬ 
pre delante de mí. 17 Ya vienen apri¬ 
sa los que levantarán tus ruinas, y 
tus asoladores huyen lejos de ti. 
18 Echa en torno de ti los ojos y 
mira, todos se reúnen para venir a ti. 
Por mi vida, dice Yave, que te reves¬ 
tirás de ellos como de ornamento, y 
te ceñirás de ellos como novia. 19 Por¬ 
que tu tierra devastada, arruinada, 
desierta, será ahora estrecha para la 
muchedumbre de tus habitantes, y 
S 2 alejarán los que te devoraban. 
2J Esos hijos de la madre que se 
quedó sin ellos, dirán a tus oídos: 
La tierra es demasiado estrecha para 
mí, hazme lugar para que habite en 
ella. 21 Y tú dirás en tu corazón: 
¿Quién, pues, me ha parido a éstos? 
Yo había perdido mis hijos y quedé 
estéril, desterrada, repudiada. ¿A 
éstos quién los ha criado? Yo estaba 
sola. ¿De dónde vienen éstos? 

22 Así habla el Señor, Yave: Yo 
penderé mi mano a las gentes, y al¬ 


zaré mi bandera a las naciones, y 
traerán en brazos a tus hijos, y en 
hombros a tus hijas. 23 Reyes serán 
tus ayos, y reinas tus nodrizas; pos¬ 
trados ante ti, rostro a tierra, la¬ 
merán el polvo de tus pies. Y reco¬ 
nocerás que yo soy Yave, y que 
el que en mí confía no es con¬ 
fundido. 

25 a) Así habla Yave: 24 ¿Se le quita 
al guerrero su botín? ¿Le escapa al 
poderoso su presa? 25 b) Pues yo arre¬ 
bataré al guerrero su botín, y al po¬ 
deroso le arrancaré su presa, y de¬ 
fenderé tu causa y salvaré a tus 
hijos. 26 Y a los que te despojaron 
les haré comer sus propias carnes, y se 
embriagarán de su sangre como de 
vino dulce. Y reconocerá toda carne 
que yo soy Yave, tu salvador, tu 
redentor, el Fuerte de Jacob. 

pa 1 Así dice Yave: ¿Dónde está 
el libelo de repudio de vuestra 
madre, por el cual la haya repudiado 
yo? ¿Ó cuál es aquél de mis acree¬ 
dores a quien os haya vendido yo? 
Por vuestros crímenes fuisteis ven¬ 
didos, y por vuestros pecados fué 
repudiada vuestra madre. 2 Porque 
cuando yo venía no hallaba a nadie, 
y cuando llamaba nadie me respon¬ 
día. ¿Habráse acortado mi brazo para 
salvar, o no tendré ya fuerza para 
librar? Con sólo mi amenaza seco 
yo el mar, y torno en desierto los 
ríos, hasta secarse sus peces y morir 
de sed por falta de agua. 3 Yo revisto 
los cielos de un velo de sombras, y 
los cubro como de saco (1). 

4 a) El Señor, Yave, me ha dado 
lengua de discípulo, para sostener a 
los abatidos. 6 a ) El Señor, Yave, me 
ha abierto los oídos 4 b) para que 
aprenda la palabra. 4 c) Cada mañana 
despierta mis oídos, para que oiga 
como discípulo, 6 b) y yo no me resisto, 
no me echo atrás. 8 He dado mis 
espaldas a los que me herían, y mis 
mejillas a los que me arrancaban la 
barba. Y no escondí mi rostro ante 
las injurias y los esputos. 7 El Señor, 
Yave, me ha socorrido, y por eso no 
cedí ante la ignominia, e hice mi 
rostro como de pedernal, sabiendo 
que no seria confundido. 8 Cerca está 
mi defensor. ¿Quién quiere contender 
conmigo? Comparezcamos juntos. 
¿Quién es mi adversario? Que se 


(i) Los versículos 4-11 son otro fragmento 

del poema del siervo de Yave. 


40 







fi26 


ISAÍAS 51. 52 


ponga frente a mí. * Si, el Señor, 
Yave, me asiste. ¿Quién me conde¬ 
nará? Todos ellos caerán en pedazos, 
como vestido viejo, la polilla los 
consumirá. 10 Quien de vosotros tema 
a Yave, oiga la voz de su siervo. El 
que ande en tinieblas, privado de luz, 
que confíe en el nombre de Yave, y se 
apoye sobre su Dios. 11 Los que estáis 
encendiendo nn fuego, y preparando 
saetas encendidas, id a las llamas de 
vuestro fuego y sobre las saetas que 
encendéis. De mi mano os llagará 
esto, y seréis atormentados en un 
lecho de dolor. 


Exhortación a los israelitas fieles. 

yl 1 Oídme, vosotros, los que se- 
** guís la justicia y buscáis a 
Yave. Considerad la roca de que habéis 
sido tallados, la cantera de que ha¬ 
béis sido sacados. 2 Mirad a Abraham, 
vuestro padre, y a Sara, que os parió 
en dolores. Sólo a él le elegí yo, y 
le bendije y le multipliqué. 3 De cier¬ 
to Yave consolará a Sión, consolará 
todas sus ruinas y tornará su desierto 
en vergel, y su soledad en paraíso 
'de Yave, donde habrá gozo y ale¬ 
gría y cantos de alabanza. 

4 Atended, pueblos, a mi voz; pres¬ 
tadme oído, naciones. Que de mí 
viene la doctrina, y mi ley será la 
luz de los pueblos. 5 Mi justicia se 
acerca, ya viene mi salvación, y mi 
brazo liará justicia a los pueblos. 
A mí me esperan las islas y aguar¬ 
dan mi poder. 6 Alzad los ojos al 
ciclo, y mirad la tierra a vuestros 
pies. Pasarán los ciclos como humo, 
se envejecerá como un vestido la 
tierra, y morirán como las moscas 
sus habitantes. Pero mi salvación 
durará por la eternidad, y mi justicia 
no tendrá fin. 

7 Oídme, vosotros, los que conocéis 
la justicia, tú, pueblo, en cuyo co¬ 
razón está mi Ley. No temas las afren¬ 
tas de los hombres, no te asusten 
sus ultrajes. 8 Porque como a vesti¬ 
dura los comerá la polilla, como a 
lana los comerán los gusanos. Pero 
mi justicia durará por la eternidad, 
y mi salvación de generación en ge¬ 
neración. 

9 Alzate, álzate, revístete de forta¬ 
leza, brazo de Yave. Levántate, como 
en los tiempos antiguos, cu los siglos 
remotos. ¿No eres tú quien secaste 
a Kahab y partiste al dragón? 10 ¿No 


eres tú quien secaste el mar, las aguas 
del profundo abismo, y tornaste las 
profundidades del mar en camino, 
para que pasasen los redimidos? 
11 Volverán los rescatados de Yave, 
volverán a Sión con cantos de triun¬ 
fo, coronada de gloria eterna su 
frente. Se apoderará de ellos el gozo 
y la alegría, huirán el llanto y la 
tristeza. 

12 Soy yo vuestro consolador. 
¿Por qué temer tú a un débil 
mortal, a un hombre que es como 
el heno, 13 olvidándole de tu Ha¬ 
cedor, que desplegó los ciclos y 
fundó la tierra, para estar temiendo 
todo el día el furor de tu opresor, 
que busca destruirte? 14 ¿Dónde está 
el furor del que te oprimía? Bien 
pronto sera libertado el cautivo. No 
morirá en su cárcel, no le faltará el pan. 

15 Yo soy Yave, tu Dios, (pie le¬ 
vanto el mar y embravezco sus olas, 
y cuyo nombre es Yave Sebaot. 
16 Yo'pondré cu tu boca ini palabra 
y te protegeré con la sombra de mi 
mano, desplegando cielos, y fundando 
una tierra, y diciendo a Sión: Tú 
eres mi pueblo. 

17 Despierta, Jcrusalén, despierta, 
levántate, tú que has bebido de la 
mano de Yave el cáliz de su ira, tú 
que has apurado hasta las heces el 
cáliz que aturde. 18 No hubo nadie 
que la guiara, de todos los hijos que 
ella parió; ninguno la sostuvo con su 
mano, de cuantos hijos crió. 10 Ca¬ 
yeron sobre ti estos dos males: ¿Quién 
se dolerá de ti? Ruina y azote, hambre 
y espada, ¿quién te consolará? 2Ü Tus 
hijos yacen desfallecidos en las en¬ 
crucijadas de las calles, como antílo¬ 
pes cazados a lazo, ebrios de la ira 
de Yave, de los furores de tu Dios. 

21 Oye, pues, malaventurada, ebria, 
ero no de vino. 22 Así habla tu Señor, 
'ave, tu Dios, que pleitea por su 
pueblo: 

Yo tomaré de tu mano la copa 
embriagadora, el cáliz^ de mi ira, y 
no lo beberás ya más. 23 Y lo pondré 
en la mano de tos tiranos, en la mano 
de tus opresores, de los que dicen: 
Encórvate para que pasemos por en¬ 
cima de ti, cuando pisan tu dorso 
como se pisa la tierra, como camino 
de los que pasan. 

1 Levántate, levántate, revís- 
t)2 tete de fortaleza, ;oh Sión!, viste 
tus vestiduras de fiesta, Jcrusalén, 
ciudad santa; que ya no entrará más 






ISAÍAS, 53 


627 


dentro de ti incircunciso ni inmundo. 
2 Sacúdete el polvo, levántate, Jeru- 
salén cautiva. Desata las ataduras de 
tu cuello, cautiva, hija de Sión. 

3 Así dice Yave: De balde fuis¬ 
teis vendidos, y sin precio seréis 
rescatados. (i) * * 4 * Pues asf dice Yave: 
A Egipto bajó mi pueblo en otro 
tiempo, para habitar allí como pere¬ 
grino, y Asur le cautivó sin razón. 
6 ¿Qué he de hacer yo, pues, dice 
Yave, ahora que ha sido tomado 
gratis mi pueblo? Sus opresores aúllan 
y continuamente, dice Yave, es blas¬ 
femado mi nombre. 6 También mi 
pueblo conocerá mi nombre, y que 
soy yo quien hace esto. 


Alegría de la restauración. 

7 ¡Qué hermosos sobre los montes, 
los pjes del que te trae la buena 
nueva de la paz, del que te trae la 
alegre noticia de la salvación, di¬ 
ciendo a Sión: Reina tu Dios! 8 iVocesl 
Tus atalayadores alzan la voz, y 
todos a una cantan jubilosos, porque 
ven con sus ojos cómo se ha vuelto 
Yave hacia Sión. 

9 Cantad todas a una vuestros 
cantos, ruinas de Jerusalén, que con¬ 
suela Yave a su pueblo y rescata a 
Jerusalén. 10 Yave, el Santo, alza 
su brazo a los ojos de todos los pue¬ 
blos, y los extremos confines de la 
tierra ven la salvación de nuestro Dios. 

11 Partid, partid, salid de ahí, 
no toquéis nada inmundo. Salid, puri¬ 
ficaos, los que lleváis los utensilios 
de Yave. 12 * Pero no salgáis a la des¬ 
bandada, no partáis como fugitivos, 
porque va Yave a vuestro frente, y 
vuestra retaguardia es el Dios de 
Israel (1). 


(i) Esta sección (52.13-53.12), con los va¬ 

rios fragmentos dispersos que antes hemos ido 

indicando, forma un verdadero poema, que es 

a la vez el vaticinio más claro de la pasión del 

Siervo del Señor, y que podríamos llamar el 

profético y primer relato de la Pasión. Los do¬ 

lores del Siervo, la causa de ellos y los frutos 

de la muerte, se hallan descritos con los más 

vivos colores. Una cosa, sin embargo, hay que 

notar: Que tanto aquí como en los pasajes ante¬ 

riores, este Siervo aparece como Melquisedec; 

sin padre ni genealogía, parece como si no tu¬ 
viera nada que ver con el glorioso hijo de David 
y restaurador de su reino. Por eso se explica que 

estos pasajes fueran un enigma para los judíos, 

como les fué después escándalo el misterio de la 

Cruz. 


Poema del Siervo de Yave. 

13 He aquí a mi siervo; él prospe¬ 
rará, será engrandecido y ensalzado, 
puesto muy alto. 14 Como de él 
se pasmaron muchos, tan desfigurado 
estaba su rostro que no parecía ser 
de hombre; 15 así se admirarán de 
él las gentes, y los reyes cerrarán ante 
él su boca, al ver lo que jamás vieron, 
al entender lo que jamás habían 
oído. 

53 1 ¿Quién creerá lo que hemos 

oído? ¿A quién fué revelado 
el brazo de Yave? 2 Sube ante él como 
un retoño, como retoño de raíz en 
tierra árida. No hay en él parecer, 
no hay hermosura que atraiga las 
miradas, no hay en él belleza que 
agrade. 3 Despreciado, desecho de 
los hombres, varón de dolores, cono¬ 
cedor de todos los quebrantos, ante 
quien se vuelve el rostro, menospre¬ 
ciado, estimado en nada; 4 pero fué 
él, ciertamente, quien tomó sobre sí 
nuestras enfermedades y cargó con 
nuestros dolores, y nosotros le tuvi¬ 
mos por castigado y herido por Dios 
y humillado. 

5 Fué traspasado por nuestras ini¬ 
quidades, y molido por nuestros peca¬ 
dos. El castigo salvador pesó sobre él, 
y en sus llagas hemos sido curados. 
6 Todos nosotros andábamos errantes, 
como ovejas, siguiendo cada uno su 
camino, y Yave cargó sobre él la 
iniquidad de todos nosotros. 7 Mal¬ 
tratado y afligido, no abrió la boca, 
como cordero llevado al matadero, 
como oveja muda ante los trasquila¬ 
dores. 8 Fué arrebatado por un juicio 
inicuo, sin que nadie defendiera su 
causa, cuando era arrancado de la 
tierra de los vivientes y muerto por 
las iniquidades de su pueblo. 9 Dis¬ 
puesta estaba entre los impíos su 
sepultura, y fué en la muerte igua¬ 
lado a los malhechores; a pesar de 
110 haber en él maldad, ni haher men¬ 
tira en su boca. 10 quiso quebrantarle 
Yave con padecimientos. Ofreciendo 
su vida en sacrificio por el pecado, 
tendrá posteridad. Y vivirá largos 
años, y en sus manos prosperará la 
obra de Yave. 11 Librado de los tor¬ 
mentos de su alma, verá, y lo que 
verá colmará sus deseos. El justo, 
mi siervo, justificará a muchos, y 
cargará con las iniquidades de ellos. 
12 Por eso yo le daré por parte suya 
muchedumbres, y recibirá muchedura- 






628 


ISAÍAS, 54, 55 


bres por botín; por haberse entre¬ 
gado a la muerte, y haber sido eon- 
tado entre los pecadores, euando 
llevaba sobre sí los pecados de todos 
e intercedía por los pecadores. 

Gloria de la nueva Sión. 

54 O) 1 Regocíjate, estéril, la 

sin hijos; entona un canto de 
alegría, tú que no conoces los dolores 
del parto. Porque los hijos de la 
abandonada son más numerosos que 
los de la casada, dice Yave. 

2 Ensancha el sillo de tu tienda, 
extiende las pieles que te cubren; no 
las recojas, alarga tus cnerdas y clava 
tus clavos; 3 porque te extenderás a 
derecha e izquierda, y tu descen¬ 
dencia poseerá las naciones y pobla¬ 
rá las ciudades desiertas. 4 Nada 
temas, que no serás confundida; no 
te avergüences, que no serás afren¬ 
tada. Te olvidarás de la vergüenza 
de la juventud, y perderás el re¬ 
cuerdo del oprobio de tu viudez. 

6 Porque tu marido es tu Hacedor, 

que se llama Yave Sebaot, y tn 

redentor es el Santo de Israel, y se 
llama el Dios del mundo todo. 

6 Sí, Yave te llamó como a mujer 
abandonada y desolada. La esposa de 
la juventud, ¿podrá ser repudiada? 

7 Por una hora, por un momento te 

abandoné, pero en mi gran amor 
vuelvo a llamarte. 8 Desencadenando 
mi ira, oculté de ti mi rostro; un 

momento me alejé de ti; pero en mi 

eterna misericordia me apiadé de ti, 
dice Yave, tu redentor. 

9 Será esto como al tiempo de 

Noé, en que juré que nunca más el 
diluvio se echaría sobre la tierra. 
Así juro yo ahora no volver a eno¬ 
jarme eontra ti, no volver a reñirte. 
10 Que se muevan los montes, que 
tiemblen los collados, no se apartará 
más de ti mi misericordia, y mi 
alianza de paz será inquebrantable, 
dice Yave, que te ama. 

11 ¡Pobrecita, azotada por la tem¬ 
pestad, sin abrigol Voy a edificarte 
sobre jaspe, sobre cimientos de zafiro. 


(i) Los capítulos 54.1-55. io, y después en 

60.1-62.12, forman como un gran poema en que 

se describe la gloriosa restauración de Jerusalén, 

convenida en centro de las naciones, que se 

sienten atraídas a ella por las maravillas que ven 

realizadas por Yave. El tema se encuentn con 

frecuencia en los profetas, pero en ninguna parte 

tratado con la amplitud y el alto lirismo de aquí. 


12 Te haré almenas de rubí y puertas 
de carbunclo, y toda una muralla 
de piedras preciosas. 13 Todos tus 
hijos serán adoctrinados por Yave, y 
gozarán de mucha paz. 14 Serás 
fundada sobre la justicia, y estará 
lejos de ti la opresión, que no habrás 
de temer, y la angustia, que 110 te 
llegará más. 

15 Si te atacare alguno, no será de 
parte mía, y quien te ataque caerá 
ante ti. 16 "Mira, yo he hecho al 
herrero, que sopla las brasas del 
fuego, y con su trabajo forja un 
arma; también yo he hecho al des¬ 
tructor para destruir. 17 Toda arma 
forjada contra ti será inútil, y cual¬ 
quiera que sea la lengua que contra 
ti se querelle, triunfarás tú. Esta es 
la porción de los servidores de Yave, 
y la justicia que de él les vendrá, 
dice Yave. 

rr 1 ¡Oh vosotros, lo* sedientos! 

venid a las aguas; aun los que 
no tenéis dinero. Venid, eomprad 
pan y comed; venid, comprad sin 
dinero, sin pagar, vino y leche. 2 ¿A 
qué gastar vuestro dinero no en pan, 
y vuestro trabajo no en hartura? 
Escuchadme y comeréis lo mejor, y 
os deleitaréis con manjares suculentos. 
3 Dadme oídos y venid a mí; escu¬ 
chadme y vivirá vuestra alma, y 
haré con vosotros un pacto sempi¬ 
terno, el de las firmes misericordias 
de David. 4 De él he hecho un testi¬ 
monio para las gentes, un jefe y 
maestro de los pueblos. 5 * Llamarás a 
pueblos que te son desconocidos, a 
pueblos que no te conocen, por Yave, 
tu Dios, por el Santo de Israel, que 
te glorificará. 

6 Buscad a Yave mientras puede 
ser hallado, llamadle en tanto que 
está cerca. 7 Deje el impío sus cami¬ 
nos, y el malvado sus pensamientos, 
y vuélvase a Yave, que tendrá de él 
misericordia, a nuestro Dios, que es 
rico en perdones. 8 Porque no son 
mis pensamientos vuestros pensa¬ 
mientos, ni mis caminos son vuestros 
caminos, dice Yave. 9 Cuanto son los 
cielos más altos que la tierra, tanto 
están mis caminos por encima de los 
vuestros, y mis pensamientos por 
encima de los vuestros. 10 Como baja 
la lluvia y la nieve de lo alto del ciclo, 
y no vuelven allá sin haber empapado 
y fecundado la tierra y haberla bocho 
germinar, dando la * simiente para 
sembrar y el pan para comer; 11 así 








ISAÍAS, 66, 57 


629 


la palabra que sale de mi boca no 
vuelve a mí vacía, sino que hace 
lo que yo quiero y cumple su misión. 

12 Sí, partiréis con regocijo, y ca¬ 
minaréis en paz. Montes y collados 
os aclamarán, y todos los árboles del 
campo os aplaudirán. 13 En vez de los 
espinos, crecerá el ciprés; en vez de 
ortigas, crecerá el mirto, y será esto 
gloria para Yave, señal eterna, impe¬ 
recedera. 

Vocación de las gentes. 


1 Así dice Yave: Guardad el 
derecho, obrad la justicia, que 
pronto va a venir mi salvación y a 
revelarse mi justicia. 1 2 * Bienaventu¬ 
rado quien esto hiciere: Que guarde 
el sábado sin profanarlo y guarde 
sus manos de toda obra mala. 

3 Que no diga el extranjero allegado 
a Yave: Yave me excluye de su 
pueblo. Que no diga el eunuco: Yo 
soy un árbol seco. 4 Porque así dice 
Yave a los eunucos (1), a los que 
guardan mis sábados, y eligen lo 
que me es grato y son fieles a mi 
pueblo: 5 Yo os daré en mi casa, 
dentro de mis muros, poder y nombre, 
mejor que a hijos e hijas. Yo les 
daré un nombre, eterno, que nunca 
perecerá. 6 Y a los extranjeros alle¬ 
gados a Yave para servirle y amar su 
nombre, para ser sus servidores, que 
guarden el sábado sin profanarlo y 
sean fieles a mi pacto, 7 yo los llevaré 
al monte de mi santidad, y los re¬ 
crearé en mi casa de oración. Sus 
holocaustos, sus sacrificios, serán gra¬ 
tos en mi altar, porque mi casa será 
llamada casa de oración para todos 
los pueblos. 

Los malos pastores de Israel. 

8 Oráculo del Señor, Yave, que 
reúne a los dispersos de Israel: A los 
reunidos yo allegaré otros. 9 Bestias del 
campo, fieras de la selva, venid todas 
a comer. 10 Mis guardianes son ciegos 
todos, no entienden nada. Todos son 
perros mudos, que no pueden ladrar; 
soñolientos, se acuestan, son amigos 


(i) La ley deuteronómica (23.2) excluía a los 
eunucos de la comunidad de Israel; pero aquí 
el Señor declara abrogada esa ley en favor de la 
piedad de los eunucos, que por ella podrán al¬ 
canzar un nombre glorioso en el reino me- 
siánico. 


de dormir. 11 Son perros voraces, insa¬ 
ciables, y aun los pastores no entien¬ 
den; siguen cada uno su camino, 
cada cual busca su interés. Dicen: 
12 Venid, voy en busca de vino, y 
beberemos licores, y mañana será 
como hoy día grande, muy grande. 


Idolatrías de Israel. 

57 1 Percce cl justo y no hay quien 
pare mientes; desaparecen los 
buenos, y no hay quien entienda que 
el justo es recogido ante la aflicción, 
2 para entrar en la paz, para que des¬ 
cansen en sus lechos los que siguen 
el camino derecho. 

3 Acércaos, pues, vosotros, hijos 
de bruja, generación de adúltera y 
de prostituta (1)- 4 ¿De quién os 
burláis? ¿A quién hacéis muecas y 
sacáis la lengua? ¿No sois vosotros 
hijos de pecado, raza de mentira, 
5 encendidos de concupiscencia bajo 
el terebinto y bajo todo árbol fron¬ 
doso, sacrificando niños en el lecho 
de los torrentes, en los huecos de las 
peñas? 

6 Los pulimentados chinarros del 
torrente serán tu parte, he ahí tu 
porción. A ellos hiciste tus libaciones 
y llevaste ofrendas; ¿no habré de 
resentirme yo? 7 Sobre un monte 
alto, bien alto, pones tu cama, des¬ 
pués subes allá para sacrificar. 8 De¬ 
trás de la puerta y del umbral pones 
tu memoria, y lejos de mí, desvergon¬ 
zadamente te desnudas, subes a la 
cama y la ensanchas, y te prostitu¬ 
yes con aquellos cuyo comercio de¬ 
seas, compartiendo su lecho. 

9 Corres a Moloc con ungüentos, 
llenas las manos de perfumes, envías 
lejos a tus embajadores, hasta la 
profundidad del sepulcro. 10 El largo 
viaje te fatiga, pero no dices: Re¬ 
nuncio a él. Hallas nuevas fuerzas 
y no desistes. 11 ¿De quién temes? 
¿Qué te asusta, para renegar de mí, 
para no acordarte más de mí y no 
hacerme caso? No me he callado y 
he cerrado los ojos, y tú no me te¬ 
miste? 12 Ahora voy a pregonar tu 


(1) Este pasaje, como casi todo lo que sigue 

hasta el fin del libro, se distingue notablemente 

de lo que precede. Allí sólo suenan palabras de 

triunfo, de alegría, por la vuelta de Israel a la 

gracia de su Dios; aquí, en cambio, hallamos lo 

que es tan frecuente en los profetas y más en 

Isaías: la reprensión de los pecados y las ame¬ 

nazas de castigos. 







630 


ISAÍAS, 58, 59 


justicia, y tus obras de nada te ser¬ 
virán. 13 Grita. Que te salven tus 
ídolos. A todos los llevará el viento, 
un soplo los arrebatará. Pero el que 
en mí confía heredará la tierra, y 
poseerá mi monte santo. 


Promesa de perdón a los 
arrepentidos. 

14 Y se dirá: Abrid, abrid camino, 
allanadlo, quitad los tropiezos del 
camino de mi pueblo; 15 porque así 
dice el Altísimo, cuya morada es 
eterna, cuyo nombre es santo: Yo 
habito en ía altura y en la santidad, 
pero también con ef contrito y humi¬ 
llado, para hacer revivir los espíritus 
humillados y reanimar los corazones 
contritos. 16 Pues yo no quiero estar 
siempre contendiendo, ni quiero estar 
siempre enojado, porque sucumbiría 
ante mí todo espíritu, las almas que 
yo he creado. 

17 Por su iniquidad, un tiempo yo 
le herí en mi ira, y ocultándome, le 
castigue sañudo. Él rebelde seguía 
por los caminos de su corazón. 18 Sus 
caminos los conozco yo, y le sanaré 
y le conduciré y le consolaré. 19 Yo 
pondré cantos en los labios afligidos. 
Salvación al que está lejos y al que 
está cerca, dice Ya ve; yo los curaré. 

20 Pero los malvados son un mar 
proceloso, que no puede aquietarse, 
v cuyas olas arrojan cieno y lodo. 

21 No hay paz, diec Ya ve, no hay 
paz para los impíos. 


Los pecados de Israel. 

1 Clama a voz en cuello, sin 

cesar; alza tu voz como trom¬ 
peta, y echa en cara a mi pueblo 
sus iniquidades, y sus pecados a la 
casa de Jacob. 2 Día tras día me bus¬ 
can, y quieren saber mis caminos, 
como si fueran uu pueblo que ama 
la justicia, sin apartarse de la ley 
de su Dios. Me piden leyes justas, y 
pretenden acercarse a Dios. 3 ¿A qué 
ayunar, si tú no lo ves? ¿A qué hu¬ 
millar nuestras almas, si tú no te 
das por entendido? Sí, pero en el día 
de ayuno os vais tras vuestros ne¬ 
gocios, y oprimís a todos vuestros 
servidores. 4 Ayunáis para mejor, 
reñir y disputar, para herir inicua-í 
mente con el puño. No ayunéis como, 
lo hacéis ahora, si queréis que en lo l 


alto se oiga vuestra voz. 6 El ayuno 
que me agrada es el día en que 
se humilla el hombre. Encorvar la 
cabeza como un junco, y acostarse 
con saco y en ceniza: ¿A eso llamáis 
ayuno, y día agradable a Yave? 


El ayuno qrato a Yave. 

8 ¿Sabéis qué ayuno quiero yo?, 
dice el Señor, Yave: Romper las ata¬ 
duras de iniquidad, deshacer los ha¬ 
ces opresores, dejar ir libres a los 
oprimidos y quebrantar todo yugo; 
7 partir su pan con el hambriento, 
albergar al pobre sin abrigo, vestir 
al desnudo, y no volver tu rostro 
ante tu hermano. 8 Entonces brillará 
tu luz como la aurora, y se dejará ver 
pronto tu salvación, e irá delante de 
ti tu justicia, y detrás de ti la gloria 
de Yave. 9 Entonces llamarás, y 
Yave te oirá: le invocarás, y el dirá: 
Heme aquí. 

Cuando quites de ti la opresión, 
el gesto amenazador y el hablar al¬ 
tanero; 10 cuando des de tu pan al 
hambriento y sacies el alma del indi¬ 
gente, brillará tu luz en la oscuridad, 
y tus tinieblas serán cual mediodía. 
41 Yave será siempre tu pastor, y en 
el desierto hartará tu alma y dará 
vigor a tus huesos. Serás como huer¬ 
to regado, como fuente cuyas aguas 
no se agotan jamás. 12 Edificarán los 
tuyos las desiertas minas, y alzarás 
los cimientos primeros; y te llamarán 
reparador de las brechas, y restaura¬ 
dor de las casas en ruinas. 

13 Cuando te abstengas de profanar 
el sábado y de ocuparte en tus nego¬ 
cios el dia santo, y hagas del sábado 
tus delicias, y lo santifiques, alaban¬ 
do a Yave, y me honres dejando tus 
negocios, el trabajo que te ocupa y 
los discursos vanos, 14 entonces será 
Yave tu delicia, y llevará tu carro 
a las alturas de la tierra. Te haré 
gozar de la heredad de Jacob, tu 
padre; habla la boca de Yave. 


Poder salvador de Yave, mas parn 
el que se enmienda. 

39 1 No, no se ha acortado la 

mano salvadora de Yave, ni 
se ha hecho su oído duro para oír. 
2 Vuestras iniquidades cavaron un 
abismo entre vosotros y vuestro Dios; 
vuestros pecados hacen que él oculte 





ISAÍAS, 60 


631 


su rostro para no oíros; 8 porque 
vuestras manos están manchadas de 
sangre, y vuestros dedos de iniqui¬ 
dades; vuestros lahios hablan mentira 
y vuestra lengua dice maldades. 4 No 
hay quien clame por la justicia, nadie 
que juzgue con verdad. Confían en 
vanidades y hablan vanidades; con¬ 
ciben maldades y paren crímenes; 
6 incuban huevos de áspides, y tejen 
telas de arana, y el que come los 
huevos muere, y si los rompe sale 
un basilisco. 6 Sus telas no sirven 
para hacer vestidos, y no pueden 
cubrirse con su obra; sus obras son 
obras de iniquidad, y llevan en sus 
manos la rapiña. 7 Corren tras el mal 
sus pies, y se dan prisa a derramar 
sangre inocente. Sus pensamientos son 
pensamientos de iniquidad, y a su 
paso dejan el estrago y la ruina. 
8 No conoeen los eaminos de la paz, 
no hay en sus sendas justicia; sus 
veredas son tortuosas, y quien por 
ellas va no conoce la paz. 

9 Por eso se alejó de nosotros el 
juicio, por eso no nos alcanza la jus¬ 
ticia. Esperamos luz, y no vemos 
más que tinieblas; resplandor, y no 
hay más que oscuridad. 10 Vamos 
palpando como el ciego a lo Margo 
del muro, y andamos a tientas, como 
quien no tiene ojos. Tropezamos en 
pleno día, como si fuera de noche; 
estamos a oscuras, como muertos; 
11 gruñimos todos como osos y gemi¬ 
mos como palomas; esperamos la li¬ 
beración, pero no viene; la salvación, 
pero está lejos de nosotros. 12 Porque 
son ante ti muy numerosos nuestros 
pecados, y nuestros crímenes dan tes¬ 
timonio contra nosotros. Presentes 
nos están nuestros crímenes, y cono¬ 
cemos nuestras iniquidades. 13 Rebe¬ 
larse y renegar de Yave, apostatar 
y alejarnos de nuestro Dios; hablar 
la perfidia y la violencia; concebir 
en el corazón y proferir palabras de 
mentira; 14 y se aleja el derecho, y 
se ausenta la justicia, y tropieza la 
buena fe en las plazas, y no halla lugar 
la rectitud. La buena fe ha sido des¬ 
terrada, y quien evita el mal es roído. 

15 Violo Yave, y se indignó, que 
ya no hay justicia. 16 Mó que no 
había ni un hombre que pudiera 
interceder; y se asombró, y se apoyó 
en su brazo, y vino en su ayuda su 
justicia; 17 y se revistió de la justi¬ 
cia como de coraza, y puso sobre su 
cabeza el casco de la salvación; y se 
vistió de vestiduras de venganza, y 


se cubrió de celo como de manto. 

18 Como son las obras, así será la 
retribución; ira contra sus enemigos, 
furor contra sus adversarios. 19 Y 
temerán desde el poniente el nombre 
de Yave, y desde el nacimiento del 
sol su majestad; porque vendrá como 
torrente impetuoso, empujado por el 
soplo de Yave. 20 Mas para Sión ven¬ 
drá como redentor, para los de Jacob 
que se convierten de sus pecados, 
dice Yave. 21 He aquí mi alianza 
eon ellos, diee Yave: El espíritu mío 
que está sobre ti; y las palabras que 
yo pongo en tu boca, no faltarán de 
ella jamás, ni de la de tu descenden¬ 
cia, diee Yave, desde ahora, para 
siempre. 


Gloria de la nueva «Jcrtisuléii. 

/ f\ 1 Levántate y resplandece, que 
OU ya se alza tu luz, y la gloria 
de Yave alborea para ti; 2 mientras 
está cubierta de sombras la tierra, 
y los pueblos yacen en tinieblas, 
sobre ti viene la aurora de Yave, y 
en ti se manifiesta su gloria. 3 Las 
gentes andarán en tu luz, y los reyes 
a la claridad de tu aurora. 4 Alza los 
ojos y mira en torno tuyo. Todos se 
reúnen y vienen a ti; llegan de lejos 
tus hijos, y tus hijas son traídas a 
ancas. 

5 Cuando esto veas resplandecerás, 
y palpitará tu corazón y se ensan¬ 
chará. Vendrán a ti los tesoros del 
mar, llegarán a ti los tesoros de los 
pueblos. 6 Te inundarán muchedum¬ 
bres de camellos, de dromedarios de 
Madián y de Efa. Llegarán de Saba 
en tropel, trayendo oro, incienso y 
pregonando las glorias de Yave. 7 En 
ti se reunirán los ganados de Cedar, 
y los carneros de Nebayot estarán 
a tu disposición. Serán víctimas gra¬ 
tas sobre mi altar, y yo glorificaré la 
casa de mr gloria. 

8 ¿Quiénes son aquellos que vienen 
volando, como nube, como bandada 
de palomas que vuelan a su palomar? 
9 Si, se reúnen las aves para mí, 
y los navios de Tarsis abren la marcha, 
para traer de lejos a tus hijos con 
su oro y su plata, para el nombre de 
Yave, tu Dios, para el Santo de 
Israel que te glorifica. 

10 Los extranjeros reedificarán tus 
muros, y sus reyes estarán a tu ser¬ 
vicio, pues si en mi ira te herí, en mi 
clemencia he tenido piedad de ti. 









632 


ISAÍAS, 61, 62 


61 Tus puertas estarán abiertas siem¬ 
pre, no se cerrarán ni de día ni de 
noche, para que te traigan los bienes 
de las gentes con los reyes al frente; 
12 porque las naciones y los reinos 
que no te sirvan a ti, perecerán y 
serán exterminados. 

13 Vendrá a ti la gloria del Líbano, 
los cipreses, los olmos y los alerces 
juntamente. Para embellecer mi san¬ 
tuario, para decorar el lugar en que 
se asientan mis pies. 14 A ti vendrán 
humillados los hijos de los tiranos, y 
se postrarán a tus pies todos cuantos 
te infamaron. Y te llamarán la ciu¬ 
dad de Yave, la Sión del Santo de 
Israel. 15 De abandonada, odiada y 
detestada que eras, yo te haré eterno 
prodigio, delicia de los siglos. 16 Ma¬ 
marás la leche de las gentes, los 
pechos de los reyes, y sabrás que 
yo, Yave, soy tu salvador, tu reden¬ 
tor, el Fuerte de Jacob. 17 En vez 
de cobre, pondré en ti oro; en vez 
de hierro, plata; bronce en vez de 
madera y hierro en vez de piedras. 
Te daré por magistrado la paz, y 
por soberano la justicia. 18 No se 
hablará ya de injusticia en tu tierra, 
de saqueo y de ruina en tu territorio. 
Tus muros los llamarás «salud»», y a 
tus puertas, «gloria». 

19 Ya no será el sol tu lumbrera, 
ni te alumbrará la luz de la luna. 
Yave será tu eterna lumbrera, y tu 
Dios será tu luz. 2Ü Tu sol no se 
pondrá jamás, y tu luna nunca se 
eclipsará, porque será Yave tu eterna 
luz. Acabáronse los días de tu luto. 
21 Tu pueblo será un pueblo de justos, 
y poseerá la tierra para siempre. 
Renuevos del plantío de Yave, obra 
de mis manos, hecha para resplan¬ 
decer. 22 Del más pequeño de todos 
saldrá un millar, del menor una in¬ 
mensa nación. Yo, Yave, lo he re¬ 
suelto, y a su tiempo yo lo cumpliré. 

/|1 1 El espíritu del Señor, Yave 

u 1 descansa sobre mí, pues Yave 
me ha ungido. Y me ha enviado 
para predicar la buena nueva a los 
abatidos, y sanar a los de quebran¬ 
tado corazón; para anunciar la liber¬ 
tad a los cautivos y la liberación a los 
encarcelados. 2 Para publicar el año 
de la remisión de Yave y el día de 
la venganza de nuestro Dios. 3 Para 
consolar a los tristes y dar a los afli¬ 
gidos de Sión, en vez de ceniza, una 
corona. El óleo del gozo, en vez del 
luto, la gloria, en vez de la deses¬ 


peración. Se les llamará terebintos de 
justicia, plantación de Yave para su 
gloria. 4 Ellos reedificarán las ruinas 
antiguas, y levantarán los asolamien¬ 
tos del pasado. Restaurarán las ciu¬ 
dades asoladas, los escombros de mu¬ 
chas generaciones. 6 Habrá extran¬ 
jeros para apacentar tus ganados, y 
extraños serán tus labradores y viña¬ 
dores. 6 Y vosotros seréis llamados 
sacerdotes de Yave, y nombrados 
ministros de nuestro Dios. 7 Comeréis 
lo exquisito de las naciones, y os 
vestiréis de sus magnificencias. Pues 
como tuvieron el doble en cuanto a 
vergüenza y confusión, recibirán el 
doble también sobre la tierra y 
gozarán de eterna gloria. 

8 Porque yo, Yave, soy amante del 
derecho, y aborrezco el rapaz latro¬ 
cinio. Por eso les daré fielmente su 
recompensa, y haré con ellos una 
alianza eterna. 9 Su descendencia será 
glorificada en los pueblos, y su pos¬ 
teridad en medio de las gentes. Y 
quien los viere, reconocerá que son la 
progenie bendita de Yave. 


Agradecimiento a Yave de la Je- 
rusalén restaurada. 

10 Y yo me gozaré en Yave, y mi 
alma saltará de júbilo en mi Dios, 
porque me vistió de vestiduras de 
salud, y me envolvió en manto de 
justicia, como a esposo que se ciñe 
la frente con diadema, y como esposa 
que se adorna de sus joyas. 11 Porque 
como produce la tierra sus gérmenes, 
y como hace brotar el huerto sus 
semillas, así el Señor, Yave, hará 
brotar la justicia y la gloria delante 
de las gentes todas. 


Ya viene la salvación. 

/.*) 1 Por amor de Sión yo no ca- 

liaré, y por Jcrusalcn no pararé, 
hasta que resplandezca la justicia 
como aurora, y la -salvación como 
brillante antorcha; 2 y verán las nacio¬ 
nes tu justicia, y los reyes tu gloria, 
y te darán un nombre nuevo, que 
te pondrá la boca de Yave. 

3 Tú serás en la mano de Yave 
corona de gloria, real diadema en 
la mano de tu Dios. 4 No te llamarán 
ya más la desamparada, ni se lla¬ 
mará tu tierra desierto, sino que te 
llamarán a ti Jcfsi-ba , y a tu tierra 





ISAÍAS, 63, 64 


633 


Beula, porque en ti se complacerá 
Yave, y tu tierra tendrá esposo. 

6 Como mancebo que se desposa con 
una doncella, así el que te edificará 
se desposará contigo. Y como la 
esposa hace las delicias del esposo, 
así harás tú las delicias de tu Dios. 

6 Sobre tus murallás, ¡oh Jerusa- 
lén!, he puesto centinelas, que no se 
callarán ni de día ni de noche. No 
ceséis vosotros, los que hacéis que 
se acuerde Yave; no os deis descanso 

7 y no le deis tregua hasta que resta¬ 
blezca a Jerusalén para gloria de la 
tierra. 8 Jura Yave por su diestra 
y por su brazo poderoso no dar 
jamás tu trigo para comida de tus 
enemigos; que no beberán extraños 
tu vino, el fruto de tu trabajo. 9 Los 
que hagan la recolección, la comerán, 
alabando a Yave; los que hagan la 
vendimia, beberán el vino en el atrio 
de mi santuario. 

10 Entrad, entrad por las puertas; 
allanad camino para el pueblo. Abrid, 
abrid camino, quitad las piedras y 
alzad bandera para los pueblos. 11 Por¬ 
que Yave proclama a todos los con¬ 
fines de la tierra: Decid a la hija de 
Sión: llega tu salvador, viene con su 
recompensa y le precede su retribu¬ 
ción. 12 Los llamarán pueblo santo, 
los rescatados de Yave; y a ti te 
llamarán la deseada, la ciudad no 
desamparada. 


Plegaria pidiendo la liberación. 

(33 1 ¿Q uién cs aquél que avanza 
enrojecido, con vestidos más 
rojos que los de un lagarero, tan 
magníficamente vestido, avanzando 
en toda la grandeza de su poder? 
Soy yo el que habla justicia, el po¬ 
deroso para salvar. 2 ¿Cómo está, 
pues, rojo tu vestido, y tus ropas 
como las de los que pisan en el lagar? 

3 He pisado en el lagar yo solo, y no 
había conmigo nadie de las gentes. 
He pisado con furor, he hollado con 
ira, y su sangre salpicó mis vesti¬ 
duras y manchó mis ropas. 4 Porque 
estaba en mi corazón el día de la 
venganza, y llegaba el día de la re¬ 
dención. 5 Miré, y no había quien 
me ayudara, me maravillé de que no 
hubiera quien me apoyase; 6 y sal¬ 
vóme mi brazo, y me sostuvo mi furor, 
y aplasté a los "pueblos en mi ira, y 
los pisoteé en mi furor, derramando 
en la tierra su sangre. 


7 Cantaré las misericordias de Yave» 
ensalzaré la gloria de Yave, todo 
cuanto ha hecho por nosotros, lleno 
de piedad hacia la casa de Israel. 
Lo que ha hecho en su misericordia, 
en la inmensa muchedumbre de su 
piedad. 

8 Dijo: Ciertamente son mi pueblo, 
son hijos, que no me serán infieles. 
Y fué su salvador en todas sus an¬ 
gustias. 9 No fué un mensajero, un 
ángel: su faz misma los salvó, y el 
mismo en su amor y su misericordia 
los rescató, y constantemente los 
sostuvo y los guió en los siglos pasa¬ 
dos. 10 - Pero ellos se rebelaron, y eno¬ 
jaron su santo espíritu, y se hizo 
su enemigo y combatió contra 
ellos. 

11 Entonces su pueblo se acordó de 
los tiempos, de los tiempos antiguos. 
¿Dónde está el que apartó las olas, 
el pastor de su rebaño? ¿Dónde está 
el que puso en medio de ellos su 
santo espíritu? 12 ¿Dónde está el 
que llevó de la mano a Moisés con 
sil brazo poderoso, el que delante 
de ellos dividió las aguas, haciéndose 
así un nombre eterno, 13 el que los 
condujo por en medio de los abismos, 
como a caballo por el desierto, sin 
que tropezaran? 14 El espíritu de 
Yave los pastoreó, como a la bestia 
que se lleva al valle. Así condujiste 
tú a tu pueblo, haciéndote un nombre 
glorioso. 

15 Mira desde los cielos, y ve desde 
la morada de tu santidad y de tu 
gloria. ¿Dónde está tu celo y tu 
fortaleza, la emoción de tus entra¬ 
ñas, y tus misericordias para con¬ 
migo? 16 Con todo, tú eres nuestro 
padre, Abraham no nos conocerá y 
nos desconoce Israel. 

17 ¿Por qué, ¡oh Yave!, nos dejas 
errar fuera de tus caminos, y endu¬ 
reces nuestro corazón contra tu te¬ 
mor? Vuélvete por amor de tus sier¬ 
vos, de las tribus de tu heredad. 

18 ¿Cómo han penetrado los impíos 
en tu templo, y nuestros enemigos 
han hollado con sus pies tu santuario? 

19 Somos desde mucho ha como 
pueblo que no te tiene por caudillo, 
y que no es llamado por tu nombre. 

(34 1 ¡Oh» si rasgaras los cielos y 
bajaras, haciendo estremecer los 
montes, 2 como fuego abrasador que 
quema la leña seca, como fuego que 
hace hervir el agual Para mostrar a 
1 los enemigos tu nombre, y hacer 





634 


ISAÍAS, 65 


temblar; a los pueblos ante ti, 8 ha¬ 
ciendo nunca esperados prodigios, de 
que no se oyó hablar jamás. Jamás 
oyeron oídos, jamás vieron ojos, Dios 
que así obrara como obras tú con 
los que en ti confían. 4 Tú te ade¬ 
lantas a los que obran el bien y 
tienen presentes sus caminos; pero 
estás irritado por nuestros pecados, 
y padeceremos hasta que seamos 
salvados. 

6 Todos nosotros somos impuros, 
toda nuestra justicia es como vesti-l 
do inmundo. Hemos caído como hojas| 
secas, y nuestras iniquidades comoi 
viento nos arrastran. 6 Y nadie in¬ 
voca tu nombre, nadie despierta para 
apoyarse en ti. Has apartado tu 
rostro de nosotros, y nos has entre¬ 
gado a nuestras iniquidades. 

7 Y con todo, ¡oh Yavel, tú eres 
nuestro padre; nosotros somos la ar¬ 
cilla y tú el alfarero; todos somos 
obra de tus manos. 8 ¡Oh Yavel, 
no te irrites del todo, no te acuer¬ 
des siempre de nuestras iniquidades; 
ve, mira que somos tu pueblo. 

9 Tus ciudades santas están hechas 
un desierto, Sión es un desierto, Je- 
susalén un lugar asolado. 10 Nuestro 
santo y magnifico templo, donde te 
alababan nuestros padres, ha sido! 
presa del fuego. 11 Toda nuestra glo-| 
ria está en ruinas; ¿y a todo estd 
vas a mostrarte insensible, vas a 
callarte para humillarnos hasta el 
extremo? 


Itespuesta de Ya ve, 

(jfy 1 Yo estaba a la disposición de 
los que ño me consultabanj 
podía ser hallado por los que no me 
buscaban. Yo decía: Heme aquí* 
heme aquí, n gente que no Invocaba 
mi nombre. 2 Todo el día tendía yo 
mis manos a un pueblo rebelde, qn<i 
iba por caminos malos, en pos de 
sus pensamientos. 3 Un pueblo qu<| 
descaradamente y sin cesar me pro* 
vocaba a ira, sacrificando en los huer-j 
tos y quemando incienso sobre ladri 
líos; 4 que va a sentarse en los se 
pulcros, y pasa la noche observando 
los astros; que come carne de puerco 
y en cuyas ollas hay manjares in 
mundos;" 6 que dice: (lúdate ahí, nc 
te llegues a mí, que te santificarla 
Es como humo que sale de mis narl 
ces, fuego encendido todo el día. 

* Todo esto escrito está dclantr 


de mí, y no callaré sin darles su pago, 
y retribuirles con medida colmada. 
7 Vuestras iniquidades y las iniqui¬ 
dades de vuestros padres, dice Yave, 
que quemaron incienso en los montes 
y me ultrajaron en los collados, yo 
os las pagaré cumplidamente, como 
se merecen. 

8 Así dice Yave: Como cuando hay 
jugo en un racimo, dicen, no lo eches 
a perder, que hay en él bendición, 
así haré yo por amor de mis siervos: 
no los destruiré del todo, 9 sino que 
sacaré de Jacob una progenie, y de 
Judá un heredero de mis montes, 
y los habitarán mis elegidos, y mo¬ 
rarán allí mis siervos. 10 Y será Sarón 
prado para los carneros, y el valle de 
Ajoz dehesa para los bueyes del pue¬ 
blo que me habrá buscado. 11 Mien¬ 
tras que vosotros, los que dejáis a 
Yave y os olvidáis de mi monte 
santo; los que aderezáis mesa para 
la diosa fortuna, y llenáis la copa para 
libar al destino;* 12 a todos os desti¬ 
naré ti la espada, todos sucumbiréis 
en la matanza; porque cuando os 
llamaba no ine respondisteis, y cuan¬ 
do os hablaba no me escuchasteis. 
Hacíais lo que era malo a mis ojos, 
y elegíais lo que me desagradaba. 

13 Por eso dice el Señor, Yave: 
SI, mis siervos comerán, y vosotros 
tendréis hambre; mis siervos beberán, 
y vosotros tendréis sed; mis siervos 
gozarán, y vosotros seréis confun¬ 
didos; 14 mis siervos cantarán, Heno 
de júbilo el corazón, y vosotros gemi¬ 
réis con el corazón quebrantado, y 
gritaréis desesperados; 16 dejaréis 
vuestro nombre a mis elegidos como 
imprecación: El Señor, Yave, te mate, 
y a sus siervos les dará otro nombre. 

16 Todo el que en la tierra quiera 
bendecirse, se bendecirá en el Dios 
fiel. Todo el que en la tierra jure, 
jurará por el nombre del Dios ver¬ 
dadero; y las angustias pasadas se 
darán al olvido, y estarán lejos de 
mis ojos. 17 Porque voy a crear cie¬ 
los nuevos y una tierra nueva, y ya 
no se recordará lo pasado, y ya no 
habrá de ello memoria. 18 Sino que 
se gozará en gozo y alegría eterna 
de lo que voy a crear yo, porque voy 
a crear a Jerusalén alegría, y a su 
pueblo gozo. 

19 Y será Jerusalén mi alegría, y 
inl pueblo mi gozo, y en adelante no 
se oirán más en ella llantos ni cla¬ 
mores. 20 No habrá allí niño que 
muera de pocos días, ni viejo que no 







ISAÍAS, 66 


635 


cumpla los suyos. Morir a los eien 
años será morir niño, y no llegar a 
los cien años será tenido por mal¬ 
dición. 11 Construirán casas y las 
habitarán, plantarán viñas y eome- 
rán su fruto. 22 No edificarán para 
que habite otro, no plantarán para 
que recoja otro. Porque según los 
días de los árboles serán los días de 
mi pueblo, y mis elegidos disfrutarán 
del trabajo de sus manos. 23 No tra¬ 
bajarán en vano, ni parirán para una 
muerte prematura, sino que serán la 
progenie bendita de Yave, ellos y 
sus descendientes. 24 Antes que ellos 
me llamen les responderé yo; todavía 
no habrán acabado de hablar y ya 
los habré escuchado. 26 El lobo y el 
cordero pacerán juntos; el león, como 
el buey, comerá paja, y la serpiente 
comerá el polvo. No habrá mal ni 
aflicción en todo mi monte santo, 
dice Yave. 


La nueva «fcriisulén, de la que 
serán excluidos los malvados. 

r r 1 Así dice Yave: El cielo es mi 
trono, y la tierra el escabel de 
mis pies. ¿Qué casa podríais edifi¬ 
carme? ¿En qué lugar moraría yo? 

2 Todo eso mis manos lo hicieron, 
todo es mío, dice Yave. Mis miradas 
se posan sobre los humildes, y sobre 
los de contrito corazón, que temen 
mis palabras. 3 Hay quien me sacrifica 
un buey y mata a un hombre; quien 
inmola un cordero y desnuca a un 
perro; quien presenta su ofrenda y 
eome sangre de puerco; quien ofrece 
el incienso y se postra ante un ídolo. 

4 ¡Ah! Ellos se complacen en sus 
caminos y aman sus abominaciones; 
pero yo me complaceré en sus males 
y traeré sobre ellos los que se temen. 
Porque llamé y nadie me respondió, 
hable y nadie me escuchó* Hicieron 
lo que era malo a mis ojos, y esco¬ 
gieron lo que a mí me desagrada. 

6 Oíd la palabra de Yave, vosotros, 
los que teméis mi palabra; ellos, 
vuestros hermanos, que os aborre¬ 
cen y os niegan por cansa de mi 
nombre, han dicho: Que haga Yave 
muestra de su gloria, y nosotros sere¬ 
mos testigos de vuestro contento. 
Pero han de ser confundidos. 6 Voces, 
alborotos en la ciudad, voces que salen 
del templo. Es la voz de Yave, que 
da a sus enemigos el pago merecido. 

7 Antes de ponerse de parto, ha 


parido; antes de sentir los dolores, 
parió hijos. 8 ¿Quién oyó cosa seme¬ 
jante? ¿Quién vió nunea tal? ¿Nace 
un pueblo en un día? ¿Una naelón 
nace toda de una vez? Pues Sión ha 
parido a sus hijos antes de sentir 
los dolores. 9 ¿Voy a abrir yo el seno 
materno para que no nazcan hijos?, 
dice Yave. ¿O voy a cerrarlo yo que 
soy quien hace nacer?, dice tu Dios. 

10 Regocíjate, Jerusalén. Vosotros, 
los que la amáis, sea ella vuestra 
gloria. Llenaos con ella de alegría, 
los que con ella hicisteis duelo. 

11 Para mamar hasta saciaros la leche 
de sus consolaciones; para mamar 
en delicia a los pechos de su gloria. 

12 Porque así dice Yave: Voy a derra¬ 
mar sobre ella la paz como río, y 
la gloria de las naciones como to¬ 
rrente desbordado. Y sus niños serán 
llevados a la cadera, y acariciados 
sobre las rodillas. 

13 Como consuela una madre a su 
hijo, así os consolaré yo a vosotros, 
y seréis por ella consolados. 14 Cuando 
esto veáis, latirán de gozo vuestros 
corazones y vuestros' huesos rever¬ 
decerán como la hierba. La mano 
de Yave se dará a conocer a sus 
siervos, y su furor a sus enemigos. 

16 Porque he aquí que llega Yave 
en fuego, y es su carro como torbe¬ 
llino, para tornar su ira en incendio, 
y sus amenazas en llamas de fuego. 
16 Porque va a juzgar Yave por el 
fuego y por la espada a toda car¬ 
ne, y caerán muchos a los golpes 
de Yave. 17 Los que se santifican y 
purifican para ir a los jardines, en 
grupo tras uno que va delante, que 
comen carne de puerco y manjares 
abominables y ratas, todos perecerán. 
18 Yo conozco sus obras y sus pensa¬ 
mientos. Vendré para reunir las na¬ 
ciones de toda lengua, que vendrán 
para ver mi gloria. 19 A ellos les daré 
yo una señal, y mandaré a los sobre¬ 
vivientes, a las naciones, a Tarsis, 
a Put, a Lud, a Mosoc y a Ros, a 
Tubal y a Javán, y a las islas lejanas, 
que no han oído nunca hablar de mi 
nombre y no han visto mi gloria, y 
ellos pregonarán mi gloria entre las 
naciones. 20 Y de todas las naciones 
traerán a vuestros hermanos como 
ofrenda a Yave, a caballo, en carros, 
en literas, en mulos y en dromeda¬ 
rios, a mi monte santo, a Jerusalén, 
dice Yave, como traen los hijos de 
Israel sus ofrendas en vasos puros 
al templo de Yave. 21 Y yo eligiré 







636 


ISAÍAS, 66 


de entre ellos sacerdotes y levitas, 
dice Yave; 22 porque así como sub¬ 
sistirán ante mí los cielos nuevos y 
la tierra nueva, que voy a crear, 
dice Yave, así subsistirá vuestra pro¬ 
genie y vuestro nombre; 23 y de no¬ 
vilunio en novilunio, de sábado en 


sábado, vendrá toda carne a pros¬ 
ternarse ante mí, dice Yave, 24 y al 
salir verán los cadáveres de los que 
se rebelaron contra mí, cuyo gusano 
nunca morirá, y cuyo fuego no se 
apagará, y serán objeto de horror 
para toda carne. 







INTRODUCCION AL PROFETA JEREMIAS 


1. Jeremías es el segando de los profetas mayores, que nos cuenta su vo 
cación al principio de su libro. «Yo, «le dice Y ave», te consagré antes de nacido, 
y te destiné para ser profeta de las naciones, para que arranques y plantes, 
destruyas y ed[fiques. Yo te haré ciudad fuerte, columna de hierro y muro de 
bronce, para hacer frente a toda la tierra, a reyes, a príncipes, a sacerdotes y 
al pueblo todo.» Esto ya dice bastante de la grave misión encomendada a Jere¬ 
mías, quien desde el principio aparece ante el Señor tímido y, a su propio 
juicio, inepto para tal ministerio (Jer. 1. Cfr. Eclco. 49, 9). Que con la asis¬ 
tencia divina supo realizar su misión, nos lo dice, fuera de su libro, el elogio 
que le consagra Onías en el II Mac. 15, 14. 

2. Nació Jeremías en Anatot, ciudad sacerdotal, al oriente de Jerusalén, 
en el reinado de Manasés o de Amón. Fue su padre Helcías, sacerdote, que 
debió de educar a su hijo en el verdadero espíritu del sacerdocio, al que por su 
nacimiento estaba destinado. Todavía joven, recibió el llamamiento de Dios, 
el año 13 de Josías, en 626 (25, 3). Cinco años más tarde Josías emprendía 
la reforma religiosa (621), y es extraño que no hallase en Jeremías más no¬ 
ticias de ella que la alusión del capítulo 11. La muerte del piadoso príncipe (608) 
fué una pérdida irreparable para la causa de la reforma. Comojodos los buenos, 
sintió Jeremías la muerte de Josías, a la que dedicó unas lamentaciones, según 
se nos dice en II Par. 25, 25. En los reinados de Joaquim (608-597) y de 
Sedecías (598-587), Jeremías tuvo que realizar lo que el Señor le había 
dicho en su llamamiento, oponiéndose cual muro de bronce a los vicios 
predominantes, la idolatría y la inobservancia de la Ley, que son el tema de 
sus discursos, en los que anuncia la destrucción del templo y de la ciudad con 
la deportación del pueblo a Babilonia. Sus palabras no eran bien recibidas 
ni de los principes ni del pueblo, que oían con más gusto a los malos sacer¬ 
dotes y a los falsos profetas. No es, pues, de extrañar que Jeremías hubiera 

















638 


JEREMÍAS, 1 


de beber mucha* veces el amargo cáliz del dolor. lnsultos } oprobios, cárceles, 
acusaciones de traicióíi a la patria, asechanzas contra su inda, todo lo hubo 
de soportar, y en tanto grado, que a veces el dolor le fuerza a levantar sus ojos 
a Dio8 en son de queja y hasta a maldecir el día de su nacimiento con un tono 
que supera en fuerza al de Job, en 15, 10-20; 17, 12-18; 18, 18-23, 20, 28, 38. 
Con razón es mirado Jeremías como tipo del Redentor, aunque no ciertamente 
por el modo con que sobrellevó sus penalidades. De el no se puede decir lo que 
del Siervo de Yave escribía Isaías: «Enmudeció como un cordero ante el que 
lo trasquila y no abrió su boca » (ls. 53, 7). Jeremías se queja amargamente 
a Dio8 y pide que le vengue, puesto que su causa es la misma causa de Dios. 

3. Nunca con más razón se dijo que el amor es causa de dolor. El corazón 
tierno y sensible del profeta, lleno de amor hacia su pueblo, se sentía excitado 
por las abominaciones de Judá y por los castigos con que Dios le amenazaba; 
y ante esta vista Jeremías se conmueve intensamente, hasta poner en sus labios 
palabras tan elocuentes, imágenes tan vivas y tan variadas, sentimientos tan 
tiernos, que su elocuencia supera a la del mismo Isaías. Dios le obligó a 
desempeñar la triste misión de vaticinar la ruina total de Judá y de presen¬ 
ciar con sus ojos el cumplimiento de sus vaticinios; pero también le dió el con¬ 
suelo de pronosticar la futura restauración mesiánica, unida, a sus cjos, como 
es ordinario en los profetas, con la vuelta de los deportados a la patria. Por 
esto no es de maravillar que sus palabras, antes tan desagradables en los oídos 
de Judá, fueran luego las más consoladoras. En el II Mac. 15, 14 se nos cuenta 
la visión de Judas el Macabeo, en la que se le aparecen el santo pontífice Onias 
y nuestro profeta. El primero hace la presentación del segundo en estos tér¬ 
minos: «Este es el amigo de sus hermanos, que ora mucho por el pueblo y pm 
la ciudad santa, Jeremías, el profeta de Dios.* Destruida Jerusalcn y asesi¬ 
nado Oodolias, el gobernador dejado por los caldeos en Judá, Jeremías fué 
conducido a Egipto por los que allá huyeron. Su corazón sintió honda amar¬ 
gura al ver a sus hermanos entregarse a la idolatría egipcia, sin hacer caso 
de la dura lección que acababan de recibir. Desde este momento no tenemos 
noticia del profeta, ni sabemos si murió a orillas del Nilo, si volvió a Judá 
o se dirigió a Caldea, para cooperar a la obra de Ezequiel, consolando a los 
deportados. 

4. El libro de Jeremías nos ofrece un capitulo, el 36, sumamente inte¬ 
resante y único en la literatura profética, sobre la redacción de la mayor parte 
de su8 oráculos, que por mandato divino dictó el profeta a su secretario Ranee 
(36, 11; 18, 27-32). El texto hebreo de los oráculos de Jeremías, comparado 
con la versión griiga de los L.XX, presenta gran cantidad de adiciones. Los 
críticos discuten sobre su origen y su valor, y sus sentencias están lejos de ser 
unánimes. Hay quien da preferencia al texto mesorétieo y quien prefiere el texto 
más corto de los LXX. Según otros no se puede adoptar una solución general, 
sino estudiar cada caso por separado. Tampoco el orden de los oráculos es el 
mismo en el texto hebreo y en la versión de los LXX. Desde el capítulo 25 hasta 
el 52, en que se hallan los vaticinios contra las naciones, el orden es muy dife¬ 
rente. La razón es, sin duda, que los oráculos se conservaron primero sepa¬ 
rados, y al reunir los no se les dió en todas partes el mismo orden. 


JEREMIAS 


+ 1 Profecías de Jeremías, hijo de 

I Heieias, del linaje de los sacer¬ 
dotes que habitaban en Anatot, tie¬ 
rra de Benjamín; 3 a quien llegó la 


palabra de Yave en tiempo de Joslas, 
hijo de Anión, rey de Judó, eí año 
tercero de su reinado, 3 y después 
en tiempo de Joaquim, hijo de Josías, 




JEREMÍAS, 2 


639 


rey de Judá, hasta el fin del año 
undécimo de Sedecías, hijo de Jo- 
sías, rey de Judá, hasta el quinto 
mes de fa transmigración de Jerusalén. 

Vocación y misión del profeta» 

4 Llegóme la palabra de Yave, que 
decía: 5 Antes que te formara yo en 
las maternas entrañas te conocí; antes 
que tú salieses del seno materno te 
consagré (1) y te designé para pro¬ 
feta de pueblos. 6 Dije yo entonces: 
¡Ah, Señor, Yave! No se hablar. Soy 
todavía un niño. 7 Y me dijo Yave: 
No digas: soy todavía un niño, pues 
si vas', irás a donde te envió yo, y 
si hablas, dirás lo que te mande yo. 

8 No los temas, que yo estaré conti¬ 
go para protegerte. Palabra de Yave. 

9 Tendió Yave su mano, y tocando 
con ella mi boca, me dijo: 10 Mira 
que pongo en tu boca mis palabras. 
Hoy te doy poder sobre pueblos y 
reinos, de arrancar, arruinar y asolar, 
de levantar, edificar y plantar. 

Dos» visiones. 

11 Y me llegó palabra de Yave, 
que me decía: ¿Qué ves, Jeremías? 
Yo le conteste: Veo una vara de al- 

I mendro. 12 Y me dijo: Bien ves, Je¬ 
remías, pues yo velaré sobre mis pa¬ 
labras para cumplirlas. 13 De nuevo 
me llegó palabra de Yave, que decía: 
¿Qué ves. Jeremías? Yo contesté: 

Í Vco una olla al fuego, y de cara al 
septentrión (2). 14 Y me dijo Yave: 
Del septentrión vendrá el incendio 
que ha de abrasar a todos los mora¬ 
dores de esta tierra; 15 pues voy a 
convocar a las tribus y reinos del sep¬ 
tentrión, pálabra de Yave, para que 
vengan a poner cada uno su pabellón 
junto a las puertas de Jerusalén, en 
torno de sus muros, y contra todas 
las ciudades de Judá. 16 Entonces 
pronunciaré contra ellos mis senten- 


(1) No parece que esta palaba signifique 
una santificación propiamente dicha, como su¬ 
ponen algunos, por la infusión de la gracia san¬ 
tificante. Es más bien una vocación a la misión 
profedea, que también llamamos en castellano 
«consagración». 

(2) La olla vista por Jeremías es símbolo de 

los furores que estaban para venir sobre Jerusa¬ 
lén y todo Judá, por la guerra de invasión y 
devastación que iban a hacerles los reinos del 
Norte, sometidos a la hegemonía de Nabucodo- 
nosor, rey de Babilonia. 


cías, por todas las maldades que co¬ 
metieron, dejándome a mí, para ir 
a libar a dioses extraños y a adorar 
la obra de sus manos. 


Confirmación en la misión. 

17 Tú, pues, ciñe tus lomos, yér¬ 
guete, y diles todo cuanto yo te 
mandaré. No te quiebres anto ellos, 
ño sea que yo a su vista te quebran¬ 
te a ti. 18 Desde hoy te hago como 
ciudad fortificada, como férrea co¬ 
lumna y muro de bronce, para la 
tierra toda, para los reyes de Judá 
y sus grandes, para los sacerdotes 
y para todo su pueblo. 19 Ellos te 
combatirán, pero no te podrán, por¬ 
que yo estaré contigo para protegerte. 
Palabra de Yave. 


Las apostarías de Israel. 

1 Vínome la palabra de Yave, 
diciéndome: 1 2 Anda, y clama con 
fuerte voz a los oídos de Jerusalén: 
He aquí lo que dice Yave: 

Me acuerdo de tu fidelidad al tiem¬ 
po de tu adolescencia; de tu amor 
hacia mí, cuando te desposé conmigo; 
de. tu seguirme a través del desierto, 
tierra donde no se siembra. 3 Era 
entonces Israel lo santo de Yave, la 
primicia de sus frutos. Quien de ella 
comía pecaba, y caía sobre él la des¬ 
gracia. Palabra de Yave. 

4 Oye las palabras de Yave, casa 
de Israel; oye sus recriminaciones, 
casa de Jacob. 6 Así dice Yave: 
¿Qué tacha hallaron en mí vuestros 
padres, para apartarse de mí, irse 
en pos de la vanidad de los ídolos 
para'hacerse tan vanos como ellos? 
6 No se preguntaban: ¿Dónde está 
ahora Yave, el que nos sacó de la 
tierra de Egipto; el qüc nos condujo 
a través del desierto, tierra de are¬ 
nales y barrancos, tierra árida y 
tenebrosa, tierra por donde no tran¬ 
sita nadie, y donde nadie habita? 

7 Yo os traje a la tierra del Car¬ 
melo, para que comierais sus ricos 
frutos. Y en cuanto en ella entras¬ 
teis, contaminasteis mi tierra, e hi¬ 
cisteis abominable mi heredad. 8 Tam¬ 
poco los sacerdotes se preguntaron: 
/Dónde está ahora Yave? Siendo 
ellos los maestros de la Ley, me des¬ 
conocieron, y los que eran pastores 
me fueron infieles. También los pro- 






640 


JEREMÍAS. 2 


fetas se hicieron .profetas de Baal, 
y el pueblo se fué tras los que de nada 
valen. 1 2 3 * * * * * 9 * Por eso entro hoy en juicio 
con vosotros, dignos hijos de vues¬ 
tros padres. Palabra de Yave. 

10 Id hasta las islas de los quititas, 
y ved; mandad a Cedar, c informaos 
bien; a ver si jamás sucedió cosa 
como ésta. 11 ¿Hubo jamás pueblo 
alguno, que cambiase de dios, con 
no ser dioses ésos? Pues mi pueblo 
ha cambiado su gloria (1), por lo 
que de nada vale. 

12 Pasmaos, cielos, de esto. Pás¬ 
mate también tú, tierra. Palabra 
de Yave. 13 Ya que es un doble cri¬ 
men, el que ha cometido mi pueblo: 
Dejarme a mí, fuente de aguas vivas, 
para excavarse cisternas, cisternas 
agrietadas, incapaces de retener el agua. 

14 ¿Es por ventura Israel un siervo, 
un hijo de esclavos? ¿Cómo, pues, 
ha venido a ser presa sobre la cual 
rugen leones con fuerte rugido? lft Han 
hecho de su tierra un desierto, han 
quemado y despoblado sus ciudades. 
16 Hasta íos habitantes de Memfisc y 
Tafnis se duelen de ti y te compa¬ 
decen. 17 Todo esto, ¿no lo ha traído 
sobre ti el haberte apartado de Yave, 
tu Dios? 

18 Y ahora, ¿qué es lo que buscas 
camino de Egipto? ¿Jocher las aguas 
del Sijor? (2). ¿Qué es lo que buscas 
camino de Asiria? ¿Beber las aguas 
del Eufrates? 19 Sírvante de castigo 
tus perversidades, y de escarmiento 
tus apostasfas. Reconoce y advierte 
cuán malo y amargo es para ti 
haberte apartado de S F avc, tu Dios, 
y haber perdido mi temor. Palabra 
de Yave. 

ni culto de llnnl. 

20 ¡Cuán de antiguo ya quebran¬ 
taste tu yugo, rompiste tus coyundas 
y dijiste: No te serviré! Y solare todo 
collado alto, y bajo todo árbol fron¬ 
doso, te prostituiste (3). 21 Yo te 


(1) La gloria de Israel, es Yave, su Dios, 
lorpemenie cambiada por la nada de los Idolos. 
V. Deul. io, 21; Sal. 106, 20. 

(2) Uno de los principales brazos del Nito. 

(3) El pacto enire Dios y el pueblo tiene, en 

el esúto profélico, cieno carácier de pació ma- 

írimonial, y su quebrantamiento por la idolatría 

es no sólo una fornicación, sino un verdadero 

adulterio. El cubo idolátrico tenia principJmen- 

le lugar, además de en los templos edificados en 

honor de los Ídolos, en las aburas de los collados 

y bajo los árboles, 


planté de la vid más generosa, toda 
de selectos plantones. ¿Cómo, pues, 
te me has vuelto vil degenerada, y 
te me has hecho viña ajena? 

22 Por mucho que te laves con nitro, 
por mucha lejía que emplees, siempre 
verán mis ojos la suciedad de tu 
depravación. Palabra del Señor, 
Yave. 23 Y podrás, acaso, decir: 
No estoy manchada, no me he ido 
en pos de los Baalcs. Repara en lo 
que hacías en el valle; reconoce tu 
culpa. 

24 La camella joven, de ligeros pies, 
corre de un lado para otro. ¿Quién 
templará su codicia? El que la busque 
no tendrá que fatigarse, la hallará 
fácilmente en el tiempo del celo. 
25 Da descanso a tus pies descalzos, 
respiro a tus sedientas fauces. Pero 
tú dices: No, es en vano. Amo lo 
extranjero, y tras ello me voy. 

Profunda degradación. 

26 Como queda confundido el ladrón 
al verse descubierto, así serán con¬ 
fundidos los hijos de Israel. Ellos, 
sus reyes, sus grandes, sus sacerdotes 
y sus profetas, 27 que dicen a un leño: 
Tú eres mi padre; y a una piedra: 
Tú me diste la vida! Pero al tiempo 
de la angustia me invocan: ¡Alzate y 
sálvanosl 28 ¿Dónde están ahora tus 
dioses, los que tú mismo te fabri¬ 
caste? Que se aleen ellos y te salven 
ahora: pues tantos son tus dioses, 
¡oh Judá!, cuantas tus ciudades; y 
cuantas son las puertas de Jerusa- 
lén, tantos son los altares de Raal. 

29 ¿Qué podéis alegar contra mí? 
¿Cómo podréis contender conmigo? 
Todos vosotros habéis pecado, todos 
os habéis rebelado contra mí. Pala¬ 
bra de Yave. 30 En vano os lie cas¬ 
tigado en vuestros hijos; 110 habéis 
querido aprender. La espada ha devo¬ 
rado a vuestros profetas como devora 
el león. No habéis tenido temor de 
mis palabras. 

31 ¿Por ventura soy yo para Israel 
un desierto o una tierra tenebrosa, 
para (pie digan: No pasaremos por 
él, 110 iremos en pos de li? 32 ¿Se 
olvida por ventura la doncella de sus 
galas, y de su ceñidor la esposa? 
Pues mi pueblo se ha olvidado de mí, 
ya desde días sin cuento. 

33 ¿Por qué tan mañosamente te 
preparas los caminos, para captarte 
su amor? Por eso liaré yo que en 






JEREMÍAS, 3 


6'11 


ellos te acompañe la desdicha. 36 ¿Por 
qué tanto mudar de caminos? Egipto 
tp burlará, como te burló Asiria. 
37 También de ahí saldrás con las 
manos en la cabeza, pues el Señor 
hará fallar tus planes, y no se te 
lograrán. 

34 Hay en tus manos manchas san¬ 
grientas de pobres inocentes, no de 
sorprendidos en conato de robo. 
35 Y dices: Soy inocente, su cólera 
se ha apartado va de mí. ¡Ahí Ya te 
juzgaré yo por decir: No he pecado. 


Pecado y penitencia. 

Q 1 Cuando un hombre despide a 
la mujer, o ella se aparta de él, 
si viniere a ser de otro hombre, ¿se 
volverá el primero otra vez a ella? 
¿No se considera tal mujer como 
enteramente y por siempre man¬ 
chada? Tú, pues, que con tantos 
amadores fornicaste: ¿podrás volver 
a mí? Palabra de Yave. 2 Pon tus 
ojos en los collados, a ver en cuál 
de ellos no te entregaste. Andabas por 
los caminos en acecho de ellos, como 
acecha el árabe en el desierto. Con¬ 
taminaste la tierra con tus perver¬ 
sidades y fornicaciones. 3 Faltó la 
lluvia, no hubo aguas tempranas; 
pero tú tenías una frente de bronce, 
no querías volver en ti. 

4 Desde poco acá me invocas, di¬ 
ciendo: ¡Padre míol Tú eres mi esposo; 
y dices: ¿Va a durar por siempre 
su cólera? ¿La mantendrá hasta el 
fin? 5 Pero mientras esto dices, sigues 
cometiendo maldades, y las llevas 
hasta el colmo. 

6 Y me dijo el Señor en Liempo del 
rey Josías: ¿Has visto lo que ha hecho 
Israel? ¿Has visto sus apostasías? 
Se fué por todo monte alto, y bajo 
todo árbol frondoso, para fornicar 
allí. 7 Yo le dije: Con todo, y con 
haber perpetrado tantos crímenes, 
vuélvete a mí. Pero no se volvió. 

8 Vió esto su pérfida hermana, 
Judá; vió que por tantas fornicacio¬ 
nes y apostasías despedí a Israel, 
dándole el libelo de repudio. Pero 
ella, sin temor alguno, igualó la per¬ 
fidia de su hermana, y se fué, y 
apostató también. 9 Y contaminó la 
tierra con sus fornicaciones, y adul¬ 
teró con la piedra y con el leño; 
0 v tampoco la pérfida hermana, 
Judá, se volvió a mí de corazón, 
sino mentidamente.' Palabra de 


Yave. 11 Y me dijo Yave: La apos- 
tasía de Judá ha hecho buena la de 
Israel. 

12 Anda y grita así hacia el sep¬ 
tentrión: Vuelve, apóstata Israel, pa¬ 
labra de Yave, que quiero dejar de 
mostrarte rostro airado, porque soy 
misericordioso, palabra de Yave, 
que no es eterna mi cólera, 13 siempre 
que reconozcas tu maldad al pecar 
contra Yave tu Dios, dispersando tus 
caminos hacia los extraños, bajo todo 
árbol frondoso, y desoyendo mi voz. 
Palabra de Yave. 

14 Volved, hijos apóstatas. Pala¬ 
bra de Yave. Yo soy vuestro dueño 
y vo os tomaré, uno de una ciudad, 
dos de una familia, y os traeré de 
nuevo a Sión. 15 Yo os daré pastores 
según mi corazón, que os apacen¬ 
tarán sabiamente: 16 Y cuando yo 
os .haré crecer v multiplicaros en la 
tierra en aquellos días, palabra de 
Yave, no dirán ya: ¡Ah! El arca de 
la alianza de Yave. No se acordarán 
ya de ella, se les irá de la memoria, 
la olvidarán, y no la echarán de 
menos ni harán otra. 17 Entonces 
será llamada Jerusalén trono de 
Yave, y en el nombre de Yave ven¬ 
drán a ella todas las gentes, y Jeru¬ 
salén no volverá ya más a irse tras 
los malos deseos de su corazón. 
18 Entonces vendrán juntamente la 
casa de Judá y la de Israel de la 
tierra del septentrión a la tierra 
que di en heredad a vuestros padres. 

19 Yo me pregunté: ¿Cómo voy a 
contarte entre mis hijos, y a darte 
una tierra escogida, una magnífica 
heredad, preciosa entre las preciosas 
de todas las gentes? Y me contestaba: 
Llamándome tú padre, y no volviendo 
a apartarte de mí. 20 Sin embargo, 
como la infiel a su marido, así has 
sido tú infiel a mí, casa de Israel. 
Palabra de Yave. 

21 Se oyen por los montes los llantos 
y las súplicas de los hijos de Israel, 
por haber pervertido su camino y 
haberse olvidado dfe Yave, su Dios. 
22 Convertios, hijos rebeldes, V os 
perdonaré vuestras apostasías. Sí, ya 
vienen a ti, pues tú eres Yave, nues¬ 
tro Dios. 23 Ciertamente sólo mentira 
nos ha venido de los altos, sólo ruido 
de los montes. Verdaderamente en 
Yave, nuestro Dios, está la salvación 
de Israel. 

24 Baal ha devorado los bienes de 
nuestros padres desde nuestra infan¬ 
cia. Sus rebaños, sus ganados, sus 


41 







642 


JEREMÍAS, 4 


hijos y sus hijas. 26 Habremos, pues, 
de acostarnos en nuestro oprobio, y 
habrá de cubrirnos nuestra vergüenza. 
Porque hemos pecado contra Ya ve, 
nuestro Dios, nosotros y nuestros 
padres, desde nuestra mocedad hasta 
el día de hoy, y hemos desoído la 
palabra de Yave, nuestro Dios. 

4 1 Si te conviertes, Israel palabra 
” de Yave, volverás a mí. Si qui¬ 
tas de delante de mí tus abominacio¬ 
nes, no serás rechazado. 2 Si juras por 
la vida de Yave, con verdad, con 
derecho y con justicia, serán en él 
bendecidos los pueblos, y en el se 
gloriarán. 

3 Así dice, pues, Yave a los hombres 
de Judá y de Jerusalén: Roturad 
vuestro campo, y no sembréis en 
cardizales. 4 Circuncidaos para Yave. 
Circuncidad vuestros corazones, varo¬ 
nes de Judá y habitantes de Jerusa¬ 
lén. No sea que se derrame como 
fuego mi ira, y se encienda, sin que 
haya quien pueda apagarla, por la 
maldad de vuestras obras. 


Inminente eastiíjo. 

5 Notificádselo a Judá y a Jerusa¬ 
lén; haceos oír, clamad, tocad las 
trompetas, por la tierra; gritad con 
toda fuerza y decid: Congregaos y 
refugiémonos en las ciudades amura¬ 
lladas; 6 llevad las banderas a Sión, 
huid apresuradamente; porque voy 
a hacer venir del septentrión el 
azote, una gran desventura. 7 El 
león ha salido de su cubil; el devora- 
dor de pueblos está en marcha; ha 
salido de su tierra, para devastar la 
tuya y destruir tus ciudades, hasta 
no dejar en ellas un morador. 8 Ves¬ 
tios, pues, de saco, llorad y lamentaos: 
No se ha apartado, no, de nosotros la 
ira encendida de Yave. 

9 Y sucederá entonces, palabra de 
Yave que desfallecerá el corazón 
del rey y el de los magnates; se cons¬ 
ternarán los sacerdotes, se pasmarán 
los profetas. 10 y exclamarán: ¡Ah, 
Señor, Yavcl Así han sido torpemente 
engañados este pueblo y Jerusalén, 
diciéodoscles: Paz, tendréis paz; y 
ahora es la espada la que se nos 
entra hasta el alma? 

11 Entonces se le dirá a este pueblo 
y a Jerusalén: Un viento cálido 
sopla de las dunas del desierto, sobre 
los caminos de la hija de mi pueblo; 


viento, no de limpia, ni de abaleo. 

12 Es un viento impetuoso que yo 
mandaré; ahora voy también yo a 
pronunciar sentencia contra ellos. 

13 Ya sube como denso nublado; sus 
carros son como el torbellino; sus 
caballos, más veloces que las águilas. 
;Ay de nosotros, estamos perdidos! 

14 ^Limpia de maldades tu corazón, 
Jerusalén, para que puedas ser salva. 
¿Hasta cuándo guardarás en tu pecho 
tus culpables pensamientos? 

15 Ya viene de Dan el aviso del 
fuego, llega el funesto mensaje del 
monte de Efraím. 16 Hacedlo saber al 
pueblo, transmitidlo a Jerusalén: 
Viene el enemigo, ya llegan las van¬ 
guardias; vienen de lejanas tierras; 
lanzan sus gritos de guerra contra 
Judá; 17 la rodean como guardias 
rurales, por haberse ella rebelado 
contra mí. Palabra de Yave. 18 Esto 
es lo que te han traído tus extravíos 
y tus malas obras; tu maldad es la 
que ha hecho que el dolor y la amar¬ 
gura hieran tu corazón. 19 |Av mis 
entrañas, ay mis cntrañasl Desfa¬ 
llezco, se me rompe el corazón, lo 
traspasa el dolor, no puedo callar. 
Ya oigo los clarines de guerra, el 
estrepito de la batalla. 20 Ya anuncian 
desastre sobre desastre. Toda la 
tierra devastada. De repente inva¬ 
dieron mis tiendas, en un instante 
mis tcntorios. 21 ¿Hasta cuándo habré 
de ver sus banderas y oír el sonar 
de sus clarines? 

22 jAhl Aíi pueblo está loco, me ha 
desconocido. Son necios, no ven; 
sabios para el mal, ignorantes para 
el bien. 

23 Miré a la tierra, y todo era vacío 
y confusión; a los ciclos, y todo eran 
tinieblas. 24 Miré a los montes, y 
todos temblaban, todos los collados 
se conmovían. 25 Miré, y no se veía 
un hombre, y las aves del ciclo habían 
huido todas. 26 Miré, y el Carmelo 
era un desierto, todas sus ciudades 
eran ruinas, ante Yave, ante el furor 
de su cólera. 27 Pues así dice Yave: 
Toda la tierra será un desierto, con¬ 
sumaré la destrucción, llorará la tierra 
y se entenebrecerán los cielos. 28 Yo 
Ío anuncié, yo lo he resuelto, y no 
me arrepentiré ni desistiré de ello. 

29 jAhl El vocerío de la caballería, 
los sacterosl Han quedado deshabi¬ 
tadas las ‘ciudades, se encerraron en 
las cavernas, penetraron en las selvas 
y escalaron las montañas; todas las 
ciudades fueron abandonadas, sin que 







JEREMÍAS, 5 


en ellas quedara un hombre. 30 Y tú, 
la desolada, ¿qué harás ahora? ¿Te 
vestirás de púrpura? ¿Te adornarás 
con tus joyas de oro? ¿Te rasgarás los 
ojos con los afeites? En vano te aci¬ 
calarás. Te desprecian tus amantes, 
te persiguen de muerte. 

31 Oigo gritos como de mujer en 
parto, alaridos como por la muerte 
del primogénito. Es la hija de Sión, 
que grita y se retuerce las manos, 
i Ay, ay de mil jMi alma desfallece 
ante los asesinos! 


Maldad imperdonable. 

5 1 Recorred las calles de Jerusalén; 

ved e informaos; buscad por sus 
plazas, a ver si halláis un varón, uno 
solo, que obre según justicia, que 
guarde fidelidad, y la perdonaré. 
2 Cuando juran por la vida de Yave, 
juran en falso. 3 ¿No es la fidelidad, 
joh Yavel, lo que buscan tus ojos? 
Los has castigado y no se han dolido, 
los has corregido con azotes y plagas, 
pero no han querido escarmentar; 
tienen la cara más dura que una pie¬ 
dra; no quieren convertirse. 

4 Yo me decía: Quizá es sólo la 
gente baja e ignorante, que desco¬ 
noce los caminos de Yave, los pre¬ 
ceptos de su Dios. 6 Voy a dirigirme 
a los grandes, y les hablaré; éstos ya 
conocerán los caminos de Yave, los 
mandatos de su Dios. Pero han sido 
éstos, todos a una, los primeros en 
quebrar el yugo y en romper las 
coyundas. 6 Por eso los devorará el 
león de la selva, los asaltará de noche 
el lobo del desierto, y el tigre ron¬ 
dará en torno a sus ciudades. Cuantos 
salgan de ellas serán despedazados, 
porque son muchas sus maldades y 
grandes* sus apostasías. 

7 ¿Cómo podré perdonarte? Tus 
hijos se han apartado de mí y juran 
por aquello que no es Dios. 8 Yo los 
harté, y ellos se dieron a adulterar, 
y se van en tropel a la casa de la pros¬ 
tituta. Sementales bien gordos y las¬ 
civos, relinchan todos ante la mujer 
de su prójimo. 9 ¿No habré de pe¬ 
dirles cuenta de todo esto?, diceYave. 
De un pueblo como éste, ¿no habré 
yo de tomar venganza? 10 Escalad 
sus bancales y arrasadlos. No deis 
paz a la mano. Arrancad sus sar¬ 
mientos, pues no son de Yave. 11 Se 
ha rebelado contra mí la casa de 
Israel. Palabra de Yave. 


043 


12 Renegaron de Yave, y dijeron: 
No está aquí. No vendrá sobre nos¬ 
otros ningún mal. No veremos ni 
guerra ni hambre. 13 Los profetas son 
puro flato, y no han tenido oráculo. 
Todo eso les sobrevendrá a ellos. 
14 Por eso dice Yave, Dios Sebaot: 
Porque habéis dicho todo eso, mis 
palabras serán en vuestra boca fuego, 
y este pueblo cual montón de leña. 
Seréis abrasados. 

15 Contra vosotros, casa de Israel, 
yo voy a traer de lejos un pueblo, 
palabra de Yave, un pueblo fuerte, 
un pueblo de antiguo abolengo, un 
pueblo de lengua extraña, cuyas pala¬ 
bras no entenderéis. 16 Su aljaba es 
como sepulcro abierto, todos ellos 
valerosos; 17 y devorará tus cosechas 
y tu pan, a tus hijos y a tus hijas. 
Devorará tus rebaños y tus ganados, 
tus viñas y tus higueras, y asolará 
tus ciudades muradas, en que tanto 
confías. 18 Pero tampoco entonces 
os consumiré del todo. Palabra de 
Yave. 

19 Y cuando te pregunten: ¿Por 
qué ha hecho Yave, nuestro Dios, 
todo esto con nosotros?, les dirás: 
Como os apartasteis vosotros de Yave, 
y servisteis a dioses extraños en 
vuestra propia tierra, así habréis de 
estar sometidos a extranjeros en 
tierra de éstos, no vuestra. 20 Predica 
esto a la casa de Jacob, pregónalo 
en los oídos de Judá, y di: 21 Oíd, 
pueblo necio e insensato: Tenéis ojos 
y no veis, tenéis oídos y no oís. 
22 No me temeréis a mí, palabra de 
Yave, no temblaréis ante mí, que 
de arenas he hecho muro para el mar, 
muro perpetuo que no podrá tras¬ 
pasar, que aunque se enfurezca no 
podrá saltarlo, y por mucho que 
embravezca sus olas no podrá atra¬ 
vesarlo? 

23 Pero este pueblo tiene un corazón 
rebelde y contumaz; se rebelaron y 
desertaron, 24 y no se dijeron:. Tema¬ 
mos a Yave nuestró Dios porque nos 
da a su tiempo las lluvias temporales 
y tempranas, y con ellas fecunda los 
campos que nos dan la cosecha. 
25 Vuestras maldades han trastor¬ 
nado todo esto, vuestros pecados os 
han robado el bienestar. 


Los ricos. 

2 ® Hay en mí pueblo ricos que se 
han enriquecido con el fraude, ten- 







644 


JEREMIAS, 6 


diendo sus redes para cazar hombres. 

27 Como se Uena de pájaros la vesta, 
así está llena su casa de rapiñas. 

28 Así se han engrandecido, así se 
han enriquecido, así engordaron y se 
cebaron; y aun cuando hacían mal, 
no eran castigados; no se ampara¬ 
ba el derecho del huérfano, V no se 
hacía justicia a los pobres. 29 ¿No 
habré yo de pedirles cuenta de todo 
esto?, dice Yave. De un pueblo como 
éste, ¿no habré yo de tomar ven¬ 
ganza? 

Profetas y sacerdotes. 

30 Una cosa horrenda y abominable 
ha acontecido en esta tierra. 31 Los 
profetas profetizaban mentiras, los 
sacerdotes iban con ellos del brazo, 
y el pueblo gustaba de esto. ¿Qué 
cosas, pues, habrán de acontecer al 
fin? 

La guerra contra Jerusalén. 

6 1 Buscad refugio fuera de Jeru¬ 
salén, hijos de Benjamín; tocad 
las trompetas en Teeua, y poned la 
bandera en Betquerén, que es del 
septentrión de donde amenaza el in¬ 
fortunio y la gran ruina. 2 ¿Es que 
ha venido a ser la hija de bión un 
prado delicioso? 3 Acuden a ella pas¬ 
tores con sus rebaños, clavan en 
derredor suyo las tiendas, cada uno 
apacienta allí su manada. 4 Mueven 
guerra contra ella. (Arriba, la asalta¬ 
remos al medíodíal |Ay de nosotros, 
que ya cae el día, que ya se tienden 
las sombras de la nochel 6 (Arribal 
(Vamos a asaltarla por la noche, aso¬ 
lemos sus palaciosl 

6 Porque así dice Yave Sebaot: 
Cortad sus árboles, y haced de ellos 
empalizadas contra Jerusalén. (Ay 
de la ciudad frívolal Dentro de ella 
todo es injusticia y violencia. Como 
mana el agua en los pozos, así mana 
en ella la iniquidad. No se oye en 
ella más que de injusticia y violencia, 
a mi vista hay siempre vejación y 
estrago. 8 Enmiéndate, Jerusalén, 
antes que del todo me liarte de ti y 
te convierta en ruinas, en tierra de 
soledad. 

Amenazas del profeta. 

9 Así dice Yave Sebaot: Haz cui¬ 
dadoso rebusco, como en las viñas, 
de los restos de Israel; mueve tu 


mano como el vendimiador entre los 
sarmientos. 10 ¿A quién hablaré? 
¿A quién amonestaré, que me oiga? 
Tienen oídos incircuncisos, no pueden 
oír nada. La palabra de Yave es 
para ellos objeto de escarnio, no 
sienten deseo alguno de ella. 

11 Yo estaba enteramente lleno de 
la cólera de Yave. En vano me esfor¬ 
zaba por contenerla. Derramarla sobre 
los niños, que juegan por las calles. 
Sobre toda la juventud. Serán lleva¬ 
dos eaulivos hombres y mujeres, los 
viejos, los adultos; 12 y las casas 
pasarán a manos de extraños, los 
campos y las mujeres a poder de los 
conquistadores, cuando yo extienda 
mi mano sobre los moradores de esta 
tierra. Palabra de Yave. 13 Pues 
todos, desde los pequeños a los gran¬ 
des, todos están llenos de rapiñas, 
y todos, profetas y sacerdotes, todos 
llenos de fraudes. 14 Pretenden curar 
el mal de mi pueblo como cosa leve, 
y dicen, (paz, paz!, cuando no ha de 
haber paz. 16 Serán confundidos, por 
haber obrado abominablemehte. Y 
no se avergüenzan, ni conocen la 
vergüenza. Por eso eacrán ellos tam¬ 
bién en la común caída. Al tiempo 
de la cuenta, caerán. Palabra de 
Yave. 

16 Así dice el Señor: Haced alto en 
el camino y ved: Preguntad por 
las sendas de antes. ¿Es ésta la 
senda buena? Pues seguidla, y ha¬ 
llaréis la paz para vuestras almas. 
Pero dijeron: No queremos ir por 
ella. 17 Yo os había dado atala¬ 
yadores. Atención a la voz de 
la trompeta. Pero ellos dijeron: No 
queremos oírla. 18 Por eso, oíd, 
pueblos; 19 oye también tú, tierra, 
lo que ha de venir sobre ellos. 

Yo mandaré males sobre este pue¬ 
blo, el fruto de sus malas obras; 
porque no atendieron a mis palabras 
y despreciaron mi ley. Por eso, 
así dice Yave: Yo pondré tropiezos a 
este pueblo, y en ellos tropezará. 
Padres e hijos, vecinos y prójimos, 
todos a una perecerán. 20 ¿A mí qué 
el incienso de baba, y las cañas aro¬ 
máticas de tierras lejanas? Vuestros 
holocaustos no me son gratos, vues¬ 
tros sacrificios no me deleitan. 

101 enemigo. 

22 Así dice Yave: Mira, viene de la 
tierra del septentrión un pueblo, gran 
muchedumbre viene del extremo de 






JEREMÍAS, 7 


0*45 


la tierra. 23 Empuña el arco y el 
venablo, es cruel y despiadado; su 
estrépito, cuando cabalga sobre sus 
caballos, es como el del mar enfure¬ 
cido; viene armado para la guerra 
contra ti, hija de Sión. 

24 Ya oímos el estruendo. Se nos 
caen los brazos, nos oprime la angus¬ 
tia, dolores como de mujer en parto. 
25 No salgáis al campo, no andéis pol¬ 
ios caminos; por todas partes nos 
sale' al encuentro la espada del ene¬ 
migo y el espanto. 26 Vístete de saco, 
pueblo mío. Revuélcate en la ceniza. 
Llora, como se llora la muerte del 
primogénito. Llora amargamente, por¬ 
que de repente vendrá sobre nosotros 
el invasor. 


Jeremías, fiel contraste. 

27 Te lie hecho fiel contraste de mi 
pueblo, probador de su oro, para 
examinar y probar su valor. 28 Todos 
ellos están fuertemente adulterados, 
y llevan plomo, bronce y hierro; 
todos son moneda falsa. 29 Se en¬ 
ciende el fuego, se hace soplar el fue¬ 
lle, pero lo fundido no es sino plomo. 
En vano fundió el orífice; no hay 
nada de oro; trabajo perdido, dinero 
tirado. 30 También los tirará a ellos 
Y ave. 


La vana confianza en el templo. 

*7 1 Palabra de Yave que llegó a 
k Jeremías, diciéndole: 2 Ponte a 
la puerta del templo de Yavc, y pro¬ 
nuncia allí estas palabras; di: Oíd la 
palabra de Yave, gentes todas de 
Judá, que entráis por estas puertas 
para adorar a Yave. 3 Así dice Yave 
Sebaot, Dios de Israel: Enderezad 
vuestros caminos y enmendad vues¬ 
tras obras, y yo permaneceré con 
vosotros en este lugar. 

4 No pongáis vuestra confianza en 
vanas palabras, diciendo: jOh, el 
templo de Yavel ¡Oh, el templo de 
Yave! Este es el templo de Yave! 
5 Pues si de verdad enderezáis vues¬ 
tros caminos y enmendáis vuestras 
obras; si de verdad hacéis justicia a 
los litigantes; 6 si no oprimís al pere¬ 
grino, al huérfano y a la viuda; si 
no vertéis en este lugar sangre ino¬ 
cente; si no os vais tras dioses extraños 
para vuestro mal, 7 entonces yo per¬ 
maneceré con vosotros en este lugar, 


en la tierra que di a vuestros padres 
por los siglos de los siglos. 

8 Mirad que os engañáis a vos¬ 
otros mismos, confiando en palabras 
vanas, que de nada os servirán. 

9 jPues qué! Robar, matar, adulterar, 
perjurar, adorar a Baal, e irse tras 
dioses ajenos que no conocíais; 10 y 
venir luego a poneros en mi presen¬ 
cia en este lugar, en que se invoca 
mi nombre, diciéndoos: Ya estamos 
salvos, 11 para luego volver a cometer 
todas esas iniquidades! ¿Veis, pues, 
en esta casa, en que se invoca mi 
nombre, una cueva de bandidos? 
Pues mirad, también yo la veo así. 
Palabra de Yave. 

12 Id, id a Silo, que fué al princi¬ 
pio lugar de mi morada, y ved lo 
que hice con él, por las iniquidades 
de mi pueblo Israel. 13 Pues ahora, 
por todas esas vuestras iniquidades, 
palabra de Yave, y porque os amo¬ 
nesté a tiempo repetidas veces, y no 
me escuchasteis, os llamé y no me 
respondisteis; 14 haré de esta casa a 
mí dedicada, en que confiáis vosotros, 
y de esta tierra que di a vuestros 
padres, lo que hice de Silo; 15 y os 
arrojaré de mi presencia, como arrojé 
a vuestros hermanos, a toda la pro¬ 
genie de Efraím. 

16 Y tú, no me ruegues ya por este 
pueblo, no hagas por ellos súplicas 
ni oraciones, no me porfíes, porque 
no -te oiré. 17 ¿Por ventura no ves 

10 que ellos hacen en las ciudades de 
Judá y en las plazas de Jerusalén? 
18 Los hijos amontonan la leña, los 
padres la prenden fuego, y las muje¬ 
res amasan la harina, para hacer las 
tortas de la reina del cielo y libar 
a los dioses extraños, para darme 
pesadumbre. 19 ¿Pero es a mí, por 
ventura, a quien la dan? Palabra 
de Yave. ¿No es más bien para su 
daño? 20 Por tanto, así dice el Señor, 
Yave; El furor de mi ira se derra¬ 
mará sobre este lugar, sobre hombres 
y animales, sobre arboledas y cam¬ 
pos y sobre los frutos de la tierra, y 
arderá y no se extinguirá. 


Obediencia, no sacrificios. 

21 Así dice Yave Sebaot, Dios de 
Israel: Aumentad el número de vues¬ 
tros sacrificios y comed la carne de 
las víctimas. 22 Cuando yo saqué de 
Egipto a vuestros padres, no fué de 
holocaustos y sacrificios de lo que 








JEREMÍAS, 8 


Ies hablé, ni lo que les mandé; 33 sino 
que les ordené: Oíd ini voz y seré 
vuestro Dios, y vosotros seréis mi 
pueblo; y seguid los caminos que yo 
os inando y os irá bien, 24 Pero ellos 
no me escucharon, no me dieron 
oídos, y siguieron su consejo en la 
dureza de su mal corazón, y se pu¬ 
sieron detrás, no delante de mí. 

25 Desde el día en que vuestros 
padres salieron de Egipto hasta hoy, 
les he enviado mis siervos, los pro¬ 
fetas, día tras día; 26 pero no me es¬ 
cucharon, no me prestaron oído, y 
endurecieron su cerviz, y obraron 
peor que sus padres. 27 Cuando les 
digas todo esto, lio te escucharán, 
y los llamarás y no te responderán. 
28 Diles, pues: Sois gente que no oye 
la palabra de Yave, su Dios; gente 
sin enmienda, de cuyos labios ha 
desaparecido la verdad. 29 Córtate 
la hermosa cabellera y tírala, y en¬ 
tona por los montes tus lamentacio¬ 
nes, pues ha echado de sí el Señor 
y repudiado a la generación que pro¬ 
vocó su ira. 

30 Hicieron los hijos de Judá sus 
maldades ante mis ojos. Palabra de 
Yave. Llevaron sus abominaciones 
a la casa a mí dedicada, para profa¬ 
narla. 31 Y se hicieron altos, el To- 
fet (1), que está en el valle de Ben- 
jinón, para quemar allí sus hijos y 
sus hijas, cosa que ni yo les mandé 
ni pasó siquiera por mi pensamiento. 
32 Por eso vienen días palabra de 
Yave, en que no se le llamará ya 
Tofct, ni valle de Jinón, sino valle 
de la mortandad; y tantos serán los 
sepultados cji Tofet, que no habrá 
ya lugar para más; 33 y los cadáveres 
de este pueblo serán pasto de las 
aves del cielo y de las bestias de la 
tierra, sin quq haya quien las espante. 
34 Y haré que deje de oírse en las 
ciudades de Judá y en las plazas de 
Jerusalén el son de los cantos de 
alegría y regocijo, los cantos del 
esposo y de la esposa, y no habrá 
más que desolación en esta tierra. 


(i) Tofct era probablemente un pequeño 

montículo, a la entrada del valle de Jinón o de 

Benjinón, que había ido formándose con la acu¬ 

mulación de las cenizas que quedaban de cada 

sacrificio allí ofrecido a Baal. El valle de Jinón 

está muy próximo a Jerusalén. a su extremo me¬ 

ridional. y era allí donde los idólatras de Israel, 

contaminados por el impío e inhumano culto de 

los cananeos, sacrificaban a sus primogénitos en 

honor de Baal o de Moloc, para obtener de éstos 

numerosa prole. 


Ituina y desolación. 

8 1 Entonces, palabra de Yave, 
sacarán de sus sepulcros los hue¬ 
sos de los reyes de Judá, los de los 
príncipes, los de los sacerdotes, los 
de los profetas, y los de los habitantes 
de Jerusalén; 2 y los esparcirán al sol, 
a la luna y a toda la milicia celeste, 
que ellos amaron y a que sirvieron, 
tras de la cual se fueron y que con¬ 
sultaron y adoraron; nadie los reco¬ 
gerá ni los sepultará, servirán de es¬ 
tiércol a la tierra. 3 * * Cuantos restos 
de esta mala generación sobrevivan, 
preferirán la muerte a la vida en 
los lugares a que yo los arrojaré. 
Palabra de Yave Sebaot. 


Contumacia. 

4 Diles: Así dice Yave: ¿For ven¬ 
tura quien cae no hace por levan¬ 
tarse? ¿Quién se va no vuelve? 6 * ¿De 
dónde, pues, la pertinaz aversión de 
este pueblo, de Jerusalén, la após¬ 
tata? Tan fuertemente se ha abrazado 
a la mentira, que del todo rehúsa con¬ 
vertirse. 6 Yo estoy atento y escu¬ 
cho; no hay quien hable con verdad, 
nadie a quien le remuerdan sus mal¬ 
dades y se pregunte: ¿Qué es lo que 
he hecho? Todos corren desenfre¬ 
nadamente su carrera, como caballo 
lanzado a la batalla. 


FaLa confianza cu la Ley. 

7 En el cielo, la cigüeña, la tórtola, 
la golondrina y el vencejo conocen 
los tiempos de sus migraciones; pero 
mi pueblo no conoce los juicios de 
Yave. 8 ¿Cómo os decís: Tenemos la 
sabiduría, la Ley de Yave? La con¬ 
virtieron en mentira las mentirosas 
plumas de vuestros escribas. 9 Han 
sido confundidos los sabios, avergon¬ 
zados, cogidos. Arrojaron de sí la pala¬ 
bra de Yave. ¿Qué sabiduría les que¬ 
da? 10 Por eso daré sus mujeres a ex¬ 
traños, sus campos a los conquistado¬ 
res; porque desde el pequeño al grande, 
todos se llenaron de rapiñas, desde 
el profeta al sacerdote, todos, todos, 
se dieron al fraude; 11 y curaban 
las llagas de mi pueblo como cosa de 
nada, diciendo «paz, paz»*, cuando 
no había paz, 12 Serán confundidos 
porque hicieron abominaciones. No 
se avergonzaron. No conocen siquiera 






JEREMÍAS, 9 


617 


la vergüenza. Por eso caerán con los 
demás caídos, al tiempo de la cuenta 
caerán. 13 Dice Yave: Los reuniré a 
todos. Palabra de Yave. No quedará 
racimo en la viña, ni higo en la hi¬ 
guera. 


Ruina sin esperanza. 

14 ¿Por qué nos estamos sentados? 
Reunios y vayamos a las ciudades 
amuralladas, a perecer allí, pues Yave 
nuestro Dios nos va a destruir; nos 
ha dado a beber agua de adormideras, 
por haber pecado contra él. 15 ¡Espe¬ 
rar la paz, y no haber bien alguno! 
¡Esperar la curación, y todo pavor! 
16 Ya se oye desde Dan el relinchar 
de sus caballos. Al estruendo de su 
caballería de guerra, tiembla la tierra 
toda. Ya viene a devorar la tierra y 
cuanto hay en ella, la ciudad y cuan¬ 
tos la habitan. 17 Voy a mandar 
contra vosotros serpientes y víboras, 
contra las que no hay conjuro posi¬ 
ble, y os morderán. Palabra de Yave. 

18 Mi mal es sin remedio. Mi cora¬ 
zón está angustiado. 19 Oigo gritos 
de angustia de la hija de mi pueblo, 
desde lejana tierra. ¿No estaba por 
ventura Yave en Sión? No estaba 
en ella su rey? ¿Por qué, pues, pro¬ 
vocaron mi ira con sus ídolos, con 
dioses extraños? 20 Pasó el verano, se 
acabó el otoño, y no hemos sido sal¬ 
vados. 21 Estoy quebrantado por el 
quebranto de la hija de mi pueblo; 
estoy cubierto de luto, se ha apode¬ 
rado de mí el espanto. 22 ¿Por ven¬ 
tura no había bálsamo, en Galad, 
y no había médicos allí? ¿Cómo, pues, 
no fué vendada la herida de la hija 
de mi pueblo? 

Dolor del profeta por la ruina 
del pueblo. 

9 1 ¡Quien me diera que mi cabeza 
se hiciera agua, y mis ojos fuen¬ 
tes de lágrimas, para llorar día y 
noche las llagas de la hija de mi 
pueblo! 2 Ojalá tuviera en el desierto 
un albergue de caminantes, y deja¬ 
ría a mi pueblo y me iría lejos de 
ellos, pues todos son adúlteros, opre¬ 
sores, pérfidos, y sus lenguas son 
saetas. 3 Nada de fidelidad, sólo el 
fraude predomina en la tierra. Amon¬ 
tonan iniquidad sobre iniquidad, y a 
mí me desprecian. Palabra de Yave. 


4 Recelan uno del otro, y nadie confía 
en nadie; pues todos engañan siem¬ 
pre, todos se difaman unos a otros, 
unos a otros se engañan. 5 No hay 
en ellos palabra de verdad. Tan ave¬ 
zadas están sus lenguas a la men¬ 
tira, que no pueden ya sino mentir. 

6 Amontonan violencia sobre violen¬ 
cia, engaño sobre engaño, y no quieren 
conocerme. 7 Palabra de Yave. Por 
eso, así dice Yave Sebaot: Voy a 
pasarlos por el crisol, ¿pues qué otra 
cosa voy a hacer con la hija de mi 
pueblo? 8 Sus lenguas son saetas mor¬ 
tíferas, las palabras de su boca son 
dolo; dan la paz a su prójimo, y lle¬ 
van la insidia en su corazón. 9 ¿No 
habré de pediros cuentas por todo 
esto? Palabra de Yave. De un 
pueblo como éste, ¿no habré de tomar 
yo cumplida venganza? 

10 Yo lloraré y gemiré por los mon¬ 
tes, haré lamentaciones por los pas¬ 
tizales del desierto, desolados por 
no haber quien pase por ellos ni oírse 
en ellos el balar de los rebaños. Desde 
las aves del cielo hasta las bestias 
de la tierra, todos huyeron, todos se 
fueron. 11 Y de Jerusalén haré un 
montón de ruinas, cubil de dragones; 
y de las ciudades de Judá, desola¬ 
ción, donde no habitará nadie. 
12 ¿Quién será el hombre sabio que 
entienda esto, al cual pueda diri¬ 
girse la palabra de la boca de Yave, 
y haga conocer la causa por que 
perece la tierra, que será convertida 
en un desierto por donde no habrá 
quien pase? 

13 Y dijo Yave; Porque han que¬ 
brantado la ley que yo les di, y no 
han escuchado mi voz ni procedieron 
según ella; 14 sino que, según la per¬ 
tinacia de su corazón, se fueron tras 
los Baales, que les enseñaron sus 
padres; 15 por eso, así dice Yave 
Sebaot, Dios de Israel: Yo, hartaré 
a este pueblo de ajenjo, y le daré 
a beber agua de adormideras, 16 y 
los esparciré por entre gentes que 
ellos no conocieron, ni ellos ni sus 
padres, y haré que los persiga la es¬ 
pada hasta consumirlos. 


De la ruina, la conversión. 

17 Así dice Yave Sebaot: Atended, 
llamad a las plañideras; que vengan, 
buscad a las más hábiles en su oficio; 
18 que se apresuren, que corran y 
hagan sobre vosotros sus lamenta 








648 


JEREMÍAS, 10 


ciones; caiga de vuestros ojos el llanto I 
y manen lágrimas vuestros párpados; 
49 porque de Sión vienen voces y 
lamentos. ¡Qué desolación, qué ver¬ 
güenza! Nos echan de nuestras tie¬ 
rras, nos arrojan de nuestras casas. 

20 Porque, oíd, mujeres, la palabra 
de Yave, y perciban vuestros oídos 
las palabras de su boca, para que en¬ 
señéis a vuestras hijas a lamentarse, 
y se lo enseñen ellas unas a otras. 

21 Se entra la muerte por nuestras 
ventanas y penetra en nuestras mo¬ 
radas, para acabar con nuestros niños 
en las calles y con nuestros mance¬ 
bos en las plazas. 22 Los cadáveres 
de los hombres quedan como estiér¬ 
col sobre el campo, como queda tras 
el segador el manojo, sin haber quien 
lo recoja. 

23 Así dice Yave: Que no se gloríe 
el sabio de su sabiduría: que no se 
gloríe el fuerte de su fortaleza; que 
no se gloríe el rico de su riqueza. 
24 El que se gloríe, gloríese en esto: 
En obrar el bien y conocerme a mí, 
conocer que yo soy Yave, que hago 
misericordia, derecho y justicia sobre 
la tierra; pues en esto es en lo que 
yo me complazco. Palabra de Yave. 

25 Vienen días, dice el Señor, en 
que yo pediré cuenta a todos, cir¬ 
cuncisos e incircuncisos. 28 A Egipto, 
a Judá, a Edom, a los hijos de 
Ammón, a Moab y a los que se rapan 
las sienes y habitan el desierto; pues 
todos esos pueblos son incircuncisos, 
pero todo Israel es incircunciso de 
corazón. 


Consejos a los desterrados. 

| 0 Oíd, casa de Israel, lo que os 
dice Yave: 2 Así dice Yave: Nó 
os acostumbréis a los caminos de las 
gentes. No temáis de los fenómenos 
celestes que a ellos les producen 
terror; 3 pues el culto de esos pueblos 
es el culto a la nada, leños cortados 
en el bosque, labrados luego con el 
buril por mano del escultor. 4 Se de¬ 
coran con plata y oro, y se sujetan 
a martillazos con clavos, para que 
no se caigan. 6 Son como espantajos 
en melonar, y no hablan. Hay que 
llevarlos, porque ellos no andan. No 
les tengáis miedo, pues no pueden 
haceros mal ni bien alguno. 

8 No hay ninguno semejante a ti, 
;oh Yave! Tú eres grande, \\ grande 
\ poderoso es lu nombre. 7 Quién 


no te temerá, rev de los pueblos? 
Pues a ti se te debe el temor, y no 
hay entre todos los sabios de las 
gentes, y en todos sus reinos, nadie 
como tú, 8 Todos a una no son sino 
suma estupidez y necedad; su enten¬ 
dimiento pura nada; no son más que 
un madero; 9 plata laminada, venida 
de Tarsis, oro de Ofir, obra de es¬ 
cultor y de orfebre, vestida de púr¬ 
pura y jacinto, todo es obra de artí¬ 
fices. 

10 Pero Yave es el Dios verdadero, 
el Dios vivo y rey eterno. Si él se 
aíra, tiembla la tierra, y todos los 
pueblos son impotentes ante su có¬ 
lera. 11 Así, pues, habéis de decirles: 
Desaparezcan de la tierra y de de¬ 
bajo de los cielos los dioses que no 
han hecho ni los cielos ni la tierra. 

12 El con su poder ha hecho la tierra, 
con su sabiduría cimentó el orbe, y 
con su inteligencia tendió los cielos. 

13 A su voz se congregan las aguas 
en el cielo. El hace subir las nubes 
desde los confines de la tiefra, hace 
brillar el rayo entre la lluvia, y saca 
los vientos de sus escondrijos. 14 Em¬ 
brutecióse el hombre sin conocimien¬ 
to; los orífices se cubrieron de igno¬ 
minia haciendo sus ídolos, pues no 
funden sino vanidades, que no tie¬ 
nen vida, 16 nada, obra ridicula. El 
día de la cuenta perecerán. 18 No es 
ésta la herencia de Jacob, Israel es 
su pueblo. 

17 Daos prisa a reunir y liar el 
hato, moradores de esta tierra; 18 pues 
así dice Yave: Voy a lanzar de una 
vez a los moradores de esta tierra, 
como se lanza la piedra con la honda, 
reuniéndolos, para que todos sean 
hallados. 

19 ¡Ay de mí! ¡Qué destrucción la 
mía! Mi mal no tiene remedio; es 
terrible mi mal, es insufrible. 20 Mis 
tiendas devastadas, todas las cuerdas 
rotas, mis camas saqueadas. No habra 
quien pueda ya levantar la tienda, 
quien pueda ya tender las lonas. 

21 Fueron unos insensatos los pas¬ 
tores, y no buscaron a Yave; por 
eso no prosperaron, y todos sus reba¬ 
ños han sido dispersados. 22 Oye, 
viene ya la noticia, viene gran albo¬ 
roto de la tierra del septentrión, para 
hacer de las ciudades de Judá un de¬ 
sierto, guarida de chacales. 

23 Señor, bien sé que no está en 
mano del hombre trazarse su camino, 
ni puede nadie fijar su paso por él 
con equidad. 24 Pero corrígeme, olí 









JEREMIAS, 11 C> l<> 


¡Señor, con suavidad, no con ira, no 
del todo me destruyas. 

25 Derrama tu furor más bien sobre 
las gentes que te desconocen, y sobre 
los pueblos que no invocan tu nombre, 
que han devorado a Jacob, le han 
consumido, y han devastado sus 
campos. 

Exhortación a la guarda del pacto 
de Yave. 

11 1 Palabra que dirigió Yave a 

* * Jeremías, diciendo: 2 Oíd las 
palabras de esta alianza, y comuni¬ 
cádselas a los varones de Judá y a 
los moradores de Jerusalén. 3 Decidles: 
Así habla Yave, Dios de Israel: Mal¬ 
dito el varón que desoiga las palabras 
de esta alianza, 4 * que di a vuestros 
padres al tiempo de sacarlos de la 
tierra de Egipto, del horno de hierro, 
diciendo: Oíd mi voz, y obrad según 
todo lo que os mando, y seréis mi 
pueblo, y yo seré vuestro Dios; 6 para 
que yo cumpla mi juramento a vues¬ 
tros padres, de darles una tierra que 
mana leche y miel, como es el día de 
hoy. Yo respondí, diciendo: Así sea, 
Señor. 

6 Y me dijo Yave: Anuncia todas 
estas palabras en las ciudades de 
Judá y en las plazas de Jerusalén, 
diciendo: Escuchad las palabras de 
esta alianza y cumplidlas. 7 Pues con 
insistencia he amonestado a vuestros 
padres, desde cuando salieron de la 
tierra de Egipto hasta hoy, y con 
toda diligencia los amonesté: Escu¬ 
chad mi voz. 8 * Pero ellos no me es¬ 
cucharon, no me dieron oídos, y se 
fueron todos en pos de los malos 
deseos de su corazón; y les recordé 
todas las palabras de esta alianza 
que les mandé cumplir, pero no las 
cumplieron. 

9 Y me dijo Yave: Se han confabu¬ 
lado los varones de Judá y los mora¬ 
dores de Jerusalén. 10 Han vuelto a 
las iniquidades de sus primeros padres, 
que rehusaron cumplir mis manda¬ 
tos, y se han ido tras dioses ajenos 
para servirles. La casa de Israel y 
la de Judá han roto el pacto que hice 
con sus padres. 11 Por eso así dice 
Yave: Yo traeré sobre ellos males de 
que no podrán librarse, y clamarán 
a mí, y no los oiré; 12 y clamarán a 
los dioses a quienes ellos sacrifican, 
y no podrán salvarlos en el tiempo 
de la tribulación. 13 Cuantas son tus 
ciudades, tantos fueron tus dioses, 


Judá; y cuantas son las calles de 
Jerusalén, tantos fueron los altares 
de ignominia, alzados para ofrecer 
incienso a Baal. 14 Y tú, no me su¬ 
pliques por este pueblo y no hagas 
por él oración, porque no oiré cuando 
ellos clamen a mí, al tiempo de la 
aflicción. 

15 ¿Qué tienes que hacer en mi 
casa tú, cubierto de iniquidad? ¿Crees 
por ventura que los sacrificios y las 
carnes santificadas de las víctimas 
pueden evitarte el castigo? ¿Crees 
que te servirán de protección, cuan¬ 
do venga sobre ti la gran tribulación, 
cuando con gran estrépito se* acerque 
la angustia? 

16 Olivo siempre verde y hermoso 
te quiso Yave, pero ha pegado a tu 
copa fuego, que abrasó tu ramaje. 

17 Yave Scbaot, que te plantó, ha 
decretado la desgracia contra ti, por 
los crímenes de la casa de Israel y 
de la casa de Judá, que han come¬ 
tido para irritarme, ofreciendo in¬ 
cienso a Baal. 

Conjuración de los de Anatol 
contra el profeta. 

18 a) Y Yave Sebaot me dió a co¬ 
nocer esto (1): 

[12] 6 Mira que también tus her¬ 
manos, los de la £asa de tu padre, 
los de Anatot, son pérfidos y traido¬ 
res, y a espaldas tuyas todos a una 
te maldicen. No te fíes de ellos, 
cuando por delante te hablan con 
benevolencia. 18 6) Entonces vi con 
claridad su proceder conmigo. 19 Es¬ 
taba yo entre ellos como inocente 
cordero, que sin saberlo era llevado 
a la muerte, pues habian tramado 
una conjura contra mí, diciéndose: 
Vamos a darle veneno en el pan (2), 
le raeremos de la tierra de los vivos, 
y no se hará más memoria de su 
nombre. 

20 a ¡Oh Yave Sebaot, juez justo, que 


(1) Parece indudable que ha habido trasloca¬ 
ción en las partes del relato de la conjuración de 
los de Anatot, sus conciudadanos, contra Jere¬ 
mías. Por eso ios ponemos en el orden que pare¬ 
cen exigir. 

(2) El texto en este lugar parece indudable¬ 

mente alterado. La interpretación de la Vulgata 

parece inadmisible. No está dentro de los límites 

de estas notas explicativas dar cuenta de las ra¬ 

zones que nos mueven a dar como más probable 

la que proponemos. De todos modos, es bien 

claro que se trata de un criminal proyecto para 

suprimir al profeta sin que éste pudiera darse 

cuenta. 






<>5u JEREMÍAS, 12, 13 


escudriñas los riñones y el corazónl 

(12) 3 Tú, ¡oh Señor!, me conoees, 
tú me ves, tú penetras los sentimien¬ 
tos de mi eorazón para contigo. Reúne¬ 
los como rebaño destinado a la ma¬ 
tanza, conságralos para el día de la 
mortandad. 20 b Que vea yo en ellos tu 
venganza, pues a ti te" he confiado 
mi causa. 21 Por eso, así dice Yave de 
los hombres de Anatot, que buscan 
tu muerte, diciendo: No profetices 
en nombre de Yave, si no quieres 
morir a nuestras manos. 22 Por eso 
así dice Yave Sebaot: Yo les voy 
a pedir cuenta. Los fuertes morirán 
al filo de la espada, sus hijos y sus 
hijas morirán por hambre. 23 No que¬ 
dará superviviente, porque yo traeré 
la desdicha sobre los de Anatot, 
cuando les pida cuentas. 

Quejas del profeta. 

| •) 1 Muy justo eres tú, Yave, para 

1 ~ que yo vaya a contender con¬ 
tigo; pero déjame decirte sólo una 
cosa: ¿Por qué es próspero el camino 
de los impíos, y son afortunados los 
perdidos y los" malvados? 2 Tú los 
plantas y ellos echan raíces, crecen 
y fructifican; te tienen a ti en la 
boca, pero está muy lejos de ti su 
corazón. 4 Pues se dicen: No ve 
nuestras sendas. ¿Hasta cuándo pa¬ 
decerá la tierra, se secarán las hier¬ 
bas del campo, por la maldad de 
los que habitan en ella, y perecerán 
bestias y aves? Dicen: No ve nuestros 
caminos. 6 Si corriendo con gente de 
a pie te vencieron, ¿cómo te vas a 
atrever con los de a eaballo? Si en 
tierra abierta no te sientes seguro, 
¿qué será en los boscajes del Jordán? 

Los impíos serán castigados. 

7 He desamparado mi casa, he 
abandonado mi heredad. He entre¬ 
gado lo que más amaba, en manos 
de sus enemigos. 8 Fué mi heredad 
para mí león en la selva, lanza contra 
mí sus rugidos; por eso la aborrecí. 
9 Ha venido a ser mi heredad una 
fiera rapaz, en torno a la cual rondan 
otras fieras. Venid, juntaos, fieras 
todas del campo. Venid a devorarla. 

10 Muchos pastores han entrado a 
saco en mi viña, y pisotearon mi he¬ 
redad, han convertido mis deleitosos 
campos en desolado desierto. 11 Hi¬ 
cieron de ella campo de desolación, 
v está ante mí triste v asolada. 


Toda la tierra es desolación, por no 
haber quien recapacite en su corazón. 

12 Por todos los pastizales del de¬ 
sierto irrumpieron los invasores, y la 
espada de Yave devora la tierra de 
un extremo al otro, sin dar paz a ser 
viviente. 13 Sembraron trigo, y han 
reeogido cardos; trabajaron en vano; 
heredaron y no les aprovechó, no 
les salió la euénta; esperaban frutos, 
y el fruto fué la cólera de Yave. 

14 Así dice Yave, de todos los malos 
vecinos que asaltan la heredad que 
yo di en herencia a mi pueblo, Israel: 
Yo los arrojaré de sus tierras, y 
arrancaré a Judá de sus garras; 16 y 
después de haberlos arrojado, tendré 
misericordia de ellos, y los haré volver 
cada uno a su propiedad, cada uno 
a su tierra; 16 y cuando ellos hayan 
aprendido el camino de mi pueblo, 
y juren en mi nombre, «Vive Yave», 
como ellos enseñaron a mi pueblo a 
jurar en el nombre de Raal, habitarán 
prósperamente en medio de mi pue¬ 
blo. 17 Pero si no obedecen, los arran¬ 
caré enteramente, y perecerán. Pala¬ 
bra de Yave. 


La faja podrida. 

1 1 Díjome Yave (1): Ve y 

* cómprate una faja de lino, y 
faja con ella tus lomos, y procura 
que no toque el agua. 2 Y adquirí la 
faja, como me mandó Yave, y ine la 
puse sobre los lomos; 3 y me habló 
Yave por segunda vez, diciéndome: 
4 Coge la faja que adquiriste y te 
pusiste, vete al Eufrates, y escóndela 
en una hendidura de la piedra. 6 Fui, 
pues, y la escondí junto al Eufrates, 
según lo mandó Yave. 

6 Y al eabo de muchos días me 


(i) Interpretar este pasaje como acción sim¬ 
bólica, que por orden de Dios ejecutara el pro¬ 
feta, presenta graves dificultades. Quizá debe 
mejor tomarse como una parábola en forma de 
diálogo entre Dios y el profeta. El simbolismo 
es claro. La prenda de que se trata no tiene co¬ 
rrespondiente exacto en nuestra indumentaria. 
Se ponía a raíz de la carne, y cubría, ciñéndola 
al mismo tiempo, la cintura hasta medio muslo. 
Lo principal, en la significación parabólica, es 
la íntima unión entre la prenda y quien la vestía, 
ceñida a raíz de la carne. Es símbolo del pueblo 
elegido, íntimamente unido a Dios. El quitár¬ 
sela, y dejar que se pudriera a orillas del Eufra¬ 
tes. es símbolo de la destrucción del pueblo y 

de la gran humillación a que había de verse re¬ 
ducido en medio de los pueblos de la Mesopo- 
tamia. 








JEREMÍAS, 14 


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dijo Yave: Anda, vete al Eufrates, y 
recoge la faja que te mandé esconder 
allí. 7 Fui, pues, al Eufrates, y bus¬ 
qué la faja, y la saqué del lugar en 
que la había escondido, pero estaba 
podrida, no servía ya para nada. 

8 Y me habló el Señor, diciéndome: 
9 Así dice Yave: Así haré yo que se 
pudra la mucha soberbia de Judá, el 
gran orgullo de Jerusalén. 10 Este 
pueblo malvado, que rehúsa escuchar 
mis palabras, y en la depravación 
de su corazón se va tras dioses ajenos 
para servirles y ofrecerles incienso, 
será como esa faja podrida, que no 
sirve ya para nada. 11 Como se adhiere 
la faja a los lomos del hombre, así 
quise yo que se adhiriese a mí toda 
la casa de Israel y toda la casa de 
Judá palabra de Yave, para que 
ellos fuesen mi pueblo, mi honra, 
mi prez, mi gloria; pero ellos no me 
escucharon. 


Las tinajas rotas. 

12 Vete, y diles esto: Así dice Yave, 
Dios de Israel: Las tinajas se llenan 
de vino. Y te dirán: ¿Acaso no sabe¬ 
mos muy bien que las tinajas se 
llenan de vino? 13 Pero tú les dirás: 
Así dice Yave: Pues así llenaré yo 
de embriaguez a todos los habitantes 
de esta tierra, a los reyes que se 
sientan en el trono de David, a los 
sacerdotes, a los profetas, y a todos 
los moradores de Jerusalén; 14 y se 
romperán, chocando unos contra 
otros, padres contra hijos a la vez. 
Palabra de Yave. No tendré de 
ella compasión ni clemencia, ni mise¬ 
ricordia en su destrucción. 

15 Escuchad, dadme oídos, no os 
envanezcáis, que es Yave quien os 
habla. 16 Dad gloria a Yave, vuestro 
Dios, antes de que se haga oscuro, 
y tropiecen vuestros pies por los 
montes en tinieblas, y en vez de la 
luz que esperáis vosotros, nos dé 
sombras de muerte y densas tinieblas. 
17 Y si no escucháis, lloraré en secreto 
tu soberbia, lloraré sin consuelo, y 
mis ojos derramarán abundantes lᬠ
grimas, por la dispersión del rebaño 
de Yave. 

18 Di al rey y a la reina: Humiilaos, 
sentaos en el suelo, porque está para 
caer de vuestras cabezas la corona de 
vuestra gloria. 19 Las ciudades del 
sur están cercadas, y nadie escapará. 
Todo Judá será apresado, todos sin 


excepción. 10 Alza tus ojos y mira, 
Jerusalén. Vienen del septentrión. 
¿Dónde está la grey que te fué dada, 
tu espléndido rebaño? 21 ¿Qué dirás 
cuando te golpeen la cabeza tus 
amantes, aquellos que acostumbrabas 
a tratar como muy queridos amigos? 
¿No te dolerás con dolores como de 
parto? 22 Y si te preguntas en tu 
corazón: ¿Por qué me sucede todo 
eso? Por la muchedumbre de tus 
maldades alzaron tus faldas, y mal¬ 
trataron tus talones. 

25 Es tu recompensa, es la porción 
que yo te señalo, por haberme des¬ 
preciado y haber puesto tu esperanza 
en la vanidad de los ídolos. 26 Tam¬ 
bién yo te alzaré las faldas, hasta 
taparte con ellas la cara, y se verán 
tus vergüenzas. 27 A mi cara pusiste 
tú tus adulterios, tus relinchos, tus 
execrables fornicaciones. Sobre los 
collados del campo tuve que ver yo 
tus torpezas (1). ¡Ay de ti, Jeru¬ 
salén, si no te limpiasl ¿Hasta cuándo 
dilatarás tu conversión? 23 ¿Mudará 
por ventura su tez un etíope, o el 
tigre su rayada piel? Así podréis 
vosotros obrar el bien, tan avezados 
como estáis al mal. 24 Yo los disper¬ 
saré, como la paja que vuela al viento 
del desierto. 


La gran sequía. 

14 1 Llegó la palabra de Yave a 
Jeremías, con ocasión de la 
sequía. 2 Llora Judá, y sus ciudades 
están tristes, e inclinadas hacia la 
tierra las cabezas, y crece el grito 
de Jerusalén. 3 Los pudientes de 
ella mandaron a sus zagales por agua; 
fueron éstos a los pozos, pero no 
hallaron agua, y se volvieron con 
los cántaros vacíos, tristes, afligidos 
y cubiertas las cabezas. 4 Los agri¬ 
cultores se afligen y cubren sus cabe¬ 
zas, porque los campos están este- 
nuados, por falta de lluvia sobre la 
tierra. 5 Aun las ciervas en el campo 
paren y abandonan la cría, por la 
falta de pastos. 6 Los asnos salvajes 
están sobre las colinas peladas, aspi¬ 
rando el aire con la lengua fuera, 


(i) Todas estas imágenes nos parecen a nos¬ 
otros demasiado crudas, acostumbrados como 
estamos al uso de eufemismos; pero hay que 
tener en cuenta que los orientales son mucho 
más realistas que nosotros, y que este realismo 
Se refleja en sus literaturas. 










JEREMIAS, 15 


65 2 


como chacales, y hundidos los ojos 
por la falta de hierba fresca. 

7 Aunque nuestras maldades claman 
contra nosotros, hazlo, joh Yave!, 
por la gloria de tu nombre. Grandes 
son nuestras rebeldías. Hemos pe¬ 
cado contra ti. 8 Tú eres la esperanza 
de Israel, su salvador en el tiempo 
de la tribulación. 9 ¿Cómo vas a ser 
cual extranjero en tu tierra, como 
viajero que sólo pasa en ella una 
noche? ¿Cómo vas a parecer como 
hombre azorado, como quien es inca¬ 
paz de salvar? Pues tú, joh Yave!, 
habitas en medio de nosotros, y tu 
nombre es por nosotros invocado. 
jNo nos abandones! 

10 Esto dice Yave de este pueblo: 
Así se acostumbraron a vagar de 
un lado para otro; no daban paz a 
sus pies. Pero Yave no les tiene 
amor alguno; ahora se acordará de 
sus maldades, y les pedirá cuenta de 
sus pecados. 11 Y me dijo Yave: 
No ruegues por este pueblo, para que 
le socorra. 12 Cuando ayunen, no 
escucharé sus clamores, y cuando 
ofrezcan holocaustos y oblaciones, no 
los aceptaré, sino que los consumiré 
por la espada, con el hambre y con 
la peste. 

13 Y yo dije: jAh, Señor, Yavel 
Mira que los profetas les dicen: No 
veréis la espada, no vendrá el hambre. 
Paz entera os daré en este lugar. 
14 Pero Yave me dijo: Mentidamente 
profetizan los profetas en mi nombre; 
yo no los lie enviado, no los he man¬ 
dado, no les he hablado. 18 Falsas vi¬ 
siones, agüeros, vanidades y engaños 
de su corazón, es lo que les profetizan 
en mi nombre, sin haberlos yo en¬ 
viado, diciendo: No habrá en esta 
tierra espada ni hambre. 

A la espada y por hambre perecerán 
esos profetas. 16 Y las gentes ante 
quienes ellos profetizaron, serán arro¬ 
jadas a las calles de Jerusalén, muer¬ 
tos por hambre y por espada, y no 
habrá quien les de sepultura, ellos, 
sus mujeres, sus hijos y sus hijas, 
y haré caer sobre ellos su maldad. 
i? Diles, pues, así: Derramen mis 
ojos lágrimas de noche y de día sin 
cesar, pues la hija de mi pueblo ha 
sido quebrantada con gran quebranto, 
herida de gravísima plaga. 

18 Si salgo al campo, veo doquier 
muertos por la espada; si entro en 
la ciudad, muertos por el hambre. 
Profetas y sacerdotes errantes por 
os campos, sin llegar a entender. 


19 ¿Acaso has rechazado del todo a ( 
Judá? ¿Detesta tu alma a Sión? ¿Cómo 
nos hieres de muerte, y mientras 
esperábamos paz, todo son infortu¬ 
nios, y a la hora del alivio sólo se 
presenta la angustia? 

20 Reconocemos, joh Yavel, nues¬ 
tra maldad, y las de nuestros padres. 
Hemos pecado contra ti. 21 Por la 
gloria de tu nombre, no nos recha¬ 
ces, no desprecies el .trono de tu 
grandeza (1). Acuérdate, no rom¬ 
pas tu alianza con nosotros. 22 ¿Hay 
por ventura entre los ídolos de las 
gentes quien pueda hacer llover? ¿O 
pueden de sí los cielos dar la lluvia? 
¿No eres sólo tú? jOh Yave, Dios nues- 
trol En ti esperamos, pues tú tienes 
poder para hacer todo eso. 

1 k 1 Pero Yave me dijo: Aunque se 

1 me pusieran delante Moisés y 
Samuel, no los escucharía. Quita 
este pueblo de mi presencia, que se 
vayan. 2 * Y si te preguntan: ¿A dónde 
hemos de ir? Respóndeles: Así dice 
Yave: El que a la mortandad, a la 
mortandad; el que a la espada, a la 
espada; el que al hambre, al hambre; 
el que al cautiverio, al cautiverio. 

3 Yo les daré por regidores cuatro 
deudos (2) Palabra de Yave. La 
espada para matar; los perros para 
arrastrarlos; las aves del cielo y las 
fieras del campo, para devorarlos y 
consumirlos. 4 Y los haré el asombro 
de todas las regiones de la tierra, a 
causa de Manasés, hijo de Ezcquías, 
rey de Judá, por lo que hizo en Jcru- 
salén. 


Los horrores de la guerri». 

8 ¿Quién, pues, va a compadecerse 
de ti, oh Jerusalén? ¿Quién se dolerá 
de ti? ¿Quién se saldrá del camino 
para preguntar por ti, y saludarte? 
8 Tú me abandonaste a mí, palabra 
de Yave, me volviste la espalda; 
y yo voy a extender contra ti mi 
mano, y te ahntiré sin duelo. 7 Y los 
aventaré con el bieldo a todas las 
puertas de la tierra; ®c y sus restos 
los entregaré a la espada de sus ene¬ 
migos. 7 b Dejaré sin hijos a mi 


(1) El trono de la grandeza, de la gloria del 
Señor, es Jerusalén. por estar en ella su templo. 

(2) Cuatro deudos o parientes, por ir casi 

siempre unidos, guerra, hambre, peste y mor¬ 

tandad. 





JEREMÍAS, 16 


653 


pueblo, y le destruiré por su impeni- 
teneia. 1 * * * * * * 8 * * Serán más numerosas sus 
viudas que las arenas del mar. Lan¬ 
zaré eontra su juventud el ladrón 
diurno, y haré que caiga de repente 
sobre ellos el terror y la angustia. 
9 ab Ajóse de tristeza la que había 
sido madre de siete hijos, desfalleció; 
púsose para ella el sol, euando aún 
era de día, quedó abatida y eonfusa. 


Lamentos del profeta. 


10 |Ay de Jní! Madre mía, ¿cuál me 
engendraste? Soy objeto de querella 
y de eontienda para todos. A nadie 
presté, nadie me prestó, y, sin em¬ 
bargo, todos me maldieen. 11 En 
verdad, joh Yave!, ¿soy culpable? 
En el tiempo del infortunio y de la 
angustia, ¿no te rogaba por el bien 
de los que me odian? 12 Por ellos 
rompí el hierro y el bronce (1). 
16 Tú lo sabes bien, joh Yavet Ten 
cuenta de mí, mira por mí, y vén¬ 
game de mis perseguidores. No con¬ 
tengas tu ira; mira que por ti soporto 
oprobios, de parte de los que despre¬ 
cian tu palabra. 

18 Cuando llegaban a mí tus pala¬ 
bras, eran mi manjar; el gozo y la 
alegría de mi eorazón, el s.er tenido 
por cosa tuya, joh Yave, Dios Se- 
baotl 17 Nunca me senté entre los 
que se divertían, para gozarme con 
ellos. La aceión de tu mano sobre mí 
me obligaba a sentarme en soledad, 
pues llenaba mi alma de tu ira. 
18 ¿Ha de ser perpetua mi aflicción, 
ineurable mi herida? jAyl ¿Vas a ser 


(i) Este pasaje es de los más difíciles de in¬ 
terpretar en Jeremías. El texto parece, induda¬ 
blemente, alterado, y las conjeturas de restitu-r 
ción y las consiguientes interpretaciones son 
muchas. Adoptamos la que nos parece más pro¬ 
bable, y ésta se refleja en la traducción. Se la¬ 
menta el profeta de haber nacido para ser objeto 
de las maldiciones de todos, y pregunta a Dios 
si no es verdad que él, insistentemente y ponien¬ 
do cuantos medios estaban a su alcance, rom¬ 
piendo, o haciendo por romper, el hierro y el 
bronce, no le pidió por el bien de los que le 
odian. Los versículos 13 y 14 parecen una in¬ 
terpolación, por eso los omitimos. El 13 es casi 
ininteligible: «¿Va a romper el hierro el hierro 
del norte y el bronce?» El 14: «Yo entregaré 
gratis tus bienes y tus tesoros al pillaje, por 
todos tus pecados y sobre todo tu territorio», 
se refiere a la invasión, pero no se ve fácilmente 
de qué otro lugar ha venido aquí y dónde 
habría de ponerse. Quizá en 17, 3, donde hay 
algo muy semejante. 


para mí arroyo falaz, eon euyas 
aguas no se puede eontar? (1). 

19 Por eso, así dice Yave: Si vuelves 
a tu eonfianza en mi, yo te devolveré 
la mía, y seguirás a mi servicio. 
Si sabes distinguir lo precioso de lo 
vil, seguirás siendo mi boea; todos se 
volverán a ti, no serás tú quien te 
vuelvas a ellos, 20 y te haré para este 
pueblo inconmovible muro de bronce. 
Ellos combatirán eontra ti; pero no 
podrán veneerte, porque yo estaré 
eontigo para salvarte y protegerte, 
palabra de Yave, 21 y te libraré de 
las manos de los malvados y de los 
violentos. 

Jeremías, figura de la caída del 
pueblo. 

16 1 Llegóme la palabra de Yave, 
diciéndome: 2 No has de tomar 
mujer, y no tendrás hijos ni hijas en 
esta tierra; 3 porque así diee Yave de 
los hijos y las hijas nacidas en esta 
tierra, de las madres que los paren y 
de los padres que los engendran aquí: 
4 Morirán de epidemias, y nadie los 
llorará ni los sepultará; servirán de 
estiéreol sobre la haz de la tierra; 
serán devorados por la espada y por 
el hambre, y sus cadáveres serán pasto 
de las aves del cielo y de las fieras. 

6 Así, pues, dice Yave: No entres 
en una casa en eonvite de luto, ni 
vayas a llorar a los muertos, ni te 
lamentes por ellos, pues he quitado 
a este pueblo mi paz, palabra de 
Yave, la benignidad y la miseri¬ 
cordia. 6 Y morirán grandes y pe¬ 
queños en esta tierra; no se los sepul¬ 
tará, ni se los llorará, ni nadie se 
herirá el rostro, ni se afeitará la 
eabeza por ellos; 7 y nadie les partirá 
el pan del duelo, para consolar a 
uno por el muerto, ni- se dará a nadie 
la eopa para consolarle por la muerte 
del padre o de la madre. 8 No entres 
tampoco en casa donde haya ban- 


(1) En estas quejas de Jeremías hay ciertas 

dificultades de crítica y de interpretación. El 

sentido general más probable parece ser así: Se 

lamenta el profeta de que, por ser f'el a su mi¬ 

sión, ha tenido que profetizar siempre desven¬ 

turas. y no ha gozado de un momento de alegría, 

fuera de la de ser siervo fiel de Yave; y pregunta 

¿Va a ser siempre así? A seguida el Señor le 

reprende por su desconfianza y pusilanimidad, 

y le anuncia que, si quiere seguir siendo su pro¬ 

feta, su boca, vuelva a su primera fortaleza y 

confianza en Yave. 










R54 


JEREMÍAS, 17 


quete, para sentarte a comer y a 
beber con ellos; 9 pues así dice Yave 
Sebaot, Dios de Israel; Voy a hacer 
cesar en este lugar, a vuestros ojos 
y en vuestros días, el canto del gozo 
y de la alegría, y el canto del esposo 
y de la esposa. 

10 Y cuando anuncies a este pueblo 
todo esto, y te digan: ¿Por qué nos 
anuncia Yave todos esos males tan 
grandes? ¿Cuáles son nuestras mal¬ 
dades, y cuáles los pecados que hemos 
cometido contra Yave, nuestro Dios? 
11 Les responderás; Porque ya vuestros 
padres me abandonaron, palabra de 
Yave, para irse tras los dioses ajenos, 
para servirles y adorarlos, dejándome 
a mí y quebrantando mi ley; 12 pero 
vosotros habéis obrado peor todavía 
que vuestros padres, y os vais cada 
cual tras los malos deseos de vuestro 
mal corazón, sin escucharme a mí. 
13 Por eso os arrojaré fuera de esta 
tierra, a una tierra que no conocéis 
ni conocieron vuestros padres, y allí 
serviréis día y noche a dioses extra¬ 
ños, y no tendré compasión de vos¬ 
otros. 

14 Por eso vendrá tiempo, palabra 
de Yave, en que no se dirá ya; «Vive 
Yave, que sacó a los hijos de Israel 
de la tierra de Egipto»; 16 sino: «Vive 
Yave, que sacó a los hijos de Israel 
de la tierra del aquilón y de las 
otras en que los dispersó», cuando yo 
los haga volver a sil tierra, a la que 
di a sus padres. 16 Yo voy a mandar 
muchos pescadores, palabra de Yave, 
que los pescarán; y después muchos 
cazadores, que los cazarán por los 
montes todos, por todos los collados 
y por las cavernas de las rocas. 
17 Porque están a mi vista todos sus 
malos caminos, no se me esconden, 
y sus maldades no están ocultas a 
mis ojos. 18 Yo les pagaré al doble 
sus iniquidades y pecados, por haber 
profanado mi tierra con la carroña 
de sus ídolos y haber llenado mi here¬ 
dad de abominaciones. 

La salud, por la confianza de Yave. 

19 lYave, mi fuerza, mi fortaleza, 
mi refugio al tiempo de la tribula¬ 
ción! A ti vendrán los pueblos, desde 
los confines de la tierra, y dirán: 
Sólo mentira fué la herencia de nues¬ 
tros padres, vanidad sin provecho 
alguno. 

20 Si es el hombre el que se hace 
los dioses, entonces no son dioses. 


21 Por eso, esta vez les voy a dar a 
conocer, les voy a hacer ver la fuerza 
de mi brazo, y sabrán que mi nombre 
es Yave. 

La culpa de Judá. 

17 1 El pecado de Judá está es¬ 
crito con estilo férreo; a punta 
de diamante se ba grabado en la 
tabla de su corazón; 2 en los cuernos 
de sus altares, en sus aseras , en sus 
cipos, en los montes, en los collados 
del llano. 3 Tus riquezas, todos tus 
tesoros, los daré al pillaje en tus 
confines; te obligaré a abandonar la 
heredad que te di, 4 y te haré esclava 
de tus enemigos en tierra para ti 
desconocida, pues habéis encendido 
el fuego de mi ira, que arderá por 
siempre. 

6 Así dice Yave; Maldito el hombre 
que en el hombre pone su confianza, 
y de la carne hace su apoyo, y aleja 
su corazón de Yave. 0 Será como 
desnudo arbusto en el desierto; que 
aunque le venga algún bien, no lo 
siente, y vive en las arideces del 
desierto,' en tierra salitrosa e inha¬ 
bitable. 7 Bienaventurado el varón 
que confía en Yave y en él pone su 
confianza. 8 Es como árbol plantado 
a la vera de las aguas, que echa sus 
raíces hacia la corriente y no teme 
la venida del calor, conserva su follaje 
verde, en año de sequía no la siente, 
y no deja de dar fruto. 

9 Tortuoso es el corazón, impene¬ 
trable para el hombre. ¿Quién puede 
conocerle? 10 Yo, Yave, que penetro 
los corazones y pruebo los riñones, 
para retribuir a cada uno según sus 
caminos, según el fruto de sus obras. 

11 Perdiz que empolla huevos aje¬ 
nos, es el que injustamente allega 
riquezas; a la mitad de sus días 
tendrá que dejarlas, y su fin será 
el de un necio. 

12 Trono de gloria es desde el priu 
cipio nuestro santo templo. 13 Yave 
es la esperanza de Israel; todos los 
que le abandonan serán confundidos. 
Los que te dejan se cubrirán de ver¬ 
güenza, porque dejaron a la fuente 
de aguas vivas, a Yave. 

14 Sáname, joh Yavel, y seré sano; 
sálvame y seré salvo, pues tú eres 
mi esperanza. 15 Ellos me dicen: 
¿Dónde está la palabra de Yave? 
Que se cumpla. 16 Pero yo no he ido 
tras de ti a incitarte a' su castigo; 
nunca he deseado el día de la cala 





JEREMÍAS, 18 


05. r > 


mldad. Tú sabes que lo que ha salido 
de mis labios fué lo que tú quisiste. 
17 No ine hagas temblar. Protégeme 
el día de la tribulación. 18 * Sean con¬ 
fundidos mis perseguidores, no yo. 
Sean ellos los que tiemblen, no yo. 
Haz venir sobre ellos el día de la 
ira. Tritúralos con doble tritura¬ 
ción (1). 

El camino de salvación. 

19 Así me dijo Yave: Ve a ponerte 
ante la Puerta del Pueblo, por la 
que entran y salen los reyes de Judá, 
y ante todas las otras puertas de 
Jerusalén; 20 y di: Oíd la palabra de 
Yave, vosotros, reyes de Judá, y todo 
Judá y todos los habitantes de Jerusa¬ 
lén, que pasáis por estas puertas: 21 Así 
dice Yave: Guardaos, por vuestra 
vida, de llevar cargas en día de sᬠ
bado y de introducirlas por las puertas 
de Jerusalén. 22 No saquéis tampoco 
cargas de vuestras casas en día de 
sábado, ni hagáis labor alguna; santi¬ 
ficad así el día del sábado, como se 
lo mandé a vuestros padres. 23 Ellos, 
sin embargo, no me oyeron, no me 
dieron oídos, sino que endurecieron 
su cerviz, sin obedecerme y sin corre¬ 
girse. 

24 Si me obedecéis vosotros, pala¬ 
bra de Yave, y dejáis de introducir 

I cargas por las puertas de esta ciudad 
en día de sábado, y santificáis ese 
día no haciendo en él labor alguna, 
25 Seguirán entrando por las puertas 
de esta ciudad los reyes, los que se 
sientan sobre el trono de David, 
montados en sus carros y caballos 


(i) Estas imprecaciones del profeta contra 

los que encarnizadamente le perseguían, así como 

las contenidas en 18, 21-23 y en otros lugares 

del A. T., como, por ejemplo, el Sal. 109, no 

son expresión del deseo de una venganza perso¬ 

nal, sino más bien del deseo de que Dios casti¬ 

gue con castigos temporales a los enemigos del 

profeta, que son al mismo tiempo los enemigos 

de Dios; a veces más que imprecaciones son 

profecías. Para explicarse tales imprecaciones, es 

muy de tener en cuenta el carácter hiperbólico 

de la literatura poética de estos pueblos, y que 

muchas veces se trata de fórmulas usuales y como 

troqueladas del lenguaje. Estos pueblos, tan rea¬ 

listas, difícilmente distinguían en sus maldicio¬ 

nes entre el pecado y el pecador, y al maldecir 

a aquél, maldicen éste. Finalmente, y sobre todo, 

se ha de tener en cuenta que están estas impre¬ 

caciones dentro del marco del A. T., ley de pre¬ 

mios y de castigos temporales, ley de justicia, 

que llega hasta incluir la pena del talión, y no 

podemos aplicarles el criterio de la ley nueva, 

ley de gracia y de misericordia, ley de caridad. 


ellos, sus grandes, los hombres de 
Judá y los habitantes de Jerusalén, 
y esta ciudad estará siempre habitada. 

26 Y de las ciudades de Judá y de 
los contornos de Jerusalén, de la 
tierra de Benjamín, del llano, de la 
montaña y del mediodía, vendrán 
con holocaustos, víctimas, oblaciones, 
incienso y sacrificios eucarísticos, y 
los ofrecerán en el templo de Yave. 

27 Pero si no me obedecéis en santi¬ 
ficar el día del sábado, y en no llevar 
cargas en él y no introducirlas por 
las puertas de Jerusalén, entonces 
encenderé yo en sus puertas un fuego 
que devorará los palacios de Jeru¬ 
salén, y que no se apagará. 

En la casa del alfarero, 

1 & 1 Palabra que de Yave llegó a 

Jeremías: 2 Levántate, y baja 
a la casa de un alfarero, y allí te 
haré oír mis palabras. 3 Bajé, pues, 
a la casa del alfarero, y hallé a éste 
trabajando a la rueda. 4 * Cuando se le 
estropeaba entre las manos la vasija 
que estaba haciendo, iba, y con el 
mismo barro hacía otra cualquiera, 
la que se le antojaba. 

6 Y me vino palabra de Yave, 
diciendo: 6 ¿Acaso no puedo yo 
hacer de vosotros, casa de Israel, 
como hace el alfarero? Palabra de 
Yave. Como está el barro en la mano 
del alfarero, así estáis vosotros en 
mi mano, casa de Israel. 7 * De pronto 
decido yo arrancar, destruir y hacer 
perecer a un pueblo o un reino; 

8 pero si este pueblo se convierte, 
arrepentido de las maldades por las 
que yo le amenazaba, también yo 
me arrepiento del mal que había 
determinado hacerle. 9 Igualmente 
resuelvo yo de pronto edificar y plan¬ 
tar a un pueblo o un reino; 10 * pero 
si este pueblo obra mal ante mis ojos 
y no escucha mi voz, me arrepiento 
del bien que había determinado ha¬ 
cerle. 

La contumacia traerá el supremo 
castigo. 

11 Di ahora a los hombres de Judá 
y a los habitantes de Jerusalén: Así 
habla Y r ave: Yo estoy trazando y 
planeando planes contra vosotros. 
Convertios cada uno de vuestros 
malos caminos, mejoradlos y mejo¬ 
rad vuestras obras. 12 * * * * * Pero ellos dicen: 
Es en vano, seguiremos haciendo 















(>5ü 


JEREMÍAS, 19 


nuestra gana, y cada cual hará el 
mal que maquine su mal corazón. 

13 Por eso, así dice Yave: Pregun¬ 
tad a los pueblos. ¿Quién oyó cosas 
semejantes? Muy horrible crimen es 
el que ha cometido la virgen de 
Jerusalén. 14 ¿Por ventura se aleja 
de las rocas la tierra, o del Líbano 
la nieve, o se agotan las aguas del 
Sijor, frescas y corrientes? 16 Pues 
mi pueblo se ha alejado de mí, se 
salió del eainino antiguo. Por eso 
han adorado a la vanidad, y los haré 
yo ir de tropiezo en tropiezo por sus 
senderos, no por camino llano; 16 y 
haré de su tierra un lugar de horror, 
objeto de eterna burla. Cuantos pasen 
por ella se asombrarán y moverán 
su cabeza. 17 Como viento solano, 
los dispersaré ante el enemigo. La 
espalda, no el rostro, les daré yo el 
día de la angustia. 

Imprecación del profeta. 

18 Ellos dijeron: Venid, vamos a 
tomar una resolución contra Jere¬ 
mías, pues tienen todavía la Ley los 
sacerdotes, el consejo los sabios y 
la visión los profetas. Venid, vamos 
a hacerle morir por la lengua, vamos 
a acecharle en todas sus palabras. 
10 Atiéndeme, ¡oh Yavel, oye la voz 
de mi querella. 20 ¿Se paga por ventura 
bien con mal, para que traten de 
cogerme en una trampa? Acuérdate 
de que te he hablado en favor suyo 
para apartar de ellos tu indignación. 
21 Da, pues, sus hijos al hambre, 
y entrégalos al poder de la espada; 
quédense sus mujeres sin hijos y 
viudas, y mueran sus maridos de 
peste, y sus mancebos traspasados 
por la espada de la guerra. 22 ¡Salgan 
gritos de sus casas, cuando de re¬ 
pente hagas venir sobre ellos el 
salteador; pues han cavado una tram¬ 
pa donde cogerme, y tendieron a mis 
pies lazos ocultos. 23 Pero tú, ¡olí 
Yavel, conoces todas sus maquina¬ 
ciones, para llevarme a la muerte. 
No les perdones su iniquidad, no 
borres su pecado de ante tus ojos; 
caigan ante ti en el día de tu ira, 
castígalos. 

Hotura simbólica. 

19 1 Así dice Yave: Ve y cóm¬ 
prate una orza de barro y lleva 
con ligo a algunos de los ancianos del 
pueblo y de los sacerdotes, 2 hasta la 


entrada del valle de Benjinón, de¬ 
lante de la puerta de la alfarería, y 
pronuncia allí las palabras que yo 
te diré: 

3 Les dirás, pues: Oíd la palabra 
de Yave, reyes de Judá y habitantes 
de Jerusalén: Así dice Yave Sebaot, 
Dios de Israel: Yo traeré sobre este 
lugar males tales, que a cuantos los 
oigan les retiñirán los oídos, 4 por 
haberme dejado a mí y haber ena¬ 
jenado este lugar, adorando en él 
dioses ajenos, que no conocían ni 
ellos ni sus padres ni los reyes de 
Judá, llenando este lugar de sangre 
de inocentes 6 y edificándose en él 
el alto de Baal, donde quemaban con 
el fuego a sus hijos, como holocaustos 
a Baal, cosa que ni yo había mandado 
ni me había venido a la mente. 
6 Por eso vendrá tiempo, palabra 
de Yave, en que no se llamará ya 
este lugar Tofet y valle de Benjinón, 
sino valle de la mortandad. 

7 En este lugar frustraré yo los 
planes de Judá y de Jerusalén, y a 
sus moradores los haré caer a espada 
ante el enemigo, y los entregaré 
en poder de éste, en manos de los 
que los persiguen de muerte, y daré 
sus cadáveres en pasto a las aves 
del ciclo y a las fieras de la tierra. 
8 Y haré de esta ciudad el espanto y 
la burla, de modo que cuantos pasen 
se espanten y se burlen de su des¬ 
trucción. 9 Les haré comer la carne 
de sus hijos y de sus hijas, y se come¬ 
rán unos a otros en las angustias 
del asedio y del hambre a que los 
reducirán sus enemigos, los que los 
persiguen de muerte. 

10 Y romperás la orza a la vista 
de los que te acompañan, 11 y les 
dirás: Esto dice Yave ¡Scbaot: Así 
romperé yo a este pueblo y a esta 
ciudad, como se rompe un cacharro 
de alfarero, que no puede volver a 
componerse. 12 Así haré yo con este 
lugar y con sus habitantes, palabra 
de Y r avc, y haré de esta ciudad un 
Tofet. 13 Las casas de Jerusalén y 
los palacios de los reyes de Judá 
quedarán inmundos como el suelo de 
Tofet; todas las casas en cuyos terra¬ 
dos hicieron oblaciones a toda la 
milicia celeste y libaron a los dioses 
extraños. 

14 Y se volvió Jeremías de la puerta 
a donde le había mandado Yave 
para que profetizara, y se detuvo 
en el atrio del 'Jcinplo, y dijo a todo 
el pueblo: l& Así dice Yave ¡Scbaot, 










JEREMÍAS, 20 


Dios de Israel: Yo traeré, contra 
esta ciudad y contra todas las ciu¬ 
dades que de ella dependen, todos 
los males con que los he amenazado, 
por haber endurecido su cerviz y 
no haber escuchado mis palabras. 


Martirio de! profeta. 

•)() 1 Y Pasjur, hijo de Imer, sacer- 
dote, que era prefecto del Tem¬ 
plo, oyó a Jeremías pronunciar estas 
palabras; 2 y mandó azotar a Jere¬ 
mías, profeta, y ponerle en el cepo 
que hay en la puerta superior de 
Benjamín, junto al Templo. 3 Cuando 
a la mañana siguiente sacó Pasjur 
a Jeremías del cepo, le dijo éste: 
No. te llama Yave Pasjur, sino Nagor, 
terror por doquier. 4 * Pues asi dice 
Yave: Yo te traeré el terror a ti 
y a todos tus deudos y amigos. 
Caerán a la espada del enemigo, a 
tus propios ojos, y entregaré a todo 
Judá en manos del rey de Babilonia, 
a donde los llevará cautivos y los 
hará morir a espada; 6 * y daré todos 
los bienes de esta ciudad, todas sus 
ganancias, todas sus preciosidades y 
todos los tesoros de los reyes de Judá, 
en mano de sus enemigos, que los 
saquearán, se apoderarán de ellos y 
se los llevarán a Babilonia. 6 Y tú, 
Pasjur, con todos cuantos habitan 
en tu casa, iréis a la cautividad, y 
allí moriréis y allí seréis sepultados, 
tú y todos tus amigos, a quienes 
profetizaste mentiras. 


Estado de ánimo del proieta. 

7 Tú me sedujiste, joh Yave!, y 
yo me dejé seducir (1). Tú eras 


(i) El profeta repite aquí, pero con mucha 
más vehemencia, la angustiosa queja de 15, 19 
y siguientes. Las imágenes y las palabras son 
aquí más atrevidas. El profeta se dirige a Dios 
con una libertad de expresión que casi podría¬ 
mos tachar de irreverente: «Tú me sedujiste, 
eras el más fuerte y me venciste. Yo rehuía acep¬ 
tar la misión que me encomendabas; pero tú me 
prometiste hacerme tan fuerte como un muro 
de bronce; y ahora me veo hecho la burla, la 
irrisión, el oprobio de todos. Me has engañado.* 
Amarga, muy amarga es, ciertamente, la queja; 
pero muy disculpable en el triste estado de 
ánimo en que debía hallarse. Acababa de ser 
azotado, preso y encepado, por anunciar lo que 
el Señor le mandara. ¿No estaba todo esto muy 
lejos de lo que de las promesas de protección 
habría cabido esperar? 


el más fuerte, y fui vencido. Ahora 
soy todo el día la irrisión, la burla 
de todo el mundo. 8 Siempre que. les 
hablo tengo que gritarles: ¡Ruina, 
devastación! Y todo el día la pala¬ 
bra de Yave es oprobio y vergüenza 
para mí. 9 * Y aunque me dije: No 
pensaré más en ello, no volveré a 
hablar en su nombre: es dentro de 
mí como fuego abrasador, que siento 
dentro de mis huesos, que no puedo 
contener y no puedo soportar. 

10 Oigo muchas maldiciones, v por 
todas partes me amenazan: ¡Dela¬ 
tadle, delatémosle! Aun los que eran 
mis amigos, me espían para ver si 
doy un paso en falso: A ver si le 
engañamos y triunfaremos, nos ven¬ 
garemos de él. 11 * Pero Yave es para 
mí como un fuerte guerrero; por eso 
mis enemigos caerán vencidos, V 
serán enteramente confundidos en su 
insipiencia con perpetua ignominia, 
que nunca se olvidará. 

12 ¡Oh Yave Sebaot, tú que pruebas 
al justo y penetras dentro del corazón 
y de los riñones! Que vea yo tu 
venganza contra ellos, pues a ti te 
he encomendado mi causa. 13 * * ¡Cantad 
a Yave, alabad a Yave! Porque él 
libra el alma del pobre de la mano 
de los malvados. 

14 ¡Maldito sea el día en que nací, 
el día en que me parió mi madre! 
15 Maldito el hombre que alegre 
anunció a mi padre: «Un niño, tienes 
un hijo», llenándole de gozo. 16 Sea 
ese día como las ciudades que des¬ 
truye Yave sin compasión, donde por 
la mañana se oyen gritos y al medio¬ 
día llantos. 17 ¿Por qué no me mató 
en el seno de mi madre, y hubiera 
sido mi madre mi sepulcro, y yo 
preñez eterna de sus entrañas? 18 ¿Por 
qué salí del vientre de mi madre, 
para no ver más que trabajo y dolor y 
acabar mis días en la afrenta? (1). 


(1) Estas maldiciones son supremos gritos 

de angustia, en que prorrumpe el profeta, tran¬ 

sida el alma por la inmensa amargura que le 

produce su dura misión. Quisiera no haber vi¬ 

vido. Es de una valentía y una belleza insupe¬ 

rable la expresión: «Hubiera sido mi madre mi 

sepulcro, y yo preñez eterna de sus entrañas.* 

Al leer estas maldiciones, vienen luego a la 

memoria las de Job, 3, 1-16. ¿Serán las unas 

imitación de las otras? No lo sabemos. En el 

caso de serlo, ¿quién imitó a quien? A juicio de 

muchos criticos, el libro de Job es posterior al 

de Jeremías, y desde luego las maldiciones de 

éste superan en nervio y energía a las de aquél, 

mas difusas y desleídas, y por lo general el mo¬ 

delo supera siempre a la imitación. 


43 











_ JEREMÍAS, 21, 22 


La destrucción del reino. 

(y* 1 Palabra que llegó de Yave a 

— * Jeremías, cuando el rey Sede- 
cías le mandó a Pasjur, hijo de Mala- 
quías, y a Scíonías, sacerdote, hijo 
de Mahasías, para que le dijeran: 
2 Consulta a Yave acerca de nosotros, 
pues Nabucodonosor, el rey de Babi¬ 
lonia, nos hace la guerra. Quizá haga 
Yave con nosotros según su maravi¬ 
lloso poder, y tenga que retirarse. 

3 Jeremías* les respondió: 4 Así 
diréis a Sedccías: Esto es lo que dice 
Yave, Dios de Israel: Yo liare volver 
contra vosotros, que confiáis en las 
armas, las armas mismas con las que 
lucháis fuera de las murallas contra 
el rey de Babilonia y los caldeos que 
van a asediaros, y las amontonaré 
dentro de esta ciudad. 6 Y yo, yo 
mismo, lucharé contra vosotros con 
mano fuerte, con poderoso brazo, con 
ira, cólera e indignación grandes. 
6 Y heriré a los moradores de esta 
ciudad, hombres y animales. Morirán 
de una gran peste. 7 Y después de 
esto, palabra de Yave, a Sedccías, 
rey de Judá, y a sus servidores y 
al pueblo, a cuantos en la ciudad 
se salven de la peste, de la espada y 
del hambre, los pondré en manos de 
Nabucodonosor, rey de Babilonia, 
que los pasará a filo de espada sin 
compasión, sin piedad, sin miseri¬ 
cordia. 

8 Y a este pueblo le dirás: Así 
habla Yave: Mirad, os doy a elegir 
entre el camino de la vida y el de la 
muerte. 9 Los que se queden dentro 
de esta ciudad, morirán por la espada, 
por el hambre y por la peste; los 
que se salgan y se entreguen a los 
caldeos que os cercan, vivirán, ten¬ 
drán por botín la vida salva. 10 Por¬ 
que yo vuelvo mi rostro a esta ciudad 
para mal, no para bien, palabra de 
Yave, y la haré caer en manos de 
Nabucodonosor, rey de Babilonia, 
que la dará al fuego. 

11 Y a la corte del rey de Judá, 
dilc: Oíd la palabra de Yave, 12 casa 
de David: Así dice Yave: Haced 
siempre justicia, librad al oprimido 
de las manos del opresor, no sea que 
brote como fuego mí ira, y se en¬ 
cienda, sin que haya quien la apague, 

{ >or la maldad de vuestras obras. 
3 A ti me dirijo, habitante de las 
colinas que se alzan en el llano, pala¬ 
bra de Yave, que decís: ¿Quién 
podrá expugnarnos? ¿Quién podrá 


penetrar en nuestras guaridas? 14 Yo 
os daré la paga de vuestras obras, 
palabra de Yave, y prenderé fuego 
en derredor de vucsíra colmena, v la 
abrasaré del todo. 

Amonestación a la familia real. 

1 Así dice Yave: Baja al pala- 
— — ció del rey de Judá, y pro¬ 
nuncia allí estas palabras: Dirás: 

2 Oye la palabra de Yave, rey de 
Judá, que te sientas en el trono de 
David, tú, tus servidores y tu pueblo, 
los que entráis por estas puertas. 

3 Así dice Yave: Haced derecho y 
justicia, librad al oprimido de la 
mano del opresor; y no vejéis al 
extranjero, al huérfano y a la viuda, 
no los maltratéis, y no derraméis en 
este lugar sangre inocente. 4 Si fiel¬ 
mente cumplís estos mandatos, segui¬ 
rán entrando por las puertas de este 
palacio reyes que se sienten en el 
trono de David, montados en carros 
y caballos, ellos, sus servidores y su 
pueblo. 6 Pero si no obedecéis estos 
mandatos, por mí mismo lo juro, 
palabra de Yave, que este palacio 
será un montón de ruinas. 

6 Pues así dice Yave del palacio 
del rey de Judá: Eres para mí como 
el monte de Balad, como la cumbre 
del Líbano. ;Pero que! Yo haré de ti 
un desierto, tierra inhabitada. 7 Yo 
juntaré contra ti, como para una 
obra santa, asaltadores, todos arma¬ 
dos de sus armas, y destrozarán tus 
magníficos artesonados de cedro, y 
los arrojarán al fuego; 8 y pasarán 
muclias gentes ante esta ciudad, y 
se dirán unos a otros. ¿Por qué ha 
tratado así Yave a esta gran ciudad? 
9 Y dirán: Porque rompieron la 
alianza de Yave, su Dios, y adoraron 
dioses ajenos y les sirvieron. 

10 No lloréis por el muerto ni os 
lamentéis por él: Llorad y gemid por 
el que se va, porque no volverá a ver 
ya más la tierra en que nació. 11 Por¬ 
que así dice Yave de Salina, hijo de 
Josías, rey de Judá, que sucedió a 
su padre Josías y filé llevado de este 
lugar: No volverá ya más, 12 morirá 
en el lugar a que ha sido llevado; 
allí morirá y no volverá a ver ya 
más esta tierra. 

Contra el rey «Joaquíni* 

13 ¡Ay del que edifica su casa con 
la injusticia, sus salones con la lili- 







JEREMÍAS, 23 


650 


quidad, haciendo trabajar a su pró¬ 
jimo sin pagarle, sin darle el salario 
de su trabajol 14 El que dice: Voy a 
hacerme un gran palacio, con espa¬ 
ciosas salas de rasgadas ventanas, 
pisos y techos de cedro pintado en 
vivos colores. 15 ¿Reinas, acaso, para 
rivalizar en obras de cedro? ¿No 
comía y bebía tu padre, y, hacía 
derecho y justicia? Y le fue bien. 
16 Hacía justicia al pobre y al des¬ 
valido. Esto es conocerme, palabra 
de Ya ve. 

17 Pero tú no tienes ojos más que 
para oprimir y hacer violencia. 18 Por 
eso, así dice Ya ve de Joaquim, hijo 
de Josías, rey de Judá: No te lamen¬ 
tarán: «lAy, hermano; ay, hermano!»' 
No te lamentarán: «jAy, mi Señor; 
ay, Majestad!» 19 Sepultura de asno 
será la tuya, cogido y tirado lejos de 
las puertas de Jerusalén. 


Contra la ciudad y contra Jcconías, 


40 Sube al Líbano y grita, alza tu 
voz en Basán y clama desde lo alto 
del Abarim; pues todos tus amadores 
han sido destruidos. 21 Te amonesté 
en el tiempo de la seguridad, y dijiste: 
No obedeceré. Este ha sido tu pro¬ 
ceder, desde tu mocedad; no escuchas 
mi voz. 22 A todos tus pastores los 
arrastrará el viento, y tus amadores 
serán llevados cautivos. Entonces te 
confundirás, y te avergonzarás de 
todas tus maldades. 

23 Tú que te asientas en el Líbano 
y anidas en los cedros, ¡cómo gemi¬ 
rás cuando te sobrevengan temblores 
y dolores como de parto! 24 Por mi 
vida, palabra de Ya ve, que si fuera 
Jeconías, hijo de Joaquim, rey de 
Judá, el anillo de mi mano derecha, 
lo arrancaría de ella. 25 Yo te entre¬ 
garé en las manos de los que buscan 
tu vida, en las manos de aquellos a 
quienes temes, en manos de Nabuco- 
donosor, rey de Babel, y de los caldeos. 
26 Y te arrojaré a ti y a la madre 
que te parió, a tierra extraña, en que 
no nacisteis, y allí moriréis. 27 Pero 
a esta tierra, a que con todo el anhelo 
de su alma querrán volver, a ésa no 
volverán. 

28 ¿Es, pues, este hombre, este Jeco¬ 
nías, un mueble inútil y despreciable, 
un mueble que nadie estima? ¿Por 
qué han sido así rechazados él y su 
progenie, y arrojados a tierra de ellos 


desconocida? a ® ¡Tierra, tierra, tierra! 
Oye la palabra de Yave: 30 Así dice 
Yave: Inscribid a ese hombre: «Esté¬ 
ril», pues no logrará descendiente 
que se siente en el trono de David y 
reine sobre Judá. 


Contra los pastores de Israel. 


23 1 ¡Ay de los pastores que dis¬ 
persan y destrozan el rebaño de 
mi pastizal! Palabra de Yave. 2 Por 
eso, así dice Yave, Dios de Israel, 
de los pastores que apacientan a mi 
pueblo: Vosotros habéis dispersado 
mi grey, la habéis descarriado y no 
habéis cuidado de ella; yo me cuidaré 
de pediros cuenta de vuestra mala 
conducta. Palabra de Yave. 


Promesa de restauración 


3 Yo, yo mismo, reuniré los.restos 
de mi grey, de todas las tierras en 
que los he dispersado, y los volveré 
a sus prados, V crecerán y se multi¬ 
plicarán. 4 Y les daré pastores que 
de verdad los apacienten, y ya no 
habrán de temer más, ni angustiarse 
ni afligirse. Palabra de Yave. 6 He 
aquí que vienen días, palabra de 
Yave, en que yo suscitaré a David 
un vástago de" justicia, que como 
verdadero rey, reinará prudentemente 
y hará derecho y justicia en la tierra. 
8 En sus días será salvado Judá, e 
Israel habitará en paz, y el nombre 
con que le llamarán será éste: «Yave 
Zidquenu»: Yave, nuestra justi¬ 

cia (1). 

7 Por eso vendrán días, palabra 
de Yave, en que no se dirá ya: 
«Vive Yave, que sacó de la tierra de 
Egipto a los hijos de Israel»; sino 
más bien: «Vive Yave, que sacó y 
condujo al linaje de Israel de la 
tierra del aquilón y de todas las otras 


(i) El nombre pudiera también traducirse 
* «Yave, nuestra salvación.» Es uno de tantos nom¬ 
bres propios compuestos, en que uno de los ele¬ 
mentos es el nombre de Yave. En 33, 16 se da 
este mismo nombre a la Jerusalén de la restau¬ 
ración. Quizá hay en él una alusión al nombre 
de Sederías, de significación semejante: «Mi jus¬ 
ticia es Yave.» Del solo nombre no puede, como 
algunos pretenden, deducirse una indicación pro- 
fética de la naturaleza divina del Mesí as res¬ 
taurador. 










660 


JEREMÍAS, 23 


a que los arrojó, y los hizo habitar 
en su propia tierra.» 

Contra los profetas. 

9 A los profetas: Se me parte el 
corazón dentro del pecho, tiemblan 
todos mis miembros, y estoy por 
Yave y por su santa palabra como 
un ebrio, como un harto de vino. 
10 La tierra está llena de adúlteros. 
Por eso está maldita, por eso está 
triste, y están secos los prados y los 
pastizales. Todos corren tras la Vnal- 
dad, su fuerza es la injusticia. 11 Aun 
los profetas mismos y los sacerdotes 
«on unos impíos; hasta en mi casa 
misma he tenido que soportar sus 

Í >erversidades. Palabra de Yave. 
2 Por eso sus caminos se les van a 
volver resbaladero en medio de tinie¬ 
blas. Serán empujados por él y caerán, 
pues voy a hacer venir sobre ellos 
males el día de la cuenta. Palabra 
de Yave. 

13 En los profetas de Samaría vi 
yo la insensatez. Profetizaban en 
nombre de Baal, y descarriaron a 
mi pueblo, a Israel. 14 Pero en los 
profetas de Jerusalén he visto algo 
horrendo, adulterio y mentira, y dar 
su brazo a los perversos para que 
nadie se convirtiera de su maldad. 
Todos ellos han venido a serme como 
Sodoma, y sus habitantes como Go- 
morra. 

15 Por eso, así dice Yave Scbaot 
de los profetas: Yo les daré a comer 
ajenjo, y les daré a beber veneno, 
porque de los profetas de Jerusalén 
lia salido la impiedad, que se ha 
extendido por toda la tierra. 16 Así 
dice Yave Scbaot: No escuchéis lo 
que os profetizan los profetas: Os 
engañan. Lo que os dicen son visio¬ 
nes suyas, no procede de la boca de 
Yave. 17 Dicen y repiten a los que 
se burlan de la palabra de Yave: 
«Paz, tendréis paz»; y a todos los 
que van tras los malos deseos de su 
corazón, les dicen: «No vendrá sobre 
vosotros ningún mal.» 18 ¿Quién asis¬ 
tió a consejo con Yave, y vio y oyó 
sus palabras? ¿Quién se las ovo para 
comunicarlas? 19 He aquí que viene 
el torbellino de la ira de Yave, y 
una tormenta furiosa descargará sobre 
la cabeza de los impíos. 20 No retro 
cederá la ira de Yave, mientras no 
se hayan ejecutado y cumplido sus 
designios. Al fin de los tiempos los 
comprenderéis. 


21 Yo no enviaba a los profetas, 
y ellos corrían. No les hablaba, y 
ellos profetizaban. 22 Si han asistido 
a mi consejo, que hagan oír mis 
palabras al pueblo, y le conviertan 
de su mal camino y de sus perversas 
obras. 23 ¿Soy yo, por ventura, Dios 
sólo de cerca? Palabra de Yave. 
¿No lo soy también de lejos? 24 Por 
mucho que uno se oculte en escon¬ 
drijos, ¿no le veré yo? Palabra de 
Yave. ¿No llepo yo los cielos y la 
tierra? Palabra de Yave. 

25 Yo he oído lo que decían los 
profetas, que en mi nombre profeti¬ 
zaban mentiras, y decían: «He tenido 
un sueño, he tenido un sueño.» 

26 ¿Hasta cuándo ha de haber en 
mi pueblo profetas que profetizan 
mentira, profetas de sus desvarios, 

27 que bacen que mi pueblo se olvide 
de mí por sus sueños, que unos a 
otros se van contando, como me 
olvidaron sus padres por Baal? 

28 El profeta que tenga un sueño, 
que lo cuente como sueño; el que 
reciba palabra mía, que pregone fiel¬ 
mente mi palabra. ¿Cómo igualar el 
grano y la paja? Palabra de Yave. 
29 ¿No es mi palabra como fuego, 
palabra de Yave, que quema, como 
martillo que tritura la roca? 30 Por 
eso, con verdad estoy contra los pro¬ 
fetas, palabra de Yave, que se roban 
unos a otros la palabra de Yave. 
81 Contra los profetas, palabra de 
Yave, que gastan sus lenguas pro¬ 
nunciando: «Oráculo» 32 Contra los 
profetas que sueñan mentiras, pala¬ 
bra de Yave, y contándolas, des¬ 
carrían a mi pueblo con sus men¬ 
tiras y sus jactancias, siendo así que 
yo no los he enviado, no les lie dado 
misión alguna y no lian hecho a este 
pueblo bien alguno. Palabra de Yave. 
33 Cuando este pueblo o un profeta 
o un sacerdote te preguntare: ¿Cuál 
es la carga de Yave?, les responderás: 
Vosotros sois la carga, y yo os tiraré 
de mí. Palabra de Yave. 

34 Y al profeta, al sacerdote o al 
hombre del pueblo, que en adelante 
diga: «Carga de Yave», yo le pediré 
cuenta a él y a su casa. 36 Así habéis 
de deciros unos a otros: ¿Qué lia 
respondido Yave? ¿Qué dice Yave? 
36 No se mentará ya la carga de Yave, 
porque para cada cual la carga será 
su propia palabra, y vosotros habéis 
pervertido la palabra del Dios vivo, 
Yave Scbaot, nuestro Dios. 

37 Así habéis de preguntar ni pro- 





JEREMÍAS, 24, 25 


661 


feta: ¿Qué te ha respondido Yave? 
¿Qué te ha anunciado Yavé? 88 Y si 
decís: «Carga de Yave», entonces así 
dice Yave: Por haber dicho esa pala¬ 
bra: «Carga de Yave», mientras que yo 
os lo había prohibido decir, 39 por 
eso ciertamente yo me descargaré de 
vosotros; 40 y a vosotros y a la ciudad 
que a vosotros y a vuestros padres 
di, os arrojaré de mi presencia, y de 
vosotros haré eterno oprobio, eterna 
vergüenza, que no se olvidarán jamás. 


Los higos simbólicos. 

24 1 Mostróme Yave dos cestos de 
higos delante del templo: Fué 
después de haber llevado cautivos 
Nabucodonosor, rey de Babilonia, a 
Jeconías, hijo de Joaquim, rey de 
Judá, a los principales de Judá, y a los 
herreros y carpinteros de Jerusalén, 
a Babilonia. 2 Uno de los cestos tenía 
higos muy buenos, como brevas, pero 
el otro tenía higos muy malos, tan 
malos, que de malos no podían 
comerse. 8 Me dijo Yave: ¿Qué es lo 
que ves, Jeremías? Yo le respondí: 
Higos. Los buenos son muy buenos, 
pero los malos, muy malos, tan malos, 
que de malos no pueden comerse. 
4 Y me dijo Yave: 

6 Así dice Yave Dios de Israel: 
Como a esos higos buenos, así miraré 
yo a los cautivos de Judá, que para 
su bien he arrojado de esta tierra a 
la tierra de los caldeos. 6 Pondré 
sobre ellos mis ojos para bien, y los 
haré volver a esta tierra, los edificaré 
y no los destruiré, los plantaré y no 
los arrancaré, 7 y les daré un corazón 
capaz de conocerme, de saber que 
yo soy Yave; y ellos serán mi pueblo, 
y yo seré su Dios, pues se converti¬ 
rán a mí de todo corazón. 

8 Y de los higos malos, que de 
malos no pueden comerse, de éstos 
dice Yave: Así haré yo de Sedeólas, 
rey de Judá, y de sus grandes y del 
resto de los de Jerusalén, que que¬ 
daron en esta tierra, y de los refu¬ 
giados en la tierra de Egipto. 9 Los 
haré el vejamen, la execración de 
todos los reinos de la tierra, el opro¬ 
bio, la fábula, la irrisión, la maldi¬ 
ción en todos aquellos lugares a que 
los arrojaré; 10 y mandaré contra 
ellos la espada, el hambre y la peste, 
hasta que desaparezcan de la tierra 
que les di a ellos y a sus padres. 


Anuncio de la cautividad. 

25 1 Palabra de Yave, que acerca 

^ del pueblo todo de Judá llegó 
a Jeremías el año cuarto de Joaquim, 
hijo de Josfas, rey de Judá (es el 
primero de Nabucodonosor, rey de 
Babilonia), 2 y que pronunció el pro¬ 
feta Jeremías a todo el pueblo de 
Judá y a todos los habitantes de 
Jerusaíén, diciendo: 3 Desde el año 
trece de Josfas, hijo de Amón, rev 
de Judá, hasta el día de hoy, vein¬ 
titrés años ya, he recibido la pala¬ 
bra de Yave, y os la he predicado 
reiteradamente, y no habéis escu¬ 
chado. 4 Os envió también Yave, 
todos sus siervos, los profetas, una 
y otra vez, y tampoco escuchasteis, 
no les disteis oídos. 

6 Os decía: Dejad vuestros malos 
caminos y vuestras malas obras y 
habitaréis la tierra que Yave os dió a 
vosotros y a vuestros padres por 
eternidad de eternidades. 6 No os 
vayáis tras los dioses ajenos para 
servirles y adorarlos. No provoquéis 
mi cólera con las obras de vuestras 
manos y no vendrá el mal sobre 
vosotros. 7 Pero no me escuchasteis, 
palabra de Yave, provocándome 
con las obras de vuestras manos 
para vuestro mal. 

8 Por eso, así dice Yave, Sebaot: 
Porque no habéis escuchado* mis pa¬ 
labras, 9 yo convocaré a todas las 
tribus del aquilón, palabra de Yave, 
y a Nabucodonosor, rey de Babilo¬ 
nia, mi siervo, y los haré venir contra 
esta tierra v contra sus habitantes y 
contra todos los pueblos que la ro¬ 
dean, y los destruiré, y haré de ellos 
horror, burla y oprobio eterno. 10 Y 
haré desaparecer de ellos los cantos 
de alegría, las voces de gozo, el 
canto del esposo y el canto de la 
esposa, el ruido de la muela y el res¬ 
plandor de las antorchas. 11 Y toda 
esta tierra será desierto y desolación, 
y servirán estos pueblos al rey de 
Babilonia setenta años. 12 Y al cabo 
de setenta años, yo pediré cuentas 
al rey de Babilonia y a su pueblo, 
palabra de Yave, de sus maldades, 
a la tierra de los caldeos, y la con¬ 
vertiré en eterno desierto. 13 Y cum¬ 
pliré contra esta tierra todo lo que 
contra ella anuncié, todo lo que está 
escrito en este libro, lo que profetizó 
Jeremías contra los pueblos. 14 Por¬ 
que también ellos serán sojuzgados 
por otros pueblos grandes y por reyes 







JEREMÍAS, 26 


662 


poderosos, y yo les retribuiré según 
su merecido, según las obras de sus 
manos. 


El cáliz de la ira de Yave. 

15 Así me dijo Yave, Dios de Israel: 
Toma de mi mano este cáliz, y ház¬ 
selo beber a todos los pueblos a los 
que yo te he enviado. 16 Que beban, 
que se tambaleen, que enloquezcan, 
ante la espada que yo arrojaré en 
medio de ellos. 17 Y tomé el cáliz 
de la mano de Yave, y lo di a beber 
a todos los pueblos contra los cuales 
me envió Yave. 18 A Jcrusalén y a 
todas las otras ciudades de Judá, a 
sus reyes, a sus príncipes, para hacer 
de ellos desierto, estupor, burla y 
maldición, como es hoy. 19 Al Faraón, 
rey de Egipto, a sus servidores, a sus 
príncipes, a todo su pueblo y a todos 
sus advenedizos; 20 a todos los reyes 
de la tierra de Us y a todos los reyes 
de la tierra de los filisteos, a Asca- 
lón, a Gaza, a Acarón y al resto de 
Azoto; 21 a Edom, a Moab y a los 
hijos de Ammón; 22 a todos los reyes 
de Tiro, a todos los reyes de Sidón 
y a los reyes de las islas que están 
pasado el mar. 23 A Dedón, a Tema, 
a Buz, a todos los que se rapan las 
sienes; 24 a todos los reyes de Arabia 
que habitan el desierto; 25 a todos 
los reyes de Zimri, a todos los reyes 
de Elam y a todos los reyes de Media. 
26 A todos los reyes del norte, próxi¬ 
mos y lejanos, y a todos los reinos de 
la tierra, que habitan la superficie de 
ella. Y el último en beber será el 
rey Sesac. 

27 Y les dirás: Así dice Yave Se- 
baot, Dios de Israel: Bebed, embria¬ 
gaos, vomitad y caed para no le¬ 
vantaros más, ante la espada que 
yo echaré entre vosotros. 28 Y si 
rehusaren tomar de tu mano el cáliz 
y beber de él, les dirás: Así dice 
Yave Sebaot: Tendréis que beber; 
29 porque si yo, al desatar el mal, 
he comenzado por la ciudad en que 
se invocaba mi nombre, ¿ibais a 
quedar vosotros impunes? No que¬ 
daréis, no, pues que llamaré a la 
espada contra todos los moradores 
de la tierra. Palabra de Yave. 

30 Y tú anúnciales todo esto, y 
diles: Ruge Yave desde lo alto; desde 
su santa morada alza su voz, ruge 
fuertemente contra sus pastizales, ( 
lanza el grito de los lagareros contra 


todos los moradores de la tierra. 
31 Llegará su estrépito hasta los con¬ 
fines de la tierra; porque juzgará 
Yave a las gentes y será juicio éste 
contra toda carne. Los malvados, los 
daré al filo de la espada. Palabra 
de Yave. 

32 Así dice Yave Sebaot: He aquí 
que el mal pasará de pueblo en pue¬ 
blo, un tortísimo huracán se desen¬ 
cadenará desde los extremos de la 
tierra, 33 y yacerán los heridos por 
Yave en ese día del uno al otro cabo 
de la tierra. No serán llorados, no 
serán recogidos, no serán sepultados. 
Quedarán como estiércol sobre la haz 
de la tierra. 

34 Llorad a gritos, pastores. Clamad 
y encenizaos, jefes de la grey, porque 
llega el día de vuestra matanza, de 
vuestra destrucción, y caeréis como 
piezas selectas. 35 No escaparán los 
pastores, no habrá salvación para 
los mayorales de la grey. 38 Gritos de 
espanto de los pastores, clamores de 
los mayorales de la grey, porque ha 
talado Yave sus pastizales, 37 han 
sido devastadas sus tranquilas pra¬ 
deras, ante el furor de la ira de 
Yave. 38 Ha salido como sale el león 
de su cubil, y ha sido devastada su 
tierra, al golpe de la espada destruc¬ 
tora, ante el furor de su ira. 

Quieren condenar a Jeremías a 
muerte. 

26 1 principio del reinado de 

Joaquim, hijo de Josías, rey de 
Judá, llegó a Jeremías esta palabra 
de Yave: 2 Así dice Yave: Ve a po¬ 
nerte en el atrio del templo, y habla 
allí a las gentes de todas las ciuda¬ 
des de Judá, que vienen a adorar 
en él, todo lo que yo te he mandado 
decirles, sin omitir nada. 3 A ver si 
te escuchan, y se convierten cada 
uno de su mal camino, y me arre¬ 
piento yo del mal que por sus malas 
obras había determinado hacerles. 
4 Diles: Así dice Yave: Si no me obe¬ 
decéis, cumpliendo la ley que yo os 
he dado, 6 y escuchando las palabras 
de mis siervos los profetas, que yo 
os he enviado y que habéis desoído, 
8 yo haré de esta casa lo que hice de 
Silo, y de esta ciudad haré la mal¬ 
dición de todos los pueblos de la 
tierra. 

7 Y los sacerdotes, los profetas y 
todo el pueblo oyeron a Jeremías 




603 


JEREMÍAS, 27 


decir estas palabras en el templo; 

8 y cuando acabó Jeremías de hablar 
todo lo que Ya ve le ordenara decir al 
pueblo, los sacerdotes y los profetas 
le cogieron, gritando: jVas a morirl 

9 ¿Por qué profetizas en nombre de 
Ya ve, diciendo: Como Silo será esta 
casa, y esta ciudad quedará asolada 
y sin moradores? Y se reunió en tor¬ 
no a Jeremías todo el pueblo que 
había en el templo. (i) * * * * * * * * 10 * Y en sabiendo 
esto los magistrados de Judá, su¬ 
bieron del palacio del rey al templo, 
y se pusieron a la entrada de la 
puerta nueva del templo. 

11 Los sacerdotes y los profetas 
hablaron a los magistrados de Judá 
y a todo el pueblo, diciendo: Reo de 
muerte es este hombre*, por haber 
profetizado contra esta ciudad lo que 
vosotros mismos habéis oído. 12 Y 
dijo Jeremías a los magistrdos y a 
todo el pueblo: Yave me lia man¬ 
dado profetizar contra este templo 
y contra esta ciudad todo lo que 
habéis oído. 13 Ahora bien, enmendad 
vuestros caminos y vuestras obras, 
escuchad la voz de Yave, vuestro 
Dios, y se arrepentirá Yave del mal 
que había determinado haceros. 14 En 
cuanto a mí, en vuestras manos estoy, 
haced conmigo lo que bien os pa¬ 
rezca. 18 Pero sabed que si me ma¬ 
táis, será sangre inocente que echa¬ 
réis sobre vosotros, sobre esta ciudad 
y sobre sus habitantes, porque en 
verdad he sido enviado a vosotros 
por Yave para deciros todo esto. 

16 Y dijeron los magistrados y todo 
el pueblo a los sacerdotes y a los 
profetas: No es reo de muerte este 
hombre por habernos hablado en 
nombre de Yave, nuestro Dios. 17 Y 
alzándose algunos de los ancianos de 
la tierra, dijeron a todo el pueblo 
allí congregado: 18 Miqueas de Mo- 
rasti profetizó en tiempo de Eze- 
quías, rey de Judá, y habló a todo 
el pueblo diciendo: Así dice Yave 
Sebaot: Sión será arada como campo 
de labor, Jerusalén será un montón 
de ruinas, y el monte del templo será 
una selva. * 9 ¿Le hicieron acaso matar, 
Ezequías, rey de Judá, y todo el 
pueblo de Judá? ¿No temieron más 
bien a Yave, y le aplacaron, y volvió 
Yave sobre el mal con que los ame¬ 
nazó? ¿Vamos a echar nosotros sobre 
nuestra alma un crimen tan grande? 
20 Y hubo también un hombre de los 
que profetizaban en nombre de Yave, 
Urías, hijo de Semaya, de Cariatia- 


rim, que profetizó contra esta ciudad 
y esta tierra, lo mismo que Jeremías. 
21 Al oír el rey Joaquim, sus guardias 
y sns ministros, lo que decía, quiso 
el rey matarlo, y sabiéndolo Urías, 
temió y huyó a Egipto; 22 pero el rey 
Joaquim mandó a Egipto emisarios, 
a Elnatán, hijo de Acobor, y a otros 
que le acompañaron a Egipto; 23 y 
sacando a Urías de Egipto, lo con¬ 
dujeron al rey Joaquim, que le hizo 
matar a espada, arrojando su cuerpo 
a la fosa común. 

24 En favor de Jeremías intervenía 
Ajicam, hijo de Safán, para evitar 
que fuese entregado en manos del 
pueblo para matarle. 


El yugo extranjero. 

1 El año cuarto del reinado de 
" ¿ Sedecías, hijo de Josías, rey 
de Judá, llegó a Jeremías esta palabra 
de Yave: 2 Así me dijo Yave: Hazte 
con una coyunda y un yugo (1), 
y póntelos al cuello; 3 y manda a decir 
al rey de Edom, al rey de Moab, al 
rey de los hijos de Aininón, al rey 
de Tiro y al rey de Sidón, por los 
embajadores que han venido a tratar 
con Sedecías, rey de Judá, a Je¬ 
rusalén: 

4 Que digan a sus señores: Así dice 
Yave Sebaot, Dios de Israel; esto 
habéis de decir a vuestros señores: 
5 Yo, con mi gran poder y la fuerza 
de mi brazo, he hecho la tierra; Yo 
he hecho al hombre y a los animales 
que hay sobre la haz de la tierra, 
y la doy a quien quiero. 6 Ahora he 
dado todas estas tierras al poder de 
mi siervo Nabucodonosor, rey de 
Babilonia; aun las bestias del campo 
las he puesto a su servicio; 7 y habrán 
de estarle sometidas todas las na¬ 
ciones, a él, a su hijo y al hijo de 
su hijo, hasta que venga .el tiempo 
también para su tierra, y la sojuz¬ 
guen pueblos poderosos y reyes 
grandes. 


(i) El yugo de esta acción simbólica no es 

en modo alguno el yugo doble, de uso corriente 

entre nosotros, para uncir una pareja. Sería un 

yugo simple, para un solo animal, y sencillísimo, 

como el que todavía se usa en aquellos países, 

que consistía en dos ligeros palos que encajan 

por el extremo superior en un travesaño y por el 

inferior se sujetan con una cuerda al cuello del 

animal. De otro modo no hubiera sido fácil ni a 

Jeremías llevarlo sobre su cuello ni a Ananías 

romperlo. 








JEREMIAS, 28 


(Ui4 


8 Al pueblo y al reino que no 
quiera someterse a Nabucodonosor, 
rey de Babilonia, y no dé su cuello 
al yugo del rey de Babilonia, le visi¬ 
taré yo con espada, hambre y peste, 
palabra de Yave, hasta someter¬ 
los a su poder. 9 No escuchéis, pues, 
a vuestros profetas, a vuestros adi¬ 
vinos, a vuestros soñadores, a vues¬ 
tros astrólogos *y a vuestros encan¬ 
tadores, que os dicen: No os veréis 
sometidos al rey de Babel; 10 porque 
es mentira lo que os profetizan, para 
que seáis echados de vuestra tierra 
y yo os disperse y perezcáis. 11 Al 
pueblo que dé su cuello al yugo del 
rey de Babel y se le someta, le deja¬ 
ré en su tierra, palabra de Yave, 
y la cultivará y habitará en ella. 

12 Y a Sedéelas, rey de Judá, le 
hablé de todo esto, diciéndole: l)ad 
vuestro cuello al yugo del rey de 
Babel, someteos a él y a su pueblo, 
y viviréis. 13 ¿Para qué morir tú 
y tu pueblo de espada, hambre y 
peste, eoino amenaza Yave al pueblo 
que no se someta al rey de Babel? 
14 Y no escuchéis a los profetas que 
os dicen: «No os veréis sometidos al 
rey de Babel», pues lo que os profe¬ 
tizan es mentira. 15 No los he en¬ 
viado yo, palabra de Yave, aunque 
ellos mentirosamente profeticen en 
mi nombre, y serán causa de que yo 
os disperse y perezcáis vosotros y 
los profetas que os profetizan. 

16 Y a los sacerdotes y a todo 
este pueblo, les hablé, diciendo: Así 
dice Yave: No escuchéis lo que os 
profetizan vuestros profetas, diciendo: 
«Los vasos del templo van a venir 
de Babel ahora en seguida.» Porque 
os profetizan mentira. 17 No los escu¬ 
chéis; someteos al rey de Babel, y 
viviréis, porque esta ciudad ha de 
venir a ser un desierto. 18 Si en 
verdad son profetas, si está en ellos 
la palabra de Yave, que intercedan 
con Yave Sebaot, para que los vasos 
que todavía quedan en el tefnplo y 
en el palacio del rey de Judá y en 
Jerusalén no sean también llevados 
a Babel. 

19 Porque así dice Yave Sebaot, 
acerca de las columnas, del mar de 
bronce, de los basamentos y de los 
demás utensilios que todavía quedan 
en esta ciudad, 20 y no han sido lie- ¡ 
vados por Nabucodonosor a Babel, 
al llevar cautivos de Jerusalén a Babel 
a Jeconías, hijo de Joaquim, rey de 
Judá, y a todos los notables de Judá 


y de Jerusalén. 21 Pues así dice Yave 
Sebaot, Dios de Israel, de los uten¬ 
silios que todavía quedan en el tem¬ 
plo, en el palacio del rey de Judá 
y en Jerusalén. 22 A Babel serán lle¬ 
vados, y allí estarán hasta el día en 
que yo iré, palabra de Yave, a bus¬ 
carlos y devolverlos a este lugar. 


Audacia de Armnías. 

•)R 1 En aquel mismo año, al eo- 

mienzo del reinado de Sede- 
cías, en el quinto mes, Ananías, hijo 
de Azur, profeta, de Gabaón, me dijo 
en el templo, delante de los sacer¬ 
dotes y de todo el pueblo: 2 Así dice 
Yave Sebaot, Dios de Israel: He roto 
el yugo del rey de Babel. 3 Al cabo 
de dos años haré volver a este lugar 
todos los utensilios del templo, que 
de aquí se llevó Nabucodonosor, rey 
de Babel, transportándoles a Babel; 
4 y a Jeconías, hijo de Joaquim, rey 
de Judá, y a todos los cautivos de 
Judá llevados a Babel, los traeré a 
este lugar, palabra de Yave. Porque 
he roto el yugo del rey de Babel. 

5 Y dijo Jeremías, profeta, al pro¬ 
feta Ananías, delante de los sacer¬ 
dotes y de todo el pueblo que estaba 
en el templo: 6 Así sea, hágalo Yave: 
Que cumpla Yave tu promesa, ha¬ 
ciendo volver de Babel aquí los uten¬ 
silios del templo y a todos los cau¬ 
tivos. 7 Pero oye lo que delante de 
todo el pueblo voy a decirte. 8 Los 
profetas que de antiguo antes de mí 
y antes de ti fueron, profetizaron a 
pueblos poderosos y a grandes reinos 
la espada, el hambre y la peste. 
9 El profeta que profetiza paz, por 
el cumplimiento de su profecía habrá 
de ser tenido por profeta, y se sabrá 
que en verdad le envió Yave. 

10 Cogió el profeta Ananías el yugo 
del cuello de Jeremías, profeta, y lo 
rompió, 11 diciendo delante de todo 
el pueblo: Esto dice Y T ave: Así rom¬ 
peré yo dentro de dos años el yugo 
de Nabucodonosor, rey de Babel, de 
sobre el cuello de todos los pueblos; 
y el profeta Jeremías se fué su 
camino. 

12 Después que Ananías, profeta, 
había roto el yugo de sobre el cuello 
del profeta Jeremías, tuvo éste pa¬ 
labra de Yave, diciéndole: 13 Ve y 
dile a Ananías: Así dice Yave: Has 
roto un yugo de madera. En su lugar 
vo haré un yugo de hierro; 14 pues 






JEREMÍAS, 29 


865 


así dice Yave Sebaot, Dios de Israel: 
Yugo de hierro pondré yo sobre la 
cerviz de todos estos pueblos, y los 
haré servir a Nabucodonosor, rey de 
Babel, y le servirán; aun los mismos 
animales del campo se los he dado a él. 

15 Y dijo el profeta Jeremías a 
Ananías, profeta: Oyeme una pala¬ 
bra, Ananías: No te ha enviado a ti 
Yave, y tú estás dando a este pueblo 
falsas esperanzas; 16 por eso, así dice 
Yave: Yo te voy a quitar de sobre 
la haz de la tierra; este mismo año 
morirás, por haber predicado la re¬ 
belión contra Yave. 17 Y murió el 
profeta Ananías en ese mismo año, 
en el séptimo mes. 

La cautividad será larga. 

29 1 He aquí el texto de la carta 

que desde Jerusalén envió Je¬ 
remías a los ancianos de la cautivi¬ 
dad, a los sacerdotes y a los profe¬ 
tas y a todo el resto del pueblo, que 
de Jerusalén había llevado Nabuco¬ 
donosor a Babel, 2 después de haber 
salido Jeconías, el rey, la reina, los 
eunucos, los notables de Judá y de 
Jerusalén, los herreros y los carpin¬ 
teros; 3 por mano de Elasa, hijo de 
Safán y de Gamarías, hijo de Elcías, 
a quienes mandó Sedecías, rey de 
Judá, a Babel a Nabucodonosor, rey 
de Babel. Decía: 

4 Así dice Yave Sebaot, Dios de 
Israel, a todos los cautivos que yo 
he desterrado de Jerusalén a Babel. 

5 Construid casas y habitadlas; plan¬ 
tad huertos y comed sus frutos. 

6 Casaos y engendrad hijos e hijas. 
Dad mujeres a vuestros hijos y ma¬ 
ridos a vuestras hijas, y tengan hijos 
e hijas; multiplicaos ahí, en vez de 
disminuir. 7 Laborad por el bien de 
la ciudad a que os he desterrado, y 
rogad por ella a Yave, pues su bien 
será vuestro bien. Porque así dice 
Yave Sebaot, Dios de Israel: 8 No 
os dejéis engañar por vuestros pro¬ 
fetas, que habitan con vosotros, y 
por vuestros adivinos. No escuchéis 
sus sueños. 9 Mienten cuando os pro¬ 
fetizan en mi nombre. Yo no los he 
enviado. Palabra de Yave. 

10 Pues así dice Yave: Cuando se 
cumplan los setenta años de Babel, 
yo os visitaré, y cumpliré la pro¬ 
mesa de traeros a este lugar. 11 Yo 
conozco mis designios para con vos¬ 
otros, palabra de Yave, designios 


de paz y no de aflicción, de daros 
término y esperanza. 12 Llamadme, 
pedidme, y yo os escucharé; buscad¬ 
me, y me hallaréis. 13 Sí, cuando me 
busquéis de todo corazón, 14 yo me 
mostraré a vosotros, palabra de 
Yave; y trocaré vuestra suerte, y 
os reuniré de entre todos los pueblos 
y de todos los lugares a que os arrojé, 
palabra de Yave, y os haré volver a 
este lugar de que os eché. 

15 Como vosotros decís: Yave nos 
ha suscitado profetas en Babel. 16 Por 
eso os dice Yave, del rey que se 
sienta sobre el trono de David y 
de todo el pueblo que mora en esta 
ciudad, vuestros hermanos, que no 
han sido llevados con vosotros a la 
cautividad. 17 Así dice Yave Sebaot: 
Yo mandaré contra ellos la espada, 
el hambre y la peste, y serán como 
los higos malos, que de malos no 
pueden comerse; 18 y los perseguiré 
con la espada, el hambre y la peste, 
y los haré el escarnio de todos los 
reinos de la tierra; maldición, es¬ 
panto, ludibrio y oprobio entre todos 
los pueblos a los que los arrojaré, 
19 por no haber escuchado mis pala¬ 
bras, palabra de Yave, que reite¬ 
radamente les anuncié por mis sier¬ 
vos, los profetas, a quienes yo envié 
y no los escucharon. Palabra de 
Yave. 

20 Vosotros, pues, todos los cauti¬ 
vos que yo he llevado de Jerusalén 
a Babel, oíd la palabra de Yave: 

21 Así dice Yave Sebaot, Dios de Is¬ 
rael, a Acab, hijo de Colaya, y a 
Sedecías, hijo de Masaya, que menti¬ 
rosamente os profetizan en mi nom¬ 
bre: Yo los entregaré en manos de 
Nabucodonosor, rey de Babel, que 
los ajusticiará ante vuestros ojos, 

22 y quedará de ellos, entre los cau¬ 
tivos de Judá que están en Babel, 
la maldición: Haga contigo Yave 
como con Sedecías y Acab, a quienes 
asó al fuego el rey de Babel, 23 por 
haber hecho iniquidades en Israel, 
haber adulterado con las mujeres de 
sus prójimos, y haber hablado men¬ 
tirosamente en mi nombre, sin que 
yo los mandara. Yo lo sé y lo ates¬ 
tiguo. Palabra de Yave. 

Contra Semeías. 


24 Y a Semevas, el Nejlamita, dile: 
Así dice Yave Sebaot, Dios de Israel: 
25 Por cuanto tú has mandado en tu 






JEREMÍAS, 30 




nombre una carta a todo el pueblo 
de Jerusalén y a Sofonías, hijo de 
Masaya, sacerdote, y a todos los 
sacerdotes, diciéndoles: 26 Yave te 
ha hecho sacerdote en lugar de Jo- 
vada, para que como prefecto vigi¬ 
les en el templo de Yave a todo fa¬ 
nático que quiera hacer el profeta, y 
le hagas encadenar y poner en el 
cepo. 27 ¿Cómo, pues, no has casti¬ 
gado a Jeremías, el de Anatot, que 
anda profetizando entre vosotros? 
28 Hasta el punto de habernos escrito 
a Babel, diciendo: Eso será largo. 
Construid casas v habitadlas, plantad 
huertos y comed sus frutos. 

29 El sacerdote Sofonías leyó al 
profeta Jeremías esta carta; 30 y 
Yave habló a Jeremías, diciéndole: 
31 Manda a decir a todos los cauti¬ 
vos: Esto dice Yave sobre Semeyas 
el Nejlamita: 32 Por haberos profe¬ 
tizado Semeyas sin que yo le haya 
enviado, y haberos hecho concebir 
falsas esperanzas; por eso, dice Yave: 
Yo castigaré a Semeyas el Nejlamita 
y a su descendencia. No tendrá 
descendiente que habite entre este 
pueblo y vea el bien que yo haré a 
mi pueblo, palabra de Yave, por 
haber predicado la rebeldía contra 
Yave. 

Castigo y perdón. 

30 1 Llegó a Jeremías palabra de 
Yave, diciendo: 2 Así dice Yave, 
Dios de Israel: Escribe en un libro 
todo cnanto yo te diga. 3 Porque 
viene tiempo, palabra de Yave, en 
que trocaré la suerte de mi pueblo, 
Israel y Judá, y los haré volver a 
la tierra que di ,a sus padres en po¬ 
sesión. 4 He aquí lo que dice Yave 
sobre Israel y Judá: 6 Pues así dice 
Yave: 

Oímos gritos de dolor, de espanto, 
no de paz. 6 Preguntad y ved. ¿Es 
que paren los hombres? ¿Cómo, si 
no, los veo a todos con las manos en 
los lomos, como en parto, demudados 
y amarillos todos los rostros? 7 ¡Ahí 
Es el día grande. No hay nada igual 
a él. Tiempo de angustia para Jacob, 
pero de él le vendrá la salvación. 
8 Y sucederá que en ese día, palabra 
de Yave Scbaot, quebraré el yugo 
de sobre su cuello, y romperé sus 
coyundas; 9 V ya lio serán más sier¬ 
vos de extranjeros, sino que servirán 
a Yave, su Dios, y a David, su rey, 
que vo les suscitaré. 


10 Y tú, siervo mío, Jacob, no 
temas, palabra de Yave; no tiem¬ 
bles, Israel, porque voy a libertarte 
de esta tierra lejana, y a tus hijos 
de la tierra de su cautividad. Jacob 
tornará, y vivirá tranquilo y seguro, 
sin que nadie le perturbe. 11 No 
temas, no, Jacob, siervo mío, porque 
yo estaré contigo, palabra de Yave, 
para salvarte. Yo llevaré la ruina 
a todos los pueblos entre los que te 
dispersé; pero a ti no te arruinaré, 
sino que te castigaré con moderación. 
Impune no quedarás. 

Herida y curación. 

12 Así, pues, dice Yave: Era incu¬ 
rable tu herida; tu mal, sin remedio; 
13 nadie se cuidó de curar tu úlcera; 
no había remedio para curarte; 14 to¬ 
dos tus amadores te han olvidado; 
ni preguntan por ti; pues yo herí 
como hiere un enemigo, con cruel 
castigo, por tus grandes maldades, 
por la muchedumbre de tus pecados. 
15 ¿A qué gritas por tu herida? ¿Es 
incurable tu mal? Por tus grandes 
maldades, por tus muchos pecados, 
te he tratado así. 18 Pero todos los 
que te devoraron serán devorados, y 
tus enemigos irán todos al destierro. 
Tus saqueadores serán saqueados, y 
tus expoliadores serán expoliados. 

17 Voy a curar tu llaga, voy a 
sanar tus heridas, Sión, la que no 
tiene quien se cuide de ella. 18 Así 
dice Yave: He aquí que voy a resta¬ 
blecer los tabernáculos de Jacob, y 
me compadeceré de sus tiendas, y se 
reedificará la ciudad sobre su colina, 
y el palacio en su lugar anterior. 
19 Y saldrán de ellos cantos de ala¬ 
banza y voces de alegría; y los multi¬ 
plicaré, y no serán disminuidos; los 
engrandeceré, y no serán empeque¬ 
ñecidos; 20 y serán sus hijos como 
fueron primero, y su congregación 
estará firme ante mí, y castigaré a 
todos sus opresores. 21 Y su jefe saldrá 
de su seno, de en medio de ella saldrá, 
y yo le liaré venir, y él se acercará 
a mí; ¿pues quién, si no, sería el 
que expusiera su vida acercándose 
a mí? Palabra de Yave. 22 Y vos¬ 
otros seréis mi pueblo, y yo seré 
vuestro Dios. 

La tempestad y la calina. 

23 He ahí ya la tempestad de 
Va ve, el furor del torbellino se desata 







JEREMÍAS. 31 M7 


y descargará sobre la cabeza de los 
malvados. 24 No se calmará el ardor 
de la ira de Yave, hasta ejecutar y 
cumplir sus designios. Vosotros los 
conoceréis al fin de los tiempos. 

O'l 1 Por entonces, palabra de 
^ * Yave seré el Dios de todas las 
tribus de Israel, y ellos serán mi 
pueblo. 2 Así dice Yave: Halló gracia 
en el desierto el pueblo reliquia de 
la espada, para ir a su lugar de reposo 
Israel. 3 * * Desde lejos se hizo ver 
de él Yave. Con amor eterno te 
amé, por eso te he mantenido mi 
favor. 

4 Yo te restauraré, y serás restau¬ 
rada, virgen de Israel. 6 Todavía 
volverás a adornarte con tus tím¬ 
panos, y saldrás en alegres danzas. 
Todavía volverás a plantar viñas en 
las alturas de Samaría, y los que las 
planten las gozarán. 6 * * * Porque viene 
tiempo en que los atalayas clamarán 
en el monte de Efraím: Venid y suba¬ 
mos a Sión, a Yave, nuestro Dios. 
7 Pues así dice Yave: Regocijaos y 
dad parabienes a Jacob, gritad loores 
a la primera de las naciones; can¬ 
tadla, alabadla, y decid: Yave ha 
salvado a su pueblo, a los restos 
de Israel. 

8 Yo os voy a hacer volver de la 
tierra d el aquilón, y os reuniré de 
los extremos de la tierra, a todos 
juntamente, el ciego y el cojo, la 
embarazada y la recién parida. ¡Qué 
gran muchedumbre la que vuelvel 
9 Mira; Salieron entre llantos, yo los 
hago volver consolados; yo los guío 
a las corrientes de aguas por caminos 
llanos, para que no tropiecen, pues 
yo soy el padre de Israel, Efraím 
es mi primogénito. 

10 Oíd, pueblos, la palabra de Yave, 
dadla a conocer a las lejanas islas, 
y decid: El que dispersó a Israel le 
congrega de nuevo, y le protege como 
el pastor protege a su rebaño. 11 Yave 
ha libertado a Jacob, le ha salvado 
de la mano de sus opresores. 12 * Vienen 
dando gritos de gozo por las alturas 
de Sión, a gozar de los bienes de Yave, 
el trigo, el vino, el aceite, los cor¬ 
deros y los terneros, y será su alma 
como jardín regado, y no volverá 
a padecer sequía. 

13 Entonces la virgen danzará ale¬ 
gre en el coro; jóvenes y viejos, todos 
juntos, trocaré en júbilo su tristeza, 
los consolaré y convertiré su pena en 
alegría. 14 * Saciaré a los sacerdotes de 


la grosura de las víctimas, y hartaré 
a mi pueblo de mis bienes. Palabra 
de Yave. 


Dolor y consuelo. 

16 Así dice Yave: Se oyen lamentos 
en Rama, amargo llanto: Es Raquel 
que llora a sus hijos, y rehúsa con¬ 
solarse de su pérdida. 16 Así dice 
Yave: Cese tu voz de gemir, tus ojos 
de llorar. Tendrán remedio tus penas. 
Palabra de. Yave. 17 * Tienes toda¬ 
vía una esperanza. Palabra de Yave. 
Volverán de la tierra enemiga, vol¬ 
verán los hijos a su patria. 

18 Oigo a Efraím lamentarse: Tú 
ine has castigado, y yo he aprendido. 
Yo era como toro indómito; conviér¬ 
teme, y yo me convertiré, pues tú 
eres Yave, mi Dios. Después de mi 
defección, me he arrepentido; 19 * * * des¬ 
pués que me has hecho volver a cono¬ 
cimiento, he azotado mis carnes. 
Estoy confuso y avergonzado, llevo 
sobre mí el oprobio de mi mocedad. 
20 ¿No es Efraím mi hijo predilecto, 
mi niño mimado? Porque cuantas 
veces hablo de él, no dejo ya de recor¬ 
darle; se conmueven mis entrañas, 
y no puedo menos de compadecerme 
de él. Palabra de Yave. 

21 Ponte hitos, alza jalones, pon 
toda la atención en el camino; ya 
antes le recorriste. Vuelve, virgen 
de Israel, retorna a tus ciudades. 
22 ¿Hasta cuándo has de andar titu¬ 
beando, hija descarriada? Pues hará 
Dios una cosa nueva en la tierra. 
La mujer rodeará al varón (1). 

• 23 Así dice Yave Sebaot, Dios de 


(i) Todo este poema es de carácter mesiá- 

nico. La esperanza de la restauración, la segu¬ 

ridad de la misma, la paz y tranquilidad en me¬ 

dio de la cual ha de realizarse, y el esplendor y 

la gloria que de ella ha de revertir al pueblo 

restaurado y a la nueva Jerusalén, son las líneas 

con que Jeremías traza el poético cuadro. El 

verso a que esta nota se refiere, el 22, tiene tam¬ 

bién. como parte del poema, carácter mesiánico; 

no, sin embargo, el estrictamente mesiánico que 

San Jerónimo y muchos con él le atribuyen, in¬ 

terpretando que la mujer es la madre del Mesías, 

éste el varón y la acción de rodear la concepción 

virginal de Jesús en el seno de María. Para in¬ 

terpretar así, es necesario hacer violencia al tex¬ 

to. Estas palabras ponen de relieve la paz, segu¬ 

ridad y tranquilidad que han de presidir la res¬ 

tauración y la vuelta de los restos de Israel, tales 

que no harán necesaria la protección de los hom¬ 

bres para evitar o rechazar irrupciones enemigas, 

y permitirá que las mujeres lleven en medio a 

1 os hombres mientras caminan hacia la patria 




JEREMÍAS, 32 


f> 68 


Israel: Todavía se dirán estas pala¬ 
bras en la tierra de Judá y en sus 
ciudades, cuando yo haga volver a 
los que volverán: Bendígate Va ve, sede 
de la justicia, monte de la santidad. 

24 Y habitarán en ella Judá y todas 
sus ciudades juntamente, los agri¬ 
cultores y los pastores de rebaños. 

25 Porque yo saciaré a todos los desfa¬ 
llecidos y hartaré a todos los decaídos. 

26 Por esto, al despertar y ver, me 
fué dulce mi sueño. 


ftestaurucfón. 

27 Ved que vienen días, palabra 
de Yave, en que yo sembraré la casa 
de Israel y la casa de Judá, de 
simiente de hombres y de simiente 
de animales; 28 y lo mismo que velé 
sobre ellos para arrancar y destruir, 
para arruinar, devastar y desolar, 
así velaré también sobre ellos para 
edificar y plantar. Palabra de Yave. 
29 En esos dias no se dirá ya más: 
Nuestros padres comieron agraces, y 
los hijos sufrimos la dentera. 30 Sino 
que cada uno morirá por su propia 
iniquidad; quien coma el agraz, ese 
sufrirá la dentera. 

31 Vienen días, palabra de Yave 
en que yo haré una alianza nue¬ 
va (1) con la casa de Israel y la 
casa de Judá; 32 no como la alianza 
(pie hice con sus padres, cuando 
tomándolos de la mano, los saqué 
de la tierra de Egipto; ellos quebran¬ 
taron mi alianza y yo los rechacé. 
Palabra de Yave. 33 Esta será la 
alianza que yo haré con la casa de 
Israel en aquellos días, palabra de 
Yave: Yo pondré mi ley en ellos y 
la escribiré en su corazón, y seré 
su Dios y ellos serán mi pueblo. 
34 No tendrán ya que enseñarse unos 
a otros, ni exhortarse unos a otros, 
diciendo: Conoced a Yave, sino que 
todos me conocerán desde los peque¬ 
ños a los grandes, palabra de Yave; 
porque Ies perdonaré sus maldades 
y no me acordaré más de sus pecados. 

36 Así dice Yave: Yo he puesto 
al sol para que luzca de día; he puesto 
la luna y las estrellas, para que luzcan 


(i) Esta denominación de mueva alianza*, 

nuevo testamento, empleada por primera vez por 

Jeremías y reiterada después por San Pablo 

(Hebr., 8, 8-13), ha prevalecido para designar 

el conjunto de libros inspirados en que se con¬ 

tiene la realización de esta profecía: el Evangelio 

y los escritos apostólicos 


de noche; el que conturba el mar y 
hace bramar sus olas, tiene por nom¬ 
bre Yave Sebaot. 36 ¿Se romperán 
estas leyes ante mí? Palabra de 
Yave. Entonces cesará la descen¬ 
dencia de Israel de ser ante mí un 
pueblo por siempre. 37 Así dice \ r ave: 
Si pueden medirse arriba los ciclos, 
y descubrirse abajo los fundamentos 
de la tierra, entonces repudiaré yo 
a toda la descendencia de Israel, 
por todo cuanto han hecho. Palabra 
de Yave. 

38 Vienen días, palabra de Yave, 
en que será edificada para Yave la 
ciudad, desde la torre de Hanamel, 
hasta la puerta del ángulo. 39 Y serán 
de nuevo echadas las cuerdas para 
medir enfrente hasta la colina de 
Gareb, y dando vuelta después hacia 
Goa, 40 todo el valle de los cadᬠ
veres y de la ceniza, y todos los cam¬ 
pos, hasta el torrente de Cedrón, 
hasta la esquina de la puerta de los 
caballos, hacia oriente, serán con¬ 
sagrados a Yave, y no serán ya jamás 
destruidos y devastados. 


La compru del campo. 

*¿9 1 * * Palabra que recibió Jeremías 

de Yave, el año décimo de 
Sedccías, rey de Judá, que fué el 
año dieciocho de Nabucodonosor. 
2 Entonces el ejército del rey de 
Babel cercaba a Jerusalén, y el pro¬ 
feta Jeremías estaba encerrado en el 
atrio de la guardia del palacio del 
rey de Judá; 8 pues Sedéelas, el rey 
de Judá, le había encarcelado, di- 
ciéndolc: ¿Por que profetizas, ase¬ 
gurando que Yave dice que entregará 
la ciudad en manos del rev de Babel, 
(juc la tomará, 4 * y Sedccías, rey de 
Judá, no escapará a las manos délos 
Caldeos, sino que caerá en manos 
del rey de Babel, y hablará con el 
boca a boca, y sus ojos verán sus 
ojos, 6 y llevará a Sedccías a Babel 
y allí estará hasta que le visite, 
palabra de Yave, y si hacéis la 
guerra a los caldeos nada consegui¬ 
réis ? 

6 Y recibió Jeremías palabra de 
Yave, cliciéudole: 7 Mira: Hanamel, 
hijo dé Selum, til lío, vendrá a 
decirte: Cómprame el campo que 
tengo en Anatot, pues a ti te corres¬ 
ponde adquirirlo por razón de paren¬ 
tesco. 8 Vino, pues, Hanamel, el hijo 
de mi tío, a verme según lo que me 






JEREMÍAS, 32 


GG9 


había dicho Yave, al’ atrio de la 
guardia, y me dijo: Cómprame el 
campo de Anatot, en tierra de Ben¬ 
jamín, pues te corresponde la heren¬ 
cia y la posesión por razón de paren¬ 
tesco. Entendí, pues, que era voluntad 
de Yave, 9 y compre el campo a Ha- 
ivamel, mi primo, de Anatot, pagán¬ 
dole diecisiete siclos de plata. 10 Hice 
el contrato por escrito, lo sellé, tomé 
testigos, y pesé la plata en la balanza, 
11 y recibí el contrato de venta 
sellado, y el acta de las estipulaciones 
abierta; 12 y se lo entregué todo a 
Baruc, hijo de Ncrías, hijo de Masías, 
en presencia de Hanamel, mi primo, 
y de los testigos que habían firmado 
el contrato y de todos los judíos 
que se hallaban en el_ atrio de la 
guardia. 13 Y delante de todos di 
a Baruc esta orden: 14 Así dice 
Yave Sebaot, Dios de Israel: Toma 
esos documentos, ese contrato de 
venta, el sellado y el abierto, y 
mételos en un tubo de barro cocido, 
para que puedan conservarse largo 
tiempo. 15 Porque así dice Yave 
Sebaot, Dios de Israel: Todavía se 
comprarán en esta tierra casas, cam¬ 
pos y viñas. 


Oración del profeta. 

16 Después de haber entregado el 
contrato de' venta a Baruc, hijo de 
Nerías, hice a Yave esta oración: 
17 ]Ah, Señor, Yavel Tú has hcch'o 
los cielos y la tierra con el gran poder 
de tu brazo; nada es imposible para 
ti. 18 Tú eres quien haces gracia a 
millares, y quien retribuye un día 
a los hijos la iniquidad de sus padres; 
el Dios grande, el fuerte, cuyo nom¬ 
bre es Yave Sebaot; 19 grande en el 
consejo, poderoso en la obra, cuyos 
ojos están abiertos para ver todos 
los caminos de los hombres, y dar 
a cada uno según su camino y según 
el fruto de sus obras; 20 el que ha 
hecho maravillas y portentos en la 
tierra de Egipto, y después, hasta 
el día de hoy, en Israel y en todos 
los hombres, y te has hecho un 
nombre como lo es en el día de hoy; 
21 y sacaste a Israel, tu pueblo, de 
la tierra de Egipto, en medio de 
maravillas y portentos, con mano 
fuerte y brazo tendido y en medio 
de gran pavor; 22 y les diste esta 
tierra; prometiste a sus padres darles 
una tierra que mana leche y miel; 


23 y entrados en ella, la poseyeron; 
pero no escucharon tu voz y no cum¬ 
plieron tu ley, y no hicieron lo que 
les mandaste hacer, e hiciste que 
vinieran sobre ellos todos estos males. 

24 He aquí que se alzan contra la 
ciudad ingenios para tomarla; y la 
ciudad será presa de los caldeos que 
la combaten con la espada, el hambre 
y la peste; y como tú anunciaste, 
así ha sucedido, bien lo ves tú. 

25 Y ahora, cuando la ciudad va a 
caer en manos de los caldeos, me 
dices, ¡oh Señor, Yavel: «Compra el 
campo y toma testigos.» 


Respuesta de Yave al profeta. 

26 Y recibió Jeremías palabra de 
Yave, diciéndole: 27 Mira, yo soy 
Yave, Dios de todos los vivientes: 
¿Hay algo imposible para mí? 28 Por 
eso, así dice Yave: Yo entregaré esta 
ciudad en manos de los caldeos y 
en manos de Nabucodonosor, rey 
de Babel, que la tomará. 29 Los 
caldeos que atacan la ciudad entra¬ 
rán en ella, y le pegarán fuego y la 
quemarán; quemarán las casas en 
cuyos terrados quemaban incienso a 
Baal y ofrecían libaciones a los dioses 
extraños, para irritarme; 30 pues lo 
mismo los hijos de Israel que los de 
Judá, no hacen más que el mal a 
mis ojos, desde su juventud; sí, los 
hijos de Israel no hacen más que 
irritarme con las obras de sus manos. 
Palabra de Yave. 

31 Objeto de ira y de furor ha sido 
siempre para mí esta ciudad, desde 
el día en que fue edificada hasta 
hoy, para que la haga desaparecer 
de delante de mí, 32 por tanto mal 
como los hijos de Israel y los hijos 
de Judá han hecho para irritarme, 
ellos, sus reyes, sus grandes, sus 
sacerdotes, sus profetas, las gentes 
de Judá y los habitantes de Jerusalén. 

33 Ellos me han vuelto la espalda, 
en vez de darme la cara; yo los he 
amonestado constantemente, pero 
ellos no han aprovechado la lección. 

34 Han llevado sus abominaciones 
hasta la casa en que se invoca mi 
nombre, profanándola; 35 se han al¬ 
zado el santuario de Baal en el valle 
de Benjinón, para pasar por el fuego 
a sus hijos y a sus hijas, en honor de 
Moloc, cosa que yo nunca les mandé 
y en que nunca soñé. ¡Cometer abo- 






r. 7o 


JEREMÍAS, 33 


minaciones semejantes y hacerse Judá 
reo de tal crimen. 

36 Por eso, así dice ahora Yave, 
Dios de Israel, de esa ciudad de la 
que vosotros decís: Ha sido entre¬ 
gada en manos del rey de Babel 
por la espada, por el hambre y por 
la peste. 37 Yo los reuniré de todos 
los lugares en que los dispersé en mi 
cólera, en mi indignación y en mi 
furor. Yo los volveré a este lugar, 
para que en él habiten seguros. 
38 Ellos serán mi pueblo, y yo seré 
su Dios. 39 Yo les daré un solo cora¬ 
zón, un solo camino, para que siempre 
me teman, y siempre les yaya bien, 
a ellos y a sus hijos después de ellos. 
40 Y haré con ellos una alianza eterna, 
de no dejar nunca de hacerles bien; 
y pondré mi temor en su corazón, 
para que no se aparten de mí; 41 y 
me gozaré en ellos, al hacerles bien, 
y los plantaré firmemente en esta 
tierra, con todo mi corazón y toda 
mi alma. 

42 Porque así dice Yave: Como he 
traído sobre este pueblo todos estos 
tan grandes males, así traeré sobre 
ellos todo este bien que digo de ellos; 
43 y habrá todavía posesores en esta 
tierra, que vosotros decís desierta 
por no quedar en ella hombre ni 
bestia, y haber sido entregada en 
mano de los caldeos. 44 Se compra¬ 
rán campos, dando por ellos el precio 
en plata; se liarán contratos escritos, 
se sellarán, y se aducirán testigos 
en tierra de Benjamín, en los alre¬ 
dedores de Jerusalén, en las ciudades 
de Judá, en las de la montaña y en 
las del llano y en las del mediodía, 
porque yo trocaré su suerte. Palabra 
de Yave. 


Itcstauración. 


cadáveres de los hombres que yo 
herí en mi furor y mi indignación, 
volviendo atrás mi rostro a esta 
ciudad por tantas maldades suyas. 
6 Pero mira, yo los sanaré, yo los 
curaré y les abriré tesoros de paz y 
seguridad; 7 yo haré volver a los 
cautivos de Judá y a los de Israel, 
y los restableceré como al principio, 
y los limpiaré de todas las iniquida¬ 
des que contra mí cometieron; 8 y 
les perdonaré todos sus pecados y 
todas sus rebeliones contra mí; 9 y 
será para mí gloria, alegría, alabanza 
y gozo entre todos los pueblos de la 
tierra, que verán todo el bien que 
yo les haré, y que se asombrarán 
y admirarán de tanto bien y de tanta 
paz como yo les daré. 

10 Así dice Yave: Todavía en estos 
lugares de que vosotros decís: Son 
un desierto sin hombres y sin bestias; 
en las ciudades de Judá y en las 
calles de Jerusalén, desiertas, sin 
hombres V sin bestias, 11 se oirán 
voces de júbilo y voces de alegría, 
los cantos del esposo y los cantos de 
la esposa; voces que cantarán: «Ala¬ 
bad a Yave Sebaot, porque es bueno, 
porque es eterna su misericordia»; 
y de los que llevan al templo sus 
oblaciones; porque yo restauraré esta 
tierra a su antiguo estado. Palabra 
de Yave. 

12 Así dice Yave Sebaot: Todavía 
habrá en estos lugares, desiertos sin 
hombres ni bestias, y en todas sus 
ciudades, pastizales donde los pasto¬ 
res apacentarán sus rebaños; 13 en 
las ciudades de la montaña, en las 
del llano y en las del mediodía, en 
la tierra de Benjamín y en torno a 
Jerusalén, y en las ciudades de Judá, 
todavía pasará el ganado bajo la 
inano del que lo cuenta. Palabra 
de Yave. 


OO 1 Kué dirigida la palabra de 
Yave a Jeremías, por segunda 
vez, mientras estaba preso en el atrio 
de la guardia, diciéndole: 2 Así dice 
Yave, el que ha hecho la tierra y la 
ha formado y afirmado; Yave es su 
nombre. 

3 Llámame y yo te responderé, y 
te comunicaré cosas grandes y ocul¬ 
tas que tú no conoces; 4 pues así 
dice Yave, Dios de Israel, de las 
casas de esta ciudad y de los palacios 
del rey de Judá, destruidos al servir 
de baluartes y troneras para resistir 
a los caldeos, 6 llenándose con los 


Hcino eterno y perpetuo 
sacerdocio. 

14 He aquí que vienen días, pala¬ 
bra de Yave, en que yo cumpliré 
la buena palabra que he pronunciado 
sobre la casa de Israel y sobre la 
casa de Judá. 15 En esos días y en 
ese tiempo, yo suscitaré a David un 
renuevo de justicia, que hará derecho 
y justicia sobre la tierra. lfl En esos 
días será salvado Judá, y Jerusalén 
habitará en paz, y se la llamará: 
«Yave, justicia nuestra. • 17 Porque 






JEREMÍAS, 34 


«71 


así dice Yave: No faltará a David 
un varón que se 'siente sobre el 
trono de Israel. 18 Y a los sacerdotes 
levitas no faltará tampoco varón 
que me ofrezca holocausto, y queme 
la ofrenda y sacrifique todos los días. 

19 Y recibió Jeremías palabra de 
Yave, diciendo: 20 Así dice Yave: 
Si rompéis mi pacto con el día y mi 
pacto con la noche, para que no sea 
día y noche a su tiempo, 21 entonces 
se romperá mi pacto con David, 
mi siervo, para que no haya hijo 
suyo que se siente sobre su trono, 
y mi pacto con los levitas sacerdotes, 
mis ministros. 22 Como no pueden 
contarse las milicias celestes ni las 
arenas del mar, así multiplicaré yo 
la descendencia de David, mi siervo, 
y a los levitas, mis ministros. 

23 Y recibió Jeremías palabra de 
Yave, diciendo: 24 ¿No ves lo que 
dicen estas gentes? «Las dos familias 
que Yave eligió, las dos las ha repu¬ 
diado ; y desprecian a mi pueblo 
por no ser ya a sus ojos un pueblo. 

25 Así dice Yave: Si no he hecho yo 
pacto con el día y con la noche, ni 
he dado leyes a los cielos y a la tierra, 

26 entonces repudiaré yo la descen¬ 
dencia de Jacob y de David, mi 
siervo, y no tomaré de ella jefes para 
la progenie de Abraham, de Isac y 
de Jacob. 


La suerte de Sederías. 

34 1 Palabra de Yave, que recibió 
Jeremías, mientras Nabucodo- 
nosor, rey de Babilonia, con todo su 
ejército y todos los reinos de la tierra 
sometidos a su dominación y todos sus 
pueblos, atacaba a Jerusalén y a 
todas sus ciudades. 2 * Así dice Yave, 
Dios de Israel: Ve a Sedecías, rey 
de Judá, y dile: Así dice Yave: 
Mira que voy a entregar esta ciudad 
a Nabucodonosor, que le pegará fuego; 
3 y tú no escaparás a sus manos, sino 
que serás hecho prisionero y le serás 
entregado, y le verás con tus propios 
ojos y te hablará cara a cara, y serás 
llevado a Babel, 4 Oye, pues, joh Se- 
decíasl, rey de Judá, lo que dice 
Yave: Esto es lo que te dice a ti: 
No morirás a la espada; 5 * * morirás 
en paz, y como se quemaron perfu¬ 
mes en los funerales de tus padres, 
los reyes que te han precedido, así 
se quemarán también en los tuyos, 
y se te harán lamentaciones: «jAy, 


Señorl», pues soy yo quien lo digo, 
yo, Yave. 

6 El profeta Jeremías dijo todo esto 
a Sedecías, rey de Judá, en Jerusalén. 
7 El ejército del rey de Babel estaba 
entonces atacando a Jerusalén y a 
las otras ciudades de Judá que no se 
habían rendido, a Laquis y Azeca, 
que aun resistían entre las ciudades 
amuralladas de Judá. 


Quebrantamiento de la ley de 
la servidumbre. 

8 Palabra de Yave, que recibió 
Jeremías después de haber hecho 
el rey Sedecías un convenio con el 
pueblo todo de Jerusalén, 9 de que 
se publicase la liberación de los 
esclavos hebreos, hombres y muje¬ 
res, y de que no fuera retenido como 
esclavo ningún judío por un hermano 
suyo (1). 10 Todos los grandes y 

todo el pueblo, que habían aceptado 
este convenio, consintieron en liber¬ 
tar cada uno a sus esclavos y escla¬ 
vas, y no retenerlos en la esclavitud; 
consintieron y los libertaron; 11 pero 
se arrepintieron luego, y reclamaron 
a los esclavos y esclavas que habían 
liberado, y los obligaron a ser de 
nuevo esclavos y esclavas. 12 Recibió, 
pues, Jeremías palabra de Yave, 
diciéndole: 

13 Así dice Yave, Dios de Israel: 
Yo hice con vuestros padres un pacto, 
al tiempo que los saqué de Egipto, 
de la casa de la esclavitud, dicién- 
doles: 14 Al llegar el año séptimo, 
cada uno dará libertad al hermano 
hebreo que se le haya vendido; te 
servirá durante seis años, pero luego 
le liberarás; mas vuestros padres no 
me obedecieron, no me dieron oídos. 
16 Vosotros hoy os habéis convertido, 
y habéis hecho bien a mis ojos, pro¬ 
clamando la liberación de vuestros 
hermanos, y habéis hecho ese pacto 
en mi presencia, en la casa en que 
se invoca mi nombre: 16 luego os 
habéis vuelto atrás, habéis profa¬ 
nado mi nombre, y habéis vuelto a 
retraer cada uno a sus siervos y 
siervas que habíais liberado, redii- 


(i) Los israelitas que no podían pagar sus 

deudas se vendían como esclavos a ios acreedo¬ 

res, o les vendían a éstos sus hijos; pero esta es¬ 

clavitud no era perpetua; habla de cesar, según 

la ley, pasados seis años, estando los dueños 

obligados a dar libertad a estos siervos al año 

séptimo.fV. Ex. 2i, a; Deut. 15, 12.) 









672 


JEREMIAS, 35 


riéndolos de nuevo a la servidumbre 
y haciéndolos vuestros esclavos y 
esclavas. 17 Por eso, así dice Yave: 
Vosotros no me habéis escuchado, 
proclamando cada uno la libertad 
de su prójimo; pues yo os proclamo 
la liberación, palabra de Yave, para 
la espada, para la peste, para el 
hambre, y haré de vosotros el veja¬ 
men de todos los reinos de la tierra. 
18 Y haré de los que han quebrantado 
mi pacto y no han guardado la 
palabra con que ante mí se ligaron, 
como becerro partido por en medio, 
para pasar entre ambas partes. 19 Los 
grandes de Judá, los grandes de 
Jcrusalén, los eunucos, los sacer¬ 
dotes y todo el pueblo de esta tierra, 
pasarán por entre las partes del 
becerro; 20 y los entregaré en manos 
de sus enemigos, en las manos de 
los que de muerte los persiguen; y 
sus cadáveres serán pasto de las 
aves del cielo y de las bestias de la 
tierra; 21 y a Scdccías, rey de Judá, 
y a sus príncipes, los entregaré en 
manos de sus enemigos, en manos 
de los que de muerte los persiguen, 
en manos del ejército del rey de 
Babel, que se ha retirado. 22 Yo les 
daré la orden, palabra de Yave, y 
les haré volver a esta ciudad; y la 
combatirán, la tomarán y la incen¬ 
diarán, y haré de las ciudades de 
Judá un desierto, pues no habrá 
quien las habite. 


La fidelidad de los reeabitas a 
sus leyes. 

^ 1 Pfllnbra ti 110 Jeremías recibió 
' ' de Yave en tiempo de Joaquim, 
hijo de Sedccías, rey de Judá: 2 Anda 
V vete a la casa de los rccabitas. 
Háblales y tráelos al templo, llévalos 
a una de las cámaras, y dales a beber 
vino. 3 Yo tomé a Jezonías, hijo de 
Jeremías, hijo de Habsanías, a sus 
hermanos y a todos sus hijos, y a 
toda la familia de los rccabitas; 4 y 
los introduje en el templo, en la 
cámara de los hijos de Janán, hijo 
de Jcgdclías, hombre de Dios, que 
está junto a la cámara de los grandes, 
debajo de la de Maasías, hijo de 
Selúm, el guarda del vestíbulo; 6 y 
puse ante los rccabitas copas y vasos 
llenos de vino, diciéndoics: Bebed. 

0 Pero ellos me contestaron: No 
bebemos vino, pues Jonadah, hijo 


de Recab (1), nuestro padre, nos 
mandó: No bebáis vino jamás, ni 
vosotros ni vuestros hijos, 7 ni cons¬ 
truyáis casas, ni hagáis siembras, 
ni plantéis ni poseáis viñas; sino que 
habitaréis en tiendas todo el tiempo 
de vuestra vida, para que viváis 
muchos días sobre la tierra en la 
que sois peregrinos. 8 Nosotros hemos 
obedecido la voz de Jonadab, hijo 
de Recab, nuestro padre, en cuanto 
nos mandó, de no beber vino en 
los días de nuestra vida, ni nosotros 
ni nuestras mujeres ni nuestros hijos 
ni nuestras hijas, 9 y de no edificar 
casas de habitación; y no tenemos 
viñas ni campos de sembradura, 
10 sino que habitamos en tiendas, 
como nos lo mandó Jonadab, nues¬ 
tro padre. 11 Pero cuando Nabuco- 
donosor, rey de Babel, subió a nues¬ 
tra tierra, nos dijimos: Vamos a refu¬ 
giarnos en Jcrusalén, para escapar 
al ejército de los caldeos y al ejér¬ 
cito de Arain, y nos vinimos a habitar 
en Jcrusalén. 


La intidelidad de los judíos. 

12 Y dirigió Yave la palabra a 
Jeremías, diciendo: 13 Así dice Yave 
Sebaot, Dios de Israel: Ve, V diles a 
los hombres de Judá y a íos habi¬ 
tantes de Jcrusalén: ¿Ño aprenderéis 
a obedecer mis palabrasT Palabra 
de Yave. 14 Las palabras de Jona¬ 
dab, hijo de Recab, son obedecidas; 
mandó a sus hijos no beber vino, 
y no lo han bebido hasta hoy, cum¬ 
pliendo el mandato de su padre; y 
yo os be hablado tantas y tantas 
veces, y no me habéis obedecido. 
15 Os he enviado una y otra vez mis 
siervos, los profetas, para deciros: 
Convertios de vuestros malos cami¬ 
nos, enmendad vuestras obras, y no 
os vayáis tras los dioses ajenos para 
darles culto, y habitaréis la tierra 
que yo os he dado a vosotros y a 
vuestros padres; pero no me habéis 
dado oídos, no me habéis obedecido. 

16 Los rccabitas han obedecido lo 
que les mandó su padre, pero este 
pueblo no me ha obedecido a mí. 
17 Por eso, así dice Yave Sebaot, 
Dios de Israel: Yo haré venir sobre 
Judá y sobre todos los habitantes 
de Jcrusalén todos los males con 
que los he amenazado, pues les he 


(j) V. II. Rtt;. io. i5*»ps. y I. Par., a. 5 V 





JEREMÍAS, 36 


673 


hablado y no me han oído, los he 
llamado y no me han respondido. 
18 p ero a ] a casa d e los recabitas 
les dijo Jeremías: Esto dice Ya ve 
Sebaot, Dios de Israel: Por haber 
obedecido el mandato de Jonadab, 
vuestro padre, cumpliendo cuanto os 
mandó, 19 por eso, así dice Yave 
Sebaot, Dios de Israel: No dejará de 
haber siempre ante mi presencia un 
varón de la estirpe de Jonadab, hijo 
de Recab, que me sirva. 

factura ante el pueblo y los gran¬ 
eles del libro de las proíeclas 
de Jeremías. 

36 1 El año quinto de Joaquim, 
hijo de Josías, rey de Judá, 
recibió Jeremías' palabra de Yave, 
diciéndole: 2 Toma un volumen (1) 
y escribe en él todo cuanto yo te he 
dicho contra Jernsalén y contra Judá 
y contra todas las gentes, desde el 
día en que te hablé en tiempo de 
Josías, hasta hoy; (i) * 3 * a ver si oyendo 
la casa de Judá todos los males que 
yo pienso traer sobre ella, se convierte 
cada uno de sus malísimos caminos, 
y yo les perdonaré sus iniquidades y 
sus pecados. 

4 Llamó, pues, Jeremías a Baruc, 
hijo de Nerías, y escribió éste en 
un volumen, dictándole Jeremías, 
todas las palabras que Yave le había 
dicho. 5 * Y le dijo Jeremías a Baruc: Yo 
estoy impedido de ir al templo (2); 
6 vete, pues, tú, y en el libro que a mi 
dictado has escrito, lee las palabras 
de Yave, oyendo el pueblo en el 
templo en un día de ayuno, y oyendo 
todos los que vienen de todo Judá 
y de sus ciudades; 7 * * * * a ver si acaso 
sus oraciones llegan a la presencia 


(i) A la letra, «un rollo de libro». Esto signi¬ 

fica también, por su etimología, la palabra «vo¬ 

lumen»; un trozo mayor o menor de la materia 

sobre que se escribía, que se arrollaba luego, y 

así se conservaba. La materia no era ya la pie¬ 

dra, ni la tableta de barro, como antes, ni era 

todavía el pergamino, como después, sino hojas 

de papiro provenientes principalmente de Egipto, 

y que se unían unas a otras en la cantidad ne¬ 

cesaria. 

(a) Impedido, probablemente, por una pro¬ 

hibición de la policía del templo de presentarse 

en él, después del episodio que se cuenta en el 

capítulo 26, cuando Jeremías estuvo a punto de 

ser muerto por el pueblo. La opinión de que el 

impedimento fuera la prisión no parece proba¬ 

ble, pues entonces hubiera sido imposible que 

Jeremías se escondiera. V. 26. 


de Yave, y se convierten cada uno 
de sus pésimos caminos, porque gran¬ 
de es el furor y la indignación con 
que amenaza Yave a este pueblo. 

8 Hizo, pues, Baruc, hijo de Nerías, 
lo que había mandado Jeremías, v 
leyó en el templo algo del volumen 
de las palabras de Yave. 

9 Sucedió, pues, el año quinto de 
Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá, 
en el mes noveno, que se promulgó 
un ayuno a todo el pueblo de Jeru- 
salén V a todos cuantos venían a 
Jerusalén de las ciudades de Judá; 

10 y levó Baruc del volumen de los 
sermones de Jeremías, en el templo, 
en la cámara de Gamarías, hijo de 
Safán, escriba, en el vestíbulo supe¬ 
rior, a la entrada de la puerta nueva 
del Templo, oyendo todo el pueblo. 

11 Y habiendo oído Miqueas, hijo 
de Gamarías, hijo de Safán, las pala¬ 
bras de Yave, del libro, 12 bajó al 
palacio del rey, a la cámara del 
escriba donde se hallaban todos los 
grandes; Elisama, escriba; Dalaías, 
hijo de Semeía, y Elnatán, hijo de 
Ajobor, y Gamarías, hijo de Safán, 
y Sedecías, hijo de A 11 aulas, y todos 
los grandes; 13 * y les comunicó Miqueas 
todo lo que había oído leer a Baruc 
del volumen ante el pueblo. 

14 Mandaron, pues, todos los gran¬ 
des a Judí, hijo de Natanías, hijo 
de Selemías, hijo de Cusí, para decir 
a Baruc: Ven, y trae el volumen en 
que has leído al pueblo. Tomó, pues, 
Baruc el volumen, y vino con él a 
ellos, 15 que le dijeron: Siéntate y 
léenos eso a nosotros; y se lo leyó 
Baruc. 16 Cuando oyeron, pues, todo 
aquello, mostráronse unos a otros 
atónitos, y dijeron a Baruc: Tenemos 
que comunicar esto al rey; 17 y le 
dijeron: Indícanos cómo has escrito 
tú todo esto. 18 Baruc les dijo: El 
me dictaba, como si me leyese, y yo 
lo escribía con tinta en el volumen. 
19 Y dijeron los grandes a Baruc: 
Ve y escóndete, y que se esconda 
también Jeremías, sin que sepa nadie 
dónde estáis. 


Lectura ante el rey. 

20 Ellos se fueron al rey, al atrio, 
dejando el volumen en la cámara 
de Elisama, escriba, y dijeron al rey 
lo que pasaba. 21 Mandó el rey a 
Judí que llevara el volumen, y éste 
lo lomó de la cámara de Elisama, 


43 








674 


JEREMÍAS, 37 


escriba, y lo leyó en presencia del 
rey, en las habitaciones del rey, yen 
presencia de todos los grandes q Ue 
estaban junto a él. 22 Estaba el rey 
en las habitaciones de invierno, era 
el noveno mes (1), y tenía delante 
de sí un brasero encendido; 23 y 
según iba leyendo Judí tres o cuatro 
columnas del volumen, lo iba rasgan¬ 
do el rey con el cuchillo del escriba y 
lo arrojaba al fuego del brasero, hasta 
que lo quemó todo. 

24 No temieron ni rasgaron sus 
vestiduras, ni el rey ni sus corte¬ 
sanos que oyeron todas aquellas 
palabras. 25 Sin embargo, Elnatán, 
Dala fas y Gomarías, rogaron al rey 
que no quemara el volumen, pero 
éste no los oyó; 26 y mandó el rey a 
Jeremiel, hijo de Amelec, y a Saraías, 
hijo de Ezriel, y a Selemías, hijo 
de Abdul, que apresaran a Baruc, 
escriba, y a Jeremías, profeta, pero 
Yave los ocultó. 

27 Después que el rey quemó 
el volumen de los sermones de Jere¬ 
mías, que había escrito Baruc al 
dictado de aquél, recibió Jeremías 
palabra de Yave, que le dijo: 28 Toma 
de nuevo otro volumen, y escribe 
en él todos los sermones anteriores 
que había en el primero, que quemó 
Joaquim, rey de Judá; 29 y a Joa- 
quim, rey de Judá, le dirás: Así dice 
Yave: Tú has quemado aquel volumen, 
diciendo: ¿Por qué has escrito eso, 
anunciando que vendrá el rey de 
Babel y devastará esta tierra, no 
dejando en ella hombre ni jumento T 
30 Pues así dice Yave contra Joaquim, 
rey de Judá: No tendrá descendiente 
que le suceda en el trono de David, 
y su cadáver será arrojado al calor 
del día y al frío de la noche; 31 y le 
pediré cuenta, a él y a su descenden¬ 
cia y a sus siervos, de sus iniqui¬ 
dades, y traeré sobre ellos y sobre 
los habitantes de Jerusalén y sobre 
los hombres de Judá todos los males 
que les he anunciado y ellos no han 
querido oír. 

32 Tomó, pues. Jeremías otro volu¬ 
men, y se lo dió a Baruc, hijo de 
Ncrías, escriba, el cual escribió de 
boca de Jeremías todos los sermones 


(i) Eí mes noveno, según el cómputo babi¬ 

lónico, que es el seguido por Jeremías y Ezequie!, 

comprendía los últimos días de noviembre y la 

mayor parte de los de diciembre, pues comen¬ 

zaba el año por el mes de Nisan, aproximada¬ 

mente el de abril. 


que quemó Joaquim, rey de Judá, 
y se añadieron todavía otros muchos 
como aquéllos. 


Consulta de Sedeólas y respuesta 
de Jeremías. 

*)7 1 Reinó Sedecías, hijo de Josías, 

* en lugar de Jeconías, hijo de 
Joaquim. Fué Nabucodonosor, rey 
de Babel, quien le hizo rey de la 
tierra de Judá. (i) 2 Y no obedecieron 
él y sus siervos y el pueblo de la 
tierra lo que había mandado Yave, 
por medio de Jeremías, profeta; 3 v 
envió el rey Sedecías a Jucal, hijo 
de Selemías, y a Sofonías, hijo de 
Maasías, sacerdote, a Jeremías, pro¬ 
feta, diciéndole: Ruega por nosotros 
a Yave, nuestro Dios. 4 * Jeremías 
andaba libremente entre el pueblo, 
pues todavía no le habían encar¬ 
celado. Salió entonces de Egipto el 
ejército del Faraón: y al saber la 
nueva los caldeos que asediaban a 
Jerusalén, se retiraron. 

6 Y recibió Jeremías palabra de 
Yave, diciéndole: 6 Así dice Yave, 
Dios de Israel: Decid al rey de Judá 
que os ha mandado a preguntarme: 
Ese ejército del Faraón que ha venido 
en socorro vuestro, se habrá de volver 
a su tierra de Egipto; 7 y volverán 
los caldeos a combatir esta ciudad, 
y la tomarán y la incendiarán. 8 Así 
dice Yave: No os engañéis a vosotros 
mismos, diciéndoos: Se irán los caldeos 
y nos dejarán en paz; porque no 
se irán. 9 Pero aunque destrozarais 
a todo el ejército caldeo que lucha 
contra vosotros, y no quedasen de 
él más que algunos heridos, ésos 
saldrían de sus tiendas y pegarían 
fuego a esta ciudad. 


Encarcelamiento de Jeremías. 

10 Cuando se había retirado de 
Jerusalén el ejército caldeo, por la 
venida del ejército del Faraón, 11 salía 
Jeremías de Jerusalén, para ir a 
tierra de Benjamín, a hacer una 
partición en medio de su pueblo; 

12 pero al llegar a la puerta de Ben¬ 
jamín, el jefe de la guardia, llamado 
Jerías, hijo de Selemías, hijo de 
Ananfas, apresó a Jeremías, diciendo: 
Tú te vas a pasar a los caldeos. 

13 Jeremías respondió: Mentira, no 
voy a pasarme a los caldeos. Pero no 






JEREMÍAS, 38 


675 


escuchó Jerías a Jeremías, y arres¬ 
tándole; le condujo a los jefes, 14 que 
airados contra Jeremías, le hicieron 
azotar y encerrar en la cárcel que 
había en la casa de Jonatán, escriba, 
de la cual habían hecho prisión. 

15 Y entró Jeremías, y fué metido 
en una cisterna abovedada y estuvo 
allí mucho tiempo. 16 Mandó a bus¬ 
carle el rey Sedecías, y le preguntó 
en secreto, en el palacio: ¿Hay pala¬ 
bra de Yave? 17 Sí, la hay, contestó 
Jeremías: Serás entregado en manos 
del rey de Babel. Y dijo Jeremías al 
rey Sedecías: ¿Qué pecado he come¬ 
tido yo contra ti, contra tus corte¬ 
sanos y contra tu pueblo, para que 
me hayáis metido en la cárcel? 
18 ¿Dónde están ahora vuestros pro¬ 
fetas, que os profetizaban diciendo: 
No vendrá el rey de Babel contra 
vosotros y contra esta tierra? 19 Oye¬ 
me, pues, ioh rey!, mi señor, te lo 
ruego; acoge mi súplica y no me 
vuelvas a la prisión de la casa de 
Jonatán, escriba, porque me moriré 
allí. 

20 Mandó, pues, el rey Sedecías 
que fuese llevado al vestíbulo de la 
guardia, y se le diese cada día una 
torta de pan de la calle de los hor¬ 
neros, mientras no faltase del todo 
el pan en la ciudad. Así quedó Jere¬ 
mías en el vestíbulo de la guardia. 


«Jeremías, en peliqro de muerte. 

1 Oyeron Safaías, hijo de Marán; 

Guedelías, hijo de Pasjur; Jucal, 
hijo de Selemías, y Pasjur, hijo de 
Melquías, que Jeremías decía delante 
de todo el pueblo: 2 Así dice Yave: 
Todos cuantos se queden en esta 
ciudad morirán de espada, de hambre 
y de peste; el que huya a los caldeos 
vivirá y tendrá la vida por botín. 
3 Así dice Yave: Con toda certeza 
esta ciudad caerá en manos del ejér¬ 
cito del rey de Babel, que la tomará. 

4 Y dijeron los grandes al rey: 
Hay que matar a ese hombre, por¬ 
que con eso hace flaquear las manos 
de los guerreros que quedan en la 
ciudad, y las de todo el pueblo, 
diciéndoles cosas tales. Ese hombre 
no busca el bien de este pueblo, 
sino su mal. 5 Díjoles el rey Sede- 
cías: En vuestras manos está, pues 
no puede el rey nada contra vosotros. 

6 Cogieron, pues, a Jeremías, y le 
metieron en la cisterna de Melquías, 


hijo del rey, que está en el vestíbulo 
de la cárcel, bajándole con cuerdas a 
la cisterna, en la que no había agua, 
pero sí lodo, y quedó Jeremías metido 
en el lodo. 

7 Oyó Abdemelec, etíope, eunuco 
de la casa real, que habían metido 
a Jeremías en la cisterna. El rey 
estaba entonces en la puerta de Ben¬ 
jamín. 8 Salió Abdemelec del palacio, 
y fué a decir al rey: 9 Señor, rey, han 
hecho mal esos hombres tratando así 
a Jeremías, profeta, metiéndole en 
la cisterna, para que muera allí de 
hambre, pues no hay ya pan en la 
ciudad. 

10 Mandó el rey a Abdemelec, el 
etíope, diciéndole: Toma contigo tres 
hombres, y saca de la cisterna a 
Jeremías, antes que muera. 11 To¬ 
mando, pues, consigo Abdemelec los 
hombres, se dirigió al ropero del 
palacio, y cogió de allí unos cuantos 
vestidos usados y ropas viejas, que 
con cuerdas hizo llegar a Jeremías 
en la cisterna. 12 Y dijo Abdemelec 
a Jeremías: Ponte estos trapos y 
ropas viejas debajo de los sobacos, 
sobre las cuerdas; hízolo así Jeremías, 

Lltirno coloquio de Jeremías 
con el rey. 

13 y sacaron con las cuerdas a Jere¬ 
mías de la cisterna; y quedó Jeremías 
en el vestíbulo de la cárcel. 

14 El rey Sedecías mandó a buscar 
a Jeremías, le hizo llevar a la ter¬ 
cera puerta del templo, y allí le dijo: 
Voy a preguntarte una cosa; no me 
ocultes nada. 15 Dijo Jeremías a 
Sedecías: Y si te la digo me harás 
matar, y si te doy un consejo no lo 
seguirás, ¿no es así? 16 Hizo, pues, 
en secreto el rey Sedecías a Jeremías 
este juramento: Vive Yave, que nos 
ha dado la vida a nosotros, que no 
te daré muerte, y que no te entre¬ 
garé a esos que de muerte te persiguen. 

17 Dijo entonces Jeremías a Sede- 
cías: Así dice Yave Sebaot, Dios de 
Israel: Si sales y vas a entregarte 
a los generales del rey de Babel, 
salvarás tu vida, y esta ciudad no 
será dada a las llamas; te salvarás 
tú y tu familia; 18 pero si no sales a 
entregarte a los jefes del rey de Babel, 
caerá esta ciudad en manos de los 
caldeos, que la incendiarán, y tú no 
escaparás a sus inanos. 19 Y dijo el 
rey Sedecías a Jeremías: Temo que 









JEREMÍAS, 39 


()7(i 


me entreguen a los judíos que se han 
pasado a los caldeos, y aquéllos me 
insulten. 

20 Contestóle Jeremías: No te entre¬ 
garán. Oye lo que te digo de parte 
de Yave, y te saldrá bien y vivirás. 
21 Y si no quieres salir, mira lo que 
me ha mostrado Yave. 22 Todas las 
mujeres que han quedado en el 
palacio serán llevadas a los jefes de 
los caldeos, y serán ellas las que te 
dirán: Te han engañado, te lian 
abandonado tus mejores amigos: Cuan¬ 
do se hundieron en el lodo tus pies, 
te han vuelto la espalda. 23 Y todas 
tus mujeres y tus hijos serán llevados 
a los caldeos, y no escaparás a sus 
manos, sino que serás entregado al 
rey de Babel, y harás que sea incen¬ 
diada esta ciudad. 

24 Dijo, pues, el rey Sederías a 
Jeremías: Que nadie sepa nada de 
esto, y no morirás. 25 Si saben los 
grandes que he hablado contigo, y 
vienen a decirte: Cuéntanos lo que 
has dicho al rey, no nos ocultes nada, 
si no te mataremos, y dinos lo que 
el rey te ha dicho a ti; 26 Ies respon¬ 
derás: He suplicado al rey que no 
me haga volver a la casa de Jonatán, 
pues moriría allí. 

27 Vinieron, en efecto, los grandes 
a Jeremías, y le preguntaron; y él 
les dijo lo que el rey le había man¬ 
dado decir, y le dejaron, pues nada 
se había sabido. 28 Quedó Jeremías 
en el vestíbulo de la guardia hasta 
el día en que fué tomada Jeru- 
salén. 


¡fuerte de Sedeólas* y del pueblo. 

OQ 1 Y sucedió que fué tomada 
* Jerusalén. El año noveno de 
Sederías, rey de Judá, en el décimo 
mes, vino Nabucodonosor, rey de 
Babel, con todo su ejército a Jeru- 
salén, y la sitió; 2 y el año undécimo 
de Sederías, el cuarto mes, se abrió 
brecha; 3 y penetraron en la ciudad 
todos los jefes del rey de Babel, y 
ocuparon la puerta media: Nebusa¬ 
radán, jefe de la guardia real; Nebu- 
sasbán, jefe de los sarisim; Nergal- 
sareser; jefe de los maguir, y todos 
los otros jefes del rey de Babel. 

4 Al verlos, Sederías, rey de Judá, 
todos sus hombres de guerra, 
uyeron, saliendo de noche de la 
ciudad por el camino del jardín real, 


por la puerta de entre los dos muros, 
y se dirigieron hacia el Araba. 5 El 
ejército de los caldeos los persiguió, 
y alcanzó a Sedecías en los llanos 
bajos de Jericó, llevándole preso a 
Nabucodonosor, rey de Babel, que 
estaba en Ribla, en la tierra de Amat. 
El rey de Babilonia pronunció contra 
él su sentencia. 6 Hizo matar en 
Ribla a los hijos de Sedecías, a la 
vista de éste; dió muerte a todos los 
nobles de Judá, 7 e hizo sacar los 
ojos a Sedecías y le cargó de cadenas, 
para llevarle a Babel. 8 Los caldeos 
prendieron fuego al palacio real y 
a las otras casas, y arrasaron las 
murallas de Jerusalén. 9 El resto de 
los habitantes que había quedado 
en la ciudad, los huidos que se habían 
pasado a los caldeos, y todo el resto 
del pueblo, los deportó a Babel 
Nebusaradán, jefe de la guardia. 
10 A los pobres del pueblo, que no 
tenían nada, los dejó Nebusaradán, 
jefe de la guardia en la tierra de 
Judá, y les dió viñas y campos de 
labor. 


Jeremías, en libertad. 


11 Nabucodonosor, rey de Babel, 
había dado orden a Nebusaradán, 
jefe de su guardia, respecto de Jere¬ 
mías, diciéndole: 12 Cógele y mira 
por él, y no le hagas mal alguno, 
fiaz con él según sus deseos. 13 Y 
Nebusaradán, jefe de la guardia, 
Nebnsasbán, jefe de los sarisim, Xer- 
galsareser, jefe de los maguir, y todos 
los otros jefes del rey de Babel, 
14 mandaron sacar a Jeremías del 
vestíbulo de la guardia, y se lo enco¬ 
mendaron a Godolías, hijo de Aji- 
cain, hijo de Safán, para que le 
llevase a su casa, y quedó habitando 
en medio del pueblo. 

16 Jeremías había recibido palabra 
de Yave, mientras estaba preso en 
el vestíbulo de la guardia, diciéndole: 
16 Ve y di a Abdemclec, el etíope: 
Así dice Yave Sebaot, Dios de Israel: 
Yo cumpliré mis palabras sobre esta 
ciudad, para su mal, no para bien: 
esto sucederá a tus propios ojos un 
día. 17 Entonces yo te libraré, pala¬ 
bra de Yave, y no serás entregado 
en inanos de los hombres a quienes 
temes. 18 Yo te salvaré, y no caerás 
a espada y será salva tu vida, porque 
confiaste en mí. Palabra de Yave. 





077 


JEREMÍAS, 40, 41 


Godolías, gobernador de la tierra. 

40 1 Palabra de Yave que recibió 
Jeremías después que Nebu- 
saradán, jefe de la guardia, le dejó 
ir de Rama, donde le halló carga¬ 
do de cadenas en medio de los 
cautivos de Jerusalén y de Judá, 
que iban deportados a Babel. 2 El 
jefe de la guardia real dijo a Jere¬ 
mías: Yave, tu Dios, había amena¬ 
zado con males a este lugar; 3 y los 
ha traído sobre él, como lo anunció, 
porque habéis pecado contra Yave y 
no habéis escuchado su voz; por eso 
os ha sucedido esto. 4 Mira, yo te 
quito hoy las cadenas de las manos; 
si quieres venir conmigo a Babel, 
ven, que yo miraré por ti; pero si te 
desagrada venir conmigo a Babel, 
déjalo; tienes la tierra toda a tu 
disposición. 5 Si prefieres quedarte, 
vete a Godolías, hijo de Ajicam, hijo 
de Safan, a quien ha hecho el rey 
gobernador de las ciudades de Judá, 
y habita con él en medio del pueblo, 
o vete donde tú mejor quieras. Dióle 
también el jefe de la guardia provi¬ 
siones, le hizo regalos y le despidió. 

6 Vino, pues, Jeremías a Godolías, 
hijo de Ajicam, que residía en Masfat, 
y habitó con él en medio del pueblo 
que había quedado en la tierra. 

7 Cuando los jefes de tropas que 
se habían dispersado por las varias 
regiones supieron, ellos y sus tropas, 
que el rey de Babilonia había hecho 
gobernador de la tierra a Godolías, 
hijo de Ajicam, encomendándole los 
hombres, mujeres y niños y los 
pobres de la tierra que no habían 
sido deportados a Babel, 8 vinieron 
a Godolías, en Masfat, Ismael, hijo de 
Natanías; Joanán, hijo de Jonatán, 
hijo de Carea; Sareas, deTanjumet; los 
hijos de Esfi, de Netofa y Jezonías, 
hijo de un macatita, ellos y sus hom 
bres; 9 y los conjuró Godolías, hijo de 
Ajicam, hijo de Safán,a ellos y a sus 
compañeros: «No temáis servir a los 
caldeos, habitad en la tierra, servid al 
rey de Babel, y os reportará bien. 
10 Yo me quedo en Masfat, para reci¬ 
bir las órdenes que de los caldeos nos 
vengan; pero vosotros haced la vendi¬ 
mia, recoged las mieses y el aceite, y 
guardadlos, y quedaos en las ciudades 
que habitáis. * 

11 También todos los judíos que 
estaban en Moab, entre los hijos de 
Ammón, en Idumea y en todas las 
otras regiones, al oír que el rey de 


Babel habla dejado un les lo de 
Judá, y que les había dado por 
gobernador a Godolías, hijo de Aji¬ 
cam, hijo de Safán, 12 volvieron de 
todas las regiones en que se habían 
dispersado, y vinieron a la tierra de 
Judá, a Godolías, en Masfat, y cogie¬ 
ron vino y mieses en gran abundancia. 

13 p er h vinieron a Godolías, en 
Masfat, Joanán, hijo de Carea, y 
todos los jefes del ejército que se 
habían dispersado por el campo, 
14 y le dijeron: ¿Sabes que Baalis, 
rey"de los hijos de Ammón, ha man¬ 
dado a Ismael, hijo de Natanías, 
para darte muerte? No lo creyó Go¬ 
dolías, hijo de Ajicam. 15 Y Joanán, 
hijo de Carea, llevó aparte a Godo- 
lías, y le dijo: Yo iré y mataré a 
Ismael, hijo de Natanías, sin que 
nadie lo sepa; no te mate él a ti, y se 
dispersen todos los judíos que se han 
reunido en torno tuyo, y perezcan 
los restos de Judá. 19 Y le contestó 
Godolías, hijo de Ajicam: No hagas 
eso, pues lo que dices de Ismael es 
falso. 

Asesinato de Godolías. 

41 1 Y sucedió que en el último 

mes vino Ismael, hijo de Nata- 
nías, hijo de Elisama, de sangre real, 
de los magnates de la corte, con otros 
diez, a Godolías, hijo de Ajicam, 
en Masfat, y comieron juntos en 
Masfat. 2 Y se levantó Ismael, hijo 
de Natanías, y con él los diez que 
la acompañaban, y con la espada 
dieron muerte a Godolías, hijo de 
Ajicam, hijo de Safán, al que había 
puesto de gobernador de la tierra 
el rey de Babel; 3 y mataron también 
a muchos de los judíos que acompa¬ 
ñaban a Godolías en Masfat, y de 
los hombres de guerra caldeos que 
con él estaban. 

4 Al segundo día de haber muerto 
a Godolías, sin que nadie lo supiera 
todavía, 5 vinieron unos hombres 
de Siquem, de Silo y de Samaría, 
ochenta en número, rasurada la barba, 
rasgadas las vestiduras e incisas las 
carnes, que traían en sus manos 
oblaciones e incienso para ofrecerlos 
en el templo. 6 Salióles al encuentro 
Ismael, hijo de Natanías, de Masfat: 
Iban llorando, y al llegar a ellos les 
dijo: Venid a ver a Godolías, hijo 
de Ajicam. 7 Cuando estuvieron en 
medio de la ciudad, los mató Ismael 
con los que le acompañaban, arro- 





JEREMIAS, 42 


<>78 


jándolos a la cisterna. * Hubo entre 
ellos diez que dijeron a Ismael: No 
nos mates, que tenemos en el campo 
escondida gran cantidad de trigo, 
de cebada, de aeeite y de miel. Dejó¬ 
los, y no los mató con los demás. 
9 La cisterna en que arrojó Ismael 
todos los cadáveres de los hombres a 
quienes mató, es una gran cisterna 
que hizo construir el rey Asa, cuando 
se defendía de Basa, rey de Israel. 
Esta es la que llenó de cadáveres 
Ismael, hijo de Natanías. 10 Llevóse 
consigo Ismael a todo el resto del 
pueblo que se hallaba en Masía, 
al cual había dado Nebusaradán, 
jefe de la guardia real, por goberna¬ 
dor a Godolias, hijo de Ajicam; 
Ismael, hijo de Natanías, se los llevó 
cautivos, y se encaminó hacia la 
tierra de los hijos de Aminón. 

11 Joanán, hijo de Carea, y los 
jefes de tropas que con él estaban, 
supieron todo el nial que había hecho 
Ismael, hijo de Natanías; 12 y to¬ 
mando todos sus hombres, salieron en 
persecución de Ismael, hijo de Nata- 
nías, y le alcazaron cerca del gran 
lago de Gabaón. 13 Todo el pueblo 
que estaba con Ismael se alegró 
al ver a Joanán, hijo de Carea, y los 
jefes de tropas que le acompañaban; 
14 y todo el pueblo que Ismael llevaba 
de Masíat, dió la vuelta, y se fué 
con Joanán. 16 Ismael, hijo de Nata- 
nías, con otros ocho huyó delante 
de Joanán, y se refugió entre los 
hijos de Arrimón. 

16 Tomaron, pues, Joanán, hijo 
de Carea, y todos los jefes de tropas 
que le acompañaban, a todo el resto 
del pueblo que Ismael, hijo de Nata- 
nías, había llevado de Masfat, des¬ 
pués de matar a Godolias, hijo de 
Ajicam; hombres y mujeres, niños y 
eunucos que había traído de Gabaón, 
17 y se volvieron, deteniéndose en 
el albergue de Camaún, cerca de 
Betlem, para desde allí dirigirse a 
Egipto, 18 huyendo de los caldeos, 
a quienes temían, por haber matado 
Ismael, hijo de Natanías, a Godolias, 
hijo de Ajicam, puesto por el rey 
de Babel como gobernador del país. 

CoiiMilla a Jeremías sobre la 
buida a l'qipto. 

1 Todos los jefes de las tropas, 

Joanán, hijo de Carea, Azarías, 
hijo de Maasías, y todo el pueblo, 


chicos y grandes, se aeerearon a Jere¬ 
mías 2 y le dijeron: Aeepta nuestro 
ruego, y pide por nosotros a Yave, 
tu Dios, por todos estos restos, pues 
de muchos hemos quedado pocos, 
como tú ves. 3 Que Yave, tu Dios, 
nos dé a conocer el camino que de¬ 
bemos seguir y lo que liemos de hacer. 

4 El profeta Jeremías les dijo: 
Os oigo, y pediré por vosotros a 
Yave, vuestro Dios, según vuestros 
deseos. Todo cuanto me responda 
Yave os lo comunicaré, sin ocultaros 
nada. 5 Y ellos dijeron a Jeremías: 
Sea Yave contra nosotros testigo 
verdadero y fiel, si no hiciéremos en 
todo según la palabra que' Yave te 
mande para nosotros. 6 Bueno o malo, 
seguiremos el mandato de Yave, 
nuestro Dios, a quien te enviamos, 
para que nos suceda bien obedeciendo 
la voz de Yave, nuestro Dios. 

7 Pasados diez días recibió Jere¬ 
mías palabra de Yave; 8 y llamó a 
Joanán, hijo de Carea, y a todos los 
jefes de tropas que con él estaban, 
y a todo el pueblo, eliicos y grandes; 
9 y les dijo: Así dice Yave, Dios de 
Israel, a quien me habéis mandado 
para presentarle vuestros ruegos: 10 Si 
os quedáis tranquilos en esta tierra, 
yo os edificaré y no os destruiré, os 
plantaré y no os arrancaré, pues me 
pesa ya del mal que os he hecho. 

11 No os dé miedo el rey de Babel, 
a quien teméis; no temáis de él, 
dice Yave, pues yo estoy con vos¬ 
otros para salvaros y libraros de sus 
manos. 12 Yo os haré hallar gracia 
ante él, y él os la hará y os dejará 
en vuestra tierra. 13 Pero si decís: 
No queremos seguir en esta tierra, 
y no escucháis la voz de Yave, 
vuestro Dios, 14 diciendo: Nos iremos 
a la tierra de Egipto, donde no vere¬ 
mos ya la guerra ni oiremos el sonido 
de la trompeta, y no habrá falta de 
pan, allí habitaremos; 16 entonces, 
restos de Judá, escuchad la palabra 
de Yave: 

Así dice Yave Sehaot, Dios de 
Israel: Si volvéis vuestros ojos a 
Egipto, para iros allá y habitar en 
él, 16 la espada que teméis os alcan¬ 
zará sobre la tierra de Egipto, el 
hambre que receláis os sobrevendrá 
en Egipto y os hará morir allí. 17 Y 
todos cuantos vuelvan el rostro hacia 
Egipto, para ir a habitar allí, morirán 
de espada, de hambre y de peste, 
ni uno solo escapará ni se librará 
del nial que yo haré venir sobre ellos; 







JEREMÍAS, 43, 44 


679 


18 porque asi dice Yave Sebaot, Dios 
de Israel: Lo mismo que ha estallado 
mi cólera y mi furor contra los habi¬ 
tantes de nerusalén, así estallará 
mi furor contra vosotros, si os vais 
a Egipto; y seréis objeto de execra¬ 
ción, de horror, de maldición y de 
oprobio, y no veréis más a esta tierra. 

19 He aquí la palabra de Yave para 
vosotros, restos de Judá: No vayáis 
a Egipto. Sabed que yo os lo advierto 
hoy solemnemente. 

Os engañáis a vosotros mismos. 
Me habéis mandado a Yave, nuestro 
Dios, diciéndome: Intercede por nos¬ 
otros cerca de Yave, nuestro Dios: 
Todo lo que diga Yave nuestro Dios 
comunícanoslo, y nosotros lo hare¬ 
mos. 21 Yo os lo hago saber hoy, y 
vosotros no escucháis la voz de Yave 
vuestro Dios, lo que me ha encargado 
deciros. 22 Sabed, pues, que certísi- 
m amente moriréis de espada, de ham¬ 
bre y de peste, en el lugar a donde os 
queréis ir a habitar. 


voz de Yave, y llegaron a Taf- 
nis. 

8 Y recibió Jeremías palabra de 
Yave en Tafnis, diciéndole: 9 Toma 
con tu mano unas piedras grandes, 
y mételas en el empedrado, junto a 
la puerta del FaTaón en Tafnis, en 
presencia de los judíos. 10 Y diles: 
Así dice Yave Sebaot, Dios de Israel: 
Yo mandaré a buscar a Nabucodo- 
nosor, rey de Babel, ini siervo, que 
asentará su trono sobre estas piedras 
que acabo de colocar, y extenderá 
sobre ellas su tapiz. 11 Vendrá y 
batirá la tierra de Egipto; los que a 
la muerte, a la muerte; los que al 
cautiverio, al cautiverio; los que a la 
espada, a la espada. 12 Y pegará fuego 
a los templos de Egipto, y los abra¬ 
sará; y despiojará la tierra de Egipto, 
como despioja el pastor su zamarra, 
y saldrá de aquí en paz. 13 Y romperá 
los obeliscos de Heliópolis en Egipto, 
y quemará los templos de Egipto. 


Huida a Egipto contra la voluntad 
del proíela. 

«o 1 Sucedió, pues, que cuando 
Jeremías acabó de hablar a 
todo el pueblo las palabras de Yave, 
su Dios, todo cuanto Yave, su Dios, 
le había encargado decirles, 2 Aza- 
rías, hijo de Maasías; Joanán, hijo 
de Carea, y todos los hombres sober¬ 
bios, dijeron a Jeremías: Es mentira 
lo que dices: No te ha enviadoYave, 
nuestro Dios, para decirnos: No va¬ 
yáis a habitar en Egipto. 3 Es Baruc, 
hijo de Nerías, que te incita contra 
nosotros, para entregarnos a los cal¬ 
deos, para que nos den muerte o nos 
deporten a Babel. 

4 De este modo Joanán, hijo de 
Carea, todos los jefes y todo el pueblo, 
desoyeron la orden de Yave, de que¬ 
darse en la tierra de Judá. 5 Y Joanán, 
hijo de Carea, y todos los jefes de 
tropas, tomaron a los restos de Judá 
que habían vuelto de las regiones 
todas en que se habían dispersado, 
para habitar en la tierra de Judá; 

6 los hombres, las mujeres, los niños, 
las hijas del rey y todos cuantos 
Nebusaradán, jefe de la guardia real, 
había dejado con Godolías, hijo de 
Ajicam, hijo de Safán; y a Jeremías, 
profeta, y a Baruc, hijo de Nerías; 

7 y entraron en Egipto, desoyendo la 


Idolatría y su castigo. 


« I 1 Palabras que dirigió Jeremías 
“*** a todos los judíos que habita¬ 
ban en tierra de Egipto, en Migdol, 
Tafnis, Memfis y en la región de 
Patros. 2 Así dice Yave Sebaot, 
Dios de Israel: Vosotros habéis visto 
todos los males que yo he traído 
sobre Jerusalén y sobre todas las 
ciudades de Judá, desiertas hoy, sin 
que nadie las habite, 3 por las ini¬ 
quidades que cometieron, provo¬ 
cando mi ira y yéndose a sacrificar y 
a dar culto a los dioses ajenos, que 
no conocían ni ellos ni sus padres. 

4 Yo os mandé repetidamente a mis 
siervos, los profetas, diciéndoos: No 
hagáis esas abominaciones que de¬ 
testo. 5 Y no obedecieron ni me dieron 
oídos, convirtiéndose de sus maldades 
y dejando de ofrecer incienso a los 
dioses ajenos. 6 Y estalló mi cólera, 
y se encendió mi furor sobre las ciu¬ 
dades de Judá y en las plazas de 
Jerusalén, convertidas en desierto y 
devastación, como están hoy. 

7 Ahora, pues, así dice Yave Se¬ 
baot, Dios de Israel: ¿Por qué come¬ 
téis contra vosotros mismos ese gran 
mal, de hacer que perezcan hombres 
y mujeres, niños y mamones, de en 
medio de Judá, sin que quede resto 
alguno de vosotros, 8 provocándome 
con las obras de vuestras manos, 









JEREMÍAS, 44 


e.<so 


ofreciendo incienso a los dioses ajenos 
en la tierra de Egipto, a que habéis 
venido a habitar, y desaparezcáis y 
seáis maldición y oprobio de todas 
las gentes? 

9 ¿Habéis por ventura olvidado las 
iniquidades de vuestros padres, de 
los reyes de Judá, de sus mujeres; 
las vuestras y las de vuestras muje¬ 
res, las cometidas en la tierra de 
Judá y en las calles de Jerusalén? 
10 ]No se han arrepentido todavía 
hoyl No han tenido temor ni han 
seguido la ley de Yave y mis pre¬ 
ceptos, los que os di a vosotros y a 
vuestros padres. 

11 Por tanto, así dice Yave Sebaot, 
Dios de Israel: Yo volveré a vosotros 
mi rostro para mal, y exterminaré 
a todo Judá; 12 y tomaré a los restos 
de Judá que volvieron su roslro a 
Egipto para venir y habitar en él, 
y perecerán todos en tierra de Egipto; 
caerán por la espada, morirán de 
hambre, desde el más pequeño hasta 
el más grande; morirán de espada o 
de hambre, y serán execración, asom¬ 
bro, maldición y oprobio. 13 Yo 
ajustaré cuentas a los que habitan 
en tierra de Egipto, como se las 
ajusté a los de Jerusalén, por la 
espada, por el hambre y por la peste. 
14 No habrá fugitivos ni supervi¬ 
vientes de los restos de Juád venidos 
a habitar en Egipto, que vuelvan a 
la tierra de Judá, objeto de las ansias 
de su alma, a la que querrían volver 
para habitar, si no es algún fugitivo. 

16 Entonces todos los hombres, 
sabedores de que sus mujeres ofre¬ 
cían incienso a los dioses ajenos, y 
todas las mujeres, reunidas en gran 
asamblea, y todos los del pueblo 
que habitaban en Egipto, en la región 
de Patros, respondieron a Jeremías: 
16 No te eseuciiaremos en lo que nos 
dices en nombre de Yave, 17 sino que 
persistiremos en hacer todo cuanto 
nos’venga en boca, quemando in¬ 
cienso a la reina del cielo y ofre¬ 
ciendo libaciones, como antes liemos 
hecho e hicieron nuestros padres, 
nuestros reyes y nuestros magnates, 
en las ciudades de Judá y en las 
plazas de Jerusalén, viéndonos enton¬ 
ces hartos de pan y felices, sin expe¬ 
rimentar la desdicha; 18 mientras 
desde que dejamos de quemar in¬ 
cienso a la reina del cielo y ofrecerle 
libaciones, carecemos de todo y nos 
consume la espada y el hambre. 
19 Y si nosotros quemamos incienso 


a la reina del cielo y la ofrecemos 
libaciones, ¿es acaso sin nuestros 
maridos como hacemos las tortas, 
para ofrecérselas a su imagen y 
hacerle las libaciones? 

20 Y dijo Jeremías a todo el pue¬ 
blo, a los hombres v a las mujeres, 
a todos los que así le habían respon¬ 
dido: 21 jQuél El incienso que en las 
ciudades de Judá y en las plazas de 
Jerusalén quemásteis vosotros, vues¬ 
tros padres y vuestros reyes, vuestros 
magnates y todo el pueblo, ¿no lo 
ha recordado Yave y no lo ha tenido 
presente? 22 No podía ya soportar 
Yave la malicia de vuestras perver¬ 
sidades y vuestras abominaciones, y 
por eso vuestra tierra ha sido con¬ 
vertida en un desierto inhabitado, 
hecha horror y maldición, como está 
hoy. 23 Por haber adorado a los ídolos, 
pecando contra Yave, sin oír su voz 
ni seguir su ley, sus preceptos y sus 
amonestaciones, por eso han venido 
sobre vosotros todos esos males que 
hoy padecéis. 

24 Dijo, pues, Jeremías a todo el 
pueblo y a todas las mujeres: Oíd 
la palabra de Yave, todos los de 
Judá que habitáis en tierra de Egipto: 
26 Así dice Yave Sebaot, Dios de 
Israel: Vosotros y vuestras mujeres 
lo decís con vuestra boca, y lo haréis 
con vuestras manos; decís: Cumpli¬ 
remos los votos que hemos hecho 
de quemar incienso a la reina del 
cielo y ofrecerle libaciones. Cierta¬ 
mente los cumpliréis; ciertamente los 
pondréis por obra. 

26 Oíd, pues, la palabra de Yave, 
todos los de Judá que habitáis en 
Egipto: Yo me juro por mi gran 
nombro, palabra de Yave, que no 
será ya más pronunciado mi nombre 
por boca de ningún hombre de Judá, 
diciendo: (Vive Yave!, en toda la 
tierra de Egipto. 27 Yo velaré sobre 
ellos para mal, no para bien, y todos 
los varones de Judá que habitan en 
tierra de Egipto serán consumidos 
por la espada y por el hambre, hasta 
que perezcan del todo; 28 V los que 
escapen a la espada, volverán de la 
tierra de Egipto a la tierra de Judá 
muy pocos en número; y los restos de 
Judá que han entrado en tierra de 
Egipto sabrán qué palabra es la que 
se cumple, si la mía o la suya. 56 Y 
he aquí la señal, palabra de Yave, de 
que yo os pediré cuentas en este 
lugar v de que se realizará mi palabra 
colilla Vosotros para Nuestro nial. 







JEREMÍAS, 45, 46 


681 


30 Así dice Yave: Yo entregaré al 
Faraón Hofra, rey de Egipto, en 
manos de sus enemigos, en manos 
de los que de muerte le persiguen, 
como entregué a Sedecías, rey de 
Judá, en manos de Nabucodonosor, 
rey de Babel, su enemigo, que de 
muerte le perseguía. 


Palabras del Señor a llame. 

4 ^1 1 Palabras que dijo Jeremías, 
profeta, a Baruc, hijo de Herías, 
cuando escribía estas cosas en un 
volumen al dictado de Jeremías, el 
año cuarto de Joaquim, hijo de Josías, 
rey de Judá. 2 Así dice Yave, Dios de 
Israel, a ti, Baruc: 3 Tú dices: \Ay 
mísero de mí, que Y r ave no hace más 
que añadir dolor a mi dolorl Me 
canso de gemir y no hallo reposo. 
4 Así dice Yave: Dile esto: He aquí 
que lo que yo había edificado lo 
destruyo, lo que había plantado lo 
arranco. 5 ¡Y tú pides para ti grandes 
cosas! No las pidas, pues mientras 
vo hago venir males sobre toda carne, 
le dejo a ti salva la vida donde quiera 
que vas. 


(iontra el Efjipto. 

Ih 1 Palabras de Yave a Jeremías 
contra las gentes; 2 a Egipto, 
contra el ejército del Faraón Necao, 
rey de Egipto, que estaba en Car- 
camis, junto al río Eufrates, al que 
derrotó Nabucodonosor, rey de Babel, 
el cuarto añó de Joaquim, hijo de 
Josías, rey de Judá. 

3 Preparad escudo y broquel, mar¬ 
chad a la guerra, aparejad los caba¬ 
llos. 4 A montar, caballeros; el casco 
en la cabeza, limpiad las lanzas, ceñid 
la loriga. 

5 ¿Qué veo? Vacilan, vuelven la 
espalda. Muertos los más valientes, 
huyen veloces, sin mirar atrás. Terror 
por doquier. Palabra de Yave. 
6 No escapará el más veloz, no se 
librará el más fuerte. Al norte, a 
orillas del Eufrates, cayeron derro¬ 
tados. 

7 ¿Quién es ése que avanza como 
un río, cuyas aguas rugen como to¬ 
rrente? 8 Es Egipto, que sube como 
el Nilo, cuyas aguas rugen como 
torrente, que dice: Inundaré la 
tierra, devastaré las ciudades con 
sus moradores. 9 Adelante la caba¬ 


llería. Avancen los carros. Marchad, 
valientes. Cus y Put, el escudo al 
brazo; Ludim y Naftuim, los que 
empuñan y pisan el arco. 10 Pero es 
el día de Yave, Dios de los ejércitos, 
día de venganza contra sus enemi¬ 
gos. La espada devorará, se hartará, 
se saciará de su sangre. Día de gran 
sacrificio a Yave. Dios de los ejér¬ 
citos, en tierras del norte, junto al 
río Eufrates. 

11 Sube a Calad en busca de bál¬ 
samo, virgen hija de Egipto. En 
vano multiplicarás los remedios, no 
hay cura para ti. 12 Oyeron las gentes 
tu ignominia, y tus alaridos llenaron 
la tierra. Tropezó el fuerte con el 
fuerte, y ambos juntamente cayeron. 

13 Palabras que dijo Yave a Jere¬ 
mías, profeta, sobre la venida de 
Nabucodonosor, rey de Babel, a 
Egipto, para batirlo: 14 Anunciadlo 
al Egipto, publicadlo en Migdol, pro¬ 
paladlo en Memfis y Tafnis; decid: 
¡Arriba, preparaos!, porque la espada 
va a devorarlo todo en torno vuestro. 

15 ¿Cómo huye Apis?Tu toro ha sido 
abatido, porque Yave lo derribó. 

16 Dícense unos a otros: ¡Ea! Vol¬ 
vámonos a nuestros pueblos, a la 
tierra en que nacimos, ante la espada 
destructora. 

17 Al Faraón, rey de Egipto, 
llamadle «ruido a destiempo ». 18 Vivo 
yo, dice el rey, Yave Sebaot es su 
nombre.. Como el Tabor entre los 
montes y el Carmelo junto al mar, 
así de fijo vendrá. 19 Lía el hato, 
hija de Egipto, pues Memfis se con¬ 
vertirá en un desierto devastado e 
inhabitado. 20 Es el Egipto una her¬ 
mosa novilla; del norte ha venido el 
tábano a picarla. 

21 Sus mercenarios eran como toros 
cebados; pero también ellos volvieron 
la espalda, huyeron todos, y no resis¬ 
tieron cuando les llegó el. día de la 
destrucción, el día del castigo. 22 Su 
voz es como silbido de serpiente en 
fuga, pues vienen con gran poderío, 
y los atacan con sus hachas, como 
leñadores de la selva. 23 Arrasan 
su bosque, palabra de Yave, pues 
son innumerables, más que las lan¬ 
gostas; no pueden contarse. 24 Ha 
•sido confundida la hija de Egipto, 
entregada en manos del pueblo del 
norte. 

25 Dice Yave Sebaot, Dios de Israel: 
Yo voy a castigar a Ainón de No, 

V al Faraón que en él confía. 26 Y 
los entregaré en manos de los que 





JEREMÍAS, 47, 48 


(¡82 


los persiguen de muerte, en manos 
de Nabucodonosor, rey de Babel, y 
en manos de sus súbditos, y después 
de esto el Egipto volverá a ser habi¬ 
tado como antes. Palabra de Yave. 

27 Pero tú, siervo mío, Jacob, no 
temas; no temas, Israel. Yo te liber¬ 
taré en la tierra lejana, y libraré a 
tu descendencia del país del destierro, 
y Jacob volverá a vivir tranquilo, 
seguro y sin temor. 28 No temas, no, 
siervo mío, Jacob, palabra de Yave, 
que yo estoy contigo, y destruiré a 
todos los pueblos en que te he dis¬ 
persado; pero a ti no te destruiré, 
sino que te castigaré según merezcas; 
no te dejaré impune. 


Contra los filisteos. 

47 1 Palabra que dirigió Yave a 
Jeremías sobre los filisteos, 
antes que el Faraón tomara a Gaza. 
2 Así dice Yave: 

Mirad, las aguas suben del norte, 
son como torrente desbordado; inun¬ 
dan la tierra en toda su amplitud, 
la ciudad y sus moradores. Lanzan 
gritos los hombres, y claman todos 
los habitantes de la tierra, 3 al estré¬ 
pito del galopar de sus caballos, al 
estruendo de los carros, al retumbar 
de sus ruedas. Los padres no cuidan 
de sus hijos, cáenseles los brazos. 

4 Es que llega el día, el día de la 
ruina de los filisteos; de arrancar a 
Tiro y a Sidón cuantos aliados les 
quedan todavía. Es Yave que des¬ 
truye a los filisteos, a los retoños 
de las islas de Caftor. 6 Gaza se ha 
rasurado la cabeza, Ascalón está des¬ 
greñada, los retoños de Enac se 
hieren sin piedad. 

6 [Oh espada de Yave! ¿Hasta 
cuándo no querrás cesar? Vuelve a la 
vaina, descansa, reposa. 7 ¿Cómo va 
a cesar, si es Yave quien la manda? 
Contra Ascalón y contra la región 
marítima la mandó. 


Contra IWnal». 

4 !; 1 Así dice Yave Sebaot, Dios de 
Israel: |Ay de Ncbo! Está devas¬ 
tada. Confundida y conquistada está 
(ariataím; 2 confundida y conster¬ 
nada Pisga; huyó la gloria de Moab. 
En Hcsebón se trama su mal: [Ea!, 
borrémosla de entre los pueblos. Tam¬ 


bién tú, Dimón, sucumbirás. La 
espada se vuelve contra ti. 

8 Oíd: Gritos en Horonaím. Devas¬ 
tación, ruina inmensa. 4 Moab está 
destrozado. Los alaridos se oyen hasta 
en Segor. 6 Por la subida de Luit 
suben llantos, por la bajada de Horo¬ 
naím bajan gritos de angustia. 6 Huid, 
salvaos, corred como onagros. 7 Por 
haber puesto tu confianza en tus 
fortalezas y en tus tesoros, también 
tú serás tomada. Irá Camos al des¬ 
tierro, y con él sus sacerdotes y sus 
magnates. 8 Entrará el conquistador 
en todas las ciudades, ninguna se 
salvará. El valle será arrasado, el 
llano devastado, como lo ha dicho 
Yave. 8 Alzad a Moab un sepulcro, 
pues ha sido enteramente destruido. 
Sus ciudades se convertirán en de¬ 
sierto, sin que haya quien las habite. 

10 [Maldito el que ejecute negligen¬ 
temente la obra de Yave, maldito 
quien retraiga la espada de la sangre! 
11 Tranquilo estuvo Moab desde su 
adolescencia; reposado sobre sus he¬ 
ces, no había sido trasegado de tinaja 
en tinaja, llevado al destierro. Por 
eso conservó su gusto y, 110 se disipó 
su aroma; 12 pero ahora viene tiempo, 
dice Yave, en que yo le mandaré 
trasegadores que le trasegarán, que 
vaciarán las tinajas y las romperán. 
13 Y será confundido Moab por Camos, 
como lo fué la casa de Israel por 
Betel, su esperanza. 14 ¿Cómo decíais: 
Somos valientes, hombres fuertes para 
la lucha? 16 El devastador de Moab 
sube contra él, la flor de su juventud 
baja para la matanza. Palabra del 
Rey, Yave Sebaot su nombre. 

16 Ya se acerca la ruina de Moab, 
su mal corre velozmente. 17 Lloradle 
todos sus vecinos, todos los que por 
su fama le conocéis. Decid: ¿Cómo 
así ha sido roto el cetro poderoso, 
el báculo glorioso? 18 Desciende de 
tu magnificencia y siéntate en el 
cieno, hija de Dibón, que ya sube 
contra ti el devastador de Moab, 
que arrasará tus fortalezas. 18 Sal 
al camino y atalaya, habitante de 
Aroer; pregunta a los huidos, a los 
que se han salvado, ¿qué pasó? 

20 Avergonzado está Moab: ha sido 
derrotado. Clamad, gritad, anun¬ 
ciadlo en el Arnón: Moab ha sido 
devastado. 21 Se ha cumplido el cas¬ 
tigo contra los moradores del Helón, 
contra Jasa, contra Mefat 22 y contra 
Dibón, contra Xebo, contra Betai- 
blataím; 23 contra Cariataím, contra 





JEREMÍAS, 49 


6 83 


Betgamul, contra Betmaón, 24 contra 
Cariot, contra Bosra, contra todas 
las ciudades de Moab, cercanas y 
lejanas. 25 El poder de Moab ha sido 
abatido, roto ha sido su brazo. 
Palabra de Yave. 

26 Emborrachadle, pues se alzó 
contra Yave; que vomite, y sea tam¬ 
bién el objeto de burla. 27 ¿No te 
burlabas de Israel, como de ladrón 
cogido, y hablabas de él moviendo 
burlonamente la cabeza? 28 Abando¬ 
nad vuestras ciudades, habitantes de 
Moab, y refugiaros en las cuevas. 
Sed como la paloma bravia, que 
anida en los agujeros de las rocas. 

29 Conocida es la soberbia de Moab, 
el soberbio; su orgullo, su altanería, 
su arrogancia, la altivez de su corazón. 
30 Yo conozco bien su jactancia, pala¬ 
bra de Yave, sus vanas bravatas, 
sus fútiles obras. 31 Por eso gimo por 
Moab, me lamento por Moab todo, 
y lloro a las gentes de Quirheres. 
32 Lloro contigo más que Jazer por 
la vida de Sabama. Tus ramas atra¬ 
vesaron el mar y se extendieron 
hasta Jazer. Sobre tu cosecha y tu 
vendimia se arrojó el devastador. 

33 Huyeron de los vergeles de Moab 
el regocijo y la alegría. Yo he vaciado 
el vino de tus tinajas, no pisará 
ya más el lagarero. No serán ya 
cantos los cantos del lagar. 34 Los 
alaridos llegan de Hesebón, llegan 
hasta Eleale. Se extiende su rumor 
hasta Jasa, desde Segor hasta Horo- 
naím y Eglatselisa. Sí, aun los rega¬ 
díos de Nimri se secarán. 

35 Yo haré desaparecer de Moab, 
palabra de Yave, a los que suben a 
sus alturas a ofrecer incienso a sus 
dioses. 36 Por eso mi corazón suspira 
como una fronda por Moab; por las 
gentes de Quirheres suspira como 
una flauta, por la pérdida de cuantos 
bienes habían adquirido. 

87 Toda cabeza ha sido rapada, toda 
barba rasurada. Hay cilicios en todas 
las manos y sacos en todas las espal¬ 
das. 38 Sobre todos los terrados de 
Moab y en todas sus plazas hay 
llantos, porque he roto a Moab, como 
se rompe un cacharro enojoso. Pala¬ 
bra de Yave. 

39 ¿Cómo volvió Moab lleno de 
espanto las espaldas, gritando? ¿Cómo 
dió al yugo la cerviz vergonzosa¬ 
mente? Es objeto de burla y de 
irrisión para cuantos le rodean. 40 Por 
eso dice Yave: Sí, viene volando 
como el águila, y extiende sobre 


Moab sus alas. 41 Sus ciudades serán 
tomadas, asaltadas sus fortalezas; y 
entonces el corazón de los guerreros 
de Moab será como el de mujer en 
parto. 42 Y dejará Moab de ser una 
nación, por haberse alzado contra 
Yave. 

43 Terror, hoya y red contra vos¬ 
otros, moradores de Moab, palabra 
de Yave. 44 El que escape al terror, 
caerá en la hoya; el que se libre de 
la hoya, será cogido en la red. Yo 
haré venir todo esto contra Moab, 
el día de su castigo. Palabra de 
Yave. 45 Se detienen a la sombra 
de Hesebón, extenuados por la fuga. 
Pero suben de Hesebón las llamas, 
sale el fuego de los palacios de Sijor, 
que devora las sienes de Moab, la 
coronilla de los jactanciosos. 

46 ¡Ay de ti, Moabl Acabaste, 
pueblo de Camos. Tus hijos y tus 
hijas son llevados cautivos. Pero al 
fin de los días yo haré volver a los 
cautivos de Moab. Palabra de Yave. 
Hasta aquí el juicio de Moab. 


Contra Aimnfm. 

JO 1 A los hijos de Ammón, así 
* * dice Yave: ¿Por ventura no 
tiene hijos Israel ? ¿No tiene heredero ? 
¿Por qué, pues, Melcom ha heredado 
a Gad y ocupa sus ciudades? 2 Por 
eso viene tiempo, palabra de Yave 
en que yo haré oír a Rabatamón los 
gritos de guerra. Quedará convertido 
en un montón de ruinas, sus ciudades 
serán quemadas. Y poseerá Israel lo 
de sus poseedores. Palabra de Yave. 

3 ¡Grita, Hesebón! Ha sido devas¬ 
tada Hai. Gritad, hijas de Rabat 
ceñios cilicios, llorad, corred de uno 
a otro lado por los apriscos, porque 
Melcom será llevado cautivo, y con 
él sus sacerdotes y sus magnates. 

4 ¿Por qué te glorias de tus valles? 
Muy fértiles son, hija rebelde, y 
confías en tu riqueza, y dices: ¿Quién 
vendrá contra mí? 5 Yo traeré sobre 
ti el terror de cuantos te rodean, 
palabra de Yave, y os dispersaréis 
cada uno por su lado, y no habrá 
quien reúna a los huidos. 6 Y después 
de esto yo haré volver la cautividad 
de los hijos de Ammón. Palabra de 
Yave. 

Contra Edoin. 

7 A Edom, así dice Yave Sebaot: 
¿No hay sabiduría en Temán ? ¿Huyó 








JEREMÍAS, 49 


b8 A 


de sus hijos el consejo? ¿Se ha des¬ 
vanecido su prudencia? Huid, vol¬ 
ved las espaldas, buscad refugios pro¬ 
fundos, habitantes de Dedán, porque 
se acerca la ruina de Esaú, el tiempo 
de su castigo. 9 Cuando vengan contra 
ti los viñadores, no te dejarán un 
racimo. Cuando de noche te asalten 
los ladrones, se llevarán cuanto les 
convenga. 10 Soy yo quien despoja 
a Esaú, vo descubriré sus escondites, 
no podrá ocultarse. Su pueblo sera 
destruido, sus hermanos y sus vecinos 
dejarán de ser. 

11 Deja a tus huérfanos, que yo los 
haré vivir, que cuenten conmigo tus 
viudas. 12 Porque así dice Yave: 
Los que no hubieran debido beber el 
cáliz, han tenido que beberlo, ¿y vas 
a quedar tú impune? Xo quedarás, 
no, lo beberás. 13 Porque he jurado 
por mí mismo, palabra de \ ave; 
soledad, objeto de horror y de opro¬ 
bio será Bosra, y sus ciudades ruinas 
por siempre. 

14 He recibido de Yave una noticia, 
ha sido enviado un heraldo por los 
pueblos: Reunios y marchad contra 
él, alzaos para hacerle la guerra. 

15 Yo te haré pequeño entre los pue¬ 
blos, desprecio de los hombres. 16 Te 
ha engañado tu arrogancia, la alta¬ 
nería de tu corazón. Habitas en los 
linéeos de las rocas, v escalas las 
crestas de los montes. Aunque pongas 
tan alto como el águila tu nido, de 
allí te haré bajar. Palabra de Yave. 

17 Edom vendrá a ser objeto de 
horror, el viandante se quedará estu¬ 
pefacto. Y contemplará sus ruinas 
silbando burlonamente. 18 Destruido 
como Sodoma y (3omorra, con sus 
ciudades vecinas, dice Yave. Xo habrá 
quien la habite, ni hijo de hombre 
que la cultive. 19 Como un león subirá 
desde los boscajes del Jordán a los 
pastos siempre verdes. En un mo¬ 
mento los arrojaré de ellos, y esta¬ 
bleceré allí a quien me plazca. ¿Pues 
quién como vo? ¿Quién podra po¬ 
nerme plazos? ¿Quién es el pastor 
que me liará frente? 

30 Oíd, pues, los designios de ^ ave 
contra Edom, los planes que traza 
contra Teman. En verdad que serán 
conducidos por lo más ruin del re¬ 
baño, v a su vista se espantarán sus 
pastizales. 21 Temblará la tierra al 
fragor de su ruina, y se oirán sus 
alaridos en el mar Rojo. 22 Como 
águila subirá, volará, y extenderá sus 
alas sobre Bosra; y el corazón de sus 


guerreros será entonces como el cora¬ 
zón de mujer en parto. 


Contra Damasco. 

23 Contra Damasco: Amat y Arfad 
están cubiertas de vergüenza. Les na 
llegado una mala nueva, se contur¬ 
baron, v se agitan como se agita el 
mar, v~ no hallan descanso. 

24 Damasco, acobardada, se dis¬ 
pone a la fuga; es presa del terror, 
siente angustias v dolores como de 
parturienta. 25 ¿Cómo ha quedado 
desierta la ciudad gloriosa, la ciudad 
de la alegría? 26 Por eso caerá en sus 
plazas su juventud, y todos sus hom¬ 
ares de guerra perecerán en aquel 
día. Palabra de Yave Sebaot. 27 \ o 
pegaré fuego a los muros de Damasco, 
que consumirá los palacios de Bc- 
nadad. 

Contra los árabes. 

— Contra Cedar y el reino de Jasor, 
que destruvó Xabucodonosor, rey de 
Rabel, así dice Yave: Levantaos, 
marchad contra Cedar y devastad a 
los hijos del oriente. 29 Y se apode¬ 
rarán de sus tiendas y de sus ganados, 
de sus tapices, de todos sus utensilios, 
de sus camellos, y esparcirán el 
terror en torno suyo. 

30 Huid, escapad a toda prisa, 
buscad escondidos refugios, habi¬ 
tantes de Jasor. Palabra de \ ave. 
Porque Xabucodonosor, rey de Babel, 
ha trazado contra vosotros sus pla¬ 
nes y está haciendo proyectos contra 
vosotros. 

31 Alzaos, marchad contra una 
gente tranquila y confiada, palabra 
de Yave, que no tiene puertas m 
cerrojos y habita aislada. " beian 
el bolín sus camellos y la presa sus 
ganados. Yo dispersaré a todos los 
vientos a esos sienes rapadas, y de 
todos sus confines haré venir sobre 
ellos la ruina. Palabra de i ave. 
33 Y se convertirá Jasor en guarida 
de dragones, y quedará por siempre 
desierta. Xo morará en ella nadie, 
ni la habitará hijo de hombre. 

Contrn Khmi. 

31 Palabra de Yave a Jeremías, 
profeta, acerca de Elani, que le fue 
dirigida al comienzo <1**1 reinado de 
Sedeeias, rey de Juila: 







JEREMIAS, 60 


6 85 


35 Así dice Yave Sebaot: Yo rom¬ 
peré el arco de Elam, el fundamento 
de su fuerza. 36 Yo desencadenaré 
contra Elam los cuatro vientos de 
los cuatro confines del cielo. A todos 
estos vientos los dispersaré, y no 
habrá nación que no vea llegar a 
ella a los fugitivos de Elam. 37 Yo 
haré temblar a Elam, ante sus ene¬ 
migos, ante los que buscan su vida. 
Yo haré venir sobre ellos el mal, el 
furor de mi cólera. Palabra de Yave. 
Yo mandaré en su persecución la 
espada hasta destruirlos. 38 Yo pondré 
mi trono sobre Elam, y haré perecer 
al rey y a sus grandes. Palabra de 
Yave. 39 Pero al fin de los días 
haré volver a los cautivos de Elam. 
Palabra de Yave. 


Contra Babel. 

50 1 Palabras que dirigió Yave a 
Jeremías, profeta, acerca de 
Babel y de la tierra de los caldeos: 
2 Anunciadlo a las gentes, pregonadlo, 
alzad bandera, publicadlo, no lo ca¬ 
lléis: Cayó Babel, lleno de vergüenza 
está Bel, vencido está Marduc, con¬ 
fundidos sus ídolos, abatidos sus 
dioses (1). 

3 Del septentrión avanza contra 
ella un pueblo que hará de su tierra 
soledad en que no habitará nadie; 
hombres y ganados huyeron, des¬ 
aparecieron. 4 Entonces, en aquellos 
días, vendrán los hijos de Israel, y 
con ellos los hijos de Judá. Seguirán 
su camiuo llorando, y buscarán a 
Yave, su Dios. 5 Preguntarán por el 
camino de Sión, y se volverán hacia 
ella sus rostros: «Vamos y liguémonos 
con Yave, con pacto eterno que no 
se olvide jamás. » 

6 Rebaño descarriado ha venido 
a ser mi pueblo. Sus pastores le en¬ 
gañaron, y le hicieron vagar por los 
montes. Anduvieron de monte en 
collado, se olvidaron del aprisco. 
7 Cuantos los hallaron los devoraban, 
V se decían sus enemigos. No hay 
delito en ello, porque han pecado 
contra Yave, sede de la justicia. 
Contra Yave, firme esperanza de sus 
padres. 


(i) Bel era el dios nacional de la antigua Nip- 
puar; Marduc, el de la antigua Babel. Cuando 
ésta logró la hegemonía política. Marduc vino 
a ser el principal dios tutelar de Babilonia, y Bel 
fue llamado Bel-Marduc, y así Jeremías les llama 
Bel y Marduc. 


8 Huid del recinto de Babel, de la 
tierra de los caldeos. Sed como cabes¬ 
tros a la cabeza del ganado, 9 porque 
voy a suscitar y a lanzar contra Babel 
un gran conglomerado de muchas 
gentes del norte, que la asediarán y 
la tomarán. Sus saetas, como de gue¬ 
rreros adiestrados, no errarán el 
blanco. 10 Y será dada la Caldea al 
pillaje, y se hartarán los conquista¬ 
dores de sus despojos. Palabra de 
Yave. 

11 Alegraos ahora, regocijaos, des¬ 
pojadores de mi heredad. Saltad como 
novilla sobre la hierba, relinchad como 
sementales. 12 Grande será la confu¬ 
sión de vuestra madre, grande la 
vergüenza de la que os engendró. 
Será la última de las naciones, un 
desierto, soledad, sequedad. 13 La 
ira de Yave la dejará deshabitada, 
la convertirá en soledad; cuantos 
pasen por Babel se espantarán, y sil¬ 
barán contra ella su total destrucción. 

14 Aprestaos contra Babel y sus 
contornos cuantos tendéis el arco. 
Combatidla, no escatiméis las saetas, 
porque pecó contra Yave. 15 Lanzad 
de todas partes contra ella el grito 
de guerra; en todas partes se rinde. 
Cayeron sus torres, han sido arrasa¬ 
dos sus muros. Es la venganza de 
Yave. Vengaos de ellos, haced con 
ella lo que ella hizo (1). 16 Disper¬ 
sad de Babel a los sembradores y a 
los que siegan al tiempo de la cosecha. 
Ante la espada devastadora, cada 
.uno se volverá a su pueblo, cada 
uno huirá a su tierra. 

17 Israel es un rebaño disperso, 
leones le dispersaron. Primero le 
devoró el rey de Asur; luego Nabuco- 
donosor, rey de Babel, le rompió 
los huesos. 18 Por eso, así dice Yave 
Sebaot, Dios de Israel: Yo castigaré 
al rey de Babel, y su tierra como 
castigué al rey de Asur. 19 Y traeré a 
Israel a sus pastizales, y se apacen¬ 
tará en el Carmelo y en Basán, y se 
saciará en el monte de Efraím y en 
Galad. 20 Entonces, en aquellos días, 
se buscará la iniquidad de Israel y 
no se hallará, el pecado de Judá y 
no parecerá, porque yo seré propicio 
a los que queden. 

21 Sube, joh espadal, contra la 
tierra de Merotaím, y contra los habi¬ 
tantes de Pecod. Espada, acuchilla 


(i) Es el logro del anhelo expresado por e 
autor del Sal. 137, «dichoso quien te dé tu pago, 
el que a nosotros nos diste tú*. 







686 


JEREMÍAS, 51 


y mata tras ellos, palabra de Yave, 
y haz cuanto yo te he mandado. 

22 Estruendo de guerra en la tierra, 
inmensa ruina. 23 ¿Cómo has sido 
roto en pedazos, martillo de toda la 
tierra? ¿Cómo has venido a ser 
Babel, horror de las gentes? 24 Soy 
yo quien te ha tendido la red, y sin 
darte cuenta quedaste presa en ella. 
No lo dudes. Babel; estás cogida, has 
sido apresada, porque provocaste a 
Yave. 26 Yave abrió sus arsenales, 
ha sacado las armas de su cólera. 
Porque tenía un quehacer Yave Se- 
baot en la tierra de los caldeos. 
28 Venid de los últimos confines contra 
ella, abrid sus graneros, haced de 
ella montones como de gavillas, y 
destruid, que no quede nada. 27 Matad 
todos sus toros, que vayan al mata¬ 
dero. ]Ay de cllosl Les llegó su día, 
el día de su castigo. 

28 Rumor de tumulto de los fugi¬ 
tivos, de los que escapan de la tierra 
de Babel. Anunciad en Sión la ven¬ 
ganza de Yave, nuestro Dios, la 
venganza de su templo. 29 Convocad 
contra Babel a cuantos tienden el 
arco; cercadla, que no escape nadie, 
dadle su merecido. Haced con ella 
como ella hizo. Pues se irguió contra 
Yave, contra el Santo de Israel. 
30 Por eso caerá en sus plazas su 
juventud, y todos sus hombres de 
guerra perecerán aquel día. 

31 Heme aquí contra ti, insolente, 
palabra del Señor, Dios Scbaot, 
palabra de Yave; ha llegado tu día, 
el día de tu castigo. 32 Vacila la inso¬ 
lente. Caerá, y nadie podrá ya levan¬ 
tarla. Yo pegaré fuego a sus ciudades, 
que las consumirá con todos sus 
alrededores. 

33 Así dice Yave Sebaot: Los hijos 
de Israel viven en la opresión, y con 
ellos los hijos de Judá. Cuantos los 
hicieron esclavos los retienen y rehú¬ 
san soltarlos; 34 Pero su libertador 
es fuerte, se llama Yave Scbaot, 
él sabrá defender su causa, conmo¬ 
viendo la tierra, para dar reposo a 
la tierra y confusión a los habitantes 
de Babel. 

36 ]Espada contra los caldcosl 
Palabra de Yave, y contra los mora¬ 
dores de Babel, contra sus grandes 
y contra sus sabios. 38 Espada contra 
sus mentirosos adivinos, que serán 
tenidos por necios. Espada contra 
sus hombres de guerra, que se llena¬ 
rán de pavor. 37 Espada contra sus 
caballos y contra sus carros, y contra 


todo el pueblo, contra sus habitan¬ 
tes, que se harán como mujeres. 
Espada contra sus tesoros, que serán 
saqueados. 38 Espada contra sus 
aguas, que se secarán, porque es 
tierra de .ídolos y se vuelven locos 
con sus terrizos. 39 Por eso se con¬ 
vertirá en cubil de dragones y cha¬ 
cales, en morada de avestruces Y no 
será más habitada y poblada por 
siglos, ni reedificada por genera¬ 
ciones y generaciones. 40 Como des¬ 
truyó Yave a Sodoma y a Gomorra y 
las ciudades vecinas, no habitará 
hombre en ella, ni morará en ella 
hijo de hombre. 

41 Ya viene del norte un pueblo, 
un pueblo grande con muchos reyes. 
Se alza desde los confines de la tierra. 
42 Empuñan el arco y el venablo, 
son crueles y sin piedad. Su estré¬ 
pito es como el mugido del mar; 
montan caballos, vienen con todos 
los pertrechos de guerra contra ti, 
hija de Babel. 43 El rey de Babel ha 
recibido la noticia, se le han caído 
los brazos, es presa de la angustia 
y de dolores como mujer en parto. 

44 Vedle, se lanza como Icón que 
sube de los boscajes del Jordán a 
los pastos siempre verdes. En uu 
momento quedan desiertos, y esta¬ 
blezco allí a quien me place. ¿Pues 
quién como yo? ¿Quién me resistirá? 
¿Quién es el pastor que podrá opo¬ 
nérseme? 46 Oíd, pues, los designios 
de Yave contra Babel, sus planes 
contra la Caldea. Irán conducidos 
por lo más ruin del rebaño, y a su 
vista los pastizales se asombrarán. 
48 Al rumor de la conquista de Babel 
temblará la tierra, sus ecos reper¬ 
cutirán en las naciones. 

1 1 Así dice Yave: Yo voy a sus- 

* citar contra Babel y contra los 
habitantes de la Caldea el espíritu 
destructor; 2 y mandaré contra Babel 
bieldadorcs que la bielden, que liarán 
evacuar su tierra, y vendrán de todas 
partes contra ella el día de su mise¬ 
ria. 3 No deje, pues, el arquero su 
arco de la inano, ni se desciña la 
malla. No perdonéis a su juventud, 
exterminad todo su ejército. 4 Que 
caigan muertos sobre la tierra de 
Caldea, traspasados en sus plazas. 
Pues ese pueblo está lleno de iniqui¬ 
dades ante el Santo de Israel. 6 No 
son ya Israel ni Judá ex viudas de 
su Dios, de Yave Sebaot. 

8 Huid de Babel, salve cada uno 







JEREMÍAS, 51 


687 


su vida, no perezcáis por su ini¬ 
quidad. Es el tiempo de la venganza 
de Yave; va a darle su merecido. 

7 Era Babel como cáliz de oro en 
manos de Yave. Sirvió para embria¬ 
gar a toda la tierra; los pueblos bebie¬ 
ron de su vino y enloquecieron (1). 

8 De repente Babel ha caído y se ha 
roto; gemid por ella. Id en busca de 
bálsamo para su herida, a ver si 
sana. 9 Hemos querido curarla, pero 
no se ha curado; dejémosla. Vámonos 
cada uno a nuestra tierra, porque 
sube su maldad hasta los cielos y 
se eleva hasta las nubes. 

10 Yave ha hecho justicia a nues¬ 
tra causa; venid, anunciemos en Sión 
la obra de Yave, nuestro Dios. 11 Afi¬ 
lad las saetas, llenad las aljabas, 
Yave ha excitado el espíritu del rey 
de los medos. Tiene contra Babel un 
proyecto: destruirla. Es la venganza 
de Yave, la venganza de su templo. 

12 Alzad las banderas sobre los 
muros de Babel, estrechad el cerco, 
poned centinelas y disponed embos¬ 
cadas; porque hará Yave como lo 
pensó, todo cuanto ha dicho contra 
los habitantes de Babel. 13 Tú que 
te sientas entre grandes canales, rica 
de tesoros, ha venido tu fin, la me¬ 
dida a que cortar el hilo de tu vida. 
14 Por sí mismo lo juró Yave Sebaot: 
Te inundaré de hombres, más en 
número que las langostas, que lan¬ 
zarán contra ti sus gritos de triunfo. 

15 El con su poder ha hecho la 
tierra, con su sabiduría cimentó el 
orbe, y con su inteligencia tendió 
los cielos. 16 A su voz se congregan 
las aguas del cielo, él hace subir 
las nubes desde los confines de la 
tierra; hace brillar el rayo entre la 
lluvia, y saca los vientos de sus es¬ 
condrijos. 

17 Embrutecióse el hombre sin 
conocimiento; los orífices se cubrie¬ 
ron de ignominia, haciendo sus ídolos, 
pues no funden sino vanidades, que . 
no tienen vida, 18 nada, obra ridicula. 
El día de la cuenta perecerán. 

19 No es como ésta la herencia de 
Jacob, sino el creador de todas las 
cosas; su nombre es Yave Sebaot, 
e Israel es su pueblo. 20 Tú me ser¬ 
viste de maza de guerra. En ti y por 


(r) Babel, como instrumento de la ira de 
Dios, desoló y oprimió a muchos pueblos, dán¬ 
doles a beber el cáliz de la ira del Señor; pero 
también para ella ha llegado la hora, y a su vez 
ha de beberlo. 


ti aplaste pueblos; en ti y por t 
destruí reinos; 21 en ti y por ti aplasté 
al caballo y al caballero; en ti y 
por ti aplasté al carro y al conductor; 
22 en ti y por ti aplasté a hombres y 
mujeres; en ti y por ti aplasté a 
viejos y niños; en ti y por ti aplasté 
a mozos y doncellas; 23 en ti y por ti 
aplasté al pastor y a su rebaño; 
en ti y por ti aplasté al labrador y a 
su yunta; en ti y por ti aplasté a 
gobernantes y jueces. 

24 Pero yo devolveré a Babel y a 
todos los habitantes de la Caldea 
todo el mal que a vuestros ojos hicie¬ 
ron ellos a Sión. 25 Heme aquí contra 
ti, monte de destrucción, palabra 
de Yave, que destruyó toda la tierra. 
Yo extenderé mi mano sobre ti y 
te haré rodar desde lo alto de las 
rocas, y haré de ti mi horno encendido. 
26 No se sacará más de ti una piedra an¬ 
gular ni una piedra de cimiento. Sersá 
siempre ruina. Palabra de Yave. 

27 Alzad bandera en la tierra, 
tocad las trompetas en los pueblos, 
santificad para la guerra contra ella 
a las gentes, convocad contra ella 
los reinos de Azarat, de Menni y de 
Ascenez. Nombrad contra ella jefes, 
lanzad contra ella los caballos, como 
espesa nube de langostas. 28 Santi¬ 
ficad para la guerra contra ella a 
las naciones, a los reyes de Media, 
a sus jefes, a todos sus gobernantes y 
a todo el pueblo de su jurisdicción. 

29 La tierra toda tiembla y se 
estremece, porque va a cumplirse el 
designio de Yave contra Babel, de 
hacer de ella un desierto inhabitable. 

30 Los guerreros de Babel no luchan 
ya en campo abierto, se han ence¬ 
rrado en las fortalezas. Han perdido 
su valor, se han vuelto mujeres. 

31 Se ve correr a los correos uno 
tras otro, uno tras otro a los mensa¬ 
jeros, para anunciar al rey de Babel 
que su ciudad está tomada del uno 
al otro extremo. Sus casas están 
ardiendo, sus puertas han sido rotas. 

32 Los vados ocupados, los cañave¬ 
rales están ardiendo, y los hombres 
de guerra abatidos. 

33 Porque así dice Yave Sebaot, 
Dios de Israel: La hija de Babel es 
•como una era cuando se apisona 
para la trilla; bien pronto le llegará 
el tiempo de la recolección. 34 El 
rey de Babel me devoró, me consu¬ 
mió, me dejó como vaso vacío. Me 
tragó como dragón, y llenó su vien¬ 
tre de mis bocados más suculentos. 











JEREMÍAS, 52 


35 Sean sobre Babel mis carnes des¬ 
trozadas, dirá Siún. Caíga mi sangre 
sobre los habitantes de la Caldca, 
dirá Jerusalén. 36 Por eso así dice 
Yave: Yo tomaré por mi cuenta tu 
causa; yo te vengaré, yo secaré su 
mar y cegaré sus manantiales; 37 y se 
convertirá Babel en un montón de 
ruinas, en cubil de dragones, objeto 
de horror y de sarcasmo. 

38 Todos a una rugen como leones, 
gruñen como cachorros de leona. 
39 En su fiebre yo les prepararé la 
bebida, los embriagaré para que des¬ 
fallezcan y duerman el sueño eterno, 
de que no despertarán. Palabra de 
Yave. 40 Yo los llevaré al matadero, 
como corderos, como carneros y 
chivos. 41 ¿Cómo ha sido cogido 
Sesac? ¿Cómo ha sido conquistada 
la gloria de toda la tierra? ¿Cómo ha 
venido a ser Babel objeto de horror 
entre los pueblos? 

42 Ha subido el mar contra Babel, 
la ha sumergido bajo el cúmulo de 
sus olas. 43 Sus ciudades han sido 
devastadas; tierra árida y desierta, 
que nadie habitará, por la que nadie 
transitará. 44 Yo me ensañaré contra 
Bel en Babel. Yo le liaré vomitar 
por la boca cuanto engulló. Ya no 
concurrirán más a él las gentes. 
Caerán también las murallas de Babel. 

46 Sal de ella, pueblo mío. Salve cada 
cual su vida, ante el furor de la cólera 
de Yave. 

46 No os turbéis ni temáis por lós 
rumores que se esparcirán por la 
tierra. Un año correrá un rumor y el 
otro otro, dominará en la tierra la 
opresión, un tirano contra otro tirano. 

47 Por eso vienen días en que yo 
me ensañaré contra los ídolos de 
Babel, y toda la tierra se cubrirá 
de vergüenza, y sus muertos que¬ 
darán sobre ella. 48 Y ciclos y tierra 
y cuanto liay en ellos aplaudirán 
lo sucedido a Babel. Del norte ven¬ 
drán sus devastadores. Palabra de 
Yave.) 49 Por los muertos de Israel 
caerá Babel, como por Babel cayeron 
los muertos de toda la tierra. 60 Los 
que hayáis podido escapar a la espada, 
partid, no os detengáis. En la tierra 
lejana acordaos de Yave, que vuelva 
Jerusalén a vuestra memoria. 

61 Estamos llenos de vergüenza, 
hemos sido ultrajados, nuestro rostro 
se cubre de confusión. Entraron ex¬ 
tranjeros en el santuario del templo 
de Yave. 62 Por eso vienen días, 
palabra de Yave, en que yo des¬ 


truiré sus ídolos, y por toda su tierra 
se oirá el gemir de los heridos. 
53 Aunque se alzase Babel hasta el 
cielo, e hiciera inaccesibles por lo 
altas sus murallas, vendrán contra 
ella devastadores traídos por mí. 
Palabra de Yave. 

64 Oyeuse los alaridos de Babel, 
ruina grande en la tierra de los cal¬ 
deos. Porque devasta Yave a Babel 
y pone fin a su gran jactancia; y 
mugen sus olas como aguas desbor¬ 
dadas, retumban con estruendo, 
66 porque ha venido contra ella el 
devastador. Son apresados sus gue¬ 
rreros, rotos sus arcos, porque es 
Yave, Dios de retribuciones, y les 
dará su merecido. 

67 Y emborracharé a sus grandes, 
a sus sabios, a sus jefes, a sus magis¬ 
trados, a sus guerreros, y dormirán 
un sueño eterno, del que no desper¬ 
tarán. Palabra del Bey, Sebaot su 
nombre. 68 Así dice Yave Sebaot: 
La ancha muralla de Babel será 
enteramente arrasada, sus altas puer¬ 
tas quemadas; trabajaron en vano 
tantas gentes, para el fuego. 

69 Misión que encomendó Jeremías, 
profeta, a Saraía, hijo de Nerías, 
hijo de Masaía, al ir éste a Babilonia 
con el rey Sedecías, el cuarto año 
de su reinado. Saraía era entonces 
gran intendente. 60 Escribió Jeremías 
en un volumen todo el mal que había 
de venir contra Babel, cuanto había 
escrito contra Babilonia. 61 Y dijo 
Jeremías a Saraía: Cuando llegues a 
Babel, lee en voz alta todo esto; 
62 y dirás: Yave, tú has hablado de 
destruir este lugar, sin que haya ni 
hombre ni ganado que lo habite, 
hecho perpetua soledad. 63 Cuando 
hayas acabado de leerlo, le atarás 
una piedra y lo arrojarás en medio 
del Eufrates, 64 diciendo: Así se 
sumergirá Babel, sin alzarse ya más 
del estrago y la destrucción que yo 
traeré sobre ella. Hasta aquí las 
palabras de Jeremías. 


Cumplimiento «le la profecía de 
Jeremías contra •Jerusalén. 

•r 4 v 1 A la edad de veintiún años 
comenzó a reinar Sedecías, y 
reinó once años en Jerusalén. Su 
madre fué Amital, hija de Jeremías, 
de Lobna. 2 Hizo mal a los ojos de 
Yave, como lo había hecho Joaquim, 

2 encendiendo la cólera de Yave 






JEREMÍAS, 52 


OSO 


contra Jerusalén y contra Judá, hasta 
hacer que los arrojase de su presencia. 
Sedecías se rebeló contra el rey de 
Babel. 4 Y sucedió que el año nono 
de su reinado, el décimo mes, el 
diez del mes, vino Nabucodonosor, 
rey de Babel, con todo su ejército 
contra Jerusalén; la cercó, levantó 
bastidas contra ella en derredor; 6 y 
estuvo sitiada la ciudad hasta el 
año undécimo del rey Sedecías. 6 El 
mes cuarto, a nueve del mes, se 
apoderó el hambre de la ciudad, y 
no había en ella ya nada que comer. 
7 Abrieron brecha en los muros, y 
todos los hombres de guerra huyeron, 
saliendo de la ciudad de noche, por 
el camino de la puerta entre ambos 
muros, que está junto a los jardines 
reales, mientras los caldeos rodeaban 
la ciudad. Tomaron el camino que 
conduce al Araba. 8 El ejército caldeo 
persiguió al rey, dándole alcance en 
las llanuras bajas de Jericó, y todas 
sus tropas le abandonaron y se dis¬ 
persaron. 9 Cogieron al rey, y le 
llevaron ante el rey de Babel, en 
Ribla, en la tierra de Hamat, donde 
le juzgó. 10 El rey de Babel hizo 
degollar a los hijos de Sedecías a la 
vista de éste, e igualmente a los 
grandes de Judá, en Ribla. 11 A 
Sedecías le hizo sacar los ojos y le 
cargó de cadenas de bronce, para 
conducirle a Babel, donde le tuvo 
encarcelado hasta el día de su muerte. 
12 El quinto mes, el día diez del mes, 
que es el año décimonono de Nabu- 
codonosor, rey de Babel, vino Nebu- 
saradán, jefe de la guardia real, 
ministro del rey de Babel, a Jeru¬ 
salén, 13 y puso fuego al templo y al 
palacio del rey y a todas las casas 
de Jerusalén, quemando principal¬ 
mente todas las casas grandes; 14 y 
el ejército de los caldeos que estaba 
con el jefe de la guardia arrasó toda 
la muralla que rodeaba a Jerusalén. 
16 Los pobres del pueblo y del resto 
del vulgo que habían quedado en la 
ciudad, los prófugos que se habían 
pasado al rey de Babel, y el resto 
de los artesanos, los llevó Nebusa- 
radán, jefe de la guardia, 16 dejando 
sólo de los pobres de la tierra, viña¬ 
dores y labradores. 17 Rompieron 
también las columnas de bronce que 
había en el templo, las basas y el 
inar de bronce del templo, y se lle¬ 
varon todo el bronce a Babel. 18 Co¬ 
gieron los calderos, las palas, los 
cuchillos, las copas, las cucharas y 


todos los utensilios del culto. 1M Igual¬ 
mente tomó el jefe de la guardia los 
pilones, los braseros, las copas, las 
calderas, los candelabros, las cucha¬ 
ras y los platos; todo cuanto era de 
oro, por oro, o de plata, por plata; 

20 las dos columnas, el mar de bronce 
y los doce toros de bronce y las basas 
que había hecho el rey Salomón para 

‘ el templo, de un peso incalculable. 

21 Las columnas eran de dieciocho 
codos de altura cada una, doce de 
anchura, y tenían cuatro dedos de 
grueso, pues eran huecas por dentro. 

22 Tenía cada columna su capitel de 
bronce, de cinco codos de alto; todo 
en torno de los capiteles había un 
entretejido con granadas, todo de 
bronce. Lo mismo la otra columna. 

23 Eran noventa y seis las granadas 
pendientes, ciento entre todas, sobre 
el entretejido en derredor. 24 Y se 
llevó el jefe de la guardia a Saraía, 
sumo sacerdote, y a Sofonías el 
segpndo, y a los tres prefectos del 
vestíbulo. 25 De la ciudad llevó a un 
eunuco intendente de las gentes de 
guerra, a siete de los consejeros 
íntimos del rey, que estaban en la 
ciudad, al secretario del jefe del 
ejército, encargado de la recluta, y 
sesenta más del pueblo, que se halla¬ 
ban en la ciudad. 26 Y los llevó Nebu- 
saradán, jefe de la guardia, ante el 
rey de Babel, en Ribla; 27 y el rey 
de Babel los hizo matar en Ribla, 
en tierra de Emat, y Judá fué depor¬ 
tado de su tierra. 28 Estos son los 
que deportó Nabucodonosor: El año 
séptimo de su reinado, tres mil vein¬ 
titrés judíos; 29 el año dieciocho, ocho¬ 
cientos treinta y dos almas; 30 el 
año veintitrés de Nabucodonosor 
deportó Nebusaradán, jefe de la 
guardia, setecientas cuarenta y cinco 
almas; entre todos, pues, cuatro mil 
seiscientas almas. 31 Y sucedió que 
en el año treinta y siete de la depor¬ 
tación de Joaquim, rey de Judá, en 
el duodécimo mes, el día veinticinco 
de él, Evilmerodac, rey de Babel, 
el año del comienzo de su reinado, 
hizo gracia a Joaquim, rey de Judá, 
y le sacó de la prisión. 32 Le habló 
benévolamente, y puso su silla sobre 
las de los otros reyes que estaban 
con él en Babel. 33 Dejó sus vestidos 
de preso y comió ya siempre a la 
mesa del rey, por todos los días de 
su vida. 34 Todo cuanto necesitaba 
para su mantenimiento se lo dio 
día por día hasta el de su muerte 


44 






INTRODUCCION A LAS LAMENTACIONES 
DE JEREMIAS 


N O (8 el texto hebreo , sino la versión griega , la que atribuye estos cantos a 
Jeremías , y en ese testimonio se debe fundar principalmente la tradición 
que señala a Jeremías como autor de ellos. Son las Lamentaciones cuatro cantos 
alfabéticos , seguidos de una oración , cuyo tema es la soledad y ruina de Jeru- 
8alén destruida por los caldeos. Tales composiciones eran usuales en Oriente , 
y sabemos que Jeremías dedicó unas lamentaciones a la muerte de Josías. Sti 
ministerio pro fótico en los últimos años de Judá t el amor intenso que hacia 
su pueblo sentía y lo mucho que trabajó por apartar de él las amenazas divinas , 
hacen de Jeremías el más apto cantor de las penas de Judá y le señalan como 
autor de estos tiernos cantos. Muchos críticos , sin embargo } no se dejan con¬ 
vencer por estas razones , y alegan otras } no decisivas , en contra de tal 
atribución. Todo esto ni pone en duda la inspiración divina , ni aminora el 
mérito literario de estas endechas } que tan solemnemente resuenan en las igle¬ 
sias cristianas en los días de la Semana Santa , para llorar la ruina espiritual 
de Israel. 


LAMENTACIONES 


I 1 2 3 4 Alcf: ¿Cómo se sienta en soledad 
la ciudad populosa, es como viu¬ 
da la grande entre las naciones, la 
señora de provincias ha sido hecha 
tributaria ? 

2 Bet.—Llora amargamente en la 
noche, y corre el llanto por sus meji¬ 
llas. No tiene entre todos sus ama¬ 
dores quien la consuele. La fallaron 
todos sus amigos, y se le volvieron 
enemigos. 

3 Guímel.—Emigró Judá a causa 
de la aflicción y de la gran servi¬ 
dumbre. Mora entre las gentes sin 
hallar reposo. Todos sus persegui¬ 
dores la dieron alcance y la estre¬ 
charon. 

4 Dálct.—Los caminos de Sión están 
en luto, por no haber quien venga a 


las solemnidades. Todas sus puertas 
por los suelos; sus sacerdotes gi¬ 
miendo; sus vírgenes escuálidas, y 
ella llena de amargura. 

6 He.-—Prevalecieron sus enemigos 
y prosperaron los que la aborrecían, 
pues la afligió Ya ve por la muche¬ 
dumbre de sus rebeldías. Sus niños 
fueron a la cautividad delante del 
enemigo. 

® Yau.—Perdió la hija de Sión toda 
su gloria. Sus príncipes fueron como 
ciervos que no hallan pastos, y huye¬ 
ron sin fuerzas ante el perseguidor. 

7 Zain.—Cuando cayó su pueblo en 
manos del enemigo, sin que nadie 
le ayudase, en los días de su aflicción 
y de su vivir errante, acordóse Jeru» 
salón de todos los bienes que de 


LAMENTACIONES, 2 


691 


antiguo tuvo. Miráronla sus ene¬ 
migos, y se burlaron de su caída. 

8 Jet.—Muchos son los pecados de 
Jerusalén; por eso fue objeto de 
aversión. Cuantos antes la honraron 
la desprecian, viendo su desnudez, 
y ella misma suspira y vuelve su 
rostro. 

9 Tet.—Su inmundicia manchaba 
sus vestiduras, y no se cuidaba de 
su fin; y cayó de modo sorprendente, 
sin que nadie la consolara. Mira, 
¡oh Yavel, mi aflicción, mira la arro¬ 
gancia del enemigo. 

10 Yod.—Echó mano el enemigo a 
todo lo precioso; vió penetrar en su 
santuario a las gentes, de las cuales 
mandaste que no entrasen en tu 
congregación. 

11 Caf.—Todo su pueblo va suspi¬ 
rando en busca de pan. Han dado 
cuanto tenían de precioso para man¬ 
tener la vida. Mira, [oh Yavel, y 
ve cuán abatida estoy. 

12 Lámed.—¡Oh vosotros, cuantos 
por aquí pasáis: Mirad, y ved si hay 
dolor comparable a mi dolor, al dolor 
con que yo soy atormentadal Afli¬ 
gióme Yave en el día de su ardiente 
cólera. 

13 Mem .-¿-Mandó desde lo alto 
contra mí un fuego que consume mis 

I huesos; tendió a mis pies una red, 
y me hizo caer hacia atrás, y me 
arrojó en la desolación, consumida 
sin cesar por la tristeza. 

14 Nun.—Ató con sus manos el 
yugo de mis iniquidades. Entrete¬ 
jidas, me fueron puestas sobre la 
cerviz, y me entregó Yave en manos 
a que no puedo resistirme. 

■ 15 Sámec.—Echó a tierra Yave a 
todos mis guerreros en medio de 
mí. Reunió contra mí un ejército, 
para exterminar a mis mancebos. 
Como en lagar ha pisado el Señor a 
la virgen, hija de Judá. 

16 Ayin.—Por eso lloro y manan 
lágrimas mis ojos, y se alejó de mí 
todo consuelo que aliviase mi alma. 
Mis hijos han sido destruidos al 
triunfar el enemigo. 

17 Pe.—Tiende Sión sus manos, 
pero nadie la consuela. Dió Yave 
contra Jacob órdenes a los enemigos 
que le rodeaban, y Jerusalén fue 
para ellos objeto de abominación. 

18 Sade.—Justo es Yave, pues yo 
fui rebelde a sus mandatos. Oíd, 

! pueblos todos, y ved mi dolor. Mis 
: doncellas y mis mancebos han ido 
al cautiverio. 


19 Qof.—Llamé a voces a mis 
amigos, pero me engañaron. Mis sacer¬ 
dotes y mis ancianos perecieron en 
la ciudad, buscando comida con que 
sostener sus vidas. 

20 Res.—Mira, joh Yave!, mi an¬ 
gustia. Mis entrañas rugen, mi cora¬ 
zón se revuelve dentro de mí, por 
haber sido rebelde. Fuera hizo estra¬ 
gos la espada; dentro, la mortandad. 

21 Sin.—Oyen mis gemidos, y nadie 
me consuela; todos mis enemigos 
han sabido mi desgracia, y todos se 
alegran de lo que has hecho. Haz 
venir el anunciado día, y que sean 
como yo. 

22 Tau.—Que se ponga a tus ojos 
toda su maldad, y trátalos como me 
has tratado a mí por mis rebeldías, 
porque son muchos mis suspiros y 
está muy dolorido mi corazón. 

2 1 Alef.—¿Cómo oscureció el Señor 
en su ira a la hija de Sión, pre¬ 
cipitó del cielo a la tierra la magni¬ 
ficencia de Israel, y no se acordó del 
escabel de sus pies el día de su ira? 

2 Bet.—Destruyó el Señor sin pie¬ 
dad todas las moradas de Jacob; 
derribó en su furor las fortalezas de 
la hija de Judá, echólas por tierra, 
y deslució el reino y a sus príncipes. 

3 Guímel.—Abatió en el furor de 
su ira toda la potencia de Israel, 
retiró de él su diestra frente al ene¬ 
migo, y encendió en Jacob ardorosas 
llamas, que de todos lados le devoran. 

4 Dálet.—Tendió contra él su arco, 
cual enemigo; afirmó hostilmente su 
diestra, y destruyó cuanto era agra¬ 
dable a la vida, y derramó como 
fuego su ira, sobre la tienda de la 
hija de Sión. 

5 He.—Ha obrado el Señor como 
enemigo; ha devorado a Israel, des¬ 
truyó todos sus palacios, derribó sus 
fortalezas, y llenó a la hija de Judá 
de llantos y gemidos. 

6 Vau.—Devastada como se devasta 
una tienda, destruyó el hogar de 
sus asambleas, hizo cesar en Sión 
las festividades y los sábados, y en 
su violenta cólera rechazó al rey y 
al sacerdote. 

7 Zain.—Desdeñó el Señor su altar, 
menospreció su santuario, y entregó 
a manos del enemigo los muros de 
sus palacios. Resonaron los gritos en 
la casa de Yave, como en día de fiesta. 

8 Jet.—Resolvió Yave destruir los 
muros de la hija de Sión; echó las 
cuerdas, y no retiró su mano hasta 









692 


LAMENTACIONES, 3 


destruirla, sumergiendo en el luto 
antemuros y muros, que gimen todos 
juntamente. 

9 Tet.—Sus puertas fueron echadas 
a tierra; destruyó, quebrantó los 
cerrojos, su rey y sus príncipes están 
entre las gentes; no hay ley, y tampo¬ 
co sus profetas reciben de Ya ve visión. 

10 Yod.—Los ancianos de la hija 
de Sión se sientan en tierra, mudos, 
vestidos de saco, cubierta la cabeza, 
y las vírgenes de Jcrusalén inclinan 
a tierra sus cabezas. 

11 Caf.—Mis ojos están consumidos 
por las lágrimas, mis entrañas hier¬ 
ven, derrámase en tierra mi hígado, 
ante el desastre de la hija de mi 
pueblo, al ver desfallecer a los niños, aun 
los de pecho, en las calles de la ciudad. 

12 Lámed.—Decían a sus madres; 
¿Dónde está el trigo y el vino? Y 
caían como heridos en las calles, 
dando el alma en el regazo de sus 
madres. 

13 Mein.—¿Qué te diré yo? A 
quien te compararé, hija de Jcrusalén? 
¿Quién hallar semejante a ti, para 
poder consolarte, virgen hija de Sión? 
Tu quebranto es grande como el 
mar, ¿Quién podrá curarte? 

14 Nuil.—Tus profetas te anuncia¬ 
ron visiones vanas y mentirosas; no 
pusieron al desnudo tus iniquidades, 
para evitar así tu cautiverio, sino 
que te anunciaron grandezas vanas 
y falaces. 

15 Sámec.—Cuantos pasan baten 
palmas por ti, silban y menean la 
cabeza contra la hija de Jcrusalén: 
¿lis ésta la ciudad que decían del todo 
hermosa, la delicia de toda la tierra ? 

16 Pe.—Todos tus enemigos abren 
la boca contra ti, silban y dentellean 
contra ti, y dicen: La liemos devorado, 
es el día "que esperábamos, ya llegó, 
ya lo vimos. 

17 Ayin.—Ha realizado Ya ve en ti 
lo que había decretado; ha cum¬ 
plido la palabra que de antiguo dio, 
ha destruido sin piedad; te ha hecho 
el gozo de tus enemigos, ha robuste¬ 
cido a los que le aborrecían. 

18 Sade. -Claman al Señor sus cora¬ 
zones, pero nada. ¡Oh muralla de la 
hija de Sión, derrama día y noche 
lágrimas a torrentes, no te des 
reposo, no descansen las niñas de 
tus ojos! 

19 Qof. —Levántate y gime al co¬ 
mienzo de las vigilias do la noche: 
derrama como agua tu corazón en 
la presencia del Señor; alza a él tus 


manos por la vida de tus pequeñuelos. 

20 Res.—Mira, ¡oh Yavel, y consi¬ 
dera a quién has tratado asi. ¿Está 
bien que las madres hayan de comer 
el fruto de sus entrañas, los niños 
que amamantan? ¿Que de sacerdotes 
y profetas se haga cruel matanza en 
el santuario del Señor? 

21 Sin.—Niños y viejos yacen por 
tierra en las calles. Mis doncellas y 
mis mancebos cayeron al filo de la 
espada. Has matado en el día de tu 
ira, has degollado sin piedad. 

22 Tau.—Llamaste como a solem¬ 
nidad de todas partes el terror contra 
mí; no hubo en el día de la cólera 
de Yave quien escapase ni quedase 
con vida. Aquellos que yo crié y 
mantuve, los acabó el enemigo. 

1 Alef.—Yo soy hombre que ha 
visto la miseria, bajo el látigo 
de su furor. 2 Alef.—Llevóme y me 
metió en tinieblas, sin luz alguna. 

3 Alef.—Todo el día vuelve y revuelve 
su mano contra mí. 

4 Bet.—Ha hecho envejecer mi 
carne y mi piel, ha quebrantado mis 
huesos. 6 Bet.—Ha levantado contra 
mí un muro, me ha cercado de veneno 
y de dolor. 6 Bet.—Me hace habitar 
en tinieblas, como los ya de mucho 
tiempo muertos. 

7 Guímel.—Me cercó por todos 
lados sin dejarme salida; me puso 
pesadas cadenas. 8 Guímel.-—Y aun¬ 
que clamo y voceo, no se hace acce¬ 
sible a mi oración. 9 Guímel.—Cerró 
mis caminos con sillares de piedra, 
torció todos mis senderos. 

10 Dálet.—Fué para mí como oso 
en acecho, como león en escondrijo. 
11 Dálet.—Me hizo caer en embosca¬ 
das, me despedazó, me asoló. 12 Dᬠ
let.-—Tendió su arco, y me puso por, 
blanco de sus saetas. 

13 He.—Clavó en mis lomos las 
flechas de su aljaba. 14 He.—Soy el 
escarnio de los pueblos todos, su 
cantinela de todo el día. 15 He.—-Me 
hartó de amarguras, me embriagó 
de ajenjo. 

16 Van.—Rompióme los dientes con 
una piedra, cubrióme de ceniza. 
17 Vau.—Me robó la paz, ya no gozo 
de bien alguno. 18 Vau.—Así que me 
digo: Se acabaron mis fuerzas, ya 
para mí no hay esperanza en Yave. 

19 Zain.—Cuando pienso en mi 
miseria y en mi aflicción, en oí ajenjo 
y en el veneno. 20 Zain.— Cuando me 
acuerdo, se abate mi alma dentro 






LAMENTACIONES, 4 




de mí. 21 Zain.—Quiero traer a la me¬ 
moria lo que puede darme esperanza. 

22 Jet.—No se ha agotado la mise¬ 
ricordia de Yave, no ha llegado al 
límite su compasión. 23 Jet.—Se 
rénuevan cada día. ¡Oh! Es muy 
grande tu fidelidad. 24 Jet.—Yave 
es mi parte, dice mi alma, por eso 
quiero esperar en él. 

25 Tet.—Es bueno Yave para los 
que en él esperan, para el alma que 
le busca. 26 Tet.—Y es bien esperar, 
callando, el socorro de Yave. 27 Tet.— 
Bueno es al hombre soportar el yugo 
desde la mocedad. 

28 Yod.—Sentarse en soledad y 
en silencio, porque es Yave quien lo 
dispone; 29 Yod.—Poner su boca en 
el polvo, y no perder toda esperanza. 
30 Yod.—Dar la mejilla al que la 
hiere, hartarse de oprobios. 

31 Caf.—Porque el Señor no desecha 
para siempre. 32 Caf.—Sino que des¬ 
pués de afligir, se compadece según 
su gran misericordia. 33 Caf.—Porque 
no aflige por gusto, ni de grado acon¬ 
goja a los hijos de los hombres. 

34 Lámed.—Aplastar con los pies 
a los cautivos todos, 35 Lámed.—vio¬ 
lar la justicia y la humanidad a los 
ojos del Altísimo. 36 Lámed.—hacer 
tuerto a uno en su causa, ¿no ha de 
verlo el Señor ? 

37 Mem.—¿Quién podrá decir que 
una cosa sucede sin que la disponga 
el Señor? 38 Mem.—¿No es de la 
voluntad del Altísimo de donde pro¬ 
ceden los males y los bienes? 39 Mem. 
¿Por qué, pues, ha de lamentarse 
el viviente? Laméntese más bien cada 
uno de sus pecados. 

40 Nun.—Escudriñemos nuestros 
caminos, examinémoslos, y convir¬ 
támonos al Altísimo. 41 Nun.—Alce¬ 
mos nuestro corazón y nuestras ma¬ 
nos a Dios, que está en los cielos. 
42 Nun.—Hemos pecado, hemos sido 
rebeldes, y no nos perdonaste. 

43 Sámee.—Desencadenaste tu ira 
y nos perseguiste, mataste sin piedad. 
44 Sámec.—Te has cubierto de una 
nube, para que no llegue a ti la ple¬ 
garia. 45 Sámcc.—Y nos hiciste opro¬ 
bio y escarnio en medio de los pueblos. 

46 Ayin.—Abren contra nosotros su 
boca todos cuantos nos odian. 47 Ayin. 
Nuestra parte es el terror y la fosa, 
el saqueo y la ruina. 48 Ayin.—Corren 
de mis ojos ríos de agua por la ruina 
do la hija de mi pueblo. 

19 Pe. Mis ojos derramarán lágri¬ 
mas sin descanso, sin cesar. 50 Pe.-- 


Hasta que Yave mire y vea desde lo 
alto de los cielos. 61 Pe.—Mis ojos 
contristan mi alma por. todas las 
hijas de mi ciudad. 

52 Sade.—-Me dieron caza como a 
un ave, los que sin causa me aborre¬ 
cen. 35 Sade.—Quisieran acabar del 
todo mi vida en una fosa, arrojando 
piedras sobre mí. 64 Sade.—Suben 
las aguas por encima de mi cabeza, 
y me dije: Muerto soy. 

55 Qof.—Invoqué tu nombre, ¡oh 
Yavel, desde lo hondo de la fosa. 

56 Qof.—Y oíste mi voz, no cerraste 
tus oídos a mis suspiros y mis gritos. 

57 Qof.—Cuando te invoqué, te acer¬ 
caste y me dijiste: No temas. 

68 Res.—Tú, Señor, defenderás la 
causa de mi alma, rescatarás mi vida. 
59 Res.—-Tú ves, ¡oh Yável, cuánto me 
atormentan. Hazme justicia. 60 Res.— 
Tú ves todos sus rencores, todas sus 
maquinaciones contra mí. 

61 Sin.—Tú, ¡oh Yavel, ves todos sus 
ultrajes, todas sus tramas contra 
mí. 62 Sin.—Las palabras de mis ene¬ 
migos y los proyectos que para mi 
mal trazan todo el día. 63 Sin.—Tú 
ves cuándo se sientan, cuándo se 
levantan, y cómo soy su contienda. 

64 Tau.—Tú les darás, ¡oh Yave!, 
su merecido, según las obras de sus 
manos. 65 Tau.—Tú los darás al 
endurecimiento de sus corazones, a 
tu maldición contra ellos. 66 Tau.— 
Tú los perseguirás en tu ira, y los 
exterminarás de debajo de los cielos, 
¡oh Yavel 

4 1 Alef.—¿Cómo se ennegreció el 

' oro, cómo el oro fino perdió su 
brillo? Están las piedras del san¬ 
tuario esparcidas por los rincones de 
todas las calles. 

2 Bet.—Los hijos de Sión, preciados 
y estimados como oro puro, son teni¬ 
dos por vasijas de barro, obra de las 
manos del alfarero. 

3 Guímel.—Aun las mismas hem¬ 
bras del chacal dan la teta y amaman¬ 
tan a sus crías. Pero la hija de mi 
pueblo se ha hecho tan cruel como los 
avestruces del desierto. 

4 Dálet.—La lengua de los niños 
de teta se pega de sed al paladar; 
los pequeñuelos piden pan, y no hay 
quien se lo dé. 

5 He.—Los que se nutrían de man¬ 
jares delicados perecen por las calles: 
los que se criaron vistiendo púrpura 
se abrazan a los estercoleros. 

6 Valí.- -El castigo de la luja de 









694 


LAMENTACIONES, 5 


mi pueblo es más grande que el de 
Sodoma; destruida en un instante, 
sin que nadie pusiera en ella la mano. 

7 Zain.—Eran sus príncipes más 
resplandecientes que la nieve, más 
blancos que la leche, más rubicundos 
que el coral, más bellos que el zafiro. 

8 Jet.—Y están más negros que 
la negrura, no hay quien los conozca 
por las calles. Está su piel pegada a 
los huesos, seca como un palo. 

9 Tef.—Los muertos a la espada son 
más dichosos que los que mueren de 
hambre, que mueren poco a poco 
extenuados por falta de los frutos de 
la tierra. 

10 Yod.—Las mujeres, a pesar de 
su ternura, cocieron a sus hijos, y se 
alimentaron de ellos, en medio “del 
quebranto de lh hija de mi pueblo. 

11 Caf.—Apuró Yavc sus furores, 
derramó su abrasada ira, y encendió 
contra la hija de Sión el fuego que 
consume sus cimientos. 

12 Lámed.—Nunca creyeron los 
reyes de la tierra, ni cuantos habitan 
el mundo, que entraría el enemigo, 
el adversario, por las puertas de 
Jcrusalén. 

13 Mein.—Por los pecados de sus 
profetas, por las iniquidades de sus 
sacerdotes, que derramaron en medio 
de ella sangre de justos. 

14 Nuri.—Erraban como ciegos por 
las calles, manchados de sangre, no 
se podía tocar sus vestiduras. 

15 Sámec.—Apartaos, inmundos, les 
gritaban; alejaos, alejaos, no nos 
toquéis. Están en fuga, errando de 
acá para allá, dicen las gentes: No 
estén ya más aquí. 

16 Ayin.—Yavc los dispersó en su 
ira, y no vuelve a ellos su mirada. 
No hubo respeto para el sacerdote, 
ni piedad para el anciano. 

17 Pe.—Se consumían nuestros ojos, 
esperando vanamente el socorro. Iban 
esperanzadas nuestras miradas hacia 
un pueblo que no pudo librarnos. 

18 Sadc.—Espiaban nuestros pasos, 
para impedirnos pasar por las calles; 
nuestro fin se acercaba, se cumplían 
nuestros días, y llegó nuestro fin. 

19 Qof.—Eran nuestros enemigos 
más veloces que las águilas del ciclo, 
y nos perseguían por los montes, 
y nos ponían celadas en el desierto. 

20 Res.— El que era nuestro aliento, 
el ungido de Yave, fué cogido en 
su trampa; aquel de quien decíamos: 
A su sombra viviremos entre las 
naciones. 


21 Sin.—Alégrate, y tripudia, hija 
de Edom, que habitas la tierra de Us. 
Ya te llegará a ti el cáliz, y te embo¬ 
rracharás hasta vomitar. 

22 Tau.—Hija de Sión, tu iniquidad 
está expiada, ya no volverá a arro¬ 
jarte al cautiverio. Hija de Edom, 
él castigará tu iniquidad, y pondrá 
tus pecados al descubierto. 

5 1 Acuérdate, ¡oh Yave!, de lo 
que nos ha sobrevenido, mira y 
ve nuestro oprobio. 2 Nuestra here¬ 
dad lia pasado a manos extrañas, 
nuestras casas a poder de descono¬ 
cidos. 3 Somos como huérfanos, sin 
padre, y nuestras madres son como 
viudas. 

4 Bebemos nuestra agua a precio 
de dinero, y tenemos que comprar 
nuestra leña. 6 Somos perseguidos, 
llevamos yugo sobre la cerviz, esta¬ 
mos agotados, no hay para nosotros 
descanso. 6 Tendimos la mano al 
Egipto y a la Asiria, para saciarnos 
de pan. 7 Pecaron nuestros padres, 
mas murieron, y llevamos sobre nos¬ 
otros la pena de sus iniquidades. 

8 Somos dominados por esclavos, 
y no hay quien nos libre de sus manos. 
9 Con peligro de la vida, vamos en 
busca de nuestro pan, ante la espada 
del desierto. 10 Nuestra piel quema 
como un horno, por el ardor del 
hambre. 

11 Violaron a las mujeres en Sión, 
a las vírgenes en las ciudades de Judá. 
12 Colgaron de las manos a los prín¬ 
cipes, y no respetaron la persona de 
los ancianos. 13 Los mancebos son 
puestos a la muela, y los niños se 
tambalean bajo la carga de leña. 
14 Ya no van los ancianos a la puerta, 
ya no cantan los jóvenes. 

15 Huyó de nuestros corazones la 
alegría, nuestras danzas se han tor- 
ado en luto. 16 Cayó de nuestran 
cabeza la corona. ¡Ay de nosotros, que 
pccamosl 17 Se angustia nuestro cora¬ 
zón, se nublan nuestros ojos, 18 poi¬ 
que el monte de Sión está asolado, 
y por él se pascan las raposas. 

19 Tú, ¡oh Ynvel, reinas por siem¬ 
pre, y tu trono permanece por gene¬ 
raciones y generaciones. 20 ¿Nos olvi¬ 
darás para siempre, nos abandonarás 
por largo tiempo? 21 Conviértenos a 
ti, ¡oh Yave!, y nos convertiremos. 
Danos todavía días como los antiguos. 
22 ¿Nos vas a rechazar enteramente? 
¿Te irritarás contra nosotros hasta 
el extremo? 




INTRODUCCION AL LIBRO DE BARUC 


& libro de Baruc no está comprendido en el canon judío , ni es admitido 
por los protestantes, que siguen en esto el canon judío. Pero la Iglesia 
cristiana lo recibió de los Apóstoles con la Biblia griega, y a eso nos hemos 
de atener. Baruc, hijo de Nerías , que figura como autor de este librito, nos 
es conocido como fiel discípulo y secretario de Jeremías . Pertenecía a una fami¬ 
lia noble de Jerusalén , cuyos miembros tomaban parte en los consejos de los 
reyes. Aunque no parece haber duda sobre la composición del libro en lengua 
hebrea , hoy sólo se conserva la traducción griega de los LXX. Una de las ver¬ 
siones siríacas parece provenir también del original hebreo. La versión que 
tenemos en la Vulgata viene de la ítala , y reproduce el texto griego. 

El libro habría sido escrito en Babilonia el año quinto de la cautividad (583), 
y publicado allí entre los cautivos , para exhortarlos a penitencia y retraerlos 
del culto de los ídolos. Lleva como apéndice una carta de Jeremías a los depor¬ 
tados, que es una verdadera sátira contra el culto de los ídolos. Podemos con¬ 
siderar esta carta como una ampliación de la que leemos en el profeta (c. 29), 
y que fué enviada a los cautivos de la primera deportación (598). 


B A R U C 


1 1 Discursos del libro escrito por 
Baruc, hijo de Nerías, hijo de 

Masías, hijo de Sedecías, hijo de 
Asadías, hijo de Heleías, en Babi¬ 
lonia. 2 El año quinto, el día séptimo 
del mes quinto, al tiempo en que los 
caldeos tomaron Jerusalén y la incen¬ 
diaron, 3 4 * leyó Baruc los discuros de 
este libro a Jeconías, hijo de Joaquim, 
rey de Judá, y a todo el pueblo, que 

venía a oír la lectura del libro, 

4 y a los magnates y a los hijos de los 
reyes y a los ancianos y, en fin, a 
todo el pueblo, desde el pequeño 
hasta el grande, a todos los que habi¬ 
taban en Babilonia, a orillas del 

río Lud. 

6 Lloraron y ayunaron y oraron 

ante el Señor; 6 * y recogiendo dinero 


según las posibilidades de cada uno, 
7 lo enviaron a Jerusalén a Joaquim, 
hijo de Heleías, hijo de Salán, sacer¬ 
dote, y a los demás sacerdotes y 
todo eí pueblo que se hallaba con 
ellos en Jerusalén. 8 Cuando tomó 
los utensilios de la casa del Señor, 
que habían sido robados del templo, 
para volverlos al país de Judá, el 
día diez de Siván, los vasos de plata 
que había hecho Sedecías, hijo de 
Josías, rey de Judá, 9 después que 
Nabucodonosor, rey de Babilonia, 
trasladó a Jerusalén a Jeconías y a 
los príncipes y a los prisioneros, y a 
los magnates y al pueblo de la tierra, 
y los llevó de Jerusalén a Babilonia, 
10 dijeron: 

Ahí os envío dinero, para que con 




BARUC, 2 


íiüti 


él compréis holocaustos y víctimas 
por el pecado, e incienso para que 
hagáis las oblaciones y las ofrezcáis 
en el altar del Señor, nuestro Dios, 
11 y oréis por la vida <Je Nabucodo- 
nosor, rey de Babilonia, y por la 
vida de Baltasar, su hijo, para que 
sean sus días sobre la tierra como los 
días del ciclo, 12 y nos dé el Señor 
fortaleza e ilumine nuestros ojos, y 
vivamos bajo la sombra de Nabuco- 
donosor, rey de Babilonia, y bajo la 
sombra de Baltasar, su hijo, y les 
sirvamos por muchos días, y halle¬ 
mos gracia en su presencia. 13 Orad 
por nosotros al Señor, nuestro Dios, 
porque hemos pecado contra el Señor, 
nuestro Dios, y la cólera del Señor y 
su furor no se apartó de nosotros hasta 
el presente. 14 Leeréis este libro, que 
os enviamos para que lo deis a cono¬ 
cer cu la casa del Señor, en el día 
de fiesta y en los días oportunos. 

15 Y diréis: Del Señor, nuestro 
Dios, es la justicia; nuestra la con¬ 
fusión y el sonrojo, como se muestra 
hoy en todo varón de Judá y en los 
moradores de Jcrusalén, 16 y en 
nuestros reyes y en nuestros prín- 
eipes, y en nuestros sacerdotes, y 
en nuestros profetas, y en nuestros 
padres; 17 porque pecamos en pre¬ 
sencia del Señor, 18 y no le obede¬ 
cimos ni escuchamos la voz del Señor, 
nuestro Dios, ni caminamos por los 
preceptos del Señor, que él nos dio. 
19 Desde el día en que sacó a nuestros 
padres de la tierra de Egipto hasta 
hoy, liemos sido desobedientes al 
Señor, nuestro Dios, y nada hicimos 
por oír su voz. 20 Y así se apegó a 
nosotros el infortunio y la maldición 
que el Señor intimó por Moisés, su 
siervo, el día que sacó a nuestros 
padres de Egipto, para darles la 
tierra que mana leche y miel, como 
aparece en este día. 21 No escuchamos 
la voz del Señor, nuestro Dios, con¬ 
forme a todas las palabras de los 
profetas que nos envió, 22 y nos 
fuimos cada uno según el pensamiento 
de su corazón malvado, sirviendo a 
los dioses extraños y cometiendo mal¬ 
dades a los ojos del Señor, nuestro 
Dios. 

6 ) 1 Cumplió el Señor la palabra que 
había dado contra nosotros y 
contra nuestros gobernantes que re¬ 
gían a Israel, contra nuestros reyes, 
contra nuestros príncipes y contra 
todo varón de Israel y de .Inda, 


2 de traer sobre ellos grandes niales 
cuales no había hecho debajo de todo 
el ciclo, como fueron hechos en 
Jerusalén, según lo que está escrito 
en la ley de Moisés; 3 que comería¬ 
mos las carnes de nuestros hijos y de 
nuestras hijas, 4 y los entregaría a 
poder de todos los reinos nuestros 
vecinos, para escarnio y espanto de 
todos los pueblos circunvecinos, entre 
los cuales le dispersó el Señor. 5 Fui¬ 
mos abatidos en vez de ser ensalza¬ 
dos, por haber pecado contra el Señor, 
nuestro Dios, desoyendo su voz. 

6 Del Señor, nuestro Dios, es la 
justicia, nuestra y de nuestros padres 
la confusión y el sonrojo, como se ve 
al presente. 7 Los males que el Señor 
anunció contra nosotros, todos nos 
han sobrevenido. 8 Y no aplacamos 
el rostro del Señor convirtiéndonos 
de los pensamientos de nuestro cora¬ 
zón perverso. 9 Veló el Señor sobre 
el castigo y los trajo sobre nosotros, 
porque el Señor es justo en cuanto 
ha echado sobre nosotros. 10 Pero 
nosotros no oímos su voz, caminando 
en los preceptos del Señor, que puso 
delante de nosotros. 

11 Y ahora, Señor, Dios de Israel, 
que sacaste a tu pueblo de la tierra 
de Egipto, con mano fuerte, con 
señales y prodigios, con poder grande 
y brazo tendido, y te adquiriste un 
nombre, como se ve al presente: 

12 Hemos pecado, liemos cometido 
impiedades e injusticia, Señor, Dios 
nuestro, contra todos tus justos pre¬ 
ceptos. 13 Apártese tu ira de nosotros, 
pues liemos quedado reducidos a 
poco en medio de las naciones en 
que nos ha dispersado. 

14 Escucha, Señor, nuestra oración 
y nuestra plegaria, por amor de ti, 
líbranos y danos gracia en presencia 
de los que nos han traído al destierro, 

15 para que toda la tierra conozca 
que tú eres el Señor, Dios nuestro, 
que tu nombre es invocado sobre 
Israel y sobre su linaje. 16 Señor, 
mira desde tu santa casa y piensa en 
nosotros; inclina, Señor, tu oído y 
escucha. 17 Abre tus ojos y mira 
que no proclaman la gloria y la 
justicia del Señor los muertos, que 
están en el Ades, cuyo espíritu aban¬ 
donó sus entrañas. 18 Sólo el alma 
entristecida por la grandeza de los 
males que padece, que camina en¬ 
corvada y débil, apagados los ojos, 
y el alma hambrienta, pueden. Señor, 
pregonar tu gloria y tu justicia. 









BARUC, 3 


19 Que no apoyados en la justicia 
de nuestros padres y de nuestros 
reves derramamos nuestros ruegos 
delante de tu rostro, Señor Dios 
nuestro; 20 porque tú has derra¬ 
mado tu ira y tu cólera sobre nos¬ 
otros, según tenías anunciado por 
tus siervos, los profetas. 

21 Así dijo el Señor: Inclinad vues¬ 
tros hombros para servir al rey de 
Babilonia, y seguiréis habitando en 
la tierra que yo di a vuestros padres; 

22 pero si no escucháis la voz del 
Señor, sirviendo al rey de Babilonia, 

23 haré cesar en las ciudades de Judá 
y en las calles de Jerusalén la voz 
del gozo y la voz de la alegría, la 
voz del esposo y la voz de la esposa, 
y toda la tierra se convertirá en un 
desierto sin moradores. 24 Y nos¬ 
otros no escuchamos til voz, sirviendo 
al rey de Babilonia, y tú cumpliste 
las palabras que habías dado por 
tus siervos, los profetas, de que 
echarías fuera de sus sepulcros los 
huesos de nuestros reyes y de nues¬ 
tros padres. 26 Y, en efecto, han 
sido arrojados al calor del día y al 
hielo de la noche. Han muerto en 
medio de atroces males, del hambre, 
de la espada y de la peste; 26 y la 
casa en que era invocado tu nombre la 
has puesto como hoy se halla, a 
causa de la maldad de la casa de 
Israel y de la casa de Judá. 

27 Has obrado, Señor, con nos¬ 
otros, según toda tu bondad y toda 
tu gran misericordia, 28 conforme 
hablaste por boca de Moisés, tu 
siervo, en el día en que le ordenaste 
escribir tu ley, en presencia de los 
hijos de Israel, diciendo: 29 Si no 
escuchareis mi voz, estad seguros 
que esta grande y numerosa muche¬ 
dumbre se volverá pequeña en medio 
de las naciones entre las cuales os 
dispersaré, 30 pues yo sé que no me 
oiréis, porque este pueblo es de dura 
cerviz. Pero volverán en sí en el 
país de su destierro, 31 y conocerán 
que yo soy el Señor, su Dios, y les 
daré un corazón que entienda y 
linos oídos que escuchen, 32 y me 
alabarán en la tierra de su cauti¬ 
verio y se acordarán de mi nombre, 
33 y ablandarán su dura cerviz y 
dejarán sus máximas perversas, acor¬ 
dándose del camino de sus padres, 
que pecaron contra el Señor; 34 y 
yo los volveré a la tierra que juré 
dar en posesión a sus padres, a 
Abrahain, Isac y Jacob, para que la 


(h»7 


poseyesen y los multiplicaré y no 
serán disminuidos; 35 y estableceré 
con ellos mi alianza eterna, de ser 
su Dios y de ser ellos mi pueblo; y 
no moveré más a mi pueblo de Israel 
de la tierra que le he dado. 

*> 1 Señor Todopoderoso, Dios de 

'' Israel: el alma angustiada y el 
espíritu abatido claman a ti: 2 Oye, 
Señor, y ten piedad; porque hemos 
pecado contra ti, 3 porque tú te 
sientas en tu trono para siempre, 
pero nosotros perecemos sin retorno, 
para siempre. 4 Señor Todopoderoso, 
Dios de Israel; oye la oración de los 
muertos de Israel v de los hijos de 
los que pecaron contra ti, que no 
oyeron la voz de su Dios, y por 
eso la miseria se apegó a ellos. 5 Xo 
te acuerdes de las iniquidades de 
nuestros padres; acuérdate más bien 
en esta hora de tu diestra y de tu 
nombre; 6 porque tú eres el Señor 
Dios nuestro, a quien alabaremos, 
Señor, 7 que por esto has infundido 
tu temor en nuestros corazones, para 
que invoquemos tu nombre y te 
alabemos en nuestro destierro; porque 
hemos alejado de nuestro corazón 
toda la iniquidad de nuestros padres, 
que pecaron contra ti. 8 Henos aquí 
a nosotros hoy en nuestro destierro, 
donde nos has dispersado para opro¬ 
bio, castigo y pena, según las iniqui¬ 
dades de nuestros padres, que se 
apartaron del Señor, nuestro Dios. 

9 Oye, Israel, los preceptos de vida, 
aplicad los oídos para aprender la 
prudencia. 10 ¿Qué es esto, Israel? 
¿Por qué estás en tierra enemiga, 
11 languideces en tierra extraña? 
Te has contaminado con los muertos, 
has sido contado con los que descen¬ 
dieron al Ades. 12 Has abandonado 
la fuente de la sabiduría. 13 Si hubie¬ 
ras caminado por la senda de Dios, 
habitarías en perpetua paz. 

14 Aprende dónde está la prudencia, 
dónde la fortaleza, dónde la inteli¬ 
gencia, para que a la vez conozcas 
dónde están la longevidad v la dicha, 
dónde la luz de los ojos y la paz. 

15 ¿Quién halló la inorada de la sabi¬ 
duría? ¿Quién encontró sus tesoros? 

16 ¿Dónde están los príncipes de las 
naciones y los domadores de las 
fieras de la tierra? 17 «Los que se 
divierten con las aves del cielo, los 
que amontonan la plata y el oro 
en que confían los hombres, que 
nunca dicen «basta » en su avaricia? 








698 


BARUC, 4 


18 ¿Dónde están los que funden 
con fatiga la plata, con tantas ope¬ 
raciones que casi son innumerables? 

19 Han desaparecido, han bajado al 
Ades, y otros surgieron en su lugar. 

20 Los jóvenes que vieron la luz 
y habitaron sobre la tierra, tam¬ 
poco conocieron el camino de la 
ciencia 21 ni dieron con sus senderos, 
sus hijos no lograron adueñarse de 
ella están muy alejados de sus ca¬ 
minos. 

22 No oyeron de ella en Canán, ni 
en Temán fue vista. 23 Los hijos de 
Agor conocen la ciencia humana; 
los mercaderes de Madián y de Rema, 
los fabulistas y los que se afanan 
por adquirir prudencia e inteligencia, 
lio conocieron el camino de la sabi¬ 
duría ni dieron con sus sendas. 

24 ¡Oh Israel, cuán grande es la 
casa de Dios, y cuán vasto su do¬ 
minio! 25 Ks muy grande y no tiene 
término, alto e inmenso. 26 Allí nacie¬ 
ron los gigantes, los famosos desde la 
antigüedad, que eran de alta estatura, 
diestros en la guerra. 27 Pero no eligió 
Dios a éstos ni les dió a conocer el 
camino de la sabiduría, 28 y así pe¬ 
recieron por falta de prudencia, pere¬ 
cieron a causa de su necedad. 

29 ¿Quién subió al cielo y se apo¬ 
deró de ella, y la hizo descender de 
las nubes? 30 ¿Quién atravesó los 
mares y la descubrió y la trajo, con 
preferencia al oro más puro? 31 No 
hay quien conozca sus caminos ni 
quien tenga noticia de sus senderos; 
32 pero el que sabe todas las cosas, 
la conoce, y con su inteligencia la des¬ 
cubre. 

El que cimentó la tierra para siem¬ 
pre y la pobló de cuadrúpedos; 33 el 
que manda a la luz, que luego se 
pone en marcha, la llama él. y ella 
le obedece temblando. 34 Los astros 
brillan en sus atalayas y en ello se 
complacen. 36 Los llama y contestan: 
Henos aquí. Lucen alegremente en 
honor del que los hizo. 

36 Este es nuestro Dios, ninguno 
otro cuenta a su lado para nada. 

37 El conoce todos los caminos de la 
ciencia, y se la concedió a Jacob, 
su siervo, y a Israel, su ainado. 

38 Hizo, además, que se dejara ver 
en la tierra, y conversara con los 
hombres. 

4 1 Es el libro de los mandamientos 
de Dios, y la ley perdurable para 
siempre. Todos los que la guarden 


alcanzarán la vida, los que la aban¬ 
donen caerán en la muerte. 2 Vuél¬ 
vete a ella, Jacob, y abrázala, camina 
al resplandor • de su luz. 3 No des a 
otros tu gloria, ni tu dignidad a una 
nación extraña. 4 Somos bienaven¬ 
turados, Israel, porque conocemos lo 
que a Dios place. 

6 Cobra aliento, pueblo mío, cuyo 
nombre de gloria es Israel. 6 Fuisteis 
vendidos a las naciones, mas no para 
ruina. Porque habéis irritado a Dios, 
fuisteis entregados a los enemigos. 
7 Habéis irritado al que os hizo, 
sacrificando a los demonios y a no 
Dios. 8 Os olvidasteis de quien os 
engendró, el Dios eterno, trajisteis 
la tristeza sobre la que os crió, Jeru- 
salén, 9 que vió venir sobre vosotros 
la cólera de Dios, y dijo: 

Oíd, naciones vecinas de Sión: 
Dios ha echado sobre mí un gran duelo. 

10 Vi el cautiverio de mis hijos y mis 
hijas, que el Eterno trajo sobre ellos. 

11 Con alegría los había criado, pero 
los despedí con llanto y duelo. 12 Na¬ 
die se alegre de verme viuda y aban¬ 
donada de todos. Quedé desierta por 
los pecados de mis hijos, porque se 
apartaron de la ley de Dios 13 y des¬ 
preciaron sus mandamientos, y no 
anduvieron por los caminos de los 
preceptos divinos ni marcharon por 
las sendas de la doctrina ajustada a 
su justicia. 

14 Venid, pueblos vecinos de Sión, 
y acordaos del cautiverio de mis 
hijos y mis hijas, que trajo sobre ellos 
el Eterno. 15 Trajo contra ellos una 
nación lejana, una nación insolente, 
de lengua extraña, que no respe¬ 
taron al anciano, ni se compadecie¬ 
ron del niño, 16 y se llevaron el con¬ 
suelo de la viuda, dejándola sola, 
sin sus hijos. 17 ¿Pues qué socorro 
podría daros yo? ¿Cómo podría vo 
socorreros? 18 Sea el que trajo este 
infortunio quien os libre del poder 
de vuestros enemigos. 

19 Id, hijos míos, id, que yo me 
quedo sola, abandonada, 20 despojada 
de la túnica de la alegría, vestida del 
saco de la plegaria. Siempre, mien¬ 
tras me dure la vida, estaré clamando 
al Señor. 21 Y vosotros, hijos míos, 
valor, clamad también al Señor, y 
él os librará de la dominación de los 
enemigos. 

22 Yo espero del Eterno vuestra 
redención, del Santo me vendrá la 
alegría, por la misericordia del Eterno, 
nuestro Salvador, que pronto vendrá 





BARUC, 5, 6 


699 


sobre nosotros. 23 Con llantos y con 
duelo os despido, con alegría y con 
gozo eterno me seréis devueltos por 
Dios. 24 Pues como ahora ven los 
pueblos vecinos de Sión vuestro cau¬ 
tiverio, así os verán pronto redimi¬ 
dos por Dios, con redención esplén¬ 
dida y gloriosa del Eterno. 

25 Soportad, hijos míos, con pa¬ 
ciencia la cólera que sobre vosotros 
viene de parte de Dios. El enemigo 
os persigue, mas pronto verás su 
perdición y pondrás el pie sobre su 
cuello. 

26 Van mis delicadas hijas cami¬ 
nando por ásperos caminos, van arras¬ 
tradas como rebaño robado por los 
enemigos. 27 Tened ánimo, hijas mías, 
clamad a Dios, que ya se acordará 
de vosotras quien os hizo ir. 28 Pues 
como os inclinásteis a apartaros de 
Dios, así, convertidas, le buscaréis 
con multiplicado ardor; 29 pues el 
que trajo sobre vosotras el castigo, 
os traerá con la redención la eterna 
alegría. 

30 Ten ánimo, Jerusalén. El que 
te dió su nombre te consolará. 

31 ¡Desdichados los que te maltra¬ 
taron y se alegraron de tu caída! 

32 ¡Desgraciadas las ciudades en que 
tus hijos estuvieron esclavizados, des¬ 
dichada Ja que os tuvo cautivos! 

33 Pues así como se alegró en tu ruina 
y se regocijó en tu caída, así habrá 
de entristecerse de su propia soledad. 

34 Yo la privaré de la alegría de sus 
muchedumbres, y su orgullo se con¬ 
vertirá en duelo, 35 pues el Eterno 
mandará sobre ella el fuego por largos 
días, y por mucho tiempo será habi¬ 
tación de demonios. 

36 Mira hacia el oriente, Jerusalén, 
y contempla la alegría que te viene 
de Dios. 37 Mira que llegan tus hijos, 
aquellos de quienes tuviste que des¬ 
pedirte. Llegan congregados desde el 
oriente y el occidente, por la palabra 
del Santo, llenos de alegría por la 
gloria de Dios. 

O 1 Despójate, Jerusalén, de tu 
saco de duelo y aflicción; vístete 
para siempre los ornamentos de la 
gloria que te viene de Dios; 2 envuél¬ 
vete en el manto de la justicia que 
Dios te envía; ponte en la cabeza la 
mitra de gloria del Eterno, 3 que 
Dios hará ver tu gloria a toda nación 
debajo del cielo. 4 Te llamará por 
siempre: Paz de la justicia y Gloria 
de la piedad. 


fi Levántate, Jerusalén, ponte en 
lo alto; mira hacia oriente y contem¬ 
pla a tus hijos, reunidos desde el 
ocaso del Sol hasta su orto, por la 
palabra del Santo, regocijados por 
haberse acordado Dios de ellos. 6 De 
ti partieron a pie, arrastrados por 
los enemigos, pero Dios te los de¬ 
vuelve, traídos con honor, como 
hijos de reyes. 7 Porque Dios dis¬ 
puso humillar todo monte alto y 
todo collado eterno, rellenar los valles 
hasta igualar la tierra, para que cami¬ 
nase Israel con seguridad para gloria 
de Dios. 8 Los bosques y todo árbol 
aromático darán sombra a Israel 
por disposición divina. 9 Sí, Dios 
mismo traerá a Israel lleno de alegría, 
a la luz de su gloria, con la miseri¬ 
cordia y la justicia que de él vienen. 

Ó Copia de la epístola que remitió 
Jeremías a los que habían sido 
llevados cautivos a Babilonia por 
Nabucodonosor, rey de los babilo¬ 
nios, a fin de comunicarles lo que 
Dios le había ordenado. 

1 Por los pecados que habéis come¬ 
tido contra Dios, fuisteis llevados 
cautivos a Babilonia por Nabucodo- 
nosor, rey de los babilonios. 2 Llega¬ 
dos, permaneceréis ahí muchos años, 
un' tiempo largo, hasta siete genera¬ 
ciones, pasadas las cuales os sacaré 
de ahí en paz. 3 Ahora bien, en Babi¬ 
lonia veréis dioses de plata, de oro 
y de madera, llevados a hombros, 
que infunden temor a los gentiles. 
4 Cuanto a vosotros, guardaos de 
asemejaros a los extraños, y que el 
temor de tales dioses no se apodere 
de vosotros, 6 al ver la multitud api¬ 
ñada delante y detrás de ellos, ado¬ 
rándolos. Vosotros decid en vuestro 
corazón: A ti, Señor, se ha de adorar. 
6 Mi ángel está con vosotros y es 
quien vela por vuestras almas. 

7 Esos dioses los hace un artista, 
los cubre de oro y plata, pero son 
mentira, no pueden hablar. 8 Como 
para doncella amiga de aderezarse, 
toman el oro 9 y fabrican coronas, 
que colocan en la cabeza de sus 
dioses. Y tal vez acontece que los 
sacerdotes roban a los dioses el oro 
y la plata, y la empican para ador¬ 
narse ellos, 10 y aun para regalárselos 
a las meretrices que moran bajo 
su techo. Como a hombres, visten 
a los dioses de plata sus vestidos, y 
a los dioses de oro y de madera, 
11 pero no podrán evitar la herrumbre 








700 


BARUC, 6 


ni la carcoma, vestidos con sus trajes 
de púrpura. 12 Hay que limpiarlos 
el rostro, para quitarles el polvo 
que se levanta en su templo y en 
abundancia se deposita sobre ellos. 
13 Tienen un cetro como el juez de 
un distrito, mas no pueden quitar 
la vida a quien los ofende. 14 Tienen 
asimismo un puñal o un hacha en 
su diestra, pero no se defenderán del 
enemigo ni del ladrón. Por lo que se 
pone de manifiesto que no son dioses. 
Xo los temáis, pues. 

15 Así como un vaso que un hombre 
tiene, si se quiebra no es ya de uti¬ 
lidad, 16 así son sus dioses. Coloca¬ 
dos en sus templos, los ojos se les 
llenan de polvo, levantado por los 
pies de los que allí entran. 17 Y así 
como al criminal que ofendió al rey, 
o al condenado a muerte, se le cierran 
las puertas de la prisión, así los sacer¬ 
dotes aseguran sus templos con puer¬ 
tas, con cerrojos y con palancas, 
para que no sean robados por los 
ladrones. 18 Encienden lámparas para 
ellos, y en mayor número que para 
sí mismos, pero Los dioses no pueden 
ver ninguna. 19 Son como las vigas 
del templo, de las cuales se dice 
que les carcomen el corazón los gusa¬ 
nos que nacen de la tierra, y devoran 
así sus vestidos sin que ellos lo advier¬ 
tan. 20 5Su rostro se ennegrece por el 
humo del templo. 21 Sobre su cuerpo 
y sobre su eabeza se arrojan las lechu¬ 
zas, las golondrinas y otras aves, y 
aun los gatos. 22 Por donde conoce¬ 
réis que no son dioses. Xo los temáis, 
pues. 

23 El oro que los cubre para su or¬ 
nato se empaña, y si no se lo limpian, 
no brilla; ni aun cuando fueron fun¬ 
didos sintieron nada. 24 Fueron com¬ 
prados a este o al otro precio, y no 
hay en ellos ni un soplo de vida. 

25 Xo teniendo pies, tienen que ser 
llevados en hombros, mostrando con 
esto a los hombres su ignominia, para 
confusión de los que los sirven. 

26 Si alguna vez caen en tierra, no se 
levantan por sí mismos, y una vez 
puestos en pie no pueden endere¬ 
zarse; y como a los muertos, asi les 
ponen delante las ofrendas. 27 Los 
sacerdotes, vendiendo las víctimas 
sacrificadas, se aprovechan de ellas. 
Y asimismo sus mujeres ponen en 
sal una porción de ellas, y no clan 
nada al pobre ni al débil. 28 Son 
manoseados por mujeres impuras por 
el parto o la menstruación. Cono¬ 


ciendo, pues, por todo eso, que no 
son dioses, no debéis temerlos. 

29 ¿Cómo, pues, llamarlos dioses? 
Pues hasta las mujeres mismas pre¬ 
sentan sus ofrendas a semejantes 
dioses de plata, de oro y de madera; 
30 y en sus templos los sacerdotes 
están sentados, rasgadas las túnicas, 
rapadas la cabeza y la barba, y des¬ 
cubierta la cabeza, 31 y aúllan y 
gritan delante de ellos, como ch 
una cena fúnebre. 32 De sus vestidos 
roban los sacerdotes para vestir a sus 
mujeres y a sus hijas. Hágaseles nial 
o hágaseles bien, ellos no pueden co¬ 
rresponder. 33 Xo pueden ni poner 
ni quitar, 34 ni pueden dar riqueza 
ni dinero ni una pieza de cobre. 
Si alguno les hace un voto y no lo 
cumple, no lo redaman. 35 Xi libran 
al hombre de la muerte, ni arrancan 
al débil de las manos del fuerte. 
36 Xo son capaces de restituir la 
vista al ciego, ui de librar al hombre 
que se llalla en necesidad. 37 Xo pue¬ 
den compadecerse de la viuda ni 
hacer bien al huérfano. 38 Son seme¬ 
jantes a las piedras arrancadas del 
monte. Son dioses de madera, dora¬ 
dos y plateados, y serán confundidos 
los que los sirven, 39 ¿Cómo, pues, 
vamos a creer y decir que son dioses? 

40 Los mismos caldeos los deshon¬ 
ran. Cuando ven a un muelo que no 
puede hablar, lo conducen a Bel 
pidiéndole que le dé el habla, siendo 
como es el dios, incapaz de oírlos. 

41 Y sabiendo esto no piensan en de¬ 
jarlos, porque no tienen cono» ¡miento. 

42 Y las mujeres, ceñidas de cordones, 
se sientan en los caminos quemando 
salvado; 43 y cuando alguna de ellas, 
arrastrada, se la lleva un transeúnte 
y duerme con ella, injuria a las veci¬ 
nas por no haber merecido esc honor 
óe que le rompieran el cordón. 

44 Todo lo que con estos dioses se 
hace es un embuste. ¿Cómo, pues, 
vamos a creer y decir que son dioses? 
45 ifan sido fabricados por los artis¬ 
tas y orfebres y no podrán ser sino 
lo que quieran los artistas. 46 Los 
mismos que los fabrican no viven 
largo tiempo: ¿Cómo va a vivir lo 
que ellos fabrican? 47 ifan dejado 
para los venideros la mentira y el 
oprobio. 48 Porque cuando sobre 
ellos viene la guerra o la calamidad, 
deliberan entre si los sacerdotes 
dónde podrán ocultarse con ellos. 
49 ¿Cómo, pues, no comprenden que 
no son dioses los que ni a sí mismos 





BARUC., 6 


70 1 


se libran de la guerra ni de las cala¬ 
midades? 60 Luego $e ve que siendo 
de madera, dorados y plateados, 
son un embuste para todas las nacio¬ 
nes y los reyes, y quedará mani¬ 
fiesto que no son dioses, sino obras 
humanas, y que no hay en ellos 
nada divino. 

61 ¿Quién, pues, no conocerá que 
no son dioses? 62 No podrán jamás 
hacer un rey en la región, ni dar a 
los hombres la lluvia. 63 Su propia 
causa no podrán defenderla, ni pro¬ 
tegerse contra la injusticia, por su 
impotencia. 64 Son como las cornejas, 
que vuelan entre el cielo y la tierra. 
Y si alguna vez prende el fuego en 
los templos de estos dioses de madera 
dorada o plateada, sus sacerdotes se 
salvan con la huida, pero ellos se 
quemarán como vigas en medio de 
las llamas. 66 Ni a un rey ni a los ene¬ 
migos resistirán. 56 ¿Cómo, pues, 
admitir o pensar que son dioses? 

Ni de ladrones ni de salteadores 
se salvarán estos dioses de madera, 
plateados y dorados. 57 Cualquiera 
más fuerte les arrebatará el oro y la 
plata y el vestido de que están 
cubiertos, V se marcharán, sin que 
los dioses puedan auxiliarse. 68 De 
suerte que mejor es un rey, que puede 
hacer ostentación de su poder, o un 
vaso cualquiera en una casa, del 
cual se sirve su dueño, que estos 
dioses falsos. Y hasta la puerta de 
una casa protege las cosas que hay 
en ella mejor que estos falsos dioses, 
y una columna de madera en un 
palacio real vale más que ellos. 
59 Y no digamos del sol, de la luna 
y de las estrellas, que alumbran, 


puestas para utilidad de los hombres. 
60 Y asimismo el relámpago, cuando 
brilla, se hace ver bien; y el viento 
sopla en toda la tierra; 61 y las nubes, 
cuando Dios las ordena pasar por 
encima de ella, cumplen el mandato; 
62 y el fuego, enviado de arriba para 
consumir los montes y las selvas, 
hace lo que le es mandado. Sus dioses, 
ni por la belleza ni por la potencia, 
son a estas cosas comparables. 63 No 
debe, pues, creerse ni decirse que 
son dioses, no siendo capaces de 
hacer justicia ni de hacer bien a los 
hombres. 64 Conociendo, pues, que 
no son dioses, no los temáis. 

66 Son incapaces de maldecir o 
bendecir a los reyes. 66 Ni pueden 
dar en el cielo señales a las naciones, 
ni pueden, como el Sol, alumbrar, 
ni iluminar como la luna. 67 Las fieras 
mismas saben más que ellos, porque 
huyendo a su madriguera, pueden sal¬ 
varse a sí mismas. 68 No se ve, pues, 
por modo alguno que sean dioses; 
por tanto, no los temáis. 

69 Así como en el melonar nada 
guarda el espantajo, así sus dioses 
de madera, dorados y plateados. 
70 Más se parecen a un espino en un 
huerto, sobre el cual todos los pájaros 
se posan. Son también, estos dioses 
de madera dorados y plateados, seme¬ 
jantes a un muerto, arrojado al sepul¬ 
cro tenebroso. 71 Por la púrpura y el 
lino, que sobre ellos se envejece, 
conocerás que no son dioses. Y ellos 
mismos serán más tarde consumidos, 
viniendo a ser el oprobio de la tierra. 
72 Mejor es, pues, el hombre justo ; 
que no tiene ídolos, porque está 
muy lejos de temer d oprobio. 











INTRODUCCION Al PROFETA EZEQUIEL 


L' ZEQU1EL, hijo de Buzi, sacerdote, formaba parte de los deportados con 

Jcconias en 598. Su vida, por tanto, se había pasado en el ejercicio del 
ministerio sacerdotal, en Jcrusalén. Nabucodonosor instaló a los cautivos a 
orillas del río Quebar, uno de los muchos canales que, derivados del Eufrates, 
servían para regar la Caldea. Tel-Abib era la localidad en que habitaba el 
profeta cuando comenzó a profetizar. Allí tenía su casa y donde vivía con su 
mujer, «las delicias de sus ojos » (24, 16). No parece que tuviera hijos. A pesar 
del castigo, los deportados no habían entrado por los caminos de la penitencia; 
continuaban entregados a la idolatría, ilusionados por los falsos profítas que 
entre ellos había, eon la esperanza de volver pronto a la patria. La carta de 
Jeremías disuadiéndoles de ello no habla hecho ninguna mella en sus cora¬ 
zones (Jer. 29, 1 sigs.). 

El año quinto del cautiverio (594), Ezequiel fui llamado por Dios al mi¬ 
nisterio profctico del modo más solemne. Con aquella misteriosa visión que se 
nos describe en los capítulos 1 a 3, Dios quiso dar a entender a los cautivos 
que no sólo en Judá y en (l templo moraba Yare, sino también en la Caldea, 
en medio de ellos, y que allí inspiraba a un profeta para que en nombre suyo 
les hablase. Y, efectivamente, Ezequiel comenzó su misión, con un estilo lleno 
de símbolos, a modo de parábolas, y mezclado de acciones también simbólicas, 
que son la nota característica en las vaticinios de nuestro profeta. En éstos in¬ 
siste sobre todo en las prevaricaciones idolátricas de Israel y Judá, que a veces 
describe hasta con crudeza. La primera parte de su libro (1-24) tiende a con- 
vene r a sus oyentes, la casa rebelde, del castigo irrevocable de Jerusalén, cuyos 
pecados describe para justificar la conducta de Dios hacia ella. Son notables 
sobre esto los capítulos 16 y 23. Cuando la sentencia del Señor se ha cumplido, 
entonces Ezequiel muda de tono y habla ya del retorno, de la penitencia, de la 
misericordia del Señor , de la restauración mesiánica (33-39). Tiene también 















EZEQUIEL, 1 


7U3 


su sección de vaticinio contra las naciones gentílicas (25-32), entre los cuales 
se destacan los de Tiro (26, 1; 28, 19) y Egipto (29 a 32). Es notable la últi¬ 
ma sección del profeta (40-48), en que nos describe en forma verdaderamente 
geométrica la restauración de Israel después del cautiverio. El templo, la ciu¬ 
dad, sus arrabales y la tierra toda de Palestina, repartida por igual entre las 
doce tribus. Es claro que esto no responde a la realidad histórica. Es uno de 
tantos símbolos, una descripción que ha de interpretarse a modo de parábola, 
cuyo sentido es el mismo que esté profeta y los otros nos ofrecen en forma mas 
llana. 

Ignoramos la fecha de la muerte de Ezequiel, que debió de ocurrir en Caldea 
después de 570. Con su misión contribuyo a renovar el espíritu religioso entre 
los deportados. Gracias a él, cuando sonó la hora de Dios, no faltaron millares 
de israelitas que, curados de sus antiguas idolatrías, volviesen a Judá, dis¬ 
puestos a secundar los planes de Dios, preparando la llegada del Mesías y de 
su salud. 

Ha debido de ser el mismo profeta quien coleccionó sus vaticinios, que por 
eso se hallan en mejor orden que tos de los profetas anteriores. 


EZEQUIEL 


Visión de Ja <j loria de Dios. 

i (i) * 3 a Fué dirigida la palabra de 

* Yave a Ezequiel, hijo de Buzi, 
sacerdote, en tierra de los caldeos, 
junto alrío Quebar, ^ por unos trein¬ 
ta años. 2 * El año quinto de nuestra 
cautividad, J b el día cinco del mes 
cuarto, estando yo entre los cautivos 
en las riberas del río Quebar, se 
abrieron los cielos y tuve visión de 
Dios, 3 b y fue sobre mí la mano de 
Yave. 

4 Miré, y vi venir del septentrión 
un nublado impetuoso, una nube 
densa, en torno de la cual resplan¬ 
decía un remolino de fuego, que en 
medio brillaba como bronce en igni¬ 
ción. 6 En el centro de ella había 
semejanza de cuatro seres vivien¬ 
tes (1), cuyo aspecto era éste: 
Tenían semblante de hombre, 6 pero 
cada uno tenía cuatro aspectos y 
cada uno cuatro alas. 7 Sus pies eran 
derechos y la planta de sus pies era 
como la planta del toro. Brillaban 
corño bronce en ignición. 8 Por de¬ 


(i) La imagen de estos seres» que para real¬ 

zar la majestad de Dios nos presenta el profeta 

en esta visión, es imitación de los Karibu, que 

los asvrios y babilonios colocaban como guardia¬ 

nes a las puertas de sus palacios y templos. En 

ella se reúnen los cuatro reyes del reino animal: 

El hombre, el león, el toro y el águila. 


bajo de las alas, a los cuatro lados, 
salían brazos de hombre; todos cuatro 
tenían el mismo semblante y las 
mismas alas, 9 que se tocaban las del 
uno con las del otro. Al moverse 



no se volvían para atrás, sino que 
cada uno iba cara adelante. 10 Su 
semblante era éste: De hombre, por 
delante, los cuatro; de león a la de¬ 
recha los cuatro, de toro a la iz¬ 
quierda los cuatro, y de águila por 




















EZEQUJEL, 2 


7<D 


detrás los cuatro (1). 11 Sus alas 

estaban desplegadas hacia lo alto, 
dos se tocaban la del uno con la del 
otro y dos de cada uno cubrían su 
cuerpo. 

12 Todos marchaban de frente, a 
donde les impelía el espíritu, sin 
volverse para atrás. 13 Había entre 
los vivientes fuego como de brasas 
encendidas cual antorchas, que dis¬ 
curría por entre ellos, centelleaba y 
salían de él rayos. 14 Y los vivientes 
se movían en todas direcciones seme¬ 
jantes al rayo. 15 Mirando a los 
vivientes, descubrí junto a cada uno 
a los cuatro lados, una rueda que 
tocaba a la tierra. 16 Las ruedas pare¬ 
cían de turquesa, eran todas iguales 
y cada una dispuesta como si hu¬ 
biese una rueda dentro de otra rueda. 
17 Marchaban hacia los cuatro lados 
yendo y no se volvían al caminar. 
* 8 Mirando, vi que sus llantas esta¬ 
ban todo alrededor llenas de ojos. 
19 Al ir los vivientes, giraban junto a 
ellos las ruedas, y al levantarse los 
vivientes sobre la tierra, se levan¬ 
taban las ruedas. 20 Hacia donde los 
impelía el espíritu a marchar, mar¬ 
chaban; y las ruedas se alzaban a la 
vez con ellos, porque tenían las ruedas 
espíritu de vida. 21 Cuando iban ellos, 
iban las ruedas; cuando ellos se pa¬ 
raban, se paraban ellas, y cuando se 
alzaban de la tierra, se alzaban, 
porque había en las ruedas espíritu 
de vida. 

22 Sobre las cabezas de los vivientes 
había una semejanza de firmamento, 
como de portentoso cristal, tendido 
por encima de susc abezas, 23 y por de¬ 
bajo del firmamento estaban ten¬ 
didas sus alas, que se tocaban dos 
a dos, la del uno con la del otro, 
mientras las otras dos de cada uno 
cubrían su cuerpo. 24 Oía el ruido 
de las alas, como ruido de río cauda¬ 
loso, como ruido de truenos, cuando 
marchaban, como el estruendo de un 
campamento; cuando se detenían 
plegaban las alas. 

25 Y una voz hendió el firmamento 
que estaba sobre sus cabezas 26 Sobre 
el firmamento que estaba sobre sus 
cabezas había una apariencia de piedra 
de zafiro a modo de trono, y sobre la 


(i) El arle mesopotámico nos ofrece la ex¬ 

plicación de este pasaje con las estaluas de sus 

Karibu, seres divinos con cabeza y a veces manos 

de hombre, alas de águila, cuerpo de toro y cola 

y patas dr le^n. (Véase el grabado.) 


semejanza de trono, en lo alto, una 
figura semejante a un hombre que 
se erguía sobre él (1); 27 y lo que 
de él parecía, de cintura arriba, era 
como el fulgor de un metal resplan¬ 
deciente, y de cintura abajo, como el 
resplandor del fuego, y todo en derre¬ 
dor suyo resplandecía. 28 El esplendor 
que le rodeaba todo en torno era 
como el del arco que aparece en las 



nubes en día de lluvia. Esta era la 
apariencia de la imagen de la gloria 
de Yavc. A tal vista yo caí rostro a 
tierra, pero oí la voz de uno que 
me hablaba. 


Voeaeión del profeta. 

¿ 1 Y me dijo: Hijo de hombre, 

ponte en pie, que voy a ha¬ 
blarte. 2 * Y en hablándome, entró 
dentro de mí el espíritu, que me puso 
en pie, y escuché al que me hablaba. 
3 Me dijo: Hijo de hombre, yo te 
mando a los hijos de Israel, al pueblo 
rebelde, que se ha rebelado contra 
mí; ellos y sus padres pecaron contra 
mí hasta el día de hoy. 4 * Son gente 
de cara dura y de corazón empeder¬ 
nido esos a quienes te mando. Dilcs: 
Así dice el Señor, Y a ve. 6 Acaso te 
escuchen. Y si no te escucharen, pues 
son gente rebelde, al menos cono¬ 
cerán que hay entre ellos profeta. 
6 Tú, hijo de hombre, no los temas 
ni tengas miedo a sus palabras, aun¬ 
que te sean cardos y zarzas y habites 
en medio de escorpiones. No tenias 
sus palabras, no tengas miedo de su 
cara, porque son gente rebelde. 7 Dilcs 
lo que yo te diga, óigante o no te 


(x) Estos versos nos presentan envuelta en 
misterioso simbolismo una imagen de Yavc. Pa¬ 
recen eslar inspirados en la imagen del dios Asur, 
vestido de luz v rodeado del arco iris. (Véase el 
grabado.) 














EZEQUIEL, 3, 4 


705 


oigan, porque son muy rebeldes. 

8 Tú, hijo de hombre, escucha lo que 
yo te digo, no seas tú también re¬ 
belde, como la casa de los rebeldes. 
Abre la boca y come lo que te pre¬ 
sento. 9 Miré y vi que se tendía hacia 
mí una mano que tenía un rollo. 
Lo desenvolvió ante mí y vi que esta¬ 
ba escrito por delante y por detrás, y 
lo que en él estaba escrito eran lamen¬ 
taciones, elegías y guayes. 

3 1 Y me dijo: Hijo de hombre, 
come eso que tienes delante: 
come ese rollo, y habla luego a la 
casa de Israel. 2 Yo abrí la boca, e 
hízome él comer el rollo, 3 diciendo: 
Hijo de hombre, llena tu vientre e 
hinche tus entrañas de este rollo que 
te presento. Yo lo comí y me supo 
a mieles. 4 Luego me dijo: Hijo de 
hombre: Ve, llégate a la casa de 
Israel y háblales mis palabras. 5 Mira 
que no eres enviado a un pueblo de 
habla abstrusa y extraña. 6 No es a 
pueblos de lengua abstrusa y ex¬ 
traña, cuyas palabras no entiendes. 
jAh!, si a ésos te enviara, seguramente 
te escucharían. 7 La casa de Israel, 
por lo contrario, no querrá oírte, 
porque no quieren oírme a mí, porque 
toda la casa de Israel tiene frente 
altanera y corazón contumaz. 8 Pero 
yo te doy un rostro tan firme como 
el de ellos, y una frente dura cuanto 
las frentes suyas, 9 tan dura como el 
diamante, más que el pedernal. No 
los temas ni te atemorices ante ellos, 
porque son casa de rebeldes. 

10 Díjome también: Hijo de hom¬ 
bre, todas las palabras que yo te 
diga, recógelas en tu corazón y dales 
atento oído; 11 y ve luego, y llégate 
a los deportados, a los hijos de tu 
pueblo, y_ háblales diciéndoles: Así 
dice el Señor, Yave, óigante o no te 
oigan. 12 Entonces me arrebató el 
espíritu, y oí tras de mí un estruendo 
de fuerte terremoto, al elevarse la 
gloria de Yave de su lugar; 13 y oí 
el rumor de las alas de los cuatro 
seres, que daban la una contra la 
otra, y el ruido de las ruedas, ruido 
de gran terremoto. 14 Entonces me 
alzó el espíritu y me arrebató. Yo 
andaba amargado y malhumorado en 
mi alma; pero fué sobre mí la mano 
de Yave, que me confortó. 

15 Llegué así a los deportados de 
Telabib, que habitan en la ribera 
del río Quebar, a la región donde 
moran, y estuve entre ellos atónito 


durante siete días. 18 Al cabo de los 
siete días me fué dirigida la palabra 
de Yave: 17 Hijo de hombre, yo te 
he dado por atalaya a la casa de 
Israel. Tú oirás las palabras de mi 
boca, y de mi parte los amonestarás. 
18 Si yo digo al malvado: qVas a 
morirl», y tú no le amonestares y no 
le hablares para retraer al malvado 
de sus perversos caminos para que 
viva, él, el malvado, morirá en su 
iniquidad, pero yo te demandaré a 
ti su sangre. 19 Mas si, habiendo tú 
amonestado al malvado no se con¬ 
vierte él de su maldad y de sus per¬ 
versos caminos, él morirá en su 
iniquidad, pero tú habrás salvado tu 
alma. 20 Y si se apartare el justo de 
su justicia, cometiendo maldad, y 
pusiere yo una trampa delante de él, 
él morirá. De no haberle amonestado 
tú, morirá en su pecado y no se recor¬ 
darán las obras buenas que hubiere 
hecho, pero yo te demandaré a ti su 
sangre. 21 Pero si tú amonestaste al 
justo, para que no pecara y dejare 
de pecar, vivirá el, porque fué amones¬ 
tado, y tú habrás salva tu alma (1). 

El profeta, cautivo en su casa. 

22 Fué allí de nuevo sobre mí la 
mano de Yave, que me dijo: Leván¬ 
tate, vete al campo y allí te hablaré. 
23 Levantéme y salí al campo, y vi 
que estaba allí la gloria de Yave, 
como la gloria que había visto en 
la ribera del Quebar, y caí rostro a 
tierra; 24 pero entró en mí el espíritu, 
y me puso en pie y me habló Yave, 
diciéndome: Ve y enciérrate en tu 
casa. 25 Tú, hijo de hombre, verás 
que echan cuerdas sobre ti, y te 
atan con ellas, y ya no podrás 
salir a ellos. 26 Y haré que se te pegue 
la lengua al paladar y quedarás 
mudo, y no serás ya para ellos un 
censor, porque es casa de rebeldes, 
27 y cuando yo te hable, abriré tu 
boca, y entonces les dirás: Así habla 
el Señor, Yave, el que oiga, oiga, 
y el que no quiera oír, no oiga, por¬ 
que es casa de rebeldes. 

El plano de .Jcrusalén asediada. 

J, 1 Tú, hijo de hombre, toma una 
tableta de arcilla, y púntela de- 


(i) Estas palabras del Señor indican la grave 
responsabilidad que implicaba para el profeta 
su ministerio. 


45 








700 


EZEQUIEL, 5 


lante. Traza en la tableta el plano 
(fe una ciudad, Jerusalén. 1 2 Pon 
contra ella cerco, alza contra ella 
torres, levanta un vallado, asienta 
campamento delante de ella, y pon 
contra ella arietes en derredor. 3 Toma 
luego una plancha de hierro, y ponía 
como muro de hierro entre ti y la 
ciudad, y dirige a ella tus miradas. 
El cerco será estrecho, y lo estre¬ 
charás cada vez más. Es señal para 
la casa de Israel. 


K1 profeta, cardado con las iniqui¬ 
dades de Israel y de Juila. 

4 Echate después sobre tu lado 
izquierdo, y pon sobre él las mal¬ 
dades de la casa de Israel. Tan¬ 
tos días corno sobre él yazcas, 
expiarás en ti la iniquidad suya; 
5 los años de su expiación te los 
computo a ti por días, ciento no¬ 
venta días expiarás las iniquida¬ 
des de la casa. de Israel. 6 Acaba¬ 
dos éstos, te echarás del lado de¬ 
recho, para expiar a su vez las ini¬ 
quidades de la casa de Judá por 
cuarenta días, computándote cada 
día por un año (1). 

7 Dirigirás tus miradas hacia el 
muro de Jerusalén, tendiendo el brazo 
y profetizando contra ella. 8 Yo te 
ataré con cuerdas, para que no pue¬ 
das volverte de un lado al otro, 
mientras no se cumplan los días de 
tu atadura. 


I J pan, lasado o ¡iiimiiulo. 

9 Coge también trigo, cebada, 
habas, lentejas, mijo y avena, y 
ponlo todo en una sola vasija (2), 
y haz de ello tu alimento durante 
los días que estés echado de éste o 
del otro lado. 10 Lo (pie para comer 
tomes será de veinte sielos de peso 
por día, que es lo que comerás de 
un día al otro. 11 También el agua 
la beberás medida, un sexto de hin, 
que te servirá de bebida de un día 
al otro. 12 Comerás pan de cebada, 


(1) Ya se deja entender que estas palabras 
no implican un mandato que el profeta debe eje¬ 
cutar. pues no seria posible sin un milagro. Es 
una parábola para significar con aproximación 
la duración del cautiverio. 

(2) Otra imagen nueva y extraña para decla¬ 

rar el hambre que Jerusalén pasará durante su 

asedio por los caldeos. 


que cocerás en el rescoldo de excre¬ 
mentos humanos y a la vista de 
esas gentes. 13 Y me dijo Yave: Así 
comerán los hijos de Israel su pan 
inmundo, en medio de las gentes a 
las cuales los arrojare yo. 

14 ¡Ah, Señor, Yave!, exclamé yo; 
mi alma no se ha contaminado nunca 
desde mi adolescencia hasta hoy; 
no comí mortecino ni despedazado, 
y jamás entró en mi boca carne 
inmunda. 15 El me respondió: Mira, 
te concedo que en vez de estiércol 
humano tomes estiércol de los bue¬ 
yes, para cocer en él tu pan. 16 Y 
añadió: Hijo de hombre, yo voy a 
quebrantar a Jerusalén el sustento 
del pan; comerán el pan por peso y 
con angustia, y beberán el agua 
tasada y con afán; 17 para que fal¬ 
tándoles el pan y el agua, desfallezcan 
los unos con los otros y se consuman 
en su iniquidad. 


I.a dcpopiilavMÓit «le Judá \ 
Jerusalén. 

1 Hijo de hombre, coge una cs- 
pada afilada y empléala como 
navaja de barbero, para raerte cabe¬ 
llos y barba (1). Toma luego una 
balanza justa, y reparte el pelo. 2 Un 
tercio lo quemarás al fuego en medio 
de la ciudad, mientras se cumplen 
los días del asedio; otro tercio lo 
golpearás con la espada en derredor 
de ella, y el otro tercio lo esparci¬ 
rás al viento, y yo lo perseguiré 
con la espada desnuda. 3 Toma tam¬ 
bién de ellos unos pocos, por cuenta, 
y átalos a la orla de tu manto. 4 Toma 
otros pocos, y los echas en medio del 
fuego, que se quemen. De allí saldrá 
el fuego para toda la casa de Israel. 

6 Así dice el Señor, Yave: Esta es 
Jerusalén. Yo la había puesto en 
medio de las gentes y de las tierras 
que están en derredor suyo. 6 Ella 
se rebeló contra mis mandatos, mal¬ 
vada, más que las gentes, y contra 
mis leyes, más que las tierras que 
están en torno suyo, despreciando 
mis manda ni ien tos y mis leyes y 
no andando por ellos. 7 Por tanto, 
así dice Yave: Por ser más rebelde 
que las gentes que os rodean, y no 
haber seguido mis mandamientos y 


(i) Nueva imagen de los estragos que ven¬ 
drán sobre Jerusalén, de cuya población sólo 
quedará una pequeña porción. 












EZEQUIEI, G, 7 


70/ 


no haber obrado .según mis leyes, 
y hasta ni siquiera haber hecho según 
las costumbres de las gentes que están 
en torno vuestro; 8 por eso, así dice 
el Señor, Yave; Heme aquí contra ti 
a mi vez, para hacer justicia en ti, 
a la vista de las gentes, 9 y haré en ti 
lo que no hice jamás y como jamás 
volveré a hacer, por causa de todas 
tus abominaciones. 10 Por eso, dentro 
de ti se eomerán los padres a sus 
hijos, y los hijos se comerán a sus 
padres; cumpliré en ti mis juicios, 
y lo que de ti reste lo esparciré a 
todos los vientos. 

11 Por mi vida, dice el Señor, Yave, 
ya que tú has profanado mi santuario 
con todas tus fornicaciones y con 
todas tus abominaciones, yo tam¬ 
bién te abatiré a ti, sin que perdone 
mi ojo, sin misericordia. 12 Una ter¬ 
cera parte de ti morirá dentro de 
pestilencia y de hambre; otra ter¬ 
cera parte caerá en derredor tuyo a 
•la espada, y la otra tercera parte la 
esparciré a todos los vientos e iré 
tras ella con la espada desenvainada. 
13 Cumpliré mi furor y saciaré en 
ellos mi ira, y tomaré satisfacción, 
y sabrán que yo, Yave, he hablado 
en mi indignación, cuando desfogue 
en ellos mi furor. 14 Te tornaré en 
desierto y en oprobio de las gentes 
que están en derredor tuyo, a los 
ojos de todos; 15 y serás el oprobio 
y el escarnio, el espanto y el escar¬ 
miento de las gentes que están en 
derredor de ti, cuando en medio de 
ti haga yo justicia con furor e indig¬ 
nación, con terrible ira. Yo, Yave, 
lo he dicho. 

Devastaeión de la tierra. 

16 Cuando dispare yo contra ellos 
las perniciosas saetas del hambre, 
que los llevarán a la destrucción, 
que lanzaré yo para destruirlos, y 
acreciente vuestra hambre y os quite 
todo sustento de pan; 17 cuando lance 
contra vosotros el hambre y las bes¬ 
tias feroces que te dejarán sin hijos, 
y pasen por tus calles la pestilencia 
y el estrago, y haga caer sobre ti la 
espada. Yo, Yave, he hablado. 

(} 1 Fuéme dirigida la palabra de 

Yave, diciendo: 2 Hijo de hombre, 
vuelve el rostro a los montes de 
Israel y profetiza contra ellos. 3 Di: 
Oíd, montes de Israel, la palabra del 
Señor, Yave. Así dice el Señor, 


Yave, a los montes, a los collados, 
a los torresntes y a los valles. 

Voy a traer contra vosotros la 
espada, y destruiré todos vuestros 
altos. 4 Vuestros altares serán devas¬ 
tados, y destrozados vuestros cipos 
solares, y haré caer vuestros muertos 
ante vuestros ídolos. 5 Yo pondré los 
cadáveres de los hijos de Israel de¬ 
lante de sus ídolos y dispersaré vues¬ 
tros huesos en derredor de vuestros 
altares. 6 Dondequiera habitéis serán 
arruinadas vuestras ciudades V de¬ 
vastados vuestros altos. Vuestros alta¬ 
res serán arruinados, y abandonados 
vuestros ídolos, destrozados, desapa¬ 
recerán. Serán rotos vuestros cipos 
al sol y aniquiladas vuestras obras. 
7 Caerán en medio de vosotros los 
muertos, y sabréis que yo soy Yave. 

8 Mas dejaré de vosotros entre las 
gentes unos restos que escaparán a 
la espada, euando sean dispersados 
por el mundo. 9 Vuestros dispersos 
se acordarán de mí en las naciones 
en que estarán en cautiverio, porque 
yo quebrantaré su corazón forni¬ 
cario, que se apartó de mí, y sus 
ojos que fornicaron tras los ídolos. 
Y tendrán horror de sí mismos por 
las iniquidades que cometieron y por 
todas sus fornicaciones. 10 Sabrán en¬ 
tonces que yo soy Yave. No en vano 
he dicho que había de escarmentarlos. 

11 Así dice el Señor, Yave: Hiere 
con la mano y hiere con el pie, di¬ 
ciendo: ¡Ah! Después de tantas horri¬ 
bles abominaciones, caerá la casa 
de Israel a espada, de hambre y de 
peste. 12 El que esté lejos morirá 
de peste, el que esté cerca caerá a 
la espada, y el que quedare y esté 
asediado, morirá de hambre. Des¬ 
fogaré mi ira; 13 y reconoceréis que 
yo soy Yave, cuando yazcan sus 
muertos junto a sus ídolos, en derre¬ 
dor de sus altares; en todo alto collado 
y en la cima de todos los montes; 
bajo todo árbol frondoso y bajo 
toda encina copuda, allí donde ofre¬ 
cían perfumes de grato aroma a todos 
sus ídolos; 14 yo tenderé contra ellos 
mi mano y tornaré la tierra desolada 
y solitaria, más que el desierto de 
Dibla, donde quiera que habiten; 
y sabrán que yo soy Yave. 

Castigo de las idolatrías. 

Y 1 Fuéme dirigida la palabra de 

Yave, diciendo: 2 Mira, hijo de 
hombre, así habla Yave: Es el fin 









7U8 


EZEQUIEL, 8 


para la tierra de Israel, viene el fin 
sobre los cuatro confines de la tierra. 
3 Llega para ti el fin, y desencade¬ 
naré mi ira contra ti y te pagaré 
según tus obras, y echaré sobre ti 
todas tus abominaciones. 4 No se 
apiadará de ti mi ojo, no tendré com¬ 
pasión, echaré tus obras sobre ti y 
en tu seno tus abominaciones y 
sabréis que yo soy Yave. 

6 Porque así dice el Señor, Yave: 
Desdicha tras desdicha, ya viene; 
6 llega el fin, está amenazándote el 
fin, ya está ahí. 7 Ya te llega la corona, 
habitante de la tierra; ya viene el 
tiempo, ya llega el día del alboroto, 
pero no de alegría, en los montes. 
8 Ahora en seguida voy a derramar 
sobre ti mi ira y satisfaré en ti mi 
furor, juzgándote según tus obras y 
echando sobre ti todas tus fornica¬ 
ciones. 9 No se apiadará mi ojo, no 
tendré compasión, sino que echaré 
sobre ti tus obras, y pondré en tu 
seno tus abominaciones y sabrás que 
yo, Yave, os hiero. 

10 He ahí el día, ya viene, ya llega 
tu suerte, ya florece el cetro, ya brotó 
la soberbia. 11 Viene la destrucción 
para el cetro impío; nada quedará de 
ellos, nada de su soberbia, nada de 
su estrépito, nada de su esplendor. 
12 Llega el tiempo, viene el día; que 
no se alegre el que compra ni se 
entristezca el que vende, que sobre 
todos vendrá la ira. 13 Quien venda 
no recobrará lo vendido por más que 
viva, porque la visión sobre todos 
ellos no se revocará, y por sus impie¬ 
dades, ninguno vivirá. 

Conversión y salvación de los res¬ 
tos, después del tremendo easticjo. 

14 Tocan las trompetas, apréstase 
todo, pero todos se agachan, están 
sin fuerzas, porque se desencadena 
mi ira contra toda la muchedumbre. 

16 Fuera, la espada, dentro, la peste 
y el hambre, quien esté en el campo 
morirá a la espada, quien esté dentro 
de la ciudad será devorado por el 
hambre y por la peste. 16 Quien de 
ellos escape huirá a los montes, y 
gemirán todos como gime la paloma, 
cada uno por su propia iniquidad. 

17 Todas las manos están debilitadas, 
y todas las rodillas se mojan en agua. 

18 Cíñense de saco y cóbrense de i 
terror, en todos los rostros se ve la 
confusión y todas las cabezas están 
rapadas. 


10 Tiran en las calles su plata, 
y su oro se torna en horror; no los 
salvará su plata ni su oro el día 
de la ira de Yave. No saciarán su 
hambre y no llenarán su vientre con 
ellos, porque les fueron incentivo 
para el pecado. 20 Estaban muy orgu¬ 
llosos de su brillante belleza, y con 
ellos fabricaron sus abominables simu¬ 
lacros, se hicieron sus ídolos. 21 Por 
eso los haré yo para ellos abomina¬ 
ción y los daré al saqueo de manos 
extrañas y en botín a los impíos de 
la tierra, para que la contaminen. 

22 Apartaré de ellos mi rostro y 
será profanado mi tesoro, entrarán 
allí los invasores y lo profanarán: 
23 de ellos harán cadenas, porque está 
la tierra llena de sangre y la ciudad 
llena de violencias. 24 Traeré allá 
lo más feroz de las gentes, para que 
se apoderen de sus casas; acabaré 
el orgullo de los poderosos, y serán 
profanados sus santuarios. 

26 Viene la ruina; pedirán paz y 
no habrá paz; 26 vendrá angustia 
sobre angustia, y al anuncio de una 
seguirá el de otra. Faltará la visión 
a sus profetas, los sacerdotes desco¬ 
nocerán la ley y los ancianos el 
consejo. 27 El rey se enlutará y los 
príncipes estarán desolados, y tem¬ 
blarán las manos de todo el pueblo. 
Yo los trataré según sus caminos, 
y los juzgaré según su merecido, y 
sabrán que yo soy Yave. 


La gloria de Yave abandona el 
templo. 

1 El año sexto, el día cinco del 
u sexto mes, me hallaba vo en mi 
casa, y estaban delante de mí los 
ancianos de Judá, y allí se posó 
sobre mí la mano del Señor, Yave. 
Miré, 2 y vi una figura al parecer de 
fuego. De lo que aparecía, de cin¬ 
tura arriba era fuego, y de cintura 
abajo era como un esplendor lumi¬ 
noso, como bronce brillante. 3 Tendió 
una a modo de mano, y me cogió por 
los pelos de la cabeza. El espíritu 
me levantó enlre la tierra y el cielo, 
y en visión divina me llevó a Jeru- 
salén (1), a la entrada de la puerta 
del atrio interior, del lado del sep¬ 
tentrión, donde estaba puesto el ídolo 


(i) Dios conduce en espíritu al profeta al 
templo de Jerusalén, para hacerle ver las abomi¬ 
naciones idolátricas que allí se cometen. 










EZEQUIEL, 9 


Tíi') 


que provoca el celo. 4 V allí estaba 
la gloria del Dios de Israel, semejailte 
a la de la visión que tuve en el campo. 


ta idolatría, en el templo mismo. 

5 Y me dijo: Hijo de hombre, 
alza tus ojos hacia el lado del sep¬ 
tentrión. Y alzando mis ojos al lado 
del septentrión, vi al norte de la 
puerta el altar del ídolo del celo, 
a la entrada misma, y me dijo: 
6 Hijo de. hombre, ¿ves lo que hacen 
éstos? ¿Ves las grandes abomina¬ 
ciones que la casa de Israel hace 
aquí mismo, para alejarme de mi 
santuario? Pero date la vuelta, y 
verás abominaciones todavía más 
grandes. 7 Y me llevó a la entrada 
del atrio, y mirando, vi un agujero 
en la pared. 8 Y me dijo: Hijo de 
hombre, horada en la pared. Horadé 
en la pared, y apareció una puerta. 

9 Entra, me dijo, y mira las pésimas 
abominaciones que éstos hacen. 10 En¬ 
tré, miré, y vi toda suerte de imᬠ
genes de reptiles y bestias abomina¬ 
bles y todos los ídolos de la casa de 
Israel pintados en la pared en derre¬ 
dor. 11 Y setenta hombres de los 
ancianos de la casa de Israel, entre 
ellos Jezonías, hijo de Safán, estaban 
en pie ante ellos, cada uno con su 
incensario en la mano, de los que 
subía una nube de incienso. 12 Y 
me dijo: Hijo de hombre: ¿Has visto 

10 que hacen los ancianos de Israel 
en secreto, cada uno en su cámara, 
llena de imágenes? Pues se dicen: 
Yave no nos ve; se ha alejado de la 
tierra. 13 Y me dijo: Pues verás abo¬ 
minaciones todavía mayores que éstos 
hacen. 

14 Me condujo a la entrada de la 
puerta de la casa de Yave, del lado 
norte y estaban allí dos mujeres 
sentadas llorando a Tammuz; 15 y 
me dijo: ¿Has visto hijo de hombre? 
Pues todavía verás abominaciones 
mucho más grandes que ésta. 16 Y 
me llevó al atrio interior de la casa 
de Yave; y allí, a la misma entrada 
del santuario de Yave, entre el ves¬ 
tíbulo y el altar, había unos veinti¬ 
cinco hombres, de espaldas al san¬ 
tuario de Yave y cara al oriente, 
que hacia el oriente se postraban. 
17 Y me dijo: Hijo de hombre, ¿has 
visto? ¿Será cosa ligera para la casa 
de Judá hacer las abominaciones que 
en este lugar se hacen, que han lle¬ 


nado la tierra de violencias para 
irritarme, y hasta se llevan la zemo - 
ra (1) a sus narices? 18 Pues también 
yo obraré con furor, no se apiadará 
mi ojo y no tendré compasión, y 
cuando griten a mis oídos en voz alta, 
no los escucharé. 


Los mensajeros de la destrucción. 

Q 1 Y clamó en mis oídos con fuerte 
voz: {Acercaos, los que habéis 
de castigar a la ciudad, cada uno 
con su instrumento de destrucción 
en la mano! 2 Y llegaron seis hombres 
por el camino de la puerta superior 
del lado del septentrión, cada uno 
con su instrumento destructor en la 
mano. Había en medio de ellos un 
hombre vestido de lino, que traía a 
la cintura un tintero de escriba; y 
entrados, fueron a ponerse junto al 
altar de bronce. 

3 La gloria del Dios de Israel se 
alzó de sobre el querubín sobre el 
que estaba, hacia el umbral de la 
casa, y llamando al hombre vestido 
de lino que llevaba el tintero de 
escriba, 4 le dijo Yave: Pasa por en 
medio de la ciudad, por en medio de 
Jerusalcn, y pon por señal un Tau 
en la frente (2) de los que se duelen 
de todas las abominaciones que en 
medio de ella se cometen. 5 Y a los 
otros les dijo: Pasad en pos de él 
por la ciudad y herid. Xo perdone 
vuestro ojo ni tengáis compasión; 
6 viejos, mancebos y doncellas, niños 
y mujeres, matad hasta exterminarlos, 
pero no os lleguéis a ninguno de los 
que llevan el Tan. Comenzad por 
mi santuario. Comenzaron, pues, por 
los ancianos que estaban delante del 
templo. 7 Y les dijo: Profanad tam¬ 
bién el santuario, henchid de muertos 
los atrios. Salid. Salieron, y se pu¬ 
sieron a matar por la ciudad. 

8 Mientras ellos herían, quedóme 
yo solo y postrándome rostro a 
tierra, grité: ¡Oh, Señor, Yavel ¿Vas 
a exterminar cuanto queda de la 
casa de Israel, arrojando tu furor 
sobre Jerusalén? 9 Y me dijo: La 


(1) La palabra zemora significa un ramito 
o ramillete, mas no sabemos de qué, y por eso 
hemos creído mejor transcribirla que traducirla. 
Los textos asirios sugieren ciertas raíces de vir¬ 
tud mágica, que creían daban vida al que las olía. 

(2) La señal puesta en la frente marcaba a 
los piadosos que se dolían de las idolatrías del 
pueblo y los señalaba para la preservación. 





EZEQÜIEL, 10, 11 


iniquidad do la oasa do Israel y do 
Judá es muy grande. La tierra está 
cubierta de sangre, la ciudad llena 
de injusticia, pues se han dicho: 
Ya ve se ha alejado do la l ierra y no 
ve nada. 10 Asi, pues, haré yo, no 
perdonará mi ojo, no tendré compa¬ 
sión, haré recaer sus obras sobro sus 
cabezas. 11 Y el hombro vestido de 
lino, con el tintero de escriba a la 
cintura, vino a hacer relación: He 
hecho lo (pie mandaste. 


Xnova descripción de la cjloria 
de IJios. 

1 |j 1 Y miré, y vi encima del fir- 
1 ^ inamento que oslaba sobre las 

cabezas de los querubines una como 
piedra de zafiro que apareóla sobre 
ellos como a semejanza de trono; 

2 y habló Ya ve al hombre vestido de 
lino, y le dijo: Ve por entre las ruedas 
de debajo de los querubines, y llena 
tus manos de las brasas encendidas 
(pie hay entre los querubines, y 
échalas sobre la ciudad; v él lué a 
vista mía. 3 Los querubines se habían 
parado al lado derecho de la casa 
cuando el hombre fué, y una nube 
había llenado el atrio interior. 4 La 
gloiia de Ya ve se alzó sobre el queru¬ 
bín al umbral de la casa y ésta se 
Penó de la nube, y el atrio se llenó 
del esplendor de la gloria de Yavc; 

5 y el rumor ríe las alas do los queru¬ 
bines so ola hasta el atrio exterior, 
semejante a la voz de Dios omnipo¬ 
tente cuando habla. 

6 Y como dió la orden al hombre 
vestido de lino, «coge del fuego de 
entro las ruedas do en medio de los 
querubines », entró él y paróse entre 
las ruedas; 7 y uno de los querubines 
tendió la mano al fuego que entre 
ellos habla, y tomó de él y lo puso 
en las palmas del que estaba vestido 
de lino, que lo lomó y salió. 

8 Mostróse entonces en los queru¬ 
bines una forma de mano de hombre 
bajo sus alas. 9 Miré, y vi cuatro 
ruedas junto a los querubines, una 
rueda ni lado de uno y otra al lado 
de otro querubín. A la vista parecían 
las ruedas como de turquesa, 10 y 
en cnanto a su forma, las cuatro 
eran iguales, como rueda dentro de 
rueda. 11 Cuando se movían iban a 
sus cuatro lados, y no se volvían j 
atrás al marchar. 12 Todo el cuerpo 
de los querubines, dorso, manos y 


alas, y las ruedas, estaban todo en 
derredor llenos de ojos, y todos 
cuatro tenían cada uno su rueda. 13 A 
las ruedas, como yo lo oí, las llamaban 
torbellino. 14 Cada uno tenia cuatro 
aspectos; el primero de querubín, el 
segundo de hombre, el tercero de león, 
y el cuarto de águila. 15 Levantáronse 
los querubines. Eran los mismos seres 
vivientes que bahía visto junto al 
lío Quebar. 16 Al moverse los queru¬ 
bines, se movían las ruedas a su 
lado, y cuando los querubines alza¬ 
ban las alas para levantarse de tierra, 
las ruedas, a su vez, no se apartaban 
de su lado; 17 cuando aquéllos se para¬ 
ban, se paraban éstas, y cuando se alza¬ 
ban aquéllos se alzaban éstas con ellos, 
pues habla en ellas espíritu de vida. 

18 La gloria de Yavc se quitó de 
sobre el umbral de la casa y se puso 
sobre los querubines; 19 y los queru¬ 
bines, saliendo fuera, tendieron las 
alas, se alzaron de tierra a vista mía, 
y con ellos se alzaron las ruedas (1). 
Paráronse a la entrada de la puerta 
oriental de la casa do Yavc, y la 
gloria del Dios de Israel estaba arriba 
sobre ellos. 20 Eran los mismos seres 
que habla visto bajo el Dios de Israel 
junto al río Quebar, y supe que se 
llamaban querubines. 21 Cada uno 
tenía cuatro aspectos y cada uno 
cuatro alas y una semejanza de mano 
de hombre bajo las alas. 22 La seme¬ 
janza de sus rostros era la de los 
que vi junto al rio Quebar. Cada uno 
iba de frente a si. 


Casticjo de los joles del pueblo. 

1 1 1 Me elevó el espíritu y me llevó 

1 a la puerta oriental de la casa, 
la que mira a levante; y vi que había 
a la puerta veinticinco hombres, entre 
los cuales Jazanlas, hijo de Asur, 
y Pellín, hijo de Bannnyn, jefes del 
pueblo. 2 Y Yavc me dijo: Hijo de 
hombre, éslos son los hombres que 
maquinan perversidades y dan en la 
ciudad perversos consejos: 3 y dicen: 
¿Xo se han reconstruido bien pronto 
las casas de la ciudad ? Ella será la olla, 
nosotros la carne. 4 Por tanto, profetiza 
contra ellos, profetiza, hijo de hombre. 

5 Y vino sobre mi el espíritu de 

(i) La gloria de Y.ive. o sea E! mismo, que 
moraba en el lemplo, lo abandona, para que el 
lcmplo sea entregado a la destrucción de los 
caldeos. 




EZEQUIEL, 12 


7 I I 


Yave y me dijo: Di: Así habla Yave: 
Vosotros habéis dicho eso, casa de 
Israel, y yo sé muy bién lo que 
pensáis. 6 Habéis multiplicado los 
muertos en esta ciudad, habéis lle¬ 
nado sus calles de cadáveres. 7 Por 
tanto, así dice Yave: Vuestros muer¬ 
tos, los que habéis dejado tendidos 
en medio de ella, ésos son la carne 
y ella es la olla, pero yo os he de 
sacar de ella. 

* Vosotros tenéis miedo a la espa¬ 
da, y vo haré venir la espada sobre 
vosotros, dice el Señor, Yave. 9 Yo 
os sacaré de en medio de ella y os 
entregaré en manos de los extranje¬ 
ros, y haré justicia en vosotros. 10 Pe¬ 
receréis a la espada, en los términos 
de Israel, os juzgaré y sabréis que 
yo soy Yave. 11 No será ella para 
vosotros la olla, ni seréis vosotros en 
ella la carne; en los términos de Is¬ 
rael os juzgaré, 12 y sabréis que yo 
soy Yave, cuyos mandamientos no 
habéis seguido, cuyas leyes no ha¬ 
béis practicado, sino que habéis obra¬ 
do siguiendo las costumbres de las 
gentes que os rodean. 

13 Apenas había profetizado, cayó 
muerto Peltía, hijo de Banayas, y yo 
inc eché rostro a tierra y grité con 
todas mis fuerzas: ¡Ah Señor, Yave! 
¿Vas a acabar del todo con lo que 
queda de Israel? 14 Me fué dirigida 
palabra de. Yave, diciendo: 15 Hijo 
de hombre, tus hermanos, tus her¬ 
manos, los de tu parentela, la casa 
de Israel toda entera, son los que 
dicen a los habitantes de Jerusalén: 
Alejaos de Yave, tenemos la tierra 
en posesión. 16 Diles, por tanto: Así 
habla el Señor, Yave: Los lie alejado 
hacia las gentes, los he dispersado en 
tierras extranjeras, pero yo seré para 
ellos santuario, por el poco de tiempo 
que estarán en las tierras a que han 
emigrado (1). 

17 Diles, pues: Así habla el Señor, 
Yave: Yo os recogeré de entre las 
genios, y os reuniré de entre las tie¬ 
rras a que habéis sido dispersados, 
y os daré la tierra de Israel. 18 Y en¬ 
trarán en ella, y quitarán de ella 
lodos sus ídolos y sus abominaciones. 
19 Y les daré otro corazón, y pondré 
en ellos un espíritu nuevo, quitaré 


(r) Hermosas palabras las de este verso. Los 
desterrados carecen de templo; pero Dios mismo 
será su templo: Dios no los abandona en su des¬ 
tierro, hasta rcconJucirlos a la patria, mudado 
su espíritu. 


de su cuerpo su corazón de piedra, y 
les daré un corazón de carne, 20 para 
que sigan mis mandamientos y ob¬ 
serven y practiquen mis leyes, y sean 
mi pueblo y sea yo su Dios. 21 Pero 
a los que se complacen en sus ídolos, 
en sus abominaciones, yo les echaré 
sus obras sobre la cabeza, dice el 
Señor, Yave. 

22 Los querubines desplegaron sus 
alas, y les siguieron las ruedas: v la 
gloria de Yave estaba sobre ellos: 
23 y la gloria de Yave se alzó de en 
medio de la ciudad, y se posó sobre 
el monte que está al oriente de la 
ciudad. 24 Me tomó el espíritu, y me 
llevó a Caldea entre los cautivos, en 
visión del espíritu de Dios, y desapa¬ 
reció la visión que había tenido. 
25 Yo dije a los cautivos todo lo que 
Yave me había mostrado. 


La íujju del rey. 

1 *) 1 Fuéme dirigida la palabra 
1 ** de Yave, diciendo: 2 Hijo de 
hombre: Habitas en medio de gente 
rebelde, que tiene ojos para ver y 
no ven, oídos para oír y no oyen, 
porque son gente rebelde. 3 Tú, hijo 
de hombre, dispon tus trebejos de 
emigración (1), y sal de día a la 
vista de ellos. Parte a presencia suya 
del lugar en que estás, para otro 
lugar, a ver si reconocen que son 
gente rebelde. 4 Saca tus trebejos, 
como trebejos de camino, de día, a 
sus ojos, y parte por la tarde a pre¬ 
sencia suya, como parten los deste¬ 
rrados. 5 A sus ojos horadas la pared 
y sales por ella, llevando a sus ojos 
tus trebejos, y te los echas al hombro, 
y sales al oscurecer, cubierto el rostro 
y sin mirar a la tierra, pues quiero 
que seas pronóstico para la casa de 
Israel. 

7 Yo hice lo que se me mandaba, 
y salí de día con mis trebejos, como 
trebejos de emigración; horadé con 
mis manos la pared y los saqué al 
oscurecer, y me los eché al hombro 
a presencia suya. 8 Por la mañana 
me fué dirigida la palabra de Yave, 
diciendo: 9 Hijo de hombre, no te ha 
dicho la casa de Israel, esta casa de 
rebeldes: ¿Qué es lo que haces? 
10 Pues diles: Así habla el Señor, 


(i) El profeta recibe esta orden de preparar 

sus bártulos y partir, simbolizando la partida de 

Judá y su rey para el destierro. 








712 


EZEQUIEL, 1?» 


Yave: Este oráculo es para el prínci¬ 
pe que está en Jerusalén y para toda 
la casa de Israel que allí se halla. 
11 Diles: Yo soy para vosotros una 
señal: lo que yo hago, eso harán ellos, 
irán al destierro, al cautiverio. 

12 El principe que entre ellos está 
se echará al hombro su bagaje en la 
oscuridad y partirá. Se horadará la 
muralla para que salga, y se cubrirá 
el rostro para no ver la tierra. 13 Yo 
le tenderé mis redes, y será cogido 
en mis mallas, y le llevarán a Babi¬ 
lonia, a la tierra de los caldeos, pero 
no la verá, y allí morirá. 14 Y a 
cuantos estén a su lado para servirle, 
a cuantos le acompañen los esparciré 
a todos los vientos y desenvainaré 
contra ellos mi espada. 15 Y sabrán 
que yo soy Yave. cuando los dise¬ 
mine entre las gentes y los derrame 
sobre la tierra. 16 Pero haré que de 
ellos quede un corto número, de la 
espada, del hambre v de la pesti¬ 
lencia. Para que cuenten todas sus 
abominaciones entre las gentes a las 
que llegaren y sepan que yo soy Yave. 

17 Fuéme dirigida la palabra de 
Yave, diciendo: 18 Hijo de hombre, 
come tu pan con temor y bebe tu 
agua con anhelo y angustia, 19 V di 
al pueblo de la tierra: Así habla el 
Señor, Yave, de los moradores de 
Jerusalén y de la tierra de Israel: 
( omerán su pan con temor, y con 
espanto beberán su agua, porque su 
tierra será despojada de todo, por la 
maldad de cuantos la habitan. 20 Y 
serán asoladas las ciudades que ha¬ 
bitan, y sabrán que yo soy Yave. 


III onstiíjo se aceren. 

21 Fucme dirigida la palabra de 
Yave, diciendo: 22 Hijo de hombre, 
¿qué refrán es ése que corre por la 
tierra de Israel, diciendo: pasan' los 
días y no se cumple la visión? (1). 

23 Diles, por tanto: Así habla el Señor, 
Yave: Yo haré que desaparezca ese 
refrán, y no lo repetirán en Israel. 

24 Diles, por lo contrario: Ya se acerca 
el día y se cumplirá toda visión. Xo 
habrá ya más en adelante visiones 


(i) Interesante para entender cómo ola el 

pueblo las palabras del profeta. No negaban su 

veracidad, sabiendoque eran profetas de Dios; 

pero creían al ver pasar los días sin que las vi¬ 

siones se cumplieran, que no eran más que ame¬ 

nazas. que no se realizarían, o quedarían para 

edades remotas. 


engañosas ni adivinaciones lisonje¬ 
ras en la casa de Israel. 26 Porque 
yo, Yave, digo: Se cumplirá la pala¬ 
bra que yo pronuncie y no se dila¬ 
tará. Antes en vuestros días, joh casa 
de rebeldesl, diré mi palabra y la 
cumpliré. Palabra de Yave. 

28 Fuéme dirigida la palabra de 
Yave, diciendo: 27 Hijo de hombre, 
mira cómo dice la casa de Israel: 
Las visiones que éste ve no son para 
pronto, profetiza para muy lejanos 
días. 28 Diles, por tanto: Así habla 
el Señor, Yave: Xo se dilatará ya 
más. Se cumplirá toda palabra que 
yo hable, dice el Señor, Yave. 


Contra los falsos profetas. 

1 o 1 Fuéme dirigida la palabra de 
'' Yave, diciendo: 2 Hijo de hom¬ 
bre, profetiza contra los profetas de Is¬ 
rael (1) que profetizan: y di a esos 
que profetizan a capricho suyo: oíd 
la palabra de Yave. 3 Así dice el 
Señor, Yave: íAv de los profetas in¬ 
sensatos que andan en su propio ca¬ 
pricho, sin haber visto nadal 4 Fue¬ 
ron, Israel, tus profetas como zorras 
del desierto. 5 Xo habéis subido a las 
brechas, no habéis amurallado la casa 
de Israel, para que resistiera en el 
combate el día de Yave. 6 Vieron 
vanidad v adivinación mentirosa. 
Dicen: «Ha dicho Yave», y no los 
envió Yave, y hacen esperar que se 
cumplirán sus palabras. 7 ¿Xo habéis 
visto visiones vanas? ¿Xo habéis 
anunciado adivinaciones mentirosas, 
diciendo «ha dicho Yave», no habién¬ 
dolo dicho yo? 

8 Por tanto, así dice el Señor, 
Yave: Por haber hablado vosotros 
vanidad y haber visto mentiras, por 
tanto, aquí estoy yo contra vosotros, 
(fice el Señor, Yave. 9 Y será mi 
mano contra los profetas que ven va¬ 
nidad y adivinan mentira. No for¬ 
marán en la asamblea de mi pueblo, 
ni serán inscritos en el libro de la 
Icasa de Israel, ni volverán a la tierra 
Ide Israel, y saliréis que vo soy el 
Señor, Yave. 

10 Por tanto, por haber engañado 
a mi pueblo, diciendo: «Paz», no ha¬ 
biendo paz; y mientras alzaba yo 

(i) En Babilonia también vivían, entre los 
desterrados, profetas que profetizaban según su 
imaginación y afirmaban la preservación de Je¬ 
rusalén y la vuelta de ellos a la patria 












EZEQUIEL, 14 


713 


una pared, tilos la jarreaban con 
barro, 11 di a esos jarreadores con 
barro que se caerá, que vendrán agua¬ 
ceros, y mandaré granizadas que la 
derribarán y viento impetuoso que 
la deshará. 12 ¿Y cuando caiga la pa¬ 
red, no os dirán: Dónde está la emba¬ 
rradura con que la cubristeis? 

13 Por tanto, así dice el Señor, Yave: 
Yo en ini furor desencadenaré la tem¬ 
pestad, y vendrá en mi ira un agua¬ 
cero impetuoso, y caerá furioso el 
granizo para destruir. 14 Y derribaré 
la pared que vosotros embarrasteis, 
la echaré a tierra V quedarán al des¬ 
cubierto sus cimientos. Caerá ella, y 
vosotros pereceréis en medio de sus 
escombros, y sabréis que yo soy Yave. 

15 Yo saciaré mi furor contra la pared 
y contra los que la recubrieron de 
barro; y os diré: Ya no hay pared, 
y se acabaron los que la jarreaban, 

16 los profetas de Israel que profeti¬ 
zan a Jerusalén y tienen para ella 
visiones de paz, no habiendo paz, 
dice el Señor, Yave. 17 Y tú, hijo 
de hombre, pon tus ojos en las hijas 
de tu pueblo que profetizan a capri¬ 
cho suyo, y profetiza contra ellas. 
18 Di, así habla el Señor, Yave: ¡Ay 
de las que se hacen cintajos para 
todas las articulaciones de las manos, 
y lazos para toda clase de gentes, 
para cazar las almas! ¿Creéis que ca¬ 
zando las almas de mi pueblo man¬ 
tendréis las vuestras? 19 Vosotras, 
por dos puñados de cebada o dos pe¬ 
dazos de pan, me deshonráis ante mi 
pueblo, predicando la muerte de 
quien no ha.de morir y prometiendo 
la vida a quien no vivirá, y enga¬ 
ñando así a mi pueblo, que se cree 
las mentiras. 

20 Por tanto, así dice el Señor, Yave: 
Heme aquí contra esos vuestros cin¬ 
tajos, con que cazáis las almas; yo 
los arrancaré de vuestros brazos y 
dejaré volar libres a las almas que 
con ellos cazáis. 21 Yo arranearé 
también vuestros lazos y libraré de 
vuestras manos a ini- pueblo. No os 
servirán ya más de red en vuestras 
manos y sabréis que yo soy Yave. 
22 Por haber entristecido con vuestras 
mentiras el corazón del justo, cuando 
yo no quería entristecerle, y haber 
confortado las manos del impío para 
que no se volviese de su mal camino 
y viviese, 23 ya no tendréis más vanas 
visiones, ni pronunciaréis más orácu¬ 
los. Libraré de vuestras manos a 
mi pueblo, y sabréis que yo soy Yave. 


Exhortación a la conversión. 

14 1 Vinieron a mí algunos de los 

ancianos de Israel y se senta¬ 
ron delante de mí (1); 2 y me fué di¬ 
rigida la palabra de Yave, diciendo: 
3 Hijo de hombre, estas gentes llevan 
sus ídolos dentro de su corazón, y 
miran con sus ojos el escándalo de 
su iniquidad. ¿Voy a dejarme con¬ 
sultar por ellos? 4 Háblales, por tanto, 
y diles: Así habla el Señor, Yave: 
A todos los de la casa de Israel, que 
llevando sus ídolos en su corazón y 
mirando con sus ojos el escándalo de 
su iniquidad, vinieren al profeta, les 
responderé yo, Yave, hablándoles de 
la muchedumbre de sus ídolos, 6 para 
agarrar a la casa de Israel por su 
propio corazón, ya que por sus ídolos 
se aparta de mí. 

6 Di, por tanto, a la casa de Israel: 
Así habla el Señor, Yave: convertios 
y apartaos de vuestros ídolos, y 
apartad la vista de vuestras abomi¬ 
naciones; 7 porque a quienquiera de 
la casa de Israel que de mí se apar¬ 
tare para poner en su corazón sus 
ídolos y sus ojos en el escándalo de 
su iniquidad, y viniere al profeta 
para preguntarle, le responderé yo, 
Yave, por mí mismo, 8 y pondré ini 
rostro contra él, y le haré portento 
y fábula, y le arranearé de mi pueblo 
de Israel, y sabréis que yo soy Yave; 
9 y si el profeta, seducido, dice algu¬ 
na cosa, seré yo, Yave, quien le habré 
seducido y tenderé sobre él mi mano, 
y le exterminaré de en medio de mi 
pueblo Israel. 10 Y llevarán sobre sí 
su maldad; según la maldad de quien 
pregunta, así será la maldad de quien 
responde. 11 Para que no yerre más 
la casa de Israel lejos de mí, ni se 
contamine eon todas sus abomina¬ 
ciones, y sean mi pueblo y yo sea su 
Dios, dice el Señor, Yave: 


Inutilidad de la intercesión. 

12 Fuéme dirigida palabra de Yave, 
diciendo: 13 Hijo de hombre: Cuan¬ 
do por haberse rebelado pérfida¬ 
mente contra mí la tierra, tienda yo 
mi brazo contra ella, y la quebrante 
el sustento del pan y mande sobre 


(i) Estos ancianos, que rinden culto a los 
ídolos, Vienen a consultar a Dios por su profeta. 
La respuesta que reciben es la que más nece¬ 
sitan. 











‘1 i 


EZEQUIEL, 15, 16 


ella el hambre, y extermine en ella 
hombres y animales, 14 aunque hu¬ 
bieran estado en ella estos tres varo¬ 
nes, Xoé, Daniel y Job, ellos por su 
justicia hubieran salvado su vida, 
dice el Señor, Yave. 15 Y si invadiera 
esa tierra con bestias feroces para 
que la desolaran, sin que nadie por 
miedo a las fieras la atravesara, 16 si 
hubieran estado en ella esos tres va¬ 
rones, por mi vida, dice Yave, no 
hubieran salvado a sus hijos ni a 
sus hijas; ellos solos habrían esca¬ 
pado, y la tierra habría sido deso¬ 
lada. 17 Y si mando contra ella la 
espada, y digo: espada, recorre la 
tierra y extermina hombres y ani¬ 
males; 18 aunque en medio <ie ella 
estuvieran aquellos tres varones, por 
mi vida, dice Yave, que no salva¬ 
rían a sus hijos y a sus hijas; ellos 
solos escaparían. 19 O si mandare 
sobre esa tierra la peste contra ella 
dentro de su sangre, derramando mi 
ira para exterminar hombres y bes¬ 
tias, 20 aunque en medio de ella estu¬ 
vieran Xoé, Daniel y Job, por mi 
vida, dice Yave, no salvarían un hijo 
ni una hija; por su propia justicia 
escaparían ellos, y salvarían la propia 
vida. 

21 Pues así diee el Señor, Yave: 
¡Cuánto más, cuando desencadene yo 
contra Jerusalén esos cuatro azotes 
juntamente, la espada, el hambre, 
las bestias feroces y la peste, para 
exterminar en ella hombres y ani¬ 
males! 22 Y sin embargo, quedarán 
en ella algunos restos, hijos e hijas 
que escaparán y saldrán fuera, y 
vendrán con vosotros y veréis su 
conducta y sus obras, y comprende¬ 
réis el mal que yo voy a hacer a 
Jerusalén, y todo lo que voy a hacer 
contra ella. 23 Do comprenderéis 
cuando veáis su conducta y sus obras, 
y reconoceréis que no sin razón hago 
yo cuanto hago, diee el Señor, Yave. 


Israel, MSiniticnflo inútil. 

1 E 1 Fuéme dirigida la palabra de 
■ '' Yave, diciendo: 2 Hijo de hom¬ 
bre, ¿qué tiene más el palo de la 
viña que otro palo? ¿Qué es el sar¬ 
miento en lie todas las maderas de 
la selva? 3 ¿Sacarán de él madera 
pala hacer obra alguna? ¿Harán de 
i da estacas para colgar cualquier 
cosa? 4 * Echase al luego para que 
se consuma, de cabo a cabo es con¬ 


sumido, y arde también el medio: 
¿servirá para nada más? 6 Cuando 
estaba entero no servía para hacer 
de él obra alguna. ¡Cuánto menos 
servirá después de quemado, después 
que filé presa del fuego! 

6 Por tanto, asi dice el Señor, 
Yave: Como es el palo de la vid 
entre las maderas de la selva, leña 
que yo echo al fuego, asi echaré a 
él a los habitantes de Jerusalén. 
7 Volveré contra ellos mi rostro, es¬ 
caparon del fuego y el fuego los de¬ 
vorará, y sabréis que yo soy Yave, 
cuando volviere contra ellos mi ros¬ 
tro, 8 y tornaré la tierra en desierto 
por cuantos prevaricaron, dice el Se¬ 
ñor, Yave. 


Horrible imjralitinl de Israel. 

1 /* 1 Fuéme dirigida la palabra de 

1 Yave, diciendo (1): 2 Hijo de 

hombre, echa en cara a Jerusalén sus 
abominaciones, 3 y di: Esto dice el i 
Señor, Yave, a Jerusalén: Eres por 
tu tierra y por tu origen unacananea, 
tu padre un amorreo, tu madre una 
getea; 4 a tu nacimiento, el día que 
naciste, nadie te cortó el ombligo, 
no fuiste lavada en el agua para 
limpiarte, no fuiste frotada con sal 1 
ni fajada; 6 nadie hubo que pusiera 
en ti sus ojos, para hacerte algo de 
esto compadecido de ti, sino que con 
horror fuiste tirada al campo el día ¡ 
en que naciste. 6 Pasé yo cerca (le ti 
y te vi sucia en tus sangres, y te j 
dije: ¡Vive, vive!, te dije en tus 
sangres. 

7 Te hice crecer a decenas de mi¬ 
llares, como la hierba del campo. I 
Creciste y te hieiste grande y llegaste I 
a la flor de la juventud; te crecieron 
los pechos y te salió el pelo; pero 
estabas desnuda y llena de vergüenza. 

8 Pasé yo junto a ti y le miré. Era tu 
tiempo, el Menino del amor, y tendí i 
sobre ti mi manto, cubrí tu desnudez, I 
me ligué a ti con juramento e hice I 
alianza contigo, dice el Señor, Yave, 
y luiste mía. 9 Te lavé con agua, le I 
quité de encima la sangre, le ungí 
con óleo, te vestí (le recamado, te 
calcé de piel de tejón, te ceñí de lino I 


(i) Este largo capítulo es una narración pa¬ 

rabólica del mas vivo realismo, en que nos pinta 

la historia religiosa de Israel, siempre infiel a su 

Dios y amante de los Ídolos. A pesar de todo, 

acaba prometiendo la reanudación de la antigua 

alianza. 











EZEQUIEL, 16 


715 


fino y te cubrí de seda. 11 Te atavié 
con joyas, puse pulseras en tus bra¬ 
zos y collares cu tu cuello, 12 arillo 
en tus narices, zarcillos en tus ore¬ 
jas, y espléndida diadema en tu ca¬ 
beza.' 13 Estabas adornada de oro y 
cíe plata, vestida de lino y seda en 
recamado; comías flor de harina de 
trigo, miel y aceite, te hiciste cada 
vez más hermosa y llegaste hasta 
reinar. 

14 Extendióse entre las gentes la 
fama de tu hermosura, porque era 
acabada la hermosura que yo puse 
en ti, dice el Señor, Yavc. 15 Pero 
te envaneciste de tu hermosúra y de 
tu nombradla, te diste a putañear, 
ofreciendo tu desnudez a cuantos pa¬ 
saban, entregándote a ellos. 16 To¬ 
maste tus vestidos, y te hiciste altos 
Coloreados para prostituirte en ellos. 
17 Tomaste las espléndidas joyas que 
yo te había dado, mi plata y mi oro, 
y te hiciste simulacros de hombres, 
fornicando con ellos. 18 Cogiste las 
telas recamadas y los cubriste con 
ellas, y les ofreciste mi óleo y mis 
aromas. 19 También el pan que yo 
te diera, la flor de harina de trigo 
y el aceite y la miel con que te man¬ 
tenía, se los ofreciste en ofrenda de 
suave olor. Eso hiciste, dice el Señor, 
Yavc. 

20 Y a más de esto, tomaste a tus 
hijos y a tus hijas, los que habías 
engendrado para mí, y se los sacrifi¬ 
caste para que les sirvieran de co¬ 
mida. Te parecían poco tus prostitu¬ 
ciones, 21 y sacrificaste a mis hijos 
haciéndolos pasar por el fuego. 22 Y al 
cometer todas esas tus fornicaciones 
V prostituciones, no te acordaste del 
tiempo de tu mocedad, cuando esta¬ 
bas desnuda en tu vergüenza y te 
revolvías en tus sangres; 23 antes al 
contrario, después de tantas malda¬ 
des, ¡ay de ti!, dice Yave, 24 te hi¬ 
ciste en cada plaza un lupanar, 25 y en 
cada calle un prostíbulo, mancillando 
tu hermosura, entregándote a cuantos 
pasaban y multiplicando tus prosti¬ 
tuciones. 

26 Te prostituiste a los hijos de 
Egipto, tus vecinos de gordos cuer¬ 
pos, multiplicando tus fornicaciones 
para irritarme. 27 Por eso tendí yo 
a ti mi mano y te quité parte de la 
dote, y te entregué al capricho de tus 
enemigas, las hijas de los filisteos, 
que te aborrecen y se avergüenzan 
de tu desenfreno. 28 Xo harta toda¬ 
vía, le prostituiste también a los 


hijos de Asur, fornicaste con ellos sin 
hartarte todavía. 29 Multiplicaste tus 
prostituciones desde la tierra de 
Canán hasta la Caldea, y ni con todo 
esto te saciaste. 

30 ¿Cómo sanar tu corazón, dice el 
Señor, Yave, cuando has hecho todo 
esto, como desvergonzada ramera 
dueña de sí, 31 haciéndote prostíbulos 
en todas las encrucijadas y lupanares 
en todas las plazas? Y ni siquiera 
eres comparable a las rameras, que 
reciben el precio de su prostitución. 
32 Tú eres la adúltera, que en vez de 
su marido acoge a los extraños. 33 A la 
meretriz se le paga su merced, pero 
tú hacías mercedes a tus amantes 
y les hacías regalos para que de todas 
partes entrasen a ti para tus forni¬ 
caciones. 34 Ha sucedido contigo en 
tus fornicaciones lo contrario de las 
otras rameras, pues no te buscaban, 
y pagando tú en voz de recibir paga, 
fuiste al contrario de las otras. 


Castigo de tanta ingratitud. 

35 Por tanto, oye, ¡oh ramera!, la 
palabra de Yave: 36 Así dice el Señor, 
Yave: Por haber descubierto tus ver¬ 
güenzas y haber mostrado tu desnu¬ 
dez a tus amantes en tus fornicacio¬ 
nes y a todos tus abominables ídolos, 
y por la sangre de tus hijos que les 
ofreciste; 37 por eso reuniré yo a 
todos tus amantes, a cuantos reci¬ 
biste placentera; y además de los 
que amaste, traeré también a los que 
aborreciste, y los juntaré contra ti 
en derredor y les descubriré tus ver¬ 
güenzas y contemplarán todas tus tor¬ 
pezas. 38 Te entregaré a sus manos, 
y ellos desharán tu lecho y derribarán 
tus prostíbulos, te desnudarán de tus 
vestidos y te arrebatarán todos los 
ornamentos de tu hermosura, y te 
dejarán desnuda, en cueros. 40 Y harán 
venir contra ti a las muchedumbres 
y té lapidarán con piedras, y te atra¬ 
vesarán con la espada; 41 y pegarán 
fuego a tus casas, y harán en ti jus¬ 
ticia a ojos de muchas mujeres, y 
haré que ceses de putañear y no hagas 
ya más regalos. 42 Saciaré en ti mi 
ira, y se apartará de ti mi celo. 
43 Por cuanto no te acordaste de los 
días de tu mocedad, y me provocaste 
a ira con todas esas cosas, por eso yo 
también echaré tus caminos sobre tu 
cabeza, dice el Señor, Yave, y cuín- 






716 


EZEQUIEL, 17 


pliré mis designios contra todas tus 
abominaciones. 

44 Mira que no habrá proverbista 
que no te aplique este proverbio: 
«Cual la madre, tal la hija.» 46 Sí, 
eres hija de madre que aborreció a 
su marido y a sus hijos. Y eres 
también hermana de tus hermanas, 
que aborrecieron a sus maridos y a 
sus hijos. Vuestra madre fué una 
getea, y vuestro padre un amorreo. 
46 Tu hermana mayor es Samaría, 
con sus hijas, que habita a la iz¬ 
quierda tuya, y tu hermana menor 
es Sodoma, con sus hijas, que habita 
a tu derecha. 47 Y ni aun seguiste 
sólo sus caminos, ni imitaste sólo 
sus abominaciones; como si esto fuera 
muy poco para ti, te corrompiste 
más que ellas en todas tus sendas. 

48 Por mi vida, dice el Señor, Yavc, 
que tu hermana Sodoma con sus 
hijas, no hizo lo que tú con tus 
hijas hiciste. 49 Mira cuál fué la ini¬ 
quidad de Sodoma, tu hermana; Tuvo 
gran soberbia, hartura de pan y mu¬ 
cha ociosidad. No dió la mano al 
pobre, al desvalido; 60 se ensoberbe¬ 
cieron e hicieron lo que a mis ojos 
es abominable, v cuando lo vi, las 
quité del medio. 61 Samaría no pecó 
ni la mitad de lo que has pecado tú. 
Tú multiplicaste tus fornicaciones 
mucho más que ellas, hasta el punto 
de hacer justas a tus hermanas con 
todas las abominaciones que tú has 
cometido. 62 Lleva, pues, sobre ti tu 
vituperio, tú que has ahogado por 
la causa de tus hermanas con las abo¬ 
minaciones que más que a ellas te 
han hecho abominable, viniendo a 
ser justas ellas, comparadas contigo. 
Se confundida, v soporta tu vitupe¬ 
rio también tú, pues que has venido 
a justiticar a tus hermanas. 

63 Pero vo mudaré la suerte suya, 
la suerte de Sodoma y de sus hijas, 
la suerte de Samaría y de sus hijas, 
y con la de ellas mudaré también la 
tuya, 64 para que soportes tu confu¬ 
sión y tu vituperio por todo cuanto 
hiciste y les sirvas a ellas de consuelo. 
56 Tu hermana Sodonia, con sus hijas, 
volverán a su anterior estado, vol¬ 
verán también a él Samaría con sus 
hijas, y tú también y tus hijas vol¬ 
veréis a vuestro estado primero. 66 Ni 
el nombre siquiera de tu hermana 
Sodoma se oía en tu boca, al tiempo 
de tu orgullo, 67 antes de que fuera 
descubierta tu perversidad. Así tam¬ 
bién eres tú ahora oprobio para las 


hijas de Aram y para las hijas de 
los filisteos que te rodean, que donde¬ 
quiera te desprecian. 68 Lleva sobre 
ti tu perversidad y tus abominacio¬ 
nes, dice Ya ve. 


Misericordia y rehabilitación. 

69 Porque así habla el Señor, Yave: 
¿Voy a hacer yo contigo lo que con¬ 
migo hiciste tú, menospreciando el 
juramento y rompiendo el pacto? 
60 No, yo nic acordaré de la alianza 
que contigo hice al tiempo de tu mo¬ 
cedad y confirmaré contigo una alian¬ 
za eterna. 61 Y tú te acordarás de tus 
obras V te avergonzarás cuando reci¬ 
bas a tus hermanas mayores y me¬ 
nores, que yo te daré por hijas, mas 
no ya por el pacto hecho contigo. 
62 Yo renovaré mi alianza contigo, 
y sabrás que yo soy Yave, 63 para 
que te acuerdes y sientas vergüenza, 
y nunca más de vergüenza te atrevas 
abrir la boca, cuando te habré perdona¬ 
do cuanto hiciste, dice el Señor, Yave. 


Humillación y resurgimiento de 
la casa de David. 

I T 1 Fuéme dirigida la palabra de 
* Yave, diciendo: 2 Hijo de hom¬ 
bre, propon un enigma y compon 
una parábola de la casa de Israel (1). 
3 Di: Así habla el Señor, Yave: 

La gran águila de grandes alas y 
de largas plumas, toda cubierta do 
espléndido plumaje de colores varios, 
vino al Líbano y cogió el cogollo 
del cedro; 4 y arrancó el principal 
de sus renuevos y le llevó a tierra de 
mercaderes, y le puso en una ciudad 
de comerciantes. 6 Escogió luego un 
sembradío de la tierra y le puso en 
campo selecto para la plantación. 
Le puso cerca de aguas abundantes, 
para que estuviese copiosamente re¬ 
gado. 6 Echó brotes y se hizo una 
vid frondosa, pero de poca altura, 
para que dirigiese hacia el águila 
sus ramas y le estuvieran sometidas 
sus raíces. Hizose vid y echó sar¬ 
mientos y extendió sus ramas. 

7 Pero había otra gran águila de 


(i) Esla parábola nos representa al rey de 
Caldea, que viene a Jerusafén a trasladar a Ba¬ 
bilonia al rey Jeconías (el cedro del Líbano), de¬ 
jando en Jerusalén a Sederías por rey de Juda 
(el cogollo del cedro) 







EZEQUIEL, 18 


717 


grandes alas y espeso plumaje, y la 
vid dirigió hacia ésta sus raíces, y 
tendió hacia’ ella sus sarmientos, 
desde la era en que la plantó, para 
que estuviera bien regada. 8 Había 
sido plantada en tierra buena y cerca 
de abundantes aguas, para que echase 
ramas y llevase frutos y se hiciese 
una vid Vigorosa. 

9 Di: Así habla el Señor, Yave: 
¿Prosperará? El águila primera no 
arrancará sus raíces, no la despojará, 
dejándola que se seque y se sequen 
todas las hojas que echó? Sin gran 
esfuerzo, sin necesidad de mucha 
gente, la arrancará de raíz. 10 Había 
sido plantada, ¿prosperará? ¿No se 
secará del todo apenas la toque el 
viento solano? En la era de su verdor 
se secará. 

11 Y me fué dirigida la palabra de 
Yave, diciendo: 12 Anda, di a la 
casa rebelde: ¿No habéis entendido 
lo que esto significa? Di: El rey de 
Babilonia vino a Jerusalén, cogió al 
rey y a sus príncipes y los deportó, 
llevándolos consigo a Babilonia. 13 To¬ 
mó a uno de la real estirpe, e hizo 
con él un pacto tomándole juramento. 
Llevóse a los poderosos de la tierra, 
14 para que el ramo fuese modesto 
y no se rebelase, y guardase y mantu¬ 
viese el pacto hecho con él. 15 Pero 
aquél se rebeló y mandó embajadores 
al Egipto, para que le diese caballos 
y mucha gente.'¿Prosperará? ¿Esca¬ 
pará el que tales cosas hizo? Rompió 
el pacto, ¿escapará? 

16 Por mi vida, dice el Señor, 
Yave, que en la tierra de quien le 
había puesto en el trono, cuyo jura¬ 
mento menospreció y cuya alianza 
rompió, allí morirá, en Babilonia. 
17 Y el Faraón no le socorrerá con 
gran ejército y muchas fuerzas en la 
lucha, cuando se levanten terraplenes 
y se construyan torres para destruc¬ 
ción de muchas vidas. 18 Menospreció 
el juramento, rompió el pacto, dió 
su mano, y luego hizo cosas tales; 
no escapará. 19 Por tanto, así habla 
el Señor, Yave: Por mi vida, que yo 
echaré sobre su cabeza mi juramento 
que él menospreció, y mi pacto que 
él rompió, 20 y le tenderé mi red, y 
quedará preso en mi lazo. Le depor¬ 
taré a Babilonia, y allí le juzgaré 
por la infidelidad cometida contra 
mí. 21 Todos los fugitivos de sus tropas 
caerán a la espada, y los que queden 
serán dispersados a todos los vientos, 
y sabréis que yo, Yave, he hablado. 


Promesa del Rey Mesías. 

22 Así dice el Señor, Yave: También 
yo tomaré del cogollo del cedro 
sublime; del principal de sus renuevos 
cortaré un tallo, 23 y lo plantaré sobre 
el monte alto y sublime, en el alto 
monte de Sión le plantaré; y echará 
ramas y dará fruto, haciéndose un 
magnífico cedro, y se acogerán a él 
todas las aves de toda pluma, y habi¬ 
tarán a la sombra de sus ramas; 
24 y conocerán todos los árboles de 
la selva que yo soy Yave, y humillé 
al árbol sublime, y levanté el árbol 
bajo, sequé el árbol verde, e hice 
reverdecer el árbol seco. Yo, Yave, 
he hablado y yo lo cumpliré. 


La justificación de Dios. 

IR 1 Fuéme dirigida la palabra de 
Yave, diciendo (1): 2 ¿Qué 

andáis vosotros repitiendo este pro¬ 
verbio en la tierra de Israel y decís: 
Los padres comieron los agraces y 
los dientes de los hijos tienen la 
dentera? 3 Por mi vida, dice Yave, 
que nunca más diréis ese refrán en 
Israel. 4 * Mías son las almas todas; 
lo mismo la del padre que la del hijo 
mías son, y el alma que pecare, ésa 
perecerá. 

5 El que sea justo y haga juicio y 
justicia, 6 no banquetee por los mon¬ 
tes y no alce sus ojos a los ídolos de 
la casa de Israel; no manche a la 
mujer de su prójimo, y no se llegue 
a la menstruada; 7 y no oprima a 
nadie y devuelva al deudor su prenda, 
no robe y dé pan al hambriento y 
vestido al desnudo; 8 no dé a logro, 
ni reciba a usura, retraiga su mano 
del mal y haga juicio de verdad 
entre hombre y hombre; 9 camine en 
mis mandatos y guarde mis leyes 
obrando rectamente, ése es justo, 
vivirá, dice Yave. 10 Pero si engendró 
un hijo ladrón, vertedor de sangre o 


(i) Este capítulo es importantísimo en la his¬ 

toria de la revelación del A. T. Con él queda 
rota aquella cadena que ligaba a padres con hijos: 

La ley de la responsabilidad social es una ley 

natural. Los hijos heredan no sólo el nombre, 
los bienes y la gloria de los padres, sino también 
las enfermedades, la miseria, etc. Igual se diga 

de los pueblos. Esta ley la unlversalizaba la opi¬ 
nión del pueblo; el profeta la reduce a sus justos 
límites. Ante Dios, cada uno será juzgado según 

sus obras, buenas o malas, sin consideración a 

la conducta de los padres. 








718 


EZEQUIEL. 19 


que haga alguna de esas otras cosas, 
y no imitando a sus padres, coma por 
los montes, manche a la mujer de su 
prójimo, 12 oprima al pobre y al 
desvalido, robe, no devuelva la prenda, 
alce los ojos a los ídolos y haga abo¬ 
minaciones, dé a logro y reciba usura, 
¿vivirá éste? No vivirá, recaerá su 
sangre sobre él. 

14 Pero si éste engendró un hijo 
que, viendo todos los pecados de 
su padre, no los imita, 15 ni come por 
los montes, ni alza sus ojos a los 
ídolos de Israel, ni mancha a la 
mujer de su prójimo, 16 ni oprime 
a nadie, ni retiene la prenda, ni roba, 
da su pan al hambriento y viste al 
desnudo, 17 contiene su mano de la 
iniquidad, no recibe usura ni interés 
y cumple mis preceptos, éste no 
'morirá por la iniquidad de su padre, 
vivirá. 18 Su padre que agravió y 
despojó a su hermano y no obró 
el bien en medio de su pueblo, ese 
morirá por su iniquidad. 

18 Y si dijéreis: ¿Por qué no ha de 
pagar el hijo la iniquidad del padre? 
Pues porque el hijo hizo juicio y jus¬ 
ticia y guardó mis mandamientos y 
los puso por obra, y de cierto vivirá. 
20 Él alma que pecare, ésa morirá; 
el hijo no llevará sobre sí la iniquidad 
del padre, ni el padre la del hijo; 
la justicia del justo será sobre él, 
y sobre él será la iniquidad del 
malvado. 21 Y si el malvado se retrae 
de su maldad y guarda lodos mis 
mandamientos, y hace lo que es recto 
y justo, vivirá y no morirá. 22 Todos 
los pecados que cometió no le serán 
recordados, y en la justicia que obró 
vivirá. 

23 ¿Quiero yo acaso la muerte del 
impío?, dice el Señor, Yave. ¿No va 
a vivir si se aparta de su mal camino? 
24 Pero si el justo se apartare de su 
justicia e hiciere maldad conforme a 
todas las abominaciones que hace el 
impío, ¿va a vivir? Todas las justi¬ 
cias que hizo no le serán recordadas; 
por sus rebeliones con que se rebeló, 
por sus pecados que cometió, por ellos 
morirá. 

25 Y si dijereis: No es derecho el 
camino del Señor; escucha, casa de 
Israel: ¿Que no es derecho mí ca¬ 
mino? ¿No son más bien los vuestros 
los torcidos? 26 Si el justo se aparta 
de su justicia para obrar la maldad, 
y por eso muere, muere por la ini¬ 
quidad que cometió. 27 Y si el mal¬ 
vado se aparta de su iniquidad que 


cometió y hace lo que es recto y justo, 
hará vivir su propia alma 28 Abrió 
los ojos y se apartó de los pecados 
cometidos, y vivirá y no morirá. 
29 Y dice la casa de Israel: ¡No son 
derechos los caminos del Señor! ¿Que 
no son derechos mis caminos, casa 
de Israel? ¿No son más bien los vues¬ 
tros los torcidos? 

30 Yo, pues, os juzgaré a cada uno 
según sus caminos, ¡oh casa de Israel!, 
dice el Señor, Yave. Volveos y con¬ 
vertios de vuestros pecados, y :isí 
no serán la causa de vuestra ruina. 
31 Arrojad de sobre vosotros todas las 
iniquidades que cometéis, y haceos 
un corazón nuevo y un espíritu 
nuevo. ¿Por qué habéis de querer 
morir, casa de Israel? 32 Que no 
ulero yo la muerte del que muere, 
onvertios v vivid. 


Kl(‘j|íii de los últimos reyes 
de duda. 

1 1 Cauta una elegía de los prín¬ 

cipes de Israel, y di: 2 ¿Qué 
fué su madre? l'na leona que se 
echaba entre los leones. Agazapados 
cu medio de jóvenes leones crió a 
sus cachorros. 3 Levantó a uno da 
sus cachorros, que llegó a ser león, 
y aprendió a coger la presa y devo¬ 
rar hombres. 4 Oyeron hablar de él 
las gentes,*y cogiéronle en sus trampas, 
v con gritos le llevaron a la tierra de 
Egipto. 5 Y viendo ella, después de 
esperar mucho tiempo, que se desva¬ 
necía su esperanza, tomó a otro de 
sus cachorros y le puso en lugar del 
leoncillo. 6 Se echaba entre leones 
y vino a ser también león, y aprendió 
a arrebatar la presa y a devorar 
hombres. 7 Rugiente en su altanería, 
devastó ciudades, y la tierra y cuan¬ 
tos en ella estaban se espantaban al 
oir el rugido del león. 8 Dieron sobre 
él las gentes de las regiones del 
contorno, tendieron redes contra él 
y le cazaron en su hambre. 9 Ence¬ 
rráronle en una jaula, y, encadenado, 
le llevaron a Habilonia, para que no 
se oyeran más sus rugidos en los 
montes de Israel. 

10 Tu madre fué como una vid 
plantada cerca de las aguas, vigorosa, 
¡de fruto y de follaje, por la abun¬ 
dancia de las aguas. 11 Echó robustos 
sarmientos, propios para cetros de 
dominador. Su tronco se alzaba por 
encima de los arbustos que la rodea- 









EZEQUIEL, 20 


71») 


han, vistosa por su altura y por sus 
numerosos sarmientos. 12 Pero fué 
arrancada con furor y echada a tierra, 
y el viento solano la secó, quemó 
sus frutos. Secáronse sus robustos 
sarmientos y fueron echados al fuego, 
13 y ahora está plantada en el de¬ 
sierto, en tierra seca y árida; 14 y ha 
salido de uno de sus sarmientos un 
fuego que ha consumido su fruto, 
y no queda ya en ella rama alguna 
fuerte, ni un solo cetro de dominio. 
Elegía es ésta y de elegía servirá. 


Infidelidad del pueblo y fidelidad 
de Dios. 

•H) 1 El año séptimo, el quinto mes, 
el día diez del mes (í), vinieron 
algunos de los ancianos de Israel a 
consultar a Ya ve, y se sentaron de¬ 
lante de mí. 2 Y lile fué dirigida la 
palabra de Ya ve, diciendo: 3 Hijo 
de hombre, habla a los ancianos de 
Israel y diles: Así dice el Señor, 
Ya ve: ¿Vosotros venís a consultarme? 
Por mi vida, que yo no os responderé, 
dice el Señor, Ya ve. 4 ¿Quieres juzgar 
a éstos, hijo de hombre? ¿Quiéres 
juzgarlos? Hazles saber las abomi¬ 
naciones de sus padres, 5 Diles: Así 
habla el Señor, Yave: El día en que 
yo elegí a Israel y alcé mi mano 
jurando a la posteridad de Jacob, y 
me mostré a ellos en la tierra de 
Egipto, y alcé a ellos mi mano diciendo: 
Yo, Yave, soy vuestro Dios; 6 aquel 
día alcé mi mano jurando sacarlos 
de la tierra de Egipto a la tierra 
que yo les había destinado, que mana 
leche y miel, y es la más hermosa 
de las tierras. 7 Y les dije: Quite 
cada uno de sus ojos los ídolos, y no 
os contaminéis con los .ídolos de 
Egipto. Yo, Yave, soy vuestro Dios. 
8 Pero ellos se rebelaron contra mí, 
y no quisieron darme oídos, ni qui¬ 
taron de sus ojos los ídolos de Egipto; 
y dije que derramaría sobre ellos 
mi ira y desfogada mi enojo sobre 
ellos en la tierra de Egipto. 

9 Mas, por la gloria de mi nombre, 
para que no fuese infamado a los 
ojos de las gentes en medio de las 
cuales estaba, a cuya vista me había 
dado a conocer como quien los había 

(i) Otra vez el profeta hace una síntesis de la 
historia israelita, para terminar con el juicio in¬ 
minente, al que seguirá la restauración. Después 
de la justicia, la misericordia de Yave. 


de sacar de la tierra (le Egipto, 
10 los saqué de la tierra de Egipto 
y los conduje por el desierto; 11 les 
di mis leyes y mis mandamientos y 
les hice saber mis disposiciones, que 
son la vida para quien las cumple. 
12 Diles también mis sábados, para 
que fuesen señal entre mí y ellos, 
para que supiesen que yo soy Yave, 
que los santifico. 

13 Pero rebelóse contra mí la casa 
de Israel en el desierto, no anduvieron 
en mis preceptos, y no guardaron 
ni cumplieron mis ordenaciones, que 
son la vida para quien las cumple, y 
profanaron mis sábados. Entonces 
dije que volcaría sobre ellos mi furor, 
y en mi ira los exterminaría en el 
desierto. 14 Pero retraje mi mano, 
por el honor de mi nombre, para que 
no fuese profanando a los ojos de 
las gentes, a cuya vista los había 
sacado. 15 Alcé mi mano en el de¬ 
sierto, jurándoles no llevarlos a la 
tierra que les había dado, que mana 
leche y miel, la más hermosa de 
todas las tierras, 16 porque habían 
despreciado mis ordenaciones, y no 
habían seguido mis leyes, y habían 
profanado mis sábados, yéndose su 
corazón tras sus ídolos. 

17 Con todo, mis ojos los miraron 
piadosamente para no destruirlos, y 
no los exterminé en el desierto. 
18 Pero dije en el desierto a sus hijos: 
No sigáis las costumbres de vuestros 
padres, no sigáis sus caminos ni os 
contaminéis con sus ídolos; 19 yo 
soy Yave, vuestro Dios; andad en mis 
ordenaciones, guardad mis manda¬ 
mientos y ponedlos por obra; 20 san¬ 
tificad inis sábados, y sean señal 
entre mi y vosotros, para que sepáis 
que yo soy Yave, vuestro Dios. 
21 Pero los hijos se rebelaron contra 
mí, no anduvieron en mis ordena¬ 
ciones, ni guardaron mis mandamien¬ 
tos poniéndolos por obra, los que 
son la vida para quien ios cumple; 
profanaron mis sábados, y dije en¬ 
tonces que derramaría 'sobre ellos mi 
ira, para satisfacer en ellos mi enojo 
en el desierto. 22 Mas retraje mi mano 
por el honor de mi nombre, para que 
no se infamase a los ojos de las gentes 
a cuya vista los saqué. 23 También 
alcé mi mano en el desierto, jurán¬ 
doles que los esparciría entre las 
gentes y los aventaría por las tierras; 
24 porque no pusieron por obra mis 
mandamientos V desecharon nns or¬ 
denaciones y profanaron mis sába- 











720 


EZQEUIEL, 21 


dos, y se les fueron los ojos tras los 
ídolos de sus padres. 26 Por eso les 
di yo también a ellos ordenaciones 
no buenas y decretos que no son de 
vida, 26 y los contaminé en sus ofren¬ 
das, cuando pasaban a sus hijos por 
el fuego, a todo primogénito, para deso¬ 
larlos y hacerles saber que yo soy Ya ve. 

27 Por tanto, hijo de hombre, habla 
a la casa de Israel y diles: Así habla 
el Señor, Yave: Hasta esta injuria 
me hicieron vuestros padres, entre 
las infidelidades que cometieron con¬ 
tra mí. 28 Yo los conduje a la tierra 
que alzando mi mano había jurado 
darles, y ellos, mirando a todo alto 
collado y a todo árbol frondoso, sacri¬ 
ficaron allí sus víctimas y presen¬ 
taron sus irritantes ofrendas, y pu¬ 
sieron suaves aromas y derramaron 
sus libaciones. 29 Yo les dije: ¿Qué 
es ese alto, el Bama, a donde vos¬ 
otros vais? Y Bama se llama hasta hoy. 

Castigo. 

30 Di, pues, a la casa de Israel: 
Así habla el Señor, Yave: iQuél 
Os contamináis vosotros a la manera 
de vuestros padres, putañeáis con 
sus ídolos, 31 y ofreciendo vuestras 
ofrendas y pasando a vuestros hijos 
por el fuego, fornicáis con vuestros 
ídolos hasta el día de hoy; ¿voy a 
responderos yo, casa de Israel? Por 
mi vida, dice Yave, que no os res¬ 
ponderé. 32 Y no será lo que vosotros 
pensáis. Porque vosotros os decís: 
¡Seremos como las gentes, como las 
naciones de la tierra, sirviendo al 
leño y a la piedra. 33 Por mi vida, 
dice el Señor, Yave, que con puño 
fuerte, con brazo tendido y en efu¬ 
sión de ira, he de reinar sobre vos¬ 
otros. 34 Yo os lie de sacar de en 
medio de las gentes, y os recogeré 
de en medio de las tierras a que 
con puño fuerte, con brazo tendido 
y en efusión de ira os desparramaré; 
3 6 y os llevaré al inhabitable desierto, 
y allí cara a cara os juzgaré; 36 como 
juzgué a vuestros padres en el de¬ 
sierto de la tierra de Egipto, así os 
juzgaré a vosotros, dice el Señor, 
Yave. 37 Y os haré pasar bajo el 
cayado, y os conduciré con disci¬ 
plina de alianza. 38 Separaré de vos¬ 
otros a los rebeldes, a los que se 
apartaron de mí, y los sacaré de la 
tierra en que moran, y no entrarán 
en la tierra de Israel, y sabréis que 
yo soy Y T ave. 


Misericordia y restauración. 

89 Y vosotros, los de la casa de 
Israel—así dice el Señor, Yave— 
andad cada uno tras sus ídolos y 
servidles. Pero ¡ahí Ya me daréis 
oídos luego, y dejaréis de profanar 
mi santo nombre con vuestras ofren¬ 
das y vuestros ídolos. 40 Pues en mi 
santo monte, en el alto monte de 
Israel, dice el Señor, Yave, allí me 
servirá toda la casa de Israel, toda 
ella en la tierra, y allí me complaceré 
en ellos y demandaré vuestras ofren¬ 
das y el don de vuestras primicias 
y todo cuanto me consagréis. 41 Me 
agradaré de vosotros como de un 
suave aroma, cuando os saque de 
en medio de las gentes y os reúna 
de las tierras a que fuisteis disper¬ 
sados, y me santificaré en vosotros 
a los ojos de las gentes, 42 y sabréis 
que yo soy Y^aVe, cuando os con¬ 
duzca a la tierra de Israel, a la 
tierra que alzando la mano juré dar 
a vuestros padres. 43 Allí os vendrán a 
la memoria vuestras obras y todos 
los pecados con que os contami¬ 
nasteis, y sentiréis vergüenza de vos¬ 
otros mismos, por las maldades que 
cometisteis. 44 Entonces sabréis que 
yo soy Yave, cuando haga con vos¬ 
otros conforme al honor de mi nom¬ 
bre, no según vuestros malos caminos, 
ni según vuestras perversas obras, 
casa de Israel, dice el Señor, Y T ave. 


La catástrofe. 

Oj 1 Fuéme dirigida la palabra de 
— 4 Y r ave, diciendo: 2 Hijo de hom¬ 
bre, vuélvete de cara hacia Temán 
y derrama la palabra sobre el medio¬ 
día. Profetiza contra el bosque de las 
llanuras del Negucb, y di al bosque 
del Ncgueb: 3 Oye la palabra de \ T ave: 
Así dice el Señor, Yave: Voy a 
encender en ti un fuego que devorará 
todos los árboles, los verdes y Jos 
secos. Ño se apagarán las abrasadoras 
llamas hasta no quemar todo rastro, 
de mediodía al septentrión; 4 y verá 
toda carne que soy yo, Yave, quien 
lo encendió. No se apagará. 

6 Dije yo: ¡Oh Señor, Yavcl Mira 
que éstos me dicen: ¿No es éste un 
trovador de parábolas? 6 \ r me fué 
dirigida la palabra de Yave, diciendo: 
7 Hijjo de hombre, vuélvete de cara 
a Jerusalén y derrama til palabra 
sobre sus santuarios/ Profetiza contra 





EZEQUIEL, 21 


721 


la tierra de Israel, y 8 di a la tierra 
de Israel: Heme aquí contra ti; voy 
a desenvainar mi espada y a exter¬ 
minar en ti al justo y al impío. 
9 Pues para eso saldrá mi espada de 
la vaina contra toda carne, desde el 
mediodía hasta el septentrión; 10 Y 
sabrá toda carne que yo soy Yave, 
que he desenvainado mi espada y no 
volverá a la vaina. 

11 Y tú, hijo de hombre, gime, gime 
con quebranto, gime a la vista suya; 
12 Y cuando te digan: ¿por qué gimes? 
Diles: Por una noticia, que cuando 
llegue se encogerán los corazones 
todos, todas las manos se caerán, 
tondas las almas se consternarán y 
todas las rodillas se irán en agua. 
Y ya viene, y ya se cumple, dice el 
Señor, Yave. 

13 Fuéme dirigida la palabra de 
Yave, diciendo: 14 Hijo de hombre, 
profetiza y di: Así habla el Señor, 
Yave: Di: {La espada, la espada! 
Viene afilada y bruñida. 16 Afilada 
para degollar, bruñida para fulgurar 
como el rayo, contra los príncipes 
de mi hijo, que no hace caso de la vara. 
16 La he hecho bruñir para entre¬ 
garla, hícela afilar y bruñir para 
ponerla en manos del degollador. 

17 Grita y gime, hijo de hombre, 
porque vienen sobre mi pueblo, sobre 
todos los príncipes de Israel. Caen a 
la espada, juntamente con mi pueblo; 
hiere, pues, tus muslos. 18 Para 
prueba es. ¿Y si no hace caso de ella, 
como no lo hizo de la vara? No será 
así, dice el Señor, Yave. 19 Tú, pues, 
hijo de hombre, profetiza batiendo 
una palma contra otra. Se duplicará 
la espada, se triplicará; es la espada 
de la matanza, la espada de la gran 
matanza que los amenaza. 20 Para 
que se encojan los corazones y se 
multiplique el estrago, he puesto a 
todas sus puertas el espanto de la 
espada. {Ah! Bruñida ha sido para 
fulgurar, afilada para degollar. 21 Taja 
a derecha, raja a izquierda, donde 
quiera que te vuelvas, 22 y también 
batiré yo palmas, y desfogaré mi ira, 
dice Yave. 


íYabucodonosor contra Jerusalén 
y Ammán. 

23 Fuéme dirigida la palabra de 
Yave, diciendo: 24 lú, hijo de hombre, 
traza dos caminos para la espada del 


rey de Babilonia, que salgan ambos 
de la misma tierra, y pon una señal 
al comienzo de cada camnio, que 
indique la ciudad a donde va. 26 Traza 
un camino por donde vaya la espada 
a Rabat, de los hijos de Ammón, y 
otro por donde vaya a Judá, a la 
ciudad fuerte de Jerusalén. 26 Porque 
el rey de Babilonia se ha parado en el 
cruce de donde parten los dos cami¬ 
nos, para consultar augurando por 
el lanzamiento de las flechas, por la 
pregunta a los terafim , por el examen 
de las entrañas. 27 El augurio ha 
señalado la derecha, Jerusalén, para 
dar la orden de ataque, lanzar los 
gritos de guerra, alzar arietes contra 
sus puertas, levantar terraplén y 
hacer vallado. 28 Para ellos, éstos 
son presagios vanos, pues ha habido 
juramentos solemnes; pero él se acuer¬ 
da de su iniquidad y serán cogidos 
en el lazo. 

29 Por tanto, así dice el Señor, 
Yave: Por haber traído a la memoria 
vuestra iniquidad, poniendo al des¬ 
cubierto vuestras traiciones y de 
manifiesto vuestros pecados en todas 
vuestras acciones, puesto que os jac¬ 
táis, seréis entregados a su mano. 
30 Y tú, profano, impío príncipe de 
Israel, llegó tu día, el término del 
tiempo de la iniquidad. 31 Así dice 
Yave: {Fuera tiara, fuera corona! 
Eso no será más. Será ensalzado lo 
humilde y humillado lo alto. 32 {Ruina, 
ruina! a ruina las reduciré!, y no 
serán más, mientras no venga aquel 
a quien de derecho pertenecen, y a él 
se las daré. 

33 Y r tú, hijo de hombre, profetiza 
y di: Así habla el Señor, Y r ave, de 
los hijos de Ammón y de su oprobio: 
Di, pues: {Espada! Desenvainada está 
la espada para degollar, bruñida para 
consumir, para fulgurar. 34 Te pro¬ 
fetizan vanidad, te adivinan men¬ 
tiras para hacerla caer sobre el cuello 
de los más inmundos de los impíos. 
Llegó su día en el tiempo de la 
consumación de la iniquidad. 36 ¿La 
volveré a la vaina? Yo te juzgaré 
en la tierra donde te criaste, en la 
tierra donde has vivido. 36 Derra¬ 
maré sobre ti mi furor, soplaré contra 
ti el fuego de mi ira, y te entregaré 
en manos de hombres despiadados, 
artífices de la destrucción. 37 Serás 
pasto del fuego, se empapará la 
tierra de tu sangre, y se perderá tu 
memoria, porque yo, Y T ave, lo 
digo. 


46 






722 EZEQTJIEL, 22, 23 


Los crímenes de Jerusalén. 

*)0 1 Fucmc dirigida la palabra 
— de Ya ve, diciendo: 2 Y tú, hijo 
de hombre, ¿no juzgarás a la ciudad 
sanguinaria, echándola en cara todas 
sus abominaciones? 3 Di pues: Así habla 
el Señor, Yave: ]Ay de la ciudad derra¬ 
madora de sangre en medio de sí! 
Para que venga su hora y para su 
su ruina, se ha hecho ídolos para 
contaminarse. 4 Por haberte hecho 
culpable de la sangre que has derra¬ 
mado y haberte contaminado con 
los ídolos que te hiciste, has apresu¬ 
rado tu día, has llegado al término 
de tus años. Por eso te haré yo opro¬ 
bio de las gentes, ludibrio de la tierra 
toda. 5 Cercanos y lejanos se burlarán 
de ti, famosa por tus abominaciones, 
grande por tu corrupción. 

6 He ahí a los príncipes de Israel, 
(pie cada uno a la medida de su poder 
se ocupan en derramar sangre. 7 En 
ti desprecian al padre y a la madre, 
maltratan al extranjero y oprimen 
al huérfano y a la viuda. 8 Menospre¬ 
cias mis santuarios v profanas mis 
sábados. 9 Hay en ti calumniadores 
para derramar sangre, quienes comen 
por los montes, quienes hacen tor¬ 
pezas. 10 En ti se descubre la des¬ 
nudez del padre, y se hace violencia 
a la mujer durante el menstruo. 
11 Todos adulteran con la mujer de 
su prójimo, contaminan incestuosa¬ 
mente a la nuera y fuerzan a la 
hermana, a la hija de su padre. 12 Hay 
en ti quien recibe dones para derra¬ 
mar sangre, exiges usura o intereses, 
despojas con violencia al prójimo y 
a mí inc olvidas, dice el Señor, Yave. 
13 Yo lie batido palmas ante tu ava¬ 
ricia y ante la sangre derramada 
en medio de ti. 14 ¿Resistirá tu cora¬ 
zón, tendrán fuerza tus manos en los 
días que vo te preparo? Yo, Yave, 
he hablado y lo haré. 16 Yo te espar¬ 
ciré entre las gentes y te aventaré 
por las tierras, y haré desaparecer 
tu inmundicia de en medio de ti, 
16 y serás a tus ojos ignominia entre 
las gentes, y sabrás (pie yo soy Yave. 

17 Fuémc dirigida la palabra de 
Yave, diciendo: 18 Hijo de hombre, 
la casa de Israel se me ha tornado 
en escoria, todos son en el crisol 
bronce, cobre, estaño, hierro, plomo, 
escorias de la plata. 19 Tor tanto, así 
habla el Señor, Yave: Por cuanto 
vosotros os habéis vuelto escorias, 
yo os reuniré en medio de Jerusalén. 


20 Como quien reúne en la hornaza 
plata, bronce, hierro, plomo y estaño, 
y sopla el fuego para fundirlos, así 
os reuniré yo en mi furor y en mi 
ira, y os echaré a la hornaza para fun¬ 
diros. 21 Yo os reuniré, y soplaré 
contra vosotros el fuego de mi furor 
y seréis fundidos en medio de Jcru- 
salén. 22 Como se funde la plata 
en el crisol, así seréis fundidos vos¬ 
otros en medio de ella, y sabréis (pie 
soy yo Yave, que derramo mi furor 
sobre vosotros. 

Los crímenes de los principes, 
sacerdotes y profetas. 

23 Fuémc dirigida la palabra de 
Yave, diciendo: 24 Hijo de hombre, 
diles: Eres una tierra no bañada desde 
lo alto, no rociada por la lluvia, al 
tiempo de la canícula. 25 Dentro de 
ella se conjuran los príncipes; como 
ruge el león V despedaza la presa, 
así devoran ellos las almas; se apo¬ 
deran de los tesoros y riquezas y 
multiplican en medio de ella las 
viudas. 26 Sus sacerdotes han vio¬ 
lado mi ley y han profanado mis 
cosas santas; no hacen diferencia 
entre lo santo y lo profano, ni ense¬ 
ñan a distinguir entre lo mundo y lo 
inmundo; eierrau los ojos a las vio¬ 
laciones de mis sábados, y yo soy 
profanado en medio de ellos; 27 sus 
príncipes son como lobos que despe¬ 
dazan la presa, derramando sangre, 
destruyendo las almas, para dar pᬠ
bulo a su avaricia. 28 Sus profetas 
revocan con barro suelto, profeti¬ 
zándoles vanidad y prediciendo men¬ 
tiras, y dicen: Así habla el Señor, 
Yave, sin que Yave haya hablado. 
29 Y el pueblo de la tierra oprime, 
roba, hace violencia al desvalido y 
al menesteroso, y al extranjero le 
veja contra derecho. 30 También de 
entre ellos busqué yo quien levantase 
muro y se pusiese a la brecha frente 
a mí en favor de la tierra, para que 
vo no la devastase, y no le hallé. 
31 Por tanto, derramaré sobre ellos 
mi ira y los consumiré con el fuego 
de mi furor y les echaré sobre la 
cabeza sus obras, dice el Señor, Yave. 

I.os pecados de Mamaria > do 
*Jcrii>nlén, \ mi custnjo. 

.)*> 1 Fuémc dirigida la palabra de 

— Yave, diciendo: 2 Hijo de hom¬ 
bre, había dos mujeres, hijas de la 







EZEQUIEL 23 


723 


misma madre (1). 3 Se prostituyeron 
en Egipto al tiempo de su mocedad; 
allí fueron estrujados sus pechos y 
manoseado su seno virginal. 4 Lla¬ 
mábanse Oola la mayor, y su her¬ 
mana Ooliba. Fueron mías y parieron 
hijos e hijas. 6 Oola me fue infiel, 
y se enloqueció por sus amantes, sus 
vecinos, los asirios. 6 Iban vestidos 
de púrpura violeta, eran jefes y ofi¬ 
ciales, todos jóvenes, codiciables y 
que montaban caballos. 7 Se prosti¬ 
tuyó a ellos, la flor de los hijos de 
Asur, y se contaminó con todos los 
ídolos * de aquellos de quienes se 
enamoró. 8 Tampoeo dejó sus pros¬ 
tituciones con el Egipto, porque eran 
los que se habían acostado con ella 
en su moeedad, y habían manoseado 
su seno juvenil y derramado sobre 
ella sus impurezas. 9 Yo por eso la 
entregué en manos de sus amantes, 
en manos de los hijos de Asiria, de 
quienes estaba enamorada. 10 Ellos 
descubrieron sus vergüenzas, le cogie¬ 
ron sus hijos y sus hijas, y a ella la 
hicieron perecer a la espada. Vino a 
ser famosa entre las mujeres por la 
justicia que en ella se hizo. 

11 Viendo esto Ooliba, su hermana, 
fué más estragada que ella en su 
pasión, y sus prostituciones sobre¬ 
pasaron a las de su hermana. 12 Encen¬ 
dióse en amor por los hijos de Asur, 
jefes y oficiales, nobles vestidos mag¬ 
níficamente, caballeros en sus caba¬ 
llos, jóvenes todos y codiciables. 13 Yo 
vi que se había contaminado, que 
ambas habían seguido el mismo ca¬ 
mino; 14 Pero ésta fué más lejos que 
la otra en sus fornicaciones; vió 
hombres pintados en pared, figuras de 
caldeos trazadas con minio, 15 ceñi¬ 
dos sus lomos de sus cinturones, y 
tiaras de varios colores a la eabeza, 
todos con apariencia de jefes, figuras 
de hijos de Babilonia, de la Caldea, 
su patria. 16 Y en viéndolos se en¬ 
cendió en amor por ellos y mandó 
embajadores a Caldea, 17 y entraron 
a ella los hijos de Babilonia, al lecho 
de sus amores, y la mancharon con 
sus inmundicias y ella se contaminó 
con ellos hasta hartar su deseo. 18 Hizo 
patentes sus fornicaciones y des¬ 
cubrió su ignominia, y yo me asqueé 
de ella, como me había asqueado 
de su hermana. 19 Mas todavía aere- 


íi) Nueva alegoría de la historia de Samaría 
y Judá, narrada con el realismo que es propio 
de H?equiel. 


ccntó sus fornicaciones, trayendo a 
su memoria los días de su mocedad, 
euando había fornicario en la tierra 
de Egipto. 20 Y ardió en lujuria 
por aquellos lujuriosos, que tienen 
carne de burro y flujo de garañones. 
21 Y renovaste las fornicaciones de 
tu moeedad, euando los egipcios estru¬ 
jaban tus pechos y manoseaban tu 
seno juvenil. 

22 Por eso, Ooliba, así dice el Señor, 
Yave: Yo suscitaré contra ti a tus 
amantes, aquellos de que hartaste 
tus deseos, y los haré venir eontra 
ti en derredor. 23 Los hijos de Babi¬ 
lonia y todos los caldeos, los de Pegod, 
los de Soa, los de Coa y con ellos 
todos los hijos de Asur; mozos guapos, 
jefes y capitanes todos, nobles y 
notables todos a caballo. 24 Y vendrán 
contra ti con estrépito de carros y 
ruedas, eon escudos, paveses y capa¬ 
cetes, se ordenarán en batalla de 
todas partes contra ti. Yo les he 
entregado a ellos tu juicio, y te juz¬ 
garán según sus leyes. 25 Desenca¬ 
denaré mi celo contra ti y te tratarán 
con furor. Te eortarán la nariz y las 
orejas, y tu prole caerá a la espada. 
Llevaránse a todos tus hijos y tus 
hijas, y tu progenie será consumida 
por el fuego. 26 Te desnudarán de tus 
vestidos, y te arrebatarán todos los 
ornamentos de tu hermosura. 27 Yo 
haré que cese tu lujuria y tus prosti¬ 
tuciones con el Egipto, y no alces ya 
más los ojos a ellos, y no te acuerdes 
más del Egipto. 

28 Porque así dice el Señor, Ya ve: 
Te entrego en las manos de aquellos 
a quienes llegaste a aborrecer, de 
quienes se hartaron tus deseos. 29 Y te 
tratarán con odio, se apoderarán de 
todo el fruto de tu trabajo, y te 
dejarán desnuda y en eueros, y se 
descubrirán las vergüenzas de tus 
prostituciones. Tu lujuria y tus for¬ 
nicaciones 30 son causa de todo esto. 
Por haber putañeado con las gentes 
v haberte contaminado eon sus ídolos. 
31 Has seguido los eaminos de tu 
hermana, y pondré en tus manos el 
cáliz suyo. 

32 Así habla el Señor, Yave: Bebe¬ 
rás el cáliz de tu hermana, hondo y 
ancho, de gran eapacidad. 33 Te 
embriagarás y sentirás baseas incon¬ 
tenibles; es el cáliz que entontece y 
emborracha, el cáliz de tu hermana 
Samaría. 34 Lo beberás hasta las 
heces, lo morderás, lo romperás con 
los dientes, y con sus fragmentos le 










724 


EZEQUIEL, 24 


rasgarás el seno, porque yo he ha¬ 
blado, dice el Señor, Yave. 35 Puesto 
que me dejaste y me echaste a tus 
espaldas, también yo echaré sobre ti 
tu lujuria y tus prostituciones. 

36 Díjome Yave: Hijo de‘hombre, 
¿no juzgarás tú a Oola y a Ooliba? 
¿No les echarás en cara sus abomi¬ 
naciones? 37 Diéronse al adulterio y 
mancharon de sangre sus manos. 
Adulteraron con sus ídolos, y aun 
los hijos que me parieron los pasaron 
por el fuego, para que les sirviesen a 
ellos de comida. 38 Hasta eso hicie¬ 
ron, contaminando también mi san¬ 
tuario y profanando mis sábados, 
39 pues luego de sacrificar sus hijos a 
sus ídolos, entraban el mismo día 
en mi santuario, contaminándolo. Eso 
hicieron con mi casa. 40 Y aun han 
hecho venir de lejos hombres a los 
que enviaron mensajeros, y al venir 
ellos te lavaste, te pintaste los ojos 
y te ataviaste con tus joyas, 41 y 
echada en suntuoso estrado, te pu¬ 
siste a la mesa que aderezaste para 
ellos, poniendo en ella mis perfumes y 
mi óleo, 42 entre el rumor clamoroso 
de los cantos. Ellos, a su vez, traían 
mirra y bálsamo, venidos de Saba 
del desierto; y ponían manillas en 
sus manos y coronas en sus cabezas; 
43 Y dije de la envejecida en adulterios: 
Ahora se consumarán los adulterios 
de ellos y ella. 44 Pues venían ellos 
como quien viene a la ramera; así vinie¬ 
ron a Óola y a Ooliba, las depravadas. 

46 Pero hombres rectos te juzgarán 
según la ley de las adúlteras y las 
sanguinarias, porque adúlteras son, 
y manchadas de sangre están sus 
manos. 46 Pues así dice el Señor, 
Yave: Trae turbas contra ellas, y 
sean entregadas al maltrato y la 
rapiña; 47 y las turbas las apedrearán 
con piedras y las acuchillarán con 
sus cuchillos, matarán a sus hijos 
y a sus hijas, y prenderán fuego a 
sus casas; 48 Y haré cesar en la tierra 
la depravación, y escarmentarán las 
mujeres, y no imitarán vuestras tor¬ 
pezas. 49 Y harán recaer sobre vos¬ 
otras vuestras obscenidades y paga¬ 
réis los pecados de vuestras idolatrías 
y sabréis que yo soy Yave. 

El asedio ile Jerusalén, y sus 
nnqust ias, 

1 El año nono, el mes décimo, 
+** el día décimo del mes, me 
fué dirigida la palabra de Yave, di¬ 


ciendo: 1 2 Hijo de hombre, consigna 
por escrito la fecha de este día, de 
este día mismo. En este día el rey 
de Babilonia se ha echado sobre Jeru- 
salén. 3 Compon una parábola para 
la casa de los rebeldes y diles: Así 
habla el Señor, Yave: 

Pon la caldera, ponía y echa en 
ella agua; 4 echa en ella sus trozos, 
todos los trozos selectos, la pierna 
y la espalda, lo mejor de todo. 5 Pon 
debajo la leña y que cueza, que se 
cuezan hasta los huesos. (1) ^Por¬ 
que así dice el Señor, Yave: 6 * b ¡Ay de 
la ciudad sanguinaria! 6c Tírala trozo 
a trozo, sin echar suertes sobre ella. 
7 Porque tiene dentro la sangre de 
los suyos; la ha derramado sobre una 
piedra lisa, no la derramó sobre la 
tierra, para cubrirla con ella, 8 para 
provocar la ira y traer sobre sí la 
venganza. También derramaré yo su 
sangre sobre una piedra lisa, sin que 
pueda cubrirse. 

9 b ¡Ay de la ciudad sanguinaria! 
6 c \Ay de la caldera herrumbrosa cuya 
herrumbre no ha sido quitada! ®c Tam¬ 
bién yo aumentaré la hoguera. 10 Aña¬ 
de leña, atiza el fuego, que se cueza 
la carne v se evapore el caldo, que se 
quemen los huesos. 11 Déjala vacía 
sobre las brasas; que se queme y se 
liquide el cobre, se funda con su 
suciedad y se consuma su herrumbre. 
12 En vano me fatigué, no desapare¬ 
ció su herrumbre; sólo con el fuego 
podrá quitarse. 

13 Es execrable tu suciedad. Yo he 
querido limpiarte, pero no te lim¬ 
piaste; no quedarás purificada de tu 
suciedad hasta que no derrame yo 
mi fuego sobre ti. 14 Yo, Yave, digo: 
Vendré, lo haré, no me volveré atrás, 
no tendré piedad, no me arrepentiré. 
Según tus caminos y tus obras, así 
serás juzgada, dice el Señor, Yave. 

15 Fuéme dirigida la palabra de 
Yave, diciendo: 16 Hijo de hombre 
voy a quitarte de repente lo que hace 
tus delicias (2), pero no te lamen- 


(1) Esle vaticinio fué pronunciado en Babi¬ 
lonia el día mismo en que los caldeos establecie¬ 
ron el asedio contra Jerusalén. El juicio de Dios 
contra la ciudad está vivamente expresado por 
la olla en que se cuece la víctima, dividida en 
pedazos. 

(2) Interesante acción simbólica de la con¬ 

ducta de Dios, El profeta acaba de perder a su 

mujer, «las delicias de su alma»; pero Dios le 

manda que no la llore. También él va a perder 

a su esposa. Jerusalén. con su santuario, y no 

hará duelo por ellos. 










EZEQUIEL, 25 


725 


tes ni llores, no derrames una lágrima. 
17 Suspira en silencio, sin llevar luto 
por el muerto; ponte el turbante 
en la cabeza y calza tus pies, no te 
cubras el rostro, ni comas el pan del 
duelo. 

18 Yo había estado hablando al 
pueblo por la mañana, v a la tarde 
murió mi mujer. A la mañana si¬ 
guiente hice lo que me había sido 
mandado, 19 y la gente me decía: 
¿No nos explicarás lo que significa 
eso que tú haces? 20 Yo les respondí: 
Yave me ha hablado, diciendo: 21 Di 
a la casa de Israel: Así habla el Señor, 
Yave: Mirad, yo voy a profanar mi 
santuario, gloria de vuestra fuerza, 
delicia de vuestros ojos v regalo de 
vuestra alma; vuestros hijos y vues¬ 
tras hijas caerán a la espada, 22 y 
entonces haréis vosotros lo que ahora 
hago yo. No os cubriréis el rostro, 
ni comeréis el pan del duelo; 23 lle¬ 
varéis en vuestra cabeza los turban¬ 
tes y calzaréis vuestros pies; no os 
iamentaréis ni lloraréis, sino que os 
consumiréis en vuestra iniquidad y 
gemiréis unos con otros. 24 Ezequiel 
será para vosotros una señal; cuan¬ 
do esto llegue, haréis vosotros lo 
que él hace ahora, y sabréis que yo 
soy Yave. 25 Y tú, hijo de hombre, 
el día en que yo les arrebatare a ellos 
su fortaleza, el orgullo de su gloria, 
la delicia de sus ojos, el gozo de sus 
almas, sus hijos v sus hijas, 26 vendrá 
a ti un huido, para darte lá noticia; 
27 y aquel día se abrirá tu boca a la 
llegada del fugitivo, y hablarás, no 
estarás ya mudo, y serás señal para 
ellos, y sabrán que yo soy Yave. 


Oráculo contra Ammón. 

1 Fuéme dirigida la palabra de 
Yave, diciendo: (i) 2 Hijo de hom¬ 
bre, tiende tu vista hacia Anunón y 
profetiza contra él (1). 3 * Di a los 
hijos de Ammón: Oíd la palabra del 
Señor, Yave. Así habla el Señor, 
Yave: Pues que tú dijiste «Bien», 
cuando era profanado mi santuario 
y la tierra de Israel era asolada, y 
ilevada la casa de Judá al cautiverio, 
4 por eso yo te entregaré en poder 
de los hijos de oriente, que pondrán 


(i) Aquí comienzan los oráculos contra las 

naciones vecinas. Los más importantes de ellos 

son los que aluden a Tiro (26-28) y a Egipto 

( 29 - 32 ). 


en ti su campamento y alzarán en ti 
sus tiendas, y comerán tus cosechas 
y beberán tu leche. 5 Y liaré de Raba 
pastizal de camellos, y de las ciudades 
de Ammón rediles de ovejas. Y sabréis 
que yo soy Yave. 

6 Porque así habla el Señor, Yave: 
Pues que batiste palmas y pateaste 
con los pies, y te regocijaste en el 
alma con desprecio para la tierra de 
Israel, 7 por eso, heme aquí, tenderé 
mi mano contra ti, y te daré en presa 
a las gentes, y te extirparé de entre 
los pueblos de la tierra, y te haré 
desaparecer del número de ellos. Te 
exterminaré, y sabrás que yo soy 
Yave. 


Oráculo contra Moab. 

8 Así dice Yave: Puesto que Moab 
ha dicho: lOhl La casa de Judá es 
entre los pueblos uno de ’ tantos. 
9 Por eso yo abriré el flanco de Moab, 
desde las ciudades fronterizas, gloria 
de la región, Bet Jerimot y Baal 
Meón, hasta Quiriataím. 10 Doy su 
tierra a los hijos de oriente, para que 
no sean contados más entre los 
pueblos. 11 También haré justicia en 
Moab. 


Oráculo contra Kdom. 

12 Así dice el Señor, Yave: Por 
el compartimiento de Edom, que 
tomó venganza de la casa de Judá, 
y se manchó sobremanera vengán¬ 
dose de ellos, 13 por eso, así dice el 
Señor, Yave: También yo tenderé mi 
mano contra Edom, y exterminaré 
hombres y bestias, y lo reduciré a 
ruinas, desde Temán, y hasta Dedán 
caerán a la espada. 14 Y .pondré la 
venganza contra Edom en manos de 
mi pueblo Israel, que tratará a Edom 
conforme al furor de mi ira, y sabrán 
que yo soy Yave y que es mía la 
venganza. Así dice el Señor, Yave. 


Oráculo contra Filistea. 

16 Así habla el Señor, Yave: Por 
haber obrado vengativamente los filis¬ 
teos, y haberse vengado con el odio 
en el alma, exterminando con odio 
secular; 16 por eso, así dice el Señor, 
Yave: Yo tenderé mi mano contra los 
filisteos, y exterminaré a los cereteos. 








72 G 


EZEQUIEL, 26, 27 


Haré perecer hasta los restos de los 
habitantes de las orillas del mar. 
17 Haré en ellos grandes venganzas, 
con furor los castigaré, y sabrán que 
yo soy Ya ve, cuando haga en ellos 
mi venganza. 


Oráculo contra Fenicia. 

1 ^ año undécimo, el día pri- 

mero del mes, me fué dirigida 
la palabra de Yave, diciendo: 2 Hijo 
de hombre; Por haber dicho Tiro de 
Jerusalén, «Bien», lia sido rota la 
barrera de los pueblos; vendrán a mí, 
yo me llenare y ella se quedará de¬ 
sierta, 3 por eso, así dice el Señor, 
Yave: Heme aquí contra ti, Tiro. 
Yo liaré subir contra ti pueblos nu¬ 
merosos, como hace subir el mar sus 
olas; 4 y destruirán las murallas de 
Tiro y abatirán sus torres. Y barreré 
de ella hasta el polvo y liaré de ella 
una desnuda roca. 5 Será en medio del 
mar lugar donde se tenderán las redes, 
porque yo he hablado, dice el Señor, 
Yave. Será presa de las gentes 6 y 
sus hijas, las que están en el campo, 
serán pasadas a cuchillo, y sabrán 
que yo soy Yave. 

7 Porque así habla el Señor, Yave: 
Yo enviare desde el septentrión, contra 
Tiro, a Xabucodonosor, rey de Babi¬ 
lonia, rey de reyes, con carros, caba¬ 
llos y jinetes y gran muchedumbre 
de pueblo. 8 Pasará al filo de la espada 
a tus hijas del campo, pondrá contra 
ti cerco, levantará baluartes y alzará 
escudos. 9 Pondrá contra ti arietes, 
derrumbará tus murallas, y con sus 
ingenios echará por el suelo tus 
torres. 

10 La polvareda que alzarán sus 
caballos te cubrirá; y al estrépito 
de sus caballeros, sus carros y sus 
ruedas, retemblarán tus muros, cuan¬ 
do entre él por tus puertas como se 
entra en ciudad conquistada. 11 Con 
los cascos de sus caballos hollará 
todas tus calles, y pasará a tu pueblo 
al filo de la espada, v caerán a tierra 
las columnas de tu fuerza. 

13 Darán al saqueo todas tus rique¬ 
zas, al pillaje todas tus mercancías. 
Demolerán tus murallas y derribarán 
tus magníficos palacios; hasta las 
piedras, las maderas y el escombro, 
lo arrojarán al mar. 13 ifaré cesar el 
estrépito de tus cantares, no se oirá 
más el sonido de las cítaras. 14 Te 
lomaré desnudo escollo, apto para 


tender en él las redes, y no serás 
jamás reconstruida, porque yo, Yave, 
he hablado, dice el Señor, Yave. 

16 Así ha hablado el Señor, Yave, 
de Tiro: Al fragor de tu caída, al 
gritar de tus heridos, a la matanza 
que en ti harán, temblarán las islas. 
16 Todos los príncipes del mar bajarán 
Ule sus tronos, se despojarán de sus 
mantos y de sus recamadas vesti¬ 
duras, se vestirán de espanto y se 
sentarán en tierra. Temblarán a cada 
momento, y estarán consternados 
ante ti. 17 Te cantarán una elegía, y 
te dirán: ¡Cómol ¿Destruida tú, la 
poblada por los que recorrían los 
mares, la ciudad tan celebrada, tan 
poderosa en el mar? ¿Destruida con 
sus habitantes, los que eran el espanto 
de todos los que la rodeaban? 18 Estre- 
mcceránse las islas el día de tu caída, 
se espantarán de tu fin las islas del 
mar. 

19 Pues así dice el Señor, Yave: 
Cuando yo le torne en ciudad desierta, 
como las ciudades deshabitadas; cuan¬ 
do haga yo subir el abismo contra ti, 
v te cubra la inmensidad de las aguas, 
20 le haré bajar con los que cayeron 
en la Tosa, con los pueblos de otros 
tiempos, y te pondré en las profun¬ 
didades de la tierra, en las eternas 
soledades, junto a los que bajaron a 
la fosa; y no serás habitada jamás, 
\ daré tu gloria a las tierras de los 
vivientes. 21 Te reduciré a la nada, 
no serás ya más. Te buscarán y 
nunca ya más te hallarán, dice el 
Señor, Yave. 


(tontm Tiro. 

‘27 Kuéme dirigida la palabra de 
“ 4 Yave, diciendo: 2 Tú, hijo de 
hombre, haz a Tiro una elegía. 3 Di 
a 'Piro: ¡Oh tú, la que te asientas a la 
orilla del mar, la que comercias con 
los pueblos de numerosas islas! Así 
habla el Señor, Yave: Tiro, tú te 
decías: Yo soy de perfecta hermosura. 
4 Mis dominios están cu el corazón 
de los mares, los que te edificaron te 
hicieron perfectamente hermosa, 5 de 
ciprcscs de Sumir hicieron todas tus 
tillas; de cedros del Líbano, tus más 
tiles; 6 tus remos, de encinas de Basan; 
tus bancos, de boj incrustado de 
marfil, traído de las islas de Quitini. 

7 De lino recamado del Egipto 
eran tus velas y lus toldos; de jacinto 
y púrpura de las islas ele Elisa tus 












EZEQUIEL, 28 


pabellones. 8 Los habitantes de Sidón 
y de Arvad eran tus remeros, y ios 
más expertos entre ti, ¡oh Tiro!, 
tus pilotos. 0 Ancianos de Guebal 
con sus más hábiles obreros calafa¬ 
teaban tus junturas. Todas las naves 
del mar, con sus navegantes, estaban 
dentro de ti para cambiar sus mer¬ 
cancías. 

10 De Persia, de Put y de Lud, 
eran los soldados de tu ejército, tus 
hombres de guerra. Suspendían en 
medio de ti escudos y yelmos, dán¬ 
dote esplendor. 11 Hijos de Arvad 
y de Helec guarnecían tus murallas, 
y los Gamadim tus torres; todos en 
torno en tus murallas colgaban sus 
escudos, coronando tu belleza. 

12 Los de Tarsis traficaban con¬ 
tigo en gran abundancia de produc¬ 
tos de toda suerte. En plata, hierro, 
estaño y plomo te pagaban tus mer¬ 
cancías. 13 Javán, Tubal y Mosoc, 
comerciaban también contigo y cam¬ 
biaban tus mercaderías por esclavos 
y objetos de bronce. 14 Los de la casa 
de Togorma pagaban tus mercancías 
con caballos de tiro y de carrera y 
mulos. 15 Los hijos de Dcdán trafi¬ 
caban contigo; el comercio de nume¬ 
rosas islas estaba en tus manos y te 
pagaban con dientes de marfil y con 
ébano. 16 Aram cambiaba contigo 
sus muchos productos, y te pagaba 
con malaquita, púrpura, recamados, 
lino, coral y rubíes. 

17 Contigo comerciaban Judá y la 
tierra de Israel, y te daban como pre¬ 
cio el trigo de Minit, perfumes, miel, 
aceite y bálsamo. 18 Traficaba contigo 
Damasco, pagándote con sus muchos 
productos y sus bienes de toda suerte, 
vino de Helbón y lana de Sahar. 
19 Los de Vedán y Jayín de Uzal te 
pagaban con hierro elaborado, casia 
y caña aromática. 20 Dan traficaba 
contigo en sillas de cuero para mon¬ 
turas. 

21 La Arabia y los príncipes de Ccdar 
eran tus proveedores, y comerciaban 
con corderos, carneros y machos ca¬ 
bríos. 22 Los mercaderes de Seba y 
de Ragma comerciaban contigo, cam¬ 
biaban tus mercancías por los más 
exquisitos aromas, piedras precio¬ 
sas y oro. 23 Harrán, Cañe y Edén, 
Asur y Quilmad, traficaban contigo. 
24 Negociaban contigo en muchas co¬ 
sas, vestidos preciosos, mantos de ja¬ 
cinto recamado, tapices tejidos en 
varios colores, fuertes y retorcidas 
cuerdas, en tu mercado. 25 Las naves 


de Tarsis eran las caravanas que te 
traían tus mercancías. Así llegaste a 
ser opulenta y muy gloriosa en el 
seno de los mares, 26 En el seno de 
las profundas aguas, a donde te con¬ 
ducían tus remeros, pero el viento 
solano te precipitará al seno del 
mar. 

27 Tus riquezas, tus mercancías, tu 
tráfico, tus marineros, pilotos y cala¬ 
fates, los mercaderes de tu tráfico, 
todos los guerreros que en ti hay, 
con toda la muchedumbre que te 
llena, caerán en el corazón del mar 
el día de tu ruina. 28 Al estrépito de 
los gritos de tus marineros temblarán 
las playas. 29 Bajarán de tus naves 
cuantos manejan el remo, y todos, 
marineros y pilotos del mar, se que¬ 
darán en tierra. 30 Alzarán a ti sus 
clamores y darán amargos gritos; echa¬ 
rán polvo sobre sus cabezas y se re¬ 
volcarán en la tierra. 31 Se raerán 
por ti los cabellos en torno, y se ves¬ 
tirán de saco; te llorarán en la amar¬ 
gura de su alma con amarga aflicción; 
32 te lamentarán con elegías y dirán 
de ti: ¿Quién babía que fuera como 
Tiro, ahora silenciosa en medio del 
mar? 

33 Con las mercancías que tú saca¬ 
bas de los mares, saciabas a numero- 
ros pueblos; con la muchedumbre de 
tus riquezas y de tu comercio enrique¬ 
cías a los reyes de la tierra; 34 y yaces 
ahora sepultada en el mar, en lo 
profundo de las aguas, y conligo ca¬ 
yeron tu tráfico y toda tu gran mu¬ 
chedumbre. 35 Quedáronse atónitos 
sobre ti los habitantes de las islas, 
y los reyes de ellas están temblando 
de espanto, demudado el rostro. 
36 Los mercaderes de los pueblos sil¬ 
ban contra ti; has sido aniquilada, ya 
no serás más. 


Contra el rey <le Tiro. 

1 Fuéme dirigida la palabra de 
Yavc, diciendo: 2 Hijo de hom¬ 
bre, di al príncipe de Tiro: Así habla 
el Señor, Yavc: Por cuanto se enso¬ 
berbeció tu corazón y dijiste: «Soy 
un dios, habito en el corazón de los 
mares en la morada de Dios», y siendo 
tú un hombre, no un dios, igualaste 
tu corazón al corazón de Dios, 3 cre¬ 
yéndote más sabio que Daniel, que 
ningún secreto se te ocultaba; 4 que 
con tu sabiduría y tu prudencia creas¬ 
te tu poderío, y acumulaste el oro 







EZEQUIEL, 29 


728 


y la plata en tus tesoros, 5 y con tu 
gran sabiduría y tu comercio acre 
centaste tu poder, y en tu potencia 
se ensoberbeció tu corazón; 

6 , Por eso, así dice el Señor, Yave: 
Pues que hiciste tu corazón igual al 
corazón de Dios, 7 yo traeré contra 
ti a los extranjeros, a los más feroces 
de los pueblos, que desenvainarán la 
espada contra la belleza de tu arte 
y profanarán tus esplandores. 8 Te 
harán bajar a la huesa, y morirás 
con la muerte de los que mueren en 
medio de los mares. 9 ¿Dirás va ante 
tu matador: Yo soy un dios? Hombre 
eres, no eres dios, en las manos de 
tu matador. 10 Morirás la muerte de 
los incircuncisos, a manos de extran¬ 
jeros, porque he hablado yo, dice el 
Señor, Yave. 


Elegía del rey de Tiro. 

11 Fuéme dirigida la palabra de 
Yave diciendo: '2 Hijo de hombre, 
canta una elegía al príncipe de Tiro, 
y di le: Así habla el Señor, Yave: Eras 
el sello de la perfección, lleno de sa¬ 
biduría y acabado en belleza. 13 Habi¬ 
tabas en el Edén, en el jardín de 
Dios, vestido de todas las preciosi¬ 
dades. El rubí, el topacio, el dia¬ 
mante, el crisólito, la piedra de ónice, 
el berilo, el zafiro, el carbunclo y la 
esmeralda y el oro te cubrían; tus 
tambores y tus flautas estuvieron a 
tu servicio, dispuestos para el día 
en que fuiste hecho rey. 

14 Eras un querubín protector, de 
alas desplegadas. Yo te puse en el 
monte santo de Dios, y andabas en 
medio de los hijos de Dios. 16 Fuiste 
perfecto en tus caminos, desde que 
fuiste creado hasta el día en que fué 
hallada en ti la iniquidad. 16 Por la 
muchedumbre de tus contrataciones, 
se llenaron tus estancias de violencia; 
y pecaste, y te arrojé del monte 
santo y te eché de entre los hijos de 
Dios, joh querubín protectorl 

17 Ensoberbecióse tu corazón de tu 
hermosura, y se corrompió tu sabi¬ 
duría, y a pesar de tu esplendor, por 
tus muchos y grandes delitos yo te 
eché por tierra, y te doy en espec¬ 
táculo a los reyes, 18 por la muche¬ 
dumbre de tus* iniquidades. Por la 
injusticia de tu comercio profanaste 
tus santuarios; y yo haré salir de en 
medio de ti un fuego devorador, y 
te reduciré a cenizas en medio de la 


tierra, a los ojos de cuantos te miran. 
19 Todos cuantos de entre los pueblos 
te conocen se asombrarán de ti. Serás 
el espanto de todos, y dejarás de exis¬ 
tir para siempre. 


Contra Sidón. 

20 Fuéme dirigida la palabra de 
Yave, diciendo: 21 Hijo de hombre, 
vuélvete de cara a Sidón y profetiza 
contra ella. 22 Di: Así habla el Señor, 
Yave: Heme aquí contra ti, Sidón. 
Yo seré glorificado en medio de ti, 
y sabrán que yo soy Yave, cuando la 
juzgue y manifieste en medio de ella 
mi santidad. 23 Mandaré a ella la 
peste, y la sangre a sus calles, y cae¬ 
rán en ella los muertos a la espada 
que todo en torno la rodearán, y 
sabrán que yo soy Yave, 24 Y no será 
ya para la casa de Israel un aguijón 
punzante, un espino desgarrador en 
medio de cuantos la rodean y la 
aborrecen. 

25 Así dice el Señor, Yave: Cuando 
reúna yo a la casa de Israel de en 
medio de todos los pueblos en (pie 
se dispersó, yo me glorificaré ante 
las gentes, y habitarán en la tierra 
que di a mi siervo Jacob; 26 habita¬ 
rán en ella seguros, y construirán en 
ella casas y plantarán viñas; habi¬ 
tarán en seguridad cuando haga yo 
justicia en todos aquellos que en 
torno a ella la aborrecen, y sabrán 
que yo, Yave, soy su Dios. 


OltACVLOS COXTHA EGIPTO 


Primor oráculo. 

9Q 1 El año décimo, el décimo mes, 
~ J a doce del mes, fuéme dirigida 
la palabra de Yave, diciendo: 2 Hijo 
de hombre, vuelve tu rostro hacia 
el Faraón, rey de Egipto, y profetiza 
contra el Egipto entero; 3 habla y di: 
Así dice el Señor, Yave: iHeme aquí 
contra ti, oh Faraón, rey de Egiptol 
Cocodrilo gigantesco, echado en medio 
de tus ríos, te dijiste: Míos son los 
ríos, yo mismo los lie excavado. 

4 Yo pondré un aro en tus quijadas, 
y te sacaré de cu medio de tus ríos, 
con todos los peces que hay en ellos, 
pegados a tus escamas, 6 y te arro¬ 
jaré al desierto a ti y a todos los 







EZEQUIEL, 30 


720 


peces de tus ríos; y caerás en la su¬ 
perficie de los campos, y no serás 
recogido ni levantado; v te daré en 
pasto a las fieras de la tierra y a las 
aves del cielo, 6 y todos los habitan¬ 
tes del Egipto sabrán que yo soy 
Ya ve, por haber sido tú báculo de 
caña para la casa de Israel, 7 que te 
rompiste cuando te cogieron en la 
mano, traspasando sus flancos. Cuan¬ 
do en ti se apoyaron te quebraste, 
deslomándolos enteramente. 

8 Por eso, así dice el Señor, Yave: 
Yo haré venir la espada sobre ti, y 
exterminaré hombres y bestias en 
medio de ti; 9 y la tierra de Egipto 
se tornará en soledad y desierto, y 
sabrán que yo soy Yave, por haber 
dicho; Míos son los ríos, yo los he 
hecho. 10 Por eso, heme aquí contra 
ti y contra tus ríos; yo haré del 
Egipto desierto y soledad, desde 
Migdol hasta Siene, hasta las fronte¬ 
ras de Etiopía. 11 No pasará por él 
pie de hombre, ni pie de animal pasa¬ 
rá por allí, y quedará por cuarenta 
años deshabitado. 12 Yo haré del 
Egipto una tierra desierta entre las 
desiertas, y serán sus ciudades de¬ 
siertas entre las ciudades desiertas 
durante cuarenta años; y diseminaré 
a los egipcios entre las naciones y 
los dispersaré en varias tierras. 

13 Así dice el Señor, Yave: Al cabo 
de cuarenta años reuniré al Egipto de 
entre los pueblos a que le había dis¬ 
persado; 14 y mudaré la suerte del 
Egipto y le llevaré a la tierra de 
Patros, a la tierra de sus orígenes, 
y allí formará un modesto reino! 
15 será el más humilde de los reinos, 
y no volverá a alzarse sobre las na¬ 
ciones. Le disminuiré para que no 
pueda enseñorearse de las gentes. 
18 No será ya este reino para Israel 
apoyo de confianza, sugestión de ini¬ 
quidad, a la cual se vuelva, y sabrán 
que yo soy Yave. 


Segundo oráculo. 

17 El año veintisiete, el primer mes, 
en el primer día del mes, me fué diri¬ 
gida la palabra de Yave, diciendo: 
48 Hijo de hombre, el rey Nabucodono- 
sor, rey de Babilonia, ha hecho pres¬ 
tar a su ejército un largo servicio 
contra Tiro. Encalveciéronse todas las 
cabezas, todos los hombres quedaron 
rapados, y no hubo ni para él ni para 
su ejército paga de Tiro por el ser¬ 


vicio prestado contra ella. 19 Por 
tanto, así dice el Señor, Yave: Doy 
a Nabucodonosor, rey de Babilonia, 
la tierra de Egipto; él tomará sus ri¬ 
quezas y cogerá sus despojos. Pillará 
su botín, y esto será la paga para su 
ejército. 20 En pago del servicio pres¬ 
tado contra Tiro, yo le doy el Egipto, 
porque fué para mí para quien tra¬ 
bajaron, dice el Señor, Yave. 21 En 
ese día yo haré nacer el cuerno de la 
casa de Israel. Y abriré en medio 
de ellos tu boca, y sabrán que yo 
soy Yave. 


Torcer oráculo. 

OA 1 Fuéme dirigida la palabra de 
OU Yave, diciendo: 2 Hijo de hom¬ 
bre, profetiza y di: Así habla el Señor, 
Yave: 3 Vociferad: ¡Desdichado día!; 
porque viene, se acerca, el día de 
Yave. Día tenebroso. Llega la hora 
de las gentes. 4 Veifdrá la espada 
sobre el Egipto y la angustia sobre la 
Etiopía, cuando caigan los muertos 
en Egipto y sean apresadas sus mu¬ 
chedumbres y destruidos sus cimien¬ 
tos. 

5 La Etiopía, las gentes de Put y 
de Lud, toda suerte de pueblos, las 
gentes de Cub y las tierras aliadas, 
caerán con ellos a la espada. 6 Así 
dice Yave: Caerán los apoyos del 
Egipto, se desvanecerá la altivez de 
su poderío. Desde Migdol hasta Siene 
caerán a la espada, dice el Señor, 
Yave. 7 Quedará desolado entre las 
tierras desoladas, y sus ciudades con 
las ciudades en ruina. 8 Se sabrá en¬ 
tonces que yo soy Yave, cuando 
pegue fuego al Egipto y quebrante 
todos sus apoyos. 9 Aquel día partirán 
mensajeros de mi parte, que irán a 
esparcir el terror en la confiada Etio¬ 
pía, y serán presa de la angustia, 
cuando le venga al Egipto su día, 
que se acerca. 

10 Así dice el Señor, Yave: Haré 
cesar el tumultuar del Egipto, por 
mano de Nabucodonosor, rey de Ba¬ 
bilonia. 11 El y sus gentes, los vale¬ 
rosos entre los pueblos, serán llevados 
a devastar la tierra, y desenvainará 
su espada contra el Egipto, y llena¬ 
rán de muertos su tierra; 12 y secaré 
sus ríos, venderé esa tierra y cuanto 
tiene a gentes feroces, y devastaré su 
tierra y cuanto en ella hay, por mano 
de extranjeros: yo, Yave, lo digo. 

13 Así dice el Señor, Yave; Des- 







EZEQÜIEL, 31 


7,‘in 


truirc sus ídolos, haré desaparecer los 
dioses falsos de Mcmfis, y no se al¬ 
zará ya príncipe alguno en la tierra 
de Egipto. 14 Echaré el terror sobre 
la tierra de Egipto; devastaré a Pa¬ 
iros, pegaré fuego a Tanis, haré jus¬ 
ticia en Tebas; 15 derramaré mi ira 
sobre Pelusio, el baluarte del Egipto, y 
exterminaré a la muchedumbre de 
Tebas. 16 Pondré fuego al Egipto, 
Sin se dolerá sobremanera, se abrirá 
brecha en Tebas, y Memfis será con¬ 
quistado por los enemigos en pleno 
día. 

17 Las juventudes de Tebas y de 
Rubastis caerán a la espada, y sus 
mujeres irán al cautiverio. 18 En Taf- 
nis se oscurecerá el día cuando des¬ 
broce los cetros de Egipto y aniquile 
el orgullo de sus fuertes. Quedará 
envuelto en tinieblas y sus hijas serán 
llevadas cautivas. 19 Haré justicia en 
Egipto, y sabrá que yo soy Ya ve. 

talarlo oráculo. 

20 El año undécimo, el primer mes, 
el día siete del*mes, me fué dirigida 
la palabra de Yave, diciendo: 21 Hijo 
de hombre, yo he roto el brazo del 
Faraón, rey de Egipto, y no ha sido 
vendado ni fajado, ni entablillado 
para soldar la rotura y que pueda 
manejar la espada. 22 Por tanto, así 
dice el Señor, Yave: Heme aquí contra 
el Faraón, rey de Egipto. Yo le rom¬ 
peré los brazos, el sano y el quebrado, 
y haré que la espada se le caiga de 
la mano; 23 y diseminaré a los egip¬ 
cios entre las gentes, y los aventaré 
por las tierras; 24 y fortaleceré los 
brazos del rey de Babilonia, y pondré 
mi espada en su mano; pero quebraré 
los brazos del Faraón, que delante 
de aquel gemirá con gemidos de heri¬ 
do de muerte. 25 Fortaleceré los bra¬ 
zos del rey de Babilonia, y se caerán 
los brazos del Faraón, y sabrán que 
yo soy Yave, cuando ponga mi es¬ 
pada en mano del rey de Babilonia, 
y la esgrima él contra la tierra de 
Egipto. 26 Esparciré a los egipcios 
entre las gentes y los aventaré por 
las tierras, y sabrán que yo soy Yave: 

(Juiuto oráculo. 1.a roída de Asur, 
íijjtiru de la de Kqipto. 

1 1 2 El año undécimo, el tercer 

1 mes, el primero del mes, fuéme 
dirigida la palabra de Yave, diciendo. 

2 i fijo de hombre, di al Faraón, rey 


de Egipto, y a su pueblo: ¿A quién 
te igualaste en tu grandeza? 3 Era 
Asur cedro del Líbano, soberbio de 
su fronda y de sublime altura, que 
mecía su copa entre las nubes. 4 Las 
aguas le hicieron crecer, el abismo le 
encumbró; corrían ríos cerca del lu¬ 
gar en que estaba plantado, y man¬ 
daba sus influencias a todos los árboles 
del campo. 6 Por eso se encumbró 
sobre todos los árboles del campo, 
y se multiplicaron sus ramas y su 
fronda se extendió, por la abundan¬ 
cia de aguas que le hacían crecer. 

6 Anidaban en sus ramas todas las 
aves del cielo y parían bajo sus copas 
todas las bestias del campo, y eran 
muchos los pueblos que habitaban a 
su sombra. 7 Era hermoso por su 
grandeza, por la extensión de sus 
ramas, por tener sus raíces metidas 
en abundantes aguas. 8 No le sobre¬ 
pujaban los cedros del jardín de Dios; 
no se le asemejaban en la fronda los 
cipreses; no eran los. plátanos como 
una de sus ramas; ningún árbol del 
jardín de Dios le igualaba en hermo¬ 
sura. 9 Yo le había hecho hermoso 
y frondoso, y todos los árboles del 
Edén le miraban con envidia. 

10 Por eso, así dice el Señor, Yave, 
Ya que por ser encumbrado en al¬ 
tura, alzando tu cima hasta las nubes, 
se embriagó su corazón de la propia 
alteza, 11 le he dado yo en las manos 
del héroe de las gentes, que le tra¬ 
tará según su maldad. Le he desecha¬ 
do. 12 Extranjeros, los más feroces 
de los pueblos, le abatieron; cayeron 
sus ramas por los montes y por todos 
los valles, quedó destrozada su fronda 
por todas las pendientes de la tierra, 
y esquivando su sombra, todos los 
pueblos de la tierra le abandonaron. 
13 Posáronse sobre sus restos todas 
las aves del cielo y en sus ramas hi¬ 
cieron sus yacijas todas las bestias 
del campo: 14 para que no se exalten 
en su altura los árboles todos de junto 
a bis aguas, V no lancen su cima 
hasta las nubes, y no confíen en su 
altura cuantos son regados por las 
aguas, porque lodos están destinados 
a morir, a ir a la morada subterránea, 
entre los hijos de. los hombres que 
bajan a la fosa. 

15 Asi dice el Señor, Yave: El día 
en que bajó al sepulcro, enluté el 
abismo, retuve el curso de los ríos 
y se estancaron las aguas caudalosas; 
entristecí al Líbano por él, v se seca 
ron lodos los árboles del campo. 16 Pon 










EZEQUIEL, 32 


el fragor de su ruina luce temblar a 
las gentes. Cuando le hice bajar al 
sepulcro entre aquellos que bajan a 
la fosa, se consolaron en la morada 
subterránea todos los árboles del 
Edén, y los más hermosos y selectos 
del ¿abano, todos regados por las 
aguas. 17 También bajarán ellos al 
sepulcro con él, hacia los muertos a 
la espada, los que fueron su brazo 
y se acogieron a su sombra en medio 
de las gentes. 

18 ¿A quién te asemejas tú por 
gloria y por grandeza entre los árbo- 
els del Edén? Pues también tú serás 
llevado con los árboles del Edén a 
la morada subterránea. Yacerás entre 
los incircuncisos, con los traspasados 
por la espada. Eso será del Faraón y 
de toda su gente, dice el Señor, Yave. 


Elegía de la ruina de Egipto. 

32 1 nño duodécimo, el duodé- 

w cimo mes, el día primero del 
mes, me fué dirigida la palabra de 
Yave, diciendo: 2 Hijo de hombre, 
canta una elegía al Faraón, rey de 
Egipto, y di: Eras como el león de 
las gentes, eras como él cocodrilo de 
los mares: con tus narices hacías her¬ 
vir las aguas, y enturbiabas con tus 
patas los canales. 3 Así dice el Señor, 
Yave: Yo te tenderé mi red con una 
turba de pueblos que te subirán en 
mi esparavel, 4 y te echaré en tierra 
seca, y te dejaré en medio del campo. 
Haré venir sobre ti todas las aves 
del cielo, y saciaré de ti a todas Jas 
bestias de la tierra. 5 Esparciré tus 
carnes* por los montes y llenará de 
tu carroña los valles. 6 Regaré con tu 
sangre la tierra por donde nadas, la 
regaré. Regaré con ella hasta los 
montes y de ella se cubrirán los ca¬ 
nales. 

7 Al apagar tu luz, velaré los cielos 
y oscureceré las estrellas. Cubriré 
de nubes el sol y la luna no resplan¬ 
decerá; 8 todos los astros que brillan 
en los cielos se vestirán de luto por 
ti, y se extenderán las tinieblas sobre 
la tierra, dice el Señor, Yave. 9 Lle¬ 
naré de horror el corazón de muchos 
pueblos, cuando lleve al cautiverio 
a los tuyos, a tierras que no conocen; 
10 dejaré por ti atónitos a muchos 
pueblos, y a sus reyes que temerán 
por sí, cuando comience a volar a su 
vista contra ti mi espada, al tiempo 
de tu ruina. 


731 


u Porque así dice el Señor, Yave: 
La espada del rey de Babilonia te 
alcanzará; 12 exterminará a tu pueblo 
con la espada de los fuertes, todos 
valerosos entre los valerosos, que 
destruirán la soberbia del Egipto y 
todas sus muchedumbres serán des¬ 
hechas. 13 Destruiré todos tus ganados 
de sobre las muchas aguas, que no 
enturbiará ya más pie de hombre ni 
pezuña de bestia. 

14 Entonces correrán limpias sus 
aguas, y sus canales se deslizarán 
como el aceite, dice el Señor, Yave. 
15 Cuando tornaré en desierto la tie¬ 
rra de Egipto, y asolaré cuanto la 
llena. Cuando heriré a todos cuantos 
la habitan, que sabrán que yo soy 
Yave. 16 Esta es la elegía que can¬ 
tarán: la cantarán las hijas de las 
gentes, la cantarán del Egipto y de 
todas sus muchedumbres, dice el 
Señor, Yave. 


Otra elegía a Egipto. 

17 El año duodécimo, el quince del 
mes, fuéme dirigida la palabra de 
Yave, diciendo: 18 Hijo de hombre, 
compon un canto lúgubre a la mu¬ 
chedumbre del Egipto. Precipítale a 
él y las hijas de las gentes fuertes, a 
lo profundo de la tierra, con los que 
bajan a la fosa. 19 b 2 °a Baja, y 

yace entre los incircuncisos, cae en¬ 
tre los muertos a la espada. 2 °b La 
espada ha sido ya entregada; traedlo 
a él y a toda su pompa. 21 a En el 
sepulcro se dirigirán a él los fuertes 
entre los fuertes, diciéndole a él y a 
sus auxiliadores: 19 a ¿En qué nos 
superas tú a nosotros? 21 b Baja a 
la fosa, y yace entre los incircuncisos, 
entre los muertos a la espada. 

22 Allí está Asur con todos sus ejér¬ 
citos, cuyos sepulcros están en torno 
de él. 23 Están sepultados en lo pro¬ 
fundo de la fosa rodeándote en torno, 
todos traspasados por la espada, los 
que sembraban el terror en la tierra 
ele los vivos. 

24 Allí Elam, con todas sus mesna¬ 
das en torno de .su sepulcro; todos 
muertos a la espada cayeron, y baja¬ 
ron incircuncisos a lo profundo de la 
fosa. Los que esparcieron el terror 
en la tierra de los vivos trajeron su 
ignominia a lo profundo del abismo. 
25 En medio de los muertos pusieron 
t su lecho para él y sus muchedumbres. 
Sus sepulcros le rodean, todos lucir- 








EZEQUIEL, 33 


732 


cuncisos, muertos a la espada. Sem¬ 
braron el espanto en la tierra de los 
vivos, pero vinieron con su ignominia 
a unirse con los que bajan al se¬ 
pulcro y yacen en medio de los 
muertos. 

26 Allí Mosoc y Túbal, con todos 
sus ejércitos, cuyos sepulcros les 
rodean; todos incircuncisos, muertos 
a la espada, los que aterrorizaban a 
la tierra de los vivos. 27 No yacen 
entre los héroes que cayeron entre 
los incircuncisos y bajaron a la mo¬ 
rada de los muertos con sus armas 
de guerra, la espada bajo sus cabezas 
y el escudo sobre sus huesos, con haber 
sido el terror de los valientes en la 
tierra de los vivos. 28 También tú 
serás quebrantado entre los incircun¬ 
cisos y yacerás con los muertos a la 
espada. 

29 Allí está Edom, sus reyes y sus 
príncipes todos, que a pesar de su 
valor yacen entre los muertos a la 
espada, y duermen con los incircun¬ 
cisos, con los que bajaron a la fosa. 
30 Allí están todos los príncipes del 
septentrión y todos los Sidonios, que 
con su ignominia descendieron a los 
muertos, a pesar del terror que ins¬ 
piraba sil valor. Incircuncisos se acos¬ 
taron con los muertos a la espada, y 
comparten su ignominia con los que 
bajan a la fosa. 

31 El Faraón los verá y se consolará 
de sus muchedumbres, de los suyos, 
muertos a la espada y de todo su 
ejército, dice el Señor, Ya ve. 32 Por¬ 
que yo sembraré mi terror en la tierra 
de los vivos y se acostarán en medio 
de los incircuncisos, con los muertos 
a la espada, el Faraón y todas sus 
muchedumbres, dice el Señor, Yave. 


El profeta, atalaya del pueblo. 

33 1 Fuéine dirigida la palabra de 
Yave, diciendo: 2 Hijo de hom¬ 
bre, habla a los hijos de tu pueblo y 
diles: Si hiciere yo venir la espada 
sobre una tierra, y la gente de la 
tierra toma un hombre de su terri¬ 
torio y lo pone por atalaya, y éste, 
viendo venir la espada sobre la 
tierra, toca la bocina para dar al 
pueblo la alarma. 4 Si el que oye el 
sonido de la bocina no se apercibe 1 
y llegando la espada Le hiere, su 
sangre será sobre su cabeza. 5 Oyó 
el sonido de la bocina y no se aper¬ 
cibió, su sangre será sobre él. Si se 


hubiese apercibido, habría salwdo su 
vida. 6 Mas si el atalaya, por lo con¬ 
trario, viendo llegar "la espada no 
toca la bocina para que la gente se 
aperciba, y llegando la espada hiere 
a alguno de ellos, éste quedará preso 
en su propia iniquidad, pero yo 
demandaré su sangre al atalaya. 

7 Mira, pues, ¡oh hijo de hombrel: 
Yo te he puesto por atalaya de la 
casa de Israel. Cuando oigas de mi 
boca la palabra, apercíbelos de parte 
mía. 8 Si yo digo al impío: ]Impío, 
vas a morir! Si tú no hablas al impío 
para apercibirle de su mal camino, 
el impío morirá por su iniquidad, 
pero de su sangre te pediré yo cuenta 
a ti. 9 Pero si tú apercibiste al impío 
de su camino para que se apartase 
de él, y él no se apartó, él morirá por 
su iniquidad, pero tú habrás salva¬ 
do tu alma. 


1.a salud por la penitencia. 

10 Di, ¡olí hijo de hombrel, a la 
casa de Israel: Vosotros decís: Lle¬ 
vamos sobre nosotros nuestros peca¬ 
dos y nuestras rebeliones, y por eso 
nos vamos consumiendo: ¿cómo vamos 
a vivir? 11 Diles: Por mi vida, dice 
el Señor, Yave, que yo no me gozo 
en la muerte del impío, sino en que 
él se retraiga de su camino y viva. 
Volveos, volveos de vuestros malos 
caminos: ¿Por qué os empeñáis en 
morir, casa de Israel? 

12 Hijo de hombre, di también a 
los hijos de tu pueblo: La justicia 
del justo no le salvará el día en que 
pecare, y la impiedad del impío no 
le será estorbo el día en (pie se con¬ 
vierta de su iniquidad, como no 
vivirá el justo por su justicia el día 
en que pecare. 13 Diciendo yo al justo: 
De cierto vivirás: Si él, fiado en sil 
justicia, comete maldad, no serán 
traídas a la memoria todas sus justi¬ 
cias, sino que por la iniquidad que 
cometió morirá. 14 Y diciendo yo al 
impio: De cierto morirás: Si él se 
convirtiere de su pecado, e hiciere 
juicio y justicia; 15 «si devolviere la 
prenda, restituyere lo robado v cami¬ 
nare por los mandatos de vida, no 
haciendo iniquidad, ciertamente vi¬ 
virá, no morirá. 16 No se recordará 
ninguno de los pecados que cometió; 
hizo juicio y justicia, y de cierto vi¬ 
virá. 

17 Y dirán los hijos de tu pueblo* 











EZEQUIEL, 34 


733 


No es recta la vía del Señor. ¡Las 
suyas no son rectasl 18 Si el justo se 
aparta de su justicia y hace iniquidad, 
morirá por ésta, 19 y si el impío se 
aparta de su iniquidad y hace juicio 
y justicia, por esto vivirá. 20 Y decís: 
No es recta la via del Señor. Yo os 
juzgaré, ;oh casa de Israelí, a cada 
uno conforme a sus caminos. 

21 El año duodécimo de nuestro 
cautiverio, el mes décimo, a cinco 
del mes, vino a mí un escapado de 
Jerusalén, diciendo: La ciudad ha 
sido tomada. 22 La tarde anterior, 
antes que llegase el fugitivo, había 
sido sobre mí la mano de Yave, que 
abrió mi boca a la llegada del fugi¬ 
tivo, a la mañana; abrióse mi boca 
y en lo sucesivo ya no estuvo mudo. 

23 Y me fué dirigida la palabra de 
Yave, diciendo: 24 Hijo de hombre, 
los que en la tierra de Israel moran, 
en aquellas ruinas andan diciendo: 
Abraham era él solo, y poseyó la 
tierra, pues nosotros somos muchos, 
poseeremos la tierra. 26 Diles, pues: Así 
habla el Señor, Yave: Vosotros ban¬ 
queteáis por los montes, alzáis los 
ojos a vuestros ídolos, derramáis la 
sangre; ¿y vais a poseer la tierra? 

26 Vosotros os apoyáis sobre vuestras 
espadas, hacéis abominaciones, y cada 
cual contamina a la mujer de su 
prójimo, ¿y vais a poseer la tierra? 

27 Diles así: Esto .dice el Señor, Yave: 
Por mi vida, que los que moran entre 
las ruinas perecerán a la espada, y 
los que están en campo abierto los 
daré en pasto a las fieras, y los que 
en las rocas y en las cuevas, morirán 
de peste. 20 Y desolaré la tierra 
hasta destruir su soberbia y su for¬ 
taleza, y los montes de Israel serán 
asolados sin que haya quien por ellos 
pase; 29 y sabrán que yo soy Yave, 
cuando convierta la tierra en un 
desierto por todas las abominaciones 
que han cometido. 

30 Y tú, hijo de hombre, mira que 
los hijos de tu pueblo se burlan de ti 
junto a las paredes y a las puertas 
de sus casas, y hablan los unos con 
los otros, cada uno a su prójimo, 
diciendo: ¡Ea, vamos a oír qué pala¬ 
bra sale de Yave! 31 Y vienen a ti 
como a las asambleas, y se sientan 
delante de ti los de mi pueblo, para 
escuchar tus palabras, pero *uego 
no las ponen por obra; y mientras 
me halagan con su boca, se va su 
corazón tras su avaricia. 32 Eres 
para ellos cantor gracioso, de hermosa 


voz y maestro en el canto; oyen tus 
palabras, pero de ponerlas por obra, 
nada. 33 Mas cuando ello viniere, 
y viene ya, sabrán que hubo entre 
líos un profeta. 

Los malos pastores. 

Q J 1 Fuéme dirigida la palabra de 
Yave, diciendo: 2 Hijo de hom¬ 
bre, profetiza contra los pastores de 
Israel. Profetiza diciéndoles: Así habla 
el Señor, Yave: ¡Ay de los pastores 
de Israel que se apacientan a sí 
mismos! ¿Los pastores no son para 
apacentar el rebaño? 3 Pero vosotros 
coméis su grosura, os vestís de su 
lana, matáis lo que engorda, no apa¬ 
centasteis a las ovejas. 4 * No confor¬ 
tasteis a las flacas, no curásteis a las 
enfermas, no vendasteis a las heridas, 
no redujisteis a las descarriadas, no 
buscasteis a las perdidas, sino que 
las dominabais con violencia y con 
dureza. 6 Y así andan perdidas mis 
ovejas, por falta de pastor, siendo 
presa de todas las fieras del campo. 
6 Anaan errantes por montes y colla¬ 
dos, derramadas por toda la haz oe 
la tierra, sin que haya quien las busque 
y las congregue. 

7 Oíd, pues, pastores de Israel, la 
palabra de Yave. 8 Por mi vida, dice 
Yave, que pues mi rebaño ha sido 
depredado, y han sido presa mis ove¬ 
jas de todas las fieras del campo por 
falta de pastor, pues no iban mis 
pastores en pos de mi rebaño, sino 
que le abandonaron, apacentándose 
a sí mismos, no a mi grey; 9 oíd, por 
tanto, ¡oh pastores!, la palabra de Yave: 

10 Así habla el Señor, Yave: Heme 
aquí contra los pastores, para reque¬ 
rir de su mano mis ovejas. No les 
dejaré ya rebaño que apacienten, no 
serán más pastores que a sí mismos se 
apacienten. Les arrancaré de la boca 
mis ovejas, no serán ya más pasto 
suyo. 11 Porque así dice el Señor, 
Yave: Yo mismo iré a buscar a mis 
ovejas y las reuniré (1). 

El pastor fiel. 

12 Como recuenta el pastor a sus 
ovejas el día en que la tormenta 


(i) Este capítulo, escrito después de la ruina 

definitiva de Judá, está dedicado a levantar el 

ánimo de los cautivos con la esperanza de la 

, restauración, enlazada con la promesa me- 

siánica. 









EZEQUIEL, 35 


731 


dispersa a la grey, asi recontaré yo 
mis ovejas, y las pondré en salvo en 
todos los lugares en que fueron dis¬ 
persadas el día del nublado y las tinie¬ 
blas; 13 > las retraeré de en medio de 
las gentes, V las reuniré de todas las 
tierras, y las llevare a su tierra y las 
apacentaré sobre los montes de Israel, 
y en los valles de todas las regiones 
del país. 14 Las apacentaré en pastos 
pingües y tendrán su ovil en las 
más altas cimas de Israel. Allí ten¬ 
drán cómoda majada y pingües pastos 
en los montes de Israel. 

15 Yo mismo apacentaré a mis ove¬ 
jas, y yo mismo las llevaré a la ma¬ 
jada, dice el Señor, Yavc. 16 Buscaré 
la oveja perdida, traeré la amontada, 
vendaré la perniquebrada, v curaré 
la enferma; y mataré las gordas y 
robustas, las apacentaré con justicia. 
17 Y tú, rebaño mío, así dice el Señor, 
Yave: Yo mismo juzgaré entre oveja 
y oveja, entre carneros y machos 
cabríos. 18 ¿No os bastaba a vos¬ 
otros apacentaros de lo mejor de los 
pastos, que pisoteabais además con 
vuestras pezuñas el resto del pasto? 
Beber el agua clara y no enturbiar 
con vuestras pisadas la que queda? 
19 ¿Ovejas mías van a tener que 
comer lo que vosotros hollasteis con 
los pies y beber lo que con ellos entur¬ 
biasteis? 

20 Por eso, así dice el Señor, Yavc: 
Yo juzgaré cnlrc la oveja gorda y la 
oveja flaca; 21 Y como empujáis 
con el flanco y las espaldas v acor¬ 
neáis con los cuernos a las débiles, 
hasta que las echáis y las lineéis 
descarriar, 22 yo protegeré a mis 
ovejas para que no se descarríen, y 
juzgaré entre oveja y oveja. 

Pastor único, el nuevo Ihniil. 

23 Suscitaré para ellas un pastor úni¬ 
co, que las apacentará. Mi siervo Da¬ 
vid, él las apacentará, él será su pas¬ 
tor. 21 Yo, Yavc, seré su Dios, y mi 
siervo David será príncipe de ellas. 
Yo, Yavc, lo he dicho. 

25 Haré con' ellas alianza de paz, 
haré desaparecer de la tierra las 
fieras, y andarán tranquilas por el 
desierto, y se reposarán en la selva. 
2(i Haré de ellas y de los alrededores 
de mi collado una bendición. Man¬ 
daré a su tiempo las lluvias, lluvias 
de bendición. 27 Darán sus frutos los | 
árboles del campo, y la tierra los suyos. 


Habitarán en su tierra en seguridad 
y sabrán que vo soy Yave, cuando 
rompa las coyundas de su yugo y las 
arranque de ias manos de íos que las 
esclavizaron. 

28 No serán ya más presa de las 
gentes, no las devorarán las fieras 
del campo, sino que habitarán en 
seguridad sin que nadie las espante. 
29 Les suscitará una prole de renom¬ 
bre; no los consumirá ya más el 
hambre, ni serán más el escarnio 
de las gentes. 30 Conocerán entonces 
que yo, Yavc, soy su Dios, y estoy 
con ellos, y que ellos, la casa de 
Israel, son mi pueblo, dice el Señor, 
Yavc. 31 Rebaño mío, vosotros sois 
las ovejas de mi grey y yo soy vues¬ 
tro Dios, dice el Señor, Yavc. 


Oráculo contra Pdom. 

J)5 1 Fuéme dirigida la palabra de 

Yave, diciendo: 2 Hijo de hom¬ 
bre, vuelve tu rostro hacia el monte 
Seir, y profetiza contra él. 3 Di le: 

A. sí habla el Señor, Yave: Heme 
aquí contra ti, ¡oh monte Seir! Tam¬ 
bién sobre ti tenderé mi mano, 4 y 
te tornaré en desierto, reduciendo a 
ruinas tus ciudades. Serás asolado y 
sabrás (pie yo soy Yave. 0 Porque 
en tu secular enemiga contra Israel 
pasaste a sus hijas a la espada el 
día fatal de las desventuras, cuando 
llegó a su término la iniquidad. 6 Por 
mi vida, dice el Señor, Yave, te 
daré a la sangre y la sangre te per¬ 
seguirá, por haber perseguido a san- , 
gre, la sangre te perseguirá, 7 y haré 
del monte Seir desierto y soledad, 
sin que haya quien por él vaya ni 
venga; 8 y henchiré de muertos tus 
colinas; en tus montes y en tus valles, 
en el lecho de todos tus torrentes, 
yacerán los muertos a la espada. 

9 Te reduciré a eterna soledad. No 
serán ya habitadas tus ciudades, y 
sabrás que yo soy Yavc, 10 pues que 
te dijiste: Míos serán ambos pueblos 
y ambas lierras, nosotros las posee¬ 
remos, aunque allí esté Yave. 

11 Por mi vida, dice el Señor, Yavc, 
que te trataré conforme a tu ira y al 
furor con que en tu odio los trataron. 

12 Y sabrás que yo soy Yave, cuando 
te juzgue. He oído todas las injurias 
que proferiste contra los montes de 
Israel, diciendo: jDestruídosl Nos los 
dan para que los devoremos. 13 Y os 
insolentasteis de boca contra mí y 














EZEQU1EL, 36 


73í> 


multiplicasteis, oyéndolas yo, vues¬ 
tras palabras contra mí. 

14 Así dice el Señor, Yave: Alegrán¬ 
dose la tierra toda, a ti te tornaré en 
desierto. 15 Como te gozaste en la 
desolación de la heredad de la casa 
de Israel, asimismo haré yo contigo; 
os tornáréis en desierto, ¡oh montes 
de Seirl, y con vosotros Iduinea toda 
entera, y se sabrá que yo soy Yave.» 


Tu vuelta de Israel a su tierra 
por pura misericordia de Dios. 

1 Y ahora, hijo de hombre, pro¬ 
fetiza a los montes de Israel y 
di: Oíd, montes de Israel, la palabra 
de Yave (1): 2 Así habla el Señor, 
Yavc: Pues que el enemigo dijo de 
vosotros: ;Ea! Son ruinas perpetuas, 
se nos dan en posesión a nosotros. 

3 Habla y di: Así habla el Señor, Yave: 
Por eso, porque os asolaron y tra¬ 
garon de todas partes, dándoos por 
heredad a las gentes y haciéndoos 
objeto de habladurías y de escarnios, 

4 Por eso, joh montes de Israel!, 
oíd la palabra de Yave: Así dice el 
Señor, Yave, a los montes y a los 
collados, a los lechos de los torrentes 
y a los valles, a las ruinas desoladas 
y a las ciudades desiertas, que fueron 
ia presa y el sarcasmo de los que de 
los pueblos circunvecinos quedaban. 

5 Por eso, así habla el Señor, Yave: 
Sí, en mi celo y en mi furor hablé 
contra los escapados de los pueblos, 
y contra la Idumea toda entera, que 
se apropiaron mi tierra, con el corazón 
todo alegre y con el desprecio en el 
alma, para despoblarla y depredarla. 
6 Por eso, profetiza a la tierra de 
Israel, y di a los montes y a los colla¬ 
dos, a los lechos de los torrentes y 
los valles: Así habla el Señor, Yave: 
Heme aquí, en mi celo y en mi furor 
lo digo: Ya que habéis soportado el 
escarnio de las gentes, 7 así habla el 
Señor, Yave: Alzo mi mano y juro 
que las gentes que os rodean sopor¬ 
tarán vuestro escarnio, 8 y vosotros, 
montes de Israel, germinaréis, daréis 
ramas y frutos a mi pueblo Israel; 
que va a volver. 9 Porque heme aquí, 


(i) Otro capítulo como el pasado, en el cual 
son muy de notar los versos 25-27, que anuncian 
la efusión del espíritu divino sobre el pueblo de 
Dios, tan maravillosamente cumplida el día de 
Pentecostés. 


a vosotros, a vosotros me vuelvo. 
Todavía seréis labrados y sembrados, 
10 multiplicaréis en vosotros a los 
hombres, la casa de Israel toda entera, 
y serán repobladas las ciudades y 
reconstruidas las ruinas. 

11 Multiplicaré en vosotros a los 
hombres y se multiplicarán los gana¬ 
dos, y estaréis poblados como anti¬ 
guamente, y más todavía que al 
principia, y sabréis que yo soy Yave. 
12 Haré volver a vosotros a los hom¬ 
bres, mi pueblo, Israel, que os posee¬ 
rán y les seréis en heredad y no vol¬ 
veréis a devorarlos. 13 Así dice Yave: 
Pues que andan diciendo de ti: Eres 
una tierra que devora a los hombres 
V mata a sus hijos, 14 no devorarás 
ya más a los hombres, no matarás 
ya más a tus hijos, dice el Señor, 
Yave; 15 y nunca más te haré oír 
los insultos de las gentes, ni tendrás 
que soportar los escarnios de los pue¬ 
blos, y no quedarán los tuyos priva¬ 
dos de hijos, dice el Señor, Yave. 

16 Fucme dirigida la palabra de 
Yave, diciendo: 17 Hijo de hombre, 
cuando moró en su tierra la casa de 
Israel, la contaminaron con sus malas 
obras y sus pecados. Su obrar ante 
mí fué como la inmundicia de la 
menstruada. 18 Por eso descargué yo 
mi ira sobre ellos, por la sangre que 
derramaban en la tierra y por los 
ídolos con que la contaminaron. 
19 Y los he dispersado entre las gen¬ 
tes y han sido esparcidos por todas 
las tierras, juzgándolos conforme a 
sus caminos y a sus obras; 20 y lle¬ 
gados a las gentes a donde fueron, 
éstas profanaron mi santo nombre, 
diciendo de ellos: ¡Estos son el pue¬ 
blo de Yave; han sido echados de su 
tierra! 21 Pero he tenido lástima de 
ellos, al ver mi santo nombre pro¬ 
fanado, por causa de la casa de Israel, 
entre las gentes a las que han sido 
llevados. 

22 Di, pues, a la casa de Israel: así 
habla el Señor, Yave: No lo hago 
por vosotros, casa de Israel, sino 
más bien por el honor de mi nombre, 
profanado por causa vuestra entre 
las gentes a que habéis ido. 23 Yo 
santificaré mi nombre grande, pro¬ 
fanado entre las gentes a causa de 
vosotros en medio de ellas, y sabrán 
las gentes que yo soy Yave, dice el 
Señor, Yave, cuando yo me santi¬ 
ficare en vosotros a sus ojos. 24 Yo 
os tomaré de entre las gentes y os 
reuniré de todas las lierras y os 











736 


EZEQUIEL, 37 


conduciré a vuestra tierra; 26 Y os 
aspergeré con aguas puras y os puri¬ 
ficaré de todas vuestras impurezas, 
de todas vuestras idolatrías. 

26 Os daré un corazón nuevo y 
pondré en vosotros un espíritu nuevo. 
Os arrancaré ese corazón de piedra, 
y os daré un corazón de carne. 27 Pon¬ 
dré dentro de vosotros mi espíritu, 
y os haré ir por mis mandamientos 
y observar mis preceptos y ponerlos 
por obra. 28 Entonces habitaréis la 
tierra que yo di a vuestros padres, 
y seréis mi pueblo, y yo seré vuestro 
Dios. 29 Os libraré de todas vuestras 
impurezas, y llamaré al trigo, y lo 
inultipMcaré, y no tendréis hambre. 
30 Multiplicaré los frutos de los árbo¬ 
les y el de los campos, para que 
nunca más os escarnezcan las gentes 
porque padezcáis hambre. 

31 Vosotros, por vuestra parte, os 
acordaréis de vuestros malos cami¬ 
nos, de vuestras obras, que no fueron 
buenas, y sentiréis vergüenza de vos¬ 
otros mismos por vuestras iniqui¬ 
dades y vuestras abominaciones. 32 No 
lo hago por vosotros, dice el Señor, 
Yave; sabedlo, confundios y aver¬ 
gonzaos de vuestras obras, joh casa 
de Israelí 


Prosperidad del nuevo reino. 

33 Así habla el Señor, Yave: El 
día en que os habré purificado de 
todas vuestras iniquidades, repoblaré 
las ciudades y reconstruiré las ruinas. 
84 La tierra desolada en que el cami¬ 
nante no ve más que desolación, 
volverá a ser labrada, 35 y se dirá: 
Aquella tierra inculta se ha conver¬ 
tido en jardín del Edén; las ciudades 
arruinadas, asoladas y desiertas están 
fortificadas y pobladas, 30 y los pue¬ 
blos que en torno vuestro han sido 
dejados, sabrán que yo, Yave, he 
reedificado vuestras derribadas ruinas 
y lie repoblado de árboles la tierra 
devastada. Yo, Yave, lo he dicho, 
y lo haré. 

37 Así dice el Señor, Yave: Aun 
esto más me dejaré yo inducir a 
hacer por la casa oe Israel: Multi¬ 
plicaré los hombres como se multi¬ 
plican los rebaños; 38 a modo de 
ovejas consagradas, de ovejas de Jeru 
salón en sus solemnidades, así serán 
las ciudades arruinadas, llenas de 
rebaños humanos, y sabrán que yo soy 
Va ve. 


Los huesos secos. 

QT 1 * Fué sobre mí la mano de 

k Yave, y llevóme Yave fuera 
y me puso en medio de un campo 
que estaba lleno de huesos (1). 

2 Hízome pasar por cerca de ellos 
todo en derredor, y vi que eran sobre¬ 
manera numerosos sobre la haz del 
campo, y enteramente secos. 3 Y 
me dijo: Hijo de hombre, ¿revivirán 
estos huesos? Y yo respondí: Señor, 
Yave, tú lo sabes. 4 Y él me dijo: 
Hijo de hombre, profetiza a estos 
huesos y diles: Huesos secos, oíd la 
palabra de Yave. 6 Así dice el Señor, 
Yave, a estos huesos: Yo voy a hacer 
entrar en vosotros el espíritu, y vivi¬ 
réis; 6 y pondré sobre vosotros ner¬ 
vios, y os cubriré de carne, y extende¬ 
ré sobre vosotros piel, y os infundiré 
espíritu, y viviréis, y sabréis que]yo 
soy Yave. 

7 Entonces profeticé yo como se 
me mandaba; y a mi profetizar se 
oyó un ruido, y hubo un agitarse y 
un acercarse huesos a huesos. 8 Miré, 
y vi que vinieron nervios sobre ellos, 
y creció la carne y los cubrió la piel, 
pero no había en ellos espíritu. 9 Dí- 
jome entonces: Profetiza al espíritu, 
profetiza, hijo de hombre, y di al 
espíritu: Así habla el Señor, Yave: 
Ven, ;oh espíritu!, de los cuatro vien¬ 
tos, y sopla sobre estos huesos muer¬ 
tos, y vivirán. 10 Profeticé yo como 
se me mandaba, y entró en ellos el : 
espíritu, y revivieron y se pusieron 
en pie, un ejército grande en ex¬ 
tremo. 

11 Díjome entonces: Hijo de hom¬ 
bre, ^sos huesos son la entera casa 
de Israel. Andan diciendo: Se han 
secado nuestros huesos, ha fallado 
nuestra esperanza, estamos perdi¬ 
dos. 

12 p or eso> profetiza y diles: Así ha¬ 
bla el Señor, Yave: Yo abriré vuestros 
sepulcros y os sacaré de vuestras 
sepulturas, pueblo mío, y os llevaré 
a la tierra de Israel; 13 y sabréis que 
yo soy Yave, cuando abra vuestros 
sepulcros y os saque de vuestras 
sepulturas, pueblo mío, 14 y ponga 
en vosotros mi espíritu y viváis, y 
os dé el reposo en vuestra tierra; 
y sabréis que yo, Yave, lo dije y lo 
hice, dice Yave. 


(i) Esta estupenda visión de Ezequiel repre¬ 

senta la resurrección nacional de Israel y a la 

vez la edad mesiánica. 







EZEQUIEL, 38 


737 


I ii sólo reino bajo el eetro únieo 
del nuevo David. 

15 Fuéme dirigida la palabra de 
Yave, diciendo: 16 Hijo de hombre, 
toma un palo y escribe en él: «Judá y 
los hijos ce Israel que le están unidos.» 
Toma luego otro, y escribe en él: 
«José, el báculo de Efraím y de 
toda la casa de Israel que le está 
unida.» 17 Júntalos luego el uno con 
el otro, para que sean uno solo, y 
uno solo hagan en tu mano. 

18 Y cuando te pregunten los 
hijos de Israel: ¿No nos enseñarás 
qué es eso? 

19 Diles, así habla el Señor, Yave: 
Mirad, yo tomaré el báculo de José, 
que está en manos de Efraím y de 
las tribus de Israel que le están uni¬ 
das, y lo pondré sobre el báculo de 
Judá, haciendo un solo báculo, y 
será uno solo en mi mano. 

20 Que estén a sus ojos los palos 
en que eseribas, y diles: 21 Así dice 
el Señor, Yave: Mirad, yo tomaré a 
los hijos delsrael de entre las gen¬ 
tes a que han ido, juntándolos de 
todas partes, y los traeré a su tie¬ 
rra. 

22 Y haré de ellos en la tierra, en 
los montes de Israel, un solo pue¬ 
blo, y todos tendrán un solo rey; 
nunca más serán dos naciones, nun¬ 
ca más estarán divididas en dos 
reinos. 23 Nunca más se contamina¬ 
rán con sus ídolos, con sus abo¬ 
minaciones y con todas sus rebe¬ 
liones; los libraré de todas las re¬ 
beliones eon que pecaron, y los 
purificaré y serán mi pueblo y yo 
seré su Dios. 24 Mi siervo David será 
su rey, y tendrán todos un solo pastor, 
y caminarán por las sendas de mis 
mandamientos y' guardarán mis pre¬ 
ceptos, poniéndolos por obra. 26 Y 
habitarán la tierra que yo di a mi 
siervo Jacob, en que habitaron vues¬ 
tros padres. Ellos la habitarán y 
los hijos de sus hijos por los siglos, 
y por los siglos será su príncipe David, 
mi siervo. 26 Estableceré eon ellos 
un pacto de paz que será pacto 
eterno; los asentaré, los acrecentaré 
y pondré mi santuario en medio de 
ellos por los siglos. 27 Pondré en 
medio de ellos mi morada, y yo seré 
su Dios y ellos serán mi pueblo. 
28 Y sabrán las gentes que yo, Yave, 
santifico a Israel, cuando esté mi san¬ 
tuario en medio de ellos por los 
siglos. 


Go(| y Ylaf|Ofj. 

O O 1 Fuéme dirigida la palabra de 
Yave, diciendo (1): 2 Hijo de 
hombre, vuelve tu rostro a Gog, a 
la tierra de Magog, al príncipe de 
Ros, de Mosoc y de Túbal, y profe¬ 
tiza contra él, 3 y di: Así habla 
el Señor, Yave: Heme aquí contra 
ti, príncipe de Ros, de Mosoc, y de 
Túbal; 4 yó te atraeré y pondré 
freno en tus mandíbulas; y te saearé 
a ti y a todos los ejércitos, caballos 
y jinetes, de todo en todo equipados. 
Muy gran muchedumbre con rodelas 
y escudos, todos con espada. 5 Persia, 
Etiopía y Put eon ellos, todos con 
escudo y yelmo. 6 * Gomer y todas sus 
mesnadas, la casa de Togorma; los 
extremos confines septentrionales y 
todas sus hordas, pueblos innume¬ 
rables contigo. 


La invasión. 

7 Prepárate, apréstate, tú y toda 
la innumerable muchedumbre reunioa 
en torno tuyo. Sé su jefe. 8 De aquí 
a muehos días, te será dada la orden. 
Al cabo de años vendrás a la tierra 
salvada de la espada, recogida de 
entre muchos pueblos, a los montes de 
Israel, que habían estado reducidos 
a eternas ruinas. Ha sido sacada de 
entre las gentes y habita confiada¬ 
mente. 9 Tú la invadirás, llegando 
allí como un torbellino; como tor¬ 
menta que envolverá la tierra serás 
tú, eon todos tus ejércitos y los in¬ 
numerables pueblos que están eon- 
tigo. 

10 Así dice el Señor, Yave: En 
aquellos días se alzarán en tu cora 
zón pensamientos y concebirás mal¬ 
vados designios. 11 Te dirás: Voy a 
subir contra una tierra indefensa, 
iré contra gentes tranquilas que habi¬ 
tan confiadamente, todas sin mura¬ 
llas, sin puertas ni cerrojos, 12 a 
robar, a saquear, a poner tus manos 
sobre ruinas repobladas. Sobre un 


(i) Los dos capítulos que siguen tienen un 

carácter escatológico. Israel mora tranquilo en su 

tierra, sin temor de enemigos. De las regiones 

del aquilón llega una invasión feroz de puebles 

desconocidos, los cuales, atraídos por la facilidad 

déla presaqueles ofrece Israel,recién restaurado, 

pretenden acabar con él. Pero el Señor interviene 

en defensa de su pueblo, y echa la discordia sobre 

los invasores, que unos a otros se destrozan. 


47 








738 


EZEQUIEL. 39 


pueblo reunido de entre las gentes, 
que tiene ganados y propiedades y 
habita en el ombligo de la tierra. 
13 Seba y Dedán, los mercaderes de 
Tarsis y todos sus leones, te dirán: 
¿Vienes en busca de botín? ¿Has 
reunido toda esa muchedumbre para 
saquear, en busca de plata y de oro, 
para coger ganados y riquezas, para 
hacer gran botín? 

14 Por tanto, profetiza, hijo de 
hombre, y di a Gog: Así dice el 
Señor, Yavc: En aquel tiempo, cuando 
mi pueblo Israel habite confiadamente 
¿no lo sabrás tú? 15 Y vendrás desde 
tus moradas, desde las extremas re¬ 
giones del septentrión, tú y contigo 
numerosos pueblos, todos a caballo, 
una inmensa muchedumbre, un ejér¬ 
cito poderoso, 16 avanzará contra mi 
pueblo, Israel, como nublado que va 
a cubrir la tierra. Al cabo de los días 
yo te haré marchar contra mi tierra, 
para que me conozcan los pueblos, 
cuando a sus ojos, en ti, joh Gog!, 
seré santificado. 


La destrucción del invasor. 


17 Así habla el Señor, Yavc: ¿No 
eres tú aquél de quien hablé yo en 
tiempos pasados, por medio de mis 
siervos, los profetas de Israel, que 
desde años profetizaron entonces que 
yo te traería contra ellos? 18 En aquel 
día, cuando marchará Gog contra la 
tierra de Israel, dice el Señor, Ya ve, 
subirá la ira a mis narices; 19 y en 
mi celo, en el incendio de mi furor, 
juro que habrá aquel día gran tem¬ 
blor en la tierra de Israel. 20 Y tem¬ 
blarán ante mí los peces del mar y 
las aves del cielo, los animales del 
campo y todos los reptiles que se 
arrastran por la tierra, v los hombres 
que hay en la tierra. Y los montes 
se desmoronarán y caerán las rocas, 
y todos los muros se vendrán al suelo. 

21 Y llamaré contra él la espada 
por todos sus montes, dice el Señor, 
Yavc; y la espada de cada uno será 
contra su hermano. 22 Y liaré justicia 
en él con la poste y con la sangre, 
y lloveré contra él y contra los nu¬ 
merosos pueblos que le acompañan 
lluvia torrencial, piedras de granizo, 
fuego y azufre; 23 y me magnificaré 
y haré muestra de mi santidad, y me 
daré a conocer a pueblos numerosos, 
que sabrán que yo soy Yavc. 


‘IO 1 Tú, pues, hijo de hombre, 
profetiza contra Gog y di: Así 
habla el Señor, Yave: Heme aquí 
contra ti, ]oh Gog!, príncipe de Ros, 
de Mosoc y de Tú bal, 2 yo te atraeré, 
yo te guiaré V te haré' subir de los 
extremos confines del septentrión, y 
te llevaré a los montes de Israel; 
3 y romperé en tu mano izquierda el 
arco y haré caer de tu diestra las 
saetas. 4 Caerás en los montes de 
Israel con todos los ejércitos y todos 
los pueblos que contigo estén. Te des¬ 
tino para pasto de las aves rapaces 
de todo plumaje, de las fieras del cam¬ 
po. 6 Serás abatido sobre la haz del 
campo, porque lo digo yo, dice el 
Señor, Yave. 

6 Y encenderé en Magog un fuego, 
y en las islas que habitan confiada¬ 
mente, y sabrán que yo soy Yave. 
7 Haré notorio m i santo nombre en 
medio de mi pueblo Israel; no dejaré 
más que sea profanado mi santo nom¬ 
bre, y sabrán las gentes que yo soy 
Yave, el Santo en Israel. 8 Y llegarán 
estas cosas, vendrán, dice el Señor, 
Yave. Es el día de que he hablado yo. 
9 Y saldrán fuera los habitantes de 
las ciudades de Israel, y darán al 
fuego y quemarán armas, escudos y 
paveses, arcos y flechas, mazas y 
lanzas, y harán lumbre con ellas por 
siete años. 10 No tendrán que traer 
leña del campo, ni cortarla en los 
montes. Harán el fuego con las ar¬ 
mas, y espoliarán a sus espoliadores 
y depredarán a sus depredadores, 
dice el Señor, Yave. 

11 Aquel día daré yo a Gog un 
lugar de sepultura cu Israel; el valle 
de los Abarim, a oriente del mar, 
allí será sepultado Gog con todas sus 
muchedumbres, y se llamará el valle 
de Amon Gog. 12 Le dará sepultura 
la casa de Israel, para purificar la 
tierra, y estará sepultándolos durante 
siete meses. 13 Los sepultará todo el 
pueblo de la tierra, v quedará fa¬ 
moso para ellos el día en que yo seré 
glorificado, dice el señor, Yave. 14 De¬ 
signarán nombres que vayan por 
la tierra continuamente, reconocién¬ 
dola, para dar sepultura a los inva¬ 
sores, enterrando a los que queden 
sobre la haz de la tierra; la recorre¬ 
rán buscando por espacio de siete 
meses; 15 y cuando al recorrerla vean 
osamentas humanas, tendrán alzada 
junto a ellas una señal, hasta que los 
enterradores las sepulten en el valle 
de Amon Gog. 16 Y Amona, será 





EZEQUIEL, 40 


739 


el nombre de una ciudad. Así purifi¬ 
carán la tierra. 

17 Y tú, hijo de hombre, así habla 
el Señor, Yave: Di a las aves de 
toda especie y a todas las bestias 
del campo: Reunios y venid. Juntaos 
en todas partes, para comer las víc¬ 
timas que yo inmolo para vosotras, 
sacrificio inmenso, sobre los montes 
de Israel. Comeréis las carnes y be¬ 
beréis la sangre; (i) * * * * * * * * * * * * * * * * 18 comeréis carne de 
héroes, beberéis sangre de príncipes 
de la tierra. Carneros, corderos, ma¬ 
chos cabríos y toros, gordos como los 
de Basán. 19 Comeréis la gordura 
basta saciaros; beberéis sangre hasta 
embriagaros, de las víctimas que para 
vosotras inmolaré. 20 Os saturaréis a 
mi mesa de caballos y jinetes, de 
héroes y guerreros de toda suerte, 
dice el Señor, Yavc. 21 Haré ante 
las gentes muestra de mi gloria, y 
todas verán las justicias que yo hago 
y los castigos con que hiere mi 
mano. 

22 La casa de Israel sabrá para en 
adelante que yo soy Yave, su Dios. 
23 Y las gentes conocerán que por sus 
iniquidades fué llevada la casa de 
Israel al cautiverio, porque se había 
rebelado contra mí y yo escondí de 
ella mi rostro, y la entregué en ma¬ 
nos de sus enemigos para que todos 
juntos cayesen a la espada, 24 tra¬ 
tándolos según sus inmundicias y sus 
transgresiones y escondiendo de ellos 
mi rostro. 


Porvenir pacífico y glorioso de 
Israel. » 

25 Por tanto, dice el Señor, Yave: 
Ahora voy a volver la cautividad de 
Jacob, y tendré misericordia de toda 
la casa de Israel, velando por mi santo 
nombre. 26 Y ellos olvidarán los opro¬ 
bios sufridos y sus rebeldías contra 
mí, cuando habiten seguros en su 
suelo sin que nadie los perturbe; 
27 Cuando los saque de entre las 
gentes y los reúna de las tierras de 
sus enemigos, y me santifique a [os 
ojos de las gentes; 28 y sabrán que yo 
soy Yave, su Dios, lo mismo cuando 
los llevé al cautiverio entre las gentes 
que cuando los reuní en su tierra. 
Ño dejaré allí ni uno solo, 29 ni les 
esconderé mi rostro, porque habré 
deiramado mi espíritu sobre la casa 
de Israel. 


El nuevo templo. 

4 A 1 El año veinticinco de nuestro 
cautiverio (1), al comienzo 
del año, el diez del mes, el año ca¬ 
torce de la toma de la ciudad, aquel 
día mismo fué sobre mí la mano de 
Yave, que me condujo 2 en visión 
divina a la tierra de Israel, y me puso 
sobre un monte altísimo, sobre el 
cual había, al mediodía, como una 
edificación de ciudad. 3 Llevóme allá, 
y un varón de aspecto como de bron¬ 
ce bruñido, que tenía en su mano 
una cuerda de lino y una caña de 
medir, estaba en pie a la puerta. 
4 Díjome aquel varón: Hijo de hom¬ 
bre, mira con tus ojos y atiende con 
tus oídos y pon tu atención a lo que 
yo te vaya mostrando, pues para que 
te lo haga ver has sido traído, y para 
que se lo cuentes todo a la casa de 
Israel. 5 Mira, pues, ahí la muralla 
exterior, que rodea la casa por todas 
partes. 

La caña de medir que aquel varón 
tenía en la mano era de seis codos, 
de codo y coto cada uno. Midió 
con ella el espesor del muro y era 
de una caña, y su altura, era de 
una caña. 6 Vino luego a la puerta 
que mira hacia el oriente, subió sus 
siete gradas, y midió su umbral, de 
una caña de profundidad. 7 Las cᬠ
maras tenían cada una una caña de 
largo y una caña de ancho, y había 
entre cámara y cámara cinco codos, 

8 y el umbral de la puerta por dentro, 
junto al vestíbulo, de una caña. 

9 Midió el vestíbulo de la puerta, de 
ocho codos, y sus pilastras, de dos 
codos;, el vestíbulo de la puerta es¬ 
taba a la parte de dentro. 10 Tenía 
la puerta oriental tres cámaras de 

(i) Los nueve últimos capítulos de Ezequiel 

(40. 1-48. 35) forman una perfecta unidad. En 

ellos se traza la restauración en forma un tanto 

geométrica, reflejada en el grabado con que ilus¬ 

tramos la descripción. Empieza por describirnos 

el templo con los detalles de un arquitecto, aun¬ 

que sin planos. La gloria del Señor vuelve a él; 

es decir, Yave vuelve a tomar posesión de su 

morada y a reanudar las relaciones de amistad 

con su pueblo. Los sacerdotes y levitas organi¬ 

zan el culto, que se celebra conforme a todas las 

exigencias del ceremonial. Luego se divide la 

tierra entre las tribus, el príncipe, los levitas y 

sacerdotes. Estos últimos reciben su heredad en 

torno del santuario, como para guardar mejor su 

santidad. Las tribus son instaladas todas en la 

Tierra de Yave (Jos. 22, 9-29); esto es, del 

lado acá del Jordán. El nombre de la ciudad será 

«Yave mora allí*. Por sí solo dice bastante sobre 

la nueva situación de Israel. 







740 


EZEQUIEL, 40 


un lado y tres del otro, todas de la 
misma medida, y de una misma me¬ 
dida también a una y otra parte las 
pilastras. 

11 Midió la anchura del vano de la 
puerta, de diez codos, y la longitud 
del portal, aruba, de trece codos. 
12 Había delante de las cámaras un 
espacio, de un lado y del otro., de 
un codo, y cada cámara tenía seis 


17 Llevóme luego al atrio exterior, 
en el cual había cámaras, y estaba 
solado todo en derredor; treinta cᬠ
maras había alrededor del atrio. 18 El 
solado a los lados de las puertas co¬ 
rrespondía a la anchura de ellas 
mismas, el solado interior. 19 Midió 
el espacio entre la fachada de la 
puerta por debajo, hasta la delante¬ 
ra de la puerta interior por arriba, 


OESTE 



ESTE 


codos de un lado y seis del otro. 
13 Midió la puerta desde el techo de 
una cámara hasta el techo de la de 
enfrente, veinticinco codos de an¬ 
chura, puerta contra puerta. 14 Midió 
el atrio, veinte codos, que daba frente 
a la puerta y la rodeaba por todas 
partes. 16 Y desde la delantera de la 
puerta cincuenta codos. 16 La puerta 
tenía todo en derredor ventanas aspi- 
lleradas, que hacia el exterior se es¬ 
trechaban y estaban en las cámaras , 
y en sus pilastras, y lo mismo había 
también ventanas que daban al in¬ 
terior del atrio en derredor, y en cada 
uno de los postes había palmas. 


cien codos hacia el oriente. 20 Midió 
el lugar y el ancho de la puerta que 
da al norte, al atrio exterior; 21 sus 
cámaras, tres a un lado, tres al otro; 
las pilastras y el vestíbulo eran de 
las mismas dimensiones que las de 
la puerta primera, cincuenta codos 
de largo y veinticinco codos de ancho. 
22 Sus ventanas, su vestíbulo, sus 
palmas, tenían las mismas dimensio¬ 
nes que las de la puerta que da al 
oriente. Se subía a ella por siete 
gradas y delante de ella estaba el 
atrio. 23 Frente por frente de éste 
había en el atrio interior una puerta 
que estaba también frente por frente 










































EZEQUIEL, 41 


741 


de la puerta oriental. Midió la dis¬ 
tancia entre puerta y puerta, cien 
codos. 

24 Llevóme después al lado del me¬ 
diodía, donde estaba la puerta que 
da al mediodía; y medidas las pilas¬ 
tras y el vestíbulo, tuvieron las mis¬ 
mas dimensiones que las otras. 25 Ha¬ 
bía en torno de ella y del vestíbulo 
ventanas iguales a las otras, cincuenta 
codos de largo y veinticinco codos de 
ancho. 26 Las gradas de subida a la 
puerta eran siete, y delante de ellas 
estaba el vestíbulo. Había a cada 
lado palmas en los postes. 27 Había 
también puerta hacia el mediodía en 
el atrio interior, y entre puerta y 
puerta midió cien codos. 28 Llevóme 
por la puerta del mediodía al atrio 
interior, y midió la puerta del medio -1 
día, y tenía las mismas dimensiones; | 
29 sus cámaras, sus pilastras y el 
vestíbulo, de las mismas dimensiones. 
La puerta y su vestíbulo tenían ven¬ 
tanas en derredor y cincuenta codos 
largo y veinticinco ancho. 30 (1) 31 El 
vestíbulo daba al atrio exterior, en 
sus postes había palmas, y las gra¬ 
das de subida eran ocho. 32 Llevóme 
luego al atrio interior por el camino 
de oriente, y midió la puerta, de las 
acostumbradas dimensiones. 33 Las 
cámaras, las pilastras y el vestíbulo, 
de las mismas dimensiones, con ven¬ 
tanas en ellas, y en el vestíbulo cin¬ 
cuenta codos de largo y veinticinco 
de ancho. 35 Su vestíbulo daba al 
atrio exterior, en los postes a uno y 
otro lado había palmas, y las gradas 
de subida eran ocho. 

37 Llevóme luego a la puerta del 
septentrión y midió, hallhndo las di¬ 
mensiones de las otras, 36 para cᬠ
maras, pilastras y vestíbulo, y en 
torno las ventanas, cincuenta codos 
de largo y veinticinco codos de ancho. 
37 Sus postes daban al atrio exterior 
y había en ellos palmas, y las gradas 
de subida eran ocho. 

38 Había también allí una cámara 
que se abría hacia los postes de las 
puertas, donde se habían de lavar los 
holocaustos. 39 En el vestíbulo de la 
puerta había a cada lado dos mesas, 
en las que se había de degollar el 


(i) El versículo 30 parece una interpola¬ 
ción. Dice: «Había en él salientes todo en 
tomo, veinte codos a lo largo y veinte a lo 
ancho.» Como se ve, rompe la simetría de la 
descripción, pues en ninguna otra parte se 
habla de estos salientes. 


holocausto para el sacrificio expia¬ 
torio y para el sacrificio por el pe¬ 
cado. 40 En el lado exterior, al norte 
de quien subía por la entrada de la 
puerta, había otras dos mesas, y 
otras dos al otro lado, cerca del ves¬ 
tíbulo de la puerta. 41 Había, pues, 
a cada lado de la puerta cuatro mesas 
de una parte y cuatro de otra, ocho 
mesas, en las que se hacía .la inmo¬ 
lación. 42 Había, además, otras cua¬ 
tro mesas para los holocaüstos, de 
piedra tallada, codo y medio de lar¬ 
gas, codo y medio de anchas y un 
codo de altas, sobre las cuales se 
ponían los instrumentos con que se 
inmolaban los holocaustos y los otros 
sacrificios. 43 Tenían las mesas en 
derredor un reborde alto de un codo, 
sobre ellas se ponía la carne de las 
víctimas. 

44 Fuera de la puerta interior, en 
el atrio interior, había dos cámaras; 
una al lado de la puerta del norte, 
y que se abría hacia el mediodía; 
otra al lado de la puerta del medio¬ 
día, que se abría hacia el norte. 

46 Y me dijo: Esta cámara que se 
abre hacia el mediodía es para los 
sacerdotes que hacen la guardia del 
templo, 46 y la que mira al norte 
es la de los sacerdotes que hacen la 
guardia del altar. Son los hijos de 
Sadoc, que entre los hijos de Leví 
se acercan a Yave, para servirle. 

47 Midió el atrio, cien codos de ancho 
y cien codos de largo, cuadrado, y 
en él, delante de la casa, estaba el 
altar. 48 Llevóme al vestíbulo de la 
casa; midió cada uno de los postes, 
cinco codos el de una parte, cinco 
codos el de la otra. 49 Tenía el ves¬ 
tíbulo veinte codos de largo y doce 
codos de ancho, y se subía a él por 
diez gradas. Había junto a los postes 
columnas, una a un lado y otra al 
otro. 

41 1 Me introdujo en el templo, mi¬ 
dió los postes, anchos seis codos 
de un lado y seis codos del otro, tal era 
la anchura de las pilastras. 2 El vano 
de la puerta era de diez codos, y los 
lados de la puerta cinco codos a 
una parte y cinco codos a la otra. 
Midió también el largo, y eran cua¬ 
renta codos, y el ancho, y eran veinte 
codos. 3 Pasó luego al interior y midió 
cada pilar de la puerta, dos codos, 
y la puerta misma, seis codos, y la 
anchura de la entrada, siete codos. 
4 Midió también el largo, y eran cua- 








742 


EZEQUIEL, 42 


renta codos y el ancho, y eran vein¬ 
te codos; y me dijo: éste es el santí¬ 
simo. 

6 Midió luego el grueso del muro 
de la casa, seis codos, y la anchura 
de las cámaras laterales, cuatro codos, 
todo en torno de la casa. 6 Las cámaras 
laterales estaban sobrepuestas unas 
a otras, treinta en cada uno de los 
tres pisos. Había retallos en el muro 
de la casa en derredor, para que en 
ellos se apoyasen las vigas de las 
cámaras sin entrar en el muro. 7 Había 
mayor anchura en las cámaras hacia 
arriba de piso en piso, porque los 
retallos de la casa iban de piso en 
piso todo en derredor de la casa, y 
así al subir dejaba el muro mayor 
anchura. Del piso inferior se podía 
subir al de en medio y de éste al 
superior. 

8 Vi que la casa todo en torno es¬ 
taba sobre una elevación. Los ci¬ 
mientos de las cámaras laterales eran 
de una caña entera, seis codos hacia 
el ángulo. 9 La anchura del muro 
exterior del edificio lateral era de 
cinco codos, igual al espacio de 
las cámaras de dentro. 10 De las cᬠ
maras a la casa había una anchura 
de veinte codos por todos lados, en 
derredor de la casa. 11 Las puertas 
de las cámaras, una del lado del 
norte y otra del lado del mediodía, 
daban a un espacio vacío que rodeaba 
toda la casa, cinco codos de ancho. 
12 Una construcción separada que 
había frente al espacio vacío, al lado 
de occidente, tenía setenta codos de 
ancho. El muro del edificio tenía 
cinco codos de grueso todo en derre¬ 
dor, y su largo era de noventa 
codos. 

13 Luego midió la casa, largo, cien 
codos; el espacio vacío, las edifica¬ 
ciones y los muros, cien codos; 14 la 
anchura de la delantera de la casa 
con espacio vacío, cien codos. 16 Midió 
la anchura de la edificación frente al 
espacio vacío, hacia atrás, y los por¬ 
tales de uno y otro lado, cien codos. 
El templo interior y los vestíbulos 
del atrio, 18 el umbral, las ventanas 
aspilleradas, los portales todo en 
torno. Los tres pisos, estaban todos 
en derredor cubiertos de tablas de 
madera desde el suelo hasta las ven¬ 
tanas, y las ventanas tenían cor¬ 
tinas. 

17 Lo de encima de las puertas, 
en el interior de la casa y en el ex¬ 
terior, las paredes de lo interior y 


de lo exterior, estaban cubiertas de 
tapices, 18 adornados con querubines 
y palmas. Había una palma entre 
querubín y querubín, 19 y cada que¬ 
rubín tenía dos aspectos, aspecto de 
hombre hacia una palma y aspecto 
de león hacia la otra, y así en torno 
de la casa. 20 Desde el suelo hasta la 
altura de las puertas había queru¬ 
bines y palmas grabados por todos 
los muros de la casa. 

21 Los pilares del templo eran cua- | 
drangulares, y enfrente del santísimo 
había una cosa que parecía 22 un altar 
de madera, tres codos de alto, dos 
codos de largo y dos codos de ancho, 
y tenía sus cuernos, sus pies y sus 
costados de madera. Y me dijo: Es 
la mesa que está delante de Ya ve. 

23 Había dos puertas, la del santo y 
la del santísimo. 24 Cada puerta tenía 
dos hojas que se plegaban en dos 
partes, dos partes para una hoja y 
dos para la otra. 25 En las puertas 
había grabados querubines y palmas, 
como en las paredes y en la fachada 
del atrio al exterior; había un portal 
de madera, 26 y había ventanas aspi¬ 
lleradas y palmas a cada lado en las 
paredes laterales del vestíbulo, en las 
cámaras laterales de la casa y en los 
cornisamentos. 

10 1 Sacóme al atrio exterior, al 

lado del septentrión, y me llevó 
al departamento que está frente al 
muro del norte. 2 Era de un frente 
de cien codos de largo al lado norte 
y tenía cincuenta codos de ancho, , 
3 dando al espacio vacío de veinte 
codos del atrio interior y al enlosado I 
del atrio exterior, terraza contra te- | 
rraza en tres pisos. 4 Delante de las 
cámaras había un corredor de diez 
codos de ancho y cien codos de largo; j 
sus puertas daban al norte. 6 Las 
cámaras superiores, como las terra¬ 
zas, quitaban espacio, eran más es¬ 
trechas que las inferiores y las | 
intermedias del edificio, 6 pues los 
pisos eran tres, pero sin columnas 
como las columnas de los atrios. Por I 
eso las superiores eran más estrechas 1 
que las de abajo y las de en medio. 

7 El muro exterior de fuera, delante 
de las cámaras, que daba al atrio ex- I 
terior frente a las cámaras, tenía cin- 11 
cuenta codos de largo, 8 pues el largo *, 
de las cámaras del lado del atrio 
exterior era de cincuenta codos, pero 
del lado del templo, de cíen co¬ 
dos. 






EZEQUIEL, 43 


743 


9 Más abajó de las cámaras había 
una entrada que daba al oriente, 
para el que venía del atrio exterior, 
al comienzo del muro del atrio. 10 Del 
lado del mediodía, frente al espacio 
vacío y al muro de cintura había 
cámaras; 11 delante de ellas un corre¬ 
dor como el de las cámaras que dan 
al norte, su largo y su ancho eran 
los mismos, y también las varias sali¬ 
das y toda su disposición. Como las 
puertas de las primeras, 12 eran las 
puertas de las cámaras que daban al 
mediodía, y había unas puertas al 
comienzo del corredor, en el muro 
correspondiente para quien venía del 
oriente. 

13 Díjome: Las cámaras del norte 
y las cámaras del mediodía que dan 
al espacio vacío son las cámaras del 
santuario, donde los sacerdotes que 
se acercan a Yave comerán las cosas 
santísimas, es decir, las oblaciones 
y las víctimas por el pecado y por el 
delito, pues este lugar es santo. 
14 Cuando los sacerdotes entraren no 
saldrán del lugar santo al atrio exte¬ 
rior, sino que dejarán allí las vesti¬ 
duras con que ministran, pues son 
santas; y vestidos de otras, se acer¬ 
carán así a lo destinado al pue¬ 
blo. 

15 Cuando hubo acabado de medir 
la fábrica interior, sacóme fuera por 
la puerta que da al oriente y midió 
el perímetro. 16 Midió el lado de 
oriente con la caña de medir, qui¬ 
nientos codos; se volvió 17 y midió 
el lado del norte, quinientos codos 
de la caña de medir. 18 Midió el lado 
del mediodía, quinientos codos de 
la caña de medir. 19 Se volvió al lado 
de occidente y midió quinientos codos 
de la caña de medir. 20 Midió el muro 
de cintura a los cuatro vientos; tenía 
quinientos codos de largo y quinien¬ 
tos codos de ancho, y separaba el 
santuario del lugar profano. 


La gloria de Dios en el nuevo 
templo. 

1 Llevóme luego de nuevo a la 
puerta que da al oriente, 2 y 
vi la gloria del Dios de Israel venir 
del oriente. Se oía un estrépito como 
el estrépito de caudalosas aguas, y 
la tierra resplandecía del resplandor 
de la gloria. 3 El aspecto de lo que 
veía era como el que vi cuando vine 
a destruir la ciudad, y en todos los 


aspectos como los de la visión que vi 
cerca del río Quebar. Caí rostro a 
tierra, 4 mientras la gloria de Yave 
penetró en la casa por la puerta de la 
fachada que da al oriente. 5 El espí¬ 
ritu me levantó y me llevó al atrio 
interior, y vi la gloria de Yave llenar 
la casa, 6 y oí que alguno me hablaba 
desde dentro de la casa, mientras el 
varón aquél estaba en pie junto a 
mí, 7 me decía: 

Hijo de hombre, este es el lugar de 
mi trono, el escabel de las plantas de 
mis pies, donde habitaré para siem¬ 
pre en medio de los hijos de Israel. 
La casa de Israel no profanará ya 
más mi santo nombre, ni ella ni sus 
reyes, con sus abominaciones y con 
homicidios de jefes en medio de ella 
y con sus altos; 8 pusieron su umbral 
junto a mi umbral y sus postes junto 
a mis postes, y pared sólo por medio, 
contaminaron mi santo nombre con 
las abominaciones que cometieron. 
Por eso en mi furor los consumí. 
9 Pero ahora arrojarán lejos de mí 
sus fornicaciones y sus homicidios 
de jefes, y yo habitaré en medio de 
ellos para siempre. 


El altar de los holocaustos. 

10 Y tú, hijo de hombre, describe a 
la casa de Israel, este templo, su 
traza, su diseño. 11 Si se avergüenzan 
de lo que han hecho, muéstrales la 
traza y el diseño de esta casa, sus sa¬ 
lidas y sus entradas y toda su dispo¬ 
sición, sus ritos y sus leyes, y ponlo 
por escrito ante sus ojos, para que 
guarden todos sus ritos y sus reglas 
y los pongan por obra. 12 Esta es la 
ley de la casa: Sobre la cumbre del 
monte, todo en derredor, su término 
será santísimo. Tal es la ley de la 
casa. 13 He aquí las medidas del altar, 
en codos de a codo y coto el codo. 
El canal, de un codo de alto y un 
codo de ancho, y el reborde que lleva 
en torno, un palmo. 14 Tal es el zó¬ 
calo del altar. Desde el canal sobre 
el suelo al plano inferior, dos codos, 
y la anchura de su vuelo, un codo. 
Del plano inferior al plano superior, 
cuatro codos, y la anchura de un 
codo. 15 El Ariel tenía cuatro codos, 
y del Ariel arriba los cuatro cuernos. 
18 El Ariel tenía doce codos de ancho 
y doce codos de largo, formando un 
cuadrado perfecto. 17 El cuadro tenía 
catorce codos de largo y catorce de 







744 


EZEQU1EL, 44 


ancho a los cuatro lados, y en torno 
de él había una cornisa de medio 
codo y el canal de un codo todo en 
derredor; sus gradas estaban al lado 
oriental. 


Su iiiiiu<jiii*nc*K>ii. 

18 Díjoine: Hijo de hombre, así 
habla el Señor, Ya ve: Estas son las 
leyes del altar, para cuando sea cons¬ 
truido para ofrecer en él holocaustos 
y derramar la sangre de ellos. 19 A 
los sacerdotes, levitas de la posteri¬ 
dad de Sadoc, que serán los que a 
mí se han de acercar para servirme, 
dice el Señor, Ya ve, les darás un 
novillo para el sacrificio por el pe¬ 
cado. 20 Tomarás de su sangre y 
untarás con ella los cuatro cuernos 
y los cuatro ángulos del cuadro y el 
borde todo en torno. Así harás la 
expiación y la propiciación del altar. 
21 Tomarás luego el novillo del sacri¬ 
ficio por el pecado, que quemarás 
en el lugar de la casa designado 
fuera del santuario. 22 Al día siguiente 
ofrecerás por el pecado un macho 
cabrío sin defecto, y expiarás <d altar 
como lo hiciste con el novillo. 23 Cum¬ 
plido que hayas el rito expiatorio, 
ofrecerás un novillo sin defecto y 
un carnero de la grey, sin defecto. 
24 Los ofrecerás a Yave, los sacer¬ 
dotes derramarán sobre ellos la sal, 
y los ofrecerán a Yavc en holocausto. 
28 Por siete días sacrificarás por el 
pecado un macho cabrio por día; 
ofrecerás además un novillo y un 
carnero de la grey, sin defecto. 20 Por 
siete días se liará la propiciación 
del altar, se purificará y se consa¬ 
grará. 27 Pasados estos días, del día 
octavo en adelante, los sacerdotes 
ofrecerán en el altar vuestros holo¬ 
caustos y vuestros sacrificios cuca- 
rísticos, y vo os seré propicio, dice 
el Señor, Yave. 


Las nuevas leyes del eulto. 

il 1 Llevóme luego de nuevo a la 
puerta de fuera del santuario 
que daba al oriente, pero la puerta 
estaba cerrada; 2 y me dijo Yave* 
Esta puerta lia de estar cerrada, no 
se abrirá, ni entrará por ella hombre 
alguno, porque ha entrado por ella 
Yave, Dios de Israel; por tanto, ha 
de quedar cerrada. 3 Por lo que hace 


al príncipe, por ser el príncipe, podrá 
sentarse en ella para comer el pan en 
la presencia de Yave; entrará por el 
camino del vestíbulo de la puerta 
y por el mismo saldrá. 

4 Llevóme hacia la puerta del 
norte por delante de la casa, y miré 
V vi que la gloria de Yave llenaba 
ia casa de Yave, y me postré rostro 
a tierra. 6 Yave me dijo: Hijo de 
hombre, pon atención, mira con tus 
ojos, y oye con tus oídos todo lo que 
yo voy a hablar contigo, sobre todas 
las ordenaciones de la casa de Yave 
y todas sus leyes; pon atención a 
todas las entradas de la casa y a 
todas las salidas del santuario; 6 y 
di a los rebeldes, a la casa de Is¬ 
rael: 

Así dice el Señor, Yave; Basta ya 
de abominaciones, ¡olí casa de Israelí 
7 De traer extranjero ni incircun¬ 
cisos de corazón c incircuncisos dé 
carne, para que entren en mi san¬ 
tuario, contaminen mi casa, mien¬ 
tras vosotros me ofrecéis mi pan, el 
sebo y la sangre, quebrantando así 
mi alianza con todas vuestras abo¬ 
minaciones, 8 y no guardando lo 
establecido acerca de mis cosas santas, 
antes poniéndolos como ministros de 
mi culto en mi santuario, en lugar 
vuestro. 9 Así dice el Señor, Yave: 
Ningún extranjero incircunciso de 
corazón c incircunciso de carne, de 
cuantos están en medio de Israel, 
entrará en mi santuario. 10 Los levi¬ 
tas, que se apartaron de mí cuando 
Israel se alejó de mí, yéndose tras sus 
ídolos, llevarán su iniquidad. 11 Ellos 
servirán en mi santuario de guardias 
de las puertas de la casa y de guar¬ 
dias de la casa misma; ellos degollarán 
los holocaustos y las víctimas del 
pueblo, y estarán ante él para ser¬ 
virle. 12 Por haber servido a sus 
ídolos y haber sido para la casa de 
Israel tropiezo de iniquidad, alzo mi 
mano, dice el Señor, Yave, y juro 
que llevarán sobre sí su iniquidad; 
13 que no se acercarán a mí para ser¬ 
virme en las funciones sacerdotales 
y para tocar mis cosas santas en el 
santísimo, sino que llevarán sobre sí 
la vergüenza y la pena de las abomi¬ 
naciones que cometieron. 14 Los dejo 
reducidos a hacer solamente la guar¬ 
dia de la casa y su servicio en lo que 
en ella haya de hacerse. 

15 Los sacerdotes levitas hijos de 
Sadoc, que guardaron el ordena¬ 
miento de mi santuario, cuando se 






EZEQUIEL, 46 


745 


apartaron de mí los hijos de Israel, 
serán mis allegados para ministros 
ante mí y ofrecerme la grosura y la 
sangre, dice el Señor, Yave. 16 Esos 
entrarán en mi santuario y se llega¬ 
rán a mi mesa, guardando mi orde¬ 
namiento. 17 Cuando entren por las 
puertas del atrio interior, se vestirán 
vestiduras de lino, no llevarán sobre 
sí lana cuando ministren en las 
puertas del atrio interior y dentro de 
la casa. 18 Llevarán tiaras de lino 
sobre sus cabezas, y calzones de lino 
a sus lomos, y no se ceñirán para no 
sudar. -Pero cuando hayan de salir 
al atrio exterior, al pueblo, se qui¬ 
tarán las vestiduras con que se hace 
el servicio, y dejándolas en las cámaras 
del santuario, se vestirán otros ves¬ 
tidos, para no santificar al pueblo 
con sus vestiduras. 20 No se raparán 
la cabeza ni dejarán crecer sus cabe¬ 
llos, sino que se los cortarán moti¬ 
lando sus cabezas. 

21 Ningún sacerdote beberá vino 
cuando haya de entrar en el atrio 
interior. 22 No tomarán por mujer 
ni viuda ni repudiada, sino virgen 
de la casa de Israel o viuda de sacer¬ 
dote. 23 Enseñarán a mi pueblo a 
distinguir entre lo santo y lo profano, 
y a discernir entre lo puro y lo im¬ 
puro. 24 Juzgarán los pleitos con¬ 
forme a mis leyes y guardarán mis 
leyes y mis preceptos en cuanto a 
todas mis solemnidades, y santifi¬ 
carán mis sábados. 25 No entrarán 
a muerto alguno para no contami¬ 
narse; sólo por el padre o la madre, 
el hijo o la hija, el hermano o la 
hermana que no haya tenido marido, 
se contaminarán. 26 Después de su 
purificación, contarán siete días, 27 y 
el día en que entren en el santuario 
en el atrio interior para ministrar 
en el santuario, ofrecerán su expia¬ 
ción, dice el Señor, Yave. 

29 Eli cuanto a su heredad, su 
herédad seré yo, no Ies daréis pose¬ 
sión en Israel, pues su posesión seré 
yo. 29 Se alimentarán de las ofrendas, 
de los sacrificios por el pecado y de 
los sacrificios por el delito, y será 
para ellos cuanto en Israel sea dado 
al anatema. 30 Las primicias de todos 
los primeros frutos de toda suerte, 
y todas las ofrendas de toda suerte, 
de cuanto ofreciereis, serán para los 
sacerdotes, y daréis también a los 
sacerdotes las primicias de vuestras 
masas, para que en vuestras casas 
repose la bendición. 31 No comerán 


mortecino alguno ni desgarrado, sea 
ave, sea bestia. 


IVueva distribución de la tierra. 

J, Z 1 Cuando distribuyáis por suerte 
* la tierra para poseerla, reser¬ 
varéis una suerte a Yave, que le 
consagraréis en la tierra, de veinti¬ 
cinco mil codos de largo y diez mil 
de ancho, que en todo su término 
en derredor será santa. 2 De ella será 
para el santuario un cuadro de qui¬ 
nientos por quinientos codos, que 
tendrá en torno un espacio libre de 
cincuenta codos. 3 De esa extensión 
la medirás, de un largo de veinti¬ 
cinco mil codos y un .ancho de diez 
mil, y en ella quedará el santuario, 
el santísimo. 4 Esta porción santa de 
la tierra será para los sacerdotes que 
se acerquen a ministrar a Yave y 
servirá para sus casas y como un 
lugar santo para el santuario. 8 Asi¬ 
mismo veinticinco mil de largo y 
diez mil de ancho, para los levitas 
que hacen el servicio de la casa, v 
en ella tendrán ciudad de habitación. 
6 Para propiedad de la ciudad desti¬ 
naréis cinco mil codos de ancho y 
veinticinco mil de largo, paralela¬ 
mente a la porción santa reser¬ 
vada. 

7 El príncipe tendrá su parte, 
lindando de ambos lados con la parte 
del santuario y la parte de la ciudad, 
ante la parte del santuario y la parte 
de la ciudad del lado occidental, 
hacia occidente, y del lado oriental 
hacia oriente, y de una longitud igual 
a una de las partes, desde la frontera 
occidental a la oriental. 8 Esta será 
su propiedad, su posesión en Israel, 
y así mis príncipes no oprimirán 
nunca más a mi pueblo, y dejarán 
la tierra a la casa de Israel por sus 
tribus. 9 Así dice el Señor, Yave: 
lBasta, príncipes de Israel! Dejad 
la violencia y la rapiña. Haced juicio 
y justicia, no haya de parte vuestra 
exacciones sobre mi pueblo, dice e 
Señor, Yave. 


¡[Muevas ofrendas y primicias. 

10 Sean justas vuestras balanzas, 
justo vuestro e/a, justo vuestro bat. 
11 El e/a y el bat serán de la misma 
medida, el bat la décima parte del 
jomer , y una décima parte del jomer 






746 


EZEQUIEL, 46 


el efa. Uno y otro corresponderán al 
jomer. 12 El aiclo , veinte güeras. Los 
cinco sidos habrán de ser cinco, 
los diez, diez, y cincuenta sidos la 
mina. 13 La ofrenda que reservaréis 
será ésta: un sexto de efa por jomer 
de trigo, y un sexto de efa por jomer 
de cebada. 14 Y la ley para el aceite, 
para el bat de aceite, ésta: la décima 
parte de un bat por jomer . Diez 
bata son el jomer f pues diez bata 
llenan el jomer. 

15 De las reses, una por manada 
de doscientas, de las gordas de Israel 
para el sacrificio, para el holocausto, 
para el sacrificio pacífico y para el 
expiatorio, dice el Señor, Yave. 

16 Todo el pueblo de la tierra liará 
esta oblación al príncipe de Israel, 

17 y cuenta del príncipe será dar el 
holocausto, la ofrenda y la libación 
en las fiestas, en los novilunios, los 
sábados y en todas las solemnidades 
de la casa de Israel, y él ofrecerá el 
sacrificio expiatorio, la ofrenda, el 
holocausto y el sacrificio eucarístico, 
para expiar la casa de Israel. 

18 Así dice el Señor, Yave: El día 
primero del primer mes tomarás un 
novillo sin defecto y harás la expia¬ 
ción del santuario. 19 El sacerdote 
tomará de la sangre de la víctima 
expiatoria, y la pondrá sobre los 
postes de la casa y sobre los cuatro 
ángulos del cuadro del altar, y sobre 
los postes de las puertas del atrio 
interior. 20 Y así harás también el 
mes séptimo para los que pecan por 
ignorancia o por error, y así purifi¬ 
caréis la casa. 21 El día catorce del 
primer mes tendréis la pascua. La 
fiesta durará siete días y se comerá 
durante ellos pan ácimo. 22 Esc día 
ofrecerá el príncipe, por sí y por todo 
el pueblo de la tierra, un novillo 
en sacrificio expiatorio; 23 y durante 
los siete días de la fiesta ofrecerá 
en holocausto a Yave siete toros y 
siete carneros sin defecto, cada uno 
de los siete días, y un macho cabrío 
en sacrificio expiatorio cada día. 
24 Añadirá la ofrenda de un e/o por 
toro, un efa por carnero y un hin 
de aceite por efa. 25 El día quince 
del séptimo mes, en la solemnidad, 
ofrecerá durante siete días los mismos 
sacrificios expiatorios y la misma 
ofrenda con su aceite. 

40 1 Así dice el Señor, Yave: La I 
puerta del atrio interior del 
lado de oriente estará cerrada los 


siete días de trabajo, pero se abrirá 
el día del sábado y en los novilunios. 
2 El príncipe entrará por el camino 
del vestíbulo de la puerta exterior, 
y se estará junto a los postes de la 
puerta; los sacerdotes ofrecerán sus 
holocaustos y sus sacrificios eucarís- 
ticos, y él se prosternará en el umbral 
de la puerta, luego saldrá, y la puerta 
no se cerrará antes de la tarde. 31 El 
pueblo de la tierra se prosternará 
ante Yave a la entrada de esta puerta, 
los sábados y los novilunios. 

4 El holocausto que el príncipe 
ofrecerá a Yave los sábados será de 
seis corderos sin defecto y un carnero 
sin defecto; 6 y su ofrenda, de un 
efa por el carnero y de lo que él 
quiera por los corderos, con un hin 
de aceite por efa. 6 En los novilu¬ 
nios ofrecerá un novillo sin defecto, seis 
corderos y un carnero sin defecto; 
7 y su ofrenda será de un efa por el 
novillo, un efa por el carnero, y lo 
que él quisiere por los corderos, y 
un hin de aceite por efa. 8 Cuando 
el príncipe entre, entrará por el ca¬ 
mino del vestíbulo de la puerta, y 
por el mismo camino saldrá. 9 Pero 
cuando el pueblo de la tierra se 
presente ante Yave en las solemni¬ 
dades, el que entre por la puerta 
del norte para prosternarse, saldrá 
por la puerta del mediodía, y el que 
entre por la puerta del mediodía 
saldrá por la puerta del norte; no 
se saldrá por la puerta por donde se 
entró, sino que se saldrá por la opues¬ 
ta. 10 El príncipe entrará con ellos 
cuando entren y saldrá con ellos cuan¬ 
do salgan. 

11 En las fiestas y en las solemni¬ 
dades la ofrenda será de un efa por 
el toro, un efa por el carnero, y lo 
que él quisiere por los corderos, con 
un hin de aceite por efa. 12 Si el prín¬ 
cipe ofreciere a Yave un holocausto 
voluntario o un sacrificio eucarís- 
tieo voluntario, se le abrirá la puerta 
del lado de oriente, y ofrecerá su 
holocausto y su sacrificio eucarístico, 
lo mismo que en los sábados, y 
luego saldrá, y cuando haya salido 
se cerrará la puerta. 13 Ofrecerás cada 
día en holocausto a Yave un cordero 
primal sin defecto, todas las mañanas; 
14 y todas las mañanas añadirás la 
ofrenda, un sexto de efa y un tercio 
de hin de aceite para amasar la 
harina. Esta es la ofrenda a Yave, 
ley perpetua, para siempre. 16 Se 
ofrecerá todas las mañanas el cor- 










EZEQUIEL, 47 


747 


dero v la ofrenda con el aceite, 
cc m holocausto perpetuo. 

16 Así dice el Señor, Ya ve: Si el 
príncipe hiciere a uno de sus hijos 
un don, tomado de su heredad, e] 
don pertenecerá al hijo y será pro¬ 
piedad suya como heredad. 17 Pero 
si el don tomado de su heredad lo 
hace a uno de sus servidores, le 
pertenecerá a éste hasta el año de la 
remisión; luego volverá al príncipe, 
y su heredad será de sus hijos. 18 No 
podrá tomar el príncipe nada de las 
heredades del pueblo, despojándolos 
de su posesión. De lo suyo heredará 
a sus hijos, para que mi pueblo no 
salga de la heredad de cada 
uno. 

19 Metióme luego por la entrada 
que está al lado de la puerta, en las 
cámaras santas destinadas a los sacer¬ 
dotes, hacia el norte, y vi que había 
un lugar en el fondo, del lado de occi¬ 
dente; 20 y me dijo: Ese es el lugar 
donde los sacerdotes harán cocer la 
carne de los sacrificios por el pecado 
y de expiación, y donde se cocerán 
ias ofrendas, para no llevarlas al 
atrio exterior, santificando al pue¬ 
blo. 21 Llevóme luego al atrio exterior, 
y me hizo pasar por los cuatro ángu¬ 
los del atrio, y vi que a cada ángulo 
del atrio había un patio de cuarenta 
codos de largo y treinta de ancho, 
todos cuatro de las mismas medidas 
en los cuatro ángulos; 23 y en todos 
ellos había en torno una pared, y 
abajo fogones alrededor de las pare¬ 
des; 24 y me dijo: Estas son las cocinas 
donde los servidores de la casa 
cocerán el sacrificio del pueblo. 


El torrente que sale del nuevo 
templo. 

4 f T 1 Llevóme luego otra vez a 
* ^ la entrada de la casa, y vi que 
debajo del umbral de la casa al oriente 
brotaban aguas, pues la fachada de 
la casa estaba al oriente, y las aguas 
descendían debajo del lado derecho 
de la casa, del mediodía del altar. 
2 Me llevó por el camino de la puerta 
septentrional, y me hizo dar la vuelta 
por fuera, hasta el exterior de la 
puerta oriental, y vi que las aguas 
salían del lado derecho. 3 Al salir 
hacia oriente llevaba aquel varón en 
la mano un cordelillo, y midió mil 
codos, y me hizo atravesar las aguas; 
llegaban hasta los tobillos. 4 Midió 


otros mil y me hizo atravesar las 
aguas; llegaban hasta las rodillas. 
Midió otros mil y me hizo atravesar 
las aguas, llegaban hasta la cintura. 
5 Midió otros mil, y era ya un río 
que me era imposible atravesar, por¬ 
que las aguas habían crecido de ma¬ 
nera que no se podía pasar más que 
a nado. 

6 Di jome: ¿Has visto, hijo de hom¬ 
bre? Luego me liizo volver siguiendo 
la orilla del río. 7 Y entonces vi que 
de una y otra parte había en las 
riberas muchos árboles; 8 y me dijo: 
Hijo de hombre; estas aguas salen a 
la región oriental, bajan al Araba 
y desembocan en el mar, en aquellas 
aguas pútridas; y éstas se sanearán. 
9 Y todos los vivientes que nadan en 
las aguas, por dondequiera que en¬ 
tren estos dos ríos, vivirán; y el 
pescado será allí abundantísimo, por¬ 
que al llegar estas aguas, las aguas del 
mar se sanearán y tendrán vida hasta 
donde llegue el río. 10 Junto a sus 
orillas estarán los pescadores, y desde 
Engadi hasta En Eglaim será un 
tendedero de redes, y por sus espe¬ 
cies será el pescado tan numeroso 
como los del mar grande. 11 Sus 
charcas y sus lagunas no se sanearán, 
serán dejadas para salinas. 12 En las 
riberas del río al uno y al otro lado 
se alzarán árboles frutales de toda 
especie, cuyas hojas no caerán y 
cuyo fruto no faltará. Todos los 
meses madurarán sus frutos, por 
salir sus aguas del santuario; y serán 
comestibles, y sus hojas medici¬ 
nales. 


Las nuevas fronteras de la nueva 
tierra. 

13 Así dice el Señor, Yave: Estas 
son las fronteras de la tierra que 
distribuiréis a las doce tribus de 
Israel, a José una parte doble; 14 cada 
uno de vosotros tendrá su parte 
igual que la de los otros, de lo que 
yo, alzando mi mano, juré dar a 
vuestros padres, y ésta será la tierra 
de vuestra heredad. 15 Estas, pues, 
serán las fronteras: Del lado del norte, 
desde el mar grande, camino de 
Hetlón, viniendo de Sedad, 16 Ibamat, 
Berota, Sabarim, que está en la 
frontera de Haurán. 17 Así la fron¬ 
tera del mar hasta Haser Enón, 
dejando al norte el territorio de Da¬ 
masco y al norte el territorio de 







748 


EZEQU1EL, 47 


Hamat. Esta es la frontera septen¬ 
trional. 18 Del lado de oriente, la 
frontera entre el Haurán, Damasco, 
Oalad y la tierra de Israel, será el 
Jordán; mediréis desde el confín hasta 
el mar oriental. Esta es la frontera 


lYueva distribución de la tierra 
entre las tribus* 

21 Partiréis esta tierra entre vos¬ 
otros, según las tribus de Israel, 
23 y echaréis suertes sobre ella para 


DAN 


ASER 


NEFTALI 


MAMASES 


EFRAIM 


RUBEO 


JUPA 



poíoom de \os 

• 

PORCION DEL 

LEVITAS 

PORCION DEL 

eoncion de lo» 

Principe 

SACERDOTES 

PRIMOPE 


ciudad 

q|ciodad 



BEMJAMin 


SIMEON 


ISACAR 


ZABULON 


GAO 


Distribución de la tierra . 


oriental. 19 Del lado del mediodía, 
al mediodía, desde Tamar hasta las 
aguas de Meribot Cades, en la direc¬ 
ción del torrente hasta el mar grande. 
Esta es la frontera meridional, la 
del mediodía. 20 Del lado de occidente 
la frontera será el mar grande, desde 
el límite hasta frente a Hamat. Esta 
es la frontera occidental. 


heredad vuestra y los extranjeros 
que entre vosotros peregrinan y entre 
vosotros lian engendrado hijos, pues 
los tendréis como naturales entre los 
hijos de Israel y entrarán en suerte 
eon vosotros para heredarse éntrelas 
tribus de Israel. 23 En la tribu en que 
peregrinare el extranjero, en ella le 
daréis su heredad, dice el Señor, Yave. 





























EZEQUIEL, 48 


749 


jo 1 Estos son los nombres de las 
tribus, partiendo de la fron¬ 
tera septentrional a lo largo del 
camino de Hetlón que lleva a Hamat, 
basta Haser Enón, dejando al norte 
la frontera oriental y el mar. Dan, 
una parte. 2 Junto a Dan, del lado 
de oriente hasta las orillas del mar, 
Aser, una parte. 8 Junto a Aser, del 
lado de oriente hasta las orillas del 
mar, Neftalí, una parte. 4 Junto a 
Neftalí, del lado de oriente hasta el 
mar, Maliases, una parte. 6 Junto a 
Manases, del lado de oriente hasta 
el mar, Efraím, una parte. 6 Junto 
a Efraím, del lado de oriente hasta 
las riberas del mar, Rubén, una parte. 
7 Junto a Rubén, del lado de oriente, 
hasta las riberas del mar, Judá, una 
parte. 8 Junto a Judá, del lado de 
oriente hasta las orillas del mar, 
estará la porción que reservaréis de 
veinticinco mil codos de ancho, y 
larga cuanto cada una de las partes 
de oriente a occidente, y en medio 
de ella estará el santuario. 

8 La porción que reservaréis para 
Yave tendrá veinticinco mil codos de 
largo y diez mil codos de ancho. 

10 Esta porción pertenecerá a los 
sacerdotes y será santa, veinticinco 
mil codos al norte, diez mil codos de 
anchura al occidente, diez mil de 
anchura al oriente, y veinticinco mil 
de longitud al mediodía, y en medio 
de ella estará el santuario de Yave. 

11 Pertenecerá a los sacerdotes con¬ 
sagrados, a los hijos de Sadoc que 
hicieron el servicio en mi santuario, 
y no se descarriaron como se desca¬ 
rriaron los levitas, cuando se desca¬ 
rriaron los hijos de Israel. 12 Les per¬ 
tenecerá como porción santísima reser¬ 
vada de la porción de tierra que se 
reserva, al lado de la de los le¬ 
vitas. 

13 Los levitas tendrán, paralela¬ 
mente al límite de los sacerdotes, 
veinticinco mil codos de largo y diez 
mil de ancho, veinticinco mil en toda 
la longitud y diez mil en la anchura. 
14 No podrán vender ni permutar 
nada, ni exportar las primicias de la 
tierra, porque están consagradas a 
Yave. 16 Los cinco mil codos restan¬ 
tes, en la anchura de los veinticinco 
mil, serán profanos, para la ciudad, 
para las casas y los alrededores; la 
ciudad estará en medio. 16 Estas 
serán sus medidas: a la parte del 
norte cuatro mil quinientos codos 
y cuatro mil quinientos codos a la 


parte del mediodía; a la parte de 
oriente cuatro mil quinientos codos, 
y cuatro mil quinientos codos a la 
parte de occidente. 17 El contorno 
de la ciudad será al norte de doscien¬ 
tos cincuenta codos y de doscientos 
cincuenta al mediodía; al oriente de 
doscientos cincuenta codos y de dos¬ 
cientos cincuenta al occidente. 

18 Lo que queda de longitud delante 
de la porción santa, diez mil codos al 
oriente y diez mil al occidente, los 
que quedan, serán para que de su 
producto se mantengan los que tra¬ 
bajan para la ciudad. 19 La labrarán 
los operarios de la ciudad, tomados 
de entre todo Israel. 20 La parte reser¬ 
vada tendrá en conjunto veinticinco 
mil codos por veinticinco mil; y para 
propiedad de la ciudad tomaréis la 
cuarta parte de porción consagrada. 

21 De lo que queda a ambos lados de 
la porción santa y de la propiedad 
de la ciudad, a lo largo de los veinti¬ 
cinco mil codos de la porción santa 
hasta el oriente, y a occidente a lo 
largo de los veinticinco mil codos hacia 
la frontera occidental paralelamente 
a las partes, será para el príncipe. 
Eso será lo del príncipe; así la porción 
santa y el santuario estarán en medio. 

22 De este modo la parte del príncipe 
será la comprendida desde la porción 
de los levitas y la porción de la ciu¬ 
dad, entre el límite de Judá y el 
límite de Benjamín. 

23 He aquí las otras tribus: Desde 
oriente hasta la orilla del mar, Ben¬ 
jamín, una parte, 24 Al lado de Ben¬ 
jamín, desde oriente a las orillas 
del mar, Simeón, una parte. 26 Al 
lado de Simeón, desde oriente hasta 
el mar, Isacar, una parte. 26 Al lado 
de Isacar, desde oriente hasta el 
mar, Zabulón, una parte. 27 Al lado 
de Zabulón, desde oriente hasta el 
mar, Gad, una parte. 28 Al lado de 
Gad, al lado meridional, hacia el 
mediodía, correrá la frontera desde 
Tamar hasta las aguas de Maribat 
Cades, a lo largo del torrente hasta 
el mar grande. 29 Tal es la tierra que 
partiréis en heredad a las tribus de 
Israel, y tales sus partes, dice el 
Señor, Yave. 

30 Estas serán las salidas de la 
ciudad: Al lado del norte medirá 
cuatro mil quinientos codos. 31 Las 
puertas de la ciudad tendrán los 
nombres de las tribus de Israel. 
Tendrá al norte tres puertas; una la 
puerta de Rubén, otra la puerta de 






750 


EZEQUIEL, 48 


Judá y la otra la puerta de Leví. 

32 AJ lado oriental cuatro mil qui¬ 
nientos codos y tres puertas; una la 
puerta de José, otra la puerta de 
Benjamín y la otra la puerta de Dan. 

33 Del lado del mediodía medirá 
cuatro mil quinientos codos y tendrá 
tres puertas, la puerta de Simeón, 
una; la puerta de Isacar, una; la 
puerta de Zabulón, una. 34 Del lado 


de occidente cuatro mi) quinientos 
codos y tres puertas; la puerta de 
Gad, una; la puerta de Aser, una; 
la puerta de Neftalí, una. 35 El perí¬ 
metro dieciocho mil codos, y el 
nombre de la ciudad será desde aquel 
día «Yave Samma» (1). 


(i) El nombre significa: «Yave allí», Yave en 
ella. 











INTRODUCCION AL PROFETA DANIEL 


V)E todos los p>ajelas f es Daniel el más misterioso. Está su libio oorno en - 

vuelto en misterios; no ciertamente doctrinales, aunque de éstos algunos 
tiene, sino históricos. Son estas dificultades de las que dice Pío XII en su encí¬ 
clica Divino afilante Spiritu, que no han sido resueltas todavía y esperan su 
solución de la asidua y mancomunada labor de los estudiosos. Hablando el pro¬ 
feta Ezequiel del estado de la causa de Judá ante la justicia de Dios, dice 
que aunque intercedieran por él Noé, Daniel y Job, no podrían alcanzarle perdón 
con sus plegarias (il, 14, 20). Tales palabras parecden indicar que Daniel 
era un personaje antiguo, célebre por su justicia, comparable a Noé y a Job. 
En 28,3 , el mismo profeta Ezequiel nos lo presenta como ya famoso por su 
sabiduría. Arguyendo al príncipe de Tiro, que presume de sabio, le dice: 
¿Eres acaso tú más sabio que DanielEn el libro que lleva su nombre se nos 
cuenta cómo después del año tercero de Joaquim (605), en una deportación 
anterior a las dos que conocemos, de 598 y 587, fue escogido con otros tres jó¬ 
venes hebreos para ser educado en el palacio real de Babilonia y entrar luego 
al servicio del rey (1, 1-11 sigs.). Mas ya antes de esto, según el capítulo 12, 
el«jovencito > Daniel había salvado la vida de la inocente Susana y hecho con¬ 
denar a sus acusadores. 

Introducido en el palacio real, el joven Daniel, gracias a su inteligencia 
y don de profecía, se ganó la confianza de Nabucodonosor y llegó a ocupar 
altos cargos en el gobierno de Caldea. Y así continuó al pasar ésta a los medos 
y persas (539), pues Darío el Mcdo le colocó a la cabeza de los Sátrapas gober¬ 
nadores de las provincias (6, 1 sigs.). Esta confianza la conservó también bajo 
el sucesor de Darío, Ciro el Persa (6, 28). Su alta posición, la religión que 
profesaba y el celo por demostrar la inanidad de los dioses caldeos, le atrajo 
enemigos que pusieron en peligro su vida. Pero todo sirvió para gloria de Dios 
y de la religión del pueblo israelita. Del Hn de Daniel nada sabemos. 

















752 


DANIEL. 1 


Por razón de La materia el libro consta de dos partes, una histórica y pro- 
fética la otra . Abarca la primera los seis primeros capítulos, y los dos últi¬ 
mos, que forman un apéndice. Contiene uná visión profética, la de la estatua, 
cuyo recuerdo retrajo Daniel a la memoria de X abucodonosor, dándole al mismo 
tiempo su interpretación (2, 31-45). La parte profética comprende los capí¬ 
tulos 7 a 12, con cuatro visiones. Tienen de singular que todas abarcan el 
?nismo cuadro histórico y lo terminan en La persecución de Antioco IV. 

El libro se ha conservado en tres lenguas: La aramca (2, 4-7, 28), La griega 
(3, 24-9), inserta en la sección aramca, y el apéndice (12-14). El resto está 
escrito en hebreo . Las partes hebrea y aramca entran en el canon judío de las 
Escrituras; la parte griega es reconocida por la Iglesia, que con la versión de 
los LXX la recibió de los Apóstoles como parte de las Escrituras divinas. Los 
judíos no cuentan a Daniel entre los profetas, sino entre los hagiógrafos. 

Esperamos que la investigación perseverante de los sabios, bajo la direc¬ 
ción de la Iglesia, acabe de poner en claro Las dificultades que envuelven el 
libro de Daniel. Entretanto, es para nosotros suficiente que el valor de sus va¬ 
ticinios tnesiánicos y de todas sus enseñanzas doctrinales no disminuye en nada 
aunque se halle oscurecida su parte histórica por algunas dificultades cuya solu¬ 
ción al presente yio entrevemos. 


DANIEL 


Introducción. 


1 1 El año tercero del reinado de 

Joaquirn, rey de Judá, Xabuco- 
donosor, rey de Babilonia, fué contra 
Jerusalén y la asedió. 2 Y entregó el 
Señor en sus manos a Joaquirn, rey 
de Judá, y parte de los vasos de la 
casa de Dios, y los trajo a la tierra 
de Senaar, a la casa de su dios, y 
metió los vasos en la casa de) tesoro 
de su dios. 3 Dijo el rey a Aspcnaz, 
jefe de sus eunucos, que trajese de 
los hijos de Israel, acl linaje real y 
del de los príncipes, cuatro mozos 
en los que no hubiera tacha, de buen 
parecer, de sabiduría, de entendi¬ 
miento y educados, capaces de servir 
en el palacio del rey, y a quienes se 
instruyese en las letras y la lengua 
de los caldeos. 6 Asignóles el rey para 
cada día una porción de los manjares 
de su mesa, del vino que él bebía, 
y mandó que los criasen durante tres 
años, al cabo de los cuales entrasen 
a servir al rey. 

® Fueron de ellos, de entre los hi¬ 
jos de Judá, Daniel, Ananlas, Misae) y 
Azarías, 7 a los cuales el jefe de los * 
eunucos puso por nombre: a Daniel, 
Baltasar, a Ananlas, Sídraj, a Misad,: 
Misaj, y a Azarías, Abcd-Nego. 8 Se* 4 


propuso Daniel en su corazón no 
contaminarse con la porción de la 
comida del rey ni con el vino que él 
bebía, y rogó al jefe de los eunu¬ 
cos que no le obligara a conta¬ 
minarse. 9 Hizo Dios que hallase Da¬ 
niel gracia y favor ante el jefe de los 
eunucos; 10 y el jefe de los eunucos 
dijo a Daniel: Tengo miedo de mi 
señor, el rey, que ha determinado lo 
que habéis de comer y beber, porque 
si viere vuestros rostros más maci¬ 
lentos que los de los mozos de vues¬ 
tra edad, condenaríais mi cabeza ante 
el rey. 

11 Dijo entonces Daniel a Malasar, 
a' quien el jefe de los eunucos habla 
puesto para velar sobre Daniel, Ana- 
nías, Misad y Azarías: 12 Prueba a 
tus siervos por diez días, y que nos 
den a comer legumbres y agua a 
beber; 13 y compara luego nuestros 
rostros con los de los mozos que 
comen los manjares del rey, y haz 
después con tus siervos según veas. 
14 Concedióles lo que 1 q pedían y los 
probó por diez días, 15 al cabo de 
los cuales tenían mejor aspecto y 
estaban más metidos en carnes que 
los mozos que comían los manjares 
del rey. 18 Malasar se llevaba sus 
manjares y su vino y les daba le¬ 
gumbres. 








DANIEL, 2 


753 


Daniel en la corte del rey. 

17 Otorgó Dios a los cuatro mance¬ 
bos sabiduría y entendimiento en 
todas las letras y ciencias, y Daniel 
interpretaba toda visión o suceso. 
18 Pasados los días al cabo de los 
cuales había mandado el rey que se 
los llevasen, el jefe de los eunucos se 
los presentó a Nabucodonosor. 19 El 
rey habló con ellos, y entre todos los 
mozos no había ninguno como Daniel, 
Ananías, Misad y Azanas, y fueron 
puestos al servicio del rey. 20 En 
cuantas cosas de sabiduría y enten¬ 
dimiento el rey les preguntó, hallólos 
diez veces superiores a todos los ma¬ 
gos y astrólogos que había en su 
reino. 21 Así estuvo Daniel hasta el 
año primero del rey Ciro. 


La visión do la estatua. 

: E1 año segundo del reinado de 
Nabucodonosor (1), tuvo Nabuco¬ 
donosor unos sueños, y turbóse su espí¬ 
ritu, sin que pudiera dormir. (i) 2 * * * Hizo 
llamar el rey a magos y astrólogos, 
encantadores y caldeos, para que ex¬ 
plicasen al rey sus sueñes. Vinieron, 
pues, y se presentaron ante el rey. 
8 El rey les dijo: He tenido un sueño 
y estoy agitado porque no sé ya cuál 
fue. 21 Entonces hablaron los caldeos 
al rey en lengua aramea: Vivas para 
siempre, ¡oh rcyl Di a tus siervos el 
sueño y te daremos su interpretación. 
6 Respondió el rey diciendo a los 
caldeos: La cosa se me ha ido, y si 
no me mostráis el sueño y su in¬ 
terpretación seréis hechos trozos y 
vuestras casas convertidas en mula¬ 
dares, 6 * mientras que si me decís el 
sueño y su interpretación, recibiréis 
de mí dones y mercedes y mucha 
honra; decidme, pues, el sueño y su 
interprctación. 

7 Respondiéronle, diciendo por se¬ 
gunda vez: Diga el rey a sus siervos 
su sueño, y le daremos su interpreta¬ 
ción. 8 El rey respondió, diciendo: Veo 
claro que ponéis dilaciones, porque 


(i) Como en Egipto, así también en Caldea 

habia sacerdotes que tenían por oficio interpre¬ 

tar los sueños, en los que creían recibir comuni¬ 

cación de los dioses. En el presente caso. Dios 

se vale de los sueños, como hacía con sus profe¬ 

tas (Núm. 12,6), para mostrar la inanidad de la 

ciencia adivinatoria de los caldeos y la verdad de 

las revelaciones otorgadas por El a sus verdade¬ 

ros profetas. 


veis que la cosa se me ha ido. 9 Si 
no me decís el sueño, caerá sobre 
todos vosotros la misma sentencia. 
De cierto que pretendéis prepararos 
para decirme falsedades y mentiras 
mientras pasa el tiempo. Decid, pues, 
el sueño y conoceré que sois capaces 
de darme su interpretación. 10 Los 
caldeos respondieron al rey, dicién- 
dole: No hay hombre sobre la tierra 
que pueda decir lo que el rey preten¬ 
de; jamás tampoco rey alguno, por 
grande y poderoso que fuese, exigió 
cosa semejante de mago, astrólogo o 
caldeo. Lo que pide el rey es impo¬ 
sible, y no hay nadie que al rey pue¬ 
da decírselo, a no ser los dioses, que 
no moran entre los hombres. 12 El 
rey, con ira y gran furor, mandó ma¬ 
tar a todos los sabios de Babilonia. 

13 Publicóse la orden, y ya iban a 
ser llevados a la muerte los sabios, 
y buscaban también a Daniel y a 
sus compañeros para matarlos. 14 Ha¬ 
bló entonces Daniel avisada y pru¬ 
dentemente a Arioj, capitán*de la 
guardia del rey: 15 ¿Por qué esta 
orden del rey se publica tan apresu¬ 
radamente? Entonces explicó Arioj 
la cosa a Daniel; 16 y Daniel, entrando 
al rey, le pidió que le diese tiempo, 
y daría al rey la declaración. 17 Fuése 
luego Daniel a su casa y comunicó 
la cosa a Ananías, Misael y Azarías, 
sus compañeros, 18 instándoles a pedir 
al Dios de los cielos que les revelase 
aquel misterio, para que no hiciese 
perecer a Daniel y a sus compañeros 
con el resto de los sabios de Babilonia. 


Develación de Daniel de la visión. 

19 Entonces el misterio fué reve¬ 
lado a Daniel en visión nocturna, por 
lo cual Daniel bendijo al Dios de los 
cielos, 20 diciendo: 

Bendito sea el nombre de Dios, de 
siglos en siglos, porque suya es la 
sabiduría y la fuerza. 21 El es quien 
ordena los tiempos y las circunstan¬ 
cias, pone reyes y quita reyes, da la 
sabiduría a los sabios y la ciencia a 
los entendidos. 22 El revela lo profundo 
y lo oculto, conoce lo que está en 
tinieblas y con él mora la luz. 23 A ti, 
Dios de mis padres, te confieso y te 
alabo, que me has dado sabiduría y 
fortaleza, y me has dado a conocer 
lo que te hemos pedido, y nos has 
revelado el secreto del rey. 

24 Después de esto fué Daniel a 

4 » 








754 


DANIEL, 2 


Arioj, a quien había mandado el rey 
matar a los sabios de Babilonia, y le 
dijo así: No mates a los sabios de 
Babilonia; llévame a la presencia del 
rey, que yo daré al rey la explicación. 
25 Llevó entonces Arioj prestamente 
a Daniel a la presencia del rey, y 
díjole así: He hallado a uno de los 
deportados de «Judá que dará al rey 
la explicación. 26 Respondió el rey 
diciendo a Daniel, a quien llamaban 
Baltasar: ¿Podrás tú declararme el 
sueño que vi y su interpretación? 
27 Daniel respondió delante del rey, 
diciendo: Lo que pide el rey es un 
misterio que ni sabios ni astrólogos, 
ni magos ni adivinos son capaces de 
descubrir al rey; 28 pero hay en los 
ciclos un Dios que revela lo secreto, 
y que ha dado a conocer al rey Nabu- 
codonosor lo que sucederá en el correr 
de los ticmpcrs. He aquí tu suvño y 
la visión que has tenido en tu lecho: 


K1 sueño y su interpretación. 

29 En tu lecho, joh reyl, te vinieron 
p cnsamientos de lo que vendrá des¬ 
pués de este tiempo, y el que revela 
los secretos te di ó a conocer lo que 
sucederá. 30 Si este misterio me ha 
sido revelado, lio es porque haya en 
mí una sabiduría superior a la de 
todos los vivientes, sino para que yo 
dé a conocer al rey la explicación y 
llegues a entender los pensamientos 
de tu corazón. 

31 Tú, joh reyl, mirabas y estabas 
viendo una gran estatua. Era muy 
grande la estatua, y de un brillo 
extraordinario. Estaba en pie ante 
ti, y su aspecto era terrible. 32 La 
cabeza de la estatua era de oro puro, 
su pecho y sus brazos de plata, su 
vientre y sus caderas de bronce, 
33 sus piernas de hierro y sus pies 
parte de hierro, parte de barro. 34 Tú 
estuviste mirando, hasta que una pie¬ 
dra desprendida, no lanzada por inano, 
hirió a la estatua en los pies de hierro 
y barro, destrozándola. 36 Entonces 
el hierro, el barro, el bronce, la plata 
y el oro, se desmenuzaron juntamente, 
y fueron como tamo de las eras en 
verano, se los llevó el viento, sin que 
de ellos quedara traza alguna; mien¬ 
tras que la piedra que había herido 
a la estatua se hizo una gran mon¬ 
taña, que llenó toda la tierra. 

36 lie ahí el sueño. Daremos tam¬ 
bién al rey su interpretación. 37 Tú, 


loh reyl, eres rey de reyes, porque 
el Dios de los cielos te ha dado el 
imperio, el poder, la fuerza y la 
gloria. 38 El ha puesto en tus manos, 
dondequiera que habitasen, a los hi¬ 
jos de los hombres, a las bestias de 
los campos, a las aves del cielo, y 
te ha dado el dominio de todo; tú 
eres la cabeza de oro. 39 Después de 
ti surgirá otro reino, menor que el 
tuyo, y luego un tercero que será de 
bronce y dominará sobre toda la 
tierra. 40 Habrá un cuarto reino 
fuerte como el hierro, como todo lo 
rompe y destroza el hierro, así él lo 
romperá todo, como el hierro que todo 
lo hace pedazos. 

41 Lo que viste de los pies y los 
dedos, parte de barro de alfarero, 
parte de hierro, es que este reino 
será dividido, pero tendrá en sí algo 
de la fortaleza del hierro, aunque viste 
el hierro mezclado con el barro. 

42 Y el ser los dedos parte de hierro 
parte de barro, es que este reino será 
en parte fuerte y en parte frágil. 

43 Viste el hierro mezclado con barro 
porque se mezclarán por alianzas hu¬ 
manas, pero no se pegarán unos con 
otros, como no se pegan el hierro y 
el barro. 

44 En tiempo de esos reyes el Dios 
de los ciclos suscitará un reino que 
no será destruido jamás, y que no 
pasará a poder de otro pueblo; des¬ 
truirá y desmenuzará a todos esos 
reinos, mas él permanecerá por siem¬ 
pre. 43 Eso es lo que significa la pie¬ 
dra que viste desprenderse del monte 
sin ayuda de mano, que desmenuzó el 
hierro, el bronce, el barro, la plata 
y el oro. El Dios grande ha dado a 
conocer al rey lo que ha de suceder 
después. El sueño es verdadero y 
cierta su interpretación (1). 


Daniel, Jefe de los sabios caldeos. 

46 Entonces el rey Nabucodonosor 
cayó sobre su rostro y se prosternó 


(i) Esta visión représenla los cualro imperios 
que desde el caldeo se sucedieron en Oriente: el 
caldeo, el persa, el macedonio y el seléucida o 
sirio. No han fallado intérprcles que han querido 
ver en esle üllimo el imperio romano, llevados 
de la idea de que bajo este imperio habla apa¬ 
recido el Mesías. Pero Daniel no es una excep¬ 
ción entre los profetas, que ven el reino me- 
siánico al término de su horizonte histórico. Los 
oíros valicinios de Daniel y la historia de los Ma- 
cabeos confirman esta idea. 







DANIEL, 3 


755 


ante Daniel, y mandó que le ofrecie¬ 
sen sacrificios y perfumes. 27 Dirigió 
el rey la palabra a Daniel y le dijo: 
En verdad que vuestro Dios es el 
Dios de los dioses y el Señor de los 
reyes, y que revela los secretos, pues 
que tú has podido descubrir este mis¬ 
terio. 48 Eli seguida el rey engrande¬ 
ció a Daniel y le dió muchos y gran¬ 
des dones y le hizo jefe supremo de 
todos los sabios de Babilonia. 49 Da¬ 
niel rogó al rey que diese la inten¬ 
dencia de la provincia de Babilonia 
a Sidraj, Misaj y Abed-Nego. Daniel 
estaba en la corte del rey. 


La estatua erigida por 
Nabucodonosor. 

O : Hizo el rey Nabucodonosor una 
^ estatua de oro, alta de sesenta 
codos, y seis codos de ancha. Alzóla 
en el llano de Dura, de la provincia 
de Babilonia; (i) 2 * * * y mandó el rey reunir 
a todos los sátrapas, prefectos, bajás, 
oidores, tesoreros, magistrados, jue¬ 
ces, y a todos los gobernadores de las 
provincias, para que viniesen a la 
dedicación de la estatua que había 
alzado el rey Nabucodonosor (1). 
3 Reuniéronse, pues, los jefes, pre¬ 
fectos, bajás, oidores, tesoreros, ma¬ 
gistrados, jueces y todos los gober¬ 
nadores de las provincias, para la 
dedicación de la estatua alzada por 
el rey Nabucodonosor, y se pusieron 
ante la estatua que Nabucodonosor 
había alzado. 


Orden de adorar la estatua. 

4 Un pregonero clamaba ^n voz 
alta: Ved lo que se os ordena, pueblos, 
naciones y hombres de toda lengua. 
5 En cuanto oigáis el sonido de las 
bocinas, las cítaras, las arpas, los 
salterios, las gaitas y toda suerte de 
instrumentos, adorad postrados la es¬ 
tatua de oro que ha alzado el rey 
Nabucodonosor. 6 Todo aquel que no 
adore postrándose al instante será 
echado en un horno encendido. 7 Por 


(i) La adoración de la estatua del rey, im¬ 

puesta a todos sus súbditos, pone de relieve la 

condena de los tres jóvenes que se niegan a 

adorarla, llevados de su fidelidad a la ley y a 

su Dios. 


tanto, los pueblos todos, en oyendo 
el sonido de las bocinas, las arpas, 
los salterios, las gaitas y de los ins¬ 
trumentos músicos de toda suerte, 
todos los pueblos, naciones y hombres 
de toda lengua, se prosternarán y 
adorarán la estatua de oro alzada 
por el rey Nabucodonosor. 


Los tres jóvenes hebreos se nie¬ 
gan a adorar y son denunciados 
al rey. 

8 Con ocasión de esto vinieron en¬ 
tonces algunos caldeos y denuncia 
ron a los judíos. 9 Hablaron al rev 
Nabucodonosor, diciendo: ¡Vivas por 
siempre, oh reyl 10 Tú, ¡oh reyl, has 
dado una ley, por la cual todo hom¬ 
bre, en oyendo el son de las bocinas, 
las cítaras, las arpas, los salterios, 
las gaitas y toda suerte de instrumen¬ 
tos músicos, ha de adorar postrado 
la estatua de oro, 11 y que quien no 
se postre y adore será arrojado a 
un horno encendido. 12 Pues hay unos 
hombres, judíos, a quienes has enco¬ 
mendado tú la dirección de los nego¬ 
cios de la provincia de Babilonia, 
Sidraj, Misaj y Abed-Nego, que sin 
tenerte en cuenta para nada, ¡oh reyl, 
no sirven a tus dioses y no adoran la 
estatua que has alzado. 

^ 13 Irritado y furioso entonces Nabu¬ 
codonosor, dió orden de que trajesen 
a Sidraj, Misaj y Abed-Nego. Traídos 
éstos a la presencia del rey, Nabuco¬ 
donosor les habló, diciendo: ¿De pro¬ 
pósito, Sidraj, Misaj y Abed-Nego, 
no servís a mis dioses y no adoráis 
la estatua de oro que yo he alzado? 
16 Ahora, pues, aprestaos, y en oyen¬ 
do el sonido de las bocinas, las cítaras, 
las arpas, los salterios, las gaitas y 
de toda suerte de instrumentos mú¬ 
sicos, postraos y adorad la estatua 
que yo he hecho; y si no la adoráis, 
al instante seréis arrojados a un 
horno encendido. ¿Y quién será el 
dios que os libre de mis manos? 

16 Sidraj, Misaj y Abed-Nego res¬ 
pondieron al rey diciendo: Nabuco¬ 
donosor, no tienes por qué esperar 
más nuestra respuesta en esto; 17 pues 
nuestro Dios, al que servimos, puede 
librarnos del horno encendido, y. nos 
librará de tu mano. 18 Y si no qui¬ 
siere, sabe ¡oh reyl, que no adora¬ 
remos a tus dioses ni nos .postrare¬ 
mos ante la estatua que has alzado. 








756 


DANIEL, 3 


Los tres mancebos son arrojados 
a un horno encendido* 

19 Lleno entonces de ira Nabucodo- 
nosor, demudado el rostro contra 
Sidraj, Misaj y Abed-Nego, habló 
mandando que se encendiese el horno 
siete veces otro tanto de lo que en¬ 
cenderse solía; 20 y mandó a hombres 
muy robustos de su ejército que ata¬ 
sen a Sidraj, Misaj y Abcd-Nego y 
los echasen al horno de fuego ardiente. 

21 Entonces estos varones, atados, 
con sus bragas, sus túnicas, sus man¬ 
tos y sus otros vestidos, fueron arro¬ 
jados en medio del horno encendido. 

22 V como la orden del rey era apre¬ 
miante y había mandado encender 
el horno tanto, las llamas abrasaron 
a los que habían echado en el a 
Sidraj, Misaj y Abcd-Nego; 23 y los 
tres varones, Sidraj, Misaj y Abcd- 
Nego, cayeron atados en medio del 
horno ardiente. 


PARTE DEUTEKOCANONICA 
(Gr. 3, 21-90). 


La oración de los tres mancebos. 

24 sSc paseaban en medio de las 
llama , alabando a Dios y bendi¬ 
ciendo al Señor. 25 Azarías, puesto 
en pie, oró de esta manera, y abrien¬ 
do sus labios en medio del fuego, dijo: 

26 Bendito seas Señor, Dios de 
nuestros padres. Digno de alabanza 
y glorioso es tu nombre, 27 porque eres 
justo en cnanto has hecho con nos¬ 
otros y todas tus obras son verdad, 
y rectos tus caminos y justos todos 
tus juicios; 28 Y has juzgado con jus¬ 
ticia en todos tus juicios, en todo lo 
que has traído sobre nosotros, y sobre 
la dudad santa, la de nuestros padres, 
Jcrusalén; pues con juicio justo has 
traído todos estos males a causa de 
nuestros pecados. 

29 Porque liemos pecado y come¬ 
tido iniquidad, apartándonos de ti, 
y en todo hemos delinquido; 80 y no 
hemos obedecido tus preceptos, no 
los liemos guardado ni cumplido, se¬ 
gún nos habías ordenado para que 
fuéramos felices, 31 y cuantos males 
has traído sobre nosotros, y cuanto 
has hecho con nosotros, con justo 
juicio lo has hecho. 

32 Nos entregaste en poder de 


enemigos injustos e incircuncisos 
apóstatas, y a un rey el más inicuo 
y perverso de toda la tierra, 33 y aliora 
no podemos abrir nuestra boca. La 
vergüenza y el oprobio han caído 
sobre tus siervos y sobre los que te 
veneran. 34 Por tu nombre, no nos 
deseches para siempre, no anules tu 
alianza, 35 no apartes tu misericordia 
de nosotros; por Abraham, tu amado, 
por Isac, tu siervo, v por Israel, tu 
santo, 38 a quienes prometiste mul¬ 
tiplicar su descendencia como las 
estrellas del ciclo, como las arenas 
que hay en las orillas del mar. 

37 Porque, Señor, hemos sido em¬ 
pequeñecidos más que todas las na¬ 
ciones, y estamos lioy humillados en 
toda la" tierra a causa de nuestros 
pecados. 38 Al presente no tenemos 
príncipes ni profeta ni jefe ni holo¬ 
causto ni sacrificio ni ofrenda ni in¬ 
cienso 39 ni lugar en que ofrecer las 
primicias delante de ti y hallar mise¬ 
ricordia. Pero con el alma contrita 
y el espíritu humillado hallemos aco¬ 
gida. 

40 Como los holocaustos de los car¬ 
neros y de los toros, como las miría¬ 
das de los gruesos corderos, así sea 
hoy nuestro sacrificio delante de t¡, a 
fin de aplacar tu rostro, pues no serán 
confundidos los que en ti confían. 
41 Ahora nosotros de todo corazón 
te seguimos y te tememos y busca¬ 
mos tu rostro. 42 No nos confundas, 
antes obra con nosotros según tu 
bondad y según la grandeza de tu 
misericordia. 

43 Líbranos en virtud de tu pro¬ 
digioso poder, y da gloria, Señor, a 
tu nombre, 44 queden avergonzados 
los que maltratan a tus siervos, y 
queden confundidos de su tiranía y 
su fuerza sea deshecha. 45 Y conoz¬ 
can que tú, Señor, eres el único Dios, 
glorioso sobre toda la tierra. 

46 Los ministros del rey, que los 
habían metido, no cesaban de avivar 
el horno con betún, estopa, pez y 
sarmientos, 47 hasta levantarse las 
llamas cuarenta y nueve codos por 
encima del homo; y las llamas, 
irrumpiendo, abrasaron a cuantos 
caldeos estaban alrededor del horno; 
49 pero el ángel del Señor había des¬ 
cendido al horno con Azarías v sus 
compañeros, v apartaba del horno 
las llamas de* fuego V hacía que el 
interior del horno estuviera como si 
en él soplara un viento fresco; y el 
fuego no los tocaba absolutamente 







DANIEL, 3 


757 


ni los afligía ni les causaba molestia. 
51 Entonces los tres a una voz alaba¬ 
ron y glorificaron y bendijeron a Dios 
en el horno, diciendo: 


Cántico de loa tres mancebos. 

62 Bendito seas. Señor, Dios de 
nuestros padres, digno de alabanza, 
y ensalzado por los siglos. Bendito 
tu nombre santo y glorioso, muy 
digno de alabanza y muy ensalzado 
por todos los siglos. 53 Bendito en el 
templo santo de tu gloria, digno de 
ser cantado y glorificado por los 
siglos.’ 

64 Bendito tú, que penetras los 
abismos, digno de alabanza y ensal¬ 
zado por los siglos. Bendito tú, que 
estás sentado sobre los querubines, 
digno de alabanza, ensalzado por los 
siglos. 65 Bendito en tu trono real, 
digno de ser cantado y celebrado por 
los siglos. 66 Bendito tú en el firma¬ 
mento de los cielos, digno de ser 
cantado y glorificado por los siglos. 

67 Bendecid al Señor, todas las 
obras del Señor, cantadle y ensal¬ 
zadle por los siglos. 68 Bendecid al 
Señor, ángeles del Señor, cantadle y 
ensalzadle por los siglos. 69 Bendecid, 
cielos, al Señor, cantadle y ensal¬ 
zadle por los siglos. 60 Bendecid al 
Señor, aguas todas que estáis sobre 
los cielos, cantadle y ensalzadle por 
los siglos. 

61 Bendiga al Señor todo el ejército 
del Señor, cantadle y ensalzadle por 
los siglos. 62 Bendecid, sol y luna, al 
Señor, cantadle y ensalzadle por los 
siglos. 63 Bendecid, astros del cielo, 
al Señor, cantadle y ensalzadle por 
los siglos. 64 Bendecid, lluvias y rocío, 
al Señor, cantadle y ensalzadle por 
los siglos. 65 Bendecid, todos los vien¬ 
tos, al Señor, cantadle y ensalzadle 
por los siglos. 

66 Bendecid, fuego, calor, al Señor, 
cantadle y ensalzadle por los siglos. 
87 Bendecid, fríos y heladas, al Señor, 
cantadle y ensalzadle por los siglos. 

68 Bendecid, rocío y escarcha, al Señor, 
cantadle y ensalzadle por los siglos. 

69 Bendecid, frío y fresco, al Señor, 
cantadle y ensalzadle por los siglos. 

70 Bendecid, hielos y nieves, al Señor, 
cantadle y ensalzadle por los siglos. 

71 Bendecid, noche y día, al Señor, 
cantadle y ensalzadle por los siglos. 
72 Bendecid, luz y tinieblas, al Señor, 
cantadle y ensalzadle por los siglos. 


73 Bendecid, relámpagos y nubes, al 
Señor, cantadle y ensalzadle por los 
siglos. 74 Bendiga la tierra al Señor, 
cántele y ensálcele por los siglos. 
75 Bendecid, montes y collados, al 
Señor, cantadle y ensalzadle por los 
siglos. 

76 Bendecid al Señor, cuanto brota 
en la tierra, cantadle y ensalzadle por 
los siglos. 77 Bendecid, mares y ríos, al 
Señor, cantadle y ensalzadle por los 
siglos. 78 Bendecid, fuentes, al Señor, 
cantadle y ensalzadle por los siglos. 
79 Bendecid al Señor, monstruos de 
las aguas y cuanto en las aguas se 
mueve, cantadle y ensalzadle por los 
siglos. 80 Bendecid, todas las aves 
del cielo, al Señor, cantadle y ensal¬ 
zadle por los siglos. 81 Bendecid todas 
las bestias y ganados al Señor, can¬ 
tadle y ensalzadle por los siglos. 

82 Bendecid, hijos de los hombres, 
al Señor, cantadle y ensalzadle por 
los siglos. 83 Bendice, Israel, al Señor, 
cántale y ensálzale por los siglos. 
84 Bendecid, sacerdotes del Señor, al 
Señor, cantadle y ensalzadle por los 
siglos. 85 Bendecid, siervos del Señor, 
al Señor, cantadle y ensalzadle por 
los siglos. 86 Bendecid, espíritus y 
almas de los justos, al Señor, cantadle 
y ensalzadle por los siglos. 87 Bende¬ 
cid, santos y humildes de corazón, al 
Señor, cantadle y ensalzadle por los 
siglos. 

88 Bendecid, Ananías, Azarías y 
Misael, al Señor, cantadle y ensal¬ 
zadle por los siglos, porque nos sacó 
del infierno, y del poder de la muerte 
nos salvó, y de en medio del horno 
encendido ños libró, salvándonos del 
en medio del fuego. 89 Dad gracias a 
Señor, porque es bondadoso, porque 
es eterna su misericordia. 90 Bende¬ 
cid todos los piadosos al Señor de 
los dioses, cantadle y dadle gracias 
porque es eterna su misericordia. 


PARTE PROTOCANONICA 


IYabucodonosor glorifica a Dios* 

24 Espantado entonces el rey Nabu- 
codonosor, se levantó precipitada¬ 
mente, y dirigiéndose a sus consejeros, 
les dijo: ¿No hemos arrojado al fuego 
tres hombres? Ellos le respondieron: 
¡Cierto, oh reyl 25 Y el rey repuso; 
1 Pues bien, yo veo allí cuatro" hombres 
1 sueltos, que se pasean por en medio 







758 


DANIEL, 4 


del fuego sin daño alguno, y el cuarto 
de ellos parece un dios. 26 Acercóse 
entonces Nabucodonosor a la entrada 
del horno encendido, y hablando, dijo: 
Sidraj, Misaj y Abed-Nego, siervos 
del Dios supremo, salid y venid. 
Entonces salieron de en medio del 
fuego Sidraj, Misaj y Abed-Nego; 
27 y juntándose los jefes, los prefec¬ 
tos, los bajás y los consejeros del 
reino, vieron que el fuego no había 
tenido poder alguno sobre los cuerpos 
de aquellos varones, y ni siquiera se 
habían quemado los cabellos de sus 
cabezas, que sus ropas estaban intac¬ 
tas y ni siquiera olían a chamuscadas. 

28 Tomó entonces la palabra Nabu¬ 
codonosor, y dijo: Bendito sea el 
Dios de Sidraj, Slisaj y Abed-Nego, 
que ha mandado su ángel y ha librado 
a sus siervos que confiaron en él y 
no cumplieron la orden del rey y 
entregaron sus cuerpos antes que 
servir y adorar a dios alguno fuera 
de su Dios. 29 He aquí ahora lo que 
dispongo: Todo hombro, cualquiera 
que sea el pueblo, la nación o la 
lengua a que pertenezca, que hable 
mal del Dios de Sidraj, Misaj y 
Abed-Nego, será hecho trizas, y su 
casa convertida en muladar, porque 
no hay dios alguno que como él 
pueda librar (1). 1 * 3 4 * * * * Luego el rey 

engrandeció a Sidraj, Misaj y Abed- 
Nego en la provincia de Babilona. 


La visión del árbol, interpretada 
por Daniel. 

1 1 Nabucodonosor, rey, a todos 

~ los pueblos, naciones y hombres 
de toda lengua, que habitan en toda 
la tierra: Paz abundante. 2 Me ha 

parecido bien daros a conocer las 
señales y prodigios que el Dios su¬ 
premo ha hecho conmigo. 3 ¡Cuán 
grandes han sido sus señales! ¡Cuán 
potentes sus prodigiosl-Su reino es 
reino eterno y su dominación per¬ 
dura de generaciones en generaciones. 

4 Yo, Nabucodonosor, vivía tran¬ 

quilo en mi casa, feliz en mi palacio; 

® y tuve un sueño que me espantó, 

y los pensamientos que me perse¬ 

guían cu mi lecho y las visiones de 

mi espíritu me llenaron de espanto. 


(i) La perseverancia acaba en gloria de la 
nación y de la religión judía, dando el rey un 
decreto que impone a todos sus pueblos el res¬ 

peto a la religión de Israel. 


8 Hice que vinieran ante mí todos 
los sabios de Babilonia, para que me 
diesen la interpretación del sueño. 

7 Vinieron, pues, los magos, los astró¬ 
logos, los caldeos y los adivinos, y 
les expuse el sueño, pero nunca 
pudieron darme la interpretación; 

8 hasta que vino ante mí Daniel, 
cuyo nombre es Baltasar, del nombre 
de mi dios, y en el cual reside el 
espíritu de los dioses santos. Expli- 
quéle mi sueño, diciéndble: 9 Baltasar, 
tú, jefe de los magos, que tienes en ti, 
yo lo sé, el espíritu de los dioses 
santos, y a quien ningún misterio 
se oculta, dame la explicación de las 
visiones que en sueño he tenido. 

10 He aquí las visiones de mi espí¬ 
ritu (1) mientras estaba en mi lecho. 
Miraba yo, y vi en medio de la tierra 
un árbol alto sobremanera. 11 El I 
árbol había crecido y se había hecho 
muy fuerte, y su cima tocaba en los j 
cielos, y se le veía desde los confines I 
de toda la tierra. 12 Era de hermosa 
copa y de abundantes frutos, y había 
en él mantenimiento para todos. Las 
bestias del campo se resguardaban a 
su sombra, y en sus ramas anidaban 
las aves del cielo, y todos los vivien¬ 
tes se alimentaban de él. 

13 Eli las visiones de mi espíritu 
en mi lecho vi que bajaba del cielo 
uno de esos que velan y son santos; 

14 y gritando fuertemente, dijo: Aba¬ 
tid el árbol y cortad sus ramas, j 
sacudid su follaje y diseminad los | 
frutos, que huyan de debajo de él 
las bestias, y las aves del cielo de sus 
ramas; 16 pero dejad en la tierra el 
tronco con sus raíces, y atadle con . 
cadenas de hierro y de bronce, y 
quédese así entre las hierbas del 
campo, que le empape el rocío, y 
tenga por parte suya, como las bes¬ 
tias, la hierba de la tierra. 18 Quíte- j 
sele su corazón de hombre, y désele 
un corazón de bestia, y pasen sobre 
él siete tiempos. 17 Esta sentencia es 
decreto de los que velan, es resolu- I 
ción de los santos, para que sepan 
los vivientes que el Altísimo es dueño I 
del reino de los hombres y lo da o 
quien le place, y puede poner sobre 
él al más bajo de los hombres. 

18 Este es el sueño que tuve yo, el | 


(i) Véase lo dicho en 2, i, sobre los sueños. 
Este anuncia la locura del rey. que, en su de¬ 
mencia, se tendría por bestia. Digno castigo 
de su orgullo por haber creído igualarse con 
Dios. 








DANIEL, 5 


759 


rey Nabucodonosor. Tú, Baltasar, da 
la interpretación, ya que ninguno 
de los sabios de mi reino ha podido 
dármela; tú puedes darla, porque tie¬ 
nes en ti el espíritu de los dioses santos. 

19 Entonces Daniel, llamado Bal¬ 
tasar, se quedó por algún tiempo estu¬ 
pefacto y turbado por sus pensa¬ 
mientos. Díjole el rey: Baltasar, que 
no te turbe el sueño y su interpre¬ 
tación; y Baltasar respondo: Mi 
señor, que el sueño sea para tus ene¬ 
migos y la interpretación para tus 
adversarios. 20 El árbol que viste 
que se había hecho grande y fuerte, 
que con su cima tocaba a los cielos, 
y que se veía desde toda la tierra, 
21 de hermosa copa y de tan abun¬ 
dante fruto que había en él alimento 
para todos, y bajo el cual se resguar¬ 
daban las bestias del campo y en 
cuyas ramas anidaban las aves del 
cielo, 22 eres tú, ioh reyl, que has venido 
a ser grande y fuerte, y cuya gran¬ 
deza se ha acrecentado y ha llegado 
hasta los cielos y cuya dominación 
se extiende hasta los confines de la 
tierra. 23 Vi ó el rey bajar de los cielos 
a uno de esos que velan y son santos, 
y decir: Abatid el árbol, y destruidle, 
pero dejad en la tierra el tronco 
con las raíces, y atadle con cadenas 
de hierro y de bronce entre la hierba 
del campo, que le empape el rocío 
del cielo y tenga su parte con las 
bestias del campo, hasta que sobre 
él pasen siete tiempos. 

24 He aquí, joh reyl, la interpreta¬ 
ción y el decreto del Altísimo, que se 
cumplirá en mi señor, el rey. 25 Te 
arrojarán de en medio de los hom¬ 
bres, y morarás entre las bestias del 
campo, y te darán a comer hierba 
como a los bueyes; te empapará el 
rodo del cielo, y pasarán sobre ti 
siete tiempos, hasta que sepas que 
el Altísimo es el dueño del reino de 
los hombres y se lo da a quien le 
place. 26 Lo de dejar el tronco donde 
se hallan las raíces del árbol, signi¬ 
fica que tu reino te quedará cuando 
reconozcas que el que domina está 
en los cielos. 27 Por tanto, loh reyl, 
sírvete aceptar mi consejo; redime tus 
pecados con justicia y tus iniquidades 
con misericordias a los pobres, y 
quizá se prolongará tu dicha. 

Locura de A'abueodonosor. 

28 Todo esto tuvo cumplimiento 
en Nabucodonosor, rey. 20 Al cabo 


de doce meses, mientras se paseaba 
en su palacio de Babilonia, 30 se puso 
a hablar, y dijo: ¿No es ésta Babi¬ 
lonia, la grande, que yo por el poder 
de mi fuerza y la gloria de mi mag¬ 
nificencia he edificado para resi¬ 
dencia real? 31 Todavía estaba la 
palabra en su boca, cuando bajó del 
cielo una voz: 32 Sabe, loh rey Nabuco¬ 
donosor!, que te va a ser quitado el 
reino. Te arrojarán de en medio de 
los hombres, morarás con las bestias 
del campo, y te darán a comer hierba 
como a los bueyes, y pasarán sobre 
ti siete tiempos, hasta que sepas que 
el Altísimo es el dueño del reino de 
los hombres y se lo da a quien le 
place. 33 Al momento se cumplió en 
Nabucodonosor la palabra; fué arro¬ 
jado de en medio de los hombres, y 
comió hierba como los bueyes, y su 
cuerpo se empapó del rocío del cielo, 
hasta que llegaron a creeerle los 
cabellos como plumas de águila y 
las uñas como las de las aves de 
rapiña. 

Curación. 

34 Al cabo del tiempo señalado, yo, 
Nabucodonosor, alcé mis ojos al cielo 
y recobré la razón. Yo bendigo al 
Altísimo, alabo y glorifico al que 
domina con eterno dominio, y cuyo 
reino perdura de generaciones en 
generaciones. 35 A sus ojos todos los 
habitantes de la tierra son nada, 
y con el ejército de los cielos y con 
los habitantes de la tierra hace según 
su voluntad, sin que nadie pueda 
resistirse a su mano y decirle: ¿Qué 
es lo que haces? 36 Recobré entonces 
la razón y me fueron devueltas la 
gloria de mi reino, mi magnificencia 
y mi grandeza, y me llamaron mis 
consejeros y mis grandes, y fui res¬ 
tablecido en mi reino, y todavía se 
acrecentó más mi poderío; 37 y ahora 
yo, Nabucodonosor, alabo, ensalzo y 
glorifico al rey del cielo, cuyas obras 
todas son verdad, cuyos caminos 
todos justos, y que puede humillar 
a los que andan en soberbia. 

El festín de Baltasar. 

5 1 El rey Baltasar (1) dió un gran 
banquete a mil de sus príncipes, 
y con ellos estaba bebiendo su vino. 


(i) El contenido de este capítulo muestra la 
santidad del templo y el respeto en que debían ser 
tenidos los vasos sagrados. Como profanador de 
ellos, el príncipe caldeo recibe su merecido castigo 













760 


DANIEL, 5 


2 Excitado por el vino, mandó Balta¬ 
sar que ie llevasen los vasos de oro 
y plata que Nabucodonosor, su padre, 
había eogido del templo de Jerusa- 
lén, para que se sirviesen de ellos 
para beber el rey y sus príncipes, 
sus mujeres y sus concubinas. 3 Se 
trajeron, pues, los vasos de oro que 
habían sido arrebatados al templo 
de la casa de Dios, de Jcrusalén, y 
con ellos bebieron el rey y sus prín¬ 
cipes, sus mujeres y sus concubinas. 
4 Bebían el vino y alababan a sus 
dioses de oro y plata, de hierro y de 
bronce, de leño y de piedra. 

La escritura misteriosa cu 
la pared. 

6 En aquellos momentos aparecie¬ 
ron los dedos de una inano de hombre, 
que escribían delante del camlelcro, 
en el revoco de la pared del palacio 
real, viendo el rey el extremo de la 
mano que escribía. 6 Mudó entonces 
el rey el color y sus pensamientos 
le turbaron; se relajaron los músculos 
de sus lomos, y sus rodillas daban 
una contra otra. 7 Gritó el rey en voz 
muy fuerte que llamasen a los magofc, 
caldeos y adivinos, y hablándoles, 
dijo: El que descifre esa escritura y 
me la interprete, será vestido de 
púrpura, llevará collar de oro al 
cuello y será el tercero en el gobierno 
del reino. 8 Entraron todos los sabios 
del rey, pero ninguno pudo descifrar 
la escritura ni dar al rey su interpre¬ 
tación. 9 Turbóse sobremanera el 
rey Baltasar, mudó de color y se 
consternaron sus príncipes. 

10 La reina, llevada del clamoreo 
del rev y de los príncipes, entró en la 
sala del banquete, y tomando la 
palabra, dijo: Vive por siempre, 
¡oh revi, que no te turben tus pensa¬ 
mientos ni se demude tu rostro; 
11 que hay en tu reino un hombre 
que 'tiene en sí el espíritu de los 
santos dioses, y ya en los tiempos de 
tu padre, el rey, fué hallada en él 
una sabiduría semejante a la sabi¬ 
duría de los dioses, a quien el rey 
Nabucodonosor, tu padre, el rey, 
hizo jefe de magos, astrólogos, cal¬ 
deos y adivinos, 12 porque se halló 
en él, en Daniel, llamado Baltasar 
por el rey, un espíritu superior de 
ciencia e inteligencia, la facultad de 
interpretar los sueños, de explicar j 
os enigmas, de resolver las dudas. ' 


Llama, pues, a Daniel, y él te dará 
la interpretación. 


Daniel interpreta la escritura. 

13 Fué, pues, introducido Daniel 
a la presencia del rey; y tomando 
el rey la palabra, dijo a Daniel: 
¿Eres tú Daniel, de los hijos de Judá, 
que el rey, mi padre, trajo de Jcru¬ 
salén? 14 Me lian dicho de ti que tienes 
en ti el espíritu de los dioses, y que 
hay en ti luz y entendimiento y gran 
sabiduría. 15 Ahora acaban de traerme 
sabios y astrólogos para leer esta 
escritura y darme su interpretación, 
pero ninguno ha podido explicarme 
la cosa. 16 He oído de ti que puedes 
resolver las dudas y aclarar las oscu¬ 
ridades. Si me lees esa escritura y 
me das su interpretación, serás ves¬ 
tido de púrpura, llevarás al euello 
collar de oro y serás el tercero en el 
reino. 

17 Respondió entonces Daniel, di¬ 
ciendo al rey: Sean para ti tus dones, 
loh rey!, y haz a otro tus mercedes. 
Yo leeré al rey lo escrito y le daré 
la interpretación. 18 El Dios Altísimo, 
loh reyl, dió a Nabucodonosor, tu 
padre, el reino, la grandeza, la gloria 
y la magnificencia. 19 Por la grandeza 
que le dió, temblaban ante él y le 
temían todos los pueblos, naciones 
y lenguas: Mataba a quien quería 
y a quien quería daba la vida; engran¬ 
decía a quien quería v a quien quería le 
humillaba. 20 Alas cuando su corazón 
se ensoberbeció y su espíritu se 
endureció altivo, fué depuesto del 
troiio de su reino y despojado de su 
gloria. 21 Fué arrojado de entre los 
¡lijos de los hombres, se hizo seme¬ 
jante a las bestias y moró con los 
asnos salvajes. Diéronle a comer 
hierba, como a los bueyes, y se em¬ 
papó su cuerpo del rocío del cielo, 
hasta que conoció que el Altísimo 
es el dueño del reino de los hombres 
y pone sobre él a quien le place. 

22 Y tú, Baltasar, hijo suyo, sa¬ 
biendo eslo, no has humillado tu 
corazón. 23 Te has alzado contra el 
Señor de los ciclos, lian traído ante 
ti los vasos de su casa y os habéis 
servido de ellos para beber el vino 
tú y tus grandes, tus mujeres y tus 
concubinas; has alabado a dioses de 
plata y de oro, de bronce y de hierro, 
de leño y de piedra, que ni ven, ni 
entienden, y no has dado gloria al 






DANIEL, 6 


761 


Dios que tiene en sus manos tu vida 
y es el dueño de todos tus caminos. 
24 Por eso ha mandado él esa mano 
que ha trazado esa escritura. 26 La 
escritura es: Mene , mene , iequel , ufar - 
¿m(l) 26 yésta es su interpretación: 
Mene , ha contado Dios tu reino y le 
ha puesto fin; 27 tequel , has sido pesado 
en la balanza y hallado falto de peso; 
28 ufarsin y ha sido roto tu reino y dado 
a los medos y persas. 

29 Mandó entonces Baltasar ves¬ 
tirle de púrpura, poner a su euello 
el collar de oro, y pregonar de él 
que era el tereero en el reino. 

La realización. 

30 Aquella misma noehe fué muerto 
Baltasar, rey de los v caldeos, 31 y 
Darío, rey de Media, sea poderó del 
reino a los sesenta y dos años. 

Insidias de los cortesanos de 
Darlo contra Daniel. 

() 1 Resolvió Darío constituir en su 
reino ciento veinte sátrapas que 
gobernasen el reino, 2 y sobre ellos 
tres presidentes de los cuales uno 
fué Daniel, a quien diesen cuenta 
los sátrapas, para que no fuese per¬ 
judicado el rey. 3 Era Daniel superior 
a sátrapas y presidentes, porque había 
en él más espíritu, y el rey pensó 
en ponerle sobre todo el reino. 4 * En¬ 
tonces presidentes y sátrapas bus¬ 
caron ocasión de acusar a Daniel 
en lo tocante a la administración 
del reino, mas no hallaron ninguna 
eosa por que denunciarle, pues era 
fiel y no se veía en él falta ni negli¬ 
gencia. 

5 Dijeron entonces aquellos hom¬ 
bres: Ño hallaremos en Daniel eosa 
de que acusarle, si no es por la ley 
de su Dios (2). 6 Vinieron, pues, 
presidentes y sátrapas a la presencia 
del rey, y le dijeron así: Vive por 
siempre, rey Darío, 7 todos los prín¬ 
cipes de tu reino, presidentes, sátra¬ 
pas, magistrados y júeees, lian acor¬ 
dado en consejo que se promulgue 


(1) La traducción de estas palabras es: Con¬ 
tado: Una mina, un cielo y dos medias minas. La 
interpretación la da el texto a continuación. 

(2) En este capítulo tenemos un episodio de la 

vida de Daniel semejante al del capítulo 3, y 

que termina, como aquél, con la glorificación del 

Dios de Israel. 


y confirme un real edicto, mandando 
que cualquiera que en el espacio de 
treinta días hiciere petición alguna 
a dios 11 hombre, fuera de ti, ¡oh reyl, 
sea arrojado al foso de los leones. 
8 Confirma, pues, ¡oh reyl, el edicto, 
y fírmalo para que no pueda ser 
revocado conforme a la irrevocable 
ley de Media y de Persia. 9 Firmó, 
pues, el rey Darío el edicto y la pro¬ 
hibición. 


Daniel no cumple el edicto 
del rey. 

10 Cuando supo Daniel que había 
sido firmado el edicto, entróse en 
su casa, y abiertas las ventanas de 
su cámara que daban hacia la ciudad 
de Jerusalén, hincábase de rodillas 
tres veees al día y oraba, confe¬ 
sando a su Dios, como solía hacerlo 
antes. 11 Entonces apresuráronse a 
venir aquellos hombres, y hallaron 
a Daniel orando y rogando a su 
Dios. 12 Llegáronse luego al rey y le 
hablaron acerca del real edicto: ¿No 
has firmado tú un edicto mandando 
que cualquiera que en el espacio de 
treinta días hiciese petición a dios 
u hombre, sino a ti, ¡oh reyl, sea 
arrojado al foso de los leones? Res¬ 
pondió el rey, diciendo: Así es, según 
la ley de Media y Persia, que no 
puede revocarse. 13 Entonees respon¬ 
dieron ellos diciendo al rey: Pues 
Daniel, de los hijos de la cautividad 
de los judíos,* no teniendo cuenta de 
ti, ioh rey!, ni del edicto firmado, 
tres veces al día haee su oración. 
14 Al rey, cuando esto oyó, pesóle 
sobremanera, y se propuso salvar 
a Daniel, y hasta la puesta del 
sol estuvo haciendo esfuerzos por li¬ 
brarle. 

15 Pero aquellos hombres se reunie¬ 
ron ante el rey y le dijeron: Has de 
saber, ¡oh reyl, que es ley de Media y 
de Persia que edicto u ordenanza 
que el rey firma es irrevocable. 

Daniel arrojado al foso de los 
leones. 

16 Mandó entonees el rey que trajeran 
a Daniel y le arrojaran al foso de los 
leones. Y hablando el rey a Daniel, 
le dijo: Quiera salvarte tu Dios a 
quien perseverante sirves. 17 Trajeron 
una piedra que. pusieron sobre la 








762 


DANIEL, 7 


boca del foso, y la selló el rey con su 
anillo y con los anillos de sus grandes, 
para que en nada pudiera mudarse 
la situación de Daniel. 

18 Fuése luego el rey a su palacio, 
y se acostó en ayunas, no se tocaron 
ante él instrumentos de música, y 
huyó de sus ojos el sueño. 19 Levan¬ 
tóse, pues, muy de mañana, y se fue 
apresuradamente al foso de los leones; 
20 y acercándose al foso de los leones, 
llamó con tristes voces a Daniel, y 
hablando el rey a Daniel, decía: 
Daniel, siervo del Dios vivo, el Dios 
tuyo a quien perseverante sirves, ¿ha 
podido librarte de los leones? 21 En¬ 
tonces dijo Daniel al rey: Vive por 
siempre, ¡oh rey! 22 Mi Dios ha enviado 
su ángel, que ha cerrado la boca 
de los leones para que no me hiciesen 
mal, porque delante de él ha sido 
hallada en mí justicia, y aun delante 
de ti, ¡oh rey!, nada lie hecho de malo. 

23 Púsose entonces muy contento el 
rey, y mandó que sacasen del foso 
a Daniel. Daniel filé sacado del foso 
y no hallaron en él herida alguna, 
porque había tenido confianza en su 
Dios. 24 Mandó el rey que los hom¬ 
bres que habían acusado a Daniel 
fueran traídos y arrojados al foso 
de los leones, ellos, sus hijos y sus 
mujeres, y antes que llegasen al 
fondo del foso, los leones los cogieron 
y quebrantaron todos sus huesos. 


Darío da jjloria a I>ios. 

26 Entonces el rey Darío escribió 
a todos los pueblos, naciones y len¬ 
guas que habitan en toda la tierra: 
Paz mucha. 26 Mando que en toda 
la extensión de mi reino teman todos 
y tiemblen ante la presencia del Dios 
de Daniel, porque é! es el Dios vivo, 
y eternamente subsiste su reino, que 
no será jamás destruido, y su domi¬ 
nación, que perdurará hasta el fin. 
27 El libra y salva, y obra señales y 
portentos en los cielos y en la tierra. 
El ha librado a Daniel del poder 
de los leones. 28 Daniel prosperó 
durante el reinado de Darío y durante 
el reinado de Ciro, persa. 


Visión de las cuatro bestias. 

n 1 El año primero de Baltasar, rey 
v de Persia, tuvo Daniel un sueno 
y vió visiones de su.espíritu mientras 


estaba en su lecho. En seguida escri¬ 
bió el sueño contando lo principal 
de él. 

2 Comenzó Daniel diciendo: Yo 
miraba durante mi visión nocturna, 
y vi irrumpir en el mar grande los 
cuatro vientos del cielo, y salir del 
mar cuatro grandes bestias, diferen¬ 
tes una de otra (1). 4 La primera 

bestia era como león con alas de 
águila. Yo estuve mirando hasta que 
le fueron arrancadas las alas y fué 
levantado de la tierra, poniéndose 
sobre dos pies a modo de hombre, 
y le fué dado corazón de hombre. 
8 Y he aquí que una segunda bestia 
semejante a un oso, y que tenía en 
su boca entre los dientes tres cos¬ 
tillas, se estaba a un lado y le dijeron: 
levántate a comer mucha carne. 6 Se¬ 
guí mirando después de esto; y he 
aquí otra tercera semejante a un 
leopardo, con cuatro alas en sus 
espaldas y cuatro cabezas, y le fué 
dado el dominio. 7 Seguía yo mirando 
en la visión nocturna, y vi la cuarta 
bestia, terrible, espantosa, sobre¬ 
manera fuerte, con grandes dientes 
oe hierro y garras de bronce. Devoraba 
y trituraba, y las sobras las macha¬ 
caba con los pies. Era muy diferente 
de todas las bestias anteriores, y 
tenía diez cuernos. 

8 Estando yo contemplando los 
cuernos, vi que salía de entre ellos 
otro cuerno pequeño, y le fueron 
arrancados tres de los primeros, y este 
otro tenía ojos‘como de hombre y 
una boca que hablaba con gran arro¬ 
gancia. 


El anciano de días y el juicio. 

9 Estuve mirando hasta que fue¬ 
ron puestos tronos, y vi a un an¬ 
ciano de muchos días, cuyas vesti¬ 
duras eran blancas como la nieve 
y los cabellos de su cabeza como lana 
blanca. Su trono llameaba como lla¬ 
mas de fuego y las ruedas eran fuego 
ardiente. 10 Un río de fuego procedía 
y salía de delante de él, y le servían 
millares de millares, y le asistían 
millones de millones. Sentóse el tri¬ 
bunal, y fueron abiertos los libros. 

(i) Estas cuatro fieras tienen la misma sig¬ 
nificación que las diversas partes de la estatua 
vista por Nabucodonosor, y no hay duda deque 
la cuarta sea el reino de Siria, y este cuerno que 
dice grandes blasfemias, Antloco IV. el gran 
perseguidor de los judíos. 









DANIEL, 8 


763 


11 Yo seguía mirando a la bestia 
a causa de las grandes arrogancias 
que hablaba su cuerno, y la estuve 
mirando hasta que la mataron, y su 
cuerpo fue destrozado y arrojado al 
fuego para que se quemase. 12 A las 
otras bestias se les había quitado 
el dominio, pero les había sido pro¬ 
longada la vida por cierto tiempo. 

El hijo del hombre. 

13 Seguía yo mirando en la visión 
nocturna; y vi venir en las nubes del 
cielo a un como hijo de hombre, 
que se llegó al anciano de muchos 
días y fué presentado a éste (1). 

14 Fuéle dado el señorío, la gloria y el 
imperio, y todos los pueblos, naciones 
y lenguas le sirvieron, y su dominio 
es dominio eterno que no acabará 
nunca, y su imperio, imperio que 
nunca desaparecerá. 

15 Turbéme sobremanera, yo, Da¬ 
niel, en mi cuerpo, y las visiones de 
mi mente me asombraron. 16 Llegué- 
me a uno de los asistentes y le rogué 
que me dijera la verdad acerca de 
todo esto. Hablóme él y me declaró 
la interpretación: 17 Esas grandes 
bestias, cuatro, son cuatro reyes que 
se alzarán en la tierra. 18 Después 
recibirán el reino los santos del Altí¬ 
simo y lo retendrán por siglos, por los 
siglos de los siglos. 19 Sentí entonces 
el deseo de informarme más exac¬ 
tamente acerca de la bestia cuarta, 
tan diferente de todas las otras, 
sobremanera espantosa, de los dientes 
de hierro y las garras de bronce, 
que devoraba y trituraba y hollaba 
las sobras con sus pies, 20 así como 
también acerca de los diez cuernos 
que tenía en la cabeza, y de aquel 
otro que le había salido y ante el 
cual se le habían caído tres, y que 
tenía ojos y boca que decía grandes 
arrogancias, y parecía más grande 
que todos los otros. 21 Vi yo que este 
cuerno hacía guerra a los santos y 
los vencía, 22 hasta que vino el an¬ 
ciano de muchos días y se hizo justi¬ 
cia a los santos del Altísimo y llegó 
el tiempo en que los santos se apode¬ 
raron duraderamente del reino. 


(i) Este personaje, semejante a un hijo de 
hombre, es el rey Mesías, a quien será conferido 
todo poder. Jesucristo hace alusión a este pasaje 
ante el Sumo Sacerdote (Mt., 26, 64). Que este 
reino sige el sirio, no prueba que le haya de 
suceder inmediatamente. Es la misma ley que 
observamos en todos los profetas. 


El cuarto reino. 

23 Díjome así: La cuarta bestia es 
un cuarto reino sobre la tierra, que 
se distinguirá de todos los otros reinos 
y devorará la tierra toda y la hollará 
y la triturará. 24 Los diez cuernos 
son diez reyes que en aquel reino se 
alzarán, y tras ellos se alzará otro 
que diferirá de los primeros, y derri¬ 
bará a tres de estos reyes. 26 Hablará 
palabras arrogantes contra el Altísimo, 
y quebrantará a los santos del Altí¬ 
simo, y pretenderá mudarlos tiempos 
y la ley. Aquéllos serán entregados 
a su poder por un tiempo, tiempos, 
y medio tiempo. 26 Pero se sentará 
el tribunal y le arrebatarán el domi¬ 
nio, hasta destruirle y arruinarle del 
todo, 27 dándole el reino, el dominio 
y la majestad de todos los reinos 
de debajo del cielo, al pueblo de los 
santos del Altísimo, cuyo reino será 
eterno y le servirán y obedecerán 
todos los señoríos. 

28 Aquí acabó la plática. Yo Daniel, 
anduve sobremanera turbado por mis 
pensamientos, demudado el color, y 
guardé todo esto en mi corazón. 


La visión del carnero y el macho 
cabrio. 

8 1 El año tercero del reinado de 
Baltasar, yo, Daniel, tuve una 
visión a más de la que había tenido 
anteriormente, 2 y estando en la 
visión, parecióme hallarme en Susa, 
la capital en la provincia de Elam, 
y estar durante la visión cerca del 
río Ulai (1). 3 Alcé los ojos, y miré, 
y vi un carnero que estaba delante 
del río. Tenía dos cuernos, y aunque 
ambos eran altos, el uno era más alto 
que el otro, habiendo crecido más 
después del otro. 4 Vi al carnero 
acornear a poniente, a norte y medio¬ 
día, sin que bestia alguna pudiera 
resistirle, y sin que nadie pudiera 
librarse de él. Hacía cuanto quería y 
se engrandeció. 6 Pero en esto vino 
un macho cabrío sin tocar la tierra 
con sus pies y con un gran cuerno 
entre los ojos. 6 Llegó al carnero de 
os dos cuernos que había visto de- 


(1) Los versos 2-8 nos presentan las luchas 
del imperio persa con el macedónico y la división 
de éste a la muerte de Alejandro Magno. Los 
versos 9-25 narran la aparición de Antíoco IV, 
que lucha contra el Oriente, el Occidente y con¬ 
tra Dios, persiguiendo a su religión y a su pueblo 












764 


DANIEL, 9 


lante del rio, y corrió contra él con 
la furia de su fortaleza. (i) * * * * * 7 * * Vi que le 
acometía, rompiéndole ambos cuer¬ 
nos, sin que el carnero tuviera fuerza 
para resistirle, y echándole por tierra 
le pisoteó, sin que nadie pudiera 
librar al carnero. 

8 El macho cabrío llegó a ser muy 
potente, pero cuando lo fué, se le 
rompió el gran cuerno, y en su lugar 
le salieron cuatro cuernos, uno a 
cada uno de los vientos del ciclo. 

9 Del uno de ellos salió un cuerno 
pequeño, que creció mucho hacia el 
mediodía y el oriente y hacia la 
tierra gloriosa; 10 engrandecióse hasta 
llegar al ejército de los cielos, y echó 
a tierra estrellas y las holló. 11 Aun 
contra el príncipe del ejército se 
irguió y le quitó el sacrificio perpetuo, 
y destruyó su santuario. 12 Convocó 
impíamente ejércitos contra el sacri¬ 
ficio perpetuo, echó ‘por tierra la 
verdad, hizo con buen éxito lo que 
quiso. 13 Entonces oí hablar a uno 
de los santos, respondiendo a otro 
santo que le preguntaba: ¿Hasta 
cuándo va a durar esta visión del 
sacrificio perpetuo y de la asoladora 
prevaricación del llamar tropas, > 
del santuario y del ejército de los 
cielos quebrantados? 14 * * * Entonces dijo: 
Hasta dos mil trescientos, tarde y 
mañana. Luego será restablecido el 
gran santuario. 

15 Mientras yo, Daniel, contemplaba 
la visión y buscaba su explicación, 
púsose ante mi un como hombre; 

10 y ol una voz de hombre que de 
en medio del Ulai gritaba y decía: 
Gabriel, explícale a éste la visión. 
17 Vino éste luego cerca de donde 
estaba yo, y al acercarse me sobre¬ 
cogí y cal sobre mi rostro. El me dijo: 
Atiende, hijo de hombre, que la vi¬ 
sión es del fin de los tiempos. 18 Al 
hablarme cal entontecido sobre el 
rostro; pero él me tocó y me hizo 
estar en pie, 19 * y me dijo: Voy a ense¬ 
ñarte lo que sucederá al fin del 
tiempo de la ira, pues tendrá fin ese 
tiempo. 


La explicación. 

20 El carnero de dos cuernos que 
has visto son los reyes de Media y 
de Persia; 21 el macho cabrio es el 
rey de Javán, y el gran cuerno de 
entre sus ojos es el rey primero; 22 el 
romperse y salir en su lugar otros 


cuernos, cuatro reyes que se alzarán 
en la nación, mas no de tanta fuerza 
como aquél. 23 Al final de su domi¬ 
nación, cuando se completen las pre¬ 
varicaciones, levantaráse un rey im¬ 
pudente e intrigante; 24 su poder cre¬ 
cerá, no por su propia fuerza, y pro¬ 
ducirá grandes ruinas y tendrá éxitos, 
y destruirá a poderosos y al pueblo 
de los santos. 25 Por sus prosperida¬ 
des y por el éxito de sus intrigas se 
llenará de arrogancia su corazón, y 
liará perecer a muchos que vivían 
apaciblemente y se levantará contra 
el Príncipe de los príncipes, pero será 
destruido sin que intervenga mano 
alguna. 26 La visión de tardes y ma¬ 
ñanas es verdadera, guárdala en tu 
corazón porque es para mucho tiempo. 

27 Yo, Daniel, quedé quebrantado, 
y estuve enfermo algunos días, y 
cuando convalecí, me ocupé en los 
asuntos del rey. Estaba asombrado 
de la visión, pero nadie la supo. 


Profecía «le las setenta semanas. 

1 El año primero de Darlo, hijo 

de Asuero, de la nación de los 
medas, que vino a ser rey del reino 
de los caldeos, 2 el año primero de 
su reinado, yo, Daniel, estaba estu¬ 
diando en los libros el número de los 
setenta años que habían de cumplirse 
sobre las ruinas de Jerusalén, con¬ 
forme al número de años de que dijo 
Ya ve a Jeremías, profeta (1). 3 Vol- 


(i) Este vaticinio es el más conocido de Da¬ 

niel. Su punto de partida es el vaticinio de los 

setenta años de Jeremias. Pero estos setenta años 

se convierten aquí en setenta semanas de años 

o sea en setenta años sabáticos (Lev., 25 )» Y su 

término es la justicia sempiterna, el cumpli¬ 

miento de las profecías y la unción del santí¬ 

simo. Esas setenta semanas se dividen en cuatro 

grupos: el primero de siete semanas, que com¬ 

prende los que van desde la cautividad hasta la 

liberación (587-539). El cristo que señala el 

término de este período debe de ser Ciro 

(Is., 45, 1). El segundo período, de sesenta y 

dos semanas, llena el largo espacio que va 

desde la vuelta del cautiverio con las luchas 

por la reedificación del templo y de la ciudad, 

contadas en Esdras y Nchemíus, hasta la muer¬ 

te de un ungido, el cual no es otro que el Pon¬ 

tífice Onías, cuya muerte, acaecida en 171, es 

narrada en el II Mac., 4. 30-42). Queda una 

semana, que será de persecución, la cual el in¬ 

térprete divide en dos mitades con la supre¬ 

sión del sacrificio perpetuo realizada por An- 

tioco IV en 168, y que duró tres años. La 

salud mesiánica vendrá después; pero tampoco 

inmediatamente después, como acaece en los 








DANIEL, 9 


765 


vi mi rostro al Señor, Dios, buscán¬ 
dole en oración y plegaria, en ayuno, 
saco y ceniza; 4 y oré a Yavc, mi 
Dios, y le hice esta confesión: 


Oración j confesión de Daniel. 


Señor, Dios grande y temible, que 
guardas la alianza y la misericordia 
con los que te aman y cumplen tus 
mandamientos: 5 Hemos pecado, lie¬ 
mos obrado la iniquidad, liemos sido 
perversos y rebeldes, nos liemos apar¬ 
tado de tus mandamientos y tus jui¬ 
cios; 6 no liemos hecho caso a tus 
siervos, los profetas, que en tu nom¬ 
bre hablaron a nuestros reyes, a 
nuestros príncipes, a nuestros padres 
y a todo el pueblo de la tierra. 
7 Tuya es, Señor, la justicia, y nues¬ 
tra la vergüenza en el rostro, que 
llevan hoy todos los hombres de Judá, 
los moradores de Jerusalén, todos los 
de Israel, los de cerca y los de lejos, 
en todas las tierras a que los arro¬ 
jaste por las rebeliones con que contra 
ti se rebelaron. 8 Oh Yavc, nuestra 
es la vergüenza en el rostro de nues¬ 
tros reyes, de nuestros príncipes, de 
nuestros padres, porque contra ti pe¬ 
camos. 9 Pero es de Ya ve, nuestro 
Dios, el tener misericordia y el per¬ 
donar, aunque nos hayamos rebelado 
contra él. 10 No obedecimos la voz 
de Yave, nuestro Dios, andando en 
sus leyes,' que por inano de sus profe¬ 
tas puso delante de nosotros; 11 y todo 
Israel traspasó tu ley, alejándose para 
no oír tu voz. Por eso vino sobre 
nosotros la maldición y el juramento 
escrito en la ley de Moisés, siervo 
de Dios; por haber pecado contra El. 
12 El ha cumplido su palabra, la que 
dijo de nosotros y de los jefes que 
nos gobiernan, trayendo sobre nos¬ 
otros males tan grandes como no los 
hubo nunca debajo del cielo, cual 
fué el hecho en Jerusalén. 13 Vino 
todo este mal sobre nosotros como 
está escrito en la ley de Moisés, y 
no hemos implorado a Yavc, nuestro 
Dios, con virtiéndonos de nuestras ini¬ 
quidades, y haciendo verdad. 14 Por 
eso veló Yave sobre este mal, y lo 
trajo sobre nosotros, porque justo es 


demás profetas. El número de los años de cada 
grupo no se ajusta matemáticamente a los años 
de la historia; pero téngase en cuenta que 
Daniel es un profeta, no un historiador, y aun 
en estos últimos cabrían tales aproximaciones. 


Yave, nuestro Dios, en todas cuantas 
obras hace; pues no obedecimos su voz. 

16 Ahora, pues, Señor, Dios nues¬ 
tro, que sacaste a tu pueblo de la 
tierra de Egipto con mano poderosa, 
y te hiciste nombre cual lo tienes hoy: 
hemos pecado, hemos obrado impía¬ 
mente; 16 pero, Señor, según tu gran 
misericordia, aparta tu ira y tu furor 
de tu ciudad de Jerusalén, de tu 
monte santo, pues por nuestros pe¬ 
cados y las iniquidades de nuestros 
padres, Jerusalén y tu pueblo son el 
oprobio de cuantos nos rodean. 17 Oye, 
pues, Dios nuestro, la oración de tu 
siervo, oye sus plegarias, y por amor 
de ti, Señor, haz brillar tu faz sobre 
tu santuario devastado. 18 Oye, Dios 
mío, y escucha. Abre los ojos y mira 
nuestras ruinas, mira la ciudad sobre 
la que se invoca tu nombre, pues no 
por nuestras justicias te presentamos 
nuestras súplicas, sino por tus gran¬ 
des misericordias. 19 ¡Escucha, Señor! 
¡Señor, perdona! ¡Atiende, Señor, y 
obra, no tardes, por amor de ti, 
Dios mío, ya que es invocado tu 
nombre sobre tu ciudad y sobre tu 
pueblo! 

La respuesta de Dios por medio 
del ángel Gabriel. 

20 Todavía estaba yo hablando, ro¬ 
gando, confesando mi pecado y el 
pecado de mi pueblo, Israel, y pre¬ 
sentando mis súplicas a Yave por el 
monte santo de mi Dios; 21 todavía 
estaba hablando en mi oración, y 
aquel varón, Gabriel, a quien antes 
vi en la visión, volando rápidamente 
se llegó a mí como a la hora del 
sacrificio de la tarde. 22 Me enseñó, 
hablando conmigo, y me dijo: Daniel, 
vengo ahora para hacerte entender.- 
23 Cuando comenzaste tu plegaria fué 
dada la orden, y vengo para dártela £ 
conocer, porque eres el predilecto. Oye, 
pues, el decreto y entiende la visión: 

24 Setenta semanas están prefini¬ 
das sobre tu pueblo y sobre tu ciu¬ 
dad santa, para acabar las transgre¬ 
siones y dar fin al pecado, para ex¬ 
piar la iniquidad y traer la justicia 
eterna, para sellar la visión y la 
profecía y ungir al santísimo. 
25 Sabe, pues, y entiende que desde 
la salida del edicto de restauración 
y edificación de Jerusalén, hasta un 
ungido príncipe, habrá siete semanas 
y sesenta y dos semanas, y en tiein- 






766 


DANIEL, 10, 11 


pos de angustia se reedificarán plazas 
y muros. 26 Al cabo de las sesenta 
y dos semanas, será muerto un ungi¬ 
do, aunque nada haya contra él. El 
pueblo de un jefe que vendrá, des¬ 
truirá la ciudad y el santuario, pero 
su fin llegará como una inundación, 
las devastaciones durarán hasta el 
fin de la guerra; 27 hará pacto con 
muchos en una semana, y a la mitad 
de ella hará cesar el sacrificio y la 
oblación y poner en el pináculo una 
abominación devastadora, hásta que 
la consumación decretada venga sobre 
el devastador. 


Luchas del pueblo de Dios y su 
liberación. 

10 1 El año tercero de Ciro, rey 
de Persia, fue hecha a Daniel, 
llamado Baltasar, una revelación. 
Esta revelación es verdadera y anun¬ 
cia una gran calamidad. Puso aten¬ 
ción a la revelación, y tuvo la inte¬ 
ligencia de la visión (1). 1 2 Por 

aquellos días yo, Daniel, estuve en 
duelo tres semanas. 3 No comí man¬ 
jar delicado ni entró carne ni vino 
en mi boca ni me ungí, hasta que no 
pasaron las tres semanas. 4 * El día 
veinticuatro del primer mes hallába¬ 
me a las orillas del gran río, el Jidde- 
quel. 6 Alcé los ojos y miré, viendo 
a un varón vestido de lino y con un 
cinturón de oro de Ufaz. 6 Su cuerpo 
era como de crisólito, su rostro res¬ 
plandecía como el relámpago, sus 
ojos eran como brasas de fuego, sus 
brazos y sus pies parecían de bronce 
bruñido, y el sonido de su voz era 
como el rumor de las muchedumbres. 

7 Yo, Daniel, sólo yo vi la visión; 
los que conmigo estaban no vieron 
nada, pero se sobrecogieron de gran 
terror y huyeron a esconderse. 

8 Quedéme yo solo, y vi esta gran 
visión. No quedaron en mí fuerzas, 
se demudó el color de mi rostro, 
quedé desencajado y perdí todo mi 
vigor. 0 Oí el sonido de sus palabras, 
y en oyendo el sonido de sus palabras, 
caí aturdido, rostro a tierra. 10 Pero 


(i) Esta última visión de Daniel abarca los 
tres capítulos io a 12, de los cuales el primero 
habla de las luchas entre Persia y Macedonia; 
el segundo, de las luchas entre Siria y Egipto; 
prosigue con las invasiones de Antíoco contra la 
Judea, y acaba con un trozo netamente escato- 
lógico, en que se habla de la resurrección de los 
muertos y del fin de las cosas. 


me tocó una mano, sacudiendo mis 
rodillas y mis manos, 11 y me dijo; 
Daniel, varón predilecto, está aten¬ 
to a las palabras que voy a decirte 
y ponte en pie en el lugar en que 
estás, pues he sido enviado a ti. Una 
vez que me habló, páseme en pie 
temblando. 12 Díjomc: Nada temas, 
Daniel, pues desde el primer día en 
que diste tu corazón a entender y a 
humillarte en la presencia de tu Dios, 
fueron oídas tus palabras, y por ellas 
he venido yo a ti; 13 pero el príncipe 
del reino de Persia se me opuso vein¬ 
tiún días, mas Miguel, uno de los 
príncipes supremos, vino en mi ayuda, 
y yo me quedé allí junto a los reyes 
de Persia (1). 14 Vengo ahora para 
darte a conocer lo que sucederá a tu 
pueblo en los tiempos a venir, pues a 
estos tiempos se refiere la visión. 

15 Mientras me decía estas pala¬ 
bras, estaba yo con los ojos puestos 
en la tierra y mudo; 16 cuando he 
aquí que uno que parecía un hijo 
de hombre tocó mis labios, abrí la 
boca y hablé, diciendo al que delante 
de mí estaba; Mi Señor, la visión me 
ha llenado de espanto y lie perdido 
todo vigor. 17 ¿Cómo va a poder el 
siervo de mi Señor hablar a mi 
Señor? Me faltan las fuerzas y no 
tengo aliento. 18 Entonces el que 
parecía hijo de hombre me tocó de 
nuevo y 111 c confortó. 19 Luego me 
dijo; Nada temas, varón predilecto, 
sea contigo la paz. 1 Animo, valorl 
Y en hablándome recobré mis fuer¬ 
zas, y dije; Hable mi Señor, pues tú 
me has fortalecido. 20 El me dijo; 
¿Sabes para qué he venido yo a ti? 
Porque tengo que volverme luego a 
luchar con el príncipe de los persas, 
y cu saliendo yo vendrá el príncipe 
de Javán. 21 Pero yo te daré a cono¬ 
cer lo que está escrito en el libro de 
la verdad. Nadie me ayuda contra 
ellos, si no es Miguel, vuestro Príncipe. 


Las luchas ruin» J^iria y l'qipto. 

1 El año primero de Darío, 
medo, yo estuve allí para ani¬ 
marle y sostenerle. 2 Y ahora voy a 
darte a saber la verdad. Habrá toda- 


(1) Los ángeles de los dos reinos, que de¬ 

fienden cada uno el que tienen encomendado, 

luchan como luchan los reinos mismos. Miguel, 

el ángel tutelar de Israel, interviene, por cuanto 

esas luchas no son extrañas a los intereses del 

pueblo de Dios. 









DANIEL, 11 


767 


vía tres reyes en Persia (1), y el 
cuarto acumulará más riquezas que 
los otros; cuando por sus riquezas 
sea poderoso, se levantará contra el 
reino de Javán. 1 2 3 Pero se alzará un 
rey valeroso que dominará con gran 
poder y hará cuanto quiera (2). 4 * * Y 
cuando esté en la altura se romperá 
su reino y será dividido hacia los 
cuatro vientos; no será de sus des¬ 
cendientes ni ya tan poderoso como 
fué, pues será dividido y pasará a 
otros distintos de ellos, 

6 El rey del mediodía vendrá, se 
hará fuerte, pero uno de sus jefes 
será más fuerte que él y dominará 
siendo potente su dominación (3). 
6 Al cabo de algunos años se aliarán, 
y la hija del rey del mediodía vendrá 
al rey del norte para restablecerla 
concordia, pero no conservará ella 
la fuerza de brazo, ni permane¬ 
cerá él ni su brazo; ella será entre¬ 
gada con los que la trajeron, con su 
padre y con el que entonces había 
sido su sostén. 7 Un retoño de sus 
raíces se alzará en su lugar, y vendrá 
con ejército y entrará en las plazas 
fuertes del rey del norte, dispondrá 
de ellas y se hará poderoso. 8 Aun a 
sus dioses, sus imágenes fundidas, y 
sus objetos preciosos de plata y oro, 
los cogerá y se los llevará a Egipto. 
Estará luego algunos años alejado del 
rey del norte, 9 y éste marchará contra 
el rey del mediodía y se volverá a 
su tierra. 

10 Sus hijos saldrán a campaña y 
reunirán una muy grande muchedum¬ 
bre de tropas; uno de ellos avanzará 
y se derramará como un torrente, se 
desbordará, pero se volverá, y lle¬ 
vará las hostilidades hasta las forta¬ 
lezas del rey del mediodía. 11 El rey 
del mediodía se enfurecerá, y saliendo, 
atacará, al rey del norte; levantará 
una gran muchedumbre y las tropas 
del rey del norte serán puestas en sus 
manos. 12 Esta muchedumbre se enso¬ 
berbecerá y el corazón del rey se 


(1) Estos tres reyes son Ciro, Cambises y 
Darío I; el cuarto es Jerjes, que invadió la Gre¬ 
cia. Se omiten otros seis reyes, hasta Darío II, 
el vencido por Alejandro. 

(2) Este rey fuerte es Alejandro Magno, cuyo 
imperio, después de su muerte y al cabo de 
grandes luchas, acabó por dividirse en cuatro 
reinos: Egipto, Siria, Asia Menor y Macedonia. 

(3) Este trozo, hasta el verso 40, nos pre¬ 

senta las relaciones entre Egipto (el rey del Aus¬ 

tro) y Siria (el rey del Norte). Los primeros 

son Tolomeo Lagos (323-285) y Seleuco Nica- 

tor (323*280), fundadores de estos reinos. 


hinchará, derribará a muchos milla¬ 
res, pero no triunfará, 13 porque el 
rey del norte volverá con una muche¬ 
dumbre más numerosa que la primera, 
y al cabo de algún tiempo, de unos 
años, marchará con un gran ejército 
y muchas riquezas. 14 Entonces se al¬ 
zarán muchos contra el rey del me¬ 
diodía, y hombres .violentos de tu 
pueblo se rebelarán para cumplir la 
visión, y sucumbirán. 15 El rey del 
norte avanzará y alzará baluartes y 
se apoderará de ciudades fuertes. Los 
ejércitos del mediodía no resistirán, 
faltos de fuerza para resistir. 16 El 
que avanza contra él hará -lo que 
quiera y nadie podrá resistirle, y se 
quedará en lo mejor de la tierra, ex¬ 
terminando cuanto caiga en su mano. 
17 Querrá hacer lo que con el rey 
del mediodía, que le dará su hija 
por mujer con la intención de llevarle 
a la ruina, pero no sucederá esto y la 
cosa no le saldrá como quería. 18 Vol¬ 
verá sus ojos del lado de las islas, y 
tomará muchas, pero un jefe pondrá 
fin al oprobio que sobre ellas quiso 
echar y el oprobio recaerá sobre él. 
19 Acogeráse luego a las fortalezas de 
su tierra, pero se tambaleará y caerá 
y no se le hallará más. 


La persecución contra el pueblo 
de Judá. 

20 El que le sucederá mandará a 
lo mejor de la tierra un exactor, pero 
en pocos días será quebrantado y 
no por ira ni por guerra. 21 Un hom¬ 
bre despreciable ocupará su puesto, 
sin estar revestido de la dignidad real. 
Aparecerá rodeado de paz y se apo¬ 
derará del reino por la intriga. 22 Las 
tropas, que se derramarán como un 
torrente quedarán sumergidas ante él 
y aniquiladas, así como también un 
jefe de la alianza. 23 Después de ha¬ 
berse concertado con él, usará de 
engaños, se pondrá en marcha y con 
poca gente vencerá. 24 Entrará en el 
suelo de la paz, en los lugares más 
fértiles de la provincia, y hará lo 
que no hicieron sus padres ni los 
padres -de sus padres. Repartirá el 
botín, los despojos y las riquezas, y 
traerá designios contra las fortale¬ 
zas, todo esto durante algún tiempo. 
25 Al frente de un gran ejército em¬ 
pleará su fuerza y su ardor contra el 
rey del mediodía. El rey del medio¬ 
día se empeñará en la guerra con un 






768 


DANIEL, 12 


ejército poderoso y muy numeroso, 
pero no le resistirá, porque se le hará 
traición. 28 Los que comen su pan le 
quebrantarán y su ejército será des¬ 
truido, cayendo muchos muertos. 

27 Los dos reyes meditarán en su 
corazón hacerse mal, y sentados a la 
misma mesa se hablarán falazmente, 
mas no les servirá de nada, porque 
llegará el fin al tiempo señalado. 

28 Volverá a su tierra con grandes 
riquezas, y será en su corazón hostil 
a la alianza santa, y obrará contra 
ella; luego se volverá a su tierra (1). 

29 Al tiempo determinado marchará 

de nuevo contra el mediodía, pero 
esta última vez no sucederán las cosas 
como en los tiempos anteriores; 30 ven¬ 
drán contra él naves de Quittim, y, 
descorazonado, retrocederá. Luego, 
furioso contra la alianza santa, no 
se quedará inactivo, y volverá a con¬ 
certarse con los que abandonaron 
la alianza santa. 31 A su orden se 
presentarán tropas que profanarán el 
santuario y la fortaleza, y harán cesar 
el sacrificio perpetuo y alzarán la abo¬ 
minación desoladora (2). 82 Sedu¬ 

cirá con sus halagos a los traidores a 
la alianza santa; pero el pueblo que 
conoce a su Dios obrará con firmeza, 
33 y los sabios de entre ellos instrui¬ 
rán a la muchedumbre. Caerán de 
entre ellos por un tiempo a la espada, 
al fuego, al cautiverio y al pillaje, 34 y 
mientras sucumben tendrán poco 
socorro y muchos se unirán a 
ellos hipócritamente. 36 Sucumbirán 
también algunos de los prudentes 
para que sean depurado^, purificados 
y blanqueados, hasta que llegue el 
fin, que no llegará sino al tiempo de¬ 
terminado. 

86 El rey hará lo que quiera, se en¬ 
soberbecerá y se gloriará por encima 
de todos los dioses, y dirá cosas increí¬ 
bles contra el Dios de los dioses. 
Prosperará hasta que llegue la ira a 
su consumación, porque 1) que está 
decretado se cumplirá. 37 No respe¬ 
tará ni aun al dios de sus padres, 
ni a la divinidad que es la delicia de 
las mujeres; no respetará dios alguno, 
porque se glorificará a sí mismo por 
encima de todos. 38 Honrará, sí, en 
su pedestal, al dios Mauzim, dios que 
no conocieron sus padres; le honrará 

(1) Este rey es Antfoco IV, que, a costa de 
os judíos, se desquitará de sus reveses militares 
de Egipto. 

(2) Otra vez se vuelve contra Jcrusalén, dan¬ 

do lugar a la sublevación de los macabeos. 


con oro y plata, con piedras preciosas 
y cosas de gran valor. 30 Con ese dios 
extraño combatirá las plazas fuertes, 
y colmará de honores a los que le 
reconozcan, y los hará dominar sobre 
muchos, distribuyéndoles tierras en 
merced. 

40 Al tiempo del fin, el rey del 
mediodía chocará con él, y el rey del 
norte caerá sobre él como una tem¬ 
pestad, con carros y jinetes y nume¬ 
rosas naves; avanzará por las tierras, 
se derramará como un torrente y se 
desbordará. 41 Entrarán en la más 
hermosa de las tierras, y sucumbirán 
muchos, pero Edom, *Moab y los 
principales de los hijos de Ammón 
se librarán de sus manos. 42 Exten¬ 
derá su mano sobre muchas tierras, 
y no escapará la de Egipto; 43 se 
adueñará de tesoros de oro y plata 
v de todas las preciosidades del 
Egipto; libios y etíopes le seguirán. 
44 Pero nuevas venidas del oriente y 
del norte le asustarán y partirá muy 
enfurecido, con ánimo de exterminar 
a muchos. 45 Alzará la tienda de su 
palacio entre los mares y el monte 
glorioso y santo. Mas luego llegará su 
fin sin que nadie pueda socorrerle (1). 


Triunfo del pueblo elegido. 

1 *) 1 Entonces se alzará Miguel, el 

1 ~ gran príncipe, el defensor de 
los hijos de tu pueblo, y será un tiem¬ 
po de angustia, tal como no lo hubo 
desde que existen las naciones hasta 
ese día. Entonces se salvarán los que 
de tu pueblo estén escritos en el 
libro (2). 2 Las muchedumbres de 

los que duermen en el polvo de la 
tierra se despertarán, unos para eter¬ 
na vida, otros para eterna vergüenza 
y confusión. 3 Los que fueron inteli¬ 
gentes brillarán con esplendor de 
cielo, y los que enseñaron la justi¬ 
cia a la muchedumbre resplandecerán 
por siempre, eternamente, como las es¬ 
trellas. 4 Tú, Daniel, ten en secreto 
estas palabras, y sella el libro hasta el 
tiempo del fin. Muchos entonces le lec- 


(1) ir, 40-45. La explicación más razonable 
de estos oscuro versículos, 40 a 45. es que el 
profeta salta desde Antioco, el gran perseguidor, 
a! Aitticristo, que nos pinta con colores tomados 
de la historia de Antioco. 

(2) Con esto llegamos al fin de las cosas, las 
postreras luchas que terminan con la resurrección 
final, el triunfo definitivo de todos los siervos 
de Dios y el castigo de los impíos. 








DANIEL, 13 


769 


rán y se acrecentará su conocimiento, 
6 Yo, Daniel, miré y vi a dos 
hombres que estaban en pie, el uno' 
al lado de acá del río, el otro del 
lado de allá; 6 y uno de ellos dijo al 
varón vestido de lino, que estaba so¬ 
bre las aguas del río: ¿Cuándo será 
el fin y sucederán esas promesas? 
7 Y oí decir al varón vestido de lino 
que estaba sobre las aguas del río, 
y que alzando al cielo su derecha y 
su izquierda, juró por el que eterna¬ 
mente vive que eso será dentro de 
un tiempo, de tiempos y de la mitad 
de un tiempo, y que todo esto se 
cumplirá cuando la fuerza del pue¬ 
blo de los santos estuviera entera¬ 
mente quebrantada. 8 Yo vi, pero no 
entendiendo, pregunté: Mi Señor, 
¿cómo será el fin de estas cosas? 9 Y 
él respondió: Anda, Daniel, que esas 
cosas están cerradas y selladas basta 
el tiempo del fin.. 10 Muchos serán 
purificados, emblanquecidos y depu¬ 
rados; los impíos seguirán el mal y 
ninguno de los malvados entenderá, 
pero los que tienen entendimiento 
comprenderán. 11 Después del tiem¬ 
po de la cesación del sacrificio per¬ 
petuo y del alzar la abominación deso¬ 
ladora, habrá mil doscientos noventa 
días. 12 Bienaventurado el que espere 
y llegue a mil trescientos treinta y 
cinco días. 13 Y tú caminarás a tu fin 
y descansarás, y te levantarás al 
fin de los días. 


PARTE DEUTEROCANONICA 
(Gr. 13, 14.) (1) 

Historia de Susana. 

JO 1 Moraba en Babilonia un varón 
* ^ cuyo nombre era Joaquín. 2 * Ha¬ 
bía tomado por mujer a una llamada 
Susana, hija de Helcías, muy hermosa 
y temerosa de Dios; 3 pues sus padres, 
que eran justos, la habían educado 
según la ley de Moisés. 4 Era Joa¬ 
quín muy rico, y tenía contiguo a su 
casa un jardín frutal. Concurrían a 
su casa los judíos por ser él el más 
ilustre de todos. 


(i) Este capítulo, que nos presenta la comu¬ 
nidad judía gozando de amplia autonomía, hasta 

imponer penas capitales, nos muestra un hermo¬ 

so ejemplo de castidad conyugal, que la Iglesia 

recuerda^con frecuencia en su liturgia. 


6 Aquel año habían sido designa¬ 
dos jueces dos ancianos de esos 
de quienes dijo el Señor: Salió la 
iniquidad de Babilonia, de los ancia¬ 
nos constituidos en jueces, que pare¬ 
cían gobernar al pueblo. 6 Frecuen¬ 
taban éstos la casa de Joaquín y a 
ellos venían cuantos tenían algún plei¬ 
to. 7 Hacia el mediodía, cuando el 
pueblo se había retirado, entraba Su¬ 
sana en el jardín de su marido para 
solazarse, 8 y viéndola cada día los 
dos ancianos entrar y solazarse, sin¬ 
tieron por ella una pasión vehemente. 
9 Y pervertido su juicio, no miraban 
al cielo ni se acordaban de los juicios 
de Dios. 

10 Ambos estaban heridos de amor 
por Susana, pero no se lo habían 
comunicado entre sí, 11 porque sen¬ 
tían vergüenza de confesarse uno a 
otro su pasión y el deseo que tenían 
de unirse a ella, y a porfía buscaban 
cada día ocasión de verla. 13 Y así 
se dijeron el uno al otro: Vamos a 
casa, que ya es la hora de comer. 
Y salieron cada uno por su lado; 
14 pero dando la vuelta, vinieron a 
juntarse ambos en el mismo sitio. 
Preguntándose la causa, se declara¬ 
ron su pasión, y en común espiaron 
el momento que pudieran hallarla 
sola. 

15 Mientras esperaban ellos la opor¬ 
tunidad, entró Susana en el jardín, 
como de costumbre, acompañada 
sólo de dos doncellas, para bañarse, 
porque hacía mucho calor. 16 Nadie 
había allí, fuera de los dos ancianos 
que la observaban. 17 Y dijo a las 
doncellas: Traedme el. aceite y los 
ungüentos y cerrad las puertas, que 
quiero bañarme. 16 Hicieron ellas lo 
que se las mandaba, y cerrando las 
puertas del jardín se salieron por un 
postigo para traer lo que se les había 
mandado, pero no vieron a los ancia¬ 
nos, que estaban escondidos. 

19 En cuanto salieron las doncellas, 
se levantaron éstos y se acercaron a 
Susana, 20 diciéndole: Las puertas 
están cerradas, nadie nos ve, y nos¬ 
otros ardemos en pasión por ti; con¬ 
siente, pues, y entrégate a nosotros; 
21 de lo contrario, daremos testimonio 
contra ti de que estabas con un jo¬ 
ven, y que por eso despediste a las 
doncellas. 22 Rompió a llorar Susana, 
y dijo: Por todas partes me siento 
en angustia; porque si hago lo que 
me proponéis, vendrá sobre mí la 
muerte, y si me niego, no escaparé 


49 








770 


DANIEL, 13 


de vuestras manos. 23 Más prefiero 
caer inculpable en vuestras manos 
a pecar contra el Señor. 

24 Y levantando ella la voz, la 
levantaron también los dos ancianos 
contra ella. 25 Corrió uno de los dos 
a abrir las puertas del jardín. 28 Ape¬ 
nas oyeron los gritos los que estaban 
en casa, se precipitaron a entrar 
por el postigo en el jardín, para ver 
lo que pasaba; 27 Y luego los ancia¬ 
nos se explicaron, quedando los sier¬ 
vos grandemente confundidos, por¬ 
que jamás semejante cosa se había 
dicho de Susana. 

28 Al siguiente día todo el pueblo 
concurrió a la casa de su marido 
Joaquín, y vinieron asimismo los dos 
ancianos, llenos de perversos pensa¬ 
mientos contra Susana, a quien pre¬ 
tendían hacer morir. Ante el pueblo 
todo, dijeron: 29 Enviad por Susana, 
hija de Helcías, y mujer de Joaquín. 

Y enviaron por ella. 30 Llegó Susana 
y con ella sus padres, hijos y todos 
sus parientes. 31 Era Susana muy 
delicada y bella. 32 Iba cubierta, y 
aquellos malvados mandaron que se 
descubriese, para saciarse con la 
vista de su belleza. 33 Lloraban entre¬ 
tanto los suyos y todos cuantos la 
veían. 

34 Levantáronse los dos ancianos 
en medio del pueblo, pusieron sus 
manos sobre la cabeza de Susana, 

35 que llorando miraba al cielo, lleno 
su corazón de confianza en el Señor. 

36 Los ancianos dijeron: Mientras nos 
pascábamos solos por el jardín, entró 
ésta con dos siervas, y cerrando las 
puertas del jardín despidió a las sier¬ 
vas. 37 En seguida se acercó un joven 
que estaba escondido en el jardín y 
se acostó con ella. 38 Y hallándonos 
nosotros en un ángulo del huerto, 
vimos la maldad y corrimos a ellos 

V los vimos que estaban pecando, 

39 pero no pudimos detener al joven, 
por ser más fuerte que nosotros, y 
abriendo las puertas se escapó. 

40 Pero cogimos ú ésta, y pre¬ 
guntándola quién fuese el joven, no 
quiso decídnoslo. De esto damos 
nosotros testimonio. 41 Y la asam¬ 
blea, como se trataba de ancianos 
del pueblo y por añadidura jueces, 
los creyó y la condenaron a muerte. 

42 Levantó entonces Susand la voz, 
y dijo: |Dios eterno, conocedor de¡todo 
lo oculto, que ves las cosas todas an¬ 
tes que sucedan! 43 Tú sabes que han 
declarado falsamente contra mí. Tú 


sabes que muero sin haber hecho nada 
de cuanto éstos han inventado contra 
mí. 44 Oyó el Señor su voz; 45 y mien¬ 
tras era llevada a la muerte, despertó 
Dios el espíritu santo de un jovencito, 
llamado Daniel, 46 que con voz fuerte 
gritó: Yo soy inocente de la sangre 
de ésa. 47 Y todo el pueblo se volvió 
a él, diciéndole: ¿Qué significan esas 
palabras que has proferido? 48 Y él, 
puesto en medio de ellos, dijo: ¿Tan 
insensatos sois, hijos de Israel, que 
sin inquirir ni poner en claro la 
verdad, condenáis a esa hija de Israel? *' 
49 Volved al tribunal, porque éstos 
han testificado falsamente contra ella. 

50 Y todo el pueblo a gran prisa 
se volvió. Los ancianos le dijeron: 
Ven, siéntate en medio de nosotros, 
porque el Señor te ha dado el honor 
de la ancianidad. 51 Díjoles Daniel: 
Separadlos uno de otro, que los 
quiero interrogar. 62 Así que los hu¬ 
bieron separado uno de otro, llamó a 
uno de ellos y le dijo: Viejo enveje¬ 
cido en la 'maldad, ahora vienen 
sobre ti las maldades que tantas 
veces hiciste 63 juzgando injustamente, 
condenando a los inocentes y absol¬ 
viendo a los culpables, cuando Dios 
dice: No mataras al inocente y al 
justo. 54 Vamos a ver, si viste a ésta, 
¿bajo qué árbol los viste acariciarse? 

El contestó: Bajo un lentisco. 56 Re¬ 
plicó Daniel: Muy bien, has mentido 
contra tu propia cabeza, pues ya el 
ángel de Dios lia recibido de él orden 
de partirte por medio. 66 Y hacién- I 
dolé retirar, mandó traer al otro y 
le dijo: Raza de Canán y no de Judá, i 
la belleza te sedujo y la pasión per¬ 
virtió tu corazón. 57 Así hacíais a 
las hijas de Israel, y ellas de miedo 
se os rendían, pero esta hija de Judá ¡ 
no consintió en vuestra iniquidad. 

68 Ahora, pues, ¿bajo qué árbol los 
habéis sorprendido acariciándose uno 
a otro? Contestó él: Bajo una encina. 

59 Díjole Daniel: Muy bien, has men¬ 
tido también tú contra tu propia 
cabeza, pues el ángel de Dios tiene 
pronta ya la espada para rajarte t 
por el medio, para aniquilaros. 

80 Y toda la asamblea levantó la ! 
voz bendiciendo a Dios, que salva a 
los que en él esperan. 81 Y se alzaron 1 
contra los dos viejos a quienes Daniel 
había convencido por su propia decla¬ 
ración de haber falsamente testi- I 
ficado; 82 y obrando según la ley de 
Moisés, les hicieron como ellos mismos 
habían maquinado contra su prójimo. 








DANIEL, 14 


771 


Diéronles muerte y se salvó en aquel 
día la sangre inocente. 63 Helcías y 
su mujer alabaron a Dios por la 
salvación de su hija, y con ellos 
Joaquín, su marido, y todos sus pa¬ 
rientes, porque no fué hallada en 
ella torpeza. 64 Y desde aquel día 
en adelante, Daniel se hizo famoso 
en el pueblo. 


Historia de Bel y el dragón. 

| I 1 Reunióse Astiages con sus 
1 padres, sucediéndole en el reino 
Ciro, el persa (1). 2 * Era Daniel 

uno de los comensales del rey y el 
más honrado de todos sus amigos. 
3 Tenían los babilonios un ídolo lla¬ 
mado Bel, que cotidianamente con¬ 
sumía doce artabas de flor de harina, 
cuarenta ovejas y seis metretas de 
vino. 4 * El rey le veneraba e iba cada 
día a adorarle; pero Daniel adoraba 
a su Dios. Díjole el rey: ¿Por qué 
no adoras a Bel? 6 A lo que Daniel 
respondió: Porque yo no adoro ídolos 
hechos por manos de hombres, sino 
al Dios vivo, hacedor del cielo y la 
tierra y soberano de toda carne. 
6 El rey le replicó: ¿Crees que Bel no 
es un dios vivo? ¿No ves cuánto 
come y bebe cada día? 7 Le contestó 
Daniel, riendo: No se deje engañar 
el rey: éste, que por dentro sólo es 
barro y por fuera sólo bronce, no 
ha comido jamás. 

8 Encolerizado el rey, llamó a los 
sacerdotes y les dijo: Si no me decís 
quién consume todas esas provisiones, 
moriréis; 9 pero si me hacéis ver que 
es Bel quien las consume, morirá 
Daniel, por haber blasfemado contra 
Bel. Contestó Daniel al rey: Hágase 
según tu palabra. 10 Setenta eran los 
sacerdotes de Bel, fuera de sus muje¬ 
res e hijos. Vino 'el rey con Daniel 
al templo de Bel, 11 y le dijeron los 
sacerdotes: Nosotros saldremos fuera 
y tú, rey, pondrás los alimentos y el 
vino mezclados, y cerrarás la puerta 
y la sellarás con tu anillo; 12 y si al 
venir por la mañana no hallamos 
que los alimentos han sido consumidos 
por Bel, moriremos; en caso contra¬ 
rio, Daniel nos habrá calumniado. 

13 Estaban ellos muy confiados, 


(i) 14, i. Este capitulo contiene dos episo¬ 

dios de la historia de Daniel, que son dos prue¬ 

bas irónicamente escritas de la inanidad de los 

dioses gentílicos, en las que tanto insiste la lite¬ 

ratura bíblica posterior a la cautividad. 


porque debajo de la mesa habían 
hecho una entrada secreta, por la 
cual se introducían siempre para con¬ 
sumir las provisiones. 14 Pero así 
que salieron ellos y el rey colocó las 
provisiones, ordenó Daniel a sus 
siervos que trajeran ceniza, y en pre¬ 
sencia del rey solo la extendieron 
por todo el pavimento del templo. 
Después salieron y cerraron la puerta; 
luego de sellada con el sello real, se 
retiraron. 16 Por la noche vinieron 
como de costumbre los sacerdotes 
con sus mujeres e hijos, y comieron 
y bebieron todas las provisiones. 

18 Madrugó el rey muy de mañana 
y Daniel con él; 17 y dijo: Daniel, 
¿están intactos los sellós? Daniel 
contestó: Intactos, rey. 18 Abrió luego 
las puertas y miró el rey la mesa, 
y dijo en alta voz: Grande eres, Bel, 
y no hay en ti engaño alguno. 19 Se 
sonrió Daniel, y deteniendo al rey, 
para que no entrase dentro, le dijo: 
Mira al pavimento, y ve de quién 
son estas pisadas. 20 Respondióle el 
rey: Veo pisadas de hombres, de 
mujeres y de niños. E irritado el rey, 
21 hizo prender a los sacerdotes, a 
sus mujeres e hijos, que le mostraron 
la puerta secreta por la que entraban 
a consumir lo que se colocaba sobre 
la mesa, 22 y los mandó matar. 
Después entregó Bel a Daniel, que 
lo destruyó, así como su templo. 

23 Había también un gran dragón 
muy venerado de los babilonios. 
24 Dijo el rey a Daniel: jNo dirás 
de éste que es hecho de bronce! 
Mira que está vivo y que come y 
bebe; de éste no podrás decir que no 
es dios vivo. Adórale, pues. 26 A lo 
que Daniel contestó: Al Señor, mi 
Dios, adoraré, porque él sólo es Dios 
vivo. 26 Si, tú, rey, me lo permites, 
yo mataré a este dragón sin espada 
ni palo. Respondióle el rey: En tu 
poder está. 27 Y tomando Daniel 
pez, grasa y pelos, lo hirvió todo 
junto e hizo unas bolas que luego 
dió al dragón, el cual las comió, 
reventando con ellas. Y dijo: Mirad 
lo que venerabais. 28 Cuando esto 
oyeron los babilonios, se irritaron 
sobremanera, y se amotinaron contra 
el rey, diciendo: El rey se ha hecho 
judío. Ha derribado a Bel, ha matado 
al dragón y ha degollado a sus sacer¬ 
dotes. 29 Y llegándose al rey le dijeron: 
Entréganos a Daniel; si no, te mata¬ 
remos a ti y a tu casa. 30 Y viéndose 
el rey muy acosado, les entregó a 







772 


DANIEL, 14 


Daniel a la fuerza, 31 y le arrojaron 
al foso de los leones. 

Daniel otra vez eii el foso de los 
leones. 

82 Había allí siete leones, y allí 
estuvo Daniel siete días. Daban a 
los leones cada día dos esclavos y dos 
ovejas. Pero durante aquellos días 
no les dieron nada, para que devo¬ 
rasen a Daniel. 33 Vivía entonces en 
Judea el profeta Habacuc, el cual, 
cocida la comida y mojado el pan en 
la cazuela, se iba al campo para 
llevarlo a los segadores. 34 Pero el 
ángel del Señor dijo a Habacuc: 
Lleva la comida que tienes preparada 
á Daniel, que está en Babilonia en 
el foso de los leones. 36 Y contestó 
Habacuc: Señor, nunca he visto a 
Babilonia y no sé qué es el foso de 
los leones. 36 Y tomándole el ángel 
del Señor por la coronilla, por los 
cabellos de su cabeza, le llevó a 
Babilonia, encima del foso, con la 
velocidad del espíritu. 37 Y gritó 


Habacuc, diciendo: ¡Daniel, Daniell, 
toma la comida que Dios te envía. 
36 Y contestó Daniel: ¡En verdad, 
¡oh DiosI, te has acordado de mí, 
pues no abandonas a los que te amaní 
39 Y levantándose, comió, y al ins¬ 
tante el ángel de Dios restituyó a 
Habacuc a su lugar. 


El rey da fjíorin a Dios. 

40 Al día siguiente vino el rey a 
llorar a Daniel, y llegando al foso, 
miró y vi ó a Daniel sentado. 41 En¬ 
tonces, levantando la voz, dijo: ¡Gran¬ 
de eres, Señor, Dios de Daniel, y no 
hay olro fuera de til 42 Y le sacó del 
foso y arrojó en él a los causantes 
de su condena, que al instante, en su 
presencia, fueron devorados. 43 En¬ 
tonces el rey dijo: Teman todos los 
moradores de la tierra al Dios de 
Daniel, porque es el verdadero salva¬ 
dor, que hace milagros y maravillas 
en la tierra; y libró a Daniel del foso 
de los leones. (Vulgata.) 



i 












OSEAS 





4 

. 






INTRODUCCION AL LIBRO DE OSEAS 

P ROFETIZO Oseas, hijo de Berí, en los reinados de Jeroboam II, rey de 
Israel, y Ozías y Jotám, reyes de Judá, cuando el peligro asirio estaba 
lejos, y el Egipto, dividido entonces, no tenía fuerza. Ejerció el ministerio en 
el reino del Norte, del cual parece era originario. Hallábase el reino muy flore¬ 
ciente y poderoso, gracias a las conquistas que al Norte y al Sur había reali¬ 
zado Jeroboam //. Por esto dominaba el lujo y la relajación de costumbres, 
la avaricia y el cohecho en los gobernantes, la violencia en los poderosos. En los 
santuarios de Betel y Dan, se daba culto a Y ave, pero en forma poco ajus¬ 
tada a la ley. Tampoco escaseaban los que francamente se entregaban a la 
superstición y al culto de los ídolos. En los vaticinios de Oseas llaman la^.aten- 
ción los primer os capítulos, que deben tomarse como símbolos, a modo de parᬠ
bolas, aunque no falten quienes los toman como episodios históricos de la vida 
del profeta. 


OSEAS 


La mujer prostituta y sus hijos, 
símbolo de Israel. 

I 1 * Palabra de Yave, dirigida a 
Oseas, hijo de Berí, en tiempos, 
de Ozías, Jotam, Ajaz y Ezequías, 
reyes de Judá, y en tiempos de Jero¬ 
boam, hijo de Joaz, rey de Israel. 
2 Comienzo del hablar de Yave en 
Oseas. Dijo Yave a Oseas; Ve, toma 
por mujer una prostituta (1) y 

(i) Es frecuente en la Escritura la imagen 

del matrimonio para expresar las relaciones de 


ten hijos de prostitución, pues que 
se prostituye la tierra apartándose 
de Yave. 3 Fué, pues, y tomó por 
mujer a Gomer, hija de Diblaim, la 


Yave e Israel. Aquí se dice al profeta que 
se case con una ramera, añadiendo que los 
hijos en ella engendrados serán tenidos por lo 
que merecen atendiendo a la madre. La mujer 
representa aquí la nación infiel a Dios por sus 
idolatrías, y los hijos son los israelitas, que Dios 
no quiere mirar por suyos. 

Lo contrario ocurre después, cuando la na¬ 
ción se vuelve a Dios por la penitencia y Dios 
la recibe como esposa. 














776 


OSEAS, 2 


cual concibió y le parió un hijo; 
4 y le dijo Yave: Ponle por nombre 
Jezreel, porque de aquí a poco visi¬ 
taré yo las matanzas de Jezreel sobre 
la casa de Jehú y pondré fin al reino 
de la casa de Israel. 6 Aquel día 
romperé yo el arco de Israel en el 
valle de Jezreel. 

6 Concibió ella de nuevo y parió 
una hija; y Yave dijo a Oseas: Dale 
el nombre de Lo-Rujma, porque ya 
no me compadeceré de la casa de 
Israel, no la perdonaré más. 8 Luego 
de destetar a Lo-Rujma, volvió a 
concebir y parió un hijo; 9 y dijo 
Yave: Llámale Lo-Ammi, porque vos¬ 
otros no sois ya mi pueblo, y yo 
no soy ya vuestro Dios. 

4 Protestad de vuestra madre, 
Z protestad, pprque ni ella es mi 
mujer ni yo soy su marido. Que aleje 
de su rostro sus fornicaciones y de 
entre sus pechos sus prostituciones; 
6 no sea que yo la despoje, y, desnuda, 
la ponga como el día en que nació 
y la convierta en un desierto, en 
tierra árida, y la haga morir de sed. 
6 Y no tendré piedad de sus hijos, 
porque son hijos de prostitución. 7 Su 
madre se prostituyó, la que los con¬ 
cibió se deshonró, y dijo: Ale iré 
tras de mis amantes, que ellos me 
dan mi pan y mi agua, mi lana y mi 
lino, mi aceite y mi bebida. 

8 Por eso voy yo a cercar su camino 
con zarzas y a alzar un muro para 
que no pueda hallar ya sus sendas. 
9 Irá en seguimiento de sus amantes, 
pero no los alcanzará, los buscará 
mas no los hallará, y se dirá: Voy a 
volverme con mi primer marido, 
pues mejor me iba entonces que me 
va ahora. 10 No ha querido reconocer 
que era yo quien le daba el trigo, el 
mosto y el aceite; y el oro que yo pró¬ 
digamente le di fué consagrado a Baal. 

11 Por eso voy a recobrar mi trigo 
a su tiempo y mi mosto a su sazón, 
y me tomaré mi lana y mi lino, que 
habían de cubrir su desnudez, 12 y 
voy a descubrir sus vergüenzas a 
los ojos de sus amantes. Nadie la 
librará de mi mano. 13 Haré cesar 
todas sus alegrías, sus fiestas, sus 
novilunios, sus~sábados y todas sus 
solemnidades. 14 Talaré sus viñas y 
sus higuerales, de los que decía: Es 
el salario que mis amantes me dan. 
La reduciré a un matorral y la 
devorarán las bestias del campo. 
16 La castigaré por los días en que 


incensaba a los Baales y adornán¬ 
dose con sus anillos y sus collares, se 
iba con sus amantes y me olvidaba 
a mí, dice Yave. 

Promesas de redención. 

16 Así la atraeré, y la llevaré al 
desierto y la hablaré al corazón; 
17 y fuera ya de allí, yo le daré sus 
viñas y el valle de Acor como puerta 
de esperanza; y allí cantará como 
cantaba en los días de su juventud, 
como en los días en que subió de la 
tierra de Egipto. 18 Entonces, dice 
Yave, me llamará «mi marido», no 
me llamará Baali. 19 Quitaré de su 
boca los nombres de los Baales, 
para que no vuelva nunca a mencio¬ 
narlos por sus nombres. 20 En aquel 
día haré en favor de ellos concierto 
con las bestias del campo, con las 
aves del ciclo y con los reptiles de 
la tierra, y quebraré en la tierra 
arco, espada y guerra, y haré que 
reposen seguros. 21 Seré tu esposo 
para siempre, y te desposaré con¬ 
migo en justicia, en juicio, en mise¬ 
ricordias y en piedades, 22 y yo seré 
tu esposo en fidelidad, y recono¬ 
cerás a Yave. 

23 En aquel día yo seré propicio, 
dice Yave, seré propicio a los ciclos, 
y los cielos serán propicios a la 
tierra; 24 la tierra propicia al trigo, 
al mosto y al aceite, y éstos propicios 
a Jezreel. 26 Yo sembraré en la tierra 
para mí, y me compadeceré de Lo-Ruj¬ 
ma, y diré a Lo-Ammi: Tú eres mi pue¬ 
blo, v él me responderá: Tú mi Dios. 

m 7 Y tendré misericordia de la 
casa de Judá, y los salvaré en Yave, 
Dios; no los salvaré con arco, ni con 
espada, ni con guerra, ni con caballos 
V jinetes. [2] 1 Será la muchedumbre 
de los hijos de Israel como las arenas 
del mar, que son sin medida y sin 
número; y en el lugar mismo en que 
se les dijo: Vosotros no sois mi 
pueblo, se dirá de ellos: Los hijos del 
Dios vivo. 2 Los hijos de Judá y los 
hijos de Israel se juntarán en uno y 
se darán un jefe único, y se desbor¬ 
darán de la tierra, pues será grande 
el día de Jezreel. 3 Llamad, pues, a 
vuestro hermano Aimni; a vuestra 
hermana Rujma. (1) 


(i) Estas trasposiciones de! versículo 7 del 
capítulo 1 y de los versículos 1-3 del capítulo 3 
parecen exigidos por el contexto. Sabido es 

que el texto ha sufrido traslocaciones en su 

transmisión. 









OSEAS, 3, 4, 5 


777 


1 Díjome Yave: Ve otra vez y 
ama a una mujer amante de otro 
y adúltera; ámala como ama Yave 
a los hijos de Israel, a pesar de que 
se van tras otros dioses y se deleitan 
en las tortas de pasas. 2 La compré 
por quince sidos de plata, un jomer 
de cebada y un letec de vino. 3 Díjele: 
Has de estar reservada para mí mu¬ 
cho tiempo; no te prostituyas, no te 
entregues a hombre alguno, también 
yo me reservaré para ti; 4 porque 
mucho tiempo han de estar los hijos 
de Israel sin rey, sin jefe, sin sacri¬ 
ficio y sin cipos, sin efod y sin tera- 
fim. 5 Luego volverán los hijos de 
Israel, y buscarán a Yave, su Dios, 
y a David, su rey, y se apresurarán 
a venir temerosos a Yave y a sus 
bienes al fin de los días. 


Reproches por los pecados. 

4 1 Oíd la palabra de Yave, hijos 
de Israel, que va a querellarse 
Yave contra los habitantes de la 
tierra, porque no hay en la tierra 
verdad ni misericordia ni conoci¬ 
miento de Dios. 2 Perjuran, mienten, 
matan, roban, adulteran, oprimen, y 
las sangres se suceden a las sangres. 
3 Por eso está en luto la tierra y des¬ 
fallecen cuantos en ella moran, aun 
las bestias salvajes y las aves del 
cielo, y hasta los peces del mar pere¬ 
cen. 4 Pero nadie protesta, nadie re¬ 
prende. 

También contra vosotros me que¬ 
rello, ¡oh, sacerdotesl 5 Tropezarás en 
pleno día, y contigo tropezará tam¬ 
bién el profeta, y la noche será seme¬ 
janza de tu día. 6 Perece mi pueblo 
por falta de conocimiento; por haber 
rechazado tú el conocimiento, te 
rechazaré yo a ti del sacerdocio a 
mi servicio; por haber olvidado tú 
las enseñanzas de tu Dios, yo me 
olvidaré de tus hijos. 7 Cuantos son 
ellos, tantos fueron sus pecados contra 
mí. Trocaron mi gloria por la igno¬ 
minia. 8 Se alimentan de los pecados 
de mi pueblo y codician sus iniqui¬ 
dades. 

0 Pero lo que del pueblo será, eso 
será también del sacerdote. Yo le 
visitaré según sus caminos y les 
retribuiré según sus obras. 10 Comerán 
y no se saciarán, fornicarán y no se 
multiplicarán, porque se obstinaron 
en alejarse de Yave. 11 Fornicación, 
vino y mosto quitan el juicio. 12 Mi 


pueblo pregunta a sus leños, y su 
palo le hace revelaciones, porque el 
espíritu de fornicación le ha desca¬ 
rriado, y fornicaron alejándose de 
su Dios. 13 Ofrecen sacrificios en las 
cimas de los montes, y en los colla¬ 
dos queman sus ofrendas bajo las 
encinas, bajo los álamos, bajo los 
terebintos de grata sombra. Por eso 
fornicarán vuestras hijas y adul¬ 
terarán vuestras nueras; 14 y no cas¬ 
tigaré las fornicaciones de vuestras 
hijas ni los adulterios de vuestras 
nueras, porque ellos mismos se van 
aparte con rameras y sacrifican con 
prostitutas, y el pueblo, por no en¬ 
tender, perecerá. 

15 Si tú, Israel, te prostituyes, que 
al menos no lo haga Judá, No vayáis 
a Guilgal, no subáis a Betaven para 
jurar por la vida de Yave. 16 Porque 
como vaca cerril, es cerril Israel; 
por eso en adelante le apacentará 
Yave como a oveja en lugar amplio. 
17 Efraím está atado a los ídolos, 
déjale. 18 Se les ha subido el vino a 
la cabeza, se han dado a la fornica¬ 
ción, a la gloria de Yave han prefe¬ 
rido la ignominia. 19 Arrebatarále el 
viento en sus alas, y se avergonza¬ 
rán de sus sacrifictos. 


Contra los sacerdotes y los 
príncipes. 

^ 1 ¡Oíd esto, sacerdotes! ¡Escucha, 
casa de Israelí ¡Atiende, casa del 
rey! Que es contra vosotros la que¬ 
rella, pues habéis venido a ser lazo 
para la atalaya, red tendida en el 
Tabor. 2 Los perseguidores llevaron 
la perversidad hasta el extremo, 
pero yo seré vara para todos ellos. 
3 Yo conozco bien a Efraím, e Israel 
no me es desconocido. Sí, Efraím, 
te has prostituido, se ha contaminado 
Israel. 

4 No dirigen sus obras a la conver¬ 
sión hacia su Dios; se ha adueñado 
de ellos un espíritu de fornicación, 
desconocen a Yave. 5 La arrogancia 
le sale a Israel a la cara, pero trope¬ 
zarán Israel y Efraím en su iniquidad, 
y con ellos tropezará también Judá. 

6 Con sus ovejas y sus bueyes irán 
en busca de Yave, pero no le hallarán, 
porque Yave se ha retirado de ellos. 

7 Han hecho traición a Yave engen¬ 
drando hijos extraños, y un extraño 
los devorará a ellos y a sus campos. 

8 ¡Tocad la bocina en Gueba! 







778 


OSEAS, 6, 7 


¡Tocad la trompeta en Ramal ¡Dad 
la alarma a Betavenl ¡El terror, 
Benjamínl 9 Efraím será campo de 
devastación el día del castigo; lo 
que anuncio yo a Israel es cosa 
cierta. 10 Los príncipes de Judá se 
han hecho como los que mudan los 
linderos, y yo derramaré sobre ellos 
mi ira como un torrente. 11 Efraím 
maltrata y oprime a quien le re¬ 
prende, porque le exhorta a seguir 
la regla. 12 Yo seré, pues, la polilla 
de Efraím y la carcoma de Judá. 
13 Efraím ve su debilidad y ve Judá 
su llaga, y Efraím se vuelve a Asur 
y Judá manda embajadores al rey 
grande, pero no podrá él curaros 
ni sanar vuestra llaga. 14 Porque yo 
seré como león para Efraím y como 
león para la casa de Judá. Yo, yo 
cogeré tu presa y me iré, yo la arre¬ 
bataré y nadie me la arrancará. 
16 Me iré, mas volveré a mi lugar 
cuando reconozcan su pecado y bus¬ 
quen mi rostro. En su angustia ya 
ine buscarán. 


I'nl*n conversión. 

() 1 Venid y volvamos a Yavc; él 
desgarró, él nos curará; él hirió, 
él nos vendará.. 2 El nos dará vida a 
los dos días, y al tercero nos levantará 
y viviremos ante él. 3 Conoceremos, 
nos esforzaremos por conocer a Yave. 
Como una aurora está aparejada su 
aparición, vendrá como una lluvia, 
como lluvia temprana que riega la 
tierra. 4 ¿Qué voy a hacerte a ti, 
Efraím? ¿Qué voy a hacerte a ti, 
Judá? La piedad vuestra es como 
nube de mañana, como rocío matu¬ 
tino, pasajero. 6 Por eso yo los lie 
tajado por medio de los profetas y 
los maté por las palabras de mi boca, 
y mis juicios fueron luz de aurora, 
6 pues prefiero la misericordia al 
sacrificio y el conocimiento de Dios 
al holocausto. 

7 Pero ellos en su hipocresía violaron 
la alianza establecida, rebelándose 
contra mí. 8 Galad, ciudad de malhe¬ 
chores de sangrientas huellas. 9 Tú, 
cuya fuerza son los bandidos, ¿si 
asesinaras a esa banda de sacerdotes 
a lo largo del camino de Siquem, 
que son una banda de criminales? 
10 Espantoso es lo que he visto en 
Betel. Allí adultera Efraím. Allí se 
contamina Israel. 11 Pero en ti, ¡olí 
Judál, injertaré yo una rama cuando 


restaure a mi pueblo [7] 4 b cuando 
sane a Israel. 


La iniquidad de los reyes y los 
j|ra ndes. 


*a Se han revelado la iniquidad 
k de Efraím y la perversidad de 
Samaria; obran fraudulentamente. 
Entra dentro el ladrón y fuera hace 
sus correrías el bandido, 2 sin que 
allí nadie deje nada. Yo tengo pre¬ 
sente su malicia, sus obras las rodean 
y están patentes ante mí. 3 Regoci¬ 
jaban al rey con sus malicias y con 
sus mentiras a los príncipes, 4 mien¬ 
tras que todos respiraban furor como 
horno a punto de abrasar la hornada. 
Cesa el hornero de enrojar mientras 
se amasa y fermenta lo amasado. 
6 Ya el día mismo de «nuestro rey» 
comienzan a encenderse los prín¬ 
cipes, con el vino mezclado que beben 
en compañía de bandidos, 6 prestos en 
su emboscada como horno. Su furor 
ha descansado durante la noche, pero 
a la mañana se encendió como ar¬ 
diente fuego. 7 Todos se encendieron 
como liorno y devoraron a sus gober¬ 
nantes. Todos sus reyes sucumbieron, 
pero nadie de entre ellos recurrió a mí. 

8 Efraím se aceita de las gentes, 
es como torta a que no se dió vuelta. 

9 Los extraños devoran su sustancia 
sin que él se dé cuenta; ya tiene 
canas sin que él lo haya advertido; 

10 a Israel le sale a la cara su arro¬ 
gancia; no se vuelven a Yave, su 
Dios, a pesar de todas estas cosas. 

11 Efraím es como paloma tonta, sin 
juicio; acuden al Egipto, llaman a la 
Asiria, 12 pero cuando van, yo les 
tiendo mi red, y caen en ella como las 
aves del cielo. Yo los castigaré con¬ 
forme a lo decretado contra sus mal¬ 
dades. 

13 ¡Ay de ellos, por haberse apar¬ 
tado de mil Ruina sobre ellos, por 
haberse rebelado contra mi. Yo los 
salvaba, y ellos me mentían. 14 No 
me invocan de corazón. Gritan, sí, 
sobre sus almohadillas, pero es por 
el trigo y por el mosto, y por ellos se 
hacen incisiones. Son rebeldes contra 
mí. 16 Mientras yo los ceñía y los 
fortalecía, ellos maquinaban mal¬ 
dades contra mí. 16 Se vuelven hacia 
los que de nada sirven, se han con¬ 
vertido en arco engañoso. Los prín¬ 
cipes perecerán a la espada por sus 
insolentes bravatas. 







OSEAS, 8, 9, 10 


779 


El oastifjo. 

« Emboca la trompeta. Como 
buitre se abate contra la heredad 
de Yave, por haber quebrantado mi 
alianza y haber prevaricado contra 
mi ley. 2 Claman a mí: «jDios mío!» 
Pero te conozco, Israel. 3 Israel ha 
rechazado el bien, y el enemigo le 
perseguirá. 4 Se dieron reyes, pero 
no de elegidos por mí; constituyeron 
príncipes, pero desconocidos para mí; 
de su oro y su plata se hicieron ídolos, 
mas para ser perdición. 6 Yo rechazo 
tus becerros, Samaría. Mi furor se 
ha encendido contra ellos, son inca¬ 
paces de purificarse. 6 Porque de 
Israel son; son obra de artífice, no 
son Dios, y serán llevados cautivos 
el-día de la cólera de Yave, los bece¬ 
rros de Samada. 

7 Siembran vientos y recogerán 
tempestades, sin espiga de trigo que 
pueda dar harina; y si se dieren, las 
devorará el extranjero. 8 Devorado 
será Israel; es ya entre las naciones 
como cosa que no cuenta, 9 por haberse 
entregado a Asur ellos mismos. El 
asno salvaje busca estar solo, pero 
a Efraím le ha perdido el amor. 
10 Aunque están destinados a la dis¬ 
persión entre las gentes, por ahora 
los dejo reunidos, para que sufran 
algún tiempo la carga del rey y de 
los príncipes. 

11 Efraím ha multiplicado sus alta¬ 
res para pecar, sólo para pecar le lian 
servido. 12 Escribí para él las pala¬ 
bras de mi ley, pero las tienen por pa¬ 
labras de un extraño. 13 Inmolan y 
ofrecen víctimas y comen sus carnes, 
pero Yave no se agrada de ellas. 
Ahora se acordarán de sus iniquidades 
y castigaré sus pecados. Volverán a la 
servidumbre del Egipto, y comerán 
inmundicias en Asiria. 14 Israel se 
olvidó de su Hacedor, y construyó 
palacios, Judá multiplicó sus ciuda¬ 
des fuertes, pero yo daré sus ciudades 
al fuego, que devorará sus palacios. 

O 1 No te goces, Israel, no te rego- 
- cijes como las gentes, porque 
has fornicado lejos de tu Dios. Fuiste 
en busca del salario por toda era 
de trigo. 2 Pero la era y el lagar los 
desconocerán y el vino los negará. 

3 No quedarán en la tierra de Yave; 
Efraím volverá a Egipto y en Asiria 
comerán manjares inmundos. 4 No 
harán a Yave libaciones de vino ni 
le presentarán sus víctimas; su pan 


será pan de duelo entre las gentes, 
cuantos lo coman se contaminarán, 
no será para ellos su pan, no entrará 
en la casa de Yave. 5 ¿Qué haréis 
el día de fiesta, el día de la solem¬ 
nidad de Yave? 6 Porque habrán de 
abandonar la tierra devastada y el 
Egipto los reunirá. Memfis será el 
lugar de la cita. Sus preciosidades 
de plata las conquistarán las ortigas, 
el cardo invadirá sus moradas. 

7 Viene el día del castigo. Clama, 
Israel: «Es un insensato el profeta, 
presa del delirio el hombre del espí¬ 
ritu.» A la enormidad de tus ini¬ 
quidades se añade la enormidad de 
la persecución. 8 El centinela de 
Efraím en unión con su Dios, el pro¬ 
feta, halla en todos sus caminos el 
lazo del cazador y la persecución 
en la casa de su Dios. 9 Llevaron al 
extremo su perversidad, como en los 
días de Gueba. El se acordará de su 
iniquidad y castigará sus pecados. 
10 Como uvas en el desierto hallé a 
Israel, como brevas en la higuera vi 
a vuestros padres, y llegados a Baal- 
Poor se dieron a la infamia y se hicie¬ 
ron abominables como lo que amaron. 

11 Se volará como pájaro la gloria 
de Efraím, y no habrá ya ni parto ni 
maternidad ni embarazo. 12 Si crían 
hijos, yo los despojaré de ellos, sin 
dejar a nadie, y ¡ay de ellos también 
cuando yo me aleje! 13 Como cría la 
cierva sus pequeñuelos para ser caza¬ 
dos, así criará Efraím sus hijos para 
la matanza. 14 Dales, |oh Yave! ¿Qué 
les has de dar? Dales entrañas esté¬ 
riles y pechos enjutos. 16 Toda su 
perversidad se ve en Guigal, allí los 
aborrecí. Por la perversidad de .sus 
obras los arrojaré de mi casa, no 
los amaré ya. Todos sus príncipes 
son rebeldes. 16 Efraím está herido, 
su raíz está seca, no dará frutos; y 
si los diere, yo daré a la muerte los 
tesoros de su seno. 17 Los ha rechazado 
mi Dios, por no haber escuchado, e 
irán errantes entre las gentes. 

Su inminencia. Destrucción de los 
altares y devastación del reino. 

a ri 1 Israel es una viña frondosa 
J U que da abundante fruto; pero 
a medida de la abundancia de su 
tierra, hizo abundar sus altares, y a 
medida de la riqueza de su tierra 
hizo más ricos sus cipos. 2 Su corazón 
es mendaz y ahora pagarán sus cul¬ 
pas; él quebrantará sus altares y de- 





780 


OSEAS, 11, 12 


molerá sus cipos. 3 Que si dicen: 
"¿No tenemos un rey?» Sí, pero si 
no tenemos a Yave, ¿qué puede hacer 
por nosotros el rey? 4 Prónunciar 
vanas palabras, jurar en falso, con¬ 
traer alianzas; pero el castigo florecerá 
como ajenjo en los surcos del campo. 

5 Las gentes de Samaría están lle¬ 
nas de temor por el becerro de Beta- 
vén; su pueblo está en duelo, la tropa 
de sus sacerdotes se lamenta por él, 
por haber emigrado sus riquezas lejos 
de él. 6 El mismo será llevado a 
Asiria como presente para el rey 
grande. Efraím cosechará la ver¬ 
güenza de Israel, sólo confusión sa¬ 
cará de sus consejos. 7 Se acabó 
Samaría. Su rey es como espuma sobre 
la superficie de las aguas. 8 Destruidos 
serán los altos de la impiedad, el pe¬ 
cado de Israel. Las zarzas y las malas 
hierbas treparán a sus altares. Dirán 
a los montes: «Cubridnos», y a los 
collados: «Caed sobre nosotros.» 

9 Tú, oh Israel, has pecado desde 
los días de Gucba. Allí tomaron posi¬ 
ciones. ¿No les va a alcanzar la guerra 
en Gucba a los hijos de la iniquidad? 
10 Yo irc a castigarlos, los pueblos se 
reunirán contra ellos por un común 
compromiso a causa de su doble 
crimen. 11 Efraím es una novilla bien 
tratada, hecha a pisar la era; pero 
yo domaré con el yugo el vigor de su 
cerviz, yo unciré a Efraím; Israel tirará 
del arado, Jacob tendrá que rastrillar. 

12 Sembrad en justicia, cosechad 
en misericordia, roturad el erial, bus¬ 
cad a Yave mientras viene él a en¬ 
señaros la justicia. 13 Habéis sembrado 
la perversidad y habéis cosechado la 
iniquidad, y habéis comido el fruto 
de la mentira. Porque confiaste en 
tus carros y en la muchedumbre de 
tus guerreros, 14 se dará la alarma en 
todas tus ciudades y todas tus forta¬ 
lezas serán destruidas. Como destruyó 
a Salman Bet Arbcl en el día del 
combate, siendo en ella aplastados 
la madre y los hijos, 15 así será de ti, 
casa de Israel, por la enormidad de 
vuestras maldades. Muy de mañana 
se verá consumada la ruina del rey 
de Israel. 

Amor <le Dios por Israel e injjra- 
titnd del pueblo. Después de eas- 

tifjodo, Dios se apiadará de él. 

J | 1 Cuando Israel era un niño 

yo le amé; yo desde Egipto 
llamé a mi hijo. 2 Cuando más los 


llamas, más se apartan. Ofrecen sa¬ 
crificios a los Baales y ofrendas hu¬ 
smeantes a los ídolos. 3 Yo enseñé a 
andar a Efraím, le llevé en brazos, 
pero no reconoció mis desvelos por 
curarle. 4 Los até con ataduras hu¬ 
manas, con ataduras de amor, fui 
para él como quien alza una criatura 
hasta tocar a sus mejillas, y me ba¬ 
jaba hasta él para darle de comer. 
8 Pero se volverá al Egipto, y Asiria 
será su rey, porque rehusó conver¬ 
tirse. 6 Caerá sobre sus ciudades la 
espada que exterminará a sus hijos, 
y se nutrirán de sus consejos. 7 Los 
de mi pueblo serán colgados junto 
a sus ciudades a los ojos de los que 
suban a ellas, y no habrá quien los 
descuelgue. 

8 jA lo que voy a reducirte, Efrahnl 
iVoy a entregarte, Israelí ¿A qué te 
reduciré? ¿A lo de Adama? ¿Cómo te 
pondré? ¿Como a Seboím? Mi cora¬ 
zón se revuelve dentro de mí, se con¬ 
mueven mis entrañas. 9 No desen¬ 
cadenaré todo el furor de mi ira, no 
destruiré del todo a Efraím, porque 
yo soy Dios, no soy un hombre 
santo en medio de ti, y no me com¬ 
plazco en destruir. 10 Irán en pos de 
Yave, que rugirá como un león, y 
vendrán del Egipto como pájaros y 
de Asiria como palomas, y los esta¬ 
bleceré en sus casas, dice Yave. 

1 ^ 1 Efraím me envuelve en la 

~ mentira y la casa' de Israel en 
el fraude. Judá es un testigo infiel 
a Dios y fiel a los que le engañan. 
3 Efraím se apacienta de viento y 
sigue al huracán. Está siempre mul¬ 
tiplicando la falsedad y la frivolidad. 
Hace alianza con la Asiria y lleva su 
aceite a Egipto. 3 Yave se querellará 
contra Efraím, tratará a Jacob según 
lo que merece, y se vengará de él 
según sus obras. 

4 En el seno suplantó a su herma¬ 
no y en su edad madura luchó con 
Dios. 5 Luchó con el ángel y le 
venció, lloró y le suplicó. En Betel 
le hallaré allí nos hablará. 6 Yave 
Scbaot, Yave es su nombre. 7 Tú a 
tu Dios retornarás. Guarda la mise¬ 
ricordia y la justicia, V pon siempre 
en Dios tu esperanza. 

8 Mercader de peso falso v amigo 
del fraude, 9 Efraím dice: Pero me 
he enriquecido, lie llegado a la opu¬ 
lencia. Mas todas tus ganancias no 
bastarán para pagar tus culpas y tus 
iniquidades. 10 Yo soy Yave, tu Dios, 





OSEAS, 13, 14 


781 


desde la tierra de Egipto; yo te traeré 
todavía a habitar en tus tiendas 
como en los días de fiesta. 11 Yo hablé 
por los profetas, yo multipliqué la 
visión, y por los profetas te anuncié 
la ruina. 12 Madre de la vanidad es 
Galad, V vanidad se han hecho ellos. 
Sacrifican sus bueyes en Guilgal. Ma¬ 
janos de piedra serán sus altares 
sobre los surcos del campo. 

13 Jacob huyó a la tierra de Aram; 
Israel sirvió por una mujer, y por 
una mujer apacentó los ganados. 
14 Yave sacó a Israel de Egipto por 
mano de un profeta, y por un profeta 
fué guardado. 16 Efraím ha provocado 
la ira. El le imputará sus sangrientas 
crueldades. Su Señor echará sobre él 
los ultrajes que le ha hecho. 


Condenación definitiva. 

19 1 Es Efraím como Datán, el 

I ^ que siendo príncipe en Israel, 
se hizo culpable contra su Señor, y 
murió. 2 Ahora pecan más; de su plata 
se hacen obras fundidas, ídolos de 
su invención, obra de las manos del 
artífice. Llaman dioses a eso y les 
ofrecen sacrificios. ¡El hombre dando 
besos a beccrrosl 3 Por eso serán como 
nube que se levanta al nacer del 
día, como pas'ajero rocío matinal, como 
paja arrebatada por viento huracana¬ 
do, como el humo de la chimenea. 

4 Pero yo soy Yave, tu Dios desde 
la tierra de Egipto, y no has de re¬ 
conocer a dios alguno sino a mí; 
fuera de mí no hay salvador. 6 Yó fuí 
tu pastor en el desierto, en la tierra 
abrasada. 6 Se hartaron en sus pastos, 
y hartos se ensoberbecieron y por eso 
me olvidaron. 7 Y serc para ellos como 
Icón, como pantera agazapada en el 
camino acecharé. 8 Me echaré sobre 
ellos como osa a quien le arrebatan 
las crías, despedazare como león sus 
corazones, los devoraré como león, 
como fiera los haré pedazos. 

9 Te traigo la ruina, oh Israel, y 
¿quién podrá socorrerte? 10 ¿Dónde 
está tu rey para salvarte en tus ciu¬ 
dades? ¿Dónde tus jueces, de quienes 
dijiste: Dame rey y danos príncipes? 

II Té di rey en mi furor, y en mi ira 


te lo quito. 12 La iniquidad de Efraím 
está hacinada, su pecado está reser-, 
vado. Vendrán sobre él dolores de 
parto, pero será el parto de hijo necio, 
que no sabrá ponerse al tiempo opor¬ 
tuno a la abertura del seno. 14 ¿Los 
entregaré al poder del sepulcro? ¿Los 
rescataré de la muerte? ¿Dónde están, 
oh muerte, tus plagas? ¿Dónde está, 
oh sepulcro, tu azote? No veo a mis 
ojos arrepentimiento. 15 Crezca mu¬ 
cho en sus juncales, que el soplo de 
Yave soplará del desierto y secará 
su fuente y su manantial, y todo 
cuanto tiene de precioso será sa¬ 
queado. 


Promesa de salvación 

^ a 1 Viene sobre Samaría el cas- 
1 i tigo, porque se rebeló contra su 
Dios. Caerán a la espada sus hijos, 
serán estrellados, será abierto el vien¬ 
tre de sus encintas. 2 Vuelve Israel, 
vuelve a Yave, tu Dios, porque caes 
por tus iniquidades. 3 Buscad la pa¬ 
labra y volved a Yave, diciendo: 
Perdona toda iniquidad y acepta lo 
bueno. Que podamos pagar con el 
rendimiento de nuestros rediles. 4 No 
nos salvará Asiría, no montaremos a 
caballo; nunca más llamaremos dio¬ 
ses nuestros a las obras de nuestras 
manos. ¡Oh tú, que tienes piedad del 
huérfanol 

6 Yo curaré su rebeldía y los ama¬ 
ré de corazón, pues se habrá aparta¬ 
do de ellos mi cólera. 6 Yo seré como 
rocío para Israel, y florecerá como el 
lirio y extenderá sus raíces como el 
álamo. 7 Crecerán sus ramas, y será 
su copa como la del olivo, y su aro¬ 
ma como el del incienso. 8 Volverán 
a habitar a su sombra creciendo como 
el trigo, pujando como la vid, y su 
fama será como la del vino del Lí¬ 
bano. 9 ¿Qué tendrá que ver ya 
Efraím con los ídolos? Yo que le 
afligí, le haré dichoso. Por mí, que 
soy como ciprés, siempre verde, reco¬ 
gerá él sus frutos. 10 ¿Quién es sabio 
para entender estas cosas, prudente 
para conocerlas? Pues son del todo 
rectos los caminos de Yave, por ellos 
van los justos, pero los malvados 
perecerán. 





782 


AMÓS, 1 


INTRODUCCION AL LIBRO DE AMOS 


( RON OLOGI CAMENTE es Amós el primero délos profetas escritores. 

Profetizó en el reinado de Jeroboam II, rey de Israel , poco antes que Oseas . 
Por su origen era de Judá, natural de Tecua, al Sur de Belén , donde se ocupaba 
en el oficio de pastor . De él le sacó el Señor para mandarle a pronunciar sus 
juicios sobre Israel , en el santuario de Betel , juicios que se extienden también 
a Judá y a los pueblos pequeños de alrededor. Contrasta grandemente su 
origen , y la educación que su profesión supone, con la elocuencia de sus 
oráculos, nada inferior a la de otros muchos profetas. Es que la sabiduría, como 
dice San Agustín, anidaba en su pecho, y ella le hacía elocuente. 


AMOS 


Contra Siria. 

] 1 Palabras de Amós, de los pas¬ 

tores de Tecua, de la visión que 
tuvo sobre Israel en los días de Ozías, 
rey de Judá, y en los días de Jero¬ 
boam, hijo de Joás, rey de Israel, 
dos años antes del terremoto. 

2 Dijo: Desde Sión rugirá Yave y des¬ 
de Jcrusalén liará oír su voz, y estarán 
en duelo los pastizales de los pastores y 
secaráse la eima del Carmelo. 3 Así 
dice Yave: Por tres peeados de Da¬ 
masco y por cuatro, no revocaré yo 
nada; por haber trillado a Calad eon 
trillos de hierro, 4 Yo pondré fuego 
a la casa de Hazael, que consumirá 
los palacios de Benadad. 6 Yo que¬ 
braré las barras de Damasco y exter¬ 
minaré a cuantos habitan el valle 
de Aven y al que tiene el cetro de 
Ben Edén, y el pueblo de Aram emi¬ 
grará a Quir, dice Yave. 


Contrit la Filisteo. 

8 Asi habla Yave: Por tres pecados 
de Gaza y por cuatro, no revocaré yo 
nada. Por haber deportado muche¬ 
dumbres enteras de cautivos para 
entregárselas a Edom, 7 yo pondré 
fuego al recinto de Caza, que devo¬ 
rará sus edificios, 8 y exterminaré a 
cuantos habitan en Azoto y al que 
tiene el cetro de Ascalón. Volveré mi 


mano contra Acarón y perecerán las 
reliquias de los filisteos, dice Yave. 


Contrn Tiro. 

9 Así habla Yave: Por tres pecados 
de Tiro y por cuatro, no revocaré yo 
nada. Por haber entregado a Edom 
muchedumbres enteras de cautivos, 
sin acordarse de la alianza fraternal, 
10 Yo pondré fuego al recinto de Tiro, 
que devorará sus edificios. 


Contra Ihlom. 

11 Así habla Yave: Por tres peca¬ 
dos de Edom y por cuatro, no revo¬ 
caré yo nada. Por haber perseguido 
a la espada a su hermano, ahogando 
la piedad, durando siempre su cólera 
y obstinándose hasta el fin en su 
rabia, 12 Yo pondré fuego en Tcmáu, 
que devorará los edificios de Bosra. 


Contrn Ammán. 

13 Así habla Yave: Por tres pecados 
de los hijos de Aminón y por cuatro, 
no revocaré yo nada. Por haber abier¬ 
to cu canal a las encintas de Galad, 
para extender su territorio, 14 Yo en¬ 
cenderé fuego en el recinto de llabba, 
que devorará sus edificios entre los 





AMÓS, 2, 3 


783' 


clamores el día del combate, en medio 
de la tempestad el día de la tormenta, 
16 y su rey irá al cautiverio, y con él 
sus príncipes todos juntos, dice Yave. 


Contra Moab. 

1 Así habla Yave: Por tres pe- 
cados de Moab y por cuatro no 
revocaré yo nada. Por haber quema¬ 
do los huesos del rey de Edom hasta 
calcinarlos, 2 Yo pondré fuego en 
Moab que devorará los edificios de 
Queriyot, y Moab hallará la muerte 
en medio del estruendo, entre los 
clamores y entre los sonidos de la 
trompeta. 3 Y extirparé de él a su 
rey y con él haré morir a todos sus 
príncipes, dice Yave. 


Contra Jmlá. 

4 Así habla Yave: Por tres pecados de 
Judá y por cuatro, no revocaré yo 
nada. Por haber menospreciado la ley 
de Yave y no haber guardado sus man¬ 
damientos, descarriándose por las men¬ 
tiras tras los cuales se fueron sus 
padres, 5 Yo pondré fuego a Judá, 
que devorará los edificios de Jerusalén. 


Contra Israel. 

6 Así habla Yave: Por tres pecados 
de Israel y por cuatro, no revocaré 
yo nada. Por haber vendido al justo 
por dinero y al pobre por un par 
de sandalias; 7 aplastan a los desva¬ 
lidos contra el polvo de la tierra en 
las encrucijadas del camino; rechazan 
a los pobres, y entran hijo y padre 
a la misma nuera, profanando mi 
santo nombre. 8 Sobre las ropas to¬ 
madas en prenda se echan junto a 
un altar cualquiera, y beben el vino 
de los multados en la casa de su 
Dios. 

9 Yo exterminé ante ellos a los 
amorreos, altos como cedros del Lí¬ 
bano y fuertes como encinas, destruí 
su fruto arriba, y abajo sus raíces. 
10 Yo os saqué de la tierra de Egipto, 
y durante cuarenta años os conduje 
por el desierto, para que ocuparais 
la tierra de los amorreos. 11 Yo suscité 
profetas de entre vuestros hijos y 
nazareos de entre vuestros mancebos; 
¿no es así, hijos de Israelí, dice 
Yave; 12 y vosotros hicisteis beber 


vino a los nazareos, y a los profetas 
les mandasteis, diciendo: no profeti¬ 
céis. 13 Pues mirad: Yo pondré es¬ 
torbos a vuestros pies y os tambalea¬ 
réis como se tambalea el carro sobre¬ 
cargado de haces; 14 y el ágil será 
incapaz de huir, y al fuerte no le 
servirá de nada su fuerza, y el gue¬ 
rrero no escapará con vida; 15 el 
arquero no resistirá, el de ágiles pies 
no escapará, el jinete no se salvará, 
16 y el más valiente de los valientes 
huirá desnudo aquel día, dice Yave. 


Crímenes «le Isrnel. 

1 Oíd lo que de vosotros dice 

Yave, hijos de Israel, de todo el 
pueblo que yo saqué de la tierra de 
Egipto: Dice: 2 Sólo a vosotros conocí 
yo entre los pueblos todos de la 
tierra; por eso haré en vosotros jus¬ 
ticia de todas vuestras iniquidades. 
3 ¿Podrán ir juntos dos sin estar de 
acuerdo? 4 ¿Rugirá el león en el 
bosque no habiendo presa? ¿Dejará 
oír su rugido el leoncillo en su cubil 
sin haber despojos? 6 ¿Se echará el 
ave a tierra en la red, si no hubiere 
cebo? ¿Desaparecerá de la tierra el 
cebo sin haberse cazado algo? 6 ¿To¬ 
carán la trompeta en la ciudad, sin 
que se alarme el pueblo? ¿Habrá en 
la ciudad calamidad cuyo autor no 
sea Yave? 7 Porque no hace nada el 
Señor, Yave, sin revelar su desig¬ 
nio a sus. siervos, los profetas. 8 Ru¬ 
giendo el león, ¿quién no temerá? 
Hablando el Señor, Yave, ¿quién no 
profetizará? 

9 Echad pregón en los palacios de 
Azoto y en los palacios de Egipto, 
diciendo: Reunios en los montes de 
Samaría para ver las grandes opre¬ 
siones que hay en ella y las violen¬ 
cias que allí se cometen. 10 No saben 
obrar rectamente, dice Yave, ateso¬ 
rando en sus palacios rapiñas y des¬ 
pojos. 


Cnsticjo. 

11 Por eso el Señor, Yave, dice 
así: Rodeará la tierra por todas par¬ 
tes el enemigo, que te robará tus 
fuerzas y saqueará tus palacios. 12 Así 
dice Yave: Como salva el pastor de 
las fauces del león un par de pies o 
la punta de. una oreja, así escaparán 
los hijos de Israel. Vosotros, los que 






784 


AMÓS, 4. 5 


en Ascalón os sentáis en la esquina 
del diván y en Damasco sobre el 
tapiz, 13 escuchad y dad testimonio 
contra la casa de Jacob, dice el Señor, 
Yave Sebaot. 14 Porque el día que 
haga yo justicia sobre Israel por sus 
trasgresiones, 15 derribaré las casas 
de invierno sobre las casas de vera¬ 
no, y serán destruidos los palacios 
marfileños y desaparecerán muchas 
casas,- dice Yave. 

Eujo y desenfreno de las mujeres. 

*4 1 Oíd estas palabras, vacas de 
Basán, que moráis en la monta¬ 
ña de Samaría, vosotras que oprimís 
a los débiles y maltratáis a los po¬ 
bres y decís a vuestros señores: Trae, 
que bebamos. Ved lo que el Señor, 
Yave, jura por su santidad: Vienen 
sobre vosotras días en que os levan¬ 
tarán con bicheros y a vuestros des¬ 
cendientes con arpones, 3 y saldréis 
por las brechas, cada una frente a sí, 
y seréis empujadas hacia el Hormón, 
dice Yave. 4 Id a Betel, a prevaricar, 
a Guilgal a multiplicar vuestras pre¬ 
varicaciones. Ofreced vuestros sacri¬ 
ficios matinales y cada tercer año 
vuestros diezmos; 6 pregonad fuera 
el sacrificio de alabanza, pregonad 
los sacrificios voluntarios^ pregonad¬ 
los, pues que así lo queréis, hijos de 
Israel, dice Yave. 


Ceyueru del pueblo. 

6 Sin embargo, yo os he hecho estar 
a diente limpio en vuestras ciudades, 
y a falta de pan en todos vuestros lu¬ 
gares, pero no os habéis vuelto a mí, 
dice Yave. 

7 También os negué la lluvia desde 

tres meses antes de la siega, lloví en 

una ciudad, no lloví en otra, llovió 

en una parte y en otra no llovió y 

se secó. 8 Y venían dos o tres eiu- 

dades a una ciudad para beber el 
agua, sin poder saciarse, y con todo 
no os convertisteis a mí, dice Yave. 
0 Os herí con añublo y con tizón, 
devasté vuestras huertas y vuestras 
viñas, la langosta devoró vuestras 
higueras y vuestros olivos, pero no 
os convertisteis a mí, dice Yave. 10 Os 
castigué con plagas a modo de las 
de Egipto, maté a vuestros mancebos 
a la espada, di al cautiverio vuestros 
caballos, y en mi furor abrasé con 


el fuego vuestros campos, pero no'os 
convertisteis a mí, dice Yave. 

11 Os trastorné como cuando tras¬ 
torné a Sodoma y Gomorra, fuisteis 
como tizón sacado del fuego, pero no 
os convertisteis a mí, dice Yave. 
12 Por tanto, mira lo que voy a ha¬ 
certe^ Israel, mira lo que te haré. 
Apréstate a comparecer ante tu Dios, 
Israel, 13 que es el que formó los 
montes y creó los vientos, y pone al 
desnudo" ante el hombre los pensa¬ 
mientos de éste; el que del alba hace 
tinieblas y marcha por las alturas 
de la tierra; Yave, Dios Sebaot es 
su nombre. 

[5] 8 (1) El hizo las pléyades y el 
Orion, él torna las tinieblas en auro¬ 
ra y del día hace noche oscura. El 
llama a las aguas del mar y las de¬ 
rrama sobre la haz de la tierra, Yave 
es su nombre. 9 El hace resplandecer 
la salud para el desventurado y trae 
sobre la fortaleza la ruina. 


Exhortación a la ^conversión. 

1 Escuchad esto, es la lamenta¬ 
ción que yo hago sobre vosotros, 
casa de Israel. 2 Cayó la virgen de 
Israel, no podrá ya más levantarse. 
Yace en tierra abandonada, no ha¬ 
brá quien la levante. 3 Porque así 
dice el Señor, Yave: La ciudad que 
entre en campaña con mil guerreros, 
se quedará con ciento; la que entre 
con cien, se quedará con diez en la 
casa de Israel. 4 Así, pues, dice Yave 
a la casa de Israel: Buscadme y vi¬ 
viréis: 6 No busquéis a Betel ni 
vayáis a Guilgal ni paséis a Berscba, 
porque Guilgal será llevada al cau¬ 
tiverio, y Betel será destruida. , 6 Bus- 
ead a Yave y vivid, no abrase a la 
casa de José con un fuego devora- 
dor, sin que tenga Betel quien lo 
apague. 

7 Tornan el juicio en ajenjo y echan 
por tierra la justicia. 10 En las puer¬ 
tas detestan al censor y aborrecen 
al que habla rectamente. 11 Pues 
porque pisáis con vuestros pies al 
pobre y le exigís la carga del trigo, 
las casas que de piedras talladas os 
habéis construido no las habitaréis; 
de las deliciosas viñas que os habéis 
plantado, no beberéis el vino. 12 Por- 


(í) Los versículos 8 y 9 del capítulo 5 los 
insertamos aquí, pues donde hoy se hallan 
bien se ve que están fuera de su lugar. 












AMÓS, 6, 7 


785 


que yo sé lo muchas que son vues¬ 
tras prevaricaciones y cuán grandes 
son vuestros pecados, opresores del 
justo, que hacéis extorsiones y en 
las puertas hacéis perder al pobre su 
causa. 13 Por eso el hombre prudente 
tiene que callarse ahora, porque es 
tiempo malo. 

14 Buscad el bien y no el mal, para 
que viváis y así Yave Sebaot será con 
vosotros, como lo decís. 15 Aborreced 
el mal y amad el bien y haced jus¬ 
ticia en las puertas, y quizá Yave,- 
Dios Sebaot, tenga piedad del resto 
de José. 16 Por tanto, así dice Yave 
Sebaot, el Señor: Habrá llantos en 
todas las plazas y en todas las calles 
clamarán: ¡Ay, ay!, y llamarán al la¬ 
brador para que se duela y se lamente 
en las filas de las plañideras. 17 Y 
habrá llantos en todas las viñas, por¬ 
que pasaré yo por en medio de vos¬ 
otros, dice Yave. 18 ¡Ay de aquellos 
que desean el, día de Yavel ¿Qué 
será de vosotros? El día de Yave es 
día de tinieblas, no de luz. 19 Es 
como quien huyendo del león, diera 
en el oso; como quien al refugiarse 
en casa y poner su mano sobre la 
pared fuera mordido por la serpien¬ 
te. 20 ¿No es tinieblas el día de Yave 
y no luz, y oscuridad sin resplandor? 

21 Yo odio y aborrezco vuestras 
asambleas, y no me complazco en 
vuestras congregaciones. 22 Y si me 
ofrecéis holocaustos y me presentáis 
vuestros dones, no los recibiré, ni 
pondré mis ojos en los pacíficos de 
vuestras cebadas víctimas. 23 Aleja 
de mí el ruido de tus cantos, que no 
escucharé el sonar de tus cítaras. 
24 Como agua impetuosa se preci¬ 
pitará el juicio; como torrente que no 
se seca, la justicia. 26 ¿Me ofrecisteis 
sacrificios y presentes en el desierto 
en cuarenta años, casa de Israel? 
26 Ya os llevaréis a Saccut vuestro rey, 
y al astro de vuestro dios Queram , (1) 
vuestros ídolos, los que os habéis 
fabricado; 27 y yo os deportaré más 
allá de Damasco, dice Yave, cuyo 
nombre es Dios Sebaot. 

A 1 ¡Ay de los descuidados de Siónl 
^ ¡Ay de los confiados de Samarial 
Atended a las más antiguas de las 
naciones e id a ellas, casa de Israel. 

2 Id a Calne, pasad a Hamat, la 
grande, bajad a Get de los filisteos. 
¿Son ellos de mejor condición que 


(z) Probablemente nombres de dioses asirios. 


estos reinos o está el territorio de 
éstos mejor que el vuestro? 3 Preten¬ 
déis lejano el día de la calamidad, 
agarrándoos al presente en un per¬ 
nicioso descuido. 4 Ved cómo se tien¬ 
den en marfileños divanes e indolentes 
se tumban en sus lechos. Comen cor¬ 
deros escogidos del rebaño y terneros 
criados en el establo. 5 Bailan al son 
de la cítara e inventan, como David, 
instrumentos músicos. 6 Gustan del 
vino generoso y se ungen con óleo 
fino y no sienten preocupación algu¬ 
na por la ruina de José. 7 Por eso 
irán ahora al cautiverio, a la cabeza 
de los deportados, y desaparecerá ese 
hatajo de disolutos, 8 dice Yave, Dios 
Sebaot. 

Por su vida ha jurado el Señor, 
Yave: Yo abomino la soberbia de 
Jacob, detesto sus palacios y entre¬ 
garé la ciudad con todo cuanto en¬ 
cierra; 9 de tal modo que si de una 
casa no quedaren más que diez hom¬ 
bres, morirán. 10 Quedará un corto 
número de escapados para llevarse 
de la casa los huesos, y el uno dirá 
al otro que está en el fondo de la 
casa: ¿Queda alguno más?, y él res¬ 
ponderá: Ninguno. Y el otro le dirá: 
¡Calla, no hay que pronunciar el 
nombre de Yavel 11 Porque va a dar 
Yave la orden y en las casas grandes 
abrirá brechas y grietas en las pe¬ 
queñas. 

12 ¿Galopan los caballos por las 
rocas? ¿Se ara con bueyes el mar? 
Pues vosotros hacéis del juicio ve¬ 
neno, y del fruto de la justicia ajenjo. 
13 Os envanecéis por lo de lo Debar 
y decís: ¿No hemos tomado con 
nuestra fuerza a Carnaim? 14 Pero 
yo voy a suscitar contra vosotros, 
oh casa de Israel—dice Yave, Dios 
Sebaot—, un pueblo que os oprimirá 
desde la entrada de Hamat hasta el 
torrente de los sauces. 


Certeza e inminencia del castigo. 

H 1 El señor me di ó a ver esto: 
L El criaba langostas al tiempo en 
que comenzaba a crecer el heno que 
venía después de la siega del rey, 
2 e iban a acabar de devorar las 
hierbas tardías y el verdor de la 
tierra. Yo dije: ¡Oh, Señor, Yave, 
ten piedadl ¿Cómo se va a sostener 
Jacob, estando tan débil? 3 Y Yave 
se arrepintió y dijo: No será así, 
dice Yave. 4 Hízome también ver 


» 


30 










786 


AMÓS, 8, 9 


esto el Señor, Yave: El Señor, Yave, 
se aprestaba a castigar con fuego 
que había de devorar el gran abismo 
e iba a consumir la heredad. 6 Yo 
dije: ¡Olí, Señor, Yave! Detente. 
¿Cómo se va a sostener Jacob es¬ 
tando tan débil? 6 Yave se arrepintió 
y dijo: Tampoco será esto, dice 
Yave. 

7 También me dió a ver esto: Es¬ 
taba Yave cerca de un muro de 
plomo, y tenía plomo en su mano. 
8 Yave me preguntó: ¿Qué es lo que 
ves, Amós? Yo respondí: Plomo. Y el 
Señor dijo: Pues mira, yo voy a arro¬ 
jar plomo sobre mi pueblo, Israel. Ya 
no le perdonaré más tiempo. 9 Los 
altos de Isac serán devastados, y 
destruidos los santuarios de Israel. 
Yo me alzaré con la espada contra 
la casa de Jeroboam. 10 Amasias, 
sacerdote de Betel, mandó a decir a 
Jeroboam. Amós está conspirando 
contra ti en medio de la casa de 
Israel. La tierra no puede ya sopor¬ 
tar sus palabras. 11 Porque Amós va 
diciendo: Jeroboam morirá a la es¬ 
pada c Israel irá al cautiverio, lejos 
de su tierra. 

12 Y Amasias dijo a Amós: Vidente, 
ve y escapa a la tierra de Judá, y 
come allí tu pan, haciendo el pro¬ 
feta. 13 Pero guárdate de volver a 
profetizar contra Betel, mira que 
éste es un santuario del rey y una 
casa real. 14 Amós respondió a Ama¬ 
sias, diciendo: Yo no soy profeta 
ni hijo de profeta; soy boyero y 
hábil en preparar los higos de sicó¬ 
moro. 15 Yave me tomó de detrás 
del ganado, y me dijo: Ve a profeti¬ 
zar a mi pueblo Israel. 16 Escucha, 
pues, ahora la palabra de Yave: 
Tú me dices: no profetices contra 
Israel, ni hagas predicciones contra 
la casa de Isac. 17 Por eso dice Yave: 
Tu mujer será deshonrada en la 
ciudad, tus hijos caerán a la espada, 
tu tierra será repartida a cordel, tú 
morirás en una tierra contaminada, 
e Israel irá al cautiverio lejos de su 
tierra. 

1 El Señor, Yave, me dió a ver 

esto: Era un cestillo de fruta 
madura; 2 y me dijo: ¿Qué es lo que 
ves, Amós? Yo le respondí: Un ces¬ 
tillo de fruta madura. Y Yave me 
dijo: Madura está ya la suerte de mi 
pueblo Israel; no le perdonaré ya 
más tiempo. 3 Los artesonados de 
los palacios aullarán aquel día, dice 


el Seiior, Yave. Serán muchos los 
cadáveres y serán en silencio arro¬ 
jados en cualquier lugar. 

4 Escuchad esto los que aplas¬ 
táis al pobre y querríais exterminar 
de la tierra a los infelices, 5 diciendo: 
¿Cuándo pasará el novilunio, que 
vendamos el trigo, y el sábado que 
abramos los graneros, achicaremos 
el efa y agrandaremos el sido, y fal¬ 
searemos fraudulentamente los pe¬ 
sos? 6 Compraremos por dinero a los 
débiles y a los pobres por un par de 
sandalias, y venderemos las aechadu¬ 
ras del trigo. 7 Yave ha jurado por la 
gloria de Jacob: No olvidaré yo nunca 
estas cosas. 8 ¿No se ha de estremecer 
por eso la tierra? En duelo quedarán 
cuantos la habitan. Alzaráse toda 
ella como el Nilo, temblará y se 
abajará como el río de Egipto. 

9 Aquel día, dice el Señor, Yave, 
haré que se ponga el sol al mediodía 
y en pleno día tenderé tinieblas sobre 
la tierra. 10 Tornaré en duelo vues¬ 
tras solemnidades y en llanto vues¬ 
tros cantos; haré que todos cubran 
de sacos sus riñones y se rapen las 
cabezas. Será duelo como el duelo 
por el unigénito, y su remate será 
día de desesperación. 

11 Vienen días, dice Yave, en que 
mandaré yo sobre la tierra hambre 
y sed, no hambre de pan ni sed de 
agua, sino de oír la palabra de Yave, 
12 y errarán de mar a mar y del 
norte al oriente en busca de la pala¬ 
bra, y no la hallarán. 13 Aquel día 
las hermosas doncellas y los mance¬ 
bos desfallecerán de sed. 14 Los que 
juran por el pecado de Samaría y 
dicen: «Vive tu Dios, Dan» y «Vive 
tu protector, Berscba», sucumbirán 
para no levantarse jamás. 

Q 1 Vi al Señor que estaba junto al 
1 altar, y me dijo: Rompe los capi¬ 
teles, que se hunda el techo y caiga 
sobre las cabezas de todos, y a los 
que queden yo los mataré a espada. 
Nadie se salvará huyendo, nadie 
podrá escapar. 2 Aunque bajasen 
hasta el infierno, de allí los sacaría 
mi mano; aunque subiesen hasta los 
cielos, de allí los bajaría. 3 Aunque se 
escondan en la cumbre del Carmelo, 
allí los buscaré y los cogeré; aunque 
se ocultaran a mis ojos en el fondo 
del mar, allí mandaría yo a ln ser¬ 
piente para que los mordiera. 4 Cuando 
vayan cautivos ante sus enemigos, 
daré a la espada la orden de exter- 







MIQUEAS, 1 


787 


minarlos, y tendré puestos sobre ellos 
mis ojos para mal, no para bien. 

6 El Señor, Yave Sebaot, toca la 
tierra y ésta se funde, y lloran todos 
sus habitantes; la levanta toda entera 
como el Nilo, y la abaja como el río 
de Egipto. 6 Él edificó en los cielos 
su morada, y la fundó sobre la bóveda 
de la tierra. El llama a las aguas del 
mar y las derrama sobre la haz de 
la tierra, su nombre es Yave. 

7 Hijos de Israel, ¿no sois para mí, 
dice Yave, como hijos de etíopes? 
¿No hice yo subir de la tierra de 
Egipto a los hijos de Israel y a los 
filisteos de Caftor y a los árameos de 
Quir? 8 Ved que los ojos del Señor, 
Yave, están puestos sobre el reino 
pecador, y que yo los borraré de la 
haz de la tierra. Pero no destruiré 
del todo a la casa de Jacob, dice 
Yave. 9 Yo daré la orden, y zaran¬ 
dearé a la casa de Israel entre las 
gentes todas, como se zarandea con 
la criba; no caerá toda en masa sobre 
la tierra. 10 A la espada perecerán 
todos los pecadores de mi pueblo, 
que dicen: «No nos alcanzará la 
desdicha, no se nos acercará el 
mal.» 


Promesa de restauración. 

11 Aquel día yo levantaré el tugu¬ 
rio de David "(1) caído, repararé 
sus brechas, alzaré sus ruinas, y le 
reedificaré como en los días antiguos, 
12 para que conquisten los restos de 
Edom y los de todas las naciones 
sobre las cuales sea invocado mi 
nombre, dice Yave, que cumplirá 
todo esto. 13 Vienen días, dice Yave, 
en que sin interrupción seguirá al 
que ara el que siega, al que vendi¬ 
mia el que siembra. Los montes 
destilarán mosto y correrá de todos 
los collados. 14 Yo reconduciré a los 
cautivos de mi pueblo Israel, reedifi¬ 
carán sus ciudades devastadas y las 
habitarán; plantarán viñas y beberán 
su vino, harán huertos y comerán sus 
frutos. 16 Los plantaré en su tierra y 
no serán ya más arrancados de la tierra 
que yo les he dado, diceYave, tu Dios. 


(i) Después de tantas amenazas, el profeta 
termina con una promesa dulce, la restauración 
de la tienda de David, es decir, de su reino, y 
la dominación sobre los pueblos vecinos. Seme¬ 
jante promesa implica la promesa del Mesías y 
de su reino, como lo interpreta el Apóstol San¬ 
tiago en Act., 15. 16, 


INTRODUCCION AL LIBRO DE MIQUEAS 


J^STE Miqueas es distinto del Miqueas hijo de Jemla, que vivió un siglo 
antes, reinando Ajah en Samaría, y Josafat en Jerusalén (1 Reg . 22, 8. 
y siguientes). Fue natural de Morasti, aldeita de la región de Hebrón, y pro¬ 
fetizó en los reinados de Jotán , Ajaz y Ezequias (1, 1). Es, pues, contem¬ 
poráneo de Isaías y de las invasiones asirias sobre Samaría y Judá. Sus vati¬ 
cinios se dirigen contra ambos reinos, reprendiendo especialmente los abusos 
de los ricos y conminándoles con el castigo por medio de los asirios, al que 
seguirá la salud mesiánica . En estos vaticinios mesiánicos debemos señalar 
dos pasajes: el concurso de las naciones a Jerusalén en busca de la salud 
(4,1 sigs.) que a la letra se lee en Is . 2, 2 sigs ., y el origen betlemltico del 
Mesías (5,1 sigs.), que cita San Mateo en su evangelio (2, 6). 


MIQUEAS 


Contra Israel y Judá. Samaría y sobre Jerusalén. 2 ¡Escu¬ 

chad, cielosl ¡Atiende, tú, oh tierra, con 
1 1 Palabra de Yave que fué diri- todo cuanto en ella se contiene! 

gida a Miqueas, de Morastí, en Que el Señor, Yave, va a litigar 

días de Jotán, Ajaz y Ezequias, con vosotros; el Señor, desde su 

reyes de Judá, lo que vió sobre santo templo, 3 pues ved que Yave 






788 


MIQUEAS, 2, 3 


va a salir de su morada, va a des¬ 
cender y a hollar las cumbres de la 
tierra; 4 y a su paso se fundirán los 
montes y se derretirán los valles, 
como al fuego se derrite la cera, 
como aguas que se precipitan por 
un despeñadero. 

ñ Todo por la prevaricación de 
Jacob, todo por los pecados de la 
casa de Israel. ¿Cuál es la prevari¬ 
cación de Jacob? ¿No es Samaría? 
¿Cuáles son los excelsos de Judá? 
¿No es Jerusalén? 8 Pues yo haré a 
Samaria majano en heredad de tierra 
de viñas, V espareiré sus piedras por 
el valle, y pondré al desnudo sus 
cimientos; 7 y todas sus esculturas 
serán abatidas, todas sus mercedes 
serán abrasadas por el fuego, todos 
sus ídolos serán arruinados; porque 
son mercedes de prostitución, y en 
salario de prostitución se convertirán. 

8 Por eso gimo yo y me lamento, 
y voy descalzo y desnudo, y aúllo 
como los chacales y gimo como aves¬ 
truz; 9 porque su desastre es irreme¬ 
diable y ha invadido a Judá, lle¬ 
gando hasta la puerta de mi pueblo, 
hasta Jerusalén. 10 No vayáis a pre¬ 
gonarlo en Get ni a llorarlo a Acó. 
Revolcaos en el polvo en Ofra. 11 Os 
han traicionado los de Safir, las ciu¬ 
dades de la vergüenza. No salieron 
a campaña los habitantes de Sidón. 
La casa vecina os traicionó, os negó 
su apoyo. 12 Los habitantes de Marot 
esperan sacar bien de haber descen¬ 
dido de Yavc el mal a la puerta 
de Jerusalén. 

13 Aparejad los carros, habitantes 
de Laquis. Que es el comienzo de la 
expiación de la hija de Sión. En ti 
se han reproducido las prevarica¬ 
ciones de Israel. 14 Por eso habrás 
de aprontar la dote de Moresct Get 
v las casas de Acrib serán arroyo 
engañoso para los reyes de Israel. 
16 Por eso os traeré yo a vosotros el 
señor, moradores de Maresa, y la 
gloria de Israel emigrará a Adulam. 
16 Motílate y ráete, por los hijos 
queridos, ensancha tu calvicie como 
la del buitre, porque fueron depor¬ 
tados lejos de ti. 


Los ricos, 

1 jAy de los que en sus lechos ma- 
“ quinan la iniquidad, y se prepa¬ 
ran a ejecutar en amaneciendo, por-; 
que tienen en sus manos el poderl! 


2 Codician las heredades y las roban: 
las casas, y se apoderan de ellas, y 
\iolan el derecho del dueño y el de 
la casa, el del amo y el de la heredad. 
8 Por tanto, así dice Yave: Mirad, 
yo estoy maquinando contra esta 
casa un mal de que no podréis librar 
vuestros cuellos, y no andaréis ya 
erguidos, porque vendrá el tiempo 
de la desventura. 4 Entonces se os 
dirá una sátira y se cantará de vos¬ 
otros una elegía: 

«Ya lo había dicho Yave: es com¬ 
pleta nuestra ruina. Ha mudado la 
suerte de su pueblo. iCómo arrebata 
para no devolver, y reparte nuestros 
campos!» 

6 Ya no habrá quien a. la suerte 
distribuya las heredades en la con¬ 
gregación de Yave. 8 jNo claméisl 
Que claméis que no claméis, por 
esto no evitaréis el oprobio. 7 ¿No 
se dice la casa de Jacob: «Se ha acor¬ 
tado la magnanimidad de Yave; 
dónde están sus obras»? 

¿Mis palabras no están plenas de 
bondad para los que siguen el ca¬ 
mino recto? 8 Pero vosotros ayudáis 
al enemigo contra mi pueblo. Delante 
de Salmanasar arrebatáis el botín 
de guerra a los que confiados van 
su camino. 9 Arrojáis a las mujeres 
de mi pueblo de su querido hogar, 
y arrebatáis para siempre a sus hijos 
mi gloria. 10 Levantaos y echad a 
andar, que no es tiempo de holganza. 
Por su inmundicia será atormentado 
con terrible tormento. 

11 No profetiza falsamente el hom¬ 
bre inspirado. Yo te profetizo el 
vino y la bebida embriagante de 
que rebosará este pueblo. 12 Yo te 
reuniré, Jacob, todo entero; yo re¬ 
uniré los restos de Israel, yo le con¬ 
gregaré como en el peligro se con¬ 
gregan las ovejas, como rebaño en 
medio de la angustia, y llenos de 
espanto huirán ante el desastre. 
13 Irá delante de ellos el que rompe 
la marcha; se abrirán una salida y la 
atravesarán y saldrán por ella, y 
delante de ellos irá su rey. 


Los falsos profetas. 

*> 1 Yo, yo digo: Oíd, príncipes de 

Jacob, cabezas de la casa de 
Israel: ¿No os toca a vosotros cono¬ 
cer el derecho? 2 Aborrecen el bien 
y aman el mal; desuellan, arrancan 
la carne de sobre los huesos, y luego 








MIQUEAS, 4, 5 


789 


de haberse comido la carne de mi 
pueblo y de haberle arrancado la 
piel, y haberle roto los huesos y 
haberle descuartizado como carne 
para la olla o carne para el caldero, 
4 claman a Yave; pero Yave no 
los oirá, ocultará de ellos entonces 
su rostro, por la malicia que en 
todas sus obras pusieron. 

5 Así habla Yave contra los pro¬ 
fetas que descarrían a mi pueblo, 
que mientras muerden con sus dien¬ 
tes, claman: «Paz», y al que no les 
da que comer le hacen la guerra. 
6 Por eso la visión se os hará noche y 
la adivinación tinieblas, y se pondrá 
para los profetas el sol y el día se 
les oscurecerá. 7 Los videntes serán 
cubiertos de vergüenza, y de con¬ 
fusión los adivinos, y se cubrirán 
todos el rostro, pues Dios no dará 
ya respuesta. 

8 Yo, empero, estoy lleno de la 
fuerza del Espíritu de Yave y de 
autoridad y fortaleza, para denun¬ 
ciar a Jacob sus prevaricaciones y 
sus pecados a Israel. 9 Oíd, pues, 
cabezas de la casa de Jacob y jefes 
de la casa de Israel, que aborrecéis 
lo justo y torcéis el derecho, 10 que 
edificáis a Sión con sangres y a 
Jerusalén con crímenes. 11 Sus jueces 
sentencian por cohecho, sus sacer¬ 
dotes enseñan por salario, sus pro¬ 
fetas profetizan por dinero, y se 
apoyan sobre Yave, diciendo: (¿No 
está entre nosotros Yave? No nos 
sobrevendrá la desventura» 12 Por 
eso, por vosotros, será Sión arada 
como un campo, y Jerusalén será 
un montón de ruinas, y el monte 
del templo será un breñal. 


Promesa de restauración y de paz. 


± 1 Pero al fin de los tiempos el 
” monte de la casa de Yave se 
alzará a la cabeza de los montes, se 
elevará sobre los collados, y los 
pueblos correrán a él (1); 2 y 


(i) Este hermoso vaticinio mesiánico lo lee¬ 
mos también en Isaías, 2, 2, contemporáneo de 
Miqueas. No es fácil averiguar con certidumbre 
a cuál de los dos pertenece o si ambos lo tomaron 
de un tercer profeta. Lo cierto es que fué escrito 
bajo la inspiración divina y que encierra uno de 
los más bellos anuncios de la vocación de las 
gentes y de la atracción que sobre ellas ejerce la 
Iglesia. 


vendrán numerosos pueblos, diciendo: 
Venid, subamos al monte de Yave, 
a la casa del Dios de Jacob, que nos 
enseñe sus caminos para que mar¬ 
chemos por sus sendas, pues de Sión 
saldrá la ley y de Jerusalén la pala¬ 
bra de Yave. 3 Y juzgará a muchos 
pueblos y ejercerá la justicia hasta 
muy lejos con naciones poderosas, 
y de sus espadas harán azadas y de 
sus lanzas hoces; no alzará la espada 
gente contra gente, ni se ejercitarán 
ya para la guerra. 4 Sentaráse cada 
uno bajo su parra y bajo su higuera, 
y nadie les aterrorizará, porque lo 
dice la boca de Yave. 6 Pues los pue¬ 
blos marchan cada uno en el nombre 
de sus dioses, pero nosotros marcha¬ 
remos siempre eternamente en el 
nombre de Yave, nuestro Dios. 

0 En aquel día, dice Yave, yo 
recogeré a la coja y traeré a la des¬ 
carriada a quien yo castigué; 7 y a 
la coja le daré descendencia, y a la 
descarriada la haré un pueblo pode¬ 
roso, y Yave reinará sobre ellos en 
el monte de Sión desde ahora para 
siempre. 8 Y tú, torre del rebaño, 
fortaleza de la hija de Sión, volverá 
a ti tu antiguo poderío, y la realeza 
que es propia de la hija de Jerusalén. 
9 ¿Por qué, pues, tantos clamores? 
¿No hay rey en ti o te falta tu con¬ 
sejero, que te dueles como con dolo¬ 
res de mujer en parto? 10 Te dueles y 
gimes, hija de Sión, como mujer en 
parto, porque vas a salir ahora de 
la ciudad, y morarás en los campos y 
llegarás hasta Babilonia, pero allí 
serás liberada, allí te redimirá Yave 
del poder de tus enemigos. 

11 Ahora se han juntado contra ti 
muchas gentes y dicen: Que sea pro¬ 
fanada y logren verlo nuestros ojos 
en Sión. 12 Pero no conocen los pen¬ 
samientos de Yave, no penetran sus 
designios. El los juntará como se jun¬ 
tan en la era las gavillas. 13 Alzate y 
trilla, hija de Sión; que yo haré tu 
cuerno cuerno de hierro, y tus zapatos 
zapatos de bronce, y aplastarás a mu¬ 
chos pueblos, y consagrarás a Yave sus 
despojos, y sus riquezas al Señor de 
la tierra. 


El rey pacífico 

^ 14 Rodéate ahora de muros, Bet- 

^ Gader. Nos cercan, hieren con 
la clava las mandíbulas de las tribus 







790 


MIQUEAS, 6 


de Israel. 1 Pero tú Belén de Efrata, 
pequeño para ser contado enstre lo 
millares de Judá, de ti me saldrá 
quien señoreará en Israel, cuyos orí¬ 
genes serán de antiguo, de los días 
de remota antigüedad (1). 2 El los 

entregará hasta el tiempo en que la 
que ha de parir parirá, y el resto de 
sus hermanos volverá a los hijos de 
Israel, 3 y estará firme y apacentará 
con la fortaleza de Yave y con la 
majestad del nombre de Yave, su 
Dios, y habrá seguridad, porque su 
prestigio se extenderá hasta los con¬ 
fines de la tierra. 

4 Y así será la paz: Cuando invada 
Asiir nuestra tierra para hollar nues¬ 
tros palacios, le opondremos siete 
pastores y ocho hombres principales; 
6 y regirán la tierra de Asur con la 
espada y la tierra de Nemrod con la 
espada desnuda. El nos librará de 
Asur, cuando venga contra nuestra 
tierra para hollar nuestro territorio. 
6 Y el resto de Jacob será en medio 
de los pueblos como rocío de Yave, 
como lluvia sobre la hierba, que no 
tienen que esperar de nadie ni nece¬ 
sitan nada de los hombres. 7 * Será 
el resto de Jacob entre las naciones, 
en medio de numerosos pueblos, como 
león en medio de las bestias del campo, 
como joven león en medio de rebaño 
que arrebata la presa, sin que haya 
quien se la arranque. 

8 Se alzará tu mano sobre tus ene¬ 
migos, y todos tus contrarios serán 
exterminados. 9 Aquel día, dice Yave, 
quitaré de en medio de ti tus caba¬ 
llos y destruiré tus carros, 10 y aba¬ 
tiré las ciudades de tu tierra, y 
arruinaré todas tus fortalezas. 11 Y te 
quitaré de las manos tus hechice¬ 
rías y no habrá más en ti agüeros; 
12 y destruiré tus esculturas y tus 
cipos en medio de ti, y nunca más 
te postrarás ante la obra de tus 
manos; 13 y arrancaré de en medio 
de ti tus aseras y derribaré tus 
árboles, 14 y haré con ira y furor 
venganza en las gentes que no qui¬ 
sieron escuchar. 


(i) Este oráculo anuncia los orígenes betle- 

míticos del futuro libertador de Israel. Pudiera 

esto entenderse de dos modos: o del origen bet- 

lemítico del Mesías, como hijo de David, o de que 

él mismo habría de nacer en Belén. El Señor 

quiso que el vaticinio se cumpliese del segundo 

modo, acaso para poner más de relieve el pri¬ 

mero. San Mateo lo cita en 2, 6. 


Querella de Yave contra Israel y 
Jernsalén. 

6 1 Oíd, pues, lo que dice Yave: 

¡Levántate! ¡Queréllate contra los 
montes y que oigan tu voz los colla¬ 
dos! 2 Oíd, montes, y vosotros, cimien¬ 
tos inconmovibles" de la tierra, la 
querella de Yave. Porque tieue Yave 
querella con su pueblo y va a alter¬ 
car con Israel. 

3 ¿Qué te he hecho yo, pueblo mío? 
¿En qué te he molestado? Respón¬ 
deme. 4 * Porque yo fui quien te sacó 
de la tierra de Egipto, y te redimí 
de la casa de la servidumbre, y te 
mandé para que te guiaran a Moisés, 
Arón y María. 6 Acuérdate, pueblo 
mío, de qué fué lo que pedía Balac, 
rey de Moab, y qué lo que le res¬ 
pondió Balán, hijo de Beor, de Sitim 
a Guilgal, para que conozcas la rec¬ 
titud de Yave. 

6 ¿Con qué me presentaré yo ante 
Yave y me postraré ante el Dios de 
lo alto? ¿Vendré a él con holocaustos, 
con becerros primales? 7 ¿Se agra¬ 
dará Yave de los miles de carneros 
y de las miríadas de arroyos de aceite? 
¿Daré mis primogénitos por mis pre¬ 
varicaciones y el fruto de mis entra¬ 
ñas por los pecados de mi alma? 

8 ¡Oh hombre! Bien te ha sido 
declarado lo que es bueno y'lo que 
de ti pide Yave: hacer justicia, amar 
el bien, humillarte en la presencia de 
tu Dios. 9 La voz de Yave interpela 
a la ciudad. Sabiduría es temer tu 
nombre. Oye tribu, oye asamblea de 
la ciudad: 10 ¿Voy a perder yo de 
vista la casa del impío, los tesoros 
de la iniquidad y el detestable efa 
escaso? 11 Voy a perdonar yo a pesar 
de las balanzas falsas y de las bolsas 
de pesos fraudulentos? 

12 Por haberse llenado sus ricachos 
de iniquidades y haber engañado a 
sus habitantes con palabras menti¬ 
rosas, llevando en su boca una lengua 
mendaz; 13 por eso me he puesto 
yo también a herirte v devastarte 
a causa de tus pecados. * 4 Comerás y 
no te saciarás, y el hambre te roerá 
las entrañas; apartarás, pero no lo 
librarás, y lo que librares yo lo daré 
a la espada. 16 Sembrarás y no cose¬ 
charás, pisarás la aceituna, pero no 
te ungirás con su óleo; la uva, pero 
no beberás su vino. 

14 Has seguido los mandatos de 
Omri y todas las obras de la casa de 
Ajab, y lias andado según sus con- 








MIQUEAS, 7 


791 


sejos, para que yo te entregue a la 
devastación y dé tus habitantes al 
escarnio. Llevaréis, pues, sobre vos¬ 
otros el oprobio de mi pueblo. 

7 1 jAy de mí, que he venido a ser 

como quien va a coger después 
de hecho el rebusco que sigue a la 
vendimial No hay racimo que pueda 
comer, anhelando yo los frutos pri¬ 
meros. 2 Han desaparecido de la 
tierra los justos, no hay ninguno 
recto entre los hombres, todos ace¬ 
chan la sangre, todos tienden redes 
a su prójimo. 3 Todas las manos están 
prontas a hacer diestramente el mal; 
el príncipe hace extorsión, el juez 
juzga por cohecho, y el grande sen¬ 
tencia a su capricho, 4 y pisan al 
justo como a rama de zarza que sale 
derecha del seto. Es el día anun¬ 
ciado por tus atalayas, viene tu 
castigo, ahora vendrá tu ruina. 

5 .No os fiéis del amigo, no creáis al 
compañero, guarda las confidencias 
de tu boca de la que duerme en tu 
seno. 6 El hijo deshonra al padre, 
la hija se alza contra la madre, la 
nuera contra la suegra, y los enemi¬ 
gos de cualquiera son sus mismos 
domésticos. u b Aquel día no habrá 
ley; 12 llegará a ti desde Asiria al 
Egipto y desde el Egipto al río, del 
uno al otro mar, del uno al otro monte, 
13 y la tierra será devastada a causa 
de sus habitantes, por sus obras. 

Esperanza de restauración. 

7 Mas yo esperaré en Ya ve, espe¬ 
raré en el Dios de mi salvación, y 


INTRODUCCION AL 


mi Dios me oirá. 8 No te regocijes, 
pues, de mí, enemiga mía. Si caí, 
me levantaré; si en tinieblas estoy, 
Yave será mi luz. 9 Habré de soportar 
la ira de Yave, porque pequé contra 
él, pero hasta que él tome en sus 
manos mi causa y me haga justicia. 
10 Lo verá mi enemiga y se cubrirá 
de vergüenza, ella que me decía: 
¿Dónde está Yave, tu Dios? Mis ojos 
lo han de ver. Ahora será ella piso¬ 
teada como el polvo de las calles. 

11 a Es el día de reedificar tus 
oviles. 14 Apacienta con tu cayado a 
tu pueblo, el rebaño de tu heredad. 
A los que están aislados, establécelos 
en medio del Carmelo. Que se apacien¬ 
ten en Basán y en Galad, como en 
los pasados tiempos. 16 Muéstranos 
tus prodigios como al tiempo en 
que nos sacaste de Egipto. 16 Lo 
verán las gentes, y se avergonzarán 
de toda su prepotencia, pondrán en 
la boca su dedo y ensordecerán sus 
oídos. 17 Lamerán el polvo como la 
serpiente, como los reptiles de la 
tierra saldrán espantados de sus es¬ 
condrijos, y despavoridos se volverán 
a Yave, nuestro Dios, y se sobreco¬ 
gerán de temor ante ti. 

18 ¿Qué Dios como tú, que perdo¬ 
nas la maldad y olvidas el pecado 
del resto de tu heredad? No persiste 
por siempre en su enojo, porque ama 
la misericordia. 19 El volverá a tener 
piedad de nosotros, conculcará nues¬ 
tras iniquidades y arrojará a lo 
hondo del mar nuestros pecados. 
20 Tú serás fiel a Jacob y propicio a 
Abraham, como a nuestros padres se lo 
prometiste desde tiempos antiguos. 


LIBRO DE NAHUM 


J\J O sabemos de Nahum sino lo que nos dice su libro , que era natural de Elcos t 
que , según San Jerónimo , estaba en Galilea , y más 'probablemente , según 
otros, en Judea. Vaticinó el castigo y la ruina de Nínive en el reinado de 
Josías (638-608) y y por tantOj algunos años antes de que esta tuviera lugar. 


NAHUM 


Yave, Dios vcnqador, marcha 
contra IVinive. 

\ 1 Oráculo sobre Nínive. Libro de 

la visión de Nahum, de Elcos. 
3 Alef.—Yave es un Dios celoso 


y vengador; es vengador Yave y 
pronto a la ira; Yave se venga de 
sus enemigos y es inflexible para sus 
adversarios. 3 Yave es paciente y 
grande en poderío y no deja a nadie 
impune. Bet.—Marcha en el torbe- 







NAHUM, 2, 5 


792 


llino y la tempestad, y las nubes son 
el polvo de sus pies. 4 Guímel.—Ame¬ 
naza a los mares y los seca, y agota 
los ríos todos. 

Dálet.—El Basán y el Carmelo des¬ 
fallecen, y se marchita el verdor del 
Líbano. 6 He.—Tiemblan los montes 
ante él, y se disuelven los collados. 
Vau.—Se agita en tumulto la tierra 
y el mundo, sus habitantes todos. 

6 Zain.—¿Quien podrá permanecer 
ante su ira? ¿Quién arrostrar el ardor 
de su eólcra? Jet.—Su furor se di¬ 
funde como fuego. Y ante él se que¬ 
brantan las rocas. 7 Tet.—Es bueno 
Ya ve para los que en él esperan, 
es seguro refugio el día de la angustia. 

Yod.—Conoce Ya ve a los que a él 
se acogen, 8 y los protege cuando 
arrecia la tormenta. Caf.—Destruye 
enteramente a los que se le resisten, 
a sus enemigos, y los lanza a las ti¬ 
nieblas. 9 ¿Qué maquinas contra Ya ve? 
El destruye enteramente. Lámed.—No 
tiene que levantarse por segunda 
vez contra el enemigo, 10 b Del todo 
los devora, como a paja seca. 

11 Mein.—De ti salió quien ma¬ 
quinó contra mí perversidades, quien 
trazó contra mí malvados designios. 
12 ac Nun.—Palabra de Ya ve, Señor 
del Cielo. Yo te humillaré de suerte' 
que no tenga que humillarte otra 
vez. 10 a 12 b Sámec.—Se erizan como 
zarzal enredado, y como él serán 
cortados y perecerán. 

13 Ayin.—Yo voy n quebrantar 
tu cetro, yo romperé tus cadenas. 
Pe.— 14 c Yo extirparé de en medio 
de ti las imágenes talladas, y del tem¬ 
plo de tus dioses los ídolos fundidos. 
14 ab Sadc.—De ti ha mandado Yave: 
No quedará ni memoria de tu nombre. 
14 d Qof.—Haré tu sepulcro lugar igno¬ 
minioso. 12 d El azote será enteramen¬ 
te destruido. 

•) 

— 1 Res.—lEl mensajero de pazl 
Mira, allí en los montes. Celebra, 
Judá, tus festividades, cumple tus 
votos, que no volverán a ensañarse 
contra ti. 3 Sin.—Ha restaurado Yave 
la viña de Jacob, ha restablecido la 
gloria de Israel. Tau.—En torno de 
lo que le arrebataron los saqueadores 
que devastaron sus cepas. 

lai ruina de IVínive. 

2 Un destructor se ha puesto en 
marcha contra ti; guarda la plaza 
fuerte, escruta el camino, cíñete los 


lomos, concentra todo tu poder. 4 El 
escudo de sus guerreros está pintado 
de rojo, sus soldados visten púrpura; 
sus earros son como hachas encendi¬ 
das; al atacar sus caballos son un tor¬ 
bellino, 6 a través de los campos. Sus 
carros con estruendo ruedan por las 
plazas, brillan como antorchas y se 
lanzan como el relámpago. 6 Los 
principes se disponen a huir, van 
tropezando por los caminos, corren 
a los muros, preparan las defensas, 

7 abren las puertas de las aguas, el 
palacio está sumido en el terror; 

8 la diosa Zib es desnudada y sacada 
a la luz, sus servidoras lloran y gimen 
como palomas y se dan golpes de 
pecho. 

9 Nínive parece un estanque de 
aguas, pero de aguas que se van. 
jAlto, altol Pero ninguno vuelve. 
10 jSaqucad la plata, saquead el orol 
No tienen fin los tesoros, es una ri¬ 
queza inmensa de toda suerte, de 
preciosidades. 11 Saqueo, pillaje, de¬ 
vastación. Corazones llenos de es¬ 
panto, rodillas temblorosas, riñones 
doloridos, rostros demudados. 

12 ¿Dónde está el cubil de leones, 
la que era guarida de cachorros de 
león, a donde llevaba el león a sus 
cachorros, donde nadie podía per¬ 
turbarlos? 13 Arrebataban sus leo¬ 
nes, y llenaban la caverna de presas 
y su cubil de despojos. 14 Heme aqui 
contra ti, dice Yave Sebaot. Yo con¬ 
vertiré en humo tus carros. La espada 
devorará a tus cachorros, yo raeré 
de la tierra tus rapiñas. No se oirá 
ya más la voz de tus embaja¬ 
dores. 

I.os crímenes ilc IVínive 

1 iAy de ti, ciudad sanguinaria, 

toda llena de mentira y de vio¬ 
lencia y de inexhaustas rapiñnsl 
2 Restallido de látigo, estruendoso 
rodar de ruedas, galopar de caballos 
y rebotar de carros; 3 jinetes enhies¬ 
tos, espadas relampagueantes, lanzas 
fulgurantes. Muchedumbre de heri¬ 
dos, montones de cadáveres, cadᬠ
veres sin fin, por doquier se tropieza 
con cadáveres. 4 Por las numerosas 
fornicaciones de la ramera de encan¬ 
tadores atractivos, maestra en bru¬ 
jerías, que con sus fornicaciones sedu¬ 
cía a los pueblos y con sus hechicerías 
engañaba a las naciones. 

6 Heme aquí contra tí, dice Yave 









HABACUC, 1 


793 


Sebaot. Yo te desnudaré, alzando 
hasta la cara tus vestidos, yo descu¬ 
briré a los pueblos tu desnudez, yo 
mostraré a los reinos tus vergüenzas. 
6 Yo arrojaré sobre ti todas tus in¬ 
mundicias, yo te cubriré de ignominia 
y te daré en espectáculo. 7 Cuantos 
te vean se apartarán de ti, diciendo: 
¡Destruida Nínive! ¿Quién se compa¬ 
decerá de ella? ¿Dónde te buscaré 
consoladores? 8 ¿Eres tú mejor que 
No Amón, la que se sentaba entre 
ríos, la rodeada de aguas, cuya mu¬ 
ralla eran las aguas, y tenía las aguas 
por baluarte? 9 Su fuerza era la Etio¬ 
pía y el Egipto, no tenía fin. Put 
y la Libia eran sus mercenarios; 
10 y con todo, se fue, se fué al cauti-. 
verio y al destierro, y sus hijos fue¬ 
ron estrellados en las encrucijadas de 
todas sus calles, y su nobles fueron 
echados a suertes, y sus grandes 
fueron cargados de cadenas. 

11 También tú, también tú beberás 
la embriaguez y serás objeto de es¬ 
carnio. También tú irás en busca de 
un refugio contra el enemigo. 12 Todas 
tus plazas fuertes son higueras con 
brevas, que al sacudirse caen en la 
boca de quien las come. 13 Mira: Tu 


pueblo, todos son mujeres. Las puer¬ 
tas se abren de par en par al enemigo 
en toda tu tierra. El fuego devora 
las barras de tus puertas. 14 Abasté¬ 
cete de agua para el asedio; fortifica 
tus plazas, pisa el barro, amasa la 
arcilla y coge el molde de los ladri¬ 
llos. 15 Allí te devorará el fuego, allí 
te exterminará la espada, te devo¬ 
rará como devora la langosta. Hazte 
langosta por la voracidad, hazte lan¬ 
gosta por la multiplicación. 16 Mutti- 
plicaste tus mercaderes más que las 
estrellas del cielo. La langosta se 
deslarva y se va. 17 Tus funcionarios 
son como langostas, y tus escribas 
como enjambre de langostas que en 
día de frío se amontonan en un va¬ 
llado; sale el sol y se van, sin que 
pueda conocerse el lugar donde estu¬ 
vieron. 

18 Tus pastores, rey de Asur, están 
dormidos; tus grandes tumbados, y 
tu pueblo se dispersa por los montes, 
sin que haya quien le congregue. 
19 Tu ruina no tiene remedio; espan¬ 
toso es tu desastre. Cuantos lo oigan 
batirán palmas contra ti porque, 
¿sobre quién no pesó sin tregua tu 
maldad? 


INTRODUCCION AL LIBRO DE HABACUC 


N ADA sabemos de Habacuc } fuera de lo que nos dice su libro. Este consta 
de dos capítulos y un canto y que es el tercero. En ambas partes nos presenta 
a los caldeos como instrumentos de la cólera divina para castigo de Juda; pero 
éste f a su tiempo , recaerá sobre ellos mismos , por no haberse dado cuenta de 
los juicios de Dios y haber atribuido a sus ídolos los triunfos alcanzados. 


HABACUC 


El juicio de Yave sobre las nacio¬ 
nes por medio de los caldeos. 

. 1 Oráculo que vió Habacuc, pro- 

1 feta. 5 Mirad a las naciones, ved 
y espantaos, pues se va a cumplir 
en vuestros días una obra, que si 
os la contaran, no la creeríais. 

6 Voy a suscitar a los caldeos, pue¬ 
blo feroz y arrebatado, que marchará 
por las anchuras de la tierra, para 
conquistar moradas ajenas. 7 Es te¬ 
rrible y temible, y su derecho y su 


elación sólo de él emanan. 8 Sus caba¬ 
llos son más ligeros que el tigre, más 
fogosos que el lobo nocturno. Sus 
jinetes son iracundos; vienen de lejos, 
volando como el buitre, con prisa 
de devorar. 9 Todos vienen a la presa; 
delante de ellos va el terror y amon¬ 
tona cautivos como las arenas. 10 Se 
burla de los reyes, y se mofa de los 
príncipes; se ríe de las plazas fuertes; 
alza un terraplén y las toma; 11 luego, 
el huracán muda en dirección, y pasa. 
Yo voy a exponer mi querella a Dios. 






794 


HABACUC. 2, 3 


¿(Jomo es que triunfa la violeueia 
v la ¡njustiehi? 

2 ¿Hasta cuándo, oh Yave, supli¬ 
caré sin que me oigas, clamaré a ti 
contra la violencia, sin que mandes 
tu salvación? 8 ¿Por qué me haces 
ver la iniquidad, y soportar la vista 
de la aflicción, y ver ante mí la 
opresión y la crueldad, y se producen 
pleitos y contiendas? 4 Por eso se 
embota la ley y es conculcado el de¬ 
recho, pues el impío asedia al justo, 
y el derecho se tuerce. 12 ¿No eres 
tú desde muy antiguo Yave, mi Dios, 
mi Santo? No dejarás tú, oh Yave, 
perecer al que estableciste para la 
justicia y fundaste sobre roca para 
ejecutar el derecho. 13 Muy limpio 
de ojos eres tú para contemplar el 
mal, y no puedes soportar la vista 
de la opresión: ¿Por qué, pues, so¬ 
portas a los malvados, y callas mien¬ 
tras el impío devora al que es más 
justo que él, como si hicieras a los 
hombres semejantes a los peces del 
mar, o a los reptiles de la tierra, 
que no tienen dueño? 16 El lo pesca 
todo con su anzuelo, lo apresa en 
sus mallas, lo barre con sus redes, y 
triunfa y se regocija; 16 y ofrece sacri¬ 
ficios a sus mallas y ofrendas humean¬ 
tes a sus redes, pues por ellas acre¬ 
cienta su provisión y es pingüe su 
comida. 17 Cada vez que sube, vacía 
su red, y lio cesa la matanza de los 
pueblos sin piedad alguna. 


Itespiicstn de Dios. 

1 Yo inc estaré en pie en mi 
— puesto, en pie sobre el muro, y 
quedaré observando a ver qué me 
dice, y qué responde a mi querella. 

2 Y Yave me respondió, diciendo: 
Escribe la visión y grábala en tablas, 
de modo que pueda leerse de corrido. 

3 Porque la visión es para un tiempo 
fijado, y ciertamente ha de realizarse 
sin falta y sin tardanza, espérala, que 
ciertamente llegará, no faltará. 

4 Mira: El de alma soberbia perece, 
mas el justo por su fidelidad vivirá. 

4 iCuánto más habrá de perecer el 
bandido, el orgulloso, que ensancha 
su codicia como el infierno, y es in¬ 
saciable como la muerte y se apo¬ 
dera de todas las naciones y amon¬ 
tona todos los pueblos! 7 ¿No habrán 
de alzar todos éstos contra él sátiras, 
burlqs y proverbios? Le dirán: jAy 


del que amontona lo ajeno, y acre¬ 
cienta sin cesar el peso de la deuda! 

7 ¿No se alzarán de repente tus acree¬ 
dores, no se levantarán tus exactores 
y serás presa de ellos? 8 Tú has des¬ 
pojado a muchas gentes, y ellas te 
despojarán a ti por tus matanzas de 
hombres, tus violencias contra la 
tierra, la ciudad y cuantos la habitan. 

9 jAy del que codicioso enriquece 
injustamente su casa, y quiere poner 
muy en alto su nido, para escapar 
al infortunio. 10 Con tu proceder has 
hecho segura la vergüenza de tu casa, 
asolaste muchos pueblos y debes tu 
vida; 11 porque chilla en el muro la 
piedra, y la responde en el enmade¬ 
rado la viga. 12 jAy del que edifica 
con sangre la ciudad, y la cimenta 
sobre la iniquidad! 13 ¿No es de Yave 
Scbaot: Que los pueblos trabajan 
para el fuego y las gentes se fatigan 
por la vanidad? 14 Pero llenaráse la 
tierra de la gloria de Yave, como 
llenan las aguas el mar. M 

15 jAy del que da a beber al próji¬ 
mo su cáliz emponzoñado hasta em¬ 
briagarle, para descubrir su desnudez! 

18 Bebe tú a tu vez a saciedad la 
vergüenza, en lugar de la honra, hasta 
emborracharte. A ti se te dará el 
cáliz de la diestra de Yave, y en vez 
de la gloria, tu vergüenza. 17 Porque 
han de caer sobre ti las rapiñas del 
Líbano, y la destrucción de los ani¬ 
males te será motivo de terror, y las 
matanzas de hombres y el asola¬ 
miento de la tierra y de las ciudades 
y de cuantos las habitaban. 

19 {Ay del que dice al leño: Des¬ 
pierta, y a la piedra: Levántate! Esos 
no enseñan sino a enmudecer. Están 
cubiertos de oro y de plata, pero 
no hay en ellos hálito de vida. 18 ¿De 
qué sirve la escultura que su autor 
esculpió, de qué la imagen fundida 
y el oráculo mendaz, para que el 
que la hizo ponga en ella su con¬ 
fianza, por haberse fabricado vanida¬ 
des mudas? 20 Yave inora en su santo 
palacio. {Calla ante él, oh tierra toda! 


IMefjuríu y cunto triunfal del 
profeta. 

1 Plegaria de llabacuc, profeta 
•> sobre los sigyonot. 

2 Yo te oí anunciarlo, {oh Yave!, 
y me llené de espanto ante tus 
designios. Dales vida, {oh Yave!, 
cu el transcurso de los anos, uiaui- 













SOFONÍAS, 1 


795 


fiéstalos en medio de los tiempos, y en 
la ira acuérdate de hacer miseri¬ 
cordia. 

3 Llega Dios de Temán, viene el 
Santo del monte de Farán. Sela. Su 
majestad cubre los cielos, y la tierra 
se llena de su gloria. 4 Hay un res¬ 
plandor de luz, de sus lados salen 
rayos, y vela con él la majestad de 
su poder. 6 Delante de él va la mor¬ 
tandad, y a su zaga va el azote. 6 A] 
levantarse él hace temblar a la tierra, 
y su mirada conmueve las naciones. 
Los montes eternos se resquebrajan, 
y se abajan los eternos collados, sus 
antiguos caminos. 

7 En pago de la iniquidad llenaste 
de terror las tiendas de Cusán, y 
temblaron las tiendas de la tierra de 
Madián. 8 ¿Acaso se enciende tu ira 
contra los ríos, o es contra los mares 
tu furor, cuando subes sobre tus ca¬ 
ballos y sobre tus carros de victoria? 
9 Aparece al desnudo tu arco y llenas 
de saetas tu aljaba, Sela, y hiendes 
con torrentes la tierra. 10 A tu vista 
tiemblan las montañas e irrumpen 
diluvios de aguas; alza su voz el 
abismo y levanta sus manos a lo 
alto, 11 el sol y la luna se quedan 
en sus moradas, y para alumbrar 
vuelan tus saetas y fulgura tu lanza. 


12 En tu ira huellas las naciones, 
y en tu furor trillas a los pueblos. 
13 Saliste a campaña para salvar a tu 
pueblo para la salvación de tu ungido, 
abatiendo la cúspide de la casa del 
impío, desnudando sus cimientos has¬ 
ta la roca, Sela. 14 Horadaste con tu 
cayado la cabeza del Faraón; 16 te 
metiste con tqs caballos en el mar, 
en el hervidero de montañas de agua, 
que como torbellino avanzaban exul¬ 
tantes para dispersarnos, para devo¬ 
rar ocultamente al desvalido. 

16 Yo oí, y se estremecieron mis en- 
¡ trañas, al estruendo me faltó la pa¬ 
labra; se reblandecieron mis huesos 
y mis pasos se hicieron vacilantes. 
Tranquilo esperaré el día de la an¬ 
gustia, que ha de venir del pueblo 
que ha de oprimirnos. 

17 Que no dé sus yemas la higuera, 
que no den sus frutos las vides, que 
falte la cosecha del olivo y no 
den mantenimiento los campos; que 
desaparezcan del redil las ovejas, 
no haya bueyes en los establos, 
18 yo siempre me alegraré en Yave 
y me gozaré en el Dios de mi salva¬ 
ción. 19 Que es Yave mi Señor, mi 
fortaleza, que me da pies coma de 
ciervo, y me hace correr por las alturas. 

I Al maestro del canto. A las cuerdas. 


INTRODUCCION AL LIBRO DE SOFONIAS 


S O PONIAS parece , según el epígrafe de su libro (1 , 1), descendiente del 
rey Ezequías. Vaticinó en los días de Josías , hijo de Amón (678-608), 
antes de la caída del imperio asirio (612). Anunció el juicio de Dios sobre 
Judá y las naciones , sin excluir a Nínive , que será convertida en soledad , en 
desierto , en guarida de fieras (2 , 13 sigs.). Termina anunciando la cesación 
del cautiverio y la restauración mesiánica , en que participarán todos los 
pueblos. 


SOFONIAS 


El día de Yave. 

1 1 2 Palabra de Yave dirigida a So- 

fonías, hijo de Cusí, hijo de Gue- 
dalías, hijo de Amarías, hijo de Eze¬ 
quías, en los días de Josías, hijo de 
Amón, rey de Judá. 

2 Yo haré perecer cuanto hay sobre 

la haz de la tierra, dice Yave. 3 Haré 


perecer hombres y animales, las aves 
del cielo y los peces del mar. Yo 
haré tropezar a los impíos y exter¬ 
minaré a los hombres de sobre la haz 
de la tierra, dice Yave. 4 Yo tenderé 
mi mano sobre Judá y sobre todos 
los moradores de Jerusalén, y exter¬ 
minaré de este lugar los restos de 
Baal, y el nombre mismo de los arús- 




796 


SOFONlAS, 2 


pices de entre los sacerdotes, y a los 
que en los terrados se postran ante 
la milicia de los cielos, y a los que 
postrándose ante Yave juran por 
Milcom, 6 y a los que se apartan de 
Yave vno le buscan ni se acuerdan de él. 

7 ¡Silencio en la presencia del Señor, 
Yavcl Porque se acerca el día de Yave. 
Porque ha preparado ^Yave un ban¬ 
quete, y ha prevenido'ya a sus invi¬ 
tados. 8 Y sucederá en el día del 
banquete de Yave, que haré yo jus¬ 
ticia en los príncipes y en la casa 
del rey, y en todos los que se visten 
vestiduras extranjeras. 9 Y liare aquel 
día justicia en los que corretean por 
las calles e hinchen las casas de sus 
señores de rapiñas y de fraudes. 
10 Y se alzarán aquel día, dice Yave, 
gran gritería desde la puerta del pesca¬ 
do y gran clamor desde la ciudad nue¬ 
va y gran estruendo desde las colinas. 

11 Lamentaos, moradores de la 
Muela, porque todo vuestro pueblo 
de mercaderes ha sido destruido, han 
sido exterminados todos los que 
traían las cargas de plata. 12 Sucederá 
aquel día que escudriñaré yo a Jeru- 
salén con linternas, y haré justicia 
en los que se sientan sobre sus heces, 
diciéndose en su corazón: No hace 
Yave ni bien ni mal. 13 Su opulencia 
será dada al pillaje y asoladas, sus 
casas. Levantarán casas y no las ha¬ 
bitarán, plantarán viñas y no bebe¬ 
rán su vino. 14 Se acerca, se acerca 
el gran día de Yave, viene presuroso; 
el estruendo del día de Yave es ho¬ 
rrible, hasta los más fuertes lanzan 
gritos de angustia. 16 Día de ira es 
aquél, día de angustia, de congoja, 
día de ruina y asolamiento, día de ti- 
nivbla y de oscuridad, día de sombras 
y densos nublados, 16 día de trompeta 
y alarma en las ciudades fuertes y 
en las altas torres. 

17 Yo aterraré a los hombres, que 
andarán como ciegos; por haber pe¬ 
cado contra Yave, su sangre será de¬ 
rramada como se derrama el polvo y 
tirados sus cadáveres como estiércol. 
18 No podrá su plata ni su oro librarlos 
el día de la ira de Yave, pues toda la 
tierra será consumida por el fuego 
de su furor y consumará la ruina, la 
pérdida apresurada de todos los mo¬ 
radores de la tierra. 

Exhortación u la penitencia. 

%) 1 Ajustaos a la regla y arreglaos, 
— pueblo rebelde, 2 antes que la 


cólera os pulverice como tamo, antes 
que caiga sobre vosotros el ardor de 
la ira de Yave, antes que llegue sobre 
vosotros el día de la ira de Yave. 
3 Buscad a Yave los humildes de la 
tierra; cumplid su ley, practicad la 
justicia, buscad la mansedumbre, y 
quizá quedaréis al abrigo el día de 
la ira de Yave. 


Sobre los filisteos. 

4 Porque Gaza será abandonada, y 
Ascalón asolada, Azoto saqueada en 
pleno día, y Acarón extirpada. 6 ¡Ay 
de los habitantes de la costa del mar, 
del pueblo de los -ceretcosl La pa¬ 
labra de Yave se alza contra vos¬ 
otros. Canán, tierra de filisteos, yo 
te destruiré hasta no dejar en ti habi¬ 
tante. 6 Y Qucrct se convertirá en 
pastizales de pastores y rediles para 
las ovejas. 7 La región será para el 
resto de Judá, allí apacentará. Dor¬ 
mirán por la noche en las casas de 
Ascalón, porque los visitará Yave, 
su Dios, y los restaurará. 


Sobre iVIoal) y Ammán. 

8 Yo he oído los ultrajes de Moab 
y los denuestos de los hijos de Ammón, 
que afrentaron a mi pueblo y se en¬ 
grandecieron con su territorio. 9 Y 
por ini vida, dice Yave Sebaot, el 
Dios de Israel, que Moab será como 
Sodoma y los hijos de Ammón como 
Goinorra, ortigales, mina de sal y 
campo de eterna devastación. El 
resto de mi pueblo los saqueará, y los 
sobrevivientes de mi pueblo los he¬ 
redarán. 10 Este será el pago de su 
soberbia, por haber ultrajado a mi 
pueblo y haberse insolentado contra 
el pueblo de Yave Sebaot. 11 Yave 
será terrible contra ellos y destruirá 
a todos los dioses de la tierra; y todos, 
cada uno desde su lugar y todos los 
de las islas de las gentes, le ado¬ 
rarán. 


Sobre líi Etiopía v la Asiría. 

12 También vosotros, los cusitas ; 
seréis destruidos por mi espada. 13 \ 
tenderá su mano hacía el aquilón y 
destruirá a Asur y hará de Níníve 
un campo de devastación, árido como 
desierto. 14 En medio de él dor- 








SOFONÍAS, 3 


797 


mirán los rebaños y todos los ani¬ 
males de los pantanos, el pelícano y 
el alcaraván harán su morada en 
sus capiteles. En los huecos canta 
un murmullo; en los atrios, desola¬ 
ción; los artesonados de cedro, arran¬ 
cados. 15 Hela aquí, la ciudad sober¬ 
bia y llena de confianza en sí misma, 
que se decía: «Yo y nadie más que 
yo.» jCómo ha sido devastada y 
hecha guarida de bestiasl Cuantos 
pasen cerca de ella silbarán y move¬ 
rán sus manos. 

Sobre Jerusalén. 

O 1 |Ay de la rebelde, de la conta- 
^ minada, de la ciudad opresoral 
2 No quiso escuchar, no se dejó ense¬ 
ñar, no quiso acercarse a su Dios. 
Sus príncipes son rugientes leones, 
sus jueces lobos nocturnos, que no 
dejan hueso que roer a la mañana. 
4 Sus profetas son hombres vanos y 
pérfidos, sus sacerdotes profanan las 
cosas santas y falsean la ley. 6 Yave 
es justo en medio de ella, no hace él 
iniquidad; todas las mañanas esta¬ 
blece su juicio para alumbrar, no 
falta nunca y no hay en él iniquidad. 

6 Yo he exterminado a los sober¬ 
bios y he asolado sus torres y devas¬ 
tado sus caminos, sin que haya quien 
pase por ellos, y sus ciudades fueron 
saqueadas y no queda en ellas mo¬ 
rador. 7 Me dije: De cierto me teme¬ 
rás y te corregirás; no dejará de ad¬ 
vertir los castigos con que yo la he 
castigado; pero se dió a corromper 
más y más sus caminos. 8 Por eso, 
dice Yave, esperadme, para el día 
en que me levantaré para juzgaros. 
Porque es mi propósito reunir a las 
gentes y juntar a los reinos, para 
derramar sobre ellos mi ira, porque 
la tierra toda será consumida por el 
ardor de mi cólera. 

La restauración. 

9 Entonces devolveré yo a los pue¬ 
blos labios limpios, para invocar todos 


el nombre de Yave y servirle de común 
acuerdo. 10 Mis adoradores, mi dis¬ 
persión, me traerá ofrendas desde 
más allá de Cus. 11 Entonces no te 
avergonzarás ya de las rebeliones con 
que te rebelaste contra mí, porque 
yo quitaré de en medio de ti a tus 
fanfarrones jactanciosos y no te 
ensoberbecerás por mi monte santo. 

12 Dejaré en medio de ti como resto 
un pueblo humilde y modesto, que 
esperará en el nombre de Yave. 

13 El resto de Israel no hará iniqui¬ 
dad, no dirá mentira, no tendrá en 
su boca lengua mendaz, y se apacen¬ 
tarán y dormirán sin que haya nadie 
que los espante. 

14 ¡Canta, hija de Siónl Da voces 
jubilosas, Israelí Regocíjate con todo 
el corazón, hija de Jerusalénl 15 Que 
Yave ha revocado los decretos dados 
contra ti y rechazado a tu enemigo. 
El rey de Israel, Yave, está en medio 
de ti. No verás más el infortunio. 
, 16 Aquel día se dirá a Jerusalén: No 
temas, Sión. Que no se caigan tus 
manos, 17 que está en medio de ti 
Yave, como poderoso salvador; se 
goza en ti con transportes de alegría, 
te ama con delirio. 18 a ¡Ay de los que 
pretendan afrentartel (1). 

19 a Aquel día arruinaré yo entera¬ 
mente a tus opresores, 18b y destrui¬ 
ré del todo a los que te oprimieron. 
19 b Y salvaré a la coja y recogeré a 
la descarriada y las haré objeto de 
alabanzas, y su confusión la haré 
gloria de la tierra toda, 20 al tiempo 
en que yo os colmaré de bienes, al 
tiempo en que yo os reuniré. Porque 
yo os haré objeto de gloria y alabanza 
entre todos los pueblos de la tie¬ 
rra, cuando a vuestros ojos haré 
retornar a vuestros cautivos, dice 
Yave. 


(i) El día del Señor, que el profeta anuncia, 
será un juicio sobre todas las naciones que reci¬ 
birán su castigo, mientras que Israel, purificado 
por el cautiverio, se convertirá a Yave, que le 
recibirá. Entonces Sión cantará alegre, tanto más 
que ve el castigo de cuantos le maltrataron. 


INTRODUCCION AL LIBRO DE JOEL 


JIJADA nos dice la Escritura de Joel y hijo de Patuel f del cual sólo sabemos 
* lo que se halla en sus oráculos . La sentencia más 'probable es que vivió 
en Judá t después de la vuelta de la cautividad . Su vaticinio es escatológico . 
Empieza por describirnos una asoladora invasión de langosta que había devas- 






798 


JOEL, 1, 2 


lado el territorio hasta hacer que faltase la oblación en el templo. Tales invasio¬ 
nes no son raras en Palestina, sobre todo en Judea. En la orilla oriental del 
mar Muerto se ineuba de continuo la langosta , y si las circunstancias le son 
favorables se multiplica, y salvando el mar, invade la Judea. Los estragos de 
tal invasión sirven de base al profeta para describir los del «día d l Señor?, 
que vendrá sobre Israel y sobre todas las naciones , dia de justicia y día tam¬ 
bién de misetecordia mesiánica, por la efusión del espíritu divino en Israel. 
(Vid. Act. 2, 17 sigs.) 


JOEL 


La terrible pluqu de lumjo^tu 
devasta la tierra. 

1 1 Palabra de Yave, llegada a Jocl, 

hijo de Petuel. 

2 Oíd esto, viejos. Escuchad, habi¬ 
tantes todos de esta tierra, a ver 
si sucedió en vuestros días cosa 
semejante. 8 Contádselo a vuestros 
hijos, y que se lo cuenten éstos 
a sus hijos, y sus hijos a la ge¬ 
neración venidera. 4 * Lo que dejó 
el garam, lo devoró el arbe ; lo que 
dejó el arbe, lo devoró el jclec ; lo que 
dejó el jelec , lo devoró el jasil (1). 

8 Despertaos, borrachos, y llorad; 
gemid los bebedores de vino; que os 
han quitado el vino de la boca. 6 Ha 
invadido mi tierra un pueblo fuerte, 
innumerable. Sus dientes son dientes 
de león, sus mandíbulas mandíbulas 
de leona. Ha devastado mis viñas, 
ha roto mis higueras, las descortezó, 
las derribó, dejándolas del todo blan¬ 
cas. 8 Laméntate como la doncella 
que viste saco por el prometido de 
su juventud. 9 Ha cesado la ofrenda 
y la libación en la casa de Yave. Los 
sacerdotes, ministros de Yave, están 
en duelo. 10 Los campos devastados, 
la tierra en luto, porque el trigo está 
seco, destruido el vino, perdido el 
aceite. 

11 Confundios, labradores, gritad, 
viñadores, por el trigo y la cebada, 
porque no hay cosecha. 12 La viña está 
en la confusión, la higuera enferma; 
el granado, la palmera, el manzano 
y todos los árboles del campo, secos. 
La alegría ha huido avergonzada de 
entre los hombres. 13 Ceñios y lamen¬ 
taos, sacerdotes. Llorad, ministros del 


(i) Son cuatro nombres con que se deno¬ 

minan o cuatro especies de langosta o cuatro 

diversos estados de ella en su desarrollo. No 

teniendo en nuestra lengua nombres corres¬ 

pondientes, no hacemos más que trascribir los 

hebreos. 


altar. Venid, pasad la noche cubiertos 
de saco, ministros de mi Dios. Porque 
las ofrendas y libaciones han desapa¬ 
recido de la casa de vuestro Dios. 
14 Promulgad ayuno, pregonad asam¬ 
blea santa, congregad a los ancia¬ 
nos y a todo el pueblo de la tierra en 
la casa de Yave, vuestro Dios, y 
clamad a Yave. 15 jAy, aquel día, el 
día de Yave se acerca! Vendrá como 
asolación del Todopoderoso. 16 ¿No 
ha desaparecido de vuestros ojos todo 
manténí miento? ¿No ha huido la casa 
de nuestro Dios toda alegría? 17 La 
simiente se pudre debajo de los te¬ 
rrones; los graneros están vacíos, los 
alfolíes destruidos, y ya no hay nada 
de trigo. 

18 jCómo mugen las bestiasl Los 
hatos de bueyes andan locos por no 
tener pastos, y perecen los rebaños. 
19 jOh Yave, a ti clamol Que el fuego 
ha consumido los prados del llaqo, 
y las llamas han abrasado todos los 
árboles del campo. 20 Las bestias 
salvajes se vuelven a ti también ávi¬ 
das, porque se lian secado las corrien¬ 
tes de aguas, y el fuego ha devorado 
los prados del llano. 


Exliortiicitm ¿i la penitencia. 

1 Tocad la trompeta en Sión, dad 
~ en mi monte santo la voz de 
alarma. Tiemblen los habitantes todos 
de la tierra, que se acerca el día de 
Yave. Ya está cerca. 2 Día de tinie¬ 
blas y oscuridad día de nublados v 
sombras. Se extiende sobre los mon¬ 
tes como la luz del alba, muchedum¬ 
bre inmensa, fuerte, como desde los 
siglos no se vi ó ni se verá después 
jamás por generaciones de generacio¬ 
nes. 3 Delante de ellos el fuego va 
consumiendo y detrás la llama abra¬ 
sa. Aunque delante de ellos fuera 
la tierra un paraíso de Edén, detrás 







JOEL, 2 


799 


se convierte en desolado desierto, 
nada queda. 

4 Parecen caballos, y como caballos 
se precipitan. 5 Como ruido de carros 
que botaran por las cimas de los 
montes, como el crepitar de las ar¬ 
dientes llamas, que devoran la pajá. 
Son un pueblo fuerte en orden de 
batalla. 8 Ante ellos las gentes se 
llenan de zozobra, todos los rostros 
se demudan. 7 Corren como guerreros, 
asaltan los muros como soldados, 
marchan cada uno por su senda y no 
confunden los caminos; 8 ni aprieta 
ninguno a su vecino, va cada uno en 
su pelotón, y aun atravesando por 
entre las armas no se hieren. 9 Asaltan 
la ciudad, corren por las murallas, 
escalan las casas, y entran por las 
ventanas como ladrones. 10 Ante ellos 
tiembla la tierra, se conmueve el ciclo, 
se oscurecen el sol y la luna y las 
estrellas extinguen su brillo. 

11 Ya ve hace resonar su voz ante 
sus ejércitos. Su campamento es in¬ 
menso y fuerte para ejecutar sus 
órdenes. Grande es el día de Yave, 
sobremanera terrible; ¿quién lo podrá 
sufrir? 12 Por eso, pues, ahora, dice 
Yave, convertios a mí, de todo co¬ 
razón, en ayuno, en llanto y en ge¬ 
mido. 13 Rasgad vuestros corazones, 
no vuestras vestiduras, y convertios 
a Yave, vuestro Dios, que es clemente 
y misericordioso, tardo a la ira, 
grande en misericordias y se arre¬ 
piente de castigar. 14 ¿Quién sabe si 
mudando de consejo no se arrepen¬ 
tirá, y dejará tras sí bendición para 
ofrenda y libación a vuestro Dios? 

15 Tocad la trompeta en Sión, pro¬ 
mulgad ayuno, pregonad asamblea. 

18 Reunid al pueblo, ordenad congre¬ 
gación, convocad a los ancianos, 
reunid a los niños, aun los que cuel¬ 
gan de los pechos. Que deje el esposo 
su cámara y su tálamo la esposa. 
17 Entre el pórtico y el altar lloren 
los sacerdotes, ministros de Yave, 
diciendo: ;Ten piedad de tu pueblo, 
oh Yave, y no des al oprobio a tu 
heredad, para que se enseñoreen de 
ella las gentes! ¿Por qué han de po¬ 
der decir las gentes: Dónde está su 
Dios? 

El perdón. 

18 Entonces Yave, encendido en 
celo por su tierra, perdonó a su pueblo, 

19 y respondiéndole dijo: Os mando 
el trigo, el mosto y el aceite, y os 


saciaréis, no os haré ya más el opro¬ 
bio de las gentes. 20 Alejaré de vos¬ 
otros al norteño y le echaré a tierra 
desierta y árida, poniendo sus van¬ 
guardias hacia el mar oriental y su 
retaguardia hacia el mar occidental, 
y subirá su hedor, y exhalará hedion¬ 
dez, pues hace Yave grandes cosas. 


Líi prosperidad. 

21 No temas, tierra; alégrate y 
gózate, porque son muy grandes cosas 
las que hace Yave. 22 No temáis, 
animales del campo, que reverde¬ 
cerán los pastos del desierto y darán 
fruto los árboles del campo, y la 
higuera y la vid los suyos. 23 Alegraos 
y gozaos también, hijos de Sión, en 
Yave vuestro Dios, que os dará la 
lluvia a su tiempo y hará descender 
sobre vosotros la temprana y la 
tardía de otras veces. 24 Y rebosarán 
de trigo las eras y de vino y aceite 
los lagares. 25 Y os restituiré lo que 
comieron el garam , el arbe , el jelec 
y el jasil, mi gran ejército, que mandé 
contra vosotros. 28 Y comeréis hasta 
la saciedad y alabaréis el nombre de 
Yave, vuestro Dios, que hizo con 
vosotros maravillas, y jamás será 
confundido mi pueblo. 27 Y sabréis 
que en medio de Israel estoy yo, 
y que yo soy Yave, vuestro Dios, 
y no hay otro, y jamás será mi pueblo 
confundido. 


l a efusión del espíritu de Yave. 

28 Y después de esto derramaré mi 
espíritu sobre toda carne, y pro¬ 
fetizarán vuestros hijos y vuestras 
hijas, y vuestros ancianos tendrán 
sueños, y vuestros mozos verán visio¬ 
nes. 29 Y aun sobre vuestros siervos 
y siervas derramaré mi espíritu en 
aquellos días; 30 y haré prodigios en 
el cielo, y pondré en la tierra sangre 
y fuego y columnas de humo. 31 Y se 
cubrirá de tinieblas el sol y de sangre 
la luna, antes que venga el día grande 
y terrible de Yave. 32 Y todo el que 
invocare el nombre de Yave será 
salvo, porque en el monte de Sión 
y en Jerusalén estará el resto de los 
salvados, como lo ha dicho Yave, 
y lo mismo será de los escapados 
llamados por Yave. 












800 


JEEL, 3 


El inicio de las «jeutcs todas. I 

*1 1 Porque mirad, en esos días 

cumpliré yo la restauración de 
Judá y de Jerusalén, 2 y reuniré a 
todas las gentes y los llevaré al valle 
de Josafat, y discutiré con ellos la 
causa de mi pueblo y de mi heredad, 
Israel, que ellos dispersaron entre las 
naciones, repartiéndose mi tierra, 

3 echando suerte sobre mi pueblo, 
dando un mozo por una prostituta 
y una doncella por vino que se be¬ 
bían. 4 Y vosotros también. ¿Qué 
sois vosotros para mí, Tiro y Sidón, 
y todos los términos de la Filistea? 
¿Es que queréis vengaros de mí? 
Pues en cuanto vosotros hagáis algo 
contra mí, yo haré recaer vuestra 
acción sobre vuestra cabeza. 5 Vos¬ 
otros, que os llevásteis mi plata y 
mi oro, y metisteis mis tesoros en 
vuestros palacios; 6 que vendisteis 
los hijos de Judá y los hijos de Jeru¬ 
salén a los hijos de los griegos, para 
que los llevasen lejos de su tierra, 

7 veréis que yo los levantaré del lugar 
para donde los vendisteis y haré 
recaer vuestra acción sobre vuestra 
cabeza; 8 y venderé vuestros hijos 
y vuestras hijas a los hijos de Judá, 
para quejellos los vendan a los sabeos, 
nación apartada, dice Ya ve. 

l.ti escena. 

9 Pregonad esto entre las gentes, 
proclamad la guerra, despertad a 
los valientes, vengan, llégucnse todos 
los hombres de’ guerra. 10 Forjad 
espadas de vuestros azadones, lanzas 
de vuestras hoces; diga el flaco: 
«Yo soy fuerte.» 11 Juntaos y venid, 


gentes todas de en derredor, y con¬ 
gregaos; haz bajar allá, ioh Yave!, 
a tus guerreros. 12 Que se alcen las 
gentes y marchen al valle de Josafat, 
porque allí me sentaré yo a ‘juzgar 
a todos los pueblos de en derredor. 
13 Meted la hoz que está ya‘madura 
la mies. Venid, pisad, que está lleno 
el lagar y se desbordan las cubas, 
porque es mucha su maldad. 

14 Muchedumbres, muchedumbres 
en el valle del juicio, porque se acerca 
el día de Yave en el valle del juicio. 
15 El sol y la luna se oscurecen y las 
estrellas pierden su brillo. 


Scjfiiridad y prosperidad del 
pueblo de Dios. 

16 Ruge Yave desde Sión y hace oír 
su voz desde Jerusalén; los ciclos y la 
tierra se conmueven, pero Yave será 
un refugio para su pueblo y una forta¬ 
leza para los hijos de Israel. 17 Sabréis 
que yo soy Yave, vuestro Dios, 
moradores de mi monte santo; santa 
será Jerusalén, y no pasarán por ella 
los extraños. 

18 En aquellos días destilarán mosto 
los montes, leche los collados, y co¬ 
rrerán las aguas por todas las torren¬ 
teras de Judá y saldrá de la casa de 
Yave una fuente que regará el valle 
de Sittim. 19 Será destruido el Egipto, 
Edom será un desolado desierto, por 
el cruel trato dado a los hijos de 
Judá, derramando en su tierra sangre 
inocente. 20 Judá será por siempre 
habitado, y Jerusalén por genera¬ 
ciones y generaciones. 21 Yo vengaré 
su sangre, no la dejaré impune y 
Yave morará en Sión. 








INTRODUCCION AL LIBRO DE JOÑAS 


P L libro de Joñas se distingue de los de otros profetas, por contarnos la Kis- 
loria del profeta una persona distinta de él. De Jonás se cuenta en 
II Reg. 14, 25 que vaticinó las conquistas de Jeroboam II, pero nada más sabe¬ 
mos de su ministerio. Ninive se debatía entonces en guerras intestinas, a las 
que puso fin un hombre enérgico, elevado al trono desde humilde origen, Teglat- 
falasar III (745). El tema fundamental del relato es claro: Poner de relieve 
la misericordia de Dios para con los pecadores arrepentidos, aun cuando sean 
extraños a su pueblo. Lo que no querían entender los judíos en la predicación 
de Jesús. Sobre la naturaleza del relato, ya los antiguos disputaban y se daban 
sentencias diversas, sin que los modernos hayan venido a un acuerdo. 

Algunos consideran el libro como una parábola. Mas la opinión que pode¬ 
mos llamar tradicional en la Iglesia defiende la historicidad de la narración. 


JOÑAS 


La orden de ir a IVínive. 

i 1 Llegó a Jonás, hijo de Amitai, 
* palabra de Yave, diciendo: 2 Leván¬ 
tate y ve a Ninive, la ciudad grande, 
y anúnciales que su maldad ha subido 
ante mí. 

Desobediencia y fuga del profeta. 
3 Levantóse Jonás (1), para huir 


(i) Según la sentencia más probable Tarsís 
estaba en la provincia de Huelva, y en ella los 
fenicios tenían instalados puestos de tráfico. 


lejos de Yave, a Tarsis; bajó a Jope 
y halló un barco que estaba para ir 
a Tarsis; pagó el pasaje y entró en 
él, para irse con ellos a Tarsis, lejos 
de Yave. 

La tormenta en el mar. 

4 Yave levantó en el mar un 
violento huracán, y fué tal la tor¬ 
menta en el mar, que creyeron se 
rompería la nave. 6 Llenos de mie¬ 
do, los marineros invocaban cada 
uno a su dios, y echaron al mar lo 


5 1 

















802 


JONÁS, 2, 8 


que llevaban en la nave, para alige¬ 
rarla de ello. 

Jonás, que había bajado al fondo 
de la nave, se había acostado y 
dormía profundamente. 6 Llegóse a él 
el patrón del barco y le dijo: ¿Qué 
estás ahí tú durmiendo? Levántate 
y clama a tu dios. Quizá se cuidará 
Dios de nosotros y no pereceremos. 

7 Dijéronse unos a otros: Vamos a 
echar suertes (1) a ver por qrién nos 
viene este inal. Echaron suertes, y 
la suerte cayó sobre Jonás. 8 Dijé- 
ronle: A ver de dónde vienes, cuál 
es tu tierra y de que pueblo eres. 

8 El les respondió: Yo soy hebreo y 
sirvo a Yavc, Dios de los cielos, que 
hizo los mares y la tierra. 

10 Aquellos hombres se atemori¬ 
zaron sobremanera, y le dijeron: ¿Por 
qué has hecho cst< ? Pues sabían 
que iba huyendo de Yavc, porque él 
se 1) había declarado. 11 Dijéronlc: 
¿Que vamos a hacer contigo para 
que el mar se nos aquiete? Porque el 
mar iba embraveciéndose cada vez 
más. 12 El .les respondió: Cogedme 
y echadme al mar, y el mar se os 
aquietará, pues bien sé yo que esta 
gran tormenta os ha sobrevenido 
por mi. 


Jonás es arrojndo ni mnr. 


13 Aquellos hombres hicieron por 
volver la nave a tierra, mas no pu¬ 
dieron, pues el mnr cada vez más se 
embravecía. 14 Entonces clamaron a 
Yavc, diciendo: (2) jOh Yavcl Que no 
perezcamos nosotros por la vida de 
este hombre, y no nos imputes sangre 
inocente, pues tú, ¡oh Yavcl, has 
hecho como te plugo. 15 Y cogiendo 
a Jonás le echaron al mar, y el mar 
se aquietó en sil furia. 16 Temie¬ 
ron aquellos hombres a Yavc, y le 
ofrecieron sacrificios y le hicieron 
votos. 


(í) La suerte era en la antigüedad uno de 
los modos de conocer la voluntad divina o 
de dar con la verdad. 

(2) Los marineros son sin duda fenicios 
y por tanto gentiles, pero aun admniendo 
muchos dioses, no niegan al Dios de los he¬ 
breos y conciben como cosa razonable que 
pueda estar irritado éste contra uno de sus 
adoradores. Arrojándole al inar se aplacará, 
y hará cesar la tormenta. 


Jonás, en el vientre del cetáceo. 

9 1 Yave había dispuesto (1) un pez 
muy grande para que tragase a Jo¬ 
nás, y Jonás estuvo en el vientre del 
pez por tres días y tres noches. 2 Des¬ 
de el vientre del pez dirigió Jonás su 
plegaria a Yave, su Dios, diciendo: 

3 Clamé a Yave en mi angustia v 
él me ovó; desde el seno clamé y tú 
me oíste, 4 echástcmc a lo profundo, 
al seno de los mares; envolviéronme 
las corrientes; todas tus ondas y tus 
olas pasaron sobre mí. 

Oración. 

6 Y dije: Arrojado soy de delante 
de tus ojos, pero todavía podré con¬ 
templar til santo templo. 6 Las aguas 
me estrecharon hasta el alma, envol¬ 
viéndome el abismo, las algas se 
enredaron a mi cabeza. 7 Había ba¬ 
jado ya a las bocas del sepulcro, la 
región cuyos cerrojos son barras 
eternas: pero tú, Yavc, mi Dios, 
salvaste mi alma (leí sepulcro. 8 Cuan¬ 
do desfallecía mi alma me acordé 
de Yave, y mi súplica llegó a su 
santo templo. 

8 ¡Cómo se sustraen a su miseri¬ 
cordia, los que siguen a las menti¬ 
rosas vanidades! 10 Pero yo te ofre¬ 
ceré a ti victimas acompañadas de 
alabanzas, cumpliré mis votos. De 
Yavc es la salvación. 


Uhrrneión. 

11 Dió Yavc orden al pez, y éste 
vomitó a Jonás en la playa. 

Predicación de «lonas en Xinive. 

O 1 Llegó por segunda vez a Jonás 
la palabra de Yave, diciendo: 
3 Levántate y ve a Níuivc, la ciudad 
grande, y pregona en ella lo que yo 
te diré: 3 Levantóse Jonás y fuésc a 
Nínivc, según la orden de Yave. 
Era Níuivc una ciudad grande sobre¬ 
manera, de tres días (2) de camino. 

(1) Qué pez sea éste y cómo pudo vivir 
en él Jonás por espacio de tres días y pronun¬ 
ciar el salmo que sigue es una de las graves difi¬ 
cultades del libro, a que aludimos en la in¬ 
troducción. 

(2) «Tres días de camino» significa que Jonás 

los necesitaba para hacer oír su mensaie en 

todos los barrios de la gran ciudad. 










JONÁS, 4 


m 


4 Y comenzó Jonás a penetrar en la 
ciudad camino de un día, y prego¬ 
naba diciendo: De aqirí a cuarenta 
días será destruida Nínivc. 6 Las 
gentes de Nínivc creyeron a Dios y 
pregonaron ayuno, y se vistieron 
saco desde el más grande al más 
pequeño (1). 

Penitencia de los ninivitas. 

6 Llegó la cosa al rey de Nínivc, 
y levantándose de su trono, se des¬ 
nudó sus vestiduras, se vistió de 
saco v se sentó sobre el polvo, 7 e 
hizo pregonar en Nínlve una orden 
del rey y de sus príncipes, diciendo: 
Hombres y animales, bueyes.y ové- 
jas, no probarán bocado, no comerán 
nada ni beberán agua. 8 Cúbranse 
de saco hombres y animales, y clamen 
a Dios fuertemente, y conviértase 
cada uno de su mal camino, de la 
rapiña de sus manos. 9 ¡Quién sabe 
si se volverá Dios, y se arrepentirá 
del furor de su ira, y no pereccremcs! 


Perdón. 

10 Yió Dios lo que hicieron, convir¬ 
tiéndose de su mal camino; y arre¬ 
pintiéndose del mal que les dijo 
había de hacerles, no lo hizo. 

Despecho de Jonás y reprensión 
de Dios. 

4 1 Apesadumbróse sobremanera Jo¬ 
nás; se enojó (2), 2 y oró a Yave, 


diciendo: ¡Cómo, Yave! ¿No es lo 
que ya me decía yo estando en mi 
tierra? Por eso, precaviéndome, quise 
huir a Tarsis, pues sabía que tú eres 
Dios elemente y piadoso, tardo a la 
ira, de gran misericordia, y que te 
arrepientes del mal. 3 Ahora, pues, 
Yave, mátame, te ruego, porque 
mejor me es la muerte que la vida. 
4 Díjolc Yave: ¿Te parece que haces 
bien con enojarte tanto? 

6 Salióse Jonás de la ciudad y se 
sentó al. lado oriental de ésta, y 
haciéndose un chozo metióse en él 
a la sombra, hasta ver lo que era 
de la ciudad. 6 Dispuso Yave Dios 
un ricino, que creció hasta por encima 
de Jonás, y haciendo sombra sobre 
su cabeza, le defendía del calor. 
Jonás se alegró mucho por el ricino. 
7 Pero dispuso Dios un gusano que 
a la mañana siguiente atacó al ricino, 
y éste se secó. 8 Al salir el sol mandó 
Dios un recio viento solano, y el sol 
hirió en la cabeza a Jonás, que" angus¬ 
tiado se deseaba la muerte, dicien¬ 
do: ¡Mejor sería para mí morir que 
vivir! 

9 Entonces dijo Yave a Jonás: 
¿Tanto enojarte por el ricino? Y él 
respondió: Sí, mucho me enojo, hasta 
la muerte. 10 Y Yave le dijo: ¡Ah! 
Tú tienes lástima del ricino, en el 
cual no trabajaste pasa hacerle crecer, 
que en el espacio de una noche nació 
y en el de otra noche pereció; 11 ¿y no 
voy a tener yo piedad de Nínivc, la 
gran ciudad, donde hay más de 
ciento veinte mil almas que no dis¬ 
tinguen su mano derecha de li iz¬ 
quierda, y numerosos animales? (1) 


(1) Como los marineros fenicios, así las tintos de los de su profeta. Bien sabemos que 
gentes de Ninive creyeron el mensaje de Dios, el evangelio que la misericordia de Dios, tan 
o sea, la amenaza con que el Dios de Jonás les pregonada en el An;iguo Testamento, era, sin 
amenaza y procuran evitarlo aplacando a Dios, empargo, la que menos entendían los fariseos. 

(2) Esta pesadumbre de Jonás pone más (1) En estas palabras finales está toda la 
de relieve los sentimientos de Dios, tan dis- enseñanza del libro encerrada. 


INTRODUCCION AL LIBRO DE ABDIAS 

JbjADA sabemos de Abdías. Su oráculo , el escrito más corto del Antiguo Tes¬ 
tamento , es una amenaza contra los idumeos , en castigo del mal que habían 
cometido contra sus hermanos , los hijos de Judá , en alguna calamidad sufrida 
por Jerusalcn. A juzgar por otros lugares (Lam. 4 , 21; Ez. 25 , 12 sig3.; 
35 y 1 sigsSal. 137 , 7), el profeta alude a la conducta habida por los hijos 
de Esaú en los días de la invasión de Caldea. Edom sufrirá el castigo de su 
maldad , mientras que Israel volverá triunfante y ocupará todo el territorio de- 
Caiván. 









SO I ABDÍAS 


ABDIAS 


Crímenes de Edom y su ruina. 

I Visión de Abdías: Así dice de 
Edom, Yave. Hemos oído de parte 
de Yave un rumor, y ha sido enviado 
un mensajero a los pueblos. ¡Arriba! 
Alcémonos en guerra contra él. 2 Mira, 
te he hecho pequeño entre las gentes, 
eres sobremanera despreciable. 3 Tu 
orgullo y tu corazón te engañan. Quien 
habita en las cavernas de las rocas y 
cuya morada son las alturas, se dice a 
sí mismo: ¿Quién será capaz de echar¬ 
me a tierra? 4 Pues aunque te subas 
tanto como el águila y pongas en las 
estrellas tu nido, yo te derribaré, dice 
Yave. 6 Si vinieran a ti de noche 
ladrones, ¿no se llevarían sólo aquello 
que quisieran? Si vinieran vendimia¬ 
dores a vendimiarte, ¿no dejarían 
rebusco? 6 ¡Cómo has sido sa¬ 
queado! 

¡Cómo está Esaú de hollado y de 
rebuscados sus escondrijos, hasta la 
frontera! 7 Todos tus aliados te han 
traicionado. Te cercaron, te derro¬ 
taron los que gozaban tu amistad. 
Los que estaban en paz contigo 
pusieron trampas a tus pies. No hay 
en él cnlenoimieiito. s ¿No haré yo 
aquel día—dice Yave—desaparecer 
de Edom los sabios y del monte de 
Esaú la prudencia? 0 Tus guerreros 
¡oh Temán! se sobrecogerán de terror 
para que todos sean exterminados 
en las montañas de Esaú. Por los 
estragos, 10 por las matanzas hechas 
contra tu hermano Jacob, te eubirrá 
la vergüenza y serás exterminado 
para siempre. 

II El día en que, estando tú allí 
presente, saqueaban los extranjeros 
sus riquezas, penetraban por sus 
puertas y echaban la suerte sobre 


Jerusalén, fuiste también tú uno de 
tantos. 12 No contemples el día de 
tu hermano el día de su desastre. No 
te goces de los hijos de Judá el día 
de su perdición. No profieras arro¬ 
gancias el día de la tribulación. 

13 No entres por las puertas de mi 
pueblo el día de su ruina, ni te estés 
contemplando también su desgracia 
el día de su desastre. No tiendas la 
mano sobre sus riquezas el día de I 
su ruina. 14 No te pongas en la encru¬ 
cijada para matar a los fugitivos. No I 
entregues sus huidos el día de la 
tribulación. 

15 Porque se acerca el día de Yave | 
para todos los pueblos. Como hi¬ 
ciste, así te harán a ti; tu merecido | 
caerá sobre tu cabeza. 16 Como bebis- I 
teis vosotros, los de mi monte santo, i 
así beberán sin remedio todas las I 
gentes. Beberán, se sorberán, y I 
serán como si no hubieran sido. I 
17 Pero en el monte de Sión habrá ' 
una porción salvada, y será santa, I 
y la casa de Jacob se apoderará I 
de los que le despojaron. 18 La casa 
de Jacob será el fuego, la casa de 
José será la llama, y la casa de I 
Esaú será la paja. Le encenderán 
éstos y los devorarán y no quedará 
sobreviviente de la casa de Esaú, I 
porque lo dice Yave. 19 Ocuparán 
al mediodía la montaña de Esaú, 1 
y la tierra baja los filisteos, y Efraím 
el llano de Samaría, y Benjamín, 
Galad. 20 Y los cautivos ahora 
en espera, los hijos de Israel, la 
Cananea hasta Sarepta; y los cautivos 
de Jerusalén, que están en Seíarad, 
las ciudades del mediodía. 21 Y subi- i 
rán salvadores al monte de Sión 
para regir la montaña de Esaú, y el 
imperio será de Yave. 


INTRODUCCION AL LIBRO DE AGEO 

JsJADA sabemos del origen de Ageo. Su libro contiene cuatro breves oráculos 
fechados en el segundo año de Darlo (520), y dirigidos a los moradores 
de Jerusalén, vueltos del cautiverio, que hasta entonces no hablan podido edi¬ 
ficar el templo . El profeta los exhorta a emprender la obra y anuncia la gloria 
del segundo templo , que será mayor que la del primero, por la venida de los 
tiempos mesiánicos y en que las naciones concurrirán a Jerusalén cargados 
de ricas ofreridas. 








AGEO, 1, 2 


80 ;Y 


AGEO 


1 1 En el año segundo del rey Darío, 

el mes sexto, el día primero del 
mes, fue palabra de Yave, por mano 
de Ageo, profeta, a Zorobahel, hijo 
de Scaltiel, gobernador de Judá, y a 
Josué, hijo de Jeosadac, sumo sacer¬ 
dote, diciendo: 2 Así habla Yave 
Sebaot: Este pueblo dice: No lia 
venido aún el tiempo, el tiempo de 
reedificar la casa de Yave. 

3 Fué, pues, palabra de Yave, 
por mano del profeta Ageo, diciendo: 
4 ¿Ha venido para vosotros el tiempo, 
el tiempo de morar vosotros en casas 
artesonadas, mientras está en ruinas 
esta casa? (1) 5 * * Pues así dice Yave Se- 
baot: Pensad bien en vuestra suerte 
R Sembráis mucho y encerráis poco; 
coméis y no os saciáis; bebéis y no 
os hartáis; os vestís y no os calentáis, 
y el que anda a jornal echa su salario 
en bolso roto. 

7 Así dice Yave: Pensad bien en 
vuestra suerte. 8 Subid al monte, y 
traed maderas y reconstruid la casa, 
y yo hallaré en ella mi gozo y mi 
gloria, dice Yave. 9 * Esperabais mucho 
y habéis hallado poco; almacenabais 
y yo he soplado en ello. ¿Por qué, 
dice Yave Sebaot? Por estar mi casa 
en ruinas, mientras que todos os 
apresurabais a haceros la vuestra. 
10 Por eso retuvieron los cielos sobre 
vosotros la lluvia y no dió sus frutos 
la tierra; 11 y llamé yo la sequía 
sobre esta tierra y sobre los montes 
y sobre el trigo, y sobre el vino y 
sobre el aceite, y sobre cuanto pro¬ 
duce la tierra, y sobre los hombres y 
sobre las bestias, y sobre todo tra¬ 
bajo de vuestras manos. 


Atiende el pueblo la exhortación 
del profeta. 

12 Oyó Zorobabel, hijo de Sealtiel, 
y Josué, hijo de Jeosadac, sumo 
sacerdote, y todo el pueblo la voz 
de Yave, su Dios, y las palabras de 
Ageo, profeta, conforme a la misión 
que Yave, su Dios, le había enco- 


(i) Desalentados por las dificultades, ha¬ 
bían desistido de la obra del templo: por esto 
mismo el Señor Ies retiraba sus bendiciones. 


mondado para ellos, y temió el pueblo 
ante Yave. 13 Entonces Ageo, el 
enviado de Yave, habló por mandato 
de Yave al pueblo, diciendo: Yo soy 
con vosotros, dice Yave. 14 Y des¬ 
pertó Yave el espíritu de Zorobabel, 
hijo de Sealtiel, gobernador de Judá, 
y el espíritu de Josué, hijo de Jeo¬ 
sadac, sumo sacerdote, y el espíritu 
de todo el pueblo, y vinieron y se 
pusieron a la obra de la casa de Yave 
Sebaot, su Dios. 15 El día 24 del mes 
sexto, del segundo año del rey Darío. 


La gloria del nuevo templo. 

9 1 El séptimo, a los veintiuno, fué 
** palabra de Yave por mano del 
profeta a Ageo, diciendo: 2 Habla 
ahora a Zorobabel, hijo de Sealtiel, 
gobernador de Judá,' y a Josué, hijo 
de Jeosadac, sumo sacerdote, y al 
resto del pueblo, y diles: 3 ¿Quién 
queda de vosotros que viera esta casa 
en su primera gloria, y cuál la veis 
ahora? ¿No es en verdad a vuestros 
ojos como nada? 4 Pues anímate, 
Zorobabel, dice Yave, anímate tú 
también, Josué, hijo de Jeosadac, 
sumo sacerdote, y cobra ánimo, pue¬ 
blo todo de la tierra, dice Yave, y 
a la obra, porque yo soy con vosotros, 
dice Yave Sebaot. 5 Conforme a la 
alianza que con vosotros hice a vues¬ 
tra salida de Egipto, estará en medio 
de vosotros mi espíritu, no temáis. 

6 Porque así dice Yave Sebaot: (1) De 
aquí a poco yo haré aún temblar los 
cielos y la tierra, los mares y lo seco, 

7 y haré temblar a las gentes todas 
y vendrán las preciosidades de todas 
las g'entes, y henchiré de gloria esta 
casa, dice Yave Sebaot. 8 Mía es la 
plata, mío es el oro, dice Yave Se¬ 
baot. 9 La. gloria de esta postrera 


(i) Era posible que el año 530 hubiera en 

Jerusalén quien hubiera visto en pie el primer 

templo destruido en 587. La nueva obra era 

pobre comparada con la antigua, pero será 

más gloriosa, pues será el centro de peregri¬ 

nación de todas las gentes en los dias mesiáni- 

cos. Es claro que no se deben tomar a la letra 

estas palabras del profeta, sino en sentido figu¬ 

rado, en cuanto anuncia la- vocación de todas 

las gentes a formar parte del pueblo de Dios. 










806 


ZACARÍAS, 1 


casa será más grande que la de la 
primera, dice Yave Sebaot, y en este 
lugar daré yo la paz, dice Yave Sebaot* 

10 A veinticuatro del noveno, del 
segundo año de Darío, fue palabra 
de Yave por mano del profeta Ageo, 
diciendo: 11 Así dice Yave Sebaot: 
Pregunta esto a los sacerdotes: Si 
uno lleva en las haldas de su vestido 
carnes sagradas, y con sus haldas 
toca pan, manjares cocidos, vino, 
aceite o un alimento cualquiera, ¿que¬ 
dará esto santificado? Los sacerdotes 
respondieron diciendo: No. 13 Y dijo 
Ageo: Y si un inmundo por un cadᬠ
ver tocare alguna cosa de éstas, 
¿serían inmundas? Y respondieron 
los sacerdotes, diciendo: Inmundas 
serán. 14 Y replicó Ageo, diciendo: 
Pues así era este pueblo y esta gente 
delante de mí, dice Yave, y así toda 
la obra de sus manos y cuanto 
ofrecían era inmundo. 

15 Poned, pues, vuestra atención 
ahora, desde este día en adelante y 
para atrás, antes del día en que en 
esta casa pusisteis una piedra sobre 
otra. 16 Antes venían al montón de 
veinte y había diez, venían al lagar 
para sacar cincuenta del lagar y 
había veinte. 17 Os hería con el viento 
solano y con tizón y con granizo 


en toda obra de vuestras manos, 
mas no os volvíais a mí, dice Yave. 

18 Poned vuestra atención desde este 
día y antes desde el veinticuatro del 
noveno en adelante, desde que ha 
sido cimentado el templo de Yave. 

19 ¿No está aún la simiente en los 
graneros? Ni la vid, ni la higuera, ni 
el granado, ni el olivo, han florecido 
todavía, pero desde este día en ade¬ 
lante daré yo bendición. 

Promesa de protección a Zoro- 
babel. 

20 Fué por segunda vez palabra de 
Yave a Ageo, a los veinticuatro 
del mismo mes, diciendo: 21 Habla a 
Zorobabcl, gobernador de Judá, y 
dile: Yo conmoveré los cielos y la 
tierra, 22 y trastornaré los tronos de 
los reinos, y destruiré la fuerza del 
reino de las gentes, y volcaré el 
carro y a los que en él suben, y se 
vendrán abajo ios caballos y los que 
en ellos cabalgan, los unos por la 
espada de los otros. 23 Aquel día, 
dice Yave Sebaot, yo te tomaré a ti, 
Zorobabel, hijo de Scaltiel, mi siervo, 
dice Yave, y te haré como anillo de 
sello, porque yo te he elegido, dice 
Yave Sebaot. 


INTRODUCCION AL LIBRO DE ZACARIAS 

7 ACARIAS, hijo de Baraquías , es contemporáneo de Ageo , y como él tra¬ 
bajó en promover la obra del templo. Su primer oráculo lleva la fecha del 
segundo año de Darío , el mes octavo (520). Los seis primeros capítulos tratan 
de la restauración de Jerusalén y del templo , mezclando con esto promesas 
rnesiánicas. Siguen las respuestas a ciertas consultas dirigidas al profda sobre 
el duelo que por la ruina de Jerusalén venían guardando (7,8). Termina en 
los capítulos 9-14 con diversos vaticinios , en parte mesiátiicos y en parte de 
amenaza contra Judá y las naciones. En ellos no aparece, como en los prece¬ 
dentes, la relación con los tiempos de la restauración , y algunos tienen un ea- 
rácter apocalíptico. 


ZA CARIAS 


Introducción. 

1 1 El octavo mes del año segundo 

de Darío, llegó palabra de Yave 
a Zacarías, hijo de Baraquías, hijo 
de Ido, profeta, diciendo: 2 Yave se 
Irritó fuertemente contra vuestros 
padres. 


1 Exhortación n la penitencia. 

3 Diles, pues: Así dice Yave 
Sebaot, Volveos a mí, dice Yave 
Sebaot, y yo me volveré a vosotros, 
dice Yave Sebaot. 4 No seáis como 
vuestros padres, a quienes vocearon 
los primeros profetas, diciendo: jAsí 







ZACARIAS, 2 


807 


dice Yave Sebaot: Convertios de 
vuestros malos caminos y de vues¬ 
tras malas obras! Pero ellos no aten¬ 
dieron, no me escucharon, dice Yave 
Sebaot. 5 Vuestros padres, ¿dónde 
están? ¿Y los profetas, viven siempre? 
6 Pero mis palabras y mis mandatos, 
lo que mandé yo a mis siervos, los 
profetas, ¿no alcanzaron acaso a vues¬ 
tros padres? Por eso se convirtieron, y 
dijeron: Ha hecho Yave Sebaot con 
nosotros tal como según nuestros 
caminos decretó tratarnos. 

7 A veinticuatro del mes undécimo, 
que es el mes de Sebat, del año se¬ 
gundo de Darío, fué palabra de Yave 
a Zacarías, profeta, hijo de Bara- 
quías, hijo de Ido, diciendo: 


\ isión tic* los caballos y lo* 
caballeros. 

8 Vi de noche a un varón que cabalga¬ 
ba en un caballo alazán oscuro, y estaba 
entre los montes situados a poniente; 
detrás de él había caballos negros, 
bayos y blancos (1). 9 Yo entonces 
pregunté: ¿Qué son éstos, mi Señor? 
Y el ángel que hablaba conmigo 
me dijo: Vov a darte a conocer quie¬ 
nes son éstos; 10 pero el que estaba entre 
los montes tomó la palabra y dijo: 
Estos son los que Yave ha mandado 
a recorrer la tierra. 11 Luego hablaron 
ellos al ángel de Yave que estaba en 
los montes a poniente, y le dijeron: 
Hemos recorrido la tierra, y toda 
está quieta y tranquila. 

12 Y habló el ángel de Yave, di¬ 
ciendo: iOh Yave Sebaot 1 ¿Hasta 
cuándo no vas a tener piedad de 
Jerusalcñ y de las ciudades de Judá, 
contra las' que estás irritado desde 
hace setenta años? 13 Y Yave dirigió 
al ángel que conmigo hablaba pala¬ 
bras blandas, palabras consoladoras. 
14 El ángel que hablaba conmigo 
me dijo: Clama diciendo: Así dice 
Yave Sebaot: Siento grande amor 
hacia Jerusalén y. hacia Sión, 15 y 
estoy muy airado contra las naciones 
que están tranquilas; porque yo es¬ 
taba un poco airado, pero ellas agra¬ 
varon el mal. 16 Por tanto, así dice 
Yave: Yo me he vuelto misericor¬ 
dioso hacia Jerusalén y mi casa 
será allí reedificada, dice Yave Se- 


(i) Esta primera visión de los caballos signi¬ 
fica que el Señor está dispuesto a realizar en se¬ 
guida la restauración de Jerusalén. 


baot, y sobre Jerusalén se tenderá.i 
las cuerdas. 17 Clama también di¬ 
ciendo: Así dice Yave Sebaot: Aún 
rebosarán mis ciudades de abun¬ 
dancia de bienes, y Yave consolará 
a Sión y elegirá a jerusalén. 


La visión de los cuatro cuerno* 
y los cuatro carpinteros. 

O 1 Luego alcé mis ojos y miré, y 
** vi cuatro cuernos (1); 2 * y pre-: 
gunté al ángel que hablaba conmigo ; 
¿Y éstos qué son? Y él me respondió.. 
Estos son los cuernos que disper 
saron a Judá, Israel y Jerusalén]. 
3 Mostróme luego Yave cuatro car 
pinteros, 4 y yo pregunté: ¿Qu é 
van a hacer éstos? Y me respondió, 
diciendo: Aquéllos son los cuernos 
que dispersaron a Judá de modo tal 
que no pudo ya levantar cabeza, y 
éstos vienen para rodear a aquéllos 
y destruir los cuernos de las gentes 
que alzaron el cuerno sobre la tierra 
de Judá para dispersarla. 

5 Alcé de nuevo los ojos, miré, y 
vi a un varón que tenía en la mano 
una cuerda de medir, 6 y le pregunté: 
¿A dónde vas? Y él me respondió: 
A medir a Jerusalén, para ver cuánta 
es su anchura y cuánta su longi¬ 
tud (2). 7 Apareció el ángel que 

hablaba conmigo, y vi que venía a 
su encuentro otro ángel, 8 que le 
dijo: ¡Corre 1 Di a ese joven: Sin mu¬ 
rallas será habitada Jerusalén, tal 
será en ella la muchedumbre de 
hombres y animales. 9 Y yo seré para 
ella, dice Yave, muro de fuego en 
derredor, y seré su gloria en medio 
de ella. 

10 ¡Arriba, arriba! Huid de la 
tierra del aquilón, dice Yave, pues a 
los cuatro vientos del cielo os aventé, 
dice Yave. 11 fArriba, Sión! La que 
habitas en Babilonia, escápate. 12 Por¬ 
que así dice Yave Sebaot: Después 
de la aflicción, él me ha enviado a las 
gentes que os despojaron, porque el 
que os toca a vosotros toca a la 
niña de sus ojos; 13 y yo alzo mi mano 
contra ellos y serán presa de los que 
tuvieron por' esclavos, y sabréis que 
Yave Sebaot me ha enviado. 


(1) Los cuernos son las naciones que maltra¬ 
taron a Judá. y los obreros son los instrumentos 
de la justicia divina contra ellos. 

(2) La visión anuncia la restauración de la 

ciudad de Jerusalén, de la cual será Yave muro 

y defensa, habitando en medio de ella. 







808 


ZACARÍAS, 3, 4 


14 Jubila y regocíjate, hija de Sión, 
porque llegaré y habitaré en medio 
de ti, dice Ya ve. 15 Aquel día se 
unirán a Ya ve muchas gentes que 
serán mi pueblo, y yo habitaré en 
medio de ti, y sabrás que Yave 
Sebaot me ha enviado a ti. 16 Yave 
poseerá a Judá, su heredad, en la 
tierra santa, y será Jerusalén su 
elegida. 17 Calle toda carne ante Yave, 
que se ha alzado de su santa morada. 

Cuarta visión. El sumo sacer¬ 
dote Josué, acusado por el diablo 
y defendido por Yave. 

3 1 Y me hizo ver a Josué, el sumo 
sacerdote, que estaba en pie 
delante del ángel de Yave y tenía a 
su diestra a Satán, que le"acusaba. 

2 Y Yave dijo a Satán: iQue Yave te 
reprima, oh Satán, que Yave te 
reprima, pues él ha elegido a Jcru- 
salénl ¿No es por ventura ése un 
tizón que acaba de ser arrebatado a 
la hoguera? 8 Porque estaba Josué 
vestido de vestiduras inmundas, y 
así en pie delante del ángel (1). 
4 a Este habló mandando a los que 
estaban delante de él: Quitadle las 
vestiduras inmundas, y vestidle las 
vestiduras de ceremonia, 5 y poned 
sobre su cabeza una tiara pura. Ellos 
pusieron la tiara sobre su cabeza y 
le vistieron de las vestiduras de cere¬ 
monia; y el ángel de Yave, puesto en 
pie, 4 b le dijo: Mira, he quitado de 
ti tu iniquidad y te he vestido de las 
vestiduras de ceremonia. 

6 El ángel de Yave conjuró a 
Josué, diciendo: Así habla Yave 
Sebaot: 7 Si andas por mis caminos 
y eres fiel a mi ministerio, adminis¬ 
trarás también tú mi casa y guardarás 
mis atrios, y yo te daré puesto entre 
éstos que están aquí. 8 Escucha, pues, 
Josué, sumo sacerdote, tú y tus com¬ 
pañeros que se sientan delante de ti. 
Sois varones de presagio. He aquí 
que vo hago venir a mi siervo Ger¬ 
men. 9 Y la piedra que yo he puesto 
ante Josué, una sola piedra con 
siete caras, la esculpiré yo mismo, 
yo misino liaré en ella su" escultura, 
dice Yave Sebaot; y aquel mismo 
día quitaré de la tierra la iniquidad. 


(i) El sacerdocio había contribuido mucho 
a la pérdida de Judá. Ahora nos muestra al Pon¬ 
tífice con ornamentos puros, signo de la pureza 
del sacerdocio mismo. 


10 Aquel día, dice Yave Sebaot, 
convidaréis cada uno a su vecino 
bajo la parra v bajo la higuera. 


Quinta visión. El candelabro. 

4 6b He aquí la palabra de Yave a 
Zorobabel. Dice: No con ejér¬ 
cito, no con fuerza, sino por mi espí¬ 
ritu, dice Yave Sebaot. 7 ¿Qué eres 
tú, montaña grande? Allánate ante 
Zorobabel. El pondrá la piedra de 
remate en medio de aclamaciones: 
iQné hermosa es, qué herniosa es! 
8 Y me llegó palabra de Yave, di¬ 
ciendo: 9 Las manos de Zorobabel ci¬ 
mentaron esta casa y sus manos la 
acabarán, y sabrás que Yave Sebaot 
me ha enviado a vosotros. 10 a Porque 
los que han despreciado el día de 
las cosas modestas, verán gozosos en 
las manos de Zorobabel la piedra 
reservada ( 1). 

1 El ángel que hablaba conmigo, 
vino y me despertó, como a hombre 
que despierta de su sueño; 2 * y me 
dijo: ¿Qué ves? Yo le respondí: Miro 
y veo un candelcro, todo de oro, 
con nn vaso encima y sus siete lám¬ 
paras, y siete tubos desde las lámparas 
al vaso que está encima; 8 y a su lado 
dos ramos de olivo, el uno a la de¬ 
recha del vaso y el otro a la izquierda; 
4 y proseguí diciendo al ángel que 
hablaba conmigo: ¿Qué es esto, mi 
Señor? 6 Y él entonces me habló, res¬ 
pondiendo: ¿No sabes lo que es eso? 

Y yo le dije: No, mi señor. 6 a Enton¬ 
ces él me habló, diciendo: 10 i> Esos 
siete son los ojos de Yave, que obser¬ 
van la tierra en toda su redondez. 
11 Y yo proseguí, diciendo: Y esos 
dos olivos a derecha c izquierda del 
candelabro, ¿qué son? 12 Y tomando 
por segunda vez la palabra, pregunte: 
¿Qué son esos dos ramos de olivo que 
están cerca de los dos tubos por donde 
baja el aceite? * 13 El me respondió, 
diciendo: ¿No sabes lo que son ésos? 

Y y respondí: No, mi señor. 14 Y él 


(i) Ames sacerdotes y reyes se habían conju¬ 

rado para la pérdida de Judá; ahora Josué. Sumo 

Sacerdote, y Zorobabel, príncipe de la dinastía 

davídica, y que ejercía el cargo de gobernador, 

eslán unidos y concordes para realizar la obra 

de la restauración. El pensamiento de este ca¬ 

pitulo parece quedar oscuro no haciendo la 

inversión de i-6‘ y6"-io\ Tal fué seguramente 

el orden original del texto sagrado alterado 

por algún accidente- 







ZACARÍAS, 6, 6, 7 


SDíl 


mi* dijo: Son los dos hijos del oleo 
que están delante del Señor de toda 
la tierra. 


Sexta visión. El rollo volando. 

5 1 Yo alce de nuevo mis ojos, y vi 
en visión un rollo volando (1). 

2 Preguntóme él: ¿Qué ves? Y res¬ 
pondí: Veo un rollo de veinte codos 
de largo y diez de ancho, que vuela. 

3 El entonces me dijo: Eso es la mal¬ 
dición, que sale sobre la haz de la 
tierra, porque conforme a ella todo 
ladrón será arrojado de aquí y con¬ 
forme a ella todo perjuro será arro¬ 
jado de aquí. 4 Yo la he desencade¬ 
nado, dice Ya ve Sebaot, y caerá 
sobre la casa del ladrón y sobre la 
casa del que en falso jura por mi 
nombre, y permanecerá en medio 
de su casa hasta consumir maderas y 
piedras. 

5 Apareció el ángel que hablaba 
conmigo y me dijo: Alza tus ojos y 
mira qué es lo que se aparece. 6 Yo 
dije: ¿Qué es? Y él me respondió: 
Es un efa que aparece; y añadió: es 
su iniquidad en toda su tierra. 7 Y vi 
que se alzaba una tapadera de plomo, 
y en medio del efa estaba sentada 
una mujer. 9 Y él me dijo: Ahí tienes 
su iniquidad; y la echó en medio del 
efa y tapó su boca con la tapadera de 
plomo. 9 Yo alcé los ojos y vi aparecer 
dos mujeres. Soplaba un viento en 
sus alas, que eran como alas de ci¬ 
güeña, y alzaron el efa entre la tierra 
y el cielo. 10 Yo dije al ángel que 
hablaba conmigo: ¿A dónde llevan 
el e/a? 11 Y él me respondió: A 
hacerle casa en la tierra de Senaar 
y Acad, donde la establecerán. 


Octava visión. Los cuatro carros. 

1 De nuevo alcé los ojos, y mi¬ 
rando una visión, vi cuatro carros 
que salían de entre dos montes, y 
los dos montes eran de bronce (2). 


(1) Las dos visiones de este capítulo signi¬ 
fican: la del volumen, los decretos de la justicia 
divina contra la tierra de Judá; la del e/a, las 
iniquidades del pueblo por las que es trasplan¬ 
tado a Caldea. 

(2) Las cuatro cuadrigas, que significan los 
vientos, son los ministros de la justicia divina 
en los cuatro ángulos de la tierra. Los que van 
hacia la tierra del Norte son los que ejecutarán 
las divinas venganzas contra Babilonia 


2 El primer carro tenía caballos alaza¬ 
nes oscuros, el segundo carro caba¬ 
llos negros, 3 el tercer carro caballos 
blancos, y el cuarto caballos bayos, 
todos muy veloces. 4 Entonces, ha¬ 
blando al ángel que conmigo ha¬ 
blaba, dije: Y éstos ¿qué son, mi 
Señor? 6 El ángel respondió, dicién- 
doine: Esos son los cuatro vientos 
del cielo, que vienen a presentarse 
al Señor de toda la tierra. 6 El de 
los caballos negros va al norte, el de 
los blancos al levante, y el de los 
bayos al mediodía. 7 Salieron, pues, 
los veloces, queriendo pártir para 
recorrer la tierra, y él dijo: Id, reco¬ 
rred la tierra. Y ellos recorrieron la 
tierra. 8 Me llamó y me habló, di¬ 
ciendo: Los que van hacia el norte 
han calmado mi alma en la tierra 
del aquilón. 


Acción simbólica. La coronación 
del sumo sacerdote. 

9 Llegóme palabra de Ya ve, di¬ 
ciendo: 10 Toma de los cautivos repa¬ 
triados, de Hariin y de Tobías y de 
Jedaya, y vete luego a casa de Josías, 
hijo de Seíanías. 11 Toma de .ellos 
plata y oro, y haz una corona y 
ponía ante Josué, hijo de Jeosadac, 
sumo sacerdote; 12 y dile: Así habla 
Yave Sebaot, diciendo: He aquí que 
el varón cuyo nombre es Germen, 
y del cual se producirá germinación, 
13 él edificará el templo de Yave, se 
revestirá de majestad, se sentará y 
dominará en su trono, y el sacerdote 
se sentará en su solio y habrá entre 
ambos consejo de paz. 14 La corona 
servirá a Harim, Tobías y Jedaya 
de memoria en el templo de Yave. 
15 Hombres de muy lejos vendrán 
a trabajar en la construcción- del 
templo de Yave, y sabréis que Yave 
Sebaot me ha enviado a vosotros: 
Sucederá esto si escucháis la voz de 
Yave, vuestro Dios. 


Prccjuiita de Sarasar y respuesta 
de Yave acerca de los» ayunos. 

7 1 Sucedió que el año cuarto del 
rey Darío, llegó palabra de Yave 
a Zacarías, el día cuarto del noveno 
mes, que es el mes de Casleu. 1 2 La 
casa de Israel envió a Sarasar, ofi¬ 
cial del rey, con sus hombres, para 
implorar el favor de Yave 3 y hablai 







S1U 


ZACARÍAS. 8 


con los sacerdotes de la casa de Ya ve 
Sebaot y a los profetas, dicíéndoles: 
¿He de afligirme yo el quinto mes y 
guardar la abstinencia como de tan¬ 
tos años lo he hecho? 

4 Y llegó palabra de Yave Sebaot, 
diciendo: 5 Habla a todo el pueblo de 
la tierra y a todos los sacerdotes, 
diciendo: Cuando hace setenta años 
ayunasteis el quinto y el séptimo mes, 
¿ayunasteis para mí? 6 Y cuando 
coméis y bebéis,* ¿coméis y bebéis 
para vosotros? 7 ¿No son las palabras 
que proclamó Yave por mano de 
los profetas primeros, cuando Jeru- 
salén estaba habitada y tranquila, 
y habitadas las ciudades de en derre¬ 
dor suyo y la eampiña? 

8 Y fué palabra de Yave a Zaca¬ 
rías, diciendo: 9 Así habla y dice 
Yave Sebaot: Juzgad conforme a 
verdad, practicad la benevolencia y 
la misericordia hacia vuestro pró¬ 
jimo; 10 no oprimáis a la viuda, al 
huérfano, al extranjero y al pobre; 
no maquinéis el mal en vuestros 
corazones ei uno contra el otro. 
11 Pero no quisieron atender, y se 
hicieron hombres rebeldes y endure¬ 
cieron sus oídos para no oír. 12 Se 
hicieron un corazón duro como el 
diamante, para no escuchar las ense¬ 
ñanzas y las palabras que Yave Se¬ 
baot les mandaba por medio de los 
profetas primeros, y estalló la gran 
indignación de Yave Sebaot; 13 y 
y sucedió que así como él los llamaba 
y ellos no quisieron oírle, llamaron 
luego ellos y él no los oyó, dice Yave 
Sebaot, 14 y los dispersé entre todas 
las gentes que ellos no conocían, y 
tras ellos quedó la tierra devastada, 
hasta no haber quien fuese ni viniese 
y tomaron en desierto la tierra delei¬ 
tosa. 


Aiuór de Vavc por el pueblo y 
prometan de unlml. 

O 1 Y fué palabra de Yave Sebaot, 
diciendo: 2 Así habla Yave Sebaot: 
Yo siento por Sión un amor extre¬ 
mado y nu extremado celo. 3 Así 
habla Yave Sebaot: Yo me he vuelto 
hacía Sión y habitaré en Jerusalén, 
y Jerusalén será llamada la ciudad 
fiel, y el monte de Yave Sebaot, el 
monte santo. 4 Así dice Yave Sebaot: 
Aún se sentarán en las plazas de 
Jerusalén viejos y viejas, que por los 


muchos años llevarán en la mano su 
báeulo. 5 Y las ealles de la ciudad 
estarán llenas de muehaehos y mu¬ 
chachas, .que jugarán en ellas. 8 Así 
dice Yave Sebaot: Si esto es difícil 
a los ojos del resto de su pueblo en 
estos días, ¿lo será también a los 
ojos de Yave?, diee Yave Sebaot. 

7 Así habla Yave Sebaot: Yo sal¬ 
varé a mi pueblo de la tierra de 
levante y de la tierra de poniente, 
8 y los traeré y habitarán en Jerusalén, 
y ellos serán mi pueblo y yo seré 
su Dios en verdad y en justicia. 

9 Así habla Yave Sebaot: Esfuér¬ 
cense vuestras manos, vosotros los 
que en estos días oís las palabras de 
los profetas del tiempo en que fué 
cimentada la casa de Yave, para que 
el templo sea reconstruido; 10 porque 
antes de ese tiempo no había ni 
para pagar a los hombres ni para 
pagar por las bestias, ni paz alguna 
para el que entraba o salía, a causa 
del enemigo. Yo había lanzado a los 
hombres unos contra otros. 11 Pero 
ahora yo no soy ya lo que era en 
otro tiempo, para el resto de este 
pueblo. 12 Son la simiente de la paz. 
La vid dará su fruto y dará la tierra 
su rendimiento y el cielo su rocío, 
V yo pondré al resto de este pueblo 
en posesión de todo esto. 13 Y así 
cómo fuisteis la maldición de las 
gentes, joh casa de Judá y casa de 
Israelí, así yo os salvaré y seréis 
bendición. 

No temáis y que se esfuercen vues¬ 
tros brazos; 14 Porque así dice Yave 
Sebaot: Como pensé en haceros mal 
cuando vuestros padres me provo¬ 
caron a ira, dice Yave Sebaot, y no 
me arrepentí, 18 así volviéndome, he 
pensado en hacer bien a la casa de 
Judá y a Jerusalén en estos días; 
uo temáis. 16 He aquí lo que vosotros 
habéis de hacer: Hablar cada eual 
verdad a su prójimo, juzgar en vues¬ 
tras puertas juicios de salud, 17 no 
maquinar nadie en su corazón el 
mal de su prójimo, ni jurar en falso, 
porque todas estas cosas me son 
abominables, dice Yave. 

18 Fuéme dirigida palabra de Yave 
Sebaot, diciendo: 19 Así dice Yave 
Sebaot: El ayuno del cuarto y el 
ayuno del quinto y el ayuno del 
séptimo y ei ayuno del décimo, se 
tornarán para la casa de Judá en 
gozo y regocijo y en festivas solem¬ 
nidades: Amad, pues, la paz y la 
verdad. 






ZACARÍAS, 9, 10 


Sil 


La vocación de las {/entes. 

f0 Así dice Yave Sebaot: Aún 
vendrán pueblos y moradores de 
muchas ciudades, 21 y los morado¬ 
res de la una irán a ios moradores 
de la otra, y les dirán: Vamos a implo¬ 
rar el favor de Yave, y a buscar a 
Yave Sebaot; yo también voy. 22 Y 
vendrán muchos pueblos y fuertes 
naciones a Jerusalén a buscar a 
Yave Sebaot y a implorar el favor 
de Yave; 23 Así dice Yave Sebaot: 
En aquellos días diez hombres de 
todas las lenguas de las gentes coge¬ 
rán de la falda a un judío, dicién- 
dole: Nos vamos con vosotros, por¬ 
que hemos oído que con vosotros 
está Dios. 


Destrucción de los enemigos. 

() 1 Oráculo. Palabra de Yave. 

2 En la tierra de Hadrac y de 
Damasco será su morada, porque de 
Yave son las ciudades de Aram y 
todas las tribus de Israel. 2 Hamar 
será también comprendida en el terri¬ 
torio de éste, así como Tiro y Sidón, 
que son tan sabias. 3 Bien que Tiro 
se alzó baluartes y amontonó la 
plata como polvo y el oro como el 
polvo de las calles, 4 el Señor la 
conquistará, y aplastará en el mar 
su fortaleza y quedará consumida 
por el fuego. 5 Al ver esto se aterrará 
Ascalón, Gaza estará en extremado 
dolor, lo mismo que Ascalón, porque 
sus esperanzas fallaron. 

No habrá ya rey en Gaza, y Acarón 
no será ya habitada. En Azoto 
habitará el extranjero 7 c y Acarón 
tendrá la suerte del jebuseo; 6 b Yo 
abatiré la soberbia de los filisteos, 
7 ab y les quitaré de la boca sus san¬ 
gres y de entre los dientes sus abo¬ 
minaciones, y serán también un 
resto perteneciente a nuestro Dios, 
y como una familia de Judá. 8 Yo 
pondré en mi casa guarnición de 
yentes y vinientes y no marchará ya 
opresor alguno contra ellos, porque 
ahora velaré yo con mis ojos. 

El Rey manso y pacífico. 

8 Alégrate con alegría grande, hija 
de Sión. Salta de júbilo, hija de Jeru¬ 
salén. Mira que viene a ti tu rey. 
Justo y salvador, humilde, montado 


en un asno, en un pollino hijo de 
asna (1). 10 j Extirpará los carros 
de guerra de Efraím y los caballos 
en Jerusalén, y será roto el arco de 
guerra y promulgará a las gentes 
la paz, y será de mar a mar su seño¬ 
ría, y desde el río hasta los confines 
de la tierra. 

11 Mas cuanto a ti, por la sang<re 
será consagrada tu alianza. Yo he 
sacado a tus cautivos del baño. 

12 Tus cautivos han vuelto a la for¬ 
taleza llenos de esperanzas, y yo te 
restituiré hoy la gloria al duplo. 

13 Porque he tendido para mí el arco 
de Efraím y blandiré a tus hijos, 
joh Sión!, contra tus hijos, ¡oh Javán!, 
y me serviré de ellos como de espada 
de héroe. 14 Y se hará ver sobre ellos 
Yave, y lanzará sus dardos como 
rayos y sonará el Señor Yave la 
trompeta y marchará como los tor¬ 
bellinos del austro. 15 Yave Sebaot 
los protegerá y las piedras de la 
honda devorarán la carne y beberán 
la sangre como se bebe el vino; 
quedarán llenas como vaso de liba¬ 
ción y como cuerno de altar; 16 y 
los salvará Yave Sebaot aquel día. 
Mi pueblo es como rebaño que por 
falta de custodia se dispersó por mi 
tierra. 17 ¡Qué ricos son! ¡Qué hermosos 
son, el trigo que nutre a los mance¬ 
bos y el vino que nutre a las doncellas! 

10 1 Pedid a Yave la lluvia a su 

tiempo, que es Yave el Hace¬ 
dor de cuanto se mueve y el que 
dispensa la lluvia abundante y a 
cada uno la verdura de los campos, 
2 porque los terafím dieron vanos 
oráculos y los adivinos tuvieron 
mentirosas visiones, y no son más 
que sueños vacíos lo que dicen V 
consuelos vanos los que prodigan. 

3 Por eso se encendió mi cólera 
contra los pastores, y castigué a los 
machos cabríos: pero Yave Sebaot 
visitará su rebaño, la casa de Judá, 
y hará de él como su caballo de vic¬ 
toria en el combate: 4 y a su orden 
saldrá la tropa, y los gastadores y 
los jefes y todos juntos se pondrán 
en campaña. 5 Serán como héroes 


(i) Después de anunciar el castigo de los 
puetlos vecinos de Judá, can la que éste que¬ 
dará libre de sus opresores, nos habla de la apa¬ 
rición de un rey pacífico, que conver.irá en ins¬ 
trumentos de paz todos los instrumentos de gue¬ 
rra: Jesucristo, para más llamar la atención de 
los judíos sobre el vaticinio mesiánico, quiso 
cumplirlo materialmente el día de Ramos. 







X12 


ZACARÍAS, 11 


que pisan el lodo de los campos en 
ei combate; combatirán, porque eon 
ellos está Yave, y derrotarán a los 
que cabalgan sobre caballos. 

6 Yo fortaleceré a la casa de Judá 
y salvaré a la casa de José, y los 
estableceré, porque los amo, y será 
como cuando no los había rechazado; 
porque yo, Yave, soy su Dios y los 
escuchare. 7 Los de Efraím serán 
como héroes y su corazón estará 
alegre como se alegran con el vino; 
sus hijos lo verán y se gozarán y su 
corazón se regocijará en Yave. 8 Yo 
les silbaré y los reuniré, porque los 
he rescatado y se multiplicarán sin 
cesar; 9 y aunque dispersos entre las 
gentes, lejos se acordarán de mí v 
vivirán así como sus hijos, y vol¬ 
verán. 10 Yo los reconduciré * de la 
tierra de Egipto y los reuniré de 
Asur y los traeré a la tierra de Oalad 
y del Líbano, y no les bastará. 11 Tan 
estrechos estarán, que pasarán el mar 
y en el mar herirán las olas y secarán 
las profundidades de los ríos, y será 
abatida la soberbia de Asur,~ y el 
Egipto perderá sn cetro. 12 Yo los 
fortaleceré en Yave y ellos marcha¬ 
rán en su nombre, dice Yave. 

n 1 Abre, Líbano, tus puertas, 
que el fuego devora tus cedros. 
Gime, ciprés, porque ha caído el 
cedro, porque son abatidos los pode¬ 
rosos, 2 Gemid, encinas de Basáu, 
porque es destruido el bosque impe¬ 
netrable (1). 

3 Oycnsc lamentos de pastores por 
la ruina de sus riquezas: rugidos de 
leones, por la ruina de la gloria del 
Jordán. 4 Así dice Yave, mi Dios: 
Sé pastor del rebaño para el matadero; 
5 que el comprador mate impune¬ 
mente y el vendedor diga: ]Bendito 
Yave, que me ha enriquecido!, sin 
que los pastores tengan piedad; 6 por¬ 
que no tendré yo piedad de los mora¬ 
dores de la tierra, dice Yave; porque 
yo mismo entregaré a las gentes, 


(i) Este capítulo parece una inirada retros¬ 
pectiva a la historia de Judá. Yave, que como 
Dios de Israel es su pastor rtiayoral, se había 
escogido tres pastores, que no habían respon¬ 
dido al encargo recibido, como tampoco el 
rebaño indócil, Yave declara que está cansado 
de su oficio; quiere dejar ir al rebaño por el 
camino que desee, y pide su salario. Le ofrecen 
jo sidos, que él arroja con despecho de verse 
apreciado en tan vil precio. Los evangelistas 
aplican el trato a la venta de Jesús por Judas. 


cada uno en manos de su pastor y 
en las manos de su vendedor, y éstos 
oprimirán la tierra y yo no la libraré 
de sus manos. 

7 Híceme, pues, pastor del rebaño 
de la matanza, para los compradores 
del rebaño; y tomé dos cayados, 
dando al uno por nombre «benevo¬ 
lencia» y al otro «reunión», y me 
puse a apacentar el rebaño. 8 En un 
mes hice matar a los tres pastores. 
Entonces tomé aversión al rebaño, 
que también por su parte estaba 
cansado de mí, 9 y dije: no os apa¬ 
centaré ya más: la que muera, que 
muera; la que se pierda, que se 
pierda, y las que queden, que se 
coman linas a otras. 

10 Tomé luego mi cayado «bene¬ 
volencia» y lo rompí, para deshacer 
el pacto que había concertado con 
todos los pueblos; 11 y quedó des¬ 
hecho en ese día, y los mercaderes 
del rebaño, que me tenían a sueldo, 
conocieron que aquello era cosa de 
Yave. 13 Yo les dije: Si queréis, 
dadme mi salario, y si no, dejadlo. 
Y me pesaron mi' salario, treinta 
monedas de plata. 13 Y Yave me dijo: 
Tira al alfarero el rumboso precio 
en que te han apreciado. Y tomando 
las treinta monedas de plata, se las 
tiré al alfarero en su alfarería. 

14 Rompí luego el otro cayado 
«reunión», 'para romper la herman¬ 
dad entre Judá e Israel. 15 Y Yave 
me dijo: Hazte también el pastor 
insensato, porque voy a poner vo 
en la tierra un pastor (pie no se cui¬ 
dará de que desaparezcan y no bus¬ 
cará a las descarriadas ni curará a 
las heridas ni alimentará a las fuertes, 
pero se comerá a las gordas v les 
romperá las uñas. 

18 ¡Ay del pastor inútil, que aban¬ 
dona al rebaño! Hiera la espada sn 
brazo y su ojo derecho, y que se 
seque del todo su brazo y quede 
ciego su ojo derecho (1). 

[13] 7 Alzate, espada, contra el 
pastor, contra el hombre de mi com¬ 
pañía, dice Yave Sebaot. J Ti ere al 
pastor y que se disperso el rebaño, 
y yo volveré mi mano sobre los pe¬ 
queños. 8 V en toda la tierra, dice 
Yave, serán exterminados los dos 
lereios y perecerán, pero será pre¬ 
servado un tercio. 9 Y yo pondré 


(i) Incluimos aquí los versículos 7-9 del 
capítulo 1 3, por p.ucccr este su fugar y esi.u 
fuera de contexto donde en el lexio se hallan. 








ZACARIAS, 12, 13, 14 


813 


al fuego este tercio, y le fundiré 
como se funde la plata, y le acriso¬ 
laré como se acrisola el oro, e invo¬ 
cará mi nombre y yo le escucharé. 
Yo diré: Este es mi pueblo, y él 
dirá: Ya ve es mi Dios. 


Jerusalén, cáliz de vértigo para 
los pueblos, 

iO 1 Oráculo. Palabras de Yave sobre 
Israel (1). Palabra de Yave, 
que tiende los cielos, funda la tierra 
y la forma el aliento del hombre 
dentro de él. 

2 He aquí que voy a hacer de 
Jerusalén un cáliz de vértigo para 
todos los pueblos de en derredor. 
También para Judá habrá angustia 
que estrechará a Jerusalén. 3 Aquel 
día será Jerusalén piedra pesada para 
todos los pueblos, y cuantos con ella 
carguen se harán cortaduras, y se 
reunirán contra ella todas las gentes 
de la tierra. 4 Aquel día, dice Yave, 
yo heriré de terror a los caballos y 
de locura a los jinetes; abriré los 
ojos sobre la casa de Judá, y a todos 
los caballos de las gentes los heriré 
de ceguera. 5 Entonces se dirán los 
jefes de Judá: La fuerza de los habi¬ 
tantes de Jerusalén está en Yave 
Sebaot, su Dios. 

6 Aquel día haré de los jefes de 
Judá como brasero encendido en 
medio de la leña, y como antorcha 
ardiendo en medio de los haces, que 
consumirá a diestro y siniestro a 
todos los pueblos de en derredor, y 
Jerusalén será de nuevo habitada en 
su lugar, en Jerusalén; 7 y salvará 
Yave primero las tiendas de Judá, 
para que no se enorgullezcan contra 
Judá la casa de David y los habitan¬ 
tes de Jerusalén. 8 Aquel día alzará 
Yave un baluarte en torno de los 
moradores de Jerusalén, y la casa 
de David será como Dios, como el 
ángel de Yave ante ellos. 


(i) Es éste un capítulo oscuro, en parte por 
falta de contexto en el conjunto de los cuatro 
vaticinios, y en parte por el lenguaje especial. En 
el versículo 9 y sig.. Dios promete derramar espí¬ 
ritu de gracia y oración sobre la casa de David 
y los habitantes de Jerusalén, para que miren al 
que han traspasado y le lloren como se llora la 
muerte de un hijo único. Las palabras del pro¬ 
feta traen a la mente a Jesucristo camino del 
Calvario, llorado por las mujeres de Jerusalén y 
compadecido por cuantos le reconocieron como 
su Redentor. 


9 Aquel día me pondré yo a destruir 
a todas las gentes que vinieron contra 
Jerusalén, 10 y derramaré sobre la 
casa de David y sobre los moradores 
de Jerusalén un espíritu de gracia y 
de oración, y alzarán sus ojos a mí; 
y a aquel a quien traspasaron le 
llorarán como se llora al unigénito, 
y se lamentarán por él como se la¬ 
menta por el primogénito. 11 Habrá 
aquel día gran llanto en Jerusalén, 
como el llanto de Rimón en el valle 
de Migrón. 12 Se lamentará la tierra, 
linaje por linaje; el linaje de la casa 
de David aparte y sus mujeres aparte; 
el linaje de la casa de Natán aparte 
y sus mujeres aparte; 13 el linaje 
de la casa de Leví aparte y sus muje¬ 
res aparte; el linaje de Semei aparte 
y sus mujeres aparte; 14 y todos los 
otros linajes cada uno aparte y sus 
mujeres aparte. 

1 Q 1 Aquel día habrá una fuente 
1 abierta para la casa de David, 
y para los habitantes de Jerusalén 
para la purificación del pecado y de 
la inmundicia; 2 y aquel día, dice 
Yave, extirparé de la tierra los nom¬ 
bres de los ídolos, que no serán más 
recordados, y haré desaparecer a los 
profetas y el espíritu impuro. 3 Y 
cuando alguno se ponga a profetizar, 
le dirán su padre y su madre, los 
que le engendraron: No vivirás, por¬ 
que has hablado, mentira en nombre 
de Yave; y el padre y la madre, los 
que le engendraron, le traspasarán 
cuando se ponga a hablar a lo pro¬ 
feta. 

4 Aquel día se avergonzarán de 
sus visiones de cuando profetizaban 
todos los profetas y no se vestirán 
más el manto peludo para mentir. 
5 Un tal dirá: Yo no soy profeta, soy 
labrador del campo y un labrador 
me asoldó desde mi mocedad. 6 Y 
le dirán: Pues entonces, ¿qué heri¬ 
das son ésas que llevas en las manos? 
Y él responderá: Son heridas que 
me hicieron en la casa de amigos 
míos. 


Juicio de las gentes y santifica¬ 
ción de Jerusalén. 

i A 1 Mira, viene el día de Yave, 
1 y en medio de ti se repartirán 
tus despojos. 2 Porque yo reuniré 
a todas las gentes en batalla contra 
Jerusalén, y será tomada la ciudad 










814 


ZACARÍAS, 14 


y saqueadas las casas y violadas las 
mujeres, y la mitad de la ciudad irá 
al cautiverio, pero el resto del pueblo 
no será exterminado. 3 Luego se 
pondrá en campaña Ya ve y combatirá 
a esas naciones como se combate 
el día de la batalla, al tiempo de la 
guerra. 4 Afirmaránse aquel día sus 
pies sobre el monte de los olivos, 
que está frente a Jcrusalén, al lado 
de levante; y el monte de los olivos 
se partirá por en medio, de levante 
a poniente, con un gran valle; y la 
mitad del monte se echará al norte 
y la otra mitad al mediodía, 6 y 
huiréis por el valle de mis montes, 
porque el valle de los montes llegará 
hasta el lugar donde yo os salvare. 
Huiréis como huisteis cuando el terre¬ 
moto de los tiempos de Ozías, rey 
de Judá, y vendrá entonces Ya ve, 
mi Dios, y eon él todos sus santos. 

6 En aquel día no se distinguirá 
el brillo de las piedras preciosas. 

7 Será único ese día, conocido de 
Yavc. No habrá va día y noche, de 
noche habrá clara luz. 8 En esc día 
manarán de Jcrusalén aguas vivas, 
la mitad hacia el mar de occidente, 
lo mismo en verano que en invierno. 
9 Y reinará Yavc sobre la tierra 
toda y Yavc será único, y único 
su nombre. 10 Y la tierra toda se 
convertirá en llano, desde Cucha 
hasta Rimón del sur, y Jcrusalén , 
será enaltecida y habitada en su 
lugar, desde la puerta de Benjamín 
hasta el lugar de la antigua puerta, 
la puerta de las torrecillas, y desde 
la torre de Hananel hasta los lagares 
del rey. 11 Y morarán en ella, y ya 
nunca más será anatema y morarán 
en seguridad. 

^ 12 He aquí la plaga con que herirá 
Ya ve a todos los pueblos que com¬ 
batieron a Jcrusalén: Sus carnes se 
corromperán mientras están en pie, 
se consumirán en las cuencas sus 


ojos, y su lengua se les deshará en 
la boca. 13 Habrá aquel día de parte 
de Yave gran perturbación entre 
ellos, y cogerá cada uno de la mano 
a su vecino, y le dará a este la suya. 
11 Y Judá estará aquel día en gran 
festín, y se reunirán allí las riquezas 
de todas las gentes de en derredor, 
oro, plata y vestidos en grandísima 
abundancia. 15 Y parecida a ésta 
será la plaga que herirá a caballos, 
mulos, camellos y asnos y a todas 
las bestias que hubiere en aquellos 
campos. 

16 Y todos cuantos quedaren de las 
gentes que vinieron contra Jerusa- 
lén, sub.rán cada año a adorar al 
Rey, Yave Sebaot, y a celebrar la 
fiesta de los tabernáculos (1). 
17 Y aquellos que de las gentes de la 
tierra no vengan a Jerusalén a adorar 
al Rey, Yavc Sebaot, no vendrá 
sobre ellos la lluvia. 

18 Y si la gente de Egipto no sube 
y no viene, sobre ella se abatirá 
la plaga con que herirá Yave a las 
gentes que no suban a celebrar la 
fiesta de los tabernáculos. 19 Tal será 
la expiación de Egipto y la expiación 
de todas las gentes que no suban a 
celebrar la fiesta de los tabernáculos. 
20 En aquellos días escribirán en 
sartenes y ollas: «Consagrado a Yave»; 
y las ollas de la casa de Yave serán 
como vasos de aspersión delante 
del altar. 21 Toda olla en Judá y en 
Jcrusalén estará consagrada a Yavc 
Sebaot, y cuantos sacrifiquen vendrán 
y las tomarán y cocerán en-ellas, y 
no habrá aquel día más mercader 
en la casa de Yave Sebaot. 


(i) Este capítulo tiene un carlc’er escatoíá- 
gico y, por tamo, oscuro. Las n iciones se reúnen 
Para luchar contra Jerusalén; pera el Señor la 
defiende y las naciones quedan aniquiladas. Los 
restos se convertirán a Dios y vendrán a Jeru- 
salén a celebrar las fiesras del Señor. Jesusalén 
qjedari hecha centro de la religión verdadera 


INTRODUCCION AL LIBRO DE MALAQUIAS 


f//F/0 Malaquias bástanle después de los dos profetas anteriores, cuando 
el templo estaba ya reedifícalo y lis sacerdotes habían caído de s't primer 
fervor , pues ofrecían víctimas v¡les t muestra del poco aprecio que hacían de Dios 
y de su culto. De cslo t sobre lodo f les reprende el profeta , tomando de aquí oca - 










MALAQUÍAS. 1 2 


815 


sión para vaticinar el reino mesiánico con el nuevo sacrificio qut a Dios se 
ofrecerá , no sólo en Jervsalen, sino en todas partes y pues en todas será conocido 
y ensalzado el nombre del Señor (2, 11). Las últimas palabras de Malaquías 
anuncian la venida de Elias, como pregonero del día del Señor (1, 5). El Sal¬ 
vador nos dice que semejante vaticinio se cumplió en el Bautista (Mt. 17> 10 
sigs; cfr. Le. 1 , 17). 


MALAQUIAS 


Kl amor de Dios a su * puebla. 

1 1 Oráculo. Palabra de Yave a 
Israel por medio de Malaquías. 

2 Yo es he amado, dice Yave. Y vos¬ 
otros decís: ¿En qué nos has amadr ? 

¿Esaú no es hermano de Jacob?, 
dice Yave. Y yo he amado a Jacob, 

3 mientras que he detestado a Esaú 

y he hecho de sus montañas campo 
de devastación y de su heredad pas¬ 
tizales de desierto (1). 4 * Y si 

Edom dice: Hemos sido aplastados, 
pero nos reconstruiremes las ruinas; 
así dice Yave Sebaot: Ellos recons¬ 
truirán, pero yo destruiré. Y les 
llamarán tierra de impiedad y pueblo 
contra el que se initó para siempre 
Yave. 6 Vuestros ojos lo verán y 
diréis: Es grande Yave, aun más 
allá de su territorio. 

6 El hijo honra a su padre, y el sier¬ 
vo teme a su señor. Pues si yo soy 
padre, ¿dónde está mi honra? Si 
yo soy Señor, ¿dónde está mi tcm >r?, 
dice Yave Sebaot a vosotros, sacer¬ 
dotes, que menospreciáis mi nombre. 

Y decís: ¿En qué menospreciamos tu 
nombre? 7 Ofrecéis en mi altar pan 
inmundo y decís: ¿En qué lo hemos 
hecho inmundo? En decir: La mesa 
de YaVc es despreciable. 8 Y ofrecer 
en sacrificio lo ciego, ¿no es malo? 

Y ofrecer lo cojo o lo enfermo, ¿no es 
malo? Anda, haz presente de ello 
a tu gobernador, a ver si se complace 
en él y le será grato, dice Yave 
Sebaot. 

0 Buscad, pues, el favor de Dios 
para que él os sea propicio. Eso es 


(i) Estas palabras sobre el amor de Jacob y 
el odio de Esau son una clara alusión a la bendi¬ 
ción de lsac sobre los hijos. En ella mostró Dios 
que la heredad mesiánica y, en general, la gracia 
divina, no depende de la carne o de la sangre, 
sino de la libre elección de Dios. 


lo que vosotros hacéis; ¿le seréis, 
pues, gratos?, dice Yave Sebaot. 
10 jOh, si alguno de vosotros cerrara 
las puertas y no cnccndiérais en vano 
el fuego en mi altar! No tengo en 
vosotros complacencia alguna, dice 
Yave Sebaot, no me son gratas las 
ofrendas de vuestras manos. 

El sacriiioio <1«» la nueva ley. 

11 Desde el orto del sol hasta el 
ocaso es grande mi nombre entre 
las gentes y en todo lugar se ofrece 
a mi nombre un sacrificio humeante 
y una oblación pura, porque grande 
es mi nombre entre las gentes, dice 
Yave Sebaot (1). 12 Pero vosotros 
lo profanáis, diciendo: jLa mesa de 
Yave es inmunda, y despreciable lo 
que de ella proviene! 13 Y aun decís: 
¡Oh, qué fastidio!, y la despreciáis y 
ofrecéis lo mutilado, lo cojo, lo en¬ 
fermo, lo ofrecéis en sacrificio. ¿Voy 
a complacerme yo en el de vuestras 
manos? 14 jMaldito el fraudulento, 
que teniendo en el rebaño machos y 
habiendo hecho un voto, sacrifica 
al Señor lo estropeado! Porque yo 
soy rey grande, dice Yave Sebaot, 
y mi nombre es temible entre las 
gentes. 

Conmiiutrmn :i los sacerdote. 

^2 1 Para vosotros, pues, jol\ sacer¬ 

dotes!, este decreto: 2 * Si vosotros 
no escucháis y decidís de corazón 


(i) Los sacerdotes leviticos tienen en poca 

estima el culto divino. En caságo, Dios les anun¬ 

cia la pérdida de su privilegio y del prí/ilegio 

de Jerjsalén. Vendrá dia en que en toio lugnr 

se ofrecerá al Señor un sacrificio puro, el de Je¬ 

sucristo, renovado en toda la redondez de la 

tierra. 










«ltí 


MALAQUlAS, 3 


dar gloria a mi nombre, dice Yave 
Sebaot, yo mandaré sobre vosotros 
la maldición, y haré maldición de 
vuestra bendición, y aun la he hecho 
ya maldición, porque vosotros no os 
decidís de corazón. 3 Por eso yo os 
quebrantaré el brazo, y os echaré 
al rostro la inmundicia, la basura 
de vuestras solemnidades, y seréis 
echados donde se echa ella. 

4 Y sabréis que yo he dado este 
decreto, para que sea real mi pacto 
con Leví, dice Yave Sebaot. 5 Mi 
pacto con él fué, «vida» y «paz» 
y se las di; «temor», y él me temió, 
y ante mi nombre se llenaba de temor. 

6 Tuvo en su boca doctrina de verdad, 
y no había iniquidad en sus labios; 
anduvo conmigo en integridad y rec¬ 
titud, y apartó del mal' a muchos; 

7 pues los labios del sacerdote han 
de {guardar la sabiduría y de su boca 
ha de salir la doctrina, porque es un 
enviado de Yave Sebaot. 8 Pero 
vosotros os habéis apartado del ca¬ 
mino, y habéis hecho tropezar a 
muchos en la ley, y habéis pervertido 
el pacto de Leví, dice Yave Se¬ 
baot. 

9 Por tanto, también yo os he 
hecho a vosotros despreciables y viles 
para todo el pueblo a la medida en 
que vosotros no habéis seguido mis 
caminos, ni habéis tenido en cuenta 
la ley. 10 ¿No tenemos todos un padre? 
¿No nos lia criado a todos un Dios? 
¿Por qué, pues, obrar pérfidamente 
unos con otros, quebrantar el pacto 
de nuestros padres? 

Abominaciones del pueblo. 

11 Perdido está Judá, y en Israel 
y en Jerusalén se comete la abomi¬ 
nación, pues Judá profana las cosas 
consagradas a Yave, lo que él ama, 
casándose con hijas de un dios ex¬ 
traño. 12 Quiera Yave, a quien tal 
hace, privarle de testigo y defensor 
en las tiendas de Jacob, y de quien 
haga por él ofrenda de sacrificio a 
Yave Sebaot. 

13 Y ved otra cosa más que hacéis. 
Dañáis el altar de Yave de lágrimas, 
llantos y gemidos, porque no atiende 
a la ofrenda y no acepta de vuestras 
manos nada grato; 14 y preguntáis: 
¿Por qué? Porque Yave toma la 
defensa de la esposa de tu juventud, 
a la que has sido desleal, siendo ella 
tu compañera y la esposa de tu alianza 


matrimonial. 15 ¡Pues quél ¿No los 
hizo él para ser uno solo, que tiene 
su carne y su vida? Y este único ¿para 
qué? Para una posteridad para Dios. 
Cuidad, pues, de vuestra vida, y no 
seas'infiel a la esposa de tu juventud. 

16 El que por aversión repudia, 
dice Yave, Dios de . Israel, se cubre 
de injusticia por encima de sus ves¬ 
tidos, dice Yave Sebaot. Cuidad, 
pues, de vuestra vida y no seáis 
desleales. 17 Sois pesados a Yave con 
vuestras palabras. Decís: ¿En qué 
le somos pesados? En decir: El que 
hace el mal es grato a Yave, y en 
ellos se complace. Si no, ¿dónde está 
el Dios justo? 

El ángel precursor. 


O 1 Pues he aquí que voy a enviar 
a mi mensajero, que preparará 
el camino delante de mí, y luego 
en seguida vendrá a su templo el 
Señor a quien buscáis, y el ángel 
de la alianza que deseáis (1). 
Ved que viene, dice Yave Sebaot, 2 y 
¿quién podrá soportar el día de su 
venida? ¿Quién podrá mantenerse 
firme cuando aparezca? Porque será 
como fuego fundido y como lejía de 
batanero, 3 y se pondrá a fundir y 
depurar la plata y a purgar a los 
hijos de Leví, y Tos depurará como 
se depura el oro y la plata, para que 
ofrezcan a Yave sacrificio de justicia. 
4 Y entonces agradará a Yave el 
sacrificio de Judá y de Jerusalén, 
como en los días pasados y como en 
los años antiguos. 6 Y vendré con 
vosotros a juicio, y seré juez pronto 
contra los hechiceros y contra los 
adúlteros, y contra los perjuros, y 
contra los que oprimen al jornalero 
y a la viuda y al huérfano, y agravian 
al extranjero, sin temor de mí, dice 
Yave Sebaot. 

6 Porque yo, Yave, no me he mu¬ 
dado, y vosotros, hijos de Jacob, 
no habéis cesado. 7 Desde los días 
de vuestros padres os habéis apar¬ 
tado de mis leyes; no las habéis guar¬ 
dado. Volveos vosotros a mí y vo 


(i) En la salida de Egipto y viaie por el 

desierto. Dios mandó ante Israel a un ángel para 
que le condujese: aquí un ángel precederá como 
heraldo la venida del Señor, que vendrá a su 
templo a hacer juicio en sus sacerdotes y puri¬ 
ficarlos, pasándolos por el crisol. Entonces sus 
sacrificios le serán gratos. Los evangelistas apli¬ 
can el pasaje al Precursor. 






MALAQUÍAS, 3 


SI 7 


me volveré a vosotros, dice Ya ve 
Sebaot. Pero vosotros decís: ¿En 
qué hemos de volvernos? (i) * * * * * * 8 ¿Puede el 
hombre robar a Dios? Pues vosotros 
me estáis robando, y decís: ¿En qué 
te robamos? ¡En los diezmos y las 
primicias! 9 * Malditos seréis de mal-: 
dición; porque vosotros me estáis 
robando; el pueblo todo me roba. 
10 Traed íntegramente los diezmos al 
alfolí, para que haya alimentos en 
mi casa, y probadme en esto, dice 
Ya ve Sebaot, a ver si no abro yo 
luego las puertas del cielo y no de¬ 
rramo sobre vosotros la bendición, 
aún jnás de lo justo; 11 e impediré 
que la langosta os aflija devorando 
los frutos de la tierra, y las viñas de 
los campos no os serán estériles, 
dice Yave Sebaot. 12 Todas las gentes 
os llamarán dichosos, porque seréis 
una tierra de delicias, dice Yave 
Sebaot (1). 

13 Vuestras palabras contra mí son 
insoportables, dice Yave. Y decís: 
¿Qué hemos hablado contra ti? 14 De¬ 
cís: Por demás es servir a Dios: 
¿Qué aprovecha servirle y guardar 
su ley y afligirnos en presencia de 
Yave Sebaot? 15 Bien dichosos son 
los soberbios, y son prosperados los 
impíos, y aunque tientan a Dios, 
escapan. 16 He ahí lo que unos a 
otros se dicen, los que temen a Yave. 
Y r ave lo ha oído, ha puesto atención 
y se ha presentado ante él un escrito 
en favor de los que temen a Yave 
e invocan su nombre. 17 Serán ellos 
para mí, dice Yave Sebaot, el día 
en que yo me ponga a hacer, pose¬ 
sión propia, y me llenaré de indul¬ 
gencia hacia ellos, como indulgente 
es uno para el hijo que le sirve. 

18 Entonces mudaréis de parecer, 


"v echaréis de ver la diferencia entre 
el justo y el malvado, entre el que 
sirve a Dios y el que no le sirve. 

I El día de Yave. 

¿ • 

, 19 Porque ved que viene el día, ar¬ 
diente como horno, y serán entonces 
los soberbios y. los obradores de la 
maldad la paja, y el día que \iene 
le prenderá fuego, dice Yave Sebaot, 
sin dejar ni raíz ¿ti rama. 20 Mas para 
vosotros, los que teméis mi nombre, 
se alzará un sol de justicia, que traerá 
en sus alas la salvación, y saldréis 
y saltaréis como terneros que salen 
del establo; 21 y pisotearéis a los mal¬ 
vados, que serán como polvo bajo la 
planta de vuestros pies, el día en 
en que yo me pondré a hacer, dice 
Yave Sebaot. 

^Elías, heraldo del gran día de 
Yave. 

22 Acordaos de la ley de Moisés, 
mi siervo, a quien di yo en Horeb 
preceptos y mandatos para todo 
Israel (1). 23 Ved que yo mandaré 
a Elias, el profeta, antes que venga 
el día de Yave, grande y terrible. 
24 El convertirá el corazón de los 
padres a los hijos y el corazón de los 
hijos a los padres, no venga yo a dar 
la tierra toda al anatema. 


(i) Estos Versículos no parecen tener cone¬ 

xión con los que preceden, y faltando el contex¬ 

to» no pueden menos de ser oscuros. Se anun¬ 

cia el día del Señor, día grande y terrible; es 

decir, el día del juicio divino, que no quiere 

decir que sea el juicio último. Elias, el represen¬ 

tante de los profetas, vendrá como heraldo a pre¬ 

parar el pueblo para tan gran suceso por medio 

de la reconciliación de las familias, con que éstas 

evitarán ser dadas al anatema. El ángel aplica 

estas palabras ai Precursor, cuando anuncia al 

padre el nacimiento del niño (Luc. i, 17). 


(1) Después de predecir el castigo de los im¬ 
píos, anuncia el profeta la salud mesiánica. 


52 













i * i 





INTRODUCCION GENERAL A LOS LIBROS 
SAPIENCIALES 


TENEMOS que empezar por explicar lo que es la sabiduría para los 

hebreos. No es, como para Aristóteles, la ciencia de las últimas causas, 
sino cierta agudeza y prontitud de ingenio para hallar una salida en casos 
apurados. Tal era la sabiduría de la mujer de Tecua (II Sam, 14, 2 ss.), 
de la mujer de Abel (Ibid., 20, 16 ss,) y la de Salomón (I Rcg. 3, 12 ss.). 
Análoga a esta es la agudeza para hallar sólución a los enigmas y acertijos 
de que tanto gustaban los orientales. Vcase en Juec. 14, 10 ss. el enigma de 
Sansón a los filisteos, y en I Reg. 10, 3 ss. los de Salomón y la reina de Saba. 

Extiéndese esta sabiduría a la observación de la naturaleza, de los ins¬ 
tintos de los animales, del obrar del hombre, para sacar de todo esto enseñanzas 
útiles a la dirección de la vida humana; pues Dios al crear las cosas había derra¬ 
mado en ellas los tesoros de su sabiduría. Pero más que en la naturaleza, depo¬ 
sitó Dios su sabiduría en la ley, que al decir de Moisés viene a ser para los 
israelitas Iq sabiduría y la inteligencia, que los haga célebres entre todos los 
pueblos (Deut. 4, 6 ss.). Apoyados en este doble principio , los sabios de Israel 
se levantan al conocimiento de aquella Sabiduría que asistió a Dios en la crea¬ 
ción del mundo y que se derramó en las cosas creadas, sobre todo en el hombre. 

Otra forma más modesta de sabiduría era el ingenio artístico para ejecutar 
obras de orfebrería, para componer poesías y para cantarlas con acompaña¬ 
miento de instrumentos. 

Todas estas manifestaciones de la sabiduría, así como podían ser naturales 
o adquiridas, así también pueden ser infundidas por Dios, como se dice de 
José, Salomón y Daniel. 

Conforme a esto, los sabios de Israel nos han dejado libros como el de Job, 
el Ecpsiastés y la Sabiduría, en que se debate el grave problema del proceder 
de Dios con los justos y los impíos. En el Salterio nos han Pgado una riquísima 
colección de cantos, los cuales, en artística forma, exponen los misterios de Dios 
reflejados en lo naturaleza, su providencia con Israel, la que guarda con los 
justos y los malvados, etc. En los Proverbios y el Eclesiástico los sabios de 
Israel nos han dejado el fruto de sus meditaciones, que nos enseñan a gober¬ 
narnos según la voluntad de Dios. Finalmente, el Cantar de los Cantares es 
obra de sabiduría por su exquisita forma poética y por su pensamiento, que es 
la idea mes ¡única, contenida en los profetas y expuesta en una serie de cantos 
que giran en torno de una imagen también profética, la del matrimonio, apli¬ 
cada a las relaciones de Dios con su pueblo. 

Como de lo dicho se colige, el principio de la sabiduría de Israel, más que 
su ingenio, es la revelación divina. Por eso hemos colocado los libros sapien¬ 
ciales después de los profetas. A la luz de las enseñanzas de éstos meditaban 
los sabios sobre la naturaleza y sobre la vida de los hombres, y de aquí se levan¬ 
taban a escudriñar los misterios de la sabiduría divina . A esta consideración, 
q te pudiéramos llamar teológica, de la not /.raleza creada y de la Providencia y 
Misterios Divinos, basada en la L y y los Profetas y en la historia de Israel, se 
anadia en los sabios que escribieron los libros sagrados la iluminaceón del Espí- 




82< 


LIBROS SAPIENCIALES 


ritu Santo, que al mismo tiempo que elevaba su mente, daba valor divino a sns 
enseñanzas. 

Decíamos que el arte de la poesía era una de las manifestaciones de la sabidu¬ 
ría hebrea. Porque es de saber que existe en la Biblia hebrea un arte poético. San 
Jerónimo y algunos antiguos asimilaron el verso hebreo al griego y al latino. Era, 
sin duda, una equivocación. Pero los esfuerzos hasta ahora realizados para definir 
la naturaleza del verso hebreo sólo han dado de sí una multitud de opiniones, que 
muestran en su misma multitud la dificultad del asunto y la imposibilidad 
de llegar hasta ahora a conclusiones ciertas. Una cosa es clara: que además de 
ese artificio poético, el ritmo tónico, hay en la poesía hebrea un ritmo lógico, del 
pensamiento, que se ha llamado paralelismo de los miembros. A una línea o verso 
se añade otro que expresa el ?nismo pensamiento (paralelismo sinónimo), o 
un pensamiento que desarrolla y completa el primero (paralelismo sintético), 
o un pensamiento contrapuesto al primero (paralelismo antitético). Véanse 
los siguiente8 ejemplos: 

No prevalecerán los impíos en el juicio 

Ni los pecadores en la Congregación de los justos (Sal. 1, Ó). 
Bienaventurado el varón que no anda en consejo de impíos 
Ni camina por las sendas de los pecadores 
Ni se sienta en compañía de malvados (Sal. 1, 1). 

Siéntate a mi diestra, 

En tanto que pongo a tns enemigos 
Por escabel de tus pies (Sal. 110, 1). 

Extenderá Yave desde Sión tu poderoso cetro: 

«Domina en medio de tus enemigos» (Sal. 110, 2). 

Una respuesta blanda calma la ira, 

Una respuesta áspera la enciende. 

La boca del sabio hace amable la sabiduría, 

La del necio sólo profiere sandeces (Prov. 15, 1, 2). 

Estos versos paralelos se agrupan con frecuencia formando estrofas. El 
numero de los versos de cada estrofa puede variar hasta en un mismo poema. 
La distinción de las estrofas supone, por lo general, tm nuevo aspecto del tema 
que el poema desarrolla. Mas este principio no suele ser en la práctica twrma 
segura para distinguir las estrofas. Lo es el alfabetismo de algunos salmos 
(9-10; 111, 112), de las Lamentaciones, del cántico de Habacuc, etc., o algún 
refrán, verso o estrofa intercalada, que al fin de cada estrofa se repite, verbi¬ 
gracia, salmos 42-43, y el signo sela, que se halla con frecuencia en los salmos, 
aunque muchas veces fuera de lugar. Nótase también, a veces, la asonancia de 
las palabras y la repetición regular de ciertos vocablos o expresiones, y otros 
artificios literarios que muestran el ingenio de los poetas y su propósito dt 
embellecer con ellos sus poemas. 

E8 muy digno de notar que no son sólo los libros sapienciales los que están 
escritos en forma métrica; son numerosísimas las partes de otros libros, sobretodo 
los proféticos, que nos ofrecen la misma forma y emplean idéntico lenguaje. 
Isaías habla casi siempre en verso; en Jeremías y Ezcquiel abunda también la 
forma poética; y los oráculos de Joel, Nahurn y Habacuc son modelos mara¬ 
villosos de poesía. La literatura eclesiástica nos ofrece un ejemplo análogo, 
que conviene advertir. San Efrem, en su lengua siríaca, compuso infinidad 
de sermones y tratados en forma poética, que luego enseñaba al pueblo para 
que los cantase. Eor este medio le adoctrinaba en los dogmas de la fe y en las 
normas de la vida cristianu. De igual modo los profitas componían en verso 
sus oráculos para que mejor corriesen entre el pueblo. 





INTRODUCCION AL LIBRO DE JOB 


E discute en el libro de Job una cuestión que hallamos muchas veces plan - 



teada, o por lo menos indicada , en el Antiguo Testamento, y que es el 
tormento de todos los ingenios de la literatura sagrada precristiana: el pro¬ 
blema del infortunio del justo. La Escritura repite muchas veces, como un axio¬ 
ma, que Dios da a cada uno según sus obras. Todos aceptamos este principio, 
que es de elemental justicia, como la cosa más natural, porque responde ente¬ 
ramente a los sentimientos de equidad impresos en el corazón del hombre. Pero 
cuando se miran las cosas de tejas abajo, parece que tal principio flaquea no 
pocas veces, pites se ven justos en la miseria e impíos en la prosperidad. Y al 
flaquear el principio, es como si la misma justicia divina se tambalease, vi¬ 
niendo a poner a dura prueba la fe de los creyentes en Dios. 

Los Salmos nos ofrecen con frecuencia el cuadro desgarrador que se desarro¬ 
lla en el corazón de los fieles; y es, a nuestro juicio, la mejor prueba de su gran 
fe, el verlos sobreponerse a esta tentación en medio de la oscuridad en que vivían 
respecto a las sanciones en la vida futura. Ni es este problema sólo del pueblo 
hebreo. La literatura caldea nos presenta una lamentación del justo, que ex¬ 
presa ante sus dioses sentimientos análogos a los del salmista. El autor de 
nuestro libro quiso estudiar el problema con toda la amplitud que el estado de 
la revelación en su tiempo le permitía; y para ello acudió a este personaje, Job, 
que, a juzgar por la mención de Ezequiel (14, 14), había pasado a la poste¬ 
ridad como modelo de justicia y de paciencia. 

El libro consta de tres partes: un prólogo y un epílogo en prosa, y el cuerpo 
de la obra en verso. El prólogo nos da a conocer las pruebas a que Job fue some¬ 
tido por Dios y los motivos por que a. ellas le somete. 

Sigue luego la disputa. Tres amigos de Job, al saber las calamidades que 

















822 


JOB, 1 


de repente hablan caldo sobre él , vienen a visitarle y a condolerse con su amigo. 
Al verle sentado en la ceniza, rayéndose con un tejón, la estupefacción se apo¬ 
dera de ellos , y por espacio de siete dias y siete noches se están mirando sin 
hablar palabra. Al fin prorrumpe Job en un monólogo en que expresa la gran¬ 
deza de su dolor. Sus palabras parecen una amplificación de las que en caso 
análogo profirió Jeremías (20, 14 ss.). Esta queja de Job es la señal de ataque 
por parte de los amigos. Los que habían venido a consolarle se convierten en 
acusadores, aunque con la sana intención de reducirle a penitencia. No tienen 
prueba alguna concreta de la culpabilidad de Job, pero les basta verle de aquel 
modo herido de Dios. Era ésta una prueba que no admitía réplica, a menos 
de negar la justicia divina. Por espacio de once capítulos van los tres amigos 
repitiendo en variadas formas el mismo argumento , y Job respondiendo a 
cada uno. No contentos con esto, vuelven todavía a la carga y consumen un 
segundo turno, respondiendo Job a cada réplica. Todavía insisten con una 
duplica los amigos. Job les responde. Antes de esta respuesta se intercala un 
elogio de la sabiduría que parece desprenderse del resto, pues no sabemos 
siquiera en boca de quién se pone. 

Los tres amigos desisten por fin de acusar a Job, al vpr cómo él persiste 
en declararse justo. Entonces aparece un cuarto acusador , que % irritado , ataca 
a Job y a los tres amigos. Empieza fn un tono ampuloso , exponiendo la doc > 
trina de que los castigos impuestos por Dios tienen un valor educativo. Es la 
nueva idea que nos aporta Eliú—asi se llama el nuevo orador—en los cuatro dis¬ 
cursos que pronuncia , sin que el acusado profiera una palabra de respuesta. 
Finalmente, del seno de la tempestad , como en otro tiempo en el Sinaí, se apa¬ 
rece el Señor , que hace oír su voz. 

El lector creería que viene como maestro soberano a definir la cuestión , po¬ 
niendo en claro el valor de los argumentos con tanta insistencia repetidos. Pero 
no es así; porque el Señor , dirigiéndose a Job , intenta aplanarle con la des¬ 
cripción de las obras en que se descubre la grandeza de su poder y de su sabi¬ 
duría , para que Job entienda que los juicios de Dios son inescrutables. Y así 
termina el cuerpo de la obra. En el epilogo Dios se muestra irritado contra los 
tres amigos, por no haber hablado según verdad , como su siervo Job, y les 
manda ofrecer un sacrificio de siete toros y siete carneros y que Job ore por 
ellos. Y termina el epílogo diciendo que Job recibió la salud , y los bienes que 
antes poseía se le duplicaron; que vivió ciento cuarenta años y murió harto 
de días. 

Del autor del libro nada podemos decir, sino que era un altísimo poeta. 
De su época, algo nos indica la comparación con Jeremías y con algunos Salmos 
en que se expone el mismo problema. El libro de Job seria posterior a esos otros 
escritos; del tiempo, por tanto , de la cautividad o inmediatnnente posterior 
a ella. 


JOB 


Job, varón recto y Justo. 

| 1 Hubo en tierra de Hus un varón 

llamado Job, hombre recto y 
justo, temeroso de Dios, y apartado 
del mal. 2 Naciéronle siete hijos y 
tres hijas; 3 y era su hacienda de 
siete mil ovejas, tres mil camellos, 


quinientas yuntas de hueves, qui¬ 
nientas asnas, y siervos en gran nú¬ 
mero, siendo aquel varón grande 
entre todos los orientales. 

4 Acostumbraban sus hijos a tener 
banquetes en sus casas, cada uno en 
su día, invitando a sus tres hermanas 
a comer y beber con ellos; 5 y cuando 





JOB. 2 


823 


se completaba la rueda de los días 
de convite, iba Job y los purificaba, 
y levantándose de madrugada, ofre¬ 
cía por ellos holocaustos según su 
número; pues decía Job: No sea que 
hayan peeado mis hijos y se hayan 
apartado de Dios en su eorazón. 
Así hacía siempre. 


Job, probado por in adversidad. 

6 Vinieron un día los hijos de Dios 
a presentarse delante de Ya ve, y 
Vino también entre ellos Satán, 7 a 
quien preguntó Yave: ¿De dónde 
vienes? Respondió Satán: Vengo de 
dar una vuelta a la tierra y pasearme 
por ella. 8 Y dijo Yave a Satán: ¿Y has 
reparado en mi siervo Job, que no 
lo hay eomo él en la tierra, varón 
íntegro y justo, temeroso de Dios y 
apartado del mal? 9 Respondió Satán 
a Yave: ¿Acaso teme Job a Dios de 
balde? 10 ¿No le lias rodeado de un 
vallado protector a él, a su casa y a 
todo euanto tiene? Has bendecido el 
trabajo de sus manos y ha crecido 
así su hacienda sobre la tierra. 11 Pero 
anda, extiende tu mano y tóeale en 
lo suyo, a ver si no te vuelve la es¬ 
palda. 12 Entonces dijo Yave a Satán: 
Mira, todo euanto tiene lo dejo en tu 
mano, pero a él no le toques. Y salió 
Satán de la preseneia de Yave. 

13 Estaban un día sus hijos y sus 
hijas comiendo y bebiendo vino en 
la casa de su hermano primogénito; 
14 y llegó a Job un mensajero que le 
dijo: Estaban arando los bueyes y 
paeían cerca de ellos las asnas, 15 y 
de repente se echaron sobre ellos los 
sabeos y los cogieron, V a los siervos los 
hirieron a filo de espada. Yo solo he 
podido escapar para darte la notieia. 
16 Todavía estaba éste hablando, 
euandoTIegó otro, que dijo: Ha caído 
del cielo fuego de Dios que abrasó 
a las ovejas y a los mozos, consu¬ 
miéndolos. Sólo he escapado yo para 
darte la noticia. 17 Todavía estaba 
éste hablando, cuando vino otro, 
que dijo: Los caldeos, divididos en 
tres tropeles, han dado sobre los 
camellos, apoderándose de ellos, V a 
los siervos los hirieron a filo de espada. 
Yo solo he podido escapar para traerte 
la noticia. 18 Mientras hablaba éste, 
todavía llegó otro, que dijo: Estaban 
tus hijos y tus hijas comiendo y be¬ 
biendo vino en la casa de su hermano, 
el primogénito, 19 y vino del otro 


lado del desierto un torbellino que 
conmovió las euatro esquinas de la 
easa, que eayó sobre los jóvenes y 
todos han muerto. Yo solo he esca¬ 
pado para darte la notieia. 


Fidelidad de Job. 

20 Levantóse entonees Job, rasgó 
sus vestiduras,^rasuró su eabeza, y 
echándose en tierra adoró, dieiendo: 

21 Desnudo salí del vientre de mi 
madre, y desnudo tornaré allá. Yave 
me lo dió, Yave me lo ha quitado (1). 
jSea bendito el nombre de Yavel 

22 En todo esto no pecó Job ni atri¬ 
buyó a Dios insipiencia. 


Alayore* pruebas. 

O 1 Vinieron otro día los hijos de 
^ Dios a presentarse ante Yave, y 
vino también Satán entre ellos, pre¬ 
sentándose ante Yave, 2 y dijo Yave 
a Satán: ¿De dónde vienes? Res¬ 
pondió Satán a Yave: Vengo de dar 
una vuelta por la tierra y pasearme 
por ella. 3 Y dijo Yave a Satán: ¿Y has 
reparado en mi siervo Job, que no 
hay como él en la tierra, varón ínte¬ 
gro y justo, temeroso de Dios y apar¬ 
tado del mal, y que aún persevera 
en su perfección, a pesar de que tú 
me incitaste contra él para (pie en 
vano le afligiese? 4 Respondióle Satán 
a Yave: jPiel por piell Cuanto el 
hombre tiene lo dará gustoso por su 
vida. 5 Pero anda, extiende tu mano 
y tócale en su huesó y en su earne, 
a ver. si no te vuelve la espalda. 
6 Yave dijo entonces a Satán: Ahí le 
tienes; en tu mano le pongo, pero 
guarda su vida. 

7 Salió Satán de la presencia de 
Yave, e hirió a Job (2) eon una ulcera¬ 
ción maligna, desde la planta de los 
pies hasta la eoronilla de la eabeza. 
8 Rascábase eon un tejón y estaba 
sentado sobre ceniza. 9 Díjole enton¬ 
ees su mujer: ¿Aún sigues tú aferrado 


(1) Admirable expresión de la fe de Job 
y de su conformidad con la voluntad divina 
cuando en un instante se ve despojado de sus 
bienes y de sus hijos. 

(2) El texto no permite concretar la enfer¬ 

medad de Job; lo que sí nos pone bien de 
manifiesto es la paciencia y la plena confor¬ 
midad con el querer de Dios. La mujer viene 

aquí como auxiliar de Satanás para aumentar 

el dolor de Job. 








<S2 I 


JOB, 3, 4 


a tu integridad? 10 ¡Maldice a Dios y 
muérete! El la respondió: Has ha¬ 
blado como habla cualquier mujer 
necia. ¿No recibimos de Dios los 
bienes? ¿Por qué no vamos a recibir 
también los males? En todo esto no 
pecó Job con sus labios. 


Vienen a consolar a Job tres 
de sus amigos. 

11 Tres amigos de Job, Elifaz, 
temanita, Bildad, súbita, y Sofar, 
namatita, cuando supieron todas las 
desgracias que le habían sobrevenido, 
vinieron cada uno de su lugar, pues 
habían convenido en juntarse para 
condolerse y consolarle. 12 Va de 
lejos alzaron sus ojos y no le recono¬ 
cieron; y se pusieron a llorar a voz 
en grito, rasgando cada uno sus ves¬ 
tiduras y esparciendo al aire polvo 
sobre sus cabezas. 13 Estuvieron con 
él sentados en tierra por espacio 
de siete días y siete noches, y ninguno 
habló palabra, viendo cuiín grande 
era su dolor. 


Lamentos de Job. 

O 1 Después de esto abrió Job su 
** boca para maldecir el día de su 
nacimiento, 2 v tomando la palabra, 
dijo (1): 

3 Perezca el día en que nací, 
v la noche en que se dijo: Ha sido 
[concebido un niño. 

4 Conviértase esc día en tinicbla, 

no se cuide de é? Dios desde el ciclo, 
no resplandezca sobre él un rayo de 

[luz. 

5 Apodérense de él oscuridad y som- 

[bras de muerte. 
Encobe sobre él negra nube, 
llénelo de terrores la negrura del 

[día. 

6 Hagan presa de aquella noche las 

[tinieblas, 

desaparezca del ano, 

no sea contada en los meses. 

9 Háganse tinieblas las estrellas de 
[su crepúsculo. 
Que en vano espere la luz y no le 

[venga, 

y no vea los parpadeos de la aurora. 


(i) Este monólogo de Job es una expresión 
de la grandeza de los dolores que padece, y 
a que la naturaleza se resiste, no obstante la 

resignación de la voluntad. 


7 Sea noche de soledad, 
no haya en ella regocijos. 

8 Maldíganla los que saben maldecir 

[al dia, 

los que saben despertar al cocodrilo, 

10 por no haber cerrado las puertas del 

[seno materno, 
y no haber sustraído a mis ojos 
[tanta miseria. 

11 ¿Por qué no expiré en el seno de 

[mi madre? 

¿Por qué no perecí al salir de sus 
[entrañas? 

12 ¿Por qué hallé rodillas que me rcci- 

[bierou 

y pechos 'que me amamantaron? 

13 Pues ahora, muerto, descansaría, 

[dormiría y reposaría, 

14 con los reyes y los grandes de la 

[tierra, 

que se construyen mausoleos, 

48 con los príncipes ricos en oro 
y que llenan de plata sds moradas. 

16 O ni hubiera existido, como aborto 

[secreto, 

o como los que, concebidos, no 11c- 
[garon a ver la luz. 

17 Allí no perturban ya los impíos con 

[sus perversidades, 
allí descansan los que codiciosos se 
[afanaron, 

18 allí están en paz los esclavos, 
allí no oyen ya la voz del capataz, 

19 allí son iguales grandes y pequeños, 
y el esclavo no está sometido al amo. 

20 ¿Por qué dar la luz al desdichado, 
dar la vida al de amargado corazón; 

21 a los que esperan la muerte y no 

[Jes llega, 

y la buscan más que se busca un 

[tesoro; 

22 los que saltarían de júbilo, 

y se llenarían de alegría si hallasen la 

[huida; 

23 al hombre que no sabe por dónde ir, 
a quien le cierra Dios toda salida? 

24 Son los suspiros mi comida, 

y mis rugidos se derraman como aguas. 
26 I.o que temo, eso es lo que me llega, 
lo que me atemoriza,, eso es lo que 
[me coge. 

26 No tengo tranquilidad, paz, ni 
[descanso, 

se ha adueñado de mí la turbación. 

ltcprochcs de Elifaz. 

4 Tomó la palabra Elifaz, temanita 

[y dijo: 

2 Te enfadará que te hablemos. 

Pero ¿quién es capaz de contener la 

[palabra? 






JOB, 5 


825 


3 Tú antes enseñaste a muchos, 
confortaste muchas manos débiles. 

4 Con tu palabra sostuviste a los va¬ 

cilantes 

y fortaleciste rodillas que se doblaban. 

5 ¿Y ahora que ha venido sobre ti, 

[decaes? 

Cuando te ha tocado, ¿te turbas? 

6 ¿No es ya el temor de Dios tu con¬ 

fianza? 

¿No es la rectitud de tus caminos la 
[esperanza tuya? 

7 Recuerda bien: ¿Qué inocente fué 

[jamás destruido? 
¿Qué justos fueron jamás extermi¬ 
nados? (1) 

8 Por lo que siempre vi, los que aran 

[la iniquidad 

Y siembran la injusticia, son los que 

[cosechan sus frutos. 

9 Un soplo de Dios los destruye, 

el huracán de su cólera los abate. 

10 Los rugidos del león, los bramidos 

[del rugiente, 
los dientes de los cachorros de león son 
[quebrantados. 

11 Perece el león falto de presa. 

Y se dispersan los cachorros de la 

[leona. 


Aparición nocturna. 

12 Llegóme calladamente un hablar, 
mis orejas percibieron sólo un mur- 

[mullo, 

13 Al tiempo en que agitan el alma las 

[visiones nocturnas, 
cuando duermen los hombres profun¬ 
do sueño. 

14 Apoderóse de mí el terror y el es- 

[panto, 

temblaron todos mis huesos, 

16 un viento azotó mi rostro, 
un torbellino hizo estremecer todo mi 

[cuerpo. 

Allí estaba, ante mis ojos, pero no le 
(conocía. 

16 Estaba ante mí un fantasma, 

y oí una voz que blandamente miir- 

[ muraba: 

17 ¿Hay algún mortal que pueda te¬ 

jérselas con Dios? 
¿Se tendrá nadie por inocente ante 
[su Hacedor? 


(i) Aquí está contenida toda la argumen¬ 
tación de Elifaz contra Job. Nunca vimos perecer 
un ¡nocente; ni un impío que no recogiera el 
fruto de sus obras. Aprovéchese Job del castigo 
para volverse a Dios y se verá colmado de bienes. 


18 Mira: aun a sus ministros no se con¬ 

fía, 

aun en sus ángeles halla tacha. 

19 ¡Cuánto más en los que habitan mo¬ 

fadas de barro 
y del polvo traen su origen! 

Que son aplastados como un gusano, 

20 Son acabados de la noch*' a la ma- 

[ñana, 

desaparecen para siempre sin darse 
[cuenta nadie; 

21 se rompe el hilo de su vida, 
y mueren sin saberse cómo. 

5 1 Ya puedes gritar: ¿quién ha de 

[oírte? 

Del Santo: ¿a quién vas apelar? 

2 Al insensato le mata su ira, 
al loco su despecho. 

3 Vi al necio echar raíces, 

Mas de repente expiró en su inorada, 
en un momento se marchitó su loza- 

[nía. 

4 No prosperan sus hijos, 
y en el juicio son condenados sin de¬ 
fensa 

5 Devora el hambriento sus cosechas, 
y aun entre las espinas las recogen, 
y el sediento chupa su jugo. 

6 Que no brota de la tierra la des¬ 
ventura,* 

ni es el suelo el que produce el infor- 

[tunio: 

7 Es el hombre quien lo produce, 
•como del fuego vuelan las chispas. 

La justicia de Dio9. 

8 Yo que tú me volvería a Dios, 
y en sus manos pondría mi causa. 

9 El que hace cosas tan grandes e in¬ 
fondables, 

maravillas sin fin; 

10 que derrama la lluvia sobre la tierra, 
y manda las aguas sobre los campos. 
i 1 El ensalza a los humildes, 
alivia al afligido y le prospera. 

12 Aventa las tramas del astuto, 
para que no hagan sus manos cosa 
[conducente. 
13 Coge a los sabios en sus propias redes 
y frustra los designios del malvado. 
u De día tropiezan con tinieblas, 
y van a tientas en pleno día, como si 
[fuera de noche. 
15 Así protege al desamparado contra 
[su rabia. 

y salva al mísero de sus potentes 

[garras. 

10 y sostiene la esperanza del desdi- 

[cliado. 

1 y tiene que cerrar su boca la iniquidad, 









JOB, 6 


82<i 


l-a felicidad está en Dios. 

17 ¡Dichoso el hombre a quien castiga 

[Diosl 

No desdeñes, pues, el castigo del Om- 
f nipotente. 

18 El es el que hace la herida, él quien 

[la venda, 

él quien hiere y quien cura con su 

[mano. 

19 Seis veces te sacará de la tribulación, 
y a la séptima no te alcanzará el mal. 

20 En tiempos de hambre te salvará de 

[la muerte, 

en tiempo de guerra de los golpes de 
[la espada. 

21 Te preservará del azote de las lcn- 

[guas, 

no temerás la desventura si viniere, 

22 te reirás de la devastación y del 

[hambre, 

no temerás a las fieras salvajes. 

23 Harás alianza con las piedras del 

[campo 

y paces con las bestias de la selva. 

24 Probarás las delicias de tu tienda, 
nada echarás de menos al visitar tus 

[apriscos. 

26 Verás multiplicarse tu prole 
y serán tus rebaños como la hierba 
[de los campos. 

26 Bajarás al sepulcro en madurez, 
como a su tiempo se recogen los haces. 

27 Esto es lo que yo he observado. 

[Así es; 

así lo liemos oído: sábelo tú para 

[tu bien. 


Hcspucsta de Job u l'lifaz. 

() 1 Entonces tomó Job la palabra 
(y dijo (1): 

2 ¡Ohl Si mis quejas pudieran pesarse, 
Y a un tiempo se pusiera mi desdicha 

[en la balanza, 

3 luego ésta pesaría más que las arenas 

[del mar. 

Por eso han sido destemplados mis 
[ lamentos, 

4 pues se han clavado en mí todas las 

[saetas del Omnipotente, 
y me ha dado a beber su veneno, 
y los terrores de Dios combaten con- 

[tra mí. 


(i) Job replica ponderando la grandeza de 
sus dolores y mostrando que con razón se queja; 
luego se vuelve a Dios, maravillándose de que 
El, tan grande, se la haya querido tomar con 
un ser tan pobre y que pronto desaparecerá 
del mundo. 


6 ¿Rebuzna el onagro junto a la hierba? 
¿Muge el buey ante su pesebre? 

8 ¿Gusta lo insípido, sin sal? 

¿Sabe bien el caldo de malvas? 

7 Por eso mi alma se niega a tomarlo. 
¿Va a ser esa repugnante comida el 

[remedio de mi mal? 

8 ¡Oh, si se cumpliesen mis deseos 
y colmase Dios mis esperanzas, 

9 y pluguiera a Dios destruirme, 

y extendiera su mano libertadora para 
[triturarme! 

10 Ese sería luego mi consuelo; 
saltaría en medio de mi amargura, si 

[me acabara, 
por no haber moderado mis palabras 
[al Santo. 

11 ¿Cuál es mi fortaleza, para esperar 

[todavía? 

¿Cuál mi fin, para llevarlo en pa- 

[ ciencia? 

12 ¿Es mi fortaleza la de las piedras 
o es de bronce mi carne? 

13 No hay en mí ayuda alguna, 
todo socorro me ha sido negado. 

14 ¿Es amistad desalentar al amigo, 
para apartarle del temor de Dios? 

15 Mis hermanos me han engañado 

[ como arroyo seco, 
cual corriente que desaparece en el 

[valle. 

16 Antes se enturbiaban por el hielo 
y sobre ellos se acumulaba la nieve; 

17 pero apenas viene el calor, se secan, 
a los primeros calores desaparecen, 

18 se pierden las trazas de su curso, 
se evaporan y mueren. 

19 Búseanlos las caravanas de Tccua, 
los mercaderes de Saba suspiraban 

[por ellos; 

20 pero llegados a ellos, se quedan 

[confusos, 

y quedan frustradas sus esperanzas. 

21 Eso sois ahora vosotros para mí, 
habéis visto mi angustia y teméis por 

[vosotros. 

22 ¿Os he pedido yo alguna cosa? 

¿Os he pedido algo de vuestra ba- 

[eienda? 

23 ¿Os he dicho: libradme de la mano 

[del opresor, 
libradme de las manos de los tiranos? 

24 Enseñadme vosotros y yo me ca¬ 

llaré; 

si he errado, hacédmelo ver. 

25 ¿Cómo pueden ofender palabras lie- 

[ñas de rectitud, 
y qué prueba vuestra alegación? 

26 Creéis que son prueba las pala- 

[bras, 

pero las palabras del desesperado, ¿no 
[son como viento? 








JOB, 7, 8 


827 


27 Os encolerizáis contra un huérfano, 
v caváis la fosa a vuestro amigo. 

Miradme, por favor, 
pues no puedo mentiros en vuestra 

[cara. 

29 Reflexionad, por favor, y desapa¬ 

rezca la injusticia. 
Reparad y triunfará mi rectitud. 

30 ¿Hay en mi lengua iniquidad, 

y no distingue mi boca la maldad? 

"7 1 ¿No es milicia la vida del hombre 
[sobre la tierra, 
y sqii como los de un jornalero sus 

[días? 

2 Como el siervo anhelando la sombra, 
como el jornalero esperando su salario, 

3 así he pasado yo meses llenos de 

[desencanto, 

y me han tocado noches llenas de 

[dolor. 

4 Me acuesto, y digo: ¿Cuándo me le¬ 

vantaré? 

Y se me hace interminable la noche, 
y no hago más que dar vueltas de la 
[noche a la mañana. 
6 Mi carne está cubierta de gusanos y 
[de escamas terrosas, 
mi piel se arruga y se deshace; 

6 mis días corrieron más rápidos que 

[la lanzadera, 

pasaron sin dejar esperanza. 

7 Acuérdate de que mi vida es un soplo, 
mis ojos no verán más la felicidad. 

8 No me verán niás ojos de hombre. 
Tú me buscarás con los tuyos y ya 

[no seré. 

9 Como se deshace una nube y se va, 
así el que baja al sepulcro no sube más, 

10 no vuelve más a su casa, 
no le reconoce ya su morada. 

11 Por eso no reprimiré mi boca, 
hablaré en la angustia de mi alma, 
me quejaré de la amargura de mi vida. 

12 ¿Soy yo el mar o un monstruo ma- 

[rino, 

para que me hayas rodeado de una 
[guardia? 

13 Cuando me digo: En mi casa hallaré 

[consuelo, 

el lecho aliviará mis dolores, 

14 tú me aterras con sueños, 
y me espantas con visiones. 

15 Por eso preferiría ser ahogado, 
preferiría la muerte a estos tormentos. 

16 Me consumo, no seré eterno. 
Déjame, que mi vida es un soplo. 

1T ¿Qué es el hombre para que en 
[tanto le tengas, 
y pongas en él tu atención, 

18 para que le visites cada día 
y a cada momento le pruebes? 


19 ¿Hasta cuándo no apartarás de mí 

[tu mirada, 

sin dejarme siquiera tragar la saliva? 

20 Si pequé, ¿qué daño te inferí con 

[esto, 

oh protector de los hombres? 

¿Por qué me haces blanco tuyo, 
cuando ni a mí mismo puedo sopor¬ 
tarme? 

21 ¿Por que no perdonar mi pecado 
y borrar ini culpa? 

Pues pronto me dormiré en el polvo, 
y si me buscas, ya no me hallarás. 


Discurso de Daldad. 

O 1 * Tomó la palabra Baldad, suhita, 
¡ ° diciendo (1): 

2 ¿Hasta cuándo vas a hablar así, 

y serán tus palabras cual viento im¬ 
petuoso? 

3 ¿Puede Dios juzgar injustamente? 
¿Puede el Omnipotente pervertir la 

[justicia? 

¡ 4 Si pecaron tus hijos contra él, 
él hizo ya recaer sobre su cabeza el 

[pecado. 

6 Pero tú, si diligentemente le buscas 
e imploras al Omnipotente 

6 y vives en limpieza y rectitud, 
luego se volverá él a ti 

y prosperará la morada de tu justicia, 

7 y tu anterior fortuna será pequeña, 
comparada con la grandeza de la se¬ 
cunda. 

8 Pregunta, si no, a las generaciones 

[precedentes; 

' atiende a la sabiduría de los padres. 

9 Nosotros somos de ayer y no sabe- 

[mos nada, 

porque son una sombra nuestros días 
[sobre la tierra. 

10 Pero ellos te enseñarán, ellos te ha- 

[ blarán 

I con palabras llenas de cordura. 

11 ¿Puede crecer el papiro fuera de 

[las lagunas? 
¿Puede el junco prosperar donde no 
[hay agua? 

12 Verde aún, sin que mano le toque, 
se seca antes que cualquier otra hierba. 

13 Tal es la suerte de los que se ol- 

[vidan de Dios. 
La esperanza del impío se desvanecerá, 

14 Serálc arrancada su esperanza. 

Es tela de araña su confianza. 


(i) Baldad empieza, como su amigo, pon¬ 

derando la justicia de Dios y asegurando que 

Job obtendrá misericordia si arrepentido se 

volviere a EL 











-S28 


JOB, 9 


15 Se apoya en una casa que se arruina, 
en casa que no liene consistencia. 

16 Por lleno de jugo que estuviera a 

[la faz del sol, 
extendiendo sus retoños en el huerto 

17 y sus raíces entre las piedras, 
metiéndolas hasta la roca, 

18 en cuanto se le arranea de su sitio 
éste le renegará: «Nunca te vi;» 

19 Esta es la buena suerte que le espera, 
y brotarán otros en su lugar. 

20 Así, pues, Dios no reehaza al justo 
ni da la mano al malvado. 

21 Aún llenará tu boca de sonrisas 
y de júbilo tus labios.. 

22 Cubriránsc de confusión tus ene- 

[migos, 

y no subsistirá la tienda de los malos. 


Respuesta de Job. 

9 1 Respondió Job, diciendo (1): 

2 Sé muy bien que es así. 

¿Cómo pretenderá el hombre tener 
[razón contra Dios? 
3 Si quisiera eontender con él, 
de mil cargos no podría responder 

[a uno. 

4 El es sapientísimo y potentísimo, 
¿quién se le opondrá? ¿Saldría ileso? 
8 El descuaja los montes de improviso, 
y en su ira los trastorna. 

6 El sacude la tierra en su sitio, 
estrcméccnse sus columnas. 

7 El manda al sol, y el sol no brilla, 
él guarda bajo sello las estrellas. 

8 El solo tiende los ciclos 
y camina sobre las crestas del mar. 

9 El creó la Osa, el Orión y las Plé¬ 
yades, 

V las cámaras del cielo austral. 

40 El obra cosas grandes e incompren¬ 
sibles 

V maravillas sin cuento. 
il Pasa ante mí y yo no le veo; 
se aleja de mí y no lo advierto. 

12 Si coge una presa, ¿quién se la 
[arrebatará? 

¿Quién podrá decirle: ¿Qué es lo que 

[haces? 

13 La eólera de Dios no hay quien la 

[retenga, 

bajo él se encorvan los más soberbios. 
14 jCuánto menos podría yo respon¬ 
derle, 

y rebuscar razones contra él! 


(i) A esto replica Job ponderando lo ines¬ 
crutable de los juicios de Dios, y negando esa 
realización aquí en la tierra, de su justicia, que 
sus ^miges ponderan. 


16 Aun teniendo tazón, no podría res 
[ponderle, 

y habría de implorar misericordia para 
[mi causa. 

16 Aunque le hablara yo y él me res- 

[ pondiese, 

no osaría creer que había oído mi voz. 

17 El que tempestuoso me acomete 

y multiplica sin motivo mis heridas, 

18 Que ni respirar me deja 
y me harta de amarguras. 

49 Si quisiera recurrir a la fuerza, el 
[fuerte es él. 
Si al juicio, ¿quién podrá emplazarle? 

20 Aunque ereyera tener razón,‘mis 

[palabras me condenarían; 
aunque me creyera inocente, él pro- 
[baría mi culpabilidad. 

21 Si me creyera inocente, es que no me 

[conocería a mí mismo, 
y yo misino tendría que renunciar a 
[mi justificación. 

22 Esta es la verdad, por eso lo digo: 
que consume al inocente y al cul¬ 
pable. 

23 Cuando de repente una plaga los 

[mata, 

él se ríe del tormento de los inocentes. 

24 La tierra es entregada a las manos 

[de los impíos, 
y él tapa el rostro de los jueces de ella. 
Que si no es él, ¿quién va a ser? 

26 Mis días pasaron más veloces que 
[ un correo; 

huyeron sin gustar la felicidad, 

26 volaron como lancha de papiro, 
como águila que se lanza sobre la 

[ presa. 

27 Si me dijere: Voy a olvidar mis ge- 

[midos, 

voy a alegrar mi rostro, a regocijarme: 

28 temo todos mis dolores, 
conozco que tú no me perdonas. 

29 Yo soy ciertamente tenido por cul¬ 

pable. 

¿A qué fatigarme en vano? 

30 Aunque me lavase con agua de 

[nieve 

y purificase mis manos con lejía, 

31 todavía me hundirías en el lodo 
v mis vestidos me aborrecerían. 

No es él un hombre como soy yo; 

[no puedo decirle: 
Vamos los dos a juicio. 

33 No hay entre nosotros árbitro 
que entre los dos pueda interpo¬ 
nerse. 

34 Que retire su vara de sobre mí, 
que no me espante su terror. 

3& l> puesto que no es así, yo conmigo 

[mismo 

3& .i hablaré sin temor. 







JOB, 10, 11 


829 


Ifj 1 Estoy hastiado de mi vida, 

1 ^ voy a dar libre curso a mis 

[quejas, 

a hablar en la amargura de mi corazón. 

2 Quiero decir a Dios: )No me con- 

[denesl 

Dame a saber por qué me afliges así. 

3 ¿Es decoroso para ti oprimirme, 
desdeñar la obra de tus manos 

y favorecer los designios de los per¬ 
versos? 

4 ¿Tienes tú acaso ojos de carne, 
y miras como mira el hombre? 

6 ¿Son tus días los de un mortal, 

«on tus años los años del hombre, 

6 para que tengas que inquirir mi 

[culpa 

y andar rebuscando mi pecado, 

7 cuando sabes que no puedo escapar 

[de ti, 

y nadie puede sacarme de tus manos? 

8 Tus manos me hicieron y me for- 

[maron, 

y de repente vas a aniquilarme? 

9 Acuérdate de que me modelaste 

[como al barro, 
¿y vas a tornarme al polvo? 

10 ¿No me exprimiste como leche, 
no me cuajaste como queso? 

11 Me revestiste de piel y de carne, 

y con huesos y músculos me consoli¬ 
daste. 

12 Me diste vida y me favoreciste, 
y tu protección me conservó. 

43 ¿Y me guardabas esto en tu co¬ 
razón ? 

Bien veo que esto entraba en tus de¬ 
signios. 

14 Si peco, tú me ves 

y no me dejarás impune. 

15 Si prevarico, ¡ay de mil 

Si soy inocente, no podré alzar mi 

[cabeza, 

harto de amargura y colmo de mi- 

[ serias. 

16 Y si la alzo me cazarás como Icón, 
y volverás a mostrarte terrible con- 

[tra mí. 

17 Renovarás tus pruebas contra mí 
acrecentarás conmigo tus iras, 
como tropas de refresco. 

18 ¿Por qué me sacaste del vientre de 

[mi madre? 

Muriera yo, sin que ojos me vieran. 

19 Fuera como si nunca hubierá exis¬ 

tido, 

llevado del vientre al sepulcro. 

20 ¿No son cortos los días de la vida? 
Déme, pues, tregua; aparte de mí su 

[ mano, 

21 y déjeme ver un poco de alegría 
antes que me vaya, para no volver, 


22 a la región de las tinieblas y de las 
[sombras de muerte, 
tierra de espantosa confusión, tinie¬ 
blas de noche oscura. 

Discurso de Solar. 

1^1 1 Comenzó a hablar Sofar, na- 

1 1 matita, y dijo (1): 

2 Porque sean muchas las palabras, 

[¿no van a tener respuesta? 
¿Va a ser el hombre verboso quien 
[por eso tenga razón? 

3 ¿Tus declamaciones van a hacer 

[callar a los hombres? 

¿Vas a burlarte sin que nadie te con- 

[funda? 

4 Tú dices: Mi doctrina es la verdadera, 
y te crees limpio en su presencia. 

6 ¡Ojalá hablara Dios 
y abriera sus labios contra ti, 

6 para descubrirte los secretos de la 

[sabiduría, 

y verías que Dios te ha condonado 
buena parte de tus culpas. 

7 ¿Crees tú poder sondear a Dios, 
llegar al fondo de su omnipotencia? 

8 Es más alto que los cielos. ¿Qué 

[harás? 

Es más profundo que el abismo. ¿Qué 
[entenderás? 

9 Es más extenso que la tierra, 
más ancho que el mar. 

10 Cuando acomete, aprisiona y cita a 

[juicio, 

¿quién podrá contrarrestarle? 

11 El conoce a los perversos, 

Ve la iniquidad donde nadie podría 
[sospecharla. 

12 Así el necio se hace discreto, 
y el estúpido onagro se humaniza. 

13 Si tú dispusieras tu corazón 
V alzaras a él tus manos, 

* 4 si limpiaras tus manos, si hay en 
[ellas iniquidad, 
y no dieras acogida en tu tienda a 
[la maldad, 

16 alzarías tu cabeza de la ignominia, 
te sentirías seguro y nada temerías, 
18 te olvidarías entonces del dolor, 

o si de él te acordaras, sería como 
[de agua que pasó. 

17 Sería esplendente tu vida como el 

[mediodía, 

y tus tinieblas como la mañana. 

18 Vivirías seguro de lo que te espe¬ 

jaba, 

y mirando en torno te acostarías 
[tranquilo. 


(i) Sofar reprende la que reputa palabrería 

de Job e insiste en el argumento de los otros. 








830 


JOB, 12, 13 


19 Mientras durmieras nadie te tur- 

[ baria, 

y muchos, al contrario, buscarían tu 

[rostro. 

20 Pero los ojos del malvado se con¬ 

sumirán, 

no habrá para él escape alguno, 
y su esperanza será el último suspiro. 


Respuesta de Job a Sofar. 

1 1 Respondió Job, diciendo (1): 

1 ~ 2 Cierto que sois vosotros la 
[humanidad toda, 
y con vosotros va a morir todo el saber. 

3 También tengo yo, como vosotros, 

[algún seso, 

y no cedo ante vosotros. 

Esas cosas, ¿quién las ignora? 

4 Ludibrio de sus amigos, yo que 

[clamo a Dios para que me oiga; 
ludibrio el justo, el recto. 

6 Desprecio al desgraciado. Así piensa 

[el dichoso. 

Desprecio a aquel cuyos pies están 
[para resbalar. 
8 Paz gozan las tiendas de los devas¬ 
tadores, 

y están seguros los que provocan a 

[ Dios, 

como si todo lo hubiera puesto Dios 
[en sus manos. 

7 Pregunta a las bestias, y ellas te 

[enseñarán; 

a las aves del aire, y te lo dirán; 

8 A los reptiles de la tierra, y te 

[instruirán, 

y te lo harán saber los peces del mar. 
• ¿Quién no ve que todo eso lo hace 
[la mano de Dios, 
de Dios, que es el dueño de todo 

[viviente 

10 y de la vida de todos los hombres? 
Se ha hecho la oreja para oír, 

11 como el paladar para gustar. 

Está en las canas el saber 

12 y en la ancianidad la sensatez. 
Pero en él están la sabiduría y el 

(poder, 

13 suyo es el consejo, suya la pru¬ 

dencia. 

Lo que él destruye no puede recons¬ 
truirse, 

14 lo que él aprisiona nadie lo liberta; 
si retiene las aguas, todo se sfcca; 

15 si les da suelta, devastan la tierra. 
De él viene el poder y la fortuna; 


(i) Irónicamente desecha Job los argumentos 
de sus amigos, que pretenden hacerse abogados 

de Dios, que no los necesita. 


18 él es el señor del engañado y del 
[en ganador; 

él despoja de consejo al consejero; 

17 él entontece a ios jueces; 
el quebranta la autoridad de los reves; 
18 b él ciñe una cuerda a su cintura; 
19 ‘ él despoja al sacerdote de su gloria; 
19 b él abate a los poderosos; 

20 él quita a los elocuentes la palabra 
v priva del consejo a los ancianos; 

21 él arroja sobre los grandes el dcs- 

[prccio 

l8 a y desciñe la cintura de los fuertes; 

22 éi descubre lo más oculto en las ti- 

[ nieblas 

y saca a la luz lo más recóndito; 

23 él descarría a los pueblos y los abate 
él destruye a las naciones y las 

[abandona; 

24 él quita el sentido a los gobernantes 
y los hace errar en un desierto sin 

[caminos, 

palpando en las tinieblas sin luz, 

25 Y hace que como beodos se ex¬ 

travíen. 

Todo esto lo ven mis ojos. 

I O 1 Lo ha oído mi oído y lo cntcn- 
° [dió. 

Lo que vosotros sabéis, lo sé yo 
[ también; 

2 no soy menos que vosotros. 

Pero yo quisiera hablar con el Om- 
[nipotentc 

3 y quisiera presentarle mis dudas, 
pues vosotros sois fabricantes de in- 
[ útiles remedios, 
4 sois médicos que nada curáis. 

6 Si al menos os callarais, 
os sería contado como acto de pru¬ 
dencia. 

6 Oíd, pues, os ruego, mi querella, 
atended las razones de mi dtfensa. 

7 ¿Queréis para justificar a Dios usar 
[de falsedad 

y defenderle con mentiras? 

8 ¿Queréis mostraros como parciales 

[suyos 

y ser los abogados de su causa? 

9 Sería bueno que él os sondease. 
¿Creéis poder engañarle como se en- 
[gaña a un hombre? 
10 El ciertamente os reprendería con 
[severidad, 

por más que pretendáis aparecer par¬ 
ciales suyos. 

11 Su majestad, ¿no os aterrará, 
no os llenará de espanto? 

12 Vuestros apotegmas son verdades 
[de polvo, 

vuestras defensas son defensas de 

[barro. 









JOB, 14, 15 


8:11 


13 Callad, y dejadme que hable yo, 
y venga sobre mí lo que viniere. 

14 Aunque llevara mi carne entre mis 

[dientes 

y tuviera mi vida en las palmas de 
[mis manos, 

15 aunque él me matara, no me do¬ 

lería, 

y defenderé ante él mi conducta, 
u y él vendrá a ser mi justificador, 
pues no hay impío que sostenga su 
[presencia. 

17 Oid atentamente mis palabras, 
fijad vuestra atención en mi razona- 

[miento. 

18 jEal. Pronta está mi defensa. 
Persuadido estoy de que seré absuclto. 

19 ¿Quién pretende litigar conmigo? 
Porque, si resignado callara, moriría. 

20 Asegúrame de dos cosas, 
y no esquivare tu presencia: 

21 Que alejarás de mí tu mano, 

v que tu indignación no me aterrará. 

22 Entonces pregúntame, y yo te res- 

[pondere, 

o hablaré yo y tú me replicarás.- 

23 ¿Cuáles son mis delitos y maldades? 
Dame a conocer mi iniquidad y mis 

[pecados. 

24 ¿Por qué esconderme tu rostro, 
y tenerme por enemigo tuyo? 

25 ¿A una hoja que arrebata el viento 

[infundirás terror, 
a una paja seca perseguirás, 

26 dictando contra mí sentencias de 

[amargura, 

imputándome las faltas de mi mo- 

[cedad? 

27 Pones en el cepo mis pies, 
acechas todos mis pasos, 
señalas las huellas de mis pies. 

28 Me deshago como leño carcomido, 
como vestido que roe la polilla. 

14 1 El hombre, nacido de mujer, 
vive corto tiempo y lleno de 
[miserias, 

2 brota como una flor y se marchita, 
huye como sombra y no subsiste. 

3 ¿Y a un tal le persigues con abiertos 

[ojos 

y le citas a tu tribunal? 

4 ¿Quién podrá sacar pureza de lo 

[impuro? 

Nadie. 

6 Pues que tienes contados sus días 
y definido el número de sus meses 
y le pusiste un término que no podrá 
[traspasar; 

6 aparta de él tu mirada y déjale, 
hasta que como el jornalero termine 
[su jornada. 


7 Porque todavía para el árbol hay 

[esperanza; 

cortado, reverdece 
y echa renuevos y retoños, 

8 aunque haya envejecido su raíz 

y haya muerto en el suelo su tronco, 

9 En sintiendo el agua, rebrota 

v echa follaje, como planta nueva. 
i° Pero el hombre en muriendo se 

[acabó. 

En expirando, ¿que es de él? 

11 Agótanse las aguas en el lago, 
sécase un río y se consume, 

12 así el hombre, una vez que se 

[acuesta no se levanta más. 
Cuanto duren los cielos no se des¬ 
pertará, 

no se despierta de su sueño. 

13 ¡Ohl Si me escondieras en el sepulcro 
y allí me ocultaras hasta que se apla- 

[case tu ira. 

fijando un término para volver a acor- 
parte de mí. 

14 Si muerto el hombre reviviera, 
esperaría que pasara el tiempo de mi 

[milicia, 

hasta que me llegara la hora del re¬ 
levo. 

15 Llamaríasme entonces, y yo te res¬ 

pondería, 

y te mostrarías propicio a la obra de 
[tus manos. 

16 Entonces seguirías, sí, mis pasos, 
pero no atenderías tanto a mis pe- 

[cados. 

17 Los encerrarías como en un saco, 
y borrarías mi iniquidad. 

18 Pero jayl que el monte se deshace 

[en pedazos 

y se remueve de su lugar la roca, 

49 Y el agua corroe las piedras 
y se lleva la inundación los terrones, 
y por modo semejante destruyes la 
[ esperanza del hombre; 

20 le destruyes de una vez y él se va; 
desfiguras su rostro y le alejas. 

21 Tengan honores sus hijos, él no lo 

[sabe; 

sean despreciados, él no tiene noticia; 

22 sólo siente los dolores de su carne, 
sólo sobre sí llora su alma. 


Segundo discurso de Elifn/.. 

1 ¿X 1 Entonces replicó Elifaz, tema- 

pita, diciendo: 

2 ¿Es de sabios responder con vanos 

[razonamientos, 

tener el pecho lleno de viento, 

3 defenderse con palabras inútiles 
y con razones inconsistentes? 







832 


JOB, 16 


4 Pero es más: tú destruyes la piedad 
y socavas la plegaria que a Dios se 

[hace. 

5 Tu misma boca revela tu impiedad, 
y hablas el lenguaje de los malvados. 

6 Es tu boca, no soy yo, quien te 

[condena; 

son tus labios los que atestiguan con- 

[tra ti. I 

7 ¿Eres tú por ventura el primer na- 

[cido? 

¿Viniste al mundo antes que los mon- 

[ tes? 

8 ¿Fuiste admitido a consejo con Dios, 
y te has apropiado toda la sabiduría? 

9 ¿Qué sabes tú que nosotros no se- 

[parnos? 

¿Qué entiendes tú que no entendamos 
- [nosotros? 

10 También hay entre nosotros an-. 

[eianos encanecidos, 
de más edad aún que tu padre. 

11 ¿Tienes en poco los consuelos de Dios 
y las blandas palabras que te diri- 

[gimos? 

12 ¿A dónde te arrastra tu corazón 
y por qué centellean tus ojos? 

13 Vuélveste sañudo contra Dios 

y salen de tu boca dicterios contra él. 

1 4 ¿Qué es el hombre para creerse 

[puro, 

para decirse inocente el nacido de 

[mujer? 

15 Si ni sus santos gozan de su con¬ 

fianza, 

y los mismos cielos rio son bastante 
[puros a sus ojos, 

18 ¡cuánto menos este ser odioso y 
[corrompido, 
el hombre, que se bebe como agua la 
[impiedad! 

17 Escúchame, que quiero enseñarte, 
te diré lo que sé por experiencia, 

18 lo que enseñaron los sabios, 

lo que no les ocultaron sus padres, 

19 aquellos que poseyeron su tierra, 
sin que por ella pasara el extranjero. 

20 Mientras vive, el impío es ator- 

[ mentado, 

Por los pocos años que se le dan al 

[opresor. . 

21 Suenan siempre en sus oídos gritos 

[de espanto, 

en tiempo de paz se ve asaltado por 
[el devastador. 

22 No espera poder sustraerse a las 

[tinieblas, 

siempre espera el golpe de la espada. 

23 Vaca errante en busca de pan, aun 

J teniéndolo; 
o y vecino 
[el día tenebroso. 


24 Le aterra la angustia, le asalta la 

[tribulación, 

como a rey atacado por sorpresa, 

25 porque extendió su mano contra 

[ Dios 

y se hizo fuerte contra el Omnipo- 

[tente, 

26 y corrió contra él con erguida cerviz, 
' en espesura de puntas de escudos; 

27 Y cubrió su rostro de gordura 
y de grosura sus lomos. 

28 Por eso habitará ciudades derri¬ 

badas 

y casas inhabitadas, 

destinadas a ser montón de ruinas. 

29 No prosperará, ni se mantendrá su 

[opulencia, 

ni echará raíces en la tierra. 

30 No escapará a las tinieblas. 

Sus renuevos los devorará la llama, 
su fruto caerá a impulsos del viento. 

31 No se fíe a una engañosa vanidad, 
pues se le tornará en tormenta, 

32 y a destiempo será cortado su ra- 

[ ni aje 

y sus ramas no reverdecerán. 

33 Será despojado, como de las uvas la 

[vid, aun en agraz, 
y como el olivo dejará caer sus flores. 

34 La prole de los impíos será estéril, 
y el fuego devorará la casa del so- 

[borno. 

35 Concibe maldad y engendra des¬ 

ventura, 

y nutre en su seno el desengaño. 


Itcspucstn de Job a Elifnz. 

i 1 Respondió Job, diciendo: 

2 He oído ya muchos discursos 
[ semejantes. 

Duros consoladores sois todos vos¬ 
otros. 

3 ¿Tendrán termino los vanos dis- 

[cursos? 

¿Qué es lo que a responder así te 

[incita? 

4 También podría yo hablar como 

[vosotros, 

si vosotros estuvierais en mi lugar. 
Podría hilvanar palabras con que 
[deslumbraros 

y mover mi cabeza sobre vosotros. 

5 Os alentaría con palabras, 

y un movimiento de compasión cerra- 
iría mis labios. 
8 Pero ¿qué hacer? Si hablo, no por 
[eso cesa mi dolor. 
Si callo, ¡qué se ha de apartar de mí! 
7 Pero ahora estoy abrumado; 
has destruido toda mi familia 





JOB 17, )t 


833 


8 Y me has aferrado. 

Se ha levantado contra mí y atestigua 
[contra mí. 

9 Su furor me hace trizas, 

se ha encarnizado contra mí. 
Rechina contra mí sus dientes, 
y alza torvos sus ojos contra mí 
40 Abren su boca contra mí, 
abofetean con afrenta mis mejillas, 
todos a una se lanzan contra mí. 

11 Dios me ha entregado a los impíos, 
me ha arrojado en manos de los per- 

[ versos. 

12 Feliz era vo, y él me arruinó, 
me cogió por el cuello y me estrelló. 

13 Púsome por blanco de sus saetas, 
Me cercan sus arqueros, 

me traspasa los riñones sin piedad, 
derrama mis entrañas. 

14 Me hace herida sobre herida 

y me acomete como fuerte guerrero. 

45 He cosido un saco sobre mi piel, 
he revuelto mi frente en la ceniza; 

16 está mi rostro hinchado por el llanto 
V cubre mis ojos denso velo, 

47 aunque no hubo en mis manos in¬ 

justicia 

y fue limpia mi oración. 

48 ¡No cubras, oh tierra, mi sangre, 
no cese mi clamor! 

19 Ahora, pues, en los cielos está mi 

[testigo, 

allá arriba está mi fiador. 

20 Aunque me escarnecen mis amigos, 
Las lágrimas de mis ojos imploran a 

[Dios, 

21 Para que sentencie en favor del 

[hombre contra Dios, 
como pide el hombre sentencia favo¬ 
rable a su amigo, 

22 pues pocos son los años que me 

[restan, 

y el camino por donde voy no tiene 

[ vuelta. 

17 1 Mi vida se acaba, 

1 extínguense mis días, 
sólo me queda el sepulcro. 

2 ¡Si al menos no tuviera escarnece- 

[dores junto a mí. 
Pero mis ojos tienen que contemplar 
[su obstinación, 

3 Dame, |oh Dio?!, seguro cerca de ti! 
que entonces,¿quién podrá apretarme? 

4 Has cerrado su mente al conoci- 

[ miento, 

pero no dejarás que prevalezcan. 

8 Invita uno a sus amigos a la presa, 
mientras desfallecen los ojos de sus 

[hijos. 

6 Me ha hecho la fábula de las gentes, 
soy para todos objeto de mofa. 


7 Mis ojos languidecieron de tristeza, 
y mis miembros son todos como una 

[sombra. 

8 Y alégranse de ello los buenos, 

y los inocentes se alzan contra el per¬ 
verso, 

9 pero el justo persevera en su camino, 
y quien tiene limpias las manos se 

[af.rma siempre más. 

10 Pero, en fin, volved todos, volved, 
que no hallaré entre vosotros un solo 

[discreto. 

11 Pasaron mis días, se desvanecieron 

[ mis proyectos, 
las prendas de mi corazón. 

12 La noche me la convierten en día 

y de las tinieblas me prometen próxi- 

[ma luz. 

13 ¿Qué puedo esperar? El sepulcro 

[será mi morada, 
en las tinieblas dispondré mi lecho. 

14 Diré a la podredumbre: ¡Tú eres mi 

[ padre! 

Y a los gusanos: ¡Mi madre y mis 
[hermanosl 

15 ¿Dónde está mi esperanza? 

Mi fortuna ¿quién la verá? 

16 ¿Van a bajar detrás de mí al se- 

[pulcro? 

vamos a caer juntos en el polvo? 


Segundo discurso de Baldad. 

1 o 1 Replicó Baldad, suhita, di- 

10 [ciendo: 

2 ¿Cuándo pondrás fin a los vanos 

[discursos? 

Reflexiona primero y luego habla¬ 
remos. 

3 ¿Por qué nos tomas como bestias 

y pasamos a tus ojos por estúpidos? 

4 Tú, que en tu furor te desgarras a ti 

[ mismo, 

¿crees acaso que sin ti quedará despo¬ 
blada la tierra 

y lanzarás de su lugar las rocas? 

6 Sí, se apagará la luz de los perversos, 
no brillará la llama de su hogar. 

6 Apagaráse la luz en su tienda, 
se extinguirá su lámpara. 

7 El cepo impedirá sus pasos vigorosos 
y su propio consejo le precipitará. 

8 Se enredarán en red sus pies 
y caminará sobre una trampa; 

9 un lazo le atará los tobillos, 
se le enredará fuertemente, 

10 se le ocultará en la tierra, 

y la trampa estará en su misma senda. 
41 De todas partes le asaltarán te¬ 
rrores, 

le seguirán, pisando sus talones. 


53 








JOB. 19 


13 Su opulencia se tornará en hambre 
y la perdición le acompañará. 

13 La enfermedad roerá su piel, 

y devorará sus miembros el primo¬ 
génito de la muerte. 

14 Será arrancado del apoyo de su 

[tienda 

y le bajarán al rey de los terrores. 

15 Otros, no él, habitarán su tienda, 
lloverá azufre sobre su morada. 

16 Secaránse sus raíces por debajo, 
Cortaránle por arriba sus ramas. 

17 Desaparecerá de la tierra su re¬ 

cuerdo, 

no tendrá ya nombre en la región. 

18 Le lanzarán de la luz a las tinieblas, 
1c exterminarán del mundo. 

19 No tendrá familia ni parentela en 

[el pueblo, 

ni sobreviviente en su tierra. 

20 De su caída se espantarán los úl¬ 

timos 

y se horrorizarán los primeros. 

21 Esa es la suerte del malvado, 

El destino del que desconoce a Dios. 


Respuesta de Job a Bagdad. 

I Q 1 Respondió Job, diciendo: 
1/2 ¿Hasta cuándo afligiréis mi 

[alma 

y me majaréis con vanos discursos? 

3 Ya me habéis afrentado diez veces 
y me maltratáis sin avergonzaros. 

4 Aun siendo verdad que yo haya 

[errado, 

sobre mí recaería mi yerro. 

5 ¿A qué alzaros contra mí, 
aduciendo como prueba mis torturas? 

6 Sabed, pues, que Dios me ha opri- 

[mido, 

y que me ha envuelto en sus redes. 

7 Grito contra la opresión, y no ob- 

[tengo respuesta; 

pido justicia, y no la hay para mí; 

8 ha cerrado mis caminos, y no tengo 

[salida, 

y ha llenado de tinieblas mis senderos. 

9 Me ha despojado de mi gloria, 
Arrancó de mi cabeza la corona. 

10 Me ha demolido del todo, y perezco; 
descuajó como árbol mi esperanza. 

II Encendióse contra mí su cólera, 
y me contó entre sus enemigos. 

42 Vinieron contra mí todas sus milicias, 
se han atrincherado en mi camino, 
y han acampado en torno de mi 

[tienda. 

18 Alejáronse de mí mis hermanos, 
y. mis amigos se me han hecho ex- 

11ranos. 


14 desaparecieron mis vecinos y co^ 

[nocidos, 

me ha olvidado hasta la gente de mi 

[casa. 

15 Mis criados me reputan por extraño, 
soy a sus ojos un forastero. 

16 Llamo a mi siervo, y no me res¬ 

ponde, 

y tengo que suplicarle con mi boca. 

47 Hízose mi aliento repugnante a mi 

[mujer, 

y yo fétido a los hijos de mi madre. 

18 Hasta los niños me desdeñan 
y me insultan, si intento levantarme. 
49 Me han aborrecido todos mis confi¬ 
dentes, 

los más caros amigos se vuelven 
[contra mí. 

20 Péganse a mi piel mis huesos des¬ 
carnados, 

y apenas si conservo la piel junto a 
[mis dientes. 

24 Apiadaos, apiadaos de mí, siquiera 
[vosotros, mis amigos, 
porque me ha herido la mano de 

[Dios. 

22 ¿Por qué, como Dios, me perseguís 

[vosotros también, 
y no os hartáis de mis carnes? 

23 jQuién me diera que se escribiesen 

[mis palabras 

y se consignaran en un libro (1), 

24 que con punzón de hierro se gra¬ 

basen sobre el plomo, 
o en la piedra se esculpiesen para 

[siemprel 

25 Porque yo lo sé: mi Redentor 

[vive, 

y él se erguirá como fiador sobre el 

[polvo; 

26 y después que mi piel se desprenda 

[de mi carne, 

en mi carne contemplaré a Dios. 

27 |Yo le veré, veránle mis ojos, no 

[otrol 

Abrásanse en mi seno mis entra¬ 
bas. 

28 Si decís: ¡Olí, si pudiéramos escru¬ 

tarle, 

en él hallaríamos la raíz de la cosal 

29 Temed la espada, 

pues la espada es la vengadora de la 
[iniquidad, 

y sabed que hay un juez. 


(i) Este deseo de Job de ver grabadas sus 
palabras indican claro que va a decir algo 
muy importante. Lo que sigue está oscuro y 
es objeto de diversas interpretaciones. La tra¬ 
ducción bien conocida de la Vulgata expresa 
la esperanza de la resurrección; la nuestra, sin 
estar tan clara, todavía parece reducirse al 
mismo pensamiento. 







JOB, 20, 21 


8M5 


Réplica de Solar. 

1 Tomó Sofar, namatita, la pa- 
[labra, y dijo: 

2 Por eso me hacen responder mis 

[pensamientos 

que se agitan dentro de mí. 

3 Te he oído mi ignominiosa reprensión, 
y la indignación me impulsa a res¬ 
ponder según mi saber. 

4 ¿No sabes ya de siempre, 

desde que vive el hombre sobre la 

[tierra, 

6 que es breve el tiempo de los mal¬ 
eados 

y dura un instante la alegría de los 
[perversos? 

6 Si hasta el cielo subiere su arrogancia 
y tocare en las nubes su cabeza, 

7 Cual un fantasma, desaparece para 

[siempre; 

y los que le vieron dirán: ¿Dónde está? 

8 Desaparecerá como un sueño y no 

[le hallarán, 

huirá como visión nocturna. 

8 Los ojos que le vieron no le verán 

[más, 

su morada no le percibirá ya más. 

11 Sus huesos, llenos aún de juvenil 

[vigor, 

bajarán con él al polvo del sepulcro. 

12 Aunque él dulcificara la maldad 
y la ocultara bajo su lengua, 

13 La saboreará antes de tragarla, 
reteniéndola en su paladar; 

14 se corromperá en su vientre aquel 

[manjar, 

hiel de víboras se volverá en sus en- 

[trañas. 

16 Devoró riquezas, pero las vomitará, 
de su vientre se las sacará Dios. 

16 Chupa veneno de áspides, 

y lengua de áspid le matará. 

17 No gozará a la vista de los arro¬ 

gúelos, de los ríos, 
de ríos de leche y de miel. 

18 Devolverá el trabajo ajeno, que no 

[podrá tragar. 
Cual prestada su riqueza, tendrá que 
[restituirla, 

19 pues oprimió violentamente a los 

[pobres, 

robó casas que no construyó. 

10 Sus hijos tendrán querepararcl daño, 
sus propias manos restituirán su ri- 

[queza, 

20 pues no conoció hartura en su 

[avaricia, 

no salvará lo que tanto codició. 

21 Nada escapaba a su voracidad, 
por eso su bienestar no fue du¬ 
dable. 


22 En el colmo de la abundancia todo 

[le es poco, 

y le sobrevienen desventuras de toda 

[suerte. 

23 Mandará Dios contra él la llama 

[de su furor, 

hará llover sobre él sus saetas. 

24 Si escapa a las armas de hierro, 
le traspasará el dardo de bronce. 

25 Disparó la saeta que le traspasa y 

[sale por su espalda, 
cual rayo de sus entrañas. 

26 Toda suerte de tinieblas le están 

[reservadas; 

le abrasará fuego no encendido por 
[ hombre, 

y será destrozado cuanto de su tienda 
[quedare. 

27 Revelará el cielo su impiedad 
y la tierra se alzará contra él. 

28 Desaparecerá de su casa toda su 

[riqueza, 

arrasada será en el día del furor. 

29 Esta es la suerte que al perverso 

[reserva Dios, 
ésta es la parte que el Omnipotente le 
[adjudica. 

Respuesta de Job a Soínr, 

01 1 Respondió Job, diciendo: 

~ 2 Escuchad atentamente mis pa¬ 

labras, 

dadme siquiera este consuelo. 

3 Tolerad que hable, 

y cuando haya terminado, burlaos. 

4 ¿Es de un hombre de quien yo me 

[quejo? 

¿Por qué no habré de impacientarme? 
6 Volved a mí vuestros ojos y espan¬ 
taos, 

poned el dedo sobre vuestros labios. 

6 Yo, sólo de pensarlo me horrorizo 
y tiemblan todas mis carnes. 

7 ¿Cómo es que viven los impíos, 

se prolongan sus días y se aseguran 
[en su poder? 

8 Su prole persiste con ellos a su pre- 

[ scncia, 

y tienen ante sus ojos a sus retoños. 

9 Sus casas son paz, no hay en ellas 

[temor, 

no cae sobre ellos la vara de Dios. 

10 Sus toros fecundan y no langui¬ 

decen, 

y sus vacas paren y no abortan. 

11 Sacan fuera a sus pequeños cual 

[rebaño, 

y sus niños saltan de contento; 

12 bailan al son del tambor y de la 

[cítara, 

y.saltan al son de la flauta. 







83ü 


JOB, 22 


13 Pasan sus días placenteramente, 

y tranquilamente bajan al sepulcro 
[en un momento. 

14 Y eso que decían a Dios: Apártate 

[lejos de nosotros, 
no queremos saber de tus caminos. 

15 ¿Qué es el Omnipotente para que 

[le sirvamos, 
y qué provecho sacamos de rogarle? 

16 Ya veis cómo gozan fortuna. 

Lejos de mí aprobar el consejo de los 

[malvados. 

17 ¿Pero cuántas veces se apaga la 

[lámpara de los malos, 
los coge la merecida desventura 
y los castiga en su furoi ? 

48 ¿Son como paja arrastrada por el 

[viento, 

y como tamo que se lleva el torbe¬ 
llino? 

19 Que Dios reserva el castigo para 

[sus hijos... 

Déle a él mismo su merecido, que lo 
[sienta él, 

20 que vean sus propios ojos su ruina, 
y beba el furor del Omnipotente. 

24 ¿Qué le importa a él de su casa 
[ para después de el, 
cuando fuere cortado el número de 
[sus días? 

22 ¿Quién es el que puede enseñar a 

[Dios sabiduría, 
a él, que juzga a los más altos? 

23 Mucre éste en plena prosperidad, 
cuando todo florecía y estaba en se¬ 
guridad, 

24 cuando estaban sus lomos cubiertos 

[de grosura 

y bien regada la medula de sus huesos. 
26 Muere aquel en medio de la amar¬ 
gura de su alma, 
sin haber gozado de bien alguno. 

26 Y con todo, juntamente yacerán 

[en el sepulcro, 
y a uno y otro los recubren los gu¬ 
ísanos. 

27 Bien adivino vuestros pensamientos 
y los improperios que contra mí nía* 

[quináis. 

28 Vosotros decís: ¿Dónde está la casa 

[del opresor, 

qué fué de la tienda en que moraban 
[los perversos? 

29 ¿Por qué no se lo preguntáis a los 

[caminantes? 
No podéis desconocer la respuesta 
[que darán. 

30 Que en el din de la ira se salva el 

[ malvado, 

y es sustraído al furor en sa día. 

81 ¿Quién le echa en cara su mala 
[conducta? 


¿Quién le da su merecido por sus 
[maldades? 

32 Es llevado con acompañamiento al 

[sepulcro, 

y es honrado en su túmulo; 

33 le son leves los terrones del valle, 
arrastra a los hombres tras de sí, 

y va delante de él gente sin número. 

34 ¿A qué, pues, me dais tan vanos 

[consuelos, 

si en vuestras respuestas no hay más 
[que falacia? 


Héplica de Elifaz. 

22 1 Volvió a tomar la palabra Eli- 
[faz, tcmanita, y dijo: 

2 ¿Qué favor puede el hombre hacer a 

[ Dios? 

Sólo a sí mismo aprovecha su sensatez. 

3 ¿Qué le importa a Dios que tú seas 

[justo? 

¿Gana algo con que sean limpios tus 
[ caminos? 

4 ¿Será por tu piedad por lo que él 

[te castiga 

y entra en juicio contigo? 

5 ¿No es más bien por tus muchas 

[ culpas, 

por tus pecados sin número? 

6 Exigiste injustamente prenda a tus 

[hermanos, 

despojaste de sus ropas al harapiento, 

7 no diste de beber al sediento, 
al hambriento le negaste el pan. 

8 Y de quien tiene mano fuerte, suya 

[es la tierra; 

el que se hace temer, ése se adueña 

[ de ella. 

9 Despediste a la viuda con las manos 

[vacías 

y rompiste los brazos al huérfano. 

10 Por eso te hallas preso en lazns 

y te sorprende de improviso el terror; 

11 te rodean las tinieblas y no ves, 
y te inundan aguas desbordadas. 

42 ¿Xo está Dios en lo alto de los 

[cielos? 

Mira las estrellas: iQuc altas! 

13 Y tú dirías: ¿Qué sabe Dios? 
¿Puede juzgar a través de las nubes? 

14 Las nubes le cubren como velo y 

[no ve; 

se pasca por la bóveda de los ciclos. 

15 ¿Quieres seguir el antiguo sendero 
por donde caminaron los impíos, 

16 que fueron arrancados antes de 

[ tiempo 

y una inundación arrancó sus ci- 
[ míen tos? 







JOB, 23, 24 


837 


17 Oue decían a Dios: Apártate de 

[nosotros, 

¿qué puede hacernos el Omnipotente? 

18 Mientras llenaban sus casas de ri¬ 

quezas. 

Lejos de mí el consejo de los impíos. 

19 Los justos se alegraron, 
los inocentes se rieron, 

20 al ver aniquilada su fortuna, 

y sus residuos devorados por el 

[fuego. 

81 Reconcilíate con él y tendrás paz, 
y de ello te vendrá bien. 

22 Recibe la ley de su boca, 
pon sus preceptos en tu corazón. 

23 Si humillándote te vuelves al Om- 

[ nipotente 

y alejas de tu casa la iniquidad, 

24 tendrás el oro como polvo 

y como chinarros del torrente el Ofir; 

25 será el Omnipotente tu tesoro 
V plata refinada para ti; 

26 hallarás en el Omnipotente tus de¬ 

licias, 

alzarás tu rostro hacia él, 

27 El escuchará tus ruegos, 
y tú le cumplirás tus votos. 

28 Harás proyectos y te saldrán bien, 
y brillará la luz en tu camino. 

29 Si te humillaren, en seguida podrás 

[deeir: «¡Exaltación!» 
Pues a los de bajos ojos salva Dios. 

30 Libertará al que es inocente, 
pero en la pureza de sus manos. 

Respuesta de Job. 

OQ 1 Job respondió, diciendo: 

2 Cierto que son hoy acerbas 
[mis quejas, 

pero es más pesada mi carga que mis 
[ gemidos. 

3 ¡Oh, si supiese cómo hallarle, 
cómo llegar hasta su mismo trono, 

4 expondría ante él mi causa, 
tendría la boca llena de razones. 

5 Sabría lo que me respondería, 
oiría lo que me diría. 

6 ¿Contendería conmigo alegando su 

[gran poder? 

Seguro que no: Me atendería. 

7 Así el justo podría disputar con él, 
y mi juez para siempre me absolvería. 

8 Pero si voy al oriente, no está allí; 
si a occidente, no le veo. 

9 Si le busco al norte, no le hallo; 
si al mediodía, no le descubro. 

10 Mas ya que él conoce mis caminos, 
que me escudriñe y me acrisole como 

[el oro. 

11 Por sus huellas marchó siempre mi pie, 
sus caminos seguí sin apartarme, 


12 no me desvié de los mandatos de 

[sus labios, 

he guardado las palabras de su boca. 

13 Pero cuando él decide una cosa, 

[¿quién podrá disuadirle? 
Lo que quiere es lo que hace. 

14 Así cumple hoy en mí sus designios, 
y todavía mucho más tiene él de seme¬ 
jante en su pensamiento. 

15 Por eso me estremezco ante él, 
le contemplo, y tiemblo ante él. 

16 El fuerte me quita toda mi fuerza, 
el Omnipotente me aterra, 

17 más que las tinieblas que me en¬ 

suelven, 

más que la oscuridad que cubre mi 

[rostro. 

1 ¿Por qué el Omnipotente no 
[se reserva sus tiempos, 
para no dejar a los que le conocen 
[en la ignorancia de su día? 

2 Unos invaden los términos ajenos, 
roban los ganados y los llevan a sus 

[pastizales; 

3 se llevan el asno del huérfano 

y toman en prenda el buey de la 

[viuda; 

4 arrojan al pobre de su campo, 

y obligan a esconderse a los humildes 
[ campesinos, 
y se llevan en prenda al hijo del pobre. 

5 Otros se van al desierto, como asnos 

[salvajes; 

el desierto es suyo, es el pan de sus hijos. 

6 Siempre en acecho, siegan los campos 

[de otros 

y vendimian las viñas del rico. 

7 Pasan desnudos las noches, sin ropa, 
sin más abrigo en medio del frío. 

8 Se mojan con los aguaceros en los 

[montes, 

sin más asilo que las rocas. 

9 Arrancan de los pechos al niño 

[ huérfano, 

10 Desnudan al harapiento, 

hacen llevar sobre sí sus haces al 
[hambriento, 

11 moler sus aceitunas y pisar sus uvas 

[al sediento. 

De la ciudad salen gritos de mori¬ 
bundos; 

12 Pide a voces venganza el alma de 

[los vejados, 

y Dios no atiende a estos clamores. 

13 Hay quienes aborrecen la luz, 
y no ven los caminos, 

V no siguen sus trazas. 
i4 ab Antes del día se levanta el ase¬ 
sino, 

para matar al desvalido y al nece¬ 
sitado . 







JOB, 25, 26, 27 


8.J8 


14 < De noche anda ei salteador, 

15 Espera la oscuridad el ojo del adúl¬ 

tero, 

diciendo: Nadie me verá. 

Y se cubre el rostro con una máscara. 

16 en las tinieblas asaltan las casas, 
los días los pasan encerrados, 

no quieren cuentas con la luz. 

17 Para ellos el alba es sombra de 

[muerte, 

el aclarar del día los aterra mortal- 

[mente. 

18 Huyen veloces como curso de aguas; 
es maldita su posesión sobre la tierra, 
no se pisa el fruto de sus viñas. 

19 Como la sequedad y el calor funden 

[la nieve, 

así a los malvados el sepulcro. 

20 Le olvida el seno materno, 

ni se menciona siquiera su nombre. 
Arrancado es dé cuajo como el 

[árbol, 

21 por haber maltratado a la estéril 

[que no tiene hijos 
y haber hecho mal a la viuda. 

22 Pero el que con su fuerza derriba 

[al poderoso, 

se alza, y ya lio cuenta para nada 

[su vida. 

23 Déjale apoyarse en su seguridad, 
pero tiene sus ojos en todos sus caminos. 

24 Están un tiempo en auge, y luego 

[desaparecen, 

perecen como hierba que se siega, 
son segados como espigas. 

25 ¿No es así? ¿Quién me desmentirá 
y reducirá mis discursos a la nada? (1) 

Réplica de Dildad. 

25 1 Y r olvió a decir Bildad, suhita: 

2 Suyos son el poder y la ma¬ 
jestad, 

y él mantiene la paz en sus alturas. 

3 ¿Tienen número sus ejércitos? 
¿Sobre quién lio resplandece su luz? 

4 ¿Cómo, pues, justificarse el hombre 

[ante él, 

cómo ser puro el nacido de mujer? 

6 La luna misma no brilla, 
ni resplandecen bastante las estrellas 
[a sus ojos. 

8 jCuánto menos el hombre, un gusa- 

[ nillo, 

el hijo de Adán, un vil insecto! 


(i) Parece indudable la trastocación del 
trozo 18-24, que. lejos de convenir a la res¬ 
puesta de Job, no es más que una confirma¬ 
ción de la tesis de uno de sus amigos, y per¬ 
tenece probablemente a la réplica de Sofar, que 
en el texto según está no aparece. 


26 1 Respondió Job, diciendo: 

2 iQué gran ayuda la que das al 
[flaco, 

qué socorro traes al brazo desmayado! 

3 ¡Qué bien has aconsejado al ignorante, 
qué profundo saber has manifestado! 

4 ¿A quién has dirigido tus palabras? 
¿Qué espíritu es el que ha hablado por 

[tu boca? 

5 Hasta los muertos tiemblan de- 

[bajo de la tierra, 
los mares y cuanto en ellos mora. 

6 El mismo abismo está ante él des¬ 

anido, 

sin velos el sepulcro. 

7 El tendió el septentrión sobre la 

[nada, 

él colgó la tierra sobre el vacío. 

8 Encierra las aguas en las nubes, 
y las nubes no se rasgan a su peso. 

9 El roba a la vista su trono, 
cubriéndose de nubes. 

10 Trazó en derredor de los mares un 

[círculo, 

hasta el confín entre la luz y las ti- 

[nieblas. 

11 Las columnas del cielo tiemblan 

y se estremecen a una amenaza suya. 

12 El con su pujanza conmueve los 

[mares 

y con su poder doma al monstruo. 

43 A su soplo centellean los cielos, 
y su mano dirige la serpiente tortuosa. 
Y todo esto no es, sin embargo, más 
[que la orla de sus obras, 
Es un leve susurro de su palabra; 
que el estallido de trueno de su poder, 
[¿quién podría oírlo? 

07 1 Tomó de nuevo Job la palabra, 

** k y en forma de sentencia dijo: 

2 ¡Por Dios vivo, que me rehúsa jus- 

[ticia, 

por el Omnipotente, que me lia col¬ 
imado de amargura! 

3 Que mientras en mí quede un soplo 

[de vida, 

y el hálito de Dios aliente en mis nu¬ 
trices, 

4 jamás mis labios proferirán una in¬ 

justicia, 

jamás mi lengua dirá una mentira. 

* Lejos de mí daros la razón; 
mientras yo viva no dejaré que me 
[arranquen mi inocencia. 

6 Mantendré con firmeza mi justicia v 

[no la negare, 
no me arguye mi conciencia por uno 
[solo de mis días. 

7 Sea á mi adversario a quien le falte 

[la razón, 

sea mi enemigo como el reo condenado. 









JOB, 28 


s:w 


8 ¿En qué podrá confiar el impío cuan- 

[do muera, 

cuando Dios le arranque la vida? 

9 ¿Escuchará Dios sus gritos 
cuando le llegue la desventura? 

10 ¿Podrá complacerse en el Omni- 

[ potente, 

podrá jamás invocar a Dios? 

11 Os mostraré la maño de Dios, 

Xo os celaré los designios del Omni- 
[potente. 

12 Vosotros mismos podéis verlo. 

¿Por qué, pues, perderos en vanas ilu¬ 
siones? 

Réplica de Sofar (1). 

13 He aquí la suerte a que destina 

[Dios al hombre culpable, 
la porción que del Omnipotente re- 
[cibe el impío: 

14 Si tiene muchos hijos, destíñanse 

[a la espada, 

su prole no se hartará de pan. 

15 A los sobrevivientes los sepultará la 

[pestilencia, 

sus viudas no los llorarán. 

16 Aunque acumule la plata como si 

[fuese tierra, 
aunque a montones tenga los ves¬ 
tidos, 

17 los prepara él, pero se los vestirá el 

[justo, 

y su plata irá a manos del inocente. 

18 Hizo su casa, pero viene a serle 

[como nido, 

como cabaña de guarda. 

19 Se acuesta rico, pero será por últi- 

[ma vez, 

En un instante dejará de existir. 

20 Vendrá sobre él el terror como di¬ 

luvio, 

en la noche le arrastra el torbellino. 

21 Le arrebata el viento solano y se 

[lo lleva, 

y le arranca lejos de su lugar. 

22 Le asaetea Dios sin piedad, 

y vanamente se esforzará para esca¬ 
lpar a su mano. 

23 Batirán palmas contra él, 

y en su mismo lugar le silbarán. 


(i) Parece que los discursos de los tres ami¬ 
gos habrían de cerrarse con una réplica de 
Sofar, que siguiera a las de los otros dos, pero 
ésta no va indicada en el texto con la ordinaria 
frase introductoria. Es, por tanto, probable 
que debería reconstituirse con los trozos 24, 
18-24 y 27. 14-23, obteniéndose, así la simetría 
de las panes que se da en las primeras inter¬ 
venciones; de lo contrario resultarían puestas 
en boca de Job afirmaciones que son las mismí¬ 
simas de los amigos que con él discuten. 


La Sabiduría. 

1 Tiene la plata sus veneros (1), 
y el oro lugar en que se acrisola. 

2 Sácase el hierro de la tierra, 

y de la roca fundida sale el bronce. 

3 El hombre alumbra las tinieblas 
y escudriña en lo profundo, 

las rocas en densa oscuridad. 

4 Abre pozos lejos de lo habitado. 

No bajan por su pie, 

se suspenden, no como hombres. 

5 La tierra, que produce el pan, 
está por debajo como fuego; 

6 sus rocas son la morada del zafiro, 
y sus terrones contienen oro. 

7 Por caminos desconocidos de las 

[águilas, 

impenetrables al ojo del azor, 

8 110 pisados por las fieras, 
inaccesibles al león. 

9 Mete su mano en el pedernal 
y subvierte los montes. 

10 Horada las rocas 

y descubren sus ojos en ellas lo pre¬ 
cioso. 

11 Detiene las filtraciones de las aguas 
y saca a luz los tesoros. 

42 Pero la sabiduría, ¿dónde hallarla, 
y dónde está el entendimiento? 

13 No conoce el hombre el camino, 

ni se halla en la tierra de los mortales. 

14 El abismo dice: No está en mí. 

Y el mar: Dentro de mí no se halla. 

15 No se compra con el oro más fino, 
ni se pesa la plata para comprarla 

16 No se pone en balanza con el oro 

[de Ofir, 

ni con el precioso berilo, ni el zafiro. 

17 No se equipara al oro ni al cristal, 
ni se cambia por vasos de oro puro. 

18 No cuentan a su lado corales y 

[cristales; 

vale más que las perlas. 

19 No puede a ella compararse el to- 

[ pació de Etiopía, 
no entra en balanza con el oro más 

[ puro. 

20 ¿De dónde, pues, viene la sabiduría, 
dónde hallar la inteligencia? 

21 Se oculta a los ojos de todos los 

[mortales, 

y aun a los de las aves del cielo está 

[ velada. 

22 El infierno y la muerte dicen: 

Sólo hemos oído su fama. 


(1) El texto no indica quién pronuncia estas 
palabras en elogio de la Sabiduría. Al crear 
Dios el mundo, la difundió en la creación, por 
eso Dios la conoce, pero los hombres no alcan¬ 
zan a conocer sus secretos, 










840 


JOB, 29, 30 


23 Dios es el que conoce sus caminos, 
él sabe su morada; 

24 porque con su mirada abarca los 

[confines de la tierra, 
y ve cuanto hay bajo la bóveda del 

[cielo. 

25 Cuando dió su peso al viento 
y dispuso las aguas con medida, 

26 cuando dió la ley a la lluvia 
y camino al rayo, 

27 entonces la vió y la midió, 
la fundó y la conoció a fondo; 

28 y dijo al hombre: El temor de Dios, 

[ésa es la sabiduría; 
apartarse del mal, ésa es la inteli- 

[gencia. 


Itcspuesta de Job. 

9Q 1 Volvió a tomar Job la palabra, 

[y dijo: 

¡Oh! ¡Si volviera a ser como en los 
[ pasados tiempos, 
como en los días en que Dios me pro¬ 
tegía! 

Cuando resplandecía su luz sobre mi 
[cabeza, 

>' a su resplandor marchaba en las 
[tinieblas. 

4 A lo que fui en mis días otoñales, 
cuando protegía mi morada, 

5 cuando el Omnipotente era conmigo 
y tenía en torno mío a mis hijos; 

6 cuando me lavaba cu leche los pies 

y me daba la piedra arroyos de aceite; 

7 cuando iba a las puertas de la ciudad 
y se alzaba en la plaza mi silla, 

b y les jóvenes al verme se escondían 
y los viejos se alzaban en pie, 

9 y los grandes contenían la palabra 
y ponían el dedo sobre sus labios, 
i° y callaba la voz de los caudillos, 
y se pegaba su lengua al paladar. 

1 1 El oído (pie me escuchaba me 11a- 

[ ni aba feliz, 

y los ojos (pie me veían se declaraban 
[en mi favor. 

12 porque libraba al pobre que cla- 

[ maba, 

y al huérfano que no tenía valedor. 

4,3 Caía sobre mí la bendición del que 
[estaba liara caer, 
y el corazón de la viuda se colmaba 
[ de gozo. 

14 Vestíame de justicia y ella me ro- 

[deaba como vestido, 
me era mi equidad como túnica y 
[turbante. 

15 Yo era ojos para el ciego, 
era para el cojo pies, 


10 era el padre de los pobres, 
y estudiaba la causa aun del deseo- 

[ nocido. 

17 Quebrantaba los dientes del so¬ 

berbio, 

y de sus dientes le arrancaba la presa. 

18 Decíame yo: Moriré viejo, 
prolongáronse mis días como los de 

[ la palmera: 

19 extenderánse mis raíces hasta las 

[ aguas, 

y caerá de noche sobre mis ramas el 

[rocío. 

20 Renovarásc conmigo mi gloria, 

y mi arco se fortalecerá en mis manos. 

21 Para escucharme me esperaban (1), 
y callaban hasta oír mi opinión. 

22 Nadie replicaba a mis palabras, 
suavemente penetraba en ellos mi 

[ discurso. 

23 Esperábanme como se espera la 

[ lluvia, 

y abrían su boca como a la lluvia 
[ temprana. 

24 Si les sonreía, no acertaban a expli- 

[ cárselo, 

y acogían con ansia la luz de mi 

[rostro. 

25 Cuando acudía a sus reuniones me 

[ sentaba a la cabeza; 
moraba entre ellos como un rey entre 
[ sus huestes, 

como consuelo de los afligidos; 

1 Y ahora se burlan de mí los 
»)() [ más mozos que yo, 

a cuyos padres me hubiera yo dcs- 
[ denudo de contar 
entre los perros de mis ganados. 

2 Aun el vigor de sus brazos 
¿de (iué podría servirme? 

No tienen fuerza alguna. 

3 Flacos por la miseria y por el hambre, 
roen el desierto, oscura tierra, árida 

[y desolada, 

4 recogiendo bledos entre las rcta- 

[mas, 

y se alimentan con raíces de retama. 

5 Arrojados de en medio de los hom- 

[bres, 

perseguidos a gritos como ladrones, 
habitan en lo escarpado de los to- 

[rrentes, 

en cuevas y entre rocas, 

7 rugiendo entre la maleza 
y reuniéndose entre la enramada. 


(i) Los versículos 21-25 están en perfecto 
contexto después de 1-11, miertras que los ver¬ 
sículos 12-20 .dan la razón del espeto con que 
era tratado Job y de sus halagüeñas esperanzas 
para los futuro. 











JOB, 31 


841 


8 Gente innoble, pueblo sin nombre, 
pisoteados más que la misma tierra. 

9 ¡Y de esos soy yo objeto de burla 
y les sirvo de canciónl 

10 Abominan de mí, me esquivan, 

y hasta se atreven a escupirme a la 

[cara. 

11 Perdido todo respeto, me insultan, 
rompen todo freno en mi presencia. 

12 A mi derecha se alza el populacho 

y prepara los caminos para perderme. 

43 Destruven mis sendas, procuran mi 

[ruina, 

y nadie los contiene. 

44 Irrumpen contra mí como por ancha 

[ brecha, 

surgen de bajo las ruinas. 

15 Han arremetido contra mí terrores, 
se fue como viento mi prosperidad, 
pasó cual una nube mi ventura, 

16 y ahora se derrite mi vida dentro 

[de mí, 

y me agarran días de aflicción. 

47 La noche me taladra los huesos, 
y no descansan los que me roen. 

48 Me envuelven como vestido con 

[fuerza, 

me ciñen como la orla de mi túnica. 

19 Hame arrojado al fango 

y he venido a ser como el polvo y la 

[ceniza. 

20 ¡Clamo a ti y tú no me respondes, 
insisto y no me haces casol 

21 Te lias tornado para mí en despia- 

[ dado enemigo, 

con toda tu fuerza me persigues; 

22 me alzas en alto, me haces cabalgar 

[sobre el viento, 
y fuertemente me sacudes. 

23 Bien sé que me llevas a la muerte, I 
al lugar de reunión de todos los mor- 

[ tales. ' 

24 Sin embargo, yo no alcé la mano 

[ contra el pobre, ¡ 
le salvé en su angustioso gritar. 

25 ¿No lloraba yo todos los días con 

[ el afligido? I 
¿No se llenaba de tristeza mi alma | 
[ por el pobre? 

26 Y cuando esperaba el bien, vínome 

[el mal; 

cuando esperaba la luz, vino la oscu¬ 
ridad. 

27 Mis entrañas se agitan sin descanso, 
han venido sobre mí días de aflic¬ 
ción. 

28 Ando en torno enlutado, sin con- 

[suclo, 

v me pongo a gritar entre la turba. 

29 He venido a tener por hermanos a 

[los chacales. 

y por compañeros a los avestruces, 


30 Ennegrecida se va desprendiendo 

[ mi piel, 

y mis huesos queman por el ardor. 

81 Hase trocado en duelo mi cítara, 
y mi flauta en lamentos. 

31 1 Había hecho pacto con mis ojos 
de no mirar a virgen. 

2 ¿Pues qué porción me reservaría Dios 

[ desde lo alto, 
y qué heredad el Omnipotente desde 
[las alturas? 

3 ¿No es la perdición la que espera al 

[inicuo, 

y el infortunio a los obradores de la 
[maldad? 

4 ¿No está él mirando mis caminos 
y contando todos mis pasos? 

5 Ni anduve con engaños 

ni corrieron hacia el fraude mis pies, 

6 péseme Dios en balanza justa, 
y Dios reconocerá mi inocencia. 

7 Si se apartaron mis pasos de tus 

[sendas 

y tras mis ojos se fué mi corazón, 
o se pegó algo a mis manos, 

8 siembre yo y coseche otro, 

y sean arrancadas mis plantaciones. 

9 Si mi corazón se dejó seducir por 

[mujer 

y estuve en acecho a la puerta de mi 
[prójimo, 

10 muela para otro mi mujer, 

y sea entregada a ajenos brazos; 

11 pues maldad grande es ésta, 
es un grave crimen, 

12 fuego que devora hasta la des¬ 

trucción, 

y consumiría toda mi hacienda. 

13 Si desdeñé el derecho de mi siervo 
y el de mi sierva, cuando se quejaron 

[de mí, 

14 ¿qué haría cuando se alzara Dios 

[para juzgar, 

cuando me pidiera cuentas, qué res¬ 
pondería? 

15 El que me hizo a mí en el materno 

[seno, ¿no le hizo también a él? 
¿No fué él mismo el que al uno y al otro 
[nos formó en el vientre? 

16 Si negué al huérfano su satisfacción 
y defraudé la esperanza de la viuda, 

17 si comí solo mi bocado 

sin dar de comer de él al huérfano; 

* 8 antes desde mi infancia le atendía 
[como padre, 
y desde el seno materno le protegía; 

19 Si vi al miserable sin vestido, 
v al pobre sin ropas, 

20 y no me bendijeron sus carnes, 

y se calentaron con el vellón de mis 

[ovejas; 








JOB, 32 


8 42 


21 si aleé mi mano con Ira el inocente, 
por verme superior a él en la puerta, 

22 despréndase mi hombro de la espalda 
y arránquese del hombro mi brazo. 

23 Tiles temía el castigo de Dios, 
yuo habría podidoresistir a su majestad. 

24 Si puse en el dinero mi confianza, 
y dije al oro: Tú eres mi esperanza; 

25 si me gocé en mis muchos bienes, 

y en que mi mano mucho atesoraba; 

26 Si mirando al sol cuando brillaba, 

y a la luna al caminar resplandeciente, 

27 se engañó en secreto mi corazón, 

y les mandé con la mano el beso de 
[mi boca, 

28 que es también gravísimo delito, 
pues habría negado a Dios que está 

[en lo alto; 

29 si me alegré del mal de mi enemigo, 
y me gocé en que le sobreviniera la 

[desgracia, 

30 pues no di mi lengua ai pecado, 

ni conjuré al sepulcro contra su vida; 

31 si no decían las gentes de mi tienda: 
; Dónde hallar quien de su mesa no se 

[sacie? 

32 Antes bien no se quedaba fuera el 

[extranjero, 

y abría mí puerta ai viandante; 

33 Si encubrí como hombre mi pecado, 
ocultando en mi seno la maldad, 

34 pues habría temido de la muche- 

[dnmbre, 

me habría aterrado el desprecio de las 

[gentes, 

V mudo me habría estado sin salir de 

[casa. 

36 ¡Oh, si hubiera quien me escuchase! 
¡Ahí va mi firmal Respóndame el To¬ 
dopoderoso. 

Ahí está el libelo de acusación escrito 
[por el adversaria. 

36 Ciertamente yo le llevaré sobre mis 

[hombros, 

me lo ceñiré como corona, 

37 le daré a conocer el número de mis 

[pasos, 

y me acercaré a él como un príncipe. 
" 38 si clamó la tierra contra mí, 
si a una lloraban sus surcos; 

39 si comí mi sustancia sin pagarla, 

sí afligí el ánimo de los que la cultivaban; 

40 názcanme cardos en vez de trigo 
y cizaña en vez de cebada (lj. 

Intervcnclón“de Eliú. 

1 Dejaron aquellos tres hombres 
de replicar a Job, viendo que él 


(i) Los vs. 38-40 están sin duda trastocados. 
Debieran leerse a continuación del v. 32. 


se obstinaba en declararse inocente 
a sus ojos; 1 2 pero Eliú, hijo de Bera- 
quel, buzita, de la tribu de Ram, se 
encendió en cólera contra Job, porque 
se declaraba justo ante Dios. 3 Tam¬ 
bién contra los tres amigos ardió su 
cólera, porque 110 tenían qué respon¬ 
der a Job, y a pesar de eso le conde¬ 
naban. 4 * Había esperado Eliú, mien¬ 
tras hablaban con Job, porque ellos 
eran más entrados en días qtie él; 
5 mas al ver que no había respuesta 
en la boca de aquellos tres hombres, 
se encendió su cólera (1). 6 Habló, 
pues, Eliú, hijo de Beraqueí, buzita, 
y dijo: 

Yo soy joven todavía, y vosotros an- 

[ cíanos; 

por eso dudaba, temeroso, 
en exponer mi pensamiento. 

7 Pensaba que hablaría la ancianidad 
y que los' muchos años mostrarían la 

[sabiduría; 

8 pero ésta es en el hombre una ins¬ 

piración, 

es el soplo del Todopoderoso el que 
[la enseña. 

9 No son los ancianos los sabios, 

no siempre los viejos tienen el enten- 
[dimiento. 

10 Por eso me atrevo a decir; Oídme, 
y daré yo también mi parecer. 

11 Ya veis, he estado esperando vues¬ 

tros discursos 

y escuchando vuestras razones; 

12 mientras tuvisteis algo que decir 
estuve atento. 

Pero ya no hay quien pueda conven- 
[eer a Job, 

110 hay entre vosotros quien responda 
[a sus razones. 

13 No digáis: Nosotros le hemos hecho 

[ ver la sabiduría, 
convénzale Dios, no hombre alguno. 

14 A mí nada me ha dicho, 

y yo no voy a responderle con vuos- 
[ tros argumentos. 
16 Están desconcertados, 110 respon¬ 
den ya, 

les falta la palabra. 

16 Comenzaré yo, pues, ya que no 

[hablan ellos 

y se están ahí sin responder. 

17 Diré yo también lo mío, 
también yo expondré mi parecer. 

18 Me siento lleno de cosas que decir 


(1) Este pequeño prólogo nos presenta a 

Eliú y los motivos de su ingerencia en el 

debate. El argumento nuevo que aporta es 

el valor educativo del,dolor, que justifica la 

conducta de Dios y es motivo para que Job 

guarde silencio. 








JOB, 33, 34 


8P1 


v me insta el espíritu que hay dentro 

[de mí. 

19 Mirad, mi interior está como vino 

[encerrado, 

como un odre nuevo pronto a estallar. 

20 Hablaré, pues, para desahogarme, 
y abriré mis labios para responder. 

21 No haré acepción de personas, 
llamaré a cada uno por su nombre, 

22 no me andaré con circunloquios, 

y me soportará por un poco mi Ha- 

[ cedor. 


Reproches u Job. 


O O 1 Oye, pues, ¡oh Job!, mis pala- 
' [bras, 

y presta atención a mis discursos. 

2 Mira, soy yo, abro la boca, 

es mi lengua la que se mueve en mi 
[paladar. 

3 Mi corazón me dicta palabras sabias, 
y mis labios hablarán con franqueza. 
& Respóndeme, si puedes, 

Disponte a la defensa y póntcme de- 

fiante. 

6 También yo, como tú, soy de Dios, 
también yo fui formado del barro. 

4 El espíritu de Dios me creó, 

el soplo del Todopoderoso me da vida. 

7 Mira, nada tienes que temer de mi, 
no te abrumará mi majestad. 

8 Dijiste, pues, ante mí, 

yo escuché bien el sonido de tus pa¬ 
labras: 

9 «Puro soy, sin pecado, 
limpio estoy, no hay culpa en mí, 

10 y con todo El halla pretextos contra 

[ uií, 


y me toma por enemigo suyo. 

11 Pone mis pies en el cepo 
y espía todos mis pasos.» 

12 Mira, en esto no tienes razón. 

Yo te respondo que Dios es más grande 
[que el hombre. 

13 ¿A qué quejarte contra El, 

de que no dé razón de todo lo que hace? 

14 Habla Dios de un modo, habla de 

[otro, 

pero el hombre no le entiende. 

15 En sueños o en visión nocturna, 
cuando desciende el sueño sobre los 

[hombres, 

cuando duermen en el lecho, 

16 entonces abre sus oídos 

y le aterra con sus reproches, 

17 para retraerle del mal 

y precaverle contra la soberbia, 

’ 8 para salvar su vida de la corrupción 
y librarla de un fin desastrado. 
i 9 Es también corregido con dolores en 
[su lecho, 


con dolor continuo de sus huesos, 

20 cuando tiene asco del pan 

y hasta del manjar más exquisito, 

21 y se consume su carne hasta des¬ 

aparecer, 

y aparecen los huesos, que antes no se 

[veían; 

22 está su vida próxima al sepulcro, 

su alma a los espasmos de la muerte; 

23 pero si para él hay un intercesor, 
un ángel entre mil, 

que haga ver al hombre su deber, 

24 tenga piedad de él y diga: 

«Líbrale del sepulcro, 

halle satisfacción de sus'pecados», 

25 reverdecerá su carne más que en su 

[juventud, 

volverá a los días de la adolescencia. 

26 Suplicará a Dios y éste le acogerá, 

le dará benigno su esplendente rostro, 
V volverá al hombre a su ventura. 

27 El entonces, dirigiéndose a los hom- 

[bres, les dirá: 
«Había pecado, había violado la jus¬ 
ticia, 

y Dios no me retribuyó según mis 

[obras. 

28 He salvado mi vida del sepulcro, 
y vuelvo a ver la lu¿. 

29 Mira, todo esto lo hace Dios, 
dos y aun tres veces con el hombre, 

30 para retraer su alma de la tumba, 
para alumbrarle con la luz de la vida. 

31 Atiende, Job, escúchame. 

Calla mientras hablo yo; 

32 O si tienes que replicar, respóndeme; 
habla, que yo deseo que te justifiques. 

33 Si no, haz por escucharme; 
calla, y te enseñaré sabiduría. 


Segundo discurso de Eliú. 

Ql 1 Prosiguió Eliú hablando así* 
u * 2 Oíd, hombres sabios, mis pala¬ 
bras. 

Prestadme, hombres doctos, vuestro 

[oído, 

3 pues el oído discierne las palabras, 
como prueba los manjares el paladar. 

4 Discutamos la causa, 

veamos entre nosotros dónde está lo 

[justo. 

5 Puesto que Job dice: «Yo soy mó¬ 

tente, 

pero Dios me niega mi derecho, 

6 y contra mi derecho padezco, 

y es mi llaga atroz sin culpa mía»: 

7 ¿Quién jamás como Job, que se bebe 

[ los insultos como agua, 
y se va en la compañía de los obra- 
[ dores de maldad, 





JOB, 35 


SI I 


8 por los caminos de los hombres per- 

f versos? 

Puesto que ha dicho: «No aprovecha 
[al hombre 

9 estar a bien con Dios.» 

Oídme, sesudos varones: 

10 jLcjos de Dios la maldad! 

{Lejos del Todopoderoso la injusticial 

11 El retribuye al hombre según sus 

(obras, 

según sn conducta le trata. 

12 No, cierto, no es injusto Dios, 

no tuerce el Todopoderoso la justicia. 

13 ¿Quién le dió la tierra para que la 

[gobernara? 

¿Quién ha hecho el universo lodo? 

14 Si El a sí solo atendiera 

y retrajera a sí su soplo y su aliento, 

16 en un instante moriría toda carne 
y el hombre se tornaría polvo. 

16 Si entiendes, oye esto 
y escucha el sonido de mis palabras. 

11 ¿Podrá gobernar un enemigo del 
[derecho? 

¿Y quieres tú condenar al justo su- 

[premo, 

18 al que puede decir a un rey «mal- 

[vado* 

V «criminal» a un soberano? 

19 Al que no mira a la cara a los po- 

[derosos 

y no prefiere el rico al pobre, 
porque todos son hechura suya? 

20 Mueren de improviso en el corazón 

[de la noche, 

son sacudidos los poderosos y desapa¬ 
recen. 

El valiente se va sin poder hacer uso 
[de su fuerza, 

21 pues El tiene su mirada sobre el obrar 

[de cada uno 
y cuenta todos sus pasos. 

22 No hay oscuridad, no hay densa 

[ tiniebla, 

donde puedan esconderse los malhe- 

[ chores. 

25 Conoecdor de sus acciones todas, 
los derriba en una noche y quedan 
[aplastados. 

23 Fija plazo al hombre 

para presentarse al tribunal de Dios. 

24 Quebranta al fuerle sin andar en 

[averiguaciones, 
y pone a otro en su lugar. 

28 Los destroza como reos, 
los hiere como perversos, 

27 porque se alejaron de El 

y no quisieron saber de sus caminos. 

28 En cuanto llegó a El el clamor del 

[oprimido, 

en cuanto se hizo oír el lamento de los 
[ desvalidos. 


29 Si El calla, ¿quién podrá condenar? 
Si El esconde su rostro, ¿quién ya le 

[verá? 

El cela sobre las naciones y sobre los 
[individuos, 

30 para que no campe el impío por sus 

[respetos, 

para que no sufra el pueblo vejaciones; 

31 puesto que si acaso dice a Dios: 
«He pagado mi culpa, no pecaré más, 

32 enséñame Tú lo que yo no sé, 
he hecho el mal, no lo haré más», 

33 ¿eastigará El según tu consejo? 

Te dirá: Juzga tú en lugar mío? 

Di tú lo que sepas. 

34 Háblenme los sensatos, 
atiéndanme los prudentes. 

36 No habló Job cuerdamente, 
fueron imprudentes sus discursos. 

36 ¿No será Job probado a fondo 
por sus respuestas, propias de un 

[impío, 

37 pues a su pecado añade la rebelión, 
Bate palmas contra nosotros, 

y multiplica sus quejas contra Dios? 


Tercer discurso de Eli A. 


35 1 Volvió a tomar Eliú la pala- 

[bra, y dijo: 

2 ¿Te parece haber pensado justamente 
al decir: «Tengo razón contra Dios», 

3 y diciendo: «¿De qué me sirve, 
qué ventaja he tenido por no haber 

[pecado? » 

4 Voy a responderte, 

y a responder contigo a tus amigos. 

5 Contempla el cielo, mira, 

mira cuánto más alta que tú es esa 
[ bóveda. 

fi Si pecas tú, ¿qué mal le haces? 

Si multiplicas tus pecados, ¿que per¬ 
juicio le causas? 

7 V con ser justo, ¿que le das? 

¿Qué recibe El de tumano? 

8 A un hombre como tú perjudica tu 

[ mal obrar, 

a un hijo de hombre aprovecha tu jus- 

[tieia. 

9 Gritan por la gravedad de la opre- 

[sión, 

piden socorro contra la tiranía de los 
[ poderosos; 

10 pero nadie dice: «¿Dónde está el 

[ Dios (pie me creó, 
(pie da en la noche cantares de júbilo, 

11 que nos da inteligencia mayor que 

[a las bestias de la tierra 
y nos hace sabios más (pie a las aves 
[ de* cielo? - 








JOB, 36, 37 


845 


1 2 Y, claro, por mucho que griten, El no 

[responde, 

viendo la soberbia de los malvados. 

13 Un vano gritar, cierto, no lo escucha 

[Dios, 

el Todopoderoso no lo atiende, 

14 menos todavía cuando tú dices que 

[no lo ve. 

Ante El está la causa, espera en El. . 

15 Al decir, pues, que no es su ira la 

[que castiga, 
que no atiende gran cosa a la iniqui- 

[dad, 

16 abrió Job vanamente su boca 

y multiplicó insensatamente las pa¬ 
labras. 


Cuarto discurso de Eliú. 

1 C° n tinuó Eliú, diciendo. 

2 Espera un poco V te enseñaré, 
todavía hay más razones en favor de 

[Dios. 

3 Sacaré de lejos mi saber 

y vindicaré la justicia de mi Hacedor. 

4 Cierto, no son falaces mis razones, 
te habla un perfecto conocedor. 

6 Mira: Dics es poderoso, 
y el poderoso de verdad no desprecia 
[a nadie. 

6 No deja florecer al impío 

y hace justicia al desvalido; 

7 No aparta sus ojos del justo, 

y al fin los sienta en tronos con los 

[reyes, 

y son exaltados; 

8 y encadenados, oprimidos en los 

[lazos de la miseria, 
El les hará reconocer sus obras, 

9 sus pecados, porque se ensoberbe¬ 

cieron. 

Abrirá sus oídos a la corrección, 

10 y los exhorta a que se aparten del 

[mal. 

Si le oyen, si se le someten, 

11 terminarán felizmente sus días 

y sus años transcurrirán en la dicha. 

1 2 Pero si le desoyen, acabarán mala- 

aliente 

y morirán cuando menos lo esperaban. 

13 Les de corazón protervo se aíran 

y no claman a Dios cuando los enca¬ 
dena; 

14 por eso se extingue su vida en la 

[juventud 

y acaba en la adolescencia. 

16 Por lo contrario, salva al justo pa¬ 
tríente, por sus padecimientos, 
y ccn la tribulación abre sus oídos. 

16 También a ti te sacará de las fauces 
[de la angustia 


a lugar holgado, sin estrecheces, 
a mesa llena de selectos manjares. 

17 Pero si sigues los senderos del impío, 
la culpa y la pena te corresponderán. 

18 No te lleve, pues, la ira al arrebato, 
v no te deprima la cuantía del rescate. 
49 ¿Puede acaso sacarte de la angustia 

[tu clamor 

V todos tus vigorosos esfuerzos? 

20 No anheles, pues, tanto la noche de 

[la muerte, 

oue va arrebatando a unos tras otros. 

21 Guárdate de dejarte llevar a la ini¬ 

quidad, 

aunque fuera la miseria quien te lle- 

[vara. 

22 Mira: Dios es sublime en su poder. 
¿Quién como El terrible? 

23 ¿Quién jamás le dió normas de con¬ 

ducta? 

¿Quién jamás pudo decirle: Has hecho 

[mal? 

24 Acuérdate de que debes ensalzar 

[sus obras, 

de tantos hombres celebradas. 

25 Todos los hombres las contemplan 
y se deleitan en ellas. 

26 Mira: Es Dios tan grande que no le 

[conocemos. 

El número de sus años no es investí- 

[gable. 

27 El hace subir las gotas de agua 
v descender en lluvia sus vapores. 

28 Destilan las nubes, 

y llueve sobre el hombre en abun¬ 
dancia. 

29 ¿Quién será capaz de conocer las 

[extensiones de las nubes, 
los fragores de su pabellón? 

30 El extiende en derredor suyo su luz, 
y la hace llegar hasta las profundida¬ 
des de los mares. 

31 Pues con esto alimenta a los pue- 

[blos, 

y con eso da pan a los mortales. 

32 Se arma las manos de fulgores 
y les manda herir al enemigo, 

33 y con su fragor anuncia 

el celo de su ira contra la iniquidad. 

Q7 1 Esto hace saltar mi corazón, 
u L y le llena de espanto, 

2 Oíd, oíd el estallido de su voz, 

El estampido que sale de su boca, 

3 se extiende por todos los ámbitos del 

[cielo, 

y llega su fulgor hasta los confines de 
[la tierra. 

4 Y después de él resuena el trueno. 
Brama con voz majestuosa, 

y nada puede retener el rayo 
tLLi.do se e>e la vez de su majestad. 






846 


JOB, 38 


5 Truena Dios maravillosamente con 

[su voz. 

Hace cosas grandes que no compren- 

[demos. 

6 El dice a la nieve: Baja a la tierra, 
y a las lluvias copiosas: Abundad. 

7 Es ante ellas impotente el hombre, 
para que todos reconozcan que es 

[obra de El. 

8 Las fieras se meten en su cubil 
y se quedan en sus guaridas. 

® Del austro viene el huracán, 
viene del septentrión el frío. 

10 Al soplo de Dios se forma el hielo 

11 y se contrae la extensión de las 

[aguas. 

El carga de agua las nubes. 

12 Y distiende la nube de su luz 
que va todo en torno, 

donde la lleva la voluntad del go¬ 
bernante 

para hacer lo que le mande El; 

13 ya para castigar como azote, 
ya para regar la tierra, 

para favorecer con ella al hombre. 

14 Atiende a esto, Job, 

y detente a considerar las maravillas 

[de Dios. 

15 ¿Sabes tú los designios de Dios 

[sobre ellos? 

¿Sabes por qué hace brillar el relám- 
[pago en sus nubes? 

16 ¿Conoces el equilibrio de las nubes 

[en el aire, 

los prodigios del que todo lo sabe? 

17 ¿Sabes por qué se calientan tus ves¬ 

tidos 

cuando el viento solano abochorna la 

[tierra? 

16 ¿Extenderás tú con él el firma- 

[mento, 

terso como fundido espejo? 

18 Enséñanos lo que hemos de decirle, 
pues nosotros no sabemos, envueltos 

[en tinieblas. 

20 ¿Quién irá a darle cuenta si había¬ 

te yo? 

¿Podrá decirle nadie: «Me veo avasa¬ 
llado«? 

21 A veces no se puede ver la luz que 

[resplandece en el cielo. 
De pronto pasa el viento y barre las 

[nubes; 

22 viene del aquilón áureo resplan- 

[ dor, 

y se viste Dios de terrible majestad. 

23 Grande es su poder, grande es su 

[juicio, 

mucha su justicia, no oprime a na- 

[die. 

24 Por eso han de temerle los hombres, 
y no mira El al que se cree sabio. 


Intervención de Dios. 

QQ 1 Entonces dirigió Dios a Job 
su palabra, de en medio de un 
torbellino, diciendo (1): 

2 ¿Quién es éste que empaña mi pro¬ 

cidencia 

con imprudentes discursos? 

3 Cíñete como varón tus lomos. 

Voy a preguntarte, respóndeme tú. 

4 ¿Dónde estabas al fundar yo la 

[tierra? 

Dímelo, si tanto sabes. 

5 ¿Quién determinó, si lo sabes, sus 

[dimensiones? 

¿Quién tendió sobre ella la regla? 

6 ¿Sobre qué descansan sus cimientos, 
o quién asentó su piedra angular, 

7 entre las aclamaciones de los astros 

[ matutinos 

y los aplausos de todos los hijos de 

[Dios? 

6 ¿Quién cerró con puertas el mar 
cuando impetuoso salía del seno, 

9 dándole yo las nubes por mantillas, 
y denso nublado por pañales, 

10 dándole yo la ley 

y poniéndole puertas y cerrojos? 

11 diciéndolc: De aquí no pasarás, 
ahí se romperá la soberbia de tus olas. 

12 ¿Acaso has mandado tú en tu vida 

[a la mañana 

y lias enseñado su lugar a la aurora, 

13 para que ocupe los extremos de la 

[tierra 

y eche fuera a los malhechores, 

14 modelándose entonces la tierra como 

[el barro bajo el sello, 
y apareciendo vestida, 

45 privando a los malvados de su luz 
y rompiendo el brazo de los soberbios? 

16 ?Has bajado tú hasta las fuentes del 

[mar, 

te has paseado por las profundidades 
[del abismo? 

17 ¿Se te lian abierto las puertas de la 

[muerte? 

¿has visto las puertas de la fúnebre ti 

[niebla? 

18 ¿Abarcas la inmensidad de la tierra? 
Dilo, si sabes todo esto. 

19 ¿Cuál es el camino para las moradas 

[de la luz? 

y las tinieblas, ¿dónde habitan? 

20 Tú sabrás conducirlas a sus domi- 

[nios 


(i) Dios aparece al fin, y dirigiéndose a 
Job iraia de aplanarle prescnlándole la gran¬ 
deza de su sabiduría, revelada en la creación. 
Es magnifica la descripción del caballo, del 
hipopótamo y del cocodrilo. 








JOB, 39 


8*17 


y tornarlas a los senderos de su morada. 

21 ¡Seguro lo sabrás, pues ya habías 

[nacido 

y era ya entonces grande el número 
[de tus días! 

22 ¿Has ido a los escondrijos de la 

[ nieve? 

¿Has entrado .gn. los almacenes del 

[granizo 

23 que guardo yo para los tiempos de 

[la desdicha, 
para el día de la guerra y de la ba¬ 
talla? 

24 ¿Cuál es el camino por donde se 

[difunde la niebla? 
¿Por dónde se echa sobre la tierra el 
[viento solano? 

25 ¿Quién abre el camino a la inunda¬ 

ción 

y sus sendas al rayo tonante, 

26 para hacer llover sobre tierra de¬ 

sierta, 

sobre desiertos inhabitados por el 
[hombre, 

27 para empapar las áridas llanuras 
y hacer brotar la verde hierba? 

28 ¿Tiene padre la lluvia? 

¿Quién engendra a las gotas del rocío? 

29 ¿De qué seno sale el hielo?, 

y la escarcha del cielo, ¿quién la ha 
[engendrado? 

30 Se endurecen las aguas como pie- 

[dra, 

y se congela la superficie del abismo. 

31 ¿Has atado tú los lazos de las Plé¬ 

yades, 

o puedes soltar las ataduras del Orion? 

32 ¿Eres tú quien a su tiempo hace salir 

[las constelaciones 
y quien guía a la Osa con sus hijos? 

33 ¿Has enseñado tú a los cielos su ley 
y determinado su influjo sobre la 

[tierra? 

34 ¿Alzas tu voz hasta las nubes, 
para que te cubran de copiosas aguas? 
36 ¿Mandas tú a los relámpagos y van 

[ellos, 

diciéndote: Henos aquí? 

36 ¿Quién puso sabiduría en las cosas 

[ocultas, 

y en las claras, quién puso inteli¬ 
gencia? 

37 ¿Quién dispone las nubes con cuenta 

[y número, 

y quién derrama los odres de los cielos 

38 cuando se hace una masa el polvo, 
y se pegan unos a otros los terrones? 

39 ¿Eres tú quien proporciona su 

[presa al león 

y sacia el alma de los leoncillos, 

40 cuando están agazapados en sus 

[cubiles 


o se ponen en acecho en la espesura? 

41 ¿Quién prepara su alimento al 

[cuervo, 

cuando sus polluelos gritan a Dios 
y riñen por falta de comida? 


QQ 1 ¿Sabes tú el tiempo en que 
[paren las gamuzas? 
¿Asististe al parto de la cierva? 

2 ¿Contaste los meses de su preñez, 
o conoces el tiempo de su parto? 

3 Se encorvan, echan su cría, 
poniendo fin a sus dolores. 

4 Se hacen grandes sus crías, crecen en 

[el campo, 

salen, y no vuelven más a ellas. 

6 ¿Quién da libertad al asno salvaje? 
¿Quién rompe las ataduras al onagro, 

6 al que por casa di el desierto, 
por guarida las estériles estepas? 

7 Se ríe del estrépito de las ciudades, 
y no oye las voces del arriero; 

8 vaga por los montes al pasto, 
y se va tras de toda hierba verde. 

9 ¿Consentirá el búfalo en servirte 
y en pasar la noche a tu pesebre? 

10 ¿Podrás atarle al yugo con tus co¬ 

yundas 

y hacerle arar los surcos delante de ti? 

11 ¿Contarás con él por su gran fuerza 
y le encomendarás tus labores? 

12 ¿Le fiarás la recogida de tu grano 

y el amontonamiento de tus mieses 
[en la era? 

13 Agítase bulliciosa el ala del avestruz, 
pero ¿es acaso también pluma piadosa 

[y voladora? 

14 Abandona sus huevos a la tierra 
y los deja que se calienten en la arena, 

15 Sin pensar que un pie puede rom¬ 

perlos, 

puede aplastarlos un animal salvaje. 

16 Es cruel con sus hijos cómo si no 

[fueran suyos, 
y no se cuida de que sea vana su fa- 

[tiga, 

17 porque le negó Dios la sabiduría, 
y no le dió parte en la inteligencia; 

18 pero a la llegada del cazador puede 

[desafiarle, 

y se ríe del caballo y del jinete. 

19 ¿Puedes tú dar al caballo la fuerza, 
llenar su cuello de relinchos? 

20 ¿Le enseñas tú a saltar como la lan¬ 

gosta, 

a resoplar fiera y terriblemente? 

21 Hiere la tierra su casco, lánzase 

[audaz, 

sale al encuentro de las armas, 

22 Ríese del miedo, no se empavorece, 
no retrocede ante la espada; 








848 


JOB, 40, 41 


23 cruje sol re él la aljaba, 

la llama de la lanza y la saeta; 

24 con estrépito y resoplido sorbe la 

[tierra, 

y no se detiene al sonido del clarín. 

25 Cuando suena la trompeta, dice: 

[¡Susl 

Y huele de lejos la batalla, 
el clamor de los jefes y el tumulto. 

26 ¿Se alza a lo alto el azor por tu sa¬ 

biduría, 

tendiendo sus alas hacia el mediodía? 

27 ¿Se remonta por orden tuya el 

[águila, 

y hace su nido en las alturas? 

28 Habita en las rocas y allí pasa la 

[noche, 

en la cresta de las rocas, en lo más 
[abrupto. 

29 Acecha desde allí la presa 

que de muy lejos descubren sus ojos. 

30 Sorben la sangre sus polluelos, 

y donde hubiere muertas, allí está ella. 

40 1 Y continuando Yave en respon¬ 
der a Job, dijo: 

2 ¿Querrá el censor contender todavía 

[con el Omnipotente? 
El que pretende enmendar la plana a 
[Dios, responda. 

Hcspucsta de Job. 

3 Y Job respondió a Yave, diciendo: 

4 iCuán pequeño soy! ¿Qué voy a res¬ 

ponder? 

Pondré mi mano sobre mi boca. 

6 Una vez hablé, no hablaré más. 

Dos veces, no añadiré palabra. 

Prosigue Yave. 

6 Siguió Yave replicando a Job desde 

[el torbellino, y dijo: 

7 Ciñe tu cintura, cual varón, 

Yo te preguntaré, enséñame tú. 

8 ¿Aún pretenderás menoscabar mi 

[justicia? 

¿Me condenarás a mí para justificarle 

[tú? 

9 ¿Tienes los brazos tú como los de JJios 
y puedes tronar con voz semejante a 

[la suya? 

10 Revístete, pues, de gloria y majes¬ 

tad, 

cúbrete de magnificencia y esplendor, 

11 distiibuyc a toirentes tu ira, 

y humilla al soberbio sólo con mirarle. 
^ 2 Mira al orgulloso y abátele, 
y aplasta a los malvados. 


13 Ocúltalos a todos en el polvo, 
y cubre su faz de eternas tinieblas. 

44 Yo entonces también te alabaré, 

V diré que tu diestra es capaz de 

(vencer. 

16 Mira al hipopótamo, creado por mí, 
[como lo fuiste tú, 
que se apacienta de hierba, como el 

[buey. 

16 Mírale; su fuerza está en sus 

[lomos, 

y su vigor en los músculos de su 

[vientre. 

17 Endereza su cola como un cedro, 
los nervios de sus costillas se entre¬ 
lazan. 

18 Sus huesos son como tubís de 

[bronce, 

son como palancas de hierro. 

19 Es obra maestra de Dios, 

a él le entregó la espada su Hacedor. 

20 Los montes le ofrecen sus pro¬ 

ductos, 

mientras retozan allí todas las bestias 
[del campo. 

21 Echase debajo de los lotos, 

en medio de los juncos del pantano; 

22 los arbustos de la orilla le dan 

[sombra, 

le rodean las mimbreras del torrente. 

23 Crezca el río, é! no se espanta, 

Está seguro aunque le llegue un Jor- 

[dán al hocico. 

24 ¿Le cogerán a sus ojos? 

¿Taladrará nadie con el anillo su nariz? 

25 ¿Puedes tú coger con anzuelo al 

[cocodrilo 

y atarle una cuerda a la lengua? 

26 ¿Le meterás un junco por la nariz, 
o atravesarás con el anillo sus man¬ 
díbulas? 

27 ¿Te dirigirá ruegos suplicantes, 
o te lisonjeará con palabras? 

28 ¿Hará pacto contigo, 
lo tomarás a tu servicio? 

29 ¿Jugarás con él como con un pájaro, 
o le atarás para juguete de tus unios? 

30 ¿Le cogerán los pescadores en sus 

[redes, 

se lo repartirán los mercaderes? 

31 ¿Cubrirás tú de flechas su piel 

y le hundirás el arpón en la cabeza? 

32 Ponle encima la mano, 

te quedará recuerdo de la riña y no 
[ volverás. 

44 2 Nadie se atreve a provocarle, 

ni puede siquiera estar a pie 
[firme delante de él. 

1 Si alguno se atreviere, le engañó su 

[ilusión, 

a su solo vista quedará aterrado. 









JOB, 42 


8-19 


* ¿Quién jamás le asaltó y quedó 

[salvo? 

No lo hay debajo del ciclo. 

4 No callaré la forma de sus micm- 

[bros, 

no' tiene igual en la fuerza; 

6 ¿Quién jamás le despojó de su man- 

[to, 

quién exploró la doble fila de sus 

[dientes, 

6 le abrió las puertas de la boca? 

El círculo de sus dientes infunde 

[terror; 

7 Su dorso está armado de laminas de 

[escudos, 

compactas y cerradas como nn sello; 

8 únese la una a la otra sin dejar res¬ 

quicio, 

y unidas entre sí no se separan. 

9 Sus estornudos son llamaradas, 

sus ojos son como los párpadeos de la 

[aurora; 

10 de su boca sale fuego, 
centellas de fuego; 

11 sale de sus narices humo, 
como de olla al fuego, hirvicnte. 

12 Su aliento enciende los carbones, 
saltan llamas de su boca; 

13 en su cuello está su fuerza, 
y ante él tiemblan de horror. 

14 Las papadas de su carne son duras, 
apretadas contra él; 

15 aunque le fulminaran con rayos 

[no se movería. 
Su corazón es duro como el pedernal, 

16 duro como la piedra inferior de la 

[muela. 

Si se alza tiemblan los valientes, 

17 y de terror no saben por dónde tirar. 
La espada que le ataca se rompe, 

18 No resisten la lanza ni el dardo: 
para él el hierro es como paja, 

19 y el bronce cual madera carcomida. 
El hijo del arco no le hace huir, 

20 Las piedras de la honda son para 

[él estopas, 

la maza le es como paja, 

21 y se burla del vibrar del venablo. 
Debajo lleva agudos tejos, 

22 que arrastra como un trillo sobre el 

[cieno. 

Hace hervir el abismo como olla 

23 y espumar como vasija de un- 

[güentos. 

Deja en pos de sí blanco su ca¬ 
tín ino, 

24 Como si fuera una cana cabe¬ 

llera. 

No hay en la tierra semejante a él, 

25 Hecho para no tener miedo. 

26 Todo lo ve desde arriba, 

es el rey de todos los feroces. 


Respuesta de Job. 

¿19 1 Respondió Job, diciendo (1): 

** 1 2 * * * * * Sé que lo puedes todo, 
y que no hay nada que te cohiba. 

3 «¿Quién es éste que imprudente- 

[mente empaña mi providencia?» 
Cierto que proferí lo que no sabía, 
cosas difíciles para mí, que no conocía. 

4 «Escucha y hablaré yo, 

yo te preguntaré, enséñame tú.» 

5 Sólo de oídas te conocía; 

mas ahora te han visto mis mismos 

[ojas. 

0 Por todo me retracto y hago peni- 

[ tcncia, 

entre el polvo y la ceniza. 


Epíiogo. 

7 Después de haber hablado Yave 
a Job estas palabras, dijo Yave a 
Elifaz, temanita: Se ha encendido mi 
ira contra ti y contra tus dos compa¬ 
ñeros, porque no hablasteis de mí 
rectamente, como mi siervo Job. 8 Así, 
pues, tomad siete becerros y siete 
carneros, e id a mi siervo Job y ofre¬ 
ced por vosotros sacrificio; y Job, mi 
siervo, rogará por vosotros, y en aten*- 
ción a él no os haré mal, pues no ha¬ 
blasteis de mí rectamente, como mi 
siervo Job. 9 * Vinieron, pues, Elifaz, 
temanita, Bildad, súbita, y Sofar, 
namatita, c hicieron lo que les man¬ 
dara Yave, y Yave atendió a los rue¬ 
gos de Job (2). 

10 Yave restableció a Job en su 
estado después de haber él rogado por 
sus amigos, y acrecentó Yave hasta el 
duplo todo cuanto antes poseyera. 
11 Vinieron a él todos sus hermanos y 
hermanas y todos sus anteriores cono¬ 
cidos, y comieron con él en su casa, 
se condolieron y le consolaron por 
todo el mal que sobre él hiciera venir 
Yave, y le regalaron cada uno una 
moneda y un anilla de oro. 12 Yave 
bendijo las postrimerías de Job más 
que sus principios, y llegó a poseer 


(1) Job responde humilde, confesando su 
imprudencia. 

(2) El desenlace sorprende un poco. Cuan¬ 

do creíamos que los amigos de Job recibirían 

ui elogio de Dio?, sucede al revés: es Job el 

.elogíalo y ellos son declarados en falta, nece¬ 

sitan Jo de la intercesión del acusado para al¬ 

canzar perdón de Dios. Al fin viene a cumplirse 

la sentencia de que Dios colma de bendiciones 

a los que le temen. 

% 


54 








N50 


JOB, 42 


Job catorce mil ovejas, seis uui ca¬ 
mellos, mil yuntas de bueyes y mil 
asnas. 13 Tuvo siete hijos y tres bijas; 
14 a la primera 1c puso por nombre 
Ycmima, a la segunda Quesia, y a la 
tercera Querenapuc. 15 No había en 
toda aquella tierra mujeres más her¬ 


mosas que las hijas de Job, y su padre 
los dió herencia entre sus hermanos. 
16 Vivió Job después de esto ciento 
cuarenta años y vió a sus hijos y a 
los hijos *de sus hijos, hasta la cuarta 
generación, 17 y murió Job anciano y 
colmado de días. 









SALMOS 















INTRODUCCION AL LIBRO DE LOS SALMOS 


El título que este libro lleva en el texto masorético significa en general cantos, 
himnos, salmos, loas, etc. El libro está dividido en cinco. El 'primero contiene 
los Salmos 1-41. El segundo, los Salmos 42-72. El tercero, los Salmos 73-89. El 
cuarto, los Salmos 90-106, y el quinto, los Salmos 107-150. 

Probablemente estos cinco libros son otras tantas colecciones de Salmos, 
hechas en distintas cpocas y por distintos autores, como lo prueba el terminar 
cada una de ellas con una doxología final, y principalmente la nota que se halla 
al fin del segando libro, Sal. 72. *Aquí terminan los Salmos de David, hijo 
de Jesé»\ pues a pesar de ella, son no pocos los Salmos de David que con¬ 
tienen los libros siguientes, y que le atribuyen las inscripciones. Se confirma este 
modo de ver, por hallarse en los varios libros repetidos, con más o menos ligeras 
variantes, algunos Salmos. Así, por ejemplo: 14 = 53, y el estar algunos de ellos 
compuestos de partes de otros, como por ejemplo: el Salmo 69, que es parte del 39 vs. 
14-18; el 107, compuesto de fragmentos del 56, vs. 8-12 y del 59 vs. 7-14. Sólo 
pueden explicarse estos hechos, suponiendo que al tiempo en que fue hecha lo 
colección general, gozaban ya de tal prestigio las varias colecciones particu¬ 
lares, que el autor de aquélla las aceptó cuales eran, sin atreverse a suprimir 
nada en ellas. 

Se confirma esto mismo por el uso sistemático que en los distintos libros 
se hace de los nombres divinos Y ave y Elohim. En el libro primero aparece 
generalmente el nombre de Yave;-en el segundo , generalmente el nombre de 
Elohim; en el tercero, casi tanto el de Y ave como el de Elohim; en el cuarto , exclu¬ 
sivamente, y en el quinto exclusivamente o casi exclusivamente el de Yave. 

El libro de los Salmos o Salterio, suele llamarse Salterio de David, y así 
lo llamó el Concilio Tridentino; pero esto no quiere decir que sea David el único 





































854 


SALMOS 


autor de todo él, sino que es el principal autor, pues son muchos los Salmos 
que él compuso, y se le considera como el más eximio de los salmistas de Israel: 
«Egregias psaltes Israel » (II Reg. 23, 1). Las inscripciones atribuyen a I 
Moisés uno, el 90; a David, sesenta y cuatro; a Salomón, uno, el 72, según la in¬ 
terpretación que de la inscripción hacen muchos intérpretes, que, sin embargo, 
no nos parece la más probable; a Asaf, levita, doce; a los coreitas o hijos de Coré, 
doce; a Etán, uno, el 89. Los restantes, cincuenta y nueve, son anónimos —« huér¬ 
fanos » los llaman los judíos —; la inscripción, si la llevan, no indica el autor. 

El autor de la colección general, según todas las probabilidades, parece haber 
sido Esdras. 

La época en que fueron escritos los Salmos abarca un largo periodo, que 
va desde los comienzos de la monarquía, siglo xi a. C., hasta después de la 
cautividad babilónica, siglo v a. C.; sin que podamos con certeza señalar fechas 
más recientes para algunos, como creen ciertos intérpretes, y mucho menos 
todavía decir que algunos de éstos sean del tiempo de los Macábeos. 

Las inscripciones que preceden a muchos Salmos, aunque no pueda afir¬ 
marse que sean de los autores, son, sin embargo, antiquísimas, muy anteriores 
al tiempo en que fné hecha la versión de los LXX, como lo prueba el hecho de 
que muchas de ellas ya eran ininteligibles para los autores de esta versión. Son, 
por tanto, muy respetables, aunque no tengan siempre autoridad decisiva, pues 
no se sabe si son del autor inspirado. Son indicaciones respecto del autor, las más; 
respecto del género de la composición; respecto de la melodía a cuyo tenor había 
de cantarse el salmo; y en fin, dan a veces los instrumentos músicos con que 
el canto había de acompañarse, la tesitura de las voces y el cantor que había 
de dirigirlo o personalmente cantarlo. Por desgracia se perdió entre los judíos 
la tradición de casi todo cuanto concernía al canto litúrgico, y hoy muchas de 
estas indicaciones son, para nosotros, o enteramente indescifrables o sólo muy 
problemáticamente conjeturables. Las que se refieren al género de la composición 
distinguen varias clases de Salmos; mas , por qué son llamados niizmor, unos, 
otros higgayon, otros mictam, otros sir, otros masquil, no podemos hoy colegirlo. 
Las que indican la melodía, suelen repetir la primera o primeras palabras 
de un canto ya conocido, probablemente popular; así por ejemplo: Mut-labbcn, 
Ajclct-Saar, etc. Indicadoras de los instrumentos hallamos neguinot, instru¬ 
mentos de cuerda; nejilot, instrumentos de aire, etc. Referentes a la tesitura, 
hallamos seminit, a la octava; alamot, a voces blancas, voces de doncella, etc. 
Finalmente se repite muchas veces «para el director del canto, para Jedutún », 
etc., que parecen indicar quién había de cantarlo, o quién había de dirigirlo. 
Todas estas indicaciones, si nos fueran ciertamente conocidas, tendrían para 
nosotros un valor artístico muy estimable, pero no el valor histórico que tienen 
las que se refieren al autor del Salmo o a las circunstancias históricas en que 
fui compuesto. 

Además del autor, indican varias inscripciones las circunstancias histó¬ 
ricas en que el Salmo fué compuesto. Así, por ejemplo, el 7 lleva la inscripción: 

«Sigayon de David, que cantó a Y ave con ocasión de lo de Cus, benjaminita.» 

El 18: «Al maestro del coro, salmo de David, siervo de Yave, que dijo las pa¬ 
labras de este canto, cuando le libró Y ave de todos sus enemigos y de la mano 
de Saúln, etc. 

La autoridad de estas inscripciones históricas es, como hemos dicho, muy j 
grande, por su gran antigüedad; no es, sin embargo, del todo decisiva. Como 1 
norma en cuanto a esto, debemos seguir las respuestas dadas por la Comisión 
Bíblica Pontificia en 1 de mayo de 1910 a las siguientes preguntas: 

1. Las denominaciones «Salmos de David*, «Himnos de David*, *Libro 
de los Salmos de David*, «Salterio de David», usadas en las antiguas colee 
dones y aun por los mismos Concilios, para designar el libro de ciento cincuenta 1 







SALMOS 


855 


salmos del Antiguo Testamento, y la opinión de muchos Padres y Doctores, 
que atribuyeron a David todos los Salmos sin excepción, ¿tienen tanto peso que 
hayamos de tener a David por el autor único de todo el Salterio? 

U. —- Negativa. 

II. De la concordia del texto hebreo y el texto griego de la Alejandrina 
y las otras versiones antiguas, ¿puede justamente deducirse que las inscrip 

'ñones de los Salmos puestas en cabeza del texto hebreo son más antiguas que 
la versión de los LXX t y que por tanto proceden, si no directamente de los 
autores mismos de los Salmos, por lo menos, de una antigua tradición judía? 

R.—A firmativa. 

III. Las indicadas inscripciones, testigos de la tradición judía , cuando 
ninguna razón grave se opone a su autenticidad, ¿pueden prudentemente ser 
puestas en duda? 

R. — Negativa. 

IV. En atención a los múltiples testimonios de la Sagrada Escritura 
acerca del natural ingenio de David, ilustrado por el carisma del Espíritu Santo 
en la, composición de los poemas religiosos, las instituciones por él f undadas 
relativas al canto litúrgico de los Salmos, dadas las atribuciones que de Salmos 
se le hacen t sea en el Antiguo Testamento, sea en el Nuevo y de tanto tiempo 
ha puestas a la cabeza de los Salmos, añadido el consentimiento de los judios } 
de los Padres y Doctores de la Iglesia, ¿puede prudentemente negarse que el 
autor principal de los poemas del Salterio es David?; o, por lo contrario, ¿es 
permisible afirmar que sólo algunos de estos poemas deben atribuirse al real 
salmista? 

. R.—Negativa a ambas partes. 

V. ¿Puede en particular negarse el origen davidico de los Salmos y que 
en las citas del Antiguo o del Nuevo Testamento claramente se atribuyen a 
David , entre los cuales se deben principalmente señalar el 2 f «Quare fremue- 
runt gemes>; el 15, «Conserva me Domine»; el 17 f «Diligan te, Domine, forti- 
tudo mea»; el 31, «Beati quorum remissae sunt iniquitates »; el 68, «Salvum 
me facy Deus», y el 109 y «Dixit Dominus Domino meo»? 

R •— Negativa. 

VI. ¿Puede admitirse la opinión de los que piensan que entre los Salmos 
hay algunosy bien de David } bien de otros autores, que por razones litúrgicas 
y musicales, por la negligencia de los escribas o por otras causas desconocidas, 
han sido, o divididos en varios o reunidos en uno solo; o que algunos otros, por 
ejemplo, el «Miserere mei, Deus », para adaptarlos mejor a las circunstancias 
históricas o a las solemnidades del pueblo judio, han sido ligeramente reto¬ 
cados, o modificados por la susto'acción o la adición de algún que otro versículo, 
sm perjuicio, sin embargo, de la inspiración del texto sagrado todo entero? 

R.—Afirmativa a ambas partes. 

Vil. ¿Puede sostenerse corno probable la opinión de aquellos escritores 
modernos que, apoyándose únicamente en indicios internos o en una inter¬ 
pretación inexacta del texto sagrado , se esfuerzan en demostrar que muchos 
Salmos han sido compuestos en la época de Esdras y Nehemías, y aun en el 
tiempo de los Macabros? 

R. — Negativa. 

VIII. ¿Hay que reconocer, por los múltiples testimonios de los Libros 
Santos del Nuevo Testamento, por el unánime consentimiento de los Padres 
y par la misma confesión de los escritores de raza judía, que hay muchos Salmos 
proféticos y mesiánicos que predicen el advenimiento, el reino, el sacerdocio, 
la pasión, la muerte y la resurrección del futuro libertador? Y, por consiguiente, 
¿ha de rechazarse en absoluto la opinión de aquellos que, desnaturalizando el 
carácter profético y mes iónico de los Salmos, restringen estos oráculos acerca 






SALMOS 


85b 


del Cristo a predicciones meramente concernientes al porvenir del pueblo 
elegido? 

R.—Afirmativa a ambas partes. 

No sabemos qué criterio siguieron los colectores al hacer las colecciones; 
quizá fueron reuniéndolos según los fueren escribiendo o hallando, pues ni 
se sigue un orden lógico ni el cronológico; ledo lo más hallamos un par 
de grupos que parecen haberse hecho según el uso litúrgico de ciertos Salmos. 
Ya San Agustín y otros Padres se lamentaban de este desorden. Sería, sin em¬ 
bargo, muy aventurado querer introducir en ellos un orden cualquiera, a no 
ser que se dejara intacta la numeración, pues de lo contrario sería un enorme 
embrollo verificar tantas citas como de ellos se han hecho a través de tantos 
siglos y en tantas y tantas obras. La numeración no es la misma en todos los 
Códices hebreos, y mucho menos en las diversas versiones. 

La Vulgata sigue en esto a los LXX. El 9 de la Vulgata son el 9 y 10 en 
hebreo, y por eso a partir de 10 la numeración de la Vulgata y el hebreo se 
separan, siendo siempre en una unidad inferior la numeración de la Vulgata 
a la del hebreo. Vulg. 10-112, Hbr. 11-113. El 113 de la Vulgata es en he¬ 
breo el 114 y 115, mientras que el 114 y el 115 de la Vulgata son el 116 en 
el hebreo, continuando, por tanto, la numeración de aquélla en una unidad in¬ 
ferior a la de éste, desde el 114-115 Vulg. 116 Hcbr. hasta el 145 Vulg. 146 Hebr. 
El 146 y 147 de la Vulgata son el 147 del hebreo; por tanto, se iguala ya la 
numeracicn c?i ¿a una y el otro hasta el fin del Salterio. 

Cada uno de los libros lleva al fin una doxologia, que viene a equivaler a 
una suscripción, y el conjunto del Salterio termina con el Sal. 150, que, más 
que Salmo, es propiamente la doxologia final de todo el Salterio. 

Es tan vario el argumento de los Salmos y tan complejo el de muchos de 
ellos, que viene a ser muy difícil agruparlos en clases. Sin embargo, ya los 
Padres los dividieron en dogmáticos, morales, históricos y proféticos; pero son 
muchos, indudablemente, los que a la vez habrían de incluirse en varias o en 
todas estas categorías. Hay dos grupos de Salmos, los de Aleluya y los Gra¬ 
duales, que originó el uso litúrgico. Los primeros, 113-119, se cantaban en 
los novilunios, en la fiesta de la Pascua y en las de Pentecostés, de los Taber¬ 
náculos y la Dedicación. En la fiesta de la Pascua se cantaban primero en 
el templo, al inmolar el cordero, y se repelían luego a la larde en las casas, 
después de comida la Pascua. Los Graduales, 120-134, los cantaban por el 
camino los que de toda la tierra subían a Jerusalén a celebrar las tres grandes 
festividades de la Pascua, Pentecostés y los Tabernáculos. (Is. 30, 29; Gal. 1, 
17-18). Son los dos grupos que netamente se distinguen en la colección general. 

No forman grupo aparte, sino que se hallan diseminados en las varias colec¬ 
ciones, otros Salmos que se distinguen también netamente de los otros, unos 
por el argumento, los Salmos mcsiánicos y los imprecatorios, otros por el arti¬ 
ficio poético, los alfabéticos. Los Salmos mcsiánicos son salmos proféticos, 
en los que se anuncia «/a venida, el reino, el sacerdocio, la pasión, la muerte 
y la resurrección del Mesías ». Pueden también considerarse mcsiánicos aque¬ 
llos que se refieren al reino de Dios, ya que es el Mesías el que ha de inaugurar 
este reino. El mesianismo de un Salmo puede constarnos, o con toda certeza, 
o con una mayor o menor probabilidad. Son ciertamente mcsiánicos aquellos 
que del Mesías o de su reino fueron interpretados por Cristo Nuestro Señor 
o los Apóstoles en el Nuevo Testamento. Igualmente aquellos que unánime¬ 
mente interpretaron los Padres como mcsiánicos. Son, por lo contrario, sólo 
7nás o 7ncnos probablancnte 77icsiánicos aquellos que por la materia, el cotitexío 
o la analogía con otros ciertamc7itc ynesiánicos, puedc7i cottio tales interpretarse. 
En esto, sin C7nbargo, deberá proceder el intérprete con gran meticulosidad 
y soberidad. 








SALMOS 


857 


Un Salmo podrá ser mesiánico, o en su sentido literal histórico, o en su 
sentido literal evangélico, o en sentido típico, ya que éstos son en general los 
sentidos de toda divina escritura. Véase acerca de esto lo dicho en la Introducción 
general acerca de los sentidos de la Sagrada Escritura. 

No pocas veces sucede que, al cantar el salmista la bienaventuranza del justo, 
o al lamentarse de sus aflicciones y angustias, eleva su mente la divina ins¬ 
piración, y más que dirigirse a un justo particular o al justo en general, se 
dirige al Justo por excelencia, el Mesías. Igualmente, al lamentarse de las per¬ 
secuciones, ultrajes, afrentas } etc., con que se ve afligido, más que a sí mismo, 
por efecto también de la inspiración divina, se refiere al Mesías paciente y 
atribulado. 

Es frecuente en la poesía, sobre todo en la lírica, que el poeta se revista, 
o revista a la persona a quien canta, de una vaga personalidad, que trasciende 
la realidad de la misma, y acumule sobre ella, no sólo notas reales de otras, 
sino también notas ideales a que su mente se eleva. Así , por ejemplo, nuestro 
Gabriel y Galán, al cantar al «ima», ve en ella, no sólo las cualidades de la 
esposa muerta, de quien generalmente se cree, quizá sin razón, que es la per¬ 
sona cantada en el poema, sino las de otras amas a quienes conoció, y quizá 
las de una ama ideal, que sólo en su mente tuvo vida. Esto mismo sucede en la 
lírica sagrada; y por eso sería desacertado querer interpretar muchos Salmos 
que llevan una inscripción histórica, encerrándose dentro de las circunstancias 
históricas a que se refiere la inscripción. El poeta, aunque compusiera sus 
Salmos en las circunstancias históricas que la inscripción menciona, rompe 
generalmente ese marco, y elevándose muy por encima de él, expresa pensa¬ 
mientos y sentimientos que no caben dentro del mismo. 

A esto parece aludir San Juan de la Cruz, cuando, en el prólogo de su « Cán¬ 
tico Espiritual », nos dice que estas canciones fueron compuestas: «En amor de 
abundante inteligencia mística », y que «los dichos de amor es mejor declararlos 
en su anchura, para que cada uno se aproveche según su modo y el caudal de 
su espíritu, que no abreviarlos a un sentido, a que no se acomode todo paladar ». 
Si además tenemos en cuenta, como hemos indicado, la ilustración divina de 
la mente del salmista y el ambiente mesiánico de que está rodeado, se verá la 
justeza de estas observaciones acerca del mesianismo de muchos Salmos. 

Hay algunos Salmos, pocos, más bien, por lo general, partes de Salmo, que 
contienen tremendas imprecaciones. Modelo de esto es el Salmo 109. Si hacemos 
aquí especial mención de ellos, es por la especial dificultad que presentan, fun¬ 
dada en lo tremendo de las imprecaciones, que chocan fuertemente con nuestra 
mentalidad cristiana. Ha de tenerse en cuenta que muchas veces no se sabe a 
ciencia cierta si damos con verdaderas imprecaciones o con predicciones de 
los males que Dios arrojará sobre los impíos; pero aun siendo así, parece que no 
puede negarse que muchas veces son verdaderas y tremendas imprecaciones 
las que el salmista lanza contra los enemigos, los impíos. La dificultad se 
resuelve teniendo en cuenta que los orientales son mucho más realistas que nos¬ 
otros, y este realismo se refleja en sus literaturas. No distinguen fácilmente 
entre el mal y el malhechor, entre el pecado y el pecador; y al maldecir y exe¬ 
crar el pecado, maldicen y execran al pecador y arrojan sobre él las maldicio¬ 
nes e imprecaciones que arrojan sobre el pecado. Hemos también ie conside¬ 
rar que los salmistas, sea que hablen en nombre de todo el pueblo de Dios, o en 
nombre de los justoe, o de si mismos, se esnsideran como los representantes de 
la causa de Dios y así, al pedir el castigo para sus enemigos, lo piden para los 
enemigos de Dios mismo, a fin de reprimir la soberbia de los impíos y levantar 
el ánimo de los fieles , que padecen tentación al ver la prepotencia de los malva¬ 
dos. De esto tenemos un vivo ejemplo con las imprecacionee de Jeremías (11, 
18-12, 4). Y siempre , en último término, se ha de atender a que el marco del 






SALMOS 


KñX 


Antiguo Testamento dista mucho del del Nuevo Testamento en la perfección 
del amor a los enemigos. En esto, como en tantas otras cosas, pretender medir 
el Antiguo Testamento con el rasero del Nuevo nos llevarla a no pocos absurdos. 

Los llamados Salmos alfabéticos son aquellos en que cada estrofa, cada 
verso o cada miembro de verso comienza en hebreo con una de las letras del 
alfabeto hebreo, según su orden. Es, por tanto, la forma literaria la que los 
distingue. Asi, comienzan por una misma letra todos y cada uno de los versos 
de cada estrofa o grupo de ocho versos en el 119; todos y cada uno de los versos 
en el 25, 34 y 145; cada uno de los grupos de dos versos en el 9 y 10 y 37; cada 
verso en el 111, 112. 

Ciñéndonos más al argumento de cada Salmo, podríamos dividirlos en ocho 
clases: 1. a Unos cantan la gloria de Dios, reflejada en la creación y goberna¬ 
ción del Universo. 2. a Otros la especial providencia de Dios, reflejada en la 
historia del pueblo de Israel. 3. a Otros, la gloria de Dios en su tabernáculo 
de Jerusalén. 4. a Otros, la lucha entre el bien y el mal, y la justicia de Dios 
que da a cada uno según su merecido. 5. a Otros, exaltan la confianza del justo 
en la divina protección. 6. a Otros son acciones de gracias por los beneficios 
recibidos. 7. a Otros, confesión de los pecados y humilde arrepentimiento. 
SA Otros, en fin, cantal i alguno de los divinos atributos, la gloria, el poder, 
la justicia, la sabiduría, etc., de Dios, manifestada en su ley. 

En la contemplación de la naturaleza no proceden los salmistas a modo 
de filósofos, que del efecto se elevan a la contemplación de la causa, ni a modo 
de naturalistas, que quieren conocer la intima naturaleza de las cosas creadas, 
sino a modo de profetas, que por divina ilustración, ya inmediata, ya mediata, 
saben muy bien que es Dios el autor de todas ellas, y las miran como el 
común de los ho?nbres, según aparecen a los sentidos. Por lo primero ven refle¬ 
jados en las cosas los divinos atributos, el poder, la gloria, la majestad, la sabi¬ 
duría, la bondad de Dios, etc. Por lo segundo, tienen de los fenómenos natu¬ 
rales la concepción común a los hombres de su tiempo; no se detienen, sin 
embargo, en una concepción vulgar, sino que la llenan de sublime poesía 
metáforas de incomparable belleza. Los ciclos son la morada de Dios; la 
tierra, el escabel de sus pies; su carro son las nubes; stis caballos, los vientos; 
el trueno, es su voz; los rayos, sus saetas, etc., etc. 

La forma de los Salmos es esencialmente poética. Son verdaderos poemas 
que tienden a elevar el corazón a Dios, fuente inagotable de toda belleza. De estos 
bellísimos poemas, algunos son didácticos, otros son épicos, o por lo menos tie¬ 
nen algo de tales; pero la inmensa mayoría son líricos: odas, elegías, cantos, etc., 
en que los salmistas revisten sus pensamientos de las más bellas imágenes y 
metáforas, y prorrumpen en gritos, de dolor a veces, de indignación otras, de 
execración otras, las más de júbilo, de exaltación, de triunfo, que con frecuen¬ 
cia nos hacen sentir el escalofrío de lo sublime. La elocución no es tampoco la 
de la prosa. Ya los acentuadores se sirvieron para acentuar este libro, el de 
Job y los Proverbios, de un sistema especial, que se llama acentuación poética, 
con el cual pretendieron fijar la cantilena solemne con que en las reuniones 
litúrgicas se cantaban estos libros. Por desgracia se ha dejado perder la tra¬ 
dición acerca del valor musical de estos acentos, que tatito hubiera podido ser¬ 
virnos para conocer la linca melódica de la poesía hebrea, y sólo se ha conser¬ 
vado la tradición del valor prosódico y sintáctico de estos acetUos. La más simple 
unidad poética es en la poesía hebrea el verso, que consta por lo general de 
dos o tres miembros o esticos, y los versos se van muchas veces sucediendo uni¬ 
dos, hasta formar una estrofa, y las estrofas se suceden unas a otras, hasta 
constituir el poema. Los versos presentan un ritmo tónico, eti algo semejante al 
de nuestros versos castellanos, en virtud del cual se van agrupando las pala 
hras en varias combinaciones de silabas tónicas y átonas, aunque no sujetas 





SALMOS 


859 


a un número determinado en cada verso, como en nuestra poética. Esto hace 
(pie el número de silabas no sea siempre igual en todos los versos; sin embargo, 
suelen ofrecer los versos en un poema determinado el mismo número de acentos 
y una extensión poco más o menos igual, aunque no pocas veces el defectuoso 
estado del texto u otras causas desconocidas hagan fallar esta regla. Cuanto 
de más quisiéramos decir acerca de la estructura poética de los poemas hebreos, 
seria, hoy por hoy, bastante aventurado. 

Claro está que toda esta estructura rítmica desaparece al traducirse los 
poemas hebreos a otra lengua, y que, por tanto, sólo en hebreo puede gustarse 
el placer estético de esta poesía, como sucede con la poesía de cualquier lengua. 
Sin embargo, tiene la poesía hebrea un artificio poético, que aun traducida 
conserva, y puede en otra lengua cualquiera gustarse como en la lengua original. 
Es el ritmo, no de las sílabas, sino del pensamiento, un ritmo lógico, común¬ 
mente llamado paralelismo de las sentencias. Viene a ser un fluctuar, un ba¬ 
lancearse del alma entre pensamientos paralelos, bien con un paralelismo de 
semejanza, paralelismo sinónimo, bien con un paralelismo de composición, 
paralelismo sintético, bien con un paralelismo de contraposición, de contraste, 
paralelismo antitético. Los dos primeros dan a la poesía hebrea un claroscuro 
tan suave en el desarrollo del pensamiento, que es un verdadero encanto; el 
tercero, poniendo junto a las luces fuertes sombras, le da por el contraste un 
acentuado relieve. 

De entre los libros de la Sagrada Escritura es el de los Salmos uno de los 
más leídos y estimados. Los judíos los sabían de memoria y los cantaban con 
frecuencia. En la primitiva Iglesia cristiana sucedía otro tanto. San Cipriano, 
San Basilio, San Jerónimo, etc., nos ofrecen testimonios de la universal difu¬ 
sión de los Salmos entre los fieles de su tiempo, que llegaba hasta el punto de 
cantarse los Salmos por los ocupados en las faenas agrícolas; no digamos los 
monjes, una de cuyas principales obligaciones era aprenderlos todos de me¬ 
moria . Quizá la principal razón por que no fué recibida en la Vulgata la 
versión de los Salmos hecha por San Jerónimo del texto hebreo, fué la gran 
difusión de la versión antigua entre el pueblo fiel, que se habría visto per¬ 
turbado por una tal traducción. 

Si, en general, los libros poéticos hebreos son como la flor de toda la divina 
revelación del Antiguo Testamento, mucho más lo son los Salmos. Debería ser 
este libro el devocionario de los devocionarios, pues por el hecho mismo de ser 
inspirado por Dios, podemos decir que son el devocionario que nos ha dado el 
mismo Dios. Tienen los Salmos una fuerza singular para excitar en nosotros 
los más elevados pensamientos, los más piadosos sentimientos. Son como fra¬ 
gante jardín, en que no falta ninguna de las flores de las virtudes, y abundan 
los más exquisitos frutos de virtud, piedad y devoción. 

Entre las versiones de los Salmos, lo mismo que de todas las Escrituras 
del Antiguo Testamento, la más antigua es la Alejandrina o de los LXX. 
Es, por lo general , demasiado servil. De ella procede la antigua latina o ítala, 
que participa, por tanto x de su principal defecto. De ésta hizo San Jerónimo 
una primera revisión o corrección, ajustándola al texto griego de los LXX, 
y es tradicionalmente conocida con el nombre de Psálterium Romanum. 
Después hizo una nueva revisión, según el texto hexaplar de Orígenes, gene¬ 
ralmente conocida con el nombre de Psálterium Gallicanum, que, fuera de una 
pequeña parte, es la que figura actualmente en las ediciones de la Vulgata y 
en los Breviarios. Finalmente, hizo el Satito Doctor una versión directa del texto 
hebreo al latín, que, a pesar de algunos lunares, es mucho mejor que ninguna 
de las anteriores y sobremanera estimable. 







860 


SALMOS 


LOS SALMOS 


LIBRO PIUAIERO 

1 

Las dos sendas: La del justo y la del 
impío. 

1 Bienaventurado el varón (1) | 
que no anda en consejo de impíos, j 
ni camina por las sendas de los peca¬ 
dores (2) | ni se sienta en com¬ 
pañía de malvados. 

2 Antes tiene en la ley de Yavc su 
complacencia, | y a ella día y noche 
atiende. 

3 Será como árbol que se planta 
a la vera del arroyo, | que a su tiempo 
da sus frutos, | cuyas hojas no se 
marchitan. | Cuanto emprenda tendrá 
buen suceso. 

4 No así los impíos, | sino como 
paja que arrebata el viento. 

® No prevalecerán (3) los impíos 
en el juicio, | ni los pecadores en la 
congregación de los justos. 

6 Porque conoce Ya ve el camino 
de los justos ( 4 ), | pero la senda 
de los pecadores acaba mal. 


o 

Rebelión de las gentes contra Yave y 
contra su ungido, y exaltación de este. 

1 ¿Por qué se amotinan las gen¬ 
tes, | y trazan las naciones planes 
vanos? 


(1) Este salmo no lleva inscripción que indi¬ 
que el autor. Es el primero de ios «huérfanos*. 

Nos representa la lucha de los justos y de los 
impíos en el mundo y a Yave que la contem¬ 
pla como juez desde los cielos para dar a cada 
uno su merecido. 

(2) La palabra /et significa hombre desequi¬ 
librado, más con desequilibrio moral que inte¬ 
lectual Es lo opuesto a jicam. satio, y se usa 
muchas veces como sinónimo de resa. implo. 

(3) Prevalecer en el juicio es ganar el pleito, 
a causa; no prevalecer es ser condenado. 

(4) Conocer el Señor el camino de los justos 


2 Se reúnen los reyes de la tierra | y 
a una se confabulan los príncipes, *| 
contra Yave y contra su ungi- 
do (1). 

3 «Rompamos sus coyundas, | lejos 
de nosotros arrojemos sus atadu¬ 
ras. » 

4 El que mora en los ciclos se ríe, | 
Yave se burla de ellos. 

6 A su tiempo les hablará en su 
ira | y los consternará en su fu¬ 
ror. 

6 Y yo, yo por él he sido consti¬ 
tuido rey | sobre Sión, su monte 
santo. 

7 Voy a promulgar su decreto: | 
Yave me ha dicho: 

8 «Tú eres mi hijo, hoy te he en¬ 
gendrado yo. | Pídeme y haré de 
las gentes tu heredad, | te daré en 
posesión los confines de la tierra. 

9 Podrás regirlos con cetro de 
hierro, | romperlos como vasija de 
alfarero.» 

10 Ahora, pues, ¡oh reyes!, obrad 
prudentemente. | Dejaos" persuadir, 
rectores todos de la tierra. 

11 Servad a Yave con temor | ser¬ 
vidle con temblor. 

12 No se aíre y caigáis en la rui¬ 
na, | pues se inflama de pronto sil ira. | 
¡Venturosos los que a él se aco¬ 
gen! (2). 


es mirarlos con solícita benevolencia y guiarlos 
por buen camino. 

(1) Este salmo es el primero de los mesiáni- 
cos. Nos representa el sal mita, que según Mateo 
(4-25) es David, a las naciones conjura Jas contra 
el Señor y su Cristo. El ungido de Yave es en¬ 
tronizado en Sión como Rey universal, y amo¬ 
nestados los pueblos a que prudentemente se le 
sometan. La entronización de que aquí se habla 
se realizó en la resurrección de Cristo, según la 
exégesis de San Pablo (H:ch. 13, 33 ) 

(2) Es dificilísima y nuy aventurada la in¬ 
te pretación de las palabras nate:u-bar, que un 
co nentudor llama crux interpretum. De todas las 
interpretaciones hasta hoy propuestas y segui¬ 
das, ninguna satisface plenamente. Damos la que 
más probable nos parece. 










SALMOS 


861 


3 y 4 

Oración de un justo perseguido. 

1 Salmo de David, al huir de Ab¬ 
salón, su hijo (1). 

2 ¡Oh Yavel ¡Cómo se han multi¬ 
plicado mis enemigos! | ¡Cuántos son 
los que se alzan contra mí! 

3 Cuántos los que de mi vida 
dicen: | «No tiene ya en Dios sal¬ 
vación» (Sela) (2). 

4 Pero tú, ¡oh Yave!, eres escudo 

en torno mío (3), | mi gloria, 

el que me hace erguir la cabeza. 

6 Clamaba con mi voz a Yave, | y 
él me oyó desde su monte santo. 
(Sela.) 

6 A veces me acostaba y me 
dormía, | y despertaba incólume por¬ 
que Yave me defendía. 

7 No temo a los muchos millares 
del pueblo | que en derredor se vuelven 
contra mí. 

8 ¡Alzate, Yave! ¡Sálvame, Dios 
mío! | Tú hieres en la mejilla a todos 
mis enemigos, | tú le rompes los 
dientes al impío. 

9 Tuya es, ¡oh Yave!, la victo¬ 
ria. | Venga sobre tu pueblo tu ben¬ 
dición. 


4 1 2 3 Al maestro del coro. A la 
flauta. Salmo de David. 

2 ¡Oyeme, pues te invoco, Dios de 
mi justicial | Tú en la angustia me 
salvas. | Ten piedad de mí y oye 
mi súplica. 

3 ¿Hasta cuándo los grandes ha¬ 
béis de ser insensatos? | ¿Por que 
amáis la vanidad y seguís la mentira? 
(Sela.) 

4 Pues sabed que Dios distingue 
al que le es grato, | que me oye Yave 
cuando le invoco. 


(1) Aunque distintos en el texto, los salmos 3 
y 4 son uno solo. Muchas razones persuaden de 
esto. Por lo contrario, no se ñas alcanza la razón 
de que el salmo haya sido dividido en dos. 

(2) La significación de la palabra Sela no la 
conocemos con certeza. Lo más probable parece 
que es un término que indicaba algo pertene¬ 
ciente a la música litúrgica, o respecto de la al¬ 
ternancia de los coros o de interludios de los 
instrumentos, o de mayor fuerza que ai canto 
hatía de darse. Quizá con ella se distinguen las 
estrofas; pero en este caso habría que reconocer 
que muchas veces no está puesta en el lugar 
dtlic o. 

(3) Algunos de los antiguos escudos estaban 
hechos de tal modo que rodeaban ei cuerpo. 


6 Temblad, y no pequéis. | Medi¬ 
tad esto en vuestras alcobas y pen¬ 
sad. (Sela.) 

6 Sacrificad sacrificios de justicia | y 
esperad en Yave. 

7 Son muchos los que dicen: «¿Quién 
va a favorecerle?» | Alza, ¡oh Yave!, 
sobre nosotros tu serena faz. 

8 Tú pones en mi corazón una ale¬ 
gría mayor que la del tiempo | de 
copiosa cosecha de trigo, vino y 
aceite. 

9 En paz me duermo, luego en 
cuanto me acuesto, | porque tú, 
¡ 0 I 1 Yave!, a mi, desolado, me das 
seguridad. 


5 


Deprecación de un justo. 

1 Al maestro del coro. A la flauta. 
Salmo de David. 

2 Escucha mis palabras, ¡oh Yave!, | 
oye mis gemidos. 

3 Atiende a las voces de mi sú¬ 
plica, | Rqy mío y Dios mío, cuando 
te suplico. 

4 Ya de mañana te hago oír mi 
voz, | temprano me pongo ante ti, 
esperándote, 

5 Pues no eres Dios tú que se 
agrade del impío, | no goza de tu 
amistad el perverso. 

6 No puede el insolente estar ante 
tus ojos, | odias a todos los obra¬ 
dores de la maldad. 

7 Das a la perdición al menti¬ 
roso. | Al sanguinario, al fraudulento, 
los abomina Yave. 

8 Mas yo, fiado en la muchedumbre 
de tu piedad, | entro confiado en tu 
morada | y me prosterno ante tu 
santo templo. 

9 Condúceme, ioh Yave!, por el 
buen camino de tu temor, | y en tu 
justicia, a causa de mis enemigos, 

10 Y allana ante mí tus caminos. | 
No hay en la boca de ésos since¬ 
ridad, | henchido está su pecho de 
malicia, | un abierto sepulcro es su 
garganta, | bruñen con el dolo sus 
lenguas. 

11 ¡Castígalos, oh Dios, malogra sus 
consejosl | Por sus muchos crímenes, 
recházalos, | ya que se rebelan 
contra ti. 

12 Alégrense cuantos a ti se aco¬ 
gen, | alégrense por siempre. | Que 
gocen de tu protección | y puedan 










SALMOS 


862 


en ti regocijarse cuantos te aman. 

13 Pues al justo, ¡oh Yavel, tú 
le bendices | y le rodeas de tu bene¬ 
volencia | como de escudo protector. 


(i 

Deprecación de un justo enfermo. 

1 Al maestro del coro. A la cuerda. 
Sobre la octava. Salmo de David. 

2 ;Oh Yavel No me castigues en 
tu ira ( 1 ), no me aflijas en tu 
indignación. 

3 Ten misericordia de mí, joh Yavel, 
pues que soy débil. | Sáname, Yave. 
Tiemblan todos mis huesos, 

4 Está mi alma toda conturbada. | 
Y tú, ¡oh Yavel, ¿hasta cuándo? 

6 Vuélvete, ioh Yavel, y libra 
ini alma, | sálvame por tu piedad. 

6 Pues en la muerte no se hace 
ya memoria de ti, | en el sepulcro, 
¿quién te alabará? 

7 Consumido estoy a fuerza de 
gemir, | todas las noches inundo mi 
lecho | y con mis lágrimas humedezco 
mi estrado. 

8 Ya están casi ciegos mis ojos 
por la tristeza, | envejecieron en 
medio de tantos como me son hos¬ 
tiles. 

9 Apartaos de mí todos los obra¬ 
dores de maldad, | pues lia oído 
Yave la voz de mis llantos. 

10 Ha escuchado Yave mis ora¬ 
ciones, | ha acogido mi deprecación. 

11 Confundidos sean y vehemen¬ 
temente perturbados | todos mis ene¬ 
migos. | Apártense, sean luego, luego, 
confundidos. 

7 

Deprecación del justo calumniado. 

1 Endecha de David, que cantó a 
Yave cuando lo de Cus, benjaminita. 

2 Yave, mi Dios, a ti me acojo, | sál¬ 
vame de cuantos me persiguen, 
líbrame, 

3 No sea que como león me arre- 


<i) El argumento de este salmo lo hemos de 
ver repetido en otros muchos. Los salmistas, al¬ 
mas justas, acaso profetas, como Jeremías, y, por 
tanto, representantes de la causa de Dios en la 
tierra, se ven hechos el blanco de las iras y per¬ 
secuciones del mundo, es decir, de los que no 
sienten la causa de Dios, por dejarse llevar de los 
vicios y de la idolatría. En esta situación, piden 
a Dios que defienda en ellos su propia causa. ' 


bate alguno el alma | y me desgarre, 
sin que haya quien me libre. 

4 Yave, mi Dios: si hice yo eso, | si 
hay crimen en mis manos, 

6 Si pagué con mal a quien estaba 
en paz conmigo, | si aun al enemigo 
le despojé sin razón; 

6 Persiga el enemigo mi alma, | al¬ 
cáncela y échela por tierra | y 
arrastre ini gloria por el polvo. 

7 Alzate, ¡oh Yave!, en tu ira, | yér¬ 
guete contra la rabia de mis enemi¬ 
gos,! y hazme la justicia que tú man¬ 
daste. 

8 Rodéate del consejo de las nacio¬ 
nes | y siéntate en alto sobre él. 

9 Es Yave quien juzga a los pue¬ 
blos. | Defiende mi causa, ¡oh Yavel 
según la justicia y la inocencia que 
hay en mí. 

10 Acabe de una vez la malicia 
de los impíos, | y confirma al justo. 

11 Dios, justo, escudriña el cora¬ 
zón y los riñones. | Mi escudo es 
Dios, que salva a los rectos de corazón. 

12 Todos los días los amenaza el 
Todopoderoso con su ira; | si no se 
convierten, afila su espada, 

13 Tiende su arco v apunta; 

14 Apareja las saetas mortíferas, | 
saetas que él enciende. 

16 El que concibió maldad, se 
preñó de iniquidad | y pare el fraude. 

16 El que cava y ahonda la cis¬ 
terna, | caerá en la hoya que él 
mismo hizo. 

17 Recaerá sobre su cabeza su 
maldad, | y su crimen sobre su misma 
frente. 

18 Yo alabaré a Yave, por su justi¬ 
cia, | y cantaré el nombre del Señor 
Altísimo. 

II 

Bondad de Dios al someter al hombre 
toda la creación. 

1 Al maestro del coro. En la Gotea. 
Salmo de David. 

2 ¡Oh Yave, Señor nuestro, cuán 
magnífico es tu nombre | en toda la 
tierra! | jCómo cantan los altos cielos 
su majestad! 

3 Las bocas mismas de los niños, | 


Tales salmos adquieren un sentido mesíánico, 
considerando al futuro Mesías como principal 
representante de esa causa de Dios, por la cual 
sufrió persecución y hasta la muerte misma. 
Vienen a ser estos salmos como preludios de los 
vaticinios de Isaías sobre el siervo de Yave, 
que muere por la salud del mundo. 







SALMOS 


863 


de los que maman, | son ya fuerte 
argumento contra tus adversarios | 
para reducir al silencio al enemigo 
y al perseguidor. 

4 Cuando contemplo los cielos, 
obra de tus manos ( 1 ), | la luna 
y las estrellas, que tú has establecido: 

6 ¿Qué es el hombre, para que de 
él te acuerdes, | ni el hijo del hombre 
para que tú le visites 

6 Y le hayas hecho poco menos que 
un dios? 

Le has coronado de gloria y de 
honor, 

7 Le diste el señorío sobre las 
obras de tus manos, | todo lo has 
puesto debajo de sus pies. 

8 Las ovejas, los bueyes, todo 
juntamente, | y todas las bestias 
del campo, 

9 Las aves del cielo, los peces del 
mar, | todo cuanto corre por los 
senderos del mar. 

10 jOh Yave, Señor nuestro, | cuán 
magnífico es tu nombre en toda la 
tierral 

9 

Dios, juez supremo, que juzga y castiga 
a las geutes y a los impíos de su pueblo, 

1 Al maestro del coro. Al Alut- 
labben. Salmo de David (2). 

2 Alef: Quiero, ¡oh Yavel, darte 
gracias con todo mi corazón, | cantar 
tus maravillas, 

3 Alegrarme y regocijarme en ti | y 
cantar salmos a tu nombre, ¡oh Altí¬ 
simo!, 

4 Bet. Por haber retrocedido ante 
mí mis enemigos, | por haber caído 
y perecido de ante tu faz; 

6 Por haber tú defendido mi causa 
y mi derecho, | sentándote en tu 
trono, justo juez. 


(i) Es este salmo un comentario poético del 
relato de la creación del hombre. (Gén. r. 26.) 
Elevando el salmista su pensamiento hasta el 
hombre por excelencia, que es Jesucristo, y en 
quien el salmo se realiza de un modo más alto 
y perfecto, el salmo puede considerarse como 
mesiánico. 

|2) Los salmos 9 y 10 del original hebreo han 
sido erradamente divididos en dos por copistas y 
traductores. Que son realmente uno solo, lo 
prueba la sucesión de los caracteres alfabéticos 
hebreos, en su orden en ambos salmos, pues 
éste es el primer salmo alfabético. De aquí arran¬ 
ca la divergencia en la numeración de los salmos 
entre el texto hebreo, de una parte, y griego y el 
latino de otra, como advertimos en la Introduc¬ 
ción al Salterio. 


6 Guímel. Reprimiste a las gentes, 
hiciste perecer al impío, 

7 Borrando por siempre jamás su 
nombre. | Aniquilaste al enemigo, 
perpetuas ruinas, | y con ellos des¬ 
apareció el nombre de las ciudades 
que con ellos destruiste. 

8 He. Asiéntase Yave en su trono, 
firme por toda la eternidad. | Esta¬ 
blemente fundó su trono para juzgar, 

9 Para regir justamente el orbe 
de la tierra, | para gobernar con 
equidad. 

10 Vau. Para que sea Yave el 
asilo del oprimido, | asilo al tiempo 
de la calamidad; 

11 Para que confíen en él cuantos 
conocen su nombre | pues no aban¬ 
donas, joh Yavel, a los que te buscan. 

12 Zain. Cantad a Yave, que mora 
en Sión. | Contad a los pueblos sus 
grandes portentos, 

13 Pues acordóse, vengador, de la 
sangre de aquéllos derramada, | y no 
se olvida de los clamores de los opri¬ 
midos. 

14 Jet. Acordóse Yave de mí; | me 
vió reducido por mis enemigos a la 
angustia, # 

15 Y me sacó de las puertas de la 
muerte, | para poder cantar tus ala¬ 
banzas en las puertas de la hija 
de Sión | y regocijarme por tu sal¬ 
vador auxilio. 

16 Tet. Cayeron las gentes en la 
hoya que ellos mismos excavaron. | 
Enredáronse sus pies en la red que 
oculta tendieron. 

17 Mostróse Yave, dió su juicio, | y 
quedó preso el impío en la obra misma 
de sus manos. (Higgayón. Sela.) 

18 Yod. Caerán los impíos en el 
sepulcro, | las gentes que no se acuer¬ 
dan de Dios. 

19 Alzate, íoh Yavel, no prevalezca 
el hombre, [ sean juzgadas ante ti 
todas las gentes, 

20 Caf. Que no ha de ser dado el 
pobre a perpetuo olvido, | no ha de 
ser por siempre fallida la esperanza 
del mísero, 

21 ¡Oh Yave! Arroja sobre ellos el 
terror, | sepan las gentes que son 
hombres. 


10 1 Lámed. ¿Por qué, \oh Yave!, 
te mantienes tan alejado | y te escon¬ 
des al tiempo de la calamidad, 

2 Y por la soberbia del impío son 
consumidos los infelices | y cogidos 
en los lazos que les tiende? 








864 


SALMOS 


3 Mein. Oloríase el malvado en la 
ambición de su alma, | y el avaro 
se aparta de Yave con desprecio; 

4 Y dice el soberbio en su fatuidad: 
«¡No atiende! | No hay Dios.» Estos 
son sus pensamientos. 

5 Nun. Siempre son perversos sus 
caminos, | son para el tus juicios muy 
lejanos en la altura. 

6 A cuantos se le oponen pretende 
apartarlos con su soplo, | y se dice 
en su corazón: «¡No hay quien me 
mueva, | siempre seré feliz, jamás 
infortunado!» 

7 Pe. Su boca está llena de fraude 
y de usura; | lleva bajo su lengua la 
vejación y la opresión. 

8 Siéntase al acecho en las al¬ 
deas, | en sus guaridas, para devorar 
al inocente. 

9 Ayin. Acechan al pobre sus ojos, | 
le insidian en lo escondido, como 
león en la enramada, | para cogerle, 
para coger al miserable | y enredarle 
en sus redes. 

10 Sade. Le espía v se arroja sobre 
él, | y caen los infelices en sus garras; 

11 Y dice en su corazón: «¡No se 
acuerda Dios, | lyi escondido su 
rostro, no ve nodal» 

12 Qof. ¡Alzate, álzate, Yave! | Alza, 
¡oh Diosl, tu mano, 

13 No te olvides de los desvalidos. | 
¿Cómo puede el impío despreciar a 
Dios, y decir en su corazón, que 
no averiguas? 

14 Resch. Tú lo has visto, porque 
miras las penas y los trabajos, | para 
retribuir con tu mano. | A ti se te 
confía el miserable, | tú eres el auxi¬ 
lio del huérfano. 

15 Sin. Quebranta el brazo del 
implo, | castiga la impiedad del mal¬ 
vado, | que no pueda más ser hallada. 

16 Es Yave rey por los siglos eter¬ 
nos, | las gentes fueron borradas 
de su tierra. 

17 Tau. Tú, ¡oh Yave!, oyes las 
preces del humilde, | fortaleces su 
corazón, le das oídos, 

18 Y defiendes el derecho del huér¬ 
fano y del oprimido, | para que no 
se atreva a ensoberbecerse el hombre 
en la tierra. 


II. (Vulg. 10.) 

Absoluta confianza del justo en el Señor. 

1 Al maestro del coro. De David. | 
Yo confío en Yave. | ¿Cómo, ¡mes, 


me decís: «Vuélate, pájaro, a tu 
mentí ? •> 

2 Tienden los impías su arco, | 
ajustan a la cuerda sus saetas, | para 
asaetear en lo oculto a los rectos de 
corazón. 

3 Si los fundamentos se destruyen, | 
¿qué podrá hacer el justo? 

4 Está Yave en su santo palacio. | 
Tiene Yave en los ciclos su trono. | Ven 
sus ojos, | y sus párpados escudriñan 
a los hijos de los hombres 

5 Y aprueban al justo, | pero abo¬ 
rrece su alma al impío | y al que 
ama la violencia. 

6 Lloverá sobre los impíos carbones 
encendidos, | fuego y azufre, y hura¬ 
canado torbellino será la parte de su 
cáliz. 

7 Porque justo es Yave y ama lo 
justo, | y los rectos verán su benigna 
faz. 


12 . (Vulg. 11.) 

Deprecación contra los impíos, 

1 Al maestro del coro. A la octava. 
Salmo de David. 

2 Salva tú, ¡oh Yavcl, porque ya 
no hay piadosos, | ya no hay fieles 
entre ios hijos de los hombres ( 1 ). 

3 Engáñansc los unos a los otros, | 
hablan con labios fraudulentos y con 
doblado corazón. 

4 Extermine Yave todo labio frau¬ 
dulento, | toda lengua jactanciosa, 

5 De esos que dicen: «Con nuestra 
lengua dominaremos, | nuestros labios 
son nuestros: | ¿Quién es nuestro 
dueño?» 

6 Por la opresión de los pobres, | por 
los gemidos de los menesterosos, 

7 Ahora mismo me levantaré, dice 
Yave, | y les daré la salud por que 
suspiran. 

7 Las palabras de Yave son pala¬ 
bras limpias, | son plata acrisolada en 
el crisol, | siete veces purgada de 
tierra. 

8 Poséanse en torno los impíos, | 
prevalecen insolentes sobre los hijos 
de los hombres; 

? Pero tú, ¡olí Yavel, los guarda¬ 
rás, | tú eternamente los preservarás 
de esta generación. 


(i) Anee 1 ) general prevaricación, el sal¬ 
mista, como Elias (1 Rcg. 19. 10), se cree solo 
en el mundo y únuo representante de la causa 
de Dios. 







SALMOS 


865 


13. (Vulg. 12.) 

El Justo, en peligro, Implora el auxilio 
de Dios. 

1 Al maestro del coro. Salmo de 
David. 

2 ¿Hasta cuándo, por fin, te olvi¬ 
darás, Yave, de mí? | ¿Hasta cuándo 
esconderás de mí tu rostro? (1). 

3 ¿Hasta cuándo mandarás dolo¬ 
res sobre mi alma | y penas de con¬ 
tinuo sobre mi corazón? | ¿Hasta 
cuándo mis enemigos triunfarán de 
mí? 

4 ¡Mírame ya, óyeme, Yave, Dios 
míol | Alumbra mis ojos, que no me 
duerma en la muerte. 

6 Que no pueda decir mi enemigo: 
«Le vencí.» | Que mis enemigos se 
regocijarían si yo cayese, 

6 Después de haber esperado en 
tu piedad. | Que se alegre mi corazón 
con tu socorro, | que pueda cantar 
a Yave: «Bien me proveyó.» 


14. (Vulg. 13.) 

Seguridad del justo en el castigo de los 
impíos. 

1 Al maestro del coro. De David. 

Dice en su corazón el necio: «No 

hay Dios.» | Todos obran torpemente, 
no hay quien haga el bien (2). 

2 Mira Yave desde lo alto .de los 
cielos a los hijos de los hombres, | para 
ver si hay entre ellos algún cuerdo 
que busque a Dios. 

8 Todos van descarriados, todos a 
una se han corrompido, | no hay 
quien haga el bien, no hay uno solo. 

4 ¿Se han vuelto del todo locos los 
obradores de la iniquidad, | que devo¬ 
ran a mi pueblo como se come el 
pan, | sin acordarse de Dios para 
nada? 

6 Ya temblarán con terror a su 
tiempo, 1 porque está Dios con la 
generación de los justos. 

6 Queréis frustrar los consejos del 
desvalido, | pero es Yave su seguro j 
refugio. 

7 Venga ya de Dios la salvación 


(1) En la lucha que sostiene contra la im¬ 
piedad, se cree el salmista a punto de sucumbir 
y ver sucumbir con él la causa de Dios, y clama 
al Señor en demanda de socorro. 

(2) Más que ateos teóricos, son los impíos 
ateos prácticos, que viven como si Dios no 
contemplara su vida malvada. 


de Israel, | y mudando Yave la 
suerte de su pueblo, | jubile Jacob 
y alégrese Israel. 


15. (Vulg. 14.) 

Condiciones de pureza del que ha de 
estar ante el Señor. 

1 Salmo de David (1). 

¡Oh Yavel ¿Quién es el que podrá 
habitar en tu tabernáculo, | residir 
en tu monte santo? 

2 El que anda en integridad y obra 
la justicia, | el que en su corazón 
habla verdad; 

3 El que con su lengua no detrae, | el 
que no hace-mal a su prójimo, | ni 
a su cercano infiere injuria; 

4 El que a sus ojos se menosprecia 
y s3 humilla, | y honra a los teme¬ 
rosos de Yave; | el que, aun jurando 
en daño suyo, no se muda; 

6 El que no da a usura sus dine¬ 
ros | y no adm-te cohecho para con¬ 
denar al inocente. | Al que tal hace, 
nadie jamás le hará vacilar. 


16. (Vulg. 15.) 

El justo espera en el Señor, aun para 
después de su muerte. 

1 Mictam de David (2). 

Guárdame, Yave, que a ti me 

confío. 

2 Yo digo a Yave: Mi señor eres 
tú, | no hay bien para mí fuera de ti. 

3 Los santos que en la tierra están, 
son de mí muy honrados, | en ellos 
tengo todas mis delicias. 

4 Multiplican sus ídolos los que. 
se van tras los dioses ajenos. | No 
libaré yo sus sangrientas libaciones, | 
no mancharé mis labios con sus 
nombres. 

5 Yave es la parte de mi heredad 
y de mi cáliz, | él es quien me sos¬ 
tiene mi heredad. 

6 Cayeron para mí las cuerdas 


(1) Hermoso salmo, que nos declara cómo 
la santidad de vida es la condición para poder 
acercarse al Dios santo. 

(2) El salmista, tomando la persona del Me¬ 
sías, ora al Señor y expresa su firme confianza 
de que le librará del poder de la muerte y le 
hará conocer los caminos de la vida eterna. Los 
apóstoles lo citan como vaticinio de la resurrec¬ 
ción del Mesías (Mt. 2, 25 ss.; 13, 35.). 


55 













866 


SALMOS 


en lo más selecto, | y es excelente a 
mis ojos mi heredad. 

7 Bendigo a Yave, que es quien 
me adoctrina. | Aun de noche me 
incitan a ello mis entrañas. 

8 Siempre tengo ante mi a Yave. | 
Si él está a mi diestra, nunca res¬ 
balaré. 

9 Por eso se alegra mi corazón y 
jubila mi alma, | y aun mi carne se 
siente segura. 

10 Que no dejarás tú mi alma en 
el sepulcro, | no dejarás que tu santo 
experimente la corrupción. 

11 Tú me enseñarás el camino de 
la vida, | la hartura de tus bienes 
junto a ti, | las eternas delicias de 
junto a tu diestra. 


17 . (Vulg. 16.) 

Confianza del justo en el Juicio del Señor. 

1 Oración. De David. 

Oye, Yave, mi justa causa, | atiende 
a mi súplica, | escucha mi oración, 
no de labios dolosos ( 1 ). 

2 Proceda de ante ti mi juicio, | 
vean tus ojos lo justo. | Si escudri¬ 
ñas mi corazón, y de noche me visi¬ 
tas y examinas, | no hallarás que 
yo haya pensado cosa que no pueda 
proferirse. 

4 En las obras humanas he guar¬ 
dado los caminos de la divina ley, | 
conforme a las palabras de tus labios, 

6 Y mis pies, sin titubear, se man¬ 
tuvieron firmes. 

6 Te invoco, porque sé, joh DiosI, 
que tú me oyes. | Inclina tus oídos 
hacia mi y oye mis palabras. 

7 Ostenta tu magnífica piedad, | 
tú que salvas del enemigo a los que 
a ti se acogen. 

8 Guárdame como a la niña de 
tus ojos, | escóndeme bajo la sombra 
de tus alas, 

0 Ante los malos que pretenden 
oprimirme, | ante mis enemigos, que 
furiosos me rodean. 

10 Cierran su duro corazón, | y 
hablan jactanciosamente con su boca. 

11 Ya me cercan sus pasos | y clavan 
en mí sus ojos para echarme por tierra. 

12 Parecen Icones que se disponen 
a devorar la presa, | cachorros de 
león que acechan en la madriguera. 


(i) El salir isla se nos presenta rodeado de 
impíos, que pretenden acabar con él, y recurre 
a Dios pidiendo auxilio. 


13 Alzate, Yave, sal a su encuentro, 
derríbalos; | con tu espada salva mi 
alma del impío, J de esos que ya han 
vivido demasiado, 

14 Que tienen su vientre ahito de 
tus bienes, | que de ellos hartan a sus 
hijos, | y para sus siervos dejan 
las sobras. 

15 Vea yo en justicia tu faz | y 
sácieme, vigilante, de tu gloria. 

1 «. (Vulg. 17.) 

[^5 Canto triunfal de David. 

1 Para el maestro del coro. Del 
siervo de Dios David, que dirigió 
a Yave las palabras de este canto, 
cuando le hubo librado Dios de las 
manos de todos sus enemigos, y de 
la mano de Saúl ( 1 ). 

2 Dijo, pues: 

lYo te amo a ti, Yave, fortaleza 
mí al 

3 Yave, mi roca, mi cindadela, 
mi refugio, | mi Dios, mi roca, a 
quien me acojo, | mi escudo, cuerno 
de mi salud, mi asilo. 

4 Alabándole, invoco a Yave | y 
quedo a salvo de mis enemigos. 

6 Ya con estrépito me rodeaban 
las olas de la muerte, | ya me aterro¬ 
rizaban los terrores del Averno, 

6 Ya me aprisionaban las ataduras 
del sepulcro, | ya me habían cogido 
los lazos de la muerte; 

7 Y en mi angustia invocaba a 
Yave | c imploraba el auxilio de 
mi Dios. | El oyó mi voz desde sus 
palacios, | mi clamor .a él llegó a 
sus oídos. 

8 Conmovióse V tembló la tierra, | 
vacilaron los fundamentos de los 
montes, | se estremecieron ante el 
Señor airado. 

0 Subía de sus narices el humo de 
su ira, | y de su boca fuego abrasa¬ 
dor, | carbones por él encendidos. 

10 Abajó los cielos, y descendió. | 
Negra oscuridad tenía a sus pies. 

11 Subió sobre los querubines y 
voló, | voló sobre las alas de los 
vientos. 


(i) Este salmo se lee también en II. Sam. aa. 
Como lo dice el título, fué compuesto por el 
Real Profeta cuando ya se vió libre de todos sus 
enemigos. Es digna de notarse en él la forma en 
que Dios se aoarece. envuelto en una tempestad. 
La descripción de la teof.mla es enteramente de 
estilo apocalíptico, y de ella han tomado no po¬ 
cos elementos descriptivos los autores poset- 
riores. 







SALMOS 


867 


12 Puso en derredor suyo tinieblas 
por velo, | se cubrió con ealígine 
acuosa y densas nubes. 

13 Ante su resplandor las nubes se 
deshicieron | en granizo y centellas 
de fuego. 

14 Tronó Yave desde los cielos, | el 
Altísimo hizo resonar su voz, | gra¬ 
nizo y centellas de fuego. 

16 Lanzó sus saetas y los desba¬ 
rató, | fulminó sus muehos rayos y 
los eonsternó. 

16 Y aparecieron arroyos de aguas, | 
y quedaron al descubierto los fun¬ 
damentos del orbe, | ante la ira incre- 
padora de Yave, | al resplandor del 
huracán de su furor. 

17 Y extendió desde lo alto su 
mano, y me cogió, | me sacó de la 
muchedumbre de las aguas. 

18 Me arraneó de mi feroz ene¬ 
migo, | de los que me aborrecían 
y eran más fuertes que yo. 

19 Querían asaltarme en día para 
mí fatal, | pero fué Yave mi fortaleza. 

20 Y me puso en seguro, salván¬ 
dome, | porque se agradó de mí. 

21 Remunerábame Yave mi jus¬ 
ticia, | conforme a la pureza de mis 
manos me pagaba, 

22 Pues yo había seguido los eami- 
nos de Yave, | y no me había impía¬ 
mente apartado de mi Dios. 

23 Tenía ante mis ojos todos sus 
mandatos | y no rehuía sus leyes, 

24 Sino que con el fui íntegro, | y 
me guardé de la iniquidad. 

25 Y me retribuyó Yave conforme 
a mi justicia, | y según la limpieza 
de mis manos a sus ojos. 

26 Con el piadoso muéstraste pia¬ 
doso, | íntegro con el íntegro, 

27 Iñmpio con el limpio, | y sagaz 
con el perverso astuto. 

28 Tú salvas al humilde, | pero 
humillas al soberbio. 

29 Y tú eres quien hace lucir mi 
lámpara, ioh Yavel | Tú, mi Dios, 
que iluminas mis tinieblas. 

30 Cierto que, fiado en ti, soy capaz 
de romper ejércitos, | fiado en mi 
Dios, asalto las murallas. 

31 Son perfectos los caminos de 
Dios, | acrisolada es la palabra de 
Yave. | El es el escudo de cuantos a 
él se acogen. 

32 ¿Qué Dios hay fuera de Yave? | 
¿Qué Dios fuera de nuestro Dios, 

33 El Dios fuerte, que me ciñó de 
fortaleza | y prosperó mis eaminos, 

34 Que me dió pies eomo de ciervo | 
y me puso sobre las alturas. 


35 Que adiestró mis manos para 
el combate | y mis brazos para tender 
el arco de bronee? 

30 Tú me entregaste tu salvador 
eseudo, | tu diestra me fortaleció, 
y tu solicitud me engrandeció. 

37 Me haeías correr a largos pasos, ) 
sin que se eansaran mis pies. 

38 Perseguía a mis enemigos y 
los alcanzaba, | y no me volvía sin 
haberlos desbaratado. 

39 Los machacaba, sin que pudie¬ 
ran resurgir; | caían bajo mis pies. 

40 Me ceñiste de fortaleza para la 
guerra, | sometiste a los que se alza¬ 
ban contra mí. 

41 Obligaste a mis enemigos a darme 
las espaldas, 

42 Y redujiste al silencio a cuantos 
me odiaban. | Vociferaban, pero no 
tenían quien les respondiese; | a Yave, 
pero él no los oía, 

43 Y los dispersaba eomo el polvo 
lo dispersa el viento, | y como al 
barro de las plazas los pulverizaba. 

44 Me librabas de las sediciones del 
pueblo | y me pusiste a la cabeza 
de las gentes. 

45 Pueblos que no eonoeía me 
servían, | obedecíanme con diligente 
oído. 

48 Los extraños se retiraban ante 
mí, palidecían. | Por eso te doy gra¬ 
cias, ioh Yave!, entre las gentes, | y 
cantaré salmos en tu honor, 

47 Viva Yave, y bendito sea su 
nombre, | sea ensalzado el nombre 
de mi salvador. 

48 El es el fuerte, el que me otorga 
la venganza, | el que me somete 
los pueblos, 

49 El que me libra de mis enemi¬ 
gos, | el que me hace superar a los 
que se alzan contra mí. 

60 El que me libra del hombre vio¬ 
lento, 

51 El que da grandes victorias a 
su rey, | el que hace misericordia 
a su ungido, David, | y a su descen¬ 
dencia por la eternidad. 


19. (Vulg. 18.) 

Los cielos cantan la gloria del Señor, 
cuya ley es perfectísima. 

1 Al maestro del eoro. Salmo de 
David (1). 


(i) Este salmo consta evidentemente de dos 
partes. La primera habla de los cielos; la segunda. 










868 


SALMOS 


5 Los cielos dan cuenta de la gloria 
de Dios | y el firmamento anuncia la 
obra de sus manos. 

3 El día habla al día | y la noche 
comunica sus pensamientos a la 
noche. 

4 No hay discursos ni palabras, | 
no es audible su voz. 

6 Pero su pregón sale por la tierra 
toda, | y sus palabras llegan a los 
confines del orbe de la tierra. | Puso 
en ellos una tienda para el sol; 

6 Que semejante al esposo que sale 
de su tálamo, | se- lanza alegre a 
recorrer cual gigante su camino. 

7 Sale de un extremo, | y llega en 
su curso a los últimos confines, | y 
nada se sustrae a su calor. 

8 La ley de Yave es perfecta, res¬ 
taura el alma. | El testimonio de 
Yave es fiel, hace sabio al rudo. 

9 Los preceptos de Yave son rectos, 
alegran el corazón. | Los mandatos 
de Yave son limpios, iluminan los 
ojos. 

10 El temor de Yave es puro, per¬ 
manece por siempre. | Los juicios 
de Yave son verdad, del todo justos, 

11 Más estimables que el oro acri¬ 
solado, | más dulces que la miel, 
que el contenido del panal. 

12 También a tu siervo le alum¬ 
bran, | y en guardarlos halla gran 
merced. 

13 ¿Quien será capaz de conocer 
los deslices? | Absuélveme de los 
que se me ocultan. 

14 Retrae también a tu siervo de 
los movimientos de soberbia, | que 
no se adueñen de mí; entonces seré 
perfecto, libre de todo crimen. 

16 Séunte gratas las palabras de 
mi boca | y los pensamientos de mi 
corazón. | lYave, tú eres mi roca 
y mi redentor! 


20. (Vulg. 19.) 

Deprecación por el rey que va a la guerra. 

1 Al maestro del coro. Salmo de 
David. 

2 Oigate Yave en el día del con¬ 


de la ley. La misma traducción deja ver cla¬ 
ramente la diferencia de metro entre una y otra 
parte. Disputan los autores si se trata de dos 
salmos unidos en uno, o de uno solo dividido en 
dos partes. Parece, sin embargo, lo más proba¬ 
ble esto ultimo, y que en él la primera parte es 
como el elemento de comparación para la se¬ 
gunda. 


flicto; | protéjate el nombre del Dios 
de Jacob ( 1 ). 

3 Envíete su auxilio desde su san¬ 
tuario, | sosténgate desde Sión. 

4 Acuérdese de todas tus obla¬ 
ciones, | v séale grato tu holocausto. 
(Sela.) 

6 Llene los deseos de tu corazón, | 
todos los anhelos de tu alma. 

6 Que podamos cantar tu victoria | v 
triunfar en el nombre de Dios. \ 
Acceda Yave a cuanto le pidas. 

7 Ahora ya sé que da Yave la 
victoria a su ungido, | que le escucha 
desde lo alto de sus santos cielos, | y le 
socorre con la fuerza salvadora de 
su diestra. 

8 Estos en sus carros, aquéllos en 
sus caballos; | pero nosotros, en el 
nombre de Yave, nuestro Dios, somos 
fuertes. 

9 Ellos vacilaron y cayeron, | pero 
nosotros nos alzamos y nos erguimos. 

10 Da, ¡oh Yavel, al rey la victoria. | 
Oyenos el día en que te invocamos. 


21 . (Vulg. 20.) 

Canto de gradas por las victorias del rey. 

1 Al maestro del coro. Salmo de 
David. 

2 En tu poder, |oh Yavel, se goza 

el rey (2). | iCuán jubiloso está 

de tu socorrol 

3 Le diste cuanto su corazón de¬ 
seaba, | no le negaste los deseos de 
sus labios; 

4 Más bien te le adelantaste con 
faustas bendiciones | y pusiste en 
su cabeza la diadema de oro. 

6 Te pidió vida, | y se la diste 
larga, eterna. 

6 Por tu protección es magnífica 
su gloria, | y amontonaste sobre él 
honras y honores. 

7 Le has bendecido con eterna 
bendición, | y le das a gozarla alegría 
de tu rostro, 


(1) Los salmistas nos presentan a Dios 
morando en el templo y reinando desde allí 
sobre su pueblo; por esto piJcn que proteja 
al rey desde Sión y le dé la victoria. 

(2) Es uno de los muchos salmos en que se 
habla del Rey. El rey de Israel es un rey teocrᬠ
tico, instituido por Dios y encargado de una 
misión divina, y sujeto de las promesas mesiá- 
nicas hechas a David y a su descendencia; por 
esto es fácil ver en estos salmos un sentido más 
alto que el histórico, en que el autor se eleva 
hasta «el hijo de David* por excelencia. 








SALMOS siío 


8 Porque en Ya ve conlía el rey, | y 
por el favor del Altísimo permaneee 
inconmovible. 

9 Caiga tu mano sobre todos tus 
enemigos. | Alcance .tu diestra a 
cuantos te aborrecen. 

10 Ponlos como en horno de fuego. | 
Al tiempo en que te mostrarás, | Yave 
los consumirá en su ira, | el fuego 
los abrasará. 

11 Borrarás ‘de la tierra su pro¬ 
genie, [ su descendencia, de entre 
los hijos de los hombres. 

12 Si algo malo trazan eontra ti, ¡ si 
maquinan el engaño, de nada les 
valdrá: 

13 Los pondrás en fuga | apuntando 
tu tenso arco contra su pecho. 

14 ¡Ensálzate Yave en tu forta¬ 
leza! | Que podamos en himnos y 
salmos cantar tu poderío. 

22. (Vulg. 21 .) 

Quejas del justo perseguido y acción de 
gracias por la liberación. 

1 Al maestro del coro. Sobre la 
cierva de la aurora. Salmo de David. 

2 ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué 

me has desamparado? ( 1 ). | Lejos 

están de la salvación mis rugidos. 

3 ¡Dios mío!, clamo de día, y no 
me respondes; | de noelie, y no hallo 
remedio. 

4 Con todo, tú eres el Santo, | tú 
habitas entre las alabanzas de Israel. 

5 En ti esperaron nuestros pa¬ 
dres, [ esperaron, y tú los libraste;! 

6 A ti clamaron, y fueron sal¬ 
vados; | en ti eonfiaron, y no fueron i 
confundidos. 

7 Verdad que yo soy ya un gusano, 
no un hombre, | el oprobio de los 
hombres y el desprecio del pueblo. 

8 Búrlanse de mí euantos me ven, | 
abren los labios y mueven la cabeza. 

9 «Se eneomendó a Yave—dieen—, 
líbrele él, | sálvele él, pues que le es 
grato.» 

(i) Lo que del salmo 6 dejamos dicho tiene 
especialísima aplicación a este salmo, en que los ' 
padecimientos del salmista son más atroces, y la 
paciencia con que los sufre perfecta, sin una pa¬ 
labra en que pida el castigo de sus perseguidores. 
Es el que más de cerca preludia al «Siervo de 
Yave*, del que se diferencia, sin embargo, en que 
aquí no muere, y en que el resultado de su sal¬ 
vación es la alegría de los justos por verle salvo, y 
triunfante en él la causa de Dios, que es tam¬ 
bién la de ellos mismos, mientras que en el 
Siervo de Yave, su muerte por los pecados de j 
todos es la redención del mundo. 


10 Y en verdad, tú eres mi espe¬ 
ranza, ya desde el útero; | mi seguro 
refugio, ya desde el seno de mi 
madre. 

11 Ya desde el útero fui entregado 
a ti, | ya desde que eolgaba de los 
pechos de mi madre, tú eres mi Dios. 

12 No te estés apartado de mí, | por¬ 
que se acerca el peligro | y a nadie 
tengo que me soeorra. 

13 Rodéanme toros en gran nú¬ 
mero, | cércanme novillos de Basán. 

14 Abren sus bocas contra mí, | cual 
león rapaz y rugiente. 

15 Me derramo como agua, | todos 
mis huesos están dislocados. | Mi 
corazón es como cera | que se derrite 
dentro de mis entrañas. 

16 Seeo está como un tejón mi 
paladar, | mi lengua está pegada a 
las fauces, | y ya me echan al po!vo 
de la muerte. 

17 Me rodean como perros, | me 
cerca una turba de malvados, | han 
taladrado mis manos y mis pies, 

18 Puedo contar todos mis huesos. | 
Y ellos ine miran, me contemplan. 

19 Se han repartido mis vestidos | y 
eehan suertes sobre mi túniea. 

20 Tú, pues, ¡oh Yave!, no retrases 
tu socorro, | apresúrate a venir en 
mi auxilio. 

21 Libra mi alma de la espada. | A 
mí, desolado, líbrame del poder de 
los perros, 

22 Sálvame de la boca del león, | sál¬ 
vame de los euernos de los búfalos. 

23 Que pueda yo hablar de tu 
nombre ’a mis hermanos, | y ensal¬ 
zarte en medio de la congregación. 

24 ¡Los que teméis a Yave, ala¬ 
badle! | ¡Descendencia toda de Jacob, 
glorificadle! [ ¡Reverenciadle todos 
los descendientes de Israel! 

25 Porque no desdeñó, ni despre¬ 
ció la miseria del mísero, | ni apartó 
de él su rostro, | antes oyó al que 
imploraba su socorro. 

26 Por tu favor resonarán mis 
himnos en la numerosa congrega¬ 
ción, | y cumpliré mis votos ante los. 
que te temen. 

27 Comerán los pobres y se sacia¬ 
rán, | y alabarán a Yave los que le 
temen. | Y vivirá su corazón por 
toda la eternidad. 

28 Se acordarán, y se convertirán 
a él todos los eonfines de la tierra, | le 
adorarán todas las familias de las 
gentes, 

39 Porque de Yave es el reino, | y él 
dominará a las gentes. 







SALMOS 


30 Todos los grandes de la tierra 
se curvarán ante ti. | Los que al 
polvo cayeron no pueden levantarse. 

31 Mi posteridad te servirá, y 
hablará de Yave a las generaciones 
venideras; 

32 Y predicarán tu justicia j al 
pueblo que ha de nacer, | por haber 
hecho esto Yave. 

23. (Vulg. 22.) 

Dios, pastor del justo. 

1 Salino de David. 

Yave es mi pastor y nada me falta. 

2 El me pone en verdes pastos | y 
me lleva a frescas aguas. (1) 

3 Recrea mi alma | y me guía por 
las rectas sendas, | por amor de su 
nombre. 

4 Aunque hubiera de pasar | por 
un valle oscuro y tenebroso, | no 
temería mal alguno, ¡ porque tú 
estás conmigo. | Tu clava, y tu cayado 
son mi consuelo. 

5 Tú pones ante mí una mesa, | en¬ 
frente de mis enemigos. | Has derra¬ 
mado profusamente el óleo sobre mi 
cabeza, y mi cáliz rebosa. 

6 Sólo bondad y benevolencia me 
acompañan | todos los días de mi 
vida, | y estaré en la casa de Yave | por 
muy largos años. 

24. (Vulg. 23.) 

Canto procesional. 

1 Salmo de David. 

De Yave es la tierra y cnanto la 
llena, | el orbe de la tierra y cuantos 
le habitan; 

2 Pues él es quien la fundó sobre 
los mares, | y sobre las olas la esta¬ 
bleció. (1) 

3 ¿Quien subirá al monte de Yave, | 
y se estará en su lugar santo? 

4 El de limpias manos y puro 
corazón, | el que no lleva su alma 
al fraude | y no jura con mentira, 

6 Esc alcanza de Yave bendición | y 
justicia de Dios, su salvador. 

6 Esa es la raza de los que le buscan | 


(i) Siendo la vida pastoril tan frecuente en 
Israel, es natura! que los profetas y salmistas 
den a Dios el nombre de Pastor del pueblo, 
o de los fieles de él. Además, los rectores del 
pueblo son llamados sus pastores, y, por tanto, 
Vave es su Pastor supremo. 

(a) Imágenes poéticas para expresar lo ma¬ 
ravilloso de la estabilidad de la tierra. 


de los que buscan el rostro del Dios 
de Jacob. (Sela.) 

7 Alzad, joh puertasl, vuestras 
frentes, | alzaos más, ioh antiguas 
entradas!, | que va a entrar el rey 
de la gloria. ( 1 ) 

8 ¿Quién es esc rey de la gloria? | Es 
Yave, el fuerte, el poderoso. 

9 Alzad, joh puertasl, vuestras 
frentes, | alzaos más, ¡oh antiguas 
entradasl | Que va d entrar el rey 
de la gloria. 

10 ¿Quién es ese rey de la gloria? | 
Yave Sebaot | él es el rey de la gloria. 
(Sela.) 

23. (Vulg. 24.) 

Confianza del justo en el Señor. 

1 De David. 

2 Alcf. A ti, Yave, mi Dios, alzo 
mi alma, | Bct. en ti confío, no sea 
confundido. 

3 Cuímcl. No se gocen de mí mis 
enemigos. | No, quien espera en ti 
no es confundido: | Confundido el 
que en balde se rebela contra ti. 

4 Dálet. Muéstrame, ¡oh Yave!, tus 
caminos, | adiéstrame en tus sendas. 

6 He. Guíame en tu verdad y 
enséñame, | porque tú eres mi Dios, 
mi salvador, | Van ( 2 ) y en ti 
espero siempre. 

6 Zain. Acuérdate, joh Yave!, de 
tus misericordias, | de tus gracias, 
que son imperecederas, 

7 Jet. No te acuerdes de los peen- 
dos de mi mocedad y de mis faltas;| 
acuérdate de mí conforme a tu mise¬ 
ricordia, | y según tu bondad, ¡oh 
Yave! 

8 Tet. Bueno y recto es Yave, | por 
eso señala a los errados el camino, 

9 Yod. Y guía a los humildes por 
la justicia, | y adoctrina a los mansos 
en sus sendas. 

10 Caf. Todas las sendas de Yave 
son misericordia y verdad, | para los 
que guardan el pacto y sus manda¬ 
mientos. 

11 Lámcd. l’or la gloria de tu 
nombre, joh Yave!, | perdona mis 
culpas, por grandes que son (3). 

12 Mcm. ¿Quién es el hombre 


(1) Son las puertas de los atrios del templo, 
que debía atravesar la procesión. 

(2) Falta en el texto el verso correspondiente 
al Vau. 

(3) Las causis que mueven a Dios a per¬ 
donar y tener misericordia no son extraías a 
El; es, en suma, la gloria de su nombre. 












SALMOS 


871 


temeroso de Dios? | El le enseñará 
el camino que ha de seguir. 

13 Nun. Vive feliz, y su descenden¬ 
cia poseerá la tierra. 

14 Sámec. Yave descubre sus secre¬ 
tos a los que le temen, | a los que 
observan su alianza. 

15 Ayin. Mis ojos siempre están en 
Yave, | porque él es quien saca mis 
pies de la red. 

16 Pe. Vuélvete a mí y de mí ten 
piedad, | que estoy solo y afligido. 

17 Sade. Ensancha mi angustiado 
corazón | y sácame de mis estre¬ 
churas. 

18 Qof. Mira mi pena, mi mise¬ 
ria, | y perdona todos mis pecados. 

19 Res. Mira cuán numerosos son 
mis enemigos; | me odian con un odio 
feroz. 

20 Sin. Guarda mi vida y sálvame, | 
que no tenga que confundirme de 
haber acudido a ti. 

21 Tau. No me abandonen la inte¬ 
gridad y la rectitud, | pues que en 
ti espero. 

22 Libra, joh Dios!, a Israel | de 
todas sus tribulaciones. 

26. (Vulg. 25.) 

Oración confiada del justo. 

1 De David. 

Hazme justicia, joh Yave!, porque 
he andado en integridad, | he con¬ 
fiado en Yave sin vacilar. (1) 

2 Ponme a prueba, ioh Yave!, y 
examíname, | acrisola mis entrañas 
y mi corazón. 

3 Porque tengo siempre a mis ojos 
tus misericordias | y ando en tu 
verdad. 

4 No me siento con los hombres 
falaces, | no me acompaño de los 
fingidos. 

5 Aborrezco el consorcio de los ma¬ 
lignos | y no me siento con los impíos. 

6 Yo lavaré mis manos en la ino¬ 
cencia | y andaré en derredor de tu 
altar, ¡oh Yave!, 

7 Haciendo resonar cantos de ala¬ 
banza | y ensalzando todos tus pro¬ 
digios. 

8 lOh Yave!, yo amo la morada 
de tu casa, | el lugar en que se asienta 
tu majestad. 


(i) El salmista nos representa a un justo, 
cuidadoso de servir al Señor, y que por esto 
vive en lucha con los impíos. Por esto pide a 
Dios que salga por su causa. 


9 No juntes con los pecadores mi 
alma, | ni mi vida con los sangui¬ 
narios, 

10 Cuyas manos están llenas de 
maldad, | cuyas diestras están llenas 
de sobornos. 

11 Yo, por lo contrario, marcharé 
en mi integridad, | rescátame, joh 
Yave!, y ten misericordia de mí. 

12 Ya están mis pies en tierra fir¬ 
me, I cantaré en la congregación a 
Yave. 

27. (Vulg. 26.) 

Confianza del justo en medio del peligro. 

1 De David. 

Yave es mi luz y mi salud, | ¿a 
quién temer? | Yave es el baluarte 
de mi vida, | ¿ante quién temblar? 

2 Cuando los malignos me asaltan | 
para devorar mis carnes, | son ellos, 
mis adversarios y enemigos, | los que 
vacilan y caen. 

3 Aunque acampase contra mí un 
ejército, | no temería mi corazón; | 
aunque se me diere la batalla, | tam¬ 
bién estaría entonces tranquilo. 

4 Una cosa pido a Yave, y esa 
procuro: | habitar en la casa de 
Yave | todos los días de mi vida, | para 
gozar del encanto de Yave | y visitar 
su santuario; ( 1 ) 

5 Pues él me pondrá a seguro en 
su tienda | el día de la desventura, | 
me tendrá a cubierto en su pabe¬ 
llón, | me pondrá en alto sobre su 
roca. 

6 Alzaré luego mi cabeza sobre mis 
enemigos, | y ofreceré en su tienda 
sacrificios de júbilo, | cantando y 
ensalzando a Yave. 

7 Oye, ¡oh Yave!, el clamor con 
que te invoco, | ten de mí piedad y 
escúchame. * 

8 De tu parte me dice el corazón: 
«Buscad mi rostro», | y yo, Yave, 
tu rostro buscaré. 

9 No me escondas tu rostro, | no 
rechaces con ira a tu siervo. | Sé mi 
socorro, no me rechaces ni me aban¬ 
dones, | !oh Dios, mi salvador! 

10 Aunque me abandonaron mi 
padre y mi madre, | Yave me recogerá. 

11 Muéstrame, joh Yave!, tus ca- 

(i) Este versículo nos muestra cuánta parte 
ocupaba el templo de Jerusalén en la vida reli¬ 
giosa de Israel. Los justos, llenos de fe en la 
presencia de Yave en su templo, no tienen 
otro placer que asistir a él y a las solemnidades 
de su culto. 











872 


SALMOS 


minos, | guíame por la recta senda, | 
por causa de mis enemigos. 

12 No me entregues a la rabia de 
mis adversarios, | que se alzan contra 
rní falsos testigos, | y gente que res¬ 
pira crueldad. 

13 ¡Ay, si no creyera que he de 
gozar de la bondad de Yave | en la 
tierra de los vivos! 

14 Espera en Ya ve, esfuérzate y 
ten gran valor. | ¡Sí, espera en Yave! 

28. (Vulg. 27.) 

Oración del rey. 

1 De David. 

A ti clamo, ¡oh Yave, mi roca! | No 
te desentiendas de mí, | pues deján¬ 
dome tú, vendría a ser | como los 
que bajan al sepulcro. 

2 Oye la voz de mi súplica cuando 
te invoco, | cuando alzo mis manos 
hacia tu santo templo. 

3 No me arrebates juntamente con 
los malvados, | con los obradores de la 
iniquidad, | los que hablan paz a 
su prójimo, | mientras está su cora¬ 
zón lleno de maldad. 

4 Trátalos conforme a sus obras, 
conforme a la malicia de sus accio¬ 
nes; | retribúyclcs conforme a la obra 
de sus manos, | dales su merecido ( 1 ). 

6 Porque no atienden a las obras 
de Yave, | u la obra de sus manos. | 
¡Derríbalos y no los edifiques! 

6 ¡Bendito sea Yave, | que oyó la 
voz de mis súplieasl 

7 Yave es mi fortaleza, es mi es¬ 
cudo, | en él confía mi corazón. | huí 
socorrido y mí corazón salta de 
gozo, | y le alabaré con mis cantos. 

8 Es Yave la fortaleza de su pue¬ 
blo, | es el salvador escudo de su ungido. 

9 ¡Salva a tu pueblo, | bendice tu 
heredad, | sé su pastor \ condúcelos 
por siempre. 

28. (Vulg. 28.) 

La gloria de Yave en la tempestad. 

1 De David (2). 


(1) Esta súplica del salmista pidiendo que 
Dios ejerza su justicia con los enemigos de su 
pueblo, nos pone de manifiesto uno de los 
aspectos de los salmos imprecativos. Véase la 
introducción. 

(2) Bellísimo salmo en que se revela Vave 
en medio de la tempestad como Rey eterno, que 
desde el rielo bendice a su pueblo y le colma 
de paz. 


Dad a Yave, hijos de Dios, | dad 
a Yave la gloria y el poder. 

2 Dad a Yave la gloria debida a su 
nombre, | postraos ante Yave con 
sacras vestiduras. 

3 ¡La voz de Yave sobre las aguas! | 
Truena el Dios de la majestad, | Yave, 
sobre la inmensidad de las aguas. 

4 Es poderosa la voz de Yave; | la 
voz de Yave es majestuosa; 

6 La Voz de Yave rompe los ce¬ 
dros, | troncha Yave los cedros del 
Líbano 

6 Y hace saltar al Líbano como un 
ternero, | y al Sarión como un ter¬ 
nero de búfalo. 

7 La voz de Yave hace estallar 
llamas de fuego; 

8 La voz de Yave sacude el de¬ 
sierto, | sacude Yave el desierto de 
Cades. 

9 La voz de Yave retuerce las 
1 encinas, | despoja las selvas, | y en 
¡su templo todo dice; «¡Glorial» 

10 Siéntase Yave sobre aguas di- 
| luviales, | siéntase como rey eterno. 

11 Yave dará fortaleza a su pueblo, | 

1 Yave bendecirá a su pueblo con la 

paz. 

80. (Vulg. 29.) 

Acción de gracias después de una enfer¬ 
medad grave. 

1 Canto para la consagración del 
templo. Salmo de David. 

2 Quiero ensalzarte, ¡oh Yavcl, por- 
l que me lias puesto en salvo | y no 

has alegrado a mis enemigos en mi 
daño ( 1 ). 

3 Yave, mi Dios, clamé a ti | y tú 
me sanaste. 

4 ¡Oh Yave, has sacado mi alma 
del sepulcro, | me has llamado a la 
vida de entre los que bajan a la 
fosal 

6 Cantad a Yave vosotros, sus 
santos, | y ensalzad la memoria de 
su santidad; 

8 Porque un instante dura su có¬ 
lera, | y su benevolencia es de por 
vida. | Alberga la tardo llantos, | mas 
a la mañana viene la alegría. 


(1) La enfermedad, como cualquier otro 
nial que puede venir sobre el hombre, es una 
señal de la cólera de Dios. Oyendo el Señor la 
oración del salmista. Dios no sólo le libró de 
aquel mal, sino también de los escarnios de 
los impíos, que se alebraban de verle humillado 
por Dios. 








SALMOS 


873 


7 Vo dije en mi fortuna: | no seré 
jamás conmovido, 

8 pues tú, ¡oh Yavel, por tu bene- 
volencia | me asegurabas honor y po¬ 
derío. | Apenas escondiste tu rostro, 
fui conturbado. 

9 Pero clamé a ti, ¡oh Yavel, | pedí 
piedad a mi Dios: 

10 ¿Que provecho hay en mi muer¬ 
te, | en que yo descienda a la tumba? | 
¿Te alabará el polvo? ¿Cántará tus 
misericordias? 

11 Escuchóme Yave y tuvo piedad 
de mi. |. Vino Yave en mi socorro. 

12 Y mudaste en júbilo mi luto, | y 
desataste mi saco | y me ceñiste de 
gloria. 

13 ¡Por eso te cantaré y no callaré, | 
y te alabare, Yave, Dios mío, por la 
eternidad I 


31. (Vulg. 30.) 

Plegaria de un angustiado y acción de 
gracias por la liberación. 

1 Al director del canto. Salmo de 
David. 

2 En ti, ¡oh Yave!, confío. | No sea 
yo nunca confundido, | líbrame en 
tu justicia ( 1 ); 

3 Inclina a mí tus oídos, | apresúrate 
a librarme, | sé para mí roca inex¬ 
pugnable, | ciudadela de mi salva¬ 
ción. 

4 Tú serás ciertamente mi roca, mi 
ciudadela; | por el honor de tu nom¬ 
bre, 

5 Tú me guiarás y me conducirás, | 
y me sacarás de la red que me han 
tendido, | porque tú eres mi forta¬ 
leza. 

6 En tus manos encomiendo mi 
alma. | Tú me has rescatado, ¡oh 
Yavel, tú me salvarás, Dios de 
Verdad. 

7 Yo aborrezco a los seguidores de 
los vanos ídolos | y sólo espero en 
Yave. 

8 Me alegraré y me gozaré en tu 
misericordia, | pues has visto mi aflic¬ 
ción | y conoces las angustias de 
mi alma. 

9 Tú me librarás de las manos del 


(i) Recordemos a Job acusado por sus 
amigos; con más razón el salmista puede temer 
su confusión ante las acusaciones y los escar¬ 
nios de sus enemigos por verle afligido y como 
herido por la mano de Dios. 


enemigo, | pondrás mis pies en 
anchura. 

10 ¡Ten piedad de mí, oh Yave, | 
porque estoy en tribulación! | La 
tristeza consume mis ojos | mi alma 
y mis entrañas. 

11 Sí, mi vida se gasta en el dolor | y 
mis años en los gemidos. | Mi vigor 
enflaquece por la tribulación, | y se 
consumen mis huesos. 

12 Soy el oprobio de todos mis 
perseguidores, | objeto de terror para 
mis vecinos, | y de espanto para 
cuantos me conocen. | Todos los que 
me ven huyen de mí. 

13 Como muerto he sido borrado 
de todos los corazones, | y parezco 
una vasija perdida. 

14 Oigo el murmurar de los que me 
rodean. | Espanto por todas partes, | 
cuando a una se confabulan con¬ 
tra mí | y traman arrebatarme la 
vida. 

15 Pero yo confío en ti, ¡oh Yavel | 
Yo digo: Tú eres mi Dios, 

16 En tus manos están mis días. | 
Líbrame de la mano de mis enemi¬ 
gos, | líbrame de mis perseguidores. 

17 Haz resplandecer tu faz, sobre 
tu siervo, | y sálvame en tu miseri¬ 
cordia. 

18 Yave, que no sea yo confundi¬ 
do, | pues que te invoco. | Confun¬ 
didos sean los malvados, | y que mu¬ 
dos bajen al sepulcro; 

19 Que callen para siempre, | los 
labios mentirosos, | que soberbios y 
despectivos, | lanzan insolencias con¬ 
tra el justo. 

20 ¡Qué grande es, oh Yave, la 
misericordia, | que guardas tú para 
los que te temen, | y que a la vista 
de todos haces | a los que en ti con¬ 
fian. 

21 Tú haces de tu presencia' su de¬ 
fensa, | contra la crueldad de los 
hombres, | y como en un tabernáculo 
los pones a cubierto | d'e los azotes 
de las lenguas. 

22 ¡Bendito sea Yave, que en mí 
hace admirable su misericordia | como 
ciudad fortificada! 

23 Yo en mi turbación había ya 
dicho: | He sido arrojado de ante tus 
ojos. | Pero no, tú has oído mi voz 
suplicante, | cuando a ti clamé. 

24 Amad a Yave, vosotros todos, 
sus santos, | que es fiel Yave, | y 
paga con usura a los soberbios. 

25 Esforzaos todos cuantos esperáis 
en Yave, |. y robusteced vuestro 
corazón. 







SALMOS 


87 1 


32. (Vulg. 31.) 

Confesión de los pecados y acción de 
gracias por el perdón. 

1 De David. Masquil. 

¡Bienaventurado aquel a quien ha 

sido perdonado el pecado, | a quien 
le ha sido remitida su iniquidad! ( 1 ) 

2 ¡Bienaventurado aquel a quien 
no imputa Yave la iniquidad, | y en 
cuya alma no hay mentira! 

3 Mientras callé, consumíanse mis 
huesos, | con mi gemir durante todo 
el día, 

4 Pues día y noche tu mano pe¬ 
saba sobre mí, | y tornóse mi verdor 
en sequedades de estío. (Sela.) 

6 Pero te confesé mi pecado | y 
descubrí mi iniquidad. | Dije: «Con¬ 
fesaré a Yave mi pecado», | y tú per¬ 
donaste mi iniquidad. (Sela.) 

* Invóquentc, pues, todos al tiem¬ 
po propicio, | y no llegará a ellos la 
inundación de las copiosas aguas. 

7 Tú eres mi asilo, tú me preservas 
de la adversidad | y me rodeas de 
cantos de liberación. (Sela.) 

8 «Yo te liaré saber y te enseñaré 
el camino que debes seguir; | seré tu 
consejero, y estarán mis ojos sobre ti. 

9 No seas sin entendimiento, como 
el caballo y como el mulo, | a los 
que pones brida y freno, porque si 
no, no se acercan a ti.» 

10 Muchos son los dolores del im¬ 
pío, | pero la misericordia ceñirá al 
que espera en Yave. 

11 ¡Alegraos en Yave, regocijaos, 
oh justos! | Saltad de gozo todos 
los rectos de corazón. 


33. (Vulg. 32.) 

Alabanza del poder y la providencia 
del Señor. 

1 ¡Alegraos, justos, en Yave! | Bien 
está a los rectos la alabanza. 

2 Cantad a Yave con la cítara, | 
ensalzadle con el harpa de diez cuer¬ 
das y el salterio. 

3 Cantadle un canto nuevo, | y 
tañed bien a una con júbilo la lira. 

4 Porque es recta la palabra de 


(i) No dice bienaveniurado quien logró 
exrur sus pecados a fuerza de sacrificios, sino 
quien obtuvo la misericordia del Señor y que 
echara tn olvido sus pecados, San Pablo cita 
este pasaje en Rom. 4, 7. 


Yave | y toda su obra es obra de 
verdad. 

6 El ama la justicia y el derecho, | y 
de la misericordia de Yave está llena 
la tierra. 

6 Por la palabra de Yave fueron 
hechos los cielos, | y todo su ejército 
por el aliento de su boca. 

7 El reúne como en odre las aguas 
del mar, | y hace de los abismos como 
estanques. 

8 Tema a Yave toda la tierra, | té¬ 
manle todos los habitantes del uni¬ 
verso; 

9 Porque dijo él, y fué hecho; | 
mandó, y así fué. 

10 Anula Yave el consejo de las 
gentes | y frustra las maquinaciones 
de los pueblos; 

11 Pero el consejo de Yave perma¬ 
nece por la eternidad; | los designios 
de su corazón, por todas las genera¬ 
ciones. 

12 ¡Venturoso el pueblo cuyo Dios 
es Yave, 1 el pueblo que él elegió por 
heredad! ( 1 ) 

13 Mira Yave desde los cielos, | y ve 
a todos los hijos de los hombres. 

14 Desde la morada en que se asien¬ 
ta, | ve a todos los habitantes de la 
tierra. 

16 Es él quien ha hecho todos los 
corazones | y conoce a fondo todas 
sus obras. 

16 No es la muchedumbre de los 
ejércitos la que salva al rey, | ni se 
salva el fuerte por su gran ro¬ 
bustez. 

17 Vano es para la salvación el 
caballo, | su gran vigor no librará al 
jinete. 

18 Están los ojos de Yave sobre 
los que le temen, | sobre los que es¬ 
peran en su misericordia, 

19 Para salvar sus almas de la 
muerte, | para nutrirlas en tiempo de 
hambre. 

20 Nuestra alma confía en Yave, | 
él es nuestro auxilio y nuestro es¬ 
cudo. 

21 En él se regocija nuestro cora¬ 
zón, | en su santo nombre está nues¬ 
tra confianza. 

22 Sea, ¡oh Yave!, sobre nosotros 
tu misericordia, | como esperamos 
en ti. 


(1) Por encima de todos los bienes de 
que se pueden gloriar las naciones., está éste, 
que era propio de Israel» que era d pueblo de 
Dios, d pueblo que El había escogido por su 
heredad. 









SALMOS 


875 


34. (Vulg. 33.) 

Alabanzas de Dios, protector del justo 

1 De David. Cuando se fingió loco 
ante Abimelec, que le echó de sí, 
pudiendo así escapar. 

2 Alef. Yo bendeciré siempre a 
Yave, | su alabanza estará siempre 
en mi boca. ( 1 ) 

3 Bet. En Yave se gloriará mi alma, 
lo oirán los justos y se alegrarán. 

4 Guímel. jCantad conmigo la gran¬ 
deza de Yavel | Ensalcemos siempre 
su santo nombrel 

6 Dálet. Yo he buscado a Yave, y 
él me ha escuchado, | librándome de 
todos mis terrores. 

6 He. Volveos todos a él y seréis 
alumbrados, | y no cubrirá el oprobio 
vuestros rostros. 

7 Zain ( 2 ). Mira el desvalido a 
Yave, y él le oye | y le salva de todas 
sus angustias. 

8 Jet. Acampa el ángel de Yave | en 
derredor de los que le temen, | y los 
salva del peligro. 

9 Tet. Gustad y ved cuán bueno 
es Yave. | !Bienaventurado el hombre 
que se acoge a éll 

10 Yod. Temed a Yave vosotros, los 
santos, | pues nada falta a los que le 
temen. 

11 Caf. Empobrecen los ricos, y en 
la penuria pasan hambre; | pero a 
los que buscan a Yave no les falta 
bien alguno. 

12 Lámed. Venid, hijos, escuchad¬ 
me, y os enseñaré el temor de 
Yave. 

13 Mem. ¿Quién es el hombre que 
ama la vida, | y desea ver días fe¬ 
lices? 

14 Nun. Pues preserva del mal tu 
lengua, | y tus labios de las pala¬ 
bras mentirosas. 

15 Sámec. Aléjate del mal y haz el 
bien, | busca y persigue la paz. 

17 Pe. La faz de Yave contra los 
que hacen el mal, para borrar de 
la tierra su memoria. 

16 Ayin. Los ojos de Yave están 
sobre los justos, | y sus oídos están 
atentos a sus clamores. 

18 Sade. Claman, Yave los oye, | y 
los libra de toda¿ sus angustias. 


(1) Los justos oirán las bendiciones que de 
Dios recibe el salmista y se alegrarán por ello, 
como, al contrario, se entristecerán de verle 
abatido y como desamparado del Señor. 

(2) Falta en el texto el verso correspondiente 
al Vau. 


19 Qof. Está Yave vecino a los que 
tienen el corazón contrito, | y salva 
a los afligidos de espíritu. 

20 Res. Muchas pueden ser las aflic¬ 
ciones del justo, | pero de todas le 
libra Yave. 

21 Sin. Toma a su cuidado todos sus 
huesos, | y ni uno solo de ellos será 
roto. 

22 Tau. La desgracia matará al 
impío, | y los que aborrecen al justo 
serán destruidos. 

23 Yave redime el alma de sus 
siervos, | y cuantos en él confían no 
serán destruidos. 

35. (Vulg. 34.) 

Plegarla del justo contra sus 
perseguidores. 

1 De David. 

Oponte, ioh Yavel, a cuantos a mí 
se oponen (1), | combate a los que 
a mí me combaten. 

2 Echa mano al escudo y a la 
adarga, | y álzate en ayuda mía. 

3 Saca la lanza y cierra contra mis 
enemigos, | di a mi alma: «Yo soy 
tu salvación.» 

4 Sean confundidos y avergonza¬ 
dos los que ponen asechanzas a mi 
vida; | sean puestos en fuga y cu¬ 
biertos de ignominia | los que maqui¬ 
nan mi ruina (2). 

5 Sean como paja al viento, | persí¬ 
galos el ángel de Yave, 

6 Sea su camino tiniebla y resba¬ 
ladero, | y el ángel de Yave los acose. 

7 Porque sin causa me tendieron 
la red en una trampa, | sin razón ca¬ 
varon una fosa contra mí. 

8 Cójalos inesperadamente la ruina, | 
y enrédense en la red misma que ten¬ 
dieron, | y caigan en ella quebran¬ 
tados. 

9 Entonces se alegrará mi alma en 
Yave, | y se gozará en su salvación. 

10 Todos mis huesos dirán: «¡Quien 
semejante a ti, oh Yave, | que libras 
al desvalido de quien es más fueíte 
que él, | al pobre y al afligido, de 
quien le despoja! 

11 Alzáronse contra mí testigos fal¬ 

sos, | para demandarme lo que no 
sabía. » 


(1) Este salmo desarrolla el mismo pensa¬ 
miento que el 6. 

(2) Libre el justo de la opresián de los im¬ 
píos, éstos quedarán confundidos, el justo ale¬ 
gre y la causa de Dios triunfante. 







87 fi 


SALMOS 


14 Volviéronme mal por bien, | para 
abatir mi alma. 

13 Cuando ellos estuvieron enfer¬ 
mos yo me vestí de saco, | afligiendo 
con el ayuno mi alma, | y repetía 
en mi pecho las plegarias. 

14 Me porté con ellos como con un 
pariente o un hermano; | como si 
llevase luto por mi madre, me enlu¬ 
taba y me humillaba; 

16 Pero ellos se alegran de mi mal • 
y se confabulan; se confabulan contra 
mí | para herirme a traición y des¬ 
trozarme sin descanso. 

16 Se burlan de mí, de mí hacen 
mofa, | y rechinan sus dientes con¬ 
tra mí. 

17 ¿Hasta cuándo, joh Yave!, esta¬ 
rás viendo esto? | Arranca mi alma 
de su tormento, | mi túnica de las 
garras del león. 

18 Te alabaré en medio de la asam¬ 
blea, | te ensalzaré en medio de un 
pueblo numeroso. 

19 i Ah! No triunfen contra mí | los 
que sin causa son enemigos míos. | No 
guiñen el ojo los que injustamente 
me aborrecen. 

20 No hablen de paz y urdan tra¬ 
mas | contra los pacíficos de la tierra. 

21 Abren sus bocas contra mí, di¬ 
ciendo: | «jAh, ah! Lo vieron por fin 
nuestros ojos!» 

22 ¿No lo ves, olí Yave? jNo calles! | 
¡Dios mío, no te alejes de mí! 

23 ¡Despierta, álzate en favor mío, | 
Señor mío, Dios mío, en mi defensa! 

24 ¡Hazme justicia según tu justi¬ 
cia, Señor mío, Dios míol | |Quc no 
triunfen contra mí! 

25 Que no puedan decir en su co¬ 
razón: «Lo conseguimos.» | Que no 
digan: «Le liemos devorado.» 

26 Sean confundidos y avergonza¬ 
dos, | cuantos se gozan en mi mal. | 
Sean cubiertos de vergüenza y con¬ 
fusión | los que orgidiosamente se 
alzan contra mí. 

27 Y alégrense y salten de júbilo 
los que están en favor de mi ino¬ 
cencia, | y digan siempre: ¡Ensalzado 
sea Yave, que dio la paz a su siervo! 

28 Mi lengua todos los días | cantará 
tu justicia y tus alabanzas. 


:*«. (Vulg. 35.) 

Bondad de Dios y maldad del Impío. 

1 Al maestro del coro. De David,, 
siervo de Yave. 


2 Dícele al impío la impiedad: 
«Dentro, bien dentro de mi cora¬ 
zón, o | No hay ante sus ojos temor 
de Dios. 

3 Lisonjéase de que a su parecer | no 
será hallada y castigada su culpa. 

4 Las palabras de su boca son in¬ 
justicia y fraude, | no se cuida de 
ser cuerdo y obrar el bien. 

5 En su lecho maquina iniquida¬ 
des | y emprende caminos no buenos; | 
no se aparta del mal. 

6 Se levanta hasta los cielos, ¡oh 
Yave!, tu misericordia, | y hasta las 
nubes tu verdad. 

7 Tu justicia es como los montes de 
Dios. | Tus juicios son un insondable 
abismo. | Tú, ¡oh Yave!, eonservas a 
hombres y animales. 

8 ¡Cuán magnífica es tu misericor¬ 
dia! | Ampárense los hombres a la 
sombra de tus alas. 

9 Sácianse de la abundancia de tu 
casa, I y los abrevas en el torrente 
de tus delicias; 

10 Porgue en ti está la fuente de 
la vida, I V en tu luz vemos la luz. 

11 Extiende tu misericordia a los 
que te conocen, | y tu justicia a los 
rectos de corazón. 

12 No me pise el pie del soberbio, | no 
me eche fuera la mano del impío. 

13 Sí, caerán los obradores de la ini¬ 
quidad, | serán abatidos y no podrán 
más levantarse. 


37. (Vulg. 30.) 

La providencia divina, cuanto al Justo 
y al Impío. 

1 De David. 

Alef. No te impacientes por los 
malvados (1), | no envidies a los 

que hacen el mal; 

2 Porque presto serán segados como 
heno, | y como la hierba tierna se 
secarán. 

3 13ct. Tú confía en Yave y obra el 
bien, I y hábil aras en la tierra y 
serás apacentado en la verdad. 

(i) BI problema de la existencia del mal en 
el mundo y las razones del gobierno divino, 
bajo el cual se ve con frecuencia padecer a los 
buenos y prosperar a los malos, inquietaba gran¬ 
demente a los autores del A. T., a quienes aun 
no habla sido revelado el misterio de la eruz 
y de la Resurrección de Cristo. Asi, por ejemplo, 
el verso :8 expresa abiertamente la aprobación 
d»vina a la conducta de los justos y lo cierno 
de su recompensa. 






SALMOS 


877 


4 Haz de Yave tus delicias, | y él 
te dará lo que tu corazón desea. 

5 Guímel. Encomienda a Yave tus 
caminos, | en él espera, y él obrará; 

6 El hará resplandecer como la luz 
tu justicia, | y tu derecho como la 
luz del mediodía. 

7 Dálet. Aquiétate en Yave y es¬ 
pera en él; | no te impacientes por la 
prosperidad de otros, | de los que 
obran la maldad. 

8 He. Depon el enojo y deja la 
cólera, | no te excites, no te dejes 
llevar al pecado. 

9 Porque los malvados serán exter¬ 
minados, | pero los que esperan en 
Yave poseerán la tierra. 

10 Vau. Sí, un poco todavía, y el 
impío ya no será; | le buscarás en 
su lugar y ya no le hallarás. 

11 Los mansos poseerán la tierra, | 
V gozarán de gran paz. 

12 Zain. Maquina el impío contra 
el justo | y rechina sus dientes 
contra él. 

13 Pero Yave se ríe de él, | porque 
ve que su día se acerca. 

14 Jet. Desenvainaron los malva¬ 
dos su espada, tendieron el arco, | 
para destruir al pobre y al menes¬ 
teroso, | para asesinar a los que van 
por el camino recto. 

15 Su espada se hundirá en su 
propio corazón, | y se quebranta¬ 
rán sus arcos. 

16 Tet. Mejor le es al justo lo poco | 
que la opulencia de muchos impíos; 

17 Porque los brazos del impío 
serán rotos, | mientras que Yave 
sostiene al justo. 

18 Yod. Conoce Yave los días del 
justo | y su posesión será eterna. 

19 No serán confundidos, al tiempo 
malo, | y serán saciados en el día 
del hambre. 

20 Caf. Cierto, los impíos pere¬ 
cerán, | y los enemigos de Dios, 
como la lozanía de los prados; | pe¬ 
recerán, se desvanecerán como el 
humo. 

21 Lámed. Pide prestado el impío 
y no puede pagar, | el justo se com¬ 
padece y da. 

22 Sí, los benditos de Dios here¬ 
darán la tierra, | los malditos de él 
serán exterminados. 

23 Mem. Yave ordena los pasos del 
hombre, | guía y sostiene al que va 
por buen camino. 

24 Si cayere, no yacerá postrado, | 
porque Yave le tiende su mano. 

26 Nun. Fui mozo y ya soy viejo, | y 


jamás vi abandonado al justo | ni a 
su prole mendigar el pan. 

26 Siempre se compadece y presta, | 
y es bendecida su descendencia. 

27 Sámec. Apártate del mal y haz 
el bien, ( y vivirás para siempre; 

28 Porque ama Yave la rectitud | y 
no desampara a sus santos. | Los im¬ 
píos serán borrados para siempre, | 
v la prole del impío será exterminada. 
29 Los justos poseerán la tierra, y será 
eterna en ella su morada. 

30 Ayin. La bocad el justo habla 
sabiduría, ] y su lengua profiere 
palabras de rectitud. 

81 Pe. Lleva en el corazón la ley de 
su Dios, | y no vacilan sus pasos. 

32 Sade. El malvado espía al jus¬ 
to, | y busca modo de arrebatarle 
la vida, 

33 Pero Yave no se lo entrega 
en sus manos, | y no permite que 
sea condenado en el juicio. 

34 Qof. Confía en Yave y sigue 
su camino, | y él te ensalzará para 
que poseas la tierra, | y gozarás a 
la vista del exterminio de los impíos. 

35 Res. He visto al impío alta¬ 
mente ensalzado, | y extenderse como 
árbol vigoroso. 

36 Pero pasé de nuevo, y ya no 
era, | le busqué y no le hallé. 

37 Sin. Considera al recto y mira 
al justo, | y verás que al fin es feliz. 

38 Los impíos, por lo contrario, 
serán exterminados; | la posteridad 
de los malvados será tronchada. 

39 Tau. De Yave viene la salva¬ 
ción de los justos, | es su refugio al 
tiempo de la adversidad, 

40 Yave los socorre y los libra 
del impío, | porque se acogieron a él. 

38. (Vulg. 37.) 

Oración de un pecador arrepentido. 

1 Salmo de David. Para memoria. 

2 No me castigues, Yave, en tu 
furor, | no me corrijas en tu ira. 

3 Que tus saetas han penetrado 
en mí, | y pesa gravemente sobre mí 
tu mano. 

4 Nada hay sano en mi carne a 
causa de tu ira; | no hallan paz mis 
huesos, a causa de mi pecado (1). 


(i) El salmista padece una enfermedad, que 
todos miran como castigo de sus pecados. De 
aquí que venga a ser el blanco del desprecio y 
de la persecución, contra la cual clama a Yave 
para que salga por su causa, que es la de Dios. 







878 


SALMOS 


6 Pasan por encima de mi cabeza 
mis iniquidades, | pesan sobre mí 
como pesada carga. 

6 Hedionda podre supuran mis 
llagas, | a causa de mi locura. 

7 Voy encorvado y en gran manera 
humillado, | todo el día en luto; 

8 Porque están mis huesos abra¬ 
sados, | y no hay en mi carne parte 
sana. 

8 Estoy desfallecido y sobremanera 
acabado, | y la conmoción de mi 
corazón me hace rugir, con rugido 
de leona. 

10 Mis deseos, joh Yave!, ante ti 
están, | y no se te ocultan mis gemidos. 

11 Está lleno de congoja mi cora¬ 
zón, me faltan las fuerzas, | y aun 
la misma luz de mis ojos me aban¬ 
dona. 

12 Mis amigos y mis compañeros 
se alejan por mis llagas, j y mis 
vecinos se quedan lejos y me insultan. 

13 Tiéndenme lazos los que buscan 
mi vida, | y inc amenazan los que 
desean mi ruina. | Todo el día están 
maquinando engaños. 

14 Yo hago que no oigo, como 
sordo, | y como mudo no abro la 
boca. 

15 Soy como hombre que no siente, | 
y en cuya boca no hay respuesta, 

16 Porque es en ti, ¡oh Yavel, en 
quien confío, | y serás tú quien 
por mí respondas, ¡Yave, Dios mío! 

17 Pero digo: «Que no puedan 
gozarse en mi mal I los que aplau¬ 
dían cuando resbalaba mi pie.» 

18 Mira que estoy para caer, | tengo 
siempre a mis ojos mi maldad. 

19 Confieso ini culpa, y que peno 
por mi pecado. [ Pero viven y son 
fuertes mis enemigos, 

20 Y se multiplican los que injus¬ 
tamente me odian; | y los que me 
vuelven mal por bien 

21 Me hostigan, por seguir y hacer 
el bien. 

22 No me abandones, ¡oh Yavel, | 
no te estés alejado de mí, ¡Dios míol 

23 ¡Corre en mi auxiliol | ¡Señor 
mío, mi saludl 


39. (Vulg. 38.) 

Deprecación del justo atribulado. 

1 Al maestro del coro. A Idutun. 
Salmo de David. 

2 Yo me dije: Atenderé a mis I 
caminos, | para no pecar con mi i 


lengua; | pondré un freno a mi boca, | 
mientras tenga al impío frente a mí. 

3 Quedé silencioso, mudo, callé 
aún el bien; | pero mi dolor se exa¬ 
cerbaba (1), 

4 Me ardía el corazón dentro del 
pecho, | se encendía el fuego en mi 
meditación, | y prorrumpí con mi 
lengua: 

5 «Dame a conocer, ¡oh Yave!, 
mi fin, | y cuál sea la medida de mis 
días; | que sepa cuán caduco soy. 

G Has reducido a un palmo mis 
días, | y mi existencia delante de ti 
es la nada; | no dura más que un 
soplo todo hombre. (Sela.) 

7 Muévese el hombre cual un fan¬ 
tasma, | por un soplo solamente se 
agita. | Amontona sin saber para 
quién. 

8 ¿Qué podría yo entonces esperar, 
oh Yave? | Pero está en ti mi es¬ 
peranza. 

0 Líbrame de todas mis iniqui¬ 
dades, | no me hagas el escarnio 
del malvado. 

10 Enmudezco, no abro mi boca, | 
porque sé que tú lo haces. 

11 Desvía de mí tu azote, | que 
el rigor de tu inano me consume. 

12 Tú vengas con castigos la ini¬ 
quidad del hombre | y destruyes 
su soberbia como la polilla. (Sela.) 

13 Oye, ¡oh Yavel, ini plegaria; | da 
oídos a mis clamores, | no seas insen¬ 
sible a mis lágrimas. | Porque yo 
no soy más que un peregrino para ti, | 
un advenedizo, cómo todos mis padres. 

14 Déjame que me reconforte un 
poco, | antes que me vaya y ya no 
sea. 

40. (Vulg. 39.) 

Acción de gracias por el auxilio recibido 
y petición de nuevo auxilio. 

1 Al maestro del coro. Salmo de 
David. 

2 Confiadamente esperé a Yave, | y 
él se inclinó y escuchó mi clamor, 

3 Y ine sacó de una hoya do 
ruina, | del fango cenagoso, | y afirmó 
mis pies sobre piedra | e hizo se¬ 
guros mis pasos. 

4 Puso en mi boca un cántico 


(i) Como Job sentido en la ceniza, así el 
salmista, oprimido por la tribulación que Dios 
le envíi y que le convierte en escarnio de sus 
enemigos, que son los de Dios, enmudece, 
hasta que por fin prorrumpe en quejas al Señor. 







SALMOS 


87y 


nuevo, | una alabanza a nuestro Dios. | 
Muchos verán esto y temerán, | y es¬ 
perarán en Ya ve. 

6 Bienaventurado el hombre cuya 
esperanza es el nombre de Yave, | 
y no se vuelve a los soberbios ni a 
los mentirosos. | Tú, ¡oh Yave, Dios 
míol, 

6 Has multiplicado tus maravillad | 
y tus trazas en favor nuestro. | Yo 
quisiera contarlas, hablar de ellas, | 
pero sobrepasan todo número. 

7 No deseas tú el sacrificio y la 

ofrenda (1), | pero me has dado 

oído abierto. | No buscas el holo¬ 
causto y el sacrificio expiatorio. 

8 Y me dije: «Heme aquí.» | En el 
rollo de la ley se escribió para mí | que 
haga yo tu voluntad. 

8 ¡Oh Yavel Yo quiero cumplir tu 
voluntad, | y dentro de mi corazón 
está tu ley. 

10 He proclamado tu justicia a 
numerosa asamblea; | no cerré mis 
labios; tú, ¡oh Yavel, lo sabes. 

11 No he tenido encerrada en mi 
corazón tu justicia. | He anunciado 
tu verdad y tu redención. | No celé 
tu misericordia y tu fidelidad | a la 
numerosa asamblea. 

12 No apartes de mí, ¡oh Yave!, tu 
misericordia. | Tu piedad y tu jus¬ 
ticia | me guardarán eternamente; 

13 Porque me rodean males sin 
número, | se me echan encima mis 
iniquidades, | y no puedo levantar 
la vista. | Superan en número a los 
cabellos de mi cabeza, | y por- eso 
desfallece mi corazón. 

14 Agrádete librarme, ¡oh Yave! | 
Corre, ¡oh Yavel, en mi ayuda. 

15 Sean confundidos y avergon¬ 
zados | los que buscan arrebatarme 
la vida. | Sean puestos en fuga y 
cubiertos de ignominia | aquellos que 
se alegran de mi mal. 

16 Consumidos sean por su afrenta | 
los que me gritan: ¡Ah, ahí | Salten 
de gozo y alégrense en ti 

17 Todos aquellos que te buscan; | 
los que aman la salud que de ti 
procede | exclamen siempre: «¡Ensal¬ 
zado sea Yavel» 


(i) Contiene este salmo un pensamiento in¬ 
teresantísimo, que es el tema del primer sermón 
de Isaías (i, 2) contra la falsa piedad de Judá. 
El sacrificio que Dios desea no es el de los bece¬ 
rros, sino el de la voluntad, con la perfecta ooe- 
diencia a su ley. Esto se realizó plenísimamente 
en Cristo, que hasta el fin cumplió la voluntad 
del Padre, y en este aspecto el salmo es me- 
siánico. 


18 Cuanto a mí, pobre y menes¬ 
teroso, | Yave cuidará de mí. | Tú 
eres mi socorro y mi libertador. | ¡Dios 
mío, no tardesl 


41. (Vulg. 40.) 
Oración de un enfermo grave. 


1 Al maestro del coro. Salmo de 
David (1). 

2 Bienaventurado el que piensa 
en el pobre: | en el día malo, Yave le 
librará, 

3 Le protegerá Yave y le dará 
vida. | Será bienaventurado sobre la 
tierra, | pues no le entregará al 
odio de sus enemigos. 

4 Le sostendrá Yave en el lecho 
de la enfermedad. | En la enferme- 
medad tú le aliviarás. 

6 Yo digo: ¡Oh Yave, ten piedad 
de mil | Sana mi alma, que pequé 
contra ti. 

6 Mis enemigos lanzan impreca¬ 
ciones contra mí, diciendo: | «¿Cuándo 
se morirá éste, y será borrado su 
nombre?» 

7 Si vienen a verme hablan menti¬ 
rosamente, | acumulan en su cora¬ 
zón malos deseos, | y cuando salen 
fuera, hablan. 

8 Reunidos, murmuran contra mí 
los que me odian, | y descuentan mi 
ruina: 

9 «Un mal terrible se ha apode¬ 
rado de él, 1 se acostó para no levan¬ 
tarse ya mas.» 

10 Aun el que tenía paz conmigo, | 
aquel a quien yo me confiaba y 
comía mi pan, ] alzó contra mí su 
calcañal. 

11 Pero tú, ¡oh Yave!, ten piedad 
de mí | haz que me levante, | y en¬ 
tonces les daré su merecido. 

12 En esto conoceré que me amas, | 
en que 110 triunfe mi enemigo con¬ 
tra mí. 

13 Tú manténme incólume, | y 
consérvame por siempre en tu pre¬ 
sencia. 

14 ¡Bendito Yave, Dios de Israel, 
por los siglos de los siglos! | Amén, 
amén. 


(1) Este salmo es parecido al 38. También 
la ocasión de él es una enfermedad del salmista. 
El versículo 14 es la doxología con que termina 
el libro primero del Salterio. 











880 


SALMOS 


LIBRO SEGUNDO 


42. 43. (Vulg. 41, 42.) (1) 

Ardientes deseos del desterrado de ver 
nuevamente el santuario. 

1 Al maestro del coro. Masquil 
de los hijos de Coré. 

2 Como anhela el ciervo las co¬ 
rrientes aguas, | así te anhela a ti 
mi alma, i oh Dios! 

3 Mi alma está sedienta de Dios, 
del Dios vivo. | ¿Cuándo vendré y 
pareceré delante de Dios? 

4 Mis lágrimas son dia y noche 
mi pan, | mientras continuamente 
me dicen: | «¿Dónde está tu Dios?» 

6 jAy! Cómo estalla en mi corazón 
el recuerdo | de cuando en medio 
de la muchedumbre, | iba en pro¬ 
cesión a la casa de Dios, | entre voces 
de júbilo y alabanza | del pueblo 
en fiesta! 

6 ¿.Por qué te abates y alma mía y \ ¿Por 
qué te turbas dentro de mil | Espera 
en Dios y que aún le alabaré. | j El es la 
alegría de mi ros tro , él es mi Dios\ 

7 Abatida está mi alma, Dios mío. | 
Siempre estoy acordándome de ti, 
desde la tierra del Jordán, | de las 
cumbres del Hermón y del monte 
Meser. 

8 Vn remolino llama al otro remo¬ 
lino. | Con el rumor de tus cascadas, | 
todas tus ondas y tus olas pasan 
sobre mí. 

9 De día dispensa Dios su gracia, | 
de noche me acompaña su cán¬ 
tico, | una oración al Dios de mi vida. 

10 Digo a Dios: «¡Oh roca mía! 
¿Por qué te has olvidado de mí? | 
¿Por qué he de andar en luto bajo 
la opresión del enemigo? 

11 Mientras quebrantan mis huesos | 
mis opresores, y se burlan de mí | di- 
eiéndoiue continuamente: «¿Dónde 
está tu Dios?» 

12 ¿Por qué te abates y alma mia y \ 
¿Por qué te turbas dentro de mil \ Espe¬ 
ra en Dios, que aún le alabaré. \ 
j El es la alegría de mi rostro y él es 
mi Dios\ 

(i) Aunque distintos en el texto, son un sal¬ 
mo único. Basta, para convencerse de ello, aten¬ 
der a la estrofa intercalar, que en uno y otro es la 
misma, ti salmo es una bellísima explosión de 
los suspiros y anhelos oel salmista por el templo, 
en que siente la presencia de su Dios y en El 
se goza. 


1 Júzgame, ¡oh Yavel, y apoya 
mi causa, | líbrame de esta gente 
malvada, | de estos inicuos traidores. 

2 Pues que eres tú mi refugio, 
¿por qué me rechazas? | ¿Por qué 
he de andar en luto bajo la opresión 
del enemigo? 

3 Manda tu luz y tu verdad. Ellas 
me guiarán | y me acompañarán a 
tu monte santo, | a tus tabernáculos. 

4 ¡Oh, si pudiera acercarme al altar 
de Dios, | al Dios de mi alegría y de 
mi gozo, | y cantarle a la cítara! ¡Oh 
Dios, Dios mío! 

5 ¿Por qué te abates , alma mia , | ¿Por 
qué te turbas dentro de mil | Espera 
en Dios y que aún le alabaré. | j El es 
la alegría de mi rostro , él es mi Dios I 


44. (Vulg. 43.) 

Lamentación por el estado de opresión 
en que se halla el pueblo. 

1 Al maestro del coro. Masquil, de 
los hijos de Coré. 

2 Con nuestros oídos, ¡oh Dios!, 
hemos oído, | nos contaron nuestros 
padres | la obra que tú hiciste en 
sus días, | en los tiempos anti¬ 
guos (1). 

3 Tú, con tu mano, echaste a las 
gentes y los plantaste a ellos. | Afli¬ 
giste a pueblos y los arrojaste, y a 
ellos los hiciste germinar. 

4 No se apoderaron de la tierra 
por su espada, I ni les dió su brazo 
la victoria. | Fue tu diestra, tu brazo, 
la luz de tu rostro, | porque te com¬ 
placiste en ellos. 

6 Tú. ¡olí Dios!, eres mi rey, | tú das 
victorias a Jacob; 

6 Contigo batiremos a nuestros ene¬ 
migos, | en tu nombre pisotearemos 
a nuestros adversarios. 

7 Pues no confío en mi arco, | no 
me dará mi espada la victoria. 

8 Eres tú quien nos darás la vic¬ 
toria sobre nuestros enemigos, | el 
que confundirás a cuantos nos odian. 

9 Y nosotros nos gloriaremos siem¬ 
pre en Ya ve | y eternamente canta¬ 
remos su nombre. (Sela.) 

10 Pero ahora nos lias abandonado, | 
nos has hecho caer en la ignominia. 


(i) El salmista pone de relieve el contraste 
entre las inaravi.ias oídas a los padres y las 
realidades presente», tal vez los estragos cau¬ 
sados por la invasión asiria en la época de 
Ezcqulas (II Rcg. iR, 13 ss.). 









SALMOS 


881 


11 No sales ya en nuestros ejér¬ 
citos, | nos has hecho huir ante el 
enemigo, 

12 Y los que nos aborrecían se 
enriquecieron con la presa. | Nos has 
hecho como ovejas destinadas al 
matadero, 

13 Y nos has dispersado entre las 
gentes. | Has vendido de balde a tu 
pueblo, 

14 No subiste mucho su precio. | Nos 
has hecho el oprobio de nuestros 
vecinos, 

16 El ludibrio y la mofa de cuantos 
nos rodean. | Nos has hecho la fábula 
de las gentes, 

16 Todas al vernos yerguen su 
cabeza. | Mi ignominia está delante 
de mí todo el día; 

17 Cubre mi rostro la vergüenza, | 
ante los insultos y los ultrajes | del 
enemigo, del vengativo. 

18 Todo esto ha venido sobre nos¬ 
otros, y no te hemos olvidado | ni 
hemos roto tu pacto. 

19 No se ha rebelado nuestro cora¬ 
zón, | no se salieron de tus caminos 
nuestros pasos, 

20 Para que tú nos aplastes en la 
guarida de los chacales | y nos cubras 
de sombras de muerte. 

21 Si hubiéramos olvidado el nom¬ 
bre de nuestro Dios, | si hubiéramos 
tendido nuestras manos a los dioses 
extraños, 

22 ¿No había dq saberlo Dios, | que 
conoce los secretos del corazón? 

23 Antes por tu causa nos entregan 
a la muerte cada día, | y somos 
tenidos por ovejas para el matadero. 

24 jDespiertal ¿Cómo es que estás 
dormido, Yave? | ¡Despierta, no nos 
dejes del todol 

25 ¿Por qué escondes tu rostro, | 
olvidado de nuestra aflicción, de 
nuestra opresión? 

26 Está nuestra alma postrada en 
el polvo, | está nuestro cuerpo pegado 
a la tierra. 

27 ¡Levántate y ayúdanos! | ¡Res¬ 
cátanos por el honor de tu nombre! 

45. (Vulg. 44.) 

Canto nupcial. 

1 Al maestro del coro. A los lirios. 
Masquil de los hijos de Coré. Canto 
de amor (1). 


(i) El mesianismo de este salmo consta cier¬ 
tamente» por la interpretación que de él hace San 


2 Bullendo está en mi corazón un 
bello canto, | que al rey voy a cantar. | 
Sea mi lengua como el cálamo de 
veloz escriba. 

3 Eres el más hermoso de los hijos 
de los hombres. | En tus labios se 
ha derramado la gracia, | y te ha 
bendecido Dios con eterna bendición. 

4 Cíñete la espada sobre tu ro¬ 
busto muslo, ¡oh héroe!, | tus galas 
y preseas, 

5 Y marcha, cabalga sobre la 
verdad y la justicia. | Enséñete tu 
diestra maravillosas hazañas. 

6 Agudas son tus saetas, ante ti 
caen los pueblos, | van derechas al 
corazón de los enemigos del rey. 

7 Tu trono, ¡oh Dios!, es por los 
siglos eterno, | y cetro de equidad 
es el cetro de tu reino. 

8 Amas la justicia y aborreces la 
iniquidad; | por eso Dios, tu Dios, 
te ha ungido | con el óleo de la ale¬ 
gría, más que a tus compañeros. 

9 Mirra, áloe, casia, exhalan tus 
vestidos, | y el sonido de los instru¬ 
mentos de cuerda te alegra en tus 
marfileñas estancias. 

10 Hijas de reyes figuran en tu 
corte, | y a tu diestra está la reina, 
oro de Ofir. 

11 Oye, hija, mira, dame tu oído. | 
Olvídate de tu pueblo y de la casa 
de tu padre, 

12 Y deja que se prende el rey de tu 
hermosura. | Pues que él es tu" señor, 
sírvele a él. 

13 La hija de Tiro con dones, | los 
ricos del pueblo, buscarán tu favor. 

14 Enteramente gloriosa es dentro 
la hija del rey; | su vestido es tejido 
de oro de diversos colores. 

15 Por sobre recamados tapices es 
llevada al rey; | detrás de ella las 
vírgenes, sus amigas, son introdu¬ 
cidas a ti. 

16 Acompañadas de músicas y jú¬ 
bilo, | entran en el real palacio. 

17 A tus padres sucederán tus hijos, | 
los constituirás príncipes por toda 
la tierra. 

18 Yo quisiera hacer tu nombre 
celebrado por generaciones y gene¬ 
raciones. | ¡Alábente, pues, los pue¬ 
blos por los siglos eternos! 


Pablo (Heb., i, 8). De la persona del rey, cuyo 
epitalamio canta, el autor inspirado se eleva a la 
contemplación del Rey Mesías, cuya gloria ve 
reflejarse en aquél. Tiene cierta semejanza con 
el Cantar de los Cantares en que es un canto 
de bodas. 


56 







882 


SALMOS 


40. (Vulg. 45.) 

Dios, protector de su pueblo. 

1 Al maestro del coro. De los hijos 
de Coré. Para voces altas. Cántico. 

2 Dios es nuestro amparo y nuestra 
fortaleza, | nuestro pronto auxilio 
en las tribulaciones. 

3 Por eso no hemos de temer 
aunque tiemble la tierra, | aunque 
caigan los montes al seno del mar, 

4 Y bramen y espumen sus olas, | y 

tiemblen sacudidos los montes. | Y ave 
Sebaot está con nosotros (1), | el 

Dios de Jacob es nuestra roca. (Sela.) 

5 Un río con sus brazos alegra la 
ciudad de Dios, | el santuario de la 
tienda del Altísimo. 

6 En medio de ella está Ya ve; 
no será conmovida, | Dios la soco¬ 
rrerá desde el clarear de la mañana. 

7 Túrbanse las naciones, vacilan 
los reinos, | da él su voz, se derrite 
la tierra. 

8 Y ave Sebaot está con nosotros , | el 
Dios de Jacob es nuestra roca. (Sela.) 

9 Venid y ved las obras de Yave, | 
los prodigios que ha dejado él sobre 
la tierra. 

10 El es quien hace cesar la guerra | 
hasta los confines de la tierra. |E1 rom¬ 
pe el arco, troncha la lanza, | y hace 
arder los escudos en el fuego. 

11 «Aquietaos y reconoced que yo 
soy Dios, | poderoso entre las gentes, 
poderoso sobre la tierra.» 

12 Yave Sebaot está con nosotros y | el 
Dios de Jacob es nuestra roca. (Sela.) 


47. (Vulg. 46.) 

Venida de las gentes al reino de Dios. 

1 Al maestro del coro. De los hijos 
de Coré. Salmo. 

2 ¡Olí pueblos todos, batid palmasl | 
Aclamad a Dios con voces jubilosas, 

3 Porque es Yave, el Altísimo, 


(i) Falta después de la primera estrofa el 
versículo intercalar, que se repite luego en los 
versículos 8 y 12, es decir, al fin de la segunda 
y la tercera estrofas. Por eso lo suplimos al fin 
de la primera. Se canta en él el triunfo del pue¬ 
blo de Israel, debido a la asistencia de Yave, a 
quien, por consiguiente, lo atribuye el salmista. 
De aquí se eleva el salmista a la proclamación 
de Yave Rey universal, reconocido y acatado por 
todos los pueblos. Tiene, pues, un sentido cier¬ 
tamente mesiánico: el reinado universal de Yave, 
realizado en el Mesías, Cristo Jesús. 


terrible, | el gran rey de toda la 
tierra (1). 

4 El nos sujetará los pueblos, | él 
pondrá las gentes bajo nuestros pies. 

5 El ha elegido para sí nuestra 
heredad, | la hermosura de Jacob, 
su amado. (Sela.) 

8 Sube Dios entre voces de júbilo, | 
Yave entre el resonar de las trom¬ 
petas. 

7 ¡Cantad a Yave, cantadle! | ¡Can¬ 
tad a nuestro rey, cantadle! 

8 Porque es Yave el rey de toda 
la tierra, | cantadle con maestría. 

9 Es Dios el rey de las naciones, | 
que se asienta sobre su santo trono. 

10 Los príncipes de los pueblos 
se reunirán bajo el Dios de Abra- 
ham; | pues de Dios son los grandes 
de la tierra, | de Dios, que a todo 
sobrepuja. 


48. (Vulg. 47.) 

Canto a la liberación de Jerusalén. 

1 Cántico (2). Salmo de los hijos 
de Coré. 

2 Grande es Yave y muy glorioso, | 
en la ciudad de Yave, en su monte 
santo. 

3 El monte de Sión, delicia de 
toda la tierra, | se yergue bello al 
lado del aquilón | de la ciudad del 
gran rey. 

4 Dios en sus palacios | es conocido 
refugio. 

6 Habíanse aliado los reyes, | ha¬ 
bíanse unido; 

6 Pero en cuanto la vieron, que¬ 
dáronse espantados | y aterrados se 
dieron a la fuga. 

7 Apoderóse de ellos el terror, | una 
angustia como de mujer en parto, 

8 Como al viento solano, | que hace 
pedazos las naves de Tarsis. 

9 Lo hemos oído, | lo hemos visto | 
en la ciudad de Yave Sebaot, | en la 
ciudad de nuestro Dios. | Dios la hará 
subsistir siempre. (Sela.) 

10 Acordáinonos, Dios, de tus favo¬ 
res, | aquí en tu templo. 


(1) Esta invitación a todos los pueblos para 
que alaben a Yave, Rey de tola la tierra, es 
una manifestación del mesiinismo. Véase en 
Rom. 15, 10 s. 

(2) Es un canto de triunfo. Parece responder 
a la derrota de Senaquenb, debida únicamente 
al poder de Dios, sin la intervención de las ar¬ 
mas de Judá, según se narra en 11 Reg. 19» 
35 ss. 







SALMOS 


883 


11 [Oh DiosI Cual es tu nombre, | así 
es tu gloria en los confines de la 
tierra. | Tu diestra está llena de 
bondad. 

12 Alégrese el monte de Sión, | salten 
de júbilo las ciudades de Judá, | 
por tus juicios, joh Yavel 

13 Rocorred Sión, dad vuelta a 
ella; | contad sus torres, 

14 Poned atención a sus murallas, | 
enumerad sus palacios, | para poder 
contárselo a las generaciones veni¬ 
deras. 

15 Porque éste es Dios y será 
siempre nuestro Dios. | El nos re¬ 
girá siempre. 


49. (Vulg. 48.) 

Todo hombre es mortal, pero el justo 
tiene firme esperanza de inmortalidad. 

1 Al maestro del coro. Salmo de 
los hijos de Coré (1). 

2 [Oíd, oíd, oh pueblos todosl | Es¬ 
cuchad todos vosotros, habitadores 
del mundo, 

3 [Plebeyos y nohles, | ricos y 
pobresl 

4 Mi boca proferirá sabias pala¬ 
bras, | y palabras de sensatez serán 
las de mi corazón. 

5 Tenderé mis oídos al proverbio, | y 
al arpa expondré mi sentencia. 

6 «¿Por qué temer yo el día de la 
desventura, | cuando la perfidia me 
pise los talones, 

7 La perfidia de los que confían 
en su hacienda | y se glorian de la 
abundancia de sus riquezas?» 

8 Nadie puede rescatar al hombre 
de la muerte, | nadie puede dar a 
Dios su precio; 

9 Pues muy elevado es el precio 
del rescate de la vida, | y no se 
llegará jamás a él, 

10 Para que pueda uno vivir por 
siempre, | sin ver el sepulcro. 

11 [Sí, le verán! Mueren los sabios, | 
desaparecen el necio y el estulto, | de¬ 
jan a otros sus haciendas. 

12 Pensaban que duraría su casa 
por la eternidad, | que subsistiría 
perpetuamente su morada, | y ponían 
sus nombres a sus tierras. 

13 Pero el hombre, aun puesto en 


suma dignidad, no dura, | es seme¬ 
jante a los animales, perecedero. 

14 Tal es su camino, su locura; | y 
con todo, los que vienen detrás | si¬ 
guen sus mismas máximas. (Sela.) 

16 Como rebaños son echados en el 
sepulcro, | devóralos la muerte. | A la 
mañana, dominan sobre los justos, | 
mientras el abismo abre sus fauces, j 
y consumirá su lozanía. 

18 Pero Dios rescatará mi alma del 
poder del abismo, | porque me elevará 
a sí. (Sela.) 

17 No te impacientes, pues, si ves 
a uno enriquecerse, | y si acrecienta 
la gloria de su casa; 

18 Porque a su muerte nada se 
llevará consigo | ni le seguirá su gloria. 

19 Aunque en su vida se congra¬ 
tulase | y se alabase de pasarlo bien, 

20 Tendrá que irse a la morada de 
sus padres, | para no ver ya jamás 
la luz. 

. 21 Pues el hombre aun puesto en 
dignidad, no dura, | es semejante a 
los animales, perecedero. 


50. (Vulg. 49.) 

El culto aceptable a Dios. 

1 Salmo de Asaf. 

El Dios soberano, Yave, habla, | 
convoca a la tierra de levante a po¬ 
niente. 

2 Muéstrase en Sión, perfección 
de la hermosura. 

3 Viene nuestro Dios y no en si¬ 
lencie. | Le precede ardiente fuego, | le 
rodea furiosa tempestad. 

4 Llama arriba a los cielos y abajo 
a la tierra, | para hacer justicia a 
su pueblo. 

6 «Reunid a mis santos, | los que 
sellaron mi alianza con el sacrificio.» 

6 Y los cielos promulgan su jui¬ 
cio, | porque es Dios el juez. (Sela.) 

7 «¡Oye, pueblo mío, que te hablo 
yo, | que te amonesto yo, oh Israelí | 
Yo soy Dios, tu Dios. 

8 No te reprendo por tus sacrifi¬ 
cios (1) | ni por tus holocaustos, 

que están siempre ante mí. 

9 No quiero yo tomar becerros de 
tu casa, | ni de tus apriscos machos 
cabríos; 


(i) En este salmo, cuyo tema es la sentencia 
de muerte que pesa sobre todos los hombres, es 
muy de notar la seguridad que en el v. 16 expresa 
el salmista, de ser por Dios librado de la muerte. 


(i) Este salmo desarrolla un tema semejante 
al del 40. No son los sacrificios de los toros los 
que a Dios agradan, sino el sacrificio de alabanza 
I y el cumplimiento de la divina ley. 










884 


SALMOS 


10 Porque mías son todas las bestias 
de los bosques, | y los millones de 
animales de los montes, 

11 Y en mi mano están todas las 
aves de los montes | y todos los 
animales del campo. 

12 Si tuviera hambre, no te lo 
diría a ti, | porque mío es el mundo 
y cuanto lo llena. 

13 ¿Como yo acaso la carne de tus 
Loros, | bebo yo acaso la sangre de 
tus carneros? 

14 Ofrece a Dios sacrificios de ala¬ 
banza | y cumple tus votos al Altísimo, 

15 E invócame en el día de la an¬ 
gustia; | yo te libraré y tú cantarás 
mi gloria. (Sela.) 

18 Pero al impío, dícele Dios: | 
jCómol ¿Te atreves tú a hablar de 
mis mandamientos, | a tomar en tu 
boca mi. alianza, 

17 Teniendo luego en aborrecimien¬ 
to mis enseñanzas | y echándote a 
las espaldas mis palabras? 

18 Si ves a un ladrón, corres a 
unirte a él | y tienes tu parte con el 
adúltero. 

19 Pones el mal en tu boca | y 
urde tu lengua el engaño. 

20 Sentado difamas a tu prójimo | y 
esparces la calumnia contra el hijo 
de tu madre. 

21 Esto lo he visto yo, y porque 
callaba, | creiste que de cierto era 
yo como tú. | Yo quisiera corregirte, 
poniendo esto ante tus ojos. 

22 Entended, pues, los que os ol¬ 
vidáis de Dios, | no sea que os des¬ 
troce, sin que haya quien os libre. 

23 El que me ofrece sacrificios de 
alabanza, ése me honra: I el que or¬ 
dena sus caminos, | a ese le mos¬ 
traré yo la ¿alud de Dios. 

51. (Vulg. 50.) 

Confesión de los pecados y súplica de 
perdón. 

1 y (i) 2 Al maestro del coro. Salmo 
de David (1), cuando *fué a él el 
profeta Natán, después de lo de Betsabé. 

3 ¡Apiádate de mí, oh Dios, según tus 
piedadesl | Según la muchedumbre de 
tu misericordia, | borra mi iniquidad. 


(i) Verdadero acto de penitencia, que brotó 
del corazón y de los labios de David, cuando 
Natán le reprendió por su pecado. Los ver¬ 
sículos 20 y siguiente son una adición, hecha 
después de la cautividad, para adaptar el salmo 
al estado del pueblo y a sus necesidades de en¬ 

tonces. 


4 Lávame de mi iniquidad | y lim¬ 
píame de mi pecado, 

5 Pues reconozco mis culpas, | y 
mi pecado está siempre ante mí. 

6 Contra ti, sólo contra ti he pe¬ 
cado, | he hecho lo malo a tus ojos, | 
para que sea reconocida la justicia 
de tus palabras | y seas vencedor en 
el juicio. 

7 Ya en maldad fui formado | y en 
pecado me concibió mi madre. 

8 ¡Oh tú, que amas la sinceridad 
del corazón, | descúbreme los secretos 
de tu sabiduríal 

9 Aspérgeme con hisopo y seré 
puro, | lávame y emblanqueceré más 
que la nieve. 

19 Dame a sentir el gozo y la ale¬ 
gría, | y saltarán de gozo los huesos 
que liumillaste. 

11 Aparta tu faz de mis pecados | y 
borra todas mis iniquidades. 

12 Crea en mí, ¡oh DiosI, un cora¬ 
zón puro, | renueva dentro de mí un 
espíritu recto. 

13 No me arrojes de tu presencia, | 
y no quites de mí tu santo espíritu. 

14 Devuélveme el gozo de tu sal¬ 
vación | y sosténgame un espíritu 
generoso. 

15 Yo enseñaré a los malos tus ca¬ 
minos | y los pecadores se conver¬ 
tirán a ti. 

18 Líbrame de la sangre, ¡oh Dios, 
Dios de mi salvaciónl, | y cantará mi 
lengua tu justicia. 

17 Abre tú, Señor, mis labios, | y 
cantará mi boca tus alabanzas. 

18 Porque no es sacrificio lo que 
tú quieres, | si no, te lo ofrecería. | No 
quieres tampoco holocaustos. 

19 El sacrificio grato a Dios es un 
corazón contrito. | Tú, ¡oh Diosl, no 
desdeñas un corazón contrito y hu¬ 
millado. 

20 Sé benévolo en tu buena volun¬ 
tad hacia Sión. | Edifica los muros 
de Jerusalén. 

21 Entonces te agradarás de los 
sacrificios de justicia, | de las obla¬ 
ciones y holocaustos. | Entonces 
pondrán becerros en tu altar. 

52. (Vulg. 51.) 

Oración contra un enemigo jactancioso. 

1 y 2 Al maestro del coro, Masquil 
de David (1), cuando Doeg, idu- 


(r) En este salmo son de notar los versícu¬ 
los ro y siguiente, en que el salmista expresa la 







SALMOS 


885 


meo, fué a informar a Saúl, diciéndole: 
David ha venido a casa de Abimelec. 

3 ¿Por qué te glorias en tu maldad, 
oh poderoso? | La misericordia de 
Dios dura siempre. 

4 Tu lengua medita la maldad; | es 
como afilada navaja, artífice de en¬ 
gaños. 

5 Amas el mal y no el bien, | la 
mentira, y no la verdad. (Sela.) 

6 No tienes más que palabras per¬ 
niciosas, | lengua engañosa. 

7 Por eso el Dios fuerte te des¬ 
truirá del todo, | te abatirá y te 
arrancará de tu morada, | te desarrai¬ 
gará de la tierra de los vivos. 
(Sela.) 

8 Verán esto los justos, y temerán | 
y se reirán de él: 

9 «He ahí el que no temía a Dios | 
por su fortaleza, | y confiaba en sus 
muchas riquezas | y se hacía fuerte 
en su maldad.» 

10 Mas yo estaré en la casa de 
Dios | como fructífero olivo, | siempre 
confiado en la misericordia de Dios. 

11 Siempre te alabaré por lo que 
has hecho, | y esperaré en tu nom¬ 
bre, | porque eres benigno con tus 
santos. 


53. (Vulg. 52.) 

Castigo de los enemigos de Israel. 

1 Al maestro del coro. A las flautas. 
Masquil de David. 

2 Dice el necio en su corazón: «No 
hay Dios.» | Están corrompidos, co¬ 
meten abominables maldades, | no 
hay quien haga el bien (1). 

3 Mira Dios desde los cielos a los 
hijos de los hombres, | para ver si 
hay algún cuerdo que busque a 
Dios. 

4 Todos se han descarriado, todos 
se han corrompido; | no hay quien 
haga el bien, | no hay ni uno solo. 

5 ¡Ahí Ya lo verán | los que obran 
la iniquidad, | y devoran a mi pueblo 
como se come el pan, | y no invocan 
a Dios. 

6 Ved: Tiemblan de miedo | donde 


seguridad de poder alabar eternamente al Se¬ 
ñor, su fe en una dichosa inmortalidad. 

(i) La corrupción es universal entre los 
grandes, que devoran al pueblo, sin acordarse 
de que hay un Dios que juzgará a unos y a 
otros, cuando de Sión derramará la salud sobre 
su pueblo y lo librará de la esclavitud que 
padece. Tiempos mesiánicos. 


no hay qué temer. | Pero Dios espar¬ 
cirá los huesos del que te asedia, | y 
tú los cubrirás de ignominia, porque 
Dios los rechazó. 

7 ¿Quién traerá de Sión la salud 
para Israel? | Cuando librará Dios de 
la esclavitud a su. pueblo, | saltará 
de gozo Jacob y se regocijará Israel. 

54* (Vulg. 53.) 

Oración contra los enemigos. 

1 y 1 2 Al maestro del coro. A las 
cuerdas. Masquil de David, cuando 
vinieron los de Zif a decir a Saúl: 
Mira quQ David está escondido entre 
nosotros. 

3 Sálvame, ¡oh Dios!, por el honor 
de tu nombre, | defiéndeme con tu 
poder (1). 

4 Oye, ¡oh Dios!, mi oración, | da 
oídos a las palabras de mi boca. 

5 Porque los extraños se han le¬ 
vantado contra mí; | poderosos que 
no tienen a Dios ante sus ojos, | 
ponen asechanzas a mi vida. (Sela.) 

6 Pero es Dios quien me defiende, | 
es el Señor, el sostén de mi vida. 

7 El volverá el mal contra mis ene¬ 
migos. | ¡Por tu verdad, extermí¬ 
nalos! 

8 Yo te ofreceré voluntario sacrifi¬ 
cio, | cantaré, ¡oh Yavel, tu nombre, 
porque propicio, 

9 Me libró de toda angustia, j y 
pudieron ver mis ojos la ruina de 
inis enemigos. 

55. (Vulg. 54.) 

Oración contra los enemigos. 

1 Al maestro del coro. A las cuerdas. 
Masquil de David. 

2 Da oídos, ¡oh Dios!, a mi ora¬ 
ción, | no te escondas a mi súplica. 

3 Atiéndeme y respóndeme, | pues 
lloro y gimo en mi oración. 

4 Estoy aturdido ante los gritos 
del enemigo, | ante la presión del 
malvado; ¡ pues me echan encima 
el infortunio | y me.persiguen con 
furor (2). 


(1) El honor de su nombre obliga a Dios a 
salir por aquellos que forman su pueblo; de 
otro modo, le declararían impotente los impíos. 
Es idea frecuente en los profetas. 

(2) Estos enemigos son los domésticos, son 
los prepotentes que oprimen al pueblo y contra 
los cuales tanto declaman los profetas. 








886 


SALMOS 


6 Me tiembla el corazón dentro del 
pecho, | asáltanme terrores de muerte. 

6 Me invade el terror y el temblor, | 
me envuelve el espanto, 

7 Y me hace exclamar: | «¡Quién 
me diera alas como de palomal» 

8 Volaría a un lugar de reposo, | 
huiría lejos y morarla en el desier¬ 
to. (Sela.) 

9 Apresuraríame a salvarme | del 
viento impetuoso, de la tempestad. 

10 Confunde, Señor, divide sus 
lenguas; | porque veo en la ciudad 
la violencia y la discordia, 

11 Que día y noche giran en torno 
a sus murallas, | y en medio de ella 
la iniquidad y la maldad. 

12 Dentro de ella la insidia'; | de sus 
plazas no se apartan nunca | la men¬ 
tira y el fraude. 

13 No, no es un enemigo quien me 
afrenta; | eso lo soportaría. | No es 
uno de los que me aborrecen | el que 
se insolenta contra mí; | me ocultaría 
de él. 

14 Eres tú, un otro yo, | mi amigo, 
mi íntimo. 

15 Ibamos ambos juntos en dulce 
compañía, | a la casa de Dios entre 
las gentes. 

16 ¡Sorpréndalos la muertel Des¬ 
ciendan vivos al sepulcro, | porque 
no hay sino maldad en sus inoradas, 
en su corazón. 

17 Yo, al contrario, invocaré a 
Dios, | y Yave me salvará. 

18 A la tarde, a la mañana, al 
mediodía, | le rogaré y gemiré, | y 
él oirá mi voz. 

19 Y ine sacará sano y salvo, | de 
la guerra que me hacen, | aunque son 
muchos contra mí. 

20 Dios oye, y él les responderá, | él, 
ue permanece desde la eternidad. 
Sela.) | Porque ellos no se enmien¬ 
dan, no temen a Dios; 

21 Tienden sus manos | contra los 
cjiie con ellos están en paz; | violan 
el pacto. 

22 Es blanda su boca más que la 
manteca, | pero llevan la guerra en 
el corazón. | Son sus palabras suaves, 
más que el aceite, | pero son cu¬ 
chillos. 

23 Echa sobre Yave el cuidado de 
ti, y él te sostendrá, | pues no per¬ 
mitirá jamás que el justo vacile. 

24 Tú, ¡oh Dios!, arrojarás a ésos | a 
lo profundo del abismo. | Hombres 
sanguinarios y dolosos, | no llegarán 
a la mitad de sus días. | Mas yo con¬ 
fiaré en ti. 


56. (Vulg. 55.) 

Firme confianza en Dios, en medio de 
los peligros. 

1 Al maestro del coro. Sobre «La 
paloma muda de los lejanos terebin¬ 
tos. i Mietam de David cuando los 
filisteos le acogieron en Get. 

2 Ten misericordia de mí, joh Dios!, 
porque me persiguen, | me oprimen 
y me combaten constantemente (1). 

3 Sin cesar me persiguen mis ene¬ 
migos; | y son muchos, en verdad, 
los que me combaten. 

4 ¡Oh Altísimo! Cuando hay que 
temer | sólo en ti confío. 

5 Con el favor de Dios haré triun¬ 
far mi causa, | en Dios me confío 
y nada temo. | ¿Qué podrá hacer el 
hombre contra mí? 

6 Todos los días pretenden mi mal, | 
todos sus pensamientos son en daño 
mío. 

7 Se conjuran, están al acecho, | es¬ 
pían mis pasos | y esperan arrebatar¬ 
me la vida. 

8 Pésales, ¡oh Dios!, a la medida 
de su iniquidad, | tú que abates a 
los pueblos en tu cólera. 

9 Ten cuenta de mi vida errante, | 
pon mis lágrimas en tu redoma. | ¿No 
están escritas en tu libro? 

10 Cuando yo te invoque | volverán 
la espalda mis enemigos, 

11 Y en esto sabré que está Dios 
conmigo. 

12 Con el favor de Dios haré triun¬ 
far mi causa, | en Dios me confío 
y nada temo. | ¿Qué podrá el hombre 
contra mí? 

13 Yo te debo, ¡oh Dios!, tus ofren¬ 
das votivas, | y te ofreceré sacrificios 
encarísticos, 

14 Porque tú me arrancas a la 
muerte | y arrancas mis pies de falsos 
pasos, | para que pueda andar en la 
presencia de Dios, | en la luz de 
la vida. 

57. (Vulg. 56.) 

Oración confiada, en el peligro. 

1 Al maestro del canto. Sobre: «No 
destruyas.» Mietam de David, cuando 
huyó delante de Saúl en la caverna. 


(i) Tampoco aquí se trata de otros ene¬ 
migos que de los domésticos, de los cuales 
el salmista confía verse libre por el favor de 
Dios. 






SALMOS 


887 


2 ¡Ten misericordia de mí, oh Diosl ] 
Ten misericordia de mí, | porque a ti 
he confiado mi alma, | y me ampararé 
a la sombra de tus alas, | mientras 
pasa la angustia. 

3 Yo invocaré al Dios Altísimo, | al 
Dios que siempre me favorece, 

4 Y él mandará desde los cielos 
quien me socorra | y confunda al 
enemigo que me acosa.* (Sela.) | Man¬ 
dará Dios su misericordia y su verdad. 

5 Estoy en medio de leones; | yazgo 
entre hombres encendidos en furor, | 
cuyos dientes son lanzas y saetas, ¡ 
cuya lengua es tajante espada. 

6 Alzate, ¡oh Dios!, allá en lo alto 
de los cielos, | haz esplender en toda 
la tierra tu gloria. 

7 Tendieron una red a mis pies, | 
para que sucumbiera. | Cavaron ante 
mí una fosa, | y fueron ellos los que 
cayeron en ella. (Sela.) 

8 Pronto está mi corazón, está mi 
corazón dispuesto | a cantarte y en¬ 
tonar salmos. 

9 ¡Despierta, gloria mía, despierta, 
salterio y cítara, | y despertemos a 
la auroral 

10 Te alabaré entre los pueblos, 
¡oh SeñorI | Te cantaré salmos entre 
las naciones (Ti, 

11 Porque sobrepasa a los cielos tu 
misericordia | y a las nubes tu verdad. 

12 Alzate, ¡oh Diosl, allá en lo alto 
de los cielos, | haz esplender en toda 
la tierra tu gloria. 


58. (Vulg. 57.) 

Increpación contra los jueces injustos. 

1 Al maestro del coro. Sobre: «No 
destruyas.» Mictam de David. 

2 ¿Hacéis justicia en verdad, oh 
príncipes? | ¿Juzgáis rectamente a 
los hombres (2)? 

3 No. A sabiendas obráis la iniqui¬ 
dad. | Vuestras manos hacen que en 
la tierra domine la injusticia. 

4 Estos inicuos se han desviado 
desde el seno de su madre; | estos 
mentirosos se han extraviado desde 
que nacieron. 

5 Tienen veneno semejante al ve- 


(1) Este será un modo de pregonar la gloria 
de Dios, preparando el reconocimiento de Dios 
de parte de los gentiles y los tiempos mesiánicos. 

(2) Otra calamidad de Israel contra la cual 
gritan los profetas y que el salmista pide a 
Dios que le haga desaparecer de la tierra, 
afianzando con esto la fe de los justos. 


neno de las serpientes; | son áspides 
sordos, que cierran su oído 

6 Para no oír la voz del encanta¬ 
dor, | por hábil que el encantador sea. 

7 Quiébrales, ¡oh Dios!, los dientes 
en la boca. | Rompe, ¡oh Yave!, las 
quijadas de estos leoncillos. 

8 Desaparezcan como agua que se 
va; | que no puedan lanzar más que 
dardos despuntados. 

9 Sean como el caracol que se des¬ 
hace en baba, | como aborto de mujer, 
que no vean el sol. 

10 Antes que vuestras calderas 
sientan el fuego de las espinas, | es¬ 
pinas y fuego se los llevará el tor¬ 
bellino. 

11 Gozará el justo al ver el casti¬ 
go, | y bañará sus pies en la sangre 
del impío. 

12 Y dirá cada uno: «¡Hay un pre¬ 
mio para el justo, | hay un Dios que 
hace justicia al mundol» 


59. (Vulg. 58.) 

Oración contra los enemigos. 

1 Al maestro del coro. Sobre: «No 
destruyas.» Mictam de David cuando 
mandó Saúl vigilar la casa para ma¬ 
tarle. 

2 Líbrame de mis enemigos, ¡Dios 
míol, | defiéndeme de los que se 
alzan contra mí. 

3 Líbrame de los que obran la ini¬ 
quidad, | sálvame de los hombres 
sanguinarios; 

4 Porque ya ves que ponen ase¬ 
chanzas a mi vida | y se conjuran 
contra mí los poderosos, 

5 Sin crimen ni pecado de parte 
mía, ¡oh Yave!, | sin culpa mía corren 
y se preparan. 

6 ¡Despierta, ven y mira, | oh Yave 
Sebaot, Dios de Israelí | Despierta 
para castigar a todas las gentes, | no 
perdones a ninguno | de los que obran 
pérfidamente. (Sela.) 

7 Vuelven por la tarde ladrando 
como perros, | y dan vueltas en 
torno a la ciudad (1). 

8 Abren su boca y llevan la espada 
en sus labios. | «¿Quién oye?», dicen. 

9 Pero tú, ¡oh Yavel, te ríes de 
ellos, | haces burla de todas las 
gentes. 


(i) En las ciudades orientales, los perros, 
animales inmundos, vagan libres en torno a 
las ciudades, haciendo la limpieza de las mismas. 










888 


SALMOS 


10 A ti recurro contra su fuerza, | 
porque Dios es mi refugio. 

11 Dios, piadoso conmigo, me pre¬ 
servará con su favor, | y ine hará 
mirar triunfante a mis enemigos. 

12 No te olvides de ellos, no sea 
que maten a mi pueblo. | Hazlos errar 
en su fuerza y abátelos, | ¡oh Yavc, 
escudo nuestro!' 

13 Pecado es en su boca toda pala¬ 
bra de sus labios. | Queden presos en 
su soberbia, | en las maldiciones y 
mentiras que profieren. 

14 Acábalos en tu furor, acábalos 
y dejen de ser, | y sepan que hay un 
Dios que domina en Jacob, | hasta 
los confines de la tierra. 

15 Vuelven por la tarde, ladrando 
como perros | y dau vueltas en torno 
a la ciudad. 

16 Van en busca de su comida, | pero 
no se saciarán, y gritarán. 

17 Mas yo cantaré tu poder, | y de 
mañana alabaré tu misericordia, | por¬ 
que fuiste mi refugio | y mi amparo 
en el día de la angustia. 

18 A ti, fortaleza mía, te cantaré 
salmos, | porque eres, ¡oh Diosl, mi 
refugio, | y el Dios conmigo mise¬ 
ricordioso. 


00. (Vulg. 59.) 

Petición de la victoria después 
de derrotas. 

1 Al maestro del coro. Sobre: «Los 
lirios del testimonio.» Mictam de 
David. Para ser aprendido. Cuando 
hizo guerra a Aram Naharaim y a 
Aram de Soba, y se volvió Joab y 
derrotó en el valle de la sal a doce 
mil edomitas. 

3 Tú, ¡oh Diosl, nos rechazaste y 
nos derrotaste, | te airaste y nos 
pusiste en fuga. 

4 Hiciste temblar nuestra tierra y 
la quebraste. | Sana sus quiebras, 
porque vacila. 

6 Hiciste ver a tu pueblo cosas 
duras, | nos diste a beber el vino del 
vértigo; 

6 Pero lias dado bandera a los que 
te temen, | para que se recojan ante 
el arco. (Sola.) 

7 Para que sean liberados tus di¬ 
lectos, | danos pues la victoria con 
tu diestra, óyenos. 

3 Dijo Dios por su santidad: «Yo 


triunfaré, | dividiré a Siquem y me¬ 
diré el valle de Socot (1). 

9 Mío es Oalad, mío es Manases, | y 
Efraím es el yelmo de mi cabeza, 
Judá mi cetro’ 

10 Moab es la bacía para lavarme, | 
sobre Edom echo el cuidado de cal¬ 
zarme, | y sobre ti, Filisteo, cantaré 
yo victoria.» 

11 ¿Quién me conducirá a la ciudad 
fortificada? | ¿Quién me llevará a 
Edom? 

12 ¿No has de ser tú, ¡oh Dios!, que 
nos has rechazado, | tú que no sales 
ya con nuestros ejércitos? 

13 Danos auxilio contra nuestros 
enemigos, | porque vano es el auxi¬ 
lio del hombre. 

14 Con Dios haremos proezas | v él 
aplastará a nuestros enemigos. 


Cl. (Vulg. 60.) 

Oración después del triunfo. 

1 Al maestro del coro. Sobre las 
cuerdas. Salmo de David. 

2 Oye, ¡oh Diosl, mi clamor, | atien¬ 
de a mi oración. 

3 Desde cl cabo de la tierra clamo 
a ti | con angustiado corazón. | Poiime 
en una roca inaccesible (2), 

4 Pues tú eres mi refugio, | la torre 
fuerte frente al enemigo. 

6 Habite yo para siempre en tu 
tabernáculo, I me acogeré al amparo 
de tus alas. (Sola.) 

6 Tú, ¡oh Dios!, has escuchado mis 
deseos, | y me diste por heredad los 
que temen tu nombre. 

7 Añadirás días a los días del 

rey (3), | y sus años serán los de 

las primeras generaciones. 

8 ¡Siéntese siempre a la presencia 
de Dios, | y guárdenle la misericordia 
y la clemencia; 

9 Así podré cantar siempre tu 
nombre, | cumpliendo mis votos 
cada día. 


(1) Después de una derrota sufrida por su 
pueblo, Yave resuelve salir por el honor de 
su santidad y dar a su pueblo completo desquite. 

(2) El salmista, desde la frontera de la tierra 
clama a Yave y expresa sus deseos de habitar 
en el templo, al amparo de Dios. 

(3) La insistencia que el salmista pone en la 
larga vida del rey nos trae a la mente la idea mc- 
siánica de que hablamos en la nota a los sal¬ 
mos 21 y 45‘ 








SALMOS 


88.) 


62. (Vulg. 61.) 

Sólo en Dios hay que esperar. 

1 Al maestro del coro. A Idutun. 
Salmo de David. 

2 Sólo en Dios se aquieta mi alma. | 
El me socorre, 

3 El solo es mi roca y mi salva¬ 
ción, | mi refugio. No vacilaré nunca. 

4 ¿Hasta cuándo habéis de ensa¬ 
ñaros contra un hombre, | golpeando 
todos como contra pared inclinada, | 
csmo contra muro ruinoso? 

B Sólo buscan derribarle. | Se de¬ 
leitan con la mentira, | bendicen con 
su boca y maldicen en su corazón. 
(Sela.) | En Dios sólo tranquilamente 
espera, alma mía. 

6 Sólo en Dios aquiétate, | porque 
sólo de él viene lo que espero. 

7 El solo es mi roca y mi salvación, | 
mi refugio. No vacilaré nunca. 

8 De Dios viene mi protección y mi 
gloria, | Dios es mi fuerte roca, mi 
asilo. 

9 ¡Oh pueblo, confía siempre en 
éll | Derramad ante él vuestros cora¬ 
zones I que Dios es nuestro asilo. 
(Sela.) 

10 Vanos son los hijos de los hom¬ 
bres, vanos los grandes. | Todos jun¬ 
tos, puestos en balanza, | pesan menos 
que nada. 

11 No confiéis en la violencia, ni 
en la rapiña os gloriéis. | Si abundan 
las riquezas, no apeguéis a ellas vues¬ 
tro corazón. 

12 Una cosa ha hablado Dios, y 
dos le oí yo: | Que sólo en Dios 
está el poder. 

13 Y en ti, ¡oh Señorl, está la mise¬ 
ricordia, | pues das a cada uno según 
sus obras (1). 


«3. (Vulg. 62.) 

Oración de David, fugitivo en el desierto. 

1 Salmo de David. Cuando estaba 
en el desierto de Judá (2). 

2 Dios, mi Dios, a ti te busco solí¬ 
cito, | sedienta de ti está mi alma, 


(i) En medio de la lucha intestina que se 
desarrolla en Israel, el salmista pone en Dios 
su confianza; en El está el poder y la miseri¬ 
cordia; El dará a cada uno según sus obras. 

(a) Hermosa plegaria del salmista que sus¬ 
pira por Dios y su misericordia' para verse 
libre de sus enemigos. 


mi carne te desea, | como tierra ári¬ 
da, sedienta, sin aguas. 

3 Cómo te contemplaba en tu san¬ 
tuario, | ponderando tu grandeza y 
tu gloria, 

4 Porque es tu misericordia mejor 
que la vida, y te alababan mis labios. 

5 Así te bendeciré toda mi vida, | y 
en tu nombre alzaré mis manos. 

6 Mi alma se saciará de medula 
y de grosura, | y mi boca te can¬ 
tará con labios jubilosos. 

7 Aun en mi lecho me acuerdo de 
ti; | en ti pienso en las vigilias, 

8 Pues tú eres mi asilo, | y salto 
de gozo a la sombra de tus alas. 

9 Mi alma está apegada a ti | y tu 
diestra me sostiene; 

10 Pero los que tienden asechan¬ 
zas a mi vida | bajarán a lo pro¬ 
fundo de la tierra. 

11 Serán dados a la espada, | serán 
pasto de chacales, 

12 Y el rey se gloriará en Dios, | se 
gloriarán los que juran en él, | mien¬ 
tras que la boca de los mentirosos 
se cerrará. 


04. (Vulg. 63.) 

Los consejos del impío, frustrados por 
Dios. 

1 Al maestro del coro. Salmo de 
David. 

2 Oye, ¡oh Dios!, la voz de mi ple¬ 
garia, | defiende mi vida del terrible 
enemigo (1). 

3 Protégeme de la conjuración de 
los malvados, | de la conspiración de 
los malignos, 

4 Que afilan como espada su len¬ 
gua | y lanzan como flechas sus 
amargas palabras, 

6 Para asaetear desde sus guaridas 
al justo, | y de improviso le asaetean 
sin temor. 

6 Obstínanse en sus malvados 
designios, | se conciertan para ten¬ 
derle ocultos lazos, diciendo: «¿Quién 
los descubrirá?» 

7 Apuran criminales proyectos, | 
ponen por obra lo que proyectaron, | y 
todos tienen un corazón negro. 

8 Pero dispara Dios contra ellos 
su saeta, | y luego son heridos. 


(i) El salmista se ve acusado por sus ene¬ 
migos; pero Dios viene en su auxilio, y con 
sus saetas acaba con los malvados, alegrando 
el corazón de los justos. 








890 


SALMOS 


9 Su lengua se vuelve contra ellos, | 
y cuantos los vean moverán su ca¬ 
beza y se espantarán, 

10 Y proclamarán la obra de 
Dios | y pensarán en lo que él hace. 

11 Mientras que el justo se rego¬ 
cijará en Yave, | y le glorificarán 
todos los rectos de corazón. 


65. (Vulg. 64.) 

Acción de gracias por una abundante 
cosecha. 

1 Al maestro del coro. Salmo de 
David. Cántico. 

2 A ti, ¡oh Dios!, se te debe sumi¬ 
sión, | la alabanza en Sión. | A ti el 
cumplimiento de los votos; 

3 A ti, que escuchas las plegarias, | a 
ti recurran todos los hombres. 

4 Si prevalecen contra mí las mal¬ 
dades, | tú perdonas nuestras culpas. 

6 ¡Bienaventurado aquel a quien 
eliges tú, | para estar cerca de ti, | 
habitar en tus atrios | y saciarse 
de la dicha de tu casa, | de la santi¬ 
dad de tu templo! 

6 Tú nos hablas con estupendos 
prodigios, | ¡oh Dios de nuestra sal¬ 
vación!, | esperanza de todas las 
gentes de la tierra, | de los más 
alejados confines. 

7 Ceñido de poder, | das firmeza a 
los montes, 

8 Aplacas el furor de los mares, 
el furor (le sus olas, | el tumulto de 
los pueblos. 

9 Temen tus prodigios aun los 
más remotos habitantes; | tú ale¬ 
gras las regiones de la luz matutina 
y vespertina; 

10 Tú visitas la tierra y la colmas, | 
y en mil maneras la enriqueces. | Con 
grandes ríos y abundantes aguas | 
preparas sus trigos (1). 

11 La dispones, regando sus surcos, | 
humedeciendo sus terrones, | tem¬ 
perándola con la lluvia y bendi¬ 
ciendo sus gérmenes. 

13 Coronas la añada con toda suerte 
de bienes | y tu carro destila la abun¬ 
dancia. 

13 La derramas sobre los pasti¬ 
zales del desierto, | y los collados se 
ciñen de alegría. 


(l) Desde el templo, en que mora contento 
cerca de su Dios, el salmista contempla las 
bendiciones del Señor sobre la tierra y le da 
gracias por ellas. 


14 Místense los campos de rebaños 
de ovejas | y los valles se cubren 
de mieses, | y todos cantan y saltan 
de júblio. 

66. (Vulg. 65.) 

Acción de gracias por una liberación. 

1 Al maestro del coro. Cántico. 
¡Cantad a Dios, oh tierra toda (1). 

2 Canta la gloria de su nombre, | 
dale la gloria de la alabanza! * 

3 Di a Dios: ¡Cuán admirables son I 
tus obrasl | A la grandeza de tu | 
poder tienen que ceder tus enemigos. 

4 Póstrese toda la tierra y entone 
salmos, I cante salmos a tu nombre. 
(Scla.) 

6 Venid y ved las obras de Dios; | I 
cosas magníficas ha hecho en favor 
del hombre. 

6 El secó el mar; por el río pasaron 9 
a pie enjuto. | Y se gozaron en el. 

7 El con su poder domina por la 
eternidad. | Sus ojos observan a las 
gentes, | a los rebeldes, para que 
no se ensoberbezcan. (Sela.) 

8 Bendecid, ¡oh pueblos!, a nuestro 
Dios, | haced oír las voces de sus ala¬ 
banzas. 

9 El ha conservado nuestra vida I 
V no ha dejado que vacilaran nues¬ 
tros pies. 

10 Tú, ¡oh Dios!, nos has probado, | I 
nos has examinado como se exa¬ 
mina la plata. 

11 Nos metiste en red, | pusiste 
tu pie en nuestros lomos, 

13 Hiciste cabalgar hombres sobre 
nuestras cabezas. | Pasamos por el 
fuego y por el agua, | pero al fin 
nos pusiste en refrigerio. 

13 Entraré en tu casa con holo¬ 
causto, | te cumpliré mis votos, 

14 Los que pronunciaron mis la¬ 
bios | v profirió mi boca en mi an¬ 
gustia. 

16 Te ofreceré pingüe holoeausto 
con perfume de carneros, | te sacri¬ 
ficaré bueyes V machos. (Sela.) 

16 Vosotros todos, cuantos teméis 
a Dios, venid y escuchad, | y os 
contaré cuánto ha hecho por mí. 

17 Le invocaré con mi boca, | le 
cantaré himnos con mi lengua. 


(i) La invitación que el salmista hace a todas 
las naciones para que alaben a Dios, es una ex¬ 
presión del pensamiento mesiánico, del reino 
universal de Dios, que se ha manifestado en 
la salud de su puebio. 







SALMOS 


891 


18 Si yo hubiera tenido iniquidad 
en mi corazón,_ | no me hubiera 
escuchado el Señor. 

10 Tero me oyó Dios, | y atendió 
a la voz de mi corazón. 

20 ¡Bendito sea Dios, | que no 
desechó mi oración ni me negó su 
misericordia! 


67. (Vulg. 66.) 

Conozcan a Dios todos los pueblos. 

1 Al maestro del coro. A las cuerdas. 
Salmo. Cántico. 

2 Apiádese Dios de nosotros y 
bendíganos, |. haga resplandecer su 
faz sobre nosotros. (Sela.) 

3 Para que se reconozcan en la 
tierra tus caminos | y los pueblos 
todos conozcan tu salvación (1). 

4 Dente gloria, ¡oh Dios!, los pue¬ 
blos, | dente gloria los pueblos todos. 

6 Alégrense las naciones y salten 
de gozo, | porque tú gobiernas a los 
pueblos con equidad, | y riges a las 
naciones de la tierra. (Sela.) 

6 Dente gloria, joh Dios!, los pue¬ 
blos, | dente gloria los pueblos todos. 

7 Da la tierra sus frutos. | Bendí¬ 
cenos, Dios, nuestro Dios. 

8 Bendíganos Dios, | y témanle 
todos los confines de la tierra. 


68. (Vulg. 67.) 

" Canto triunfal. 

1 Al maestro del coro. Salmo de 
David. Cántico. 

2 jAlzase Diosl Desaparezcan sus 
enemigos, | huyan a su vista todos 
los que le odian (2). 

3 Haz que se desvanezcan, como se 
desvanece el humo; | como al fuego 
se funde la cera, perezcan los impíos 
ante la presencia de Dios. 

4 ¡Alégrense, por lo contrario, los 


(1) Véase la nota al salmo precedente. 

(2) La especial forma poética de este bellí¬ 
simo salmo ha sido causa de su defectuosa con¬ 
servación y de la dificultad que hoy tenemos para 
entenderle. Es un canto triunfal, que idealiza la 
venida de Israel, guiado por su Dios, hasta to¬ 
mar posesión del monte de Sión, donde se edifi¬ 
có su santuario; y termina con una invitación a 
todos los reinos para alabar a Dios. En la resti¬ 
tución del texto, indudablemente deformado, 
hemos seguido las conjeturas que más probables 
nos parecen, aunque no puedan darse por seguras. 


justos, | gócense y salten de júbilo 
ante Dios! 

6 Cantad a Dios, ensalzad su nom¬ 
bre, | preparadle el camino al que 
atraviesa el desierto. 

6 Yave es su nombre; saltad de 
júbilo ante él. | El padre de los huér¬ 
fanos, el defensor de las viudas, | es 
Dios en su santo tabernáculo; 

7 Dios, que da casa a los desampa¬ 
rados, | que pone en libertad a los 
cautivos. | Sólo los rebeldes se que¬ 
darán en seco. 

8 ¡Oh Diosl Cuando ibas a la cabeza 
de tu pueblo, | cuando avanzabas 
por el desierto. (Sela), 

9 Tembló la tierra y se deshacían 
los cielos ante ti; | aun el Sinaí, ante 
Dios, el Dios de Israel. 

10 Tú llovías, ¡oh Dios!, una lluvia 
de dones | sobre tu heredad, | y 
cuando ésta desfallecía, tú la re¬ 
creabas. 

11 Tus animales se posaron en ella. | 
Tú preparabas tus bienes a los me¬ 
nesterosos, | cumplía el Señor lo 
que había prometido. 

12 Venían en tropel los portadores 
de buenas nuevas: | «Huyen los 
reyes de los ejércitos, huyen. 

13 Aun la mujer casera | participa 
en el botín.» 

14 ¿Os vais a estar vosotros dor¬ 
midos entre los oviles? | Alas de 
paloma en plata y en amarillo oro, 

16 Y sobre ellas, piedras precio¬ 
sas | que brillan como la nieve en 
el Selmón. 

16 Monte de Dios es el monte de 
Basán; | monte rico en cumbres, el 
monte de Basán. 

17 ¿Mas por qué miráis con malos 
ojos, vosotros, montes encumbra¬ 
dos, | al monte que eligió Dios para 
morada suya, | en el que por siempre 
habitará Yave? 

18 Los carros de Dios son millares 
y millares de millares; | viene entre 
ellos Yave, del Sinaí a su santuario. 

19 Subiste a lo alto, apresaste cau¬ 
tivos, | recibiendo presentes aun de 
los rebeldes, | y allí estás ahora, 
joh Yave Diosl 

20 Bendito sea todos los días Yave, | 
por lo que cada día nos da. | Dios es 
nuestra salvación. (Sela.) 

21 Dios es Dios nuestro, para sal¬ 
varnos, | y es Yave quien tiene en 
su mano las salidas de la muerte. 

22 Pues Dios rompe la cabeza a 
sus enemigos, | y el cuero cabelludo 
del que persiste en su maldad. 










SALMOS 


892 


23 Dios había dicho: Te haré volver 
de Basán, | te sacaría aun del fondo 
de los mares, 

24 Para que puedas enrojecer tus 
pies en la sangre, | y la lengua de 
tus perros en la sangre de tus ene¬ 
migos. 

25 Aparece tu cortejo, joh Yavel-, | 
el cortejo de mi Dios, del rey, en 
el santuario. 

26 Preceden los cantores, siguen los 
músicos, | en medio los coros de 
vírgenes con címbalos. 

27 Bendecid a Dios en nuestras 
asambleas, | a Yave, vosotros rau¬ 
dales de la fuente de Israel. 

28 Allí está Benjamín, el más 
joven, a la cabeza; | allí los príncipes 
de Judá, en muchedumbre; | allí 
los príncipes de Zabulón, los de 
Neftalí. 

29 Sea Dios quien mande tus ejér¬ 
citos. | Confirma, ¡oh Señorl, lo 
que en favor nuestro has hecho. 

30 Por tu templo, por Jerusalén, 

31 Increpa a los ejércitos de los 
conquistadores | que con ímpetu 
invaden la tierra, | y confunde a 
los pueblos que se deleitan en hacer 
la guerra. | Ofrézcante los reyes dones 
de plata; | desfilen los pueblos que 
vienen con sus presentes. 

32 Vienen príncipes del Egipto, | y 
Etiopía se apresura a presentar sus 
manos a Dios. 

33 Keinos todos de la tierra, can¬ 
tad a Dios, | entauad salmos a Yave. 
(¡Sela.) 

34 Al que cabalga sobre los cielos 
de los cielos eternos, | al que hace 
oír su voz, su voz potente. 

36 Dad a Dios el poder. | Resplan¬ 
dece su gloria sobre Israel | y su 
majestad en los cielos. 

36 Eres terrible, ¡oh Diosl, en tu 
santuario. | Es el Dios de Israel, | el 
que da a su pueblo fuerza y poderío. | 
¡Bendito sea Dios! 


<Ȓ>. (Yulg. G8.) 

Oración del pueblo vejado. 

1 Al maestro del coro. Sobre «Los 
lirios». De David. 

2 Sálvame, ¡oh Diosl, porque ame¬ 
nazan ya mi vida las aguas; 

8 Húndome en el profundo cieno, 
donde no puedo hacer pie; | me su¬ 
merjo en el abismo y me ahogo eu la 
hondura. 


4 Cansado estoy de clamar, iia 
enronquecido mi garganta | y desfa¬ 
llecen mis ojos en espera de mi Dios. 

5 Son más que los cabellos de mi 
cabeza los que sin causa me aborre¬ 
cen; | se han hecho fuertes y quieren 
destruirme sin razón, | y tengo que 
pagar lo que nunca tomé. 

6 Tú, ¡olí Diosl, conoces mi estul¬ 
ticia, | no se te ocultan mis pe¬ 
cados. 

7 No sean por mi causa confundi¬ 
dos los que en ti esperan, ¡olí Yave 
Sebaotl | No sean por mí confundí*] 
dos los que te buscan, ¡oh Dios de 
Israelí 

8 Mira que por ti sufro afrentas | 
y cubre mi rostro la vergüenza. 

9 He venido a ser extraño para 
mis hermanos, | extraño para los 
hijos de mi madre. 

10 Porque me consume el celo de 
tu casa, ¡ los denuestos de los que 
te vituperan caen sobre mí. 

11 Lloro y ayuno, | y de esto toman 
pretexto para insultarme. 

12 Me cubro de saco, y he venido a 
ser la fábula para ellos. 

18 Hablan contra mí los que se 
sientan en las puertas; | soy la can¬ 
tilena de los bebedores que se em¬ 
borrachan. 

14 Yo por eso oro a ti, ¡oh Yave! 
Sea en tiempo oportuno, | ¡oh Dios!, 
por la muchedumbre de tu miseri¬ 
cordia. | Por la verdad de lu salud, 
óyeme, 

15 Sácame del lodo, no me sumerja; | 
líbrame de los que me aborrecen, 
de lo profundo de las aguas; 

16 No me anegue el ímpetu de las 
aguas, | no me trague la hondura, | 
no cierre el pozo su boca sobre mí. i 

17 Oyeme, Yave, que es benigna 
tu misericordia. | Mírame según la 
muchedumbre de tus piedades. 

18 No escondas a tu siervo tu 
rostro, | porque estoy en angustia; | 
apresúrate a oírme. 

19 Acércate a mi alma y redímela, | 
líbrame por causa de mis enemigos. 1 

20 Tú conoces el oprobio, el vitu¬ 
perio, la afrenta qúc se me hace. | 
Fodos mis enemigos los tienes a tu 
visla. 

21 El oprobio me destroza el cora¬ 
zón y desfallezco. | Esperé que alguien 
se compadeciese de mí, y no hubo 
nadie; , alguien que me consolase, 

\ no lo hallé. 

22 Diéronme a comer hiel, ( y en 
mi sed me dieron a beber vinagre. 











SALMOS 


8U.J 


23 Sea para ellos su mesa lazo, 
y su prosperidad red (1). 

24 Oscurézcanse sus ojos y no 
vean, y que sus lomos vacilen siempre . 

26 Derrama sobre ellos tu ira, 
alcáncelos el furor de tu cólera. 

26 Asoladas sean sus moradas, y 
no haya quien habite sus tiendas, 

27 Porque persiguieron al que tú 
habías herido, y acrecentaron el dolor 
del que tú llagaste. 

28 Añade esta iniquidad a sus ini¬ 
quidades, y no tengan parte en tu 
justicia. 

29 Sean borrados del libro de la 
vida y no sean escritos con los justos. 

30 En verdad que estoy afligido 
y dolorido. Sosténgame, foh Diosl, 
tu ayuda, 

31 Y cantaré cantos al nombre de 
Dios y le ensalzaré con himnos de 
alabanza, 

32 Más gratos a Dios que un becerro, 
más que becerro que echa los cuer¬ 
nos y las uñas. 

33 Lo verán los afligidos y se con¬ 
solarán, y se fortalecerá el corazón 
de los que buscan a Dios. 

34 Porque oye Yave a los afligi¬ 
dos > no desdeña a sus prisioneros. 

35 Alábenle los cielos y la tierra, 
los mares y cuanto en ellos se mueve, 

36 Pues salvará Dios a Sión y 
reedificará las ciudades de Judá, y 
habitarán allí y las poseerán, 

37 Y serán la heredad de la des¬ 
cendencia de sus siervos, y morarán 
en ella los que aman su nombre, 


70. (Vulg. 69.) 

Instante petición de socorro. 

1 Al maestro del coro. De David. 
Para memoria. 

2 iVen, oh Dios, a librarmel ¡Apre¬ 
súrate, oh Dios, a socorrermel (2) 

3 Sean confundidos y avergonza¬ 
dos los que buscan mi vida, | puestos 
en huida y cubiertos de ignominia 
los que se alegran de mi mal. 


(1) Es uno de los salmos en que las impreca¬ 
ciones son más fuertes. Para explicárselas, vea el 
lector lo dicho en la introducción, y tenga presen¬ 
te que, viviendo los salmistas en oscuridad acerca 
del modo de realizarse las sanciones divinas en 
la otra vida, creían que la justicia de Dios había 
de tener cabal cumplimiento en ésta. 

(2) El salmista, a punto de sucumbir, cla¬ 
ma a su Dios en demanda de auxilio, lo que 
9 erá motivo de alegría para los justos. 


4 Sean consumidos por la afrenta 
los que me gritan: jAh, ah, ahí 

6 Alégrense y regocíjense en ti 
cuantos te buscan, y los que aman 
tu salvación exclamen: | «Glorificado 
sea Dios.» 

6 Yo soy un pobre menesteroso, j 
I Socórreme, oh Diosl Tú eres mi 
ayuda y mi libertador. | íOh Yave, 
no te detengasl 


71. (Vulg. 70.) 

Oración de un justo en su ancianidad. 


1 • En ti, Yave, he esperado no 
sea nunca confundido. 

2 En tu justicia líbrame y sálvame, 
dame oídos y socórreme. 

3 Sé para mí roca de refugio donde 
pueda ampararme. | Tú has resuelto 
mi salvación, | porque eres mi ba¬ 
luarte y mi fortaleza. 

4 Sálvame, Dios mío, de las manos 
del malvado, | de las manos del per¬ 
verso y del violento, 

6 Porque tú, i oh Yave!, eres mi 
esperanza, desde mi infancia; 

6 Desde que comencé a existir 
fuiste mi apoyo. | Tú me sacaste de 
las entrañas de mi madre. | Yo 
siempre te alabaré. 

7 He sido para muchos un asom¬ 
bro, | porque tú siempre fuiste mi se¬ 
guro asilo. 

8 Llénese mi boca de tus alaban¬ 


zas, | de tu gloria continuamente. 

9 No me rechaces al tiempo de la 
vejez; | cuando ya me faltan las fuer¬ 
zas, no me abandones. 

10 Porque hablan contra mí mis 
enemigos | y los que me espían se 
conjuran contra mí, 

11 Diciendo: «Dios le ha dejado, 
perseguidle y cogedle, que no habrá 
quien le libre» (1). 

12 i Oh Dios, no te alejes de mí! | 
Acude presto, Dios mío, en mi so¬ 
corro. 

13 Sean confundidos y extermina¬ 
dos mis enemigos. | Cúbranse de 
vergüenza y de ignominia los que 
buscan mi mal. 

14 Yo siempre esperaré, y a tus 
alabanzas añadiré nuevas alabanzas. 


(1) El anciano, que había vivido fiel a Dios 
y seguro bajo su amparo, ahora se siente más 
acosado-de sus enemigos, que sin duda se alien¬ 
tan al verle viejo y desfallecido. Pero él confia 
en Dios, que le dará nuevo motivo de alabanza. 











SALMOS 


894 


15 Todos los días proclamará mi 
boca tu justicia y tus prodigios, | aun¬ 
que no conozca su número. 

16 Para no entrar en todas las 
maravillas de Yave, | recordaré ahora 
sólo tu justicia. 

17 Tú, joh Diosl, me adoctrinaste 
desde mi juventud, | y hasta ahora 
he pregonado tus grandezas. 

18 No me abandones, pues, loh 
Diosl, en la vejez y en la canicie. | 
Que pueda yo manifestar tu po¬ 
derío a esta generación, 

19 Y tus proezas a la venidera, y 
tu justicia, loh Diosl, tan excelsa. | Por¬ 
que tú haces grandes cosas: | ¿Quién, 
¡olí Diosl, como tú? 

20 Tú me has hecho probar muchas 
angustias y tribulaciones; | pero de 
nuevo me darás lo vida | y de nue¬ 
vo ine sacarás de los abismos de la 
tierra, 

21 Y acrecentarás mi grandeza y 
volverás a consolarme. 

23 Y yo alabaré, jDios míol, al so¬ 
nido del arpa, tu fidelidad. 

23 Te cantarán mis labios ento¬ 
nando salmos, joh Santo de Israelí | 
Y mi alma, por ti rescatada, 

24 Mi lengua ensalzará tu justicia 
todo el día, | por haber confundido 
y avergonzado | a los que buscaban 
ini mal. 

72. (Vulg. 71.) 

El rey Mesías. 

1 Para Salomón (1). Da, loh 
Diosl, al rey tu justicia, | y tus 
juicios al hijo del rey, 

2 Para que juzgue a tu pueblo con 
justicia | V a tus oprimidos con juicio. 

3 Germinen los montes la paz del 
pueblo, | y los collados la justicia. 

4 Haga justicia a los oprimidos 
del pueblo, | defienda a los hijos del 
menesteroso | y quebrante a los 
opresores. 

6 Viva mientras perdure el sol, 
mientras permanezca la luna, de 
generación en generación. 


* Caiga como lluvia sobre el prado 
segado, | como lluvia que penetra 
en la tierra. 

7 Florezca en sus días la justicia, 
y haya mucha paz mientras dure 
la luna. 

8 Dominará de mar a mar, desde 
el río hasta los cabos de la tierra. 

9 Ante él se inclinarán los habi¬ 
tantes del desierto, y sus enemigos 
morderán el polvo. 

10 Los reyes de Tarsis y de las 
islas le ofrecerán sus dones, y los 
reyes de Seba y de Saba le pagarán 
tributo. 

11 Postraránse ante él todos los 
reyes y le servirán todos los pueblos, 

12 Torquc protegerá al desvalido 
que le implora y al oprimido que no 
tiene quien le ayude. 

13 Tendrá misericordia del pobre 
y del menesteroso, y defenderá la 
vida de los pobres. 

14 Rescatará su vida de la opre¬ 
sión y de la violencia, | y será pre¬ 
ciosa su sangre a sus ojos, 

15 Y hará que viva, y le dará 
parte del oro de Seba; | y ellos ele¬ 
varán de continuo preces por él, 
y todo el día le bendecirán. 

16 Habrá abundancia de trigo, así 
en el llano como en la cima de los 
montes. | Ondularán las mieses como 
el Líbano, | y florecerán las ciudades 
como la hierba de la tierra. 

17 Será eterno su nombre, durará 
mientras dure el sol, | y le bende¬ 
cirán todas las gentes, todas las 
naciones le aclamarán bienaventurado. 


Doxología final del libro segundo. 

18 Sea bendito el nombre de Yave , 
Dios de Israel, \ el único que hace 
maravillas, 

19 Y bendito sea por siempre su 

ghrioso nombre , | y llénese de su 

gloria toda la tierra. Amén, amén. \ 
Aquí acaban las preces de David, 
hijo de Jesé. 


(i) El titulo del salmo es ambiguo, ya que 
puede interpretarse que Salomón es el autor, o 
es la persona a quien el salmo se dedica. Pare¬ 
ce esto último lo más probable. Según esta hipó¬ 
tesis, el salmo, que es mesiánico, debe explicarse 
a tenor de la promesa mesiánica, que leemos 
en II. Sam. 7-75 ss. El rey e hijo de rey es el 
heredero de la gloriosa promesa, qje transmitía 
a sus herederos hasta l egar aquél para quien 
el trono eierno eslá reservado. (Gen. 49 ‘io-) 


KHUtO TKItCKRO 
73. (Vulg. 72.) 

Vanidad de la dicha del Impío. 

1 Salmo de Asaf. 
jOh, cuán bueno es Dios para los 
buenos, | para los limpios de corazón! 










SALMOS 


895 


* Estaban ya deslizándose mis 
pies, | casi me había extraviado, 

3 Porque miré con envidia a los 
impíos, I viendo la prosperidad de 
los malos (1). 

4 Pues no hay para ellos dolores, | 
su vientre está sano y pingüe. 

6 No tienen parte en las humanas 
aflicciones, | y no son atribulados 
como los otros hombres. 

6 Por eso la soberbia los ciñe como 
collar, y les cubre la iniquidad como 
vestido. 

7 Sus ojos se les saltan de puro 
gordos, y dejan traslucir los malos 
deseos de su corazón. 

8 Motejan, y hablan malignamente 
de oprimir; | hablan altaneramente, 

9 Ponen su boca en el cielo, | y su 
lengua atruena la tierra. 

10 Por eso seduce a mi pueblo su 
palabrería, | y se sorben a boca 
llena esas aguas, y dicen: 

11 «¿Lo sabe acaso Dios, | lo conoce 
el Altísimo? 

12 Esos son unos impíos, | y con 
todo, a mansalva amontonan grandes 
riquezas. 

13 En vano, pues, he conservado 
limpio mi corazón | y he lavado mis 
manos en la inocencia, 

14 Y fui flagelado de continuo, | y 
cada mañana con una nueva pena.» 

15 Pero si yo dijere: «¡Quién pu¬ 
diera hablar así!» | Renegaría de la 
comunidad de tus hijos. 

16 Páseme a pensar para poder 
entender esto, | pues era ciertamente 
cosa ardua a mis ojos; 

17 Hasta que penetré en el secreto 
de Dios | y puse atención a las pos¬ 
trimerías de ésos. 

18 Ciertamente los pones tú en 
resbaladeros | y los precipitas en la 
ruina. 

19 ¡Oh, cómo en un punto son 
asolados! | Acaban y son consumidos 
espantosamente. 

20 Son como sueño de que se des¬ 
pierta. | Y tú, Señor, cuando des¬ 
pertares, despreciarás su apariencia. 

21 Si sé exacerbaba ini corazón y me 
atormentaban mis pensamientos, 


(i) El tema de este salmo es el problema que 
plantea la prosperidad de los Impíos y el infor¬ 
tunio de los justos, que en otros muchos 
salmos y escritos del A. T. se desarrolla; pero 
aquí se vislumbra una solución más clara que 
en otros. En los versos 23 ss. deja entrever el 
salmista la recompensa del justo en la vida futu¬ 
ra, al lado del Señor. Se preludia la doctrina 
consoladora del libro de la Sabiduría. 


21 Es porque era un necio y no 
sabia nada; | era para ti como un 
bruto animal. 

23 Pero no, yo estaré siempre a tu 
lado, | pues tú me has tomado de 
la diestra, 

24 Me gobiernas con tu consejo | y al 
fin me acogerás en gloria. 

25 ¿A quién tengo yo en los cielos? | 
Fuera de tinada deseo sobre la tierra. 

26 Perezca mi carne y mi corazón 
y el vigor de mi alma, | pero mi por¬ 
ción es Dios por siempre. 

27 Porque los que se alejan de' ti | 
perecerán, sin duda. Arruinas a cuan¬ 
tos te son infieles; 

28 Pero mi bien es estar apegado a 
Dios, tengo en Yave Dios mi espe¬ 
ranza, | para poder anunciar tus 
grandezas. 

74. (Vulg. 73.) 

La desolación del templo destruido. • 

1 Masquil de Asaf. 

¿Por qué, loh Dios!, nos has recha¬ 
zado del todo? | ¿Por qué arde tu 
furor contra las ovejas de tu pas¬ 
tizal? (1) 

2 Acuérdate de tu comunidad, 
aquella que desde el priniepio hi¬ 
ciste tuya, | la que redimiste para 
hacerla tu trihu propia, | del monte 
de Sión, en que pusiste tu morada. 

3 Recorre con tus pies estas com¬ 
pletas ruinas. | El enemigo lo des¬ 
truyó todo en el santuario (2). 

4 Rugían tus enemigos en el lugar 
de tn asamblea, | y pusieron allí 
por enseñas sus enseñas. 

6 Parecían como gente que alza 
el hacha | en medio de tupido bosque, 

6 Y hasta los cincelados los des¬ 
truyeron | con el hacha y el martillo. 

7 Prendieron fuego a tu santuario | 
y profanaron, arrasándola, la morada 
de tu nombre. 

8 Se decían: «Destruyámoslos a 
todos, | incendiemos todas las sina¬ 
gogas de Dios en la tierra,» 

9 Ya no vemos señales prodi¬ 
giosas a favor nuestro; | ya no hay 
ningún profeta, | ni nadie entre nos¬ 
otros que sepa hasta cuándo, 


(1) En la lucha entablada en el mundo enntra 
el mal y el bien. Dios está como juez para dar 
la victoria a los justos y quebrantar el poder 
de los malvados. 

(2) El salmista llora la profanación y la ruina 
del santuario por un enemigo que blasfema el 
nombre del Señor, 











896 


SALMOS 


10 Hasta cuándo, ¡oh Dios!, insul¬ 
tará el adversario, | y sin cesar 
blasfemará tu nombre el enemigo. 

11 ¿Por qué retraes tu mano, tu 
diestra? | Sácala de tu seno y acaba 
con ellos. 

12 Pues Dios es ya de antiguo mi 
rey, | el que obra salvaciones en la 
tierra. 

13 Con tu poder tú dividiste el mar, | 
y rompiste sobre las aguas las cabe¬ 
zas de las fieras. 

14 Tú aplastaste la cabeza del 
Leviatán | y le hiciste pasto de los 
pueblos del desierto. 

15 Tú hiciste brotar fuentes y to¬ 
rrentes, | y secaste ríos caudalosos. 

16 Tuyo es el día, tuya la noche. | 
Tú estableciste la luna y el sol, 

17 Tú mareaste los límites a la 
tierra, | tú fijaste- el verano y el 
invierno. 

18 Acuérdate de esto: Que el ene¬ 
migo blasfema de Yave, | y un pueblo 
insensato ultraja tu nombre. 

19 No entregues a las fieras el alma 
de los que te confiesan, | y no tengas 
por tanto tiempo en olvido a tus 
desvalidos. 

20 Mira a tu alianza. | Está la 
desdichada tierra toda llena de vio¬ 
lencias. 

21 Que no se vea confuso el afli¬ 
gido, | y el pobre y el menesteroso 
alaben tu nombre. 

22 Alzate, oh Dios, y defiende tu 
causa. | Acuérdate de los ultrajes 
que continuamente te hace el insen¬ 
sato. 

23 No olvides los gritos de tus ene¬ 
migos, | el tumulto siempre creciente 
de los que se alzan contra ti. 


75. (Vulg. 74.) 

Dios, juez de los enemigos de su pueblo. 

1 Al maestro del coro. A las cuerdas. 
Salmo de Asaf. Cántico. 

2 Dárnoste gracias, ¡oh Diosl, dᬠ
rnoste gracias, | invocamos tu nom¬ 
bre y ensalzamos tus grandes mara¬ 
villas. 

3 Cuando me tome yo el tiempo 
oportuno, | juzgaré justamente. 

4 Aunque se disolviese la tierra 
con todos sus habitantes, | yo soli¬ 
dificaría sus columnas. (Sela.) 

5 Digo a los soberbios: No os enso¬ 
berbezcáis, j y a los impíos: No irgáis 
vuestra cabeza. 


8 No levantéis en alto vuestras fren" 
tes, | no habléis con erguida cerviz. 

7 Ciertamente ni de oriente, ni de 
occidente, | ni del desierto vendrá 
la salvación. 

8 Pero es Dios quien juzga, | y a 
unos humilla y ensalza a otros. 

9 Pues tiene Dios en su mano el 
cáliz | del espumoso vino, lleno de 
mixtura, | y lo derrrama sobre unos 
y otros. | Y beberán, beberán hasta 
las heces | todos los impíos de la 
tierra. 

10 Mientras que yo siempre can¬ 
taré | y entonaré salmos al Dios de 
Jacob. 

11 Yo quebrantaré toda la fuerza de 
los impíos, | y se acrecentará el 
poder de los justos. 


76. (Vulg. 75.) 

Canto triunfal después de la victoria. 

1 Al maestro del coro. A las cuer¬ 
das. Salmo de Asaf. Cántico. 

2 Glorioso es Dios en Judá, grande 
es su nombre en Israel. 

3 Tiene en Salem su tabernáculo 
y su morada en Sión. 

4 Allí rompe los rayos del arco, 
el escudo, la espada y todo aparato 
bélico. (Sela.) 

5 Es grande y glorioso, majestuoso, 
más que los montes de la caza. 

6 Los fuertes guerreros fueron allí 
despojados, durmieron su sueño, | y 
no hicieron uso de sus inanos los 
hombres fuertes (1). 

7 A tu amenaza, ¡olí Dios de Jacob!, 
quedáronse pasmados carros y ca¬ 
ballos. 

8 ¡Eres terrible tú, terrfblcl | ¿Quién 
puede estar ante ti cuando te aíras? 

9 Das desde los ciclos tu sentencia, 
y la tierra se estremece y calla, 

10 Cuando se levanta Dios para 
hacer justicia, para salvar a los opri¬ 
midos de la tierra. (Sela.) 

11 Aun el furor del hombre sirve 
a tu gloria, y los salvados del furor 
te alabarán. 

12 Haced votos a Yave, vuestro 
Dios, y cumplidlos. | Cuantos están 
en derredor traigan dones al terrible. 

13 Pues él corta el soberbio respiro 


(i) El salmo canta la gran derrota de Scna- 
querib, rey de Asiria, y de ella se levanta a 
cantar el reinado universal de Dios, lo cual tiene 
ya un carácter mesiánico 









SALMOS 


S97 


de los príncipes, | y es terrible a los 
reyes de la tierra. 


77. (Vulg. 76.) 

Los antiguos portentos, consuelo dd 
pueblo ^perseguido. 

1 Al maestro del coro. Para Idu- 
tun. Salmo de Asaf. 

2 Yo alzo mi voz a Dios'y clamo, | 
alzo mi voz a Dios y el me escucha. 

3 En el día de mi tribulación busqué 
a Yavc, | y se alzaban a él mis 
manos sin descanso por la noche, | y 
rehusaba mi alma todo consuelo. 

4 Se acuerda mi alma de Dios y 
gime, | medito y se angustia mi 
corazón. (Scla.) 

5 No me dejas pegar los ojos, | y 
me siento turbado y sin palabras. 

9 Pienso en los días antiguos, | en 
los años lejanos. 

7 Pensaba angustiosamente por la 
noche, | reflexionaba en mi corazón, | 
e inquiría en mi alma: 

8 «¿Acaso el Señor nos rechazará 
por los siglos I y no nos será ya 
nunca favorable? 

9 ¿Cesó ya para siempre su pie¬ 
dad, | se acabó lo que prometió para 
generaciones de generaciones? 

10 ¿Se ha olvidado ya Dios de hacer 
clemencia, | V cerró airado su mise¬ 
ricordia? (Scía.) 

11 Me digo: «Mi enfermedad es 
ésta: | Que se ha mudado la diestra 
del Allísimo.» | Me acuerdo de las 
obras de Dios, 

12 Ttccucrdo tus ' antiguas mara¬ 
villas, | considero tus grandes hechos, 

13 Y reflexiono sobre tus hazañas, j 
lOh Dios, santos son tus caminosl 

14 ¿Qué Dios es grande como nues¬ 
tro Dios? 

15 Tú eres el Dios que obras pro¬ 
digios. | Tú mostraste tu poder entre 
las gentes, 

18 Y con tu brazo rescataste a tu 
pueblo, | los hijos de Jacob y de 
José. (Sela.) 

17 Viérontc las aguas, ¡oh Dios!, | 
vicrontc las aguas y se turbaron, | y 
temblaron aun los mismos abismos. 

18 Arrojaron las nubes torrentes de 
aguas, | y dieron los nublados su 
voz, | y volaron tus saetas. 

19 Estalló tu trueno cu el torbe¬ 
llino, | alumbraron los rayos el orbe, | 
y, sacudida, tembló la tierra. 

20 Fué el mar tu camino | y tu sen¬ 


da la inmensidad de las aguas, | aun¬ 
que no dejabas huellas en él. 

21 Condujiste próvido a tu grey, a 
tu pueblo, | por mano de Moisés y 
de Arón. 


78. (Vulg. 77.) 

La historia de los padres, enseñanza 
para los hijos. 

1 Mosquil. De Asaf. 

Atiende, pueblo mío, a mi doc¬ 
trina. | Dad vuestros oídos a las 
palabras de mi boca. 

2 Abriré mi boca a las sentencias, | 
y evocaré las enseñanzas de los tiem¬ 
pos antiguos, 

3 Lo que hemos oído y sabemos, | lo 
que nos contaron nuestros padres (t). 

4 No lo encubriremos a sus hijos, | 
contando a las generaciones posterio¬ 
res | las glorias de Dios, y su gran 
poderío y los prodigios que ha 
obrado, 

5 Cómo dió una norma a Jacob | y 
estableció una ley en Israel. | Co no 
mandó a nuestros padres | enseñar 
estas cosas a sus hijos; 

8 Para que las conociese la gene¬ 
ración venidera, | y los hijos que 
habían de nacer | se las contasen a 
sus propios hijos; 

7 Para que éstos pusieran en Dios 
su confianza | y no olvidasen las 
obras del Omnipotente | y guardasen 
sus mandatos, 

8 Y no se hiciesen como sus pa¬ 
dres, j gente contumaz y rebelde, | de 
corazón indócil | y de espíritu infiel 
a su Dios. 

9 Los hijos de Efraím, muy dies¬ 
tros arqueros, | vuelven la espalda 
el día del combate: 

10 No mantuvieron su alianza con 
Dios, | y rehusaron seguir su ley; 

11 Dieron al olvido sus obras | y las 
maravillas que a sus ojos había 
obrado. 

12 Ante sus padres había obrado 
maravillas, | en la tierra de Egipto, 
en la región de Tanis. 

13 Dividió el mar para darles paso, | 
y paró las aguas como si fuera con 
un dique. 


(i) El salmo nos cuenta la historia de ísrael, 
vista a la luz proféiiea; ilustrado por la cual, el 
poeta ve los sucesos guiados por la mino del 
Señor, que lleva a Israel hacia la realización de 
sus altos destinos mesiánicos. 


57 







898 


SALMOS 


14 Los guiaba de día en la nube, | y 
durante toda la noche con un res¬ 
plandor de fuego. 

16 Hendió las rocas en el desierto 
y los proveyó de agua. | Como de 
raudales inexhauribles, 

16 Hizo salir arroyos de la piedra, | 
hizo correr las aguas como río. 

17 Y con todo, volvieron a pecar 
contra él | y a rebelarse contra el 
Altísimo en el desierto. 

18 Tentaron a Dios en su cora¬ 
zón, | y pidieron comida a su gusto. 

19 Hablaron contra Dios, diciendo: | 
«¿Podrá acaso Dios poner mesa en 
el desierto? 

20 Ha herido la peña y brotaron 
las aguas, | y corrieron como un to¬ 
rrente; | ¿pero podrá también darnos 
pan | y preparar en el desierto carne 
a su pueblo?» 

21 Oyólo Ya ve y se indignó, | y se 
encendió su furor contra Jacob | y 
subió su ira contra Israel, 

22 Porque no creían en Dios | y no 
tenían confianza en su protección. 

23 Había ya dado orden a sus nu¬ 
bes, | había abierto las puertas del 
cielo, 

24 Y llovió sobre ellos el maná, 
para que comieran, | dándoles un 
trigo de los cielos. 

28 Comió el hombre pan de ánge¬ 
les, | y les dió comida hasta lá sa¬ 
ciedad. 

26 Hizo soplar en el cielo el viento 
solano, | y con su poder hizo soplar 
el austro, 

27 Y caer como polvo sobre ellos 
la carne, | como arenas del mar aves 
aladas, 

28 Hízolas caer dentro del campa¬ 
mento mismo, | en derredor de las 
tiendas de éste; 

29 Y comieron, y se hartaron del 
todo, | y así Ies dió lo que ansiaban. 

80 Pero apenas habían acabado de 
saeiar su avidez, | todavía tenían 
en su boca la comida, 

31 Y montó Dios en cólera contra 
ellos, | e hirió de muerte a los más 
robustos, | y abatió a la flor de Israel. 

82 Con todo, volvieron a pecar | y 
no dieron crédito a sus maravillas; 

33 Y consumió vanamente sus días | 
y sus años con calamidades. 

34 Cuando los hería de muerte le 
buscaban, | se convertían, y se vol¬ 
vían a Dios. 

86 Se acordaban de que era Dios 
su roca, | y el Todopoderoso, el 
Altísimo, su redentor. 


38 Pero le engañaban con su boca | 
y con su lengua le mentían, 

37 Mas su corazón no era sincero 
para él | y no eran fieles a su alianza. 

38 Pero es misericordioso, y perdo¬ 
naba la iniquidad | y no los exter¬ 
minó; antes refrenó muchas veces su 
ira, I y no dejó que se desfogara toda 
su colera. 

89 Se acordó de que eran de carne, | 
un soplo que pasa y ya no vuelve. 

40 iCuántas veces se rebelaron en 
el desierto, j y le contristaron en la 
soledad 1 

41 Siguieron tentando a Dios | y 
enojaron al Santo de Israel. 

42 No se acordaban de su gran 
poder, | ni del día en que los liberó 
de la opresión; 

43 Ni de cómo obró en Egipto sus 
prodigios, | y sus portentos en la 
región de Tanis, 

44 Mudando sus aguas en sangre | 
para que no pudiesen beber en sus 
canales; 

46 Mandando contra ellos tábanos 
que los devorasen, | y ranas que los 
infestasen; 

48 Dando sus cosechas al pulgón | y 
sus frutos a la langosta; 

47 Devastando con el granizo sus 
viñas, | y sus higuerales a la piedra; 

48 Dando al pedrisco sus gana¬ 
dos, jy al rayo sus rebaños. 

49 Derramó sobre ellos su tremenda 
cólera, ¡ la ira, el furor, la angustia, | 
como un tropel de malignos espíritus. 

60 Dió rienda suelta a su enojo, I no 
sustrajo su vida a la muerte, | dio su 
vida en presa a la peste, 

61 Y mató a todos los primogénitos 
de Egipto, | a los primogénitos de 
las tiendas de Caín. 

62 Pero sacó a su pueblo como un 
rebaño, | y los condujo como grey 
por el desierto; 

63 Y los guió seguros y sin temor, | 
mientras se tragaba el mar a sus 
enemigos. 

64 Los llevó hasta sus santas fron¬ 
teras, | a los montes que conquistó 
su diestra. 

66 Arrojó ante ellos a naciones, | 
dividió en partes su tierra en here¬ 
dad, | e hizo habitar en las tiendas 
de aquéllos a las tribus de Israel. 

66 Y todavía volvieron a tentar y 
provocar a Dios, al Altísimo, y no 
guardaron sus mandatos. 

67 Volviéndole las espaldas, pre¬ 
varicando como sus padres, | y falla¬ 
ron como engañoso arco. 







SALMOS 


899 


68 Le irritaron con sus altos, | y le 
provocaron con sus esculturas. 

69 Sintió Dios toda su cólera al 
verlo, I y rechazó enteramente a 
Israel; 

60 Y ¿ejó el tabernáculo de Silo, | la 
tienda que fué su morada entre los 
hombres. 

61 Dió a la esclavitud su fuerza, | y 
a manos del enemigo su gloria. 

62 Condenó a su pueblo a la es¬ 
pada I y se enfureció contra su he¬ 
redad. 

63 Devoró el fuego a sus jóvenes, | y 
no fué cantado a sus vírgenes el canto 
nupcial. 

64 Sus sacerdotes perecieron a la 
espada | y no los lloraron sus viudas. 

65 Mas despertóse entonces el Señor, 

como quien duerme, | como el valiente 
excitado por el vino; ^ 

66 E hirió a sus enemigos en la 
espalda, | cubriéndolos de eterna 
ignominia. 

67 Pero ya rechazó a la tienda de 
José | y no eligió a la tribu de Efraím, 

68 Sino que eligió a la tribu de 
Judá, | el monte de Sión, monte de 
su predilección. 

69 Edificó su santuario con alturas 
de cielo, | y firme como la tierra, que 
cimentó por los siglos. 

70 Y eligió a David, su siervo, | y 
le tomó de las majadas de ovejas; 

71 De tras de las ovejas de cría le 
tomó, | para que apacentase a Jacob, 
su pueblo, a Israel, su heredad; | y él, 
con corazón recto, las apacentó 

72 Y los condujo con el valor de 
sus manos. 

79. (Vulg. 78.) 

Oración pidiendo la restauración de las 

ruinas y el castigo de los enemigos. 

1 Salmo de Asaf. 

lOh Diosl Han invadido las gentes 
tu heredad, | han profanado tu santo 
templo (1), | y han reducido a 

Jerusalén a un montón de escombros. 

2 Dieron los cuerpos de tus siervos 
por pasto a las aves del cielo, | y la 
carne de tus santos a las bestias de 
la tierra; 

3 Derramaron como agua su san¬ 
gre en los alrededores de Jeru¬ 
salén, | sin que hubiese quien les 
diera sepultura. 


4 Somos el escarnio de nuestros 
vecinos, | la irrisión y el ludibrio de 
los que nos rodean. 

6 ¿Hasta cuándo, oh Yave? | ¿Ha¬ 
brás de estar airado para siempre? | 
¿Arderá siempre como fuego tu furor? 

6 Derrama tu ira sobre las gentes 
que no te conocen, | sobre los reinos 
que no invocan tu nombre, 

7 Porque han devorado a Jacob, | 
han asolado sus moradas. 

8 No recuerdes para nuestro mal 
las iniquidades antiguas. | Sálgannos 
al encuentro tus misericordias, | por¬ 
que estamos muy abatidos. 

9 Socórrenos, [oh Dios, salvador 
nuestro! | Socórrenos por el honor de 
tu nombre, | socórrenos y perdona 
nuestros pecados, por tu nombre. 

10 ¿Por qué han de poder decir las 
gentes: «Dónde está su Dios»? | Sea 
notoria a las gentes y a los ojos 
nuestros | la venganza de la sangre 
que de tus siervos derramaron. 

11 Llegue a tu presencia el gemido 
de los cautivos^ | Con el poder efe tu 
brazo salva a los condenados a muerte. 

12 Haz recaer sobre la cabeza de 
nuestros enemigos el séptuplo | de 
la afrenta con que quieren afrentarte, 
joh Yavel 

13 Y nosotros, tu pueblo, grey de 
tus pastizales, | te cantaremos eter¬ 
namente, | y cantaremos tus alaban¬ 
zas por generaciones y generaciones. 

80. (Vulg. 79.) 

Oración por el pueblo perseguido. 

1 Al maestro del coro. Sobre «Los 
lirios del testimonio. Salmo de Asaf. 

2 ¡Oh pastor de Israel, escucha! ¡ Tú 
que conduces a José como un rebaño, 
que te sientas sobre los querubines, 
muéstrate, 

3 Ante Efraím, Benjamín y Mana- 
sés, | despierta tu poder y sálvanos. 

4 ¡Oh Dios, restáuranos, baz es¬ 
plender tu rostro y seremos salvos. 

6 ¡Oh Yave, Dios Sebaott ¿Hasta 
cuándo | seguirás desdeñando la ora¬ 
ción de tu pueblo? 

6 Les das a comer pan de lágrimas, | 
les haces beber sus lágrimas en abun¬ 
dancia; 

7 Nos has hecho objeto de contien¬ 
da para nuestros vecinos, | y nuestros 
enemigos se burlan de nosotros (1). 


(i) De esc.! salmo pudiera decirse lo que he- (i) La situación nacional que el salmo supone 
mos dicho del 74. podría ser la de la época de Nehemias, si no la 










yuu 


SALMOS 


8 Dios Sebaot, restáuranos, | haz 
esplender tu rostro y seremos salvos. 

9 Tu trajiste de Egipto una vid, | 
arrojaste a las gentes y la trasplan¬ 
taste aquí. 

10 Le pusiste en derredor una alba- 
rrada, | y extendió sus raíces y llenó 
la tierra. 

11 Cubriéronse los montes de su 
sombra, | y sus sarmientos llegaron 
a ser como los altos cedros. 

12 Extendió sus ramas hasta el 
mar, | V hasta el río sus vástagos. 

13 ¿Por <¡ué has derribado su al- 
barrada, | y la vendimian cuantos 
pasan por el camino? 

14 La devastan los jabalíes del 
monte | y pastan en ella las bestias 
del campo. 

15 Dios Sebaot, vuélvete ya. | Mira 
desde los ciclos y contempla 

16 Y defiende esta viña, | la planta 
que plantó tu diestra, | el renuevo 
que tú hiciste fuerte. 

17 Está abrasada por el fuego, aso¬ 
lada. | Perece por el enojo de tu 
faz; 

18 Sea tu mano sobre el varón de 
tu diestra, | sobre el hombre a quien 
para ti corroboraste, 

19 Y no nos apartaremos más de ti | 
Danos la vida c invocaremos tu 
nombre. 

20 Yavc, Dios Sebaot, restáuranos, | 
haz esplender tu faz sobre nosotros 
y seremos salvos. 


81 . (Vulg. 80.) 

Exhortación a celebrar dignamente 
la Pascua. 

1 Al maestro del coro. Sobre «La 
Gctca.» De Asaf. 

2 Saltad de júbilo en honor de 
Dios, nuestra fuerza. | Aclamad al 
Dios de Jacob. 

3 Entonad un canto, tocad los 
címbalos, | la dulce cítara y el arpa. 

4 Haced resonar este mes las trom¬ 
petas, I en el plenilunio, en nuestra 
fiesta, (l) 

6 Porque ésta es ley de Israel, | pre¬ 
cepto del Dios de Jacob, 

6 Dada por él como rito a José, | 


de los Macabeos. Judá se ve cercado de enemigo*, 
y todo en él necesitado de restauración. 

(i) Este verso y los que siguen indican cla¬ 
ramente que se trata de la Pascua, la fiesta 
más alegre, pues era la conmemoración de la 
libertad de Israel. 


cuando salió contra la tierra de Egip¬ 
to. | Oyó entonces lo que nunca 
había oído: 

7 «Ya voy a quitarle la carga de 
sobre el hombro, | ya sus manos ce¬ 
sarán de cargar con los cestos. 

8 Me llamaste en la tribulación y 
te saqué, | y te hablé oculto entre los 
truenos. | Te probé en las aguas de 
Mcriba. 

9 Ove, pueblo mío, que quiero amo¬ 
nestarte. | ]Oh Israel, ojalá me es¬ 
cucharas! 

10 No haya en ti dios ajeno, | no 
adores a ningún dios extranjero. 

11 Yo soy Yave, tu Dios, | que te 
saqué de la tierra de Egipto. | En¬ 
sancha tu boca y yo te la llenaré.» 

12 Pero no me obedeció mi pueblo, | 
no cumplió Israel lo que le mandé, 

13 Y los abandoné a su obstinado 
corazón, | que siguieran sus consejos. 

14 ¡Oh, si mi pueblo me oyera, | si 
marchara Israel por mis caminos, 

15 Presto humillaría yo a sus ene¬ 
migos, | y volvería a extender mi 
mano contra sus adversarios. 

16 Sucumbirían ante ellos los que 
aborrecen a Dios, | y desaparecerían 
para siempre. 

17 Los mantendría de la flor del trigo 
y de miel salida de la piedra los 
saciaría. 

02. (Vulg. 81.) 

Increpación contra los jueces injustos. 

1 Salmo de Asaf. 

Está Dios en el consejo de los 
dioses, | en medio de los dioses juzga. 

2 ¿Hasta cuándo juzgaréis injusta¬ 
mente, | haciendo con los impíos 
acepción de personas? fScla.) 

3 Haced justicia al huérfano y al 
pobre, | tratad justamente al desvalido 
y al menesteroso. 

4 Librad al pobre y al necesitado, | 
sacadle de las garras de los impíos. 

6 Pero no saben ni entienden, andan 
en tinieblas, | vacilan los cimientos 
todos de la tierra. 

6 Yo dije: «Sois dioses, | sois hijos 
del Altísimo. 

7 Pero moriréis como hombres, | 
caeréis como el último de los afli¬ 
gidos.» (1) 


(i) Los jueces son a veces llamados dioses, 
como aquí, e hijos de Dios. Mas no por esto 
se sustraen a la muerte ni dejarán de ser juz¬ 
gados con el mis estricto juicio. 









SALMOS 


uoi 


8 iLevántate, oh Dios! Juzga la 
tierra, | pues tuyas han de ser todas 
las gentes. 

83 . (Vulg. 82.) 

Deprecación contra los enemigos, aliados 
contra Israel. 

1 Cántico. Salmo de Asaf. (1) 

2 No reposes, ¡oh DiosI | No enmu¬ 
dezcas, no te aquietes. 

3 Mira que bravean tus enemi¬ 
gos, | y alzan la cabeza los que te 
aborrecen. 

4 Tienden asechanzas a tu pue¬ 
blo, | y se conjuran contra tus pro¬ 
tegidos. 

6 Dicen: «Ea, borrémoslos del nú¬ 
mero de las naciones, | no haya más 
memoria del nombre de Israel.» 

6 Todos a una se han confabulado, | 
se haii ligado estrechamente con¬ 
tra ti, 

7 Las tiendas de. Edom, los ismae¬ 
litas, | Moab y los agarenos, 

8 Gebal y Ammón y Amalee, | los 
filisteos con los habitantes de Tiro. 

9 También se ha unido a ellos Asur, | 
dando su apoyo a los hijos de Lot. 
(Sela.) 

10 Hazles como hiciste a Madián, | 
a Sisara, a Jabín en el torrente de 
Cisón, 

11 Que perecieron en Endor, | y 
vinieron a ser estiércol de la tierra. 

12 Haz a éstos y a sus jefes como 
a Oreb y Zeb | y como a Zebe y 
Salmana, a todos sus príncipes, 

13 Que dijeron: Apoderémonos de 
las tierras de Dios. 

14 Hazlos, Dios mío, como polvo 
que arrastra el torbellino, | como pa¬ 
juela al viento: 

16 Como abrasa el fuego la selva, | 
como quema la llama los montes; 

16 Persíguelos así con tu tormen¬ 
ta, | atérralos con tu huracán. 

17 Cubre su rostro de ignominia, | 
y busquen tu nombre, ¡oh Yavel 

18 Sean para siempre confundidos 
y aterrados; | sean llenos de ver¬ 
güenza y perezcan, 

19 Y reconozcan que tu nombre 
es Yave, | y que sólo tú eres el 
Altísimo sobre toda la tierra. 


(i) El poeta ve a su pueblo estrechado y 
perseguido por todos los pueblos circunvecinos 
y pide a Dios le libre y le vengue de ellos, ha¬ 
ciéndoles reconocer el sumo poderío de Yave 
sobre toda la tierra. 


«4. (Vulg. 83.) 

Anhelo de la presencia de Dios en el 
templo. 

1 Al maestro del coro. Sobre «La 
Getea.» Salmo de los hijos de Coré. 

2 ¡Cuán amables son tus moradas, 
oh Yave Sebaotl 

3 Anhela mi alma y ardientemente 
desea los atrios de Yave (1). | Salta 
de júbilo mi corazón y mi carne por 
el Dios vivo. 

4 Halla una casa el pájaro, | y la 
golondrina un nido donde poner sus 
polluelos, | cerca de tus altares, ¡oh 
Yave Sebaot, | rey mío y Dios 
mío! 

6 Bienaventurados los que moran 
en tu casa, ■ | y continuamente te 
alaban. (Sela.) 

6 Bienaventurado el hombre que 
tiene en ti su fortaleza | y anhela 
frecuentar tus subidas. 

7 Aun pasando por el valle de 
Baca, | se le hace todo fuentes, | como 
cubierto de las bendiciones de la 
lluvia temprana, 

8 Y siguen cada vez más animo¬ 
sos | para ir a Dios, a Sión. 

9 Oye mi oración, ¡oh Yave, Dios 
Sebaotl ¡ Atiéndela, Dios de Jacob. 
(Sela.) 

10 Pon tus ojos en nuestro defen¬ 
sor, joh Dios! | Y mira el rostro de 
tu ung ido. 

11 Porque más que mil vale un día 
en tus atrios, | y prefiero estar a la 
puerta de la casa de mi Dios, a morar 
en las tiendas de la iniquidad. 

12 Porque sol y escudo es Yave, 
Dios, | y da Yave la gracia y la 
gloria, | y no niega sus bienes a los 
que caminan en la inocencia. 

13 ¡Oh Yave Sebaotl ¡Bienaventu¬ 
rado el hombre que en ti confía! 


85 . (Vulg. 84.) 

Oración pidiendo la salud del pueblo. 

1 Al maestro del coro. Salmo de los 
hijos de Coré. 

2 Has sido benévolo con tu tierra, 
¡oh Yave! | Has mejorado la suerte 
de Jacob. 


(i) En este salmo se expresa muy al vivo la 
devoción de los buenos israelitas hacia el templo 
de Jerusalén, y lo que éste significaba en la vida 
religiosa de Israel. 








SALMOS 


902 


3 Has perdonado la iniquidad de tu 
pueblo | y has ocultado su pecado 
todo. 

4 Has apartado tu furor | y has ale¬ 
jado el ardor de tu cólera. 

5 Vuélvete a nosotros, Dios, nues¬ 
tra salvación, | y haz cesar tu ira 
contra nosotros (1). 

6 ¿Vas a estar siempre irritado con¬ 
tra nosotros | y vas a prolongar tu 
cólera de generación a generación? 

7 ¿No vas a devolvernos la vida, | 
para que tu pueblo pueda gozarse 
en ti? 

6 Haznos ver, ¡oh Yavet, tus pie¬ 
dades, | y danos tu ayuda salvadora. 

9 Yo bien sé lo que dirá Dios; | que 
sus palabras serán palabras de paz | 
para su pueblo y para sus santos | y 
para cuantos se vuelven a él. 

10 Sí, su salvación está cercana a 
los que le temen, | y bien pronto 
habitará la gloria en "nuestra tierra. 

11 Se han encontrado la benevolen¬ 
cia y la fidelidad, | se han dado 
abrazo la justicia y la paz. 

12 Brota de la tierra la fidelidad, | y 
mira la justicia desde lo alto de los 
cielos. 

13 Sí, Yave nos otorgará sus bie¬ 
nes | y la tierra dará sus frutos. 

14 Va delante de su faz la justicia, | 
y la paz sigue sus pasos. 


«ti. (Vulg. 85.) 

Petición del auxilio de Dios. 

1 Oración. De David. 

Inclina, Yavc, tus oídos y óye¬ 
me, | porque estoy afligido y soy 
un menesteroso. 

2 Guarda mi alma, pues que soy 
tu devoto; | salva, mi Dios, a tu 
siervo, que en ti confía. 

3 Ten misericordia de mí, ¡olí Yave! | 
Pues te invoco todo el día. 

4 Alegra el alma de tu siervo. | por¬ 
que a ti alzo mi alma, 

6 Pues tú eres indulgente y pia¬ 
doso, | y de gran misericordia para 
los que te invocan. 

6 Escucha, ¡oh Yave!, mi oración, | 


(i) Celebra el salmista la vuelta del cautive¬ 
rio y la restauración nacional. Pero ésta iba muy 
lentamente, no se ajustaba a las hermosas pro¬ 
mesas contenidas en los oráculos de Isalas, Je¬ 
remías y Ezequiel. Por eso pide que llegue esa 
plena restauración, en la cual va ya implicada, lo 
mismo que en las aludidas profecías, la promesa 
mesiánica. 


y atiende a la voz de mis plegarias. 

7 En el día de la angustia te llamo, | 
porque sé que tú me oyes. 

8 No hay en los dioses semejante 
a ti, | y nada hay que iguale tus 
obras (1). 

9 Todas las gentes que tú hiciste, ¡ 
vengan, ¡oh Yavel, a postrarse ante 
ti ¡ y honren tu nombre; 

10 Pues que tú eres grande y obras 
maravillas, | tú eres el solo Dios. 

11 Enséñame, ¡oh Yavel, tus ca¬ 
minos, para que ande yo en tu ver¬ 
dad, | y lleva mi corazón únicamente 
a reverenciar tu nombre. 

12 Pueda yo darte gracias, Yave, 
mi Dios, con todo mi corazón, | y 
glorificar tu nombre por la eternidad, 

13 Por tu gran misericordia para 
conmigo, | por haber sacado mi alma 
del profundo Averno. 

14 ¡Oh Dios! Gentes soberbias se 
alzan contra mí, | una turba feroz 
busca mi alma, | y no te ponen 
delante de sí. 

15 Pero tú, ¡oh Yave!, eres Dios 
misericordioso y clemente, | magnᬠ
nimo y de gran piedad y fidelidad. 

16 Mírame y ten piedad de mí, | for¬ 
talece a tu siervo | y salva al hijo 
de tu esclava. 

17 Haz conmigo muestra de ti para 
bien, | y viéndola confúndanse los 
que me odian. | Vean que tú eres 
Yave, | que me socorres y me con¬ 
suelas. 


87 . (Vulg. 8(3.) 

Oración de un afligido. 

1 Salmo de los hijos de Coré. 
Cántico (2). 

Fundación suya sobre los altos 
montes, 

2 Ama Dios las puertas de Sión, 
más que todas las tiendas de Jacob. 

3 Muy gloriosas cosas se han dicho 
de ti, ciudad de Dios. (Sela.) | Con¬ 
taré a Rabal) y a Babilonia entre 
los (pie me conocen; 


(1) En el versículo 9 se augura la venida de 
Las naciones todas a honrar a Dios en su templo, 
lo que implica francamente la idea mesiánica. 

(2) Bellísimo salmo mesiánico. Jcrusalén ven¬ 
drá a ser la ciudad en que todas las naciones go¬ 
zarán de los derechos de ciudadania, como si en 
ella hubieran nacido. Preludia la doctrina de 
San Pablo, de que en Cristo no hay judío ni 
griego, bárbaro ni escita, porque todos somos 
uno en Cristo. (Col. 3. 11 ss.) 










SALMOS 


90 :* 


4 La Filistea, Tiro y el pueblo de 
los etiopes, allí nacieron; 

5 Y de Sión dirán: «Este y el otro 
allí han nacido | y es el Altísimo 
mismo el que la fundó.» 

6 Inscribirá Yave en el libro de 
los pueblos: éste nació allí. (Sela.) 

7 Y cantarán saltando de júbilo: 
«En ti están mis fuentes todas.» 


88. (Vulg. 87.) 

Oración de un afligido. 

1 Al maestro del coro. Cántico de 
los hijos de Coré. Sobre Mahalat. Para 
cantar. Masquil de Ernán, ezraíta. 

2 ¡Oh Yave, Dios de mi salvación! | 
Día y noche clamo a ti (1). 

3 Llegue mi oración a tu presen¬ 
cia, I inclina tu oído a mi clamor. 

4 Harta de males está mi alma, | y 
mi vida al borde del sepulcro. 

5 Ya me cuentan entre los que 
bajan a la fosa; | soy ya hombre sin 
fuerzas, 

6 Abandonado entre los muertos, | 
o como los traspasados que moran 
en el sepulcro, | de quienes ya no 
te acuerdas, | y que fueron arran¬ 
cados a tus manos. 

7 Hasme puesto en lo profundo de 
la hoya, | entre las tinieblas del 
abismo. 

8 Pesa tu ira sobre mí | y has 
desencadenado contra mí todos tus 
furores. (Sela.) 

9 Has alejado de mí a mis cono¬ 
cidos, | me has hecho para ellos abo¬ 
minable. | Estoy encerrado y no 
tengo salida. 

10 Mis ojos languidecen por la 
aflicción. | Te invoco, ¡oh Yave!, todo 
el día y | tiendo mis manos hacia ti. 

11 ¿Harás tú ya prodigio alguno 
para los muertos? | ¿Se levantarán 
los muertos para alabarte? (Sela.) 

12 ¿Cantará nadie en el sepulcro 
tus piedades, | ni en el Averno tu 
fidelidad? 

13 ¿Será conocido prodigio alguno 
tuyo en las tinieblas | ni tu justicia 
en la tierra del olvido? 

14 A ti clamo, pues, |oh Yave! | y mis 
plegarias van a ti desde la mañana. 

1¿ ¿Por qué, ¡oh Yave!, me recha¬ 
zas, | y me escondes tu rostro? 


(i) El poeta, profundamente afligido y con¬ 
tristado, pide a Dios humildemente le libre de 
tamas penas y le salve la vida. 


16 Soy un mísero afligido desde 
mi mocedad, | siempre en espanto, 
lleno de terrores. 

17 Derrámanse sobre mí tus furo¬ 
res | y me oprimen tus espantos. 

18 Continuamente me invaden como 
aguas, | y todas a una me sumergen. 

19 Has alejado de mí amigos y 
compañeros, | y son mis parientes 
las tinieblas. 


8!). (Vulg. 88.) 

Quejas por el abatimiento del rey, a 
pesar de las promesas hechas a David. 

1 Masquil de Etán, ezraíta (1). 

2 Quiero siempre cantar las mise¬ 
ricordias de Yave | y dar por mi 
boca a conocer | a las generaciones 
todas tu fidelidad; 

3 Y decir: «Tu misericordia es 
eterna, | y tu fidelidad la apoyas 
en los mismos cielos.» 

4 «He hecho alianza con mi ele¬ 
gido, | he jurado a David, diciendo: 

5 Haré durar por siempre tu prole, j 
y estableceré tu trono por las gene¬ 
raciones.» (Sela.) 

6 Los cielos cantan tus maravillas, 
¡oh Yave!, | y cantan tu fidelidad 
en la asamblea de los santos. 

7 ¿Quién sobre las nubes semejante 
al Señor? | ¿Quién semejante a Yave 
entre los hijos de los dioses? 

8 Es terrible Dios en la congre¬ 
gación de los santos, | es formidable 
más que cuantos le rodean. | Yave, 
Dios Sebaot, ¿quién que te iguale? 

9 Tú eres poderoso, ¡oh Yave!, | 
ceñido de tu fidelidad. | Tú dominas 
la soberbia del mar. 

10 Cuando se embravecen sus olas | 
tú las contienes. | Tú quebrantaste 
a Rahab como a un vencido ene¬ 
migo, 

11 Y con tu fuerte brazo dispersas 
a tus enemigos. 

12 Tuyos son los cielos, tuya la 
tierra, | el orbe de la tierra y cuanto 
lo llena; tú lo formaste, 

13 Tú creaste el aquilón y el austro. | 
El Tabor y el Hermón saltan al oír 
tu nombre. 


(i) Salmo de inspiración enteramente me- 
siánica, basada en la alianza de Dios con Israel 
y en la promesa divina hecha a David. Lo uno 
y lo otro son motivos para esperar de Dios una 
mejor suerte para Israel que la que entonces 
tenía, y para pedir al Señor que se acuerde de 
sus palabras y las cumpla cuanto antes. 








SALMOS 


904 


14 Tú tienes un brazo lleno de 
vigor, | fuerte es tu mano, amenaza¬ 
dora tu diestra. 

15 La justicia y el juicio son el 
asiento de tu trono, | la misericordia 
y la fidelidad tus heraldos. 

16 Bienaventurado el pueblo que 
sabe cantarte, loh Yavel | Andará 
siempre a la luz de tu faz, 

17 Gozará siempre de la alegría 
de tu nombre, | y se alegrarán en 
tu justicia. 

18 Tú eres nuestra gloria y nuestra 
fuerza, | y por tu benevolencia se 
acrecienta nuestro poderío, 

19 Pues Yave es nuestro defensor, | 
el santo de Israel. 

20 Tú en tiempos hablaste en 
visión, | y dijiste a tus predilec¬ 
tos: | «He dado mi ayuda a un va¬ 
liente, | he alzado en la nación a 
un valeroso. | He hallado a David, 
mi siervo. 

21 Le he ungido con mi óleo con¬ 
sagrado. 

22 Mi mano le sostendrá con firme 
apoyo | V mi brazo le hará fuerte. 

23 No le vencerá enemigo, | no le 
abatirá inicuo. 

24 Destruiré ante él a sus enemi¬ 
ga, | y quebrantaré a los que le 
aborrecen. 

25 Serán con él mi verdad y ini 
misericordia, | y en mi nombre se 
alzará su poder. 

26 Pondré su mano sobre el mar | 
y su diestra cu los ríos. 

27 El me invocará, diciendo: «Tú 
eres mi padre, | mi Dios, la roca de 
mi salvación.» 

28 Y yo le haré mi primogénito, | 
el más excelso de los reyes de la tierra. 

29 Yo guardaré eternamente eon 
él mi misericordia, | y ini alianza 
con él no será rota. 

30 Haré subsistir por siempre su 
descendencia, | y sil trono, mien¬ 
tras subsistan los cielos. 

31 Y si traspasan sus hijos mi ley | 
y no siguieren mis mandatos; 

32 Si violaren mis preceptos, | v no 
hicieren caso de mis mandamientos, 

33 Yo castigaré con la vara sus 
rchclioncs | y eon azotes sus pecados, 

34 Pero no apartaré de él mi 
piedad | ni faltaré a mi fidelidad. 

36 No quebrantaré mi alianza | y no 
retractaré cuanto ha salido de mis 
labios. 

36 Una cosa he jurado por mi san¬ 
tidad, | y no romperé la fe a David. 

37 Su descendencia durará eter ¬ 


namente, | y su trono durará ante 
mí cuanto el sol, 

38 Cuanto la luna: durará eterna¬ 
mente, | cuanto durarán los altos 
cielos.» (Sela.) 

39 Pero eon todo, has rechazado, 
has alejado a tu ungido, | te has 
indignado contra él. 

40 Has roto la alianza con tu 
siervo, | has profanado y echado a 
tierra su diadema. 

41 Has arruinado todas sus mura¬ 
llas, | has reducido a escombros sus 
fortalezas. 

42 Cuantos pasan por el camino le 
saquean, | es el oprobio de sus vecinos. 

43 Has robustecido la diestra de 
sus enemigos, | has alegrado a todos 
sus adversarios. 

44 Has embotado el filo de su 
espada | y no le has socorrido en el 
combate. 

46 Le has despojado de su majes¬ 
tad | y has echado por tierra su 
trono. 

48 Has acortado los días de su 
juventud | y le has cubierto de opro¬ 
bio. (Sela.) 

47 ¿Hasta cuándo, íoh Yavel, esta¬ 
rás escondido? | ¿Ha de arder por 
siempre tu ira como fuego? 

48 Acuérdate, Señor, de cuán breve 
es esta vida | y de cuán para poco 
hiciste a todos los mortales. 

49 ¿Quién es el hombre que viva 
y no haya de ver la muerte? | ¿Quién 
puede sustraerse al poder del se¬ 
pulcro? (Sela.) 

60 ¿Dónde están tus antiguas pie¬ 
dades, joh Yavel, | las que por tu 
verdad juraste a David? 

61 Acuérdate, íoh Yavel, del opro¬ 
bio de tu siervo, | y cómo llevo yo 
en mi seno las afrentas de muchos 
pueblos, 

62 Las que arrojan tus enemigos, loh 
Yavel, | sobre los pasos de tuungido. 


Doxología final del libro. 

63 Bendito sea Yave por la eter¬ 
nidad. Amén, amén. 


LIHIIO CUANTO 
90. (Vulg. 89.) 
Deprecación de misericordia. 

1 Oración de Moisés, varón de Dios 




SALMOS 


905 


Vave, tu ere* refugio, | lo has sido 
para nosotros en todo tiempo (1). 

2 Antes que los montes fuesen | y 
fuesen paridos la tierra y el orbe, | eres 
tú desde la eternidad hasta la eter¬ 
nidad. 

3 No reduzcas al polvo a hombre¬ 
cillos, | diciéndoles: aVolved, hijos 
de la tierra.» 

4 Mil años son a tus ojos como el 
día de ayer, | que ya pasó, como una 
vigilia de la noche. 

6 Los arrebatas y se duermen. | A 
la mañana como hierba verde, 

6 A la mañana florece y verdea, | 
a la tarde se marchita y se seca. 

7 Consúmenos tu ira | y nos con¬ 
turba tu indignación. 

8 Has puesto nuestros pecados en¬ 
frente de ti, | nuestros pecados secre¬ 
tos a la luz de tu faz, 

9 Y todos nuestros días transcurren 
bajo tu ira, | y acabamos nuestros 
años como un suspiro. 

10 Los días de nuestros años, 
setenta años, | y ochenta en los más 
robustos. 

11 Pero también la robustez es 
apariencia, un nada, | porque se 
corta en un instante y volamos. | 
¿,Quiéu pesa en lo justo la severi¬ 
dad de tu ira | y tu indignación, en 
lo que debes ser temido? 

12 Enséñanos, pues, a contar nues¬ 
tros días, | para que adquiramos un 
corazón sabio. 

13 Vuélvete, ¡oh Ya ve!, ya por fin, | 
y ten compasión de tus siervos. 

14 Sácianos pronto de tu gracia, | 
para que jubilemos y nos alegremos 
todos los días de nuestra vida. 

16 Alégranos por tantos días como 
nos humillaste, | por tantos años 
como probamos la aflicción. 

16 Véase tu obra sobre tus siervos | y 
tu grandeza sobre sus hijos. 

17 Sea sobre nosotros la suavidad 
de Yave, nuestro Dios, | y dirige 
la obra de nuestras manos. 


91. (Vulg. 90.) 

Canto a la providencia de Dios sobre 
el justo. 

1 El que habita bajo la protección 


(i) El poeta lamenta la brevedad y miseria 
de la vida y pide a Dios luz para por ella co¬ 
nocer la grandeza divina, ante la cual somos 
un día que ya pasó: nada. 


del Altísimo, | y mora a la sombra 
del Todopoderoso (1). 

2 Diga a Dios: aTú eres mi refugio 
y mi roca, | mi Dios, en quien confío.» 

3 Y él te librará de la red del 
cazador, | de la peste exterminadora; 

4 Te cubrirá con. sus plumas, | 
hallarás seguro bajo sus alas, | y su 
fidelidad te será escudo y adarga. 

5 No tendrás que temer los espan¬ 
tos nocturnos, | ni las saetas que 
vuelan de día, 

6 Ni la pestilencia que vaga en las 
tinieblas, | ni la mortandad que 
devasta en pleno día. 

7 Caerán a tu lado mil, | caerán a 
tu derecha diez mil: | a ti no llegará, 

8 Con tus mismos ojos mirarás | y 
verás el castigo de los impíos. 

9 Teniendo a Yave por refugio 
tuyo, | al Altísimo por fortaleza 
tuya, 

10 No te llegará la plaga | ni se 
acercará el mal a tu tienda, 

11 Pues te cometerá a sus ángeles | 
para que te guarden en todos tus 
caminos, 

12 Y ellos te llevarán en sus ma¬ 
nos, | para que no tropieces en las 
piedras. 

13 Pisarás sobre áspides y víbo¬ 
ras, | y hollarás al león y al dragón. 

14 «Porque me amó, yo le salvaré; | 
yo le defenderé, porque confesó mi 
nombre. 

15 Me invocará él y yo le oiré, | esta¬ 
ré con él en la tribulación, | le sacare 
y le honraré. 

16 Le saciaré de días | y le daré 
a ver mi salvación.» 


92. (Vulg. 91.) 

Alabanza de la providencia divina. 

1 Salmo. Cántico. Para el día del 
sábado (2). 

2 Justo es alabar a Yave | y cantar 
tu nombre, Altísimo; 

3 Alabar de mañana tu piedad, | y de 
noche tu fidelidad. 

4 Tócame a mí pulsar el deca- 
cordio y el salterio, | y el arpa con 
suave melodía, 


(1) Hermoso canto a la benigna providencia 
de Dios sobre los justos, a quienes salva de 
todos los peligros, por muchos que sean los 
que le rodeen, y a quienes pone bajo la pro¬ 
tección de sus ángeles. 

(2) De este salmo puede decirse algo seme¬ 
jante a lo dicho del anterior. 












9u6 


SALMOS 


5 Pues me has alegrado, ¡olí Yavel, 
con tus obras, | y me gozo en las 
obras de tus manos. 

6 ¡Qué magníficas son tus obras, 
¡oh Yavel | Cuán profundos son tus 
pensamientos, 

9 Y cuán excelso tú por la eter¬ 
nidad, ¡oh Yavel 

7 No conoce esto el hombre necio, | 
no entiende esto el insipiente: 

8 Que germinan los impíos como 
la hierba, | y florecen tantos que 
obran la maldad, | para ser destrui¬ 
dos por la eternidad. 

10 Pues tus enemigos, íoh Yavel, 
tus enemigos perecerán | y serán 
disipados todos los que obran el 
mal. 

11 Mientras se acrecienta sobrema¬ 
nera mi fuerza como la del unicor¬ 
nio. | Estoy lleno de verde aceite 
como savia, 

12 Y miraré desde arriba a mis 
enemigos, | y oirá mi oído cosas 
gratas contra los malvados que se 
alzan contra mí. 

13 Florecerá el justo como la pal¬ 
ma, | crecerá como el cedro del 
Líbano, 

14 Plantado en la casa de Yavc, | 
florecerá en los atrios de nuestro 
Dios. 

15 Crecerán, aun en la senectud, | 
sanos y vigorosos. 

16 Para anunciar: «iRecto es Yave, 
mi roca, | no hay en él iniquidad!» 

»3. (Vnlg. 92.) 

Grandeza del dominio de Dios en la 
creación (l). 

1 ¡Reina Yavel Se vistió de ma¬ 
jestad, | vistióse de poder Yave y 
se ciñó. | Estable es el mundo, 
inconmovible; 

2 Firme tu trono desde el prin¬ 
cipio; | desde la eternidad eres tú. 

3 Alzan los ríos, íoh Yavel, | alzan 
los ríos su voz, | alzan los ríos su 
estrépito. 

4 Más fuertes son los bramidos 
del mar; | pero más grande que los 
furores del mar eres tú, | más mag¬ 
nífico en las alturas, loh Yavel 

6 Tus testimonios son firmísimos, | 
conviene a tu casa la santidad, ¡oh 
Yavel | Por los siglos de los siglos. 


ti) Breve pero magnífico canto a la gran¬ 
deza de Dios, que inmtnsamcnle supera a lo 
mas grande de la creación. 


íi'i. (Vulg. 93.) 

invocación a Dios, que castiga a los 

Impíos y protege a los justos (1). 

1 ¡Dios de las venganzas, Yave, | 
Dios de las venganzas, muéstrate! 

2 Alzate, juez de la tierra, | da a 
los soberbios su merecido'. 

3 ¿Hasta cuándo los impíos, loh 
Yavel, | hasta cuándo los impíos 
tri unfarán, 

4 Hablarán proterva y jactancio¬ 
samente | los que obran la iniquidad? 

6 Aplastan a tu pueblo, | oprimen 
a tu heredad. 

6 Dan muerte a la viuda y al 
huérfano, 

7 Y se dicen: «No ve Yave, | no 
sabe el Dios de Jacob.» 

8 Entended, necios del pueblo. | Y 
vosotros, fatuos, ¿cuándo seréis cuer¬ 
dos? 

9 El que hizo el oído, ¿no va a oír? | 
El que formó el ojo, ¿no va a ver? 

10 El que educa a los pueblos, 
¿no va a reprender él que da al 
hombre la sabiduría? 

11 Conoce Yave los pensamientos 
de los hombres, | cuán vanos son. 

12 Bienaventurado el hombre a 
quien tú educas, ¡oh Yavel, al que 
das sabiduría con tu ley, 

13 Para que esté tranquilo en los 
días de aflicción, [ en tanto que se 
cava para el impío la fosa. 

14 No abandona Yave a su pueblo. | 
No desampara su heredad. 

16 Volverán a la justicia los jui¬ 
cios, | y la seguirán todos los rectos 
de corazón. 

16 ¿Quién se levantará por mí 
contra los malvados? | ¿Quién estará 
conmigo contra los obradores de la 
iniquidad? 

17 Si Yave no me hubiera ayu¬ 
dado, | ya. habitaría mi alma en el 
sepulcro. 

18 Apenas decía yo: «Vacilan mis 
pies», | tu gracia, loh Yavel, me 
sostenía, 

19 Y en las grandes angustias de 
mi corazón | alegraban tus consue¬ 
los mi alma. 

20 ¿Puede acaso ser aliado tuyo 
el trono de la iniquidad? | ¿Puede'la 
tiranía sofocar al derecho, 


(i) En vano pretenden los impíos tranqui¬ 
lizarse queriendo persuadirse de que Dios no 
ve sus malas obras. Las ve y las castigará, 
mientras que al justo nunca le abandonará. 







SALMOS 


007 


21 Los que se echan sobre la vida 
del justo | y condenan la sangre 
inocente? 

22 Pero Yave es refugio para mí, | 
es la roca de mi salvación. 

23 El arrojará sobre ellos su misma 
perversidad, | y con su misma malicia 
los aniquilará. | Los aniquilará Yave, 
nuestro Dios. 


95. (Vulg. 94.) 

Exhortación a la alabanza y obediencia 
de Dios (i). 

1 iVenid, cantemos jubilosamente a 
Yavel | {Cantemos gozosos a la roca 
de nuestra salvaciónl 

2 Lleguémonos a él con alabanzas, | 
aclamémosle con cánticos. 

3 Porque grande es Yave, [ rcv 
grande sobre todos los dioses. 

4 Porque tiene en sus manos las 
profundidades de la tierra, | y suyas 
son también las cumbres de los 
montes. 

5 Suyo es el mar, pues él lo hizo; | 
suya la tierra, formada por sus ma¬ 
nos. 

6 Venid, postrémonos en tierra 
ante él, ] doblemos nuestra rodilla 
ante Yave, nuestro Hacedor. 

7 Porque él es nuestro Dios, y 
nosotros el pueblo que él apacienta, | 
y el rebaño que él guía. | No tengáis 
que oír hoy de él estas palabras: 

8 «No endurezcáis vuestro corazón 
como en Meriba, | como el día de 
Masa en el desierto, 

9 Donde me tentaron vuestros pa¬ 
dres, | me probaron, a pesar de haber 
visto mis obras. 

10 Cuarenta años anduve desabrido 
de aquella generación, | y tuve que 
decirme: «Estos son gente de tor¬ 
cido corazón, 

11 Que desconoce mis caminos | y 
les juré en mi ira que no entrarían 
en mi reposo.» 


90. (Vulg. 95.) 

Alabanza del Señor, único Dios. 

1 Cantad a Yave un cántico nue¬ 
vo, | cantad a Yave la tierra toda. 


(i) Invita el poeta a todos los fieles de Yave 
a postrarse ante él y prestarle obediencia cum¬ 
pliendo sus leyes y a no rebelarse contra él. 


2 Cantad a Yave y bendecid su 
nombre, | anunciad de día en día 
su salvación. 

3 Cantad su gloria entre las gentes, | 
en todos los pueblos sus maravillas, 

4 Porque grande es Yave y digno 
de toda alabanza, | terrible sobre 
todos los dioses. 

6 Porque todos los dioses de los 
pueblos son vanos ídolos, | pero 
Yave hizo los cielos. 

6 A él, pues, la magnificencia y la 
alabanza; | a él en su santuario la 
fortaleza y la gloria. 

7 Dad a Yave, ¡oh familias de los 
pueblos, dad a Yave la gloria y el 
poderío (1).. 

8 Dad a Yave el honor debido a 
su nombre, | tomad ofrendas y ve¬ 
nid a sus atrios. 

9 Inclinaos ante Yave en la hermo¬ 
sura de su santuario, | tema ante 
él toda la tierra. 

10 Decid entre las gentes: «¡Reina 
Yavel» | Decid también: «El afirmó 
el orbe y no se conmueve, | él go¬ 
bierna con equidad a los pueblos.» 

11 Alégrense los cielos, regocíjese 
!a tierra, | truene el mar y cuanto 
en él se contiene. 

12 Salte (fe júbilo el campo y todo 
cuanto hay en él, [ y salten junta¬ 
mente los árboles de la selva, 

13 Ante la presencia de Dios, que 
viene, | que viene a regir la tierra. | 
El regirá al mundo con equidad | y a 
los pueblos con justicia. 


97. (Vulg. 96.) 

Gloria de la venida de Dios a juzgar. 

1 ¡Dios reina! Gócese la tierra, | alé¬ 
grense sus muchas islas (2). 

2 Hay en torno de él nube y calí¬ 
gine, [ la justicia y el juicio son las 
bases de su trono. 

3 Precédele fuego, | que abrasa 
en derredor a todos sus enemigos. 

4 Sus rayos alumbran el mundo, | 
tiembla la tierra al verle. 

5 Derrítcnse como cera los montes 
ante Yave, | ante el Señor de toda 
la tierra. 


(i) La invitación a los pueblos todos a venir 
a adorar a Dios implica la universalidad del reino 
de Dios, reconocido por todas las naciones, y 
por tanto, el reino mesiánico. 

(3) Canta el reino de Dios sobre Israel, 
precedido del juicio sobre los que adoran a los 
ídolos. Canto indudablemente mesiánico. 









908 


SALMOS 


0 Anunciad, cielos, su justicia, | y 
todos los pueblos vean su gloria. 

7 Confundidos serán todos los que 
adoran sus simulacros, | los que se 
glorían de sus ídolos. 

8 Caerán ante él todos los dioses. | 
Oyó Sión y se regocijó, | regocijᬠ
ronse las ciudades de Judá | por tus 
juicios. 

9 Porque tú eres Ya ve, el Altí¬ 
simo, sobre toda la tierra, | inmensa¬ 
mente ensalzado sobre todos los 
dioses. 

10 Aborreced el mal los que amáis 
a Yave, que él defiende la vida de 
sus santos | y los libra de la mano 
de los impíos. 

11 Ya alumbra la luz para el justo | 
y la alegría para los rectos de corazón. 

12 Alegraos en Yave, ¡oh justos!, | 
y honrad su santo nombre. 

98. (Vulg. 97.) 

Canto de alabanza a Dios después de 
la victoria. 

1 Salmo. Cantad a Yave un cán¬ 
tico nuevo, | porque él ha hecho 
cosas maravillosas, | su diestra y 
su santo brazo han vencido (1). 

2 Ha mostrado Yave la salvación 
que de él viene | y ha revelado su 
justicia a ojos de las gentes. 

3 Se ha acordado de su benigni¬ 
dad | y de su fidelidad a la casa de 
Israel. 

4 Todas las naciones de la tierra | 
vieron la victoria de nuestro Dios, j 
Saltad de júbilo ante Yave, habi¬ 
tantes todos de la tierra. | A él las 
voces, los cantos y los salinos. 

8 Cantad a Yave con la cítara, | con 
la cítara y con voces de canto, 

6 Con las trompetas y los sones 
de la bocina. | Saltad de júbilo 
ante el rey, ante Yave. 

7 Salte de júbilo el mar y cuanto 
él contiene, | el mundo y todos sus 
habitantes. 

8 Batan palmas los ríos, | regocí¬ 
jense todos los montes, 

9 Delante de Yave, que viene a 
juzgar a la tierra, | y juzgará al 
mundo con justicia | y a los pueblos 
con equidad. 


(i) Una victoria del pueblo sirve de ocasión 
al poeta para dirigir a las naciones todas una 
invitación para que vengan a cantar a Yave, 
reconociendo su poderío y su fidelidad a l.vs 
promesas hechas a su pueblo. 


99. (Vulg. 98.) 

Gloria del Señor en su santo monte. 

l ’]Dios reina! lTeinan los pueblos! I 
Se asienta sobre los querubines, 
tiemble la tierra (1). 

2 Grande es Dios en Sión, excelso 
sobre todos los pueblos. 

3 Alabado sea tu grande y terrible 
nombre. Es santo. 

4 Alabad el poderío 1 2 del rey que 
aína la justicia. | Tú estableciste las 
normas de la rectitud, | tú hiciste 
en Jacob juicio y justicia. 

5 Ensalzad a Yave, nuestro Dios, | y 
postraos ante el escabel de sus pies: 
es santo. 

8 Moisés y Arón están entre sus 
sacerdotes. | Samuel, con los que in¬ 
vocan su nombre. | Invocaban a 
Yave y él los oía. 

7 Les hablaba en columna de nube, | 
y guardaron sus testimonios y la 
iev que les dió. 

8 ¡Oh Yave, Dios nuestrol Tú los 
oías | y fuiste con ellos indulgente, | 
aunque castigaste sus pecados. 

9 Ensalzad a Yave, nuestro Dios, | 
y postraos ante su monte santo, | por¬ 
que santo es Yave, nuestro Dios. 

100. (Vulg. 99.) 

Acción de gracias. 

1 Salmo. Para dar gracias. | Cantad 
a Yave en toda la tierra (2), 

2 Servid a Yave con júbilo, | venid 
gozosos a su presencia. 

3 Sabed que Yave es Dios, | que 
lé nos hizo y suyos somos, | su pueblo 
y la grey de su pastizal. 

4 Entrad por sus puertas, dándole 
gracias, | en sus atrios, alabándole. | 
Dadle gracias y bendecid su nombre. 

5 Porque bueno es Yave, | es 
eterna su piedad, | y perpetua por 
todas las generaciones su fidelidad. 

101 . (Vulg. 100.) 

Normas de vida de un príncipe bueno. 

1 Salmo de David. 

Quiero cantarte misericordia y jus- 


(1) Yave, Rey justo, reina soberanamente 
en Sión, en medio de sus santos. A él vendrán 
los pueblos todos de la tierra. 

(2) La suma bondad de Dios, Hacedor de 
todo y pastor de su pueblo, hace que se le 
luyan de dar incesantes gracias. 






SALMOS 


909 


ticia, | quiero cantarte a ti, Joh Yavel, 

2 Y entender el camino de la rec¬ 
titud. | Cuando vienes a mí, | ando 
yo en integridad de corazón en mi 
casa. 

3 No pongo mis ojos en cosa in¬ 
justa; | aborrezco cometer injus¬ 
ticia, | no se me pegará. 

4 Lejos de mí estará el corazón 
perverso, | desconoceré la maldad. 

5 Reduciré al silencio al que en 
secreto detrae a su prójimo; | no 
toleraré al de altivos ojos y corazón 
soberbio. 

6 Pondré mis ojos en los fieles 
de la tierra, para tenerlos conmigo; | 
Los que andan por el camino de la 
rectitud serán mis ministros. 

7 No habitará en mi casa el que 
cometa fraude, | el que habla men¬ 
tirosamente no permanecerá ante mí. 

8 De mañana haré perecer a todos 
los impíos de la tierra (1) | y ex¬ 
terminaré en la ciudad de Yave | a 
todos los obradores de la iniquidad. 


102 . (Vulg. 101.) 

Plegaria de un afligido que desfallece 
y se lamenta. 

1 Plegaria de un afligido, que 
desfallece y se lamenta ante Yave. 

2 Escucha, joh Yavel, mi oración, | 
y llegue a ti mi clamor. 

8 No escondas de mí tu rostro, 
mientras estoy en aflicción, | inclina 
tus oídos a mí cuando te invoco. | 
¡Apresúrate, óyemel 

4 Pues se desvanecen como humo 
mis días, | y se tuestan mis huesos 
como en horno. 

5 Está seco mi corazón y consumido 
como heno, | y me olvido de comer 
mi pan. 

6 Por la vehemencia del gemir, | se 
pegan mis huesos a la piel, 

7 Y he venido a ser como pelícano 
del desierto, | soy como buho entre 
las ruinas. 

8 No duermo y sollozo, | como pᬠ
jaro solitario sobre el tejado. 

9 Continuamente se burlan de mí 


(i) El salmo nos presenta un soberano ínte¬ 
gro,'justiciero, que, consciente de sus deberes, 
se propone combatir la impiedad hasta hacerla 
desaparecer de la tierra. Por la mañana juzga¬ 
ban los tribunales, condenando a los crimi¬ 
nales. Parece la imagen de Ezequias o Josías 
¡levando a cabo la reforma religiosa. A esta 
juz se ha de entender el versículo 8. 


mis enemigos, | y se enfurecen contra 
mí y execran mi nombre. 

10 Porque cómo el pan como si 
comiera ceniza, | y mi bebida se 
mezcla con lágrimas, 

11 Por tu indignación y tu ira, | por¬ 
que me cogiste y me lanzaste. 

12 Mis días son como sombra que 
se alarga, | y me he secado como 
hierba. 

13 Y con todo, joh Yave!, tú te 
sientas en tu trono, | y tu memoria 
permanece por generaciones y gene¬ 
raciones. 

14 Tú te alzarás y tendrás miseri¬ 
cordia de Sión, | porque tiempo es 
ya de que le seas propicio; | viene ya 
su tiempo. 

15 Porque aman tus siervos sus 
piedras, | y se compadecen de su 
polvo. 

16 Entonces temerán todas las gen¬ 
tes el nombre de Yave, | y todos los 
reves de la tierra tu gloria. 

17 Cuando reedifique Yave a Sión, | 
cuando aparezca en su gloria. 

18 Y convirtiéndose a la oración de 
los despojados, | no desprecie su 
oración. 

19 Esto lo escribirá la generación 
posterior, y un pueblo nuevo alabará 
a Yave. 

20 Por haber echado Yave su mi¬ 
rada desde su excelsa santa mora¬ 
da, | y haber mirado desde los cielos 
a la tierra. 

21 Escuchando el gemir de los cau¬ 
tivos | y librando a los destinados a 
la muerte. 

22 Para que sea cantado en Sión el 
nombre de^ Yave | y sus alabanzas 
en Jerusalén. 

23 Cuando se reunirán todos los 
pueblos | y todos los reinos para ser¬ 
vir a Yave (1). 

24 A medio camino quebrantó mis 
fuerzas, | abrevió .mis días. 

25 Yo clamo: ¡Dios miol, | no me 
lleves a la mitad de mis días, | tú, 
cuyos años son por generaciones y 
generaciones. 

26 Desde el principio fundaste la 


(i) El mesianismo de este salmo es claro. Se 
nos presenta el salmista agobiado de miserias; 
mas no son las suyas personales las que limenta, 
sino las tfel pueblo, a juzgar por la firme espe¬ 
ranza que muestra de que Dios haga ostenta ión 
de su misericordia con Sión, con lo cual teme¬ 
rán y reverenciarán a Yave las naciones y los 
reyes reunidos todos en uno. Esto anuncia el 
reino universal del Señor, y, por tanto, el me- 
siánico. 









910 


SALMOS 


tierra, | y obra de tus manos es el 
cielo; 

27 Pero estos perecerán, y tú per¬ 
manecerás | mientras todo envejece 
como un vestido. 

28 Los mudarás como se muda un 
amito, | pero tú siempre el mismo, y 
tus días no tienen fin. 

29 Habiten los hijos de tus siervos 
allí, | y permanezca ante ti su pos¬ 
teridad. 

103. (Vulg. 102.) 

Alabanza de la providencia de Dios. 

1 De David. ¡Bendice, alma mía, a 
Yave, | bendiga todo mi ser su santo 
nombre! (1). 

2 ¡Bendice, alma mía, a Yave, | y 
no olvides ninguno de sus favores! 

3 El perdona tus pecados, | él sana 
todas tus enfermedades. 

4 El rescata tu vida del sepulcro | 
y derrama sobre tu cabeza gracia y 
misericordia. 

6 El sacia tu boca de todo bien, | y 
renueva tu juventud como la del 
águila. 

* Hace Yave justicia | y juicio a 
todos los oprimidos. 

7 Dió a conocer a Moisés sus ca¬ 
minos, | y sus obras a los hijos de 
Tsrael. 

8 Es Yave piadoso y benigno, | 
tardo a la ira, es clementísimo.' 

9 No está siempre acusando | y no 
se aíra para siempre. 

10 No nos castiga a la medida de 
nuestros pecados, | no nos paga con¬ 
forme a nuestras iniquidades. 

11 Sino que cuanto sobre la tierra 
se alzan los ciclos, | tanto se eleva su 
misericordia sobre los que le temen. 

12 Cuan lejos está el oriente del 
occidente, | tanto aleja de nosotros 
nuestras culpas. 

13 Cuan benigno es un padre para 
con sus hijos, | tan benigno es Dios 
para con los que le temen. 

14 Pues él conoce bien de qué hemos 
sido hechos, | sabe que no somos 
más que lodo. 

16 Los días del hombre son como 
la hierba; | como flor del campo así 
florece, 


(i) Invita el poeta a los ángeles y a todas 
las obras de la creación a alabar a Dios por 
tantos favores como a todos y principalmente a 
su pueblo ha hecho, dando muestra de su infi¬ 
nita bondad y misericordia. 


18 Pero sopla sobre ella el viento, 
y ya no es más, | ni se sabe ya si¬ 
quiera dónde estuvo. 

17 Pero la justicia de Yave es eter¬ 
na para los que le temen; | y pasa 
su misericordia a los hijos de los 
hijos, 

18 Para los que son fieles a su 
alianza | y tienen presentes sus man¬ 
damientos, para ponerlos por obra. 

19 Ha establecido Yave en los cielos 
su trono, | y su reino lo abarca todo. 

20 Bendecid a Yave, vosotros, sus 
ángeles, | que sois poderosos y cum¬ 
plís sus órdenes, | prontos a la voz 
de su palabra. 

21 Bendecid a Yave, vosotras todas, 
sus milicias, | que le servís y obede¬ 
céis su voluntad. 

22 Bendecid a Yave, todas sus 
obras, | en cualquier lugar de su 
imperio. | ¡Bendice, alma mía, a Yavel. 


104 . (Vulg. 103.) 

Gloria de Dios en la creación. 

1 ¡Bendice, alma mía, a Yavel | 
Yave, Dios mío, tú eres grande, | estás 
rodeado de esplendor y majestad (1). 

2 Revístese de la luz como de un 
manto, | y como una tienda tendió 
los cielos. 

3 Alza sus moradas sobre las 
aguas, | hace de las nubes su carro, | 
y vuela sobre las plumas de los 
vientos. 

4 Tiene por mensajeros a los vieu- 
tos, | y por ministros llamas de 
fuego. 

6 El fundó a la tierra sobre sus 
bases, | para que nunca después va¬ 
cilara. 

6 La cubriste (le los mares como 
vestido, | y las aguas cubrieron los 
montes. 

7 A tu increpación huyeron, | al 
sonido de tu voz se precipitaron, 

8 Y se alzaron los montes y se aba¬ 
jaron los valles | hasta el lugar que 
les habías señalado. 

9 Pusístclcs un límite que no tras 
pasarán. | No volverán a cubrir la 
tierra. 

10 Hace brotar en los valles los 


(i) La gloria de Dios es inmensa, se refleja 
en todas las obras de sus manos y resplandece 
en su admirable providencia. Nunca serán sufi¬ 
cientes nuestras acciones de gracias y nuestras 
alabanzas. 









SALMOS 


911 


manantiales | que corren luego entre 
los montes. 

11 Allí beben todos los animales del 
campo, | allí matan su sed los asnos 
salvajes. 

12 Allí cerca se posan las aves del 
cielo, | que cantan entre la fronda. 

13 De sus moradas manda las aguas 
sobre los montes, | y del fruto de sus 
obras se sacia la tierra. 

14 El hace nacer la hierba para los 
animales | y el trigo para el uso del 
hombre, | para que saque éste de la 
tierra el pan, 

15 Y el vino que alegTa el corazón 
del hombre, | y el aceite que hace 
lucir su rostro, | y el pan que sustenta 
la vida del hombre. 

16 Sacia también a los altos árbo¬ 
les, | a los cedros del Líbano que 
plantó, 

17 En los cuales anidan las aves; | y 
los cipreses, domicilio de la cigüeña; 

18 Los altos montes para las ga¬ 
muzas, | las peñas para madrigueras 
del damán. 

19 Tú hiciste la luna para los tiem¬ 
pos | y el sol que conoce su ocaso. 

20 Tú tiendes las tinieblas y se 
hace noche, | y en ella corretean todas 
las bestias salvajes. 

21 Rugen los leoncillos por la presa, | 
pidiendo así a Dios su alimento. 

22 Sale el sol, y todos se retiran | y 
se acurrucan en sus cuevas. 

23 Y sale el hombre a sus labores, | 
a sus haciendas, hasta la tarde. 

24 iCuántas son tus obras, oh Yave, | 
y cuán sabiamente ordenadas! | Está 
llena la tierra de tus beneficios. 

25 Allá el mar, grande, inmenso, | 
donde vagan sin número animales pe¬ 
queños y grandes, | por donde van 
las naves. 

26 Y ese Leviatán que hiciste por 
que allí retozase. 

27 Y todos esperan de ti | que les 
des el alimento a su tiempo. 

28 Tú se lo das y ellos lo toman. | 
Abres tu mano y sácianse de todo bien. 

29 Si tú escondes tu rostro se 
turban; | si les quitas el espíritu, 
mueren | y vuelven al polvo. 

30 Si mandas tu espíritu se recrían, | 
y así renuevas la faz de la tierra. 

31 Sea eterna la gloria de Yave | y 
gócese Yave en sus obras. 

32 Mira a la tierra, y tiembla; | toca 
a los montes, y humean. 

33 Yo cantaré toda mi vida a Yave, | 
entonaré salmos a mi Dios mientras 
viva. 


34 Séale grato mi canto, | y yo me 
gozaré en Yave. 

35 Desaparezcan de la tierra los 
pecadores, | y dejen de ser los im¬ 
píos. | ¡Bendice, alma mía, a Yave! 
Aleluya. 


105 . .(Vulg. 104.) 

Fidelidad de Dios a la alianza. 

1 Alabad a Yave, invocad su nom¬ 
bre, | dad a conocer entre los pueblos 
sus obras. (1) 

2 Cantadle y entonadle salmos, | 
celebrad sus maravillas. 

3 Gloriaos en su santo nombre. | 
Alégrese el corazón de los que bus¬ 
can a Yave. 

4 Buscad a Yave y fortaleceos, | 
buscad siempre su rostro. 

5 Recordad las maravillas que ha 
obrado, | sus prodigios y las senten¬ 
cias de su boca, 

6 Vosotros, descendencia de Abra- 
ham, su siervo, | hijos de Jacob, su 
elegido. 

7 El es Yave, nuestro Dios, | y sus 
juicios prevalecen en toda la tierra. 

8 Fielmente guardó siempre su 
alianza, | y la promesa hecha a miles 
de generaciones, 

9 El pacto hecho con Abraham, | y 
que con juramento prometió a Isac, 

10 Y confirmó a Jacob como ley 
firme, | y a Israel como alianza 
eterna. 

11 Diciendo: «Yo te daré la tierra 
de Canán, | como porción de vuestra 
heredad.» 

12 Aunque fueran pocos entonces, | 
casi como nada, y peregrinos, 

13 Pasaron de una a otra nación, | 
y de un reino a otro pueblo, 

14 No dejó que nadie los oprimiese, | 
y castigó por ellos a reyes. 

16 «No toquéis a mis ungidos, | no 
hagáis mal a mis profetas.» 

16 Llevó el hambre sobre aquella 
tierra, ¡ hizo que faltara todo man¬ 
tenimiento, 

17 Y mandó delante de ellos a un 
varón, | a José, vendido como es¬ 
clavo. 

18 Fueron puestos en el cepo sus 
pies, | y fué encadenado con hierros, 

(i) La suma fidelidad de Dios a su alianza 
con Israel, mostrada sobre todo en la libera¬ 
ción de la servidumbre egipcia y en el darle 
la tierra prometida, debe ser motivo para que 
su pueblo incesantemente le alabe y le bendiga 








912 


SALMOS 


19 Hasta que se realizó su presa¬ 
gio | v le acreditó la palabra de Dios. 

20 Mandó el rey que le soltasen; | le 
dominador de pueblos le dejó en 
libertad 

21 Y le hizo señor de su casa | y 
príncipe de todo su dominio, 

22 Para que con su ejemplo ense¬ 
ñase a los príncipes. | y enseñase 
sabiduría a los ancianos. 

23 Y vino Israel a Egipto, | habitó 
Jacob en la tierra de Cam. 

24 Y multiplicó grandemente su 
pueblo, | e hizo que fuesen demasiado 
fuertes para sus enemigos. 

26 Que se volviese el ánimo de éstos 
para odiar a su pueblo, | y para vejar 
dolosamente a sus siervos. 

28 Mandó a Moisés, su siervo, | y a 
Arón, su elegido, 

27 E hizo por medio de ellos sus 
prodigios, | y sus portentos en la 
tierra de Cam. 

29 Convirtió en sangre sus aguas, | y 
mató sus peces. 

30 Hormigueó de ranas la tierra, | 
aun dentro de la casa de su rey. 

31 Mandó y vinieron los tábanos | y 
los mosquitos a todas sus regiones. 

34 Les mandó granizo en vez de 
lluvia, | y llamas de fuego sobre su 
tierra. 

33 Y abatió sus viñas y sus higue¬ 
ras, | y destrozó los árboles de su 
territorio. 

34 A una señal suya vino la lan¬ 
gosta, | y el pulgón en gran número, 

36 Que royó toda la hierba de sus 
tierras | y devoró todos los frutos 
del campo. 

28 Mandó a las tinieblas y las ti¬ 
nieblas vinieron. | Pero todavía se 
resistían a sus órdenes; 

36 Y entonces hirió a todos los pri¬ 
mogénitos en su tierra, | las primi¬ 
cias genitales de su robustez; 

37 Y sacólos con plata y oro, | y 
no había entre sus tribus un en Tormo. 

38 Alegróse Egipto de que salie¬ 
ran, | porque se había apoderado de 
él su terror. 

39 Les tendió como cubierta una 
nube | y un fuego para alumbrarlos 
en la noche. 

40 A su petición hizo venir las co¬ 
dornices | y los sació de pan del 
cielo. 

41 Hendió la roca y brotaron de 
ella las aghas, | que corrieron como 
un río por el desierto. 

42 Toraue se acordó de su santa 
promesa | y de Abrahain, su siervo. 


43 Así sacó a su pueblo gozoso | y 
a sus elegidos, llenos de alegría; 

44 Y les asignó las tierras de las 
gentes, | y se posesionaron de las 
haciendas de los pueblos; 

45 Para que pusiesen por obra sus 
mandamientos, | cumpliesen sus pre¬ 
ceptos | y guardasen sus leyes. íAle- 
luyal 

106 . (Vulg. 105.) 

Confesión de las rebeldías de Israel. 

1 lAlcluyal Dad gracias a Yave, 
porque es bueno, | porque es eterna 
su misericordia. (1) 

2 ¿Quién podrá contar todo lo que 
poderosamente hizo, | darle toda la 
alabanza que merece? 

3 Bienaventurados los que guardan 
su ley, | los que siempre obran la 
justicia. 

4 Acuérdate de mí, íoh Yavel, en 
tu hcnevolencia hacia tu pueblo; | 
visítame con tu socorro, 

6 Para que pueda ver la buena 
suerte de tus elegidos, | y me alegre 
en el gozo de tu gente | y me regocije 
con tu heredad. 

6 Hemos pecado, como nuestros 
padres; | hemos sido malos y per¬ 
versos. 

7 Nuestros padres en Egipto | no 
quisieron entender tus maravillas, | 
no pusieron mente en la muchedum¬ 
bre de tus favores, | y se rebelaron 
contra el Altísimo junto al Mar Rojo. 

8 Con todo, él los salvó, por el 
honor de su nombre, | para hacer 
muestra de su poder. 

9 Gritó al Mar Rojo, y éste se secó, | 
y los hizo pasar entre las olas como 
por tierra seca. 

10 El los salvó de las manos de los 
que los aborrecían, | y los sustrajo 
al poder del enemigo. 

11 Y las aguas sumergieron a sus 
enemigos, | no escapando ni uno solo. 

12 Entonces dieron fe a sus pala¬ 
bras | y cantaron sus alabanzas; 

13 Pero bien pronto se olvidaron 
de sus obras | y no esperaron el cum¬ 
plimiento de sus designios. 

14 Dejáronse llevar de su concu¬ 
piscencia en el desierto, | y tentaron 
a Dios en la soledad. 


(i) Las continuas rebeldías del pueblo 
contra su Dios, humildemente confesadas, han 
de ser para el pueblo motivo de alabarle y 
bendecirle por su gran misericordia para con él 








SALMOS 


15 Y él les díó lo que ardientemente I 
deseaban, | pero mandó la podre-, 
dumbre a sus entrañas. 

18 Envidiaron a Moisés en el cam¬ 
pamento, | y a Arón, el santo de 
Ya ve. 

17 Y se abrió la tierra, y se tragó 
a Datán | y cubrió a los secuaces de 
Abirón. 

18 Y el fuego devoró a los rebel¬ 
des | y las llamas consumieron a los 
impíos. 

19 Se hicieron un becerro en Horeb, | 
y adoraron un simulacro fundido, 

20 Trocando su gloria por la ima¬ 
gen de un buey que coiné hierba. 

21 Se olvidaron de Dios, su sal¬ 
vador, | que tan grandes cosas había 
hecho en Egipto, 

22 Las maravillas en la tierra dé 
Cam, los portentos junto al Mar Rojo. 

23 Y ya hubiera decretado exter¬ 
minarlos, | si Moisés, su elegido, no 
se hubiera puesto en la brecha para 
resistirle, | para desviar su indig¬ 
nación del exterminio. 

24 Despreciaron una tierra delei¬ 
table, | no tuvieron confianza en sus 
palabras, 

25 Y murmuraron en sus tiendas | y 
desobedecieron a Dios. 

28 Por eso alzó el su mano contra 
ellos, | jurando que los postraría en 
el desierto, 

27 Y arrojaría a sus descendientes 
entre las gentes, | y los dispersaría 
por las tierras. 

28 Aun se dieron al culto de Raal- 
fogor, | y comieron los sacrificios de 
dioses muertos, 

29 Provocándole a ira con sus 
obras, | y se desarrolló entre ellos 
una mortandad. 

80 Levantóse Fines e hizo justicia, | 
y la plaga cesó. 

31 Y le fue contado, esto a justi¬ 
cia, | de generación en generación 
para siempre. 

32 Le irritaron también en las aguas 
de Mcriba, | y fue castigado Moisés 
por culpa de ellos, 

33 Porque turbaron su espíritu, | y 
profirió con sus labios palabras im¬ 
prudentes. 

34 No destruyeron a los pueblos, | 
como se lo había mandado Yave, 

36 Antes se mezclaron con las 
gentes | y adoptaron sus costumbres, 

36 Y dieron culto a sus ídolos, | que 
fueron su ruina. 

37 Sacrificaron los propios hijos y 
^as propias hijas a los demonios; 


VU3 


88 Derramaron sangre inocente, 1 la 
sangre de sus hijos y sus hijas, I sa¬ 
crificándolos a los ídolos de Canán, | 
y quedó aquella tierra contaminada 
por la sangre. 

39 Contamináronse así con sus 
obras | y se prostituyeron con sus 
acciones, 

40 Por lo cual se encendió la ira de 
Yave contra su pueblo | y abominó 
de su heredad; 

41 Y los entregó al poder de las 
gentes | y quedaron sometidos a los 
que los odiaban; 

42 Y fueron vejados por sus ene¬ 
migos | y doblegados bajo su mano. 

43 Muchas veces los libraba, | pero 
ellos se obstinaban en sus rebeliones | 
y eran humillados por sus iniquidades. 

44 Mas él vió sus tribulaciones | y 
oyó sus lamentos, 

45 Y se acordó de su alianza con 
ellos j y su mucha misericordia le 
inclino a la piedad. 

48 Y los hizo objeto de sus pie¬ 
dades | en presencia de cuantos los 
tenían en cautiverio. 

47 ¡Sálvanos, Yave, Dios nuestro, 
y reúnenos de entre las gentes, | para 
que podamos cantar tu santo nom¬ 
bre | y gloriarnos en tus alabanzas! 


Doxología final del libro. 

48 Bendito sea Yave, Dios de Is¬ 
rael, de eternidades en eternidades, | 
y diga todo el pueblo: Amén. ¡Aleluya! 


LIBRO QUINTO 
107 . (Vulg. 106.) 

Benignidad de la providencia divina. 

1 «¡Alabad a Yave, porque es 
bueno, | porque es eterna su mise¬ 
ricordia! » 

2 Digan así los que han sido liber¬ 
tados por Yave, | cuando los libró 
de la angustia 

3 Y los reunió de entre las tierras | 
del oriente y del occidente, del aqui¬ 
lón y del austro (1). 


(i) Este salmo, que nos describe como pa¬ 
sado el cautiverio babilónico, termina pintándo¬ 
nos la restauración con colores claramente me- 
siánicos, cosa frecuente en los profetas que des- 
1 arrollan el mismo tema. 


58 







*114 


SALMOS 


4 Erraban por desiertos, | no halla¬ 
ban camino para ciudad habitada. 

5 Hambrientos y sedientos, | des¬ 
fallecía la fuerza de su alma; 

6 Y clamaron a Yave en su peli¬ 
gro, | y los libró de sus angustias. 

7 Y los llevó por camino derecho, | 
para que pudieran llegar a ciudad 
habitada. 

8 Den gracias a Yave por su 
piedad | y por los maravillosos favo¬ 
res que hace a los hijos de los hombres. 

9 Porque sació al hambriento, | y al 
famélico le llenó de sus bienes. 

10 Sentábanse en tinieblas y en 
sombras de muerte, | cautivos en 
miseria y hierros, 

11 Porque se habían rebelado con¬ 
tra los mandamientos de Dios | y 
habían despreciado los consejos del 
Altísimo. 

12 Su corazón estaba abatido por 
el infortunio; | estaban deprimidos, 
sin tener quien los socorriese; 

13 Y clamaron a Yave en su peli¬ 
gro, | y los libró de sus angustias. 

14 Y los sacó de las tinieblas y de 
las sombras de muerte, | y rompió 
sus cadenas. 

16 Den gracias a Yave por su 
piedad | y por los maravillosos fa¬ 
vores que hace a los hijos de los 
hombres. 

16 Por haber roto puertas de bron¬ 
ce | y haber desmenuzado barras de 
hierro. 

17 Locos, por su mala conducta | y 
por sus maldades estaban enfer¬ 
mos. 

18 Toda comida les producía náu¬ 
seas | y estaban ya a las puertas de 
la muerte; 

19 Y clamaron a Yave en su pe¬ 
ligro, | y los libró de sus angustias. 

20 Mandó su palabra y los sanó | y 
los sacó de la perdición. 

21 Den gracias a Yave por su 
piedad | y por los maravillosos favo¬ 
res que hace a los hijos de los 
hombres, 

22 Y ofrézcanle sacrificios de ala¬ 
banza, | y llenos de júbilo publiquen 
sus obras. 

23 Surcaban el mar en la nave, | para 
hacer su negocio en la inmensidad de 
las aguas; 

24 También éstos vieron las obras 
de Yave ] y sus maravillas en el 
piélago. 

26 El dijo al huracán que sopla¬ 
ra | y levantó las olas del mar. 

26 Subían hasta los cielos y bajaban 


hasta los abismos. | Su alma fluc¬ 
tuaba entre angustias, 

27 Rodaban y vacilaban como 
ebrios, | y toda su pericia no servía 
de nada. 

28 Y clamaron a Yave en su peli¬ 
gro | y los libró de sus angustias. 

29 Tornó el huracán en céfiro, | y las 
olas se calmaron. 

30 Alegráronse porque se habían 
encalmado, | y los guió al deseado 
puerto. 

31 Den gracias a Yave por su pie¬ 
dad | y por los maravillosos favores 
que hace a los hombres. 

32 Y alábenle en la asamblea del 
pueblo, | y glorifíquenie en el consejo 
de los ancianos. 

33 El torna desiertas, regiones rega¬ 
das por ríos, | y las llenas de fuentes 
las hace tierra árida. 

34 Hace de la tierra fértil un salo¬ 
bral, | por la maldad de sus habi¬ 
tantes. 

36 Torna el desierto en lago | y la 
tierra seca en manantiales de aguas. 

36 Hace habitar allí a los hambrien¬ 
tos, | y fundan allí ciudad de morada. 

37 Siembran campos y plantan 
viñas | que dan frutos abundantes. 

88 Los bendice y se multiplican, | y 
sus ganados no disminuyen nunca. 

39 Y si vienen a ser pocos y opri¬ 
midos, | por el peso del infortunio y 
las fatigas, 

40 El, que puede arrojar el oprobio' 
sobre los príncipes | y los hace errar 
por fuera de camino, 

41 Salva a los pobres de la mise¬ 
ria, | y multiplica como rebaños sus 
familias. 

42 Ven esto los justos y se rego¬ 
cijan, | y los malvados tienen que 
cerrar su boca. 

43 Todo el que es sabio considere 
esto | y ponga atención en los favo¬ 
res de Yave. 


IOH. (Vulg. 107.) 

Petición del auxilio divino contra los 
enemigos. 

1 Cántico. Salmo de David íl). 

2 Pronto está mi corazón, ¡olí 


(i) Invoca el salmista la fidelidad de Dios 
en el cumplimiento de sus promesas para pe¬ 
dirle que libre al pueblo de sus enemigos. Los 
versículos 8-14 son igualmente los 8-14 del 
salmo 60. y los versículos 2-7 los d-ta del 57. 








SALMOS 


915 


Diosl | Quiero cantar y entonar sal¬ 
mos, | pronta está mi alma. 

3 Despertad, salterio y cítara, | y 
hagamos despertar a la aurora. 

4 Quiero alabarte entre los pueblos, 
loh Yave!, | y cantarte salmos entre 
las naciones. 

5 Cantar que es más grande que 
los cielos tu misericordia, | y que 
llega hasta las estrellas tu fidelidad. 

6 Alzate sobre los cielos, ¡oh Diosl, | y 
resplandezca en toda la tierra tu gloria. 

7 Para que sean libertados tus 
elegidos, | da el auxilio de tu diestra 
y óyenos. 

8 Habló Dios por su santidad: «Yo 
triunfaré, | dividiré a Siquem y me¬ 
diré a Socot. 

9 Mío es Galad, mío Manasés, | 
Efraím es el yelmo de mi cabeza, ¡ 
Judá mi cetro; 

10 Moab la bacía para lavarme; | a 
Edom le confió mi calzado; | de la 
filistea me alegraré. 

11 ¿Quién me guiará a la ciudad 
fortificada, | quién me llevará hasta 
la Idumea? 

12 ¿No eres por ventura tú, ¡oh 
Diosl, que nos has rechazado, ¡ y no 
sales ya, joh Diosl, con nuestros 
ejércitos? 

13 Danos tu auxilio contra el ene¬ 
migo,. | porque vana es la salud que 
viene del hombre. 

14 Con Dios haremos proezas, | y él 
quebrantará a nuestros enemigos. 

109. (Vulg. 108.) 

Oración imprecativa contra el enemigo. 

1 Al maestro del coro. Salmo de 
David. 

Dios de mi alabanza, no calles, 

2 Porque la boca del impío y del 
doloso se abren contra mí. | Me 
hablan con perfidia, 

3 Rodéanme de palabras de odio, | 
y me combaten sin causa. 

4 En pago de mi amor me mal¬ 
tratan, | y yo no hago más que 
orar. 

5 Me vuelven mal por bien | y odio 
por amor. 

6 Pon sobre él a un impío,| y esté 
a su diestra el acusador. 

7 Cuando es juzgado, sea conde¬ 
nado (1), | y sea ineficaz su 

oración. 


(i) De todos los salmos imprecatorios, es 
qui?á éste el que con más extensión y vehemen- 


8 Sean cortos sus días | y sucédale 
otro. 

9 Sean huérfanos sus hijos | y su 
mujer viuda. 

10 Vaguen errantes sus hijos y men¬ 
diguen, | busquen en su devastada 
casa. 

11 Arrebate el acreedor cuanto tie¬ 
ne, | y roben extraños cuanto ad¬ 
quirió con su trabajo. 

12 No tenga nadie que le favorez¬ 
ca, | ni quien tenga compasión de 
sus huérfanos. 

13 Sea dada su posteridad al exter¬ 
minio, | bórrese su nombre en una 
generación. 

14 Venga en memoria ante Yave la 
culpa de sus padres, | y no sea olvi¬ 
dado el pecado de su madre. 

15 Estén siempre presentes a Yave | 
y extirpe de la tierra su memoria, 

16 Porque no se acordó de hacer 
misericordia, | sino que persiguió al 
mísero y al desvalido | y al afligido 
de alma, para llevarle a la muerte. 

17 Amó la maldición, venga sobre 
él; | no quiso la bendición, apártese 
de él. 

18 Vístase la maldición como ves¬ 
tido suyo, | penetre como agua en 
sus entrañas | y como aceite en sus 
huesos. 

19 Sea el vestido de que se cubra | 
y el cinto con que siempre se ciña. 

20 Esta será la merced de los que 
me persiguen por permisión de Yave, | 
y de los que imprecan males contra 
mi alma. 

21 Pero tú, ¡oh Yavel, Señor, pro¬ 
tégeme por el honor de tu nombre, | 
defiéndeme tú, según la bondad de 
tu misericordia, 

22 Pues soy un mísero desvalido | y 
mi corazón está herido en mi pecho. 

23 Voy desapareciendo como som¬ 
bra que se alarga, | soy sacudido 
como la langosta; 

24 Mis rodillas están debilitadas 
por el ayuno, | y mi carne, enflaque¬ 
cida, desfallece. 

25 Soy el oprobio de ellos, | me 
miran y mueven la cabeza. 


cía expresa los sentimientos del salmista contra 
sus enemigos. Las palabras no pueden menos de 
chocar con nuestra mentalidad cristiana. Ya en 
otros salmos hemos dado la explicación que nos 
parece más probable. Si el salmista puede con¬ 
siderarse como tipo del siervo paciente de Yave, 
es en cuanto paciente, no en el modo de padecer 
y sufrir, ni tampoco en cuanto a los frutos de la 
pasión del siervo de Yave, que servirá para hacer 
triunfar la fidelidad del Señor a sus promesas. 







916 


SALMOS 




28 Ven en mi socorro, Yave, Dios 
mío, | sálvame por tu piedad. 

27 Conozcan que está en esto tu 
mano, | que eres tú, Yave, quien lo 
ha hecho. 

28 Maldicen ellos, pero tú bendeci¬ 
rás; | ellos se levantaron, pero serán 
confundidos | y tu siervo se alegrará. 

29 Se vestirán de ignominia los que 
me juzgan, | y serán cubiertos como 
de palio por la vergüenza. 

30 Yo ensalzaré grandemente a 
Yave con mi boca | y le alabare en 
medio de la muchedumbre, 

31 Porque se pone a la derecha del 
pobre | y le salva de los que le sen¬ 
tencian a muerte. 


110. (Vulg. 109.) 

El Mesías, rey y sacerdote eterno, según 
el orden de Melquisedec. 

Salmo de David. 

1 Oráculo de Yave a ti, mi Se¬ 
ñor (1): | «Siéntate a mi diestra, | 
en tanto que pongo a tus enemi¬ 
gos | por escabel de tus pies.» 

2 Extenderá Yave desde Sión tu 
poderoso cetro: «Domina en medio 
de tus enemigos.» 

3 Tu pueblo se te ofrecerá espon¬ 
táneamente el día de tu esfuerzo, en 
ornato consagrado. | Serán para ti 
tus jóvenes guerreros, como rocío del 
seno de la aurora.» 

4 Ha jurado Yave y no se arre¬ 
pentirá: «Tú eres sacerdote eterno, 
según el orden de Melquisedec.» 

6 Yave estará a til diestra, que¬ 
brantando reyes el día de su ira. 

* Juzgará a las naciones, llenando 


(i) Este salmo tiene cierta semejanza 
con el 2. Los judíos lo entendían del Me¬ 
sías, y la objeción que Cristo Nuestro Se¬ 
ñor presenta a los judíos en su controversia 
con ellos no tiende a contradecir esa creencia, 
sino a mostrar que el Mesías es algo más que 
hijo de David (Mr., 22, 42 y ss.). Los apóstoles 
citan varias veces los versos 1 y 4 para mostrar 
la exaltación de Jesucristo y su sacerdocio (I. 
Cor., 15, 25; Heb., 1, 13; 10, 13: 5, 6; 7, 17), 
Los textos griego y hebreo difieren mucho en 
el verso 3. Según el griego, la escena del prin¬ 
cipio tendría lugar en el cielo, entre los esplen¬ 
dores de la corte celestial; según el texto hebreo, 
en Jerusalín. donde Dios reina en su templo, y 
su ungido al lado de El. El pueblo le recibe con 
gusto v se oone a sus órdenes para emprender 
la guerra contra los adversarios, que quedan des¬ 
hechos. 


la región de cadáveres. | Aplastará 
cabezas en vasto campo. 

7 «Beberá del torrente y por eso 
erguirá la cabeza.» 


111. (Vulg. 110.) 

Grandeza de las otras de Dios. 

lAlcluval 

* Alef: Quiero alabar a Yave con 
todo mi corazón, ] Bet: en la con¬ 
gregación, en la gran asamblea de 
los santos. 

2 Gufmcl: Grandes son las obras 
de Yave, | Dálct: muy dignas de 
meditarse por todos cuantos en ellas 
se deleitan. (1) 

3 Hr. Su obra es gloria y magnifi¬ 
cencia, | Vau: y su misericordia es 
eterna por los siglos. 

4 Zain: Hizo memorables sus mara¬ 
villas. | Jet: Yave es misericordioso 
y clemente. 

6 Tct: Dió de comer a los que le 
temen, | Yod: acordándose siempre 
de su alianza. 

• Caf: Mostró a su pueblo el pode¬ 
río de sus obras, | Lámcd: dándole 
la posesión de las gentes. 

7 Mcm: Fidelidad y justicia son 
las obras de sus manos: | Nun: son 
firmes todos sus preceptos, 

8 Sámec: establecidos por los siglos, 
por la eternidad, | Ayin: obra de 
fidelidad y rectitud. 

9 Pe: Rescató a sn pueblo, | Sade: 
ratificó por la eternidad su alianza. | 
Qof: Su nombre es santo y terrible. 

10 Res: El principio de la sabiduría 
es temer a Yave. | Sin: Los que esto 
hacen tienen buen entendimiento; | 
Tau: su alabanza permanece por los 
siglos. 


112. (Vulg. 111.) 
Bienandanza del justo. 

1 Aleluya 1 (2) 

1 Alef: Bienaventurado el varón que 
teme a Yave | Bct: y se deleita en 
gran manera en sus mandamientos. 

2 Guimcl: Su descendencia será po¬ 


li) Los portentos hechos por Yave en favor 
de su pueblo han de ser coas antemente recor¬ 
dados y agradecidos por sus fieles. 

(2) Canta el poeta la bienaventuranza del 
justo y la benigna providencia de Dios sobre ¿I. 









SALMOS 


917 


derosa sobre la tierra, | Dálet: y la 
generación de los rectos le bendecirá. 

8 He: Hay en su casa haciendas y 
riquezas, | Vau: y su benevolencia 
permanecerá por siglos. 

4 Zain: En las tinieblas resplan¬ 
dece la luz para los rectos. ] Jet: Es 
misericordioso, clemente y justo. 

6 Tet: Le va bien al varón que da 
y presta. | Yod: Mantiene su estado 
por la justicia. 

8 Caí: Ciertamente no caerá para 
siempre. | Lámed: El justo será en 
eterna memoria. 

7 Mem: No temerá la mala nueva. | 
Nun: Su corazón estará firme, con¬ 
fiado en Yave. 

8 Sámec: Constante será su corazón, 
impávido, | Ayin: en tanto que ve 
la suerte de sus enemigos. 

9 Pe: Da y distribuye a los po¬ 
bres. | Sade: Su beneficencia perma¬ 
nece por los siglos, | Qof: su poder 
se exaltará gloriosamente. 

10 Res: Verá esto el impío y se 
llenará de despecho, | Sin: rechinará 
los dientes y se repudrirá. I Tau: Los 
deseos del impío se frustaran. 


113 . (Vulg. 112.) 

Benignidad de Dios con los humildes. 

1 jAleluyal (2). | Alabad, siervos 
de Yave, | alabad el nombre de 
Yave. 

3 Sea bendito el nombre de Yave, 
ahora y por los siglos eternos. 

3 Sea alabado el nombre de Yave, 
desde donde sale el sol hasta donde 
se pone. 

4 Excelso sobre todas las gentes 
es Yave. | Su gloria es más alta que 
los cielos. 

6 ¿Quién semejante a Yave, nues¬ 
tro Dios, | que tan alto se sienta, 

8 Que mira de arriba abajo | en 
los cielos y en la tierra 

7 Que levanta del polvo al pobre | 
y alza del estiércol al desvalido, 

8 Dándole asiento entre los prín¬ 
cipes, | entre los príncipes de su pueblo 

9 Que hace a la estéril, sin familia, | 
sentarse gozosa madre de hijos? 

lAleluya! 


(i) Este salmo es el primero de los del grupo 
de Alel (113-118), que se cantaban durante las 
solemnidades anuales en el templo, yen las ca¬ 
sas después del banquete pascual, corno acción 
de gracias. 


114, 115. (Vulg. 113.) (1). 

El Señor es el Dios único, protector 
de Israel. 

1 Al salir de Egipto Israel, | la casa 
de José del pueblo extranjero, 

2 Hízose de Judá su santuario, | de 
Israel su imperio. 

3 Vió el mar y huyó, | el Jordán 
se echó para atrás. 

4 Saltaron los montes como carne¬ 
ros | y los collados como corderos. 

6 ¿Qué tienes, oh mar, que huyes, | 
tú, Jordán, que te echas atrás? 

6 Vosotros, montes, que saltáis 
como carneros, | vosotros, collados, 
como corderos. 

7 A la venida de Yave tiembla, joh 
tierral, | a la venida del Dios de 
Jacob, 

8 Que puede hacer de la piedra 
lago de aguas, | de la roca fuente de 
aguas. 


1 No por nosotros, Joh Yave!, no 
por nosotros, | hazlo por la gloria de 
tu nombre, | por tu misericordia y 
tu fidelidad. 

2 ¿Por qué han de decir las gen¬ 
tes: | «Dónde está su Dios», 

3 Estando nuestro Dios en los cie¬ 
los | y pudiendo hacer cuanto quiere? 

4 Sus ídolos son plata y oro, | obra, 
de la mano de los hombres; 

6 Tienen boca y no hablan, | ojos 
y no ven, 

6 Orejas y no oyen; 1 tienen narices 
y no huelen, 

7 Sus manos no palpan, sus pies 
no andan, | no sale de su garganta 
un murmullo. 

8 Semejantes a ellos sean los que 
los hacen | y todos los que en ellos 
confían. 

9 La casa de Israel confía en Yave, | 
que es su protector y su defensor. 

10 La casa de Arón confía en Yave, | 
que es su protector y su defensor. 

11 Los que temen a Yave confían 
en Yave, I que es su protector y su 
defensor. 

12 Acuérdase Yave de nosotros | y 
nos bendice; | bendice a la casa de 

(1) Estos dos salmos, bien distintos por el 
tema, en el texto griego y en la Vulgata forman 
uno solo. Cantan los prodigios hechos por 
Dios en favor de su pueblo y pide el salmista 
que siga bendiciéndole, pues no es El impo¬ 
tente como los ídolos de las gentes. 










918 


SALMOS 


Israel, | bendice a la casa de Arón, 

13 Bendice a los que temen a Ya ve, ¡ 
pequeños y grandes. 

14 Acrézcaos Yave a vosotros, | a 
vosotros y a vuestros hijos. 

15 Benditos seáis de Yave, | que 
hizo el cielo y la tierra. 

16 Los cielos son cielos para Yave, | 
La tierra se la dió a los hijos de los 
hombres. 

17 No son los muertos los que 
pueden alabar a Yave, | ni cuantos 
bajaron al silencio. 

18 Pero nosotros sí, alabaremos a 
Yave, | ahora y por toda la eter¬ 
nidad. lAleluval 


116 . (Vulg. 114, 115.) (1). 

Acción de gracias por haber sido pre¬ 
servado de la muerte. 

1 Le amo porque oye Yave la voz 
de mis súplicas 

2 E inclina a mí sus oídos cuando 
le invoco. 

3 Prendido me habían los lazos de 
la muerte, | habíanme sorprendido las 
ansiedades del sepulcro. | Todo era 
angustia y afán para mí, 

4 E invoque el nombre de Yave: | 
“Salva, ¡oh Yavel, mi alma. 

5 Yave es misericordioso y justo; | 
sí, nuestro Dios es piadoso. 

6 Protege Yave a los desvalidos. | 
Yo era un mísero y él me socorrió. 

7 Vuelve, alma mía, a tu quietud, 
porque Yave fué generoso contigo. 

8 Tú libraste mi alma de la muer¬ 
te, | mis ojos de las lágrimas, | mis 
pies de la vacilación; 

8 Y andaré en la presencia de 
Yave, | en la tierra de los vivientes. 

10 Lleno estaba de confianza, aun 
cuando decía: | «Estoy en demasía 
afligido.» 

11 Habíame dicho en mi abati¬ 
miento: | «Todos los hombres son 
engañosos.» 

12 ¿Qué podré yo dar a Yave | por 
todos los beneficios que me ha hecho? 

13 Tomaré el cáliz de la salud, | e 
invocaré el nombre de Yave. 

14 Cumpliré los votos que lie hecho 
a Dios | y ensalzaré el nombre de 


(i) Este salmo se halla, sin razón, dividido 
en dos en las versiones griega y latina. Da 
gracias a Dios el salmista por haberle librado 
de un próximo peligro de muerte. 


Yave; | en la presencia de todo el 
pueblo cumpliré mis votos. 

15 Es cosa preciosa a los ojos de 
Yave | la muerte de sus justos. 

16 ¡Oh Yave! Siervo tuyo soy, | 
siervo tuyo e hijo de una esclava 
tuya. ( Tú rompiste mis cadenas. 

* 7 Te ofreceré sacrificio de ala¬ 
banza | v ensalzaré el nombre de 
Yave. 

18 Cumpliré mis votos hechos a 
Dios, | en la presencia de todo su 
pueblo. 

19 En los atrios de la casa de 
Yave, | en medio de ti, Jerusalén. | 
¡Aleluyal 


117. (Vulg. 116.) 

Invitación a las gentes para que alaben 
al Señor. 

1 Alabad a Yave las gentes todas, | 
alabadle todos los pueblos (1). 

2 Porque claramente se ha mani¬ 
festado sobre nosotros su piedad, | y 
su fidelidad permanece por la eter¬ 
nidad. | lAleluval 


ll«, (Vulg. 117.) 
Canto triunfal. 


1 Alabad a Yave, porque es bueno, 
porque es eterna su misericordia (2). 

2 Diga Israel que es bueno, | que 
es eterna su misericordia. 

3 Diga la casa de Arón que es 
bueno, | que es eterna su miseri¬ 
cordia. 

4 Digan los que temen a Yave que 
es bueno, | que es eterna su miseri¬ 
cordia. 

6 En la angustia invoqué a Yave, | 
y me oyó Yave poniéndome en salvo. 

* Está por mí Yave: ¿Que puedo 
temer, | qué podrán hacerme los 
hombres? 

7 Está Yave por mí como socorro 


(1) Este breve salmo es mesiánico, en cuanto 
invita a las naciones todas a alabar a Yave, 
por la clara manifeslación de piedad y fidelidad 
cumpliendo las promesas mesiánicas. 

(2) El poeta, librado por Dios de graves 
peligro*;, canta c! poder y la miscncordia de 
Dios para con él, y muestra firme confianza 
en su protección. 







SALMOS 


919 


mío: | Despreciaré, pues, a lodos los 
que me odian. 

8 Mejor es confiar en Yavc | que 
confiar en los hombres. 

9 Mejor acogerse a Ya ve | que fiar 
en los príncipes. 

10 Todas las gentes me cercaban, | 
y confiado en el nombre de Yave, 
iuego las derrotaba. 

11 Me rodeaban, me cercaban, | y 
confiado en el nombre de Yave las 
derrotaba. 

12 Me rodeaban como abejas, | ar¬ 
dían como fuego en las espinas, | y 
confiado en el nombre de Yave las 
derrotaba. 

^ Fui fuertemente empujado para 
que cayera, | pero fue Yave mi au¬ 
xilio. 

14 Yave es mi fortaleza y a él le 
canto salmos. | El estuvo conmigo 
para darme la victoria. 

15 Resuenan en las tiendas de los 
justos | voces de júbilo y de vic¬ 
toria: 

16 «jLa diestra de Yave ha hecho 
proezas, | la diestra de Yave ha 
mostrado su pujanza, | la diestra de 
Yave ha hecho proezas!» 

17 No moriré, viviré, | para poder 
cantar las obras de Yave. 

18 Castigóme, castigóme Yave, | 
pero no me dejó morir. 

19 Abridme las puertas de la jus¬ 
ticia, | y entraré por ellas para dar 
gracias a Yave. 

20 Es la puerta de Yave, | entran 
por ella los justos. 

21 Te doy gracias, joh Yave!, por¬ 
que me oíste | y estuviste por mí para 
la victoria. 

22 La piedra que rechazaron los 
constructores | ha sido puesta por 
piedra angular. 

23 Obra de Yave es esto, | admira¬ 
ble a nuestros ojos. 

24 Este es el día que hizo Yave: | 
Alegrémonos y jubilemos en él. 

25 ;Oh Yave! Danos, danos victo¬ 
rias, | danos, ¡oh Yave!, prosperi¬ 
dades. 

26 Bendito quien venga en el nom¬ 
bre de Yave. | Nosotros os bendeci¬ 
mos desde la casa de Yave. 

27 Yave es Dios, él nos mandó su 
luz. | Entretejed guirnaldas en la 
la fronda | y traedlas a los cuernos 
del altar. 

28 Tú eres mi Dios. Yo te alabaré, | 
mi Dios, yo te ensalzaré. 

29 Alabad a Yave, porque es bueno, 11 
porque es eterna su misericordia. 


II». (Vulg. 118’) 

Alef. (1). 

Excelencias de la ley del Señor. 

1 Bienaventurados aquellos que 
andan en camino inmaculado, | que 
andan en la ley de Yave. 

2 Bienaventurados los que guar¬ 
dan sus mandatos | y con todo su 
corazón le buscan, 

3 Los que no cometieron iniquidad 
alguna | y marcharon por sus ca¬ 
minos. 

4 Tú mandaste que tus manda¬ 
mientos | diligentemente se cum¬ 
plieran. 

6 Ojalá sean firmes mis caminos, | 
en la guarda de tus preceptos. 

6 Entonces no seré confundido, | 
cuando atienda a todos tus manda¬ 
mientos. 

7 Te confesaré con rectitud de co¬ 
razón, | acostumbrándome a tus jus¬ 
tísimos decretos. 

8 Guardaré tus mandamientos. | No 
me dejes jamás. 


Bet. 

9 ¿Cómo mantendrá el. joven !a 
limpieza de sus caminos? | Guar¬ 
dando tus palabras. 

10 Yo te he buscado con todo el 
corazón. | No permitas que me aparte 
yo de tus preceptos. 

11 He escondido en mi corazón tus 
palabras | para no pecar nunca con¬ 
tra ti. 

12 ¡Bendito seas, oh Yave! | Ensé¬ 
ñame tus preceptos. 

13 Con mis labios he pregonado | 
todos los decretos de tu boca. 

14 Me he alegrado por el camino 
de tus amonestaciones | más que por 
todas las riquezas. 

15 Quiero meditar tus preceptos, | 
considerar atentamente tus caminos. 


(i) Este saii.io, el más largo de todo el sal¬ 
terio, canta las excelencias de la divina ley. Es 
alfabético, y cada estrofa consta de ocho versos, 
que comienzan con la letra que a cada uno co¬ 
rresponde según el orden del alfabeto hebreo. 
En cada uno de los ocho versos de la estrofa se 
menciona la ley divina designada con una palabra 
distinta: Ley, mandamientos, juicios, estatutos, 
etcétera. Tal vez en su origen el orden de todos 
estos distintos nombres fuera el mismo en todas 
las estrofas; pero hoy no sucede así, seguramente 
por los inevitables descuidos de los copistas. 








SALMOS 


U2U 


18 Me deleitaré en tus estatutos, | 
no me olvidaré de tu palabra. 


OuímeL 

17 Concede a tu siervo | vivir guar¬ 
dando tus preceptos. 

18 Abre mis ojos, | para que pueda 
ver las maravillas de tu ley. 

19 Soy peregrino en la tierra, | no 
me encubras tus mandamientos. 

20 Consúmese mi alma | por el 
deseo constante de tus decretos. 

21 Tú increpas a los soberbios, | y 
son malditos cuantos se desvían de 
tus mandamientos. 

22 Aparta de mí el oprobio y el 
desprecio, | pues he guardado tus 
mandamientos. 

23 Aunque se sentaron los príncipes 
en consejo y hablaron contra mí, | tu 
siervo meditaba tus estatutos. 

24 También tus amonestaciones son 
mis delicias, | mis consejeras. 


Dálet^ 

26 Pegada al polvo está mi alma. | 
Conserva mi vida según tu palabra. 

26 Te expuse mis necesidades y me 
escuchaste. | Enséñame tus preceptos. 

27 Haz que entienda los caminos 
de tus mandamientos | y pueda me¬ 
ditar sobre tus maravillas. 

28 Va mi alma encorvada por la 
tristeza. | Júzgame tú según tu pa¬ 
labra. 

29 Apártame del camino de la men¬ 
tira | y dame clemente tus ense¬ 
ñanzas. 

30 Elegí el camino de la verdad, | 
hice míos tus decretos. 

31 Estoy adherido a tus manda¬ 
mientos, íoh Yavel | No permitas que 
sea confundido. 

82 Correré por el camino de tus 
mandamientos | y tú ensancharás mi 
corazón. 

He. 

83 Instrúycme, íoh Yavel, en el 
camino de tus mandatos, | para que 
del todo los cumpla. 

34 Dame entendimiento, para que 
guarde tu ley | y la cumpla con todo 
el corazón. 

36 Haz que vaya por la senda de 
tus mandamientos, | que es mi de¬ 
leito. 


34 Inclina mi corazón a tus con¬ 
sejos, | no a la avaricia. 

87 Aparta mis ojos de la vista de 
la vanidad | y dame la vida de tus 
caminos. 

38 Cumple a tu siervo tu palabra, | 
la que a quienes te temen prometiste. 

89 Aparta de mí el oprobio que 
temo, | porque tus decretos son para 
bien. 

40 Mira que he anhelado tus pre¬ 
ceptos, | y guarda mi vida en tu 
justicia. 

Vau. 

41 Venga, pues, sobre mí tu pie¬ 
dad, íoh Yavel, | tu salud según tu 
palabra; 

42 Para que a quienes me increpan 
pueda responderles | que he espe¬ 
rado en tu palabra. 

43 No quites jamás de mi boca las 
palabras de verdad, | pues espero 
tus decretos. 

44 Que guarde siempre tu ley | por 
todos los siglos. 

46 Que marche en holgura, | por¬ 
que he buscado tus preceptos. 

46 De tus mandamientos hablaré 
aun ante los reyes, | no me aver¬ 
gonzaré. 

47 Me deleitaré en tus manda¬ 
mientos, | que es lo que amo. 

48 Alzaré mis manos a tus man¬ 
damientos, que amo, | y meditaré en 
tus decretos. 

Z ain. 

49 Acuérdate de la palabra dada 
a tu siervo, | en la cual me hiciste 
esperar. 

60 Este es mi consuelo en mi aflic¬ 
ción: | que tu palabra me dió la 
vida. 

61 Mucho se empeñan los petulan¬ 
tes en descarriarme, | pero yo no me 
aparto de tu ley. 

62 Me acuerdo de tus juicios de 
tiempo antiguo, | joh Yavel, y me 
consuelo. 

63 Ardo al ver que los impíos 1 se 
apartan de tu ley. 

64 Fueron mis cantos tus estatu¬ 
tos, | en la casa de mi peregrina¬ 
ción. 

66 De noche me acuerdo de tu 
nombre, íoh Yavel, | y guardo tu 
ley. 

6fl Esta lia sido mi suerte: | Guardar 
tus preceptos. 






SALMOS 


921 


Jet . 

57 Mi porción, joh Yave!, dije, | es 
guardar tu palabra. 

68 Te pido y te ruego con todo el 
corazón | que me seas propicio según 
tu palabra. - 

69 Miro y remiro mis caminos, | y 
hago que marchen mis pies por tus 
mandamientos. 

60 Me apresuro y no vacilo | en 
guardar tus mandatos. 

61 Las ligaduras de los impíos me 
estrecharon, | pero yo no me olvidé 
de tu ley. 

82 Me levanto a medianoche, | para 
darte gracias por tus justos juicios. 

63 Soy amigo de cuantos te temen | 
y guardan tus mandamientos. 

64 La tierra está llena, joh Yave!, 
de tus piedades. | Enséñame tus 
mandatos. 

Tet. 

86 Obraste benignamente con tu 
siervo, | loh Yave!, según tu pa¬ 
labra. 

66 Enséñame y dame la dicha de 
saber y conocer, | pues que creo en 
tus mandamientos. 

67 Antes de ser humillado estuve 
descarriado, | pero ahora guardo tu 
ley. 

68 Tú eres bueno y bienhechor: | 
enséñame tus estatutos. 

89 Sugeríanme falsedades los sober¬ 
bios, | pero yo guardaré con todo 
corazón tus preceptos. 

70 Craso está como sebo su cora¬ 
zón, | pero yo tengo en tu ley todas 
mis delicias. 

71 Bien me ha estado ser humi¬ 
llado, | para aprender tus manda¬ 
mientos. 

72 Mi mayor bien es la ley de tu 
boca, | mejor que millares de oro y 
de plata. 

Yod. 

73 Tus manos me hicieron y me 
formaron. | Dame entendimiento para 
saber tus mandamientos. 

74 Los que te temen me ven y se 
alegran, | porque he esperado en tu 1 
palabra. 

76 Conozco, joh Yavel, que son jus¬ 
tísimos tus juicios, | y que clemen¬ 
temente me afligiste. 

76 Consuéleme tu piedad, | según 
tu palabra a tu siervo. 


77 Venga a mí tu misericordia y 
reviviré, | porque tu ley es mi de¬ 
licia. 

78 Confundidos sean los soberbios 
que mendazmente me engañaron, | 
pero yo meditaré en tus amonesta¬ 
ciones. 

79 Vengan a mí los que te temen, | los 
que conocen tus mandatos. 

80 Sea íntegro mi corazón en tus 
estatutos, | no sea confundido. 


Oaf. 

81 Deshácese mi alma por el deseo 
de tu ayuda. | Espero tu promesa. 

82 Consúmense mis ojos por el deseo 
de tu palabra, | diciendo: «¿Cuándo 
me consolarás?» 

83 Porque estoy como odre puesto 
al humo, | pero no olvido tus esta¬ 
tutos. 

84 ¿Cuántos serán los días de tu 
siervo? | ¿Cuándo harás justicia con 
los que me persiguen? 

86 Cavaron los soberbios hoyas 
para mí, | los que no son según 
tu ley. 

88 Todos tus mandamientos son 
verdad, | pero pérfidamente me per¬ 
siguen. i Socórreme! 

87 Casi me han echado por tierra, | 
pero yo no he abandonado tus pre¬ 
ceptos. 

88 Vivifícame según tu misericor¬ 
dia, | para que guarde las palabras 
de tu boca. 


Lámed. 

89 Tu palabra, [oh Yavel, es eter¬ 
na, | persiste tanto como el cielo. 

90 Es por generaciones y generacio¬ 
nes tu palabra. | Así formaste la tie¬ 
rra y perdura. 

91 A tu decreto obedecen el día y 
la noche, | pues todo te sirve. 

92 Si tu ley no fuera mi delicia, | ya 
antes habría perecido en mi aflic¬ 
ción. 

93 No me olvidaré jamás de tus 
preceptos, | pues con ellos me has 
dado la vida. 

94 Tuyo soy, sálvame, | pues busco 
tus preceptos. 

96 Esperan los impíos perderme, | * 
pero yo pongo mi atención en tus 
avisos. 

96 A toda perfección veo fin, | pero 
tus mandamientos son amplísimos. 







922 


SALMOS 


Mem. 

97 iCuánto amo tu leyl | Es mi 
asidua meditación. 

98 Tu ley me hace más sabio que 
mis enemigos, | porque de cierto es 
mía eternamente. 

99 Me hace más prudente que cuan¬ 
tos me enseñan, | si son tus manda¬ 
mientos mi meditación. 

100 Soy más entendido que los an¬ 
cianos, | si guardo tus preceptos. 

101 Retraje mjs pies de todo mal 
camino, | para guardar tu palabra. 

102 No me he apartado de tus man¬ 
datos, | porque con ellos me ense¬ 
ñaste. 

103 ¡Cuán dulces son a mi paladar 
tus preceptos, | más que la miel para 
mi bocal 

104 De tus preceptos saco inteli¬ 
gencia, ¡ por eso detesto toda falsa 
senda. 

Nvn . 

105 Tu palabra es para mis pies, 
una lámpara, | la luz de mis pasos. 

106 He jurado, y quiero cumplirlo, | 
guardar los decretos de tu justicia. 

107 Soy sobremanera afligido. | ]Oh 
Ya ve, vivifícame según tu palabral 

108 Acepta benignamente, joh Yavel, 
las oblaciones voluntarias de mi boca, | 
y enséñame tus decretos. 

109 Mi vida está en constante peli¬ 
gro, | pero no he dado al olvido tu ley. 

110 Me pusieron los impíos una 
trampa, | pero no me desvié de tus 
precept )S. 

111 Son mi heredad para siempre tus 
pulabras, | son ciertamente el gozo 
de mi corazón. 

112 Inclino mi corazón | a cumplir 
lus mandamientos, desde ahora para 
la eternidad. 

Su mee . 

113 Detesto la doblez de corazón | y 
amo tu ley. 

114 Tú eres mi defensa y mi escu¬ 
do, | y espero tus palabras. 

115 Aprended de mí los impíos, | y 
dejadme guardar los mandamientos 
de mi Dios. 

116 Sosténme según tu palabra y 
viviré, | y no permitas que vea frus¬ 
trada mi esperanza. 

117 Susténtame para que sea salvo | 
v me convierta siempre a lus pre 
ceptos. 


118 Tú aborreces a cuantos se apar¬ 
tan de tus mandamientos, | porque 
sus pensamientos son pérfidos. 

119 Escorias son para ti todos los 
impíos de la tierra; | por eso yo amo 
tus preceptos. 

120 Se estremece mi carne por temor 
a ti, | y temo tus juicios. 


Ayin. 

121 He hecho justicia y derecho, | no 
me dejes en manos de mis opresores. 

122 Responde por tu siervo para 
bien, | no me opriman los soberbios. 

123 Consúmense mis ojos por el 
deseo de tu socorro | y del edicto 
de tu justicia. 

124 Haz con tu siervo según tu 
piedad, | y enséñame tus decretos. 

126 Siervo tuyo soy, dame enten¬ 
dimiento | para conocer tus manda¬ 
mientos. 

126 Tiempo es de hacer, joh Yavc!, | 
pues han violado tu ley. 

127 Por eso yo amo tus mandamien¬ 
tos | más que el oro, el oro purísimo. 

128 He procedido rectamente con¬ 
forme a todos tus preceptos, | y he 
odiado todo camino falso. 


Pe. 

129 Son admirables tus testimonios, | 
por eso los guarda mi alma. 

130 La explicación de tus palabras | 
ilumina y da inteligencia a los rudos. 

131 Abro mi boca, y suspiro | de 
deseo de tus mandamientos. 

132 Vuélvete a mí y seme propicio, | 
como haces con los que aman tu 
nombre. 

133 Dirige mis pasos con tus pa¬ 
labras, | y no dejes que me domine 
iniquidad* alguna. 

134 Líbrame de la opresión de los 
hombres, | para que pueda guardar 
tus preceptos. 

136 Muestra tu serena faz a tu 
siervo, | y enséñame tus preceptos. 

136 Arroyos de aguas caen de mis 
ojos, | porque no guardan tu ley. 


Sacie. 

137 Justo eres, íoh Yave!, | y justos 
son tus juicios. 

138 Mandaste tus mandamientos con 
justicia | y con suma benignidad. 






SALMOS 


923 


139 El celo me consume, | porque 
dan al olvido tus palabras mis ene¬ 
migos. 

140 Acendrada del todo es tu pa¬ 
labra, | y tu siervo la ama. 

141 Pequeño y despreciable soy, | 
pero no me olvido de tus preceptos. 

142 Tu justicia es eterna, | y tu 
doctrina es firmísima verdad. 

143 Si me hallaren la angustia y la 
aflicción, | tus mandamientos son 
mis delicias.* 

144 Justa norma son por la eter¬ 
nidad tus preceptos. | Haz que los 
entienda y viva. 

• Qof . 

146 Clamo con todo mi corazón, 
óyeme, | ¡oh Yavel, haz que guarde 
tus preceptos. 

146 Clamo a ti, socórreme, | para 
que guarde tus mandamientos. 

147 Muy de mañana vengo ya a 
implorar tu auxilio | y espero tu 
palabra. 

148 Se anticipan a las vigilias mis 
ojos, | para meditar tus palabras. 

149 Oye mi voz según tu miseri¬ 
cordia, ¡oh Yave!, | y haz que viva 
según tus decretos. 

150 Acercáronse los que maligna¬ 
mente me persiguen, | los que se 
apartaron de tu ley; 

151 Pero cercano estás tú, ¡oh 
Yavel, | y todos tus mandamientos 
son fidelisimos. 

152 Mucho ha que entendí que tus 
mandamientos | los fundaste para el 
tiempo de la eternidad. 

Res. 

163 Ve mi aflicción y sácame de 
ella, | pues’ que no he olvidado tu 
ley. 

154 Defiende mi causa y protégeme; | 
según tu palabra dame vida. 

155 Muy lejos está de los impíos 
la salvación, j porque no buscan tus 
mandatos. 

156 Muy abundantes son tus mise¬ 
ricordias, | ¡oh Yavel Haz que viva 
según tus decretos. 

157 Muchos son mis enemigos y 
perseguidores, | pero no me aparto 
de tus mandamientos. 

15 8 y eo a j os re beldes y me recomo, | 
porque no guardan tus preceptos. 

150 Mira que amo tus leyes, | ¡oh 
Yave! Consérvame según tu piedad. 

160 La suma de tu palabra es la 


verdad, | y todos los decretos de tu 
boca son para la eternidad. 


Sin. 

161 Persiguiéronme sin causa los 
príncipes, | pero mi corazón temía 
tus palabras. 

162 Tan contento estoy con tus 
palabras, | como quien halla abun¬ 
dante presa. 

163 Odio y abomino la falsedad | y 
amo tu doctrina. 

164 Siete veces te alabo en el día, | 
por los decretos de tu justicia. 

166 Mucha paz tienen los que aman 
tu ley; | no hay para ellos tropiezo. 

166 He esperado de ti mi salvación, 
¡oh Yave!, | y he cumplido tus man¬ 
damientos. 

167 Ha guardado mi alma tus en¬ 
señanzas | y las amo en extremo. 

168 Guardo tus preceptos y tus en¬ 
señanzas, | porque todos mis cami¬ 
nos están a tus ojos. 


Tan. 

160 Llegue mi súplica a tu presen¬ 
cia, ¡oh Yave!, | y según tu palabra 
dame inteligencia. 

170 Venga mi deprecación a ti, | y 
según tu palabra, sálvame. 

171 Mis labios te cantarán alaban¬ 
zas, | si me enseñas tus leyes. 

172 Cantará mi lengua tu fideli¬ 
dad, | porque justísimos son todos 
tus mandamientos. 

173 Sea conmigo tu mano para 
ayudarme, | pues he elegido tus pre¬ 
ceptos. 

174 Deseo tu salud, ¡oh Yave!, | pues 
tu ley es mi deleite. 

176 Viva mi alma para alabarte 1 y 
denme ayuda tus decretos. 

176 Si errare como oveja perdida, 
busca a tu siervo, | pues no me he 
olvidado de tus mandamientos. 


120 . (Vulg. 119.) 

Quejas contra los perturbadores de la paz. 

Cántico gradual (1). 

1 En la angustia clamé a Yave, | y 
él me respondió. 


(i) Es el primero de los llamados salmos gra¬ 
duales, que terminan con el 134, grupo de cantos 








924 


SALMOS 


2 Libra, ioh Yavel, mi alma del 
labio mendaz, | de la lengua fraudu¬ 
lenta. 

3 ¿Qué se te dará y qué se te aña¬ 
dirá, oh lengua dolosa? 

4 Saetas de un fuerte con carbones 
de retama. 

6 ¡Ay de mí, peregrino en Mescc, | 
que habito en las tiendas de Cedar! 

6 Demasiado se ha prolongado mi 
destierro | entre los que son enemigos 
de la paz. 

7 Yo soy todo paz, pero así que 
les hablo | ya está la guerra. 


121: (Vulg. 120.) 

Seguridad del protegido por Dios. 

Cántico gradual. 

1 Alzo mis ojos a los montes, | de 
donde me ha de venir el socorro (1). 

2 Mi socorro ha de venirme de 
Ya ve, | el Hacedor de los ciclos y 
de la tierra. 

3 No consentirá que resbalen tus 
pies, | no dormirá tu custodio. 

4 No dormirá, no dormitará, | el 
que guarda a Israel. 

6 Y ave es tu custodio, | Yave es 
tu protector a tu lado derecho. 

6 Por el día no te molestará el 
sol, | ni-por la noche la luna. 

7 Yave te guardará de todo mal, | 
guardará tu vida; 

8 Guardará Yave tus salidas y tus 
entradas, | ahora y por la eternidad. 


122. (Vulg. 121.) 

Salutación a Jerusalén. 

Cántico gradual. De David. 

1 Alegróme de lo que me decían: | 
«Vamos a la casa de Yave (2).» 

2 Estuvieron nuestros pies | en tus 
puertas, ¡oh Jcrusalénl 

3 Jerusalcn, edificada como ciu¬ 
dad | bien unida y compacta, 

4 A donde suben las tribus, las 


que cantaban los que de todas partes subían a 
Jerusalén (ascensiones) para celebrar las varias 
festividades del año. Se lamenta el salmista de 
su prolongado destierro entre gentes enemigas 
de la paz. 

(t) Canta el poeta la firme seguriJad de 
Israel, a quien protege su Dios. 

(q) El poeta, lleno de entusiasmo al con¬ 
templar a la Jerusalén restaurada, pide para ella 
toda suerte de bendiciones. 


tribus de Yave, j al rilu de Israel, 
para celebrar el nombre de Yave. 

6 Allí se alzaron las sillas del jui¬ 
cio, | las sillas de la casa de David. 

8 Rogad por la paz de Jerusalén. | 
Vivan en seguridad los que te aman. 

7 Reine la seguridad dentro de 
tus muros, | la tranquilidad sobre 
tus torres. 

8 Por amor de mis hermanos y 
compañeros, | te deseo la paz. 

9 Por amor de la casa de Yave, 
nuestro Dios, | te deseo todo bien. 


123. (Vulg. 122.) 

Ferviente petición del‘ auxilio divino. 

Cántico gradual (1). 

1 A ti alzo yo mis ojos, | a ti que 
habitas en los cielos. 

2 Como están atentos los ojos de 
los siervos a las manos de sus seño¬ 
res, | como están atentos los ojos 
de la esclava a la mano de su se¬ 
ñora, | así se alzan nuestros ojos a 
Yave, nuestro Dios, | hasta que tenga 
misericordia de nosotros. 

3 Ten misericordia, ¡oh Yavel, ten 
misericordia de nosotros, | porque 
estamos del todo hartos de menos¬ 
precios. 

4 Muy harta está nuestra alma | del 
escarnio de los presuntuosos \ y del 
desprecio de los soberbios. 


124 . (Vulg. 123.) 

Acción de gracias por el auxilio recibido 

Cántico gradual. De David (2). 

1 A no haber estado Yave por 
nosotros, | diga Israel, • 

2 A no haber estado Yave por nos¬ 
otros, | cuando se alzaron contra 
nosotros los hombres, 

3 Vivos nos habrían tragado en¬ 
tonces, | cuando ardía su ira contra 
nosotros. 

4 Va entonces nos habrían sumer¬ 
gido las aguas. | Ha pasado sobre 
nuestra alma uti torrente, 

5 Y nos habrían ahogado las bu¬ 
llen tes aguas. 

(i) Amargado por los oprobios de que el 
pueblo es objeto por par.e de los gentiles, pide 
el salmista a Dios qje los ha¿a cesar. 

ta) El salmista da gracias a Dios por haber 
libraJo a su pueblo ctianJo pereda que no 
había ya salvad¿n para él. 









SALMOS 


925 


6 Bendito sea Yave, | que no nos 
dió por presa de sus dientes. 

7 Escapó nuestra alma como una 
avecilla al lazo de los cazadores; | rom¬ 
pióse el lazo y fuimos librados. 

8 Nuestro auxilio es el nombre de 
Yave, | que hizo los ciclos y la tierra. 


125. (Vulg. 124.) 

Invocación del auxilio divino sobre Israel. 

Cántico gradual (5). 

1 Los que confían en Yave son 
como el monte de Sión, | que es 
inconmovible y permanece por siempre. 

2 Está Jcrusalén rodeada de mon¬ 
tes, | y así rodea Yave a su pueblo, | 
ahora y por la eternidad. 

3 De cierto no permitirá Yave que 
permanezca | el cetro de los impíos 
sobre la suerte de los justos, | para 
que no tiendan los justos sus manos 
a la iniquidad. 

4 Haz, |oh Yave!, bien a los bue¬ 
nos, | a los rectos de corazón; 

6 Mas a los que van por caminos 
tortuosos, | remuévalos Yave junta¬ 
mente con los impíos. | |Paz sobre 
Israelí 

126. (Vulg. 125.) 

Petición de la plena restauración. 

Cántico gradual. 

1 Cuando restauró Yave la suerte 
de Sión, | estábamos como quien 
sueña (1). 

2 Llenóse entonces de risas nuestro 
corazón | y de júbilo nuestra boca. | 
Decían entonces las gentes: 

3 «iMagníficamcutc ha obrado con 
éstos Yavel» | Magníficamente, en 
verdad, obró Yave con nosotros, | y 
nos llenamos de gozo. 

4 Restaura, íoh Yavel, nuestra 
suerte, | como a los arroyos del 
Negueb. 

6 Los que en llanto sembraron | 
cosechen en júbilo. 

6 Van y andan tristes, llorando, | los 
efue llevaban la semilla para arro¬ 
jarla. | iVeugan, vengan alegres, ju¬ 
bilosos, | trayendo sus haces! 

(1) La seguridad de los que en Dios confían 
es tan grande como la de Jerusalén por lo fuerte 
de su sitio y la protección de Yave 

(2) Con grande admiración de Israel, la 
restauración está comenzada; el salmista pide 
la consumación de la misma. 


127 . (Vulg. 126.) 

Todo éxito depende de la divina 
protección (1). 

Cántico gradual. De Salomón. 

1 Si Yave no edifica la casa, | en 
vano trabajaron los que la cons¬ 
truían. | Si no guarda Yave la ciu¬ 
dad, | en vano vigilan sus centinelas. 

2 Vano os será madrugar, acostaros 
tarde | y que comáis el pan del dolor: | 
es Yave el que a sus elegidos da 
el pan como en sueños. 

3 Don de Yave son los hijos, | es 
merced suya el fruto del vientre. 

4 Lo que las saetas en la mano 
del guerrero, | eso son los hijos de la 
flor de los años. 

6 |Bienaventurados los que de ellos 
tienen llena su aljaba! | No serán 
confundidos, | cuando hayan de liti¬ 
gar en la puerta con su adversario. 


128. (Vulg. 127.) 

Felicidad del justo. 

Cántico gradual. 

1 Bienaventurado tú, si temes a 
Yave y andas por sus caminos (2). 

2 Comiendo lo ganado con el tra¬ 
bajo de tus manos, | serás feliz y 
bienaventurado. 

3 Tu mujer será como fructífera 
parra | en el interior de tu casa. | Tus 
hijos, como renuevos de olivo en de¬ 
rredor de tu mesa. 

4 Así ciertamente será bendecido 
el varón | que teme a Yave. 

6 Bendígate Yave desde Sión, | y 
veas próspera a Jcrusalén todos los 
días de tu vida; | y vean los hijos 
de tus hijos | la paz sobre Israel. 


129. (Vulg. 128.) 

Oración contra los enemigos del pueblo. 
Cántico gradual. 

1 «Mucho me han atribulado desde 
mi juventud», | diga Israel (3): 

2 «Mucho me han atribulado desde 


(1) Sin Dios nada hay seguro; con El todo 
lo está. 

(2) Felicidad del justo bendecido del Señor. 

(3) En nombre de Israel, el salmista declara 
haber sufrido mucho de sus enemigos; pero 
Dios justo le libró de los malvados. 










920 


SALMOS 


mi adolescencia, | perú 110 prevale¬ 
cieron contra mi.» 

3 Aradores araron sobre mis es¬ 
paldas, | hicieron largos surcos. 

4 Pero es justo Ya ve, | y rompió 
las coyundas de los impíos. 

5 Sean confundidos y vuélvanse 
atrás | todos los que aborrecen a 
Sión. 

6 Sean cómo la hierba de los teja¬ 
dos, | que se seca antes de crecer; 

7 De que no llena su jnano el 
segador, | ni su seno el que recoge 
las gavillas; 

8 Ni dicen de ella los transeúntes: | 
«La bendición de Yave sobre voso¬ 
tros, | os bendecimos en el nombre 
de Yave.» 


180 . (Vulg. 129.) 

Imploración de la divina misericordia. 

Cántico gradual, 

1 De lo profundo te invoco, joh 
Yavel (1). 

2 Oye, Yave, mi voz. | Estén aten¬ 
tos tus oídos | a la voz de mis sú¬ 
plicas. 

3 Si guardas, joh Yavel, los de¬ 
litos, | ¿quién, oh Señor, podrá sub¬ 
sistir? 

4 Pero eres indulgente, | para que 
seas reverenciado con temor. 

6 Yo espero en Yave, | mi alma 
espera sus promesas. 

6 Espera mi alma a Yave, | más que 
el alba los centinelas nocturnos, | el 
amanecer los centinelas nocturnos. 

7 Confíe Israel en Yave, | porque 
de él viene la misericordia | y gene¬ 
rosa redención. 

8 El, pues, redimirá a Israel | de 
todas sus iniquidades. 


131 . (Vulg. 130.) 

Confesión de humildad. 

Cántico gradual. De David (2). 

1 No se ensoberbece, ioh Yavel, mi 
corazón, | ni son altaneros mis ojos. | 
No corro detrás de grandezas, | ni tras 
de cosas demasiado altas para mí. 


(1) De lo profundo de su tribulación clama 
el salmista a Dios, seguro de alcanzar la miseri¬ 
cordia de Yave. 

(2) Humillado ante Dios, el salmista confía 
en Él e invita a Israeí a la misma confianza. 


2 Antes he reprimido mis deseos, | 
como niño destetado de la madre. | 
Como niño destetado está mi alma. 

3 Espera, Joh Israelí, en Yave, | 
ahora y para siempre. 


132 . (Vulg. 131.) 

Canto para la dedicación del templo 
de Salomón. 

Cántico gradual. 

1 Acuérdate, ¡oh Yavel, de David | 
y de su gran piedad (1). 

2 Cómo juró a Yave | e hizo 
voto al Poderoso de Jacob. 

3 «No entraré en la morada de mi 
casa, | ni subiré al lecho de mi es¬ 
trado; 

4 No daré a mis ojos el sueño, | ni 
el dormir a mis párpados; 

6 Mientras no halle estancia para 
Yave, | y habitación para el Pode¬ 
roso de Jacob.» 

6 He aquí lo que hemos oído en 
Efrata, | lo que hemos hallado en 
el campo de la selva: 

7 «Vamos a su habitación, | ado¬ 
remos junto al escabel de sus pies.» 

8 Levántate Yave, y ven a tu 
morada, ¡ tú y el arca de tu ma¬ 
jestad. 

9 Vístanse tus sacerdotes de jus¬ 
ticia, | y jubilen tus santos. 

10 Por amor de David, tu siervo, | 
no te apartes de tu ungido. 

11 Juró Yave a David verdadera¬ 
mente, y no se apartará de ello: | «Del 
fruto de tus entrañas pondré sobre 
tu trono (2). 

12 Si guardan tus hijos mi alianza 
y las enseñanzas que yo les daré, | 
también sus hijos se sentarán sobre 
tu trono.» 

13 Ciertamente eligió Yave a Sión, | 
la adoptó por morada suya. 

14 «Esta será por siempre mi man¬ 
sión, | aquí habitaré, porque la he 
deseado. 

16 Daré mi bendición a sus provi¬ 
siones 1 y saciaré de pan a sus pobres. 


(1) Recuerda el salmista la piedad de David 
al trasladar el arca a Jerusalén, su propósito de 
levantar un templo, la promesa que Dios en 
pago le hizo de perpetuar su dinastía y la elec¬ 
ción de Sión para morada de Dios. 

(2) El mesianismo de este salmo es claro, 
atendiendo a que el tema en él desarrollado es 
la promesa de Dios a David. Este sentido me- 
siánico resalla mis claramente en los versículos 
finales. 











SALMOS 


927 


18 Revestiré de salud a sus sacer¬ 
dotes | y sus santos se alegrarán 
jubilosos. 

17 Aquí haré crecer altamente el 
cuerno de David, | y prepararé la 
lámpara a mi ungido. 

18 A sus enemigos los cubriré de 
ignominia, I y brillará sobre él mi 
diadema.» 


133. (Vulg. 132.) 

Deleitosa comunión de los santos. 

Cántico gradual. De David. 

1 Ved cuán bueno y deleitoso es | 
habitar en uno los hermanos (1). 

2 Es como finísimo óleo sobre la 
cabeza, | que desciende sobre la barba, 
barba de Arón, | y baja hasta la 
orla del vestido. 

3 Como el rocío del Hermón, | que 
desciende sobre los montes de Sión, | 
pues allí envía Yave su bendición | y 
vida eterna. 


134. (Vulg. 133.) 

Acción de gracias para la tarde. 


Cántico gradual (2). 

1 Mirad, bendecid a Yave, vosotros 
todos los siervos de Yave, | los que 
de' noche permanecéis en la casa de 
Yave, en los atrios de la casa de 
Yave, nuestro Dios. 

2 Alzad vuestras manos al santua¬ 
rio | y bendecid a Yave. 

3 Desde Sión bendígate Yave, | Ha¬ 
cedor de cielos y tierra. 


135 . (Vulg. 134.) 

Canto de acción de gracias. 

1 jAleluyal | Alabad el nombre de 
Yave, | alabadlo, siervos de Yave (3). 

2 Que estáis en la casa de Yave, | en 
los atrios de la casa de nuestro Dios. 

3 Alabad a Yave, porque es bueno; j 
cantad salmos a su nombre, porque 
es benigno; 


4 Porque eligió Yave para sí a 
Jacob, | a Israel por posesión suya. 

6 Ciertamente sé que Yave es 
grande, | que nuestro Señor está por 
encima de todos los dioses. 

6 Yave hace cuanto quiere, | en 
los cielos, en la tierra, en el mar y 
todos los abismos. 

7 El trae las nubes desde los confi¬ 
nes de la tierra; | él hace los relám¬ 
pagos para la lluvia, | saca el viento 
de sus escondrijos. 

8 El hirió a los primogénitos de los 
egipcios, | lo mismo hombres que 
ganados. 

9 Mandó señales y portentos sobre 
ti, Egipto, | sobre el Faraón y todos 
sus súbditos. 

10 El hirió a numerosas gentes | y 
mató a poderosos reyes. 

11 A Seón, rey de los amorreos, | y 
a Og, rey de Basán, | y a todos los 
reinos de Canán; 

12 Y dió sus tierras en heredad | 
a Israel, su siervo. 

13 lOh Yavel Tu nombre es eter¬ 
no. | Yave, tu testimonio es por 
edades y edades, 

14 Porque protege Yave a su pue¬ 
blo, | y se muestra propicio a sus 
siervos. 

16 Los simulacros de las gentes son 
oro y plata, | obra de las manos de 
los hombres. 

16 Tienen boca y no hablan, | tienen 
Ojos y no ven, 

17 Tienen orejas y no oyen, | nari¬ 
ces, pero no hay aliento alguno en 
su boca. 

18 Semejantes a ellos sean los que 
los hacen | y cuantos en ellos confían. 

19 Casa de Israel, bendecid a Yave, | 
casa de Arón, bendecid a Yave. 

20 Casa de Leví, bendecid a Yave. | 
Los que teméis a Yave, bendecid a 
Yave. 

21 Bendito sea Yave desde Sión, | 
el que habita en Jerusalén. ¡Ale¬ 
luya I 


136. (Vulg. 135.) 
Canto de acción de gracias. 


(1) {Qué grata la sociedad de los que están 
hermanados por la piedad y el temor de Dios! 

(2) Es este salmo una invitación a los sacer¬ 
dotes y levitas que pernoctan en el templo 
para que bendigan al Señor. 

(3) Alabanza a Yave. por las grandes obras 
que ha realizado, y ante quien los ídolos son 
nada. 


1 Alabad a Yave porque es bue¬ 
no, I R. porque es eterna su miseri¬ 
cordia (1). 


(1) Este salmo es una verdadera letanía. En 
ella un coro cantaba el verso primero, y el pue¬ 
blo respondía: «Porque es eterna su misericor- 








928 


SALMOS 


8 Alabad al Dios de los dioses, | R. 

3 Alabad al Señor de los señores, | R. 

4 Al, que es el único en hacer 
grandes maravillas; | R. 

6 Al que hizo sabiamente los cie¬ 
los, | R. 

3 Al que afirmó la tierra sobre las 
aguas; | R. 

7 Al que hizo los grandes lumina¬ 
res, | R. 

8 El sol, para dominar de día, | R. 

• A la luna, para dominar de no¬ 
che, | R. 

10 Al que hirió a los primogénitos 
de Egipto, j R. 

11 Y sacó a Israel de en medio 
de ellos, | R. 

12 Con mano fuerte y brazo ten¬ 
dido, | R. 

13 Al que dividió en partes al Mar 
Rojo, | R. 

14 Y llevó a Israel por en medio 
de él, | R. 

15 Y sumergió al Faraón y a su 
ejército en el Mar Rojo. | R. 

16 Al que condujo a su pueblo por 
el desierto, | R. 

17 Que hirió a grandes reyes, | R. 

18 Y mató a reyes poderosos. | R. 

19 A Scón, rey de los amorreos, | R. 

20 Y a Og, rey de Basán, | R. 

21 Cuyas tierras dió en heredad, | R. 

22 En heredad a Israel, su siervo. |R. 

23 Que en nuestra humillación se 
acordó de nosotros, | R. 

24 Y nos libró de nuestros enemi¬ 
gos, | R. 

26 Que da pan a toda carne, | R. 

28 Alabad al Dios del ciclo, | II. 


137. (Vulg. 136.) 

El amor de los cautivos por Sión. 

1 Junto a los ríos de Babilonia, allí 
nos sentábamos I y llorábamos, acor¬ 
dándonos de Sion (1). 


día*, frase que muchas veces hallamos en las Sa¬ 
gradas Escrituras, puesta en boca de los que ala¬ 
ban al Señor en el templo. La misericordia es el 
atributo divino que más de relieve se pone en 
el A. T., a pesar de lo cual, los fariseos lo enten¬ 
dieron tan poco, que fué necesario que el Señor 
les propusiese la parábola del thijo pródigo», y 
Ies recordase aquellas palabras: Misericordia 
quiero, que no sacrificios (Mt., 9, 13). El es¬ 
tico de respuesta lo indicamos simplemente 
mediante la R. 

(1) Otro salmo imprecatorio, compuesto, sin 
duda, en Babilonia durante el cautiverio, o, por 
lo menos, bajo la impresión producida por el 
cautiverio. El salmista expresa maravillosamente 


2 De los sauces de sus orillas | col¬ 
gábamos nuestras cítaras. 

3 Allí los que nos tenían cautivos 
nos pedían que cantásemos; | los que 
nos habían llevado atados, que nos 
alegrásemos: «Cantadnos alguno de 

! los cánticos de Sión.* 

4 ¿Cómo cantar en tierra extran¬ 
jera los cánticos de Ya ve? 

6 Si yo me olvidare de ti, Jerusa- 
lén, olvídese de mí mi diestra; 

• Péguesc mi lengua al paladar, si 
yo no me acordase de ti, | si no pongo 
a Jerusalén por encima de cualquier 
alegría. 

7 Recuerda, joh Yavc!, a los edo- 
mitas el día de Jcrusalcn. | Los que 
decían: «Arrasadla, arrasadla hasta 
los cimientos.» 

8 Hija de Babel, destinada a la 
devastación: | iBicnavciiturado quien 
te dará lo que tú nos diste a nos- 
otrosl 

9 1 Bienaventurado quien cogerá a 
tus niños | y los estrellará contra las 
piedras! 


133. (Vulg. 137.) 

Canto de acción de gracias. 

De David. 

1 Quiero alabarte, oh Yavcl, con 
todo mi corazón, | cantarte salmos 
ante los dioses (1). 

2 Me prosterno hacia tu santo 
templo, | y canto tu nombre, por 
tu misericordia y tu fidelidad, | pues 
has magnificado tu palabra, sobre 
todo nombre. 

3 Y cuando te invoqué me oíste, | 
y fortaleciste grandemente mi alma. 

4 Te alabarán, ¡olí Yavc!, todos los 


su entrañable amor a Jerusalén. Recuerda, como 
lo hacen también algunos profetas, la alegría con 
que los hijos de Edom vieron la ruina de Jeru¬ 
salén y su templo, y pide para ellos el castigo 
divino; pero, sobre todo, su ánimo se vuelve con¬ 
tra Babilonia, la ciudad devastadora, que por la 
luz de las profecías sabe destinada a su vez a la 
ruina y a la devastación, y a sus niños cogidos 
por los pies y estrellados contra las rocas. cosa 
frecuente en estas devastariones antiguas. La 
justicia de Dios para con las naciones es, a veces, 
en el A. T., sin misericordia; ésta se reserva sólo 
para Israel. 

(1) Es bastante singular el pensamiento del 
salmista, que, habiendo recibido de Dios un be¬ 
neficio, le da gracia» en sj templo, rodeado de 
todos los reyes, que con él a'aban al Señor. Es f o 
sólo tiene realización en el Mesías, cuyo rescate 
del sepulcro, la Resurrección, fué la salud y e) 
triunfo de todo el mundo. 











SALMOS 


929 


reyes de la tierra, | cuando oigan 
todas las palabras de tu boca. 

6 Cantarán los caminos de Yave. | 
«{Grande es, ciertamente, la gloria 
de Yave!» 

6 Excelso Yave, atiende al humil¬ 
de, | pero al soberbio le mira desde 
lejos. 

7 Cuando estoy en medio de la 
tribulación, preservas mi vida, | ex¬ 
tiendes tu mano contra la ira de 
mis enemigos, | y tu diestra me salva. 

8 Cumpla Yave en mí. | Eterna es, 
job Yave!, tu misericordia. | No dejes 
sin acabar la obra de tus manos. 


139. (Vulg. 138.) 

La omnisciencia y omnipresencla divina. 

Al maestro del coro. Salmo de 
David. 

1 jOh Yave!, tú me has examinado 
y me conoces, | no se te oculta nada 
de mi ser (1). 

2 Tú conoces mi sentarme y mi 
levantarme, | y de lejos te das cuenta 
de todos mis pensamientos. 

3 Escudriñas mi andar y mi acos¬ 
tarme, | tú investigas todos mis 
caminos, 

4 Pues aún no está la palabra en 
mi lengua, | y ya tú, Yave, la sabes 
toda. 

6 Por detrás y por delante me pro¬ 
teges, I y pones sobre mí tu mano. 

6 Sobremanera admirable es para 
mí tanta ciencia, | sublime e incom¬ 
prensible para mí. 

7 ¿Dónde podría alejarme de tu 
espíritu? | ¿A dónde huir de tu pre¬ 
sencia? 

8 Si subiere a los cielos, allí estás 
tú. | Si bajare a los abismos, allí 
estás presente. 

9 Si tomando las plumas de la 
aurora, | quisiera habitar al extremo 
del mar, 

10 También allí me cogería tu 
mano y me tendría tu diestra. 

11 Si dijere: Las tinieblas me ocul¬ 
tarán, | sea la noche mi luz en torno 
mío, 

12 Tampoco serían para ti muy 
densas las tinieblas, | y la noche lu¬ 
ciría como el día, | pues tinieblas 
y luz son iguales para ti. 


(i) El tema de este salmo es la omnisciencia 
de Dios, a quien nada se oculta, ni los pensa¬ 
mientos más recónditos de los hombres. 


13 Porque tú formaste mis entra¬ 
ñas, | tú me tejiste en el seno de mi 
madre. 

14 Te alabaré por el maravilloso 
modo en que me hiciste. | iQué ad¬ 
mirables son tus obras! 

16 Del todo conoces tú mi alma. | 
Cuando secretamente era formado, | y 
en el misterio me plasmaba, 

16 Ya vieron tus ojos mi cuerpo 
informe. | Escritos estaban en tu 
libro todos mis días, | aun antes de 
ser el primero de ellos. 

17 iCuán admirables son para mí 
tus pensamientos, oh Dios, | qué 
ingente el número de ellos! 

18 Si quisiera contarlos, son más 
que las arenas. | Contaría, contaría 
y nunca acabaría. 

19 {Oh Dios, si exterminaras a los 
impíos, | si alejaras de mí a los 
hombres sanguinarios 

20 Que impíamente se rebelan con¬ 
tra ti, | y soberbios se atreven a 
alzarse contra ti! 

21 ¿Cómo no odiar, joh Yave!, a 
los que te odian? | ¿Cómo no aborre¬ 
cer a los que se levantan contra ti? 

22 i Sí, los odio con el más completo 
odio | y los tengo por enemigos míos! 

23 Escudríñame, loh Dios!, y exa¬ 
mina mi corazón, | pruébame y exa¬ 
mina mis pensamientos; 

24 Y mira si hay en mí camino para 
la ira, | y llévame por las sendas de 
Ig eternidad. 

140. (Vulg. 139.) 

Oración contra los enemigos 
maldicientes. 

1 Al maestro del coro. Salmo de 
David. 

2 Líbrame, loh' Yave!, del hombre 
malo, | presérvame del hombre mal¬ 
vado; (1) 

3 De los que maquinan el mal en 
su corazón, | y todo el día excitan 
contiendas. 

4 Afilan su lengua como la de la 
serpiente, | tienen bajo sus labios el 
veneno de la víbora. (Sela.) 

6 Defiéndeme, Yave, de las manos 
del impío, | protégeme de los hombres 
violentos | que ponen tropiezos a mi 
paso; 

6 Los soberbios que ponen oculta- 


(i) El salmista se siente acosado por ene¬ 
migos y pide a Dios que le libre y vuelva sobre 
sus enemigos los males con que le amenazan. 


59 








930 


SALMOS 


mente trampas y lazos, | tienden sus 
redes junto al camino, | y ponen 
cepos para mí. (Sela.) 

7 Pero yo digo a Yave: «Tú eres 
mi Dios.» | Escucha, joh Yavcl, la 
voz de mis súplicas. 

8 Yave, Señor, protector y salva¬ 
dor mío, | tú protegerás mi cabeza 
el día del combate. 

9 No permitas, Yave, lo que desea 
el impío; | no permitas que se logren 
sus dolosos consejos ni triunfen. (Sela.) 

10 Caiga sobre la cabeza de los 
que me cercan | eso mismo con que 
ellos me amenazan. 

11 Caigan sobre ellos brasas, | caigan 
en el fuego, | en el abismo, para no 
levantarse más. 

12 El hombre lenguaraz no será 
estable sobre la tierra. | El hombre 
malvado será presa del infortunio, 
que le derribará. 

13 Pero yo sé que Yave saldrá en 
defensa del desvalido, | a la defensa 
del pobre. 

14 Sólo los justos alabarán tu 
nombre, | y los rectos habitarán en 
tu presencia. 


141. (Vulg. 140.) 

Oración en un mortal peligro. 

Salmo de David. 

1 íOli Yave, te invoco, apresúrate 
a socorrerme! | Oye la voz del que 
a ti clninnl (1) 

2 Séatc mi oración como incienso 
ante ti, | y el alzar a ti mis manos 
como oblación vespertina. 

3 Pon, joh Yavcl, guarda a mi 
boca, | guarda a la puerta de mis 
labios. 

4 No dejes que se incline al mal 
mi corazón, | a hacer impiedades 
con los hombres malvados, | ni a 
comer vo de sus golosinas. 

6 Que me castigue el justo, es un 
favor. | Que me reprenda, es óleo 
sobre mi cabeza, que mi cabeza no 
rehúsa. | Incesantemente rogare yo 
por ellos en sus aflicciones. 

• Incólumes dejé ir a sus jefes 
junto a la roca, | y pudieron oír mis 
palabras, que eran blandas. 

7 Como se hiende y ara la tierra, | 
están esparcidos nuestros huesos a la 
boca del sepulcro. 

8 Pero mis ojos miran a ti, Joh 


Yavel | A ti me acojo, | no permitai 
que se derrame mi alma. 

• Guárdame para que no caiga en 
el lazo de los que me dan caza, | en 
los armadijos de los que obran el 
mal. 

10 Caerán los impíos en sus mismas 
redes, | mientras que yo escaparé 
de ellas. 

142. (Vulg. 141.) 

Oración en un mortal peligro. 

1 Mosquil de David, cuando esta¬ 
ba en la caverna. Oración. 

2 Clamo con mi voz a Yave, | a 
Yave ruego con mi voz (1). 

3 Derramo ante él mi querella, | ex¬ 
pongo ante él mi angustia. 

4 Ciertamente en mí se acongoja 
mi alma, | pero tú conoces todos 
mis caminos, | y que en la senda 
por donde voy me han escondido 
una trampa. 

6 Si miro a la derecha, veo que 
no hay quien me mire con benevo¬ 
lencia, | no tengo escape, no hay 
quien vuelva por mi vida. 

• A ti clamo, joh Yavcl | Digo; Tú 
eres mi refugio, mi parte en la tierra 
de los vivientes. 

7 Atiende a mis lamentos, pues 
estoy sobremanera ncrcsilado. | Lí¬ 
brame de los que me persiguen, pues 
son ellos los más fuertes. 

8 jOlil Saca mi alma de la cárcel, | 
para que pueda alabar tu nombre, j 
Me rodearán los justos, | si benigna¬ 
mente me fueres propicio. 


143. (Vulg. 142.) 

Humilde oración en un peligro. 

Salmo de David. 

1 Oye, Yave, mi oración, | y escu¬ 
cha mi plegaria, según tu fidelidad, | 
óyeme en tu justicia (2). 

2 No entres en juicio con tu siervo, | 
pues ante ti no hay nadie justo. 

8 Persigue el enemigo mi alma. | Ya 
ha postrado cu tierra mi vida, | y me 
ha puesto en las tinieblas, como a 
los muertos de mucho ha. 

4 Por eso está mi alma acongo¬ 
jada | y desfallece mi corazón. 


(i) Otro semejante a los dos pasados. 

(a) También éste se asemeja a los ucs an¬ 
teriores. 


(i) El mismo pensamiento que el anterior. 









SALMOS 


931 


* Me acuerdo de los tiempos an- 

I tiguos, | medito en todas tus obras, | 
considerando lo hecho por ti; 

8 Y alzo a ti mis manos | y mi 
alma, como tierra sedienta de ti. 
(Sela.) 

7 Apresúrate a oírme, joh Yavcl, 
que ya desmaya mi alma. [ No me 
ocultes tu rostro, pues seria seme¬ 
jante a los caldos en la fosa. 

8 Haz que conozca pronto tu favor, 
pues en ti espero. | Dame a saber el 
camino por donde ir, porque a ti 
alzo mi alma. 

• Líbrame de mis enemigos, ¡oh 
Yavei, | porque a ti recurro. 

10 Enséñame a hacer tu voluntad, 
pues eres mi Dios. | Lléveme tu buen 
espíritu por camino llano. 

11 Por el honor de tu nombre pre- 
serva mi vida, | y en tu justicia saca 
mi alma del peligro de muerte. 

12 Haz con tu piedad que cierren 
I su boca mis enemigos, | y que perez¬ 
can cuantos persiguen mi alma, | pues 
soy siervo tuyo. 


Acción de gracias por la victoria. 

De David. 

1 Bendito sea Yave, mi roca, | que 
adiestra mis manos a la guerra, | mis 
dedos al combate. (1) 

2 Es del todo piadoso conmigo, mi 
fortaleza, mi asilo y mi refugio, j mi 
escudo; en él confío, | él me somete 
los pueblos. 

3 ¡Oh Yavei ¿Qué es el hombre, 
para que de él te cuides? | ¿Qué el 
hijo del hombre, para que pienses 
en él? 

4 Es el hombre semejante a un 
soplo, | sus días son como sombra 
de uno que pasa. 

6 ¡Oh Yavei Abaja tus cielos y des¬ 
ciende, | toca los montes y humearán; 

8 Haz brillar tus rayos y dispér¬ 
salos; | lanza tus saetas y contúr¬ 
balos. 

7 Tiende tus manos desde lo alto, | 
y líbrame de la muchedumbre de 
aguas; | de mano de los alienígenas, 

8 Cuya boca promete mentirosa- 


(i) Es un canto de victoria obtenida con la 
ayuda de Dios contra los extranjeros, llenos 
de falsía. Es digno de notarse el versículo final, 
que contrapone la posesión de muchos bienes 
materiales con tener a Yave por Dios. 


mente | y cuya diestra es diestra de 
perfidia. 

• Quiero, ¡oh Dlosl, cantarte un 
cántico nuevo, | entonarte un salmo 
con el arpa de diez cuerdas. 

10 A ti que das la victoria a los 
reyes, | que libras a David, tu siervo, 
de la espada maligna. 

11 Me libró y me salvó de la mano 
de los alienígenas, | cuya buca pro¬ 
mete mentirosamente | y cuya diestra 
es diestra de perfidia. 

12 Que sean así nuestros hijos, como 
plantas | que crecen mucho en su 
juventud, | y nuestras hijas como 
columnas angulares, | esculpidas como 
las de un palacio. 

* (i) * 3 Estén nuestros graneros provis¬ 
tos de todo fruto, | sean nuestras 
ovejas mil veces fecundas, a milla¬ 
res multiplicadas en nuestros campos. 

14 Y no haya invasión ni emigra¬ 
ción ni clamores en nuestras plazas. 

15 Bienaventurado el pueblo que 
tiene esto. | i Bienaventurado el pue¬ 
blo cuyo Dios es Yavei 


145. (Vulg. 144.) 

Majestad y bondad de Dios. 

1 Laude. De David (1). 

Alef: Quiero ensalzarte, Dios mío, 
Rey, | y alabar tu nombre siempre, 
por los siglos. 

2 Bet: Quiero cantarte todo el día | 
y alabar tu nombre siempre, por los 
siglos. 

3 Guímel: Es grande Yave y digno 
de toda alabanza, | su grandeza es 
inconcebible. 

4 Dálet: Una generación anuncia 
tus obras a otra generación, | y alaba 
las proezas de tu poder. 

5 He: Ensalzan la hermosura de 
la gloria de tu majestad, | de tus 
maravillosos hechos hablaré. 

6 Vau: Cuentan el vigor de tus es¬ 
tupendos prodigios, | y yo cantaré 
tus grandezas. 

7 Zain: Reproducen la memoria 
de tus inmensas bondades | y se 
gozan en tu beneficencia. 

8 Jet: Clemente y misericordioso 
es Yave, | lento a la ira y de muy 
gran piedad. 

9 Tet: Es benigno Yave para con 


(i) El salmista alaba al Señor, admirable 

por su grandeza, misericordia, omnipotencia, 

verdad, providencia y justicia. 

















932 


SALMOS 


todos, | y su misericordia está en 
todas sus criaturas. 

10 Yod: Alábente, loh Yavel, todas 
tus obras, | bendígante tus santos. 

11 Caf: Exalten la gloria de tu 
reino | y digan de tu fortaleza. 

12 Lámed: Para hacer conocer a 
los hijos de los hombres tus hazañas | 
y la magnificencia de la gloria de 
su reino. 

13 Mem: Tu reino es reino por los 
siglos de los siglos, | v tu señorío por 
generaciones y generaciones. 

14 Nun: Es fiel Yave en todas sus 
palabras | y piadoso en todas sus 
obras. 

16 Sámec: Sostiene Yave a los que 
caen | y levanta a los humillados. 

16 Áyin: Todos los ojos miran ex¬ 
pectantes a ti, | y tú les das el ali¬ 
mento conveniente a su tiempo. 

17 Pe: Abres tu mano, | y das a 
todo viviente la grata saciedad. 

18 Sade: Es justo Yave en todos 
sus caminos | y misericordioso en 
todas sus obras. 

19 Qof: Está Yave cerca de cuantos 
le invocan, | de cuantos le invocan 
de veras. 

20 Res: Satisface los deseos de los 
que le temen, | oye sus clamores y 
los salva. 

21 Sin: Guarda Yave a cuantos le 
aman | y destruye a los impíos. 

22 Tau: Cante mi boca las alaban¬ 
zas de Yave, | y bendiga toda carne 
su santo nombre, por los siglos, para 
siempre. 

146. (Vulg. 145.) 

Sólo en Dios debe ponerse la confianza. 

1 jAleluyal | Alaba, alma mía, a 
Yave (1). 

2 Alabe yo a Yave toda mi vida, | 
cante yo a Dios mientras exista. 

8 No confiéis en los príncipes, | en 
los hijos del hombre, que no salvan. 

4 Vuela su alma y torna a su 
lugar, | y en ese día perecen todos 
sus designios. 

6 Bienaventurado aquel cuyo auxi¬ 
lio es el Dios de Jacob, | cuya espe¬ 
ranza es Yave, su Dios, 

6 Hacedor de cielos y tierra, | del 
mar y de cuanto en ellos hay; | que 
guarda fe por la eternidad, 

7 Da refugio a los afligidos | y da 


(i) Sólo Dios es amparo seguro y sólo en 
El se debe poner la confianza. 


pan a los hambrientos. | Yave libera 
a los presos; 

8 Yave devuelve la vista a los 
ciegos; | Yave yergue a los encor¬ 
vados; | Yave ama a los justos; 

9 Yave protege a los peregrinos, | 
sustenta al huérfano y a la viuda, | 
pero destruye a los impíos. 

10 Reina Yave por la eternidad. | 
Tu Dios, ¡oh Siónl, por generaciones 
y generaciones. | jAleluyal 


147. (Vulg. 146, 147.) 

Alabanzas a Dios por la restauración 
de Sión. 

1 jAleluyal | Alabad a Yave, que 
es bueno cantar salmos a nuestro 
Dios, | y deleitoso cantar sonoramente 
sus alabanzas (1). 

2 Reedifica Yave a Jerusalén | y 
reúne a los dispersos de Israel. 

3 El sana a los de quebrantado 
corazón | y cura sus dolores. 

4 El cuenta el número de las estre¬ 
llas | y llama a cada una por su 
nombre. 

5 Es grande Yave, grande su po¬ 
derío, | y su inteligencia es inena¬ 
rrable. 

9 Sostiene Yave a los mansos, | y 
humilla a los impíos hasta tierra. 

7 Cantad a Yave y alabadle. En¬ 
tonad salmos a nuestro Dios con la 
cítara. 

8 El es el que cubre el cielo de 
nubes, | el que prepara la lluvia para 
la tierra. | El que hace que broten 
hierba los montes, | para pasto de 
los que sirven al hombre. 

• El que da al ganado su pasto, | y 
a los polluelos del cuervo que cla¬ 
man. 

10 No se agrada de la fortaleza del 
caballo, | no se complace en las pier¬ 
nas del hombre. 

11 Le complacen los que le temen, | 
los que esperan en su misericordia. 

12 Alaba, Jerusalén, a Yave. | Ala¬ 
ba, Sión, a tu Dios, 

13 Por haber hecho firmes las ce¬ 
rraduras de tus puertas, | y haber 
bendecido en ti a tus hijos. 


(i) El objeto del salmo aparece en el versícu¬ 
lo a, y de él resulta que mira a la restauración, 
que siguió a la cautividad. Pero no sólo en 
esta obra: en otras muchas naturales se revela la 
grandeza de su poder. 










SALMOS 


933 


14 El díó la paz a tu territorio, | te 
sació de la flor del trigo. 

15 El manda su decreto a la tie¬ 
rra, | y su palabra corre vclocísima- 
mente~. 

10 El da la nieve como lana, | y 
esparce como ceniza la escarcha. 

17 El hace caer su hielo como en 
pedazos, | ante su frío se congelan 
las aguas. 

18 Pero manda su palabra y se 
liquidan, | hace soplar su viento y 
manan aguas. 

19 El promulgó su ley a Jacob, | 
sus estatutos y decretos a Israel. 

20 No hizo tal a gente alguna, | y a 
ninguna otra manifestó sus juicios. | 
1 Aleluya! 

14«. 

Gloria de Dios en los cielos y en la tierra. 

1 lAleluyal | Alabad a Yave en 
los cielos, | alabadle en lo alto (1). 

2 Alabadle vosotros, sus ángeles 
todos. | Alabadle vosotras, todas sus 
milicias. 

3 Alabadle, sol y luna. | Alabadle 
todas, lucientes estrellas. 

4 Alabadle, cielos de los cielos, | y 
las aguas de sobre los cielos. 

8 El fuego, el granizo, la nieve, la 
lluvia, | el viento tempestuoso, que 
ejecutan sus mandatos, 

5 Alaben el nombre de Yave. | Por¬ 
que díjolo él y fueron hechos. 

6 El lo mandó y fueron creados. | 
E hizo que persistan por los siglos. | 
Púsoles la ley y no la traspasarán. 

7 Alabad a Yave desde la tierra, | 
los cetáceos y todos los mares; 

9 Los montes y todos los collados, | 
los árboles frutales y los cedros todos; 

10 Las fieras y todos los gana¬ 
dos, | los reptiles y las aladas 
aves; 

. 11 Los reyes de la tierra y los pue¬ 
blos todos; | los príncipes y los jueces 
de la tierra; 

12 Los mancebos y las doncellas, | 
los viejos y los niños. 

13 Alaben el nombre de Yave, | por¬ 
que sólo su nombre es sublime, | y su 
gloria sobrepasa la tierra y los 
cielos. 

14 El ha elevado a su pueblo a 
tan gran poderío. | Alábele toda la 


(i) Siendo todas las cosas obra de Dios, 
todas deben formar coro para alabarle. 


comunidad de sus santos, | los hijos 
de Israel con todo el corazón. | ¡Ale¬ 
luya! 


149. 

Canto a Dios y a su pueblo, ejecutor 
de sus designios. 

1 ¡Aleluya! | Cantad a Yave un 
cántico nuevo. | Alabadle en la asam¬ 
blea de los santos (1). 

2 Alégrese Israel en su Hacedor, | 
alégrense en su Rey los hijos de 
Sión. 

3 Canten su nombre entre danzas, | 
canten salmos con los tímpanos y la 
cítara, 

4 Porque se complace Yave en su 
pueblo | y da su salvación a los 
humildes. 

5 Regocíjense los piadosos por su 
gloria, | cántenle aun en sus lechos. 

6 Tengan siempre en su boca las 
glorias de Dios, | y en sus manos 
la espada de dos filos, 

7 Para tomar venganza de las 
gentes | y castigar a los pueblos; 

8 Para poner en cepo a sus reyes | 
y encadenar con hierros a sus prín¬ 
cipes, 

9 Ejecutando en ellos el juicio es¬ 
crito. | Gloria será ésta para todos sus 
santos. ¡Aleluya! 


150. 

Doxoloqía final del Salterio. 

Canto de alabanza. 

1 ¡Aleluya! | Alabad a Dios en su 
santuario, j alabadle en el firma¬ 
mento de su majestad. 

2 Alabadle por sus hazañas, | ala¬ 
badle conforme a la muchedumbre de 
su grandeza. 

3 Alabadle al son de las trompetas, | 
alabadle con el Salterio y la cítara. 

4 Alabadle con tímpanos y danzas, | 
alabadle con las cuerdas y el órgano. 

5 Alabadle con címbalos resonan¬ 
tes, | alabadle con címbalos de jú¬ 
bilo. 

6 Todo cuanto respira alabe a 
Yave. ¡Aleluya! 


(i) Pero son los santos en quienes resplan¬ 
dece más la bondad de Dios; deben ser ellos 
quienes principalmente le alaben. 














INTRODUCCION A LOS PROVERBIOS 


IENCIA popular se llama a la encerrada en los proverbios. Era el Oriente 
muy fecundo en esta ciencia, y no es de extrañar que abundase también 
entre los hebreos. De Salomón se dice, en ponderación de su sabidur(a y que 
pronunció 3.000 parábolas, qué son los proverbios expresados, como es fre¬ 
cuente y en forma figurada o mediante una comparación, v. gr., « quien a buen 
árbol se arrima..., etc. El libro de los Proverbios encierra una rica colección 
de s°ntencias expresadas en verso, lo más frecuentemente en dísticos antitéticos, 
a fin de poner más de relieve, con el contraste, las dos ideas de la máxima. Los 
nueve primeros capítulos sirven de introducción al libro y contienen una apre¬ 
miante invitación a escuchar la sabiduría y el elogio de ésta. Se destaca entre 
estos capítulos el octavo, que habla de la sabiduría de Dios, cooperadora suya 
en la creación del mundo , por la que se derramó, en las criaturas todas, de donde 
los hombres la pueden sacar, aparte de la especial comunicación y familiaridad 
que dice tener con ellos. Sigue luego una larga serie de proverbios, que abarca 
los capítulos 10 a 22, que se atribuyen a Salomón.-Después otra serie más corta 
que lleva el título «Sentencias de los sabios ». Otra serie de proverbios de Salo¬ 
món, recogida por los sabios de Ezequías, llena los cinco capítulos siguientes. 
Lo que resta puede considerarse como apéndice. Las palabras de Agur, hijo 
de Jaque; la exhortación de la madre de Lemuel, y el elogio del ama israelita, 
que es un hermoso poema alfabético. 

El libro se atribuye a Salomón , aunque ya se ve que no es todo del Rey Sabio, 
como se atribuye a David el Salterio, por ser el principal de los salmistas. 
También , como la del Salterio, la compilación de los Proverbios, puesto que con¬ 
tiene bastantes cosas posteriores a Salomón, debe de ser posterior a él, acaso de 
la época de Ezequías. 
















936 


PROVERBIOS, 1 


PROVERBIOS 


Título y fin del libro. 

I 1 2 3 1 Sentencias de Salomón, hijo de 
David, rey de Israel (1). 

2 Para aprender sabiduría y ho¬ 
nestidad, | para entender sensatos 
dichos, 

3 Alcanzar disciplina y discreción, | 
justicia, probidad y rectitud; 

4 Para dar prudencia a los inex¬ 
pertos, | perspicacia y circunspección 
a los jóvenes. 

6 Oyéndolos, el sabio crecerá en 
doctrina | y el entendido adquirirá 
destreza, 

6 Para entender las sentencias y 
los dichos agudos, | las palabras de los 
sabios y sus enigmas. 

7 El principio de la sabiduría es el 
temor de Yave, | y son necios los 
que desprecian la sabiduría y la dis¬ 
ciplina (2). 


Las malas compañías. 

8 Escucha, hijo mío, las amones¬ 
taciones de tu padre, | y no desdeñes 
las enseñanzas de tu madre; 

9 Porque serán corona de gloria 
en tu cabeza | y collar en tu cuello. 

10 Hijo mío, si los malos pretenden 
seducirte, no consientas. 

11 Si te dicen: «Ven con nosotros, 
pongamos asechanzas a la vida ajena, 
tendamos a placer lazos contra e 
justo (3); 

12 Traguémoslos vivos, como el se¬ 
pulcro, | enteros, como los que bajan 
al sepulcro; 


(1) Según indicamos en la introducción, 
los Proverbios se dicen de Salomón por ser el 
principal autor, como su padre lo fué de los 
salmos. 

(2) El temor de Dios es el principio de la 
sabiduría, que nos encamina hacia Dios, como 
disposición subjetiva que prepara el ánimo para 
escuchar, entender y aceptar las enseñanzas de 
la sabiduría. Consideremos el orgulloso, que 
desprecia a Dios y sus enseñanzas y veremos 
cuán mal dispuesto está para entender esta 
ciencia mora*, que exige para su inteligencia 
la pureza del ánimo. 

(3) Desde la primera página se nos ofrece 
la lucha del malvado y el justo, que tanto apa¬ 
rece en el Salterio. 


13 Tendremos toda suerte de rique" 
zas, | henchiremos nuestras casas de 
despojos, 

14 Tendrás tu parte como todos 
nosotros, | no habrá más que una 
bolsa para todos.» 

16 No te vayas con ellos, hijo mío, | 
ten tus pies muy lejos de sus sendas; 

16 Porque corren sus pies al mal, | y 
se apresuran a derramar sangre. 

17 Pues no en vano se tiende la 
red | a los ojos de las aladas aves. 

18 C 011 ello acechan a la propia vida | 
y traman su propio daño. 

19 Ahí lleva siempre la rapacidad: | 
Es un vicio que acaba por matar al 
que lo tiene. 

Exhortación de la sabiduría. 

20 La sabiduría está clamando fue¬ 
ra, alza su voz en las plazas, (1) 

21 Clama encima de los muros, | en 
las entradas de las puertas de la 
ciudad, y va diciendo: 

22 ¿Hasta cuándo, simples, ama¬ 
réis la simpleza, | y petulantes os 
complaceréis en la petulancia, | y 

, aborreceréis, necios, la disciplina? 

23 Volveos a mis requerimientos: | 
Yo derramaré sobre vosotros mi es¬ 
píritu | y os daré a saber mis pa¬ 
labras. 

24 Pues os he llamado y no habéis 
atendido, | tendí mis brazos y nadie 
se dió por entendido. 

26 Antes desechasteis todos mis 
consejos | y no accedisteis a mis 
requerimientos. 

26 También yo me reiré de vuestra 
ruina | y inc burlaré cuando venga 
sobre vosotros el terror. 

27 Cuando sobrevenga como hura¬ 
cán el terror, | y como torbellino os 
sorprenda la ruina. 

28 Entonces me llamarán y vo no 
responderé; | me buscarán, pero 110 
me hallarán, 

29 Por haber despreciado la sabi¬ 
duría | y no haber seguido el temor 
de Yave, 


(1) Hermosa prosopopeya de la Sabiduría 
llamando a todos a sí. 











PROVERBIOS, 2, 3 


937 


80 Y no haberse agradado de mis 
consejos | y haber menospreciado mis 
requerimientos. 

81 Comerán el fruto de sus obras | y 
se hartarán de sus consejos; 

32 Porque ese desvío llevará a los 
simples a la muerte. | y la prosperi¬ 
dad de los necios los perderá. 

33 Pero quien me escuche vivirá 
tranquilo, | seguro y sin temor de 
mal. 

Excelencias de la sabiduría. 

2 1 Hijo mío, si aceptas mis pala¬ 
bras | y guardas dentro de ti mis 
mandamientos, 

2 Dando atento oído a la sabidu¬ 
ría | e inclinando tu corazón a la 
prudencia, 

3 Si invocas a la inteligencia | y a 
voces llamas a la prudencia; 

4 Si la buscas como se busca la 
plata, | cual si excavaras un tesoro, 

5 Entonces tendrás el temor de 
Yave | y hallarás el conocimiento 
de Dios. 

6 Porque Yave da la sabiduría | y 
con su boca derrama ciencia e inte¬ 
ligencia. 

7 Da salud a los justos | y se hace 
escudo de los que proceden rectamente. 

8 Defiende el camino de la recti¬ 
tud | y protege las sendas de sus santos. 

9 Entenderás entonces justicia y 
juicio | y equidad, en suma, buen 
camino. 

La sabiduría aparta de malas 
compañías. 

10 Cuando entre en tu corazón la 
sabiduría | y sea dulce a tu alma la 
ciencia, 

11 Te guardará el consejo | y te 
preservará la inteligencia 

12 Para librarte de los caminos de 
los malos, | de los hombres de per¬ 
versos razonamientos, 

13 Que dejado todo buen camino | 
van por sendas tenebrosas, 

14 Se gozan en hacer el mal | y se 
huelgan en la perversidad del vicio, 

16 Siguen caminos tortuosos | y se 
extravían en sus andanzas. 

16 Te preservará de la mujer ajena, | 
de la extraña que halaga con sus 
palabras, 

17 Que deja al compañero de su 
mocedad | y se olvida de la alianza 
jurada a su Dios. 


18 Su casa lleva a la muerte | V sus 
caminos a los que murieron; 

19 Cuantos entran no vuelven más, | 
ni toman las veredas de la vida. 

20 Así seguirás, la recta senda | e 
irás por el camino de los justos; 

21 Pues los justos habitarán la 
tierra | y los rectos permanecerán en 
ella; 

22 Mas los impíos serán arrancados 
de la tierra | y los prevaricadores 
serán desarraigados. 

Frutos de la honestidad. 

3 1 Hijo mío, no te olvides de mis 

enseñanzas, | conserva mis pre¬ 
ceptos en tu corazón; 

2 Porque te darán vida larga, | lar¬ 
gos días de vida y prosperidad. 

3 Que no te abandonen jamás la 
bondad y la fidelidad, | átatelas al 
cuello, escríbelas en tu corazón, 

4 Y hallarás favor, buena opinión, | 
ante Dios y ante los hombres. 

6 Confía en Yave de todo cora¬ 
zón | y no te apoyes en tu prudencia. 

6 En todos tus caminos piensa 
en él, | y él allanará todas tus sendas. 

7 No te tengas por sabio, | teme a 
Dios y evita él mal, 

8 Que será sanidad para tu carne | y 
tuétano para tus huesos. 

9 Honra a Dios de tu hacienda, | de 
las primicias de tus frutos, 

10 Y estarán llenas tus trojes | y 
rebosará de mosto tu lagar. 

Excelencias de la sabiduría. 

11 No desdeñes, hijo mío, las lec¬ 
ciones de tu Dios; | no te enoje que 
te corrija, 

12 Porque al que ama le corrige | y 
aflige al hijo que le es más caro. 

13 Bienaventurado el que alcanza 
la sabiduría | y adquiere inteligencia; 

14 Porque es su adquisición mejor 
que la de la plata, | y es de más 
provecho que el oro. 

15 Es más preciosa que las perlas, | 
y no hay tesoro que la iguale, 

16 Lleva en su diestra la longevi¬ 
dad, | y en su siniestra la riqueza y 
los honores. 

17 Sus caminos son caminos delei¬ 
tosos | y son paz todas sus sendas. 

18 Es árbol de vida para quien la 
consigue, | quien la abraza es bien¬ 
aventurado. 






938 


PROVERBIOS, 4 


19 Con la sabiduría fundó Yave la 
tierra, | con la inteligencia consolidó 
los cielos. 

20 Con su ciencia hizo brotar las 
fuentes | y destilan los cielos el rocío. 


Felicidad del justo. 

21 Hijo mío, no la pierdas nunca 
de vista, | guarda siempre la pru¬ 
dencia y el consejo, 

22 Que serón vida para tu alma | y 
gracia para tu cuello. 

23 Entonces irás confiado tu ca¬ 
mino | y no tropezará tu pie. 

24 Cuando te acostares no sentirás 
temor, | te acostarás y dormirás dulce 
sueño. 

25 No tendrás temor de repentinos 
pavores | ni de la ruina de los impíos 
cuando venga. 

26 Porque Yave será tu confianza | y 
preservará tu pie de quedar preso. 


Atenciones debidas al prójimo. 

27 No niegues un beneficio al que 
lo necesita, | siempre que en tu 
poder este el hacérselo; 

28 No le digas al prójimo: «Vete y 
vuelve, | mañana te lo daré», si es 
que lo tienes. 

29 No trames mal alguno contra tu 
prójimo | mientras él confía en ti. 

30 No pleitees con nadie sin razón, | 
si no te ha hecho agravio. 

31 No envidies al injusto | ni sigas 
sus caminos, 

32 Porque el perverso es abominado 
de Yave, | que sólo tiene sus intimida¬ 
des para el justo. 

33 En la casa del impío está la mal¬ 
dición de Yave [ que bendice la mora¬ 
da del justo. 

34 Escarnece a los escarnecedores | 
y da su gracia a los humildes; 

35 Da honra a los sabios | y reserva 
la infamia para los necios. 


Lección patermal. 

,1 1 Oíd, hijos míos, la doctrina de 
un padre, | y atended bien para 
aprender prudencia, 

8 Porque la doctrina que os enseño 
es buena; | no desdeñéis, pues, mis 

pn cpn <1 n 

8 También fui yo hijo pequeñito 


de mi padre, | unigénito bajo la mi¬ 
rada de mi madre; 

4 Y él me enseñaba, dlciéndome: | 
pon atención a mis palabras, 

5 Pon por obra mis mandatos, no 
los descuides | ni te apartes de mis 
enseñanzas. 

7 Sabiduría ante todo, adquiere la 
sabiduría, | procúrate a toda costa 
inteligencia, 

6 Que no te abandonará y te 
guardará; | ámala y ella te custo¬ 
diará. 

8 Tenia en gran estima y ella te 
ensalzará | y te honrará si la abra¬ 
zas. 

9 Pondrá en tu cabeza una corona 
de gracia, | te entregará una esplén¬ 
dida diadema. 


La recta senda. 


10 Oye, hijo mío, y recibe mis I 
palabras | y se multiplicarán los años I 
de tu vida, 

11 Que te enseño el camino de la I 
sabiduría | y te encamino por el I 
recto sendero. 

12 Así cuando anduvieres no se I 
enredarán tus pasos, | y aun corricn- 1 
do no tropezarás. 

13 Retén firmemente la disciplina, I 
no la dejes, | guárdala, mira que es I 
tu vida. 

14 No te metas por las sendas del I 
implo, | no vayas por el camino de 
los malos. 

15 Esquívale, no pases por él, | I 
tente apartado de él, pasa de lejos. I 

16 Esos no duermen tranquilos sí I 
no han hecho el mal, | huye de ellos | 
el sueño si no han hecho alguna ruina. 

17 Comen el pan de la maldad | y 
beben el vino de la violencia. 

18 Mas la senda de los justos es 
como la luz de la aurora, | que va I 
en aumento basta ser pleno día. 

19 Al contrario, el camino del implo 
es la tinicbla | y no ven donde tro- I 
piezan. 

20 Hijo mío, atiende a mis pala¬ 
bras, | inclina tu oído a mis razones, 1 

21 No se aparten nunca de tus ojos, | < 

guárdalas dentro de tu corazón. 

22 Que son vida para quien las 
acoge | y sanidad para su carne. 

23 Guárdalas en tu corazón con toda | 
cautela, l porque son manantial de 
vida. 

84 Lejos de ti toda falsía de la 










PROVERBIOS, 5, 6 


939 


boca | y aparta de ti toda iniquidad 
de los labios. 

15 Mira siempre de frente con tus 
ojos, | vayan tus párpados derechos 
ante tí. 

26 Mira bien dónde pones el pie, | 
y sean reetos todos tus caminos. 

27 No te desvíes a la derecha ni a 
la izquierda, | y aparta del mal todos 
tus pasos. 


Huye de las malas mujeres. 

nj 1 Hijo mío, atiende a la sabidu- 
9 ría, | da oídos a la inteligencia, 

2 Para guardar el consejo | y man¬ 
tener en tus labios la ciencia. 

9 Miel destilan los labios de la 
mujer extraña | y es su boca más 
suave que el aeeite, 

4 Pero su fin es más amargo que el 
ajenjo, | punzante como espada de 
dos filos (1). 

5 Van sus pies derechos a la muer¬ 
te, | llevan sus pasos al sepulcro. 

6 No va por el camino de la vida, | 
va errando por el camino sin saber 
adónde. 

7 Oyeme, pues, hijo mío, | y no te 
apartes de las razones de mi boca. 

8 Tente siempre lejos de su cami¬ 
no, | y no te acerques a la puerta de 
su casa, 

fi Para no dar tu honor a los ex¬ 
traños | y tus años a un cruel; 

10 Para que no disfruten extraños 
de tu hacienda, | y vayan tus tra¬ 
bajos a casa de un extraño, 

11 Y al fin tengas que llorar | cuan¬ 
do veas consumidos tu carne y tu 
cuerpo, 

12 Y hayas de exclamar: [Ay de 
mí, que odié la disciplina | y no di 
oídos a los que me adoctrinaban! 

13 No escuché la voz de los que 
me educaban | y no di oídos a los 
que me enseñaban. 

14 Por poco no he llegado al extre¬ 
mo de mis males, | en medio del 
consejo de la asamblea. 

15 Bebe el agua de tu cisterna, | los 
raudales de tu pozo. 

16 ¿Quieres derramar fuera tus fuen¬ 
tes, | por las plazas, las aguas de 
tu río? 

17 Tenias para ti solo, | no para 


(r) La ley condenaba a muerte a los adúl¬ 
teros, y sin duda que, como ocurre hoy en las 
tribus del desierto arábigo, esta ley no dejaba 
de cumplirse con todo rigor. 


que eontigo las beban los extraños. 

18 Bendita tu fuente, | y gózate en 
la compañera de tu mocedad, 

19 Cierva carísima y graciosa ga¬ 
cela; | embriáguente siempre sus 
amores | y recréente siempre sus 
caricias. 

20 ¿Para qué andar loeo, hijo mío, 
tras la extraña, | y abrazar en tu 
seno a una extranjera? 

21 Los eaminos del hombre están 
a los ojos de Yave, | y él ve todos sus 
pasos. 

22 El impío queda preso en su pro¬ 
pia iniquidad | y cogido en el lazo 
de su culpa. 

23 Morirá por falta de disciplina | y 
su gran necedad le perderá. 


Evitar los empeños. 

(y 1 Hijo mío, si saliste fiador por 
tu prójimo, | si has estrechado la 
mano del extraño, 

2 Si te has ligado con tu palabra | 
y te has dejado coger por tu boca, 

3 Haz esto, hijo mío, para librarte, | 
ya que has caído en manos de tu 
prójimo: | Ve sin tardanza y asegú¬ 
rate de tu amigo, 

4 No des sueño a tus ojos, | no des 
reposo a tus párpados, 

& Ponte a salvo como de la mano 
del cazador el corzo, | como el pájaro 
del lazo del parancero. 

La pereza. 

6 Ve, oh perezoso, a la hormiga, | 
mira sus caminos y hazte sabio. 

7 No tiene capitán, | ni rey, ni 
señor, 

8 Y se prepara en el verano su man¬ 
tenimiento, | reúne su comida al 
tiempo de la mies. | O ve a la abeja, 
y aprende cómo trabaja | y produee 
rica labor, I que reyes y simples bus¬ 
can para sí | y todos apetecen, | y 
siendo como es pequeña y flaca, | es 
por su sabiduría tenida en mucha 
estima (1). 

9 ¿Hasta cuándo, perezoso, dormi¬ 
rás, | cuándo despertarás de tu 
sueño? 

10 Un poco dormitar, un poco ador¬ 
mecerse, | un poco mano sobre mano 
descansando, 


(r) Lo que se dice de la abeja no se lee en 
el texto hebreo; lo tomamos de los LXX. 










940 


PROVERBIOS, 7 


11 Y sobreviene como caminante la 
miseria | y como pordiosero la indi¬ 
gencia. 

El malo. 

12 El hombre malo es digno de 
desprecio, | anda en mendacidad de 
boca, 

13 Hace guiños con los ojos, refrie¬ 
ga los pies, | habla con los dedos, 

14 Tiene el corazón lleno de maldad | 
y siembra siempre la discordia. 

15 Por eso vendrá sobre él de im¬ 
proviso la ruina, | y será quebrantado 
súbitamente y sin remedio. 

Cosas odiosas a Dios. 

18 Seis cosas aborrece Ya ve, | y 
aun siete abomina su alma (1): 

17 Ojos altaneros, lengua menti¬ 
rosa, | manos que derraman la sangre 
inocente, 

18 Corazón que trama iniquidades, | 
pies que corren presurosos al mal, 

19 Testigo falso, que difunde ca¬ 
lumnias | y enciende rencores entre 
hermanos. 

Iluyc de la mujer disoluta. 

20 Guarda, hijo mío, los mandatos 
de tu padre, | y no des de lado las 
enseñanzas de tu madre. 

21 Ten siempre ligado a ellos tu 
corazón, | enlázalos a tu cuello, 

23 Porque antorcha es el manda¬ 
miento y luz la disciplina, | y camino 
de vida la corrección del que te en¬ 
seña. 

22 Te servirán de guía en tu ca¬ 
mino | y velarán por ti cuando dur¬ 
mieres, | y cuando te despiertes te 
hablarán; 

24 Para que te guarden de la mala 
mujer, | de los halagos de la mujer 
ajena (2). 

25 No codicies su hermosura en tu 
corazón, | no te dejes seducir por sus 
miradas; 

28 Porque si la prostituta busca un 
pedazo de pan, | la casada va a la 
caza de una vida preciosa. 


(1) Hermosa semencia ésta, que muestra 
cuánto aborrece el Señor lo que turba la paz, 
contra la cual van todos esos vicios. 

(2) Es la segunda vez que se habla del 
mismo tema. Indicio de un estado moral poco 
lisonjero. Y eso a pesar de las duras sanciones 
de la ley. 


27 ¿Puede alguno llevar fuego en 
su regazo | sin quemarse los vestidos? 

28 ¿Quién andará sobre brasas | sin 
que se le abrasen los pies? 

29 Así el que se acerca a la mujer 
ajena, | no saldrá indemne quien la 
toca. 

30 ¿No es tenido en poco el ladrón, 
cuando roba | para saciar su hambre, 
si la tiene? 

31 Y si es cogido tendrá que pagar 
el séptuplo, | de toda la hacienda 
de su casa? 

32 Pero el adúltero es un mente¬ 
cato, | sólo quien quiere arruinarse 
a sí mismo hace tal cosa. 

33 Se hallará con palos e ignomi¬ 
nia | y su afrenta no se borrará 
nunca. 

34 Porque los celos del bombre le 
ponen furioso | y no perdona el día 
de la venganza. 

35 No se contentará con una in¬ 
demnización | y 110 aceptará dones 
por grandes que sean. 


Los hálanos seductores. 

y 1 2 Hijo mío, atiende a mis pala¬ 
bras | y pon dentro de ti mis 
enseñanzas. 

2 Guarda mis preceptos y vivi¬ 
rás, | sea mi ley como la niña de tus 
ojos. 

3 Atatelos al dedo, | escríbelos en 
la tabla de tu corazón. 

4 Di a la sabiduría: «Tú eres mi 
hermana», | y llama a la inteligencia 
tu pariente, 

6 Para que te preserven de la 
mujer ajena, | de la extraña de lúbri¬ 
cas palabras. 

6 Estaba yo un día en mi casa a 
la ventana, | mirando a través de las 
celosías, 

7 Y vi entre los simples un joven, | 
entre los mancebos un falto de juicio, 

8 Que pasaba por la calle junto a 
la esquina | c iba camino de su casa. 

9 Era al atardecer, cuando ya os¬ 
curecía, | al hacerse de noche, en la 
tinicbla. 

10 Y he aquí que le sale al encuen¬ 
tro una mujer | con atavío de ramera 
y astuto corazón. 

11 Era parlanchína y procaz | y sus 
pies no sabían estarse en casa; 

12 Ahora en la calle, ahora en la 
plaza, | acechando por todas las es¬ 
quinas. 







PROVERBIOS, 8 


941 


13 Cogióle y le abrazó, | y le dijo I 
con toda desvergüenza: 

14 «Tenía que ofrecer un sacrifi¬ 
cio, | y hoy he cumplido ya mis 
votos; 

16 Por eso te he salido al encuen¬ 
tro, | iba en busca de ti y ahora te 
hallo. 

16 He ataviado mi lecho con tapi¬ 
ces, | con telas de hilo recamado de 
Egipto, 

17 He perfumado mi cámara | con 
mirra, áloe y cinamomo. 

18 Ven, embriaguémonos de amo¬ 
res hasta la mañana, | hartémonos 
de caricias, 

19 Pues mi marido no está en casa, | 
ha salido para un largo viaje; 

20 Se ha llevado la bolsa | y no vol¬ 
verá hasta el plenilunio.» 

21 Con la suavidad de sus palabras 
le rindió | y con sus halagos le se¬ 
dujo; 

22 Y se fué tras ella entontecido, | 
como buey que se lleva al mata-, 
dero, | como ciervo cogido en el 
lazo, 

23 Hasta que una flecha le atra¬ 
viesa el flanco; | o como pájaro que 
se precipita en la red, | sin saber que 
le va en ello la vida. 

24 Oyeme, pues, hijo mío, | y atien¬ 
de a las palabras de mi boca. 

26 No dejes ir tu corazón por sus 
caminos, | no yerres por sus sendas, 

26 Porque a muchos ha hecho caer 
traspasados | y son muchos los muer¬ 
tos por ella. 

27 Su casa es el camino del sepul¬ 
cro, | que baja a las profundidades 
de la muerte. 


Invitación de la sabiduría. 

O 1 2 ¿No está ahí clamando la sabi- 
** duría | y dando voces la inteli¬ 
gencia? 

2 En los altos cabezos, junto a los 
caminos, j en los cruces de las vere¬ 
das se para; 

3 En las puertas, en las entradas 
de la ciudad, | en los umbrales de 
las casas da voces: 

4 A vosotros, mortales, clamo, | y 
me dirijo a los hijos de los hombres. 

6 Entended, oh simples, la cor¬ 
dura, | y vosotros, necios, entrad 
en la discreción. 

6 Escuchad, que voy a deciros 
nobles palabras | y abriré mi boca 
a sentencias de rectitud. 


7 Sí, mi boca dice la verdad | pues 
aborrezco los labios inicuos. 

8 Todos mis dichos son conforme 
a la justicia, | nada hay en ellos de 
tortuoso y perverso. 

9 Todos son rectos para la persona 
inteligente, | y razonables para el 
que tiene la sabiduría. 

10 Recibid mi enseñanza mejor 
que la plata, | y la ciencia mejor que 
el oro fino, 

11 Pues la sabiduría vale más que 
las piedras preciosas, | y cuanto hay 
de codiciable no puede comparársele. 


Excelencias de la sabiduría. 

12 Yo, la sabiduría, tengo conmigo 
la discreción, | poseo la ciencia y la 
cordura. 

13 Temer a Dios es aborrecer el 
mal; | la soberbia, la arrogancia, el 
mal camino, | la boca perversa, las 
detesto. 

14 Mío es el consejo y la habilidad, | 
mía la inteligencia, mía la fuerza. 

16 Por mí reinan los reyes | y los 
jueces administran la justicia (1). 

16 Por mí mandan los príncipes | y 
gobiernan los soberanos de la tierra. 

17 Amo a los que me aman | y el 
que me busca me hallará. 

18 Llevo conmigo.el bienestar y la 
honra, | sólidas riquezas y justicia. 

19 Mi fruto es mejor que el oro 
puro, | mi ganancia mejor que la 
plata acrisolada. 

20 Voy por las sendas de la justi¬ 
cia, | por los senderos de la equidad, 

21 Para hacer heredar ricamente a 
los que me aman | y henchir sus 
tes oros. 


La sabiduría en la creación. 

22 Túvome Yave como principio 
de sus acciones, | ya antes de sus 
obras, desde entonces (2). 


(1) Esto puede entenderse de dos maneras: 
que de la Sabiduría les viene el poder de reinar 
y administrar justicia, o que por ella tienen 
aquellas disposiciones de ánimo que son ne¬ 
cesarias para gobernar y administrar justicia. 
Con frecuencia se entiende en el primer sentido, 
confundiendo la Sabiduría con la ley eterna y 
natural; pero más bien se debe entender en el 
segundo sentido, según lo que se dice en el 
versículo 14. 

(2) Este hermoso trozo nos explica los orí¬ 
genes de la Sabiduría. Ella existió con Dios 










942 


PROVERBIOS, 9, 10 


18 Desde los más remotos tiempos 
fuí constituida, | desde los orígenes, 
antes que la tierra fuese. 

14 Antes que los abismos fuí engen¬ 
drada yo, | antes que fuesen las fuen¬ 
tes de* abundantes aguas; 

25 Antes que los montes fuesen ci¬ 
mentados, | antes que los collados fuí 
yo concebida. 

26 Antes que hiciese la tierra ni los 
campos, | ni el polvo primero de la 
tierra. 

27 Cuando fundó los cielos, allí es¬ 
taba yo, | cuando puso una bóveda 
sobre la faz del abismo. 

28 Cuando daba consistencia al 
cielo en lo alto, | cuando daba fuer¬ 
za a las fuentes del abismo. 

29 Cuando fijó sus términos al mar, | 
para que las aguas no traspasasen 
su mandato. | Cuando echó los ci¬ 
mientos de la tierra 

80 Estaba yo con él como arqui¬ 
tecto, | siendo siempre su delicia | so¬ 
lazándome ante él en todo tiempo; 

31 Recreándome en el orbe de la 
tierra, | y son mis delicias los Hijos 
de los hombres. 

32 Oídme, pues, hijos míos; | bien¬ 
aventurado el que sigue mis caminos. 

33 Atended al consejo y sed sa¬ 
bios, | y no lo menospreciéis. 

34 Bienaventurado quien me es¬ 
cucha | y vela a mi puerta cada día | 
y es asiduo en el umbral de mis en¬ 
tradas. 

36 Porque el que me halla a mí 
halla la vida | y alcanzará el favor 
de Ya ve. 

88 Y al contrario, el que me pierde, 
a sí mismo se daña, | y el que me 
odia ama la muerte. 


El banquete <le ln sabiduría. 

1 La sabiduría se ha edificado su 
casa, | ha labrado sus siete co¬ 
lumnas (1). 


antes de todas las cosas, es decir, que es eterna 
como Dios (22, 26); tomó parte en la creación 
de las cosas como arquitecto de Dios (27-30), 
por cuanto Dios, que todo lo hizo con sabiduría, 
se guiaba de ésta. Ella se recrea en contemplar 
sus obras y sobre todo en comunicarse a los 
hijos de los hombres, a fin de hacerlos sabios 
e inteligentes. El prólogo de San Juan y otros 
pasajes paralelos de San Pablo son explicacio¬ 
nes plenas de este texto, al hablarnos del Verbo, 
por quien todo fué creado y todo subsiste. 

(1) El banquete, tantas veces empleado en . 
al Escritura como comparación del reino del I 


* Mató sus víctimas y mezcló su 
vino | y ha aderezado su mesa.. 

8 Mandó sus doncellas a Invitar | 
desde lo más alto de la ciudad. 

4 El que es simple venga acá, | al 
que no tiene sentido hablo. 

5 Venid y comed mi pan | y bebed 
mi vino que para vosotros he mez¬ 
clado. 

8 Dejaos de simplezas y vivid | y 
andad por la senda de la inteli¬ 
gencia. 

Consejos. 

7 El que corrige al petulante se 
acarrea afrenta | y el que reprende 
al impío se deshonra. 

8 No reprendas al petulante, que 
te aborrecerá, | reprende al sabio y 
te lo agradecerá. 

9 Da consejos al sabio y se hará 
más sabio todavía; | enseña al justo 
y acrecerá su saber. 

10 El principio de la sabiduría es 
el temor de Yave, | conocer al santo, 
eso es inteligencia. 

11 Porque por mí se aumentarán 
tus días | y se te añadirán años de 
vida. 

12 Si eres sabio lo serás para ti, | si 
eres petulante tú lo pagarás. 


La necedad. 

18 La señora necedad es alborota¬ 
dora, | es ignorante, no sabe nada. 

14 Se sienta a la puerta de su 
casa, | o en una silla en lo más alto 
de la ciudad, 

15 Para invitar a los que pasan | y 
van su camino. 

18 El que es simple vanga acá, | al 
que no tiene sentido hablo. 

17 Son dulces las aguas hurtadas | y 
el pan de tapadillo el más sabroso. 

18 Y no se dan cuenta de que allí 
está la muerte | y sus invitados 
van' a lo profundo del averno. 

Las sentencias de Salomón. 

t () 1 El hijo sabio es la gloria de 
su padre, | el hijo necio la tris¬ 
teza de su madre. 

8 No aprovechan las riquezas mal 


ciclo, aquí lo es de la comunicación de la sabi¬ 
duría, que en sustancia no está lejos de coinci¬ 
dir con aquél. 








PROVERBIOS, II 


943 


adquiridas, | mas la justicia salva 
de la muerte. 

8 Ya ve no dejará hambrear al 
justo, | pero dejará insaciados los 
apetitos del malvado. 

4 La mano perezosa empobrece, | 
la diligente enriquece. 

6 El que en estío recoge es hombre 
inteligente, | el que duerme al tiempo 
de la siega se deshonra. 

0 Bendiciones sobre la cabeza del 
justo, 


7 La memoria del justo será ben¬ 
decida, | el nombre del impío será 
maldito. 

8 El hombre sensato acepta el 
mandamiento, | pero r\ lenguaraz lo 
resiste. 

9 El que anda en rectitud va se¬ 
guro, j el que va por sendas tortuosas 
va a la ruina. 

10 El que guiña los ojos acarrea 
malaventura, | el que mira franca¬ 
mente sana. 


El hablar del justo. 

11 Fuente de vida es la boca del 
justo, | pero la boca del malvado 
encubre la violencia. 

12 El odio enciende contiendas, | 
mientras que el amor encubre las 
faltas. 

I 13 En los labios del prudente se 
halla la sabiduría; | para las espaldas 
del insensato es la vara. 

14 El sabio esconde su ciencia, | la 
boca del necio anuncia la ruina. 

16 La hacienda del rico es su for¬ 
taleza, | la indigencia del pobre es 
su terror. 

10 La ganancia del justo es para 
vida, | la del impío se le va en sus 
vicios. - 

17 Va por senda de vida el que 
acepta la corrección, | el que no la 
acepta va por camino falso. 

18 El de labios mendaces encubre 
el odio, | el que esparce la difama¬ 
ción es un necio. 

19 En el mucho charlar no falta el 
pecado, | el que refrena sus labios 
es sabio. 

80 Plata acrisolada es la boca del 
justo, | el corazón del impío no vale 
nada. 

81 Los labios del justo nutren a 
muchos, | el necio muere por falta 
de entendimiento. 


La clielia del virtuoso. 

28 La bendición de Dios es lo que 
enriquece, | nuestro afán no le añade 
nada (1). 

23 Hacer el mal es para el necio 
cosa de juego, | y lo es para el sen¬ 
sato ser sabio. 

24 Sobre el impío vendrá lo que él 
se teme, | mas el justo verá colma¬ 
dos sus deseos. 

25 Como pasa el huracán, deja de 
ser el impío, | mas el justo perma¬ 
nece para siempre. 

26 Como el vinagre a los dientes y 
el humo a los ojos, | así es el haragán 
para quien le manda. 

27 El temor de Ya ve alarga la 
vida, | mas los años del impío serán 
abreviados. 

28 Se cumplirá la esperanza del 
justo, | pero se desvanecerá la del 
impío. 

29 El camino de Yave es la forta¬ 
leza del perfecto, | pero es el terror 
de los malhechores. 

30 El justo no vacilará jamás, | pero 
el impío no durará sobre la tierra. 

31 En la boca del justo' florece la 
sabiduría, | pero la lengua del impío 
será cortada. 

32 Los labios del justo están llenos 
de gracia, | la boca del impío, de 
perversidad. 

i 1 1 La balanza falsa es abomina- 

1 1 ble a Dios, | mas la pesa cabal 
le agrada. 

2 Detrás de la soberbia viene la 
deshonra, | con la modestia va la 
sabiduría. 

3 La integridad guía al recto, | la 
propia malicia es la ruina del pér¬ 
fido. 

4 De nada sirven las riquezas el 
día de la ira, | pero la justicia libra 
de la muerte. 

6 La justicia del justo le allana el 
camino, | el malvado cae por su 
misma malicia. 

6 La justicia del justo le salva, | los 
fraudulentos son cogidos en su mismo 
pecado. 

7 A la muerte del impío perece su 
esperanza, | y la confianza del mal¬ 
vado queda burlada. 


(i) No habrá de tomarse esta sentencia 
como una invitación a esperarlo todo, mano 
sobre mano, de Dios, sino como una expresión 
de la inutilidad de nuestros esfuerzos si Dios 
no los bendice. 









944 


PROVERBIOS, 12 


8 El justo es librado de la tribula¬ 
ción, | pero el impío entra en ella 
en vez de él. 


El bien público. 

9 El impío con su boca arruina al 
prójimo, | el justo con su sabiduría 
le salva. 

10 La prosperidad del justo alegra 
a la ciudad, | y cuando perece el 
impío hace fiesta. 

11 La bendición del justo engran¬ 
dece a la ciudad, | la boca del impío 
la abate. 

12 El insensato desprecia al pró¬ 
jimo, | pero el prudente se calla. 

13 El chismoso descubre los secre¬ 
tos, | el hombre fiel lo encubre todo. 

14 Donde no hay gobierno va el 
pueblo a la ruina, | tener muchos 
consejeros le da la salvación. 

16 Andará en ansiedad el que sale 
fiador de otro, | el que rehuye la fian¬ 
za vivirá tranquilo. 

16 La mujer prudente es alabada, | 
y el ánimoso adquirirá riquezas. 

Beneficencia. 

17 El misericordioso se hace bien 
a sí mismo, | el de corazón duro a sí 
mismo se perjudica. 

18 El impío hace ganancias vanas, | 
el que siembra justicia, ése de verdad 
gana. 

19 El que sige la justicia va a la 
vida, | el que va tras el mal corre a 
la muerte. 

20 Los de corazón malo son abo¬ 
minables a Yave, | los de perfectos 
caminos le son gratos. 

21 Más pronto o más tarde no que¬ 
dará impune el malvado, | pero la 
prole del justo escapará. 

22 Anillo de oro en jeta de puer¬ 
co | es la mujer bella pero sin seso. 

23 El deseo del justo se logra, | pero 
el impío no puede esperar más que ira. 

24 Hay quien derrama y siempre 
tiene más, | otro que ahorra más 
de lo justo y empobrece. 

26 El benéfico se sacia, | y quien 
largamente da, largamente tendrá. 

26 Al que acapara el trigo le mal¬ 
dice el pueblo, ¡ sobre la cabeza del 
que lo vende caen bendiciones. 

27 El que hace prontamente el 
bien, bienes se atrae, | al que busca 
-1 mal le vendrá el mal. 


28 El que en sus riquezas confía, 
caerá; | los justos reverdecerán como 
follaje. 

29 El que perturba su casa cogerá 
viento, | y el necio será siervo del 
sensato. 

30 El fruto del justo es árbol de 
vida, I y el sabio roba los corazones. 

31 Si el justo tiene en la tierra su 
paga, | cuánto más el impío y el 
pecador. 

12 1 El que ama la corrección ama 

la sabiduría, | el que odia la 
corrección se embrutece. 

2 El bueno alcanza el favor de 
Yave | que condena al de mala vida. 

3 No se afirma el hombre por la 
impiedad, | la raíz del justo no será 
arrancada. 

4 La mujer fuerte es la corona del 
marido, la mala es carcoma de sus 
huesos. 

6 Los pensamientos del justo son 
rectitud, | los consejos del impío, 
fraude. 

6 Las palabras del impío son para 
acechar la sangre, | la boca del justo 
la salva. 

7 Son trastornados los impíos y de¬ 
jan de ser, | pero la casa del justo 
queda en pie. 

8 Cada uno es alabado según su 
sabiduría, | pero el de perverso co¬ 
razón es menospreciado. 

9 Mejor está el hombre oscuro que 
tiene que comer, | que el presuntuoso 
que carece de pan. 

10 El justo provee a las necesida¬ 
des de sus bestias, | pero el corazón 
del impío es despiadado. 

11 El que labra su campo tendrá 
pan a saciedad, I pero el que se va 
tras los vagabundos es un insensato. 

12 El deseo del impío es una red 
de males, | la raíz del justo es fruc¬ 
tífera. 

La lengua. 

13 El malvado se enreda en peca¬ 
dos de lengua, | el justo se libra de 
ellos. 

14 De los frutos de su boca se sacia 
el hombre, | y según él trata, así será 
tratado. 

16 Al necio le parece derecho su 
camino, | el sabio atiende a los con¬ 
sejos de los sabios. 

16 El necio luego al punto descubre 
su cólera, | el sensato sabe disimular 
una afrenta. 









PROVERBIOS, 13 


9 4 5 


17 El que habla verdad declara lo 
justo, | pero el testigo falso lo dis¬ 
fraza. 

18 Hay quien al hablar da tantas 
estocadas como palabras, | pero la 
lengua del sabio cura las heridas. 

18 El labio veraz mantiene siembre 
la palabra, | la lengua mentirosa sólo 
por un momento. 

20 El corazón del que maquina el 
mal es fraudulento, | alegre el cora¬ 
zón de los de buenos consejos. 

21 Sobre el justo no vendrá la ad¬ 
versidad, | mas para los impíos todo 
serán males. 

22 Los labios mentirosos los abo¬ 
rrece Yave, | se agrada de los que 
proceden sinceramente. 

23 El cuerdo encubre su sabiduría, | 
el corazón del necio pregona su ne¬ 
cedad. 

Laboriosidad. 

24 La mano laboriosa señorea, | la 
perezosa se hace tributaria. 

25 La angustia del corazón depri¬ 
me al hombre, | y una palabra buena 
le conforta. 

26 El justo aventaja a su prójimo, | 
el camino del impío le lleva a la 
ruina. 

27 El indolente no asa su pieza, | 
pero el diligente tiene copiosa abun¬ 
dancia. 

28 En el camino de la justicia está 
la vida, | el camino .tortuoso lleva a 
la muerte. 

1 1 El hijo sabio ama la correc- 

1 ción, | pero el petulante no es¬ 
cucha la reprensión. 

2 Del fruto de su rectitud gozará el 
hombre, | el deseo de los desleales 
es la prepotencia. 

3 El que guarda su boca guarda 
su vida, | el que mucho abre sus 
labios busca su ruina. 

4 Desea el haragán, pero nada; | mas 
el alma del diligente se saciará. 

6 Odia el justo toda palabra men¬ 
tirosa, | pero el impío se deshonra y 
se avergüenza. 

6 La justicia conserva íntegro al 
hombre, | el pecado subvierte al pe¬ 
cador. 

Pobreza y riqueza. 

7 Hay quien se las da de rico y 
no tiene nada, | y quien teniendo 
mucho se hace el pobre. 


8 El rico con sus riquezas puede 
rescatar la vida, | pero el pobre no 
tiene con qué rescatarse. 

9 La luz del justo brilla espléndida¬ 
mente, ( pero la lámpara del impío 
se extinguirá. 

10 La soberbia sólo contiendas oca¬ 
siona, | pero es sabio quien toma 
consejo. 

11 Riqueza hecha de prisa se va; | 
el que poco a poco allega, crece. 

12 Esperanza que se dilata aflige 
el corazón, | deseo satisfecho es árbol 
de vida. 

Docilidad. 1 

13 El que menosprecia el mandato 
perecerá por ello, | el que lo respeta 
será recompensado. 

14 La enseñanza del sabio es fuente 
de vida, | para huir los lazos de la 
muerte (1). 

15 La cortesía concilia gracia, | los 
modos de los soberbios son ásperos. 

16 El cuerdo todo lo hace con 
conocimiento, | el necio va derra¬ 
mando su necedad. 

17 Un mal mensajero precipita en 
la desgracia, | el mensajero fiel es 
un remedio saludable. 

18 Miseria y vergüenza para el que 
desdeña la corrección, | mas el que 
la guarda será honrado. 

19 El deseo cumplido es deleite del 
alma, | pero apartarse del mal es 
abominación para el necio. 

20 Ve con los sabios y te harás 
sabio; | al que a necios se allega le 
alcanzará la desdicha. 


El premio de los justos. 

21 Al pecador le persigue la des¬ 
ventura, | pero el justo será bien 
retribuido. 

22 El hombre de bien será heredado 
por los hijos de sus hijos; | la ha¬ 
cienda del pecador está reservada 
para el justo. 

23 Lo que rotura el pobre da pan 
en abundancia, | mas por la impie¬ 
dad se disipa la hacienda. 

24 Odia a su hijo el que da paz a 
la vara, | el que le ama se apresura 
a corregirle. 

25 El justo tiene pan a saciedad, | 
pero el vientre del impío hambreará. 


(i) Vida vale tanto como felicidad, y lo con. 
trario significa la muerte. 


6 o 








946 


PROVERBIOS. 14, 15 


1 i 1 La mujer prudente edifica la 
1 ~ casa, | la necia con sus manos 
la destruye. 

2 El que anda en rectitud teme a 
Yave, | el que va por sendas tortuosas 
le desprecia. 

3 En la boca del necio está la vara 
de la soberbia, | mas los labios del 
sabio son su guarda. 

4 Sin bueyes el granero está vacío; | 
por la fuerza del buey hay pan en 
abundancia. 

6 El testigo fiel no miente, | el 
testigo falso profiere mentiras. 

6 Busca el petulante la sabiduría, 
pero nada; | mas para el prudente es 
fácil la sabiduría. 

7 Apártate del necio, | en quien 
no hallarás labios de ciencia. 

8 La ciencia del cuerdo está en 
conocer su camino, | al necio le en¬ 
gaña su necedad. 

9 El necio desprecia la expiación, | 
entre los justos habita la bendición. 

10 El corazón que conoce la amar¬ 
gura, | en sus alegrías no se enso¬ 
berbece. 

11 La casa del malvado será aso¬ 
lada, | la tienda del justo florecerá. 

12 Hay caminos que nos parecen 
derechos, | pero acaban al fin en la 
muerte. 

13 Aun en la risa hay aflicción de 
corazón, | y a la alegría sucede la 
congoja. 

14 El insensato tendrá el fruto de 
sus obras, | y de él gozará también 
el hombre bueno. 


Prudencia. 

16 El simple todo lo cree, | el pru¬ 
dente pone atención a sus respuestas. 

16 El sabio es santo y se aparta del 
mal, | el necio se deja llevar a él 
fácilmente. 

17 El que presto se enoja hará 
locuras, | pero el hombre reflexivo 
no se impacienta. 

18 El necio a su necedad se atiene, | 
mientras que el sabio se corona de 
sabiduría. 

13 Los malos se inclinarán delante 
de los buenos, | y los impíos ante la 
puerta del justo. 

20 Aun a los parientes es odioso 
el pobre, | pero el rico tiene muchos 
amigos. 

21 El que desprecia a su prójimo 
peca; | bienaventurado el que tiene 
misericordia de los pobres. 


13 ¿No yerra el que maquina el 
mal? | Pero el que obra el bien 
tendrá misericordia y fidelidad. 

23 En toda labor hay fruto, | pero 
la charlatanería empobrece. 

24 La cordura del sabio es su co¬ 
rona, | la necedad es el collar de los 
necios. 

25 Salva las vidas el testigo veraz, | 
pero el que profiere mentiras es un 
asesino. 

Itclirjióii j Estado. 

20 El temor de Yave es la confianza 
del fuerte, | y sus hijos en él hallarán 
refugio. 

27 El temor de Yave es fuente de 
vida, | que aleja de los lazos de la 
m uertc. 

28 El pueblo numeroso es el or¬ 
gullo del rey, | en la falta de pueblo 
está la ruina del príncipe. 

29 Es tardo a la ira el prudente, | el 
pronto a la ira hará muchas locuras. 

30 El corazón apacible es vida del 
cuerpo | y la envidia es la carie de 
los huesos. 

31 El que maltrata al pobre injuria 
a su Hacedor, | el que tiene piedad 
del pobre le lloara. 

32 El impío es arrastrado en su 

maldad, | el justo hallará refugio en 

su inocencia. 

33 En el corazón del cuerdo reposa 
la sabiduría, | y se hace sentir aun 
entre necios. 

34 La justicia engrandece a la 

nación, | el pecado es la decadencia 
de los pueblos. 

36 Ai ministro inteligente da el 

rey su favor, | al inepto, su desprecio. 

I>a mansedumbre. 

1 * 1 Una respuesta blanda aquieta 
** la ira, | una palabra áspera en¬ 
ciende la cólera. 

2 La lengua del sabio hace esti¬ 
mable la doctrina, | la boca del necio 
no dice más que sandeces. 

3 Los ojos de Yave están en todas 
partes, | observando a ios malos y 
a los buenos. 

4 La lengua blanda es árbol de 
vida, | la áspera hiere el corazón. 

6 El insensato desprecia la correc¬ 
ción paterna, 1 obra prudentemente 
el que la atiende. 

0 En la casa dei justo reina la 
abundancia, | en las rentas del impío 
la turbación. 






PROVERBIOS, 16 


947 


7 Los labios del sabio derraman 
sabiduría, | el eorazón del necio es 
tortuoso. 

8 Yave abomina el sacrificio del 
impío | y se agrada de la oración del 
justo. 

9 Aborrece Yave el camino del 
impío, | pero ama al que sigue la 
justicia. 

10 Molesta la corrección al que va 
por mal camino, | pero el que aborrece 
la corrección morirá. 

11 Están delante de Yave el sepul¬ 
cro y el Averno, | cuanto más los 
corazones de los hombres. 

12 El petulante no quiere que le 
corrijan, | por eso no va con los 
sabios. 

La felicidad. 

13 Corazón alegre haee buena cara, | 
pero la pena del corazón abate el 
alma. 

14 El corazón prudente busca la 
sabiduría, | pero la boca del necio 
se complace en la necedad. 

16 Los días del pobre todos son 
tristes, | pero la alegría del corazón 
es un perenne banquete. 

18 M?jor es poco en el temor de 
Yave, | que muchos tesoros en la tur¬ 
bación. 

17 Mejor comer legumbres donde 
hay amor, | que comer buey cebado 
donde hay odio. 

18 El iracundo promueve contien¬ 
das, | el que tarde se enoja aplaea 
las reneillas. 

19 El camino del perezoso es seto 
de espinas, | el sendero de los rectos 
es llano. 

20 El hijo sabio es la gloria de su 
padre, | el necio la vergüenza de su 
madre. 

21 Al falto de sentido le agrada la 
necedad, | pero el hombre prudente 
endereza sus caminos. 

22 Frústranse los planes donde no 
hay consejo, | pero se logran por el 
eonsejo de muchos. 

23 Gusta saber qué responder, | y la 
palabra dicha a tiempo, ]cuánto bien 
hace! 

24 El inteligente va hacia arriba 
por el camino de la vida, | para 
apartarse del sepulcro abajo. 

Odiosos y caros a Oios. 

26 Asóla Yave la casa del soberbio | 
y afirma los linderos de la viuda. 


26 Son abominables a Yave los 
pensamientos del malo | y le son 
gratas las palabras limpias. 

27 Perturba su casa el codicioso, | 
pero el que aborrece las dádivas vi¬ 
virá. 

28 El eorazón del justo medita la 
respuesta, | pero la boca del impío 
echa fuera su maldad. 

29 Lejos de los impíos está Yave, | 
mas oye la oración del justo. 

80 Rostro radiante alegra corazo¬ 
nes, | y una buena nueva conforta 
los huesos. 

31 Oreja que escucha la corrección 
saludable | tendrá su puesto entre 
los sabios. 

32 El que tiene en poco la correc¬ 
ción menosprecia su alma, | el que 
la escucha adquiere entendimiento. 

33 El temor de Yave es enseñanza 
de sabiduría, | y a la honra precede 
la sumisión. 


La providencia. 

1 Del hombre es preparar la 
a * mente, | pero es Yave quien da 
la respuesta de la lengua. 

2 Al hombre le parecen buenos todos 
sus caminos, | pero es Yave quien 
pesa las almas. 

8 Encomienda a Yave todos tus 
afanes, | y se te lograrán tus pensa¬ 
mientos. 

4 Todo lo ha hecho Yave para sus 
fines, | aun al impío para el día malo. 

6 Aborrece Yave al de altivo cora¬ 
zón, | pronto o tarde no quedará sin 
castigo. 

6 Con misericordia y verdad se re¬ 
para el pecado, | con el temor de 
Yave se aparta el hombre del mal. 

7 Cuando los caminos del hombre 
son gratos a Yave, | aun a sus mismos 
enemigos se los reconcilia. 

8 Mejor es poco en justicia | que 
muchas rentas en injusticia. 

9 Traza el corazón del hombre sus 
caminos, | pero es Yave quien di¬ 
rige sus pasos. 


El rey. 

10 Un oráculo son los labios del 
rey; | no falle, pues, el juicio de su 
boca. 

11 Peso justo y balanza justa son 
de Yave | y obra suya son las pesas 
de la bolsa. 








948 


PROVERBIOS, 17 


12 Abominable es que los reyes 
hagan impiedad, | pues por la justi¬ 
cia se afirman los tronos. 

13 Agradan al rey los labios vera¬ 
ces | y ama al que habla rectamente. 

14 La cólera del rey es heraldo de 
la muerte, | el hombre sabio la 
evitará. 

15 En la alegría del rostro del rey 
está la vida, | su favor es como nube 
preñada de lluvia primaveral. 


Sabiduría y modestia. 

16 Mejor adquirir sabiduría que ad¬ 
quirir oro, | tener inteligencia vale 
más que tener plata. 

17 El camino derecho es apartarse 
del mal, | guarda su alma el que 
guarda su camino. 

18 La soberbia es heraldo de la 
ruina, | y la altivez de corazón, de 
la caída. 

19 Mejor es humillar el corazón con 
los humildes | que partir con los so¬ 
berbios los despojos. 

20 El que pone atención a la pala¬ 
bra hallará el bien, | y quien confía 
en Yave es bienaventurado. 

21 El sabio de corazón es tenido 
por sensato. | y la blandura de los 
labios hace eficaz la doctrina. 

22 Fuente de vida es la sabiduría 
para el que la tiene, | y es castigo 
del necio la necedad. 


« 

El don de la palabra. 

23 El corazón del sabio hace di¬ 
serta su boca | y con sus labios ava¬ 
lora la doctrina. 

24 Panal de miel son sus suaves 
sentencias, | dulzura del alma y me¬ 
dicina de los huesos. 

25 Hay caminos que al hombre le 
parecen derechos, [ pero a su fin 
son caminos de muerte. 

26 El que trabaja, para sí trabaja, | 
y su boca le estimula. 

27 El impío se cava la fosa | y hay 
en sus labios como llama de fuego. 

28 El perverso excita contiendas | y 
el chismoso aparta a los amigos. 

29 El hombre malo lisonjea a su 
prójimo | y le lleva por caminos no 
buenos. 

30 El que hace guiños con los ojos 
maquina engaños, | y el que aprieta 
los labios ha hecho ya el mal. 

31 Gloriosa corona es la canicie | y 


se halla en el camino de la jus¬ 
ticia. 

32 Mejor que el fuerte es el pa¬ 
ciente, | y el que sabe dominarse vale 
más que el que expugna una ciudad. 

33 En el seno se echan las suertes, | 
pero es Yave quien da la decisión. 


Ibxtdnu con o! pró'imo. 

I ^r 1 Mejor es un pedazo de pan 
* seco en paz | que la casa llena 
de carne de víctimas y de contiendas. 

2 El siervo inteligente se, impondrá 
al hijo deshonroso | y heredará con 
los hermanos. 

3 El crisol para la plata, la horna¬ 
za para el oro, | mas los corazones 
los prueba Yave. 

4 El malo escucha al maldiciente | 
y el mentiroso da oídos a la lengua 
mordaz. 

5 El que insulta al pobre insulta 
a su Hacedor, j y el que se goza 
del mal ajeno no quedará impune. 

6 Corona del anciano son los hijos 
y los nietos, | y los hijos honra de 
los padres. 

7 No está bien al necio la grandilo¬ 
cuencia, | cuanto menos al príncipe 
la mentira. 

8 Piedra de encanto es el cohecho 
para el que lo recibe, | a. dondequiera 
que se vuelva cree tener buen suceso. 

9 El que quiere amistad encubre 
las faltas, | el que las descubre se 
enajena el amigo. 

10 Más efecto le hace al sensato un 
reproche | que cien azotes al necio. 

11 El malvado no busca más que 
hacer mal, | mas recibirá un cruel 
mensaje. 

12 Mejor es dar con una osa a quien 
han arrebatado la cría, | que con un 
necio en el frenesí de su necedad. 

13 El que devuelve mal por bien | no 
verá alejarse la desventura de su casa. 

14 Comenzar la pendencia es dar 
suelta a las aguas, | deja la porfía 
antes que se enmarañe. 


La justicio. 

16 Quien absuelve al reo y quien 
condena al inocente, | ambos son 
abominables a Yave. 

16 ¿De qué le sirve al necio el precio 
con que comprar la sabiduría | si no 
tiene juicio? 

17 El amigo amo en to lo tiempo, | 








949 


PROVERBIOS, 18, 19 


es un hermano para el día de la 
desventura. 

18 Es necio el que estrecha la mano | 
empeñándose por otro. 

19 Ama el delito quien ama las 
riñas, | el que abre demasiado la 
puerta busca su ruina. 

20 El de perverso corazón no halla¬ 
rá bien, | y la lengua mendaz incu¬ 
rrirá en el mal. 

21 El que engendra a un necio para 
su mal le engendra, | el padre del 
necio no gozará alegría. 

22 Corazón alegre hace buen cuer¬ 
po, | la tristeza seca los huesos. 

23 El inicuo acepta dádivas | para 
torcer el derecho. 

24 El cuerdo tiene ante los ojos la 
sabiduría, | los ojos del necio se van 
hasta los confines de la tierra. 

25 El hijo necio es el tormento de 
su padre | y la amargura de la que 
le engendró. 

26 No está bien multar al que tiene 
la razón, | pero menos aún castigar 
a gente honrada contra justicia. 


Sabiduría práctica. 

1 27 Es parco en palabras quien tiene 

a sabiduría, | y el hombre sensato 
es de sangre fría. 

28 Aun el necio, si calla, pasará por 
sabio, | y por prudente si cierra sus 
labios. 

1 Busca pretextos el que se des- 
1 ** vía, [ y por cualquier cosa pleitea. 

2 Al necio no le agrada la pru¬ 
dencia, | sino sólo propalar sus nece¬ 
dades. 

8 Con la impiedad viene la des¬ 
honra, | y con la deshonra la ver¬ 
güenza. 

4 Aguas profundas son las palabras 
del hombre, | arroyo surtidor la 
fuente de la sabiduría. 

6 No está bien tener acepción del 
rostro del impío, | para perjudicar 
al justo en la sentencia. 


Hablar necio. 

6 Los labios del necio mueven con¬ 
tiendas | y su boca provoca litigios. 

7 La boca del necio es su ruina | y 
sus labios lazo para su vida. 

8 Las palabras del chismoso pa¬ 
recen dulces | y llegan hasta lo más 
hondo de las entrañas. 


9 El que es negligente en su labor | 
es hermano del derrochador. 

10 Torre fuerte es el nombre de 
Yave, | a ella se acogerá el justo y 
estará seguro. 

11 La riqueza es para el rico fuerte 
ciudadela, | le parece una alta muralla. 

12 Antes de la caída se exalta el 
corazón del hombre, | y a la gloria 
precede la humillación. 

13 El que antes de haber escuchado 
responde | es tenido por fatuo para 
oprobio suyo. 

14 El ánimo del hombre le sostiene 
en su aflicción, | pero ¿quién sosten¬ 
drá al ánimo abatido? 

15 El corazón del sensato adquiere 
sabiduría, | y la oreja del sabio busca 
la enseñanza. 


Tribunales y pleitos. 

16 Las dádivas abren camino al 
hombre | y le dan entrada entre 'los 
grandes. 

17 Parece tener razón el que pri¬ 
mero presenta su causa, | pero viene 
su adversario y le descubre. 

18 La suerte pone fin a los pleitos | y 
decide entre los grandes. 

19 Hermano ofendido es más que 
ciudad fuerte, | y el litigio con ellos 
es como los cerrojos de una fortaleza. 

20 Cada uno llena el vientre de 
los frutos de su boca, | y se sacia del 
fruto de sus labios. 

21 La muerte y la vida están en 
poder de la lengua; | cual sea el uso 
que de ella hagas, tal será el fruto. 

22 El que halla una buena mujer 
halla un tesoro, | ha recibido un gran 
favor de Yave. 

23 El pobre habla suplicante, | el 
rico responde duramente. 


El verdadero amigo. 

24 Hay amigos que sólo son para 
hacer compañía, | pero los hay más 
afectos que un hermano. 

a q 1 Mejor es el pobre que anda 
1 * en sencillez de corazón | que el 
de labios perversos y fatuo. 

2 Ya el carecer de reflexión no es 
cosa buena, | pero el que además es 
precipitado en su obrar, la yerra. 

3 La necedad del hombre tuerce 
sus caminos | y luego le echa la culpa 
a Yave. 










950 


PROVERBIOS, 20 


4 La riqueza allega muchos ami¬ 
gos, | pero al pobre sus amigos le 
abandonan. 

8 Testigo falso no quedará sin cas¬ 
tigo, | y el que esparce la mentira 
no escapará. 

6 Al dadivoso le hacen muchos la 
rueda, | todos son amigos del muní¬ 
fico. 

7 Al pobre aun sus hermanos le 
aborrecen, | [cuánto más le dejarán 
los amigosl | El que cultiva dema¬ 
siadas amistades lo pagará, | como 
el que corre tras lo que no está a 
su alcance. 


El prudente y el necio. 

8 El que adquiere inteligencia se 
hace bien a sí mismo; | el que guarda 
el entendimiento hallará bien. 

9 El testigo falso no quedará im¬ 
pune, | y el que esparce la mentira 
perecerá. 

10 No están bien al necio los de¬ 
leites, | cuanto menos a un esclavo 
mandar a los príncipes. 

11 La cordura del hombre detiene 
su cólera, | y es honroso disimular 
una ofensa. 

12 Rugido de león es la ira del 
rey, | y su favor es como rocío sobre 
la hierba. 

13 El hijo necio es el tormento de 
su padre, | y gotera continua la mujer 
quisquillosa. 

14 Casa y hacienda vienen de los 
padres por herencia, | pero una mujer 
prudente es don de Yave. 

15 La pereza trae el sueño | y el 
haragán hambreará. 


El temor de Dios. 

18 El que guarda la ley a sí mismo 
se guarda, | el que menosprecia sus 
caminos morirá. 

17 A Yave presta el que da al po¬ 
bre, | él le dará su recompensa. 

18 Castiga a tu hijo, que siempre 
hay esperanza, | pero no te excites 
hasta destruirle. 

19 El que mucho se aíra pagará la 
pena, | y más aún si guarda rencor. 

20 Escucha el consejo y acoge la 
corrección, | para que seas sabio en 
lo futuro. 

21 Muchos proyectos hay en la 
mente del hombre, | pero es el con¬ 
sejo de Yave el que permanece. 


28 La misericordia es al hombre 
provechosa, | y mejor es ser pobre 
que mentiroso. 

23 El temor de Yave lleva a la 
vida, | el que de él está lleno no será 
visitado por la desventura. 


Corrección y holgazanería. 

24 Mete el perezoso su mano en el 
seno, | ni para llevarla a la boca la 
sacará. 

28 Castiga al petulante y se hará 
cuerdo el necio, | reprende al sensato 
y ganará en saber. 

28 El que maltrata a su padre y 
ahuyenta a su madre | es un hijo 
infame y deshonroso. 

27 No des oídos, hijo mío, al re¬ 
sentimiento, | que te desviaría de 
los dictámenes de la prudencia. 

28 El testigo falso se burla de la 
justicia | y la boca del impío se 
traga la iniquidad. 

29 Los castigos son para los petu¬ 
lantes | y los azotes para las espaldas 
de los necios. 

OA 1 El vino es petulante y los 
licores alborotadores, | el que 
por; ellos va haciendo eses no hará 
cosa buena. 

2 La cólera del rey es el rugido 
de un cachorro de león, | el que la 
provoca peca contra su vida. 

8 Es honor para el hombre esquivar 
las contiendas, | el insensato se mete 
en ellas. 

4 El perezoso no ara en invierno; | 
va luego en busca de la cosecha, y 
nada. 

8 Aguas profundas son los pensa¬ 
mientos del hombre, | pero el cuerdo 
sabe sacarlas fuera. 

6 Muchos son los que a porfía se 
dan por amigos | pero ¿quién hallará 
el amigo fiel? 


ncctitud. 

7 El justo que anda por caminos 
derechos, | bienaventurados sus hijos 
después de él. 

8 El rey sentado en su trblunal | con 
su mirar disipa el mal. 

9 ¿Quién puede decir: He limpiado 
mi corazón, I estoy limpio de pecado? 

10 Peso falso y falsa medida | son 
abominables a Yave. 

11 Aun el niño da a conocer por 






PROVERBIOS, 21 


951 


sus acciones | si su obra será recta 
y justa. 

13 El oído que oye y el ojo que ve | 
son ambos obra de Yave. 

13 No ames el sueño porque no te 
empobrezcas, | abre el ojo y tendrás 
pan en abundancia. 

14 «Malo, malo», dice el que com¬ 
pra, | mas en apartándose, se alaba. 

lá Hay oro, liay piedras precio¬ 
sas, | los labios del sabio son vaso 
precioso. 


Buenas y malas adquisiciones. 

16 Quítale la ropa al que salió fia¬ 
dor por un extraño, | y retén la 
prenda del que a extraños fió. 

17 Es sabroso al hombre el pan 
mal adquirido, | pero después se halla 
la boca llena de cascajo. 

13 Asegura tus designios con el 
consejo | y haz la guerra con mucha 
reflexión. 

19 El chismoso no tiene secretos, | no 
te entrometas con el suelto de lengua. 

20 El que maldice a su padre o a 
su madre | verá extinguirse su lám¬ 
para en oscuridad tenebrosa. 

21 Lo de pronto y aprisa adquiri¬ 
do | no será después bendecido, 

22 No digas: devolveré mal por mal; | 
confía en Yave, que él te salvará. 

23 Peso falso es abominable a 
Yave | y falsa balanza no está 
bien. 

24 De Yave son los pasos del 
hombre. | ¿Qué puede saber el hom¬ 
bre de sus propios destinos? 

25 Lazo es al hombre decir luego: 
«consagrado», | y andar después pes¬ 
quisando sobre el voto. 


licy y jjobierno. 

26 El rey sabio disipa a los impíos | 
y hace tornar sobre ellos la rueda. 

27 Candela de Yave es el espíritu 
del hombre | que escudriña los es¬ 
condrijos de las entrañas. 

28 Bondad y fidelidad guardan al 
rey, | y la clemencia sostiene los 
tronos. 

29 La fortaleza es la gloria de los 
jóvenes; | el armamento de los an¬ 
cianos, la canicie. 

30 Las señales del azote son medi¬ 
cina contra el mal | y sus llagas 
llegan a lo más hondo del corazón. 


9^1 1 El corazón del rey es arroyo 

de aguas en mano de Yave, | y 
él las dirige a donde le place. 

2 Al hombre siempre le parecen 
buenos sus caminos, | pero es Yave 
quien pesa los corazones. 

3 Haz justicia y juicio: | es más 
grato a Yave que el sacrificio. 

4 Ojos altivos, corazón soberbio, | 
luz de los impíos, son pecado. 

6 Los designios del diligente 
prosperan, | mas para el precipitado 
todo son pérdidas. 


Malicia inútil. 

3 Allegar tesoros con lengua men¬ 
tirosa | es desatentada vanidad y 
lazo mortal. 

7 La rapiña del impío será su des¬ 
trucción, | por no haber querido nacer 
justicia. 

8 El camino del perverso es tor¬ 
tuoso y desviado, | pero el del justo 
es derecho. 

0 Mejor es vivir en un rincón del 
desván | que en cómoda casa con 
mujer quisquillosa. 

10 El alma del impío desea hacer 
el mal, | no perdona ni a su amigo. 

11 Por el castigo del petulante 
aprende el inexperto, | el sabio de la 
corrección saca ciencia. 

12 El justo ve la casa del impío | y 
cómo son trastornados por la des¬ 
ventura. 


Caridad y justicia. 

13 El que cierra sus oídos al clamor 
del pobre, | tampoco cuando él clame 
hallará respuesta. 

14 El presente en secreto aplaca el 
furor |. y el don en el seno la fuerte 
ira. 

15 Alegra al justo que se haga jus¬ 
ticia, | pero al malhechor le aterra. 

16 El que se aparta del camino de 
la sabiduría | vendrá a parar en la 
compañía de los muertos. 

17 Vendrá a parar en la miseria 
el que ama los deleites, | y el que 
ama el, vino y los perfumes no se 
enriquecerá. 

18 El rescate del justo es el impío | 
el de los rectos el prevaricador. 

19 Mejor es vivir en un desierto | que 
con mujer rencillosa e iracunda. 

10 Codiciable y pingüe tesoro hay 








952 


PROVERBIOS, 22, 23 


en la casa del justo, | pero el necio 
lo disipa. 

21 El que hace justicia y miseri¬ 
cordia | hallará vida y honor. 

22 El sabio expugna la ciudad 
fuerte | y destruye la fuerza en que 
se apoya. 

23 El que guarda su boca y su 
lengua | se preserva de la angustia. 

24 Soberbio y presuntuoso | es el 
que obra con orgullosa saña. 

25 Los, deseos matan al haragán, | 
porque sus manos no quieren tra¬ 
bajar. 

26 Hay quien está siempre codi¬ 
ciando, | pero el justo da con lar¬ 
gueza. 

27 Abominable es el sacrificio, del 
impío, | sobre todo si lo ofrece con 
mala intención. 

28 El testigo falso perecerá, | el 
hombre verdadero mantiene su pa¬ 
labra. 

29 El impío hace cara dura, | pero 
el justo conoce los caminos de aquél. 

El poder de Dios. 

30 No hay sabiduría, no hay cor¬ 
dura, | no hay consejo contra Yave. 

31 Apréstase el caballo para el día 
del combate, | pero la victoria es de 
Yave. 

22 1 Más que las riquezas vale el 
buen nombre, | más que la plata 
y el oro la buena gracia. 

2 El rico y el pobre se encuentran, | 
pero al uno y al otro los hizo Yave. 

3 El cuerdo ve el peligro y se es¬ 
conde, | pero el necio sigue adelante 
y la paga. 

4 Riquezas, honra y vida, | son 
premio de la humildad y del temor de 
Yave. 

6 Espinas y lazos hay en el camino 
del impío, | el que guarda su alma 
se aleja de él. 

6 Instruye al niño en su camino, | 
que aún de viejo no se apartará de él. 

7 El rico señorea sobre el pobre | y 
el que toma prestado es siervo del 
que le presta. 

8 El que siembra iniquidad cosecha 
desventura | y todos sus afanes son 
vanos. 

9 El hombre generoso es bendecido, | 
porque da al pobre de su pan. 

10 Arroja al petulante y se acabará 
la contienda, j y cesará el pleito y 
la afrenta. 


11 Ama Yave a los de puro cora¬ 
zón, | y agrada al rey la gracia en el 
decir. 

12 Los ojos de Yave protegen al 
justo | y trastornan los planes de 
los perversos. 

13 Dice el perezoso: Fuera hay un 
león | que me mataría en medio del 
camino. 

14 Sima profunda es la boca de 
la extraña, | aquel que es odioso a 
Yave cae en ella. 

15 La necedad se esconde en el 
corazón del niño, | la vara de la 
corrección la hace salir de él. 

16 Oprimir al pobre es para prove¬ 
cho suyo, | dar al rico es tirarlo. 

Sentencias de los sabios. 

17 Da oído y escucha las palabras 
del sabio, | y aplica tu corazón a la 
enseñanza, 

18 Pues te será dulce conservarla en 
tu pecho | y tenerla pronta en tus 
labios. 

19 Para que pongas en Yave tu 
confianza | te señalo yo hoy sus ca¬ 
minos. 

20 ¿No te he escrito ya ayer | y 
anteayer para darte consejo y ense¬ 
ñanzas? 

21 Palabras sinceras para enseñarte 
la verdad, | para que sepas responder 
a quien te pregunte? 

22 No robes al pobre, porque es 
pobre, | ni quebrantes en las puertas 
al desvalido. 

23 Porque Yave defenderá su causa | 
y despojará a los que le despojan. 

24 No te acompañes del iracundo | 
ni te vayas con el colérico, 

26 Para que no aprendas sus ma¬ 
neras | y no pongas lazos a tu vida. 

26 No seas de los que dan la mano | 
y salen fiadores de un deudor; 

27 De otro modo, si no tienes con 
qué pagar | te quitarán de debajo de 
ti la cama. 

28 No traslades los linderos anti¬ 
guos I que pusieron tus padres. 

29 ¿Has visto a uno solícito en sus 
cosas?, | pues ante los reyes estará, 
no quedará entre la gente oscura. 

A la mesa. 

23 1 Cuando te sientes a la mesa 

de un señor, | mira bien a 
quién tienes delante, 





PROVERBIOS, 24 


953 


2 Y pon un cuchillo a tu garganta | 
si sientes mucho apetito. 

8 No codicies sus manjares delica¬ 
dos, | porque es pan engañoso. 

4 No te empeñes en hacerte rico | y 1 
pon coto a tus maquinaciones. 

5 Pones en ello tus ojos y desapare- 
ce luego, | pues luego toma el vuelo | 
como vuela el águila y se remonta 
al cielo. 

6 No comas con el avaro | ni codicies 
sus manjares, 

7 Porque él no piensa más que 
en sí. | «Come y bebe» te dirá, | pero 
su corazón no está contigo. 

8 Y vomitarás el bocado que co¬ 
miste | y habrás perdido tus blandas 
palabras. 

9 No hables a oídos del necio, | que 
despreciará tus sensatas razones. 

10 No traslades los antiguos lin¬ 
deros | ni te metas en la heredad 
de los huérfanos, 

11 Porque su defensor es el fuerte, | 
que sentenciará por ellos contra ti. 


Docilidad. 

12 Aplica tu corazón a la ense¬ 
ñanza | y tus oídos a las palabras de 
los sabios. 

13 No ahorres a tu hijo la correc¬ 
ción, | que porque le castigues con 
la vara, no morirá. 

14 Hiriéndole con la vara | librarás 
su alma del sepulcro. 

15 Hijo mío, si tú fueres sabio, | 
también se alegrará mi corazón, 

16 Y se alegrarán mis entrañas | si 
tus labios hablasen cosas rectas. 

17 No envidies a los pecadores, | 
antes persevera siempre en el temor 
de Ya ve; 

18 Porque ciertamente tendrás un 
porvenir | y no verás defraudada tu 
esperanza. 

19 Oyeme, hijo mío, y sé sabio | y 
endereza tu corazón por buen camino. 

20 No te vayas con los bebedores 
de vino | ni con los comedores de 
carne, 

21 Porque el bebedor y el comilón 
empobrecerán | y el sueño hará vestir 
vestidos rotos. 

22 Escucha a tu padre, al que te 
engendró, | y cuando envejeciere tu 
madre no la desprecies. 

23 Compra verdad y no la vendas, | 
sabiduría, enseñanza e inteligencia. 

24 Mucho se alegrará el padre del 


justo, | y el que engendró a un sabio 
se gozará en él. 

26 Alégrense, pues, tu padre y tu 
madre, | y gócese la que te engendró. 

26 Dame, hijo mío, tu corazón | y 
pon tus ojos en mis caminos. 

27 Sima profunda es la ramera | y 
pozo estrecho la extraña. 

28 También ella, como el ladrón, 
está al acecho | y multiplica entre 
los hombres los prevaricadores. 


El borracho. 

29 ¿A quién los ayes, a quién los 
lamentos, | a quién las contiendas, a 
quién las quejas, | a quién los palos 
por nada, a quién los ojos hinchados? 

30 A quien se para mucho ante el 
vino | a los que se van en busca de 
la mixtura. 

31 No mires mucho al vino cuando 
rojea | y cuando espuma en el vaso: 

32 Entrase suavemente, pero al fin 
muerde como sierpe | y pica como 
áspid. 

33 Y tus ojos verán cosas extrañas | 
y hablarás sin concierto; 

34 Te parecerá estar acostado en 
medio del mar | y estar durmiendo 
en la copa de un árbol. 

35 «Me han pegado y no me ha 
dolido, | me han pisoteado y no lo 
he sentido, | cuando me despierte 
volveré a buscarlo.» 

^ * 1 No tengas envidia del mal- 

vado | ni desees ponerte en su 

lugar. 

2 Porque su corazón maquina la 
ruina | y sus labios no hablan más 
que para dañar. 

3 Con la sabiduría se edifica la 
casa I y con la prudencia se afirma, 

4 Con la ciencia se hinchen sus 
cámaras | de todo lo más preciado y 
deleitoso. 

5 Hace más el sabio que el valien¬ 
te, | el hombre de ciencia más que el 
fuerte; 

6 Porque con estratagemas se hace 
la guerra, | y la victoria está en la 
muchedumbre de los consejeros. 

7 Demasiado sublime es para el 
necio la sabiduría, | no abrirá su 
boca en las puertas. 

8 El que maquina el mal | será 
llamado hombre de malos pensa¬ 
mientos. 

9 El pensamiento del necio es el 









954 


PROVERBIOS, 25 


ecado, | y es abominable a los 
ombres el petulante. 

10 Si eres flojo en el tiempo bueno | 
¿qué fuerza tendrás el día de la des¬ 
ventura? 


Deberes para con el prójimo. 

11 Libra al que es llevado a la 
muerte; | al que está en peligro de 
muerte, sálvale. 

12 Que si luego dijeres: «No lo 
sabían, | ¿no lo sabrá el que pesa 
los corazones? | Bien lo sabe el que 
vela por tu vida | y dará a cada uno 
según su merecido. 

13 Come miel, hijo mío, que es 
buena, | y el panal es muy dulce al 
paladar. 

14 Así es, sábelo, la sabiduría para 
tu alma; | si la adquieres tendrás 
buen porvenir | y tu esperanza no 
quedará incumplida. 

15 No aceches, ¡oh impíol, la mo¬ 
rada del justo, | no saquees su casa. 

16 Porque el justo, aunque siete 
veces caiga, se lcvanla, | pero el impío 
sucumbirá en la desventura. 

17 No te goces de la ruina de tu 
enemigo, | no se alegre tu corazón 
al verle sucumbir. 

18 No lo vea Dios y se desagrade | 
y aparte de sobre él su ira. 

19 No te entrometas con los per¬ 
versos, | no tengas envidia del impío, 

20 Porque el impío no tendrá buen 
fin | y la lámpara del malvado será 
apagada. 

21 Teme, hijo mío, a Ya ve y al 
rey, | y no te unas a los veleidosos; 

22 Porque de improviso viene sobre 
ellos la perdición | y el disfavor de 
entrambos, ¿quién puede soportarlo? 


25 También éstas son sentencias 
de los sabios: 

No está bien tener acepción de 
personas en el juicio. 

24 Al que dice al culpable: «Tú tie¬ 
nes la razón», | le detesta el pueblo 
y le maldicen las gentes; 

25 Pero al que rectamente juzga, 
todo le va bien | y sobre él desciende 
fausta bendición. 

28 Da un beso en los labios | quien 
da una buena respuesta. 

27 Dispón tu obra de fuera y pre¬ 
páratela en el campo, | y luego mé¬ 
tela en casa. 


28 No testifiques de ligero contra 
el prójimo; | ¿quieres acaso engaña- 
con tus labios? 

29 No digas: «Como me ha tratado 
a mí le trataré yo a él | y le daré lo 
que se merece.» 


El perezoso. 

30 Pasé junto al campo del pere¬ 
zoso | y junto a la viña del insen¬ 
sato, 

31 Y todo eran cardos y ortigas 
que habían cubierto su haz, | y su 
albarrada estaba destruida. 

32 A su vista me puse a reflexionar, | 
aquello fué para mí una lección. 

33 Un poco dormir, un poco cabe¬ 
cear, | otro poco mano sobre mano, 
descansando, 

34 Y sobreviene como un cami¬ 
nante la miseria | y la pobreza como 
un pordiosero. 

1 También éstas son scntcn- 
cias de Salomón, el rey, | co¬ 
leccionadas por los varones de Eze- 
quías, rey de Judá (1). 

2 Gloria de Dios es encubrir las 
cosas | y honra del rey escudriñarlas. 

3 El ciclo por la altura, por lo 
profundo el abismo, | y la mente del 
rey no hay quien pueda sondearlos. 

4 Despoja de escorias a la plata | 
y el platero podrá hacer su vaso. 

6 Aparta al inicuo del lado del 
rey, | y con la justicia se afirmará 
su trono. 

6 No te alabes en presencia del 
rey | y no te sientes en la silla de 
los grandes. 

7 Pues mejor es que te digan: 
«Sube acá» | que tener que ceder tu 
puesto a un grande. 


Los litigios. 

8 Lo que han visto tus ojos | no 
lo hagas en seguida objeto de litigio, | 
pues ¿qué harás luego, | cuando 
venga tu adversario y te ponga en 
evidencia? 

9 Defiende tu pleito contra tu ad¬ 
versario, | pero no descubras el se¬ 
creto de otro, 


(i) Estas palabras pueden ser razonable 
fundamento de que eslos varones de Ezequlas 
fueron los coleccionadores del libro de !oj 
Proverbios. 









PROVERBIOS, 26 


955 


10 Porque no pueda infamarte quien 
te escucha | sin que tenga remedio 
tu deshonra. 

11 Fruto de oro en plato de plata | 
es la palabra dicha a tiempo. 

12 Zarcillo de oro y collar de plata | 
es un sabio amonestador para el oído 
dócil. 

13 Frío de nieve en el calor de la 
siega | es el mensajero fiel, para 
quien le manda, | que refresca el 
ánimo de su señor. 

14 Nube y viento sin lluvia | es el 
hombre que se jacta de vana libe¬ 
ralidad. 

16 Con longanimidad se aplaca el 
príncipe, | y la lengua blanda ablanda 
los huesos. 


Moderación. 

16 Si encuentras miel, come lo su¬ 
ficiente, | no te hartes y tengas que 
vomitarla. 

17 Pon rara vez tu pie en la casa 
del vecino, | no se harte de ti y te 
aborrezca. 

18 Maza, espada y aguda saeta, | es 
el hombre que en falso testifica contra 
su prójimo. 

19 Diente quebrado y pie que res¬ 
bala | es la confianza del impío en 
tiempo de la angustia. | El que se 
quita la ropa en día de frío..., 

20 Echar vinagre sobre una herida | 
es cantar canciones al corazón afli¬ 
gido. 

21 Si tu enemigo tiene hambre, dale 
de comer, | si tiene sed dale de 
beber (1), 

22 Pues si echas ascuas sobre su 
cabeza | Yave te lo pagará. 

23 El viento norte trae lluvia, | y 
el rostro airado la lengua detractora. 

24 Mejor es estar en un rincón del 
desván | que con mujer rencillosa en 
casa espaciosa. 

26 Agua fresca en la boca del se¬ 
diento | fes la buena nueva que viene 
de lejanas tierras. 

26 Fuente turbia y manantial in¬ 
fecto | es el justo que vacila ante el 
impío. 

27 No hace bien comer demasiada 
miel, | y no es glorioso el buscar la 
propia gloria. 

28 Ciudad desmantelada y sin mu¬ 


(i) Sentencia que preludia la doctrina del 
Evangelio sobre el perdón de los enemigos, San 
Pablo la cita en Rom. 12, 20. 


rallas | es el que no tiene dominio 
de sí mismo. 

Oh 1 Como nieve en el verano y llu- 
vía en la siega, | así conviene 
al necio la honra. 

2 Como pájaro vago y como go¬ 
londrina que vuela, | es la impreca¬ 
ción sin motivo; no se cumple. 

3 Para el caballo el látigo, la cabe¬ 
zada para el asno, | la vara para las 
espaldas del necio. 

4 No respondas al necio según su 
necedad, | para no hacerte como él. 

6 Responde al necio como merece 
su necedad, | para que no se tenga 
por sabio. 

6 ... daños sufre | el que envía 
un mensaje por mano de un necio. 

7 Como cojean las piernas del 
cojó, | así el proverbio en la boca 
del necio. 

8 Como quien liga la piedra en la 
honda, | así es el que hace honor al 
necio. 

9 Como rama de espino en mano 
de un borracho, | así es el proverbio 
en la boca del necio. 

10 Como saeta que hiere a cual¬ 
quiera que pasa, | así el que asalaria 
al necio y al borracho. 

11 Como perro que vuelve a su 
vómito, | es el necio que repite sus 
necedades. 

12 ¿Has visto a uno que se cree 
sabio? | Más puedes esperar del necio 
que de él. 

El perezoso. 

13 Dice el perezoso: «En el camino 
hay una fiera, | un león en la plaza.» 

14 Las puertas giran en sus quicios, | 
y el perezoso en su lecho. 

16 El perezoso mete la mano en el 
seno, | y se cansa al llevársela a la boca. 

16 El perezoso se cree prudente, | 
más que siete que sepan responder. 

El litigioso. 

17 Coger a un perro por las ore¬ 
jas | es entrometerte en un pleito 
que no te importa, 

1 18 Como el loco que lanza llamas | y 

saetas mortíferas, 

19 Tal es el hombre que daña a su 
amigo | y dice después: «Lo hice 
por broma.» 

20 A falta de leña se apaga el 










956 


PROVERBIOS, 27, 28 


fuego, | y donde no hay chismoso 
cesa la contienda. 

21 Como el carbón para las brasas 
y la leña para el fuego, | así es el 
chismoso para encender contiendas. 

22 Las palabras del chismoso son 
bocado suave | que baja hasta el 
fondo de las entrañas. 

23 Baño de plata sobre vasija de 
barro | es la palabra lisonjera para 
el corazón del malvado. 

24 El que aborrece se enmascara 
con los labios, | pero dentro lleva la 
traición. 

25 Cuando te habla amigablemente 
no le creas, | porque siente abomina¬ 
ciones que lleva dentro del corazón. 

26 Con doblez esconde su rencor, | 
pero su malicia será descubierta en 
la asamblea. 

27 El que cava la fosa cae dentro 
de ella, | y al que rueda una piedra, 
se le viene encima. 

28 La lengua mentirosa produce 
muchos males | y la boca lisonjera 
hace resbalar. 

27 1 No te jactes del día de ma- 

ñaña, | pues no sabes lo que 
dará de sí. 

2 Que te alabe el extraño, no tu 
boca, | el ajeno, no tus labios. 

3 Pesada es la piedra, pesada la 
arena, | pero la ira del necio es más 
pesada que ambas cosas. 

4 Cruel es la ira, furiosa la cólera, | 
pero ¿quién podrá parar ante la en¬ 
vidia? 

6 Mejor es una abierta reprensión | 
que un amor encubierto. 

6 Leales son las heridas hechas por 
quien ama, | pero los besos del que 
aborrece son engañosos. 

7 El harto pisotea la miel, | pero al 
hambriento le es dulce lo amargo. 

8 Como pajarillo fuera de su nido | 
es el hombre fuera de su puesto. 

9 El perfume y el incienso alegran 
el corazón, | y el consejo y la ciencia 
son la delicia del alma. 


Auiifjos y vecinos. 

10 No dejes al amigo ni al amigo 
de tu padre, | y no tendrás que ir a 
casa de tu hermano el día de la des¬ 
ventura. | Mejor es el vecino cercano | 
que el hermano lejano. 

11 Sé sabio, hijo mío, y compláce¬ 
me, | para que pueda yo responder 
a quien me moteja. 


12 El prudente ve el peligro y se 
esconde, | el simple sigue adelante y 
la paga. 

13 Cógele el vestido por haber sa¬ 
lido fiador de otro, | y retén la prenda 
al que fió a un extraño. 

14 Al que a voces saluda al vecino 
de madrugada, | por maldición se le 
cuenta. 

15 Ootera incesante en día de llu¬ 
via | y mujer rencillosa, allá se van. 

16 El que quiere contenerla pretende 
parar el viento | o recoger el aire con 
su diestra. 

17 El hierro con el hierro se aguza, | 
y el hombre aguza a su prójimo. 

18 El que guarda la higuera comerá 
su fruto, | y el que atiende a su 
señor recibirá de él honores. 

19 Como se parece un agua a otra 
agua, | así el corazón de un hombre 
al de otro. 

20 El sepulcro y el averno no se 
llenan nunca, | y así el ojo del hombre 
no se sacia jamás. 

21 Como el crisol para la plata y 
la hornaza para el oro, | así es para 
el hombre la boca que le alaba. 

22 Aunque majes al necio en el 
mortero con el pilón de majar trigo, | 
no le sacarás su necedad. 


Cuidado de la grey. 


23 Cuida bien de tu grey | y pon 
atención a tus rebaños, 

24 Porque no dura siempre la ri¬ 
queza | y la corona va de generación 
en generación. 

25 Sale el heno, aparece la ver¬ 
dura, | siéganse las hierbas de los 
montes; 

26 Y los corderos te proporcionan 
vestidos | y los cabritos el precio de 
las labores; 

27 Las cabras, leche abundante 
para tu comida, | para el mante¬ 
nimiento de tu cusa | y para el sus¬ 
tento de tus criados. 

28 1 Huye el malvado sin que 

nadie le persiga, | mas el justo 
va seguro como cachorro de león. 

2 Por los delitos de una tierra son 
muchos sus gobernantes, | pero con 
uno inteligente y prudente, dura largo 
tiempo. 

3 El perverso que oprime a los 
pobres | es un torbellino huracanado 
que no da pan. 






PROVERBIOS, 29 


957 


Observancia de la ley. 

4 Los que abandonan la ley alaban 
al impío, | los que la guardan le 
hacen la guerra. 

6 Los malvados no conocen la 
justicia, | pero el que busca a Yave 
lo sabe todo. 

6 Mejor es el pobre que anda en 
integridad | que el rico de perversos 
caminos. 

7 El que guarda la ley es hijo 
prudente, | el que se acompaña de 
glotones es vergüenza de su padre. 

8 El que con usura y crecido inte¬ 
rés aumenta sus caudales, | para los 
pobres lo allega (t). 

9 Es abominable la oración | de 
aquel que se aparta de la ley. 

10 El que extravía a los rectos de 
la buena senda | caerá en su propia 
sima, | pero los perfectos heredarán 
el bien. 

11 El rico es sabio a sus propios 
ojos, | pero el pobre inteligente sabe 
sondearle. 

12 Cuando prevalecen los justos hay 
gran gloria, | pero cuando se alzan 
los impíos se esconden los hombres. 

13 El que oculta sus pecados no 
prosperará, | el que los confiesa y se 
enmienda alcanzará misericordia. 

14 Bienaventurado el hombre que 
persevera en el temor, | pero el de 
duro corazón caerá en la desventura. í 

16 León rugiente y oso hambriento 1 1 
es un mal príncipe a la cabeza de su 
pueblo. 

16 Un príncipe insensato multiplica 
las extorsiones, | pero el que aborrece 
la rapiña alarga la vida. 

17 El hombre que hace violencia y 
derrama sangre | corre al sepulcro 
sin que nadie le socorra. 

18 El que anda en integridad será 
salvo, | el que va por senderos tor¬ 
tuosos, en alguno caerá. 

19 El que labra la tierra tendrá pan 
abundante, | el que se va con los 
ociosos se hartará de pobreza. 

Bondad y equidad. 

í 

20 El hombre fiel será muy bende¬ 
cido, | el que de prisa se enriquece 
no será sin culpa. 


21 No es bueno tener acepción de 
personas | y se peca por un pedazo 
de pan. 

22 El malo se apresura a hacerse 
rico | y no ve que le vendrá la po¬ 
breza. 

23 El que reprende hallará después 
mayor gracia | que aquel que lisonjea 
con la lengua. 

24 El que-roba a su padre o a su 
madre y dice que no es malo, | es 
digno compañero del bandido. 

25 El hombre codicioso suscita liti¬ 
gios, | el que en Dios confía se sacia. 

26 El que en sí mismo confía es 
un necio, | el que anda en sabiduría 
será salvo. 

27 El que da al pobre no tendrá 
pobreza, | el que aparta de él sus 
ojos tendrá muchas maldiciones. 

28 Cuando están en auge los impíos 
se esconde el hombre, | mas cuando 
son destruidos se multiplican los 
justos. 


29 


(i) No es que sea ésta su intención, sino 
que Dios por ocultos caminos hace que, privado 
de herederos el avaro, vaya su hacienda a parar 
a manos de los pobres. 


1 El que reprendido endurece 
su cerviz, | de repente será 
quebrantado sin remedio. 

Buen gobierno. 

2 Bajo el gobierno de los justos 
está contento el pueblo, | cuando 
mandan los impíos el pueblo suspira. 

3 El que ama la sabiduría alegra 
a su padre, | el que frecuenta rameras 
pierde su hacienda. 

4 El rey con la justicia mantiene 
el estado, | pero el venal lo lleva a 
la ruina. 

6 El que adula a su prójimo | tiende 
un lazo a los pies de éste. 

6 Bajo los pies del malvado hay 
una trampa, | pero el justo canta 
alegremente. 

7 El justo conoce el derecho de 
los humildes, | pero el impío no 
entiende nada. 

8 Los petulantes sublevan la ciu¬ 
dad, | los sabios calman la ira. 

9 Si un sabio disputa con un necio, ¡ 
que se enoje, que se ría, no tendrá 
reposo. 

10 Los hombres sanguinarios odian 
al justo, | pero a los justos no se les 
da cuidado. 

11 El necio desfoga toda su ira, | pero 
el sabio acaba por calmarle. 

12 El príncipe que da oído a la 
mentira | tendrá ministros todos 
malos. 














958 


PROVERBIOS, 30 


13 El pobre y el usurero se encuen¬ 
tran, | y es Yave quien hace brillar 
los ojos de entrambos. 

14 El rey que hace justicia a los 
humildes | hace firme su trono para 
siempre. 

Educación. 

16 La vara y el castigo dan sabi¬ 
duría, | el muchacho consentido es 
la vergüenza de su madre. 

10 Con el crecer de los malos crece 
la iniquidad, | pero los justos verán 
su caída. 

17 Corrige a tu hijo y te dará con¬ 
tento | y hará las delicias de tu 
alma. 

18 Sin profecía el pueblo va desen¬ 
frenado, | pero el que guarda la ley, 
dichoso ¿1. 

19 No con solas palabras se corrige 
el esclavo, I porque entiende bien, 
pero de obedecer, nada. 

20 ¿Has visto a un hombre preci¬ 
pitado en el hablar? | Más esperanza 
que en él hay en el necio. 

21 El que acaricia a su siervo como 
a un niño, | al fin tendrá que arre¬ 
pentirse. 


Suavidad y humildad. 

22 El iracundo levanta contiendas | 
y el furioso muchas veces peca. 

23 La soberbia trac al hombre la 
humillación, | pero el de humilde 
corazón es ensalzado. 

24 El encubridor del ladrón a si 
mismo se odia, | oye el conjuro y no 
lo denuncia. 

28 El temor del hombre es un lazo, | 
pero el que teme a Yave está a 
seguro. 

28 Muchos son los que buscan el 
favor del príncipe, | pero el juicio de 
cada cual viene de Yave. 

27 El inicuo es horror para el 
justo, | y horror para el malvado es 
el que obra rectamente. 

1 Dichos de Agur, hijo de Jaque, 
de Masa (1). 

* Dijo aquel varón: Mucho me he 
fatigado, joh DiosI, | mucho me he 
fatigado, ¡oh Diosl, y he perdido la 
esperanza. 

8 Torque soy un Ignorante y menos 


que hombre, | y no tengo inteligencia 
de hombre. 

4 No he aprendido la sabiduría, | y 
no sé conocer al Santo. | ¿Quién subió 
a los cielos y bajó? | ¿Quién encerró 
( los vientos en su puño? | ¿Quién ató 
las aguas en su manto? | ¿Quién fijó 
confines a la tierra? | ¿Cómo se llama? 
¿Y cómo se llama su hijo, si lo sabes? 


Iai divina palabra. 

6 Toda palabra de Dios es acriso¬ 
lada, | es el escudo de quien en él 
confia. 

8 No añadas nada a sus cloquios, | 
porque no te reprenda y seas hallado 
mentiroso. 


Iai áurea mediocridad. 

7 Dos cosas te pido, | no me las 
niegues antes de que muera, 

8 Tcnmc lejos de la mentira y del 
engaño, | y no me des ni pobreza ni 
riquezas. | Dame aquello de que he 
menester, 

9 No sea que harto te desprecie | y 
diga: ¿Quién es Yave?, | o que nece¬ 
sitado robe | y blasfeme del nombre 

de mi Dios. 

10 No acuses al siervo ante su 
amo, | si no te maldecirá y tú tendrás 
que oírle. 


Lo peor de lo peor. 

11 Hay quien maldice a su padre | y 
no bendice a su madre. 

12 Hay quien se cree limpio | y no 
ha limpiado su inmundicia. 

13 Hay quien mira con altanería | 
y cuyos párpados son altivos. 

14 Hay gentes cuyos dientes son 
espadas | para devorar a los pobres 
de la tierra, | y de entre los hombres 
a los menesterosos. 


Los insaciables. 

18 Dos hijos tiene la sanguijuela: 
Dame, dame. | Tres cosas hay quo 
no se hartan | y cuatro que nunca 
dicen: «Basta.» 

18 El sepulcro, la matriz estéril, I la 
tierra, que no se harta de agua, ] y 
el fuego, que nunca dice: «Basta.» 

17 Al que escarnece a su padre | y 


(i) Este nombre de Agur es desconocido. 










PROVERBIOS, 31 


959 


pisotea el respeto de su madre, | cuer¬ 
vos del valle le saquen los ojos | y 
devórenle aguiluchos. 


Cuatro maravilla*. 

18 Tres cosas me son estupendas | 
y la cuarta no la llego a entender: 

19 Ei rastro del águila en los aires", | 
el rastro de la serpiente sobre la 
roca, | el rastro de la nave en medio 
del mar, | y el rastro del hombre 
en la doncella. 

20 Este es el obrar de la mujer 
adúltera: | Después de haber comido 
se limpia la boca, | y dice; «Nada de 
mal he hecho.» 


Los insoportables. 

21 Tres cosas hay que sublevan a 
la tierra I y una cuarta que no puede 
sufrirse: 

22 Siervo que llegue a dominar, | 
necio que se ve harto de pan, 

23 Aborrecida que llegue a encon¬ 
trar marido, | y esclava que hereda 
a su señora. 


Cosas pequeñas, pero sabias. 

24 Cuatro cosas hay pequeñas en 
la tierra | que son, sin embargo, más 
sabias que los sabios. 

25 La hormiga, pueblo nada fuer¬ 
te, | poro que se prepara su provisión 
en el verano; 

26 El damán, pueblo nada esfor¬ 
zado, | que se hace su cubil en las 
rocas (1); 

27 La langosta, que no tiene rey, | y 
sin embargo avanza en escuadrones; 

28 El lagarto, que se coge con la 
mano, | y sin embargo habita en los 
palacios de los reyes. 

29 Tres cosas hay de buen andar | 
y aun cuatro cjue muy bien se pasean: 

30 ab El león, el más fuerte de todos 
los animales, | que no retrocede ante 
nadie; 

8 °c El gallo, que marcha gallardo 
entre sus gallinas; 

81 ab El macho cabrío, que va de¬ 
lante de su manada, 


(i) El «damán», que la Vulgata traduce por 
conejo, es un animal de la fauna de Palestina 
que no tiene nombre correspondiente en nues¬ 
tra lengua. 


8l c Y el rey, que va a la cabeza 
de su ejército. 

82 Si te ensalzaste sin darte cuenta | 
o a sabiendas, mano a la boca; 

88 Porque batiendo la leche se hace 
la manteca, | y oprimiendo la nariz 
se hace uno sangre, 

84 Y oprimiendo la ira se excita 
la riña. 

Q1 1 2 Sentencias de Lemuel, rey 
1 de Masa, | sentencias que le en¬ 
señó su madre (1). 


El buen príncipe. 

2 jQué, hijo miol |Qué, hijo de mis 
entrañas! | iQué, hijo de mi alma! 

8 No des a las mujeres tu vigor | ni 
tus caminos a las que destruyen a 
los reyes. 

4 No está bien, ]oh Lomuelt, | no 
está bien a los reyes beber vino, | ni 
para quien gobierna sorber licores. 

5 Si no, bebe y se olvida de las 
leyes | y pervierte el derecho de los 
afligidos. 

8 El licor dadlo a los miserables | y 
el vino a los afligidos, 

7 Que bebiendo olvidan su mise¬ 
ria | y no se acuerdan más de sus 
afanes. 

8 Abre tu boca por el mudo | y de¬ 
fiende al desvalido; 

9 Abre tu boca a la sentencia justa, | 
y haz justicia al pobre y al mise¬ 
rable. 


Elogio de la mujer fuerte. 

10 La mujer fuerte, ¿quién la ha¬ 
llará? | Vale mucho más que las 
perlas (2). 

11 En ella confía el corazón de su 
marido | y no tiene nunca falta de 
nada. 

12 Dale siempre gusto, nunca dis¬ 
gustos, | durante todo el tiempo de 
su vida. 

13 Ella se procura lana y lino | y 
hace las labores con sus manos. 

14 Es como la nave del mercader, | 
que desde lejos trae su pan. 


(1) Hemos de decir lo mismo que de Agun 
no sabemos quién sea este rey de Masa. 

(2) Este canto a «la mujer fuerte* es el canto 
a la matrona, al ama israelita, reina de su casa 
y gloria de su marido y de sus hijos. 










960 


PROVERBIOS, 31 




15 Todavía de noche se levanta, | y 
prepara a su familia la comida | y la 
tarea de sus criados. 

18 Ve un campo y lo compra, | y 
con el fruto de sus manos planta 
una viña. 

17 Se ciñe de fortaleza | y esfuerza 
sus brazos. 

18 Ve alegre que su tráfico va 
bien | y ni de noche apaga su lám¬ 
para. 

19 Coge la rueca en sus manos | y 
hace bailar el huso. 

20 Tiende su mano al miserable | 
y alarga la mano al menesteroso. 

21 No teme su familia el frío de la 
nieve, | porque todos en su casa 
tienen vestidos dobles. 

22 Ella se hace tapices, | y sus 
vestidos son de lino y púrpura. 

23 Celebrado es en las puertas su 


marido, | cuando se sienta entre los 
ancianos del lugar. 

24 Hace una hermosa tela y la ven¬ 
de, | y vende al mercader un ceñidor. 

26 Se reviste de fortaleza y de 
gracia | y se ríe de lo por venir. 

28 La sabiduría abre su boca | y 
en su lengua- está la ley de la bondad. 

27 Vigila a toda su familia | y no 
come su pan de balde. 

28 Alzanse sus hijos y Ja aclaman 
bienaventurada, | y su marido la 
ensalza. 

29 «Muchas hijas han hecho proe¬ 
zas, | pero tú a todas sobrepasas.» 

30 Engañosa es la gracia, fugaz la 
belleza; | la mujer que teme a Dios, 
ésa es de alabar. 

31 Dadle los frutos del trabajo de 
sus manos | y alábenla sus hechos en 
las puertas. 









ECLESIASTÉS 


61 













INTRODUCCION AL ECLESIASTES 


C CLESIASTES, en hebreo Cohelet, vale tanto como Predicador que habla 
^ a una asamblea. Una tradición judia transmitida por San Jerónimo atri¬ 
buye este libro a Salomón, que lo habría escrito al fin de su vida, cuando, has¬ 
tiado de los placeres y convencido de su vanidad, pronunció su famoso « vani¬ 
dad de vanidades y todo vanidad '». El mismo libro parecía confirmar esta sen¬ 
tencia, cuando en boca del autor pone estas palabras: «Fo, Cohelet, fui rey de 
Israel en Jerusalén » (1, 12). A pesar de todo, los expositores modernos tienen 
por cosa averiguada que el autor de este libro no es Salomón, ni ninguno de 
su época, sino un sabio israelita, que vivió después de la cautividad, acaso al 
fin del judaismo, cuando no se hablaba ya la lengua hebrea o por el gran con¬ 
tacto con los extranjeros se había llenado de palabras exóticas. 

Este punto del autor, en un libro como éste, viene a ser, después de todo, 
poco menos que indiferente. Más importante es precisar el argumento que en 
su libro desarrolla. Y esto no es cosa fácil de lograr. Veamos de intentarlo. 

Nuestros moralistas asientan su ciencia de las costumbres sobre el prin¬ 
cipio supremo delfín del hombre. Como sea el fin que al hombre se señala, así 
serán las normas de su vida. Los antiguos hebreos no se detenían a precisar 
ese supremo principio, pero insistían sobre otro a él inmediato: que toda 
la vida humana está sometida al juicio de Dios, que da a cada uno según 
sus obras. Este principio se repite frecuentemente en la Escritura del Antiguo 
Testamento. Pero ¿cuándo y cómo se realiza esta sanción del juicio divino? 
La ley apenas nos habla más que de premios y castigos temporales. De aquí que 
para algunos sea en la presente vida cuando se realizarán las sanciones divinas 
y el hombre conseguirá su fin, que es su felicidad. 

Mas, aunque la experiencia ofrezca algunos argumentos a esta tesis, también 
ofrece otros muchos en contra de ella. El caso del malvado que prospera y triunfa 







































































964 


ECLESIASTÉS, 1 


y del justo que es maltratado y perseguido no es infrecuente y produce en quie¬ 
nes lo contemplan gran impresión. El libro de Job no tiene otro fin que dis¬ 
cutir este problema. Los amigos del patriarca le acusan de impiedad no por 
otra causa, sino porque le ven caído de su antigua prosperidad en el fondo de 
la miseria. El patriarca protesta contra tal argumentación, y el Señor, que al 
fin se aparece para poner termino al debate, lo hace ponderando la sabiduría de 
Dios, que el hombre no es capaz de escudriñar. En algunos salmos se medita 
también sobre este mismo tema, y tales meditaciones ponen de relieve la gran¬ 
deza de la fe de los salmistas, que parecen repetir las palabras de Job: «Aunque 
me mate, esperaré en Dios.» 

La fe en la supervivencia c inmortalidad del alma y la confianza en la justicia 
divina son eomúnminte enseñadas en los libros del Antiguo Testamento , aunque 
en ellos aparezca reflejada la opinión contraria, que no comparten los autores 
sagrados. Mas cómo había de ser la vida de ultratumba y cuál la manera de rcali 
zarsc la justicia divina, eran puntos oscurísimos, que poco a poco fué el Señor 
revelando. Ya en algunos salinos se nos deja entrever una esperanza de vida 
dichosa cerca de Dios. Mas son la Sabiduría, Daniel y el II de los Macabeos 
los que nos hablan claramente de la vida inmortal y dichosa junto al Señor, y aun 
de la resurrección de los cuerpos. Doctrina aclarada y afianzada por Nuestro 
Señor y los Apóstoles en el Nuevo Testamento. 

En aquella oscuridad anterior vivía el Cohclct, que estudia el problema del 
fin del hombre con fe en la justicia suprema de Dios, pero sin la luz sobre los 
celestiales horizontes que revelaciones posteriores nos descubren; y nada dispuesto 
a dejarse convencer por los argumentos de quienes aceptaban la doctrina de que 
Dios da en la presente vida a cada uno según sus obras, se apoya, para contrade¬ 
cirla, en la experiencia, y de sus argumentos deduce esta conclusión: Disfrútanos 
de los bienes de Dios, pero sin olvidarnos de su justicia. 

A la luz de este principio, y teniendo presente cuán envuelta en tinieblas se 
hallaba la doctrina del fin supremo del hombre, nos podremos dar cuenta de las 
palabras del Cohclct, que algunos, sin suficiente fundamento, interpretan en 
sentido pesimista y materialista. 

La lectura de este libro despierta en Las almas el deseo de otras luces más 
consoladoras, como son ¿as que nos ofrecen los libros antes citados y más todavía 
el Nuevo Testamento. San Pablo, queriendo calificar la miseria de los gentiles, 
dice que viven sin esperanza. Al contrario, a los cristianos la esperanza que tienen 
en Jesús les hace dulces las tribulaciones y la muerte misma: «Mi vivir es Cristo 
y la muerte es para mi una ganancia .» 


ECLESIASTES 


Vanidad de las cosas humanas. No hay nada nuevo. 

1 1 Razones del Cohclct, hijo de 4 Tasa una generación y viene otra, 

1 David, rey de Jerusulén. pero la tierra es siempre la misma. 

2 Vanidad de vanidades, dijo el 6 Sale el sol, púnese el sol, y corre 
Cohclct, vanidad de vanidades, todo con el aíAn de llegar a su lugar, de 
es vanidad. 3 /.Qué provecho saca el donde vuelve a nacer. 6 Tira el viento 
hombre de todo por cuanto se afana al inediodia, gira el norte, y va 
debajo del sol? siempre rodeando de continuo y torna 








ECLESIASTÉS, 2 


965 


de nuevo a sus giros. 7 Los ríos van 
todos a la mar y la mar no se llena; 
allá de donde vinieron tornan de 
nuevo, para volver a correr. 

8 Todo trabaja, más de cuanto el 
hombre puede decir, y no se sacia 
el ojo de ver ni el oído de oír. 9 Lo 
que fué, eso ser6. Lo que ya se hizo, 
eso es lo que se hará: no se lince nada 
nuevo bajo el sol. 10 Una cosa de 
que dicen: «Mira esto, esto es nuevo«r, 
aun esa fué ya en los siglos ante¬ 
riores a nosotros, 11 no hay memoria 
de lo que precedió, ni de lo que suce¬ 
derá habrá memoria en los que serán 
después (1). 


Vanidad de la ciencia. 

12 Yo, el Cohelet, he sido rey (2) de 
Israel, en Jcrusalén; 13 y me puse cu 
el corazón hacer sabiamente investi¬ 
gaciones V pesquisas sobre todo cuan¬ 
to hay bajo los cielos. Es una dura 
labor dada por Dios a los hijos de 
los hombres, para que en ella se 
ocupen. 

14 Miré todo cuanto se hace bajo 
el sol, y vi que todo era vanidad y 
apacenlarse de viento. 15 Lo tuerto 
no puede enderezarse, y lo falto no 
puede completarse. 

16 Y dije para mí: Heme aquí en¬ 
grandecido y crecido en sabiduría, 
más que cuantos antes de mi fueron 
en Jcrusalén, y hay en mi inente 
mucha ciencia y sabiduría. 17 Di, pues, 
mi mente a conocer la sabiduría y 
a entender la locura y los desvarios, 
y vi que también esto es apacentarse 
de viento, 18 porque donde hay mucha 
ciencia hay mucha molestia, y cre¬ 
ciendo el saber, crece el dolor (3). 

Y anidad de los placeres. 

O 1 Dije en mi corazón: «Ea, pro- 
^ bemos la alegría, a gozar los pla¬ 


to El curso uniforme y constante de la 
naturaleza contrasta con el de la vida humana, 
agitada y que declina siempre hacia su fin. 
Esto es triste para ei hombre, cuando en lo alto 
no brilla la estrella de la esperanza. 

(2) La literatura seudoepigráfica abundaba 
entre los judíos, y a Salomón, fuera de este 
libro, se le atribuyó también el de la Sabiduría, 
y más tarde los Salmos de Salomón no ca¬ 
nónicos. 

( 3 ) No sólo la fatiga de adquirir la ciencia, 

sino el dolor que produce una ciencia siempre 
imperfecta, que ofrece más dificultades angus¬ 

tiosas que soluciones tranquilizadoras. 


ccrcs.» Tero también esto es vani¬ 
dad. 2 3 * Dije a la risa: «Eres una loca», 
y a la alegría: «¿De qué sirves?» (1) 

3 Me propuse agasajar mi carne 
con el vino, mientras daba mi 
mente a la sabiduría; y me di a la 
locura, hasta llegar a saber qué fuese 
para el hombre lo mejor de cuanto 
acá abajo se hace durante los conta¬ 
dos días de su vida. 

4 Emprendí grandes obras, me cons¬ 
truí palacios, me planté viñas, 5 me 
hice huertos y j írdincs y planté en 
ellos toda suerte de árboics frutales. 
6 Me hice estanques para regar de 
ellos el bosque donde los árboles 
crecían. 7 Compré siervos y siervos, 
y tuve mucho i criados; tuve mucho 
ganado, vacas y ovejas, más que 
cuantos antes de mí hubo en Jeru- 
salén, pero conservando mi sabiduría. 
8 Amontoné plata y oro, tesoros de 
reyes y provincias. Híccmc con can¬ 
tores y cantoras y con cuanto es 
deleite del hombre, y con instrumen¬ 
tos músicos de tocia suerte. 9 Fui 
grande, más que cuantos antes de 
mí fueron cu Jcrusalén, pero conser¬ 
vando mi ciencia. 10 Y de cuanto 
mis ojos inc pedían, nada les negué. 
No privé a mi corazón de goce algu¬ 
no, y mi corazón gozaba de toda mi 
labor, siendo este el premio de mis 
afanes. 11 Entonces mire todo cuanto 
habían hecho mis manos y todos los 
afanes que al hacerlo tuve, y vi que 
todo era vanidad y apacentarse de 
viento, y (fue no hay provecho alguno 
debajo del sol. 


Y anidad de la sabiduría. 

12 Me volví a mirar a la sabiduría, 
la estulticia y la ignorancia, porque 
¿que hombre podrá llegar hasta donde 
puede llegar el rey en cuanto se puede 
hacer? 13 Y vi que la sabiduría sobre¬ 
puja a la ignorancia, cuanto la luz 
a las tinieblas. 14 El sabio tiene ojos 
en la frente, y el inrcio anda en 
tinieblas. Conocí también que una 
misma es la suerte de ambos. 

15 Y dije en mi corazón: «También 
yo tendré la misma suerte del necio; 
¿por qué, pues, hacerme sabio, qué 
provecho sacaré de ello?» Y vi que 
también esto es vanidad; 16 porque 
del sabio, como del necio, no se hará 


(i) Tampoco los placeres fueron bastantes 
para dar tranquilidad a su espíritu. 












966 


ECLESIASTÉS, 3 


eterna memoria, sino que todo, pa¬ 
sado algún tiempo, pronto se olvida. 
Muere, pues, el sabio igual que el 
necio. 

17 Por eso aborrecí la vida, al ver 
que cuanto debajo del sol se hace, 
todo es vanidad y apacentarse de 
viento; 18 y aborrecí todo cuanto 
había hecho bajo el sol, porque todo 
tendré que dejarlo a quien vendrá 
después de mí. 19 ¿Y quién sabe si 
ése será sabio o será necio? Y con 
todo, dispondrá de todo mi trabajo, 
de lo que me costó estudio y fatiga 
debajo del sol. También esto es va¬ 
nidad; 20 y desesperé en mi corazón 
de todo el trabajo que he hecho 
debajo del sol; 21 porque quien tra¬ 
bajó con conocimiento, con pericia 
v buen suceso, tiene después que 
dejárselo todo a quien nada hizo en 
ello; también esto es vanidad y mal 
grande. 22 Pues ¿qué le queda al 
hombre de todo su afanarse y fati¬ 
garse con que debajo del sol se afanó? 
23 Todos sus días son dolor y todo 
su trabajar fatiga, y ui aun de noche 
descansa su corazón. También esto es 
vanidad (1). 

24 No hay para el hombre cosa 
mejor que comer y beber y gozar de 
su trabajo, y vi que esto es don de 
Dios. 26 Porque ¿quién puede comer 
y beber sino gracias a él? 26 Porque 
al que le es grato le da sabiduría, 
ciencia y gozo, pero al pecador le da 
el trabajo de allegar y amontonar 
para dejárselo después a quien Dios 
quiera. También esto es vanidad y 
apacentarse de viento (2). 


y tiempo de morir, tiempo de plantar 
y tiempo de arrancar lo plantado; 
3 tiempo de herir y tiempo de curar, 
tiempo de destruir y tiempo de edi¬ 
ficar; 4 tiempo de llorar y tiempo de 
reír; tiempo de lamentarse y tiempo 
de danzar; 6 tiempo de esparcir las 
piedras y tiempo de amontonarlas; 
tiempo de abrazarse y tiempo de sepa¬ 
rarse; 6 tiempo de ganar y tiempo de 
perder; tiempo de guardar y tiempo 
de tirar; 7 tiempo de rasgar y tiempo 
de coser; tiempo de callar y tiempo de 
hablar; 8 tiempo de amar y tiempo 
de aborrecer; tiempo de guerra y tiem¬ 
po de paz. 


Inccrtidiimhrc <le lo por venir. 

9 ¿Qué provecho saca el que se 
afana, de aquello que hace? 40 Yo 
he mirado el trabajo que Dios ha 
dado a los hijos de los hombres para 
que en él se ocupen. 11 Todo lo hace 
él apropiado a su tiempo, y ha 
puesto además en su alma la idea de 
la perduración, sin que pueda el 
hombre descubrir la obra de Dios 
desde el principio hasta el fin. 12 Co¬ 
nocí que no hay para él otro bien 
que gozarse y hacer el bien en su 
vida, 13 pues el que uno coma, beba 
y se goce de su trabajo, es don de 
Dios. 14 Conocí que cuanto hace Dios 
es permanente y nada se le puede 
añadir, nada quitar, y hace así Dios 
que se le tema. 15 Lo que es, eso fué 
ya, y lo que fué, eso será, v Dios 
vuelve a traer lo que ya pasó. 


Todo a bu tiempo. 

3 1 Todo tiene su tiempo (3), y todo 
cuanto se hace debajo del sol 
tiene su hora. (i) 2 3 Hay tiempo de nacer 


(i) El sabio hace ventaja al necio e igno¬ 
rante; pero, después de todo, cuanto se afana 
en la vida no le da la felicidad, y al fin viene 
a morir igual que los otros, sin dejar en pos 
de sí otra memoria que los demás mortales. 

(a) En este supuesto, la conclusión final es 
que lo práctico será disfrutar de los bienes de 
la vida, que son don de Dios. En esta última 
frase el Cohelet se levanta por encima del 
vulgar materialista. Con todo, esto no sacia el 
corazón ni basta para hacerlo feliz. 

(3) El pensamiento de este trozo (1-15) pa¬ 
rece ser el mismo de antes. Todo marcha igual, 
y en ello el hombre no encuentra la felicidad. 
No queda, pues, otra cosa que gozar los bienes | 
y «hacer el bien*. 


Desórdenes sociales. 

16 Otra cosa he visto debajo del 
sol: que en el puesto de la justicia 
está la injusticia, y en el lugar del 
derecho, la iniquidad. 17 Por eso me 
dije: Dios juzgará al justo y al in¬ 
justo, porque hay un tiempo destina¬ 
do para todo y para toda obra (1). 

18 Díjeme también acerca del hom¬ 
bre: Dios quiere hacerles ver y cono¬ 
cer que de sí son como bestias (2), 


(1) En los tronos, que deben ser asiento de 
la justicia, se ve con frecuencia sentada la tira¬ 
nía y la injusticia. Esto exige la intervención 
de Dios como juez supremo, y el Cohelet la 
espera. 

(2) Para entender este punto oscuro, en que 
algunos quieren ver el materialismo del Cohelet, 
es preciso colocarse en el punto de vista del 












ECLESIASTÉS, 4, 5 


967 


19 pues la condición de los hijos de 
los hombres es la de las bestias, y 
la muerte del uno es la muerte de los 
otros y no hay más que un hálito 
para todos, y no tiene el hombre 
ventaja sobre la bestia, pues todo 
es vanidad. 20 Unos y otros van al 
mismo lugar, todos han salido del 
mismo polvo y al polvo vuelven 
todos. 

21 ¿Quién sabe si el hálito del 
hombre sube arriba y el de la bestia 
baja abajo, a la tierra? 

22 Y vi que no hay para el hombre 
nada mejor que gozar de su trabajo, 
pues ésa es su parte, ¿y quién le dará 
a gozar lo que ha de venir? 

4 * 1 Tornóme y vi las violencias que 
se hacen debajo del sol, y las 
lágrimas de los oprimidos sin tener 
quien los consuele, y la fuerza en 
mano de los opresores, sin tener aqué¬ 
llos quien los consuele. 2 Y proclamé 
dichosos a los muertos que se fueron, 
más dichosos que los vivos que viven 
todavía, 3 y más dichosos aún los 
que nunca vivieron y no vieron lo 
malo que debajo del sol se hace (1). 

4 Vi también que todo trabajo y 
cuanto de bueno se hace mueve la 
envidia del hombre contra su pró¬ 
jimo. También esto es vanidad y 
apacentarse de viento. 6 El necio se 
cruza de manos y se come su carne. 

6 Más vale una sola mano llena en 
reposo, cjue las dos llenas en trabajo 
y aflicción de espíritu. 

7 Volvíme de nuevo y vi otra vani¬ 
dad debajo del sol: 8 Un hombre 
solo que no tiene sucesor, que no 
tiene hijo ni hermano (2), y no cesa 
nunca de trabajar ni se hartan sus 
ojos de riquezas. ¿Para quién trabajo 
yo y me someto a privaciones? Tam¬ 
bién esto es vanidad y duro tra¬ 
bajo. 


autor. En la incertidumbre sobre cómo Dios 
dará a cada uno según sus obras y miradas las 
cosas conforme aparecen, no se ve diferencia 
entre el fin del hombre y el de la bestia: ambos 
acaban en el sepulcro y para ambos acaba el 
mundo. Por eso concluye, como atrás, que no 
le queda al hombre más que gozar de su tra¬ 
bajo (versículo 23). 

(1) Esta sentencia del Cohelet ante las mi¬ 
serias que afligen al hombre en esta vida son 
la generalización de las expresiones de Jere¬ 
mías y Job cuando se sentían oprimidos de 
dolor. 

(2) Hermosa sentencia. Es, en efecto, una 

gran miseria la del avaro, que se afana en allegar 

riquezas que ni él ni sus hijos han de gozar. 


Ventajas de la compañía. 

10 Más valen dos que uno solo, 
porque logran mejor fruto de su tra¬ 
bajo. Si uno cae, el otro le levanta; 
pero jay del solo, que si cae, no tiene 
quien le levante! 11 También si duer¬ 
men dos juntos, uno a otro se calien¬ 
tan; pero el solo, ¿cómo podrá ca¬ 
lentarse? 12 Si uno es agredido serán 
dos a defenderse, y la cuerda de tres 
hilos no es fácil de romper. 

13 Más vale mozo pobre y sabio que 
rey viejo y necio, que no sabe escuchar 
los consejos. 14 Aquél, aun de la cárcel 
podrá salir para subir al trono, aun¬ 
que nació pobre en su reino; éste, 
aun en el trono es un pobre hombre. 
15 Vi que todos los que andan y 
viven debajo del sol se iban con 
aquél, con el mozo que tomó su 
puesto (1). 16 No tenía fin la muche¬ 
dumbre del pueblo que le seguía; sin 
embargo, los que vengan detrás tam¬ 
poco estarán contentos de él, porque 
también esto es vanidad y apacen¬ 
tarse de viento. 


Deberes para con Dios. 

17 Pon atención a tus pasos al acer¬ 
carte a la casa de Dios; llegarse dó¬ 
cilmente vale más que el sacrificio 
de los insensatos, que no saben hacer 
más que mal. 

1 No seas precipitado en tus pala¬ 
bras, y que tu corazón no se apre¬ 
sure a proferir una palabra delante 
de Dios, que en los cielos está Dios 
y tú en la tierra; sean, pues, pocas 
tus palabras. 2 Porque de la muche¬ 
dumbre de las ocupaciones nacen los 
sueños, y de la muchedumbre de 
palabras, los despropósitos. 

3 Si haces voto a Dios 110 te tardes 
en cumplirlo, que no hallan favor 
los negligentes; lo que prometes, cúm¬ 
plelo. 4 Mejor es no prometer que 
dejar de cumplir lo prometido. 6 No 
consientas que tu boca te haga cul¬ 
pable, y no digas luego ante el sacer¬ 
dote que fué inadvertencia, pues se 
irritaría Dios contra tu palabra y 
destruiría las obras de tus manos; 
6 pues de la muchedumbre de los 


(1) ¿Nació el joven con derecho al trono, 
pero se vió privado de él por ser pobre, o nació 












968 


ECLESIASTÉS, 6, 7 


cuidados nacen los sueños y de la 
muchedumbre de las palabras los 
despropósitos. Teme, pues, a Dios. 


Injusticias. 

7 Si ves en la región la opresión del 
pobre y la violación de la justicia y 
del derecho, no te sorprendas, por¬ 
que por encima del grande hay otro 
más grande que vela. 

9 El fruto del campo es para todos, 
y aun el rey es para el campo. El que 
ama el dinero no se ve harto de di¬ 
nero, y el rjuc ama los tesoros no 
saca de ellos provecho alguno; tam¬ 
bién esto es vanidad. 

10 Con la mucha hacienda, muchos 
son los que la comen, y ¿qué saca de 
ella el amo, inás que verla con sus 
ojos? 11 Dulce es el sueno del tra¬ 
bajador, coma poco, coma mucho; 
pero Ja hartura no deja dormir al 
rico. 

Alanos Inútiles. 

12 Hav un trabajoso afán que lie 
visto debajo del sol; riquezas guar¬ 
dadas para mal de su dueño. 13 l’iér- 
dcnsc esas riquezas en un mal nego¬ 
cio, y a los hijos que engendra no 
les queda nada en la inano. 11 Como 
desnudo salió del seno de su madre, 
desnudo se tornará, yéndose como 
vino, y nada podrá tomar de sus 
fatigas para llevárselo consigo. 15 Tam¬ 
bién esto es un triste mal, que como 
vino así se haya de volver, y nada 
pueda llevarse en la mano de cnanto 
trabajó; 10 y sobre esto, comer todos 
los dias de su vida cu tinieblas, en 
afán, dolor y miseria. 


El bien. 

17 He aquí lo que yo he hallado 
de bien: que es bueno comer, beber 
y disfrutar, en medio de tantos afanes 
con que se afana el hombre debajo 
del sol los contados dias (pie Dios le 
concede, pues ésta es su parte; 18 y el 
que de Dios recibió riquezas y ha¬ 
cienda y facultad de gozar de ellas, 
alegrándose con su parte en medio 
de sus afanes, esto también es don 
de Dios, 19 no tendrá mucho que 

Í icnsar en los días de su vida, porque 
)ios le llenó de alegría el corazón. 


Deseos insaeíado?». 

() 1 2 Hay un mal que yo vi debajo 

del sol y que pesa muy grave¬ 
mente sobre el hombre (1). * Uno a 
quien dió Dios riquezas, hacienda y 
honra, y a quien nada falta de cuanto 
su deseo puede desear, pero a quien 
Dios no le deja gozar de todo eso, 
sino que lo gozan los extraños. Esta 
es vanidad y mal trabajo.. 3 Aunque 
tenga cien hijos y viva muchos años, 
si no se hartó su alma del bien y ni 
siquiera halla sepultura, 4 digo que 
mejor que el es el abortivo, que si 
en vano vino y oscuramente se va y 
cubren su nombre las tinieblas, 5 y ni 
vio el sol ni supo nada, todavía inás 
quietud goza éste que aquel; 6 y aun¬ 
que dos veces mil años viviese sin 
gustar el bien, ¿no irían todos por el 
mismo camino? 

7 Todo el trabajo del hombre es 
para su boca, y nunca se harta su 
alma. ¿Cuál es la ventaja del sabio 
sobre el necio? ¿Cuál la del pobre que 
sabe andar su camino? 8 Mejor es 
tener que perderse en deseos, > tam¬ 
bién esto es vanidad y apacentarse 
de viento. 

10 El que es ya tiene nombre, y ya 
se sabe que es un hombre y que no 
podrá contender con quien es más 
fuerte que él. 11 Cierto, muchas pala¬ 
bras aumentan la vanidad, pero ¿qué 
provecho hay para el hombre, 12 y 
quién sabe qué es lo mejor para el 
hombre en los dias de la vida de su 
vanidad, (pie pasa como sombra? 
¿Quien dará a saber al hombre lo 
que después de él sucederá debajo 
del sol? 

Lo mejor. 

*7 1 Mejor es el buen nombre que 

el oloroso ungüento, y mejor el 
día de la muerte que el del naci¬ 
miento (2). 

2 Mejor ir a casa en lulo que ir a 
casa en fiesta, porque aquel es el 
fin de todo hombre y el (pie vive 
reflexiona. 3 Mejor es la tristeza que 
la risa, porque la tristeza del rostro 
es buena para el corazón. 1 El corazón 
del sabio está cu la casa en lulo, el 


(1) No es la posesión de muchos bienes, 
sino el contento y la satisfacción lo que hace 
a un hombre dichoso. 

(2) Consideradas las miserias y vanidades de 

la vida, mejor es la salida de ella que la entrada. 












ECLESIASTÉS, 8 


y fio 


corazón del necio en la casa en placer. 

5 Mejor es oír el reproche de un 
sabio que escuchar las cantilenas de 
los necios: 6 porque cual el chispo¬ 
rrotear del fuego bajo la caldera, tal 
es el aplauso de los necios; y también 
esto es vanidad. 7 Porque la opresión 
puede hacer enloquecer al sabio, y 
las dádivas corrompen el corazón. 

8 Mejor es el fin de una cosa que 
su principio, y mejor es el de ánimo 
calmo que el irascible. 9 Xo te apre¬ 
sures a enojarle, porque Jaira es pro¬ 
pia de los necios. 

10 Nunca digas: ¿.Por que es que 
los tiempos pasados fueron mejores?, 
porque nunca preguntarás esto sa¬ 
biamente (1). 11 Buena es la ciencia con 
hacienda, y es una ventaja para los 
que ven el sol. 12 Porque escudo es 
la ciencia y escudo es la riqueza, pero 
excede la sabiduría, que da la vida 
al que la tiene. 

13 Contempla la obra de Dios, por¬ 
que ¿quien podrá enderezar lo. que 
él torció? 14 En el día del bien goza 
del bien, y en el día del mal refle¬ 
xiona (pie" lo uno y lo otro lo ha 
dispuesto Dios, de modo que el hom¬ 
bre nada sepa de lo por venir. 

15 De todo lie visto en mis fugaces 
días: un justo que mucre en toda su 
justicia, y un impío que eon todas 
sus iniquidades campa largo tiempo. 

16 No quieras ser demasiado justo 
ni demasiado sabio: ¿Para que quie¬ 
res destruirte? (2) 17 No hagas mucho 
mal ni seas insensato: ¿Por qué lias 
de querer morir antes de tiempo? 
18 Bien te estará esto sin dejar aque¬ 
llo, que el que teme a Dios Saldrá 
con todo. 

Valor de la sabiduría. 

19 La sabiduría da al sabio una 
fuerza superior a diez potentes que 
gobiernan la ciudad. 


(1) Dijo también nuestro poeta que «cual¬ 
quier tiempo pasado fué mejor», pero esto 
para el que sufre las calamidades del presente 
y no ve del pasado sino los bienes. 

(2) Bajo una expresión dura es preciso bus¬ 
car un pensamiento verdadero y que esté en 
armonía con la doctrina del Cohelei. Supuesto 
que este consejo va dirigido al justo, le inculca 
evite la excesiva preocupación, el escrúpulo 
por la observancia de la ley, que no deja de 
dañar al espíritu. AI revés, el versículo siguiente 
se dirige al que lleva una vida despreocupada. 
A ése le advierte atender a las consecuencias de 
la vida disoluta, siquiera por amor de la vida 

mitrna. 


20 Cierto, no hay hombre en el 
mundo que haga sólo el bien y no 
peque. 

21 Tampoco apliques tu corazón a 
todo lo que se dice, para no tener que 
oír a tu siervo decir mal de ti. 22 Sabe 
muy bien tu conciencia que tú muchas 
veces has hablado mal de otros. 

23 Todo esto he querido buscarlo 
en la sabiduría, y dije: Quiero ha¬ 
cerme sabio; pero la sabiduría está 
lejos de mi. 24 Lejos se queda lo que 
estaba lejos, y profundo lo profundo. 
¿Quién lo alcanzará? 


La mujer. 

25 He rodeado con mi corazón, por 
saber c inquirir la sabiduría y la 
razón, y por conocer la maldad de 
la insensatez y los desvarios del error. 

26 Y halle que es la mujer más 
amarga que la muerte, y lazo para el 
corazón, y sus manos ataduras. El 
que agrada a Dios escapará de ella, 
mas el pecador en ella quedará preso. 

27 Esto hallé, dice el Cohelet, pe¬ 
sando las cosas una por una para 
bailar la razón. 23 Lo qüe busca mi 
alma y no lo encuentra: entre mil 
halle un hombre, mas mujer entre 
todas, ni una hallé (1). 29 Lo que hallé 
fué sólo esto: Que Dios hizo recto 
al hombre, mas ellos se buscaron 
muchas perversiones. 


El hombre de bien. 

O 1 ¿Quién como el sabio? ¿Quién 
^ como el (pie sabe explicar las 
cosas? La sabiduría del hombre alum¬ 
bra el rostro y templa su aspereza. 

2 Guarda el mandato del rey como 
juramento hecho a Dios. 1 2 3 No te apre¬ 
sures a alejarte de su presencia ni 
persistas en cosa que le desagrade, 
porque puede hacer cuanto quiere. 
4 Pues la palabra del rey es eficaz, 
¿y quién podrá decirle; Que es lo 
que haces? 

5 El que guarda los mandamientos 
no tendrá mal, y la mente sabia co¬ 
noce el tiempo y el juicio; 6 que para 


(1) En los Proverbios hallamos esos juicios 
desfavorables de la mujer; ya se deja entender 
que tales juicios no tenian en la mente del 
j autor la universalidad que sus expresiones 

aparentan. Seguramente que el Cohelet no 
> incluía a su madre en tales juicios pesimistas. 







970 


ECLESIASTÉS, 9 


toda cosa hay tiempo y juicio, y es 
mucho el afán que pesa sobre el 
hombre; 7 porque no sabe lo que 
vendrá después, ¿y quién podrá de¬ 
cirle cuándo ha de suceder? 8 No tiene 
poder el hombre sobre el espíritu 
para retenerle, ni tiene poder sobre 
el día de la muerte; y no hay armas 
para tal guerra ni podrá la iniquidad 
salvar al reo de ella. 


La virtud desconocida. 

9 Esto he visto poniendo atención 
a cuanto sucede bajo el sol, en tiempo 
en que el hombre domina sobre el 
hombre para su mal. 10 Vi a impíos 
recordados (1), mientras que los que 
habían hecho el bien se iban del lugar 
santo y eran olvidados en la ciudad. 

También esto es vanidad. 11 Por¬ 
que la sentencia contra el mal no se 
ejecuta prontamente, y por esto el 
corazón de los hijos de los hombres 
se llena de deseos de hacer el mal; 
12 porque hace el pecador cien veces 
el mal y pervive; con todo, yo sé 
que los que temen a Dios tendrán el 
el bien, los que temen ante su pre¬ 
sencia, 13 mientras que el impío no 
tendrá bien ni prolongará sus días, 
que serán como sombra porque no 
teme a Dios. 

14 Sin embargo, tal vanidad se da 
sobre la tierra, que son tratados 
justos como conviene a los malvados, 
y malvados como conviene a los 
justos. Y me digo también que esto 
es vanidad. 15 Por eso alabo la ale¬ 
gría, que el hombre no tiene bien 
bajo el sol sino comer, beber y ale¬ 
grarse, y esto es lo que le queda de 
sus trabajos en los días de vida que 
le da Dios debajo del sol (2). 


Inecrtidumbre del destino. 

16 Di, pues, mi corazón a conocer 
la sabiduría y a examinar el trabajo 
que se hace sobre la tierra, porque 


(1) Este versículo expresa un hecho que Job 
repite con frecuencia y que en los salmos 
ponía a prueba la fe de los justos. Los ver¬ 
sículos siguientes parecen una solución a la 
dificultad. La sentencia divina llegará, sin duda, 
aunque parezca a veces tardar. 

(2) La consecuencia expuesta en este verso 

ya la hemos visto atrás. En estas sentencias, 

al parecer epicúreas, siempre brilla el pensa¬ 

miento de Dios. 


hay quien ni de día ni de noche ve 
cerrarse sus ojos por el sueño. 17 Exa¬ 
miné también la obra de Dios, que 
no puede el hombre conocer cuanto 
se hace debajo del sol, y por mucho 
que en buscar se fatigue nada llega 
a descubrir; y aun cuando dijere 
el sabio que sabe, nada llega a 
saber (1). 

Q 1 Y poniendo en mi corazón todo 
J esto, vi bien que el justo y el sa¬ 
bio y sus obras están en las manos de 
Dios, y ni siquiera sabe el hombre 
si es objeto de amor o de odio; todo 
está en poder de él (2). 2 * * * Todo a todos 
sucede de la misma manera, una 
misma es la suerte que corren el 
justo y el impío, el puro y el impuro, 
el que sacrifica y el que no ofrece 
sacrificios, el hombre de bien y el 
malhechor, el que jura y el (pie abo¬ 
rrece el juramento. 


Ln muerte. 

3 Este mal hay en todo cuanto exis¬ 
te debajo del sol: que es una misma 
la suerte de todos, y que el corazón 
de los hijos de los hombres esté 
lleno de mal y de enloquecimiento 
durante los días de su vida, y luego 
a la muerte. ¿Y quién es excep¬ 
tuado? 

4 Mientras uno vive hay esperanza, 
que mejor es perro vivo que león 
muerto; 6 pues los vivos saben que 
han de morir, mas el muerto nada 
sabe y ya no espera recompensa, 
habiéndose perdido ya su memoria. 

6 Amor, odio, envidia, para ellos 
ya todo se acabó, no toman ya parte 
alguna en lo que sucede bajo el sol. 

7 Ve, come alegremente tu pan y 
bebe tu vino con alegre corazón, pues 
que se agrada Dios en tus buenas 
obras. 8 Vístete en todo tiempo de 
blancas vestiduras, y no falte el un¬ 
güento sobre tu cabeza. 9 Goza de la 
vida con tu amada compañera, todos 


(1) No es csceplicismo, sino expresión un 
tamo extremosa de lo limitada que es la ciencia 
humana cuando se trata de los grandes pro¬ 
blemas que tocan al gobierno de la vida. lPobres 
de nosotros si no tuviéramos la antorcha de la 
revelación l 

(2) Todo está en las manos de Dio y no 
es fácil por la cotidiana experiencia deducir 
las leyes del gobierno divino. Esto es una ten¬ 
tación para los justos y causa de extravío para 
los hombres de poca fe. 











ECLESIASTES, 10, 11 


971 


los días de la fugaz vida que Dios 
te da debajo del sol, porque ésa es 
tu parte en esta vida entre los tra¬ 
bajos que padeces debajo del sol. 
Cuando puedas hacer bien, hazlo ale¬ 
gremente, porque no hay en el se¬ 
pulcro, a donde vas, ni obra ni in¬ 
dustria, ni ciencia ni sabiduría. 

Ineerlidinnbre de la fortuna. 


11 Tornéme y vi debajo del sol 
que no es de los ágiles el correr, ni 
de los valientes el vencer, ni aun de 
los sabios el pan, ni de los entendidos 
la riqueza, ni aun de los cuerdos el 
favor; sino que el tiempo y el acaso 
en todo se entremezclan, 12 y que 
ni aun su hora conoce el hombre. 
Como pez que es cogido en una mala 
red y como pájaro que se enreda en 
el lazo, así se enredan los hijos de 
los hombres en el mal tiempo cuando 
de improviso los coge. 

13 Otra cosa he visto debajo del 
sol, que fué para mí una gran lec¬ 
ción: Había una ciudad pequeña con 
poca gente dentro; vino contra ella 
un gran rey y la asedió, levantando 
contra ella altas torres; y hubo un 
hombrecillo, pobre pero sabio, que 
con su sabiduría salvó la ciudad. 
Y, sin embargo, de aquel hombre 
pobre nadie se acordaba. Entonces 
me dije: Más vale la sabiduría que 
la fuerza, pero la sabiduría del pobre 
es despreciada y sus palabras no son 
escuchadas. 

El sabio. 


17 Las calmas palabras del sabio 
sc % hacen oír mejor que los gritos del 
que manda a necios. 18 Más vale la 
sabiduría que las armas de guerra, y 
un yerro destruye mucho bien. 

10 1 Una mosca muerta en él es¬ 
tropea el ungüento del perfu¬ 
mista, y un poco de locura puede 
pesar más que la sabiduría y la 
honra. 

2 Dirige el sabio su mente a la de¬ 
recha, 3 y a la izquierda el necio. 
Por cualquier camino que el necio 
vaya, es siempre necio, y todos dicen: 
Es un loco. 

4 Cuando un poderoso se enfurezca 
contra ti, no le repliques, porque 
la mansedumbre impide grandes 
males. 


El mal gobierno. 

6 Un mal que he visto debajo del 
sol es el mal que nace del soberano. 
6 Es puesto el inepto en muchos 
puestos elevados, y los aptos se sien¬ 
tan abajo. 7 He visto al siervo a 
caballo y a príncipes andar a pie 
como siervos. 

8 El que cava una fosa, dentro 
de ella cae; y el que deshace una 
pared es mordido de la sierpe. 9 El 
que rueda una piedra se hace mal 
con ella, y el que parte leña corre 
peligro de herirse con ella. 

10 Si el filo se embota y no se 
aguza hay que poner más esfuerzo, 
pero la- sabiduría da el remedio. 

11 Si muerde una serpiente no en¬ 
cantada, de nada valen los conjuros. 
12 Las palabras de la boca del sabio 
son graciosas, pero al necio sus labios 
le causan su ruina. 13 El comienzo 
de su hablar es necedad, y su fin 
loco desvarío. 14 El necio se deshace 
en palabras. 

No sabe el hombre lo que será, y 

10 que sucederá nadie se lo da a 
saber. 15 El trabajo del necio le fati¬ 
ga, pues no sabe ni por donde ir a 
la ciudad. 

Templanza y prudencia. 

16 ¡Ay de ti, tierra, que tienes por 
rey a un niño y cuyos gobernantes 
banquetean de mañana! 17 ¡Bienaven¬ 
turada tú, tierra, que tienes por 
rey a un hombre noble y cuyos 
gobernantes comen a su tiempo 
para refección, mas no para be- 
berl 

18 Por la negligencia se cae la te¬ 
chumbre, y por la pereza se dan go¬ 
teras en la casa. 

19 Se hacen para alegrarse los ban¬ 
quetes, y el vino alegra la vida, y el 
dinero sirve para todo. 

20 No digas mal del rey ni aun con 
el pensamiento; ni digas mal del rico, 
ni en tu alcoba; porque los pájaros 
llevan la noticia y un alado hará 
saber tus palabras. 

11 1 Echa tu pan a las aguas, que 
después de mucho tiempo lo 

hallarás. 2 Da de lo tuyo a siete y aun 
a ocho, que no sabes el mal que podrá 
venir sobre la tierra. 

3 La nube preñada de lluvia la 
derramará sobre la tierra, y si el 







972 


ECLESIASTÉS, 12 


árbol cae al mediodía o al norte, allí 
quedará. 

4 El que al viento mira no sem¬ 
brará, y el que mira a las nubes no 
segará. 

5 Como no sabes por qué camino 
entra el espíritu en los huesos, dentro 
del seno de la mujer encinta, así no 
conoces la obra de Dios que todo lo 
hace. 

6 Siembra bien de manann tu si¬ 
miente, y a la tarde no dejes reposar 
tu mano, que no sabes qué es mejor, 
si esto o lo otro, o si ambas cosas 
son igualmente buenas. 

7 Dulce es la vida y agradable a 
los ojos ver el sol. 8 Mas si el hombre 
viviere muchos años y en todos ellos 
gozase de alegría, piense en los dias 
de tinieblas, que serán muchos, y 
cuanto sucede es vanidad. 

9 Alégrate, mozo, en tu mocedad, 
y alégrese tu corazón en los dias de 
tu juventud; sigue los impulsos de tu 
corazón y los atractivos de tus ojos, 
pero ten presente que de todo esto te 
pedirá cuenta Dios (1). 10 Echa la tris¬ 
teza fuera de tu corazón y tente lejos 
del dolor, poique mocedad y juven¬ 
tud son vanidad. 


La vejez. 

12 1 En los días do la juventud 
acuérdate de tu H.iredor; antes 
de que vengan los dias males y lle¬ 
guen los años en que dirás; No tengo 
ya contento; 1 2 antes que se oscurez¬ 
can el sol, la luna y las estrellas, y 
vengan las nubes después de la lluvia; 
3 cuándo temblarán los guardianes 
de la casa y se encorvarán los fuertes 


(i) En pocos pasajes a este paralelos se 
expresa con más claridad el pensamiento del 
Cohelet; goza de la vida, pero no olvides 
que Dios te pedirá cuenta del uso que haces 
de los bienes que te entregó. 


v cesarán de trabajar las muelas, 4 V 
se oscurecerán los que miran por las 
ventanas, y se cerrarán las puertas 
de fuera y se debilitará el ruido del 
molino, y se agudizará la voz del 
ave V debilitarán la suya todas las 
■ bijas del cauto, 6 y habrá temores en 
lo alto y tropezones cu el camino, y 
; florecerá el almendro y se pondrá pe¬ 
sada la langosta, y se caerá la alca¬ 
parra, porque se va el hombre a su 
eterna inorada y andan las plañideras 
en torno de la plaza; 8 antes que se 
rompa el cordón de plata y se quiebre 
el platillo de oro y se litiga pedazos el 
cántaro junto a ía fuente v se caiga 
ítl fondo del pozo la polea, 7 y se torne 
el polvo a la tierra que antes era, 
y retorne a Dios el espíritu que le 
dió (1). 

8 Vanidad de vanidades, dijo el 
Cohelet, y todo vanidad. 9 El Cohelet, 
además de ser sabio, enseñó al pueblo 
la sabiduría. Estudió, investigó, y 
compuso muchas sentencias. 10 Tro- 
curó el Cohelet decir palabras agra¬ 
dables y escribir rectamente palabras 
de ventad (2). 

11 Las palabras del sabio son como 
aguijones, y como clavos hincados 
de (iue cuelgan provisiones, y todas 
son dadas por un solo pastor. 12 No 
busques, hijo mío, más de esto, que 
! el componer libros es cosa sin fin y 
el demasiado estudio fatiga al hombre. 

13 El resumen del discurso, después 
j de oírlo todo, es éste; Teme a Dios y 
, guarda sus mandamientos, porque eso 
es el hombre todo. 14 Porque Dios 
: ha de juzgarlo todo, aun lo oculto, 
y toda acción, sea ella buena o mala. 


(1) Hermosa, aunque oscura alegoría de 
la vejez. La falta de vigor ya no permite pen¬ 
sar mucho en Dios por eso hay que hacerlo 
en la juventud, como edad más vigorosa para 

I todo. 

(2) Estos versículos parecen indicar que no 
han sido escritos por el Cohelet, sino por un 
discípulo, que acaso haya sido quien recogió 
las semencias del maestro. 












CANTAR DE LOS CANTARES 






















INTRODUCCION AL CANTAR DE LOS CANTARES 


C L título del libro no es del autor, sino de los amanuenses, que lo añadieron. 

En hebreo es Sir hassirim, que loa LXX traducen literalmente, aisma ais- 
maton, el cantar de los cantares, o el cantar por excelencia. Figura siempre 
entre los libros sapienciales del Antiguo Testamento , y esto nos indica el camino 
para inquirir la naturaleza del mismo. 

La sabiduría tiene entre los hebreos un sentido muy amplio (Intr. a los 
libros sapienciales). Particularmente viene a nuestro propósito lo que de los 
oficios del sabio dice el Eclesiástico: «que aplica su mente y se da a estudiar 
la ley del Altísimo, busca la sabiduría de todos los antiguos y consagra sus 
ocios a las profecías, guarda en la memoria los relatos de los hombres célebres 
y penetra en lo intrincado de las sentencias sutiles, investiga el sentido oculto 
de las parábolas y se aplica a inquirir las sentencias enigmáticas » (39, 1-3). 
Y a Salomón, el mismo autor le alaba de este modo: ACuán sabio eres desde tu 
juventud , desbordando tu inteligencia como un río ! Tu espíritu cubrió la tierra 
y la llenaste de sentencias profundas. Tus cánticos, tus proverbios, tus parᬠ
bolas y tu8 respuestas, hicieron la admiración del mundo (47, 14-17). Y de 
los antiguos padres dice que fueron ilustres, entre otras cosas porque cultivaban 
el arte de las melodías y pusieron por escrito las narraciones prof éticas (44, 3). 

Sabiduría equivale, pues, entre otras cosas, a ingenio agudo y perspicaz 
para entender el sentido de las sentencias enigmáticas, de las parábolas y de 
los discursos proféticos. Sobre esto incluye el talento literario, la inspiración 
del poeta asociada a la del músico o cantor, el ingenio del prosista en aque¬ 
llas manifestaciones que revelan más agudeza y que parecen más aptas para cau¬ 
tivar la atención de loa lectores u oyentes. En este sentido el Cántico es una 
composición sapiencial, porque es una obra poética, de profundo sentido y 
forma refinada . 





















976 


CANTAR DE LOS CANTARES 


Los profetas expresaron bajo diferentes formas las relaciones entre Dios 
y su pueblo. Son frecuentes las imágenes del pastor y del rey; pero la del ma¬ 
trimonio es la más usual, sobre todo en los profetas Oseas y Ezequicl, en los 
cuales Y ave es el esposo de Israel y éste la esposa de su Dios; esposa infiel, la 
cual, olvidándose de quien la amó y escogió, se deja arrastrar por amores adúl¬ 
teros hacia los dioses extraños. Según la tradición judía, tal es el tema del Cán¬ 
tico: los amores de Yave y de su pueblo. A esta sentencia fundamental no8 
debemos atener. 

Pero admitido este principio , una duda salta a la vista. Los historiadores 
sagrados y los profetas están concordes en pintarnos a Israel como infiel a su 
esposo y manchada de infinitos adulterios; lo cual no está conforme con el Cán¬ 
tico, donde la esposa aparece siempre enamorada de su esposo, y además, toda 
hermosa o pura. La solución a esta dificultad nos la ofrecen los mismos pro¬ 
fetas cuando al Israel histórico oponen el Israel de la época mcsiánica, puri¬ 
ficado de sus pecados y vuelto de todo corazón a su Dios. Las relaciones retas 
por el pecado de idolatría se reanudan para siempre. Es preciso, pues, decir 
que el Cántico celebra los amores de Yave y de Israel en la edad mcsiánica, 
que es el objeto de los deseos de los profetas y justos del Antiguo Testamento. 
En torno a esta imagen del matrimonio, usada por los profetas, retine el sabio 
todas las promesas contenidas en los escritos pro fóticos. 

Este pensamiento lo confirman y desarrollan los Santis Paires, que desde 
antiguo han visto y celebrado en el Cántico el amor de Jesucristo y de su Igle¬ 
sia. La imagen de las bodas se halla en las parábolas evangélicas, en las epís¬ 
tolas de San Pablo y en el Apocalipsis de San Juan. Bastará en confirmación 
de lo dicho citar las hermosas palabras del Apóstol a los efesios: «■ Maridos, 
amad a vuestras esposas como Cristo amó a su Iglesia y se entregó por ella a 
fin de santificarla, habiéndola lavado en el lavatorio del agua por la palabra, 
para hacerla parecer delante de Sí una Iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga 
ni cosa semejante, sino santa e inmaculada... Por esto dejará el varón a su 
padre y a su madre y se juntará a su mujer, y serán dos en una carne. Este 
misterio es grande, pero yo lo digo mirando a Cristo y a la Iglesia n (ó, 25-32). 

Mas en este amor de Cristo por la Iglesia va incluido el amor del Salvador 
por cada una de las almas que forman la misma Iglesia, las cuales son todas 
esposas de Cristo (II Cor. 11, 2), por cuya salud El se sacrificó y en quienes 
vive por la gracia, la fe y la caridad, JT como este vinculo no es el mismo en 
todas las almas, antes en cada una se diferencia, síguese que esta condición 
de esposas de Cristo no convendrá a todas por igual, sino a cada una tanto 
más perfectamente cuanto mayor sea la perfección de esta gracia y de este amor. 
De manera que a los santos, por la perfección de su santidad, convendrá más 
plenamente el titulo de esposas de Cristo, y sobre todos los santos convendrá 
a la que fue llamada por el ángel «Llena de gracia\ Tal es el sentido pleno 
del Cántico, según la Escritura y la tradición cxegclica de los Padres. 

Las almas místicas gustan mucho del Cántico, pero la exégesis que a veces 
hacen de él ha contribuido no poco a desacreditarlo entre los que aspiran a una 
exégesis científica, tiin embargo, el fundamento de aquella exegesis es sólido, puesto 
que el Cántico tiene por argumento las relaciones de amor entre Jesucristo y las 
almas santas. Pero las amplificaciones que hacen alegorizando hasta el extre¬ 
mo las imágenes del libro, no pasan de una e^óxesis acomodada. La sustancia 
de su pensamiento tiene un gran valor como explicación de los misterios de 
amor que Dios realiza en las almas. Las imágenes del Cántico son el cañamazo 
sobre el cual bordan con hilo de oro la descripción de esos misterios. 

Según hemos dicho, el autor del Cántico tomó de los profetas la imagen 
del matrimonio y el pensamiento mcsiánico que ella encierra. De ellos tjmó 
también otras imágenes con que los profetas celebran las beiuiiciones divinas 







CANTAR DE LOS CANTARES 


977 


de la época mesiánica. Pero, además, tenia ante sus ojos la misma fuente donde 
los profetas habían bebido su forma literaria, ya que el pensamiento les 
venía de lo alto. Esta fuente era la vida de Israel, el amor conyugal y las solem¬ 
nidades nupciales con que este mismo amor se manifestaba en su pueblo. Y no 
hay que dudar que acudiría a esta fuente en busca de elementos materiales para 
desarrollar el tema que se habla propuesto tratar. Por donde no nos parece des¬ 
acertada la conducta de aquellos autores que estudian el amor y la solemnidad 
de las bodas en Israel y en los pueblos vecinos para explicar el carácter literario 
del Cántico y el sentido de su simbólico lenguaje. Pero esto no ha de ocupar el 
primer plano en la explicación del canto sagrado, que en cuanto a su sentido 
reconoce inspiración más alta. 

En suma } que el Cántico es un idilio en que se celebran los amores del Mesías 
con el Israel de Dios (Gal. 6 , 16), tomando la forma literaria de las costumbres 
hebreas y el pensamiento de los vaticinios proféticos. La acción dramática es en 
él muy escasa. El valor significativo de las imágenes, aunque no siempre, es 
muchas veces alegórico, si bien difícil de di finir. 

Es difícil hacer la división de una obra compuesta con gran libertad lite¬ 
raria. Hay quien cree que se debe admitir la división en siete partes, fundada 
primeramente en la duración de las bodas entre los hebreos, que era de siete días, 
como aparece por ti Gen. 29, 37, Jces. 14, 12 y Tob. 8, 23. El texto mismo hace 
muy razonable la siguiente división: 7. a 1, l-II, 7; 2. a II, 8-1II, 1; 5. a , III, 2-5; 
4. a , 111, 6-V, 1; 5. a , 3-VI, 8; 5. a , VI, 9-VI1I, 4, y 7. a , VIH, 5-14. 

La tradición judia atribuía este libro a Salomón , y de ello da testimonio 
el epígrafe mismo del libro. Los Santos Padres recibieron esto sentencia y la retu¬ 
vieron como tradición histórica más bien que como punto de fe. En los últimos 
tiempos los críticos se inclinan a atribuir el libro a una época más reciente. 
Las razones son: primero, la forma del libro, que es ?nás arpficiosa de lo que 
parece corresponder a la época primitiva de la literatura hebrea. Luego el len¬ 
guaje, que es en muchos casos aramaizante, cosa que no puede convenir a la 
época de Salomón y sí a la época posterior a la cautividad. Tercero, el mismo 
tema del libro, que siendo profético y siendo el autor un sabio y no un profeta, 
parece suponer que el libro haya sido escrito después de los profetas. La fecha 
precisa no se puede fijar con certeza y menos aún el nombre del autor. 



6a 


















CANTAR DE LOS CANTARES, 1, 2 


979 


CANTAR DE LOS CANTARES 


1 1 2 1 Cantar de los Cantares, de Sa- 
* lomón. 


El anhelo de la esposa. 

2 {Béseme con besos de su bocal | 
Son tus amores más suaves que el 
vino, 

3 Son tus ungüentos suaves al sen¬ 
tido. | Es tu nombre ungüento derra¬ 
mado, | por eso te aman las doncellas. 

El coro 

4 Llévanos tras de ti, corramos (1). | 
Introdúceme, joh rey!, en tus cᬠ
maras, | y nos gozaremos y regoci¬ 
jaremos contigo, | y cantaremos tus 
amores, más sueves que el vino. | Con 
razón eres amado. 

La esposa 

5 Soy morena, pero hermosa, hijas 
de Jerusalén, | como las tiendas de 
Cedar, como los pabellones de Sa¬ 
lomón. 

6 No miréis que soy morena, es 
que me ha quemado el sol. | Los hi¬ 
jos de mi madre, airados contra mí, 
me pusieron a guardar viñas (2), | no 
era mi viña la que guardaba. 

7 Dime, tú, amado de mi alma: 
¿Dónde pastoreas, dónde sesteas al 
mediodía, | detrás de los rebaños de 
tus compañeros? 


El esposo. 

8 Si no lo sabes, {oh la más her¬ 
mosa de las mujeres!, | sigue las hue- 

(1) El coro de doncellas, que forma, en las 
solemnidades nupciales, la corte de la Esposa, 
que aquí representa a las naciones, pide tener 
parte en el amor de la Esposa por el Esposo 
como en Is. 2, 2 ss.; Zac. 8, 20 ss. y expresa sus 
deseos de tener parte en las bendiciones mesiá- 
nicas. 

(2) Habla de las aflicciones y trabajos sufri¬ 
dos en la época anterior, sobre todo en la cauti¬ 
vidad, en que hubo de servir y trabajar para los 
enemigos, como se ve por Dt. 28, 2 5 ss.; Sal. 79; 
Is. 62, 8 s. 


lias del rebaño | y apacienta tus ca¬ 
britos cabe los majadas de los pas¬ 
tores. 

9 Al tiro del carro del Faraón (1) | 
te comparo, amada mía. 

10 ¡Cuán hermosas están tus me¬ 
jillas entre las guedejas, j tu cuello 
con los collaresl 

11 Te haremos collares de oro | con 
sartas de plata. 

La esposa. 

12 Mientras reposa el rey en su 
lecho, | exhala mi nardo su aroma. 

13 Es mi amado para mí bolsita de 
mirra | que descansa entre mis pechos. 

14 Es mi amado para mí racimito 
de alheña | de las viñas de Engadí. 

El esposo. 

15 ¡Qué hermosa eres, amada mía, | 
qué hermosa eres! Tus ojos son pa¬ 
lomas. 

La esposa. 

16 ¡Qué hermoso eres, amado mío, | 
qué agraciado! | Nuestro pabellón 
verdeguea ya; 

17 Las vigas de nuestra casa son 
de cedro, | nuestros artesonados, de 
ciprés. 

2 1 Yo soy un narciso de Sarón, | 
una azucena de los valles. 

El esposo. 

2 Como lirio entre los cardos, | es 
mi amada entre las doncellas. 

La esposa. 

3 Como manzano entre los árboles 


(1) Parecerá extraña esta manera de ponde¬ 
rar las gracias de la Esposa; pero los beduinos 
del desierto toman la camella como término de 
comparación para describir la hermosura de la 
novia. 









980 


CANTAR DE LOS CANTARES, 3 


silvestres, | es mi amado entre los 
mancebos. 

4 A su sombra anhelo sentarme | y 
su fruto es dulce a mi paladar. 

4 Me ha llevado a la sala del fes¬ 
tín, | y la bandera que contra mí alzó 
es bandera de amor. 

6 Confortadme con pasas, | recread¬ 
me con manzanas, | que desfallezco 
de amor. 

6 Reposa su izquierda bajo mi ca¬ 
beza | y con su diestra me abraza 
amoroso. 

El esposo. 

7 Os conjuro, hijas de Jerusalén, j 
por las Rácelas v cabras monteses, | 
que no despertéis ni inquietéis a la 
amada | hasta que ella quiera. 


La esposa. 

8 jLa voz de mi amadol Vedle que 
llega (1), | saltando por los montes, | 
triscando por los collados. 

9 Es mi amado como la gacela o 
el cervatillo. | Vedle que está ya de¬ 
lante de nuestros muros, | mirando 
por las ventanas, | atisbando por 
entre las celosías. 

10 Oíd qué me dice: 


El esposo. 

Levántate ya, amada mía (2), | her¬ 
mosa mía, y ven: 

11 Que ya se ha pasado el invierno | 
y han cesado las lluvias. 

12 Ya han brotado en la tierra las 
flores, | ya es llegado el tiempo de 
los cantares | y se deja oír en nuestra 
tierra el arrullo de la tórtola. 

13 Ya ha echado la higuera sus 


(i) La Esposa se halla en su propia casa, 
con el pensamiento puesto en el Esposo; de re¬ 
pente le siente venir, y acercarse a la casa, y 
atisbar hacia adentro buscando, sin duda, a ía 
Esposa. 

(a) Este discurso del Esposo contiene una 
hermosa descripción de la primavera, que en 
Palestina sucede a las lluvias invernales, y que 
en Siria era el tiempo en que solían celebrarse 
las bodas. Invita a la Esposa a gozar de los en¬ 
cantos que la Naturaleza ofrece. Todo ello ex¬ 
presa muy al vivo la alegría de los tiempos me- 
siinicos, después de las miserias y tristezas de la 
cautividad. No las expresiones poéticas, pero sí 
el entusiasmo que domina al autor, parecen bien 
inspirados en la segunda parte de Isaías, cuando 
anuncia la llegada de la salud mesiánica. 


brotes, | ya las viñas en flor esparcen 
su aroma. | Levántate, amada mía, | 
hermosa inía, y ven. 

14 Ven, paloma mía, que anidas en 
las hendiduras de las rocas, | en las 
grietas de los muros escarpados. | 
Dame a ver tu rostro, | dame a oír tu 
voz, | que tu voz es suave | y es 
amable tu rostro. 


La esposa. 

15 i Allí Cazadnos las raposas, | las 
raposinas pequen i tas, | que destrozan 
las viñas, | nuestras viñas en flor. 

16 Mi amado es para mí y yo soy 
para él. | Pastorea entre azucenas. 

17 Antes que refresque el día y se 
extiendan las sombras, | ven, tintado 
mío, semejante a la gacela, | seme¬ 
jante al cervatillo, | por los montes 
de Bctcr. 

3 1 En el lecho, entre sueños, por 

la noche, | busqué al amado de 
mi alma, | busquéle y no le hallé. 

2 Me levanté y recorrí la ciudad, | 
las calles y las plazas, | buscando al 
amado de mi alma. 

3 Busquéle y no le hallé. | Encon¬ 
tráronme los guardias | que hacen la 
ronda en la ciudad: | ¿Habéis visto 
al amado de mi alma? 

4 En cuanto de ellos me aparté | 
hallé al amado de mi alma. | Le así, 
ya no le soltare, | hasta entrarle cu 
la casa de mi madre, | en la alcoba 
de la que me engendró. 


El esposo. 

6 Os conjuro, bijas de Jerusalén, | 
por las gacelas y las cabras monte¬ 
ses, | que no despertéis ni inquietéis 
a mi amada, | hasta que a ella le 
.plazca. 

Coro. 

6 ¿Qué es aquello que sube del 
desierto (1), | como columna de 


(i) El cambio de escena es evidente. El 
coro ve a lo lejos subir del desierto una nube, 
que no es de polvo, sino de aromas; luego des¬ 
cubre la figura de! Amado, que describe bajo 
la figura de Salomón, el que recibió primero las 
promesas hechas a su padre, con la suntuosidad 
y aparato que la historia describe. 











CANTAR DE LOS CANTARES, 4 


981 


truno, | como humo de mirra c in¬ 
cienso | y de todos los perfumes ex¬ 
quisitos? 

7 Ved: la litera de Salomón, | se¬ 
senta valientes la rodean, | de entre 
los valientes de Israel. 

8 Todos esgrimen la espada, | todos 
son diestros para el combate. | Todos 
llevan la espada ceñida | contra los 
peligros de la noche. 

9 Hízose el rey Salomón | una litera 
de cedro del Líbano. 

10 Hizo de plata sus columnas, | de 
oro su respaldo; | su asiento de púr¬ 
pura, recamado, | obra de las bijas 
de Jcrusalén. 

11 Salid, bijas de Sión (1), | a ver 
al rey Salomón | con la corona de 
que le coronó su madre | el dia de 
sus bodas, | el día de la alegría de 
su corazón. 


El esposo. 

A 1 2 3 jQuó hermosa eres, amada mía, | 
~ que hermosa ercsl | Son palomas 
tus ojos entre las guedejas (2). 

2 Son tus cabellos rebañito de 
cabras, | que ondulantes van por los 
montes de Calad. | Son tus dientes 
cual rebaño de ovejas de esquila, | que 
suben del lavadero, | todas con sus 
crías mellizos, | sin que haya entre 
ellas estériles. 

3 Cintillo de grana son tus labios | 
y tu hablar es suave. | Son tus meji¬ 
llas mitades de granada | entre las 
guedejas. 

4 Es tu cuello cual la torre de 
David, | rodeada de coronas murales, | 
de la que penden mil escudos, | todos 
escudos de valientes. 

6 Tus dos pechos son dos mellizos 
de gacela (3) | que triscan entre 

azucenas. 


(1) Es la entrada solemne del rey en Jerusa- 
lén. inspirada en la ceremonia de la entronización 
de Salomón, que se narra en I R. i. u ss. La 
corona, tal vez se toma de la solemnidad de las 
bodas, según Is. 6o, io. Todo ello significa la 
entrada triunfal del rey Mesías en su ciudad. 

(2) Toda esta descripción que sigue expresa 
los sentimientos del Esposo al contemplar la 
hermosura de su Esposa. Las comparaciones, 
por mucho que desdigan de nuestro tempera¬ 
mento literario, se acomodan muy bien al de los 
hijos del Oriente. 

(3) Símbolo de la fecundidad (cf. Ez. 16, 7) 
y signo de la bendición divina que acompañará 
la edad mes iónica, según Dt. 7, 13, ss.; Sal. 112, 
9; 1 s. 54, 1 ss. 


6 Antes de que refresque el día y 
se extiendan las sombras, | iréme al 
monte de la mirra, | al collado del 
incienso. 

7 Eres del todo hermosa, amada 
mía, | no hay tacha en ti. 

8 Ven del Líbano, esposa, | ven del 
Líbano, llega, | ven de la cumbre del 
Amana, | de las cumbres del Sanir 
y del Hormón. | Guaridas de leones, | 
cubiles de panteras. 

9 Prendiste mi corazón, hermana, 
esposa, | prendiste mi corazón en 
una de tus miradas | en una de las 
perlas de tu collar. 

10 ¡Qué dulces tus caricias, herma¬ 
na mía, esposa! Dulces más que el 
vino son tus amores, | y el olor de 
tus ungüentos es más suave que el 
de todos los bálsamos. 

11 Miel virgen destilan tus labios, 
esposa mía (1), | leche y miel bañan 
tu lengua, | y es el olor de tus ves¬ 
tidos el perfume del Líbano. 

12 Eres jardín cercado (2), her¬ 
mana mía, esposa, | eres jardín cer¬ 
cado, fuente sellada. 

13 Es tu plantel un bosquccillo | 
de granados y frutales los más ex¬ 
quisitos; | de alheñas y de nardos, 

14 De nardos y azafrán, | canela y 
cinamomo, | de mirra y áloe, | y de 
todos los más selectos balsámicos. 

16 Eres fuente que mana a borbo¬ 
tones (3), | fuente de aguas vivas | 
que descienden del Líbano. 


(1) Recuérdese la expresión con que se des¬ 
cribe la riqueza de Canaán. «la tierra que mana 
leche y miel». Ex. 3, 8; Num. 13, 28. 

(2) Los frutos que luego describe se hallan 
protegidos contra las incursiones de las bestias. 
Lo contrario se dice en Is. 5, 5 s. de la viña que 
representa a Israel rebelde a su Dios. Algunos 
autores quieren corregir el texto, y leer fuente 
en vez de jardín. Fuente sellada: Y, por tanto, 
que guarda sus aguas puras y frescas. Los en¬ 
cantos del agua corriente son grandes en Pales¬ 
tina por la misma escasez de ellas; donde brota 
una fuente, allí se forma un pequeño oasis, El 
poeta se complace en describirnos el jardín lleno 
de árboles y plantas aromáticas que producen 
estas aguas de la fuente. Semejante imagen es 
muy usual en los Sapienciales para describir los 
frutos de la Sabiduría, y el profeta Isalas junta 
estas dos imágenes para pintar la riqueza y la 
dicha de Israel en la edad mesiánica. (58, 11.) 

(3) Son los canales derivados de la fuente 
para distribuir el agua por el jardín y regar los 
árboles frutales y aromáticos, que significan la 
justicia, la santidad y la gracia de Israel en la 
edad mesiánica. (Cf. Ectés. 2. 4 ss.; 1 s., 5, 1 ss. 
Jcr. 2. 21; Ez. 17, 22 ss.; 20, 41; Ecco. 24. 23 ss.) 
Imagen tomada acaso de las fuentes del Jordán, 
que brotan al pie del Hormón, y es expresión de 
la vida, como en Is. 12, 3 ; Jer. 2, 13; Jn. 4, 14. 








082 


CANTAR DE LOS CANTARES, 5, 6 


La esposa. 

19 Levántate, cierzo, ven también 
tú, austro. | Oread mi jardín, que 
exhale sus aromas, | que viene a mi 
huerto el amado, | a comer de sus 
frutos exquisitos. 


El esposo. 

5 1 Voy, voy, a mi jardín, hermana 
mía, esposa, | a coger de mi mirra 
y de mi bálsamo; | a comer la miel 
virgen del panal, | a l)eber de mi 
vino y de mi leche. | Venid, amigos 
míos, y bebed | y embriagaos, carí¬ 
simos. 

La esposa. 

2 Yo duermo, pero mi corazón 
vela (1). | Es la voz del amado que 
me llama. 

El esposo. 

Abreme, hermana mía, esposa mía, | 
paloma mía, inmaculada mía. | Que 
está mi cabeza cubierta de rocío | y 
mis cabellos de la escarcha de la 
noche. 

La esposa. 

3 Ya me he quitado la túnica. | 
¿Cómo volver a vestirme? | Ya me 
he lavado los pies. | ¿Cómo volver 
a ensuciarlos? 

4 Mi amado mete la mano por el 
agujero de la llave (2). | Mis entra¬ 
ñas se estremecen todas. 

6 c Mi alma desfalleció al oírle. 

6 Me levanté para abrir a mi aina¬ 
do, | mis manos destilaban mirra | y 
mis dedos impregnaron de exquisita 
mirra | el pestillo de la cerradura. 

9 Abrí a mi amado (3), | pero mi 


(i) Durmiendo, sueña con su Amado, y en 
este estado siente que llega a la puerta y llama. 
La Esposa le responde en sueños excusándose. 
Cf. Le. ii, 6 s. Son juegos del poeta para hallar 
una nueva forma de expresar los sentimientos 
de mutuo amor de los dos Esposos, que son el 
tema de su obra. 

(a) Mete la mano por el agujero de la cerra¬ 
dura para abrir; al ruido despierta la Esposa 
asustada por la presencia del Esposo, de que ya 
se da mejor cuenta. 

(3) Al fin, se levanta para abrirle; pero con 
gran pena de su alma nota que era ya ido. Lle¬ 
vada por el amor, sale en su busca, como en la 
escena 3, 2. s. Todo ello tiene un sentido mismo, 
que es el amor de la Esposa por el Esposo. 


amado se había ido, desapareció. | Le 
busqué, mas no le hallé. | Le llamé, 
mas no me respondió. 

7 Encontráronme los guardias 9 que 
rondan la ciudad, | me golpearon, me 
hirieron, | me quitaron el velo j los 
centinelas de las murallas. 

8 Os conjuro, hijas de Jerusalén, | 
que si encontráis a mi amado | le 
digáis que desfallezco de amor (1). 

Coro de doncellas. 

9 ¿Y en qué se distingue tu ama¬ 
do, | ¡ohl la más hermosa de las mu¬ 
jeres? | ¿En que se distingue tu 
amado, | tú, que así nos conjuras? 

La esposa. 

10 Mi amado es blanco y rubio (2), 
se distingue entre millares. 

11 Su cabeza es oro puro , | sus rizos 
son racimos de dátiles, | negros como 
el cuervo. 

12 Sus ojos son palomas | posadas 
al borde de las aguas, | que se han 
bañado en leche | y descansan a la 
orilla del arroyo. 

13 Sus mejillas son eras de balsa¬ 
meras | de perfumado aroma, | Sus 
labios son dos lirios | y destilan ex¬ 
quisita mirra. 

14 Sus dedos son barras de oro | con 
rubíes engastados. | Su pecho es 
marfil | cuajado de zafiros. 

16 Sus piernas son columnas de 
mármol | asentadas sobre basas de 
oro puro. | Esbelto como el Líbano, | 
gallardo como el cedro. 

18 Su garganta es toda suavidad, | 
todo él un encanto. | Ese es mi 
amado, ése mi esposo, | hijas de Jc- 
rusalén. 

Coro de doncellas. 

6 1 ¿Y a dónde fué tu amado (3), | 
olí tú, la más hermosa de las mu¬ 
jeres? | ¿A dónde fué tu amado, | que 
le busquemos contigo? 


(1) La Esposa dirige esta súplica a la corte 
de sus amigas, a quienes estaba contando el epi¬ 
sodio de la noche pasada, y que es, en manos 
del autor, una ocasión para la nueva descripción 
que sigue. 

(2) Esta descripción concuerda bastante con 
la que nos hace Jer. en Tr. 4, 7 de los príncipes 
de Judá. 

(3) Esta pregunta de las compañeras de la 
Esposa expresa la simpatía que éstas sienten por 
ella, la simpatía de las naciones por Israel cuando 
la ven hecha objeto de las bendiciones de su Dios 
y de su Mesías. 











CANTAR DE LOS CANTARES, 7 


983 


La esposa. | 

2 Bajó mi amado a su jardín, | a, 
los macizos de balsameras, | para 
recrearse entre las flores y coger azu-j 
cenas. 

3 Yo soy para mi amado y mi amado 
para mí, | el que se recrea entre azu¬ 
cenas. 

El esposo. 

4 Eres, amada mía, hermosa como 
Tirza (1), | bella como Jerusalén, | 
terrible cual escuadrón ordenado en 
batalla. 

6 Aparta ya de mí tus ojos, | que 
me matan de amor. | Es tu cabellera 
rebañito de cabras | que ondulan al 
subir por el monte de Galad. 

6 Tus dientes, cual rebaño de ove¬ 
jas de esquila | que suben del lava¬ 
dero, | todas con crías gemelas, | sin 
que entre ellas haya estéril. 

7 Son mitades de granada tus me¬ 
jillas, | entre las guedejas. 

8 Sesenta son las reinas (2), | 

ochenta las concubinas, | y las don¬ 
cellas son sin número. 

9 Pero es única mi paloma, mi per¬ 
fecta; | es la única hija de su madre, | 
la predilecta de quien la engendró, j 
Viéronla las doncellas y la aclama¬ 
ron, | y las reinas y las concubinas la 
loaron. 

Coro de mujeres. 

10 ¿Quién es ésta que se alza como 
aurora (3), | hermosa cual la luna, | 


(1) Aquí aparece de nuevo el Esposo como 
atraído por las declaraciones que la Esposa acaba 
de hacer. La descripción que sigue, en parte 
tomada de las precedentes, expresa la belleza 
divina de la Esposa, esto es, de Israel, purificado 
por Dios mediante las tribulaciones de la cauti¬ 
vidad, y hermoseado con la santidad y la justicia 
de su Dios, según que los profetas anunciaban 
para la época mesiánica. 

(2) Este detalle singular de la descripción 
está tomado de lo que era un harén real en Persia, 
por ejemplo, y lo que era el del mismo Salomón, 
según I, R. 11, 4. El pensamiento del poeta es 
que la Esposa es entre muchas mujeres la favo¬ 
rita, la que aventaja a todas en belleza y la que 
triunfa del corazón del rey, su esposo. Pero esto 
no pertenece más que a la figura, pues el autor 
sagrado nos describe las bellezas del Israel de 
Dios en comparación de las demás naciones, que 
serán admitidas a participar de los amores del 
Mesías. El salmo 45, 10 ss. habla ya hecho uso 
de esta misma imagen. 

(3) En esta sección, el coro, al ver acercarse 
a los Esposos, prorrumpe en expresiones de ad¬ 


espléndida como el sol, | terrible como 
escuadrones ordenados? 


La esposo. 

11 Bajé a la nozaleda, | para ver 
cómo verdea el valle, | a ver si bro¬ 
taba ya la viña | y si florecían los 
granados. 

12 Sin saber cómo, | vime sentada 
en los carros del noble pueblo (1). 


Coro general. 

n 1 2 3 * 1 ¡Detente, detente, Sulamita, | 
¿ detente, detente, que te admi- 
remosl 

La esposa. 

¿Qué queréis admirar en la Sula¬ 
mita, | ordenadas en dos coros? 


Coro general. 

2 ¡Qué bellos son tus pies en las 
sandalias, | hija de príncipes! | El 
contorno de tus caderas es una joya, | 
obra de manos del orfebre. 

3 Tu seno es ánfora preciosa | en 
que no falta el vino mezclado. | Tu 
vientre, acerbo de trigo | rodeado de 
azucenas. 

4 Tus pechos son dos cervatillos | 
mellizos de gacela. 

6 Tu cuello es torre de marfil, | tus 
ojos son dos piscinas de Hesebón, | 
junto a la puerta de Bat-Rabim. | 
Tu nariz es como la torre del Líba¬ 
no | que mira frente a Damasco. 

6 Tu cabeza es como el Carmelo | y 


miración a la belleza de la Esposa; ella les res¬ 
ponde con algo que parece referirse a la inaugu¬ 
ración al reino mesiánico; vuelve el coro a tomar 
la palabra para entonar un canto a la belleza de la 
Esposa; al coro sigue el Esposo con otro canto, 
y termina con un éxtasis de amor de la Esposa. 

(1) Este v. es sumamente oscuro, por la inco¬ 
rrección del texto, por lo singular de la imagen 
y por lo difícil que es establecer la conexión de 
este v. con los que preceden y siguen. Estas pala¬ 
bras son corregidas y traducidas de muy diversa 
manera por los expositores; no nos detendremos 
a justificar la traducción, pero sí el sentido, que 
comparamos con Is. 43, 5 ss.; 49, 22 s.; 60, 8 s.; 
66, 18 ss., y con Bar. 4, 37 ss. Se habla de la 
vuelta de Israel de su cautiverio, ayudados de 
los mismos gentiles, que lo tienen a gran honor, 
maravillados como están de ver las grandezas de 
Yave sobre su pueblo, y deseosos de tener parte 
en ellas. 






984 


CANTAR DE LOS CANTARES, 8 


tus cabellos son púrpura real | entre¬ 
tejida en trenzas. 

El esposo. 

7 ¡Qué hermosa eres, qué hechi¬ 
cera, | que deliciosa, amada míal 

8 Esbelto es tu talle como la pal¬ 
mera | y son tus senos sus racimos. 

0 Yo me dije: Voy a subir a la 
palmera | a coger sus racimos. | SI, 
sean tus pechos racimos para mí. | El 
aliento de tu boca es aroma de 
manzanas; 

10 Tu boca es vino generoso, | que 
se entra suavemente por mi paladar | 
y suavemente se desliza entre mis 
labios y mis dientes. 


La esposa. 

11 Yo soy para mi amado | y a mí 
se dirigen todos sus anhelos. 

12 Ven, amado mío, vámonos al 

campo (1); | haremos noche en las 

aldeas, madrugaremos para ir a las 
viñas, | veremos si brota ya la vid, | 
si se entreabren las llores, | si flo¬ 
recen los granados, | y allí te daré 
mis amores. 

13 Ya dan su aroma las mandrá- 
goras | y abunda cu nuestras puertas 
toda suerte de frutos exquisitos. | Los 
nuevos, los añejos, que guardo, amado 
mío, para ti. 

o 1 iQuién me diera que fueses her- 
** mano mío, amamantado a los 
pechos de mi madre, | para que al 
encontrarte te besara | sin que nadie 
se burlase de mil (2). 

2 Yo te llamaría, y te entrarla en 
la casa de ni i madre, | en la alcoba 
de la que me engendró, | y te darla 
a beber vino adobado | y mosto 
de ios granados. 

3 Su izquierda descansa bajo mi 
cabeza, | y su diestra me abraza 
cariñosa. 


(1) La Esposa invita al Esposo a salir y ve r 
el campo. El sentido alegórico de estos w. no 
puede ser más claro. Es la invitación a ver los 
frutos propios de la edad mesiánica. los frutos 
de la justicia y de la santidad, tantas veces repre¬ 
sentados por el jardín, los árboles, etc. 

(2) Extraño deseo el de la esposa: y sin em¬ 
bargo, parece ser ¿ste el punto culminante 
del mesianismo del poema: ver al Esposo, a 
quien sabe tan infinitamente superior a ella, 
hecho hombre y participando de su misma 
naturaleza. 


El esposo. 

4 Os conjuro, hijas de Jcrusalén, 1 
por las gacelas y las cabras monteses, | 
que no despertéis ni inquietéis a mi 
amada | hasta que a ella le plazca. 

Coro general. 

6 ¿Quien es ésta que sube del de¬ 
sierto (1) | apoyada sobre su amado? 

El esposo. 

Yo te suscitaré debajo del manza¬ 
no | allí donde murió tu madre, donde 
pereció la que te engendró. 

La esposa. 

6 Pon me como sello sobre tu co¬ 
razón, | pónme en til brazo como 
sello. | Que es fuerte el amor como 
la muerte | y son como el sepulcro 
duros los celos. | S 011 sus (lardos saetas 
encendidas, | son llamas de Ya ve. 

7 No pueden aguas copiosas extin¬ 
guirlo | 11 i arrastrarlo los ríos. | Si uno 
ofreciera por el amor toda su ha¬ 
cienda, | sería despreciado. 

Loa* hermanos. 

0 Nuestra hermana es pequeñita, | 
no tiene pechos todavía. | ¿Qué ha¬ 
remos a nuestra hermana, | cuando 
se trata de su boda? 

9 Si muro, | edificaremos sobre ella 
almenas de plata. | Si puerta, le lia¬ 
remos batientes de cedro. 


La esposa. 

10 Sí, muro soy, | y torres son mis 
pechos. | Pero lie venido a ser a sus 
ojos como quien halla 1 n paz. 

Los hermanos. 

11 Una viña tenía Salomón en I3el- 

Hamón (2), | y la entregó a sus 


(1) La última sección comienza como la an¬ 
terior: el coro se dirige a la Esposa, maravillada 
de su dicha; sigue luego un diálogo entre los 
Esposos; entran Jos hermanos de la Esposa, y 
acaban, por fin, los dos Esposos. 

(2) Esta viña es la viña de que habla Is. 5, 
1 ss.; 27, 2; Sal. 79, 9 ss.; Jcr. 2. 21; 12, 10; 
Ez. 15, 1 ss.; plantada por Dios en medio de la 
multitud, d* los pueblos. 









CANTAR DE LOS CANTARES, 8 


985 


guardas, | que habían de traerle por 
sus frutos | mil sidos de plata. 


La esposa. 

12 Mi viña la tengo ante mis ojos. | 
Para ti, Salomón, sean los mil sidos, | 
y doscientos más para los que la 
guardan. 


El esposo. 

13 lOh tú, que habitas en jardi¬ 
nes (1 >, | —los amigos la esperan—, | 
hazme oír tu voz! 


(i) El Esposo es el que habla. Las palabras 
parece que no están en el orden debido; pero 


La esposa. 

14 Corre, amado mío (1), | corre 
como la gacela o el cervatillo | sobre 
los montes de las balsameras. 


el sentido no muda. La Esposa es invitada a 
cantar para complacer al Esposo y a los compa¬ 
ñeros de éste, que por segunda vez aparecen 
aquí (i, 7). El sentido no parece ser otro que la 
simpatía por la Esposa, que hace graciosas todas 
sus cosas. 

(i) Es el cántico de la Esposa, invitando al 
Esposo a llegar ya al monte de los bálsamos, que 
será el templo de Jerusalén, donde se ofrecen a 
Dios las oblaciones de los perfumes. 

Con esto concluye el libro de una manera se¬ 
mejante a la conclusión del Apocalipsis, 22, 20, 
con una súplica por la venida del Mesías. Era 
la súplica de los justos en Israel. Mt. 13, 17. 
Le. 2, 25 ss 





















INTRODUCCION AL LIBRO DE LA SABIDURIA 


£ N la Biblia griega lleva este libro el título de «Sabiduría de Salomón», 

pero en la Vulgata no tiene más título que «Sabiduríasin la atribución a 
Salomón. Y ésta es la sentencia de los Padres San Jerónimo y San Agustín y 
de todos los intérpretes modernos, a pesar de que en el capítulo 9 el autor se 
no8 presenta como si fuese el Rey Sabio. 

El libro fué escrito en griego y su argumento es la sabiduría y que canta, 
alabando sus frutos y su origen, su naturaleza y su acción en la historia antigua. 
En el fondo , la doctrina coincide con la de los otros libros sapienciales, pero la 
forma es griega y y griego también el ambiente intelectual en que el autor vive y se 
mueve. Se divide el libro en dos partes: la primera (1-9) es teórica, y nos habla de 
la sabiduría de Dios y que conduce a la inmortalidad cerca del Señor, muy distinta 
de la otra sabiduría del mundo, verdadera necedad, que conduce a la muerte. 
Aquí vemos ya levantado en gran parte el velo que en el Antiguo Testamento 
cubre por lo general el misterio de los destinos humanos , revelándonos la vida 
del alma, unida a Dios después de la muerte. La verdadera sabiduría es don 
de Dio8 y por eso el autor, bajo el nombre de Salomón, se la pide al Señor (9). 
La segunda parte (10-19), nos muestra cómo la historia del pueblo hebreo se 
desarrolla bajo la acción de la sabiduría divina, mientras que la historia de 
Sodoma, Egipto y Canán se desenvuelve en tinieblas, sin el influjo de esta 
sabiduría. 

Desconocemos quién sea el autor del libro. Lo que podemos afirmar es que 
era judío helenista, que conocía muy bien el Egipto, y que allí debió de escribir 
su libro, al fin de la edad antigua, sin que podamos precisar si fué en el siglo i 
o II antes de la era cristiana. El libro está destinado a los judíos dé la disper¬ 
sión. No es admitido en el canon judío, sin duda por haber sido escrito en 
lengua griega, pues aquél no contiene sino los libros escritos en hebreo. En la 
historia del canon cristiano este libro figura entre los deuterocanónicos. 




















U8S 


SABIDURIA, I, 2 


LA SABIDURIA DE SALOMON 


IVaturaíeza de la Sabiduría. 

{ 1 2 Amad la justicia los que gober¬ 

náis la tierra; | pensad recta¬ 
mente del Señor | y buscadle con 
sencillez de corazón, 

2 Porque se deja hallar de los que 
no le tientan | y se manifiesta a los 
que no desconíian de EL 

3 Los pensamientos perversos apar¬ 
tan de Dios, | V la virtud probada 
corrige a los imprudentes; 

4 Porque en alma maliciosa no en¬ 
trará la sabiduría | ni morará en 
cuerpo esclavo del pecado; 

5 Porque el Santo Espíritu de la 
disciplina huye del engaño (1) | y se 
aleja de los pensamientos insensatos, | 
y al sobrevenir la iniquidad se 
aleja. 

6 Porque la sabiduría es un espíritu 
que ama al hombre, | y no dejará 
impune al de blasfemos labios; | por¬ 
que Dios es testigo de sus pensa¬ 
mientos, | y veraz observador de su 
corazón | y oidor de sus palabras; 

7 Porque el Espíritu del Señor llena 
la tierra, | y el, que todo lo abarca, 
tiene la ciencia de todo. 

8 Por esto nadie que hable impie¬ 
dades quedará oculto, | ni pasará 
de largo ante él la justicia vengadora; 

0 Porque los pensamientos del impío 
serán examinados; | y hasta el Señor 
llegará el sonido de sus palabras, | 
para castigo de sus iniquidades; 

10 Porque su oído celoso lo oye 
todo, | y el rumor de las murmura¬ 
ciones no quedará oculto, 

11 Guardaos, pues, de murmura¬ 
ciones inútiles, | preservaos de la 
lengua mal hablada, | porque la len¬ 
gua mentirosa no quedará impune, J 
y la boca embustera da muerte al 
alma. 

Destino del hombre. 

12 No corráis Iras la muerte por 
los extravíos de vuestra vida, | ni os 


(i) El Espíritu Samo de la disciplina es 
el Espíritu de Dios que, ¡nfundido en el alma, 
induce a observar la disciplina. 


atraigáis la ruina con las obras^dc 
vuestras mano?; 

13 Porque Dios no hizo la muerte, | 
ni se goza en la pérdida de los vi¬ 
vientes (1), 

14 Pues Él creó todas las cosas para 
ln existencia | c hizo saludables a 
todas sus criaturas, | y no hay en 
ellas principio de muerte, | iti el reino 
del Ades impera sobre la tierra. 

15 Porque la justicia no está so¬ 
metida a la muirle (2), 

10 Pero los impíos la llaman con 
sus obras v palabras | y hacen pacto 
con ella, f y merecen ser tenidos por 
autores suyos. 

2 1 Pues se dijeron a sí mismos los 
que no razonan, neciamente: | 
«Corta y triste es nuestra vida, | y 
no hay remedio cuando llega el fin, | 
ni se sabe que nadie haya escapado 
del Ades. 

2 Por acaso hemos venido a la 
existencia, | y después de esta vida 
seremos como si no hubiéramos sido; | 
porque humo es nuestro aliento, | y el 
pensamiento una centella del latido 
de nuestro corazón. 

3 Extinguido éste, el cuerpo se 
vuelve ceniza, | y el espíritu se di¬ 
sipa como tenue aire. 

4 «Nuestro nombre caerá en el ol¬ 
vido con el tiempo, | y nadie tendrá 
memoria de nuestras obras; | y pa¬ 
sará nuestra vida como rastro de 
una nube, | y se disipará, como 
niebla | que es' herida por los rayos 
del sol | y a su calor se desvanece; 

6 Pues el paso de una sombra es 
nuestra vida, | y sin retorno es nues¬ 
tro fin, | porque se pone el sello y 
ya no hay quien salga. 

6 «Venid, pues, y gocemos de lo 
presente, | démonos prisa a disfru¬ 
tar de todo en nuestra juventud. 

7 Hartémonos de ricos, generosos 


(1) El autor insiste mucho en esta idea 
de que Dios, creador de la vida, no hizo la 
muerte; ésta fué obra del diablo y lo es de los 
hombres que siguen las sugestiones de éste. 

(2) La justicia no está sometida a la muerte 
del pecado en la presente vida, ni a la muerte 
eterna en ta futura. 











SABIDURÍA, 3 


989 


vinos, | y no se nos escape ninguna 
flor primaveral. 

8 Coronémosnos de rosas antes que 
se marchiten; | no haya prado que 
no huelle nuestra voluptuosidad. 

9 Ninguno de nosotros falte a 
nuestras orgías, | quede por doquier 
rastro de nuestras liviandades, | por¬ 
que esta es nuestra porción y nuestra 
suerte. 

10 rOprimamos al justo desvalido, | 
no perdonemos a la viuda | ni respe¬ 
temos las canas del anciano pro¬ 
vecto* 

11 Sea nucslra fuerza norma de la 
justicia,* | pues la debilidad bien se 
ve que no sirve para nada. 

12 Pongamos garlitos al justo, que 
nos fastidia | y se opone a nuestro 
modo de obrar, | y nos echa en cara 
las infracciones de la ley | y nos 
reprocha nuestros extravíos. 

13 «Pretende tener la ciencia de 
Dios | y llamarse hijo del Señor; 

14 Es censor de nuestra conducta; 
hasta el verle nos es insoportable. 

15 Porque su vida en nada se 
parece a la de otros, | y sus sendas 
son muy distintas de las nuestras. 

16 Nos tiene por escorias, | y se 
aparta de nuestras sendas como de 
impurezas; | ensalza el fin de los 
justos | y se gloría de tener a Dios 
por padre. 

17 «Veremos si sus palabras son ver¬ 
daderas, | y cuál es su fin; 

18 Porque si el justo es hijo de 
Dios, El le acogerá | y le librará de 
la^ manos de sus enemigos. 

19 Probémosle con ultrajes y tor¬ 
mentos, | y veamos su resignación | y 
probemos su paciencia. 

20 Condenémosle a muerte afren¬ 
tosa, | pues según dice, Dios le pro¬ 
tegerá (0.» 

21 Estos son sus pensamientos; pero 
se equivocan, | porque los ciega su 
maldad 

22 Y desconocen los misteriosos 
juicios de Dios, | y ni esperan que los 
justos tengan su recompensa, | ni 
estiman el glorioso premio de las 
almas puras. 

23 Porque Dios hizo al hombre 
para la inmortalidad | y le hizo a 
imagen de su propia naturaleza; 


(i) Los versículos que preceden hablan del 
justo en general, pero en este versículo parece 
que el autor, inspirado, o el Espíritu divino, 
que por él hablaba, designa al Justo por 
antonomasia y justificador de todos. 


14 Mas por la envidia del diablo 
entró la muerte en el mundo, | y la 
experimentan los que le pertenecen. 


Vida y muerte de los justos 
y de los impíos. 

3 1 Las almas de los justos están 
cu las manos de Dios, | y el tor¬ 
mento no los alcanzará. 

2 A los ojos de los necios, parecen 
haber muerto, | y su partida es 
reputada por desdicha, 

3 Y su salida de entre nosotros, por 
aniquilamiento; | pero ellos gozan 
de paz. 

4 Fucs aunque a los ojos de los 
hombres fueran atormentados, | su 
esperanza está llena de inmortalidad. 

6 Después de un ligero castigo serán 
colmados de bendiciones, | porque 
Dios los probó | y los halló dignos 
de sí. 

6 Como el oro en el crisol los pro¬ 
bó, | y los aceptó como sacrificio 
de holocausto. 

7 Al tiempo de su recompensa bri¬ 
llarán | y discurrirán como centellas 
en cañaveral (1); 

8 Juzgarán a las naciones y domi¬ 
narán sobre los pueblos, | y su Señor 
reinará por los siglos. 

9 Los que confían en El conocerán 
la \irtud, | y los fieles a su amor 
permanecerán con El, | porque la 
gracia y la misericordia serán la parte 
de sus elegidos. 

10 Pero los impíos, conforme a sus 
pensamientos, tendrán castigo, | pues 
despreciaron al justo y se apartaron 
del Señor. 

11 Porque, desdichado el que des¬ 
echa la sabiduría y la disciplina; | su 
esperanza es vana y sus trabajos in¬ 
fructuosos | e inútiles sus obras. 

12 Sus mujeres son unas insensa¬ 
tas, | y perversas sus hijas, y su pos¬ 
teridad maldita. 

13 Pero dichosa es la incontaminada, 
aun estéril, | que no conoció el lecho 
pecaminoso; | tendrá parte en el pre¬ 
mio de las almas santas. 

14 Dichoso también aun el eunuco, 
que no ha obrado la maldad con sus 
manos | ni ha concebido malos pen- 


(i) Daniel dice que los justos brillarán como 
las estrellas en el firmamento (12, 3); la imagen 
de la Sabiduría parece estar tomada de las es¬ 
trellas fugaces. 






990 


SABIDURÍA, 4, 5 


samientos contra el Señor, | porque 
le será otorgado un especial galardón 
por su fidelidad, | y un muy desea¬ 
ble puesto en el templo del Señor (1). 

15 Porque glorioso es el fruto de 
los trabajos honrosos, | y la raíz de 
la sabiduría es imperecedera. 

16 Pero los hijos de las adúlteras 
no lograrán madurez, | la descen¬ 
dencia de un lecho criminal des¬ 
parecerá; 

17 Y aun si alcanzan larga vida, 
serán tenidos en nada, | y su ancia¬ 
nidad será al fin deshonrosa. 

18 Y si muriesen prematuramente, 
no tendrán esperanza | ni consuelo 
en el día del juicio. | El fin del in¬ 
justo linaje es nefasto. 

A 1 2 Mejor es la esterilidad con vir- 
” tud, | pues su memoria es inmor¬ 
tal, | porque es conocida de Dios y 
de los hombres; 

2 Presente, imitadla; | ausente, 
deseadla; | en el siglo venidero triun¬ 
fará coronada, | después de haber 
reportado la victoria en combates 
inmaculados. 

3 Pero la numerosa prole de los 
impíos es sin provecho, | y los tron¬ 
cos bastardos no echarán hondas 
raíces | ni tendrán suelo seguro; 

4 Pues aunque sus ramas reverdez¬ 
can por un tiempo, | no estando 
fuertemente fijas, serán sacudidas por 
el viento | y por la violencia del ven¬ 
daba], arrancadas de cuajo. 

6 Las ramas serán quebradas antes 
de su desarrollo, | su fruto será inútil, 
no madurará, | y de nada servirá. 

6 Porque los hijos nacidos de unio¬ 
nes ilegítimas, | serán testigos contra 
sus viciosos padres al ser interrogados. 

7 Pero el justo, si muriese prema¬ 
turamente, estará en la paz; 

8 Que la honrada vejez no es la de 
los muchos años, | ni se mide por el 
número de los días. 

9 La prudencia es la verdadera ca¬ 
nicie del hombre, | y la verdaddera 
ancianidad es una vida inmaculada. 

10 El que se hizo grato a Dios es 
amado de él, | y hallado entre los 
pecadores, fué trasladado (2). 


(1) Isaías (56, 4) promete al eunuco obser¬ 
vante de la voluntad divina, excluido por la 
ley de la asamblea de Israel (Deut. 23, 1), un 
nombre glorioso en el reino mesiánico. 

(2) Alude a Enoc, de quien se habla en 
Gen. 5, 24, el cual, en comparación de los otros 
patriarcas, tuvo corta vida, pero aventajada en 
perfección. 


11 Fué arrebatado, porque la mal¬ 
dad no pervirtiese su inteligencia | y 
el engaño no extraviase su alma; 

12 Porque la fascinación del vicio 
corrompe el bien, | el vértigo déla pa¬ 
sión pervierte la mente sana. 

13 Llegado en poco tiempo a la 
perfección, | vivió una larga vida, 

14 Pues su alma era grata al Señor; | 
por esto se dió prisa a sacarle de 
en medio de la maldad. 

15 Los pueblos lo vieron, pero no lo 
entendieron | ni sobre ello reflexiona¬ 
ron, | porque la gracia y la misericor¬ 
dia es para los elegidos, | y la visi¬ 
tación para los santos. 

16 El justo muerto condena a los 
impíos vivos, | y la juventud pronto 
acabada condena los muchos años del 
impío. 

17 Verán el fin del sabio, | sin en¬ 
tender los designios del Señor sobre 
él, | ni por qué le puso en seguridad. 

18 Verán y se burlarán, | pero el 
Señor se reirá de ellos. 

19 Y después de esto caerán sin 
honra, | y serán entre los muertos 
en el oprobio sempiterno; | porque 
los quebrantará, reduciéndolos al si¬ 
lencio, | y los sacudirá en sus ci¬ 
mientos | y serán del todo desolados, | 
y serán sumergidos en el dolor | y 
perecerá su memoria. 

20 Y verán llenos de espanto sus 
pecados, | y sus crímeues se levan¬ 
tarán contra ellos, acusándolos. 


Ultimo fin de los justos. 

^ Entonces estará el justo en gran 
e seguridad, | en presencia de quie¬ 
nes le persiguieron | y menospre¬ 
ciaron sus trabajos. 

2 Y al verlo se turbarán con terri¬ 
ble espanto, | y quedarán fuera de 
sí ante lo inesperado de aquella salud. 

3 Arrepentidos, dirán para sí, | gi¬ 
miendo por la angustia de su espí¬ 
ritu: | «Este es el que algún tiempo 
tomamos a risa | y fué objeto de 
nuestro escarnio. 

4 Nosotros, insensatos, tuvimos su 
vida por locura | y su fin por des¬ 
honra. 

6 jCómo son contados entre los 
hijos de Dios, | y tienen su heredad 
entre los santos! 

6 Luego erramos el camino de la 
verdad, 1 y la luz de la justicia no 
nos alumbró, | y el sol no salió sobre 
nosotros. 










SABIDURÍA, 6 


001 


7 Nos cansamos de andar por las 
sendas de la iniquidad y la perdi¬ 
ción, | y caminamos por desiertos 
solitarios, | y el camino del Señor 
no lo atinamos. 

8 ¿Qué nos aprovechó nuestra so¬ 
berbia, | y qué ventaja nos trajeron 
la riqueza y la jactancia? 

9 Pasó como sombra todo aquello, | 
y como correo que va por la posta, 

10 Como na\e que atraviesa las 
agitadas aguas, | sin dejar rastro de 
su paso | ni del camino de su quilla 
por las olas; 

11 O como aves que vuelan por los 
aires, | sin dejar señal de su vuelo; | 
pues si baten el aire con sus alas | y 
lo cortan con la violencia de su ím¬ 
petu, | y se abren camino con el 
movimiento de las alas, | después 
ya no se halla señal de su paso; 

12 O como flecha que se tira al 
blanco, | que aunque hienda el 
aire, luego éste se vuelve a cerrar, | y 
no se conoce por donde pasó. 

13 Así también nosotros, en na¬ 
ciendo morimos; | sin poder dar mues¬ 
tra alguna de nuestra virtud, | nos 
extinguimos en nuestra maldad.» 

14 Sí, la esperanza del impío es 
como polvo arrebatado por el viento, | 
como ligera espuma deshecha por el 
huracán, | como el humo que disipa 
el viento, | cual recuerdo del huésped 
de un día que pasa de largo. 

15 Pero los justos viven para siem¬ 
pre, | y su recompensa está en el 
Señor | y el cuidado de ellos en el 
Altísimo. 

16 Por esto recibirán un glorioso 
reino | y una hermosa corona de 
mano del Señor, | que con su diestra 
los protege | y los defiende con su 
brazo. 

17 Se arma de su celo como de 
armadura, | y armará a las criaturas 
todas para rechazar a sus enemigos; 

18 Vestirá por coraza la justicia | y 
se pondrá por yelmo el sincero juicio; 

19 Embrazará por escudo impene¬ 
trable la santidad, 

20 Y afilará su fuerte cólera cual 
espada, | y todo el Universo luchará 
con él contra los insensatos. 

21 Los dardos de los rayos partirán 
bien dirigidos, | y volarán de las 
nubes al blanco como de arco 

22 Y la ira, como lanzada por una 
catapulta, arrojará violentas grani¬ 
zadas; | y el agua del mar se enfu¬ 
recerá contra ellos, | y los ríos se 
precipitarán con furia. 


23 Un soplo poderoso los embes¬ 
tirá | y los aventará como torbellino. | 
La iniquidad desolará toda la tierra, | 
y la maldad derribará los tronos de 
los poderosos. 


La Sabiduría y los reyes. 

/: 1 Oíd, pues, reyes, y entended. | 
” Aprended, los que domináis los 
confines de la tierra. 

2 Aplicad el oído los que imperáis 
sobre las muchedumbres | y los que 
os engreís sobre la multitud de las 
naciones (1). 

3 Porque el poder os fué dado por 
el Señor, | y la soberanía por el Altí¬ 
simo, | que examinará vuestras obras 
y escudriñará vuestros pensamientos; 

4 Porque siendo ministros de su 
reino, no juzgasteis rectamente | y no 
guardasteis la ley, | ni según la vo¬ 
luntad de Dios caminasteis. 

5 Terrible y repentina vendrá sobre 
vosotros, | porque de los que mandan 
se ha de hacer severo juicio; 

6 Pues el pequeño hallará miseri¬ 
cordia, | pero los poderosos serán 
poderosamente atormentados; 

7 Pues el Señor de todos no teme 
de nadie | ni respetará la grandeza 
de ninguno; | porque él ha hecho al 
pequeño y al grande, | e igualmente 
cuida de todos; 

8 Pero a los poderosos amenaza 
poderosa inquisición. 

9 A vosotros, pues, reyes, se diri¬ 
gen mis palabras, | para que apren¬ 
dáis la sabiduría y no pequéis. 

10 Pues los que guardaron santa¬ 
mente las cosas santas serán santifi¬ 
cados, | y quienes hubieren aprendido 
sabrán cómo responder. 

11 Ansiad, pues, mis palabras, | de¬ 
seadlas e instruios. 

12 Resplandece sin jamás oscure¬ 
cerse la sabiduría, | fácilmente se 
deja ver de los que la aman | y es 
hallada de los que la buscan, 

13 Y aun se anticipa a darse a 
conocer a los que la desean. 

14 El que temprano la busca no 
tendrá que fatigarse, | pues a su 
puerta la hallará sentada; 

15 Pues pensar en ella es prudencia 


(i) El origen divino del poder era una idea 
muy impresa en el ánimo de los antiguos, pero 
deformada para exaltación de los príncipes, 
que se creían dioses. Aquí se inculca la idea 
verdadera con su consecuencia: la cuenta que 
Dios pedirá a los reyes del ejercicio del poder. 







992 


SABIDURIA. 7 


consumada, | y el que vela por ella 
pronto se verá sin afanes. 

18 Porque ella misma busca por to¬ 
das partes a los dignos, | y en los cami¬ 
nos se les muestra benigna, | y en todos 
sus pensamientos les sale al encuentro. 

17 Tucs su principio es el deseo 
sinccrísimo de la instrucción, | y cui¬ 
dar de la disciplina es ya amarla. 

18 Este amor es la guarda de sus 
preceptos; | la observancia de las 
leves asegura la incorrupción, 

19 Y la incorrupción nos acerca a 
Dios. 

20 Por tanto, el deseo de la sabi¬ 
duría nos conduce al reino. 

21 Si os complacéis, pues, en los 
tronos y en los cetros, reyes de los 
pueblos, | estimad la sabiduría, para 
que reinéis por siempre. 

Salomón, enamorado de la 
Sabiduría. 

22 Yo os contaré qué es la sabi¬ 
duría y cuál su origen; | y no os 
ocultaré sus misterios, | sino que me 
remontaré hasta el comienzo de la 
creación, | y pondré en claro su cono¬ 
cimiento | y nada omitiré de la verdad. 

23 No Iré con el que de envidia se 
consume, | porque la envidia no 
tiene nada que ver con la sabiduría. 

24 Los muchos sabios son la salud 
del mundo, | y un rey prudente la 
prosperidad de su pueblo. 

25 Asi, pues, aprended mis pala¬ 
bras y os serán de provecho. 

T * 1 Yo soy hombre mortal, seme- 
> jante a lodos, | nacido del que 
primero fue formado de la tierra, | y 
en el seno de mi madre se formó mi 
carne, 

2 Consolidándose por unos diez 
meses | la semilla de un hombre y 
el placer del sueño. 

3 Y nacido, respiré el aire común | 
y caí en la misma tierra que todos, | y 
lloré igual que los otros, 

* Y ful criado entre pañales y con 
cuidados; 

6 Porque no hay rey que tenga 
otro modo de venir a ser: 

6 Una es la entrada de todos en 
la vida, c igual es la salida. 

7 Por esto oré y me fué dada la 
prudencia. | Invoqué al Señor y vino 
sobre mi el espíritu de la sabiduría, 

8 Y la preferí a los cetros y a los 
tronos, | y en comparación con ella 
tuve^ en nada la riqueza. 


9 No la comparé a las piedras pre¬ 
ciosas, | porque todo el oro ante ella 
es un grano de arena, | y como el 
lodo es la plata ante ella. 

10 La amé más que a la salud y la 
hermosura, | y antepuse a la luz su 
posesión, | porque el resplandor que 
de ella brota es inextinguible. 

11 Todos los bienes me vinieron 
juntamente con ella, | y en sus manos 
me trajo una riqueza incalculable. 

12 Yo me gocé en todos estos bie¬ 
nes, | porque es la sabiduría quien los 
trae, | pero ignoraba que fuese ella 
la madre de todos. 

13 Sin engaño la aprendí y sin envi¬ 
dia la comunico, | y a nadie escondo 
sus riquezas. 

11 Es para los hombres tesoro in¬ 
agotable, | y los que de él se aprove¬ 
chan se hacen participantes de la 
amistad de Dios, | recomendados a 
él por los dones adquiridos con la dis¬ 
ciplina. 

15 Déme Dios hablar según deseo, | 
y pensar dignamente de los dones 
recibidos, | portille él es el gula de la 
sabiduría | y el que corrige a los 
sabios. 

16 Porque en sus manos estamos 
nosotros y nuestras palabras | y toda 
la prudciuia y la pericia de nuestras 
obras; 

17 Porque él nos dió la ciencia ver¬ 
dadera de las cosas, | y el conocer la 
constitución del Universo y la fuerza 
de los elementos; 

19 El principio, el fin y el medio 
de los tiempos; | el curso regular de 
los astros y los cambios de las esta¬ 
ciones; 

19 El ciclo de los años y la posición 
de las estrellas; 

20 La naturalczi de los animales 
y los instintos tic las fieras; | la fuerza 
de los vientos y los razonamientos 
de los hombres; | las diferencias de 
las plantas y las virtudes de las 
raíces. 

21 Todo lo que me estaba oculto 
lo conocí a las claras, | porque la 
sabiduría, artífice de todo, me lo 
enseñó. 

Propiedades de !n Sabiduría. 

22 Pues en ella hay (t) un espíritu 
inteligente, santo, | útiieo y múltiple, 


(i) El códice alejandrino dice así: «Es ella 
un espíritu*. etc. El texto aceptado implica un 

I maliz que no parece indiferente. San Pablo 











SABIDURÍA, 8 


99 


sutil, | «Agil, penetrante, inmaculado, I 
cierto, impasible, benévolo, agudo, ( 
libre, bienhechor, 

23 Amante de los hombres, estable, 
seguro, | todopoderoso, omniscien¬ 
te, | cjiic penetra en lodos los espí¬ 
ritus | inteligente, puro, sutil. 

24 Porque la sabiduría es más Agil 
que todo cuanto se mueve, | se derra¬ 
ma a causa de su pureza y lo penetra 
todo; 

25 Porque es un hálito del poder 
divino | y una emanación pura de 
la gloria .de Dios Omnipotente, | por 
lo cual nada manchado hay en ella. 

26 Es el resplandor de la luz eter¬ 
na, | el espejo sin mancha del actuar 
de Dios, | imagen de su bondad (1). 

27 Y siendo una, todo lo puede, | y 
permaneciendo la misma, todo lo 
renueva, | y a través de las edades 
se derrama en las almas santas, | ha¬ 
ciendo amigos de Dios y profetas; 

28 Que Dios a nadie ama sino al 
que mora con la sabiduría. 

29 Es más hermosa que el sol, | su¬ 
pera a todo el conjunto de las estre¬ 
llas, | y comparada con la luz, queda 
vencedora, 

30 Porque a la luz sucede la noche, | 
pero la maldad no triunfa de la sa¬ 
biduría. 

Riquezas que reporta la sabiduría. 

8 1 Se extiende poderosa del uno 
al otro extremo, | y lo gobierna 
todo con suavidad. 

2 La ame y la busqué desde mi 
juventud, | y procuré desposarme 
con ella, | enamorado de su belleza. 

3 Se manifiesta su excelsa nobleza 
por su convivencia con Dios, | y el 
Señor de todas las cosas la ama, 

4 Porque está en los secretos de 
la ciencia de Dios, | y es directora de 
sus obras. 

6 Si la riqueza es un bien codicia¬ 
ble en la vida, | ¿qué cosa más rica 
que la sabiduría, que todo lo crea? 

6 Si la inteligencia es activa, | ¿quién 
más que ella, artífice de cuanto 
existe? 


en I Cor. 12. 4 ss., nos habla de las múltiples 
manifestaciones del Espíritu Santo, que parece 
una explicación de estos versos 22-24. 

(1) Estos dos versos son la revelación más 
alta de la Sabiduría de Dios. Aquí ya no se trata 
de sus relaciones con el mundo creado, sino 
con Dios mismo, de quien es reflejo, esplendor, 
imagen. Aquí parece haberse inspirado San 
Pablo en Col. 1, 5 ss.. y Hebr. 1, 2 s. 


7 Y si amas la justicia, | los frutos 
de la sabiduría son las virtudes, | por¬ 
que ella enseña la templanza y la 
prudencia, | la justicia y la forta¬ 
leza, | has virtudes más provechosas 
para ios hombres en la vida. 

8 Y si deseas una rica experien¬ 
cia, | ella conoce lo pasado y entrevé 
lo venidero; | conoce las falacias de 
los discursos y las soluciones de los 
enigmas; | interpreta los signos y los 
prodigios, | la sucesión de las esta¬ 
ciones y los tiempos. 

9 Resolví, pues, tomarla para que 
conviviera conmigo, | sabiendo que 
me sería buena consejera | y consuelo 
en mis cuidados y afanes. 

10 Y por ella alcanzaré gloria ante 
las muchedumbres, | y joven aún, 
honor entre los ancianos. 

11 En los juicios me mostraré agu¬ 
do, | y seré admirado ante los pode¬ 
rosos. 

12 Cuando yo calle esperarán, y si 
hablo me prestarán atención, | y si 
prolongo mis discursos se pondrán 
la mano en la boca. 

13 Por ella gozare de la inmorta¬ 
lidad | y dejare a mi descendencia 
una memoria eterna. 

14 Gobernaré los pueblos y las na¬ 
ciones me estarán sometidas; 

15 Oyendo hablar de mí, temerán 
los temibles tiranos, | y me mostraré 
entre la muchedumbre bueno y en la 
guerra valeroso. 

16 Entrando en mi casa, descansaré 
en ella, | porque no es amarga su 
conversación | ni dolorosa su convi¬ 
vencia, | sino alegría y gozo. 

17 Pensando esto conmigo mismo, | 
y meditando en mi corazón | que la 
inmortalidad está en la compañía de 
la sahidmía, | y que su amistad es 
noble deleite, | y los trabajos de sus 
manos riqueza inagotable, | y pericia 
el trato ele su conversación, | y fama 
participar en sus discursos, | corrí 
de una parte a otra buscando tomarla 
conmigo. 

19 Era yo un niño de buen natu¬ 
ral, | que recibió en suerte un alma 
buena. 

20 Porque era bueno, vine a un 
cuerpo sin mancilla; 

21 Pero conociendo que no podía 
alcanzarla si Dios no me la daba, | y 
que era parte de la prudencia conocer 
de quién es don, | me dirigí al Señor 
y le supliqué, | diciéndole de lo 
íntimo de mi corazón: 


63 






994 


SABIDURÍA, 9, 10 


Oración de Salomón para alcan¬ 
zar la sabiduría. 

1 Dios de mis padres y Señor de 
7 la misericordia, | que con tu pa¬ 
labra hiciste todas las cosas (1), - 

2 Y en tu sabiduría formaste al 
hombre, | para que dominase sobre 
tus criaturas | y para regir el mundo 
con santidad y justicia | y para ad¬ 
ministrar justicia con rectitud de 
corazón: 

4 Dame la sabiduría asistente de 
tu trono | y no me excluyas del 
número de tus siervos, 

6 Porque siervo soy tuyo, soy hijo 
de tu siervo, | hombre débil y de 
pocos años, [ demasiado pequeño "para 
conocer el juicio y las leves. 

6 Pues aunque uno sea perfecto 
entre los hijos de los hombres, | sin 
la sabiduría, que procede de ti, será 
estimado en nada. 

7 Tú me elegiste para rey de tu 

Í jueblo | y juez de tus hijos y tus 
lijas. 

8 Tú me dijiste que edificase un 
templo en tu monte santo | v un 
altar en la ciudad de tu inorada, | 
según el modelo del santo tabernáculo 
que al principio habíais preparado. 

9 Contigo está la sabiduría, conoce¬ 
dora de tus obras, | que te asistió 
cuando hacías el mundo, | y que 
sabe lo que es grato a tus ojos | y lo 
que es recto según tus preceptos. 

10 Mándala de tus santos cielos, | y 
de tu trono de gloria envíala, | para 
que me asista en mis trabajos | y 
sepa yo lo que es grato ante ti. 

11 Porque ella conoce y entiende 
todas las cosas, | y me guiará pruden¬ 
temente en mis obras, | y ine guardará 
en su esplendor; 

12 Y mis obras te serán aceptas, | y 
regiré a tu pueblo con justicia, | y seré 
digno del trono de mi padre. 

13 Pues ¿qué hombre podrá cono¬ 
cer el consejo de Dios, | y quién 
podrá atinar con lo que quiere el 
Señor? 

14 Porque inseguros son los pensa¬ 
mientos de los mortales, | y nuestros 
cálculos muy aventurados; 

16 Porque el cuerpo corruptible 
agrava el alma, | y la morada terres¬ 
tre oprime la mente pensativa; 


(i) El autor se inspira para esta oración, 
que pone en boca de Salomón, en I Reg. 3, 5 ss., 
donde se cuenta la visión divina y la petición 
que Salomón hizo de la sabiduría. 


18 Pues si apenas adivinamos lo 
que en la tierra sucede | y con tra¬ 
bajo hallamos lo que está en nuestras 
manos, | ¿quién rastreará lo que su¬ 
cede en el cielo? 

17 ¿Quién conoció tu consejo, si tú 
no le diste sabiduría | y enviaste de 
lo alto tu Espíritu Santo? 

18 Así es como se han enderezado 
los caminos de los que moran sobre 
la tierra, | y los hombres aprendie¬ 
ron lo que a ti es grato, | y por la 
sabiduría fueron salvos. 


P 

La sabiduría, «pifa de los 
patriarcas. 

+ /\ 1 Ella fué la que guardó al 
IU primer hombre, | al que pri¬ 
meramente formaste pora ser padre 
del mundo, | y le salvó en su caída, 

2 Y le dió poder para dominar 
sobre todas las cosas. 

3 Por haberse apartado de ella en 
su cólera | el injusto se perdió por 
su furor fratricida. 

4 Inundó luego la tierra el furor 
de éste, | y de nuevo la salvó la 
sabiduría, | rigiendo al justo en leño 
deleznable. 

6 Cuando las naciones en una con¬ 
cordia inicua fueron confundidas, | co¬ 
noció al justo y le conservó irrepro¬ 
chable ante Dios, | y le mantuvo 
fuerte contra la ternura paternal por 
su hijo. 

6 Ella misma salvó de la ruina de 
los impíos al justo, I en su huida del 
fuego que descendía sobre Penlá- 
polis; 

7 Y en testimonio de la maldad, | 
continúa la tierra desolada, humean¬ 
te, I y sus árboles dan frutos que 110 
maduran, | y una estatua de sal quedó' 
cual monumento de un alma des¬ 
obediente. 

8 Pues los que despreciaron la sa¬ 
biduría, | no sólo sufrieron el daño 
de no conocer el bien, | sino que de¬ 
jaron a los vivientes un monumento 
de su insensatez, | para que no caye¬ 
sen en olvido sus pecados. 

9 Pero la sabiduría libró de las 
penas a los que la servían. 

10 Libró al justo que huía de la 
ira fraterna, | le condujo por cami¬ 
nos rectos, | le mostró el reino de 
Dios, | y le dió a conocer las cosas 
santas. | Le hizo prosperar en sus 
fatigas | y multiplicó el fruto de sus 
trabajos; 










SABIDURIA, II 


yt >5 


11 Le asistió contra la avaricia de 
quien le oprimía | y le enriqueció. 

12 Le preservó de sus enemigos | y le 
protegió contra los que le acechaban, | 
y le dió el premio de un rudo com¬ 
bate, | para que aprendiera que la 
piedad es más fuerte que todo. 

13 No abandonó al justo vendi¬ 
do | y le salvó del pecado; | descendió 
con él al calabozo, 

14 Y no le abandonó en la prisión, | 
hasta entregarle los poderes del rei¬ 
no | y el poder sobre sus opresores, | 
y descubrió la mentira de sus acusa¬ 
dores | y le dió una gloria eterna. 


Moisés c Israel, guiados por la 
sabiduría. 

15 Libró de la nación opresora al 
pueblo santo, | al pueblo puro. 

16 Entró en el alma del servidor de 
Dios, | e hizo frente a reyes temibles 
con prodigios y señales (1). 

17 Dió a los santos la recompensa 
de sus trabajos, | guiándolos por un 
camino de prodigios, | y fué para ellos 
sombra durante el día | y luz de 
los astros durante la noche. 

18 Les hizo atravesar el mar Rojo | 
y los condujo a través de las muchas 
aguas. 

19 Sumergió a sus enemigos, | y del 
profundo abismo arrojó a la playa 
sus cadáveres. 

20 Por esto los justos, despojados 
los impíos, | celebraron, Señor, tu 
santo nombre, | y a una alabaron 
tu diestra vencedora. 

21 Porque la sabiduría abrió la 
boca de los mudos | e hizo elocuentes 
las lenguas de los niños. 

1 1 1 Hizo prosperar sus obras por 
1 1 mano de un profeta santo; 

3 Atravesaron el desierto inhabita¬ 
ble | y fijaron sus tiendas en lugares 
desiertos; 

3 Resistieron a los enemigos y se 
vengaron de sus adversarios. 

4 Tuvieron sed, y te invocaron | y 
les fué dada agua de la dura roca, 
y para saciar su sed, de la áspera 
piedra. 


(i) Se alude aquí a la historia de Moisés 
guiado también por la Sabiduría. En esto el 
autor se extiende en contamos las justicias de 
Dios con los egipcios y sus misericordias con 
Israel, el pueblo santo, por ser pueblo elegido 
de Dios, más que por su conducta indócil. 


Cas ti «jo de los egipcios. 

5 Pues por donde fueron castiga¬ 
dos sus enemigos, 

6 Por ahí fueron socorridos los in¬ 
digentes. 

7 En vez de las aguas perennes del 
río, | se vieron turbados con sangre 
podrida, 

8 En castigo del decreto infanti¬ 
cida. | Dísteles a ellos contra toda 
esperanza aguas abundantes, 

9 Y mostraste por aquella sed | el 
castigo infligido a los adversarios, | 
juzgados con ira. 

10 Porque aquellos, probados y 
corregidos con misericordia, | cono¬ 
cieron cómo eran atormentados los 
impíos con ira. 

11 Pues a unos, como padre que 
amonesta, los probaste; | pero a los 
otros, como rey severo que condena, 
los castigaste. 

12 Pues ausentes y presentes eran 
igualmente atormentados 

13 Y heridos por un doble pesar. | 
Gimieron por la memoria de lo pasado, 

14 Porque al ver que sus propios 
tormentos | beneficiaban a* los otros, 
conocieron al Señor. 

15 Pues aquél que ellos arrojaron 
y despreciaron, | le admiraron al fin 
de los sucesos, | cuando sintieron una 
sed muy diferente de la de los justos, 

16 En castigo de los pensamientos 
insensatos y estúpidos | con que ex¬ 
traviados adoraban a reptiles irra¬ 
cionales y viles brutos, les enviaste 
en castigo muchedumbres de animales, 

17 Para que conocieran que por 
donde uno peca, por ahí es ator¬ 
mentado. 

18 Pues no era difícil a tu mano 
omnipotente, | que creó el mundo 
de la mateiia informe, | enviarles 
muchedumbre de osos o feroces leones, 

19 O fieras desconocidas llenas de 
furor, creadas nuevamente, | que res¬ 
pirasen un aliento inflamado, | o que 
de sus ojos lanzasen teiriblcs cen¬ 
tellas, 

20 Que no sólo hiriéndolos les po¬ 
dían causar la mucitc, | sino que 
ya sólo con su vista espantable los 
podían matar. 

21 Pero aun sin esto, por un simple 
soplo podrían perecer | perseguidos 
por la justicia | y disipados por tu 
soplo poderoso; | pero todo lo dis- 

¡ pusiste con medida, número y peso, 
I 22 Porque el realizar cosas grandes 
siempre está en tu mano, | y al poder 







996 


SABIDURIA, 12 


de tu brazo, ¿quién puede resistir? 

23 Pues todo el mundo es delante 
de ti como un grano de arena en la 
balanza, | y como una gota de rocío 
de la mañana, que cae sobre la tierra. 

24 Pero tienes piedad de todos 
porque todo lo puedes, | y disimulas 
los pecados de los hombres para 
traerlos a penitencia; 

25 Pues amas todo cuanto existe, | y 
nada aborreces de lo que lias hecho; | 
que no por odio hiciste ninguna cosa. 

28 ¿Y cómo podría subsistir nada 
si tú no quisieras, | o cómo podría 
conservarse sin ti? 

27 Pero a todos perdonas, porque 
son tuyos, Señor, amador de las almas. 


Castigo tle los cananeos. 


19 1 Porque en todas las cosas está 

~ tu espíritu incorruptible, 

2 Por lo cual corriges con blandura 
a los que caen, | y a’ los que pecan 
los amonestas, despertando la me¬ 
moria de su pecado, | para que libres 
de su maLdad, crean, Señor, en ti. 

3 Y porque aborrecías a los anti¬ 
guos habitantes de tu tierra santa, 

4 Que practicaban obras detesta¬ 
bles de magia, ritos impíos, 

6 Y eran crueles asesinos de sus 
hijos, | que se daban banquetes con 
la carne y sangre humanas, | y con 
la sangre se iniciaban en infames 
orgías. 

8 Y a esos padres asesinos de seres 
inocentes, I determinaste perderlos 
por mano ae nuestros padres (1), 

7 Para que recibiese una digna co¬ 
lonia de hijos de Dios, | esta tierra 
ante ti la más estimada de todas. 

8 Pero a éstos, como a hombres, 
los perdonaste, | y enviaste tábanos 
como precursores de tu ejercito, | para 
que poco a poco los exterminaran. 

9 No porque fueras tú impotente 
para someter por las armas los im¬ 
píos a los justos, | o de una vez des¬ 
truirlos por fieras feroces o por una 
palabra dura; 

10 Pero castigándolos poco a poco, 
les diste lugar a penitencia, | no igno¬ 
rando que era el suyo un cetro per¬ 
verso, f y que era ingénita su mal- 


(i) Los hebreos recibieron del Señor la 
orden de exterminar a los cananeos como mi¬ 
nistros de la justicia de Dios, que debía vengar 
tales crímenes. 


dad | y que jamás se mudaría su 
pensamiento. 

11 Porque era un cetro maldito 
desde su origen, | y no por temor de 
nadie, dilataste el castigo de sus 
pecados, 

12 Pues ¿quién te dirá: Tor^qué 
haces esto, | o quién se opondrá a tu 
juicio, | o quién te llamará a juicio 
por la pérdida de las naciones que 
tú hiciste, | o quien vendrá a abogar 
contra ti por los hombres impíos? 

13 Porque no hay más Dios que tú, 
que de todo cuidas, | para mostrar 
que no juzgas injustamente. 

14 Y no hay rey ni tirano que te 
pueda pedir cuenta de tus castigos. 

16 Siendo justo, todo lo dispones 
con justicia, | y no condenas al que no 
merece ser castigado, j pues lo tienes 
por indigno de tu poder. 

18 Porque tu poder es el principio 
de la justicia, | y tu poder soberano 
te autoriza para perdonar a locjos. 

17 Sólo si no eres creído perfecto 
en poder, haces alarde de tu fuerza. | 
confundes la audacia de los que dudan 
de ella. 

18 Pero tú, Señor de la fuerza, juzgas 
con benignidad | y con mucha indul¬ 
gencia nos gobiernas, | pues cuando 
quieres tienes el poder en la mano. 

Lecciones que de lo dicho 
se infieren. 

39 Tor tales obras enseñaste a tu 
pueblo | que el justo debe ser bue¬ 
no, | y diste a tus hijos buenas 
esperanzas, | de que das tiempo de 
penitencia de los pecados. 

20 Pero si a los enemigos de tus 
hijos y reos de muerte | los casti¬ 
gaste con tantos miramientos c in¬ 
dulgencia (1), | dándoles tiempo y es¬ 
pacio de arrepentirse de su maldad, 

21 ¿Con qué circunspección juzgarás 
a tus hijos, | cuyos padres recibieron 
de ti juramentos y alianza de buenas 
promesas? 

22 Pues corrigiéndonos a nosotros, 
azotas mil veces más a nuestros ene¬ 
migos, | para que cuando nosotros 
juzgamos conozcamos tu bondad | y 
al ser juzgados esperemos miseri¬ 
cordia. 


(i) La sentencia dada contra los cananeos 
no se cumplió sino lentamente, para dar lugar 
al arrepentimiento, lo que significa la bondad 
de Dios con aquellos reos de muerte. lCuánto 
mis los hijos de Dios tendrán derecho a esperar 
mayor misericordia! 











SABIDURÍA, 13, 14 


997 


25 Pues a los Injustos que pasan la 
vida en la insensatez | los atormen¬ 
taste por sus propias abominaciones, 

24 Cuando mucho más se extra¬ 
viaron por los caminos del error, | 
teniendo por dioses los más viles 
animales, | engañados a manera de 
niños insensatos. 

25 Y por esto, como a niños sin 
juicio, | les enviaste un castigo de 
burla; 

26 Y los que no se corrigicron con 
amonestaciones de burla, | sufrieron 
un castigo digno de Dios, 

27 Pues fueron castigados por medio 
de aquellos mismos | que tenían por 
dioses y por ellos mismos azotados, | 
al ver que aquel que antes se nega¬ 
ron a reconocer por Dios era el Dios 
verdadero, | que echó sobre ellos la 
suprema condenación. 


Necedad de los que adoran 
las criaturas. 

I o 1 Vanos son por naturaleza todos 
i O los hombres que carecen del 
conocimiento de Dios, | y que por 
los bienes que disfrutan no alcanzan 
a conocer al que es su fuente, | y 
por la consideración de las obras no 
conocieron al artífice; 

2 Sino que al fuego, al viento, al 
aire ligero, | o al círculo de los astros, 
o al agua impetuosa, | o a las lum¬ 
breras del cielo tomaron por dioses 
rectores del universo. 

3 Pues si seducidos por su hermo¬ 
sura los tuvieron por dioses, | debie¬ 
ron reconocer cuánto mejor es el 
Señor de ellos, | pues es el autor de 
la belleza, quien hizo todas estas 
cosas. 

4 Y si se admiraron del poder y 
de la fuerza, | debieron deducir de 
aquí cuánto más poderoso es su 
creador; 

5 Pues de la grandeza y hermosura 
de las criaturas, | por razonamiento 
se llega a conocer el Hacedor de éstas. 

6 Pero sobre éstos no cae tan gran 
reproche, | pues yerran tal vez por 
aventura, | buscando realmente a 
Dios y queriendo hallarle; 

7 Y ocupados en la investigación 
de sus obras, I y a la vista de ellas, 
se persuaden de la hermosura de lo 
que ven. 

8 Aunque no son excusables, 

• Porque si pueden alcanzar tanta 
ciencia, | y son capaces de investi¬ 


gar el universo, | ¿cómo no conocen 
más fácilmente al Señor de él? 


El culto de los ídolos. 

10 Desdichados los que han puesto 
sus esperanzas en los muertos, | cuan¬ 
tos llaman dioses a las obras de sus 
manos, | oro y plata, obra de arte, | e 
imágenes de animales, | o una piedra 
inútil, obra de una mano antigua. 

11 Corta experto leñador un tronco 
manejable, | le descorteza diestra¬ 
mente, | y haciendo uso de su des¬ 
treza y arte, | fabrica un mueble 
útil para las necesidades de la vida; 

12 Y los despojos de la obra, | los 
consume en preparar su comida y 
satisfacer su necesidad; 

17 Pero el último resto, que para 
nada sirve, | un leño torcido y lleno 
de nudos, | lo toma y lo labra en 
sus ratos de ocio; | y con su arte 
le da una figura, | la semejanza de 
un hombre; 

14 o dándole la semejanza de un 
vil animal, | y pintándole de minio 
le da un color rojo, | y cubre de 
pintura todas las manchas que hay 
en él; 

15 Y preparándole una morada 
digna, | le coloca en el muro, asegu¬ 
rándole con clavos, | cuidando bien 
que no caiga, 

16 Pues sabe que lio puede soste¬ 
nerse a sí mismo, | siendo una imagen 
que necesita de ayuda. 

17 Y luego, al dirigirle oraciones 
por su hacienda, por sus mujeres y 
sus hijos, | no se avergüenza de 
hablar con quien carece de alma; 

18 De invocar al impotente, pidién¬ 
dole la salud; | y ruega a lo muerto 
por la vida, | y suplica la ayuda de 
quien es lo más inútil; 

19 Y pide un feliz viaje al que no 
puede usar de sus pies, | y ganancias 
y empresas y el éxito de sus obras | 
y energía, al más incapaz de hacer 
nada con sus manos. 

'i i 1 Pongamos otro caso. Uno se 
1 * propone navegar, | se dispone 
a atravesar por las furiosas ondas, | 
e invoca a un leño más frágil que la 
nave que le lleva; 

2 Pues ésta fué inventada por la 
codicia del lucro | y fabricada con 
sabiduría por un artífice. 

3 Pero tu providencia, Padre, la go¬ 
bierna, | porque tú preparaste un 






998 


SABIDURIA, 14 


camino en el mar | y en las ondas 
senda segura, 

4 Mostrando que puedes salvar de 
todo peligro, | para que cualquiera, 
aun sin el conocimiento del arte, 
pueda embarcarse. 

5 No quieres que las obras de tu 
sabiduría estén ociosas. | Por esto los 
hombres confian sus vidas a un frágil 
leño, | y atravesando las ondas cu 
una balsa, llegan a salvo; 

6 Y habiendo perecido al princi¬ 
pio los orgullosos gigantes, | la espe¬ 
ranza del mundo escapó al peligro 
en una balsa, | que gobernada por 
tus manos, dejó al mundo semilla de 
posteridad. 

7 Bendito sea, pues, el leño de (pie 
se hace recto uso. 

8 Pero el ídolo, obra del hombre, 
es maldito, él y quien lo ejecutó. ¡ 
Este porque lo hizo; aquél, porque 
siendo corruptible, es llamado dios. 

9 Igualmente son a Dios aborre¬ 
cibles el implo y su impiedad, 

10 Y así serán castigados la obra 
y el que la ejecutó. 

11 Por esto serán visitados los ído¬ 
los de las naeiones; | porque las 
criaturas de Dios se convirtieron en 
abominación, | cu escándalo para las 
almas de los hombres | y en lazo para 
los pies de los insensatos. 

12 Pues el principio de la fornica¬ 
ción es la invención de los ídolos, | y 
su invención es la corrupción de la 
vida. 

13 No existieron desde el principio, | 
ni existirán para siempre; 

14 Kué la vanagloria de los hom¬ 
bres la que los introdujo en el mun¬ 
do, | y por esto está decidido su pró¬ 
ximo fin. 

La apoteosis humana. 

15 Un padre, oprimido por acerbo 
dolor, | hace la imagen del hijo que 
acaba de serle arrebatado; | y al 
hombre, entonces muerto, le honra 
ahora como a un dios, | estableciendo 
entre sus siervos misterios e inicia¬ 
ciones. 

18 Luvgo con el tiempo se conso¬ 
lida esta costumbre impla, y es guar¬ 
dada como ley, | y por los decretos 
de los príncipes son veneradas las 
estatuas (1). 


(i) San Pablo en Rom. i, 25 h. explica 
también con su acostumbrado vigor las conse¬ 
cuencias morales de la idolatría. 


17 Y a quienes los hombres no 
pueden de presente honrar por estar 
lejos, | de lejos se imaginan su sem¬ 
blante, | y hacen la imagen visible 
de un rey venerado, | para adular 
al ausente con igual diligencia que si 
estuviera presente. 

18 Y progresando la superstición, 
también a los ignorantes que ni co¬ 
nocían al rey, | los indujo el deseo 
de honrar ai artista. 

9 En efecto, éste, queriendo con¬ 
graciarse eon el soberano, | extremó 
el arte para superar la semejanza; 

20 Y la muchedumbre, seducida por 
la perfección de la obra, | al que 
hasta entonces honraba eomo a hom¬ 
bre le miró como cosa sagrada. 

21 Y esto se convirtió en un lazo 
para los hombres; | porque los hom¬ 
bres, queriendo servir a la fortuna 
o a la tiranía, | atribuyeron a la piedra 
y a los leños el nombre incomunicable. 

Consecuencias morales de la 
idolatría. 

22 Y como si no bastara errar sobre 
el conocimiento de Dios, | los hom¬ 
bres, viviendo en violenta guerra de 
ignorancia, | llamaron paz a tan gran¬ 
des males; 

23 Pues celebran iniciaciones infan¬ 
ticidas, o misterios ocultos, | o desen¬ 
frenadas orgias de ritos extraños; | y 
ya 110 guardan la pureza de su vida 1 
ni de su lecho conyugal, | pues unos 

a otros se matan con asechanzas, o ¡ 
con el adulterio se infaman. 

2& Y en todo domina la sangre y 
el homicidio, el robo y el engaño, | la 
corrupción y la infidelidad, la rebe- 
lien y el perjurio; 

26 La vejación de los buenos, el 
olvido de los beneficios, | la conta¬ 
minación de las almas, los crímenes 
contra naturaleza, | la perturbación 
de los matrimonios, el adulterio y la 
lascivia; 

27 Pues el culto de los ídolos abo¬ 
minables | es principio, causa y fin 
de todo mal, 

28 Pues en sus regocijos son locos 

y en sus profecías embusteros; | viven ¡ 
en la injusticia y de ligero perjuran, 

29 Pues poniendo su confianza en 
ídolos sin alma, | juran falsamente 
sin temer ningún daño. 

80 Pero un doble castigo vendrá 
sobre ellos, | porque sintieron mal 
de Dios, atendiendo a los ídolos, | y 1 








SABIDURÍA, 15, 16 


999 


Juraron falsamente con menosprecio 
de la santidad. 

81 Pues no es el poder de los ídolos 
por quienes juran, | sino la venganza 
sobre los pecadores, | lo que siempre 
sigue a la prevaricación de los in¬ 
justos. 


Dicha de los amigos de Dios. 

15 \ Pero tú, Dios nuestro, bon¬ 
dadoso y veraz, | paciente y 
que todo lo gobiernas con misericordia; 

2 Si pecamos, tuyos somos, conoce¬ 
mos tu poder, | no queremos pecar, 
sabiendo que somos tuyos; 

3 Pues el conocerte es la justicia 
perfecta, | y conocer tu poder es 
raíz de inmortalidad. 

4 No nos extravió la invención arti¬ 
ficiosa de los hombres, | ni el trabajo 
estéril de la pintura, | la imagen em¬ 
borronada con varios colores, 

6 Cuya vista atrae el oprobio 
sobre los insensatos | que se ena¬ 
moran de la figura inanimada de 
una imagen muerta. 

6 Amadores de la maldad, dignos 
de tales esperanzas, | son los que los 
hacen, como los que los aman y 
los que los veneran. 


Necedad de los idólatras. 

7 Pues un alfarero que amasa fati¬ 
gosamente el barro, | fabrica todo 
género de vasos para nuestro uso, | y 
del mismo barro modela | vasos útiles 
para servicios limpios | y otros para 
usos contrarios; | pero sobre cuál ha 
de ser el destino de cada uno, | es 
juez el alfarero. 

8 Y con un trabajo inútil modela 
de la misma masa un dios vano, | que 
salido poco antes de la tierra, | vuelve 
poco después a aquélla de donde 
fué tomado, | al exigírsele la deuda 
de una vida prestada. 

9 Pero no le da cuidado de que ha 
de perecer | ni de que su vida es 
corta. | Rivaliza con los orífices y 
plateros | e imita a los bronceros, | y 
reputa una gloria el hacer figuras 
engañosas. 

10 Su corazón es ceniza y su espe¬ 
ranza más vil que la tierra; | su vida 
es de menos estima que el barro, I 

11 Porque desconoce a quien la 
hizo | y al que le infundió la seme- | 


Janza de un alma activa | y al que le 
dió cierto espíritu vital. 

12 Mas para los hombres nuestra 
existencia es un pasatiempo, | y la 
vida una feria en que hacer ganancias; 

13 Pues dicen que es preciso ganar, 
aun por malos medios, | y éste sabe 
que peca más que todos, | pues de 
la misma tierra fabrica vasos frágiles 
y estatuas de ídolos. 

14 Son en sumo grado insensatos 
y desdichados, más que el alma de 
un niño, | los enemigos de tu pueblo 
que dominan sobre él. 

16 Porque reputaron dioses a todos 
los ídolos de las naciones, | que no 
pueden ver con sus ojos | ni pueden 
respirar el aire por sus narices, | ni 
oír con sus oídos, | ni tocar con los 
dedos de sus manos, | ni andar con 
sus inmóviles pies, 

16 Pues es el hombre quién los 
hizo y quien los modeló; | sólo de pres¬ 
tado recibieron el aliento de vida, | 
pues no hay hombre capaz de mode¬ 
lar un dios semejante a sí. 

17 Siendo mortal, fabrica con sus 
manos impías un muerto, | él es mejor 
que los objetos que venera, | pues él 
goza de vida y aquéllos no. 


La zoolatría. 

18 Adoran a los animales más odio¬ 
sos, | pues comparados con los otros, 
son los más repugnantes (1); 

19 Y nada hay en ellos que los 
haga estimables, como en otros ani¬ 
males en que hay bellas cualidades, | 
y hasta fueron excluidos de la apro 
bación y de la bendición de Dios. 


Castigo de este pecado. 

i /: 1 Por esto, mediante ellos fue- 

1 ^ ron dignamente castigados por 
semejantes criaturas, | y por muche¬ 
dumbre de bestias fueron atormen¬ 
tados. 

2 En vez de este castigo, colmaste 
de beneficios a tu pueblo, | y para 
satisfacción de su apetito le diste un 
manjar exquisito | y le preparaste 
las codornices para alimento, 

(i) Esta forma de religión, la más abyecta, 
dominaba entre el pueblo egipcio, que empe¬ 
zaba por representar sus dioses con cabezas de 
animales, y por cierto de casi todos los anima¬ 
les que para los hebreos eran inmundos según 
la ley. 






1000 


SABIDURÍA, 16 


8 De suerte que aquéllos, ansiosos 
de aiimcnto, | por asco de los anima¬ 
les enviados contra ellos, | sintieron 
aversión al necesario alimento; | mien¬ 
tras que éstos, pasada una breve 
privación, | gustaron un manjar ma¬ 
ravilloso. 

4 Pues convenía que los opresores 
sintiesen una necesidad insaciable, | y 
a éstos sólo se les diese a conocer el 
tormento de los enemigos; 

6 Mas cuando sobre éstos vino la 
terrible furia de las bestias, | y pere¬ 
cían por las mordeduras de las tor¬ 
tuosas serpientes, | tu cólera no duró 
hasta el fin; 

6 Para su corrección fueron por un 
poco turbados, | y tuvieron una señal 
de salud | para traerles a la memoria 
los preceptos de la ley: 

7 Pues el que se volvía a mirarla 
no era curado por lo que veía, | sino 
por ti, Salvador de todos. 

8 Y con esto mostraste a nuestros 
enemigos | que tú eras el que salva 
de todo mal; 

9 Pues a ellos los mataron la vo¬ 
racidad de las langostas y las picadu¬ 
ras de las moscas, | sin encontrar 
remedio para su mal, | porque mere¬ 
cían ser por tales medios castigados; 

ío p cro sobre tus hijos no vencie¬ 
ron los dientes de las venenosas ser¬ 
pientes, | porque tu misericordia los 
socorrió y los sanó. 

11 Para memoria de tus palabras 
eran picados, | aunque pronto fueran 
curados, | para que no las echasen 
en olvido | y quedasen excluidos de 
tus beneficios. 

12 Pues ni hierba, ni emplasto los 
curó, | sino tu palabra, Señor, que 
sana todas las cosas. 

13 Que tú tienes el poder de la 
vida y de la muerte | y llevas a los 
fuertes al Ades y sacas de él. 

14 Por su maldad puede el hombre 
dar la muerte, | pero no hace que 
torne el espíritu que se fué I ni hace 
volver al alma ya encerrada en el 
Ades (1). 

16 Imposible es huir de tu mano; 

16 Y los impíos que niegan cono¬ 
certe, | por el poder de tu brazo son 
castigados, | perseguidos con extra¬ 
ordinarias lluvias, con granizadas y 


(i) Nuestro autor, hablando en griego, tra¬ 
duce por Adts el J col hebreo. El latín traduce 
ambos vocablos por infierno, la morada de 
los muertos, no precisamente la morada de los 
condenados, si el contexto no lo indica. 


aguaceros inevitables, | y por el 
fuego abrasados. 

17 Lo más maravilloso era que en 
medio del agua que todo lo extingue, | 
el fuego se mostraba más activo; | por¬ 
que la Naturaleza combate por los 
justos, 

18 Pues unas veces la llama se 
aplacaba, | para que no fuesen con¬ 
sumidos los animales enviados contra 
los impíos, | para que viéndolo, en¬ 
tendiesen que eran empujados por el 
juicio de Dios; 

19 Otras veces el fuego se encendía, 
contra su naturaleza, en medio del 
agua | para destruir los productos 
de una tierra impía. 

20 En lugar de esto proveiste a tu 
pueblo de alimento de ángeles, | y 
sin trabajo les enviaste del ciclo pan 
preparado, | que teniendo en sí todo 
sabor, se amoldaba a todos los gustos; 

21 Y ese alimento tuyo mostraba tu 
dulzura hacia tus hijos, | ajustándose 
al deseo de quien lo cogía, | y se acomo¬ 
daba al gusto que cada uno quería. 

22 La nieve y el hielo soportaban 
el fuego sin derretirse, | para que 
conociesen que los frutos de los ene¬ 
migos | los destruye el fuego, encen¬ 
dido por la tempestad | y que ful¬ 
gura en medio de la lluvia. 

23 Y él, para que de nuevo se ali¬ 
mentasen los justos, | se olvidaba de 
su propia naturaleza. 

24 Tucs la creación, sirviéndote a ti, 
que la hiciste, | despliega su energía 
para atormentar a los malos | y la 
mitiga para hacer bien a los que en 
ti confían. 

25 Por esto, amoldándose a todo, | 
servía a tu generosidad universal, 
nodriza de todos, | según la voluntad 
de los necesitados. 

26 Para que aprendan, Señor, tus 
amados hijos, | que no tanto la pro¬ 
ducción de los frutos alimenta al 
hombre | cuanto tu palabra que 
conserva a los que creen en ti (1). 

27 Pues lo que resistió a la acción 
del fuego, | al punto se derritió ca¬ 
lentado por un tenue rayo de sol; 

28 Para que a todos sea manifiesto 
que es preciso anticiparse al sol | y 
salirtc al encuentro, a la aparición de 
la luz. 

29 Pues la esperanza del ingrato se 
derrite como el hielo | y se derrama 
como el agua inútil. 


(i) Alusión a Deut. 8, 3, palabra que opo¬ 
ne eJ Salvador al tentador (Mt. 4. 4) 








SABIDURÍA, 17, 18 


1001 


Las tinieblas de Eftipto y la co¬ 
lumna de íucfjo. 

I T 1 Grandes e inescrutables son 
1 ¿ tus juicios, | y por esto las 
almas en tinieblas se extraviaron. 

2 Pues suponiendo los inicuos que 
podían dominar sobre la nación san¬ 
ta, | quedaron presos de las tinieblas 
y encadenados por una larga noche, | 
encerrados bajo sus techos, excluidos 
de tu eterna providencia. 

3 Imaginándose poderse ocultar sus 
secretos pecados, | bajo el oscuro velo 
del olvido, | fueron dispersados, so¬ 
brecogidos de terrible espanto | y tur¬ 
bados por espectros. 

4 Pues ni el escondrijo que los 
protegía los preservaba del terror | y 
rumores aterradores les infundían 
espanto, | y espectros tristes y de 
rostros tétricos se les aparecían; 

6 Y ninguna fuerza de fuego era 
capaz de dar luz, | ni la llama bri¬ 
llante de los astros | podía iluminar 
aquella horrenda noche. 

6 Sólo les aparecía un fuego re¬ 
pentino y temeroso; | y espantados 
de la visión, cuya causa no veían, | 
juzgaban más terribles las cosas que 
estaban a su vista. 

7 Las ilusiones del arte mágica 
quedaban por los suelos, | afrentosa 
corrección para los que presumían 
de sabiduría (1). 

8 Pues los que prometían expulsar 
los miedos y las turbaciones del alma 
enferma, | esos mismos padecían de 
un miedo ridículo; 

9 Pues aunque nada hubiese que 
les pudiera infundir espanto, ¡ ate¬ 
rrados por el paso de los animales y 
el silbido de las serpientes se morían 
de miedo, | y ni querían mirar al 
aire que por ninguna vía podían 
evitar. 

10 La maldad es cobarde y da tes¬ 
timonio contra sí misma, | y siempre 
sospecha lo más grave, perturbada 
por su conciencia; 

11 Pues la causa del temor no es 
otra que la renuncia a los auxilios 
que proceden de la reflexión, 

12 Porque cuanto menor ayuda se 
recibe del fondo del alma, | tanto 
mayor se cree lo desconocido que 
atormenta. 


(i) Los egipcios gozaban de gran fama de 
sabios y magos; toda esta fama se disipó como 
humo ante los prodigios verdaderos hechos por 
Dios en favor de su pueblo. 


13 Ellos, en medio de una noche 
realmente impenetrable | salida del 
fondo del insondable Ades, | durmie¬ 
ron el mismo sueño. 

14 Unos eran agitados por prodi¬ 
giosos fantasmas, | otros desfalle¬ 
cidos por el abatimiento del ánimo, | 
sorprendidos por un repentino e ines¬ 
perado terror. 

15 Luego, si alguno de ellos caía 
rendido, quedaba como encerrado en 
una cárcel sin cadenas. 

16 El labrador o el pastor, | el obrero 
ocupado en los trabajos del campo, | 
sorprendidos soportaban lo inevitable, 

17 Ligados todos por una misma 
cadena de tinieblas. | Fuera el viento 
que silba, | o el canto suave de los 
pájaros entre la espesa enramada, | o 
el rumor de las aguas que se preci¬ 
pitan con violencia, 

18 O el estrépito horrísono de las 
piedras que se despeñan, | o la ca¬ 
rrera invisible de animales que reto¬ 
zan, | o el rugido de las fieras que 
espantosamente rugen, | o el eco que 
resuena en los hondos valles, | todo 
los aterraba y los helaba de espanto. 

19 Mientras todo el universo era ilu¬ 
minado por una brillante luz, | y li¬ 
bremente se entregaban todos a sus 
trabajos, 

20 Sólo sobre aquéllos se extendía 
una densa noche, | imagen de las 
tinieblas que a poco les aguardaban; | 
pero ellos se eran para sí mismos 
más graves que las tinieblas. 

o 1 Mientras que para tus santos 
i O brillaba una espléndida luz, | 
aquéllos, oyendo sus voces sin ver a 
las personas, | las proclamaban feli¬ 
ces aunque hubieran sufrido, 

2 Y aunque maltratados injusta¬ 
mente, no se habían vengado, antes 
daban las gracias | y pedían perdón 
de habcilos tenido por enemigos. 

3 Y en lugar de las tinieblas encen¬ 
diste una columna, | que les diste 
para su camino, guía desconocido, | un 
sol inofensivo para una gloriosa pe¬ 
regrinación, 

4 Pues dignos eran de ser privados 
de luz, y encerrados en tinieblas I los 
que guardaban en prisión a tus hijos,| 
por quienes había de ser dada al 
mundo la luz incorruptible de la ley. 


6 Y a los que habían resuelto dar 
muerte a los hijos de tus santos, | uno 







1002 


SABIDURÍA, 19 


de los cuales fué expuesto y salvado 
para castigo de ellos, | les quitaste 
la muchedumbre de sus hijos, | y a 
una los ahogaste en las impetuosas 
aguas. 

6 Aquella noche fué de antemano 
conocida por nuestros padres; | por¬ 
que sabiendo con certidumbre a qué 
juramentos habían dado fe, tuvieron 
más ánimo 

7 Y fué esperada por tu pueblo | la 
salud de los justos y la perdición 
de los enemigos. 

8 Pues con lo mismo que casti¬ 
gaste a los enemigos, | con eso nos 
fortificaste llamándonos a ti. 

8 En secreto hicieron sus sacrificios 
los hijos santos de los buenos, | y 
de común acuerdo hicieron este pacto 
divino, | de que los santos partici¬ 
pasen igualmente I de los mismos 
bienes y peligros, | cantando antes 
las alabanzas de sus padres. 

10 Entretanto resonaba el grito dis¬ 
cordante de los enemigos, | y se oía 
el triste llanto por los hijos muertos; 

11 Y con igual pena fué castigado 
el siervo que el amo, | y la plebe 
padecía lo misino que el rey. 

12 Y todos a una, con "un solo 
género de muerte, | tenían muertos 
innumerables, | y no bastaban los 
vivos para sepultarlos, | pues en un 
instante sus más nobles nacidos fue¬ 
ron muertos. 

13 A causa de sus magias no habían 
creído por todos los castigos pasa¬ 
dos, | pero con la muerte de los pri¬ 
mogénitos, confesaron que el pueblo 
era hijo de Dios. 

14 Un profundo silencio lo envol¬ 
vía todo, | y en el preeiso momento 
de la media noche, 

16 Tu palabra omnipotente, de los 
cielos, de tu trono real, | cual inven¬ 
cible guerrero se lanzó en medio de 
la tierra destinada a la ruina, 

16 Llevando por aguda espada tu 
decreto irrevocable; | e irguiéndose, 
todo lo llenó de muerte, | y cami¬ 
nando por la tierra, tocaba el cielo. 

17 Al instante visiones de sueños | 
terriblemente los turbaron, | cayendo 
sobre ellos temores inesperados; 

18 Y arrojados por tierra aquí y 
allí, | manifestaban la causa por que 
morían. 

18 Las visiones que los turbaron 
les habían advertido, | para que al 
morir no Ignorasen por qué sufrían 
aquellos males. 

20 La prueba de la muerte alcanzó 


también a los justos, | y en el de¬ 
sierto se produjo una mortandad en 
la muchedumbre; | pero la cólera no 
duró mucho tiempo, 

21 Porque un varón irreprensible 
se apresuró a combatir por el pueblo | 
con las armas de su propio minis¬ 
terio, | la oración y la expiación del 
incienso, | y resistió a la cólera y puso 
fin al azote, | mostrando que era tu 
siervo. 

22 Y venció a la muchedumbre, | no 
con el poder del cuerpo ni con la 
fuerza de las armas, | sino con la 
palabra sujetó al que los castigaba, | 
recordando los juramentos y la alian¬ 
za de los padres. 

23 Y caídos los muertos a montones 
unos sobre otros, | levantándose en 
medio aplacó la cólera | y le cortó 
el camino hacia los vivos, 

24 Pues sobre sus vestiduras lle¬ 
vaba grabado a todo el pueblo, | los 
nombres gloriosos de los padres, gra¬ 
bados en las cuatro series de piedras, | 
y tu gloria sobre la diadema de su 
cabeza. 

26 A la vista de esto retroeedió con 
temor el externiinador, | y dió por 
suficiente la manifestación de la có¬ 
lera divina. 

Israel 3* los erppeios ante el 
Mar IS o jo. 

19 1 Pero sobre los impíos llegó 
hasta el colmo la cólera sin 
misericordia, | porque Dios sabía de 
antemano su porvenir, lo que les iba 
a suceder; 

2 Que habiéndoles permitido partir 1 
y dádolcs prisa para que partiesen, | 
luego, arrepentidos, los persiguieron. 

3 Aún no habían terminado el luto 
y aún | lloraban sobre los sepulcros 
de los muertos, | cuando se lanzaron 
a otros planes insensatos, | y a los 
que suplicantes habían arrojado, los 
persiguieron como a fugitivos. 

4 Úna merecida fatalidad los arras¬ 
traba a este fin, | haciéndoles olvidar 
los precedentes sucesos, | para que re¬ 
cibiesen el pleno castigo que faltaba 
a sus tormentos. 

6 Y mientras que tu pueblo haeía 
una travesía maravillosa, | encon¬ 
traron ellos una extraña muerte; 

* Porque toda la creación, en su 
propia naturaleza, | recibió de lo alto 
una forma nueva, | sirviendo a tus 
mandatos | para que tus hijos fuesen 
guardados incólumes. 






SABIDURÍA, 19 


1003 


7 La nube daba sombra al campa¬ 
mento; | de las aguas que antes la 
invadían se vió emerger la tierra 
seca, | y en el Mar Rojo un camino 
sin tropiezos; | y las ondas impetuosas 
dieron lugar a un verde campo, 

8 Por donde atravesaron en masa, 
los que por tu mano eran cubiertos, j 
después de haber contemplado pro¬ 
digios estupendos. 

9 Pues como los potros en sus 
pastos, | y como los corderos retozo¬ 
nes, | ellos te alababan a ti, Señor, 
que los libraste; 

10 Pues se acordaban que aun en 
su destierro, | en vez de producir 
otros animales, produjo la tierra mos¬ 
quitos, | y en vez de peces produjo 
el río multitud de ranas. 

11 Al fin vieron una nueva produc¬ 
ción de aves, | cuando llevados del 
apetito pidieron los placeres de la 
comida, 

12 Y para su satisfacción salieron 
del mar las codornices. 


El castigo de los sodomitas. 

13 Mientras que sobre los pecado¬ 
res cayeron los castigos, | de que 
fueron indicios los violentos rayos, | 
pues justamente padecían por sus 
maldades | los que habían practi¬ 
cado tan detestable inhospitalidad. 

14 Porque unos no quisieron reci¬ 
bir a los desconocidos que llegaban, | 


y otros pretendieron esclavizar a los 
extranjeros sus bienhechores, 

16 Y sobre el castigo entonces reci¬ 
bido tendrán otro al fin, | por haber 
acogido con tan mala voluntad a los 
extranjeros. 

16 Los egipcios recibieron con fes¬ 
tivas manifestaciones | a los que 
fueron partícipes en sus beneficios, | 
mas luego los afligieron imponiéndo¬ 
les crueles faenas. 

17 También fueron heridos de ce¬ 
guera, | como los que a las puertas 
del justo | envueltos en densa ti- 
niebla | buscaban la entrada de la 
puerta. 

18 Y para ejercer en ellos la justi¬ 
cia se pusieron de acuerdo los ele¬ 
mentos, | como en el salterio se acuer¬ 
dan los sonidos | en una inalterable 
armonía, | como claramente puede 
verse por los sucesos, 

19 Pues los animales terrestres se 
mudan en acuáticos, | y los que nadan 
caminan sobre la tierra. 

20 El fuego supera con el agua su 
propia virtud, | y el agua se olvida 
de su propiedad de extinguirlo. 

21 Al contrario, las llamas no ata¬ 
caron las carnes | de los ligeros ani- 
, males que caminan por todas partes, | 
ni derritieron aquel alimento celes¬ 
tial fusible como el rocío; | pues en 
todas las cosas, Señor, engrandeces 
a tu pueblo y le glorificas, | y no le 
has despreciado, antes le asististe en 
todo tiempo y lugar. 


















INTRODUCCION AL ECLESIASTICO 

* 

JfL Eclesiástico es un libro semejante a los Proverbios y fué escrito en hebreo. 

Un nieto del autor , que lo tradujo al griego^ antepuso a su versión un pró¬ 
logo en que nos habla de su abuelo , Jesús , hijo de Sirac , que habiéndose dado 
mucho al estudio de las divinas Escrituras, la Ley y los Profetas y los otros libros y 
quiso para utilidad de todos escribir éste y en que dar a conocer los frutos de su 
trabajo. 

Sólo con alguna aproximación podemos colegir la fecha de la composición 
del libro , por el elogio que en él se hace del pontífice Simón , hijo de Onías 
(Ó0 y 1-20). La fecha de la versión es la del año 38 de Tolomeo Evergctes. Aun¬ 
que hay dos de ese mismo nombre , Tolomeo III que reinó de 246 a 221, y To - 
lomeo VII y llamado Fiscón y que reino de 170 a 176 y sólo este último puede ser y 
pues el primero no reinó más que veinticinco años. La fecha señalada por-el 
traductor sería , pues y el año 136. 

Divídese el libro en dos partes. La primera tiene gran parecido con los Pro¬ 
verbios. Canta las excelencias de la Sabiduría t y nos ofrece reglas de conducta 
en forma de sentencias. Se diferencia de los Proverbios en que mientras en éstos 
las sentencias son por lo general sueltas y sin conexión de unas con otras , en el 
Eclesiástico van ligadas , desarrollando un tema. La segunda parte tiene más 
parecida con la Sabiduría. En ella se hace el elogio de los antepasados ilus¬ 
tres de Israel y a quienes precisamente la sabiduría rigió y por eso adquirie¬ 
ron un nombre eterno. 

Para la numeración de los versículos seguimos de ordinario a Vigouroux en su 
Biblia Políglota } que por ajustarse a la Vulgata es de mayor comodidad para el 
U 80 y si bien difiere de la que traen los nuevos editores de los textos hebreo y 
griego y los traductores modernos que hemos podido consultar. Los versos cuyos 
número8 van entre corchetes ( )jno se hallan en el texto griego de los LXX. 































1006 


ECLESIASTICO, 1 


ECLESIASTICO DE JESUS, HIJO DE SIRAC 


Prólogo del traductor griego. 

Grandes y ricos tesoros de instruc¬ 
ción y sabiduría nos han sido trans¬ 
mitidos en la Ley, en los Profetas y 
en los otros libros que les siguieron, 
por los cuales merece Israel grandes 
alabanzas. Y no solamente son útiles 
a los que leen, sino también a los 
indoctos deseosos de aprender, bien 
por la palabra, bien por la escritura. 

Mi abuelo Jesús, habiéndose dado 
mucho a la lección de la Ley, de los 
Prefetas y de los otros libros patries, 
y habiendo adquirido gran compe¬ 
tencia, se propuso escribir alguna 
cosa de instrucción y doctrina para 
quienes desearan aprenderla, y siguién¬ 
dola aprovechar mucho más, lle¬ 
vando una vida ajustada a la Ley. 
Os exhorto, pues, a leer esto con 
benevolencia y aplicación y a tener 
indulgencia por aquello en que, a 
pesar del esfuerzo puesto en la tra¬ 
ducción, no liemos legrado dar la 
debida expresión a las palabras, pues 
las cosas dichas en hebreo no tienen 
la misma fuerza cuando se traducen 
a otra lengua. 

No sólo este libro, sino aun la mis¬ 
ma Ley y los Profetas y los restantes 
libros traducidos, difieren no poco, 
comparados con el original. 

Llegado a Egipto el año 38 del rei¬ 
nado de Evcrgetes, y habiendo per¬ 
manecido allí mucho tiempo, hallé 
una diferencia no pequeña en la doc¬ 
trina. Y así juzgué necesario poner 
alguna diligencia y trabajo en tra¬ 
ducir este libro. En este intervalo de 
tiempo trabajé y velé mucho y puse 
toda mi suficiencia en llevar a buen 
término la traducción de este libro, 
para utilidad de los que en el des¬ 
tierro quieran aprender y estén dis¬ 
puestos a ajustar a la ley sus cos¬ 
tumbres. 


Elogio de la sabiduría. 

| 1 Toda sabiduría viene del Se- 

1 ñor, | y con él está siempre. 

* Las arenas del mar y las gotas 


de la lluvia | y los días del pasado, 
¿quién podrá contarlos? 

3 La altura de los cielos y la an¬ 
chura de la tierra, | la profundidad 
del abismo, ¿quién podrá medirlos? 

4 Antes que todo fué creada la 
sabiduría, | y la luz de la inteligen¬ 
cia existe desde la eternidad (1). 

6 La fuente de la sabiduría es la 
palabra de Dios en las alturas, | y 
sus caminos los mandatos eternos (2). 

6 ¿A quién fué dada a conocer la 
raíz de la sabiduría | y quién eonoeió 
sus secretes? 

7 ¿A quién fué manifestada la 
ciencia de la sabiduría | y quién en¬ 
tendió sus planes? 

8 Sólo uno es el sabio y el grande¬ 
mente terrible, | que se sienta sobre 
su trono. 

9 Es el Señor quien la creó | y la 
vi ó y la distribuyo, 

10 La derramó sobre todas sus 
obras | y sobre toda carne, según 
la medida de su liberalidad, | y la 
otorgó a los que la aman (3). 


El leinor de Dios, principio de 
l:i sabiduría. 

11 El temor del Señor es gloria y 
honor, | prudencia y corona de gozo. 

12 El temor del Señor regocija el 
corazón, | da prudencia, alegría y 
longevidad. 

13 Al que teme al Señor le irá bien 
en sus postrimerías, | y el día de su 
fin hallará gracia. 

14 El temor del Señor es honra y 
gloria y corona de exaltación. 


(1) La expresión «fué creada la sabiduría» 
no puede significar venir a la existencia por 
creación, sino simplemente existir desde la 
eternidad, pues se trata de la sabiduría de 
Dios. Es la ¡dea que Prov. 8, 22 expresa di¬ 
ciendo: El Señor me poseyó antes de todas las 
cosas, es decir, desde la eternidad. 

(2) La palabra creadora de Dios es la fuente 
de la sabiduría derramada en la creación. 

(3) Dios derrama su sabiduría sobre el uni¬ 
verso, particularmente soble el hombre racio¬ 
nal, y más especialmente, por la gracia, sobre 
los que le aman. 








ECLESIÁSTICO, 2 


1U07 


16 El principio de la sabiduría es 
temer a Dios, | y se les comunica a 
los fieles ya en el seno materno ( 1 ). 

16 ‘Hizo de los hombres su morada 
para siempre, | y será siempre fiel 
a la progenie humana. 

( 1? , 18 , 19 ). 20 La plenitud de la sa¬ 
biduría es temer al Señor; | embriaga 
con sus frutos a quien la tiene ( 2 ), 

21 Llena sus casas de bienes, | y 
de sus frutos hinche sus graneros. 

22 El temor del Señor es la corona 
de la sabiduría | y hace florecer la 
paz y la salud. 

23 La una y la otra es don de 
Dios | y el Señor la ve y la distri¬ 
buye. 

24 Como lluvia derrama el la cien¬ 
cia, el conocimiento y la inteligen¬ 
cia, | y levanta la gloria de los que 
le place. 

25 La raíz de la sabiduría es temer 
al Señor, | y sus ramas la longevidad. 

( 26 ). 27 El temor del Señor aleja el 
pecado, | y quien con él perservera 
aparta la cólera (3). 

2 * L 1 violento arrebato no tiene dis¬ 
culpa, | la cólera furiosa lleva a la 
ruina. 

20 El hombre magnánimo espera su 
tiempo, | pero al fin triunfa. 

30 Retiene la palabra hasta que 
llega su tiempo, | y los labios de 
los fieles celebran su prudencia. 

31 En los tesoros de la sabiduría 
hay sabias sentencias, | pero la pie¬ 
dad para con Dios es execrable al 
pecador. 

( 32 ). 33 ¿Deseas la sabiduría? Guarda 
los mandamientos | y el Señor te la 
otorgará (4); 

34 Pues la sabiduría y la disciplina 
son el temor de Dios, | y su compla¬ 
cencia la fe y la mansedumbre. 

( 35 ). 36 No seas rebelde al temor 
de Dios, | y no te llegues a El con 
corazón doble. 


(1) Como disposición del alma para recibir 
la sabiduría, el temor del Señor es el principio 
de ella. 

(2) Los versículos 17-19, que no existen 
en la versión griega, se leen así en la Vulgata: 
17 «El temor del Señor es la santificación de la 
ciencia. 18 Esta santificación guarda el corazón 
y lo hace justo, lo llena de alegría y gozo. 19 El 
que teme al Señor será feliz, y bendecido en 
la hora de su muerte.* 

(3) En la Vulgata dice asi el versículo 26: 
«La inteligencia y la santificación de la ciencia 
se hallan en los tesoros de la sabiduría, pero da 
sabiduría es una execración para el pecador.* 

(4) En la Vulgata, versículo 32: «El culto de 
Dios es una execración para el pecador.* 


37 No seas hipócrita delante de los 
hombres, | y pon atención a tus pa¬ 
labras. 

38 No te engrías, pues caerás | y 
echarás sobre ti la infamia; 

39 Y el Señor descubrirá tus secre¬ 
tos | y te derribará en medio de la 
asamblea. 

40 Por no haberte dado al temor 
del Señor, | y estar tu corazón lleno 
de engaño. 


Perseverancia en medio de la 
tentación. 


2 1 Hijo mío, si te das al servicio 
de Dios, | prepara tu ánimo a la 
tentación. 

2 Ten recto corazón y soporta con 
paciencia, | y no te impacientes al 
tiempo del infortunio. 

3 Adhiérete a el y no te separes, | 
para que tengas buen éxito en tus 
postrimerías. 

4 Recibe, todo cuanto El mande 
sobre ti | y ten buen ánimo en las 
vicisitudes de la prueba, 

6 Pues el oro se prueba en el fuego, | 
y los hombres gratos a Dios, en el 
crisol de la tribulación. 

6 Confíate a El y te acogerá, | Ende¬ 
reza tus caminos y espera en El. 


Confianza en el Señor. 


7 Los que teméis al Señor, espe¬ 
rad en su misericordia | y no os des¬ 
carriéis, pues vendríais a caer. 

8 Los que teméis al Señor, confiad 
en El | y no quedaréis defraudados de 
vuestra recompensa. 

9 Los que teméis al Señor, esperad 
la dicha, | el gozo eterno y la mise¬ 
ricordia. 

( 10 ). 11 Considerad las generaciones 
antiguas y ved: | ¿Quién confió en 
el Señor, que fuese confundido (1), 

12 O quién perseveró en su temor 
y fué abandonado, | o quién le invocó 
y se sintió defraudado? 

13 Porque piadoso y compasivo es 
el Señor, | perdona los pecados y 
salva en el tiempo de la tribula¬ 
ción. 


(1) En la Vulgata, versículo 10, se lee: 
«Los que teméis al Señor amadle, y vuestros 
corazones ser¿n iluminados.» 














1008 


ECLESIÁSTICO, 3 


jAy de los cobardcsl 

14 ¡Ay de los corazones tímidos y 
de las manos flojas, | y del pecador 
que va por doble camínol 

15 iAy del corazón cobardel Porque 
no tiene fe, | por eso no hallará de¬ 
fensa. 

16 ¡Ay de vosotros, los impacien- 
tesl 

17 Pues ¿qué haréis cuando el Señor 
os visite? 

18 Los que teméis al Señor, no des¬ 
confiéis de sus palabras; | los que le 
amáis, seguid sus caminos. 

19 Los que teméis al Señor, procu¬ 
rad agradarle; | los que le amáis, 
complaceos en su ley. 

20 Los que teméis al Señor, prepa¬ 
rad el corazón | y humillaos ante El. 

( 21 ). 22 Caigamos en las manos del 
Señor | y no en las manos de los 
hombres (1), 

23 Pues cuanta es su grandeza, | 
tánta es su misericordia. 


Deberes para con los padres. 

Q (*). 1 2 Escuchad, hijos míos, que 
soy vuestro padre | y obrad de 
modo que alcancéis la salud (2). 

3 Pues Dios honra al padre en los 
hijos, | y confirma en ellos el juicio 
de la madre. 

4 El que honra al padre expía sus 
pecados, 

& Y atesora el que honra a su 
madre. 

6 El que honra a su padre se rego¬ 
cijará en sus hijos, | y será escu¬ 
chado en el día de su oración. 

7 El que honra a su padre tendrá 
larga vida, 

8 Y el que obedece al Señor es 
consuelo de su madre. 

El que teme al Señor honra a su 
padre, | y sirve como a señores a los 
que le engendraron. 

9 De obra y de palabra honra a tu 
padre, 

10 Para que venga sobre ti su ben¬ 
dición; 

11 Porque la bendición del padre 
afianza la casa del hijo, | pero la 


(1) La Vulgata: «Los que temen al Señor 
guardan sus mandamientos, y aguardarán hasta 
que ponga sobre ellos sus ojos.» 

(2) La Vulgata: «Los hijos de la sabiduría 
forman la congregación de los justos, e hijos 
suyos son la obediencia y el amor.» 


maldición de la madre la destruye 
desde sus cimientos. 

12 No te gloríes con la deshonra de 
tu padre, | que no es gloria tuya su 
deshonra; 

13 Porque la gloria del hombre pro¬ 
cede de la honra de su padre, | y 
es infamia de los hijos la madre 
deshonrada. 

14 Hijo, acoge a tu padre en su 
ancianidad, | y no le des pesares en 
su vida. 

16 Si llega a perder la razón, 
muéstrate con él indulgente 1 y no le 
afrentes porque estés tú en la pleni¬ 
tud de tu fuerza; | porque la piedad 
con el padre no será echada en olvido, 

16 Y en vez del castigo por los 
pecados, tendrás prosperidad. 

17 En el día de la tribulación el 
Señor se acordará de ti, | y como se 
derrite el hielo en día templado, así 
se derretirán tus pecados. 

18 Como un blasfemo es quien 
abandona a su padre, | y será maldito 
del Señor quien irrita a su madre. 


Modestia y misericordia. 

19 Hijo mío, pórtate con modes¬ 
tia, | y serás amado más que el 
dadivoso. 

20 Cuanto más grande seas, humí¬ 
llate más, | y hallarás gracia ante 
el Señor; 

21 Porque grande es el poder del 
Señor, | y es glorificado en los hu¬ 
mildes. 

22 Lo que está sobre ti no lo bus¬ 
ques, | y lo que está sobre tus fuerzas 
no lo procures. 

23 Atente a lo que está a tus al¬ 
cances, | y no te inquietes por lo 
que no puedes conocer. 

24 No te obstines en hacer lo que 
no puedes, 

25 Pues mucho es ya lo que ante 
ti está que podrás entender. 

26 A muchos extravió su teme¬ 
ridad, | y la presunción pervirtió su 
pensamiento. 

27 El que ama el peligro caerá en 
él, | y el corazón duro parará al fin 
en la desgracia. 

( 28 ). 29 El corazón duro se verá 
aplanado, | y el obstinado añadirá 
pecados a pecados (1). 


(1) La Vulgata: «El corazón que sigue dos 
caminos no tendrá éxito; y el corazón depravado 
tropezará en ellos.» 









ECLESIÁSTICO, 4 


1009 


80 La desgracia del soberbio no 
tiene remedio, | porque arraigó en 
él la maldad. 

31 El corazón del discreto medita 
sentencias, | y da oído atento a la 
doctrina del sabio. 

( 32 ). 33 El agua apaga la ardiente 
llama | y la limosna expía los pe¬ 
cados (1). 

84 El que agradece los beneficios 
se prepara otros nuevos, | y en el 
día de la calda hallará apoyo. 


Deberes para con los pobres. 

4 1 Hijo mío, no arrebates al pobre 
su sostén, | no vuelvas tus ojos 
ante el necesitado. 

2 Da al hambriento | y satisfaz al 
hombre en su necesidad. 

3 No irrites al corazón ya irritado, | 
y no difieras socorrer al menesteroso. 

4 No desdeñes al suplicante atri¬ 
bulado, | y no vuelvas el rostro al 
pobre; 

6 No apartes los ojos del necesi¬ 
tado, | y no des al hombre ocasión 
de maldecirte; 

0 Pues si te maldice en la amar¬ 
gura de su alma, | su Hacedor escu¬ 
chará su oración. 

7 Muéstrate afable con la congre¬ 
gación, | y humilla tu cabeza al po¬ 
tentado. 

8 Inclina al pobre tu oído, | y con 
mansedumbre respóndele palabras 
ama bles. 

9 Arranca al oprimido del poder 
de su opresor, | y no te acobardes 
al hacer justicia. 

10 Muéstrale padre para los huér¬ 
fanos, | y cual marido para la madre 
de estos, 

11 Y serás como hijo del Altísimo | 
y más ainado de tu madre. 


Las ventajas de la sabiduría. 

12 La'sabiduría exalta a sus hijos | 
y acoge a los que la buscan. 

13 El que la ama, ama la vida, | y 
los que madrugan para salir a su 
encuentro, serán llenos de alegría. 

14 E) que la abraza heredará la 


(i) La Vulgata: #E 1 corazón sabio e inteli¬ 
gente se abstendrá del pecado; y en las obras 
de justicia tendrá feliz éxito.» 


gloria, | y en su casa entrará la ben¬ 
dición del Señor. 

16 Los que la sirven, sirven al 
Santo, | y el Señor ama a los que 
la aman. 

18 El que la escucha juzgará a 
las naciones, | y el que se allega a 
ella habitará confiado. 

17 Si te confías a ella la tendrás 
por heredad, | y tus descendientes la 
poseerán; 

18 Porque la tentación caminará 
con él | y le elegirá entre los pri¬ 
meros; 

19 Traerá sobre él el miedo y el 
temor, | en su infancia le azotará, | 
hasta que se le confíe | y le pruebe 
en sus preceptos. 

20 Y de nuevo se volverá a él | y 
le alegrará, 

21 Y le revelará sus secretos. 

22 Pero si se extraviase, le abando¬ 
nará | y le entregará a la ruina. 


La confusión buena y la mala. 


23 Espera tu tiempo, 

24 Y no tendrás que avergonzarte 
de ti mismo; 

25 Pues hay una confusión que 
es fruto del pecado, | y una confusión 
que trac consigo gloria y gracia. 

26 No tengas respetos que sean en 
perjuicio de tu alma, 

27 Y no te avergüences para rui¬ 
na tuya. 

28 No retengas la palabra salva¬ 
dora | y no ocultes tu sabiduría; 

29 Pues en el hablar se da a cono¬ 
cer la sabiduría, | y la doctrina en 
las palabras de la lengua. 

30 No hagas contradicción a la 
verdad, | y no te avergüences de tu 
falta de doctrina. 

31 No te avergüences de confesar 
tus pecados, 

32 Y no nades contra la corriente. | 
No te sometas al hombre necio, | y no 
tengas acepción por la persona del 
poderoso. 

83 Lucha por la verdad hasta la 
muerte, | y el Señor Dios combatirá 
por ti. 

84 No seas duro en tus palabras, | 
ni perezoso ni remiso en tus obras. 

3 ® No seas como león en tu casa, | ni 
te muestres caprichoso con tus ser¬ 
vidores. 

88 No sea tu mano abierta para 
recibir | y cerrada para dar. 


64 







íoiu 


ECLESIÁSTICO, 5, 6 


La falsa seguridad. 

^ 1 No te apoyes sobre las riquezas | 
f y no digas: «Me basto a mí mismo.» 

2 No te apoyes en ti mismo y en 
tu fuerza, | para vivir según los 
deseos de tu corazón. 

3 No digas: «¿Quién me dominará?» | 
Porque sin duda te castigará el Señor. 

4 No digas: «He pecado, ¿y qué me 
ha sucedido?» | Porque el Señor es 
paciente. 

6 Aun del pecado expiado no vivas 
sin temor, | y no añadas pecados a 
pecados. 

0 Y no digas: «Grande es su miseri¬ 
cordia, | él perdonará mis muchos 
pecados.» 

7 Porque aunque es misericordioso, 
también castiga, | y su furor caerá 
sobre los pecadores. 

8 No difieras convertirte al Señor, | 
y no lo dejes de un día para otroí 

• Porque de repente se desfoga la 
ira del Señor, | y en el día de la 
venganza perecerás. 

10 No te apoyes en las riquezas 
mal adquiridas, | porque nada te 
aprovecharán en el día de la ira. 

.Moderación de la lengua* 

11 No te dejes llevar de todo vien¬ 
to, | y no camines por una senda 
cualquiera, | que así es como obra 
el pecador de corazón doble. 

12 Se firme en tus juicios | y no 
tengas más que una palabra. 

13 Sé pronto para oír | y lento para 
responder. 

14 Si tienes inteligencia, respon¬ 
de; | si no, pon mano a la boca. 

15 En el hablar está la gloria o la 
deshonra, | y la lengua del hombre 
es su ruina. 

16 Que nadie te llame chismoso, | 
y no tiendas lazos con tu lengua; 

17 Porque sobre el ladrón vendrá 
la confusión, | y la condenación sobre 
el de corazón doble. 

18 No ofendas a nadie, ni en mu¬ 
cho ni en poco, 

6 1 Y no te hagas enemigo al amigo; | 
pues sobre el malo vendrá la con¬ 
fusión y el oprobio, | y lo mismo sobre 
el pecador de doble corazón. 

El orgullo. 

* No te engrías en tus pensamien¬ 
tos, | no seas destrozado como un toro. 


3 Si destrozas las hojas, echas a 
perder los frutos, | y te quedarás 
como árbol seco. 

. 4 El alma perversa se pierde a sí 
misma | y será el ludibrio de sus 
enemigos, 

3 La palabra Suave multiplica los 
amigos, | la lengua bien hablada es 
rica en afabilidad. 


Los amigos. 

* Si tuvieses muchos amigos, | uno 
entre mil sea tu consejero. 

7 Si tienes un amigo, ponlc a 
prueba, | y no te confies a el tan 
fácilmente; 

8 Porque hay amigos de ocasión, | 
que no son ficícs en el día de la tri¬ 
bulación. 

0 Hay amigo que se torna en cne- 
migo, | y que descubrirá para ver¬ 
güenza luya tus defectos. 

10 Hay amigos que sólo son com¬ 
pañeros de mesa, I y no te serán fie¬ 
les en el día de la tribulación. 

11 En tus días felices será otro tú ( 
y hablará afablemente a los tuyos; 

12 Pero si te viere humillado, se 
volverá contra ti | y te ocultará su 
rostro. 

13 Apártate de tus enemigos 1 y 
guárdale de tus amigos. 

14 Un amigo fiel es poderoso pro¬ 
tector; 1 el que le encuentra halla 
un tesoro. 

16 Nada vale tanto como un amigo 
fiel; 1 su precio es incalculable. 

16 Un amigo fiel es un remedio sa¬ 
ludable; | los que temen al Señor lo 
encontrarán. 

17 El que teme al Señor es fiel a 
la amistad, | y como fiel es él, así 
lo será su amigo. 

Ventajas de la sabiduría. 

18 Hijo mío, desde tu mocedad date 
al a doctrina, | y hasta tu anciani¬ 
dad tendrás sabiduría. 

12 Allégate a ella como ara y siem¬ 
bra el labrador, | y esliera buenos 
frutos; 

20 Porque el trabajo te fatigará un 
poco, | pero pronto comerás de sus 
frutos. 

21 Es muy duro para los indisci¬ 
plinados, | y el insensato no perma¬ 
necerá en él; 

22 Pesará sobre él como pesada 






ECLESIÁSTICO, 7 


1011 


piedra de prueba, | y no tardará en j 
arrojarla de sí; 

23 Porque la sabiduría es fiel a < 
su nombre, | y es discreta en reve¬ 
larse. 

24 Escucha, hijo mío, y recibe mis 
avisos | y no rehuyas mis consejos. 

25 Da tus pies a sus cepos | y tu 
cuello a su argolla; 

26 Dale tu hombro | y no te moles¬ 
ten sus ataduras. 

27 Allégate a ella con toda tu 
alma, | y con todas tus fuerzas sigue 
sus caminos. 

28 Sigue su rastro, búscala, y se te 
descubrirá, | y una vez cogida no 
la sueltes; 

29 Porque al fin hallarás en ella tu 
descanso y gozo, 

30 Y serán para ti sus cepos de¬ 
fensa poderosa, | y su argolla una 
túnica de gloria. 

31 Es ornamento de oro, | y sus 
ataduras son cordón de jacinto. 

32 Te la vestirás como túnica de 
gloria, | y te la ceñirás como corona 
de exaltación. 

33 Si quisieres, hijo mío, adquirirás 
la doctrina, | y si te entregas a ella, 
serás avisado. 

34 Si con gusto la oyes la tendrás, | 
si inclinas a ella tu oído serás sabio. 

35 Busca la compañía de los an¬ 
cianos, | y si hallas algún sabio, allé¬ 
gate a él. | La conversación acerca 
de Dios, escúchala con gusto, | y no 
rehuyas las sentencias de la sabi¬ 
duría. 

36 Si vieres a un hombre discreto, 
apresúrate a unirte a él, | y frecuen¬ 
ten tus pies la escalera de su puerta. 

87 Medita en los preceptos del 
Señor | y ejercítate siempre en sus 
mandatos; | él confirmará tu corazón | 
y te dará la sabiduría a tu deseo. 


Sentencias varias. 

7 1 No hagas el mal y no te co¬ 
gerá. 

2 Apártate del injusto y se alejará 
de ti. 

3 Hijo, no siembres en los surcos 
de la injusticia, | y no la cosecharás 
al séptuplo. 

4 No pidas al Señor un puesto de 
gobierno, | ni al rey una silla de 
honor. 

6 No.te justifiques ante el Señor, | y 
no alardees de sabio ante el rey. 

6 No busques ser hecho juez, | no 


sea que no tengas fuerzas para re¬ 
primir las iniquidades, | no sea que 
te acobardes en presencia del po¬ 
deroso, | y tropiece en ello tu rectitud. 

7 No ofendas a la muchedumbre | 
y no te arrojes en medio de ella. 

8 No te ates dos veces con el pe¬ 
cado, | porque ya de la primera vez 
no saldrás impune. 

9 No seas impaciente en tu ora¬ 
ción, 

10 Ni tardo en hacer limosna. 

11 No digas: «Dios mirará mis 
muchas ofrendas, | y cuando yo 
ofrezca sacrificios al Dios altísimo, 
él los aceptará.» 

12 No te burles del afligido, ¡ por¬ 
que hay uno que humilla y ensalza. 

13 No levantes falso testimonio a 
tu hermano, | ni lo hagas tampoco 
a tu amigo. 

14 Guárdate de mentir y de añadir 
mentiras a mentiras, | que eso no 
acaba en bien. 

15 No seas hablador en la asamblea 
de los ancianos, | ni multipliques en 
tu oración las palabras. 

16 No aborrezcas la labor por tra¬ 
bajosa, | ni la agricultura, que es cosa 
del Altísimo. 

17 No te juntes con los pecadores, 

19 Acuérdate de que la cólera no 

tarda. 

19 Humilla mucho tu alma, | por¬ 
que el castigo del impío será el fuego 
y el gusano. 


La vida familiar. 

20 No cambies un amigo por di¬ 
nero, ni un hermano querido por el 
oro de Ofir. 

21 No te apartes de la mujer dis¬ 
creta y buena, | porque vale su 
gracia más que el oro. 

22 No maltrates al siervo que tra¬ 
baja lealmente, | ni al jornalero que 
te entrega su esfuerzo. 

23 Ama al siervo inteligente^ | no 
le niegues la libertad. 

24 ¿Tienes rebaños? Cuida de ellos. | 
Pues te son útiles, guárdalos. 

25 ¿Tienes hijos? Instrúyelos, | do¬ 
blega desde la juventud su cuello. 

26 ¿Tienes hijas? Vela por su hon¬ 
ra, | y no les muestres un rostro 
demasiado jovial. 

27 Casa a tu hija y habrás hecho 
un gran bien | dándola a un marido 
1 sensato. 







1012 


ECLESIÁSTICO, 8, 9 


28 ¿Tienes mujer? No la detestes, | 
dándote a una odiosa rival. 

29 De todo corazón honra a tu 
padre, | y no olvides los dolores de 
tu madre. 

30 Acuérdate de que les debes la 
vida. | ¿Cómo podrás pagarles lo que 
han hecho por ti? 

31 Con toda tu alma honra al 
Señor | y reverencia a los sacerdotes. 

32 Con todas tus fuerzas ama a tu 
Hacedor | y no abandones a sus mi¬ 
nistros. 


Honor al sacerdote. 

33 Teme al Señor y honra al sacer¬ 
dote, 

34 Y dale a porción que te está 
mandada; | las primicias y la ofrenda 
por el pecado, 

86 La espalda reservada, | el sacri¬ 
ficio expiatorio | y las primicias con¬ 
sagradas. 

86 Alarga al pobre tu mano, | para 
que seas cumplidamente bendecido. 

87 Agradece el beneficio ante todos, | 
y al muerto no le niegues tus piedades. 

88 No te alejes del que llora, | y 
llora con quien llora. 

39 No seas perezoso en visitar a 
los enfermos, | porque por ello serás 
amado. 

40 En toda tu obra acuérdate de 
tus postrimerías, | y no pecarás 
jamás. 

IVormn de buena sociedad. 

$ 1 No disputes con el poderoso, | no 
vayas a caer en sus manos. 

2 No tengas contiendas con el 
rico, | no eche sobre ti todo su peso; 

3 Porque el oro puede mucho | y 
pervierte el corazón de los reyes. 

4 No disputes con el hombre len¬ 
guaraz, | que sería amontonar leña 
sobre el fuego. 

6 No bromees con el indisciplina¬ 
do, | no maldiga a tus progenitores. 

8 No ultrajes a quien se aparta 
del pecado, I ten en cuenta que todos 
somos reos de castigo. 

7 No faltes al respeto al anciano, | 
que también ellos fueron jóvenes. 

8 No te alegres de la muerte de 
uno; | acuérdate de que todos mori¬ 
remos. 

9 No desprecies los discursos de los 
sabios | y sigue sus máximas, 


10 Porque de ellos aprenderás la 
doctrina | y a servir bien a los grandes. 

11 No desprecies las sentencias de 
los ancianos, | que de sus antepasa¬ 
dos las aprendieron ellos; 

12 Porque así aprenderás doctrina | 
y sabrás responder al tiempo oportuno. 

13 No atices el fuego del pecado, | no 
te abrasen sus llamas. 

14 No te enfrentes con el inso¬ 
lente, | no sea que se ponga en ace¬ 
cho para cogerte por la boca. 

16 No prestes a quien puede más 
que tú, | y si le prestas dalo por 
perdido. 

16 No prestes fianzas sobre tus 
facultades, | y si diste fianza piensa 
cómo pagarás. 

17 No tengas litigios con el juez, | 
porque por su dignidad juzgarán a 
favor de él. 

18 No vayas de camino con el te¬ 
merario, | no pesen sus temeridades 
sobre ti; | pues él liará según su ca¬ 
pricho, | y por su imprudencia pere¬ 
cerías con él. 

19 No te pelees con el iracundo | y 
no atravieses con él el desierto, | por¬ 
que nada es la sangre a sus ojos, j y 
te derribará donde no tengas quien 
te socorra. 

20 Con el necio no tengas consejo, | 
porque no podrá callar lo que hayas 
dicho. 

21 Ante un extraño no hagas cosa 
que quieras secreta, | porque no sabes 
lo que dará de si. 

22 No descubras a cualquiera tu 
corazón, | no te arrebate tu bien. 

El trato con las mujeres. 

9 1 No seas celoso de tu mujer, | no 
la vayas a maliciar en daño tuyo. 

2 No te dejes dominar de tu mujer, | 
no se alce sobre ti. 

3 Huye de la cortesana, | no caigas 
en sus "lazos. 

4 No te entretengas con la canta¬ 
dora, | no le coja en sus redes. 

6 No fijes tu atención en donce¬ 
lla, | no vayas a incurrir en castigo 
por su menoscabo. 

6 No te entregues a las meretri¬ 
ces, | no vengan a perder tu hacienda. 

7 No pasees tus ojos por las* calles 
de la ciudad | ni andes rondando por 
sitios solitarios. 

8 Aparta tus ojos de la mujer muy 
compuesta | y no fijes la vista en la 
hermosura ajena. 








ECLESIÁSTICO, 10 


1013 


• Por la hermosura de la mujer 
muchos se extraviaron, | y con eso 
se enciende como fuego la pasión. 

( 10 , u ). 12 No te sientes nunca junto 
a mujer casada, | ni te recuestes eou 
ella a la mesa (1), 

13 Ni bebas con ella vino en los 
banquetes; | no se incline hacia ella 
tu corazón | y seas arrastrado a la 
perdición. 

El trato con los hombres. 

14 No abandones al amigo anti¬ 
guo, | que el nuevo no valdrá lo que él. 

15 Vino nuevo, el amigo nuevo, | 
cuando envejece es cuando se bebe 
con placer. 

18 No envidies la gloria del peca¬ 
dor, | porque no sabes cuál será su 
suerte. 

17 No te complazcas en el aplauso 
de los impíos; | acuérdate que ya 
antes del Ades no quedarán impunes. 

18 Aléjate del hombre que tiene 
poder para matar, | y no tendrás que 
temer la muerte. | Si te acercas a él 
no cometas falta alguna, | no vaya a 
quitarte la vida. 

20 Considera que caminas en medio 
de lazos | y que te paseas en medio 
de redes. 

21 Aconseja a tu prójimo según tu 
leal entender. | Cuanto te sea posi¬ 
ble guárdate de tus prójimos | y acon¬ 
séjate de los sabios. 

22 Los justos sean tus comensales, [ 
y no te gloríes sino en el temor del 
Señor. 

23 Sea con los discretos tu trato. | y 
tu conversación toda según la ley 
del Señor. 

24 La mano del artífice se alaba por 
su obra, | y la sabiduría del príncipe 
del pueblo por su palabra. 

25 Terrible es en la ciudad el hom¬ 
bre lenguaraz, | y el precipitado en 
hablar se hará aborrecer. 

Los gobernantes. 

10 l El juez sabio instruye a su 
pueblo, | y el gobierno del dis¬ 
creto es ordenado. 

2 Según el príncipe, así son sus 


(i) La Vulgata (io): «Toda prostituta es 
como basura en el camino, que es pisada de 
cuantos pasan, (i i) Muchos, alucinados por la 
belleza de una mujer extraña, se hicieron ré- 
probos; pues su conversación es como fuego 
que quema.» 


ministros; | y según el regidor de la 
ciudad, así sus moradores. 

8 El rey ignorante pierde a su 
pueblo, | y la ciudad prospera por 
la sensatez de los príncipes. 

4 En manos del Señor está el go¬ 
bierno de la tierra, | y en cada 
tiempo pone sobre ella a quien le place. 

5 En la mano del Señor está la 
fortuna del hombre; | es el quien hace 
brillar el rostro del escriba. 

El orgullo. 

8 No vuelvas a tu prójimo mal por 
mal, cualquiera que sea el que él 
te haga; | No te dejes llevar de la 
soberbia, 

7 La soberbia es odiosa al Señor y 
a los hombres, | y contra ambos peca 
quien comete injusticia. 

8 El imperio pasa de unas naciones 
a otras | por las injusticias, la ambi¬ 
ción y la avaricia. 

10 Nada tan odioso como el avaro, | 
Es capaz de vender su alma. 

9 ¿De qué te ensoberbeces, polvo 
y ceniza? | Ya en vida vomitas las 
entrañas. 

11 Una larga enfermedad, el mé¬ 
dico sonríe; 

12 Pero hoy rey, mañana muerto. 

13 Al morir el hombre, | su herencia 
serán las sabandijas, los bichos y los 
gusanos. 

14 El principio de la soberbia es 
apartarse de Dios | y alejar su cora¬ 
zón de su Hacedor; 

15 Porque el pecado es el depósito 
de la soberbia, | y la fuente que le 
alimenta mana maldades. 

18 Por esto el Señor mandará tremen¬ 
dos castigos, | y los exterminará de raíz. 

17 Los tronos de los soberbios los 
derriba el Señor, | y en lugar suyo 
asienta a los mansos. 

18 El Señor borra las naciones, | las 
arranca de raíz, | barre de la tierra 
sus reinos. 

19 Las alegrías de las naciones des¬ 
truyó el Señor | y las destruyó hasta 
los cimientos. 

20 Ya ha destruido y desarraigado 
algunas, j y borró de la tierra su 
memoria. 

( 2i ) 22 n 0 es propia de hombres la 
cobardía, | ni la cólera furiosa de los 
nacidos de mujer (1). 


(i) La Vulgata: «Dios aniquiló la memoria 
de los soberbios y conservó la memoria de los 
humildes de corazón.» 







1014 


ECLESIÁSTICO, 11 


Ln gloria verdadera. 


23 ¿Cuál es la progenie honrada? 
La progenie humana. | ¿Cuál es la 
progenie honrada? La de los que 
temen al Señor. | ¿Cuál es la pro¬ 
genie infame? La progenie humana. | 
¿Cuál es la progenie infame? La de 
los que quebrantan los preceptos. 

24 Entre sus hermanos es honrado 
su jefe, | pero los que le temen son 
más que él. 

25 Advenedizo o peregrino, rico o 
pobre, | su gloria está en el temor 
del Señor. 

28 No es justo afrentar al discreto, | 
ni conviene honrar al hombre prepo¬ 
tente. 

27 El grande, el juez y el poderoso 
son honrados, | pero ninguno mejor 
que el que teme al Señor. 

28 Al siervo sabio le servirán los 
libres, | y el varón docto no se queja. 

29 No alardees de sabio al hacer 
tus obras, | y no te acobardes al 
tiempo de la angustia. 

3a Mejor es quien trabaja y abunda 
en bienes, | que el pretencioso que 
carece de pan. 

31 Hijo mío, honra tu alma con la 
modestia, | y dale el honor de que 
es digna. 

32 ¿Quién justificará al que peca 
contra su alma, | y quién honrará al 
que a si misino se deshonra? 

33 Hay pobres que son honrados 
por su prudencia, | y hay quien sólo 
es honrado por su riqueza. 

84 Y quien es honrado en la pobre¬ 
za, leuánto más lo será en la rique- 
zal | Y el que es deshonrado en la 
riqueza, jcuánto más lo será en la 
pobrezal 


11 1 La sabiduría yergue la cabeza 
1 1 del humilde | y le da asiento 
en medio de los magnates. 


El juicio según la apariencia. 

* No alabes al hermoso por su her¬ 
mosura, | ni afrente* al feo por su 
fealdad. 

8 Pequeña entre los volátiles es la 
abeja, | pero el fruto de su labor es 
riquísimo. 

4 No escarnezcas al pobre por sus 
harapos, | ni afrentes al que pasa 
un día amargo;* | porque las obras 
del Señor son inescrutables, | y se¬ 
cretas sus obras con los hombres. 


5 Muchos príncipes acabaron por 
sentarse en el suelo, | y quien menos 
se pensaba se ciñó la corona. 

6 Muchos potentados fueron humi¬ 
llados, | y su gloria pasó a poder 
de otros. 

7 Antes de informarte no repren¬ 
das; | explora primero y luego co¬ 
rrige. 

Antes de oír no respondas, | y no 
interrumpas el discurso ajeno. 


Moderación en los negoeios. 

8 No te metas en lo que no te 
importa, | ni te mezcles en contien¬ 
das de arrogantes. 

9 Hijo mío, no te metas en muchos 
negocios, | que el que mucho abarca 
poco aprieta. 

10 Si persiguieres muchas cosas, no 
cogerás ninguna, | y por mucho que 
corras no escaparás. 

11 Hay quien trabaja, se fatiga y 
se apresura, | y con todo es siempre 
el mismo. 

12 Hay quien es débil y pobre, | po¬ 
bre en fuerzas y sobrado en flaqueza; 

13 Pero el Señor le mira con bon¬ 
dad | y le levanta de su abatimiento, | 
y yergue su cabeza | y todos se ad¬ 
miran de ello. 


De Dios vienen la riqueza y la 
pobreza. 

14 Los bienes y los males, la vida 
y la muerte, | la pobreza y la riqueza, 
vienen del Señor. 

15 Del Señor vienen la ciencia y 
el conocimiento de la ley; | el amor 
y los caminos del bien obrar vienen 
de él. 

16 El error y las tinieblas son obras 
de los pecadores; | Los que en el mal 
se complacen, en el mal envejecen. 

17 El don de Dios a los piadosos 
es permanente, | y su benevolencia 
asegura para siempre su prosperidad. 

18 Hay quien se enriquece a fuerza 
de afán y de ahorro, | y con esto ya 
se cree recompensado; 

19 Y se dice; «Hallé el reposo, | 
ahora voy a comerme lo mío.» 

20 Pero no sabe qué tiempo le 
queda, | y si morirá dejando a otros 
lo suyo. 

21 Sé constante en tu deber y vive 
en él, | y envejece en tu profesión. 

42 No envidies el buen suceso del 








ECLESIÁSTICO, 12, 13 


1015 


pecador; | confía en el Señor y per¬ 
severa en tu trabajo. 

23 Porque fácil cosa es al Señor | 
enriquecer al pobre en un instante. 

24 La bendición del Señor es la 
recompensa del justo; | en un mo¬ 
mento hace que florezca su ben¬ 
dición. 

25 No digas: ¿Qué necesito | y qué 
necesidad tengo ya de nada? | ¿y 

26 No digas: Tengo bastante, 
qué calamidad podrá venir sobre mí? 

27 La dicha presente hace olvidar 
la desdicha, | y la presente desven¬ 
tura hace olvidar la ventura. 

28 Pero es fácil al Señor dar a cada 
uno lo que merece | y retribuirle según 
sus caminos. 

20 La aflicción de una hora hace 
olvidar el placer, | y el fin del hom¬ 
bre descubre lo que el es. 

30 Antes de la muerte no alabes 
a nadie, | que sólo al fin se conoce 
quién es cada uno. 

La hospitalidad. 

31 No admitas a cualquiera en tu 
casa, | que son muchas las asechan¬ 
zas de la astucia. 

32 Como reclamo de perdiz en su 
jaula | es el corazón del soberbio, | y 
como lobo que acecha la presa; 

33 Pues pagando el bien con mal 
pone asechanzas, | y a las cosas me¬ 
jores pone taclla. 

34 Una chispa enciende las brasas, | 
y el malvado acecha la sangre. 

35 Guárdate del astuto que maqui¬ 
na maldades, | no sea que te eche 
una mancha imborrable. 

36 Mete en tu casa al extranjero | y 
te la revolverá, | y te enajenará el 
ánimo de los tuyos. 

Beneficencia hacia el bueno. 

12 1 Si al bueno le haces mal, ¿a 
quien harás bien, | y quién 
tendrá que agradecerte un beneficio? 

2 Haz bien al justo y tendrás tu 
correspondencia, | si no de él, a lo 
menos del Altísimo. 

3 No será dichoso el que alienta al 
impío, | y no hace con ello cosa 
buena. 

4 Da al justo y no acojas al pe¬ 
cador. 

6 Haz bien al humilde y no favo¬ 
rezcas al soberbio; 


6 Porque Dios aborrece a los peca¬ 
dores, y a los impíos les liará experi¬ 
mentar su venganza. 

7 No des armas al impío, no te 
haga con ellas la guerra. | Hallarás al 
tiempo de tu necesidad males dupli¬ 
cados, | por los bienes que le hu¬ 
bieres hecho. 


Desconfianza del encmifjo. 

8 No es en la prosperidad cuando 
se conoce al amigo, | ni en la des¬ 
gracia cuando se oculta el enemigo. 

9 En la d eha hasta el enemigo es 
amigo, | en La desgracia hasta el 
amigo se retirá. 

10 No te fíes jamás de tu enemigo. | 
pues como el ácido destruye el hierro, 
así es su maldad. 

11 Aunque a ti acuda y se te mues¬ 
tre obsequioso. | ponte sobre aviso y 
guárdate de él. | Haz con él como 
quien limpia un espejo | y verás que 
está del todo oxidado. 

12 No le pongas junto a ti | no te 
derribe y ocupe tu puesto. | No le 
sientes a tu derecha, | no sea que te 
quite tu silla | y al fin reconozcas 
la verdad de mis palabras | y te com¬ 
punjas al recordar mis advertencias. 

13 ¿Quién se compadecerá del en¬ 
cantador a quien muerde la ser¬ 
piente | y del que anda con fieras? | 
Así del que busca la compañía del 
pecador | y se mezcla en sus pecados. 

U Mientras tú estés en pie no se 
descubrirá; | pero en cayendo tú, te 
abandonará. 

15 El enemigo te acariciará con sus 
labios, | pero en su corazón medita 
cómo echarte en la fosa. 

16 Derramarán lágrimas sus ojos, | 
pero si hallare oportunidad, no se 
hartará de sangre. 

17 Si la desgracia te alcanza, le 
tendrás delante de ti, 

18 Y fingiendo socorrerte, te echará 
la zancadilla. 

19 Moverá la cabeza | y batirá pal¬ 
mas, | y murmurando mudará muchas 
veces el semblante. 


Elección de las amistades. 

13 1 El que toca la pez se mancha, | 

y el que trata con el soberbio se 
hace semejante a él. 

a No tomes sobre ti peso superior 





io ib 


ECLESIÁSTICO, 14 


a tus fuerzas, | ni trates con los más 
poderosos y ricos que tú. 

8 ¿Qué le dará el caldero a la 
olla? | Chocará con ella y la que¬ 
brará. 

4 El rico hace injusticias y se 
gloría de ello; | el pobre recibe una 
injusticia y pide excusa. 

5 Mientras seas útil se servirá de 
ti; | cuando no valgas nada te aban¬ 
donará. 

6 Te despojará y te hablará blan¬ 
damente, | pero te empobrecerá sin 
dolerse. 

7 Si le eres necesario, te adulará, | 
te sonreirá v te dará esperanzas, | te 
hablará bellas palabras y te dirá: 
¿Que quieres? 

8 Y te confundirá con sus halagos; | 
pero hasta dos y tres veces te despo- ■ 
jará, | y al fin se burlará de ti. | Des¬ 
pués de esto te verá y se te hará el 
desconocido, | y te insultará, mo¬ 
viendo la cabeza. 

( 9 ). 10 Mira no te engañen, | y te 
derribe tu necedad (l). 

( n ). 12 Si un poderoso te llama a sí, 
estáte quieto | y con mayor instancia 
te llamará (2). 

13 No te acerques tú, no seas re¬ 
chazado; | pero no te estés demasiado 
lejos, para no ser olvidado. 

14 No te aventures a intimar con 
él, | y no des fe a sus muchas pa¬ 
labras; | porque con su mucha charla 
te pondrá a prueba, | y sonriendo te 
sonsacará. 

15 Es un infame quien falta a su 
palabra | y sin miramientos forja 
enredos. 

18 Estate atento y guárdate mu¬ 
cho, porque la desgracia te ronda. 

( 17 , 18 ). 19 Todo animal aína a su 
semejante, | y el hombre a su pró¬ 
jimo. 

20 Toda carne se une a los de su 
especie, | y el hombre a su seme- 
jan le. 

21 ¿Para qué unir el lobo con el 
cordero? | Pues lo mismo es unir al 
impío con el justo. 

22 ¿Que paz puede haber entre la 
hiena y el perro? | Pues asi entre el 
rico y el pobre. 

23 El asno salvaje es presa del 


(i) La Vulgaia: «Humíllate ante Dios y es¬ 
pera el socorro de su mano.* 

(a) La Vulgaia: «No le abatas en tu sabidu¬ 
ría, no sea que, abalido, te induzcan a hacer 
cosas de necio.* Como es un vicio el orgullo, 
también lo es el apocamiento, que no es lo 
mismo que la humildad. 


león en el desierto; | así también 
los pobres son pasto de los ricos. 

24 Abominable es para el soberbio 
la humildad, | lo mismo que el pobre 
para el rico. 

26 El rico, si vacila, es sostenido 
por los amigos; | pero el pobre, si 
cae, es rechazado aun por los amigos. 

28 Si el rico habla, todos le aplau¬ 
den; | aunque diga necedades, le dan 
la razón. 

27 Pero si el pobre habla le insul¬ 
tarán; | hablará con discreción y na¬ 
die lo reconocerá. 

28 Habla el rico, y todos callan | 
y ponen por las nubes su discreción. 

29 Pero habla el pobre y dicen: 
¿Quien es éste?, | Y si se propasa, 
todos se le echan encima. 


Uso de ln riqueza. 

30 Buena es la riqueza sin pecado, | 
y mala la pobreza castigo de la so¬ 
berbia. 

31 El corazón del hombre se refleja 
en su rostro | ya para bien, ya para 
mal. 

32 Rostro alegre es señal de cora¬ 
zón satisfecho; ) rostro triste, de pre¬ 
ocupación y afan. 

i A 1 Dichoso el varón que no peca 
1 ~ con su boca | y no siente el 
remordimiento del pecado. 

2 Dichoso aquél a quien no conde¬ 
na su corazón | y no ve defraudada 
su esperanza. 

3 El hombre tacaño, ¿para qué 
quiere la riqueza?, | y al avaro, ¿de 
que le sirve el oro? 

4 El que se impone privaciones 
amontona para otros, | y con sus 
bienes otros se darán buena vida. 

5 El que para si mismo es malo, 
¿para quién será bueno? | Ni él dis- | 
fruta de sus tesoros. 

0 Nadie más necio que el que para 
si mismo es tacaño, | y lleva ya en 
eso su castigo. 

7 Si hace algún bien, es sin darse 
cuenta, | y al fin viene a descubrir 
su maldad. 

8 Es malo quien mira con envidia, | 

el que vuelve su rostro y mira con 1 
desdén. J 

9 El ojo del codicioso no se sacia 
con su parte; | y mientras busca lo 
del prójimo, pierde lo suyo. 

10 El ojo envidioso mira con en¬ 
vidia el pan que otro come, | y a su 











ECLESIÁSTICO, 15, 16 


1017 


propia mesa siempre hay alboro¬ 
tos. 

11 Hijo mío, según tus facultades, 
hazte bien a ti mismo | y ofrece al 
Señor ofrendas dignas. 

12 Acuérdate de que en el Ades ya 
no hay goce, I de que la muerte no 
tarda y no sabes cuando vendrá. 

13 Antes de tu muerte haz bien 
a tu prójimo, | y según tus posibles 
ábrele tu mano y dale. 

14 No te prives del bien del día, | y 
no dejes pasar la parte de goce que 
te toca. 

16 Mira que tienes que dejar lo 
tuyo para otros, | y tu hacienda se 
la distribuirán tus herederos. 

16 Da y toma y satisface tus deseos, 

17 Que en el Ades no hay que 
buscar placer. 

18 Como vestido se envejece toda 
carne, | porque esta es la ley desde 
el principio, que has de morir. 

19 Como las hojas verdes de un 
árbol frondoso | que unas caen y otras 
brotan, | así es la generación de la 
carne y de la sangre, | unos mueren 
y otros nacen. 

20 Toda obra humana se carcome, al 
fin se acaba, | y tras ella va el que 
la hizo. 


V'entajas de la sabiduría. 

21 Dichoso el hombre que medita 
la sabiduría | y atiende a la inte¬ 
ligencia, 

22 Que estudia en su corazón sus 
caminos | e investiga sus secretos. 

23 Sale en pos de ella como siguién¬ 
dole los pasos, | y se pone en acecho 
en sus caminos; 

24 Mira por sus ventanas | y escu¬ 
cha a sus puertas; 

25 Vigila cerca de sü casa, | y en 
sus muros fija las cuerdas de su 
tienda; | planta su tabernáculo junto 
a ella | y habita en su buena mo¬ 
rada; 

26 Pone su nido entre su follaje | y 
mora bajo sus ramas; 

27 Se protege allí a su sombra del 
calor, | y descansa en sus habita¬ 
ciones. 

15 ! Así hará quien teme al Se- 
ñor, | y quien se adhiere a la 
ley logrará la sabiduría. 

2 Como madre le saldrá al encuen¬ 
tro, | y como esposa virginal le aco¬ 
gerá. 


3 Le alimentará con el pan de la 
inteligencia, | y le dará a beber el 
agua de la sabiduría. 

4 En ella se apoyará y no vacilará, | 
a ella se adherirá y no será con¬ 
fundido. 

6 Le levantará por encima de sus 
compañeros, | en la asamblea le 
abrirá la boca. 

6 Hallará en ella gozo y corona de 
alegría, ¡ recibirá en herencia nombre 
eterno. 

7 Los insensatos no la logran, | ni 
la verán los soberbios. 

8 Se aleja de la soberbia, | y los 
mendaces no se acuerdan de ella. 

9 No puedé alabarla el malvado, | 
porque Dios no le dió parte en ella; 

10 Porque la alabanza ha de estar 
en la boca del sabio, ¡ y el que la 
posee será maestro en ella. 


El pecado no viene de Dios. 

11 No digas: «Mi pecado viene de 
Dios», | que no hace el lo que detesta. 

12 Ni digas que el te empujó al 
pecado, | pues no necesita de gente 
mala. 

13 El Señor aborrece toda abomi¬ 
nación, | y evita que en ella incu¬ 
rran los que le temen. 

14 Dios hizo el hombre desde el 
principio, | y le dejó en manos de 
su albedrío. 

(15). i6 g{ ^ quieres, puedes guar¬ 
dar sus mandamientos, | y es de sabios 
hacer su voluntad. 

17 Ante ti puso el fuego y el agua; | a 
lo que tú quieras tenderás la mano. 

18 Ante el hombre están la vida y 
la muerte; | lo que cada uno quiere 
le será dado. 

19 Porque grande es la sabiduría 
del Señor; | es fuerte, poderoso y 
todo lo ve. 

20 Sus ojos se posan sobre los que 
le temen, | y conoce todas las ebras 
del hombre. 

21 A ninguno manda obrar impía¬ 
mente, | a ninguno da permiso para 
pecar. 

Dios es justo. 

1 íx 1 No te agrades de tener mu- 
1 u chos hijos inútiles para el bien, | 
ni te complazcas en hijos malva¬ 
dos. | Por muchos que tengas no te 
alegres de ello, | si no tienen temor 
del Señor. 





1018 


ECLESIÁSTICO. 17 


s No confies en ellos | ni tengas 
esperanza en su posteridad; 

8 Porque más vale uno bueno que 
mil malos, 

4 Y más morir sin hijos que tener¬ 
los impíos. 

5 Porque por un solo sensato pros¬ 
pera una ciudad, | y una tribu de 
inicuos la devasta. 

6 Mucho de esto he visto con mis 
ojos, | y aun cosas más graves oye¬ 
ron mis oídos. 

7 En la asamblea de los pecadores 
se encenderá el fuego, | y en la na¬ 
ción rebelde se inflama la ira. 

8 No perdonó a los antiguos gi¬ 
gantes, | que confiados en su fuerza se 
rebelaron; 

9 Ni perdonó a los convecinos de 
Lot, | que se atrajeron la cólera por 
sus abominaciones. 

10 No se compadeció del pueblo 
destinado a la ruina, | de los que 
por sus pecados fueron exterminados. 

11 Ni de los seiscientos mil infan¬ 
tes, | que se dejaron llevar de su 
corazón rebelde. 

Uno solo que endurezca su cerviz, | 
será maravilla si queda impune; 

12 Porque hay en él misericordia 
y cólera; | aguanta y perdona, | mas 
sobre los impíos derrama su ira. 

13 Como es grande su misericordia, 
así es severo su castigo, | y juzgará 
al hombre según sus obras. 

14 No escapará el pecador con sus 
rapiñas, | ni se frustrará la esperanza 
del justo. 

15 Recompensa a todos los mise¬ 
ricordiosos, | y cada uno recibirá 
según sus obras. 


De Dios nadie se esconde. 

16 No digas: «Me esconderé del 
Señor: 1 allá en las alturas, ¿quiéu 
se acordará de mí? 

17 Entre tantos pasaré por desco¬ 
nocido; | ¿que soy yo en medio de 
todos?» 

18 Mira, el cielo y los cielos de 
los cielos, | el abismo y la tierra, 
tiemblan en su presencia. 

19 Igualmente los montes y los ci¬ 
mientos de la tierra | se estremecen 
cuando los mira él. 

20 Y te dices: ¿Va a mirarme a mí. 

21 A conocer todos mis caminos? ¡ 
Si peco, ¿me verán sus ojos? 

22 Si miento a escondidas, ¿lo 
sabrá? | ¿Conocerá también mis obras 


de justicia? | ¿Qué puedo esperar por 
vivir atado por la ley?» 

13 Así piensa el insensato. 


Dios, creador de todo. 

24 Oyeme, hijo mío, y aprende sa¬ 
biduría, | y pon dentro de tu corazón 
mis palabras. 

25 Expondré con sensatez mis pen¬ 
samientos, | ponderadamente mi doc¬ 
trina. 

26 Cuando el Señor desde el prin¬ 
cipio hizo sus obras, | desde el prin¬ 
cipio las distinguió, 

27 Las ordenó para siempre y les 
asignó su oficio, | según su natura¬ 
leza. 

No pasan hambre ni se fatigan, | 
y no interrumpen su trabajo. 

28 Ninguno molesta al otro, 

29 Y jamás desobedecerán sus man¬ 
datos. 

30 Después de esto miró el Señor 
a la tierra, | y la llenó de sus bienes. 

31 Cubrió de animales de toda espe¬ 
cie la superficie de la tierra, | y a 
ella han de volver. 


Dios, creador del hombre. 

n 1 El Señor formó al hombre de 
la tierra 

2 Y de nuevo le hará volver a ella. 
3 Le señaló un número contado de 
días, | y le dió el dominio sobre ella. | 
Le vistió de la fortaleza a él conve¬ 
niente, | y le hizo según su propia 
imagen. 

4 Infundió el temor de él en toda 
carne, | y sometió a su imperio las 
bestias y las aves. 

6 Dióle lengua, ojos y oídos | y un 
corazón inteligente; 

6 Llenóle de ciencia c inteligencia, | 
y le dió a conocer el bien y el mal. 

7 Le dió ojos, | para que viera la 
grandeza de sus obras, 

8 Rara que alabara su nombre santo, | 
y pregonara la grandeza de sus obras. 

9 Y añadióle ciencia, | dándole en 
posesión una ley de vida (1). 


(i) La Vulgata, 17, 18: «Hacerse bien a si 
mismo es hacer obras por las cuales merezca 
í las bendiciones del Señor. Estas obras son 
aquí los actos de cultos, sacrificios, etc., propor¬ 
cionados a los bienes que de Dios haya uno 
recibido. 









ECLESIÁSTICO, 18 


1019 


10 Estableció con ellos un pacto 
eterno | y les enseñó sus juicios. 

11 Contemplaron sus ojos la gran¬ 
deza de su gloria, | y sus oídos oye¬ 
ron su majestuosa voz, ¡ y les dijo: 
«Guardaos de toda iniquidad», 

12 Y les dió mandatos acerca de su 
prójimo. 

13 El mira siempre sus caminos, | y 
nada se esconde a sus ojos. 

14 Dió a cada nación un jefe, 

15 Pero Israel es la porción del Señor. 

16 Todas sus obras están ante él 
como está el sol, | y sus ojos están 
de continuo sobre sus caminos. 

17 Sus injusticias no se le ocultan, | 
y todos sus pecados están delante del 
Señor. 

18 La misericordia del hombre es 
como sello ante él, | y tiene cuenta 
del beneficio del hombre como de la 
propia pupila (1). 

19 Luego se alzará para darle su 
recompensa, | y echará sobre la cabeza 
de cada uno el pago de sus obras. 

20 Sin embargo, perdona a los que 
se arrepienten, | y consuela a los que 
pierden la esperanza. 

21 Vuélvete al Señor y deja lo s 
pecados, 

22 Suplícale y enmienda las ofe nsas 

23 Conviértete al Altísimo y apár 
tate de la iniquidad, | y aborrece de 
corazón todo lo abominable. | En el 
Ades, ¿quién alabará al Altísimo 

( 24 ) 25 Por los vivos que le tribu 
tan alabanzas? 

26 El muerto, como el que no existe, 
ya no alaba; 

27 El vivo y el sano, ese alabará al 
Señor. 

28 ¡Cuán grande es la misericordia 
del Señor | y su piedad para los que 
se vuelven a éll 

29 Pues no es del todo perfecto el 
hombre, | ni es inmortal el hijo del 
bombre. 

30 ¿Qué más refulgente que el sol? | 
Y aun él se eclipsa. | El hombre es 
carne y sangre. 

31 El sol preside al ejército de los 
altos cielos, | pero el hombre es 
polvo y ceniza. 


1 Q 1 El que vive eternamente crió 
1 juntamente todas las cosas. | 
Sólo el Señor es justo. 


(i) Las obras de misericordia que el hombre 
hiciere las guardará Dios cómo se guarda un 
sello, como la pupila del ojo. para remunerarlas 
a su tiempo. 


2 Nadie puede dignamente dar a 
conocer sus obras. 

8 Y comprender sus grandezas. 

4 El poder de su majestad, ¿quién 
lo cantará, | y quién podrá enumerar 
sus portentos? 

5 Nada hay que quitar a su obra, 
nada que añadir, | y nadie es capaz 
de investigar las maravillas del Señor. 

6 Cuando el hombre cree acabar, 
entonces comienza, | y cuando se de¬ 
tiene se ve perplejo. 

7 ¿Qué es el hombre y de qué 
sirve? | ¿Qué tiene dfe bueno y qué 
de malo? 

8 El número de los días del hombre, 
a más tirar, cien años; | como una 
gota de agua en el mar, | como un 
grano de arena, así son sus pocos 
años a la luz del día de la eternidad. 

9 Por eso el Señor es magnánimo 
con ellos | y derrama sobre ellos su 
misericordia. 

10 Ve y conoce que su fin es des¬ 
venturado, 

11 Y por eso multiplica sus pie¬ 
dades. 

12 La misericordia del hombre es 
para con su prójimo; | la del Señor, 
para con toda carne. 

13 Arguye, instruye y enseña, | y 
reduce como pastor a su rebaño. 

14 Tiene piedad de quien recibe su 
enseñanza, | de quien es diligente en 

j cumplir sus preceptos. 


La buena conversación. 

, l& Hijo mío, tus beneficios no los 
acompañes de reproches, | ni tus ob- 
’ sequíos de palabras amargas, 
j 16 El rocío refresca los ardores del 
sol, | y así la buena palabra es mejor 
que^ el don. 

17 Una buena palabra es mejor 
que un obsequio, | pero el hombre 
benéfico une la una al otro. 

18 El necio hace groseros repro¬ 
ches, | y el don del envidioso hace 

I mal a los ojos. 

19 Antes de hablar, aprende, | y 
antes de la enfermedad, cuídate. 

20 Antes del juicio examínate a ti 
mismo, | y en la hora de la visita¬ 
ción hallarás piedad. 

21 Antes de enfermar, humíllate, | y 
si pecas, conviértete. 

22 No dejes de cumplir a su tiempo 
tus votos, | no aguardes a la muerte 
para ello. 

23 Antes de hacer un voto, mírala 










1020 


ECLESIÁSTICO, 19 


bien, I no seas como quien tienta al 
Señor (1). 

24 Acuérdate de la cólera del día 
postrero, [ del día de la venganza, 
cuando Dios aparta su rostro. 

25 Al tiempo de la abundancia 
acuérdate del hambre, | de la po¬ 
breza y de la necesidad en los días 
de la riqueza. 

26 Como cambia el tiempo desde 
el amanecer hasta la tarde, | asi todo 
posa rápidamente ante el Señor. 

27 El hombre sabio está siempre 
alerta, | y en ci día de la tentación 
se guarda (lcl pecado. 

28 Del sensato es aprender sabi¬ 
duría | y alabar a quien la halla. 

29 Los que escuchan sabias sen¬ 
tencias se hacen sabios, | y derraman 
como lluvia los proverbios oportunos. 


Moderación. 

30 No te dejes llevar de tus codi¬ 
cias, | y cohíbe tus deseos. 

31 Si das a tu alma la satisfacción 
de tus apetitos | te liarás la burla de 
tus enemigos. 

32 No te des a la buena vida | ni 
te entregues al placer. 

33 No te des a comer y beber con 
dinero prestado, | cuando nada te 
queda en la bolsa. 

1 Q 1 * * * * El dado a la embriaguez jamás 
1 vive rico; | el que desprecia lo 
poco, poco a poco se precipitará. 

2 El vino y las mujeres extravian 
a los sensatos. 

3 El que frecuenta las meretrices se 
hará un desvergonzado, | la corrup¬ 
ción y los gusanos serán su herencia, | 
y el procaz va a la ruina. 

4 El fácil en creer de ligero | y en 
esto peca, a sí mismo se perjudica. 


Discreción en creer y cu hablar. 

( 6 ). 8 El que se goza en el mal será 
condenado, ] y el que lleva chismes 


(i) Este versículo admite ser interpretado 
en dos sentidos. Primero, el que damos en el 
texto: antes de hacer un voto mira cómo lo | 
puedes cumplir, y no tientes a Dios con tu in¬ 
cumplimiento. El otro es el que nos da la 
Vulgata: «antes de orar prepara tu alma», sen¬ 
tido más espiritual y muy querido de nuestros 
maestros espirituales. 


y cuentos está falto de sentido fl). 

7 No esparzas la maledicencia, | y 
asi nadie te afrentará. 

8 No descubras tu corazón ni al 
amigo ni al enemigo, | si puedes 
hacerlo sin incurrir en pecado; 

9 Porque quien te oyere, se pondrá 
en guardia contra ti, | y llegada la 
ocasión se te mostrará enemigo. 

10 ¿Has oído alguna cosa? Pues 
quede sepultado en ti, | y no tengas 
miedo, que no te liará reventar. 

11 El necio se aflige por una pala¬ 
bra, | como por la criatura la partu¬ 
rienta. 

12 Como flecha clavada en el muslo, | 
asi es la palabra en el seno del necio. 

17 1> Amonesta al prójimo antes de 
reñirle, 

18 a Da lugar al juicio del Altísimo. 

13 Habla a tu prójimo, no sea que 
no lo* haya hecho, | y si lo hizo, que 
no lo repita. 

14 Habla a tu amigo, no sea que 
no lo haya dicho, | y si lo dijo, que 
no lo repita. 

15 Habla a tu amigo, que muchas 
veces se calumnia, 

18 Y no creas de ligero cualquier 
cosa, | que muchas veces se desliza 
uno, pero sin intención. 

17 a Porque ¿quién es el que no 
peca con su lengua? | Da lugar a la 
ley del Altísimo. 


La sabiduría verdadera y la falsa 

18 b Toda sabiduría consiste en el 
temor de Dios, | y toda sabiduría 
está en el cumplimiento de la ley. 

19 No es sabiduría la ciencia de 
la maldad, | y no hay prudencia en 
los consejos de los pecadores. 

20 Hay una sabiduría que es exe¬ 
crable, | y hay necios que ni si¬ 
quiera saben hacer el mal. 

21 Mejor es con poca inteligencia 
temer a Dios | que con mucha tras¬ 
pasar la ley. 

22 Hay una sutileza verdadera, pero 
que traspasa la justicia, 

23 Y que pervierte el derecho para 
mostrar el ingenio. | Hay quien va 
encorvado y enlutado, | pero en su 
Interior está lleno de engaño, 


(i) El versículo 5 se lee en el códice griego 

alejandrino y en la Vulgata. y es asi: «Quien se 

complace en la iniquidad quedará infamado; 

quien odia la corrección acorta su vida; quien 

aborrece la locuacidad extingue la maldad.» 










ECLESIÁSTICO, 20, 21 


1021 


24 Lleva la cabeza baja y se hace 
el sordo, | pero cuando menos lo 
piensas se te echa encima. 

25 Y aunque no tenga fuerzas 
para ello, | en cuanto tenga ocasión 
te hará el mal. 

20 For su aspecto se descubre el 
hombre, | y por su semblante el 
prudente. 

27 El vestir, el reír y el andar, | 
denunrian lo que hay en el. 

28 Hay quien reprende importuna¬ 
mente, | y hay quien calla mostrando 
su prudencia. 


gos, | no hay gratitud para mis 
buenas obras, 

18 Los que comen mi pan son malas 
lenguas.» jCuántos y cuántas veces se 
burlarán de éll 

(i9) 20 M c jor es caer en el suelo que 
caer por la lengua. | La caída de los 
malos llega apresuradamente (1). 

21 Es bocado sin sal, una gracia 
fuera de tiempo; | está siempre en la 
boca de los insensatos. 

22 La palabra del necio no es bien 
recibida, | porque la dice fue“a de 
tiempo. 


La discrccióu en hablar. 


Sentencias varias. 


OA 1 * * Mejor es reprender que guar- 
^ 7 dar rencor; | Quien confiesa su 
culpo se ahorrará el daño. 

2 Como eunuco que pretende des¬ 
florar a una doncella, 

3 Es el que a la fuerza hace la 
justicia. 

4 Bueno es que el corregido mani¬ 
fiesta arrepentimiento, | así huirá del 
pecado voluntario. 

& Hay quien callando se muestra 
sabio, | y quien se hace odioso por 
su mucho hablar. 

6 Hay quien calla porque no tiene 
que responder, | y hay quien calla 
esperando su vez. 

7 El sabio se callo hasta el mo¬ 
mento oportuno; | el necio no sabe 
oguardor su tiempo. 

8 El que mucho habla molesta, | y 
el que cu hablar no guarda medida 
se hoce odioso. 

0 Hay éxitos que para el hombre se 
convierten en mal, | y hallazgos que 
le traen daño. 

10 Hay dones que de nada sirven, | 
y hay otros cuyos provecho es do¬ 
ble. 

11 A veces la prosperidad origina 
la humillación, | y la humillación 
hace erguir la cabeza. 

12 Hay quien compra muchas cosas 
por poco, | y hay quien las paga 
siete veces. 

13 El discreto en hablar se hace 
amable, | pero las gracias del necio 
se desprecian. 

14 El don del necio no te aprove¬ 
chará, | porque en vez de un ojo 
tiene siete. 

16 Da poco y echa en cara mucho, 
y lo pregonará a boca llena. 

16 Hoy presta y mañana exigirá; 
semejante hombre es aborrecible. 

17 Dice el necio: «Yo no tengo ami- 


23 Hay quien de pobre no puede 
pecar, | y no es perturbado en su 
reposo. 

24 Hay quien por respetos huma¬ 
nos pierde su alma. | y se da por 
perdido ante la mirada de un necio. 

25 Hay quien por respeto humano 
promete al amigo, | y por una nonada 
se le hace enemigo. 

26 Es una infamia en el hombre la 
mentira, | que se halla siempre en 
los labios de los insensatos. 

27 Es preferible el ladrón al menti¬ 
roso, | uno y otro tendrán por here¬ 
dad la perdición. 

28 El fin del embustero es la des¬ 
honra, | y lleva siempre encima su 
deshonor. 

Parábolas. 

29 El sabio en palabras crecerá en 
dignidad, | y el hombre prudente 
agradará a los magnates. 

30 El que cultiva la tierra aumen¬ 
tará sus parvas, | y el que agrada a 
los grandes, de tuerto hará derecho. 

31 Los regalos y los dones ciegan los 
ojos de los sabios, | y son como bozal 
en la boca para la reprensión. 

32 Sabiduría oculta y tesoro escon¬ 
dido, | ¿de qué sirven la una y el 
otro? 

33 Mejor es el hombre que esconde 
su necedad, | que el hombre que 
oculta su sabiduría. 

La huida del pecado. 

1 Hijo, ¿has pecado? No vuelvas 
** a pecar más | y ora por los pe¬ 
cados anteriores. 


(i) La Vulgata: «No sabe distribuir ni lo 

que debía reservar ni lo que debía gastar.» 

Que gasta sin tino ni discreción. 








1022 


ECLESIÁSTICO, 22 


2 Como de la serpiente, huye del 
pecado, | porque si te acercas, te 
morderá. 

3 Dientes de león son los suyos, | 
que dan muerte a los hombres. 

4 Toda iniquidad es como espada 
de dos filos, | no hay medicina para 
su llaga. 

6 La violencia y la soberbia aniqui¬ 
lan la hacienda, | y asi será asolada 
la casa del orgulloso. 

6 La queja del pobre va de su boca 
al oído de Dios, | y el juicio viene 
prestamente contra el opresor. 

7 El que aborrece la reprensión va 
por íos pasos del pecador; | el que 
reconoce su yerro se convierte de 
corazón. 

8 Desde lejos se conoce al lenguaraz 
en el hablar; | el discreto encubre 
las faltas. 

9 El que levanta su casa con los 
bienes ajenos, | es como el que amon¬ 
tona piedras para su sepultura. 

10 Montón de estopa es banda de 
impíos; | la llama del fuego será su fin. 

11 El camino de los pecadores está 
enlosado, | pero su fin es la sima 
del Ades. 

La sabiduría y la necedad. 

12 El que guarda la ley es dueño 
de sí, 

13 Y el fin del temor de Dios es la 
sabiduría. 

14 No es educado el que no es pru¬ 
dente; 

15 Pero hay una prudencia que aca¬ 
rrea mucha amargura. 

16 La ciencia del sabio crece como 
una inundación, | y su consejo es 
como una fuente de vida. 

17 El corazón del necio es como un 
vaso roto, | no retiene la sabiduría. 

18 El hombre sabio oirá una pala¬ 
bra discreta, | la alabará y le añadirá 
algo más; | pero la oye el desconten¬ 
tadizo y mostrará su desagrado, | y 
se la echa a las espaldas. 

19 La conversación del necio es 
como carga en el camino | pero en 
los labios del prudente se hallará com¬ 
placencia. 

20 El parecer del prudente es reque¬ 
rido en la asamblea, | y a lo que 
dijere pondrán mucha atención. 

21 Como casa, en ruina es la sabi¬ 
duría para el necio; | y la ciencia, para 
el insensato es palabra ininteligible. ¡ 

22 Grillos en los pies es la disciplina 


para el insensato, | y como esposas 
en su mano derecha. 

28 El necio, cuando ríe, ríe estrepi¬ 
tosamente, | el discreto apenas sonríe 
por lo bajo. 

24 Como joya de oro es para el 
prudente la disciplina, | como bra¬ 
zalete en su brazo derecho. 

26 Los pies del necio son ligeros 
para entrar en las casas, | pero el 
varón discreto se recela de entrar. 

26 El necio desde la puerta curio¬ 
sea, | el prudente se detiene fuera. 

27 Es una grosería escuchar a las 
puertas; | el prudente se avergonzaría 
de hacerlo. 

28 Los labios de los necios dicen 
necedades, | las palabras del pru¬ 
dente pesan en la balanza. 

29 En la boca del necio está su 
corazón; | y en su corazón la boca 
del sabio. 

30 Cuando el impío maldice a su 
enemigo, | se maldice a sí mismo. 

31 Muestra su alma el murmura¬ 
dor, | y es aborrecido en la vecindad. 

22 1 Se asemeja el perezoso a una 
pella de barro, | todos silban 
sobre su infamia. 

2 Se parece a una bola de estiér¬ 
col, | quien la coge se sacude las 
manos. 


F.l hijo mnl educado 

3 Es deshonra del padre haber en¬ 
gendrado un hijo indisciplinado; | una 
hija asi le nace para su daño. 

4 La hija prudente es un tesoro 
para su marido; | la desvergonzada 
será fuente de disgustos para el que 
la crió. 

6 La hija necia confunde a su padre 
y a su marido, | y por ambos será 
despreciada. 

6 La música en el duelo es cuento 
fuera de tiempo, | pero lo$ castigos y 
la disciplina son siempre oportunos. 

I I necio. 

7 Como quien compone un cacha¬ 
rro roto es el que enseña a un necio; 

8 Es despertar a un dormilón que 
duerme profundo sueño. 

9 Es hablar con un dormido el 
hablar con un necio, | que al fin aca- 

’ hará por decir: ¿Qué pasa? 

10 Llora por un muerto, pues ya 






ECLESIÁSTICO, 23 


1023 


se extinguió su luz, | y llora por el 
necio, pues se extinguió su inteli¬ 
gencia. 

11 No llores demasiado por un 
muerto, pues ha logrado el reposo; 

12 La vida del necio es peor que la 
muerte. 

13 El duelo por un muerto dura 
siete días, | pero el duelo del necio 
y del impío todos los días de su vida. 

14 Con el necio no hables dema¬ 
siado, | ni vayas con el puerco. 

16 Guárdate de ¿1 si quieres evitar 
el fastidio, | y no te manchará con 
su contacto. 

18 Apártate de él y tendrás des¬ 
canso, | y no tendrás que sufrir de 
su necedad. 

17 Que es más pesado que el plo¬ 
mo; | ¿y cómo llamarle, sino necio? 

18 La carga de arena, de sal, de 
hierro, | son más fáciles de sobre¬ 
llevar que un necio. 


La fortaleza. 

19 El maderamen bien ensamblado 
de un edificio | no se desencaja por 
el terremoto; | así el corazón afir¬ 
mado en un consejo bien maduro, 

20 No vacila en tiempo alguno. ¡ El 
corazón que se apoya en un pensa¬ 
miento sabio, | es como revoque mez¬ 
clado con arena en muro liso. 

21 Una empalizada que no se hinca 
bien, | no se sostiene contra la fuerza 
del viento. 

22 Así el corazón tímido apoyado 
en necios pensamientos, | no resiste 
al temor. 


La amistad. 

( 23 ). 24 El que se frota los ojos saca 
lágrimas, | y el que se punza el cora¬ 
zón descubre sus sentimientos. 

26 El que tira una piedra a los 
pájaros los espanta, | el que afrenta 
al amigo rompe la amistad. 

20 Si desenvainaste la espada contra 
el amigo, | no desesperes, todavía hay 
remedio. 

27 Si hiciste reproches al amigo, | 
no temas, que hay lugar a la recon¬ 
ciliación. | l’ero ultrajar, revelar un 
secreto, traicionar, | son cosas que 
espantan a todo amigo. 

28 Sé fiel al amigo en su pobreza, | 
para que así goces de sus bienes en 
la prosperidad. 


*• Permanece a su lado en el tiempo 
de la tribulación, | para que tengas 
parte en su ventura. 

80 Antes del fuego sale por la chi¬ 
menea el humo, | así a la sangre pre¬ 
ceden los insultos. 

21 No me avergonzaré de defender 
a mi amigó, | ni me ocultaré de él, | 
que si algún mal me sucede por él, 

32 A él le echarán todos la culpa. 


Oración pidiendo preservación 
del mal. 

83 ¡Quién pusiera una guarda a mi 
boca, | y un sello de circunspección 
a mis labios, | para que por ellos no 
cayese | y no me perdiera preservan¬ 
do del mal mi lengua! 

1 Señor, Padre, Soberano de mi 
-O vida, | no permitas que por ellos 
caiga. 

2 iQuién me diera que manejases 
el azote contra mis pensamientos, | y 
contra mi corazón la disciplina de la 
sabiduría, | sin compasión a mis 
faltas, | para que no incurra en pe¬ 
cados de lengua, 

3 A fin de que no se multipliquen 
mis yerros, | y se acrecienten mis pe¬ 
cados, | y venga a caer ante el ene¬ 
migo | y éste se regocije al verlo! 

4 Señor, Padre, y Dios de mi vida,| 
no me abandones a sus sugestiones. 

5 No me haga altivo de ojos; | 
aparta de mí toda mala inclinación; 

6 No se adueñen de mí los placeres 
del vientre y de la sensualidad, | y 
no me entregues al deseo lascivo. 


Disciplina de la lengua. 

7 Escuchad, hijos míos, la disci¬ 
plina de la lengua, | que el que la 
guarde no será cogido en falta | y 
na será presa de los labios; | que por 
los labios es cogido el pecador y 
vienen a caer el maldiciente y el 
soberbio. 

( 8 ). 9 No te habitúes a proferir jura¬ 
mentos 

10 Ni a pronunciar el nombre del 
Santo; 

11 Pues como el esclavo puesto de 
continuo a la tortura | no está libre de 
cardenales, | así el que siempre jura 
y profiere el nombre de Dios | no se 
verá limpio de pecados. 

12 El hombre que mucho jura se 









1024 


ECLESIÁSTICO, 24 


llenará de iniquidades, | y el azote 
no se apartará de su casa. 

13 Si uno peca, el pecado pesará 
sobre 61, | y si no tiene cuenta, pe¬ 
cará doblemente. 

14 El que jura en vano no está 
exento de culpa, | y su casa estará 
llena de penas. 

15 Hay modos de hablar que llevan 
a la muerte; | lejos estén de la des¬ 
cendencia de Jacob. 

16 Pues todo esto debe estar muy 
lejos del varón piadoso, | y así no 
se verá enredado en el pecado. 

17 No habitúes tu lengua a liber¬ 
tina indisciplina, | que va acompa¬ 
ñada del hablar pecaminoso. 

18 Acuérdale de tu padre y de tu 
madre, | cuando te sientes en medio 
de los grandes; 

10 No sea que olvidándote de ellos 
en su presencia, | vengas a hacer el 
necio, y querrías entonces no haber 
nacido. 

20 El hombre de hablar vitupe¬ 
rable | no llegará a la sabiduría en 
todos sus días. 


El adúltero. 

21 Dos suertes de hombres multi¬ 
plican los pecados, | y una tercera 
atrae la cólera. 

22 El que se abrasa en el fuego de 
sus apetitos, | que no se apaga hasta 
que del todo le consume; 

23 El hombre impúdico consigo 
mismo, | que no cesará hasta que su 
fuego se extinga; 

24 El hombre fornicario a quien 
todo pan le es dulce, | y no se cansará 
mientras no muera; 

25 El hombre infiel al propio lecho 
conyugal, | que dice para sí: «¿Quién 
me "ve? 

26 La oscuridad inc cerca y las pa¬ 
redes me ocultan, | nadie me ve, 
¿qué tengo que temer? | El Altísi¬ 
mo no se da cuenta de mis pecados.» 

27 Sólo teme los ojos de los hombres, 

28 Y no sabe que los ojos del Señor | 
son mil veces mas claros que el sol, | 
y que ven todos los caminos de los 
hombres | y penetran hasta los luga¬ 
res más escondidos. 

29 Antes que fueran creadas todas 
las cosas ya las conocía él, | y lo mismo 
las conoce después de acabadas. 

80 Será aquél castigado en las pla¬ 
zas de la ciudad, | y donde menos 
sospecha será cogido. 


( 81 ). 82 Así también la mujer que 
abandona a su marido, | y de un 
extraño le da un heredero; 

83 Porque en primer lugar desobe¬ 
deció a la ley del Altísimo, | y además 
pecó contra su marido; | y en tercer 
jugar cometió adulterio, | dándole 
hijos de varón extraño. 

34 Esta será llevada ante la asam¬ 
blea | y recaerá sobre sus hijos la duda; 

35 Sus hijos no echarán raíces | ni 
sus ramas darán fruto; 

36 Dejará lina memoria de maldi¬ 
ción, | y su deshonra no se borrará, 

37 Y los supervivientes conocerán 
que nada hay mejor que el temor del 
Señor, | y nada más dulce que ate¬ 
nerse a sus mandamientos. 


Eloqio de la sabiduría. 

OI 1 2 La sabiduría se alaba a sí 
mismo, | y se gloría en medio 
de su pueblo; 

2 En la asamblea del Altísimo abre 
su boca, | y en presencia de su majes¬ 
tad se gloría. 

( 3 , 4 * ). 6 Yo salí de la boca del 
Altísimo (1), 

* Y como nube cubrí toda la tierra. 

7 Yo habité en las alturas | y mi 
trono fué una columna de nube. 

8 Sola recorrí el círculo de los cielos, | 
y inc paseé por las profundidades 
del abismo. 

0 En las ondas del mar y en toda 
la tierra, 

10 En todo pueblo v nación imperé; 

11 En todos busqué descansar, | 
para establecer en ellos mi morada. 

12 Entonces el Criador de todas las 
cosas me ordenó, | mi Hacedor fijó 
el lugar de mi habitación, 

13 Y inc dija: Habita en Jacob | y 
establece tu tienda en Israel. 


Mora en Israel. 

14 Desde el principio y antes de 
los siglos (2) me creó, | y hasta el 
fin no dejaré de ser. | En el taber- 


(1) La Vulgaia: *3 En medio de su pueblo 
será ensalzada y admirada en la congregación 
plena de los sanios; 4 recibirá alabanzas de la 
muchedumbre de los escogidos y será bende¬ 
cida entre los bendiios.» 

(2) La expresión «antes de los siglos*. »anles 

de la creación del mundo* y otras tales signifi¬ 

can desde la eternidad. Sobre la creación de la 

sabiduría véase lo dicho en la ñola a 1, 4< 









ECLESIÁSTICO, 25 


102^ 


náculo santo, delante de él ministré, 

16 Y así tuve en Sión morada 
fija y estable, | reposé en la ciudad 
de él amada, | y en Jerusalén tuve la 
sede de mi imperio. 

18 Eché raíces en el pueblo glo¬ 
rioso, | en la porción del Señor, en 
su heredad. 

Sus cjruems. 

17 Como cedro del Líbano crecí, | 
como ciprés de los montes del Hermón. 

18 Como palma de Engadi crecí, | 
como rosal de Jericó. 

10 Como hermoso olivo en la lla¬ 
nura, | como plátano junto a las aguas. 

20 Como la canela y el bálsamo aro¬ 
mático exhalé mi aroma, | y como la 
mirra escogida di suave olor. 

21 Y como gálbano, estacte y ala¬ 
bastrino vaso de perfume, | y como 
nube de incienso en el tabernáculo. 

22 Como el terebinto extendí mis 
ramas, | que son ramas magníficas y 
graciosas. 

23 Como vid eché hermosos sar¬ 
mientos, | y mis flores dieron mag¬ 
níficos y ricos frutos. 

24 Yo soy la madre del amor puro, | 
del temor, de la ciencia y de la santa 
esperanza. 

( 25 ). 26 Venid a mí cuantos me de-, 
seáis, | y saciaos de mis frutos (1). 

27 Porque recordarme es más dulce 
que la miel, y poseerme, más que el 
panal'de miel. 

( 28 ) 29 l os q Ue me CO mcn tendrán 
más hambre de mí, | y los que me 
beben quedarán de mí sedientos (2). 

30 El que me escucha jamás será 
confundido, | y los que me sirven | 
no pecarán. 

1'star en la ley. 

(3i). 32 L a alianza de Dios Altísi¬ 
mo, es todo esto, | la ley que nos dió 
Moisés en herencia al pueblo (3). 

(33, 34 ). 3& Llena de sabiduría como 
de agua el Pisón, | como el Tigris en 
los días primaverales (4); 


(1) La Vulgata: «En mi está toda la gracia 
del camino y de la verdad; en mí toda esperanza 
de la vida y de la virtud.* 

(2) La Vulgata: «Perdurará mi memoria en 
la serie de los siglos.* 

(3) La Vulgata: «Los que me honran obten- 1 

drán la vida eterna.* i 

(4) La Vulgata: «33 Dió a Moisés una ley 
formulada en preceptos justos, la herencia de , 
la casa de Jacob, y las promesas de Israel; 


88 Llena de inteligencia como de 
agua el Eufrates; | y como el Jordán 
en los días de la mies, | llena de 
doctrina. 

37 Rebosa como de agua rebosa el 
Nilo, | y como el Gión en los días 
de la vendimia (1). 

88 El primero no acabó de cono¬ 
cerla, | ni el último la agotará; 

39 Porque su pensamiento es más 
profundo que el mar, | y su consejo 
más profundo que el grande abismo. 

( 40 ). 41 Como canal derivado del 
río, | como acueducto que entra en 
un jardín. 

42 Díjeme: Yo regaré mi jardín, | e 
inundaré mis bancales; 

43 Y mi canal se hizo un río, | y 
mi río se hizo un mar. 

44 Más que la aurora quiero que 
brille la doctrina, | y la haré resplan¬ 
decer hasta muy lejos. 

( 45 ). 46 Quiero derramar mi doc¬ 
trina como profecía, | y legarla a las 
generaciones remotas (2). 

47 Ved que no laboro sólo para 
mí, | sino para todos los que buscan 
la sabiduría. 


Tres cosas q ratas. 

25 1 2 3 4 En tres cosas se complace mi 

' alma, | hermosas ante el Señor 
y ante los hombres: 

2 La concordia entre hermanos, la 
amistad entre prójimos, | y la armo¬ 
nía entre mujer y marido. 

3 Aborrece mi alma tres suertes de 
gentes, | cuya vida me da en rostro: 

4 Pobre soberbio, rico embustero, | 
y anciano adúltero y necio. 


La corona de la ancianidad. 

6 Si no cosechaste en la juventud, | 
¿cómo lo hallarás en la vejez? 

6 ¡Cuán bien sienta a los cabellos 
blancos el jmcio, | y a los ancianos el 
consejol 


34 prometió a David su siervo que de él nacería 
un rey fortísimo, que se sentaría en su trono 
para siempre.» 

(1) Gión igual al Nilo, aunque propiamente 
era el Sijor, la rama oriental del Nilo, la pri¬ 
mera que encontraban los que de Palestina 
bajaban a Egipto. 

(2) La Vulgata: «Penetraré en las partea 
más profundas de la tierra, echaré una mirads 
sobre todos los dormidos, e iluminaré a los 
que esperan en el Señor.» 


65 








1026 


ECLESIÁSTICO. 26 


7 ¡Qué bien dice la sabiduría a los 
ancianos, | y la inteligencia y el con¬ 
sejo a los noblesl 

8 La corona de los ancianos es su 
rica experiencia, | y el temor del 
Señor su gloria. 

Cosas laudables. 

9 Nueve cosas alabo en mi cora¬ 
zón, | y la décima la diré con mi 
lengua: 

10 El varón superviviente en sus 
hijos, | el que en vida ve la ruina de 
sus enemigos, 

11 El que convive con mujer dis¬ 
creta, | el que no ara con asno y 
buey, | el que no peca con su lengua, | 
el que no sirve a uno inferior a él, 

12 El que halló un buen amigo, | y 
el que habla a oídos que le escuchan. 

13 jCuán grande es el sabio!, pero 
nadie aventaja al que teme al Señor. 

14 A todo sobrepuja el temor del 
Señor. 

15 El que lo tiene, ¿a quién com¬ 
pararle? 

( 16 , 17 ). 18 Prefiero cualquier llaga 
a la llaga- del corazón (1), 

19 Y cualquier maldad a la maldad 
de la mujer. 

20 Cualquier miseria a la miseria 
de los que se aborrecen, 

21 Y cualquier venganza a la ven¬ 
ganza de enemigo. 

22 No hay veneno sobre el veneno 
de la serpiente, | y no hay cólera 
sobre la cólera de la mujer. 

23 Prefiero morar con un león y un 
dragón, | a habitar con una niujer 
maligna. 


Lh mujer mal». 


24 La maldad de la mujer demuda 
su rostro, | y hace su semblante como 
de oso; | su marido, sentado entre 
amigos, | sin quererlo solloza amar¬ 
gamente. 

(25) 26 Lig cra es toda maldad com¬ 
parada con la maldad de la mujer; | 
caiga sobre ella la suerte de los pe¬ 
cadores. 

27 Lo que una cuesta arenosa para 

(i) Según el códice alejandrino y !a Vulgata: 
«16 El temor de Dios es el principio de su 
amor, y la fe es el principio de la adhesión 
a El. 17 La tristeza del corazón es una llaga 
completa, y una suma malicia la malignidad 
de la mujer.» 


los pies del anciano, | es la mujer 
deslenguada para un marido comedido. 

28 No te dejes seducir por la her¬ 
mosura de una mujer, | ni la desees. 

29 Esclavitud, ignominia y ver¬ 
güenza 

30 Es la mujer que domina al 
marido. 

31 Abatimiento del ánimo, tristeza 
del rostro | y llaga del corazón es la 
mujer malvada. 

32 Manos flacas y rodillas débiles | 
tiene el marido a quien su mujer no 
liare dichoso. 

33 Por la mujer tuvo principio el 
pecado, | y por causa de ella mori¬ 
mos todos. 

84 No dejes que se te escape el 
agua, | ni des autoridad a la mujer 
mala. 

35 Si no va de tu mano, | sepárala 
de ti. 


Lu mujer mal» y lu virtuosa. 


2 (> 


1 Dichoso el marido de una 
mujer buena; | el número de 
sus días será doblado. 

2 La mujer de valer alegra a su 
marido, | cuyos años llegarán en paz 
a la plenitud. 

3 La mujer de valer es una for¬ 
tuna, los que temen al Señor la 
tendrán; 

4 Y sea rico, sea pobre, su corazón 
será feliz, | y en todo tiempo mos¬ 
trará rostro alegre. 

5 De tres cosas tiene miedo mi co¬ 
razón, | y de lina cuarta temo mucho: 

8 La maledicencia en la ciudad, un 
motín de la muchedumbre 

7 Y la calumnia; todas tres son 
peores que la muerte. 

8 Dolor de corazón y duelo, es la 
mujer celosa de otra, 

Y un azote de lengua para 
cuantos viven con ella. 

10 Yunta de bueyes inquietos es la 
mujer mala, | y el que la toca es ¡ 
como el que coge un escorpión. 

11 Del todo enojosa es la mujer bo¬ 
rracha, | que no ocultará su ver¬ 
güenza. 

12 La liviandad de la mujer se 
muestra en el descaro de su mirada | 
y en el pestañear de sus ojos. 

18 Sobre la hija Indócil redobla tu 
vigilancia, | no sea que hallando oca¬ 
sión la aproveche. 

14 Vigila sin cesar a la descarada, | 
y no te maravilles si te la pega. 






■ 










ECLESIÁSTICO, 27 


1027 


16 Como el viajero sediento, que 
abre la boca | para beber de toda 
agua que encuentra, | así ella se sienta 
en cualquier parte, | y abre su carcaj 
a cualquier flecha. 

16 La gracia de la mujer es el gozo 
de su marido, 

17 Y su saber le vigoriza los hue¬ 
sos. 

18 Es un don de Dios la mujer ca¬ 
llada, | y no tiene precio la dis¬ 
creta. 

19 Gracia sobre gracia es la mujer 
honesta, 

20 Y no tiene precio la mujer 
casta. 

21 Como resplandece el sol en los 
cielos, | así la belleza de la mujer 
buena en su casa. 

22 Como lámpara sobre el cande- 
lero santo, | es el rostro atrayente 
en un cuerpo robusto. 

23 Columnas de oro sobre basas de 
plata, | son las piernas sobre firmes 
talones en la mujer bella. 

( 24 ). 26 Hijo mío, guarda sana tu 
sangre juvenil, | y no entregues a ex¬ 
trañas tu vigor (1). 

26 Teniendo tú un fértil campo, | 
conténtate con sembrar en él (2); 

27 Así tus retoños serán tuyos | y 
no derramarás tu simiente por do¬ 
quier. 

28 La mujer mercenaria es el 
desecho; | la casada es torre de 
muerte para quien se le acerca. 

29 La mujer impía es el castigo del 
indigno; | la piadosa, el premio del 
que teme a Dios. 

30 La mujer desvergonzada desdeña 
la vergüenza; | la honesta tiene ver¬ 
güenza aun de su marido. 

31 La desvergonzada debe ser tra¬ 
tada como un perro; [ la que tiene 
vergüenza teme al Señor. 

32 La mujer que honra a su marido 
es de todos tenida por sabia; | la que 
le desprecia es por todos conocida 
por impía. 

33 El disputar de la mujer es pasa¬ 
jero, | es una fiebre ligera. 

34 La mujer regañona y ligera de 
lengua | es como clarín de enemigo 
que incita a la respuesta. ] Pero si 
el marido es como ella regañón, | toda 
su vida se la pasarán en guerras. 


(1) La Vulgata: «Cimientos sólidos sobre 
roca firme son los mandamientos de Dios en 
«1 corazón de la mujer santa.» 

(2) Los versículos 26-34 están tomados del 

códice alejandrino y no se hallan en la Vulgata. 


Tres rosaN tristes. 

85 Dos cosas entristecen mi cora¬ 
zón | y una tercera excita mi cólera: 

36 El rico que se ve reducido a la 
miseria, | varón famoso que cae en 
el desprecio, | y los varones pru¬ 
dentes, si son menospreciados. 

37 El que de la justicia cae en 
pecado, | a quien destina el Señor 
a la espada. 

38 Difícilmente se libra de culpa 
el mercader, | y el tendero no será 
sin pecado. 


Peligro en los negocios. 

07 1 2 Por amor del dinero muchos 

** 4 incurren en pecado, | y el que 
busca enriquecerse cierra los ojos. 

2 En huecos de piedras se fija el 
poste, | y entre el comprar y el 
vender se hinca el pecado. 

( 3 ). 4 Si no te ases fuertemente al 
temor de Dios, | pronto será derri¬ 
bada tu casa. 

5 Zarandeando la criba quedan 
granzas; | así los defectos del hombre 
cuando se le remueve. 


Discreción en hablar. 

6 El horno prueba los vasos del al¬ 
farero, | la prueba del hombre es 
su conversación. 

7 El árbol bien cultivado, se conoce 
por sus frutos, | y el corazón del 
hombre por la expresión de sus pen¬ 
samientos. 

8 Antes de oírle hablar no alabes 
a nadie, | porque la palabra es la 
prueba del hombre. 

9 Si persigues la justicia, la alcan¬ 
zarás | y te la vestirás como rica túnica. 

10 Las aves se juntan con sus seme¬ 
jantes, | y la lealtad viene al encuen¬ 
tro de los leales. 

11 El león acecha la presa; | lo 
mismo el pecado a los que hacen 
injusticia. 

12 La conversación, del piadoso es 
siempre sabia; | el necio muda como 
la luna. 

13 Este aguarda la ocasión para 
irse con I os insensatos, | aquél per¬ 
manece siempre con los reflexivos. 

14 La conversación de los necios es 
detestable, | y su risa resuena en 
orgías licenciosas. 

1& El lenguaje del blasfemo pone 







1028 


ECLESIÁSTICO, 28 


los pelos de punta, | y cuando riñe 
hay que taparse los oídos. 

16 La riña entre soberbios trae 
sangre, | y sus altercados no pueden 
oírse. 

17 El que revela secretos pierde la 
confianza | y no encontrará un amigo. 

18 Ama a tu amigo y muéstrate 
fiel con él; 

19 Si descubres sus secretos, no 
vayas tras él. 

20 Como el hombre que dilapida 
su hacienda, | es el que pierde la 
amistad de su prójimo, 

21 Y como quien deja escapar el 
ave de su mano, | así el que deja es¬ 
capar al amigo, no volverá a verle. 

22 No le sigas, que está lejos | y 
huye como gacela escapada del lazo. 

23 Se venda una herida y una in¬ 
juria se repara, 

El cncjailo. 

24 Pero revelar un secreto no tiene 
remedio. 

25 El que hace guiños con los ojos 
urde males, | y quien lo ve se aleja 
de él. 

26 Delante de ti endulzará las pa¬ 
labras de su boca, | hará que se ad¬ 
mira de las tuyas, | pero acabará por 
mudar de tono | y hallará tachas en 
tus palabras. 

27 Muchas cosas aboirczco, pero 
nada tanto como a éste, | y el Señor 
le aborrece también y le maldice. 

28 El que tira la piedra a lo alto se 
expone a que le caiga en la cabeza, | 
y el golpe a traición hiere al traidor. 

29 El que cava una hoya caerá en 
ella, | y el que tiende una red en 
ella quedará cogido. 

80 El que hace el mal en él caerá, | 
sin que sepa de dónde le viene. 

31 Los sarcasmos y ultrajes son 
patrimonio de los soberbios, | pero la 
venganza los acecha como león. 

32 Serán cogidos en el lazo los que 
se alegren de la caída del justo, | y 
el dolor los consumirá antes de la 
muerte. 

83 El rencor v la cólera son detes¬ 
tables, | y el hombre pecador los 
guarda en el corazón. 

.Moderación de la ira. 

2 $ 1 * El que se venga será víctima 
de la venganza del Señor, | que 
le pedirá exacta cuenta de sus pe¬ 
cados. 


2 Perdona a tu prójimo la inju- ¡ 
ría, | y tus pecados, a tus ruegos, te 
serán perdonados. 

3 ¿Guarda el hombre rencor contra 
el hombre, | e irá a pedir perdón al 
Señor? 

4 ¿No tiene misericordia de su se¬ 
mejante, | y va a suplicar por sus 
pecados? 

6 Siendo carne, guarda rencor, | 
¿Quien va a tener piedad de sus pe¬ 
cados? 

8 Acuérdate de tus postrimerías y 
no tengas odio, 

7 Y guárdate de la corrupción y de 
la muerte y cumple los mandamientos. 

8 Acuérdate de la ley, de la alianza 
del Altísimo, 

9 No aborrezcas a tu prójimo y 
perdona las ofensas. 

10 Aléjate de contiendas y amino¬ 
rarás los pecados, 

11 Porque «el hombre iracundo en¬ 
ciende las contiendas. 

El hombre pecador siembra la tur¬ 
bación entre amigos, | y en medio de 
los pacíficos arroja la calumnia. 

12 A tenor del combustible se en¬ 
ciende y se alimenta el fuego, | y 
según el poder del hombre es su ira; | 1 
según su riqueza crece su cólera, | y 5 
se enciende según la violencia de la 
disputa. 

13 Pez y resina avivan el fuego, | y 
una riña violenta hace correr la 
sangre. 

14 Si soplas sobre una brasa, se 
enciende, | y si escupes sobre ella, 
se apaga; | y ambas cosas proceden 
de tu boca. 

I.u maledicencia. 

16 Maldice al murmurador y al de 
lengua doble, | porque han sido la 
perdición de muchos que vivían en 
paz. 

10 La lengua maldiciente ha des¬ 
terrado a muchos, | y los arrojó de 
pueblo en pueblo, 

17 Destruye las ciudades fuertes, | 
y derriba los palacios de los grandes. 

( 18 ). 19 La lengua calumniadora 
celia de casa a la mujer fuerte, j y 
la priva del fruto de su trabajo (l). 

20 El que le da oídos no hallará 
reposo, | ni tendrá paz en su casa. 

21 El golpe del azote hace carde-1 


(i) La Vulgata: «Destruyó los ejércitos de 

las naciones, y aniquiló gentes valerosas.» 









ECLESIÁSTICO, 29 


1029 


nales, | el golpe de la lengua, quebranta 
huesos. 

22 Muchos caen al filo de la es¬ 
pada, | pero muchos más cayeron 
por las lenguas. 

23 Feliz el que está a cubierto de 
ella, | que no es víctima de su rabia, | 
y no tiene que soportar su yugo | ni 
se ve preso en sus cadenas. 

24 Porque su yugo es yugo de 
hierro, | y sus cadenas son cadenas 
de bronce. 

26 Muerte espantosa es la muerte 
queda, | y el Ades es preferible a ella; 

26 Pero no tendrá imperio sobre 
los piadosos, | y éstos no arderán en 
sus llamas. 

27 Los que abandonan al Señor 
caerán en ella | y los abrasará sin 
extinguirse. | Sobre ellos se arrojará 
como león, | y como leopardo los 
destrozará. 

28 Mira de poner a tu heredad 
cerca de espinos, 

29 Y guarda bien tu plata y tu oro. 

Haz para tus palabras balanza 

y pesas, | y para tu boca puerta y 
cerrojo. 

30 Atiende a no ser cogido en 
ella, | y no caigas ante quien te 
acecha. 


La misericordia. 

2 <> 1 2 El misericordioso presta a su 
“ prójimo, | y el que le sostiene 
con su mano, guarda los preceptos. 

2 Presta a tu prójimo al tiempo 
de su necesidad; | y devuélvele a su 
tiempo lo prestado. 

3 Manten tu palabra, sé con él 
leal, | y hallarás en todo tiempo lo 
que necesitas. 

4 Para muchos el préstamo es un 
hallazgo, | y fastidian a quien los 
socorrió, 

5 Hasta recibir besan la mano del 
prójimo, | y con voz humilde le pon¬ 
deran sus riquezas, 

6 Pero al momento de la devolución 
dan largas, | dan vanas excusas y 
echan la culpa al tiempo. 

7 Si paga, apenas pagará la mitad, | 
y tendrás que darlo por hallazgo; 

8 Y si no paga te quedarás sin tu 
dinero, | y te habrás hecho sin bus¬ 
carlo un enemigo. 

9 Te pagará con maldiciones e in¬ 
jurias | y en vez de honor devolverá 
ultrajes. 

10 Muchos por esto se niegan a 


prestar, | pues temen ser robados en 
tonto, 

11 Sin embargo, sé generoso con el 
desgraciado, | y no le hagas esperar 
la limosna. 

12 Por amor de la ley acoge al 
pobre, | y en su necesidad no le des¬ 
pidas de vacío. 

13 Por amor del hermano y del 
amigo consiente en perder tu di¬ 
nero, | no dejes que se te enmohezca 
bajo una piedra. 

14 Hazte un tesoro según los pre¬ 
ceptos del Altísimo, | y te aprovechará 
más que el oro. 

16 Encierra la limosna en tus ar¬ 
cas, | y te librará de toda miseria ( 1 ). 

( 16 , 17 )* 18 Más que un fuerte escudo 
y una lanza poderosa, | combatirá 
por ti contra el enemigo. 


La íinii/». 

19 El varón bondadoso fia a su 
prójimo, | pero el que ha perdido la 
vergüenza le deja en la estacada. 

20 No olvides el beneficio de tu 
fiador, | pues se empeñó por ti. 

( 21 ). 22 El malvado derrocha los 
bienes de su fiador, | y el ingrato deja 
en el brete a quien le salvó ( 2 ). 

( 23 ). 24 La fianza ha perdido a mu¬ 
chos que estaban bien, | y los sacudió 
como mar tormentoso. 

25 Sacó de su casa a hombres ricos, | 
y los hizo peregrinar por tierras ex¬ 
trañas. 

26 El pecador al fiar se verá bur¬ 
lado, | y persiguiendo ganancias se 
enredará en pleitos. 

27 Según tu poder socorre a tu 
prójimo, | y mira por ti, que no cai¬ 
gas en necesidad. 


La hospitalidad. 

28 Lo necesario para la vida son 
el agua y el pan, | el vestido y la casa 
para abrigo de la desnudez/ 

29 Más vale vivir pobre bajo un 
techo de tablas, | que banquetear en 
casa extraña. 

30 Conténtate con lo poco o con 


(1) Este versículo no puede entenderse en 
el sentido propio, sino en el metafórico, en con¬ 
formidad con el precedente, donde se habla de 
atesorar según los preceptos del Altísimo acerca 
de la limosna. 

(2) La Vulgata: tEl pecador y el impuro 
huyen de su fiador.» 






1030 


ECLESIÁSTICO, 30, 31 


lo mucho, | y no tendrás que oír que 
te reprochan por forastero. 

S1 Triste es tener que andar de 
casa en casa; | donde habites como 
extraño no osarás abrir la boca. 

32 Darás hospedaje y darás de beber 
sin que te sea agradecido, | y a 
pesar de esto habrás de oír palabras 
amargas: 


Mira si hay qué. 

33 «Entra, forastero; prepara la 
mesa. | Mira si hay a mano que 
comer. 

34 Sal, forastero, haz lugar a otro 
más honrado que tú; | tengo que 
recibir a mis hermanos y necesito 
la casa.» 

35 Duras palabras son éstas para 
un hombre sentido, | la increpación ‘ 
del amo de la casa y la injuria del 
usurero. 


La corrección ele los hijos. 

1 El que ama a su hijo tiene 
f ^ siempre dispuesto el azote, | 
para que ni fin pueda complacerse 
en él. 

2 El que educa bien a su hijo se 
gozará en él, | y podrá gloriarse en 
medio de sus conocidos. 

8 El que enseña a su hijo será en¬ 
vidiado de su enemigo, | y ante sus 
amigos se regocijará en él. 

4 Si mucre su padre, como si no 
hubiera muerto, | pues deja en pos 
de sí uno igual a él. 

3 Durante su vida lo ve y se ale¬ 
gra, | y al morir no siente pena. 

6 Frente a sus enemigos deja un 
vengador, | y a sus amigos quien Ies 
pague con gratitud. 

7 El que mima a su hijo tendrá 
luego que vendarle las heridas, | y 
a cada grito suyo sentirá que se fe 
conmueven las entrañas. 

8 El caballo no domado se hace 
indócil, | y el hijo abandonado a sí 
mismo, testarudo. 

8 Halaga a tu hijo y te hará tem¬ 
blar; | juega con él y "te hará llorar. 

10 No te rías con él, no te haga 
sufrir, | y al fin rechines los dientes. 

11 En su juventud no le des licen¬ 
cia, | y no disimules sus faltas. 

12 Doblega su cuello en la juven¬ 
tud, | y tunde sus espaldas mientras I 


es niño, | no se te vuelva terco y 
desobediente. 

13 Educa a tu hijo y aplícale al 
trabajo, | no vengas a tropezar por 
su torpeza. 


Sobre la salud. 

14 Mejor es pobre sano y fuerte, 
que rico enfermo y débil. 

13 La salud y el bienestar valen 
más que el oro, | y un cuerpo robusto 
más que una fortuna. 

16 No hay riqueza que valga lo 
que la salud del cuerpo, | y no hay 
bien como el gozo del corazón. 

17 Preferible es la muerte a una 
vida amarga, | y el eterno reposo a 
un dolor permanente. 

18 Manjares exquisitos puestos en 
una boca cerrada, | son las ofrendas 
a los ídolos. 

19 ¿Qué aprovecha al ídolo la ofren¬ 
da, | pues no lo come ui lo huele? 

20 Así es el rico que no puede dis¬ 
frutar de su riqueza; 

21 La ve con sus ojos y suspira, | 
como eunuco que abraza a una don¬ 
cella. 

22 No te abandones al afán, | no te 
atormentes con cavilaciones. 

23 La vida del hombre es el gozo 
del corazón, | y la alegría del varón 
es su longevidad. 

24 Anímate y alegra tu corazón, | y 
echa lejos de ti la tristeza; 

25 Porque a muchos mataron los 
afanes, | y no hay utilidad en ellos. 

26 La envidia y la cólera abrevian 
los días, | y los cuidados traen vejez 
prematura. 

27 El sueño de un corazón contento 
es mejor que los más deliciosos man¬ 
jares, | y cuanto come le aprovecha. 


La riquezu. 

1 1 El desvelarse por la riqueza 
9 consume, | y la preocupación 
por ella aleja el sueño. 

2 Los cuidados de la vida quitan el 
sueño, | y más que una enfermedad 
impiden dormir. 

3 El rico se fatiga por acumular 
bienes, | y si descansa es para saciar 
sus ansias de placer. 

4 Fatígase el pobre por sus nece¬ 
sidades, j y sí descansa es para verse 
cu la indigencia. 

3 El que aína el oro no vivirá en 






ECLESIÁSTICO, 32 


1031 


justicia, | y el que persigue el dinero 
pecará por conseguirlo. 

6 Muchos dieron en la ruina por 
amor del oro, | y cayeron en la des¬ 
gracia. 

7 Es el oro un garlito para el necio, | 
y el insensato tropieza en él. 

8 Venturoso el varón irreprensible, | 
que no corre tras el oro. 

9 ¿Quien es éste y le alabaremos?, | 
porque liizo maravillas en su pueblo. 

10 ¿Quien se apegó a el, que tuviera 
salud y gloria? 

¿Quién pudo prevaricar y no pre¬ 
varicó, | hacer el mal y no lo hizo? 

11 Su dicha se consolidará, | y la 
asamblea pregonará sus alabanzas. 


Los banquetes. 

12 Hijo mío, ¿estás sentado a la 
mesa de un grande? | No abras tu 
boca, 

13 Y no digas: ¡Cuántos manjarcsl 

14 Acuérdate de que es malo el ojo 
codicioso. 

15 ¿Qué hay peor que el ojo codi¬ 
cioso? | Codicia cuanto ve. 

16 No tiendas la mano a cuanto 
veas, 

17 No tropieces con tu vecino en 
el plato. | Ten con tu vecino las 
atenciones que para ti deseas. 

18 Piensa del prójimo por ti mismo, | 
y pon reflexión en cuanto hagas. 

19 Come decentemente lo que te 
sirvan, | y no comas vorazmente e 
incurras en desprecio. 

20 Se el primero en dejar de comer 
por cortesía, | y no te muestres insa¬ 
ciable para que no te desprecien. 

21 Si te sientas en medio de mu¬ 
chos, | no extiendas el primero tu 
mano. 

22 Con poco le basta al hombre 
bien criado, | y así no se siente mo¬ 
lesto en su lecho. 

23 Sueño tranquilo es el del estó¬ 
mago no cargado; | se levantará por 
la mañana dueño de sí. 

24 Dolor, insomnio, fatiga y retor¬ 
tijón, | son la parte del intemperante. 

25 Si te viste obligado a comer 
demasiado, | levántate, paséa y te 
sentirás aliviado. 

26 Escúchame, hijo mío, y no me 
desoigas, | y al fin verás confirma¬ 
das mis palabras. 

27 Sé moderado en todas tus obras, | ' 
y no vendrá sobre ti la enfermedad. 

28 Muchos serán los que alaben al I 


espléndido anfitrión | y darán testi¬ 
monio de su generosidad; 

29 Pero murmurarán en la ciudad 
del ruin con los invitados, | y darán 
testimonio de su tacañería. 

30 No te hagas el valiente con el 
vino, | porque a muchos perdió la 
bebida. 

31 La fragua templa la obra del 
herrero, | y el vino el corazón de los 
arrogantes pcndcnciosos. 

32 El vino fortalece | si se bebe 
con moderación. 

33 ¿Qué vida es la de los que del 
todo carecen de vino (l)? 

( 34 ). 36 Fué creado para alegría de 
los hombres. 

36 Alegría del corazón y bie¬ 
nestar del alma, | es el vino bebido 
a tiempo y con sobriedad. 

( 37 ). 38 Dolor de cabeza, amargura e 
ignominia, | es el vino bebido con 
exceso, | en la excitación de una 
contienda ( 2 ). 

( 39 ). 40 La embriaguez excita la ira 
y hace tropezar, | quita las fuerzas y 
añade heridas ( 3 ). 

41 En una reunión de bebedores no 
reproches a nadie, | y no trates con 
desdén a uno mientras está ebrio. 

42 No le ultrajes | ni le apremies 
con reclamaciones. 

QO 1 2 3 Si te dan la presidencia del 

~ convite, no te engrías; | pórtate 
entre los convidados como uno de 
tantos. 

2 Cuida primero de ellos y luego 
siéntate; | cumplido tu oficio, re¬ 
cuéstate, 

3 Para alegrarte con los otros | y ser 
alabado por tus buenas disposiciones. 

4 Si eres anciano, habla como a tu 
edad conviene, 

5 Con discreción, y no impidas el 
canto. 

6 Mientras tocan y cantan no char¬ 
les, | y no hagas alarde de sabio a 
destiempo. 

7 Como anillo de oro con rubí en- 


(1) La Palestina es país rico en vino, y en 
la Escritura se hace mención de él con fre¬ 
cuencia de varios modos, según el uso que de 
él se haga. Aquí se habla del vino que tomado 
con moderación alegra el corazón del hombre, 
y cuya falta en ciertas ocasiones solemnes trae 
consigo tristeza. Por algo el Señor lo multi¬ 
plicó en las bodas de Caná. 

(2) La Vulgata: «La sobriedad es la salud 
del cuerpo y del alma.» 

(3) La Vulgata; «El vino bebido en exceso 
es la amargura del alma,* 






1032 


E( LESIÁSTICO, 33 


gastado, | es la música en el banquete. 

8 Como anillo de oro con es¬ 
meralda engastada, | la melodía de la 
música en el festín. 

( 9 ). 10 Si eres joven, no hables, si 
no te vieres obligado; | sólo cuando 
por dos o tres veces fueres pre¬ 
guntado (1). 

( n ). 12 Abrevia el discurso diciendo 
mucho en pocas palabras, | y sé como 
quien sabiendo, sabe callar (2). 

13 En medio de los grandes no te 
pavonees, | entre los ancianos no par¬ 
lotees. 

14 Como al trueno precede el re¬ 
lámpago, | así a la modestia precede 
la gracia. 

16 Levántate a tiempo y no lo de¬ 
mores, | vete a tú casa y ocúpate en 
lo tuyo. 

18 Si quieres, diviértete allí y obra 
a tu placer, | pero sin faltar a nadie 
con lenguaje insolente. 

17 Y después bendice a tu Hace¬ 
dor, | ya que te regaló con sus bienes. 


La ley. 

18 El que busca al Señor acepta la 
disciplina, | y el que a él acude es 
escuchado. 

19 El que busca la ley obrará con¬ 
forme a ella, | pero el hipócrita en 
ella tropezará. 

20 Quien teme al Señor conocerá 
sus juicios, | y sus sentencias le 
serán antorcha luminosa. 

21 El pecador rehuye la correc¬ 
ción, | y busca en la ley su capricho. 

22 El sabio no oculta su sabiduría, | 
el soberbio y el burlón no tienen 
guarda de su lengua. 

23 No hagas nada sin consejo, | y 
después de hecho no tendrás que 
arrepentirte. 

24 No vayas por camino en que 
hay tropiezos, | y no tropieces dos 
veces en la misma piedra. 

25 No te aventures en camino 
desconocido, | y ten cuidado con lo 
que pueda suceder. 

( 28 ). 27 En todas tus obras guarda 
tu alma, | pues en esto está la obser¬ 
vancia de los preceptos. 

28 Quien atiende a la ley guarda su 

(1) La Vulgata: «Escucha en silencio, y tu 
actitud te ganará la estimación.» 

(2) La Vulgata; «Si dos veces fueres pre¬ 
guntado, sea tu cabeza quien responda», o sea: 
responde con un movimiento de cabeza, es 
dedr, en breves palabras. 


alma, | y quien confía en el Señor 
no sufrirá menoscabo. 

k >o 1 2 Al que teme al Señor no le 
sobrevendrá la desgracia, | y si 
es puesto a prueba, el Señor le librará. 

2 No es sabio quien no observa la 
ley, | y será agitado como nave en 
la tormenta. 

3 El hombre sensato confía en la 
ley, | y la ley es para él fidedigna 
como la respuesta de los Urim (1). 


K1 necio. 

4 Reflexiona antes de responder, y 
serás escuchado; I recoge tus pensa¬ 
mientos y responde. 

6 Rueda de carro es el corazón del 
necio, | y como eje que gira, su razo¬ 
namiento. 

6 El amigo burlón es como caballo 
semental; | relincha, cualquiera que 
sea quien le monte. 


Diversas condiciones de los 
hombres. 

7 ¿Por qué un día es distinto de 
otro día, | mientras la luz todo el 
año procede del sol? 

8 Es la sabiduría del Señor la que 
los diferencia, 

9 Y muda los tiempos y trae las 
fiestas. 

10 A unos los distinguió y los san¬ 
tificó, | a otros los puso en el número 
de los días comunes. I Todo hombre 
viene del polvo, | y de la tierra fue 
creado Adan, 

11 Pero con su gran sabiduría los 
distinguió el Señor, | y les fijó dife¬ 
rentes destinos, 

13 A unos los bendijo y ensalzó, | 
los santificó y allegó a sí. | A otros 
los maldijo y los humilló, | y los de¬ 
rribó de su lugar. 

13 Como el barro en manos del al¬ 
farero, 

14 Que le señala el destino según su 
voluntad, | así son los hombres en 
las manos de su Hacedor, I que hace 
de ellos según su voluntad. 

16 Enfrente del mal está el bien, I 
y enfrente de la muerte la vida; | así 
enfrente del justo, el pecador. 


(i) Los Urim y Tummim era el oráculo 
empleado por el sumo sacerdote para consul¬ 
tar a Dios. 








ECLESIÁSTICO, 34 


1033 


Considera de este modo todas las 
obras del Altísimo, | de dos en dos, 
una enfrente de la otra. 


Kpilotjo del sudor. 

16 Y yo, he llegado el último de 
todos, | como quien anda al rebusco 
después de la vendimia. 

17 Has por la bendición del Señor 
me aventajé a otros, | y llené como 
los vendimiadores mi lagar. 

18 Ved que no trabajé para mí 
solo, | sino para todos los que buscan 
la sabiduría. 

19 Oídme, pues, los grandes del 
pueblo, | los que presidís la asamblea, 
prestadme atención. 

I>e ii» ceder los bienes hasta la 
muerte. 

20 Ni a tu hijo, ni a tu mujer, ni 
a tu hermano, ni a tu amigo, | des 
poder sobre ti en toda tu vida, | ni 
entregues a otro tus bienes, | no sea 
que luego tengas que pedirles a ellos. 

21 Mientras en ti hay aliento de 
vida, | a nadie dejes tu puesto; 

22 Porque mejor es que te rueguen 
tus hijos, I que no verte en poder 
de ellos. 

23 En todo lo que haces sé el dueño, 

24 No eches manchas en tu honor, j 
Al fin de los días de tu vida, | al tiem¬ 
po de la muerte, distribuye tu he¬ 
redad. 

2& El forraje, el palo y la carga para 
el asno; | el pan, la corrección y el 
trabajo para el siervo. 


El simo. 

26 Haz trabajar a tu siervo y ten¬ 
drás descanso; I déjale sueltas las 
manos y buscara la libertad. 

27 Como el yugo y las coyundas 
hacen doblar el cuello, 

28 Así al siervo malévolo el azote 
y la tortura. | Hazle trabajar y no 
le dejes ocioso, 

29 Que la ociosidad enseña muchas 
maldades. 

30 Imponle el trabajo según lo que 
convenga, | y si no obedeciere, mé-1 
tele en el cepo. | No te excedas con 
nadie, | y no hagas nada sin dis-1 
creción. 

81 Si tienes un siervo, trátale como 


a ti mismo; | es para ti tan necesario 
como tú mismo. | Si tienes un siervo, 
trátale como a ti mismo, | no te enfu¬ 
rezcas contra tu propia sangre (1). 

32 Si le maltratas y maldiciéndote 
huye, | ¿por qué camino le buscarás? 


Variedad de los sueños. 

^JL 1 Vanas y engañosas son las 
esperanzas del insensato, | y los 
sueños exaltan a los necios. 

2 Como el que quiere coger la 
sombra o perseguir al viento, | así es 
el que se apoya en sueños. 

3 El que sueña es como quien se 
pone frente a sí, | frente a su rostro 
tiene la imagen del espejo. 

4 ¿De fuente impura puede salir 
cosa pura, | y de la mentira puede 
salir verdad? 

6 Cosa vana son la adivinación, los 
agüeros y los sueños, | lo que esperas, 
eso es lo que sueñas. | A no ser que 
los mande el Altísimo a visitarte, | no 
hagas caso de los sueños. 

7 A muchos extraviaron los sueños, | 
y quedaron defraudados los que les 
dieron fe. 

8 Cumple la ley sin regateos, | que 
la sabiduría perfecta está en la boca 
fiel. 


La experiencia. 

9 El hombre instruido sabe muchas 
cosas, | y el muy experimentado 
puede enseñar. 

10 El que no ha sido probado sabe 
muy poco, | y el que ha corrido mucho 
es rico en experiencia. 

( n ). 12 Yo he visto mucho en mis co¬ 
rrerías | y sé mucho más de lo que 
digo (2). 

13 Con frecuencia estuve en peligro 
de muerte, | pero me salvé gracias a 
mi experiencia. 


Dios protector de los que le temen. 

14 Vivirá el espíritu de los que 
temen al Señor, 


(1) Este texto es oscuro. La Vulgata lo 
aclara un poco, diciendo: «Si tienes un siervo 

i fiel», etc. 

(2) La Vulgata: «El que no ha sido tentado, 
¿qué puede saber? Pero el que una vez fue 
engañado se hará cauteloso.» 






1034 


ECLESIÁSTICO, 36 


15 Porque su esperanza se apoya 
en quien salva. 

18 El que teme al Señor de nada 
temerá, | y no se desalienta, porque 
él es su esperanza. 

17 Dichosa el alma que teme al 
Señor. 

18 ¿En quién se apoya, quién es su 
sostén? 

19 Los ojos del Señor están puestos 
sobre los que le aman. | Es su fuerte 
escudo, su apoyo poderoso, | abrigo 
contra el solano, contra el ardor del 
mediodía, 

20 Guarda contra el tropiezo, auxi¬ 
lio contra la caída. | El eleva el alma 
y alumbra los ojos, | da la salud, la 
vida y la bendición. 


El culto qrato a Dios. 

21 El que sacrifica de lo mal ad¬ 
quirido hace una oblación irrisoria, | 
v no son gratas las oblaciones inicuas. 
(22) 23 ^r 0 sc complace el Altísimo 

en las ofrendas de los impíos, | ni 
por la muchedumbre de los sacrificios 
perdona los pecados ( 1 ). 

24 Como quien inmola el hijo a la 
vista de sus padres, | así el que ofrece 
sacrificios de lo robado a los pobres. 

25 Su escasez es la vida de los indi¬ 
gentes, | y quien sc la quita es un 
asesino. 

26 Mata al prójimo quien le priva 
de la subsistencia, 

27 Y derrama sangre el que retiene 
el salario del jornalero. 

28 Si uno edifica y otro destruye, | 
¿qué provecho sacan, si no es la fatiga? 

29 Si uno ora y otro maldice, | ¿a 
cuál de los dos va a escuchar el 
Señor? 

80 Si uno se lava por un muerto y 
vuelve a tocarlo, | ¿qué le aprovecha 
su lavatorio? 

31 Como si uno ayuna por sus pe¬ 
cados, I y luego vuelve a cometerlos, | 

¿quién oirá su oración, | y que le 
aprovechará el haber ayunado? 

1 Q uicn °t> scrva la ley» ¿ sc es 

el que ofrece ricas ofrendas. 

2 El sacrificio saludable es guardar 
los preceptos. 

( 1 2 3 ). 4 Ser agradecido a Dios es ofre¬ 
cer flor de harina | y practicar la 


(i) La Vulgata: «Sólo el Señor basta a los 
que esperan en El en el camino de la verdad 
y de la justicia.» 


limosna es ofrecer sacrificio de ala¬ 
banza (1). 

6 Se complace al Señor apartándose 
del mal, | y se obtiene el perdón 
apartándose de la injusticia. 

6 No te presentes ante el Señor con 
las manos vacías, 

7 Porque así te está mandado. 

8 La ofrenda del justo hace pingüe 
el altar, | y su buen olor llega ante 
el Altísimo. 

9 El sacrificio del justo es acepto, | 
y su memoria de recordación no será 
olvidada. 

10 Honra al Señor con corazón ge¬ 
neroso, | y no disminuyas las pri¬ 
micias de tus manos. 

11 Ofrece todos tus dones con 
rostro alegre, | y con alegría consagra 
los diezmos. 

12 Da al Altísimo según lo que él 
te da, | y da con ánimo generoso lo 
que puedas, 

13 Porque el Señor es generoso en 
recompensar, | y te pagará al sép¬ 
tuplo. 

14 No pienses en sobornar al Señor, 
porque no recibirá tus dones; 

16 Y no confíes en sacrificios in¬ 
justos, | porque justo es el Señor, | y 
no hay en él acepción de personas. 

16 No toma partido contra el po¬ 
bre | y escucha la oración del opri¬ 
mido. 

17 Jamás desdeña la súplica del 
huérfano, | ni la de la viuda, sí ante 
él derraman sus quejas. 

18 ¿No corren las lágrimas de la 
viuda por sus mejillas, | y su clamor 
no sc dirige contra el que las hace 
correr? 

( 10 ). 20 El que sirve al Señor devo¬ 
tamente, halla acogida I y su oración 
subirá hasta las nubes (2). 


Castigo de los opresores de Israel. 

21 La oración del humilde traspasa 
las nubes, | y no descansa hasta llegar 
a Dios, j ni sc retira hasta que el 
Altísimo fija en ella su mirada. ] Juz¬ 
gará el Señor y ejecutará sil fallo, 

22 No sc liará esperar, | y sin mise¬ 
ricordia, | hasta aplastar a los opre¬ 
sores. 


(1) La Vulgata: «Es ofrecer un sacrificio 
por las injusticias y orar por los pecados el 
apartarse de la injusticia.» 

(2) La Vulgata: «De sus mejillas suben hasta 

el cielo, y el Señor que las oye no se compla¬ 

cerá en ellos.» 








ECLESIÁSTICO, 36, 37 


1035 


23 \ hará venganza en las gentes, | 
hasta aniquilar al ejército de los pre¬ 
potentes | y romper el cetro de los 
inicuos; 

24 Hasta dar al hombre según sus 
obras | y remunerarle conforme a sus 
intenciones; 

25 Hasta defender la causa de su 
pueblo | y alegrarlos con su miseri¬ 
cordia. 

26 Hermosa es la misericordia en 
el tiempo de la tribulación, | como 
las nubes cargadas de agua en tiem¬ 
po de sequía. 

Oración por la restauración 
de Israel. 

36 1 Ten piedad de nosotros, Señor 
Dios del universo, y míranos; 

2 Infunde tu temor en todas las 
naciones; 

3 Levanta tu mano sobre los pue¬ 
blos extraños | y haz que sientan 
tu poder. 

4 Como a su vista te santificaste 
en nosotros, | así a vista nuestra 
santifícate en ellos (1): 

5 Para que te conozcan como nos¬ 
otros te conocemos, | y sepan que 
no hay Dios, Señor, fuera de ti. 

6 Renueva los antiguos prodigios y 
repite los portentos; 

7 Glorifica tu mano y tu brazo 
derecho; 

8 Despierta tu ira y derrama tu 
cólera; 

9 Destruye al adversario y aplasta 
al enemigo; 

10 Apresura el tiempo y acuérdate 
de tus promesas, | y sean celebradas 
tus hazañas. 

11 Sea devorado el que intenta es¬ 
capar al fuego de tu cólera, | y caigan 
en la ruina los que maltratan a tu 
pueblo. 

12 Aplasta las cabezas de los prín¬ 
cipes enemigos, | que dicen: «No hay 
nadie fuera de nosotros.» 

13 Congrega a todas las tribus de 
Jacob, | y dales su heredad como de 
antiguo* | Ten piedad, Señor, del pue¬ 
blo que lleva tu nombre, | de Israel, 
a quien hiciste tu primogénito. 

13 Compadécete de tu ciudad santa, | 
de Jerusalén, la ciudad de tu morada. 


(i) Es un pensamiento frecuente en los 
profetas. El Señor, castigando a Israel y man¬ 
dándolo al cautiverio, salió por su honor ul¬ 
trajado a la faz de las naciones, ahora pide 
que ejerza su justicia en éstas para que Israel 
se dé cuenta de ello. 


ie Llena a Sión de tu majestad, | 
y al templo de tu gloria. 

17 Da testimonio a los que hiciste 
desde el principio, | y cumple las 
promesas hechas en tu nombre. 

18 Da su recompensa a los que 
esperan en ti, | y sean hallados ver¬ 
daderos tus profetas. | Escucha, Señor, 
la plegaria de los que te invocan, 

19 Según la bendición de Arón sobre 
tu pueblo; | y conozcan todos los mo¬ 
radores de la tierra | que tú, Señor, 
eres Dios por los siglos (1). 

Elección de la mujer. * 

20 El estómago recibe todos los 
manjares, | pero hay unos manjares 
mejores que otros. 

21 El paladar distingue los man¬ 
jares desabridos, y el corazón dis¬ 
creto las palabras mentirosas. 

22 El corazón perverso causa dolor, | 
pero el hombre muy probado lo calma. 

23 La mujer acepta el marido que 
le dan, | habiendo entre ellos unos 
mejores que otros. 

24 La belleza de la mujer alegra el 
rostro al marido, | y aumenta en el 
hombre el deseo de poseerla. 

25 Si tiene palabras amables y sua¬ 
ves, | su marido es dichoso. 

26 El que tiene una mujer tiene 
un gran bien, | ayuda a él conve¬ 
niente y columna en que apoyarse. 

27 Donde no hay valla es depre¬ 
dada la hacienda, | y donde no hay 
mujer anda el hombre gimiendo y 
errante. 

28 ¿Quién se fía de banda armada, 1 
que corre de ciudad en ciudad? | Asi 
tampoco del hombre que no tiene ho¬ 
gar, | y duerme donde le cógela noche. 

El verdadero y el falso amigo. 

37 1 Todo amigo dice: «Soy tu 

amigo»; | pero hay muchos que 
no lo son más que de nombre. 

2 ¿No es una pena mortal | hacerse 
enemigo al amigo? 

3 jAy del mal amigol ¿Por qué ha 
sido creado, | para llenar la tierra de 
engaños? 

4 Al tiempo de la alegría es ami- 


(i) En Num. 6, 24, se ordena al sacerdote 
bendecir al pueblo con esta fórmula: «Que el 
Señor os bendiga y os conserve; que haga bri¬ 
llar sobre vosotros la luz de su rostro y tenga 
piedad de vosotros; que él vuelva a vosotros 
su rostro y os dé la paz.* 







1036 


ECLESIÁSTICO, 38 


go; | pero al tiempo de la tribuía- 
ción se vuelve. 

6 El buen amigo lucha al lado de 
su amigo, | y embraza el escudo con¬ 
tra el enemigo. 

• No eches en olvido al amigo en 
la lucha, | y no le des de lado al 
tomar el botín. 

I.os hueros \ los malos consejeros. 

7 El consejero mantiene su con¬ 
sejo, | pero hay quien aconseja en 
interés propio. 

8 No te fíes de consejeros; | Mira 
antes de qué necesitan, | no te acon¬ 
sejen en provecho suyo: 

8 No te echen el lazo 

10 Y te digan: «Este es el buen 

camino», | y se te opongan causando 
tu desgracia. I 

11 No te aconsejes de quien te en- | 
vidia, | ni descubras tus planes a tu 
émulo. 

12 Con la mujer no trates de su 
rival, | ni de la guerra con el tími¬ 
do, | ni del cambio con el comer-1 
cianle, | ni de la venta con el com¬ 
prador, | ni del agradecimiento con ] 
el desagradecido, 

13 Ni de la misericordia con el de | 
duro corazón, | ni de obra alguna 
con el obrero perezoso, 

14 Ni del producto cosechado con 
el ajustado por año, | ni de ninguna 
tarca con el siervo perezoso, | ni te 
apoyes en ninguno de ellos para re¬ 
solver. 

15 Trata más bien con el varón 
piadoso, | de quien sabes que guarda 
los preceptos; 

18 Cuyo corazón es semejante al 
tuyo | y que te compadecerá si te 
ve caído; 

17 Y permanece firme en lo que re¬ 
suelvas | porque ninguno será para 
ti más fiel que él. 

18 El alma del hombre anuncia 
esas cosas, | mejor que siete centi¬ 
nelas puestos en atalaya. 

18 Y en todas ellas ora al Altísi¬ 
mo, | para que te dirija por la senda 
de la verdad. 

I :i verdadera y la íal-¿:i sabiduría. 

20 El fundamento de toda obra es» 
la resolución; | a toda empresa pre¬ 
ceda el consejo. 

21 La raíz de los consejos es el 
corazón, | y de él proceden cuatro 
ramas; | el bien y el mal, la vida y 


la muerte; | y entre ellas decide siem¬ 
pre la lengua. 

22 Hay varón prudente, maestro 
de muchos, | pero inútil para sí 
mismo. 

23 Y hay sabio que con sus palabras 
se hace odioso | y es excluido de todo 
festín, 

24 Porque no recibió del Señor la 
gracia. 

25 Hay quien es sabio para sí mis¬ 
mo, | y su sabiduría es en provecho 
de su cuerpo. 

28 El varón sabio instruye a su 
pueblo, | y los frutos de su inteli¬ 
gencia a ellos aprovechan. 

27 El varón sabio es colmado de 
bendiciones, | todos cuantos le ven 
le felicitan. 

28 La vida del hombre se limita a 
un escaso número de días, | pero los 
días de Israel son innumerables. 

28 El varón sabio heredará en su 
pueblo el honor, | y su nombre vivirá 
por los siglos. 


La tciiiphin/.n. 

30 Hijo, sobre tu vida consulta a 
tu alma, | mira lo que le es dañoso 
y no se lo des; 

31 Porque no todo conviene a todos, | 
ni a todos les gusta todo. 

33 No seas insaciable en el festín 
suntuoso, | y no te eches sobre los 
manjares exquisitos; 

33 Porque en los muchos manja¬ 
res anida la enfermedad, | y la in¬ 
temperancia lleva hasta el vómito. 

84 A muchos acarreó la muerte su 
intemperancia, I y el que se abstiene 
prolonga su vida. 

101 médico. 

1 Atiende al médico antes que 
lo necesites, | que también él 
es hijo del Señor. 

2 Pues del Altísimo tiene la ciencia 
de curar, | y el rey le hace mercedes. 

3 La ciencia del médico le hace 
andar erguido, | y es admirado de los 
príncipes. 

4 El Señor hace brotar de la tierra 
los remedios, | y el varón prudente 
no los desecha. 

6 ¿.No endulzó el agua amarga con 
el leño, | para dar a conocer su 
poder? 

8 El mismo dió a los hombres la 








ECLESIÁSTICO. 38 


1037 


ciencia, | para mostrarse glorioso en 
sus maravillas. 

7 Con los remedios el médico da 
la salud y calma el dolor. | El boti¬ 
cario hace sus mezclas, | para que la 
criatura de Dios no perezca, 

8 Y por él se difunde y se conserva 
la salud entre los hombres. 

9 Hijo mfo, si caes enfermo, no te 
impacientes; | ruega al Señor y él 
te sanará. 

10 Huye del pecado y la parciali¬ 
dad, I y purifica tu corazón de todo 
pecado. 

11 Ofrece el incienso y la oblación 
de flor de harina; | inmola víctimas 
pingües, las mejores que puedas, 

12 Y llama al medico; porque el 
Señor le creó, | y no le alejes de ti, 
pues te es necesario. 

13 Hay ocasiones en que acierta; 

14 Porque también él oró al Señor, | 
para que le dirigiera en procurar el 
alivio | y la salud, para prolongar 
la vida del enfermo. 

15 El que peca en presencia de su 
Hacedor, | caerá en manos del médico. 


Id culto de los muertos. 

16 Hijo mío, llora sobre un muerto, | 
haz luto y canta lamentaciones, | 
amortájale según su condición, | y no 
dejes de darle sepultura. 

17 Llora amargo llanto, suspira 
ardientemente; 

18 Y según la condición del muerto, 
haz su duelo, | un día o dos para no 
ser puesto en lenguas, | y luego con¬ 
suélate y da fin a tu tristeza; 

19 Porque de la tristeza se origina 
la muerte, | y la tristeza del corazón 
consume el vigor. 

20 Con la sepultura del muerto 
debe cesar la tristeza, | pues la vida 
afligida hace mal (1). 

21 No te acuerdes ya más de él, | 
aléjalo de la memoria y piensa en lo 
porvenir. 

22 No pienses más en él, pues no 
hay retorno, | que al muerto no le 
aprovecha y a ti te hace daño. 

23 Piensa en su destino, pues el 
suyo será el tuyo, | el suyo ayer, 
mañana el tuyo. 

24 Con el descanso del muerto des- 


(155) Los orientales son muy extremosos en 
sus manifestaciones de duelo; v. gr., Moisés 
fue llorado, por espacio de treinta dias (Deut. 
34 » 8 ). 


canse su memoria, | y consuélate de 
su partida. 


IH escriba y el artesano. 

28 La sabiduría del escriba se acre¬ 
cienta con el bienestar, | pues el que 
no tiene otros quehaceres puede llegar 
a ser sabio. 

26 ¿Cómo puede ser sabio el que 
tiene que manejar el arado, | y pone 
su gloria en esgrimir la ahijada, | agui¬ 
joneando a los bueyes y ocupándose 
en sus trabajos, | y siendo su trato 
con los hijos de los toros? 

27 Pone todo su empeño en tra¬ 
zar derechos los surcos, | y su des¬ 
velo en procurar forraje para los no¬ 
villos. 

28 Lo mismo digamos del carpin¬ 
tero o del albañil, | que trabaja dia 
y noche; | de los que graban los se¬ 
llos | y se aplican a inventar varia¬ 
das figuras, | y ponen toda su aten¬ 
ción en reproducir el dibujo, | y se 
desvelan por ejecutarlo fielmente. 

29 Lo mismo digamos del herrero, 
que junto al yunque considera el hie¬ 
rro bruto, | a quien el calor del fuego 
tuesta las carnes, | y que resiste per¬ 
severante el ardor de la fragua, 

30 El ruido del martillo ensordece 
sus oídos, | y sus ojos están puestos 
en la obra; 

31 Su pensamiento está en acabarla 
bien, | y su desvelo en sacarla a la 
perfección. 

32 Lo mismo digamos también del 
alfarero, que sentado a su tarea | da 
vueltas al torno con los pies, | tiene 
siempre la preocupación de su obra | 
y de cumplir la tarea fijada; 

33 Con sus manos modela la arci¬ 
lla | y con sus pies ablanda su du¬ 
reza; | pone su atención en acabar 
el vidriado, | y su diligencia en ca¬ 
lentar el horno. 

36 Todos éstos tienen su vida fiada 
a sus manos, | y cada uno es sabio 
en su arte. 

38 Sin ellos no podría edificarse una 
ciudad; 

37 Pero ellos ni viajan a países ex¬ 
traños, ni se pasean por las plazas, | 
ni se levantan en las asambleas sobre 
los otros; 

38 Ni se sientan en la silla del juez, | 
porque no entienden las ordenanzas 
de las leyes; | ni son capaces de in¬ 
terpretar la justicia y el derecho, | ni 





í 038 


ECLESIÁSTICO, 39 


se cuentan entre los que inventan 
parábolas. 

39 Son, sí, expertos en sus labores 
materiales, | y su pensamiento mira 
a las obras de su arte. | Muy de otro 
modo que el que aplica su espíritu | 
a meditar en la ley del Altísimo. 

39 1 Este investiga la sabiduría de 
todos los antiguos, | y dedica 
sus ocios a la lectura de los profetas. 

2 Guarda en la mente las historias 
de los hombres famosos; | penetra 
en lo intrincado de las parábolas; 

3 Investiga el sentido recóndito de 
los enigmas | y se ocupa en descifrar 
las sentencias oscuras. 

4 Sirve en medio de los grandes; | 
se presenta ante el príncipe; 

5 Recorre tierras extrañas, | para 
conocer lo bueno y lo malo de los 
hombres. 

6 Madruga de mañana, para dirigir 
su corazón | al Señor que le creó, | 
para orar en presencia del Altísimo. 

7 Abre su boca en la oración y 
ruega per sus pecados; 

8 Y si le place al Señor soberano, | 
le llenará del espíritu de inteligencia. 

9 Como lluvia derrama las pala¬ 
bras de sabiduría, | y en la oración 
alaba al Señor. 

10 Dirige su voluntad y su inteli¬ 
gencia | a meditarlos misterios de Dios. 

11 Publica las enseñanzas de su 
doctrina, | y se gloriará en conocer 
la ley de la divina alianza. 

11 De muchos será alabada su inte¬ 
ligencia, | y jamás será echado en 
olvido. 

13 No se borrará su memoria, | y 
su nombre vivirá de generación en 
generación. 

14 Los pueblos cantarán su sabidu¬ 
ría, | y la asamblea pregonará sus 
alabanzas. 

15 Mientras viva, su nombre será 
más ilustre que mil, | y cuando des¬ 
canse crecerá más su gloria. 

ISoiulail de las obras de Ilios. 


18 Después de haber meditado, 
quiero exponer mis reflexiones, | pues 
como luna llena, estoy lleno de sabi¬ 
duría. 

17 Oídme, hijos piadosos, y flore¬ 
ceréis | como rosal que crece junto al 
arroyo. 

18 Derramad suave aroma como in- 
íenso, 


19 Y echad flores como el lirio, | 
exhalad perfume suave y entonad 
cánticos de alabanza. | Bendecid al 
Señor en todas sus obras 

20 Y ensalzad su nombre, | y unios 
en la confesión de sus alabanzas, en 
cantar con vuestros labios y las arpas. | 
Alabadle así con alta voz; 

21 Las obras del Señor son todas 
muy buenas, | cuanto él quiere es a 
su tiempo. | No ha lugar a decir: 
«Es peor esto que aquello», | porque 
a su tiempo todo es conveniente. 

22 A una palabra suya se amonto¬ 
naron las aguas, | y a una orden 
de su boca se formaron los depósitos 
de las aguas. 

23 A un mandato suyo se realiza 
todo lo que él quiere, \ y no hay 
quien impida su obra de salud. 

24 Las obras de todos los hombres 
están delante de él, | y nada se oculta 
a sus ojos. 

25 De un cabo al otro del mundo se 
extiende su mirada, | y nada hay 
admirable para él. 

26 No ha lugar a decir: «¿Qué es 
esto, para qué esto?» | Todas las 
cosas fueron creadas para sus fines. 

27 Su bendición es como Nilo des¬ 
bordado, 

28 Y como el Eufrates riega la tierra 
seca. | Del mismo modo derrama su 
ira sobre las naciones 

29 Y torna las aguas en salinas. | Sus 
caminos para los justos son rectos, | 
para los inicuos son tropiezos. 

30 Las cosas buenas fueron creadas 
desde el principio para los buenos, | 
así como las malas para los peca¬ 
dores (1). 

31 Son cosas de toda necesidad para 
la vida del hombre | el agua, el fuego, 
el hierro, la sal, | el trigo, la miel 
y la leche, | el vino, el aceite y el 
vestido. 

32 Todas estas cosas son buenas 
para los piadosos, | mas para los pe¬ 
cadores se convierten en malas. 

33 Hay vientos destinados a la 
venganza; | descargan con furia sus 
azotes, 

34 En el día de la ira despliegan su 
poder | y aplacan la cólera del que 
los hizo. 

35 El fuego y el granizo, el hambre 


(i) Dios creó todas las cosas buenas y 
para bien del hombre. Los iustos se atienen a 
esta norma divina, rricntras que los malos, 
usando de ellas nial, las hacen malas para si 
mismos. 









ECLESIÁSTICO, 40 


1039 


y la mortandad, | todos estos son 
instrumentos de venganza. 

38 Las fieras, los escorpiones, las 
víboras | y la espada vengadora, son 
para exterminio de los impíos. 

37 En cumplir los mandatos de 
Dios se gozan, | y se hallan prontos 
en la tierra para su ministerio; | cuan¬ 
do llega el día no traspasan el man 
dato. 

38 Por esto desde el principio me 
confirme en este juicio, | y lo medité 
y lo consigné por escrito. 

39 Las obras del Señor todas son 
buenas, | y llegada la hora, todas 
cumplen su destino. 

40 Y no hay que decir: «Esto es 
peor que aquello», | porque a su 
tiempo, todas las cosas cumplirán su 
fin. 

41 Y ahora de todo corazón cantad 
con vuestra boca | y bendecid el 
nombre del Señor. 


Miseria tle la vida humana. 

I(| 1 Una penosa tarea se impuso 
a todo hombre, | y un pesado 
yugo oprime a los hijos de Adán, | 
desde el día que salen del seno de 
su madre, | basta el día en que 
vuelven a la tierra, madre de todos: 

2 Los pensamientos y los temores 
de su corazón, | y la continua espera 
del día de la muerte. 

3 Desde el que glorioso se sienta 
en el trono, | hasta el humillado en la 
tierra y el polvo; 

4 Desde el que lleva púrpura y 
corona, | hasta el que viste groseras 
pieles; | la cólera, la envidia, la tur¬ 
bación, el temor, | la ansiedad de la 
muerte, la ira, y las querellas, | tur¬ 
ban en sueños nocturnos su corazón, 

5 Y en el tiempo del descanso en el 
lecho, | los sueños de la noche alte¬ 
ran su mente. 

6 Apenas descansa un poco, casi 
nada, | y luego se queda dormitando 
como en día de guardia, 

. 7 Se siente turbado con las visio¬ 
nes de su corazón, | como fugitivo 
que huye del enemigo. | Cuando des¬ 
pierta, ~sc ve a salvo | y se admira 
de sus terrores. 

8 En toda carne, desde el hombre 
hasta la bestia, | se da esto; pero 
siete veces más a los pecadores | se 
les añade: 

8 Peste y sangre, fiebre y espada, 


discordia, | devastación, ruina y vio¬ 
lencia, hambre y plagas. 

10 Todas estas cosas fueron creadas 
por los inicuos, | y por ellos vino el 
diluvio. 


Los bienes fie los impíos. 

11 Todo lo que viene de la tierra, a 
la tierra vuelve, | y lo que viene de 
las aguas, va al mar. 

12 El soborno y la injusticia serán 
borrados, | pero la honradez perma¬ 
nece para siempre. 

13 Las riquezas de los malvados se 
secarán como torrente, | que muge 
cuando al llover entre truenos 

14 Crecido arrastra peñascos; | pero 
pronto se seca, le viene su fin. 

16 La posteridad de los impíos no 
echará brotes, | pues las raíces mal¬ 
vadas están sobre roca escarpada. 

16 Como berro que nace a la orilla 
de las aguas, | es arrancado antes 
que toda otra hierba. 


Lo mejor. 

17 La beneficencia no es nunca con¬ 
movida, I y la limosna perdura por 
siempre. 

18 La vida con vino y licor es 
dulce; | pero mejor que con estas dos 
cosas, con hallar un tesoro. 

19 La educación de los hijos y la 
construcción de una ciudad dan fama 
duradera, | más todavía tener una mu¬ 
jer sabia. 

20 El vino y la. música alegran el 
corazón, | pero sobre ambas cosas 
está el amor de la sabiduría. 

21 La flauta y el arpa hacen agra¬ 
dable el canto, | pero sobre ambas 
cosas está la lengua blanda. 

22 La gracia y la belleza son delicia 
de los ojos, | pero sobre ambas cosas 
está el verdor del campo. 

23 El amigo y el camarada son úti¬ 
les a su tiempo, | pero sobre ambos 
está la mujer prudente para el marido. 

24 Los hermanos y parientes para 
el tiempo de la tribulación, | pero 
más que unos y otros es salvadora la 
limosna. 

25 El oro y la plata son pie firme, | 
pero sobre ambas cosas es estimado 
el consejo. 

26 Las riquezas y la fuerza levantan 
el corazón, | pero sobre ambas cosas 
está el temor de Dios. 




1040 


ECLESIÁSTICO. 41, 42 


27 No hay penuria para el que teme 
al Señor, | con el no hay necesidad 
de buscar apoyos. 

28 El temor del Señor es como un 
paraíso de bendiciones, | y como bal¬ 
daquino sobremanera glorioso. 


La mendicidad. 

29 Hijo mío, no seas mendigo, | me¬ 
jor es morir que mendigar. 

30 El hombre que mira con ansias 
a la mesa ajena, | vive una vida que 
no se debe tener por vida. | Mancha 
su alma con manjares extraños, 

31 Que son tormento para el varón 
sabio e inteligente. 

32 Para el mendigo es dulce la men¬ 
dicidad, | pero es fuego que le abrasa 
las entrañas. 


La muerte. 

IJ 1 iOh muerte, cuán amarga es tu 
* * memoria, | para el hombre que 
se siente satisfecho con sus riquezas; 

3 Para el hombre a quien todo son¬ 
ríe y en todo prospera, | y que aún 
puede disfrutar de los placercsl 

3 iOh muerte, bueno es tu fallo, | 
para el indigente y agotado de fuerzas; 

4 Para el cargado de años y de 
cuidados, | quebrantado de ánimo y 
sin cspcranzal 

B No temas el fallo de la muerte: | 
acuérdate de los que te precedieron 
y los que te seguirán, | y que éste es 
el juicio del Señor sobre toda carne. 

6 ¿Por qué rebelarte contra el lallo 
del Altísimo? | Que vivas diez, cien 
o mil años, 

7 En el Ades no hay disputas sobre 
la duración de la vida. 


La descendencia de los impíos. 

8 Descendencia abominable es la 
de los pecadores, | y generación de 
necios la que mora en la casa del 
impío. 

9 La herencia de los hijos de los 
pecadores se arruinará, | y lo que 
quedará a su linaje es el oprobio. 

10 Al padre impío le ultrajan sus 
hijos, | porque a causa de él viven 
ellos en oprobio. 

11 ¡Ay de vosotros, hombres im¬ 
píos, | que abandonáis la ley del Dios 
altísimol 


12 Si tenéis prole será para vuestro 
daño, | y si engendráis será para 
lamentarlo. 

13 Cuanto viene de la tierra a la 
tierra ha de volver, | así los impíos 
van de la maldición a la ruina. 

14 El cuerpo del hombre es vani¬ 
dad; | el buen nombre no será bo¬ 
rrado. 

16 Ten cuidado de tu nombre, que 
permanece, | más que de millares de 
tesoros. 

16 Los días de vida feliz son con¬ 
tados, | pero los del buen nombre 
son innumerables. 

17b Sabiduría escondida y tesoro 
oculto, j ¿que aprovechan una y otro? 

18 Mejor es quien oculta su nece¬ 
dad, | que quien oculta su sabiduría. 


La verdadera y falsa vergüenza. 

17 a Observad, hijos míos, la disci¬ 
plina del pudor; 

19 Sed pudorosos conforme a mis 
palabras. 

20 Pero no es laudable avergonzarse 
de todo, | ni todo pudor merece apro¬ 
bación. 

21 Avergonzaos de la fornicación 
ante vuestros padres, 

22 Y de la mentira ante el juez y 
el príncipe; | del fraude ante el amo 
y el ama, | y de la traición ante la 
asamblea > ante el pueblo. 

23 De la injusticia ante el compa¬ 
ñero y el amigo, 

24 Y del robo ante tus convecinos; | 
de haber quebrantado un juramento 
y un pacto; | de apoyar a la mesa el 
codo sobre el pan, | y del vituperio 
por las cuentas que haya que dar. 

25 De no responder a un saludo, | 
de fijar la mirada sobre mujer ajena; 

27 De acercarte a su criada y de 
apoyarte en su lecho; 

26 De apartar el rostro de un pa¬ 
riente; | de apropiarte dones y ob¬ 
sequios; 

28 De las palabras de ultraje a los 
amigos, | y de reprocharles después 
de haberles dado algo. 

1 De divulgar lo que has oído | 
y de revelar secretos. | De estas 
cosas lias de avergonzarte con razón, | 
y hallarás gracia ante todos los hom¬ 
bres. | Pero he aquí de qué no te has 
de avergonzar | ni tener temor de 
hacerlo: 

3 De la ley del Altísimo y de su 






ECLESIÁSTICO. 43 


1041 


alianza; | de la condenación pronun¬ 
ciada contra el impío; 

3 De arreglar las cuentas con el 
amo y con el compañero, | y de la 
partición de una herencia o de una 
propiedad; 

4 De la justeza en la balanza y en 
los pesos, ni de comprobar el peso y 
la medida, 

6 Ni de comprar poco o mucho, | ni 
de ajustar el precio con el vendedor; | 
ni de corregir con frecuencia a los 
hijos, | ni de azotar hasta la sangre 
al siervo rebelde; 

6 Ni de sellar la puerta de la casa 
donde hay una mala mujer, | ni de 
echar la llave donde hay muchas 
manos; 

7 De marcar lo que deposites, | y 
anotar en libro con cuidado lo que 
des o recibas; 

8 Ni de reprender al insensato y al 
necio, | y aun al anciano sospechoso 
de liviandad. | Así serás verdadera¬ 
mente honrado de todos, | y tendrás 
la aprobación de todos. 

Los cuidados por la hija. 

9 Una hija es para el padre un te¬ 
soro que hay que guardar, | un cui¬ 
dado que quita el sueño, | porque en 
su juventud no sea violada | y no 
sea aborrecida después de casada; 

10 En su doncellez no sea deshon¬ 
rada, I y se vea encinta en la casa de 
su padre; | que no sea infiel al ma¬ 
rido, | y bien casada sea estéril. 

11 Hijo mío, sobre la hija atrevida 
refuerza la vigilancia, | no te haga 
escarnio de tus enemigos, | fábula de 
la ciudad, objeto de burla entre el 
pueblo, | y te avergüence en medio 
de la muchedumbre. | Que su habi¬ 
tación no tenga ventana, | ni en la 
alcoba donde por la noche duerme 
haya entrada que dé a ella, 

12 Que no muestre su belleza a 
ninguno, | ni tenga trato íntimo con 
mujeres. 

13 Porque de los vestidos sale la 
polilla, | y de la mujer la maldad 
femenil. 

14 Mejor es la rudeza del varón que 
la mujer zalamera, | y la hija des¬ 
honrada es el oprobio de los padres. 

Las obras <le Dios. 


Señor existe todo, | y todo cumple 
su voluntad según su ordenación: 

18 El sol sale y lo alumbra todo, | y 
la gloria del Señor se refleja en todas 
sus obras. 

17 No pueden los santps enumerar 
suficientemente | ni contar todas sus 
maravillas. | El Señor fortaleció a 
todos sus ejércitos angélicos, | para 
asistir delante de su gloria. 

18 El investiga el abismo y el co¬ 
razón del hombre, | y penetra todas 
sus reconditeces. 

19 Cono.ce lo pasado y lo venidero, | 
aun lo más oculto. 

20 No hay pensamiento que se le 
escape, | ni palabra oculta para él. 

21 El ordenó la grandeza de su 
sabiduría, | es uno y el mismo desde 
la eternidad; 

22 Nada tuvo que añadir ni quitar, | 
y no necesitó consejo de nadie. 

23 iCuán deleitables son todas sus 
obrasl | Y es sólo como una chispa 
lo que de ellas podemos conocer. 

24 Todo vive y permanece para 
siempre, | y todo le obedece. 

26 Difieren todas unas de otras, | y 
no hay nada inútil. 

26 Uno contribuye al bien del otro, | 
¿quién se saciará de admirar su be¬ 
lleza? 


El sol. 

IQ 1 Magnífico es en las alturas el 
firmamento, | y es bellísimo el 
aspecto de los ciclos. 

2 Sale el sol e irradia su calor, | 
criatura admirable, obra del Altísimo. 

3 Al mediodía abrasa la tierra, | ¿y 
quién puede resistir sus ardores? 

4 Necesita el artesano soplar el 
horno para las obras que requieren 
fuego, | pero tres veces más abrasa 
el sol los montes. | Sus rayos abrasan 
el orbe, | sus resplandores deslum¬ 
bran los ojos. 

6 Grande es el Señor, que le hizo, | 
y por cuya virtud acelera el sol su 
carrera. 


La luna y las estrellas. 

6 También la luna brilla siempre a 
sus tiempos, | para señalar perpetua¬ 
mente su sucesión. 


16 Voy a traer a la memoria las 7 Por la luna conocemos los días 
obras del Señor | y a pregonar lo de fiesta, | y mengua cuando ha lle- 
que he visto. | Por la palabra del I gado a su plenitud. 


66 









1042 


ECLESIÁSTICO, 44 


8 En la luna nueva, según su nom¬ 
bre, se renueva, | y en sus varios 
cambios crece maravillosamente. 

9 Es prenda escogida de los ejércitos 
de las alturas, | al resplandecer en el 
firmamento de los cielos. 

10 Hermosura del cielo es el res¬ 
plandor de las estrellas, | brillante 
adorno de las alturas del Señor. 

11 Por la palabra del Santo guar¬ 
dan su ordenanza, | y no se cansan 
de hacer la centinela. 


Los fenómenos nieteorolójfieos. 

12 Pon la vista en el arco iris y 
bendice al que lo hizo. | iQué hermoso 
es por su esplcndorl 

13 Con su círculo luminoso abarca 
el cielo; | le tendieron las manos del 
Altísimo. 

14 El poder de Dios dirige al rayo | 
y hace volar sus saetas justicieras. 

15 Para este fin abre el almacén 
de sus tesoros | y hace volar como 
aves las nubes. 

16 Con su poder las condensa | y 
desmenuza las pcdrezuclas del gra¬ 
nizo. 

18 A la voz de su trueno retiembla 
la tierra, 

17 Se estremecen los montes. | A su 
orden sopla el viento solano, | el aqui¬ 
lón y el torbellino. 

19 Como turbiones de aves hace 
volar la nieve, | que se posa en la 
tierra como la langosta, 

20 Y con su blancura deslumbra 
los ojos, | y de verla caer el corazón 
se extasía. 

21 Derrama como sal la escarcha, | 
que se endurece como puntas de es¬ 
pino. 

22 Hace soplar el viento frío del 
norte, | y el agua se endurece y se 
convierte en cristal. | Se forma en 
los estanques una costra, | que los 
cubre como coraza. 

23 Devora los montes y abrasa el 
desierto, | y como fuego quema todo 
verdor. 

24 Remedio pronto de estos males 
°s una niebla, | el rocío para empa¬ 
par la tierra seca. 

25 Hizo que el mar se hundiera. I 
Según su decisión, depositó en el 
fondo los abismos | y en medio de 
él las Islas. 

26 Los que navegan por el mar 
cuentan su Inmensidad, f y al oírlos 
nos pasmamos. 


27 Se ven allí obras de las más 
maravillosas y espantables, | mil gé¬ 
neros de animales y monstruos ma¬ 
rinos. 

28 El Señor da a los navegantes 
buen suceso, | y por su palabra tiene 
éxito el viaje. | Todo lo ordena su 
voluntad. 


Las obras «le Dios superan toda 
alabanza. 

29 Mucho más diría y no acabaría, | 
y el resumen de nuestro discurso será: 
«El lo es todo.» 

30 Si quisiéramos dignamente ala¬ 
barle, jamás llegaríamos, | porque él 
es mucho más grande que todas sus 
obras. 

31 Es terrible el Señor, muy grande, | 
y su poder sobre toda admiración. 

32 Cuantos alabáis al Señor, alzad 
la voz | cuanto podáis, que está muy 
por encima de vuestras alabanzas. 

( 33 ). 34 Los que le ensalzáis, cobrad 
nuevas fuerzas, | no os rindáis, que 
nunca llegaréis al cabo. 

35 ¿Quién le vió y puede darle a 
conocer, | y quién puede engrande¬ 
cerle tanto como él es? 

38 Lo escondido de él es mucho más 
que todo esto, | pues lo que vemos 
de sus obras es muy poco. 

37 El Señor ha creado todas las 
cosas, | y él dió la sabiduría a los 
justos. 


rioifio de lo> ¡Mitriami^. 

ii 1 Alabemos a los varones glo- 
44 riosos, | nuestros padres, que 
vivieron en el curso de las edades. 

2 Grande gloria les confirió el 
Señor, | y magnificencia desde el 
principio. 

3 Ejercieron en sus reinos el se¬ 
ñorío, | y fueron famosos por su 
valor. | Consejeros de gran pruden¬ 
cia, | que todo lo veían en visiones 
proféticas. 

4 Con sus consejos guiaron ni pue¬ 
blo, | y por su sabiduría fueron sus 
príncipes. 

b Sabios escritores | y autores de 
sentencias llenas de doctrina; | Inven¬ 
tores de melodías musicales | y com¬ 
positores de poemas y proverbios; 

8 Ricos, llenos de gran poder, | que 
en sus moradas gozaron pacíficamente 
de sus bienes, 






ECLESIÁSTICO, 45 


1043 


7 Fueron honrados entre sus co¬ 
etáneos | e ilustres en sus días. 

8 Muchos de ellos dejaron gran 
nombre, | para que se canten sus 
alabanzas. 

9 También hubo otros de ellos de 
quienes no hay memoria, | que pasa¬ 
ron como si jamás hubieran sido, | y 
vinieron a ser como si no hubieran 
nacido, | y lo mismo sus hijos en 
pos de ellos. 

10 Mas los primeros fueron hombres 
piadosos, | cuya justicia no cayó en 
el olvido. 

11 La dicha perdura con su linaje, 

12 Y su heredad pasó a los hijos 
de sus hijos. | Su linaje se mantiene 
fiel a la alianza, 

13 Y sus hijos lo fueron por amor 
de ellos. | Por siempre permanecerá 
su descendencia | y no se borrará su 
gloria. 

14 Sus cuerpos fueron sepultados 
en paz, | y su nombre vive de .gene¬ 
ración en generación. 

15 Los pueblos se hacen lenguas de 
su sabiduría, | y la asamblea pregona 
sus alabanzas. 


Enoc y ÍVoé. 

16 Enoc fué grato a Dios y trasla¬ 
dado, | ejemplo de piedad para las 
generaciones venideras. 

17 Noé fué hallado enteramente 
justo, | y en el tiempo de la cólera 
fué ministro de reconciliación. 

18 Por él se conservó un resto en la 
tierra | cuando ocurrió el diluvio; 

19 Y mediante una señal eterna, 
Dios hizo con él alianza | de no borrar 
con el diluvio la humanidad. 


Xbraharn e Isac. 

20 Abraham fué padre de multitud 
de naciones, | y no hay semejante a 
él en la gloria, | que guardó la ley 
del Altísimo | y mediante un pacto 
vino a unirse con él. 

21 En su carne llevó la señal del 
pacto, | y en la prueba fué hallado 
fiel. 

22 Por eso le confirmó con jura¬ 
mento, I que los pueblos serían ben¬ 
decidos en su descendencia, | y que 
le multiplicaría como el polvo de 
la tierra 

23 Y como los astros sería levantado 
su linaje, | y que los heredaría desde 


un mar al otro mar | y desde el río 
hasta el cabo de la tierra 

24 También a Isac le confirmó, 
por Abraham, su padre, 

25 El pacto y la bendición de todos 
los hombres, | que él hizo descender 
sobre la cabeza de Israel. 

26 En su bendición le prefirió | y le 
asignó la herencia de la tierra, | que 
dividió en porciones | y la repartió 
entre las doce tribus. 

27 E hizo descender de él un varón 
piadoso | que halló gracia ante todos 
los hombres. 


Moisés. 


i £ 1 Amado de Dios y de los hom- 
~ 1 bres,| Moisés, cuya memoria vive 
en bendición, | se hizo en la gloria se¬ 
mejante a los santos, | y le engrandeció 
haciéndole espanto de los enemigos. | 
Con su palabra hizo cesar los vanos 
prodigios, | y le honró en presencia 
de reyes. | Le dió preceptos para su 
pueblo | y le hizo ver su gloria. 

4 Por su fe y mansedumbre | le 
escogió de entre toda carne. 

5 Le hizo oír su voz | y le intro¬ 
dujo en la nube. 

6 Cara a cara le dió sus preceptos, ¡ 
la ley de vida y de sabiduría, | para 
enseñar a Jacob su alianza | y sus 
juicios a Israel. 


Aró n. 

7 Elevó a Arón haciéndole santo, 
semejante a sí, | hermano de Moisés, 
de la tribu de Leví; 

8 Y estableció con él una alianza 
eterna, | y le dió el sacerdocio del 
pueblo. | Le honró con ricos orna¬ 
mentos, 

9 Y le ciñó una túnica espléndida; 
le vistió con suntuosa magnificen¬ 
cia | y le destinó vestidos honrosos, 

10 Los calzones, la túnica y el cfod; | 
le rodeó de granadas de oro | y de 
muchas campanillas en torno, 

11 Para que sonasen cuando él an¬ 
daba, | y se oyera su sonido en el 
santuario, | para avisar a los hijos 
de su pueblo. 

12 Le vistió con vestidos santos, 
tejidos de oro, púrpura y jacinto; j 
de púrpura roja, obra primorosa, | el 
pectoral del juicio, los urim y los 
tumim, | hecho de hilo de púrpura 







1044 


ECLESIÁSTICO. 46 


escarlata, obra plumaria de hábil ar¬ 
tista; | de piedras diversas talladas 
como los sellos, I engastadas en oro, 
obra de joyero, I para memoria por 
la escritura tallada, ¡ según el núme¬ 
ro de las tribus de Israel. 

14 Y le puso una corona de oro 
sobre la tiara, | y una diadema con 
esta inscripción grabada: «Santidad», | 
insignia de honor, obra magnífica, ¡ 
placer de los ojos, obra de acabada 
belleza. 

15 Antes de Arón nadie se vistió 
jamás ni se vestirá como él, 

16 Ningún extranjero la vestirá, sino 
sólo sus hijos | y los que descienden 
de ellos por siempre. 

17 Sus sacrificios serán ofrecidos | 
dos veces cada din perpetuamente. 

18 Moisés le llenó las manos | y le 
ungió con el óleo santo. 

19 Y fue esta consagración un pacto 
eterno, para él | y para su descen¬ 
dencia por los días del cielo, | para 
servir al Señor en el ejercicio del 
sacerdocio | y bendecir en nombre del 
Señor a su pueblo. 

20 Entre todos los vivientes le es¬ 
cogió el Señor, | para que le presen¬ 
tase las ofrendas, | los perfumes y el 
buen olor para memoria, | a fin de 
hacer la expiación de su pueblo. 

21 Y le dio sus preceptos, | y poder 
para decidir sobre la ley y el dere¬ 
cho, | para enseñar sus mandamientos 
a Jacob | e instruir en su ley a Is¬ 
rael. 

22 Se levantaron contra él extra¬ 
ños, j y en el desierto le tuvieron 
envidia | los partidarios de Datán y 
Abirón, | y la banda de Coré con 
furia y cólera. 

23 Viólo el Señor y se desagradó de 
ellos, | y en el ardor de su cólera los 
exterminó; 

24 Hizo contra ellos prodigios | y los 
consumió con un fuego abrasador; 

25 Y aumentó la gloria de Arón 1 
asignándole una heredad; | y le dio 
en porción las primicias de los frutos 
de la tierra, 

26 b Y comer los sacrificios del Señor; 

26 a Y los panes de la proposición 
son su porción, 

26 c Que le dió a él y a su descen¬ 
dencia. 

27 Sólo en la tierra no los heredó, | 
no tuvieron parte en medio del pue¬ 
blo, I porque «él será tu porción y tu 
heredad». 

28 Y Finés, hijo de Eleazar, fué el 
Lcrccro en la dignidad, | por haber 


mostrado celo por el Dios del Uni 
verso, 

29 Y por haber resistido en la de¬ 
fección del pueblo, | con la fortaleza 
de su corazón generoso, | haciendo 
así la expiación de rsracl. 

80 Por esto le fué confirmada por 
decreto | una alianza perpetua para 
servir en el santuario, | a fin de que él 
y su descendencia | tengan el sumo 
sacerdocio para siempre. 

81 También Dios hizo lina alian¬ 
za con Dav ? d, | hijo de Jesé, de la 
tribu de Judá; | su trono lo hereda 
su hijo ante Dios, | como la heredad 
de Arón pertenece a el y a su des¬ 
cendencia. | Bendecid, pues, ?1 Señor, 
poique es bueno | y os ha coronado 
de gloria; | que derrama la sabiduría 
en vuestros corazones, | para juzgar 
a su pueblo con justicia, | a fin de 
que no desaparezca su bienestar j ni 
su gloria de generación en generación. 


«1OSIlÓ 

1 Fuerte en las batallas fué 
Josué, hijo de Nun, | sucesor 
de Moisés en la dignidad profética; | 
que fué, según su nombre, 

2 Grande en la salud de los elegidos 
del Señor, | para ejercer la venganza 
contra los enemigos que se le opu¬ 
sieron, | para poner a Israel en po¬ 
sesión de su heredad. 

3 ¿Qué gloria no alcanzó cuando 
alzó sus manos, | y extendió su espada 
contra las ciudades? 

4 ¿Quién le resistió? I Porque él 
combatió las batallas del Señor. | ¿No 
se detuvo el sol al tender su mano, | 
y un solo día fué igual a dos? 

6 Invocó al Altísimo Soberano, | 
mientras acosaba por todas partes a 
los enemigos; | y le respondió el Señor 
grande | con piedras de granizo de 
gran potencia, 

7 Que arrojó contra el pueblo ene¬ 
migo, | y en la bajada aniquiló a los 
adversarios; 

8 Para que las naciones conociesen 
su anatema, | y que era contra Dios 
la guerra que hacían, | y que él obe¬ 
decía las órdenes del Todopoderoso. 

9 Y en los días de Moisés mostró 
su misericordia | con Caleb, hijo do 
Jefonc, | impidiendo la defección del 
pueblo | y reprimiendo la murmura¬ 
ción de los sediciosos. 

10 Sólo estos dos fueron reserva¬ 
dos | fc dc los seiscientos mil infantes, | 






ECLESIÁSTICO. 47 


1045 


para ser introducidos en la heredad, | 
en la tierra que mana leche y miel. 

11 Y el Señor di ó a Caleb vigor | 
que conservó hasta la vejez, | para 
que subiese a lo alto de la tierra; | y 
su descendencia obtuvo la heredad, 

12 A fin de que viesen todos los 
hijos de Israel | que es bueno cami¬ 
nar en pos del Señor. 

13 Y los jueces, cada uno por su 
nombre, | los que no pervirtieron su 
corazón J y no se apartaron del 
Señor, | 14 sea bendita su memoria, | 
florezcan sus huesos en la sepultura, 

1& Y en sus hijos se renueve su 
nombre. 

Samuel. 

16 Samuel, amado de su Señor | y su 
profeta, estableció la monarquía | y 
ungió a los príncipes de su pueblo. 

17 En la ley del Señor juzgó a la 
nación, | y visitó el Señor a Jacob. 

18 Por su fidelidad fué interrogado 
como vidente, | y reconocido por su 
fidelidad como vidente fiel. 

19 a E invocó al Señor Todopodero¬ 
so | cuando los enemigos le acosaban 
por todas partes, | con la ofrenda de 
un cordero primal. 

20 Y tronó del cielo el Señor, | e hizo 
oír su voz por medio de un gran 
estampido, 

21 Y aplastó a los príncipes enemi¬ 
gos, | a todos los príncipes de los 
filisteos; 

22 Y antes de la hora del sueño 
eterno | pidió testimonio ante el 
Señor y su ungido: | «Bienes, ni si¬ 
quiera unas sandalias | de nadie he 
recibido.» | Y nadie pudo acusarle. 

23 Y después de su muerte profe- i 
tizó, | y anunció al rey su fin, | e hizo 
oír saliendo de la tierra su voz pro- i 
fótica, | para borrar la iniquidad del 
pueblo. 

Duy¡<1 

i *7 1 Luego se levantó Natán, | que 
* profetizó en los días de David. 

2 Como se separa el sebo de la 
carne de la hostia pacífica, | así fué 
separado David de los hijos de Israel. 

3 Jugó con leones como con ca¬ 
britos, 1 y con osos como con cor¬ 
deros. | ¿No mató en su juventud 
al gigante, 1 haciendo cesar el opro¬ 
bio de Israel? 

6 Al levantar la mano con la piedra 


en la honda, | abatió la soberbia de 
Goliat. 

6 Porque invocó al Señor altísimo, | 
y este dió fuerza a su diestra, | para 
derribar al hombre poderoso en la 
guerra, | y ensalzar el cuerno de su 
pueblo. 

7 Por lo cual le cantaron las don¬ 
cellas | y le aclamaron con «Diez 
mil». | Cuando se ciñó la corona em¬ 
prendió la guerra 

8 Y sujetó a los enemigos de en 
derredor; | puso guarniciones entre 
los filisteos, | y hasta el día de hoy 
quebrantó su poder. 

9 En todas sus empresas dió gra¬ 
cias | al Dios altísimo con himnos 
de alabanza. 

10 Con todo su corazón amó a su 
hacedor | y cada día le alabó con 
salmos. 

11 Estableció instrumentos que ha¬ 
bían de tocarse al cantar ante el 
altar, | y ordenó el canto de los 
salmos acompañado de arpas. 

12 Dió gran esplendor a las fiestas, | 
y solemnizó las fiestas de todo el 
año, | alabando el santo nombre de 
Dios | desde el alba, haciendo reso¬ 
nar desde el alba el santuario. 

13 El Señor le perdonó sus pecados, | 
y ensalzó para siempre su poder, | le 
aseguró una sucesión en el reino, | y 
puso su trono sobre Israel. 

14 Después de él se levantó un lujo 
sabio, | que por su padre gozó de 
prosperidad. 


Salomón. 

15 Salomón que reinó en días de 
paz, | y Dios le dió descanso de todas 
partes, | para que levantase la casa 
a su nombre | y .preparase un san¬ 
tuario eterno. 

16 ¡Cuán sabio fuiste en tu juven¬ 
tud, | y como un río fuiste lleno de 
inteligencia! | Con tu inteligencia 
abarcaste la tierra, 

17 Y la llenaste de proverbios y 
enigmas; ] llegó tu nombre hasta las 
remotas islas, | y fuiste amado a 
causa de la paz. 

18 Por los cánticos, proverbios y 
parábolas, | y por las respuestas, 
fuiste la admiración de las naciones. 

19 En el nombre del Señor Dios, | 
que es Dios de Israel, 

20 Congregaste el oro como hierr:>, | 
y como plomo amontonaste la plata; 

21 Pero te diste al amor de las mu- 









1046 


ECLESIÁSTICO, 48 


jeres | y les diste poder sobre tu 
cuerpo; 

22 Y pusiste mácula en tu gloria | 
y deshonraste tu estrado; | y trajiste 
la cólera sobre tus hijos j y lamentos 
sobre tu linaje, 

23 Cuando el pueblo se dividió en 
dos, | y de Efraím tuvo origen un 
reino rebelde. 

24 Pero el Señor no abrogó su pro¬ 
mesa misericordiosa, | ni dejó de 
cumplir ninguna de sus palabras, | ni 
borró la descendencia de su elegido, | 
ni extirpó el linaje del que fué su 
amado; 

26 Y dió un resto a Jacob, | y a 
David un renuevo salido de él; 

26 Y murió Salomón ya anciano, 

27 Y dejó en pos de sí un hijo so¬ 
berbio, 

28 Rico en necedad, pobre en inte¬ 
ligencia; | Roboam, que con su reso¬ 
lución incitó al pueblo a la rebeldía. 

29 Jeroboam, hijo de Xabat, que 
pervirtió a Israel ¡ y puso a Efraím 
en camino de pecado; | y se multi¬ 
plicaron mucho sus maldades, 

30 Hasta ser expulsado de su 
tierra. 

31 Y se precipitaron en todo gé¬ 
nero de maldades, | hasta que vino 
sobre ellos la venganza. 


Elias y Elíseo. 

IQ 1 Como un fuego se levantó 
” 1 Elias, | y su palabra era ar¬ 
diente como antorcha; 

2 Y trajo sobre ellos el hambre, | y 
en su celo los redujo a pocos. 

3 Con la palabra del Señor cerró 
los cielos, | y por tres veces hizo 
bajar fuego. 

4 iCuán glorioso fuiste, Elias, con 
tus prodigiosl | ¿Quien podrá gloriarse 
de parecerse a ti? 

6 Tú que levantaste un muerto del 
sepulcro, | y del Ades por la palabra 
del Altísimo; 

6 Que precipitaste los reyes en la 
ruina, | a los ilustres de su estrado; 

7 Que oíste en el Sinaí las amena¬ 
zas de Dios, | y en el Horeb los 
juicios vengadores; 

8 Que ungiste a los reyes ejecutores 
de los castigos, | y a los profetas que 
te sucedieron; 

9 Que fuiste arrebatado en un tor¬ 
bellino de fuego, | en un carro tirado 
por caballos ígneos, 

10 Adscrito y preparado para los 


tiempos venideros, | para aplacar la 
cólera antes del día del Señor, | para 
reducir los corazones de los padres a 
los hijos, | y restablecer las tribus 
de Jacob. 

11 Dichosos los que mueran después 
de haberte visto, | pero más feliz tú, 
que por siempre vivirás. 

12 Cuando Elias desapareció de la 
vista en el torbellino, | Elíseo fué 
lleno de su espíritu; | duplicó sus 
prodigios, | y todas las palabras de 
su boca eran un milagro. | En sus 
días no tembló ante los príncipes, | ni 
mortal ninguno le subyugó. 

14 Xada fué para él imposible, | y 
en el sepulcro su cadáver profetizó. 

16 Vivo hizo prodigios, | y aun 
muerto realizó maravillas. 

16 Con todo eso no se arrepintió 
el pueblo, | ni se apartó de sus pe¬ 
cados, I hasta que fué arrojado de su 
tierra j y dispersado entre las na¬ 
ciones. 

Exequias . 

17 Pero quedó Judá, aunque redu¬ 
cido a poco, | y príncipes en la casa 
de David; 

18 Y algunos de ellos hicieron lo 
que es grato a Dios, | pero otros se 
llenaron de iniquidad. 

19 Ezcquías fortificó su ciudad, | e 
introdujo las aguas de Gihón dentro 
de ella. | Con el hierro excavó la 
roca | y edificó estanques para las 
aguas. 

20 En sus días subió Senaquerib, | y 
envió a Rabsaces, | que levantó su 
mano contra Sión, | y en su soberbia 
blasfemó contra Dios. 

21 Se estremecieron entonces sus 
corazones | y sintieron dolores como 
de parto, 

22 E invocaron al Señor misericor¬ 
dioso, | y tendieron hacia él sus 
manos; | y al’ instante los oyó el 
Santo desde el ciclo 

23 Y los libró por mano de Isaías. 

24 Hirió el ángel del Señor el campo 
de los asirios, | y su derrota se tornó 
en desordenada huida, 

25 Porque hizo Ezequías lo que es 
grato al Señor, | y siguió los pasos de 
David, su padre, | los preceptos que 
le dió Isaías, profeta, | grande y verí¬ 
dico en sus oráculos. 

26 En sus días hizo retroceder el 
sol, | y prolongó la vida del rey. 

27 Con grande inspiración vi ó los 
tiempos últimos, | y consoló a los 








ECLESIÁSTICO, 49, 50 


1047 


que lloraban en Sión; ¡ hasta el fin 
de los tiempos anunció lo futuro, | y 
las cosas ocultas antes de que suce¬ 
dieran. 

Josías. 

IQ 1 El nombre de Josías es como 

■ ’ perfume oloroso, | preparado por 
un perfumista. 

2 Su memoria es dulce como la 
miel a la boca, | y como la música 
en el banquete; 

3 Pues afligido por los extravíos 
del pueblo, | quitó de en medio las 
abominaciones de la iniquidad. 

4 Fue perfecto ante el Señor su 
corazón, | y en los días de la ini¬ 
quidad afirmó la piedad. 

6 Fuera de David, Ezequías y 
Josías, | todos los restantes incurrie¬ 
ron en pecado de negligencia, 

6 Porque no siguieron la ley del 
Altísimo, | los reyes de Judá, hasta 
el último. 

7 Y así Dios los entregó en poder 
de otros, | y su gloria a un pueblo 
necio y extraño, 

8 Y dieron al fuego la ciudad san¬ 
ta, | y convirtieron en desierto los 
caminos que a ella llevaban, 

l o* profeta*. 

9 Según los vaticinios de Jeremías’ 
a quien maltrataron, | siendo el 
profeta consagrado desde el seno de 
su madre, | para arrancar, destruir 
y arruinar, | para edificar, plantar y 
reforzar. 

10 Ezequiel vió en visión la gloria, | 
que el Señor le mostró sobre el carro 
de los querubes, 

11 E hizo mención de Job, el pro¬ 
feta, | que perseveró fiel en los cami¬ 
nos de la justicia. 

12 También los doce profetas; | flo¬ 
rezcan sus huesos en sus sepulturas, | 
porque curaron a Jacob | y le con¬ 
fortaron con una segunda esperanza. 

Xorolmhrl. 

13 ¿Cómo engrandeceremos a Zoro- 
babel, | que era como un sello en 
la mano derecha? 

14 Y lo mismo a Jesús, hijo de 
Joscdec, | que en sus días reedifi¬ 
caron el altar, | y erigieron el templo 
santo, | destinado a una gloria eterna. 

16 También Nehemías, cuya memo¬ 
ria sea gloriosa, | levantó nuestras 
ruinas, | reedificó nuestras casas 


arruinadas, \ puso puertas y cerrojos. 

18 Pocos en la tierra como Henoc, | 
que fué trasladado de la tierra. 

17 Y no hubo ningún nacido como 
José, | que fué señor de sus herma¬ 
nos, sustentador de su pueblo, 

18 Cuyos huesos fueron cuidadosa¬ 
mente traídos. 

19 También Sem, Set y Enós son 
celebrados; | y sobre todos cuantos 
han vivido es la gloria de Adán. 

Simún. 

1 Príncipe de sus hermanos y 
OVI gloria d e su pueblo | fué Simón, 
hijo de Onías, sumo sacerdote. | En 
su vida fué restaurada la Casa, | y en 
sus días fué consolidado el templo. 

3 En su época fué cavado el es¬ 
tanque, | depósito semejante al mar 
por la cantidad de sus aguas. 

2 En sus días fué edificado el muro, | y 
torres de refuerzo como en palacio real. 

4 Protegió a su pueblo contra los 
ladrones, | y aseguró su ciudad contra 
los enemigos. 

6 jQué majestuoso cuando salía del 
santuario, | cuando se adelantaba de 
detrás de la cortinal 

6 Como la estrella de la mañana 
entre nubes, | como la luna llena en 
los días del plenilunio; 

7 Y como el sol radiante sobre el 
templo del Altísimo, 

8 Y como el arco iris, que se apa¬ 
rece en las nubes; | como flor entre 
el ramaje en los días primaverales, | 
como azucena junto a la corriente de 
las aguas; | como las flores del Líbano 
en los días de verano, 

9 Y como el incienso que arde 
sobre la ofrenda; | como vaso de oro 
finamente trabajado 

10 Y enriquecido con piedras pre¬ 
ciosas; 

11 Como el verde olivo cargado de 
fruto, | como ciprés que se alz a hasta 
las nubes, | cuando se ponía ^os or¬ 
namentos de su gloria, | y se vestía 
con las ropas suntuosas; 

12 Cuando subía al altar majes¬ 
tuoso, | y hacía resplandecer los 
ámbitos del santuario; 

13 Cuando recibía de sus hermanos 
las porciones de la víctima | y estaba 
en pie junto al fuego, | rodeado de 
una corona de hijos, | como renuevos 
de cedro en el monte Líbano, 

14 Y como sauces le rodeaban | todos 
los hijos de Arón en su majestad; 

16 Que en sus manos tenían las 





104 8 


ECLESIÁSTICO, 51 


ofrendas del Señor, | ante toda la 
congregación de Israel, | hasta aca¬ 
bar el. servicio del altar | y acabar 
el sacrificio al Altísimo. 

16 Tendía su mano a la libación, | y 
ofrecía la sangre de la vid; 

17 Y derramaba al pie del altar la 
sangre | de olor agradable al Sobe¬ 
rano Altísimo. 

18 Tocaban entonces los hijos de 
Arón | las trompetas de metal lami¬ 
nado, | y levantaban un fuerte so¬ 
nido, | para avisar que se hallaban 
ante el Altísimo. 

. 19 Entonces todo el pueblo a una 
se apresuraba | a caer rostro a tierra, | 
para adorar al Señor Altísimo, | al 
Santo de Israel. 

20 Y los cantores hacían oír su voz, | 
y en el vasto templo resonaba la 
dulce melodía; 

21 Y clamaba todo el pueblo de la 
tierra, | orando ante el Misericor¬ 
dioso, | hasta acabarse el servicio del 
altar, | y terminar el culto prescrito. 

22 Entonces Simón, bajando le¬ 
vantaba sus manos | sobre la congre¬ 
gación de los hijos de Israel, | para 
dar con sus labios la bendición de par¬ 
te de Dios, | y gloriarse en su nombre. 

23 Y de nuevo se postraban en 
tierra | para recibir de él la bendición: 

24 «Ahora bendecid al Señor, Dios 
de Israel, | que hace maravillas en 
toda la tierra; | que forma al hombre 
en el seno materno, | y le hace según 
su voluntad. 

25 Concédanos él la sabiduría de 
corazón | y haga reinar la paz en 
nuestros días. 

26 Que su misericordia permanezca 
con Simón, | y mantenga firme el 
pacto de Fines. | Que no sea roto el 
pacto con él | ni con su descendencia 
por los días del cielo.» 


ICa/.ns odiosas. 

27 Dos pueblos me son odiosos, ¡ y 
el tercero que ni siquiera es pueblo: 

28 Los que moran en la montaña 
de Seir, y los filisteos, | y el pueblo 
necio que habita en Siqueni. 


Kpilojjo. 

29 Doctrina sabia y sentencias pru 
dentes | consignó en este libro | Aesús, 
hijo de Slraj, de Jerusalén, | que 
derramó la sabiduría de su corazón. 


30 Dichoso el hombre que la me¬ 
dita; | el que la guarda en su cora¬ 
zón será sabio, 

31 Pues el que así haga triunfará en 
todo, | porque el temor del Señor es 
su camino. 


Oración de Jesús, hijo de Sirae. 


"r j 1 Te doy gracias, Señor y rey 
mío; | te alabaré, Dios de mi 

salud, 

2 Y confesaré tu nombre; | porque 
has sido mi protector y mi socorro, 

3 Y libraste mi cuerpo de la muerte ¡ 
y mi pie del poder del sepulcro. | Me 
libraste de la maledicencia pública, I 
del azote de la lengua calumniosa, | 
y contra mis adversarios | fuiste mi 
socorro. 

4 Y me libraste según tu miseri¬ 
cordia, | del rechinamiento de los 
preparados a devorarme, 

6 Del poder de los que atentaban 
contra mi vida; | de las muchas tri¬ 
bulaciones que me acosaban, 

6 De la asfixia de las llamas que 
me envolvían; | y en medio del fuego 
no me quemé. 

7 Del profundo seno del sepul¬ 
cro, | de la lengua malvada, de los 
discursos embusteros, | de las saetas 
de la lengua mentirosa. 

8 Estuvo mi alma al borde de la 
muerte, 

0 Y mi vida próxima al profundo 
. sepulcro. 

10 Me volví a todas partes y no 
hallaba ayuda; -| miré buscando so- 

! corro humano, mas en vano; 

11 Pero me acordé, Señor, de tu 
misericordia, | de tu antigua conducta, 

12 De que salvas a los que en ti 
esperan | y los libras de todo mal; 

13 Y alcé entonces mi voz, | y te ro- 
guéa las mismas puertas del sepulcro. 

14 Y clamé al Señor Altísimo: | 
«Señor, tú eres mi padre, el campeón 
de mi salud; | no me abandones en 
el día de la tribulación, | en el día 
de la ruina y de la devastación. 

15 Alabaré continuamente tu nom¬ 
bre | y en mi acción de gracias te 
cantaré.» | Entonces escuchó el Señor 
mi oración 

16 Y me salvó de la ruina | y me 
sacó de todo mal. 

17 Por esto te daré gracias y te 
alabaré, | y bendeciré el nombre 
del Señor: 









ECLESIÁSTICO. 51 


1049 


Letanía. 

Alabad al Señor, porque es bue¬ 
no, | porque es eterna su misericordia, 

Alabad al Dios de las alabanzas, 
porque es eterna su misericordia 

Alabad al Señor, escudo de Israel, 
porque es eterna su misericordia. 

Alabad al Criador del universo, 
porque es eterna su misericordia. 

Alabad al libertador de Israel, | 
porque es eterna su misericordia. 

Alabad al que reúne los dispersos 
de Israel, | porque es eterna su mi¬ 
sericordia. 

Alabad al edificador de su ciudad y 
su santuario, | porque es eterna su 
misericordia. 

Alabad al que hizo brotar el cuerno 
de la casa de David, | porque es 

eterna su misericordia. 

Alabad al que eligió a los hijos de 
Sadoc para el sacerdocio, | porque 
es eterna su misericordia. 

Alabad al escudo de Abraham, | 
porque es eterna su misericordia. 

Alabad a la roca de Isac, | porque 
es eterna su misericordia. 

Alabad al Fuerte de Jacob, | por¬ 
que es eterna su misericordia. 

Alabad al que eligió a Sión, | por¬ 
que es eterna su misericordia. 

Alabad al Rey de los reyes gran¬ 
des, | porque es eterna su miseri¬ 
cordia, | y exaltó el cuerno de su 
pueblo, | para gloria de todos sus 
fieles, | para los hijos de Israel, el 
pueblo que a él se llega. | ¡Aleluya! 


Celo del autor por la sabiduría. 

18 Siendo yo joven y antes de 
extraviarme, | me di a buscar since¬ 
ramente la sabiduría. 

19 En mi oración la pedí, | y hasta 
el fin la busqué, 

20 Floreció, maduró como racimo, | 
y se regocijó en ella mi corazón, | y 
caminó mi pie por senda llana, | y des¬ 


de mi juventud ine abracé a la sabi¬ 
duría. 

21 Apliqué a ella mi oído y la recibí, 

22 Y hallé para mí mucha ciencia j 
e hice en ella grandes progresos. 

23 Me mostré reconocido al que 
me enseñó la sabiduría. | Y me pro¬ 
puse obrar según ella; | me esforcé 
por seguir el bien y no me avergon¬ 
zaré de ello. 

25 Mi alma se aficionó a ella | y 
nunca le volveré el rostro. 

26 Extendí mis manos a ella | y la 
hallé en toda su pureza. 

27 Jamás por la eternidad me 
apartaré de ella. 

28 b Alcé mis manos, | y conocí sus 
secretos. 

28 a Desde el principio adquirí por 
ella la inteligencia, 

28 c Y poroso no la abandonaré jamás. 

29 Mis entrañas se encendían con¬ 
templándola, | y por eso la adquirí 
y la tuve por bella adquisición. 

30 El Señor me dió en recompensa 
el don de la palabra, | y con ella le 
alabaré. 

31 Acercaos a mí, los que carecéis de 
instrucción, | y frecuentad mi escuela. 

32 ¿Hasta cuándo habréis de care¬ 
cer de este bien, | y vuestras almas 
han de tener sed? 

33 Yo abro mi boca y hablo, | para 
comunicaros de balde la sabiduría. 

34 Inclinad a su yugo vuestro cue¬ 
llo, | y vuestra alma reciba la ins¬ 
trucción. | Cerca está de quien la 
desea, | y el que se entrega a ella la 
hallará. 

35 Ved con vuestros ojos cuán poco 
me he fatigado yo, | y hallé en ella 
gran descanso. 

36 Oíd mis instrucciones cuanto más 
podáis, | y la adquiriréis sin oro ni 
plata. 

37 Alégrese de mi enseñanza vues¬ 
tra alma, | y no tendréis que aver¬ 
gonzaros al oír mi canto. 

38 Haced vuestra obra a tiempo | y 
en, su día el Señor os dará la recom¬ 
pensa. 
























NUEVO TESTAMENTO 













































INTRODUCCION 


AL NUEVO TESTAMENTO 


KL NUEVO TESTAMENTO, PLENITUD DEL ANTIGUO 


1. La epístola a los Hebreos comienza dándonos en breves y lapidarias 
palabras la diferencia entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. «Habiendo Dios 
hablado a nuestros padres en diversas maneras y muchas veces , por medio de los 
profttaSy al fin , en nuestros días nos habló por su Hijo , a quien constituyó heredero 
de todas las cosas f por quien hizo el mundo ; el cual , siendo el esplendor de su glo- 
ria , e imagen de su esencia f y que con el poder de su palabra sostiene todas las 
cosas , realizada la purificación de los pecados , está sentado a la diestra de Dios 
en las alturas (Hebr. /, 1-3). En el Antiguo Testamento , Dios se sirvió de Ios- 
profetas para instruir a su pueblo. Abraham, Moisés , David y Elias , Isaías , etc.y 
reciben las comunicaciones divinas, y cada uno en su forma van enseñando al 
pueblOy a fin de que le sirvan de norma en la vida que el Señor le tiene trazada 
hacia Cristo , objeto supremo de sus esperanzas. Todos estos son , usando de una 
palabra de San Pablo , como «ayos» que llevan de la mano a Israel hasta conducirlo 
al Maestro suprcmOy de quien recibirán la plenitud de la revelación (Gal. III , 24). 
A El, Unigénito del Padre , esplendor de su gloria e imagen de su esencia y por 
quien hizo todas las cosas y le estaba reservada la obra de la restauración de las mis- 
maSy destruyendo el pecado y la muerte y volviendo las cosas a aquel estado en 
que al principio habían sido creadas y hasta entregar después al Padre los poderes 
recibidos y que sea Dios todo en todas las cosas (I Cor. XV , 28). 


LA PREPARACION DEL MUNDO ANTIGUO EN LOS 
PUEBLOS GENTILES 


2. Asíy el Nuevo Testamento es la plnitud, el cumplimiento del Antiguo , 
como éste fué la preparación de aquél. Mas la preparación para la realización 
de misterios tan sublimes debía por necesidad de ser larga y trabaj sa, ni podía 
limitarse a un solo pueblo; debía extenderse a todos: que no se trataba sólo de la 
salud de Israely sino de la del género humano. Y para esta preparación era ante 
todo preciso que el hombre, caído en el pecado por la soberbia, se convenciese por 
propia experiencia de su incapacidad para levantarse de su postración, para 
alcanzar la verdad y la vida, para lograr aquella perfección y dicha a que aspiraba 
cuando deseó ser como Dios (Gén. 3 f 5). San Pablo llama a estos tiempos siglos 
de ignorancia y en los cuales Dios , Padre providente , no dejó de acudir a sus hijos 
para que siquiera a tientas le buscasen y se dispusiesen a recibir a Aquel por 



1054 


NUEVO TESTAMENTO 


quien tendrían la resurrección y la inda (In. 11. 2o). De esta preparación corres¬ 
ponde a Israel la parte principal, y por ello fué de Dios escogido como pueblo 
peculiar suyo, dándole la ley y las promesas; pero también tocaba su parte a los 
demás pueblos de la tierra, llamados asimismo a gozar de la gracia del Mesías, 
pues también son ellos criaturas de Dios (Ex. 19. 5). 

Estos pueblos se nos presentan al principio de la Historia aislados, con 
sus dioses propios y su culto, sus reyes } su territorio bien limitado , viviendo 
siempre con gran recelo de sus vecinos, y las relaciones de unos con otros son más 
que nada guerras. Entre estos pueblos hubo quienes se aventajaron en poder y en 
ambición de dominar. De aquí nacieron los grandes imperios orientales, que poco 
a poco fueron borrando las fronteras y preparando la unidad del mundo antiguo. 
Primero el asirio, al cual sucede el babilónico, y a éste el persa. La Biblia conoce 
la extensión de este imperio sobre ciento veintisiete provincias, que van desde la 
India hasta Etiopía. Otro imperio aparece en Occidente, el macedonio, que 
después de absorber las pequeñas repúblicas griegas, se adueña del imperio 
persa, con la aspiración de juntar en uno el Oriente y el Occidente y formar con 
ambos una grande unidad política informada por la cultura helénica. El ideal 
de Alejandro no fué realizado por él ni por sus sucesores; pero todavía se realizó 
en buena parte. 

Viene } por fin, de las regiones occidentales la fuerza de Roma, que des¬ 
pués de haber sometido a su imperio los pueblos del extremo occidental de Euro¬ 
pa y del Norte de Africa, se vuelve hacia el Oriente c incorpora a sus dominios 
una gran parte del imperio de Alejandro. De esta suerte quedó constituida una 
gran unidad política, que se extendía desde el Eufrates hasta el Océano y desde 
el Rin y el Danubio hasta la cordillera del Atlas. Todas estas provineias obede¬ 
cen ahora a una sola autoridad, habiendo desaparecido las fronteras que antes 
las dividtan, y permitiendo a los súbditos de tan vasto imperio recorrer sin estor¬ 
bo alguno todas las vastas provincias en que mantenían <1 orden las legiones 
romanas. 

3. Pero no es sólo la unidad política lo que Roma impone, sino también la 
unidad cultural. Por encima de la cultura peculiar de cada pueblo y de la que 
imponía la dominación romana, se extendía la cultura helénica, la lengua, la 
literatura } el arte, la filosofía creada por los griegos, que Alejandro y sus suceso¬ 
res extendieran por el Oriente, y que las colonias griegas y luego el mismo imperio 
romano, vasallo en lo cultural de los griegos, difundieron por las provineias occi¬ 
dentales, viniendo a constituir otro principio de unidad más fuerte que el primero. 

Una parte del helenismo era la religión. Cada pueblo tenía sus dioses; pero 
todos sintieron el atractivo del arte y de la mitología griegos, dejándose influir 
por ellos, si bien compensándose de este homenaje con la influencia que ellos 
mismos ejercieron sobre la religión helénica. Con esto los subditos del imperio 
romano salieron de la estrechez de sus concepciones culturales y religiosas que 
antes tenían, para adquirir otras más amplias, si no más verdaderas, pero si un 
tanto depuradas por la filosofía, y que por su universalidad los preparaba a con¬ 
cebir una divinidad traseemhnte sobre todos los pueblos y provincias. 


EN EL PUEBLO DE ISRAEL 


4. Israel había sido llevado cautivo por los asirios a fines del siglo VIII. 
Judá, que vivió casi todo el siglo VII sometido al imperio de Nínivc, pasó luego 
bajo el dominio de los imperios que se vinieron sucediendo en Oriente hasta la 
era cristiana. El Señor, que con tan preciosos bienes había enriquecido a Israel, 




NUEVO TESTAMENTO 


1055 


no quiso otorgarle la perpetuidad de la soberanía política. Los caldeos , que a los 
asirios sucedieron , castigaron duramente con el destierro de Judá los anhelos 
que éste tenia de independencia. Luego pasaron a formar parte del imperio persa , 
más tarde del macedonio, después del sirio o egipcio , según que la suerte de las 
armas favorevla a uno u otro de estos reinos, siempre en lucha. Los locos em¬ 
peños de introducir en Judea el helenismo dieron lugar a la sublevación macabca y 
que terminó en la independencia de la nación bajo los principes de esta heroica 
familia y que fundaron en Judea la dinastía asmonea. Pero los hijos de aquellos 
valientes y que siempre unidos hablan conquistado la libertad de su patna y no 
supieron seguir el ejemplo de sus mayores, antes se dejaron llevar del espíritu de 
discordia y dando lugar a que Roma se creyera autorizada a intervenir en los 
negocios de Judea para imponer la paz (63 a. de C.). 

Los principes asmoneos no aprendieron la lección y dieron lugar a 
que un personaje idumeo de grandes ambiciones y halagando a los caudillos de la 
guerra civil romana y Marco Antonio y Octavio Augusto y llegara a ceñirse la 
corona de Judea y establecer en Jerusalén la dinastía herodiana bajo la alta sobe¬ 
ranía de Roma (37 a. de C.). Herodes y llamado el Grande, que lo fue por sus cons¬ 
trucciones y también por sus crímenes y receloso y como suelen serlo todos los tiranos y 
cometió innumerables crímenes contra los elementos influyentes de la nación y 
contra sus hermanos y esposas y hasta contra sus hijos. Por otra parte y quiso 
atraerse los corazones del pueblo embelleciendo a Jerusalén con grandes monu¬ 
mentos y y sobre todo y con la restauración del templo y del que hizo una verdadera 
maravilla, gloria de los creyentes de Israel. A su muerte y acaecida poco después 
del nacimiento del Salvador y le sucedieron tres de sus hijos eon el título de tetrar- 
cas. En Judea y Samaria y Arquelao; en Galilea y Perea y Herodes Antipas, y en 
la Traconítide y Filipo. El primcro y al cabo de ocho años de reinado, fué destituido 
por Augusto, que puso en su lugar un procurador romano (6 d. de C.). Tal era 
el estado político de Israel al aparecer Jesucristo. 

ó. En el aspecto religioso se destaca la Judea con la ciudad santa de Jeru¬ 
salén y su temph y centro de la vida religiosa de todo Israel. En toda la región 
imperaba el culto de Dios y excluidos totalmente los cultos gentilicos. La clase sacer¬ 
dotal tenía su principal asiento en Jerusalén, donde se hallaban también los 
doctores más insignes de la ley y las escuelas más concurridas. Abundaban las 
sinagogas, fundadas muchas de ellas por las colonias de la dispersión, que en ellas 
tenían como su hogar cuando venían a Jerusalén en peregrirfación. Por encima 
de la Judea está Samaría, perpetuo escándalo para los judíos. A causa de su 
origen gentílico y de su religión, mezcla de gentilismo y mosaísmo, los samarita- 
nos eran aborrecidos de los judíos, que recibían de aquéllos el mismo pago. Un 
punto de su contienda tenía por objeto el lugar legítimo del culto, que los judíos 
ponían en Jerusalén, mientras que los samaritanos sostenían ser el monte Garizin. 
Los peregrinos del Norte de Palestina, cuando iban a Jerusalén, rehuían pasar 
por Samaría, situada en medio de la Palestina, prefiriendo hacer un rodeo por 
el valle del Jordán o por la región transjordánica hasta Jericó. 

La Galilea , que se halla al norte de Samaría, era región montañosa, pero rica. 
Sus habitantes eran trabajadores, nobles, aunque rudos , religiosos, aunque por 
su mayor contacto con los gentiles, menos escrupulosos que los judíos. El centro 
de la región venía a ser el lago de Genesaret, de 20 kilómetros de largo y 10 de 
aneho y rico en pescados, y a cuyas orillas se hallan Tiberíades y Cafarnaún, 
Magiala, Betsaida, Corozain. De las regiones situadas al este del Jordán, se ha¬ 
llaban la Traconítide al Norte y la Perea al Sur y regiones ricas también, sobre todo 
por sus pastos. La población era mezclada, abundando los gentiles acaso más que 
los judíos. 

Todas estas regiones, sin excluir la Samaría, vivían en la ansiosa expecta¬ 
ción del reino de Dios y del Mesías. Y este estado de ánimo daba lugar a <¡ue de 




1056 


NUEVO TESTAMENTO 


vez en cuando se levantasen algunos fanáticos , que se apellidaban mesías, y que 
siempre tenían quienes los siguiesen. Pero el Mesías y el reino de Dios no lo 
concebían todos igualmente. La variedad de imágenes con que los profetas nes 
describen al Mesías y su reino era la causa de que formasen ideas muy distintas 
los que se adherían a la letra del texto sagrado. Sobre todo hacían en ellos impresión 
los vaticinios que hablan del futuro y glorioso remo de David o de su vástago el 
Mesías. Avivaba más estas ideas el ver ocupado el país por los romanos , que, 
como dominadores y gentiles, eran de ordinario aborrecidos del pueblo. Por lo 
contrario, aquellos vaticinios de carácter más espiritual, como eran los del Siervo 
paciente del Señor, y los que hablaban de la renovación moral y de la efusión del 
espíritu de Dios, eran peor entendidos , como no fuera por algunas almas escogi¬ 
das, tales como Zacarías y Simeón, en quienes el Espíritu Santo moraba de asiento. 

0. Dominaban en Israel dos sectas principales, la de los fariseos y la de 
los saduceos, que venían a ser los directores espirituales de la nación. La primera 
era la que tenía más influencia en el pueblo. Se distinguía por su severidad en la 
interpretación y en la práctica de la ley, aunque la interpretación fuera excesiva¬ 
mente material y la práctica puramente externa. Con esta práctica externa de la 
ley pretendían alcanzar la justicia; pero una justicia tambiéjn externa, no según 
Dios, sino según su propia conciencia y el parecer de los hombres. Cuán arraigada 
estuviera en ellos esta idea se echa de ver en la parábola del publicano y el fariseo, 
y en el empeño que pone San Pabló en combatir la justicia de las obras, opuesta 
a la justicia de la fe, que nos confiere el Espíritu Santo. El Apóstol, que había 
pertenecido a la secta, conocía sus ideas y cuán lejos estaban de aquellos altos 
principios morales que se hallan en la ley. Con ésta admitían las tradiciones, 
en las cuales se apoyaban para interpretarla y completarla. El Salvador reprende 
en ellos la falta de sentido moral, la avaricia y la ostentación, la vanagloria y la 
hipocresía (Mt. 23). Hasta dónde llegasen estos vicios nos lo muestran las re¬ 
criminaciones que dirigían a Jesús porque milagrosamente curaba en sábado a 
los enfermos. 

Por otra partc y los fariseos esperaban el reino de Dios y el reino del Mcsfas y 
que impondría al mundo el imperio de la ley mosaica y la hegemonía de Israel. 
Admitían el juicio final y la resurrección de los muertos. Aunque muy celosos 
de los privilegios de Isra l, todavía sabían acomodarse a las circunstancias y 
vivir en paz con los romanos. 

Los saduecos formaban la aristocracia y el partido sacerdotal aunque no 
faltasen entre los sacerdotes adictos al fariseísmo. Su interpretación y y sobre todo 
la práctica de la lcy y era más libre. La severidad la reservaban para las sancio- 
nis penales. Se mezclaban mucho con los gentiles y se mostraban muy compla¬ 
cientes con los romanos dominadorcs y con tal de poder disfrutar de los altos cargos 
de la nación. Esto lis quitaba la popularidad de que gozaban los fariesos. Cuanto 
a sus doctrinas, admitían la ley, pero rechazaban las tradiciones; negaban la 
providencia, la resurrección y la existencia de los espíritus. 

Por los Evangelios conocemos, además de los fariseos y saduecos, a los escri¬ 
bas. La palabra significa el que escribe, o il que sabe escribir. En los tiempos 
antiguos se aplicaba a los secretarios y otros funcionarios públicos. Más tarde 
se aplicó a los que copiaban y estudiaban la ley; luego vino a ser sinónimo de 
doctor de la ley. Era un oficio importante en Israel, y la mayoria de ellos era 
adicta al fariseísmo . 

7. La Palestina con Jerusalén, y el templo como centro de ella , no era sino 
el hogar nacional, porque la inmensa mayoría de la nación se hallaba dispersa 
por todas las provincias del imperio romano y aun fuera de las fronteras de éste. 
Las deportaciones, ejecutadas por los asirios primero y luego por los caldeos, 
acuitaron a las ¡irovincias orientales a muchos hijos de Israel, de los cuales sólo 
una pequeña porción volvió a la patria al promulgar Ciro el edicto de líber- 







NUEVO TESTAMENTO 


1057 


tad (539). En los siglos posteriores otros más abandonaron la Palestina , unas 
veces forzados , como prisioneros de guerra; otras espontáneamente , buscando 
mejores condiciones de vida. Los que de éstos perdieron su fe religiosa y nacional , 
quedaron como el agua de un arroyo que en el mar desemboca , diluidos entre la 
masa de los gentiles; pero la mayoría , que se mantuvo fiel a la fe de sus padres , 
formaron colonias, con frecuencia ricas por el comercio y que lograron de los pode¬ 
res públicos el reconocimiento de su nacionalidad y el respeto de su religión. Todas 
las grandes ciudades del imperio tenían colonias numerosas, y todas las vías de 
tierra y mar eran recorridas por los judíos, que desde entonces adquirieron el espí¬ 
ritu comercial que hoy tanto los distingue. La fe religiosa y la ley y que los sepa¬ 
raba de los gentiles, los unía entre siy y era la sinagoga el centro de cada colonia. 

8. Otro detalle importante tenemos que consignar: su proselitismo, que 
Jesús mismo consigna en el Evangelio. Sentían los hijos de Israel gran afán 
por incorporar a su pueblo multitud de gentiles, aunque no fuera una incorpora¬ 
ción plena que igualase a los prosélitos con los israelitas; pero aquéllos renun¬ 
ciaban al gentilismOy reconocían y adoraban al Dios de Israel y creador del cielo 
y de la tierra, y guardaban los preceptos fundamentales de la ley. Sólo por la 
circuncisión podían adquirir pleno derecho de ciudadanía en Israel (Ex. 12 y 
48 8S.); pero los griegos sentían repugnancia hacia este rito. Cuánta influencia 
tuvo este proselitismo en la propagación del Evangelio comenzamos a notarlo 
en la misma historia evangélica. El centurión, cuya fe tanto alaba el Salvador y 
era, sin duda, un prosélito, rico y generoso además, que habla levantado a sus 
expensas la sinagoga de Cafarnaún. Otro tanto hemos de decir del centurión 
Cornelioy a quien San Pedro admitió en la Iglesia. Pues San Pablo, que buscaba 
siempre las grandes ciudades, se dirigió siempre a la sinagoga, donde estaba 
seguro de hallar a los de su nación, a quienes se creía obligado a anunciar el reino 
de Dios, y con ellos a muchos prosélitos. Estos, con más agrado que los judíos, 
escuchaban la palabra de Dios y venían a formar los primeros sillares con que 
levantar el edificio de cada iglesia. De esta suerte, Israel venia a completar aquella 
preparación de los pueblos gentiles de que antes hablamos y cooperaba, sin darse 
de ello cuenta, a la dif usión del Evangelio. 


COMO EL EVANGELIO REALIZA LAS PROMESAS MESIANIOAS 

9. Por fin aparece en la tierra el Mesías, por quien tan ardientemente sus¬ 
piraba Israel. Cuál fué el recibimiento que le hicieron bien sabido es de todos. 
Sólo algunas almas humildes y llenas del espíritu de Dios recibieron la gracia 
de reconocer al Cristo del Señor; los demás, esperando un rey glorioso, que debía 
aparecer envuelto en la majestad de Dios, quedaron por entonces privados de 
aquella gracia. Cuando le llegó la hora de manifestarse al mundo, comienza Jesús 
insistiendo en el terna de su Precursor: «Haced penitencia, porque se acerca el 
reino de los cielos .» El reino de Dios era la síntesis de los vaticinios proféticos y 
de las esperanzas de Israel. 

Pero ¿cómo entendía Jesús ese reino? No hallamos en el Evangelio una 
definición de lo que El entendía 'por reino de Dios; pero su modo de presen¬ 
tarse era ya un argumento claro de que su concepción no se ajustaba a 
la que corría entre los doctores de Israel. Por de pronto estaba muy lejos 
de enseñar que para tener parte en él bastara pertenecer a la raza de Abraham 
y estar circuncidado. La explicación más clara de Jesús está en las bienaventu¬ 
ranzas. En ellas se promete el reino de los cielos a los pobres de espíritu, a los 
mansos, a los que sienten hambre y sed de justicia, a los que lloran las miserias 


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, NUEVO TESTAMENTO 


y los pecados del mundo, a los misericordiosos, a los de corazón limpio, a los pací¬ 
ficos, a los que padecen persecución por la justicia (Alt. 5, 1 ss.). Al contrario, se 
amenaza a los ricos, a los que ríen, a los que viven en la hartura, a los que son 
bendecidos del mundo (Le. 6, 24 ss.). Todo esto tiene algún parecida con el conte¬ 
nido de algunos salmos, en que se nos presenta a los justos humillados y abatidos 
por los impíos, pero salvados y bendecidos por Dios. Asi declaraba Jesús la natu¬ 
raleza del reino de Dios, y con esto su dignidad de Rey-Mesias e Hijo de David. 
Las parábolas vienen a completar estas enseñanzas del sermón de la Montaña. 

10. Los doctores oían esta doctrina, y, no alcanzando su sentido, se pregun¬ 
taban cuál seria la actitud de Jesús ante la ley. Contestando a sus tácitas pre¬ 
guntas, les responde Jesús: «No he venido a abrogar la ley y los profetas, sino 
a cumplirlos .» Ya hemos indicado cuán esclavos de la letra eran los doctores 
de la ley en la interpretación de ésta. Jesús, a través de la letra, busca la inten¬ 
ción del legislador divino, como ya antes habían empezado a hacer los profetas, 
guiados del espíritu de Dios. «Habéis oído lo que fué dicho a vuestros padres: No 
matarás; el que matare será reo de pena capital. Mas yo os digo que quien se irrita 
contra su hermano será reo de la misma sentencia, e igualmente el que le insultare 
llamándole tonto o necio.» Todo mal sentir contra el prójimo queda incluido en la 
prohibición de la ley y sancionado con el fuego eterno. «Oísteis lo que fué dicho 
a los antiguos: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que quien mire a una 
mujer con mal deseo, ya es adúltero en su corazón. Habéis oído lo que fué dicho 
a los antiguos: No perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos. Mas 
yo os digo que no juréis en modo alguno. Sean vuestras palabras: sí, sí, y no, no. 
Lo que pasa de ahí procede del mal. Finalmente, habéis oído: Amarás a tu pró¬ 
jimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, 
haced bien a los que os aborrecen; orad por los que os persiguen y calumnian, para 
que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre buenos y 
malos, y manda su lluvia sobre justos e injustos. Sed perfectos como vuestro 
Padre celestial es perfecto » (Alt. 5, 21 ss.). Tal es la interpretación que Jesús 
opone a los directores espirituales del pueblo judío. Para El son esos preceptos 
expresión de la voluntad del Padre celestial, de su justicia, de su santidad, de su 
amor paternal hacia los hombres, y a la luz de tales atributos interpreta los man¬ 
damientos de la ley mosaica. Las normas jurídicas externas, eomo las juzgaban 
los doctores de Israel, Jesús las declara normas concretas de aquel amor de 
Dios sobre todas las cosas y del prójimo como a uno mismo, en que se resumen 
la ley y los profetas. Principio sublime, inspirador de las más grandes abnega¬ 
ciones de los santos. 

11. En este mismo principio se inspira la interpretación de los demás pre¬ 
ceptos religiosos, a los que la ley daba grande importancia, y que los doctores 
de Israel lutbían falseado con sus interpretaciones. Particularmente el precepto 
sabático y la ley de la limpieza habían venido a convertirse en una carga insopor¬ 
table para todo israelita que tomara a pecho la exacta observancia de la ley. A 
ellos convenía la sentencia contenida en aquella invitación de Jesús: « Venid a mí 
todos los que estáis fatigados y cargados, que yo os aliviaré » (Alt. 11, 2S ). El 
sábado era para los doctores un día por naturaleza santo, contra el cual ningún 
precepto de caridad prevalecía. Las normas que de este principio se derivaban 
eran a manera de aros de hierro, que sujetaban la conciencia y la vida toda del 
pueblo. Jesús hubo de sostener fieros combates contra las pretensiones de los escri¬ 
bas. Prueba de ello es aquella cuestión que una vez les propuso: «¿Es lícito en día 
de sábado hacer bien, más bien que mal; salvar un alma, más bien que dejarla 
perecer?» (Alt. 12, 4). Esta sola pregunta basta para poner de manifiesto la falta 
de sentido moral de aquellos que la motivaban. Y todavía se pone esto más de relieve 
cuando se oye a Jesús echarles en cara que, mientras condenaban la curación 
milagrosa de los enfermos en día de sábado, se autorizaban a sí mismos para 






NUEVO TESTAMENTO 


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sacar una bestia que hubiera caído en un pozo. De ahí la conclusión del Salvador; 
«Luego es lícito hacer bien en día de sábado » (Mt. 12 y 12). Oran maravilla es 
que tal conclusión necesite ser demostrada a hombres que se tenían por sabios 
y hacían profesión de santidad Muy otro era el principio exegético de Jesucristo 
enunciado en aquella sentencia: «No fué creado el hombre por el sábado , sino y al 
contrario , el sábado fué establecido por amor del hombre » (Me. 2, 27). Los doc¬ 
tores podían leer bien claro este pensamiento en el Deuteronomio (5, 14 s.). 

Igual principio sigue en la interpretación de los preceptos tocantes a la pureza 
legaly en cuya observancia los doctores ponían gran parte de su justicia: no 
comer y ni aun tocar cosa impura: lavarse las manos y el cuerpo y y esto con fre- 
cuenciaypara alejar de sícualquier mancha que pudieran haber contraído , purificar 
los vasos y los platos y los asientos y hasta los lechos de su casa. El juicio de Jesús 
sobre la conducta de sus contradictores es aquí más severo. Es que encontraba la 
doctrina de ellos más alejada de la verdad de Dios. Cuando los fariseos reprendían 
a los discípulos de no guardar las tradiciones de los antiguos } no lavándose las 
manos antes de comer , les replicaba: «F vosotros, ¿por qué traspasáis los precep¬ 
tos de Dios por amor de vuestras tradiciones?» Y luego y dirigiéndose a la muche- 
dumbre f les decía: «No es lo que entra por la boca lo que mancha al hombre y sino 
lo que sale por la boca.» Y explicando luego su pensamiento a los discípulosy que 
no habían acabado de entenderle } les decía: «¿No comprendéis que todo lo que de 
fuera entra por la boca va al vientre y es luego despedido: mas lo que sale del 
corazón } eso sí que mancha al hombre? Porque del corazón proceden los pensa¬ 
mientos maloSy los homicidios } los adulterios } las fornicaciones , los hurtos f los 
falsos testimonios , las blasfemias. Esto sí que mancha al hombre y no el comer con 
las manos menos limpias » (Mt. 15 f 1-20; Me. 7 } 1-23). 

12. Qué juicio formaba Jesús de los sacrificios y ofrendas y que son los prin¬ 
cipales actos de la religión y nos lo dicen los dos textos siguientes: «Si al presentar 
una ofrenda recordares que tu hermano tiene alguna cosa contra ti y deja tu ofrenda 
ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano y y luego vuelve a hacer 
tu ofrenda » (Mt. 5, 25 8.). Jesús no reprueba las ofrendasy pero les antepone la 
caridad y la paz con el prójimo. Y en esto no es más que el continuador de los pro¬ 
fetas y del salmista } que decía: «El sacrificio grato a Dios es el corazón contrito » 
(Sal. 51 y 19). Tampoco quiere que por los sacrificios se eche en olvido la piedad 
hacia los padreSy y de ello arguye duramente a los escribaSy llamándoles hipócritas 
y aplicándoles el texto de Isaías (29 , 13): «Este pueblo me honra con los labios y 
pero su corazón está lejos de mí » (Mt. 15 , 4). 

PerOy sobre todo } nos revela la mente de Jesús acerca de estos actos del culto 
el episodio referido por San Lucas (21 y 1 ss.): «Miraba el Maestro cómo los pere¬ 
grinos ricos echaban sus ofrendas en el tesoro del templo. Entre ellos confundiday 
se acerca una pobre viuda , que echó unos céntimos. Jesús llama la atención de los 
discípulos y diciéndoles: «Esta viuda ha echado más que todos los otros y porque 
éstos hacen ofrenda de lo que les sobra , mientras que ésta ha dado lo que le era 
necesario para vivir.» Según esto f no es el don material lo que cuenta ante Dios } 
sino la devoción con que se ofrece. 

De esta suerte interpretaba Jesús la ley mosaica , dando remate a la obra 
empezada por los profetas. Y en su interpretación llega a veces a declarar opuesta 
a las intenciones del supremo Legislador ciertas concesiones o indulgencias 
hechas posteriormente al pueblo } a causa de su indocilidad para seguir el camino 
recto de la justicia. Tal es el caso del repudioy que Jesús declara contrario a la 
primera institución divina del matrimonio. Con esto la ley mosaica adquiere un 
valor espiritualista y y } reducida a estos principios universalesy se hace adaptable 
a todos los pueblos. 

13. Es también muy de notar la interpretación de Jesús sobre aquella parte 
tan notable de preceptos que tocan a la vida política y social del pueblo israelita. 





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NUEVO TESTAMENTO 


Precisamente fueron éstos los que contribuyeron más poderosamente a exaltar 
el nacionalismo del pueblo judio. Jesús se desliga de ellos, considerándolos como 
un lastre demasiado pesado para elevar las almas a Dios. En su conducta perso¬ 
nall, se atiene a las leyes establecidas, y nadie pudo nunca acusarle con razón de 
rebelde a la ley y perturbador del orden. Cuando le piden su intervención en 
algún pleito, se excusa declarándose incompetente (Le. 12, 14). Los doctores, 
queriendo tenderle un lazo, le proponen aquella cuestión torturadora de muchas 
conciencias israelitas: ¿Es lícito pagar tributo al César o no es lícito? Negarlo 
sería ponerse enfrente de la autoridad romana. Afirmarlo equivalía a negar el 
privilegio del pueblo israelita de ser el pueblo de Dios, y los derechos del Señor 
como Rey soberano de Israel. Jesús se da cuenta de las intenciones de los que le 
preguntan, y les responde con una severidad bien merecida: «¿Por qué me tentáis, 
hipócritas? Mostradme una moneda. ¿Cuya es esa imagen y esa inscripción?» 
«Del César*, le contestan. «Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que 
es de Dios » (Mt. 22, 15 ss.). Con esto viene a desligar los deberes para con Dios 
de los deberes para con los poderes humanos. Separación relativa, claro está, ya 
que Jesús no desconoce que también estos poderes vienen de Dios y deben ser 
ejercidos según la voluntad del Padre celestial. Pero esta distinción basta para 
eximir la vida religiosa de los poderes humanos y librarla de las pasiones y con¬ 
tiendas en que suele desarrollarse la vida política de los pueblos. 

14. Toda esta doctrina moral tiene en el Evangelio un origen muy alto, 
tan alto como el concepto que Jesús tenia de Dios. Lo primero que notamos en los 
Evangelios es que Dios no pierde en los labios de Jesús ninguno de los atributos 
que le reconoce el Antiguo Testamento. Es el creador del ciclo y de la tierra, es el 
conservador y proveedor de todos los seres, el que «ab acterno » señala a caja ser su 
destino, el bueno, el misericordioso, el omnisciente. Pero Jesús nos descubre una 
co)idición de Dios que los profetas no habían hecho más que apuntar: Dios es el 
Padre celestial de cada uno de los fieles, y bajo este nombre quiere que le invo¬ 
quemos, que le pidamos, que en El pongamos toda nuestra confianza. Sobre todo, 
7 io 8 descubre su misericordia hacia los pecadores, cosa que los doctores de Israel 
tenían muy olvidada, no obstante lo mucho que la pregonan los profetas y los 
sablistas. El Padre en todo perfecto, ha de ser el modelo que heñios de iynitar: la 
voluntad justa, santa y misericordiosa del Padre debe ser la norma perpetua de 
nuestra conducta. Y Jesús se muestra en toda su vida el perfecto ejemplar de 
cuanto inculcaba a los otros. 

15. Pero hablando así de Dios, nuestro Padre, muestra sentirse unido a El 
con especialee vínculos. En el trato con sus discípulos di se siempre «vuestro 
Padre*; mas hablando de sí mismo nunca tiene otro lenguaje sino «mi Padre*. 
Dios es siempre Padre, pero no lo es de igual modo para Jesús que para nosotros. 
Las relaciones con el Padre son tan íntimas, que pudo decir en un desahogo de su 
corazón con el Padre: «Yo te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, 
porque escondiste estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a los pcqtie- 
ñuelo8. Bien está, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito .» Y luego añade: «Todo 
me ha sido dado por mi Padre. Y iiadie sabe quién es el Hijo sino el Padre, ni 
quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quisiere revelarlo » (Le. 10, 
21 8.). Admirables sentencias, que nos ponen en las ynanos la llave para abrimos 
la inteligencia del prólogo de San Juan, de los misteriosos discursos de Jesús, que 
el discípulo amado recogió en su evangelio, y la de las profundas intuiciones 
sobre el misterio de Jesús y de su ?nisiÓ7i salvadora, que el inismo SanJuati y Sayi 
Pablo nos han dejado consignadas en sus inspirados escritos. 

16. Esta universal paternidad divina abre ho7'izo7ites universales al estable - 
cimiento de su reino entre los hombres, cual vislumbraban ya los profetas. El 
reino de Dios que establece Jesús no admite fronteras, ni geográficas, ni etnoló¬ 
gicas, ni temporales. 





NUEVO TESTAMENTO 


106 1 


Y al lado de la universalidad del remo de Dios, aparece en todo el Suevo 
Testamento su organización interna de forma social, correspondiente a la natu¬ 
raleza social del hombre. Desde los primeros momentos, Jesús traza las lineas 
de esta organización y prepara a los que han de constituir su piedra f undamental 
y ser testigos de la vida y doctrina dtl Maestro, y portadores de la gracia que 
transforma a los hombres y los hace hijos de Dios mediante el Bautismo y otros 
signos externos que llamamos Sacramentos. Son sus Apóstoles, o sea sus envia¬ 
dos, como El es el enviado del Padre. Y Pedro recibe la prelacia sobre los mismos. 

Apenas hay libro en el Nuevo Testamento en que no se hallen claras las lineas 
esenciales de esta jerarquizado n, que en los Hechos de Apóstoles y en las Epístolas 
aparece transmitiéndose a los obispos, como sucesores de los Apóstoles, de los 
cuales reciben, con la imposición de manos, la misión de continuar la obra que 
Jesús les encomendara. 

17. No se reduce a esto solo la revelación de Jesús sobre el misterio del reino 
de Dios. Hablando con los discípulos, les decía: «Si vuestra justicia no fuere 
mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los ciclos » (Mt. 5, 
20). ¿Qué justicia es esta de que habla Jesús? Entendemos que, desde luego, ha 
de tener por normas las que Jesús señala, bien distintas de las que seguían los doc¬ 
tores y los fariseos. ¿Pero cómo adquirirla? ¿Bastarían los propios esfuerzos? 
En el Antiguo Testamento se habla con frecuencia del Espíritu de Dios, que, 
infundido en el hombre, le trae la vida, la inteligencia, la santidad, la gracia de 
Dios. Por esto rogaba el salmista: «No me rechaces lejos de tu rostro, ni retires 
de mí tu Espíritu Santo » (Sal. 51, 13). Pues la efusión de ese Espíritu es lo que 
los profetas señalan como característica de los tiempos m es ¿únicos. Esta es la 
alianza nueva que, según Jeremías, el Señor hará con Israel, imprimiendo su 
ley en sus corazones para que todos le conozcan y amen (Jer. 31, 31-34). 
Lo mismo dice Ezequiel, prometiendo que Dios borrará todas las iniquidades 
de su pueblo y les infundirá un espíritu nuevo, dándoles, en vez del corazón de 
piedra, un corazón de carne para que guarden sus mandamientos y ellos serán 
su pueblo y El será su Dios (Ez. 11, 18-20). Según sc'cuenta en el libro de los 
Números (11, 26 ss.), alguien, que quiso mostrarse celoso del honor de Moisés, 
le fué a decir que dos de los designados por jueces del pueblo y auxiliares suyos, 
estaban profetizando. A lo cual respondió el caudillo: «¡Quién me diera que todo 
el pueblo profetizase y Dios le diese su Espíritu /» Pues esto que Moisés deseaba 
lo anuncia Jocl para los tiempos mesiánicos , en que Dios «derramará su Espíritu 
sobre toda carne » y todos profetizarán (2, 28). Esta promesa, según testimonio 
de San Pedro, se cumplió el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo descen¬ 
dió sobre los discípulos, que constituían la Iglesia, para no apartarse jamás de 
ella. El mismo apóstol decía a los oyentes que le pedían consejo sobre lo que debían 
hacer: «Haced penitencia, bautizaos en el nombre de Jesucristo para remisión 
de vuestros pecados y recibiréis el Espíritu Santo » (Act. 2 , 38). Esta es la gran 
promesa que Jesús nos hace en el Evangelio, el don que al volver al Padre pedirá 
para nosotros, el que morando en nuestras almas las purifica, les infunde los sen¬ 
timientos de los hijos de Dios , nos hace vivir como tales y después de la muerte 
nos volverá el cuerpo glorioso, a semejanza del de Jesucristo. Este Espíritu , que 
procede del Padre, y por eso se llama Espíritu de Dios, se dice también Espíritu 
de Jesús, que lo da a quien quiere . Y aquí se nos declaran dos misterios, el de 
nuestra santificación, que es obra del Espíritu Santo, y el de Ja vida íntima de 
Dios, resumido en el misterio de la Trinidad. 

Tales son, en lineas generales, las enseñanzas del Nuevo Testamento, con que 
el Antiguo se completa, consumando su revelación y realizando sus promesas. 
Lo que el Señor nos enseña en los cuatro evangelios nos lo declaran ampliamente 
los Apóstoles en sus cartas , y la historia de los Actos nos lo muestra actualizado 
en fas comienzos de la historia de la Iglesia. 







EL TEMPLO EN LOS DIAS DE CRISTO N. S. 

Torre Antonia.—2. Foso.—3. Atrio de los gentiles.—4. Cerca.— 
Gazophilakyon.—G. Naos.—7. Atrio de los sacerdotes.—8. Altar.— 
Atrio de Israel.—10. Puerta de Nicanor.—11. Patio dejas mujeres.— 
Pórtico corintio.—13. Dryfaktos.—14. Gazophilakyon.—15. Atrio 
exterior de los gentiles.—16. Pórtico de Salomón.-l7 Puente a a Ciu¬ 
dad Alta.—18. Pórtico Real.—19. Pórtico doble.—20. Pórtico triple. 
21. Codos.—22. Puente. 


I. 

5. 

9. 

12 . 



































































INTRODUCCION GENERAL A LOS EVANGELIOS 


T OS CUATRO EVANGELIOS.—El profeta Ezequiel , en el comienzo de sus 
vaticinios, nos describe la gloria de Dios con la imagen de una nube de 
fuego, que se mueve tirada por una cuadriga compuesta de\uatro seres misteriosos 
y raros. Tiene cada uno cuatro aspectos: de hombre, de león, de toro y de águila. 
El espíritu de Dios los impulsa y los lleva a donde quiere. 

La tradición patrística ha querido ver en estos animales los símbolos de 
los cuatro evangelios, que difunden el nombre glorioso de Jesucristo por toda 
la tierra; y Rafael, en un maravilloso cuadro, ha dado forma plástica a esta 
imagen, representándonos a Jesucristo en medio de una nube arrastrada por 
los cuatro seres misteriosos, el hombre, el león, el toro y el águila. Han sido 
también los artistas los que han venido a fijar la tradición exegética de los 
Padre8 y atribuyendo a San Mateo el hombre y el león a San Marcos, el toro a 
San Lucas y el águila a San Juan, aunque no deja de haber en esto alguna 
diversidad. 

Inspirándose asimismo en la Escritura, los artistas cristianos suelen re¬ 
presentarnos al Cordero de Dios sobre un montículo y de donde brotan cuatro 
raudales de agua pura como el cristal, y en los cuales vienen a saciar su sed 
las inansas ovejas. Imagen viva de los cuatro evangelios, que brotan de los 
labios del divino Maestro para saciar a las almas que vienen a El en busca 
de la verdad y la vida. Efectivamente, por ellos la palabra de Jesús resuena 
en los oídos de todas las generaciones hasta el fin de los siglos. Y estas mismas 
generaciones repiten de continuo las palabras de San Pedro: «Señor, ¿adonde 
iremos? Tú tienes palabras de vida eterna 

SU ORIGEN LITERARIO.—Como palabras de vida las recogieron en sus 
corazones los primeros discípulos del Salvador, y alentados por el Espíritu 
Santo, las repetían a los catecúmenos y neófitos de las primeras cristiandades, 
procurando conservar no sólo su pensamiento, sino también su expresión y 
su colorido. No faltaron desde los primeros días quienes intentaron ponerlas 
por escrito, añadiendo a los discursos y parábolas del Señor el relato de los 
sucesos, que forman muchas veces el marco de sus palabras, marco necesario 
para su inteligencia, y juntamente con éstos, el relato de innumerables pro¬ 
digios obrados por Jesús, ofreciéndolos a los fieles como pruebas perennes de 
su divinidad. 

Los tres primeros evangelistas, que conocían esos escritos y sabían cuán 
bien se ajustaban a la verdad, los utilizaron para la composición de sus res¬ 
pectivos evangelios, copiándolos con frecuencia literalmente o modificándolos 
conforme al plan que cada uno se proponía al escribir su obra. Además de esto 
parece también que alguno o algunos de los evangelistas utilizó para componer su 
obra la de los precedentes. Este es un detalle que nosotros entendemos mal por 
nuestro afán de imprimir a nuestras 'producciones literarias el sello de nuestra 





EVANGELIOS 


propia personalidad . No solía ser éste el criterio de los antiguos, que conside¬ 
raban los libros o escritos como propiedad común, que les era lícito aprovechar 
en la forma que más les agradase, y que, en casos cotilo el nuestro, solía ser la 
más respetuosa con los documentos escritos. 

PLAN DE LOS TRES PRIMEROS EVANGELIOS Y MODO DE 
SU COMPOSICION.—Con esto podemos damos cuenta de un fenómeno fácil 
de observar a la simple lectura de los evangelios. Que en los tres primeros es 
uno el plan general de la historia evangélica: infancia de Jesús, predicación del 
Bautista, bautismo de Jesús y su retirada al desierto; predicación en Galilea 
durante un lapso de tiempo que no se puede fijar, pero que da la impresión de 
ser corto; ida a J erusalén, donde entra el día de Ramos, predica los días siguien¬ 
tes, celebra la Pascua el jueves y muere el viernes, para resucitar el domingo. 
Además de este plan uniforme, que se destaca más si lo comparamos con el de 
San Juan, echamos de ver la agrupación también uniforme de varios milagros 
y discursos. Esta agrupación, más que a la tradición oral, parece deber atri¬ 
buirse al empleo de documentos escritos. Sobre todo se nota con sorpresa la 
uniformidad con que narran dos o tres autores el mismo discurso o suceso, 
con el mismo orden y con palabras idénticas o muy poco diferentes, cosa sin 
duda difícil de explicar por la sola tradición oral. 

Al contrario, habremos de recurrir a ésta para explicar las diferencias muy 
frecuentes que se notón, sea en las modificaciones del plan general, sea en la 
agrupación de los sucesos o discursos, sea, finalmente, en el modo de componer 
la narración de cada relato. Mas por encima de todo esto se cierne la inteligencia 
de los autores sagrados, a quienes el Espíritu Santo inspiraba y guiaba en 
la ejecución de su obra, conforme a las miras especiales de cada uno y guardando 
su propio temperamento psicológico. De aquí resulta una variedad notable 
junto a una más notable unidad, de cuya armonía proviene la admirable be¬ 
lleza de los evangelios. Muchos después de ellos se han propuesto narrarnos 
la vida del Hombre-Dios; pero ninguno consiguió su propósito, siho es en 
cuanto se ajustó al texto de los evangelistas. Es que la misión de narrar la his¬ 
toria del Verbo encarnado estaba reservada a aquellos que gozaban de la ins¬ 
piración del Espíritu Santo. Jesús mismo había dicho que el Espíritu Santo 
daría testimonio de El, y uno de los modos de rendirle ese testimonio fué éste 
de inspirar d los evangelistas al contarnos su historia, y luego mover a los 
fieles a leer los santos evangelios, iluminando a la vez su mente para que pe¬ 
netren el sentido de sus palabras. Y aun podemos añadir a esto la acción de 
la Iglesia, que de muchos modos pone a nuestro alcance ese texto divino y nos 
exhorta a que de continuo lo leamos, lo meditemos y busquemos en él el alimento 
nutritivo de nuestra vida cristiana. 






INTRODUCCION AL EVANGELIO DE SAN MATEO 


tjL AUTOR . —En el orden 
JLs actual de los ? evangelios, 
que remonta al siglo II, ocupa 
el primer lugar el evangelio de 
San Mateo . Según San Mar¬ 
cos y San Lucas, se llamaba 
también Leví, y era hijo de 
.'í l/eo. Los tres convienen en 
decirnos que era publicarlo, es 
decir, arrendador de las alca¬ 
balas en Cafarnaúm, y que se 
convirtió y se hizo seguidor de 
Jesús al decirle éste: « Sígue¬ 
me » (Mt. 9, 9-13; Me. 2, 14; 

Le. 5, 27). Y en prueba de 
que le seguía sin pesar, luego 
hizo preparar en su casa un 
gran banquete, al que no invitó 
sólo al Maestro y a sus discí¬ 
pulos, sino a los publícanos 
compañeros suyos. Todo esto 
con gran escándalo de los fari¬ 
seos, a cuyas murmuraciones 
hubo de responder Jesús con 
aquella sentencia: «No tienen 
necesidad de médico los sanos, 
sino los enfermos » y «no vine 
a buscar a los justos, sino a 
los pecadores». 

EL EVANGELI O.—Como 
de otros muchos apóstoles, los 
evangelistas no nos cuentan de 
Lcví cosa alguna. El buen senti¬ 
do cristiano nos obliga a pen¬ 
sar que no defraudó las esperanzas y los propósitos del Maestro al llamarle al apos¬ 
tolado, ^ero ignoramos en qué forma correspondió a ellos. También sabemos 
que fué obra suya la composición del primer evangelio, escrito en la lengua 
de la Palestina, que era un dialecto arameo , pues lo destinaba a sus compa¬ 
triotas. Más tarde fué traducido a la lengua griega, no sabemos cuándo ni />or 







1Obi) 


SAN MATEO, 1 


quién. Una cosa podemos asegurar: que La traducción no se hizo esperar muchos 
años, y que una vez hecha, el original a rameo quedó olvidado y pereció , quizá 
para siempre. La Iglesia ha hecho uso de esta versión griega como si Juera el 
propio original de San Mateo. 

Escribiendo para judíos convertidos a la nueva fe, o a quienes deseaba con- 
vertir, el evangelista les presenta su obra como una prueba de que Jesús de 
Nazaret es el Mesías anunciado por los Projetas, cuyos vaticinios se cumplie¬ 
ron en El. A esto ordena la frecuente citación de los textos projéticos. Otra nota 
característica de su composición es la formación de secciones, agrupando cosas 
semejantes, sin mirar que hayan sido dichas o hechas en ocasiones diferentes. 
Así nos amplifica el sermón de la montaña (5 y 7) con elementos que y a juzgar 
por los otros evangelistas, fueron pro?iunciado$ en otros tiempos y y en el capí¬ 
tulo JO añade a las instrucciones que Jesús dirigió a sus discípulos y al enviar¬ 
los a predicar por Galilea, lasque sin duda más tarde les dió al enviarlos a pre¬ 
dicar por el mundo, anuticiándoles las persecuciones por que habían de pasar. 
La transición de un suceso a otro se halla indicada frecuentemente con ciertas 
expresiones vagas, v. gr. y «en aquellos días y entonces y de allí», ctc. y las cuales y 
más que indicación del tiempo o del lugar en que los sucesos ocurrieron y se han 
de tomar como expresiones de transición o enlace de los relatos. San Mateo se 
cuida más de darnos los discursos del Señor y y en cuanto a los milagros y su 
narración se distingue por su laconismo y no atendiendo sino a lo sustancial 
del hecho, a lo que basta para expresar su carácter divino. 

PLAN DEL PRIMER EV ANGELI O.—Puede reducirse a lo siguiente: 
1. Infancia del Salvador (1-2). 2. Predicación del Bautista y manifestación de 
Jesús como Mesías e Hijo de Dios (3 y l-4 y 11). 3. Predicación de Jesús en 
Galilea (4 y 12-13 y 58). 4. Predicación en los confines de Galilea (14, 1-20, 16). 
5. Ministerio de Jesús en Jerusalén (20, 17-25, 46). 6. Pasión y resurrec¬ 
ción (26-28). 


EVANGELIO DE SAN MATEO 


Gcnealofjín <lel Salvador. 

| 1 2 Genealogía de Jesucristo, hijo 

de David (1), hijo de Abraham: 
2 Abraham engendró a Isac, Isac a 
Jacob, Jacob a Judá (2) y a sus her- 


(1) Es un titulo mesiánico, como se ve por 
Mt. 20, 30 s., y 2i, 9- La genealogía comienza 
en Abraham, padre del pueblo escogido, y el 
primero que recibió las promesas mesiánicas. 
(Mt. 3. 9.) El texto original repite el verbo «en¬ 
gendró* después de cada persona de la serie ge¬ 
nealógica; por ser fácil de suplir, y en atención 
a lo que pide el estilo castellano, lo omitimos en 
muchos casos. 

(2) A diferencia de Abraham e Isac, Jacob 
recibió la promesa para todos sus descendientes, 
que vinieron a formar luego el pueblo de Dios. 


inanos, 3 Judá engendró a Farcs y 
a Zara en Tamar (1); Fares engen¬ 
dró a Esrom, Esrom a Aram, 4 Aram 
a Aminadab, Aminadab a Naasón, 
Naasón a Salmón, 5 Salmón a Booz 
en Rahab; Booz engendró a Obcd 
en Rut, Obcd engendró a Jesc, 6 Jcsc 
engendró al rey David (2), David a 


(1) Las mujeres no entran de ordinario en 
la genealogía; pero el evangelista menciona al¬ 
gunas ya conocidas por la Escritura, por ser 
extranjeras y para mostrar cómo el Mesías no 
era extraño a los gentiles. 

(2) Desde aquí la genealogía sigue la linea 

marcada por la sucesión dinástica de la casa de 

David, según la promesa que éste había recibido 

de Dios, (u Reyes, 7, 12 ss.) 











SAN MATEO, 2 


1067 


Salomón en la mujer de Urías, 7 Sa¬ 
lomón engendró a Roboam, Roboam 
a Abías, Abías a Asa, 8 * Asa a Josafat, 
Josafat a Joram, Joram a Ozías (1), 

9 Ozías a Joatam, Joatam a Acaz, 
Acaz a Ezequías, 10 Ezequías a Ma- 
nasés, Manasés a Ainón, Anión a 
Josías, 11 Josías a Jeconías y a sus 
hermanos en la época de la cautivi¬ 
dad de Babilonia. 12 Después de la 
cautividad de Babilonia, Jeconías en¬ 
gendró a Salatiel, Salatiel a Zoroba- 
bcl, 13 Zorobabel a Abiud, Abiud a 
Eliacim, Eliacim a Azor, 14 Azor a 
Sadoc, Sadoc a Aquim, Aquim a 
Eliud, 16 Eliud a Eleazar, Eleazar a 
Matón, Matón a Jacob, 16 y Jacob en¬ 
gendró a José, el esposo de María (2), 
de la cual nació Jesús, llamado Cristo. 

17 De manera que las generaciones 
desde Abraham hasta David son ca¬ 
torce, catorce desde David hasta la 
cautividad de Babilonia y catorce 
desde la cautividad de Babilonia hasta 
Cristo (3). 

El misterio de la concepción de 
Jesús, revelado a José. 

18 La concepción de Jesucristo fue 
de este modo: Estando desposada 
María, su madre, con José, antes de 
que conviviesen (4), se halló haber 
concebido María del Espíritu Santo. 
19 José, su esposo, siendo justo, no 
quiso denunciarla y resolvió repu¬ 
diarla en secreto. 20 Mientras refle¬ 
xionaba sobre esto, he aquí que se 


(1) Según IV Reg. 8. ss., entre estos dos 
reyes hubo otros tres, que el evangelista omite, 
sin duda para obtener el número de catorce. 

(2) José, hijo de David (i, 20), como esposo 
de María, es el que transmite a Jesús el titulo 
y los derechos de hijo de David. 

(3) Como medida mnemotécnica, el evan¬ 
gelista divide la genealogía en tres períodos, que 
corresponden bien a otros tantos de la historia 
de Israel. De éstos, el primero abarca unos diez 
siglos; el segundo, cuatro, y el tercero, seis. Si 
la serie de las personas no está completa en el 
segundo período, ya se deja comprender que en 
los otros tampoco lo estará. Mas esto importa 
poco para la verdad y el fin de la genealogía,, 
que es establecer la unión de Jesús con David 
y Abraham. 

(4) Según la ley mosaica, a las bodas pre¬ 
cedían los esponsales, los cuales tenían el mismo 
valor jurídico que el matrimonio; la solemnidad 
de las bodas consistía en la conducción de la 
novia a la casa del novio. (Deut. 20, 7.) El 
evangelista se propone mostrar aquí la con¬ 
cepción virginal de Jesús, según el vaticinio del 
profeta Isaías, 7, 14 ss. 


le apareció en sueños un óngel del 
Señor y le dijo: José, hijo de David, 
no temas recibir en tu casa a María, 
tu esposa, pues lo concebido en ella 
es obra del Espíritu Santo. 21 Daró 
a luz un hijo a quien pondrós por 
nombre Jesús, porque salvaró a su 
pueblo de sus pecados. 22 Todo esto 
sucedió para que se cumpliese lo 
que el Señor había anunciado por el 
profeta, que dice: 

23 He aquí que la virgen concebiró 
y pariró un hijo, 

Y le pondrón por nombre Emma- 
nuel, 

Que quiere decir «Dios con nos¬ 
otros». 24 Al despertar José de su 
sueño, hizo como el óngel del Señor 
le había mandado, recibiendo en casa 
a su esposa. 25 No la conoció hasta 
que dió a luz a su hijo (1), y le puso 
por nombre Jesús. 

La adoración de los mayos. 

2 1 Nacido, pues, Jesús en Belén 
de Judó en los días del rey Hero- 
des, llegaron del Oriente a Jerusalén 
unos magos (2), 2 diciendo: ¿Dónde 
estó el rey de los judíos que acaba 
de nacer? Porque hemos visto su 
estrella (3) en Oriente y venimos 
a adorarle. 3 * Al oír esto el rey Hero- 
des se turbó, y con él toda Jerusa¬ 
lén, y reuniendo a todos los príncipes 
de los sacerdotes y a los escribas del 
pueblo, les preguntó dónde había de 
nacer el Mesías. 5 * Ellos contestaron: 


(1) La intención del evangelista está en Je¬ 
sús y en su concepción virginal, sin decir nada 
de lo que a su nacimiento siguió. La virginidad 
de María después del nacimiento de Jesús tiene 
su fundamento en los Evangelios; pero su de¬ 
mostración clara hay que buscarla en la tradi¬ 
ción de la Iglesia. 

(2) Originarios de la Media, donde consti¬ 
tuían una clase sacerdotal, hablan adquirido 
gran influencia en Babilonia. Se distinguían por 
su afición al estudio de la astronomía o, mejor, 
astrologla, que era una ciencia adivinatoria ba¬ 
sada en el principio de que la vida de los hom¬ 
bres se desarrolla bajo la influencia de los astros. 

(3) Por el trato con los judíos, que hablan 

difundido por todo el Oriente sus esperanzas 

mesiánicas, tenían conocimiento del esperado 

Mesías, Rey de los judíos, el cual, como todos 

los grandes personajes, debía tener una estrella 

que vaticinase su destino. De este prejuicio se 

sirvió Dios para conducirlos a la cuna del Sal¬ 

vador. La naturaleza de esta estrella es muy 

misteriosa; no tanto la estrella interior, con que 

el Espíritu Santo iluminaba su alma y los guia¬ 

ba hacia el establo de Belén. 












10G8 


SAN MATEO, 3 


En Belén de Judá, pues así está es¬ 
crito por el profeta: 

0 «Y tú, Belén, tierra de Judá, 
no eres ciertamente la más pequeña 
entre las principales de Judá, 
porque de ti saldrá un jefe 
que apacentará a mi pueblo, Is¬ 
rael (1).» 

7 Entonces Herodes, llamando en 
secreto a los magos, les interrogó 
cuidadosamente sobre el tiempo de 
la aparición de la estrella; 8 y envián¬ 
dolos a Belén les dijo: Id einforma- 
ros sobre ese niño, y cuando le en¬ 
contréis, comunicádmelo, para que 
vaya también yo a adorarle. Después 
de oír al rey, se fueron, y he aquí 
que la estrella, que habían visto en 
Oriente, les precedía hasta que, lle¬ 
gada encima del lugar en que estaba 
el niño, se detuvo. 10 Al ver la estrella 
sintieron grandísimo gozo. 11 Y en¬ 
trados en la casa, vieron al niño con 
María, su madre, y de hinojos le ado¬ 
raron, y abriendo sus tesoros le ofre¬ 
cieron dones, oro, incienso y mirra. 
12 Advertidos en sueños de no volver 
a Herodes, se tornaron a su tierra por 
otro camino. 

Huida a Frjipto y matanza de los 
niños inocentes. 

13 Partido que hubieron, lie aquí 
que el ángel del Señor se apareció en 
sueños a José y le dijo: Levántate, 
toma al niño y a sii madre y huye a 
Egipto, y estáte allí hasta que yo te 
avise, poVque Herodes buscará al niño 
para quitarle la vida. 14 Y levantán¬ 
dose de noche tomó al niño y a la 
madre v partió para Egipto, 15 per¬ 
maneciendo allí hasta la muerte de 
Herodes, a fin de que se cumpliera 
lo que había pronunciado el Señor 
por su profeta, diciendo: «De Egipto 
llamé a mi hijo» (2). 10 Entonces 
Herodes, viéndose burlado por los 
magos, se irritó sobremanera y man¬ 
dó matar a todos los niños que ha¬ 
bía en Belén (3) y en sus términos, 
de dos años para abajo, según el 
tiempo que con diligencia había in¬ 
quirido de los magos. 17 Así se cum¬ 
plió la palabra del profeta Jeremías, 
que dice: 


(i) Miq. 4, 2. 

(a) Os. ii, i. 

(3) Como todos los tiranos, Herodes era re¬ 
celoso. Su historia está llena de crímenes contra 
los miembros de su familia. Nada tiene de ex¬ 
traño el suceso de Belén. 


18 «Una voz se oye en Rama, 

lamentación y gemido grande: 

Raquel que llora a sus hijos, 

y rehúsa ser consolada porque no 
existen (1).» 

Vuelta a Nazaret. 

49 Muerto ya Herodes, el ángel del 
Señor se apareció en sueños a José en 
Egipto, 20 y le dijo: Levántate, toma 
al niño y a su madre y vete a la 
tierra de Israel, porque son muertos 
los que atentaban contra la vida del 
niño. 21 Y levantándose tomó al niño 
y a su madre, y partió para la tierra 
de Israel. 22 Mas habiendo oído que 1 
en Judea reinaba Arquelao en lugar de 
su padre Herodes (2), temió ir allá, 
v advertido en sueños, se retiró a 
la región de Galilea, 23 yendo a habitar 
en una ciudad llamada Nazaret, para 
que se cumpliese lo dicho por los pro¬ 
fetas, que sería llamado Nazareno (3). 

Predicación de Juan en el desierto. 

3 1 En aquellos días aparece Juan 

el Bautista (4) predicando en el 
desierto de Judea, 2 diciendo: «Arre¬ 
pentios (5), porque el reino de los 
cielos está cerca. 3 * 5 Este es aquél de 
quien habló el profeta Isaías, cuan¬ 
do dice: 

Voz del que clama en el desierto: 

Preparad el camino del Señor, 

haced rectas sus sendas (6).» 

4 Juan iba vestido de pelo de ca¬ 
mello, llevaba un cinturón de cue¬ 
ro a la cintura, y se alimentaba 
de langostas y miel silvestre. 6 Venían 
a él de Jerusaléu y de toda Judea y 
de toda la región del Jordán, 0 y 
eran por él bautizados en el río Jor-M 
dán, y confesaban sus pecados. 

(1) Jcr. 31, 15. I 

(2) Había sucedido a su padre en la provin¬ 
cia de Judea; pero a los nueve años fue privado 
de su dignidad por el César, a ruegos de los ju¬ 
díos, que estaban cansados de sus violencias. 

(3) Esto es. despreciado, porque lo eran en¬ 
tre sus paisanos los vecinos de Nazaret (Jn. 1, 
46), y lo fueron luego mucho más los discípulos I 
de Jesús entre los judíos. 

{4) Conforme a la predicción del ángel a su 1 
padre, viene Juan en hábito de austero peni¬ 
tente. llamando al pueblo al arrepentimiento, 
para preparar los caminos del Mesías. 

(5) Contra lo que se imaginaban los judíos, 
el reino de Dios no es un privilegio de clase o 
de raza; está condicionado por nuestras dispo¬ 
siciones morales, de las cuales la fundamental 
es el espíritu de penitencia. 

(6) ls. 40. 3 











SAN MATEO, 4 


1069 


7 Como viera a muchos saduceos y 
fariseos venir a su bautismo, les dijo: 
Raza de víboras, ¿quién os enseñó a 
huir de la ira que os amenaza? 

8 Haced, pues, frutos dignos de pe¬ 
nitencia, 9 y no os forjéis ilusiones 
diciéndoos: Tenemos a Abraham por 
padre. Porque yo os digo que Dios 
puede hacer de estas piedras hijos 
de Abraham. 10 Ya está puesta el 
hacha a la raíz de los árboles, y todo 
árbol que no dé buen fruto será cor¬ 
tado y arrojado al fuego. 11 Yo, 
cierto, os bautizo en agua (1) para 
penitencia: pero en pos de mí viene 
otro más fuerte que yo, a quien no 
soy digno de quitar las sandalias; él 
os bautizará en Espíritu Santo y en 
fuego. 12 Tiene ya el bieldo en su 
mano y limpiará su era y recogerá 
su trigo en el granero, pero quemará 
la paja en fuego inextinguible. 

Bautismo de Jesús. 

13 Vino Jesús de Galilea al Jordán 
y se presentó a Juan para ser bauti¬ 
zado por él. 14 Juan se oponía, di¬ 
ciendo: Soy yo quien debe ser por ti 
bautizado, ¿y vienes tú a mí? 15 Pero 
Jesús le respondió: Déjame a mí ahora 
hacer, pues conviene que cumplamos 
toda justicia (2). Entonces condes¬ 
cendió. 16 Bautizado Jesús, al ins¬ 
tante salió del agua. Y he aquí que 
vi ó abrírsele los cielos y al Espí¬ 
ritu de Dios (3) descender como 
paloma y venir sobre él, 17 mientras 
una voz del cielo decía: Este es mi 
hijo muy amado, en quien tengo mis 
complacencias (4). 

Ln tentación de Jesús. 

4 * 1 2 Entonces fué llevado Jesús por 
el Espíritu al desierto (5) para 


(1) Este bautismo significaba un cambio de 
vida en quien lo recibía; pero no producía la 
gracia, como el bautismo cristiano, administrado 
en nombre de la Santísima Trinidad. (Mt. 28,19,) 

(2) Esto es, toda obra de justicia. El bautis¬ 
mo lo era, y Jesús lo recibe para ejemplo de los 
demás y para que los fariseos no pudieran de¬ 
volverle la reprensión que les haría de no haber 
creído en Juan. (Mt. n, 16 ss.; 21, 28 ss.) 

(3) Los Padres de la Iglesia han visto aquí 
la consagración del agua destinada a lavar los 
pecados por el bautismo. 

(4) La voz del Padre viene a confirmar la 
dignidad que en Jesús había reconocido el Bau¬ 
tista. 

(5) La santidad de Jesús no consentía sino 
la tentación externa, por parte del diablo o de 


ser tentado del diablo. * Y habiendo 
ayunado cuarenta días y cuarenta 
noches, al fin tuvo hambre. 3 Y acer¬ 
cándose el tentador, le dijo: Si eres 
hijo de Dios (1), di que estas pie¬ 
dras se conviertan en pan. 4 5 Pero él 
respondió diciendo: Escrito está: «No 
sólo de pan vive el hombre, sino de 
toda palabra que sale de la boca de 
Dios (2).» 6 Llevóle entonces el dia¬ 
blo a la ciudad santa y poniéndole 
sobre el pináculo del templo, 8 le 
dijo: Si eres hijo de Dios, échate 
de aquí abajo, pues escrito está: «A 
sus ángeles encargará que te tomen 
en sus manos para que nó tropiece 
tu pie contra una piedra (3).» 7 Dí- 
jole Jesús: También está escrito: «No 
tentarás al Señor tu Dios (4).» 8 De 
nuevo le llevó el diablo a un mon¬ 
te muy alto, y mostrándole todos los 
reinos del mundo y la gloria de ellos, 
9 le dijo: Todo esto te daré, si de hino¬ 
jos me adorares. 10 Díjole entonces Je¬ 
sús: Apártate, Satanás, porque escrito 
está: «Al Señor tu Dios adorarás y a 
El sólo servirás (5).» 11 Entonces el 
diablo le dejó, y llegaron ángeles y le 
servían. 


Jesús, en Galilea. 

12 Habiendo oído que Juan había 
sido preso, se retiró a Galilea. 13 Y de¬ 
jando a Nazaret se fué a morar en 
Cafarnaúm (6), ciudad situada a 
orillas del mar, en los términos de 
Zabulón y Neftalí, 14 para que se 
cumpliese lo que anunció el profeta 
Isaías, que dice: 

15 Tierra de Zabulón y tierra de Nef¬ 
talí, 

camino del mar, al otro lado del 

[Jordán, 


los hombres. Para sernos ejemplo en todo, quiso 
ser tentado, y para vencer en singular combate 
al tentador perpetuo de los hombres. (Hebr. 2, 
17 s.). 

(1) Las tentaciones de Jesús son todas cua¬ 
les convenían al Mesías. Con ellas d tentador 
procura apartar a Jesús del camino que el Padre 
le había trazado para realizar la obra mesiánica. 

(2) Deut. 8, 33. 

(3) Salm. 90, 11 ss. 

(4) Deut. 6, 16. 

(5) Deut. 6, 13. 

(6) Como sitio más céntrico y, por tanto, 

más acomodado para difundir la luz de la ver¬ 
dad anunciáda por el profeta Isaías 8, 23 s. Asi¬ 
mismo, porque sabía que ningún profeta es bien 
recibido en su patria y entre los de su paren¬ 

tela. (Mt. 13, 57 -) 









1070 


SAN MATEO, 5 


Galilea de los gentilesl 

18 El pueblo que habita en tinieblas 

vió una gran luz 

y para los que habitan en la reglón 
[de mortales sombras 
una luz se levantó (1). 

17 Desde entonces comenzó Jesús 
a predicar y a decir: Arrepentios, 
porque el reino de Dios se acerca. 

Llamamiento de los primeros 
discípulos. 

18 Caminando, pues, junto al mar 
de Galilea, vió a dos hermanos, Simón, 
que se llama Pedro, y Andrés, su 
hermano, los cuales echaban la red 
en el mar, pues eran pescadores; 

19 y les dijo: Venid en pos de mí (2) 
y os haré pescadores de hombres. 

20 Ellos dejaron al instante las redes 
y le siguieron. 21 Y pasando más ade¬ 
lante vió a otros dos hermanos, San¬ 
tiago el de Zebedeo y Juan, su her¬ 
mano, que en la barca, con Zebedeo, 
su padre, componfan las redes, y lo> 
llamó. 22 Ellos, dejando luego la barca 
y a su padre, le siguieron. 


Predicación de Jesús en Galilea. 

23 Recorría toda la Galilea (3), 
ensenando en las sinagogas, predi¬ 
cando el evangelio del reino y cu¬ 
rando en el pueblo toda enfermedad 
y toda dolencia. 24 Extendióse su 
fama por toda la Siria y le traían a 
todos los que padecían algún mal, los 
atacados de diferentes enfermedades 
y dolores y los endemoniados, lunᬠ
ticos, paralíticos, y los curaba. 26 Y 
grandes muchedumbres le seguían de 
Galilea y de la Dccápolis, y de Jeru- 
salén y del otro lado del Jordán. 


Las bienaventuranzas. 

^ 1 2 3 Viendo a la muchedumbre, subió 
a un monte, y cuando se hubo sen - 
tado se le acercaron los discípulos; 


(1) Is. 9, i ss. 

(2) Ya conocían a Jesús, y hasta se habían 
adherido a su persona (Jn. 1, 35 ss.); pero ahora 
los llama en su seguimiento, cuando se proponía 
empezar su misión evange’izadora. 

(3) Como respondiendo al vaticinio de 

Isaías, nos ofrece aquí el evangelista un cuadro 

de conjunto de la predicación de Jesús en Ga¬ 

lilea. 


2 y abriendo su boca les enseñaba, di¬ 
ciendo (1): 

3 Bienaventurados los pobres de es¬ 
píritu, porque suyo es el reino de 
los cielos. 4 * Bienaventurados los man¬ 
sos, porque poseerán la tierra. 6 Bien¬ 
aventurados los que lloran, porque se¬ 
rán consolados. 8 Bienaventurados los 
que tienen hambre y sed de justicia, 
porque serán hartos. 7 Bienaventura¬ 
dos los misericordiosos, porque alcan¬ 
zarán misericordia. 8 Bienaventurados 
los limpios de corazón, porque verán a 
Dios. 9 Bienaventurados los pacíficos, 
porque serán llamados hijos de Dios. 
10 Bienaventurados los que padecen 
persecución por la justicia, porque 
suyo es el reino de los cielos. 

11 Bienaventurados seréis cuando 
os insulten y persigan y con mentira 
digan contra vosotros todo género 
de mal, por mí. 12 Alegraos y regoci¬ 
jaos, porque grande será cti ios cielos 
vuestra recompensa, pues así persi¬ 
guieron a los profetas que fueron 
antes de vosotros. 

Misión de los discípulos en l a 
tierra. 

13 Vosotros sois sal de la tierra; 
pero si la sal se desvirtúa, ¿con qué 
se la salará? Para liada aprovecha 
ya, sino para tirarla y que la pisen 
los hombres. 

14 Vosotros sois luz del mundo. 
No puede ocultarse una ciudad asen¬ 
tada sobre un monte; 16 ni se encien¬ 
de una lámpara y se la pone bajo el 
celemín, sino sobre el candelero, para 
que alumbre a cuantos hay en la 
casa. 18 Así ha de lucir vuestra luz 
ante los hombres, para que viendo 
vuestras buenas obras, glorifiquen a 
vuestro Padre, que está en los cielos. 

Misión de Jesús con respecto a la 
ley unti(jua. 

17 No penséis que he venido a 
abrogar la ley y los profetas; 110 he 


(1) Aquí comienza el sermón de la montana, 
que es un resumen y a modo de programa de la 
predicación del Salvador. Los Padres notan el 
contraste entre la promulgación de la ley anti¬ 
gua en el Sinal y esta promulgación de la ley 
nueva. Las bienaventuranzas señalan las condi¬ 
ciones que han de tener los discípulos del evan¬ 
gelio para entrar en el reino de Dios, el cual, 
como dice San Pablo, no consiste en cosas terre¬ 
nas, sino en la justicia, en la paz y en el gozo 
del Espíritu Santo (Rom. 14, 17). 














SAN MATEO, 5 


1071 


venido a abrogarla, sino a consumar¬ 
la (1). 1 * * * * * * * * * * * * * * * * 18 * Porque en verdad os digo 
que antes pasarán el cielo y la tierra 
que falte una jota o una tilde de 
la ley hasta que todo se cumpla. 
19 Si, pues, alguno descuidase uno 
de esos preceptos menores v ense¬ 
ñare así a los hombres, será el menor 
en el reino de los cielos; pero el que 
practicare y enseñare, éste será gran¬ 
de en el reino de los cielos. 20 Porque 
os digo que si vuestra justicia no su¬ 
pera a la de los escribas y fariseos, no 
entraréis en el reino de "los cielos. 


Declaración del quinto precepto. 

21 Habéis oído que se dijo a los 
antiguos: No matarás, el que matare 
será reo de juicio. 22 Pero yo os digo 
que todo el que se irrita contra su 
hermano será reo de juicio; el que 
le dijere: «Raca» será reo ante el 
Sanedrín; y el que le dijere «Loco» será 
reo de la gehenna de fuego. 23 Si vas, 
pues, a presentar una ofrenda ante 
el altar, y allí te acuerdas de que 
tu hermano tiene algo contra ti, 24 deja 
allí tu ofrenda ante el altar, Ve pri¬ 
mero a reconciliarte con tu hermano, 
y luego vuelve a presentar tu ofrenda. 
26 Muéstrate conciliador con tu ad¬ 
versario mientras vas con él por el 
camino, no sea que te entregue al 
juez y el juez al alguacil y seas puesto 
en prisión. 26 En verdad te digo que 
no saldrás de allí hasta que pagues 
el último ochavo. 


Declaración del sexto precepto. 

27 Habéis oído que fué dicho: No 
adulterarás. 28 Pero yo os digo que 
todo el que mira a una mujer para 
desearla, ya adulteró con ella en su 
corazón. 29 Si, pues, tu ojo derecho 
te escandaliza, sácatelo, y arrójalo 
de ti, porque más te conviene que 


(i) La ley mosaica, que además de ley mo¬ 
ral era litúrgica, social y penal, tenía un aspecto 
muy jurídico, agravado aún más por los escri¬ 
bas, que habían hecho de ella la norma férrea, 
pero externa, de su vida individual y colectiva. 
Jesús la eleva a su perfección poniendo de relie¬ 
ve el espíritu de caridad, que en ella estaba como 
en germen. Conforme a esto, dirá después San 
Pablo que toda la ley se resume en este pre¬ 
cepto: «Amarás al prójimo como a ti mismo». 
(Gal. 5. 14.) 


perezca uno de tus miembros, que no 
que todo tu cuerpo sea arrojado en la 
gehenna. 30 Y si tu mano derecha te 
escandaliza, córtatela y arrójala de 
ti, porque más te conviene que uno 
de tus miembros perezca, que no que 
todo el cuerpo sea arrojado a la 
gehenna. 31 También se ha dicho: 
El que repudiare a su mujer déle 
libelo de repudio. 32 Pero yo os digo 
que quien repudia a su mujer—ex¬ 
cepto el caso de fornicación—la ex¬ 
pone al adulterio, y el que se casa 
con la repudiada comete adulterio (1). 


Declaración del segundo precepto. 

33 También habéis oído que fué 
dicho a los antiguos: No perjurarás, 
antes cumplirás al Señor tus jura¬ 
mentos. 34 Pero yo os digo que no 
juréis de ninguna manera: ni por el 
cielo, pues es el trono de Dios, 35 ni 
por la tierra, pues es el escabel de sus 
pies, ni por Jerusalén, pues es la 
ciudad del gran Rey. 36 Ni por tu 
cabeza jures tampoco, porque no está 
en ti volver uno de tus cabellos blanco 
o negro. 37 Sea vuestra palabra: sí, sí; 
no, no; todo lo que pasa de esto, 
del mal procede. 


Declaración de la pena del tal ion. 

38 Habéis oído que fué dicho: Ojo 
por ojo y diente por diente: 39 Pero 
yo os digo, no resistáis al mal, y si 
alguno te abofetea en la mejilla de¬ 
recha, dale también la otra; 40 y al 
que quiera litigar contigo para qui¬ 
tarte la túnica, déjale también el 
manto. 41 Y si alguno te requisa para 


(1) La indisolubilidad del matrimonio se de¬ 

muestra por el lenguaje decisivo y tajante de 

Jesús en 19, 4 ss.; Me. 10, 5 ss.; Le. 16, 18. A 

estos pasajes hay que añadir la terminante de¬ 

claración de San Pablo: «A los que están unidos 

por el matrimonio mando, no yo, sino el Señor: 

Que la mujer no se aparte del marido, y si se 

separa debe quedar sin casar o reconciliarse con 

el marido; y el marido no despida a la mujer». 

(I Cor. 7, 10 ss.). La excepción hecha por San 

Mateo para el caso de adulterio obedece a esta ra¬ 

zón: la ley mosaica condenaba a la pena capital 

a la adúltera y a su cómplice. Si esta pena se 

aplicaba, el matrimonio quedaba disuelto por 

muerte de la adúltera. San Mateo, escribiendo 

para los hebreos, que vivían bajo la legislación 

mosaica, en la parte penal dejada intacta por 

Jesucristo, se expresa en el supuesto de su vi¬ 

gencia y de su aplicación. 









1U72 


SAN MATEO, 6 


una milla, vete con él dos. 42 Da a 
quien te pida y no vuelvas la espalda 
a quien te pide algo prestado. 


El amor de los enemiyos. 

43 Habéis oído que fué dicho: Ama¬ 
rás a tu prójimo y aborrecerás a tu 
enemigo. 44 Pero yo os digo: Amad a 
vuestros enemigos (1) y orad por 
los que os persiguen, 46 para que 
seáis hijos de vuestro Padre que está 
en les cielos, que hace salir el sol 
sobre malos y buenos y llueve sobre 
justos e injustos. 46 Pues si amáis 
a los que os aman, ¿qué recompensa 
tendréis? ¿No hacen esto también los 
publícanos? 47 Y si saludáis sola¬ 
mente a vuestros hermanos, ¿qué ha¬ 
céis de más? ¿No hacen esto también 
los gentiles? 48 Sed, pues, vosotros 
perfectos, como perfecto es vuestro 
Padre celestial. 


Heetitud de intención. 

6 1 Estad atentos a no hacer vues¬ 
tra justicia delante de los hom¬ 
bres (2) para que os vean; de otra 
manera no tendréis recompensa ante 
vuestro Padre, que está en los cielos. 


Método de practicar la limosna. 

2 Cuando hagas, pues, limosna, no 
vayas tocando la trompeta delante 
de ti como hacen los hipócritas en 
las sinagogas y en las calles, para ser 
alabados de los hombres; en verdad 
os digo que ya recibieron su recom¬ 
pensa. 3 Cuando des limosna, no sepa 
tu izquierda lo que hace la derecha, 
4 para que tu limosna sea oculta, y 
el Padre, que ve lo oculto, te pre¬ 
miará. 


Método de hucrr oración. 

6 Y cuando oréis, no seáis como 
los hipócritas, que gustan de orar en 
pie en las sinagogas y en los rinco- 


(r) Esta es la suma de toda la ley y de los 
profetas, como luego declara en el cap. 22. 

(2) En esia sección Jesús inculca, contra la 
doctrina y práctica de los fariseos, la rectitud 
de inlención en nuestras obras, que debemos 
hacer para gloria del Padre celestial. (I Cor. 10, 
3i.) 


nes de las plazas, para ser vistos de 
los hombres; en verdad os digo, que 
ya recibieron su recompensa. 6 Tú, 
cuando ores, entra en tu alcoba y, 
cerrada la puerta, ora a tu Padre, que 
está en lo secreto; y tu Padre, que 
ve en lo escondido, te recompensará. 

7 Y orando, no seáis habladores como 
los gentiles, que piensan que serán 
escuchados por su mucho hablar. 

8 No os asemejéis, pues, a ellos, por¬ 
que vuestro Padre conoce las cosas 
de que tenéis necesidad antes que se 
las pidáis. 9 Así, pues, habéis de orar 
vosotros: 

Padre nuestro que estás en los 
cielos, santificado sea tu nombre; 
10 venga a nos el tu reino, hágase tu 
voluntad, así en el ciclo como en la 
tierra. 11 El pan nuestro de cada día 
dánosle hoy, 12 y perdónanos nuestras 
deudas, así como nosotros perdona¬ 
mos a nuestros deudores; 13 y no nos 
pongas en tentación, mas líbranos 
de mal. 


El perdón de las ofensas. 

14 Porque si vosotros perdonareis 
a los hombres sus faltas, también os 
perdonará a vosotros vuestro Padre 
celestial. 15 Pero si no perdonareis a 
los hombres las faltas suyas, tam¬ 
poco vuestro Padre os perdonará 
vuestros pecados (1). 


Modo de ayunar. 

16 Cuando ayunéis no os mostréis 
tristes como los hipócritas, que de¬ 
mudan su rostro para que los hom¬ 
bres vean que ayunan; en verdad os 
digo, ya recibieron su recompensa. 
17 Tú, cuando ayunes, unge tu cabe¬ 
za y lava tu cara, 18 para que no 
vean los hombres que ayunas, sino 
tu Padre, que está en lo secreto; y tu 
Padre, que ve en lo secreto, te re¬ 
compensará. 


lie la solicitud de las coww 
Ivmporalot#. 

19 No alleguéis tesoros en la tierra, 
donde la polilla y el orín los consu- 


(») Este es el gran principio de la moral 
cristiana y úliima consecuencia del precepto del 
amor a Dios y al prójimo. 









SAN MATEO, 7 


H>7:t 


men (1), y donde los ladrones per¬ 
foran y roban. 20 Atesorad tesoros 
en el cielo, donde ni la polilla ni el 
orín los consumen y donde los la¬ 
drones no perforan ni roban. 21 Donde 
está tu tesoro, allí estará tu cora¬ 
zón. 22 La lámpara del cuerpo es el 
ojo. Si, pues, tu ojo estuviere sano, 
todo tu cuerpo estará iluminado; 
83 Pero si tu ojo estuviere enfermo, 
todo tu cuerpo estará en tinieblas. 


Dios y las riquezas. 

24 Nadie puede servir a dos señores, 
pues o bien aborrecerá al uno y ama¬ 
rá al otro, o bien se adherirá a uno 
y menospreciará al otro. No podéis 
servir a Dios y a las riquezas. 


Abandono en manos de la Pro¬ 
videncia. 

25 Por esto os digo: No os inquietéis 
por vuestra vida sobre qué comeréis, 
ni por vuestro cuerpo sobre qué ves¬ 
tiréis. ¿No es la vida más que el ali¬ 
mento, y el cuerpo más que el ves¬ 
tido? 26 Mirad cómo las aves del 
cielo no siembran ni siegan, ni en¬ 
cierran en graneros, y vuestro Padre 
celestial las alimenta. ¿No valéis vos¬ 
otros más que ellas? 27 ¿Quién de 
vosotros con sus preocupaciones pue¬ 
de añadir a su estatura un solo codo? 

28 Y del vestido, ¿por qué preocu¬ 
paros? Mirad a los lirios del campo 
cómo crecen: no se fatigan ni hilan. 

29 Y yo os digo que ni Salomón en 
toda su gloria se vistió como uno 
de ellos. 30 Pues si a la hierba del 
campo, que lioy es y mañana se 
arroja al fuego, Dios así la viste, ¿no 
hará mucho más con vosotros, hom¬ 
bres de poca fe? 31 No os preocupéis, 
pues, diciendo: ¿Qué comeremos, qué 
beberemos o qué vestiremos? 32 Los 
gentiles se afanan por todas estas 
cosas. Pero bien sabe vuestro Padre 
celestial que de todas estas cosas 
tenéis necesidad. 33 Buscad, pues, 
primero el reino (2) y su justicia, 
y todas estas cosas se os darán por 


(1) Como viajero hacia la eternidad, debe el 
cristiano vivir con los ojos en el cielo, y no tomar 
de los bienes terrenos sino cuanto es necesario 
para caminar hacia la patria del cielo. 

(2) El Padre celestial, que promete y da lo 
más, que es la gracia y la gloria, no nos negará 
lo menos, que es el sustento corporal. 


añadidura. 34 No os inquietéis, pues, 
por el mañana: porque el día de 
mañana ya tendrá sus propias in¬ 
quietudes; bástale a cada día su 
afán (1). 

El juicio sobre los otros. 

7 1 No juzguéis y no seréis juzga¬ 

dos (2); 2 porque con el juicio 
con que juzgareis seréis juzgados, y 
con la medida con que midiereis se os 
medirá. 3 ¿Cómo ves la paja en el 
ojo de tu hermano y no ves la viga 
en el tuyo? 4 ¿O cómo osas decir a 
tu hermano: Deja que te quite la 
paja del ojo, teniendo tú una viga 
en el tuyo? 5 Hipócrita: quita pri¬ 
mero la viga de tu ojo. y entonces 
verás de quitar la paja del ojo de 
tu hermano. 6 No deis las cosas santas 
a los perros ni arrojéis vuestras per¬ 
las a los puercos, no sea que las pi¬ 
soteen con sus pies y revolviéndose 
os destrocen. 


Eficacia de la oración. 

7 Pedid y se os dará; buscad y 
hallaréis; llamad y se os abrirá. 8 Por¬ 
que quien pide recibe, y quien busca 
hallará y a quien llama se le abrirá. 
9 Pues ¿quién de vosotros es el que, 
si su hijo le pide pan, le da una 
piedra, 10 o si le pide pescado le da 
una serpiente? 11 Si, pues, vosotros, 
siendo malos, sabéis dar cosas bue¬ 
nas a vuestros hijos, jcuánto más 
vuestro Padre que está en los cielos 
dará cosas buenas a quien se las pidel 


\aa ley de la caridad. 

12 Por eso cuanto quisiereis que os 
hagan a vosotros los hombres, ha¬ 
cédselo vosotros a ellos, porque esta 
es la ley y los profetas. 


(1) Obrar de otro modo es tomar las rique¬ 
zas como fin de la vida, haciéndose reo del pe¬ 
cado de avaricia. Contra los avaros pronunció 
el Señor palabras tan graves como aquéllas: «Hi¬ 
jos míos, ¡cuán difícil es que entren en el cielo 
los que confian en las riquezas! Más fácil será 
a un camello pasar por el hondón de una aguja, 
que a un rico entrar en el reino de los cielos», 
(Me. io, 24.) 

(2) Es decir, no condenéis, pues de juicio 

condenatorio se trata aquí. Es otra aplicación 

del precepto de la caridad hacia el prójimo. 


68 









1074 


SAN MATEO, 8 


Las dos sendas. 

13 Entrad por la puerta estrecha (1), 
porque ancha es la puerta y espa¬ 
ciosa es la senda que lleva a la per¬ 
dición, y muchos los que por ella 
entran. i4 ¡Qué estrecha es la puerta 
y qué angosta la senda que lleva a la 
vida, y cuán pocos los que dan con 
ella! 

Los falsos profetas. 

16 Guardaos de los falsos profe¬ 
tas (2), que vienen a vosotros con 
vestiduras de ovejas, mas por dentro 
son lobos rapaces. 16 Por sus frutos 
los conoceréis. ¿Por ventura se cogen 
racimos de los espinos, o higos de 
los abrojos? 17 Así que todo árbol 
bueno da buenos frutos, y todo árbol 
malo da frutos malos. 18 No puede 
árbol bueno dar malos frutos, ni 
árbol malo frutos buenos. 19 El árbol 
que no da buenos frutos es cortado 
y arrojado al fuego. 20 Por los frutos, 
pues, los conoceréis. 


La verdadera sabiduría. 

21 No todo el que dice: ¡Señor, 
Señor!, entrará en el reino de los 
cielos, sino el que hace la voluntad 
de mi Padre, que está en los cielos. 
22 Muchos me dirán en aquel día: 
¡Señor, Señor!, ¿no profetizamos en 
tu nombre y en nombre tuyo arroja¬ 
mos los demonios, y en tu nombre 
obramos muchos milagros? 23 Yo en¬ 
tonces les diré: Nunca os conocí, 
apartaos de mí, obradores de ini¬ 
quidad. 24 De manera que todo el 
que escucha mis palabras y las pone 


(1) El camino de la virtud y del cielo es 
áspero y exige un esfuerzo constante; en cam¬ 
bio, el camino del vicio y de la perdición es 
ancho y cuesta abajo, por lo cual no hay más 
que dejarse ir por él. 

(2) Abundaban éstos en la antigua ley, en 
frente de los profetas verdaderos que Dios en¬ 
viaban su pueblo. En tiempo de Jesús hacían 
este oficio los escribas y los fariseos, que extra¬ 
viaban al pueblo con sus falsas doctrinas. En 
todos los tiempos abundan los que, vistiéndose 
el manto de la verdad, con aparato de sabiduría, 
tratan de extraviar a los hombres de la Unica 
senda que a Dios lleva. Por los frutos los podre¬ 
mos conocer. En los días en que nos ha tocado 
vivir se descubre por sus frutos de muerte la 
calidad de muchas doctrinas, que desde hace 
tiempo se predicaban como la expresión de la 
más alta sabiduría. 


bor obra será como el varón prudente, 
pue edifica su casa sobre roca. 26 Cayó 
la lluvia, \inieron los torrentes, so¬ 
plaron los vientos y dieron sobre 
aquella casa, pero no cayó, porque 
estaba fundada sobre roca. 26 Y 
todo el que me escucha estas pala¬ 
bras y no las pone por obra, será 
semejante al necio, que edificó su 
casa sobre arena. 27 Cayó la lluvia, 
vinieron los torrentes, soplaron los 
vientos, y dieron sobre aquella casa, 
y cayó, y fué grande su ruina. 


Conclusión. 

28 Aconteció que, cuando acabó 
Jesús estos discursos (1), se maravi¬ 
llaban las muchedumbres de su doc¬ 
trina, 29 porque les enseñaba como 
quien tiene poder, y no* como sus 
doctores. 


La curación (le un leproso. 

Q 1 Como bajó del monte, le siguie- 
u ron muchedumbres numerosas. 2 Y 
he aquí qu$ un leproso se le acercó 
y se postró ante El, diciendo: Señor, 
si quieres, puedes limpiarme. 3 Y ex¬ 
tendió la mano y le tocó y dijo: 
Quiero, sé limpio. Y al instante quedó 
limpia su lepra. 4 * Jesús le advirtió: 
Mira, no lo digas a nadie, sino ve a 
mostrarte al sacerdote y ofrece la 
ofrenda que Moisés mandó para que 
les sirva de testimonio (2). 


El siervo del centurión. 

6 Entrado en Cafarnaúm, se le 
acercó un centurión (3), suplicán¬ 
dole, 6 y diciéndolc: Señor, mi siervo 
yace en casa paralítico, gravemente 
atormentado. 7 El le dijo: Yo iré y 
le curaré. 8 Y respondiendo el centu- 


(1) Comparando este sermón con el de San 
Lucas, se echa de ver que S. Mateo, para hacer 
más completo su programa, insertó en él cosas 
que el Salvador habla dicho en otras ocasiones. 

(2) En el Levítico, 14, 1-32, se describe el 
largo ritual a que debía someterse el leproso 
que lograba su curación, antes de reintegrarse a 
la vida social, de que le habla separado la en¬ 
fermedad. 

(3) Era gentil; pero, sin duda, prosélito de 

judaismo. S. Lucas dice que no vino en persona, 

sino por sus amigos los judíos, a quienes creía 

más autorizados para presentar sus ruegos a 

Jesús. 









SAN MATEO, 8 


1075 


ríón, dijo: Señor, no soy digno de 
que entres bajo mi techo; di sólo una 
palabra y mi siervo será curado. 

9 Porque yo soy un subordinado, pero 
bajo mí tengo soldados, y digo a 
éste: ve, y va; y al otro, ven, y viene, 
y a mi esclavo: haz esto, y lo hace. 

10 Y oyéndole Jesús, se maravilló y 
dijo a los que le seguían: 11 En ver¬ 
dad os digo que en nadie de Israel 
he hallado tanta fe. 11 Os digo, pues, 
que del Oriente y del Occidente (1) 
vendrán y se sentarán a la mesa con 
Abraham, Isac y Jacob en el reino 
de los cielos, 12 mientras que los hijos 
del reino serán arrojados a las tinie¬ 
blas exteriores, donde habrá llanto y 
crujir de dientes. 13 Y dijo Jesús al 
centurión: Ve, hágase contigo según 
has creído. Y en aquella hora quedó 
curado el siervo (2). 14 Entrando 
Jesús en casa de Pedro, vió a la sue¬ 
gra de éste, que yacía en el lecho, 
con fiebre. 15 Y le tomó la mano y 
la fiebre la dejó, y se levantó y le 
servía. 


Curación de muchos. 

16 Ya atardecido, le presentaron 
muchos endemoniados, y arrejó con 
una palabra los espíritus, y a todos 
los que se sentían mal (3) los curó, 
17 para que se cumpliese el anuncio 
del profeta Isaías, que dice: «El tomó 
nuestras enfermedades y cargó con 
nuestras dolencias» (4). 


(1) La salud eterna, simbolizada por el ban¬ 
quete del cielo, no está vinculada a la raza es¬ 
cogida; será de dos hombres de buena volun¬ 
tad» (Le. 2, 14). 

(2) Resalta en el relato evangélico la modes¬ 
tia del centurión, que se creía indigno de recibir 
a Jesús bajo su techo, y asimismo la fe en el 
poder divino del Salvador. El cuidado que mues¬ 
tra por el siervo tampoco debía de obedecer a 
interés egoísta, sino a verdadero amor por él. Por 
todo esto mereció aquel elogio de Jesús, que los 
judíos no debieron de oír con mucho agrado. 

(3) Los milagros del Salvador tienen un do¬ 
ble sentido. Nos revelan primeramente su bon¬ 
dad y misericordia hacia todos los desgraciados; 
también son signos de la misión divina que traía 
ál mundo en beneficio de las almas. Con las 
curaciones corporales pretendía que le acepta¬ 
sen como médico de las almas, cuyos pecados 
venía a perdonar y a sanar sus llagas. Este prin¬ 
cipio, que sobre todo se hace patente en el 
evangelio de San Juan, se puede aplicar, en ar¬ 
monía con los males que el Señor remedia, a las 
diversas especies de milagros. 

(4) ls. 43, 4. 


Condiciones de los scfliiidorcs 
de Jesús. 

18 Viendo Jesús grandes muche¬ 
dumbres alrededor de sí, dispuso par¬ 
tir a la otra ribera. 19 Y le salió al 
encuentro un escriba, que le dijo: 
Maestro, te seguiré adondequiera 
que vayas. 20 Díjole Jesús: Las rapo¬ 
sas tienen cuevas, y las aves del 
cielo nidos, pero el Hijo del hombre 
no tiene donde reclinar la cabeza. 
21 Otro de los discípulos le dijo: 
Señor, permíteme ir primero a se¬ 
pultar a mi padre (1). 22 Pero Jesús 
le respondió: Sígueme y deja a los 
muertos sepultar a sus muertos (2). 

La tempestad calmada. 

23 Cuando hubo subido a la nave 
le siguieron sus discípulos. 24 Y he 
aquí que se produjo en el mar una 
agitación grande, tal que las olas 
cubrían la nave; pero El entretanto 
dormía. 25 Y acercándose le desper¬ 
taron, diciendo: Señor, sálvanos, que 
perecemos. 26 El les dijo: ¿Por qué 
teméis, hombres de poca fe? Enton¬ 
ces se levantó, increpó, a los vientos 
y al mar y sobrevino una gran cal¬ 
ma. 27 Los hombres se maravillaban 
y decían: ¿Quién es éste, que hasta 
ios vientos y el mar le obedecen? 

La curación de los endemoniados. 

28 Llegado a la otra orilla, a la re¬ 
gión de los gadarenos, le vinieron al 
encuentro, saliendo de los sepulcros, 
dos endemoniados (3) tan furiosos, 
que nadie podía pasar por aquel ca¬ 
mino. 29 Y le gritaron, diciendo: ¿Qué 
hay entre ti y nosotros, Hijo de 
Dios? ¿Has venido aquí a destiempo 
para atormentarnos? 30 Había no lejos 
de allí una piara de muchos puercos 
paciendo (4), 31 y los demonios le 


(1) Que, sin duda, no había aún muerto, y 
así pide que se le deje atender a su padre en sus 
últimos días. 

(2) Muertos, aquí, son los que viven en el 
mundo entregados a los cuidados de la vida 
temporal. 

(3) San Marcos y San Lucas hablan de uno 
solo, que es, sin duda, el que, de los dos, más 
se distinguía y más llamó la atención de los tes¬ 
tigos o de la tradición posterior, por haberse 
convertido a la fe. 

(4) El Oriente del Lago estaba poblado por 
gentiles, los únicos que podían criar tales ani¬ 
males, declarados inmundos por la ley mosaica. 









1076 


SAN MATEO, 9 


rogaban, diciendo: Si nos has de echar, 
échanos a la piara de puercos. 32 Y 
les dijo: Id. Ellos salieron y se fue¬ 
ron a los puercos, y toda la piara se 
lanzó por un precipicio al mar, mu¬ 
riendo en las aguas. 33 Los porqueros 
huyeron, y yendo a la ciudad con¬ 
taron lo que habla pasado con los 
endemoniados. 34 Y he aquí que toda 
la ciudad salió al encuentro de Jesús, 
y viéndole le rogaron que se retirase 
de sus términos (1). 


Curación del paralítico. 

9 1 2 Subiendo en la barca, hizo la 
travesía y vino a su ciudad (2). 

2 Le presentaron un paralítico acos¬ 
tado en un lecho, y viendo Jesús la fe 
de aquellos hombres, dijo al paralí¬ 
tico: Confía, hijo, tus pecados te 
son perdonados. 3 Algunos escribas 
dijeron dentro de sí mismos: Este 
blasfema. 4 * Jesús, conociendo sus 
pensamientos, les dijo: ¿Por qué 
pensáis mal en vuestros corazones? 

3 ¿Qué es más fácil: decir tus pecados 
te son perdonados, o decir leván¬ 
tate y anda? 6 Pues para que veáis 
que el Hijo del hombre tiene sobre 
la tierra poder de perdonar los peca¬ 
dos (3), dijo al paralítico: levántate, 
toma tu lecho y vete a casa. 7 Y le¬ 
vantándose, fuese a su casa. 8 Viendo 
esto, las muchedumbres quedaron so¬ 
brecogidas de temor y glorificaron 
a Dios de haber dado tal poder a los 
hombres. 


Vocación de Mateo. 


9 Pasando Jesús de allí, vió a un 
hombre sentado en el telonio, de 
nombre Mateo, y le dijo: Sígueme. 
Y él, levantándose, le siguió. 10 Ha¬ 
llándose, pues, Jesús sentado a la 
mesa en la casa de aquél, vinieron 
muchos publícanos y pecadores a 
sentarse con Jesús y sus discípulos. 


(i) Los sucesos que acababan de oír los ha¬ 
bían puesto en un temor supersticioso, y prefe¬ 
rían verle lejos. 

(a) Cafarnaúm, que habla .constituido en 
centro de su actividad apostólica. (4, 13.) 

(3) Los milagros de Jesús tienen una fina¬ 
lidad más alta que la de remediar los males' 
físicos: probar su misión divina de salvador de ¡ 
las almas. 


11 Viendo esto, los fariseos decían a 
los discípulos: ¿Por qué vuestro maes¬ 
tro come con publícanos y peca¬ 
dores? (1). 12 El, que los oyó, dijo: 
No tienen los sanos necesidad de mé¬ 
dico, sino los enfermos. 13 Yd y apren¬ 
ded qué significa: «Prefiero 1 a mise¬ 
ricordia al sacrificio.» Porque no he 
venido yo a llamar a los justos, sino 
a los pecadores. 

14 Entonces se llegaron a él los 
discípulos de Juan (2), diciendo: 
¿Cómo es que, ayunando nosotros v 
los fariseos, tus discípulos no ayunan? 
15 Y Jesús les contestó: ¿Por ventu¬ 
ra pueden los compañeros del novio 
llorar mientras está el novio con 
ellos? Pero vendrán días en que les 
será arrebatado el esposo; y entonces 
ayunarán. 16 Nadie echa una pieza 
de paño no abatanado a un vestido 
viejo, porque el remiendo se llevará 
algo del vestido y el roto se hará 
mayor. 17 Ni se echa el vino nuevo 
en cueros viejos; de otro modo se 
romperían los cueros, el vino se de¬ 
rramaría y los cueros se perderían; 
sino que se echa el vino nuevo en 
cueros nuevos, y así lo uno y lo otro 
se conserva. 


Curación de la hemorroida, y 
resurrección de una niña* 

18 Mientras les hablaba, llegó un 
jefe (3), y acercándosele se postró 
ante él, diciendo: Mi hija a -aba de 
morir; ven, pon tu mano sobre ella 
y vivirá. 19 Y levantándose Jesús, le 
siguió con sus discípulos. 20 En¬ 
tonces una mujer, que padecía flujo 
de sangre hacía doce años se le 
acercó por detrás y le tocó la orla 
de 1 vestid o f 4), 21 diciendo para sí 
misma: Con solo tocar su vestido seré 
sana. 23 Jesús se volvió, y viéndola 


(1) Para los fariseos, los publícanos eran pú¬ 
blicos pecadores, con quienes no se podía tratar 
sin contaminarse. 

(2) Eran gentes que, habiendo recibido el 
bautismo de Juan, llevaban una vida de peni¬ 
tencia, y así se extrañaban de que Jesús y los 
suyos no hicieran otro tanto. 

(3) Era la sinagoga el centro de la vida reli¬ 
giosa y social del pueblo, y tenia para su go¬ 
bierno un consejo de personas respetables. 

(4) A causa de la enfermedad, que consti¬ 

tuía una impureza legal, no se atrevía a pedir 

francamente el remedio del mal. (Levítico. 15* 

25 ss.) 









SAN MATEO, 10 


1077 


dijo: Hija, ten confianza; tu fe te 
ha sanado. Y quedó sana la mujer 
desde aquel momento. 23 Cuando 
llegó Jesús a la casa del jefe, viendo 
a los flautistas y a la muchedumbre 
de plañideras, 24 dijo: Retiraos, que 
la niña no está muerta: duerme. Y se 
reían de El (1). 25 Una voz que la 
muchedumbre fué echada fuera, entró, 
tomó la mano de la niña y ésta se 
levantó. 26 La nueva se divulgó por 
toda aquella tierra. 

Curación de dos ciegos. 


27 Partiendo Jesús de allí, le se¬ 
guían dos ciegos, dando voces y di¬ 
ciendo: Ten piedad de nosotros, Hijo 
de David. 28 Y cuando hubo entrado 
en casa, se le acercaron los ciegos y 
les dijo Jesús: ¿Creéis que puedo yo 
hacer esto? Respondiéronle: Sí, Señor. 

29 Entonces tocó sus ojos, diciendo: 
Hágase en vosotros según vuestra fe. 

30 Y se abrieron sus ojos, y con tono 
severo les advirtió: Mirad que nadie 
lo sepa (2). 31 Pero ello^, una vez 
fuera, divulgaron la cosa por toda 
aquella tierra. 

Curación de un mudo. 


32 Salidos aquéllos/ le presentaron 
un hombre mudo endemoniado, 33 y 
arrojado el demonio, habló el mudo 
y se maravillaron las turbas, dicien¬ 
do: Jamás se vió tal en Israel. 34 Pero 
los fariseos replicaban: Es por virtud 
del príncipe de los demonios como 
arroja a los demonios. 

Actividad misional. 


36 Jesús recorría todas las ciuda¬ 
des y aldeas, enseñando en sus si¬ 
nagogas, predicando el evangelio del 
reino y curando toda enfermedad, y 
toda dolencia. 36 Viendo a la muche¬ 
dumbre, se enterneció de compasión 
por ella, porque estaban fatigados y 
decaídos como ovejas sin pastor. 


(1) Como gente que tenía por oficio llorar 
a los muertos, se ríen de Jesús; sin duda que no 
reirían los padres de la niña difunta. 

(2) Estos mandatos de Jesús tienen su razón 
de ser en el estado de los ánimos, demasiado 
excitados en aquel momento con los milagros 

; prontos a estallar en manifestaciones que pu¬ 
dieran comprometer su ministerio. (Jn.6, 15.) 


37 Entonces dijo a los discípulos: La 
mies es mucha, pero los obreros pocos. 

38 Rogad, pues, al dueño de la mies 
que envíe obreros a su mies. 

Confiere a los doce el poder 
de hacer milagros. 


1U 1 2 Habiendo llamado Jesús a sus 
discípulos, les dió poder sobre 
los espíritus impuros para arrojarlos 
y para curar toda enfermedad y toda 
dolencia (1). 

2 Los nombres de los doce Após¬ 
toles son éstos: el primero Simón, 
llamado Pedro, y Andrés, su her¬ 
mano; Santiago, el de Zebedeo, y 
Juan, su hermano; 3 Felipe y Barto¬ 
lomé, Tomás y Mateo, el publicano; 
Santiago, el de Alfeo, y Tadeo; 4 * Si¬ 
món, el Celador, y Judas Iscariote, 
el que le traicionó. 

Instrucción a los doce. 


5 A estos doce envió Jesús, des¬ 
pués de haberles instruido en estos 
términos: «No toméis el camino de 
los gentiles (2) ni entréis en la ciu¬ 
dad de los samaritanos; 6 id más 
bien a las ovejas perdidas de la casa 
de Israel. 7 Y en vuestro camino pre¬ 
dicad diciendo: El reino de Dios se 
acerca. 8 Curad a los enfermos, resu¬ 
citad a los muertos, limpiad a los 
leprosos, arrojad los demonios; gratis 
lo recibís, dadlo gratis. 9 No llevéis 
oro ni plata ni cobre en vuestro cin¬ 
to, 10 ni alforja para el camino, 
ni dos túnicas, ni sandalias, ni bas¬ 
tón; porque el obrero es acreedor a 
su sustento. 11 En cualquiera ciudad 
o aldea en que entréis, informaos de 
quién hay en ella digno (3), y que¬ 
daos allí hasta que partáis. 12 Y en¬ 
trando en la casa, saludad. 13 Y si la 
casa fuere digna, sobre ella vendrá 
vuestra paz; si no lo fuere, vuestra 
paz volverá a vosotros. 14 Y si no 


(1) Jesús no sólo tiene poder de hacer mi¬ 
lagros. sino facultad para conferirlo a otros. Era 
ésta una facultad que jamás se había visto en 
Israel. 

(2) La misión personal de Jesús se dirigía a 
los hijos de Israel, por los cuales la salud había 
de llegar a los gentiles. (Rcm. 15, 8.) 

(3) La misión que llevaban los obligaba a • 

mirar dónde se hospedaban, no fuera que la con¬ 

dición del huésped impidiese el ministerio apos¬ 

tólico. 








078 


SAN MATEO, 11 


os recibieren o no escucharen vuestras 
palabras, saliendo de aquella casa o 
de aquella ciudad, sacudid el polvo 
de vuestros pies*. 16 En verdad os 
digo que más tolerable suerte tendrá 
la tierra de Sodoma y Gomorra en 
el día del juicio que aquella ciudad. 

N ucva instrucción a los apóstoles. 


16 He aquí que yo os envío como 
ovejas en medio de lobos (1); sed, 
pues, prudentes como serpientes y 
sencillos como palomas. 17 Guardaos 
de los hombres, porque os entregarán 
a los sanedrines y en sus sinagogas os 
azotarán. 18 Seréis llevados a los go¬ 
bernadores y reyes por amor de mí, 
para dar testimonio ante ellos y los 
gentiles. 19 Cuando os entregaren, no 
os preocupe cómo o qué hablaréis; 
porque se os dará en aquella hora lo 
que debéis decir. 20 No seréis vos¬ 
otros los que habléis, sino el Espíritu 
del Padre el que hablará en vosotros. 
21 El hermano entregará al hermano a 
la muerte, el padre al hijo, y se le¬ 
vantarán los hijos contra los padres 
V les darán muerte. 22 Y seréis abo¬ 
rrecidos de todos por causa de mi 
nombre; el que persevere hasta el 
fin, ése será salvo. 

23 Cuando os persiguieren en una 
ciudad, huid a otra; y si en ésta os 
persiguieren, huid a una tercera. En 
verdad os digo que no acabaréis las 
ciudades de Israel antes de que venga 
el Hijo del hombre. 24 No está el 
discípulo sobre el maestro, ni el siervo 
sobre su amo. 25 Bástale al discípulo 
ser como su maestro y al siervo como 
su señor. 26 Si al amo le llamaron 
Belcebú, ¡cuánto más a sus domés¬ 
ticos! 28 No los temáis, pues; porque 
nada hay oculto que no se venga a 
descubrir, ni secreto que no venga a 
ser conocido. 27 Lo que yo os digo 
en la oscuridad, decidlo a la luz, y 
lo que os digo al oído, predicadlo 
sobre los terrados. 28 No tengáis mie¬ 
do a los que matan el cuerpo, que 
al alma no la pueden matar; temed 
más bien a Aquél que puede perder 


(i) Lo que sigue, sin duda, fué dicho por 
Jesús mirando a otra misión más lejana y más 
larga entre las naciones gentiles. Es, al mismo 
tiempo, una profecía de lo que sucederá a los I 
apóstoles y a los fieles en los tiempos venideros. 
En la historia reciente de la persecución mar- 
xista pudiéramos hallar pruebas confirmatorias 
de lo que aquí dice el Salvador. 


el alma y el cuerpo en la gehenna. 
29 ¿No se venden dos pajaritos por 
un as? Sin embargo, ni uno de ellos 
caerá en tierra sin la voluntad de 
vuestro Padre. 30 Cuanto a vosotros, 
aun los cabellos todos de vuestra ca¬ 
beza están contados. 31 No temáis, 
pues; ¿no aventajáis vosotros a los 
pajaritos? 32 Pues a todo el que me, 
confesare delante de los hombres, yo 
también le confesaré delante de mi 
Padre, que está en los cielos 33 Pero 
a todo el que me negare delante de 
los hombres, yo le negaré también 
delante de mi Padre, que está en los 
cielos. 

34 No penséis que he venido a 
poner paz en la tierra (1); no vine 
a poner paz, sino espada. 35 Porque 
he venido a separar al hombre de su 
padre, y a la hija de su madre, y la 
nuera de su suegra, 36 y los enemigos 
del hombre serán los de su casa. 
37 El que ama al padre y a la madre 
más que a mí, no es digno de mí (2), 
y el (fue ama al hijo o a la hija más 
que a mí, no es digno de mí; 38 y el 
que no toma su cruz y sigue en pos 
de mí, no es digno de mí. 39 El que 
halla su vida la perderá, y el que la 
perdiere por amor de mí la hallará. 
40 El que os recibe a vosotros, a mí 
me recibe, y el que me recibe a mí, 
recibe al que me envió. 41 El que re¬ 
cibe al profeta como profeta, obten¬ 
drá recompensa de profeta, y el que 
recibe al justo como justo, obtendrá 
recompensa de justo. 42 Y el que diere 
de beber a uno de estos pequeños, 
sólo un vaso de agua fresca, en razón 
de discípulo, en verdad os digo que 
no perderá su recompensa.» 

La misión del Bautista. 


1 1 1 Aconteció que cuando hubo 

Jesús acabado de instruir a sus 
discípulos, partió de allí para enseñar 
y predicar en sus ciudades. 2 Y ha¬ 
biendo oído Juan en la cárcel las 
obras de Cristo, envió por medio de 
sus discípulos, 3 a decirle: «Eres tú 


(1) Jesús gusta de semejantes figuras para 
imprimir mejor las ideas en la mente de sus 
oyentes. Siendo príncipe de la paz, porque nos 
trae el amor, lo es también de la guerra, porque 
El mismo y los suyos serán para el mundo blanco 
de contradicción. 

(2) Singular pretensión, que sólo en Dios es 
justa, como principio y fin que es del hombre 

Es una expresión manifiesta de su divinidad 










SAN MATEO, II 


1079 


el que viene (1), o debemos esperar 
a otro? Y respondiendo Jesús, les 
dijo: Id y referid a Juan lo que habéis 
oído y visto. 6 Los ciegos ven, los 
cojos andan, los leprosos quedan lim¬ 
pios, los sordos oyen, los muertos 
resucitan y los pobres son evangeli¬ 
zados; 6 y bienaventurado aquél que 
no se escandalizare en mí. 

Elogio (le Juan. 

7 Cuando éstos se hubieron ido, 
comenzó Jesús a hablar de Juan a 
la muchedumbre: ¿Qué habéis ido a 
ver al desierto? ¿Una caña agitada 
por el viento? 8 ¿Qué habéis ido a 
ver? ¿A un hombre vestido afemina¬ 
damente? Mas los que visten con 
molicie están en las moradas de los 
reyes. 9 ¿Pues a qué habéis ido? 
¿A ver un profeta? Si, yo os digo 
que más que a un profeta. 10 Este es 
de quien está escrito: 

He aquí que yo envió a mi men¬ 
sajero delante de tu faz, 

Que preparará tus caminos delante 
de ti (2). 

11 En verdad os digo que entre los 
nacidos de mujer no ha parecido 
uno más grande que Juan el Bau¬ 
tista. Pero el más pequeño en el 
reino de los cielos es mayor que él (3). 
12 Desde los días de Juan hasta ahora, 
el reino de los cielos sufre violencia 
y los esforzados lo arrebatan. 13 Por¬ 
que todos los profetas y la ley han 
profetizado hasta Juan. 14 Y si que¬ 
réis oírlo, él es Elias, que ha de venir. 
15 El que tiene oídos, que oiga. 

Juicio sobre la «jeneración 
presente. 

16 ¿A quién compararé yo esta ge¬ 
neración? Es semejante a los niños 
sentados en la plaza (4), que se gri- 


(1) El laconismo de los evangelistas no nos 
permite poner en claro el motivo de esta emba¬ 
jada. Parece lo más probable que obedeciera al 
deseo de que sus discípulos oyesen la verdad 
de labios del mismo Jesús. Hay quien cree que 
obedeció a un pasajero oscurecimiento del cono¬ 
cimiento que Juan tenia de Jesús como Mesías. 

(2) Mal. 3, i. 

(3) Después del elogio que precede, la com¬ 
paración no puede referirse a la dignidad de las 
personas, sino de los estados. Juan vive aún en 
la antigua alianza, que es la promesa del reino 
de Dios; los hijos del reino ya gozan de la pose¬ 
sión del mismo reino prometido. 

(4) Nota característica de la enseñanza po¬ 
pular de Jesús. La parábola va dirigida a las 


tan unos a otros, 17 diciendo: «Os 
tocamos la flauta y no bailáis, he¬ 
mos endechado y no os habéis do¬ 
lido.» 18 Porque vino Juan, que no 
comía ni bebía, y dicen: Está poseído 
del demonio. 19 Vino el Hijo del 
hombre, que come y bebe, y dicen: 
Es un comilón y un bebedor de vino, 
amigo de publícanos y pecadores. 
Y la Sabiduría se justifica por sus 
obras. 


Amenaza a las ciudades infieles. 

20 Comenzó entonces a increpar a 
las ciudades en que había hecho 
muchos milagros, porque no habían 
hecho penitencia: ;Ay de ti, Corazaín, 
ay de ti, Betsaida!, porque, si en 
Tiro y en Sidón se hubieran hecho 
los milagros hechos en ti, mucho ha 
que en saco y ceniza hubieran hecho 
penitencia. 22 Así, pues, os digo que 
Tiro y Sidón serán tratadas con menos 
rigor que vosotros en el día del juicio. 
23 Y tú, Cafarnaúm, ¿te levantarás 
hasta el cielo? Hasta el infierno serás 
precipitada. Porque si en Sodoma se 
hubieran hecho los milagros hechos 
en ti, hasta hoy subsistirían. 24 Así, 
pues, os digo que el país de Sodoma 
será tratado con menos rigor que tú 
en el día del juicio. 


Acción de gracias al Padre. 

25 En aquel tiempo tomó Jesús la 
palabra y dijo: Yo te alabo. Padre, 
Señor del cielo y de la tierra, porque 
ocultaste estas cosas a los sabios y 
discretos y las revelaste a los peque- 
ñuelos (1). 26 Sí, Padre, porque así 
te plugo. 27 Todo me ha sido entre¬ 
gado por mi Padre (2), y nadie 
conoce al Hijo sino el Padre, y nadie 
conoce al padre sino el Hijo y aquél 
a quien el hijo quisiere revelárselo. 
28 Venid a mí, todos los que estáis 
fatigados y cargados, que yo os ali- 


clases directoras de Israel, en quienes fue bien 
marcada la oposición contra Jesús, hasta aca¬ 
bar poniéndole en la cruz. 

(1) Maravilloso desahogo de Jesús con su Pa¬ 
dre acerca de los planes de su providencia. El 
reino de los cielos es de los pobres y humildes; 
de los que presumen de sabios, la reprobación. 
(I Cor. i t 18 ss.) 

(2) Estas palabras expresan la íntima comu¬ 
nión de vida entre el Padre y el Hijo, la consus- 
tancialidad de ambos. 







10M0 


SAN MATEO, 12 


viaré. . 29 Tomad sobre vosotros mi 
yugo, y aprended de mí, que soy 
manso y humilde de corazón, y halla¬ 
réis descanso para vuestras almas, 
pues mi yugo es blando y mi earga 
ligera. 


i^obro la observancia del sábado. 

Primera cuestión. 

fO 1 Por aquel tiempo iba Jesús, 
* ^ un día de sábado por los sem¬ 
brados; sus discípulos tenían hambre 
y comenzaron a arranear espigas y 
comérselas. 2 Los fariseos, que lo 
echaron de ver, dijéronle: Mira que 
tus discípulos hacen lo que no es 
lícito hacer en sábado (1). 3 Pero 
El les dijo: ¿No habéis leído lo que 
hizo David cuando tuvo hambre él 
y los que le acompañaban? 4 * ¿Cómo 
entró en la casa de Dios, y comieron 
los panes de la proposición, que no 
les era lícito comer a él y a los suyos, 
sino sólo a los sacerdotes? 6 ¿Ni ha¬ 
béis leído en la ley que el sábado 
los sacerdotes en el templo violan el 
sábado sin ser culpables? 8 Pues yo 
os digo que lo que aquí hay es más 
grande que el Templo. 7 Si hubierais 
entendido qué significa: Yo prefiero 
la misericordia al sacrificio, no con¬ 
denaríais a inocentes. 8 Porque el 
Hijo del hombre es señor del sábado. 


Segunda cuestión sobre el sábado. 

9 Y pasando de allí vino a la sina¬ 
goga, 10 donde había un hombre que 
tenía seca una mano. Y le pregun¬ 
taron para poder acusarle: ¿Es lícito, 
curar en sábado? 11 El les dijo: ¿Quién 
de vosotros, teniendo una oveja, 
si cayere en un pozo en día de sᬠ
bado, no la coge y la saca? Í2). 
12 Pues ¡cuánto más vale un hombre 
que una oveja! Lícito es, por tanto, 
hacer bien en sábado. 13 Entonces 
dijo a aquel hombre: Extiende tu 


(1) Este episodio nos muestra hasta qué ex¬ 
tremo llegaba la superstición de los fariseos en 
la interpretación del precepto sabático, pues en 
la prohibición de la siega y de la trilla veían con¬ 
denada la simple acción de frotar unas espigas 
y limpiar sus granos para entretener el hambre. 
(Exodo 34,21.) 

(2) La casuística rabínica sabía atender 

a sus intereses. Prohíbe curar en sábado, que es 

oficio del médico; pero no salvar una res que 

está a punto de perecer. 


mano; y la extendió sana como la 
otra. 14 Los fariseos, saliendo, se reu¬ 
nieron en consejo (1) contra El para 
ver el modo de perderle. 

La mansedumbre del Mesías, 
predieba por el profeta. 

16 Jesús, teniendo noticia de esto, 
se alejó de allí (2). Muchos le si¬ 
guieron, y los curaba a todos, 16 en¬ 
cargándoles que no le descubrieran; 
17 para que se cumpliera el anuncio 
del profeta Isaías, que dice: 

18 He aquí mi siervo, a quien elegí; 
mi amado, en quien mi alma se 
complace. Haré descansar mi espíritu 
sobre él, y anunciará el derecho a 
las gentes. 19 No disputará ni gritará, 
nadie oirá su voz en las plazas. 20 La 
caña cascada no la quebrará, y no 
apagará la inecha humenate, hasta 
hacer triunfar el derecho, 21 y en su 
nombre pondrán las naciones su es¬ 
peranza. (42, 1-4.) 


Lu calumnia de los fariseo*. 

22 Entonces le trajeron un ende¬ 
moniado ciego y mudo (3); y le curó, 
de suerte que el mudo hablaba v 
veía. 23 Y se maravillaron las muche¬ 
dumbres y decían: ¿No será éste el 
Hijo de David? (4). 24 Pero los fari¬ 
seos, que esto oyeron, dijeron: Este 
no echa a los demonios sino por el 
poder de Peelcebub, príncipe de los 
demonios (5). 26 Penetrando El sus 
pensamientos, les dijo: Todo reino 
en sí dividido será desolado, y toda 
ciudad o casa en sí dividida no sub¬ 
sistirá. 26 Y si Satanás arroja a Sata- 


(1) Esto nos muestra a qué extremo llegaba 
la oposición farisea. 

(2) Cede ante la violencia de sus enemigos 
porque no era llegada su hora. (Jn. 11,5 ss.) 

(3) Is. 42- i-4- 

(4) La posesión diabólica solía llevar con¬ 
sigo alguna enfermedad, la cual desaparecía 
luego de echados los espíritus por el Señor. 

(5) Que quiere decir Mesías. Estas expre¬ 
siones populares muestran cuán vivas estaban 
en aquellos días las esperanzas mesiánicas. 

(6) Era Beelzebub el dios de Acarón, a quien 
por burla los judíos llamaban Bcelzebul, señor del 
estiércol. Los espíritus, aun después de perdida 
la gracia por el pecado, conservan su jerarquía, 
que tiene por base su perfección natural. Al jete 
supremo de esa jerarquía le llamaban Bcelztfcub 
Jesús, según ellos, tendría pacto con ésic. y 111 
su virtud, los espiiitus infeiiorts le tstarí. n 
sujetos. 










SAN MATEO, 12 


1081 


nás, estará dividido contra sí, ¿cómo, 
pues, subsistirá su reino? 27 Y si yo 
arrojo los demonios con el poder de 
Bcelcebub, ¿con qué poder los arro¬ 
jan vuestros hijos? Por esto serán 
ellos vuestros jueces. 28 Mas si yo, 
arrojo a los demonios con el espíritu 
de Dios, entonces es que ha llegado 
a vosotros el reino de Dios. 29 ¿Pues 
cómo podrá entrar uno en la casa 
de un fuerte y arrebatarle sus ense¬ 
res, si no logra primero sujetar al 
fuerte? Ya entonces podrá saquear 
su casa. 30 El que no está conmigo 
está contra mí, y el que conmigo no 
recoge, desparrama. 


La blasfemia contra el Espíritu 
Santo. 

31 Por esto os digo: TodP pecado 
y blasfemia les será perdonado a los 
hombres, pero la blasfemia contra el 
Espíritu (1) no les será perdonada. 
32 Quien hablare contra el Hijo del 
hombre será perdonado: pero quien 
hablare contra el Espíritu Santo, no 
será perdonado, ni en este siglo ni 
en el venidero. 33 Si plantáis un árbol 
bueno, su fruto será bueno, pero si 
plantáis un árbol malo, su fruto será 
malo, porque el árbol por los frutos 
se conoce. 34 ¡Raza de víborasI ¿Cómo 
podéis vosotros decir cosas buenas, 
siendo malos? Porque de la abun¬ 
dancia del corazón habla la boca. 
35 El hombre bueno, de su buen te¬ 
soro saca cosas buenas, pero el hom¬ 
bre malo de su mal tesoro saca cosas 
malas. 36 Y yo os digo que de toda 
palabra ociosa que hablaren los hom¬ 
bres habrán de dar cuenta el día del 
juicio. 37 Pues por tus palabras serás 
declarado justo, o por tus palabras 
serás condenado. 


Amenaza contra la generación 
actual. 

38 Entonces le interrogaron algu¬ 
nos de los escribas y fariseos, y le 
dijeron: Maestro, quisiéramos ver una 
señal tuya. 39 El, respondiendo, les 


(i) Es el pecado que directa y consciente¬ 
mente va contra la verdad. Como de ella ha de 
venir la salud, el que la impugna se cierra a sí 
mismo la puerta de la salvación, y asi resulta su 
pecado irremisible. 


dijo: La generación mala y adúltera, 
busca una señal, y no le será dada 
más señal que la de Jonás (1) el 
profeta. 40 Porque, como estuvo 
Jonás en el vientre de la ballena tres 
días y tres noches, así estará el Hijo 
del hombre tres días y tres noches 
en el seno de la tierra. 41 Los nini- 
vitas se levantarán el día del juicio 
contra esta generación y la conde¬ 
narán, porque ellos hicieron peni¬ 
tencia a la predicación de Jonás, y 
hay aquí algo más que Jonás. 42 La 
reina del Mediodía se levantará en 
juicio contra esta generación y la 
condenará, porque vino de los confi¬ 
nes de la tierra para oír la sabiduría 
de Salomón, y aquí hay algo más 
que Salomón. 43 Cuando el Espíritu 
impuro sale de un hombre, discurre 
por lugares áridos, buscando reposo 
y no lo halla. 44 Entonces se dice: 
Me volveré a mi casa de dopde salí. 
Y va v la encuentra vacía, barrida y 
compuesta. 45 Entonces va, toma con¬ 
sigo otros siete espíritus peores que 
él, y entrando, habita allí, viniendo 
a ser las postrimerías de aquel hom¬ 
bre peores que sus principios. Así será 
de esta generación mala. 


Los parientes de Jesús. 

46 Mientras El hablaba a la mu¬ 
chedumbre, su madre y sus herma¬ 
nos estaban fuera y pretendían ha¬ 
blarle. 47 Alguien le dijo: Tu madre 
y tus hermanos (2) están fuera y 
desean hablarte. 48 Y El respondió 
y dijo al que le hablaba: ¿Quién es 
mi madre y quiénes son mis herma¬ 
nos? 49 Y extendiendo su mano sobre 
los discípulos, dijo: He aquí mi madre 
y mis hermanos. Porque quienquiera 
que hiciere la voluntad de mi Padre, 
que está en los cielos, ése es mi her¬ 
mano y mi hermana y mi madre. 


(1) La última señal que Jesús dará a los ju¬ 
díos de que es el Mesías será su resurrección. 
El que la rechace quedará en peor situación 
que antes, porque su resistencia a la verdad le 
habrá confirmado más en el mal. 

(2) Los parientes, que no creían en El (Jn. 7,5), 
antes pensaban que estaba fuera de sí (Me. 3, 21), 
vienen para reducirle a casa. Jesús se aprovecha 
de la ocasión para poner de relieve el orden 
divino sobre el humano. No hemos de atribuir 
a la Madre los mismos sentimientos por el 
hecho de que acompañara a los parientes. Iban 
en busca de su Jesús, y no podía permanecer 
indiferente. 









1082 


SAN MATEO, 13 


La parábola del sembrador. 

13 1 Aquel día salió Jesús de casa 
y se sentó junto al mar. 1 2 Se 
le acercaron numerosas muchedum¬ 
bres, El, subiendo a una barca, se 
sentó, quedando la muchedumbre 
sobre la playa, 3 y les dijo muchas 
cosas en parábolas (1): Salió un 
sembrador a sembrar, 4 * y de la si¬ 
miente parte cayó junto al camino, 
V viniendo las aves, la comieron. 
5 Otra cayó en sitio pedregoso, donde 
no había tierra y luego brotó, porque 
la tierra era poco profunda, 6 pero 
levantándose el sol la agostó, y como 
no tenía raíz, se secó. 7 Otra cayó 
entre cardos, y los cardos crecieron 
y la ahogaron. 8 Otra cayó sobre tierra 
buena y dió buen fruto, una ciento, 
otra sesenta, otra treinta. 9 * El que 
tenga oídos, que oiga. 

Razón de la parábola. 

10 Acercándosele los discípulos, le 
dijeron: ¿Por qué les hablas en parᬠ
bolas? 11 Y les respondió diciendo: 
A vosotros os ha sido dado conocer 
los misterios del reino de los cielos, 
pero a ésos no. 12 Porque al que tiene 
se le dará más y abundará; y al que 
no tiene, aun aquello que tiene le 
será quitado. 13 Por esto les hablo 
en parábolas, porque viendo no vean 
y oyendo no oigan ni entiendan; 
44 y se cumpla en ellos la profecía de 
Isaías, que dice: 

Cierto oiréis y no entenderéis (2), 
veréis y no conoceréis. 16 Porque 
se lia endurecido el corazón de este 
pueblo, y se han hecho duros de 
oídos, y han cerrado sus ojos, para 
lio ver con sus ojos y lio oír con sus 
oídos, y para no entender cu su eo- 


(1) San Mateo, siguiendo su método, reúne 
aquí un grupo de parábolas cuyo tema es el 
misterio del reino de Dios. No estando el pue¬ 
blo en condiciones de recibir la verdad desnuda 
sobre este misterio, a causa de sus prejuicios 
mesiánicos, el Señor le presenta la verdad en 
forma velada para que, poco a poco, la vaya 
percibiendo. Esto siempre sería mejor que negár¬ 
sela del todo. 

(2) Hasta cinco veces se cita este texto en 

los evangelios y en los Hechos, 28, 26. El pro¬ 

feta fué enviado por Dios a predicar al pueblo 

y, cierto, para que su palabra le reportase la 

salud; pero a causa de la malicia del pueblo, el 

ministerio del profeta le iba a ser ocasión de 

mayor mal. Tal ocurría a los judíos por su opo¬ 

sición a la verdad, que brillaba en la predi<a- 

cjóp de Jesús y de los Apóstolas. 


razón y convertirse, que yo los cu¬ 
raría (1). 16 jPero dichosos vuestros 
ojos, porque ven, y vuestros oídos, 
porque oyen! 17 Pues en verdad os 
digo que muchos profetas y justos 
desearon ver lo que vosotros veis, 
y no lo vieron, y oír lo que vosotros 
oís, y no lo oyeron. 

Explicación de la parábola. 

18 Oíd, pues, vosotros, la parábola 
del sembrador. 19 A quien oye la 
palabra del reino y no la entiende, 
viene el maligno y le arrebata lo 
que había sido sembrado en su co¬ 
razón: esto es lo sembrado junto al 
camino. 20 Lo sembrado en terreno 
pedregoso es el que oye la palabra 
y desde luego la recibe con alegría; 
21 pero no tiene raíces en sí mismo, 
sino que es voluble, y en cuanto se 
levanta una tormenta o persecución 
a causa de la palabra, al instante se 
escandaliza. 22 Lo sembrado entre 
espinas es el que oye la palabra; 
pero los cuidados del siglo y la se¬ 
ducción de las riquezas ahogan la 
palabra y queda sin dar fruto. 23 Lo 
sembrado en buena tierra es el que 
oye la palabra y la entiende, y da fruto, 
uno ciento, otro sesenta, otro treinta. 

La parábola de la cizaña. 

24 Les propuso otra parábola, di¬ 
ciendo: Es semejante el reino de los 
cielos a un hombre que sembró en 
su campo semilla buena. 26 Pero 
mientras la gente dormía, vino el 
enemigo y sembró cizaña entre el 
trigo y se fué. 26 Cuando creció la 
hierba y dió fruto, entonces apare¬ 
ció la cizaña. 27 Acercándose los cria¬ 
dos al amo, le dijeron: Señor: ¿110 
has sembrado semilla buena en tu 
campo? ¿De dónde viene, pues, que 
haya cizaña? 28 Y él les contestó: 
Eso es obra de un enemigo. Dijéron- 
le: ¿Quieres que vayamos y la arran¬ 
quemos? 29 Y les dijo: No, no sea que 
•al querer arrancar la cizaña, arran¬ 
quéis con ella el trigo. 30 Dejad que 
ambos crezcan hasta la siega; y al 
tiempo de la siega diré a los sega¬ 
dores: Coged primero la cizaña y 
atadla en haces para quemarla, y el 
trigo recogedlo para encerrarlo en el 
granero. 


(i) Js 6, o V». 







SAN MATEO, 14 


lübd 


El y runo de mostazo. 

81 Otra parábola les propuso, di¬ 
ciendo: Es semejante el reino de los 
cielos a un grano de mostaza que 
toma uno y lo siembra en su campo; 
32 y con ser la más pequeña de todas 
las semillas, cuando ha crecido es 
la más grande de todas las hortali¬ 
zas y llega a hacerse un árbol, de 
suerte que las aves del cielo vienen 
a anidar en sus ramas. 


El fermento. 

33 Otra parábola les dijo: Es seme¬ 
jante el reino de los cielos al fermento, 
que una mujer toma y lo pone en 
tres medidas de harina hasta que 
todo fermenta. 34 Todas estas cosas 
dijo Jesús en parábolas a las mu¬ 
chedumbres, y no les hablaba nada 
sin parábolas, 35 para que se cum¬ 
pliera el anuncio del profeta que dice: 

Abriré en parábolas mi boca, de¬ 
clararé las cosas ocultas desde la 
creación (1). 

36 Entonces, dejando a la muche¬ 
dumbre, se vino a casa, y sus discí¬ 
pulos se acercaron a El, diciéndole; 
Explícanos la parábola de la cizaña 
del campo. 37 Y respondiendo, dijo: 
El que siembra la buena semilla es 
el Hijo del hombre; el campo es *1 
mundo; la buena semilla son los hijos 
del reino; la cizaña son los hijos del 
maligno; 39 el enemigo, que la siem¬ 
bra, es el diablo; la siega es la con¬ 
sumación del mundo; los segadores 
son los ángeles. 40 A la manera, pues, 
que se recoge la cizaña y se quema 
en el fuego, así será a la consumación 
del mundo. 41 Enviará el Hijo del 
hombre a sus ángeles y recogerán 
de su reino todos los escándalos y a 
todos los obradores de iniquidad, 
42 y los arrojarán en el horno de 
fuego, donde habrá llanto y crujir 
de dientes. 43 Entonces los justos 
brillarán como el sol en el reino de 
su Padre. El que tenga oídos, que oiga. 

El tesoro y la perla. 

44 Es semejante el reino de los cie¬ 
los a un tesoro escondido en uu campo, 
que quien lo encuentra lo oculta y, 
lleno de alegría, va, vende cuanto 
tiene, y compra aquel campo. 46 Es 


también semejante el reino de los 
cielos a un mercader que busca 
preciosas perlas, y hallando una de 
gran precio, va, vende todo cuanto 
tiene y la compra. 

La red. 

47 Es también semejante el reino 
de los cielos a una red barredera, que 
se echa en el mar y recoge peces de 
toda suerte; 48 y llena, la sacan sobre 
la playa, y sentándose recogen ios 
peces buenos en canastos, y los malos 
los tiran. 49 Así será a la consumación 
del mundo: saldrán los ángeles y 
separarán a los malos de los justos, 

60 y los arrojarán al horno de fuego: 
allí habrá llanto y crujir de dientes. 

61 ¿Habéis entendido todo esto? Res¬ 
pondiéronle: Sí. 62 Y les dijo: Así, 
todo escriba instruido en la doctrina 
del reino de los ciclos es como el 
amo de casa, que de su tesoro saca 
lo nuevo y lo añejo. 63 Cuando hubo 
terminado Jesús estas parábolas, se 
alejó de allí, 64 y viniendo a su tierra 
les enseñaba en la sinagoga, de ma¬ 
nera que, admirados, se decían: ¿De 
dónde le viene a éste tal sabiduría 
y tales prodigios? 55 ¿No es éste el hijo 
del carpintero? (1). ¿Su madre no 
se llama María y sus hermanos San¬ 
tiago y José, Simón y Judas? ¿Sus 
hermanas no están todas entre nos¬ 
otros? ¿De dónde, pues, le viene todo 
esto? 57 Y se escandalizaban en El. 
Jesús les dijo: Sólo en su patria y en 
su casa es menospreciado el profeta. 
68 Y no hizo allí muchos milagros 
por su incredulidad. 

Juicio de Herodes sobre Jesús y. 
muerte del Bautista, 

a 4 1 Por aquel tiempo llegaron a 

It 1 Herodes el tetrarca noticias 
acerca de Jesús, 2 y dijo a sus servi¬ 
dores: Ese es Juan el Bautista que 
ha resucitado de entre los muertos 
y por eso obra en él un poder mila¬ 
groso (2). 3 Pues Herodes había he- 


(1) Jesús pasaba por hijo de José, ya que el 
misterio de su concepción virginal estaba aún 
velado por el secreto. Los hermanos y hermanas 
de que nos hablan con frecuencia los autores sa¬ 
grados son parientes cercanos, primos carnales 
por parte de la Madre o de San José. 

(2) Vuelto del otro mundo, vendría investi¬ 

do de poderes extraordinarios para hacer mila¬ 
gros. Tal era el juicio de Herodes Antipas y de 
otros más (Mt. i6. 14.) 


(1) Salm. 7, 2. 








1084 


SAN MATEO, 14 


cho prender a Juan, le había enca¬ 
denado y puesto en la cárcel por 
causa de Herodías, la mujer de Fi- 
lipo, su hermano (1). (i) * 3 4 * Pues Juan 
le decía: No te es lícito tenerla. 
5 Quiso matarle, pero tuvo miedo de 
la muchedumbre, que le tenía por 
profeta. 6 Al llegar el cumpleaños 
de Herodes, bailó la hija de Hero¬ 
días ante todos, 7 y tanto gustó a He¬ 
rodes, que con juramento le prometió 
darle cuanto le pidiera, y ella, indu¬ 
cida por su madre: Dame, le dijo, 
en una bandeja, la cabeza de Juan el 
Bautista. 9 El rey se entristeció, mas 
por el juramento hecho y por la pre¬ 
sencia de los convidados (2), or¬ 
denó dársela, 10 y mandó degollar 
en la cárcel a Juan el Bautista, 
11 cuya cabeza fué traída en una 
bandeja y dada a la joven, que se 
la llevó a su madre. 12 Vinieron sus 
discípulos, tomaron el cadáver y lo 
sepultaron, yendo luego a anunciár¬ 
selo a Jesús. 


Primera multiplicación de los 
panes. 

13 A esta noticia Jesús se alejó (3) 
de allí en una barca a un lugar de¬ 
sierto y apartado, y habiéndolo oído 
las muchedumbres, le siguieron a pie 
desde las ciudades. 14 Al desembar¬ 
car vi ó una gran muchedumbre y se 
compadeció de ella y curó a todos 
sus enfermos. 15 Llegada la tarde, 
se le acercaron los discípulos, dicíén- 
dole: El lugar es desierto y es ya 
tarde; despide, pues, a la muche¬ 
dumbre para que vayan a las aldeas 
y se compren alimentos. 16 Jesús les 
dijo: No hay por qué se vayan; 
dadles vosotros de comer. 17 Pero 
ellos le respondieron: No tenemos 
aquí sino cinco panes y dos peces. 
18 Les dijo: Traedlos acá. 19 Y man¬ 
dando a la muchedumbre que se sen¬ 
tara sobre la hierba, tomó los cinco 
panes y los dos peces y, alzando los 


(i) Este no habla tenido parte en la herencia 
paterna, y asi vivía como privado. Su mujer, 
ambiciosa de figurar, le dejó para irse con el cu¬ 
ñado, que gozaba titulo de rey. 

(3) Herodes, disoluto y voluble, no habla 
pensado que se llegaría a este extremo; pero por 
falso respeto a su imprudente juramento y al 
juicio de los convidados, cumplió a la fuerza 
los deseos de la joven bailarina. 

(3) Otra vez cede Jesús a la tormenta, por- 
bue aún no era llegada su hora. 


ojos al cielo, bendijo y partió los 
panes y se los dió a los discípulos, y 
éstos a la muchedumbre. 20 Y co¬ 
mieron todos (1) y se saciaron, y 
recogieron de' los fragmentos sobran¬ 
tes doce cestos llenos, 21 siendo los 
que habían comido unos cinco mil 
hombres, sin contar las mujeres y los 
niños. 


Jesús camina sobre las aguas 
del lago. 

22 Luego obligó a los discípulos a 
subir en la barca y precederle a la 
otra orilla, mientras El despedía a 
la muchedumbre. 23 Una vez que la 
despidió, subió a un monte apartado 
para orar. Y llegada la noche, estaba 
allí solo. 24 La barca estaba ya en 
medio del mar, agitada por las olas, 
pues el viento le era contrario. En la 
cuarta vigilia de la noche vino a 
ellos andando sobre el mar. 26 Y en 
viéndole ellos andar sobre el mar, se 
turbaron y decían: Es una fantasma. 

Y de miedo comenzaron a gritar. 

27 Pero al instante les habló, diciendo: 
Tened confianza, soy yo: no temáis. 

28 Tomando Pedro la palabra, dijo: 
Señor, si eres tú, mándame ir a ti 
sobre las aguas. 29 El dijo: Ven. 

Y bajando de la barca, anduvo Pedro 
sobre las aguas y vino hacia Jesús. 
30 Pero, siendo el viento fuerte, temió 
y comenzaba a hundirse y gritó: 
Señor, sálvame. 31 Al instante Jesús 
le tendió la mano y le cogió, dicién- 
dolc: Hombre de poca fe, ¿por qué 
has dudado? 32 Y subiendo ellos a la 
barca, se calmó el viento. 33 Los que 
en ella estaban se postraron ante El, 
diciendo: ^ erdaderamente, tú eres 
Hijo de Dios. 


Curaciones de Jesús cu Cenosaret. 

34 Terminada la travesía, vinieron 
a la región (2) de Gencsaret. 85 Y re¬ 
conociéndolo los hombres de aquel 
lugar, esparcieron la noticia por toda 


(i ) Es la primera multiplicación de los panes 
realizada por Jesús. En las catacumbas romanas 
se la reproduce con frecuencia como símbolo 

de la Eucaristía. 

(3) De esta región vino sin duda el nombre 

del Lago o Mar, como 1 c llaman los evangelis¬ 

tas. El nombre designa una llanura muy ponde¬ 

rada por Flavio Josefo, pero también había 

una ciudad del mismo nombre. 









SAN MATEO, 16 


1U85 


aquella comarca y le presentaron 
todos ios enfermos, 36 y le suplicaban 
que les dejase tocar siquiera la orla 
de su vestido, y todos los que la 
tocaron quedaron sanos. 

Enseñanza sobre la pureza exte¬ 
rior y la interior. 

J ^ 1 Entonces se acercaron a Jesús 
1 ^ fariseos y escribas venidos de 
Jerusalén, diciendo: 1 2 3 ¿Por qué tus 
discípulos traspasan la tradición de 
los ancianos? (1). ¿Por qué no se 
lavan las manos cuando comen? 
3 El respondió y les dijo: ¿Por qué 
traspasáis vosotros el precepto de 
Dios por amor de vuestras tradicior 
nes? 4 5 Pues Dios dijo: Honra a tu pa¬ 
dre y a tu madre (2), y quien maldije¬ 
re a su padre o a su madre sea conde¬ 
nado a muerte (3). 6 Pero vosotros 
decís: Si alguno dijere a su padre' o a 
su madre: ¡Cuanto de mí pudiere apro¬ 
vecharte, sea ofrendal 6 Ese no tiene 
que honrar con ello a su padre ni 
a su madre; y habéis anulado la pa¬ 
labra de Dios por vuestra tradi¬ 
ción (4). 7 ¡Hipócritas! Bien profe¬ 
tizó de vosotros Isaías, cuando dijo: 

8 «Este pueblo me honra con los 
labios, pero su corazón está lejos de 
mí; 9 en vano me rinden culto, las 
doctrinas que enseñan son preceptos 
humanos (5).» 

10 Y llamando a sí a la muche¬ 
dumbre les dijo: Oíd y entended: 
11 No es lo que entra por la boca lo 
que hace impuro al hombre; sino lo 
que sale dé la boca, eso es lo que al 
hombre hace impuro. 12 Entonces se 
le acercaron los discípulos y le dije¬ 
ron: ¿Sabes que los fariseos al oírte 
se han escandalizado? 13 Respondió¬ 
les y dijo: Toda planta que no ha 
plantado mi Padre celestial será 
arrancada. 14 Dejadlos: Son guías 
ciegos; si un ciego guía a otro ciego, 
ambos caerán en la hoya. 16 Tomando 


(1) Los fariseos daban importancia a la lim¬ 
pieza legal, anteponiéndola en muchos casos a 
la pureza del alma. De esto los reprende Jesús, 
enseñándoles a buscar más bien la pureza del 
corazón que la del cuerpo. 

(2) Ex. 20, 12. 

(3) Ex. 21, 17. 

(4) Un mal hijo, para ahorrarse los gastos de 
socorrer a sus padres, declara ofrecido a Dios 
lo que de él pudieran llegar a necesitar. Los es¬ 
cribas dan por válida esa ofrenda, que ni siquiera 
se cumple en obsequio de Dios. Era la mayor 
falta de sentido moral que podía darse. 

(5) Is. 29. 13- 


Pedro la palabra, le dijo: Explícanos 
esa parábola. 16 Dijo El: ¿Tampoco 
vosotros entendéis? 17 ¿No compren¬ 
déis que lo que entra por la boca va 
al vientre y acaba en el seceso? 
18 Pero lo que sale de la boca pro¬ 
cede del corazón, y eso hace impuro 
al hombre. 19 Porque del corazón 
provienen malos pensamientos, homi¬ 
cidios, adulterios, fornicaciones, robos, 
falsos testimonios, blasfemias. 20 Esto 
es lo que hace impuro al hombre; 
pero comer sin lavarse las manos, 
eso no hace impuro al hombre. 

La mujer eananca. 

21 Saliendo de allí Jesús, se retiró 
a los términos de Tiro y de Sidón. 
22 Y he aquí que una mujer cananea, 
procedente de aquellos lugares, co¬ 
menzó a gritar, diciendo: Ten piedad 
de mí, Señor, Hijo de David; mi hija 
es malamente atormentada del de¬ 
monio. 23 Pero El no le contestaba 
palabra. Y los discípulos se le acer¬ 
caron y le rogaron, diciendo: Despí¬ 
dela, pues viene gritando en pos de 
nosotros. 24 El respondió y dijo: No 
he sido enviado (1) sino a las ovejas 
perdidas de la casa de Israel. 25 Mas 
ella, acercándose, se postró ante El, 
diciendo: ¡Señor, socórreme! 26 Con¬ 
testó El y dijo: No es bueno tomar el 
pan de los hijos y arrojarlo a los 
perrillos. 27 Mas ella dijo: Cierto, 
Señor, pero también los perrillos co¬ 
men de las migajas que caen de la 
mesa de sus señores. 28 Entonces 
Jesús le dijo: ¡Oh mujer, grande es 
tu fe! (2). Hágase contigo como tú 
quieres. Y desde aquella hora quedó 
curada su hija. 

Curaciones junto al inai* de 
Galilea. 

29 Partiendo de allí, vino Jesús 
cerca del mar de Galilea (3), y su- 


(1) Concuerda con la instrucción de 10, 5, 
y esto muestra que en su viaje a Tiro y Sidón 
Jesús iba en busca de los judíos que moraban 
fuera de los límites de la Palestina, no a evan¬ 
gelizar a los gentiles, misión que reservaba a 
los Apóstoles para después de su pasión. (In. 
12, 20 ss.) 

(2) ' Caso semejante al del centurión, que 
también mereció un elogio parecido de Je¬ 
sús. (8, 10 s.) 

(3) Por otro nombre. Lago de Genesaret, tan¬ 
tas veces mencionado en los evangelios como 
teatro de la actividad apostólica del Salvador. 






106t> 


SAN MATEO, 16 


hiendo a una montaña, se sentó allí. 
30 Y se le acercó una gran muche¬ 
dumbre, en la que había cojos, man¬ 
cos, ciegos, mudos y muchos otros 
enfermos, y se echaron a sus pies y 
los curó. 31 Y la muchedumbre se 
maravillaba viendo que hablaban los 
mudos, los mancos sanaban, los cojos 
andaban y veían los ciegos. Y glori¬ 
ficaban al Dios de Israel. 


Segunda multiplicación' 
de los panes. 

32 Jesús llamó a Sí a sus discí¬ 
pulos y dijo: Tengo compasión de 
la muchedumbre, porque ha ya tres 
días que está conmigo y no tienen 
qué comer; no quiero despedirlos en 
ayunas, no sea que desfallezcan en 
el camino. 33 Los discípulos le con¬ 
testaron: ¿De dónde vamos a sacar 
en el desierto tantos panes como se 
necesitan para saciar a tanta muche¬ 
dumbre? 34 Di joles Jesús: ¿Cuántos 
panes tenéis? Ellos contestaron: Sie¬ 
te y algunos pecccillos. 35 Y man¬ 
dando a la muchedumbre que se sen¬ 
tara en tierra, 36 tomó los siete panes 
y los peces, y dando gracias los partió 
y se los dió a los discípulos, y éstos 
a la muchedumbre. 37 Y comieron 
todos y se saciaron, y se recogieron 
de los pedazos que quedaron siete 
espuertas llenas. 38 Los que comieron 
eran cuatro mil hombres, sin contar 
las mujeres y los niños. 39 Y despi¬ 
diendo a la muchedumbre, subió a 
la barca, y vino a los confines de 
Magadán. 


La petición de nim señal del eielo. 

i 1 Se le acercaron los fariseos 
■ y saduccos para tentarle, y le 
rogaron que les mostrara una señal 
del cielo (1). 1 2 3 El, respondiendo, les 
dijo: Por la tarde decís: Buen tiempo, 
si el cielo está arrebolado. 8 * Y a la 
mañana: Hoy habrá tempestad, si 
en el cielo hay arreboles oscuros. 
Sabéis oiscernir el aspecto del cielo, 
pero no sabéis discernir las señales 
de los tiempos nuevos. * * 4 La genera- 


(i) En 12, 38, los escribas y fariseos piden a 
Jesús que les haga ver un milagro; aquí los fari¬ 
seos y los saduceos hacen una petición más con¬ 
creta: un milagro del cielo. La respuesta de Je¬ 
sús se acomoda a la petición. 


ción mala y adúltera busca una 
señal, mas no se le dará sino la señal 
de Jonás. Y dejándolos, se fué. 


La levadura de los fariseos. 

5 Yendo los discípulos a la otra 
ribera, se olvidaron de llevar pan. 

8 Jesús les dijo: Ved bien de guar¬ 
daros del fermento de los fariseos y 
saduceos. 7 Ellos pensaban entre sí y 
se decían: Es porque no hemos traído 
pan. 8 Conociéndolo Jesús, dijo: ¿Qué 
pensamientos son los vuestros, hom¬ 
bres de poca fe? ¿Que no tenéis pan? 

9 Aún no habéis entendido, ni os 
acordáis de los cinco panes para los 
cinco mil hombres, y cuántas es¬ 
puertas cogisteis? 10 Ni de los siete 
panes para los tres mil hombres, 
y cuántos canastos cogisteis? 11 ¿Cómo 
no 'habéis entendido que no hablaba 
del pan? Guardaos, os digo del fer¬ 
mento de los fariseos y saduceos. 
12 Entonces cayeron en la cuenta de 
que no les había dicho que se guar¬ 
dasen del fermento del pan, sino de 
la doctrina de fariseos y saduceos. 


La confesión de Pedro. 

13 Viniendo Jesús a los términos de 
Cesárea de Filipo (1), preguntó a 
sus discípulos: ¿Quién dicen los hom¬ 
bres que es el Hijo del hombre? 

14 Ellos contestaron: Unos, que Juan 
el Bautista; otros, que Elias; otros, 
que Jeremías, u otro de los profetas. 

15 Y El les dijo: Y vosotros, ¿quién 
decís que soy? (2). 18 Tomando la 
palabra Pedro, dijo: Tú eres el Me¬ 
sías, el Hijo de Dios vivo (3). 
17 Y Jesús, respondiendo, dijo: Bien¬ 
aventurado tú, Simón Baryona, por- 


(1) Se halla al pie del Hermón y próxima a 
una de las fuentes del Jordán. Su antiguo nom¬ 
bre era Pancas, hoy Banias, restaurada por el 
tretarca Filipo y llamada Cesárea en honor de 
César. 

(2) Como de un personaje misterioso, las opi¬ 
niones son diferentes y todas tocan lo maravi¬ 
lloso. Por su trato más Intimo con el Maestro, 
los discípulos tenían razones para juzgar con 
más acierto que el vulgo. 

(3) Esto es, tú eres el Mesías esperado por 

Israel; pero, además, el Hijo de Dios vivo. Lo 

primero no implicaba lo segundo, a juicio de 

los Isrealitas, los cuales estaban tan lejos de 

alcanzar este misterio, que por confesarlo juz¬ 

garon blasfemo a Jesús y le declararon reo de 

muerte. (26. 63 ss.) 








SAN MATEO, 17 


1087 


que no es la carne ni la sangre quien 
eso te ha revelado, sino mi Padre 
que Testá en los cielos (1). 18 Y yo 
te digo a ti que tú eres Pedro (2), 
y sobre esta piedra edificaré mi Igle¬ 
sia, y las puertas del infierno no 
prevalecerán contra ella. 19 Yo te 
daré las llaves del reino de los cielos, 
y cuanto atares en la tierra será 
atado en los cielos, y cuanto desata¬ 
res en la tierra será desatado en los 
cielos. 20 Entonces ordenó a los dis¬ 
cípulos que a nadie dijeran que El 
era el Mesías (3). 


Primer anuncio de la Pasión. 

21 Desde entonces comenzó Jesús 
a manifestar a sus discípulos que 
tenía que ir a Jcrusalén para sufrir 
mucho de parte de los ancianos, los 
príncipes de los sacerdotes y los escri¬ 
bas, y ser muerto, y al tercer día 
resucitar. 22 Pedro, tomándole aparte, 
comenzó a amonestare diciendo: No 
quiera Dios (4), Señor, que esto 
suceda. 23 Pero el, volviéndose, dijo 
a Pedro: Retírate de mí, Satanás; 
tú me sirves de escándalo, porque 
no sientes las cosas de Dios, sino las 
de los hombres. 


Condiciones para seguir a Jesús. 

24 Entonces dijo Jesús a sus dis¬ 
cípulos: El que quiera venir en pos 
de mí, niéguese a sí mismo, y tome 


(1) El juicio expresado por Pedro en nombre 
de los Doce no fué dictado por sentimientos 
humanos ni israelitas, sino por el mismo Padre 
celestial, que había dado a Pedro el conocimien¬ 
to de este misterio. Tales palabras nos dan la 
norma para entender rectamente la respuesta 
de Pedro. 

(2) En la lengua hablada por Jesús, que 
es el arameo, el juego de palabras es más 
claro, porque Pedro es Ceja, piedra o peña. 
Tú eres peña, sobre la cual edificaré mi Iglesia. 
Estas palabras contienen en suma la misión de 
Pedro en la Iglesia y su dignidad de jefe supremo 
de la misma. Y como la Iglesia ha de ser per¬ 
durable, la dignidad de Pedro también lo es. 

(3) En atención al falso concepto que el pue¬ 
blo tenía del Mesías, y mientras los sucesos no 
fueran revelando el misterio de Jesús, manda 
guardar silencio sobre su persona. 

(4) Los discípulos no pueden concebir al 
Mesías e Hijo de Dios si no es rodeado de glo¬ 
ria; el misterio de la cruz no lo entenderán hasta 
después de la resurrección del Maestro. 


su cruz (1) y sígame. 26 Pues el 
que quiera salvar su vida la per¬ 
derá; y el que pierda su vida por 
m«, la hallará. 26 Pues ¿qué aprove¬ 
chará ganar todo el mundo si se 
pierde su alma? ¿O qué podrá dar 
el hombre a cambio de su alma? 
27 Porque el Hijo del hombre ha de 
venir en la gloria de su Padre, con 
sus ángeles, y entonces dará a cada 
uno según sus obras. 28 En verdad 
os digo que hay algunos entre los 
presentes que no gustarán la muerte 
antes de haber visto al Hijo del 
hombre venir en su reino (2). 


La transfiguración. 

17 1 Seis días después tomó Jesús 
1 ¿ a Pedro, a Santiago y a Juan, 
su hermano, y los llevó aparte, a un 
monte alto, 1 2 y se transfiguró ante 
ellos (3); y brilló su rostro como el 
sol, y sus vestidos se volvieron blan¬ 
cos como la luz. 3 Y se les aparecie¬ 
ron Moisés y Elias hablando con 
El (4). 4 Y tomando Pedro la pala¬ 
bra, dijo a Jesús: Señor, ;qué bien 
estamos aquí. Si quieres, haré aquí 
tres tiendas, una para ti, una para 
Moisés y otra para Elias. 5 * - Aún 
estaba él hablando, cuando los cu¬ 
brió una nube luminosa, y salió de 
la nube una voz que decía: Este es 
mi Hijo muy amado (5), en quien 
tengo mi complacencia; escuchadle. 
® Al oírla, los discípulos cayeron 
sobre su rostro, sobrecogidos de gran 
temor. 7 Y Jesús se acercó, y tocán¬ 
dolos, dijo: Levantaos, no temáis. 
8 Y alzando ellos los ojos, no vieron 
a nadie, sino sólo a Jesús. 9 Y al 
bajar del monte les mandó Jesús, 


(1) Este misterio de la cruz se convierte en 
norma general de vida para los discípulos de 
Jesús. Todos tendrán que abrazarse con la cruz, 
y llevarla hasta morir en ella, como el Salvador. 

(2) Este versículo, que se lee también en 
Me. 9, 1, y en Le. 9, 27, no está ligado a lo que 
precede. La venida de que aquí se habla no es 
la última, a juzgar al mundo, sino otra próxima, 
a juzgar a Israel, la cual tendrá gran influen¬ 
cia en el desarrollo déla Iglesia entre los gentiles. 

(3) Fué una verdadera glorificación de su 
cuerpo, aunque momentánea, para alentar a los 
discípulos a sufrir el escándalo de la pasión. 

(4) Los representantes de la ley y de los 
Profetas, que vienen a dar testimonio de Jesús. 
(Apoc. II, 3 ss.) 

(5) Como en el bautismo, habla el Padre 

para confirmar la fe de los discípulos, según 

dice San Pedro. (II Pet. I, 18.) 








1088 


SAN MATEO, 18 


diciendo: No deis a conocer a nadie 
esta visión, hasta que el Hijo del 
hombre resucite de entre los muertos. 
10 Y le preguntaron los discípulos: 
¿Cómo, pues, dicen los escribas que 
antes ha de venir Elias? (1). 11 El 
respondió: Elias en verdad vendrá a 
restablecerlo todo. 12 Sin embargo, 
yo os digo: Elias ha venido ya, y no 
ie reconocieron; antes hicieron con 
él lo que quisieron; de la misma ma¬ 
nera el Hijo del hombre ha de pade¬ 
cer de parte de ellos. 13 Entonces 
entendieron los discípulos que les 
hablaba de Juan el Bautista. 


Curación del niño endemoniado. 

14 Y al llegar a ellos la muche¬ 
dumbre, se le acercó un hombre, 
y doblando la rodilla, 15 le dijo: 
Señor, ten piedad de mi hijo, que 
está lunático y sufre mucho; porque 
con frecuencia cae en el fuego y 
muchas veces en el agua; 16 lo pre¬ 
senté a tus discípulos, mas no pu¬ 
dieron curarlo (2). 17 Jesús res¬ 

pondió: ;Oh generación incrédula (3) 
y perversa, ¿Hasta cuándo tendré 
que estar con vosotros? ¿Hasta cuán¬ 
do habré de soportaros? Traédmelo 
aquí. 18 E increpó al demonio, que 
salió, quedando curado el niño desde 
aquella hora. 19 Entonces se acer¬ 
caron los discípulos a Jesús, y aparte 
le preguntaron: ¿Cómo es que nos¬ 
otros no hemos podido curarle? 20 Di- 
joles: Por vuestra poca fe; porque en 
verdad os digo que, si tuviércis fe, 
aunque no fuera más que como un 
grano de mostaza, diríais a este 
monte: Vete de aquí allá, y se iría, 
y nada os sería imposible. 21 Esta 
especie no puede ser lanzada sino 
por la oración y el ayuno (4). 


(1) La desaparición misteriosa de Ellas, 
narrada en IV Reyes 2, I ss.. dió origen a mu¬ 
chas cavilaciones sobre su persona y su destino, 
entre otras, que vendría a ungir al Mesías y pre¬ 
sentarle a Israel. Jesús dice que ese Ellas fué 
el Bautista, de quien los escribas ningún caso 
hicieron. 

( 2 ) Según el relato, se trata de una verda¬ 
dera posesión diabólica, que llevaba consigo 
la epilepsia. 

(3) Parece como si el misterio de la transfi¬ 
guración hiciera sentir más a Jesús las miserias 
morales de la generación con quien vivía y de¬ 
sear más la vuelta al Padre. 

(4) Este versículo se halla omitido en mu¬ 

chos códices y versiones, y se supone proce¬ 

dente de Mr. 9, 39. 


Scrjundo anuncio do la Pasión. 

22 Estando reunidos en Galilea, 
díjoles Jesús: El Hijo del hombre 
lia de ser entregado en inanos de los 
hombres, 23 que le matarán, y al 
tercer día resucitará. Y se pusieron 
muy tristes (1). 


El tributo del templo. 

24 Entrando en Cafarnaúm, se acer¬ 
caron a Pedro los perceptores de la 
didracma V le dijeron: ¿Vuestro Maes¬ 
tro no paga la didracma? (2). 25 Y 
él respondió: Cierto que sí. Y cuando 
iba a entrar en casa, le salió Jesús 
al paso, y le. dijo: ¿Qué te parece, 
Simón? Los reyes de la tierra, ¿de 
quiénes cobían censos o tributos? 
¿De sus hijos o de los extraños? 

26 Contestó él: De los extraños. Y le 
dijo Jesús: Luego los hijos son libres. 

27 Mas para que 110 los escandalice¬ 
mos, vete al mar, echa el anzuelo, 
coge el primer pez que pique, ábrele 
la boca, y en ella hallarás una csta- 
tera; tómala y dala por mí y por ti. 


El más fjrando en el reino do 
los cirios. 

i O 1 E 11 aquel momento se acer- 
1 carón los discípulos a Jesús, 
diciendo: ¿Quién será el más grande 
en el reino de los cielos? (3). 2 Y 
llamando a sí a un niño, le puso en 
medio de ellos, 3 y dijo: En verdad os 
digo, si no os mudareis e hiciereis 
como niños, no entraréis en el reino 
de los cielos. 4 * Pues el que se humi¬ 
llare hasta hacerse como un niño 
de éstos, ése será el más grande en 
el reino de los cielos. 6 Y el que por 
mí recibiere a un niño como éste, 
a mí me recibe; 6 y al que escandali¬ 
zare a uno de estos pequeñuelos que 
creen en mí, más le valiera que le 
colgasen al cuello una piedra de 


(1) Los discípulos no se pueden acomodar 
a la idea de la pasión. Esta idea no cabla dentro 
del cuadro de su concepción mesiánica. 

(2) Era el tributo que todo israelita cabeza 
de familia debía pagar para sostenimiento del 
Templo y de su culto, conforme lo había esta¬ 
blecido Nehemías. (10, 32.) 

(3) La pregunta pudo tener su origen en la 
atención que Jesús tuvo antes con Pedro. El 
Maestro responde estableciendo la ley funda- 

' mental de su reino, que es la humildad. 









SAN MATEO. 18 


1089 


molino de asno y le arrojaran al 
fondo del mar. 1 2 3 * * * 7 jAy del mundo por 
los cscándalosl Porque no puede me¬ 
nos de haber escándalos; pero ¡ay de 
aquél por quien viniere el escándalo! 

Sacrificio que impone el deber de 
evitar el escándalo. 

8 Si tu mano o tu pie te escanda¬ 
liza, córtalo (1) y échalo de ti; 
mejor te es entrar en la vida manco 
o cojo, que con dos manos o dos pies 
ser arrojado en el fuego eterno. 
9 Y si tu ojo te escandaliza, sácatelo 
y échalo de ti: más te vale entrar 
con un solo ojo en la vida, que con 
dos ojos ser arrojado en la gehenna 
de fuego. 


Dignidad de los niños. 

10 Mirad que no despreciéis a uno 
de estos pequeños, porque en verdad 
os digo que sus ángeles ven de con¬ 
tinuo en el ciclo la faz de mi Padre, 
que está en los ciclos. 11 Porque el 
Hijo del hombre ha venido a salvar 
lo perdido. 

La oveja tlesearriada. 

12 ¿Qué os parece? Si uno tiene 
cien ovejas y se le extravía una, 
¿no dejará en el monte las noventa 
y nueve e irá en busca de la extra¬ 
viada? 13 Y si logra hallarla, cierto 
que se alegrará por ella más que 
por las noventa y nueve que no 
se habían extraviado. 14 Así os digo 
en verdad que no es voluntad* de 
mi Padre que se pierda ni uno sólo 
de estos pequeñuclos. 


La corrección fraterna. 

15 Si pecare tu hermano, ve y 
repréndele a solas. Si te escucha, 
habrás ganado a tu hermano. 16 Si 
no te escucha, toma contigo a uno 
o dos, para que por la palabra de 
dos o tres testigos sea fallado todo 
negocio. 17 Si los desoyere, comuní- 


(i) Siendo el escándalo pecado tan grave, 
es preciso soportar cualquier sacrificio antes 
que cometerlo. La salud del alma, propia o 
a[ena, está antes que todas las cosas. 


calo a la Iglesia (1); y si a la Igle¬ 
sia desoye, sea para ti como gentil 
o publicano. 18 En verdad os digo, 
cuanto atareis en la tierra será atado 
en el ciclo, y cuanto desatareis en la 
tierra será desatado en el ciclo. 
19 Aún más, os digo en verdad que 
si dos de vosotros conviniereis sobre 
la tierra en pedir algo, os lo otorgará 
mi Padre que está en los ciclos. 20 Por¬ 
que donde están dos o tres congre¬ 
gados en mi nombre, allí estoy yo 
en medio de ellos. 


El perdón de las ofensas. 

21 Entonces se acercó Pedro y le 
preguntó: Señor, ¿cuántas veces he 
de perdonar a mi hermano si pecare 
contra mí? ¿Hasta siete veces? 22 Dí- 
jole Jesús: No digo yo hasta siete 
veces, sino hasta setenta veces sie¬ 
te (2). 23 En esto se asemeja el 
reino de los ciclos a un rey, que quiso 
tomar cuentas a sus siervos. 24 Y al 
comenzar a tomarlas se le presentó 
uno que le debía diez mil talen¬ 
tos (3). 25 Como no tenía con qué 
pagar, mandó el señor que fuese 
vendido él, su mujer y sus hijos, 
y todo cuanto tenía, para que pagase 
la deuda. 26 Entonces el siervo, ca¬ 
yendo de hinojos, dijo: Señor, dame 
espera y te lo pagaré todo. 27 Com¬ 
padecido el señor de aquel siervo, 
le dejó, condonándole la deuda. 28 En 
saliendo de allí, aquel siervo se 
encontró con uno de sus compañeros 
que le debía cien denarios, y aga¬ 
rrándole le ahogaba, diciendo: Paga 
lo que debes. 29 De hinojos le supli¬ 
caba su compañero, diciendo: Dame 
espera y te pagaré. 30 Pero él no 
quiso, y le hizo encerrar en la prisión, 
hasta que le pagara la deuda. 31 Vien¬ 
do esto sus compañeros, se disgus¬ 
taron mucho, y fueron a contar a su 
señor lo que pasaba. 32 Entonces 
hízole llamar el señor, y le dijo: 


(1) Por segunda vez.aparece la Iglesia en la¬ 
bios de Jesús como sociedad organizada, y aquí 
con poder para juzgar asus hijos. 

(2) Esto es, indefinidamente. La parábola 
pone bien de relieve la enseñanaza sobre el per¬ 
dón de las injurias, contenida en la súplica del 
Padre nuestro: Perdónanos nuestras deudas... 

(3) Es una cantidad fabulosa, que indica lo 

que son nuestras ofensas contra Dios compara¬ 

das con las que nosotros recibimos de nuestros 

prójimos, y ante la cual aparece ridiculamente 

pequeña la cantidad de cien denarios. 


69 










í 090 


SAN MATEO, 19 


Mal siervo, te condoné yo toda tu 
deuda, porque me lo suplicaste. ¿No 
era, pues, de ley que tuvieses tú 
piedad de tu compañero, como la 
tuve yo de ti? 34 E irritado, le entregó 
a los torturadores hasta que pagase 
toda la deuda. 35 Así hará con vos¬ 
otros mi Padre celestial, si no perdo¬ 
nare cada uno a su hermano de todo 
corazón. 


Camino de Jadea. 

1 Q 1 Y sucedió que cuando Jesús 
■ 7 hubo acabado estos discursos, 
se alejó de Galilea (1) y vino a los 
términos de Judea, al otro lado del 
Jordán. 2 3 4 * Y le siguieron numerosas 
muchedumbres, y allí los curaba. 


El repudio. 

3 Y se le acercaron unos fari¬ 
seos con propósito de tentarle, y le 
preguntaron: ¿Es lícito repudiar a 
la mujer por cualquier causa? (2). 
4 El respondió: ¿No habéis leído 
que al principio el Creador los hizo 
varón y hembra? & Y dijo: «For 
esto dejará el hombre al padre y a 
la madre y se unirá a la mujer y 
serán los dos una sola carne (3)». 
6 De manera que ya no sean dos, 
sino una sola carne. Por tanto, lo 
que Dios unió no debe separano el 
hombre. 7 Ellos le replicaron: Enton¬ 
ces, ¿cómo es ciue Moisés ordenó dar 
libelo de divorcio al repudiar? 8 Dí- 
joles El: Por la dureza de vuestro 
corazón os permitió Moisés repudiar 
a vuestras mujeres, pero al principio 
no fué así. 9 Y yo os digo que quien 
repudia a su nlujer (salvo el caso de 
adulterio) y se casa con otra, comete 
adulterio. 


(i) Hasta aquí San Mateónos presenta a Je¬ 
sús misionando en la Galilea y en los países 
cercanos; ahora le conduce a Jerusalén, pasando 
por la ribera izquierda del Jordán para repasar 
el rio por frente a Jericó. 

(a) Supuesto que la Ley autorizaba el di¬ 
vorcio, los escribas sólo discutían los motivos. 
Jesús responde que la indulgencia de la ley 
es contraria a la primera institución del marti- 
monio, y en consecuencia la declara abrogada. 
Sobre el caso de la fornicación, véase la nota 
a 5 » 32 - 

(3) Gen. 2. 24. 


La guarda de la continencia. 

10 Dijéronle los discípulos: Si tal 
es la condición del hombre y la 
mujer, es preferible no casarse' (1). 
11 El les contestó: No todos entien¬ 
den esto, sino aquellos a quienes ha 
sido dado. 12 Porque hay eunucos que 
nacieron así del vientre de su madre, 
y hay eunucos que fueron hechos 
por los hombres, y hay eunucos que 
a sí mismos se han hecho tales por 
amor del reino de los cielos. El que 
pueda entender, que entienda. 

Imposición de las manos a los 
niños. 

13 Entonces le fueron presentados 
unos niños para que les impusiera 
las manos y orara; y como los repren¬ 
dieran los discípulos, 14 díjoles Jesús: 
Dejad a los niños y no les estorbéis 
de acercarse a mí, porque de ellos 
es el reino de los cielos. 16 Y r habién¬ 
doles impuesto las manos, se fué 
de allí. 


Ln respuesta ni joven rico. 

18 Y he aquí que se acercó uno y 
le dijo: Maestro, ¿qué de bueno haré 
yo para alcanzar la vida eterna? 
17 El le dijo: ¿Por qué me preguntas 
sobre lo bueno?: Uno sólo es bue¬ 
no (2); si quieres entrar en la vida, 
guarda los mandamientos. 18 Díjole 
él: ¿Cuáles? Jesús respondió: No 
matarás, no adulterarás, no hurta¬ 
rás, no levantarás falsos testimonios; 
19 honra padre y madre, y ama al 
prójimo como a ti mismo. 20 Díjole 
el joven: Todo eso lo he guardado. 
¿Qué me queda aún? 21 Díjole Jesús: 
Si quieres ser perfecto, ve, vende 
cuanto tienes (3), dalo a los pobres 
y tendrás un tesoro en los cielos, 
y ven y sígueme. 22 Al oír esto el 
joven, se fué triste (4), porque 


(1) Jesús responde a los discípulos ponde¬ 
rando el vaíor del celibato guardado por amor 
del reino de los cielos. San Pablo (I Cor. 7, 25 ss.) 
declaró este pensamiento del Salvador y redactó 
la carta magna del celibato cristiano. 

(2) Con esta respuesta levanta Jesús el es¬ 
píritu a la bondad del Padre, el único que es 
sustancialmcnte bueno. 

(3) Le invita a seguirle en el apostolado, 
para lo cual le propone desprenderse de todo 
cuanto le ate a la tierra. 

(4) Porque tenía su corazón pegado a sus 

muchos bienes. Esto es lo que hace decir a Je- 








SAN MATEO, 20 


10D1 


tenía muchos bienes. 23 Y Jesús dijo 
a sus discípulos: En verdad os digo, 
que difícilmente entra un rico en el 
reino de los cielos. 24 De nuevo os 
digo, es más fácil que un camello 
entre por el ojo de una aguja que 
el que entre un rico en el reino de los 
cielos. 25 Oyendo esto, los discípulos 
se quedaron estupefactos, y dijeron: 
¿Quién, pues, podrá salvarse? 26 Mi¬ 
rándolos, Jesús les dijo: Para los 
hombres es esto imposible, mas para 
Dios todo es posible. 

La renuncia de los apóstoles y su 
premio. 

27 Entonces, tomando Pedro la 
palabra, le dijo: Nosotros lo hemos 
dejado todo y te hemos seguido: 
¿qué tendremos, pues, nosotros? 28 Je¬ 
sús les dijo: En verdad os digo que 
vosotros, los que me habéis seguido, 
en la regeneración, cuando el Hijo 
del hombre se siente sobre el trono 
de su gloria, os sentaréis también 
vosotros sobre doce tronos para juzgar 
a las doce tribus de Israel. 29 Y todo 
el que dejare hermanos o hermanas, 
o padre o madre, o hijos o campos, 
por amor de mi nombre, recibirá el 
céntuplo y heredará la vida eter¬ 
na (1). 30 Y muchos primeros se¬ 
rán postreros y los postreros prime 
ros (2). 


Loe obrero» enviados a la viña. 

1 Porque el reino de los cielos 
es semejante a un amo de 
casa, el cual salió muy de mañana 
a ajustar obreros para su viña. * 1 2 * Y 
habiendo convenido con ellos en un 
denario al día, los envió a su viña. 


sus que es difícil entrar un rico en el reino de los 
cielos. La avaricia es un obstáculo, no sólo a la 
perfección apostólica, sino también a la vida 
cristiana. 

(1) En premio de la vida que llevan tan des¬ 
prendida de las cosas terrenas y tan unida a Je¬ 
sús, tendrán con El parte en la gloria del cielo 
y en el gobierno de la Iglesia del mundo. 

(2) Varias veces repite el evangelista esta 

sentencia, la cual no siempre está ligada con el 

contexto. Parece aludir a los escribas y fari¬ 

seos, que se creían con derecho a ser los pri¬ 

meros en el reino del cielo. De ellos dice Jesús 

que serán precedidos por los publícanos y pe¬ 

cadores, a quienes tenían en poco y declaraban 

malditos de Dios, porque ignoraban la ley. 

(Jn. 7, 49.) 


8 Salió también a la hora de tercia y 
vió a muchos que estaban ociosos en 
la plaza. 4 Díjoles: Id también vos¬ 
otros a mi viña y os daré lo que 
fuere justo. 5 Y se fueron. De nuevo 
salió hacia la hora de sexta y la 
de nona e hizo lo mismo. 6 Y sa¬ 
liendo cerca de la hora .undécima, 
encontró a otros que estaban allí y 
les dijo: ¿Cómo estáis aquí sin hacer 
labor en todo el día? 7 Dijéronle 
ellos: Porque nadie nos ha ajustado. 
El les dijo: Id también vosotros a 
mi viña. 8 Llegada la tarde, dijo el 
señor de la viña a su administrador: 
Llama a los obreros y dales su sala¬ 
rio, empezando por los últimos hasta 
llegar a los primeros. 9 Y viniendo 
los de la hora undécima, recibieron 
un denario. 10 Cuando llegaron los 
primeros, pensaron que recibirían 
más, pero también ellos recibieron 
un denario. 11 Y al cogerlo murmu¬ 
raban contra el amo, 12 diciendo: 
Estos postreros han trabajado sólo 
una hora y los has igualado con los 
que hemos llevado el peso del día 
y el calor. 13 Y él respondió a uno 
de ellos, diciéndole: Amigo, no te 
hago agravio: ¿no has convenido 
conmigo en un denario? 14 Toma lo 
tuyo y vete. Yo quiero dar a este 
postrero lo mismo que a ti. 15 ¿No 
puedo hacer lo que quiero de mis 
bienes? ¿O ha de ver con mal ojo, 
porque yo sea bueno? 16 Así, los 
postreros serán primeros y los pri¬ 
meros postreros. Porque son muchos 
los llamados y pocos los escogi¬ 
dos (1). 


'Tercer anuncio de la Pasión. 

17 Subía Jesús a Jerusalén, y to¬ 
mando aparte a los doce discípulos, 
les dijo por el camino: 18 Mirad, su¬ 
bimos a Jerusalén, y el Hijo del 
hombre será entregado a los príncipes 


(i) Contra las pretensiones de los fariseos, 
que se tenían por más santos y se atribuían por 
esto especiales derechos ante Dios, la parábola 
nos dice que no hay más derechos que la miseri¬ 
cordia divina. En Dios no cabe acepción de 
personas y quiere que todos sean salvos. 
(I Tim. 2, 4.) Las palabras «porque muchos son 
los llamados », faltan en muchos códices, y acaso 
estén tomadas de 22, 14. En todo caso, tienen 
el mismo sentido de la sentencia anterior. Los 
muchos llamados son los judíos, sobre todo las 
clases directoras, que más presumían de sí y 
más tenazmente se opusieron a la obra de Jesús. 












1U92 


SAN MATEO. 21 


de los sacerdotes y a los escribas, 
y le condenarán a muerte (1), 
19 y le entregarán a los gentiles para 
que le escarnezcan, le azoten y le 
crucifiquen, pero al tercer día resu¬ 
citará. 


La madre de los hijos de Zcbedco. 

20 Entonces se le acercó la madre 
de los hijos de Zebcdco con sus hijos, 
postrándose, para pedirle una cosa: 
21 Díjole El: ¿Qué quieres? Ella le 
contestó: Di que estos dos hijos míos 
se sienten uno a tu derecha y otro a 
tu izquierda en tu reino (2). 22 Y 
respondiendo Jesús, le dijo: No sa¬ 
béis lo que pedís: ¿Podéis beber el 
cáliz que yo he de beber? Dijéronle: 
Pódemes. 23 El les respondió: Bebe¬ 
réis mi cáliz, pero sentarse a mi 
diestra o a mi siniestra, a mí no me 
toca otorgarlo, sino a aquellos para 
quienes mi Padre lo ha dispuesto. 
24 Y oyéndolo, ios diez se enojaron 
contra los dos hermanos. 25 Pero 
Jesús, llamándolos a sí, les dijo: 
Vosotros sabéis que los príncipes de 
las naciones las subyugan, y que 
los grandes imperan sobre ellas. 
26 No ha de ser así entre vosotros; 
al contrario, el que entre vosotros 
quiera llegar a ser grande, sea vuestro 
servidor, 27 y el que entre vosotros 
quiera ser primero, sea vuestro siervo. 
28 Como el Hijo del hombre no ha 
venido a ser servido, sino a servir y 
dar su vida en redención de todos. 


('.ii ración de dos cieyos. 

29 Al salir de Jericó (3) les seguía 
una muchedumbre numerosa. 30 Y 
dos ciegts que estaban sentados junto 
al camino, oyeron que pasaba Jesús 
y comenzaron a gritar, diciendo: 


(1) Es la tercera vez que Jesús anuncia a los 
discípulos su pasión. 

(2) Salomé, como los demás discípulos, no 
acababa de entender el misterio de Jesús, y pen¬ 
saba que ib a a inaugurar su reino temporal en 
Jerusaién. Jesús contesta reduciéndolos a la 
verdad, que no acabarán de comprender sino 
después de la resurrección. 

(3) En Jerbo hay que distinguir la ciudad 
cananea, restaurada en el siglo ix por Hiel, se¬ 
gún I Reyes. 16, 34, y la nueva ciudad, levan¬ 
tada por los últimos reyes para su residencia 
de invierno, y en la que vino a morir el rey 
Herodes. 


jSeñor, ten piedad de nosotros, hijo 
de DavidI 31 La multitud les repren¬ 
día para hacerles callar, pero ellos 
gritaban con más fuerza, diciendo: 
lSeñor, ten piedad de nosotros, Hijo 
de DavidI 32 Se paró Jesús, y llamán¬ 
dolos, les dijo: ¿Qué queréis? Dijé- 
roníe: Señor, que se abran nuestros 
ojos. 33 Compadecido Jesús, tocó sus 
ojos, y al instante recobraron la 
vista, y seguían en pos de El. 


Entrada triunfal cu Jerusaién. 

* 1 Cuando, próximos ya a Jcru- 
i- I salen, llegaron a Betfagé (1), 
junto al monte de los Olivos, envió 
Jesús a dos discípulos, 2 diciéndolcs: 
Id a la aldea que está frente a vos¬ 
otros y luego encontraréis una borrica 
atada y con ella el pollino; soltadlos 
y traédmelos. 3 Y si algo os dijeren, 
diréis: El Señor los necesita, y al ins¬ 
tante los dejarán. 4 Esto sucedió para 
que se cuinp.icra lo dicho por el Pro¬ 
feta: 

5 «Decid a la hija de Sión: He aquí 
que tu rey viene a ti, manso y mon¬ 
tado sobre un asno, sobre un pollino 
hijo de borrica (2).» 4 Fueron los 
discípulos e hicieron como les había 
mandado Jesús; 7 y trajeron la bo¬ 
rrica y el pollino, y pusieron sobre 
éste los mantos (3) y encima de ellos 
montó Jesús. 8 La numerosísima mu¬ 
chedumbre extendía sus mantos por 
el camino, mientras que otros, cor¬ 
tando ramos de árboles, los echaban 
también para alfombrarlo. 9 La mul¬ 
titud que le precedía y la que le se¬ 
guía gritaba, diciendo: 

«Hosanna (4) ai Hijo de David. 
Bendito el que viene en nombre del 
Señor; hosanna en las alturas.» 

10 Y cuando entró en Jerusaién, 
toda la ciudad se conmovió, y decía: 
¿Quién es éste? 11 Y la muchedumbre 
respondía: Este es Jesús, el profeta 
de Nazaret, de Galilea. 


(1) Estaba situada en la vertiente oriental 
del monte Olívete, por donde pasaba el antiguo 
camino de Jericó. 

(2) Zac. 9. 9- 

(3) El pollino, aún no hecho al trabajo, estaba 
con su madre; por eso Jesús manda traer los dos 
Con esta entrada solemne en la ciudad quiso 
recordar a los escribas el texto del profeta Zaca¬ 
rías y mostrarles cómo entendía El su misión 
mesiánica. 

(4) Es una aclamación que significa salad, 

salve, viva. 









SAN MATEO, 21 


1U9J 


La purificación del templo. 

13 Entró Jesús en el templo de 
Dios y arrojó de allí a cuantos ven¬ 
dían y compraban en el templo (1), 
y derribó las mesas de los cambistas 
y los asientos de los vendedores de 
palomas, 13 diciéndoles: Está escrito: 
Mi casa es casa de oración, pero vos¬ 
otros la habéis convertido en cueva 
de ladrones. 14 Y se llegaron a él 
ciegos y cojos en el templo y los curó. 

16 Y viendo los príncipes de los 
sacerdotes y los escribas las maravi¬ 
llas que hacía, y a los niños que gri¬ 
taban en el templo y decían: Ho¬ 
sanna al Hijo de David, se indigna¬ 
ron 16 y le dijeron: ¿Oyes lo que 
estos dicen? Respondióles Jesús: Sí. 
¿No habéis leído jamás: «De la boca 
de los niños y de los que maman 
has hecho salir la alabanza? (2)» 

17 Y dejándolos, salió de la ciudad, a 
Betania (3),‘conde pasó la noche. 


La maldición de la higuera. 

18 Y volviendo a la ciudad muy de 
mañana, sintió hambre. 19 Y viendo 
una higuera cerca del camino, se 
fué a ella; pero no halló en ella más 
que hojas, y dijo: Que jamás nazca 
fruto de ti. Y la higuera se secó al 
instante. 20 Viendo esto los discípu¬ 
los. se maravillaron y dijeron: ¡Cómo 
de repente se ha secado la higueral 
21 Respondióles Jesús y les dijo: En 
verdad os digo que si tuviereis fe (4) 
y no dudareis, no sólo haréis lo de la 
higuera, sino que si dijereis a este 
monte: «Quítate, y échate en el mar», 
se haría. 22 Todo cuanto con fe pi¬ 
diereis en la oración, lo recibiréis. 

Los poderes de Jesús. 

23 Entrado en el templo, se le acer¬ 
caron los príncipes de los sacerdotes 


(i) Los santuarios muy concurridos suelen 
ser centros comerciales, y las peregrinaciones, 
origen de ferias. Tal ocurría en Jerusalén. El 
mal estaba en que la tal feria se celebraba en el 
recinto sagrado, convirtiendo el santuario en 
lugar de tráfico. 

(2) Salm. 8, 3. 

(3) Se halla algo más distante de Jerusalén 
que Betfagé; allí vivía Lázaro con sus herma¬ 
nas y Simón el leproso, sin duda curado por 
Jesús. 

(4) Según el rigor de la letra, Jesús hizo este 
singular milagro para enseñar a los discípulos 
el poder de la fe; mas al leer el texto, no puede 


y los ancianos del pueblo mientras 
enseñaba, diciendo: ¿Con qué poder 
haces tales cosas? ¿Quién te ha dado 
tal poder? (1). 24 Respondió Jesús 
y les dijo: Voy a haceros también 
yo una pregunta, y si me contestáis, 
os diré con qué poder hago tales 
cosas. 25 El bautismo de Juan, ¿de 
dónde procedía? ¿Del cielo o de los 
hombres? Ellos comenzaron a pensar 
entre sí: Si decimos que del cielo, 
nos dirá: ¿Pues por qué no habéis 
creído en él? 26 Si decimos que de 
los hombres, tememos a la muche¬ 
dumbre, pues todos tienen a Juan 
por profeta. 27 Y respondieron a 
Jesús: No sabemos. Díjoles El a su 
vez: Pues tampoco os digo yo con 
qué poder hago estas cosas. 


La parábola de los dos hijos. 

28 ¿Qué os parece? Un hombre 
tenía dos hijos, y llegándose al ma¬ 
yor, 1c dijo: Hijo, ve hoy a trabajar 
en la viña. 29 El respondió: No quiero. 
Pero después se arrepintió y fué. 
30 Y llegándose al segundo, le habló 
del mismo modo, y él respondió: 
Voy, señor; pero no fué. 31 ¿Cuál de 
los dos cumplió la voluntad del pa¬ 
dre? Respondiéronle: El primero. Dí¬ 
joles Jesús: En verdad os digo que 
los publícanos y las meretrices os 
precederán en el reino de los cielos. 
32 Porque vino Juan a vosotros por 
el camino de la justicia, y no habéis 
creído en él, mientras que los publí¬ 
canos y las meretrices creyeron en 
él. Pero vosotros, aun viendo esto 
110 os habéis arrepentido creyendo, 
en él. 


Parábola de los viñadores infieles. 

33 Oíd otra parábola: Había un 
padre de familia que plantó una viña, 
la rodeó de una cerca, cavó en ella 
un lagar, edificó una torre y la arren¬ 
dó a unos viñadores, partiéndose 
luego a tierras extrañas. 34 Cuando 
se acercaba el tiempo de los frutos, 
envió a sus criados a los viñadores 
para percibir su parte. 35 Pero los 


uno menos de recordar la parábola de la higuera 
estéril y aplicarla a Israel. (Le. 13, 6 s.) 

(1) Le preguntan por los poderes de sumi¬ 
sión, que eran manifiestos. Por eso Jesús les re- 
ponde haciéndoles otra pregunta para poner 
más en evidencia su falta de sinceridad 








1WM 


¡SAN MATEO. 22 


vi fiadores cogieron a los siervos, y 
a uno le atormentaron, a otro le 
mataron, a otro le apredrearon. 86 De 
nuevo les envió otros siervos en 
mayor número que los primeros, e 
hicieron con ellos lo mismo. 37 Final¬ 
mente les envió a su hijo, diciendo: Si¬ 
quiera respetarán quedes mi hijo (1). 

38 Pero los viñadores, cuando vieron 
al hijo se dijeron: Es el heredero; ea, 
a matarle, y tendremos su herencia. 

39 Y cogiéndole, le sacaron fuera de 
la viña y le mataron. 40 Cuando 
venga, pues, el señor de la viña, 
¿qué hará con esos viñadores? 41 Le 
respondieron: Hará perecer de mala 
muerte a los malvados, y arrendará 
la viña a otros que le entreguen los 
frutos a su tiempo. 42 Jesús les res¬ 
pondió: ¿No habéis leído alguna vez 
en las Escrituras: 

«La piedra que los edificadores 
habían rechazado, ésa fué hecha ca¬ 
beza de esquina; del Señor viene esto, 
y es admirable a nuestros ojos? (2)» 

43 Por esto os digo que os será 
quitado (3) el reino de Dios y 
será entregado a un pueblo que rinda 
sus frutos. 44 Y el que cayere sobre 
esta piedra se quebrantará, y aquel 
sobre quien ella cayere será pulve¬ 
rizado. 45 Y oyendo los príncipes de 
los sacerdotes y los fariseos sus parᬠ
bolas, entendieron que de ellos ha¬ 
blaba. 48 Y queriendo apoderarse de 
El, temieron a la muchedumbre, que 
le tenía por profeta. 


Parábola de los invitados a la 
boda. 

99 1 Tomó Jesús de nuevo la pa- 
labra y les habló en parábo¬ 
las (4), diciendo: 2 El reino de los 
cielos es semejante a un rey, que 
preparó el banquete de bodas de su 
hijo. 3 Y envió a sus criados para 


(1) La parábola tiene perfecta aplicación a la 
misión de Jesús entre los judíos. 

(2) Salm. 117, 22. 

(3) Estas palabras son la clave para la in¬ 
teligencia de la parábola, que resume toda la 
historia de Israel y su fin. sobre el que insiste 
más en 23. 33 ' 39 - Véase sobre esto II Parali- 
pomenos 36. 14 ss. 

(4) Parece evidente que en este relato hay 

dos parábolas unidas: la primera, que termina 

con la destrucción de los soberbios invitados, y 

que tiene el mismo sentido que la de los viña¬ 

dores (21, 33-44). y la segunda, cuyo tema serian 

las disposiciones necesarias para entrar en el 

banquete del reino mesiánico. 


llamar a los invitados, pero éstos 110 
quisieron venir. 4 * De nuevo envió a 
otros siervos, ordenándoles: Decid a 
los invitados: Mi comida está prepa¬ 
rada, los becerros y cebones muertos, 
todo está pronto, venid a las bodas. 
5 Pero ellos, desdeñosos, se fueron, 
quién a su campo, quién a su nego¬ 
cio. 6 * * Los otros, cogiendo a los sier¬ 
vos, los ultrajaron y íes dieron muerte. 

7 El rey, montando en cólera, envió 
sus ejércitos, hizo matar a aquellos 
asesinos y dió su ciudad a las llamas. 

8 Después dijo a sus siervos: El ban¬ 
quete está dispuesto; pero los invi¬ 
tados 110 eran dignos. 9 * Id, pues, a 
las salidas de los caminos, v a cuan¬ 
tos encontréis llamadlos a las bodas. 
10 Salieron a los caminos los siervos 
y reunieron a cuantos encontraron, 
malos y buenos, y la sala de bodas 
quedó llena de convidados. 11 En¬ 
trando el rey para ver a los convida¬ 
dos, vió allí a un hombre que 110 
llevaba traje de boda. 12 Y le dijo: 
Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin 
el vestido de boda? Y él enmudeció. 
18 Entonces el rey dijo a sus servi¬ 
dores: Atadle de pies y manos y arro¬ 
jadle a las tinieblas exteriores; allí 
habrá llanto y crujir de dientes. 
14 Porque muchos son los llamados 
y pocos los escogidos (1). 


La cuestión del tributo al Césur. 

15 Entonces se retiraron los fari¬ 
seos y celebraron consejo sobre cómo 
le cogerían en alguna cosa. 16 Y le 
enviaron discípulos suyos con liero- 
dianos para decirle: Maestro, sabe 
mos que eres sincero, y que con ver¬ 
dad enseñas el camino de Dios, y 
que no te da cuidado de nadie y que 
110 tienes acepción de personas. 17 Di¬ 
nos, pues, tu parecer: ¿Es lícito pagar 
tributo al César o no? (2). 18 Jesús, 
conociendo su malicia, dijo: ¿Por qué 
me tentáis, hipócritas? 19 Mostradme 


(1) Esta sentencia, varias veces repetida, de¬ 
bía de ser un proverbio, que aquí se aplica a las 
clases directoras de Israel, pues desecharon el 
llamamiento que a ellos primeramente se hizo. 

(2) Los fariseos ponían muy alta la dignidad 
de Israel como nación santa, cuyo soberano legí¬ 
timo era sólo Dios; mas, por otra parte, sabían 
adaptarse a los tiempos como varones pruden¬ 
tes. Al hacerle esta pregunta, quieren ponerle 
a mal con el pueblo o con la autoridad romana. 
Después le acusarán ante Pilato de lo misino 
que deseaban que respondiera. (Le. 23. a.) 









SAN MATEO, 23 


1 i )9á 


la moneda del tributo. Ellos le pre¬ 
sentaron un denario. 20 El les pre¬ 
guntó: ¿De quién es esa imagen y 
esa inscripción? 21 Le contestaron: 
Del César. Díjoles entonces: Pues 
dad al César lo que es del César y 
a Dios lo que es de Dios. 22 Y al 
oírle se quedaron maravillados, y de¬ 
jándole, se fueron. 


La resurrección de lus muertos. 

23 Aquel día se acercaron a El los 
saduceos (1), qué niegan la resu¬ 
rrección, y le interrogaron: 24 Maes¬ 
tro, Moisés dice: «Si uno muere sin 
tener hijos, el hermano tomará su 
mujer para dar descendencia a su 
hermano» (2). 25 Había entre nos¬ 
otros siete hermanos; y habiéndose 
casado el primero, murió sin des¬ 
cendencia y dejó la mujer a su her¬ 
mano; 26 igualmente el segundo y el 
tercero, hasta los siete. 27 Después 
de todos murió la mujer. 28 Ahora 
bien, en la resurrección, ¿de cuál de 
los siete será mujer?, porque los 
siete la han tenido (3). 29 Y res¬ 
pondiendo Jesús, les dijo: Estáis en 
un error, y ni conocéis las Escritu¬ 
ras ni el poder de Dios. 30 Porque 
en la resurrección ni se casarán ni se 
darán en casamiento, sino que serán 
como ángeles en el cielo. 31 Y cuanto 
a la resurrección de los muertos, ¿no 
habéis leído lo que Dios ha dicho: 
32 Yo soy el Dios de Abraham, el 
Dios de Isac, y el Dios de Jacob? 
Dios no es Dios de muertos, sino de 
vivos. 33 Y la muchedumbre, oyén¬ 
dole, se maravillaba de su doctrina. 


El primer mandamiento de la ley. 

34 Los fariseos, oyendo que había 
hecho enmudecer a los saduceos, se 
juntaron en torno de El 35 y le pre¬ 
guntó uno de ellos, doctor," tentán¬ 
dole: Maestro, ¿cuál es el manda¬ 


to Vienen por grupos. Enemigos entre sí, 
se unen para acabar con Jesús. 

(2) El texto hace referencia al Deuterono- 
mio 25, 5. La ley llamada del levirato miraba 
a perpetuar las familias por medio de esta ficción* 
jurídica. 

(3) Es un cuento que debía de correr en las 
escuelas, y en el cual encerraban los saduceosi 
una objeción, a su parecer insoluble, contra el! 
dogma de la resurrección defendido por los fari-j 
seos 


miento más grande de la ley? 37 El 
le dijo: Amarás al Señor, tu Dios, 
con todo tu corazón, con toda tu 
alma y con toda tu mente. * 38 Este 
es el más grande y el primer manda¬ 
miento. 39 El segundo, semejante a 
éste es: Amarás al prójimo como a 
ti mismo. 40 De estos dos preceptos 
penden toda la ley y los profetas. 


La cuestión del origen del Mesías. 

41 Reunidos los fariseos, les pre¬ 
guntó Jesús: 42 ¿Qué os parece de 
Cristo? ¿De quién es hijo? Dijéronle 
ellos: De David. 43 Les replicó: Pues 
¿cómo David, en espíritu, le llama 
Señor, diciendo (1): 

44 «Dijo el Señor a mi Señor: sién¬ 
tate a mi diestra mientras pongo a tus 
enemigos por escabel de tus pies? (2).» 

45 Si, pues, David le llama Señor, 
¿cómo es hijo suyo? 46 Y nadie podía 
responderle palabra, ni se atrevió 
nadie desde entonces a preguntar¬ 
le más. 


Los escribas y fariseos, puestos 
al desnudo. 

23 1 Entonces Jesús habló a las 

— * muchedumbres y a sus discí¬ 
pulos, 2 diciendo: En la cátedra de 
Moisés se han sentado los escribas 
y los fariseos (3). 3 Haced, pues, y 
guardad lo que os digan, pero no los 
imitéis en las obras, porque ellos 
dicen y no hacen. 4 * Atan pesadas 
cargas y las ponen sobre los hom¬ 
bros de los otros; pero ellos ni con 
un dedo quieren moverlas. 6 Todas 
sus obras las hacen para ser vistos 
de los hombres. Ensanchan sus fi- 
lacterias, y alargan los flecos; 6 gus¬ 
tan de los primeros asientos en los 
banquetes y de las primeras sillas 


(1) Los fariseos interpretaban el salino 109 
como refersnte al Mesías. Jesús pregunta:«¿Cómo 
le llama Señor, si es hijo suyo?* Para sacar en 
consecuencia que el Mesías era algo más que 
hijo para David. 

(2) Salm. 109, 1. 

(3) Cada sábado los escribas leían al pueblo 
la ley mosaica. Aunque venida de tales labios, 

debe ser escuchada, porque es la palabra de 

Moisés y de Dios. Otra cosa será cuando se trate 
de sus propias enseñanzas y de sus ejemplos. 

En este capítulo resume Jesús el juicio que tan¬ 
tas veces había proferido sobre los escribas y los 
fariseos, a fin de prevenir al pueblo contra sus 
engaños hipócritas 







1096 


SAN MATEO, 23 


en las sinagogas; 7 y de los saludos 
en las plazas y de ser llamados por 
los hombres Rabbi. 8 Pero vosotros 
lio os hagáis llamar Rabbi , porque 
uno solo es vuestro maestro, y todos 
vosotros sois hermanos. 9 Ni llaméis 
padre a nadie sobre la tierra, porque 
uno solo es vuestro Padre, el que está 
en los cielos. 10 Ni os hagáis llamar 
doctores, porque uno solo es vuestro 
doctor, Cristo. 11 El más grande de 
vosotros sea vuestro servidor. 12 El 
que se ensalzare será humillado, y 
el que se humillare será ensalzado. 

ICecrimuiaeioncs a los escribas y 
fariseos. 

13 ;Ay de vosotros, escribas y fari¬ 
seos, hipócritas, que cerráis a los 
hombres el reino de los ciclosl Ni 
entráis vosotros, ni permitís entrar 
a los que querrían entrar. ( 14 ) (1) 15 ¡Ay 
de vosotros, escribas y fariseos, hi¬ 
pócritas, que recorréis mar y tierra 
para hacer un solo prosélito, y luego 
de hecho, lo hacéis hijo de la gehenna 
dos veces más que vosotros! 18 ¡Ay 
de vosotros, guías ciegos, que decís: 
Si uno jura por el templo, eso 
no es nada; pero si jura por el oro 
del templo, queda obligado. 17 ¡In¬ 
sensatos y ciegos! ¿Qué vale más, 
el oro o el templo que santifica el 
oro? 18 Si alguno jura por el altar, 
eso no es nada; pero si jura por la 
ofrenda, que está sobre él, ése queda 
obligado. Ciegos, ¿qué es más, la 
ofrenda o el altar que santifica la 
ofrenda? 20 Pues el que jura por el 
altar, jura por él y por lo que está 
en él. 21 Y el que jura por el templo, 
jura por él y por quien lo habita. 
22 Y el que jura por el cielo, jura por 
el trono de Dios y por el que en él 
se sienta. 23 ¡Ay de vosotros, escri¬ 
bas y fariseos, hipócritas, que diez¬ 
máis la menta, el anís y el comino, 
y no os cuidáis de lo más grave de 
la ley; la justicia, la misericordia y 
la buena fe. Bien sería hacer aque¬ 
llo, pero sin omitir esto. 24 Guías cie¬ 
gos, que coláis un mosquito y os 
tragáis un camello. 25 ¡Ay de vos¬ 
otros, escribas y fariseos hipócritas, 


(i) El versículo 14: *Ay de vosotros, escri¬ 
bas y fariseos, hipócritas, que devoráis las 
casas de las viudas y hacéis por aparentar lar¬ 
gas oraciones. Por eso seréis más rigurosamente 
juzgados», parece ser una interpolación prove¬ 
niente de Marc. 12. 40. y los críticos lo consi- | 
deran como extraño al evangelio de San Mateo, 


que limpiáis por defuera la copa y eJ 
plato, que por dentro están llenos de 
rapiñas y codicias. 28 Fariseo ciego, 
limpia primero por dentro la copa y el 
plato, y también luego por defuera. 
27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, 
hipócritas, que os parecéis a sepul¬ 
cros blanqueados, hermosos por fuera, 
mas por dentro llenos de huesos de 
muertos y de toda suerte de inmun¬ 
dicia! 28 Así también vosotros, por 
fuera parecéis justos, mas por den¬ 
tro estáis llenos de hipocresía y de 
iniquidad. 29 ¡Ay de vosotros, escri¬ 
bas y fariseos, hipócritas, que edifi¬ 
cáis sepulcros a los profetas y ador¬ 
náis los monumentos de los "justos, 
30 y decís: Si hubiéramos vivido nos¬ 
otros en tiempo de nuestros padres, 
no hubiéramos sido cómplices suyos 
en la sangre de los profetas. 31 Ya 
con esto os dais por hijos de los que 
mataron a los profetas íl). 32 Col¬ 
mad, pues, la medida ac vuestros 
padres (2). 33 Serpientes, raza de 
víboras, ¿cómo escaparéis al juicio de 
la gehenna? 

I’l juicio divino. 

34 Para esto os envío yo profetas, 
sabios y escribas (3), y a unos los 
mataréis y los crucificaréis, a otros 
los azotaréis en vuestras sinagogas, 
y los perseguiréis de ciudad en ciu¬ 
dad, 38 para que caiga sobre vosotros 
toda la sangre inocente derramada 
sobre la tierra, desde la sangre del 
justo Abel hasta la sangre de Zaca¬ 
rías hijo de Baraquías, a quien ma¬ 
tasteis entre el Templo y el altar. 
36 En verdad os digo que toda caerá 
sobre esta generación (4). 37 ¡Je- 
rusalén, Jcrusalén, que matas a los 
profetas (5) y apedreas a los que 

(O Pues alardeando de tanta veneración por 
ellos, no habían hecho caso de Juan ni lo hacían 
de Jesús, a quien, además, pretendían matar. 

(2) San Esteban desarrolla el mismo pensa¬ 
miento en su discurso de los Hechos, cap. 7. 
acabando con un apóstrofe que le costo la vida: 
«Duros de cerviz e incircuncisos de corazón y 
de oídos, siempre resistís al Espíritu Santo. 
Cuales fueron vuestros padres, tales sois vosotros.» 

(3) Estos profetas, sabios y escribas, son 
los Apóstoles y discípulos, a quienes los judíos 
tratarían como habían tratado sus padres a 
los antiguos profetas, según había anunciado 
en 10, 15 «• 

(4) La misma amenaza que en 24. 34 . que 
es la destrucción de la ciudad de Jerusalén y 
su Templo. 

(5) Palabras conmovedoras semejantes a las 
que refiere San Lucas en 19, 41 ss., y 23. 28 







SAN MATEO, 24 


1097 


W son enviados! jCuántas veces.quise 
reunir a tus hijos, a la manera que la 
gallina reúne a sus pollos bajo las 
alas, y no quisiste! 38 He aquí que 
vuestra casa quedará desierta. 39 Por¬ 
que en verdad os digo que no me 
veréis más hasta que digáis: Bendito 
el que viene en el nombre del Se¬ 
ñor (1). 


Profecía sobre la destrucción del 
templo. 

^ j 1 Saliendo Jesús del templo, se 
le acercaron sus discípulos y le 
mostraban las construcciones (2) del 
templo. 2 Y El les dijo: ¿Veis todo 
esto? En verdad os digo que no que¬ 
dará aquí piedra sobre piedra; todo 
será destruido. 3 4 Y sentándose en el 
monte de los Olivos (3), llegáronse 
a El aparte unos discípulos, diciendo: 
Dinos cuándo será todo esto, y cuál 
la señal de tu venida y de la consu¬ 
mación del mundo. 


Tiempos de angustia. 

4 Y Jesús les respondió: Cuidad 
que nadie os engañe. 5 Porque ven¬ 
drán muchos en mi nombre, y dirán: 
Yo soy el Mesías (4), y engañarán 
a muchos. 6 Oiréis hablar de guerras 
y de rumores guerreros; pero no os 
turbéis; porque es preciso que esto 
suceda, mas no es aún el fin. 7 Se 
levantará nación contra nación y reino 
contra reino, y habrá hambre y terre¬ 
motos en diversos lugares; 8 pero 
Lodo esto es el comienzo de los do¬ 
lores. 


(1) Esta aclamación del pueblo judío a su 
Mesías indica la futura conversión del mismo 
anunciada por San Pablo a los Romanos, u, 
II ss. 

(2) Eran construcciones soberbias las que 
en muchos años de trabajo habían levantado 
los arquitectos griegos, y Josefo no se cansa de 
ponderar su magnificencia. Herodes había que¬ 
rido con esta obra ganarse la voluntad del pue¬ 
blo judío y borrar su mancha de advenedizo 
y usurpador aunque sin conseguirlo. 

(3) El monte de los Olivos, desde el cual se 
dominaba la fábrica del templo y la ciudad. 
El discurso que sigue abarca dos temas no del 
todo distintos, sino entremezclados: la ruina 
de Jerusalén y el fin de las cosas, unidos bajo 
la razón común de juicio de Dios . 

(4) La expectación mesiánica en que vivía 
el pueblo por aquella época daba origen a la 
aparición de muchos falsos mesías. 


La persecución contra 
el evangelio. 

9 Entonces os entregarán a los tor¬ 
mentos y os matarán (1), y seréis 
aborrecidos de todos los pueblos a 
causa de mi nombre. 10 Entonces se 
escandalizarán muchos y unos a otros 
se harán traición y se aborrecerán; 
11 y se levantarán muchos falsos pro¬ 
fetas que engañarán a muchos, 12 y 
por el exceso de la maldad se en¬ 
friará la caridad de muchos, 13 mas 
el que perseverare hasta el fin, ése 
será salvo. 14 Será predicado este 
evangelio del reino en todo el mun¬ 
do (2), testimonio para todas las 
naciones, y entonces vendrá el fin. 


La desolación de Judea. 

15 Cuando viereis, pues, la abomi¬ 
nación de la desolación (3) predi- 
cha por el profeta Daniel en el lugar 
santo 16 (el que leyere entienda), en¬ 
tonces los que estén en Judea, huyan 
a los montes; 17 el que esté en el te¬ 
rrado no baje a tomar nada de su 
casa, 18 y el que esté en el campo 
no vuelva atrás en busca del manto. 

19 ¡Ay de las que estuvieren encintas 
y de las que críen en aquellos días! 

20 Orad para que vuestra huida no 
tenga lugar en invierno ni en sábado. 


La tribulación suprema. 

21 Porque habrá entonces una tan 
gran tribulación (4), cual no la 
hubo desde el principio del mundo 
hasta ahora, ni la habrá, 22 y, si no 
se acortasen aquellos días, nadie se 
salvaría; mas por amor de los ele¬ 
gidos se acortarán los días aquellos. 

23 Entonces, si alguno os dijere: Aquí 
o allí está el Mesías, no le creáis, 

24 porque se levantarán falsos mesías 
y falsos profetas, y obrarán grandes 


(1) Jesús insiste en anunciarlas persecucio 
nes de los suyos para que no los cojan de sor¬ 
presa. 

(2) Es una prueba de que el fin de las cosas 
no está cercano, puesto que antes de esto el 
Evangelio debe llegar a noticia de todos los 
pueblos. 

(3) Jesús da aquí una señal, que es la profa¬ 
nación del templo, para que los discípulos 
huyan de la eiudad. Efectivamente, según Eu- 
sebio de Cesárea, huyeron al otro lado del Jor¬ 
dán, librándose de las calamidades déla guerra 
judía, que acabó con Jerusalén y con el templo. 

(4) Una nueva advertencia, semejante a la 

de 4-8. pero que mira a tiempos más lejanos. 










109* 


SAN MATEO, 25 


señales y prodigios para inducir a 
error, si fuera posible, aun a los 
mismos elegidos. 25 Mirad que os lo 
digo de antemano. 26 Si os dicen, pues: 
Aquí está, en el desierto, no salgáis; 
aquí está, en un escondite, no lo 
creáis, 27 porque, como el relámpago, 
que sale del oriente y brilla hasta el 
occidente, así será la venida del Hijo 
del hQmbre. 28 Donde está el cadáver 
allí se reúnen los buitres. 


ba venida del Hijo del hombre. 

29 Pero luego, en seguida, después 
de la tribulación de aquellos días, se 
oscurecerá el sol, y la luna no dará 
su luz, y las estrellas caerán del 
cielo (1), y las columnas del cielo 
se conmoverán. 30 Y entonces apa¬ 
recerá el estandarte del Hijo del 
hombre en el cielo, y se lamentarán 
todas las tribus de la tierra y verán 
al Hijo dél hombre venir sobre las 
nubes del cíelo con gran poder y ma¬ 
jestad. 81 Y enviará sus ángeles con 
poderosa trompeta y reunirán de los 
cuatro vientos a los elegidos, desde 
un extremo del ciclo hasta el otro. 

La parábola de la liifjucru. 

32 Aprended de la semejanza de la 
higuera (2): cuando sus ramos están 
tiernos y brotan las hojas, conocéis 
que el estío se acerca; 33 así vosotros 
también, cuando veáis todas estas 
cosas, entended que está próximo, 
a las puertas. 34 En verdad os digo 
que no pasará esta generación (3) 
antes que todo esto suceda. 35 El cielo 
y la tierra pasarán, pero mis palabras 
ño pasarán. 

liicrrUduiiihrr del juicio. 

3 « De aquel día y hora nadie 
sabe (4), ni los ángeles del cielo, ni 


(1) Todo esto son figuras para anunciar la 
grandeza de la majestad con que vendrá el Hijo 
del hombre a juzgar al mundo. 

( 2 ) Esta parábola alude a las señales indica¬ 
das en los versículos 15 ss. 

(3) Como tantas otras veces, habla aquí Je¬ 
sús de la generación presente, que le vió, pero 
que no quiso recibir su mensaje y que dentro 
de pocos días reclamará ante Pilato la sangre 
del Justo. Se cumplió este vaticinio el año 70. 
cuando Jerusalén fué arrumada por los Romanos. 

(4) El contraste entre estas palabras y los ver¬ 
sículos anteriores prueba que no se habla sino 
ue la venida de Jesús al fin de los tiempos. Esta 
venida será repentina y para ella habrá que estar 


el Hij.o, sino sólo el Padre. 87 Porqu e 
como en los días de Noé, así será 
a la aparición del Hijo del hombre. 
88 En los días que precedieron al 
diluvio, comían, bebían, se casaban 
y se daban en casamiento, hasta el 
día en que entró Noé en el arca; 
39 pero ellos no se dieron cuenta hasta 
que vino el diluvio y los arrebató 
a todos; así será a la venida del Hijo 
del hombre. 40 Entonces estarán dos 
en el campo, uno será tomado y otro 
será dejado. 41 Dos molerán en la 
muela, una será tomada y otra será 
dejada. 

Necesidad de velar. 

42 Velad, pues, porqne no sabéis 
cuándo llegará vuestro Señor. 43 Pen¬ 
sad bien que si el padre de familia 
supiera en qué vigilia vendría el 
ladrón, velaría y no permitiría hora¬ 
dar su casa. 44 *Por eso vosotros ha¬ 
béis de estar preparados, porque a la 
hora que menos pensáis puede venir 
el Hijo del hombre. 45 ¿Quién es, 
pues, el siervo fiel y prudente, a 
quien constituyó su amo sobre la 
servidumbre para darle provisiones 
a su tiempo? 48 Dichoso el siervo a 
quien, al venir su amo, hallare que 
hace así. 47 En verdad os digo, que 
le pondrá sobre toda su hacienda. 
48 Pero si el mal siervo dijera para 
sus adentros: Mi amo tardará, 49 ^ y 
comenzare a golpear a sus compañe¬ 
ros y a comer y beber con borrachos, 
50 vendrá el amo el día que menos 
lo espera y a hora que 110 sabe, 51 y 
le hará azotar y le echará con los 
hipócritas: allí habrá llanto y crujir 
de dientes. 

l'urál>ol:i de lus diez vlrj|i*nt»s. 

k) * 1 2 3 4 Entonces el reino de los cielos 

será semejante a diez vírgenes 
que tomando sus lámparas salieron 


siempre preparados. Insiste el Señor sobre su 
incertidurnbre, porque sabía cuánta era la curio¬ 
sidad humana por averiguar la venida de este 
día y las ansiedades que podría causar esta cu¬ 
riosidad. Es un secreto del Padre, el cual ni a 
los ángeles ni al mismo Hijo lo ha comunicado 
para que lo anuncien a los hombres. No es que 
los ángeles, y menos el Hijo, lo ignoren; pero 
como mensajeros divinos, encargados de dar a 
conocer la voluntad de Dios, lo desconocen ab¬ 
solutamente. Véase una respuesta semejante 
en Act. I, 7: «No os toca a vosotros conocer los 
tiempos y momentos, que el Padre se ha reser¬ 
vado.* 










SAN MATEO, 25 


1090 


al encuentro del esposo. (i) 2 * Cinco de 
ellas eran necias y cinco prudentes; 
3 las necias, al tomar las lámparas, 
no tomaron consigo aceite, 4 mientras 
que las prudentes tomaron aceite en 
las alcuzas juntamente con sus lám¬ 
paras. 5 Como el esposo tardaba, se 
adormilaron y durmieron. 6 A la 
media noche se oyó un clamoreo: 
Ahí está el esposo, salid a su en¬ 
cuentro. 7 Se despertaron entonces 
todas las vírgenes y se pusieron a 
preparar sus lámparas. 8 Las necias 
dijeron a las prudentes: Dadnos acei¬ 
te del vuestro, porque se nos apa¬ 
gan las lámparas. 9 Pero las prudentes 
respondieron: No, porque podría ser 
que no bastase para nosotras y vos¬ 
otras; id más bien a la tienda y com¬ 
pradlo. 10 Pero mientras fueron a 
comprarlo llegó el esposo, y las que 
estaban prontas entraron con él a 
las bodas y se cerró la puerta. 11 Lle¬ 
garon más tarde las otras vírgenes, 
diciendo: Señor, señor, ábrenos. 12 Pero 
él respondió: En verdad os digo que 
no os conozco. 13 Velad, pues que no 
sabéis el día ni la hora (1). 

Parábola de los talentos. 


14 Porque es como uno que al em¬ 
prender un viaje llama a sus siervos 
y les entrega su hacienda, 15 dando 
a uno cinco talentos, a otro dos y a 
otro uno, a cada cual según su capa¬ 
cidad, y se va. 16 Luego el que había 
recibido cinco talentos se fué y ne¬ 
goció con ellos y ganó otros cinco. 
17 Asimismo el de los dos ganó otros 
dos. 18 Pero el que había recibido 
uno se fué, hizo un hoyo en la tierra 
y escondió el dinero de su amo. 
19 Pasado mucho tiempo, vuelve el 
amo de aquellos siervos y les toma 
cuentas. 20 Y llegando el que había 
recibido los cinco talentos, presentó 
otros cinco, diciendo: Señor, tú me 
has dado cinco talentos, mira, pues, 
otros cinco que he ganado. 21 Y su 
amo le dice: Muy bien, siervo bueno 
y fiel; has sido fiel en lo poco, te 
constituiré sobre lo mucho; entra en 
el gozo de tu señor. 22 Llegó el de 
los dos talentos y dijo: Señor, dos 
talentos me has dado, mira otros 
dos que gané; 23 Díjole su amo: Muy 


(i) Continúa el discurso anterior con estas 
parábolas, que refiere San Mateo con el fin 
de inculcar más la vigilancia. 


bien, siervo bueno y fiel, lias sido 
fiel en lo poco, te constituiré sobre 
lo mucho; entra en el gozo de tu señor. 
24 Se acercó también el que había 
recibido un solo talento y dijo: Señor, 
tuve en cuenta que eres hombre duro, 
que quieres cosechar donde no has 
sembrado y recoger donde no has 
esparcido, 26 y temiendo, me fui y 
escondí tu talento en la tierra: aquí 
lo tienes. 26 Respondióle su amo: 
Siervo malo y haragán, ¿conque 
sabías que yo quiero cosechar donde 
no sembré y recoger donde no es¬ 
parcí? 27 Debías, pues, entregar mi di¬ 
nero a los banqueros, para que a mi 
vuelta recibiese lo mío, con los in¬ 
tereses. 28 Quitadle el talento y dád¬ 
selo al que tiene diez; 29 porque al 
que tiene se le dará y abundará; pero 
a quien no tiene, aun lo que tiene 
se le quitará. 30 Y a ese siervo inútil, 
echadle a las tinieblas exteriores; allí 
habrá llanto y crujir de dientes. 


El juicio final. 

31 Cuando el Hijo del hombre venga 
en su gloria y todos los ángeles con 
El (1), se sentará sobre su trono 
de gloria, 32 y se reunirán en su pre¬ 
sencia todas las gentes, y separará a 
unos de otros, como el pastor separa 
a las ovejas de los cabritos, 33 v pon¬ 
drá las ovejas a su derecha y los 
cabritos a su izquierda. 34 Entonces 
dirá el Rey a los que están a su de¬ 
recha: Venid, benditos de mi Padre, 
tomad posesión del reino preparado 
para vosotros desde la creación del 
mundo. 35 Porque tuve hambre y me 
disteis de comer; tuve sed y me" dis¬ 
teis de beber; peregriné y me aco¬ 
gisteis; 36 estaba desnudo y me vestís¬ 
teis; enfermo y me visitasteis; preso 
y vinisteis a verme. 37 Y le respon¬ 
derán los justos: Señor, ¿cuándo te 
vimos hambriento y te alimentamos, 
sediento y te dimos de beber? 38 ¿Cuán¬ 
do te vimos peregrino y te acogimos, 
desnudo y te vestimos? 39 ¿Cuándo 
te vimos enfermo o en la cárcel y 
vinimos a ti? 40 Y el Rey les dirá: 
En verdad os digo, que cuantas veces 
hicisteis eso a uno de estos mis her- 


(i) Con este sublime cuadro de su venida a, 

juicio termina Jesús este discurso. Es muy de 

notar la norma suprema de su juicio, que es la 

caridad del prójimo por amor de El. La caridad, 

regla suprema de la vida cristiana, será también 

norma del juicio divino al fin de los tiempos. 






1 100 


SAN MATEO, 26 


manos más pequeños, a mí me lo 
hicisteis. 

41 Y dirá a los de la izquierda: 
Apartaos de mí, malditos, al fuego 
eterno, preparado para el diablo y 
para sus ángeles. 42 Porque tuve 
hambre y no me disteis de comer, 
tuve sed y no me disteis de beber. 
43 Fui peregrino y no me alojasteis; 
estuve desnudo y no me vestísteis: 
enfermo y en la cárcel y no me visi¬ 
tasteis. 44 Ellos responderán diciendo; 
Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, 
o sediento, o peregrino, o enfermo, 
o en prisión y no te socorrimos? 
45 El les contestará diciendo: En ver¬ 
dad os digo, que cuando dejasteis de 
hacer eso con uno de estos pequeñue- 
los, conmigo no lo hicisteis. 46 E irán 
al suplicio eterno, y los justos a la 
vida eterna. 


La conspiración de los judíos. 

2(i 1 Y aconteció que cuando Jesús 
hubo terminado estos discursos, 
dijo a sus discípulos: 2 Sabéis que 
dentro de dos días es la Pascua, y 
el Hijo del hombre será entregado 
para que le crucifiquen. 3 Se reunie¬ 
ron por entonces los príncipes de los 
sacerdotes y los ancianos del pue¬ 
blo (1) en el palacio del Pontífice, 
que se llamaba Caifás 4 * y se consul¬ 
taron sobre cómo apoderarse con en¬ 
gaño de Jesús para darle muerte. 
6 Pero se decían: Que no sea du¬ 
rante la fiesta, no vaya a alborotarse 
el pueblo. 


Ln unción en Hctania. 

8 Hallándose Jesús en Betania (2), 
en casa de Simón el leproso, 7 se llegó 
a él una mujer con un frasco de ala¬ 
bastro lleno de costoso ungüento, y 
lo derramó sobre su cabeza, mientras 
estaba recostado a la mesa. 8 Al verlo 
se enojaron los discípulos y dijeron: 
«A qué este derroche? Podría haberse 
vendido a gran precio y darlo a los 


(i) Desde -Galilea los escribas y fariseos vie¬ 
nen conspirando contra Jesús; ahora son las 
autoridades supremas de la nación las que se 
echan sobre si esta gravísima responsabilidad. 

2) Según 21 » 17. Jesús contaba allí con hués¬ 
ped amigo. Este Simón era sin duda un curado 
por Jesús, y la muier de la unción era la hermana 
de Lázaro, el resucitado, según nos explica 
San Juan (12, 13) 


pobres. 10 Dándose* Jesús cuenta de 
esto, les dijo: ¿Por qué molestáis a 
esta mujer? Una buena obra es la 
que conmigo ha hecho. 11 Porque 
pobres, en todo tiempo los tendréis 
con vosotros. 12 Con derramar ella 
este ungüento sobre mi cuerpo me 
ha ungido para mi sepultura. 13 En 
verdad os digo, dondequiera que sea 
predicado este evangelio en todo el 
mundo, se hablará también de lo 
que ha hecho ésta, para memoria 
suya. 

La traición de Judas. 

14 Entonces se fué uno de los doce, 
llamado Judas Iscariote, a los prín¬ 
cipes de los sacerdotes; 15 y les dijo: 
¿Qué me dais y yo os lo entrego? 
Y se convinieron en treinta piezas 
de plata (1). 16 Y desde entonces 
buscaba ocasión para entregarlo. 

La úllima cena de Jesús. 


17 El dia primero Tde los Acimos (2) 
se acercaron los discípulos a Jesús y 
le dijeron: ¿Dónde quieres eme pre¬ 
paremos para comer la Pascua? 
18 El les dijo: Id a la ciudad, a casa 
de fulano y decidle: El Maestro dice: 
Mi tiempo* está próximo, quiero ce¬ 
lebrar en tu casa la Pascua con mis 
discípulos. 19 Y los discípulos hicie¬ 
ron como Jesús les ordenó y prepa¬ 
raron la Pascua. 20 Llegada la tardo, 
se puso a la mesa con los doce Í3), 
21 y mientras comían dijo: En vernad 
os digo que uno de vosotros me ha 
de entregar. 22 Y muy entristecidos, 


(1) Para mejor ejecutar sus planes, el Sane¬ 
drín se ve ayudado por el discípulo traidor, que 
en su modo de presentarse, indica claro que va 
impulsado por la avaricia. En el Exodo 21, 32, se 
fija en treinta sidos la indemnización por un 
siervo que hubiera sido muerto por un buey 
bravo. Tal debió de ser el principio, que sirvió 
para fijar los honorarios de Judas. 

(2) La fiesta de la Pascua se llamaba también 
de los Acimos, porque en los ocho días que 
duraba no se podía comer pan fermentado. El 
día solía contarse desde un atardecer a otro, 
pero aquí el día primero es el día natural, que 
precede al atardecer, porque en él debían reco¬ 
ger de casa todo el pan fermentado. (Exo¬ 
do 12, 15.) Se llamaba también Parasceve, pre¬ 
paración, porque en él habla de prepararse todo 
lo necesario para la Pascua. 

(3) Se reclinó, se recostó sobre el brazo iz¬ 

quierdo, porque tal era el modo de comer en 

tonces usado. 







SAN MATEO, 26 


1101 


comenzaron a decirle cada uno: ¿Soy 
acaso yo, Señor? 28 El respondió: El 
que conmigo mete la mano en el 
plato, ése me entregará. 24 El Hijo 
del hombre sigue su camino, como 
de El está escrito; pero ¡desdichado 
de aquél por quien el Hijo del hom¬ 
bre será entregado!; mejor le fuera a 
ese no haber nacido. 25 Tomó la pa¬ 
labra Judas, el que le iba a entregar, 
y dijo: ¿Soy acaso yo, Rabbí? Y El 
respondió: Tú lo has dicho. 

Institución de la Eucaristía. 

26 Mientras comían, Jesús tomó 
pan, y bendicicndolo, lo partió y 
dándoselo a los discípulos, dijo: To¬ 
mad y comed, éste es mi cuerpo (1). 
27 Y tomando un cáliz y dando gra¬ 
cias, se lo’dió, diciendo: Bebed de 
él todos, 28 porque ésta es mi sangre 
del Nuevo Testamento, que será de¬ 
rramada por muchos para remisión 
de los pecados. 29 Yo os digo que no 
beberé más de este fruto de la vid, 
hasta el día en que lo beba con 
vosotros nuevo en el reino de mi 
Padre (2). 

Predicción sobre la conducta de 
los discípulos. 

30 Y dichos los himnos (3), salie¬ 
ron camino del monte de los Olivos. 
31 Entonces les dijo Jesús: Todos vos¬ 
otros os escandalizaréis de mí esta 
noche, porque escrito está: Heriré al 
Pastor y se dispersarán las ovejas de 
la manada. (4) 32 Pero después de 
resucitado, os precederé a Galilea (5). 
33 Tomó Pedro la palabra y le 
dijo: Aunque todos se escandali¬ 
cen de ti, yo jamás me escandali¬ 
zaré. 34 Respondióle Jesús: En ver¬ 
dad te digo que esta misma noche, 
antes que el gallo cante, me negarás 
tres veces. 36 Díjole Pedro: Aunque 
tenga que morir contigo, no te ne- 


(1) Con esta admirable sencillez nos cuenta 
el evangelista la institución del inefable miste¬ 
rio de la Eucaristía. 

(2) Usa aquí Jesús una vez más la imagen del 
banquete para representar el reino del cielo. 

(3) Las plegarias con que, según el ritual 
acostumbrado, debía terminarse la cena pas¬ 
cual. 

(4) Zac. 13, 7. 

(5) Para sostener su ánimo durante la pasión, 
les anuncia una vez más el triunfo de la resurrec¬ 
ción. 


garé. Y lo mismo dijeron todos los 
discípulos. 

La oración de Gctscmaní. 

36 Entonces vino Jesús con ellos 
a un lugar llamado Gctsemaní y les 
dijo: Sentaos aquí mientras yo voy 
allá a orar. 37 Y tomando a Pedro y 
a los hijos de Zebcdeo (1), comenzó 
a entristecerse y angustiarse. 38 En¬ 
tonces les dijo: Triste está mi alma 
hasta la muerte (2); quedaos aquí y 
velad conmigo. 39 Y yendo un poco 
más allá, se postró sobre su rostro, 
orando y diciendo: Padre mío, si es 
posible, pase de mí este cáliz; sin em¬ 
bargo, no se llaga como yo quiero, 
sino como quieres tú. 40 Y viniendo 
a los discípulos, los encontró dormi¬ 
dos, y dijo a Pedro: De modo que no 
habéis podido velar conmigo una 
hora. 41 Velad y orad, para que no 
caigáis en la tentación; el espíritu 
está pronto, pero la carne es flaca. 
42 De nuevo, por segunda vez, fué a 
orar, diciendo: Padre mío, si esto no 
puede pasar sin que yo lo beba, hᬠ
gase tu voluntad. 43 Y volviendo, 
otra vez los encontró dormidos; tenían 
los ojos cargados. 44 Y dejándolos, 
de nuevo se fué a orar por tercera 
vez, diciendo aún las mismas pala¬ 
bras. 45 Luego vino a los discípulos y 
les dijo: Dormid ya y descansad (3), 
que ya se acerca la hora y el Hijo 
del hombre va a ser entregado en 
manos de los pecadores. 46 Levantaos, 
vamos; ya llega el que me va a en¬ 
tregar. 

La prisión de Jesús. 

47 Aún estaba hablando, cuando 
llegó Judas, uno de los doce, y con 
él una gran turba, armada de espa¬ 
das y garrotes, enviada por los prín¬ 
cipes de los sacerdotes y los ancia¬ 
nos del pueblo. 48 El que lo iba a 
entregar les dió una señal, diciendo: 
Aquel a quien yo besare, ése es, 


(1) Los mismos que habían sido testigos de 
su transfiguración lo serán de su agenía. 

(2) Esta frase nos revela toda la realidad de 
la naturaleza humana de Jesús, que repugna la 
muerte; pero se resigna a ella por cumplir la 
voluntad del Padre. 

(3) Dichas estas palabras en aquel memento, 
tienen un dejo de ironía y contrastan con las 
que siguen. 







1102 


SAN MATEO, 21 


prendedle. 49 Y al instante, acercán¬ 
dose a Jesús, dijo: Salve, Rabbí. Y le 
besó. 60 Jesús le dijo: Amigo, ¿a qué 
vienes? Entonces se adelantaron y 
pusieron las manos sobre Jesús, apo¬ 
derándose de El. 51 Uno de los que 
estaban con Jesús extendió la mano 
y sacando la espada, hirió a un sier¬ 
vo del Pontífice y le cortó una oreja. 
62 Jesús entonces le dijo: Vuelve la 
espada a la vaina, pues quien toma 
la espada, a espada morirá. 63 ¿O crees 
que no puedo yo rogar a mi Padre, 
que me enviaría luego doce legiones 
de ángeles? 54 ¿Cómo van a cumplirse 
las Escrituras (1) de que así con¬ 
viene que sea? 66 Entonces dijo Jesús 
a la turba: ¿Como a ladrón habéis 
salido con espadas y garrotes a pren¬ 
derme? Todos los días me sentaba 
en el Templo para enseñar y no me 
prendisteis. 66 Pero todo esto sucedió 
para que se cumpliesen las Escritu¬ 
ras de los profetas. Entonces todos 
los discípulos le abandonaron y hu¬ 
yeron. 


Jesús ante el Sanedrín. 

67 Los que prendieron a Jesús le 
llevaron a casa de Caifás (2), el 
Pontífice, donde los escribas V los 
ancianos se hablan reunido. 68 Pedro 
le siguió de lejos hasta el palacio del 
Pontífice, y entrando, se sentó con 
los servidores para ver en qué pa¬ 
raba la cosa. 59 Los príncipes de los 
sacerdotes y todo el Sanedrín bus¬ 
caban falsos testimonios contra Jesús 
para condenarle a muerte, 60 pero no 
los hallaban, aunque se habían pre¬ 
sentado muchos falsos testigos. Al 
fin se presentaron dos, 81 que dije¬ 
ron: Este ha dicho: Yo puedo des¬ 
truir el Templo de Dios y en tres 
días reedificarlo. 82 Levantándose en¬ 
tonces el Pontífice, le dijo: ¿Nada 
respondes? ¿Qué dices a lo que éstos 
testifican contra ti? 63 Pero Jesús 
callaba. Y el Pontífice le dijo: Te 
conjuro por Dios vivo; di si eres tú 


(1) Dios había prcdicho la pasión de su Me¬ 
sías. Los judíos, obedeciendo libremente a las 
inspiraciones de su maldad, cumplen los desig¬ 
nios de Dios, que miraban a la salud del mundo 
por la pasión de su H ijo. 

(2) Era entonces el Pontífice, y por tanto la 
autoriJad suprema, y el presidente nato del 
Sanedrín. Esta sesión, por razón de la hora, era 
ilegal, más sirvió, en la intención de sus auto¬ 
res. para preparar el proceso y ganar tiempo. 


el Mesías (1), el Hijo de Dios. 
84 Díjole Jesús: Tú lo has dicho. 
Y yo os digo que un día veréis al 
Hijo del hombre sentado a la diestra 
del Padre y venir sobre las nubes del 
cielo. 86 Entonces el Pontífice rasgó 
sus vestiduras, diciendo: Ha blasfe¬ 
mado. ¿Qué necesidad tenemos de 
más testigos? Acabáis de oír la blas¬ 
femia. ¿Qué os parece? 68 Ellos res¬ 
pondieron: Reo es de muerte. 87 En¬ 
tonces comenzaron a escupirle en el 
rostro y a darle de puñetazos (2), y 
otros le herían en la cara, 88 diciendo: 
Profetiza, Cristo, quién te hirió. 

[La negación de Pedro. 


89 Entretanto Pedro estaba senta¬ 
do (3) en el atrio; y se le acercó 
una sierva diciendo: Tú también es¬ 
tabas con Jesús de Galilea. 70 El 
negó ante todos, diciendo: No sé lo 
que dices. 71 Pero cuando salla hacia 
la puerta, le vió otra sierva y dijo 
a los circunstantes: También éste es¬ 
taba con Jesús el Nazareno. 72 Y de 
nuevo negó con juramento: No co¬ 
nozco a ese hombre. 73 Poco después 
se llegaron a él los que allí estaban 
y le dijeron: Cierto que tú eres de 
los suyos, pues tu mismo hablar te 
descubre. 74 Entonces comenzó él a 
maldecir y a jurar: ;Yo no conozco 
a ese hombre! Y al instante cantó el 
gallo. 76 Pedro se acordó de lo que 
Jesús le había dicho: Antes que cante 
el gallo me negarás tres veces, y sa¬ 
liendo fuera, lloró amargamente. 

Jesús, conducido ante Pílalo. 


w ¿ 1 Llegada la mañana, todos los 

principes de los sacerdotes y los 
ancianos del pueblo tuvieron conse¬ 
jo (4) contra Jesús para quitarle 


(1) Esta pregunta, atestiguada por los cua¬ 
tro evangelistas, prueba que Jesús habla habla¬ 
do bastante claro de su dignidad mesiánica y 
de su filiación divina. 

(2) Esto fué sin duda obra de los esbirros en¬ 
cargados de guardarle, una vez terminada la se¬ 
sión. Véase Le. 22, 63 s. 

(3) Pedro, que siguió al Maestro, entró en 
casa del Pontífice para ver en qué paraba la 
prisión. En este tiempo ocurrió la triple nega¬ 
ción predicha por Jesús y narrada por los evan- 
gel istas. 

(4) Celebraron entonces nueva sesión para 
dar valor legal a lo actuado en la sesión de la no¬ 
che. La actuación de los tribunales empezaba de 
madrugada. 










SAN MATEO, 27 


i uva 


la vida; 1 2 3 4 y alado, le llevaron al pro¬ 
curador Piloto (1). 


Fin desastroso de Judas. 

3 Viendo entonces Judas, el que 
le había entregado, cómo era conde¬ 
nado, se arrepintió y devolvió las 
treinta monedas de plata a los prín¬ 
cipes de los sacerdotes y ancianos (2), 
4 diciendo: He pecado entregando 
sangre inocente. Dijeron ellos: ¿A nos¬ 
otros qué? Viéraslo tú.- 5 Y arrojando 
las monedas de plata al Templo, se 
retiró, fué y se ahorcó. 6 Los prínci¬ 
pes de los sacerdotes tomaron las 
monedas de plata y dijeron: No es 
lícito echarlas al tesoro (3), puesto 
que son precio de sangre. 7 Y resolvie¬ 
ron en consejo comprar con ellas el 
campo del alfarero para sepultura de 
peregrinos. 8 Por eso aquel campo se 
llamó campo de la sangre, hasta el 
día de hoy. 9 Entonces se cumplió lo 
dicho por el profeta Jeremías: 

«Y tomaron treinta piezas de pla¬ 
ta, el precio en que fué tasado, aquel a 
quien pusieron precio los hijos de 
Israel, 10 y los dieron por el campo 
del alfarero (4).» 


Proceso de Jesús ^Yuite ¿^Pilato. 

11 Jesús fué presentado ante el 
Procurador, que le preguntó: ¿Eres 


(1) Roma había reservado a su representante 
el derecho de imponer la pena capital. Sin su 
aprobación, el fallo del Sanedrín no tenía va¬ 
lor ninguno. (Jn. 18, 30.) 

(2) Los treinta sidos no le trajeron la felici¬ 
dad que había soñado, y se arrepintió al ver el 
sesgo que tomaba el proceso en que había 
tenido tanta parte. 

(3) Como dinero adquirido mediante un cri¬ 
men, no podía ser echado en el tesoro del tem¬ 
plo, y así resuelven emplearlo en beneficio de 
los peregrinos que morían en Jerusalén. Este 
episodio nos pinta al vivo la hipocresía de los 
sacerdotes, que colaban un mosquito y se tra¬ 
gaban un camello (23, 34). El texto del pro¬ 
feta citado por el evangelista es de Zac. x, 7 ss. 
El Señor, que se había hecho mayoral de pas¬ 
tores del pueblo judío, representado bajo la 
figura de un rebaño, cansado de la indocilidad 
de los pastores y de la del rebaño, rompe su 
cayado y pide por medio del profeta el salario 
que le corresponde. Le pesan treinta sidos de 
plata, y el Señor dice al profeta: Echa en el 
tesoro del templo ese magnífico precio en que 
me han estimado; y el profeta los tomó y los 
echó en el tesoro. 

(4) Jer. 32, 6 ss.; Zac. ix, 12 ss. 


tú el rey de ios judíos? (I). Kes- 
pondió Jesús: Tú lo dices. 12 Pero a 
las acusaciones hechas por los prín¬ 
cipes de los -sacerdotes y los ancianos 
nada respondía. 13 Díjole entonces 
Pilato: ¿No oyes todo lo que dicen 
contra ti? 14 Pero El no respondía a 
nada, de suerte que el Procurador 
se maravilló sobremanera. 15 Era cos¬ 
tumbre que el Procurador, con oca¬ 
sión de la fiesta, diese a la muche¬ 
dumbre la libertad de un preso, el 
que pidieran. 16 Había entonces un 
preso famoso llamado Barrabás. 17 Es¬ 
tando, pues, ellos reunidos, les dijo 
Pilato: ¿A quién queréis que os suel¬ 
te, a Barrabás o a Jesús, el llamado 
Cristo? 18 Pues sabía él que por envi¬ 
dia se lo habían entregado (2). 
19 Mientras estaba sentado en el 
tribunal, envió su mujer a decirle: 
No te metas con ese justo (3), pues 
he padecido mucho hoy en sueños 
por causa de él. 20 Pero los príncipes 
de los sacerdotes y los ancianos per¬ 
suadieron a la muchedumbre que pi¬ 
diesen a Barrabás e hicieran perecer 
a Jesús (4). 21 Tomando la palabra 
el Procurador, les dijo: ¿A quién de 
los dos queréis que os dé por libre? 
Ellos respondieron: A Barrabás. 22 Di- 
joles Pilato: Entonces, ¿qué queréis 
que haga ■ con Jesús, el llamado 
Cristo? Todos dijeron: Que le cruci¬ 
fiquen. 23 Dijo el Procurador: ¿Y qué 
mal ha hecho? Ellos gritaron más, 
diciendo: ¡Que le crucifiquen! 24 Vien¬ 
do, pues, Pilato que nada conseguía, 
sino que el tumulto crecía cada vez 
más, tomó agua y se lavó las manos 
delante de la muchedumbre, diciendo: 
Yo soy inocente de esta sangre; vos¬ 
otros veáis (5). 25 Y todo el pueblo 
contestó diciendo: Caiga su sangre 


(1) A Pilato, que en sus funciones de gober¬ 
nador, había tenido que reprimir la sublevación 
de algún falso mesías, le presentan a Jesús 
como otro tal. Pero el juez, que ccnoce a los 
judíos, no se deja engañar y rechaza la acusación. 

(2) Aunque veía que por envidiase lo habían 
entregado, no quiso desairar a tan graves seño¬ 
res, y asi recurre a este expediente para poner en 
libertad a Jesús. 

(3) Este detalle viene a poner más de mani¬ 
fiesto la inocencia de Jesús y la maldad de sus 
acusadores. 

(4) El recado de la esposa de Pilato tuvo lu¬ 
gar entre la propuesta de éste al pueblo y la res¬ 
puesta del pueblo, que, trabajado por los jefes, 
pide la libertad de Barrabás y la muerte de 
Jesús. 

(5) Con esto creyó cumplir sus deberes de 

juez y alejar de sí la responsabilidad que el 

sueño de su mujer pudiera traer sobre él. 








1104 


SAN MATEO, 27 


sobre nosotros y sobre nuestros hi¬ 
jos (1). 26 Entonces dió libertad a 
Barrabás; y a Jesús, después de ha¬ 
berlo hecho azotar, se lo entregó para 
que le crucificaran (2). 


Jesús, escarnecido por los 
soldados. 

27 Los soldados del Procurador, 
tomando entonces a Jesús, lo condu¬ 
jeron al pretorio ante toda la cohorte. 
28 Y despojándole de sus vestiduras 
le echaron encima una clámide de 
púrpura, 29 y, tejiendo una corona 
de espinas, se la pusieron sobre la 
cabeza, y en la mano una caña; y 
doblando la rodilla delante de El, 
se burlaban (3) de El, diciendo: ¡Sal¬ 
ve, rey de los judíos! 31 Y escupién¬ 
dole, lomaban la caña y le herían 
con ella en la cabeza. 39 Y después de 
haberse divertido con El, le quitaron 
la clámide, le pusieron sus vestidos 
y le llevaron a crucificar. 


La crucifixión. 

32 Al salir encontraron a un hom¬ 
bre de Circne, de nombre Simón, al 
cual requirieron para que llevase la 
cruz (4). 33 Y llegando al sitio lla¬ 
mado Cíólgota, que quiere decir el 
lugar de la calavera, 34 diéronlc a 
beber vino mezclado con hiel (5); 
mas en cuanto lo gustó, no quiso 
bcberlo. 36 Y así que le crucificaron, 
se dividieron sus vestidos echándolos 
a suertes, 36 y sentados hacían la 
guardia allí. 37 Y sobre su cabeza 


(1) El cumplimiento de esta maldición que 
el pueblo echa sobre si, era lo que a Jesús con¬ 
movía hasta hacerle derramar lágiimas. (Le. 19.) 

(2) San Juan, que es más detallado, nos dice 
que Pilato habia mandado azotar a Jesús por 
vía de corrección y para dar alguna satisfacción 
a sus enemigos, después de fracasado el primer 
expediente üe libertad. (Jn. 19, 1 ss.) 

(3) El mLmoS. Juan coloca esta burla luego 
de la flagelación, y nos dice que Pilato la quiso 
aprovechar para aplacar el ánimo de los judíos, 
aunque en v..no. (jn. 19, 4 ss.) 

(4) La costumbre dictaba que el reo mismo 
llevase el travesano de la cruz (el pie derecho 
estaba plantado en el sitio); pero Jesús no podía, 
sin duda a causa de la crudeza de la flagelación. 

(5) Era un anestésico que embotaba los sen¬ 
tidos para que el reo sintiese menos los tormen¬ 
tos; por eso Jesús no lo quiso beber, porque 
quería apurar hasta las heces el cáliz del dolor. 


pusieron escrita su causa: Este es 
Jesús, el Bey de los judíos (1). 
38 Entonces fueron crucificados con 
él dos bandidos, uno a su derecha y 
otro a su izquierda. 39 Los que pasa¬ 
ban le injuriaban (2), moviendo la 
cabeza 40 y diciendo: Tú que ibas a 
destruir el templo y a reedificarlo 
en tres días, sálvate ahora a ti mismo; 
si eres Hijo de Dios, baja de esa cruz. 

41 E igualmente los príncipes de 
los sacerdotes, con los escribas y an¬ 
cianos, se burlaban y decían: Salvó 
a otros y a sí mismo no se puede 
salvar. Si es el rey de Israel, que 
baje ahora de la cruz y creeremos 
en el. 43 Ha puesto su confianza en 
Dios, que El le libre ahora, si es que 
le quiere, puesto que ha dicho: Yo 
soy el Hijo de Dios. 44 Asimismo los 
bandidos que con el estaban crucifi¬ 
cados (3) le ultrajaban. 


La muerte de Jesús. 

46 Desde la hora de sexta (4) se 
extendieron las tinieblas sobre toda 
la tierra hasta la hora de nona. 
46 Hacia la hora de nona clamó Jesús 
con voz fuerte, diciendo: ¡Eli, Eli, 
lemma sabactanif Que quiere decir: 
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me 
has desamparado? (5). 47 Algunos 
de los que allí estaban, oyéndole, 
decían: A Elias llama éste. 48 Y luego, 
corriendo, uno de ellos tomó una es¬ 
ponja, la empapó en vinagre y la 
fijó en una caña y le dió a beber (6). 
49 Otros decían: Deja, veamos si viene 
Elias a salvarle. 60 Jesús, dando de 
nuevo un fuerte grito, expiró. 


(1) Jesús muere porque se ha declarado Rey 
de los judíos, esto es, Mesías. 

(2) Para mayor ejemplaridad, los lugares de 
suplicio solían estar al lado de los caminos. 
Por aquí se ve hasta qué punto hablan logrado 
los jefes de la nación inficionar los ánimos del 
pueblo centra Jesús. 

(3) Este plural genérico no se aplica sino a 
uno de los dos, segtn nos lo declara más explíci¬ 
tamente San Lucas 23, 39 ss. 

(4) El día se dividía en cuatro partes igua¬ 
les, horas, a contar desde el amanecer, ccrno la 
noche en cuatro vigilias. La hora de sexta co- 
menaba al mediedía. 

(5) Estas palabras están tomadas del sal¬ 
mo 21. Ese desamparo es uno de tantos miste¬ 
rios como ofrece la psicología del Hombre-Dios 

(6) Era agua mezclada con vinagre, que los 
soldados encargados de la custodia de los reos 
tenían a mano para beber. 











SAN MATEO, 28 


1 i 05 


El duelo por Jesús. 

61 La cortina del Templo se rasgó 
de arriba abajo (1) en dos partes, 
62 la tierra tembló y se rajaron las ro¬ 
cas, se abrieron los monumentos (2), 
y muchos cuerpos de santos, que ha¬ 
bían muerto resucitaron, 63 y saliendo 
de sus sepulcros, vinieron a la ciudad 
santa y se aparecieron a muchos. 

64 El centurión y los que con él guar¬ 
daban a Jesús, viendo el terremoto 
y cuanto había sucedido, temieron 
sobremanera y se decían: Verdadera¬ 
mente (3), éste era hijo de Dios. 

65 Había allí muchas mujeres que 
desde lejos le miraban (4), las cua¬ 
les habían seguido a Jesús desde Ga¬ 
lilea para servirle; 66 entre ellas 
María Magdalena, y María, la madre 
de Santiago y José, y la madre de 
los hijos de Zebedeo. 

Sepultura de Jesús. 

67 Llegada la tarde, vino un hom¬ 
bre rico de Arimatea, de nombre 
José, que era discípulo de Jesús. 
68 Se presentó a Pilato y le pidió el 
cuerpo de Jesús. Pilato entonces or¬ 
denó (5) que le fuese entregado. 
59 Y tomando el cuerpo de Jesús, lo 
envolvió en una sábana limpia 60 y lo 
depositó en su propio sepulcro, del 
todo nuevo, que había sido excavado 
en la peña (6), y corriendo una 


(1) Esta cortina se hallaba a la puerta del 
Santísimo, cuyo secreto quedaba con esto ex¬ 
puesto a los ojos profanos. 

(2) Este hecho nos es transmitido sólo por 
San Mateo; su interpretación es difícil, y por 
esto objeto de varias opiniones. En el sentido 
obvio del lugar esos santos se habrían adelantado 
al Señor en la resurrección, lo que no puede 
admitirse. Habrá anticipado el evangelista la 
resurrección del Señor? Esos que resucitados 
salieron de sus sepulcros, volvieron a morir? 
Otros tantos misterios. Lo que es indudable 
es que esa resurrección, cualquiera y como 
quiera que sea, es señal de la victoria de Jesús 
sobre la muerte y de la liberación de los que 
le esperaban en el seno de Abraham. 

(3) Los soldados gentiles confiesan la ino¬ 
cencia de Jesús, y que, en efecto, decía verdad 
en aquello de que le acusaban. 

(4) San Lucas (8, 1 ss.) nos indica el oficio 
que estas mujeres tenían en compañía de Jesús 
y de sus discípulos. 

(5) Como cadáver de un reo, estaba en po¬ 
der del juez, que no lo entregó hasta haberse 
certificado de que estaba ya muerto (Me. 15, 
44 s.). 

(6) El sepulcro en Palestina no era una hoya, 
sino una cámara excavada en la peña viva, ro¬ 
deada en el interior de poyos, sobre los cuales 


piedra grande a la puerta del sepul¬ 
cro, se fué. 41 Estaban allí María 
Magdalena y la otra María, sentadas 
frente al sepulcro. 


La guardia del sepulcro por los 
judíos. 

62 Al otro día, que era el siguiente 
a la Parasceve, fueron los príncipes 
de los sacerdotes y los fariseos a 
Pilato 63 y le dijeron: Señor, recorda¬ 
mos que ese impostor, vivo aún, dijo: 
Después de tres días resucitaré. 
64 Manda, ,pues, guardar el sepul¬ 
cro (1) hasta el día tercero, no sea 
que vengan sus discípulos, le roben 
y digan al pueblo: Ha resucitado de 
entre los muertos. Y será la última 
impostura peor que la primera. 65 Dí- 
joles Pilato: Ahí tenéis la guardia, id 
y guardadlo como vosotros sabéis. 
66 Y ellos fueron y pusieron guardia 
al sepulcro, después de haber sellado 
la piedra. 


La mañana de Pascua. 

1 Pasado el sábado, ya para 
amanecer el día primero de la 
semana (2), vino María Magdalena 
con la otra María a ver el sepulcro. 

2 Y sobrevino un gran terremoto (3); 
pues un ángel del Señor bajó del 
cielo y acercándose removió la piedra 
del sepulcro y se sentó sobre ella. 

3 Era su aspecto como el relámpago, 
y su vestidura blanca como la nieve. 

4 De miedo de él tembláron los guar¬ 
dias y se quedaron como muertos. 
6 El ángel, dirigiéndose a las muje¬ 
res, dijo: No temáis vosotras, pues 


se depositaban los cadáveres, bien fajados y en¬ 
vueltos en arcmas. La puerta baja se cubría con 
una losa gruesa, que se hacía rodar a un lado 
cuando se abría el sepulcro. 

(1) Sólo San Mateónos refiere esto; con ello 
los judíos vinieron a ser testigos del triunfo de 
Jesús y de su propia derrota. Los guardas eran 
soldados romanos, que Pilato puso a disposi¬ 
ción de los sacerdotes. 

(2) Aquel año coincidía el sábado con el día 
de la Pascua, y por doble motivo no se podía 
trabajar nada. En la cuenta de las Marías no 
son igualmente completos los evangelistas; una 
hay que no falta en ninguno, que es María Mag¬ 
dalena. 

(3) A esto se ordenaba en los planes divinos 
la colocación del sello y de la guardia por los 
prudentes magistrados judíos, y sucedió, sin 
duda, antes de la llegada de las mujeres. 


70 








I 10G 


SAN MATEO, 28 


*>é qué buscáis a Jesús el crucificado. 
6 No está aquí, ha resucitado, según 
lo había dicho. Venid y ved el sitio 
donde fué depositado. 1 2 3 * * * 7 * Id luego 
y decid a sus discípulos que ha resu¬ 
citado de entre los muertos, y que os 
precederá a Galilea (1); allí le 
veréis. Es lo que tenía que deciros. 
8 Y partieron ligeras del monumen¬ 
to, llenas de temor y de gran gozo, 
corriendo a comunicarlo a los dis¬ 
cípulos. 9 * * Y he aquí que Jesús les 
salió al encuentro, diciendoles: Dios 
os salve. Ellas, acercándose, le cogie¬ 
ron los pies y se postraron ante El. 
10 Díjoles entonces Jesús: No te¬ 
máis, id y decid a mis hermanos que 
vayan a Galilea, y que allí me ve¬ 
rán (2). 


K1 anuncio a los judíos. 

11 Mientras ellas iban, algunos de 
los guardias vinieron a la ciudad y 
comunicaron a los príncipes de los 
sacerdotes todo lo sucedido. 12 Reuni¬ 
dos estos en con scjocon los ancianos, 
tomaron bastante dinero y se lo die¬ 
ron a los soldados, 13 diciéndolcs: 
Decid que, viniendo los discípulos de 
noche, le robaron, mientras vosotros 


(1) Así se lo había dicho Jesús (26, 32), por¬ 
que allí, más tranquilamente que en Judea, po¬ 
día completar su instrucción, una vez que por 
la resurrección se les habían abierto los ojos. 

(2) La forma demasiado compendiosa en que 
San Mateo nos cuenta este suceso tan impor¬ 
tante de la mañana de Pascua, nos autoriza para 
interpretarlo a la luz del más detallado relato 
de San Juan (20, n ss.), identificando esta 
aparición con la concedida a María Magdalena. 


estabais dormidos. 14 * Y si llegase la 
cosa a oídos del Procurador, nos¬ 
otros le aplacaremos y estaréis se¬ 
guros. 16 Y tomando ellos el dinero, 
hicieron como se les había dicho. 
Esto se divulgó entre los judíos, 
hasta el día de hoy. 


La aparición del Señor en Galilea. 

16 Los once discípulos se fueron a 
Galilea (1), al monte que Jesús les 
había indicado, 17 V, viéndole, se pos¬ 
traron; algunos vacilaban (2). 18 Y, 
acercándose Jesús, les dijo: Me ha 
sido dado todo poder (3) en el cielo 
y en la tierra; 19 id, pues, enseñad a 
todas las gentes, bautizándolas en el 
nombre del Padre, del Hijo y del 
Espíritu Santo, 20 enseñándoles a ob¬ 
servar todo cuanto yo os he man¬ 
dado. Yo estaré con vosotros siempre 
hasta la consumación del mundo. 


(1) San Mateo omite las apariciones del Sal¬ 
vador en Judea, las cuales tuvieron por objeto 
convencer a los discípulos incrédulos de la re¬ 
surrección del Maestro y ponerlos en camino de 
Galilea. 

(2) San Juan nos cuenta más en detalle las 
dudas de Tomás, a quien, sin duda, alude aquí 
San Mateo. (Jn. 20, 24 s.) 

(3) San Pablo dice que por las humillacio¬ 

nes de su pasión, Jesús recibió del Padre el titulo 

de Señor, con la plenitud del poder soberano 

en el cielo, en la tierra y hasta en los infiernos 

(Fil. 2, 6 ss.). En virtud de esos poderes, Jesús 

envía a los discípulos a predicar, con la facultad 

de perdonar los pecados y divulgar sus ense¬ 

ñanzas, prometiéndoles para ello su asistencia 

hasta la consumación de los siglos. Esto quiere 

decir que no habla sólo a los presentes, sino a 

todos los que hayan de creer en su palabra por 

el ministerio de ellos y ser ministros de su doc¬ 

trina. (Jn. 17, 20.) 













SAN MARCOS 











































INTRODUCCION AL EVANGELIO DE SAN MARCOS 



T A tradición eclesiástica atri- 
huye a San Marcos la 
composición del segundo evan¬ 
gelio. Marcos es un personaje 
bastante conocido en los escri¬ 
tos neotestamentarios. El mis¬ 
mo evangelista nos habla de 
un joven que la noche de la 
prisión del Señor en Getsemaní 
le siguió, envuelto en una sába- 
na, y que, hallándose a punto 
de. ser cogido por la tropa ju¬ 
dia, les dejó la sábana y huyó 
desnudo en medio de la noche. 

Muchos han querido identifi¬ 
carle con el misino evangelista 
que narra el episodio. Cuando , 
a principios del año 44, Pedro 
se encontró en medio de la ciu¬ 
dad de Jerusalén liberado de la 
prisión por el ángel, se di¬ 
rigió a casa de María, madre 
de Juan, por sobrenombre 
Marcos, donde encontró a mu¬ 
chos fieles orando por su liber¬ 
tad (Act. 10, 12). Alrededor 
de aquella fecha , Pablo y Ber¬ 
nabé, que habían sido enviados 
a Jerusalén por la Iglesia de 
Antioquía con una limosna 
para socorro de los hambrien¬ 
tos fieles de la iglesia madre, 
al partir llevaron consigo a 
Marcos (Act. 12, 25). Poco 
más tarde los mismos após¬ 
toles emprenden su primera misión para anunciar el Evangelio y toman por 
compañero al mismo Marcos, que cobardemente los abandona, volviéndose a 
Jerusalén (13, 13). Cuatro años después los mismos Apóstoles se disponen a 
realizar su segunda misión, y Bernabé quiere que Juan Marcos los acompañe, a 
lo que Pablo se opone, recordando su anterior cobardía. Al fin Pablo se fué con 
Silas a la vuelta de Cilicia, y Bernabé, con Marcos se encaminó a Chipre, su 
patria (Act. 15, 37 ss.). 







11 10 


SAN MARCOS 



Con los años, Marcos vino a ser un gran ministro del Evangelio y coad¬ 
jutor de los Apóstoles. Y no hay que decir que esto le reconcilió el afecto de Pablo, 
a quien sólo su cobardía habla disgustado. Por esto unos diez o doce años más 
tarde le hallamos en Roma a su lado (Col. 4, 10; Filcm. 24). Hacia la misma 
época, Pedro, escribiendo desde Roma a los fieles del Ponto, Oalacia, Capa- 
docia, Asia y Bitinia, les saluda de parte de Marcos, su hijo en la fe (J Pet. 
5, 13). Años más tarde, durante su segunda prisión, Pablo encarga a Timoteo 
que traiga consigo a Marcos, que le es de mucha ayuda para el ministerio 
(II Tim. 4, 11). Una tradición posterior, recogida por Ensebio en su « His¬ 
toria Eclesiástica » (11, 9), afirma que fue el evangclizador de Egipto y fun¬ 
dador de la gloriosa iglesia de Alejandría. San Jerónimo le señala como padre 
del monacato egipcio. 

EL EV ANGELI O.—La tradición cristiana que, con Papias , remonta a los 
últimos años del siglo primero, nos dice que Sati Marcos escribió su evangelio 
en Roma, recogiendo en él la predicación de San Pedro: « Marcos, intérprete 
de Pedro, puso por escrito cuantas cosas recordaba de lo que Cristo había hecho 
y dicho, con exactitud, pero no con orden. No es que él hubiera oido al Señor 
o le hubiera seguido; pero, como se ha dicho, siguió después a Pedro, el cual 
hacía sus instrucciones según las necesidades de los oyentes, pero no narraba 
ordenadamente los discursos del Señor. Por esto Marcos no incurrió en error, 
escribiendo algunas cosas conforme las tenia en la memoria; de una cosa tenia 
cuidado: de no omitir nada de lo que había oído, o de no fingir cosa falsa.» 
Los escritores posteriores confirman en sustancia estas afirmaciones de Papias, 
de las cuales sacamos en consecuencia: l.° Que San Marcos tíos ha conservado 
la suma de la catcquesis de San Pedro. 2.° Que su evangelio Jué destinado a 
los convertidos de la gentilidad. 3.° Que fué escrito en Roma. 4.° Sobre la 
fecha precisa no existe la misma certidumbre, pero lo más razonable es supo¬ 
ner que lo escribió en la fecha en que los apóstoles San Pedro y San Pablo nos 
muestran a Marcos en Roma, que seria por los años 60 a 62. 

El examen del evangelio nos confinna en estos puntos, v. gr., S, 29 ss., la 
confesión de Pedro y la reprensión que luego recibió del Señor (ef. Mt. 16, 17 ss.); 
la negación de Pedro conforme a la predicción (14, 30, 66 ss.); la explicación 
de los vocablos hebreos y de las costumbres judías, que naturalmente debían 
de ser desconocidos de sus lectores, v. gr., 7,3 s., en que declara las tradiciones 
judías sobre la pureza; 14, 12, en que declara el rito del día primero de los Aci¬ 
mos, y 15, 42, donde explica lo que era la parasccvc. Es también San Marcos, 
de los cuatro evangelistas, el que emplea más vocablos y construcciones latinas. 

El estilo de San Marcos es bastante incorrecto, lo que aun en la versión 
castellana se echará de ver; en cambio, abundan en él los rasgos pintorescos. 
Para hacerse cargo de esta cualidad, bastará comparar la curación del para¬ 
lítico, 2, 1-12, con Alt. 9, 1-S; la tempestad calmada, 4, 35-41, con Mt. 8, 18-27 , 
y la curación de la hemorroisa, 5, 21-34, con Mt. 9, 18-26. Es también San 
Marcos el que emplea un lenguaje más fuerte para hablar de la humanidad 
del Señor, v. gr., 3, 21, la salida de los parientes para recoger a Jesús, porque 
le creían fuera de sí; 6, 3, Jesús calificado de carpintero; 6, 5, por que no hace 
milagros en Nazarct; 8, 12, su llanto ante la incredulidad de la generación 
presente; 10, 18, su afirmación solemne de la bondad de sólo Dios; 13, 32; su 
actitud ante la revelación del día del juicio. Todo lo cual se echará bien de ver 
com ¡tarando *•stos pasajes con los paralelos de San Alateo y San Lucas. 

PLAN DEL EVANGELIO.—San Marcos no nos dice nada de la infan¬ 
cia de Jesús. El plan de su obra responde bien al que trazaba San Pedro en 
casa del centurión Cornelio (Act. 10, 37-42): «Dios ha enviado la palgbra a los 
hijos de Israel, anunciándoles la paz por Jesucristo, que es Señor de todos. 
Vosotros conocéis lo que ha sucedido en toda fa Jadea, habiendo comenzado 





SAN MARCOS. 1 


lili 


rn Galilea después del bautismo predicado por Juan , cómo Dios ha ungido con el 
Espíritu Santo y el poder a Jesús de Nazaret , que iba de lugar en lugar ha¬ 
ciendo bien y curando a todos aquellos que estaban bajo el imperio del diablo , 
porque Dios estaba con El. Y nosotros somos testigos de todo lo que ha hecho 
en el país de los judíos y en Jerusalén. Ellos le dieron muerte , colgándole de 
un madero , pero Dios le resucitó al tercer día y permitió que se apareciese , no a 
todo el pueblo , sino a los testigos elegidos de antemano por Dios , a nosotros , 
que hemos comido y bebido con El después que hubo resucitado de entre los 
muertos . El nos ha ordenado predicar al pueblo y atestiguar que El ha sido 
establecido por Dios Juez de vivos y muertos. Todos los profetas dan testimonio 
de El , que quien creyere en El recibe por su nombre el perdón de los pecados .» 
Conforme a este programa , San Marcos trazó el plan de su evangelio , que es 
el siguiente: 1. Título del evangelio en que afirma la divinidad de Jesús 
(l t 1). 2. Predicación del Bautista , bautismo de Jesús y su retiro en el de¬ 

sierto (l t 2-13). 3. Ministerio de Jesús en Galilea (1, 14-9). 4. Ministerio 
en Judea y Jerusalén (10-13). ó. Pasión y resurrección (14-16). 


SAN MARCOS 


La misión de Juan. 

I 1 Principio del evangelio de Jesu¬ 
cristo (1), Hijo de Dios. 2 3 * * Como 
está escrito en el profeta Isaías (2): 

«He aquí que envío delante de ti 
mi ángel que preparará tu camino. 
3 Voz de quien grita en el desierto: 
Preparad el camino del Señor, ende¬ 
rezad sus senderos;» 

4 Apareció en el desierto Juan el 
Bautista, predicando el bautismo de 
penitencia para remisión de los pe¬ 
cados. 6 Y acudían a él de toda la 
región de Judea (3), todos los mo¬ 
radores de Jerusalén, y se hacían 
bautizar por él en el río Jordán, con¬ 
fesando sus pecados. 6 Llevaba Juan 
un vestido de pelos de camello, y un 
cinturón de cuero ceñía sus lomos, 
y se alimentaba de langostas y miel 
silvestre. 7 Y en su predicación les 


(1) El objeto de la misión del Bautista es 
Jesucristo, Hijo de Dios. Declaración bien ex¬ 
plícita de que Jesús era el Cristo, el Mesías y 
el Hijo de Dios. 

(2) Los dos primeros versos son de Mala- 
quías (3, 1), los otros son de Isaías (40, 3 s.); 
pero ambos aluden al mismo objeto. 

(3) Este versículo nos muestra la conmoción 

producida por el Bautista al aparecer en el de¬ 

sierto. Era una visión que traía a la memoria la 

persona de Elias, el gran celador del culto de 

Dios. 


decía: Tras de mí ñeñe uno más 
fuerte que yo, ante quien no soy 
digno de postrarme para desatar la 
correa de sus sandalias. 8 Yo os 
bautizo en agüa, pero El os bautizará 
en el Espíritu Santo. 


3J 101 bautismo de Jesús. 

B Y sucedió que en aquellos días 
vino Jesús desde Nazaret, en Galilea, 
y fué bautizado por Juan en el 
Jordán. 10 Y en saliendo del agua 
vió los cielos abiertos y el Espíritu, 
como paloma, que descendía sobre 
El, 11 y se dejó oír de los cielos una 
voz: «Tú eres mi Hijo amado, en 
quien yo me complazco». 


El retiro de Jesús. 

12 Y en seguida el Espíritu le em¬ 
pujó hacia el desierto. 13 Permaneció 
en él cuarenta, días tentado por Sa¬ 
tanás (1), y moraba entre las 
fieras (2),pero los ángeles le servían. 


(1) Palabra hebrea que significa adversario 
de Dios, de Cristo, de sus fieles. 

(2) En el desierto, donde no habitan los 
hombres, tienen su habitual y libre morada las 
fieras. 







1 112 


SAN MARCOS, 1 


5*u predicación. 

14 Después que Juan íué preso (1), 
vino Jesús a Galilea predicando el 
evangelio de Dios, 16 y diciendo: 
Cumplido es el tiempo, y el reino de 
Dios está cercano; arrepentios y creed 
en el evangelio. 


Vocación de los primeros 
discípulos. 

14 Y caminando a lo largo del mar 
de Galilea (2), vió a Simón y a 
Andrés, hermano de Simón, que 
echaban las redes en el mar, pues 
eran pescadores. 17 Y Jesús les dijo: 
Venid en pos de mí y os haré pesca¬ 
dores de hombres. 18 Y al instante, 
dejando las redes, le siguieron. 18 Y 
continuando un poco más allá vió 
a Santiago, el de Zebedeo, y a Juan, 
su hermano, que estaban también 
remendando sus redes en la barca, 20 y 
los llamó. Y luego ellos dejando a su 
padre Zebedeo en la barca con los 
jornaleros, se fueron en pos de El. 


En la sinaqotja de Cafarnaiun. 

21 Llegaron en Cafarnaúm, y luego, 
el día de sábado, entrando en la 
sinagoga, enseñaba. 22 Se maravilla¬ 
ban de su doctrina, pues la ensena¬ 
ba como quien tiene autoridad (3), 
y no como los escribas. 23 Hallábase 
en la sinagoga un hombre poseído 
de un espíritu impuro (4), que 
comenzó a gritar, 24 diciendo: ¿Qué 
hay entre ti y nosotros (5), Jesús 
Nazareno? ¿Has venido a perdernos? 
Te conozco, tú eres el Santo de Dios. 


(i) Si atendemos a la superficie de la letra, 
habríamos de decir que Jesús no comenzó a 
predicar hasta después de la prisión de Juan; 
sin duda que no es éste el pensamiento del 
evangelista. Recordemos la falta de orden de 
que nos habla Papías. Esta ida de Jesús a Ga¬ 
lilea es la que narra San Juan 4, 1 s. 

(3) Véase Mt. 4, 19. 

(3) Los escribas no sabían enseñar sino in¬ 
vocando la autoridad de los maestros antiguos; 
Jesús tiene en sí mismo y en la evidencia de la 
verdad que enseña la fuerza de imponer sus en¬ 
señanzas. 

(4) Dios es el Santo, el Puro; sus ángeles 
participan de su santidad y pureza; al contrario, 
los demonios son impuros. 

(5) Este espíritu presiente en Jesús un poder 
divino, que viene a destruir el suyo. Es el tes¬ 
timonio que continuamente dan de Jesús los es¬ 
píritus por boca de los posesos. 


26 Y Jesús le mandó:' Cállate y sal 
de él. 26 El espíritu impuro, agitán¬ 
dole violentamente, dió un fuerte 
grito y salió de él. 27 Y se quedaron 
todos estupefactos, diciéndose unos 
a otros: ¿Qué es esto? Una doctrina 
nueva y revestida de autoridad, que 
mandaba los espíritus impuros y le 
obedecen. 28 Y se extendió luego su 
fama por doquiera, en todas las re¬ 
giones limítrofes de Galilea. 


Curación de la suejjra de Pedro. 

29 Luego, saliendo de la sinagoga, 
vinieron a casa de Simón y Andrés, 
con Santiago y Juan. 30 La suegra 
de Simón estaba acostada con fiebre, 
e inmediatamente se lo dijeron. 31 El, 
acercándose, la tomó de la mano y 
la levantó. La fiebre la dejó, y ella 
se puso a servirlos. 


Curaciones en la tarde del sábado. 

32 Llegado el atardecer, puesto ya 
el sol, le llevaron todos los enfermos 
y endemoniados, 33 y toda la ciudad 
se reunió a la puerta; 34 y curó a 
muchos pacientes de diversas enfer¬ 
medades y echó muchos demonios, v 
a éstos no les permitía hablar, porque 
le conocían. 


Deja a Cafarnaiim secretamente. 

35 A la mañana, mucho antes de 
amanecer, se levantó, salió y se fué 
a un lugar desierto, y allí oraba. 
34 Y fué después Simón y los que 
con él estaban, 37 y hallado, le dije¬ 
ron: Todos andan en busca de ti. 

38 El les contestó: Vamos a otra 
parte, a las aldeas próximas, para 
predicar allí, pues para esto he salido. 

39 Y se fué a predicar en las sinago¬ 
gas de toda Galilea, y echaba a los 
demonios. 


Curación de un leproso. 

40 Vino a El un leproso, que su¬ 
plicando y de rodillas le decía; Si 
quieres, puedes limpiarme. 41 Enter¬ 
necido, extendió la mano, le tocó y 
dijo: Quiero, sé limpio. 42 Y al Jus¬ 
tante desapareció la lepra y quedó 
limpio. 43 Despidióle luego con ini- 








SAN MARCOS, 2 


1113 


perio, diciéndole: Mira no digas nada 
a nadie; sino vete, muéstrate al sacer¬ 
dote, y ofrece por tu purificación lo 
que Moisés ordenó para testimonio. 
4 ° Y en partiendo, comenzó a pre¬ 
gonar a voces y a divulgar el suceso, 
de manera que Jesús ya no podía 
entrar públicamente en una ciudad, 
sino que se quedaba fuera, en luga¬ 
res desiertos, y allí venían a El de 
todas partes. 

Curación de un paralítico. 

2 1 Entrado de nuevo, después de 

algunos días, en Cafarnaúm, se 

supo que estaba en casa, 2 y se jun¬ 
taron tantos, que ni aun en el pa¬ 
tio (1) cabían, y El les hablaba. 

3 Y vinieron trayéndole un paralí¬ 
tico, que llevaban entre cuatro. 4 Y 
no pudiendo presentárselo a causa 
de la muchedumbre, descubrieron el 
terrado por donde El estaba (2), y 
hecha una abertura, descolgaron la 
camilla en q.ue el paralítico estaba 
acostado. 6 Viendo Jesús su fe, dijo 
al paralítico: Hijo, tus pecados te 
son perdonados. 6 Estaban sentados 
allí algunos escribas, que pensaban 
entre sí: 7 ¿Cómo habla así éste? 
Blasfema. ¿Quién puede perdonar pe¬ 
cados sino Dios? 8 Y luego, cono¬ 
ciendo Jesús lo que pensaban les 
dijo: ¿Por qué pensáis así en vuestros 
corazones? 9 ¿Qué es más fácil, decir 
al paralítico: Tus pecados te son per¬ 
donados, o decirle: Levántate, toma 
tu camilla y vete? 10 Pues para que 
veáis que el Hijo del hombre tiene 
poder en la tierra de perdonar los 
pecados, se dirige al paralítico. 11 Yo 
te digo: Levántate, toma tu camilla 
y vete a tu casa. 12 El se levantó, 
y tomando luego la camilla, salió a 
la vista de todos, de manera que 
todos se maravillaron y glorificaban 
a Dios diciendo: Jamás hemos visto 
cosa tal. 

Vocación de Leví y respuesta a 
ciertas criticas. 

13 Salió de nuevo a la orilla del 
mar, y toda la muchedumbre se 
llegó a El, y les enseñaba. 14 Al 


(1) Las casas tenían delante como un patio 
cercado, que servía de desahogo a la casa. 

(2) Las casas no tenían tejado, sino terrado 
de tierra apisonada. Como no son altas, o tienen 
una escalera exterior, la subida al terrado no era 
difícil. 


pasar vi ó a Leví el de Alfeo (1), sen¬ 
tado al telonio, y le dijo: Sígueme. 
Y levantándose, le siguió. 16 Sucedió 
que estando sentado a la mesa en 
casa de éste, muchos publícanos y 
pecadores estaban recostados con 
Jesús y con sus discípulos, que eran 
muchos los que le seguían. 16 Los 
escribas y fariseos, viendo que comía 
con pecadores y publícanos, decían 
a sus discípulos: ¿Pero es que come 
con publícanos y pecadores? 17 Y 
oyéndolo Jesús, les dijo: No tienen 
necesidad de médico los sanos, sino 
los enfermos; ni he venido a llamar a 
los justos, sino a los pecadores. 

18 Los discípulos de Juan y los 
fariseos ayunaban. Vinieron, pues, y 
le dijeron: ¿Por qué, ayunando los 
discípulos de Juan y los de los fari¬ 
seos, tus discípulos no ayunan? 19 Y 
Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los 
compañeros del esposo ayunar mien¬ 
tras está con ellos el esposo? Mien¬ 
tras tienen con ellos al esposo no 
pueden ayunar. 20 Días vendrán, 
cuando les arrebatarán el esposo, y 
entonces ayunarán. 21 Nadie cose un 
pedazo de paño sin tundir en un ves¬ 
tido viejo; pues el remiendo nuevo 
se llevaría lo viejo y la rotura se 
haría mayor. 22 Ni echa nadie vino 
nuevo en cueros viejos; pues el vino 
rompería los cueros, y se perderían 
vino y cueros; el vino nuevo se echa 
en cueros nuevos'. 

Defensa de los discípulos sobre 
la observancia del sábado. 

23 Y aconteció que, caminando El 
a través de las mieses en día de sᬠ
bado (2), sus discípulos, mientras 
iban, comenzaron a arrancar espi¬ 
gas. 24 Y los fariseos le decían: Mira. 
¿Cómo hacen en sábado lo que no 
está permitido? 26 Y les dijo: ¿Nunca 
habéis leído lo que hizo David cuan¬ 
do tuvo necesidad, y sintió hambre 
él y los suyos? ¿Cómo entró en la 
casa de Dios, bajo el pontífice Abia- 
tar, y comió los panes de la propo¬ 
sición, que no es lícito comer sino 
a los sacerdotes, y los dió asimismo 
a los suyos? 26 El sábado ha sido 
hecho para el hombre, y no el hombre 
para el sábado. 27 Y dueño es ade¬ 
más el Hijo del hombre del sábado. 


(1) Por aquí conocemos otro nombre de Ma¬ 
teo y además el de su padre. 

(2) Véase Mt. 12. 1. 



















SAN MARCOS, 3 


11 15 


Curación en sábado del hombre 
de la mano seca. 


1 Entró de nuevo en la sinagoga, 
donde había un hombre con una 
mano seca, 1 2 y le observaban a ver si 
le curaba en sábado, para poder acu¬ 
sarle. 3 Y dijo al hombre de la mano 
seca: Levántate y sal al medio. 4 * Y les 
preguntó: ¿Es lícito en sábado hacer 
bien y no mal, salvar un alma y no 
dejarla perecer? (1). 6 Y dirigién¬ 
doles una mirada airada (2), en¬ 
tristecido por la dureza de su cora¬ 
zón, dijo al hombre: Extiende tu 
mano. Y la extendió y fuéle resti¬ 
tuida la mano. 6 * * Y saliendo los fari¬ 
seos, luego se concertaron con los 
herodianos contra El para pren¬ 
derle. 


Predicación a! pueblo y curaciones 
numerosas. 


7 Se retiró Jesús con sus discípulos 
hacia el mar, y una numerosa mu¬ 
chedumbre de Galilea, de Judea, de 
Jerusalén, de Idumea, de Transjor- 
dania y de los alrededores de Tiro 
y de Sidón, una muchedumbre grande, 
oyendo lo que hacía, acudía a El. 
9 Y dijo a sus discípulos que le pre¬ 
parasen una barca, a causa de la 
muchedumbre, para que ésta no le 
oprimiese; 10 * pues curaba a muchos, 
y cuantos padecían algún mal se 
echaban sobre El para tocarle (3). 
11 Y los espíritus impuros, al verle 
se arrojaban ante El y gritaban: 
Tú eres el Hijo de Dios. 12 Y con 
imperio les mandaba que no le die¬ 
sen a conocer (4). 


(1) En Mt. 12, II, el Señor expone el argu¬ 
mento usando de otra semejanza para venir a la 
misma conclusión. 

(2) Aquí tenemos un rasgo de San Marcos 
en esta nota de la ira y tristeza de Jesús, a 
causa de la perversidad de que dan muestra los 
fariseos. . 

(3) Porque su fe les decía que sólo en El 
podían hallar el remedio de sus males. 

(4) No pudiendo alcalizar los espíritus el mis¬ 

terio divino de Jesús, estas palabras no signifi¬ 

carían otra cosa que Mesías. Sin duda, no tienen 

certeza de que lo sea; pero lo proclaman para 

excitar ios entusiasmos del pueblo. Por la misma 

razón, Jesús les impone silencio, como lo im¬ 

pone muchas veces a los curados por El. Mar¬ 

cos es, de todos los evangelistas, el que más ¡n- 

sisté^sobre esta imposición de silencio. 


Elección de los Doce. 

13 Subió a un monte, y llamando a 
los que quiso vinieron a El. 14 Y desig¬ 
nó a doce para que le acompañaran y 
para enviarlos a predicar, con poder 
de expulsar a los demonios. 16 A Si¬ 
món, a quien puso por nombre Pedro, 
17 a Santiago el de Zebedeo, y Juan, 
hermano de Santiago, a quienes dió 
el nombre de Boanergus, esto es, 
hijos del trueno, 18 a Andrés y Fe¬ 
lipe, a Bartolomé y Mateo, a Tomás 
y Santiago el de Alfeo, a Tadeo y 
Simón el Cananeo, y a Judas Iscario¬ 
te, el que le entregó. 


Diversos juicios sobre Jesús. 


Llegados a casa, se volvió a juntar 
la muchedumbre, tanto que no po¬ 
dían ni comer. 21 Y oyendo esto sus 
allegados, salieron para llevárselo, 
pues decían: Se ha vuelto loco (1). 
22 Los escribas, que habían bajado 
de Jerusalén, decían: Está poseído 
de Beelcebub, y, por .virtud del prín¬ 
cipe de los demonios echa a los de¬ 
monios. 


Réplica de Jesús a los escribas. 


, 23 Llamólos a sí y les dijo en parᬠ
bolas: ¿Cómo puede Satanás expulsar 
a Satanás? 24 Si un reino está divi¬ 
dido contra sí mismo, no puede 
durar. 26 Y si una casa está dividida 
contra sí misma, no podrá subsistir. 

26 Si, pues, Satanás se levanta contra 
sí mismo y se divide, no puede sos¬ 
tenerse, sino que ha llegado su fin. 

27 Mas nadie puede entrar en la casa 
de un fuerte y saquearla si prime¬ 
ro no ata al fuerte, y entonces sa¬ 
queará la casa. 28 En verdad os digo 
que todo les será perdonado a los 
hombres, los pecados y aun las blas¬ 
femias que hayan proferido; 29 pero 
si alguno blasfemare contra el Espí¬ 
ritu Santo, no tendrá perdón jamás, 
es reo de eterno pecado. 30 Porque 
ellos decían: Tiene espíritu impuro. 


(1) Otra nota característica de San Marcos. 
Los parientes, que hasta ahora no le habían te¬ 
nido sino por un carpintero, hijo de María y de 
José, al ver que se daba a predicar, le creyeron 
trastornado, y van en su busca para reducirle a 
casa. Véase Mt. 12, 47. 








I 116 


SAN MARCOS, 4 


La verdadera familia de Jesús. 

81 Vinieron su madre y sus hermanos, 
v desde fuera le mandaron a llamar. 

32 Estaba la muchedumbre sentada 
en torno de El, y le dijeron: Ahí 
fuera están tu madre y tus hermanos, 
que te buscan. 33 Y El les respondió: 

33 ¿Quién es mi madre y quiénes son 
mis hermanos? 34 Y echando una 
mirada sobre los que estaban en 
derredor suyo, dijo: He aquí mi 
madre y mis hermanos. 35 Quien hi¬ 
ciere la voluntad de Dios, ése es mi 
hermano, y mi hermana y mi madre. 


La parábola del sembrador. 

1 1 * Y de nuevo comenzó a enseñar 
” junto al mar. Había en torno a 
El una numerosísima muchedumbre, 
de manera que tuvo que subir a una 
barca en el mar y sentarse; y la mu¬ 
chedumbre estaba a lo largo del mar, 
en la ribera. 2 Y les enseñaba muchas 
cosas en parábolas, y les decía 911 sn 
enseñanza: 3 * * Escuchad (1): Salió 
un sembrador a sembrar. 4 Y sucedió 
que al sembrar, una parte cayó 
junto al camino, y vinieron las aves 
y se la comieron. 6 Otra parte cayó 
en terreno pedregoso, donde no había 
casi tierra, y al instante brotó por 
no ser mucha la tierra; 6 pero en 
cuanto salió el sol, se marchitó, y 
por no haber echado raíz, se secó. 
7 Otra parte cayó entre cardos, y en 
creciendo los cardos la ahogaron y 
no dió frutos. 8 Otra cayó en tierra 
buena, y dió fruto, que subía y cre¬ 
cía, dando uno trcinla, otro sesenta 
y otro ciento. * Y decía: El que tenga 
oídos para oír, que oiga. 

10 Cuando se quedó solo, le pre¬ 
guntaron los que estaban en torno 
suyo con los Doce acerca de las parᬠ
bolas; 11 y El les decía: A vosotros 
os ha sido dado conocer el misterio 
del reino de Dios, pero a los otros 
de fuera todo se les dice en parábolas, 
para que: 

12 Mirando, miren y no vean (2); 
oyendo, oigan y no entiendan, 

no sea que se conviertan y sean per¬ 
donados. 

13 Y les dijo: ¿No entendéis esta pa- 


(1) Esta llamada de atención nos muestra la 
forma familiar de enseñar que tenia Jesús. Véa¬ 
se Mt. 13. 1. 

(a) Véase Mi. 13. M- 


rábola? ¿Pues cómo vais a entender 
todas las otras? 14 El sembrador siem¬ 
bra la palabra. 16 Unos están junto al 
camino donde se siembra la palabra, 
pero en cuanto la oyen, viene Sata¬ 
nás y arrebata la palabra que en 
ellos se había sembrado . 18 Y asimismo 
los que reciben la simiente ten terreno 
pedregoso son aquellos que al oír la 
palabra la reciben desde luego con 
alegría, 17 pero no tienen raíces en sí 
mismos, sino que son inconstantes, y 
en cuanto sobreviene la adversidad 
y la persecución por la palabra, al 
instante se escandalizan. 18 Otros hay 
para quienes la siembra cae entre 
espinas; ésos son los que oyen la 
palabra, 19 pero sobrevienen los cui¬ 
dados del siglo, la fascinación de las 
riquezas y las demás codicias, y la 
ahogan, quedando sin dar fruto. 20 Los 
que reciben la siembra en tierra bue¬ 
na, son los que oyen la palabra, la 
reciben y dan fruto, quién treinta, 
quién sesenta, quién ciento. 


Deber de conocer el misterio 
del reino. 

21 Y les decía: ¿Acaso se trae la 
candela para ponerla bajo un cele¬ 
mín o bajo la cama? ¿No es para 
ponerla sobre el candclcro? Porque 
nada hay oculto sino para ser des¬ 
cubierto, y no hay nada escondido 
sino para que venga a la luz. 23 Si 
alguno tiene oídos, que oiga. 24 Y les 
decía: Prestad atención a lo que 
oís: Con la medida con que midiereis 
se os medirá y se os añadirá. 25 Pues 
al que tiene se le dará, y al que no 
tiene, aún lo que tiene le será quitado. 


La parábola de la semilla que 
ereec. 

28 Y decía: El reino de Dios es 
como un hombre que arroja la semi¬ 
lla en la tierra, 27 y ya duerma, ya vele 
de noche y de día, la semilla germina 
y crece ( 1 ), sin que él sepa cómo. 
28 De sí misma da fruto la tierra, 
primero la hierba, luego la espiga, 
en seguida el trigo que llena la es- 

(1) Esta parábola, que es propia de San Mar¬ 

cos, significa que el reino de Dios seguirá su 

desarrollo normal, sin la iniervención espectacu¬ 

lar y fulgurante de Dios, con que los judíos es¬ 

peraban que habla de establecerse el reino me* 

siánico. 










SAN MARCOS. 5 


1117 


piga; 29 y cuando el fruto está ma¬ 
duro, se mete la hoz, porque la mies 
está en sazón. 


El grano de mostaza. 

30 Y decía: ¿A qué asemejaremos 
el reino de Dios, o de dónde toma¬ 
remos parábola? Es semejante al 
grano de mostaza, que cuando se 
siembra es la más pequeña de todas 
las semillas de la tierra; 32 pero una 
vez sembrado, crece y se hace más 
grande que todas las hortalizas, y echa 
ramas tan grandes que a su sombra 
pueden abrigarse las aves del cielo. 
33 Y con muchas parábolas como éstas 
les proponía la palabra, según po¬ 
dían entender, 34 y no les hablaba 
sin parábolas; pero a sus discípulos 
se las explicaba todas aparte. 


La tempestad calmada. 

35 En aquel día les dijo, llegada ya 
la tarde: Pasemos al otro lado. 36 Y 
despidiendo a la muchedumbre, le 
llevaron según estaba en la barca, 
acompañado de otras barcas. 37 Y se 
levantó un fuerte vendaval (1), y 
las olas se echaban sobre la barca, 
de suerte que ésta estaba ya llena. 

38 El estaba en la popa durmiendo 
sobre un cabezal. Y le despertaron 
y le dijeron: Maestro, ¿no te cuidas 
de que estamos ahogándonos? (2). 

39 Y despertando, mandó al viento, 
y dijo al mar: Calla, enmudece. Y se 
aquietó el viento y se hizo completa 
calma. 40 Y les dijo: ¿Por qué sois 
tan tímidos? ¿Aún no tenéis fe? 
41 Y sobrecogidos de gran temor, se 
decían unos a otros: ¿Quién será 
éste, que hasta el viento y la mar le 
obedecen? 


Curación de un poseso. 

5 1 Llegaron al otro lado del mar, 
a la región de los Gerasenos, 
2 y en cuanto salió El de la barca 
vino a su encuentro, saliendo de 


(i) Es propio de este pequeño lago sufrir 
estas repentinas y fuertes tormentas. 

(a) Compárese esta' expresión de San Mar¬ 
cos con la de San Mateo 8, 35. y se verá en 
ella la nota propia del estilo de San Marcos. 


entre los sepulcros, un hombre po¬ 
seído de un espíritu impuro, (i) * 3 que 
tenía su morada en los sepulcros, y 
ni aun eon cadenas le podía nadie 
sujetar, 4 * pues muchas veces le ha¬ 
bían puesto grillos y cadenas y los 
había roto. 6 Y continuamente, no¬ 
che y día, iba entre los monumentos 
y por los montes, gritando e hirién¬ 
dose con las piedras. 6 Viendo desde 
lejos a Jesús, corrió y se postró ante 
El; 7 y gritando en alta voz, decía: 
¿Qué hay entre ti y mí, Jesús, Hijo 
del Dios altísimo? Por Dios ( 1 ) te 
conjuro que no me atormentes. 8 Pues 
El le decía: Sal, espíritu impuro (2), 
de ese hombre. 9 * * Y le preguntó: ¿Cuál 
es tu nombre? Y le dijo: Legión es 
mi nombre, porque somos muchos. 

10 Y le suplicaba insistentemente que 
no le echase fuera de aquella región. 

11 Como hubiera por allí en el monte 
una gran piara de puercos paciendo, 

12 le suplicaban aquéllos, diciendo: 
Envíanos a los puercos para que en¬ 
tremos en ellos. 13 El se lo permitió. 
Y los espíritus impuros salieron y 
entraron en los puercos, y la piara, 
en número de dos mil, se precipitó 
por un acantilado en el mar, y en él 
se ahogaron. 14 Los porqueros huye¬ 
ron y difundieron la noticia por la 
ciudad y por los campos; y vinieron 
a ver lo que había sucedido. 15 Y lle¬ 
gándose a Jesús contemplaban al en¬ 
demoniado sentado, vestido y en su 
sano juicio: el que había tenido toda 
una legión, y temieron. 16 Y los tes¬ 
tigos les referían el suceso del ende¬ 
moniado y de los puercos. 17 Y se 
pusieron a rogarle que se alejase de 
sus términos. 18 Subido El en la 
barca, el endemoniado le suplicaba 
que le permitiese acompañarle. 19 Mas 
no se lo permitió, antes le dijo: Vete 
a tu casa y a los tuyos y cuéntales 
cuanto hizo el Señor contigo y cómo 
tuvo de ti misericordia. 20 Y él se 
fué y comenzó a predicar en la De- 
cápolis cuanto le había hecho Jesús, 
y todos se maravillaban. 


(i) Es singular esta súplica del espíritu, que 

habla según el estilo de los hombres. 

(a) Jesús parece seguir aquí el estilo de los 

exorcistas. Manda al espíritu salir; pero éste, 

aunque se siente torturado, no acaba de dejar 

a su victima. Le pregunta su nombre, como si 

con esto tratara de obligarle más, y el espíritu 

se escapa, diciendo que son muchos. Pero en 

todo momento se deja sentir el poder de Jesús, 

hasta que, al fin, deja el cuerpo del poseso. Véa¬ 

se Mt. 8, a8. 







111 * 


SAN MARCOS, 6 


Resurrección de la hija de Jairo 

y curación de la lieinorroisa. 

21 Habiendo Jesús ganado en la 
barca la otra ribera, se reunió una 
gran muchedumbre, y El estaba junto 
al mar. 22 Y llegó uno de los jefes de 
la sinagoga llamado Jairo, que en 
viéndole, se arrojó a sus pies, 23 e 
instantemente le rogaba diciendo: Mi 
hija está muriéndose, ven e imponle 
las manos, para que sane y viva. 

24 Y se fue con él. Y le seguía una 
gran muchedumbre que le apretaba. 

25 Una mujer, que padecía flujo de 
sangre desde hacía doce años 26 y 
había sufrido grandemente de mu¬ 
chos médicos, gastando toda su ha¬ 
cienda sin provecho alguno, antes iba 
de mal en peor, como hubiese oído 
lo que se decía de Jesús, vino entre 
la muchedumbre por detrás y tocó 
su vestido; 28 pues se decía: En to¬ 
cando siquiera su vestido seré sana. 
29 Y ál punto se secó la fuente de la 
sangre, y sintió en su cuerpo que 
estaba curada de su mal. 30 Y luego 
Jesús, sintiendo en sí mismo la vir¬ 
tud que había salido de El, se volvió 
a la multitud y dijo: ¿Quién lia to¬ 
cado mis vestidos? ( 1 ). 31 Y los 
discípulos le contestaron: Ves que la 
muchedumbre te aprieta por todas par¬ 
tes, (2) y dices: ¿Quién me ha toca¬ 
do? 32 Y echando una mirada en derre¬ 
dor, para ver a la que lo había hecho, 
33 la mujer, llena de temor y temblo¬ 
rosa, conociendo lo que en ella había 
sucedido, se llegó y postrada ante El 
declaróle toda la verdad. 34 Y El le 
dijo: Hija, tu fe te ha salvado, vete 
en paz y sana de tu nial. 35 Aún es¬ 
taba El hablando cuando llegaron de 
casa del jefe de la sinagoga, diciendo: 
Tu hija ha muerto; ¿por qué moles¬ 
tas ya al Mqestro? 36 Pero oyendo 
Jesús lo que decían, dijo al jefe de 
la sinagoga: No lemas, ten fe. 37 Y no 
permitió que nadie le siguiera, más 
que Tedro, Santiago y Juan, el her¬ 
mano de Santiago. 38 Y llegados a 
la casa del jefe de la sinagoga, notó 
el gran alboroto de las lloronas y 


(1) Es de notar esta manera, muy humana, 
de expresarse, propia de San Marcos, la cual pa¬ 
recería indicar que el milagro le había sido arran¬ 
cado por sorpresa. 

(2) He aquí otra expresión que revela la vi¬ 

veza de San Marcos. Jesús, que unas veces quiere 

ocultar sus milagros, otras hace que vengan en 

conocimiento del pueblo, conforme a las diver¬ 

sas circunstancias apreciadas por su prudencia. 


plañideras, y entrando les dijo: ¿A qué 
ese alboroto y ese llanto? La niña 
no ha muerto, duerme. 40 Y se bur¬ 
laban de El. Pero El, echando todos 
fuera, tomó consigo al padre de la 
niña, y a la madre y a los que iban 
con El, y entró donde la niña estaba; 
y tomándole la mano le dijo: Talitha y 
quiñi , que quiere decir: Niña, leván¬ 
tate. 42 Y al instante se levantó la 
niña y echó a andar, pues tenía doce 
años, y se llenaron de espanto. 
43 Recomendóles mucho que nadie 
supiera aquello, y mandó que diesen 
de comer a la niña. 


Jesús, en ¡Vazaret. 

Á 1 Salió de allí y vino a su patria, 
siguiéndole sus discípulos. 2 Y lle¬ 
gado el sábado, se puso a enseñar 
en la sinagoga; y la muchedumbre 
que le oía se maravillaba, diciendo: 
¿De dónde le \ienen a éste tales cosas 
y qué sabiduría es ésta que le ha sido 
dada, y cómo se hacen por su mano 
tales milagros? 3 ¿No es acaso el 
carpintero, hijo de María ( 1 ) y her¬ 
mano de Santiago y de José, y de 
Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas 
no viven aquí entre nosotros? Y se 
escandalizaban a causa de El. 4 * * Y 
Jesús les decía: Ningún profeta es 
tenido en poco sino en su patria y 
entre sus parientes y en su familia. 
6 Y 110 pudo hacer allí ningún mila¬ 
gro, fuera de que a algunos enfer¬ 
mos les impuso las manos y los curó. 
6 Y se admiraba de su incredulidad. 


La misión de los Apóstoles. 

Recorría las aldeas del contorno 
enseñando. 7 Y llamando a Sí a los 
Doce (2), comenzó a enviarlos de 
dos en dos, dándoles poder sobre los 
espíritus impuros. 8 Y les encargó 
que 110 tomasen (3) para el camino 


(1) Entre las piadosas mujeres que con la 
Magdalena asistieron a la muerte de Jesús, men¬ 
ciona San Marcos una María «madre de Santia¬ 
go el Menor y de José», sin duda cuñada de la 
Virgen, ya que lleva su mismo nombre, y no es 
probable que fuera hermana suya. 

(2) Véase Mt. 10, 1. 

(3) La suma de esta instrucción es que 
vayan a la ligera, sin bagajes ni nada que de¬ 
nuncie interés temporal o falta de confianza en 
la providencia del Padre celestial, de quien son 










SAN MARCOS, 6 


1 119 


nada más que un bastón, ni pan, ni 
alforja, ni dinero en el cinturón, 
9 y se calzasen con sandalias, y no 
llevasen dos túnicas. 10 Y les decía: 
Dondequiera que entrareis en una 
casa, quedaos en ella hasta que sal¬ 
gáis de aquel lugar. 11 Y si un lugar 
no os recibe ni os escucha, al salir 
de allí sacudid el polvo de vuestros 
pies en testimonio contra ellos. 12 Y 
partidos, predicaron que se arrepin¬ 
tiesen, 13 y echaban muchos demo¬ 
nios, y ungiendo con óleo a muchos 
enfermos, los curaban (1). 


Juicio de Herodes sobre «Jesús. 

14 Llegó esto a oídos del rey Hero¬ 
des, porque se había hecho célebre su 
nombre, y decía: Este es Juan el 
Bautista, que ha resucitado de entre 
los muertos, y por esto obra en El 
el poder de hacer milagros; 15 pero 
otros decían: Es Elias; y otros decían 
que era un profeta, como uno de los 
profetas. 16 Pero Herodes, oyendo 
esto, decía: Es Juan, a quien yo de¬ 
gollé, que ha resucitado. 17 Porque, 
en efecto, Herodes se había apode¬ 
rado de Juan y le había encerrado 
en prisión a causa de Herodías, la 
mujer de su hermano Filipo, con la 
ue se había casado. 18 Pues decía 
uan a Herodes: No te es lícito tener 
la mujer de tu hermano. 19 Y Hero¬ 
días estaba enojada contra él y que¬ 
ría matarle, pero no podía; 20 porque 
Herodes sentía respeto por Juan, 
conociendo ser hombre justo y santo, 
y le amparaba, y, oyéndole, vacilaba 
pero le escuchaba con gusto. 21 Llegado 
un día oportuno, cuando Herodes en 
su cumpleaños ofrecía un banquete 
a sus magnates y a los tribunos y a 
los principales de Galilea, 22 entró la 
hija de Herodías y, danzando, gustó a 
Herodes y a los comensales. Y el 
rey dijo a la muchacha: Pídeme lo 
c¡ue quieras y te lo daré. 23 Y le 
juró: Cualquier cosa que me pidas 
te la daré, aunque sea la mitad de 
mi reino. 24 Y saliendo ella dijo a su 
madre: ¿Qué quieres que pida? Y ella 
le contestó: La cabeza de Juan el 
Bautista. 25 Y entrando luego con 


(i) El óleo se cuenta entre los remedios ca¬ 
seros en Oriente. No leemos que Jesús lo em¬ 
pleara nunca, ni aun aquí lo emplean los dis¬ 
cípulos como médicos, sino como taumaturgos, 
que al mismo tiempo anuncian la institución del 
sacramento de la Extremaunción. 


presteza hizo su petición al rey, di¬ 
ciendo: Quiero que al instante me 
des en una bandeja la cabeza de 
Juan el Bautista. 26 Y el rey, entris¬ 
tecido por su juramento y por los 
convidados, no quiso desairarla. 27 Y 
al instante envió el rey un verdugo, 
ordenándole traer la cabeza de Juan. 
Aquél se fué y le degolló en la cárcel, 

28 trayendo su cabeza en una bande¬ 
ja, y se la entregó a la muchacha, y 
la muchacha se la dió a su madre. 

29 Y sus discípulos, que lo supieron, 
vinieron y tomaron el cadáver, y le 
pusieron en un monumento. 


Vuelta de los diseípulos'y primera 
multiplicación de los panes. 

30 Volvieron los Apóstoles a reunir¬ 
se con Jesús, y le contaron cuanto 
habían hecho y enseñado. 31 Y les 
dijo: Venid que nos retiremos a un 
lugar desierto y descanséis un poco; 
pues eran muchos los que iban y 
venían, y ni espacio les dejaban para 
comer. 32 Y se fueron en la barca a 
un sitio desierto y apartado. 33 Pero 
los vieron ir, y muchos supieron 
dónde iban, y a pie de todas las ciu¬ 
dades vinieron a aquel sitio, y se les 
adelantaron. 34 Y al desembarcar 
vió una gran muchedumbre, y se 
compadeció de ellos, porque eran 
como ovejas sin pastor, y se puso a 
enseñarles largamente. 35 Y siendo 
ya hora avanzada, se le acercaron 
los discípulos y le dijeron: El sitio 
es desierto y avanzada la hora; 36 des¬ 
pídelos para que vayan a las alque¬ 
rías y aldeas del contorno y se com¬ 
pren algo que comer. 37 El respondió 
y les dijo: Dadles vosotros d$ comer. 
Y le dijeron: ¿Vamos nosotros a com¬ 
prar doscientos denarios de pan para 
darles de comer? 38 Y El les con¬ 
testó: ¿Cuántos panes tenéis? Id a 
ver. Y habiéndose informado, le di¬ 
jeron: Cinco panes y dos peces. 
39 Y les mandó que les hicieran re¬ 
costarse por grupos sobre la hierba 
verde. 40 Y se recostaron por grupos 
de ciento y de cincuenta. 41 Y to¬ 
mando los cinco panes y los dos peces, 
alzando los ojos al cielo, bendijo y 
partió los panes y se los entregó a 
los discípulos para que se los sir¬ 
vieran, y los dos peces los repartió 
entre todos. 42 Y comieron todos y 
se hartaron. 43 Y recogieron doce ca¬ 
nastos llenos de las sobras de los 










I 120 


SAN MARCOS, 7 


panes y de los peces. 44 Y eran los 
que comieron de los panes cinco mil 
hombres. 


♦Jes miando sobre el mar. 

46 En seguida mandó a sus discípu¬ 
los subir a la barca y precederle al 
otio lado, frente a Betsaida, mien¬ 
tras El despedía a la muchedumbre. 
46 Y después de haberlos despedido, 
se fué a un monte a orar. 47 Y lle¬ 
gado el anochecer, se hallaba la barca 
en medio del mar y El solo en tierra. 

48 Y viéndolos fatigados en remar, 
porque el viento les era contrario 
hacia la cuarta vigilia de la noche 
vino a ellos andando sobre el mar, 
e hizo ademán de pasar de largo. 

49 Pero ellos, así que le vieron andar 
sobre el mar, creyeron que era un 
fantasma y comenzaron a dar gritos, 
60 porque todos le veían y estaban 
espantados. Pero El les habló en 
seguida y les dijo: Animo, soy yo, 
no temáis. 61 Y subió con ellos en 
la barca, y el viento se calmó. Y se 
quedaron en extremo estupefactos, 
62 Pues no se habían dado cuenta 
de lo de los panes, sino que su cora¬ 
zón estaba embotado. 

<Iesns, en fírncsai’ot y suh 
cercanías. 

M Y habiendo hecho la travesía, 
llegaron a tierra en Genesaret, y 
atracaron. 64 En cuanto salieron de 
la barca, le conocieron, 66 y corrieron 
de toda aquella región, y comenzaron 
a traer en camillas a los enfermos 
donde oían que El estaba. 68 Y a 
dondequiera que llegaba, en las al¬ 
deas o cu las ciudades o en las alque¬ 
rías, colocaban a los enfermos en las 
plazas y le rogaban que les permitiera 
tocar siquiera la orla de su vestido; 
y cuantos le tocaban quedaban sanos. 


bns tradiciones rabí nicas. 


i 1 Se reunieron en torno de El los 
fariseos y algunos escribas veni¬ 
dos de Jerusalén; 2 los cuales vieron 
que algunos de los discípulos comían 
pan con las manos impuras, esto es, 
sin lavárselas; 3 pues los fariseos y to¬ 
dos los judíos, si no se lavan cuida¬ 


dosamente, no comen (1), cumpliendo 
la tradición de los antiguos, 4 y de 
vuelta de la plaza, si no se aspergen, 
no comen, y otras muchas cosas que 
han aprendido a guardar por tradi¬ 
ción: el lavado de las copas, de las 
ollas y de las bandejas. 6 Y le pre¬ 
guntaron los escribas y los fariseos: 
¿Por qué tus discípulos no siguen la 
tradición de los antiguos, sino que 
comen pan con manos impuras? 6 Y El 
les dijo: Muy bien profetizó Isaías 
de vosotros, hipócritas, según está 
escrito: 

«Este pueblo me honra con los 
labios, pero su corazón está lejos de 
mí; pues me dan un culto vano, ense¬ 
ñando doctrinas que son preceptos 
humanos.» 

8 Y dejando a un lado el precepto de 
Dios, os aferi áis a la tradición humana. 

9 Y les decía: En veidad que anu¬ 
láis el precepto de Dios para esta¬ 
blecer vuestra tradición. 10 Porque 
Moisés ha dicho: Honra a tu padre 
y a tu padre, y el que maldiga a su 
padre o a su madre es reo de muerte. 
11 Pero vosotros decís: Si un hombre 
dijere a su padre o a su madre: 
Corbán, esto es, ofrenda sea todo lo 
que de mí pudiera serte útil, 12 ya 
no le permitís hacer nada por su 
padre o por su madre, 13 anulando la 
palabra de Dios por vuestra tradi¬ 
ción que se os ha trasmitido, y 
hacéis otras muchas cosas por el 
estilo. 


1.a verdadera pureza. 

14 Y llamando de nuevo a la muche¬ 
dumbre, les decía: Oídme todos y 
entended: 16 Nada hay fuera del 
hombre, que entrando en él pueda 
mancharle; lo que sale del hombre, 
eso es lo que mancha al hombre (2). 
16 El que tenga oídos para oír, que 
oiga. 17 Y cuando se hubo retirado 
de la muchedumbre y entrado en 
casa, le preguntaron los discípulos 
por la parábola. 18 Y El les contestó: 
¿Tan faltos estáis vosotros de sen¬ 
tido? ¿No comprendéis—añadió, de- 


(i) San Marcos, que escribía para gentes des¬ 
conocedoras de las costumbres judias, da aquí 
una amplia noticia de las preocupaciones de éstas 
por la pureza legal o corporal practicada con 
espíritu religioso. Véase Mt. 15, 2 . 

(a) La verdadera pureza es la del corazón, 
no la del cuerpo o de los muebles y utensilios 
domésticos. 












SAN MARCOS, 8 


1121 


clarando puros todos los alimentos—, 
que todo lo exterior que entra en el 
hombre no puede mancharle, 19 por¬ 
que no entra en el corazón, sino en 
el vientre, y sale al seceso? 20 Decía, 
pues: Lo que sale del hombre, eso 
es lo que mancha al hombre, 21 por¬ 
que de dentro, del corazón de los 
hombres, proceden los pensamientos 
malos, fornicaciones, hurtos, homici¬ 
dios, 22 adulterios, codicias, maldades, 
fraude, impureza, envidia, blasfemia, 
altivez, insensatez. 23 Todos estos 
males proceden del hombre y man¬ 
chan al hombre. 


La mujer cananca. 

24 Y partiendo de allí, se fué hacia 
los confines de Tiro. Y entrando en 
una casa, no quería ser de nadie 
conocido; pero no le fué posible ocul¬ 
tarse; 25 porque luego, en oyendo 
hablar de El, una mujer cuya hijita 
tenía un espíritu impuro, entró y 
se postró a sus pies. 26 Era gentil, 
sirofenicia de nación. Y le rogaba 
que echase al demonio de su hija. 
27 Y El le decía: Deja primero har¬ 
tarse a los hijos (1), pues no está 
bien tomar el pan de los hijos y 
echarlo a los cachorrillos. 28 Y ella 
le contestó diciendo: Sí, Señor, pero 
los cachorrillos, debajo de la mesa, 
comen de las migajas de los hijos. 

29 El le dijo: Por lo que has dicho, 
vete, el demonio ha salido de tu hija. 

30 Y llegada a casa, halló a la niña 
echada en la cama y que el demonio 
había salido. 

Vuelta hacia Galilea. 

81 Dejando de nuevo los términos 
de Tiro, se fué por Sidón hacia el mar 
de Galilea, atravesando los términos 
de la Decápolis (2). 32 Y le llevaron 
un sordo y tartamudo, rogándole que 
le impusiera las manos. 33 Y tomán¬ 
dole aparte de la muchedumbre, me¬ 
tióle los dedos en los oídos y escu¬ 
pió en el dedo y le tocó la lengua, 
34 y mirando al cielo, suspiró y dijo: 
Epheta (3), que quiere decir, ábrete; 


(1) Esto índica que también a los otros, a los 
gentiles, les llegarla su hora. Véase Mt. 15, 24* 

(2) Era un distrito de diez ciudades situadas 
al oriente del lago de Genesaret. 

(3) El evangelista nos da aquí, como en otros 

lugares, la misma palabra a ramea pronunciada 

por Jesús. 


86 y se abrieron sus oídos y se le soltó 
la lengua, y hablaba expeditamente. 
38 Y les encargó que no lo dijesen a 
nadie. Pero cuanto más se lo encar¬ 
gaba, mucho más lo publicaban. 37 Y 
sobremanera se admiraban, diciendo: 
Todo lo ha hecho bien, a los sordos 
hace oír y a los mudos hablar. 

Segunda multiplicación 
de los panes. 

$ 1 En aquellos días, hallándose 

otra vez (1) rodeado de una 
gran muchedumbre que no tenía 
qué comer, llamó a los discípulos y 
les dijo: 2 Tengo compasión de la 
muchedumbre, porque ya hace tres 
días que me siguen y no tienen que 
comer; 3 y si los despido en ayunas 
para sus casas, desfallecerán en el 
camino, y algunos de ellos son de 
lejos. 4 Y sus discípulos le respon¬ 
dieron: ¿Y cómo podría saciárseles 
de pan, aquí en el desierto? 5 Y les 
preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Di¬ 
jeron: Siete. 6 Y mandó a la mu¬ 
chedumbre recostarse sobre la tierra; 
y tomando los siete panes, dando 
gracias, los partió y los dió a sus 
discípulos para que los sirviesen, y 
sirvieron a la muchedumbre. 7 Y te¬ 
nían unos pocos pececillos, y dando 
gracias, dijo que los sirviesen tam¬ 
bién. 8 Y comieron y se saciaron, y 
recogieron de los mendrugos que so¬ 
braron siete cestos. 9 Eran unos cuatro 
mil. Y los despidió. 

Los fariseos piden un prodigio 
del eiclo. 

10 Subiendo luego a la barca con sus 
discípulos, vino a la región de Dal- 
manuta; 11 y salieron los fariseos, que 
comenzaron a disputar con El, pi¬ 
diéndole, para probarle, señales del 
cielo. 12 Y exhalando un profundo 
suspiro (2), dijo: ¿Por qué esta 


(1) Repitiéndose las necesidades, nada tiene 
de extraño que Jesús renueve el milagro en cir¬ 
cunstancias semejantes. 

(2) Con estas palabras nos indica San Marcos 
uno de los rasgos de la naturaleza humana de 
Jesús: el sentimiento que en su alma causaba 
la ceguedad de las clases directoras de Israel, 
que acabarían por conducir al pueblo a su ruina 
total. Cuando Jesús les ofrece tantas y tan evi¬ 
dentes señales, ellos piden una señal del cielo, 
como queriendo imponer la ley a Dios mismo, 
único autor de los milagros. 








1122 


SAN MARCOS. 9 


generación pide una señal? En ver¬ 
dad os digo que no se le dará nin¬ 
guna. 13 Y dejándolos, subió de nue¬ 
vo a la barca y se dirigió a la otra 
ribera. 


La levadura de los fariseos. 

14 Se olvidaron de tomar consigo pa¬ 
nes, y no tenían en la barca sino un 
pan. 16 Y les recomendaba, diciendo: 
Mirad de guardaros del fermento de 
los fariseos y del fermento de Herodes. 
16 Y ellos iban discurriendo entre sí, 
que no tenían panes. 17 Y conocién¬ 
dolo El, les dijo: ¿Qué caviláis de que 
no tenéis panes? ¿Aún no entendéis 
ni caéis en la cuenta? ¿Tenéis vues¬ 
tro corazón embotado? 18 ¿Teniendo 
ojos no veis, y teniendo oídos no 
oís? Ya no os acordáis de cuando 
paití los cinco panes a los cinco mil 
hombres, cuántos cestos llenos de 
sobras recogisteis? 19 Dijéronle: Doce. 
20 Cuando los siete a los cuatro mil, 
¿cuántos cestos llenos de mendrugos 
recogisteis? Y le dijeron: Siete. 21 Y 
les dijo: ¿Pues aún no caéis en la 
cuenta? (1). 


Curación de mi ciego. 

22 Y llegaron a Betsaida. Y le lle¬ 
varon un ciego, rogáudole que le 
tocara. 23 Y tomando al ciego de la 
mano, le sacó fuera de la aldea, y 
poniendo saliva en sus ojos e impo¬ 
niéndole las manos, le preguntó: ¿Ves 
alguna cosa? Mirando él dijo: Veo 
hombres, algo así como árboles que 
andan. 25 Y de nuevo le impuso las 
manos sobre los ojos, y al mirar se 
sintió curado, y lo veía todo cla¬ 
ramente. 26 Y le envió a su casa 
diciéndolc: Cuidado con entrar en la 
aldea. 


La confesión de Cesárea. 

17 Y se fué Jesús con sus discípulos 
a las aldeas de Cesárea de Filipo, y 
en el camino les preguntó: ¿Quién 
dicen los hombres que soy yo? 28 Y 
ellos le respondieron, diciendo: Unos 
que Juan Bautista; otros que Elias, 
y otros que uno de los profetas. 


(i) San Marcos se complace en poner de 
relieve la rudeza de los discípulos. 


29 El les preguntó: Y vosotros, ¿quién 
decís que soy? Respondiendo Pedro, 
le dijo: Tú eres el Cristo (1). 30 Y les 
encargó que a nadie dijeran esto de El. 


Primera predicción de su muerte. 

81 Y comenzó a enseñarles cómo 
era preciso que el Hijo del hombre 
padeciese mucho, y que fuese recha¬ 
zado por los ancianos y los príncipes 
de los sacerdotes y los escribas, y 
que fuese muerto, y resucitase des¬ 
pués de tres días. Y claramente 
les hablaba de esto. 32 Pedro, tomán¬ 
dole aparte, comenzó a reprenderle. 
33 Pero El, volviéndose y mirando a 
sus discípulos, reprendió a Pedro (2) 
y le dijo: Quítate allá, Satán, porque 
no sientes según Dios, sino según los 
hombres. 


Condiciones del seguimiento de 
Jesús. 

34 Y llamando a la muchedumbre 
y a los discípulos, les dijo: Si alguno 
quiere venir en pos de mí, niéguese 
a sí mismo, tome su cruz y sígame. 

35 Pues quien quisiere salvar su vida, 
la perderá; y quien perdiere la vida 
por mí y el evangelio, ése la salvará. 

36 ¿Y qué aprovecha al hombre 
ganar todo el mundo y perder su 
alma? 37 ¿Pues qué dará el hombre a 
cambio de su alma? 38 Porque si al¬ 
guien se avergonzare de mí y de mis 
palabras ante esta generación adúl¬ 
tera y pecadora, también el Hijo del 
hombre se avergonzará de él cuando 
venga en la gloria del Padre, con 
los santos ángeles. 


I.» transfiguración. 

() 1 Y les decía: En verdad os digo 
7 que hay algunos de los aquí pre¬ 
sentes que no gustarán la muerte 
hasta que vean venir en poder el 
reino de Dios. 2 Y pasados seis días, 


(1) Esto es, el Mesías esperado por Israel; 
pero no cual Israel le concebía, sino como Dios 
se lo quiso dar, cumpliendo los vaticinios pro¬ 
fáneos, que los judíos interpretaban en su pro¬ 
pia honra y glorificación. 

(2) San Marcos, que pasa en silencio la elec¬ 
ción de Pedro, referida por San Mateo, no omite, 
en cambio, la reprensión recibida de Jesús. Véa¬ 
se Mt. 16, aa. 








SAN MARCOS, y 


1123 


tomó Jesús a Pedro, a Santiago y a 
Juan, y los condujo solos a un monte 
alto y apartado, y se transfiguró ante 
ellos. 1 2 3 Y sus vestidos se volvieron 
resplandecientes, muy blancos, como 
no los puede blanquear lavandero (1) 
sobre la tierra. 4 * Y se les apare¬ 
cieron Elias y Moisés, que hablaban 
con Jesús. 6 * Y tomando Pedro lapa- 
labra, dijo a Jesús: Rabbi (2), jqué 
bueno es estarnos aquí! Hagamos tres 
tiendas, una para ti, una para Moisés 
y una para Elias. 6 No sabía lo que 
decía, porque estaban espantados. 
7 Y se formó una nube que los cubrió 
con su sombra, y una voz se dejó 
oír desde la nube: Este es mi Hijo 
amado, escuchadle. 8 Y luego, mi¬ 
rando en derredor, no vieron a nadie 
con ellos, sino a Jesús solo. 9 Y ba¬ 
jando del monte, les prohibió contar 
a nadie lo que habían visto, hasta 
que el Hijo del hombre resucitase de 
entre los muertos. 10 Y guardaron 
aquella orden, y se preguntaban qué 
era aquello de «euando resucitase de 
entre los muertos». 11 Y le pregun¬ 
taron diciendo: ¿Cómo, pues, dicen 
los escribas que primero ha de venir 
Elias? 12 Y El les dijo: Cierto que 
Elias vino primero, para restable¬ 
cer todas las cosas,* pero ¿cómo está 
escrito del Hijo del hombre que pa¬ 
decerá mucho y será despreciado? 
13 Y yo os digo que Elias ha Venido 
ya, y que hicieron con él lo que 
quisieron, conforme a lo que de él 
está escrito. 


Curación del epiléptico. 

14 Y viniendo a los discípulos, vió 
a una gran muchedumbre en torno 
suyo y a escribas que con ellos dis¬ 
putaban. 16 Y luego toda la muche¬ 
dumbre al verle se quedó sorprendi¬ 
da, y corriendo hacia El le saludaban. 
16 Y les preguntó: ¿Qué disputabais 
con ellos? 17 Y le dijo uno de la mu¬ 
chedumbre: Maestro, te he traído a 
mi hijo (3), que tiene un espíritu 
mudo,, y dondequiera que se apodera 
de él, le derriba y le hace echar 
espumarajos y rechinar los dientes, 
y se queda rígido; y dije a tus discí- 


(1) Rasgo característico del estilo de San 
Marcos. 

(2) Rabbi, igual que maestro en la lengua 
aramea. 

(3) Es muy de notar la gráfica pintura que 
del poseso nos da el evangelista. 


pulos que lo arrojasen, pero no han 
podido. 19 Y les contestó, diciendo: 
¡Oh generación incrédula! ¿Hasta 
cuándo habré de estar con vosotros? 
¿Hasta cuándo os tendré que sopor¬ 
tar? Traédmelo. 20 Y se lo llevaron. 
Y en cuanto lo vió, le agitó el espí¬ 
ritu, y arrojado en tierra se revol¬ 
caba y echaba espumarajos por la 
boca. 21 Y preguntó a su padre: 
¿Cuánto tiempo hace que le pasa 
esto? El contestó: Desde la infancia. 
22 Y muchas veces le arroja en el 
fuego y en el agua para hacerle pere¬ 
cer; pero, si algo puedes, ayúdanos 
por compasión hacia nosotros. 23 Dí- 
jole Jesús: Si puedes creer (1), todo 
es posible al que cree. 24 Y al instante, 
gritando, dijo el padre del niño: 
¡Creo! Ayuda a mi incredulidad. 

25 Y viendo Jesús que se reunía 
mucha gente, mandó al espíritu im¬ 
puro, diciendo: Espíritu mudo y sordo, 
yo te lo mando, sal de él y no vuelvas 
a entrar más en él. 26 Y dando un 
grito y agitándole violentamente, sa¬ 
lió; y quedó como muerto, de suerte 
que muchos decían: Está muerto. 
27 Pero Jesús, tomándole de la mano, 
lo levantó, y se mantuvo en pie. 28 Y 
entrado en casa, a solas le pregunta¬ 
ban los discípulos: ¿Por qué no hemos 
podido echarle nosotros? 29 Y les 
contestó: Esta especie no puede ser 
expulsada por ningún medio, si no es 
por la oración (2). 


Segunda predicción de la muerte 
de Jesús. 

30 Y saliendo de allí, atravesaban 
de largo la Galilea (3), queriendo 
que no se supiese. 31 Iba enseñando a 
sus discípulos, y les decía: El Hijo del 
hombre será entregado en manos de 
los hombres y le matarán, y muerto, 
resucitará al cabo de tres días. 32 Y 


(1) Esta sola palabra nos revela la honda 
pena que a Jesús causaba la poca fe de aquella 
gente, después de tantos prodigios como le 
veían hacer. 

(2) La oración es el arma poderosa contra 
el espíritu impuro; los discípulos se habían ol¬ 
vidado de ello, empleando el poder que de Je¬ 
sús habían recibido, sin la conciencia de que era 
algo que les venía prestado de arriba. 

(3) Quiere hacer esa travesía como de in¬ 

cógnito, para dedicarse más a los discípulos. A 

la instrucción que estos días les daba pertenece 

la predicción segunda sobre su próxima muerte. 

San Marcos se complace en decir que los discí¬ 

pulos no entendían. 











1124 


SAN MARCOS, 10 


ellos no entendían estas palabras, 
pero temían preguntarle. 


Quién es el mayor. 

83 Y vinieron a Cafarnaúm. Y es¬ 
tando en casa les preguntaba: ¿Qué 
discutíais en el camino? (1). 34 Y 
ellos se callaion, porque en el camino 
habían discutido entre sí sobre quien 
sería el mayor, 36 Y sentándose, llamó 
a los Doce a Sí y les dijo: Si alguno 
quiere ser el primero, que sea el últi¬ 
mo de todos y el servidor de todos. 
36 Y tomando un niño, le puso en 
medio de ellos, y abrazándole (2) les 
dijo: 87 Quien recibe a uno de estos ni¬ 
ños en mi nombre, a mí me recibe, y 
quien me recibe a mí, no es a mí a 
quien recibe, sino al que me ha en¬ 
viado. 


La invocación del nombre 
de Jesús. 

88 Díjole Juan: Maestro, vimos a 
uno (3) que en tu nombre echaba 
los demonios y no está con nosotros, 
y se lo hemos prohibido. 39 Y Jesús 
les dijo: No se lo prohibáis, pues nin¬ 
guno que haga un milagro en mi 
nombre hablará luego mal de mí. 
40 El que no está contra nosotros, 
está con nosotros. 


La caridad hacia los discípulos. 

41 Pues el que os diere un vaso de 
agua (4) en razón de discípulos de 
Cristo, os digo en verdad que no per¬ 
derá su recompensa. 42 Y el que es¬ 
candalizare a uno de estos peque- 
ñuelos que creen, mejor le sería que 
le echasen al cuello una muela asnal 


(1) En el reino de Jesús, la humildad es la 
que impera; quien desee subir, debe humillarse 
más que los otros. 

(2) Rasgo sublime éste de Jesús abrazando 
y bendiciendo a los niños y proponiéndolos como 
modelos a los aspirantes al reino de los cielos. 

(3) Los judíos usaban de exorcismos para 
expulsar los espíritus de los posesos. Viendo a 
Jesús dotado de tanto poder contra ellos, invo¬ 
caban su nombre en esos exorcismos. Véase en 
Act. 19, 13 ss. un caso curioso de este mismo 
género. 

(4) Concepción verdaderamente divina de la 

vida humana, cuyas obras quedan así enalteci¬ 

das; pero manera bien singular de revelar la 

grandeza de Cristo, que sublima cuanto toca. 


y le arrojasen al mar. 43 Y si tu 
mano te escandaliza (1), córtatela; 
mejor te será entrar manco en la 
vida, que con las dos manos ir a la 
gehenna, al fuego inextinguible, don¬ 
de ni el gusano se acaba ni el fuego 
se apaga. 46 Y si tu pie te escanda¬ 
liza, córtatelo; mejor te es entrar 
en la vida cojo, que con los dos pies 
ser arrojado en la gehenna, 46 donde 
ni el gusano muere ni el fuego se 
apaga. 47 Y si tu ojo te escandaliza, 
sácatelo; mejor te es entrar tuerto 
en el reino de Dios, que con dos 
ojos ser arrojado en la gehenna, 
48 donde ni el gusano muere ni el 
fuego se apaga. 49 Porque todos han 
de ser salados al fuego. 60 Buena es 
la sal, pero si la sal se hace sosa, 
¿con qué se la salará? Tened sal en 
vosotros, y vivid en paz unos con 
otros. 


Camino de J tul en, por la Perca. 

1 Y partiendo de allí, vinieron 
1(1 a los confines de la Judea y 
de la Perea, y de nuevo se le junta¬ 
ron en el camino muchedumbres, y 
les enseñaba. 


L;i cuestión del ditorei». 

2 Y llegándosele los fariseos, le 
preguntaron, tentándole, si es lícito 
al marido repudiar a la muier. 1 2 3 El 
respondió y les dijo: ¿Que os lia 
mandado Moisés? 4 * Contestaron ellos: 
Moisés manda escribir el libelo de 
repudio y despedirla. 6 Díjoles Jesús: 
Por la dureza de vuestro corazón, 
os dió Moisés esta ley; 6 pero al prin- 1 
cipio de la creación los hizo Dios 
varón y hembra; 7 por esto dejará el 
hombre a su padre y a su madre, 8 y 
serán los dos una carne. De manera i 
que no son dos, sino una carne. 9 Lo 
que Dios juntó, no lo separe el hom¬ 
bre. 10 Y vueltos a casa (2) de 
nuevo, le preguntaron sobre esto los 
discípulos; 11 y les dijo: El que repudia 
a su mujer y se casa con otra, come- 


(1) La salud del alma está por encima de 
todo, y a ella es preciso sacrificar hasta la vida; 
en esto se halla la fuerza de una conciencia cris¬ 
tiana. 

(2) La solución del Maestro dejó a los dis¬ 
cípulos muy impresionados; les parecía dema¬ 
siado dura. Jesús responde inculcándoles la mis¬ 
ma idea. Véase Mt. 19, 10. 











SAN MARCOS, 10 


1125 


te adulterio contra aquélla. 12 Y si 
la mujer repudia al marido y se casa 
con otro, comete adulterio. 


Bendice Jesús a los niños. 

13 Presentáronle unos niños para 
que los tocase (1), pero los discípulos 
los reprendían. 14 Viéndolo Jesús, se 
enojó y les dijo: Dejad que los niños 
vengan a mí, y no los estorbéis, 
porque de ellos es el reino de Dios. 
15 En verdad os digo, quien no re¬ 
ciba el reino de Dios como un niño, 
no entrará en él. 16 Y abrazándolos, 
los bendijo y les impuso las manos. 


El peliqro de las riquezas. 

17 Salido al camino, corrió a El 
uno, que, arrodillándosele, le pregun¬ 
tó: Maestro bueno, ¿qué he de hacer 
para alcanzar la vida eterna? 18 Y 
Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas 
bueno? Nadie es bueno, sino sólo 
Dios. 19 Ya sabes los mandamientos: 
No matarás, no adulterarás, no ro¬ 
barás, no levantarás falso testimonio, 
no harás daño a nadie, honra a tu 
padre y a tu madre. 20 Y él le dijo: 
Maestro, todo esto lo he guardado 
desde mi juventud. 21 Y Jesús, po¬ 
niendo en él los ojos (2), le amó, y le 
dijo: Una sola cosa te falta; vete, 
vende cuanto tienes y dalo a los 
pobres, y tendrás un tesoro en el 
cielo, y ven, sígueme. 22 Ante estas 
palabras se anubló su semblante y 
fuése triste, porque tenía muchas 
haciendas. 23 Y mirando en torno 
suyo dijo Jesús a los discípulos: 
jCuán difícilmente entrarán en el reino 
de Dios los que tienen haciendas!... 
24 Los discípulos se quedaron espan¬ 
tados al oír esta sentencia. Tomando 
entonces Jesús de nuevo la palabra, 
les dijo: Hijos míos, jcuán difícil es 
entrar en el reino de los cielosl 25 Es 
más fácil a un camello pasar por el 
hondón de una aguja que a un rico 
entrar en el reino de Dios. 26 Y más 


(1) Creían las madres que. sin duda, el con¬ 
tacto de un hombre tan santo como Jesús sería 
saludable a sus hijitos.» 

(2) He aquí una bella observación que nos 
transmite el evangelista. Jesús, al ver aquel jo¬ 
ven, sintió hacia él viva simpatía; era bueno, 
pero estaba demasiado apegado a su hacienda. 
Gran miseria la de los ricos, no saber correspon¬ 
der al amor de Dios, que los invita y llama a Sí. 


aún se espantaron, y decían entre sí: 
Entonces, ¿quién puede salvarse? 
27 Y fijando en ellos Jesús su mirada, 
dijo: A los hombres sí, es imposible, 
más no a Dios, porque a Dios todo le 
es posible. 


Recompensa de los que todo lo 
renuncian por Cristo. 

28 Pedro comenzó a decirle: Pues 
nosotros hemos dejado todas las cosas 
y te hemos seguido. 29 Respondió 
Jesús: En verdad os digo que no hay 
nadie que, habiendo dejado casa o 
hermanos o hermanas o madre o padre 
o hijos o campos, por amor de mí y 
del Evangelio, 30 no reciba el céntuplo 
ahora en este tiempo en casas, her¬ 
manos, hermanas, madres e hijos y 
campos, con persecuciones, y la vida 
eterna en el siglo venidero. 31 Y mu¬ 
chos primeros serán los últimos, y los 
últimos los primeros. 


Tercera predicción de la muerte. 

32 Iban subiendo hacia Jerusalén, 
y Jesús iba delante, y ellos iban so¬ 
brecogidos y le seguían medrosos (1). 
Y tomando de nuevo a los Doce, 
comenzó a declararles lo que había 
de sucederle. 33 Subimos a Jerusa¬ 
lén, y el Hijo del hombre será entre¬ 
gado a los príncipes de los sacerdotes 
y a los escribas, y le condenarán a 
muerte y le entregarán a los gentiles, 
34 que se burlarán de El y le escupi¬ 
rán, y le azotarán y le darán muerte, 
y a los tres días resucitará. 


Petición de los hijos de Zcbedco. 

36 Y se le acercaron Santiago y 
Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole: 
Maestro, queremos que nos hagas lo 
que te vamos a pedir. 36 Díjoles El: 
¿Qué queréis que os haga? 37 Ellos 
le respondieron: Que nos sentemos el 
uno a tu derecha y el otro a tu iz¬ 
quierda en tu gloria. 38 Jesús les 
respondió: jNo sabéis lo que pedís! 
¿Podéis beber el cáliz que yo he de 
beber y ser bautizados con el bautis- 


(1) * Es un rasgo de San Marcos. Jesús cami¬ 
na delante de los discípulos, absorto en el pen¬ 
samiento de su pasión, hacia la cual marcha con 
paso acelerado. 








1126 


SAN MARCOS, 11 


mo con que yo he de ser bautizado? 
39 Le contestaron: Sí que podemos. 
Les dijo Jesús: El eáliz que yo he 
de beber, lo beberéis, y con el bau¬ 
tismo con que yo he de ser bautizado, 
seréis bautizados vosotros; 40 pero 
sentaros a mi diestra o mi siniestra, no 
me toea a mi dároslo, sino que es para 
aquellos para quienes está preparado. 
41 Y los diez, oyendo esto, se eno¬ 
jaron contra Santiago y Juan. 42 Pero 
llamándolos Jesús a Sí, les dijo: Ya 
sabéis (1) cómo los que en las na¬ 
ciones pasan por príncipes, las domi¬ 
nan con imperio, y sus grandes ejer¬ 
cen poder sobre ellas. 43 No ha de 
ser así entre vosotros; antes si algu¬ 
no de vosotros quiere ser grande, sea 
vuestro servidor; 44 y el que de vos¬ 
otros quiera ser el primero, sea siervo 
de todos; 45 pues tampoco el Hijo del 
hombre lia venido a ser servido, sino 
a servir y dar su vida para redención 
de muchos. 


Curación del ciego Martinico. 

Y llegaron a Jcricó. Al salir ya 
de Jerieó eon sus discípulos y una 
crecida muchedumbre, el hijo de 
Timco, Martinico un mendigo ciego, 
que estaba sentado junto al camino, 
oyendo que era Jesús de Nazaret, 
comenzó a gritar y decir: ¡Hijo de 
David, Jesús, ten piedad de mí! 

48 Y muchos le increpaban para que 
callase; pero él gritaba mucho más: 
¡Hijo de David, ten piedad do mil 

49 Se detuvo Jesús y dijo: Llamadle. 
Y llamaron al ciego, dieiéndole: Ani¬ 
mo, levántate, que te llama. 50 Y él 
tiró el manto (2), y saltando se 
llegó a Jesús. 51 Y tomando Jesús 
la palabra, le dijo: ¿Qué quieres que 
te haga? Y el ciego le respondió: 
Señor, que vea. &2 Y Jesús le dijo: 
Anda, tu fe te ha salvado. Y al ins¬ 
tante recobró la vista, y le seguía 
por el camino. 


Entrada triunfal en «Jerusalén. 

\ \ * 1 Y cuando se aproximaban a 

Jerusalén, a Betl'agé, y a Be- 


(1) El ejercicio de la autoridad será en su 
reino muy otro de lo que es entre los principes 
de la tierra. En este pasaje se inspiró S. Gregorio 
para introducir la fórmula protocolaria papal: 
Siervo de los siervos de Dios. 

(2) Hermoso rasgo éste del ciego y expresión 


tania, al Monte de los Olivos (1), 
envió a dos de los ¡discípulos 2 3 y les 
dijo: Id a la aldea que está enfrente, 
y luego que entréis en ella, encontra¬ 
réis un pollino atado, sobre el que 
nadie montó aún; soltadlo y traedlo. 
3 Y si alguno os dijere: ¿Por qué haeéis 
esto?, decidle: El Señor tiene nece¬ 
sidad de él; y al instante os lo dejará 
traer. 4 Y se fueron y encontraron el 
pollino atado a la puerta, fuera en 
el camino, y le soltaron. 5 Algunos 
de los que allí estaban les dijeron: 
¿Por qué desatáis el pollino? 6 Ellos 
les contestaron como Jesús les había 
dicho, y los dejaron. 7 Llevaron el 
pollino a Jesús, y echándole encima 
sus vestidos, montó en él. 8 Muchos 
extendían sus vestidos sobre el ca¬ 
mino, otros cortaron follaje de los 
árboles. 9 Y los que le precedían y 
le seguían gritaban: 

¡Hosanna! Bendito el que viene 
en el nombre del Señor. 10 Bendito 
el reino, que viene, de David nuestro 
padre. ¡Hosanna en las alturas! 

11 Y entró en Jerusalén, en el 
templo, y después de haberlo visto 
todo, ya (le tarde, salió para Beta- 
nia eon los doce. 


L¡i maldición de la higuera. 

12 A la mañana siguiente, saliendo 
de Bctania, sintió hambre; 13 y vió 
una higuera (2), y llegándose a 
ella, no encontró sino hojas porque 
no era tiempo de higos. 14 Y tomando 
la palabra, dijo: Que nunca jamás 
coma ya nadie fruto de ti. Los discí¬ 
pulos le oyeron. 


Expulsión de los vendedores. 

15 Llegaron a Jerusalén y, entrando 
cu el Templo, comenzó a expulsar a los 
que allí vendían y compraban (3), 

viva de su fe. Echa de si el manto para correr 
mejor a tientas hacia Jesús, de quien espera re¬ 
cibir la vista, y con la vista corporal, la de su 
alma. 

(1) Singular modo de escribir esta yuxtapo¬ 
sición de cuatro lugares como puntos de apro¬ 
ximación. Véase Mr. 21, 1. 

(2) San Marcos nota que no era aún el tiempo 
de los higos, por donde no era maravilla que no 
los tuviese. Esto pone más de relieve el sentido 
parabólico de este hecho. Véase Mt. 21, 18 ss. 

(3) San Mateo pone este suceso el mismo día 

de Ramos. Esto pone de manifiesto el aprecio 

que los evangelistas hacen de la cronología. Los 











SAN MARCOS. 12 


1127 


y derribó las mesas de los cambistas 
y los asientos de los vendedores de 
¡palomas; 16 y no permitía que nadie 
transportase fardo alguno por el 
Templo. 17 Y los enseñaba y decía: 
¿No está escrito: Mi casa será casa 
de oración para todas las gentes? 
Pero vosotros la habéis convertido 
en una cueva de ladrones. 18 Y llegó 
todo esto a oídos de los príncipes de 
los sacerdotes y de los escribas, y 
buscaban cómo perderle, pero Te 
temían, pues toda la muchedumbre 
estaba maravillada de su doctrina. 
19 Y cuando se hizo tarde, salió de la 
ciudad. 


La hijjuera neca. 

20 Pasando de madrugada (1), 
vieron que la higuera se había secado 
de raíz. 21 Y acordándose Pedro le 
dijo: Rabbi, mira, la higuera que 
maldijiste se ha secado. 22 Y respon¬ 
diendo Jesús, le dijo: Tened fe en 
Dios. 23 En verdad os digo que si 
alguno dijere a este monte: Quítate 
y arrójate al mar, y no vacilare en 
su corazón, sino que creyere que lo 
dicho se ha de hacer, se le hará. 24 Por 
esto os digo, todo cuando orando pi¬ 
diereis, creed que lo recibiréis y se 
os dará. 25 Y cuando os pusiereis 
en pie para orar, si tenéis alguna cosa 
contra alguien perdonadlo primero, 
para que vuestro Padre que está en 
los cielos os perdone a vosotros vues¬ 
tros pecados (2). 26 Porque si vos¬ 
otros no perdonáis, tampoco vuestro 
Padre que está en los cielos os per¬ 
donará vuestras ofensas. 


La cuestión sobre los poderes 
de Jesús. 

27 Llegaron de nuevo a Jerusaléu, 
y paseándose El por el templo, se 
le acercaron los príncipes de los sacer¬ 
dotes, los escribas y los ancianos; 
28 y le dijeron: ¿Con qué poder haces 


hechos son para ellos lo substancial, las circuns¬ 
tancias de lugar y tiempo las pasan por alto, 
como cosas indiferentes. 

(1) San Mateo (21-21), que gusta de referir 
los hechos sucintamente, dice que la higuera se 
secó enseguida. 

(2) El perdón de las ofensas, la paz con 

nuestros hermanos, es la condición para lograr 

la paz con Dios. Grave enseñanza para los ren¬ 

corosos. 


estas cosas, o quién te ha dado 
poder para hacerlas? 29 Jesús le con¬ 
testó: También voy a haceros yo una 
pregunta, y si me respondéis, os 
diré con qué poder hago estas cosas. 
30 El bautismo de Juan ¿era del cielo 
o era de los hombres? Respondedme. 

31 Y comenzaron a cavilar entre 
sí, diciendo: Si decimos del cielo, 
dirá: Pues ¿por qué no habéis creído 
en él? 32 Pero si decimos de los hom¬ 
bres, es de temer la muchedumbre, 
porque todos tenían a Juan por ver¬ 
dadero profeta. 33 Y respondiendo 
a Jesús, le dijeron: No sabemos. 
Y Jesús les dijo: Entonces tampoco 
yo os digo con qué poder hago estas 
cosas. 


La parábola de los viñadores. 

I iy * 1 Y comenzó a hablarles en pará- 
— bolas: Un hombre plantó una 
viña (1) y la cercó de muro, y cavó 
un lagar, y edificó una torre, y la 
arrendó a unos viñadores, y se partió 
lejos. 2 A su tiempo, envió a los viña¬ 
dores un siervo para percibir de 
ellos una parte de los frutos de su 
viña. 3 * * Y cogiéndole le azotaron y 
le despidieron con las manos vacías. 
4 De nuevo les envió otro, y le hirie¬ 
ron en la cabeza y le ultrajaron. 
5 Envió otro, y a éste le dieron 
muerte; igualmente a muchos otros, 
de los cuales a unos los azotaron y a 
otros los mataron. 6 Le quedaba toda¬ 
vía su hijo amado, y se lo envió 
también por último, diciéndose: A 
mi hijo le respetarán. 7 Pero aquellos 
viñadores se dijeron pára sí: Este es 
el heredero. ¡Eal Matémosle y será 
nuestra la heredad. 8 Y cogiéndole 
le mataron y le echaron fuera de la 
viña. 9 ¿Quéhará el dueño de la viña? 
¿Vendrá y hará perecer a los viña¬ 
dores, y dará la viña a otros. 10 ¿Y 
no habéis leído esta escritura: La 
piedra que desecharon los edifica¬ 
dores, ésa vino a ser cabeza de es¬ 
quina; 11 del Señor procede esto y 
es admirable a nuestros ojos? 


(1) Esta parábola nos resume la historia de 
Israel en sus relaciones con Dios. La dureza de 
cerviz que Moisés echa en cara a los hebreos en 
el desierto, prosigue con la resistencia a los pro¬ 
fetas y se consuma con la muerte del Mesías, 
Hijo de Dios. En castigo les será quitado el 
reino, o sea el privilegio de pueblo de Dios, 
para darlo a otro que le sea más fiel. Véase Ma¬ 
teo, 23. 3 * 










1128 


SAN MARCOS, 12 


12 Y buscaban apoderarse de El, 
pero temían a la muchedumbre, pues 
conocieron que de ellos había sido 
dicha la parábola. Y dejándole, se 
fueron. 


El tributo del Cí'sar. 

13 Le enviaron algunos de los fari¬ 
seos y herodianos para cogerle en 
una trampa. 14 Y llegados le dijeron: 
Maestro, sabemos que eres sincero, 
que no te da cuidado de nadie, pues 
no tienes respetos humanos, sino que 
enseñas según verdad el camino de 
Dios: ¿Es lícito pagar el tributo a 
César, o no? ¿Debemos pagar, o no 
debemos pagar? (1). 15 El, cono¬ 
ciendo su hipocresía, les dijo: ¿Por 
qué me tentáis? Traedme un dena- 
rio para que lo vea. 16 Se lo trajeron, 
y les dijo: ¿De quién es esta imagen 
y esta inscripción? Ellos le dijeron: 
Del César. 17 Y Jesús replicó: Dad, 
pues, al César lo que es del César, 
y a Dios lo que es de Dios. Y se admi¬ 
raron de El. 


Cuestión de la resurrección. 

18 Se le llegaron algunos saduceos, 
de los que dicen que no hay resu¬ 
rrección, y le preguntaban diciendo: 
Maestro, Moisés nos ha prescrito que 
si el hermano de uno viniere a morir 
y dejare la mujer sin hijos, tome el 
hermano esa mujer y de sucesión a 
su hermano. 20 Eran siete hermanos. 
El primero tomó mujer, pero al 
morir no dejó descendencia. 21 La 
tomó el segundo, y murió sin dejar 
sucesión, c igual el tercero, 22 y de los 
siete ninguno dejó sucesión. Después 
de todos murió la mujer. 23 Cuando en 
la resurrección resuciten, ¿de quién 
será la mujer? Porque los siete la 
tuvieron por mujer (2). 

24 Díjolcs Jesús: ¿No está bien 
claro que erráis y que desconocéis las 
Escrituras V el poder de Dios? 25 Por¬ 
que, cuando resuciten de entre los 
muertos, ni se casarán ni serán dados 
en matrimonio, sino que serán como 
ángeles de Dios en los cielos. 28 Por 
lo que toca a la resurrección de los 
muertos, ¿no habéis leído en el libro 
de Moisés, en lo de la zarza, cómo 


(z) Véase Mt. 22, 16. 
(2) Véase Mt. 22, 25. 


habló Dios, diciendo: Yo soy el Dios 
de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios 
de Jacob? 27 No es Dios de muertos, 
sino de vivos. Muy errados andáis. 


El primer precepto. 

28 Y se le acercó uno de los escri¬ 
bas, que había escuchado la disputa, 
que viendo cuán bien había respon¬ 
dido (1), le preguntó: ¿Cuál es el 
primero de todos los mandamientos? 
29 Y Jesús contestó: El primero es: 
Escucha, Israel, al Señor, vuestro 
Dios, el único Señor, 30 y amarás 
al Señor tu Dios, con todo tu cora¬ 
zón, con toda tu alma, con toda 
tu mente y con todas tus fuerzas. 
31 Y el segundo es éste: Amarás a tu 
prójimo como a ti mismo. Mayor 
que éstos no hay mandamiento al¬ 
guno. 32 Díjole el escriba: Muy bien, 
Maestro: con razón has dicho que 
El es único y que no hay otro fuera 
de El, 33 y que amarle con todo el 
corazón, con todo el entendimiento, 
y con todas las fuerzas, y amar al 
prójimo como a sí mismo es mucho 
mejor que todos los holocaustos y 
sacrificios. 34 Y viendo Jesús cuán 
atinadamente había respondido, le 
dijo: No estás lejos tú del reino de 
Dios (2). Y nadie se atrevió ya más 
a preguntarle. 


Origen del Mesías. 

36 Tomando Jesús.la palabra, decía, 
enseñando en el Templo: ¿Cómo dicen 
los escribas que el Mesías es hijo de 
David? 36 David mismo lia dicho, 
inspirado por cí Espíritu Santo: Dijo 
el Señor a mi Señor: Siéntate a mi 
diestra, hasta que ponga a tus ene¬ 
migos debajo de tus pies. 37 El mismo 


' (1) Los que hasta aquí se le acercaron venían 
con intenciones torcidas; pero este fariseo es, en 
parte al menos, una excepción de la regla. Vien¬ 
do cómo Jesús habla confundido a los saduceos. 
se acerca a El para proponerle una cuestión que, 
sin duda, debía de agitarse mucho en las escue¬ 
las, y que a la verdad lo merecía por su trascen¬ 
dencia. Pero si va con intención de probar la 
sabiduría de Jesús (Mt. 22, 35). tío procede con 
la mira de perderle, sino de instruirse o de ver 
si es confirmada su propia opinión. 

(2) Esto muestra claro que este fariseo era 
una excepción entre los muchos que de ordinario 
nos presentan los evangelistas. La palabra del 
Señor es una invitación a seguir por el camino 
que llevaba hasta el fin, el reino de Dios. 









SAN MARCOS, 13 


112‘) 


David le llama Señor; ¿de dónde, 
pues, viene que sea hijo suyo? Y una 
gran muchedumbre le escuchaba con 
agrado. 38 En su enseñanza les decía: 
Guardaos de los escribas, que gustan 
de pasearse con rozagantes túnicas, 
de ser saludados en las plazas, 39 y 
de ocupar los primeros asientos en 
las sinagogas y los primeros puestos 
en los banquetes, 40 mientras devoran 
las casas de las viudas y simulan 
largas oraciones. Estos tendrán un 
juicio muy severo. . 


El óbolo de la viuda. 

41 Y estando sentado enfrente del 
gazofilacio, observaba cómo la mul¬ 
titud iba echando monedas de cobre 
en el tesoro, y muchos ricos echaban 
mucho. 42 Y llegándose una viuda 
pobre echó dos leptos, que haceil un 
cuadrante. 43 Y llamando a los dis¬ 
cípulos les dijo: En verdad os digo 
que esta pobre viuda ha echado más 
que todos cuantos echan en el te¬ 
soro (1), 44 pues todos echan de lo 
que les sobra, pero ésta de su miseria 
ha echado todo cuanto tenía, todo 
su sustento. 


La magnificencia del templo. 

1 1 Y al salir El del templo, di jóle 

uno de los discípulos: Maestro, 
mira qué piedras y qué construc¬ 
ciones (2). 2 3 Y Jesús le dijo: 

¿Veis estas grandes construcciones? 
No quedará aquí piedra sobre piedra 
que no sea destruida. 


La cuestión del fin. 

3 Y habiéndose sentado en el 
monte de los Olivos, enfrente del 
templo, le preguntaban aparte Pedro 


(1) He aquí otra sentencia que pone de ma¬ 
nifiesto la espiritualidad del Evangelio. Dios no 
atiende tanto a lo material de las ofrendas cuanto 
a la devoción de quien las hace. Esta devoción 
es la que da valor más grande a dos ochavos de 
la pobre que a los doblones de los ricos. 

(2) En la parte del recinto actual del templo, 
que remontaba a la época de Herodes. y sobre que 
descansaron los ojos de Jesús y de sus discípu¬ 
los, se ven aún hoy bloques que miden cinco 
metros de longitud, y las columnas monolíticas 
se elevan hasta ocho y diez metros de altura. 
Habla motivo para admirarse de esto, y más 
todavía del arte con que estaban trabajadas. 


y Santiago, Juan y Andrés: 4 * Dinos 
cuándo será esto (1), y cuál será 
la señal de que todo esto va a cum 
plirse. 


Tiempos de angustia. 

6 Y Jesús comenzó a decirles: Mirad 
que nadie os induzca a error. 6 * Mu¬ 
chos vendrán en mi nombre, diciendo: 
Yo soy; y extraviarán a muchos (2). 
7 Cuando oyereis hablar de guerras 
y rumores de guerras, no os turbéis: 
Es preciso que esto suceda; pero eso 
no es aún el íin. 8 Porque se levantarán 
pueblo contra pueblo, y reino contra 
reino; habrá terremotos por diversos 
lugares; habrá hambres: Ese es el 
comienzo de los dolores. 

Las persecuciones contra el 
Evangelio. 

9 Estad alerta (3): Os entrega¬ 
rán a los sanedrines, y en las sina¬ 
gogas seréis azotados, y comparece¬ 
réis ante los gobernadores y los reyes 
por amor de mí, para dar testimonio 
ante ellos. 10 Y antes habrá de ser 
predicado el Evangelio a todas las 
naciones. 11 Y cuando os lleven para 
ser entregados, no os preocupéis de 
lo que habéis de hablar, porque en 
aquella hora se os dará qué habléis, 
pues no seréis vosotros los que habléis, 
sino el Espíritu Santo. 12 Y el her¬ 
mano entregará a la muerte al her¬ 
mano, y el padre al hijo, y se levan¬ 
tarán los hijos contra los padres y 
les darán muerte. 13 Y seréis aborre¬ 
cidos de todos por mi nombre. El que 
perseverare hasta el fin, ése será salvo. 


Desolación de la Judca 

14 Cuando viereis la abominación 
de la desolación instalada donde 110 


(1) La pregunta abarca dos puntos: cuándo 
será la ruina del templo y cuál será la señal 
de que eso se va a cumplir. Dan por seguro que 
la ruina del templo va ligada a una gran catás¬ 
trofe. 

(2) Primero vendrán falsos mesías, de quie¬ 
nes se deben guardar; luego, calamidades públi¬ 
cas. Pero ni aun esto es el fin, sino sólo el co¬ 
mienzo de los dolores. 

(3) Una vez más anuncia las persecuciones 

de los judíos y de los infieles contra los suyos. 

Pero ni esto será elfin t porque es preciso que el 

Evangelio sea predicado a todas las nacione s 

Véase Ml 24, 14. 








1130 


SAN MARCOS, 14 


debe—el que lee entienda—, enton¬ 
ces los que están en Judea huyan a 
los montes, 15 el que esté en el terrado 
no baje ni entre para tomar cosa 
alguna de su casa. 18 Y el que esté 
en el campo no vuelva atrás para 
recoger su manto. 17 jAy de aquellas 
que estén encintas y de las que críen 
en aquellos díasl 18 Orad para que 
no suceda esto en invierno. 


Lu tribulación suprema. 

19 Pues serán aquellos días de tri¬ 
bulación tal como no la hubo desde 
el principio de la creación que Dios 
creó hasta ahora, ni la habrá. 20 Y 
si el Señor no abreviase aquellos 
días, nadie sería salvo; pero por 
amor de los elegidos, que El eligió, 
abreviará esos días. 21 Y entonces, 
si alguno os dijere: He aquí o allí al 
Mesías, no le creáis. 22 Porque se 
levantarán falsos mesías y falsos pro¬ 
fetas y harán señales y prodigios para 
inducir a error, si fuera posible, aun 
a los elegidos. 23 Pero vosotros estad 
sobre aviso, de antemano os he dicho 
todas las cosas. 


La vcuzda del Hijo del hombre. 

24 Pero en aquellos días, después 
de aquella tribulación, se oscurecerá 
el sol, y la luna no dará su luz, 25 y 
las estrellas se caerán del cielo, y las 
columnas de los cielos se conmoverán. 
26 Y entonces verán al Hijo del hom¬ 
bre, viniendo sobre las nubes, con 
gran poder y majestad. 27 Y enviará 
a sus ángeles, y juntará a sus elegi¬ 
dos de los cuatro vientos, del extremo 
de la tierra hasta el extremo del ciclo. 


Parábola de la blyuera. 

28 Aprended de la higuera la parᬠ
bola (1). Cuando sus ramas están 
tiernas y echa hojas, conocéis que el 
estío está próximo. 29 Así también 
vosotros, cuando veáis suceder estas 
cosas, entended que está próximo, a 
la puerta. 30 En verdad os digo que 
no pasará esta generación antes que 
todas estas cosas sucedan. 81 El cielo 


(i) La perspectiva se acerca hasta la presente 
generación, que verá la ruina del templo y las 
calamidades en que irá envuelta. 


y la tierra pasarán, pero mis pala 
bras no pasarán. 


haccrtidumbrc del fin. 

32 Cuanto a ese día o a esa hora, 
nadie la conoce, ni los ángeies del 
cielo, ni el Hijo (1), sino sólo el 
Padre. 33 Estad alerta, velad, porque 
no sabéis cuándo será el tiempo. 
34 Como el hombre que parte de 
viaje, al dejar su casa, encargó a sus 
siervos a cada uno su obra y al por¬ 
tero le encargó que velase. 35 Velad, 
pues, vosotros, porque no sabéis 
cuándo vendrá el amo de la casa, si 
por la tarde, si a medianoche, o al 
canto del gallo, o a la madrugada, 
38 no sea que, viniendo de repente, 
os encuentre dormidos. 37 Lo que 
a vosotros os digo a todos lo digo, 
velad (2). 


La conspiración de los judíos. 

1 A * 1 Faltaban dos días para la 
1 * Pascua y los Acimos, y busca¬ 
ban los príncipes de los sacerdotes y 
los escribas cómo apoderarse de El 
con engaño y darle muerte, 2 pero 
decían: No en la fiesta, no sea que 
se alborote el pueblo. 


La unción de UcUinlu. 

3 Y hallándose en Bctania, en casa 
de Simón el leproso, cuando estaba 
recostado a la mesa, vino una mujer 
trayendo un vaso de alabastro lleno 
de ungüento de nardo auténtico, de 


(i) Contrasta este v. con 30 s. Gravísima 
resulta la afirmación de que ni el Hijo conoce 
el día ni la hora. Esto sólo quiere decir que 
siendo el Padre el autor del plan de la salud del 
mundo, cuya ejecución se encomendó a Jesús, 
así como su revelación a los hombres, este punto 
no les ha encomendado revelarlo ni a El ni a los 
santos ángeles, que con frecuencia son los men¬ 
sajeros divinos para dar a conocer a los hombres 
la voluntad de Dios. En suma, que ni los ánge¬ 
ies ni el Hijo conocen este día como mensajeros 
del Padre, para comunicarlo a los mortales. Esta 
sentencia prueba el valor que tienen tantas reve¬ 
laciones o conjeturas como corren a veces sobre 
el fin del mundo. Véase Jn. 1, 18; Act. 1, 6 s.; 

1 Tira. 6, 16. 

(a) Como en San Mateo, notamos aquí la 
misma intención de inculcar la vigilancia sobre 
nosotros mismos, a fin de que el día del Señor 
nos halle siempre prevenidos. 







SAN MARCOS, 14 


1131 


f»r¡m valor, y rompiendo el vaso de 
alabastro se lo derramó sobre la 
cabeza. * 1 2 3 4 Había algunos que indig¬ 
nados se decían unos a otros: ¿Para 
qué se ha hecho este derroche del 
ungüento? 5 * Porque pudo venderse 
en inás de trescientos denarios y darlo 
a los pobres. Y murmuraban de ella. 

6 Y Jesús dijo: Dejadla, ¿por qué la 
molestáis? Es una buena obra la que 
ha hecho conmigo, porque pobres 
siempre los tenéis con vosotros, y 
cuando queráis podéis hacerles bien; 

7 pero a mí no siempre me tenéis. 
Ha hecho lo que ha podido, se ha 
anticipado a ungir mi cuerpo para la 
sepultura. 9 En verdad os digo, don¬ 
dequiera que se predicare el Evan¬ 
gelio en todo el mundo, se hablará 
de lo que ésta ha hecho, para memo¬ 
ria de ella. 

La traición de Judas. 

10 Judas Iscariote, uno de los doce, 
se fué a los príncipes de los sacer¬ 
dotes para entregárselo. 11 Ellos al 
oírle, se alegraron y prometieron darle 
dinero. Y buscaba ocasión oportuna 
para entregarle. 

Preparación de la última cena. 

12 El primer día délos Acimos (1), 
cuando se sacrificaba la Pascua, di jᬠ
ronle los discípulos: ¿Dónde quieres 
que vayamos para preparar la Pascua 
y la comas? 13 Y envió a dos de sus 
discípulos y les dijo: Id a la ciudad, 
y os saldrá al encuentro un hombre 
con un cántaro de agua; seguidle, 
14 y donde él entrare, dec*d al dueño: 
El Maestro dice: ¿Dónde está mi 
departamento en que pueda comer 
la Pascua con mis discípulos? 15 Y él 
os mostrará una sala alta, grande, 
alfombrada, pronta. Allí haréis los 
preparativos para nosotros. 16 Y sus 
discípulos se fueron y vinieron a la 
ciudad y hallaron lo que les había 
dicho y prepararon la Pascua. 

.Anuncio de la traición 

17 Llegada la tarde, vino con los 
doce, 18 y recostados y comiendo (2), 


(1) La tarde de ese día, el 13 de Nisan según 
el calendario hebreo, se sacrificaba el cordero 
pascual, que se debía comer por la noche, o sea 
el 14, que comenzaba a la puesta del sol. 

(2) Según la usanza griega, los judíos comían 


dijo Jesús: En verdad os digo que uno 
de vosotros me entregará; uno que 
come conmigo. 

19 Comenzaron a entristecerse y a 
decirle uno en pos de otro: ¿Soy yo? 

20 El les dijo: Uno de los doce, el que 
moja conmigo en el plato (1); 21 pues 
el Hijo del hombre sigue su camino, 
según de El esta escrita; pero jay de 
aquel hombre por quien el Hijo del 
hombre sera eutregadol Mejor le fuera 
a ese hombre no haber nacido. 


Institución de la Eucaristía. 

22 Y 'mientras comían (2), tomó 
pan, y bendiciéndolo lo partió, y se 
lo dió, y dijo: Tomad, éste es mi 
cuerpo. 23 Y tomando el cáliz, des¬ 
pués de dar gracias, se lo entregó y 
bebieron de él todos. 24 Y les dijo: 
Esta es mi sangre, de la alianza, que 
es derramada por la muchedumbre. 
25 En verdad os digo que ya no beberé 
del fruto de la vid hasta aquel día 
en que lo beba nuevo en el reino de 
Dios. 

Tristes predicciones. 

Y después de haber dicho los him¬ 
nos salieron para el monte de los 
Olivos. 27 Díjoles Jesús: Todos os 
escandalizaréis, porque escrito está: 
Heriré al pastor y se dispersarán las 
ovejas; 28 pero después de haber 
resucitado os precederé a Galilea. 

29 Mas Pedro le dijo: Aun cuando 
todos se encandalizaren de ti, no yo. 
30 Y Jesús le respondió: En verdad 
te digo (3) que tú, hoy, esta 


recostados en el brazo izquierdo sobre cojines 
y alrededor de una mesa baja. 

(1) Uno de los actos que, según las costum¬ 
bres orientales, establecen más estrechas rela¬ 
ciones entre los hombres, es el acto de comer 
juntos. Así que la frase de Jesús resulta una 
ponderación de la deslealtad de Judas. 

(2) En tres versículos narra San Marcos, así 
como los otros evangelistas, la institución del 
gran misterio de la Eucaristía. San Pablo, escri¬ 
biendo a los Corintios (I Cor. 11, 23 ss.), hace, 
al relatar la institución, que declara haber reci¬ 
bido del Señor, algunas reflexiones que nos 
muestran mejor el sentido de este misterio. Asi¬ 
mismo, San Juan ( 6 , 41-59) nos refiere más am¬ 
pliamente la explicación que Jesús hace a los 
judíos de este inefable misterio de su cuerpo 

, y su sangre. 

(3) Es muy de notar en el relato de San Marcos 

I la forma más precisa que la de los otros evange¬ 

listas: antes que el gallo cante dos veces, tú me 

rnegarás tres. 










1132 


SAN MARCOS, 14 


misma noche, antes que el gallo 
cante dos veces, me negarás tres. 
81 Pero él más y más insistía: Aun¬ 
que fuera preciso morir contigo, 
jamás te negaré. 


Ln agonía de Gctscmaní. 

Otro tanto decían todos. 33 Y 
llegaron a un lugar, cuyo nombre era 
Getsemaní, y dijo a sus discípulos: 
Sentaos aquí mientras voy a orar. 
33 Y tomando consigo a Pedro, a 
Santiago y a Juan, comenzó a sentir 
temor y angustia, 34 y les decía: 
Triste está mi alma hasta la muerte; 
permaneced aquí y velad. 33 Y ade¬ 
lantándose un poco, cayó en tierra, 
y oraba que, si era posible, pasase 
de El aquella hora. 36 Y decía: Abba, 
Padre, todo te es posible; aleja de 
mí este cáliz; mas no sea lo que yo 
quiero, sino lo que quieres tú. 37 Y 
vino y los encontró dormidos, y dijo 
a Pedro: ¿Simón, duermes? ¿No has 
podido velar una hora? 38 Velad y 
orad para que no entréis en tentación; 
el espíritu está pronto, mas la carne 
es flaca. 39 Y de nuevo se retiró y 
oró haciendo la misma súplica. 40 Y 
viniendo otra vez, los encontró dor¬ 
midos, porque estaban sus ojos pesa¬ 
dos; y no sabían que responderle. 
41 Y llegó por tercera vez y les dijo: 
Dormid ya y descansad (1). Basta. 
Ha llegado la hora; he aquí que el 
Hijo del hombre es entregado en 
mano de los pecadores 42 Levantaos; 
vamos. Ya se acerca el que me ha 
de entregar. 


La prisión de Jesús. 

43 Y en aquel instante, cuando aún 
estaba El hablando, llegó Judas, uno 
de los doce, y con él un tropel con 
espadas y garrotes, de parte de los 
príncipes de los sacerdotes, de los 
escribas y de los ancianos (2). 
44 Y el traidor les había dado esta 
señal, diciendo: A quien besare yo, 


(1) Resulta este verso un tanto oscuro por 
el cambio de ánimo que supone en Jesús. La 
incitación a dormir después de la reprensión pre¬ 
cedente indica un tanto de ironía, la cual des¬ 
aparece en las palabras siguientes: «Ha llegado 
la hora.» 

(2) El evangelista enumera los tres elemen¬ 
tos que componían el sanedrín, senado o tribu¬ 
nal supremo de la nación. 


ése es; cogedle y conducidle con segu¬ 
ridad. 45 Y al instante llegó y se le 
acercó, diciendo: Rabbi, y le besó. 
46 Ellos le echaron mano y se apo¬ 
deraron de El. 47 Pero uno de los 
presentes, sacando la espada, hirió 
a un siervo del Pontífice y le cortó 
una oreja. 48 Y tomando la palabra 
Jesús, les dijo: ¿Como contra ladrón 
habéis salido con espadas y garrotes 
para prenderme? Todos los días estaba 
yo en medio de vosotros en el Templo 
enseñando y no me prendisteis; mas 
para que se cumplan las Escrituras. 

50 Y abandonándole, huyeron todos. 

51 Y un cierto joven le seguía en¬ 
vuelto en una sábana sobre el cuerpo 
desnudo, y trataron de apoderarse 
de él; 62 mas él, dejando la sábana 
en sus manos, huyó desnudo. 

Jesús ante el Sanedrín. 

53 Condujeron a Jesús al Pontí¬ 
fice y se juntaron todos los príncipes 
de los sacerdotes, los ancianos y los 
escribas. 54 Y Pedro le siguió de lejos, 
hasta entrar dentro del atrio del 
Pontífice y sentado con los servidores 
se calentaba a la lumbre. 55 Los prín¬ 
cipes de los sacerdotes y todo el 
Sanedrín buscaban un testimonio 
contra Jesús para hacerle morir, y 110 
lo encontraban. 56 Porque muchos 
testificaban falsamente contra El, 
pero no eran acordes sus testimonios. 
37 Y algunos se levantaron a testi¬ 
ficar contra El, y decían: Nosotros 
le hemos oído decir: Yo destruiré este 
Templo hecho por mano de hombre, 
y en tres días levantaré otro, que 
no será hecho por manos humanas. 
89 Y ni aun así, sobre esto era con¬ 
corde su testimonio. 

60 Y levantándose en medio el 
Pontífice preguntó a Jesús, diciendo: 
¿No respondes nada? ¿Que es esto 
que testifican contra ti? 61 El se 
callaba y no respondía palabra. De 
nuevo ef Pontífice le preguntó y dijo: 
¿Eres tú el Mesías (1), el Hijo del 
Bendito? 62 Y Jesús dijo: Yo soy, 
y veréis al Hijo del hombre sentado 
a la diestra del Poder y venir sobre 
las nubes del ciclo. 63 Y el Pontífice, 
rasgando sus vestiduras, dijo: ¿Qué 
necesidad tenemos ya de testigos? 
64 Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué 


(1) Que quiere decir el ungido. El Hijo del 
Bendito. Por no pronunciar el nombre de Yave, 
los judíos usaban de otros como éste. 











SAN MARCOS, 15 


1133 


os parece? Y todos contestaron ser 
reo de muerte. 66 Comenzaron a 
escupirle, y le cubrían el rostro y le 
abofeteaban, diciendo: Profetiza. Y 
los criados le daban de bofetadas (1). 


La negación de Pedro. 

66 Y estando Pedro abajo, en el 
atrio, llegó una de las siervas del 
Pontífice, 67 y viendo a Pedro a la 
lumbre, fijó en él sus ojos, y le 
dijo (2): Tú también estabas con 
el Nazareno, con Jesús. 68 Y él le 
negó, diciendo: Ni sé, ni entiendo 
lo que tú dices. Y salió fuera al ves¬ 
tíbulo, y cantó el gallo. 69 Pero la 
sierva, viéndole, comenzó de nuevo 
a decir a los presentes: Este es de 
ellos. 70 Y él de nuevo negó. Y pasado 
un poco, otra vez los presentes decían 
a Pedro: Efectivamente, tú eres de 
ellos, porque eres galileo. 71 Pero él 
se puso a maldecir y a jurar: Yo no 
conozco a ese hombre que vosotros 
decís. 72 Y al instante, por segunda 
vez, cantó el gallo. Y se acordó Pedro 
de la palabra que Jesús le había 
dicho: Antes que el gallo cante dos 
veces, tú me negarás tres, y rompió 
a llorar. 


Jesús ante Pilatos. 

15 1 Y en cuanto amaneció cele¬ 
braron consejo los príncipes de 
los sacerdotes, con los ancianos y 
escribas; y todo el Sanedrín, atando 
a Jesús, le llevaron y entregaron a 
Pilatos. 1 2 Y le preguntó Pilatos: 
¿Eres tú el rey de los judíos? Y Jesús 
le respondió, diciendo: Tú lo has 
dicho. 3 * E insistentemente le acusa¬ 
ban los príncipes de los sacerdotes. 

4 Pilatos de nuevo le interrogó, 
diciendo: ¿No respondes nada? Mira 
de cuántas cosas te acusan. 5 Pero 
Jesús ya no respondió nada, de ma¬ 
nera que Pilatos se maravilló. 6 Por 
la fiesta solía soltárseles un preso, 


(1) La sesión terminó con la declaración de 
que era reo de muerte. Estos ultrajes son de los 
encargados de custodiarle, sin duda los mismos 
que le habían preso en Getsemaní. 

(2) Curioso detalle, que indica un testigo 
más que de vista y muy interesado en conservar 
la meínoria de lo sucedido. Lo que sigue se 
ajusta a la profecía anterior: Pedro niega tres 
veces antes que el gallo cante dos. 


el que pedían. 7 Había uno llamado 
Barrabás, encarcelado con sedicio¬ 
sos, que en una sedición (1) había 
cometido un homicidio. 8 Y subiendo 
la muchedumbre comenzó a pedir lo 
que solía otorgárseles (2). 9 Pilato 
les preguntó, diciendo: ¿Queréis que 
os suelte al rey de los judíos? Pues 
conocía que por envidia se lo habían 
entregado los príncipes de los sacer¬ 
dotes. 11 Pero los príncipes de los 
sacerdotes excitaban a la muchedum¬ 
bre para que más bien les soltase 
a Barrabás. 

12 Y Pilato de nuevo preguntó y 
dijo: ¿Qué queréis, pues, que haga 
de este que llamáis rey de los judíos? 
13 Y ellos otra vez gritaron: ¡Cruci¬ 
fícale! 14 Pero Pilato les dijo: ¿Pues 
qué mal ha hecho? Y ellos gritaron 
más fuerte: ¡Crucifícale! 16 Pilato, 
queriendo dar satisfacción a la plebe, 
les soltó a Barrabás; y a Jesús, 
después de haberle azotado, le entregó 
para que le crucificasen. 


La flagelación. 

16 Los soldados le llevaron dentro 
del atrio, esto es, al pretorio, y con¬ 
vocaron a toda la cohorte, 17 y le 
vistieron una púrpura, y le ciñeron 
una corona tejida de espinas, 18 y 
comenzaron a saludarle: Salve, rey 
de los judíos. 19 Y le herían en la 
cabeza con una caña, y les escupían, 
e hincando la rodilla le hacían reve¬ 
rencias. 20 Y después de haberse 
burlado de El, le quitaron la púrpura 
y le vistieron sus propios vestidos. 

La crucifixión. 


Le sacaron para crucificarle, 21 y 
requisaron a un transeúnte, un cierto 


(1) El evangelista nos habla aquí de un mo¬ 
vimiento sedicioso, reciente y conocido, al cual, 
por otra parte, no da mucha importancia. Ba¬ 
rrabás habría tomado parte en él, y por esto 
estaría condenado. Eran estos movimientos fre¬ 
cuentes en Palestina por esta época, y Pilato se 
había distinguido por su dureza en reprimir al¬ 
gunos. 

(2) Como era cosa acostumbrada la libertad 

del preso, así debía de serlo la hora y el sitio 

de hacer la petición. En aquel momento se ha¬ 

llaban reunidos los sanedritas ante el juez para 

acusar a Jesús, y aprovechan la ocasión para 

ganar a la plebe y sugerirle que pidan la libertad 

de^Barrabás y la muerte de Jesús 








1134 


SAN MARCOS, 16 


Simón de Cirene (1), que venía 
del campo, el padre de Alejandro y de 
Rufo, para que llevase la cruz. 

22 Y le llevaron al lugar del Gólgota, 
que quiere decir lugar de la calavera. 

23 Y le dieron vino mirrado, pero no 
lo tomó. 24 Le crucificaron, y se re¬ 
partieron sus vestidos, echando suer¬ 
tes sobre ellos, para saber qué llevaría 
cada uno. 25 Era la hora de tercia 
cuando le crucificaron. 26 Y el título 
de su causa estaba escrito: El rev 
de los judíos. 27 Y crucificaron con 
El a dos bandidos, uno a la derecha 
y otro a la izquierda. 28 Y se cumplió 
la escritura que dice: Fué contado 
entre malhechores. 29 Y los transeún¬ 
tes le injuriaban moviendo la cabeza 
y diciendo: ¡Ahí, tú que destruías 
el templo de Dios y lo edificabas 
en tres días, sálvate bajando de esa 
cruzl 31 Igualmente los príncipes de 
los sacerdotes se mofaban entre sí 
con los escribas, diciendo: A otros 
salvó, a sí mismo no puede salvarse. 
32 ¡El Mesías, el rev de TsraelJ Baje 
ahora de la cruz para que lo veamos 
y creamos. Y los que estaban con El 
crucificados le ultrajaban (2). 

33 Y llegada la hora sexta hubo 
oscuridad sobre la tierra hasta la 
hora de nona. 34 Y a la hora de 
nona gritó Jesús con voz fuerte (3): 
Eloy ,* Eloy , lamma sabaclantf Que 
quiere decir: Dios mío, Dios mío, 
¿por qué me has abandonado? 35 Y 
algunos de los presentes, oyéndole, 
decían: Mirad, llama a Elias. 36 Y 
uno corrió, empapó una esponja en 
vinagre, la puso cu una caña y se 
lo dió a beber, diciendo: Dejad, veamos 
si viene Elias a bajarle. 

Muerte de Jesú*. 


37 Jesús, dando una voz fuerte, 
expiró. 38 Y el velo del Templo se 
partió en dos partes de arriba abajo. 
39 Viendo el centurión, que estaba 


(1) Indicio claro de que eran dos fieles bien 
conocidos en la comunidad cristiana de Roma. 
El Señor pagó, sin duda, largamente a Simón 
el servicio que le había prestado. 

(2) Señala el evangelista tres grupos de los 
que insultan al Señor: los transeúntes (pues de 
ordinario, para mayor ejemplaridad. las ejecu¬ 
ciones solían hacerse cerca de los caminos); tos 
sacerdotes, que entre si comentaban el suceso, 
y los otros crucificados. 

(3) Palabras tomadas del salmo 21, 1, un 

poco diversamente transcritas de como las cita 

San Mateo, 


en frente a El, de qué manera expi¬ 
raba, dijo: Verdaderamente este hom¬ 
bre era Hijo de Dios. 40 Había tam¬ 
bién unas mujeres, que de lejos le 
miraban, entre las cuales estaba María 
Magdalena, y María la madre de 
Santiago el Menor y de José, y Salomé, 
las cuales, cuando El estaba en Gali¬ 
lea, le seguían y le servían, y otras 
muchas que habían subido con El 
a Jerusalén. 


Lti sepultura de Jesús. 

Y llegada ya la tarde, porque era 
la Parasceve, es decir, la víspera del 
sábado, vino José de Arimatea, 
miembro ilustre del Sanedrín, el cual 
también esperaba el reino de Dios, 
que se atrevió a entrar a Pilato y 
pedirle el cuerpo de Jesús. 44 Pilato 
se maravilló de que ya hubiera 
muerto (1), y haciendo llamar al 
centurión le preguntó si en verdad 
había muerto ya. 45 E informado del 
centurión dió el cadáver a José, 
46 el cual compró una sábana, lo bajó, 
lo envolvió en la sábana y lo depo¬ 
sitó en un monumento, que estaba 
cavado en la peña r y volvió la piedra 
sobre la puerta del monumento. 47 Ma¬ 
ría Magdalena y María la de José 
miraban dónde se le ponía. 


El sepulcro, vacío. 

1(> 1 Pasado el sábado, María Mag¬ 
dalena, y María la de Santiago, 
y Salomé compraron aromas para ir 
a ungirle. 2 Y muy de madrugada, el 
primer día después del sábado, en 
cuanto salió el sol, vinieron al mo¬ 
numento. 3 Y se decían entre sí: 
¿Quién nos removerá la piedra de la 
puertd del monumento? 4 * Y mirando, 
vieron que la piedra estaba removida, 
era muy grande. 6 Y entrando en el 
monumento vieron un joven sen¬ 
tado a la derecha, vestido de una 
túnica blanca, y quedaron sobreco¬ 
gidas de espanto. 6 Y les dijo: Xo 
os asustéis. Buscáis a Jesús Nazareno, 
el crucificado; lia resucitado, no está 
aquí, mirad el sitio en que le pusieron. 

7 Pero id a decir a sus discípulos y a 
Pedro que os preceden* a Gali- 


(1) El suplicio de la cruz añadía a sos horro¬ 
res el ser muy prolongado, de varios días a veces- 













SAN MARCOS, 16 


1135 


lea (1), allí le veréis, como os 
ha dicho. 8 Y saliendo, huían del 
monumento (2), porque el temor 
y el espanto se habían apoderado 
de ellas, y a nadie dijeron nada, tal 
era el miedo que tenían. 


Aparición a Alaria Alagdalcna. 

9 Habiendo resucitado (3) Jesús, 
a la mañana del primer día de la 
semana se apareció primero a María 
Magdalena, de quien había echado 
siete demonios. 10 Y ella fue quien 
lo anunció a los que habían vivido 
con El, que estaban sumidos en la 
tristeza y el llanto. 11 Pero oyendo 
que vivía y que había sido visto por 
ella, no lo creyeron. 


Aparición a los once. 

14 Al fin se manifestó a los 
once (1) estando recostados a la 
mesa y les reprendió su incredulidad 
y dureza de corazón, por cuanto no 
habían creído a los que le habían 
visto resucitado de entre los muer¬ 
tos. 15 Y les dijo: Id por todo el 
mundo y predicad el Evangelio a 
toda criatura. 16 El que creyere y 
fuere bautizado se salvará, mas el 
que no creyere se condenará. 17 A 
los que creyeren les acompañarán 
estas señales: En mi nombre echarán 
los demonios, hablarán lenguas nue¬ 
vas, 18 tomarán en las manos las 
serpientes, y si bebieren una pon¬ 
zoña, no les dañará, pondrán las 
manos sobre los enfermos, y éstos 
recobrarán la salud. 


Aparición a loe discípulos. 

13 Después de esto se mostró en 
otra forma a dos de ellos, que iban 
de camino y se dirigían al campo. 
13 Estos, vueltos, dieron la noticia 
a los demás; ni aun a éstos creyeron. 


(1) A Pedro, como jefe de los discípulos en 
ausencia del Maestro. Como en San Mateo, les 
da cita para Galilea, donde fué la conversación 
más prolongada de los discípulos con Jesús des¬ 
pués de resucitado éste. 

(2) Espantadas por la sorpresa de la visión 
y por el mensaje que el ángel les había dado. 
Esto prueba lo poco que en la resurrección del 
Maestro creían, a pesar de las predicciones de 
éste. A nadie dijeron. Se entiende de los extra¬ 
ños que en el camino encontraban. 

(3) Lo que sigue hasta el fin del capítulo es 
lo que llaman final de San Marcos, que tiene el 
carácter de apéndice, en que se apuntan diver¬ 
sas apariciones que se leen en los evangelistas 
San Lucas y San Juan. Estos primeros versícu- 


Fin clcl Evangelio. 

19 Y el Señor Jesús, después de 
haber hablado con ellos, fué levan¬ 
tado a los cielos y está sentado a la 
diestra de Dios. 20 Ellos se fueron, 
predicando por todas partes, coope¬ 
rando con ellos el Señor y confir- 
j mando su palabra con las señales 
1 consiguientes (2). 


los 9-11 responden a la aparición narrada en 
Jn. 20, n-18. 

(1) Es lo que leemos en Le. 24, 36-43, y 
Jn. 20, 19-23. con las instrucciones de Mt. 28, 
16-20. 

(2) Brevemente narra la Ascensión del Señor, 
que San Lucas cuenta en 24, 50, y más amplia¬ 
mente en Hech. 1, 3, ss. El Señor cooperaba 
a la obra de los discípulos mediante los milagros 
y la acción interior de su Espíritu sobre las 
almas. 



L 






















INTRODUCCION AL EVANGELIO DE SAN LUCAS 



Tf L* AUTOR.—La tradición 
hace a nuestro evangelista 
gentil de nacimiento , origina¬ 
rio de Antioquia de Siria , la 
primera ciudad griega donde 
los fieles comenzaron a multi¬ 
plicarse y recibieron el nombre 
de cristianos. Debió de ser Lu¬ 
cas uno de estos convertidos , y 
no de lo8 menosfervientes , pues¬ 
to que el Apóstol San Pablo 
le asoció a su labor misione¬ 
ra^ en la que le acompañó has¬ 
ta el fin . Por los Hechos de 
los Apóstoles (16,1) sabemos 
que se hallaba en compañía 
del Apóstol en Tróade cuando ' 
por revelación divina se dis¬ 
ponía a pasar a Macedonia. 

Con él y con Silas llegó a 
Filipos, donde, sin duda, par¬ 
ticipó en los trabajos apostó¬ 
licos y en las penalidades que 
hubieron de experimentar en 
aquella primera ciudad de Eu¬ 
ropa. Sin e?nbargo, el historia¬ 
dor no menciona y cuando habla 
de la prisión, más que a Pablo 
y a Silas. Otra vez le volve¬ 
mos a hallar en Macedonia, 
cuando San Pablo, en su terce¬ 
ra misión, volvía de Corinto y 
por la costa de Asia se enca¬ 
minaba a Jcrusalén (año 58). 

Fui Lucas uno de los que 
acompañaron al Apóstol hasta la Ciudad Santa y no le abandonó en sus años 
de prisión en Jervsalén, Cesárea y Roma. Cuando San Pablo escribió las epís¬ 
tolas a Filemón y a los colosenses (FU. 24; Col. 4, 16), Lucas figura entre 
los compañeros y auxiliares del Apóstol en su ministerio: «Os saluda Lucas, 


1 a 












1138 


SAN LUCAS 


médico carísimo .» En la segunda epístola a Timoteo, escrita durante la segunda 
prisión romana de San Pablo, cuando ya éste daba por consumada su carrera, 
se queja de la poca fidelidad de muchos que le abandonaron, pero Lucas se 
mantuvo fiel al maestro (4, 11). Las noticias de la tradición sobre los años 
posteriores de San Lucas son menos seguras. Se da como cierto que evangelizó 
Acaya y Bitinia, donde habría sellado con su sangre la verdad del Evangelio. 

SUS OBRAS.—La tradición cristiana está conteste en atribuir a San Lucas 
dos obras, el tercer evangelio y los Hechos de Apóstoles. Eusebio de Cesárea 
resume sobre este punto la tradición en las siguientes palabras: « Lucas, proce¬ 
dente de una familia de Antioquía, médico de profesión, fué por largo tiempo 
compañero de San Pablo y vivió en continuas relaciones con los otros Após¬ 
toles. Nos ha dejado una prueba de que había aprendido de ellos el arte de curar 
las almas, pues nos ha dado dos libros inspirados por Dios: el Evangelio, que 
asegura haber compuesto según las informaciones de aquellos que desde el prin¬ 
cipio fueron testigos oculares y ministros de la palabra, con quienes afirma 
haber tratado íntimamente en otro tiempo, y los Hechos de Apóstoles, que es¬ 
cribió, no según lo que había oído contar, sino según lo que había visto con sus 
ojos.» Se dice que San Pablo acostumbraba hablar del Evangelio de San Lucas 
como de una obra propia, pues escribe: «Según mi evangelio >» (Rom. 2, 16; 
11 Tim. 2, 8; Hist. Eclcs. 111, 4.) Estas dos obras se distinguen a primera 
vista entre los escritos del Nuevo Testamento por sus prólogos, en los cuales 
se destaca la persona del autor, sus fuentes de información, y, en fin, por la dedi¬ 
catoria de los libros a Teófilo, para mostrarle la firmeza de la fe que había 
abrazado. A esta primera prueba de ser uno mismo el autor de las dos obras, 
se añade la redacción, el lenguaje, el estilo, que corresponde a un crisliano gentil 
de nacimiento y griego de cultura. 

EL EVANGELIO.—No sabemos a ciencia cierta cuándo eompuso San Lu¬ 
cas su Evangelio, pero parece lo más probable que fué en Roma, donde hacia el 
fin de la primera prisión de San Pablo se hallaba al lado del Apóstol, junta¬ 
mente con San Marcos. Así lo testifica el mismo Apóstol en la epístola a Filc- 
món: TTc saludan... Marcos... Lucas, mis auxiliares .» San Lucas concibe su 
obra como la historia de la Buena Nueva, que baja del cielo, es anunciada 
en Jerusalcn y en Nazaret, aparece en Belén, y se derrama por el país de Ga¬ 
lilea, para venir a consumarse en Jerusalcn. El libro de los Hechos nos la pre¬ 
senta difundiéndose por la Jadea, Samarla hasta Roma y hasta los confmes 
de la tierra. 

Según nos indica en el prólogo del Evangelio, f ué propósito del autor narrar 
la historia con orden, el cual no es siempre el orden cronológico; a veces es el 
geográfico, el lógico o el psicológico, trabando siempre los hechos y discursos 
de suerte que resulte la historia una. Resalta 'esto en los primeros capítulos, 
que contienan la historia de la infancia del Precursor y la de Jesús. 

Para escribir sus obras utiliza San Lucas documentos escritos en arameo 
o hebreo, que traduce en lengua griega con fidelidad, pero sin el rigorismo lite¬ 
ral de los otros evangelistas, templando el literalismo y limando las expresio¬ 
nes que pudieran sonar duras en los oídos griegos. Como gentil y discípulo 
del Apóstol de los gentiles, trata de poner más de relieve el aspecto universa¬ 
lista del Evangelio, lo que se echa de ver en la omisión de ciertas sentencias o 
expresiones como éstas: «No iréis por el camino de los gentiles», measo los gen¬ 
tiles no hacen esto», «íw fui enviado sino a las ovejas que perecieron de la casa 
de Israel ». En cambio destaca la inisericordia de Dios o de Jesús, que nuis 
podía cautivar el ánimo de sus lectores. Es San Lucas el que nos ha conservado 
mayor número de parábolas, las cuales va repartiendo a lo largo de su historia, 
como perla8 pieciosas con que enriquecer la obra. 

Las fuentes de información las señala él mismo en el prólogo. Son *los que 







SAN LUCAS, 1 


1139 


donde el principio fueron testigos de las cosas y ministros de la palabra ». Se 
puede señaUir en muchos puntos la dependencia de San Marcos, lo que prueba 
que conoció y utilizó el segundo Evangelio. También es de advertir la insistencia 
con que nota que la Virgen María observaba y meditaba cuanto ocurría en 
torno del niño Jesús (2, 19, 33, 51), lo cual indica que para esta parte , tan 
propia de San Lucas, contó el autor con las verídicas referencias de Marta. 

Plan del Evangelio. —En general se ajusta al de los Sinópticos: 1) La 
aurora de la salud en la infancia del Salvador (1-2). 2) La investidura de 

Jesús como Salvador (3, 1-4, 13). 3) Su manifestación en Galilea (4, 14-9, 50). 

4) Sigue una sección propia de San Lucas, en que recoge una gran cantidad 
de material evangélico en su mayor parte omitido por los otros evangelistas 
(9, 51-18, 30). 5) Viaje a Jerusalén y ministerio en la Ciudad Santa (18, 31- 
21, 38). 6) Pasión y resurrección (22-24). 


SAN 


Prólocjo. 

I 1 Puesto que ya muchos (1) han 
intentado escribir la historia de 
lo sucedido entre nosotros, 2 según 
que nos ha sido transmitida por los 
que, desde el principio, fueron tes¬ 
tigos oculares y ministros de la 
palabra (2); 3 me ha parecido tam¬ 
bién a mi, después de informarme 
exactamente de todo desde los orí¬ 
genes, escribirte ordenadamente, óp¬ 
timo Teófilo (3), 4 * para que conozcas 
la firmeza de la doctrina que has 
recibido. 


Anunciación del Precursor. 

5 Hubo en los días de Herodes, 
rey de Judea, un sacerdote, de nom¬ 
bre Zacarías, del turno de Abías (4), 


(1) El ejemplo de los que antes de él habían 
acometido narrar la historia del Salvador es lo 
que alienta al evangelista a una empresa tan atre¬ 
vida por lo grandiosa. 

(2) Estas expresiones designan en primer tér¬ 
mino a los Apóstoles; pero no sólo a ellos, sino 
también a otros testigos y propagadores del Evan¬ 
gelio, con quienes San Lucas vivió en íntima 
familiaridad. 

(3) Prueba esto la diligencia del autor y la 
seguridad que tenía de sus informaciones. El 
autor dedica su obra a Teófilo, es decir, a todo 
el que se sienta amado de Dios por su amor a la 
verdad. * 

(4) Los sacerdotes estaban divididos en vein¬ 
ticuatro turnos, que se sucedían regularmente 
en el servicio del templo cada semana. (I Par. 24, 
10,19.) 


UC AS 


cuya mujer, de la descendencia de 
Arón, se llamaba Isabel. 6 Eran 
ambos justos en la presencia de Dios, 
e irreprensibles caminaban en los 
preceptos y observancias del Señor. 
7 No tenían hijos, pues Isabel era 
estéril, y los dos ya avanzados en 
edad. 

8 Sucedió, pues, que ejerciendo él 
sus funciones sacerdotales delante 
de Dios según el orden de su turno, 

9 conforme al uso del servicio divino, 
le tocó entrar en el santuario del 
Señor para ofrecer el incienso (1), 

10 y toda la muchedumbre del pueblo 
estaba orando fuera durante la hora 
de la oblación del incienso (2). 11 Y se 
le apareció un ángel del Señor, de 
pie a la derecha del altar del incienso. 
12 Al verle se turbó Zacarías (3) y 
se apoderó de él el temor. 13 Díjole 
el ángel: «No temas, Zacarías, porque 
tu plegaria ha sido escuchada, e Isa¬ 
bel, tu mujer, te dará a luz un hijo, 
al que pondrás por nombre Juan (4); 
14 Será para ti gozo y regocijo, y 
muchos se alegrarán en su- naci- 


(1) Los sacerdotes se distribuían por suertes 
los diversos oficios del templo. Esta vez tocó 
a Zacarías ofrecer dentro del santuario el incien¬ 
so. (Ex. 30, 1 ss. ) 

(2) Se asociaba con espíritu de oración al 
ofrecimiento del incienso, que el sacerdote hacía 
en el interior del santuario. 

(3) Es natural que toda visión divina pro¬ 
duzca en el ánimo turbación y temj:, que luego 
se convierte en paz y alegría intima. 

(4) El deseo de tener sucesión los movía a 

orar pidiéndosela a Dios. 










1140 


SAN LUCAS, 1 


miento, 15 porque será grande en la 
presencia del Señor. No beberá vino 
ni licores (1), y desde el seno de 
su madre será lleno del Espíritu 
Santo; 16 y a muchos de los hijos de 
Israel convertirá al Señor su Dios, 
17 y caminará delante del Señor en 
'el espíritu y el poder de Elias (2), 
para reducir los corazones de los 
padres a los hijos, y los rebeldes a 
los sentimientos de los justos, a fin 
‘de preparar al Señor un pueblo bien 
dispuesto.» 

18 Y dijo Zacarías al ángel: ¿Y qué 
señal tendré de esto? Porque yo 
soy ya viejo y mi mujer muy avan¬ 
zada en edad. 19 Y el ángel le con¬ 
testó diciendo: «Yo soy Gabriel, que 
asisto ante Dios y he sido enviado 
para hablarte y comunicarte esta 
buena nueva (3). 20 He aquí que 
tú estarás mudo y no podrás hablar 
hasta el día en que esto se cumpla, 
por cuanto no has creído mis pala¬ 
bras, que se cumplirán a su tiempo.» 

21 El pueblo esperaba a Zacarías 
y se maravillaba de que se retar¬ 
dase en el templo. 22 Y cuando salió 
no podía hablar, por donde cono¬ 
cieron que había tenido alguna visión 
en el templo. El les hacía señas, pues 
se había quedado mudo. 23 Cumplidos 
los días de su servicio, volvióse a casa. 
25 Y. concibió Isabel, su mujer, que 
se ocultó durante cinco meses (4), 
diciendo: Así ha hecho conmigo el 
Señor, acordando quitar mi oprobio 
entre los hombres. 

La anunciación de Jesús. 


** En el mes sexto fué enviado el 
ángel Gabriel de parte de Dios a una 
ciudad de Galilea llamada Naza- 
ret (5), 27 a una virgen, desposada 


(1) Será nazareo todo el tiempo de su vida. 
(Núm. 6, i ss.) 

(2) El gran celador del honor de Dios y 
debelador del cuitó de Baal pasó a la historia 
como el modelo del verdadero profeta. (Mal, 3,1.) 

(3) Juan será la aurora que anuncia al sol, 
Jesús. (Mal. 3, 1.) 

(4) Durante este tiempo el misterio de la 
concepción de Isabel queda oculto, hasta que 
con la venida de María se declara para dar lugar 
a la expansión de las dos madres, tan agraciadas 
por Dios y llenas de su espíritu. 

(5) Pequeña ciudad de Galilea, que tuvo el 
alto honor de abrigar en su seno al Verbo encar¬ 
nado; no es conocida ni en el Antiguo Testa¬ 
mento ni en las obras de F. Josefo. Señal clara 
de su poca importancia. 


con un varón de nombre José (1), 
de la casa de David; el nombre de la 
virgen era María. 28 Y entrando a 
ella le dijo: Dios te salve (2), llena 
de gracia, el Señor es contigo. 29 Y 
ella se turbó (3) al oír estas pala¬ 
bras y discurría qué podría significar 
aquella salutación. 30 Y el ángel le 
dijo: No temas, María, porque has 
hallado gracia delante de Dios (4). 
31 y concebirás en tu seno y darás 
a luz un hijo, a quien pondrás por 
nombre Jesús. 32 Será grande (5) y 
llamado Hijo del Altísimo, y le 
dará el Señor el trono de David su 
padre, 33 y reinará en la casa de Jacob 
por los siglos, y su reim no tendrá fin. 

34 Y dijo María al ángel: ¿Cómo 
podrá ser esto (G), pues que yo no 
conozco varón? 35 Y el ángel le con¬ 
testó y dijo: El Espíritu Santo (7) 
vendrá sobre ti, y la virtud del 
Altísimo te cubrirá con su sombra, 
y por esto el hijo engendrado será 
santo, .será Hijo de Dios. 36 Isabel, 
tu pariente (8), también ha con- 


(1) Virgen, pero ligada ya a un varón, pues 
los esponsales tenían en la ley mosaica la misma 
fuerza que el matrimonio, el cual sólo exigía ya 
la conducción de la novia a casa del novio. 
(Deut. 22, 22 ss.) De la casa de David. El cual, 
en virtud de su matrimonio con María, habla 
de conferir al hijo de ésta el titulo legal de hijo 
de David. 

(2) En griego, alégrate, regocíjate, que era el 
saludo corriente en griego. Llena de gracia. Es 
la traducción que dan las antiguas versiones al 
participio griego agraciada, gratificada en sumo 
grado. El ángel emplea este participio a modo 
de nombre propio, lo que da más expresión a la 
frase. La piedad y la teología cristianas han sa¬ 
cado de aquí todas las grandezas de María. El 
Señor es contigo. Te acompaña, te asiste, para 
que lleves a cabo los planes que sobre ti tiene 
formados. (Ex. 3, 12; Jos. x, 5.) 

(3) Esta turbación no la impide reflexionar 
sobre la significación del saludo que acaba de oír. 

(4) Declaración de la expresión «llena de 
gracia*. 

(5) Estos dos versículos nos presentan al 
niño anunciado como Hijo del Altísimo, desti¬ 
nado a realizar las promesas mesiánicas, que 
Dios habla hecho a su padre David. (II Reg. 7, 
14 ss.) 

(6) La dificultad de la Virgen no se explica 
sino en el supuesto de que los esposos tuvieran 
el propósito de vivir en perfecta continencia. 

(7) Estas palabras responden a la dificultad 
de María; la concepción que se le anuncia no 
será obra de varón, sino del Espíritu Santo. Y 
por eso «el fruto de tu concepción milagrosa será 
santo y llamado Hijo de Dios*. Esto último no 
sólo por la manera de la concepción, sino por 
otro misterio, que no se declara, pero queda in¬ 
dicado arriba al llamarle Hijo del Altísimo. 

(8) Para informarla plenamente de los planes 











SAN LUCAS, 1 


1141 


cebido un hijo en su vejez, y éste 
es ya el mes sexto de la que era 
estéril, porque nada hay imposible 
para Dios. 38 Y dijo María: He aquí 
a la sierva del Señor, hágase en mí 
según tu palabra (1). Y se fue de 
ella el ángel. 


La visitación de Isabel. 


39 En aquellos días se puso María 
en camino y con presteza se fué a 
la montaña, a una ciudad de Judá (2) 
40 y entró en casa de Zacarías y 
saludó a Isabel (3). 41 Y así que 
oyó Isabel el saludo de María saltó 
el niño en su seno, e Isabel se llenó 
del Espíritu Santo, y clamó con fuer¬ 
te voz: ¡Bendita tú entre las mu¬ 
jeres y bendito el fruto de tu vientre! 
43 ¿De dónde a mí, que la madre de 
mi Señor (4) venga a mí? 44 Porque 
apenas sonó la voz de tu salutación 
en mis oídos ha saltado de gozo 
el niño en mi seno. 45 Dichosa tú 
que has creído, porque se cumplirá 
lo que se te ha dicho de parte del 
Señor. 48 Y dijo María (5): 

Mi alma magnifica al Señor, 

47 y salta de júbilo mi espíritu en 

Dios, mi Salvador, 

48 porque ha mirado la humildad de 

su sierva, 


divinos le comunica la concepción de Isabel y lo 
que ella significaba. 

(1) Informada de la voluntad de Dios, la 
Virgen presta su asentimiento, y en ese instante 
se realiza el misterio divino de la encarnación 
del Verbo en su seno virginal. 

(2) Se halla esta ciudad, hoy Ain Karim, 
pocos kilómetros al sur de Jerusalén. Esto nos 
explica que María pudiera realizar su viaje con 
alguna de las caravanas de peregrinos que de 
continuo se dirigían a la Ciudad Santa, bien a 
las fiestas o en cumplimiento de sus votos. 

(3) Las dos madres, llenas del espíritu .de 
Dios, aunque en diverso grado, mutuamente se 
felicitan y juntas alaban al Señor, que las quiso 
bendecir tan maravillosamente. Pero María lleva 
en su seno al Santificador de los hombres, el 
cual hace sentir sus efectos en Isabel y en el 
fruto de su vientre por una santificación pre¬ 
matura. 

(4) También Isabel estaba informada, sin 
duda por revelación divina, del misterio que 
María llevaba en su seno. 

(5) Este cántico, que está inspirado en los 
salmos davídicos y formado de las frases toma¬ 
das de ellos, expresa los sentimientos de María, 
su humildad ante la grandeza de la gracia reci¬ 
bida, su reconocimiento hacia Dios y la admi¬ 
rable providencia del Señor, que ensalza a los 
humildes y humilla a los soberbios. 


y por eso todas las generaciones me 
llamarán bienaventurada, 
49 porque ha hecho en mí maravillas 
el Poderoso, 

y cuyo nombre es santo, 

30 Y su misericordia de generación 
en generación, 

sobre los que le temen. 

61 Desplegó el poder de su brazo, 

y dispersó a los que se engríen con 
los pensamientos de su corazón. 

62 Derribó a los potentados de sus 

tronos 

y ensalzó a los humildes. 

83 A los hambrientos llenó de bie¬ 
nes, 

y a los ricos despidió vacíos. 

64 Acogió a Israel, su siervo, 
acordándose de su misericordia. 

65 Según lo que había prometido a 

nuestros padres, 
a Abraham y su descendencia para 

siempre. 

68 María permaneció con ella como 
unos tres meses (1), y se volvió a 
su casa. 


Nacimiento del Bautista. 


67 Le llegó a Isabel el tiempo de 
dar a luz y parió un hijo. 58 Y oyendo 
sus vecinos y parientes que el Señor 
le había mostrado la grandeza de 
su misericordia, se congratulaban (2) 
con ella. 69 Y al octavo día vinieron a 
circuncidar (3) al niño, y querían 
llamarle con el nombre de su padre, 
Zacarías. 60 Pero tomó la madre la 
palabra y dijo: No, se llamará Juan. 
61 Y le decían: ¡Si no hay ninguno en 
tu parentela que se llame con ese 
nombrel 62 Y entonces preguntaron 
por señas al padre cómo quería que 
se llamase, 63 Y pidiendo unas tabli¬ 
llas escribió: Juan es su nombre. 


(1) Con esto cierra San Lucas este capítulo 
de la anunciación y visitación, para pasar al se¬ 
gundo de los nacimientos, sin cuidarse de infor¬ 
mamos sóbrela asistencia de María al nacimiento 
del Precursor. 

(2) Los hijos son la bendición del matrimo¬ 
nio, y la esterilidad era un oprobio, como una 
señal de maldición divina. 

(3) La circuncisión es un rito religioso. En 
Israel se practicaba a los ocho días de nacido 
el niño, que por ella era incorporado al pueblo 
de Dios. Sin la circuncisión estaba como ex¬ 
comulgado y excluido del pueblo de Dios y 
de su alianza. (Gén. 17, 10 ss.) Era uso impo¬ 
ner entonces el nombre. 








1142 


SAN LUCAS, 2 


Y todos se maravillaron (1). 64 Y 
se abrió al instante su boca y habló 
bendiciendo a Dios. 

65 Se apoderó el temor de todos 
los_ vecinos (2), y en toda la 'mon¬ 
taña de Judea se contaban todas 
estas cosas, y cuantos las oían pen¬ 
sativos se decían: ¿Qué irá a ser 
este niño? Porque, en efecto, la mano 
del Señor estaba con él. 67 Y Zaca¬ 
rías, su padre, se llenó del Espíritu 
Santo V profetizó diciendo (3): 

68 Bendito el Señor, Dios de Israel, 
porque ha visitado y redimido a su 

pueblo, 

68 y levantó en favor nuestro un 
cuerno de salvación, 
en la casa de David, su siervo, 

70 como había prometido por la boca 
de sus santos profetas desde antiguo, 

71 salvándonos de nuestros enemigos 
y del poder de todos los que nos 

aborrecen, 

72 para hacer misericordia con nues¬ 
tros padres, y acordarse de su alianza 

santa, 

73 el juramento, que juró a Abraham 

nuestro padre darnos, 

74 para que, sin temor, libres del po¬ 

der de los enemigos, 
le sirvamos, 75 en santidad y justicia 
en su presencia, todos nuestros días. 

76 Y tú, niño, serás profeta del Altísimo, 
pues tú irás delante del Señor 
para prepararle sus caminos, 

77 para dar la ciencia de la salud a 

su pueblo, 

con la remisión de sus pecados, 

78 por las entrañas «le misericordia 

de nuestro Dios, 
en las cuales nos visitará naciendo 
de lo alto, 

79 para iluminar a los que están 

sentados 

en tinieblas y sombras de muerte, 
para enderezar nuestros pies 
por el camino de la paz. 

80 El niño crecía v se fortalecía en 
espíritu y inoraba en los desiertos 
hasta el día de su manifestación a 
Israel. 


(1) Aunque ignorantes del misterio, las cir¬ 
cunstancias que rodeaban la concepción y el na¬ 
cimiento del niño Juan les hadan presentir en 
él algo grande. 

(2) Es un temor religioso procedente del mis¬ 
terio que presienten. 

(3) El cántico consta de dos partes: una, en 
que bendice a Dios porque realizó la obra de 
salud sobre su pueblo (vv. 68-75); otra, que va 
dirigida al niño, declarando la misión a que está 
destinado (vv. 76-79). 


^Yacimiento de Jesús. 

O 1 Aconteció, pues, en los días 
aquellos que salió un edicto de 
César Augusto (1) para que se em¬ 
padronase todo el mundo. 2 3 Fué este 
empadronamiento anterior al hecho 
siendo gobernador de Siria Cirino Í2). 
3 Iban todos a empadronarse (3), 
eada uno en su ciudad. 4 Y subió 
de Galilea José, de la ciudad de Na- 
ret, a Judea, a la ciudad de David, 
que se llama de Belén, por ser de la 
casa y de la familia de David, 5 para 
empadronarse con María su esposa, 
que estaba encinta. 6 Y estando 
allí, se cumplieron los días de su 
parto 7 * y dió a luz a su hijo primo¬ 
génito (4) y le envolvió en pañales 
v le acostó en un pesebre, por no 
haber sitio para ellos en el mesón. 

8 Había en la región unos pasto¬ 
res (5) que moraban en el eampo y 
estaban velando las vigilias de la 
noehe sobre su rebaño. 9 Y se les pre¬ 
sentó un ángel del Señor, y la gloria 
del Señor los envolvió con su luz, 
y quedaron sobrecogidos de temor. 
10 Díjoles el ángel: No temáis, os 
anuncio una gran alegría, que es 


(1) Respondía este edicto a las medidas de 
gobierno tomadas por Augusto para organizar 
la vida del Imperio. Estas medidas se extendían 
también a los reinos socios del Imperio, como 
era el de Herodes. 

(2) Cuando el hijo de Herodes, Arquelao 
(Mat. 2. 22) fué destituido por Augusto, y la 
Judea incorporada al Imperio romano, Cirino, 
legado de Siria, hizo un empadronamiento, que 
fué muy mal recibido por los judíos y dió ocasión 
a la sublevación de Judas Galileo, de que nos 
habla Josefo (Ant. XVIII, 1) y a que alude Ga- 
maliel en Act. 5, 37. San Lucas tomó este suceso 
como punto de partida para fijar la fecha del 
nacimiento del Salvador. 

(3) Roma, en este punto, como en otros más, 
respetaba las costumbres de las provincias, y los 
orientales nunca se creen desarraigados de la 
tribu, región o ciudad donde tienen su origen. 
Y así, Belén era el solar de todos cuantos se 
creían hijos de David, aunque de tiempo atrás 
tuvieran su residencia lejos de ella. 

(4) Recibe este nombre el hijo primero, «el 
que abre el seno materno*, sin mirar a que otros 
puedan venir después por los deberes particula¬ 
res que la Ley le impone. La tradición, que re¬ 
monta a mediados del siglo 11 con San Justino, 
originario de Palestina, dice que nació en una 
de las grutas en que abunda el suelo calcáreo de 
Belcn, y que los naturales utilizan como abrigo 
para sí o para los ganados. 

(5) Estos podían ser betlemitas, que en la 

estación benigna hacen vida en el campo con 

sus ganados, o nómadas, que viven de continuo 

bajo tiendas en el desierto que comienza al este 

y al sudeste de Belén. 







SAN LUCAS, 2 


1143 


para todo el pueblo: 1 2 3 * * * * * * * 11 os ha na¬ 
cido hoy un Salvador, que es el 
Cristo Señor, en la ciudad de David. 
12 Y esto tendréis por señal: encon¬ 
traréis al niño, envuelto en pañales y 
acostado en un pesebre. 13 Y al ins¬ 
tante se juntó con el ángel una mul¬ 
titud del ejército celestial que alababa 
a Dios, diciendo: 14 aGloria a Dios 
en las alturas, y paz en la tierra a 
los hombres de buena voluntad.» 

16 Y así que los ángeles se fueron 
al cielo, se dijeron los pastores unos 
a otros: Vamos a Belén a ver esto 
que el Señor nos ha anunciado. 
18 Y fueron con presteza y encon¬ 
traron a María, a José y al niño 
acostados en un pesebre. 17 Y vién¬ 
dole hicieron saber lo que se les 
había dicho acerca del niño. 18 Y 
cuantos lo oían se maravillaban de 
lo que les decían los pastores. Y 
María guardaba todo esto y lo medi¬ 
taba (1) en su corazón. 20 Los pas¬ 
tores se volvieron glorificando y ala¬ 
bando a Dios por todo lo que habían 
oído y visto, según se les había dicho. 


Circuncisión del Señor. 


21 Cuando se hubieron cumplido 
los ocho días para circuncidar al 
Niño, le dieron el nombre de Jesús, 
impuesto por el ángel antes de ser 
concebido en el seno. 


Lo presentación en el templo, 


22 Y así que se cumplieron los días 
de la purificación (2), conforme a 
la Ley de Moisés, le llevaron a Jeru- 
salén para presentarle al Señor, 
23 según está escrito en la Ley del 
Señor que ttodo varón primogénito 
sea consagrado al Señor», 24 y para 
ofrecer en sacrificio, según lo pres¬ 
crito en la Ley del Señor, un par de 
tórtolas o dos pichones. 

25 Había en Jerusalén un hombre 
llamado Simeón, que era justo y 


(1) Por vez primera nota San Lucas cómo 
María observaba y meditaba cuanto ocurría en 
torno de Jesús. 

(2) Engloba aquí San Lucas dos cosas: la pre¬ 
sentación del Niño en el Templo para cumplir 
los deberes que como primogénito le imponía 
la Ley (Ex. 13, 2 ss.), y la purificación de la 
Madre, prescrita en el Levítico 12, 1 ss. 


piadoso y esperaba la consolación de 
Israel, y el Espíritu Santo estaba 
en él. 26 Y le había sido revelado 
por el Espíritu Santo que no vería 
la muerte antes de ver al Cristo del 
Señor. 27 Movido del Espíritu vino 
al templo, y al entrar los padres 
con el niño Jesús para cumplir lo 
que prescribe la Ley sobre El, Simeón 
le tomó en sus brazos (1), y bendi¬ 
ciendo a Dios, dijo: 

29 Ahora, Señor, puedes dejar ir 
a tu siervo 

en paz según tu palabra; 

30 porque han visto mis ojos tu salud, 

31 la que has preparado ante la faz 

de todos los pueblos, 

32 luz para iluminación de las gentes, 
y gloria de tu pueblo Israel. 

33 Su padre y su madre (2) esta¬ 
ban maravillados de las cosas que se 
decían de El. 34 Y Simeón los bendijo, 
y dijo a María su madre (3): Puesto 
está para caída y levantamiento de 
muchos en Israel, y para blanco de con¬ 
tradicción; 35 y para que se descubran 
los pensamientos de muchos cora¬ 
zones, una espada atravesará tu alma. 

38 Había una profetisa, Ana, hija 
de Fanuel, de la tribu de Aser, muy 
avanzada en años; casada en los 

días de su adolescencia, vivió siete 
años con su marido, 37 y permaneció 
viuda hasta los ochenta y cuatro. 
No se apartaba del templo, sirviendo 
con ayunos y oraciones, noche y día. 

38 Y como viniese en aquella misma 
hora, alabó también a Dios y ha¬ 
blaba de El (del Niño) a cuantos 

esperaban la redención de Jerusa¬ 

lén. 39 Cumplidas todas las cosas 
según la Ley del Señor (4), se vol¬ 
vieron a Galilea, a la ciudad de 

Nazaret. 


(1) Es ésta una segunda manifestación del 
Niño, que nos muestra cómo en Israel había 
almas que vivían en las esperanzas mesiánicas. 
El anciano se da por satisfecho con-haber visto 
al Salvador, que será la gloria de Israel y la luz 
de las naciones. 

(2) San José es llamado padre, porque ejerce 
los oficios de tal. El y María se maravillan al ver 
cómo el Señor les va descubriendo los destinos 
de Jesús. 

(3) Aun humanamente, la vida del hijo se 

considera más íntimamente unida con la de la 

madre. Simeón descubre aquí a María un mis¬ 

terio, la acogida que su Hijo tendrá en Israel 

y el dolor que por esto ella habrá de sentir. Aquí 

se halla encerrada la cruz de Jesús y de María. 

| (4) San Lucas no refiere la venida de los 

I Magos ni la huida a Egipto, acaecidos entre la 

presentación del templo y la vuelta a Galilea. 









l\U 


SAN LUCAS, 3 


El niño Jesús, en el templo. 

40 El Niño crecía y se fortalecía, 
lleno de sabiduría, y la gracia de 
Dios estaba en El (1). 41 Sus padres 
iban cada año a Jerusalén (2) en 
la fiesta de la Pascua. 42 Y cuando 
era ya de doce años, al subir sus padres 
según el rito festivo, 43 al volverse 
acabados los días, el niño Jesús se 
quedó en Jerusalén, sin que sus padres 
lo echasen de ver. 44 Pensando que 
estaba en la caravana (3), andu¬ 
vieron camino de un día. Buscáronle 
entre los parientes y conocidos, 45 y 
al no hallarlo, se volvieron a Jeru¬ 
salén en busca suya. 46 Y aconteció 
que al cabo de tres días le hallaron 
en el templo. (4), sentado en medio 
de los doctores, oyéndolos y pregun¬ 
tándoles. 47 Y cuantos le oían se 
maravillaban de su inteligencia y 
de sus respuestas. 

48 Cuando sus padres le vieron se 
maravillaron, y le dijo su madre: 
Hijo, ¿por qué nos has hecho así? 
Mira que tu padre y yo, apenados, 
te andábamos buscando. 49 Y El les 
dijo: ¿Y por qué me buscábais? (5). 
¿No sabíais que conviene que me 


(1) Como en i, 8o nos dijo de Juan, así nos 
dice de Jesús, que crecía en estatura y robustez, 
y además en sabiduría y gracia, las cuales dis¬ 
cretamente iba descubriendo a medida que crecía 
en edad. 

(2) Ordenaba la Ley (Ex. 23, 14 ss.) que los 
israelitas se presentasen tres veces al año ante 
el Señor, en las tres grandes festividades de Pas¬ 
cua, Pentecostés y Tabernáculos, para dar gra¬ 
cias a Dios por los beneficios recibidos. Llegado 
a la edad en que pudiera hacer el viaje a pie, el 
Niño acompañaba a sus padres. 

(3) Para la vuelta se dan cita los del mismo 
pueblo o familia; pero la costumbre impone que 
las mujeres vayan separadas de los hombres. Los 
niños pueden formar grupo aparte o agregarse 
a uno cualquiera de los de los mayores. Asi se 
explica que el Niño pudiera quedarse en la ciu¬ 
dad sin que lo echaran de ver sus padres. 

(4) Se entiende al tercer día. Jesús aparece 
en los atrios del templo, donde los doctores 
ponían cátedra y los oyentes, sentados en el sue¬ 
lo, escuchaban sus lecciones. Jesús está como 
uno de tantos escuchando y preguntando; pero 
con sus preguntas descubre su maravillosa sabi¬ 
duría y ciencia precoz con que hace meditar a 
los doctores sobre los sentidos de las divinas 
Escrituras. 

(5) La pérdida de Jesús no fué involuntaria 

de su parte. Teniendo plena conciencia de quién 

era y de la misión que traía, quiso empezar a 
cumplirla. Igual que hará después, ahora busca 

cumplir la voluntad de su Padre celestial sin 
atender a la de sus padres terrenos. Fué esto 
para ellos, sobre todo para la Madre, una dolo- 


ocupe en las cosas de mi Padre? 
&0 Y ellos no entendieron lo que les 
decía. 61 Bajó con ellos, y vino a 
Nazaret, y les estaba sujeto, y su 
madre conservaba todo esto en su 
corazón. 52 Jesús crecía en sabiduría 
y edad y gracia ante Dios y ante 
los hombres. 


Presentación de Juan a Israel. 

Q 1 El año quintodécimo del impe- 
rio de Tiberio César, siendo gober¬ 
nador de Judea Pondo Pilato, tetrar- 
ca de Galilea Herodes, y Filippo su 
hermano tetrarca de Xturea y de la 
Traconitide, y Lisania tetrarca de 
Abiiena, 2 bajo el pontificado de 
Anás y Caifás (1) fué dirigida la pa¬ 
labra de Dios a Juan, hijo de Zaca¬ 
rías, en el desierto, 3 y vino por toda 
la región del Jordán predicando el 
bautismo de penitencia en remisión 
de los pecados, 4 5 * * según está escrito 
en el libro de los oráculos del pro¬ 
feta Isaías: 

Voz del que grita en el desierto: 
Preparad el camino del Señor, 
enderezad sus sendas. 

6 Todo barranco será rellenado, 
y todo monte y collado allanado, 
y los caminos tortuosos rectificados 
y los ásperos igualados. 

6 Y toda carne verá la salud de 

Dios (2). 


Predicación del Bautista. 

7 Decía, pues, a las muchedumbres 
que venían para ser bautizadas por 
él: Raza de víboras (3), ¿quién os 
ha enseñado a huir de la ira que 
llega? 8 Haced, pues, dignos frutos 
de penitencia, y no vengáis dicién- 


rosa* prueba; pero también un rayo de luz, que 
les va descubriendo el misterio de la vida de 
Jesús. 

(1) Con esta introducción se propone S. Lu¬ 
cas colocar su narración en el cuadro general de 
la Historia. Tiberio sucedió a Augusto, muerto 
el 19 de agosto del año de Roma 767. Pudiera 
suceder que, según la cuenta de San Lucas, el 
primer año sólo alcanzase hasta elx.° de octubre, 
en que comenzaba a contarse el año en Siria. 
Esto nos daría el año 780 ó 781 para el principio 
de la misión de Juan. 

(2) Is. 4. 3-5. 

| (3) Expresión dura, pero bien merecida de 

i los directores de Israel, tan pagados de su jus- 
Jticia exterior y tan sañudos en perseguir a los 
verdaderos justos si no les rendían homenaje. 












SAN LUCAS, 3 


1145 


doos: Tenemos por padre a Abraliam. 
Porque yo os digo que puede Dios 
sacar de estas piedras hijos a Abra- 
ham. 9 Ya el hacha está puesta (1) 
a la raíz del árbol; todo árbol que no 
dé buen fruto será cortado y arrojado 
al fuego. 

10 Y las muchedumbres le pregun¬ 
taban: ¿Pues qué hemos de hacer? 
11 Y El respondía: El que tiene dos 
túnicas, dé una al que no la tiene, 
y el que tiene alimentos haga lo. 
mismo. 12 Vinieron también los pu¬ 
blícanos a bautizarse y le decían: 
Maestro, ¿qué debemos hacer? 13 Y 
les contestaba: No exigir nada fuera 
de lo que está tasado (2). 

14 Le preguntaban también los 
soldados: Y nosotros, ¿qué hemos de 
hacer? Y les respondía: No hagáis 
extorsión a nadie, ni denunciéis fal¬ 
samente; contentaos con vuestra sol¬ 
dada. 

15 Hallándose el pueblo en ansiosa 
expectación y pensando todos entre 
sí de Juan, si sería él el Mesías, 
16 Juan respondió a todos, diciendo: 
Yo os bautizo en agua, pero llegando 
está otro más fuerte que yo, a quien 
no soy digno de soltar la correa de 
sus sandalias; El os bautizará en 
Espíritu Santo y fuego. 17 En su 
mano tiene el bieldo (3) para biel¬ 
dar la era y almacenar el trigo en su 
granero, mientras la paja la quemará 
con fuego inextinguible. 


Prisión de Juan. 

18 Muchas veces, haciendo otras 
exhortaciones, evangelizaba al pue¬ 
blo. 19 Pero el tetrarca Herodes (4), 
reprendido por él a causa de Herodias, 
la mujer de su hermano, y por todas 
las maldades que cometía, 20 añadió 
ésta a todas las otras, encarcelando 
a Juan. 


(1) Los profetas anuncian con frecuencia la 
inauguración del reino de Dios como un juicio 
sobre Israel, como sobre la higuera estéril (13, 
6 ss.). Este juicio se halla próximo y será el re¬ 
sultado de la vida pública de Jesús. 

(2) No condena el Bautista la exacción de 
los tributos impuestos por la legítima autoridad, 
sino las extorsiones injustas de los publícanos, 
a que los soldados cooperaban. 

(3) Es ésta otra imagen del juicio que hará 
en su pueblo recogiendo el grano en sus paneras 
y condenando la paja al fuego que no se extin¬ 
gue. (Mt. 3, 12.) 

(4) Con esto da San Lucas por terminada la 
misión del Bautista, refiriéndonos su muerte. 


Bautismo de Jesús. 

21 Aconteció, pues, cuando todo el 
pueblo se bautizaba, que, bautizado 
Jesús y orando, se abrió el cielo 
22 y descendió el Espíritu Santo en 
forma corporal, como una paloma, 
sobre El, y se dejó oír del cielo una 
voz: Tú eres mi Hijo amado, en ti 
me complazco. 


Genealogía de Jesús. 

23 Jesús al empezar tenía unos 
treinta años (1), y era, según se 
creía, hijo de José, hijo de Hcli, 
24 hijo de Matat, hijo de Le vi, 
hijo de Melqui, hijo de Janai, hijo 
de José, 25 hijo de Matatías, hijo de 
Amos, hijo de Naurn, hijo de Esli, 
hijo de Nagai, 26 hijo de Maat, hijo 
de Matatías, hijo de Semei, hijo 
de Josec, hijo de Judá, 27 hijo de 
Joanan, hijo de Resa, hijo de Zn- 
robabel, hijo de Salaticl, hijo de 
Ncri, 28 hijo de Melqui, hijo de Addi, 
hijo de Cosam, hijo de Elmadam, 
hijo de Er; 29 hijo de Jesús, hijo de 
Eliezer, hijo de Jorim, hijo de Matat, 
hijo de Leví, 30 hijo de Simeón, hijo 
de Judá, hijo de José, hijo de Jonam, 
hijo de Eliacím; 31 hijo de Mclea, 
hijo de Menna, hijo de Natan, hijo 
de David, 32 hijo de Jesé, hijo de 
Obed, hijo de Booz, hijo de Sala, 
hijo de Naassón, 33 hijo de Amina- 
dab, hijo de Admín, hijo de Arni, 
hijo de Esrón, hijo de Fares, hijo 
de Judá, 34 hijo de Jacob, hijo de 
Isac, hijo de Abraham, hijo de Taré, 
hijo de Nacor, 35 hijo de Saruc, 


(1) Como ignoramos lo que duró la misión 
del Bautista, no podemos precisar por aquí la 
edad de Jesús, aparte de que Hcifra es sólo apro¬ 
ximada, unos treinta años, según se creía . El mis¬ 
terio de la concepción virginal era desconocido, 
y Jesús pasaba fuera de la casita de Nazaret por 
hijo de José. La genealogía es aquí, como en 
San Mateo, la de San José, pero en orden ascen¬ 
dente y prolongada hasta Adán, para mostrar 
que Jesús no sólo era hijo de Abraham, sino 
también de Adán, y Salvador del género huma¬ 
no, que es criatura de Dios, no menos que el 
pueblo de Israel (Rom. 3, 29). La discordancia 
de las dos genealogías hasta David es manifiesta. 
Varias soluciones se han propuesto para resolver 
la dificultad. La más fundada y más sencilla, 
es la que considera la de San Mateo como la 
genealogía legal y dinástica, que señala la trans¬ 
misión de los derechos mesiánicos desde David 
hasta Jesús, y la de S. Lucas la genealogía natural 
que va de padres a hijos desde San José hasta 
David. 












1146 


SAN LUCAS, 4 


hijo de Ragau, hijo de Falec, hijo 
de Eber, hijo de Sala, 36 hijo de Cai- 
nán, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, 
hijo de Noé, hijo de Lamec, 37 hijo 
de Matusalá, hijo de Enoc, hijo de 
Jared, hijo de Malelel, hijo de Cainán, 
38 hijo de Enós, hijo de Set, hijo 
de Adán, hijo de Dios. 

La tentación en el desierto. 

4 1 Jesús, lleno del Espíritu Santo, 
se volvió del Jordán y fué lle¬ 
vado por el Espíritu al desierto, 1 2 y 
tentado allí por el diablo durante 
cuarenta días. No comió nada en 
aquellos días y, pasados, tuvo ham¬ 
bre. 3 Díjolc el diablo: Si eres Hijo 
de Dios di a esta piedra que se con¬ 
vierta en pan. 4 Y Jesús le respondió: 
Escrito está: No de sólo pan vive 
el hombre. 5 * * Y llevándole a una al¬ 
tura le mostró desde allí en un ins¬ 
tante todos los reinos del mundo (1), 
6 y le dijo: Todo este poder y su glo¬ 
ria te daré, pues a mí me ha sido en¬ 
tregado y a quien quiero se lo doy; 
7 si, pues, te postras delante de mí, 
todo será tuyo. 8 Y Jesús respon¬ 
diendo, le dijo: Escrito está: Al Se¬ 
ñor tu Dios adorarás y a El sólo 
servirás. 9 Le condujo luego a Jcru- 
salén y le colocó sobre el pináculo 
del templo, y Ic dijo: Si eres Hijo 
de Dios échate de aquí abajo; 10 por¬ 
que escrito está: A sus ángeles ha 
mandado sobre ti que te guarden, 
11 y te tomen en las manos para que 
no tropiece tu pie contra las piedras. 
12 Y respondiendo, di jóle Jesús: Dicho 
está: No tentarás al Señor tu Dios. 
13 Y acabado todo género de tenta¬ 
ciones el diablo se retiró de El hasta 
el tiempo determinado. 

» 

Vuelta <le Jesús a <>alilea. 

14 Jesús, impulsado por el Espíritu, 
se volvió a Galilea, y su fama corrió 
por toda la región, 15 y enseñaba 
en las sinagogas siendo alabado por 
todos. 


Jesús, en \nzaret. 

16 Vino a Nazaret, donde se había 
criado, y entró según su costumbre 
el día del sábado en la sinagoga y 


(i) San Lucas inviene el orden de San Mateo 
*n las dos últimas tentaciones (Mt. 4, 1. 3). 


se levantó para hacer la lectura (1). 
17 Le entregaron el libro del profeta 
Isaías, y desenrollándolo dió con el 
pasaje donde está escrito: 

18 El Espíritu del Señor está sobre 
mí, porque me ungió para evange¬ 
lizar a los pobres, me envió a predi¬ 
car a los cautivos la libertad, a los 
ciegos la recuperación de la vista, 
para poner en libertad a los oprimi¬ 
dos, 19 para anunciar año de gracia 
del Señor (2). 

20 Y enrollando el libro se lo de¬ 
volvió al servidor, y se sentó. Los 
ojos de cuantos había en la sinagoga 
estaban fijos en El. 21 Y comenzó a 
decirles: Hoy se cumple esta escri¬ 
tura que acabáis de oír. Y todos le 
aprobaban (3) y maravillados de las 
palabras llenas de gracia, que salían 
de su boca, decían: ¿No es éste el 
hijo de José? 23 Y El les dijo: Seguro 
que me diréis este proverbio: Médico, 
cúrate a ti mismo; todo cuanto he¬ 
mos oído que has hecho en Cafar- 
naum (4) hazlo aquí en tu patria. 
24 Y El les dijo: En verdad os digo 
que ningún profeta es bien recibido 
en su patria. 25 Pero en verdad , os 
digo también que muchas viudas 
había en Israel, en los días de Elias, 
cuando se cerró el cielo por tres años 
y seis meses y sobrevino una gran 
hambre en toda la tierra. 26 y a nin¬ 
guna de ellas fué enviado Elias, sino 
a Sarcpta de Sidón, a una mujer 
viuda. 27 Y muchos leprosos había en 
Israel en tiempo del profeta Elíseo, 
y ninguno de ellos fué curado sino el 
sirio Namán. 

28 Al oír esto se llenaron de cólera 
cuantos estaban en la sinagoga, 29 y 
levantándose le arrojaron fuera de 
la ciudad y le llevaron a la cima del 
monte, sobre el cual está edificada 
su ciudad, para precipitarle de allí, 
30 pero El, atravesando por medio 
de ellos, se fué. 


(1) El culto de Jas sinagogas en los sábados 
constaba, entre otras cosas, de lecturas bíblicas, 
que los doctores explicaban a la asistencia. Cuan- 1 
do se hallaba presente algún personaje conspicuo, 

se le invitaba a hacer esa explicación (Act. 13, j 
14 ss.). 

(2) Is. 61. 1. ss. 

(3) Como conocían su vida anterior, no po¬ 
dían menos de dar testimonio favorable de ella. I 

(4) Esto parece indicar que Jesús había obra- I 

do ya muchos milagros en Cafamaum. San Ma- , 

teo y San Marcos ponen la venida de Jesús a 

Nazaret algo más tarde. Acaso San Lucas ade- I 

lanta los sucesos y junta en una dos visitas (Mateo, 

13, 53 ss.; Me. 6, 1 ss.). 












SAN LUCAS. 5 


1147 


luí la sinagoga de Gafaruuum. 

31 Bajó a Cafarnaum, ciudad de Ga¬ 
lilea (1), y les enseñaba los días de 
sábado, 32 y se maravillaban de su 
doctrina, porque su palabra iba acom¬ 
pañada de autoridad. 33 Y había en 
la sinagoga un hombre poseído del 
espíritu de un demonio impuro que 
gritaba a grandes voces: ¡Ahí ¿Qué 
hay entre ti y nosotros, Jesús Na¬ 
zareno? ¿Has venido a perdernos? 
Bien sé quién eres, el Santo de Dios. 
35 Y Jesús le ordenó, diciendo: Cᬠ
llate y sal de él. Y el demonio, arro¬ 
jando al poseso en medio, salió de 
él sin hacerle daño. 36 Y quedaron 
todos pasmados, y mutuamente se 
hablaban diciendo: ¿Qué palabra es 
ésta, que con autoridad y poder im¬ 
pera a los espíritus impuros y salen? 
37 Y por todos los lugares de la co¬ 
marca se divulgó su fama. 

Curación de la suegra 
de Pedro. 

38 Saliendo de la sinagoga entró 
en casa de Simón. La suegra de 
Simón estaba con una gran calen¬ 
tura, y le rogaron por ella. 39 Y acer¬ 
cándosele mandó a la fiebre, y la 
fiebre la dejó. Al instante se levantó 
y les servía. 

Nuevas curaciones. 

40 Puesto el sol, todos cuantos 
tenían enfermos de cualquiera en¬ 
fermedad los llevaban a El, y El, 
imponiéndoles las manos, los cu¬ 
raba. 41 Y los demonios salían tam¬ 
bién de muchos, gritando y diciendo: 
Tú eres el Hijo de Dios. Pero El les 
reprendía y no les dejaba hablar, 
porque conocían que era El el Mesías. 

Jesús sale de Cafarnaum. 

42 Llegado el día, salió y se fué a 
un lugar desierto; y las muchedum¬ 
bres le buscaban, y vinieron hasta 
El y le retenían para que no se par¬ 
tiese de ellos. 43 Pero El les dijo: 
Es preciso que anuncie también el 
reino de Dios en otras ciudades, por¬ 
que para esto he sido enviado. 
44 E iba predicando por las sinago¬ 
gas de Judea. 


(i) Desde este punto, San Lucas sigue su 
narración paralela a San Marcos (Me. i, 21 ss.). 


La pesca milagrosa. 

X 1 Agolpándose sobre El la muche- 
9j dumbre para oír la palabra de 
Dios, y hallándose junto al lado de 
Genesaret, 2 vió dos barcas que es¬ 
taban al borde del lago, y los pes¬ 
cadores, que habían bajado de ellas, 
estaban lavando las redes. 3 Subió, 
pues, a una de las barcas, que era 
de Simón, y le rogó que se apartase 
un poco de tierra, y sentándose, 
desde la barca enseñaba a las muche¬ 
dumbres. 4 * * Así que cesó de hablar, 
dijo a Simón: Boga mar adentro y 
echad vuestras redes para la pesca. 

5 Simón le contestó y dijo: Maestro, 
toda la noche hemos estado traba¬ 
jando y no hemos pescado nada, mas 
por que tú lo dices echaré las redes. 

6 Y haciéndolo, cogieron una gran 
cantidad de peces, tanto que las 
redes se rompían. 7 E hicieron señas 
a sus compañeros de la otra barca 
para que vinieran a ayudarles. Y vi¬ 
nieron, y llenaron las dos barcas, 
tanto que se hundían. 8 Y viendo esto 
Simón Pedro se postró a los pies de 
Jesús diciendo:. Señor, apártate de 
mí (1), que soy hombre pecador. 
9 Pues así él como todos sus com¬ 
pañeros habían quedado sobrecogidos 
de espanto ante la pesca que habían 
hecho, 10 e igualmente Santiago y 
Juan, hijos de Zebedeo, que eran 
socios de Simón. Y dijo Jesús a Si¬ 
món: No temas, en adelante vas a 
ser pescador de hombres (2). 11 Y 
atracando a tierra las barcas, lo de¬ 
jaron todo y le siguieron. 


Curación <lc un leproso. 

12 Estando El en una ciudad (3), 
y viendo a Jesús un hombre cubierto 
de lepra, se postró ante El y le su- 


(1) Pedro siente en el milagro la grandeza di¬ 
vina de Jesús y teme por su vida, no creyéndose 
bastante puro para estar cerca de El (Jueces, 13, 
20 ss.). 

(2) Estas palabras dan a la pesca un sentido 
más alto que el histórico. Jesús hizo aquel pro¬ 
digio para que sus discípulos le reconociesen 
como Mesías y le siguiesen, proponiéndose aso¬ 
ciarlos a su misión salvadora. Los primeros evan¬ 
gelistas narran el llamamiento sin el milagro (Ma¬ 
teo, 4, 18 ss.; Me. 1, 16 ss.). 

(3) Es extraño se presente en poblado, es¬ 

tando excluidos de toda sociedad por temor del 

contagio. Tal vez llevado del deseo de su cura¬ 

ción, se atrevió a infringir la Ley. Esto mismo 

significaría su actitud suplicante. 







1148 


SAN LUCAS, 6 


plicó, diciendo: Señor, si quieres, 
puedes limpiarme. 13 Y extendiendo 
El la mano, le tocó diciendo: Quiero, 
ser limpio. Y luego desapareció la 
lepra. 14 Le encargó: No se lo digas 
a nadie, sino: Vete y muéstrate al 
sacerdote y ofrece por tu limpieza 
lo que prescribió Moisés para que les i 
sirva de testimonio. 15 Y cada vez ! 
más se extendía su fama y concurrían 
numerosas muchedumbres -para oírle 
y ser curados de sus enfermedades. 
16 Pero El se retiraba a lugares soli¬ 
tarios y se daba' a la oración. 


Curación de un paralítico. 

17 Sucedió un día que mientras en¬ 
señaba, estaban sentados algunos fa- | 
riseos y doctores de la Ley, que ha- j 
bían venido de todas las aldeas de j 
Galilea, y de Judea, y de Jerusalén; ! 
y la virtud del Señor estaba en su 
mano para curar. 18 Y he aquí que 1 
unos hombres que traían en una ca- | 
milla un paralítico, buscaban intro¬ 
ducirle y presentárselo, 19 pero no 
encontrando por donde meterlo, a 
causa de la muchedumbre, subieron j 
al terrado y por el techo le bajaron j 
con la camilla y le pusiern en medio, 1 
delante de Jesús. 20 Viendo su fe 
dijo: Hombre, tus pecados te son 
perdonados. 21 Comenzaron a mur- i 
murar los escribas y fariseos, diciendo: \ 
¿Quién es este que así profiere blas- j 
femias? ¿Quién puede perdonar los i 
pecados ino sólo Dios? 22 Conociendo 
Jesús sus pensamientos, respondió y 
les dijo: ¿Por qué murmuráis en vues¬ 
tros corazones? ¿Qué es más fácil, 
decir: Tus pecados te son perdona¬ 
dos, o decir: Levántate y anda? 

24 Pues para que veáis que el Hijo 
del hombre tiene poder sobre la 
tierra para perdonar los pecados—dijo 
al paralítico: A ti te hablo, levántate, 
toma la camilla y vete a casa. 25 Y al 
instante se levantó delante de ellos, 
tomó la cama en que yacía y se fue 
a casa glorificando a Dios. 28 Queda¬ 
ron todos fuera de sí y glorificaban a 
Dios, y llenos de temor decían: Hoy 
hemos visto maravillas. 


Vocación de Leví. 

27 Después de esto salló y vi ó a 
un publicano por nombre Leví sen¬ 
tado al telonio, y le dijo: Sígueme. 


28 Y él dejándolo todo se levantó y le 
siguió. 29 Leví le ofreció un gran ban¬ 
quete en su casa, y asistían gran mul¬ 
titud de publícanos y otros que ve¬ 
nían con ellos. 30 Y los fariseos y los 
escribas murmuraban hablando con 
los discípulos (1): ¿Por qué coméis 
y bebéis con publícanos y pecadores? 
31 Y respondiendo Jesús, les dijo: 
No tienen necesidad de médico los 
sanos, sino los enfermos. 32 Y no he 
venido yo a llamar a los justos, sino 
a los pecadores a penitencia. 


Por qué no ayunan los discípulos 
de Jesús. 

33 Ellos le dijeron: Los discípulos de 
Juan ayunan con frecuencia y hacen 
oraciones, y asimismo los de los fa¬ 
riseos; pero tus discípulos comen y 
beben. 34 Respondióles Jesús: ¿Podéis 
vosotros hacer ayunar a los convida¬ 
dos a la boda mientras con ellos está 
el esposo? 35 Días vendrán en que les 
será arrebatado el esposo, entonces 
en aquellos días ayunarán. 38 Y les 
dijo una parábola: Nadie rasga una 
pieza de un vestido nuevo para po¬ 
nerla a un vestido viejo; de lo con¬ 
trario romperá el nuevo y el remiendo 
tomado del vestido nuevo no ajus¬ 
tará sobre el viejo. 37 Ni echa nadie 
vino nuevo en cueros viejos; de lo 
contrario el vino nuevo romperá los 
cueros y se derramará, y los cueros 
se perderán; 38 sino que el vino nuevo 
se ha de echar en cueros nuevos. 
39 Y nadie que tenga vino añejo, 
quiere el nuevo, porque dice: El 
añejo es mejor. 


Sobre la observancia del sábado. 

6 1 Aconteció que un sábado, atra¬ 
vesando El por los sembrados, sus 
discípulos arrancaban espigas y fro¬ 
tándolas con las manos las comían, i 
2 Algunos de los fariseos dijeron: 
¿Cómo hacéis lo que no está permi- | 
tido en sábado? 23 Y Jesús les res¬ 
pondió: ¿No habéis leído lo que hizo 
David cuando tuvo hambre, él y sus 
acompañantes? ¿Cómo entró en la 
casa de Dios y, tomando los panes de 
la proposición, comió y dió a los que 


(i) En San Lucas se dirige la acusación con¬ 
tra los discípulos; pero ésta iba de rechazo contra 
su Maestro (Mt. 9, n; Me. a, 16). 









SAN LUCAS, 6 


1149 


venían con El, siendo así que no es 
lícito comerlos sino sólo a los sacer¬ 
dotes? Y les dijo: Dueño es del sᬠ
bado el Hijo del hombre. 

6 En otro sábado, entrando en la 
sinagoga, enseñaba; y había allí un 
hombre que tenía una mano seca. 
7 Y le observaban los escribas y fa¬ 
riseos para ver si curaría en dia de 
sábado, a fin de tener de qué acu¬ 
sarle. 8 El, que conocía los pensa¬ 
mientos suyos, dijo al hombre de 
la mano seca: Levántate y ponte en 
medio. Y él levantándose se quedó 
en pie. 9 Díjoles Jesús: Voy haceros 
una pregunta sobre si es lícito hacer 
bien o hacer mal en sábado, salvar 
un alma o perderla. 10 Y dirigiendo 
su mirada a todos ellos, le dijo: Ex¬ 
tiende tu mano. El lo hizo y su mano 
quedó sana. 11 Ellos se llenaron de 
furor y trataban entre sí qué podrían 
hacer contra Jesús. 


Elección de los doce. 

12 Y aconteció en aquellos días que 
salió El hacia la montaña para orar, 
y pasó la noche orando a Dios (1). 
13 Y cuando llegó el día, llamó a Sí 
a los discípulos y escogió a doce de 
ellos, a quienes dió el nombre de 
apóstoles: Simón, a quien puso tam¬ 
bién el nombre de Pedro, y Andrés, 
su hermano, Santiago y Juan, Fe¬ 
lipe y Bartolomé, 13 Mateo y Tomás, 
Santiago el de Alfeo y Simón llamado 
el Celador. 16 Judas de Santiago y 
Judas Iscariote, que fué el traidor. 
17 Y bajando con ellos del monte se 
detuvo en un llano (2), y la muche¬ 
dumbre de sus discípulos, y una gran 
multitud del pueblo de toda la Judea 
y de Jerusaléh y del litoral de Tiro 
y de Sidón, 18 que habían venido para 
oírle y ser curados de sus enferme¬ 
dades; y los que eran molestados de 
los espíritus impuros eran curados. 
19 Y toda la multitud buscaba tocar¬ 
la, porque salía de El una virtud que 
sanada a todos. 


(1) Es muy de notar la conducta del Señor 
contada por San Lucas. Antes de escoger a los 
doce pasa la noche en oración ante su Padre, 
como si buscara el acierto en la elección que va 
a hacer. 

(2) Baja del monte y encuentra en una lla¬ 
nura a la muchedumbre con los enfermos, que 
buscan de El la salud. En esta llanura, que bien 
puede ser una meseta, como escribe San Mateo, 
pone San Lucas el Sermón del Monte. Mt. 5-7.) 


Las bienaventuranzas. 

20 Y El levantando sus ojos sobre 
los discípulos decía: Bienaventurados 
los pobres (1), porque vuestro es 
el reino de Dios. 21 Bienaventurados 
los que ahora padecéis hambre, por¬ 
que seréis hartos. Bienaventurados 
los que ahora lloráis, porque reiréis. 
22 Bienaventurados seréis, cuando 
aborreciéndoos los hombres, os ex¬ 
comulguen, y maldigan y proscriban 
vuestro nombre por amor del Hijo 
del hombre, 23 alegraos en aquel día 
y regocijaos, pues vuestra recompensa 
será grande en el cielo. Así hicieron 
sus padres con les profetas. 


Las imprecaciones. 

24 Pero jay de vosotros (2), ricos, 
porque habéis recibido vuestro con¬ 
suelo! 25 jAy de vosotros los que 
ahora estáis hartos, porque tendréis 
hambrel jAy de vosotros los que ahora 
reís, porque gemiréis y lloraréis! 26 ¡Ay 
de vosotros si todos dijeren bien de 
vosotros, porque así hicieron sus pa¬ 
dres con los falsos profetas! 


El amor hacia los enemigos. 

27 Pero yo os digo a vosotros que 
me escucháis, amad a vuestros ene¬ 
migos, haced bien a los que os abo¬ 
rrecen, 28 bendecid a los que os mal¬ 
dicen y orad por los que os calum¬ 
nian. 29 Al que te hiere en una me¬ 
jilla ofrécele la otra, y a quien te 
tome el manto no le estorbes tomar 
la túnica, 30 da a todo el que te pida, 
y no reclames de quien toma lo tuyo. 
31 Tratad a los hombres de la manera 
en que vosotros queréis ser de ellos 
tratados. 32 Si amáis a los que os 
aman, ¿qué gracia tendréis? ¿Porqué 
los pecadores aman también a quie¬ 
nes les aman? 34 Y si prestáis a aque- 


(1) San Lucas nos da sólo cuatro bienaven¬ 
turanzas, y en las tres primeras es de notar la 
forma más material de su redacción, pues nom¬ 
bra sólo a «los pobres», mientras San Mateo dice 
«los pobres de espíritu»; «los que padecen ham¬ 
bre», cuando San Mateo dice «hambre de justi¬ 
cia». No hay duda que San Lucas se debe inter¬ 
pretar por San Mateo. 

(2) A las cuatro bienaventuranzas añade San 
Lucas las cuatro amenazas, desconocidas de los 
otros evangelistas, que deben explicarse según 
el mismo espíritu de las bienaventuranzas. 












1150 


SAN LUCAS, 7 


líos de quienes esperáis recibir, ¿qué 
gració tendréis? Los pecadores pres¬ 
tan a los pecadores para recibir de 
ellos igual favor. 35 Pero amad a 
vuestros enemigos, haced bien y pres¬ 
tad sin esperanza de remuneración, 
y será grande vuestra recompensa, 
y seréis hijos del Altísimo, que es 
bondadoso para los ingratos y los 
malos. 36 Sed misericordiosos como 
vuestro Padre es misericordioso. 87 No 
juzguéis y no seréis juzgados; no 
condenéis y no seréis condenados; ab¬ 
solved y seréis absueltos. 38 Dad y 
se os dará; una medida buena apre¬ 
tada, colmada, rebosante será derra¬ 
mada en vuestro seno. La medida 
que para otros usareis, ésa se usará 
para vosotros. 


Espíritu de benevolencia. 

39 Y les dijo también una parᬠ
bola: ¿Puede un ciego guiar a otro 
ciego? ¿No caerán ambos cu el hoyo? 
40 Ningún discípulo está sobre su 
maestro; para ser perfecto ha de ser 
como su maestro. 41 ¿Por qué ves la 
paja en el ojo de tu hermano y no 
adviertes la viga en el tuyo? 42 ¿O 
cómo puedes decir a tu hermano: 
Hermano, déjame quitarte la paja 
que tienes en el ojo, cuando tú no 
ves la viga que hay en el tuyo? 
Hipócrita, quita primero la viga de 
tu ojo, y entonces verás de quitar 
la paja que hay en el de tu hermano. 
43 Porque no hay árbol bueno que dé 
fruto malo, ni árbol malo que dé fruto 
bueno. 44 Pues cada árbol se conoce por 
su fruto; y no se cogen higos de los 
espinos, ni de la zarza se vendimian 
racimos. 45 El hombre bueno del buen 
tesoro de su corazón saca cosas bue¬ 
nas; y el malo saca cosas malas de 
su mal tesoro; pues de la abundancia 
del corazón habla la lengua. 46 ¿Por 
qué me llamáis: Señor, Señor, y no 
hacéis lo que os digo? 


Eouclnsión final. 


47 Todo el que viene a mí, y oye 
inis palabras, y las pone en práctica, 
os diré a quien es semejante. 48 Es 
semejante al hombre que edifica una 
casa, que cava y profundiza y ci¬ 
menta sobre roca; y sobreviniendo 
una inundación, el río va a chocar 


contra la casa, pero no puede conmo¬ 
verla, porque está bien edificada. 
49 El que oye y no hace es semejante 
al hombre que edifica su casa sobre 
tierra, sin cimentar; contra la cual 
choca el río, y luego se cae, y viene 
a ser grande la ruina de aquella casa. 


El centurión de flafnruaiiiii. 

T 1 Cuando hubo acabado de pro- 
‘ nunciar estos discursos a oídos 
del pueblo entró en Cafarnaum 2 Es¬ 
taba a punto de morir un siervo de 
cierto centurión, que le era muy que¬ 
rido. 3 Este oyendo hablar de Jesús 
envió a El algunos ancianos (1) de 
los judíos, rogándole que viniese para 
salvar de la muerte a su siervo. 
4 Estos, llegados a Jesús, le rogaban 
con instancia, diciéndolc: Merece que 
le hagas esto, 5 porque ama a nuestro 
pueblo, y él mismo nos ha edificado 
la sinagoga. 6 Y Jesús echó a andar 
con ellos. Ya no estaba lejos de la 
casa, cuando el centurión envió al¬ 
gunos amigos, que le dijeron: Señor, 
no te molestes, pues no soy digno de 
que entres bajo mi techo. 7 Ni yo 
me he creído digno de ir a ti. Di sólo 
una palabra y mi siervo será sano. 

8 Porque también yo soy un hombre 
sometido a la autoridad, pero tengo 
también soldados bajo mi mando, y 
digo a éste: Vete, y va, y al otro: Ven, 
y viene, y a mi siervo: Haz esto, y lo 
hace. 9 Oyendo esto Jesús se mara¬ 
villó de éfy, vuelto a la multitud que 
le seguía, dijo: Yo os digo que tal fe 
como ésta no la he hallado en Israel. 
10 Vueltos a casa los enviados encon¬ 
traron sano al siervo. 


La resurrección de iVuiiit. 

11 Aconteció tiempo después que 
iba a una ciudad llamada Naím, e 
iban con El sus discípulos y una gran 
muchedumbre. 12 Cuando se acer¬ 
caba a la puerta de la ciudad vieron 
que llevaban un muerto, hijo único 


(i) La comparación de este relato con el que 
nos da San Mateo (8, 5-13) sirve para entender 
mejor el estilo de uno y otro evangelistas. San 
Mateo nos da la suma del suceso, y hace ejecu¬ 
tar al centurión mismo lo que en San Lucas 
cumplen otros intermediarios. La intervención 
de éstos pone más de relieve la fe y la humildad 
del centurión, y explica mejor la admiración de 
Jesús. 







SAN LUCAS. 7 


1151 


de su madre, viuda, y una muche¬ 
dumbre bastante numerosa de la 
ciudad la acompañaba. 13 Y viéndola 
el Señor se compadeció de ella (1) y 
le dijo: No llores. 14 Y acercándose, 
tocó el féretro; los que lo llevaban 
se detuvieron, y El dijo; Joven, a ti 
te hablo, levántate. 16 Y se sentó el 
muerto y comenzó a hablar, y El 
se lo entregó a su madre. Se apoderó 
de todos el temor, y glorificaban a 
Dios diciendo: Un gran profeta se ha 
levantado entre nosotros, y Dios ha 
visitado a su pueblo. 17 Y la fama de 
este suceso corrió por toda la Judea 
y por todas las regiones vecinas. 


El mensaje del Bautista. 

18 Los discípulos de Juan dieron 
a éste noticia de todas estas cosas y, 
llamando Juan a dos de ellos, 19 los 
envió al Señor para decirle: ¿Eres tú 
el que viene, o esperamos a otro? 
20 Llegados a El le dijeron: Juan el 
Bautista nos envía a ti, para pre¬ 
guntarte: ¿Eres tú el que viene, o 
esperamos a otro? 21 En aquella mis¬ 
ma hora curó a muchos de sus enfer¬ 
medades y males, y de los espíritus 
malignos, e hizo gracia de la vista a 
muchos ciegos, 22 y tomando la pala¬ 
bra les dijo: Id y comunicad a Juan 
lo que habéis visto y oído: Los ciegos 
ven, los cojos andan, los leprosos 
quedan limpios, los sordos oyen, los 
muertos resucitan, los pobres son 
evangeliza los. 23 Y bienaventurado 
es quien no se escandaliza en mí. 


El panegírico del Bautista. 

24 Cuando se hubieron ido los men¬ 
sajeros de Juan, comenzó Jesús a 
decir a la muchedumbre acerca de él: 
¿Qué habéis salido a ver al desierto? 
¿Una caña agitada por el viento? 
26 ¿Qué salisteis a ver? ¿Un hombre 
vestido con molicie? Los que visten 
suntuosamente y viven regalados es¬ 
tán en los palacios de los reyes. 
26 ¿Qué salisteis, pues, a ver? ¿Un 
profeta? Sí, yo os digo, y más que 
profeta. 27 Este es aquel de quien 
está escrito: He aquí que yo envío 


(i) Este milagro, propio de San Lucas, nos 
muestra admirablemente la tierna compasión 
para con la pobre y desolada viuda y para con 
su hijo. 


delante de tu faz a mi mensajero, 
que preparará tu camino delante 
de ti. 28 Yo os digo, no hay entre 
los nacidos de mujer ningún profeta 
más grande que Juan; pero el más 
pequeño en el reino de Dios es mayor 
que él. 


Actitud de los publícanos v «le los 
fariseos aiile la misión de Juan. 

29 Todos los que le escucharon, aun 
los publícanos, recibieron el bautis¬ 
mo de Juan, reconociendo la justicia 
de Dios; 30 pero los fariseos y los 
doctores de la Ley anularon el con¬ 
sejo divino respecto de ellos no ha¬ 
ciéndose bautizar por él. 31 ¿A quién, 
pues, compararé yo a los hombres 
de esta generación, y a quién son 
semejantes? 32 Son semejantes a los 
niños que, sentados en la plaza, invi¬ 
tan a los otros, diciendo: Os tocamos 
la flauta y no danzáis, os hemos 
cantado lamentaciones y no habéis 
llorado. 33 Porque vino Juan, el Bau¬ 
tista, que no comía pan, ni bebía 
vino, y decíais: Tiene el demonio. 
34 Vino el Hijo del hombre, que come 
y bebe, y decís; Es comilón y bebedor 
de vino, amigo de publícanos y peca¬ 
dores. 35 Pero la sabiduría ha sido jus¬ 
tificada por todos sus hijos. 


La pecadora arrepentida. 

36 Le invitó un fariseo a comer 
con él, y entrando en su casa se puso 
a la mesa. 37 Y he aquí que llegó 
una mujer pecadora, que había en 
la ciudad, la cual sabiendo que es¬ 
taba a la mesa en casa del fariseo, 
con un pomo de alabastro de ungüen¬ 
to, se puso detrás de El, junto a sus 
pies, llorando, y bañaba en lágrimas 
sus pies y los enjugaba con los cabe¬ 
llos de su cabeza, y besaba sus 
pies (1) y los ungía con el ungüento. 

39 El fariseo que le había invitado, 
dijo para sí: Si éste fuera profeta, 
conocería quién y cuál es esta mujer 
que le toca, porque es una pecadora. 
40 Y tomando Jesús la palabra, le 
dijo: Simón, tengo una cosa que de¬ 
cirte: Y él dijo: Maestro, habla. Un 


(i) Esta conducta de la pecadora, que re¬ 
sueltamente entra en la casa y se postra a los 
pies de Jesús, contrasta con la actitud de los fa¬ 
riseos, recriminados en el párrafo anterior. 













1152 


SAN LUCAS, 8 


acreedor tenía dos deudores, el uno le 
debía quinientos denarios, el otro 
cincuenta. 42 No teniendo ellos con 
qué pagar, se lo condonó a ambos. 
¿Quién, pues, le amará más? 43 Res¬ 
pondiendo Simón, dijo: Supongo que 
aquel a quien condonó más. Díjole: 
Bien has respondido. 44 Y vuelto a 
la mujer, dijo a Simón: ¿Ves a esta 
mujer? Entré en tu casa, y no me 
diste agua para lavar los pies; mas 
ella ha regado mis pies con sus lᬠ
grimas y me los ha enjugado con sus 
cabellos. 4& No me diste el ósculo 
de paz; pero ella, desde que entré, 
no ha cesado de besarme los pies. 
46 No ungiste mi cabeza con óleo, 
y ésta ha ungido mis pies con ungüen¬ 
to. 47 Por lo cual te digo que le son 
perdonados sus muchos pecados, por¬ 
que amó mucho (1). Pero a quien 
poco se le perdona, poco ama. 48 Y a 
ella le dijo: Tus pecados te son per¬ 
donados. 49 Y comenzaron los con¬ 
vidados a decir entre sí: ¿Quién es 
éste para perdonar los pecados? (2). 
50 Y dijo a la mujer: Tu fe te ha sal¬ 
vado, vete en paz. 


Las proveedoras de Jesús. 

Q 1 2 Yendo por las ciudades y aldeas 
u predicaba y evangelizaba el reino 
de Dios. Le acompañaban los doce 
2 y algunas mujeres, que habían sido 
curadas de espíritus malignos y de 
enfermedades, María, llamada Mag¬ 
dalena, de la cual había echado siete 
demonios, 3 * * Juana mujer de Cusa, 
administrador de Herodes, y Susana, 
y otras varias que le servían con sus 
bienes (3). 


(1) Expuesto el contraste entre la conducta 
de Simón y la observada por la pecadora, declara 
Jesús que por esas muestras de amor le fueron 
perdonados sus muchos pecados. Pero a quien 
poco se le perdona, es una señal de que ama poco, 
como serla el caso del fariseo. «La caridad cubre 
la muchedumbre de los pecados.» (I Pet. 4 r 8.) 

(2) Más atrás (5, 17 ss.) se nos cuenta cómo 

Jesús hizo un milagro para probar que poseía 

el poder de perdonar los pecados. 

<3) Es San Lucas el único que menciona al 

lado de los discípulos a las mujeres que seguían 

la compañía de Jesús y atendían a sus necesida¬ 

des materiales. No era esto extraño a las costum¬ 

bres de los rabinos, si hemos de creer a F. Jo¬ 

sefa (Ant. XVII, 11). De ambos ejemplos se 

autorizaban los Apóstoles, según indica San Pa¬ 

blo {I Cor. 9, 5). La piedad y la gratitud por la 

salud recibida eran la causa que las movía a ejer¬ 

cer esta obra de misericordia. Una de ellas es 

María Magdalena, o de Magdala, ciudad situada 


La parábola del sembrador. 

4 Reunida una gran muchedumbre 
de los que venían a El de cada ciu¬ 
dad,» dijo en parábola: 6 Salió un 
sembrador a sembrar su simiente, y 
al sembrar, una parte cayó junto al 
camino, y fué pisada, y las aves del 
cielo la comieron. 6 Otra cayó sobre 
peña, y nacida, se secó por falta de 
humedad. 7 Otra cayó en medio de 
espinas, y creciendo con ella las espi¬ 
nas, la ahogaron. 8 * Otra cayó en 
tierra buena, y nacida, dió un fruto 
céntuplo. Dicho esto, clamó: El que 
tenga oídos para oír que oiga. 

■tazón de las parábolas. 

9 Preguntábanle sus discípulos qué 
significaba aquella parábola. 10 * Y El 
contestó: A vosotros os ha sido dado 
conocer los misterios del reino de 
Dios, a los demás sólo en parábolas, 
de manera que viendo no vean y 
oyendo no entiendan. 

Explicación de la parábola del 
sembrador. 

He aquí la parábola: La semilla es 
la palabra de Dios. 12 Los que están 
a lo largo del camino son los que 
oyen; pero en seguida viene el diablo 
y arrebata de su corazón la palabra, 
para que no crean y se salven. 13 Los 
que están sobre peña son los que, 
cuando oyen, reciben con alegría la 
palabra; pero no tienen raíces, creen 
por algún tiempo y al tiempo de la 
tentación sucumben. 14 Lo que cae 
entre espinas son aquellos, que oyen¬ 
do, van, y se ahogan en los cuidados, 
la riqueza y los placeres de la vida, 
y no llegan a madurez. 15 Lo caído 
en buena tierra son aquellos que, 
oyendo con corazón generoso y bueno, 
retienen la palabra y dan fruto por 
la perseverancia. 

El misterio del reino debe ser 
conocido. 

16 Nadie, después de haber encen¬ 
dido una lámpara, la cubre con un 


en la ribera occidental del lago de Genesaret. 
No hay motivos para creer que la posesión dia¬ 
bólica signifique una vida culpable; pero el nú¬ 
mero siete acaso indique una recalda en el misino 
mal. (Mt. 12. 45 -) Esta presentación de la Mag¬ 
dalena demuestra también que no tiene nada 
que ver con la pecadora de 7. 37 ss. 













SAN LUCAS, 8 


1153 


utensilio cualquiera ni la pone debajo 
de la cama, sino que la coloca sobre 
el candelero para que los que entren 
vear. 17 Pues nada liay oculto que 
no haya de descubrirse, ni secreto 
que no haya de conocerse y salir 
a la luz. 18 Mirad, pues, cómo es¬ 
cucháis, porque al que tiene se le 
dará, y al que no tiene, aun lo que 
le parece tener, se le quitará. 


Los parientes de Jesús. 

19 Vino su madre con sus herma¬ 
nos, y lio lograron acercarse a El a 
causa de la muchedumbre. 20 Y le 
comunicaron: Tu madre y tus her¬ 
manos están ahí fuera y desean verte. 
21 Y El contestó dictándoles: Mi madre 
y mis hermanos son éstos, los que 
oyen la palabra de Dios y la ponen 
por obra. 

La tempestad calmada. 

22 Sucedió, pues, un día que subió 
con sus discípulos a una barca, y 
les dijo: Pasemos a la otra ribera 
del lago, y se dieron a la mar. 
23 Mientras navegaban se durmió. 
Vino sobre el lago una borrasca, y 
el agua que entraba los ponía en 
peligro. 24 Llegándose a El le des¬ 
pertaron diciendo: Maestro, Maestro, 
que perecemos. Despertó El e in¬ 
crepó al viento y al oleaje del agua, 
que se aquietaron, haciéndose calma. 
23 Y les dijo: ¿Dónde está vuestra 
fe? Y llenos de temor se admiraban 
y se decían unos a otros: ¿Pero 
quién es éste, que manda a los vien¬ 
tos y al agua y le obedecen? 

La curación del endemoniado y 
la muerte de la piara. 

26 Arribaron a la región de los 
gerasenos, que está frente a Galilea, 
27 y bajando El a tierra le salió al 
encuentro un hombre de la ciudad 
poseído de los demonios, que en 
mucho tiempo no se había vestido, 
ni morado en casa, sino en los sepul¬ 
cros. 28 Cuando vió a Jesús, gritando 
se postró ante El, y en alta voz dijo: 
¿Qué hay entre mí y ti, Jesús, Hijo 
de Dios Altísimo? Te pido que no 
me atormentes. Porque El ordenaba 
al espíritu impuro que saliese del 


hombre. Pues muchas veces se apo¬ 
deraba de él, y le ataban con cadenas 
y le sujetaban con grillos, pero rom¬ 
pía las ligaduras y era arrebatado 
por el demonio a los desiertos. 30 Pre¬ 
guntóle Jesús: ¿Cuál es tu nombre? 
Contestó él: Legión, porque habían 
entrado en él muchos demonios. 
31 Y le rogaban que no los mandase 
volver al abismo. 32 Había allí una 
piara de puercos bastante numerosa 
paciendo en el monte, y le rogaron 
que les permitiese entrar en ellos. 
Y se lo permitió. 33 Y saliendo los 
demonios del hombre entraron en 
los puercos, y se lanzó la piara por 
un precipicio abajo hasta el lago, 
y se ahogó. 

34 Viendo los pastores lo sucedido 
huyeron, y lo anunciaron en la ciudad 
y en los campos. 35 Y salieron a ver 
lo ocurrido, y vinieron a Jesús, y 
encontraron al hombre, de quien ha¬ 
bían salido los demonios, vestido y 
en su pleno juicio y sentado a los pies 
de Jesús, de lo que se quedaron espan¬ 
tados. 38 Los que habían visto cómo 
el endemoniado había sido curado 
lo contaban, 37 y toda la gente del 
territorio de los gerasenos le rogó se 
retirase de allí, porque estaban domi¬ 
nados de un gran temor. El, subiendo 
a la barca, se volvió. 38 El hombre, 
de quien había echado los demonios 
le suplicaba quedarse con El. Pero 
El le despidió, diciendo: Vuélvete a 
tu casa y refiere lo que te ha hecho 
Dios. Y se fué por toda la ciudad 
pregonando cuanto le había hecho 
Jesús. 


La hija de Jairo y la hemorroisa. 

40 Cuando Jesús estuvo de vuelta 
le recibió la muchedumbre, pues 
todos estaban esperándole. 41 Y llegó 
un hombre, llamado Jairo, que era 
jefe de la sinagoga y, cayendo a los 
pies de Jesús, le suplicaba que en¬ 
trase en su casa, 42 porque tenía una 
hija única, de unos doce años, que 
estaba a punto de morir. Y mientras 
iba, las muchedumbres le ahoga¬ 
ban. 43 Y una mujer que padecía 
flujo de sangre desde hacía doce años, 
y que en médicos había gastado toda 
su hacienda sin lograr ser de ninguno 
curada, 44 se acercó por detrás y tocó 
la orla de su vestido, y al instante 
cesó el flujo de su sangre. 

46 Y dijo Jesús: ¿Quién me ha 


73 













1154 


SAN LUCAS, 9 


tocado? Como todos negaban, dijo 
Pedro y los de su compañía: Maestro, 
las muchedumbres te rodean y te 
oprimen. 46 Pero Jesús dijo: Alguno 
me ha tocado, porque yo he conocido 
que una virtud lia salido de mí. 
47 La mujer, viéndose descubierta, 
se llegó temblando, y postrándose 
ante El, le dijo ante todo el pueblo 
por que le había tocado y cómo al 
instante había quedado sana. 48 El 
le dijo: Hija, tu fe te ha salvado, 
vele en paz. 

49 Aún estaba hablando, cuando 
llegó uno do casa del jefe de la sina¬ 
goga diciendo: Tu bija ha muerto, 
no molestes ya al Maestro. 50 Pero 
Jesús que lo oyó, respondió: No teínas, 
cree y será sana. 51 Llegado a la 
casa, no permitió cpic entrasen con 
El más que Pedro, Juan y Santiago y 
el padre y la madre de la niña. 
62 Todos lloraban y plañían por ella. 

Y les dijo El: No lloréis, porque no 
está muerta, es que duerme. 63 Y se 
burlaban de El, pues sabían muy bien 
que estaba muerta. 64 El, tomándola 
de la inano, le dijo en alta voz: 
Niña, levántate. 65 Y volvió a ella 
el espíritu, y al instante se levantó, 

V El mandó’que le diesen de comer. 
88 Los padres se quedaron estupe¬ 
factos, pero El les mandó que no 
contasen a nadie lo sucedido. 

La misión de los Apóstoles. 

ty 1 Habiendo convocado a los doce 

les dió poder sobre todos los demo¬ 
nios y de curar enfermedades, 2 v los 
envió a predicar el reino de Oíos y a 
hacer curaciones. 3 Y les dijo: No 
toméis nada (1) para el camino, ni 
báculo, ii i alforja, ni pan, ti i dinero, 
ni llevéis dos túnicas. 4 Y en cual¬ 
quier casa en que entréis, quedaos 
allf, sin dejarla hasta partir. 5 Cuanto 
a los que no quieran recibiros, sa¬ 
liendo de aquella ciudad, sacudios 
el polvo de los pies en testimonio 
contra ellos. 6 Y partieron y reco¬ 
cieron las aldeas anunciando el Evan¬ 
gelio y curando en todas partes. 

Opinión de Ilcrodes sobre Jesús. 

7 Tuvo noticias Ilcrodes el tetrarca 
de todos estos sucesos, y estaba vaci¬ 
lante, por cuanto algunos decían 


(i) Que pueda en algún modo servir de es¬ 

torbo a vueslra misión. 


que era Juan que había resucitado 
de entre los muertos, 8 otros que era 
Elias que se había aparecido, y otros 
que había resucitado alguno de los 
antiguos profetas. 9 Dijo Hcrodcs: 

A Juan le degollé yo, ¿quién puede 
ser este de quien oigo tales cosas? 

Y deseaba verle. 

Itcgreso do los disoípulos y íiiul- 
tiplicaoión do los punes. 

A su vuelta, los Apóstoles le con¬ 
taron cuanto hablan hecho. 10 Y El, 
tomándolos consigo, se retiró a un 
lugar apartado hacia una ciudad 
llamada Bctsaida. 11 Pero la muche¬ 
dumbre se dió cuenta y fué en pos 
de El. Y habiéndolos recibido, les 
hablaba del reino de Dios y curaba 
a todos los necesitados. 12 Empezaba 
ya a declinar el din, y acercándosele 
¡os doce, le dijeron: Despide a la mu¬ 
chedumbre para que vayan a las 
aldeas y alquerías de alrededor, 
donde se alberguen y encuentren ali¬ 
mentos, porque aquí estamos en el 
desierto. 13 Y les contestó: Dadles 
vosotros de comer. Ellos le dijeron: 

No tenemos más que cinco panes y 
dos peces; a no ser (pie nosotros vaya¬ 
mos a comprar provisiones para 
todo este pueblo... 14 Porque eran 
unos cinco mil hombres. Y dijo a sus 
discípulos: Hacedlos recostarse por 
grupos como de cincuenta. 15 Y lo 
hicieron así, diciciidolcs'quc se recos¬ 
tasen todos. 16 Y tomando los cinco 
panes y los dos peces, alzó los ojos 
al cielo, los bendijo y se los (lió a los 
discípulos para que ¡os sirviesen a la 
muchedumbre. 17 Comieron, se sa¬ 
ciaron lodos y se recogieron de las 
sobras doce cestos de mendrugos. 

Ln confesión de IVdro. 

18 Y aconteció que orando El a 
solas, estallan con El los discípulos, 
a los cuales preguntó: ¿Quién dicen 
las muchedumbres que soy yo? 

19 Respondiendo ellos, le dijeron: 
Juan Bautista; otros Ellas, otros que 
uno de los antiguos profetas que lia 
resucitado. 20 Dijoles El: ¿Y vosotros 
quién decís que soy? Respondiendo 
Pedro, dijo: El Cristo de Dios. 21 El 
les prohibió decir esto a nadie, aña- 1 
diendo: Es preciso que el Hijo del 
hombre padezca mucho, y que sea 








SAN LUCAS, 9 


1155 


rechazado de los ancianos, y de los 
príncipes de los sacerdotes, y de los 
escribas, y sea muerto y resucite 
al tercer día. 

Necesidad de seguir » Jesús. 

23 Y decía a todos: Si alguno quiere 
venir en pos de mí, niégucsc a sí 
mismo, tome cada día su cruz y 
sígame. 24 Porque quien quisiere 
salvar su vida, la perderá; pero quien 
perdiere su vida por amor de mí, 
la salvará. 25 Pues ¿que aprovecha al 
hombre ganar todo el mundo si el 
se pierde o se condena? 26 Porque 
quien se avergonzare de mí y de 
mis palabras, de él se avergonzará 
el Hijo del hombre cuando venga 
en su gloria y en la del Padre y de 
los santos ángeles. 27 En verdad os 
digo que hay algunos de los que están 
aquí que no gustarán la muerte 
antes que vean el reino de Dios. 

la transfiguración. 

28 Y aconteció como unos ocho 
días después que, tomando a Pedro, 
a Juan y a Santiago, subió a un 
monte a orar. 29 Y mientras oraba, 
el aspecto de su rostro se transformó, 
y sus vestidos se hicieron resplande¬ 
cientes. 30 Y hablaban con El dos 
varones, que eran Moisés y Elias, 
que aparecían gloriosos y le hablaban 
de su muerte, que había de cumplirse 
en Jerusalcn. 32 Pedro y sus com¬ 
pañeros estaban cargados de sueño; 
y al despertar vieron su gloria y a 
los dos varones que con El estaban. 

33 Y al desaparecer éstos, dijo Pedro 
a Jesús: Maestro, que bueno es 
estar aquí, hagamos tres cabañas, 
una para ti, otra para Moisés y otra 
para Elias, sin saber lo que se decía. 

34 Mientras esto decía, apareció una 
nube que los cubrió, y quedaron 
atemorizados al entrar en la nube. 
36 Y salió de la nube una voz que 
dijo: Este es mi Hijo, mi elegido, 
escuchadle. 36 Mientras sonaba la 
voz estaba Jesús solo. Ellos callaron, 
y por aquellos días no contaron 
nada de cuanto habían visto. 

Curación del epiléptico endemo¬ 
niado. 

87 Al día siguiente, al bajar del 
monte, vino a su encuentro una 
numerosa muchedumbre. 38 Y he 


aquí que de entre ella comenzó a 
gritar un hombre, diciendo: Maestro, 
te ruego que eches una mirada sobre 
este mi hijo, porque es mi hijo único, 
39 y el espíritu le coge, le hace gritar, 
le agita haciéndole echar espuma¬ 
rajos, y a duras penas se retira de 
él después de haberle molido. 40 He 
suplicado a tus discípulos que lo 
echasen, y no han podido. 41 Y Jesús, 
respondiendo, dijo: ¡Oh generación 
incrédula y pervcrsal ¿Hasta cuándo 
habré de estar con vosotros y sopor¬ 
taros? Tráemelo acá. 42 Y al acer¬ 
carse, el demonio le echó por tierra 
y lo agitó fuertemente. Pero Jesús 
increpó al espíritu impuro, y curó 
al niño y se lo entregó a su padre. 
43 Y todos se maravillaron al ver 
la grandeza de Dios. 


Profecía de la pasión. 

Admirándose todos de cuanto hacía, 
dijo El a sus discípulos: 44 Estad 
atentos a lo que voy a deciros: El 
Hijo del hombre ha de ser entregado 
en poder de los hombres. 45 Pero 
ellos no sabían lo que significaban 
estas palabras, estaban para ellos 
veladas, de manera que no las enten¬ 
dieron, y temían preguntarle sobre 
ellas. 


Quién será el mayor. 

46 Les vino a ellos este pensamiento, 
¿quién sería entre ellos el mayor? 
47 Y conociendo Jesús los pensa¬ 
mientos de su corazón, tomó a un 
niño, le puso junto a sí, 48 y les dijo: 
El que recibiere a este niño en mi 
nombre a mi me recibe, y el que me 
recibe a mí, recibe al que me envió, 
y el menor de entre vosotros, ése 
será cJ más grande. 


La invocación del nombre de 
Jesús por los extraños. 

49 Tomando la palabra Juan, dijo: 
Maestro, hemos visto a uno echar los 
demonios en tu nombre y se lo hemos 
estorbado, porque no era de nuestra 
compañía. 60 Contestóle Jesús: No se 
lo estorbéis, pues el que no está 
contra vosotros está con vosotros. 





1156 


SAN LUCAS, 10 


La mala acogida de los sama- 
rilanos. 

61 Estando para cumplirse los 
días de su asunción (lj, se dirigió 
resueltamente a Jerusalén, 62 y envió 
mensajeros (2) delante de sí, que 
en su camino entraron en una aldea 
de samaritanos para prepararle al¬ 
bergue. 64 No fueron recibidos (3), 
porque iban a Jerusalén. 64 Viéndolo 
los discípulos, Santiago y Juan dije¬ 
ron: Señor, ¿quieres que digamos 
que baje fuego del cielo que los con¬ 
suma? 55 Y volviéndose, Jesús los 
reprendió, 66 y se fueron a otra aldea. 


Varias vocaciones. 

67 Y siguiendo ellos el camino, 
vino uno que le dijo: Te seguirá a 
donde quiera que vayas. 68 Jesús 
le respondió: Las raposas tienen cue¬ 
vas, y las aves del cielo nidos; pero 
el Hijo del hombre no tiene donde 
reclinar la cabeza (4). 58 A otro le 
dijo: Sígueme, y respondió: Señor, 
déjame ir primero a sepultar a mi 
padre. 60 Y El le contestó: Deja a 
los muertos sepultar a sus muertos, 
y tú vete y anuncia el reino de Dios. 
61 Otro le dijo: Te seguiré, Señor, 
pero déjame antes despedirme de los 
de mi casa. 62 Jesús le dijo: Nadie 
que después de haber puesto la mano 
sobre el arado mire atrás (5) es 
apto para el reino de Dios. 


10 1 Después de esto, designó Jesús 
a otros setenta y dos y los 
envió de dos en dos (6), delante de 


(r) En esle punto comienza la cuarta parte 
del Evangelio, y por esta frase vemos que San 
Lucas encamina al Salvador hacia Jerusalén, 
donde ha de morir. Esto nos suministra una in¬ 
dicación general del lugar y tiempo a que per¬ 
tenece todo el coniunto de sucesos, que no suelen 
llevar indicación alguna geográfica ni cronológica. 

(2) Un grupo de discípulos caminaba de¬ 
lante del grueso de la comitiva, para buscar hos¬ 
pedaje en los lugares por donde debían pasar. 

(3) Las relaciones de los samaritanos y de los 
judíos no eran nada amistosas, y más cuando 
intervenía un motivo religioso. (In. 4, 9.) 

(4) Muéstrale con esto el espíritu de abne¬ 
gación de que ha de venir animado. 

(5) Debe de ser éste un proverbio común, e 
indica que quien se da al reino de Dios no debe 
mirar a otra cosa. 

(6) Se parece esta misión de los setenta y dos 

iscipulos, referida sólo por San Lucas, a la mi- 


sí, a toda ciudad y lugar adonde El 
había de venir, * 2 3 4 5 6 * y les dijo: La mies 
es mucha y los obreros pocos; rogad, 
pues, al amo que mande obreros a 
su mies. 8 Id, que yo os envío como 
corderos en medio de lobos. 4 No 
llevéis bolsa, ni alforja, ni sanda¬ 
lias, y a nadie saludéis por el camino. 

6 En cualquiera casa que entréis, 
decid primero: La paz sea con esta 
casa. • Y si hubiere allí un hijo de 
la paz, descansará sobre él vuestra 
paz; si no, se volverá a vosotros. 

7 Permaneced en esa casa, y comed y 
bebed lo que os sirvieren, porque el 
obrero es digno de su salario. No 
vayáis de casa en casa. 8 Y en cual¬ 
quier ciudad donde entrareis y os 
recibieren, comed lo que os fuere 
servido y curad a los enfermos que 
en ella haya, y decidles: El reino 
de Dios está cerca de vosotros. 
10 En cualquier ciudad donde en¬ 
tréis y no os recibieren, salid a las 
plazas y decid: Hasta el polvo que 
de vuestra ciudad se nos pegó a los 
pies os lo sacudimos, pero sabed que 
el reino de Dios está cerca. 12 Yo os 
digo que aquel día Sodoma (1) será 
tratada con menos rigor que esa 
ciudad. 13 |Ay de ti, Corazainl jAy de 
ti, Bctsaidal (2) Que si en Tiro y en 
Sidón hubieran sido hechos los mila¬ 
gros, que en vosotras se lian liccho, 
tiempo ha que en saco y sentados 
en ceniza hubieran hecho penitencia. 
14 Pero Tiro y Sidón serán tratados 
con más blandura que vosotras en 
el juicio. 15 Y tú, Cafarnauni, que te 
levantas (3) hasta el cielo, hasta 
el infierno serás abatida. 16 El que 
a vosotros os oye, a mi me oye, y el 
que a vosotros os desecha a mí 
111 c desecha (4), y el que me desecha 
a mi, desecha al que me envió. 


sión de los doce, que nos cuenta San Mateo 
en 10,1 ss. 

(1) En Gén. (18-19) se refieren los pecados 
de Sodoma y la justicia que Dios hizo en ella, 
quedando como ejemplar de la cólera divina. 
(Deut. 29. 23.) 

(2) San Mateo (11, 20 ss.) parece colocar este 
discurso del Salvador a la vista de las ciudades 
situadas a orillas del lago. San Lucas enlaza este 
pasaje con los versículos anteriores, en que habla 
de la ciudad hipotéticamente incrédula. Si en 
Tiro y en Sidón . Ciudades fenicias situadas en 
la costa, al norte de Galilea, y que mis de una 
vez fueron objeto de las amenazas de los profetas. 

(3) La prosperidad material era causa de su 
orgullo, que tendrá por castigo el abatimiento. 

(4) Hermosa sentencia que muestra el valor 
de la misión que los discípulos reciben. 









SAN LUCAS, 10 


1157 


Vuelta de los setenta. 

17 Volvieron los setenta y dos 
llenos de alegría, diciendo: Señor, 
hasta los demonios se nos sometían 
en tu nombre (1). 18 Y El les dijo: 
Veía yo a Satanás caer del cíelo (2) 
como' un rayo. 19 Yo os he dado 
poder para "andar sobre serpientes 
y escorpiones y sobre toda potencia 
enemiga, y nada os dañará. 20 Mas 
no os alegréis de que los espíritus 
os estén sometidos, alegraos más bien 
de que vuestros nombres están escri¬ 
tos en los cielos. 


Ilevclación del Padre a los 
pequeños. 

21 En aquella hora se sintió inun¬ 
dado de gozo en el Espíritu Santo y 
dijo: Yo te alabo, Padre, Señor del 
cielo y de la tierra, porque has ocul¬ 
tado estas cosas a los sabios y pru¬ 
dentes V las revelaste a los pequeños, 
es, Padre, porque tal ha sido tu 
beneplácito. 22 Todo me ha sido 
entregado por mi Padre, y nadie 
conoce quién es el Hijo sino el Padre, 
y quién es el Padre sino el Hijo, 
y aquel a quien el Hijo quisiere 
revelárselo. 23 Y vuelto a los discí¬ 
pulos, aparte les dijo; Dichosos los 
ojos que ven lo que vosotros veis, 
24 porque yo os digo que muchos 
profetas y reyes quisieron ver lo 
que vosotros veis y no lo vieron, 
y oír lo que oís, y no lo oyeron. 


El mayor precepto. 

25 Levantóse un doctor de la Ley 
para tentarle, y le dijo: Maestro, 
¿qué haré para alcanzar la vida eterna? 
26 El le dijo: ¿Qué está escrito en la 
Ley? ¿Cómo lees? 27 Le contestó 
diciendo: Amarás al Señor tu, 
Dios (3), con todo tu corazón, con 


(1) Como niños, los discipulos vuelven ale¬ 
gres de las obras realizadas; Jesús levanta sus 
pensamientos a considerar un motivo más alto 
de alegría, 

(2) La expulsión de los demonios signifi¬ 
caba una victoria sobre el principe de las ti¬ 
nieblas y un retroceso de su imperio ante el 
reino de Dios, (ii, 20.) 

(3) San Mateo (22, 34 ss.) y San Marcos 
(12, 28 ss.) proponen la misma cuestión en forma 
un poco diferente; mas para venir a la misma 
conclusión, que el amor es la suma de toda la 


toda tu alma, con todas tus fuerzas 
y con toda tu mente, y al prójimo 
como a ti mismo. 28 Y le dijo: Bien 
has respondido. Haz esto y vivirás. 
29 El, queriendo justificarse, pre¬ 
guntó a Jesús: ¿Y quién es mi pró¬ 
jimo? (1). 

Parábola del samaritano. 

30 Tomando Jesús la palabra, dijo: 
Bajaba un hombre de Jerusalén a 
Jerieó y cayó en poder de ladrones, 
que le desnudaron, le cargaron de 
azotes, y se fueron dejándole medio 
muerto. 31 Por casualidad, bajó un 
sacerdote por el mismo camino, y 
viéndole, pasó de largo. 32 Asimismo 
un levita, pasando por aquel sitio, 
le víó también y pasó adelante. 
33 Pero un samaritano, que iba de 
camino, llegó a él, y viéndole, mo¬ 
vido a compasión, 34 acercándosele, 
le vendó las heridas derramando en 
ellas aceite y vino, y haciéndole 
montar sobre su propia cabalga¬ 
dura, le condujo al mesón y cuidó de 
él. 35 A la mañana, sacando dos 
denarios, se los dió al mesonero y 
dijo; Cuida de él, y lo que te cueste, 
a la vuelta te lo pagaré. 36 ¿Quién 
de estos tres (2) te parece haber 
sido .prójimo de aquel que cayó en 
poder de ladrones? 37 El contestó; 
El que hizo con él misericordia. 
Contestóle Jesús: Vete y hazlo tú 
mismo. 

Marta y Alaría. 

38 Yendo de camino, entró en una 
aldea, y una mujer, Marta de nom¬ 
bre, le recibió en su casa. 39 Tenía 
ésta una hermana llamada María (3), 


Ley. Este principio constituye la diferencia ra¬ 
dical entre el Evangelio y la Ley, tal como los 
doctores la entendían, a modo de norma jurídica 
que regula los actos externos de la vida. 

(1) Esta instancia es propia de San Lucas, 
que con ella introduce la hermosa parábola del 
samaritano. 

(2) Tal pregunta, a la que luego responde el 
«vete y haz tú lo mismo», no responde directa¬ 
mente a la cuestión arriba propuesta por el es¬ 
criba, «quien es mi prójimo». Pero, aunque in¬ 
directa. esta respuesta es bien clara, para que 
todos puedan entenderla, 

(3) Con este episodio nos traslada el evange- 
■ lista a Betania, Aparece claro que esta María 

que aquí se nos presenta no tiene nada que ver 
ni con la Magdalena ni con la pecadora. San 
Lucas nos hace su presentación como si no la 
conociéramos. 












1158 


SAN LUCAS, U 


la cual, sentada a los pies del Señor, 
escuchaba su palabra. 40 * Marta anda¬ 
ba afanada en los muchos cuidados 
del servicio, y acercándose, dijo: 
¿Señor, no te da enfado que mi her¬ 
mana me deje a mí sola en el ser¬ 
vicio? Dilc, pues, que me ayude. 

41 Respondió el Señor y le dijo: 
Marta, Marta, tú te inquietas y te 
turbas por muchas cosas; pero pocas 
son necesarias, o más bien una sola. 

42 María ha escogido la mejor par¬ 
te (1), que no le será arrebatada. 


11 


I tará y le dará cuanto necesite. 9 Y os 
digo: Pedid y se os dará; buscad y 
hallaréis; llamad y se os abrirá; 
10 porque quien pide recibe, y quien 
busca halla, y al que llama se le 
abre. 11 ¿Qué padre entre vosotros, 
si el hijo le pide un pan, le dará 
una piedra? ¿O si le pide un pez, 
le dará en vez del pez una serpiente? 
¿O si le pide un huevo le dará un 
escorpión? 13 Si vosotros, pues, que 
sois malos, sabéis dar cosas buenas 
a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro 
Padre celestial dará el Espíritu San¬ 
to (1) a los que se lo piden? 

Orí y en del poder sobre los 
demonios. 

14 Estaba expulsando a un demo¬ 
nio mudo, y así que salió el demonio, 
habló el mudo. Y las muchedumbres 
se admiraron, 15 pero algunos de 
ellos dijeron: Por poder de Bcclzcbul, 
príncipe de los demonios, expulsa 
éste los demonios; 16 otros, para ten¬ 
tarle, le pedían una señal del ciclo. 
17 Pero El, conociendo sus pensa¬ 
mientos, les dijo: Todo reino divi¬ 
dido contra sí mismo será devas¬ 
tado, y caerá casa sobre casa. 18 Si, 
pues, Satanás se halla dividido con¬ 
tra sí mismo, ¿cómo se mantendrá 
su reino? Puesto que decís que por 
virtud de Bcclzcbul expulso yo a 
los demonios. 19 Si yo expulso a los 
demonios por Bcclzcbul, vuestros hijos 
¿por quién los expulsan? Tor esto 

_ r ellos mismos serán vuestros jueces. 

la puerta está ya cerrada, y mis 20 Pero si expulso a los demonios 
niños están ya conmigo en la cama, por el dedo de Dios, sin duda que 
no puedo levantarme para dártelos, el reino de Dios ha llegado a vos- 
8 Yo os digo que, si no se levanta y otros. 21 Cuando un fuerte, bien ar- 
sc los da por ser amigo suyo, a lolmado (2), guarda su^ palacio, segu- 
menos por la importunidad, se levan-¡ros están sus bienes 22 pero, si llega 

uno más fuerte que él, le vencerá, 

. , . . le quitará las armas en que confiaba, 

(i) La cual no era otra cosa que íl remo de rcparUrá sus despojos. “ El que 

Dios, que ella veía en la palabra de Jesús. En la Y *1 _ . A * (i) * 3 1Y1 ( _* rtl 

historia de la espiritualidad cristiana, estas dos no está conmigo está contra Ulí, y ti 
hermanas representan la vida activa y la vida 
contemplativa. 

(a) San Mateo inserta la oración dominical 


La oración dominical. 

1 Acaeció que, hallándose El 
orando en cierto lugar, así que 
acabó, le dijo uno de los discípulos: 
Señor, enséñanos a orar, como tam¬ 
bién Juan enseñaba a sus discí¬ 
pulos (2). 2 Y El les dijo: Cuando 
oréis, decid: Padre, santificado sea 
el tu nombre; venga a nos el tu reino; 

3 danos cada día el pan cotidiano; 

4 perdónanos nuestras deudas, por¬ 
que también nosotros perdonamos a 
todos nuestros deudores y no nos 
pongas en tentación (3). 

Parábola del anuyo importuno. 

6 Y les dijo (4): Si alguno de vos¬ 
otros tuviere un amigo y viniese a 
él a medianoche, y le dijera: Amigo, 
préstame tres panes; 6 pues un amigo 
mío ha llegado de viaje y no tengo 
qué darle. 7 Y el, respondiendo desde 
dentro, le dijese: No me molestes, 


en la sección del Sermón del Monte, que dedica 
a la oración ( 6 , 5-15); mas parece que la ocasión 
de su enseñanza debe de ser ésta. La antigua 
tradición coloca este suceso en el Monte de 
los Olivos, en la Eleona. 

(3) Como las bienaventuranzas, así el padte- 


que conmigo no recoge, derrama, 
24 Cuando un espíritu impuro sale 
de tin hombre (3), recorre los luga- 


(1) Es este el don mesiánico. en el cual se 
resumen todas las gracias divinas. (Act. 2, 28; 
19, 2 ss.) 

_ __________ (2) Parábola para mostrar que El. que ex- 

nuestro está más abreviado. La Iglesia prefirió pulsa los demonios, es más fuerte que éstos, 
desde el principio la forma más completa de San (3) Espíritu impuro, porque induce a acto* 
Mateo para la oración litúrgica. de impureza, como se le llama mudo porque 

(4) Esta parábola se liga a lo que precede, produce la mudez. La parábola enseña el mal 

y con ella trata de enseñar la confianza y la per- de la recaída en el pecado, pintada de un modo 

severancia en la oración. muy gráfico. 










SAN LUCAS, 11 


1159 


res Aridos buscando reposo, y no 
hallándolo se dice: Volveré a la casa 
de donde salí; 25 y viniendo la en¬ 
cuentra barrida y aderezada. 26 En¬ 
tonces va y toma otros siete espí¬ 
ritus peores que él y, entrando, 
habitan allí, y vienen a ser las pos¬ 
trimerías de aquel hombre peores 
.que los principios. 

Elogio de la madre de Jesús. 

27 Mientras El decía estas cosas, 
levantó la voz una mujer de entre la 
muchedumbre y dijo: Dichoso el 
seno que te llevó y los pedios que 
mamaste (l). 23 Pero El dijo: Más 
bien, dichosos los que oyen ía pala¬ 
bra de Dios y la guardan. 

Juicio severo sobre la presente 
generación. 

29 Creciendo la muchedumbre, co¬ 
menzó a decir: Esta generación es 
lina generación mala; pide una señal, 
y no le será dada otra señal que la 
de Jonás. 30 Porque como fué Jonás 
señal para los ninivitas, así también 
lo será el Hijo del hombre para esta 
generación. 31 La reina del Medio¬ 
día (2) se levantará en el juicio 
contra los hombres de esta genera¬ 
ción y los condenará; porque vino 
de los confines de la tierra para oír 
la sabiduría de Salomón, y hay aquí 
algo más que Salomón. 32 Los nini- 
vitas se levantarán en el juicio 
contra esta generación y la conde¬ 
narán, parque hicieron penitencia a 
la predicación de Jonás, y hay aquí 
más que Jonás. 

Líi luz de Cristo, luz del alma. 


33 Nadie enciende la lámpara (3) 
y la pone en un rincón, ni bajo el 
celemín, sino sobre un candclcro, para 
que los que entren tengan luz. 34 La 
lámpara de tu cuerpo (4) es tu 


(1) Curiosa exclamación la de esta mujer, 
madre sin duda, que se entusiasma oyendo a 
Jesús enseñar. La respuesta del Salvador con¬ 
cuerda con la de Mt. 12, 50; Me. 3, 35. 

(2) Es la reina de Saba, en la Arabia Meridio¬ 
nal, de que se habla en I Reg. 10, 1 ss. 

(3) Esa lámpara es el mismo Jesús, predica¬ 
dor de la verdad, que lleva a Dios. 

(4) Es la misma verdad evangélica, que, de¬ 
positada en el alma, debe servir de guía para 
caminar hacia la consecución de la salud. 


ojo; sí tu ojo es puro, todo tu cuerpo 
estará iluminado; pero si fuese malo, 
también tu cuerpo estará en tinie¬ 
blas. 35 Cuida, pues, que tu luz no 
tenga parte de tinieblas. 38 Porque 
si todo tu cuerpo es luminoso, sin 
parte alguna tenebrosa, todo él res¬ 
plandecerá como cuando la lámpara 
te ilumina con vivo resplandor. 

Reprensión de los fariseos \ 
doetores. 

37 Estaba hablando, y le invitó 
un fariseo a comer con él; y fué y 
se puso a la mesa. 38 El fariseo se 
maravilló de ver que no se había 
lavado antes de comer. 30 Y el Señor 
le dijo: Mira, vosotros los fariseos 
limpiáis la copa y el plato por de 
fuera, pero vuestro interior está lleno 
de rapiña y maldad. 40 ¡Tnscnsatosl 
Acaso el que ha hecho lo de fuera no 
ha hecho también lo de dentro? 
41 Sin embargo, dad limosna según 
vuestras facultades y todo será puro 
para vosotros. 42 |Ay de vosotros, 
fariseos, que pagáis el diezmo de la 
menta, y de la ruda, y de todas las 
legumbres, y descuidáis la justicia 
y el amor de Dios! Hay que hacer 
esto sin omitir aquello. 43 jAy de 
vosotros, fariseos, que amáis los 
primeros asientos en las sinagogas y 
los saludos en las plazas! 44 jAy de 
vosotros, que sois sepulturas que no 
se ven, que los hombres pisan sin 
saberlo 1 

45 Tomando la palabra un doctor 
de la Ley le dijo: Maestro, hablando 
así nos ultrajas también a nosotros. 
46 Pero El le dijo: \\y también de 
vosotros, doctores de la Ley, que 
echáis pesadas cargas sobre los hom¬ 
bres, y vosotros ni con uno de vues¬ 
tros dedos las tocáis! 47 jAy de vos¬ 
otros, que edificáis monumentos a 
los profetas, a quienes vuestros pa¬ 
dres dieron muerte! 48 Vosotros mis¬ 
mos atestiguáis que consentís en la 
obra de vuestros padres; ellos los 
mataron; vosotros les edificáis sepul¬ 
cros. 49 Por esto dice la Sabiduría 
de Dios: Yo les envío profetas y 
apóstoles, y ellos los matan y per¬ 
siguen, 60 para que sea pedida cuenta 
a esta generación de la sangre de 
todos los profetas derramada desde 
el principio del mundo, 51 desde la 
sangre de Abel hasta la sangre de 
Zacarías, asesinado entre el altar y 







1160 


SAN LUCAS. 12 


el santuario; sí, os digo que le será 
pedida cuenta a esta generación* 
82 jAy de vosotros, doctores de la. 
Ley, que os habéis apoderado de la 
llave de la ciencia; y ni entráis vos¬ 
otros ni dejáis entrar! 53 Cuando salió 
de allí comenzaron los escribas y fari¬ 
seos a acosarle terriblemente y a pro¬ 
ponerle muchas • cuestiones, 64 ar¬ 
mándole trampas para cogerle por 
alguna palabra de su boca. 


Advertencia a los discípulos. 

i O 1 Entretanto se fue juntando la 

I ^ muchedumbre por millares, has¬ 
ta el punto de pisarse unos a otros, 
y comenzó El a decir a sus discí¬ 
pulos: Ante todo guardaos del fer¬ 
mento de los fariseos, que es la hipo¬ 
cresía, 1 2 pues nada hay oculto que 
no haya de descubrirse (1), y nada 
escondido que no haya de llegar a 
saberse. 3 Por esto, todo lo que decís 
en las tinieblas (2) será oído en la 
luz, y lo que habláis al oído en vues¬ 
tros aposentos, será pregonado desde 
los terrados. 4 * Y a vosotros, mis 
amigos, os digo: No temáis a los que 
matan el cuerpo y después no tienen 
ya más que hacer. 6 Yo os diré a 
quién habéis de temer; temed al que, 
después de haber dado la muerte, 
tiene poder para eel ar en la gclienna. 
Sí, yo os digo que temáis a ése. 
8 ¿No se venden cinco pájaros por dos 
ases? Y, sin embargo, ni uno de ellos 
está en olvido ante Dios. 7 Y aun 
hasta los cabellos de vuestra cabeza 
están contados. No temáis, vosotros 
valéis más que muchos pájaros. 
8 Yo os digo: a quien me confesare 
delante de los hombres, el Hijo del 
hombre le confesará delante de los 
ángeles de Dios. 9 El que me negare 
delante de los hombres, será negado 
ante los ángeles de Dios. 10 A quien 
dijere una palabra contra el Hijo 
del hombre le será perdonado; pero 
al que blasfemare contra el Espí¬ 
ritu Santo no le será perdonado. 

II Cuando os lleven a las sinagogas, 
ante los magistrados y las autoridades, 


(1) La hipocresía de los fariseos vendrá tam¬ 
bién a la luz. 

(2) El misterio del reino de Dios, que 3 ellos 
se comunica aparte, a las claras deberán publi¬ 
carlo y a la luz del día, aunque sea con peligro 
de su vida, por la cual no deberán temer, pues 
Dios tiene cuenta de ella y la guardará para la 
eternidad. 


110 os preocupéis de cómo o qué 
habéis de responder o decir, 12 por¬ 
que el Espíritu Santo os enseñará en 
aquella hora lo que habéis de decir. 

Cuidado con la avaricia. 

13 Díjole uno de la muchedumbre; 
Maestro, di a mi hermano que parta 
conmigo la herencia. 14 El le respon¬ 
dió: Pero hombre, ¿quién me ha 
constituido juez o partidor entre 
vosotros? 15 Y les dijo: Mirad de 
guardaros de toda avaricia, porque 
aunque se tenga mucho no está la vida 
en la hacienda. 16 Y les dijo una pa¬ 
rábola: Había un hombre rico, cuyas 
tierras le dieron gran cosecha. 17 Y 
él comenzó a pensar dentro de sí, 
diciendo: ¿Qué haré, pues no tengo 
dónde encerrar mi cosecha? 18 Y dijo: 
Ya sé lo que voy a hacer; demoleré 
mis graneros y los haré más grandes, 
y almacenaré en ellos todo mi grano 
y mis bienes, 19 y diré a mi alma: 
Alma, tienes muchos bienes almace¬ 
nados para muchos años, descansa, 
come, bebe, regálate. 20 Pero Dios 
le dijo: Insensato, esta misma noche 
te pedirán el alma, y todo lo que has 
acumulado, ¿para quién será? 21 Así 
será el que atesora para sí y no es rico 
ante Dios (1). 

Confianza cmi la Providencia. 

22 Y dijo a sus discípulos: Por esto 
os digo: No os preocupéis de vuestra 
vida pór lo que comeréis, ni de vues¬ 
tro cuerpo por lo que vestiréis, 
23 porque la vida es más que el ali¬ 
mento, y el cuerpo más que el ves¬ 
tido. 24 Mirad a los cuervos (2), 
que ni hacen sementera ni cosecna, 

S ue no tienen ni despensa ni granero v 
►ios los alimenta; ¿cuánto más valéis 
vosotros que un ave? 25 ¿Quién de 
vosotros, a fuerza de cavilar, puede 
añadir un codo a su estatura? 28 Si, 
pues, no podéis ni lo menos, ¿por 
qué preocuparos de lo más? 27 Mi¬ 
rad los lirios cómo crecen; ni tra¬ 
bajan, ni hilan, y yo os digo que ni 
Salomón en toda su gloria se vistió 


(1) En esta parábola muestra la inanidad de 
los bienes terrenos ante el valor eterno del alma. 

(2) Hermosa página ésta, que nos enseña, 

a la luz de las obras naturales, la providencia del 

Padre celestial. Confiados en ella, hemos de bus¬ 

car sin afán el pan de cada día. (Mi. 6 . 25 ss). 









SAN LUCASJ^ 


1161 


como uno de ellos. 28 Y si a la hierba, 
que hoy está en el campo, y mañana 
es arrojada al horno, así la viste 
Dios, ¿cuánto más a vosotros, hom¬ 
bres de poca fe? 29 No andéis buscando 
lo que comeréis o lo que beberéis, 
no andéis ansiosos, 30 porque todas 
estas cosas las buscan las gentes del 
mundo, pero vuestro Tadrc sabe que 
tenéis de ellas necesidad. 31 Vosotros 
buscad su reino (1), y todo eso 
se os dará por añadidura. 32 No temas, 
rebañito mío (2), porque vuestro 
Padre se ha complacido en daros el 
reino. 33 Vended vuestros bienes y 
dadlos en limosna; haceos bolsas 
que no se gastan, un tesoro inagotable 
en los cielos (3), a donde ni el 
ladrón llega, ni la polilla roe; 34 por¬ 
que donde está vuestro tesoro, allí 
está vuestro corazón. 

IVcceeidttd de la vigilancia, 


35 Tened ceñidos vuestros lo¬ 
mos (4) y encendidas las lámparas, 
36 y sed como hombres, que esperan 
a su amo, de vuelta de las bodas, 
para que, al llegar él y llamar, al 
instante le abran. 37 Dichosos los 
siervos a quienes el amo hallare en 
vela; en verdad os digo que se ce¬ 
ñirá, y los sentará a la mesa, y se 
prestará a servirles. 38 Ya llegue a 
la segunda vigilia, ya a la tercera, 
si los encontrare así, dichosos ellos. 
39 Vosotros sabéis bien que si el amo 
de casa conociera a qué hora habría 
de venir el ladrón, velaría y no dejaría 
horadar su casa. 40 Estad, pues, 
prontos, porque a la hora que menos 
penséis vendrá el Hijo del hombre. 
41 Dijo Pedro: Señor, ¿es a nosotros 
a quienes dices esta parábola, o a 
todos? 42 Y el Señor contestó: ¿Quién 
es, pues, el administrador fiel, pru¬ 
dente, a quien pondrá el amo sobre 
su servidumbre para distribuirle la 
ración de trigo a su tiempo? 43 Di¬ 


(1) Este debe ser el objeto de nuestros afa¬ 
nes; lo demás se nos dará por añadidura. 

(2) Expresión consoladora para los discípu¬ 
los de todos los tiempos, que se ven hechos ob¬ 
jeto de las persecuciones del mundo. 

(3) Nuevo modo de hacer que los bienes te¬ 
rrenos contribuyan a la felicidad eterna del alma. 

(4) Desarrolla en esta sección el mismo tema 
que San Mateo nos ofrece en 24, 26 ss., el de la 
preparación o vigilancia con que hemos de vivir 
para presentamos ante el tribunal de Dios a 
darle cuenta de nuestra vida. 


dioso ese siervo a quien el amo, al 
llegar, le hallare haciendo así. 44 E 11 
verdad os digo que le pondrá sobre 
todos sus bienes. 45 Pero si ese siervo 
dijere en su corazón: Mi amo tarda 
en venir, y comenzase a golpear a 
los siervos y siervas, a comer, y 
beber, y embriagarse, 40 llegará el 
amo el día que menos lo espere y a 
la hora que no sabe, y le quitará 
y le pondrá entre los infieles. 47 Y 
ese siervo, que conocía la voluntad 
de su amo y no se preparó, y .110 
hizo conforme a ella, recibirá muchos 
azotes. 48 Pero el que no la conocía 
y hace cosas dignas de castigo, re¬ 
cibirá menos. A quien mucho se da, 
mucho se le reclamará, y a quien 
mucho se ha entregado mucho se le 
pedirá. 


Por Jesús, o contra Jesús. 

49 Yo he venido a echar fuego (1) 
en la tierra, ¿y qué he de querer sino 
que se encienda? 30 Tengo que recibir 
un bautismo (2), ¡y cómo me siento 
constreñido hasta que se cumplal 
51 ¿Pensáis que he venido a traer la 
paz a la tierra? Os digo que no, sino 
la disensión. 62 Porque en adelante 
estarán en una casa cinco divididos, 
tres contra dos y dos contra tres; 
53 se dividirán el padre contra el 
hijo, y el hijo contra el padre, y la 
madre contra la hija, y la hija contra 
la madre, la suegra contra la nuera, 
y la nuera contra la suegra. 

Las señales del tiempo. 

64 Y a la muchedumbre le decía tam¬ 
bién: Cuando veis levantarse una 
nube por el poniente, al instante decís: 
Va a llover. Y así es. 5S Y cuando 
sentís el viento sur que sopla, decís: 
Va a hacer calor. Y así sucede. 
56 Hipócritas; sabéis juzgar del as¬ 
pecto de la tierra y del cielo; ¿pues 
cómo no juzgáis de los tiempos pre¬ 
sentes? 57 ¿Por qué no juzgáis por 
vosotros mismos lo que es justo? 
68 Cuando vayas, pues, con tu ad¬ 
versario al magistrado, procura en el 

(1) Es el fuego santificador del Espíritu, que 
da vida eterna. Por eso desea Jesús que se pro¬ 
pague. 

(2) Singular expresión que muestra cómo 
Jesús vivía con ansias de consumar su obra con 
el bautismo de sangre, que era su muerte. 









1162 


SAN LUCAS, 13 


camino desembarazarte de él, no (dignado porque había curado en 


sea que te entregue al juez (1), y 
el juez te ponga en manos del algua¬ 
cil, y el alguacil te meta en la cárcel. 
69 Te digo que no saldrás hasta que 
hayas pagado el último ochavo. 


Invitación a la penitencia. 


| o 1 Por aquel tiempo se presen- 
* taron algunos (2), que le 
contaron lo de los galileos, cuya san¬ 
gre había mezclado Pilato con la 
de los sacrificios que ofrecían. 1 2 Y 


sábado (1), decía a la muche¬ 
dumbre: Hay seis días en los cuales 
se puede trabajar; en esos, venid y 
curaos, y no en día de sábado. 

15 Respondióle el Señor y dijo: 
Hipócritas, ¿cualquiera de vosotros 
no suelta del pesebre su buey o sn 
asno en sábado y lo lleva a beber? 

16 ¿Pues esta hija de Abrnham, a 
quien Satanás tenia ligada dieciocho 
años ha, no había de ser soltada de 
su atadura en din de sábado? 18 Y 
diciendo esto confundía a todos sus 
adversarios: v la muchedumbre se 


respondiéndoles dijo: ¿Pensáis que alegraba de las obras prodigiosas que 
esos galileos fueran más pecadores | hacía. 


que los otros por haber padecido 
todo esto? 3 Yo os digo que no; 
y que si no hiciereis penitencia, todos 
igualmente pereceréis. 4 Y aquellos 
dieciocho sobre los que cayó la torre 
de Siloé imitándolos, ¿creéis que eran 
más pecadores que todos los otros, 
que moraban en Jerusalén? 6 Os digo 
que no, y que si no hiciereis pe¬ 
nitencia, todos igualmente perece 
réis. 6 Y dijo esta parábola: Tenía 
uno plantada una higuera en su viña, 
y vino en busca del fruto y no lo 
halló. 7 Dijo entonces al viñador: 
Van ya tres años que vengo en busca 
del fruto de esta higuera, y no lo 
hallo; córtala; ¿por qué ha de ocupar 
la tierra en balde? 8 Y le respondió 
y dijo: Señor, déjala aún por este 
año, que la cave y la abone a ver 
9 si da fruto para el año que viene...; 
si no, la cortarás. 


Una curación en sábado. 


10 Enseñaba en una sinagoga un 
sábado. 11 Y había allí una mujer, 
que tenía un espíritu de enfermedad 
hacía dieciocho años, y estaba en¬ 
corvada, y no podía en modo alguno 
enderezarse. 12 Viéndola Jesús la 
llamó y le dijo: Mujer, estás curada 
de tu enfermedad. 13 Y le impuso las 
manos y al instante se enderezó, 
y glorificaba a Dios. 14 Y tomando la 
palabra el jefe de la sinagoga, in¬ 


F>1 fjrano de mostaza. 


18 Decía, pues: ¿A qué es seme¬ 
jante el reino de Dios, y a qué 
lo compararé? 19 Es semejante a un 
grano de mostaza (2), que uno 
toma y arroja en sn huerto, y crece 
y se convierte en un árbol, y las 
aves del cielo anidan en sus ramas. 
20 Y de nuevo dijo: ¿A qué compararé 
el reino de Dios? 21 Es semejante al 
fermento, que una mujer toma y 
echa en tres medidas de harina hasta 
que fermenta todo (3). 


Ua salud de los nonti]es y la re¬ 
probación de los israelitas. 


22 Y recorría las ciudades y las 
aldeas, enseñando y siguiendo su 
camino hacia Jerusalén. 23 Y le 
dijo uno: Señor, ¿son pocos los que 
se salvan? El le dijo: 21 Esforzaos a 
entrar por la puerta estrecha (1), 


(1) Mientras caminamos por la vida tenemos 
tiempo para arreglar nuestras cuentas con Dios 
por medio de la penitencia. 

(2) Vienen a darle la triste nueva, suponiendo 
que, como a galileo, le habrá de interesar. Como 
siempre, Jesús saca de aquí una lección para 
invitar a la penitencia. Ni de este episodio ni 
del siguiente se tiene otra noticia. 


(1) Un ejemplo más que nos pone de mani¬ 
fiesto la aberración moral de los doctores judíos 
en la interpretación de la Ley. (Me. 2, 23 ss.) 

(2) Esta parábola declara ia desproporción 
entre los orígenes humanos del reino de Dios, o 
sea, la vida humilde de Jesús, su pasión, los co¬ 
mienzos de la Iglesia, etc., y su maravilloso des¬ 
arrollo ulterior en la tierra y en el cielo. Lo cual 
tiene una aplicación perfecta a la vida de los 
Santos, que se apoyan sólo en Dios. (Mt. 13, 3»; 
Me. 4, 31.) 

(3) Así va el Evangelio y su gracia transfor¬ 
mando al individuo y la sociedad, callada, pero 
eficazmente. (Mt. 13, 33.) 

(4) Jesús rehuye responder a la pregunta de 
los discípulos; pero enseña lo que debemos hacer 
tratándose de negocio tan grave como el de nues¬ 
tra salvación. Esta exige esfuerzos, y para ase¬ 
gurarla hay que violentarse, porque una vez ex¬ 
cluidos del reino de los cielos ya no hay remedia 












SAN LUCAS, 14 


1163 


porque os digo que muchos serán los 
que busquen entrar y no podrán, 1 
16 una vez que el amo de casa se 
levante y cierre la puerta, y quedareis 
fuera y llamaréis a la puerta di-i 
ciendo: Señor, ábrenos, y os rcspon-| 
derá: No sé de dónde sois. 26 Enton¬ 
ces comenzaréis a decir: Hemos co¬ 
mido y bebido contigo, y has ense¬ 
ñado en nuestras plazas. 27 Y él 
dirá: Os repito que no sé de dónde 
sois. Apartaos de mí todos, obreros 
de iniquidad. 28 Allí habrá llanto y 
crujir de dientes, cuando viereis a 
Abraham, a Isac, y a Jacob y a to¬ 
dos los profetas en el reino de Dios, 
mientras vosotros sois arrojados fuera. 
29 Y vendrán de Oriente y de Occi¬ 
dente, del Septentrión y del Medio¬ 
día (1), y se sentarán a la mesa 
en el reino de Dios. 30 Y los últimos 
serán los primeros, y los primeros 
serán los últimos. 


La astucia de Hcrodcs. 

31 En aquella hora se le acercaron 
algunos de los fariseos dieiéndole: 
Sal y vete de aquí, porque Herodcs 
quiere matarte (2). 32 Y El les dijo 
Id y decid a esa raposa: Yo expulso 
demonios y hago curaciones hoy y 
las haré mañana, y al día tercero 
consumaré mi obra. 33 Pues he de 
andar hoy y mañana, y al día siguien¬ 
te, porque no puede ser que un pro¬ 
feta perezca fuera de Jerusalén. 

Amenaza contra Jerusalén. 

84 jjerusalén, Jerusalén, que matas 
a los profetas y apedreas a los que 
te son enviadosl ¡Cuántas veces quise 
juntar a tus hijos como el ave su 
nidada debajo de las alas y no qui¬ 
siste! 35 Se os deja vuestra casa. 
Y os digo que no me veréis hasta que 
digáis: ¡Bendito el que viene en el 
nombre del Señor! (3). 


(1) Anuncio de la vocación de los gentiles 
análogo a Mt. 8, ir. 

(2) Se trata del verdugo de Juan. Tal vez 
Jesús se hallaba próximo a su castillo de Maque- 
ronte, situado al este del mar Muerto, donde fue 
degollado el Bautista, y los comunicantes sospe¬ 
chan algún ardid de Herodes contra Jesús. Pero 
Jesús no hace caso, porque sabe que no puede 
morir sino en Jerusalén. 

(3) Jerusalén quedará desolada (rQ, 43 s.); 

pero un día llegará en que Israel reconozca y 

aclame al Mesías, que ahora desecha. ¿Cuándo? 

¿Cómo? Misterio de Dios. (Rom. 11, 25 ss.) 


El hidrópico curado cu sábado. 

A\ 1 Habiendo entrado en casa 
* ■ de uno de los principales fari¬ 
seos para comer en día, de sábado 
le estaban observando. 2 Y había 
delante de el un hidrópico. 3 Y toman¬ 
do Jesús la palabra habló a los doc¬ 
tores de la Ley y a los fariseos, 
diciendo: ¿Es lícito Curar en sábado, 
o no? 4 * Ellos guardaron sMencio. 
Y asiéndole, le curó y le despidió. 
6 Y les dijo: ¿Quién de vosotros, 
si su hijo, o su asno, cayere en un 
pozo, no le saca al instante, en día 
de sábado? 6 Y no podían repli¬ 
carle (1). 


Invitación a la modestia. 

7 Decía a los invitados una parᬠ
bola, observando cómo escogían para 
sí los primeros puestos: 8 Cuando 
seas invitado a una boda, no te 
sientes en el primer puesto, no sea 
que venga otro más honrado que 
tú invitado por aquél, 9 y llegando 
el que al uno y al otro os invitó, te 
diga: Cede a éste el sitio, y entonces 
con vergüenza vayas a ocupar el 
último puesto. 10 Cuando seas invi¬ 
tado, ve y siéntate en el postrer 
lugar para que, cuando venga el 
que te invitó, te diga: Amigo, sube 
más arriba. Entonces tendrás gran 
honor en presencia de todos los co¬ 
mensales. 11 Porque el que se ensalza 
será humillado, y el que se humilla 
será ensalzado. 


Sobre la elección de los invitados. 

12 Y dijo también al que le había 
invitado: Cuando hagas una comida 
o una cena, no llames a tus amigos, 
ni a tus hermanos, ni a los parientes, 
ni a los vecinos ricos, no sea que ellos 
a su vez te inviten y tengas ya tu 
recompensa. 13 Cuando hagas una 
comida, llama a los pobres (2), 
a los tullidos, a los cojos y a los ciegos, 
14 y tendrás la dicha de que no pue¬ 
dan pagarte, porque recibirás la re¬ 


tí) El argumento se apoya en la exégesis ra- 
bínica, la cual queda calificada con sólo expo¬ 
nerla. 

(2) Los banquetes de ostentación y camara¬ 
dería quiere que sean sustituidos por actos de 
misericordia, que Dios recompensará en la vida 
eterna. 











1164 


SAN LUCAS, 15 


compensa en la resurrección de los 
justos. 

La parábola de los invitados des¬ 
corteses. 

15 Oyendo esto uno de los invita¬ 
dos, dijo: Dichoso el que coma pan 
cu cí reino de Dios (1). 16 Y El le 
contestó: Un hombre hizo un gran 
banquete c invitó a muchos. 17 Y a 
la hora del banquete envió a su 
siervo a decir a los invitados: Venid, 
que ya está preparado todo. 19 Y 
todos unánimemente comenzaron a 
excusarse, el primero dijo: He com¬ 
prado un campo, y tengo que salir 
a verlo; te ruego que me des por 
excusado. 19 Otro dijo: He comprado 
cinco yuntas de bueyes, y tengo que 
ir a probarlas; ruegote que me des 
por excusado. 20 Y otro dijo: He 
tomado mujer, y no puedo ir. 21 Y 
vuelto el siervo comunicó a su amo 
estas cosas. Entonces el amo de casa, 
irritado, dijo a su siervo: Sal aprisa 
a las plazas y calles de la ciudad, y a 
los pobres, tullidos, ciegos y cojos 
tráelos aquí. 22 Y el siervo 1c dijo: 
Señor, está hecho lo que mandaste 
y aún queda lugar. 23 Y dijo el amo 
al siervo: Sal a los caminos y a los 
cercados, y obliga a entrar, a fin 
de que se llene mi casa, 24 porque os 
digo que ninguno de aquellos que 
hablan sido iuvitados gustará mi 
cena. 

IVeccsidad de la abncfjaeión para 
tomar la cruz. 

25 Se le juntaron numerosas muche¬ 
dumbres, y, vuelto a ellas, les decía: 
26 Si alguno viene a mí y no aborrece 
al padre, a la madre, a la mujer, 
a los hijos, a los hermanos, a las her¬ 
manas y aun su propia vida (2), 
no puede ser mi discípulo. 27 El que 
no toma su cruz y viene en pos de 
mí, no puede ser mi discípulo. 28 Por- 


(1) La imagen del banquete para representar 
al reino mesiánico era familiar a los judíos. De 
aquí la exclamación del comensal, de la cual 
Jesús toma pie para proponer otra parábola, con 
que muestra la poca estima que se hacia del 
banquete, a juzgar por el desprecio de los invi¬ 
tados. 

(2) He aquí una pretensión que sería exce¬ 
siva, si Jesús no fuera Hijo de Dios, y si el se¬ 
guirle a £1 no fuera lo más trascendental para 
el hpmbre, su salud eterna. 


que ¿quién de vosotros, queriendo 
edificar una torre, no se sienta pri¬ 
mero y calcula los gastos, a ver si 
tiene para terminarla? 29 No sea que, 
echados los cimientos y no pudictulo 
acabarla, todos cuantos lo vean se 
burlen de el diciendo: Este hombre 
comenzó a edificar y no pudo acabar. 
31 ¿O que rey saliendo a campaña 
para guerrear con otro rey, no con¬ 
sidera primero y delibera" si puede 
hacer frente con diez, mil al que viene 
contra el con veinte mil? 32 Si no, 
hallándose aún lejos aquel, le envía 
una embajada, haciéndole propo¬ 
siciones de paz. 33 Así, pues, cual¬ 
quiera de vosotros que no renuncie a 
todos sus bienes (1), no puede 
ser mi discípulo. 84 Buena es la 
sal (2); pero si la sal se vuelve 
insípida, ¿con qué se sazonará? 35 Ni 
para la tierra es útil, ni aun para el 
estercolero; la tiran fuera. El que 
tenga oídos para oír, que oiga. 

La censura de los fariseos. 

15 1 Se acercaban a El todos los 
publícanos y pecadores para 
oírle. 1 2 3 Y los fariseos y escribas 
murmuraban (3), diciendo: Este 
acoge a los pecadores y come con 
ellos. 

La oveja perdida. 

3 Y les propuso esta parábola, 
diciendo: 4 ¿Quién habrá entre vos¬ 
otros que teniendo cien ovejas y 
habiendo perdido una de ellas no 
deje las noventa y nueve en el de¬ 
sierto y vaya en busca de la perdida 
hasta "que la halle? 5 * Y, una vez 
hallada, alegre la pone sobre sus 
hombros, y vuelto a casa convoca 
a los amigos v * vecinos, dicicndolcs: 
Alegraos conmigo, porque hallé la 
oveja perdida. 7 Yo os digo que en 


(1) Que no pospone todos los bienes al se¬ 
guimiento de Jesús, de manera que prefiera per¬ 
derlos todos antes que renunciar a la fe y amor 
del Salvador. Tal ha sido la conducta de los 
mártires en todos los tiempos. 

(2) Esta sal son los discípulos para la tierra 
(Mt. 5. 13); si perdiesen su virtud para nada 
aprovecharían. 

(3) Esta es la clave para entender la razón 

de las parábolas siguientes, por las cuales Jesús 

muestra a estos celadores de la virtud cuánta 

es la misericordia de Dios y cómo se alegran 

los santos ángeles, buenos conocedores de esta 
misen corcha, de la conversión de los pecadores 







SAN LUCAS, 16 


1165 


el cielo será mayor la alegría por un 
pecador que haga penitencia que 
por noventa y nueve justos, que no 
necesitan de penitencia. 


La dracma perdida. 

8 ¿O qué mujer, teniendo diez 
dracmas, si pierde una no enciende 
la luz, y barre la casa, y busca cui¬ 
dadosamente hasta hallarla? 8 Y, 
una vez hallada, convoca a las ami¬ 
gas y vecinas, diciendo: Alegraos 
conmigo; porque hallé la dracma 
que había perdido. 10 Tal os digo 
que será la alegría entre los ángeles 
de Dios por un pecador que haga 
penitencia. 


El hijo pródigo. 

11 Y añadió: Un hombre tenía 
dos hijos. 12 Y dijo el más joven 
de ellos al padre: Padre, dame la 
parte de hacienda que me corres¬ 
ponde. Y les dividió la hacienda. 

13 Y pasados pocos días, el más 
joven, reuniéndolo todo, partió a 
una tierra lejana, y allí disipó toda 
su hacienda viviendo disolutamente. 

14 Después de haberlo gastado todo 
sobrevino una fuerte hambre en 
aquella tierra y comenzó a sentir 
necesidad. 15 Y se fué y se puso a 
servir a uno de los de aquella tierra, 
que le mandó a sus campos a apa¬ 
centar puercos. 16 Deseaba llenar su 
estómago de las algarrobas que comían 
los puercos, y no le era dado. 17 Y 
volviendo en sí, dijo: jCuántos jor¬ 
naleros de mi padre tienen pan en 
abundancia, y yo aquí me muero 
de hambrel 18 Me levantaré, e iré 
a mi padre, y le diré: Padre, he pe¬ 
cado contra ti. 19 No soy digno de 
ser llamado hijo tuyo; trátame como 
a uno de tus jornaleros. 20 Y levan¬ 
tándose, se vino a su padre. Y cuando 
aún estaba lejos viole el padre, y 
compadecido corrió a él y se arrojó 
a su cuello, y le cubrió de besos. 

21 Díjolc el hijo: Padre, he pecado 
contra cí cielo y contra ti; y no soy 
digno de ser llamado hijo tuyo. 

22 Pero el padre dijo a sus criados: 
Pronto, traed la túnica más rica, 
y vestídsela, poned un anillo en su 
mano y unas sandalias en sus pies, 

23 y traed un becerro bien cebado y 
matadle, y^comamos y alegrémonos, 


24 porque éste mi hijo que había 
muerto ha vuelto a la vida, se había 
perdido y ha sido hallado. Y se 
pusieron a celebrar la fiesta. 

26 El hijo mayor se hallaba en el 
campo, y cuando, de vuelta, se 
acercaba a la casa, oyó la música 
y los coros; y llamando a uno de los 
criados le preguntó qué era aquello. 
El le dijo: Ha vuelto tu hermano, 
y tu padre ha mandado matar un 
becerro cebado, porque ha venido 
sano. 28 El se enojó, y no quería 
entrar; pero su padre salió y le llamó. 
29 El respondió y dijo a su padre: 
Hace ya tantos años que te sir¬ 
vo (1) sin jamás haber traspasado 
tus órdenes, y nunca me diste un 
cabrito para hacer fiesta con mis 
amigos; 30 y al venir este hijo tuyo, 
que ha consumido su fortuna con 
meretrices, le matas un becerro ce¬ 
bado. 31 Y él le dijo: Hijo, tú estás 
siempre conmigo, y todos mis bienes 
tuyos son; 32 mas era preciso hacer 
fiesta y alegrarse, porque éste tu 
hermano estaba muerto y ha vuelto 
a la vida, se había perdido y ha sido 
hallado. 


El administrador infiel. 

16 1 Y decía a los discípulos (2): 

Había un hombre rico, que tenía 
un mayordomo, que fué acusado de 
disiparle la hacienda. 1 2 Y llamándole 
le dijo: ¿Qué es lo que oigo de ti? 
Da cuenta de tu administración, 
porque ya no podrás seguir de ma¬ 
yordomo. 3 Y se dijo para sí el ma¬ 
yordomo: ¿Qué haré, pues mi amo 
me quita la mayordomía? Cavar no 
puedo, mendigar me da vergüenza. 
4 Ya sé lo que he de hacer, para que 
cuando me destituya de la mayor¬ 
domía rae reciban en sus casas. 6 Y 
llamando a cada uno de los deudores 
de su amo, dijo al primero: ¿Cuánto 
debes a mi amo? 6 El dijo: Cien 
batos (3) de aceite. Y le dijo: 
Toma tu caución, siéntate al instante 


(1) Habla como hablaría un esclavo o un jor¬ 
nalero. no como un hijo que se siente de casa 
y que mira como suyo cuanto hay en ella. Muy 
otro es el sentir del padre. 

(2) Es esta una nueva lección sobre el uso 
de las riquezas, las cuales, si no por el modo de 
adquirirlas, por el apego que a ellas tienen los 
hombres, se pueden bien llamar «riquezas de ini¬ 
quidad». (12, 33 ss.) 

(3) Medida hebrea, equivalente a 38 litros. 










1166 


SAN LUCAS, 16 


y escribe cincuenta. 1 2 3 4 * * 7 * Luego dijo a 
otro: ¿Y tú cuánto debes? El dijo: 
Cien coros (1) de trigo. Díjole: 
Toma tu eaucóin y escribe ochenta, 
8 Y el amo alabó al mayordomo infiel 
de haber obrado industriosamente, 
pues los hijos de este siglo son más 
avisados en el trato con los suyos 
que los hijos de la luz. 9 Y yo os digo: 
Con las riquezas injustas haceos ami¬ 
gos, para que, cuando éstas falten, 
os reciban en los eternos tabernácu¬ 
los. 10 El que es fiel en lo poco, 
también es fiel en lo mucho; y el que 
en lo poco es infiel, también es infiel 
en lo mucho (2). 11 Si vosotros, 

pues, no sois fieles en las riquezas 
injustas, ¿quién os confiará las rique¬ 
zas verdaderas? 12 Y si en lo ajeno 
no sois fieles, ¿quien os dará lo vues¬ 
tro? 13 Ningún criado puede servir 
a dos señores (3); porque, o abo¬ 
rrece al uno y amará al otro, o se 
allegará al uno y menospreciará al 
otro; no podéis servir a Dios y a las 
riquezas. 


Hopronsióii (le los fariseos. 


14 Oían estas cosas los fariseos, 
que son avaros, y se mofaban de El. 

15 Y les dijo: Vosotros pretendéis 
pasar por justos ante los hombres, 
pero Dios conoce vuestros corazones; 
poique lo que es para los hombres 
estimable es abominable ante Dios. 

16 La Ley y los Profetas llegan hasta 
Juan (4); desde entonces se anun¬ 
cia el reino de Dios y todos se esfuer¬ 
zan por entrar en él. 17 Pero más 
fácil es que pasen el ciclo y la tierra, 
que el faltar un solo ápice de la Ley. 
18 Todo el que repudia a su mujer 
y se casa con otra, adultera, y el que 


(1) Medida también hebrea, equivalente a 589 
litros. 

(2) Estas sentencias sobre el uso de los bienes 
temporales y de los eternos tienen analogía con 
el pensamiento de la parábola; pero no son ex¬ 
plicación de la misma. 

(3) Entre Dios y las riquezas hay una oposi¬ 
ción irreductible, y no puede caber el amor de 
ambos en el corazón humano. 

(4) Distingue aquí Jesús la época del Anti¬ 

guo Testamento, que llega hasta Juan, y la época 

del Reino, que empieza con el Bautista. La mi¬ 

sión que representaban los escribas ha caduca¬ 

do, y asimismo las promesas terrenas que la Ley 

hacía a sus guardadores (Lev. 26, y Deut. 28), 

son sustituidas por las eternas, las cuales no 

dejarán de cumplirse. 


se casa con la repudiada por el ma¬ 
rido, comete adulterio. 


El rico epulón y el pobre Lázaro. 

19 Había un hombre rico que vestía 
de púrpura y lino, y celebraba cada 
día espléndidos banquetes. 20 Y un 
pobre, por nombre Lázaro, estaba 
echado en su portal, cubierto de 
úlceras, 21 y deseaba hartarse de lo 
que caía de la mesa del rico; hasta 
los perros venían a lamerle las úlce¬ 
ras. 22 Sucedió, pues, que murió el 
pobre, y fué llevado por los ángeles 
al seno de Abraham; y murió tam¬ 
bién el rico y fue sepultado. 23 Y en 
el infierno, en medio de los tor¬ 
mentos, levantó sus ojos y vió a 
Abraham desde lejos y a Lázaro 
en su seno. 24 Y, gritando, dijo: 
Padre Abraham, ten piedad de mí, 
V envía a Lázaro para que, con la 
punta del dedo mojado en agua, 
refresque mi lengua, porque estoy 
atormentado en estas llamas. 25 Dijo 
Abraham: Hijo, acuérdate de que 
recibiste ya tus bienes en vida, 
y Lázaro Vecibió males, y ahora el 
es aquí consolado y tú eres ator¬ 
mentado. 26 Además, entre nos¬ 
otros y vosotros hay un gran abismo, 
de manera que los que quieran atra¬ 
vesar de aquí a vosotros 110 pueden, 
ni tampoco pasar de ahí a nos¬ 
otros (1). 

27 Y dijo: Te ruego, padre (2), 
que siquiera le envíes a casa de mi 
padre, 28 porque tengo cinco her¬ 
manos, para que les advierta, a fin 
de que no vengan también ellos a 
este lugar de tormento. 29 Y dijo 
Abraham: Tienen a Moisés y a los 
Profetas, que los escuchen. 30 Y él 
dijo: No, padre Abraham; que si 
alguno de los muertos fuese a ellos, 
harían penitencia. 31 Y le dijo: Si no 
oyen a Moisés y a los Profetas, tam¬ 


il) Con esta parábola quiere confirmar Jesús 
lo dicho sobre el valor de los bienes terrenos. 
El rico con toda su hacienda y con los placeres 
que ésta le procura, acabó en los ardores del in¬ 
fierno, donde se ve precisado a pec^r a Lázaro 
una gota de agua, que no recibe. En cambio, el 
mendigo Lázaro es llevado por los ángeles al 
seno de Abraham, es decir, a la santa compañía 
de los patriarcas y amigos de Dios. 

(2) No se ha de tomar como suena este len¬ 
guaje del condenado. El Señor se vale de expre¬ 
siones parabólicas para poner de relieve la ense¬ 
ñanza de la parábola, que es la dicha anterior¬ 
mente. 









SAN LUCAS, 17 


1167 


poco se dejarán persuadir si un muerto 
resucita. 


El escándalo. 

* pj 1 Y dijo a sus discípulos: Es 
Vi inevitable (1) que haya es¬ 
cándalos: sin embargo, jay de aquel 
por quien vengan! 2 Mejor le fuera 
que le atasen a! cuello una rueda de 
molino y fuese arrojado al mar, 
antes que escandalizar a uno de estos 
pequeños. 3 Mirad por vosotros. 


El perdón del prójimo. 

3 Si peca tu hermano contra ti, 
corrígele, y si se arrepiente, perdó¬ 
nale. 4 Y sí siete .veces al día peca 
contra ti, y siete veces se vuelve a 
ti diñándote: Me arrepiento, le per¬ 
donarás. 


El poder de la le. 

3 Y dijeron los Apóstoles al Señor: 
Acrecienta nuestra fe. 6 Dijo el 
Señor: Si tuvierais fe tanto como un 
grano de mostaza, diréis a este sicó¬ 
moro: Desarráigate y plántate en el 
mar, él os obedecerá. 


Siervos inútiles ante el Señor. 

7 ¿Quién de vosotros, teniendo un 
siervo arando o apacentando el 
ganado, al volver él del campo le 
dice: Pasa en seguida y siéntate a la 
mesa, 8 y no le dice más bien: Prepᬠ
rame la cena, cíñete para servirme 
hasta que yo coma y beba, y luego 
comerás y beberás tú? 9 Deberá gra¬ 
titud al siervo, porque hizo lo que le 
había sido ordenado? 10 Así también 
vosotros, cuando hiciereis estas cosas 
que os están mandadas, decid: Somos 
siervos inútiles (2); lo que tenía¬ 
mos que hacer, eso lucimos. 


(1) Dada la condición humana, no puede 
faltar el escándalo entre los hombres; pero esto 
no quita la grave responsabilidad del escan¬ 
daloso. 

(2) El texto de la parábola induciría a pensar 
que el intento de Jesús es declararnos los sen¬ 
timientos de Dios; pero más bien quiere mostrar 
os que deben tener los discípulos en el servicio 
del Señor. 


Los diez leprosos. 

11 Yendo hacia Jerusaién, atravesó 
por entre la Samaría y la Galilea, 
12 y entrando en una aldea le vinie¬ 
ron al encuentro diez leprosos, que 
a lo lejos se pararon, 13 y levantando 
la voz, decían (1): Jesús, Maestro, 
ten piedad de nosotros. 14 Y vién¬ 
dolos, les dijo: Id y mostraos a los 
[ sacerdotes.^ Y en el camino quedaron 
limpios. 15 Uno de ellos viéndose 
curado, volvió glorificando a Dios a 
grandes voces: lG y cayendo a sus 
pies, rostro en tierra, le daba gracias. 
Y era nn samaritano (2). 17 To¬ 
mando Jesús la palabra dijo: ¿Acaso 
110 lian sido diez los curados? Y los 
oíros nueve ¿dónde están? ¿No ha 
habido quien volviera a (lar gracias 
a Dios sino este extranjero? 19 Y le 
dijo: Levántate y vete, tu fe te ha 
salvado. 


La venida del reino de Dios. 

2 ° Preguntado por los fariseos 
acerca de cuándo llegaría el reino de 
Dios, respondióles y elijo: No llegará 
el reino de Dios ostensiblemente. 
21 Ni podrá decirse: Helo aquí, o allí, 
porque el reino de Dios está dentro 
de vosotros (3). 22 Y dijo a los dis¬ 
cípulos: Llegará tiempo en que desea¬ 
réis ver un solo día del Hijo del hom¬ 
bre, y no lo veréis. 2:1 Y os dirán: 
Hele allí, o líele aquí. No vayáis 
ni le sigáis, 24 porque así como el 
rayo relampaguea y fulgura desde 
un extremo al otro del cielo, así 
será el Hijo del hombre en su día. 

25 Pero antes lia de padecer mucho, 
y ser reprobado por esta generación. 

26 Y como sucedió en los días de 
Noé, así será en los días del Hijo 
del hombre. 27 Comían y bebían, 
los hombres tomaban mujer y las 
mujeres marido, hasta el día en que 
Noé entró en el arca, y vino el dilu¬ 
vio y los hizo perecer a todos. 28 Lo 


(1) Obedientes a la Ley, que les prohíbe e» 
trato con los no contagiados, gritan de lejosl 
Jesús responde como en 5, 14, con la diferencia 
de que allí curó primero al leproso. 

(2) La común miseria lo había unido a los 
otros, que serían judíos. Los samaritanos aca¬ 
taban también la ley de Moisés; pero éste creyó 
más sagrado volver a dar gracias a Jesús, que acu¬ 
dir al cumplimiento del precepto legal. 

(3) Viene callado a las almas, que escuchan 

con docilidad la voz de Dios. 














1168 


SAN LUCAS, 18 


mismo en los días de Lot: comían y 
bebían, compraban y vendían, plan¬ 
taban y edificaban; 29 pero en cuanto 
Lot salió de Sodoma, llovió del cielo 
fuego y azufre que los hizo perecer 
a todos. 30 Así será el día en que el 
Hijo del hombre se revele. 31 Aquel 
día, el que esté en el terrado y tenga 
en casa sus enseres, no baje a cogerlos; 
e igualmente el que esté en el campo 
no vuelva atrás. 32 Acordaos de la 
mujer de Lot. 33 El que busque 
guardar su vida, la perderá, y el que 
la perdiere la conservará. 34 Dígoos 
que en aquel día estarán dos en una 
misma cama, uno será tomado y otro 
dejado. 35 Estarán dos moliendo juntas 
una será tomada y otra será dejáda. 
36 Y tomando la palabra le dijeron: 
¿Dónde será, Señor? Y les dijo: Donde 
esté el cuerpo, allí se juntarán los 
buitres (1). 


Parábola del juez inicuo. 

iH 1 2 Y les dijo una'parábola (2) 
para mostrar que es preciso 
orar en todo tiempo y no desfallecer, 
2 diciendo: Había en una ciudad un 
juez que ni temía a Dios, ni respe¬ 
taba a los hombres. 3 Y había asi¬ 
mismo en aquella ciudad una viuda 
que vino a el, diciendo: Hazme jus¬ 
ticia contra mi adversario. 4 * Y por 
mucho tiempo no le hizo caso; pero 
luego se dijo para sí: Aunque a la 
verdad yo no tengo temor a Dios 
ni respeto a los hombres, 6 mas, 
porque esta viuda me está cargando, 
le haré justicia para que no acabe 
por molerme. 6 Dijo el Señor: Oíd 
lo que dice este juez inicuo. 7 Y Dios 
no hará justicia a sus elegidos, que 
claman a El día y noebe, aun cuando 
los baga esperar"? 8 Yo os digo que 
hará justicia prontamente. Pero cuan¬ 
do venga el Hijo del liombre, ¿encon¬ 
trará fe en la tierra? (3). 


(1) Este versículo, según los códices más au¬ 
torizados, está tomado de San Mateo 24, 28. 

(2) Este relato muestra a las claras la dife¬ 
rencia entre la parábola y la alegoría. Serla ab¬ 
surdo decir que el juez inicuo era Dios. La for¬ 
ma de la aplicación de la parábola está en el ver¬ 
sículo 7- 

(3) No tiene conexión con lo que precede. 

El mismo pensamiento en Mt. 24. 12; Me. 13, 

32, y II Tes. 2, 3 ss. Se habla del estado del 

mundo al fin de los tiempos. 


El fariseo y el publieano. 

9 Y dijo también esta parábola a 
algunos, que confiaban mucho en sí 
mismos ^teniéndose por justos (1), y 
despreciaban a los demás: 10 Dos 
hombres subieron al Templo a orar, 
el uno fariseo y el otro publieano. 

11 El fariseo, en pie, oraba para sí 
de esta manera: O Dios, yo te doy 
gracias de que no soy como los de¬ 
más hombres, rapaces, injustos, adúl¬ 
teros, ni soy como este publieano. 

12 Ayuno dos veces en la semana, 
pago el diezmo de todo cuanto poseo. 

13 El publieano se quedó allá lejos 
y ni se atrevía a levantar los ojos 
al cielo y hería su pecho, diciendo: 
O Dios, sé propicio conmigo peca¬ 
dor. 14 Os digo que bajó éste justifi¬ 
cado a su casa, más bien que aquél. 
Porque el que se ensalza será humi¬ 
llado, y el que se humilla será en¬ 
salzado. 


Los niños vienen a Jesús. 

15 Y también le presentaban niños (2) 
para que los tocase, pero viéndolo los 
discípulos les reprendían. 18 Y Jesús 
los llama a sí, diciendo: Dejad que 
los niños vengan a mí y no se lo 
prohibáis, porque de tales es el reino 
de Dios. 17 E 11 verdad os digo, quien 
no reciba el reino de Dios como un 
niño, no entrará en él. 


La abnegación V renuncia tic latín. 

18 Y cierto personaje le preguntó, 
diciendo: Maestro bueno (3), ¿que 
haré para alcanzar la vida eterna? 
19 Jesús le respondió: ¿Por qué me 
llamas bueno? Nadie es bueno, sino 
sólo Dios. 20 Ya sabes los preceptos: 
No adulterarás, no matarás, no ro¬ 
barás, no levantarás falso testimonio, 


(1) Hermosa pintura del espíritu fariseo, que 
presumiendo de su justicia, despreciaba a los 
demás por impuros, asi como del ánimo humilde 
de tantos publícanos y pecadores que se acer¬ 
caban a Jesús en demanda de perdón. 

(2) Las madres le ofrecen los niños para que 
Ies imponga las manos, no dudando que con esto 
descendería sobre ellos la bendición divina. Je¬ 
sús se complace en bendecirlos, porque los ve 
exentos de los prejuicios de sus padres para reci¬ 
bir el reino de Dios. 

(3) El preguntante nota la bondad de Jesús; 
pero El levanta su espíritu a la bondad soberana 
de Dios. 










SAN LUCAS, 19 


1169 


r 


honra padre y madre. 21 Díjole el: 
Todos esos preceptos los he guardado 
desde la juventud. 22 Oyendo esto 
Jesús le dijo: Aún te queda una cosa: 
Vende cuanto tienes (1), y dalo a los 
pobres, y tendrás un tesoro en el 
ciclo, y luego, sígueme. 23 El, oyendo 
esto, se puso triste, porque era muy 
rico. 24 Viéndolo Jesús, dijo: ¡Qué 
difícilmente entran en el reino de 
Dios los que tienen riquczasl 25 Por¬ 
que más fácil es que un camello pase 
por el ojo de una aguja que el que 
un rico entre en el reino de Dios. 
20 Dijeron los que le oían: Enton¬ 
ces, ¿quien puede salvarse? 27 El res¬ 
pondió: Lo que es imposible a los 
hombres es posible para Dios. 


El premio do los Apóstoles. 

28 Díjole Pedro: Pues nosotros (2), 
dejando todo lo que teníamos, te 
hemos seguido. 29 Y El les dijo: En 
verdad os digo que ninguno que 
haya dejado casa, mujer, hermanos, 
padres o hijos por amor del reino 
de Dios 30 dejará de recibir mucho 
más en este siglo y la vida eterna en 
el venidero. 


Nuevo vaticinio de la pasión. 

81 Tomando aparte a los doce les 
dijo: He aquí que subimos a Jeru- 
salcn y se cumplirán todas las cosas 
escritas del Hijo del hombre por los 
profetas, 32 que será entregado a los 
gentiles y escarnecido c insultado, y 
escupido, 33 y después de haberle 
azotado le quitarán la vida, y al ter¬ 
cer día resucitará. 34 Pero ellos no 
entendían nada de esto (3), eran 
cosas ininteligibles para ellos, no en¬ 
tendían lo que les decía. 


(1) Jesús nos presenta dos caminos: uno el 
de los preceptos, otro el de renunciar a todas las 
cosas para seguir a Jesús consagrando su vida 
a la predicación del Evangelio como los Apósto¬ 
les. A ambos es un obstáculo la avaricia. 

(2) Le siguieron no sólo con la práctica de la 
ley divina, sino con el abandono de todas las 
cosas, para Unirse a su compañía. A estos les 
promete la mayor abundancia en la tierra por la 
mayor satisfacción que causa el goce de los bienes 
espirituales y luego la vida eterna en el cielo. 

(3) Los evangelistas notan esa falta de inte¬ 

ligencia en los discípulos siempre que Jesús les 

habla de la pasión’. 


El cicyo de Jerieó. 

36 Y acercándose a Jerieó, estaba 
un ciego sentado junto al camino 
pidiendo limosna. 36 Oyendo a la 
muchedumbre que pasaba, preguntó 
qué era aquello. 37 Le contestaron 
que era Jesús Nazareno que pasaba. 
38 Y el se puso a gritar, diciendo: 
Jesús, hijo de David, ten piedad de 
mí. 39 Los que iban en cabeza le re¬ 
prendían para que callase, pero él 
gritaba cada vez más fuerte: Hijo 
de David, ten piedad de mí. 40 De¬ 
teniéndose Jesús, mandó que se lo 
llevasen, y cuando se le hubo acer¬ 
cado, le preguntó: 41 ¿Que quieres 
que te haga? Dijo el: Señor, que vea. 
42 Y Jesús le dijo: Ve, tu fe te ha he¬ 
cho salvo. 43 Y al instante recobró la 
vista, y le seguía glorificando a Dios. 
Y todo el pueblo que esto vió daba 
gloria a Dios. 

Zaqueo. 

JO 1 2 Y entrando, atravesó Jerieó. 

1 J 2 Había allí un hombre llama¬ 
do Zaqueo, que era jefe de publíca¬ 
nos y rico. 3 Y hacía por ver a Jesús, 
pero a causa de la muchedumbre, 
no podía, porque era de poca esta¬ 
tura. 4 * Y corriendo delante se subió 
a un sicomoro para verle, pues había 
de pasar por allí. 6 Cuando llegó a 
aquel sitio, levantó los ojos Jesús, 
y le dijo: Zaqueo, baja pronto, por¬ 
que hoy he de hospedarme en tu 
casa. 0 El bajó a toda prisa (1), y le 
recibió con alegría. 7 Y viéndolo, todos 
murmuraban de que hubiera entrado 
a alojarse en casa de un hombre pe¬ 
cador. 8 Zaqueo, en pie, dijo al Señor: 
Señor, doy la mitad de mis bienes a 
los pobres y, si a alguien he defrau¬ 
dado en algo, le devuelvo el cuádru- ' 
pío (2). 9 Díjole Jesús: Hoy ha 
venido la salud a esta casa, por 
cuanto éste es también hijo de 
Abraham; 10 pues el Hijo del hom¬ 
bre ha venido a buscar y salvar lo 
que estaba perdido. 

Puráboiu de Jas tuinas. 

11 Oyendo ellos esto añadió Jesús 


(:) Es éste otro ejemplo del espíritu dócil, 
que mostraban aquellos publícanos tan despre¬ 
ciados de los fariseos. 

(2) Era la pena que la Ley imponía a los 
ladrones. (Ex. 22, 1.) 


74 












1170 


SAN LUCAS, 19 


una parábola (1), por cuanto es¬ 
taba próximo a Jcrusalcn, y les pa¬ 
recía que el reino ele Dios iba a ma¬ 
nifestarse luego. 12 Dijo, pues: Un 
hombre noble se partió a una región 
lejana para rceibir la dignidad real 
y volverse; 13 y llamando a diez sier¬ 
vos suyos les entregó diez minas, y 
les dijo: Negociad míen Iras vuelvo. 
14 Sus conciudadanos le aborrecían y 
enviaron detrás de el una legación, 
diciendo: No queremos que éste reine 
sobre nosotros. 15 Y sucedió que al 
volver el, después de haber recibido 
el reino, hizo llamar a aquellos sier¬ 
vos, a quienes había entregado el 
dinero, para saber cómo habían ne¬ 
gociado. 16 Se presentó el primero 
diciendo: Señor, tú mina ha produ¬ 
cido diez minas. 17 Dijole: Muy bien, 
siervo bueno, puesto cjne lias sido 
fiel en lo poco, recibirás el gobierno 
de diez ciudades. 18 Vino el segundo 
que dijo: Señor, tu mina ha produ¬ 
cido cinco minas. 19 Dijole también 
a éste: Y tú recibe el gobierno de 
cinco ciudades. 20 Llega otro di¬ 
ciendo: Señor, allí tienes tu mina, 
que tuve guardada en un pañuelo, 
21 pues tenía miedo de ti, que eres 
hombre severo, que quieres recoger 
lo que no pusiste y segar donde no 
sembraste. 22 Dijole: Por tu boca 
misma te condeno, mal siervo. Sabías 
que yo soy hombre severo, que cojo 
donde no deposité, y siego donde no 
sembré, 23 ¿por qué, pues, no diste 
mi dinero al banquero? Y yo, al 
volver, lo hubiera recibido con los 
intereses. 24 Y dijo a los presentes: 
Cogedle a éste la mina y dádsela al 
que tiene diez. 25 Y le dijeron: Señor, 
tiene ya diez minas. 26 Díjoles: Os 
digo que al que tiene se le dará, y 
al que no tiene, aun lo que tiene, 
le será quitado. 27 Cuanto a esos 
mis enemigos, que no quisieron que 
yo reinase sobre ellos, traédmelos acá, 
y delante de mi degolladlos. 28 Y di¬ 
ciendo esto, siguió adelante subiendo 
hacia Jcrusalcn. 

Entrada triunfal en Jernsalén. 

29 Al acercarse a Bctfagé y Betania, 
en el monte llamado de los Olivos, 


(i) Dos temas encierra esta parábola: el pri¬ 
mero es la cuenta que debemos dar de los bienes 
a nosotros encomendados por el Señor, y con¬ 
cuerda con la de los talentos (Mt. 25» 14 ss.); el 
otro es el juicio de los que no quisieron recibir 
a Jesús como Rey y Mesías. 


envió a dos de sus discípulos, 30 di¬ 
ciendo: Id a la aldea, que está en¬ 
frente, y en entrando en ella hallaré's 
un pollino atado, que todavía no 
ha sido montado por nadie, y des¬ 
atándole le traéis. 31 Y si alguno os 
dijere: ¿Por qué lo soltáis?, diréis así: 
El Señor tiene de él necesidad. 32 Fue¬ 
ron los enviados y lo hallaron asi 
como les había dicho. 33 Desalando 
ellos el pollino les dijeron sus amos: 
¿Por qué desatáis el pollino? 34 Les 
respondieron: El Señor tiene necesi¬ 
dad de él. 35 Y lo llevaron a Jesús, y 
echando sus mantos sobre el pollino, 
montaron a Jesús. 

36 Según El iba, cxlcndían sus ves¬ 
tidos en el camino. 37 Y cuando ya 
se acercaba a la bajada del monte de 
los Olivos, comenzó la muchedumbre 
de los discípulos a alabar alegres a 
Dios, a grandes voces, por-todos los 
milagros que habían visto, 32 diciendo: 
«Bendito el que viene, el Rey, en el 
nombre del Señor; paz en el cielo y 
gloria en las alturas.» 59 Y algunos 
de los fariseos de entre la muchedum¬ 
bre le dijeron: Maestro, reprende n 
tus discípulos. 40 Y El contestó, y 
dijo: Yo os digo que, si ellos callasen, 
las piedras gritarían (1). 


El llanto sobre ♦Jenisaléu. 

41 Y así que esluvo cerca, al ver 
la ciudad, lloró sobre ella (2), dicien¬ 
do: Si al menos boy conocieras tú lo 
que hace a la paz tuya! Pero abura 
está otadlo a tus ojos. 43 Porque 
días vendrán sobre 1¡, y te rodearán 
de trincheras tus enemigos, V te cer¬ 
carán, y te cst i ce liarán por todas 
partes, 44 y te abatirán al suelo a ti 
y a los hijos que tienes dentro, y no 
dejarán en ti piedra sobre piedra, 
por no haber conocido el tiempo 
de tu visitación. 


Expulsión de los vendedores. 

45 Y entrando en el templo co¬ 
menzó a echar a los vendedores, 
46 dicicndoles: Escrito está: Será mi 


(1) La petición de los fariseos implica una 
acusación de imprudencia cuando menos contra 
Jesús. Su respuesta afirma la razón con que 
claman los reprendidos. 

( 2 ) Es conmovedor esle episodio referido por 
San Lucas. En medio de las aclamaciones popu¬ 
lares, Jesús llora al descubrir la Ciudad desde 
el Olívete, previendo la cercana ruina como cas¬ 
tigo de su incredulidad. 








SAN LUCAS, 20 


1171 


casa de oración: pero vosotros laf el amo de la viña? 18 Vendrá, y hará 
habéis convertido en cueva de la- 1 perecer a esos viñadores, y dará la 


drones. 47 Y enseñaba cada día en el 
templo; pero los príncipes de los 
sacerdotes, y los escribas, así como 
los primates del pueblo, buscaban 
perderle, 48 y no sabían qué hacer, 
porque el pueblo todo estaba pen¬ 
diente de El escuchándole. 


Orlcjei» de los poderes de Jesús. 


viña a otros. Oyendo lo cual dijeron: 
No lo quiera Dios. 17 El, fijando en 
ellos su mirada, les dijo: ¿Pues qué 
significa aquello que está escrito: 
La piedra que reprobaron los edifi¬ 
cadores, ésa ha venido a ser cabecera 
de esquina? 18 Todo el que cayere 
contra esa piedra se quebrantará, y 
aquel sobre quien ella cayere quedará 
desmenuzado. 


9() 1 Y aconteció uno de aquellos 

— días que, enseñando El al pueblo 
en el templo y evangelizándolo, se 
presentaron los príncipes de los sacer¬ 
dotes, y los escribas con los ancianos, 
2 y le dirigieron la palabra, diciendo: 
Dinos Con qué poder haces estas cosas, 
o quién te luí dado ese poder. 3 Y to¬ 
mando la palabra les dijo: También 
quiero yo haceros una pregunta; de¬ 
cidme, pues: 4 ¿El bautismo de Juan 
procedía del ciclo o de los hombres?! 

5 Ellos comenzaron a cavilar enLre 
sí diciéndose: Si decimos: Del cielo, 
dirá: ¿Por qué no le habéis creído? 

6 Si decimos: De los hombres, todo el 
pueblo nos apedreará, porque está 
persuadido de que Juan era un pro¬ 
feta. 7 Y así respondieron que no 
sabían de dónde procedía. 8 Y Jesús 
les dijo: Pues tampoco os digo yo 
con qué poder hago estas cosas. 


Parábola de los viñadores. 

9 Y comenzó a decir al pueblo esta 
parábola: Un hombre plantó una viña 
y la arrendó a unos viñadores y se 
partió de viaje para largo tiempo. 
10 En el tiempo oportuno envió un 
siervo a los viñadores para que le 
diesen de los frutos de la viña; pero 
los viñadores le azotaron, y le despi¬ 
dieron con las manos vacías. 11 Y vol¬ 
vióles a enviar otro siervo, y a éste 
también le azotaron, le ultrajaron y 
le despacharon vacío. 12 Y aun les 
envió un tercero, y también a éste le 
echaron fuera, después de haberle 
herido. 13 Dijo entonces el amo de la 
viña: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo 
amado, a lo menos a éste le respe¬ 
tarán. 14 Pero en viéndole los viña¬ 
dores, se hablaron unos a otros, di¬ 
ciendo: Este es el heredero; maté¬ 
mosle y será nuestra la heredad. 
15 Y arrojándole fuera de la viña, le 
mataron. ¿Qué hará pues con ellos 


El tríbulo al César. 

19 Los escribas y príncipes de los 
sacerdotes quisieron echarle mano en 
aquella hora, porque conocieron que 
a ellos iba dirigida aquella parábola; 
pero tem ; eron al pueblo. 20 Y que¬ 
dándose al acecho, enviaron espías 
que se presentaron como varones 
justos, para cogerle en alg'o, de ma¬ 
nera que pudieran entregarle a la 
autoridad y poder del gobernador. 
21 Y le preguntaron, diciendo: Maes¬ 
tro, sabemos que hablas y enseñas 
con rectitud, y no tienes miramientos, 
sino que enseñas según verdad los 
caminos de Dios. 22 ¿Nos es lícito a 
nosotros pagar tributo al César, o 
no? 23 Viendo El su falsía, les dijo: 
24 Mostradme un denario. ¿De quién 
es la efigie y la inscripción que tiene? 
Dijeron: Del César. Y El les respon¬ 
dió: Pues dad al César lo que es del 
César, y a Dios lo que es de Dios. 
28 Y no pudiendo cogerle por nada 
delante del pueblo, y maravillados 
de su respuesta, callaron. 


La resurrección de los muertos. 

27 Se le acercaron algunos saduceos, 
que niegan la resurrección, y le pre¬ 
guntaron, 28 diciendo: Maestro, Moi¬ 
sés nos ha prescrito que si el hermano 
de uno viniere a morir dejando mujer 
y sin hijos, su hermano tome la mujer 
para dar descendencia a su hermano. 
29 Pues había siete hermanos, y el 
primero tomó mujer y se murió sin 
dejar hijos. 30 También el segando. 
31 Y el tercero tomó la mujer, e igual¬ 
mente los siete no dejaron hijos, y 
se murieron. 32 Por fin murió también 
la mujer. 33 En la resurrección ¿de 
cuál de ellos será mujer? Porque los 
siete la tuvieron por mujer. 34 Díjolcs 
Jesús; Los hijos de este siglo toman 











1172 


SAN LUCAS, 21 


mujeres y maridos. 35 Pero los juz¬ 
gados dignos de tener parte en aquel 
siglo y en la resurrección de los 
muertos, ni tomarán mujeres ni ma¬ 
ridos, 36 porque ya no pueden morir, 
y son semejantes a los ángeles e hijos 
de Dios, siendo hijos de la resurrec¬ 
ción. 37 Pues que han de resucitar 
los muertos, el mismo Moisés lo da a 
entender en el pasaje de la zarza, 
cuando dice: El Señor, Dios de Abra- 
ham, Dios de Isac, y Dios de Jacob. 
38 Dios no es Dios de muertos, sino 
de vivos, porque para El todos vi¬ 
ven. 39 Tomaron entonces la palabra 
algunos escribas, y dijeron: Maes¬ 
tro, muy bien has dicho. 40 Porque 
ya no se atrevían a proponerle nin¬ 
guna cuestión. 

Origen del Mesías. 

41 Entonces les dijo El: Y ¿Cómo 
dicen que el Mesías es hijo de David? 
42 Pues el mismo David dice en el 
libro de los salmos: 

Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate 
a mi diestra, 43 hasta que ponga 
a tus enemigos por escabel de tus pies. 

44 Pues si David le llama Señor, 
¿cómo es hijo suyo? 45 Oyéndole todo 
el pueblo, dijo a sus discípulos: 
46 Guardaos de los escribas, que 
gustan de ir vestidos de largas túni¬ 
cas, y buscan los saludos en las plazas, 
y los primeros asientos en las sina¬ 
gogas, y los primeros puestos en los 
convites, 47 mientras devoran las 
casas de las viudas, hacen ostenta¬ 
ción de largas oraciones. Estos ten¬ 
drán un juicio más severo. 

El óbolo de la viuda. 

•> 1 1 Levantando la vista, vió ricos 

“ que echaban sus ofrendas en el 
gazofilacio, 2 * y vió también a una viu¬ 
da pobre que echaba dos ochavos, 
3 y dijo: En verdad os digo que esta 
viuda pobre ha echado más que todos 
los oíros, 4 porque los demás echaron 
para las ofrendas de Dios de lo que 
les sobraba, mientras que ésta echó 
de su indigencia todo lo que tenía 
para el sustento. 

La hermosura del templo, 
arruinada. 

6 Hablando algunos del templo, 
que estaba edificado con hermosas 
piedras y adornado de ex votos, dijo: 


6 De todo esto que veis, vendrán 
días en que no quedará piedra sobre 
piedra que no sea destruido. 7 Y le 
preguntaron diciendo: Maestro, ¿pues 
cuándo sucederá y cuál es la señal 
de que estas cosas comiencen a su¬ 
ceder? (1). 


Tiempos de angustia. 

8 Y El les dijo: Mirad que no os 
dejéis engañar, porque muchos ven¬ 
drán en mi nombre diciendo: «Soy yo», 
y: «El tiempo está cerca». No los 
sigáis. 9 Cuando oyereis hablar de 
guerras y revueltas, no os aterréis; 
porque es preciso que sucedan estas 
cosas primero, pero aún no vendrá 
luego el fin. 10 Entonces les decía: 

! Se levantará nación contra nación 
y reino contra reino, 11 habrá grandes 
terremotos, y en diversos lugares 
hambres, pestes, espantos y grandes 
señales del cielo. 


Persecución de los discípulos. 

12 Pero antes de todas estas cosas 
pondrán sobre vosotros las manos y os 
perseguirán, entregándoos a las sina¬ 
gogas y metiéndoos en prisiones, con¬ 
duciéndoos ante los reyes y gober¬ 
nadores por amor de mi nombre. 
13 Será para vosotros ocasión de dar 
testimonio. 11 Haced propósito de no 
preocuparos de vuestra defensa, 15 por¬ 
que yo os daré un lenguaje y una sa¬ 
biduría, a la que no podrán resistir 
ni contradecir todos vuestros enemi¬ 
gos. 16 Seréis entregados aun por los 
padres, por los hermanos, por los pa¬ 
rientes y por los amigos, y harán 
morir a muchos de vosotros, 17 y se¬ 
réis aborrecidos de todos a causa de 
mi nombre. 1S Pero no se perderá 
un solo cabello de vuestra cabeza. 
19 Por vuestra paciencia salvaréis 
vuestras almas. 


La ruina de Jcrttsaléit. 

20 Cuando viereis a Jcrusalén cer¬ 
cada (2) por ejércitos, entended que 
se aproxima su desolación. 21 Enton- 


(1) Dos punios abarca esla pregunta: cuándo 
sucederá y cuales serán las señales. 

(2) Con esto concuerdan las palabras de 19» 

41 ss. 







SAN LUCAS, 22 


1173 


ces los que estén en Judca huyan a 
los montes, los que estén en medio 
de la ciudad retírense, quienes en los 
campos no entren en ella, 22 porque 
días de venganza serán ésos para que 
se cumpla todo lo que está escrito. 
23 jAy entonces de las encintas y 
de las que estén criando en aquellos 
días! Porque vendrá una gran cala¬ 
midad sobre la. tierra y gran cólera 
contra este pueblo. 24 Y caerán al 
filo de la espada, y serán llevados 
cautivos entre las naciones, y Jeru- 
salén será hollada por los gentiles, 
hasta que se cumplan los tiempos de 
las naciones (1). 

La venida del Hijo del hombre. 

25 Y habrá señales en el sol, en la 
lima y en las estrellas, y sobre la 
tierra perturbación de las naciones, 
aterradas por los bramidos del mar 
y la agitación de las olas, 28 exhalando 
los hombres sus almas por el terror 
y el ansia de lo que viene sobre la 
tierra, pues las columnas de los ciclos 
se conmoverán. 27 Y entonces verán 
al Hijo del hombre venir en una 
nube con poder y majestad grandes. 

Señales de la proximidad 
del reino de Dios. 

28 Cuando estas cosas comenzaren 
a suceder cobrad ánimo y levantad 
vuestras cabezas, porque se acerca 
vuestra redención. 29 Y les dijo una 
parábola: Ved la higuera y todos los 
árboles, 30 cuando echan ya brotes, 
viéndolos, conocéis por ellos que se 
acerca el verano. 31 Así también vos¬ 
otros, cuando veáis estas cosas, co¬ 
noced que está cerca el reino de Dios. 
32 En verdad os digo, que no pasará 
esta generación antes que todo su¬ 
ceda. 33 El ciclo y la tierra pasarán, 
pero mis palabras no pasarán. 

La vigilancia. 

34 Estad atentos, no sea que se 
emboten vuestros corazones por la 
crápula, la embriaguez y las prcocu- 


(i) La Ciudad Santa será hollada por los 
gentiles, y su pueblo muerto al filo de la espada 
o llevado cautivo. Esto durará hasta que se cum¬ 
pla la edad de las naciones. Para aclarar este 
misterio de la suerte de Israel servirán las pala¬ 
bras de San Pablo sobre la ceguedad de Israel 
y su fin, en Rom. n, 25 ss. La misma idea 
expresa San_Mateo en 24, 14. 


paciones de la vida, y de repente 
venga sobre vosotros aquel día 36 como 
un lazo; porque vendrá sobre todos 
los moradores de la tierra. 36 Velad, 
pues, en todo tiempo y orad, para 
que podáis evitar todo esto que ha 
de venir, y comparecer ante el Hijo 
del hombre (1). 

37 Y enseñaba durante el día en el 
temido, y por la noche salía para 
pasarla en el monte llamado de los 
Olivos (2). 38 Y todo el pueblo 

madrugaba para escucharle en el 
templo (3). 


La conspiración contra Jesús. 

22 1 Estaba cerca la fiesta de los 
Acimos, que se llama la Pascua. 

2 Y los príncipes de los sacerdotes y 
los escribas buscaban cómo quitarle 
de enmedio, pero temían al pueblo. 

3 Entró Satanás cu Judas, llamado 
Iscariote, que era de los doce, 4 y fué 
a tratar con los príncipes de los 
sacerdotes y los oficiales sobre la ma¬ 
nera de entregárselo. 5 Ellos se ale¬ 
graron, y convinieron con él en darle 
dinero. 8 Y puestos de acuerdo, bus¬ 
caba ocasión para entregárselo sin 
ruido. 


La preparación de la última cena. 

7 Llegó pues el día de los Acimos, 
en que habían de sacrificar la Pascua, 
8 y envió a Pedro y a Juan, diciendo: 
Id y preparadnos la Pascua para que 
la comamos. e Ellos le dijeron: ¿Dónde 
quieres que la preparemos? 10 Dijoles 
El: En entrando vosotros en la ciu¬ 
dad, os saldrá al encuentro un hom¬ 
bre con un cántaro de agua: seguidle 
hasta la casa en que entre, 11 y decid 
al amo de la casa: El Maestro te dice: 
¿Dónde está la sala en que he de 
comer la Pascua con mis discípulos? 
12 Y el os mostrará una sala grande, 
aderezada; preparad allí. 13 Idos, eu- 


(1) Estos versículos contienen en resumen el 
tema más ampliamente desarrollado por San Ma¬ 
teo en 24. 37 ss. 

(2) San Lucas nos da aquí una noticia sobre 
la actividad de Jesús en estos últimos días de 
su vida. 

(3) Notas como ésta ponen de relieve la di¬ 
ferente conducta entre los directores del pueblo 
y éste, y, por tanto, la responsabilidad de aqué¬ 
llos en haber apartado con su influencia al pue¬ 
blo del camino de la salud, a que Jesús le llamaba. 









1174 


SAN LUCAS, 22 


contraron al que les había dicho, y 
prepararon la Pascua. 


Institución de la Eucaristía. 

14 Y cuando llegó la hora se puso 
a la mesa y los Apóstoles con El. 
15 Y les dijo: Ardientemente he de¬ 
seado comer esta Pascua (1) con 
vosotros antes de padecer, 16 porque 
os digo que no la comeré más hasta 
que sea cumplida en el reino de Dios. 
17 Y tomando el cáliz, dió gracias, y 
dijo: Tomadlo y distribuidlo entre 
vosotros; 18 porque os digo, que desde 
ahora no beberé del fruto de la vid 
hasta que llegue el reino de Dios. 
10 Y tomando el pan, dió gracias, 
lo partió y se lo dió, diciendo: Este 
es mi cuerpo, que se entrega por 
vosotros: haced esto en memoria de 
mí. 20 Y asimismo el cáliz, después 
de haber cenado, diciendo: Este cáliz 
es ln nueva alianza en mi sangre, 
que es derramada por vosotros. 21 Y 
mirad, la mano del que me entrega 
está conmigo a la mesa. 22 Porque 
el Hijo del hombre va su camino, 
según está decretado, pero ¡av de 
aquel por quien será entregado! 23 Y 
ellos comenzaron a preguntarse unos 
a otros sobre quién de ellos sería el 
que había de hacer esto (2). 


Cuestión de la primacía. 

24 Se suscitó entre ellos (3) una 
contienda sobre quién de ellos había 
de ser tenido por mayor. 25 Y El les 
dijo: Los reyes de las naciones im¬ 
peran sobre ellas y los que ejercen 
la autoridad sobre ellas son llamados 
Bienechores; 25 pero no será así entre 
vosotros; sino que el mayor entre 
vosotros será como el menor, y el 
que manda como el que sirve. 27 Por¬ 
que quién es mayor, ¿el que está 
sentado a la mesa, o el que sirve? 
¿No es el que está sentado a la mesa? 
Pues yo estoy en medio de vosotros 


(1) Los versículos 15-18, que son propios 
de San Lucas, pertenecen a la Pascua judia, cele¬ 
brada por Jesús antes de anularla con la institu¬ 
ción de la Pascua cristiana, la Eucaristía. 

(2) En este relato se echa de ver la semejanza 
de San Lucas con su maestro San Pablo. (I Cor. 
11, 23. ss.) 

(3) Los primeros evangelistas colocan este 
irc.dente en otra ocasión. (Mt. 18, 1; Me. 10, 
42.) 


como quien sirve. 28 Vosotros sois 
los que habéis permanecido conmigo 
en mis pruebas, 29 y yo dispongo 
del reino en favor vuestro como mi 
Padre ha dispuesto de él en favor mío, 
5 P para que comáis y bebáis a mi mesa, 
en mi reino, y os sentéis sobre tronos 
como jueces de las doce tribus de 
Israel. 


La prueba de Pedro y el vaticinio 
de l;i negación. 

31 Simón, Simón (1), Satanás os 
busca para aecharos, como trigo; 

32 pero yo he rogado por ti para que 
no desfallezca tu fe, y tú, una vez 
convertido, confirma a tus hermanos. 

33 Di jóle él: Señor, preparado estoy 
para ir contigo, no sólo a la prisión, 
sino a la muerte. 34 Y El dijo: Yo te 
aseguro, Pedro, que no cantará hoy 
el gallo antes que tres veces hayas 
negado conocerme. 


La gran prueba que se aceren. 

35 Y les dijo: Cuando os envié sin 
bolsa, sin alforjas, sin sandalias, ¿os 
faltó alguna cosa? Dijeron ellos: Nada. 
36 Pues ahora el que tenga bolsa, tó¬ 
mela (2), e igualmente la alforja, y 
el que no la tenga, venda su manto 
y compre una espada. 37 Porque os 
digo que ha de cumplirse en mí esta 
escritura: Fué contado entre los mal¬ 
hechores; porque también lo que a 
mí toca llega a su término. 36 Dijé- 
ronle ellos: Aquí hay dos espadas. 
Respondióles: Es bastante. 

La oración en Gctscmauí. 

39 Y saliendo se fué, según costum¬ 
bre, al monte de los Olivos, y lo si- 


(1) San Lucas omite, después de la confesión 
de San Pedro (7, 20 ss.), el privilegio que el 
Señor le confiere del primado; en cambio, nos 
ofrece aquí este pasaje, en que anuncia a los dis¬ 
cípulos la gran prueba a que serán sometidos, 
la caída de Pedro, su conversión y el encargo de 
confirmar a los otros en la fe. que es en otra 
forma la idea de la primacía sobre los demás dis¬ 
cípulos. 

(2) Cuando los envió antes, contaban con la 
benevolencia del pueblo para atender a sus nece¬ 
sidades; ahora las cosas han mudado tanto, que 
los Apóstoles no podrán contar sino con la opo¬ 
sición del pueblo israelita. El lenguaje meta¬ 
fórico no fué entendido por los discípulos. 







SAN LUCAS, 22 


1175 


guieron también sus discípulos. 40 Lle¬ 
gado allí, díjoles: Orad para que no 
entréis en tentación. 41 Y se apartó 
de ellos como un tiro de piedra y, 
puesto de rodillas, oraba. 42 diciendo: 
Padre, si quieres, aparta de mí este 
cáliz; pero no se haga mi voluntad, 
sino la tuya. 43 Y se le apareció, un 
ángel del ciclo que le confortaba. 
44 Y lleno de angustia oraba con más 
instancia. Y sudó como gruesas gotas 
de sangre (1), que corrían hasta la 
tierra. 45 Y levantándose de la ora¬ 
ción, vino a los discípulos, y los en¬ 
contró adormilados por la tristeza, 
46 y les dijo: ¿Por que dormís? Levan¬ 
taos y orad para que no entréis en ten¬ 
tación. 

La prisión. 

47 Aún estaba El hablando, y he 
aquí que llegó una turba, y el llamado 
Judas, uno de los doce, los precedía, y 
acercándose a Jesús, le besó. 43 Jesús 
le dijo: Judas, ¿con un beso entregas 
al Hijo del hombre? 49 Y viendo los 
que estaban en torno de El lo que 
pasaba, le dijeron: Señor, ¿herimos 
con la espada? Y uno de ellos hirió 
a un siervo (2) del Sumo Sacerdote 
y le llevó la oreja derecha. 61 Toman¬ 
do Jesús la palabra le dijo: Basta ya. 
Dejad (31. Y tocando la oreja le 
curó. 52 Dijo Jesús a los príncipes de 
los sacerdotes, oficiales del templo 
y ancianos, que habían venido con¬ 
tra El: ¿Como contra un ladrón ha¬ 
béis venido con espadas y garrotes? 
63 Estando yo cada día en el templo 
con vosotros, no habéis puesto las 
manos en mí; pero ésta es vuestra 
hora y el poder de las tinieblas (4). 


(1) Ninguno de los evangelistas nos pinta 
con tan vivos colores la agonía de Jesús. Ante la 
representación de su próxima pasión* con todos 
sus detalles y con todas las consecuencias desas¬ 
trosas para Israel, Jesús se aflige y suda gotas 
de sangre en tanta abundancia, que corren por 
el suelo. El Padre, a quien ora que, si es posible, 
le haga gracia de tanto dolor, le envía un ángel, 
no para servirle, como en el desierto (Me. i, 13), 
sino para confortarle y animarle a cargar con la 
cruz. La tradición se sintió a veces tan impre¬ 
sionada de este fenómeno, que suprimió los ver¬ 
sículos 43 y siguiente de los códices sagrados. 

(2) Y sin aguardar la licencia que pedía, hirió 
at siervo cortándole una oreja, que Jesús bonda¬ 
dosamente curó. 

(3) Dejadlos ir hasta el extremo de prender¬ 
me, pues asi está escrito de mi. (Mt. 26, 54.) 

(4) Antes lo habían intentado muchas veces, 
y nada hablan podido, porque no era llegada su 
hora; al presente es ya llegada, y la de infierno 
que los mueve. 


La negación <le Pedro. 

64 Y apoderándose de El le llevaron 
c introdujeron en casa del Sumo 
Sacerdote, y Pedro le seguía de lejos. 
65 Había fuego encendido en medio 
del atrio y estaban sentados y Pedro 
se sentó también entre ellos. 50 Y 
viéndole una sierva sentado a la 
lumbre y fijándose en él, dijo: Este 
estaba también con El. 57 El lo negó, 
diciendo: No le conozco, mujer. 6S Y 
después de poco, le vi ó otro, y dijo: 
Tú eres también de ellos. Y Fodro 
dijo: Hombre, no soy. 59 Y trans¬ 
currido como una hora, olio insis¬ 
tió, diciendo: En verdad que éste 
estaba con El, porque es galileo. 
co Dijo Pedro: Hombre, no sé lo que 
dices. Y al inslanlc, hablando aún 
él, cantó el gallo. Y vuelto el 
Señor miró a Pedro, y Pedro se aeor- 
dó de la palabra deí Señor, cuando 
le dijo: Antes que el gallo cante hoy, 
me negarás tres veces. 62 Y saliendo 
fuera lloró amargamente. 


Jesús, escarnecido. 

63 Los que le guardaban se burla 
ban de El y le maltrataban, 04 y ven¬ 
dándole, le preguntaban, diciendo: 
Profetízanos: ¿quién es el que te 
hirió? C5 Y otras muchas injurias pro¬ 
ferían contra El. 


El consejo y la condenación. 

60 Y cuando fué de día se reunió 
el consejo (1) de los ancianos del 
pueblo, y los príncipes de los sacer¬ 
dotes, y los escribas*, y le conduje¬ 
ron ante su tribunal, 67 diciendo: Si 
tú eres el Mesías, dínoslo. El les dijo: 
Si os lo digo, no me creeréis; 68 y si 
pregunto, no responderéis; 09 pero el 
Hijo del hombre estará sentado desde 
ahora a la diestra del poder de Dios. 
70 Y todos dijeron: ¿Luego eres tú 
el Hijo de Dios? Dijoles: Vosotros 
decís, yo soy. 71 Dijeron ellos: ¿Qué 
necesidad tenemos ya de testigos? 
Porque nosotros mismos lo liemos 
oído de su boca. 


(1) San Lucas omite la sesión preparatoria 
de la noche, de la cual nos hablan los otros evan¬ 
gelistas, y traslada todo el proceso a la sesión 
de la mañana, que los primeros evangelistas no 
hacen aiao mencionar. (Ml 27, 1; Me. 15, t . 











1176 


SAN LUCAS, 23 


Acusación auto Pílalo, 

a o 1 Y levantándose todos le 11c- 
¿O varón a Pilato, 2 3 y comenzaron 
a acusarle, diciendo: Hemos encon¬ 
trado a este que pervierte a nuestro 
pueblo, y prohíbe pagar tributo al 
Cesar y dice ser El el Mesías rey. 
3 Pilato le preguntó, diciendo: ¿Eres 
tú el rey de los judíos? El respondió, 
y dijo: Tu dices. 4 Pilato dijo a los 
príncipes de los sacerdotes y a la 
muchedumbre: Ningún delito hallo 
en este hombre. 5 * Pero ellos insis¬ 
tieron, diciendo: Subleva al pueblo 
ensenando por toda la Judca, desde 
Galilea hasta aquí. 

Presentación a licrodes. 

6 Oyendo esto Pilato, preguntó si 
aquel hombre era galileo, 7 y ente¬ 
rado de que era de la jurisdicción de 
Herodes, lo envió a Herodes (1), que 
estaba también en Jerusalcn por 
aquellos días. 8 Viendo Heredes a 
Jesús se alegró mucho, porque desde 
hacía bastante tiempo deseaba verle, 
pues había oído hablar de El, y es¬ 
peraba ver de El que hiciera alguna 
señal. 0 Le hizo bastantes preguntas, 
pero él no le contestó nada. 10 Esta¬ 
ban presentes los príncipes de los 
sacerdotes y los escribas, que insis¬ 
tentemente le acusaban. 11 Herodes 
con su escolta le despreció (2), y por 
burla le vistió una vestidura blanca 
y se lo devolvió a Pilato. 12 En aquel 
día se hicieron amigos uno del otro, 
Herodes y Pilato, pues antes eran 
enemigos (3). 

Jesús y llaiTubús. 

13 Pilato, convocando a los prín¬ 
cipes de los sacerdotes, a los magis¬ 
trados y al pueblo, les dijo: 14 Me 
habéis traído a este hombre como 
alborotador del pueblo, y habiéndole 
interrogado yo ante vosotros no hallé 
en él delito alguno de los que alegáis 


(1) Episodio propio de San Lucas, y que 
muestra hasta qué punto la causa resultaba eno¬ 
josa para Pilato. 

(2) Su modo de conducirse entonces no res¬ 
pondía a lo que de El había oído y a lo que es¬ 
peraba ver. y no entendiendo los motivos, le des¬ 
precia teniéndole por fatuo. 

(3) No es improbable que la causa de esta 

enemistad fuera alguna cuestión de competen¬ 

cia. Algunos piensan en los galileos muertos por 

Pilato en el templo. (13, 4-) 


^contra El. 15 Y ni aun Herodes, pues 
'nos lo ha vuelto a enviar. Nada, pues, 
ha hecho digno de muerte. 16 Le 
corregiré, y le soltaré. 17 Tenía que 
soltarles uno por la fiesta (1). 18 Pero 
todos a una comenzaron a gritar, di¬ 
ciendo: Quítale, y suéltanos a Barra¬ 
bás, 19 que había sido encarcelado 
por un motín ocurrido en la ciudad 
y por un homicidio. 20 De nuevo 
Pilato se dirigió a ellos, queriendo 
librar a Jesús. 21 Pero ellos gritaban 
diciendo: Crucifícale, crucifícale. 22 Por 
tercera vez les dijo: ¿Qué mal ha 
hecho? Yo no encuentro en El nada 
digno de muerte: le corregiré y le 
soltaré. 23 Pero ellos a grandes voces 
instaban pidiendo que fuese crucifi¬ 
cado, y sus voces prevalecieron. 
24 Decidió, pues, Pilato acceder a 
su petición. 25 Soltó al que por el 
motín y el homicidio había sido 
puesto en la cárcel, según le pedían, 
y entregó a Jesús a la voluntad de 
ellos. 

Camino del Gólejola. 

2G Y cuando le llevaban echaron 
mano de un cierto Simón de Cirene, 
que venía del campo, y le cargaron 
con la cruz, para que la llevase en 
pos de Jesús. 27 Y le seguía una 
gran muchedumbre del pueblo y de 
mujeres que se herían y lamentaban 
por El. 28 Vuelto a ellas Jesús, dijo: 
Hijas de Jcrusalén, no lloréis por 
mí, llorad más bien por vosotras 
mismas y por vuestros lujos, 29 por¬ 
que días vendrán en que se dirá: 
Dichosas las estériles (2), y los 
vientres que no engendraron, y los 
pechos que no amamantaron. 30 En¬ 
tonces dirán a los montes: Caed sobre 
nosotros, y a los collados: Ocultadnos, 
31 porque si esto se hace en el leño 
verde, ¿en el seco qué será? 32 Y con 
El llevaban dos malhechores para ser 
ejecutados. 

Eu crucifixión. 

33 Cuando llegaron ni lugar llamado 
Calvario, le crucificaron allí, y a los 


(1) El v. 17, excesivamente lacónico para in¬ 
troducir la petición de Barrabás, falta en muchos 
códices, y graves expositores lo consideran como 
tomado de los otros evangelios. 

(2) Este pasaje, propio de San Lucas, se co¬ 
rresponde con el de 19, 41 ss. Ambos muestran 
el extremo dolor de Jesús por la rebeldía de 
Israel y sus tristes consecuencias. 










SAN LUCAS, 24 


1177 


dos malhechores, uno a la derecha y 
otro a la izquierda. 34 Y Jesús decía: 
Padre, perdónalos, porque no saben 
lo que hacen (1). Y dividiendo sus 
vestidos, echaron suertes sobre ellos. 
35 Y el pueblo estaba allí mirando. 
Y los príncipes mismos se burlaban, 
diciendo: A otros salvó; sálvese a sí 
mismo, si es el Mesías de Dios, el 
Elegido. 30 Y le escarnecían también 
los soldados, que se acercaban a El 
ofreciéndole vinagre, 37 y diciendo: 
Si eres el rey de los judíos, sálvate a 
ti mismo. 38 Había también una ins¬ 
cripción sobre El: Este es el rey de 
los judíos. 


Los dos ladrones. 

39 Uno de los malhechores crucifi¬ 
cados le insultaba, diciendo: ¿No eres 
tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y 
sálvanos a nosotros. 40 Pero el otro, 
tomando la palabra, le reprendía, di¬ 
ciendo (2): ¿Ni tú que estás su¬ 
friendo el mismo suplicio temes a 
Dios? 41 Y nosotros justamente, por¬ 
que recibimos el digno castigo de 
nuestras obras; pero "éste nada malo 
ha hecho. 42 Y decía: Jesús, acuérdate 
de mí cuando entres en tu reino. 
43 Y le dijo: En verdad te digo, hoy 
serás conmigo en el paraíso. 44 Y era 
ya como la hora de sexta y las ti¬ 
nieblas cubrieron toda la tierra hasta 
la hora de nona, 45 oscureciéndose el, 
sol, y el velo del templo se rasgó 
por medio. 46 Y Jesús, dando una 
gran voz, dijo: Padre, en tus manos 
entrego mi espíritu. Y diciendo esto 
expiró. 


La hora de la verdad. 

47 Y viéndolo el centurión (3) glo¬ 
rificó a Dios, diciendo: Verdadera¬ 
mente este hombre era justo. 48 Y toda 
la muchedumbre que había asistido 


(1) Súplica sublime, que confirma toda su 
doctrina sobre el amor del prójimo. 

(2) San Lucas precisa más la conducta de los 
ladrones, y, según él, se han de entender los 
otros evangelistas. 

(3) El centurión gentil reconoce la inocencia 

de Jesús ante los fenómenos naturales; el pueblo 

confiesa su culpa, y vuelve a la simpatía que mos¬ 

traba por Jesús. Pero sus directores vuelven 

también a la carga, y acaban por extraviarle de¬ 

finitivamente y atraer sobre su cabeza el castigo 

anunciado y llorado por Jesús. 


a aquel espectáculo, viendo lo suce¬ 
dido, se volvía hiriéndose el pecho. 
49 Todos sus conocidos y las mu¬ 
jeres que le habían seguido de Gali¬ 
lea estaban a distancia y contem¬ 
plaban todo esto. 


La sepultura. 

50 Un varón, de nombre José, que 
era miembro del Consejo, hombre 
bueno y justo, 51 que 110 había dado 
su asentimiento a la resolución y a 
los actos de aquéllos, originario de 
Arimatea, ciudad de Judea, que es¬ 
peraba el reino de Dios, 62 se presentó 
a Pilato y le pidió el cuerpo de 
Jesús. 53 Y bajándole le envolvió en 
una sábana y le depositó en un mo¬ 
numento cavado en la roca, donde 
ninguno había sido aún sepultado. 
54 Era día de Parasceve, y estaba 
para comenzar el sábado. 55 Y las 
mujeres, que habían venido con El 
de Galilea, le siguieron y vieron el 
monumento y cómo fue depositado 
su cuerpo. 56 Y a la vuelta prepara¬ 
ron aromas y mirra. Y durante el 
sábado se estuvieron quietas por cau¬ 
sa del precepto. 


El sepulcro, vacío. 

24 1 Mas el primer día de la se¬ 
mana, muy de mañana, vinie¬ 
ron al monumento trayendo los aro¬ 
mas que habían preparado, 1 2 y en¬ 
contraron removida del monumento 
la piedra, 3 y entrando no hallaron 
el cuerpo del Señor Jesús. 4 Y acon¬ 
teció que estando ellas perplejas 
sobre esto, se les presentaron dos 
hombres vestidos con unas vestiduras 
deslumbrantes. 5 Mientras ellas se 
quedaron aterrorizadas y bajaron la 
cabeza hacia el suelo, les dijeron: 
¿Por que buscáis entre los muertos 
al que vive? 6 No está aquí, ha resu¬ 
citado. Acordaos cómo os habló es¬ 
tando aún en Galilea, 7 diciendo que 
el Hijo del hombre había de ser 
entregado en poder de los hombres 
pecadores, y ser crucificado, y resu¬ 
citar al tercer dia. 8 Y ellas se acor¬ 
daron de sus palabras, 9 y volviendo 
del monumento, comunicaron todas 
estas cosas a los once y a todos los 
demás. 10 Eran éstas María la Mag¬ 
dalena, y Juana, y María de^San- 










1178 


SAN LUCAS, 24 


tiago; y las demás (1) que estaban 
con ellas, decían estas cosas a los 
Apóstoles. (i) * * * * * * * * * 11 A ellos les parecieron 
desatinos estos relatos, y no los creye¬ 
ron. 12 Pero Pedro se levantó y corrió 
al monumento, c inclinándose vi ó só¬ 
lo los lienzos, y se volvió a casa ad¬ 
mirado de lo ocurrido. 


En el camino de Emans. 


13 Y lie aquí que, el mismo día, 
dos de ellos iban a una aldea, que 
dista de Jcrusalén sesenta estadios, 
llamada Emaús, 14 y hablaban entre 
sí de todos estos acontecimientos. 
15 Y mientras iban hablando y razo¬ 
nando, el mismo Jesús se les acercó 
e iba con ellos, 16 pero sus ojos no 
podían reconocerle. 17 Y les dijo: 
¿Que razonamientos son estos que 
vais haciendo entre vosotros mientras 
camináis? Y ellos se detuvieron en¬ 
tristecidos. 18 Y tomando la palabra 
uno de ellos, por nombre Cleofás, le 
dijo: ¿Eres tú el único forastero en 
Jcrusalcn que no conoce los sucesos 
en ella ocurridos estos dias? 19 Y les 
dijo: ¿Cuáles? Contestáronle: Lo de 
Jesús Nazareno, que fué un varón 
profeta, poderoso en obras y pala¬ 
bras ante Dios y ante todo el pueblo: 
20 cómo le entregaron los príncipes 
de los sacerdotes y los magistrados 
para que fuese condenado a muerte 
V crucificado. 21 Nosotros esperába¬ 
mos que sería El quien rescataría a 
Israel: mas, con todo esto, van ya 
tres días desde que todo esto ha su¬ 
cedido. 22 Nos asustaron ciertas mu¬ 
jeres de las nuestras que, yendo de 
madrugada al monumento, 23 no en¬ 
contraron su cuerpo, y vinieron di¬ 
ciendo que habían tenido una visión 
de ángeles que les dijeron qtic vivía. 
24 Y algunos de los nuestros se fue¬ 
ron al monumento, y hallaron las 
cosas coma las mujeres decían, pero 
a El na le vieron. 

25 Y El les dijo: jOh hombres sin 
inteligencia y tardos de corazón para 


(i) No concuerdan los evangelistas en la enu¬ 
meración de las mujeres que acudieron al sepul¬ 
cro la mañana de Pascua. San Lucas menciona 
por segunda vez a Juana, que, sin duda, debió 
de ser una de sus fuentes de información. Declan 
tstas cosas a los Apóstoles. San Lucas es sobre 
este pumo algo más explícito que los dos pri¬ 
meros evangelistas, aunque todavía no nos da la 
luz que hallamos en San Juan. 


creer todo lo que vaticinaron los pro¬ 
fetas! 28 No era preciso que el Mesías 
padeciese y entrase en su gloria? Y co¬ 
menzando por Moisés y por todos los 
profetas les fué declarando en todas 
las escrituras las cosas tocantes a 
El. 28 Cuando se acercaron a la aldea 
a donde iban, y El fingió seguir ade¬ 
lante. 29 Y le obligaron diciendo: 
Quédate con nosotros, pues el día ya 
declina. Y entró para quedarse con 
ellos. 

30 Puesto a la mesa con ellos, tomó 
el pan, lo bendijo y se lo dió partido. 
31 Y se les abrieron los ojos y le reco¬ 
nocieron (1), y desapareció de su 
presencia. 32 Se dijeron uno a otro: 
¿No ardían nuestros corazones dentro 
de nosotros, mientras en el camino 
nos hablaba y nos declaraba las Es¬ 
crituras? 33 Y en el mismo instante 
se levantaron, y volvieron a Jcru¬ 
salén y encontraron reunidos a los 
once y a sus compañeros, 34 que les 
dijeron: El Señor en verdad ha resu¬ 
citado y se apareció a Simón. 35 Y ellos 
contaron lo que les había pasado en 
el camino, y cómo le reconocieron en 
la fracción del pan. 


Aparición a los once. 


38 Mientras esto hablaban, se pre¬ 
sentó en medio de ellos (2), y les 
dijo: La paz sea con vosotros. 37 Ate¬ 
rrados y llenos de miedo, creían ver 
un espíritu. 38 Y El les dijo: ¿Por 
qué os turbáis y por qué suben a 
vuestro corazón esos pensamientos? 
39 Ved mis manos v mis pies, que yo 
soy. Palpadme y ved que el espíritu 
no tiene carne "ni huesos como véis 
que yo tengo. 40 Y diciendo esto les 
mostró las manos y los pies. 41 Y no 
creyendo aún ellos, en fuerza del gozo 
y de la admiración, les dijo: ¿Tenéis 
aquí algo que comer? 42 Y le dieron 
un trozo de pez asado. 43 Y tomán¬ 
dolo comió delante de ellos. 


(i) Este episodio, propio de San Lucas, nos 

muestra claro cuáles eran los sentimientos de los 

discípulos sobre el fin de Jesús, cuán difícil era 

volverlos al camino de la verdad y cuanta fué su 

alegría cuando, al fjn, lograron convencerse 

de ella. 

(a) Esta aparición debe de ser la de Jn. ao, 

19 ss., noobstanie que aquí se habla de los once 

como expresando el grupo de los Apóstoles, igual 

que antes se decía los doce sin atender a que el 

grupo estuviera completo. 









SAN LUCAS, 24 


1179 


Ultimas Instrucciones. 

44 Les dijo (1): Esto es lo que yo 
os decía estando aún con vosotros: 
que era preciso que se cumpliera todo 
lo que está escrito en la ley de Moisés 
y en los Profetas y en los Salmos de 
mí. 45 Entonces les abrió la inteli¬ 
gencia para que entendiesen las Es¬ 
crituras, 46 y les dijo: Que así estaba 
escrito, que el Mesías padeciese y al 
tercer día resucitase de entre los 
muertos. 47 Y que se predicase en su 
nombre la penitencia para la remi¬ 
sión de los pecados a todas las na¬ 
ciones, comenzando por Jerusalén. 


(i) En estos versículos resume San Lucas 
las instrucciones dadas por Jesús a los discípu¬ 
los durante los cuarenta días que permaneció 
con ellos. Entonces ya estaban en mejores con¬ 
diciones de entenderle, aunque el Espíritu Santo 
debía aún completar esta obra. 


48 Vosotros daréis testimonio de esto. 

49 Pues yo os enviaré lo prometido por 
mi Padre: pero habéis de permanecer 
en la ciudad hasta que seáis revesti¬ 
dos de lo alto. 


Ascensión. 

60 Los llevó hasta cerca de Bcta- 
nia (1), y levantando sus manos 
los bendijo, 61 y mientras los bendecía 
i se alejaba de ellos, y era llevado al 
| ciclo. 52 Ellos se postraron ante El, 
y se volvieron a Jerusalén con grande 
gozo 63 y estaban de continuo en el 
templo bendiciendo a Dios. 


(i) Si no tuviéramos los Hechos de los Após¬ 
toles, diríamos que la ascensión ocurrió el mismo 
día de esta aparición. San Lucas, que, sin duda, 
tenía ya idea del segundo libro, dejó para él estos 
■ últimos sucesos. 


























INTRODUCCION AL EVANGELIO DE SAN JUAN 



CL AUTOR.—Fué Juan, hijo de Ze- 
E' bedeo y de Salomé, natural de Ga¬ 
lilea y de las cercanías del Lago. El 
padre era pescador, y como él sus hijos. 

El Evangelio indica que Zebedeo era 
patrón de la barca y dueño de los apare¬ 
jos de pesca conque trabajaba, ayudado 
decaíganos jornaleros (Me. 1, 20). Esto 
prueba que Zebedeo tenía una posición 
distinguida entre sus compañeros de 
profesión. Juan debe ser contado, junto 
con Andrés, hermano , de Pedro, entre 
los discípulos del Bautista, y los prime¬ 
ros que se unieron a Jesús (1, 35 ss.). 

Con el salvador volvió de las riberas 
del Jordán, donde Juan bautizaba, a 
Galilea, y fué testigo del primer mila¬ 
gro en Cana. Algo más tarde, después 
de la pesca milagrosa, fue llamado con 
su hermano Santiago y con los otros dos 
herinanos, Simón y Andrés, al segui¬ 
miento de Jesús, para no separarse ya de 
El. Formaba parte del grupo de los tres 
que solían ser distinguidos por el Maes¬ 
tro, y hemos de creer que, correspondien¬ 
do a esta distinción, también él se desta¬ 
caba por su adhesión al Salvador. Tal 
vez hemos de tomar como una señal de 
esto la proposición que los dos her¬ 
manos hicieron a Jesús, cuando le vieron rechazado en una aldea de 
samaritanos: «¿Quieres que pidamos que baje fuego del cielo que los 
destruya?» A lo que Jesús les replicó: «JY o sabéis de qué espíritu sois h-jos» 
(Le. 9, 54 s.). Acaso por esto los llamó Boanerges, que quiere decir k hijos 
del trueno » (Me. 3, 17). Esa misma adhesión los llevó, juntamente con 
su madre, a hacer al Señor un atrevido ruego: que reservase para ellos los pri¬ 
meros puestos del reino de Jesús, que creían pronto a inaugurarse en Jeru- 
salén. A esto Jesús les respondió: «A"o sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz, 
que yo he de beber?» A loque ellos respondieron: «Sí que podemos .» Mi cáliz, les 
dijo Jesús, lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca 
a mí darlo, sino al Padre, que está en los cielos .» Y no desmintió Juan la pala- 












1182 


SAN JUAN 


bra que dió al Maestro, porque, sí huyó como sus compañeros en Octsemani 
la noche de la prisión, luego se presentó en casa del Pontífice Caifas y, valién¬ 
dose de los conocimientos que allí tenía } obtuvo de la portera la entrada para Pedro. 
A la tarde se halló presente, en compañía de María, a la muerte de su Maestro, 
el cual, agradeciendo su lealtad, le encomendó el cuidado de su Madre. La 
mañana de la rcsurrección f al oír de labios de la Magdalena que el sepulcro es¬ 
taba vacío, corre con Pedro a comprobarlo, y viendo el sepulcro vacío, creyó en la 
resurrección (20, 8). 

En los Hechos de los Apóstoles Juan aparece varias veces al lado de Pedro: 
en el templo, acudiendo a la oración f y a dar testimonio ante el Sanedrín que 
los manda azotar (3-4); en Satnaria, confirmando a los convertidos por el diᬠ
cono Felipe (8 f 14). Años más tarde continuaba en Jerusalén, donde le vió 
y trató el Apóstol de los gentiles y San Pablo } que le cuenta entre las columnas 
de la Iglesia (Gal. 2, 9). La tradición nos refiere que inoró en Efeso, de donde y 
en tiempo de Domiciano y habría sido llevado a Roma y y allí echado en una cal¬ 
dera de aceite hirviendo, de la que salió ileso. Vuelto a Oricnte y fui después 
relegado a la desierta isla de Patmos y enfrente del Asia, donde escribió el Apo¬ 
calipsis. Libre del destierro en tiempo de Nerva y volvió a Efeso y allí murió y 
reinando Trajano. Siglos después se mostraba en aquella ciudad su scpulcro y 
como se muestran hoy los restos de la casa en que habría vivido con la Virgen 
María. En la misma ciudad de Efeso escribió el Evangelio, en una fecha que no 
se ftuede precisar, pero que fui ya al fin de su vida. 

EL EV ANGELI O.—Que sea Juan el autor del cuarto Evangelio y nos lo dice 
él mismo con su empeño en ocultarse. Efectivamente, es este Evangelio el que 
con más frecuencia introduce a los Apóstoles hablando o haciendo alguna cosa y 
y el autor siempre los llama por sus nombres . Hay uno y sin embargo } que siem¬ 
pre queda incógnito. Cuando a orillas del Jordán se presentan a Jesús dos 
discípulos del Bautista, el autor nos dice que uno de ellos es Andrés, hertnano 
de Simón Pedro; el otro no parece tener nombre (l y 10). Durante la última ccna y 
cuando Jesús anuncia que uno de los doce le hará traición y Pedro hace señas 
al que se recostaba sobre el pecho de Jesús y y que era de El especialmente amado y 
y el Maestro accede a su ruego revelándole en secreto el nombre de Judas (13 y 23); 
pero tampoco se dice su nombre. Aquella misma noche y preso el Señor y con¬ 
ducido a casa de Caifas, Simón Pedro le siguc y aunque de lejos, con el otro 
discípulo, que y por ser conocido en el Palaeio y pudo entrar y obtener de la 
portera que Pedro fuese también admitido (18 y 15 ss.), siu que tampoco se 
diga su nombre. A la tarde de aquel mismo día y el discípulo amado de Jesús 
se le presenta en el Gólgota en compañía de su Madre. Conmovido el Maestro 
de aquella lealtad y encomienda a su fiel, discípulo lo que miís amaba en este 
mundo, que era su Madre (19 y 26 ss.), igualmente sin nombrarlo. La ma¬ 
ñana de Pascua, cuando María Magdalena lleva a los discípulos la noticia 
de que el cuerpo de Jesús había desaparecido del scpulcro y el único que 
corre con Pedro a comprobar el hecho es el discípulo amado de Jesús 
(20 f 2 ss.), siempre sin el nombre. En la misma forma se habla de él 
en la última aparición del Salvador a los Apóstoles, que nos es referida por 
el cuarto Evangelio (21, 7 ss.). Por exclusión podemos sacar en consecuencia 
que este personaje, que ocupa un lugar distinguido entre los doce y que nunca 
tiene nombre, no puede ser otro que Juan, el hermano de Santiago c hijo de 
Zcbcdco, y esta deducción la vemos confirmada por la tradición cristiana desde 
los comienzos del segundo siglo. 

Ya se deja entender que en el lugar y en la fecha en que San Juan escribió 
no podía destinar su Evangelio sino a las iglesias de la gentilidad que había 
en Asia, fundadas por el Apóstol San Pablo. El fin que el autor se propuso 
al redactar su obra se halla indicado en 20, 31; uEstas cosas han sido escritas 




SAN JUAN 


1183 


para que creáis que Jesucristo es el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis 
la vida por su nombre .» Esta intención general no quita otras particulares, como 
la de completar y aclarar el relato de los Sinópticos y la de refutar la herejía 
cerintiana. 

PLAN DEL EVANGELIO.—Lo primero que advertimos en el cuarto 
Evangelio es la diferencia con los Sinópticos cuanto a su contenido. Sólo tiene 
de común con ellos la expulsión de los vendedores del Templo (2, 13 ss.), la 
primera multiplicación de los panes (6, 1 ss,), la marcha de Jesús sobre las 
aguas (6, 16 ss.) t la unción de Betania (12, 1 ss.), la entrada triunfal en Jeru- 
salen (12, 12 ss.), y finalmente, la pasión y la resurrección. Pero aun en estos 
puntos no existe entre San Juan y los Sinópticos ninguna dependencia litera¬ 
ria. Convienen en el fondo de los sucesos, mas no en la redacción. 

El teatro de la historia, que en los Sinópticos es Galilea, es en San Juan 
principalmente la Judea. Jesús va y viene de Galilea a Jcrusalcn y de Jeru- 
salen a Galilea, y sus conversaciones y disputas no son con el pueblo, sino con 
los doctores. Por eso los temas son más altos, y en vez de las parábolas más o 
menos alegorizadas de los Sinópticos, encontramos en San Juan verdaderas 
alegorías, como la de la viña (15, 1 ss.) y la del pastor y el redil (10, 1 ss.) . 
Por esto los Padres llaman a este Evangelio el Evangelio espiritual. El número 
de los milagros referidos se reduce a siete, sin ninguno de aquellos cuadros 
generales sobre la actividad taumatúrgica del .Salvador que abundan en los 
Sinópticos, fuera de las palabras que se leen en 20, 30 s. sobre la infinidad 
de las señales obradas por El y las alusiones a sus obras, señales o milagros, que 
a cada paso leemos en sus disputas con los judíos. La mayor parte del Evan¬ 
gelio la forman discursos, que a veces se apoyan en los milagros mismos, de 
los cuales vienen a ser eomo una explicación; v. gr., a la multiplicación del pan, 
sigue el discurso sobre el pan de vida (6); la curación del ciego de naci - 
miento sirve de base a la declaración de ser El la luz del mundo (0); a la resu¬ 
rrección de Lázaro va unida la afirmación de ser El la resurrección y la vida (11). 

Di VI SI ON DEL EV ANGELI O. — 1) En vez del Evangelio de la infancia, 
que San Mateo y San Lucas nos dan, San Juan nos ofrece en el prólogo de su 
Evangelio los orígenes eternos del Verbo (1, 1-1S); 2) la mis ón de Jesús en Jtidea 
y Galilea (1, 10-12, 50); la pasión y resurrección (13-21). Los viajes entre 
las dos regiones, que son el teatro de la actividad del Salvador, se hallan seña¬ 
lados en los siguientes pasajes: 1, 20; 1, 43; 2, 12 s.; 4, 3; 4, 43; 5, 1; 6, 1; 
6, 16 ss.; 7, 1-14; JO, 40; 11, 17 s.; 11, 54; 12, 1; 12, 12. 








1184 


SAN JUAN, 1 


SAN JUAN 


Prólogo. 

1 1 2 3 4 5 6 7 Al principio era el Verbo (1), 
y el Verbo estaba con Dios, 

y el Verbo era Dios. 

2 Estaba al principio con Dios. 

3 Todas las cosas (2) fueron hechas 

por El, 

y sin El no se hizo nada de cuanto 
ha sido hecho. 

4 En El estaba la vida (3), 

y la vida era la luz de los hombres. 

6 Y la luz luce (4) en las tinieblas, 
pero las tinieblas no la abrazaron. 

6 Hubo un hombre 
enviado por Dios, 
de nombre Juan. 

7 Vino éste a dar testimonio de la luz. 
para testificar (5) de ella. 

y que todos creyeran por él. 

8 No era el la luz, 

sino que vino a dar testimonio de 

la luz. 

8 La luz verdadera (G) era ya 
e ilumina a todo hombre, 
viniendo a este mundo. 


.(i) Cuando Dios creó el cielo y la tierra, exis¬ 
tía ya el Verbo. Manera de expresar la eternidad 
del mismo, igual, aunque menos expresiva, que 
la empleada por Jesús en 17, 5, 24 . El Logos, la 
Sabiduría eterna de Dios, de Que empiezan a 
hablarnos los Proverbios 8, 22 ss., y la Sabidu¬ 
ría 7, 1 ss., la segunda persona de la Trinidad. 
El Verbo estaba en Dios. Expresa esta frase la 
íntima unión del Verbo con Dios, de la Sabidu¬ 
ría de Dios con Dios mismo, del Hijo con el 
Padre. Y el Verbo era Dios. Era tan estrecha esta 
unión, que ambos comunicaban en la naturaleza 
divina, eran consubstanciales el Verbo de Dios 
y el Padre. 

(2) Porque Dios todo lo creó por su Sabidu¬ 
ría, que es el Verbo. (Proverbios 8, 30.) 

(3) La vida divina, que había de comunicar 
a los hombres, por lo que San Pedro le llama 
«autor de la vida». (Act. 3, 15.) 

(4) Es la luz de la verdad y de la vida, que 
Jesús trajo al mundo, que era El mismo (8, 12; 
9. 5), como era la vida (n, 25 ; 14 . 6), luce en 
medio de las tinieblas del error y del vicio en 
que viven los hombres; pero éstos 110 quisieron 
darse cuenta. 

(5) Tal fué el oficio de Juan respecto del 
Verbo encarnado. (Le. 1,16, 67.) 

(6) Juan no era la luz, sino un reflejo de la 
misma. Como enviado de Dios, su oficio era 
dar testimonio de la luz, que era el Verbo, el cual 
viene a este mundo para iluminar a todos los 
hombres. 


10 Estaba en el mundo (1) 

y. por El fué hecho el mundo, 
pero el mundo no le conoció. 

11 Vino a los suyos (2) 

pero los suyos no !e recibieron. 

12 Mas a cuantos le recibieron, 
dióles poder (3) ser hijos de Dios, 

a aquellos que creen en su nombre: 

13 que no de la sangre (4), 
ni de la voluntad carnal, 
ni de la voluntad de varón 
sino de Dios son nacidos. 

14 Y el Verbo se hizo carne (5), 
y habitó entre nosotros, 

y hemos visto su gloria, 
gloria como de Unigénito del Pa¬ 
dre, 

lleno de gracia y de verdad. 

15 Juan da testimonio de El cla¬ 

mando: 

Este'es de quien os dije: 

«El que viene en pos de mí (G), 
ha pasado delante de mí, 
porque era primero que yo. 

18 Pues de su plenitud (7) recibimos 

todos, 

gracia sobre gracia. 

17 Porque la Ley fué dada por Moisés, 


(1) Porque habiendo sido hecho por E!, habla 
derramado los tesoros de su sabiduría por todas 
las cosas creadas. (Prov. 8. 30; Ed. 1,10; Sab. 13, 
1 ss.) 

( 2 ) A los israelitas, que eran el pueblo de 
Dios y su heredad predilecta. (Ecl. 24, 21 ss.) 
Pero su pueblo no le recibió. 

(3) Esto es, a cuantos creyeron en El les con¬ 
firió el nombre y el ser de hijos de Dios. (I, 
Jn. 3 . 1 .) 

(4) Contrapone al principio de vida, que vie¬ 
ne de Dios por su Verbo, la causa material de la 
generación humana y la voluntad racional, todo 
lo humano. 

(5) Esto es, hombre que connota la flaqueza 
humana en oposición a la gloria divina. Por me¬ 
dio de su humanidad moró en medio de nos¬ 
otros, mucho mejor que antes había morado en 
medio de Israel por su presencia en el Templo. 
(Ex. 25. 8; Ecl. 24, 11.) Vimos su gloria. La gloria 
de la divinidad, que se reflejaba en sus obras, 
milagros, sabiduría, etc. ■ 

(6) Juan, como precursor, vino primero; pero 
Jesús, como Hijo de Dios, pasó delante de él, 
por la misión más excelente que traía. (Heb. 1, 

1 s.) 

(7) En Cristo, luz y vida, está la plenitud 
de la gracia, de la cual todos participamos una 
gracia, que va siempre creciendo hasta su última 
expansión en la gloria. 









SAN JUAN 1 


1185 


la gracia y la verdad (1) vino por 
[Jesucristo. 

18 A Dios nadie le vió jamás, 

Dios Unigénito, que está en el seno 
[del Padre, 

esc (2) nos le ha dado a conocer. 


Primer testimonio de Juan. 

19 Este es el testimonio de Juan, 
cuando los judíos desde Jerusalén le 
enviaron sacerdotes y levitas (3), 
para preguntarle: Tú, ¿quién eres? 
20 Y él confesó y no negó, y confesó: 
No soy yo el Mesías. 21 Y le pregun¬ 
taron: Entonces, ¿qué eres? ¿Eres 
Elias? Y él dijo: No soy. ¿Eres el 
Profeta? Y contestó: No. 22 Dijéronle, 
pues: Entonces, ¿quién eres?, para 
que podamos dar respuesta a los que 
nos han enviado. ¿Qué dices de ti 
mismo? 23 Dijo: Yo soy la voz del 
que clama en el desierto: «Enderezad 
el camino del Señor», según dijo el 
profeta Isaías. 24 Los enviados eran 
fariseos. 25 Y le preguntaron, di¬ 
ciendo: Pues entonces, ¿por qué bau¬ 
tizas, si no eres el Mesías, ni Elias, 
ni el Profeta? 26 Juan les contestó, 
diciendo: Yo bautizo en agua, pero 
en medio de vosotros está uno a 
quien vosotros no conocéis, 27 que 
viene en pos de mí, a quien no soy 
digno de desatar la correa de la san¬ 
dalia. 28 Esto sucedió en Betania, al 
otro lado del Jordán, donde Juan 
bautizaba. 


Segundo testimonio de Juan. 

29 Al día siguiente vió a Jesús que 
venía y dijo: He aquí el Cordero de 
Dios (4), que quita el pecado del 
mundo. 30 Este es aquel de quien 


(1) La Ley era la preparación, la promesa, 
la figura de la gracia y de la verdad, que nos 
trajo Jesucristo. (Heb. io, i ss.) 

(2) Ni aun los profetas le vieron; pero el 
Unigénito del Padre, que mora en el seno del 
Padre, le conoce y ha bajado a darnos noticia 
de El. 

(3) Habiendo comenzado Juan su misión en 
el desierto, las autoridades religiosas de Jerusa¬ 
lén se creen en el deber de informarse acerca 
de la misión del nuevo profeta. La respuesta 
de Juan concuerda con lo referido por los Sinóp¬ 
ticos. 

(4) Este nuevo testimonio tuvo lugar después 
del bautismo de Jesús, el Cordero de Dios, por 
la pureza de su vida, y que, no teniendo pecado, 
puede quitar los pecados del mundo entero. 


yo dijé: En pos de mí viene un varón, 
que ha pasado delante de mí, porque 
era primero que yo. 31 Yo no le cono¬ 
cía; mas para que El fuese manifes¬ 
tado a Israel he venido yo, y bautizo 
en agua. 32 Y Juan dió testimonio di¬ 
ciendo: Yo he visto al Espíritu des¬ 
cender del cielo, como paloma, y 
posarse sobre El. 33 Yo no le co¬ 
nocía; pero c.1 que me envió a bauti- 
tizar en a^ua 111 c dijo: Sobre quien 
vieres descender el Espíritu y perma¬ 
necer en El ése es el que bau-tiza en 
el Espíritu Santo. 34 Y yo vi, y doy 
testimonio de que éste es el Hijo 
de Dios. 


Primeros discípulos de Jesús. 

35 Al día siguiente, otra vez esta¬ 
ban allí Juan y dos de sus discípu¬ 
los (1), 36 y fijando la vista en 
Jesús, que pasaba, dijo: He aquí el 
Cordero de Dios. 37 Y los dos discí¬ 
pulos, que le oyeron, siguieron a Je¬ 
sús. 38 Vuelto Jesús a ellos, viendo 
que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? 
Dijéronle ellos: Rabbi, que quiere 
decir Maestro, ¿dónde moras? 39 Les 
dijo: Venid y ved. Fueron, pues, y 
vieron donde moraba, y permane¬ 
cieron con El aquel día. Era como la 
hora décima. 40 Era Andrés, el her¬ 
mano de Simón Pedro, lino de los 
dos que oyeron a Juan y le siguie¬ 
ron. 41 Encontró él luego a su her¬ 
mano Simón, y le dijo: Hemos ha¬ 
llado al Mesías, que quiere decir el 
Cristo. 42 Le condujo a Jesús, que 
mirándole dijo: Tú eres Simón, el 
hijo de Juan; tú serás llamado Cefas, 
que quiere decir Pedro. 

43 Al otro día quiso El salir hacia 
Galilea, y encontró a Felipe, y le 
dijo Jesús: Sígueme. 44 Era Felipe, 
de Betsaida, la ciudad de Andrés y 
de Pedro. 45 Encontró Felipe a Na- 
tanael, y le dijo: Hemos hallado a 
aquel de quien escribió Moisés en la 
Ley y los Profetas, Jesús hijo de 
José, el de Nazaret. 46 Díjole Nata- 
nael: ¿De Nazaret puede salir algo 
bueno? (2). Díjole Felipe: Ven y 
verás. 47 Vió Jesús a Natanael, que 
venía hacia El, y dijo de él: He aquí 


(1) Eran Andrés y Juan. Para entender este 
suceso es preciso hacerse cargo del ambiente 
mesiánico que reinaba en torno del Bautista. 

(2) Natanael era de Caná, ciudad próxima a 
Nazaret, y no es extraño que entre ambas exis¬ 
tieran celos. 


75 










1186 


SAN JUAN, 2 


un verdadero israelita, en quien no 
hay dolo. 48 Díjole Natanael: ¿De 
dónde me conoces? Contestó Jesús v 
le dijo: Antes que Felipe te llamase, 
cuando estabas debajo de la higuera, 
te vi. 49 Natanael le contestó: Rabbi, 
tú eres el Hijo de Dios (1), tú eres 
el Rey de Israel. 60 Contestó Jesús, 
y le dijo: ¿Porque te he dicho que 
te había visto debajo de la higuera 
crees? Cosas mayores has de ver (2). 
61 Y añadió: En verdad, en verdad 
os digo, que veréis abrirse el cielo 
y a los ángeles de Dios subiendo y 
bajando sobre el Hijo del hombre. 


Primer milagro de Jesús. 

1 Al tercer día (3) hubo una 
— boda en Caná de Galilea, y es¬ 
taba allí la madre de Jesús. 1 2 3 Fué 
invitado también Jesús con sus dis¬ 
cípulos a la boda. 3 Y no tenían 
vino, porque el vino de la boda se 
había acabado. En esto dijo la 
madre de Jesús a éste: No tienen 
vino (4). 4 Díjole Jesús: Mujer, 

¿qué nos va a mí y a ti? (5). No 
es aún llegada mi hora. 5 6 Dijo la 
madre a los servidores: Haced lo 
que El os dijere (6). 

6 Había allí seis tinajas de pie¬ 
dra (7) para las purificaciones de 
los judíos, en cada una de las cuales 
cabían dos o tres metretas. 7 Díjoles 
Jesús: Llenad las tinajas de agua. 
Y las llenaron hasta el borde. 8 El 


(1) La expresión Hijo de Dios, puede tener 
diversos sentidos: el justo, el Mesías, el Hijo de 
Dios. Aquí parece que debe entenderse Mesías. 

(2) Sólo habían oído los testimonios de Juan 
y la profecía de Jesús; pronto verán cosas que 
les muestren mejor quién es El. 

(3) No es claro desde cuándo se ha de con¬ 
tar, si desde la partida para Galilea (1, 43) o 
desde el último discurso. 

(4) Es de advertir Ja discreta manera de pe¬ 
dir el remedio de aquella necesidad en tan so¬ 
lemne momento. 

(5) La trata como en la cruz, lo que no ex¬ 
presa falta alguna de respeto. La negativa, sin 
duda, iría suavizada por el tono de la voz con 
que Jesús la pronunció y por la razón alegada 
de no ser hora de obrar milgros. 

(6) A pesar de la negativa, la Madre confía 
que Jesús hallará modo de remediar la necesidad. 
Más tarde accederá a los ruegos de la cananea, 
no obstante decir que no habla venido sino a las 
ovejas de Israel. (Mt. 15, 24.) 

(7) En que tenían depositada el agua nece¬ 

saria para las frecuentes abluciones prescritas 

por la costumbre judía. (Me. 7, 3 s.) La medida 

o metreta equivalía a unos 40 litros. 


les dice: Sacad ahora y llevad al 
maestresala. Y se lo llevaron. 9 Luego 
que el maestresala probó el agua 
convertida en vino—él no sabía de 
dónde venía (1), pero lo sabían los 
servidores, cjue habían sacado el 
agua—, llamó al novio, 10 y le dijo: 
Todos sirven primero el viiío bueno, 
y cuando están ya bebidos, el peor; 
pero tú has guardado hasta ahora 
el vino mejor. 11 Este fué el primer 
milagro que hizo Jesús en Caná 
de Galilea, manifestando su gloria 
y creyeron en El sus discípulos (2). 


Residencia en Cafarnatun. 

13 Después de esto bajó a Cafar- 
naum (3), El, su madre, sus her¬ 
manos y sus discípulos, y permane¬ 
cieron allí no pocos días. 

Expulsión de los vendedores del 
Templo. 


13 Estaba próxima la Pascua de los 
judíos, y subió Jesús a Jcrusalén. 
14 Y encontró en el Templo ( 4 ) 
a los vendedores de bueyes, de ovejas 
V de palomas, y a Tos cambistas 
sentados; 16 y haciendo de cuerdas 
un azote los arrojó a todos del Tem¬ 
plo, con las ovejas y los bueyes, y 
derramó el dinero de los cambistas, 
y derribando las mesas; 16 y a los 
que vendían palomas les dijo: Quitad 
de aquí todo esto y no hagáis de la 
casa de mi Padre casa de contra¬ 
tación. 17 Y se acordaron sus dis¬ 
cípulos que está escrito: «El celo de 
tu casa me consume.» 18 Los judíos 
tomaron la palabra y le dijeron: 
¿Qué señal das para obrar así? (5). 

19 Respondió Jesús, y dijo: Des¬ 
truid este Templo, y en tres días lo 


(1) Por razón de su oficio, debía estar ente¬ 
rado de los elementos de que disponía, y al en¬ 
contrarse con la sorpresa de aquel vino no puede 
menos de manifestarlo. 

(2) Con este primer milagro comenzó Jesús 
a manifestar la gloria de su divinidad, que sus 
discípulos comenzaron a ver. (1, 14.) 

(3) Aun no se trata de la bajada definitiva 
de que nos hablan Mt. 4. 14 ss.; Le. 4, 31. 

(4) Discútese si es el mismo episodio de que 
hablan los Sinópticos, los cuales, por no llevar 
a Jesús sino una vez a Jerusalén, se verían preci¬ 
sados a ponerlo al fin de su carrera apostólica. 

(5) Son las autoridades del templo las que 
le piden las credenciales de sus poderes para 
entrometerse en el orden del mismo. 








SAN JUAN, 3 


1187 


levantaré. 20 Replicaron los judíos: 
Cuarenta y seis años se han emplea¬ 
do (1) en edificar este Templo, 
¿y tu lo vas a levantar en tres días? 
21 Pero El hablaba del templo de su 
cuerpo. 22 Y cuando resucitó de entre 
los muertos, se acordaron sus dis¬ 
cípulos de que había dicho esto, y cre¬ 
yeron en la Escritura y en la pala¬ 
bra que Jesús había dicho. 


Primeros frutos del ministerio 
de Jesús. 

23 En el tiempo en que estuvo en 
Jerusalén por la fiesta de la Pascua 
creyeron muchos en su nombre viendo 
los milagros que hacía. 24 Pero Jesús 
no se confiaba a ellos, porque los 
conocía a todos, 25 y porque no tenía 
necesidad de que nadie diese tes¬ 
timonio del hombre, pues El cono¬ 
cía lo que en el hombre había. 


Visita de IVicodemo. 

^ 1 Había un hombre de los fari¬ 
seos, de nombre Nicodemo, prin- 
I cipal entre los judíos, 2 que vino de 
noche a Jesús, y le dijo: Rabbi, 

! sabemos que has venido como maes¬ 
tro de parte de Dios, pues nadie 
puede hacer esos milagros que tú 
haces si Dios no está con él. 3 Res¬ 
pondió Jesús, y le dijo: En verdad, 
en verdad te digo que quien no na¬ 
ciere de arriba (2) no podrá en¬ 
trar en el reino de Dios. 4 5 Di jóle 
Nicodemo: ¿Cómo puede el hombre 
nacer siendo viejo? ¿Acaso puede 
entrar de nuevo en el seno de su 
madre y nacer? 6 Respondió Jesús: 
En verdad, en verdad te digo que 
quien no naciere del agua (3) y 
del Espíritu no puede entrar en el 
reino de los cielos. 6 Lo que nace de 



(1) La obra del templo, que tanta admira¬ 
ción causaba a los Apóstoles (Me. 13, 1), había 
sido comenzada por Heredes el año 18 ó 19 
antes de Cristo, y acaso no estuviese totalmente 
acabada. (Fl.. Josefo, Antigüedades, XV, 14.) 

(2) Este nacimiento espiritual ha de tener 
su principio en el cielo, es decir, que deben ser 
del cielo los principios que informan esa nueva 
vida. 

(3) Tal nacimiento tiene su principio espiri¬ 
tual en la fe; su causa ritual es el bautismo del 
agua, por el cual se comunica el Espíritu Santo, 
según lo que Juan había ya declarado. 


la carne, carne es (1); pero lo 
que nace del Espíritu, es espíritu. 

7 Y no te maravilles de que te he 
dicho: Es preciso nacer de arriba. 

8 El viento sopla donde quiere, y 
oyes su voz, pero no sabes de dónde 
viene, ni a dónde va; así es todo el 
nacido del Espíritu. 

9 Respondió Nicodemo, y dijo: 
¿Cómo puede ser eso? 10 Jesús “res¬ 
pondió, y dijo: ¿Eres maestro en 
Israel (2) y no sabes esto? 11 En 
verdad, en verdad te digo que nos¬ 
otros hablamos de lo que sabemos, 
y de lo que hemos visto damos tes¬ 
timonio; pero vosotros no recibís 
nuestro testimonio. 12 Si hablán¬ 
doos de cosas terrenas (3) no 
creéis, ¿cómo creeríais si os hablase 
de cosas celestiales? 13 Y nadie sube 
al cielo sino el que bajó del cielo, el 
Hijo del hombre, que está en el 
cielo. 14 Y a la manera en que Moisés 
levantó la serpiente en el desier¬ 
to (4), así es preciso que sea levan¬ 
tado el Hijo del hombre, 15 para que 
todo el que creyere en El tenga la 
vida eterna. 

16 Porque tanto amó Dios al 
mundo (5), que le dió su Unigénito 
Hijo, para que todo el que crea en 
El no perezca, sino que tenga la 
vida eterna; 17 pues Dios no ha en¬ 
viado a su Hijo al mundo para que 
juzgue al mundo (6), sino para 
que el mundo sea salvo por El. 
18 El que cree en El no es juzgado; 
el que no cree, ya está juzgado, 
porque no creyó en el nombre del 


(1) La vida religiosa de Israel, inspirada en 
la interpretación material de la Ley y de las pro¬ 
mesas mesiánicas, no pasaba de una vida mate¬ 
rial; pero la que Jesús proponía tenía principios 
más altos y divinos. 

(2) Motivo había para maravillarse de que 
un doctor no entendiese el lenguaje de Jesús, y 
esto es una prueba más de cuán materializados 
estaban. 

(3) La oposición de que habla Jesús entre 
las cosas celestiales y las terrenas debe enten¬ 
derse, de una parte, del nacimiento espiritual, 
que de alguna manera es objeto de nuestro cono¬ 
cimiento experimental, y de otra, su causa mis¬ 
ma, que es el Espíritu Santo. 

(4) Mirando a la serpiente, sanaban los is¬ 
raelitas picados de las serpientes venenosas; mi¬ 
rando con fe a Jesucristo levantado en la cruz se 
alcanza la salud eterna. Es un segundo aspecto 
del tema propuesto. 

(5) Estos versículos son reflexiones del evan¬ 
gelista sobre lo dicho por Jesús acerca de la fe 
en su persona. 

(6) Juzgar aquí equivale a condenar, y se 

opone a salvar. 










SAN JUAN, 4 


l 1«S 


Unigénito Hijo de Dios. 19 Y el 
juicio consiste en que vino la luz 
al mundo, y los hombres amaron 
más las tinieblas (1) que la luz, 
porque sus obras eran malas. 20 Por¬ 
que todo el que obra mal, aborrece 
la luz, y no viene a la luz, porque 
sus obras no sean reprendidas. 21 Pero 
el que obra la verdad, viene a la 
luz, para que sus obras sean mani¬ 
fiestas, pues están hechas en Dios. 

Tercer testimonio de Juan. 

22 Después de esto vino Jesús con 
sus discípulos (2) a la tierra de 
Judea, y permaneció allí con ellos y 
bautizaba. 23 Juan bautizaba tam¬ 
bién en Ainón, cerca de Saluin, 
donde había mucha agua, y venían a 
bautizarse, pues Juan aún no había 
sido metido en la cárcel. Se suscitó 
una discusión entre los discípulos de 
Juan y cierto judío acerca de la 
purificación, 26 y vinieron a Juan, 
y le dijeron: Rabbi, aquel que estaba 
contigo al otro lado del Jordán, de 
quien tú diste testimonio, está ahora 
bautizando, y todos se van en pos 
de El. 27 Juan les respondió, diciendo: 
No debe el hombre tomarse nada (3) 
si no le fuere dado del cielo. 28 Vos¬ 
otros mismos sois testigos de que 
dije: Yo no soy el Mesías, sino que 
he sido enviado ante El. 29 El que 
tiene esposa es el esposo; el amigo 
del esposo, que le acompaña y le 
oye, se alegra grandemente de oír 
la voz del esposo. Pues así este mi 
gozo es cumplido. 30 Es preciso que 
El crezca y yo mengue. 31 El que 
viene de arriba está sobre todos (4). 
El que procede de la tierra es terreno 
V habla de la tierra; el que viene 
del cielo, 32 da testimonio de lo que 
ha visto y oído, pero su testimonio 
nadie lo recibe. 33 Quien recibe su 
testimonio pone su sello (5) a 


(1) He aquí explicado el misterio de la in¬ 
credulidad de tantos hombres. Como sus obras 
son malas y su alma impura, temen que la luz 
descubra lo que son. 

(2) De Jerusalén no se dirigió directamente 
a Galilea, sino a la región del Jordán, donde Juan 
continuaba ejerciendo su misión. 

(3) Aquí está el fundamento supremo de la 
humildad cristiana, enunciado por San Pablo 
en I Cor. 4. 7. 

(4) Jesús está sobre todos. Son reflexiones 
del evangelista acerca de la declaración de Juan. 

(5) El que por la fe recibe el testimonio de 

Jesús, recibirá el Espíritu Santo, y con él testi- 


I que Dios es veraz. 34 Porque aquel 
a quien Dios ha enviado habla pala¬ 
bras de Dios, pues Dios no le dió el 
espíritu con medida. 35 El Pidre 
ama al Hijo, y ha puesto en su mano 
todas las cosas. 36 El que cree en el 
Hijo tiene la vida eterna; el que 
rehúsa creer eft el Hijo 110 verá la 
vida, sino que está sobre él la cólera 
de Dios. 

Partida de Jesús para Galilea. 

4 1 Así, pues, que supo el Señor 
que habían oído los fariseos cómo 

Jesús hacía más discípulos y bauti¬ 
zaba más que Juan, 2 aunque Jesús 
mismo no bautizaba, sino sus dis¬ 
cípulos, 3 4 5 abandonó la Judea, y 
partió de nuevo para Galilea (1). 

Encuentro con la samaritana. 

4 Tenía que pasar por Samaría. 

5 Llegó, pues, a 1111 a ciudad de Suma¬ 
ria llamada Sicar (2), próxima a 
la heredad que dió Jacob a José 
su hijo. 6 donde estaba la fuente de 
Jacob (3). Jesús, pues, fatigado del 
camino, se sentó sin más junto la 
fuente; era como la hora de sexta. 
7 IJegó una mujer de Samaría a 
sacar agua, y Jesús le dijo: Dame de 
beber; 8 los discípulos habían ido a 
la ciudad a comprar provisiones. 

9 Díjole la mujer samaritana: ¿Cómo 
tú, siendo judío, 111 c pides de beber 
a mí, una samaritana? (4). Porque 


ficará que Dios ha cumplido sus promesas, que 
se resumen en la donación del Espíritu Santo. 
(Jer. 31, 33 s.; Joel 2, 28; Ez. 36, 25 ss.) 

(1) Ya comienza la preocupación de los fari¬ 
seos por la actividad de Jesús. Los discípulos 
practicaban el bautismo de agua, como habían 
aprendido de Juan; pero no era éste el bautismo 
del Espíritu, pues aun no había sido glorificado 
Jesús. (7, 39; Act. 1, 5.) Esta partida de la región 
del Jordán coincide con la narrada por los Sinóp¬ 
ticos después de la prisión de Juan. (Mt. 4. 12; 
Me. 1, 14.) 

(2) La provincia ocupa el centro de la Pa¬ 
lestina. Sicar se halla situada a la entrada del 
valle en que están Siqucm y Naplusa, en medio 
de los dos montes Ebal y Garizim. Sobre este 
último se hallaba el templo opuesto al de Jeru¬ 
salén, y centro de la vida religiosa de los sama- 
ritanos. 

(3) Es un pozo manantial de unos 30 metros 
de profundidad, que aun subsiste en medio de 
las ruinas de una iglesia cristiana. 

(4) La enemistad entre judíos y samaritanos, 
de que nos da testimonio San Lucas (9, 53), re¬ 
monta a la vuelta de la cautividad, como se narra 
en los libros de Esdras y Nehemías. 









SAN JUAN, 4 


1180 


no ¿»e tratan judíos y samaritaños. 
10 Respondió Jesús, y dijo: Si cono¬ 
cieras el don de Dios (1) y quién es 
el que te dice: Dame de beber, tú le 
pedirías a El, y El te daría a ti agua 
viva. 11 Ella le dijo: Señor, no tienes 
cubo con que sacar el agua, el pozo 
es hondo; ¿de dónde, pues, te viene 
esa agua viva? Acaso eres tú más 
grande que nuestro padre Jacob, 
que nos dió este pozo, y de él bebió 
él misino, sus hijos y sus rebaños? 

13 Respondió Jesús, y le dijo: Quien 
bebe de esa agua volverá a tener sed; 

14 pero el que beba del agua que yo 
le diere no tendrá jamás sed. que el 
agua que yo le dé se hará en él una 
fuente que salte hasta la vida eterna. 

15 Di jóle a El la mujer: Señor, 
dame de esa agua, para que no sienta 
más sed ni tenga que venir aquí a 
buscarla. 16 El le dijo: Vete, llama 
a. tu marido y ven acá. 17 Respon¬ 
dió la mujer, y le dijo: No tengo 
marido. Dijole Jesús: Bien dices: 
No tengo marido; 18 porque cinco 
tuviste, y el que ahora tienes no es 
tu marido; en esto has dicho verdad. 
19 Dijole la mujer: Señor, veo que tú 
eres profeta. 20 Nuestros padres ado¬ 
raron en este monte (2), y vos¬ 
otros decís que es Jerusalén el sitio 
donde hay que adorar. 21 Jesús le 
dijo: Créeme, mujer, que es llegada 
la hora en que ni en este monte ni 
en Jerusalén adoraréis al Padre. 
22 Vosotros adoráis lo que no cono¬ 
céis, nosotros adoramos lo que cono¬ 
cemos, porque la salud viene de los 
judíos (3); pero luego llega la 
hora, y ésta es cuando los verda¬ 
deros adoradores adorarán al Padre 
en espíritu y en verdad, pues tales 
son los adoradores que el Padre 
busca. 24 Dios es espíritu y los qu © 
le adoran deben adorarle en espí¬ 
ritu (4) y en verdad. 25 Dijole la 


(1) Es la gracia del Espíritu Santo, represen¬ 
tada con frecuencia por el agua viva que brota 
de un manantial. (7, 38 s.) 

(2) Era éste uno de los puntos fundamentales 
de la división entre judíos y' samaritanos, el 
lugar del culto legitimo. 

(3) Jesús empieza por declarar que en cuanto 
al lugar no está ni con unos ni con otros, 
porque el Padre pide un culto en espíritu 
y verdad, y, por tanto, no ligado a lo material 
del lugar, ni exterior, como el que Jesús repren¬ 
de en los judíos. (Mt. 15, 8.) Pero en todo caso 
la salud vendrá de los judíos, que tienen la Ley 
y las promesas mesiánicas. (Rom. 9, 4 s.) 

(4) El culto divino debe estar en armonía 
con su objeto. Un dios localizado en un lugar. 


mujer: Yo sé que el Mesías, el que 
se llama Cristo, está para venir, y 
que cuando El viniere nos hará 
saber todas las cosas (1). 26 Dijole 
Jesús: Soy yo, el que contigo ha¬ 
bla (2). 

27 Y en esto llegaron los discípulos, 
y se maravillaban (3) de que 
hablase con una mujer; nadie, sin 
embargo, le dijo: ¿Qué deseas? O 
¿qué hablas con ella? 28 Dejó, pues, 
su cántaro la mujer, y se fué a la 
ciudad, y dijo a los hombres: Venid 
a ver a un hombre que me ha dicho 
todo cuanto he hecho. ¿No sorá el 
Mesías? 30 Salieron de la ciudad y 
vinieron a El. ál Entretanto los dis¬ 
cípulos le rogaban, diciendo: Rabbi,' 
come. 32 Díjoles El: Yo tengo una 
comida que vosotros no sabéis. 33 Los 
discípulos se decían unos a otros: 
¿Acaso alguien le ha traído de comer? 
34 Jesús les dijo: Mi alimento (4) 
es hacer la voluntad del que me envió 
y acabar su obra. 35 ¿No decís vos¬ 
otros, aún cuatro meses (5) y 
llegará la mies? Pues bien, yo os 
digo: Alzad vuestros ojos y mirad 
los campos, que ya están amarillos 
para la siega. 36 El que siega recibe 
su salario y recoge el fruto para la 
vida eterna, para que se alegren 
juntamente el sembrador y el sega¬ 
dor. 37 Porque cu esto es verdadero 
el proverbio, que uno es el que siem¬ 
bra y otro el que siega. 38 Yo os 
envío a segar lo que no trabajasteis; 
otros lo trabajaron y vosotros os 
aprovecháis de su trabajo. 

39 Muchos samaritanos de aquella 
ciudad creyeron en El jior la palabra 
de la mujer, que atestiguaba: «Me 
ha dicho todo cuanto he hecho.» 
40 Pero así que vinieron a El le roga- 


en ese lugar debe ser ádorado; pero Dios, que 
está por encima de todos los lugares, no puede 
consentir que su culto se estreche a un solo lugar. 
Jesús deja aquí entrever la universalidad del 
culto divino predicha por Malaquias (1, 10 s.). 

(1) Y nada más natural que esperar de él la 
solución de este pleito. 

(2) Después de las declaraciones del Bautis¬ 
ta, no nos debe maravillar ésta de Jesús a una 
mujer. 

(3) Efectivamente, no estaba muy conforme 
con las costumbres del país; pero el respeto al 
Maestro selló sus labios, y nadie le dijo nada. 

(4) Es el alimento de su alma el amor del 
Padre y la satisfacción de cumplir su voluntad. 

(5) Es un proverbio vulgar (4, 37). La ma¬ 
durez de la mies es el estado de las almas, mani¬ 
festado en aquella mujer del cántaro que acababa 
de traer a Dios. 










1190 


SAN JUAN, 5 


ron que se quedase con ellos; y per¬ 
maneció allí dos días. 41 Y muchos 
más creyeron al oírle. 42 Y decían 
a la mujer: Ya np creemos por tu 
palabra, pues nosotros misinos hemos 
oído y conocido que éste es verda¬ 
deramente el Salvador del mundo. 
43 Pasados dos días, se partió de allí 
para Galilea. 44 El mismo Jesús 
declaró que ningún profeta es hon¬ 
rado en su propia patria (1). 
45 Cuando llegó a Galilea, le acogieron 
los galileos, que habían visto cuán¬ 
tas maravillas había hecho en Jeru- 
salén durante la fiesta, pues también 
ellos habían ido a la fiesta. 


I ley reso u Galilea y curación 
del hijo de un Cortesano. 

46 Llegó, pues, otra vez a Caná de 
Galilea, donde había convertido el 
agua en vino. Y había allí un corte¬ 
sano (2), cuyo hijo estaba enfermo 
en Caiarnaum. 47 Oyendo que llegaba 
Jesús de Judea a Galilea partió a su 
encuentro, y le rogó que bajase y 
curase a su hijo, porque estaba para 
morir. 48 Jesús le dijo: Si no viereis 
señales y prodigios (3) no creéis. 
49 Di jóle el cortesano: Señor, baja 
antes que mi hijo muera. 60 Jesús 
le dijo: Yete, tu hijo vive. Creyó el 
hombre en la palabra que le dijo 
Jesús, y se fué. 51 Y ya bajaba él, 
cuando le salieron al encuentro sus 
siervos, diciéndole: Tu hijo vive. 
52 Preguntóles entonces la hora en 
que se había puesto mejor, y le 
dijeron: Ayer, a la hora octava le 
dejó la fiebre. 83 Conoció, pues, el 
padre que aquella misma era la 
hora en que Jesús le dijo: Tu hijo 
vive, y creyó él y toda su casa. 
64 Este fué el segundo milagro que 
hizo Jesús viniendo de Judea a 
Galilea (4). 


(1) La citación de esta sentencia viene de la 
contraposición entre la benévola acogida que le 
hicieron los samaritanos y la frialdad de sus com¬ 
patriotas los de Nazaret. (Le. 4- 24.) 

(2) Se trata de algún dignatario de la corte 
del tetrarca Herodes Antipas, que tenía su resi¬ 
dencia habitual en Tiberiades. 

(3) Se entiende prodigios estupendos, de re¬ 
lumbrón, como los judíos esperaban de su Me¬ 
sías. (Le. 17, 20 s.) 

(4) Fué el primero el de Caná (2, 11). Y los 
nota por cuanto Jesús 110 habla comenzado aun 
su misión en Galilea, que es el objeto principal 
de la historia sinóptica. 


Curación del enfermo de la 
piscina. 

Z 1 Después de esto se celebraba 
una fiesta de los judíos (1), y 
subió Jesús a Jerusalén. 2 Hay en 
Jerusalén, junto a la puerta probá- 
tica, una piscina, llamada en hebreo 
Bezata (2), que tiene cinco pór¬ 
ticos. 3 En éstos yacía una multitud 
de enfermos, ciegos, cojos, mancos, 
que esperaban el movimiento del 
agua. 4 * Porque el ángel del Se¬ 
ñor (3) descendía de tiempo en 
tiempo a la piscina y revolvía el agua, 
y el primero que bajaba, después de 
la agitación del agua, quedaba sano 
de cualquiera enfermedad que pade¬ 
ciese. 6 Había allí un hombre que 
llevaba treinta y ocho años enfermo; 
6 Jesús le vió acostado, y conociendo 
que llevaba ya mucho tiempo, le 
dijo: ¿Quieres ser curado? 7 * Respon¬ 
dióle el enfermo: Señor, no tengo a 
nadie que al moverse el agua (4) 
me meta en la piscina, y mientras 
yo voy, baja otro untes de iní. 
8 Díjole Jesús: Levántate, toma la 
camilla y anda. 9 Y al ¡lisiante quedó 
el hombre sano, y tomó su camilla 
y se fué. 


Disensión sobre el sábado. 

Era día de sábado, 10 y los judíos 
decían al curado: Es sábado. Xo 
te es lícito llevar la camilla. 11 Res 


(1) Una de las tres señaladas por la Lev 
(Le. 2, 41); pero no la Pascua, que serla la del 
año segundo. Esta la suele denominar San Juan 
por su propio nombre. (2, 23; 6, 4d 

(2) La puerta de las ovejas, probática, se ha¬ 
llaba en el ángulo NE. del Templo, y no lejos 
de -esa puerta; pero fuera del recinto sagrado 
estaba la piscina, de forma rectangular, rodeada 
de cuatro pórticos y dividida en dos partes por 
otro pórtico, que hacia el quinto. Se alimentaba 
por un manantial de aguas intermitentes y ter¬ 
males. 

(3) Todo este versículo falta en los mejores 
códices griegos y es ignorado de los Padres an¬ 
tiguos, que comentaron a San Juan, San Agustín, 
San Crisóstomo y San Cirilo de Alejandría. Al¬ 
gunos comentaristas modernos lo dan por una 
glosa añadida por un copista al Evangelio. 

(4) En este lugar habla un manantial de 

aguas termales, que sí no curaban todos los ma¬ 

les aliviarían muchos de ellos. Según el texto el 

manantial era intermitente. Sabido es que esta 

clase de aguas es más eficaz al brotar del manan¬ 

tial que después. En el supuesto de la autentici¬ 

dad del v. 4. habría que admitir tu esas curacio¬ 

nes una intervención sobrenatural. 







SAN JUAN, 5 


1191 


Ponchóles: El que me ha curado me 
ha dicho: Coge tu camilla, y vete. 
12 Le preguntaron: ¿Y quién es ese 
hombre que te ha dicho: Coge y 
vete? 13 El curado no sabía quién 
era, porque Jesús se había retirado 
de la muchedumbre que había allí. 

14 Después de esto, le encontró Jesús 
en el templo, y le dijo: Mira que has 
sido curado; no vuelvas a pecar (1), 
no sea que te suceda algo peor. 

15 Fuese el hombre y di i o a los judíos 
que era Jesús el que le había curado. 

16 Y los judíos perseguían a Jesús, 
por haber hecho esto en sábado. 

17 Pero El les respondió (2): Mi 
Padre sigue obrando todavía, y por 
eso obro yo también. 18 Por esto los 
judíos buscaban con más ahinco 
matarle, porque no sólo quebrantaba 
el sábado, sino que decía a Dios su 
Padre, haciéndose igual a Dios. 

El Hijo obra en unión con el Padre. 


19 Respondió, pues, Jesús, y les 
decía: En verdad, en verdad os digo 
que no puede el Hijo hacer nada 
por sí mismo, sino lo que ve hacer 
al Padre; porque lo que Este hace 
lo hace igualmente el Hijo. 20 Porque 
el Padre ama al Hijo, y le muestra 
todo lo que El hace, y le mostrará 
aún mayores obras que éstas, de 
suerte que vosotros quedéis maravi¬ 
llados. 21 Como el Padre resucita 
a los muertos y les da vida, así 
también el Hijo a los que quiere 
da vida. 22 Aunque el Padre no juzga 
a nadie, sino que ha entregado al 
Hijo todo el poder (3) de juzgar, 
23 para que todos honren al Hijo 
como honran al Padre. El que no 
honra al Hijo no honra al Padre, 
que le envió. 24 En verdad, en verdad 
os digo-que el que escucha mi pala¬ 
bra y cree en el que me envió, tiene 


(1) La enfermedad es muchas veces conse¬ 
cuencia de los vicios, y tal era, sin duda, este 
caso. 

(2) Para entender esta argumentación de Je¬ 
sús, debe tenerse en cuenta que los milagros, 
como obras sobrenaturales que son, sólo por Dios 
pueden ser hechos como causa principal, y como 
obras ad extra , deben ser atribuidas a la Trini¬ 
dad en común; sin embargo, siendo el Padre el 
principio de la Trinidad, la primera de las per¬ 
sonas divinas,; a El se le apropia la iniciativa en 
estas obras de la omnipotencia de Dios. 

(3) Cuando se habla del Hijo se puede con¬ 
siderar como Dios y como hombre» y en cuanto 
hombre, ha recibido el ministerio de juzgar al 
mundo en premio de su pasión. (Fil. 2, 8 ss.) 


la vida eterna y 110 es juzgado, porque 
pasó de la muerte a la vida. 25 En 
verdad, en verdad os digo que llega 
la hora, y es ésta, en que los muertos 
oirán la voz del Hijo de Dios (1), 
y los que la escucharen vivirán. 

26 Pues así como el Padre tiene la 
vida en sí mismo, así dió también 
al Hijo (2) tener vida en sí mismo. 

27 Y le dió poder de juzgar (3), 
por cuanto El es Hijo del hombre. 

28 No os maravilléis de esto, porque 
llega la hora en que cuantos están 
en los sepulcros oirán su voz, 29 y 
saldrán los que han obrado el bien 
para la resurrección de la vida, v 
los que han obrado el mal para la 
resurrección del juicio. 30 Yo no 
puedo hacer de mí mismo nada; 
según le oigo, juzgo, y mi juicio 
es justo, porque no busco mi voluntad, 
sino la voluntad del que me envió 

El testimonio ilel Padre a favor 
del Hijo. 

31 Si vo diera testimonio de mí 
mismo, mi testimonio no sería verí¬ 
dico; 32 es otro el que de mí da testi¬ 
monio (4), y yo sé que es verí¬ 
dico el testimonio que de mí da. 
33 Vosotros habéis mandado a pre¬ 
guntar a Juan, y el dió testimonio 
de la verdad. 34 Pero yo no recibo 
testimonio de hombre; mas os digo 
esto para que seáis salvos. 35 Aquél 
era la lámpara, que arde y alumbra; 
y vosotros habéis querido gozar una 
hora de su luz; 36 pero yo tengo un 
testimonio mayor que el de Juan, 
porque las obras que. mi Padre me 
dió a hacer, esas obras que yo 
hago, dan en favor mío testimonio, 
de que el Padre me ha enviado, 
37 y el Padre que me ha enviado, 
ése da testimonio de mí. Vosotros 


(1) Los que ahora están espiritualmente 
muertos, escucharán la palabra de Jesús, que es 
palabra de vida, y resucitarán a la vida de la 
gracia, que es germen de la vida eterna. 

(2) Como Hijo encarnado, tiene la plenitud 
de la gracia y de la vida, de la cual recibimos 
todos. (1, 16.) 

(3) El poder de juzgar viene a ser una con¬ 
secuencia de su poder de comunicar la vida, ya 
que, en suma, el juicio versará sobre el modo 
como los hombres recibieron y aprovecharon esa 
gracia. 

(4) Es el Padre, con los milagros que ejecuta 
a favor del Hijo encarnado, y para mostrar la 
misión divina que le ha dado. La misión de Juan 
era señalar a Jesús y dirigir hacia El la atención 
del pueblo, 












1192 


SAN JUAN. 6 


no habéis oído jamás su voz, ui — 
habéis visto su semblante, 38 ni tenéis 
su palabra en vosotros, porque no 
habéis creído en Aquel que El ha 
enviado. 39 Escudriñad las Escri¬ 
turas (1), ya que en ellas creéis 
tener la vida eterna, pues ellas dan 
testimonio de mí; 40 y no queréis 
venir a mí para tener la vida. 41 Yo 
no recibo gloria de los hombres (2), 

42 pero os eonozco y sé que no tenéis 
en vosotros el amor de Dios. 43 Yo 
he venido en nombre de mi Padre 
y vosotros no me recibís; si otro 
viniere usurpando mi nombre, le 
recibiríais. 44 ¿Cómo podéis creer 
vosotros que recibís la gloria unos 
de otros y no buscáis la gloria del 
Unico? 45 No penséis que vaya yo 
a aeusaros ante mi Padre; hay otro 
que os acusará, Moisés, en quien 
vosotros tenéis puesta la esperanza. 

46 Porque, si creyerais en ^Moisés, 
creeríais en mí, pues de mí escribió él. 

47 Pero si no creéis en sus Escri¬ 
turas (3), ¿cómo vais a creer en 
inis palabras? 


Multiplicación de los panes y de 
los peces. 

6 1 Después de esto, partió Jesús 
al otro lado del mar de Galilea, 
de Tibcríades, 1 2 3 y le seguía una gran 
muchedumbre, porque veían los mi¬ 
lagros que hacía con los enfermos. 

3 Y subió Jesús a un monte y se 
sentó con sus discípulos. 4 Estaba 
cercana la Pascua, la fiesta de los 
judíos. 5 Levantando, pues, los ojos 
Jesús, y contemplando la gran muche¬ 
dumbre que venía a El, dijo a Felipe: 
¿Dónde compraremos pan para dar 
de comer a éstos? 6 Esto lo decía 
para probarle, porque El bien sabía 
lo que había de hacer. 7 Contestó 
Felipe: Doscientos dolíanos de pan 
no bastan para (pie cada uno reciba 


(1) Eran éstas la norma de vida para Israel; 
pero todas ellas se ordenan al Mesías, a preparar 
sus caminos y dar testimonio de El. 

(2) Los judíos, jactanciosos de ser los únicos 
que conocen y honran a Dios, acusan a Jesús 
de este vicio; pero El rechaza esta acusación y la 
devuelve contra sus acusadores. 

(3) Por los Sinópticos resulta bien claro hasta 
qué extremo llegaba la aberración de los judíos 
en la interpretación de la Ley. Esto era lo que 
los tenia apartados de Moisés y de los Profetas, 
y era también la venda que cubría sus ojos para 
t]uc no viesen en Jesús al enviado del Padre. 


un pedaeito. 8 Díjole uno de sus dis¬ 
cípulos, Andrés, el hermano de Simón 
Pedro: Hay aquí un muchaeho que 
tiene cinco panes de eebada y dos 
peces; pero esto ¿qué es para tantos? 
10 Dijo Jesús: Mandad que se aco¬ 
moden. Había en aquel sitio mucha 
hierba verde. Se acomodaron, pues, 
los hombres en número de unos cinco 
mil. 11 Tomó entonces Jesús los 
panes (1), y, dando gracias, dió 
a los que estaban recostados, e igual¬ 
mente de los peees, cuanto quisieron. 

12 Así que se saciaron, dijo a los dis¬ 
cípulos: Recoged los fragmentos que 
han sobrado para que no se pierdan. 

13 Los recogieron, pues, y llenaron 
doce eestos de fragmentos, que de 
los cinco panes de eebada sobraron 
a los vuc habían comido. 14 Y los 
hombres, viendo el milagro que había 
hecho, decían: Verdaderamente éste 
es el Profeta (2), que ha de venir 
al mundo. 15 Y Jesús, eonoeiendo 
que iban a venir para arrebatarle y 
hacerle rey, se retiró otra vez al 
monte El solo. 


Vuelta hacia Caíarnaimi. 

16 Llegada la tarde (3), bajaron 
sus discípulos al mar, 17 y subiendo 
en la harca se dirigían al otro lado 
del mar, hacia Cafarnaum. Ya habia 
oscurecido y aún no había vuelto a 
ellos Jesús, 18 y el inar se había 
alborotado por el viento fuerte que 
soplaba. 19 Habiendo, pues, nave¬ 
gado como unos veinticinco o treinta 
estadios vieron a Jesús, que caminaba 
sobre el mar y se acercaba ya a la 
harca, y temieron. 20 Pero El les 
dijo: Soy yo, no temáis. 21 Querían 
ellos tomarle en la barca; pero al 
instante, se halló la barca en la ribera, 
a donde se dirigían. 


(1) Esta multiplicación de los panes es la 
primera que leemos en los Sinópticos, aunque 
con algunas variantes. (Mt. 14, 13 ss.; Me. 6. 
32 ss.; Le. 9, 10 ss.) 

(2) Más de una vez aparece este personaje 
en labios judíos. No es fácil saber quién sea. 
Puede ser un nombre del Mesías, o aigún pro¬ 
feta que se creerla anunciado en Deuteronomio 18, 
15, que, a modo de Elias, vendría a preparar el 
advenimiento del Mesías. En todo caso, este epi¬ 
sodio nos explica por qué Jesús rehuye ciertas 
manifestaciones populares. 

(3) Con algunas variantes, también esto se 

lee en los Sinópticos. 








SAN JUAN, 6 


1193 


Concurso de los oyentes en busca 
de Jesús. 

22 Al otro día, la muchedumbre 
que estaba al otro lado del mar, 
echó de ver que no había sino una 
barquilla y que Jesús no había 
entrado con sus discípulos en la 
barca, sino que los discípulos habían 
partido solos; 23 pero llegaron de 
Tiberíades barcas cerca del sitio 
donde habían comido el pan, después 
de haber dado gracias al Señor. 
24 Y cuando la muchedumbre vió 
que Jesús no estaba allí, ni sus dis¬ 
cípulos tampoco, subieron en las 
barcas y vinieron a Cafarnaum (1) 
en busca de Jesús. 


Jesús, pan de vida para los que 
creen en Él. 

25 Habiéndole hallado al otro lado 
del mar, le dijeron: Rabbi, ¿cuándo 
has venido aquí? 26 Les contestó 
Jesús, y dijo: En verdad, en verdad 
os digo, vosotros me buscáis, no 
porque habéis visto los milagros (2), 
sino porque habéis comido los panes 
y os habéis saciado; 27 procuraos, 
no el alimento perecedero, sino el 
alimento que permanece hasta la 
vida eterna, el que el Hijo del hom¬ 
bre os da, porque Dios Padre le ha 
sellado con su sello (3). 28 Dijé- 

ronle, pues: ¿Qué haremos para hacer 
obras de Dios? 29 Respondió Jesús, 
y les dijo: La obra de Dios es que 
creáis en Aquel, que El ha enviado. 

30 Y ellos le dijeron: Pues tú, 
¿qué señales haces para que veamos 
y creamos? ¿Qué haces? 31 Ya nues¬ 
tros padres comieron el maná en el 
desierto (4), según está escrito: 


(1) Fue en esta ciudad, y en su sinagoga, 
donde tuvo lugar el discurso que sigue (v. 59), 
para cuya inteligencia hemos de observar que 
no todos los oyentes ni todos los interlocutores 
participan de los mismos sentimientos respecto 
de Jesús, aunque sean designados con el mismo 
nombre por el evangelista. 

(2) Los milagros pueden considerarse como 
señales de la misión divina de Jesús, que con 
ellos invita a la fe, o como objetos extraordina¬ 
rios, propios para satisfacer la curiosidad, o como 
fuente de provechos materiales. 

(3) Este sello son los milagros. 

(4) Recordando el maná del desierto, con que 
Dios alimentó a Israel por tanto tiempo, les pa¬ 
recía poca cosa la multiplicación de los panes y 
de los peces. Tal vez los que esto dicen no habían 
visto el milagro ni participado de él. 


Les dió a comer pan del cielo. 32 Dijo- 
Ies, pues, Jesús: En verdad, en verdad 
os digo: Moisés no os dió pan del 
cielo; es mi Padre el que os da el 
verdadero pan del cielo; 33 porque el 
pan de Dios es el que bajó del cielo 
y da la vida al mundo. 34 Dijéronle, 
pues, ellos: Señor, danos siempre 
ese pan. 

35 Les contestó Jesús: Yo soy el 
pan de vida (1); el que viene a mí 
no tendrá más ya hambre, y el que 
cree en mí jamás tendrá sed. 36 Pero 
yo os digo que vosotros me habéis 
visto y no me creéis. 37 Todo lo que 
el Padre me da (2) viene a mí, 
y al que viene a mí yo no le echaré 
fuera, 38 porque yo he bajado del 
cielo, no para hacer mi voluntad, 
sino la voluntad del que me envió. 
39 Y ésta es la voluntad del que me 
envió, que yo no pierda nada de lo 
que me ha dado, sino que lo resucite 
en el último día. 40 Porque ésta es la 
voluntad de mi Padre, que todo el 
que ve al Hijo y cree en El, tenga la 
vida eterna y yo le resucitaré en el 
último día. 41 Murmuraban de El los 
judíos, porque había dicho: Yo soy 
el pan que bajó del cielo, 42 y decían: 
¿No es éste Jesús, el hijo de José, 
cuyo padre y madre nosotros cono¬ 
cemos? (3). ¿Pues cómo dice ahora: 
Yo he bajado del cielo? 

43 Respondió Jesús, y les dijo: 
No murmuréis entre vosotros. 44 Na¬ 
die puede venir a mí, si el Padre, 
que me ha enviado, no le trae, y yo 
le resucitaré en el último día. 45 En 
los profetas está escrito: Y serán 
todos enseñados de Dios (4). Todo 
el que oye a mi Padre y recibe su 
enseñanza viene a mí. 46 No porque 
alguno haya visto al Padre (5), 


(1) Jesús, Salvador, objeto de nuestra fe y 
amor, es el pan bajado del cielo, el verdadero 
maná de las almas. 

(2) La fe es don de Dios, y es el Padre quien, 
por ella, conduce las almas a su Hijo para que 
les dé la vida y las resucite en el último día. 
(Rom. 8, 30 ss.) 

(3) Para los que le habían conocido en su 
vida humilde y de artesano, era este lenguaje 
un gran motivo de escándalo, del cual no se li¬ 
braban sus mismos parientes. (7, 5.) 

(4) El texto es de Isaías 54, 13. Esa doctrina 
del cielo consiste en hacernos conocer en Jesu¬ 
cristo al enviado del Padre. Jesús nos instruirá 
en los misterios de Dios y nos restfcitará en el 
último día. 

(5) Es dicho repetido en la Escritura: «Nadie 
vió a Dios»; pero San Juan ha dicho ya que el 
Unigénito del Padre, ése le ha visto y nos ha 
descubierto sus misterios. (1, 18.) 








1LJ4 


SAN JUAN, 7 


sino sólo el que está en Dios, ése 
ha visto al Padre. 47 En verdad, en 
verdad os digo: El que cree tiene la 
vida eterna. 


El pan eucarístico. 

48 Yo soy el parí de vida; 49 vues¬ 
tros padres comieron el maná en el 
desierto, V murieron. 50 Este es el 
pan que baja del cielo, para que el 
que lo coma no muera. 61 Yo soy el 
pan vivo bajado del cielo; si alguno 
come de este pan, vivirá para siempre, 
y el pan que yo le daré es mi ca r - 
ne (1), vida del mundo. 

52 Disputaban entre sí los judíos, 
diciendo: ¿Cómo puede éste darnos 
a comer su carne? 53 Jesús les dijo: 
En verdad, en verdad os digo que 
si no coméis la carne del Hijo del 
hombre y no bebéis su sangre (2), 
no tendréis vida en vosotros. 64 El 
que come mi carne y bebe mi sangre 
tiene la vida eterna, y yo le resu¬ 
citaré en el último día. 65 Porque mi 
carne es verdadera comida (3) y 
mi sangre es verdadera bebida. 66 El 
que come mi carne y bebe mi sangre 
está en mí y yo en él. 67 Así como 
me envió mi Padre (4) vivo, y 
vivo yo por mi Padre, así también 
el que me come vivirá por mí. 68 Este 
es el pan bajado del cielo, no como 
el pan que comieron los padres y 
murieron; el que come este pan vivirá 
para siempre. 69 Esto lo dijo ense¬ 
ñando en una sinagoga de Cafarmium. 

Efecto del sermón en los dis¬ 
cípulos. 

60 Luego de haberle oído, muchos 
de sus discípulos dijeron: ¡Qué duras 


(1) Hasta aquí el pan del cielo, el pan ver" 
dadero, que da la vida eterna y la resurrección, 
era Jesús, objeto de la fe y del amor. Se trataba 
de una comunión espiritual. Ahora da un paso 
más hacia la comunión sacramental. El pan es 
su misma carne, su cuerpo, que será entregado 
a los dolores y a la muerte para dar vida al 
mundo. 

(2) Aquí se declara más el misterio, pues ya 
no se habla sólo de comer la carne, sino también 
de beber la sangre como medio indispensable de 
alcanzar la vida eterna y llegar a la resurrección. 

(3) Es consecuencia de lo dicho; pero con¬ 
tribuyó a aumentar el escándalo de sus oyentes. 

(4) Es el Padre la fuente de la vida que el 
Hijo goza; esta vida del. Hijo, difundiéndose lue¬ 
go 1 su humanidad, constituye aquella plenitud 
ue que todos hemos de recibir. (1. 16.) 


son estas palabras! ¿Quién puede 
oírlas? 61 Conociendo Jesús que mur¬ 
muraban de estos sus discípulos, les 
dijo: ¿Esto os escandaliza? ¿Pues 
qué será al ver (1) al Hijo del hom¬ 
bre subir allí a donde estaba antes? 
63 El espíritu es el que da vida (2), 
la carne no aprovecha para nada. 
Las palabras, que yo os he hablado, 
son espíritu y son vida; 64 pero hay 
algunos de vosotros que no creen. 
Porque sabía Jesús desde el principio 
quiénes eran los que no creían, y 
quién era el que le había de entregar. 
65 Y decía: Por esto os dije que nadie 
puede venir a mí, si no le ha sido 
dado de mi Padre. 66 Desde entonces 
muchos de sus discípulos se reti¬ 
raron (3), y ya no le seguían. 
67 Entonces dijo Jesús a los doce: 
¿Queréis iros vosotros también? 68 Res¬ 
pondióle Simón Pedro: Señor, ¿a 
quién iríamos? Tú tienes palabras 
de vida eterna, y nosotros hemos 
creído y sabemos que tú eres el 
Santo de Dios. 70 Respondióle Jesús: 
¿No he elegido yo a los doce? Y uno 
de vosotros es un diablo. 71 Hablaba 
de Judas Iscariote, porque éste, 
uno de los doce, había de entregarle. 

Estado de los ánimos en Galilea 
y Jertisiilén. 

7 1 Después de esto andaba Jesús 
por Galilea, pues no quería ir a 
Judea, porque los judíos le buscaban 
para darle muerte. 2 Estaba cerca la 
fiesta de los judíos (4), la de los 
Tabernáculos. 3 4 5 Dijéronle sus her¬ 
manos (5): Sal de aquí y vete a 


(1) Esto podría aumentar el escándalo en 
quienes persistiesen en ver en El. sólo al hijo 
de José; pero sería la solución del misterio para 
quienes se resolviesen a ver en El algo más que 
eso, y tal era el propósito de Jesús. 

(2) La solución está no en la inteligencia gro¬ 
sera de sus oyentes, sino en la espiritual de los 
discípulos fieles. 

(3) Asi se va haciendo la selección entre los 
oyentes de Jesús, y con la selección el juicio di¬ 
vino anunciado por los Profetas y por el Bautista. 

(4) Era la tercera de las fiestas prescritas por 
la Ley; se celebraba a fines del verano, con gran 
solemnidad, para dar gracias por los últimos fru¬ 
tos de la tierra y pedir la lluvia para la próxima 
sementera. Era la que más concurso de peregri¬ 
nos atraía, porque la bonanza del tiempo estival 
facilitaba la navegación de los judíos de la Diás- 
pora. 

(5) Son éstos sus parientes, que podían serlo 
en diverso grado, los cuales padecían del mismo 
mal de la incredulidad que los nazarenos. 










SAN JUAN, 7 


1195 


Judea para que tus discípulos vean 
las obras que haces; nadie hace esas 
cosas en secreto, si pretende mani¬ 
festarse. Puesto que eso haces, mués¬ 
trate al mundo. 1 2 3 4 5 Pues ni sus her¬ 
manos creían en El. 6 Jesús les dijo: 
Mi tiempo no ha llegado aún, pero 
vuestro tiempo está pronto. 7 El 
mundo no puede aborreceros a vos¬ 
otros, pero a mí me aborrece, porque 
yo doy testimonio contra él de que 
sus obras son malas. 8 Vosotros, 
subid a la fiesta; yo no subo a esta 
fiesta, porque aún no se ha cumplido 
mi tiempo. 9 Habiendo dicho esto, 
se qúedó en Galilea. 

10 Una vez que sus hermanos su¬ 
bieron a la fiesta, entonces subió El 
también, no manifiestamente, sino 
en secreto. 11 Y los judíos le buscaban 
en la fiesta y decían: ¿Dónde está 
ése? Y había entre las muchedum¬ 
bres gran cuchicheo acerca de El: 
Los unos decían: Es bueno. Pero 
otros decían: No, seduce a las masas. 
13 Sin embargo, nadie hablaba libre¬ 
mente de El por temor de los ju¬ 
díos (1). 


La defensa de Jesús aeerea del 
quebrantamiento del sábado. 

Mediada ya la fiesta, subió Jesús 
al templo y enseñaba. 15 Admirᬠ
banse los judíos, diciendo: ¿Cómo es 
que éste, no habiendo estudiado, 
sabe letras? 16 Y Jesús les respondió 
y dijo: Mi doctrina no es mía, sino 
del que me ha enviado. 17 Quien 
quiere hacer la voluntad de El (2), 
conocerá si mi doctrina es de Dios 
o si es mía. 18 El que de sí mismo 
habla busca su propia gloria; pero 
el que busca la gloria del que le ha 
enviado, ése es veraz y no hay en él 
injusticia. 19 ¿No os dió Moisés la 
Ley? (3). Y ninguno de vosotros 
cumple la Ley. ¿Por qué buscáis 
darme muerte? 20 La muchedumbre 
respondió: Tú estás poseído del de- 


(1) «Judíos» equivale aquí a los que conspi¬ 
raban contra Jesús. Es ordinario en San Juan 
el sentido peyorativo de la palabra. 

(2) Las disposiciones morales son fundamen¬ 
tales para entender toda doctrina que se refiera 
al gobierno de la vida humana, mucho más si 
esta doctrina es sobrenatural. 

(3) La Ley es la expresión de la voluntad de 
Dios, y vosotros no la guardáis; por eso no en¬ 
tendéis mi doctrina. 


monio (l), ¿quién busca darte 
muerte? 21 Respondió Jesús, y les dijo: 
Una obra he hecho, y todos os mara¬ 
villáis. 22 Moisés os dió la circunci¬ 
sión—no que proceda de Moisés, 
sino de los padres—, y vosotros cir¬ 
cuncidáis a un hombre en sábado. 
23 Si circuncidáis en sábado, para 
que no quede incumplida la Ley de 
Moisés, ¿por qué os irritáis contra 
mí (2) porque he curado del todo 
a un hombre en sábado? 24 No juz¬ 
guéis según las apariencias, juzgad 
según justicia. 


Oriqen divino del Mesías. 

25 Decían, pues, algunos de los 
de Jerusalén: ¿No es éste a quien 
buscan matar? 26 Y está hablando 
libremente y no le dicen nada. 
¿Será que de verdad habrán recono¬ 
cido las autoridades que es el Mesías? 

27 Pero de éste sabemos de dónde 
viene; mas del Mesías, cuando venga, 
nadie sabrá de dónde viene (3). 

28 Y Jesús, enseñando en el Templo, 
gritó y dijo: Vosotros me conocéis 
y sabéis de dónde soy; y yo no he 
venido de mí mismo; pero el que me 
ha enviado (4) es veraz, aunque 
vosotros no le conocéis. 29 Yo le 
conozco, porque procedo de El, y El 
me ha enviado. 30 Buscaban, pues, 
prenderle, pero nadie le ponía las 
manos, porque aún no había llegado 
su hora. 


Desaparición misteriosa de Jesús. 

31 Muchos de la muchedumbre cre¬ 
yeron en El, y decían: El Mesías, 
cuando venga, ¿hará más milagros 
de los que éste hace? 32 Oyeron los 
fariseos a la muchedumbre que cuchi¬ 
cheaba acerca de El, y enviaron los 
príncipes de los sacerdotes y los 


(1) Es el demonio quien le sugiere esa manía 
persecutoria, que le lleva a pensar tales propó¬ 
sitos. Así pensaba la muchedumbre, ignorante 
de lo que pasaba entre bastidores. 

(2) Los judíos, a falta de mejores argumentos 
contra Jesús, acuden a sus curaciones en sábado, 
como si éstas fueran un crimen. 

(3) El Mesías será hijo de David, pero apa¬ 
recería en el mundo por caminos misteriosos, con 
lo que autorizaría más su persona. Así no podrían 
decirle: «¿No es éste el hijo de José?* 

(4) Jesús contrapone su origen humano a su 

misión divina. 








1196 


SAN JUAN, 8 


fariseos alguaciles (1) para que le 
prendiesen. 33 Dijo entonces Jesús: 
Aún estaré con vosotros nn poco de 
tiempo, y me iré al que me ha enviado. 
34 Me buscareis y no me hallareis (2), 
y a donde yo voy vosotros no podéis 
venir. 35 Dijéronse entonces los judíos: 
¿A dónde quiere ir éste, que nos¬ 
otros no le hayamos de hallar? 
¿.Acaso quiere irse a la dispersión 
de los gentiles y enseñarlos a ellos? 
36 ¿Qué es esto que dice: Me busca¬ 
réis y no me hallaréis, y a donde yo 
voy vosotros no podéis venir? 


La promesa del anua viva. 

37 El último día, el día grande de 
la fiesta, se detuvo Jesús y gritó, di¬ 
ciendo: Si alguno tiene sed (3), 
venga a mí y beba. 38 El que cree 
en mí, según dice la Escritura, ríos 
de agua viva correrán de su seno. 
39 Esto dijo del Espíritu, que habían 
de recibir los que creyesen en E!, 
pues aún no había sido dado el 
Espíritu, porque Jesús no había 
sido glorificado (4). 


Diversos pareceres sobre Jesús. 

40 De l-i muchedumbre, algunos que 
escuchaban estas palabras, decían: 
Verdaderamente que éste es el pro¬ 
feta. 41 Otros decían: Este es el 
Mesías. Pero otros replicaban: ¿Acaso 
el Mesías puede venir de Gali¬ 
lea? (5). 42 ¿No dice la Escritura 
que del linaje de David, y de la aldea 
de Belén, de donde era David (6) 


(1) Viendo que la muchedumbre se volvía 
favorable a Jesús, resuelven poner en ejecución 
sus propósitos. Esos alguaciles eran la policía 
interior del templo. 

(2) En los días de angustia que seguirán a 
la muerte de Jesús, los judíos buscarán a su Me¬ 
sías para que los salve; pero éste no responderá 
a sus clamores. 

(3) Esta exclamación de Jesús parece coinci¬ 
dir con cierto rito que practicaban el día séptimo 
de la fiesta arrojando agua de un lugar alto, como 
para imitar la lluvia que pedían a Dios. El evan¬ 
gelista nos explica su sentido en armonía con las 
palabras de 4, 13. 

(4) Más tarde dirá Jesús que lo pedirá al 
Padre cuando haya vuelto a El (16, 26), y que 
El mismo lo enviará. (15, 26.) 

(5) Se ve por aquí que los jerosolimitanos 
tenían mucho más alta idea de si mismos que 
de los galileos. 

(6) Así lo dice el profeta Miqueas. (5, 2; 
Mt. 2, 4 s.) 


lia de venir el Mesías? 43 Y se originó 
un desacuerdo en la multitud por su 
cansa. 44 Algunos de ellos querían 
apoderarse de El, pero nadie le 
puso las manos. 45 Volvieron, pues 
los alguaciles a los príncipes de los 
sacerdotes y fariseos, y éstos les 
dijeron: ¿Por qué no le habéis traído? 

46 Respondieron los alguaciles: Jamás 
hombre alguno habló como éste. 

47 Pero los fariseos les replicaron: 
¿Es que también vosotros os habéis 
dejado engañar? 48 ¿Acaso alguno de 
los' magistrados o de los fariseos 
ha creído en El? 49 Pero esta gente 
ignora la Ley (1) y son unos mal¬ 
ditos. 50 Les dijo Nicodemo, el que 
había ido antes a El, que era uno 
de ellos: ¿Acaso nuestra Ley condena 
a un hombre antes de oírle y sin 
averiguar lo que hizo? 52 Le respon¬ 
dieron y dijeron: ¿También tú eres 
de Galilea? Investiga y verás que 
de Galilea no ha salido profeta 
alguno. 53 Y se fueron cada uno a 
su casa (2). 


La mujer adúltera. 

$ 1 Se fné Jesús al monte de los 

Olivos, 2 pero de mañana otra 
ve 7 . volvió al templo (3), y todo 
el pueblo venia a El, y sentado los 
enseñaba. 3 Los escribas y fariseos 
trajeron a una mujer cogida en adul¬ 
terio y, colocándola en medio, 4 5 le 
dijeron: Maestro, esta mujer ha sido 
sorprendida (4) cu ílagrantc delito 
de adulterio. ® E 11 la Ley nos ordena 
Moisés apedrear a estas tales; tú, 
pues, ¿qué dices? 6 Esto decían ten¬ 
tándole, para tener de qué acusarle. 
Jesús, inclinándose hacia abajo, es- 


(1) Esta expresión muestra el desprecio que 
los fariseos hacían del pueblo rudo y el alto 
valor que daban a su ciencia de la Ley. 

(2) Esta respuesta dada a la observación pru¬ 
dente de Nicodemo manifiesta a qué punto lle¬ 
gaba el apasionamiento de los fariseos contra 
Jesús. 

(3) Concuerda este comienzo con Le. 21, 38, 
y el relato que sigue se parece a uno de los varios 
lazos que los directores de Israel tendían a Jesús 
con el intento de perderle. 

(4) El lazo consistía en esto: la Ley sancio¬ 
naba con la muerte el adulterio (Lev. 20, 10; 
Deut. 22, 22 ss.); pero las costumbres hablan 
mudado mucho desde la época de Moisés, y la 
pena se había mitigado en la práctica. Los que 
preguntan pretenden poner a Jesús enfrente de 
la Ley o echar sobre L1 la nota de cruel, lo que 
Je coinpiomcterla ante el pueblo. 







SAN JUAN, 8 


1197 


cribía con el dedo en tierra. 1 2 3 4 5 * 7 Como 
ellos insistieran en preguntarle, se 
levantó y les dijo: El que de vos¬ 
otros esté sin pecado, arrójele la 
piedra el primero. 8 E inclinándose 
de nuevo (1), escribía en tierra. 
9 Ellos, que le oyeron, fueron salién¬ 
dose uno a uno comenzando por los 
más ancianos, y quedó El solo y la 
mujer en medio. 10 Y levantándose 
Jesús, le dijo: Mujer, ¿dónde están? 
¿Nadie te ha condenado? 11 Dijo ella: 
Nadie, Señor. Jesús dijo: Ni yo te 
condeno tampoco (2); vete, y en 
adelante no peques más. 


Jesús, luz del mundo, atestiguado 
por el Padre. 

12 Otra vez, pues, les habló Jesús 
diciendo: Yo soy la luz del mun¬ 
do (3); el que me sigue no anda en 
tinieblas, sino que tendrá luz de vida. 
13 Dijéronle, pues, los fariseos: Tú 
das testimonio de ti mismo, y tu 
testimonio no es verdadero. 14 Res¬ 
pondió Jesús, y dijo: Aunque yo 
dé testimonio de mí mismo, mi 
testimonio es verdadero, porque sé 
de dónde vengo y a dónde voy, 
mientras que vosotros no sabéis de 
dónde vengo y a dónde voy. 15 Vos¬ 
otros juzgáis según la carne; yo no 
juzgo a nadie. 16 Y si yo no juzgo, 
mi juicio es verdadero (4), porque 
no estoy solo, sino yo y el Padre (5) 
que me ha enviado. 17 Y en vuestra 


(1) Como hombre absorto en sus pensamien¬ 
tos, escribe en tierra aparentando no darse cuenta 
de lo que hace, o más bien escribe algo que, leído 
por sus interlocutores, los ahuyenta. Por des¬ 
gracia, los acusadores no estaban en moralidad 
por encima de la acusada, y así se fueron esca¬ 
bullendo temiendo una rociada mayor. 

(2) Sentencia muy conforme con la conducta 
de Jesús, que había venido a salvar a los pecado¬ 
res. no a juzgarlos. Este episodio se halla omitido 
en bastantes códices y versiones antiguas, y los 
Padres que comentaron a San Juan parecen ig¬ 
norarlo. De los códices, hay algunos que lo traen 
a continuación de Le. 21, 38, o de Jn. 7, 36. Esto 
•no significa que no sea auténtico e inspirado, sino 
que lo omitieron los copistas por temor de que 
fuera ocasión para abusar de la indulgencia del 
Salvador. 

(3) Esta sentencia acaso fue sugerida a Jesús 
por la iluminación que en algunos días de esta 
fiesta se hacía en el Templo. (1, 9.) 

(4) Porque no he venido a juzgar, sino a sal¬ 
var. (13, 17.) 

(5) Jesús se presenta aquí como Hijo de Dios 

y unido con el Padre en cuantas cosas hace éste. 

(5, I7-) 


Lev está escrito que el testimonio 
de dos es verdadero. 18 Yo soy el que 
da testimonio de mí mismo, y el 
Padre que me ha enviado da testi¬ 
monio de mí. 19 Pero ellos le decían: 
¿Dónde está tu padre? Respondió 
Jesús: Ni a mí me conocéis, ni a mi 
Padre; si me conocierais a mí, cono¬ 
cierais también a mi Padre. 20 Estas 
palabras las dijo Jesús en el gazofi- 
lacio, enseñando en el templo. Y 
nadie puso en El las manos, porque 
aún no había llegado su hora. 


Peligro de los judíos en desco¬ 
nocer a Jesús. 

21 Todavía les dijo: Yo me voy (1), 
y me buscaréis, y moriréis en vuestro 
pecado; a donde yo voy no podéis 
venir vosotros. 22 Y los judíos se 
decían: ¿Acaso se va a matar, que 
dice: A donde yo voy, no podéis venir 
vosotros? 23 Y El les decía: Vosotros 
sois de abajo, yo soy de arriba; vos¬ 
otros sois de este mundo, yo no soy de 
este mundo. 24 Os dije que moriríais en 
vuestro pecado; porque, si no creyereis, 
moriréis en vuestros pecados. 25 Y ellos 
le decían: ¿Tú quién eres? Jesús les 
dijo: Es enteramente lo que os 
estoy diciendo (2). 26 Mucho tengo 
que hablar y juzgar de vosotros, 
pues el que me ha enviado es veraz, 
y yo hablo al mundo lo que le oigo 
a El. 27 No comprendieron que El les 
hablaba del Padre. 28 Dijo, pues, 
Jesús: Cuando levantéis en alto al 
Hijo del hombre, entonces conoceréis 
que soy yo (3), y no hago nada 
de mí mismo, sino que, según me 
enseña el Padre, así hablo. 29 Y el 
que me envió está conmigo; no me 
ha dejado solo, porque yo hago 
siempre lo que es de su agrado. 
30 Hablando El estas cosas, muchos 
creyeron en El. 


(1) Alusión a su muerte y a la incredulidad 
de los judíos. (7, 33 s.) 

(2) La expresión es oscura y da lugar a di¬ 
versas explicaciones. San Crisóstomo la glosa 
así: «Absolutamente no sois dignos de oír mis 
palabras ni de aprender quién soy yo.* Sin em¬ 
bargo, cumple la voluntad del Padre, que le 
envió a enseñar. 

(3) La resurrección fué el mayor argumento 
dado a los judíos sobre la misión divina de Je¬ 
sús, y el que mejor mostraba que Dios estaba 

1 con El. 









1198 


SAN JUAN, 8 


Los judíos no son hijos de Abra- 
ham ni de Dios, sino hijos del 
diablo. 

31 Jesús decía a los judíos que 
habían creído en El: Si vosotros 
permanecéis en mi palabra, seréis 
en verdad discípulos míos, 32 y cono¬ 
ceréis la verdad, y la verdad os libra¬ 
rá. 33 Respondiéronle ellos (1): 
Somos linaje de Abraham, y de nadie 
hemos sido siervos; como dices tú: 
¿Seréis libres? 34 Jesús le contestó: 
En verdad, en verdad os digo que 
todo el que comete pecado es siervo 
del pecado. 35 El siervo no permanece 
en la casa para siempre; el hijo per¬ 
manece para siempre. 36 Si, pues, el 
Hijo os librare, seréis verdadera¬ 
mente libres. 37 Sé que vosotros sois 
linaje de Abraham; pero buscáis 
matarme, porque mi palabra no 
ha sido acogida por vosotros. 38 Yo 
hablo lo que he visto en el Padre; y 
vosotros también hacéis lo que habéis 
oído de vuestro padre. 39 Respon¬ 
dieron y dijéronle: Nuestro padre es 
Abraham. Jesús les dijo: Si sois 
hijos de Abraham, haced las obras de 
Abraham. 40 Pero ahora buscáis qui¬ 
tarme la vida, a un hombre que os 
ha hablado la verdad, que oyó de 
Dios; eso Abraham no lo hizo. 41 Vos¬ 
otros hacéis las obras de vuestro 
padre. 

Dijéronle ellos: Nosotros lio somos 
fruto de fornicación, tenemos por 
padre (2) a Dios. 42 Díjoles Jesús: 
Si Dios fuera vuestro padre, me ama- 
riais a mí; porque he salido y vengo 
de Dios, pues yo no he venido de 
mí mismo, antes es El quien me ha 
enviado. 43 ¿Por qué no entendéis 
mi lenguaje? Porque no podéis oír 
mi palabra. 44 Vosotros sois nacidos 
del diablo, y queréis cumplir los 
deseos de vuestro padre. El es homi¬ 
cida desde el principio y no se man¬ 
tuvo en la verdad, porque la verdad 
no estaba en él. Cuando habla la 
mentira, habla de lo suyo propio, 
porque él es mentiroso y padre de 
la mentira. 46 Pero a mí, porque os 


(1) No es fácil que sea a los creyentes a quie¬ 
nes Jesús dirige estas palabras, sino a otros de 
los presentes, que muestran en la prontitud de su 
réplica el espiritu que los anima. 

(2) Más de una vez Dios se dice padre del 
pueblo israelita; pero a los judíos les faltaba el 
espíritu de adopción para pronunciar y sentir 
la palabra Padre. (Is. 63, 16; Rom. 8, 15.) 


digo la verdad, no me creéis. 48 ¿Quién 
de vosotros me argüirá de peca¬ 
do? (1). Si os digo la verdad, 
¿por qué no me creéis? 47 El que es 
de Dios oye las palabras de Dios; 
por eso vosotros no las oís, porque 
no sois de Dios. 48 Respondieron los 
judíos y le dijeron: ¿No decimos 
bien nosotros que eres samarita- 
no (2) y tienes el demonio en el 
cuerpo? 49 Respondió Jesús: Yo no 
tengo demonio, sino que honro a mi 
Padre y vosotros me deshonráis a 
mí. 60 Yo no busco mi gloria, hay 
quien la busque y juzgue. 61 E 11 
verdad, en verdad os digo: Si alguno 
guardare mi palabra, no verá jamás 
la muerte (3). 

62 Dijéronle los judíos: Ahora nos 
convecemos de que estás endemo¬ 
niado. Abraham murió, también los 
profetas, y tú dices: Quien guardare 
mi palabra no gustará la muerte 
nunca. 63 ¿Acaso eres tú piayor que 
nuestro padre Abraham, que murió? 
Y los profetas murieron. ¿Quién pre¬ 
tendes ser tú? 64 Respondió Jesús: 
Si yo tne glorifico 'a mí mismo (4), 
mi gloria no es nada; es mi Padre 
quien me glorifica, de quien vosotros 
decís que es vuestro Dios, 66 y no 
le conocéis, pero yo le conozco; y 
si dijere que no ~ le conozco sería 
semejante a vosotros, embustero; mas 
yo le conozco y guardo su palabra. 
66 Abraham, vuestro padre, se rego¬ 
cijó pensando en ver mi día; lo vio 
y se alegró. Pero los judíos le dijeron: 
¿No tienes aún cincuenta años, y has 
visto a Abraham? 68 Respondió Jesús: 
En verdad, en verdad os digo: Antes 
que Abraham naciese (5), era yo. 
69 Entonces tomaron piedras para 
arrojárselas; pero Jesús se ocultó y 
salió del templo. 


(1) Sorprendente desafío éste dirigido a sus 
adversarios. Cuanto contra El dicen, todo se 
funda en su propia malevolencia. 

(2) Era éste el nombre más aborrecible para 
un judío; poco menos que el de dominio. 

(3) La muerte eterna se entiende (6, 39), cosa 
que los judíos, llevados de sus prejuicios, en¬ 
tienden de la muerte temporal. 

(4) La alabanza en boca propia envilece; pero 
Jesús, enviado al mundo por su Padre, recibe 
de El la gloria por las obras maravillosas que le 
concede ejecutar. 

(5) La eternidad se expresa ordinariamente 
por la anterioridad al mundo (Le. 11, 50; Jn. 17, 
24); aquí la declara por la anterioridad al Pa¬ 
triarca, cosa que los judíos toman por una blas¬ 
femia. 









SAN JUAN, 9 


J 199 


La curación del ciego de naci¬ 
miento. 

i ) 1 Pasando vió a un hombre ciego 
de* nacimiento, 2 y sus discípu¬ 
los le preguntaron, diciendo: Rab- 
bi, ¿quién pecó, éste o sus padres (1), 
para que naciera ciego? 3 Contestó 
Jesús: Ni pecó éste, ni sus padres; 
sino para que se manifiesten en él 
las obras de Dios. 4 Es preciso 
que yo haga las obras del. que 
me envió mientras es de día (2); 
venida la noche, ya nadie puede 
trabajar. 5 Mientras estoy en el 
mundo, soy luz del mundo. 6 Diciendo 
esto, escupió en el suelo, hizo con la 
saliva un poco de lodo y untó con 
el lodo los ojos, 7 y le dijo: Vete y 
lávate en la piscina de Siloé, que 
quiere decir, enviado . Fue, pues, se 
lavó y volvió con vista. 8 Los veci¬ 
nos y los que antes le veían, pues 
era mendigo, decían: ¿No es éste el 
que estaba sentado pidiendo limosna? 

9 Unos decían que era él; otros de¬ 
cían: No, se le parece. El decía: 
Soy yo. 10 Entonces le decían: ¿Pues 
cómo se te han abierto los ojos? 

11 Respondió él: Ese hombre llamado 
Jesús hizo lodo, me untó los ojos, 
y me dijo: Vete a Siloé y lávate; 
fui, pues, me lavé, y recobré la vista. 

12 Y le dijeron: ¿Dónde está ése? 
Contestó: No lo sé. 


Discusión sobre el valor del 
milagro. 

13 Llevando a presencia de los fari¬ 
seos al antes ciego, 14 pues era sábado 
el día en que Jesús hizo lodo y le 
abrió los ojos, 15 los fariseos le pre¬ 
guntaron de nuevo cómo había reco¬ 
brado la vista. Y él les dijo: Me puso 
lodo sobre los ojos, me lavé, y veo. 
16 Dijeron entonces algunos de los 
fariseos: No puede venir de Dios (3) 
este hombre, pues no guarda el 
sábado. Otros decían: ¿Y cótno puede 
un hombre pecador hacer tales mila¬ 


gros? Y había desacuerdo entre ellos' 
i 17 Otra vez dijeron al ciego: ¿Qué 
dices tú de ése que te abrió los ojos? 
El contestó: Que es un profeta.. 

18 No querían creer los judíos (1) 
que aquél era ciego y que había 
recobrado la vista, hasta que llama¬ 
ron a sus padres, 19 y les preguntaron, 
diciendo: ¿Es éste vuestro hijo, de 
quien vosotros decís que nació ciego? 
¿Cómo ahora ve? 20 Respondieron los 
padres, y dijeron: Lo que sabemos es 
que éste es nuestro hijo y que nació 
ciego; 21 ahora, cómo ve no lo sabe¬ 
mos; quién le abrió los ojos, nos¬ 
otros no lo sabemos; preguntádselo 
a él, edad tiene; que él hable por sí. 

22 Esto dijeron sus padres, porque 
también temían a los judíos, pues 
ya los judíos habían convenido en 
que si alguno le confesaba Mesías 
fuera excluido (2) de la sina¬ 
goga. 23 Por esto sus padres dije¬ 
ron: Edad tiene, preguntadle a él. 
24 Llamaron, pues, por segunda vez 
al ciego, y le dijeron: Da gloria a 
Dios (3); nosotros sabemos que 
ese hombre es pecador. 25 A esto 
respondió él: Si es pecador, lio lo 
sé (4); lo que sé es que, siendo 
ciego, ahora veo. 26 Dijéronle tam¬ 
bién: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió 
los ojos? 27 El les respondió: Os lo he 
dicho ya, y no habéis escuchado. 
¿Para qué queréis oírlo otra vez? ¿Es 
que queréis haceros discípulos suyos? 
28 Y ellos, insultándole, dijeron: Sé 
tú discípulo suyo; nosotros somos dis¬ 
cípulos de Moisés. 29 Nosotros sabe¬ 
mos que Dios habló a Moisés; cuanto 
a éste, no sabemos de dónde viene. 
30 Respondió el hombre, y les dijo: 
Es de maravillar (5) que vosotros 
no sepáis de dónde viene, habiéndome 
abierto a mí los ojos. 31 Sabido es 
que Dios no oye a los pecadores; 
pero si uno es piadoso y hace su 
voluntad, a ése le escucha. 32 Jamás 
se oyó decir que nadie haya abierto 
los ojos a un ciego de nacimiento. 
33 Si éste no fuera de Dios, no podría 


(1) Las palabras de Jesús al paralítico debie¬ 
ron confirmar a los discípulos en la idea corriente 
de que todo mai proviene de algún pecado, lo 
que en este ciego de nacimiento ofrecía una di¬ 
ficultad. 

(2) Este lenguaje metafórico se inspira, sin 
duda, en la condición del ciego privado de luz. 

(3) Era una de las acusaciones de los judíos 
contra Jesús, aunque no aparezca luego en el 
proceso. 


(1) La incredulidad de los judíos deja sin 
excusa la de todos los incrédulos con la discusión 
de este milagro. 

(2) Es decir, excomulgado. 

(3) Declarando la verdad. (Js. 7, 19.) 

(4) Es una discreta manera de excusar la dis¬ 
cusión con los doctores, que trataban de con¬ 
vencerle de ser Jesús pecador. 

(5) Esto muestra la íntima convicción del 

ciego. Por él habla el buen sentido, que va a es¬ 

trellarse contra la malevolencia de los judíos. 











1200 


SAN JUAN, 10 


hacer nada. 34 Respondieron y dijé- 
ronle: Eres todo pecado desde que 
naciste (1), ¿y pretendes ense¬ 
ñarnos? Y le echaron fuera. 


La fe y la eeyuera. 

35 Oyó Jesús que le habían echado 
fuera, y encontrándole, dijo: ¿Crees 
tú en el Hijo del hombre? 36 Res¬ 
pondió él, y dijo: ¿Quién es, Se¬ 
ñor (2), para que crea en El? 
37 Dijole Jesús: Le estás viendo, es el 
que habla contigo. 38 Dijo él: Creo, 
Señor, y se postró ante El. 39 Jesús 
dijo: Yo he venido ¿d mundo pava un 
juicio (3), para que los que no ven 
vean, y los que ven se vuelvan ciegos. 
40 Oyeron esto algunos de los fariseos 
que estaban con El, y le dijeron: 
¿Conque nosotros somos también 
ciegos? 41 Díjoles Jesús: Si fuerais 
ciegos no tendríais pecado; pero decís: 
Nosotros vemos, y vuestro pecado es 
permanente. 

El pastor y el rebaño. 

10 1 En verdad, en verdad os digo 

que el que no entra por la puerta 
en el aprisco de las ovejas, sino que 
sube por otra parte, ése es ladrón y 
salteador. 2 3 4 Pero el que entra por la 
puerta, ése es pastor de las ovejas. 

3 A éste le abre el portero, y las ovejas 
oyen su voz, y llama a sus ovejas 
por su nombre, y las saca afuera. 

4 Y cuando las ha sacado todas, 
va delante de ellas, y las ovejas le 
siguen, porque conocen su voz; 5 pero 
no seguirán al extraño, antes huirán 
de él porque no conocen la voz de 1 
los extraños. 8 Les dijo esta seme¬ 
janza (4); pero no entendieron qué 


(1) En virtud del principio indicado antes por 
tos Apóstoles. (9, 2.) 

(2) El ciego se muestra en estas palabras to¬ 
talmente rendido a Jesús, en quien reconoce al 
enviado de Dios. 

(3) Ese juicio lo realizaba con su enseñanza 
y sus obras, dando así ocasión para que se des¬ 
cubriesen los ocultos sentimientos de muchos, 
según lo había anunciado a María el anciano Si¬ 
meón. (Le. 2, 35.) 

(4) Pastores son, en el lenguaje de la Escri¬ 

tura, los principes, sacerdotes y profetas de Is¬ 

rael; pastor era el Mesías, y pastor de su pueblo 

el mismo Dios (Zac. 10, 2 s.; Ez. 34 » 2 s.) Los 

oyentes de Jesús podían entender sus palabras; 

lo que no entenderían era el propósito a que las 

decía. 


era lo que les hablaba. 7 De nuev° 
les dijo Jesús: E 11 verdad, en verdad 
os digo: Yo soy la puerta de las 
ovejas, 8 todos cuantos han venido 
eran ladrones y salteadores; pero las 
ovejas no los oyeron. 9 Yo soy la 
puerta; el que por mí entrare se 
salvará, y entrará y saldrá y hallará 
pasto. 10 El ladrón no viene sino 
para robar, y matar, y destruir; yo 
he venido para que tengan vida y la 
tengan abundante. 11 Yo soy el buen 
pastor, el buen pasto. - da su vida 
por sus ovejas. 12 El asalariado, el 
que no es pastor, dueño de las ovejas, 
ve venir al lobo, y deja las ovejas, 
y huye, v el lobo arrebata y dispersa 
las ovejas, 13 porque es asalariado y 
no se cuida de las ovejas. 14 Yo soy 
el buen pastor (1), y conozco a las 
mías, y las mías me conocen a mí, 
15 conio el Padre me conoce y yo 
conozco a mi Padre; y pongo mi 
vida por las ovejas. 18 Tengo otras 
ovejas (2) que no son de este apris¬ 
co, y es preciso que yo las traiga, 
y oirán mi voz, y habrá un solo 
rebaño y un solo pastor. 


La muerte de Jesús. 

17 Por esto el Padre me ama, 
porque yo doy mi vida (3), para 
tomarla de nuevo. 18 Nadie me la 
quita, soy yo quien la doy de mí 
mismo. Tengo poder para darla y 
poder para volver a tomarla. Tal es 
el mandato que del Padre he recibido. 


Pareceres contraídas. 

19 Otra vez se suscitó desacuerdo 
entre los judíos a propósito de estos 
razonamientos. 20 Pues muchos de 
ellos decían: Está endemoniado, ha 
perdido el juicio; ¿por qué le escu¬ 
cháis? 21 Otros decían: Estas palabras 
no son de un endemoniado, ni el 
demonio puede abrir los ojos a los 
ciegos. 


(1) No sólo es la puerta del redil; es también 
el pastor supremo de las almas. (I Pet. 5 . 4 ) 

(2) Son éstas las naciones de la gentilidad, 
que en Le. 13, 29. nos hace entrever sentadas 
a la mesa, en el reino de los cielos, en compañía 
de los Patriarcas. 

(3) Jesús, dueño de su destino, se entrega 
a la muerte y recobra la vida según la voluntad 
del Padre. 











SAN JUAN, 11 


1201 


Jesús, uuu con su Padre. 

22 Se celebraba entonces en Jeru- 
salén la dedicación (1); era in¬ 
vierno, 23 y Jesús se paseaba en el 
templo por el pórtico de Salomón. 
24 Le rodearon, pues, los judíos y le 
decían: ¿Hasta cuándo nos vas a 
tener en vilo? (2). Si eres el Mesías, 
dínoslo claramente. 25 Respondióles 
Jesús: Os lo dije y no lo creéis; las 
obras que yo hago en nombre de mi 
Padre dan testimonio de mí; 26 pero 
vosotros no creéis, porque no sois de 
mis ovejas. 27 Mis ovejas oyen mi 
voz, y yo las conozco, y ellas me si¬ 
guen, 28 y yo les doy la vida eterna, 
y no perecerán para siempre, y nadie 
las arrebatará de mi mano. 29 Lo 
que mi Padre me dió es mejor que 
todas las cosas, nadie podrá arre¬ 
batar nada de la mano de mi Padre. 
30 Yo y el Padre somos una sola 
cosa (3). 

31 De nuevo los judíos cogieron pie¬ 
dras para apedrearle. 32 Jesús les 
respondió: Muchas obras os he mos¬ 
trado de parte de mi Padre, ¿por 
cuál de ellas me apedreáis? Respon¬ 
diéronle los judíos: Por ninguna obra 
buena te apedreamos, sino por la 
blasfemia, porque tú, siendo hombre, 
te haces Dios. 34 Jesús les replicó: 
¿No está escrito en vuestra Ley (4): 
Yo digo: Dioses sois? 35 Si llama dio¬ 
ses a aquellos a quienes fue dirigida 
la palabra de Dios, y la Escritura no 
puede fallar, 36 de aquél, a quien el 
Padre santificó y envió al mundo, 
decís vosotros: Blasfemas, porque 
dije: ¿Soy Hijo de Dios? 37 Si no hago 
las obras de mi Padre, no me creáis; 
38 pero si las hago, ya que no me creáis 
a mí, creed a las obras, para que sepáis 
y conozcáis que el Padre está en mí, 


(1) En memoria de la restauración del culto 
por Judas Macabeo en 165 a. de C., después 
de la profanación de Antíoco IV, se instituyó 
esta fiesta. (I Mac. 4, 59.) 

(2) No nacía esta suspensión de la falta de 
claridad en las palabras de Jesús, sino de la re¬ 
sistencia a las mismas. 

(3) Esta sentencia es la declaración de su di¬ 
vinidad, que tantas veces, en palabras menos 
ciaras, ha manifestado; pero lo toman por una 
blasfemia, sin hacer caso de los testimonios con 
que lo probaba a sus ojos. 

(4) No trae estas palabras para atenuar el 
sentido de su declaración anterior, sino para de¬ 
cir a los judios que no deben escandalizarse de 
la declaración; antes examinar y ver, según los 
testimonios que le rodean, el sentido que puede 
tener. 


y yo estoy cu el Padre. 39 De nuevo 
buscaban "cogerle, pero El se deslizó 
de entre sus manos. 


Iluídn de Jesús hacia el Jordán. 

40 Y partió de nuevo al otro lado 
del Jordán (1), al sitio en que Juan 
había bautizado la primera vez, y 
permaneció allí. 41 Y muchos venían 
a El y decían: Juan no hizo milagro 
alguno, pero todas cuantas cosas dijo 
Juan de éste eran verdaderas. 42 Y 
muchos allí creyeron en El. 


Yucltu a He taina. 

J \ 1 Había un enfermo, Lázaro, de 

Betania (2), de la aldea de 
María y Marta, su hermana. 2 Era 
esta María, la que ungió al Señor con 
ungüento y enjugó sus pies con sus 
cabellos, cuyo hermano Lázaro es¬ 
taba enfermo. 3 Enviaron, pues, las 
hermanas a decirle: Señor, el que 
amas está enfermo. 4 * Oyéndolo Jesús, 
dijo: Esta enfermedad no es de muer¬ 
te, sino para gloria de Dios (3), 
para que el Hijo de Dios sea glorifi¬ 
cado por ella. 6 Jesús amaba a Marta 
y a su hermana y a Lázaro. 6 Y aun¬ 
que oyó que estaba enfermo, perma¬ 
neció en el lugar en que se hallaba 
dos días más; 7 * pasados los cuales 
dijo a los discípulos: Vamos otra vez 
a Judea. 

8 Los discípulos le dijeron: Rabbi, 
los judíos te buscan para apedrearte, 
¿y de nuevo vas allá? 9 Respondió 
Jesús: ¿No son doce las horas del 
día? Si alguno camina (4) durante el 
día, no tropieza, porque ve la luz de 
este mundo; 10 pero, si camina de 
noche, tropieza, porque no hay luz 
en él. 11 Esto dijo, y después añadió: 
Lázaro, nuestro amigo, está dormido, 
pero yo voy a despertarle. 12 Dijéronle 


(1) Aunque dueño de su vida, según declaró 
en el versículo 17, se retira del peligro, porque 
no es voluntad del Padre hacer milagros para 
defenderse, mientras llega la hora. El sitio seña¬ 
lado es el mismo de 1,28. 

(2) Esta familia ya nos es conocida por Le. 1 o, 
39 ss.; pero no la persona de Lázaro. ' 

(3) Para manifestación de la gloria de Dios 
mediante el milagro de la resurrección. 

(4) El día, como la noche, se dividía en doce 

horas, que eran mayores o menores, según la es¬ 

tación del año. Si alguno camina. Declara con 

esto que no hay peligro ninguno mientras no 

sea llegada la hora decretada por el Padre. 












1202 


SAN JUAN, 11 


entonces los discípulos: Señor, si duer¬ 
me (1), sanará. 13 Hablaba Jesús de 
su muerte, y ellos pensaron que ha¬ 
blaba de sueño. 14 Entonces les dijo 
Jesús francamente: Lázaro ha muer¬ 
to, 15 y me alegro por vosotros de 
no haber estado allí, para que creáis; 
pero vamos allá. 16 Dijo, pues, Tomás, 
llamado Dídiino, a los compañeros: 
Vamos también nosotros a morir 
con El (2). 


Conversaciones con María y 
María. 

17 Fue, pues, Jesús, y se encontró 
con que llevaba cuatro días en el 
sepulcro. 18 Estaba Betania cerca 
de Jerusalén, como unos quince esta¬ 
dios (3), 19 y muchos judíos ha¬ 
bían venido a Marta y a María para 
consolarlas por su hermano. 20 Marta, 
pues, en cuanto oyó que Jesús lle¬ 
gaba, le salió al encuentro; pero 
María se quedó sentada en casa. 
21 Dijo, pues, Marta a Jesús: Señor, 
si hubieras estado aquí, no hubiera 
muerto mi hermano; 22 pero sé que 
cuanto pidas a Dios, Dios te lo otor¬ 
gará. 23 Díjole Jesús: Resucitará tu 
hermano. 24 Marta le dijo: Sé que 
resucitará en la resurrección, en el 
último día (4). 25 Díjole Jesús: Yo 
soy la resurrección y la vida (5), el 
que cree en mí, aunque muera vivirá; 
26 y todo el que vive y cree en mí, 
no moriiá (6) para siempre. ¿Crees 
tú esto? 27 Díjole ella: Sí, Señor, yo 
creo que tú eres el Mesías, el Hijo 
de Dios, que ha venido a este mundo. 

28 Diciendo esto, se filé y llamó a 
María, su hermana, diciéndole en se¬ 
creto: El Maestro está ahí y te llama. 
29 Cuando oyó esto, se levantó al 
instante y se fué a El. 30 Pues aún 
no había entrado Jesús en la aldea, 


(1) El sueño suele ser buen síntoma en un 
enfermo. 

(2) Esto muestra la decisión de los dscipulos; 
pero también declara cómo veían la situación de 
Jerusalén. 

(3) Tiene el estadio 185 metros, de donde 
resultan unos tres kilómetros. 

(4) Hay entre estas palabras y las del ver¬ 
sículo 21 cierta oposición. Marta tiene gran fe 
en el poder de la oración de Jesús; pero no se 
atreve a pensar en la resurrección de su hermano, 
enterrado hacía ya cuatro días. 

(5) De lo último habla San Juan (1, 3); lo 
primero lo repite Jesús (6, 40, 43). 

(6) Se entiende de muerte eterna, que es lo 
opuesto a vida eterna. 


sino que se hallaba aún en el sitio 
donde le había encontrado Marta. 
31 Y los judíos, que estaban con ella 
en casa, y consolándola, viendo que 
María se levantaba con prisa y salía, 
la siguieron pensando que iba al mo¬ 
numento para llorar allí. 32 Así que 
María llegó a donde Jesús estaba, 
viéndole, se echó a sus pies (1), di¬ 
ciendo: Señor, si hubieras estado aquí, 
no hubiera muerto mi hermano. 

La resurrección tic Lázaro. 

33 Viéndola Jesús llorar, y que llora¬ 
ban también los judíos que venían con 
ella, se conmovió hondamente (2), 
y se turbó, 34 y dijo: ¿Dónde le habéis 
puesto? Dijeron: Señor, ven y ve. 
35 Lloró Jesús. 36 Y los judíos decían: 
{Cómo le amabül 37 Algunos de ellos 
dijeron: ¿No pudo éste, que abrió los 
ojos del ciego, hacer que no mu¬ 
riese? 38 Jesús, otra vez conmovido 
en su interior, llegó al monumento, 
que era una cueva cubierta con una 
piedra. 39 Dijo Jesús: Quitad la 
piedra. Díjole Marta, la hermana del 
muerto: Señor, ya hiede, pues lleva 
cuatro días. 40 Jesús le dijo: ¿No te 
he dicho que si crees verás, la glo¬ 
ria (3) de Dios? 41 Quitaron, pues, 
la piedra, y Jesús, alzando los ojos 
al cielo, dijo: Padre, te doy gracias 
porque me has escuchado; 42 yo sé 
que siempre me escuchas, pero por la 
muchedumhre que me rodea lo digo, 
para que crean (4) que tú me has 
enviado. 43 Y diciendo esto gritó con 
fuerte voz: Lázaro, sal fuera. 44 Salió 
el muerto ligados con fajas pies v 
manos y el rostro envuelto en un 
sudario (5). Jesús les dijo: Soltadle 
y dejadle ir. 


(1) Mana se echó a sus pies . Se nota aquí el 
distinto temperamento de las dos hermanas, lo 
mismo que en Le. 10, 38 ss. 

(2) Jesús amaba a Lázaro, y participa de la 
emoción de las hermanas hasta derramar lágri¬ 
mas, como pocos días más tarde las derramará 
sobre Jerusalén. No era extraño a los sentimien¬ 
tos de la amistad. 

{3) El milagro estupendo de la resurrección 
de un muerto de cuatro días. 

(4) Por todos los milagros realizados en el 
curso de su ministerio; ahora pide éste que pa¬ 
rece mayor, en beneficio, más que del muerto 
y de las hermanas, de la muchedumbre que lo 
presencia, a fin de que crean, pues ésta era la 
razón principal de los milagros de Jesús. 

(5) Así fué también emoalsamado el cuerpo 
de Jesús, ligado con fajas bien empapadas en 
aromas para retardar la corrupción. 








SAN JUAN, 12 


1203 


Resolución del Consejo. 

45 Muchos de aquellos judíos que 
habían venido a Marta y vieron lo 
que había hecho, creyeron en El. 
46 Pero algunos de ellos se fueron á 
los fariseos y les dijeron lo que había 
hecho Jesús. 47 Convocaron entonces 
los príncipes de los sacerdotes y los 
fariseos una reunión (1) y dijeron: 
¿Qué hacemos, que este hombre hace 
muchos milagros? 48 Si le dejamos así, 
todos creerán en El, y vendrán los 
romanos V destruirán nuestro lugar 
santo y nuestra nación. 49 Uno de 
ellos, Caifás, que era Sumo Sacer¬ 
dote aquel año, les dijo: Vosotros no 
sabéis nada; 50 ¿No comprendéis que 
conviene que muera un hombre por 
todo el pueblo (2), no que perezca 
todo el pueblo? 51 Y no dijo esto de 
sí mismo, sino que como era Pontí¬ 
fice aquel año, profetizó que Jesús 
había de morir por el pueblo, 52 y no 
sólo por el pueblo, sino para reunir 
en uno todos los hijos de Dios, que 
estaban dispersos. 53 Desde aquel día 
tomaron la resolución de matarle. 

54 Jesús, pues, ya no andaba en 
público entre los judíos; antes se fué 
a una ciudad llamada Efrem (3), y 
allí moró con los discípulos. 55 Estaba 
próxima la Pascua de los judíos, y 
muchos subían del campo a Jeru- 
salén antes de la Pascua (4) para 
purificarse. 56 Buscaban, pues, a Je¬ 
sús, y unos a otros se decían en el 
Templo: ¿Qué os parece? ¿No vendrá 
a la fiesta? 57 Pues los príncipes de 
los sacerdotes y los fariseos habían 
dado órdenes para que si alguno su¬ 
piese dónde estaba lo indicase, a 
fin de echarle mano. 


(1) Este milagro, que debía abrirles los ojos, 
no hizo sino poner el colmo a su furor. 

(2) Porque este hombre los comprometía ante 
los romanos, y, quitado de delante, se salvaba la 
situación. Pero en estas palabras ve el evange¬ 
lista un sentido más alto, en que Caifás no pen¬ 
saba. Dios realizó mediante la muerte de Jesús 
la salud del mundo. 

(3) Si antes había venido a Judea, aun a 
trueque de chocar con los judíos, ahora, termi¬ 
nada su obra, se retira de nuevo al desierto. 
Efrem, o Efrom'en el Antiguo Testamento, se 
halla al NE. de Jerusalén, en el límite del de¬ 
sierto. 

(4) La celebración de la Pascua, como la 
participación en otros actos del culto, exigía el 
estado de pureza legal, que muchos, sobre todo 
los que moraban entre gentiles, no tendrían. De 
esa pureza hablan Ex. 12, 43 ss.; Num. 9, 13 ss.; 
II Par. 30, 2 ss.; Jn. 18, 28. 


La unción en Relania. 

1 6) 1 2 3 Seis días antes de la Pas- 

—' cua (1) vino Jesús a Betania, 

donde estaba Lázaro, a quien Jesús 
había resucitado de entre los muertos. 
2 Y le dispusieron allí una cena; y 
Marta servía (2), y Lázaro era de 
los que estaban recostados con El. 
3 Y María, tomando una libra de 
ungüento de nardo legítimo, de gran 
valor, ungió los pies de Jesús y los 
enjugó con sus cabellos, y la casa se 
llenó del olor del ungüento. 4 5 Y Judas 
Iscariote (3), uno de los discípulos, 
el que había de entregarle, dijo: 
5 ¿Por qué este ungüento (4) no se 
vendió en trescientos denanos, para 
darlo a los pobres? 6 * Esto decía, no 
por amor a los pobres, sino porque 
era ladrón, y, llevando él la bolsa, 
hurtaba de lo que en ella echaban. 
7 Pero Jesús dijo: Déjala, lo tenía 
guardado (5) para el día de mi se¬ 
pultura. 8 * Porque pobres siempre los 
tenéis con vosotros, pero a mí no me 
tenéis siempre. 

Concurso de curiosos a Betania. 

9 Una gran muchedumbre de judíos 
supo que estaba allí, y vinieron, no 
sólo por Jesús, sino por ver a Lázaro, 
a quien había resucitado de entre los 
muertos. 10 Habían resuelto los prínci¬ 
pes de los sacerdotes matar a Lázaro, 
pues por él muchos judíos se iban v 
creían en Jesús. 

Entrada triunfal en Jerusalén. 

11 Al día siguiente, la numerosa 
muchedumbre, que había venido a 


(1) Fué esto el sábado, víspera de la entrada 
en Jerusalén. 

(2) Siempre se revela la mujer activa y ha¬ 
cendosa, en oposición a su hermana, más quieta 
y contemplativa. 

(3) San Juan limita a Judas lo que San Mateo 
atribuye a dos discípulos». Igual peurre con la 
conducta de los ladrones entre Mt. 27,44 y Le. 23, 
39. San Mateo gusta del plural genérico en vez 
del singular. 

(4) San Marcos nota que era legítimo (14, 3), 
y, por consiguiente, de gran precio. Y lo era en 
verdad, pues valia 300 denarios. El denario era 
el jornal de un obrero. (Mt. 20, 2.) 

(5) La frase de Juan es un tanto oscura; pero 

explicada a la luz de Mt. 27, 12, significa que 

María, como si presintiera la muerte de su Maes¬ 

tro, anticipa la unción, que no podrá ejecutar 

sobre su cadáver, y satisface así su amor y su 

gratitud por la resurrección de Lázaro. 










1204 


SAN JUAN, 12 


la fiesta, habiendo oído que Jesús 
llegaba a Jerusalén, 13 tomaron ramos 
de palmeras y salieron a su encuen¬ 
tro gritando: ¡Hosannal Bendito el 
que viene en el nombre del Señor, 
el Rey de Israel. 

14 Y habiendo Jesús encontrado un 
pollino, montó sobre él, según está 
escrito: 15 No temas, hija de Sión, he 
aquí que viene tu rey, montado sobre 
un pollino de asna. 16 Esto no lo en¬ 
tendieron desde luego £1) los dis¬ 
cípulos, pero cuando fue glorificado 
Jesús, entonces se acordaron que de 
El estaban escritas estas cosas que 
ellos le habían hecho. 17 Y le rendía 
testimonio la muchedumbre que es¬ 
taba con El cuando llamó a Lázaro 
del sepulcro y le resucitó de entre 
los muertos. 18 Por esto le salió al 
encuentro la multitud, porque habían 
oído que había hecho este milagro. 
19 Entretanto los fariseos se decían 
entre sí: Ya veis que no adelantamos 
nada, he aquí que todo el mundo se 
va en pos de El (2). 


Griegos deseosos de ver a Jesús. 

20 Había algunos griegos entre los 
que habían subido a adorar en la 
fiesta. 21 Estos, pues, se acercaron a 
Felipe, el de Betsaida de Galilea, y 
le rogaron, diciendo (3): Señor, que¬ 
remos ver a Jesús. 22 Felipe fue y 
se lo dijo a Andrés; Andrés y Felipe 
vinieron y se lo dijeron a Jesús. 


El triunfo de Jesús en su muerte. 

23 Y Jesús les contestó diciendo: 
Es llegada la hora en que el Hijo del 
hombre será glorificado (4). 24 En 
verdad, en verdad os digo que, sí el 
grano de trigo no cayere en la tierra 
y muriere, quedará solo, pero si mu¬ 
riere llevará mucho fruto. 25 El que 


(1) Quiere decir San Juan que los discípulos 
cumplieron el vaticinio profético movidos por 
instinto divino, pero sin darse cuenta de ello, 

(2) Hermosa expresión, que muestra el estado 
de ánimo de los judios. 

(3) Es una muestra de las disposiciones de 
estos prosélitos venidos de la gentilidad, y que 
contrasta con la conducta de los directores del 
pueblo israelita. 

(4) Por la resurrección que seguirá a la muer¬ 
te, Entonces será llegada la hora de anunciar su 
nombre a los gentiles, y el grano de la palabra 
evangélica se multiplicará. 


ama su alma la pierde (1); pero el 
que aborrece su alma en este mundo, 
la guardará para la vida eterna. 26 Si 
alguno me sirve, que me siga, y donde 
yo esté, allí estará también mi ser¬ 
vidor; si alguno me sirve, mi Padre 
le honrará. 27 Ahora mi alma se 
siente turbada (2). ¿Y qué diré? 
¿Padre, líbrame de esta hora? ¡Mas, 
para esto he venido yo a esta hora! 
28 Padre, glorifica tu nombre. Llegó 
entonces una voz del cielo: Le he glo¬ 
rificado y le glorificaré. 29 La muche¬ 
dumbre que allí estaba y oyó, decía 
que había tronado; otros decían: Un 
ángel le ha hablado. 

30 Jesús respondió v dijo: No por 
mí se ha dejado oír esta voz, sino por 
vosotros. 31 Ahora es el juicio de este 
mundo (3), ahora el príncipe de 
este mundo será arrojado fuera, 32 y 
yo, si fuere levantado de la tierra, 
atraeré a todos a mí. 33 Esto lo decía 
indicando de qué muerte había de 
morir. 


Desconcierto en la muchedumbre. 

Y la multitud le contestó: Nosotros 
sabemos por la Ley que el Mesías 
permanece para siempre: ¿Cómo, pues, 
dices tú que el Hijo del hombre ha 
de ser levantado? ¿Quién es ese Hijo 
del hombre? (4). 35 Díjoles Jesús: 
Por poco tiempo aún está la luz en 
medio de vosotros (5). Caminad 
mientras tenéis luz, para que no os 
sorprendan las tinieblas, pues el que 
camina en tinieblas no sabe por 
dónde va. 36 Mientras tenéis luz, 
creed en la luz, para ser hijos de la 
luz. 37 Esto dijo Jesús, y partiendo 
se ocultó de ellos. 


(1) El hecho de la glorificación de Jesús es 
convertido en ley general para todos sus segui¬ 
dores, 

(2) Como en Getsemaní, Jesús siente el ho¬ 
rror de la muerte, que se le acerca, y, movido 
de él, hace esta petición al Padre. Pero luego 
vuelve sobre si para pedir la glorificación del 
Padre y el cumplimiento de su voluntad, 

(3) Este juicio se realizará por la victoria de¬ 
finitiva sobre el diablo, principe de este mundo. 
Esta victoria, iniciada en el desierto, continuada 
con la expulsión de los espíritus, se consumará 
con la muerte y la resurrección. 

(4) Los oyentes entienden lo que Jesús quiere 
significar con esa exaltación; pero no lo compa¬ 
ginan con la dignidad del Mesías, 

{5) Esa luz es el mismo Jesús, que con su 
palabra busca iluminar las almas. Caminar en 
la luz es recibir su palabra y vivir según ella. 







SAN JUAN, 13 


1205 


1.a incredulidad judía, prevista 
por Jesús. 

Aunque había hecho tan grandes 
milagros en medio de ellos, no creían 
en El (1), 38 para que se cumpliese 
la sentencia del profeta Isaías que 
dice: «Señor, ¿quién prestó fe a nues¬ 
tro mensaje?, ¿y el brazo del Señor 
a quién ha sido revelado?» 39 Por esto 
no pudieron creer, porque también 
había dicho Isaías: 40 «El ha cegado 
sus ojos y ha endurecido su corazón, 
no sea que con sus ojos vean, con su 
corazón entiendan, y se conviertan 
y los sane.» 41 Esto dijo Isaías, por¬ 
que vio su gloria y habló de El. 

42 Sin embargo, aun muchos de los 
jefes creyeron en El; pero por causa 
de los fariseos no le confesaban, te¬ 
miendo ser excluidos de la sinagoga, 

43 porque amaban más la gloria de 
los hombres que la gloria de Dios. 


Necesidad de creer en Jesús. 

44 Jesús, gritando, dijo: El que 
cree en mí, no cree en mí, sino en el 
que me ha enviado, 45 y el que me 
ve, ve al que me ha enviado. 46 Yo 
he venido como luz al mundo, para 
que todo el que cree en mí no per¬ 
manezca en tinieblas. 47 Si alguno 
escucha mis palabras (2) y no las 
guarda, yo no le juzgo, porque no he 
venido a juzgar al mundo, sino a 
salvar al mundo. 48 El que me re¬ 
chaza y no recibe mis palabras, tiene 
ya quien le juzgue (3); la palabra 
que yo he hablado, ésa le juzgará 
en el último día, 49 porque yo no he 
hablado de mí mismo; el Padre mis¬ 
mo que me ha enviado es quien me 
mandó lo que he de decir y hablar. 
50 Y yo sé que su precepto es la vida 
eterna. Así, pues, las cosas que yo 


(i) San Juan, en este lugar, como los Sinóp¬ 
ticos al narrar las parábolas del reino, se mara¬ 
villa de la incredulidad de Israel, y buscando 
la razón la hallan en el vaticinio de Isaías. Pero 
ya se ve que el vaticinio sólo anuncia la incredu¬ 
lidad, no la causa. Esta nace de la libertad huma¬ 
na, que resiste a la gracia divina. Por esto los 
judíos son responsables. 

(a) Este versículo se enlaza con el 41 y si¬ 
guiente, y se refiere a los que, sintiendo simpa¬ 
tía por la doctrina de Jesús, no se resolvían a 
aceptarla por respetos humanos. Los tales, a sí 
mismos se juzgaban. 

(3) La palabra misma le juzgará. Así, en otra 
ocasión, decía que Moisés, su Ley, daba testimo- 
monio de El. (5, 45.) 


hablo, las hablo según el Padre me 
ha dicho. 


Lavatorio de los pies. 

O 1 Antes de la fiesta de la Pas- 
cua (1), viendo Jesús que lle¬ 
gaba su hora de pasar de este mundo 
al Padre, habiendo amado a los suyos 
que estaban en el mundo, al fin ex¬ 
tremadamente los amó. 2 Y comen¬ 
zada la cena, como el diablo hubiese 
ya puesto en el corazón de Judas 
Iscariote, hijo de Simón, el propósito 
de entregarle, 3 * con saber que el Padre 
había puesto en sus manos todas las 
cosas y que había salido de Dios y 
a El se volvía, se levantó de la mesa, 
se quitó los vestidos, y tomando una 
toalla se la ciñó; 5 luego echó agua 
en la jofaina, y comenzó a lavar los 
pies de los discípulos (2) y a enju¬ 
gárselos con la toalla que tenía ce¬ 
ñida. 

6 Llegó, pues, a Simón Pedro, que 
le dijo: Señor, ¿tú lavarme a mí los 
pies? 7 Respondió Jesús y le dijo: 
Lo que yo hago, tú no lo sabes ahora, 
lo sabrás después (3). 8 Díjole Pe¬ 
dro: Jamás me lavarás tú los pies. 
Le contestó Jesús: Si no te los lavo, 
no tendrás parte conmigo. 9 Simón 
Pedro le dijo: Señor, entonces no sólo 
los pies, sino también las manos y 
la cabeza. 10 Jesús le dijo: El que se 
ha bañado no necesita lavarse, está 
todo limpio; y vosotros estáis limpios, 
pero no todos. 11 Porque sabía quién 
le había de entregar, y por eso dijo: 
No todos estáis limpios. 12 Y cuando 
les hubo lavado los pies, y tomado 
sus vestidos, y puéstose de nuevo a 
la mesa, les dijo: ¿Entendéis lo que 
he hecho yo con vosotros? 13 Vosotros 
me llamáis Maestro y Señor, y decís 
bien, porque lo soy. 14 Si yo, pues, 
os he lavado los pies, siendo vuestro 


(1) San Juan pone la última cena un día 
antes del en que los judíos celebraron la Pascua 
en Jerusalén. La razón de este cambio es in¬ 
cierta; pero no lo es que Jesús celebró la Pascua 
legal antes de instituir la nueva Pascua. * 

(2) No obstante la alteza de su dignidad, y 
que tenía recibido del Padre el poder sobre todas 
las cosas, etc., ejecutó aquel acto de humildad 
y amor hacia sus discípulos. Era un obsequio 
que se prestaba a los huéspedes al llegar a casa 
fatigados de caminar a pie y con calzado que pro¬ 
tegía poco del polvo del camino. (Gen. 24, 32; 
43, 24; Le. 7, 44; I Tim. 5, 10.) 

(3) Cuando yo os explique la razón de lo que 

hago. (13, 12 ss.) 











1206 


SAN JUAN, 14 


Señor y Maestro, también habéis de 
lavaros vosotros los pies unos a otros. 
15 Porque yo os he dado el ejem¬ 
plo (1), para que vosotros hagáis 
también como vo he hecho. 16 En ver¬ 
dad, en verdad os digo: No es el siervo 
mayor que su señor, ni el enviado 
mayor que quien le envía. 17 Si esto 
aprendéis, seréis dichosos si lo practi¬ 
cáis. 18 No lo digo de todos vosotros; 
yo sé a quiénes escogí, más lo digo 
para que se cumpla la Escritura: El 
que come mi pan, levantó contra mí 
mi calcañar. 19 Desde ahora os lo digo, 
antes de que suceda (2), para que, 
cuando suceda creáis que yo soy. 
20 En verdad, en verdad os digo que 
quien recibe al que yo enviare, a mí 
me recibe, y el que me recibe a mí, 
recibe a quien me ha enviado. 


Anuncio de la traición. 

21 Habiendo dicho esto, se turbó 
Jesús en su espíritu (3), y demostrán¬ 
dolo, y dijo: En verdad, en verdad os 
digo que uno de vosotros me entrega¬ 
rá. 22 Se miraban los discípulos unos a 
otros, sin saber de quién hablaba. 
23 Uno de ellos, el amado de Jesús, 
estaba recostado (4) ante el pecho 
de Jesús. 24 Simón Pedro le hizo señal, 
dicicndole: Pregúntale de quién habla. 
25 El que estaba recostado ante el 
pecho de Jesús, le dijo: Señor, ¿quién 
es ése? 26 Y Jesús le contestó (5): 
Aquel a quien yo mojando le dé un 
bocado. \ mojando un bocado lo 
tomó y se lo dió a Judas, hijo de 
Simón Iscariote. 27 Después del bo¬ 
cado, en el misino instante, entró en 
él Satanás. Jesús le dijo (6): Lo 


(i) Jesús había enseñado que la caridad era 
!a ley fundamental de su reino, y quiso dejarla 
más impresa en la mente de sus dscípulos con 
este hecho. 

(а) Contrapone a la conducta de los once la 
del traidor, anunciándola de antemano para que 
no se escandalizasen, viendo que no le había 
cogido de sorpresa. (Act. 2, 22.) 

(3) La vista del traidor y su suerte le turba, 
como antes le había arrancado lágrimas la vista 
de Jerusalén. (Le. 19, 41.) 

(4) Estaba recostado delante de Jesús, pu- 
diendo hablarle en secreto con sólo volver la 
cabeza y Jesús a él al oído con sólo inclinarse. 

(5) Sin duda en voz baja y sin que los demás 
se dieran cuenta. A quien yo diere un bocado. Era 
una muestra de afecto que Jesús daba a Judás 
al tiempo que servía de señal a Juan. 

(б) Las palabras de Jesús a Judas eran am¬ 
biguas; el traidor resolvió aprovecharlas para salir 
a ejecutar sus plañe s. 


que has de hacer hazlo pronto. 28 Nin¬ 
guno de los recostados conoció a qué 
propósito decía aquello. 29 Algunos 
pensaron que, como Judas tenía la 
bolsa, le decía Jesús: Compra lo que 
necesitamos para la fiesta, o que diese 
algo a los pobres. 30 Y él, tomando 
el bocado, se salió luego: era de 
noche (1). 


Comienza la despedida. 

31 Así que salió, dijo Jesús: Ahora 
ha sido glorificado el Hijo del hom¬ 
bre (2), y Dios ha sido glorificado 
en El. 32 Si Dios ha sido glorificado 
en El, Dios también le glorificará a 
‘El, y le glorificará en seguida. 33 Hiji- 
tos míos, un poco aún estaré todavía 
con vosotros; me buscaréis, y como 
dije a los judíos: A donde yo voy 
vosotros no podéis venir, también os 
lo digo a vosotros ahora. 34 Un pre¬ 
cepto nuevo os doy: que os améis 
los unos, a los otros (3); como yo 
os he amado, así también amaos mu¬ 
tuamente. 35 En esto conocerán todos 
que sois mis discípulos, si tenéis ca¬ 
ridad unos para con otros. 


La negación de Pedro. 

36 Díjole Simón Pedro: Señor, ¿a 
dónde vas? Respondió Jesús: A donde 
yo voy, no puedes tú seguirme ahora; 
me seguirás más tarde. 37 Pedro le 
dijo: Señor, ¿por qué no puedo se¬ 
guirte ahora? (4). Yo daré por ti 
mi vida. 38 Respondió Jesús: ¿Darás 
por nií tu vida? E 11 verdad, en verdad 
te digo que no cantará el gallo antes 
que tres veces me niegues. 

Volverán a encontrarse cerca 
del Padre. 


14 


1 No se turbe vuestro cora¬ 
zón (5); creéis en Dios, creed 


(1) En efecto, el banquete pascua! se cele¬ 
braba después de puesto el sol. El evangelista 
nota la hora de la noche como algo extraña para 
cumplir ningún mandato. 

(2) Con la salida del traidor sintió Jesús un 
desahogo en su espíritu; ya podía expansionarse 
con los que permanecían fieles. Habla de su 
muerte como de una glorificación para no asus¬ 
tar a los discípulos. El Hijo glorifica al Padre 
con su obediencia y el Padre al Hijo con los 
prodigios de su pasión y con la resurrección. 

(3) Esta es la suma de la ley evangélica. 

(4) Pedro presiente que algún grave peligro 
amenaza a Jesús, y no quiere abandonarle. 

(5) Por lo que os he dicho antes, debéis tener 









SAN JUAN, 14 


1207 


también en mí. 1 2 En la casa de mi 
Padre hay muchas moradas; si no 
fuera así os lo diría, pero voy a pre¬ 
pararos el lugar. 3 Y cuando yo me 
haya ido, y os haya preparado el 
lugar, de nuevo volveré y os tomaré 
conmigo, para que, donde yo estoy, 
estéis también vosotros. 4 * Pues para 
donde yo voy, vosotros conocéis el 
camino. 

5 Díjole Tomás: No sabemos a 
dónde vas; ¿cómo, pues, podemos 
saber el camino? 6 Jesús le dijo: Yo 
soy el camino (1), la verdad, y la 
vida; nadie viene al Padre sino por 
mí. 7 * Si me habéis conocido, conoce¬ 
réis también a mi Padre (2). Desde 
ahora le conocéis y le habéis visto. 
9 Felipe le dijo: Señor, muéstranos al 
Padre, y nos basta. 9 Jesús le dijo: 
Felipe, ¿tanto tiempo ha que estoy 
con vosotros, y lio me habéis cono¬ 
cido? El que me lia visto a mí, ha 
visto al Padre; ¿cómo dices tú: Mués¬ 
tranos al Padre? 10 ¿No crees que yo 
estoy en el Padre y el Padre en mí? 
Las palabras que yo os digo, no las 
hablo de mí mismo; el Padre, que 
mora en mí, hace sus obras. 11 Creed¬ 
me, que yo estoy en el Padre y el 
Padre en mí; a lo menos creedlo por 
las obras mismas. 


Promesas hechas á los discípulos 
para la ausencia, 

12 En verdad, en verdad os digo 
que el que cree en mí, ése hará tam¬ 
bién las obras que yo hago (3), y las 
hará mayores que éstas, porque yo 
voy al Padre. 13 Y lo que pidiéreis 
en mi nombre eso haré, para que el 
Padre sea glorificado en el Hijo; 14 si 
me pidiéreis alguna cosa en mi nom¬ 
bre yo la haré. 15 Si me amáis, guar¬ 
daréis mis mandamientos; 16 y vo 


fe en mí, como la tenéis en Dios, de que no os 
olvidaré; antes volveré a buscaros y llevaros 
conmigo. 

(1) El término es el Padre. Para llegar a El, 
es Jesús el camino, por su vida y doctrina; es la 
verdad, pór cuanto cumple las promesas divinas 
contenidas en la Ley y los Profetas; es la vida, 
porque ésta se fraila en El y El la comunica a los 
demás, (i, 3; 6, 33; 40.) 

(2) Siendo tan estrecha la unión de Jesús con 
el Padre, según ha dicho (10, 30), conociéndole 
a El conocerían también al Padre. 

(3) Como Jesús hace obras divinas por el 
Padre, asi quieH creyere en El hará otras seme¬ 
jantes por su unión con El. 


.rogaré al Padre (1), y os daré otro 
Abogado que estará con vosotros para 
siempre, 17 el Espíritu de verdad, que 
el mundo 110 puede recibir, porque 
no le ve ni le conoce; vosotros le co¬ 
nocéis, porque permanece con vos¬ 
otros y está en vosotros. 18 No os 
dejaré "huérfanos; vendré a vosotros. 

19 Todavía un poco y el mundo no me 
verá; pero vosotros tne veréis (2), 
porque yo vivo y vosotros viviréis. 

20 En aquel día conoceréis que yo 
estoy en mi Padre, y vosotros en mí 
y yo en vosotros. 21 El que recibe mis 
preceptos y los guarda, ése es el que 
me ama; el que me ama a mí será 
amado de mi Padre, y yo le amaré 
y me manifestaré a él. 

22 Díjole Judas, no el Iscariote: 
Señor, ¿qué ha sucedido (3) para 
que te hayas de manifestar a nos¬ 
otros y no al mundo? 23 Respondió 
Jesús y les dijo: Si alguno me ama, 
guardará mi palabra, y mi Padre le 
amará, y vendremos a El y en El 
haremos morada. 24 El que no me 
ama no guarda mis palabras; y la 
palabra que oís no es mía, sino del 
Padre que me ha enviado. 25 Os he 
dicho estas cosas mientras perma¬ 
nezco entre vosotros; 26 pero el Abo¬ 
gado, el Espíritu Santo, que el Padre 
enviará en mi nombre, ése os lo en¬ 
señará todo y os traerá a la memoria 
todo lo que yo os he dicho. 


Despedida y palabras de aliento. 

27 La paz os dejo, mi paz os doy 
(4); no como el mundo la da, os la 
doy yo. No se turbe vuestro corazón, 
ni se intimide. 29 Habéis oído lo que 
os dije: Me voy y vengo a vosotros. Si 
me amaseis, os alegraríais, pues voy 


(1) Después de asegurarles que no los aban¬ 
donará, añade algo más, la venida del Espíritu 
Santo, que, como nuevo abogado y defensor. Ies 
alcanzará del Padre. 

(2) Entenderá esto quien considere cuán real 
era la presencia de Jesús entre los Apóstoles des¬ 
pués de la venida del Espíritu Santo. 

(3) No entendiendo la honda razón de lo 
dicho, cree que obedecerá a algún privilegio. 
Jesús, en su respuesta, prosigue la exposición 
del misterio, dejando sin respuesta la pregunta 
del discípulo. 

(4) La paz es el saludo oriental y el que em¬ 

pleaba Jesús después de resucitado. Sólo se co¬ 

noce el valor de esta palabra cuando se ha vivido 

mucho tiempo en guerra. Pero sobre todo tiene 

valor le paz de Dios, la única que llena el alma. 













1208 


SAN JUAN, 15 


al Padre (1), porque el Padre es ma¬ 
yor que yo. 29 Y os lo he dicho ahora 
antes que suceda, para que cuando 
suceda creáis. 30 Ya no hablaré mu¬ 
chas cosas con vosotros, porque viene 
el príncipe de este mundo, que en 
mino tiene nada (2); 31 pero convie¬ 
ne que el mundo conozca que yo amo 
al Padre y que, según el mandato que 
me dio el Padre, así hago. Levantaos, 
vámonos de aquí (3). 


La alegoría de la vid. 

15 1 Yo soy la vid verdadera (4) 
y mi Padre es el viñador. 1 2 Todo 
sarmiento que haya en mí, que no 
lleve fruto, lo cortará; todo el cjue dé 
fruto, lo podará para que de más 
fruto. 3 Vosotros estáis ya limpios por 
la palabra que os he hablado; 4 per¬ 
maneced en mí, y yo en vosotros. 
Como el sarmiento no puede dar fruto 
de sí mismo, si no permaneciere en 
la vid, tampoco vosotros, si no per¬ 
maneciereis en mí. 5 Yo soy la vid, 
vosotros los sarmientos. El que per¬ 
manece en mí y yo en él, ése da 
mucho fruto, porque sin mí no podéis 
hacer nada. 6 * El que no permanece 
en mi es echado fuera como el sar¬ 
miento y se seca, V los amontonan 
y los arrojan al fuego para que ardan. 
7 Si permanecéis en mí y mis palabras 
permanecen en vosotros, pedid lo 
que quisiéreis y se os dará. 8 * En esto 
será glorificado mi Padre, en que 
deis mucho fruto y así seréis discí¬ 
pulos míos. 


(1) Porque en el Padre alcanzará la gloria 
de su humanidad, y es ésta tan grande, que aun 
ir a ella por la pasión es cosa de gran consuelo. 
Como lo ha sido siempre para los mártires la 
muerte vista a través de la gloria celestial. 

(2) En Jesús no tiene derecho alguno, por 
cuanto en Jesús no hay pecado. Sin embargo, 
por un momento le será dado poder sobre El, 
a fin de realizar la obra de Dios. (Le. 22, 53.) 

(3) Estas palabras implican una dificultad, 
por cuanto el discurso parece continuar sin cam¬ 
bio alguno. Se proponen diversas soluciones, de 
las cuales la más sencilla serla trasladar esas fra¬ 
ses después de 16, 31, si esto tuviera algún apoyo 
en los códices antiguos. Luego seguirla la ora¬ 
ción sacerdotal, que puede bien suponerse haber 
dicho Jesús en pie y en actitud de partir. 

(4) Contrapuesta a la vid condenada en Isa¬ 

ías (5, 1 ss.; Salmo 39, 9 ss.), que es el pueblo 

de Israel. El es la vid verdadera, como en 6, 32 

se declara el pan verdadero. El sentido de la ale¬ 

goría es claro para quien entienda cómo Jesús es 

tuente de vida para todos. 


Los discípulos, elevados a la 
categoría de auiiyos. 

9 Como el Padre me amó (1), yo 
también os he amado; permaneced en 
mi amor. 10 Si guardareis mis precep¬ 
tos, permaneceréis en mi amor, como 
yo guardé los preceptos de mi Padre 
y permanezco en su amor. 11 Esto os 
lo digo para que yo me goce en vos¬ 
otros, y vuestro gozo sea cumplido. 

12 Este es mi precepto, que os améis 
unos a otros, como yo os he amado. 

13 Nadie tiene amor mayor que este 
de dar uno la vida por sus amigos. 

14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis 
lo que os mando. 15 Ya 110 os Hamo 
siervos, porque el siervo no sabe lo 
que hace su señor; pero os digo ami¬ 
gos, porque todo lo que oí de mi 
Padre os lo he dado a conocer. 16 No 
me habéis elegido vosotros a mí, sino 
que yo os elegí a vosotros, y os he 
destinado para que vayáis v deis 
fruto, y vuestro fruto permanezca, 
para que cuanto pidiereis al Padre 
en mi nombre os lo dé. 17 Esto os 
mando, que os améis unos a otros. 

Odio del mundo contra Jesús 
y los suyo». 

18 Si el mundo os aborrece (2),.sa¬ 
bed que me aborreció a mí primero 
que a vosotros. 19 Si fueseis del mun¬ 
do, el mundo amaría lo suyo; pero 
porque 110 sois del mundo, sino que 
yo os escogí del mundo, por esto el 
mundo os aborrece. 20 Acordaos de 
la palabra que yo os dije: No es el 
siervo mayor que su señor. Si me per¬ 
siguieron a mí, también a vosotros os 
perseguirán; si guardaren mi palabra, 
también guardarán la vuestra. 21 Pero 
todas estas cosas haránlas con vos¬ 
otros por causa de mi nombre, porque 
110 conocen al que me ha enviado. 

22 Si no hubiera venido y les hubiera 
hablado, no tendrían pecado; pero 


(1) Es el amor la liga que une a Jesús con el 
Padre, a los discípulos entre sí y a éstos con Je¬ 
sús y con el Padre. Este amor borra las distan¬ 
cias y establece la igualdad, que es condición 
de la amistad. 

(2) Como en otros pasajes de los Sinópticos, 
Jesús anuncia a los discípulos que serán objeto 
de odio de parte del mundo, como El lo es, y 
por el mismo motivo, porque representan la 
causa de Dios, a quien el mundo no conoce. La 
historia confirma de continuo estas palabras de 
Jesús. 







SAN JUAN, 16 


1209 


ahora no tienen excusa de su pecado. 
23 El que me aborrece a mí, aborrece 
también a mi Padre. 24 Si no hubie¬ 
ra hecho entre ellos obras que nin¬ 
guno otro hizo, no tendrían pecado; 
pero ahora, no sólo han visto, sino 
que me aborrecieron a mí y a mi 
Padre. 25 Pero es para que se cumpla 
la palabra que en la Ley de ellos está 
escrita: Me aborrecieron sin motivo. 

26 Cuando venga el Abogado, que 
yo os enviaré de parte del Padre, el 
Espíritu de verdad, que procede del 
Padre, él dará testimonio de mí, 27 y 
vosotros daréis también testimo¬ 
nio (1), porque desde el principio 
estáis conmigo. 

Anuncio de la persecución judía. 

1 /I 1 Esto os lo he dicho para que 
* no os escandalicéis. 2 Os echa¬ 
rán de la sinagoga (2); pues llega 
la hora en que todo el que os quite 
la vida pensará prestrar un servicio 
a Dios. 3 Y esto lo harán, porque no 
conocieron al Padre ni a mí. 4 5 Pero 
yo os he dicho estas cosas para que, 
cuando llegue la hora, os acordéis de 
ellas, y de que yo os las he dicho; pero 
esto no os lo dije desde el principio, 
porque estaba con vosotros. 

La promesa del Espíritu Santo. 

Mas ahora voy al que me ha en¬ 
viado y nadie de vosotros me pre¬ 
gunta (3): ¿A dónde vas? 6 Antes, 
porque os hablé estas cosas, vuestro 
corazón se llenó de tristeza. 7 Pero os 
digo la verdad, os conviene que yo 
me vaya. Porque si no me fuere, el 
Abogado no vendrá a vosotros; pero, 
si me fuere, os le enviaré. 8 * Y en vi¬ 
niendo, éste argüirá al mundo de 
pecado (4), y de justicia y de juicio. 


(1) Con las obras maravillosas que hará por 
medio de los Apóstoles. 

(2) Esto ya había comenzado. (9, 22.) Mis 
de una vez nos refieren los Sinópticos el anuncio 
de estas persecuciones. (Mt. 10, 16 ss.; Me. 13, 

9 ss.; Le. 12, n.) 

(3) La pregunta se halla en 13. 36; 14, 5, 28, 
y Jesús les dice que va al Padre, adonde es tanta 
dicha ir, que, aunque sea por la cruz, todavía 
es cosa deseable. Pero los Apóstoles persisten 
dominados por la tristeza, no considerando el 
término de la partida. Por eso Jesús insiste en 

10 dicho, para consuelo suyo. 

(4) El gran pecado de Israel, rechazar al Me¬ 
sías y ponerle en la cru?. 


9 De pecado, porque no creyeron en 
mí; 10 de justicia (1), porque voy 
al Padre y no me veréis más; 11 de 
juicio (2), porque el príncipe de 
este mundo está ya juzgado. 12 Muchas 
cosas tengo aún que deciros (3), 
mas no podéis llevarlas ahora; 13 pero 
cuando viniere aquél, el Espíritu de 
verdad, os guiará hacia la verdad 
completa, porque no hablará de sí 
mismo, sino que hablará lo que oyere 
y os comunicará las cosas venideras. 

14 El me glorificará, porque tomará 
de lo mío, y os lo dará a conocer. 
Todo cuanto tiene el Padre es mío; 

15 por esto os he dicho que tomará 
de lo mío y os lo dará a conocer. 


El gozo tras de la tristeza. 

16 Todavía un poco, y ya 110 me 
veréis (4), y todavía otro poco, y 
me veréis. 17 Dijéronse entonces algu¬ 
nos de los discípulos: ¿Qué es esto 
que nos dice: Todavía un poco y no 
me veréis, y todavía otro poco y me 
veréis? Y: Porque voy al Padre. 
18 Decían, pues: ¿Qué es esto que dice 
un poco? No sabemos lo que dice. 

19 Conoció Jesús que querían pre¬ 
guntarle: ¿De esto inquirís entre vos¬ 
otros, porque os he dicho: Todavía 
un poco, y no me veréis, y todavía 
otro poco, y me veréis? 20 En verdad, 
en verdad os digo que lloraréis y os 
lamentaréis, y el mundo se alegrará; 
vosotros os entristeceréis, pero vues¬ 
tra tristeza (5) se volverá en gozo. 
21 La mujer, cuando pare, siente 
tristeza, porque llega su hora; pero 
cuando ha dado a luz un hijo, ya 
no se acuerda de la tribulación, por 
el gozo que tiene de haber venido 
al mundo un hombre. 22 Vosotros, 
pues, ahora tenéis tristeza; pero de 
nuevo os veré, y se alegrará vuestro 
corazón, y nadie será capaz de quitaros 


(1) Es la de Jesús, que se mostrará en su re¬ 
surrección y en su vuelta al Padre. 

( 2 ) Es el juicio que los judíos habían formado 
acerca de Jesús, del cual había sido inspirador 
el príncipe del mundo. Satanás. 

(3) Pero su capacidad es muy reducida mien¬ 
tras no venga el Espíritu Santo a ensancharla. 

(4) Porque se acerca la hora de la pasión, 
pasada la cual vendrá la resurrección, que los 
llenará de alegría. 

(5) Cuanto mayor fue el dolor y el descon¬ 

cierto de los discípulos en la muerte del Maestro, 

otro tanto será grande su gozo en la resurrección. 

Al revés le sucederá al mundo, esto es, a los ju- 

dios, 











1210 


SAN JUAN, 17 


vuestra alegría. 23 Y en aquel día 
no me preguntaréis nada; en verdad, 
en verdad os digo: Cuanto pidiereis 
al Padre os lo dará en mi nombre. 
24 Hasta ahora no habéis pedido 
nada en mi nombre (1); pedid y 
recibiréis, para que sea cumplido 
vuestro gozo. 


Promesa de una revelación más 
clara. 

35 Esto os lo he dicho en parábolas; 
llega la hora en que ya no os hablaré 
más en parábolas, antes os hablaré 
claramente del Padre. 26 Aquel día 
pediréis en mi nombre, y no os digo 
que yo rogaré al Padre por vosotros, 
pues el mismo Padre os ama, por¬ 
que vosotros me habéis amado y 
creído que vo lie salido de Dios. 
28 Salí del Padre y vine al mundo; 
de nuevo dejo el inundo y me voy 
al Padre. 29 Pijéronlc los discípulos: 
Ahora hablas claramente y no dices 
parábola alguna. 30 Ahora sabemos 
que conoces todas las cosas y que no 
necesitas que nadie te pregunte; en 
esto creemos que has salido de Dios. 

31 Respondióles Jesús: ¿Ahora creéis? 

32 He aquí que llega la hora (2), y 
ya es llegada, en que os dispersaréis 
cada uno por su lado y a mí me deja¬ 
réis solo; pero no estoy solo, porque 
el Padre está conmigo. 33 Esto os lo 
he dicho para que tengáis paz en 
mí; en el mundo habéis de tener tri¬ 
bulación; pero confiad, yo he vencido 
al mundo (3). 


Jesús ora al Padre por sí mismo. 

1 n 1 2 3 Esto dijo Jesús, y levantando 
* t sus ojos al cielo añadió: Padre, 
llegó la hora (4); glorifica a tu 
Hijo, para que el Hijo te glorifique, 


(1) Cuando vean a Jesús sentado a la diestra 
del Padre, pedirán en su nombre, esto es, ale¬ 
garán su nombre para ser escuchados, cosa que 
hasta ahora no hablan hecho. (Act. 4. 20 ss.) 

(2) La próxima prueba dirá cuáles son los 
quilates de esa fe vuestra. 

(3) No sólo por la prueba aludida, por otras 
muchas tribulaciones tendrán que pasar en el 
mundo; pero tengan confianza, porque El ven¬ 
ció al mundo y por El también ellos vencerán. 

(4) De la que tantas veces habla dicho que 
no era aún llegada, la hora de la pasión. Glorifica 
a tu Hijo. Por los milagros de la muerte y el de 
la resurección, para que, a su vez, el Hijo glon-, 
ficado glorifique al Padre, dándole a conocer. 


2 según el poder que le diste sobre 
toda carne, para que a todos los que 
tú le diste, les dé El la vida eterna. 

3 Esta es la vida eterna (1) que te 
conozcan a ti, único Dios verdadero, 
V a tu enviado Jesucristo. 4 Yo te 
he glorificado sobre la tierra, lle¬ 
vando al cabo la obra que me enco¬ 
mendaste. 5 * Y ahora tú, Padre, glo¬ 
rifícame cerca de ti mismo con la 
gloria que tuve (2), cerca de ti, 
antes que el mundo existiese. 


Ituecpi por los discípulos. 

6 He manifestado tu nombre a los 
hombres que me has dado de este 
mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, 
y han guardado tu palabra. 7 Ahora 
saben que todo cuanto me diste 
viene de ti; 8 porque yo les he comu¬ 
nicado las palabras que tú me diste, 
y ellos las recibieron y conocieron 
verdaderamente que yo salí de ti, 
y creyeron que tú me has enviado. 

9 Yo ruego por ellos (3); no ruego 
por el mundo, sino por los que tú 
me diste; porque son tuyos, 10 y todo 

10 mío es tuyo, y lo tuyo mío, y yo 
he sido glorificado en ellos. 11 Y yo 
ya 110 estoy en el mundo; pero ellos 
están en el mundo, mientras vo voy 
a ti. Padre santo, guarda en tu 
nombre a éstos, que me has dado, 
para que sean uno (4) como nos¬ 
otros. 12 Cuando yo estaba con ellos, 
yo los conservaba en tu nombre a 
éstos que me has dado, y los guardé, 
y ninguno de ellos pereció, si 110 es 
el hijo de la perdición, para que la 
Escritura se cumpliese. 13 Pero ahora 
yo vengo a ti, y hablo estas cosas 
en el mundo para que tengan mi 


(1) El conocimiento de Dios Padre y de Je¬ 
sucristo; pero un conocimiento que engendre 
amor, la fe que obra por la caridad. (Gal. 5, 6.) 

(2) La gloria, que como a Hijo de Dios le 
corresponde, no la perdió, ni la podía perder 
jamás siendo inherente a la naturaleza divina; 
lo que pide es la gloria de su humanidad, efusión 
de la gloria de la divinidad. 

(3) Por los que creyeron que Jesús había ve¬ 
nido del Padre y como de tal habían recibido 
sus palabras. Porgue tuyos son. Esos que el Pa¬ 
dre le dió son también del Padre, porque todo 
cuanto tiene el Padre es también del Hijo, y vi¬ 
ceversa. 

(4) Porque la fe y el amor sean uno, a seme¬ 

janza del Padre y del Hijo; y en esa vida de fe 

y de amor será Jesús glorificado. Este es el 

principio de la admirable unidad de la Iglesia 

Católica. 










SAN JUAN, 18 


1211 


gozo cumplido en sí mismos. 14 Yo 
les he dado tu palabra, y el mundo 
los aborreció, porque no eran del 
mundo, como yo no soy del mundo. 
16 No pido que los tomes del mun¬ 
do (1), sino que los guardes del mal. 
16 Ellos no son del mundo, como no 
soy del mundo yo. 17 Santifícalos en la 
verdad, pues tu palabra es verdad. 

18 Como tú me enviaste al mundo, 
así yo los envié a ellos al mundo. 

19 Y yo por ellos me santifico (2), 
para que ellos sean santificados por 
la verdad. 


Huen» P or todos los creyentes. 


. 20 Pero no ruego sólo por éstos, 
sino por cuantos crean en mí por su 
palabra (3), para que todos sean 
uno, como tú, Padre, estás en mí y 
vo an ti, para que también ellos sean 
¡ en nosotros, y el mundo crea que tú 
me lias enviado. 22 Y yo les he dado 
a ellos la gloria que tú me diste (4), 
a fin de que sean uno como nosotros 
somos uno. 23 Yo 'en ellos y tú en 
mí, para que sean consumados en la 
unidad, y conozca el mundo que tú 
me enviaste y amaste a éstos como 
tú me amaste. 24 Padre, lo que tú 
me lias dado, quiero yo que donde 
yo esté, estén ellos también con¬ 
migo (5), para que vean mi gloria, 
que tú me has dado, porque me amaste 
antes de la creación del mundo. 
26 Padre justo (6), si el mundo 
no te ha conocido, yo te conocí, y 
éstos conocieron que tú me has en¬ 
viado, 26 y yo les di a conocer tu 
nombre, y se lo haré conocer, para 
que el amor con que tú me has amado 
esté en ellos y yo en ellos. 


(1) Sabiendo que serán objeto de las perse¬ 
cuciones del mundo, le pide que los defienda. 

(2) Ofreciéndose como hostia en obsequio 
del Padre y en expiación de los pecados del 
mundo, para que los discípulos sean santifi¬ 
cados, y así preservados del contagio del mundo. 

(3) Sino por todos los que por el minis¬ 
terio de los Apóstoles crean en El; para todos 
pide la unión en la fe y el amor, que sea ante 
el mundo un argumento de la divinidad de la 
Iglesia. 

(4) La gloria de los milagros y demás do¬ 
nes divinos ordenados a fomentar en los fieles 
la unión de la fe y el amor del nombre de Dios. 

(5) Sentado a la diestra del Padre, allí estén 
ellos participando de la gloria del Padre. 

(6) Esta justicia del Padre mira a discernir 

el mundo, que no le conoció, de los discípulos, 

que reconocieron ser el enviado del Padre. 


Prisión de Jesús. 

i & 1 En diciendo esto salió Jesús 
con sus discípulos al otro lado 
del torrente Cedrón, donde había 
un huerto, en el cual entró con sus 
discípulos. 2 Y Judas, el que le había 
de traicionar, conocía el sitio, por¬ 
que muchas veces concurría allí Jesús 
con sus discípulos. 3 Judas, pues, 
tomando la eohorte, y los alguaciles 
de los pontífices y fariseos (1), 
vino allí con linternas, y hachas, y 
armas. 4 Conociendo, pues, Jesús 
todo lo que iba a sucederle, salió, 
y les dijo: ¿A quién buscáis? 5 Res¬ 
pondiéronle: A Jesús Nazareno. El 
les dijo: Yo soy. Y Judas el traidor 
estaba con ellos. 6 * * Así que les dijo: 
Yo soy, retrocedieron (2) y cayeron 
en tierra. 

7 Otra vez les preguntó: ¿A quién 
buscáis? Ellos dijeron: A Jesús Na¬ 
zareno. Respondió Jesús: Ya os dije 
que yo soy; si, pues, me buscáis a 
mí, dejad ir -a éstos. 9 Para que se 
cumpliese la palabra que había dicho: 
De los que me diste no se perdió 
ninguno. 40 Y Simón Pedro, que tenía 
una espada, la sacó e hirió a un 
siervo del Pontífice, cortándole la 
oreja derecha (3). Este siervo se 
llamaba Maleo. 11 Pero Jesús dijo 
a Pedro: Mete la espada en la vaina; 
¿el cáliz que me dió mi Padre no lo 
be de beber? 


Conducción a casa de Anas. 

12 La cohorte, pues, y el tribuno, 
y los alguaciles de los judíos se apo¬ 
deraron de Jesús, y le ataron, 13 y 
le condujeron primero a Anás (4), 
porque era suegro de Caifás, que era 
Pontífice aquel año. 14 Era Caifás 


(1) Es San Juan el único que menciona 
la tropa romana, pedida sin duda por los j'udios 
a Pilato para asegurar el golpe contra la posible 
resistencia de los partidarios de Jesús. La pa¬ 
labra cohorte lo mismo puede significar la 
cohorte entera que una sección. 

(2) Otro detalle propio de San Juan. Jesús 
parece haber querido darles una última prueba 
de que sólo por su voluntad se les entregaba. 

(3) Débia de ser conocido del evangelista, que 
nos da a conocer su nombre. 

(4) Debe esto entenderse como un acto de 
cortesía para con el suegro del Pontífice, que 
también jo había sido y conservaba grande auto¬ 
ridad (l 2 c. 3, 2), y tal vez también en atención 
a la gravedad del caso. 











1212 


SAN JUAN, 18 


rl que había aconsejado a los ju¬ 
díos: «Conviene que un hombre muera 
por el pueblo.» 

Negación de Pedro. 

15 Seguían a Jesús Simón Pedro y 
otro discípulo (1). Este discípulo 
era conocido del Pontífice, y entró, 
al tiempo que Jesús, en el atrio de) 
Pontífice, mientras que Pedro se quedó 
fuera. Salió, pues, el otro discípulo, 
conocido del Pontífice, y habló a la 
portera e introdujo a Pedro. 17 Y 
dijo la portera a Pedro: ¿Eres tú 
acaso de los discípulos de este hom¬ 
bre? El dijo: No soy. 18 Los siervos 
del Pontífice y los alguaciles, habían 
preparado un brasero, porque hacía 
frío, y se calentaban, y Pedro estaba 
también con ellos calentándose. 

Jesús ante Caiíás. 

19 El Pontífice, pues", preguntó a 
Jesús sobre sus discípulos y sobre 
su doctrina. 20 Respondióle Jesús: 
Yo públicamente he hablado al mun¬ 
do (2); yo siempre enseñé en las 
sinagogas y en el Templo, a donde 
concurren todos los judíos, y nada 
hablé en secreto. 21 ¿Qué me pregun¬ 
tas? Pregunta a los que han oído 
(jué es lo que yo he hablado; ellos 
deben saber lo (pie les dije: 22 Ha¬ 
biendo dicho esto Jesús, uno de los 
alguaciles, que estaba a su lado, le 
dió una bofetada, diciendo: ¿Así res¬ 
pondes al Pontífice? 23 Jesús le con¬ 
testó: Si be hablado mal, muéstrame 
en qué, y si bien, ¿por qué me abofe¬ 
teas? 24 Anás, Ic envió atado a Cai- 
fás (3), el Pontífice. 


(1) La intervención de este misterioso dis¬ 
cípulo es asimismo propia de San Juan, para 
quien no debía ser desconocido, 

(2) No es buen proceder pedir al reo que 
sea acusador de si mismo; los testigos dirán 
si ha habido en su conducta alguna culpa. 
Termina el interrogatorio sin decir una pala¬ 
bra de la condenación de Jesús, cosa que su¬ 
pone el versículo 28.. 

(3) Todo el relato precedente, y los paralelos 
de los Sinópticos, prueban que el interroga¬ 
torio fue ante Caifas y en su casa, lo que exige 
la transposición, propuesta ya por San Cirilo' 
de Alejandría, del versículo 24 a continuación del 
13. Anás, satisfecho con la deferencia de su yerno, 
remitió a éste el preso. Los Sinópticos omiten 
este detalle por no haber tomado Anás más par¬ 
te en el proceso de Jesús. 


Negación de Pedro. 

26 Entretanto Simón estaba de pie 
y calentándose, y le dijeron: ¿No 
eres tú también de sus discípulos? 
Negó él, y dijo: No soy. 26 Díjole 
uno de los siervos del Pontífice, pa¬ 
riente de aquél, a quien Pedro había 
cortado la oreja: ¿No te he visto 
yo en el huerto con El? 27 Y de nuevo 
Pedro negó, y al instante cantó el 
gallo. 


Jesús ante Piloto. 

28 Y llevaron a Jesús de casa de 
Caifás al Pretorio. Era muy de ma¬ 
ñana (1). Ellos no entraron en el 
Pretorio por no contaminarse v poder 
comer la Pascua. 29 Salió, pues, Pilato 
fuera a ellos, y dijo: ¿Qué acusación 
traéis contra este hombre? 30 Ellos 
respondieron, diciéndole: Si no fuera 
malhechor (2), no te lo traeríamos. 
31 Díjoles Pilato: Tomadle vosotros 
y juzgarle según vuestra Ley. Le 
dijeron entonces los judíos: Es que 
a nosotros no nos es permitido (3) 
dar muerte a nadie: 32 Para que se 
cumpliese la palabra que Jesús había 
dicho, significando de qué muer¬ 
te (4) había de morir, 

33 Entró Pilato de nuevo en el 
Pretorio, y llamando a Jesús le dijo: 
¿Eres tú el,rey de los judíos? 34 Res¬ 
pondió Jesús: ¿De ti mismo dices 
eso, o te lo han dicho otros de mí? 
36 Pilato contestó: ¿Soy yo judío 
por ventura? Tu nación y los pontí¬ 
fices te han entregado, ¿que has 
hecho? 36 Jesús respondió: Mi reino 
no es de este mundo; si de este 
mundo fuera mi reino, mis ministros 
habrían luchado para que yo no 
fuese entregado a los judíos; pero 
mi reino no es de aquí. 37 Le dijo 
entonces Pilato: ¿Luego tú eres rey? 


(1) Los jueces romanos eran muy madru¬ 
gadores. Y ellos no entraron. El solo contacto 
con un pagano impedia comer la Pascua. He 
aquí una prueba de que Jesús no la celebró 
el día oficial en Jerusalén. 

(2) Aquellos graves varones se enojan de la 
pregunta, muy natural en el juez, como si éste 
estuviera obligado a firmar en blanco la sen¬ 
tencia que ellos hablan pronunciado. 

(3) Roma se habla reservado en el estatuto 
de autonomía dado a los judíos el derecho de 
la espada, y los judíos no pedían para Jesús 
pena más suave que la de muerte. 

(4) Los judíos no usaban el suplicio de la 
cruz, que Jesús habla predicho para sí (12, 32). 









SAN JUAN, 19 


1213 


Respondió Jesús: Tú dices, que soy 
rey. Yo para esto he venido al 
mundo, para dar testimonio de la 
verdad (1); todo el que es de la 
verdad oye mi voz. 38 Pilato le dijo: 
¿Y qué es la verdad? Y dicho esto, 
de nuevo salió a los judíos, y les dijo: 
Yo no hallo en éste ningún crimen. 


Expedientes para librarle. 


39 Hay entre vosotros costumbre 
de que os suelte a uno en la Pas¬ 
cua (2): ¿Queréis, pues, que os 
suelte al rey de los judíos? 40 Enton¬ 
ces^ de nuevo gritaron, diciendo: jNo, 
a éste no, a Barrabás! Era Barrabás 
un bandolero. 

19 Tomó entonces Pilato a Jesús, 
y le hizo azotar. 1 2 3 Y los sol¬ 
dados, tejiendo una corona de espi¬ 
nas, se la pusieron en la cabeza, y le 
vistieron un manto de púrpura, y 
acercándose a El le decían: Salve, 
rey de los judíos, y le daban de bofe¬ 
tadas. 4 Otra vez salió fuera Pilato, 
y les dijo (3): Aquí os le traigo, 
para que veáis que no hallo en El 
ningún crimen. 5 Salió, pues, Jesús 
fuera con la corona de espinas y el 
manto de púrpura, y Pilato les dijo: 
Ahí tenéis al hombre. 6 * Cuando le 
vieron los príncipes de los sacerdotes 
y sus satélites gritaron, diciendo: 
¡Crucifícale, crucifícale! Díjoles Pila¬ 
to: Tomadle vosotros y crucificadle, 
pues yo no hallo crimen en El. 
7 Respondieron los judíos: Nosotros 
tenemos una Ley, y, según la Ley, 
debe morir, porque se ha hecho 
Hijo de Dios (4). 


(1) Esta respuesta debió de hacer pensar a 
Pilato que Jesús era un ideólogo, rey de la 
ciencia, y sus vasallos los discípulos que le 
seguían. Reyes como éste no hacían competen¬ 
cia a Roma. 

(2) Ya conocemos este expediente de Pi¬ 
lato y cómo fracasó. 

(3) Otro expediente, bien cruel por cierto, 
para librar a Jesús y contentar a sus acusadores. 
De propia iniciativa, los soldados organizan 
aquella sangrienta burla, con la que pretendían 
escarnecer a los judíos en su rey, y Pilato 
se aprovecha de aquella ocurrencia de sus sol¬ 
dados para ver de mover a clemencia a los 
acusadores de Jesús. 

(4) Esto constituía un nuevo embrollo para 

Pilato. ¿Qué significaba semejante acusación? 

¿Qué alcance político podía tener? Y por tercera 

vez vuelve a preguntar a Jesús. 


Tercer interrogatorio. 

Cuando Pilato oyó estas palabras 
temió más, 9 y entrando otra vez 
en el Pretorio, dijo a Jesús: ¿De 
dónde eres tú? Jesús no le dió res¬ 
puesta ninguna. 10 Díjole entonces 
Pilato: ¿A mí no me contestas? 
¿No sabes que tengo poder para 
soltarte y para crucificarte? 11 Res¬ 
pondióle Jesús: No tendrías ningún 
poder sobre mí (1) si no te hubiera 
sido dado de lo alto; por esto los 
que me han entregado a ti tienen 
mayor pecado. 12 Desde entonces 
Pilato buscaba librarle; pero los 
judíos gritaron diciéndole: Si sueltas 
a ése, no eres amigo del César; todo 
el que se hace rey va contra el César. 

La condenación. 

13 Cuando oyó Pilato estas pala¬ 
bras sacó a Jesús fuera, y se sentó 
en el tribunal, en el sitio llamado 
litóstrotos, en hebreo gabbata. 14 Era 
el día de Parasceve, preparación de 
la Pascua, alrededor de la hora sexta. 
Y dijo a los judíos: Ahí tenéis a 
vuestro rey. 15 Gritaron entonces 
ellos: ¡Quítalo, quítalo de delante! 
¡Crucifícale! Díjoles Pilato: ¿A vues¬ 
tro rey voy a crucificar? Contesta¬ 
ron los príncipes de los sacerdotes: 
No tenemos más rey que el César. 
16 Entonces se lo entregó para que 
fuese crucificado (2). 

Camino del Calvario. 

Tomaron, pues, a Jesús; 17 que 
llevando su cruz salió al sitio llama¬ 
do Calvario, que en hebreo se dice 
Gólgota , 18 donde le crucificaron, y 
con El a otros dos, uno a cada lado 
y Jesús en medio. 19 Escribió Pi¬ 
lato un título, y lo puso sobre la 
cruz; estaba escrito (3): Jesús 


(1) Jesús no quiere dejar sin correctivo la 
pretensión de Pilato. 

(2) Esto era el colmo. Los judíos, cuyas 
sublevaciones tantas veces había reprimido Pi¬ 
lato, pretenden darle lecciones de lealtad al 
César. Al fin, cansado de luchar en defensa 
de aquel hombre, que para él no era más que 
un judío, se lava las manos, queriendo con 
esto declinar la responsabilidad de aquella 
condena. 

(3) El título de Juan es el más extenso y 
sin duda la reproducción del texto original, 
que los Sinópticos abrevian, dándonos sólo la 
causa de la condenación «rey de los judíos». 











1214 


SAN JUAN, 19 


Nazareno , Rey de los Judíos. 20 Muchos 
de los judíos leyeron este título, por¬ 
que estaba cerca de la ciudad el sitio 
donde fué crucificado Jesús, y esta¬ 
ba escrito en hebreo, en latín y en 
griego. 

21 Dijeron, pues, a Pilato los prín¬ 
cipes de los sacerdotes de los judíos: 
No escribas rey de los judíos, sino 
que El lia dicho: Soy rey de los 
judíos. 22 Respondió Pilatos: Lo es¬ 
crito, escrito está. 23 Los soldados, 
una vez que hubieron crucificado a 
Jesús, tomaron sus vestidos (1), 
haciendo cuatro partes, una para cada 
soldado, y la túnica. Era la túnica sin 
costura, tejida toda desde arriba. 
2 * Dijéronse, pues, unos a otros: 
No la rasguemos, sino echemos suer¬ 
tes sobre ella para ver a quién le 
toca, a fin de que se cumpliese la 
Escritura. «Dividiéronse mis vestidos, 
y sobre mi túnica echaron suertes.» 
Es lo que hicieron los soldados. 

25 Y estaban junto a la cruz de 
Jesús, su Madre, y la hermana .de su 
Madre, María la de Cleofás y María 
Magdalena. 26 Y Jesús, viendo a su 
Madre y al discípulo a quien amaba, 
que estaba allí, dij<> a la Madre: 
Mujer, he allí a tu hijo. 27 Luego 
dijo al discípulo: He ahí a tu Madre. 
Y desde aquella hora el discípulo la 
tuvo en su casa (2). 

28 Después de esto, sabiendo Jesús 
que todo estaba ya consumado, para 
que se cumpliera la Escritura dijo: 
Tengo sed (3). 29 Había allí un 

vaso lleno de vinagre. Fijaron en un 


(1) En pago de sus servicios, la justicia 
dejaba a la escuadra encargada de la ejecución 
los despojos del reo. Era la túnica. Así solían 
llevarla las personas de distinción. La de Jesús, 
hijo único, era tal vez una muestra del cariño 
de su Madre, si no lo era de la gratitud de 
alguna persona beneficiada con sus milagros. 

(2) Desde la muerte de San José era Jesús 
el cabeza de familia, y tenía a su cargo la 
Madre. Al morir no la olvida, y la encomienda 
al cuidado de su fiel discípulo. Tal es el sen¬ 
tido histórico. Mas la piedad cristiana ve aquí 
algo más. Por el misterio de la encamación 
somos todos elevados en Cristo a la dignidad 
de hijos de Dios, siendo Jesús el primogénito 
entre muchos hermanos (Rom. 8, 29). La Ma¬ 
dre de Jesús ve por aquí extendidos sus debe¬ 
res maternales a todos estos hermanos de su 
Primogénito, hijos también del Padre. 

(3) Era la pérdida de sangre la causa de 
esta sed. Un soldado le socorre con la bebida 
que allí tenía para su propio uso, la posea , 
agua mezclada con vinagre. Los evangelistas 
no ven en este acto una muestra de crueldad, 
sino de misericordia hacia el moribundo. 


venablo una esponja empapada en 
vinagre y se la acercaron a la boca. 
30 Cuando hubo gustado el vinagre, 
dijo Jesús: Todo está acabado, e 
inclinando la cabeza entregó el 
espíritu. 

La lanzada 

31 Y los judíos, como era el día 
| de la Parasceve (1), para que no 
quedasen los cuerpos en la cruz el 
día de sábado, porque era día grande 
el de aquel sábado, rogaron a Pilato 
que les rompiesen las piernas V los 
quitasen. 32 Vinieron, pues, los sol¬ 
dados y rompieron las piernas al 
primero y al otro que estaban cruci¬ 
ficados con El; 33 pero llegando a 
Jesús, como le vieron ya muerto, 
no le rompieron las piernas, 34 sino 
que uno de los soldados le atravesó 
con su lanza el costado (2), y al 
instante salió sangre V agua. 33 El 
que lo vió da testimonio, y su testi¬ 
monio es verdadero (3), y él sabe 
que dice verdad, para que vosotros 
creáis. 36 Porque esto sucedió para 
que se cumpliese la Escritura: «No 
romperéis ni uno de sus huesos.» 
Y otra Escritura dice también: «Mi¬ 
rarán al que traspasaron.» 

La sepultura. 

38 Después de esto rogó a Pilato 
José de Arimatea, que era discípulo 
de Jesús, aunque secreto por temor 
de los judíos, que le permitiese tomar 
el cuerpo de Jesús, y Pilatos se lo 
permitió. Vino, pues, y tomó su 
cuerpo. 39 Y llegó Nicodcino, el 
mismo que había venido a El de 
noche al principio, y trajo una mezcla 
de mirra y áloe, como unas cien 


(1) La Ley declara maldito el cadáver del 
reo, que contamina la tierra. Por esto se le 
debe quitar del palo al ponerse el sol (Deut, 21, 
23). Esto debía hacerse con mayor razón en 
la víspera del gran día de la Pascua, día sobre 
todos santo (Ex. 12, 16). No le rompieron las 
piernas. Era este un nuevo suplicio, que apli¬ 
caban a los esclavos y desertores, pero que 
también se aplicaba a otros, para acelerar su 
muerte con la mayor pérdida de sangre. 

(2) Como estaba ya muerto se ahorraban 
el trabajo de romperle las piernas; pero la 
crueldad de un soldado le abrió el costado para 
asegurarse mejor de su muerte. 

(3) El evangelista, presente lo atestigua, y 
los Padres no han creído que esto careciese de 
nnsteiio, aunque no todos lo expliquen de 
igual modo. 










1215 


SAN JUAN, 20 


libras. 40 Tomaron, pues, el cuerpo de 
Jesús y lo fajaron con bandas y aro¬ 
mas, según es costumbre sepultar 
entré los judíos. 41 Había cerca del 
sitio donde fue crucificado un huerto, 
y en el huerto un sepulcro nuevo, 
en el cual nadie aún había sido 
depositado. 42 Allí, pues, a causa de 
la Parasceve de los judíos, por estar 
cerca el monumento, pusieron a Je¬ 
sús (1). 

La Magdalena encuentra reino- 
vida la piedra. 

OA 1 El día primero de la semana, 
María Magdalena (2) vino 
muy de madrugada, cuando aún era 
de 'noche, al monumento, y vio la 
piedra quitada del monumento. 2 3 4 5 Co¬ 
rrió, pues, y vino a Simón Pedro y al 
otro discípulo a quien Jesús ama¬ 
ba (3), y les dijo: Han quitado al 
Señor del monumento y no sabemos 
dónde le han puesto. 

Comprobación por Pedro y Juan. 

3 Salió, pues, Pedro y con él otro 
discípulo, y fueron al monumento. 
4 Ambos corrían, pero el otro dis¬ 
cípulo corrió más aprisa que Pedro 
y llegó primero al monumento, e 
inclinándose vió las bandas; sin em¬ 
bargo, no entró. 6 Llegó, pues, Simón 
Pedro después de él, y entró en el 
monumento, y vió las fajas allí colo¬ 
cadas, 7 y el sudario que estaba 
sobre su cabeza, no puesto con las 
fajas, sino envuelto en un sitio aparte. 
8 Entonces entró también el otro 
discípulo, que vino primero al monu¬ 
mento, y vió y creyó; 9 porque aún 
no se habían dado cuenta de la Escri¬ 
tura, según la cual era preciso que 
El resucitase de entre los muertos. 
10 Y los discípulos se fueron de nuevo 
para casa. 


(1) La sepultura fue practicada a toda prisa, 
porque se acercaba el fin del día, y con él el 
comienzo de la Pascua. Sin embargo, la devo¬ 
ción de los discípulos le tributó aquella muestra 
de afecto, cubriendo el cadáver de aromas, 
según la costumbre de los judíos. 

(2) Los Sinópticos mencionan algunas com¬ 
pañeras de ésta. San Juan, al omitir sus nom¬ 
bres, no quiere decir que estuviera sola. 

(3) San Lucas, 24, 12, menciona sólo a 
Pedro, el cual, seguramente, como antes la 
Magdalena, no debía de ir solo. El relato que 
sigue es'á hecho por quien fué testigo del su¬ 
ceso y había conservado la memoria de todos 
los detalles de aquella histórica mañana. 


Aparición a María Magdalena. 

11 María se quedó junto al monu¬ 
mento (1), fuera, llorando. Mien¬ 
tras lloraba, se inclinó hacia el monu¬ 
mento, 12 y vió a dos ángeles vestidos 
de blanco (2), sentados, uno a la 
cabecera y otro a los pies, de donde 
había estado el cuerpo de Jesús. 13 Y 
le dijeron: ¿Por qué lloras, mujer? Ella 
les dijo: Porque han tomado a mi Se¬ 
ñor y no se dónde le han puesto. 14 En 
diciendo esto se volvió para atrás, 
y vió a Jesús que estaba allí (3), 
pero no conoció que fuese Jesús. 
15 Díjolc Jesús: Mujer, ¿por qué 
lloras? ¿A quién buscas? Ella, cre¬ 
yendo que era el hortelano, le dijo: 
Señor, si lo has cogido tú, dime dónde 
lo has puesto, y yo lo tomaré. 16 Dí- 
jole Jesús: ¡María! Ella, volviéndose, 
le dijo en hebreo: ¡Rabboni!, que 
quiere decir: Maestro. 17 Jesús le dijo: 
No me toques (4), porque aún no 
he subido al Padre; pero ve a mis 
hermanos y diles: Subo a mi Padre y 
a vuestro Padre, a mi Dios y a vues¬ 
tro Dios. 18 Araría Magdalena vino 
a anunciar a los discípulos: He visto 
al Señor, y las cosas que le había 
dicho. 

Primera aparición a los 
discípulos. 

19 La tarde del primer día de la 
semana, estando cerradas las puer¬ 
tas (5) del lugar donde se hallaban 
los discípulos, por temor de los judíos, 
vino Jesús y, puesto en medio de 


(1) Las compañeras se habían quedado ya 
en casa; sólo ella volvió al sepulcro con los 
Apóstoles, e idos éstos, ella se queda, como 
quien más había sentido la pérdida de su 
Maestro. 

(2) En figura de jóvenes, que son los pri¬ 
meros en dar la noticia de Jesús (Le. 24, 4). 

(3) Jesús resucitado no estaba sometido a 
las leyes físicas; por eso María no le conoce 
hasta que Jesús quiso dársele a conocer con 
aquella palabra: María. 

(4) María, en cuanto conoció al Maestro, 
se echó a sus pies y los abrazó (Mt. 28, 9 s.); 
Jesús le dice: «No me toques.* La dificultad está 
en lo que sigue, que San Crisóstomo glosa: 
«No te me acerques como antes, pues no me 
hallo en el mismo ser, no he de tratar con 
vosotros en la misma forma de antes.» Subo a 
mi Padre. Quiere esto decir que Dios no es 
Padre ni Dios de igual modo para nosotros 
que para El. 

(5) El cuerpo glorificado de Jesús, y por la 

gloria espiritualizado (I Cor. 15, 44) no está 

sometido a las leyes que los demás cuerpos. 












1216 


¿AN JUAN, 21 


ellos, les dijo: La paz sea con vos¬ 
otros. 20 Y diciendo esto, les mostró 
las manos y el costado. Y las discí¬ 
pulos se alegraron viendo al Señor. 
Díjoles aún: La paz sea con vos¬ 
otros. Como me envió mi Padre (1), 
así os envío yo. 22 Y diciendo esto, 
sopló y les dijo: Recibid el Espíritu 
Santo, a quien perdonareis los peca¬ 
dos les serán perdonados, a quienes 
se los retuviereis les serán retenidos. 

Tomás, uno de los doce, llamado 
Dídimo, no estaba con ellos cuando 
vino Jesús. Dijéronle, pues, los otros 
discípulos: Hemos visto al Señor. 
25 El les dijo: Si no veo en sus manos 
la señal de los clavos (2), y meto 
mi dedo én el lugar de los clavos, y 
mi mano en su costado, no creeré. 


Sefjundn aparición. 

26 Pasados ocho días, otra vez 
estaban dentro los discípulos, y Tomás 
con ellos. Vino Jesús, cerradas las 
puertas, y puesto en medio de ellos, 
dijo: La paz sea con vosotros. 27 Luego 
dijo a Tomás: Alarga acá tu dedo, 
y mira mis manos, y tiende tu mano 
y métela en mi costado y no seas 
incrédulo, sino fiel. 28 Respondió 
Tomás, y dijo (3): ¡Señor mío y 
Dios mío! 29 Jesús le dijo: Porque 
me has visto, has creído; dichosos 
los que sin ver creyeron (4). 

30 Muchas otras señales hizo Jesús 
en presencia de los discípulos que 
no están escritas en este libro; 32 v 
éstas fueron escritas para que creáis 
que Jesús es el Mesías, Hijo de Dios, 
y para que creyendo tengáis vida 
en su nombre (5). 


(1) Ya se lo había dicho en 18, 18 .—Recibid 
el Espíritu. Ya se lo habla prometido en 14, 16; 
15, 26 .—A quien perdonareis. Este es un poder 
nuevo, que Jesús había ejercido antes, pero 
que no había conferido aún a los Apóstoles. 
Ahora se lo confiere para que persevere en la 
Iglesia hasta el fin de los siglos. 

(2) La actitud de Tomás muestra cuáles 
eran las disposiciones de los discípulos en 
orden a la resurrección. 

(3) El discípulo incrédulo de una manera 
inequívoca expresa su fe en la divinidad de 
Jesús, de la que El tantas veces les habla ha¬ 
blado. 

(4) Estas palabras van dirigidas a cuantos 
por la palabra de los discípulos creerán en su 
resurrección (17, 20). 

(5) San Juan escribe para dar a conocer 
a Jesucristo, lo que puede abarcar muchos fines 
particulares. 


Postrara aparición a los dis¬ 
cípulos. 

1 Después de esto se apareció 
* Jesús a los discípulos junto al 
mar de Tiberiades (1); y se apa¬ 
reció así: Estaban juntos Simón Pedro 
y Tomás, llamado Dídimo, Natanael, 
el de Cana de Galilea y los de Zebe- 
deo, y otros dos de sus discípulos. 
3 Díjoles Simón Pedro: Voy a pescar. 
Los otros le dijeron: Vamos también 
nosotros contigo. Salieron y entraron 
en la barca, y en aquella noche no 
cogieron nada. 1 2 3 4 5 * * Llegada ya la ma¬ 
ñana, se hallaba Jesús en la playa; 
sin embargo, los discípulos no se 
dieron cuenta de que era Jesús. 

5 Díjoles, pues, Jesús: Muchachos, 
¿110 tenéis a la mano nada que 
comer? (2). Le respondieron: No. 
El les dijo: Echad la red a la derecha 
de la barca, y hallaréis. La echaron, 
pues, y ya 110 podían arrastrar la 
red por la muchedumbre de los peces. 

7 Dijo, pues, a Pedro aquel discí¬ 
pulo a quien amaba Jesús (3): 
¡Es el Señorl Así que oyó Simón 
Pedro que era el Señor, se ciñó un 
zamarrón—pues estaba desnudo—y 
se arrojó al mar. 8 Los otros discí¬ 
pulos vinieron en la barca, porque no 
estaban lejos de tierra, sino como 
unos doscientos codos, tirando de la 
red con los peces. 9 Así que bajaron 
a tierra, vieron unas brasas encen¬ 
didas (4) y un pez puesto sobre 
ellas y pan. 10 Díjoles Jesús: Traed 
de los peces que habéis cogido ahora. 
11 Salió, pues, Pedro y arrastró la 
red a tierra, llena de ciento cincuenta 
y tres peces grandes (5); y con 
ser tantos no se rompió la red. 


(1) Jesús, después de convencidos los dis¬ 
cípulos de su resurrección, los encaminó a 
Galilea, y allí, libres del temor de los judíos 
(20, 19), se les aparece y los instruye sobre los 
misterios del reino de Dios (Act. 1, 3). 

(2) Espera la respuesta negativa con la in¬ 
tención de poder remediar su necesidad. 

(3) El discípulo anónimo, al ver la pesca 
milagrosa, recuerda sin duda la de otro tiempo, 
y esto le lleva a reconocer al Señor .—Pedro 
se ciñó. El texto no es claro. Parece que Pedro 
se hallaba sin túnica y con sola una zamarra 
de cuero o de piel de carnero, buena para el 
trabajo del mar, la cual se ciñó, apretando el 
cinturón antes de echarse al agua. 

(4) Era el desayuno que Jesús les tenía pre¬ 
parado después de la fatigas de la noche. 

(5) Este milagro tiene sin duda el sentido 

simbólico que según Le. 5. 10 tuvo la primera 

pesca milagrosa. 










SAN JUAN, 21 


1217 


12 Jesús les dijo: Venid y comed. 
Ninguno de Jos discípulos se atrevió 
a preguntarle: ¿Tú quién eres?, sa¬ 
biendo que era el Señor. 13 Se acercó 
Jesús, tomó el pan y se lo dió, e igual¬ 
mente el pez. 14 Ésta fué la tercera 
vez que Jesús se apareció a los discí¬ 
pulos (1) después de resucitado 
de entre los muertos. 


Ea triple cont’csíón de Pedro. 

15 Cuando, pues, hubieron comido, 
dijo Jesús a Simón Pedro: Simón 
(hijo) de Juan, ¿me amas más que 
estos? El le dijo: Sí, Señor, tú sabes 
que te amo. Díjole: Apacienta mis 
ovejas. 16 Por segunda vez le dijo: 
Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro 
le respondió: Sí, Señor, tú sabes que 
te amo. Jesús le dijo; Apacienta mis 
ovejas. 17 Por tercera vez le dijo: Si¬ 
món (hijo) de Juan, ¿me amas? (2) 
Pedro se puso triste de que por ter¬ 
cera vez le preguntase: ¿Me amas? 
Y le dijo: Señor, tú lo conoces todo, 
tú sabes que te amo. Díjole Jesús: 
Apacienta mis ovejas. 18 En verdad, 
en verdad te digo: Cuando eras joven, 
tú mismo te ceñías e ibas a donde 
querías; cuando envejezcas, exten¬ 
derás tus manos (3), y otro te ce¬ 


ñirá y te llevará a donde no quieras. 
19 Esto lo dijo indicando con qué 
muerte había de glorificar a Dios. 
Y después de dicho esto, añadió: 
Sígueme. 


El discípulo timado. 

20 Se volvió Pedro y vió que seguía 
detrás el discípulo a quien amaba 
Jesús (1) y queden la cena se había 
recostado en su pecho, y le había 
preguntado: Señor, ¿quién es el que 
te ha de entregar? 21 Viéndole, pues, 
Pedro dijo a Jesús: Señor, ¿y éste, qué? 
22 Jesús le dijo: Si yo quisiera (2) 
que éste permaneciese hasta que yo 
venga, ¿a ti qué? Tú sígueme. 23 Y se 
divulgó la voz entre los hermanos 
de que aquel discípulo no moriría, 
mas no dijo Jesús que no moriría, 
sino: Si yo quisiera que éste perma¬ 
neciese hasta que venga, ¿a ti qué? 

24 Este es el discípulo que da tes¬ 
timonio de esto (3), que lo escribió, 
y sabemos que su testimonio es ver¬ 
dadero. 

25 Muchas otras cosas hizo Jesús, 
las cuales, si se escribiesen una por 
una, creo que este mundo no podría 
contener los libros. 


(1) La tercera de las narradas por el evange¬ 
lista, siendo la primera la aparición a los diez 
y la segunda a los mismos con Tomás. 

(2) En castigo de su presunción había incu¬ 
rrido en la triple negación de su Maestro, 
éste le exige ahora una triple confesión de su 
lealtad antes de confirmarle en el oficio de jefe 
y cabeza de los Apóstoles y pastor de su rebaño. 

(3) Pedro había presumido de ir hasta la 
muerte con Jesús y había ido a la negación; 
ahora es Jesús quien le anuncia que dará su 
vida por El. En efecto, Pedro morirá en la 
cruz. 


(1) Muchas veces vemos a Pedro íntima¬ 
mente unido con Juan. En este momento Jesús 
parece alejarse. Pedro le sigue y asimismo Juan. 
Entonces Pedro se interesa por el amigo y pre¬ 
gunta cuál será su fin. 

(2) Jesús no es afirmativo, sino ^hipotético. * 
Si yo dispusiera esto, como podría hacerlo, 
¿a ti qué te iba en ello? Como si le dijera: Tú 
atiende a lo tuyo y deja lo demás. Y en este 
sentido lo interpreta el autor en el versículo 23. 
Juan vivió hasta fines del siglo, pero murió. 

(3) Termina el Evangelio con una solemne 
1 declaración de la verdad del testimonio, que en 
|él se da a favor de Jesús. 


77 








S.iua Qcmrit lt L\l¿ rxcuJ 


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INTRODUCCION A LOS HECHOS DE APOSTOLES 



f OS Hechos o Acto& de 
^ Apóstoles son obra de 
San Lucas, según dejarnos 
consignado en la introduc¬ 
ción al tercer evangelio, y han 
debido de ser escritos en 
Roma, poco después del 
evangelio y cuando estaba 
para ser fallada favorable- 
mente la causa de San Pa¬ 
blo (60-62). No seria in¬ 
exacto decir que una y otra 
obra fueran fruto de los ocios 
relativos a que por la prisión 
del maestro estaba forzado el 
discípulo. 

El objeto de esta segunda 
obra no es la actividad mi¬ 
sional de los Apóstoles todos, 
como el título pudiera indu¬ 
cirnos a creer, sino la predi¬ 
cación del nombre de Jesu¬ 
cristo en Jerusalén y en Ju- 
dea, en Samaría y hasta los 
confines de la tierra, según 
el programa trazado por Je¬ 
sús a sus discípulos al des¬ 
pedirse de ellos el día de su 
ascensión. En la ejecución 
de este programa, sin duda 
que tomaron parte todos los 
Apóstoles, a quienes ayuda¬ 
ron otros muchos discípulos; 
pero San L/ucas, tal vez por 
carecer de informes acerca de 
otros, sólo nos habla de la actividad de San Pedro en Jerusalén y Palestina, y 
luego de la de San Pablo, que IVgó preso a Roma. Allí otros le habían precedido 
en sembrar la fe en la capital del Imperio y en fundar aquella igl sia , de la que 
él mismo hace tan gran elogio en la epístola que a los fiel s de la misma dirigió. 

En el desarrollo de este tema San Lucas nos muestra como, s gún la pro¬ 
mesa de Jesús, el Espíritu Santo, que descendió sobre los ApostoVs y los fieVs el 
día de Pentecostés, es el principio de vida y actividad de los discípulos, mu¬ 
dándolos en otros hombres e impulsándolos a propagar por todas partes el 







1220 


APÓSTOLES 


nombre adorable de Jesús. Por esto , no sin razón San Crisostomo llama a los 
Hechos el evangelio del Espíritu Santo. Movidos por El , los discípulos em¬ 
piezan desde el día de Pentecostés a predicar el cumplimiento de las promesas 
mcsiánicas en Jesús de Kazaret , quien después de crucificado por los príncipes 
del pueblo , había resucitado y subido al cielo } enviando a los suyos el Espíritu 
Santo que les había prometido , asegurándoles que sólo por Jesús podían todos 
alcanzar la penitencia y recibir el Espíritu Santo. Su palabra, confirmada 
con muchos prodigios y con sobrehumanas virtudes , conmueve a Jcrusalcn , 
la Judea y Samaría , incorporando a la Iglesia «a cuantos estaban de ante¬ 
mano ordenados a la vida eterna » (13 } 43). Las persecuciones suscitadas por 
los judio8 } dispersando a los Apóstoles y a los fieles de la eiudad } sirvieron para 
propagar la semilla evangélica por las naciones gentiles. En todo esto San Lucas 
sólo hace mención del Apóstol Pcdro f de Juan } su compañero , y de los discí¬ 
pulos Esteban y Felipe , diáconos. 

Uno de los frutos del martirio de San Esteban fué la conversión d(l gran 
perseguidor Saulo i transformado por la gracia de Jesús en el gran predicador 
de su nombre. San Lucas , olvidados los doce , se dedica a narrar la maravillosa 
actividad de este Apóstol , que recibió de Jesucristo la misión de et'angelizar a 
los gentiles , y con haber llegado después de los otros , habia y con la gracia de 
Dios , trabajado más que todos. Partiendo de Antioquia del Orontes, Sanio , 
llamado Pablo } emprende tres glandes misiones hacia las regiones de Occi- 
dcnte f llegando en la segunda a Europa , para terminar luego preso en Jc- 
rusalén por las malas artes de los judíos. De Jcrusalcn fué llevado a Cesárea , 
donde permaneció dos años, partiendo luego para Poma, en que aguardó otros 
dos a que se diera sentencia en su causa. San Lucas no nos dice expresamente 
que su maestro haya sido absuelto y puesto en libertad; pero el modo de acabar 
su libro indica esto , y lo confirman las epístolas de lo cautividad. 

La narración de San Lucas nos pone en contacto con la vida del pueblo 
judío en Jerusalén y en las ciudades de la dispersión, y con lavida de las muchas 
ilaciones y ciudades recorridas por el Apóstol, y no es el menor argumento de 
la fidelidad del escritor , la que tiene en narrarnos con exactitud las diversas 
características de cada región. De este libro deducimos algunos datos cronológicos 
que, si bien no del lodo precisos , todavía sirven para suplir la casi completa 
falta de cronología del libro. Asi súbanos que la huida de San Pablo a Da¬ 
masco acaeció entre la muerte de Tiberio (37) y la de Aretas 1 V, rey de los 
nabateos (40); que la muerte de nuestro Apóstol Santiago ocurrió poco antes 
de la muerte de Herodcs Agripa (44); que la fundación de la iglesia de Co- 
rinto por San Pablo tuvo lugar en el proconsulado de Junio (íalión, hermano 
de Séneca (31-53). 

Como guia de nuestra historia, señalaremos las principales fechas, aunque 
no sean del todo ciertas ni siempre precisas. 


Pasión de Jesucristo . 

Conversión' de San Pablo . 

Muerte de Santiago el Mayor., 
Primera misión de San Pablo. 

Concilio de Jerusalén . 

Segunda misión de San Pablo. 

Estancia en Cor i uto . 

Tercera misión de San Pablo. 

Estancia en Efcso . 

Prisión del Apóstol . 

Partida para Roma . 

Libertad . 


30 de la era cristiana. 

34-36 .» » 

43-44 » » » » 

45-4S ') » » » 

40 o « » 

49-52 » » 

51- 52 » i» » » 

52- 57 » > » » 

53- 56 » » » » 


59 

62 


















APÓSTOI.ES. 1 


1221 


HECHOS DE APOSTOLES 


Prólojjo. 

I 1 En el primer libro, ¡oh caro 
Teófilo! (1), traté de todo lo que 
Jesús hizo y enseñó, 2 hasta el día 
en que fue levantado al cielo, una vez 
que, movido por el Espíritu Santo, 
tomó sus disposiciones acerca de los 
Apóstoles que se había elegido; 3 a los 
cuales, después de su pasión, se dejó 
ver en muchas ocasiones, aparecién- 
doseles durante cuarenta días y ha¬ 
blándoles del reino de Dios; 4 y co¬ 
miendo con ellos (2), les mandó no 
apartarse de Jerusalén, sino esperar 
la promesa del Padre, que de mí 
habéis escuchado; 5 porque Juan bau¬ 
tizó en agua, pero vosotros, pasados 
no muchos días, seréis bautizados en 
el Espíritu Santo. 6 Y los reunidos 
le preguntaban: Señor, ¿es ahora 
cuando vas a restablecer el reino de 
Israel? 7 El les dijo: No os toca a 
vosotros conocer los tiempos ni los 
momentos que el Padre ha fijado en 
virtud de su poder soberano; 8 pero 
recibiréis la virtud del Espíritu Santo, 
que descenderá sobre vosotros, y se¬ 
réis mis testigos en Jerusalén, en 
toda la Judea, en Samaria y hasta 
los extremos de la tierra. 


la ascensión. 

9 Diciendo esto, y viéndolo ellos, 
se elevó, y una nube le ocultó a sus 
ojos. 10 Y estando mirando al cíelo, 
fija la vista en El, que se iba, he aquí 
que dos varones con hábitos blancos 
se les pusieron delante 11 y les dije¬ 
ron: Varones galileos, ¿qué estáis mi¬ 
rando al cielo? Ese Jesús que ha sido 


(1) Estas, palabras hacen manifiesta refe¬ 
rencia al terceí Evangelio, también dedicado a 
Teófilo. 

(2) Por última vez el Señor come con los 
discípulos, aunque ya El no necesitaba de co¬ 
mida, para darles el último argumento de la 
realidad de su resurrección. Cfr. Le. 24, 25 ss., 
44; Jo. 21, 60 ss.; Act. 10, 41. Los discípulos 
viven aún con la ilusión del reino temporal; sólo 
la luz del Espíritu Santo acabará de corregir sus 
prejuicios judaicos y les dará a conocer la verdad 
de Dios sobre el Evangelio. 


llevado de entre vosotros al cielo, 
vendrá así, del modo que le habéis 
visto ir al cielo. 12 Entonces se vol¬ 
vieron del monte llamado Olívete a 
Jerusalén, que dista de allí el camino 
de un sábado. 13 Y cuando hubie¬ 
ron llegado, subieron al piso alto,, en 
donde permanecían Pedro y Juan; 
Santiago y Andrés; Felipe y Tomás; 
Bartolomé y Mateo; Santiago de AI- 
feo y Simón el Zelotes y Judas de 
Santiago. 14 Todos éstos persevera¬ 
ban unánimes en la oración, con al¬ 
gunas mujeres, con María, la Madre 
de Jesús, y con los hermanos de éste. 


líleeción de San Matías. 

15 En aquellos días se levantó Pedro 
en medio de los hermanos, que eran 
en conjunto unas ciento veinte per¬ 
sonas, y dijo: 16 Hermanos, era pre¬ 
ciso que se cumpliese la Escritura, 
que por boca de David había predi¬ 
cho el Espíritu Santo acerca de 
Judas, que fué guía de los que pren¬ 
dieron a Jesús; 17 y era contado entre 
nosotros, habiendo tenido parte en 
este ministerio. 18 Este adquirió un 
campo con el precio de su iniquidad, 
pero precipitándose, reventó y todas 
sus entrañas se derramaron; 19 y fué 
público a todos los habitantes de Je¬ 
rusalén, tanto que el campo se llamó 
en su lengua Haceldama, que quiere 
decir campo de sangre. 20 Pues está 
escrito en el libro de los Salmos: 

Quede desierta su morada y no 
haya quien habite en ella, otro se 
alce con su cargo (1). 

21 Ahora, pues, conviene que de 
todos los varones que nos han acom¬ 
pañado todo el tiempo en que vivió 
entre nosotros el Señor Jesús, 22 a 
partir del bautismo de Juan, hasta 
el día en que fué tomado de entre 
nosotros, uno de ellos sea testigo con 
nosotros (2) de su resurrección. 23 Y 


(1) Salms. 79-26 y 109-8. 

(2) Señalan estos versículos las condiciones 

que han de reunir los Apóstoles, a quienes 

Jesús dijo que serían testigos suyos ante las 











V1TJ. 


APÓSTOLES, 2 


fueron presentados dos, José, por 
sobrenombre Barsaba, llamado Justo, 
y Matías. 24 Y orando dijeron: Tú, 
Señor, que conoces les corazones, 
muestra a cuál de estes dos escoges 

25 para ocupar el lugar de este minis¬ 
terio y el apostolado de que preva¬ 
ricó Judas, para irse a su lugar. 

26 Y echaron suertes sobre ellos (1), 
y cayó la suerte sobre Matías, que 
quedó agregado a los doce Apóstoles. 


Pentecostés. 

•) 1 Cuando llegó el día de Pcnte- 
costés (2), estando todos juntos 
en un lugar, 2 se produjo de repente 
un ruido del ciclo, así como el de 
un viento impetuoso (3), que invadió 
toda la casa en que residían. 3 Y apa¬ 
recieron, como divididas, lenguas de 
íuego (1), que se posaron sobre cada 
uno de ellos, 4 quedando todos llenos 
del Espíritu Santo; y comenzaron a 
hablar en lenguas extrañas (5), según 
que el Espíritu les daba. 5 * Residían 
en Jerusalén judíos, varones piadosos, 
de cuantas naciones hay bajo el cielo, 
6 y habiéndose corrido la voz, se 
juntó una muchedumbre que se quedó 
confusa al oírlos hablar cada uno en 
su propia lengua. 7 Estupefactos de 
admiración, decían: Y todos éstos 
que hablan, ¿no son galileos? 8 Pues 


(1) Para resolver el caso, echan suertes sobre 
los dos, después de invocar al Señor para que, 
según la sentencia de Prov. 16. 33 . ¿1 dirija las 
suertes. 

(2) Pentecostés era una de las tres fiestas 
nacionales impuestas por la Ley {Ex. 23, 16). Se 
celebraba siete semanas después de la Pascua y 
marcaba el fin de la recolección, por lo que en ella 
se hacía a Dios la ofrenda de los primeros panes. 
A este primer sentido la tradición judia añadió 
la conmemoración de la promulgación de la 
Ley en el Sinaí, y a ésta corresponde la pro¬ 
mulgación de la Ley nueva, que consiste prin¬ 
cipalmente en la gracia del Espíritu Santo. 

(3) El viento fuerte, como en el Sinaí, para 
llamar la atención de los de fuera. 

(4) Las llamas de fuego son el signo sensible 
del Espíritu Santo, que invisiblemente se comu¬ 
nica a los fieles, como el fuego del Sinaí era el 
signo de Yave que hablaba al pueblo. 

(5) Este don de lenguas prometido en 

Marc. 16, 17 lo vemos repetido luego en xo, 46; 

ii, 16 y explicado por San Pablo en l Cor, 14. 

Consiste en alabar a Dios sin tener inteligencia 

clara de lo que se dice, sino sólo conciencia de 

hablar con Dios bajo la acción del Lspíritu 

Santo. Por esto el Apóstol no quiere que los 

glosolalos hablen en la iglesia, si no hay quien 

interprete sus palabras para común edificación 

(1 Cor. 14, 28). 


¿cómo nosotros .los oímos cada uno 
en nuestra propia lengua, en la que 
hemos nacido? 9 ¿Cómo partos, me- 
dos, elamitas, los que habitan la 
Mesopotamia, la Judea, la Capadocia, 
el Ponto y el Asia, 10 la Frigia y 
Pamfilia, el Egipto y las partes de 
Libia que están contra Cirene, y los 
forasteros romanos, 11 judíos ypro- 
sélitos, cretenses y árabes, los oímos 
hablar en nuestras propias lenguas 
las grandezas de Dios? 12 Y todos, 
atónitos y fuera de sí, se decían unos 
a otros: ¿Qué es esto? 13 * Otros, bur¬ 
lándose, decían: Están cargados de 
mosto. 

14 Entonces se levantó Pedro con 
los once, y alzando la voz les habló: 
Judíos y todos los habitantes de Je- 
rusalcn, oíd y prestad atención a 
mis palabras. 15 Xo están éstos bo¬ 
rrachos, como vosotros suponéis (1), 
pues no es aún la hora de tercia; 
16 esto es lo dicho por el profeta Joel: 

17 Y sucederá en los últimos dias, 
dice Dios, | que derramaré mi Espí¬ 
ritu sobre toda carne, | y profetiza¬ 
rán vuestros hijos v vuestras hijas, | 
y vuestros jóvenes verán visiones, j y 
vuestros ancianos soñarán sueños; 

18 Y sobre mis siervos y sobre mis 
siervas | derramaré mi Espíritu en 
aquellos días | y profetizarán. 

19 Y haré prodigios arriba en el 
cielo, | y señales abajo en la tierra | 
sangre y fuego y nubes de humo. 

20 El sol se tornará tinieblas | y la 
luna sangre, | antes que llegue el día 
del Señor, grande y manifiesto. 

21 Y todo el que invocare el nombre 
del Señor se salvará (2). 

22 Vosotros, israelitas, escuchad 
estas palabras: Jesús de Nazaret, 
varón probado por Dios entre vos¬ 
otros con milagros, prodigios y seúa- 
les que Dios hizo por El en medio 
de vosotros, como vosotros mismos 
sabéis, 23 éste, entregado según los 


(1) Pedro empieza explicando el fenómeno 
de la glosolalia. que a las muchedumbres tenía 
pasmadas, y lo hace con las palabras de Jocl, 
que anuncian la efusión del Es píritu Samo para 
los tiempos mesiánicos; después presenta a 
Jesús de Nazaret aprobado por Dios con tantas 
señales y por divino consejo crucificado. Pero su 
resurrección, ya predicha por David, prueba 
que Dios no le había abandonado. Concluye 
dándose a sí y a sus compañeros por testigos 
<ie tales verdades y exhortándolos a creer en 
el único Salvador dado por Dios y, mediante 
esta fe, alcanzar el perdón de los pecados y el 
don del Espíritu Santo. 

(2) Jo. 3.1-5. 









APÓSTOLES. 3 


1223 


designios de la presciencia de Dios, 
le alzasteis en la cruz y le disteis 
muerte por mano de los infieles. 
24 Pero D os, rotas las ataduras de 
la muerte, le resucitó, por cuanto 
no era posible que fuera dominado 
por ella, 25 pues David dice de El: 

Traía yo al Señor siempre delante 
de mí, | porque El está a mi derecha, 
para que no vacile. 

26 Por esto se regocijó mi corazón 
y exultó mi lengua, | y hasta mi 
carne reposará en la esperanza. 

27 Porque no abandonarás en el 
Aces mi alma, | ni permitirás que tu 
Santo experimente la corrupción. 

28 Me has dado a conocer los ca¬ 
minos de la vida, | y me llenarás de 
alegiía con tu presencia (1). 

29 Hermanos, séame permitido de¬ 
ciros con franqueza que David murió 
y fue sepultado, y que su sepulcro 
se conserva entre nosotros hasta hoy. 
30 Pero siendo profeta, y sabiendo que 
le había Dios jurado solemnemente que 
un fruto de sus entrañas se sentaría 
sobre su trono, 31 le vió de ante¬ 
mano y habló de la resurrección de 
Cristo, que no sería abandonado en 
el Ades, ni vería su carne la corrup¬ 
ción. 32 A este Jesús le resucitó Dios, 
de lo cual todos nosotros somos tes¬ 
tigos (2). 33 Exaltado a la diestra de 
Dios y recibida del Padre la promesa 
del Espíritu Santo, le derramó, según 
vosotros veis y oís. 34 Porque no 
subió David a los cicles, antes dice: 

Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate 
a mi diestra 

35 Hasta que ponga a tus enemigos 
por escabel de tus pies (3). 

36 Tenga, pues, por cierto, toda la 
casa de Israel que Dios le ha hecho 
Señor y Cristo a este Jesús a quien 
vosotros habéis crucificado. 

37 En oyéndole, se sintieron com¬ 
pungidos de corazón y dijeron a 
Pedro y a los demás Apóstoles: ¿Qué 
hemos de hacer, hermanos? 38 Pedro 
les contestó: Arrepentios y bautizaos 
en el nombre de Jesucristo (4) para 


(1) Salm. 16. 8-ii. 

(2) Salm. no. 1. 

(3) La resurrección de Jesús es su exaltación 
a la soberanía que de El estaba profetizada, y en 
la cual recibe el título de Señor. Fil. 2. 9- 

(4) El Señor declaró en forma categórica 
que el bautismo debe administrarse en el nom¬ 

bre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo 
(Mt. 28, 19). La frase que encontramos en los 
Hechos, del bautismo en el nombre de Jesús, 

no puede tener otro sentido que el bautismo 


remisión de vuestros pecados, y reci¬ 
biréis el don del Espíritu Santo. 
39 Porque para vosotros es esta pro¬ 
mesa y para vuestros hijos, y para 
todos los de lejos, cuantos llamare 
a sí el Señor Dios nuestro. 40 Y con 
otras muchas palabras atestiguaba y 
los exhortaba diciendo: Salvaos de 
esta generación perversa. 41 Ellos, 
pues, recibieron su palabra y se bau¬ 
tizaron, y se convirtieron aquel día 
unas tres rail almas. 42 Y persevera¬ 
ban en oír la enseñanza de los Após¬ 
toles, y en la unión en la fracción del 
pan y en la oración. 

43 Se apoderó de todos el temor, 
a la yista de los muchos prodigios y 
señales que hacían los Apóstoles; 44 y 
todos los que creían vivían unidos (1) 
teniendo todos sus bienes en común; 

45 pues vendían sus posesiones y ha¬ 
ciendas y las distribuían entre-todos, 
según la necesidad de cada uno. 

46 Y todos acordes acudían con asi¬ 
duidad al templo, partían el pan en 
las casas y tomaban su alimento con 
alegría y sencillez de corazón, 47 ala¬ 
bando a Dios en medio del general 
favor del pueblo. Y cada día el 
Señor iba incorporando a los que 
habían de ser salvos. 


Sermón de Han Pedro en el 
templo. 

O 1 Pedro y Juan subieron a la 
hora de la oración, que era la de 
nona. 2 Había un hombre tullido desde 
el seno de su madre, que traían y 
ponían cada día a la puerta del tem¬ 
plo, llamada la Hermosa, para pedir 
limosna a los que entraban en el 
templo. 3 Este, viendo a Pedro y 
a Juan que se disponían a entrar 
en el templo, extendió la mano pi¬ 
diendo la limosna. 4 Pedro y Juan, 
fijando en él los ojos, le dijeron: 
Míranos. 5 El los miraba, esperando 
recibir de ellos alguna cosa. 6 Pero 
Pedro le dijo: No tengo oro ni plata; 
lo que tengo, eso te doy: En nombre 


de Jesús, instituido por El, que de El tiene la 
virtud de santificar, por contraposición al bau¬ 
tismo de Juan. Otras veces se dice bautismo en 
Jesús, para incorporarse a El. 

(1) Esta vida común de los fieles de Jeru- 
salén no obedecía a ningún precepto del Señor, 
sino al espíritu de caridad, y tal vez a la per¬ 
suasión en que muchos vivían, traída del judais¬ 
mo, de que la segunda venida del Salvador 
estaba muy cerca. 













1224 


APÓSTOLES, 4 


de Jesucristo Nazareno, anda. 7 Y 
tomándole de la diestra, le levantó, 
y al punto sus pies y sus talones se 
consolidaron; 8 y de un brineo se 
puso en pie, y comenzando a andar 
entró con ellos en el templo, saltan¬ 
do y brincando y alabando a Dios. 

9 Y todo el pueblo, que le vió andar 
V alabar a Dios, 10 reconoció ser el 
mismo que se sentaba a pedir li¬ 
mosna en la puerta Hermosa del 
templo, y quedaron llenos de admi¬ 
ración y espanto por lo sucedido. 

11 El cogió a Pedro y a Juan, y todo 
el pueblo espantado concurrió a ellos 
en el pórtico llamado de Salomón. 

12 Visto lo cual por Pedro, habló así 
al pueblo: 

Varones israelitas, ¿qué os admi¬ 
ráis de esto o qué nos miráis a nos¬ 
otros, como si por nuestro poder o 
por nuestra virtud hubiéramos hecho 
andar a éste? 13 El Dios de Abraham 
y de Isac y de Jacob, el Dios de 
nuestros padres, ha glorificado a su 
siervo Jesús, a quien vosotros entre¬ 
gasteis y negasteis en presencia de 
Pilato, cuando éste juzgaba que le 
había de soltar. 14 Vosotros negas¬ 
teis al Santo y ul Justo y pedisteis 
que se os hiciera gracia de un homi¬ 
cida. 15 Pedisteis la muerte para el 
autor de la vida, a quien Dios resu¬ 
citó de entre los muertos, de lo cual 
nosotros somos testigos. 16 Y por la 
fe en su nombre, éste, a quien veis 
y conocéis, ha sido por su nombre 
consolidado, y la fe que de El nos 
viene dió a éste la plena salud en 
presencia de todos vosotros. 17 Ahora 
bien, hermanos, ya sé que por 
ignorancia habéis hecho esto, como 
también vuestros príncipes. 18 Dios 
ha sido asi cumplimentado a lo que 
había anunciado por boca de todos 
los profetas, la pasión de su Cristo. 
19 Arrepentios, pues, y convertios, 
para que sean borrados vuestros pe¬ 
cados, 20 a fin de que lleguen los 
tiempos del refrigerio de parte del 
Señor y envíe a Jesús, el Cristo, que 
os ha sido destinado, a quien fue 
preciso que el cielo recibiese, hasta 
llegar los tiempos de la restauración 
de todas las cosas (1), de que Dios 
habló desde antiguo por boca de sus 
santos profetas. 22 Dice, en efecto, 
Moisés: «Un profeta liará surgir el 


(i) San Pedro alude aquí a la secunda 
venida del Señor, que los ángeles prometieron 
I día de la Ascensión. 


Señor Dios de entre vuestros herma¬ 
nos, cómo yo; vosotros le escucharéis 
todo lo que os hablare; 23 toda per¬ 
sona que no escuchare a ese profeta, 
será exterminada de su pueblo» ( 1 ). 
24 Y todos los profetas, desde Samuel 
y los siguientes, cuantos hablaron, 
anunciaron también estos días. 25 Vos¬ 
otros sois los hijos de los profetas y 
de la alianza que Dios estableció con 
vuestros padres, cuando dijo a Abra¬ 
ham: En tu descendencia serán ben¬ 
decidas todas las familias de la tie¬ 
rra (2). 26 Dios, resucitando a su sier¬ 
vo, os lo envía a vosotros primero para 
que os bendiga, al convertirse cada uno 
de sus maldades. 

Los dos Apóstoles» ante 
el 'sanedrín. 

-4 1 2 Mientras ellos hablaban al pue¬ 
blo, sobrevinieron los sacerdotes, 
el oficial del templo y los saduceos. 

2 Indignados de que enseñasen al 
pueblo y anunciasen cumplida en 
Jesús la resurrección de los muertos, 

3 les echaron mano y los metieron en 
prisión hasta la mañana, porque era 
ya tarde. 4 Pero muchos de los que 
habían oido la palabra creyeron, hasta 
el número de unos cinco mil. 

5 A la mañana se juntaron todos 
los príncipes, los ancianos y los es¬ 
cribas, en Jcrnsalén, 6 y Anás, el 
sumo sacerdote, y Caifás y Juan y 
Alejandro, todos los que eran del 
linaje pontifical; 7 v colocándolos en 
medio, les preguntaron: ¿Con (pié 
poder o en nombre de quién habéis 
hecho esto vosotros? 8 Entonces Pe¬ 
dro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: 
Príncipes del pueblo y ancianos: 
9 Ya que somos hoy interrogados 
sobre la curación de este inválido, 
por quién haya sido curado, 10 sea 
a todos vosotros manifiesto y a todo 
el pueblo de Israel, que en nombre 
de Jesucristo Nazareno, a quien vos¬ 
otros habéis crucificado, a quien Dios 
resucitó de entre los muertos, por El, 
éste se halla sano ante vosotros. 

11 El es la piedra rechazada por 
vosotros los constructores, (pie ha 
venido a ser piedra angular. 12 Y en 
ningún otro hay salud, pues ningún 
otro hombre nos ha sido dado bajo 
el cielo, entre los hombres, por el 
cual podamos ser salvos. 


(1) Dent. 18. 15 

( 2 ) Gen. 22 . 16 . 








APÓSTOLES, 5 


I22f> 


u Viendo la libertad de Pedro y 
Juan, y considerando que eran hom¬ 
bres sin letras y plebeyos, se maravi¬ 
llaban, pues los habían conocido de 
que estaban con Jesús; 14 y viendo 
por otra parte al curado que estaba 
eon ellos, no sabían qué replicar; 
15 y mandándoles salir fuera del Con¬ 
sejo, conferían entre sí, 16 diciendo: 
¿Qué haremos a éstos? Porque el 
milagro hecho por ellos es manifiesto, 
notorio a todos los habitantes de 
Jerusalén y no podemos negarlo. 
17 Mas para que no se difunda la 
cosa en el pueblo, conminémosles 
que no hablen a nadie en este nom¬ 
bre. 18 Y llamándolos, les intimaron 
no hablar absolutamente ni enseñar 
en el nombre de Jesús. 19 Pero Pedro 
y Juan respondieron y dijeron: Juz¬ 
gad por vosotros mismos si es justo 
ante Dios que os obedezcamos a vos¬ 
otros más que a El; porque nosotros 
no podemos dejar de decir lo que 
hemos visto y oído. 21 Pero ellos los 
despidieron con amenazas, no hallan¬ 
do motivo para castigarlos, y por 
causa del pueblo, porque todos glo¬ 
rificaban a Dios por el suceso. El 
hombre en quien se había realizado 
el milagro de la curación pasaba de 
los cuarenta años. 23 Los apóstoles, 
despedidos, se fueron a los suyos y 
les comunicaron cuanto les habían 
dicho los pontífices y los ancianos. 
24 Ellos, en oyéndoles, a una levan¬ 
taron la voz a Dios y dijeron: Señor, 
tú que hiciste el cielo y la tierra, el 
mar y cuanto en ellos hay, 25 que por 
boca de David tu siervo dijiste: 

¿Por qué braman las gentes | y 
los pueblos meditan cosas vanas? 

26 Los reyes de la tierra han cons¬ 
pirado | y los príncipes se han fede¬ 
rado | contra el Señor y contra su 
Cristo (1). 

27 En efecto, juntáronse en esta 
ciudad contra tu santo siervo Jesús, 
a quien ungiste, Herodes y Pondo 
Pilato, eon los gentiles y el pueblo 
de Israel, para ejecutar cuanto tu 
mano y tu Consejo habían decretado 
de antemano que sucediese. 29 Y aho¬ 
ra, Señor, mira sus amenazas, y da 
a tus siervos hablar con toda liber¬ 
tad tu palabra, 30 extendiendo tu 
ulano para realizar curaciones, se¬ 
ñales y prodigios, por el nombre de 
tu santo siervo Jesús. 31 Y después 
de haber orado, tembló el lugar en 


(i) Salm. 2. i s. 


que estaban reunidos, y lodos .fueron 
llenos del Espíritu Santo y hablaban 
la palabra de Dios con libertad. 


La vida común entro los fíele:--. 

32 La muchedumbre de los que 
habían creído tenía un solo corazón 
y un alma sola, y ninguno tenía por 
propia cosa alguna, antes todo lo 
tenían en común. 33 Los Apóstoles 
atestiguaban con gran poder la re¬ 
surrección del Señor Jesús, y todos 
los fieles gozaban del favor del pueblo. 
34 No había entre ellos indigentes, 
pues cuantos eran dueños de hacien¬ 
das o casas las vendían y llevaban 
el precio de lo vendido, 35 y lo depo¬ 
sitaban a los pies de los Apóstoles, 
y a cada uno se le repartía según su- 
necesidad. 36 José, el llamado por 
los Apóstoles Bernabé, que significa 
hijo de la consolación, levita, chiprio¬ 
ta de naturaleza, que poseía un 
campo, lo vendió y llevó el precio, 
y lo depositó a los pies de los Apóstoles. 

~ 1 Pero cierto hombre llamado 

Ananías, eon Safira, su mujer, 
vendió un campo 2 y retuvo una parte 
del precio, siendo sabedora de ello 
también la mujer, y llevó el resto a 
depositarlo a los pies de los Após¬ 
toles. 3 Díjole Pedro: Ananías, ¿por 
qué se ha apoderado Satanás de tu 
corazón, moviéndote a engañar al 
Espíritu Santo, reteniendo una parte 
del precio del campo? 4 ¿Acaso sin 
venderlo no lo tenías para ti, y ven¬ 
dido, no quedaba a tu disposición el 
precio? ¿Por qué has hecho tal cosa? 
No has mentido a los hombres, sino 
a Dios. 5 Al oír Ananías estas palabras, 
cayó y expiró. Se apoderó de cuan¬ 
tos lo supieron un temor grande. 
6 Luego los jóvenes se levantaron, y 
envolviéndolo, lo llevaron y le dieron 
sepultura. 7 Pasadas tres horas entró 
la mujer, ignorante de lo sucedido, y 
Pedro le dirigió la palabra: Dime si 
habéis vendido en tanto el campo. 
Dijo ella: Sí, en tanto; 9 y Pedro a 
ella: ¿Por qué os habéis concertado 
en tentar al Espíritu Santo? Mira, 
los pies de los que han sepultado a 
tu marido están ya a la puerta, y 
ésos te llevarán a ti. 10 Cayó al ins¬ 
tante a sus pies y expiró. Entrando 
, los jóvenes, la hallaron muerta y la 
sacaron, dándole sepultura con su 
marido. 11 Gran temor se apoderó 







122t> 


APÓSTOLES, 5 


de toda la iglesia y de cuantos oían 
tales cosas (1). 

K1 Sanedrín contra los Apóstoles. 

12 Eran muchos los milagros y pro¬ 
digios que se realizaron en el pueblo 
por mano de los Apóstoles. Y estando 
todos reunidos en el pórtico de Salo¬ 
món, 13 nadie de los otros se atrevía 
a unirse a ellos, pero el pueblo los 
tenía en gran estima. 14 Y crecían 
más y más los creyentes, en gran 
muchedumbre de hombres y mujeres, 
15 hasta el punto de sacar a las calles 
los enfermos y ponerlos en los lechos 
y camillas para que llegando Pedro, 
siquiera su sombra los cubriese; 16 y 
la muchedumbre concurría de las ciu¬ 
dades vecinas a Jerusalén, trayendo 
enfermos y atormentados por los es¬ 
píritus impuros, y todos eran curados. 

17 Con esto, levantándose el sumo 
sacerdote y todos los suyos de la 
secta de los saduceos, llenos de envi¬ 
dia, 18 echaron mano a los Apóstoles 
y los metieron en la cárcel pública. 
19 Pero el ángel del Señor les abrió 
de noche las puertas de la prisión, 
y sacándolos les dijo: 20 Id, estad en 
el templo y predicad al pueblo todas 
estas palabras de vida. 21 Ellos obe¬ 
decieron; y entrando al amanecer en 
el templo, enseñaban. Entretanto, 
el sumo sacerdote y los suyos convo¬ 
caron el Consejo, es decir todo el 
senado de los hijos de Israel, y en¬ 
viaron a la prisión para que se los 
llevasen. 22 Llegados los alguaciles, 
no los hallaron en la. prisión. Volvie¬ 
ron y se lo hicieron saber, 23 diciendo: 
La prisión estaba cerrada y bien ase¬ 
gurada y los guardias en sus puertas; 
pero abriendo, no encontramos dentro 
a nadie. 24 Cuando el oficial del 
templo y los pontífices oyeron tales 
palabras, se quedaron sorprendidos, 
pensando lo qué liabria sido de ellos. 

26 En esto llegó uno que les comu¬ 
nicó: Los hombres ésos que habéis 
metido en la prisión están en el 
templo enseñando al pueblo. 26 En- 


(i) Este relato es. sin duda, impresionante, 
y no es maravilla que lo fuera el hecho para los 
fieles que de él fueron testigos. Las palabras I 
de Pedro dicen claro que los dos esposos no 
estaban obligados a vender su campo ni a 
entregar el precio a la comunidad; pero ellos 
quisieron pasar por generosos y a la vez que¬ 
darse una parte del dinero. Esta fu¿ su culpa 
y por ella fueron de Dios castigados. 


tonccs se fué el oficial con sus algua¬ 
ciles y los condujo, pero sin hacerles 
fuerza, porque temían que el pueblo 
los apedrease. 27 Conducidos, los pre¬ 
sentó en medio del Consejo. Dirigién¬ 
doles la palabra el sumo sacerdote, 
les dijo: 28 Solemnemente os hemos 
ordenado que no enseñáseis sobre 
este nombre, y he aquí que habéis 
llenado a Jerusalén con vuestra ense¬ 
ñanza y queréis traer sobre nos¬ 
otros (1) la sangre de ese hombre. 

29 Respondiendo Pedro y !os Após¬ 
toles, dijeron; Es preciso obedecer a 
Dios antes que a los hombres. El Dios 
de nuestros padres resucitó a Jesús, 
a quien vosotros habéis dado muerte 
suspendiéndole en un madero. 31 Pues 
a ése le ha levantado Dios a su dies¬ 
tra por Príncipe y Salvador, para 
dar a Israel penitencia y remisión 
de los pecados. 32 Nosotros somos tes¬ 
tigos de estos sucesos, y también el 
Espíritu Santo que Dios otorgó a 
los que le obedecen. Oyendo ellos 
esto, rabiaban de ira y trataban de 
quitarles de delante. 34 Pero levan¬ 
tándose en el Consejo nn fariseo, de 
nombre Gamaliel, doctor de la ley, 
muy estimado (leí pueblo, mandó 
echar fuera a los Apóstoles por un 
momento y dijo: 

35 Varones Israelitas, mirad bien 
lo que vais a hacer con estos hombres. 
36 Los dias pasados se levantó Téodas, 
diciendo que él era alguien, y se le 
allegaron eomo unos cuatrocientos 
hombres. Este fué muerto y todos 
cuantos le seguían se disolvieron, 
quedando reducidos a nada. 37 Des¬ 
pués de esto se levantó Judas el 
Galileo, en los días del empadrona¬ 
miento, y arrastró al pueblo en pos 
de sí; mas pereciendo él también, 
cuantos le seguían se dispersaron. 
38 Y ahora os digo: Dejad a estos 
hombres, dejadlos; porque si esto 
fuera Consejo y obra de hombres, 
se disolverá; pero si viene (le Dios, 
no podréis disolverlos, y quizá algún 
día os halléis con que habéis hecho 
guerra a Dios. 

Se dejaron persuadir; 40 e introdu¬ 
ciendo luego los Apóstoles, después 
de azotados, les con minaron que no 
hablase.» en el nombre de Jesús y 


(i) Se queja el Pontífice de que quieran los 
Apostóles echar sobre el pueblo la responsabi¬ 
lidad de la sangre de Jesús, sin acordarse de 
que ellos mismos habían pedido que esa sangre 
cayere sobre ellos y sobre sus hijos. 










APÓSTOLES, 6, 7 


1227 


los despidieron. 41 Ellos se fueron 
contentos de la presencia del Con¬ 
sejo, porque habían sido dignos de 
padecer ultrajes por el nombre de 
Jesús; 42 y en el templo y en las 
casas no cesaban todo el día de en¬ 
señar v anunciar a Cristo Jesús. 


La elección de los diáconos. 

/ 1 Por aquellos días, habiendo cre- 

** cido el número de los discípulos, 
se produjo una murmuración de los 
helenistas contra los hebreos, porqu* 
las viudas de aquéllos eran mal aten¬ 
didas en ei servicio cotidiano. 21 Los 
doce, convocando a la muchedum¬ 
bre, dijeron: No es razonable que 
nosotros abandonemos el ministerio 
de la palabra de Dios para servir a 
las mesas. 3 Elegid, hermanos, de 
entre vosotros a siete varones esti¬ 
mados de todos (15), llenos de espí¬ 
ritu de sabiduría, a los que consti¬ 
tuyamos sobre este ministerio, 4 pues 
nosotros debemos atender a la ora¬ 
ción y al ministerio de la palabra. 
5 Fue bien recibida la propuesta por 
toda la muchedumbre y eligieron a 
Esteban, lleno de fe y del Espíritu 
Santo, y a Felipe, a Procoro, a Nica¬ 
nor, a Timón, a Parmenas y a Nico¬ 
lás, prosélito antioqueno; 6 los cuales 
fueron presentados a los Apóstoles, 
quienes, orando, les impusieron las 
manos. 7 Y la palabra de Dios fruc¬ 
tificaba, y se multiplicaba grande¬ 
mente el número de los discípulos en 
Jerusalén, y numerosa muchedumbre 
de sacerdotes se sometía a la fe. 


San Esteban. 

8 Esteban, lleno de gracia y de 
virtud, hacía prodigios y señales gran¬ 
des en el pueblo. 9 Se levantaron al¬ 
gunos de la sinagoga llamada de los 
Libertos, de la de los circnenses, de 
la de los alejandrinos y de la de los 
de Cilicia y Asia, a disputar con Es¬ 
teban, 10 sin poder resistir a la sabi- 


(i) Conformándose con aquel espíritu de 
caridad que los llevaba a la vida común, la 
Iglesia había ya nombrado ministros para aten¬ 
der a las viudas y demás personas necesitadas. 
Estos ministros debían de ser de los judíos 
palestinos; los helenistas, o judíos de la dis¬ 
persión, se quejan, y los Apóstoles proveen 
nombrando estos siete diáconos o ministros, 
para remediar aquella necesidad. 


duría y al espíritu (1) con que ha¬ 
blaba. 11 Entonces sobornaron a al¬ 
gunos qaie dijesen: Nosotros hemos 
oído a este blasfemar contra Moisés 
y contra Dios. 12 Con esto, los ancia¬ 
nos y escribas conmovieron al pue¬ 
blo y le arrebataron y le llevaron 
ante el Sanedrín. 13 Presentaron los 
testigos falsos que decían: Este hom¬ 
bre no cesa de proferir palabras con¬ 
tra el lugar santo y contra la Ley; 
11 y nosotros le hemos oído decir 
que ese Jesús de Nazaret destruirá 
este lugar y mudará las costumbres 
que nos dió Moisés. 16 Fijando los 
ojos en él, todos los que estaban sen¬ 
tados en el Sanedrín vieron su rostro- 
como el rostro de un ángel. 

1 Díjole el sumo sacerdote: ¿,Es 
k así como éstos dicen? 2 El con¬ 
testó: Hermanos y padres, escu¬ 
chad (2): El Dios de la gloria se 
apareció a nuestro padre Abraham 
cuando moraba en Mesopotamia, an¬ 
tes que habitase en Jarán, 3 y le 
dijo: Sal de tu tierra y de tu paren¬ 
tela y ve a la tierra que yo te mos¬ 
traré. 4 Entonces salió del país de 
los caldeos y habitó en Jarán. De allí, 
después de la muerte de su padre, 
se trasladó a esta tierra en la cual 
vosotros habitáis ahora; 5 y no le 
dió en ella heredad, ni aun de un pie 
de tierra, mas le prometió dársela en 
posesión a él y a su descendencia 
después de él, cuando no tenía hijos. 
6 Sin embargo, Dios le habló de esta 
manera: Habitará tu descendencia en 
tierra extranjera y la esclavizarán y 
la maltratarán por espacio de cuatro¬ 
cientos años; 7 pero al pueblo a quien 
han de servir le juzgaré yo, dice Dios, 
y después de esto saldrán y me ado¬ 
rarán en este lugar. 8 Luego le otorgó 
el pacto de la circuncisión; y así en¬ 
gendró a Isac, a quien curcuncidó el 
día octavo, e Isac a Jacob y Jacob 
a los doce patriarcas. 9 Pero los pa¬ 
triarcas, por envidia de José, le ven- 


(1) Lo que aquí se dice de San Esteban 
prueba que los diáconos no eran sólo adminis¬ 
tradores de las cosas temporales, sino también 
ministros de la palabra divina. 

(2) Es difícil formarse, idea del plan que el 

santo diácono desarrolló en su discurso. Va 

siguiendo la historia de Israel por sus princi¬ 

pales etapas, poniendo de relieve la conducta 

generosa de Dios y la dureza del pueblo, hasta 

parar en aquella explosión del versículo 51; 

Duros de cerviz, etc., que fué causa de otra 

explosión en el pueblo. 







)T>H 


APÓSTOLES 7 


dieron para Egipto; 10 Mas Dios es¬ 
taba con él y le sacó de todas sus 
tribulaciones y le dió gracia y. sabi¬ 
duría delante del Faraón, rey de 
Egipto, que le constituyó gobernador 
del Egipto y de toda su casa. 11 En¬ 
tonces vino el hambre sobre toda 
la tierra de Egipto y de Canán, v 
una gran tribulación, de modo que 
nuestros padres no encontraban pro¬ 
visiones; 12 mas oyendo Jacob que 
había trigo en Egipto, envió primero 
a nuestros padres, 13 y a la segunda 
vez José fué reconocido por sus her¬ 
manos y su linaje dado a conocer al 
Faraón. 14 Envió José a buscar a su 
padre con toda su familia, en núme¬ 
ro de setenta y cinco personas; 15 y 
descendió Jacob a Egipto, donde mu¬ 
rieron el y nuestros padres. 16 Y fue¬ 
ron trasladados a Siquem y deposi¬ 
tados en el sepulcro que Abraliam 
había comprado a precio de plata, 
de los hijos de Get en Siquem. 

17 Cuando se iba acercando el 
tiempo de la promesa hecha por Dios 
a Abraham, el pueblo creció y se 
multiplicó en Egipto, 18 hasta que 
surgió en Egipto otro rey que no 
había conocido a José. 19 Usando de 
malas artes contra nuestro linaje, 
afligió a nuestros padres hasta ha¬ 
cerlos exponer a sus hijos para que 
no viviesen. 20 En aquel tiempo nació 
Moisés, hermoso a los ojos de Dios, 
que fué alimentado por tres meses 
en casa de su padre; 21 y al ser ex¬ 
puesto, fué recogido por la hija del Fa¬ 
raón, que le hizo criar como hijo 
suyo. 22 Y fué Moisés instruido en 
toda la sabiduría de los egipcios y 
era poderosa en palabras y obras. 

23 Así que cumplió los cuarenta anos, 
sintió deseos de visitar a sus herma¬ 
nos, los hijos de Israel; 24 y viendo 
a uno maltratado, le defendió y le 
vengó, matando al egipcio que le 
maltrataba. 26 Creía él que entende¬ 
rían sus hermanos que Dios les daba 
por. su mano la salud, pero ellos no 
lo entendieron. 26 Al día siguiente vio 
a otros dos que estaban riñendo, V 
procuró reconciliarlos, diciendo: ¿Por 
qué, siendo hermanos, os maltratáis 
unos a otros? 27 Pero el que maltra¬ 
taba a su prójimo le rechazó di¬ 
ciendo: ¿Y quién te ha constituido 
príncipe y juez sobre nosotros? 27 Acá- ( 
so pretendes matarme, como mataste 
ayer al egipcio? 29 Al oír esto huyó 
Moisés, y moró extranjero en la tierra i 
de Madián,enlaqueengendró dos hijos. I 


30 Pasados cuarenta años, se le 
apareció un ángel en el desierto del 
Sinaí, en la llama de una zarza que 
ardía. 31 Se maravilló Moisés al ad¬ 
vertir la visión, y acercándose para 
examinarla, le fué dirigida la voz del 
Señor: 32 iYo soy el Dios de tus 
padres, el Dios de Abraham, de Isac 
y de Jacob.» Estremecióse Moisés y 
no se atrevía a mirar. 33 Y el Señor 
le dijo: «Desata el calzado de tus 
pies, porque el lugar en que estás es 
tierra santa. 34 He visto la aflicción 
de in¡ pueblo, que está en Egipto, y 
he oído sus gemidos. Por eso he des¬ 
cendido para' librarlos; ven, pues, 
que te envíe a Egipto.» 35 Pues a 
este Moisés a quien ellos negaron di¬ 
ciendo: ¿Quién te ha constituido 
príncipe y juez?, a éste le envió Dios 
por príncipe y libertador, por mano 
del ángel, que se le apareció en la 
zarza. 36 E 1 los sacó, haciendo pro¬ 
digios y milagros en la tierra de 
Egipto, en el Mar Rojo, y en el de¬ 
sierto, por espacio de cuarenta años. 

37 Ese es el Moisés que dijo a los 
hijos de Israel: Dios os suscitará de 
entre vuestros hermanos un profeta 
como yo. 38 Ese es el que estuvo en 
medio de la asamblea por el desierto, 
con el ángel que en el monte de Sinai 
le habló a él y nuestros padres; ese 
es el (pie recibió la palabra de vida 
para entregárosla a vosotros, y a 
quien no quisieron obedecer nues¬ 
tros padres, antes le rechazaron y 
con sus corazones se volvieron a 
Egipto, 40 diciendo a Arón: Haznos 
dioses que vayan delante de nosotros, 
porque ese Moisés que nos sacó de 
la tierra de Egipto, no sabernos qué 
lia sido de él. 41 Entonces se hicieron 
un becerro y ofrecieron sacrificios al 
ídolo, y se regocijaron con las obras 
de sus manos. 42 Y Dios se apartó 
de ellos y los entregó al culto del 
ejército celeste, según que está es¬ 
crito en el libro de los profetas. 

¿Acaso me habéis ofrecido victi¬ 
mas y sacrificios | durante cuarenta 
años en el desierto, casa de Israel? 

43 Habéis llenado la tienda de Mo¬ 
loc, | y el astro del dios Heñí fallí, | las 
imágenes que vosotros os habéis hecho, 
para adorarlas. | Poroso yo os. trans¬ 
portaré al otro lado de Babilonia. 

44 Nuestros padres tuvieron en el 
desierto la tienda del testimonio, se 
gún lo había dispuesto el (pie ordenó 
a Moisés (pie la hiciesen, coníornie al 
modelo (pie había visto. 45 Esta tien- 











APÓSTOLES, 8 


1229 


da la recibieron nuestros padres, y la 
introdujeron cuando con Josué ocu¬ 
paron la tierra de las gentes, que 
Dios arrojó delante de nuestros pa¬ 
dres; y así hasta los días de David, 

46 que halló gracia en la presencia de 
Dios y pidió* hallar habitación para 
el Dios de Jacob. 47 Pero fue Salo¬ 
món quien le edificó una casa. 48 Sin 
embargo, no habita el Altísimo en 
casas hechas por mano de hombre, 
según dice el profeta: 

Mi trono es el cielo | y la tierra el 
escabel de mis pies; | ¿qué casa me 
edificaréis a mí, dice el Señor, | o 
cuál será el lugar de mi descanso? 

50 Xo es mi mano la que ha hecho 
todas las cosas? 

51 Duros de cerviz c incircuncisos 
de corazón y de oídos, vosotros^siem- 
pre habéis resistido al Espíritu Santo. 
Como vuestros padres, así también 
vosotros. 52 ¿A qué profeta no persi¬ 
guieron vuestros padres? Dieron muer¬ 
te a los que anunciaban la venida del 
Justo, a quien vosotros habéis ahora 
traicionado y crucificado, vosotros, 
que recibisteis por ministerio de los 
úngeles la ley y no la guardasteis. 

54 Al oír estas cosas, se llenaban de 
rabia sus corazones y rechinaban los 
dientes contra él. 56 El, lleno del 
Espíritu Santo, miró al cielo y vió 
la gloria de Dios y a Jesús a la dies¬ 
tra de Dios; 56 y dijo: Estoy viendo 
los cielos abiertos V al Hijo del 
hombre en pie, a la diestra de Dios. 
57 Ellos, gritando a grandes voces, 
tapáronse los oídos, y se arrojaron a 
una sobre él. 58 Y sacándole fuera de 
la ciudad, se dispusieron a apedrear¬ 
le (1). Los testigos depositaron sus 
mantos a los pies de un joven lla¬ 
mado Saulo; 59 y mientras le apedrea¬ 
ban, Esteban oraba, diciendo: Señor, 
Jesús, recibe mi espíritu. 60 Puesto 
de rodillas, gritó con fuerte voz: 
Señor, no les imputes este pecado. 
Y diciendo estos se durmió. 

Sanio aprobaba su muerte. 

8 1 Aquel día comenzó una gran 
persecución contra la iglesia de 

(i) Decir que veía a Jesús a la diestra de 
Dios, como participante de la soberanía divina, 
era, en los oídos de los judíos, una blasfemia 
inaudita. Por eso se tapan los oídos y como a 
blasfemo arrebatan al predicador y, sin aguardar 
a formarle un proceso regular, le llevan y le 
apedrean. La muerte de San Esteban es seme¬ 
jante a la de Jesús en pedir el perdón para sus 
verdugos. 


Jerusalén, y todos, fuera de los Após¬ 
toles, se dispersaron por las regiones 
de Judea y Samaria. 2 A Esteban 
le recogieron algunos varones pia¬ 
dosos, e hicieron sobre él gran luto. 
3 Por lo contrario, Saulo,devastaba 
la Iglesia, y entrando en las casas, 
arrastraba a hombres y mujeres y 
los hacía encarcelar. 


El Evangelio en Sainaría. 

4 Los que se habían dispersado 
iban por todas partes predicando la 
palabra. (i) * * * 5 Felipe bajó a la ciudad de 
Samaria y predicaba a Cristo. 6 La 
muchedumbre a una oía atentamente 
lo que Felipe le decía y admiraba los 
milagros que hacía; 7 pues muchos- 
espíritus impuros salían gritando a 
grandes voces, y muchos paralíticos 
y cojos eran curados, 8 lo cual pro¬ 
dujo gran alegría en aquella ciudad. 

9 Pero había allí un hombre llamado 
Simón (1), que de tiempo- atrás 
venía practicando la magia en la ciu¬ 
dad y maravillando al pueblo de 
Samaria, y diciendo ser él algo grande. 
Todos, del mayor al menor, le se¬ 
guían y decían: Este es gran poder 
de Dios; 11 y se adherían a él, porque 
durante bastante tiempo los había 
embaucado con sus magias. 12 Mas 
cuando creyeron a Felipe, que les 
anunciaba el reino de Dios y el 
nombre de Jesucristo, se bautizaban 
hombres y mujeres. 13 El mismo 
Simón creyó, y bautizado, se adhirió 
a Felipe, y viendo las señales y mi¬ 
lagros grandes que hacia, estaba 
fuera de sí. 

14 Cuando los Apóstoles que esta¬ 
ban en Jerusalén oyeron cómo había 
recibido Samaria la palabra de Dios, 
enviaron allí a Pedro y a Juan, los 
cuales, bajando, oraron sobre ellos 
para que recibiesen el Espíritu Santo, 
16 pues aún no había venido sobre 
ninguno de ellos; sólo habían sido 
bautizados en el nombre del Señor 
Jesús. 17 Entonces les impusieron las 
manos y recibieron el Espíritu Santo. 
18 Viendo Simón que por la imposi¬ 
ción de las manos de los Apóstoles 
se comunicaba el Espíritu Santo, les 


(i) Felipe era otro de los diáconos. Simón, 

que aquí nos es presentado como seductor de 

los samaritanos y dado a las artes mágicas, es 

bien conocido en la historia de las herejías 

primeras que nacieron en’ la Iglesia. 







1230 


APÓSTOLES, 9 


ofreció dinero, 19 diciendo: Dadme a 
mí ese poder de imponer las manos, 
de modo qne se reciba el Espíritu 
Santo. 20 Díjolc Pedro: Sea ese tu 
dinero para perdición tuya, pues has 
creído que fon dinero se podía com¬ 
prar el don de Dios. 21 No tienes en 
esto parte ni heredad, porque tu co¬ 
razón no es recto delante de Dios. 
22 Arrepiéntete, pues, de ésta tu mal¬ 
dad, y ruega al Señor que te per¬ 
done este mal pensamiento de tu 
corazón; 23 porque veo que estás 
lleno de maldad y envuelto en lazos 
de iniquidad. 24 Y Simón respondió 
diciendo: Rogad vosotros por mí al 
Señor para que no me sobrevenga 
nada de eso que habéis dicho. 25 Ellos, 
después de haber atestiguado y pre¬ 
dicado la palabra del Señor, volvie¬ 
ron a Jcrusalén, evangelizando mu¬ 
chas aldeas de los samaritauos. 


La conversión del eunuco etíope. 

28 El ángel del Señor habló a Fe¬ 
lipe, diciendo: Levántate y vete hacia 
el mediodía, por el camino que del 
desierto baja de Jerusalén a Gaza. 
27 Púsose luego en camino, y se en¬ 
contró eon un varón etíope, eunu¬ 
co (1), ministro de Cnndaces, reina 
de los Etíopes, intendente de todos 
sus tesoros. Había venido a adorar 
a Jcrusalén, 28 y se volvía sentado 
en su coche, leyendo al profeta Isaías. 
29 Dijo el Espíritu a Felipe: Acércate 
y llégate a este coche. 30 Aceleró el 
paso Felipe; v oyendo que leía al 
profeta Isaías, le dijo: ¿Entiendes por 
ventura lo que lees? 31 El le eontestó: 
¿Cómo voy a entenderlo, si alguno 
no me guía? Y rogó a Felipe que su¬ 
biese y se sentase a su lado. 32 El 
pasaje de la Escritura que iba le¬ 
yendo era éste: 

«Como una oveja llevada al mata¬ 
dero, y como un cordero ante el que 
lo trasquila, enmudeció y no abrió 
su boca. 33 En su humillación ha sido 
consumado su juicio; su generación, 
¿quién la contará?, porque en vida 
ha sido arrebatado de la tierra» (2). 

34 Preguntó el eunuco a Felipe: 
Dime de quién dice eso el profeta, 

(1) Este versículo, que contiene una clara 
confesión de la divinidad de Jesucristo, se lee 
de muy varios modos en los Padres y en los 
códices antiguos que lo tienen, pues los más 
autorizados lo omiten del todo. 

(2) Is. 53 . 7 s. 


¿de sí mismo o de otro? 36 Y abriendo 
Felipe sus labios, comenzando por 
esta Escritura, le anunció a Jesús. 
36 Y siguiendo su camino, llegaron a 
donde había agua, y dijo el eunuco: 
Aquí hay agua; ¿qué impide que me 
bautices? 37 Y Felipe dijo: Si crees 
de todo corazón, bien puedes. Y res¬ 
pondiendo, dijo: Creo que Jesucristo 
es el Hijo de Dios (1). 38 Y mandó 
parar el coche y bajaror ambos al 
agua, Felipe y el eunueo, y le bautizó. 
39 En cuanto subieron del agua el 
Espíritu del Señor arrebató a Felipe, 
y ya no le vio más el eunuco, que 
continuó alegre su camino. 40 Cuanto 
a Felipe, se encontró en Azoto, y de 
paso evangelizaba todas las ciudades 
hasta llegar a Cesárea. 


La conversión de Saulo. 

^ 1 2 Saulo (2), respirando 'amenazas 
de muerte contra los discípulos 
del Señor, se llegó al sumo sacerdote, 
2 pidiéndole cartas de recomendación 
para Damasco, a las sinagogas, a fin 
de que si allí hallaba quienes siguie¬ 
sen este camino, fueran hombres o 
mujeres, los llevase atados a Jeru¬ 
salén. 3 Estando ya cerca de Damasco, 
de repente se vi ó rodeado de una luz 
del cielo: 4 y cayendo a tierra, oyó 
una voz que le decía: Saulo, Saulo, 
¿por qué me persigues? 6 El contestó: 
¿Quién eres, Señor? Y el Señor: Yo 
soy Jesús (3), a quien tú persigues. 
6 Levántate v entra en la ciudad, y 
se te dirá lo que has de hacer. 7 Los 
hombres que le acompañaban que¬ 
daron atónitos oyendo la voz, pero 
sin ver a nadie. 8 Saulo se levantó 
de tierra, y con los ojos abiertos nada 
veía. Lleváronle de la mano y le 


(1) Este eunuco, prosélito del judaismo, era 
ministro de Hacienda de la reina de Etiopia, 
cuya capital era Nepata, al sur del Egipto. 
El nombre de Candaces era el nombre común, 
como los de Tolomeo o Faraón. 

(2) Los Hechos nos ofrecen tres relatos de 
la conversión de Saulo. Esta, contada por San 
Lucas como historiador; la de 22, 4-16, narrada 
por Pablo al pueblo, y la de 26, 9-18, contada 

el mismo en Cesárea, ante el rey Agripa* 
la Jesucristo en persona, que se aparece 
al que tiene destinado para ser testigo de su 
resurrección, como se habla aparecido antes 
a los doce con el mismo fin. 

(3) Estas palabras, interpretadas a la luz 
de 1 Cor. 15, 8, dicen que es el mismo Jesús 
quien se le aparece glorioso, para que Saulo 
pueda ser testigo de la resurrección. 










APÓSTOLES, 9 


1231 


introdujeron en Damasco, 9 donde 
estuvo tres días sin ver, y sin comer 
ni beber. 

10 Había en Damasco un discípulo, 
de nombre Ananías, a quien dijo 
el Señor en visión: ¡Ánaníasl El con¬ 
testó: Heme aquí, Señor. Y el Señor 
a él: Levántate y vete a la calle 
llamada Recta, y busca en casa de 
Judas a Saulo de Tarso, que está 
orando. 12 Y vió Saulo en visión a 
un hombre llamado Ananías, que en¬ 
traba y le imponía las manos para 
que recobrase la vista. 13 Y contestó 
Ananías: Señor, he oído a muchos de 
este hombre cuántos males ha hecho 
a tus santos en Jerusalén, 14 y que 
viene, aquí con poder de los príncipes 
ds los sacerdotes para prender a cuan¬ 
tos invocan tu nombre. 15 Pero el 
Señor le dijo: Ve, porque para mí 
es vaso de elección para que lleve mi 
nombre ante las naciones y los reyes 
y los hijos de Israel. 16 Yo le mos¬ 
traré cuánto habrá de padecer (l)por 
mi nombre. 

17 Fue Ananías y entró en la casa, 
e imponiéndole las manos, le dijo: 
Hermano Saulo, el Señor Jesús, que 
se te apareció en el camino que 
traías, me ha enviado para que re¬ 
cobres la vista y seas lleno del Espí¬ 
ritu Santo. 18 Al punto se le cayeron 
de los ojos unas escamas, y recobró 
la vista y levantándose fué bauti¬ 
zado, 19 tomó alimento y se repuso. 
Pasó algunos días con los discípulos 
de Damasco, y luego se dió a pre¬ 
dicar en las sinagogas que Jesús es 
el Hijo de Dios; 21 y cuantos le oían 
quedaban fuera de sí, diciendo: ¿No 
es éste el que en Jerusalén perseguía 
a cuantos invocaban este nombre, y 
que a esto había venido aquí, para 
llevarlos atados a los sumos sacer¬ 
dotes? 22 Pero Saulo cobraba cada 
día más fuerzas y confundía a los 
judíos de Damasco, demostrando que 
éste es el Mesías. 23 Pasados bastantes 
días, resolvieron los judíos matarle; 
24 pero su resolución fué conocida de 
Saulo. Dia y noche guardaban las 
puertas (2) para darle muerte; 25 pero 


(1) Anuncian estas palabras todo lo que 
será la vida de Saulo, el cual tenia por las 
más auténticas señales de su apostolado los 
sufrimientos por Jesucristo (II Cor. 12, 12), 
en que nos ofrece el cuadro de sus trabajos 
y penas. 

(2) Los judíos, que en Damasco, como en 
otras partes, gozaban de grandes privilegios y 
contaban, además, con la benevolencia de las 


los discípulos, tomándole de noche» 
le bajaron por la muralla, descolgán¬ 
dole en una espuerta. 26 Llegado que 
hubo a Jerusalén, quiso unirse a los 
discípulos, pero todos le temían (1), 
no creyendo que fuese discípulo. 

27 Tomóle Bernabé entonces y le 
condujo a los Apóstoles, a quienes 
contó cómo en el camino había visto 
al Señor, que le había hablado, y 
cómo en Damasco había predicado 
valientemente el nombre de Jesús. 
28 Estaba con ellos, yendo y viniendo 
dentro de Jerusalén, predicando con 
valor el nombre del Señor 29 y ha¬ 
blando y disputando con los hele¬ 
nistas, que intentaron quitarle la 
vida, 30 pero sabiendo esto los her¬ 
manos, le llevaron a Cesárea y de 
allí le enviaron a Tarso. 


Mihujros ele Peden en Lid». 

31 Por toda Judea, Galilea y Sa¬ 
maría, la Iglesia gozaba de paz y 
se fortalecía y andaba en el temor 
del Señor, llena de los consuelos del 
Espíritu Santo. 32v Acaeció que yendo 
Pedro por todas partes, vino también 
a los santos cjue moraban en Lida. 
33 Allí encontró a un hombre llamado 
Eneas que estaba paralítico desde 
hacía ocho años, echado en una ca¬ 
milla. 34 Díjole Pedro. Eneas, Jesu¬ 
cristo te sana; levántate y coge la 
camilla. Y al punto se levantó. 
35 Visto lo cual, todos los habitantes 
de Lida y de Sarona se convirtieron 
al Señor/ 

36 Había en Joppe una discípula 
llamada Tabita, que quiere decir Ga¬ 
cela. Era rica en. buenas obras y en 
limosnas. 37 Sucedió, pues, en aque¬ 
llos días que enfermando murió, y 
lavada, la colocaron en el piso alto 
de la casa. 38 Está Joppe próximo a 
Lida; y sabiendo los discípulos que 
se hallaba allí Pedro, le enviaron 
dos hombres con este ruego: No tardes 
en venir a nosotros. 39 Se levantó 
Pedro, se fué con ellos, y luego le 


autoridades nabateas, que por aquellos años 
mandaban allí, velaban para prender al nuevo 
predicador de Jesús, a quien miraban como un 
traidor a su nación. 

(1) Saulo se ve en esta situación: de una 
parte, los judíos le consideran como traidor a la 
Ley y a la nación; y de otra, los fieles no se 
fian de él, conociéndole como fiero perseguidor; 
por eso el Señor le manda ir a donde no conoz- 
I can su historia. Y se fué a su patria, Cilicia. 










I2.TJ 


APÓSTOLES. JO 


condujeron a la sala donde estaba 
y le rodearon todas las viudas, que 
lloraban, mostrando las túnicas y 
mantos que en vida les diera Tabita. 
40 Pedro los echó a todos fuera, y 
puesto de rodillas, oró; luego, vuelto 
al cadáver, dijo: Tabita, levántate. 
Abrió ella los ojos, y viendo a Pedro, 
se sentó. 41 En seguida le dió éste 
la mano y la levantó, y llamando a 
los santos y viudas, se la presentó 
viva. 42 Se hizo esto público por toda 
Joppe y muchos creyeron en el Señor. 
43 Pedro permaneció bastantes días 
en Joppe, en casa de Simón el cur¬ 
tidor. 

b« rom cesión <lol centurión 
Conidio. 

10 1 Había en Cesárea un hombre 
llamado Cornelio (1), centu¬ 
rión de la cohorte denominada Itᬠ
lica; 2 piadoso, temeroso de Dios, como 
toda su casa, y que hacía muchas 
limosnas al pueblo y oraba a Dios 
continuamente. 3 Este, como a la 
hora de nona, vi ó claramente en vi¬ 
sión a un ángel de Dios, que acer¬ 
cándose a él le decía: Cornelio. 4 El 
le miró, y sobrecogido de temor, dijo: 
¿Qué quieres. Señor? Y le dijo: Tus 
oraciones y limosnas han sido recor¬ 
dadas ante Dios. 5 Envía, pues, unos 
hombres a Joppe, y haz que venga 
un cierto Simón, llamado Pedro, 6 (pie 
se hospeda en casa de Simón, el cur¬ 
tidor, cuya casa está junto al mar. 

7 En cuanto desapareció el ángel 
que le hablaba llamó a dos de sus 
domésticos y a un soldado, también 
piadoso, de sus asistentes, 8 y con¬ 
tándoles todo el suceso, los envió a 
Joppe. 9 Al día siguiente, mientras 
ellos caminaban y se acercaban a la 
ciudad, subió Pedro a la terraza para 
orar hacia la hora de sexta. 10 Sintió 
hambre y deseó comer; y mientras 
preparaba la comida, le sobrevino un 
éxtasis. 11 Vió el cielo abierto, y que 
bajaba algo como un mantel grande, 
sostenido por las cuatro puntas y 
que descendía sobre la tierra. 12 En 
él había todo género de cuadrúpedos, 
reptiles de la tierra y aves del cielo. 

(i) San Lucas, gentil de nacimiento, se 

complace en presentar a personajes como Cor¬ 

nelio, prosélito del judaismo, piadoso, y de cuya 

conversión tomó el Señor ocasión para decla¬ 

rar a Pedro ser llegada la hora de admitir a 

ios gentiles en la Iglesia. 


13 Oyó una voz que le decía: Leván¬ 
tate, Pedro, mata y come. 14 Dijo 
l‘edro: No, Señor, que jamás he co¬ 
mido cosa alguna manchada e im¬ 
pura. 15 Y de nuevo le dijo la voz: 
Lo que Dios ha purificado, no lo 
llaines impuro. 16 Sucedió esto por 
tres veces, y luego el lienzo fué re¬ 
cogido al cielo. 

17 Estaba Pedro dudoso y pensa¬ 
tivo sobre lo que sería aquella visión 
que había tenido, cuando los hom¬ 
bres enviados por Cornelio llegaron 
a la puerta preguntando por la casa 
de Simón; 18 y llamando pregunta¬ 
ron si se hospedaba allí cierto Simón 
llamado Pedro. 19 Meditando Pedro 
sobre la visión, le dijo el Espíritu: 
20 Ahí están unos hombres que te 
buscan. Levántate, pues, baja y vete 
con ellos sin vacilar, porque yo los 
he enviado. 21 Bajó Pedro y dijo a 
los hombres: Yo soy el que buscáis. 
¿Qué es lo que traéis? 22 Ellos dije¬ 
ron: El centurión Cornelio, varón 
justo y temeroso de Dios, que en todo 
el pueblo de los judíos es muy esti¬ 
mado, ha recibido de un santo ángel 
el mandato de hacerte llevar a su 
casa y escuchar tu palabra. 23 Pedro 
les invitó a entrar y los hospedó. 
AJ día siguiente partió con ellos, 
acompañado de algunos hermanos de 
Joppe; 24 y al otro día entró en Ce¬ 
sárea, donde los esperaba Cornelio, 
que había invitado a todos sus pa¬ 
rientes y amigos íntimos. 25 Así que 
entró Pedro, Cornelio le salió al en¬ 
cuentro, y postrándose a sus pies, 
le adoró. 26 Pedro le levantó, diciendo: 
Levántate, que yo también soy hom¬ 
bre. 27 Conversando con él, entró y 
encontró allí a muchos reunidos, 

28 a quienes dijo: Bien sabéis cuán 
ilícito es a un hombre judío llegarse 
a un extranjero o entrar en su casa, 
pero Dios me ha mostrado que a 
ningún hombre debía llamar man¬ 
chado o impuro, 29 por lo cual, sin 
vacilar he venido, obedeciendo el 
mandato. Decidme, pues, para qué 
me habéis llamado. 

30 Cornelio contestó: Hace cuatro 
días a esta hora de nona, orando yo 
en mi casa, vi a un varón vestido de 
refulgentes vestiduras, 81 que me dijo: 
Cornelio, ha sido escuchada tu ora¬ 
ción y tus limosnas recordadas de¬ 
lante de Dios. 32 Envía, pues, a Joppe 
y liaz llamar a Simón, llamado Pedro, 
que se hospeda en casa de Simón, 
el curtidor, junto al mar. 33 Al ins- 











APÓSTOLES, 11 




taute envié por ti, y tú te has dig¬ 
nado venir. Ahora, pues, todos nos¬ 
otros estamos en presencia de Dios, 
prontos a escuchar de ti lo ordenado 
por el Señor. 34 Tomando entoncas 
Pedro la palabra, dijo: 

Ahora reconozco que no hay en 
Dios acepción de personas, 35 sino 
que en toda nación el que teme a 
Dios y practica la justicia le es 
acepto. 36 El ha enviado su pala¬ 
bra a los hijos de Israel, anuncián¬ 
doles la paz d<? Jesucristo, que es el j 
Señor de todos. 37 Vosotros sabéis i 
lo acontecido en toda Judea, comen- 1 
zando por la Galilea, después del 
bautismo predicado por Juan; 38 esto 
es, cómo a Jesús de Nazavct le ungió 
Dios con el Espíritu Santo y con 
poder, y cómo pasó haciendo bien yj 
curando a todos los oprimidos por el i 
diablo, porque Dios estaba con El.! 
39 Nosotros somos testigos de todo lo 
que hizo en la tierra de los judíos .y I 
en Jerusalén, y de cómo le dieron I 
muerte, suspendiéndole de un tna-j 
dero. 40 Dios le resucitó al tercer día 
y le dió manifestarse, no a todo el! 
pueblo, sino a los testigos de ante-! 
mano elegidos por Dios, a nosotros, | 
que comimos y bebimos con El des-, 
pués de haber resucitado de entre | 
los muertos. 42 Y nos ordenó predi¬ 
car al pueblo y atestiguar que por 
Dios ha sido instituido juez de vivos | 
y muertos. 43 De El dan testimonio 
todos los profetas, que dicen que por 
su nombre cuantos crean recibirán 
el perdón de los pecados. 

44 Aún estaba Pedro pronunciando 
estas palabras, cuando descendió el 
Espíritu Santo sobre todos los que 
le oían; 45 quedando fuera de sí los 
fieles de la circuncisión que habían 
venido con Pedro, de que el don del 
Espíritu Santo se derramase sobre 
los gentiles, 46 porque les oían hablar 
en varias lenguas y glorificar a Dios. 
Entonces tomó Pedro la palabra: 
47 ¿Podrá acaso alguno negar el agua 
del bautismo a estos que han recibi¬ 
do el Espíritu Santo igual que nos- : 
otros? 48 Y mandó bautizarlos en ell 
nombre de Jesucristo. Le rogaron que 
se quedase allí algunos días. 


.palabra de Dios. 2 Pero cuando subió 
Pedro a Jerusalén disputaban con él 
los que eran de la circuncisión, 3 di¬ 
ciendo: ¿Cómo tú has ido a los incir¬ 
cuncisos (1) y has comido con ellos? 
4 Y comenzó Pedro a contarles por 
menudo, diciendo: 5 Estaba yo en la 
ciudad de Joppe orando, y vi en éxta¬ 
sis una visión, algo así como un 
mantel grande suspendido por las- 
cuatro puntas, que bajaba del ciclo 
y llegaba hasta mí; 6 y volviendo a él 
íos ojos, vi cuadrúpedos de la tierra, 
fieras, reptiles y aves del cielo. 7 Oí 
también una voz que me decía: Le¬ 
vántate, Pedro, mata y come. 8 Pero 
yo dije: No, Señor, jamás cosa man¬ 
chada e impura entró en mi boca. 
9 Por segunda vez me habló la voz 
del cielo: Lo cjuc Dios ha purificado, 
.no lo llames tu impuro. 10 Esto suce¬ 
dió por tres veces, y luego todo volvió 
al ciclo. 11 En aquel instante se pre¬ 
sentaron tres hombres en la casa en 
que estábamos, enviados a mí desde 
Cesárea. 12 Al mismo tiempo el Es¬ 
píritu me dijo que fuese con ellos sin 
vacilar. Conmigo vinieron también 
estos seis hermanos, y entramos en 
la casa de aquel varón, 13 que nos 
contó cómo había visto en su casa 
al ángel, que presentándosele, dijo, 
Envía a Joppe y haz venir a Simón: 
llamado Pedro, 14 el cual te hablará 
palabras por las cuales serás salvo tú 
y tu casa. 15 Y comenzando yo a 
hablar, descendió el Espíritu Santo 
sobre ellos, igual que al principio 
sobre nosotros. 16 Yo me acordé de 
la palabra del Señor cuando dijo: 
Juan bautizó en el agua, pero vos¬ 
otros seréis bautizados en el Espí¬ 
ritu Santo. 17 Si Dios, pues, les había 
otorgado igual don que a nosotros, 
que creíamos en el Señor Jesucristo, 
¿quién era yo para oponerme a Dios? 
18 Al oír estas cosas, callaron y glori¬ 
ficaron a Dios, diciendo: Luego Dios 
ha concedido también a los gentiles 
la penitencia para la vida. 


La notic ia del suceso en Jerusalén c 

11 1 Oyeron los Apóstoles y los 

1 1 hermanos de Judea que tam¬ 
bién los gentiles habían recibido la 


La predicación fuera de Palestina. 

19 Los que con motivo de la perse¬ 
cución suscitada por lo de Esteban 
se habían dispersado, llegaron hasta 
Fenicia, Chipre y Antioquía, no prc- 


(i) Estas palabras nos muestran cuáles eran 
las disposiciones de los judíos, aun convertidos, 
hacia los gentiles. 


78 








\2U 


APÓSTOLES, 12 


dicando la palabra más que a los 
judíos. 20 Pero había entre éstos al¬ 
gunos hombres de Chipre y de Circne, 
que llegando a Antioquía predicaron 
también a los griegos, anunciando al 
Señor Jesús. 21 La mano del Señor 
estaba con ellos, y un gran número 
creyó y se convirtió al Señor. 22 Llegó 
la noticia de esto a la iglesia de Jc- 
rusalén, y enviaron a Antioquía a 
Bernabé/ 23 el cual, así que llegó y 
vió la gracia de Dios, se alegró, y 
exhortaba a todos a perseverar fieles 
al Señor; 24 porque era hombre bue¬ 
no y lleno del Espíritu Santo y de fe, 
y se convirtió al Señor numerosa 
muchedumbre. 25 Bernabé partió a 
Tarso en busca de Saulo, y hallándole, 
le condujo a Antioquía, donde por 
espacio de un año estuvieron juntos 
en la iglesia, c instruyeron a una 
muchedumbre numerosa, tanto que 
en Antioquía comenzaron los discí¬ 
pulos a llamarse «cristianos» (1). 

27 Por aquellos días bajaron de 
Jcrusalén a Antioquía profetas, y 
levantándose uno de ellos, por nom¬ 
bre Agabo, vaticinaba por el Espí¬ 
ritu una grande hambre (2) que 
había de venir sobre toda la tierra, 
y que vino bajo Claudio. 29 Los dis¬ 
cípulos resolvieron enviar socorro a. 
los hermanos que habitaban en Ju- 
dca, 30 cada uno según sus facul¬ 
tades, y lo hicieron, enviándoselo a 
los ancianos por medio de Bernabé 
y Saulo. 

í ai persecución de Herodcs 
Acjripn. 

1 *) 1 Por aquel tiempo, el rey 
— Herodcs (3) se apoderó de 
algunos de la iglesia para maltra¬ 
tarlos. 2 Dió muerte a Santiago, her¬ 


(1) La fundación de la iglesia de Antioquía 
de Siria por los fieles dispersos de Jerusalén 
es un punto importantísimo y una señal del 
progreso de la fe. 

(2) Durante el gobierno de Claudio (41 - 53 )* 
el Imperio fué afligido con muchas hambres. 
A Judea le tocó bajo el gobernador Alejan¬ 
dro (45-48). Los convertidos de la gentilidad 
procuran en Judea socorrer a sus hermanos 
en la fe. Luego veremos cómo San Pablo fo¬ 
mentaba esta práctica y se valia de ella para 
borrar los prejuicios de los judíos contra los 
gentiles. 

(3) Este Herodes, hijo de Aristóbulo y 

nieto de Herodes el Grande, recibió el reino 

del emperador Cayo Callgula, el año 40, y murió 

por la Pascua del 44 - 


mano de Juan, por la espada. 3 * * Viendo 
que esto era grato a los judíos, llegó 
a prender también a Pedro. Era por 
los días de los Acimos, y cogiéndole, 
le metió en la cárcel, encargando su 
guarda a cuatro escuadras de sol¬ 
dados con el propósito de exhibirle 
al pueblo después de la Pascua. 

5 E 11 efecto, Pedro era custodiado 
en la cárcel; pero la Iglesia oraba 
instantemente a Dios por él. 6 La 
noche anterior al día en que Herodes 
se proponía exhibirle al pueblo, ha¬ 
llándose Pedro dormido e*ntre dos 
soldados, sujeto con dos cadenas y 
guardada la puerta de la prisión por 
centinelas, 7 - un ángel del Señor se 
presentó, y el calabozo quedó ilu¬ 
minado; y golpeando a Pedro en el 
costado, le despertó, diciendo; Lev¿n 
tate pronto; y se cayeron las cadenas 
de sus manos. 8 El ángel añadió: 
Cíñete y cálzate. Y lo hizo así. 
Y agrego: Envuélvete en tu manto y 
sígueme. 9 Y salió en pos de él. 
No sabía Pedro si era realidad lo 
que el ángel hacía; más bien le pare¬ 
cía que fuese una visión. 

10 Atravesando la primera y la 
segunda guardia, llegaron a la puerta 
de hierro que conduce a la ciudad. 
La puerta se les abrió por sí misma, 
y salieron y avanzaron por una calle, 
desapareciendo luego el ángel. 11 En¬ 
tonces Pedro, vuelto en sí, dijo: 
Ahora me doy cuenta de que real¬ 
mente el Señor ha enviado su ángel 
y me ha arrancado de las manos 
de Herodes y a toda la expectación 
del pueblo judío. 12 Reflexionando, 
se fué a la casa de María, la madre 
de Juan, por sobrenombre Marcos, 
donde estaban muchos reunidos y 
orando. 13 Golpeó a la puerta del 
vestíbulo y salió una sierva llamada 
Rodé, que luego que conoció la voz 
de Pedro, fuera de sí de alegría, 
sin abrir la puerta, corrió a anunciar 
que Pedro estaba ante el vestíbulo. 
1 ® Ellos le dijeron: Estás loca. Insis¬ 
tía ella en que era así; y entonces 
dijeron: Será un ángel. 16 Pedro 
seguía golpeando, y cuando le abrie¬ 
ron y le conocieron quedaron estu¬ 
pefactos. 17 Haciéndoles señal con 
la mano de que callasen, les contó 
cómo el Señor le había sacado de la 
cárcel, y añadió: Contad esto a San¬ 
tiago y a los hermanos. Y salió, 
yéndose a otro lugar. 

18 Cuando se hizo de día se pro¬ 
dujo entre los soldados 110 pequeño 









APÓSTOLES, 13 


1235 


alboroto por lo que habría sido de 
Pedro, 19 Herodes le hizo buscar, y 
no hallándole, interrogó a los guardias 
y los mandó conducir al suplicio. 
Luego, bajando de la Judea, residió 
en Cesárea. 20 Estaba irritado contra 
los tirios y sidonios, que de común 
acuerdo se presentaron a él, y habién¬ 
dose ganado a Blasto, camarero del 
rey, le pidieron la reconciliación, por 
cuanto su región se abastecía del 
territorio del rey. 21 El día señalado, 
Herodes, vestido de las vestiduras 
reales, se sentó en su estrado y les 
dirigió la palabra. 22 Entonces el 
pueblo comenzó a gritar: Palabra 
de Dios y no de hombre. 23 Al ins¬ 
tante le hirió el ángel del Señor, 
por cuanto no había glorificado a 
Dios, y comido de gusanos, expiró. 

24 La palabra del Señor más y 
más se extendía y se difundía. 25 Ber¬ 
nabé y Saulo, cumplido su minis¬ 
terio, volvieron de Jerusalén, lle¬ 
vando consigo a' Juan, llamado Mar¬ 
cos. 


Pablo y Dernabé, en Chipre. 

j O 1 Había en la Iglesia de Antio- 
* ** quía profetas y doctores: Ber¬ 
nabé y Simeón, llamado Niger, Lucio 
de Cirene, Manahem, hermano de 
leche del Petrarca Herodes, y Saulo. 
2 Mientras celebraban la liturgia y 
guardaban los ayunos, dijo el Espí¬ 
ritu Santo (1): Segregadme a Ber¬ 
nabé y a Saulo para la obra a que 
los llamo. 1 2 3 * Entonces, después de 
orar y ayunar, les impusieron las 
manos y los despidieron. 

4 Mandados, pues, por el Espíritu 
Santo, bajaron a Seleucia, y de allí 
navegaron a Chipre. 5 En Salamina 
predicaron la palabra de Dios en 
las sinagogas de los judíos, teniendo 
a Juan por auxiliar. 6 Luego atrave¬ 
saron la isla hasta Pafos, y allí en¬ 
contraron a un mago, falso profeta, 
judío, de nombre Barjesus. 7 Hallᬠ
base al servicio del precónsul, Sergio 
Paulo, varón prudente, que hizo lla¬ 
mar a Bernabé y a Pablo, deseando 
oír la palabra de Dios. 8 Pero Elimas, 


(i) Es el Espíritu Santo quien dirige la acti¬ 
vidad de la Iglesia, y aquí quien ordena la 
partida de Saulo y Bernabé para una empresa 
lejana. Ante todo íos preparan mediante la im¬ 
posición de las manos, que será su consagra¬ 
ción, con la que reciben la plenitud del sacer¬ 
docio. 


-—el mago, que eso significa este 
nombre—se le oponía y procuraba 
apartar de la fe al procónsul. 9 Mas 
Saulo (1), también llamado Pablo, 
lleno del Espíritu Santo, clavando en 
él los ojos, 10 le dijo: ¡Oh, lleno de 
todo engaño y de toda maldad, ni jo 
del diablo, enemigo de toda justicial 
¿No vas a cesar de torcer los cami¬ 
nos rectos del Señor? 11 Ahora mismo 
la mano del Señor caerá sobre ti 
y quedarás ciego, sin ver la luz del 
sol por cierto tiempo. Al punto se 
apoderó de él la tiniebla y la oscu¬ 
ridad, y daba vueltas buscando quien 
le diera la mano. 12 Al verlo, creyó 
el procónsul, maravillado de la obra 
del Señor. 


Pasan los misioneros al Asia 
Menor. 

13 De Pafos navegaron Pablo y los 
suyos, llegando a Perge de Pamfilia, 
y Juan se apartó de ellos y se volvió 
a Jerusalén. 14 Ellos, partiendo de 
Perge, llegaron a Antioquía de Pisi- 
dia, y entrando en la sinagoga en 
día de sábado, se sentaron. 15 Hecha 
la lectura de la Ley y de los Profetas, 
les invitaron los jefes de la "sinagoga, 
diciendo: Hermanos, si tenéis alguna 
palabra de exhortación al pueblo, 
decidla. 

16 Entonces se levantó Pablo, y 
haciendo señal con la mano, dijo (2): 
Varones israelitas y prosélitos, escu¬ 
chad: 17 El Dios del pueblo de Israel 
eligió a nuestros padres y acrecentó 
al pueblo durante su estancia en la 
tierra de Egipto, y con brazo fuerte 
los sacó de ella. 18 Durante unos 
cuarenta años los soportó en el de¬ 
sierto; 19 y destruyendo a siete na¬ 
ciones de la tierra de Canán se la 
dió en heredad 20 al cabo de unos 
cuatrocientos cincuenta años. Des¬ 
pués les dió jueces, hasta el profeta 
Samuel. 21 Luego pidieron rey y les 


(1) Desde este momento Saulo es llamado 
Pablo. Nunca fué mayor que en esa época el 
crédito de los magos, caldeos o no caldeos, 
aun cerca de las autoridades y de los Césares, 
a pesar de estar prohibido por las leyes el ejer¬ 
cicio de la magia. 

(2) San Lucas nos transmite este discurso 

del Apóstol, sin duda para darnos un modelo 

de la oratoria de San Pablo cuando hablaba a 

los judíos, presentándoles su historia como or¬ 

denada toda ella al Mesías y mostrando en 

Jesús de Nazaret el acabamiento de ella. 











1236 


APÓSTOLES, 13 


dio Dios a Saúl, hijo de Cis, de la 
tribu de Benjamín, por espacio de 
cuarenta años. 22 Rechazado éste, 
alzó por rey a David, de quien dió 
testimonio, diciendo: He hallado a 
David, hijo de Jesé, varón según mi 
corazón, que hará en todo mi vo¬ 
luntad 23 . Del linaje de éste, según su 
promesa, suscitó Dios para Israel 
un salvador, Jesús, 24 precedido por 
Juan, que predicó antes de la llegada 
de aquél el bautismo de penitencia 
al pueblo de Israel. 25 Cuando Juan 
estaba para acabar su carrera, dijo: 
«No soy yo el que vosotros pensáis; 
viene otro después de mí, a quien 
no soy digno de soltar el calzado. 
26 Hermanos, hijos de Abraham, y 
los que entre vosotros temen a Dios: 
a nosotros se nos envía este mensaje 
de salud.» 

27 Los moradores de Jerusalén y 
sus príncipes, rechazándole, dieron 
cumplimiento a las palabras de los 
profetas que se leen cada sábado: 
28 y sin haber hallado ninguna causa 
de muerte, le condenaron y pidieron 
a Pilato que le quitase la vida. 
Y cumplido todo lo que de El estaba 
escrito, le bajaron del leño y le depo¬ 
sitaron en un sepulcro. 30 Pero Dios 
le resucitó de entre los muertos; 
31 y durante muchos días se apareció 
a ios que con El habían subido de 
(¿aldea a Jerusalén, que son ahora 
sus testigos ante el pueblo. 32 Nos¬ 
otros os anunciamos el cumplimiento 
de la promesa hecha a nuestros pa¬ 
dres, 33 que Dios cumplió en nos¬ 
otros, sus hijos, resucitando a Jesús, 
según está escrito en el salmo se¬ 
gundo: «Tú eres mi hijo, yo le en¬ 
gendré hoy.»(1) 34 Pues le resucitó de 
entre los muertos, para no volver a la 
corrupción. También dijo: «Yo os 
cumpliré las promesas santas y firmes 
hechas a David.» (2) 35 Por lo cual, en 
otra parte, dice: «No permitirás que tu 
Santo vea la corrupción.» (3) 36 Pues 
bien, David, habiendo hecho durante 
su vida la voluntad de Dios, se dur¬ 
mió y filé a reunirse con sus padres 
y experimentó la corrupción; 37 pero 
aquel a quien Dios lia resucitado, 
ése no vio la corrupción. 

38 Sabed, pues, hermanos, que por 
Este se os anuncia la remisión de los 
pecados y de todo cuanto por la 


ley de Moisés no podíais ser justifi¬ 
cados. 39 Todo el que en El creyere 
será justificado. 40 Mirad, pues, que 
no se cumpla en vosotros lo dicho 
por los profetas: 

41 «Mirad, menospreciadorcs, admi¬ 
raos y anonadaos, porque voy a 
ejecutar en vuestros dias una obra tal 
que no la creeríais si os la contaran »(1). 

42 A la salida, les rogaron que al 
sábado siguiente (2) les volviesen 
a hablar de esto. 43 Di suelta la reunión, 
muchos de los judíos y prosélitos 
siguieron a Pablo y a Bernabé, que 
les hablaban para persuadirlos que 
permaneciesen en la gracia de Dios. 
44 Al sábado siguiente casi toda la 
ciudad se juntó para escuchar la pa¬ 
labra de Dios; 45 pero viendo los 
judíos a la muchedumbre, se llena¬ 
ron de envidia e insultaban y contra¬ 
decían a Pablo. 46 Mas Pablo y Ber¬ 
nabé respondían valientemente, di¬ 
ciendo: A vosotros os habíamos de 
hablar primero la palabra de Dios, 
mas puesto que la rechazáis y os 
juzgáis indignos de la vida eterna, 
nos volveremos a los gentiles. 41 Así 
nos lo ordenó el Señor: 

«Te he hecho luz dé las gentes 
para ser su salud hasta los confines de 
la tierra.» (3). 

48 Oyendo esto los gentiles se ale¬ 
graban y glorificaban la palabra del 
Señor, creyendo cuantos estaban orde¬ 
nados a la vida eterna. 49 La palabra 
del Señor se difundía por toda la 
región; 50 pero los judíos concitaron 
a las mujeres devotas y principales 
y a los primates de la ciudad, pro¬ 
movieron una persecución contra 
Pablo y Bernabé y los arrojaron de 
sus términos. 61 Ellos, sacudiendo el 
polvo de sus pies contra aquéllos, 
se dirigieron a lconio, 52 mientras los 
fieles quedaban llenos de alegría y 
del Espíritu Santo. 


(1) Hab. i. 5. \ 

(2) Los judíos estaban dispersos por el Im¬ 
perio y en lodas partes tenían su sinagoga. 
San Pablo solía dirigirse a ella, donde encon¬ 
traba un campo preparado para su siembra, 
en los judíos mismos y en los muchos prosélitos 
que éstos lograban agregar a la sinagoga. El 
resultado solia ser que algunos israelitas se 

■ rindieran a la palabra del Apóstol, mientras la 
j masa general de ellos se revolvía contra el pre¬ 
dicador, al ver sus éxitos entre los prosélitos y 
j gentiles y al oír la doctrina que Pablo predi- 


(1) Salm. 2. 7. 

(2) Is. 55 3- 

(3) Salm. 16. 10. 


caba, de la igualdad de todos en Jesucristo, 


1 con la consiguiente supresión de la Ley y de 
¡ los privilegios de la nación escogida. 

' (3) Is. 49 6. 












APÓSTOLES, 14. 15 


12:17 


Prosigue la misión en Asia liasfa 
la vuelta a Antiocpiía. 

14 1 Igualmente en Iconio entra¬ 
ron en la sinagoga de los judíos, 
donde hablaron de modo que creyó 
una numerosa multitud de judíos y 
griegos. 2 * Pero los judíos incrédulos 
excitaron y exacerbaron los ánimos 
de los gentiles contra los hermanos. 

3 Con todo, moraron allí bastante 
tiempo, predicando con gran liber¬ 
tad al Señor, que confirmaba la pala¬ 
bra de su gracia realizando por su 
mano señales y prodigios. 4 Al fin se 
dividió la muchedumbre de la ciudad, 
y unos estaban por los judíos y otros 
por los Apóstoles. 5 * Y como se pro¬ 
dujese un tumulto de gentiles y 
judíos con sus jefes, pretendiendo 
ultrajar y apedrear a los Apóstoles, 

6 dándose éstos cuenta de ello huye¬ 
ron a las ciudades de Licaonia, 
Listra y Derbe, y a las regiones veci¬ 
nas, 7 * donde predicaron el Evangelio. 

8 En Listra vieron a un hombre 
inválido de los pies, paralítico desde 
el seno de su madre y que nunca 
había podido andar. 9 .Estaba escu¬ 
chando a Pablo, que fijando en él 
los ojos y viendo que tenía» fe para 
ser salvo, 10 le dijo en alta voz: 
Levántate sobre tus pies. Y él, 
dando un salto, echó a andar. 11 * La 
muchedumbre, al ver lo que había 
hecho Pablo, levantó la voz, di¬ 
ciendo en licaónico: Dios en forma 
humana ha descendido a nosotros. 

12 Y aclamaban a Bernabé como 
Zeus y a Pablo como Hermes, por¬ 
que éste era el que llevaba la palabra. 

13 El sacerdote del templo de Zeus, 

que estaba a la puerta de la ciudad, 
trajo toros enguirnaldados, y acom¬ 
pañado de la muchedumbre quería 
ofrecerles un sacrificio. „ , 

14 Cuando esto oyeron los Após¬ 
toles, Bernabé y Pablo rasgaron sus 
vestiduras y arrojándose entre la 
muchedumbre, gritaban, diciendo: 
¿Qué es lo que hacéis? Nosotros 
somos hombres como vosotros, que 
os predicamos para convertiros de 
estas vanidades al Dios vivo, que 
hizo el cielo y la tierra, el mar y 
todo cuanto hay en ellos; 16 que en 
las pasadas generaciones permitió que 
todas las naciones siguieran cada 
cual su camino, 17 aunque no las 
dejó sin testimonio de Si, haciendo 
el bien y dispensando desde el cielo' 
las lluvias y las estaciones fructí¬ 


feras, proveyéndoos de alimento y 
alegrando vuestros corazones. 

18 Con todo esto, a duras penas 
desistió la muchedumbre de .sacrifi¬ 
carles. 19 Pero judíos venidos de 
Antioquía e Iconio sedujeron a las 
turbas, que apedrearon a Pablo y le 
arrastraron fuera de la ciudad, de¬ 
jándole por muerto. 20 Rodeado de 
los discípulos, se levantó y entró 
en la ciudad. Luego salió con Ber¬ 
nabé, camino de Derbe. 21 Evange¬ 
lizada aquella ciudad, donde hicieron 
muchos discípulos, se volvieron a 
Listra, a Iconio y a Antioquía, con¬ 
firmando a los discípulos y exhor¬ 
tándolos a permanecer en la fe, 
diciéndoles que por muchas tribula¬ 
ciones nos es preciso entrar en el 
reino de Dios. 23 Les constituyeron 
presbíteros en cada iglesia, por la 
imposición de las manos, orando y 
ayunando, y los encomendaron al 
Señor, en quien habían creído. 24 Atra¬ 
vesando la Pisidia, llegaron a Pam- 
filia y, habiendo predicado la palabra 
en Perge, bajaron a Atalía, y de allí 
navegaron basta Antioquía, de donde 
habían salido encomendados a la 
gracia de Dios, para la obra que ha¬ 
bían realizado. 27 Llegados, reunieron 
la iglesia y contaron (1) cuanto 
había hecho Dios con ellos y cómo 
había abierto a los gentiles la puerta 
de la fe; 28 y moraron con los dis¬ 
cípulos bastante tiempo. 

El problema de la oh lujación 
de la Ley. 

^ fr 1 Algunos que habían bajado 
* de Jerusalén decían a los her¬ 
manos: Si no os circuncidáis conforme 
a la Ley de Moisés, no podéis ser 
salvos. 2 Con esto se produjo una 
controversia y disputa no pequeña, 
levantándose Pablo y Bernabé con¬ 
tra ellos (2). Al cabo determinaron 
que subieran Pablo y Bernabé a 


(1) Después de tres años de lucha por la 
verdad, vuelven los Apóstoles como triunfa¬ 
dores. contando sus combates y sus victorias. 

(2) Este capítulo es de sumo interés para la 

historia de la Iglesia. Conforme a los vaticinios 

proféticos. los gentiles han sido admitidos a 

la fe. Pero ¿cuáles eran sus relaciones con la 

Ley mosaica? Los judíos, aun después de bauti¬ 

zados, continuaban viviendo según ella, ya que 

el Señor no la había derogado y estaban habi¬ 

tuados a ver en ella la norma de la piedad 

hacia Dios. Los elementos venidos del fariseísmo 

a la fe eran los más celosos por la conservación 

de la Ley. que creían necesaria para la salud 










1238 


APÓSTOLES, 15 


Jerusalén, acompañados de algunos 
otros de aquéllos, a los Apóstoles y 
presbíteros de Jerusalén, para con- 
sullarlos sobre esto. 3 Ellos, despe¬ 
didos por la Iglesia, atravesaron la 
Fenicia y Samaría, contando la con¬ 
versión de los gentiles y causando 
gozo a todos los hermanos. 4 A su 
llegada a Jerusalén fueron acogidos 
por la Iglesia y por los Apóstoles y 
presbíteros, v les contaron cuanto 
había hecho por ellos el Señor. 8 Pero 
se levantaron algunos de la secta de 
los fariseos que habían creído, los 
rúales decían: Es preciso que se cir¬ 
cunciden, y mandarles guardar la 
Ley de Moisés. 

® Se reunieron los Apóstoles y los 
presbíteros para examinar este asunto. 

7 Después de una larga deliberación, 1 
se levantó Pedro y dijo: Hermanos, 
vosotros sabéis cómo, desde mucho 
tiempo ha, determinó Dios aquí entre 
vosotros que por mi boca oyesen los 
gentiles la palabra del Evangelio y 
creyesen. 8 Y Dios, que conoce los 
corazones, ha testificado en su favor, 
dándoles el Espíritu Santo igual que 
a nosotros 9 y nc haciendo diferencia 
alguna entre ellos y nosotros, puri¬ 
ficando con la fe sus corazones. 
10 Ahora, pues, ¿por qué tentáis a 
Dios queriendo imponer sobre el 
cuello de los discípulos un yugo que 
ni nosotros ni nuestros padres fuimos 
capaces de soportar? Por la gracia 
del Señor Jesucristo creemos ser 
salvos nosotros, lo mismo que ellos. 

12 Toda la muchedumbre escuchó en 
silencio a Bernabé y a Pablo, que 
referían cuantas señales y prodigios 
había hecho Dios entre los gentiles 
por medio de ellos. 13 Luego que 
callaron, tomó Santiago la palabra 
y dijo: 14 Hermanos, oídme: Simón 
nos ha dicho de qué modo Dios por 
primera vez visitó a los gentiles para 
consagrarse de ellos un pueblo a su 
nombre. 11 Con esto eoncuerdan las pa¬ 
la bras de los profetas, según estáescri to: 

16 «Después de esto volveré | y edi¬ 
ficaré la tienda de David, que estaba 
caída, I y reedificaré sus ruinas ] y 
la levantaré, 


junto con la fe en Jesucristo. Pablo y Bernabé 
protestan contra tal exigencia, y Pedro les da 
la razón al- declarar, con la aprobación de la 
asamblea, que sólo por Jesucristo podernos 
alcanzar la vida eterna. Pero, considerando la 
condición de los judíos convertidos y por fo¬ 
mentar la unión de los fieles todos y de las 
Iglesias, se acepta la propuesta de Santiago 


17 A fin de que busquen los demás 
hombres al Señor, | y todas las nacio¬ 
nes sobre las cuales fué invocado mi 
nombre, | dice el Señor que ejecuta es¬ 
tas cosas, 18 Conocidas desde anti¬ 
guo)) (1). 

19 Por lo cual es mi pareeer que 
no se inquiete a los que de los gen¬ 
tiles se conviertan a Dios, sino escri¬ 
birles que se abstengan de las conta¬ 
minaciones de los ídolos, de la for¬ 
nicación, de desgarrado y de sangre. 
21 Pues Moisés desde antiguo tiene 
en cada ciudad quienes lo expliquen 
leyéndolo en las sinagogas todos los 
sábados. 

22 Pareció entonces bien a los Após¬ 
toles y a los ancianos, con toda la 
Iglesia, escoger de entre ellos, para 
mandarlos a Antioquía con Pablo y 
Bernabé, a Judas, llamado Barsabas, 
V a Silas, varones principales entre 
ios hermanos, 23 y escribirles por mano 
de éstos (2): 

«Los Apóstoles y ancianos her¬ 
manos, a sus hermanos de la genti¬ 
lidad que moran en Antioquía, Siria 
y Cilicia, salud: 24 Habiendo llegado 
a nuestros nidos que algunos de 
entre nosotros, sin que nosotros les 
hubiéramos mandado nada para vos¬ 
otros, os han turbado con palabras 
y han agitado vuestras almas, de 
común acuerdo, nos ha parecido en¬ 
viaros varones escogidos en com¬ 
pañía de nuestros amados Bernabé 
y Pablo, hombres que han expuesto 
ia vida por el nombre del Señor 
Jesucristo. Enviamos, pues, a Judas 
y a Silas para que os refieran de 
palabra estas cosas. 28 Porque ha 
parecido al Espíritu Santo y a nos¬ 
otros no imponeros ninguna otra 
carga más que estas necesarias: 29 Que 
os abstengáis de las carnes inmoladas 
a los {dolos, de sangre y desgarro, 
y de la fornicación, de lo cual haréis 
bien en guardaros. Pasadlo bien.» 

30 Los enviados bajaron a Antio¬ 
quía, y reuniendo a la muehedum- 


(1) Am. 9. ii. s. 

(2) El decreto abarca tre? pirro»: h foni- 
carión, que no obstante ser prohibida por la 
ley natural, no era tenida por los gentiles como 
falta grave; las carnes inmoladas a los ídolos 
que se vendían al publico, y que San Pablo 
declarará luego permitidas (I Cor. 7, 1 ss.); 
y la carnes no sangradas, que la Ley prohibía 
al vedar comer la sangre. Esios dos preceptos, 
que eran un obsequio a 1 a Ley mosaica, que¬ 
daron anulados una vez que la Iglesia de la 
gentilidad se desprendió de la Sinagoga. 









APÓSTOLES, 16 


ti>;w 


bre les entregaron la epístola, 31 que, 
leída, los llenó de consuelo. 32 Judas 
V Silas, que también eran profetas, 
con muchos discursos exhortaron, a 
los hermanos y los confirmaron. 33 Pa¬ 
sado allí algún tiempo, fueron des¬ 
pedidos en paz por los hermanos a 
aquellos que los habían enviado. 

SecjtiiMlü misión de San Pablo. 

34 Pero Silas decidió permanecer 
allí, y partió solamente Judas. 35 Pa¬ 
blo y Bernabé se quedaron en Antio- 
quía enseñando y evangelizando con 
otros muchos la palabra del Señor. 

36 Pasados algunos días, dijo Pablo 
a Bernabé: Volvamos a visitar a los 
hermanos por todas las ciudades en 
que hemos evangelizado la palabra 
del Señor, y veamos cómo están. 

37 Bernabé quería llevar consigo tam¬ 
bién a Juan, llamado Marcos; pero 
Pablo juzgaba que no debían lle¬ 
varle, por cuanto los había dejado 
desde Pamfilia y no había ido con 
ellos a la obra. 39 Se produjo cierto 
disentimiento entre ellos, de suerte 
que se separaron uno de otro, y 
Bernabé, tomando consigo a Marcos, 
se embarcó para Chipre, 40 mientras 
que Pablo, llevando consigo a Silas, 
partió encomendado por los hermanos 
a la gracia del Señor. Atravesó la Siria 
y la Cilicia, confirmando las iglesias. 

1 1 * Llegaron a Derbe y a Listra. 

1 u Había allí un discípulo llamado 
Timoteo, hijo de una mujer judia 
creyente y de padre griego, muy re¬ 

comendado por los hermanos de 
Listra a los de Iconio. 3 4 5 * Quiso Pablo 
que se fuera con él, y tomándole, lo 
circuncidó a causa de los judíos 
que había en aquellos lugares, pues 
todos sabían que su padre era griego. 

4 Atravesando las ciudades, les comu¬ 
nicaba los decretos dados por los 
Apóstoles y ancianos de Jerusalén, 
encargándoles que los guardasen. 

5 Las iglesias, pues, se afianzaban en 

la fe y crecían en número de día en 

día. 

y Atravesada la Frigia y el país 
de Galacia, el Espíritu Santo les 
prohibió predicar en Asia. 7 Llegaron 
a Misia e intentaron dirigirse a Bi- 
tinia, mas tampoco se lo permitió 
el Espíritu de Jesús; 8 9 y así, pasando 
de largo por Misia, bajaron a Tróade: 

9 Por la noche tuvo Pablo una visión. 

Cu varón macedonio se le puso de¬ 


lante, y rogándole, decía: Pasa a 
Macedonia y ayúdanos. 10 Luego 
que vi ó la visión, al instante busca¬ 
ron cómo pasar a Macedonia, seguros 
de Dios que los llamaba para evangeli¬ 
zarlos. 

Paiilo, en Europa. 

11 Zarpando de Tróade, navega¬ 
mos derechos a Samotracia (1); el 
día siguiente llegamos a Neapolis, 
12 de allí a Filipos, que es la primera 
ciudad de esta parte de Macedonia, 
colonia romana, donde pasamos algu¬ 
nos días. 13 El sábado salimos fuera 
de la puerta, junto al río, donde pen¬ 
samos que estaba el lugar de la ora¬ 
ción; y sentados hablábamos con 
algunas mujeres que se hallaban re¬ 
unidas. 14 Cierta mujer llamada Lidia, 
temerosa de Dios, purpuraría, de la 
ciudad de Tiatira, escuchaba atenta. 
El Señor había abierto su corazón 
para atender a las cosas que Pablo 
decía. 1E Una vez que se bautizó 
con toda su casa, nos rogó, diciendo: 
Puesto que me habéis juzgado fiel 
al Señor, entrad en mi casa y que¬ 
daos en ella, y nos obligó. 

16 Aconteció que yendo nosotros 
a la oración, nos salió al encuentro 
una sierva que tenía espíritu pitónico, 
la cual, adivinando, procuraba a sus 
amos grandes ganancias. 17 Ella nos 
seguía a Pablo y a nosotros, y gri¬ 
tando decía: Estos hombres son sier¬ 
vos del Dios Altísimo y os anuncian 
el camino de la salvación. 18 Hizo 
esto muchos días. Molestado Pablo, 
se volvió y dijo al espíritu: En nom¬ 
bre de Jesucristb, te mando salir 
de ésta, y en el mismo instante salió. 

19 Viendo sus amos que había des¬ 
aparecido la esperanza de su ganan¬ 
cia, cogieron a Pablo y a Silas y los 
llevaron al foro, ante los magistrados; 

20 y. presentándoselos a los pretores, 
dijeron: Éstos hombres perturban 
nuestra ciudad, porque siendo judíos, 
predican costumbres que a nosotros 
no nos es lícito aceptar ni practicar, 
siendo como somos romanos. 22 Y 
toda la muchedumbre se levantó 
contra ellos, y los pretores mandaron 


(i) San PabJo pone en este momento los 
pies en Europa, y pasando por el puerto de 
Neapolis se dirige a Filipos, colonia romana y 
organizada, por tanto, a imagen de Roma. 
Aquí funda una iglesia, que fué de él la más 
amada, según la epístola que más tarde le 
dirigió. 













12 í o 


APÓSTOLES, 17 


que, desnudos, fueran azotados con 
varas, 23 y después de hacerles mu¬ 
chas llagas los metieron en la cárcel, 
intimando al carcelero que los guar¬ 
dase con cuidado. 24 Este, recibido 
tal mandato, los metió en el calabozo 
y les sujetó bien los pies en el cepo. 

25 Hacia medianoche Pablo y Si- 
las, puestos en oración, alababan a 
Dios, y los presos les oían. 26 De re¬ 
pente se produjo un gran terremoto, 
hasta conmoverse los cimientos de 
la cárcel, y al instante se abrieron 
las puertas y se soltaron los grillos. 
27 Despertó el carcelero, y viendo 
abiertas las puertas de la cárcel, sacó 
la espada con intención de darse 
muerte, creyendo que se hubiesen 
escapado los presos. 28 Pero Pablo 
gritó en alta voz, diciendo: No te 
hagas ningún mal, que todos estamos 
aquí; 29 y pidiendo una luz, se preci¬ 
pitó dentro, arrojándose tembloroso 
a los pies de Pablo y de Si las. 30 Luego 
los sacó fuera y les dijo: Señores, 
¿que debo yo hacer para ser sal- 1 
vo? 31 Ellos le dijeron: Cree en el 
Señor Jesús, y serás salvo tú y tu 
casa. 32 Y le expusieron la palabra j 
de Dios a el y a todos los de su casa; 

33 y en aquella hora de la noche los 
tomó, les lavó las heridas, yen seguida 
se bautizó él con todos los suyos. 

34 Subiólos a su casa y les puso la 
mesa, y se regocijó con toda su Fami¬ 
lia de haber creído en Dios. 

36 Llegado el día, enviaron los 
magistrados a los lie toros con esta 
orden: Pon en libertad a esos hom¬ 
bres. 36 El carcelero comunicó a 
Pablo cómo los pretores habían man¬ 
dado soltarlos. 37 Pero Pablo dijo: 
Después que a nosotros, ciudadanos 
romanos, nos han azotado pública¬ 
mente sin juzgarnos y nos han metido 
en la cárcel, ¿ahora en secreto nos 
quieren echar fuera? No será así. 
Que vengan ellos y nos saquen. 
38 Comunicaron los lictores a los ma¬ 
gistrados estas palabras, y temieron 
al oír que eran romanos. 39 Vinieron 
y les presentaron sus excusas, y sa¬ 
cándolos, les rogaron que se fueran 
de la ciudad. 40 Ellos, al salir de la 
cárcel, entraron en- casa de Lidia, 
y viendo a los hermanos los exhor¬ 
taron y se fueron. 

] 7 1 Pasando por AnTipolis y Apo- 

k loma, llegaron a Tesalónica, 
donde había una sinagoga de judíos. * 
2 Según su costumbre, Pablo entró 


en ella, y por Ires sábados discutió 
con ellos sobre las Escrituras, 3 ex¬ 
plicándoselas y probando cómo era 
preciso que el Mesías padeciese y 
resucitase de entre los muertos, y 
que éste era Jesucristo, a quien vo 
os anuncio. 4 Algunos de ellos se 
dejaron convencer, se incorporaron 
a Pablo y a Silas, y asimismo una 
gran muchedumbre de prosélitos grie¬ 
gos y no pocas mujeres principales. 

8 Pero los judíos, movidos de envidia, 
reunieron algunos hombres malos de 
la canalla, promovieron un alboroto 
en la ciudad y se presentaron ante la 
casa de Jasón buscando a los Após¬ 
toles, para llevarlos ante el pueblo. 

6 Pero no hallándolos, arrestaron a 
Jasón y a algunos de los hermanos y 
los llevaron ante los politarcas, gri¬ 
tando: Estos son los que alborotan 
la tierra. Al llegar aquí han sido 
hospedados por Jasón, 7 y todos 
obran contra los decretos del César, 
diciendo que hay otro rey, Jesús. 

8 Con esto alborotaron a la plebe y 
a los politarcas que tales cosas oían; 

9 pero habiendo recibido fianza de 
Jasón y de los demás, los dejaron ir 
libres. 10 Aquella misma noche los 
hermanos encaminaron a Pablo y a 
Silas para Perca. Así que llegaron, 
se fueron a Ja sinagoga de los judíos. 

11 Eran éstos más nobles que los 
de Tesalónica, y recibieron con toda 
avidez la palabra, consultando dia¬ 
riamente las Escrituras, para ver si 
era así como los Apóstoles enseña¬ 
ban. 12 Muchos de ellos creyeron, y 
además mujeres griegas de distin¬ 
ción y no pocos hombres. 13 Pero en 
cuanto supieron los judíos de Tesa¬ 
lónica que también en Perca era 
anunciada por Pablo la palabra de 
Dios, vinieron allí y agitaron y albo¬ 
rotaron a la pleble. 14 Al instante los | 
hermanos despidieron a Pablo, ca- I 
mino del mar, quedando allí Silas y 
Timoteo. 16 Los que conducían a 
Pablo le llevaron hasta Atenas, reci¬ 
biendo de él encargo para Silas y 
Timoteo de que se le reuniesen cnanto J 
antes. 

Pablo, en Atenas. 

145 Mientras Pablo los esperaba en 
Atenas (l), se consumía su espíritu 


(i) Atenas, la ciudad de las artes helénicas, 
más que ninguna otra estaba inundada de mo¬ 
numentos religiosos que afligían el corazón del 








APÓSTOLES, 18 


121 1 


viendo la ciudad llena de ídolos. 
17 Disputaba en la sinagoga con los 
judíos y los prosélitos, y cada día 
en el ágora con los que le salían al 
paso. 18 Ciertos filósofos, tanto epi¬ 
cúreos como estoicos, conferenciaban 
con él, y unos decían: ¿Qué es lo 
que propala este charlatán? Otros 
contestaban: Parece ser predicador 
de divinidades extranjeras; porque 
anunciaba a Jesús y la resurrección. 

19 Y tomándole, le llevaron al Areó- 
pago, diciendo: ¿Podemos saber qué 
nueva doctrina es ésta que enseñas? 

20 Pues eso es muy extraño a nues¬ 
tros oídos; queremos saber qué quie¬ 
res decir con esas cosas. 21 Todos los 
atenienses y los forasteros allí domi¬ 
ciliados no se ocupan en otra cosa 
que en decir y oír novedades. 

22 Puesto eh pie Pablo en medio 
del Areópago, dijo: Atenienses, veo 
que sois sobremanera religiosos; Apor¬ 
que al pasar y contemplar los objetos 
de vuestro culto, he hallado un altar 
en el cual está escrito: Al dios desco¬ 
nocido (1). Pues ése que sin cono¬ 
cerle veneráis es el que yo os anuncio. 
24 El Dios que hizo el mundo y todas 
las cosas que hay en él, ése, siendo 
Señor del cielo y de la tierra, no 
habita en templos hechos por mano 
de hombre, 25 ni por manos humanas 
es servido, como si necesitase de 
algo, siendo El mismo quien da a 
todos la vida, el aliento y todas las 
cosas. 26 El hizo de uno todo linaje 
humano, para poblar toda la faz de 
la tierra. El fijó las estaciones y los 
confines de los pueblos, 27 para que 
busquen a Dios, y siquiera a tientas 
le encuentren, aunque no está lejos 
de nosotros, 28 porque en El vivimos 
y nos movemos y existimos, como 
alguno de vuestros poetas ha dicho: 

«porque somos linaje suyo.» 


Apóstol. Allí se encontró también con los repre¬ 
sentantes de la filosofía griega, muy caída en¬ 
tonces, los estoicos y los epicúreos, con los 
cuales disputaba. 

(i) Para que ningún dios quedase sin ser 
honrado en Atenas, y enojado por esta prete¬ 
rición los castigase, se había erigido este altar, 

San Pablo, considerando que entre tantos dio¬ 

ses el único desconocido y sin culto era Dios, 

toma ocasión de aquí para anunciarlo a los ate¬ 
nienses. Su discurso se diferencia de los predi¬ 
cados a los judíos. Aquí empieza predicando al 
Dios creador del cielo y de la tierra, conser¬ 
vador y proveedor de todo, para venir a hablar 

del juicio por Jesucristo, resucitado de entre 

los muertos. 


29 Siendo, pues, linaje de Dios, no 
debemos pensar que la divinidad es 
semejante al oro o a la plata o a la 
piedra, obra del arte y del pensa¬ 
miento humano. 30 Y Dios, disimu¬ 
lando los tiempos de la ignorancia, 
intima ahora en todas partes a los 
hombres que se arrepientan, 31 por 
cuanto tiene fijado el día en que juz¬ 
gará a la tierra con justicia, por medio 
de un Hombre a quien ha constituido 
juez, acreditándole ante todos por 
su resurrección de entre los muertos. 

32 Cuando oyeron lo de la resu¬ 
rrección de los muertos, unos se 
echaron a reír, otros dijeron: Te 
oiremos sobre esto otra vez. 33 Así 
salió Pablo de en medio de ellos. 
34 Algunos se adhirieron a él y cre¬ 
yeron, entre los cuales estaban Dio¬ 
nisio el Areopagita y una mujer de 
nombre Damaris y otros más. 

El Evangelio en Corínto. 

IR * 1 Después de esto Pablo se 
retiró de Atenas y vino a Co- 
rinto. 2 Allí encontró a un judío, lla¬ 
mado Aquila, originario del Ponto, 
recientemente llegado de Italia con 
Priscila, su mujer, a causa del. de¬ 
creto de Claudio que ordenaba salir 
de Roma a todos los judíos. Pablo se 
unió a ellos; 3 * y como era del mismo 
oficio que ellos, se quedó en su 
casa (1) y trabajaban juntos, pues 
eran ambos fabricantes de lonas. 
4 Los sábados disputaba en la sina¬ 
goga, persuadiendo a los judíos y a 
los griegos. 5 Mas luego que llegaron 
de Macedonia Silas y Timoteo, se 
dió del todo a la predicación de la 
palabra, testificando a los judíos que 
Jesús era el Mesías. 6 Y como éstos 
le resistían y blasfemaban, sacu¬ 
diendo sus vestiduras, les dijo: Caiga 
vuestra sangre sobre vuestras cabe¬ 
zas; limpio soy yo de ella. Desde 
ahora me dirigiré a los gentiles. 
7 Y partió, yéndose a la casa de un 
prosélito de nombre Ticio Justo, que 
vivía junto a la sinagoga. 

8 Crispo, jefe de la sinagoga, con 
toda su casa, creyó en el Señor; y 


(i) El año noveno de su imperio, el 49 ó 50, 
Claudio había expulsado de Roma a los judíos, 
muy al